agosto (ciclo b) -...

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19 agosto Domingo XX del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – 2018 1. TEXTOS LITÚRGICOS 1.a LECTURAS Coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6 La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: «El que sea incauto, que venga aquí». Y al falto de entendimiento, le dice: «Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia». Palabra de Dios. SALMO Sal 33, 2-3. 10-15 R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que los oigan los humildes y se alegren. R. Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R. Vengan, hijos, escuchen:

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19 agosto

Domingo XX del Tiempo Ordinario

(Ciclo B) – 2018

1. TEXTOS LITÚRGICOS

1.a LECTURAS

Coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé

Lectura del libro de los Proverbios 9, 1-6

La Sabiduría edificó su casa,

talló sus siete columnas,

inmoló sus víctimas, mezcló su vino,

y también preparó su mesa.

Ella envió a sus servidoras a proclamar

sobre los sitios más altos de la ciudad:

«El que sea incauto, que venga aquí».

Y al falto de entendimiento, le dice:

«Vengan, coman de mi pan,

y beban del vino que yo mezclé.

Abandonen la ingenuidad, y vivirán,

y sigan derecho por el camino de la inteligencia».

Palabra de Dios.

SALMO Sal 33, 2-3. 10-15

R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo,

su alabanza estará siempre en mis labios.

Mi alma se gloría en el Señor:

que los oigan los humildes y se alegren. R.

Teman al Señor, todos sus santos,

porque nada faltará a los que lo temen.

Los ricos se empobrecen y sufren hambre,

pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

Vengan, hijos, escuchen:

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voy a enseñarles el temor del Señor.

Quién es el hombre que ama la vida

y desea gozar de días felices? R.

Guarda tu lengua del mal,

y tus labios de palabras mentirosas.

Apártate del mal y practica el bien,

busca la paz y sigue tras ella. R.

Traten de saber cuál es la voluntad del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Efeso 5, 15-20

Hermanos:

Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar

bien el momento presente, porque estos tiempos son malos.

No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor.

No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo.

Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo

corazón.

Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Palabra de Dios.

ALELUIA Jn 6, 56

Aleluia.

«El que come mi carne y bebe mi sangre

permanece en mí y Yo en él», dice el Señor.

Aleluia.

EVANGELIO

Mi carne es la verdadera comida,

y mi sangre, la verdadera bebida

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59

Jesús dijo a los judíos:

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo.

El que coma de este pan vivirá eternamente,

y el pan que Yo daré

es mi carne para la Vida del mundo».

Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?»

Jesús les respondió:

«Les aseguro

que si no comen la carne del Hijo del hombre

y no beben su sangre,

no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre

tiene Vida eterna,

y Yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida

y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre

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permanece en mí

y Yo en él.

Así como Yo,

que he sido enviado por el Padre que tiene Vida,

vivo por el Padre,

de la misma manera, el que me come

vivirá por mí.

Éste es el pan bajado del cielo;

no como el que comieron sus padres y murieron.

El que coma de este pan vivirá eternamente».

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.

Palabra del Señor.

1.b GUION PARA LA MISA

Guion Domingo XX Tiempo Ordinario (B)

(Domingo 19 de agosto de 2018)

Entrada:

Dios Padre, que ha preparado el banquete de las bodas de su Hijo, nos invita con insistencia a él: “Venid, comed

de mi pan, y bebed del vino que yo mezclé”. Dios desea colmarnos de vida, pues sólo en la Eucaristía se

contiene la vida verdadera y definitiva.

Primera Lectura: Pr 9,1-6

La Sabiduría ha creado un festín, al cual nos invita para entrar en comunión con ella.

Segunda Lectura: Ef 5,15-20

El Apóstol nos exhorta a discernir cuál es la voluntad del Señor.

Evangelio: Jn 6,51-59

En el evangelio de hoy Jesús promete y anuncia el misterio de la Eucaristía, un año antes de su realización en la

Última Cena.

Preces:

Imploremos confiados nuestras súplicas al Dios piadoso que, al darnos el don de su propio Hijo, no nos

negará aquello que nos sea provechoso para la vida eterna.

A cada intención respondemos cantando:

* Por su Santidad el Papa Francisco para que, iluminado por la luz del Espíritu Santo, proclame con firmeza y

valentía el mensaje de Jesucristo. Oremos.

* Por nuestra sociedad y por los que rigen los destinos de las naciones, para que respeten la dignidad del

hombre y su derecho a la vida. Oremos.

* Por los seminaristas y diáconos que próximamente serán ordenados, para que sepan dar al mundo hambriento

de Ti el pan de la Palabra y de la Eucaristía. Oremos.

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* Por todas las familias, y para que la vida nueva de Cristo se manifieste en ellas y de fruto abundante de

perdón, de paz y de unidad. Oremos.

* En acción de gracias por las oraciones escuchadas al gran clamor del pueblo argentino, evitando que sea

aprobada la legalización del aborto. Oremos. (Se responde: Demos gracias a Dios).

Padre Bueno, escucha nuestra oración y protege a tu Iglesia que confía plenamente en tu bondadosa

providencia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Ofertorio:

En unión con la Víctima Divina nos ofrecemos a nosotros mismos, concientes de tomar parte en el sacrificio del

Calvario.

Presentamos:

* Incienso, y con él suba nuestra oración por la santidad y fidelidad de todos los sacerdotes.

* Pan y vino para el banquete que la Sabiduría de Dios ha de prepararnos con el fin de darnos la vida eterna.

Comunión:

“El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida

eterna”. Acerquémonos a comulgar con devoción.

Salida:

Después de haber celebrado el sacrificio sacramental de Cristo y después de habernos alimentado con su Cuerpo

y su Sangre, vayamos alegres al mundo a anunciarle la gran noticia: la Eucaristía es la que da vida al mundo.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)

Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por el Directorio Homilético

Vigésimo domingo del Tiempo Ordinario (B)

CEC 1402-1405: la Eucaristía: “anticipación de la gloria futura”

CEC 2828-2837: la Eucaristía, nuestro pan cotidiano

CEC 1336: el escándalo

VII LA EUCARISTIA, "PIGNUS FUTURAE GLORIAE"

1402 En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía: "O sacrum convivium in quo

Christus sumitur. Recolitur memoria passionis eius; mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus

datur" ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el

alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!"). Si la Eucaristía es el memorial de la

Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de toda bendición celestial y

gracia" (MR, Canon Romano 96: "Supplices te rogamus"), la Eucaristía es también la anticipación de la

gloria celestial.

1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua

en el reino de Dios: "Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo

beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre" (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc 14,25). Cada vez que

la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4).

En su oración, implora su venida: "Maran atha" (1 Co 16,22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), "que tu

gracia venga y que este mundo pase" (Didaché 10,6).

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1404 La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin

embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía "expectantes beatam spem et

adventum Salvatoris nostri Jesu Christi" ("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador

Jesucristo", Embolismo después del Padre Nuestro; cf Tt 2,13), pidiendo entrar "en tu reino, donde

esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros

ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y

cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro" (MR, Plegaria Eucarística 3, 128:

oración por los difuntos).

1405 De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia (cf 2 P

3,13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se

celebra este misterio, "se realiza la obra de nuestra redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan que es

remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre" (S. Ignacio de

Antioquía, Eph 20,2).

IV DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA

2828 "Danos": es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. "Hace salir su sol sobre

malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 45) y da a todos los vivientes "a su tiempo su

alimento" (Sal 104, 27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre

reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

2829 Además, "danos" es la expresión de la Alianza: nosotros somos de El y él de nosotros, para nosotros. Pero

este "nosotros" lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por todos

ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

2830 "Nuestro pan". El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos

los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la montaña, Jesús insiste en esta

confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre (cf Mt 6, 25-34). No nos impone ninguna

pasividad (cf 2 Ts 3, 6-13) sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación.

Así es el abandono filial de los hijos de Dios:

A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, él les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto

pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios. (S. Cipriano, Dom. orat.

21).

2831 Pero la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición.

El drama del hambre en el mundo, llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad

efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia

humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro (cf

Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25, 31-46).

2832 Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo (cf

AA 5). Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales,

económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran

ser justos.

2833 Se trata de "nuestro" pan, "uno" para "muchos": La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir los

bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor,

para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cf 2 Co 8, 1-15).

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2834 "Ora et labora" (cf. San Benito, reg. 20; 48). "Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si

todo dependiese de vosotros". Después de realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de

nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido de la bendición de la mesa en

una familia cristiana.

2835 Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que

desfallecen los hombres: "No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de

la boca de Dios" (Dt 8, 3; Mt 4, 4), es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar

todos sus esfuerzos para "anunciar el Evangelio a los pobres". Hay hambre sobre la tierra, "mas no

hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am 8, 11). Por eso, el sentido

específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene

que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cf Jn 6, 26-58).

2836 "Hoy" es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34; Ex 16, 19); no

hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este "hoy"

no es solamente el de nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:

Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para ti hoy, todos los días resucita para

ti. ¿Cómo es eso? 'Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy' (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando Cristo

resucita (San Ambrosio, sacr. 5, 26).

2837 "De cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en

un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy" (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una

confianza "sin reserva". Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más

ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra

[epiousios: "lo más esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de

inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56)

Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este "día" es el del Señor, el del Festín

del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la

liturgia eucarística se celebre "cada día".

La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión:

nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que

recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los

himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación (San

Agustín, serm. 57, 7, 7).

El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51). Cristo "mismo

es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del

sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial"

(San Pedro Crisólogo, serm. 71)

1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los

escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de

tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?"

(Jn 6,67): esta pregunta del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él

tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a él mismo.

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2. EXÉGESIS

Manuel de Tuya

Segundo discurso de Cristo, pan de Vida

Jn.6,48-59.

Este segundo discurso de Cristo sobre el “Pan de vida,” con el que se identifica, es evidentemente

eucarístico. Literariamente está estructurado en “inclusión semítica,” sin que exija esto una rigidez matemática

de correlación. Esta inclusión semítica se puede establecer así:

Tema: “Yo Soy el Pan de Vida” (v.48).

a) Los padres comieron el maná y murieron (v.49).

no morir (v.50; aspecto negativo).

b) Cristo es el pan “bajado” del cielo, para….

vivir (v.51; aspecto positivo).

c) Objeción de los judíos (v.52).

b) Hay que comer y beber la carne y la sangre de Cristo, que “es el Pan bajado del cielo a') si no no se tendrá

vida (v.53).

b') El que la come tiene la Vida(v.54-58) aspecto positivo…

a’) No sucederá como a los padres, que murieron (v.58 b-c).

Como anteriormente, Cristo se proclama a sí mismo: “Yo soy el pan de vida.” Es pan de vida, en el sentido que

El causa y dispensa esta vida (Jua_6:35.50.51.53-58).

Le habían argüido antes los judíos (v.30.31) con el prodigio del maná, que Dios hizo en favor de los

padres en el desierto. Y Cristo recoge ahora aquella alusión para decirles, una vez más, que aquel pan no era el

pan verdadero. Era sólo un alimento temporal. Por eso, los padres “comieron de él,” pero “murieron.”

Hay, en cambio, un pan verdadero. Y éste es el que “está bajando” del cielo, precisamente para que el

que coma de él “no muera.” No morirá en el espíritu, ni eternamente en el cuerpo. Porque este pan postula la

misma resurrección corporal.

Es interesante notar la formulación de este versículo. Cristo no dice: “Yo soy el pan vivo,” sino “Este es

el pan.,” con lo que “se roza muy de cerca la fórmula de la consagración eucarística: “Este es mi cuerpo.” 39.

Y este pan hasta aquí aludido encuentra de pronto su concreción: “Yo soy el pan vivo que bajó del

cielo.” Antes (v.48) se definió como el “Pan de vida,” acusando el efecto que causaría su manducación en el

alma; ahora se define por la naturaleza misma viviente: tiene en sí mismo la vida (Jua_5:26).

Y la tiene, porque ese pan es el mismo Cristo, que “bajó” del cielo en la encarnación, cuyo momento

histórico en que se realizó esa bajada se acusa por el aoristo (v.51). Es el verbo que tomó carne. Y al tomarla, es

pan “vivo.” Porque es la carne del Verbo, en quien, en el “principio,” ya “estaba la vida” (Jua_1:4) que va

a comunicar a los seres humanos.

Si ese pan es “viviente,” no puede menos de conferir esa vida y vivificar así al que lo recibe. Y como la

vida que tiene y dispensa es eterna, se sigue que el que coma de este pan “vivirá para siempre.” El tema, una

vez más, se presenta, según la naturaleza de las cosas, “sapiencialmente,” sin considerarse posibles defecciones

que impidan o destruyan en el sujeto esta vida eterna (Jua_15:1-7).

Y aún se matiza más la naturaleza de este pan: “Y el pan que yo os daré es mi carne, en provecho (υπέρ )

de la vida del mundo.” 40

Al hablarles antes del “Pan de vida,” que era asimilación de Cristo por la fe, se exigía el “venir” y el

“creer” en El, ambos verbos en participio de presente, como una necesidad siempre actual (v.35); pero ahora

este “Pan de vida” se anuncia que él lo “dará” en el futuro. Es, se verá, la santa Eucaristía, que aún no fue

instituida. Un año más tarde de esta promesa, este pan será manjar que ya estará en la tierra para alimento de los

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seres humanos. Con ello se acusa la perspectiva eclesial eucarística.

éste “pan” es, dice Cristo, “mi carne,” pero dada en favor y “en provecho (υπέρ ) de la vida del mundo.”

Este pasaje es, doctrinalmente, muy importante.

Se trata, manifiestamente, de destacar la relación de la Eucaristía con la muerte de Cristo, como lo hacen

los sinópticos y Pablo. Jn utilizará el término más primitivo y original de “carne” (σάρΕ ); heb. = basar; aram. =

bi$m). 40. El que los sinópticos y Pablo usen σώμα “parece estar en los LXX, que generalmente, traducen el

hebreo basar (carne) por σώμα (cuerpo)” (A. Wikenhauser).

Si la proposición “vida del mundo” concordase directamente con “el pan,” se tendría, hasta por

exigencia gramatical, la enseñanza del valor sacrifical de la Eucaristía. Pero “vida del mundo” ha de concordar

lógicamente con “mi carne,” y esto tanto gramatical corno conceptualmente.

Pero ya, sin más, se ve que esta “carne” de Cristo, que se contiene en este pan que Cristo “dará,” es la

“carne” de Cristo; pero no de cualquier manera, v.gr., la carne de Cristo como estaba en su nacimiento, sino en

cuanto entregada a la muerte para provecho del mundo. “Mi carne en provecho de la vida del mundo” es la

equivalente, y está muy próxima de la de Lucas-Pablo: “Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros (a la muerte)”

(Luc_22:19; 1Co_11:24).

Aquí Cristo no habla de la entrega de su vida (ψυχή ; cf. Jua_10:15.17; Jua_15:13), sino de la entrega de

su carne” (σαρξ ). Podría ser porque se piensa en la participación del cuerpo y sangre en el banquete eucarístico,

o porque se piensa en la unidad del sacrificio eucarístico/Calvario.

El pan que Cristo “dará” es la Eucaristía. Y ésta, para Jn, es el pan que contiene la “carne” de Cristo.

En el uso semita, carne, o carne y sangre, designa el hombre entero, el ser humano completo. Aquí la Eucaristía

es la “carne” de Cristo, pero en cuanto está sacrificada e inmolada “por la vida del mundo” Precisamente el uso

aquí de la palabra “carne,” que es la palabra aramea que, seguramente, Cristo usó en la consagración del pan,

unida también al “pan que yo os daré,” es un buen índice de la evocación litúrgica de la Eucaristía que Jn hace

con estas palabras.

Si por una lógica filosófica no se podría concluir que por el solo hecho de contener la Eucaristía la

“carne” de Cristo inmolada no fuese ella actualmente verdadero sacrificio, esto se concluye de esta enseñanza

de Jn al valorar esta expresión tanto en el medio ambiente cultual judío como grecorromano.

En este ambiente, la víctima de los sacrificios se comía, y por el hecho de comerla se participaba en el

sacrificio del que procedía. Si las viandas eran carnes, se participaba en un sacrificio de animales, puesto que lo

que se comía era precisamente la misma carne sacrificada. Si lo que se ha de comer es la carne de Cristo, pero

eucaristiada, es que esta carne eucaristiada es la carne de un sacrificio eucarístico. No es otra la argumentación

de San Pablo para probar el valor sacrifical de la Eucaristía (1Co_10:18-21). Así se ve que, con esta frase, Jn

enseña el valor sacrifical de la Eucaristía. “El punto de vista sacrifical es evocado sin ambigüedad (por Juan)

por la fórmula “mi carne por la vida del mundo,” tan próxima de la fórmula eucarística paulina: “Esto es mi

cuerpo por vosotros” (1Co_11:24) 41.

En esta proposición se enseña también el valor redentivo de la muerte de Cristo, y con la proyección

universal de ser en provecho de la “vida del mundo.”

Ante la afirmación de Cristo de dar a comer un “pan” que era precisamente su “carne,” los judíos no sólo

susurraban o murmuraban como antes, al decir que “bajó” del cielo (v.41), sino que, ante esta afirmación, hay

una protesta y disputa abierta (έμάχοντο ), acalorada y prolongada “entre ellos,” como lo indica la forma

imperfecta en que se expresa: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Esto sugiere acaso, más que un

bloque cerrado de censura, el que unos rechazasen la proposición de comer ese pan, que era su “carne,” como

absurda y ofensiva contra las prescripciones de la misma Ley, por considerársela con sabor de antropofagia,

mientras que otros pudiesen opinar (Jua_6:68), llenos de admiración y del prestigio de Cristo, el que no se

hubiesen entendido bien sus palabras, o que hubiese que entenderlas en un sentido figurado y nuevo, como lo

tienen en el otro discurso (Jua_7:42.43; Jua_10:19-21).

Preguntaban despectivamente el “cómo” podía darles a comer su “carne.” ¡El eterno “cómo” del

racionalismo!

Ante este alboroto, Cristo no sólo no corrige su afirmación, la atenúa o explica, sino que la reafirma,

exponiéndola aún más clara y fuertemente, con un realismo máximo. La expresión se hace con la fórmula

introductoria solemne de “en verdad, en verdad os digo.” El pensamiento expuesto con el ritmo paralelístico,

hecho sinónimo una vez, antitético otra, e incluso sintético, está redactado así:

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53”Si no coméis (φάγητε ) la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en

vosotros. 54 El que come (τρώγων ) mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo le resucitaré en el

último día. 55 Porque mi carne es comida verdadera, y mi sangre es bebida verdadera.”

La doctrina que aquí se expone es: 1) la necesidad de comer y beber la carne y sangre de Cristo; 2)

porque sin ello no se tiene la “vida eterna” como una realidad que ya está en el alma (Jua_4:14.23), y que sitúa

ya al alma en la “vida eterna”; 3) y como consecuencia de la posesión de la “vida eterna,” que esta comida y

bebida confieren, se enseña el valor escatológico de este alimento, pues exigido por él, por la “vida eterna”

por él conferida, Cristo, a los que así hayan sido nutridos, los resucitará en el cuerpo “en el último día.”

Por eso, en este sentido, la Eucaristía es “un sacramento escatológico” (Vawter).

La enseñanza trascendental que aquí se hace es la de la realidad eucarística del cuerpo y sangre de Cristo

como medio de participar en el sacrificio de Cristo: necesidad absoluta para el cristiano. Sacrificio que está y

se renueva en esta ingesta sacrificial eucarística.

Y acaso esta sección tenga un valor polémico contra los judeo-cristianos, que repugnaban, conforme a la

mentalidad del A.T., beber la “sangre” de Cristo (Hec_15:20.29).

Una síntesis de las razones que llevan a esto es la siguiente:

1) Si se toman las expresiones “comer carne” y “beber sangre” en un sentido metafórico ambiental,

significan, la primera, injuriar a uno (Sal_27:2; Miq_3:1-4, etc.), y la segunda, ser homicida, por el concepto

semita de que en la sangre estaba la vida (Lev_17:11, etc.).

2) Si se supusiese un sentido metafórico nuevo, éste sólo puede darlo a conocer el que lo establece, y

Cristo no lo hizo. Por ello, los contemporáneos tenían que entenderlo en un sentido realístico, que es lo que

hacen los cafarnaítas, pensando que se tratase de comer su carne sangrante y partida y beber su sangre; pero

todo ello en forma antropofágica. Por lo que lo abandonan. Pero, como Cristo no da ese sentido nuevo, y en un

sentido metafórico ambiental no pueden admitirlo, se seguiría — por un error invencible — , de no ser esta

enseñanza eucarística, que Cristo sembraba la idolatría entre los suyos.

3) La redacción del pasaje es de un máximo realismo. Tan claras fueron las palabras, que los cafarnaítas

se preguntaron cómo podría darles a “comer su carne.” “Si Cristo hubiese querido hablar tan sólo de la

necesidad de la fe en El, no pudo usar metáforas menos aptas: para expresar una cosa sencilla, recurre a

expresiones oscuras, imposibles de entenderse. Si las palabras se entienden de la Eucaristía, todas son claras y

evidentes.” 42

Pero, al mismo tiempo, el evangelista lo expresa con un climax de realismo progresivo. Primero expresa

la necesidad de “comer” esta carne de Cristo con un verbo griego que significa comer en general (έσθι 'ω ,

φάγητε ; ν .53); pero luego, cuando los judíos disputan sobre la posibilidad de que les dé a comer su “carne,” a

partir del”paralelismo” positivo de la respuesta (v.54), reitera la necesidad de esto, y usa otro verbo (τρώγω ),

que significa, en todo su crudo realismo, masticar, ese crujir que se oye al triturar la comida. Es expresión de un

máximo realismo, aunque sin tener matiz ninguno peyorativo 43. “La misma cosa es repetida positivamente con

la palabra trógon, masticar, crujir; no por variar de estilo, sino para evitar de raíz toda escapatoria simbolista.”

44

Efectivamente, en los v.53.54.55 se ve una progresión manifiesta en la afirmación del realismo

eucarístico. No sólo en cada uno de ellos se dice o repite esto, sino que se repite con una. progresión en la

afirmación clara de esta comida eucarística, manteniéndose luego este término, máximamante realista, en las

repetidas ocasiones en que se vuelve a hablar de “comer” en este discurso del “Pan de vida.”

A este realismo viene a añadirse explícitamente la negación de un valor metafórico. Pues se dice: Mi

carne es comida verdadera (αληθής ), y mi sangre es bebida verdadera (αληθής ); y una comida y bebida

verdaderas son todo lo opuesto a una comida y bebida metafóricas.

(…)

5) El concilio de Trento definió de fe que, con las palabras “Haced esto en memoria mía” (Luc_22:19),

Cristo instituyó sacerdotes a los apóstoles, y ordenó que ellos y los otros sacerdotes realizasen el sacrificio

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eucarístico 45. Por eso, esta adecuación entre la “promesa” y la “institución” exige, basada en un dato de fe, la

interpretación eucarística del pasaje de Jn.

(…)

Como verdadera comida y bebida que son la carne y la sangre eucarísticas de Cristo, producen en el alma los

efectos espirituales del alimento. “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.” El

verbo griego (μένω ) que aquí se usa para expresar esta presencia de Cristo en el alma, la unión de ambos, tiene

en los escritos de Jn el valor, no de una simple presencia física, aunque eucarística, sino el de una unión y

sociedad muy estrecha, muy íntima (Jua_14:10.20; Jua_15:4.5; Jua_17:21; 1Jn_3:24; 1Jn_4:15.16). Este es el

efecto eucarístico en el alma: así como el alimento se hace uno con la persona, así aquí la asimilación es a la

inversa: el alma es poseída por la fuerza vital del alimento eucarístico.

“Así como me envió el Padre vivo, y yo vivo por (ata) el Padre, así también el que me come vivirá por

mí.”

La partícula griega empleada (δια ) por el evangelista puede tener dos sentidos: de finalidad y de

causalidad.

En el segundo caso — causalidad — , el sentido es: Así como Cristo vive “por” el Padre, del que recibe

la vida (Jua_5:26), así también el que recibe eucarísticamente a Cristo vive “por” Cristo, pues El es el que le

comunica, por necesidad, esa vida (Jn 1.16; Jua_15:4-7). “El Padre es la fuente de la vida que el Hijo goza; esta

vida, difundiéndose luego a su humanidad, constituye aquella plenitud de que todos hemos de recibir”

(Jua_1:16) 46.

En el primer caso — finalidad — , el sentido del versículo sería: Así como Cristo vive, como

legado,”para” el Padre, así también el que recibe eucarísticamente a Cristo vivirá “para” Cristo. Del mismo

modo que Cristo, como legado del Padre, tiene por misión emplearse en promover los intereses de Aquel que le

envía (Jua_17:8), así el discípulo que se nutre del “Pan de vida” eucarístico se consagrará enteramente, por ello,

a promover los intereses de Cristo.

Con esta interpretación “estaríamos en presencia de una noción nueva. Unido a Cristo en la Eucaristía,

el fiel se consagraría enteramente a promover los intereses de aquel que se le da a él.” 47

Sin embargo, el primer pensamiento parece ser el preferente, postulado por el contexto, si no el

exclusivo 48.

El evangelista añade una nota topográfica: “Estas cosas las dijo en reunión, enseñando en Cafarnaúm.”

Juan ha querido situar con exactitud un discurso de importancia excepcional.

El porqué fueron estos discursos pronunciados en “reunión,” sin artículo, acusa preferentemente, no la

sinagoga, aunque en éstas hablaba frecuentemente Cristo (Mat_4:23; Mat_9:35; Mat_13:54; Mar_1:39;

Mar_1:3, etc.), sino que fueron pronunciados en público: fue algo público, no en forma clandestina. Cristo

aludirá a esta conducta suya ante el pontífice (Jua_18:20). Mt, hablando de cómo Cristo “enseñaba” a las gentes

en el local de la sinagoga de Nazaret, escribe: Cristo “enseñaba en la sinagoga de ellos” (Mat_13:54 par.). El

contraste de estos pasajes, con la ausencia en Jn del artículo, parece deliberado, para indicar que estas cosas

fueron dichas por Cristo en público: “en reunión.”

La Cafarnaúm de los tiempos de Cristo, el actual Tell-Hum 49, conserva las ruinas de una magnífica

sinagoga, probablemente del siglo II d.C., aunque puede estar construida sobre la sinagoga de los tiempos de

Cristo 50. La capacidad máxima que presentan estas ruinas de la sinagoga de Cafarnaúm hace suponer que

rebase las 700 personas.

(…)

(DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, BAC,

Madrid, Tomo Vb, 1977)

3. COMENTARIO TEOLÓGICO

San Agustín

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“Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”

14. Discutían entre sí los judíos, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Altercaban, es

verdad, entre sí, porque no comprendían el pan de la concordia, y es más, no querían comerlo; pues los que

comen este pan no discuten entre sí. Somos muchos un mismo pan y un mismo cuerpo. Por este pan hace Dios

vivir en su casa de una misma y pacífica manera.

15. A la cuestión causa de litigio entre ellos, es a saber: ¿Cómo es posible que pueda darnos el Señor a

comer su carne, no contesta inmediatamente, sino que aun les sigue diciendo: En verdad, en verdad os digo que,

si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. No sabéis cómo

se come este pan ni el modo especial de comerlo; sin embargo, si no coméis la carne del Hijo del hombre, y s i

no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Esto, es verdad, no se lo decía a cadáveres, sino a seres vivos.

Así que, para que no entendiesen que hablaba de esta vida (temporal) y siguiesen discutiendo de ella, añadió en

seguida: Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna. Esta vida, pues, no la tiene quien no come

este pan y no bebe esta sangre. Pueden, sí, tener los hombres la vida temporal sin este pan; mas es imposible

que tengan la vida eterna. Luego quien no come su carne ni bebe su sangre no tiene en sí mismo la vida; pero sí

quien come su carne y bebe su sangre tiene en sí mismo la vida, y a una y otra le corresponde el calificativo de

eterna. No es así el alimento que tomamos para sustentar esta vida temporal. Es verdad que quien no lo come no

puede vivir; pero también es verdad que no todos los que lo comen vivirán; pues sucede que muchos que no lo

comen, sea por vejez, o por enfermedad, o por otro accidente cualquiera, mueren. Con este alimento y bebida,

es decir, con el cuerpo y la sangre del Señor, no sucede así. Pues quien no lo toma no tiene vida, y quien lo toma

tiene vida, y vida eterna. Este manjar y esta bebida significan la unidad social entre el cuerpo y sus miembros,

que es la Iglesia santa, con sus predestinados, y, llamados, y justificados, y santos ya glorificados, y con los

fieles. La primera de las condiciones, que es la predestinación, se realizó ya; la segunda y la tercera, que son la

vocación y la justificación, se realizó ya, y se realiza y se seguirá realizando; y la cuarta y la última, que es la

glorificación, ahora se realiza sólo en la esperanza y en el futuro será una realidad. El sacramento de esta

realidad, es decir, de la unidad del cuerpo y de la sangre de Cristo, se prepara en el altar del Señor, en algunos

lugares todos los días y en otros con algunos días de intervalo, y es comido de la mesa del Señor por unos para

la vida, y por otros para la muerte. Sin embargo, la realidad misma de la que es sacramento, en todos los

hombres, sea el que fuere, que participe de ella, produce la vida, en ninguno la muerte.

16. Y para que no se les ocurriese pensar que con este manjar y bebida se promete la vida eterna en el

sentido de quienes lo comen no mueren ni aun siquiera corporalmente, tiene el Señor la dignación de

adelantarse a este posible pensamiento. Porque después de haber dicho: Quien come mi carne y bebe mi sangre,

tiene la vida eterna, añade inmediatamente y Yo lo resucitaré el día postrero. Para que, entretanto, tenga en el

espíritu la vida eterna con la paz, que es la recompensa del alma de los santos; y, en cuanto al cuerpo se refiere,

no se encuentre defraudado tampoco de la vida eterna, sino que la tenga en la resurrección de los muertos en el

día postrero

17. Porque mi carne, dice, es una verdadera comida, y mi sangre es una verdadera bebida. Lo que

buscan los hombres en la comida y la bebida es apagar su hambre y su sed; mas esto no lo logra en realidad de

verdad sino este alimento y bebida, que a los que lo toman hace inmortales e incorruptibles, que es la sociedad

misma de los santos, donde existe una paz y unidad plena y perfecta. Por esto, ciertamente (esto ya lo vieron

antes que nosotros algunos hombres de Dios), nos dejó nuestro Señor Jesucristo su cuerpo y su sangre bajo

realidades, que de muchas se hace una sola. Porque, en efecto, una de esas realidades se hace de muchos granos

de trigo, y la otra, de muchos granos de uva.

18. Finalmente, explica cómo se hace esto que dice qué es comer su cuerpo y beber su sangre. Quien

come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él. Comer aquel manjar y beber aquella bebida es lo mismo

que permanecer en Cristo y tener a Jesucristo, que permanece en sí mismo. Y por eso, quien no permanece en

Cristo y en quien Cristo no permanece, es indudable que no come ni bebe espiritualmente su cuerpo y su sangre,

aunque materialmente y visiblemente toque con sus dientes el sacramento del cuerpo y de la sangre de Cristo;

sino antes, por el contrario, come y bebe su perdición el sacramento de realidad tan augusta, ya que, impuro y

todo, se atreve a acercarse a los sacramentos de Cristo, que nadie puede dignamente recibir sino los limpios, de

quienes dice Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

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19. Así como mi Padre viviente, dice, me envío y yo vivo por mi Padre, así también quien me come a mí

vivirá por mí. No dice: Así como yo como a mi Padre y vivo por mi Padre, así quien me come a mí vivirá por

mí. Pues el Hijo no se hace mejor por la participación de su Padre, porque es igual a El por nacimiento;

mientras que nosotros sí que nos haremos mejores participando del Hijo por la unidad de su cuerpo y sangre,

que es lo que significa aquella comida y bebida. Vivimos, pues nosotros por El mismo comiéndole a Él, es

decir, recibiéndole a Él que es la vida eterna, que no tenemos de nosotros mismos. Vive Él por el Padre, que le

ha enviado; porque se anonadó a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte de cruz. Si tomamos estas palabras;

Vivo por el Padre, en el mismo sentido que aquellas otras: el Padre es mayor que yo, podemos decir también

que nosotros vivimos por Él, porque Él es mayor que nosotros. Todo esto es así por el hecho mismo de ser

enviado. Su misión es, ciertamente, el anonadamiento de sí mismo y su aceptación de forma de siervo; lo cual

rectamente puede así decirse, aun conservando la identidad absoluta de su naturaleza del Hijo con el Padre. El

Padre es mayor que el Hijo-hombre; pero el Padre tiene un Hijo-Dios, que es igual a Él, ya que uno y el mismo

es Dios y hombre, Hijo de Dios e Hijo del hombre, que es Cristo Jesús. Y en este sentido dijo (si entienden bien

estas palabras): Así como el Padre viviente me envió y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá para mí.

Como si dijera: La razón de que yo viva por el Padre, es decir, de que yo refiera a Él como a mayor mi vida, es

mi anonadamiento en el que me envió, más la razón de que cualquiera viva por mí es la participación de mí

cuando me come. Así, yo, humillado, vivo por el Padre, y aquel, ensalzado, vive por mí. Si se dijo Vivo por el

Padre en el sentido de que Él viene del Padre y no el Padre de Él, esto se dijo sin detrimento alguno de la

identidad de ambos. Pero diciendo: Quien me come a mí, vivirá por mí, no significa identidad entre Él y

nosotros, sino que muestra sencillamente la gracia de mediador.

20. Este es el pan que descendió del cielo, con el fin de que, comiéndolo, tengamos vida, y que de

nosotros mismos no podemos tener vida eterna. No como comieron, dice, el maná vuestros padres, y murieron;

el que come este pan vivirá eternamente. Aquellas palabras, ellos murieron, quieren significar que no vivirán

eternamente. Porque morirán en verdad temporalmente también quienes coman a Cristo; pero viven

eternamente, ya que Cristo es la vida eterna.

SAN AGUSTÍN. Sobre el Evangelio de San Juan. Ed. BAC, Madrid, 1968, pag. 588-593

4. SANTOS PADRES

San Agustín

Domingo XX Tiempo Ordinario (B)

Jn 6, 51-59

"Sin duda, cada objeto que se ofrece a nuestros diversos sentidos deleita al sentido correspondiente. Ni

el sonido deleita a los ojos, ni el color al oído. En cambio, para nuestro corazón el Señor es

luz, voz, olor y también alimento. Y siendo todas estas cosas, no es nada de esto; y no es

nada de esto porque de todas estas cosas él es el creador. Él es luz para nuestro corazón, por eso decimos: Por tu

luz, vemos la luz (Sal 36, 10). Es melodía para nuestro corazón, y por eso decimos: Tú darás gozo y alegría a mi

oído (Sal 51, 10). Es perfume para nuestro corazón, por eso decimos: Nosotros somos la fragancia de Cristo (2

Co 2, 15). Si además -como están en ayunas- quieren comida: Felices los que tienen hambre y sed de justicia

(Mt 5, 6), y justamente de nuestro Señor Jesucristo se dijo que se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia

(1 Co 1, 30).

El banquete está preparado. Cristo es la justicia, y nunca se desperdicia. No nos lo prepararon unos

cocineros, ni fue importado de otros países por unos comerciantes, como sucede con las frutas extranjeras. Es

un alimento que saborean todos aquellos que tienen sano el paladar, es el alimento del hombre interior, que se

recomienda a sí mismo, diciendo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Es un alimento que da nueva fuerza y no

se agota; es un alimento que, cuando se lo insume, no se consume; es un alimento que sacia a los hambrientos,

permaneciendo siempre entero.

Cuando salgan de aquí y vayan a sus mesas, no encontrarán nada semejante para comer. Por eso, ya que

vinieron a este banquete: ¡coman bien! Y cuando se vayan de aquí: ¡digieran bien! Come bien pero digiere mal,

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el que escucha la palabra de Dios y no la practica (Cf. Mt 7, 26); no mastica bien y, a causa de la indigestión,

vomita crudo lo que le causaba malestar." (S 28,2)

"Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados (Mt 5, 6). Tú quieres saciarte.

¿De qué? Si dese as la saciedad de la carne, una vez que hayas digerido lo que te satisfizo, volverás a tener

hambre. El que beba de esta agua -dice el Señor- tendrá nuevamente sed (Jn 4, 13). La medicina que se aplica

a una herida, si ésta se cura, ya no causa más dolor; mientras que la que se usa contra el hambre, es decir la

comida, se usa de tal manera que la alivia sólo por un rato. En efecto, pasada la saciedad, retorna el hambre.

Por lo menos, diariamente se añade el remedio para saciarnos, pero no se ha curado la herida de la debilidad.

Tengamos, por lo tanto, hambre y sed de justicia, hasta que seamos saciados por la Justicia misma, de

la que ahora estamos hambrientos y sedientos. Seremos saciados, verdaderamente, con aquello mismo de lo

que tenemos hambre y sed. Que nuestro hombre interior tenga hambre y sed, porque tiene una comida y una

bebida que le pertenecen. Yo soy -dice el Señor- el pan bajado del cielo. Ya tienes el pan para el hambriento;

desea también la bebida para el sediento: En ti está la fuente de la vida (Sal 36, 10)." (S 53,4)

"¿Quién es el pan del Reino de Dios sino aquel que dijo: Yo soy el pan vivo bajado del cielo? No

dispongas tu boca sino tu corazón. Allí se encomendó esta cena: y nosotros que creemos en Cristo, lo recibimos

con fe. Y al recibirlo, sabemos cuál es nuestra intención. Recibimos algo pequeño, pero con eso llenamos

nuestro corazón. No alimenta, entonces, lo que se ve sino lo que se cree. Por lo tanto, tampoco lo buscamos con

los sentidos exteriores, ni decimos: 'Si es verdad cuanto se narra, y creyeron en el Señor resucitado los que lo

vieron con sus propios ojos y lo tocaron con sus manos; ¿por qué vamos a creer nosotros que no lo hemos

tocado?'. Si pensáramos de este modo, es como si cinco yuntas de bueyes [los cinco sentidos] nos estuvieran

impidiendo participar de la cena." (S 112, 5)

(SAN AGUSTÍN, Comentarios a los evangelios dominicales y festivos, Ciclo B, Ediciones Religión y Cultura,

Buenos Aires, 2008, p. 127 – 128)

5. APLICACIÓN

P. José A. Marcone, IVE

Carne entregada por la vida del mundo

(Jn 6,51-59)

Introducción

Desde el Domingo XVII al Domingo XXI del Tiempo Ordinario del presente Ciclo B, la Iglesia quiere

que leamos el capítulo 6 del evangelio de San Juan casi completo. Dicho capítulo se abre con el relato del

milagro de la multiplicación de los panes (Jn 6,1-15). Luego sigue con la caminata nocturna de Jesús sobre las

aguas mientras los Apóstoles reman con dificultad para llegar a la orilla (Jn 6,16-21). Luego sigue lo que se

conoce como el Discurso del Pan de Vida, parte del cual hemos leído hoy (Jn 6,22-59). Finalmente, culmina con

la reacción que discípulos y Apóstoles tienen ante el misterio que Jesús acaba de anunciar (Jn 6,60-71).

El Discurso del Pan de Vida está dividido en dos partes bien diferenciadas. En la primera parte (Jn 6,22-

51) Jesús se presenta como aquel en el cual hay que creer para alcanzar la vida eterna. El tema principal de esta

parte es la fe en Cristo, enviado del Padre. Este tema prepara el tema siguiente.

En la segunda parte (Jn 6,51-59) Jesús revela que no basta con tener fe en Él, sino que es necesario

comer su carne y beber su sangre. De este modo revela, anuncia y promete el sacramento de la Eucaristía, que

lo realizará efectivamente en la Última Cena. Es precisamente éste el trozo que hemos leído hoy.

1. La Eucaristía como sacrificio

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Ya desde esta promesa Jesucristo nos anuncia que el sacramento de la Eucaristía será un sacrificio.

El primer indicio textual de que se trata de un sacrificio es el verbo griego que se usa cuando dice: “El

pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). El verbo griego que es traducido con el término

castellano ‘dar’ es el verbo dídomi. Es el mismo verbo que se usa en la consagración del pan en la Última Cena:

“Este es mi cuerpo entregado (verbo dídomi) por vosotros” (Lc 22,19). ‘El pan que yo daré’ es ‘el pan que yo

entregaré’, es decir, la carne que será entregada libremente en un acto de amor para ser sacrificada en la cruz.

Por esta razón se puede decir que estas palabras de Jn 6,51 es una ‘repetición anticipada’ de la fórmula de la

consagración. Y, dado que la fórmula de la consagración de la Eucaristía expresa el sacrificio, el anuncio de la

Eucaristía en el Discurso del Pan de Vida también expresa a la Eucaristía como sacrificio.

El segundo indicio textual de que en el Discurso del Pan de Vida Jesús presenta la Eucaristía como

sacrificio es que se marca con suficiente claridad la realidad del cuerpo separado de la sangre. En efecto, cuatro

veces en un texto pequeño Jesucristo habla del misterio de la Eucaristía distinguiendo entre ‘carne’ y ‘sangre’

(v. 53, 54, 55 y 56). Esta separación entre ‘carne’ y ‘sangre’ es el dato escriturístico sobre el que se asienta toda

la teología de la Eucaristía como sacrificio. En efecto, por las palabras de la consagración del pan se hace

presente directamente el cuerpo de Cristo (y sólo por concomitancia la sangre, el alma y la divinidad);

igualmente, por las palabras de la consagración del vino se hace presente directamente la sangre de Cristo (y

sólo por concomitancia el cuerpo, el alma y la divinidad). Por lo tanto, realmente, por la fuerza del sacramento,

en la Eucaristía se hace presente el Cuerpo separado de la Sangre, en claro y definitivo gesto sacrificial. Por esta

razón es que San Pedro Julián Eymard dirá que Cristo, en el sacramento de la Eucaristía, “toma de la muerte lo

que puede”1. Dado que no puede morir en el sacramento, ‘toma de la muerte lo que puede’. Y ‘lo que puede’ es

esa separación entre carne y sangre que configura al sacramento en un verdadero y real sacrificio.

El tercer indicio textual de que en el Discurso del Pan de Vida Jesús presenta la Eucaristía como

sacrificio es que la Eucaristía es presentada aquí como un banquete sacrificial. Y en el ambiente cultual tanto

judío como grecorromano “la víctima de los sacrificios se comía, y por el hecho de comerla se participaba en el

sacrificio del que procedía”2. Pienso que el mejor comentario a este indicio textual es lo que dice San Pablo

refiriéndose, precisamente, al misterio de la Eucaristía. En este texto se muestra lo que significa ‘comer en el

banquete sacrificial’, es decir, participar de un sacrificio. Por eso, cuando Jesucristo habla en este capítulo

tantas veces de ‘comer’, se está refiriendo a la participación de un sacrificio. Dice San Pablo: “La copa de

bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es

comunión con el cuerpo de Cristo? Fijaos en el Israel según la carne. Los que comen de las víctimas ¿no están

acaso en comunión con el altar? Pero lo que inmolan los gentiles, lo inmolan a los demonios y no a Dios. Y yo

no quiero que entréis en comunión con los demonios. No podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los

demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios” (1Cor 10,16.18.20-21).

El cuarto indicio textual de que en el Discurso del Pan de Vida Jesús presenta la Eucaristía como

sacrificio es el solo hecho que se hable de ‘comer’ su cuerpo y ‘beber’ su sangre. Es imposible ‘comer’ la carne

o ‘beber’ la sangre de un animal si antes no se lo mata, no se lo sacrifica. El sentido de las palabras de Jesús fue

tan claro que provocó una reacción negativa en los que lo escucharon. Ellos entendieron perfectamente lo que

Jesús les quería decir: se trataba de comer su carne sangrante, es decir, carne sacrificada.

Refuerza este cuarto indicio la crudeza con que Jesús habla de comer su carne. En efecto, dice Manuel

de Tuya: “Primero expresa la necesidad de ‘comer’ esta carne de Cristo con un verbo griego que significa

comer en general (fágo); pero luego, cuando los judíos disputan sobre la posibilidad de que les dé a comer su

‘carne’, (…), reitera la necesidad de esto, y usa otro verbo (trógo), que significa, en todo su crudo realismo,

masticar, ese crujir que se oye al triturar la comida. Es expresión de un máximo realismo, aunque sin tener

1 S. PEDRO JULIÁN EYMARD, Obras Eucarísticas, Madrid, 1963, p. 50, citado en BUELA, C., Nuestra Misa, EDIVE, San Rafael (Mendoza, Argentina), 20105, p. 121. 2 DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, BAC, Madrid, Tomo Vb, 1977.

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matiz ninguno peyorativo. La misma cosa es repetida positivamente con la palabra trógon, masticar, crujir; no

por variar de estilo, sino para evitar de raíz toda escapatoria simbolista”3.

El quinto indicio textual de que en el Discurso del Pan de Vida Jesús presenta la Eucaristía como

sacrificio es la frase: “Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6,51). Normalmente se

traduce así, ‘para la vida del mundo’. Sin embargo, el término griego es hypér que significa más bien ‘a favor

de’ y ‘en lugar de’4. Por lo tanto, el sentido de la frase es: “Yo entregaré mi carne por la vida del mundo”. Es

decir: “Yo entregaré mi carne a favor de la vida del mundo y sustituyendo al mundo para que pueda vivir”. Esto

hace mención explícita a la redención, es decir, a su muerte en cruz, la cual trajo como consecuencia la

salvación del mundo entero. Por lo tanto, la frase ‘Yo entregaré mi carne por la vida del mundo’ es sinónimo de

‘Yo sacrificaré mi cuerpo en la cruz para salvar al mundo’.

Por lo tanto, hubo en Jesucristo una intención explícita de presentar en el discurso del Pan de Vida la

Eucaristía como sacrificio. Es decir, de presentarse como sacrificado y, por lo tanto, como Víctima. Cristo,

entonces, se presenta como sacerdote que entrega su Cuerpo para ser comido, previo sacrificio. Por lo tanto, se

presenta como Sacerdote y Víctima.

2. Los tonos en que Jesús dice estas palabras

Adivinamos en las palabras dichas por Jesucristo en el evangelio de hoy distintos ‘tonos’ en que pueden

ser pronunciadas.

En primer lugar, un ‘tono’ imperativo, de orden, conminativo, al modo de los profetas del AT, en clara

confrontación con aquellos que, por la dureza de su corazón, no quieren aceptar la verdad de la Eucaristía, sin

que falte la amenaza de la condenación: “Discutían entre sí los judíos y decían: ¿Cómo puede éste darnos a

comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no

bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,52-53).

En segundo lugar, un ‘tono’ en el que se adivina un pedido urgente del apóstol que quiere la salvación

del que lo escucha. Se trata del apóstol enviado a llevar la Buena Noticia y que anhela verla formada en el alma

de los que escuchan su proclamación. Se trata de una cierta súplica, tratando de convencer de una verdad que

sabe que es de gran provecho. Es la actitud del maestro que enseña, que explica, que ilumina y que, convencido

de la verdad de lo que predica, quiere que todos acepten su enseñanza y alcancen la vida: “El pan que yo le voy

a dar, es mi carne por la vida del mundo. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le

resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Jn 6,51.54-55)

Y, en tercer lugar, un ‘tono’ de enamorado, del enamorado que quiere, por amor, ser consumido por los

mismos a los cuáles les dirige la palabra: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en

él” (Jn 6,56).

Si bien todas las palabras dichas por Jesús en el evangelio de hoy son susceptibles a ser escuchadas en

los tres tonos (dependerá de la sensibilidad y de la disposición del que escucha), sin embargo, podemos decir

que hay un proceso que va del primero al tercero. Primero habla el profeta en tono conminatorio; es como si

dijera: “Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, os condenaréis eternamente”. Y luego endulza un poco

sus palabras y surge la exposición positiva del maestro y el anhelo y la súplica del apóstol; es como si dijera:

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna; yo lo resucitaré. Porque mi carne es verdadera

comida y mi sangre es verdadera bebida”. Pero finalmente dice aquellas palabras que solamente un enamorado

puede decir, alguien que ha perdido la cordura a causa de su profundo amor, alguien que se ha ‘chiflado’ de

amor: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56).

3 DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia Comentada, Tomo Vb, BAC, Madrid, 1977. 4 STRONG, TUGGY y VINE, en Multiléxico del NT, nº 5228.

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Sin forzar el texto, creo que podríamos, legítimamente, encontrar aquí el rol que juega la Eucaristía en

cada una de las edades de la vida espiritual: vida purgativa, vida iluminativa y vida unitiva. La Eucaristía es

esencial para cada una de las etapas de la vida espiritual. Pero la culminación y perfección se da cuando, el

cristiano enamorado acepta el acto de amor de Cristo enamorado, come su carne, bebe su sangre y se hace una

sola cosa con Cristo, se une a Él en la perfección del amor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece

en mí, y yo en él”.

Conclusión

¿Con qué tono escucharemos cada uno de nosotros las palabras que Jesús dijo hoy? Dependerá de la

disposición espiritual en que nos encontremos. Pero el modo más perfecto de escuchar las palabras de Jesús es

en el tono del enamorado.

Jesús enamorado habla al hombre y le dice que está ansioso de entregar su cuerpo en sacrificio por amor

y para su salvación eterna. Además, le dice que está ansioso de que el hombre coma su cuerpo y beba su sangre

para poder permanecer interiormente en él.

El hombre debe escuchar estas palabras de amor y responder de la misma manera. Alguien que escuchó

estas palabras enamoradas de Jesús y respondió de la misma manera fue la Venerable María de la Concepción

Cabrera (muerta en 1937). Jesús le dijo una vez: “Tienes contigo a la Sacrosanta Víctima del Calvario y de la

Eucaristía: en unión conmigo, ofrécete y ofréceme cada instante al Eterno Padre con el fin tan noble de salvar

las almas y de darle gloria”5. Y “le pide que repita sin interrupción con una intención de inmolación voluntaria:

‘Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre’”6. También le dice Jesucristo: “Ofrece con tu cuerpo y tu sangre, tu alma

y tu corazón, tus potencias y tus sentidos, tu vida y tu muerte… las almas de tus hijos, ofrece a la Iglesia, a los

sacerdotes, a todos los justos y a los pecadores, y a Mí mismo junto con todo esto, en cada minuto, en cada

respiro, siempre, siempre, porque ésta es tu misión espiritual sobre la tierra”7.

Y dice el P. Buela: “En cada momento y siempre ofrecer:

“1º. A Jesucristo mismo, divina Víctima;

“2º. A la Iglesia, a los sacerdotes, a todos los justos y a los pecadores;

“3º. A uno mismo con nuestro cuerpo y nuestra sangre, nuestra alma y nuestro corazón, nuestras

potencias y nuestros sentidos, nuestra vida y nuestra muerte, nuestros parientes, familiares y amigos”8.

Esta será la mejor respuesta al don de la Eucaristía y el mejor modo de vivir esta Santa Misa de la cual

estamos participando.

Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En estos domingos la Liturgia nos está proponiendo, del Evangelio de san Juan, el discurso de Jesús

sobre el Pan de Vida, que es Él mismo y que es también el sacramento de la Eucaristía. El pasaje de hoy (Jn 6,

51-58) presenta la última parte de ese discurso, y hace referencia a algunos entre la gente que se escandalizaron

porque Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último

día» (Jn 6, 54). El estupor de los que lo escuchan es comprensible; Jesús, de hecho, usa el estilo típico de los

5 Sposa, Madre e Apostola. Serva di Dio Concepción C. de Armida (Roma 1999) 28, en BUELA, C., Eco de todos los dolores y todos los

amores de Jesús. 6 Ibidem, en BUELA, C. Idem. 7 Ibidem, en BUELA, C. Idem. 8 BUELA, C. Idem.

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profetas para provocar en la gente —y también en nosotros— preguntas y, al final, suscitar una decisión. Antes

que nada las preguntas: ¿qué significa «comer la carne y beber la sangre» de Jesús? ¿es sólo una imagen, una

forma de decir, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir qué sucede en el corazón de

Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta. Sabiendo que deberá morir en la cruz por

nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en «signo» del

Sacrificio que le espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten

realmente en su Cuerpo y en su Sangre. Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que

nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. De hecho dice: «El que come mi carne y bebe mi

sangre habita en mí y yo en él» (v. 56). Ese «habitar»: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es

asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro «sí», nuestra adhesión de fe.

A veces, se escucha esta objeción sobre la santa misa : «Pero, ¿para qué sirve la misa? Yo voy a la

iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad». Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bonita

experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. Nosotros

decimos, para entender bien, que la Eucaristía es «memorial», o sea, un gesto que actualiza y hace presente el

evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es

realmente su Sangre derramada por nosotros. La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros.

Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida,

la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida» significa entrar en sintonía con

el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un

dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir

solidario. Lo mismo que hizo Jesús .

Jesús concluye su discurso con estas palabras: «El que come este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 58). Sí,

vivir en comunión real con Jesús en esta tierra, nos hace pasar de la muerte a la vida. El Cielo comienza

precisamente en esta comunión con Jesús.

En el Cielo nos espera ya María nuestra Madre —ayer celebramos este misterio. Que Ella nos obtenga la

gracia de nutrirnos siempre con fe de Jesús, Pan de vida.

(PAPA FRANCISCO, Ángelus, Plaza de San Pedro, Domingo 16 de agosto de 2015)

P. Gustavo Pascual, IVE

La Eucaristía, pan de vida

Jn 6, 51-59

Este evangelio es parte del discurso del pan de vida.

Jesús es el pan bajado del cielo como el maná pero con dos características distintas, al menos en este

fragmento del evangelio: es un pan vivo (v. 51) no como el maná que no tenía vida; y que da vida pero no como

el maná que daba vida temporal y por eso los padres murieron en el desierto (v. 58) sino que da vida eterna (v.

51, 54, 58). Este vivir para siempre que nos concede el pan que es Cristo, dice la Biblia de Jerusalén, es como el

árbol de vida del paraíso9 que si lo comían los padres vivirían para siempre, lo cual, les fue vedado por su

pecado. Pero Jesús ahora nos da acceso a este árbol de vida que es Él mismo. Pan de vida y árbol de vida

porque es un pan vivo, es el mismo Dios que se nos da como comida.

Además, el pan de vida, es la carne de Cristo entregada en la cruz para que nosotros tengamos vida. De

tal modo, que comiendo su carne nos trasmite su misma vida divina.

Los judíos se escandalizan porque tienen que comer la carne de Jesús y Jesús reafirma con más claridad

aún la verdad que les acaba de enseñar: “en verdad, en verdad os digo”, dicción que reafirma las palabras

9 Gn 3, 22

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expresadas. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tenéis vida en vosotros. El que

come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”.

Si bien Cristo da vida eterna esto no implica que debamos gustar la muerte temporal porque al hablar

Jesús de la resurrección en el último día está diciendo implícitamente que aunque hayan comido su carne

morirán pero Él los resucitará para una nueva vida, una vida sin fin.

Esta comida celestial implica como la comida terrenal, como el maná, una asimilación a nuestro cuerpo.

Comer la carne de Jesús nos une a Él de una manera muy íntima. Nos lo asimilamos pero no vive Él por

nosotros sino que vivimos nosotros por Él. Él nos absorbe en su vida divina. Pero hay una permanencia

recíproca de Jesús en nosotros y de nosotros en Jesús. Jesús nos da la vida divina que ha recibido de su Padre.

Jesús vive por el Padre y nosotros vivimos por Jesús pero vivimos una vida nueva, una vida divina, la vida del

mismo Dios. Una vida eterna.

Comiendo la carne de Jesús tenemos desde ya la vida eterna, comenzamos a vivir el cielo desde ahora,

aunque por nuestra condición natural tengamos que morir.

La Eucaristía nos da la vida eterna, es el árbol de la vida, es el pan vivo bajado del cielo, es decir, Jesús

que por su encarnación y pasión, nos da su cuerpo y su sangre como comida para que vivamos para siempre.

¡Cuánto debemos gozar la comunión con Cristo! Esa pertenencia mutua, esa unión profunda por la que

nos vamos cristificando. Esa vida de cielo comenzada en la primera comunión y que continua hasta la vida

eterna. ¡Cuánto debemos desear cada comunión! ¡Cuánto tenemos que suspirar por recibir la Eucaristía y gozar

ese pedacito de cielo que todos los días llega a nuestro pecho!

No nos debemos acostumbrar a la Eucaristía. Cada vez que la recibimos tenemos que actualizar esa vida

común e íntima que tenemos con Jesús.

La Eucaristía hacía suspirar a los santos y los encendía en amor. A nosotros quizá no nos sucedan esos

arrebatos de amor de los santos pero, al menos, sepamos que nos es necesaria. Es un remedio para nuestra

enfermedad y es la salud, germen de la salud eterna o la misma salud eterna comenzada.

Al menos busquémosla como remedio y pidamos también la devoción de los santos porque es

extraordinario el poder recibirla y el poder vivir la vida futura desde ahora.

Nos sorprende poder adorar a Jesús sacramentado en la custodia. Nos sorprende tenerlo tan cerca y

mirarlo. En cada comunión nos convertimos en una custodia viviente y está Jesús también cerca de nosotros que

lo tocamos y nos convertimos en Él. Lo asimilamos y Él nos absorbe en su vida divina. “Tan cerca de mí que

hasta lo puedo tocar. Jesús está en mí”.

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iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así como el Guion para la celebración de

la Santa Misa.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que ayudarían a realizar un enfoque adecuado

del el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los

Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados, doctores en

exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así como los

sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la ilación o

alguna idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.

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Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir alguna reflexión u ejemplo que le permite

desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza, Argentina. El 8

de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su

Fundador el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carisma la prolongación de

la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del hombre, y como fin específico la evangelización

de la cultura; para mejor hacerlo proporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una

herramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única

Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.

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