agenda agraria1_quebradas de acobamba

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Una publicación dirigida a la inmensa minoría EDICIÓN ESPECIAL La organización social es la clave para el acceso al agua, principal recurso para convertir áreas secas en productivas. QUEBRADAS DE ACOBAMBA: NUEVOS ESPACIOS DE PRODUCCIÓN AGRARIA CHUPACA. LA FORESTACIÓN DEFIENDE DE LAS HELADAS Y CONSERVA EL AGUA PICHANAKI. ASHÁNINKAS DEL BAJO PERENÉ SE PREPARAN PARA DIVERSIFICAR SU PRODUCCIÓN

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Agenda Agraria es una revista sobre alternativas de producción, impulsadas por la fundación Ayuda en Acción, la ONG Redes y fuentes cooprantes como Il Canale, Misereor y la Provincia Autónoma de Trento. En esta edición: - Las quebradas de Huancavelica como potencial para el desarrollo agrario. - Organización de las comunidades nativas de la selva para diversificar su producción. - La experiencia de la forestación en la conservación de suelos y el agua en Chupaca.

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Page 1: Agenda agraria1_quebradas de Acobamba

Una publicación dirigida a la inmensa minoría

Edición EspEcial

La organización social es la clave para el acceso al agua, principal recurso para convertir áreas secas en productivas.

Quebradas de acobamba: nuevos espacios de producción agraria

CHUPACA. La forestación defiende de Las heLadas y conserva eL agua

PICHANAKI. asháninkas deL bajo Perené se PreParan Para diversificar su Producción

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Erradicar el hambre, elevar los niveles de nutrición y adecuarse al cambio climático serán las principales prio-

ridades de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) en los próximos cuatro años, aseguró su director general, José Graziano da Silva.

A mediados de junio, en una ceremonia de premiación celebrada en la sede de la Orga-nización, 72 países recibieron un galardón por haber logrado la meta del Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mi-tad la proporción de personas que padecen hambre. De estos, 29 también han alcanzado la meta más estricta de reducir a la mitad el número total de personas que padecen ham-bre (entre ellos Perú), según lo establecido por los gobiernos durante la Cumbre Mun-dial sobre la Alimentación (CMA) de 1996, en Roma.

En su discurso, el director general de la FAO subrayó que el próximo paso debe ser la erradicación de la subalimentación cróni-ca. Esta meta, junto con poner fin a la mal-nutrición, han sido incluidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se completa-rán a finales de este año, estableciendo la agenda del desarrollo global para las próxi-mas décadas.

Cambio climático, hora de actuarEl calentamiento global está teniendo un

del hambre:nutrición y

Cambio climático,

prioridades de la

erradicación

impacto en la seguridad alimentaria y la agricultura de todos los países, especialmen-te en las zonas áridas y los pequeños Estados insulares en desarrollo, donde viven muchos de los pobres y hambrientos del mundo, se-ñaló el director general.

Para acabar con el hambre o la pobreza extrema, la protección social debe ser parte de una acción más amplia que incluya apoyo productivo, salud y educación. Combinar es-tos elementos crearía lo que el responsable de la FAO describió como los “ciclos virtuo-sos de desarrollo local”.

En particular, citó la entrega de transfe-rencias en efectivo a las mujeres. “Con dinero en la mano, las familias pueden comprar ali-mentos a nivel local, estimulando la agricul-tura familiar. Y la agricultura familiar puede aportar almuerzos escolares saludables para los niños”, dijo.

En el PerúEn el caso del Perú, la cooperación de la FAO se orienta a contribuir en la implemen-tación de políticas públicas para la inclusión productiva y social de la población, especial-mente en las áreas rurales.

Las prioridades en Perú, son: seguridad alimentaria y nutricional, agricultura fami-liar, gestión sostenible de recursos naturales renovables y la gestión de riesgo de desas-tres y adaptación al cambio climático.

FAO

Cuando tratamos de desarrollo, es importante tener presente el bien-estar de la gente y la permanencia de este derecho, entendiendo que nuestro desarrollo está vinculado al de los otros.

Si concordamos con ésta afir-mación, con la acción de nuestras poblaciones, por lo menos tenemos cuatro retos actuales:

Construcción del bien ser, de una visión compartida de futuro hu-mano y social, con trascendencia personal, logrando encausar y de-sarrollar lo mejor de los seres hu-manos.

Fortalecer el bien vivir, las capa-cidades de convivencia de las per-sonas, familias, organizaciones e instituciones que viven en el medio, compartiendo la responsabilidad de la protección de los bienes co-munes, enfrentando el cortoplacis-mo, materialismo y narcisismo, que genera dependencia, corrupción y crecimiento ilícito.

Lograr un bien hacer en la pro-ducción sostenible, asegurando se-guridad alimentaria -saludable y destinando los excedentes al mer-cado, erradicando la pobreza, me-jorando los ingresos y evitando el tipo de migración que lleva hacia la marginación.

Conservar e incrementar el bien tener de recursos, con sostenibili-dad territorial, principalmente de recursos elementales como el agua dulce, la fertilidad del suelo, el bos-que y la variedad de semillas.

Por supuesto, la asunción de es-tos retos se limita si no asumimos una posición en el mercado. Noso-tros, que también somos mercado, tenemos que responder con opción social e inteligencia humana a ¿cuál es el consumo que hace más reali-zable el desarrollo sostenible de todos? Respondamos con responsa-bilidad y consumamos con respon-sabilidad.

Con esa idea de fondo, y pensan-do en el aprendizaje colectivo, po-nemos a disposición de todos esta edición de Agenda Agraria.

Desarrollo, bienestar y consumo responsable

Pedro A. Pariona

Presentación

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La escasez de agua para consumo humano es, en estos momentos, el problema más agudo que afecta a

los cuatro distritos que forman la Man-comunidad Municipal Qapaq Ñan, en la provincia huancavelicana de Acobamba.

«Los recursos hídricos», explica el ge-rente de dicha mancomunidad, Salvador Calderón Belito, «no es suficiente, ya no tenemos más manantiales, puquiales; la única alternativa es bombear aguas que están abajo —en el río— o traer, inicial-mente de Patoccocha, pero las comunida-des rechazaron. Se ha buscado y se está considerando como alternativa [traer agua] desde la comunidad de Paccho

Hace cuatro años, los 17 miembros de la Asociación de Productores Manta-ro, de la comunidad de Llacce, están experimentando un cambio en la pro-ducción de paltos y cítricos. Antes, dice el presidente de la organización,

César Lara, producían paltos negritos, mexicanos, pequeños, para el autoconsumo, básicamente. Pero ahora que empezaron a trabajar con «los amigos» de la Alianza Público Privada (APP), de la cual el Instituto Redes forma parte, ya tienen palto de la variedad Fuerte, Has y Linda, aptos, incluso, para el mercado internacional. «Todas la semillas ya están produciendo».

El aporte fundamental de la Alianza fue el riego por aspersión, técnica imple-mentada hace dos años, cuyas ventajas resalta el dirigente: antes, el riego era por inundación al cual cada productor accedía cada 17 días. Luego, la Municipalidad dotó de mangueras y pequeños aspersores, hasta que a través de la Alianza Público Privada, recibieron aspersores hidra, con el cual es posible regar 60 metros a la redonda, sin degradar el suelo y disponiendo de agua las 24 horas del día.

Los productores de paltos de Pucapampa y Ca-bracancha, en la comunidad de Villa Rica, tam-bién en Acobamba, están iniciando recién su

experiencia de cultivar la tierra desértica, a orillas del río Mantaro. Los paltos recién tienen cinco meses de haber sido plantados.

El agua es trasladado desde una comunidad ubi-cada al otro lado del Mantaro con unos tubos soste-nidos con gruesas cuerdas de metal, pero está pen-diente la instalación de reservorios y los aspersores en cada predio. Por lo pronto solo dos familias riegan sus terrenos, usando mangueras comunes.

Don Daniel Antay, expresidente de la asociación, es uno de ellos. Hasta hace poco trasladaba agua en botellas de plástico y baldes, desde el río., para regar sus paltos.

«La escasez de agua es crítica en cuatro distritos de Acobamba»

Productores de Llacce introducen nuevas variedades de palta La conquista recién

empieza en Pucapampa

actUaLiDaD

Molinos, en Paucará, por lo menos 25 ki-lómetros de recorrido, pero no importa la distancia ni el costo, no hay alternativa, la escasez de agua es crítico».

Tal estrés hídrico, que se acentúa en los meses de estiaje, lo padecen los cerca de 20 mil habitantes de Marcas, Caja Espíritu, Pomacocha y Acobamba, distritos miem-bros de la Mancomunidad Qapaq Ñan.

De acuerdo con el perfil —declarado viable por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP)— la obra costará 44 millo-nes de soles, pero dependerá del expedien-te técnico y el estudio de factibilidad si ese monto se modifica. Los beneficiarios serán 36 localidades de los cuatro distritos.

Salvador Calderón, gerente de la Mancomuniddad Qapaq Ñan.

Justamente, la elaboración del expe-diente técnico y el estudio de factibili-dad, ya fueron puestos en convocatoria pública, para el cual, el Gobierno Re-gional de Huancavelica comprometió un millón y medio de soles y otro tanto la Municipalidad Provincial de Acobamba, cuyo alcalde, Alvar Capcha Ortiz, es el presidente del directorio de la Manco-munidad.

Si todo marchara según lo planeado, los primeros trabajos de la obra podrían comenzar en enero de 2016. Por lo pron-to, el fondo español de Cooperación de Agua, ha comprometido seis millones de soles para la ejecución del proyecto.

Productores de Llacce introducen nuevas variedades de palta La conquista recién

empieza en Pucapampa

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Carolina no quería que ningún miem-bro de su familia olvide sus sueños para el futuro, de lo que quieren ser,

de la profesión que desean estudiar, sobre todo sus hijos que están en el colegio. Por eso ansiaba escribirlos, resaltarlos y colocar-los en una parte visible de su casa, para que todos, padres y herederos, los recuerden día a día.

Así que tomó un plumón rojo, algunos pe-dazos de cartulina, y escribió: «Los sueños de la familia Chávez». En otros retazos de papel, los demás miembros anotaron sus as-piraciones. Carolina, entonces, cogió algunas ramas de una palmera que los asháninkas de la selva central usan para tejer formas y creó un ramo con ocho puntas, sobre las cuales pegó los deseos. Luego, con la ayuda de un clavo, lo colocó en el corredor de su casa.

—Ése es mi trabajo —dice ahora, seña-lando los anhelos a futuro que cuelgan de la pared de madera—. No tengo papelote y más bien busqué forma de hacer —se justi-fica—.

Allí están también los valores del hogar y las fechas de los cumpleaños de cada miem-bro de la familia, para no olvidar.

A unos pasos de esa pared termina el patio de los Chávez. El lavadero que no tiene más de dos años de haber sido construido impone el límite y detrás de él, en un abismo de unos 20 metros, avanzan tranquilas las aguas del río Perené, oscuras, arrastrando tierra, hojas y otros desechos propios de la selva; como una avenida llena de desperdicios.

En contraste, las calles de Impitato Cas-cada, la comunidad asháninka donde Ca-

relato la golondrina del ahorro yEtsoni, en Impitato Cascadalas viviendas saludables

«Cuando las visitas vienen, ven, nos sentimos bien: más saludable»

rolina vive, aunque son de tierra y algunas recién son abiertas, están limpias, con tachos en las esquinas y mensajes que llaman a mantener la limpieza. En la entrada de cada casa el apellido de la familia siempre da la bienvenida, como este: «Bienvenido a la fa-milia Chávez».

—Antes no era así —dice Carolina—. Todo era desordenado, toda la calle sucia. No sabíamos ordenar.

Lo dice en castellano, su segunda lengua, útil para quienes desconocen el dialecto as-háninka. Pero a sus coterráneos se dirige en su habla originaria. Cuando eso ocurre solo queda intuir, por sus risas, que se gastan al-gunas bromas, o que intercambian informa-ción sobre el extraño que los visita.

Entonces, un poco de masato, la bebida indígena que se prepara con yuca y camote, es el símbolo de la amistad: baja las tensio-nes y alivia el calor. Como ahora: el brebaje circula de mano en mano en una botella de plástico mientras Carolina relata su histo-ria de cambio, testimonio que coincide con las de otras mujeres de su comunidad, entre ellas Teodora Jari y Georgina López.

«Redes nos ha enseñado», dice. Hace tres años el Instituto para el Desarrollo Regional Redes inició un proyecto en las comunida-des asháninka del bajo Perené, en el distrito de Pichanaki, en Chanchamayo. «Y estamos aprendiendo a ordenar». Después de un año de iniciado el trabajo, por la cercanía de las poblaciones, la intervención incorporó co-munidades de Río Tambo, de la provincia de Satipo. «A veces, las visitas que vienen, ven» y «nos sentimos bien», «más saludable».

Cada cosa en su lugarTeodora Jari, unas de las primeras mujeres con quien Redes inició su interacción en 2012, se anima a mostrar cómo ha organi-zado su vivienda. «Esta es sala de comedor», dice refiriéndose a una habitación hecha con tablones de madera, donde dos jóvenes al-muerzan viendo un video. Ya en su cocina, construido con carrizo, destaca una alacena para los menajes, fabricada también con ma-dera y cubierta con una cortina, y un espacio para el «agua segura». El lugar de las ollas junto al fogón de barro cuya chimenea con-duce el humo al exterior y un cesto para los desperdicios de la cocina, que, de ser orgá-nicos, servirán como materia para preparar compost, un tipo de abono para las plantas, basado en la descomposición natural de los residuos.

En el dormitorio de uno de sus hijos, don-de se alojan dos profesores que trabajan en el colegio de la comunidad, las camas están separadas con telas, que otorgan privacidad. Allí está el ropero hecho por la misma fami-lia, también el lugar para los libros, los cua-dernos… todo en su lugar.

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«No hemos hecho caso de la habladurías y seguimos ahorrando en el banquito cooperativo solidario»

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Es un trabajo que se avanza poco a poco, siguiendo el ritmo propio de las familias. Para incentivarlas, el Instituto Redes les en-tregó bolsas de cemento para que ellas, reu-niendo los otros insumos, construyan sus la-vaderos. De eso hace ya dos años. Ahora, con una metodología similar se preparan para vaciar el piso de la habitación que prefieran.

El ahorro, aprendizaje fundamentalA pocos metros de allí, una jarrita azul con masato acompaña una mesa de transaccio-nes que se produce en el patio de la familia Chonteniro. Victoria, la madre, entrega unos billetes a uno de sus socios. Ella, dice, es miembro de un banquito cooperativo so-lidario, una metodología útil para fomentar el ahorro entre los indígenas asháninka. El padre —que obvia decir su nombre—hace dos años es socio de Ética, la cooperativa que apoya las finanzas de los nativos con fi-nes productivos. Una relación que el hombre califica como «chévere, bonito».

—Antes no sabíamos ahorrar —dice Teo-dora Jari.

—Lo que vendíamos nuestro producto lo gastábamos todo —relata Carolina—. Si había una emergencia, una enfermedad, no había de dónde agarrar.

Para formar un banco cooperativo soli-dario, se necesita un grupo de personas, ge-neralmente ocho o diez (aunque pueden ser

más), dispuestas a entregar una cuota men-sual como forma de ahorro. Al término de un año, la tesorera del grupo devuelve el dinero ahorrado, incluyendo los intereses que haya generado, pues en el proceso habrán realiza-do también préstamos entres los miembros, a bajísimas tasas de interés.

Al principio, los indígenas no entendían. «Mentira es», decían. Su desconfianza se ba-saba en esto: «varias veces han venido ins-tituciones, nos hablan, lleva relaciones y ahí [se] pierde». O en comentarios como este: «tal vez vas ahorrar tu dinero, se va a llevar, nunca puedes ver tu dinero».

—Pero nosotros no hemos hecho caso —dice Georgina López, otra de las mujeres que integró el primer banquito solidario en Impitato—. Así, seguimos ahorrando.

Ya van tres años que los indígenas de

Impitato Cascada y de otras comunidades ashaninkas han aprendido el valor del aho-rro. Etsoni —golondrina, en castellano— es el nombre del primer banquito solidario que nació en Impitato. Eran 10 miembros y Carolina Nolasco su primera presidenta. Además de iniciar el trabajo del ahorro, el reto fue construir un local para las reuniones mensuales. Y lo hicieron, con tablas y hojas de humiro.

Poco a poco, Etsoni motivó el surgimiento de cuatro nuevos bancos cooperativos solida-rios de los cuales dos son de niños: «Los jó-venes que nunca se dejan vencer», «Shaki», «Las semillas» y «Los niños de Cascada».

—Mi meta es seguir adelante —dice Ca-rolina—. Seguir ahorrando.

—Para que [mis hijos] puedan salir ade-lante, estudiando —sueña Teodora.

—Ya para mi vejez; para mi salud y la educación de mis hijos —anhela Georgina.

En tanto, la transacción en la mesa de los Chonteniro ha terminado. Sellado con un sorbo de masato, el padre de familia, que solo viste un short negro, cuenta que en los meses de julio, agosto y setiembre rozará un terreno que tiene en la zona, en la cual sem-brará plátano. Por estos días, dice, se encuen-tra en la cosecha de cacao. Después será la yuca. Productos que vende en Pichanaki, el distrito a la cual pertenece su comunidad, en la selva central peruana.

1. Teodora Jari, muestra la alacena de su cocina.

2. El lugar para el agua segura.

3. Un letrero invita a no ensuciar las calles.

4. El banquito cooperativo solidario apalanca el financiamiento productivo de los indígenas.

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Katari, voz asháninka que designa a un pato silvestre, es el nombre del primer banco cooperativo solidario que nació

en la comunidad nativa de Aoti, en el distrito de Río Tambo, en Satipo. Fue en 2013 que, contagiado por el trabajo que realizaban sus vecinos de la comunidad El Milagro, don Benito López convocó a los promotores del Instituto Redes a su chacra, donde estaban reunidos un grupo de pobladores, para que les expliquen qué es el ahorro, por qué es importante, para qué sirve, cómo podían ini-ciarse en esa tarea.

Tras la deliberación, Katari quedó confor-mado por 22 socios: un presidente, un teso-rero y un vocal. Al principio, las habladurías en el pueblo, en el sentido de que los afiliados podrían perder sus aportes, los desalentaban; pero, con dudas y todo, llegaron al primer año de trabajo.

—Cuando nos han desembolsado —cuen-ta el actual presidente de Katari, don Pedro Valderrama—, la gente recién abrió los ojos. ¡Ah! Verdad era, dicen.

Con el dinero ahorrado, la mayoría de los socios compraron útiles y uniformes para el año escolar de sus hijos. En Aoti, el ban-quito solidario es la principal organización a través de la cual se incide en las familias: el ordenamiento de las viviendas, crianza de

La luz de Impokiro en Aoti

Informe

«Ahora tenemos que cambiar una visión; tener una buena casita, de lo que éramos antes»

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animales menores, la promoción de nuevos cultivos, entre otros.

—Ahora tenemos que cambiar una visión; tener una buena casita, de lo que éramos an-tes —dice Pedro.

Un árbol de limón ácido, alto y grueso, brinda su sombra en medio del patio de la casa de Mary Jurael, una de las integrantes de Katari. La mujer de 30 años, madre de tres varoncitos (de doce, once y nueve años) y una niña de siete, cuenta que, luego de ha-ber comenzado a ahorrar un «poquito de platita», como una forma de incentivo para que los socios continúen en ese proceso, lle-gó el apoyo en cemento para la construcción de lavaderos en las viviendas y el vaciado del piso de algunas de las habitaciones.

Mary avanza hacia una habitación con pa-redes de carrizo y techo de humiro, propio de las comunidades amazónicas. Se quita las sandalias y las deja afuera, junto a otros cal-zados, e ingresa descalza, para no ensuciar el piso.

La pieza está limpia. Una mesa y un pe-queño estante de madera con libros y cua-dernos es el lugar para el estudio de los ni-ños. Al fondo las camas, separadas con telas. En otro cuarto, la cocina, con una alacena artesanal para los utensilios.

Dina Shantori, vecina de Mary, es la pre-

1. Dina Shantori es la presidenta de mujeres gestantes y madres de niños de programa Cuna Más, en Aoti.

2. Pedro Valderrama, presidente del Banquito Cooperativo Salidario Katari.

sidenta de mujeres gestantes y madres de niños de hasta dos años y medio de edad, usuarias del programa gubernamental Cuna Más. Ella es miembro de Impokiro (estrella, en lengua asháninka), otro de los banquitos cooperativos solidarios que se formó en Aoti.

—Antiguamente —cuenta Dina— no lo teníamos así nuestra casa: dormíamos en candela —al lado del fogón—, pero ahora ya estamos mejorando. Ya lo tenemos dividido nuestro cama, el comedor, mi cocinita. Se-parado los ambientes para guardar nuestro platito.

En su casa también hay un lavadero y un baño ecológico.

¿Cómo piensas el futuro, Dina?—Pienso mejorar más mi casa, trabajan-

do o ahorrando para tener nuestro piso, o mejorar nuestra cocina y tenerlo todo. Nues-tro dormitorio aparte, más allacito; nuestra cocina, así.

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«Hace tres años, cuando vinieron los señores, nos dijeron vamos a traba-jar. Hemos aceptado. Primeramente hicimos vivero de achiote, después, cuando ya está safado las plantas llevamos a nuestra chacra.

»En la segunda es el cítrico. Hemos hecho también vivero. Vino uno de Kivinaki, que sabe injertar y prendió todo. Igualito cuando ya está safa-do llevamos cada uno a nuestro lote. Después, como he caído enfermo no podía ayudar en el trabajo, pero continuaron; hicieron la casa [Manitas Unidas], eso es la tercera.

»He participado en las viviendas saludables también. Es muy bueno. Las basuras que no estén botados en la calle, mantener nuestra casa limpia, bien ordenada. Nunca lo hacíamos, como nadie venía acá a decirnos, ve-rías en una comunidad que no ha entrado esa organización, desordenado, no es limpio su casa.

»Tenemos donde botar la basura. Hemos hecho dos huecos, uno para orgánico, para abono de nuestras plantaciones. Ese abono es bueno: da buenas frutas. Y después otro hueco para inorgánico: plásticos, botellas.

»También participo en los banquitos, desde que empezó. En Ética tam-bién estoy asociado. En julio cumplo un año y recién tendré derecho de prestarme para la chacra, para alimento. Por este momento he sembrado plátano, pero están comprando a precio bajo, a 50 céntimos.

»Quiero cambiar de producto: cacao, cítrico. El café, el año pasado la enfermedad de la roya todo lo ha terminado, de raíz. Y seguir asociándo-me, para los nietos también».

Gedeón Camonés FloresAsháninka. 65 años. Comunidad nativa El Milagro. Pichanaki.

Luz Clarita Huamán LópezTesorera del banco cooperativo solidario de niños «Las semillitas»

Comunidad nativa Impitato Cascada. Pichanaki.

Ocho comunidades asháninkas del bajo Perené, en Pichanaki y parte del distri-to de Río Tambo, se encuentran en un

proceso de diversificación de su producción, y ahora el limón dulce se unirá a los principales cultivos de la zona: al café, golpeado por la roya, el cacao y el plátano.

En ese camino, diversas familias organizadas en los bancos cooperativos solidarios han inicia-do con la producción de plantones, injertándolos e instalándolos luego en los terrenos definitivos.

Cada familia produce 300 plantones, suficien-tes para ocupar una hectárea de terreno. Así, solo en la comunidad de Aoti, los 14 socios del banquito cooperativo solidario Katari cuentan con 4,200 plantones, listos para ser trasladados a terreno definitivo.

Esa cantidad se unirá a las 40 hectáreas de limón dulce que ya se encuentran instaladas, según informa Sixto Casallo, coordinador del proyecto PAT Selva, ejecutado por el Instituto Redes.

«Tengo 12 años, soy la tesorera del banquito “Las Semillitas”, que ya tiene casi tres años de funcionamiento. Nuestro banquito empezó con 36 niños y como no podía llevar bien las cuentas nos dividimos en dos grupos. En mi grupo somos siete mujeres y con los niños somos igual de responsables.

»El banquito tiene sus propias reglas, cuando no me pagan tengo que esperarlos y el banquito también se demora. Algunos socios se des-animan pero después tratan de nivelarse.

»Cada niño tiene sus propias metas de ahorro y esto es importante porque cuando nos falta qué comer o algo en el colegio, ya tenemos de dónde sacar. Yo, por ejemplo, el año pasado invertí mi dinero com-prando mis útiles escolares, mi uniforme, mi ropa, lo demás guardé para reiniciar mi banquito. Ahora quiero terminar mi secundaria y pagar mis estudios superiores. Quiero estudiar técnica en enfermería».

«Con el abono orgánico da buenas frutas»

TesTImonIos del cambIo

«Cada niño tiene sus metas de ahorro»

YA TIENEN 40 HECTÁREAS INSTALADAS

Asháninkas producirán limón dulce

«Cada niño tiene sus metas de ahorro»

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Page 8: Agenda agraria1_quebradas de Acobamba

Donde antes abundaba el huarango, un árbol propio de suelos desérti-cos, con espinas en sus tallos, ahora

crecen arvejas, pasto para el ganado, papa y otros productos de pan llevar, con dos co-sechas al año, que a los campesinos les per-mite mejores ingresos económicos, pues la producción es contra estación: cuando en el resto de la provincia ya no hay lluvia y la helada impide el desarrollo de las plantas, en Lambrama florecen las arvejas, nacen los choclos, crece la alfalfa para los cuyes… incluso los agricultores se han atrevido a instalar tara, paltos, cítricos y papayas, que en pocos años darán sus frutos.

El microclima los favorece. Mientras en la capital del distrito —Marcas—ubicado sobre los tres mil metros sobre el nivel del mar, el frío arrecia, en Lambrama, el cen-tro poblado más alejado, hace calor, al estar ubicado a cerca de dos mil metros de alti-tud, en la quebrada que forma el río Man-taro a su paso por Acobamba, la provincia a la cual pertenece Marcas, en Huancavelica.

Pero hasta hace dos años, por la poca disponibilidad de agua para uso agrícola y el desconocimiento de tecnología de riego, los campesinos tenían una sola cosecha al año y en cantidades mínimas, pues su pro-ducción dependía de la corta estación de lluvias, de enero a marzo. Entonces echa-ban mano de la cochinilla (un gusanito que vive en la penca de las tunas y que contiene un poderoso tinte útil para la industria tex-til) para generarse recursos económicos. Sólo que para recolectarlo debían pasar

Con organización y riego,campesinos incorporan nuevasáreas agrícolas en Acobamba

Informe

«Con el sistema de riego por aspersión los nuevos campos de Lambrama produjeron 203 toneladas de arveja verde»

muchas horas y al final del día, en el mejor de los casos, lograban reunir un kilo, cuyo precio en los últimos años descendió a 14 soles.

Organizarse les dio otra ventaja: logra-ron traer agua y riego tecnificado, con lo cual pueden disponer del recurso hídrico las 24 horas del día. En 2013, niños y jó-venes, hombres y mujeres, ayudados con acémilas —pues carecían de una carretera para el ingreso de camiones— trasladaron piedras y cemento para la construcción de un reservorio, de más de 200 metros cúbi-cos de capacidad, el tendido de las líneas de conducción del agua y la instalación de los aspersores Yuli e Hidra. Parte del finan-ciamiento provino de la Alianza Público Privada para el Desarrollo de Acobamba (APPDA).

Ahora, a fines de mayo de 2015, el mes en que ya no hay lluvias y más bien arrecian las heladas, en la chacra de Julia Rodríguez, en Lambrama, las arvejas sembradas hace ocho días acaban de emerger y están en un rápido crecimiento. Pronto serán aporca-das, florecerán y saldrán al mercado. En tanto, muchos campos permanecerán im-

20 hectáreas de campos como este, en la comunidad de Lambrama, producirán dos cosechas al año, gracias al riego tecnificado.

productivos a la espera del invierno. Con tal sistema de riego; por aspersión,

en 2014 los nuevos campos de Lambrama produjeron 203 toneladas de arveja verde. Un solo productor, don Blasco Aguilar, de 42 años de edad, cosechó 13 mil kilogra-mos de papa, en campaña chica.

—Ahora —dice Blas— estamos prepa-rando para sacar arveja verde en campaña chica.

Luego vendrá la siembra grande. Para fertilizar los campos, los agricultores usan abono natural, de los cuyes y de otros ani-males domésticos.

La diversificación es ahora el reto. Por eso, los cultivos son manejados en asocia-ción con otros. Por ejemplo, en el campo de Raúl Huamán, además de arvejas, hay alfal-fa y ejemplares de palta hass, tara, nísperos, durazno y limón.

—Antes esto era abandonado. [Lleno de] huarangos, de hierba. Nada había, so-lamente cabritas. Eso era nuestro sustento último —explica Nilven Aguilar Barboza, el presidente de la Asociación de Produc-tores Los Ángeles de Lambrama.

—Ya hemos dejado de ser comunidad porque no hay responsabilidad en ser co-munero —dice—. En la asociación, uno tiene responsable, estás puntual, haces cualquier cosa. Estás pie a pie.

La idea que ahora tiene Nilven es la construcción de un reservorio más grande para seguir incorporando más tierras a la producción de alimentos. A eso aspuntan sus gestiones.

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Page 9: Agenda agraria1_quebradas de Acobamba

Estas son las tres primeras hectáreas que don Olimpio Laimes, y los otros 11 miembros de su asociación de

productores agrarios, le conquistaron a la quebrada improductiva de Chontas, en el distrito de Marcas. El desfiladero empieza arriba, en la carretera, junto al pueblo, y desciende formando microclimas cada vez más cálidos. Pronto, en la ruta descenden-te, se extiende una pampa llena de huaran-gos y malezas propias de zonas desérticas.

Para hacer agricultura aquí fue necesa-ria la organización de los productores. Don Olimpio sabía que una asociación tiene más fuerza a la hora de buscar y aprovechar

Pequeños reservorios hacen producir la

quebrada

«Hay más apoyo para las asociaciones que personalmente, por ejemplo para presentarse al Presupuesto Participativo. Por eso nos hemos organizado»

tubos de poca capacidad desde el poblado de Lloclla, distante a tres kilómetros. «Con esa agüita estábamos regando alfita no-más».

Cuando quiso reactivar la organización que entonces había formado, le fue difícil por el tiempo transcurrido. Entonces, con un grupo de agricultores, decidió formar una nueva asociación, con todas las de ley.

—Mira el pepino —Olimpio muestra una pequeña planta con frutos casi madu-ros—, y eso que ya está pasando la pro-ducción. Mira la zanahoria, cómo está. La palta.

Están muy buenos. El pepino, agradable.Uno de los siete micro reservorios cons-

truidos el año pasado (2014), con el apoyo de la Asociación Público Privada para el Desarrollo de Acobamba (APPDA), es la responsable del asombro. Cada poza alma-cena hasta 18 metros cúbicos de agua y por un sistema de tuberías llega a los predios familiares, donde con aspersores es usado para el riego de los cultivos.

—Así nos hemos organizado —cuenta Olimpio, el presidente de la asociación de productores de Chotas—. Luego hemos visto este terreno de la comunidad y nos ha cedido, casi tres hectáreas.

Olimpio es un experimentador nato. En un terreno particular que posee, cerca del predio de la asociación, ha sembrado chía, el milagroso grano chino de moda en estos

días, y la ha cosechado. También hay qui-wuicha, quinua, tara y más coles.

Su primer riesgo fue sembrar stevia traídas de un campo experimental de Pi-chanaki, en la selva, y cultivarlas en la quebrada. Probó y resultó muy bien. Con ese producto participó en Mistura 2014, la feria gastronómica más importante de América Latina. Pero ahora la planta sufre el ataque de algunas enfermedades, que a Olimpio le plantea nuevos retos, pero ne-cesitará la colaboración de especialistas en control de plagas.

Habrá que seguir experimentando, Olimpio.

oportunidades en las instituciones que apo-yan iniciativas productivas, como lo es el presupuesto participativo. Hay más apoyo a las asociaciones que de manera personal, dice. También sabía que el agua es el prin-cipal recurso para que las tierras de la que-brada produzcan zapallos, cebollas, coles, limoncitos, zanahorias, paltos y esa enorme calabaza que debe pesar diez kilos.

—Eso hemos visto y dijimos hay que asociarnos —dice mientras recorre el pre-dio, mostrando los cultivos que produce desde el año pasado, cuando llegó el agua.

Su primer intento de traer el líquido fue hace 13 años: con sus socios tendió unos

1. Micro reservorios de este tipo, de 18 litros cúbicos, irrigan la quebrada de Chontas. 2. Olimpio Laymes, presidente de la Asociación de Productores de Chontas.3. Cultivos que ahora crecen en Chontas.

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En Jarpa, el trabajo perseverante de los comuneros de sembrar árboles año tras año, aprovechado la humedad que ofre-

cen las lluvias en los meses de enero a marzo, está dando sus frutos: vastas extensiones de lo que antes eran cerros pelados, ahora ofrecen verdor, gracias a los quinuales instalados en macizos, en los alrededores de las chacras o en las partes superiores de los puquios. Esto, ade-más, permite conservar el agua que en tiempos de estiaje los campesinos usan para regar los pastizales.

Hace aproximadamente 20 años —qui-zá más—, estos agricultores, asentados en la cuenca del río Cunas, en la provincia de Chu-paca, iniciaron con este trabajo y hoy, mientras disfrutan de los beneficios que la forestación les brinda, continúan plantando quinuales y cipre-ses.

Augusto Ucharima Alvarado es uno de ellos. Lo encontramos en el barrio Misquipa-ta, donde vive, ayudando a su esposa Victoria a ordeñar las cuatro vacas lecheras que crían. La leche que obtiene se convierte luego, gracias a un cuajo natural y a la presión que ejercen las manos de la señora, en cuatro quesos de un ki-logramo cada uno, productos que ella misma se encarga de venderlos los días martes en Huan-cayo y los sábados en la feria de Chupaca.

—Estas plantitas —dice Augusto— refres-can la vida y los hijos viven tranquilo, se divier-ten bien, hacen sus tareas en la pampita, en la sombrita.

Augusto vive a orillas del río Apahuay, un afluente del Cunas. Ahí, los quinuales más anti-guos, plantados por él hace 30 años, son árboles muy altos y de tronco robusto, cuyas sombras

Los árboles dan sombra,protegen de las heladas

y conservan el agua

Informe

«Si siembras donde hay árboles el pasto da mejor. Si no hay árboles, la helada lo quema todo y difícil desarrolla»

mantienen fresco el heno, un tipo de forraje que luego servirá de alimento para las vacas. Los quinuales plantados alrededor de un terreno contiguo, sembrado con avena forrajera, son más jóvenes.

A esta técnica agrícola, de plantar árboles beneficiosos para la tierra, en los límites de una chacra que a su vez produce otros cultivos, se le conoce como agroforestería y en Jarpa es una forma que los campesinos han adoptado para proteger sus sembríos.

—Si siembras en un lugar donde hay árbo-les —explica Augusto—, el pasto da mejor. En tiempo de verano cae mucha helada, si no hay los árboles, lo quema y difícil desarrolla, aunque se le riegue.

che: ahora, cuatro vaquitas le permiten reunir 24 litros, que se convierten en cuatro quesos de molde, que le generan poco más de 40 soles diarios.

Como en todo esto el agua es necesaria para el riego de los pastos, más ahora que ya no es tiempo de lluvias, Augusto y sus vecinos harán la limpieza de la acequia, pues los animales ne-cesitan pasto «jugosito», regado.

—Estoy bien con mis animalitos —dice Au-gusto—. Me da economía.

.-.-.

—Todo ese verde no era antes —dice don Melquiades Peña, otro habitante de Misquipa-ta.

Era como el cerro del frente, Melquiades, que no tiene un solo árbol. Antes, los campe-sinos no sembraban pasto para sus animales: a las vacas, de raza criolla, y a las ovejas, las lleva-ban arriba, al cerro, o detrás de la cumbre, y las dejaban libres, «botados», comiendo paja. Ya en la tarde, cuando se les llamaba, los animales solitos volvían. El pasto del pajonal, seco, no es como el verde de ahora: avena, trébol, ray grass, que alimentan mejor al ganado.

Melquiades comenzó a sembrar árboles aproximadamente en el 2000. En una parte de su terreno, bordeado por las aguas del Apahuay, preparó camas donde colocó unas bolsitas ne-gras con las plantitas de quinual, que después de un tiempo las trasladó a campo definitivo, en los bordes de sus chacras para defender los sembríos de las heladas y los vientos. Las hojas que en otoño caen al suelo, se convierten poco a poco en abono. Y, lo más importante, «con ese

Para reproducir las plantas de quinual, Au-gusto plantó los esquejes directamente en suelo definitivo. Los abonó con el guano de los ani-males y los regó todos días, para que crezcan rapidito. En total, calcula que tendrá unas 2500 plantas de quinual y ahora planea instalar pinos en sus predios.

Los pastos sembrados le permitieron a Au-gusto reemplazar sus vacas chuscas, como él llama a las criollas, por otras productoras de le-

La CifraEn el alto Cunas Redes produjo y plantó un millón de plantones de quinual, con participación de Agro Rural, el Programa Reverdece Junín y la comunidad, con los cuales protegió 15 manantiales, entre otros logros.

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«Don Fructuoso Camayo riega el pastizal con el agua que brota de un puquio. Plantó quinual en la parte superior y el puquialcito bota más agua»

árbol produce agua».—Nos ha hecho plantar en los charcales,

en los puquios, para conservar agua —dice.Había que sacarle ventaja al río y Mel-

quiades no tuvo mejor idea que colocar pie-dras y champas en el lecho para empozar el agua y por un canal artesanal conducirlo has-ta las verduras y los pastos sembrados en su terrenito, y una poza donde comenzó a criar truchas. Después de ese recorrido, el agua re-gresa a su curso.

1. Augusto Ucharima plantó árboles hace 30 años.

2. Faena de forestación en la comunidad de Bellavista, en San Juan de Jarpa, Chupaca.

3. Melquiades Peña aprovechó al agua del río para forestar su terreno y regar sus pastos.

«Seguiré trabajando en lo que he aprendido»

«Con Redes estoy trabajando ya nueve años. Lo primero que hemos hecho es la fores-tación, haciendo viveros de quinuales, de ciprés. También hemos trabajado con compost con el guano de las vacas, los pastos, todo mezclando.

»Cuando se podan los árboles sirve para leña. Cuando vas al campo da sombra para trabajar. Cuando se planta en el pasto conserva humedad. El ganado vacuno ya cambié por animales de más litraje de leche, de 11 a 12 litros, que lo vendemos en queso.

»También hemos trabajado con cuyes. He llegado a tener 65, pero como no tengo pasto suficiente los he vendido. Mi meta es instalar más pasto y de nuevo tener mis cuyes. Para las vacas hemos trabajado un cobertizo y otro con Agrorural. También hicimos un invernadero y un biohuerto.

»Tengo dos hijos. Seguiré trabajando porque ya sé hacer el compost y todo lo resto»

Luis Uribe GalvánPoblador de San Juan de Jarpa. 31 años.

Publicación producida por el Instituto para el Desarrollo Regional RedesJr. Ayacucho N° 348 - Huancayo - Junín / Setiembre 2015

Director GeneralPedro A. Pariona Meza.

Quipo AD Huancavelica: Elfer Bruno DamiánRaúl Huisa TaipeLilibet Arauco GaragattiHéctor Mauri Paitán

Tras la siembra de pastos, la recomen-dación fue «cómprate una vaquita y con la leche puedes alimentar a tus hijos». Así lo hizo. Ahora Melquiades tiene cuatro vacas mejoradas que le dan ocho litros de leche. Las criollas producen de tres a cuatro litros, nomás. Luego, aprendió a preparar abono natural: compost y foliares para fertilizar los cultivos. Acompañado a todo, el ordena-miento de su vivienda: dos huecos, uno para los residuos orgánicos y otro para los inor-gánicos; dormitorios de padres e hijos sepa-rados, un lugar para el estudio; una letrina, un biohuerto para sembrar verduras, ajíes, cebollas y otros productos necesarios para balancear la alimentación y luchar contra la desnutrición que afecta más a los niños. En Jarpa, según el Ministerio de Salud, hasta un 29 % de menores de cinco años padece este mal.

—¿Con todo esto que has hecho, cómo te sientes, Melquiades?

—Muy feliz. Respiro aire limpio.—¿Cómo te imaginas en el futuro?—Más mejor. Ya a los hijos les estoy ha-

blando. Demora pero da resultado el trabajo.

.-.-.-.

A don Fructuoso Camayo le bastan los diez litros de agua por minuto que brotan de un puquio para regar los pastos instalados en su terreno, en el barrio Santa Rosa. «Lo he medido con un reloj y los goteos», dice, mientras pasta sus ganados. Luego, agrega que después de haber plantado quinuales en la parte superior del humedal, del «puquial-cito» brota mucho más agua.

Para regar, usa una manguera al cual le adapta una botella de plástico, con seis hue-quitos, por donde, por la presión natural, el agua se dispersa en la chacra sembrada con pasto. Son los beneficios que ofrece la natu-raleza.

Fructuoso es otro de los campesinos que practica la agroforestería. La calle que pasa por su casa está forestada en ambos lados, ofreciendo sombra al caminante, también los alrededores de su pastizal, detrás de su vivienda. Instalar los árboles le ha tomado por lo menos 15 años y hoy sigue plantándo-los, igual que los demás comuneros, quienes además dedicaron considerable extensión de terreno colectivo para la forestación.

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Equipo Subcuenca CunasBaldomero Hinostroza BendezúFredy Pariona MezaSherly Raymundo EstebanJuly Castro ArroyoGerardo Casallo Gómez

Equipo Selva CentralSixto Casallo VeraJosué Flores MacuyamaFrancisco Valderrama CristóbalLorena Gutarra HerreraRichard Valderrama ShantioriMaría Vílchez Páucar

Edición: Percy Salomé MedinaEvelyn Maldonado C.

Diagramación: William Tomás

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Se siembra agua plantando árboles en las

partes altas

«Hemos aprendido a nunca detenernos»

Gerardo Casallo Gómez es el presidente de la comunidad campesina de Acac Bellavista, del distrito de San Juan de Jarpa y uno de los

principales líderes de la zona.

¿Qué beneficios has encontrado con la plantación de este tipo de árboles (quinual y ciprés)?Antes comprábamos leña y nos quitábamos cuando alguien

cortaba los pocos árboles que había. Entonces mi suegra me dice por qué no plantas y tuve que plantar. También como cerco vivo para proteger de ventarrones, de las heladas. Antes quemaba toda la cementera. La caída de las hojas, las cortezas, se descompone solo, como abono. Y mantiene humedad.

Se dice que estas plantas ayudan a mantener el agua en las partes altasHemos ido de pasantía a Huancavelica, habían forestado en

un lugar haciendo un hoyo y vimos que hacían zanjas de infil-tración, más las plantaciones, en época de lluvia eso acumulaba agua y se filtraba al suelo y más abajo salía. Eso es la mira de la comunidad. En la parte alta forestamos y los manantiales aparecen más abajo. Cuando llueve se filtra el agua y ya drena en los manantiales. Eso es la siembra de agua.

¿Y esa agua alcanza hasta el siguiente periodo de lluvias?El manantial ya no tiende a secarse, en la sequía aguanta

todavía y nos abastece de agua. Si no hubiera plantas el agua corre por encima nomás. Pero si hay plantas trata de retener y por la raíz filtra, por los pajonales, ahí entra el agua y almace-na y cuando hay escasez sale. Muchos no lo entendíamos esto: se siembra agua plantando árboles y haciendo trabajos en las partes altas, zanjas de infiltración o cochas, hoyos para que se filtre el agua.

«Hoy tengo un criadero de cuyes establecido en un lugar especial para ellos, antes los criábamos en la cocina, luego entendimos que era un error por el pelo que salía de los animales, que a veces se mezclaba con nuestras verduras.

»Como incentivo que retribuimos trabajando, Redes nos da calaminas o palos para nuestros corrales. Por ejemplo, nosotros levantamos una pared, ellos nos dan pintura y continuamos trabajando. Nos apoyan al vernos trabajar.

»Antes nuestra cocina y dormitorio estaban en el mismo lugar. Ahora cada lugar está debidamente establecido; tenemos una sala de visita, dormitorio y un área de aseo. Mis hijas han desarrollado más responsabilidades y un mejor hábito de higiene. Eso para mí es muy importante.

»Con la información que nos han dado, hemos mejorado. Ahora tenemos mejores vacas y cada vez más cuyes. En la agricultura cosechamos más de diez tipos de papas que separamos para nuestro consumo y la venta.

»Si Redes dejara de trabajar con nosotros, continuaríamos todo lo que hemos avanzado, porque eso también hemos aprendido, a nunca detenernos».

Olinda QuispealayaPobladora de la comuniad de Shicuy. San Juan de Jarpa. 36 años.

Los antecedentesLos trabajos de forestación en el Alto Cunas se iniciaron en la década de 1980, con la intervención de instituciones como PROCAD, CEAS, PRONAMACHCS, CARE PERU, AGRO RURAL (2009), REDES en alianza con MISEREOR, y la Municipalidad distrital de San Juan de Jarpa.

Provincia Autónoma de Tren

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