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Ensayos sobre la propaganda fascista Psicoanalisis del antisemitismo THEODOR W0 ADORNO Paradiso

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Ensayos sobre la propaganda fascista

Psicoanalisis del antisemitismo

THEODOR W0 ADORNO

Paradiso

ANTISEMITISMO Y PROPAGANDA FASCISTA

Las observaciones que contiene este trabajo se basan en tres estudios realizados por el Research Project on Anti-Semi­tism, 1 bajo los auspicios del Institute of Social Research de Ia Universidad de Columbia. Estos estudios analizan un extenso corpus de propaganda antidemocratica y antisemita, constitui­do esencialmente por la transcripci6n estenografica de las emi­siones radiof6nicas de algunos agitadores de Ia costa occiden­tal de Estados Unidos as! como por panfletos y publicaciones semanales. Son ante todo de naturaleza psicol6gica, aunque con frecuencia aluden a problemas econ6micos, politicos y so­ciol6gicos. En consecuencia, aquf se consideran primordial­mente los aspectos psicol6gicos ci~faniTlsTs-de-Tap~9~ginda ~~-~gg:~:~~c~~i~I~E:Qb]~Jty_Q_q~-s_sta_j)rgp~g_;!1aa~ Nose ha intentado ni una exposici6n exhaustiva de los metodos, ni la enunciaci6n de una teoria psicoanalitica concluyente sobre la propaganda antidemocratica. Ademas, se han omitido hechos e interpretaciones que en general ya conocen quienes estan fa­miliarizados con el psicoanalisis. El objetivo fue, mas bien, Ha­mar la atenci6n sobre algunas constataciones que pudieran su­gerir, incluso de forma preliminar y fragmentaria, ulteriores valoraciones psicoanalfticas.

El material estudiado ya revela en si mismo un enfoque psicol6gico. Esta concebido en terminos mas psicol6gicos que objetivos. La actividad proselitista, antes que por la exposici6n de ideas y argumentos, pretende actuar sabre los mecanismos

1. Autores: T. V:!. Adorno, Leo Lowenthal, Paul W. Massing.

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inconscientes de las personas. No solo la tecnica aratoria de los demagogos fascistas es de naturaleza astutamente il6gica y seudo-emocional; lo peor es que ni los programas politicos de acci6n concreta, ni sus postulados, ni ninguna idea polftica de­finida desempeiian un papel relevante en comparaci6n con los estfmulos psicol6gicos dirigidos al auditorio. De hecho, es gra­cias a estos estfmulos y otras informaciones que podemos iden­tificar tales discursos como fascistas, mas que por las vagas, confusas plataformas que expresan.

Veamos tres caracteristicas del enfoque predominante­mente psicol6gico de la actual propaganda fascista estadouni­dense.

1. Es una propaganda personalizada, esencialmente no objetiva. Los agitadores invierten gran parte de su tiempo en hablar de sf mismos o de su publico. Se presentan a sf mismos como lobos solitarios, como saludables ciudadanos estadouni­denses con sanos instintos, como personas fiables, altruistas, infatigables; y divulgan constantemente intimidades reales o ficticias acerca de sus vidas y las de sus familias. Ademas, muestran un calido interes humano por las pequeiias preocu­paciones cotidianas de sus oyentes, a quienes representan co­mo verdaderos cristianos, pobres pero honrados, con sentido comun, aunque no intelectuales. Se identifican con sus oyentes exaltando su propia capacidad de ser modestos hombres co­rrientes y, al mismo tiempo, llderes de excepcional calibre. A menudo se refieren a sf mismos como simples mensajeros de aquel que ha de venir, un artilugio ya conocido en los discur­sos de Hitler. Es probable que esta tecnica se vincule estrecha­mente a la sustituci6n de la imagineria paterna por un Yo co­lectivo. 2 Otro esquema de personalizaci6n predilecto consiste en insistir reiteradamente en sus modestas necesidades finan­cieras y solicitar al auditorio pequeiias cantidades de dinero.

2. Ver Max Horkheimer: <<Sociological Background of the Psychoanalytic Approach», en Antisemitism. A Social Desease, Ernst Simmel (ed.), Interna­tional Universities Press, Nueva York, 1946.

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Los agitadores rechazan cualquier pretension de superioridad, insinuando que ellfder que ha de llegar es tan debil como sus propios hermanos, pero que se atreve a confesar su debilidad sin inhibiciones y que, por eso mismo, esta destinado a trans­formarse en el hombre fuerte.

2. Todos estos demagogos sustituyen los fines por los me­dios. Predican acerca de «este gran movimiento», de su orga­nizaci6n, de un renacer general de Estados Unidos que ellos es­peran provocar; pero muy rara vez dicen algo que permita su­poner ad6nde lleva este movimiento, para que sirve la organi­zaci6n o que se intenta conseguir en concreto con ese misterio­so renacimiento. Veamos un tfpico ejemplo de descripci6n re­dundante de Ia idea de renacimiento, en boca de uno de los agitadores de mayor predicamento en la costa occidental:

Amigo mfo, no hay mas que un modo de conseguir un renacimien­to, y toda America necesita este renacimiento, y todas las iglesias tambien. La historia del gran renacimiento gales es simplemente es­ta. Los hombres sintieron una enorme necesidad de Ia presencia de Dios en el mundo, y empezaron a rezar, implorando que se les en­viase un renacimiento (!), y dondequiera que iban hombres y muje­res se producfa el renacimiento.

La glorificaci6n de la acci6n, de lo que esta en curso, eli­mina y al mismo tiempo sustituye la finalidad del asf llamado movimiento. Elfin es «que podemos demostrar al mundo que todavfa existen patriotas, hombres y mujeres cristianos, teme­rosos de Dios, dispuestos a entregar sus vidas a Ia causa de Dios, del hagar y de su patria».1

3. Puesto que todo el enfasis de esta propaganda se po­ne en promover los medios, es la propaganda misma Ia que constituye el verdadero contenido. En otras palabras, la pro­paganda funciona como una forma de satisfacci6n del deseo. Est:~~ma~Gsper~!en-

3. Todas las citas estan tomadas literalmente, sin ninguna modificaci6n, de las transcripciones estenograficas.

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ten su pertenencia al grupo, acceden a informaciones supues­tamente privilegiadas, son objeto de confidencias, son trata­das como miembros de la elite que merece conocer los fan­tasticos misterios que permanecen ocultos a los extranos. A un mismo tiempo se alienta y se satisface el deseo desenfre­nado por e1 fisgoneo.

Constantemente se cuentan historias de escandalos, lama­yor parte ficticios, en particular sobre excesos y atrocidades se­xuales; pero la indignacion ante las obscenidades y crueldades es una racionalizacion muy tenue, intencionadamente transpa­rente, del placer que estos relatos transmiten al oyente. A ve­ces algun lapsus nos permite identificar facilmente el trafico de escandalos como un fin en sf mismo. Por ejemplo, cierta vez un demagogo de la costa occidental prometio que en su discurso siguiente daria mas detalles sobre un falso decreta del Gobier­no sovietico mediante el cual se pretendia organizar la prosti­tucion de las mujeres rusas. AI anunciar esta historia, el ora­dar dijo que no podia existir un autentico varon que no se es­tremeciese basta la medula al ofr esa noticia. La ambivalencia implicita en esta estratagema de aludir al «estremecimiento medular>> es evidente.

Hasta cierto punto, todas estas formulaciones pueden ex­plicarse racionalmente. Muy pocos agitadores estadounidenses osarfan profesar abiertamente fines fascistas y antidemocrati­cos. A diferencia de Alemania, la ideologfa democd.tica en Es­tados Unidos ha desarrollado ciertos tabues, cuya violacion podrfa comportar algunos riesgos para las personas compro­metidas en actividades subversivas. En consecuencia, el dema­gogo fascista tiene muchas mas restricciones sobre lo que pue­de decir, tanto por razones de censura polftica como de tactica psico!ogica.

Ademas, Ja falta de precision con respecto a los fines po­lfticos es inherente al fascismo. Ello se debe en parte a su na­turaleza intrinsecamente no te6rica, yen parte al hecho de que sus seguidores seran al final embaucados, de modo que los li­deres deben evitar cualquier formulaci6n en la que puedan ver-

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se atrapados mas tarde. Tambien deberiamos seii.alar que, con respecto al terror y las medidas represivas, el fascismo en ge­neral va mds alld de lo que previamente ha anunciado. El to­talitarismo significa la ausencia de lfmites, la no concesion de tregua alguna, la conquista con dominaci6n absoluta, hasta el exterminio corhpleto del enemigo escogido. Teniendo en cuen­ta que el «dinamismo>> fascista tiene este sentido, cualquier programa bien clarificado funcionarfa como una limitaci6n, incluso como una forma de garantfa para el adversario. Para la dominaci6n totalitaria es esencial que nada este garantiza­do, que no se interponga ningun lfmite a la arbitrariedad im­placable.

Finalmente, deberfamos recordar que el totalitarismo con­sidera a las masas no como seres humanos aut6nomos, que de­ciden racionalmente su propio destino y a quienes hay que di­rigirse, por tanto, como sujetos racionales, sino como simples objetos de medidas administrativas, a quienes hay que enseiiar, por encima de todo, a ser humildes y obedecer 6rdenes.

Sin embargo, precisamente este ultimo aspecto requiere un analisis mas detenido si se quiere profundizar mas alia del tri­llado topico sobre la hipnosis de masas bajo el fascismo. Si hay alguna alguna forma de hipnosis masiva en el fascismo o si se trata de una metafora ligera destinada a que el observador re­nuncie a analisis posteriores, es en realidad un asunto extre­madamente dudoso. Probablemente la mentalidad fascista se caracteriza mas por la sobriedad dnica que por la intoxicacion psicol6gica. Ademas, a nadie que haya tenido la ocasi6n de ob­servar comportamientos fascistas puede pasarle inadvertido el hecho de que, incluso en esas fases de entusiasmo colectivo a las que se refiere el termino «hipnosis de masas>>, aparecen indicios de una manipulacion consciente, tanto por parte dellfder como tambien del mismo sujeto individual, la cual diffcilmente pue­da considerarse como resultado de un simple contagia pasivo. En terminos psicologicos, el Yo desempena un papel demasia­do importante en la irracionalidad fascista para admitir una in­terpretacion del supuesto extasis como una mera manifestaci6n

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del inconsciente. En la histeria fascista siempre hay algo de au­toproclamacion, de autoconsagracion, de falsedad, que exige una atenci6n critica si se quiere evitar que la teoria psicol6gica sobre el fascismo se rinda a los esl6ganes irracionales que difun­de el propio fascismo.

Ahora bien, 2cual es la finalidad de los discursos propa­gandisticos fascistas, yen particular de la propaganda antisemi­ta? Con certeza, su meta noes <<racional», pues no intenta con­veneer ala gente, y siempre se queda en un nivel no argumen­tativo. Con relaci6n a este punto, dos cuestiones merecen una investigaci6n mas profunda: .//.::.

1. ~paganda fasgg~ ataca a ppen~ mas que a opositores rea~ c9nS1rJJ.~mJ:a iw_c;_zg_~{~_elj~-~~o, o del comunista, y la destroza, sin preocuparse mucho por la co­rrespondencia entre esta imagen y la realidad.

2. No usa una l6gica discursiva, sino mas bien y especial­mente en las exhibiciones oratorias, lo que podriamos Hamar una trayectoria de ideas organizada. La relaci6n entre premisas e inferencias queda sustituida por una concatenaci6n de ideas ba­sada en la pura semejanza, a menudo mediante asociaciones creadas al usar la misma palabra caracteristica en dos proposi­ciones muy inconexas desde el punto de vista l6gico. Este recur­so no solo elude los mecanismos de control del analisis racional; ademas, facilita psicologicamente en los oyentes el <<seguimien­to». Estos no deben esforzarse en pensar, pues les basta con en­tregarse pasivamente y nadar en Ia corriente de palabras.

Sin embargo, a pesar de estas muestras de regresi6n, la propaganda antisemita esta muy lejos de ser completamente irracional. El termino irracionalidad resulta demasiado vago pa­ra calificar adecuadamente un fen6meno psicol6gico tan com­plejo. Ante todo, sabemos que !a propaganda fascista, con to­da su l6gica retorcida y sus fantasiosas distorsiones, esta pla­nificada y organizada conscientemente. Si puede hablarse de una irracionalidad, se trata de una irracionalidad aplicada y no es­pontanea, una especie de reminiscencia psicotecnica de los efec­tos calculados en la mayor parte de las manifestaciones de la

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actual cultura de masas, como en el cine o la radiodifusion. No obstante, aunque fuese verdad que la mentalidad de los agitadores fascistas se asemejase de algun modo a la confusion mental de sus potenciales partidarios, y que los mismos Li:deres fueran <<tipos histericos o incluso paranoides>>, estos habrian aprendido a usar, partiendo de su prolongada experiencia y del impresionante ejemplo de Hitler, sus propias tendencias neuro­ticas o psicoticas con fines completamente adaptados al prin­cipia de realidad (realitaetsgerecht). Las condiciones imperan­tes en nuestra sociedad tienden a transformar las neurosis, y has­ta una !eve demencia, en mercanda, toda vez que el afectado puede venderla facilmente tras descubrir que muchos otros sienten alguna afinidad por su propia enfermedad. El agitador fascista es habitualmente un vendedor magistral de sus pro­pios defectos psicologicos. Esto solo es posible en virtud de una similitud estructural general entre elllder y sus partidarios. El objetivo de la propaganda es afirmar la armonia entre ellos, mas que transmitir a los oyentes cualquier idea 0 emocion que

, no fuese suya desde el inicio. Por lo tanto, el problema de la ver­i\· dadera naturaleza psicologica de la propaganda fascista puede

i formularse de este modo: 2 e~!IY-e con.~i?.t.~--.C:.~'!J~~laciillLe.n.tre..el i li der y s_t1~J;>ar.tLdarios_enJa. situ a ci 6n .de_prnp.a_g_anda ?

·--U~a primera indicacion procede de nuestras observaciones en el sentido de que este tipo de propaganda funciona como una gratificacion. Podriamos compararla con el fen6meno so­cial de los folletines radiofonicos [soap opera]. Tal como el ama de casa que, despues de disfrutar durante un cuarto de hora de emision de las desdichas y parabienes de su heroina favorita, sien­te la obligacion de comprar el jabon que vende el patrocinador, asf actua el oyente de la propaganda fascista: tras haber expe­rimentado placer con ella, y movido por su gratitud por el es­pectaculo, acepta la ideologia representada por el orador. Cj_~r­

t~rn_~~~S_U.lo>> es la_p~}~~J:~jus!_'!: Lo que logra el au­toproclamado lider es unaactuacion con reminiscencias teatra­les, deportivas y de los asi llamados revivals religiosos. Una ca­racterfstica comun de los demagogos fascistas es el jactarse de

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haber sido heroes deportivos en su juventud. Asf es como actuan. Gritan y claman al cielo, representan la pantomima de la lucha contra el demonio, y se quitan la chaqueta para atacar <<esos si­niestros poderes >>.

La personalidad de los llderes fascistas frecuentemente se de­fine como histerica. Independientemente de como hayan llega­do a proceder asf, su comportamiento histerico cumple una cier­ta funcion. Aunque en muchos aspectos se asemejan realmente a sus oyentes, difieren de estos en un aspecto importante: no tie­nen inhibiciones para expresarse. Actuan vicariamente con sus inarticulados oyentes, hacienda y diciendo todo cuanto ellos quisieran, pero que nose atreven o no pueden. Asf violan los ta­bues que la sociedad de clase media ha impuesto sobre cual­quier comportamiento expresivo del prosaico ciudadano normal.

Podrfa decirse que U:na parte del resultado de la propagan­da fascista se consigue mediante esta transgresion. Los agita­dores fascistas son tornados en serio porque corren el riesgo de quedar en ridfculo.

Las personas mas educadas, en general, tuvieron dificulta­des para entender el efecto de los discursos de Hitler, puesto que sonaban muy poco sinceros, muy poco autenticos, o para decirlo con una palabra alemana, verlogen (mentirosos). Pero es una idea engaiiosa suponer que la llamada gente comun tie­ne infaliblemente una aptitud especial para lo autentico y lo sincero, y que menosprecia la impostura. Hitler no atrafa a la gente a pesar de sus burdas bufonadas, sino precisamente a causa de elias, gracias a sus falsos tonos y a sus payasadas. Eran vistas asi, y apreciados. Verdaderos artistas populares, como Girardi4 con su Fiakerlied, estaban completamente en contacto con su publico y empleaban siempre lo que a nues­tros oidos sonarfa como «falsos tonos>>. Habitualmente encon­tramos manifestaciones similares entre borrachos que han per­dido sus inhibiciones. El sentimentalismo de la gente comun no es de ningun modo una emocion primitiva, irreflexiva. Por

4. Famoso actor vienes de principios del siglo xx.

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I el contrario, es una simulacion, una imitacion ficticia y pobre del sentimiento real, a menudo cohibido y ligeramente desde­iioso de sf. Esta ficcion es el elemento vital de las actuaciones del propagandista fascista.

La situacion creada por esta exhibicion puede definirse co­mo ritual. El caracter ficticio de la oratoria del propagandista, el abismo entre la personalidad del hablante y el contenido y ca­racter de sus enunciados son imputables al papel ceremonial que asume y que se espera de eL Sin embargo, esta ceremonia es meramente una revelacion simbolica de la identidad que el ex­presa, una identidad que los oyentes sienten y comparten men­talmente, pero que no pueden expresar. Esto es en realidad lo que ellos quieren que el haga: ni dejarse convencer, ni tampoco, en esencia, abandonarse a un delirio, sino tener a alguien que ex­prese abiertamente lo que piensan. La gratificacion que obtie­nen de la propaganda consiste muy probablemente en la de­mostracion de esa identidad, sin que importe hasta donde pue­da llegar, puesto que es una forma institucionalizada de reden­cion de su propia incapacidad de expresion a traves de la ver­borragia del orador.

Este acto de revelacion, junto con el abandono temporal de la seriedad y el autocontrol responsable, es el factor deter­minante del ritual propagandfstico. A ciencia cierta, podria­mos definir este acto de identificacion como un fenomeno de regresion colectiva. La reversion noes simplemente hacia emo­ciones primitivas mas antiguas, sino tambien a un comporta­miento ritual en el cual la expresion de emociones esta sancio­nada por una agencia de control social. En este contexto, es in­teresante seiialar que uno de los agitadores mas peligrosos, pe­ro de mayor exito en la costa occidental, alentaba una y otra vez a sus oyentes a satisfacer toda clase de emociones, a dar rienda suelta a sus sentimientos, a gritar y derramar lagrimas, atacando pertinazmente las pautas de conducta de rigido au­tocontrol instituidas por las confesiones religiosas, empezando por la mismfsima tradicion puritana. Este relajamiento del au­tocontrol, la identificacion de los impulsos individuales con un

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esquema ritual, se relaciona estrechamente con el universal de­bilitamiento psicologico de la independencia del individuo.

Una teoria completa de la propaganda fascista deberia po­der descifrar, en terminos psicoanalfticos, el ritual mas 0 me­nos rigido que se representa en todas y cada una de las emisio­nes radiofonicas fascistas. El alcance de este trabajo solo per­mite hacer breves referencias a algunas caracteristicas de este ritual:

1. Ante todo, se observa un asombroso estereotipo en to­dos los materiales de propaganda fascista que conocemos. No solo cada orador repite incesantemente las mismas formulas una y otra vez, tambien distintos oradores se valen de los mis­mos cliches. Lomas importante, por supuesto, es la dicotomia entre negro y blanco, entre enemigo y amigo. Los estereotipos se aplican no solo a la difamacion de los judfos o a ciertas ideas polfticas, como la denuncia del comunismo o del capital financiero, sino tambien a cuestiones y comportamientos apa­rentemente muy remotos. Hemos sintetizado una lista de los tfpicos artilugios psicologicos que utilizan practicamente todos los agitadores fascistas, y que podrfa resumirse en no mas de treinta formulas. Muchas de elias ya han sido mencionadas, como la idea del lobo solitario, la de infatigabilidad, la de ino­cencia perseguida, la del pequeno gran hombre, o la alabanza del movimiento por sf mismo, y asf sucesivamente. Natural­mente, la uniformidad de estos artilugios puede en parte en­contrar su explicacion en una fuente comun, como Mein Kampf de Hitler, o en una conexion organizada entre todos los agitadores, como segun parece era el caso en la costa occiden­tal. Pero si los agitadores recurren, en muchos y diferentes lugares del pais, a las mismas declaraciones especfficas, las causas deben buscarse en otra parte; por ejemplo cuando afir­man que sus vidas han sido amenazadas y que sus oyentes sa­bran quien es culpable en el caso de que la amenaza se concre­te (un episodio que nunca ocurre). Estas formulas se presentan estandarizadas por razones psicologicas. El potencial partida­rio fascista reclama esta rigida repeticion, tal como el jitterbug

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reclama el modelo estandar de canciones populares y se enco­leriza si las reglas del juego no se observan escrupulosamente. La aplicaci6n mecanica de estas pautas es una de las caracte­risticas fundamentales del ritual.

2. No es accidental que entre los agitadores fascistas se en­cuentren muchas personas con un comportamiento religioso fingido. Naturalmente, esto tiene un aspecto sociologico que se considerad. mas adelante. En el plano psicologico, no obs­tante, los remanentes de la religion de otros tiempos -neutra­lizados y vaciados de cualquier contenido dogmatico espedfi­co- son puestos al servicio del comportamiento ritual fascis­ta. Las formas y el lenguaje religiosos se emplean para dar la impresion de un rituallegitimado, que habitualmente practica una determinada «comunidad>>.

3. El contenido espedfico religioso, asi como el politico, es sustituido por algo que podriamos brevemente designar co­mo culto de lo existente. El comportamiento que Else Bruns­wik ha denominado «identificacion con un statu quo>> esta es­trechamente vinculado a este culto. Los artilugios indicados en el libro de McClung Lee sobre el padre Coughlin, tales como la disposicion a subirse al carro vencedor o el truco del testi­monio, que insinuan el apoyo de personas famosas 0 de exito, son solo algunos de los elementos de un modelo de conducta que va mucho mas lejos. Esto significa explicitamente que to­do aquello que existe, y que asi ha demostrado su fuerza, es tambien correcto: el fiable principio a seguir. Incluso, en cier­tas ocasiones, uno de los agitadores de la costa occidental se dirigia a sus oyentes en general solicitandoles que siguiesen el consejo de sus lfderes, sin especificar a que clase de lideres se referfa. Se glorifica elliderazgo como tal, desprovisto de cual­quier idea u objetivo manifiesto. Se fetichiza la realidad y las relaciones de poder establecidas, lo cual tiende, mas que nin­guna otra cosa, a inducir al individuo a entregarse y unirse a la supuesta ola del futuro.

4. Una de las caracterfsticas intrfnsecas del ritual fascista es la insinuaci6n, a veces seguida por la revelacion real de los

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-;

hechos aludidos, aunque no es asf la mayorfa de las veces. Tambien aquf podemos ofrecer facilmente una explicaci6n ra­cional de esta tendencia: la ley, o como mfnimo las convencio­nes vigentes, imposibilitan las expresiones de caracter abierta­mente pro-nazi o antisemita, y por tanto el orador que quiere transmitir tales ideas tiene que apelar a metodos mas indirec­tos. Parece probable, sin embargo, que la insinuaci6n se utili­ce, y disfrute, como una gratificaci6n per se. Por ejemplo, el agitador dice «esas fuerzas oscuras, ustedes saben a quienes me refiero>>, y la audiencia entiende inmediatamente que sus observaciones se dirigen contra los judfos. De este modo, los oyentes son tratados como un grupo enterado, que ya sabe aquello que el orador desea contarles y que esta de acuerdo con el antes de recibir ninguna explicaci6n. A traves de la in­sinuaci6n se instaura la correspondencia de sentimientos y opi­niones entre orador y oyente, a la que previamente hemos he­cho referencia. Esta sirve como confirmaci6n de la identidad de base entre ellider y sus partidarios. Naturalmente, las im­plicaciones psicoanaliticas de la insinuaci6n van mucho mas alla de estas observaciones de superficie. Es preciso referirse aquf al papel que atribuye Freud a la alusi6n en la interacci6n entre el consciente y el inconsciente. La insinuaci6n fascista se alimenta de este factor.

5. La ejecuci6n del ritual como tal funciona en gran medi­da como el contenido esencial de la propaganda fascista. El psi­coanalisis ha demostrado la correlaci6n entre conducta ritual y

neurosis compulsiva, r_r_~Eitu::_l_i~_~ev_e.!~.:::i{m tfpicamente fascj§ta es un sucedan~g___<kla gratifi9ci6.n_~~~g_;:d. M1safffciei~ualesposiliiel()r;ular alg~"ilac-o~jetura con res­pecto al significado especfficamente simb6lico del ritual fascis­ta. No es descabellado interpretarlo como la ofrenda de un sa­crificio. Si es acertada la hip6tesis segun la cualla abrumadora mayorfa de acusaciones y relatos atroces que abundan en los dis­cursos de propaganda fascista son proyecciones del deseo de los oradores y de sus partidarios, todo el acto simb6lico de re­velaci6n celebrado en cada discurso de propaganda expresa,

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aunque encubiertamente, la muerte sacramental del enemigo elegido. En el centro del ritual de propaganda fascista y antise­mita esta el deseo de asesinato ritual. Esto puede corroborarse a traves de una prueba tomada de la psicopatologia cotidiana de la propaganda fascista. Anteriormente hemos mencionado el importante papel que desempena el elemento religioso en la propaganda fascista y antisemita estadounidense. Uno de los predicadores radiof6nicos fascistas de la costa occidental ex­presaba en una de sus emisiones:

(No se dan cuenta de que si no exaltamos Ia santidad de nuestro Dios, si no proclamamos Ia justicia de Dios en este nuestro mundo, si no proclamamos Ia existencia del cielo y del infierno, si no pro­clamamos el hecho de que sin Ia remisi6n, sin el derramamiento de sangre, no hay remisi6n de los pecados? (No se dan cuenta de que solo Cristo y Dios nos dominan y de que Ia revoluci6n se apodera­ra finalmente de esta nuestra naci6n?

La transformaci6n de la doctrina cristiana en esl6ganes de violencia politica no podrfa ser mas brutal que en este pasaje. La idea de un sacramento, del «derramamiento de sangre» de Cristo, se interpreta literalmente en terminos de «derrama­miento de sangre>> en general, pensando en un cataclismo po­litico. Se preconiza el verdadero derramamiento de sangre, porque supuestamente el mundo fue redimido derramando la sangre de Cristo. El asesinato queda investido de una aureola sacramental. Asf, el recordatorio esencial de Cristo sacrificado en la propaganda fascista es <<]udenblut muss fliessen» ( «la sangre judfa debe ser derramada>> ). La crucifixion se transfor­ma en un sfmbolo del pogrom. Psicol6gicamente, toda propa­ganda fascista no es mas que un sistema articulado sobre estos sfmbolos.

En este punto es preciso ocuparnos de la destructividad como base psicol6gica del espiritu fascista. Los programas son abstractos y vagos, sus realizaciones son falsas e ilusorias, ya que la promesa expresada en la oratoria fascista noes otra que la misma destrucci6n. Diffcilmente pueda considerarse casual

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el que todos los agitadores fascistas insistan en la inminencia de algun tipo de catastrofe. En tanto que advierten acerca de peligros inminentes, tanto ellos como sus oyentes se estreme­cen con la idea de un destino funesto e inevitable, sin siquiera distinguir claramente entre la destrucci6n de sus enemigos y la suya propia. Naturalmente, este comportamiento mental po­dia reconocerse con claridad durante los primeros anos de hi­tlerismo en Alemania, y tiene una profunda base arcaica. Uno de los demagogos de la costa occidental dijo en cierta ocasi6n:

"Quiero decir que ustedes, hombres y mujeres, ustedes y yo, vivimos en la epoca mas pavorosa de la historia del mun­do. Pero tambien vivimOS'en la epoca mas benigna y mara­villosa."

Este es el sueno del agitador: una union de lo horrible y lo maravilloso, un deliria de aniquilaci6n disfrazado de salva­ci6n. La mayor esperanza para oponerse eficazmente a toda esta clase de propaganda consiste en destacar sus implicacio­nes autodestructivas. El deseo inconsciente de autoaniquila­ci6n reproduce fielmente la estructura de un movimiento polf­tico que, en ultima instancia, transforma a sus partidarios en vfctimas.

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(QUE SIGNIFICA ELABORAR EL PASADO?

Sll

La pregunta «(Que significa elaborar el pasado?>> necesita una aclaracion. Parte de una expresion que, como lema, se ha vuelto muy sospechosa en los ultimos aiios. En este uso lingiifstico, ela­boracion del pasado no quiere decir que se reelabore seriamente lo pasado, que se rompa con clara conciencia su hechizo. Mas bien se le quiere poner un punto final y, de ser posible, borrarlo del re­cuerdo. El gesto de olvidar y perdonarlo todo, que corresponde­rfa a quienes han sufrido injusticia, es practicado en cambio por los partidarios de quienes la cometieron. Escribf una vez en una controversia cientlfica: que nose nombre la soga en casa delver­dugo, porque provoca resentimiento. Pero el hecho de que la ten­dencia a rechazar la culpa -de forma inconsciente o no-se vin­cule de modo tan absurdo ala idea de elaborar el pasado, es mo­tivo suficiente para reflexionar sobre un ambito al que uno duda en Hamar por su nombre; tal es el horror que todav!a suscita.

Se pretende un desprendimiento del pasado, con raz6n, porque noes posible vivir bajo su sombra y porque el horror no acaba nunca cuando la culpa y la violencia deben pagarse siem­pre con nueva culpa y violencia renovada; y sin raz6n, porque el pasado del que se quiere escapar sigue muy vivo. El nacional­socialismo sobrevive, y hasta hoy no sabemos si como mero fantasma de algo que, siendo tan monstruoso, ni siquiera al­canz6 su propia muerte, o si es que no llego a morir en absolu­to; no sabemos si la disposici6n a lo indecible sigue viva tanto en los hombres como en las circunstancias que los envuelven.

No quisiera entrar en la cuestion de las organizaciones neonazis. Considero que la pervivencia del nacionalsocialis-

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mo en la democracia es potencialmente mas peligrosa que la pervivencia de tendencias fascistas contra la democracia. La infiltracion es un hecho objetivo. Figuras ambiguas pueden volver a ocupar cargos de poder porque las circunstancias los favorecen.

Es incuestionable que el pasado en Alemania no ha sido de ningun modo superado, y no solo en el drculo de los con­siderados incorregibles. Una y otra vez se remite al llamado complejo de culpa, aiiadiendo a menudo la asociacion de que dicho complejo solo ha sido creado mediante la construccion de la culpa colectiva alemana. Hay sin duda mucha neurosis en esta relacion con el pasado: gestos de defensa alll donde uno no ha sido atacado; reacciones virulentas en lugares que apenas las justifican; falta de emocion frente a los asuntos mas serios y, con f:recuencia, simple represion de aquello que mas o menos se sabe. Asf, el experimento grupal realizado por el Ins­tituto para la Investigacion Social nos ha permitido descubrir que, al recordar deportaciones y asesinatos en masa, a menu­do se eligen expresiones atenuantes o descripciones eufemfsti­cas, o que el discurso forma algo asf como una cavidad alrede­dor de aquellos hechos. La expresion casi inocente de Kristall­nacht ( «noche de los cristales rotos>>) que se ha impuesto para referirse al pogrom de noviembre de 1938 prueba esta inclina­cion. Es muy alto el numero de los que pretenden no haber sa­bido nada de los acontecimientos de aquel entonces, a pesar de que los judfos desaparedan por doquier y de que diffcilmente pudiera creerse que quienes vivieron los sucesos en el Este ca­llarfan siempre sobre algo que a ellos debfa de significarles una carga insoportable. Bien puede suponerse que existe una rela­cion proporcional entre el no-haber-sabido-nada-de-nada y la indiferencia como mfnimo obtusa y temerosa. En todo caso, los enemigos declarados del nacionalsocialismo estuvieron muy pronto perfectamente informados.

Conocemos tambien la disposicion actual a negar o empe­queiiecer lo ocurrido, por diffcil que resulte concebir que cier­tas personas nose avergiiencen de argumentar que, como mu-

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cho, fueron cinco y no seis los millones de judios gaseados. Y es tambien irracional la extendida equiparaci6n de la culpa, como si Dresde hubiese compensado Auschwitz. En la relaci6n de estos calculos, en las prisas por dispensarse de la autorrefle­xi6n recurriendo a contraacusaciones, hay de entrada algo in­humano; y acciones de guerra cuyos prototipos se llamaban, por cierto, Coventry y Rotterdam, apenas son comparables con e1 asesinato administrativo de millones de personas ina­centes. Se niega hasta esta inocencia, o sea, lo mas simple y plausible. La enormidad del crimen sirve incluso para justifi­carlo: algo asf-se consuela la conciencia fLiccida- no habrfa podido ocurrir si las vfctimas no hubiesen dado algun motivo; y esta palabreja, «algun», puede multiplicarse a discreci6n. La ofuscaci6n ignora que existe una estridente desproporci6n en­tre una culpa extremadamente ficticia y un castigo extremada­mente real. Otras veces se convierte a los vencedores en auto­res de lo que hicieron los vencidos cuando aun estaban en la cresta de la ola; asf pues, se responsabiliza de los crfmenes de Hitler a quienes toleraron que tomase el poder y no a quienes lo aclamaron. La idiotez de todo esto es verdaderamente indi­cativa de que algo no ha sido superado en el plano psiquico; indicativa de una herida, aunque la idea de la herida deber!a

reservarse mas bien para las vfctimas. En todo este asunto, sin embargo, el discurso sobre el

complejo de culpa tiene algo de falaz. En la psiquiatria, de donde se toma el concepto y cuyas asociaciones arrastra, vie­ne a significar que el sentimiento de culpa es patol6gico, ina­decuado a la realidad, psic6geno, como dicen los analistas. Con la ayuda del termino «complejo» se da a entender que la culpa -cuyo sentimiento muchos rechazan, descargan o de­forman con racionalizaciones de lo mas absurdas- no es cul­pa alguna, sino que solo se encuentra en la constituci6n psiqui­ca de quien la siente: el pasado terriblemente real se reduce a una mera sugesti6n de quien se siente afectado por el. 20 es, en gene~al, la culpa misma un simple complejo? 2Debe consi­d.erarse patol6gico cargar con el pasado, mientras que la per-

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sona sana y realista se ocupa del presente y de las metas prac­ticas? En tal caso, la moral seria la resultante de aquel <<es tan bueno como sino hubiera ocurrido» de Goethe, pronunciado por el~iablo en un momenta decisivo de Fausto, precisamen­te para descubrir su principia mas profunda: la destrucci6n del recuerdo. Asi se despoja a las vktimas de lo unico que nuestra impotencia puede regalarles, la memoria. La pertinaz obstina­ci6n de quienes no quieren oir hablar de ello coincidiria con una poderosa tendencia hist6rica. Hermann Heimpel ha men­cionado repetidamente la atrofia de la conciencia hist6rica en Alemania, un sfntoma de aquel debilitamiento social del yo que Horkheimer y yo ya intentamos reconstruir en Dialectica de fa Ilustraci6n. Ciertos datos empiricos, seg{m los cuales << la nueva generaci6n no conoce quienes fueron Bismarck y el Em­perador Guillermo I», confirman la sospecha de una perdida de la historia.

El olvido delnacionalsocialismo, pues, se entiende mejor por la situaci6n social general que por la psicopatologfa. Inclu­so los mecanismos psicol6gicos de rechazo de recuerdos desa­gradables y embarazosos sirven a prop6sitos muy ajustados a la realidad. Aquellos que practican este rechazo los revelan in­cluso cuando, con sentido practico, senalan que recordar con­creta e insistentemente el pasado podrfa danar la imagen de Alemania en el extranjero. Este empeno se aviene mal con la sentencia de Richard Wagner -que ya era bastante naciona­lista- seg{m la cual ser aleman significa hacer una cosa por sf misma, siempre y cuando tal cosa no este determinada a prio­ri como negocio. La supresi6n de la memoria es mas el esfuer­zo de una conciencia demasiado despierta que el resultado de su debilidad frente al predominio de los procesos inconscien­tes. En el olvido del pasado reciente resuena !a ira de tener que convencerse uno mismo de la inexistencia de aquello sabido por todos, antes de poder convencer a los demas.

Ciertamente, estos sentimientos y estos comportamientos no son racionales en sentido estricto, puesto que desfiguran los he­chos a los que hacen referencia. Pero son racionales en el sentido

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de que se apoyan en tendencias sociales, y quien asi reacciona se sabe conforme con el espiritu de la epoca. Esta reaccion favorece de forma directa el progreso. Quien nose dedica a ideas inutiles, no pone obstaculos al engranaje. Lo que se recomienda es hablar en conformidad con lo que Franz Bohm llamo tan concisamente la opinion no-publica. Quienes se adecuan a un ambiente mante­nido a raya por los tabues oficiales, y que precisamente por eso po­see una mayor virulencia, se califican ala vez como hombres per­tinentes e independientes. Al fin y al cabo, el movimiento de resis­tencia aleman no dispuso nunca de una base de masas, y esta di­fkilmente pudo ser inventada por la derrota. Se puede suponer, sin duda, que la democracia ha arraigado mas profundamente que despues de la Primera Guerra Mundial; mediante la politizacion de las masas, el nacionalsocialismo, anti-feudal y absolutamente burgues, preparo en cierto sentido contra su voluntad la democra­tizacion. Tanto la casta de los aristocratas terratenientes prusianos como el movimiento obrero radical han desaparecido: por prime­ra vez se ha creado algo asi como una situacion burguesa homo­genea. Pero que la democracia llegara a Alemania demasiado tar­de, es decir, que no coincidiese en el tiempo con el esplendor delli­beralismo economico y que fuera introducida por los vencedores, no deja de afectar la relacion del pueblo con ella. Pocas veces se menciona directamente este hecho, porque las cosas van bien con la democracia por el momento y porque conviene a la comunidad de intereses que se ha institucionalizado mediante alianzas politi­cas con Occidente, sobre todo con Estados Unidos. Pero el rencor hacia la re-educacion habla con suficiente claridad. Puede decir­se que el sistema polftico democratico ha sido aceptado en Alema­nia como eso que en Estados Unidos se llama una working propo­sition, como algo que funciona y que hasta ahora ha permitido o fomentado la prosperidad. Pero la democracia no se ha afirmado de modo que las personas realmente la vivan como cosa propia, sa­biendose sujetos de los procesos pollticos. La democracia se per­cibe como un sistema entre otros, como si uno, en un muestrario entre comunismo, democracia, fascismo y monarquia, pudiese ele­gir democracia; pero no como identica al pueblo mismo, como ex-

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presion de su emancipacion. La democracia es valorada en funcion del exito 0 del fracaso, en los cuales estan involucrados los intere­ses individuales, pero no como una unidad del interes particular con el general. Desde luego, !a delegacion parlamentaria de !a vo­luntad popular en los modernos estados de masas lo vuelve bas-

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tante diffcil. A menudo se encuentra en Alemania, entre alemanes, la

extrafia afirmacion de que los alemanes no estan maduros pa­ra la democracia. Se hace de la propia inmadurez una ideologia, como los adolescentes que, sorprendidos en un acto de violen­cia, se escudan en su pertenencia al grupo de los teenagers. Lo grotesco de este modo de argumentar sefiala una flagrante con­tradiccion en la conciencia. Las personas que utilizan de mane­ra muy poco ingenua su propia ingenuidad e inmadurez polfti­ca ya se sienten, por un !ado, sujetos politicos a quienes corres­ponde determinar su destino y organizar la sociedad en libertad; por otro, sin embargo, se topan con los limites invencibles que imponen las circunstancias. Pero como no estan en condiciones de penetrar en estos limites con su propio pensamiento, se atri­buyen a sf mismos -o a los poderosos o a los otros en general­esa imposibilidad que de hecho les es impuesta. Por asi decirlo, vuelven a dividirse a si mismos en sujeto y objeto. De acuerdo con la ideologia dominante en la actualidad, se establece que cuanto mas se encuentran los hombres a merced de constelacio­nes objetivas sobre las que no pueden influir o creen no poder hacerlo, tanto mas subjetivizan su incapacidad. Atendiendo al topico segun el cual todo depende de los seres humanos, se atri­buye a ellos lo que depende de las circunstancias, de manera que estas pueden seguir intactas, sin que nadie las moleste. En ellenguaje de la filosoffa podria decirse que la alienacion del pue­blo respecto de la democracia refleja la autoalienacion de la so­ciedad.

La mas influyente de estas constelaciones objetivas es qui­za la evolucion de la politica internacional. Esta parece justifi­car a posteriori la agresion de Hitler a la Union Sovietica. Des­de el momento en que el mundo occidental determina su unidad

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esencialmente mediante e1 rechazo de la amenaza rusa, parece como silos vencedores de 1945 hubieran destruido el probado bastion contra el bolchevismo por mera necedad, para volver a construirlo pocos afios despues. Partiendo del tan trillado <<ya lo deda Hitler>> se puede concluir rapidamente que tambien te­nia razon en otras cosas. Solo edificantes oradores dominicales pueden pasar por alto la fatalidad historica de que, en cierto sen­tido, la concepcion que llevo a Chamberlain y a sus seguidores a tolerar a Hitler como polida frente al Este ha sobrevivido a la cafda del propio Hitler. Es realmente una fatalidad. Porque la amenaza del Este de apoderarse del promontorio llamado Europa occidental es evidente. Quien nose enfrenta a ella se ha­ce literalmente culpable de repetir la polftica de appeasement (conciliacion) de Chamberlain. Solo se olvida -isolo!- que esta amenaza fue provocada precisamente por la accion de Hi­tler, el cual trajo sobre Europa lo que, segun la voluntad de los conciliadores, debfa evitar mediante su guerra expansiva. La trama polltica, mas que el destino individual, es un contexto de culpa. La resistencia contra el Este genera una dinamica que despierta el pasado en Alemania. No solo ideologicamente, si­no tam bien realmente, pues ellema de la lucha contra el bolche­vismo siempre ha servido de camuflaje a aquellos que no te­nfan sobre la libertad una mejor opinion que este. Segun una ob­servacion realizada ya durante el perfodo hitleriano, la fuerza or­ganizativa del sistema totalitario impone a sus enemigos algo de su propia esencia. Mientras se mantenga el desnivel economico entre e1 Este y el Oeste, la variante fascista tendra mayores opor­tunidades sobre las masas que la propaganda oriental, siempre y cuando, claro esta, no nos veamos arrastrados hasta la ultima ratio fascista. Pero es el mismo tipo de persona el que esta pre­dispuesto hacia ambas formas de totalitarismo. En general, se juzga de manera falsa el caracter ligado a la autoridad cuando se cree que se construye a partir de una determinada ideologfa politico-economica; las conocidas fluctuaciones de millones de electores entre el nacionalsocialismo y el partido comunista an­tes de 1933 no son una casualidad psicologico-social. Diversas

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investigaciones norteamericanas han demostrado que esta estruc­tura del caracter no depende tanto de criterios polltico-econo­micos. Mas bien la definen rasgos tales como pensar segun ca­tegorfas de potencia-impotencia, inflexibilidad e incapacidad de reaccion, convencionalismo, conformismo, falta de autorre-a flexion y, finalmente, escasa capacidad de asumir la experiencia. Los caracteres ligados a la autoridad se identifican con el poder real, con independencia del contenido espedfico de este. En el fondo, solo disponen de un yo debil y, para compensar, necesi­tan identificarse con grandes colectivos que los defiendan. Que uno se reencuentre a cada paso con personajes como los de la pelfcula Wunderkinder (Nifios prodigio) no de pen de de la mal­dad del mundo en cuanto tal, ni de las presuntas peculiaridades del caracter nacional aleman, sino de la identidad de aquellos conformistas que tienen ante todo relacion con las palancas de mando de la maquinaria del poder, de los potenciales secuaces del totalitarismo. Por otra parte, es una ilusion pensar que el re­gimen nacionalsocialista solo hubiera significado miedo y sufri­miento, aunque tambien significara eso para muchos de sus se­guidores. A mucha gente no le fue nada mal bajo el fascismo. El terror extremo iba dirigido solo contra unos pocos grupos re­lativamente bien definidos. Tras las experiencias de crisis de la epoca anterior a Hitler, prevalecio el sentimiento de que <<al­guien cuida de nosotros», y no solo como la ideologfa de los via­jes Kraft durch Freude (energia mediante alegrfa) ode las canas­tillas de flores en las fabricas. Frente allaissez faire, el mundo hitleriano protegia en alguna medida a los suyos de las catistro­fes naturales de la sociedad a las que estaban expuestas las per­sonas. Anticipo violentamente el actual control de las crisis; fue un experimento barbaro de gestion estatal de la sociedad in­dustrial. La tantas veces invocada integracion, la concentracion organizativa de la red social que lo atrapaba todo, brindaba asimismo proteccion contra el miedo universal a caer a traves de las mallas y hundirse. A muchos la frialdad de la situacion de alienacion les parecio suprimida por el calor que da el estar unos con otros, aunque este fuera artificial y manipulado; la

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comunidad de hombres no-libres y desiguales era una mentira y al mismo tiempo la realizacion de un viejo sueiio burgues, que desde siempre ha sido tambien una pesadilla. El sistema que ofreda estas gratificaciones llevaba implicito el potencial de su propia ruina. La prosperidad economica del Tercer Reich descansaba en buena medida en el rearme para la guerra que pro-

picio la catastrofe. Pero la memoria debilitada de la que hable antes se resiste

a aceptar estas argumentaciones. Idealiza tenazmente la fase nacionalsocialista en la que se realizaron las fantasias de poder colectivas de aquellos que individualmente eran impotentes y que solo podian creer ser algo dentro del poder colectivo. Ningun analisis, por convincente que sea, puede eliminar posteriormen­te del mundo la realidad de la realizacion de estas fantasias ni las pulsiones que se invirtieron en ella. Incluso el juego arries­gado de Hitler no fue tan irracional como parecio entonces a la razon liberal o como aparece hoy en una retrospectiva histori­ca de su fracaso. El calculo de Hitler de aprovechar la ventaja temporal que un rearme exagerado le daba sobre los otros es­tados no fue, en funcion de lo que el pretendia, en modo algu­no insensato. A quien contemple la historia del Tercer Reich y sobre todo la de la guerra, se le antojaran casuales los diferen­tes momentos en los que Hitler fue sucumbiendo y necesario solo el desarrollo de la totalidad, donde acabo imponiendose el mayor potencial tecnico-econ6mico del resto de la tierra, que no queria dejarse engullir. Fue en cierto modo una necesidad esta­distica, pero en absoluto un proceso logico que pudiera perci­birse paso a paso. La persistente simpatia por el nacionalsocia­lismo no necesita recurrir a muchos sofismas para convencerse a si misma y convencer a los demas de que las cosas podrian ha­ber transcurrido tambien de otra manera, que en realidad solo se cometieron algunos errores, y que la caida de Hitler fue una casualidad historica mundial que posiblemente pueda ser co­

rregida aun por el espfritu universal. En el aspecto subjetivo, en la psique de las personas, el na­

cionalsocialismo elevo hasta lo inverosimil el narcisismo colec-

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tivo o, dicho de otro modo, la vanidad nacional. Las mociones pulsionales narcisistas de los individuos a los que un mundo endurecido promete cada vez menos satisfacciones y que conti­nuan perviviendo mientras la civilizacion les niega tantas co­sas, encuentran una satisfaccion sustitutiva en la identificacion con el todo. Este narcisismo colectivo se vio gravemente dana­do por el hundimiento del regimen de Hitler. El daiio se1:>rodu­jo en el ambito de la mera facticidad, sin que los individuos lle­garan a tomar conciencia de el y fueran capaces de superarlo. Tal es el sentido pertinente, desde el punto de vista psicosocial, del discurso sobre la no superacion del pasado. Tampoco se produjo ese panico que, segun la teoria expuesta por Freud en Psicologia de las masas y ancilisis del yo, se instala donde se quiebran las identificaciones colectivas. Si uno no quiere desoir la indicacion del gran psicologo, solo le queda una conclusion posible: que las identificaciones y el narcisismo colectivo no fueron destruidos, sino que perviven de forma secreta, latente, inconsciente y, por tanto, con redoblado poder. Interiormente, la derrota ha quedado tan poco ratificada como despues de 1918. Incluso ante la evidente catastrofe, el grupo aglutinado en torno a Hitler se mantuvo unido y aferrado a quimericas espe­ranzas, tales como las armas secretas que en realidad poseian los otros. A esto habria que aiiadir, desde una perspectiva psicoso­cial, que el narcisismo colectivo daiiado espera una reparacion, se aferra a todo aquello que, en el ambito de la conciencia, ha­ga coincidir el pasado con los deseos narcisistas, y remodela lue­go la realidad de modo que el daiio pase a ser algo no acaecido.

Hasta cierto punto, esto ha sido posible gracias al auge eco­nomico y a Ia conciencia de <<lo habiles y capaces que somos». Sin embargo, dudo que elllamado milagro economico, del que todos sin duda participan, pero del que hablan a! mismo tiem­po con cierta sorna, haya calado tan hondo desde el punto de vista psicosocial como pueda pensarse en tiempos de relativa es­tabilidad. Nadie se atreve a alegrarse abiertamente de su bienes­tar, porque el hambre sigue afligiendo continentes enteros, aun­que tecnicamente pueda ser eliminada. Como cuando en una pe-

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licula alguien se pone la servilleta al cuello para comer a gusto, provocando la risa maliciosa del espectador, asf la humanidad no se concede una satisfaccion, pues percibe profundamente que aun se paga con carencias; el resentimiento golpea la felici­dad, incluso la propia. La saciedad se ha convertido a priori en un insulto, cuando en realidad su unico aspecto negativo con­sistirfa en que existen personas que no tienen nada para comer; el presunto idealismo que precisamente en la Alemania actual ataca de manera tan farisaica al presunto materialismo debe en realidad su supuesta profundidad a instintos reprimidos. El odio a la satisfacci6n refleja en Alemania el malestar por el bienes­tar, y el pasado se idealiza en clave de tragedia. Pero este males­tar no procede unicamente de fuentes turbias, sino tambien de alga bastante mas racional. El bienestar es coyuntural, nadie conffa en su duracion ilimitada. El consuelo que uno busca en la conviccion de que hechos como el del Viernes Negro de 1929, y la consiguiente crisis economica, diffcilmente pueden repetir­se, lleva implicita la confianza en un poder estatal fuerte que pro­mete proteccion aunque no funcionen la libertad econ6mica y polftica. Incluso en media de la prosperidad, y basta en plena es­casez temporal de mana de obra, es probable que la mayor par­te de las personas se sientan en su interior como desocupados potenciales receptores de ayudas y, por tanto, mas como obje­tos que como sujetos de la sociedad: este es el fonda sobrema­nera legitimo y racional de su malestar. Es evidente que en un momenta dado dicho malestar puede usarse para forzar un re­troceso y renovar la catastrofe.

Hoy en dia, el ideal fascista se fusiona sin problemas con el nacionalismo de los paises considerados subdesarrollados, a los que ya no se conoce como tales, sino como paises en vias de desarrollo. La coincidencia con aquellos que sentian haber­se quedado atras en la competici6n imperialista y deseaban un lugar en la mesa ya se expreso durante la guerra en esloganes relativos a las plutocracias occidentales y a las naciones prole­tarias. Resulta diflcil establecer si esta tendencia ha desembo­cado ya-y en que medida- en la corriente subterranea anti-

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civilizatoria y antioccidental propia de la tradici6n alemana; y tambien si en Alemania se vislumbra una convergencia entre e1 nacionalismo fascista y el comunista. Hoy en dfa el nacionalis­mo es ala vez alga superado y actual. Superado, porque debi­do a la obligada union de las naciones en grandes bloques ba­jo la supremacia de Ia mas potente -union que ha sido forza­da por el mero desarrollo de la tecnica armamentfstica-, la nacion soberana singular ha perdido su sustancialidad hist6ri­ca, al menos en Ia Europa continental avanzada. La idea dena­ci6n, que en otro tiempo agrupaba en una unidad economica los intereses de los ciudadanos libres e independientes frente a las barreras territoriales del feudalismo, se ha convertido a su vez en una barrera frente al evidente potencial de la sociedad global. Pero el nacionalismo es actual en cuanto que s61o una idea de fuerte carga psico16gica como es 1a idea heredada de nacion, siempre en cuanto expresi6n de una comunidad de in­tereses en la comunidad internacional, tiene Ia fuerza suficien­te para conducir a cientos de millones de personas bacia obje­tivos que no pueden, de manera directa, considerar como pro­pios. El nacionalismo ya no cree del todo en sf mismo, pero es polfticamente necesario como el media mas eficaz para indu­cir a las personas a mantener estructuras objetivamente anti­cuadas. Por eso ha adquirido rasgos grotescos, como algo no del todo buena, como alga deliberadamente ofuscado. Estos rasgos nunca le faltaron, desde luego, en cuanto herencia de estructuras tribales barbaras y primitivas, pero estuvieron do­minados mientras elliberalismo garantizaba tambien realmen-te el derecho del individuo como condicion del bienestar colec­tivo. Solo en el perfodo en que ya habfa dado un vuelco, el na­cionalismo se convirtio en algo completamente sadico y des­tructivo. La ira del mundo hitleriano contra todo Io diferente -el nacionalismo como sistema paranoico y delirante- ya era de esta calana. El atractivo de estos rasgos diffcilmente ha menguado en la actualidad. La paranoia, la manfa persecuto-ria que persigue a los otros, sabre los cua!es proyecta lo que ella misma desea, resulta contagiosa. Las alucinaciones colec-

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tivas como el antisemitismo confirman la patologfa del indivi­duo que se muestra incapaz de enfrentarse psfquicamente al mundo y se repliega a un aparente reino interior. Tal vez sir­van, de acuerdo con las tesis del psicoanalista Ernst Simmel, para dispensar al que esta medio loco de convertirse en loco completo. Como la locura del nacionalismo se manifiesta hoy por hoy abiertamente en el miedo justificado a nuevas catas­trofes, estimula aun mas su propagaci6n. La locura es el suce­daneo del sueiio de que la humanidad organice el mundo hu­manamente, un sueiio que el mundo se obstina en quitarle a los hombres. Ahora bien, con el nacionalismo y su pathos se relaciona todo lo ocurrido entre 1933 y 1945.

Que el fascismo sobreviva, que !a tan trillada elaboraci6n del pasado no se haya conseguido hasta hoy y que haya dege­nerado en su propia c1ricatura, el olvido frfo y vado, se debe a que los presupuestos sociales objetivos que propiciaron el fascismo todavfa persisten. En lo esencial, este no puede ser de­ducido de disposiciones subjetivas. El orden econ6mico, asf como la organizaci6n basada en su modelo, aun obligan a las mayorias a depender de acontecimientos sobre los que no tie­nen control y, por tanto, a un estado de minoridad. Si quieren vivir, no les queda mas remedio que adaptarse a lo dado y so­meterse; deben aniquilar precisamente aquella subjetividad au­t6noma ala que apela la idea de democracia y solo pueden so­brevivir si renuncian a su propio yo. Comprender el contexto de ofuscaci6n les exige un doloroso esfuerzo de conocimiento, que les es negado por la organizaci6n de la vida y tambien, aunque no en ultimo termino, por una industria cultural hiper­trofiada y totalizadora. La necesidad de tal adaptaci6n para identificarse con lo existente, con lo dado, con el poder en cuanto tal, genera el potencial totalitario. Este se ve reforzado por el descontento y la rabia que produce y reproduce la pro­pia obligaci6n a adaptarse. Como la realidad no satisface aquella autonomfa, ni cumple finalmente la promesa de una felicidad posible que de hecho ofrece el concepto de democra­cia, se vuelven indiferentes a ella o pasan a odiarla secretamen-

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te. La organizaci6n polftica es percibida como inadecuada a la realidad social y economica; y asf como uno mismo debe adap­tarse, desea que se adapten tambien las formas de !a vida co­lectiva, sobre todo porque de tal adaptacion se espera que mo­dele tambien al ente estatal, convirtiendolo en una gigantesca empresa que participe en la nada padfica competencia de to­dos contra todos. Aquellos cuya impotencia real perdura no soportan la idea de lo mejor, ni siquiera como ilusion; prefie­ren desprenderse de la obligaci6n de la autonomfa, pues sospe­chan que no pueden vivir conforme a ella, y se lanzan al crisol del yo colectivo.

He exagerado los aspectos sombr!os, siguiendo la maxima segun la cual solo la exageraci6n es hoy en dia el medio de la verdad. No malinterpreten mis observaciones fragmentarias y a menudo raps6dicas en clave splengeriana: esta hace causa comun con el mal. Mi intenci6n es dibujar una tendencia ocul­ta tras la plana fachada de la cotidianeidad, antes de que des­borde los diques institucionales que por el momento la contie­nen. El peligro es objetivo, no reside primariamente en las per­sonas. Como he dicho, muchas cosas indican que la democra­cia, con todo lo que ella implica, ha incidido mas profunda­mente en la gente que en la epoca de Weimar. Al subrayar aquello que noes tan evidente, he desatendido algo que la pru­dencia obliga a considerar: que desde 1945 hasta hoy, la vida material de la sociedad se ha reproducido en el seno de !a de­mocracia alemana generando mayor prosperidad que en cual­quier otro momento que se pueda recordar, lo cual resulta re­levante desde un punto de vista psicosocial. La afirmaci6n se­gun la cual la democracia alemana no va mal, al igual que Ia verdadera elaboraci6n del pasado -que solo precisa, entre otras cosas, de algo mas de tiempo- noes desde luego dema­siado optimista. En el concepto de dar tiempo al tiempo hay, ademas, algo de ingenuo y a la vez negativamente contempla­tivo. No somos meros espectadores de la historia mundial que podamos movernos en sus grandes espacios de manera mas o menos incuestionable; ni la propia historia del mundo, cuyo

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ritmo se parece cada vez mas al de la catastrofe, parece conce­der a sus sujetos el tiempo necesario para que las cosas puedan ir a mejor por sf solas. Este hecho remite directamente a la pe­dagogia democratica. Ante todo, el esclarecimiento de lo ocu­rrido debe contrarrestar el olvido, lo cual equivale facilmente a justificar lo olvidado; como hacen los padres que deben res­ponder a la embarazosa pregunta de sus hijos acerca de Hitler y que, para lavar sus culpas, hablan de las cosas positivas y de que nada fue realmente tan grave. En Alemania esta de moda despotricar contra la instruccion polftica, que seguramente po­drfa ser mejor, pero la sociologia de la educacion dispone ya de datos que indican que alli donde se aplica con seriedad, y no como una obligacion molesta, resulta mas positiva de lo que uno pueda creer. No obstante, si se toma en serio el potencial objetivo de supervivencia del nacionalsocialismo, como creo que hay que hacer, tambien sera preciso reconocer ciertos limi­tes a la pedagogia esclarecedora. Ya sea esta de caracter socio­logico o psicologico, en la practica solo llega a aquellos que es­tan abiertos a ella y por eso mismo poco inclinados al fascis­mo. En todo caso, de ningun modo resulta superfluo recurrir a la ilustracion para reforzar a estos grupos contra la opinion publica. Mas bien al contrario, pues cabria pensar que de esta manera se formarfan algo asi como cuadros cuya actividad en los ambitos mas diversos acabaria por llegar al conjunto, y las posibilidades de conseguirlo serian mas favorables cuanto mas conscientes fueran. Naturalmente, la ilustracion no puede con­tentarse solo con tales grupos.

A todo esto, deseo prescindir de una cuestion tan delicada y cargada de responsabilidad como la pregunta de si conviene insistir en el pasado, en los intentos de esclarecimiento publi­co de lo ocurrido, y si esta insistencia no suscitarfa una tenaz resistencia y el efecto contrario al buscado. Por lo que a mi res­pecta, me parece que lo consciente no puede acarrear tanta fa­talidad como lo inconsciente, lo semiconsciente y lo precons­ciente. Lo realmente importante es la manera en que se recuerda el pasado: si uno se queda en el mero reproche o si

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afronta el horror con la fuerza necesaria para comprender in­cluso lo incomprensible. Para ello serfa necesaria una educa­cion de los educadores. Esto resulta sumamente dificultoso, debido a que las ciencias que en Estados Unidos se llaman be­havioral sciences no estan representadas o apenas lo estan en Alemania. Se deberfa promover de manera urgente el desarro­llo en la universidad de una sociologia que coincida con los es­tudios historicos de nuestra epoca. En lugar de desvariar con una hondura de segunda mano sobre el ser del hombre, la pe­dagogia deberia asumir precisamente la tarea que a la reedu­cacion se le reprocha no haber desarrollado convenientemen­te. En Alemania, la criminologia no ha iogrado alcanzar el es­tandar moderno. Pero pensemos sobre todo en el psicoan3Jisis, que sigue siendo reprimido. 0 bien esra ausente por completo, o bien ha sido sustituido por corrientes que, mientras se vana­glorian de haber superado el tan denigrado siglo XTX, en ver­dad se han quedado atras respecto de la teoria freudiana, cuando no la han convertido en su contrario. El conocimiento exacto y solido de dicha teoria es de mas actualidad que nun­ca. El odio al psicoan8Jisis esta directamente unido al antise­mitismo, pero no solo porque Freud era judio, sino porque el psicoanalisis consiste precisamente en el auroconocimiento cri­tico que saca de quicio a los antisemitas. Si bien no se puede llevar a cabo algo as! como un analisis de masas, por una me­ra cuestion de tiempo, ser!a saludable que el psicoanilisis es­tricto encontrara un emplazamiento institucional e influyera sobre el clima cultural aleman, aunque esta influencia solo consistiera en asumir como natural que no es preciso dar gol­pes hacia fuera, sino reflexionar sobre uno mismo y sobre la propia relacion con aquellos a quienes la conciencia obstinada acostumbra a agredir. En cualquier caso, los intentos de actuar subjetivamente contra el potencial objetivo de la fatalidad no deberian contentarse con rectificaciones que apenas consiguen mover el peso de aquello que es necesario combatir. Seiialar, por ejemplo, los grandes logros de los judios en el pasado, por verdaderos que sean, apenas resulta provechoso, puesto que

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huele a propaganda. Y la propaganda, la manipulaci6n racio­nal de lo irracional, es una prerrogativa de los totalitarismos. Quienes se oponen a estos, no deberfan imitarlos de un modo que los obliga a ir a la zaga. Elogiar a los judios los aisla co­mo grupo y concede demasiada ventaja al antisemitismo. Este no se deja refutar facilmente, pues la economia psiquica de in­numerables personas lo necesit6 en su momenta y, en menor medida, lo sigue necesitando hoy en dia. Todo cuanto se reali­za de manera propagandistica permanece en la ambigiiedad. Me han explicado la historia de una mujer que asisti6 a una version teatral del Diario de Anna Frank y que despues dijo conmovida: <<Si, pero por lo menos deberfan haber dejado vi­vir a esta chica>>. Incluso esto es positivo, a buen seguro, como un primer paso hacia la comprensi6n. Pero el caso individual, que deberia representar de manera ilustrativa el horror del to­do, se convierte al mismo tiempo, por su propia individuaci6n, en coartada del todo, que aquella mujer no tuvo en cuenta. Lo inc6modo de semejantes observaciones es que no pretendfan desaconsejar representaciones de la pieza de Anna Frank y de otras similares, porque su efecto, por mas que nos repugne 0

nos parezca ofensiva de la dignidad de los muertos, contribu­ye al potencial de mejora.miento. Tampoco creo que a traves de reuniones, de encuentros entre j6venes alemanes y j6venes is­raelles y de otras manifestaciones de amistad se consiga dema­siado, por muy deseables que sigan siendo estos contactos. En estos casos, se parte en exceso de la idea de que el antisemitis­mo tiene, en lo esencial, algo que ver con los judfos y puede ser combatido mediante experiencias concretas, cuando lo cierto es que el antisemita genuino se define mas bien por no escu­char y no sacar provecho de ninguna experiencia. Dado que el antisemitismo tiene basicamente un fundamento objetivo-so­cial y solo luego un fundamento en los propios antisemitas, es­tos, en el sentido del chiste nacionalsocialista, deberfan haber inventado a los judfos si no hubieran existido. Cuando se lo pretende combatir en los sujetos, no conviene esperar demasia­do de la referencia a hechos concretos, a los que los antisemi-

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tas se muestran inaccesibles o que neutralizan tratandolos de excepciones. Antes bien, se deberfa centrar la argumentaci6n en los propios sujetos a los que se habla. Habrfa que hacerles tomar conciencia de los mecanismos que generan el prejuicio racial en ellos mismos. La elaboraci6n del pasado como escla­recimiento es esencialmente este giro hacia el sujeto, el refuer­zo de su autoconciencia y, por consiguiente, de su yo. El giro deberfa incluir el conocimiento de los pocos trucos propagan­disticos que se ajustan precisamente a esas disposiciones psico-16gicas cuya presencia debemos suponer en las personas. Pues­to que estos trucos son rfgidos y limitados en numero, y no re­presenta una gran dificultad individualizarlos, darlos a cono­cer y emplearlos como una especie de vacuna. El problema de la puesta en practica de tal esclarecimiento subjetivo solo po­drfa ser resuelto mediante el esfuerzo comun de pedagogos y

psic6logos que no eludan, bajo el pretexto de 1a objetividad cientifica, la urgente tarea que sus disciplinas tienen planteada en la actualidad. Sin embargo, ala vista de la violencia objeti­va que perdura tras un potencial todavfa vivo, el esclareci­miento subjetivo no resultara suficiente, aunque sea acometi­do con mayor energia y mayor profundidad que hasta ahora. Si se quiere oponer objetivamente algo a] peligro objetivo, no es suficiente una mera idea, ni siquiera la de libertad o la de humanidad que, como hemos aprendido entre tanto, en su for­ma abstracta dicen poca cosa a las personas. Desde el momen­ta en que el potencial fascista se vincula con sus intereses, por muy limitados que estos sean, el remedio mas eficaz sigue sien­do precisamente referirse a ellos, a los intereses mas inmedia­tos, y hacerlo de un modo que resulte comprensible por su ver­dad. Nos hariamos culpables de un psicologismo fantasioso si en estos esfuerzos olvidaramos que la guerra y el sufrimiento que padeci6 la poblaci6n alemana, si bien no fueron suficien­tes para anular aquel potencial, sf pesan a la hora de enfren­tarse a el. El hecho de recordar a las personas lo mas sencillo, a sabe1; que las restauraciones fascistas, sean abiertas o enmas­caradas, generaran guerra, sufrimiento y escasez bajo un siste-

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rna coactivo -y por ultimo, probablemente, el predominio ru­so sobre Europa-, es· decir, en una palabra, que conducic1n a una politica catastrofica, causad. un impacto mas profunda que la referencia a ciertos ideales o al sufrimiento de los otros que, como bien sabia La Rochefoucauld, siempre se supera con relativa facilidad. Frente a esta perspectiva, el actual ma­lestar viene a ser poco mas que ellujo de un estado de animo. Sin embargo, Stalingrado y los bombardeos nocturnos no es­tan tan olvidados, a pesar de tanta represion, como para que no se comprenda la relacion existente entre una reactivacion de la politica que condujo a aquello y la perspectiva de una ter­cera guerra punica. Pero aunque esto de resultado, el peligro persiste. Solo se habra elaborado el pasado cuando las causas de lo ocurrido hayan sido eliminadas. Solo porque las causas subsisten, hasta el. dfa de hoy no se ha roto su hechizo.

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