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Vida de un Hombre Víctor Emilio Estrada Sciacaluga
Volumen 1 – 1891-1922 Años de formación y
Comienzo de la adultez
Por
Eduardo Estrada Guzmán
Guayaquil, 2015
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Créditos y Registros Tema: Biografía de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga 1891 – 1954, en tres volúmenes.
Título: Subtítulo:
Vida de un hombre Víctor Emilio Estrada Sciacaluga Volumen 1 – 1891-1922 Años de Formación y Comienzo de la adultez
Autor: Diagramación: Impresión: Publicado por: Portada: © Derechos: ISBN Volumen: Obra completa: ISBN-13:
Eduardo Estrada Guzmán Autor Autor, en formato digital .PDF Víctor Emilio Estrada Sciacaluga en 1921 Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual IEPI. Registro de Derecho de Autor N° GYE-006282 del 29 de julio del año 2015 ISBN-978-9942-21-386-0 ISBN-978-9942-21-385-3
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Contenido General
VIDA DE UN HOMBRE .................................................................................................. 1
Víctor Emilio Estrada Sciacaluga ............................................................................................... 1 Volumen 1 – 1891-1922 ............................................................................................................. 1 Créditos y Registros .................................................................................................................... 2
Contenido General ....................................................................................................................... 3
Citas fundamentales ..................................................................................................................... 5
Notas para la lectura .................................................................................................................... 6
Dedicatoria .................................................................................................................................... 7
Agradecimientos ........................................................................................................................... 7
Prólogo .......................................................................................................................................... 8
Parte 1° 1855 - 1890................................................................................................................... 11 La formación de un padre ejemplar .......................................................................................... 11
Capítulo 1 .................................................................................................................................. 12
Parte 2° 1891 - 1900.................................................................................................................... 25 Capítulo 2 – Mayo de 1891 ....................................................................................................... 26 Capítulo 3 – Niñez .................................................................................................................... 26
Parte 3° 1901 - 1910.................................................................................................................... 45 Capítulo 4 – Educación y adolescencia .................................................................................... 46 Capítulo 5 – Aventura revolucionaria ....................................................................................... 55
Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar ......................................................................... 60 Capítulo 7 – De regreso en casa ................................................................................................ 71 Capítulo 8 – Comienza a trabajar.............................................................................................. 80
Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa ............................................................................ 90 Capítulo 10 – La vida continúa ............................................................................................... 100
Parte 4° El año 1911 ................................................................................................................. 109 La política muestra su verdadera faz ...................................................................................... 109
Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona ....................................................... 110 Capítulo 12 – El 11 de Agosto ................................................................................................ 141 Capítulo 13 – La Presidencia de la República ........................................................................ 169
Parte 5° La vida sin su padre .................................................................................................. 203 Jefe de Familia ........................................................................................................................ 203
Capítulo 14 – A enfrentar el futuro ......................................................................................... 204 Capítulo 16 – El destino marca el rumbo ............................................................................... 254
Parte 6° La Previsora ............................................................................................................... 273 Capítulo 17 – La Previsora ..................................................................................................... 274
Capítulo 18 – Empresario Privado .......................................................................................... 304 Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920 ......................................................... 331
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Fuentes .................................................................................................................................... 360
Tabla de contenido ................................................................................................................... 361
Palabras de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga a sus hijos, en su testamento privado.
“Mi Archivo debe ser organizado aunque en buena parte lo está ya. Alguien de la familia debe escarbar i hacerlo servir algun dia. Algun amigo –Carrión quien es el más empapado de muchos detalles de mi vida- podría ayudarlos a sacar a luz lo trascendente.”
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Citas fundamentales
“…todo esto hijito de mi alma que para los extraños es detalle insignificante, para los tuyos es
de gran interés”.
Victoria Sciacaluga de Estrada, a su hijo Víctor Emilio,
en carta del 17 de abril de 1906, mientras Víctor estaba en Valparaíso, Chile.
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“La extensión de una biografía depende de varios factores. Entre ellos están la importancia del
biografiado y la naturaleza del trabajo que sobre él se realiza.
Si se trata de una biografía oficial, con acceso a los documentos privados o primarios del
individuo, el biógrafo tiene la obligación de cubrir la vida del sujeto extensiva y profundamente,
pues esa obra será base de consulta para obras subsiguientes - si el biografiado fue una persona
de interés público.
Si es la primera sobre una persona, pero no una biografía oficial, el biógrafo procurará el mayor
número posible de fuentes primarias y dará cuenta, lo más completamente posible, de esa vida.
Mientras más importante y activo el individuo, más extensa y profunda será la obra, porque sus
actos serán muchos.
Si se trata de una biografía secundaria, o especializada sobre períodos específicos de una vida,
entonces el autor tiene más latitud en su cobertura, pues se limita al interés específico y su
extensión es entonces más manejable.
Si se trata de una síntesis biográfica, entonces una vida puede ser cubierta en pocas líneas,
dando énfasis solo a los puntos sobresalientes de esa vida.
Todo depende del sujeto, de su biógrafo y del interés del lector: Lo que puede ser largo para
uno, puede ser corto para otro”.
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“La biografía, por su naturaleza, es un trabajo subjetivo. No puede haber una biografía
totalmente objetiva, pues para poder escribirla, el biógrafo tiene que penetrar en la vida y psiquis
del sujeto y no hay nada más subjetivo que compenetrarse con una persona y revivir sus
experiencias.
Pero dentro de esa subjetividad íntima, el biógrafo tiene que ser objetivo, pues para ser justos y
certeros, hay que sacar la verdad objetivamente, ya que para que una biografía tenga valor, debe
exponer al biografiado ante el lector en su dimensión verdadera, hasta donde sea posible, porque
toda persona vive cuatro vidas diferentes en una sola:
La vida pública, la vida privada, la vida íntima y la vida secreta.
La vida pública es la que está abierta al escrutinio de todos.
La vida privada es la que está abierta a la familia y los amigos.
La vida íntima es la que está abierta a los padres, al cónyuge y a veces a los hijos.
La vida secreta es la que está abierta solo al individuo mismo – y a nadie más.
El biógrafo debe tratar de compenetrarse con todas ellas, cada una más difícil que la anterior,
siendo la penetración de la última, una tarea casi imposible”.
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Una vez un biógrafo se jactó de haber escrito la biografía definitiva de un importante sujeto. Un
colega le contestó: “No existe tal cosa como una biografía definitiva. Ninguna biografía puede
ser jamás definitiva, porque basta la aparición de un documento o evidencia inédita contundente,
para que se pueda cambiar radicalmente la óptica con que se ve una vida ya concluida”.
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Notas para la lectura de este volumen
Este trabajo es el primer volumen de lo que esperamos sea, eventualmente, una biografía
completa de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga.
Este volumen cubre los primeros 31 años de su vida, la midad de ella, y esperamos que en un
segundo volumen, a publicarse en el futuro, se cubra la otra mitad.
Cada palabra de esta biografía está basada en documentos primarios -correspondencia,
telegramas, documentos y textos de libros, artículos y folletos de la autoría del biografiado y de
su archivo; y, en documentos secundarios- libros, periódicos, revistas y folletos- que dan cuenta
de sus actos. También se basa en algunas entrevistas a personas que lo conocieron.
Un experimentado biógrafo recomendó que para logar una más auténtica biografía, el autor le
permita al sujeto contar su propia historia, con sus propias palabras, pues nadie mejor que él
para hacerlo. Como este autor concuerda con ese criterio, en este trabajo el lector encontrará
abundantes citas, las que se ubicarán entre comillas y en letra cursiva.
Cuando las citas sean muy extensas y sea necesario saltar palabras o párrafos, se insertará
puntos suspensivos entre paréntesis (…). Los saltos de línea o cambio de párrafo se indican con
una barra inclinada: /. En el resto del texto se aplican las reglas gramaticales comunes.
Todas las citas son textuales y han sido transcritas exactamente como están sus originales, con
idéntica ortografía, gramática y sintáxis.
Las cartas citadas que constan en este libro no están en él a forma de epistolario simple. Están
porque cada una de ellas nos va revelando rasgos de la personalidad del biografiado, que van
sumando para constituir finalmente y en cúmulo, su carácter y personalidad. Las cartas permiten
al biografiado relatarnos su vida con sus propias palabras, con la intervención del biógrafo solo
para dar contexto, aclarar situaciones complejas y complementar información.
Tenemos como tempranos ejemplos la correspondencia del niño que viaja a Chile en su primera
separación de sus padres.
Ya de joven adulto, tenemos la extraordinaria correspondencia con el general Leonidas Plaza
Gutiérrez, expresidente, candidato y futuro presidente del país.
La carta revela mucho en su contenido, en su tono, en su extensión. Hay que ver la carta, no solo
como un medio de comunicación, sino como un texto de revelación del yo interior de su autor.
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Dedicatoria
Este libro está dedicado a tres de mis tíos:
A Julio Estrada Icaza, quien quiso, pero no pudo, concretar la escritura de la biografía de su
padre. Los varios borradores de su intento biográfíco fueron reunidos por su hija Cecilia, quien
me los facilitó generosamente y, compendiados, los he denominado “Esquema biográfico de
Víctor Emilio Estrada S.” El trabajo de él, es la base fundamental de esta biografía, aunque
considerablemente ampliado en investigación.
A Ernesto Estrada Icaza, quien luego de convencerse de la factibilidad de este trabajo, puso la
semilla económica necesaria para iniciarlo. Poco antes de su muerte, pasé un fin de semana muy
intenso con él, durante el cual se grabaron casi 24 horas de conversaciones que han sido
invalorables para este trabajo.
A Julio Vinueza Moscoso, tío político y esposo de mi tía María Leonor, quien fue el más
entusiasta de su generación para que se escriba esta biografía. Casi cómplice del autor, era quien
motivaba a los demás para que den el apoyo necesario para poder hacer este trabajo.
Agradecimientos
Hay muchas personas a quienes el autor tiene que agradecer por su apoyo para hacer realidad
esta obra, pero inevitablemente y sin querer, a pesar de que se tiene la intención de agradecer a
todos, algún nombre se queda fuera.
A mis tíos ya mencionados en la dedicatoria.
A mis primos Víctor Emilio, Carlos Luis, y Víctor Ernesto (en orden de edad).
A mi prima Cecilia Estrada Solá de Icaza, quien ha colaborado con el autor en la revisión del
texto, aporte de ideas, documentos, fotografías y bibliografía, así como críticas constructivas.
A María Antonieta Palacios Jara, proveedora de sorprendente información, producto de sus
múltiples investigaciones.
Al personal y directivos de la Biblioteca Municipal de Guayaquil y de la Biblioteca Carlos A.
Rolando.
Al personal del Archivo Nacional.
Al personal y directivos de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit.
A mi esposa Leticia, por su santa paciencia durante el largo período de años que ha durado la
fase intensiva de investigación y redacción del texto.
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Prólogo
“Vida de un Hombre”, esa es la primera parte del título de la biografía de Emilio Estrada
Carmona que su hijo, Víctor Emilio, escribió en 1942. Es también la primera parte del título de
esta biografía de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga. ¿Por qué? Porque la biografía del uno
complementa la del otro. ¿Emulación? Si, porque este autor, al igual que lo hizo su abuelo, trata
de cubrir una deuda doble: La primera, con el hombre que dejó como legado familiar una vida
ejemplar y, segunda, “la herencia de ejemplos que corresponde a las generaciones nuevas, para
que tomen de ellos inspiración para su esfuerzo y rumbos para aplicarlo”, enunciado de Víctor
Emilio que sigue siendo válido.
El padre puede ser una influencia positiva o negativa para sus vástagos y en muchos casos esa
influencia es determinante en el desarrollo de la vida de los hijos. En el caso de Emilio y su hijo
Víctor Emilio, esta realidad fue más marcada que en lo común de las relaciones paterno-filiales.
La relación física de estos personajes duró poco más de 20 años, desde el nacimiento de Víctor
Emilio en 1891 hasta la muerte de Emilio en 1911, pero en muchos sentidos el padre siguió
viviendo a través del hijo, pues éste vivió y practicó activamente lo que su padre le predicó y le
enseñó con el ejemplo. Veintiún años después de la muerte de su padre, Víctor Emilio lo honró
con una biografía denominada muy sencillamente “Vida de un Hombre”. En ella vemos
practicado un axioma biográfico enunciado por un experimentado practicante de ese arte y
ciencia en los convulsionados años de comienzos y mediados del Siglo XX: “Toda biografía es
también una autobiografía cuando el biógrafo ha tenido relación estrecha y contemporánea con
el biografiado”. Quien haya leído aquel relato de la vida de un hombre, podrá ver en las páginas
de ese trabajo la parte que jugó el biógrafo en la historia del padre amado y admirado.
Compañeros de aventuras revolucionarias y empresas comerciales desde que el hijo tenía 14
años, forjaron un lazo de amistad y complicidad pocas veces visto en una relación familiar. Por
ese nexo los principios, y en parte la personalidad del padre, penetraron en la del hijo,
convirtiéndose en parte fundamental del carácter del joven aún en formación, y luego del
hombre de acción.
Por eso, las cuatro primeras partes de este trabajo tienen mucho énfasis en esa relación paterno-
filial y nos relatan las vidas paralelas de los dos personajes, en la medida que la una influyó en
la otra o se complementaron mutuamente.
Se trata de la vida de un hombre multifacético en una dimensión poco común, que llegó a tener
en el país una gran influencia que él reconoció y ejerció para servir, pero no para servirse de
ella.
Uno de los axiomas biográficos dice que las personas menos indicadas para escribir una
biografía son los parientes del sujeto. En buena medida eso es cierto, porque el ser humano es
por naturaleza parcial y subjetivo, y al escribir sobre un pariente cercano, no podría poner a un
lado esa parcialidad y subjetividad para ser lo objetivo que debe ser un biógrafo, en una
disciplina que, sin embargo, requiere subjetividad y empatía.
Mi recordado y querido tío, Julio Estrada Icaza, siempre quiso escribir la biografía de su padre,
como el suyo escribió la biografía de su propio padre. Fue una aspiración que no pudo cumplir
por varios motivos, entre ellos porque la relación con su padre había tenido episodios tan
intensos, que difícilmente podría haberse distanciado lo suficientemente de ellos para escribirlos
desde un punto de vista totalmente objetivo.
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En la Vida de un Hombre, la biografía de Emilio Estrada Carmona escrita por su hijo Víctor
Emilio, a su vez sujeto de esta biografía, encontramos esa subjetividad que convierte a ese
trabajo en un panegírico de las virtudes de su padre. Con eso no estoy diciendo que don Emilio
no fuera un hombre virtuoso, pues sí lo fue, y en forma poco común, pero sí tenía sus defectos,
que en ninguna parte del libro aparecen claramente definidos.
Ahora el nieto de Víctor Emilio, este autor, tomó la posta de su tío Julio para escribir la
biografía de su abuelo. ¡Trabajo fascinante, pero a la vez intimidante!
Para ejercer el arte y ciencia de la biografía, es esencial contar con información veraz sobre el
sujeto, y mientras más completa, mejor, ya que se puede re-crear esa vida con mayor fidelidad.
Víctor Emilio Estrada Sciacaluga es el sueño de cualquier biógrafo, pues pocas personas
particulares han sido más ordenadas que él en el archivado de documentos y correspondencia
epistolar. Sus archivos son abundantes en datos que cubren desde sus años infantiles, hasta
pocos días antes de su muerte. Ese hábito lo adquirió de su padre, de quien existen aún muchos
de sus archivos personales.
Solo hay que lamentar el hecho de que lo que queda aún, no es más que una fracción de lo que
fue el archivo personal del biografiado. Parte lo quemaron sus hijos ex profeso por su contenido,
y parte se ha ido destruyendo con el tiempo al no estar almacenado en un lugar apropiado.
Cuando tenía 17 años Víctor Emilio adoptó la práctica de escribir a máquina, dejando copia al
carbón de toda su correspondencia epistolar. Solo están escritas a mano algunas cartas familiares
y él se encargó de inculcar en sus allegados que guardaran su propia correspondencia en
carpetas, de tal forma que aún mucha de ella existe. En las carpetas se encuentra la
correspondencia que él recibía y la que él enviaba, contando así con información completa de
los intercambios epistolares. Son pocas las cartas que faltan en las carpetas existentes.
También archivaba recortes de periódicos, artículos, fotografías, folletos y hojas sueltas de los
eventos en que se involucraba.
Era imparcial al archivar documentos, contando así el biógrafo con abundante material que
permite analizar los actos de su vida, no solo desde el punto de vista del biografiado, sino
también de sus parientes, amigos, enemigos, contrapartes y oponentes, pues junto con sus cartas
guardó también las respuestas de sus adversarios, muchas de ellas insultantes, agraviantes y
hasta soeces, ¡aunque por lo general él lograba decir la última palabra, pues era un polemista
formidable!
Y sí existieron lo que en un tiempo causó temor y preocupación en algunas personas: Sus
notorias “carpetas negras”, donde estaba guardada y registrada la vida y milagros de todos sus
oponentes. Cada uno tenía su propia carpeta y había individuos que tenían más de una.
Desafortunadamente para la historia, solo unas pocas de ellas sobrevivieron, pues luego de su
muerte, sus hijos resolvieron que era mejor que desaparecieran por lo polémico y delicado de su
contenido y, en efecto, la mayoría fueron quemadas en el patio de la casa a los pocos días de
fallecido Víctor Emilio.
Sin embargo, dos de los hijos guardaron unas pocas, las que son extraordinariamente
interesantes y asombra el nivel de información que contienen. Aunque dónde están y quienes
son los sujetos, es un secreto de familia…
Si bien tengo 30 años recopilando información para esta obra, es en julio de 2009 que comienzo
el trabajo de recopilación e investigación a tiempo completo. Y literalmente tiempo completo lo
es, pues día y noche me encuentro compenetrado con el individuo, viviendo lo que él vivió. Esa
compenetración con el tema no es nuevo para mi, pues ya lo he vivido con todos mis trabajos
anteriores, aunque la diferencia está en que esos fueron de historia, donde lo que importa son los
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hechos objetivos, y este es biográfico, donde lo que importa son las personas y por sobre todo, el
sujeto principal, pues todo gira en torno a él.
¿Cómo he manejado la parte afectiva? Pues si bien soy nieto de Víctor Emilio y nací nueve
meses antes de su muerte, por obvias razones no lo pude tratar personalmente.
Durante mi niñez y juventud, Víctor Emilio permaneció en un fondo difuso, detrás de las
vivencias diarias. Estaba allí siempre, pero a distancia. Eso sí, siempre estuve muy consciente de
que las comodidades materiales de que gozaba nuestra familia tenían su raíz en las iniciativas
comerciales e industriales de Víctor Emilio.
Para recordar su imagen, teníamos algunas fotos y un pequeño busto en bronce, así como la obra
“Esquema de una vida ejemplar”, que publicó La Previsora luego de su muerte, y algunos de los
libros de su autoría, siendo los más importantes para mí “Vida de un Hombre – Emilio Estrada”
y “Cien pensamientos para mis hijos”.
Con la madurez iba tomando conciencia de quien era el abuelo Víctor y cómo había afectado
nuestras vidas, lo cual iba generando mayor interés en conocer su propia vida. Un dato por aquí
y otro por allá iban llenando pequeños vacíos de conocimiento sobre su vida y así la carpeta con
la información del abuelo fue creciendo, hasta que se generó el interés suficiente en conocer el
trayecto completo de su vida y aquí estamos, al comienzo de una obra que espero transmita
satisfactoriamente la vida de un hombre ejemplar, cuyo legado aún se siente.
Un primo se preocupó, justamente, de que la cercanía afectiva y consanguínea afecte mi criterio
como biógrafo y trate de convertir esta obra en un “laudum” para el “abuelo admirado”. Pude
tranquilizarlo explicándole que tengo escritos cinco libros de historia en que he aplicado
estrictamente la objetividad que es necesaria para esas obras, y que si bien para una biografía es
necesaria la subjetividad del biógrafo, que tiene que compenetrarse con el sujeto para poder
comprenderlo, la experiencia ya vivida me ha permitido mantener la objetividad necesaria.
En este caso, la integridad del biografiado, que dejó registrado para la posteridad lo bueno y lo
malo en sus archivos, y las instrucciones de “sacar a luz lo trascendente”, facilita al biógrafo,
aunque parezca paradójico, ser objetivo dentro de lo subjetivo.
Estoy seguro que los lectores podrán determinar claramente si el parentesco ha tenido en esta
obra algún efecto adverso para la verdad.
Y entonces comenzamos esta aventura. Evolucionaremos cronológicamente con su vida,
viviendo sus primeros veinte años tanto con él como con su padre, pues sus vidas son
inseparables. Luego viviremos su breve período de soledad y de inmediato su vida familiar,
complementada con su vida laboral de tal forma que se fundieron en una sola. Luego veremos su
ascenso como autoridad económica y financiera, su patriótica labor militar desde la Brigada de
Reservas y su pasión por la salud económica de su país. También viviremos sus frustraciones al
ver cómo sus propuestas eran ignoradas para perjuicio de todos los ecuatorianos y beneficio de
unos cuantos. Veremos además sus satisfacciones, tanto en lo familiar como en lo laboral, e
inevitablemente llegaremos a su ocaso, y entonces podremos juzgar si su vida fue o no
trascendental.
Eduardo Estrada Guzmán
Guayaquil, 29 de julio de 2015.
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Parte 1° 1855 - 1890
La formación de un padre ejemplar
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Capítulo 1
La vida de Emilio Estrada Carmona desde 1855 hasta 1890.
No se puede comprender a Víctor Emilio Estrada Sciacaluga sin tratar como antecedentes
algunos pormenores de la vida de su padre, don Emilio Estrada Carmona, y por ello nos vemos
en la necesidad de conocerlos tal como los enfocó su hijo en “Vida de un Hombre”, trabajo
biográfico con el cual Víctor Emilio honra a su padre. También veremos detalles inéditos.
Emilio Antonio Gerónimo Estrada Carmona nació en Quito el 28 de mayo de 1855, en el hogar
formado por Nicolás Estrada Sirio y Francisca Carmona Vasmezón. Nicolás, doctor según su
madre doña Ana Sirio Robles, pero sin determinar en qué disciplina académica, era funcionario
menor en la Cancillería de la República al momento de nacer Emilio. Pero más que empleado
público, era amigo personal del entonces Presidente de la República, general José María Urvina
Viteri y de su esposa, doña Teresa Jado Urbina de Urvina y esa relación dio a Emilio la
distinción de ser llevado a la pila bautismal por el Presidente de la República y su esposa. Sus
primeros tres años los pasó en relativa tranquilidad en Quito, pero a partir del cuarto año su
niñez pasó a ser muy dura, pues habiendo nacido en un hogar acomodado gracias al trabajo de
sus padres y abuelos paternos y maternos, perdió a su padre debido al exilio político y el
pequeño Emilio, con su madre y sus dos hermanos, Nicolás Enrique, el mayor y José Manuel, el
menor, quedaron en la indigencia y prácticamente en la orfandad.
Como parte de los gobiernos de Urvina, Robles y Franco, Nicolás, considerado un político
liberal, sufrió las consecuencias de los acontecimientos nacionales ocurridos entre 1858 y 1860,
en que el país estuvo al borde de la disolución y sufrió la humillación de la invasión peruana.
Nicolás debió asumir el cargo de Canciller bajo el gobierno del general Guillermo Franco, en el
momento más crítico de la ocupación, tocándole firmar, en su calidad oficial, el infame
documento conocido equivocadamente como “Tratado de Mapasingue”.
La toma del gobierno por los conservadores y la permanencia en el poder ejecutivo e influencia
política de Gabriel García Moreno durante los siguientes 15 años, aseguraron que Nicolás no
pudiera regresar a su tierra natal, muriendo en el Perú. Las consecuencias del exilio político del
padre fueron gravísimas económica y emocionalmente para la familia, pues lo perdieron todo.
Pero doña Francisca Carmona Vasmezón fue una mujer de temple, que supo sobreponerse a la
ausencia del esposo y a la pobreza, para criar y educar a sus tres hijos. Ya radicados en
Guayaquil, recurrió a la honrosa tarea de preparar y vender dulces, y solicitó becas para los
estudios de sus hijos en el colegio San Vicente, que las obtuvo gracias a la generosidad y
solidaridad de sus amistades, las que en el no lejano futuro servirían también a su hijo Emilio.
Los hijos supieron corresponder al esfuerzo de su madre y fueron estudiantes aprovechados,
como lo atestiguan documentos que sobrevivieron los incendios del colegio.
Emilio adquirió conciencia de la dura realidad que vivía su familia y desde temprana edad
trabajó para ayudar a su madre en el sustento del hogar.
Entró a laborar como dependiente en la tienda de Mr. Buttler, donde tenía la tarea de barrer el
local y atender al público. En ese trabajo trabó amistad con otro de los dependientes, un joven
emigrante colombiano llamado Lisímaco Guzmán Garrido, con quien mantendría una amistad
de toda la vida, que luego continuaría con los hijos. Fue panadero, ofreciendo al público un
producto de primera calidad. Más tarde fue contratista en el empedrado de las calles de
Guayaquil, trabajo duro que lo hizo un hombre fuerte, pues no era contratista solamente de
escritorio, sino también de trabajo físico. Esa fortaleza le serviría, como veremos más adelante,
para cumplir, solo, con un doloroso deber filial.
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Pero no todo era trabajo. Emilio se dio tiempo para dedicarlo al deporte y al servicio cívico. Fue
bombero voluntario y estuvo entre los fundadores de uno de los primeros clubes deportivos de la
ciudad, cuyo nombre, “Perseverancia”, sería determinante en la vida de Emilio. Estas
actividades colaboraron a formar una personalidad más completa y libre de complejos o
prejuicios negativos por la dureza con que lo había tratado la vida.
Sin embargo, lo que marcaría su rumbo de vida fue su búsqueda y apego por la libertad política,
de culto y la elusiva justicia, que eran pisoteadas por los gobiernos de turno. La falta de
libertades públicas y privadas fue común en el período garciano, pero cuando éste acabó, los
gobiernos que se sucedieron pretendieron dar al país períodos de relativas libertades que se
desvirtuaban en la práctica, y así lograron crear la necesidad de la lucha política para alcanzar el
ideal de libertad. Emilio había sido influenciado por la suerte de su padre y simpatizó con las
ideas modernas de ilustración y libertad que propugnaba don Pedro Carbo Noboa. En unión de
otros jóvenes de ideas avanzadas, se reunían esporádicamente y en una de ellas conoció a Juan
Montalvo; fue así formándose su ideología política, convirtiéndose en un liberal y radical
convencido y doctrinario.
Importante es anotar en este punto que el término “liberal”, que se usaría para identificar
formalmente esa tendencia a nivel partidista a partir de 1890, era usado en esa época en un
contexto ideológicamente amplio, pero no como nombre de un partido, y menos aún en la
combinación de “liberal radical”, que se comenzó a usar una vez consumada ya la revolución de
1895. El término “radical” se usó desde la Revolución Francesa.
Los libre-pensadores no eran bien vistos en el Ecuador de entonces y desde la época garciana
eran perseguidos. Los jóvenes liberales, calificados como subversivos por los garcianos,
continuaron así marcados por las autoridades de los gobiernos sucesivos y Emilio sufría el
ostracismo político cuando falleció su madre, el 3 de agosto de 1879. Su delicada situación
política y la coincidencia de un momento de estrechez económica, lo llevó a la humillante
necesidad de pedir la ayuda del antiguo compañero de trabajo, Lisímaco Guzmán Garrido, ya
prosperando en sus negocios, para que le facilite el dinero necesario para comprar el ataúd y
pagar el alquiler de la bóveda. Entonces vivió la traumática experiencia de tener que cargar
sobre su espalda el féretro de su madre y llevarla solo al cementerio para no comprometer a
ninguno de sus parientes o amigos. De esa experiencia derivó una lección de humanidad que
pondría en práctica años después, cuando estuvo en condiciones de hacerlo: Ayudar, siempre
que pudiera, a aliviar el dolor de los deudos al enterrar a los muertos.
La experiencia vivida tras la muerte de su madre atenuó un poco su fervor político. El 29 de
noviembre de ese mismo año se casó con Isabel Usubillaga e inició un período dedicado al
trabajo, lo que le permitió, para 1883, tener casa propia. Su hijo Víctor Emilio nos revela: “Del
trabajo acumulado desde 1875 más o menos, con sus primeros contratos de pavimentación de
calles, hasta 1890, es decir 15 años, la única materialización era el solar y la casa de madera y
teja que construyó desde su primer matrimonio en la calle 9 de Octubre entre Chanduy y
Boyacá. El solar le costó entonces 200 pesos (en realidad 700 pesos, en 1880, según la escritura
cuya copia reposa en el archivo del autor), y la casa, probablemente, de 4 a 5 mil…”.
En este proceso de formación personal y política, dura y sufrida, pasaron los primeros 27 años
de Emilio, hasta que tomó cuerpo la lucha del liberalismo y Emilio se incorporó, en abril de
1883, a la lucha armada contra el dictador José Ignacio de Veintemilla. Como otros jóvenes,
eludió la vigilancia que se ejercía en Guayaquil, entonces centro de gobierno del autócrata, y se
trasladó al campamento del coronel Eloy Alfaro, llevando un regalo inesperado: Un plano de las
defensas de Guayaquil elaborado por él, que fue muy útil para la campaña. Emilio se probó
como un eficiente administrador militar y por ello Alfaro lo designó proveedor general de su
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ejército, lo cual no le impedía avanzar hasta el frente de batalla cuando el fuego era nutrido para
matar -“palomearse,” como decían en esa época- algún veintemillista. Su eficiencia y valor
impresionaron a Alfaro, quien sintió aprecio y admiración por el aguerrido joven. La simpatía
fue mutua y Emilio admiró al líder y eventualmente desarrolló una estrecha amistad con él y su
familia. En la lucha contra Veintemilla, que se conoce en la historia como la Campaña de
Mapasingue, se formaron muchos de los luchadores ideológicos que eventualmente serían
protagonistas de la revolución de 1895.
Pero el triunfo de 1883 fue efímero, pues la política logró inclinar la balanza de los vencedores
hacia los intereses de los gobernantes en Quito, inicialmente los “Pentaviros” y luego interinos
hasta llegar a Caamaño. Alfaro y sus luchadores liberales y radicales fueron marginados. La
lucha había sido estéril, pues el país volvió a los mismos vicios y mañas de antes.
En 1883 Emilio recibió un nombramiento como Comisario de Policía, pero no hay evidencia de
que ocupara el cargo, que en todo caso habría sido efímero.
Como la lucha había pasado de las armas a las ideas, Emilio, quien había estudiado el sistema
federal aplicado en otros países, tomó la iniciativa de fundar, hacia fines de 1883, con algunos
compañeros liberales y radicales, el semanario “El Federalista”, que propugnaba ese sistema de
gobierno como idóneo para resolver los problemas que había vivido hasta ese momento el
Ecuador. Tuvo algunos colaboradores de peso que escribían en las páginas del periódico, entre
ellos Pedro Carbo Noboa. Lamentablemente, los argumentos no convencieron a suficientes
ciudadanos y políticos, y el sistema federal nunca tuvo la oportunidad de ser probado en nuestro
país. La experiencia de “El Federalista” fue interesante para Emilio como empresario y editor de
prensa, pero frustrante como político, pues veía repetirse los mismos abusos de poder, ahora por
mano del nuevo dictador, José María Plácido Caamaño y de su grupo de amigos, que se llegó a
conocer como “La Argolla”.
Luego de un período de interinazgo en que ya se habían cometido abusos, el 10 de febrero de
1884, día que se confirma a Caamaño como Presidente Constitucional del Ecuador, comienza
otra vez una etapa negra en la política ecuatoriana. Emilio describió así a Caamaño en años
posteriores: “…hombre sin conocimientos como político, sin honradez como ciudadano y
desprovisto de las virtudes domésticas que hacen siquiera estimable a un hombre ante la
sociedad en que ha nacido y vivido”. No debemos olvidar que Caamaño fue, años después, el
autor material del episodio denominado “Venta de la Bandera”, que causó la caída del
presidente Luis Cordero Crespo, quien había cometido el craso error de nombrar a Caamaño
Gobernador del Guayas, cargo que entonces tenía el extraordinario poder que le permitió a ese
funcionario inescrupuloso negociar con el honor nacional.
La tiranía que impuso Caamaño generó tal nivel de resistencia que motivó la acción de muchos
jóvenes, entre los que se encontraba Emilio quien, sin ser el ideólogo del movimiento, manifestó
claramente sus ideas: “Si no la razón natural por lo menos la experiencia ha probado que en el
Ecuador, todas las revoluciones buenas o malas, justas o injustas han nacido o tenido su causa
determinante en los abusos de poder, abusos que a su vez han determinado las arbitrariedades
de los empleados subalternos de la administración, las que en la fatal pendiente de los
acontecimientos han provocado la exasperación pública, traducida por la revolución armada”.
Emilio relataba algunos años después lo que se vivió en ese período: “Concluida la guerra civil
contra la dictadura del general Veintemilla el 9 de julio de 1883, parecía que los ecuatorianos
deberíamos unirnos para encaminar al país en la vías de las reformas civilizadoras del siglo, a
efecto de lo que convenía matar el personalismo político conviniendo todos los ecuatorianos en
un nuevo pacto social en el que a todos los partidos les quedara abierto el campo de las
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reformas que anhelaban. Desgraciadamente no fue así, y muy al contrario, desde el día
siguiente del combate definitivo (de la campaña de Mapasingue), el partido clerical
conservador, usó y abusó de las armas que tenía en mano para derrocar la dictadura,
empleándolas para imponer autocráticamente su voluntad a la inmensa mayoría de
ecuatorianos residentes en las provincias andinas y algunas litorales. Bajo semejante
inspiración y previos muchos delitos para asegurar el éxito, se instaló la Convención Nacional,
convocada por los tres gobiernos seccionales. Debido a los manejos planteados en las
elecciones de convencionales, el partido liberal no tuvo en la asamblea más de nueve
representantes genuinos, los que al ocupar sus asientos en la Cámara sirvieron de blanco a los
insultos dirigidos por los intransigentes, durante las sesiones”. Continúa más adelante en su
relato: “La prensa - vía pacífica, fue seguida por el partido liberal para reclamar los derechos
que como ecuatorianos teníamos, y desde entonces demostramos los inconvenientes que tendría
la elección del Sr. Caamaño como Presidente Constitucional. La contestación de él, ya
personalmente, no se hizo esperar desde que realizada la elección se desencadenó una serie de
atropellos y violaciones de la misma Constitución que acababa de sancionar su propio
partido”. Agrega Emilio: “Tan pronto, pues, como el señor Caamaño se vio elevado a la
primera magistratura inició la más tenaz persecución a toda idea y a todo hombre que no
estuvieran de acuerdo con las ideas y los hombres del partido ultramontano a cuya cabeza se
había puesto él después del 9 de julio de 1883. En el acto los liberales reclamamos nuestros
derechos por medio de la prensa, como dejo dicho, señalamos de una manera moderada e
indiscutible, las arbitrariedades que contra nosotros se cometían, pedimos justicia y la parte
que como a ecuatorianos nos correspondía en la cosa pública de nuestra patria. Una
contestación autocrática no se hizo esperar. La prensa o tuvo que callar o prostituirse
aplaudiendo arbitrariedades…”. Luego nos plantea consideraciones de tipo filosófico: “Si la
pérdida de la dignidad de hombres libres no era una razón poderosa para sublevarnos,
desaparece el derecho de rebelión sancionado por los hombres de todos los tiempos y de todos
los colores, y les será preciso a los sesudos convenir en que nuestros padres hicieron mal
cuando nos emanciparon de España por idénticas razones y que ellos mismos (los sesudos)
hicieron mal ayer no más, cuando se sublevaron contra la dictadura de Veintemilla, que no
había hecho antes de la sublevación la décima parte de las atrocidades que Caamaño había
planteado como forma de gobierno”.
Con estos pensamientos concluimos la cita de las palabras de Emilio que justifican el fervor
revolucionario, pues son suficientes para mostrarnos la situación que motivaría a muchos
ecuatorianos a dejar la tranquilidad de sus hogares y aventurarse a la lucha armada en pro de la
anhelada libertad política.
El 13 de noviembre de 1884 salió Emilio de Guayaquil, dirigiéndose con otros liberales como
Marcos Alfaro y Gabriel Moncayo, a buscar al coronel Nicolás Infante, quien se había
sublevado en Los Ríos en soporte del movimiento iniciado en Manabí por el coronel Centeno, a
favor del caudillo radical, Eloy Alfaro Delgado. El lugar de encuentro fue al pie del estero
Chapulo, en la hacienda “La Victoria de Chapulo”, de doña María Gamarra Elizondo de
Hidalgo, conocida como “La Ñata” y patrocinadora, con su esposo, Eduardo, de los luchadores
liberales y radicales. Allí, los guerreros voluntarios y los conciertos (peones) liberados
pronunciaron un pacto de lucha contra la tiranía y así fueron los originales Chapulos, soldados
irregulares que combatirían en desventaja contra las fuerzas gobiernistas de Caamaño. Desde ese
año hasta 1889, en que el presidente Antonio Flores Jijón otorgó una amnistía política con
mordaza, Emilio fue perseguido político.
La campaña militar-guerrillera de los Chapulos fue heroica pero fútil y efímera. En pocos días y
luego de breves triunfos, fueron capturados. La crueldad de los vencedores fue terrible, pues
contradiciendo una declaración de amnistía que había emitido la autoridad militar, se fusiló al
coronel Nicolás Infante en el patíbulo de Palenque, obligando a Emilio a presenciar la ejecución
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con la amenaza de que sería el próximo en ser pasado por las armas. Pero el destino lo condujo
más bien a una dura prisión política desde comienzos de 1885 hasta 1886, en que escaparía de la
cárcel. Ese período serviría para fortalecer su carácter y, paradójicamente, forjar algunos de los
rasgos más humanos de su personalidad.
Prisión, muerte de la esposa y fuga
Como consecuencia de su asociación con las fuerzas liberales, su casa había sido incautada y
ocupada por el Gobierno, dejando a su primera esposa, Isabel Usubillaga, sin vivienda.
Lamentablemente, Isabel enfermó y falleció el 9 de abril de 1885, mientras su marido guardaba
prisión en la letrina del cuartel de artillería de la ciudad. Las gestiones de sus amistades, entre
ellas parientes del presidente de la república, lograron que se le otorgue al preso un permiso
especial que la autoridad emitió específica y exclusivamente para ver el cadáver. Fue llevado a
la casa del duelo por guardias y al ver el cuerpo de su esposa, él trató de darle un último beso,
pero fue detenido por los guardias, que hacían cumplir estrictamente la orden que le permitía ver
a su esposa muerta, pero nada más. Ese acto de crueldad psicológica lo marcó de por vida, pero
no para practicar la misma crueldad sino, por el contrario, para ser generoso y humano en los
momentos de infortunio del enemigo vencido.
Tanta desventura acumulada habría destruido a otro hombre, pero para Emilio esa adversidad
sirvió para motivarlo a encontrar la forma de escapar de la prisión. Dejemos que sea su hijo,
Víctor Emilio, quien nos relate ese episodio de la vida de su padre, que nos da una idea del
ambiente y de los relatos que escuchaban los hijos en las veladas nocturnas en el hogar de la
familia Estrada Sciacaluga:
“CAMBIO DE PRISION Y FUGA FINAL.- Después de algunos meses de estadía en el cuartel
de Artillería, mi padre fue trasladado a la Cárcel Pública – entonces ubicada en la calle
Clemente Ballén y Pedro Carbo. – Con él fueron Pedro Montero, Marcos Alfaro y otros
“Chapulos”.
Naturalmente, para un carácter del temple que ya había fijado la adversidad, la prisión es un
puente y no un recinto. Organizó así el paso, la fuga. Comprometió a los presos comunes para
escaparse, comprometió al cuidador que tenía las llaves de los calabozos, y comprometió a
varios de los presos políticos aunque otros de entre ellos, como Pedro Montero, se negaron a
plegarse al plan de fuga “por estar destinado al fracaso”, tal era de osado. (…) Mi padre me
relataba a menudo este episodio con especial fruición. Observando que de vez en cuando
redoblaban la vigilancia y cuidado que tenían con los presos políticos y con él en especial,
acostumbró más por fastidio que por cálculo, enviar recado al Gral. Flores, jefe militar de la
plaza, indicándole que ‘no perdiera tiempo en cuidarlo tanto pues le enviaría a decir el día que
pensaba escaparse’. Y como lo ofreció lo cumplió. Cuando tuvo su plan maduro, aprovechó del
paso de uno de los oficiales de guardia y le dio el recado para el Gral. Flores en el sentido de
que ‘esa noche’ se escapaba. El plan era simple y si tenía ‘osadía’ era porque contrariaba la
lógica y lo que podía esperar Flores. Organizó el escape de los presos comunes como premisa
del propio escape, y se valió del enorme grupo de tales presos para confundirse en el tumulto
que se produciría sin remedio: era el secreto y la garantía para salir desapercibido.
A la hora señalada, el ‘llavero’ comprometido abrió sigilosamente las puertas de los calabozos
comunes, mientras que mi padre forzaba la propia; la columna de presos se dirigió hacia la
salida con sin igual sorpresa para la guardia impreparada para semejante insólito acto. Con un
pedazo de palo extraído de una silla que desarmó, ‘arreaba’ -tal era su propia palabra- los
presos hacia adelante, mientras la guardia no se encontraba justificada para usar armas y
matarlos colectivamente en su intento: no podían suponer que entre ellos iban políticos. El
tumulto y la confusión dieron el resultado apetecido. Unos presos salieron y otros
retrocedieron, pero entre los primeros salió mi padre, sin anteojos, andrajoso y en situación de
mimetizarse con la oscuridad de la noche – después de casi dos años de prisión.
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Estaba a salvo, si encontraba refugio cercano y seguro. Ambas condiciones le deparó el
destino. El humilde hogar de un carpintero lo acogió caballeroso y lo tuvo en seguridad por
algunos días. Un coy con una falsa cama sirvieron para el caso. Después de pocos días fue
menester mudarse de casa porque, naturalmente las sospechas iban reduciendo el círculo de
seguridad. Una noche, disfrazado, salió de este escondite para cambiarlo con el de una casa
amiga: la de doña Mercedes Monsalve de Plata, digna y santa matrona guayaquileña que, supo
conciliar la íntima amistad que la ligaba con él y con mi abuela, con su cercano parentesco con
el representante del Gobierno Sr. Caamaño (era concuñada del Presidente). Mientras mi padre
vivía en su casa escondido, el propio Sr. Caamaño visitaba a su parienta, sin imaginar que
desempeñaba una obra humanitaria con virtuosa dignidad.
Pero también esta situación era un puente y no un recinto. No podía ni comprometer
indefinidamente a doña Mercedes, ni sujetarse a la dimensión de un fugitivo permanente. La
fuga al exterior era la consecuencia inevitable de la fuga local. Para ella encontró nuevamente
la nobleza característica del que fue don Alfredo Cartwright, agente de la compañía inglesa de
vapores y por muchos años -hasta su muerte- alto jefe de la casa L. Guzmán y Cía. (de su amigo
Lisímaco Guzmán Garrido). Este caballero y doña Mercedes arreglaron los detalles materiales
de la fuga, con la cooperación del Capitán Chambers” (George Chambers Stock, comandante
de uno de los vapores de la Pacific Steam Navigation Company).
Mi padre bajó una tarde, ya oscuro, vestido de marinero, sin zapatos, sin anteojos, llevando un
charol en su cabeza y se trasladó en coche con doña Mercedes al muelle fiscal (obviamente no
sentado con ella sino en la plataforma de maletas), donde Mr. Cartwright lo esperaba.
Tomó sitio como un ‘boga’ cualquiera en el bote que iba a despachar el vapor inglés para
Panamá. Bogó tranquilamente y subió a bordo como fogonero: cuando los pesquisas
registraron el vapor no reconocieron al fugitivo, fornido y tiznado marino que lanzaba carbón a
la boca del caldero. Y el vapor levó anclas. Sin dinero, sin familia, sin esperanzas, casi sin
vestido, el Océano se abrió ante él en síntesis de la inmensidad de su infortunio. Pero llevaba en
su alma templada el curso intenso y edificante que había hecho en la vida de luchador contra el
Destino. Tenía manos y tenía cabeza. Las primeras las usó, pidiendo un pico y una lampa con
los que ganó sus primeras comidas, cargando tierra y rocas en el primer Canal de Panamá.
Después de pocos días la personalidad empezó a sobreponerse sobre el tosco manejar de la
lampa y del pico: la cabeza tomó su puesto.
Elevándose en jerarquía, llega al cabo de pocas semanas a conseguir la consideración de sus
jefes y no pasa mucho tiempo que es el jefe mismo de una sección de trabajos contratada por
dos ingenieros franceses: Mr. Paul Millet y Mr. Joseph Coiret, quienes, después, al fracasar la
obra del Canal Francés vinieron al Ecuador, llamados por mi padre que había regresado ya.
Millet fue el padrino de bautismo del que estas líneas escribe y murió en nuestro hogar el año
1893 más o menos. Coiret vivió muchos años en Guayaquil, donde su alta figura y su
característica faja acoplados a su jovial buen decir, le hacían discernible por sus numerosas
relaciones.
Mi padre tuvo oportunidad posterior para darle trabajos y contratos en Guayaquil y repagarle
el apoyo que en Panamá le prestara”.
Años después de este relato, se conoció por boca de él mismo, que Emilio había llegado a
ocupar el cargo de pagador en la empresa del Canal, lo cual lo había colocado en el plano de
empleado de oficina y esto hace factible que sea él quien aparece en la foto de funcionarios de la
empresa que veremos en la próxima página.
Este relato de una extraordinaria aventura que el padre contaba a su esposa e hijos en la
intimidad del hogar, tuvo sobre Víctor Emilio una influencia decisiva, pues presenta a un
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hombre ejemplar y admirable, que supo obtener enseñanzas positivas de eventos protagonizados
con la peor malicia del ser humano. Esto lo comprobamos en las palabras de su hijo que
preceden al relato de esta audaz aventura, en la biografía que escribiera para honrar a su padre:
“Esta virtud de sobreponerse al vejamen, sentirse como se es, más grande que la injuria,
cristalizada en aquellos que, como mi padre, sufrieron con estoicismo y no hicieron de ese
sufrimiento pedestal de odios sino lección permanente de filosofía humana y alta. Y por eso un
hombre que tuvo que llevar a cuestas el cadáver de su madre y que pudo solo ver y no besar el
cadáver de la esposa, tiene un derecho grande para que el hijo lo muestre como ejemplo de esa
virtud que permite olvidar las atrocidades del destino y ya en el pináculo, en vez de odiar,
perdonar y aliviar a los demás”.
Estas palabras deben ser valoradas muy cuidadosamente pues son, en efecto, esencia de la vida
que practicó el hijo en permanente homenaje al ejemplo de un padre con muchas más virtudes
que defectos. Lo interesante de esas historias es que ganarían credibilidad y certeza el momento
que el hijo comenzó a vivir aventuras revolucionarias con su padre.
Ferdinand de Lesseps con un grupo de funcionarios de la empresa del Canal, en Panamá, en los años 1880
De Lesseps está al centro en la fila del medio. De los demás funcionarios ninguno está identificado, pero entre ellos se pueden
encontrar los ingenieros Millet y Coiret. Nos llamó la atención el aspecto del caballero a la derecha, en la última fila, a quien, si
lo comparamos con las fotos de las páginas 27, 30, 34 y 38, pudiéramos identificar como Emilio.
Retorno al Ecuador
Antonio Flores Jijón se posesionó como Presidente de la República el 17 de agosto de 1888.
Identificado como miembro del Partido Republicano, que era conocido como progresista y
católico, ejerció inicialmente el poder conciliando, aplicando la razón y la ley con el fin de
alcanzar y conservar la paz interna. Entre los primeros actos de su gobierno estuvo el de
conceder amnistía a los políticos encarcelados y también a los exiliados, siempre y cuando al
regresar al país se mantuvieran alejados de la política. Emilio se acogió a esa amnistía y regresó
a su país a comienzos de 1889.
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Emilio, como nos relató su hijo, había estado trabajando casi tres años en el primer Canal de
Panamá bajo técnicos franceses. Hombre de inteligencia superior y autodidacta, captó
rápidamente las enseñanzas que le transmitían en la práctica los ingenieros Millet y Coiret. Para
él su trabajo en el Canal fue una escuela de arquitectura e ingeniería. Su capacidad de trabajo así
como su personalidad le ganaron el respeto, aprecio y confianza de sus superiores, al punto de
trabar con ellos una sincera amistad, por lo que su partida fue muy lamentada, pues perdían a un
excelente colaborador.
Sin preverlo, la salida de Emilio precedió con pocos días el fin de la empresa francesa del canal,
que entró en liquidación el 4 de febrero de 1889 y al poco tiempo Millet y Coiret se encontraron
sin trabajo. Alberto Millet se puso en contacto con Emilio y tanto él como Coiret fueron
invitados al Ecuador, a probar suerte, y recibieron de su amigo todo el apoyo que pudo
brindarles.
El gobierno de Antonio Flores fue una decepción, pues a pesar de las buenas intenciones con
que había comenzado, pronto cayó en los mismos vicios de su antecesor Caamaño. Se dan
negociados y escándalos financieros, y el fervor cívico de Emilio desea manifestarse
abiertamente, pero ha de respetar el compromiso adquirido al recibir la amnistía y por ello
recurre al pseudónimo para poder expresar su descontento. Comienza a escribir en la prensa de
oposición como “Tácito” y publica en León, Nicaragua, un folleto anónimo titulado “Para la
Historia”, en el que describe el tránsito sórdido de las administraciones de Caamaño y Flores.
El hijo cita en la biografía de su padre las palabras con que justificó su anonimato:
“Al velar mi nombre con el anónimo no procedo por temor, porque mi modo de vivir
independientemente no me liga a persona alguna. Un apellido oscuro como el mío nada
aumenta el valor de mis escritos; tal vez le haría perder, por el desgraciado sistema que entre
nosotros se ha establecido de apartarse de la discusión de principios para encenagarse en las
personalidades. Lo cuerdo hubiera sido, en vez de insultar a determinadas personas, probar la
inexactitud de mis aseveraciones. Estas han quedado en su puesto, y los insultos de mis
adversarios llenan las columnas de algunos diarios aunque dirigidos contra una sombra”.
La enseñanza en este caso fue selectiva, pues si bien el justificativo era válido para las
circunstancias y el momento en la vida del padre, el hijo utilizaría en el futuro ese recurso
periodístico en algunas ocasiones, entre ellas en la revista Patria, su primera experiencia
periodística. Usaría pseudónimos en artículos financieros, económicos y los muy pocos políticos
que escribió, más por costumbre que por necesidad, pues su estilo era muy conocido.
Trabajo y compañera
Emilio, al regresar, recuperó su vivienda, que había permanecido incautada por el gobierno de
Caamaño, y emprendió en dos tareas fundamentales para él: Buscar trabajo y buscar esposa.
El trabajo lo consiguió en la Empresa de Carros Urbanos, como Sub-Administrador, a partir del
30 de mayo de 1889.
La esposa la encontró en el hogar de doña Juana María Amalia Aubert Muss, viuda del capitán
de altura Tommaso Maria Achille Sciacaluga Sciacaluga, de origen genovés.
Don Tommaso había simplificado su apellido – Sciaccaluga - quitándole una “c”, y sus hijos
fueron inscritos con la nueva forma - Sciacaluga.
Emilio era amigo de la infancia de Luis Sciacaluga Aubert, a quien llamaba “Luisito”, y eso le
dio entrada en la casa de doña Amalia. Había conocido a Victoria cuando joven, pero al retornar
de su exilio la vio con otros ojos. María Victoria Pía Sciacaluga Aubert había nacido el 14 de
julio de 1859 en Guayaquil y cuando Emilio se interesó por ella tenía 30 años, en esa época edad
avanzada para ser soltera. Victoria era una dama no muy agraciada físicamente, pero virtuosa y
de carácter agradable. Emilio se prendó de ella. Tenía 34 años en septiembre de 1889 cuando
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tomó la decisión de cortejar a la Srta. Victoria. Por su edad, ninguno de los dos tenía tiempo que
perder si querían formar una familia.
Emilio escribió a doña Amalia, el 4 de septiembre de ese año:
“Señora.
Comenzaré por pedirle mil perdones por el grave disgusto que tal vez voi á ocasionarle.
Desde que acepté su generosa oferta de ser recibido en su casa, lo hice de un modo más
interesado que por simple amistad; aunque sin atreverme á expresar mis pretensiones; tanto
por no ser merecedor, cuanto, por que quise que fuera U. después de conocerme de cerca, la
primera en saber las pretensiones que me llevaban á su casa.
Sé bien Señora; que nada valgo para atreverme á aspirar a la mano de la Señorita Victoria:
pero es la verdad, que en este mundo, los que como yo, mui poco valen somos los que á más
aspiramos.
Si algo he de presentar á U. en abono de mis pretensiones, sean las virtudes de su hija, i si algo
pesa en los ánimos de U. i de ella; mi conducta, escenta siempre de toda falta.
Con estos antecedentes, i viendo depender mi porvenir de las voluntades de U. i de su hija, me
permito pedir a U. la mano de la Señorita Victoria.
Si mi pretensión es aceptada; ofrezco a U, á ella, i á toda su familia, hacer cuanto esté de mi
parte para su felicidad.
Si U. ó la Señorita Victoria, me rechazaran, les ruego encarecidamente ocultar hasta de Luis mi
desengaño.
Mañana por la noche si no tiene U. inconveniente me dará verbalmente la respuesta,
suplicándole si, que la entrevista sea reservada entre U. y su affmo. seguro servidor que besa
sus manos.
Emilio Estrada”.
Esta hermosa carta, tan humilde y sencilla, no podía más que surtir el efecto deseado. La
entrevista fue exitosa y Emilio obtuvo en compromiso la mano de la señorita Victoria.
Juana María Amalia Aubert Muss Tommaso Maria Achille Sciaccaluga
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Matrimonio
El cortejo fue breve y el matrimonio se realizó el 1° de mayo de 1890. Los novios se
acomodaron en la casa de Emilio ubicada en la avenida 9 de octubre, entre las actuales calles
García Avilés y Boyacá. Era la casa en que había vivido con su primera esposa, Isabel, y que
había permanecido algunos años ocupada por dependencias de gobierno durante el tiempo que
permaneció incautada. Es de imaginar que el gobierno no debe haber cuidado muy bien esa
propiedad y Emilio debe haber invertido en refaccionarla buena parte de lo ahorrado de su
trabajo en el Canal. La casa era cómoda y amplia. Sería una buena vivienda para la nueva
familia que pronto se comenzaría a extender.
El hogar
La vida de la pareja Estrada Sciacaluga transcurrió pacíficamente en su hogar esos primeros
años, en compañía de familiares de la esposa que vivían en casa vecina por 9 de Octubre. Doña
Amalia Aubert viuda de Sciacaluga, Luis y María Francisca, hermanos de Victoria, compartían
con la pareja amenas horas, ya sea en la una o la otra casa.
Doña Amalia Aubert había pasado por situaciones parecidas a las de doña Panchita Carmona,
pues un socio deshonesto había privado a la familia de la heredad del capitán Sciacaluga. Doña
Amalia también había recurrido a la preparación de dulces para mantener a su familia y por
tanto Emilio pudo comprender sensiblemente la situación de sus parientes políticos.
El padre le transmitiría al hijo la experiencia de esa época de su vida como ejemplo para la suya
propia, y el hijo captó esa y otras experiencias aleccionadoras en la biografía de su padre: “Así,
cuando mi madre y mi padre se casaron, ambos sabían las extensiones del infortunio familiar, y
ambos aportaron la virtud del ahorro, la medida de lo preciso y el espectro de lo superfluo,
como factores de seguridad y elementos de sosiego y paz para el matrimonio”.
Emilio prácticamente no tenía familia propia, pues su hermano mayor Nicolás Enrique había
fallecido joven y su hermano menor José Manuel desapareció de la historia familiar sin saberse
su destino. Emilio solo tenía parientes descendientes de su tía Ana Inés Estrada Sirio, quien casó
con don Ramón Eliseo Benites Sánchez y tuvieron dos hijos: Juan Manuel y Ana Inés Benites
Estrada, pero no había mayor afinidad con sus primos. No se conocen parientes directos por
Carmona, aunque sí por Vasmezón. Luego, en esta historia veremos que aparecen parientes
distantes por la familia Espinosa Palacios, pero no hemos podido establecer los nexos.
Para todo efecto práctico, los Sciacaluga Aubert se convirtieron en la familia íntima de Emilio y
por ello compartieron todos en armonía sus hogares. Doña Amalia era la matriarca y Luis, a
quien Emilio llamaba Luisito, no solo era el cuñado, sino también su amigo desde la infancia.
María era la compañera de su hermana y la alegría de los hogares, al ser la más joven. De los
demás hermanos Sciacaluga Aubert no tenemos noticias en los papeles familiares, por tanto es
posible que murieran en la niñez o juventud. Aquiles, hermano mayor de Luis y Victoria,
emigró muy joven al sur del Perú, donde procreó familia.
La casa de los Sciacaluga correría la misma suerte que la casa de los Estrada durante el incendio
de 1896.
También formaban parte del núcleo familiar los hermanos de doña Amalia Aubert y los
descendientes de ellos, tíos y primos de Víctor Emilio: María Aubert Muss, casada con Juan
Bautista Gagliardo y Alejandro Aubert Muss, casado con Rosenda Ruales.
De los primos, los más allegados a Víctor Emilio serían Tomás (Tomasito) Gagliardo Cevallos,
quien lo acompañaría en una breve aventura marítima, y Sebastián Velásquez Sciacaluga, hijo
de su tía María, quien sería su abogado personal por muchos años.
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Por esta época ya comenzaban a motejar a Emilio como “El Ogro” por su externa adustez, a
pesar de que bien sabían lo sensible que era emocionalmente - pero para sus adentros.
Había adquirido la facultad de la meditación profunda mientras se encontraba sentado y podía
pasar horas en silencio y casi inmóvil, costumbre que llamaría la atención de quienes no lo
conocían íntimamente. Esa capacidad de concentración era a veces confundida con indolencia.
La adustez de su expresión facial generaba respeto en unas y temor en otras personas, quienes
preferían mantener su distancia de él, lo que ciertamente lo complacía, pues no era dado a la
amistad ligera o superficial.
Emilio fue bien conocido por su carácter fuerte. Muchos lo tildaban de “mal genio” o de “mal
carácter”, y pueden o no tener razón, pero lo que sí tenía inequívocamente era intolerancia
radical hacia los tontos, y en el extremo opuesto, hacia los sabidos. En una ocasión, en 1910,
sacó de la Gobernación a bastonazos a un grupo de soldados armados que se presentaron en el
despacho a formular exigencias, pues se habían prestado para las manipulaciones de un jefe que
lucraba con trámites, y que los usó para tratar de intimidar al Gobernador, que le había acabado
el negocio.
La experiencia económica propia cuando niños, y la de sus padres, condujo a la pareja de Emilio
y Victoria a llevar una vida austera. El marido proveía y la mujer cuidaba de ahorrar en los
gastos para que el sueldo alcance para vivir. Pero a pesar del esfuerzo realizado, era difícil
acumular reservas y los Estrada Sciacaluga no contaban con fondos para alguna emergencia
familiar. Aunque es una necesidad permanente ser precavidos, la realidad impedía satisfacerla.
Trabajo
Emilio se dedicó a su trabajo como Sub-Administrador de la Empresa de Carros Urbanos, donde
empezó a aplicar un ejemplar dinamismo administrativo e ideas en cuanto al funcionamiento de
la empresa. Sin embargo, no se sentía a gusto porque el Administrador no supo hacer buen uso
del extraordinario recurso humano que le habían asignado como subalterno. Emilio consideró
que no podía ayudar debidamente a la empresa o desarrollarse personalmente, al encontrarse
limitado por un administrador que era inferior a él en capacidad de trabajo.
Pero la obligación adquirida con quienes le habían conseguido el trabajo y el hecho de que a los
pocos meses de casado, en septiembre de 1890, se enteró de que su esposa estaba embarazada,
lo obligaron a mantenerse en el cargo, pues necesitaba el sueldo para mantener su nuevo hogar.
Entre los accionistas de la Empresa de Carros Urbanos se encontraban entonces dos de los
hermanos Morla Mendoza, quienes reconocerían en Emilio a un trabajador excepcional. Ellos
observaron cuidadosamente la labor del Sub-Administrador y supieron valorar el esfuerzo que
realizaba, a pesar de las limitaciones de una administración que era satisfactoria, pero no más.
Don Darío Morla Mendoza, uno de cinco hermanos, contaba con un pequeño ingenio en su
hacienda La María, en Balao Grande. Esa extensión de tierra contenía canteros de caña de
azúcar que alimentaban al ingenio, así como banano y ganado para consumo local.
Se necesitaba un administrador para la hacienda y Emilio se perfiló como el hombre adecuado.
El artista
La vena y sensibilidad artística de Emilio es casi desconocida y fue mencionada apenas
ligeramente por su hijo en Vida de un Hombre, que más bien se centró en temas políticos.
Veremos sus habilidades como arquitecto y constructor práctico en la hacienda La María, las
que luego se manifestarían en el diseño y construcción del Colegio Vicente Rocafuerte y en la
construcción de unidades móviles de la Empresa de Carros Urbanos, así como en los planos de
la Casona Universitaria de Guayaquil.
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Aparte de la lectura, el dibujo con plumilla y la pintura al óleo se convirtieron en su pasatiempo.
A continuación vemos dos plumillas de su autoría, las cuales están centradas en temas
marítimos. Ganó un premio en la exposición de París, en 1900, por una pintura al óleo
denominada “Paisaje tropical ecuatoriano”, la cual lastimosamente se perdió en el tiempo.
Dibujo de una goleta Dibujo que muestra los vapores “Chile” y “Guayas” en
regata en el río Guayas, frente a Guayaquil.
A la derecha podemos ver la firma de Emilio Estrada en
la plumilla de los dos vapores. Está discretamente
escondida entre las líneas de la plumilla.
Igual sucede en la plumilla de los veleros
Esta síntesis de la vida de Emilio antes de ser padre, que nos muestra los elementos que forjaron
su carácter y personalidad, es necesaria como antecedente biográfico de su hijo, pues esas
vivencias, relatadas frecuentemente en el hogar, serían esenciales en su formación.
Las citas por el hijo, de las palabras de su padre, nos dan una idea muy clara de la influencia
aleccionadora que tenían sobre él.
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Parte 2° 1891 - 1900
“Pequeñas cosas en la niñez y juventud, se acumulan para
formar el carácter del hombre y fijar su destino en la
eternidad…”
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Capítulo 2 – Mayo de 1891
Nace un niño en Guayaquil
Don Emilio Estrada Carmona se sentía muy complacido con lo acontecido en ese día 22 de
mayo de 1891. A los 36 años de edad y luego de una vida de tribulaciones desde sus tempranos
días de niñez hasta hacía apenas dos años, por fin se sentía completo como hombre, pues había
tenido un hijo, sueño que había acariciado desde su primer matrimonio, en 1879.
De los detalles del nacimiento del primogénito poco sabemos, pero sí conocemos que nació en
la casa familiar, rodeado de sus parientes Sciacaluga y amigos íntimos de la familia. Fue traído
al mundo por una comadrona que atendió a su madre.
El 4 de julio de 1891 Víctor Emilio Aquiles Estrada Sciacaluga fue bautizado en la Catedral de
Guayaquil por el canónigo cura Juan Ignacio Alvear. Figura en la partida de nacimiento como
hijo legítimo de Emilio Antonio Gerónimo Estrada Carmona y de María Victoria Pía Sciacaluga
de Estrada. Fue su padrino don Alberto Millet y su madrina doña Amalia Aubert viuda de
Sciacaluga.
Capítulo 3 – Niñez
Para Emilio no había sido fácil llegar a este punto de su vida, ya que había pasado por muchas
adversidades debido a sus convicciones políticas. Pero también había adquirido conocimientos y
experiencias que le eran útiles en su vida actual. Había aprendido a trabajar duro y bien para
traer el sustento al hogar, y había adquirido variados conocimientos que podían serle útiles,
desde cómo hacer buen pan, pasando por como apagar un incendio, ser soldado revolucionario,
periodista político, arquitecto e ingeniero práctico en construcciones, hasta pagador de nómina.
Ahora se encontraba en el puesto de Sub Administrador de la Empresa de Carros Urbanos, pero
descontento por los limitantes administrativos que él no podía alterar.
No tenemos una fecha exacta de llegada, pero en el año 1891 ya estaba en Guayaquil el
ingeniero Alberto Millet, que en los relatos de Víctor Emilio figura como Paul Millet. No
tenemos una explicación de la diferencia del nombre, al menos que se llamara Alberto Paul o
viceversa y usara él un nombre para asuntos oficiales, mientras era conocido por el otro. Él sería
bienvenido en el hogar de los Estrada Sciacaluga y pasó a ser otro residente de la amplia casa.
Emilio debe haber manifestado su inquietud sobre el trabajo en la Empresa a don Darío Morla
Mendoza, quien decidió darle la administración de la hacienda La María y su pequeño ingenio,
en Balao Grande.
La oferta fue aceptada por Emilio sin titubeos, pues seguramente representaba un aumento de
salario, y a mediados de 1892 partió a hacerse cargo de La María. Movilizarse a la hacienda no
era difícil, ya que el río Balao Grande tenía un puerto fluvial que se encontraba a poca distancia
de la casa. El transporte era, pues, principalmente a través de embarcaciones desde Guayaquil
hasta el puerto en la boca del río. No tomaba mucho tiempo si se utilizaban las mareas y era un
viaje bastante cómodo. Esa facilidad permitía a Emilio y su familia trasladarse con frecuencia
entre Guayaquil y la hacienda, pero durante algunos períodos Emilio trasladó a su esposa e hijo
a vivir con él en el ingenio.
Aunque no se lo menciona en los documentos del padre o del hijo, es posible que Emilio llevara
consigo al ingeniero Millet, para ayudar en la parte técnica del ingenio y las construcciones
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civiles, pues teniendo a mano un ingeniero calificado habría sido un desperdicio de talento
dejarlo en Guayaquil, buscando trabajo.
Emilio Estrada Carmona, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga y Victoria Sciacaluga Aubert a comienzos de 1892
Don Darío Morla era un filántropo y esa cualidad fue aplicada en el pueblo frente a la hacienda
La María, donde quiso construir un instituto para enseñanza agrícola.
El señor Morla lo dispuso y Emilio, muy posiblemente con la colaboración del ingeniero Millet,
diseñó y construyó el edificio que albergó al Instituto Agronómico Morla. Pero había un
inconveniente: El Instituto estaba al otro lado del río y se hizo necesario construir un puente
para salvar el obstáculo. Don Darío dispuso la construcción del puente y Emilio, posiblemente
otra vez con el concurso de Millet, diseñó y construyó un magnífico puente colgante que tenía
una luz de sesenta metros.
Estas mejoras técnicas y educativas pusieron a la hacienda La María y su pequeño ingenio a la
vanguardia tecnológica en los años que Emilio permaneció como Administrador.
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El magnífico edificio del Instituto Agronómico Morla, diseñado y construido frente a la hacienda La María por
Emilio Estrada Carmona entre 1892 y 1896
Esta imagen del frente es una plumilla, muy parecida en trazos a otros dibujos elaborados por Emilio
Luis Sciacaluga, ahora el “tío Luis”, iba a la hacienda de vez en cuando y una de las primeras y
agradables memorias de Víctor Emilio fue la de ir al puente de suspensión construido por su
padre en la cercanía del ingenio para dar de comer, con el tío Luis, a los pescados en el río.
Una historia del tiempo en el ingenio, que Víctor Emilio recordaba, sin duda se la relató su
madre cuando ya tenía mayor conciencia, pues el lujo de detalles que contenía era mucho más
vívido que el simple y apacible recuerdo con su tío Luis en el puente. Este episodio le causaba a
doña Victoria mucha angustia cuando lo recordaba, pero con el tiempo pasó a ser anecdótico.
Víctor Emilio, a su vez, lo contaba a sus hijos en las veladas de familia, así como su padre le
había contado sus aventuras. Veamos lo ocurrido: “Solamente un contacto con la política se le
ofrece (a Emilio) accidentalmente en esta época: Pedro Montero, su compañero de prisiones, al
cabo libertado, vuelve a ser perseguido y su cabeza puesta a precio (Luis Cordero era
presidente y José María Plácido Caamaño era Gobernador de Guayaquil). Montero llega a ‘La
María’ en pos de escondite. Mi padre recuerda que también él lo recibió de un carpintero, y no
puede ser menos. Montero se queda en la casa no obstante los riesgos y las tremendas
consecuencias que -si descubierto- comportaba el asilarlo. Previendo la delación y la
persecución, mi padre organiza un sistema defensivo: para llegar a la casa hay que pasar el Río
Tigrera y allí, en una casucha pajiza coloca dos peones de confianza, con caballos siempre
ensillados y con el encargo de picar espuelas cada vez que se avecine tropa o policía. Sus
peones llegan a ‘La María’ varias veces y otras tantas Montero, a su vez, monta a caballo y
vuela a la ‘huerta’ y a la montaña impenetrable para la soldadesca: cuando ésta llega a la casa
de la hacienda, solo encuentra la serena presencia de mi madre y a la distancia, mi padre,
indiferente, a caballo, dirigiendo aparentemente el trabajo; el perseguido no está, sin duda, en
esa hacienda. Pero pocos saben que allí está y que no anda solo: ante la desesperación
momentánea de mi madre, mi padre consiente que Montero me lleve -de 3 años de edad- en el
arzón de su montura, ‘para enseñarme a ser hombre’; tal es la confianza que tiene mi padre en
el ‘Tigre de Bulubulu’, y tal su empeño orgulloso de que el hijo se criase, hasta lo posible, a su
propia medida”.
Podemos imaginar estas veladas en la casa de La María: Emilio y Pedro Montero rememorando
sus proezas como revolucionarios, mientras doña Victoria escuchaba muy preocupada esos
relatos, pensando en el destino de su esposo y su hijo ante una situación política que era de gran
peligro para la familia. Víctor Emilio era muy pequeño aún para absorber las conversaciones de
los no tan viejos luchadores, pero el vínculo de amistad que se estrechó en esos días entre los
amigos, y el afecto del “Tigre de Bulubulu” hacia el pequeño, sería decisorio años después,
cuando el niño, ya un joven alto y delgado, se había convertido en soporte vital para el destino
político de su padre, y aún de los ideales liberales.
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Carta topográfica de la zona de Balao Grande a fines del Siglo XX. Aún se ve la hacienda María de Darío Morla, el río Balao
Grande, que a fines del Siglo XIX se conocía también como La Tigrera, y al otro lado del río el pueblo de Balao Grande hacia el
Sur y la hacienda San José, de Horacio Morla, hacia el Este. A la izquierda se ve el puerto y la boca del río que daba al Guayas.
Victoria pasaba la mayor parte del tiempo en la ciudad mientras Emilio trabajaba arduamente en
la hacienda y el ingenio, tomando breves descansos en Guayaquil.
En el período comprendido entre 1892 y 1896, tiempo durante el cual Emilio trabajó para don
Darío Morla en La María, ocurrieron dos acontecimientos familiares y uno político, todos ellos
importantes:
Muere Millet
En 1893 falleció en el hogar de los Estrada Sciacaluga el ingeniero Millet. Poco se conoce de él,
aparte de haber elaborado un plano de Guayaquil, pero el afecto que se le tuvo debe haber sido
grande y sincero, pues el ser acogido en el seno de un hogar y ser designado padrino de
bautismo del hijo primogénito va más allá de la gratitud que le debía Emilio al acogerlo en las
obras del Canal en Panamá. Solo en esta tierra, recayó en los Estrada Sciacaluga darle cristiana
sepultura como un miembro de su familia. Millet era claramente especial, pues recordemos que
con él vino también el ingeniero Coiret quien, sin embargo de haber sido también instrumental
en el trabajo de Emilio en Panamá, no recibió el privilegio de residencia en la casa familiar.
Nace Panchita
El otro acontecimiento fue uno totalmente feliz: El 21 de noviembre de 1894 nació María
Francisca Amalia Estrada Sciacaluga, a quien se conocería cariñosamente como “Panchita”. Sus
nombres honraban la memoria de la Virgen María, como acostumbraban en muchas familias de
la época, y los nombres de sus dos abuelas, doña Francisca Carmona y doña Amalia Aubert.
Triunfa la Revolución Liberal
Emilio no tomó parte activa o directa en el triunfo de la Revolución Liberal en junio de 1895. Es
posible que haya contribuido con sus artículos periodísticos anónimos a la agitación política,
pero siendo un hombre de palabra, tenía que cumplir las condiciones formales de la amnistía que
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le había permitido volver al país en 1889. Una vez posesionados los liberales del Gobierno
nacional y roto entonces por extinción el compromiso de abstención política, Emilio no buscó
posición gubernamental alguna, pero en respuesta a un pedido del Gral. Alfaro, ejerció
interinamente la Gobernación del Guayas por breve tiempo en 1895. Luego regresó al trabajo
que le daba el sustento para su hogar.
La familia hacia fines de 1895: Víctor Emilio, Emilio, Francisca Amalia y Victoria
Emilio toma una decisión un poco audaz
Víctor Emilio nos dice en la biografía de su padre: “Es dable pensar que, llegado a esta fase de
su vida, mi padre sintió la necesidad de expandirse. Después de haber pasado las lecciones y
experiencias que tenía ya en su acerbo personal, la administración de un ingenio, con la
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consiguiente soledad y el aislamiento, no podían significar para el hombre avezado a la lucha y
provisto de un buen bagaje práctico, la meta de vida ni el escenario para desenvolverla. La
necesidad de retornar a la ciudad debió sentirla en forma creciente y a ella fue en pos de una
ruta más elevada para su vuelo y para su propia imaginación”.
En realidad Víctor Emilio no conoció bien los motivos que llevaron a Emilio a dejar el trabajo
seguro en La María en 1896, ni contamos con una fecha exacta para esa decisión. Las palabras
que hemos citado de Víctor Emilio son ambiguas y realmente no esclarecen la situación, lo que
nos indica que el punto no fue tratado en los frecuentes diálogos entre el padre y el hijo.
Ciertamente, no hubo distanciamiento alguno con don Darío Morla Mendoza como dueño de la
hacienda, pues en poco tiempo veremos cómo, con uno de sus hermanos, le entregó un reto
administrativo de gran confianza.
El 8 de enero de 1896 Emilio recibió el nombramiento de Jefe Político de Guayaquil, pero no se
sabe si ocupó el cargo. Posiblemente no lo ocupó, pues los cargos públicos eran notoriamente
mal pagados y él necesitaba de un sueldo adecuado para mantener su hogar.
Es posible que no haya habido tal decisión de dejar el trabajo sino que haya sido forzada por las
circunstancias: Entre los primeros recuerdos de Víctor Emilio estaba el del Gran Incendio del 5
de octubre de 1896. Lo que recordaba, pues se grabó indeleblemente en su memoria infantil de
apenas 5 años, era la huida de la casa de 9 de octubre y Chanduy cuando el fuego se acercaba.
La familia entera se trasladó, con lo que pudieron cargar, a casa de algún pariente en la zona
fuera de peligro. La casa se quemó, pero Víctor Emilio no tenía en su recuerdo la imponente
figura de su padre en ese éxodo familiar, la que ciertamente habría sido notable; por lo tanto, es
posible que Emilio se hallara aún en La María. Una catástrofe como la ocurrida, no solo a su
familia sino a gran parte de la ciudad, motivaría a Emilio a venir tan pronto se enterara del
suceso. La noticia habría corrido hasta La María con la misma velocidad de las llamas y
posiblemente el reflejo del fuego en la atmósfera era visible en la hacienda, lo que habría dado
una alarma automática que habría puesto a Emilio en movimiento hacia Guayaquil.
Conocido ya como un hombre de acción eficiente y honestidad comprobada por su trabajo y
trayectoria, a Emilio lo nombra el Gobierno, el día 8 de octubre, miembro de la Comisión de
Socorros para los damnificados. Ni siquiera se consideró que él era también damnificado y que
podría existir un conflicto de interés. ¡Tan transparente era su reputación! Al recontar lo actuado
por esa Comisión, el hijo nos muestra lo que para él fue una lección de civismo -y prudencia:
“Lo que el Comité realizó en los días subsiguientes, probablemente es de aquellas obras que
carecen de oropeles y que, cumplidas en medio de una gran calamidad, pasan desapercibidas
en su detalle por la estadística y hasta por la simpatía pública. Fue una obra silenciosa, a
menudo discutida y controvertida, llena de ímprobo esfuerzo para equilibrar la contradicción,
el desorden, la desmoralización y para conciliar los elementos que se acopiaban, con la
necesidad privada que se acrecentaba o que, a momentos, se exageraba.
Se trataba de alimentar la población de toda una ciudad destruida materialmente, y esto en
momentos que las pasiones o la desesperación desencadenan todas las fuerzas negativas y
obstaculizadoras y cuando una necesidad no colmada a gusto total de cada individuo, era, a los
ojos de ese damnificado, no un abuso sino una defraudación: se debía dar de todo y a todos…
Pero el metódico y firme esfuerzo al cabo se impuso a las desmoralizadas gentes, y poco a poco
la calma fue propiciada por el reparto activo de víveres, telas, utensilios, bajo la agenciosa
vigilancia de los Comisionados y por su multiplicación personal para llegarse a todos los
rincones donde se podía prodigar un alivio. Este es un episodio de la vida de mi padre del que
poco recuerdo pudo quedar, por lo mismo que se trataba de una labor fugaz, señalada por y
para el olvido desde su primer momento. Sin embargo, la precaución que tuvieron él y sus
compañeros, de dar cuenta impresa a sus coterráneos y al Gobierno de cómo invirtieron el
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dinero o los víveres que recibieron en donación, permite recordar ahora con cifras, la magnitud
del esfuerzo y la calidad del resultado alcanzado…”.
Víctor Emilio nos da las cifras y hace comparativo de valor entre el año del incendio, en 1896, y
el año en que escribió la biografía de su padre, en 1942. El informe dio cuenta que se atendieron
cinco mil cuatrocientos setenta y dos damnificados, de una población aproximada de cincuenta
mil en ese entonces. Es importante anotar que la Comisión de Socorros, nombrada por el
Gobierno, no fue la única que actuó a favor de los damnificados. Otras fueron nombradas por la
Convención Nacional, el Municipio de Guayaquil y particulares. Hay que tomar en cuenta
además que muchas familias emigraron temporalmente mientras se reconstruía la ciudad.
La previsión de los comisionados de llevar una estricta contabilidad de lo actuado y luego la
rendición de cuentas a través de su informe publicado en un folleto impreso, aseguró que de ese
esfuerzo cívico, puro y cristalino, no se pudiera hacer una sola crítica negativa que fuera válida.
Críticas no faltaron, pero ellas solo fueron producto de la calumnia forjada por la envidia y la
maldad política, y fueron fácilmente desvirtuadas.
La lección para el hijo: No rehuir las obligaciones cívicas, llevar cuentas claras y mantener las
manos y la conciencia limpias.
Administrador de la Empresa de Carros Urbanos
El eficiente trabajo de Emilio en la Comisión de Socorros, sumado a lo demostrado ya en La
María como Administrador, motivó a los hermanos Morla Mendoza, como dijimos antes
influyentes accionistas de la Empresa de Carros Urbanos, a proponer al directorio de la
Empresa, destruida casi en su totalidad por el Gran Incendio, el designar a Emilio como
Administrador de la compañía, para reemplazar al anterior administrador, que falleció en el
ejercicio de su cargo, a poco del incendio.
El nombramiento le fue dado el 28 de noviembre de 1896. Nos dice su hijo: “La Empresa de
Carros quedó en ruinas, los carros quemados y los rieles retorcidos en las calles flanqueadas
por edificios carbonizados. La empresa, naturalmente, no existía y para revivirla solo se podía
pensar en un hombre capaz de crear una especie mercantil del Ave Fénix. (…) El haber
convertido esa ruina en el negocio más productivo y próspero de Guayaquil, (…) fue un
elemento que le dio campo de acción, y relieve definitivo a su reputación”.
El camino no sería fácil, pues el Directorio de la Empresa arrastraba las costumbres de la
antigua administración. Víctor Emilio nos narra las dificultades: “…Mi padre se da cuenta cabal
de que la vitalidad de una ciudad es función directa de sus facilidades de transporte y que éste,
es la fuerza determinante de su crecimiento. Desoyendo la crítica de los Directores que
descalifican sus proyectos, por dispendiosos y aleatorios, reorganiza primero el personal y el
material rodante de la empresa –que en adelante (con excepción de las ruedas) se construye en
Guayaquil, en el Taller propio que para la Empresa fundó mi padre: éste pide rieles y más
rieles al exterior, que los lanza en ‘líneas de circunvalación’ hasta las afueras de la ciudad,
donde no habían ya casas…”.
La Guía Histórica de Guayaquil nos da esta información a raíz del Gran Incendio: “Carros
Urbanos: Ha perdido esta empresa su estación en la Ciudad Vieja, su oficina y algunos carros.
Las líneas del norte han quedado un poco deterioradas, pero esto no es de gran significación.
El tráfico ha disminuido poco pues suple la falta de él hacia Las Peñas el aumento en las otras
líneas. El perjuicio lo estimamos en un 15% de su capital”.
Los dos relatos discrepan en algunos puntos, pero de acuerdo con el informe del Administrador,
presentado al Directorio en enero de 1897, es posible determinar que el daño fue, en efecto,
relativamente pequeño en relación al capital social. Los accionistas estuvieron dispuestos a
invertir en la recuperación de la Empresa y consiguieron a la persona idónea para lograrlo.
Para 1899 los talleres de la Empresa ganarían Medalla de Oro –Primer Premio– del “Grupo
Trigésimo Cuarto”, en la Exposición organizada por la Sociedad Filantrópica del Guayas en sus
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Bodas de Oro, “por su modelo de tranvía, construido en los Talleres de la Empresa”. Ese sería
un estímulo que motivó a la Empresa a continuar su expansión y mejorar el servicio.
Víctor Emilio nos relata orgullosamente que “Después de pocos años, los dividendos para los
accionistas eran de 20% anual y la cotización de las acciones de 220%”. ¡Estos resultados eran
ciertamente motivo de sano orgullo para el hijo del Administrador! Y consciente del resultado
de su trabajo, el Administrador se convirtió también en accionista de la Empresa. Víctor Emilio
agrega: “Es en ésta época, adquiriendo ya una independencia económica progresivamente
creciente, cuando su obra se puede desarrollar armoniosamente”. Y en efecto, así es. Desde ese
momento Emilio y su familia progresarían económicamente hasta que llegaría una inesperada
desgracia que descalabraría la economía familiar por algún tiempo; pero eso estaba en el futuro
distante. Luego de ese relato nos amplía: “No es así extraño que la Empresa de Carros y más
precisamente, la situación de respeto y buena voluntad general a que mi padre llegó en ese
cargo, le hayan servido como una especie de núcleo o centro vital de donde empezaron a partir
sus nuevas fórmulas de servicio a la ciudad. Así inició una actividad accesoria y aparentemente
contradictoria con la de la propia Empresa, como negocio de esta misma: empedrar calles, lo
que pudiera haber sido competencia para el acarreo de pasajeros en los carros. Pero esa
miopía nunca alcanzó a mi padre y siempre tuvo fe en que el progreso de la ciudad era el mejor
garante del progreso de la Empresa”. Y se anticipa en informarnos: “Cuando mi padre dejó la
Empresa de Carros Urbanos, un número respetable de calles estaban ya ‘empedradas’
toscamente, pero el lodazal invernal expulsado de ellas”. Este relato trae otra lección bien
aprendida, esta vez en el campo de los negocios. El hijo practicaría los mismos principios y
derivaría las mismas satisfacciones cuando era ya gerente experimentado de una importante
empresa.
Nace María Luisa, casa nueva y muere la abuela Amalia
La avenida 9 de Octubre,
intersección con la calle
Chanduy (actual García
Avilés), en diciembre de
1911.
De derecha a izquierda: El
edificio de la Sociedad
Filantrópica del Guayas, que
se salvó providencialmente de
desaparecer en el Incendio
Grande de 1896. Luego, la
calle Chanduy, la casa
esquinera de los Bejarano y
enseguida la casa de dos pisos
altos de los Estrada
Sciacaluga. La siguiente casa
a la izquierda, de un piso alto,
perteneció a Luis Sciacaluga
Aubert.
Emilio había comprado el
terreno en 1880.
El año 1897 sería uno de felicidad y de tristeza. El 6 de agosto nació María Luisa, la menor de
los Estrada Sciacaluga, lo que trajo gran regocijo para la familia. Sus nombres los recibió en
honor de sus tíos María y Luis.
Esa felicidad se acrecentó porque la familia estrenó casa nueva, en el mismo terreno donde
había estado la anterior que se perdió en el Gran Incendio. No tenemos una descripción del
interior de la casa, ni nos indican los relatos o documentos qué diferencias tenía la casa nueva de
la vieja, pero en las imágenes del exterior hacia 9 de Octubre se aprecia una casa amplia de dos
pisos altos, bastante similar a otras del barrio y con paredes de caña recubierta en partes.
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Pero la felicidad del hogar se vio afectada en pocos meses, cuando el primero de octubre falleció
doña Amalia Aubert Muss, la madre y abuela adorada. Con ella se fueron los últimos nexos con
la generación anterior y la familia entró en otra etapa, en la cual los “mayores” eran los padres.
La política comienza a ejercer su influjo y a demandar su tiempo
Vimos ya, que luego del triunfo de la Revolución Liberal, Emilio aceptó brevemente, en 1895,
ejercer el cargo de Gobernador interino de la Provincia del Guayas; y que tan pronto como pudo
desembarazarse del cargo, regresó a La María, a continuar sus labores productivas.
Desde su retorno a Guayaquil, en 1896, sus amigos políticos, ahora ya identificados claramente
como liberales radicales y en el poder, comenzaron a ofrecer a Emilio cargos públicos. Aceptó
gustoso la carga de la Comisión de Socorros luego del Incendio, que siendo un nombramiento
político, fue estrictamente cívico. Enseguida le ofrecieron la administración del muelle fiscal,
cargo que rechazó. En 1897 aceptó ser Jurado Principal de Imprenta, pues siendo un cargo ad-
honorem, lo pudo ejercer sin que afectara su verdadero trabajo, en la Empresa de Carros
Urbanos, que era el empleo que le producía los ingresos que utilizaba para el sostenimiento de
su hogar, y el poco esparcimiento del que gozaban, como desayunar fuera de casa.
A Emilio nunca le gustaron los empleos públicos, pues desde siempre habían estado asociados
con enriquecimiento ilícito, algo que él nunca toleró ni aceptó.
La familia en 1898. Víctor Emilio, Emilio, María Luisa, Victoria y Francisca Amalia
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El Gral. Alfaro, con quien la amistad se había profundizado desde las luchas de 1883 y 1884,
quería a toda costa tener a Emilio en su gobierno y por ello era insistente en que aceptara cargos
políticos. Le hacía ofrecer varias posiciones, pero Emilio las rechazaba por la simple razón de
que necesitaba trabajar para recibir un sueldo adecuado para mantener su hogar, y en cargo
público el sueldo sería insuficiente. Quedaba implícito en las ofertas que podía ejercer los cargos
a discreción, para incrementar sus ingresos, pero tal posibilidad era tajantemente rechazada por
Emilio, al punto de causar fricciones con políticos que, no conociéndolo bien, le traían ofertas
del Gral. Alfaro y lo presionaban con insinuaciones para aceptarlas.
El Gral. Alfaro había designado Gobernador del Guayas a don Ignacio Robles Santistevan,
quien había sido uno de los líderes de la Revolución del 5 de Junio de 1895. En abril de 1898 el
hermano de don Eloy, coronel José Luis, quiso abusar de su posición como pariente del
Presidente Constitucional, pero el gobernador Robles lo impidió. José Luis, abusivo y
prepotente, ordenó la prisión del Gobernador, lo que causó un cisma entre los liberales radicales
de Guayaquil, pues no era aceptable que se estuviera regresando a los abusos y arbitrariedades
contra los cuales habían luchado. Emilio tuvo que intervenir personalmente ante el Presidente
para lograr la libertad del Gobernador. Tal acto de desacato a la autoridad legal, por capricho de
un hermano del Presidente que se ufanaba de su poder ilegítimo, afectó gravemente la
credibilidad en la entereza del liberalismo radical. Don Emilio fue crítico franco de don Eloy,
pero su amistad no fue afectada. Este episodio está relatado completo en Vida de un Hombre.
Aversión por los cargos públicos
Para el Congreso Extraordinario de 1898 el Gral. Alfaro necesitaba contar con suficientes
senadores y diputados liberales y Emilio fue candidatizado sin consultarle.
Cuando se enteró, rechazó esas nominaciones ante las autoridades competentes, tal como lo cita
su hijo en la biografía de su padre: “Perjuicios que amigos quieren hacerme separándome de
mis trabajos en los que gano vida deben hacerlos a patriotas tipo (aquí un nombre que debo
suprimir) que sirven para todo y de todo aprovechan. Yo insistiré excusa ante cámara”. Pero la
presión del líder forzó a esas autoridades a desoír las protestas del renuente nominado. Electo
como Senador suplente por el Azuay y Diputado principal por el Guayas, no le quedó otra
alternativa que asistir, de mala gana, al Congreso Extraordinario que se inició el 12 de octubre y
se reunió irregularmente en varias sesiones que terminaron el 9 de noviembre. Tan pronto como
terminó esa agitación, Emilio regresó a su trabajo y trató de mantener distancia con sus ex
compañeros de lucha política.
Esta aversión del padre por los cargos públicos sería transmitida al hijo, quien flaqueó unas
veces ante la tentación de la política en su juventud, pero desilusionado al igual que su padre, no
tardó en poner en práctica la distancia de los cargos públicos, cediendo solo excepcionalmente,
cuando el llamado cívico se hizo ineludible.
Eloy no permitiría que Emilio se le distancie, pues sabía que era uno de los pocos amigos y
políticos que estaba dispuesto a decirle al Presidente las cosas como eran. No los había muchos
con acceso irrestricto al Presidente, que estuvieran dispuestos a arriesgar sus posiciones de
privilegio por decirle al gobernante algo que le pudiera desagradar. A Emilio no le importaban
los cargos políticos y por ello, sumado a la sincera simpatía y afecto que sentía por el Caudillo y
amigo, no tenía recato para cantarle las cosas claras, aunque estaba consciente de que a fin de
cuentas, don Eloy haría lo que quería y no necesariamente lo que su amigo le sugería.
A Emilio, a pesar del aprecio que sentía por la familia Alfaro en general, le molestaba la actitud
de los hermanos y algunos sobrinos del Presidente. Estaba consciente de los abusos de poder
que perpetraban y, como vimos en el caso del Gobernador del Guayas, se lo decía al Presidente
y lo combatía abiertamente. Pero Eloy no encontraba la manera de controlar los abusos de poder
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de su familia. Esta característica de debilidad ética por parte de los Alfaro, sería manifiesta en
todos los períodos administrativos del General, para merma de su imagen como gobernante.
En 1899 se repitió otra vez lo de nominarlo sin consultarle y otra vez salió electo como diputado
por el Guayas para un nuevo Congreso Extraordinario. Pero esta vez no hizo gestión alguna de
protesta, pues sabía que sería inútil reclamar. Asistió a este Congreso y fue Vicepresidente de la
Cámara de Diputados en el segundo Congreso Extraordinario de ese año.
Emilio estaba sumamente ocupado con su trabajo en la Empresa de Carros Urbanos y dos cargos
ad-honorem que había aceptado por razones puramente cívicas: El de miembro suplente de la
Junta de Canalización de Guayaquil y el de comisionado de construcción de la Aduana de
Guayaquil. Con eso, y su familia, tenía suficiente para estar ocupado a tiempo completo y no
tenía inclinación alguna a perder su tiempo en asuntos políticos.
Las finanzas públicas – La Sociedad de Crédito Público
En marzo de 1899 se presentó una situación preocupante: Las finanzas públicas estaban en
descalabro. El Gobierno estaba pensando en un empréstito forzoso, lo que acabaría con la
confianza del sector privado en el liberalismo radical.
Preocupado por esta situación, que causaría un revés para la causa liberal, Emilio reunió un
grupo de amigos empresarios y banqueros, entre quienes estaban Ignacio Casimiro Roca,
Horacio Morla Mendoza y Pedro Gualberto Córdova, y sugirió una forma para resolver el
problema, al menos de manera temporal. Víctor Emilio nos relata este episodio: “…les sugirió la
forma de obviar la dificultad: organizar una corporación privada que administrara ciertos
impuestos con mayor eficiencia, y le prestara su capital al Gobierno con tal garantía de
reembolso. La oferta fue hecha y como conciliaba la necesidad con la conveniencia general, la
Sociedad de Crédito Público con mi padre como Vice-Presidente primero y luego como
Presidente prestó $1.000.000 al Fisco y tomó a su cargo la administración de las sales,
tabacos, timbres y alcoholes, con un éxito tan considerable para el Fisco como modesto para
sus accionistas, que su organización sirvió de modelo para que, años después, el Estado -y otro
Gobierno- se sintieran inclinados a reasumir la recaudación directa, solo para caer otra vez en
el desorden e improductividad tradicionales, factores que nuevamente reprodujeron, al correr
del tiempo, la necesidad de volver a dar su administración a la Empresa privada (Compañía
Ecuatoriana de Estancos) que la organizó en forma cabal, y en la que al autor (Víctor Emilio)
le tocó participar”.
Por supuesto, esta iniciativa, que tenía la intención de solventar el problema fiscal sin que sufra
el proyecto político, tuvo detractores aún dentro del mismo liberalismo, que la consideró, en
palabras de don Lizardo García Sorroza, según Víctor Emilio, “apasionado y violento en sus
honradeces”, como una nueva “Argolla”, rememorando la de Caamaño.
El Estado se benefició del negocio, pero los accionistas salieron perjudicados económicamente y
en su honor. Citamos a Emilio: “El resultado económico, si muy bueno para el fisco que vio
aumentadas las rentas administradas por la Sociedad, fue muy malo para los accionistas, los
que aparte de un interés de 8% recibieron en un año una utilidad ruin, y en los demás un
cúmulo de sospechas que hoy disipa el siguiente laudo”. El ataque de los mismos liberales fue
tan virulento que la Compañía tuvo que recurrir a un laudo arbitral, que luego de ejecutado dio
la razón, en lo substancial, a la Compañía, frente a las acusaciones demostradas como
exageradas, sino falsas. En pocos montos el laudo fue adverso a la compañía y ésta cumplió su
obligación al respecto. Emilio dejó sentada su opinión sobre este hecho: “Obligación moral
tenía yo, pero no legal, de aceptar esa forma de juicio, porque habiendo pesado sobre la
Sociedad de Crédito Público, cargos de suma gravedad, era más propio que la honorabilidad y
la pericia ventilaran los disputados derechos antes que exponerlos a las triquiñuelas y
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suspicacias de que es contingente todo juicio ordinario, por honorables que sean los jueces,
obligados a proceder con los elementos no siempre sanos que les proporcionan las partes”.
En ningún momento los accionistas pretendieron que la empresa sería una de beneficencia. El
objetivo fue que tanto el Estado como la Empresa obtuvieran beneficios. Esto se logró con
mayor beneficio para el Estado y menor (“muy malo”, según Emilio) para los accionistas.
Lo ocurrido con la Sociedad de Crédito Público ya había sucedido anteriormente en algunas
ocasiones en que había intervenido la iniciativa privada, pues ésta no era la primera vez que el
Gobierno de turno manejaba mal los estancos, y no sería la última. Don Emilio y su hijo, con
algunos amigos, serían reincidentes años después en tratar de ayudar al fisco, y nuevamente
serían decepcionados por el resultado.
La educación del hijo
Víctor Emilio había comenzado su educación formal de primeras letras en 1896 o 97, a cargo de
la profesora Julia García Noé, de quien él siempre guardó los mejores recuerdos. En su memoria
él no tenía muy claro si la profesora García le daba clases particulares en su casa, en la calle del
Arzobispo, o si era en el colegio de San Agustín. En todo caso, el niño recibía educación formal
como cualquier otro de su edad y la profesora García quedó impregnada en su recuerdo como su
primera maestra, quien le enseñó la destreza más importante para él: Aprender a leer. Víctor
Emilio no menciona haber asistido luego de 1897 al colegio de San Agustín y sus notas
personales recién retoman el tema de sus estudios cuando ingresa al colegio San Vicente, en
1900.
El aprendizaje de la lectura fue para él, como para todo niño inteligente y ávido de
conocimientos, la apertura de una puerta al mundo exterior. De simple escucha de cuentos
infantiles y anécdotas familiares, pudo pasar a escoger su lectura y profundizar en los temas que
le interesaban. En la casa familiar tenían una nutrida biblioteca acumulada por su padre, gran
lector de temas prácticos, la que debe haber desaparecido en el Incendio Grande; pero Emilio se
encargó de reabastecer los títulos que consideraba necesarios e imprescindibles, y de proveer al
niño de material adecuado para su edad, de tal manera que nunca le faltara material de lectura.
Por 1899 el hijo, ya de ocho años, comenzó a tomar conciencia de quien era su padre. Los actos
de su progenitor, que los vivía día a día, iban aclarándose en el cerebro del niño, que oía lo que
su padre decía y luego lo veía puesto en práctica. No había mejor escuela para el niño que la de
su propia casa, materializada en los relatos de su padre y de su madre, que cada vez eran más
comprensibles para él, y al entenderlos mejor, la imagen de sus padres crecía en magnitud – y
afecto.
La vida en el hogar
Víctor Emilio, en la biografía que escribió de su padre, nos da una idea de la importancia de los
relatos paternales en sus recuerdos hogareños y luego en su vida adulta: “…el rectilíneo
carácter, la anecdótica vida de mi padre - a menudo narrada por él mismo en las dulces
veladas de mi primer hogar podrán así servir para sus coterráneos cual ya sirvió para mí, como
un acicate que, presidiendo mi propia vida, fue y es la clave que me ha permitido sobrellevar,
en otra clase de terreno, pero luchando con similares perversidades, las penalidades inherentes
a todo lo trascendental y constructivo, y servir así, en escenario diferente, pero también útil, a
mis compatriotas…”.
Uno de esos relatos de Emilio era de sus años mozos: “Refería mi padre en sus veladas
hogareñas, el caso en el cual había descendido solo al fondo de uno de aquellos tradicionales
pozos contra incendio, localizados en las bocacalles del antiguo Guayaquil, para salvar a un
hombre que había caído allí y se ahogaba. Otra ocasión detuvo a un ladrón que corría a gran
velocidad, con la presión de sus fornidos brazos que atenazaron al hombre, mientras llegaba la
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policía”. Para un niño apenas consciente de la realidad, esas proezas de su padre eran heroicas.
Y más aún si sumamos a ellas las de su época de Chapulo, su encarcelamiento político, su
trabajo en Panamá, su retorno a la tierra natal, su trabajo tesonero en La María y luego el trabajo
voluntario en los grandes incendios y otros tantos que Emilio desempeñó.
Pero el ejemplo del padre no era el único. Las anécdotas de la madre: La pobreza en que
vivieron luego de fallecido su padre, el capitán Sciacaluga; el sufrimiento por el temor político
en la época pre-liberal; la pérdida de la vivienda en el Gran Incendio; y, otras olvidadas ya en el
tiempo, deben haber complementado las historias épicas familiares, a las que ella añadía el
toque femenino que daba el amor y calor del regazo materno.
Emilio Estrada Carmona con su hijo Víctor Emilio, por 1899
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Como todo niño, adoraba a su madre, y los más dulces recuerdos de su niñez eran los de su
mamá confortándolo cuando enfermo y consolándolo cuando atemorizado en las noches
oscuras. Doña Victoria era una mujer muy cariñosa, a pesar de la impresión que pueda tener
quien vea sus fotografías, en las que aparece con rostro adusto.
En las cartas que cruzaron entre ellos veremos, más adelante, a una madre y a un hijo que
sentían un profundo amor y afecto el uno por el otro.
Victoria debe haber sido una mujer muy especial, pues comandó el cariño de un hombre como
Emilio, que había sufrido muchos golpes emocionales en la vida y no se abría así nomás a la
intimidad con otras personas.
Víctor Emilio era un niño delgado y algo enfermizo. Una vecina pocos años mayor a él, Rosita
Offner, quien acudía a casa de los Estrada Sciacaluga a tocar el piano, relató al autor, hace
algunos años, que “Emilito era tosigoso”, y por ello le daban con frecuencia leche de burra, que
era considerada en esa época como remedio natural para ese mal.
Doña Rosita Offner Sánchez, luego de Palacios, compartía con frecuencia las veladas familiares
de los Estrada Sciacaluga. Recordaba la imponente figura de Emilio y al pequeño Víctor Emilio
y las niñas. Las veladas, tal cual relató al autor, eran muy similares a las de otros hogares de la
época: La familia y los amigos íntimos reunidos en la sala de la casa en animada tertulia, en la
cual se contaban y recontaban las anécdotas de los integrantes de la familia y los amigos; en la
que también se trataban los temas políticos del momento y, como en el presente, se emitían
opiniones y transmitían los chismes escuchados y cuentos inventados. La tarde se convertía en
noche y los visitantes se iban cada uno a sus casas. La familia quedaba entonces en la intimidad
para cenar y luego ir temprano al reposo.
Un mensaje que se repetía en los relatos de esas veladas era el de gratitud. Emilio no podía
olvidar la ayuda que había recibido en los momentos de mayor dolor emocional y físico. Repetía
su gratitud hacia su amigo Lisímaco Guzmán Garrido, quien lo había ayudado al morir su madre
y luego de su fuga de prisión, a pesar del peligro político que corría, y peor como inmigrante
colombiano que era. Tampoco podía olvidar a doña Mercedes Monsalve de Plata, quien le dio
albergue en su casa cuando era perseguido, a pesar de ser pariente cercana del presidente
Caamaño, el persecutor. Ni podía olvidar al Sr. Cartwright, agente de la Compañía Inglesa de
Vapores, ni al ya anciano capitán Geo Chambers, comandante de la nave en que fugó. Pero a
quien siempre recordaba con especial gratitud, era al humilde y anónimo carpintero que le dio
refugio los primeros días, luego de fugado de la cárcel política.
Esa gratitud hacia quienes ayudaron al prójimo en sus peores momentos de infortunio, repetida
con frecuencia, se fue grabando como un deber en el carácter y la personalidad del hijo.
Los hijos estaban conscientes de la influencia que los duros acontecimientos de los primeros
años de vida tuvieron sobre la personalidad y el carácter de sus padres, y estaban igualmente
conscientes de que ellos vivían una niñez privilegiada, al contar con un hogar estable y seguro.
Un autor influyente
Los años 1890 fueron influenciados por la “Era Victoriana” en cuanto a los valores éticos y
morales que se practicaban durante el reinado de Victoria, en Gran Bretaña. Esa influencia se
regó por todo el planeta y, por supuesto, también llegó al Ecuador. Los valores que se
pregonaban para la formación del carácter, eran practicados por unos e ignorados por otros.
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En esa época, como en todas, había escritores que promovían activamente los valores éticos y
morales para tratar de lograr una vida mejor. Se creía que si todos vivían de acuerdo con esos
valores, se podría alcanzar una sociedad perfecta. Por supuesto, aquello quedaba, por lo general,
en buenas intenciones ya que eran menos los que vivían virtuosamente y muchos más los que no
lo hacían.
En la casa de los Estrada Sciacaluga había, entre los de otros autores, un libro de cabecera que
era consultado con frecuencia por los padres y luego, por costumbre, por los hijos: “El
Carácter”, de Samuel Smiles. Emilio tenía además las otras obras de Smiles, como “Auto-
Ayuda, con ilustraciones de Carácter y Conducta” y “Auto-Ayuda”, en otra versión, que en su
tercer capítulo daba mayor énfasis a las biografías de artesanos de la cerámica, como Palissy,
Bottgher y Wedgewood.
Bernard de Palissy, un francés, era, según Víctor Emilio, una especie de héroe para su padre,
pues había perfeccionado el proceso de hacer porcelana esmaltada fina, aprendiendo como
autodidacta. La perseverancia practicada por Palissy sería aplicada por Emilio pocos años
después en los productos de su fábrica de mosaicos, así como en varios esfuerzos por fabricar
cemento natural.
También se leían con frecuencia las cartas de Lord Chesterfield a su hijo, que pregonaban las
virtudes victorianas que debían practicar los jóvenes. Vale mencionar que, en el caso de los
Chesterfield, las cartas sirvieron de poco para el hijo, pues no practicó lo transmitido por el
padre, no así en el caso de los Estrada Sciacaluga.
Estos libros eran de gran influencia en la conducta de la familia. No solo leían sino que
practicaban las enseñanzas de Smiles. Cuando pequeños, los padres les leían los capítulos de
esos libros en las veladas familiares. Cuando ya mayores, los hijos los consultaban libremente.
“El Carácter” fue un libro que Víctor Emilio eventualmente regaló a sus hijos, con la esperanza
de que sacaran de él las enseñanzas que su padre, su madre, sus hermanas y él habían aplicado
para llevar una vida virtuosa, en la medida que como seres humanos podían hacerlo.
Ya adulto, Víctor Emilio pudo articular en pocas palabras la imagen que se había formado de su
padre: “El exterior, áspero sólo en apariencia, de mi padre, era un aspecto inevitablemente
condicionado por las terribles experiencias que caracterizaron el período inicial de su vida
activa. Un hombre que había pasado dos años martirizantes en la prisión, que había vivido toda
una vida en las pocas semanas que como fieras se batían o eran a su vez cazados en las selvas
de Palenque, que había debido sobrellevar los íntimos y, por la mano de sus enemigos,
redoblados infortunios que he relatado ya, que no había visto morir y le fue negado besar la
muerta esposa, y que tuvo que llevar a cuestas el cadáver de su madre, ese hombre que sufrió la
gama entera del dolor, no podía ciertamente, ofrecer un continente externo de dulzura o
atracción. El milagro que pudimos constatar sus hijos y a veces sus amigos, fue que su interior
tenía más de bondades y de amores que de la adustez de su faz.
Ocioso sería que el hijo relatara la acuciosidad paternal que fue formando y labrando la
personalidad de los retoños, o el cariño del esposo que en íntima comunión con su compañera,
nunca falló en el cabal deber hogareño.
Eran aquellos modelos de patriarcales tiempos en que el hijo salía del colegio a buscar al
padre en pos de útil conversación y permanente ejemplo, y de la mano regresar a la casa,
oyendo y palpando las lecciones de esa irreemplazable compañía, con la cual experiencias y
amistades del padre se transmitían al hijo, gracias a esa continua adherencia del tronco y de la
rama en el devenir del tiempo: escuela que me dio más sensaciones de vida y más reflexiones de
alma, que todo lo que en los bancos del Vicente Rocafuerte logré asimilar”.
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El primer incendio del Colegio San Vicente
El 27 de noviembre de 1899 se dio un incendio en Guayaquil que destruyó la manzana
comprendida entre las actuales calles Aguirre, Pedro Carbo, Chile y Clemente Ballén. Entre los
edificios que se quemaron estaba el colegio San Vicente. Para Emilio, la pérdida de ese centro
educacional, donde había recibido su breve educación formal, fue un golpe, pues su hijo estaba
por ingresar a estudiar en él. Tal vez eso lo motivó a tomar a cargo suyo la reconstrucción del
colegio, pero visualizándolo grandemente mejorado.
No perdió el tiempo. Gracias a su amistad con el general Alfaro, consiguió la autoridad
necesaria, como motor de la Junta Reconstructora, para proceder de la forma más expedita.
El nuevo edificio del Colegio Vicente Rocafuerte en construcción, en 1901, visto desde las actuales calles Clemente Ballén y Chimborazo. En esta imagen, vemos a uno de los cuerpos militares en un ejercicio. A la izquierda podemos ver a un soldado llevando la bandera liberal.
Así, para agosto de 1901, apenas un año y ocho meses después de iniciada la obra, se
inauguraba un magnífico edificio de tres pisos. El colegio también inauguró un nuevo nombre.
Conocido desde su fundación como Colegio San Vicente, las autoridades decidieron honrar a su
fundador cambiándole el nombre a Colegio Nacional Vicente Rocafuerte.
En la ceremonia de inauguración se honró y premió a Emilio por su incansable labor, y al
momento de dar el agradecimiento por los honores recibidos, el padre pidió al hijo, de apenas
diez años y estudiante del segundo año de humanidades, que leyera su discurso ante el público
presente. Este gesto de su padre jamás fue olvidado por el hijo.
Un relato de prensa de ese evento, no refleja este detalle sobre quien leyó el discurso.
Se reconocen trabajos del padre
En la exposición que organizó la Sociedad Filantrópica del Guayas, a fines de 1899, con motivo
de sus bodas de oro, se otorgaron algunos premios en varias categorías. Emilio ganó dos
medallas: Una de plata, como segundo premio por el “plano de un puente colgante”, que bien
puede ser el de La María, aunque se indica que era sobre el río Yaguachi; y una de oro: Por la
Empresa de Carros Urbanos, por “un carro tranvía, trabajado en los Talleres de la Empresa,
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por carpinteros del país y con el plano del Sr. Emilio Estrada”. Como era de esperarse, esos
premios fueron motivo de orgullo familiar.
El edificio del colegio Vicente Rocafuerte construido por la Junta Reconstructora, liderada por Emilio Estrada Carmona.
Fue inaugurado el 10 de agosto de 1901 y se quemó el 16 de julio de 1902. Esta vista es desde la actual calle Pedro Carbo.
Víctor Emilio va al San Vicente
A pesar de mencionárselo, no hay evidencias de que asistiera al colegio de San Agustín a recibir
su educación elemental, aunque esa asistencia sería consistente con la forma en que Emilio
criaba a sus hijos. La información de su educación con la profesora García es incompleta.
Pero en el archivo de Víctor Emilio sí está su matrícula del primer año de humanidades en el
colegio San Vicente, en abril de 1900. Obviamente el colegio se encontraba entonces en un local
provisional, pues el nuevo edificio estaba en construcción. En enero de 1901 el certificado de
exámenes de ese primer año nos indica que el examen sobre todas las materias que rindió Víctor
Emilio ante el jurado, dio como resultado la nota de “muy sobresaliente”.
El mes de marzo de 1901 fue matriculado para el segundo año de humanidades.
Otra vez la política – Candidatura presidencial
Hacia fines de 1900 la política se volvió a agitar, pues pronto llegaría a su término el período
constitucional de don Eloy Alfaro y se necesitaba presentar un candidato liberal radical a la
presidencia de la república.
Emilio fue candidatizado y además fue electo como diputado para el Congreso de 1900 y Víctor
Emilio recordaba la partida de su padre a participar en él: “…el General Alfaro consideró
seriamente el nombre de mi padre como su sucesor. Pudo rehuir fácilmente la tentadora oferta,
gracias a que mi madre, prevenida por acucioso amigo, le puso un telegrama lleno de ansiosa
ternura y apremiante ruego para que no cambiase su paz hogareña por la extenuante vida de la
política nacional, que mi madre conocía en el doloroso pasado de su esposo. Ese faro que
siempre irradió buen sentido y dulce consejo, le reveló en 1900, el escollo sobre el cual la
política lo lanzaba”.
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Añade Víctor Emilio información complementaria a la decisión: “Por otra parte, feliz
contradicción, mi padre había visto formarse ya desde entonces, el usual núcleo de resistencia
que produce las actividades de un hombre en permanente contacto con diversos intereses
políticos y económicos, siempre encontrados (…) su primera candidatura presidencial en 1900,
tropezó a poco de presentarse por un grupo de amigos, con lo que se designa en esos
manuscritos como ‘generalizada oposición en Guayaquil’. Esta generalización, por cierto,
significaba en esa época la de los grupos políticos opuestos y no por cierto, la opinión general
de la ciudad. Así, entre este escollo y el que mi buena madre levantó, la candidatura no pudo
formalizarse y quedó enterrada poco después de nacer. (…) ojalá ese entierro hubiese sido
definitivo y la idea no hubiese resurgido diez años después”.
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Parte 3° 1901 - 1910
“Cuando el padre ejerce una influencia grande sobre el hijo y
éste corresponde y la acepta, no se puede tratar la vida del
uno independientemente de la del otro. Mientras los dos vivan,
sus vidas están ligadas en todos sus actos”.
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Capítulo 4 – Educación y adolescencia
Continúan los años colegiales
El certificado de calificaciones y asistencia al finalizar el segundo año de humanidades, 1901-
1902, no fue muy halagador. Víctor Emilio obtuvo las calificaciones de “regular” en conducta y
“satisfactoria” en aprovechamiento, como promedio de todas las materias. También quedaron
asentadas faltas irregulares a clases, que no serían necesariamente por enfermedad. Sin embargo,
el acta de exámenes, firmada por el rector y los profesores, da una nota promedio de “muy
sobresaliente”, lo cual parecería contradictorio con el certificado de calificaciones.
Esa diferencia tal vez se explica por la conducta “regular”, lo que nos indica que el niño era
inquieto en clase y tal vez aparentemente no prestaba atención a sus maestros, mientras sí
asimilaba lo que le enseñaban.
La familia en 1902: Víctor Emilio, María Luisa, Victoria, Emilio y Francisca Amalia
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En el acta de exámenes consta el listado de maestros del niño: Adolfo Fassio, Juan de Dios
Martínez Mera, M. de J. Baquerizo Noboa, Miguel A. Montalvo, Rafael Piedrahita, T. G. Sáenz
de Tejada, Carlos E. Intriago, J. F. Intriago, y A. B. Reina. Firman también el acta Juan Gómez
Rendón, como Rector, y Rafael Rivas V., Secretario.
En marzo de 1902 fue matriculado en el tercer año de humanidades, para el período de 1902-
1903.
El 16 de julio de ese año, un nuevo incendio destruyó el magnífico edificio del colegio que
había sido inaugurado hacía menos de un año. El colegio nuevamente pasó a un local
provisional mientras se construía un nuevo edificio.
En este año la memoria del niño fue marcada por el incendio del colegio. Su padre, desesperado
por salvar el edificio que con tanto empeño había construido, se vio impotente ante el avance de
las llamas. Lo único que pudo salvar fueron dos lámparas que adornaban el inicio de las
escaleras. Esas lámparas fueron conservadas por él y luego por su hijo durante años, ocupando
lugar preferencial en las casas de ambos.
Sus notas generales en este año fueron buena para conducta y buena para aprovechamiento.
La amistad de Emilio con el Gral. Eloy Alfaro
Terminado su primer período constitucional, el general Alfaro no se alejó de la política, pues era
el Caudillo indiscutible del liberalismo. La amistad con Emilio continuó imperturbable.
Tampoco descuidó los trabajos del ferrocarril, pues la compañía de Harman estaba trabajando
activamente. Para 1902 las paralelas habían llegado hasta Huigra y Harman invitó a don Eloy,
con algunos miembros de su familia y amigos a realizar un recorrido hasta el campamento en
esa población. A continuación vemos una fotografía en que está el general Alfaro sentado al
lado de Archer Harman y atrás, Emilio, recostado en un poste de la casa. Pedro Montero está a
la izquierda de Emilio. Entre los niños está Víctor Emilio, señalado con sus iniciales.
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Perito por ambas partes
Un acontecimiento ocurrido a finales de 1902 nos da una idea de la valía del honor en aquella
época y la opinión que se tenía de Emilio, quien ya era conocido por sus habilidades prácticas en
la construcción. Fue designado como perito por ambas partes en la entrega de una importante
obra para Guayaquil. Nuevamente, Víctor Emilio nos relata esa historia en la biografía de su
padre: “Mi padre no era ingeniero ni había hecho estudios de tal. Había aprendido
experimentalmente algo de construcciones durante su destierro en Panamá, pero nada más. Sin
embargo, cuando después de un fuerte temblor fue menester reconstruir, y de paso ampliar, los
primitivos aljibes del agua potable en el cerro de Santa Ana, nada menos que el Municipio de
Guayaquil encontró que la persona adecuada para examinar la obra y poner el visto-bueno
para su recepción, era don Emilio Estrada, y no un ingeniero”. Víctor Emilio insertó la nota del
Municipio, pero para efectos de este trabajo no es necesario citarla. Lo interesante es lo que vino
después: “El segundo aspecto demostrativo de la respetabilidad que rodeaba su figura, es que
la otra parte, o sea el señor Ramón Papaseit, contratista de los aljibes, cuando sabe que el
Concejo había designado a mi padre, lo designa él también por su parte, al día siguiente 10 de
diciembre, a fin de ‘que no haya entorpecimiento’. (…) Qué tiempos y qué hombres aquellos!
Qué juego tan limpio y tan digno! Y los aljibes recibidos con su informe favorable, todavía
existen, no se han rajado, han resistido al tiempo”.
Esto fue escrito por Víctor Emilio en 1942. El autor de esta obra, que la escribe en 2015, puede
decir que aquellos aljibes continúan dando el servicio para el cual fueron construidos. Siguen sin
rajarse y continúan resistiendo al tiempo, luego de 113 años.
Arquitecto sin título
Las habilidades de Emilio como dibujante y artista eran considerables. Se conocen algunas
plumillas de él y en 1900 había recibido una mención en la Exposición Universal en París, por
una pintura al óleo, de un paisaje tropical. Hemos visto que dibujó la fachada del Instituto
Agronómico Morla y recibió premios de la Sociedad Filantrópica del Guayas por los planos de
un puente colgante y los de un carro urbano. También había realizado el trazado arquitectónico
del primer edificio del colegio Vicente Rocafuerte.
En 1903 encontramos que el Rector de la Universidad de Guayaquil, don Julián Coronel, le
agradece por el servicio prestado a la “Universidad, delineando y obsequiándole un plano que
sirva de base para la construcción del edificio que va á levantarse”. ¡Qué ejemplo para el hijo!
Sin embargo, Víctor Emilio no heredó de su padre las habilidades artísticas o de dibujante,
aunque sí las de arquitecto práctico y constructor.
Dibujo infantil de Víctor Emilio, que representa al vapor Huáscar en el río Guayas
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A comienzos de 1903 Víctor Emilio fue testigo presencial de un acto de solidaridad humana de
su padre a favor de un amigo: “El corazón finamente sensible de este hombre de hierro, que se
estremece y vibra con el dolor ajeno, y recordando el propio trance maternal, hace deber suyo
el entierro del prójimo, tampoco deja de conmoverse cuando ve pasar un padre de familia en
manos de un alguacil, camino de la prisión por deudas.
Sentado habitualmente, -meditación y no molicie- en la amplísima puerta de entrada de la
oficina de Carros Urbanos, (…) mi padre se sobresalta un día viendo avanzar por el portal la
figura conocida del Alguacil Municipal, conduciendo taciturno y agobiado, a su amigo el
Coronel Belisario V. Torres.
-‘Qué ocurre, Belisario?’ -le dice- deteniendo al Alguacil.
-‘Don Emilio, me llevan a la cárcel por una deuda de $300.oo’, - le responde.
-‘Suelte a ese hombre y entre por la plata’, - oye de mi padre el atónito Alguacil.
Pocas horas después, la siguiente carta de puño y letra del amigo, le hace caer en cuenta que
ha hecho algo grande sin calcularlo:
‘Mí estimado señor y amigo:
El servicio que Ud. me ha prestado hoy es de aquellos que no se pagan en el mundo, porque la
gratitud no es la compensación de un favor recibido, sino simplemente el sentimiento que nos
hace recordar que somos deudores de ese favor. Ud. me ha evitado una gran vergüenza; sin Ud.
sería yo víctima de una ambición rastrera, y mi familia sufriría las consecuencias.
Este favor, don Emilio, no podré pagarlo ni a Ud., ni a sus hijos; pero tenga la seguridad que
yo y mis hijos bendeciremos desde hoy su nombre.
De Ud. afectísimo amigo y s. s.
B. V. Torres.”
Este fue otro ejemplo práctico de humanidad, realizado espontáneamente.
Continúa la educación de Víctor Emilio
En el período 1903-1904 tuvo un incidente con uno de sus profesores, el cual Víctor Emilio
relataría a sus hijos años más tarde con el deleite que demostraba una complicidad armónica
entre el padre y el hijo, pero al mismo tiempo nos muestra la inteligencia del niño, su avidez por
la lectura y la asimilación de los temas que le interesaban.
El profesor José Antonio Campos le tomó examen en su clase de literatura. Víctor Emilio había
tenido el deber de escribir un soneto y, no pudiendo hacerlo, su padre lo ayudó. Emilio había
incursionado en la poesía años antes, pero ya había dejado esa afición. Ahora, ante el pedido del
hijo, volvía a dar vuelo a su pluma poética. Dejemos que el mismo Víctor Emilio nos relate los
eventos: “…Años después mi padre tuvo que recordarse de su numen poético, y esta vez, ya no
con dolor sino para salvar al hijo (…) en un trance escolar: en la clase de Literatura dictada
por el eximio profesor y escritor don José Antonio Campos, habíamos llegado ya al preciso
momento en que las regulaciones requerían escribir un soneto para poder pasar el examen final
del año. -Y mi estro poético jamás, entonces ni después, me acompañó hasta la segunda línea de
cualquier intento.
Mi padre, viéndome en el apuro, vino en mi ayuda y escribió el soneto con un tema que él sabía
que yo estaba en situación de explicar ante don José Antonio, dándole así visos de propiedad
mía a su excelente trabajo. Dice así:
A NAPOLEON
La Estrella que en Tolón por vez primera
Sus cárdenos destellos irradiaron
Esa estrella que en Rívoli lanzó
Haces de fuego en tormentosa hoguera
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Es astro que al cruzar rojiza esfera
En campo de Marengo fulminó
El rayo destructor que sojuzgó
Al héroe de Tolón: la Europa entera
En Ulma, Friedland, el astro omnipotente
Quiso más ancha su órbita trazar
Los soles de Austerlitz y de Wagram
Su luz le dieron en cenit fulgente
Berezina, Bailén, Leipsig, Moscú
Crepúsculos son de Waterloo
Después de leer MI soneto en la clase, el señor Campos con toda calma, certeza y seriedad,
alzando la voz anunció: ‘Pésima aplicación y pésima conducta’, considerándome, sagazmente,
incapaz de semejante producto. Aquí la previsión de mi padre me salvó. Yo había leído y releído
la historia de Napoleón por Thiers desde mis ocho años y conocía al dedillo toda la epopeya
que el soneto compendiaba. Sin esperar invitación de mi profesor, di a todos mis compañeros de
clase una conferencia tan completa, exacta y vívida acerca de la vida y hechos del gran Corso,
relacionándola naturalmente con cada línea del soneto, que ante la admiración de mis
condiscípulos y la propia de don José Antonio, las dos ‘pésimas’ desaparecieron bajo el
borrador del convencido literato y se convirtieron en la única óptima que recuerdo haber
ganado en Literatura. La prueba fue contundente y no solo quedamos contentos todos los de la
clase. Mi padre gozó con fruición, mucho más que yo, con la ‘óptima’ que, correspondiéndole,
cedió al hijo”.
Aquí vemos la “óptima” dada por el profesor Campos a Víctor Emilio por “su” soneto, pero también por sus conocimientos.
Interesantemente, a renglón seguido vemos la nota de Víctor Emilio en una materia con la que se vincularía a futuro
Este episodio nos muestra un hijo y un padre conectados emocionalmente por intereses
similares, en este caso, la historia, y específicamente la de Napoleón Bonaparte.
El mismo Víctor Emilio nos indica que venía leyendo la historia de Napoleón, por Thiers, desde
que tenía ocho años. No se trataba de lectura ligera, sino de historia bélica y política, lo que
requería de un nivel avanzado de comprensión, aparte de la simple destreza de leer. Esa historia
fue el inicio de su constante afición por los temas bélicos, que lo llevó a tener una de las mejores
bibliotecas militares particulares del país. Y esa lectura también le abrió las puertas a otras
relacionadas con variados temas, entre las que ya se encontraban también economía y finanzas.
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En 1903 se concluyó el segundo edificio del colegio Vicente Rocafuerte. Pero este ya no pudo
tener las mismas características y facilidades del anterior, pues no se contó con los amplios
recursos que se tuvo para el primero. El nuevo edificio tenía una sola planta alta y era bastante
más modesto que su predecesor. Emilio estuvo también al frente de este esfuerzo, pero la
pérdida del edificio anterior y el dolor que le causó su destrucción, le enseñaron a mantenerse un
tanto distante emocionalmente de las obras materiales que podían ser tan efímeras. Sin embargo,
este edificio duró 30 años…
Se establece la fábrica La Victoria
Para 1903 Emilio había acumulado suficiente capital para establecer un negocio propio, en el
cual pensaba que participaría eventualmente su hijo. La idea era de avanzada: Se trataba de una
industria para producir materiales incombustibles para la construcción.
Nos dice Víctor Emilio: “Cuando su esfuerzo se concretaba ya en algunos sucres ahorrados, mi
padre encontró también tiempo para una iniciativa industrial, encaminada ya -esto ocurre hace
42 años (esto fue escrito en 1942)- a preparar las bases para la transformación edilicia de
Guayaquil: la industria de materiales de construcción incombustible.
Probablemente el azote de los repetidos incendios que dejaron solo cenizas de Guayaquil en
1896 y en 1902, y más especialmente los parciales pero frecuentes siniestros que se cebaron
después sospechosamente, en las barriadas del Astillero, le sugirieron una de las fórmulas para
la inevitable y futura evolución de la ciudad hacia su defensa material contra las llamas: la
sistemática reedificación con material incombustible.
Compró 10.000 metros de terreno en
los entonces potreros de la
‘Esperanza’, y levantó allí una
factoría para preparar mecánicamente
ladrillos huecos, yeso para paredes,
cal para mezclas, mosaico y losetas
para pisos, tubos de cemento para
desagües y bloques huecos de cemento
para muros. Le puso por nombre ‘La
Victoria’, como lo hizo con todas sus
empresas o propiedades, en cariñosa
expresión para mi madre, y le dio
impulso hasta hacer de esa empresa
Papelería de la fábrica La Victoria, la cual muestra diseños de baldosas
un regularmente productivo negocio. (…) Pero el esfuerzo sustancial, el realmente plausible en
este aspecto de su actividad, lo realizó en forma ignorada y desapercibida, por medio de
costosas y semi-fallidas tentativas para fabricar CEMENTO NATURAL, proceso realmente
fuera de los medios a su alcance, pero que tenía para él un acicate, casi una obsesión, derivada
de las lecturas de Smiles sobre Bernardo Palissy, la figura del inmortal alfarero, quién para mi
padre era una especie de ídolo de la perseverancia y del carácter (…) Cualquiera que haya sido
su resultado, lo cierto es que fue el pioneer en la tentativa para dotar al país de ese material
que la experiencia ha probado ser vital. (…) La fabricación posterior de cemento
‘ARTIFICIAL’ solucionó el problema hace poco…”.
Este episodio también contenía una enseñanza para el hijo, en la perseverancia y en la necesidad
de correr riesgos calculados para llevar adelante cambios innovadores en las industrias
existentes. Ese afán de siempre mejorar los sistemas lo veremos aplicado en sus esfuerzos
comerciales e industriales en años venideros.
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En el aviso que vemos a continuación, que sería colocado en la Guía Comercial, Agrícola e
Industrial de 1909, pero impresa realmente en 1911, podemos observar el local de la fábrica La
Victoria en la calle El Oro, actualmente entre Domingo Comín y Rosa Borja de Icaza. Podemos
ver a un carro urbano en un desvío de los rieles que servía exclusivamente a la fábrica. En la
parte inferior del aviso, vemos el interior de la fábrica, donde se ve a Emilio con algunos
obreros.
De Humanidades a Bachillerato
El sistema educativo de la época contaba con especialidades y en el período 1903-1904 Víctor
Emilio cursó el 4° año de Humanidades. La nota final global fue de regular en conducta general,
y satisfactoria en aplicación general, aunque en las materias individuales obtuvo un óptimo en
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literatura (que ya vimos), una muy buena en contabilidad, una buena en religión y una regular
en historia universal. En los exámenes obtuvo el fallo de muy sobresaliente en literatura,
contabilidad y religión, y sobresaliente en historia universal.
En el período 1904-1905 cursaría el 4° año de Bachillerato. El año anterior había cursado el 4°
de Humanidades, lo que nos crea confusión, pues no tiene explicación lógica. Finalizó con los
siguientes resultados: Conducta general: regular. Aplicación general: mediana. En materias
específicas recibiría las siguientes notas en los exámenes finales: Literatura: Muy sobresaliente;
Zoología: Sobresaliente; Álgebra: Bueno; Geometría: Bueno; Filosofía: Regular; Física:
Regular; Historia Universal: Regular; Francés: Muy sobresaliente. Las evaluaciones
individuales por materia eran en promedio regular. Las faltas de Víctor a las clases eran
irregulares, de tal forma que no se trataba de ausencias por enfermedad, que serían continuas,
sino más bien por falta de interés en las clases, aunque no en las materias. Se puede notar
claramente que la educación formal no estaba llegando bien al adolescente, e inclusive era
preocupante ver una nota tan baja en una materia que le interesaba, como Historia Universal.
Política y estudios
El período estudiantil de 1905 a 1906 fue malo. No contamos con documentos que nos indiquen
qué año o especialidad cursaba. El promedio de evaluaciones de los maestros en ese año fue:
Conducta: Regular y Aplicación: Mediana. No pasó algunos exámenes finales por varias
circunstancias que se darían a comienzos de 1906. Éste sería su último año de educación formal.
Ese año 1905 se manifestó marcadamente la rebeldía adolescente de Víctor Emilio. Además de
problemas en los estudios, se dejó llevar por sus amigos mayores, que lo involucraron en
manifestaciones políticas contra el presidente electo, Lizardo García, y estudiantiles, contra el
rector del colegio, lo que llegó a crear una crisis en el plantel.
Los liberales radicales alfaristas no estaban satisfechos con el gobierno del general Leonidas
Plaza Gutiérrez, pues consideraban que había llevado al liberalismo hacia una tendencia
conservadora. Llegado el momento de elegir su reemplazo al fin de su período constitucional, el
Gral. Plaza candidatizó a don Lizardo García Sorroza. El Gral. Alfaro y la línea de liberales
radicales candidatizaron inicialmente a Flavio Alfaro y luego a don Ignacio Robles Santistevan,
quien aparentemente había olvidado el abuso de los hermanos del Caudillo y mantenía su
amistad con don Eloy. Triunfó García en las elecciones.
Emilio permanecía totalmente leal a su amigo Eloy y entró a participar en una conspiración que
derrocaría al presidente García a pocos meses de posesionado. García era considerado por los
liberales radicales como un peligro para el partido y, para ellos, permitir que se consolide su
gobierno sería perder los avances que se había logrado con la revolución y la presidencia de
Alfaro. Ya suficiente creían haber perdido en la presidencia de Plaza y consideraban que cuatro
años más de los “liberales conservadores” llevaría a la ruina a la revolución.
A poco de posesionado García, el mismo que fuera calificado de “apasionado y violento en sus
honradeces” por haber sido factor importante en frustrar el éxito de la Sociedad de Crédito
Público en 1899, fue acusado de incorrecciones y de querer destruir las obras de Alfaro, entre
ellas la del ferrocarril G & Q. Esa campaña logró encender los ánimos de los políticos, quienes
arengaban al pueblo y a los militares en contra del recién electo Presidente.
Los estudiantes del Vicente Rocafuerte se convirtieron en instrumentos de las protestas y salían
a las calles a gritar consignas contra el presidente García Sorroza. Entre ellos estaba Víctor
Emilio, quien además escribió panfletos contra el Presidente. El rector, Juan Gómez Rendón,
amonestó a los estudiantes por esa actitud, pero de poco sirvió y más bien lo tomaron como un
reto para manifestar aún más abiertamente su rebeldía. A poco estaban otra vez en las calles
gritando contra el Presidente. Víctor Emilio se sentía todo un político… Y por supuesto, al
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llegar el momento de dar exámenes finales, los resultados, como era de esperar, fueron malos.
Algunos de los revoltosos sacaron pésimas notas y por ello tenían que dar exámenes
nuevamente o perder el año educativo.
En esos meses preparatorios para el golpe, los agentes de seguridad del Estado comenzaron a
vigilar a los políticos opositores, entre quienes estaba bien marcado Emilio.
Era necesario contactar al coronel Emilio María Terán, comandante de la guarnición militar en
Riobamba, pues su unidad era clave para el derrocamiento de García.
Como Emilio no podía ir a Riobamba a dialogar con él, decidió enviarle una misiva con los
argumentos justificativos del golpe y el mensajero fue Víctor Emilio, de apenas 14 años.
El mensajero partió en tren el 18 de noviembre, entregó la misiva en Riobamba y regresó de
inmediato a Guayaquil a informar de su cometido. Víctor Emilio se había convertido así en
cómplice de una revolución que no entendía bien por su juventud. Liberales radicales alfaristas
se enfrentaban contra liberales de la tendencia conocida como “placista”, por el general
Leonidas Plaza Gutiérrez, que fue su núcleo. Liberales luchaban contra liberales porque no se
defendían los principios partidistas sino los intereses particulares de cada bando.
El joven no imaginó entonces que Terán jugaría, a futuro, un muy importante papel en su vida.
A la izquierda, la justificación de falta por viaje a Riobamba. A la derecha, Emilio, enojado, no justifica esa nueva falta…
Sintiéndose importante como parte de un proceso político en gestación y con la sensación de
igualdad que le transmitió la confianza paterna al enviarlo en una importante misión que había
justificado su falta al colegio en noviembre, Víctor Emilio decidió tomarse un día libre en
diciembre; pero su padre pondría coto a esa “libertad”, rehusándose a justificar la falta al
colegio. Este pequeño incidente nos da a conocer que el adolescente era como cualquier otro
muchacho de su edad: rebelde ante la autoridad, cuando podía hacerlo impunemente.
Víctor Emilio, además, estaba muy influenciado por su amigo mayor Adolfo Gómez
Santistevan, quien era un político nato. Adolfo era extrovertido, polémico y luchador, e
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indiscutiblemente un líder entre sus compañeros. Víctor le tenía mucho afecto y en esta etapa de
sus vidas, algo de admiración, como suelen sentir los muchachos hacia los jóvenes mayores.
Capítulo 5 – Aventura revolucionaria
“La más injusta de nuestras revoluciones”
Al terminar el 31 de diciembre de 1905, el presidente Lizardo García Sorroza recibió en el
palacio presidencial, durante la celebración del año nuevo, un cable del coronel Emilio María
Terán que decía: “Saludo a usted y le deseo un feliz año nuevo, comunicándole a la vez, que la
guarnición de Riobamba está a mis órdenes, porque acaba de proclamar Jefe Supremo de la
Nación al señor Gral. Eloy Alfaro”.
El 1° de enero de 1906 el general Alfaro burló la vigilancia de los agentes de seguridad política
en Guayaquil y se dirigió a Riobamba, para unirse a Terán e iniciar la campaña militar que lo
llevaría a Quito y al palacio de gobierno.
Luego de que salieron de Riobamba Alfaro con Terán, la guarnición se pronunció nuevamente a
favor del presidente Lizardo García. Era una mala señal para el alfarismo.
El 10 de enero una junta popular en la Capital se pronunció contra García Sorroza. El Presidente
sabía que tenía los días contados como gobernante, pues las tropas rebeldes se acercaban.
El 15 de enero Alfaro triunfó en Chasqui, cuando las tropas gubernamentales defeccionaron a su
favor. Ese mismo día el presidente García se asiló en la Legación de Chile, abandonando el
poder. García había pagado las consecuencias por no someterse a los dictámenes del Caudillo
del liberalismo y por tratar de llevar una línea que se apartaba del “alfarismo”.
El 17 de enero el Gral. Eloy Alfaro entraba en la Capital y se ratificaba como Jefe Supremo de
la Nación.
El 19 de enero, luego de incidentes violentos ocurridos a raíz de una reunión de liberales, que se
realizó en la Gobernación de la Provincia, Guayaquil se pronunció por el nuevo gobierno de
Alfaro. A Víctor Emilio le tocó acudir, en compañía de su padre, a presenciar la entrega de uno
de los cuarteles en Guayaquil y se impactó fuertemente al ver llorar de impotencia al coronel
José Miguel Rivadeneira y al mayor Salas, al entregar su cuartel a los alfaristas. Los
sentimientos encontrados que generó la actitud apasionada, pero digna, de los oficiales, se
marcaron en su mente.
Una vez pronunciada la ciudad, la Junta Liberal designó a Emilio Estrada Carmona para que
lleve y entregue en manos del Gral. Alfaro el pronunciamiento.
Para ello, se formó una comisión de voluntarios que iría presidida por Emilio, en compañía del
Gral. Delfín Treviño. Su misión era la de apoyar simbólicamente el pronunciamiento de Alfaro a
nombre de la ciudad de Guayaquil. Ellos irían pasando por las varias capitales provinciales,
impulsando su adhesión al nuevo gobierno.
Emilio decidió llevar a su hijo, de 14 años, quien estaba de lo más interesado en lo que ocurría,
para que vea de lo que se trataba una auténtica revolución.
Además “Emilito”, como le decían en la intimidad del hogar a Víctor Emilio, tenía que
comenzar ya a ser más independiente. Estaba muy engreído por su madre y las mujeres de la
familia. Emilio no podía olvidar que para esa edad, él ya tenía años trabajando para ayudar a
mantener el hogar. Definitivamente, esta aventura revolucionaria le haría bien al joven.
La comisión de voluntarios de Guayaquil inició su viaje hacia Quito el 21 de enero, en un tren
expreso requerido a la compañía del ferrocarril. A cargo del contingente militar que los
escoltaba iba el comandante Enrique Marriott, pues había rumores de que en el camino se
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podían encontrar con elementos adictos al gobierno defenestrado del presidente García Sorroza,
y por lo tanto era necesario tomar ciertas precauciones para evitar inconvenientes.
En la vanguardia del convoy, a caballo, iban dos jóvenes militares liberales radicales: El mayor
Carlos Pareja y el subteniente Juan Alfredo Wright, con la misión de ir contactando a los
alfaristas y al mismo tiempo alertar de algún posible impedimento en el camino. El tren, con los
voluntarios, iba a prudente distancia y a velocidad reducida. El ambiente era de tensión…
Todo iba bien hasta llegar a una hacienda cercana a Cajabamba. A partir de ese momento, se dio
alguna división en el grupo y surgieron dos versiones de los hechos. Uno de los participantes,
que lastimosamente permaneció anónimo, escribió un relato que se encuentra en el archivo de
Víctor Emilio, pero se lo prueba equivocado y falso por otro que sale de boca de Emilio, en un
artículo publicado en el periódico El Tiempo, de Quito, en el mes de abril. Es en base a las
palabras de Emilio, que confirman a su vez las del Gral. Delfín Treviño, que desarrollamos el
relato de esos hechos prácticamente desconocidos.
La comisión tenía un fin político y pacífico y por ello solamente iban armados los oficiales a
cargo del comandante Marriott, y éstos solo llevaban sables, más no armas de fuego.
La noticia de la salida del tren con la comisión se transmitió a través del cable del ferrocarril, de
tal forma que las varias poblaciones en el camino sabían que venía ese expreso.
En Riobamba, la situación política era incierta, pues a pesar de que de esa ciudad había partido
el Gral. Alfaro con el coronel Terán, el Gobernador de Chimborazo, don Carlos Larrea Donoso,
se pronunció a favor del gobierno constitucional del presidente García.
Cuando el Gobernador se enteró de ese expreso, pensó que se podía tratar de una expedición
armada que venía con el fin de atacar la ciudad de Riobamba. Él alertó a la guarnición que había
quedado en esa ciudad y se había mantenido fiel al Gobernador. En previsión de un conflicto
armado, repartió armas a quienes se presentaron como voluntarios para defender el régimen
constitucional.
Ese temor de que se trataba de una columna militar fue confirmado por la actitud de los
hermanos, coroneles Torcuato y Luis Ricardo Gallegos B., alfaristas, quienes pensando igual
que el Gobernador, intimaron la rendición de la ciudad de Riobamba, amenazando con la fuerza
de la tropa que venía de Guayaquil.
Don Carlos dispuso que el Intendente de Riobamba, capitán Leopoldo Larrea, parta con una
columna armada a dar encuentro a los supuestos agresores que se acercaban.
El tren había llegado a Guamote, donde lo esperaban dos supuestos emisarios del Gobernador de
Chimborazo: Luis Felipe Araujo V. y Felipe Barriga Larrea, quienes manifestaron que el
Gobernador estaba dispuesto a negociar la entrega de Riobamba a las fuerzas alfaristas, e
indicaron que las noticias que tenían indicaban que la columna iba como una expedición militar,
o sea armada. La noticia de lo que pensaba el Gobernador sorprendió a los comisionados. Los
“emisarios” adquirieron importante información, como aquella de que la columna tenía fines
pacíficos y que no iba armada. Se suponía que, enterados de la realidad, ellos informarían al
Gobernador, lo cual no lo hicieron. Estos caballeros simplemente desaparecieron.
En Guamote, como en otros puntos del camino, se embarcaron nuevos voluntarios, entre ellos
un mayor Ramón Arias R.
El tren llegó a la media noche a Cajabamba, donde encontraron esperándolos a los coroneles
Gallegos, quienes se sorprendieron al recibir a un grupo desarmado. Ellos habían venido a
encontrarlos, pensando en liderar la tropa para tomar Riobamba.
Ante esta noticia de que se había tergiversado la misión, y por el peligro que implicaba para los
integrantes, los dirigentes resolvieron que todos se bajaran a descansar y alimentarse, y
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decidieron enviar una delegación a Riobamba, para avisar que iban en una misión pacífica y sin
armas. Esa delegación fue integrada por el coronel Emilio Baquero, que iba con la comisión, y
los oficiales que habían estado a la vanguardia, el mayor Pareja y el subteniente Wright. Emilio
trató de comunicarse por telégrafo con Riobamba, pero se le informó que en la estación de
Riobamba no había operador. La delegación salió como a las 3 de la mañana.
Al igual que los supuestos emisarios del Gobernador en Guamote, los coroneles Gallegos
desaparecieron misteriosa y sigilosamente de Cajabamba. No eran más que oportunistas que
estaban buscando cómo acomodarse de la mejor manera.
Emilio y sus compañeros decidieron esperar el resultado de la misión de la delegación, lo que
tomaría algunas horas, y por lo tanto comunicaron a todos que debían dormir lo mejor posible.
Los jefes fueron a buscar alojamiento, encontrándolo en la posada del Sr. V. Moncayo.
Estaban dormidos, cuando a eso de las 7 de la mañana escucharon un tiro de fusil y en un
momento más, una y luego otra descarga de fusilería. Eso los levantó inmediatamente. Emilio se
asomó a la ventana y vio que en ese momento pasaban unos jinetes, a quienes trató de llamar,
sin éxito. De inmediato todos salieron a la calle a ver qué sucedía.
Se dirigieron para un lado a ver qué estaba ocurriendo, enviando hacia el otro al Sr. Moncayo. A
poco los encontró el Intendente de Riobamba, capitán Leopoldo Larrea, quien se mostró
sorprendido al encontrarlos desarmados. Regresaron con él a la posada del Sr. Moncayo, a
dialogar. Le mostraron el oficio que traían, el cual los acreditaba como una comisión de paz.
El Intendente les comunicó que ante la amenaza que habían proferido los coroneles Gallegos y
la noticia del avance del tren con la supuesta columna armada, el Gobernador había entregado
armas a quienes se ofrecieron como voluntarios y a él lo había enviado, con voluntarios
armados, a encontrar a los supuestos atacantes. El Intendente indicó que no se había encontrado
con la delegación que habían enviado y que debían haberse cruzado en el camino.
En eso llegó a la posada el mayor Benigno Mazzini, también parte de la comisión, quien les
informó que el mayor Arias estaba muerto y otros dos heridos. El grupo fue de inmediato al
lugar de los hechos y comprobaron que el mayor Arias, con los heridos y otros, entre ellos el
mismo Mazzini, habían estado bebiendo unas copas cuando los encontró un grupo de los
voluntarios del Intendente Larrea y, pensando que estaban armados, les dispararon. Felizmente
esa fue la única desgracia que ocurrió, pues los voluntarios deben haber estado diseminados por
todo Cajabamba y podía haber ocurrido una masacre.
El Gral. Treviño organizó de inmediato un convoy para regresar el cuerpo de Arias a Guamote.
El joven Víctor Emilio permanecía al pie de su padre, escuchando y viendo todo lo que
transcurría. Él pudo percibir la grave preocupación de su padre ante el peligro que corrían.
Todas estas vivencias nuevas e intensas lo habían descompuesto emocionalmente y, para decirlo
discretamente, su padre lo reportó “ligeramente indispuesto”.
Enterado ya debidamente de la situación, Emilio invitó al Intendente a continuar con ellos a
Riobamba en el tren, con la excusa de que el caballo de Larrea debía estar cansado. Él aceptó,
con otros tres de su comitiva y el resto regresaron a caballo.
Unas tres o cuatro cuadras antes de llegar a la estación de Riobamba, el tren fue detenido y
rodeado por numerosa tropa armada. Un oficial pidió al Gral. Treviño que lo acompañe porque
el Gobernador quería hablarle. Fue con ellos el intendente Larrea.
Al cabo de una hora regresó Larrea y comunicó a Emilio que podían entrar en la ciudad. Emilio
y su grupo se dirigieron a la Gobernación y al llegar a la plaza encontraron que el Gobernador
salía a recibirlos. Ese proceder cambió la actitud de los comisionados, que aún estaban
aprehensivos por las noticias que sobre ellos los habían precedido.
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Entablaron diálogo con el Gobernador y lo enteraron de los sucesos del 19 de enero en
Guayaquil.
Como era simpatizante del ya depuesto presidente García, le propusieron las bases de una
capitulación de la plaza. El Gobernador pidió tiempo para convocar una junta de notables con el
fin de resolver la situación. Al cabo de unas horas, el Gobernador los mandó llamar y cuando
estuvieron reunidos les comunicó que las personas citadas no habían concurrido a su llamado y
por eso él, solo, resolvería la capitulación de la provincia. Se establecieron las condiciones y el
Gobernador pidió que fueran ratificadas por las autoridades en Guayaquil. Se enviaron los
términos por mensajero urgente y en poco tiempo se recibió la ratificación. Entonces los
comisionados pudieron continuar hacia la Capital, pero ya no en la comodidad del tren, pues
éste no llegaba sino hasta poco más allá de Riobamba, sino por varios medios, tal cual era el
plan original. El camino se lo hacía a pie, en mula, a caballo, en carreta, coche o diligencia.
Poco después, el Gral. Treviño quería que se castigue a quienes habían calumniado y engañado a
la expedición y causado la innecesaria muerte de Arias; pero Emilio, ya como Gobernador del
Guayas, le comunicó que todos estaban amparados por los términos de la capitulación de
Riobamba. No habría persecución o retaliación.
Y así conocemos en términos sencillos lo acontecido desde el punto de vista oficial de Emilio.
A continuación veremos las cosas desde el punto de vista personal, tal cual Víctor Emilio y su
padre le escriben a doña Victoria Sciacaluga de Estrada desde Ambato, el 26 de enero. Es de
esperar que las cartas estén algo maquilladas, para evitar a la madre y esposa angustias
innecesarias, pues ya suficientemente preocupada debe haber estado con que se lleven a su hijo,
de apenas 14 años, a una aventura revolucionaria. Noticias de la balacera en Cajabamba se
habían propagado, exagerándose lo ocurrido.
Veamos algunos extractos de esas cartas. De Víctor Emilio a su madre:
“Querida Mamá:
Ayer 25 llegué yo á caballo con los amigos a las 9 de la noche. Mi papá vino en coche con Don
Delfín i durmió en Chuquipoyo i llegó aquí hoi á las 12. Estamos gozando de completa salud.
Mañana seguimos a Quito en diligencia todos. Te extrañamos mucho así como a las
chiquitas…”.
Luego toca el punto de Cajabamba: “Quizás hayan llegado allá rumores sobre Combate en
Cajabamba. Lo que pasó fue que un amigo del partido creyendo hacernos un favor dijo que
íbamos con 500 soldados lo que originó que de Riobamba mandaran unos 30 jinetes a
Cajabamba donde decían que estaban 80 de nosotros allí. Esos individuos entraron disparando
i mataron á un Sr. Ramón Arias é hirieron a 4 más. (…) Mandamos á buscar al Jefe i en cuanto
supo que éramos de una comisión de paz todo se acabó i nos dirigimos á Riobamba donde
capituló la plaza después de negociaciones. Allí hubieron chismes de que nos iban á coger los
curus (los afectos al presidente García) pero no hubo nada. Solo se robaron unos 80 rifles que
los recuperaron (del parque de Riobamba). Esto ha sido todo.
No creo estaremos en Quito muchos días de manera que el Miércoles ó Jueves tendremos la
dicha de abrazarte. Hasta pronto querida Mamita. Tuyo, V E Estrada”.
Y de Emilio:
“Hijita de mi corazón.
Aprovecho del correo que sale para escribirte.
Ya Emilito te dice la verdad sobre el acontecimiento de Cajabamba que han abultado
muchísimo.
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Yo no pasé ningún peligro ni Emilito tampoco. Tan pronto como sonaron los primeros tiros
salimos en busca de los asaltantes y todo se arregló i entramos todos juntos a Riobamba donde
después de ligera discusión capitularon aunque creyendo imposible la verdad del
pronunciamiento de Guayaquil, nos exigieron el testimonio de dos individuos que enviaron a
esa con ese objeto (…) tan pronto como estos telegrafiaron de allá la verdad de nuestro dicho
nos llamaron a la Gobernación y nos entregaron la plaza, armas, parque y todo sin que se
produjera el menor desorden.
En todos estos momentos las he tenido presentes a las tres y a Emilito a mi lado – no se ha
portado del todo mal, pero otros han dado pruebas de una cobardía extremada.
Mañana partimos para Quito donde sólo he de permanecer dos días.
En todo el camino de Riobamba a Ambato hemos encontrado y favorecido de cuantos modos
hemos podido a los setecientos hombres que sin darles un centavo de ración abandonaron sus
jefes en La Ciénega, a donde el Gobierno ha tenido que enviar a buscar las armas abandonadas
(…) Es inaudito que con semejante número y calidad de tropas Andrade se haya desbandado
(…) Mis cariños para las dos angelitas y para ti un abrazo de tu Emilio”.
Una vez llegados a Quito, ya se estaba consolidando la jefatura suprema de Alfaro. La
permanencia fue corta, tal como habían anunciado y retornaron prontamente a Guayaquil.
En la carta de Víctor Emilio hay una parte que es clave para comprender lo que significó para él
esa aventura. Cuando él nos dice que “Ayer 25 llegué yo á caballo con los amigos a las 9 de la
noche. Mi papá vino en coche con Don Delfín y durmió en Chuquipoyo y llegó aquí hoy á las
12”, nos está dando a conocer una decisión medida por su padre, quien en vez de llevar al joven
en el coche con él, lo envió con la masa, solo e independiente. El niño que salió de Guayaquil de
la mano de su padre, ya era un hombrecito para cuando llegó a Ambato.
Y así concluyó esta primera aventura revolucionaria del hijo al lado del padre.
Una lección de humanidad y de política
El 3 de febrero de 1906 Emilio era designado por tercera vez Gobernador del Guayas.
Ya de regreso en Guayaquil, Emilio, como Gobernador, recibió una carta de don Lizardo
García. Dejemos que Víctor Emilio nos narre lo ocurrido:
“Y cuando don Lizardo García, víctima, acaso, de la más injusta de nuestras revoluciones,
vencido y asilado en la Legación Chilena en Quito, se dirige a mi padre, su enemigo político, y
le pide el respeto de los vencedores, mi padre exige y obtiene del victorioso Gral. Alfaro, el
salvoconducto para el vencido y la tranquilidad para su familia”.
Para Víctor Emilio, este episodio fue la mejor lección de decencia y ética política y humana que
pudo recibir. La aplicaría en el futuro, de manera insospechada y espontánea.
Años después, con el beneficio de la experiencia, Víctor Emilio se daría cuenta que tanto su
padre como él habían sido utilizados para esa revolución y admitiría que las excusas dadas para
justificar el golpe fueron “ridículas e infundadas”. Vio claramente que tras ella estuvieron los
intereses económicos de los liberales radicales que se habían corrompido, encabezados por
algunos hermanos y sobrinos del general Alfaro. La lucha había sido de los intereses personales
de unos contra los de otros, y poco fue en legítimo interés del bienestar nacional. Víctor Emilio
la calificaría como “La más injusta de nuestras revoluciones”. Eso contribuiría a su posterior
decepción con la política y su aversión hacia todo lo relacionado con ella.
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Incidente en el Vicente Rocafuerte
Víctor Emilio había regresado de su aventura revolucionaria contra García Sorroza como un
héroe para sus amigos vicentinos, pues ninguno de ellos había tenido la suerte de participar en
una revuelta real, más allá de sus protestas callejeras.
Víctor Emilio y Adolfo Gómez Santistevan, mayor con 3 años pero muy amigo suyo, dieron sus
pruebas finales en el mes de febrero de 1906, y se quedaron en algunas materias, por lo que
debían dar nuevos exámenes para pasar de año. Rebeldes, no quisieron aceptar los resultados y
se generó un incidente con los profesores y el Rector.
Liderados por Adolfo y Víctor Emilio, un grupo de estudiantes se manifestaron por las calles
gritando “Abajo el tirano”, en referencia a su Rector. Cuando don Juan Gómez Rendón vio y
escuchó esta manifestación liderada por el hijo de su hermano y el hijo del Gobernador, que
también había sido uno de los mayores benefactores del colegio, su decepción fue tan grande
que decidió renunciar a su cargo.
Los jóvenes habían subestimado el poder de sus actos, no por ellos mismos, sino por quienes
eran sus padres.
Don Juan Gómez Rendón salió del rectorado agraviado por unos mozalbetes indisciplinados que
no habían cumplido debidamente con su obligación como estudiantes.
Desafortunadamente, don Emilio, ocupado como estaba con la posesión del Gobierno de Alfaro
en la administración de la Provincia, no dio al caso la atención que ameritaba, pues él no habría
apoyado a los muchachos en un acto como éste, menos aún cuando él mismo apoyó a don Juan
en su nombramiento como Rector.
Tanto Víctor Emilio como Adolfo recapacitarían luego sobre lo que habían hecho y serían
instrumentales, años después, en concretar un esfuerzo por enmendar la injusticia que ellos
habían cometido contra don Juan.
Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar
Un crucero de instrucción y mantenimiento
Si bien Emilio estaba relativamente satisfecho con el comportamiento de Víctor Emilio en la
marcha hacia Quito, en apoyo a la revolución alfarista, no lo estaba del todo. Sus palabras a
Victoria: “no se ha portado del todo mal”, nos transmiten ese criterio. Pensaba que otra
separación del hogar, esta vez total, le haría bien. Después de todo, a los 14 años Emilio ya
había tenido bastante experiencia de vida. “Emilito” había vivido hasta ahora una vida
demasiado fácil y sobreprotegida. A esto se sumó el bochornoso incidente en el colegio Vicente
Rocafuerte.
Era hora de que empiece a conocer el mundo real.
La oportunidad se presentó al necesitar el buque de la Armada, “Marañón”, un mantenimiento
que tenía que realizarse en el puerto chileno de Valparaíso, por las facilidades que ofrecía.
La superioridad naval definió el plan de viaje del buque, como un crucero de instrucción para
nuevos guardiamarinas, y contemplaba adicionalmente la limpieza de fondos del buque y
mantenimiento general. También se abastecería de carbón de piedra en el puerto de Talcahuano.
Se esperaba que fuera un crucero relativamente corto.
Era ideal para el propósito de Emilio, quien consiguió, a través de sus contactos políticos, que
Víctor Emilio y su primo segundo, Tomás Gagliardo Cevallos, sean nombrados ayudantes del
contador del buque, con el rango asimilado de tenientes. En ese viaje, el Marañón llevaría a su
Contador y tres ayudantes, con lo cual las finanzas de abordo debían marchar de maravilla.
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El 11 de marzo de 1906 partió el buque desde su fondeadero en Guayaquil. La salida, como es
tradición naval, fue celebrada por la tripulación y sus familiares, cerrándose con lágrimas de
despedida por la ausencia prevista, y los imponderables de una travesía marítima. La familia de
Víctor Emilio no asistió a la despedida. Él se despidió de su familia en su casa y bajó solo para
dirigirse al buque, pues no habría sido adecuado políticamente que la familia, y especialmente
don Emilio, mostraran sus sentimientos en público. No podía correrse el riesgo de que al
Gobernador, conocido públicamente como hombre duro, se le derramen lágrimas delante de
extraños.
Parte de la tripulación del Marañón – Víctor Emilio es el segundo de la izquierda, en la fila delantera. Acercamiento de Víctor Emilio
Víctor Emilio tomó inicialmente esa nueva separación del hogar como una aventura. Pero esta
vez, a pesar de la compañía de su primo Tomasito, estaba solo, sin su padre.
Emilio había encomendado a su hijo la entrega de correspondencia en la Legación del Ecuador
en Santiago de Chile, así como le había dado recomendaciones para el Cónsul del Ecuador en
Valparaíso, señor Nicolás J. López.
El sentido de aventura dio paso enseguida al sentimiento de soledad que golpea a los hijos
cuando abandonan por primera vez un hogar estrechamente unido. Víctor Emilio comenzó a
extrañar muchísimo a su madre, su padre, sus dos hermanas y la familia extendida.
Para empeorar las cosas, ni bien el buque dejó las tranquilas aguas del río para adentrarse en el
Golfo de Guayaquil y su transición a mar abierto, Víctor Emilio comenzó a marearse,
descubriendo así una debilidad contra la que lucharía cada vez que navegara en mar abierto. No
es que no le gustara el mar; por el contrario, de ese viaje le nacería un amor que le duraría toda
la vida. Su organismo simplemente no se podía acoplar al vaivén de las olas.
Él no mencionaría el mareo en sus cartas, pero un joven de apellido Echeverría escribió a casa
contándolo y eventualmente su padre se enteró. Su madre trató el tema con mucho tacto, pero el
tío Luis no se pudo aguantar el darle un raspón a su sobrino, como veremos más adelante.
Como era de esperar, las cartas comenzaron a pocos días de su salida, pero no llegarían a sus
destinos sino semanas después. La correspondencia entre Víctor Emilio y su familia es de
interés en su evolución y por ello la citaremos abundantemente, en el orden cronológico en que
fueron escritas. También incluiremos varios cables que se cruzaron durante ese tiempo.
Al entrar el buque a Iquique, el sábado 17 de marzo, Víctor Emilio envía la primera carta a sus
padres, en la cual expresa su nostalgia:
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“Mamita querida de mi vida. Papasito de mi alma.
Ruego á Dios que al recibo de esta estén todos bien. Yo voi bueno.
Como estarán las lindas ñañitas? Los extraño mucho á todos i voi mui triste.
No he debido venirme. Me voi á quedar en Valparaíso, de manera que debes escribirme allá
dirigido el sobre al cónsul Nicolás J. López. De allá te escribiré largo. Saludos para todos junto
á mi padrino, Maria, Sebastián, etc.
Su hijo que se muere por verlos
Millones de abrazos, besitos.
V E Estrada
Hagan cables lo más frecuentes posible”.
Aparte de la carta que hemos citado, Víctor Emilio había enviado un cable cuando llegó a
Iquique, el cual fue contestado de inmediato, pero lacónicamente, por su padre: “Todos buenos
avisa salud – Estrada”.
Su madre le escribió el 19 de marzo, en respuesta al cable desde Iquique:
“Hijito de mi corazón:
Con mucho gusto recibimos tu cablegrama de Iquique y deseamos que tu viaje haya terminado
sin la menor novedad en tu salud. Me parece imposible no te hayas mareado, cuéntame todos
los pormenores de la navegación que en esta gran distancia que nos separa será para mí un
consuelo leer tus cartas en las que espero me refieras toda tu nueva vida.
Nosotros no hemos tenido la menor novedad solo notando a toda hora tu falta y contando los
días para tener el gusto de abrazarte. La consideración del provecho que reportará en tu salud
este viaje me ha hecho consolar, pero es preciso que tú pongas de tu parte cuidando tu salud sin
abusar de nada pues este es el modo de conservarla.
Yo le pido tanto a Dios que no te enfermes porque sería para mí una gran pena. Inés te
recuerda i extraña mucho, la pobre te quiere tanto, supongo que tú la recordarás, sobre todo a
la hora de acostarte (Inés era su nana).
Ya por fin está tu papá un poco tranquilo para trabajar en la gobernación pues con la ida de
Alfaro a calmado esa afluencia de gentes él estuvo a despedirse con Esmeralda y después vino
América ayer domingo llegaron a Quito.
En fin hijito escríbeme muy largo y cuéntame todas tus impresiones. Saluda a Tomasito, Luis y
Jesusita te recuerdan mucho y saludan lo mismo que todos los de casa. Tu papá y hermanitas
también te escriben.
Adiós hijito y recibe el corazón de tu madre que no te olvida jamás.
Victoria”.
La mención de doña Victoria sobre la salud de Víctor Emilio se debía a su delgadez y
propensión a las enfermedades. Era un niño de poco comer por naturaleza y por ello se
preocupaban mucho sus padres.
Con la carta de su madre, fue una de su hermana Francisca, quien le decía muy formalmente:
“Después de saludarte deseo hayan tenido un viaje muy feliz.
Te digo que nosotros estamos bien, pero te extrañamos mucho principalmente en las horas de
comer y dormir, todas las noches sueño contigo y me parece que te veo.
Me tengo yo que levantar más temprano porque ya no tengo quien me acompañe mientras se
van a tomar café mi papá y mi mamá.
Te respetamos mucho tu cuarto.
(…) recibe un beso de tu hermanita que te idolatra.
Francisca.
P.D. No ha llegado de Posorja Julia
No te escribo mas porque no me alcanza el papel.”
63
El buque en Valparaíso
Ni bien llegó a Valparaíso, el día 23 de marzo, Víctor Emilio envió un cable a su padre y
escribió a su madre.
Emilio respondió de inmediato al cable: “Victoria Panchita Luisa Saludan – Estrada”.
La carta amorosa a su madre:
“Mamita de mi corazón:
Supongo que al recibo de presente estarán todos buenos.- Yo he hecho el viaje con toda
felicidad.- En Iquique desembarqué y comí en tierra porque la comida de abordo es pésima.
Iquique es una ciudad muy bonita casi de estado Europeo. Las calles sin empedrar pero bien
aplanadas. No llueve nunca.- Hay carros urbanos casi como en Guayaquil con conductores
mujeres.- En Coquimbo también desembarqué y comí y dormí en tierra.- Las camas de abordo
son pésimas. Tengo unas ganas terribles de regresarme. Quizás si se va una persona conocida
de aquí me vaya con ella.
No puedo estar un momento sin pensar en Uds.- Pienso sobre todo que les ha sucedido algo.
En suma estoy intranquilo y todo lo bonito y atrayente que puede ser Chile no alcanza ni con
mucho á compensar esa hambre que tengo de ir á mi tierra.- No te puedes imaginar lo que he
sufrido y sufro con esta separación loca de ustedes casi sin causa. Estoy verdaderamente
arrepentido.- A Panchita la encontraré quizás de profesora de María Luisa.- Pobrecitas las
ñañitas.- Luisito quizás esté menos malcriadito.- Les he de llevar regalitos apropiados.
Para ti he pensado en un libro de misa.- y para mi papá vino chileno ó alguna otra cosa.- He de
pedir permiso quizás para ir a Santiago y Valparaíso con Tomasito.
Este es un verdadero majadero.= Ya les contaré algo bastante en Guayaquil.- El Comandante
quiere entrar á Guayaquil el 24 de Mayo. Pero mi papá debe escribirle que se deje de fechas
históricas y que regrese cuando esté terminado de repararse. También quiere tocar en todos los
puertos chilenos hasta Arica al regreso.- No sé si comprenderás todas las ganas que tengo de
abrazarlos; no sé explicarme ó no encuentro palabras. Tú lo comprenderás bien mamita linda.
Contéstame á Talcahuano poniendo en el sobre “Marañón”.
Mil besitos y abrazos para todas las ñañitas, Jesusita, mi padrino, María, el lindo, Inés los de
casa y todo yo para ti
V E Estrada”.
Al margen, Víctor Emilio pone: “Guárdame periódicos”.
Este cruce de correspondencia nos da una idea de la relación de cariño que existía entre madre e
hijo. Su “arrepentimiento” se refería al incidente en el Vicente Rocafuerte.
El día 25 escribió a su padre:
“Junto con estas van mis deseos de que te encuentres gozando de buena salud. Como verás en
la carta para mi mamá yo también estoy bueno, siempre con deseos del regreso lo más pronto.
Parece que entraremos al dique de aquí que cuesta el primer día $2 por tonelada y $1 el
segundo y siguientes. De manera que la estadía en el dique costará de 10 á $15.000. Después
iremos á Lota ó Talcahuano por que el Comandante quiere llevar carbón bastante.- Voy a
Santiago con Puyol por tres días.
Aquí hay ó va á haber chivo pero todavía no ha estallado entre Puyol y López.
Puyol dice que no recibe órdenes del cónsul porque ha llevado instrucciones de allá y López
dice que él es aquí el representante del Gobierno y que también tiene instrucciones dadas por
Elizalde ó directamente del Gobierno.
Felizmente Puyol y López no se lo han dicho sino que Puyol se lo dijo primero á Tomasito. Este
se lo contó á López y López le contestó á Tomasito lo que te digo pero recomendando reserva
los dos. En fin Elizalde creo que arreglará las funciones y atribuciones que cada uno tenga. En
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el próximo correo te voy á mandar un libro sobre la navegación de la ‘Baquedano’ alrededor
del mundo escrito por el médico de abordo y muy interesante.-
Hasta el próximo correo me despido tu hijo que te quiere de corazón
V E Estrada
Saludos para los amigos”.
El “saludo para los amigos” era una de las características de la época. Los amigos a los que se
refiere son los de su padre, que también eran los suyos.
Ese mismo día escribió a su madre. Citaremos algunas palabras de esa carta:
“…Hasta ahora gozo de completa salud y me siento mejor en cuanto á constitución. De aquí á
unos días voy a retratarme para que veas que estoy ganando bastante con el viaje.
Valparaíso es una ciudad muy bonita con el Malecón parecido al de Guayaquil.
Desde que llegué hasta hoy he comido en el ‘Club Valparaíso’ por varias veces invitado por el
Cónsul López y otros amigos de aquí. A López tuve que retornarle su convite junto con
Tomasito.- Se comió espléndidamente, tomaron vino y cigarros y solo pagué $8.40 por los tres ó
sean unos $6 de allá. Todo es muy barato aquí…
Tú recibe mil abrazos y besos de tu hijo que te quiere muchísimo
V E Estrada”.
En esos días, una inspección detallada del buque encontró que era necesario realizar algunas
reparaciones de relativa importancia, lo que tomaría bastante más tiempo de lo previsto.
El 2 de abril Víctor Emilio escribe a su padre desde Valparaíso:
“Querido papá:
Al escribirte la presente no tengo aún contestación á ninguna de las que te he escrito. Poco á
poco va alargándose el plazo del regreso. Parece que la compañía que va á efectuar las
reparaciones aquí pide de 3 á 4 meses de manera que yo no sé qué partido tomar. Espero pues
tus indicaciones.- (…) Ferrari el 2° de abordo cree que estaremos en Julio allá.
Puyol fue ya á Santiago pero no he ido con él porque solo me dijo que iba á permanecer un día
allí. Le entregué la carta tuya a Elizalde y me dijo que cualquier cosa que deseara le pidiera.
Puyol me dio £5 por que necesité hacerme un vestido que vale $60.- Además tengo que comprar
multitud de cosas como camisas, camisetas, calzoncillos, etc. que como tú sabrás no traje de
Guayaquil más que 3 de cada pieza y no me alcanzan aquí de manera que tendré que pedir
otras 5.
Tomasito no duerme ni come ni se le ve abordo con pretexto de que la entrega debe ser formal
se manda á cambiar a tierra y está viviendo en el Hotel Colón donde se paga $3 por cuarto y 2
por cada comida aparte de vino que no puede él prescindir. De manera que gasta diario $9
mínimum que no los gana abordo…”. Esta actitud de Tomasito confundiría a Víctor Emilio, un
joven acostumbrado a una forma espartana de vida. Para él era un misterio como Tomasito
podía darse tan buena vida si el sueldo del buque no daba para ello.
Continúa la carta: “Todavía no he ido a ver la fábrica de mosaico de Viña del Mar pero sí los
productos que no pueden compararse con los nuestros. Generalmente se rompen. Los de
nosotros serían aquí bien aceptados como los extranjeros allá. Dame noticias sobre la fábrica.
(…) Aquí en Valparaíso no hay donde pasear casi. Veré si en Santiago habrá. Me voy esta
semana a Santiago con un Dr. Altamirano persona muy amiga y de confianza.
Con Nebel han hecho una injusticia aceptándole inmediatamente una renuncia que presentó por
un choque que tuvo con el Cdor. (Contador) Álvarez. A pesar de que en la Contaduría habemos
4 empleados, él ha sido el único que ha trabajado durante el viaje y en el Puerto. Ahora ese
hombre tiene allá su familia, relaciones etc. y lo van á dejar aquí en Chile cuando ninguno de
los tripulantes debe quedar.
65
Te repito que saliendo Álvarez no será Tomasito ni yo que nos vamos á levantar á las 4 ½ a.m.
á traer los víveres de tierra como lo ha hecho Nebel.- (…) Al escribirte estas líneas ha llegado
Fuensalida abordo y le ha dicho al oficial de guardia que no es cierto la noticia de su comando
nuevamente del buque sino por malevolencia de un reporter…”.
En esta parte de la carta nos da una idea de las vicisitudes de la vida al interior del buque. La
cándida admisión de que Nebel era el único que trabajaba de los 3 ayudantes del contador no es
sorprendente, pues estaba claro que tanto Tomasito como Víctor Emilio iban de bagaje extra en
el buque, solamente para adquirir experiencia lejos del hogar.
Al tiempo que la carta, había enviado un cable a su padre indicándole que estaba bien, al que su
padre respondió de inmediato: “Todos buenos saludamos – Estrada”.
Ese día también escribió a su madre:
“Queridísima mamita:
Al cabo de un mes casi de separación estoy casi desesperado por abrazarte.
Como leerás en la carta pa mi papá, resulta que el buque estará 5 meses todavía afuera del
Ecuador. Tú con él decidirán lo que debo hacer.- Aquí he tenido que comprar todo porque no
me alcanzaría lo que traje (…) (a continuación da una lista de lo comprado) no tengo á que
referirme de las suyas que no he recibido aún (…) (la falta de cartas de su casa lo tenían
agobiado) Y tu recibe millones de besos abrazos y cariños de tu hijo que los tiene presente en
todos los momentos
V E Estrada”.
El día 6 de abril escribió a su madre desde Santiago, cuando recién había llegado en su corta
visita. El Sr. Elizalde tenía algunas noticias de enfermedades de familiares que inquietaron a
Víctor Emilio, y consulta sobre ellos a su madre. Más preocupado, le hace una observación a su
mamá: “Supongo que mis libros estarán cuidados como cuerpo de rey. No te olvides de
enviarme periódicos de allá aunque no sea más que el Grito.- Háganse retratar y mándenme un
grupo que así como a Ud. le gusta ver mi retrato lo mismo me sucede á mi. Sería el mayor
placer que pudiera yo tener”. Esta parte nos muestra el apego que tenía ya por sus libros, su
avidez por conocer noticias del país y el comienzo de su afición a las fotografías. Luego viene
una parte polémica de la carta que dio a don Julio Estrada Icaza indicios de que ya se estaba
manifestando la enfermedad de doña Victoria: “No escribas muy largo porque ya sé que no lo
puedes hacer ni aún corto pero yo me contento con unas cuantas líneas nomás…”.
No estamos muy seguros de que se trate ya del cáncer que la aquejaría en ese año, o si se trataba
más bien de algún otro problema.
Cierra la carta, como ya era su costumbre, con palabras amorosas para su madre.
El día 9 de abril de 1906 Víctor Emilio escribe a su madre una extensa carta en que le comenta
sus impresiones sobre Santiago y en especial el cerro de Santa Lucía, desarrollado para que los
ciudadanos lo disfruten y observen la ciudad. Evoca el cerro del Salado en Guayaquil y lo que
podría ser… Víctor Emilio se manifiesta consternado porque en el vapor no llegó correo para él
pero sí para otros tripulantes. Dice en la carta que les va a enviar un cable notificándoles su
regreso a Valparaíso.
El día 10 de abril le escribió su hermana Panchita:
“Muy querido hermanito mío:
Deseo que estés con completa salud. Nosotros estamos bien pero te extrañamos mucho todas las
noches el ultimo pensamiento es para ti tanto de mi papá mi mamá y nosotros.
Mucho nos hemos alegrado de tu carta pero ha habido medio llanto de mi mamá y mi papa dice
que también se le saltaron las lagrimas. Mucho te agradecemos las postales y están muy
bonitas. Inés te extraña mucho de noche á la hora en que te acostabas.
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Muchos recuerdos de parte de todos y tú recibe un abrazo de tu hermana que sueña con verte.
Francisca
P.D. Ya dimos todos tus saludes, y dispensa que sean de tus papelitos”.
El mensaje de su hermana era muy bonito, pero ¡las niñas estaban metidas en sus cosas y usando
sus papelitos!
Como le contó Panchita, habían llegado algunas cartas suyas y en la casa se habían dado
manifestaciones de alegría y tristeza simultáneas, con lágrimas de su madre y de su padre.
El día 10, luego de recuperada de la emoción, su madre le escribió:
“Hijito querido de mi corazón:
Mañana un mes que te separaste de nosotros y hoy he tenido el inmenso placer de recibir tu
primera carta tan cariñosa que junto con el gusto que hemos sentido al leerla también nos ha
hecho llorar. Si tu nos extrañas hijito; que te diremos nosotros? Sobre todo tu madre que no
piensa sino en ti? Por una carta de un joven Echeverría me dice Emilio que sabe te has
mareado, no podía ser de otro modo, esa costa es brava según dicen, espero me cuentes todo lo
que has pasado. Ay hijito! Si quiero que vuele el tiempo para abrazarte y tenerte a mi lado”.
Más adelante le dice: “Nuestra salud es buena, gracias a Dios no podemos quejarnos sobre todo
en esta estación, que como tú sabes es la peor; salida de invierno”. Luego pregunta: “Te has
repuesto algo? Porque mi deseo es que vengas gordito. Ojalá pudieras retratarte”. Acto
seguido, le da una noticia que sería de mucho interés para él y otros estudiantes revoltosos:
“Según la nueva ley de instrucción o plan de estudios mejor dicho quedan Uds. exonerados del
examen en que salieron reprobados pues precisamente en el curso que comenzará en Mayo
(porque así lo ha pedido Emilio hoy a Quito atendiendo a la mala estación) les toca a Uds.
estudiar la misma materia y con esta concluyen.
Ha sido una suerte esta transformación para poder pasar el año sin tener que presentar nuevo
examen”.
En efecto, se había dictado un decreto de “Libertad de estudios”, que permitía ciertas latitudes a
estudiantes que habían reprobado en sus exámenes. Al personal docente del colegio Vicente
Rocafuerte no les agradó nada el decreto, pero era ley y tenía que ser acatado…
Al mismo tiempo que le escribía su madre el día 10, también lo hacía Víctor Emilio:
“Mamita de mi corazón:
Inmenso placer he tenido al recibir tu cartita. (…) Por mi parte solo tuve un catarro que me
demoró tres días y cansado porque tuve que levantarme á las 11 de la noche por que se le
ocurrió al contador Álvarez cogerse el camarote. (…) Respecto al provecho que me resultará
del viaje ya te he dicho en cartas anteriores que estoy engordando.- En cuanto á mareo todo
consiste en no dejarse vencer y poniendo uno de su parte, todo va bien. En el retrato que te
llegará junto con ésta estaba con el catarro en Santiago por eso tengo los ojos que parecen
hinchados”. Y termina con una nota que nos muestra que estaba madurando, del niño mimado
de casa, a un jovencito con mayor independencia: “Abraza mucho a Inés. Dile que la extraño yo
también mucho pero que no se ponga brava porque te diga que á la hora de dormir ya no la
extraño”.
Víctor Emilio se sintió extrañado que su padre no le escribiera, pero su mamá ya le había
contado que había estado muy ocupado en la Gobernación. Sin embargo, el 11 de abril le pudo
escribir unas pocas palabras a su hijo, las cuales estaban cargadas de sentimiento.
“Hijo Querido:
Ayer tuvimos el gusto de recibir tu cariñosa cartita de Iquique. Fue un día de contento para
todos los de la casa. Ojalá el próximo vapor traiga también carta tuya.
67
Aquí todos desde el primer momento que tú bajaste de la casa solo en ti pensamos. Por tu carta
comprendo que ya sabes lo que son las caricias de la familia, eso nada lo reemplaza.
Consérvate bueno y pórtate bien pensando en la pena que nos daría cualquier mala acción.
Tu papá que te abraza
Emilio Estrada
Todos estamos perfectamente bien”.
¡Una carta bastante escueta! Pero ya Panchita nos ha contado que su papá se sintió muy
emocionado cuando se leyeron las cartas de Víctor Emilio en el hogar, de tal forma que lo que
vemos aquí es la fachada del padre severo, que amonesta al hijo de manera preventiva.
Ese mismo día Emilio enviaba el siguiente cable a su hijo: “Todos buenos extrañamos mucho
telegrafía tu salud – Estrada”.
La siguiente carta a su mamá está sin fecha, pero se ubica cronológicamente alrededor del 15 de
abril. Es una carta de lo más interesante en cuanto a su rutina de vida abordo y en Valparaíso.
Veamos extractos de ella:
“Querida y recordada mamacita:
Empiezo á escribirte la presente con anticipación á la salida del correo con el objeto de
explicarte la vida que hago aquí en Valparaíso.-
Duermo por el momento en el camarote que ocupó Tomasito que duerme en Hotel en tierra.
Actualmente le arreglan un camarote porque ha de sentir ya el vacío de dinero.
Me levanto todos los días á las 6 ½ ó 7 y voy á tomar desayuno que ahora recién empieza á ser
de café con leche á las 8.- Es tal el hambre que tengo desde la llegada á Chile que hubo día que
me desayuné con un huevo frito (que lo comen todos abordo por la mañana, por si acaso mi
papá proteste), una taza de té, luego bajé á tierra y tomé dos tazas de café con leche con pan y
mantequilla, dos tazas de chocolate y dos vasos de leche. Como todos los días opíparamente.
Después de desayunarme nos reunimos á conversar con los cadetes ó los oficiales y á hacer
recuerdos de Guayaquil en el que se piensa cuando la imaginación no está ocupada por el
trabajo. Se ha hecho obligación hablar de Guayaquil en almuerzo y comida.- Así la pasamos en
corrillos hasta las 11 a.m. en que poco á poco nos vamos dirigiendo á la cámara para el
almuerzo que se sirve á las 12.- Comen Ferrari, 2° de abordo, Fco. Nebel, compañero mío de
oficina, el capitán Donoso Laso, de la guarnición militar de abordo, los tres ingenieros y yo.
Generalmente hay dos ó tres ecuatorianos invitados.
Antes del almuerzo me he vestido yo con el vestido negro ó con el nuevo y después del almuerzo
bajo a tierra en el bote de 1 ½ y voy á donde el Cónsul López y me paso el día en el Consulado
ó paseando pa conocer la Ciudad. Á las 6 me voy al muelle á esperar bote en el que llegamos
todos los que hemos desembarcado á las 7 horas en que principiamos á comer se acaba á las 8
y entonces unas noches me quedo abordo y otras me voy á tierra a la Plaza de la Victoria donde
se reúne toda la aristocracia y allí nos estamos con algún grupo amigo hasta las 10 ½ los días
ordinarios y hasta las 11 ½ los Jueves y Domingos horas en que hay bote pa el regreso á
dormir. Otras noches voy á casa de una familia Martínez Ricardi donde nos presentó el Cónsul
á la mayor parte de nosotros. Son tres muchachas muy vivas con una conversación muy amena
que bailan y tocan piano y la señora que también baila y toca piano. Viven en el mismo hotel
que el Cónsul y Tomasito que es el mismo donde estuve yo hospedado los tres primeros días de
nuestra llegada.
Cuando llego abordo me acuesto y paso la noche sin despegar los ojos hasta que la luz que
entra por la claraboya me los haga abrir. Algunas noches voy al teatro pero rara vez.- En fin
completan mi vida, los vehementes deseos que tengo todo el día para el más pronto regreso. Ya
todos estamos aburridos y me dicen que le diga á mi papá que ordene cuanto antes el regreso
del buque.- Ya vino Puyol de Coquimbo casado.- Creo que en el próximo vapor tendré cartas
tuyas. La que he recibido veo que es respuesta al cable de Iquique.
Recibe mamita querida una multitud de abrazos y besos y el corazón de tu hijo que te idolatra.
68
V E Estrada
Tomasito ciertamente vivía mejor que cualquier miembro de la tripulación del buque. Víctor
Emilio no lo percibió entonces, pero la actitud de “bon vivant” de Tomasito le estaba
transmitiendo un mensaje subliminal que, debidamente reciclado y en circunstancias de una
afluencia bien lograda, sería aplicado por Víctor Emilio en sus viajes.
El día 16 de abril llegaron a Guayaquil cartas acumuladas de Víctor Emilio, las que causaron un
revuelo en la familia y generaron algunas contestaciones.
Ese mismo día Víctor Emilio había cablegrafiado a su padre deseando a la familia felices
pascuas. Emilio le respondió de inmediato: “Correspondo pascuas buenas deseamos regreso –
Estrada”. Estas últimas palabras sonaron muy bien a Víctor Emilio, quien respondió de
inmediato, pues estaba en la oficina del cable esperando: “Buque llegara mediados Junio
mínimum que hago”. No obtuvo respuesta de su padre.
Entre las personas a quienes escribía Víctor Emilio estaba su tía María Sciacaluga de Velásquez.
“El lindo” al que se refería Víctor Emilio al cerrar algunas de sus cartas era el hijo de ella,
Sebastián Velásquez Sciacaluga, primo al que quería como hermano y con quien se mantendría
muy cercano hasta la prematura y súbita muerte de Sebastián, que sufriría de problemas
cardiacos. Sebastián era algunos años menor que Víctor y su primo mayor era admirado por el
niño.
La tía María respondió a las cartas de Víctor Emilio con cariñosas palabras.
El 17 le escribieron a Víctor varias respuestas. Aquí la aleccionadora de su padre:
“Hijo querido:
Con el mayor gusto recibimos ayer cuatro cartas tuyas, dos para tu mama y las otras para mí;
también vinieron dos tarjetas postales muy bonitas.
Como era natural las cartas fueron leídas en familia y después corrieron de casa en casa donde
las (personas) que no estaban presentes.
Veo que has sufrido con la ausencia de nosotros pero eso te habrá servido de buena lección
para la vida. Yo también pasé por las penas de la separación de mi familia siendo niño y supe
sacar provecho de la lección” (Pero en su caso, solo la ausencia del padre).
María Luisa me ha llenado de gusto con la cartita que te escribe, carta que cualquiera creería
redactada por persona mayor. No ha sido así, es obra exclusiva de ella (…) Todos sufrimos con
tu separación y deseamos acortarla pero eso no es posible.
Consérvate bueno y formal. Pide dinero a Elizalde si lo necesitas para cualquier cosa.
Tu papá que te abraza.
Emilio Estrada”.
Como podemos ver, Emilio corta las esperanzas de su hijo en cuanto a un retorno anticipado,
aunque para esta fecha ya Emilio sabía que Víctor tenía que regresar en mayo para poder dar el
examen para pasar de año. Adicionalmente, como veremos más adelante, Víctor estaba
detectando problemas a bordo del buque y pensaba denunciarlo, lo que haría necesario que se
separe de la tripulación. En la carta se evidencia también la intención del padre por que la
separación sea una lección de vida y de apreciación de las ventajas de que Víctor Emilio gozaba.
Y la carta usualmente cariñosa de su madre:
“Hijito de mi corazón:
Ayer fue un día de verdadero gusto en la casa al recibir tus 4 cartas de fechas 22 y 25 del
pasado, he leído y vuelto a leer porque me parecía que conversábamos los dos. Cuantas gracias
doy a Dios de que tu salud sea buena así como estamos nosotros, ojalá sea así hasta el fin.
69
Mucha pena me da saber que tu regreso se prolongue hasta fines de Mayo, yo me había hecho
la ilusión de pasar tus 15 años todos reunidos pero no hay más que tener paciencia que el
tiempo pasa (no tan pronto como lo quisiera yo).
A la fecha conoces ya Santiago que supongo te habrá gustado mucho, todos hemos visto con
mucho gusto las postales sobre todo la del hotel, todo esto hijito de mi alma que para los
extraños es detalle insignificante para los tuyos es de gran interés. Te extraño tanto tantísimo
que solo la idea de que tu desarrollo tan rápido que has tenido lo favorecería un viaje de mar
solo esto te repito es lo que me ha consolado de tu separación.
Ya me preparo a estar sentados en la hamaca conversando íntimamente como lo hacías antes de
irte. Te acuerdas hijito?
Tus cartas han ido donde Jesucita, María, en fin ha sido un día de plácemes. Todos te
contestan, y con mayor gusto tus ñañitas, las que reclaman también sus cartitas. Fíjate en la
carta de María Luisa que graciosa está, parece dictada y no es así. Juntas se fueron al
corrector a las 7 p.m. y cada una escribió sola. Ambas te extrañan bastante. El lindo de María
está de lo más gracioso. No dejes de traerle algo apropiado para su edad, ya habla bastante, le
preguntamos por ñaño Emilito y contesta allá.
En fin hijito mío, todos los de casa te recuerdan y saludan y tu madre te estrecha en su corazón.
Victoria”.
En el manuscrito, la palabra “nosotros”, que subrayamos, tiene una clara diferencia de trazo en
relación con las circundantes, lo que nos da una idea de que, en efecto, doña Victoria ya estaba
teniendo problemas de salud.
Y también escribió el tío Luis:
“Muy querido sobrino:
Contesto tu muy afectuosa de 25 del pdo., complacido por el buen estado de tu salud, la nuestra
es buena. Jesusita te escribe y te dice todo lo que yo pudiera decirte.
Por acá llegó a mi noticia, la que creo falsa, este es, que el nieto del Capitán de Altura don
Aquiles Sciacaluga, se mareó como le hubiera pasado en el viaje al hijo de un pachuco. Qué
hay de verdad en esto? Nada dicen tus cartas al respecto.
Dudo un tanto de que la presente llegue antes á esa de la salida de Uds. de allá. No soy, pues
muy largo, y deseándote toda felicidad en tu regreso, te envía un estrecho abrazo tu tío que te
extraña y quiere.
Luis”.
No podía el tío Luis negarse el placer de incomodar a su sobrino y ahijado de confirmación,
nieto del capitán Sciacaluga, por marearse como “hijo de un pachuco”. Esto nos da una idea de
la estrecha relación con su tío.
Y la tan comentada carta de María Luisa:
“Muy querido hermanito mío te extrañamos mucho como tú a nosotros te agradecemos mucho
las postales y están muy bonitas los últimos pensamientos son para ti; muchos saludes de Maria
y de Sebastián lo mismo que Inés i todas la muchas
Y tú recibe un beso de tu hermana
Maria Luisa
PD no te olvide de traerme de alguna cosita”.
El día 23 de abril Emilio le envía el siguiente cable a su hijo: “Faltan noticias tuyas acá buenos
saludos – Emilio Estrada”.
Regreso a casa
El 26 de abril encontramos una carta que le envía a Víctor Emilio el Encargado de Negocios del
Ecuador en Chile, Rafael H. Elizalde:
70
“Mi recordado amigo:
No atreviéndome a decidir sobre el viaje de Ud., hice esta mañana – en cuanto recibí su carta –
un cablegrama á su Papá que me acaba de responder lo siguiente: ‘Víctor provisto fondo
regreso cable. Diga mi hijo todos buenos’. Esto equivale á la aprobación que su Papá hace
para que Ud. regrese. Lo felicito por ello y porque no hay novedad por su casa.
Excusado me parece decirle cuánto lamento el desorden que Ud. me denuncia existe a bordo
del ‘Marañón’. Deseo que Ud. me autorice á hacer uso de su carta, para dirigirme á Puyol
exigiéndole el restablecimiento del orden y la disciplina indispensables.
Cuanto á los probables negociados en la provisión del buque también desearía me concretara
algunos cargos para tomar medidas.
Yo no pago ninguna cuenta sin el Vto. Bno. del Comandante y del Cónsul.
Su carta me revela en Ud. un digno hijo de su padre. Reciba Ud. junto con ésta un afectuoso
apretón de manos de su Affmo. Compatriota
Rafael H. Elizalde”.
En efecto, el cable del Encargado de Negocios generó la orden de Emilio, quien además envió el
siguiente cable a su hijo el mismo día 26 de abril: “Vente primer vapor ocurre Banco Tarapacá
recursos todos buenos – Estrada”.
El 3 de mayo, cuando Víctor Emilio envió un cable anunciando su salida, recibió esta respuesta
de su padre: “Todos perfecta salud mañana salgo para Quito – Gobernador Estrada”.
El 14 de mayo se reportó por cable en Callao. Su padre le contesta: “Limari Callao. Regresando
todos buenos te saludamos – Estrada”. El cable está cifrado y no conocemos la clave.
Ya en Puná, escribe a su padre desde el lugar de cuarentena:
“Papá: Hemos llegado sin novedad al pontón y estoy bien instalado.
El Dr. Saona, médico que le toca levantar la cuarentena, dice que en cuanto llegue el vapor que
venga por los pasajeros levantará la cuarentena de manera que si el vapor llegara aquí a las 2
de la tarde iría á comer en la casa y no me parece que habría inconveniente en eso pues
nosotros llegamos al bajo de Mala á las 8 de la mañana del 21 y no entramos á Guayaquil
temprano porque estuvimos varados en ese bajo hasta la 1 p.m.
A Puna llegamos á la una de la tarde. Arístides Morla le escribió a Gil Rodríguez para que se
pusiera de acuerdo contigo al respecto á vapor. Creo que pueden mandar el San Nicolás que
anda bien. Si no vienes tu á Puna has de ir al muelle donde llegue el vapor.- Hasta el Sábado
(26 de mayo) un abrazo de Víctor
La cuarentena se tendría que cumplir. No era el Gobernador del Guayas quien violaría una
norma tan importante porque su hijo era uno de los afectados.
Sin embargo, el 22 era el cumpleaños del muchacho y Emilio decidió ir a visitarlo, llevando a
María Luisa. Lo verían desde prudente distancia y contra el viento, y le pasarían
correspondencia.
María Luisa le envió una cartita:
“Muy querido ñaño deseo que te conserves bien. Nosotros estamos bien el otro día te escribí
una carta que con pena no las recibido que de que vengas en un rato te la refiero. Te escribo
corto porque es que pronto te abrazo. Recuerdos de todos y un beso de tu hermana que te quiere
de corazón. Maria”.
Su madre decidió no ir, pues sería doloroso ver a su hijo pero no poder abrazarlo. El día 23 le
escribió:
“Hijito de mi alma:
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Ayer no fui a verte porque a más de estar muy constipada me da muchísima pena no poderte
dar ni un abrazo y tener que regresar sin ti. Estoy haciendo paciencia hasta el sábado ó
domingo que tenga el gusto de estrecharte en mis brazos.
Tus quince años los has pasado aunque separado de nosotros, siquiera en tu tierra.
Esos bizcochuelos te los tenía listos para ti así que te los mando junto con el chocolate que
pides, las conservas hijito no te las mandamos porque nos parece que te da una indigestión y tu
comprenderás que cualquier indisposición que tengas durante la cuarentena pueden tomarla
por algo grave y contagioso, así que, te suplico hijito de mi corazón te eximas de todo lo que te
pueda hacer mal, hasta que estés a mi lado y pueda yo atenderte.
Todos estamos muy contentos de tu llegada. Inés no se diga en fin todos. Tu papá dispondrá la
venida no sé si será en la noche del sábado ó el domingo. Luis dice que mandando al ‘Ecuador’
el sábado puede tomarlos después de cumplida la cuarentena o sea a las siete de la noche y
estar aquí a las 11, yo no sé al fin lo que él dispondrá.
Todos te mandan mil cariños y tú recibe mil besos de tu madre que tanto te extraña.
Victoria
Hijito: Quiero que el tarro que te mando me lo traigas con chirimoyas de Puná que me gustan
mucho y están en la cosecha”.
Esta carta la contestó Víctor Emilio de inmediato:
“Mamita de mi corazón:
Recibí tu cartita con los bizcochuelos que están muy ricos. Soy del mismo parecer respecto á la
causa por la que no has venido a verme porque en lugar de alegría me da tristeza estar viéndote
sin poder abrazarte – Ya le encargué á Matros Elizalde las chirimoyas.-
Está bien que no me hayas mandado las conservas porque aquí es buena la comida.
Dale muchos abrazos a todos en mi nombre á Luisita que otra vez que escriba sea más
inteligible. Se conoce que ha estado muy apurada.
Muy flaquita la encontré el otro día – Mi padrino (de confirmación, el tío Luis, pues Millet
había sido de bautismo) me ofreció ir á verme por la tarde y me dejó con las ganas.-
Un abrazo bien apretado para Jesusita y Maria, un besito para Panchita, Luisa y Sebastiancito,
recuerdos para mi padrino y Sebastián. Saludos para Inés (a ella un abrazo también) Carmen
Nativa, Mariana y el chinito y para ti mi corazón
Víctor
No me revuelvan el baúl sobre todo unos sobres que llevo allí”.
El 26 de mayo Víctor Emilio llegó de regreso a su hogar. Había terminado así una interesante
aventura en la que el joven maduró bastante. El propósito del viaje, según lo había planeado su
padre, se había cumplido al desenlazar el muy estrecho vínculo materno y abrir las puertas para
la madurez. Víctor Emilio conservó las amistades que hizo en el “Marañón” y poco después,
cuando fue editor de la revista Patria, publicó un artículo sobre el buque y parte de su
tripulación.
Capítulo 7 – De regreso en casa
En Guayaquil – Crisis familiar
En previsión de la llegada de Víctor Emilio, su padre lo había matriculado, el 27 de abril, en el
Vicente Rocafuerte, para el 2° año de Filosofía.
La salud de Victoria había evolucionado para mal. Los médicos dictaminaron que era necesaria
una intervención quirúrgica que no se podía realizar entonces en el Ecuador. Víctor Emilio
recién se enteró de esto al salir de la cuarentena.
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Si bien Emilio contaba con la fábrica La Victoria y el sueldo de la Empresa de Carros Urbanos,
que le estaban dando ingresos suficientes para una vida cómoda para su familia, no tenía una
fortuna líquida acumulada en reserva para afrontar una emergencia como ésta. Dejemos que
Víctor Emilio nos relate de primera mano lo ocurrido:
“…en Mayo de ese año (1906), mi padre se enfrentaba con el problema de llevar a mi madre a
Europa en pos de un tratamiento operatorio imposible entonces de dársele en Guayaquil.
María Luisa, Victoria, Emilio, Víctor Emilio y Francisca Amalia.
Antes del viaje a Europa en 1906, la familia posó para una sesión de fotografías familiares en el estudio Menéndez y Jaramillo,
en Guayaquil. Fue la última fotografía familiar que se tomaron.
Los medios de mi padre no eran abundantes y su incipiente fortuna no era líquida. El tiempo
apremiaba. El viaje era costoso. El General Alfaro lo supo y, en plena tribulación, mi padre
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recibe un día el nombramiento de Visitador de Consulados en Europa, y una orden de pago
para su pasaje y su honorario, fijados globalmente en $20.000 por el General Alfaro. La
tentativa de salvar a mi madre, podía realizarse sin sacrificio mayor!
Pero mi padre no recibió jamás un sueldo sin devengarlo. Tenía no sólo que agradecer al
generoso mandatario, sino que prestar al país el servicio que se le pagaba por anticipado.
Visitador de Consulados, se desempeñó como tal en cuanto el estado de mi madre se lo
permitió…”. Al terminar el viaje, su austeridad le había permitido contar con un remanente que
lo invertiría en la compra y luego donación de un equipo médico para anestesiar, similar al que
habían usado en su esposa, y que fue el primero de anestesia mixta de éter, cloroformo y
oxígeno que se usó en el Hospital General de Guayaquil.
Fin de los estudios
El 13 de junio, amparado por un decreto emitido por el Jefe Supremo, Gral. Alfaro, Víctor
Emilio rindió los exámenes de 5° año de bachillerato en las materias que se había quedado, y los
pasó.
El día 15 de junio pagó los derechos de exámenes y la matrícula del Vicente Rocafuerte para el
período educativo de 1906-1907, en la especialidad de Filosofía, en el 3° año. No sabemos cómo
logró hacer esto, pues su padre lo había matriculado en abril para el 2° año de esa misma
especialidad. Aparentemente esa era parte de la “libertad de estudios” que permitía el Decreto
Supremo.
Pero su educación en el Vicente Rocafuerte acabaría en junio de 1906, pues por el problema con
el Rector, la reacción del profesorado fue, como debía serlo ante el injusto agravio sufrido por
un profesor honorable y admirado, solidaria y drástica contra los estudiantes que habían
cometido semejante atropello. Víctor Emilio no podría volver a ser estudiante del colegio
Vicente Rocafuerte aunque se recibiera la orden de la más alta autoridad o se emitieran cien
decretos supremos. Ciertamente, la actitud de Víctor Emilio en el colegio había sido una
decepción para su padre, quien se había afanado por darle a su hijo una ventaja educativa que él
no tuvo.
Emilio, ocupado como estaba en la entrega de la Gobernación por motivo de su viaje y con la
enfermedad de su esposa, no tenía tiempo para un problema causado por la inmadurez de su
hijo. No le prestó mayor importancia al tema. A fin de cuentas, él tampoco había terminado sus
estudios y sin embargo había sobrevivido…
Lo que sí hizo fue resolver llevarse al joven con él a Europa, para mantenerlo controlado y…
“educarlo en casa”. Y así terminó su instrucción formal.
El nombramiento de Emilio como Visitador Fiscal de Consulados en Europa se concretó el 27
de junio. El viaje a Europa tenía que ser preparado en cuanto a sus citas médicas y transporte, lo
que tomaría unos días.
Viaje a Europa en 1906
No contamos con una fecha exacta para la salida de Victoria con Emilio y sus hijos hacia
Europa, pero para mediados de julio ya deben haber estado en camino. El viaje fue vía New
York, donde tomarían el buque transatlántico. En la ruta de ida, pasaron pocos días, solo el
tiempo esencial, en los puertos de transferencia: Panamá, Colón y New York.
El destino en Europa fue Hamburgo, Alemania, donde el avance de la medicina era reconocido y
Emilio tenía amigos, como Antonio Stagg Aguirre. Victoria fue examinada e intervenida por los
médicos especializados, quienes pensaron que la operación había sido un éxito y que el tumor
canceroso en su seno había sido extirpado por completo, según las técnicas de la época.
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Fotografía de Víctor Emilio tomada en la sesión fotográfica en que se captó la foto familiar en página anterior.
En la foto de esta página, vemos a Víctor Emilio “engordado” luego de su viaje a Chile, lo que nos da una idea
de lo delgado que debe haber sido antes.
En la operación los médicos habían usado un aparato de anestesia que era una novedad por su
conveniencia para el bienestar del paciente.
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Emilio se interesó mucho en los avances técnicos en el campo médico, con el fin de introducir lo
que fuera posible en Guayaquil.
Luego de un período de recuperación, Victoria fue dada de alta y Emilio se dedicó a devengar el
sueldo recibido como Visitador Fiscal de Consulados en Europa.
El nombramiento de Visitador era una formalidad para facilitarle a un alfarista leal los fondos
necesarios para enfrentar una emergencia familiar; no se esperaba que cumpliera con las
formalidades del cargo, pero ya Víctor Emilio nos ha aclarado que su padre jamás recibió un
sueldo sin devengarlo con trabajo equivalente.
Inició su gestión en el mismo consulado del Ecuador en Hamburgo. Luego pasó a Berlín, donde
pasó más tiempo por problemas que detectó en la compra de armas inservibles para el Ejército.
De allí pasó a Paris, que él describió como “caja central de nuestros consulados en Europa”; de
éste siguió a Cherburgo, Barcelona, Marsella, Niza y Génova. De ese punto inició su regreso al
norte: Amberes, Londres, Southampton y Liverpool.
Emilio estuvo de regreso en Ecuador a comienzos de noviembre y en pocos días presentó su
informe al Ministerio de Relaciones Exteriores.
Al Gobierno no le debe haber agradado el resultado del nombramiento, pues en su informe fue
bastante crítico de la gestión de las representaciones ecuatorianas, en especial la de Berlín, que
cuando él los visitó, estaban a punto de completar un negociado muy perjudicial para los
intereses del Estado.
Cierre del Informe que, como Visitador de Consulados en Europa, presentó al Ministro de Relaciones Exteriores
Para aclarar los chismes inevitables y maliciosos que circularon sobre su nombramiento de
Visitador Fiscal de Consulados, Emilio hizo imprimir y publicó, en abril de 1907, las partes de
su informe que no guardaban secretos de Estado y que eran de interés público.
Por razón de éste incómodo informe, en su próximo viaje por la enfermedad de su esposa, en
1909, no recibiría nombramiento o apoyo alguno…
Sin saber que Emilio estaba por partir a Europa y que dejaría la Gobernación, don Lizardo
García Sorroza, ya exiliado en Barcelona, España, le escribió el 14 de julio una carta, pidiendo
su intercesión. Es una carta digna de conocerse porque tuvo su efecto en Víctor Emilio:
“Mi estimado Emilio:
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Desde que me asilé en casa del Ministro de Colombia Sor. Isaza, no me he ocupado más de
política ni de ningún asunto público; vivo además lejos del Ecuador sin contacto alguno con
centros ecuatorianos.-
No soy pues un estorbo para nadie, y los periódicos sostenidos por el fisco siguen insultándome
y calumniándome, con labor contra producente, pues hieren intereses de terceros que al
defenderse, ponen en evidencia la mala fe con que se me ataca.
Tú no estás equivocado, pues conoces los sucesos en sus mínimos detalles, y sabes que en
cuanto se me inculpa hay calumnia e ingratitud; tú vas captándote el aprecio público por tu
comportamiento; valga pues tu rectitud y sirva tu influjo siquiera para hacer callar a esos
deslenguados cuya obra va desacreditando el país y alejando la posibilidad de mantener su
crédito. I no creas esto una broma, pues soy bien conocido acá, por largo tiempo de relaciones
comerciales, y al observar cómo se me trata juzgan que debe ser muy corrompido el bando que
así corresponde a servicios prestados con el patriotismo y desinterés que acá todos conocen. Lo
de las armas acaba de llenar la medida: los que las vendieron y los intermediarios todos saben
que yo no he tratado, y que las negociaciones tuvieron efecto en Londres cuando yo ya estaba
en el Ecuador. Con todo esto que esta gente sabe, al informarse de cómo se engaña allá al
público, pierde la confianza, y de allí que el mismo Harman esté sufriendo las consecuencias,
que él en su desesperación atribuye a otras causas.
Tu pues que seguramente eres el hombre del porvenir en el partido triunfante, estudia mis
razonamientos, y procede en justicia que es también por hoy el camino de la conveniencia.
Tu aftmo.
Lizardo García”.
Lizardo García había estado en Londres negociando armas para el Estado ecuatoriano durante el
Gobierno del Gral. Plaza. Al regresar, las negociaciones habían recaído en un nuevo negociador,
pero se trató de mancillar el honor de don Lizardo con acusaciones infundadas. Emilio y su hijo
comprenderían muy bien las palabras de don Lizardo, en especial cuando, sin querer, se
encontraron con un negociado de armas inservibles en el Consulado del Ecuador en Berlín.
De regreso en Ecuador
Víctor Emilio regresó del viaje antes que sus padres, vía New York, mientras ellos fueron vía
Génova, para visitar el Consulado y a los Sciaccaluga. Para el 14 de noviembre escribe a su
padre, quien luego de llegar a Guayaquil había ido a Quito por pedido expreso del Presidente,
una carta poniéndolo al tanto de la situación en Guayaquil: La administración pública era un
caos, como lo veremos por el texto de la carta, que es producto directo de la situación.
“Querido Papá:
…Supongo que estarás al corriente del asunto Sr. Rubio y del escándalo que tiene alarmado al
comercio y a los Bancos así el asunto tiene varios puntos graves.
1°- Arbaisa Octavio y Cosme Pareja entraron revolver en mano al despacho de Rubio y lo
injuriaron de la manera más soez que se puede dar. Esto delante é instigados por el padre de
Falquez Velarde que es interventor y que quiere, según me dicen ser Administrador para poder
hacer sus combinaciones.
2°- Este atentado fue cometido delante de más de 20 empleados de esa oficina sin que ninguno
de ellos dejara oír una débil protesta tal como lo dictaba las leyes de la caballerosidad y del
compañerismo.
3°- Los autores de la cosa se encuentran hasta el día libres seguramente con la esperanza de
que Falquez Velarde sea Sub-Intendente según él dice aquí y ha hecho decir en los periódicos.
4°- La opinión pública si el 19 de Enero estuvo con el General hoy en la actualidad ha decaído
horriblemente después de la destrucción de las imprentas y después con este nuevo salvajismo.
Es de notarse que el padre de Falquez Velarde fue el primero que tocó la campana de fuego
(expresión de la época) cuando el negocio imprentas.
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5°- El Comercio y los Bancos te repito se encuentran alarmadísimos. Se pasa por una
verdadera crisis cuyo desenlace no se sabe cuál será i porqué no se hace una reparación
radical y pronta?
Te hablaba de opinión pública y te agregaré que de los más acérrimos partidarios del Gral.
muchos se tienen que callar ante la verdad de lo que sucede.
Con justicia se le reprochará al Gobierno del General la destrucción de las imprentas y con
justicia se le reprochará el nuevo incidente si inmediatamente no se toman medidas para ahora
y para lo futuro.
Hay que salir de estos canallas que desprestigian al partido y á sus hombres.
Los empleados de Resguardo han querido hacer una manifestación ct. Velarde; felizmente la
policía tomó medidas.
Acabo de hablar con Gonzáles Rubio Félix y me dice que su hermano seguiría prestando sus
servicios en el único caso de la separación de los Falquez y castigo de los demás: Pareja,
Arbaiza, etc. etc. Te escribo esta carta porque ya me tienen caliente en la calle con que lo haga
ya.
Te abraza tu hijo.
V E Estrada”.
¡Más demostración de una situación descontrolada no se puede dar!
Citaremos a don Aurelio Falconí, liberal de vieja cepa, que a pedido de Víctor Emilio comentó,
en “Vida de un Hombre - Emilio Estrada”, precisamente los acontecimientos de esa época.
“Por el año de 1906 el periodista inolvidable D. Manuel J. Calle, que tomó en sus manos la
piqueta demoledora para destruir los falsos prestigios de la política y de esta sociedad sumida
en un mundo de miserias, escribió aquellos famosos artículos que después se reprodujeron en
un libro titulado ‘Los Hombres de la Revuelta’. Era el recuento de las principales figuras que
actuaron desde la época legendaria, si así se puede calificar, del liberalismo ecuatoriano, y de
las que surgieron de la revolución del año 1895 y constituyeron la plana mayor del alfarismo y
de las administraciones liberales. Un libro de biografías ó semblanzas, en que el crítico se
dedicó á presentar á cada uno de dichos personajes en su real y verdadera proporción moral y
política.
Era por los tiempos aquellos en que, comenzando á opacarse los grandes ideales de la
revolución, las ambiciones tomaban sitio de preferencia en la organización democrática del
país, desvirtuándola en sus legítimos fundamentos.
El Caudillo del liberalismo, General Eloy Alfaro, el luchador abnegado, el soldado de las
grandes campañas, iba perdiendo la fuerza de su autonomía moral ante el empuje de un grupo
de hombres que se adueñaban de todos los campos de acción con miras egoístas y ajenas al
desinterés nacional y á las conveniencias del partido. La lucha contra este elemento se volvía
áspera, en su intento de expurgar los factores perjudiciales a la obra reformadora del Caudillo.
Y es aquí donde el polemista Calle, que ya es el censor acerbo de los hechos, sistemas ó
procedimientos de la política, hace también el examen de los hombres que actúan en ella. (…)
Destruye y aniquila todos los falsos prestigios y los falsos apostolados. Los ídolos van cayendo
de sus pedestales de mero artificio y quedan reducidos á polvo y ceniza.
Como el carácter, empero, la hombría de bien y la virtud excelsa, son un blindaje invulnerable
á la crítica, de esta suprema prueba á la cual fueron sometidos los mayores personajes
militantes del liberalismo, entonces, sólo se salva un hombre entre las figuras de la revuelta. Y
este hombre es don Emilio Estrada”.
No citaremos todas las extensas palabras de Calle, pero lo que dice don Aurelio nos calza como
anillo al dedo ante los acontecimientos políticos que ocurrían en 1906 y 1907, de los cuales
hemos visto solo unos pocos en esta biografía. Sin embargo, debemos observar que la integridad
de Calle como periodista era dudosa y lo sería más en el futuro.
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Con buena razón Emilio prefería mantenerse alejado de la política, pues las ambiciones de los
amigos alfaristas eran imposibles de controlar.
Su relación personal con el Gral. Alfaro le servía más bien como escudo, para mantenerse lo
más alejado posible de los eventos políticos y seguro ante las malicias de los ambiciosos, que en
repetidas ocasiones quisieron aprovecharse de su prestigio y buen nombre para usarlo en
beneficio propio. ¡Nunca lo lograron!
Desafortunadamente, muchos de los radicales alfaristas fueron perdiendo su mística
revolucionaria en el segundo período de don Eloy Alfaro y más bien comenzaron a tomar
provecho de sus posiciones políticas para alcanzar lucro personal.
Emilio, a quien le había costado el sudor de su frente cada sucre que tenía en el bolsillo,
detestaba a esos malos liberales. Pero la política es la política, y se tenía que convivir con ellos.
Lo más que podía hacer era mantener sus principios y convicciones.
Estas vivencias de la política fueron lecciones de vida muy valiosas para el adolescente Víctor
Emilio. Le servirían de mucho en el futuro.
Los contratos del Ferrocarril – Ejemplos de la amistad con Alfaro
Otro ejemplo de entereza en la amistad con Alfaro y en el bienestar del Estado por parte de
Emilio, lo describe Víctor Emilio en la biografía de su padre, en relación a los contratos del
ferrocarril que el Gral. Alfaro firmó con Archer Harman y con el Sr. Charnacé:
“Modelo de sensatez y de lealtad para el amigo y mandatario son las cartas que, escritas dentro
del lapso de dos años, reproduzco aquí como típicos exponentes del criterio con que juzgaba la
obra de Harman por un lado, y de la manera cómo entendía la amistad y la lealtad para con el
General Alfaro, del otro.
La primera de ellas es una premiosa advertencia ante el fabuloso proyecto que en su tiempo se
llamó ‘el contrato Charnacé’ que sublevó al país del Carchi al Macará, y que tenía
vinculaciones y raigambres con los que mi padre llamaba ‘los Harman nacionales’, aun a
riesgo de herir la susceptibilidad de don Eloy y de sus falsos amigos. (Esto es en 1907).
Otra de ellas es escrita el día que el ferrocarril llega por fin a Quito y desde Hamburgo –donde
se hallaba- siente el suceso como un triunfo del liberalismo, de Alfaro, de sus amigos, no de
Harman. (Esto es en 1908).
La tercera, escrita un año después, a raíz de que Mr. Harman, explotando el entusiasmo de la
víspera por la llegada del ferrocarril a Quito, logra arrancar al Gobierno un nuevo contrato
que le cede medio Ecuador a cambio de vagas promesas. Está firmada también por don Pedro
Córdova, leal y fiel amigo del General, pues ambos pensaron que la firma conjunta
impresionaría más hondamente al Caudillo por la gravedad del asunto”. (Esto es en 1909).
Víctor Emilio nos sintetiza en estas palabras el problema global, pero reforcemos un poco, para
el propósito de este libro, lo que él dice con citas parciales aunque directas, de las cartas de don
Emilio a su amigo el general Alfaro:
Carta del 30 de marzo de 1907:
“(…) Supongo que Ud. ha tenido la bondad de enviarme esos documentos para que le dé mi
opinión. (…) El primero me ha parecido malo por caro, pero anoto que los que lo suscriben son
verdaderos empresarios con dinero propio; el segundo me parece pésimo por carísimo y
opuesto a los intereses de la Patria, y aún con el agregado que lo suscribe un aventurero. (…)
Por otra parte, Charnacé, como Harman, sólo quiere sacarle plata al Ecuador por las vías de
Londres, París ó Nueva York, y lo que haga o construya será tan malo y deficiente como los
trabajos de Harman. (…) Pero por sobre toda otra consideración hay la de que el país no
quiere más contratos con aventureros, y que lo es Harman y que lo es Charnacé lo sabe todo el
mundo, y lo sabemos más, porque nos duele, todos los ecuatorianos que palpamos los
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prodigiosos equilibrios económicos que han hecho esos bribones desde que pisaron el Ecuador
(…) Usando mi invariable franqueza le repito por décima vez: Separe Ud. de su lado a los
Harman nacionales y extranjeros que están absorbiendo para envenenar la atmósfera que Ud.
respira, y no lo dude que el país se tranquilizará porque en verdad no pide más y necesita,
como del aire respirable, de completa paz. (…) Basta de empréstitos, basta de contratos y basta
de decretos; vamos a la vida normal sin sueños de oro que son el móvil de tanto disparate como
hemos cometido con la mejor intención, alucinados por espejismos que nos ponen delante de los
ojos los Harman nacionales y extranjeros”.
Carta desde Hamburgo, el 22 de julio de 1908:
“Solo hoy he venido a saber la llegada del ferrocarril a Quito. En nueva York rogué al Dr.
López que hiciera por cable la pregunta y me vine sin conocer la respuesta. (…) Supongo a Ud.
en el colmo del regocijo; pocos hombres consiguen tan completamente el éxito de sus afanes
(…) ¿todo para un éxito cuyos beneficios no son personales? (…) Lo que no comprendo, aunque
desecho las pasiones para formar mi juicio, es la parte loable que Harman ha tomado en la
construcción del ferrocarril. Es indudable que parte ha tenido, pero lo censurable de la
explotación judaica de nuestras pobrezas, la del fraude y el engaño en el uso de nuestro
mermado crédito exterior. (…) Sólo quien no conoce nuestra historia puede ser indiferente al
busto de Harman en el timbre conmemorativo, pero yo conozco profundamente la historia del
Ecuador en ésta época (…) Pero al fin de todo es Ud. el vencedor y debe tener justo orgullo de
su triunfo, lo creo feliz rodeado por todos los suyos. Siento no estar cerca para gozar con su
felicidad. (…) Reciba Ud. las felicitaciones de su buen amigo alejado hoy de la patria por un
doloroso acontecimiento de familia”.
Y la carta del 10 de marzo de 1909, en Guayaquil, que va firmada también por don Pedro
G. Córdova:
“Con la atención que merece su importancia, hemos leído el contrato celebrado entre los
ministros y el Sr. A. Harman para la prolongación del ferrocarril de Quito a Ibarra, y desde la
llanura en el Guayas hasta Machala o sus inmediaciones, y hasta el Pacífico, entre Manabí y
Esmeraldas.
De pronto nos ha parecido que miras patrióticas han dictado ese contrato, para dotar al País
con un ferrocarril estratégico, en cuyo caso y siendo económicamente posible, sólo habría que
deplorar que tal contrato sea con un individuo como Harman, respecto del que la experiencia le
ha probado al País hasta la evidencia más dolorosa, que muy lejos de llenar sus compromisos
con el Ecuador, ha construido un ferrocarril que no vale ni le ha costado a él la cuarta parte de
lo que él o sus representantes visibles o velados han extraído del Ecuador.
Todo el País sabe que Harman ha inventado para cada combinación (en esa época sinónimo de
negociado) una nueva razón social que le ha servido para algún fraude (…) El País está
empobrecido hasta la mendicidad; todas sus rentas enajenadas; los más sagrados fondos
convertidos en tributos para Harman, sino directa por lo menos indirectamente, desde que
todas las fuerzas vitales trabajan sólo para él… hasta el ejército, por desgracia indispensable
factor para que el grito de la indignación nacional contenga su protesta. (…) Es notoria la
manera cómo este hombre ha cumplido su compromiso con el Ecuador, hasta el punto de que la
inmensa mayoría, cuya opinión es la que debe atender el mandatario, vive convencida de que
este nuevo contrato será ejecutado por Harman de manera más irrisoria que el del ferrocarril a
Quito, que tantos sacrificios de sangre Ecuatoriana y de dinero ecuatoriano viene costando
diariamente, sin otro resultado práctico que el empobrecimiento fiscal que ya llega a la
mendicidad y las hecatombes periódicas que enlutan a las familias que se ven obligadas a
ocupar ese matadero nacional”. Y en este punto cortamos la cita para anotar que la revista
Patria, por la misma época de esta carta, sacó una página de caricaturas que dramatizaban los
accidentes mortales que sufría el ferrocarril. Continúa esta carta: “Agotados los recursos
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económicos del País, sin ser racional la creación de nuevos impuestos; aumentada
enormemente nuestra deuda externa; estancada por completo la deuda interna; acaparados por
el fisco hasta los fondos de instrucción pública, (…) ¿de dónde han de salir los recursos
económicos para servir esos otros capitales que inventarán Harman y sus creaciones
extractoras de dinero ecuatoriano?
Lo perfectamente lógico, es, que en brevísimo plazo, llegaremos a la imposibilidad material de
dar más dinero, porque los recursos económicos no son ilimitados como los buenos deseos; y el
papel moneda, junto con la honra del que lo lanza por falta de previsión, enterrará al País, en
cuyo seno se está incubando semejante calamidad nacional. (…) De todo lo expuesto
deducimos, que ni económica, ni social, ni políticamente considerando el proyecto de contrato
es ni útil ni beneficioso para el País y sí ocasionado a producir males de incalculable
trascendencia, tales como la guerra civil, la ruina fiscal y el completo descrédito en el exterior.
Firman: Emilio Estrada – Pedro G. Córdova”.
Víctor Emilio cierra estas citas, que hemos abreviado, con las siguientes palabras que
demuestran la importancia que tuvieron como aleccionadoras:
“Más de un crítico superficial o de un malqueriente apasionado, creyó ver en mi padre uno de
los muchos ‘incondicionales’ del alfarismo. Es que careció de espíritu exhibicionista, y si la
documentación paciente recogida por mí, no me permitiese ahora desenterrar del olvido tan
limpios episodios de su vida ejemplar, es posible que tal criterio hubiese sido recogido y
confirmado por alguno de los historiadores del futuro. Las cartas que acabo de reproducir
disipan toda duda, si alguna restase. Ojalá todos los gobernantes contasen con esta clase de
servidores”. Y son estas las palabras que más nos interesan de los episodios citados, pues sería
exactamente lo que haría Víctor Emilio cuando le llegó el momento de servir a algunos
mandatarios, como lo veremos más adelante.
Capítulo 8 – Comienza a trabajar
Víctor Emilio comienza a trabajar
Al regresar al Ecuador Emilio, luego de su viaje a Europa, en 1906, el general Alfaro insistió en
nombrarlo nuevamente Gobernador del Guayas. Así, el 17 de noviembre de ese año, recibió el
respectivo nombramiento. Esto representó un dilema para él, pues los asuntos de Estado le
dificultaban cumplir con sus dos obligaciones laborales que le proveían del sustento para su
familia, pues el sueldo como Gobernador no era ni cuantioso, ni regularmente pagado.
Él continuaba como Administrador de la Empresa de Carros Urbanos y como Gerente de su
fábrica La Victoria.
En la Empresa de Carros estaba el Sub-Administrador, quien ejecutaba lo que Emilio disponía y,
cuando estrictamente necesario, lo que nacía de su propio criterio, pero responsable ante Emilio.
La fábrica La Victoria contaba con personal administrativo en su oficina de ventas en el centro
de la ciudad y de un jefe de producción y obreros en las instalaciones de la fábrica. Pero se
requería de una persona que esté al frente del negocio. Emilio pensó: ¿Quién mejor que Víctor
Emilio, quien debía ser eventualmente el heredero del negocio?
Trabajando en la fábrica La Victoria
El joven comenzó a trabajar formalmente en La Victoria en 1906. Estaba muy contento con su
sueldo, pues ese dinero le daba un nivel de autonomía y poder adquisitivo que le abrió puertas
en los círculos sociales de sus amigos. Joven, apuesto, inteligente, con dinero propio y con
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muchos conocimientos gracias a su afición por la lectura, Víctor Emilio se hizo muy popular en
su grupo.
Pero el negocio no era de su agrado...
No dejó registradas sus opiniones al respecto, pero es posible que no le gustara por ser un
negocio muy poco dinámico, apropiado para una persona sedentaria, pero no para un joven
activo como él. Desde la producción a la cocción de los productos de barro, arcilla y cerámica
en los hornos de leña, todo era lento. Luego, el proceso de ventas también era muy pausado,
requiriéndose de mucha paciencia y perseverancia para concretar las ventas a los usuarios.
Víctor Emilio se mantuvo en el negocio para dar gusto a su padre y por el sueldo, pero no lo
hacía con agrado o entusiasmo. La perspectiva de que se trataba de su heredad no era una
consideración para el muchacho, pues todavía no tenía conciencia de la fragilidad de la vida de
sus seres queridos. En esos momentos tenía su mente ágil e imaginativa volando con las
experiencias vividas en su viaje a Chile, luego el viaje a Europa y las dos aventuras
revolucionarias, una política y una estudiantil, que había experimentado en ese año.
A más de eso, en La Victoria tenía que someterse a la autoridad de su padre: En la fábrica ya no
eran compinches y compañeros, sino jefe y subalterno. Dos personalidades fuertes y con
inteligencia superior tendrían problemas de compatibilidad, pues no hay que dudar que Víctor
cuestionara órdenes de su padre, cuando su criterio se oponía. Emilio, por otro lado, no toleraría
contradicciones, pues tenía a su haber algo que a Víctor le faltaba: Experiencia de vida y
conocimiento cabal del negocio.
Víctor trabajó en La Victoria dejando la operación diaria a los subalternos que sabían el teje y
maneje de la empresa, mientras él supervisaba el negocio.
A poco, el 7 de febrero de 1907, a Emilio le aceptó el Presidente la renuncia de la Gobernación,
y dejó nuevamente la política para regresar a la fábrica, de tal forma que Víctor, sin separarse
totalmente del negocio familiar, pudo dedicar sus energías a un tema que apasionaba a su padre
y que ya había comenzado a capturarlo también a él: El periodismo.
En parte, la renuncia de Emilio a la Gobernación se debió a diferencias de criterio con el
Presidente sobre los contratos ferrocarrileros, contra los cuales se pronunció abiertamente, y por
lo cual fue designado como Inspector Fiscal de la Compañía del Ferrocarril, el 24 de febrero,
con el fin de que tuviera la autoridad para escudriñar sobre sus dudas.
Amistades de niñez
Víctor Emilio tenía amigos de todas las edades. Desde los amigos de la infancia y del colegio,
hasta amigos de su padre y madre.
Un amigo de su padre le proveyó de amigos desde la infancia, en el colegio y en la edad adulta.
Se trataba de don Carlos Gómez Rendón, hermano del ex “tirano” del Vicente Rocafuerte, don
Juan Gómez Rendón.
Entre los hijos de don Carlos, casado con doña María Mercedes Santistevan Amador, estaban
Adolfo, nacido en 1888 y José, en 1890. Víctor Emilio era amigo de ambos, pero congeniaba
más con Adolfo, aunque José era más cercano a él en edad. Ambos fueron compañeros de
colegio y ya hemos visto que Adolfo lo involucró en la revuelta estudiantil del año 1906.
Con Adolfo llevaría una relación de toda la vida, prolongada y tormentosa, con afectos y
desafectos, hasta la muerte de Víctor Emilio. Con José hasta un desacuerdo ocurrido entre 1911
y 1912. Adolfo fue instrumental en que Víctor Emilio conozca a quien sería su esposa pocos
años después. Fueron concuñados, amigos íntimos y eventualmente compañeros de trabajo y
socios en inversiones. También serían políticos, pero Adolfo mucho más hábil que Víctor.
Con José la situación fue más simple, aunque frecuentemente tormentosa. Fueron socios en
varios negocios y en todos terminaron mal.
82
Popularidad
Víctor Emilio estaba en todas las actividades sociales a las que era invitado y acudía a los
lugares de reuniones de la juventud, junto con sus amigos. Tenemos un relato que nos da una
idea de las actividades sociales que le permitía darse el sueldo que recibía de La Victoria: El
domingo 7 de julio de 1907, Víctor Emilio se presentó en el Club Feminista de Lawn-Tennis,
en La Atarazana, en un birlocho tirado por un hermoso caballo chileno. Víctor Emilio presumía
ante las chicas, entre las que se encontraban María Luisa Barriga, Angelina Aguirre Oramas y
Mercedes Miller Gutiérrez. Una de ellas le pidió el coche y el joven se lo prestó para que
paseara con sus amigas, solas, con tan mala suerte que se accidentaron y Mercedes Miller sufrió
una grave contusión, mientras las otras dos solo golpes menores.
Víctor Emilio anotó en sus cuadernos de 1907 que con Adolfo acostumbraban pasear durante el
verano en los “Imperiales”, carros urbanos abiertos, para “darles pases” a las chicas Icaza Marín
en su casa. No se recorrían toda la ruta, sino que se bajaban y subían en los tramos que pasaban
frente a la casa.
De hecho, en el caso de Adolfo la situación progresó satisfactoriamente y para el 31 de
diciembre de ese año, se casaba con María Laura Icaza Marín, de 14 años. Es en esta época que
Víctor Emilio debe haber conocido a María Isabel, hermana mayor de “Laurita”, pero él tomó
las cosas con más calma que Adolfo. Además, por razones que veremos a continuación, Víctor
se convertiría en poco tiempo en un joven muy popular entre las chicas, de tal forma que no era
el momento adecuado para comprometerse en una relación seria.
La revista Patria
En agosto de 1906 se había formado una empresa para publicar la revista de actualidades Patria.
Los empresarios tuvieron problemas; durante el primer año solo pudieron publicar 5 números y
decidieron vender el negocio. Lo compró un grupo formado por Víctor Emilio, José Gómez
Santistevan, José Nicolás Medina y Alfredo Fernández.
El negocio se concretó en agosto de 1907 y en su último número bajo la antigua administración,
el N° 5, se comunicó a los lectores el cambio de propietarios y sus planes futuros:
“PATRIA REVISTA ILUSTRADA DE ACTUALIDADES
Aviso á los lectores
Los derechos de la Empresa Revista ‘Patria’ han sido
cedidos á una nueva Sociedad que se había formado
para sacar á luz una Revista Ilustrada.
Para las suscripciones atrasadas, entenderse con el
señor Alejo Mateus y desde este número en adelante con
el Director ó el Administrador de la nueva Empresa.
Esperamos que el público nos dispense el mismo favor
que á la primera Sociedad que editó la Revista”.
Luego, los nuevos editores dan a conocer su plan:
“NUESTRO PROGRAMA
Al hacernos cargo de Patria, confiamos firmemente en que el público seguirá favoreciéndonos;
correspondiendo así al afán y perseverancia, con que estamos decididos á llevar á cabo el
objeto de estas páginas.
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‘Patria’ registrará en ellas, todo aquello de que los lectores puedan sacar algún provecho
práctico; al mismo tiempo que presentará una información gráfica numerosa, de la que
podemos asegurar, sin temor de equivocarnos, que es la mejor de todas las que hay en el país.
En cuanto al formato, no hemos omitido gasto alguno para que tenga el mayor número de
páginas posible y sea semejante al de las mejores revistas de Sud-América. Como ‘Sig-Sag’ de
Valparaíso y ‘La Ilustración’ de Buenos Aires.
Por lo que se refiere al material informativo, podemos asegurar, que no dejará nada que
desear. Dentro de nuestras páginas se encontrarán tratados los asuntos más interesantes y de
gran actualidad en América y Europa, para lo cual contamos con corresponsales en los
principales centros Europeos y Americanos; así como también hemos iniciado canjes con las
principales publicaciones extranjeras.
Además, en cada número se sacará obligadamente un folletín de novela, que pueda ser
encuadernado al finalizar, adquiriéndose así un libro escogido para biblioteca.
En la sección de avisos, encontrarán nuestros lectores direcciones seguras de las mejores y más
acreditadas casas de nuestro comercio é industria; en todos los ramos y para todas las
necesidades.
Entre las secciones permanentes que saldrán en cada número, habrá, á más del folletín de
novela de que hemos hablado más arriba, las secciones de: Vida social, ejército y marina,
sports, pasa-tiempos, modas, &. &.
Este ligero bosquejo demuestra aunque incompletamente que á lo que aspiramos es, que
Guayaquil tenga una revista al sistema de las extranjeras; en la que se encuentra de todo,
complaciendo y agradando al lector con la gran variedad é interés de los artículos y grabados
en general.
Tanto mayor que sea la acogida que progresivamente se dé á ‘Patria’, tanto mayor será la
importancia que adquiera con el aumento de páginas, formato, grabados, &. &.
Esperamos, pues, que el público vea con agrado estas páginas y las juzgue con benevolencia si
algún defecto tienen, por lo cual presenta sus agradecimientos”.
Y al final de esa página introductoria:
“ALBUM DE ‘PATRIA’
Fuera de texto, iniciamos en este número, el Álbum de ‘Patria’, cuyo primer tomo constará de
25 magníficos retratos de señoritas ecuatorianas, los cuales serán publicados en el espacio de
un año (1). Al finalizar éste, el lector ó suscriptor que presente la colección completa Patria,
recibirá una preciosa tapa para la encuadernación de los 25 grabados que constituirán el Tomo
I del Álbum ‘Patria’.
(1) Los veinticinco grabados saldrán en un año, porque la Empresa ha resuelto sacar la revista
quincenalmente, ó sea 25 números más ó menos al año. El próximo saldrá el 1° de Septiembre”.
Los antiguos propietarios pasaban así la posta a los nuevos, pudiendo decirse que el N° 5 era un
esfuerzo conjunto de los dos grupos.
¿De dónde sacaron los jóvenes inversionistas el capital para comprar la empresa a sus anteriores
propietarios? Sin duda, guiados por sus padres y avalados por ellos, especialmente en vista de
que al menos dos de ellos eran menores de edad, acudieron a alguno de los bancos de la ciudad
para obtener el financiamiento. El costo no debe haber sido muy alto, pues la empresa no
contaba aún con imprenta, de tal manera que lo que adquirieron fue el nombre y el concepto
intelectual.
Era una aventura práctica de negocios y tendrían que demostrar su capacidad de aprendizaje
administrativo y operativo sobre la marcha, aunque es seguro que los padres tenían algún
“observador” experimentado en la revista, para evitar el fracaso comercial de la empresa.
Creemos que esa función la cumplía José Nicolás Medina.
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Los nuevos empresarios continuaron la revista con el número 6, cuyo encabezado vemos a
continuación:
En él aparecen los cuatro socios: José Nicolás Medina como Administrador, Víctor Emilio y
José como encargados de la Dirección y Redacción, y Alfredo Fernández, como Director
Artístico.
La propuesta de publicar los “retratos de señoritas ecuatorianas”, fue una idea brillante: ¡Los
editores de Patria se convirtieron en los jóvenes más cotizados de la sociedad guayaquileña,
pues qué chica no querría salir en la portada de una de las pocas revistas de la época!
Víctor Emilio participó activamente en la parte editorial y de redacción. Trabajó como traductor
de artículos de francés e inglés al español, en los que asumía la responsabilidad con sus iniciales
“V.E.E.”, y escribió artículos bajo los pseudónimos de “Sevè”, “Yo”, “Vitroc”, “Viesca” y
“Voyageur”. El pseudónimo “Yo” fue compartido por varios escritores, porque eran los
comentarios de apertura de los primeros números de la revista. Conocemos que uno de ellos fue
Víctor Emilio, otro José Gómez Santistevan, otro Modesto Chávez Franco, y posiblemente otros
que no hemos identificado.
En el número 6 se publicó un artículo sobre marina de guerra que sería el primero de algunos
sobre el mismo tema que redactaría bajo el pseudónimo de “Sevè”. Esos artículos nos muestran
el apego que Víctor Emilio adquirió hacia la marina de guerra en su corto viaje a bordo del
“Marañón”. Hasta donde conocemos, este es el primer artículo de Víctor Emilio que fue
publicado. Suyo es el análisis de los cuadros y las conclusiones estratégicas. Cuando se publicó
este número de la revista, él tenía 16 años. En artículos posteriores sobre el mismo tema, iría
ampliando sus análisis, los que ciertamente eran bastante avanzados para un joven de esa edad.
Durante el período de participación de Víctor Emilio en Patria, se dio bastante cobertura a temas
navales, marítimos y fluviales, que en ocasiones parecían estar algo fuera de lugar entre
artículos de temas sociales y de actualidad mundial. Por otro lado, es muy cierto que en esa
época todo lo marino era de gran importancia para los intereses globales.
Los empresarios se esforzaron mucho en la parte comercial, estableciendo mecanismos
novedosos para la colocación de avisos publicitarios y promocionando la revista en base a
actividades sociales y de beneficencia.
Todo el personal de redacción se empeñaba en sacar una revista que gustara al público y Patria
tuvo su período de éxito. Era diferente a lo que se publicaba en el Ecuador de esos años pero
justamente esa diferencia le daba la novedad que le abrió mercado.
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Para el número 12 de la revista, ya tenían su oficina propia en Luque 204 y habían cambiado el
encabezamiento. Ya no figuraba el Director Artístico, lo que quiere decir que había un socio
menos:
Durante la etapa de operación bajo la sociedad Estrada-Gómez-Medina, la revista fue aceptada
por unos y criticada por otros, en especial los rivales. Uno de los críticos permanentes que
tuvieron fueron los editores de El Comercio, de Quito, que criticaban el contenido, el formato, el
estilo de los articulistas, en fin criticaban todo lo que podían, porque llegó a ser una revista
popular y aceptada por sus lectores, y por tanto un rival en el mercado.
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Cierto es que los jóvenes, a pesar de trabajar con ellos periodistas con larga experiencia, trataban
de introducir innovaciones que rompían esquemas, lo que incomodaba a los tradicionalistas,
pero eso es lo que ellos buscaban, romper con lo tradicional y abrir nuevos rumbos.
También se preocuparon por conseguir los mejores redactores que se podían encontrar en el
mercado literario y artístico de Guayaquil, así como especialistas en varios ramos. Los nombres
más conocidos formaron parte del cuerpo periodístico de Patria, como vemos en la nota de
abajo, publicada en la misma revista:
El cuerpo de colaboradores de Patria en 1908 era de lujo
La revista Patria estaba en marcha y sus números, bajo la sociedad de Víctor y José se
publicarían hasta el 83, del 7 de agosto de 1909.
Pero al poco tiempo comenzaron los problemas entre Víctor Emilio y José, pues ambos tenían
personalidades fuertes que chocaban entre sí. Se puede decir que mantenían una relación de
armonía y confrontación al mismo tiempo, lo que afectaría a la revista en su calidad editorial, en
su redacción y en sus negocios.
También tuvieron problemas de imprenta, pues la empresa no contaba inicialmente con una
propia y tenían que depender de la Imprenta Latina, que les dio problemas de cumplimiento y
calidad, y la de El Telégrafo, con quienes tuvieron problemas similares.
Sin embargo, la revista sería rentable y en pocos meses ya contaban con imprenta propia, pero el
manejo de esa parte del negocio no fue adecuado y la calidad era irregular, dando unos números
de excelente impresión y otros muy malos. También tenían problemas con la provisión de papel,
viéndose forzados a utilizar en las ediciones consecutivas papel de distintas características, lo
que daba mal aspecto a la revista. Utilizaron colores para las portadas, lo que daría a la revista
una presentación atractiva. El formato era similar a las que ellos habían tomado como ejemplos
de países como Argentina, Chile, España y otros.
La imprenta propia en que se publicó Patria, se llamó Imprenta Victoria, lo que nos sugiere la
participación, tras bastidores, de don Emilio.
Víctor Emilio hizo de traductor de artículos desde los números iniciales hasta los números
finales de la revista, mientras fue parte de la empresa. Aquí vemos uno de ellos bajo sus
iniciales, en uno de sus temas favoritos:
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Este trabajo nos da una idea del dominio que ya tenía de francés e inglés, aunque limitado a la
lectura y escritura, pues a pesar de que ya en edad madura se hacía entender en ambos idiomas,
nunca llegó a tener fluidez al hablar.
Al cumplir un año la revista bajo la nueva sociedad, publicaron algunas reflexiones en el N° 31:
“No por la escasa importancia, de un orden puramente privado, que puede tener la cosa en sí, y
mucho menos por una vanidad del todo injustificable, sino por marcar un pequeño punto del
movimiento intelectual de la juventud guayaquileña en los presentes días, nos referimos al
hecho de cumplirse en este mes 2 años desde que PATRIA vino á la luz de la publicidad, y 1,
cabalmente, desde que de ella se hizo cargo la nueva empresa que, señalándole otro rumbo más
en consonancia con los gustos del público y las exigencias de la época, ha logrado, á costa de
muchos afanes y dinero, sacarla á flote y ponerla en el estado en que hoy se encuentra”. El
artículo es largo y hace muchas reflexiones en cuanto a la vida literaria del país, anotando:
“…las revistas absolutamente literarias no han solido tener mayor éxito entre nosotros, desde
los días del Álbum del inolvidable Vicente Molestina…”. Agrega más adelante: “El rumbo era
otro: el público esperaba un periódico de información gráfica, muchas ilustraciones, poca
literatura, noticias frescas y oportunidad en las publicaciones; en suma, esperaba la revista
moderna”.
Hacia el final, los empresarios nos revelan que están con los pies bien plantados en el suelo:
“Estamos muy distantes de creer que hemos triunfado; pues, no obstante la simpatía que se nos
ha manifestado por algunos órganos de la prensa, el concurso de los lectores no garantiza por
su número la viabilidad de la revista, y es necesario todo nuestro amor al arte y algún sacrificio
de dinero, para mantenernos, no sin esfuerzo, en el puesto á que hemos llegado”.
Estas citas nos dan una idea de la filosofía con que manejaron los nuevos empresarios la revista
durante el primer año, y también nos revelan que había problemas económicos.
En noviembre de 1908 se separó de la revista José Nicolás Medina, el Administrador.
Para comienzos de 1909 era una tarea dura mantener la revista y decidieron darle un cambio de
formato, a una medida más pequeña, que sería más manuable – y económica. También
resolvieron convertirla en semanario; pero Patria ya tenía su mercado acostumbrado a su
formato y frecuencia tradicionales. Ese experimento les costó dinero y mercado, a más de que en
esos números se percibe una baja general en la calidad, y esto puede ser una demostración de
diferencias de criterio entre los socios. El formato pequeño se publicó desde el N° 56 al 83.
Ni Víctor ni José dejaron registrado para la posteridad el desacuerdo que llevó a terminar la
sociedad. No debe haber sido muy grave, pues en apenas un año volverían a trabajar juntos.
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Víctor se retiró de la sociedad, pero José continuó con la revista, al menos en la parte de
redacción, pues sus pseudónimos: “Jigs” y “Gigs”, aparecen en números posteriores al 83.
La transferencia de propiedad de la empresa fue rápida y la revista solo se dejó de publicar por
dos quincenas. Los nuevos propietarios publicaron, el 25 de septiembre de 1909, una edición
que contenía dos números, el 84 y el 85, y volvía a un formato grande, aunque no del mismo
tamaño original. Es interesante en ese número la crítica que se hace a los anteriores propietarios,
algo difícil de entender si José continuaba colaborando con ellos y entonces la crítica también lo
tocaría. Tal vez fue una crítica dirigida por el mismo José contra su ex socio, Víctor Emilio,
como forma de tener la última palabra en su desacuerdo. Veamos parte de ella:
“Después de algunas semanas de suspensión obligada por circunstancias que son más para
sentidas que para dichas, vuelve á aparecer esta revista en el estadio de la prensa nacional, y
reclama el modesto lugar que, desde sus comienzos, le señalara la benevolencia de los
ecuatorianos.
Tan llevada y traída, tan zarandeada y maltrecha ha sido la pobrecita Patria, ésta de los
chispeantes artículos y amenos versos del Amigo Fritz y los monos de Nugué, en la que han
colaborado la plana mayor de los literatos ecuatorianos, y en tantas manos ha andado, que en
algo se parece su renegrida suerte á la de la Patria grande (…) y cuyas desventuras son,
asimismo, más para lloradas que para referidas… Y no obstante vive, bellas lectoras, amables y
sufridos lectores (…) Al cabo de más de dos años de accidentada existencia, sería fuera de
propósito una nueva declaración de principios (…) Lo que no cabe duda es que se ha sabido
mantener levantado el pendón de la más estricta cortesía, y que en punto á tratamiento de
personas y cosas, se ha confeccionado mucho caramelo y ni una dedada de pimienta (…) No
han faltado quienes se quejen de la escasa literatura de esta revista, sin advertir que nunca se
propuso ser una revelación ó á lo menos un reflejo de la intelectualidad ecuatoriana (…) Su
ideal fue la ilustración, tal como la entendieron los apreciables jóvenes que nos han precedido
en la tarea…”.
La sociedad había concluido con un fracaso empresarial, pero sin pérdida económica, por lo que
se la puede considerar de provecho, como una experiencia de vida.
A Víctor Emilio le quedó una positiva experiencia en el campo literario. Sus artículos se
especializaron en temas marítimos y turísticos, y quien los lea, los encontrará de mucho interés.
La Compañía Nacional Comercial
Regresamos dos años en el tiempo. En 1907, nuevos problemas económicos, causados por mala
administración de las rentas públicas, hizo necesario reeditar el esfuerzo de la Sociedad de
Crédito Público, de 1899.
El embarque y desembarque de carga de los buques era realizado en lanchas que luego se
apegaban al muelle de la Aduana para tomar o dejar la mercadería. Esas lanchas eran
controladas por los empresarios navieros y se detectó que en muchos casos el trasbordo no salía
de, ni llegaba al muelle de la Aduana, por lo que había evasión fiscal.
Conscientes de lo que estaba sucediendo, Emilio Estrada Carmona y un grupo de amigos
propusieron al Gobierno hacerse cargo de ese servicio y para ello establecieron las bases para un
contrato de beneficio mutuo, siguiendo los mismos principios que habían aplicado a la Sociedad
de Crédito Público en 1899.
Entre los promotores figuraban como los principales don Francisco Urvina Jado, para entonces
Gerente del Banco Comercial y Agrícola, don Pedro Gualberto Córdova, uno de los importantes
comerciantes de la ciudad, Carlos Alberto Aguirre, conocido vecino de Guayaquil, y don
Emilio, pequeño empresario pero conocido por su empeño y honestidad. Había mucho interés de
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participar por parte de muchos pequeños inversionistas que, conociendo a los promotores, veían
la posibilidad de hacer una buena inversión y obtener beneficios para su capital.
De inmediato surgió oposición de partes interesadas y esa propuesta no se concretó. Uno de los
argumentos de la oposición fue que de nuevo se pretendía formar una “argolla”, para beneficio
de pocos, pero las verdaderas razones eran, una: Que los que se estaban beneficiando del
contrabando no querían perder su “privilegio” y otra: Que los opositores no podían tolerar que
no se les hubiera ocurrido la idea a ellos y que fueran otros los beneficiarios. El resultado fue
que continuó el problema en el puerto.
Ante esta realidad, el presidente Alfaro decretó, el 30 de agosto de 1907, que: “El Gobierno
hará la carga y descarga de toda clase de mercaderías y productos de importación y
exportación por el puerto de Guayaquil”, tomando la precaución de especificar que “El
Gobierno efectuará estos servicios por sí ó por delegación, otorgando en este caso, á la persona
ó sociedad que los ejecuten, las suficientes facultades para establecer una buena administración
que redunde en beneficio del Comercio y provecho del Fisco”.
Por supuesto, el Gobierno no pudo proveer el servicio y el 19 de octubre de 1907, se publicó un
aviso de licitación para su provisión.
Previendo lo que ocurriría, el grupo de promotores ya mencionados, decidieron organizar, en el
mes de septiembre, la Compañía Nacional Comercial, con el fin de prestar varios servicios. Era
una empresa de capital abierto, para que quien lo desee se convierta en accionista de ella. El
capital inicial fue de cien mil sucres, repartido entre más de 180 accionistas. Emilio se mantuvo
al tanto del proceso mientras estaba ausente en Europa por la enfermedad de su esposa.
Cuando el 19 de octubre de 1907 el Gobierno publicó en varios periódicos el aviso para la
licitación del servicio portuario, la Empresa estaba ya organizada y pudo participar en ella.
El 15 de noviembre se abrieron los sobres y fue aceptada la propuesta presentada por la
Compañía Nacional Comercial. El 18 de ese mes se celebró el contrato por escritura pública.
Éstas eran las condiciones:
1. “Que la Compañía administraría el Muelle Fiscal, dando al Gobierno la mitad de la
utilidad líquida, y garantizando el monto total de las recaudaciones”;
2. “Que la Compañía cobraría para el Gobierno el impuesto de Tonelaje á la Importación
y el de Sanidad, con solo la retribución del 2%. (O sea que el Gobierno recibía el
98%)”;
3. “Que la Compañía haría el servicio de carga y descarga del puerto, con sus elementos
propios, no cobrando al comercio sino la tarifa acordada en el contrato [la cual no sólo
no era mayor que la que antes cobraban los empresarios particulares de lanchas, sino
que, por el contrario, era menor”.
El informe del 31 de diciembre de 1908 demostró que, a pesar de que ese año no fue
considerado como “próspero” por el comercio, principalmente por la aparición de la peste
bubónica y la consiguiente baja en la entrada de buques al puerto, el ingreso Fiscal por ingresos
aduaneros fue mayor que el año anterior en aproximadamente el 10%. Los otros ingresos, como
el de Tonelaje, Sanidad y el de Administración del Muelle Fiscal, fueron asimismo
considerablemente mayores que el año anterior. Todo esto sin que el Comercio sufriera el más
mínimo incremento en sus costos.
Los que sí se sintieron afectados fueron los contrabandistas y los envidiosos, que iniciaron una
feroz campaña contra la Compañía. En su informe, el Gerente, Sr. Carlos A. Aguirre
discretamente comunica: “Las medidas severas empleadas por la Compañía, en cumplimiento
de su deber, provocaron una resistencia de parte de algunos comerciantes, y causaron una
campaña tenaz y formidable contra ella. Ya bajo sus firmas, ya bajo anónimos, se dirigieron á
las Cámaras Legislativas tratando de demostrar que el contrato era lesivo para sus intereses,
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leonino, y ruinoso para el país”. La campaña destructiva en 1908 tuvo un éxito parcial, pues el
Poder Legislativo decretó el fin del Contrato, pero al demostrarse la falsía de las acusaciones, la
resolución colapsó y el Gobierno no la ejecutó. Sin embargo, los esfuerzos por destruir la
compañía continuarían hasta que, al hacerse cargo del Poder Ejecutivo el Sr. Carlos Freile Z.,
lograrían su propósito de acabarla. Para ese entonces, el capital de la Compañía era de
novecientos mil sucres, repartidos entre más de 200 accionistas.
La historia de esta Compañía es de interés en la vida de Víctor Emilio, porque inicialmente su
padre y luego él mismo, estuvieron involucrados como accionistas de la empresa. Don Emilio
había sido uno de los accionistas originales y su promotor principal, pues conocía muy bien la
ineficiencia del Estado en el manejo de empresas públicas y estancos, y también conocía el
beneficio que se podía derivar del manejo privado de los mismos, tanto para el Fisco como para
los empresarios – si se lo llevaba de manera honesta…
Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa
Victoria y Emilio en 1908, antes de su segundo viaje a Europa
Estas fotografías son un tanto engañosas, pues si bien nos muestran las canas en ambos
cónyuges, no se ven en Victoria los estragos de la enfermedad que la aquejaba. La diferencia de
incremento de las canas en el pelo, la barba y bigote de Emilio, de la foto anterior, de 1906, a
esta, es notable, y nos transmiten lo que sufría por la enfermedad de su esposa.
1908, un año agitado
En febrero de 1908 se presentó en Guayaquil la peste bubónica, con los esperados efectos que
alteraban la vida en el puerto. El gobierno reaccionó de inmediato para controlar la propagación,
pero dispersando el esfuerzo. Emilio estuvo involucrado en varias comisiones gubernamentales
establecidas para luchar contra el mal y fue instrumental en poner el orden necesario para
trabajar con la mayor eficiencia posible. Su hijo presenció y vivió el esfuerzo que hizo su padre
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por el bien público. Esa dedicación del padre tenía más mérito para el hijo, pues en la propia
casa estaban pasando por un momento difícil: A Victoria le había recurrido el cáncer.
Víctor Emilio nos relata en la biografía de su padre:
“Con las facilidades de que dispone como Gerente de los Carros Urbanos y como miembro de
la Junta de Beneficencia, con la ayuda del Estado que fluye fácilmente a través de su relación
con el Presidente Alfaro, un Lazareto completo, cuya obra dirige personalmente, emerge en
pocos días sobre la vertiente occidental del Cerro del Carmen, y los enfermos pueden recibir
tratamiento técnico y humano desde mediados de Abril. (…) Pero la peste encuentra que la
combaten con energía, con método, con elementos y con técnica. Mi padre se multiplica para
cooperar en esta obra, y digo que se multiplica porque en el hogar, la tragedia de mi madre con
incurable mal, le hace menester una doble personalidad para tanto simultáneo dolor”.
Parten a Europa
Una vez encaminado el esfuerzo de lucha contra la bubónica y con visos de éxito en ese
empeño, Emilio organizó nuevo viaje a Europa, para tratamiento de la enfermedad de su esposa.
El 9 de junio de 1908 se embarcan Victoria, Emilio y sus tres hijos con destino Hamburgo. El
viaje, como el anterior, fue realizado con premura y paso rápido por los puertos de Panamá y
Colón, no así en Nueva York, donde realizó una breve escala para atender asuntos de la
Empresa de Carros Urbanos, lo que veremos más adelante.
Ingresada Victoria, los médicos la intervinieron y descubrieron que el cáncer había recurrido y
se había propagado. En la primera operación, realizada en 1906, los médicos pensaron que se
había extraído todo el tumor, pero la ciencia todavía no avanzaba lo suficiente para determinar
que las células cancerosas ya podían haber contaminado otras partes de sus órganos y que
debían también ser intervenidos.
Extirparon los tumores y siendo ésta una operación mayor que la anterior, la paciente tuvo un
período de recuperación más lento, colaborando a ello el hecho de que Victoria estaba más débil
que en 1906. Nuevamente los médicos pensaron que habían acabado con todo el mal, pero el
diagnóstico, obligadamente, era reservado por el hecho de que el cáncer había recurrido.
Como Director de la revista Patria, Víctor había
anunciado su salida hacia Europa, con el declarado
propósito de “…escogitar los elementos que ha de
menester Patria para su mejor presentación…”. Se
puso a las órdenes de sus amigos mientras estuviera
en Hamburgo.
Desde Europa, envió una serie de artículos turísticos
firmados con sus pseudónimos “Sevé” y
“Voyageur”, los que fueron publicados en algunos
números de la revista. Son lectura interesante.
Emilio se enteró en Hamburgo de la llegada del ferrocarril G & Q a la Capital. Por ello escribió
al Gral. Alfaro el 22 de julio, felicitándolo, al tiempo que le comunicó que “Victoria ha sufrido
una terrible operación, circunstancia que en todos estos días me ha tenido agobiado; felizmente
hoy se ha marcado la mejoría, después de días extremadamente angustiosos”.
Víctor Emilio, a pesar de ser un joven bastante maduro para su edad, no tenía plena conciencia
de lo que le estaba ocurriendo a su madre, ni tenía claro el hecho fatal que se avecinaba con el
diagnóstico médico.
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Una carta fechada 17 de agosto en Guayaquil, que enviaría Luis Sciacaluga a Víctor Emilio en
Hamburgo, nos revela interesante información sobre el asunto salud de Victoria y viajes, así
como de un emprendimiento industrial en que estaba involucrado Luis:
“Querido sobrino y ahijado:
Ya extrañaba tu silencio, pero el último vapor me ha traído tu muy grata del 24 del pdo. La que
me da algún detalle respecto de la operación hecha á tu pobre mamá, á la qué, tanto debes
querer y considerar, como supongo lo haces. Mucho he pensado en todos Uds. desde que se
fueron, porque ya en mi fatalismo tenia para mí, que una nueva operación la esperaba á la
pobrecita Victoria. Ojalá se cumpla la creencia del Dr. Sick y sea esta la última operación
necesaria.
Te encargo a tu regreso á New York, comprarme una obra en castellano, que se ocupe de la
destilación de la hulla para el gas de alumbrado, donde Appleton & Cia. Debe haber algo que
valga la pena.
Tu papá me dice que tiene la idea de embarcarse en Génova y tú qué piensas regresar á New
York, no el 21 por Hamburgo, sino el 14 por otro vapor posible. Esto me tiene un tanto perplejo
en cuanto á la suerte que correrá la presente.
Dile a Emilio, que he rebajado á 12 centavos el valor del metro cúbico de gas para uso de
fogones, y que á ese precio, vale la pena que se compre uno á su gusto, para uso de su casa, en
donde Mercedes la engreída de tu mamá, puede cocinar en ½ hora conforme á sus deseos.
Mucho desearía que si fuera posible, te quedaras por allá, un par de años, dedicándote á
aprender algo que te fuera útil para ti, y pa. tu país, los jóvenes que tienen recursos pa. ello,
deben aprovecharlos, para librarse de ser dependientes de otras voluntades que la propia, y
formarse con más rapidez, un porvenir, que en otros casos rara vez se forma y si esto sucede, es
cuando ya los años han gastado la salud y la vejez se impone con su séquito de achaques, es
decir, se ha adquirido un porvenir del cual no se ha gozado. Tu padre puede darte una buena
educación, aprovéchala, que él no te puede dar como fortuna.
Dispensa mis indicaciones, que no obedecen á otro móvil, qué, al cariño que te tiene tu tío y
padrino que te quiere de corazón, Tuyo,
Luis”.
Buenos y sinceros consejos dados por la voz de la experiencia…
Una vez recuperada Victoria y sintiéndose mejor al haberle sido extraídas las fuentes principales
de su mal, pudo disfrutar con su marido de cortas vacaciones en Europa.
No sabemos cómo manejó don Emilio la presencia de las niñas, que estaban aún pequeñas, pues
no hay mención de que hayan viajado con personal doméstico. Es posible que Víctor Emilio se
haya encargado de ellas por momentos, especialmente los más críticos, pero no todo el tiempo,
pues tenía otras cosas que hacer y otros intereses que nos lo revela su correspondencia.
Víctor Emilio enfocó su atención en conocer Europa de una manera distinta a la que lo hizo en
1906, y como resultado, a su regreso y contando con la imprenta de la revista, publicó un folleto
denominado “Un viaje por Alemania”, en el que relataba sus experiencias turísticas. Una parte
de los relatos del viaje está publicada en Patria bajo sus pseudónimos, pero el folleto,
lamentablemente, no lo podemos encontrar.
Acostumbrado a departir con personas mayores, desde el viaje anterior había conocido a don
Antonio Stagg Aguirre, quien vivía en Hamburgo. Los dos años de diferencia entre el primer
viaje y este, habían tenido su efecto de crecimiento en Víctor Emilio y congenió de inmediato
con don Antonio, que estaba dedicado al comercio y exportación desde ese puerto; por ello, se
estableció también una relación comercial, que Antonio le agradecería en correspondencia
futura.
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Es muy posible que los equipos para la Imprenta Victoria vinieran de Hamburgo, provistos por
Stagg.
En este viaje, Víctor Emilio causó furor entre las enfermeras del hospital donde atendieron a su
madre, y mantuvo una breve relación sentimental con una de ellas, llamada Emily, de origen
australiano. Algunas de las enfermeras eran “hermanas”, o sea monjas o novicias, y en una de
las cartas que le escribió posteriormente, Emily cuenta a Víctor que algunas de ellas se habían
casado. Don Antonio mencionaría en cartas de ese y el próximo año a la “Eva australiana” y nos
da indicios de que al menos Emily pensó en algún momento en matrimonio. Pero la distancia
inevitablemente los separó y, en 1909, Emily, según Antonio, se encontraba en Australia.
No hay más que una carta de Emily a Víctor Emilio, cuando ella estaba aún en Hamburgo, de tal
forma que es posible que la correspondencia entre ellos, que indudablemente existió, haya
desaparecido por mano prudente propia, o celosa de la futura esposa de Víctor Emilio.
Obviamente a Víctor Emilio no le interesaba en esos momentos comprometerse y Emily no pasó
de ser un romance turístico de un muchacho joven y apuesto, que debe haber atraído a muchas
chicas mientras viajaba por Europa.
Mientras sus padres y hermanas salieron de Hamburgo con destino Génova, donde Victoria
vería a sus parientes Sciaccaluga antes de partir hacia América, Víctor Emilio retornó vía Nueva
York, desde donde escribió, tanto a Emily como a don Antonio, contándoles de su viaje y el
mareo que había sufrido, por lo cual Antonio, como su tío Luis, no se pudo resistir a burlarse de
él.
Víctor disfrutó Nueva York en este viaje mucho más que en el anterior. La diferencia de edad
tiene que haber sido un factor importante, pues en su viaje anterior, en 1906, no era más que un
niño, mientras que en este era ya un joven algo más experimentado. Disfrutó de las diversiones
newyorkinas y también de la cultura y el arte, pues esa ciudad ya era cosmopolita.
En Nueva York, Víctor se hizo de un adelanto tecnológico maravilloso para la época: Una
máquina de escribir portátil, la cual estrenaría de inmediato y luego usaría como secretario de su
padre, en especial para una carta crucial que veremos unas líneas más adelante.
Trajo consigo cintas de tinta y papel carbón, así como papel ligero para copias. Quedaba
abastecido de suministros para escritura a máquina por algunos meses.
Para el 17 de octubre estaba ya en Panamá, en tránsito a Guayaquil, y desde esa ciudad escribió
nuevamente a su amigo Antonio Stagg, quien le respondió el 2 de noviembre con su
acostumbrada jovialidad y camaradería, bromeando sobre el mareo de Víctor y las posibilidades
que caiga en las redes matrimoniales de Emily.
No sabemos si fue con Emily o con alguna otra aventura en su periplo por Europa, o en su paso
por New York, pero durante este viaje Víctor Emilio sufrió lo que él mismo describiría en un
examen médico futuro como “una lesión penil”, que le duró algunos días. Ya en Guayaquil, con
la guía de su padre, se consultó al médico familiar y él mandó hacer exámenes de laboratorio,
que dieron negativo. Fue un incidente sin consecuencias, producto de su activa virilidad. Sin
embargo, los efectos de ese susto fueron duraderos y garantizaron su abstención pre y
monogamia post matrimonial por muchos años.
Algo que a Víctor le fascinaba desde hacía ya muchos años era la fotografía. Hemos podido leer
en algunas de sus cartas referencias a tomarse fotos para enviar a la familia y asimismo pedirles
a ellos fotos para recordarlos. En este viaje a New York estaban de moda las fotos humorísticas
y Víctor Emilio no se resistió el tomarse una serie, que nos dejó para nuestro deleite:
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Emilio informa de su viaje
Hombre práctico como lo era Emilio Estrada Carmona, en su viaje a Estados Unidos y Europa, a
pesar de la preocupación por su esposa, no dejó de investigar sobre mejoras para las empresas a
las que les debía el sustento diario de su familia.
En el caso de la Empresa de Carros Urbanos, los directores le habían encargado investigar sobre
los adelantos de las técnicas de tracción, pues ya se hablaba no solo de la de vapor, sino también
de la eléctrica, de gas y de combustión interna.
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Los directores habían autorizado a Emilio para adquirir equipos por cuenta de la Empresa, si lo
consideraba adecuado y oportuno.
Esto nos indicaría que ese viaje debe haber sido costeado en parte por la Empresa de Carros
Urbanos, como una forma de ayudar a su Administrador al tiempo que beneficiar a la compañía.
El 11 de noviembre de 1908, a poco de su llegada al Ecuador, Emilio presentó un extenso y
completo informe al Directorio de la Empresa de Carros Urbanos, en una carta mecanografiada,
sin duda, en la nueva máquina de Víctor Emilio. Este informe contenía una sorpresa al final y no
lo citaremos completo por su extensión, que va más allá del interés de este trabajo. Simplemente
citaremos el comienzo y el final, con un comentario sobre la parte suprimida:
“Honrado con la confianza del Directorio para estudiar y proveer á la Empresa de Carros
Urbanos del material más apropósito para remplazar la tracción animal, me dirigí á los
Estados Unidos de América donde los Ingenieros especialistas creen que la tracción eléctrica es
la sola sustitución posible de la animal.
Sin embargo me fueron proporcionados modelos de automóviles sobre rieles que en algunos
lugares, Illinois por ejemplo, se destinan á pequeños recorridos donde económicamente no es
posible establecer tracción eléctrica ó de vapor. Tales carros son de imposible aplicación como
tranvías en esta ciudad, tanto por su forma cuanto porque están sujetos á frecuentes
desperfectos, y si en esos países son de inmediata reparación, en Guayaquil no tendrían ese
recurso.
La casa W. R. Grace & Co. hizo trabajar á sus Ingenieros un presupuesto calcado en mis
indicaciones, para establecer en Guayaquil una planta eléctrica. Tal presupuesto, trabajado
con un optimismo que desautoriza los enormes gastos que en la actualidad hace aquí (en
Ecuador) la Empresa de tranvías eléctricos, me ha parecido más bien la acción del comerciante
proveedor, pues hace subir el valor de todo el material á la pequeña suma de $140,000.- oro.
(Estaban ofertando un precio artificialmente bajo para ganar el contrato).
Tal presupuesto como fue presentado en idioma inglés lo dejé en poder de esa casa para su fiel
traducción é inmediata remisión á esta ciudad.
Convencido de la inutilidad de mis gestiones allí, pasé a Alemania donde con la idea de
asesorarme, en lo razonable, con Eduardo Rickert creí encontrar lo que buscaba. Con la
valiosa cooperación del nombrado Sr. Rickert visité primeramente la gran instalación eléctrica
de carros y talleres de construcción y reparación de Hamburgo donde fuimos atendidos por el
Director. La simple revista de esa instalación y el último balance de ese negocio, que
bondadosamente me fue facilitado me convencieron de la imposibilidad económica en que
estamos en Guayaquil, para establecer convenientemente la tracción eléctrica…”.
Luego continúa su informe detallado con la visita a varias empresas alemanas y los contactos
con una francesa, así como el estudio de los varios medios de tracción que ofrecía cada una de
ellas, llegando a la conclusión de que lo más conveniente para sustituir a la tracción animal era
la de vapor, con máquinas adecuadas en tamaño y potencia, para el servicio urbano de
Guayaquil.
Concluye el informe: “A la orden para la construcción de cuatro carros que dejé á la casa
Keppel, agregué la de 2,000 durmientes de acero, 12 desvíos y alguna herramienta necesaria
para nuestros talleres.
Es mi deber agregar á este informe, el aviso que doy á Ud., Sr. Presidente, de mi separación de
la Empresa: paso que doy con verdadero sentimiento porque hasta hoy me he juzgado
identificado con ella: tal es la decisión y esfuerzo que le he dedicado desde que estoy á su
servicio. Pero todas las consideraciones caen cuando el amor propio se lastima. Estando yo en
las goteras de Guayaquil, el Directorio de la Empresa, movido, sin duda, por la excelente labor
de mí amigo el Sr. Chambers y deseando en premio de ella y para bien de la Empresa,
conservarlo en la Administración creyó justo resolver que hubiera dos Administradores cada
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uno con las mismas facultades. Tal resolución tomada en momentos en que la ciudad está
conmovida por el gran fraude cometido por un Gerente de Sociedad Anónima, y en días que yo
regresaba del extranjero después de desempeñar una importante comisión del Directorio, cuya
gestión está aún en tela de juicio, es por lo menos extemporánea y seguramente ocasionada á
comentarios desfavorables para mí.
Administrador de la Empresa durante catorce años de labor, que siempre obtuvo cumplida
aprobación por sus resultados económicos, alguna consideración he debido esperar: no la
reclamo, pero cumplo lo que prescribe el amor propio: me separo”.
Fin de una relación de 14 años de trabajo
Después de tan detallado y provechoso informe, estas palabras finales fueron una bomba para
los Directores, quienes no habían medido las consecuencias de su acto al nombrar Co-
Administrador, con iguales facultades que Emilio, al Sr. Chambers, quien había ocupado el
cargo como reemplazo temporal.
En los próximos días, los directores enviarían varias misivas a Emilio proponiendo soluciones al
desacuerdo, pero dejando la situación administrativa en igual estado de autoridad compartida. Él
las rechazó todas. Su decisión estaba tomada y era terminante.
De inmediato ofreció en venta sus acciones de la Empresa. El mismo Jorge Chambers, su
antiguo amigo e hijo de quien había sido instrumental en salvarlo de la prisión política en 1886,
ahora Administrador único, se las compró con el 100% de premio.
Como lección de este episodio, Víctor Emilio hizo los siguientes comentarios en el libro sobre
su padre:
“No supieron los directores que acababan de poner el ‘sic transit gloria mundi’ sobre la
entonces más próspera y rica empresa de Guayaquil.
Mi padre, absorto ante lo incalificable, sólo nos dijo al terminar de leernos aquella
incongruente resolución (una de las varias propuestas de co-administración), estas palabras
proféticas: ‘Rirá bien qui rirá le dernier’. (…) Dos años después la orgullosa y envidiada
empresa de ayer estaba en ruinas, y su liquidación terminaba al cabo de pocos años, después
que el capital fue reducido a la mitad en inútil tentativa de supervivencia. La única propiedad
que valía algo y que restaba como testigo del desastre, el amplio Taller donde vi construir
muchos carros urbanos, la compré yo en recuerdo de mi padre, y es hoy la bodega de la
Compañía de Comercio y Mandato que dirige el nieto de Emilio Estrada, otro Emilio (…) Rirá
bien qui rirá le dernier”.
No vamos a discutir las motivaciones de Jorge Chambers para hacerse de la administración de la
Empresa, pero lo veremos, en pocos años, asumiendo un puesto que dejaba Víctor Emilio. La
Empresa de Carros Urbanos terminó en quiebra en pocos años más, por múltiples razones.
Conflictos con amigos y enemigos
Emilio, por su actitud rectilínea en asuntos económicos y morales, y poca paciencia para lidiar
con necios, generó algunos episodios de conflicto con amigos y enemigos. Un caso que anotó
Víctor Emilio fue con Miguel Valverde, amigo personal, pero enemigo del alfarismo. En un
momento de poder, por 1901, mientras estaba en el Tribunal de Cuentas, don Miguel cuestionó
un gasto de Emilio como colector del colegio Vicente Rocafuerte, cargo que ocupó luego de la
construcción del primer edificio. Emilio, aunque consideró injusto el dictamen dado por
Valverde, pagó lo cuestionado para no dar motivo de injurias públicas.
Luego de pocos años, estando Valverde en desgracia, Emilio lo ayudó para encontrar un buen
trabajo. Entonces, Valverde admitió indirectamente la injusticia que había cometido contra
Emilio en el primer episodio, escribiéndole: “Esta acción tan noble de tu parte, compromete
vivamente mi gratitud y me hace repetir, con el poeta: ‘Yo te vencí, rencoroso. Tú, generoso, me
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vences’. Deseo por consiguiente que olvidemos pasados resentimientos y que aceptes el apretón
de manos de tu viejo amigo”.
Traemos a colación este episodio luego del ocurrido con el Sr. Chambers, por cuanto Víctor
Emilio pasaría por algunos casos parecidos, por razones similares a las que motivaron los de su
padre: Un comportamiento tan rectilíneo e intolerante que llegaba al borde de la obsesión y
generaba envidia, rencores y conflicto. ¿Era acaso un rasgo genético heredado?
Ni bien enterado el Gral. Alfaro que Emilio había renunciado a la Empresa de Carros Urbanos,
el 9 de diciembre de 1908 lo hizo designar como Visitador Fiscal de las Aduanas de la
República, una especie de inspector con autoridad ejecutiva, puesto que le traería problemas,
especialmente en la Aduana de Guayaquil, donde se estaban dando algunas irregularidades.
Pero si bien Emilio colaboró con Alfaro en ese puesto, no descuidó su propia empresa, pues
ahora era más importante en vista de la pérdida del ingreso del sueldo de Administrador de la
Empresa de Carros Urbanos.
Víctor Emilio ayudó a su padre para el bienestar familiar, pero tenía también que cuidar sus
intereses en la revista Patria, ya que estaba teniendo problemas por desacuerdos con su socio,
José Gómez S. A pesar de muchos esfuerzos la sociedad terminaría en agosto de 1909, mientras
Víctor pasaba por el trauma de la agonía de su madre.
1909, un año de sufrimiento y dolor
La salud de Victoria, mejorada temporalmente en la segunda parte de 1908 luego de la
recuperación de la operación, volvió a declinar a comienzos de 1909, causándoles gran dolor a
ella y preocupación y desesperación a sus deudos, que se veían impotentes ante el avance de la
enfermedad. Los doctores locales fueron claros con Emilio en cuanto a las probabilidades de
recuperación: Solo un milagro podría lograrlo.
Todos en la casa vivían el sufrimiento de Victoria y lo manifestaban a los amigos. Víctor Emilio
escribió a don Antonio Stagg en Hamburgo y él le contestó el 25 de marzo, lamentando que su
madre estuviera mal nuevamente por culpa de esa “desgraciada enfermedad”.
Emilio le escribió a fines de marzo al general Alfaro, quien estaba pasando por problemas
políticos: “Lo considero abrumado de contrariedades. Yo estoy lo mismo si no me es permitido
decir que mas graves – Victoria se agrava cada hora más y sus sufrimientos son incontables”.
A pesar de saber por lo que estaba pasando, el Presidente insistía en que Emilio ocupe cargos
administrativos. El 22 de abril de 1909 era nombrado por quinta vez Gobernador del Guayas,
pero por la salud de su esposa tendría que encargar el puesto en algunas ocasiones.
En una de esas ocasiones estaba a cargo de la Gobernación el Jefe Político y don Emilio estaba
en su casa acompañando a Victoria. Era el día 30 de junio, en que se celebraba la romería y
fiesta de San Pedro, que en esa época se realizaba en la Sabana Grande.
Soldados del Batallón Alhajuela, en esa época bajo el mando de Medardo Alfaro, tuvieron una
disputa con policías y civiles, se formaron armados y fusilaron a mansalva, causando muchas
muertes. Los militares se refugiaron en su fuero, bajo el amparo del pariente del General. La
prensa reportó ampliamente el incidente, pero de manera muy variada, dependiendo del nexo
que mantenían con el Gobierno, que ejerció todo su poder para reprimir la información.
Don Emilio dejó su dolor a un lado para exigir justicia al Presidente, mediante una
comunicación que cerraba con las siguientes palabras:
“Sacando serenidad de donde no la tengo y tragándome las lágrimas de ira que me arranca este
bochorno, he esperado y espero aún que Ud., único Jefe a quien estos ‘caballeros’ respetan, por
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humanidad, por política, por justicia, por respeto a la sociedad, separe de sus puestos a estos
jefes criminales e indignos de pertenecer al ejército ecuatoriano, al que acaban de deshonrar
con su inaudita cobardía”. Poco hizo el Presidente para corregir esa injusticia y eso no lo olvidó
Emilio y tampoco su hijo Víctor Emilio, que vio el sufrimiento adicional que se le imponía a su
padre con un crimen tan inhumano y salvaje.
La enfermedad de Victoria avanzaba implacable. Poco tiempo antes de su muerte, le fue tomada
una fotografía, en la que se la ve engañosamente bien.
Victoria postrada en el lecho del dolor. De la izq. a der., su primo Tomás Gagliardo Aubert, Emilio, Victoria y una enfermera
El 9 de septiembre de 1909 Victoria no pudo más y entregó su alma al Creador, luego de recibir
los últimos ritos de la religión Católica y dar la bendición maternal a sus hijos. Fue un golpe
terrible para toda la familia, pero Emilio, con su carácter fuerte, se contenía para no derramar las
lágrimas que fluían internamente en su corazón. Su hijo Víctor Emilio trataba de imitar a su
padre, para así dar fuerzas a sus hermanas, que estaban devastadas por la tragedia.
Dejemos que Víctor Emilio nos sintetice la enfermedad, muerte y efecto posterior de la muerte
de su madre sobre su padre y, aunque no lo dice, él mismo, sus hermanas y la familia:
“Mi padre sufrió hondamente la enfermedad y muerte de mi madre, proceso que tomó desde
principios de 1906 hasta Septiembre de 1909, lapso durante el cual infructuosamente viajamos
dos veces a Alemania en pos de tratamiento. Cuando lo inevitable se produjo, apuró su cáliz de
dolor una vez más y como él lo había aprendido: en esos momentos supremos su rostro apenas
tuvo el mustio aspecto de la floresta cuando natura inexorable le niega su rocío. Sólo tres meses
después de la muerte de mi madre, en un íntimo círculo de familia que recontaba sus virtudes,
mi padre incontrolado, da rienda suelta a su pesar y por segunda vez en mi vida, -la primera
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fue ante las cenizas del Colegio Vicente Rocafuerte-, veo lágrimas abundantes correr de sus
impenetrables ojos, tal una fuente que, obstruida por el tiempo, surge de improviso y,
aliviándose, derrama, acumulado, precioso, límpido contenido”.
En estas palabras, Víctor nos transmite también su propio sentir y proceder, pues en carta a su
amigo Antonio Stagg admitiría, asimismo, meses después, la toma de conciencia de lo que había
ocurrido y el derrame de sus propias lágrimas cuando su mente pudo aceptar la magnitud de lo
sucedido. Los dos hombres de la familia sufrían un caso clásico de represión emotiva.
Sin saber lo que había acontecido en Guayaquil el día 9 de septiembre, el día 15 Antonio Stagg
había escrito a Víctor Emilio una carta en que le participaba su matrimonio, en que nos muestra
lo que pensaba de él y le transmite un importante mensaje matrimonial:
“Mi querido Emilio
No puedo dejar de escribirte a ti, en particular para darte parte de mi matrimonio. Aunque muy
joven mereces el trato de un hombre de 30, pues para ello tienes cualidades de ciencia y
conciencia, que te separan de la gran masa del vulgo.
Como vez busco en el hogar la paz y tranquilidad que confío encontrar. La muchacha es pobre
pero no son los más felices aquellos que nadan en el oro”. En esa carta Antonio le manifestaba
su gran preocupación por la salud de su madre, sin saber que ya había fallecido pocos días antes.
Víctor Emilio escribió a su amigo Antonio Stagg dando parte de la muerte de su madre, a lo que
contestó su amigo el 14 de octubre:
“Mi querido Emilio
El largo y doloroso calvario de tu inmejorable madre ha terminado. Ella descansa sin duda de
los terribles sufrimientos que tuvo que soportar, pero al desprenderse de esta tierra ha dejado
destrozados cuatro corazones de seres que ella idolatraba.
Los amigos, de vieja y sincera amistad, como yo, que tanto la queríamos, hemos sufrido
cruelmente. Triste cosa es la vida. Cadena sin fin de penas, dolores y desilusiones.
Mucho he pensado en ti, ante la cruel pérdida que has sufrido y te ruego aceptar la expresión
de mi más sentido pésame.
Ojalá que el tiempo venga sí aliviar tu dolor y reposar tu espíritu.
Recibe un estrecho abrazo de tu más sincero amigo
Antonio”.
Pero el impacto que había sufrido era tal que escribió otra carta a Antonio, describiéndole los
sufrimientos de su madre, a lo que su amigo contestó el 28 de octubre:
“Es desgarrador lo que me relatas sobre los sufrimientos de tu pobre mamá. Recibe una vez
más mi sincero pésame por tan triste e irreparable acontecimiento…”.
Cuando escribió esta última carta, Antonio estaba por partir a París, donde contraería
matrimonio con Frieda Durckoop Koch, en el mes de noviembre.
Aquí descubrimos una faceta de Víctor Emilio que sería característica de su personalidad, tal
como lo fue también de su padre: Le era más fácil expresarse por escrito que verbalmente, como
lo vemos por la correspondencia con Antonio Stagg Aguirre, frente a la actitud inmutable y
aparentemente insensible ante su familia y amigos.
Pasaron algunas semanas durante las cuales Emilio y su hijo guardaron sus sentimientos dentro
de sus corazones, hasta el episodio relatado anteriormente. Una vez exteriorizados los
sentimientos de dolor, la familia pudo comenzar el proceso de sanación emocional que les
permitiría continuar con sus propias vidas.
Al poco tiempo, ya se habían acostumbrado a una nueva rutina de vida, aunque Emilio
extrañaba terriblemente a su compañera. Él sentía la necesidad de estar casado. Como él mismo
decía, su temperamento no estaba hecho para ser guácharo.
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Capítulo 10 – La vida continúa
La vida continúa - 1910
Emilio había renunciado a la Gobernación y estaba dedicado nuevamente, por entero, a su
fábrica La Victoria.
Víctor Emilio había concluido la sociedad con José Gómez Santistevan a partir de la publicación
del N° 83 de la revista Patria, el 7 de agosto de 1909, poco antes de la muerte de su madre, de tal
manera que se pudo dedicar a ayudar a su padre. Pero la voluntad no era suficiente y Víctor no
se hallaba en la fábrica La Victoria, ni en la tienda de los productos, ubicada en el centro.
A comienzos de abril de 1910 las tensiones políticas con el Perú se habían agravado, al punto
que se movilizaron tropas de ambos países a la frontera. Motivado por esta situación y el interés
que había desarrollado por los asuntos militares, Víctor Emilio solicitó un nombramiento en el
Ejército, recibiendo, el 11 de abril de 1910, el despacho de teniente de infantería. Para el 15 del
mismo mes estaba a las órdenes de la 1° Compañía del Batallón de voluntarios, “Cazadores”, en
la plaza de Guayaquil.
El presidente Alfaro encargó el Poder Ejecutivo y se trasladó al frente, donde estuvo al mando
directo de las tropas por aproximadamente un mes. Víctor Emilio fue designado como uno de
sus edecanes, cumpliendo con las varias funciones de ese cargo, lo que le permitió adquirir
valiosa experiencia en el funcionamiento de un cuartel general y del estado mayor de un ejército
en campaña; estuvo al pie del Presidente durante ese período crítico y pudo observar que “…la
salud del General Alfaro era manifiesta, visiblemente, malísima. El General que acostumbraba
rodearse por las tardes, después de comer, de un amplio círculo de amigos, ahora terminaba
por quedarse dormido en medio de ellos, señal evidente de un cansancio orgánico
trascendental. Su respiración era fatigosa y su voluntad, su imperio mismo, sentían ya el peso
de los años. No podré olvidar jamás el irrespeto y la chocarrería que reinaron durante la
sobremesa, en Santa Rosa, entre los cercanos acompañantes y ante la propia persona del
General Alfaro que visitaba ese día el ejército que se desplegaba en la frontera, en Abril de
1910”.
El desempeño de Víctor Emilio fue lo suficientemente satisfactorio para el comando del
Batallón, que pidió el ascenso del joven oficial, recibiendo el despacho de capitán efectivo el 22
de mayo, día en que cumplía 19 años.
Don Emilio fue nombrado Gobernador por sexta vez el 28 de mayo de 1910, pues el Gral.
Alfaro necesitaba rescatar su popularidad, que en los últimos meses había disminuido
considerablemente debido a múltiples escándalos. El enfrentamiento con el Perú y la decisiva
actitud del Presidente al trasladarse a la frontera, habían levantado nuevamente la popularidad
del Caudillo, y era necesario capitalizar esa recuperación con el nombramiento de funcionarios
probos y de reconocida capacidad. Emilio aceptó el cargo con mejor gana que en otras
ocasiones, pues necesitaba mantenerse ocupado por la ausencia emocional que sufría, pero el
trabajo sería tanto o más duro que en ocasiones anteriores, pues la situación nacional se
deterioraba.
Ya conocemos el carácter rectilíneo de don Emilio, pero el año 1910 se puso a prueba de manera
continua por la movilización militar a la frontera. La organización hacendaria de esa época
requería el “Páguese” del Gobernador para otorgar los fondos necesarios para la movilización de
tropas. Don Emilio detectó que había un manejo alegre de esos recursos, por lo cual comenzó a
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ajustar los controles. Desde ese momento, el Gobernador, personalmente, firmaría los pasaportes
militares. Esto trajo el descontento de aquellos que habían estado lucrando de ese sistema,
quienes acusaban al Gobernador de “mal genio”; pero el Gobernador hizo respetar los controles
que impuso, mientras estuvo al frente del despacho. Fue en este caso que se dio el episodio del
oficial que usó a tropa armada para tratar de intimidar al Gobernador, y terminaron todos
expulsados del despacho a punta de bastonazos, dados por el propio Gobernador.
A su regreso a Quito, el presidente Alfaro llevó con él a Víctor Emilio, quien continuó como su
edecán. Mientras Víctor Emilio estaba en Quito, su hermana Panchita lo mantenía informado de
la situación en Guayaquil mediante cartas.
Víctor se había conquistado, en Quito, el corazón de una jovencita llamada Raquel, quien debe
haber sido conocida de la familia, pues se escribía postales con Panchita. Fue un amor pasajero.
Emilio se enamora
Por junio o julio de 1910, don Emilio comenzó a fijarse en una dama que lo atrajo. Era Clara
Lastenia Gamarra Menéndez, nacida el 28 de septiembre de 1880, sobrina de la “Ñata”
Gamarra, dueña de la Hacienda La Victoria de Chapulo, de tantos recuerdos para Emilio.
Lastenia, como se la conocía, tenía entonces 29 años, un año menos que la edad de Victoria
cuando Emilio la cortejó.
Aparentemente, el interés fue mutuo e inmediato, y comenzó el cortejo que fue violentamente
rechazado por las dos hijas de Emilio, pues apenas habían pasado diez meses de la muerte de su
madre.
Al poco tiempo Emilio recibió un regalo de Lastenia que iniciaría una tormenta familiar en la
casa de los Estrada Sciacaluga.
Como a Emilio le gustaba leer sentado en una silla cómoda, Lastenia le regaló una mesita
auxiliar para ponerla al lado de la silla. Emilio recibió el regalo muy complacido y lo hizo
colocar en su lugar. Pero, luego del almuerzo el día 21 de agosto, cuando Emilio se sentó a leer,
la mesita no estaba y cuando preguntó por ella, el servicio le comunicó que estaba en el desván,
por orden de las niñas. Emilio llamó de inmediato a las chicas y les reclamó por ese acto
arbitrario. Panchita, en carta del día 22 a su hermano Víctor, relata lo ocurrido, por supuesto
desde su punto de vista:
“Querido ñañito:
Te escribo hoy para contarte lo que pasó ayer en éste desgraciado hogar.
Como á las doce del día, después que acabamos de almorzar, derrepente le preguntó mi papá á
María Luisa por la mesita que el compró; ella le contestó que la mesa estaba en el tumbado,
entonces él le dijo con un tono muy grosero, que la mesa bajaba á la sala, y que él no podía
estar sujeto á nuestra voluntad, que si así estamos creyendo es un error: en esto salí yo, y le
contesté que la mesa estaba en el lugar que le correspondía, rota: como tú te lo imaginarás al
sentirme ultrajada le dije cuatro verdades, sin ofenderlo á él, solo refiriéndome á ella, me
contestó que estaba resuelto á casarse que ella vendría á ésta que era su casa, yo le dije que á
mi no me importaba, que lo único que deseaba era vivir completamente separada, para
librarme de disgustos con esa mujer, entonces me contestó que bueno, y me agregó; puedes
hacerlo hijita. Conforme te lo había ofrecido, pongo todo esto en tu conocimiento, para que
tomes el partido que te parezca conveniente.
Y una vez más te repito, que tú eres nuestro único apoyo, y contamos con tu decidida
protección, como le corresponde á un buen hermano…”
Víctor se encontraba en una encrucijada emocional. Por un lado estaba el amor y admiración
que sentía por su padre, y por otro el recuerdo de su madre, agravado por su sentido de culpa por
no haber tenido conciencia clara de lo que le ocurría con su enfermedad. Él entendía el
sentimiento de sus hermanas, pues también sentía lo mismo: El que su padre se enamore tan
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poco tiempo después de muerta su esposa, era incomprensible para los jóvenes. El pensar que
una extraña e intrusa ocupe el lugar de su madre en el hogar era inconcebible. Las chicas
declararon la guerra a Lastenia, pero Víctor Emilio se mantuvo sereno ante la explosiva
situación.
Esto se complicaba más si tomamos en cuenta que Luis Sciacaluga y su familia, vivían en la
casa de al lado y frecuentaban la casa de los Estrada.
El 30 de agosto reportaba Panchita a Víctor Emilio:
“Por acá la casa está ya en calma, después de una semana de no dirigirme la palabra mi papá,
parece que ha comprendido que estaba cometiendo una injusticia, y ya estamos muy bien; yo
juzgo que lo que me dijo el otro día, no es más que el reflejo de la fascinación que ejerce sobre
él, esta mujer de todos los diablos, que lo tiene transformado en un insensato…”.
Las dos chicas envían saludos a Raquel, y también le informan que se están portando bien y que,
por el momento, ninguna de las dos tiene enamorado… Panchita tenía 15 y María Luisa 13 años.
Emilio había buscado la forma de neutralizar la situación con sus hijas. Cartas iban y venían.
Víctor Emilio escribió a su padre y a sus hermanas para tratar de apaciguar los ánimos. Todo
esto generó un largo cable de Emilio a su hijo, el 1° de septiembre, el cual fue determinante en
el apoyo que el hijo dio de ese momento en adelante a su progenitor, y que merece leerse en la
transcripción que hizo Víctor, por los sentimientos que transmite y la lección que representa. El
cable es en realidad más largo, porque aparte del tema familiar, Emilio toca algunos puntos
políticos que lo tenían fastidiado en ese momento, y le pide a Víctor que transmita sus palabras
directamente al presidente Alfaro. Pero veamos la transcripción:
“Muy querido hijo:
He visto y leído tu carta y la que diriges a Panchita, por la que veo que esta querida hija,
poseída de exaltación, ha supuesto en mí exageraciones. Mi corazón y mi casa, mi alma y mis
bienes han sido, son y serán de mis hijos, sin que poder humano alguno altere mi modo de
estimar las cosas. Yo no he sido jamás ni mal hijo, ni mal hermano, ni mal esposo, ni mal
ciudadano. Todas las personas que me han querido, esto es mi madre, mi primera esposa y
Victoria que me trató íntimamente veinte años, han dicho siempre hasta su último suspiro, que
soy el mejor de los hombres.
La memoria de Victoria es para mí una de las más gratas de mi vida y me acompañará hasta el
último suspiro, que ojalá fuera pronto. Pero la vida guáchara es para mí imposible, porque mis
costumbres, mis sentimientos, mi modo de vida me exigen una persona a mi intimidad que
comparta los halagos y los insultos que el sañudo destino me prodiga. Yo he creído encontrar
en Lastenia Gamarra la compañera de mi vida no el sustituto de Victoria, como al casarme con
Victoria no busqué el sustituto de Isabel.
Los disgustos con las niñas no son, como parece que tú crees. Sólo una vez se produjo uno,
cuando pregunté por … (la mesita) no me arrancaron como de costumbre, una sola palabra
agresiva, contando con que ese sistema, que ha sido el mío toda la vida, encauzará, como yo
deseo, las consideraciones y buen trato entre los pedazos de mi corazón que son ustedes, y la
compañera de mi dicha o de mi infortunio, que será Lastenia después de mucho tiempo y no en
meses, como tú supones.
Desde que murió Victoria he guardado por ella las más afectuosas consideraciones y ninguno
de ustedes puede quejarse con justicia del cumplimiento de mis deberes. No sé que haya muchos
hombres que puedan repetir esto, pero no quiero morir como perro o asistido por hermanas de
la caridad o gentes que me avergonzarán desdiciendo mis ejecutorias de hombre honrado.
Queda en pie la cuestión de los afectos, cuestión en verdad difícil. Hasta hoy Lastenia cree en el
posible afecto de todos ustedes y, la verdad es que yo también lo deseo y lo espero, y suceda lo
que suceda, todos mis esfuerzos serán en ese sentido. Ella no pretende ni yo lo consentiría, que
ustedes tuvieran una madrastra, y si ustedes, aunque tú estuvieras casado, quisieras formar un
solo grupo de ramas prendidas del viejo tronco, hombre de bastante corazón soy y de bastante
103
experiencia para normalizar una situación por inesperada que sea. Si ustedes ven con la
experiencia que no me pueden aguantar a mí o no pueden aguantar a Lastenia, tiempo y
ocasión pueden escoger para un escándalo que ha de envenenar mis últimos días; seguramente
las circunstancias que así lo determinen no serán producidas ni por Lastenia ni por mí.
No sé cuántos infortunios me prepara el porvenir, pero mi pasado responde de mi futuro:
moriré sin que una sola mancha me avergüence.
Puede suceder que ustedes o alguna otra persona crea que las alcurnias y nacimientos me
debían alejar de Lastenia. En ese orden de ideas es difícil poder seguir opinión ajena. Cada vez
que me he casado ha sido para mí y no para el pueblo soberano, sistema que he seguido para la
selección de todas mis relaciones, cuidando estrictamente que en materia de hombres no sean
ladrones, y en materia de mujeres, que no sean corrompidas, y con tal sistema me ha resultado
que todas las personas con quienes tengo que tratar algo, me guardan las más cumplidas
consideraciones. En fin, en esto, como en todo, procediendo con mi conciencia tengo fe en el
porvenir.
Tu padre
Emilio Estrada”.
Lo que Emilio escribió a su hijo, lo conversó con sus hijas en el hogar. Panchita le reportó el
incidente el día 4 de septiembre a su hermano Víctor. En esa carta vemos la forma inteligente
como Emilio manejó a Panchita, jovencita obstinada y de fuerte carácter:
“Querido Emilito:
Tengo a la vista tu carta fecha 27, en contestación á la mía en que te hablaba de los incidentes
habidos en la casa.
Hemos hablado larga y amigablemente con mi papá sobre el asunto, y nos manifestó que su
voluntad era que no nos separáramos de él, que sería un torcedor para su vida la separación
nuestra que no podría vivir sin nosotros.
Yo le dije que deseaba que me dijera cuándo era que se casaba, y me contestó que tenía que
pasar todavía mucho tiempo.
Yo le insinué la idea de hacer una separación en la casa, de manera de quedar en completa
independencia entre nosotros y la nueva familia que él va á formar: parece que la idea le gustó
porque me contestó que para eso era el dinero. (…) Me manifestó que él tenía necesidad de
casarse, porque él había estado enseñado á la vida del hogar y á las caricias de una esposa, yo
le di la razón le dije que era cierto, y que él hacía muy bien; pero no le aprobé su elección.
Nosotras estamos contentas por quedar en bien con nuestro padre, y al mismo tiempo
independientes de quien no gustamos, supongo que á ti te pasará lo mismo”.
A pesar de que las chicas parecían implacables en su propósito, podemos ver que Emilio estaba
encaminando bien la situación y que sería cuestión de tiempo ir resolviendo el problema de
sensibilidad de las niñas. Víctor Emilio, por su lado, había reflexionado profundamente con el
cable de su padre y de inmediato se convirtió en su aliado en la conquista de las hermanitas,
batalla de suprema importancia para el corazón de Emilio.
La campaña de las hermanitas Estrada y sus aliadas no había terminado. María Luisa, con su
prima segunda Esther Gagliardo, en compañía de unas amigas, se dedicaron a pasear frente a la
casa de Lastenia, torciéndole Esther la cara cada vez que pasaban, mientras las otras, incluyendo
a María Luisa, se hacían las desentendidas. No Lastenia, pero sí una visita que estaba con ella,
se sintió ofendida con la actitud de las chicas y el episodio llegó a oídos de Emilio, quien tuvo
que reprender a las muchachas. El 7 de septiembre, relataba el incidente en carta muy sentida
que envió a Víctor Emilio. Esa carta terminó de convencer a Víctor que tenía que apoyar a su
padre, pues la agresividad de sus hermanas le estaba lastimando el alma.
104
Lastenia, por su lado, sabía bien lo que tenía que hacer y fue manejando la situación
inteligentemente, manteniendo una prudente distancia de las niñas para que se vayan
acostumbrando a la situación.
Como se estaba preparando la Guía Comercial, Agrícola e Industrial del Ecuador de 1909, que
en realidad terminaría de ser publicada en 1911 con información actualizada hasta ese año,
varios fotógrafos se desplazaron por todo el Ecuador tomando maravillosas fotografías que
luego serían publicadas en esa “Guía”.
La calidad fotográfica y de impresión de la “Guía” es de las mejores que se usaron en el país en
esa época, y son muchos los ejemplares de ella que aún existen.
El libro consta de 1.328 páginas, con fotos, avisos y mapas de todas las provincias del país.
La Guía Comercial, Agrícola e Industrial también nos revela que Víctor Emilio tenía
matriculada, con el número 90, una lancha denominada Victoria, con desplazamiento de media
tonelada. No tenemos claro para qué usaba esta lancha Víctor Emilio, pues era relativamente
pequeña para uso comercial, lo que deja como alternativa su uso deportivo, para paseo y tal vez
transporte de pasajeros a corta distancia.
La Guía también nos revela que la Empresa de Carros Urbanos había puesto en práctica algunas
de las recomendaciones de Emilio, antes de su renuncia a la administración. Lastimosamente,
Emilio no alcanzó a ver la Guía, que salió al mercado poco después de su muerte.
Entre las fotos que se tomaron, tenemos una de don Emilio, sentado ante el escritorio del
despacho de la Gobernación, en compañía de sus secretarios.
En el piso una enorme alfombra y adornos de una majestuosidad muy digna del despacho del
Gobernador del Guayas. La lámpara que se ve, sobrevivió al incendio de ese edificio y existió
105
hasta hace pocos años en el Salón Principal de la actual Gobernación. Se destruyó al colapsar el
tumbado de ese salón, debido al inadecuado mantenimiento del edificio.
En la imagen a la derecha, vemos un
acercamiento de Emilio, donde se lo
distingue más claramente en el escritorio
del Gobernador. Lo vemos vestido muy
formal y elegante, como correspondía a la
dignidad del cargo que estaba ejerciendo.
Este despacho era mucho más lujoso y
amplio que el del Presidente de la
República, en el Palacio Nacional.
Como adecuado contraste de la sencillez y
humildad de Emilio, vemos a continuación
una fotografía, también publicada en la
misma “Guía”, en la cual Emilio aparece en
otro contexto, totalmente alejado de la
majestuosidad del cargo que desempeñaba
entonces.
El contraste nos muestra a un auténtico
ejecutivo industrial y comerciante, que
podía estar tan bien en un palacio, como en
una fábrica.
El interior de la fábrica La Victoria. A la izquierda Emilio, en ropa de trabajo, al pie de cajas de mosaicos.
En la página siguiente, acercamiento de Emilio, con sombrero de paja toquilla, tomado de la foto anterior.
106
Según la “Guía”, en 1909 Emilio Estrada Carmona, como persona, tenía un capital en giro de
doce mil sucres, cifra modesta para un comerciante e industrial guayaquileño de esa época.
Víctor Emilio también enamorado
El joven, al igual que el padre, estaba enamorándose de la guapa Isabel Icaza Marín, y si bien a
veces se hacía la que no le interesaba, ella también estaba enamorándose del galante joven, a
pesar de ser menor que ella.
Su gran amigo, Adolfo Gómez y Santistevan, ya tenía algunos años casado con María Laura
Icaza Marín y Víctor se había enamorado de la hermana mayor, María Isabel, nacida el 29 de
marzo de 1890, lo que quiere decir que era más de un año mayor que él. Isabel, como se la
conocía, era alta, esbelta, de cabello y ojos oscuros y tez morena. Su carácter apacible y gustos
simples atrajeron a Víctor Emilio por sobre las demás jovencitas de su entorno social. Comenzó
ya a pensar en formar un hogar, e Isabel se perfiló como la compañera ideal.
La familia Icaza Marín estaba integrada por don Julio Icaza García y doña Victoria Marín
Zumaeta. Sus hijos eran: María Julia, nacida en 1889, María Isabel en 1890, María Guadalupe
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en 1892, María Laura en 1893, Julio Miguel Martín en 1895, María Leonor en 1898 y Julio
Antonio en 1900. María Guadalupe y Julio Antonio fallecieron jóvenes.
Don Julio, “Papa Julio” y doña Victoria, conocida cariñosamente como “Mama Toa”, venían
ambos de ramas de agricultores, de sus respectivas familias. Él era propietario de la hacienda La
Primavera, en la provincia de Los Ríos, y doña Victoria era propietaria de la hacienda La
Victoria de Pechiche Dulce, en la misma provincia. La familia vivía del producto de sus
haciendas cacaoteras, pero tenían su residencia principal en Guayaquil, en la Calle Pedro Carbo
1019 entre Sucre y Colón, acera oeste, en una casa amplia que fácilmente daba albergue a toda
la familia, y aún a los nietos que ya estaban llegando, gracias a la precocidad de María Laura y
Adolfo.
Los Icaza Marín eran una familia feliz que transitaba su vida entre sus haciendas en el verano y
la casa de Guayaquil o Posorja en el invierno. De hecho, el entorno ampliado de ambas familias
provenía de hacendados que trabajaban sus haciendas, principalmente cacaoteras, y constituían
un clan extenso y muy unido, algo que para Víctor Emilio era novedoso, viniendo él de una
familia muy corta y cargada de tribulaciones políticas y económicas, algo que había cambiado
don Emilio recientemente con su arduo trabajo y el sudor de su frente.
Estar con los Icaza era muy divertido. Víctor Emilio congenió muy bien con Miguel Martín y las
hermanas de Isabel. Más importante aún, don Julio Icaza le tomó un gran afecto y pudo ver tras
la juventud un enorme potencial de acción y logros. Fue don Julio quien le inculcó el amor que
Víctor Emilio tuvo por el campo y él también fue feliz en ambientes campesinos.
Los Icaza Marín. De izq. a der.: María Julia, doña Victoria, María Leonor, don Julio, María Laura, Miguel Martín y María Isabel.
Para hacerlo suspirar, Isabel le mandó regalar dos hermosas fotos suyas:
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Isabel Icaza Marín en 1910. Fotos que obsequió a su pretendiente Víctor Emilio
Una nota sobre el apellido Icaza.
Como hemos visto y veremos a lo largo
de esta biografía, el apellido Icaza se
escribe a veces con I y a veces con Y.
La forma original del apellido es con I y
la variante que vemos con Y es
simplemente la aplicación de la I
isabelina (por Isabel la Católica), letra
dibujada muy ornamentalmente en los
manuscritos desde el segundo tercio del
segundo milenio de la era Cristiana, de tal
manera que parecía una Y.
Está demostrado documentadamente que
el apellido se escribe correctamente con I,
pero algunas personas mantienen la
costumbre de usar la Y por tradición o
porque así están inscritas en el registro
civil. Otras ramas del apellido se agregan
De, quedando el apellido De Icaza o De
Ycaza, como si fuera un apellido
toponímico. Víctor Emilio de 20 años
Esta fotografía de Víctor Emilio, tomada cuando cumplió 20 años, nos muestra un joven muy
delgado, con bigote, y formalmente vestido, con sombrero de tostada, o sea de última moda.
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Parte 4° El año 1911
La política muestra su verdadera faz
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Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona
Campaña presidencial
Para fines de 1910 surgió nuevamente el problema de la sucesión presidencial, pues el 1° de
septiembre de 1911 terminaba el mandato del presidente Alfaro. La elección presidencial sería
en enero de 1911 y el nuevo presidente se debía posesionar el 1° de septiembre, de acuerdo con
la Constitución. Era un tiempo bastante largo entre la elección y la posesión.
Para Eloy Alfaro Delgado, Caudillo del Partido Liberal, el tema de quien lo sucedería era crucial
en ese momento histórico, pues lo ocurrido en 1901 con el Gral. Plaza era más crítico en este
año 1910, en que las pasiones y divisiones internas en el partido eran aún más graves.
El día 10 de diciembre se reunió en el despacho presidencial don Eloy Alfaro con un grupo de
distinguidos liberales radicales, que constituían la cúpula del Partido Liberal, para tratar el
asunto de la candidatura presidencial por el partido.
Don Octavio Díaz, cuencano y Ministro del Interior de Alfaro, propuso el nombre de Emilio
Estrada Carmona como candidato, basándose en una frase que había escuchado al propio
Caudillo: “Si don Emilio Estrada llegara a la Presidencia de la República, haría una
administración tan honrada como la de Vicente Rocafuerte”. Una vez enunciada esa propuesta,
el general Alfaro dijo: “La persona más idónea, por sus distinguidas cualidades, para
sucederme en la Presidencia de la República, es el Sr. Estrada”. Díaz relata su posición luego
del pronunciamiento del líder del partido: “La disciplina y la consecuencia debidas al amigo y
Jefe del Partido Liberal, me imponían la obligación de secundarle en sus ideas; con tanta más
razón cuanto que mi concepto personal estaba de acuerdo con el del Sr. General Alfaro; ya que,
para mí, el Sr. Estrada, á su honradez, á su firmeza de carácter y probado liberalismo, añadía
la singularísima prenda de su lealtad para con el Caudillo; pues el Sr. Estrada no había
renegado de su Maestro y Jefe, en ninguna circunstancia de su vida política por adversa que
haya sido”.
Con la recomendación de Alfaro y el respaldo de Díaz, en esa reunión se resolvió que Estrada
sería el candidato Liberal Radical, siendo el general Alfaro el que emitió el primer voto para
concretar la propuesta. No sabemos si la votación fue unánime, pero lo cierto es que de esa
reunión salió la propuesta de candidatura, que fue comunicada de inmediato a Emilio Estrada.
Esta vez, como bien nos acotó Víctor Emilio cuando la propuesta candidatura en 1901, faltó el
sabio consejo de Victoria, para disuadir a Emilio de aceptar tan grande carga.
Lastenia, su nueva compañera y futura esposa, estuvo a favor de la candidatura, pues venía de
una estirpe luchadora, como lo había demostrado su tía, doña María Gamarra Elizondo de
Hidalgo, la “Ñata” Gamarra, cuando apoyó con dinero y persona a los Chapulos, en 1884.
La salud de Emilio no había presentado quebrantos que pudieran generar preocupación, más allá
de los normales para los habitantes de una ciudad tropical. Ante las limitaciones de los
diagnósticos médicos de la época, ni siquiera se tenía una idea clara de que sufriera problemas
cardiacos, lo que habría creado preocupación propia y familiar ante la necesidad de tener que
vivir en Quito, y las agitaciones que van con el cargo presidencial. Ante un estado de salud
relativamente bueno, no tuvo obstáculo para aceptar el reto que le propuso el Caudillo, para que
continúe el programa liberal radical. Eso sí, sin condiciones ni exigencias.
Una vez consultada a su familia, Emilio Estrada Carmona contestó a la propuesta en los
siguientes términos: “El voto del General Alfaro, que fue el primero que me ofreció, es el voto
dado por el Jefe del Partido y la garantía ante todos los liberales de mi honradez política.
Corresponder á la confianza que él depositó en mí, es patriótico deber que cumpliré”.
111
Emilio Estrada Carmona aplicaría un programa liberal radical, pero sin injerencia del líder, pues
no aceptaría ser títere de nadie. Alfaro, que conocía el carácter de Emilio desde 1883, estuvo de
acuerdo y los preliminares de la campaña presidencial se iniciaron a partir del 11 de diciembre
de 1910, con el apoyo y beneplácito de don Eloy.
Nadie de la familia sospechaba que el corazón de Emilio ya había comenzado un proceso de
deterioro que se agravaría con las grandes tensiones, agotadoras jornadas y desengaños que
sufriría desde su proclamación como candidato hasta el día de su muerte.
Contrariando la voluntad de don Eloy, el Gral. Flavio Alfaro Santana, hijo de Ildefonso Alfaro
Delgado y sobrino suyo, se presentó también como candidato liberal radical, en abierto desafío a
la resolución del líder partidista. Las ambiciones políticas de Flavio causarían una reacción
negativa por parte de la opinión nacional, pues su candidatura fue vista como una pretensión de
la familia Alfaro de perpetuarse en el poder.
También se presentó la candidatura de don Alfredo Baquerizo Moreno, quien tenía participación
activa e importante dentro del Partido Liberal, pero del ala placista.
La campaña no fue fácil. Las intrigas comenzaron el mismo instante en que se anunciaron las
candidaturas, y las peores venían de las mismas entrañas del Partido Liberal Radical. Un grupo
de los alfaristas que rodeaban a don Eloy conocían la verticalidad moral y político-
administrativa de Emilio Estrada Carmona, y no deseaban entregar el poder a él, pues tenían
mucho que perder. Se perfilaba una situación similar a la de Lizardo García Sorroza en 1905.
Algunos alfaristas harían oposición a pesar del criterio de su líder, pues muchos intereses
estaban en juego.
Pero don Emilio no era hueso fácil de roer. Flavio no lo intimidaba, ni lo harían los alfaristas
que medraban de don Eloy. Él estaba consciente de la gravedad de la situación política y
económica del país y estaba decidido a enfrentarla, pues se había comprometido a ser candidato
liberal radical a la Presidencia de la República, con plena conciencia de esa difícil situación.
Una vez tomada la decisión, nadie ni nada lo disuadiría de ese compromiso que adquirió consigo
mismo y con la nación.
De inmediato, Emilio y Víctor Emilio se dedicaron por completo a la campaña política. Emilio
dejó la Gobernación y entregó la administración de la fábrica La Victoria, de acuerdo con Víctor
Emilio, a José Gómez Santistevan, el antiguo socio de la revista Patria, quien para entonces
había iniciando un negocio de importación de vehículos Studebaker, en sociedad con Víctor
Emilio quien, por su parte, pidió licencia indefinida de su cargo militar, siéndole concedida de
inmediato.
Su labor en la campaña sería la de secretario confidencial y asistente general de su padre.
Cumpliría misiones de inteligencia para verificar informes que se recibían de varios agentes
cuyos reportes, en algunos casos, requerían comprobación. También coordinaría la campaña con
los “Clubes Electorales Estradistas” que surgieron en varias ciudades.
Esos clubes estaban integrados por ciudadanos que tenían deseos de cambios, pero dentro del
esquema liberal. Por lo general, surgieron de los ciudadanos pensantes de las ciudades y los
pueblos, cubriendo una amplia gama del espectro social.
El primer grupo que se pronunció por la candidatura de don Emilio fue en Machala, donde el día
12 de diciembre de 1910, los líderes del liberalismo proclamaron su apoyo. A ese
pronunciamiento le siguieron otros, que ayudaron a don Emilio a consolidarse como el
candidato oficial.
112
El 16 de diciembre de 1910 don Emilio emitió una Proclama a la Nación, aceptando
públicamente la candidatura que le había sido propuesta.
Emilio se dedicó a elaborar su programa de gobierno, que propondría a la opinión pública. Para
el día 26 tenía listo un borrador manuscrito.
Ni bien se concretó la candidatura de don Emilio, Flavio comenzó a mover sus influencias
militares contactando a varios jefes, para contar con el apoyo del ejército y ejercer así presión
electoral. Algunos oficiales informaron a don Emilio lo que estaba sucediendo, pues los Alfaro
habían ido perdiendo simpatía dentro del Ejército y muchos oficiales estaban en desacuerdo con
que la familia copara altos puestos en la Institución militar.
Esa actividad de Flavio generó la oposición del general en retiro Emilio María Terán, quien veía
con malos ojos el uso político del ejército. Desde el momento que se enteró de las actividades
flavistas en los cuarteles, el Gral. Terán decidió respaldar la Constitución, dando su apoyo a
quien saliera electo presidente. Terán había pasado a las filas de los alfaristas decepcionados.
Inicialmente, don Emilio pensó que Terán se había adherido al partido flavista y le comunicó a
su hijo que “la candidatura militar se trabaja…”. Los informantes de don Emilio le fallaron en
este caso, pues por ellos consideró a Terán como enemigo de su candidatura.
Los informes errados llegaron a incluir en la “candidatura militar” al mismo don Eloy, y
también revelaban que el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez y sus adeptos se preparaban para la
lucha armada. Si Flavio no ganaba en las urnas, se daría un nuevo golpe de estado y se rompería,
otra vez, la Constitución. La situación era muy inestable e incierta. Los rumores hacían
enemigos a los amigos y amigos a los enemigos.
La presión de los alfaristas sobre don Eloy también causó desconcierto en don Emilio, al punto
que cruzó correspondencia cifrada con su amigo Eloy sobre la percepción de ambigüedad en el
apoyo del Caudillo a su candidato. Es demostrativo del afecto personal de estos dos personajes
el que mantuvieran todavía una tabla cifrada para mantener correspondencia privada.
Para el día 29 de diciembre don Emilio tenía completo y en limpio, mecanografiado por su hijo,
su programa de Gobierno, el cual se difundió a la opinión pública a través de hojas sueltas y en
publicaciones de prensa. Víctor Emilio lo cita completo en Vida de un Hombre, por la
importancia de su contenido, y como síntesis nos dice que “es un programa que tiende la mano
y la pide a todos los ecuatorianos”. También nos dice que por “personales razones no me toca
juzgarlo”. Y esa actitud es válida, pues él había sido partícipe, con su padre, en su formulación.
Ni bien fue conocido el programa de gobierno, fue motejado como “Libros y Arados” por la
opinión pública, y visto con muy buenos ojos pues daba esperanzas de progreso para el país.
Pero algunos alfaristas lo vieron con otros ojos, pues el programa tocó de manera clara dos
puntos que eran sensibles para sus intereses: El primero era el espinoso tema del alquiler de las
islas Galápagos a los Estados Unidos de Norte América, asunto que había sido inicialmente mal
visto por don Eloy, pero que en esos días lo veía favorablemente por la influencia de su entorno.
El otro tema era aún más delicado para los alfaristas y para Archer Harman, su amigo y
protegido, pues se trataba del Ferrocarril. En su programa de gobierno don Emilio decía
claramente: “La historia del Ferrocarril del Sur, historia de sangre y lágrimas, desengaños y
zozobras, pero de victorias al fin, requiere imperiosamente un epílogo que armonice y regule su
existencia, ciñéndola estrictamente a los intereses públicos como lo prescriben los contratos
vigentes y la honradez nacional”. Estas palabras por sí solas no dicen mucho, pero para quienes
estaban involucrados en las negociaciones de la deuda adquirida por la Guayaquil & Quito
Railway Company y los bonos del Estado con los que se la pagaba, era un tema explosivo. El
candidato Estrada estaba jugando con fuego, como lo hizo el Gral. Leonidas Plaza y lo intentó
su sucesor Lizardo García. Con Plaza no pudieron los beneficiarios de esa leonina deuda, pero a
113
Lizardo García le costó el puesto. ¿Cuál sería el destino de Estrada al tocar este delicadísimo
tema? A Harman no le convenía ningún Presidente que enfrentara decididamente el asunto, pues
le convenía mantener el statu quo con los acreedores, encabezados por el financista Speyer,
quien manipulaba la cotización de la deuda ecuatoriana de acuerdo con sus intereses.
Esos dos temas, que formaban parte del programa de gobierno de Estrada, generaron la
oposición cerrada del círculo alfarista, quienes verían menguados sus intereses si el programa se
ponía en ejecución. El peligro era inminente, pues si ganaba Estrada no tenían la menor duda de
que intentaría, con tesón, aunque inevitablemente con oposición, cumplir con su programa.
El tiempo de campaña era corto. Las elecciones serían el día viernes 6 de enero de 1911. La
situación era tensa y los partidarios de los principales bandos contendores se manifestaban
públicamente, causando disturbios en las ciudades.
Don Emilio mantenía su influencia sobre los funcionarios públicos de la Provincia del Guayas y
el 29 de diciembre le manifestaba al Intendente de Policía, Sr. Puga, que previendo más
disturbios sería necesario “guardar algunos bulliciosos” antes del 31.
La campaña de don Emilio fue limpia y como parte de ella se publicaron notas de prensa que
exaltaban el carácter y la trayectoria política del candidato. Sus adversarios, los flavistas, en
cambio, trataron de utilizar todos los medios posibles para contrarrestar la simpatía que veían
claramente que estaba generando la candidatura de Estrada. Entre esos medios estaba la
calumnia y se acudió a todo tipo de rumores para tratar de afectar la popularidad de don Emilio.
Flavio se sentía confiado de sus gestiones ante sus amigos en el Ejército, pues algunos oficiales
le garantizaron un triunfo seguro. A nivel de la administración pública, la situación se la creía
igual. El influjo del aparato alfarista hacía sentir que el triunfo sería para Flavio.
Pero todo era un gran autoengaño. Flavio no tenía verdadera influencia sino en una minúscula
parte del Ejército y de la burocracia, cuyas mayorías estaban ya cansados de la injerencia de los
Alfaro en la administración pública.
Pocos días antes de la elección, el Jefe Militar de
la plaza de Guayaquil, general Pedro J. Montero,
descubrió que se preparaba un fraude electoral.
Encontró papeletas electorales escritas con la
misma mano, votando por dos candidatos: Flavio
Alfaro y Emilio Estrada. Las papeletas se usarían
para alegar fraude, de acuerdo con las
conveniencias del Gobierno.
Montero podía tener muchos defectos, pero nadie
lo podía acusar de falta de honradez o ingratitud.
Él idolatraba a Alfaro, pero también tenía deudas
de gratitud para con Estrada, quien le había dado
amparo cuando era perseguido por el Gobierno
de Cordero.
El Gral. Montero actuó como hombre íntegro: Se
mantuvo estrictamente neutral, confiscó todas
esas papeletas y puso en manos de don Emilio
una muestra de ellas. Indudablemente hizo lo
mismo con Flavio y don Eloy, y así neutralizó la
posibilidad de fraude en Guayaquil.
La suerte política estaba echada.
Papeletas que entregó el Gral. Pedro J. Montero a
Emilio Estrada Carmona
114
Curiosamente, Víctor Emilio, al relatar este episodio en Vida de un Hombre, no menciona que el
“informante” fue el Gral. Montero, y lo creemos curioso porque no había razón para omitir este
hecho, que sería justificante de la neutralidad de Montero en acontecimientos posteriores.
El intento de fraude se pretendió hacer en el cuartel que comandaba el coronel Carlos Alfaro
Acosta, hijo de Medardo Alfaro Delgado, sobrino de Eloy y primo de Flavio, quien tenía control
de buena parte de las armas de la plaza de Guayaquil, y siendo un militar atrabiliario, como lo
reiteraría en pocos días, había el peligro de que intentara algún acto desesperado contra su jefe,
Montero, lo que tendría consecuencias terribles en la ciudad de Guayaquil.
Tal vez por eso mismo Montero tomó medidas de seguridad que neutralizaron el poder de
Carlos Alfaro, sin que esto afectara la amistad entre Montero y don Eloy, aunque sí se afectó su
relación con Flavio, quien contaba con el apoyo de su primo.
El Gral. Eloy Alfaro tenía claro que el antagonismo promovido por Flavio, quien se sentía
frustrado por no haber podido deshacerse de la oposición que tenía dentro del liberalismo
radical, estaba afectando la unidad del partido. Para ello convocó a una reunión en Guayaquil
entre los dos candidatos, la que se verificó el día 5, víspera de la elección. Víctor Emilio nos
dice que su padre “hizo todo esfuerzo decoroso para limar asperezas y disipar insidias”, pero
sin éxito. La reunión fue un fracaso.
Ese mismo día, Flavio había publicado una queja de supuestos ataques de simpatizantes
“estradistas” contra los suyos. Esto se trató en la reunión en la cual don Emilio aclaró esas
acusaciones, que Flavio quería sean investigadas por el Gobierno.
Don Emilio reforzó la aclaración hecha en la reunión, enviando una comunicación al Ministro
del Interior, Dr. Octavio Díaz, en la cual le dice: “Pido a Ud. permiso para reproducir una de
mis contestaciones en momentos en que un grupo de obreros me solicitaba una bandera
nacional que les sirviera de enseña: ‘Al pie de esta bandera el General Eloy Alfaro, el General
Flavio Alfaro, yo y los verdaderos liberales, hemos peleado siempre por el triunfo de las
mismas ideas, de los mismos principios que ayer, como hoy y como mañana, nos han de
conservar unidos para ser fuertes. Ustedes lanzan ‘vivas’ para mí: ¡gracias! pero tengo el
derecho de exigirles que no haya ‘mueras’ para nadie y menos para los compañeros de ayer, de
hoy y de mañana. ¡Viva el Ecuador!”.
Esta actitud de su padre reforzaba ante Víctor Emilio la entereza del partidario y compañero fiel.
Las votaciones electorales se realizaron sin mayores novedades el viernes 6 de enero de 1911.
A través del tiempo, algunos historiadores que no han realizado investigaciones en fuentes
primarias, sino que basan sus trabajos en fuentes secundarias, que a su vez se han basado en
fuentes cuestionables, han asegurado que don Emilio ganó la elección en base a fraude. Era una
“falsedad a medias”, como paradoja de una “verdad a medias”. Esa aseveración fue difundida
por los flavistas, frustrados por la bajísima votación popular lograda por su candidato.
En Vida de un Hombre, escrito en 1942, Víctor Emilio nos analiza la realidad de la elección:
“Libro de verdades y realidades éste, no voy a cometer el error de salpicarlo con un engaño
eludiendo en beneficio de mi padre, la eterna verdad histórica, de que los Presidentes en el
Ecuador son elegidos en muy poca escala por los civiles y en gran escala por los empleados y
dependientes de toda clase de los gobiernos. Sin embargo, en las elecciones de 1911, las dos
grandes ciudades, Quito y Guayaquil, organizaron clubes cívicos realmente representativos de
ciudadanía, de fuerza cierta y propia muy considerable, quizás una de las más considerables de
que pueden preciarse los Presidentes de las últimas décadas. En el resto del país la función
electoral se ejerció en la forma usual y tradicional hasta ayer”. Sin embargo, el autor debe
acotar que según los periódicos de la época, también había clubes electorales en ciudades como
115
Ambato, Riobamba, Machala y Tulcán, de tal forma que en esas ciudades se debe haber actuado
en buena medida como en las dos ciudades más grandes.
Los jefes de campaña de Estrada tuvieron el resultado del escrutinio de las urnas electorales del
Guayas el mismo día, gracias a la acción de los telegrafistas, casi todos pro-Estrada, en los
distintos puntos de la Provincia. El triunfo de don Emilio era contundente, con una enorme
diferencia sobre Flavio y mayor aún sobre don Alfredo Baquerizo Moreno, quien sacó muy
pocos votos. Los resultados en Guayas, salvo Puná y Guayaquil, que no habían dado los
resultados para cuando se reunió la información y se transmitió a don Emilio, eran así: Emilio
Estrada Carmona: 2.121 votos; Flavio Alfaro Santana: 110 votos; Alfredo Baquerizo Moreno: 6
votos.
Proporción parecida se repitió en las otras provincias, salvo Manabí y Esmeraldas, que tenían
especial afecto por los Alfaro y donde la diferencia fue menor.
En el escrutinio final a nivel nacional, don Emilio obtuvo 103.024 votos, Flavio 3.708 y don
Alfredo 2.583.
Una de las revistas gráficas de Quito, publicó imágenes del día de las elecciones.
116
Curiosamente, las fotos con su hijo y esposa eran muy antiguas.
Víctor Emilio nos narra la actitud de su padre ante el triunfo electoral: “Al día siguiente de las
elecciones, el triunfador ni se envanece ni se ciega. Le domina como siempre el deber y éste, se
lo dice su conciencia, es seguir incansable tocando a somatén para la unión de los
ecuatorianos. Se dirige públicamente en carta política, a todos sus amigos que lo ayudaron en
la elección; entre otras cosas dice proféticamente en ese documento: ‘Hay entre los
ecuatorianos y yo, un programa que garantiza los adelantos materiales y morales conquistados;
hay la victoria obtenida por ustedes en los comicios electorales; hay la aceptación nacional del
programa que ustedes acogieron, y, por qué dudarlo? Hay el patriotismo de los adversarios de
ayer, camaradas del mañana, que también cooperarán desde que la concluida ayer en la
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República, no fue lucha de sangre y exterminio’ (…) y es por esto que me he permitido
distraerlos de sus atenciones, para que ustedes (…) sean también los laborantes en la oportuna
y patriótica campaña, yendo conmigo ante mis conciudadanos, hasta obtener la realización del
programa que, tanto es de ustedes como mío, y que ha merecido buena acogida de la mayoría
nacional; porque tiene por base la conciliación de la familia ecuatoriana”.
Era una maravillosa intención, pero no se la lograría concretar, como nos aclara Víctor Emilio:
“Para desgracia del Ecuador, para la ruina, entonces sellada, del liberalismo doctrinario,
desde ese momento hasta Agosto, el tiempo parece decurrir sólo para la vida de intriga y
ambición. Es que sienten peligro de carecer de ambiente, si una mano férrea los domina”.
Vemos que a pesar de su juventud, Víctor Emilio tenía muy clara la situación electoral y política
del país. Su apreciación de la situación era muy acertada, como nos lo confirmarán los hechos
que se dieron después de la elección.
Efectos post-electorales
No tardaron los perdedores flavistas de las elecciones en iniciar campañas sucias para tratar de
lograr, por medios artificiosos, lo que no habían logrado en las urnas.
Víctor Emilio nos relata: “El General Flavio Alfaro hace lo indecible para inclinar la voluntad
del General, su tío, que tradicionalmente le fue desfavorable, y acusa a mi padre de tendencias
conservadoras!!! Citado por don Eloy para concurrir en Guayaquil a una especie de careo,
(Flavio, luego de la elección) nada puede alegar y se excusa con generalidades e imprecisiones.
Mi padre se dirige a los comités electorales, les describe la conferencia y explica su
resolución…”. En una parte de esa explicación don Emilio dice: “Solicitado por mí para que
formulara el más leve cargo aunque solo fuera una oferta hecha por mí de una comisaría de
policía a un conservador, dijo que no había venido a hacer declaraciones sino a cumplir un
deber de gratitud para su tío. Momentos después declaró que la evolución sería tan pacífica,
que se limitaría a separar a unas pocas personas. Hoy he recibido anónimos, suplicándome
unos, amenazándome otros, pero todos PIDIENDOME LA RENUNCIA…”.
Esta última parte nos muestra la persistencia de Flavio para adueñarse del poder de manera
ilegítima. Su declaración de “evolución pacífica” era, por supuesto, si el ejecutor era él y los
“pocos separados” serían servidores de su tío Eloy. Al verse desenmascarado ante su tío y con el
fin de acabar con la reunión, Flavio aparenta aceptar los resultados, para desconocerlos
nuevamente ni bien salió del aposento.
Pero el asunto de fondo era la protección del negocio familiar en que se había convertido el
Gobierno del Ecuador. Habría intentos golpistas por parte de flavistas y alfaristas hasta el día
mismo de la muerte de don Emilio y luego, por esa misma ambición, vendrían los eventos de
enero de 1912.
Víctor Emilio agrega: “El flavismo contaba con el apoyo del propio General Alfaro. Del
Batallón Alhajuela y del parque militar de Guayaquil, habían salido rifles nuevos y municiones
abundantes que el Coronel Carlos Alfaro (Acosta), su jefe, llevó a sus haciendas de Los Ríos, y
que ya desde Marzo de 1911 andaban en manos de un embrión de montoneros que, en número
de 30 más o menos, vivaquearon en los sitios de California, Morocho y Gualubí, y por las
haciendas “Muralla” y “Resbalón”, como lo demuestran las comunicaciones del Jefe Político
de Babahoyo (…) con fecha 10 y 14 de Marzo. Meses después ese embrión se convirtió en
núcleo importante, al que hicimos capitular después de perseguirlo hasta las playas de la
provincia de Manabí”.
Otros lugartenientes de Flavio hicieron grandes esfuerzos por sublevar las provincias de
Imbabura y Carchi a su favor, pero sin éxito.
Las artimañas de los flavistas llegaron a la propagación de rumores de que los “estradistas”
estaban atacando a familiares indefensos de don Eloy. Flavio le telegrafió a su prima Colombia
118
Alfaro, hija de don Eloy, manifestándose alarmado por rumores de que una turba estradista se
había congregado fuera de su casa para insultarla.
Colombia, que no andaba con majaderías, le contestó de inmediato que no había nada de cierto
en el rumor, y Flavio se quedó sin una de las excusas que buscaba para enfrentar a don Emilio
con don Eloy.
La organización revolucionaria de Emilio María Terán.
Las fuentes de inteligencia de don Emilio Estrada Carmona no eran totalmente confiables, pues
cometieron algunos errores que podían haber tenido graves consecuencias.
Uno de ellos estuvo relacionado con las intenciones del general Emilio María Terán, oficial de
tendencia liberal que se había desencantado con las políticas de don Eloy y había sido pasado al
retiro. Terán, oficial muy querido por sus subalternos y con influyente grado de comunicación
con todos los niveles de tropa, inició un movimiento que tenía como propósito defender la
sucesión constitucional ante los preparativos que realizaban agentes dentro del Ejército, ya sea a
favor de Flavio, o a favor de una nueva jefatura suprema de don Eloy. Terán comenzó a armar
esta organización antes de las elecciones y su intención era defender el mandato electoral, gane
quien gane.
Los informantes de don Emilio le comunicaron que el movimiento de Terán era para beneficio
propio y de los flavistas. Víctor Emilio también lo creyó, pero luego de pocos meses se llevaría
una inesperada sorpresa que cambiaría de un día a otro la precaria situación de la sucesión
presidencial. Él nos dice poco después de la elección: “Sigilosamente se prepara otra
revolución, que tiene la peculiaridad de irse en triple embestida contra don Eloy, contra Flavio,
y, casi ciertamente, contra mi padre. El General Emilio María Terán, con una habilidad y sigilo
únicos, jamás igualados en la historia de la mecánica de nuestras revoluciones, había
completado un organismo perfecto con el cual posiblemente habría variado la faz de la política
ecuatoriana…”.
Don Emilio agradecido con el pueblo.
El día 12 de enero don Emilio emitió una carta pública de agradecimiento al pueblo del Ecuador
y a quienes habían colaborado en su campaña. Pero tanto como agradecimiento, era un
recordatorio de que al apoyarlo, habían adquirido un compromiso para con el sistema
democrático del país.
Para el día 13 de enero, don Emilio ya había recibido una sugerencia de nombres para sus
colaboradores. Esa intervención inicial, por parte de un poco conocido señor Costales, era el
mensaje visible de un grupo influyente que trataría, hasta después de la posesión y desde atrás
de un velo, de manipular los nombramientos de la administración pública, con fines de interés
particular. Don Emilio se resistió a las presiones desde el primer momento, vinieran éstas de
quien vinieran, pero eventualmente tuvo que claudicar. Por ahora, los nombramientos irían al
mejor hombre para el puesto, y no por razones de amistad o influencia económica o personal.
A pocos días de la elección popular se veía que el largo período entre la elección y la posesión
sería duro y complicado.
El intento de arrendar las Galápagos
Como parte de la campaña sucia para desprestigiar a don Emilio, los alfaristas trataron de
transferir a él la intención de arrendar las Islas Galápagos, acto con el que simpatizaban en ese
momento don Eloy y sus allegados, por el ingreso económico que implicaba el trato, y contra el
cual se habían manifestado don Emilio y un grupo de notables liberales. Víctor Emilio nos dice:
“Y como la insidia política se insinúa ya con las usuales fórmulas, cuando lo eligieron
Presidente de la República, no deja pasar la oportunidad, y presidiendo un grupo de notables
119
convocado por disposición del Gobierno, ‘para absolver una consulta sobre la negociación de
las Islas Galápagos’, transmite su respuesta y la del grupo…” que unánimemente había
rechazado la sugerencia. Esta resolución se comunicó al presidente Alfaro el día 20 de enero.
Los alfaristas querían que se concrete el arriendo, pues estaba ligado a un jugoso ingreso para el
Fisco, del cual podrían disponer antes del cambio de mando, pero como el tema se volvía
impopular y afectaba a la imagen del presidente en ejercicio, sus allegados hicieron todo lo
posible por traspasar la carga política al presidente electo.
Numerosos artículos de la prensa alfarista y de oposición insinuaban, de manera creíble, que don
Emilio simpatizaba con la idea, lo que obligó a don Emilio a desmentirlos, pues no aceptaba que
se le impute algo a lo que se oponía vehementemente. Para el día 30 de enero el ataque era tan
virulento que don Emilio publicó una hoja suelta, en la cual deja muy clara su posición e incluso
da una lista de documentos publicados en los medios no alfaristas, que dejan muy en claro la
realidad de la situación, que era de oposición a la propuesta de arriendo de las islas.
Las revistas satíricas de oposición se prestaban para dar cabida a esos rumores contra don
Emilio, y continuarían explotando el tema durante algunos meses. Abajo vemos una caricatura
de don Emilio en la revista Brochazos, la cual se refiere a la reunión de notables ya mencionada.
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Otra caricatura, por el dibujante Fray Evaristo, de El Guante, transmite el mismo mensaje sobre
complicidad en la intención de arrendar las islas.
En ambas, vemos a don Eloy en el trasfondo: en Brochazos en un pequeño altar sobre el dintel
de la puerta de la cocina de don Emilio, y en El Guante observado a través de un hoyo en la
pared. Los galapaguitos a los pies de don Emilio son elocuentes.
Caricaturas como estas, injustas y alejadas de la realidad, disgustaban a don Emilio y a su hijo,
como lo han hecho con todos los políticos a través del tiempo. Durante sus períodos en la
Gobernación, don Emilio habría clausurado esos medios, pues seguía la línea alfarista de control
de la información que consideraban perjudicial. Como Presidente electo, no tenía otro recurso
que la réplica a través de hojas sueltas, pues entonces, al igual que en el presente, la prensa era
renuente a las retracciones y las disculpas por injurias.
Uno de los afectados por la elección de don Emilio era Archer Harman, quien veía que se le
venían tiempos difíciles por la política sobre el ferrocarril Guayaquil & Quito ya declarada por
el Presidente electo. El 9 de marzo el periódico capitalino La Prensa, dirigido por el liberal
placista Luis Napoleón Dillon, publicó la noticia de un juicio que se seguía en Quito contra
Harman por abuso de confianza contra fondos públicos. Harman logró que la demanda
simplemente se desvaneciera, pero sabía que con don Emilio en el poder, no tendría el mismo
nivel de privilegios que gozaba en el período de don Eloy.
A pesar de que en la práctica la Guayaquil & Quito Railway Company mantuvo para con don
Emilio y su gobierno la deferencia debida al primer mandatario electo y luego en ejercicio, en el
fondo les era inconveniente tener en el poder a un fiscalizador de su obra.
Se funda el periódico La Unión.
Como los ataques contra don Emilio se tornaban virulentos y no era posible enfrentarlos a través
de hojas sueltas con la misma efectividad que los periódicos, sus allegados consideraron
121
necesario establecer un medio que diera a los hechos una visión “estradista”, aunque los
editores, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga y Adolfo Gómez Santistevan, declararon en el
prospecto, en la primera página de la primera edición, que sería un periódico totalmente neutral.
Era una declaración vana, pues todos los periódicos políticos surgidos como resultado de luchas
electorales y políticas, tenían su tendencia claramente marcada.
El periódico, según se declaraba en sus primeras ediciones, era impreso en la imprenta La
Unión, la cual no existió. Luego salió a luz que era impreso en la imprenta La Victoria, nombre
que también tuvo la empresa editorial que publicó la revista Patria durante el período en que la
revista perteneció a la sociedad de Víctor Emilio con José Gómez Santistevan. Eso quiere decir
que Víctor Emilio debe haber conservado las máquinas de la antigua imprenta.
Adolfo se desempeñó, por cierto, muy bien como Editor del periódico, el que cumplió su
cometido desde su primer número, el 13 de marzo de 1911, hasta el último, la edición N° 289,
del 10 de enero de 1912. Víctor Emilio fue el Director del periódico.
A continuación el encabezamiento del primer número de La Unión.
De gran interés para esta biografía es la declaración que hacen los editores en la primera página
de esa primera edición, pues nos enuncian claramente su creencia política. Declaran los editores:
“NUESTRO PROGRAMA. No son promesas deslumbradoras, no brillantes ofertas las que
vamos a expresar. Nos concretamos sencillamente á declarar nuestra filiación política y los
propósitos que abrigamos en orden á las labores periodísticas que iniciamos con la publicación
de un nuevo diario.
Afiliados á una escuela política de principios avanzados, somos liberales doctrinarios, liberales
por estudio y convicción.
Pertenecemos á una causa política, á un Partido; y son esa causa y ese Partido los que pueden
contar con nuestros desinteresados servicios, con nuestro decidido, aunque modesto apoyo, en
cuanto diga relación con los bien entendidos intereses colectivos y con las nobles aspiraciones
de hacer prácticos nuestros salvadores principios”.
Esta es una declaración personal de los editores y representa la ideología que regiría tanto a
Víctor Emilio como Adolfo durante toda su vida política.
A continuación agregan el propósito específico de La Unión: “Por lo mismo, uno de nuestros
más justos y elevados anhelos, fundado en las más pura doctrina liberal, es la de la
reconciliación y unificación de los elementos, hoy dispersos, del gran Partido Liberal
122
Ecuatoriano; de ese Partido que se presentó respetable y fuerte en sus largas y heroicas luchas;
respetable por lo elevado de sus ideas; fuerte por la cohesión de sus filas”.
Esta declaración no era producto de la ingenuidad política de dos jóvenes, uno de 19 y otro de
23 años, pues tenían detrás a don Emilio, por lo tanto es una declaración madura y sincera de la
aspiración que tenía don Emilio de mantener unido al Partido Liberal Radical.
La circulación de La Unión no podía pasar desapercibida por sus rivales. Los editores de El
Guante, periódico satírico de Guayaquil, no se pudieron contener de hacer sus mordaces
comentarios contra La Unión, pues de inmediato se trabaron en una polémica, ya que mientras
El Guante criticaba al Presidente electo, La Unión les devolvía las críticas con algo de aumento.
Veamos un ejemplo del 30 de marzo de 1911, citando a El Guante en un artículo denominado
“Admirable!”: “Si, señores; admirable es el sistema que ha adoptado el periódico La Unión,
órgano indiscutible del estradismo con todas sus consecuencias, para contestar los artículos de
El Guante. En cuanto este bisemanario publica un artículo en el cual prueba que el estradismo,
por una ú otra causa, mete la real patita, al punto el diario nombrado lo parodia, donde dice
“Estrada” pone nuestro nombre y revirtiendo las frases nos dirige las increpaciones hechas al
futuro presidente (…) ¡Como queda de mal el papá con esa clase de defensas!”. Y es que los
noveles pero flexibles editores de La Unión, respondían a cada periódico crítico con su propia
horma. El Guante no pudo dejar de establecer la relación consanguínea entre el Director y el
Presidente electo, para tratar de descalificar la solvencia de los argumentos. La Unión fue un
importante instrumento en la defensa de don Emilio ante los ataques permanentes de la
oposición, que venía principalmente desde adentro del mismo liberalismo.
Matrimonio de don Emilio con Lastenia Gamarra Menéndez.
Noticia del enlace publicada en El Telégrafo
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Luego de pocos meses de noviazgo y mucho esfuerzo, Lastenia se ganó la simpatía de las
hermanitas Estrada Sciacaluga, quienes aceptaron sin más objeciones el matrimonio de su padre.
El día sábado primero de abril en la noche, se verificó en una sola ceremonia el matrimonio civil
y el eclesiástico, en la casa de la novia.
Hasta donde sabemos, no hubo “luna de miel”, pues las circunstancias políticas no permitían un
minuto de descanso. Los novios pasaron a vivir en la casa de don Emilio, pero sin las tapias de
separación que en algún momento, al inicio del noviazgo, reclamaron las hermanitas Estrada
como condición para permitir el ingreso de Lastenia.
Víctor Emilio nos relata lo ocurrido el día del matrimonio: “El día de la tercera boda de mi
padre, mis hermanas y yo nos sentamos a la mesa. Por la tarde, doña Lastenia Gamarra de
Estrada y mis hermanas, eran ya las amigas, la familia que continuara siendo hasta hoy y hacia
quien la suerte nos ha permitido cumplir respetable deber como esposa que fue de nuestro
padre. Séame dable agregar que si sus lecciones de amor paternal contribuyeron al resultado,
doña Lastenia por su parte dio altísimo ejemplo de discreción y de tan fino criterio, que esa
amalgama familiar, tan penosa sino fracasada por lo general, se realizó en nuestro caso, en
suave transición, apenas revelada”.
Los meses de abril y mayo transcurrieron en medio de una campaña periodística de fuego
cruzado entre los partidarios de Flavio, don Emilio, don Eloy, los liberales placistas y los
conservadores. Para don Eloy, los más peligrosos rivales eran los liberales placistas y el
periódico que los respaldaba, La Prensa, de Quito. Este periódico, dirigido por Luis Napoleón
Dillon, liberal fogoso y enemigo de la corrupción en que había caído el alfarismo, era muy
crítico de todo lo relacionado con el gobierno de Alfaro y por ello los obsecuentes servidores de
don Eloy mandaron a destruir sus instalaciones, con el fin de callarlo. La reacción nacional fue a
favor de La Prensa y condenatoria hacia el General, y el ataque contribuyó al desprestigio del
gobierno alfarista. Con apoyo de muchos simpatizantes, para el 23 de mayo los talleres gráficos
estaban restablecidos y el periódico circulando otra vez. Continuó invariablemente con su línea
política y lo único que consiguió el alfarismo fue hacer más patente su apego al autoritarismo y
su intención de irrespetar los derechos políticos de sus adversarios.
El día 22 de mayo de 1911 Víctor Emilio cumplió 20 años en el calor de su hogar familiar y la
compañía de sus amigos íntimos. La celebración incluyó a los Sciacaluga, los Gamarra, que se
integraban a la familia con doña Lastenia, y contó con la adición de un grupo familiar que
cambiaría su vida: Los Icaza Marín.
Don Emilio y su familia van a Quito
La política no daba tregua y la paz familiar se alteró al día siguiente del cumpleaños de Víctor,
pues en un intento por restablecer la relación de cordialidad que siempre había tenido con el
Caudillo, así como para evaluar la situación política en la Capital, don Emilio y su familia
viajaron a Quito en tren expreso el 23 de mayo en la madrugada, llegando el mismo día a las
cuatro y media de la tarde. Estuvo a recibirlos el presidente Alfaro, deferencia que auguraba el
restablecimiento de la amistad plena entre los amigos desde hacían 28 años.
La estadía de don Emilio en Quito fue relativamente tranquila en cuanto a la situación política.
Tanto es así que las noticias de sus actividades durante esos días son escasas y el corresponsal
en Quito de El Telégrafo, por dar alguna noticia, aceptó como verdadero un reportaje falso de
que una turba había atacado a don Emilio en el hotel Royal. El corresponsal era Julio E.
Moreno, joven liberal que estaba por entrar en la política. Don José Abel Castillo, director de El
Telégrafo, quien tenía buen olfato de periodista, presintió que había algo malo con la noticia
enviada de Quito y la cuestionó, para comprobar de inmediato que era falsa. Compungido,
124
Moreno pidió disculpas a don José Abel y dio los nombres de quienes le habían dado el falso
reportaje. El Telégrafo, prudentemente, no había publicado la noticia, que habría causado mucho
malestar en Guayaquil.
La simpatía hacia el Presidente electo por parte de elementos del Ejército se manifestó de
manera concreta a través de una carta de respaldo del Director de la Escuela de Clases, el
comandante L. A. Fernández. Don Emilio los visitó el 1° de junio, acompañado por su hijo, el
capitán Estrada.
Si bien las relaciones entre don Emilio y don Eloy parecían estar muy buenas, en el fondo ya
había un distanciamiento que les impedía comunicarse efectivamente, como los amigos que
eran.
Para el día 4 de junio, don Emilio estaba de regreso en Guayaquil. Don Eloy llegó poco después
al puerto, en mal estado de salud.
Como la lucha intestina dentro del Partido Liberal Radical estaba afectando su imagen
institucional en el país, un amigo en común entre don Emilio y Flavio Alfaro, Julio Essau
Delgado, se ofreció ante ambos como mediador, con el fin de “Buscar la unidad Liberal que
camina al abismo”. Su ofrecimiento no tuvo eco por parte de los protagonistas, pues a estas
alturas las diferencias políticas y personales eran irreconciliables.
Los comités electorales en las principales ciudades del país no se habían desbandado luego de la
elección, ya que todos tenían muy claro que habría que luchar hasta el día de la posesión del
nuevo Presidente. Uno de los líderes de los comités y al mismo tiempo amigo de don Eloy y don
Emilio, era don Nicolás F. López, un periodista quien se mantenía alerta ante cualquier
problema. Él detectó que se intrigaba en Riobamba y se desplazó a esa ciudad, donde logró
neutralizar una conspiración urdida por simpatizantes de Flavio Alfaro Santana. López también
se percató que el coronel Olmedo Alfaro Paredes, hijo de don Eloy, estaba apoyando a su primo
Flavio, ejerciendo influencias sobre su padre. Con fecha 24 de junio escribió un extenso reporte
a don Emilio, en el cual da cuenta de sus actividades y sus esfuerzos por lograr que Olmedo
entre en razón y no se deje manipular por Flavio. Como su gestión fue infructuosa, consideraba
que la única forma de llegar a una transición presidencial pacífica sería logrando que Olmedo
salga del país y así don Eloy se libere de su influencia, que era perjudicial para toda la causa
Liberal.
De igual opinión que López era otro amigo de don Eloy y de don Emilio, el doctor Octavio
Díaz, ahora ex ministro de Alfaro.
Díaz influyó en don Eloy, y para los primeros días de julio Olmedo había sido designado Cónsul
del Ecuador en New York. Con la ausencia de Olmedo, el cansado General podría escuchar a
voces más mesuradas. Pero Olmedo, por la situación, no viajó para posesionarse.
Se funda periódico La Constitución
El Tiempo, periódico que se publicaba en Guayaquil y en Quito, dirigido por el ex coronel
Luciano Coral, ferviente alfarista y flavista, estaba ejerciendo una feroz oposición a don Emilio,
recurriendo a la calumnia descarada para lograr sus propósitos. Para contrarrestar los efectos en
Quito, los editores de La Unión, con el apoyo de estradistas, publicaron, a partir del primero de
julio de 1911, un periódico bisemanal vespertino denominado La Constitución, el cual se
declaró “Órgano del Comité Electoral Emilio Estrada”. Su centro de distribución en Quito era
la oficina de La Unión, y era impreso en los talleres de El Comercio. Los estradistas de la
Capital que participaron en la fundación del periódico fueron el Dr. Octavio Díaz, ex ministro de
Alfaro; Julio E. Moreno, corresponsal de El Telégrafo; Luciano Terán C. y R. M. Sánchez.
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Desde el primer número se puede ver que el contenido de La Constitución estaba estrechamente
ligado al de La Unión y seguía la misma línea editorial.
Ambos periódicos serían herramientas muy útiles en la lucha por defender el derecho de don
Emilio para acceder a la primera magistratura, derecho que se lo quería negar Flavio Alfaro
Santana para satisfacer sus propias ambiciones personales. La lucha periodística sería sin
cuartel. Flavio utilizaría a El Tiempo de Guayaquil y Quito como su herramienta principal,
mientras Emilio, con el respaldo de su hijo y Adolfo Gómez, utilizaría sus dos periódicos para
responder y atacar de acuerdo con las necesidades de cada campaña de acusaciones e infundios.
Los demás periódicos, si bien manejaban su propia información, solían hacerse eco de los
“periódicos oficiales” de los contendores.
Pero precisamente la situación de “contendores”, cuando la elección había sido tan
abrumadoramente favorable a don Emilio, era una de las razones que hacía necesaria esta prensa
parcial. Flavio no quería aceptar la derrota. Quería ganar por medios artificiosos lo que había
perdido en buena lid.
Encabezamiento del primer número de La Constitución
Desde julio el nuevo campo de batalla dialéctico sería el Congreso Extraordinario, convocado
por don Carlos Freile Zaldumbide, encargado del poder ejecutivo mientras don Eloy estaba
recuperando su salud en Guayaquil. Don Eloy le dispuso la convocatoria sin agenda fija a
instancias de la facción flavista de su entorno íntimo, lo que les daba campo para tratar en el
Congreso lo que Flavio quería: La nulidad de las elecciones de enero, para que se designe a
dedo, por parte del Congreso, al nuevo Presidente, que Flavio manipulaba para que sea él
mismo.
Con lo que Flavio no contó es que, frente a esa posibilidad, hacia mediados de julio don Eloy
empezaría a considerar que, de anularse las elecciones de enero, lo más conveniente sería que él
mismo sea designado nuevamente como Presidente por el Congreso y su período se extienda.
Por otro lado, informes médicos sobre el estado de salud de don Emilio llegarían a oídos de don
Eloy por esos mismos días, y él vio como otra salida el que Estrada renuncie antes de la
posesión, creando así un dilema constitucional que, según él, sería resuelto con la extensión de
su período, pero que por mandato constitucional correspondería a un encargo del Poder
Ejecutivo por parte del presidente del Senado, don Carlos Freile Zaldumbide.
Curiosamente, don Eloy no veía su propio estado de salud, que era pésimo. El mes de junio tuvo
que abandonar la Capital para ir a Guayaquil con el fin de recuperarse de un problema de salud.
Recién retornó a Quito el 8 de julio, con su salud relativamente recuperada, pero en términos
generales el Presidente estaba agotado físicamente y su estado mental no era el necesario para el
ejercicio de la presidencia de la república.
Mientras don Eloy se encontraba en Guayaquil, el comandante Giacometti, un oficial que
simpatizaba con Olmedo Alfaro, tomó la iniciativa de trasladarse a Tulcán y determinar, de la
126
forma más artificiosa, que los pueblos del norte del país estaban contra la posesión del
Presidente electo. Notificó sus apreciaciones a Olmedo, quien le dispuso que envíe al Presidente
un telegrama con esa información. Giacometti hizo lo ordenado, pero el telegrama pasó por
mano del Director de Telégrafos y Teléfonos, Ermel Fiallo Sanmiguel. Él, por iniciativa propia,
consultó al Gobernador del Carchi, quien le desmintió las palabras de Giacometti. Fiallo dispuso
que ese telegrama no le sea enviado al Presidente “para evitarle un disgusto”. Pero como vio
que se trataba de un acto de mala fe que tenía como único propósito minar la voluntad de don
Eloy y su confianza en don Emilio, le envió a él una carta con los cables no enviados.
Esos documentos, que constan en los archivos de Víctor Emilio, son una muestra de cómo
Olmedo estaba manipulando a su padre para alejarlo de la Constitución y encaminarlo hacia una
nueva Jefatura Suprema.
Los ataques de El Tiempo contra don Emilio recrudecían. Se imprimían calumnias que tenían el
fin de distanciar a varios sectores, especialmente el militar, del Presidente electo.
Ante esto, con fecha 5 de julio, se publicó en La Constitución un telegrama de don Emilio que
tenía el fin de hacerse público, el cual decía: “Acabo de ver una hoja suelta en la que se asevera
que yo he solicitado del General Eloy Alfaro el destierro del General Flavio Alfaro, de Olmedo
y de los Jefes y soldados de la guarnición de Quito. / Los Sres. redactores de <El Tiempo>
están abusando del ningún caso que hasta aquí he hecho yo de sus calumnias. / Jamás he
pensado en el menor acto de hostilidad contra ninguno de los militares ni de los empleados, por
el simple hecho de serme adversos, si el país los necesita y le son útiles; no hay por qué
removerlos. Siempre los he considerado como mis compañeros de ayer, de hoy y de mañana. /
Amigo, / Emilio Estrada”.
En ese momento don Emilio no sabía lo oportuno que había sido el texto de esta comunicación,
pues los militares de guarnición en Quito estaban en un estado de incertidumbre, debido a las
actividades de los flavistas por un lado, y de la organización del general Terán por otro.
Las actividades flavistas en la Capital durante el mes de junio, determinaron que don Emilio
decidiera enviar a su hijo a Quito, para auscultar la situación política.
Acusaciones infames
A las acusaciones de acercamiento con los conservadores, los flavistas, a través del periódico El
Tiempo de Guayaquil y Quito, agregaron una afrenta personal a don Emilio, al declarar
explícitamente que era hijo de un traidor a la Patria. Semejante acusación se basaba en la firma
del protocolo de Mapasingue, en 1860, en un momento histórico en que el padre de Emilio, el
doctor Nicolás Estrada Sirio, se desempeñó por breves días como Canciller del general
Guillermo Franco, Jefe Supremo del Guayas.
Los editores de La Unión realizaron una adecuada defensa, demostrando documentadamente, en
artículos que se extendieron por tres ediciones, que no había habido tal traición por parte del
doctor Estrada, y que los editores de El Tiempo habían manipulado la documentación histórica
para llegar a esa descabellada conclusión. Lamentablemente, esa infamia trascendió en el
tiempo, contribuyendo a la tergiversación de la historia ecuatoriana.
Los ataques de los flavistas no cesaban y ahora se unían los de los alfaristas, que ya mostraban
su interés por la prolongación del mandato del presidente Alfaro, pero con plenos poderes.
Cansado de tanta acusación sin fundamento, don Emilio elaboró una carta a los clubes
electorales, la cual era en realidad un manifiesto a la nación, para desvirtuar los justificativos
flavistas y alfaristas de anulación de las elecciones y los pedidos de renuncia. Ésta fue publicada
en el periódico La Constitución, de Quito, el ocho de julio y citamos varias partes de ella.
A la acusación de que estaba aliándose con los Conservadores don Emilio contestó: “Tampoco
es racional suponer que siendo yo uno de los actores, si bien pequeñísimo, de la transformación
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política de 1895, he de volverme contra las libertades que contribuí á conquistar con largos
años de campañas, de prisiones y destierros, y en estrecho compañerismo con el General Alfaro
y con ese Ejército creador, sostén y esperanza de dichas libertades”.
A la acusación de que buscaba separarse del Caudillo contestó: “El señor General Alfaro y
cuantos lo rodean han oído mis reiteradas solicitudes para que se exhibiera siquiera un motivo
que diere margen á sospechar de mi honradez política ó á suponer una traición de mi parte; y
todos han oído las evasivas que se dan para eludir la respuesta precisa”. Y agrega: “Se me
supone gratuitamente la intención de deslindarme de mi viejo amigo y compañero; tal cargo
merece un rechazo especial y enérgico, porque es notorio que la honradez, la lealtad han
caracterizado siempre todos los actos de mi existencia”.
También amenazaban que cambiaría a todos los servidores públicos, a lo cual contestó: “Se teme
infundadamente cambios en el personal administrativo: debo declarar que jamás he pensado en
semejante pequeñez; aparte, naturalmente, de aquellos que se hagan indispensables por
especialísimas circunstancias”.
A la acusación de que tenía odio al Ejército contestó: “La superchería de mi odio, oposición ó
enemistad para con el Ejército, es inventada á falta de algún cargo serio y como medio
apropiado para apoyarse en tan valioso elemento, concitándome al mismo tiempo, su
animadversión. Con tal fin hanse ideado y publicado dichos y anécdotas ridículas que
desaparecen al solo recuerdo de los esfuerzos que, desde luego obligado por el patriotismo,
hice en mi calidad de Gobernador del Guayas durante el pasado conflicto con el Perú, para
subsanar victoriosamente las necesidades de un Ejército superior á lo que permiten sostener los
recursos económicos normales del Ecuador”.
A la acusación de ser un jefe demasiado estricto contestó: “Si fui estricto con algunos militares,
mucho más severo me manifesté para con los empleados civiles, siempre que se trataba del
buen servicio y del decoro de la Administración”.
Sobre los pedidos de renuncia dijo: “Desde que la ambición comenzó á avivar la tea de la
discordia manifesté en diversas ocasiones al ilustre Jefe del Partido Liberal encontrarme
dispuesto á volver á la tranquilidad de mi hogar pero ni éste ni los amigos que sostuvieron mi
candidatura han querido consentir en tal cosa, rechazándola enérgicamente. He allí la
principal razón que me asiste para no renunciar, aparte de que ni por un momento me lo han
insinuado siquiera quienes me dieron sus votos, cuya voluntad también debo obedecer”.
Para finalizar, proclamó: “Por encima de todos los ridículos prejuicios con que se pretende
abrumarme, desde que no han podido formular un cargo concreto contra mí, quedan en pie las
declaraciones de quien, en todo tiempo, ha sido considerado, por amigos y adversarios, como
un hombre honrado, consecuente y leal con los principios políticos que ha profesado y con los
hombres que los encarnan; ajeno á toda idea de represalia ó venganza; del todo indiferente á
los denuestos y á las calumnias; ceñido siempre á los deberes del ciudadano, y agradecido, por
lo tanto, á los que sacaron su nombre de su sencillo hogar para levantarlo al más elevado
puesto en la República”.
Estas declaraciones son una radiografía de la personalidad de Emilio Estrada Carmona en ese
momento político. Víctor Emilio había colaborado en la formulación de estas respuestas.
Su mayor fortaleza ante los infundios era la amistad y lealtad mutua que se mantenían entre
Eloy Alfaro y él, las que prevalecían por sobre los esfuerzos de los flavistas y de los mismos
alfaristas dentro del entorno íntimo de don Eloy. Pero las crecientes ambiciones de los alfaristas,
entre quienes se fortalecía el deseo de extender el período presidencial del General, sí lograrían
finalmente acabar con ese antiguo lazo de amistad.
Comienza a fraguarse la Revolución Constitucional
Inesperadamente, a comienzos de julio, se creó una situación que tendría efectos decisorios si se
veía que los intentos dialécticos por defender la Constitución no prosperaban.
128
El día 3 de julio había sido asesinado el general Emilio María Terán en el hotel Royal. Algunos
historiadores dicen que fue por un lío de faldas y otros dicen que fue un plan alfarista. Su
desaparición súbita dejó en la orfandad al movimiento constitucionalista que había construido
metódicamente desde comienzos de año, dentro de las filas del Ejército en la Capital.
Terán, así como un grupo de oficiales, se encontraban en situación forzada de retiro del Ejército
por su posición política, lo que había generado su descontento con el alfarismo.
Providencialmente, apenas un cuarto de hora antes de su asesinato, el general Terán había
reunido en el hotel Royal a los oficiales subalternos que había tomado en su confianza para esta
empresa, y les había enfatizado su convicción de que debían “...tener por bandera la
Constitución y por nombre el del Presidente electo: Mi gloria será entregar la plaza de Quito al
designado por la Ley”. Las palabras de Terán fueron tomadas como un mandato por los
oficiales. Estaban convencidos de que el camino constitucional correcto era la posesión del
Presidente electo el 1° de septiembre.
Pocos días antes, Terán había informado de sus gestiones a doña Isabel Palacios Alvarado de
Espinosa, simpatizante de la causa estradista, quien había mantenido la información en secreto.
Los oficiales comprometidos, huérfanos de liderazgo, contactaron de inmediato a doña Isabel, a
quien pidieron sea el vínculo entre la organización que estaba montada, pero ahora sin líder, y
don Emilio Estrada Carmona.
Doña Isabel captó de inmediato la importancia de lo que le estaban pidiendo los oficiales y
luego de consultar con su marido, don Carlos Espinosa Coronel, escribió una carta urgente, el
día 5, a doña Lastenia Gamarra de Estrada, para que ella le comunique las nuevas a su marido.
De manera inesperada, los cuerpos que integraban la III Zona Militar, cuyo comando estaba
asentado en Guayaquil, se manifestaron, en una carta fechada 5 de julio, como decididos a
apoyar el orden constitucional. No tenemos documentos en cuanto al motivo de ese manifiesto,
pero no podemos descartar que don Emilio, invocando la amistad que se tenían, haya influido en
el general Montero y él a su vez en sus oficiales subalternos.
Lo interesante de éste pronunciamiento es que se dio estando en Guayaquil el presidente Alfaro,
pero no generó reacción por parte de él, lo que nos indicaría que en ese momento estuvo de
acuerdo con el manifiesto, o su estado de salud era tan malo que le impidió pronunciarse.
Con el general Montero a la cabeza, los oficiales de todas las unidades firmaron un comunicado
que decía: “No es posible ya quedarnos en silencio ante las calumniosas aseveraciones que á
diario y sin escrúpulo ni miramientos de ninguna especie lanza <El Tiempo> de esta ciudad
relativas todas á asegurar la infidelidad del Ejército contra los principios liberales radicales.
¿Es o nó calumnia el decir que todo el Ejército está resuelto á no apoyar al Presidente electo y
de este modo atropellar la Constitución y las leyes de la República para proclamar á cualquier
otro? ¿En qué se funda dicho diario? ¿Ha recorrido el Sr. Coral todos los cuarteles de la
República preguntando individualmente á cada jefe, oficial y soldado para poder tomar el
nombre del Ejército? ¿Puede cualquiera reputarse representante de él? ¿Se halla talvez
convencido que el Ejército nacional de hoy es una agrupación de felones y traidores, ó cree en
fin que con su lógica que carece de razón ha podido persuadir á la colectividad militar que el
Presidente electo es enemigo de ella? Nada de eso, señor Coral, advierta usted que el Ejército
de hoy no es el mismo de ayer, sino una asociación propiamente militar, en que cada soldado es
una entidad consciente de sus actos y que no posée ningún partido político; es el guardián de la
Patria y el apoyo de las leyes; y, por consiguiente, éstas, y sólo éstas servirán de norma á todo
militar digno en las actuales circunstancias políticas”.
El manifiesto de Montero y los oficiales de la III Zona Militar era un pronunciamiento
institucional que se basaba en la realidad que ellos vivían todos los días. A pesar de que la
cúpula en Quito se dejó influenciar por los flavistas, los oficiales subalternos, al igual que la
tropa de esa plaza, pensaban igual que los de Guayaquil. Por eso el trabajo del general Terán
había sido fértil, pues el sentimiento de respeto constitucional era profundo. Algo similar ocurrió
129
en el Norte, pues los alfaristas pensaban que controlaban Imbabura y Carchi, pero no era así.
Solo la plaza de Riobamba permanecía alfarista a ultranza, y esto debido a la presencia del
general Ulpiano Páez, alfarista por sobre todo.
Ni Flavio ni don Eloy captaron la importancia y profundidad del mensaje que transmitía el
pronunciamiento de la III Zona Militar, y luego de todos los cuerpos militares de la República.
Si lo hubieran hecho, posiblemente se habría evitado la masacre de enero de 1912.
Don Eloy, ya repuesto de su quebranto de salud, decidió retornar a Quito para retomar el Poder
Ejecutivo. Con don Eloy, el día 8 de julio llegó a Quito, en tren expreso procedente de
Guayaquil, Víctor Emilio Estrada Sciacaluga, para auscultar la situación política en la Capital.
Habían iniciado el viaje en la madrugada del día 7 y durante el trayecto, Víctor Emilio departió
cordialmente con la familia Alfaro, como correspondía a un amigo personal y a la vez admirador
del Caudillo. El viaje, que podía haberse realizado en un día, se prolongó por las acostumbradas
paradas para saludar al pueblo, que se congregaba en las estaciones intermedias, y para los
inevitables agasajos en las ciudades principales.
En el camino se había cruzado con él la carta urgente de Isabel Palacios de Espinosa, que llegó a
manos de doña Lastenia Gamarra de Estrada en la tarde del día 7 de julio. La carta contenía
información que cambiaría el curso de los acontecimientos políticos que conspiraban contra don
Emilio.
Ni bien recibió la carta, doña Lastenia se la mostró a don Emilio, quien analizó rápidamente las
implicaciones de su portentoso contenido. Una vez estudiada la situación, don Emilio envió un
cable cifrado a su hijo, quien lo recibió a su llegada a la estación ferroviaria en Quito, el día 8 de
julio, al medio día.
Víctor Emilio tuvo que esperar llegar a su habitación de hotel para descifrar el cable de su padre.
Enorme fue su sorpresa al conocer el contenido, y de inmediato acudió a donde doña Isabel
Palacios de Espinosa, quien era el nexo para ponerse en contacto con los oficiales
comprometidos en el movimiento de Terán.
Doña Isabel mandó a llamar de inmediato al comandante José Miguel Rivadeneira, quien había
sido uno de los oficiales que la contactó luego de la muerte de Terán, para poner a las órdenes
del estradismo a los soldados comprometidos con la causa constitucional.
Víctor Emilio, por su parte, contestó de inmediato el telegrama de su padre y tuvo algunos
contactos con sus amigos, para tener más clara la situación política y militar antes de reunirse
con los oficiales conjurados. El hecho de que estuvieran respaldados por doña Isabel ya era una
garantía de que se trataba de una propuesta seria.
El mismo día ocho por la noche, Víctor Emilio se reunió en casa de los Espinosa con el Cmte.
Rivadeneira. Él llevó consigo y le presentó al Cmte. José Rubén Estrada, quien no tenía
parentesco con Víctor Emilio. Los dos oficiales le comunicaron el estado de la situación.
Víctor Emilio, de mente ágil, captó de inmediato lo que le informaban Rivadeneira y Estrada, y
se puso de acuerdo con ellos para tener reuniones ampliatorias en los siguientes días.
Don Carlos Espinosa Coronel expuso a los oficiales que había una organización paralela,
liderada por el general Manuel Antonio Franco y su amigo Manuel Moreno. Espinosa aconsejó
conversar con ellos para unificar esfuerzos, lo que se haría en los próximos días.
Los oficiales necesitaban alguien que los dirija y el único que podría llenar ese vacío era el hijo
del Presidente electo, sin considerarse siquiera que era un joven de apenas 20 años. De manera
inesperada había recaído en Víctor Emilio una enorme responsabilidad, que sería clave para el
futuro político de su padre y de la nación.
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Toda esta tensión emocional cuando recién había llegado a Quito, alteraron el estado de salud
del joven, quien luego de despedirse de los dos oficiales y quedarse solo con los Espinosa,
presentó un cuadro de descomposición nerviosa. Una nota de doña Isabel nos revelará algo de lo
que Víctor no nos dijo en sus relatos en la biografía de su padre.
El día 9 en la mañana, Víctor Emilio recibió en su habitación de hotel la siguiente nota de doña
Isabel: “Emilito: Reciba Ud. afectuosos recuerdos de Carlos y míos, así como también mis
deseos de que haya desaparecido el mal estar y decadencia que anoche le tenían postrado. /
Además del recado que le enviamos con el Sor. Narváez, quiero yo también como su secretaria,
citarle á la junta que tendrá lugar hoy á las tres p.m. en esta su casa. / Espero que á este
simpático grupo de revolucionarios les dará el gusto de presidirlos en su junta. / Hasta pronto. /
Isabel de Espinosa”.
Doña Isabel era una dama de armas tomar y como vemos por su nota, fue el motor que impulsó
a la organización del golpe constitucional.
Los oficiales seguidores del general Terán que hicieron de líderes de las tropas quiteñas eran
Leopoldo Narváez, José Rubén Estrada, Vicente D. Piedra, Miguel A. Darquea, Ulises Naranjo
y José Miguel Rivadeneira, este último, el mismo que había entregado su cuartel en 1906.
Durante la reunión realizada el día 9 en la casa del Sr. Espinosa, los oficiales entraron en
empatía con Víctor Emilio y lo aceptaron tácitamente como su nuevo líder. Desde ese momento,
la organización de Emilio María Terán se había reactivado para cumplir con su misión.
De inmediato se tomó un apartamento en uno de los edificios que esquinan con la plaza de Santo
Domingo, con el fin de que sea el lugar desde donde se manejarían los preparativos para la
revolución. En los siguientes días, por ese centro de operaciones pasarían tropa, cabos,
sargentos, y algunos oficiales de los varios cuarteles acantonados en la Capital. Todos eran
atendidos por el capitán Estrada y a él le fueron confirmando, cada uno, su compromiso para
con la Constitución.
Una de las tareas que tenía que desempeñar Víctor Emilio en Quito, era la de tomar en alquiler
una casa amoblada para residencia temporal del Presidente electo, hasta que le fuera entregada
la residencia presidencial, que al momento era ocupada por la familia Alfaro. Consiguió una en
la calle del Correo y de inmediato pasó a residir en esa vivienda, con el fin de prepararla para la
eventual llegada de su padre. En esa casa nunca se reunirían los conspiradores por precaución,
mientras don Emilio estuviera presente. Las reuniones se daban por lo general en casa de la
familia Espinosa, pero se alternaba el lugar donde se reunían con el fin de confundir a los
agentes opositores.
Los reportes de inteligencia política que recibía don Emilio le indicaban claramente que los
golpistas alfaristas en el palacio de gobierno trabajaban activamente. Por ello, no se podía
descuidar la situación política un instante y, por cierto, era necesario proseguir con los
preparativos del golpe constitucional, pues se hacía claro que era cuestión de tiempo para que
los alfaristas logren convencer a don Eloy de tomarse el poder por la fuerza si fracasaban los
planes, ya en marcha, de anular en el Congreso las elecciones de enero.
El jueves 13 de julio, un grupo de oficiales superiores y subalternos en servicio activo ofrecieron
a Víctor Emilio un almuerzo de camaradería en el hotel Continental de Quito. Eran oficiales con
quienes había compartido las experiencias de la carrera militar desde abril de 1910 en la frontera
sur. La reunión, que fue pública, se desarrolló con las manifestaciones propias de oficiales
jóvenes. No se trató absolutamente nada relacionado con el golpe constitucional que se fraguaba
y más bien esa reunión sirvió como una manifestación de normalidad.
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Al día siguiente el coronel Olmedo Alfaro Paredes, amigo de juventud de Víctor Emilio, le hizo
un convite para el almuerzo, esta vez con oficiales alfaristas. Para Olmedo era una forma de
indagar lo que había estado haciendo Víctor Emilio en Quito. Sin duda se corrían rumores, pero
de ese almuerzo no pudo sacar provecho alguno para confirmarlos o negarlos. Víctor Emilio
estaba muy consciente de que el secreto estricto era clave para el éxito del golpe.
El día 14 de julio estaban en pleno apogeo los esfuerzos por anular las elecciones de enero. Días
antes se había presentado ante el Presidente del Concejo Cantonal de Quito una demanda de
nulidad. De inmediato se hicieron consultas a varios abogados de renombre y quedó muy claro
que esa demanda no tenía sustento por estar fuera de jurisdicción. Solo tocaba al Congreso tratar
el tema.
El lunes 17 de julio salió para Guayaquil Víctor Emilio en tren regular, llegando al puerto el día
18. De inmediato informó a su padre de los pormenores de su actividad en Quito y la necesidad
de gestionar fondos para los gastos que se incurrirían. El viaje de Víctor Emilio fue necesario,
además, para mantener a los espías flavistas y alfaristas confundidos, pues si se fraguaba algo, el
representante del presidente electo no se ausentaría de la Capital. Los oficiales comprometidos
continuaron con sus actividades en ausencia de Víctor Emilio y avanzaron en los puntos
prácticos de la organización.
Entre los elementos interesantes de esta operación está el sigilo absoluto que se mantuvo hasta
última hora. Uno de los oficiales subalternos de Terán nos ilustra: “El General, con razón, había
organizado su movimiento valiéndose de elementos aislados: forma que favorecía el sigilo sin
dejar de asegurar el éxito”.
En esos días de ausencia de Víctor Emilio de la Capital, don Carlos Espinosa Coronel había
tomado contacto con el general Manuel Antonio Franco, otro oficial personalmente adicto a
Eloy Alfaro Delgado, pero desilusionado con los actos de su Gobierno y la aspiración de
perpetuar a la familia Alfaro en el Poder. El amigo común entre don Carlos y el general Franco,
don Manuel Moreno, haría de nexo y tomaría parte activa en la organización.
Franco, con su hijo Ernesto y Moreno, habían determinado que don Eloy fraguaba el golpe de
Estado en breve y así lo comunicaron a don Carlos, quien se puso en contacto cablegráfico con
Víctor Emilio y le comunicó las novedades. Era un aviso importante que no podía ser
menospreciado, en especial por lo que ocurriría de inmediato.
Franco, es necesario recalcar, no era un extraño para don Emilio. Lo había conocido durante los
gobiernos liberales y por ser un oficial rectilíneo y enérgico, lo había escogido para ser su futuro
Ministro de Guerra y Marina.
Inesperadamente, el día 23, don Emilio recibió un cable de don Eloy en que le decía en clave:
“Hoy me ha informado el Sr. Carlos Freile que sabe positivamente que el congreso pleno tienen
ocho mayoría confirmado compromiso contra tu candidatura. Todavía no lo creo, pero
conviene tu inmediata presencia aquí. Tu amigo Eloy Alfaro”. Don Emilio le contestó de
inmediato minimizando el peligro y don Eloy tardó hasta el día siguiente, el 24, para descifrarlo
personalmente, lo que nos indica que la tabla de claves la guardaban ambos amigos celosamente
y no la habían confiado ni siquiera a sus más allegados para ayudarlos en la tediosa tarea.
Una vez descifrado el cable, le envía otro, en lenguaje claro, pues no tenía tiempo para cifrarlo,
en que le dice: “Acabo de descifrar tu telegrama en clave. Sin embargo de ser tarde, voy a pedir
un tren espreso para que te vengas mañana (25) con el Baron de Muflitza, mister Sans y Colon
Eloy. Urge tu venida. Tu amigo, Eloy Alfaro”.
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Don Emilio tomó este aviso, sumado al de don Carlos Espinosa, muy en serio y el día 25 partió
a Quito en tren expreso con toda su familia, incluyendo a Víctor Emilio, más el barón, Mr. Sans
y Colón Eloy. Llegó a Chimbacalle el 26 al medio día, donde estuvo a recibirlos el Presidente.
Los apologistas de Alfaro escriben que Estrada fue recibido con silbatina y rechifla, pero otros
no mencionan esa ofensa, pues estando presente el Presidente no se sabría hacia cual de los
personajes se dirigían.
La preocupación manifiesta de don Eloy era las combinaciones que se hacían en el Congreso
para anular las elecciones de enero; pero como veremos, al día siguiente se manifestaría la
verdadera intención del llamado a Quito. Como nota interesante, debemos conocer que el
Congreso Extraordinario recién se instaló ese día 26 de julio…
El mismo día de su llegada a la Capital, el 26, el bisemanario La Constitución, órgano del
Comité Electoral ‘Emilio Estrada’, publicó una semblanza del Presidente electo, parte de la cual
citamos por ser de interés para la biografía de su hijo, por el ejemplo formador de carácter y por
el paralelismo en su afán de servicio público: “Estrada es un héroe del trabajo: el odio político
y el fanatismo intransigente, arrojaronle lejos de la Patria, y sin medio alguno para vivir,
encontró en sí mismo el secreto de su prosperidad, y era de verlo, de simple obrero, trabajando
en el Canal de Panamá, y ganándose el pan, con el trabajo diario, con el santo y bendito
trabajo que ennoblece y dignifica al hombre. Su constancia, laboriosidad y honradez,
conquistáronle el aprecio y consideraciones de sus jefes y superiores, quienes confiáronle el
honroso cargo de pagador de cinco mil obreros. Hermosa página de la vida de Estrada, que
comprendía su carácter y su fe inquebrantable en el poder del hombre, que es lo que quiere,
cuando tiene virtud y energía”.
Esta cita nos fue muy esclarecedora en un detalle interesante, pues en “Vida de un Hombre”,
Víctor Emilio no nos aclara que su padre llegó al cargo de pagador en la empresa francesa del
Canal y solo nos dice que “…no pasa mucho tiempo que es el jefe mismo de una sección de
trabajos…”. Ocupando ese puesto de pagador es que aparece en la fotografía que se tomó
Ferdinand De Lesseps con los funcionarios del Canal, en una de sus visitas a Panamá, foto que
vimos en las primeras páginas de este libro.
En la segunda página de la semblanza hay otra cita que parece trasladada en reversión del
tiempo como un espejo de doble reflejo: “…ni sus encarnizados enemigos le han podido negar
su competencia en los difíciles problemas económicos y de ciencia de Hacienda. Convencido
que el trabajo inteligente es factor principal de la riqueza social, ha puesto empeño y ha
consagrado sus aptitudes al mejoramiento y progreso de las sociedades bursátiles que le han
confiado su dirección y que tantos servicios han prestado al Gobierno, en las crisis económicas
por las que ha atravesado la caja fiscal…”. ¡Bien puede ser éste un reportaje del accionar del
hijo 20 o 30 años después!
La Constitución hace referencia a la “…campaña más injusta, para impedir que la Legislatura
lo declare legalmente electo Presidente de la República”.
La conferencia del 27 de julio
Don Emilio Estrada narró lo acontecido el 27 de julio de 1911 en una hoja suelta impresa a
pocos días de realizada la conferencia, con el fin de informar a la Nación su verdad de lo
ocurrido ese día. Luego, en Vida de un Hombre, su hijo Víctor Emilio escribió una síntesis sobre
esa conferencia, pero modestamente omitió su propia actuación en ella. Veremos aquí los puntos
principales de lo ocurrido, con énfasis en el rol que jugó Víctor Emilio antes y durante la
conferencia: El general Alfaro anunció visita a don Emilio para la tarde de ese día, en compañía
de algunos amigos. Cuando se presentó, a las 3:40 de la tarde, estaba acompañado por la cúpula
política y militar del país, esto es, con las cabezas de las Cámaras del Congreso, sus Ministros
de Estado y jefes del Ejército. También vino acompañado de algunos amigos íntimos. Por su
parte, Emilio solo estuvo acompañado por su hijo Víctor Emilio. Don Emilio ya tenía
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conocimiento anticipado del propósito de la visita y la integración de la comisión confirmó de
inmediato la intención, que era la de ejercer presión para lograr su renuncia a la presidencia. A
pesar de ello, don Emilio los recibió con toda cortesía y luego de los saludos de estilo tomaron
asiento para iniciar el diálogo. El General se sentó al lado de don Emilio en el mismo sofá y
comenzó la conversación, manifestando su preocupación por la salud de Emilio, en base a
reporte recibido del Sr. Lockwood, empleado de la compañía del ferrocarril que a su vez había
recibido la información del médico de la compañía, Dr. Meitzner, quien había determinado que
don Emilio no podría vivir en Quito sin enfrentar la muerte en pocos meses. Don Emilio rechazó
la idoneidad del diagnóstico de Meitzner, pues nunca lo había examinado y manifestó secamente
al Gral. Alfaro que su salud era de su exclusiva incumbencia. Víctor Emilio observa que tal
motivo no requería la presencia de la cúpula política o la militar y que “Dada la intimidad que
caracterizó su amistad con el General, este aspecto personal se habría podido tratar con la
misma afectuosa fórmula que cien veces en su vida usaron al discutir sus íntimos problemas
personales”. Adicionalmente, el Gral. Alfaro estaba ignorando voluntariamente el hecho de que
existía una norma de sucesión presidencial, por la cual a la muerte del Presidente lo sucedía el
Presidente de la Cámara del Senado y a falta de éste el Presidente de la Cámara de Diputados.
Ambos eran al momento políticos liberales radicales que habían servido al Caudillo.
Invalidada esa excusa, que sin embargo recobraría importancia para justificar el pedido de
renuncia por lo que acontecería en pocos meses, Alfaro trató de usar otra excusa: La popularidad
y confiabilidad de Emilio por los supuestos acuerdos a que habría llegado con los
Conservadores: “...las cosas han cambiado completamente; los amigos dicen que tú no tienes
popularidad, manifiestan desconfianzas que yo no he podido desvanecer, creen que el partido
liberal está amenazado y conviene buscar una solución que salve al país”. La observación de
don Emilio a estos argumentos vale conocerla textualmente: “Impaciente ya, dejé que
concluyera el cínico rosario de mentiras con que quiso disculpar la felonía; cuando terminó le
dije: ‘Yo no he solicitado de usted la candidatura y ya he dicho las razones políticas y sociales
que me indujeron á aceptarla (...) los que usted llama amigos, son Coral (de El Tiempo) pagado
para insultarme, sin respetar ni mi hogar ni mi vida honrada...”.
El General quiso usar, para presionar por la renuncia, una supuesta mayoría flavista en el
Congreso, que llevaría a la nulidad de las elecciones de enero y la humillación del amigo. Como
don Emilio sabía que esa mayoría no existía, desechó la sugerencia de que sería más digno
renunciar a la presidencia antes que le sea anulada la elección. Siguió un prolongado silencio
que rompió el Dr. Aguilar (Ministro de Hacienda), diciendo: “Es evidente que la candidatura
del Sr. Estrada, no tiene popularidad, nadie la quiere aceptar”, a lo que replicó Víctor Emilio:
“¿Quiere usted doctor que mañana le presente una manifestación popular aclamando á mi
padre?” Don Emilio pidió a su hijo que no interviniera, pero las palabras de Víctor Emilio
tenían buen fundamento, ya que él había estado en contacto directo con el pueblo Quiteño y
sabía cuál era la opinión de ellos. Para los Estrada esta fue una demostración de lo desconectado
del sentir popular que estaba el Gobierno de Alfaro.
Siguió otro largo y mortificante silencio que Abelardo Posso (Senador flavista) interrumpió: “Es
un hecho la nulidad de las elecciones. –Y qué les queda a ustedes después de esa nulidad?” A lo
que don Emilio contestó: “La guerra civil formidable porque todas las ambiciones con el mismo
derecho, se presentarán y si se opta por nuevas elecciones, la República entera se convertirá en
un solo campo de batalla, cien veces más encarnizado que el de Enero”, a lo que Posso
respondió: “No hay necesidad de nuevas elecciones. Anuladas sus elecciones entran de hecho y
de derecho las de Flavio”. Ante esa declaración don Emilio, ya comenzando a perder la
paciencia con quien evidentemente era un lacayo del flavismo, contestó directamente a Posso:
“Lo que usted dice es una tinterillada que no formula quien ha ocupado los bancos de una
escuela”, ante lo cual Posso replicó: “La mayoría decidirá. Además las elecciones son nulas
porque no las hizo el pueblo”, comentario que causó un nuevo silencio cargado de tensión.
Víctor Emilio no pudo contenerse y le dijo: “¿Dígame Doctor y á usted cómo lo eligieron?” A
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lo que muy orondo contestó: “El pueblo y sólo el pueblo”, sin considerar que el procedimiento
de elecciones legislativas era similar al usado para la presidencial, de tal manera que lo que era
bueno para la una, lo era también para la otra, y si hubo fraude en una, lo hubo en la otra.
Alfaro retomó la palabra diciendo: “Algo hay que resolver”, a lo que don Emilio contestó: “Por
mi parte estoy completamente resuelto á no renunciar; yo no he aceptado la tal candidatura por
mi gusto, ni porque yo tenga alguna ambición, pero hoy que muchísimos miles de ecuatorianos
han comprometido su nombre exhibiéndose y sosteniéndome, me sostendré, también si por ello
me pegan cuatro tiros, mejor para mí, seré el único y exclusivo ganancioso; pues tras de mí sólo
hay la guerra civil implacable y formidable, y si se optara por la dictadura; como un solo
hombre se levantará el país entero”. Ante esta declaración, don Carlos Freile Zaldumbide
asintió expresando: “El señor Estrada tiene razón, el país entero se levantará”. El general
Alfaro dijo entonces: “Denme un medio para evitar eso”, a lo que don Emilio contestó: “Ya
usted estuvo de acuerdo en que yo nombre a Franco Ministro de Guerra; pues nómbrelo usted
hoy, y mañana no hay ni un flavista ni un dictatorial en toda la República, ni para remedio”.
Don Eloy no aceptó esa sugerencia, que habría dado al país una estabilidad constitucional que
ahora no convenía a los planes alfaristas de mantenerse en el poder de una u otra forma.
Víctor Emilio observó con mirada retrospectiva en “Vida de un Hombre”: “Faltando sólo un
mes para el término del período presidencial de don Eloy, y siendo el General Franco una de
las más probadas figuras del partido radical, el General Alfaro acababa de oír la suprema y
oportuna fórmula para salvar al país, salvar al partido y salvarse él ante la historia en
condiciones que no admitían réplica, en forma que mataba de raíz toda suspicacia. Sin
embargo, extraño aferramiento, el General no aceptó la fórmula, como tampoco explicó su
negativa, limitándose a requerir nuevamente ‘otra solución’”.
Viendo que no había una salida en los términos que deseaba, el General Alfaro se puso de pie, al
tiempo que decía: “Bueno pues, Emilio, es preciso que medites una resolución que armonice
todo”, a lo que don Emilio contestó: “No hay más resolución posible, que yo no renuncio
aunque me acaben á tiros”.
En ese momento y con esas palabras de ambas partes, se había dado el rompimiento político
irreversible entre el caudillo liberal y Presidente en ejercicio, y el futuro Presidente de la
República.
Don Eloy y su comitiva salieron de la casa de los Estrada sin lograr su objetivo de obtener la
renuncia del Presidente electo. Eso les planteó la necesidad de evidenciar sus intenciones y
probar sus fuerzas. Primero tratarían de concretar la nulidad de la elección en el Congreso y si
eso fallaba, vendría la ya acostumbrada Jefatura Suprema.
Por su lado, los Estrada vieron la situación tan clara como la había visto Alfaro y por lo tanto era
necesario tomar las medidas para contrarrestar las dos posibilidades. En el Congreso no hubo
que hacer mayor esfuerzo, pues a pesar de que la mayoría de diputados y senadores eran
alfaristas y flavistas, eran pocos los que concordaban con la nulidad de las elecciones, como lo
demostrarían los hechos del día 29. En cuanto a los planes de dictadura, don Eloy se confió en el
poder de mando de la superioridad militar que estaba con él. Creyó que sería tan fácil declararse
Jefe Supremo como lo había sido en 1906. Confiaba en Ulpiano Páez y su control de la
provincia de Chimborazo, y confiaba en el control de Imbabura y Carchi. Estaba seguro de que
la Capital era suya y en cuanto a la declaración de Montero y la III Zona Militar, bastaría un
telegrama para revertir el pronunciamiento que habían hecho. Esa confianza falsa facilitó el
trabajo de la organización del general Emilio María Terán en la Capital y el trabajo de los clubes
estradistas en las provincias.
A pesar de la gravedad y el tono de lo tratado en la conferencia del 27, el día 28 don Emilio
cortésmente devolvió la visita al Gral. Alfaro, concurriendo al Palacio de Gobierno en compañía
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de Víctor Emilio. En esa conferencia don Emilio ratificó su decisión de no renunciar al cargo,
situación que si bien reiteró el rompimiento político, a criterio de Emilio no había afectado los
sentimientos personales de amistad de ambos. A poco sería desengañado…
Luego de la reunión con el Presidente el día 28, al salir de Palacio don Emilio fue vejado por
flavistas. Ese mismo día envió una carta a los secretarios de los comités electorales de las varias
provincias, relatando lo ocurrido el día 27. Esa carta sería precursora de la hoja suelta “A la
Nación” en que se explicó extensamente lo ocurrido en la conferencia.
El Tiempo, de Guayaquil, publicó el 28 que don Emilio estaba gravemente enfermo, mientras el
“paciente” caminaba por las calles del centro de Quito, saludando al pueblo y recibiendo
manifestaciones de apoyo y simpatía.
Para don Emilio el posesionarse como Presidente se convirtió en una obsesión, pero no en una
ambición. Y obsesión por la actitud de los Alfaro, que actuaban como árbitros y hasta dueños
del partido y del país.
Los conspiradores de la organización de Terán fueron presentados a don Emilio en casa de los
Espinosa. En un relato conjunto de los acontecimientos previos al 11 de agosto, los oficiales
escribieron: “…fuimos presentados al Sr. Estrada, aunque, por precaución, ninguna reunión
tuvo lugar en casa del Presidente Electo, cuyo hijo, por otra parte, tenía plena autorización
para proceder, como en efecto procedía, en íntima confianza y recomendable acuerdo con el Sr.
Espinosa, su esposa y los autores de este escrito.
Uno de los factores del éxito fue la uniformidad de pareceres entre todos los conspiradores:
nunca el menor desacuerdo turbó el curso de los trabajos, y el más cordial afecto, cual si
hubiera sido el de una amistad antigua, enlazaba á este reducido grupo de ocho personas, cuya
alma era la patriota señora Palacios de Espinosa”.
El día 29 de julio se llevó a votación en el Congreso Extraordinario el intento de anular las
elecciones de enero, pero la mayoría se negó a las presiones y no aceptaron anularlas. Esa
resolución daría paso al escrutinio final y la proclamación oficial del candidato ganador por
parte del Congreso Ordinario. Era otro golpe para el alfarismo y el flavismo, que demostraban
debilidades fundamentales a pesar de que nominalmente contaban con una abrumadora mayoría
de legisladores.
La noticia de ese triunfo constitucional generó manifestaciones de los simpatizantes de don
Emilio, que fueron enfrentados por huestes flavistas. El consiguiente enfrentamiento generó
altercados violentos en el centro de Quito. La violencia continuó hasta el día siguiente y un
grupo de manifestantes se refugió en la casa de don Emilio en la calle del Correo. Un Comisario
de Policía, obsecuente servidor de don Eloy, vio la oportunidad de hacer bonos con su jefe y
humillar al Presidente electo. Envió una comunicación a la casa para exigir la entrega de los
manifestantes allí refugiados, con el fin de sancionarlos severamente por alterar la paz pública.
Ante la esperada negativa de don Emilio de entregar a sus simpatizantes, el Comisario amenazó
con allanar la vivienda, otorgando un plazo para la entrega de los supuestos infractores.
Ante esa amenaza, en la tarde del día 30 don Emilio acudió a don Eloy. Víctor Emilio nos relata
los hechos: “En la gama de dolores que mi padre sufrió y que en buena parte he relatado ya,
faltaba uno, y no de los menos intensos, y puedo atestiguarlo con detalles: fue el día que rompió
personal y definitivamente con el General Alfaro, después de fraterna asociación espiritual por
más de un cuarto de siglo.
El rompimiento político estaba ya realizado días antes, (...) pero mi padre no le dio alcance
personal. Para él, don Eloy seguía siendo su viejo amigo. Tres días después del rompimiento, el
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30 de Julio de 1911, un Comisario de Policía de Quito envió un oficio a mi padre, al Presidente
Electo de la República, pidiéndole la entrega de varios partidarios políticos que, perseguidos
ya, se alojaban en nuestra casa, o, en la disyuntiva de negarse a la entrega, le amenazaba con
proceder legalmente, es decir, forzar la entrada y allanar la habitación del ya electo
Mandatario del país.
Mi padre decidió ir personalmente donde el General. Este lo recibió en su Gabinete con
evidente frialdad y al narrarle mi padre lo que ocurría y la amenaza del Comisario de violar su
habitación, el General, severamente, adustamente, le advirtió: ‘No puedo interrumpir el curso
de la ley’. Para el político aferrado al caudillo, para el amigo de 28 años, para el Presidente
Electo, esto era más de lo que podía oír. Para el hombre de acerada contextura física y moral,
también fue más de lo que podía resistir: dos lágrimas asomaron a sus ojos. Temeroso yo de un
colapso me levanté y le dije: ‘Vámonos, papá’. Mi padre, en rápida reacción, cogió su
sombrero y salió sin decir una palabra: había perdido en un segundo, un amor de 28 años!
Desde ese día ya tocado por certera enfermedad orgánica, vio su salud desmejorar
progresivamente. Confieso que mis pocos años y la turbulencia del momento me impidieron
darme cuenta cabal de ello y de su trascendencia, pero él debe haberlo sentido y dándose
cuenta de que, electo para Presidente y señalado ya por la implacable Parca, tenía que cumplir
irremediablemente con una y otra inevadible obligación: la magistratura y la muerte cobraron
su impostergable cuenta, cinco meses después”.
Saliendo don Emilio del despacho presidencial con el dolor espiritual del rompimiento con su
amigo, fue sujeto otra vez a injurias por parte de flavistas que no corrían la misma suerte de
persecución que los estradistas. No faltaron simpatizantes de don Emilio que le brindaron
protección y ellos también se refugiaron en casa de don Emilio cuando llegaron con el
Presidente electo a salvo.
Vale mencionar que el Comisario no se atrevió a hacer efectiva su amenaza de allanar la
residencia del Presidente electo.
Ese mismo día 30 se presentó a Víctor Emilio un oficial quien deseaba poner su personal a
órdenes de la revolución. Los oficiales de la conspiración nos relatan los hechos suscitados, que
eran característicos de un estado de confusión y desconfianza previo a un acto incierto: “Un
nuevo elemento vino á sumarse en esos días: el maestro de la banda del Esmeraldas, Mayor
Echeverría, quien visitó al joven Estrada, para ofrecerle el apoyo de su gente, de acuerdo con el
sargento Benavides de ese Regimiento. La primera visita de Echeverría á Estrada fue un
fracaso, por haberse presentado sin comprobante alguno, circunstancia que indujo á Estrada á
mostrarse desconfiado hasta el extremo. No desmayó Echeverría hasta hacer comprender quién
era, y fue, en el momento preciso, importante factor de nuestra causa”.
La situación en Quito estaba caldeada. Nada se lograba con la presencia de don Emilio en la
Capital, pues los acontecimientos de los últimos días habían reiterado la necesidad de continuar
con los planes del golpe constitucional y él no podía ser partícipe de esas actividades. Para eso
estaba Víctor Emilio, quien ya se había integrado con los oficiales subalternos de Terán y era
visto como su líder. Además, era importantísimo que Guayaquil se mantuviera apegado a la
Constitución y para ello don Emilio tenía que estar presente para impedir que los alfaristas
influyan en el Gral. Montero, quien era pieza clave para el éxito del movimiento que se
preparaba. Era necesario mantener a Montero neutralizado si no se lograba su apoyo activo.
Antes de partir don Emilio encargó a su hijo “evitar la dictadura y anticiparse a cualquier
intento”. También nos revela el porqué de la preocupación personal por la seguridad física de
don Eloy: “Mi padre, al despedirse de mí en Quito se había anticipado a prescribir que la
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persona del General Alfaro se respetase a toda costa y, si necesario, contra todos. Si algo
hubiese pasado al General, estoy seguro que Montero, tigre enfurecido, habría reaccionado
contra mi padre, y, recíprocamente, éste también habría considerado cualquier percance
personal que ocurriese al General, como punto final para su propia vida pública”.
Los oficiales nos relatan que ante la partida de don Emilio, “los suscritos y Dn. Manuel Moreno,
por indicaciones de la Sra. Espinosa decidimos pedir al Sr. Estrada que dejara en Quito á su
Sr. hijo para que lo representara y con instrucciones precisas y terminantes, no obstante ser
uno de los principales factores de la revolución y conocer, por lo tanto, sus menores detalles.
Así fue, y arreglóse, para el efecto, una clave entre el Sr. Estrada y su hijo, quien la entregó, á
su vez, á la Sra. Espinosa, que la conservaba en un cinturón de seda de su uso, para mayor
seguridad”.
Esta parte del relato nos indica que los oficiales exageraron un poco su influencia con don
Emilio, pues desde antes se había decidido entre padre e hijo que Víctor se iba a quedar en
Quito, y no era necesaria una nueva clave, pues padre e hijo se venían comunicando en clave
desde hacía mucho tiempo. Tal vez la nueva clave era para el uso de doña Isabel y los oficiales
en caso de que Víctor faltara por razón de ser arrestado o aún asesinado.
Los oficiales nos relatan que cuando vino de Guayaquil, don Emilio trajo un revolver Colt para
cada uno de ellos, como regalo y herramienta de seguridad. Nos narran además que: “los
trabajos marchaban ya de acuerdo con Dn. Manuel Moreno, Ernesto Franco, el Dr. Bermeo y
seguramente con el General Franco, cuya intimidad con Moreno era para nosotros muy
favorable. Sin embargo, las reuniones con los soldados y sargentos presenciábamos sólo
nosotros y el joven Estrada, ya en casa de éste, ó bien donde Espinosa, ó en la habitación de la
plaza de Santo Domingo”.
Este interesante relato nos indica que se mantenían los principios de seguridad instaurados por
Terán y que una vez que don Emilio se fue a Guayaquil la residencia pudo ser usada para las
reuniones con el personal, algo que no se había hecho mientras él estuvo presente.
Víctor daba las órdenes como oficial superior de la organización. Los oficiales nos relatan que
se emitían: “instrucciones escritas y lacónicas, firmadas por Víctor Estrada á nombre de su
padre / Ordenes se dictaban ya á los soldados y sargentos comprometidos, previniéndoles estar
listos para cualquier momento”.
Leopoldo Narváez, uno de los comprometidos, se preocupó de relacionar a Víctor Emilio con la
mayor cantidad posible de jóvenes como él. Nos relatan: “…Narváez provocó una reunión de
treinta jóvenes de la juventud quiteña, á quienes deseaba presentar al joven Estrada. Estos
jóvenes acogieron a Estrada con gran entusiasmo, y desde entonces ese grupo de selecta
juventud fue otro factor importante de la gran obra patriótica”.
Se había incorporado también a la “gran obra” un grupo que sería de vital importancia para el
éxito de la revolución. Nos dicen los oficiales: “El gremio de cocheros, encabezados por José
Cevallos, que guardaban por el General Terán respetuosa memoria, no se quedó atrás en la
terminación de la obra que dejó trunca el malogrado General, y, dirigidos por Narváez, fueron
el entusiasmo y la fidelidad en persona, antes y durante el 11 de Agosto”.
La supuesta fuerza de Alfaro en Tulcán fue puesta a prueba cuando el 1° de agosto le pidieron
que se pronuncie por la constitucionalidad. Los estradistas supieron aprovechar la manifiesta
división en Tulcán para reforzar su posición y debilitar la de Alfaro. El Presidente trató de
contrarrestar la situación enviando nuevamente al coronel Giacometti, pero él lo único que logró
fue engañarse a sí mismo y al general Alfaro al reportar a los pocos días que la situación en
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Tulcán estaba controlada. Así era, según él, pero en realidad estaba aislado dentro de una
burbuja, en la cual lo mantuvieron los carchenses.
Para el día 1° de agosto ya era público y conocido, y así se reportaba en los periódicos de
oposición, que don Eloy gestionaba que el Congreso lo declare Jefe Supremo. Él consideraba
que esa era una vía Constitucional para prorrogar su mandato. El cálculo político había salido
del círculo íntimo que trataba de evitar un pronunciamiento militar que le restaría legitimidad a
las aspiraciones del General.
Ese movimiento fue denunciado por un periódico quiteño denominado “El Político Hablador”.
El Congreso no se acomodaría a los deseos del General. Sin ser tajantes en su respuesta, los
legisladores le dieron largas a las intimaciones de los agentes de don Eloy.
El día 2 de agosto el periódico La Unión reporta que el Presidente electo, en delicado estado de
salud, llegó a Guayaquil el 1° de agosto por la tarde, en un tren expreso. Que el periódico oficial
del estradismo admitiera mal estado de salud de don Emilio era un hecho significativo.
Ciertamente, las grandes tensiones y desengaños de los días precedentes afectarían la salud y los
ánimos de cualquier persona sensible, como lo era don Emilio.
Ese mismo día don Emilio envió un largo cablegrama a su hijo, el cual comenzaba así: “La
recepción (al llegar a Guayaquil) fue muy honrosa para mí, presidida benévolamente por todas
las autoridades y muchas personas de la alta sociedad. … reprimí dos o tres gritos contra
Flavio, cosa inevitable en una aglomeración de gente tan grande como pocas veces he visto (…)
tanto El Telégrafo como El Tiempo publican mi conferencia con el Gral. del modo más falso, he
tratado de desvanecer las groserías que me atribuyen, me parece que el Gral. debe hacer callar
a ese par de bandoleros que creen que para hacerme mal, a mí, bien pueden ofenderlo a él.
Aquí hay cierta exasperación por el proyecto de empréstito, pero eso es un asunto que con
explicaciones al Comercio, y bancos y en último caso con desistimientos se puede concluir, pero
por desgracia lo han unido con la política y aquí me tienes deseando contra todas mis
conveniencias que el Congreso me califique favorablemente, no por la maldita ambición que me
atribuyen, sinó por razones de patriotismo, aún sabiendo el sacrificio personal que acepto; si te
es posible, enséñale este telegrama al Gral. Alfaro. Tu Papá, Emilio Estrada”.
El periódico La Unión contribuyó a crear incertidumbre al reportar el día 4 que Víctor Emilio
iría a Guayaquil en los próximos días. Por supuesto, no tenía la más mínima intención de
hacerlo, pues en esos momentos su presencia en Quito era esencial para continuar con la
organización del golpe constitucional. El supuesto viaje indicaría a los servicios de inteligencia
política que no hacía nada de mayor importancia en Quito.
Una de las claves para el éxito de la revolución constitucional era el que se contara con los
suficientes recursos económicos y materiales para hacer posible su ejecución. Aunque los
soldados que estaban participando no lo hacían por dinero, pues aún estaban motivados por las
arengas de Terán, dinero sí era necesario para cubrir gastos de quienes lideraban la organización
y para los que requerían de auxilio para superar problemas imprevistos.
El grueso de los fondos fue aportado por los simpatizantes de la Capital, pero Víctor Emilio, a
través de su padre, había logrado también apoyo de guayaquileños en su visita realizada en julio.
A la organización no le sobraba dinero, pero sí obtuvo lo suficiente para financiar sus
actividades. No deja de ser un detalle interesante que Víctor se encargó de llevar una
contabilidad exacta desde el momento que tomó el mando de la operación, de tal forma que en
el momento oportuno pudo decir, al centavo, cuánto había costado la revolución.
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María Luisa se casa
María Luisa, la menor de los Estrada Sciacaluga, estaba a punto de contraer matrimonio con el
comandante Luis Alberto Dueñas Jaramillo. Se había fijado la fecha para el día 15 de agosto y
ese evento se prestó para enmascarar comunicaciones secretas entre don Emilio y su hijo.
El día 5 de agosto don Emilio envía a Víctor un telegrama que dice: “María Luisa quiere que
vengas á su matrimonio. Mi regreso á esa lo veo difícil por lo menos con familia. Aquí todo
Guayaquil está ansioso por el sesgo que tomen los acontecimientos políticos. La casa es mejor
entregarla. Pagué tu giro por ochocientos que supongo serían para pagar los seiscientos de
Gómez. Recibí tu telegrama, regresó Peralta de Venezuela sin que haya principiado allá
siquiera la tal unión colombiana, fracaso que ya suponía. En cuanto á los diputados me
abstengo de pensar en ello porque para eso no me ha gustado pensar en porquerías que digan y
hagan lo que quieran. Tu papá. E. Estrada”.
El texto era aparentemente inocuo y transmitía un mensaje familiar importante, así como
información de negocios y política. Por supuesto, Víctor Emilio no se podía mover de Quito y el
pedido de María Luisa era más bien de significado contrario. Don Emilio sugiere devolver la
casa que Víctor había alquilado en julio, lo que al ser visto por los agentes de inteligencia de los
Alfaro, daría un sentido de incertidumbre en cuanto a las intenciones del Presidente electo. Sin
embargo, dentro de ese texto, iba un importante mensaje oculto. Al final del cable, Víctor
escribió el mensaje descifrado: “Montero no acepta pronunciarse aquí contra Alfaro. Procedan
allá. Fracasó la propuesta a Montero”. Se buscaba de él una participación activa.
Mientras tanto, los dos periódicos estradistas, La Unión y La Constitución continuaban con su
campaña de defensa del Presidente electo. Desde el día 5 se denunciaron nuevas tácticas de
Flavio para cumplir sus propósitos; se calificaron de rumores los pedidos de renuncia
formulados por el Presidente y también se publicó un manifiesto de la Junta Patriótica Nacional,
creada en Quito para defender el proceso constitucional. En el manifiesto, los integrantes de la
Junta advertían al Presidente que estaba jugando con fuego. Al mismo tiempo defendían la
posición de don Emilio, declarando que su decisión de no renunciar a la presidencia no era
terquedad, sino dignidad. También se respondieron los inevitables ataques de El Tiempo, tanto
de Quito como de Guayaquil.
El manifiesto de la Junta Patriótica Nacional generó un buen número de adhesiones, algunas de
las cuales se comentaron en la edición de La Unión del día 7 de agosto.
El día 8 don Emilio envió un nuevo cable a su hijo, esta vez diciendo que Dueñas se casaría en
Guayaquil y no iría a Quito hasta que se resolvieran los problemas. En ese caso, el mensaje era
claro: No contar con Dueñas para las actividades en Quito hasta luego de resuelta la situación.
El resto del texto es revelador de las presiones que los alfaristas ejercían sobre don Emilio y lo
citamos: “Hoy recibí de los Jefes (militares) de Quito un largo telegrama igual á los de Olmedo,
no me parece cosa de tomarse en serio pero me prueba hasta la evidencia que la mayoría del
Congreso está por la Constitución, sin embargo estoy pensando la contestación para la que me
dan dos días de plazo. Tu papá. Emilio Estrada”.
Con la información que ya tenía en cuanto a la situación de la tropa en Quito, don Emilio podía
desestimar el cable y al mismo tiempo derivar información importante como la de la situación
en el Congreso. Estaba claro: Si Olmedo tenía que ejercer ese tipo de presiones artificiosas, la
situación no le era favorable.
Se precipitan los hechos
Los oficiales nos relatan la situación: “Teníamos, pues, en los días precedentes al 10 de Agosto,
todo nuestro cuerpo de conspiradores enteramente listo á recibir la orden de ataque y cumplirla
sin vacilaciones. La impaciencia empezó á apoderarse de nuestros ánimos, al ver el escarnio
incalificable que de la Ley hacía á ciencia cierta y casi públicamente el Gobierno del General
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Alfaro. / Corrieron, en esos días, rumores de que el Regimiento Esmeraldas, primero, y el N° 4°
después, iban á ser desarmados previendo el Gobierno su fidelidad á la Constitución. Costó
trabajo convencer al valiente Benavides que contuviera sus patrióticos anhelos, pues entre los
conspiradores predominaba el deseo de mantener hasta última hora y hasta el extremo posible
la bandera de la Constitución. El General Franco, Manuel Moreno, Carlos Espinosa y Estrada
(hijo) eran de este parecer que, á su vez, rebatían los autores de estas líneas”.
Los agentes de inteligencia del Gobierno estaban activos y sacaban provecho de la más mínima
información. Aunque el sigilo planificado por el general Terán dio buen resultado hasta
ejecutado el plan, inevitablemente habían pequeñas fugas de información, una de las cuales
causó el apresamiento de uno de los involucrados, el sargento Benavides, del Regimiento
Esmeraldas, quien fue torturado con electricidad en la prisión, pero no delató el plan.
Ese hecho puso en alerta a los complotados y Víctor Emilio decidió consultar con el general
Franco. Víctor le propuso adelantar el golpe que estaba fijado para el día 31 de agosto, pero el
Gral. Franco se rehusó, no queriendo que se rompa la Constitución. Es obvio que en el fondo
Franco mantenía sus simpatías por Alfaro, pues tenía la esperanza de que el Presidente
entregaría el poder el 1° de septiembre y por ello abogaba por demorar los hechos.
Víctor Emilio reportó lo acontecido a su padre, justificando el haber contactado a Franco sin
consultarle por el apremio generado por la fuga de información. Don Emilio no dudó de la
lealtad de Franco, pero su opinión, si bien respetable, no impediría actuar como fuera necesario.
El mismo día 8 se clausuró el Congreso Extraordinario, sin haber tomado una sola decisión de
trascendencia. Había fracasado la táctica de Flavio para anular las elecciones de enero.
De inmediato se instaló el Congreso Ordinario, el cual tendría a cargo el escrutinio final y la
proclamación del futuro Presidente de la República.
Al día siguiente, el 9, fue apresado Tirso Polo, otro de los complotados, y al igual que Benavides
fue torturado con electricidad, sin lograrse confesión alguna.
Si bien el plan continuaba seguro, era obvio que las fugas de información estaban dándose.
Víctor Emilio y los oficiales se preocuparon por la situación, pues si apresaban a otros soldados,
uno de ellos podía hablar. Una buena señal fue que los cuerpos militares no fueron desarmados.
Las fuerzas acantonadas en Quito participarían en los desfiles de celebración del 10 de agosto.
Normalmente en desfiles las armas iban descargadas, pero por razones de seguridad los
sargentos se las ingeniaron para que a cada soldado se le repartiera doble ración de municiones.
Era una situación potencialmente peligrosa, pues en esas circunstancias se podían dar incidentes
imprevistos. Lamentablemente, durante el desfile realizado en El Ejido, a uno de los soldados se
le cayó una cartuchera cargada y el incidente se difundió rápidamente, atribuyéndose
erróneamente el suministro inusual de municiones a órdenes del presidente Alfaro.
Ni bien enterado de lo ocurrido, Víctor Emilio decidió convocar inmediatamente a reunión de
jefes, pues si a él le había llegado la información, ya debía haber llegado a los Alfaro. La
situación se precipitaba.
Participaron en la reunión los oficiales que liderarían las tropas de los varios cuarteles, así como
un representante del general Manuel Franco, quien se retiró luego de manifestar que Franco no
estaba de acuerdo con adelantar el golpe y que insistía que se realice el día 31, como se había
previsto originalmente. La falta de apoyo de Franco preocupó a los complotados, pues como él
quería que se esperara hasta el 31, temían que podía convertirse en un obstáculo para el plan.
A estas alturas se sabía que esperar hasta el 31 era permitir que Alfaro de su golpe dictatorial.
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Para agravar la situación, llegaron informes de inteligencia que indicaban que más sargentos
serían apresados y que el Gobierno estaba ya bastante enterado de los planes revolucionarios.
Víctor Emilio se desempeñó como un líder dinámico y sorteó todo obstáculo que se presentaba
en el debate. Al final de la reunión se tomó la decisión, con el beneplácito de los oficiales
involucrados, de dar el golpe constitucional el día 11 a las 10 a.m.
El Plan de acción final quedó fijado así, según narran los oficiales: “a) El apoyo de un grupo de
cuarenta jóvenes; b) El apoyo de otro grupo de cuarenta cocheros, encabezados por José
Cevallos y Cortés; c) La toma de los cuarteles ‘Bolívar’, ‘Esmeraldas’, ‘Pichincha’ y de
Policía, encomendada respectivamente á Naranjo, Piedra, Darquea y R. Estrada; d) La prisión
del General Alfaro donde se hallase, por un grupo de jóvenes; e) La prisión de Flavio Alfaro,
por otro grupo de cocheros; f) El apoyo del Regimiento N° 4° de Artillería, donde el Capitán
Benalcázar ofreció secundar el golpe y defender la Constitución, entregando armas á los
jóvenes que debían presentarse allí; g) Órdenes y datos se comunicarían en casa de Víctor
Estrada, calle del Correo, hasta media hora antes de las 10 del día, y desde las 8 de la mañana
del 11. (…) Un trabajo de titanes se llevó á cabo esa noche, dirigido por Leopoldo Narváez y el
Dr. Bermeo, secundados por los infrascritos Jefes quienes, á su vez, dieron órdenes á sus
respectivos cuerpos”.
Para ese momento ya se habían comprometido también algunos oficiales de los cuerpos
acantonados en Quito y otros que estaban en esa ciudad sin cargo, entre los que estaba el coronel
Juan Francisco Navarro.
El “Estado Mayor” del golpe pasó la noche en febril actividad, usando como puesto de mando la
casa de los Espinosa.
Capítulo 12 – El 11 de Agosto
Se pone en marcha la Revolución Constitucional.
Víctor Emilio y los involucrados en el golpe estuvieron despiertos toda la noche del 10 y
madrugada del 11. Las misiones a cumplir por parte de cada uno de los involucrados estaban
claramente definidas. Solo faltaba ejecutar el plan, el cual se puso a prueba aún antes de
iniciarse, pues en la madrugada del día 11 surgió un problema: El mayor Andrade, del
‘Pichincha’, estaba dudando de si era adecuado dar el golpe ese día, lo cual causó que se tuviera
que postergar la hora de inicio del plan, de las 10 a.m. a la 1 p.m. La organización de
comunicaciones estaba tan bien concebida que el cambio de hora fue comunicado a todos los
complotados.
Víctor Emilio se retiró a su casa a las 8 a.m., sin duda para refrescarse un poco, pero no hubo un
minuto de descanso. Había dispuesto que se le envíen allí todas las comunicaciones. Él estaría
en la casa hasta las 12:30 p.m. y luego pasaría a la casa de la familia Dueñas, cercana a la Plaza
de la Independencia, donde recibiría los partes una vez iniciada la ejecución del plan.
Los oficiales narran los hechos: “Toda la mañana recibiéronse noticias satisfactorias, y tan
perfecta y con tal decisión fue la labor de los comprometidos y amigos, que, á las 9 de la
mañana, de todas partes llegaba el aviso de estar listos y resueltos. Desde ese momento
empezaba el peligro inminente en un asunto que era ya conocido por cuarenta jóvenes,
cuarenta cocheros y casi todo el Ejército. El gran mérito de esta labor consiste en la decisión
jamás vista de la tropa; en el sigilo de los jóvenes y de los cocheros y en el desinterés y
abnegación de cuantos tuvieron parte en la heróica evolución política del 11.
Con Estrada almorzaron esa mañana el Dr. Rafael Arteta, Arturo Dueñas y el Dr. Tomás L.
Rolando. Los dos primeros, avisados de los sucesos que iban á realizarse, se prestaron, Arteta á
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juntarse con los que atacaran la Artillería y Arturo Dueñas á acompañar á Estrada á la Plaza
de la Independencia. A las 12 y media Estrada bajó de su casa y fue á esperar noticias á la casa
de la familia Dueñas. Todos los informes que llegaban eran favorables. Marcando el reloj de la
Merced la 1 menos 5 minutos, sonaron los primeros tiros en la ‘Bolívar’. Cada uno estuvo en su
puesto en los cuarteles y á los 5 minutos la suerte estaba decidida”.
En la conclusión de su relato los oficiales dicen: “Aquí deberíamos insertar los partes que cada
uno de los infrascritos Jefes dirigió al Sr. Dn. Víctor Emilio Estrada, á quien considerábamos
como á Jefe de nuestras operaciones, pero nos abstenemos de hacerlo, ya porque esos
documentos forman parte de la sencilla relación que contienen estas líneas…”. Más adelante
dan su apreciación de cada uno de los principales participantes: “Víctor Emilio Estrada, tipo
distinguido del talento y del valor, que sonreía ante el peligro y tendía á los vencidos su mano
cariñosa”. En efecto, veremos que esas palabras fueron muy ciertas.
Ya vimos páginas atrás que Víctor Emilio había recibido instrucciones muy claras de su padre
en cuanto a cómo debía actuar ese día: “Por sobre todo y si necesario contra todos”, era
responsable de la seguridad física del presidente Alfaro y su familia. Esa disposición obedecía a
dos razones. La primera era que, a pesar de todo lo ocurrido en esos días, don Emilio mantenía
su afecto por el General y no quería que sea lastimado, y la segunda era que la seguridad de
Alfaro era un requisito de Montero para apoyar, de manera pasiva, el golpe constitucional.
Víctor Emilio había acudido poco antes de la 1 de la tarde a la casa de la familia Dueñas, que
tenía vista a la Plaza de la Independencia. Ese sería su cuartel general desde donde observaría
los acontecimientos alrededor del Palacio de Gobierno. Tenía a sus órdenes un grupo de jóvenes
y cocheros armados que lo acompañarían como escolta para cumplir sus misiones.
En el plan, una vez neutralizada la guardia presidencial, tarea en la cual participaría una unidad
militar, el Presidente sería apresado por un grupo de jóvenes y de cocheros. No tomarían parte
en el acto de apresamiento elementos militares, pues el odio que sentían los soldados por los
Alfaro hacía peligroso encargarles esa tarea. Los encargados de esa misión tenían órdenes muy
claras: Tenían que apresar al Presidente, pero no hacerle daño a él o sus acompañantes y luego
de logrado esto, tenían que hacer señales y esperar la llegada de Víctor Emilio a una de las
puertas laterales del Palacio, pues él y su escolta se harían cargo de don Eloy para llevarlo a
salvo a una de las legaciones extranjeras, donde estaría a buen recaudo hasta poder brindarle la
seguridad y facilidades necesarias para salir al exilio en el extranjero.
No fue necesaria la intervención para neutralizar la guardia presidencial, pues al primer grito de
¡Viva la Constitución, abajo Alfaro! los soldados, con excepción de unos pocos, se pasaron al
bando revolucionario y abandonaron sus puestos.
Dicen los relatos que a la 1 menos 5 minutos de la tarde comenzó el tiroteo y en 5 minutos todo
estaba concluido, pero las cosas no fueron tan simples. Sí hubo oposición y prueba de ello es la
lista de bajas sufridas ese día, la que incluyó muertos y heridos. Se enfrentaron con el Escuadrón
Yaguachi en El Ejido y con la caballería en La Magdalena. Paradójicamente, donde no hubo la
esperada resistencia fue en el Palacio de Gobierno, por la defección de la escolta.
Un periodista de El Ecuatoriano, periódico publicado en Quito y Guayaquil, registró los hechos:
“La Artillería Bolívar dio principio al acto: en el momento los jóvenes comprometidos que
habían estado próximos á los cuarteles de los batallones Pichincha y Esmeraldas, se
presentaron al grito de ¡Viva la Constitución!, grito mágico, que fue repetido por los soldados:
¡los Alfaro habían caído! El pueblo en el acto se reunió, penetró á la Artillería y se armó,
dejando el parque casi limpio de fusiles. El Escuadrón de Caballería fue el único que se dirigía
á la ciudad vivando á Alfaro; pero el Colegio Militar lo contuvo, y tuvieron una pequeña
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refriega, que terminó con algunos muertos, y con la presencia de mayor fuerza que acudió
contra el Escuadrón”.
En ese momento el Presidente se encontraba en su despacho, con algunos ministros y oficiales
militares, entre ellos el coronel Luis F. Andrade, comandante del Regimiento Esmeraldas y el
comandante Hidalgo Albornoz, del Escuadrón Yaguachi. Ni bien se escucharon tiros, se mandó
averiguar qué pasaba y cuando se determinó que era un levantamiento contra el Presidente,
Andrade e Hidalgo salieron precipitadamente para sus cuarteles, encontrando a la salida al grupo
de jóvenes y cocheros armados que estaban tratando de entrar al Palacio con el fin de apresar al
Presidente. Los dos recibieron algunos disparos que los inutilizaron, pero sobrevivieron al
ataque. Mientras tanto, don Eloy y sus partidarios que lo acompañaban, tuvieron que refugiarse
en el despacho del Ministro de Instrucción Pública, local que se encontraba en el interior del
Palacio y por lo tanto era seguro ante las balas que acribillaban al edificio, y en especial al
despacho presidencial. Vivían un estado de total incertidumbre, pues no se tenía noticias
concretas de lo que estaba sucediendo.
Víctor Emilio estaba ahora en la Plaza de la Independencia con don Manuel Moreno, con quien
acudieron de inmediato a la residencia presidencial, para dar a la familia del general garantías de
seguridad.
Lo ocurrido después es algo confuso, pues los variados relatos tienen divergencias. Hemos leído
varios de esos relatos, entre ellos los del mismo don Eloy Alfaro, José Peralta, Manuel Moreno,
Roberto Andrade y Víctor Eastman Cox, que son los de mayor interés. Consideramos que aquel
de Víctor Eastman, el legado de Chile, es el que más se acerca a la realidad, pues coincide con
lo mismo que dice don Eloy, pero visto desde una perspectiva más objetiva. El relato de Peralta
es totalmente subjetivo y parcializado, al igual que el de Manuel Moreno, y en ambos casos los
relatores y protagonistas tratan de aumentar la dimensión de su participación.
Para entender mejor los acontecimientos, debemos tener claro que en ese entonces el Palacio de
Carondelet era sede tanto del Poder Ejecutivo como del Poder Legislativo, y en él se
encontraban también los despachos ministeriales. Una vez conocido que estaba en marcha un
golpe de estado los empleados de gobierno y los pocos soldados que quedaron adentro, cerraron
y trataron de fortificar el Palacio; quedaron también encerrados los senadores y diputados que
estaban adentro, mientras que los que estaban afuera no pudieron entrar a su sede y por lo tanto
permanecían en estado de confusión y dispersos por los alrededores del Palacio. Se pudo
localizar al Sr. Carlos Freile Zaldumbide, presidente del Senado, en su domicilio, pero él
inicialmente no quiso tomar acción por temor a su seguridad física.
Un grupo de legisladores reunidos por el Dr. Bermeo, entre ellos algunos suplentes, se
trasladaron a la Municipalidad de Quito, donde lograron sesionar y designar como Jefe Civil y
Militar al señor Pedro Valdez Mackliff, vicepresidente del Senado. Esto creó momentáneamente
un estado de incertidumbre, pues no le correspondía a él encargarse del poder, ni la
denominación del cargo correspondía a un término constitucional, siendo ésta una revolución
que pregonaba la defensa de esa Constitución. Nadie puede negar que se vivía un estado de
ruptura constitucional, pues el Presidente depuesto no había renunciado al cargo. Freile recién se
posesionó como Presidente Interino en la mañana del día 12, de tal manera que Valdez ejerció el
Poder Ejecutivo como Jefe Civil y Militar desde su proclamación en la tarde del 11 hasta la
posesión de Freile en la mañana del 12.
Mientras ejerció el Poder Ejecutivo, Pedro Valdez dispuso el apresamiento de don Eloy y sus
servidores. Para ello se nombró una comisión compuesta por el mismo Valdez, Federico
Fernández Madrid, César Mantilla y Manuel Moreno.
El Sr. Víctor Eastman Cox, Legado de la República de Chile, preocupado por la seguridad del
Presidente, había decidido acudir al Palacio para ofrecer sus servicios al Presidente y amigo.
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El plan original no se había podido ejecutar, pues los jóvenes y cocheros que tenían la misión de
apresar al Presidente, no pudieron ingresar al Palacio y por lo tanto se mantuvieron como
espectadores de los hechos, en las afueras del edificio.
El legado chileno logró cruzar la Plaza de la Independencia y se acercó a una de las puertas
laterales del Palacio, logrando ingresar de inmediato para ser conducido ante la presencia del
Presidente. El General lo abrazó emocionado, esperando que fuera portador de buenas noticias,
pero lo que pudo comunicarle Eastman aclaró la situación: Era un hecho el que estaba en
marcha una revolución para deponerlo. Eastman ofreció sus buenos oficios para interceder ante
quienes él tenía identificados como líderes de la insurrección: El vicepresidente del Senado,
Pedro Valdez y el coronel Juan Francisco Navarro. Eastman salió del Palacio con intención de
dirigirse a la Municipalidad, donde sabía estaban reunidos los congresistas y quienes
consideraba los líderes de la revolución, pero en el camino encontró al Sr. Valdez y al coronel
Navarro que acudían al Palacio, acompañados del legado del Brasil, Sr. Barros Moreira, y por lo
tanto el retorno fue inmediato. Los dos comisionados, quienes iban acompañados de Francisco
Fernández Madrid, César Mantilla y Manuel Moreno, le comunicaron al Gral. Alfaro que había
sido depuesto y le pidieron su renuncia. Se le ofreció, por parte de los dos legados presentes,
asilo político en cualquiera de sus legaciones. Eran cerca de las dos de la tarde y en vista de que
los hechos estaban consumados y que ninguna unidad militar de Quito acudió a salvarlo, don
Eloy aceptó el ofrecimiento del legado chileno. Salió don Eloy del despacho ministerial
acompañado de los pocos allegados fieles que habían quedado con él en el Palacio. Al salir a la
calle, se unió al grupo Víctor Emilio, quien se mantenía unos pasos atrás, cumpliendo la orden
de su padre de proteger la integridad física del General. Rodeaban al general los dos legados, sus
hijos Olmedo y Colón Eloy, y el coronel Navarro, así como unos pocos funcionarios del
régimen depuesto. Los escoltaban los jóvenes y los cocheros armados como protección ante la
tropa armada que amenazaba a don Eloy y un pueblo enardecido que lo insultaba. Cruzaron
frente al atrio de la Catedral. En el camino las fuerzas de don Eloy flaquearon y tuvo que ser
asistido por Víctor Eastman y el coronel Navarro, quienes prácticamente lo llevaron cargado,
pero ingresó en la Legación de Chile a salvo, con sus dos hijos. Don Manuel Moreno continuó
con algunos ex funcionarios del Gobierno depuesto, entre ellos los ministros Peralta y Martínez
Aguirre, hacia el Panóptico, donde serían recluidos.
Los relatos de lo acontecido divergen, como ya lo hemos dicho, pero la divergencia entre el
relato de Manuel Moreno y del mismo Víctor Emilio traerían consecuencias futuras para la
unidad de los revolucionarios. El relato de Víctor Emilio lo ubica fuera del Palacio, con su
escolta en espera de la salida de don Eloy para su traslado a una de las legaciones, pero el relato
de don Manuel Moreno lo ubica con el coronel Navarro en las tareas de reorganizar el Ejército,
de tal forma que, según Moreno, ni Navarro ni Víctor Emilio estuvieron cerca del Palacio. Esa
diferencia de relatos trajo una controversia con Moreno, pues Víctor Emilio consideró que en el
relato que hizo Moreno luego de los hechos, los omitió tanto a él como al coronel Navarro para
asumir protagonismo adicional. Está claro que no había empatía entre estos personajes que
habían sido participantes muy activos de los hechos. Moreno debía su lealtad más que a nadie al
Gral. Manuel Antonio Franco, quien tenía sus propias aspiraciones políticas, mientras Víctor
Emilio seguía claramente el objetivo de facilitar la posesión de su padre en la presidencia.
Al decir Moreno en su relato que Víctor Emilio permaneció con el coronel Navarro
reorganizando el Ejército, los remueve de toda actividad en los varios hechos que se dieron el 11
de agosto, pero la falla práctica de Moreno está en que la presencia de Navarro está bien
documentada y en cuanto a Víctor Emilio, mal podía un capitán de 20 años, con experiencia
solamente de edecán del Presidente desde la movilización a la frontera sur, en abril de 1910,
dedicarse a la reorganización del Ejército, una función de Estado Mayor que requería de
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conocimientos que en ese momento histórico estaban más allá de los que tenía Víctor Emilio en
la materia. Además, dentro de la organización revolucionaria había oficiales superiores mucho
más capacitados que Víctor Emilio para el ejercicio de esa importantísima y delicadísima
función técnica.
Más aún, los relatos de los hechos posteriores al 11 de agosto que aparecen en la prensa
independiente, no solo en La Unión y La Constitución, que eran obviamente estradistas, lo
ubican a Víctor Emilio en medio de la acción en varios hechos. Mal podía estar trabajando en la
reorganización del Ejército, tarea que requería concentración y dedicación, y al mismo tiempo
salir a realizar acciones en eventos que requerían que esté alerta a las noticias minuto a minuto.
Cuando estuvo seguro que Alfaro quedaba a buen recaudo, Víctor Emilio se ocupó de inmediato
de acudir a la Municipalidad de Quito, donde estaban reunidos, en estado de agitación, algunos
senadores y diputados. Habían designado como Jefe Civil y Militar al vicepresidente del
Senado, Pedro Valdez Mackliff, pero el doctor Juan Benigno Vela hizo ver a los congresistas el
error que estaban cometiendo, pues a quien le correspondía asumir la presidencia ante el
abandono del poder por parte de don Eloy, era al Presidente del Senado, don Carlos Freile
Zaldumbide. Si bien ya se había roto la Constitución deponiendo por la fuerza al Presidente, no
se debía continuar el estado de hecho y había que regresar de la manera más expedita al estado
de derecho. El Dr. Vela recordó a los diputados que el movimiento que se había generado era
precisamente en defensa de la constitucionalidad que don Eloy había estado a punto de romper.
Es un hecho innegable que al pedir y recibir asilo en la Legación de Chile, el general Alfaro
había abandonado el Poder Ejecutivo y dejado vacante el solio presidencial. La presentación de
su renuncia al día siguiente, lo que haría sería formalizar y dar legalidad a los hechos
consumados.
Don Carlos Freile fue llamado a la municipalidad el día 12 en la mañana, donde se posesionó
del cargo, pero de manera informal ante los legisladores presentes. Una vez posesionado, Víctor
Emilio lo acompañó con escolta al Palacio de Gobierno, para tomar posesión física del Poder
Ejecutivo. Don Carlos no ocupó el despacho presidencial, el cual fue sellado, sino que usó el
suyo como Presidente del Senado, desde donde ejerció el Poder Ejecutivo hasta la posesión de
don Emilio el 1° de septiembre. La visita al Palacio fue breve, pero quedó ya en manos de los
revolucionarios y se restableció su seguridad. Don Carlos regresaría al día siguiente para
posesionarse formalmente ante las cámaras legislativas, una vez renunciado el Gral. Alfaro.
Años después, motivado por un relato distorsionado de los hechos que formuló Olmedo Alfaro
Paredes, Víctor Emilio escribió: “Olmedo, i con Olmedo el General i sus amigos, creían que
tener a su lado los jefes de los batallones equivalía a tener el Ejército, pero la realidad era
diversa, i lo era porque esos jefes no tenían el aprecio de sus soldados por razones que mejor es
no mencionar aquí. La fuerza del Ejército la tuvo Terán que, como buen político, le hacía creer
al Gral. Flavio que trabajaba para él, pero Terán era también demasiado grande para servir de
puente, i después de muerto Terán esa fuerza jamás estuvo con el Gobierno sino con mi padre. I
los hechos así lo probaron el 11 de Agosto”.
En “Vida de un Hombre”, Víctor relata así los hechos del día 11: “A las 2 p.m., después de inútil
tiroteo en el centro de la ciudad (sólo en el Ejido y en la Magdalena nos fue preciso combatir
seriamente con los cuerpos que resistían) el General Alfaro bajaba las gradas del Palacio de
Gobierno, atravesaba la plaza de la Independencia y subía sano y salvo a su refugio de la
Legación Chilena en el edificio que ocupa hoy el Banco del Pichincha. Lo llevó de brazo el
Ministro Chileno don Víctor Eastman Cox. A pocos pasos fui yo, preparado para cumplir la
consigna de hacerlo respetar. Fuera del inevitable barullo y de la siempre desbordada fórmula
de la multitud, el General no corrió efectivamente ningún peligro personal”. Como estiló en
“Vida de un Hombre”, Víctor Emilio minimizó su propio rol en los eventos del 11 de agosto.
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Una vez que don Eloy quedó a salvo en la Legación de Chile, Víctor Emilio se dio el tiempo
para enviar un telegrama a su padre, con el siguiente texto: “Quito, Agosto 11 / Sr. Emilio
Estrada: El ejército y el pueblo acaban de reivindicar los derechos de la República. Estamos
victoriosos”. Mensaje lacónico que, sin embargo, llevaba mucha emoción contenida.
Lastimosamente, el pueblo y la tropa desbordaron su entusiasmo y se cometieron desmanes en
Quito. Se saquearon comercios y casas de alfaristas, y se agredió a muchos de ellos que eran
conocidos públicamente. Por eso, muchos alfaristas y flavistas se pusieron a buen recaudo.
Uno de los primeros blancos de los ataques había sido la oficina y talleres de El Tiempo, el
insultante periódico del coronel Luciano Coral. Se destruyeron las instalaciones, pero Coral se
escondió bien para evitar la furia popular. El pueblo lo buscaría hasta encontrarlo en pocos días.
La Prensa, periódico vespertino de Quito dirigido por Luis Napoleón Dillon, fue el primer
periódico que relató los hechos del día 11. En edición de la tarde de ese mismo día, se hizo
espacio para un corto relato de los hechos, que repiten lo que ya hemos visto. Reporta también
los nombres de los muertos y heridos que se habían registrado hasta el cierre de la edición.
Hasta ese momento se había contabilizado dos heridos y cuatro muertos entre los combatientes.
El cable de Víctor para Emilio causó que se detuvieran las prensas de La Unión, vespertino de
Guayaquil, y en la segunda página de la edición de ese día, se incluyó breve información del
corresponsal y dos informaciones importantes: El cable de Víctor Emilio a su padre, y el reporte
de que el Gral. Montero, y por tanto la III Zona Militar “...ha tomado las precauciones del caso
de tal manera que la población debe descansar tranquila en la seguridad de que el orden no se
alterará”. Era forma discreta de decir que la III Zona Militar apoyaba, aunque de manera pasiva,
el golpe constitucional.
Pero la situación de peligro e incertidumbre no acabó ese día. Ni bien se enteró de lo acontecido
en Quito, el Gral. Ulpiano Páez, comandante de la plaza de Riobamba, dispuso la movilización
de sus unidades a Quito, con el fin de reinstalar en el poder al Gral. Alfaro. Eso representaba un
peligro que se materializaría en pocos días, aunque se obstaculizara el tráfico ferroviario. No
debemos olvidar que la compañía del ferrocarril favorecía a los alfaristas por la protección
personal de Alfaro a Harman.
La amenaza de Páez era grave y don Emilio, así como el encargado del Poder Ejecutivo,
comenzaron a hacer gestiones para neutralizar a ese General.
En Riobamba se vivía una situación muy tensa, pues el Gobernador plegó de inmediato a la
causa Constitucional, mientras el Comandante Militar de la Plaza, Gral. Páez, permanecía fiel al
Gral. Alfaro.
El coronel Bartolomé Vinelli, uno de los oficiales que habían firmado la última intimación de
renuncia que le presentaron a don Emilio, fugó tan pronto estuvo claro que la unidad de su
mando se había pronunciado por la causa Constitucional. Para su mala suerte, era bien conocido
y por lo tanto, a pocos días fue capturado y reducido a prisión en Riobamba por el Gobernador
del Chimborazo, donde Vinelli temió por su vida. Pidió ayuda a Víctor Emilio, quien dispuso su
libertad. Este hecho lo mencionamos por algo que sucedería unos días después.
Al caer la tarde del día 11, Víctor Emilio envió un nuevo cable a su padre: “Señor Don Emilio
Estrada: El General Eloy Alfaro por intervención de varios liberales está asilado en la legación
chilena. / El Gobierno provisorio establecido así: Encargado del Mando Carlos Freile
Zaldumbide; Ministro de guerra general Manuel Antonio Franco y encargado de las carteras
de Hacienda, de lo Interior y Relaciones Exteriores Octavio Díaz. / Jefe de Zona, coronel Juan
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Francisco Navarro.- Cuarteles organizados todos con Jefes liberales, de prestigio y de
confianza. -Mañana daré más pormenores, comunica á amigos civiles y militares. / Tu hijo,
Víctor Estrada”.
La noche del 11 al 12 fue intranquila en toda la ciudad. Los disparos no cesaron en toda la noche
y se dieron muchos saqueos y robos aprovechándose de la situación de incertidumbre.
El día 12 amaneció con el pueblo inquieto. Alfaro estaba depuesto pero no había renunciado a la
presidencia. Cualquier movimiento podía restablecerlo. Era necesario que renuncie
formalmente. La situación militar era también intranquila. Flavio Alfaro se encontraba
escondido, al igual que otros oficiales alfaristas. No se sabía qué podían estar tramando.
Víctor Emilio, por su lado, se mantuvo ocupado en los días posteriores al 11 de agosto
consolidando el golpe constitucional, ya que las conspiraciones no cesaban por parte de
alfaristas que aspiraban desesperadamente recuperar el poder. También conspiraban los
flavistas, quienes buscaban neciamente la forma de posesionar a su líder como presidente.
Los telegramas entre padre e hijo iban y venían varias veces al día. El hijo informaba y el padre
disponía, guiaba y aconsejaba, aunque Víctor Emilio actuaba como le parecía conveniente
porque estaba en el lugar de los hechos y tenía que responder adecuadamente ante ellos.
Tarde en la mañana del día 12, Luis Napoleón Dillon, director de La Prensa, llevó una masa
humana a la casa del Presidente interino, quien ya se había posesionado de manera informal en
el Municipio de Quito. Se manifestaron ruidosamente y los arengó con la ayuda del Dr. Isidro
Ayora, quien era un elocuente orador. Un grupo subieron a entrevistarse con don Carlos Freile y
éste salió al balcón para pronunciarse ante el pueblo. En su discurso don Carlos dijo: “Acaba el
ilustre Pueblo del Diez de Agosto, en asocio del heroico Ejército Nacional, de dar una prueba
más de su amor á la libertad y de respeto á las instituciones. / El justo recelo de que las bases
fundamentales del Estado padecieran menoscabo, mancomunó los esfuerzos del Ejército y del
Pueblo, y su actitud resuelta ha removido toda tentativa de conculcación de nuestros derechos
de Ciudadanos libres (...) La página que habéis escrito el día de ayer es página sin ejemplo en
los anales de nuestra Historia; habéis probado al mundo que vuestro voto por el distinguido
ciudadano Sr. don Emilio Estrada fue consciente, libre y espontáneo, así como lo fue el de mis
compatriotas que sufragaron por ese prestigioso hombre público / Ecuatorianos: Los destinos
del país están en vuestras manos; si queréis una Nación próspera y feliz, amad el Orden,
ejerced la Justicia, vivid libres”.
Renuncia del presidente Alfaro y acontecimientos posteriores
Uno de los pedidos que le presentaron los manifestantes al Presidente interino fue que se
solicitara formalmente la renuncia del Gral. Alfaro a la presidencia, a lo que accedió don Carlos.
El pedido fue redactado de inmediato y fue entregado por el Presidente interino a una comisión
de agentes diplomáticos que se había conformado para velar por la seguridad del depuesto
mandatario. Esos agentes estaban reunidos en la Legación del Brasil, donde también estaba el
Legado chileno. Eastman se apresuró a su Legación con el pedido, al que accedió de inmediato
el Gral. Alfaro, estampando su firma en el documento. Eastman regresó a la Legación de Brasil
y entregó el documento al Dr. Freile. El texto de la renuncia dice así: “Señor don Carlos Freile
Zaldumbide. - Ciudad. / Por conducto del señor Ministro de Chile acabo de recibir su carta de
esta fecha en la cual Ud. me manifiesta que el pueblo quiteño, congregado en meeting, solicita
mi dimisión del cargo de Presidente de la República por los días que faltan para la terminación
de mi período constitucional. / Ayer como á las dos de la tarde, encontrándome en el Palacio de
Gobierno con mis ministros, recibí una honorable comisión de caballeros que me hicieron igual
solicitud. No conociendo la magnitud del movimiento estimé de mí deber rechazar tal pedido.
Recibí en seguida la visita de los Ministros de Chile y del Brasil, y con ellos me trasladé a la
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Legación de Chile donde me encuentro asilado. / Sin entrar á considerar los términos de su
carta, quiero manifestar á Ud. que como ecuatoriano patriota no deseo que por mi interés
personal se derrame una gota de sangre y que, por lo tanto, hago dimisión del cargo de
Presidente de la República, lo cual hará continuar el régimen liberal al amparo de la
Constitución. / Dios y Libertad, Eloy Alfaro”.
Esta renuncia fue leída públicamente por don Carlos Freile Zaldumbide desde la Legación del
Brasil, generando algazara en el pueblo congregado en los alrededores.
Lo más importante del texto de esa renuncia son las últimas palabras: “hago dimisión del cargo
de Presidente de la República, lo cual hará continuar el régimen liberal al amparo de la
Constitución”, lo cual, por declaración del mismo Alfaro, pues nadie le dio redactando esa parte
del texto, dio legitimidad constitucional al régimen interino de Freile.
La Prensa del día 12 reportó el nombramiento del Gabinete Ministerial por parte del Encargado
del Poder Ejecutivo. Como veremos, discrepa en algo con lo reportado por Víctor Emilio a su
padre el día anterior: Ministro de lo Interior y Policía: Dr. Octavio Díaz; de Guerra y Marina:
Gral. Manuel Antonio Franco; de Instrucción Pública, Dr. José Julián Andrade; de Relaciones
Exteriores, Dr. Alfredo Baquerizo Moreno. Interesante es que no se había nombrado Ministro de
Hacienda y los nombrados para Instrucción Pública y Relaciones Exteriores no habían
respondido a los cables con las ofertas de sus cargos. Se nombró también Jefe de la I Zona
Militar al Gral. Fidel García y al nuevo Intendente de Policía de Pichincha, nombramiento que
recayó en Federico Fernández Madrid, quien de inmediato dictó medidas para tratar de
restablecer el orden y la ley en la ciudad de Quito. Sus órdenes no surtieron efecto sino hasta
algunos días después.
De Tulcán se recibió un reportaje que la plaza había acogido con beneplácito el cambio de
Gobierno y que se consideraban los precursores del golpe constitucional por la intimación que
habían hecho al Gral. Alfaro días atrás.
Flavio permanecía escondido, pero seguía dirigiendo a sus lugartenientes en sus esfuerzos a
todas luces ilegítimos.
El día 12 se localizó, a través de los medios de inteligencia de los revolucionarios, el lugar
donde se escondía Flavio Alfaro Santana. Se lo denunció al Gobierno y se armó el operativo
para apresarlo, el que estuvo a cargo del capitán Puente y 15 hombres. Se había refugiado en la
finca del Sr. Eastman, el Legado de Chile, pero a diferencia del edificio de la Legación, su finca
particular, ubicada al norte de Quito, no tenía estatus de extra territorio y por lo tanto podía ser
allanada por la autoridad.
Don Víctor Eastman acudió a su finca y en su relato de los acontecimientos dijo que “un grupo
de quince o más jóvenes armados, muchos de ellos algo afectados por el licor, salían en un
carruaje de posta desde mi Quinta, conduciendo al mencionado general…” Sin embargo, el
oficial destinado para apresar a Flavio se portó con total decoro y muy cortésmente tocó la
puerta de la finca. Al abrirse preguntó por el Gral. Flavio Alfaro y pidió se acerque a la puerta.
Alfaro lo hizo, comprendiendo así que su refugio había sido descubierto. El capitán Puente le
comunicó que estaba arrestado y que debía acompañarlo. Alfaro aceptó salir sin violencia,
entregó su arma y pidió tiempo para preparar su coche, con el fin de que lo conduzca al
Panóptico. Puente accedió y una vez listo el carruaje, salió Flavio con la escolta.
A poca distancia se encontraron con el coche del Sr. Eastman, que acudía a su finca a visitar a
Flavio. Se hizo señales para que se detenga la escolta con el prisionero. Eastman se acercó al
coche y comprobó que se trataba de su ex huésped. De inmediato dialogó con Puente sobre el
peligro que corría Alfaro debido a la exaltación del pueblo quiteño y pidió se transfiera la
custodia del prisionero a él, para protegerlo en el camino al Panóptico. Puente aceptó y las
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banderas de Chile y la blanca de la paz fueron transferidas del coche de Eastman al de Alfaro.
Puente, como responsable del prisionero y Eastman como su protector, se trasladaron al coche
de Flavio, que reinició su camino con la escolta.
Entrando a Quito, la multitud no tardó en rodear el coche, lanzando insultos contra Flavio Alfaro
y disparando al aire. El sistema de inteligencia de los revolucionarios pudo informar a Víctor
Emilio del arresto y cumpliendo de manera extendida la misión dispuesta por su padre, brindó
protección al prisionero desde que llegó a las afueras del Panóptico, acompañándolo hasta
dejarlo seguro en una celda. Julio Estrada Icaza nos narra los hechos tal cual se los relató a él su
padre: “Conociendo la actitud de los soldados, mi padre corrió veloz, llegando al Panóptico
para tomarlo del brazo y subir con él la rampa. La guardia, soldados del ‘Esmeraldas’, se
formaron y comenzaron a apuntar al General. Este dijo: ‘Ve, Víctor Emilio, lo que van a hacer’
y Víctor Emilio se colocó delante de Flavio e increpándole a los soldados, lo llevó al general a
su celda, sano y salvo”.
Aquí hacemos una puntualización necesaria referente a los medios de comunicaciones que
servían a la revolución constitucional en ese agosto de 1911. En varios relatos sobre los
acontecimientos trágicos de enero de 1912 se menciona vagamente el rol del gremio de
cocheros, quienes fueron partícipes en los actos de violencia. De hecho, el nombre de José
Cevallos, cochero, es mencionado prominentemente como uno de los asesinos de don Eloy.
En este relato ya hemos leído también, en términos generales, que muchos de los cocheros
participaron en la revolución constitucional.
En realidad, el gremio de cocheros jugó un rol fundamental en la revolución, pues fueron el
principal medio de comunicación de los revolucionarios. Ellos, que estaban en todas partes de
Quito, se encargaban de mantener informado al cuartel general de los revolucionarios de todo lo
que acontecía en la ciudad y es por esto que vemos a Víctor Emilio presente en los puntos
críticos. Esa presencia oportuna se debió por entero a los cocheros. Por cierto, no es que Víctor
Emilio se movilizara en coche, pues lo hacía a caballo por la mayor agilidad y velocidad que
tenía, pero eran los cocheros quienes lo informaban, lo dirigían hacia los puntos de la acción y lo
apoyaban cuando era necesario.
Al mismo tiempo es necesario puntualizar que sin el gremio de cocheros, es muy posible que la
revolución no hubiera tenido éxito. Y sería un estudio interesante el que analice la causa del
distanciamiento y hasta odio que sintió ese gremio por don Eloy y los Alfaro. En el caso del
apresamiento de Flavio, ellos fueron los que alertaron al pueblo de que Flavio estaba por entrar a
Quito, lo cual enardeció a las turbas que lo siguieron hasta el panóptico.
En las comunicaciones también participaron los estudiantes, pero en otro nivel, pues ellos hacían
una labor más al nivel de inteligencia secreta, indagando información política y militar, lo que
permitió, como ejemplo, localizar a Luciano Coral en su escondite a poco de ocurrida la
revolución.
Un hecho un tanto gracioso se dio cuando aquel comisario de policía que amenazó con allanar la
vivienda del presidente electo, fue atajado por uno de los revolucionarios cuando fugaba a
esconderse. Dice el reportaje en La Prensa del día 12: “Ayer en medio de la pelotera, el ex-
comisario Alejandro Almeida, se retiraba á paso de derrota cuando dio de frente con un
soldado que le tendía el rifle, diciéndole al mismo tiempo que grite ¡Viva la Constitución! y el
señor Almeida, que siempre la ha respetado, sobre todo, cuando abrogándose derechos ajenos
ha juzgado á los periodistas, no tuvo más remedio que vivar la Constitución aunque con voz
trémula y acongojada. -Quien siembra vientos cosecha tempestades”.
La noche del 12 al 13 fue la primera en que Víctor Emilio pudo descansar unas horas, en la casa
de los Espinosa Palacios y bajo el cuidado de sus anfitriones, pues doña Isabel estaba
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preocupada porque a Víctor le diera una descomposición nerviosa como la ocurrida el día 8 de
julio, cuando de manera inesperada se encontró al frente de un movimiento revolucionario.
Aquí vale esclarecer de qué exactamente se trataba esa “descomposición”. Fue un ataque severo
de colitis nerviosa, que por la intensidad de los espasmos le paralizó la digestión y generó un
estado de descomposición general. Doña Isabel se encargó de alimentarlo, pues no había comido
nada desde el día 11 en la mañana, de darle jarabe de Valeriana para tranquilizarlo y relajar sus
nervios, que se encontraban tensos como cuerda de violín, y ponerlo a dormir. Ella se mantuvo
en custodia en la puerta del dormitorio para que el joven tuviera un sueño ininterrumpido. Los
despachos e informaciones que le llegaban fueron atendidos por ella, como su secretaria que era,
pues no hubo alguno que justificara despertarlo. Doña Isabel estaba consciente de que el éxito
de la revolución giraba en estos momentos alrededor del joven Estrada, quien uniformado y con
la autoridad dada por su padre, era obedecido por todos los civiles y soldados participantes en la
revuelta, aún aquellos que eran jerárquicamente superiores, como ministros de estado y oficiales
militares.
Conociendo la orden de movilización dada por el general Páez, los legados diplomáticos
gestionaron que don Eloy dé órdenes a sus tropas fieles para que depongan las armas. No lo hizo
de inmediato, pues seguramente albergaba algunas esperanzas de restitución, pero sí lo hizo al
día siguiente, el 13 en la mañana, con lo cual se neutralizó el peligro de un encuentro cruento
entre tropas alfaristas y tropas del ahora legítimo, aunque interino, Gobierno del Dr. Freile. Para
la noche del día 13 el Gral. Páez, quien ya había avanzado hasta Latacunga, se había sometido al
Gobierno Constitucional. Con eso se resolvió el mayor peligro militar, pero la situación
continuaba inestable, ya que algunas unidades militares aún no se pronunciaban por el Gobierno
Constitucional.
Esa orden del ex presidente Alfaro a sus tropas leales no sería acatada por el coronel Carlos
Alfaro Acosta, su sobrino, quien ni bien se enteró de la revolución en Quito, abandonó su cargo
en la plaza militar de Guayaquil y se fugó a Los Ríos con armas tomadas de su unidad, con el fin
de hacer guerra de guerrillas en esa provincia y luego dirigirse hacia Manabí. Carlos Alfaro, a
pesar de su rango en el Ejército, estaba ahora fuera de la ley, ya que lideraba una montonera
ilegal y equipada con armas sustraídas arbitrariamente del parque militar de Guayaquil. Su
propósito era instalar en el poder a su primo, Flavio Alfaro Santana.
La edición del día 12 de La Unión fue matutina y cubrió, en la medida que recibían información,
los hechos del golpe constitucional. Esa edición buscaba tranquilizar a la ciudadanía y mantener
el orden en los puntos donde llegaran sus ejemplares. En ella, los editores nos revelan que ni
bien recibieron el cable de Víctor Emilio el día anterior anunciando el éxito del golpe,
publicaron una hoja suelta, la cual fue circulada de inmediato por la ciudad.
Para el día 12 en la tarde se habían contabilizado en Quito 16 muertos y decenas de heridos. El
golpe había costado preciosa sangre en defensa de la Constitución.
El día 13 La Unión se burla de su colega El Tiempo de Guayaquil, pues el día 12 publicó un
telegrama que sin duda fue enviado por Luciano Coral poco antes de que la turba llegara a los
talleres de El Tiempo en Quito, el cual decía: “Para la tranquilidad pública: Situación peligrosa
pasó. Gobierno firme. Generales Eloy y Flavio Alfaro perfectamente. Espere detalle”. Los
editores de La Unión lo exponen como una muestra de las mentiras de mala fe que publicaba El
Tiempo. Si se lee las ediciones de ese periódico, queda clara su parcialidad pro alfarista y
flavista.
Los siguientes días La Unión continuaría publicando notas tendientes a consolidar el régimen
constitucional interino.
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Don Carlos Freile Zaldumbide estaba consciente de que ejercía la presidencia interinamente y
consideró adecuado consultar y mantener informado permanentemente de sus actos al Presidente
electo, quien se posesionaría en veinte días. La relación del Encargado del Poder con el
Presidente electo fue de acción conjunta y consecuente con los principios liberales, aunque
respetuosa de las prerrogativas constitucionales de cada uno de ellos en el momento que vivían.
Víctor Emilio, por ser el representante de su padre en Quito, mantuvo contacto estrecho con el
Sr. Freile, pero de manera muy discreta, pues constitucionalmente no tenía un rol que
desempeñar en el nuevo gobierno.
El día 13 fue asesinado en su celda del Panóptico el coronel Luis Quirola, asesino del general
Emilio María Terán. Buena razón tenían los presos políticos para estar preocupados por sus
vidas, pues la muerte de Quirola era una demostración de que la soldadesca de guardia no tenía
un control efectivo que pudiera mantener la disciplina y garantizar la seguridad de los presos.
Ese mismo día Víctor Emilio envió el siguiente telegrama a su padre: “Páez optó por lo único
justo y razonable y regresa ya á sus acantonamientos.- Me parece que todo ha terminado.- Tu
hijo. Víctor Estrada”.
Era un gran alivio, pues la rebeldía de Páez ante el Gobierno Constitucional habría sido causa de
una cruenta guerra civil. Pero “todo” no había terminado. Aún había que mantener una constante
vigilancia sobre la volátil situación militar y política.
Luciano Coral Morillo, director de El Tiempo de Quito y Guayaquil, se había puesto a buen
recaudo cuando el pueblo se acercaba a la imprenta de su periódico en Quito, para destruirla. La
Prensa de Quito nos relata que fue apresado el día 13 de agosto en una casa cercana a los talleres
de la imprenta, donde le habían dado refugio. Víctor Emilio se enteró inmediatamente a través
de los cocheros y acudió al lugar de los hechos con su escolta. Los ánimos del pueblo estaban
encendidos y querían agredir a Coral, pero Víctor Emilio le brindó protección hasta entrar en el
Panóptico. Seguía cumpliendo, ampliada a los principales líderes alfaristas, la orden de su padre
de evitar atropellos contra ellos y salvaguardar sus vidas. En el caso de Coral, se trataba de
quien había atacado e injuriado virulentamente, con falsedades e improperios, a don Emilio,
usando sus medios de comunicación. Mientras ejecutaba esa orden, a Víctor Emilio se le
grababa indeleblemente en su personalidad la obligación de ser magnánimo con los vencidos.
No importaba cuánto daño le había hecho el enemigo, una vez caído en desgracia, tendría la
protección del vencedor.
Coral, por cierto, salió al día siguiente del Panóptico, pues hizo valer su fuero como diputado del
Partido Liberal, condición que le fue revocada por el Legislativo el 15 de ese mes, al
confirmarse que no era ecuatoriano, sino colombiano. Coral se había hecho pasar como
ciudadano, asegurando que había nacido en Tulcán, pero nunca presentó su partida de
nacimiento.
Es este caso en particular vale citar textualmente al corresponsal de La Unión, en Quito, quien
fue testigo presencial de los hechos. Su reportaje se publicaría en La Unión N° 146, del 21 de
agosto, pero lo veremos aquí anticipadamente:
“Quito, Agosto 14 de 1911. / Sr. Director de <La Unión>. Guayaquil.
En uno de los últimos correos le escribí y supongo sí habrá alcanzado a llegar a sus manos.
Ignoro cómo estará eso por allá y no queda más remedio que esperar.
El objeto de la presente es relatarle un episodio que lleva el mérito de haberlo presenciado y la
casualidad de conocer personalmente Ud. y yo al protagonista del incidente:
Era el domingo, tercer día de la intranquilidad y zozobra en Quito, pues aún no se sabía el
resultado acerca de las gestiones que se habían iniciado para rendir al batallón Carchi
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acantonado en la plaza de Latacunga. Eran las tres y media de la tarde, día muy bonito y
mucha gente por las calles principales.
Yo vivo en la (sucursal del hotel Royal) calle de Venezuela, principal calle de Quito. Me
encontraba medio adormitado luego de haber regresado de la barra del Congreso, cuando oí
ruido extraño en la calle; me asomo y veo el rostro de las gentes (que había en la calle), unos
poco alarmados y curiosos. Encima de las oficinas donde se editaba <El Ecuador> se
aglomeraba un grupo de personas que algunos militares de á pie y á caballo procuraban alejar.
El resto de la calle se había despejado y algunos jefes y oficiales la recorrían suplicando a
todos que hicieran el favor de retirarse porque se iba á trasladar un preso al Panóptico. Debajo
de mi ventana se encontraba un grupo de soldados de línea, armados. A poco vino un coche
victoria, expresamente llamado, pues todos los cocheros abandonaron su negocio para
constituir un escuadrón que ya está militarizándose.
Ante estos preparativos, sustos, alarmas, despojo de la calle, presencia del hijo del señor
Estrada, me supuse que sería algún criminal peligroso, cuya vida se trataba de salvar de las
iras del pueblo de Quito.
Después de una media hora de preparativos y de hacer cerrar las puertas de calle; á una voz y
listos, vi arrancar el coche del lugar que le indico y venir en mi dirección á todo escape.
En ese momento, como en una escena teatral bien ensayada, se oyó un grito del pueblo que
insultaba y pedía que maten al preso ó que debía ir a pié.
Inmediatamente los oficiales de á caballo rodearon el coche preparando las armas y lo mismo
hicieron los soldados corriendo y atajando al pueblo.
Entre tanto, yo lleno de curiosidad, procuraba ver el coche y presencié el espectáculo siguiente:
en el fondo, vestido de negro, lívido, amarillo, la vista brillante, las manos crispadas apoyadas
en las rodillas, incursado adentro; el señor don Luciano Coral; en el otro asiento, un joven que
no conocí y encima de las rodillas de ambos protegiéndolos con su cuerpo y teniendo un
revólver en la mano derecha, Víctor Emilio Estrada.
Cuando pasó el coche por frente de la ventana donde estaba asomado, medio se detuvo un
instante para cruzar la boca calle y seguir á escape; en ese momento alzó la mirada el señor
Coral y me vio; después, el torbellino de la carrera, sonó un tiro de rifle, la gente corrió á
tomar los atajos por las calles vecinas y cuando todos creíamos en una desgracia, le tocó la
felicidad de llegar ileso, entró al Panóptico más ó menos á las cuatro de la tarde. Y… salió hoy
día de mañana, lunes… por ser Diputado de la Nación.
Este relato he querido hacerle por la novedad del suceso y la clase del protagonista. Ambos
conocemos al señor Coral y no he podido por menos que atreverme á usar del género
descriptivo á la medida de mis fuerzas. Si la historia no está clara, reciba mi buena voluntad y
para cuando vaya me reserve contarle primores de lo que ha pasado…”
El día 14 Víctor recibió un telegrama de don Julio Icaza García, su futuro suegro. El texto del
cable nos revela que le había enviado algunos telegramas anteriores pero no habían llegado a su
destino, lo cual nos indica que los simpatizantes alfaristas o flavistas estaban interviniendo los
telégrafos, en buena parte controlados por la compañía del ferrocarril, pues sus líneas seguían la
vía férrea. De hecho, la línea telegráfica estuvo interrumpida algunas horas por un derrumbe que
afectó la vía férrea y por tanto la línea que corría paralela a ella. En ese cable le reiteraba sus
felicitaciones (enviadas en los cables anteriores), le indicaba que había visitado con frecuencia a
don Emilio y le comunicó que Isabel se encontraba mejor de salud, lo cual nos indica que había
estado indispuesta, a más de que ya estaban formalmente enamorados, pues de otra forma don
Julio no tenía por qué dar esa información.
Ese mismo día el Congreso, aquel Congreso constituido mayoritariamente por alfaristas, aunque
según algunos relatos eran suplentes (también alfaristas) y no los titulares, resolvió la colocación
de una placa en el palacio de Gobierno, exaltando el 11 de agosto y atacando al general Eloy
153
Alfaro. Don Emilio no permitiría que se la confeccione y peor que se la instale, pues no quería
que se recuerden con infamia los hechos que marcaban el triste fin del mandato de don Eloy.
Don Emilio y su hijo Víctor Emilio estaban plenamente conscientes de que la Constitución
había tenido que ser forzada de la vertical para poder mantenerla y evitar un nuevo rompimiento
que habría obligado a confeccionar una nueva para justificar otra jefatura suprema de Alfaro.
Era una situación dolorosa para ambos como ecuatorianos, pero estando dentro del juego
político; había que participar en él reaccionando adecuadamente ante las prácticas de los
adversarios. Ante una política sucia, no quedaba otra alternativa que aplicar la máxima
maquiaveliana de que “el fin justifica los medios”.
Una muestra de la inestabilidad de la situación militar nos la da el día 14 de agosto el tercer
comandante del batallón Jaramijó, quien en ese día recién anunció que su unidad se pronunciaba
por la Constitución. Presumiblemente había desautorizado a los dos oficiales sobre él.
Por otro lado, ese mismo día Víctor Emilio recibió varias felicitaciones por su actuación el día
11. Adolfo Gómez Santistevan, Nicanor Palacios y un Sr. Panchana felicitaron a Víctor Emilio
por cable, haciendo extensivas las felicitaciones de otros amigos. Los elogios decían que era el
salvador de la República y calificaban su actuación como brillante.
Pero esos elogios fueron nivelados por los pedidos de información de su padre, a quien ya se
había informado de la renuncia del Gral. Franco como Ministro de Guerra. Su padre le indica
que no puede viajar aún de Guayaquil a Quito, pues “el momento difícil no pasa todavía”. En
efecto, los agentes flavistas y alfaristas en Guayaquil no cesaban de intentar cambiar la posición
del Gral. Montero y Emilio tenía que estar presente en la III Zona Militar hasta que se consolide
la situación. Ya estaba enfrentándose al problema de Carlos Alfaro en Los Ríos y había que
consolidar favorablemente la situación en Manabí, donde estaba a cargo el Gral. Delfín Treviño,
otro antiguo alfarista, cuya lealtad al nuevo orden estaba en duda.
La renuncia del Gral. Manuel Antonio Franco fue una sorpresa ingrata para don Emilio pero no
para quienes estaban en Quito, pues ni bien se anunció su nombramiento, el pueblo quiteño, aún
exaltado por los actos del día 11, se congregó frente al Palacio de Gobierno para pedir a coro la
renuncia de Franco, quien había sido, cuando servidor obsecuente de Alfaro en la capital, uno de
los más feroces represores de los quiteños, algo que desconocía en detalle don Emilio.
Felizmente, Franco fue sensible ante el clamor popular y presentó la renuncia del gabinete del
Sr. Freile, quien nombró en reemplazo al coronel Juan Francisco Navarro, hasta ese momento
Jefe de Zona y del Estado Mayor del Ejército, puestos que ocupaba desde el día 11 de agosto.
A pesar de que los íntimos del círculo de don Emilio sabían que no viajaría todavía, el día 14 La
Prensa, de Quito, anunciaba su viaje a mediados o fines de esa semana. Era desinformación
necesaria para mantener a la oposición en estado de incertidumbre.
El periódico La Prensa publicó ese día una lista de heridos en las acciones militares del día 11,
reiterándose así que no fue una pacífica revolución de 5 minutos, sino una tan sangrienta y
violenta como muchas otras de nuestra historia republicana.
La edición del día 14 de La Unión, daba a conocer que el día 13 se había convocado y realizado
en Guayaquil una manifestación en defensa de la constitucionalidad. El general Montero se
pronunció formalmente a favor de la Constitución, reconociendo el Gobierno del Sr. Freile
luego de la renuncia del general Alfaro. La manifestación pública se realizó en la Plaza
Rocafuerte, frente a la Iglesia de San Francisco, y avanzó por 9 de Octubre hacia la casa del
presidente electo. Concentrado el pueblo bajo su balcón, don Emilio salió a él y pronunció un
cívico discurso que agradó al pueblo. Luego de otros discursos, la multitud regresó a la Plaza
Rocafuerte y de allí se dirigió al lugar donde funcionaban los talleres de El Tiempo para
reclamar por los agravios contra don Emilio, donde colocaron una bandera y escudo nacional y
154
luego se desbandó. En su edición de ese mismo día, El Guante declaraba que la
constitucionalidad la representaba el Gral. Alfaro y que debía continuar su mandato hasta el 1°
de septiembre. Por otro lado, El Tiempo, que aún se publicaba en Guayaquil, admitió no haber
recibido noticias de la Capital, pero reiteraban su apego al mandato del Gral. Alfaro.
La actitud del general Montero consolidó al régimen interino del Sr. Freile a nivel de la Costa
Sur.
En medio de la revuelta, los negocios continúan
En La Unión del día 14 se publicitó la fábrica La Victoria, operando al momento bajo la
administración de José Gómez Santistevan. El aviso nos hace conocer que ahora estaba
ampliada en sus instalaciones industriales. No solo contaba con la planta de la calle El Oro, la
oficina de venta de mosaicos de don Emilio en el centro, la oficina de José Gómez Santistevan,
también en el centro, sino que ahora contaba con producción de ladrillos cocidos en una
hacienda, también llamada La Victoria, cerca de Pascuales. La publicidad proclamaba que La
Victoria era la única fábrica de su género en el Ecuador.
También se publicitaba en otra parte del periódico el negocio de importación de vehículos
Studebaker, en el que figuraba José Gómez Santistevan como agente, pero era un negocio en
sociedad con Víctor Emilio.
Veamos el aviso:
Luis Antonio Célleri, un comerciante guayaquileño que conocía a don Emilio y a su hijo, fue
efusivo al alabar el accionar del joven Estrada. El día 15 de agosto le escribió una carta en que
demuestra el sentir de muchos ciudadanos en cuanto al régimen que había sido derrocado:
“Mi siempre distinguido amigo:
Principiaré esta mi carta tomando sus palabras: somos victoriosos; i, así es la verdad pues
nunca el Destino se ha mostrado tan benévolo para esta República como hoy, después, también
es cierto, de sufrir una opresión que felizmente ya pertenece a la Historia, i Víctor Emilio, lo
que es más cierto aún, de experimentar todos los días los más injustos i sangrientos denuestos,
no solo de enemigos, sino, hai que tenerlo presente, de los que pudiendo contener no lo hicieron
i yacen fugitivos o asilados sin poder presentarse, temerosos de las iras populares. Somos
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victoriosos, mi querido amigo, i confieso con generosidad, pues nunca he abrigado el egoísmo
de negar méritos a quién los tiene, esta victoria la debemos en gran parte, en muchísima parte a
usted……! Dada su corta edad, diré sin ambages: yo ni imaginaba que una obra semejante de
transformación saliera de sus manos…..!
Víctor Emilio, ha escrito usted el primer renglón de su vida política i aunque yo no soi ni
pretendo dar consejos a usted, sí me permito lanzarle un ¡Hurra! de estímulo i encarecerlo que
siga trazando la página de su vida con la mano derecha; (…) yo como ecuatoriano desde el
fondo de mi alma le agradezco i lo proclamo derrocador de tiranos; barra, Víctor Emilio, de
toda esa bazofia hasta el último peldaño presidencial, i cuando esté limpio ayude a su papá a
rodearse de hombres honrados que den gloria a su administración…”.
El sentir del Sr. Célleri era el de muchos ecuatorianos que se habían desencantado con el
gobierno del general Alfaro. En otra parte de la carta el Sr. Célleri dice haber escuchado a don
Emilio decir: “Olmedo ha sido la causa de la caída de su padre”, comentario que le hace a
Víctor Emilio como una amigable advertencia del rol que podría jugar en el gobierno de su
propio padre.
Don Emilio le envió a su hijo un telegrama el día 15, en el cual le dice: “Me alegro que trabajes
hasta la hora que veas preciso, aquí todo está tranquilo, no obstante los preparativos de Carlos
Alfaro. En el cuartel del N° 1° he hecho guardar una docena de esos bribones que tenían
alarmada á la ciudad con sus gritos y tiros. No conviene que te muevas de Quito, todo tiene su
oportunidad, yo también deseo que recibas las felicitaciones personales que mereces pero hay
que aguardar. Recuerdos para Moreno, Isabel – Tu papá / Emilio Estrada”.
En la Plaza de la Independencia en Quito se armó una trifulca, pues comenzó a salir humo de un
edificio al lado de la Legación de Chile y el pueblo pensó que era una distracción para facilitar
la fuga de don Eloy, quien continuaba asilado en esa Legación. La turba comenzó a intentar
entrar en la Legación a la fuerza y don Víctor Eastman tuvo que enfrentar a los manifestantes en
las puertas, reclamando su estatus diplomático. Víctor Emilio fue informado de inmediato,
acudiendo con ocho soldados a caballo, con quienes repartió sablazos para dispersar a los
exaltados ciudadanos. En pocos minutos la Plaza Grande estaba despejada y el pequeño fuego
había sido controlado en el edificio vecino a la Legación. Volvió la tranquilidad, pero Víctor
Emilio estaba muy consciente de lo frágil que era la situación ante la exaltación del pueblo
quiteño, que buscaban cualquier excusa para provocar desmanes y aprovecharse de la confusión.
La noticia de la renuncia del general Franco al Ministerio de Guerra recién comenzó a hacerse
pública el día 15 de agosto. A don Emilio no le agradó la noticia, pues tenía confianza en Franco
como un elemento necesario para consolidar su régimen y por ello insistió con su hijo, pensando
que se trataba de una mala información. Víctor Emilio tuvo que ratificarle a su padre la renuncia
y explicarle que se había debido a una manifestación popular espontánea de rechazo que se
generó cuando se hizo público el nombramiento.
La pérdida de Franco como Ministro de Guerra y Marina por esa circunstancia fue un golpe para
don Emilio, pues contaba con él como su futuro ministro. Víctor Emilio, por su parte, no sintió
lo mismo, pues había podido conocer más al personaje y su círculo de allegados en las difíciles
circunstancias recién vividas. Él se sentía más cómodo con el coronel Juan Francisco Navarro,
con quien había congeniado muy bien.
Muchos periódicos liberales daban por terminada la revolución constitucional y pedían que se
continúe la vida normal de la república. “El Sol”, en un artículo del día 15 concluía: “Hemos
salvado la constitucionalidad, mantengamos ahora dignamente la bandera liberal, por medio
de la fraternidad que es la base de la unión”. Los sentimientos eran nobles pero ilusorios ante la
ambición política que dividía internamente al partido liberal.
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El Congreso comenzó el 16 los escrutinios de votos de la elección de enero. Tanto los estradistas
como los flavistas estaban muy atentos al proceso. Ese día se escrutaron los registros de Carchi e
Imbabura, dando como resultado 2.800 votos para don Emilio, 251 para el Dr. Alfredo
Baquerizo Moreno, 191 votos para el fallecido Gral. Emilio María Terán, 2 votos para el Gral.
Flavio Alfaro Santana y 9 votos para varias personas. Por más que haya habido injerencia del
gobierno a favor de Estrada en la votación, una diferencia tan abrumadora era una clara
manifestación popular.
Víctor Emilio seguía en contacto con las unidades militares de varias partes del país, pues aún
no se consideraba consolidada la situación. Las unidades acantonadas en Ambato y en Tulcán
ratificaron su adhesión a la Constitución y tanto Víctor Emilio como don Emilio directamente,
elogiaron a los oficiales al mando.
Los flavistas seguían tratando de crear problemas. El 16 se manifestaron en Riobamba, pero los
pocos participantes fueron dispersados rápidamente.
Muchos amigos de don Eloy estaban preocupados por su situación económica, pues conocían su
honestidad personal y constante penuria por falta de recursos. Un grupo de amigos encomendó a
don Tirzo Martínez, quien había sido Tesorero de Hacienda del Gral. Alfaro, la entrega de
dinero que habían reunido para el general. Don Tirzo buscó a Víctor Emilio para pedirle ayuda
para cumplir el cometido. Le preguntó: “¿Cómo puedo llevar al General algún dinero?” Ante lo
cual Víctor le contestó “Así” y tomándolo del brazo lo condujo personalmente a la Legación de
Chile, donde Martínez le entregó a don Eloy dos paquetes de libras esterlinas. Víctor Emilio
estaba consciente de que el general no había llevado dinero cuando salió del palacio de gobierno
y aunque su estadía en la Legación no requería de dinero, pues era huésped del gobierno de
Chile, sí podría enviar lo necesario para su familia, que aún residía en la casa presidencial.
Además, cuando eventualmente fuera al exilio, necesitaría dinero en efectivo para los gastos
hasta llegar a su casa en Panamá y acceder a los recursos que, por sus negocios, mantenía en ese
país.
Para el día 17, los fondos de los revolucionarios estaban agotados y Víctor Emilio pidió a todos
quienes habían recibido dinero para las actividades relacionadas con el golpe constitucional, que
firmaran los respectivos recibos. Así lo hicieron doña Isabel Palacios de Espinosa, el Dr. Carlos
Bermeo, Leopoldo Narváez, Manuel Moreno, entre otros.
Una vez sumados los recibos, Víctor Emilio presentó la relación de gastos en la Secretaría de
Hacienda de Pichincha y los fondos le fueron devueltos a él en pocos días, con la aprobación del
Ministro de Hacienda. A su vez, esos fondos fueron devueltos a quienes los habían facilitado en
calidad de préstamo.
El pedido de devolución de estos fondos causó revuelo, en especial en la oposición, pues
algunas personas consideraban que los gastos de una revolución, que había depuesto a un
gobierno, no debían ser devueltos por el gobierno entrante. Argumentos se esgrimían de ambos
bandos, pero el que primó fue el de don Emilio y su hijo Víctor, quienes tenían muy claro que lo
que se había hecho no era una “inversión” al peor estilo político, del cual sacarían rédito los
“inversionistas”, sino un gasto necesario para el país, con el fin de mantener la
constitucionalidad.
Como se ve en el recibo a continuación, la revolución en Pichincha costó once mil sucres. En
Guayaquil y el resto de la Costa no había tenido costo alguno, pues al mantenerse neutral el
Gral. Montero, no había sido necesario realizar gastos de movilización, alimentación, compra de
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armas, equipos y municiones, y los demás gastos menores que se habían tenido que incurrir en
Pichincha y algunas otras provincias de la Sierra.
Aquí vemos una faceta interesante del joven Estrada, pues tuvo el cuidado de llevar una
detallada contabilidad para poder dar cuenta hasta del último centavo de lo gastado. Por cierto,
este proceder concordaba con el de su padre, que por ello había mantenido su imagen impoluta a
través de muchos años de servicio público. Víctor Emilio aprendió mucho de esta interesante
experiencia en el manejo de fondos ajenos, lo cual le sería de mucha utilidad en el futuro, en
todos los puestos que desempeñó.
Aún así, algunos amigos que aportaron dinero no pudieron obtener la devolución total de sus
aportes, porque no pudieron sustentarlos documentadamente.
No sabemos cómo hicieron los Estrada para cubrir la diferencia que sí tendría que ser pagada,
pues debemos recordar que, si bien la fábrica La Victoria y las acciones de don Emilio en la
Compañía Nacional Comercial estaban produciendo ingresos, éstos no daban para gastos fuera
del austero presupuesto de la familia. Lo más probable es que los amigos perdonaron la
diferencia, pues en los archivos de Víctor Emilio no aparece ningún reclamo posterior.
El proceso de devolución de fondos a los amigos y militares se vio complicado por la exigencia,
por parte del general Manuel Antonio Franco, de la devolución de dinero que, según él, había
gastado en la organización revolucionaria del general Emilio María Terán. Como los Franco
fueron necesarios para el éxito de la revolución del 11 de agosto, y don Emilio consideraba
mucho al general Franco, se tuvo que pagar esos fondos, dando un déficit en el dinero que se
devolvería a los aportantes. Víctor Emilio no explica cómo justificaron los Franco esta
158
exigencia, si la organización de Terán había sido manejada más bien por doña Isabel Palacios de
Espinosa con su esposo y los oficiales subalternos de Terán, que se hicieron cargo de la
organización a su muerte. Ninguno de los oficiales formuló reclamo posterior alguno.
El documento al que se refiere Ernesto Franco no está en los archivos de los Estrada.
El día 18 de agosto Víctor Emilio recibió varios telegramas del coronel Bartolomé Vinelli.
Luego de su captura en Riobamba y la libertad que le consiguió Víctor Emilio, Vinelli se
esfumó, pero reapareció el 18 en Machachi, donde fue reconocido y detenido nuevamente por
las autoridades policiales, pues estaba haciendo proselitismo a favor de Alfaro.
Vinelli, alfarista a rabiar y por tanto enemigo del futuro presidente, temía otra vez por su vida.
Pidió, otra vez, la protección de Víctor Emilio, quien siguiendo la misma conducta desde el día
11, se la dio de inmediato, ordenando su libertad bajo palabra. Vinelli, en un gesto que
desafortunadamente le duró poco, le agradeció a su amigo en un cablegrama que reproducimos
en la página siguiente, el día que fue puesto en libertad en Machachi. Más aún, como Vinelli
había sido amigo de Víctor Emilio y su vida realmente estaba en peligro por el odio que se
sentía en la zona norte y central de la Sierra contra todo alfarista, don Emilio autorizó a su hijo
para que Vinelli se hospede en su casa, como amigo de su hijo. Fue un gesto de magnanimidad
un poco extrema, pues recibieron en su hogar a un enemigo declarado, quien sin duda espiaría a
sus anfitriones. A los pocos días, sintiéndose ya seguro, abandonó la casa de los Estrada.
Poco después Vinelli regresó a Quito y pidió a Víctor Emilio encontrarse en la estación del tren.
Dudamos que Víctor se haya podido dar el tiempo para ir a recibirlo, pues estaba sumamente
ocupado aún consolidando la revolución.
Un mes después Vinelli acudiría nuevamente a Víctor Emilio para que se le conceda pasaporte
para viajar de Riobamba a Guayaquil con su esposa, pues, otra vez, había sido detenido por las
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autoridades policiales de esa plaza. No cesaba de conspirar contra don Emilio. ¡Qué forma de
agradecer!
En Guayaquil, Adolfo Gómez, como editor de La Unión, y don Emilio, como objeto de molestas
visitas a su hogar, estaban ya cansados de lidiar con Manuel de J. Calle, periodista quien a través
de su hermano exigía dinero para escribir artículos positivos sobre el presidente electo y la
revolución constitucional. En la edición 143 de La Unión, del día 18, lanzan un artículo
descalificatorio contra Calle, que en parte dice: “…Fundador del chantaje en el Ecuador se ha
servido de la prensa nacional para arruinar sin consideración alguna las más limpias
reputaciones y especialmente la de las personas que por lástima han tenido la debilidad de
matar sus hambres, cubrir sus desnudeces y estraerlo de la cárcel cada vez que sus vicios lo
han llevado a esos lugares de castigo…” Era un ataque demoledor, pero el público, a quien
gustaban los escándalos, seguía con mucho interés los artículos que Calle publicaba por
cualquier medio disponible, de tal manera que lo único que lograron fue silenciarlo en los
periódicos controlados por ellos. Lo que sí quedó claro es que la pluma de Calle era de alquiler,
y por el momento estaba al servicio de El Guante.
Un muchacho de calzones y expedito… y una premonición.
En Guayaquil había otro periódico, llamado El Ecuatoriano, el cual no tenía filiación con el
estradismo. En su edición del día lunes 21 de agosto, publicó una carta de su corresponsal en
Quito, periodista que andaba recorriendo la ciudad y enterándose de todo lo importante que
ocurría en ella. El escrito, fechado 18 de agosto, estaba titulado “Carta de Quito. Más detalles
sobre los últimos acontecimientos”, y comenzaba así: “El 11, la Providencia desbarató como un
castillo de naipes el poderío de los Alfaros... Se habían distribuido municiones, alcohol, etc. á
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los soldados, y cuando éstos debían gritar viva la dictadura, exclamaron: ¡Viva la
Constitución! ¿Cómo puede explicarse que estando comprometidos los jefes de los cuerpos, y
aún muchos oficiales para proclamar al Dictador, la tropa haya ejecutado el acto opuesto que
acabamos de presenciar? ¿Quién ha podido uniformar la voluntad de los que figuraban como
instrumentos inconscientes de la tiranía?”. Luego de relatar los hechos de los días 11 y
posteriores, se contesta a sí mismo: “Nosotros, los creyentes, tenemos la explicación: ¡Dios!”.
Continúa, y esta parte la citamos entera: “El hijo de Estrada ha sido un muchacho de calzones y
expedito: él se ha entendido en todo el acontecimiento, y según veo, es él quien está manejando
la batuta, pues el Encargado del Poder es un pobre señor. Ahora desesperan aquí porque
Estrada se posesione para que organice las cosas con seriedad, pues, por lo pronto, parece
todo cosa de burlas. Indudablemente lo que resalta del hecho, es el empeño de sostener la
Constitución, y que no haya habido un ambicioso que quisiera beneficiarse de la situación. Esto
es lo más notable. No ha habido caudillo que pretenda el premio. El pueblo se ha hecho
verdaderamente soberano. Y en ejercicio de la soberanía derribó al general Franco, á quien
tontamente el Sr. Freile Z. había llamado al Ministerio.” El corresponsal recalca el rol supremo
que jugó el pueblo de Quito: “Se agrupó el pueblo, pidió la separación de Franco; y obtenida,
se volvió tranquilo a su puesto”. Y luego pide, con una terrible premonición: “Ojalá, eso sí, no
haya nuevos motivos para que se ejerza ese peligroso poder. Por fortuna, el pueblo quiteño
tiene una sensatez admirable, y á pesar de los esfuerzos que el alfarismo ha hecho por
corromperlo, no se ha corrompido”. No podía prever el corresponsal lo que ocurriría en enero
del año siguiente.
Aún continuaba la inestabilidad en la esfera militar, y las sensibilidades estaban a flor de piel.
Uno de los corresponsales de La Unión envió al periódico un reportaje durante un viaje
realizado de Quito hasta Ambato. Reportaba: “Procedente de Quito llegué ayer (17) a esta
ciudad y he encontrado todo en completa calma. El batallón ‘Carchi’ cuyo primer jefe es el
coronel Reinoso está dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre por la
constitucionalidad y el patriota señor Estrada. El señor Víctor Emilio Estrada le ha dirigido al
coronel Reinoso en esta ciudad un telegrama diciéndole que jamás el Gobierno había pensado
en cambiar de Jefe al cuerpo del ‘Carchi’ y que tranquilamente se conserve en su puesto”. Las
fuerzas opositoras estaban tratando de crear zozobra con rumores malintencionados y cada uno
tenía que ser desmentido individualmente para satisfacción de los afectados. Esta tarea ocupaba
mucho del tiempo de Víctor Emilio, felizmente con la asistencia leal del coronel Navarro.
“Explendido Triunfo”
Este fue el encabezado bajo el cual el periódico La Unión reportó, el día 19, la noticia del
escrutinio final de los votos de la elección presidencial, proceso que concluyó el 18 de agosto al
final de la tarde.
A las 7 p.m. del día 18 don Emilio Estrada Carmona recibió en Guayaquil la primera noticia del
resultado del escrutinio, a través de un cablegrama del Ministro de lo Interior, Dr. Octavio Díaz,
con el siguiente texto: “Lo saludo afectuosamente y tengo la honra de comunicarle que el
Legislativo, declaró á usted legalmente Presidente de la República con ciento tres mil y tantos
votos. / Al felicitar á usted por este triunfo que es de la justicia y de la voluntad nacional,
solemnemente acatada por el Congreso soberano, hago votos por que la paz pública se cimente
para que inicie usted una era de honradez administrativa, único medio de conducir al país á su
engrandecimiento. / Su afectísimo amigo, Octavio Díaz”.
El Sr. Pedro Valdez M., presidente encargado del Congreso, envió pocos minutos después un
cable que era la notificación oficial del resultado del escrutinio. Dice en parte: “En este
momento el Congreso acaba de verificar el escrutinio general de las elecciones en toda la
República para Presidente Constitucional en el próximo período, habiendo obtenido Ud.
CIENTO TRES MIL y más votos. / Cumpliendo con los deberes de mi cargo, previa la consulta
161
de estilo hecha al Congreso, lo declara legalmente electo Presidente Constitucional de la
República en el próximo período constitucional. / Enseguida dispuse que se le pase el oficio
correspondiente para el efecto de tomar posesión del cargo de acuerdo con la ley…”. Concluye
con efusivas felicitaciones.
Es significativo que ambos funcionarios solamente dan el número de votos del ganador, pero no
mencionan el número de votos de Flavio, el principal contendor, que no llegaron a los siete mil.
Era una vergüenza para el candidato que se sentía tan popular y no lo era, lo cual traía a colación
la pregunta de cómo, si no tenía favor popular, podía tener un número tan importante de
congresistas. La razón era muy simple: El fraude, que era mal común en la política. Flavio y el
alfarismo contaban con una mayoría de diputados y senadores que por elemental decoro no
pudieron desconocer que Flavio no solo había sido derrotado en las urnas, sino que más bien
había sufrido un rechazo nacional.
Se había concluido con la más peligrosa fase del juego político entre las facciones que se
disputaban la presidencia. Cabe repetir que a pesar de las acusaciones de fraude promovidas por
los flavistas, la diferencia de votos entre don Emilio y Flavio Alfaro fue tan abismal, que a pesar
de las presiones por todo medio disponible, por más influencias que se ejerciera y por más
mayoría de diputados y senadores con que contaran, no cabía declarar electo como presidente a
quien tenía apenas una fracción mínima de los votos del ganador. El triunfo de don Emilio había
sido otorgado por la incontestable mayoría de los ecuatorianos que en ese momento tuvieron
derecho al voto.
A pesar de la proclamación por parte del Legislativo, el estradismo no contaba en ese grupo con
una mayoría y, ni bien posesionado, comenzarían los opositores a ejercer una política de
obstruccionismo y de acoso al nuevo Presidente. El triunfo era dulce y amargo al mismo tiempo.
Pero no eran solo los flavistas y los alfaristas los que creaban problemas aún antes de la
posesión; también venían de otras facciones dentro del mismo liberalismo. El día 21 don Emilio
envía el siguiente cable a su hijo: “La reunión de los caballeros que forman la agrupación
adicta al Gral. Plaza me parece que es un sistema de desunión y el deseo de poner frente a mí
un antagonista. Espero y deseo que el Gral. Plaza comprendiendo el patriotismo y su porvenir
ponga las cosas en su buen camino. Tu Papá. Emilio Estrada”.
José Gómez Santistevan, administrador de la fábrica La Victoria y a cargo del manejo del
negocio de vehículos con Víctor Emilio, le envió un cable el día 21 en el cual le decía: “Grave
enfermedad Papá (don Carlos Gómez Rendón) ha impedídome telegrafiar por brillante triunfo
candidatura. / Puedes estar orgulloso de la manera como se ha derrotado tiranía debido en
gran parte a tus esfuerzos. / Con tu Papá he tratado de estar todos los momentos que tenía
desocupados. Hacienda (La Victoria – pero no la fábrica) marcha bien pero no he podido ir a
menudo por ocupaciones de casa. Poco movimiento en mercado. Convendría vender innomine
fisco buena cantidad á fin poder dedicarnos almacenar para invierno. Escríbote detalles
correo. / Supongo nuevo gobierno renovará algunos empleados. Convendría consiguierasme
puesto Vista aforador aduana pues Papá necesita ir a Europa, quiere me case y quede con
menores por lo que necesito algo seguro. Ruégote contestarme sobre este punto
telegráficamente pues Papá quiere saber resultado…”.
Esto nos indica que los dos negocios no le daban a José la seguridad económica que necesitaba
para casarse y quedarse a cargo de sus hermanos menores durante la proyectada ausencia de su
padre. Y si no le daban seguridad a José, tampoco la daban a Víctor Emilio y a su padre, sus
socios capitalistas. Este pedido de cargo público fue el comienzo del fin de una larga amistad.
Al día siguiente, Adolfo, hermano de José, le escribe por cable: “Hubiera deseado abrazarte hoy
aquí, pero ya que las circunstancias no lo permiten, recíbelo muy afectuoso á la distancia. Ven
pronto que aquí te desean corresponder en algo tu brillante actuación política. Mi satisfacción
162
puedes tu imaginarla por el cariño que te tengo y por lo bien que me siento. Isabel muy
contenta. José agradece tus buenas intenciones para con él. Papá mejorando muy poco. Saludo.
Tu Papá eleva carta y encomienda. Adolfo Gómez y S”.
Y ese cable lo complementa con una carta: “Mi querido amigo: Comenzaré esta mi primera
carta desde que nos separamos en Quito, por felicitarte muy sinceramente, por tu magnífico
comportamiento en Quito, derrocando a los Alfaro y elevando al solio á tu señor padre.-
Guayaquil entero reconoce tus méritos y es voz pópuli que tú lo has hecho todo. / Te conozco
demasiado y no tengo para qué indicarte que comienzas brillantemente y que si cubres con un
manto de modestia todos los actos de tu vida pública, como el que acabas de llevar a efecto;
serás bien querido de todos y ocuparás el primer puesto de la República, cuando la experiencia
y los años te lo permitan. / Dominar un poco el carácter y está listo todo. / Lo demás te sobra
felizmente y no dudo que sabrás aprovecharlo. / Tu flaquita ha pasado una crisis bastante
mala.- Primero su enfermedad a la garganta, la postró en cama con angina; pero la noticia del
triunfo y el saber que tú eras el héroe de la montaña acabaron de sanarla por completo.- Está
bien y espera como coco seco caer de la palma en tus nervudos brazos.- El negocio no te lo
explicaré hasta que tu no vengas, pero el trabajo que hay no permite ser muy extenso en la
correspondencia.- De parte de mi familia y la de don Julio recibe muy calurosos recuerdos.- Un
abrazo de tu amigo, Adolfo”.
Don Emilio viaja a Quito para la posesión del mando
El Ministro de lo Interior había dispuesto a la administración del ferrocarril, el día 22, que
preparara un expreso para traer a don Emilio desde Durán a Quito, sin precisar fecha exacta. La
administración respondió al ministro que el Sr. Estrada recibiría todas las atenciones apropiadas.
Aquí anotaremos que la administración del ferrocarril había colaborado con las fuerzas flavistas
y alfaristas en la lucha posterior al 11 de agosto, especialmente con su sistema de telegrafía,
esfuerzo que era neutralizado por los operarios, que simpatizaban en buen número con el
presidente electo. Pero una vez restablecida la tranquilidad, continuaba prestando los servicios
regulares y respondía a los requerimientos del Gobierno en funciones. El tren estuvo listo desde
el día 22 en la tarde, para cuando deseara salir a Quito el presidente electo. Por razones de
seguridad no se lo mencionaba, pero en realidad se armaron dos trenes, uno que transportaría al
presidente electo, y otro, que lo precedería por pocos minutos, que conducía a un cuerpo de línea
de la fuerza militar de Guayaquil, el Vencedores N°1, que tenía órdenes del general Montero de
proteger a todo costo la vida del presidente electo. El Gobierno no quería arriesgar una situación
política desastrosa que se daría si alguna fuerza alfarista o flavista interceptaba y agredía el tren
del futuro presidente.
El día 23 de agosto don Emilio Estrada Carmona emprendió viaje desde Guayaquil hasta Quito
para encontrarse con su destino. A las 7:45 de la mañana salió el tren expreso y su escolta desde
la estación de Durán. Víctor Emilio, por su parte, salió de Chimbacalle en tren regular para
encontrarse con su padre en Ambato y así acompañarlo de retorno en el trayecto a Quito, para
ponerlo al tanto de los pormenores de la situación política y militar, así como resguardarlo, pues
aún andaban amenazando partidarios de los Alfaro. En la comitiva de don Emilio venían amigos
y miembros del comité liberal que lo candidatizó, entre los que estaban, Carlos Manuel Noboa,
Ernesto Stagg y Rafael Pino Roca, Capitán del Puerto de Guayaquil, quien solicitó licencia por
10 días. En la comitiva también venían doña Lastenia Gamarra, esposa del presidente electo,
María Francisca y María Luisa Estrada Sciacaluga, hijas de don Emilio, y el esposo de esta
última, el teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, quien estuvo a cargo de la escolta que
venía en el tren de seguridad. Significativamente, formaba parte de la comitiva Emilio María
Terán, hijo, y también Juan José y Ernesto Franco, hijos, el primero, del malogrado organizador
de la revolución constitucional, y los otros de quien don Emilio quería que fuera su Ministro de
Guerra y Marina.
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El tren viajaba rápidamente, pero bajaba la velocidad o se detenía en los pueblos en deferencia a
los simpatizantes del presidente electo que acudían a las estaciones. A las 10:15 a.m. se reportó
su paso por Bucay, a las 5 p.m. entró en la estación de Riobamba, donde se detuvo por algunos
minutos para recibir a una delegación que lo venía a saludar, y a las 8:15 p.m. entraba en la
estación de Ambato, donde fue recibido por un buen número de simpatizantes- y su hijo Víctor
Emilio- quien se fundió en un estrecho y emotivo abrazo con su padre. Fluyeron lágrimas de
sano orgullo y gratitud por parte del padre, y de cariño filial y gusto de tenerlo al lado suyo, por
parte del hijo. Por supuesto, de esto no se podía comentar, pues los hombres tenían que
mantener su imagen imperturbable.
Los oficiales del Batallón Carchi, de guarnición en Ambato, en conjunto con el comité estradista
de esa ciudad, le habían preparado al presidente electo un banquete, al cual fueron invitados un
buen número de ambateños representativos del comercio, la agricultura y la sociedad, de tal
forma que don Emilio departió con los ambateños esa noche de 9 p.m. a 2 a.m. del 24.
En el acto se le presentaron muchos brindis, los que eran agradecidos por él. El Sr. Cristóbal
Vela presentó el discurso de orden, que finalizó con un brindis de champaña luego de las
siguientes palabras: “Salud, señores, por el señor Estrada, su señora y primogénito, y el
ferrocarril de Ambato al Curaray”. Don Emilio respondió con palabras de agradecimiento.
El 24 en la mañana, los trenes continuaron su viaje hasta Quito. El tren del presidente electo
salió puntualmente a las 9 am, se detuvo en Latacunga unos minutos para saludar al numeroso
público que se agolpaba alrededor de la estación y continuó viaje a Quito. A la 1 p.m. entró en
Chimbacalle el tren escolta y 15 minutos después llegó el tren de don Emilio. En la estación
estuvieron a recibirlo los ministros de estado. Don Emilio se transportó con su esposa y su hijo
en la carroza presidencial. La estación de Chimbacalle y sus calles aledañas estaban atestadas de
personas de toda condición y todos los coches de la plaza estaban tomados para la ocasión. Las
tropas acantonadas en Quito habían formado calle de honor desde la estación hasta la casa de
don Emilio, ubicada en la calle del Correo, a poca distancia de la Plaza de la Independencia. El
trayecto desde Chimbacalle fue apoteósico, y se escuchaban continuamente vivas al futuro
presidente y a la Constitución. De los balcones le lanzaban flores.
Ni bien llegó a la residencia, lo estaba esperando una delegación de la recién formada Sociedad
Liberal-Democrática del Pichincha, que aspiraba convertirse en partido político, entre cuyos
directivos se encontraba Luis Napoleón Dillon, director del periódico capitalino La Prensa. Ellos
le entregaron un manifiesto de sus esperanzas por un partido liberal sin caudillos y con
verdadera libertad, orden y democracia efectiva.
Ya en el piso alto de la casa, don Emilio y su familia se asomaron al balcón, a saludar al pueblo
que cubría la calle. A las 3 p.m. comenzó un desfile organizado por la Sociedad Artística e
Industrial del Pichincha. En la casa de al frente, se ubicaron en el balcón dos representantes de
esa sociedad, y uno de la Unión Ecuatoriana de Obreros de la República, quienes dieron sendos
discursos mientras el pueblo abajo los vitoreaba y don Emilio, en el balcón de su casa, los
escuchaba. Al término de los discursos, don Emilio respondió agradeciendo sus elogiosas
palabras, y entre otras cosas dijo “…que miraba con placer reproducidas las declaraciones de
su programa político en los discursos que acababa de oir y que pedía la colaboración del
pueblo y todos los buenos para regenerar a la patria”. Luego, el presidente electo invitó a los
discursantes a departir en su casa.
Una vez que se retiró el pueblo, lo esperaban influyentes miembros del partido liberal, quienes
presentaron a don Emilio una lista, supuestamente anónima, de nombres que se le sugerían para
ministros. Había comenzado un juego político que amargaría el espíritu liberal de don Emilio. Él
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les contestó que nadie más que él, de acuerdo con su criterio, escogería a quienes serían sus
ministros de estado. La lista y comentarios los vemos completos a continuación
. Aquí la carta anónima sugiriendo nombres para los cargos del gabinete:
Ese mismo día, el Encargado del Poder Ejecutivo recibió un telegrama del Gral. Leonidas Plaza
Gutiérrez, quien se encontraba en ese momento en Colón, alistándose para cruzar a Panamá. No
había perdido un minuto de tiempo, pues partió de Londres tan pronto conoció el resultado de
los eventos del 11 de agosto. En Quito, los simpatizantes del Gral. Plaza habían iniciado ya un
movimiento para enjuiciar políticamente al Gral. Eloy Alfaro Delgado, movimiento que tomaría
mayor fuerza con la venida de su líder. Habían sido seis años de exilio que le había causado la
ambición del Gral. Alfaro…
El resto de la tarde y noche del 24 pasó la familia en reposo, con solo la presencia adicional del
matrimonio Espinosa Palacios, hacia quienes don Emilio tenía mucha simpatía y gratitud. El
viaje había sido extenuante físicamente, aunque muy estimulante anímicamente por la magnífica
acogida que había tenido el presidente electo en los lugares donde el telégrafo había dado a
conocer el paso de su tren. Había que descansar, pues vendrían días muy ocupados.
165
El día 25 en la mañana don Emilio y su familia lo tomaron con calma, pues esa tarde tenía que
atender asuntos políticos impostergables, así como una invitación que le había formulado el
Encargado del Poder Ejecutivo, para visitarlo en el Palacio Nacional.
Está por demás decir que faltando pocos días para la transmisión de mando, era necesario
coordinar muchas acciones prácticas y políticas. El Sr. Freile no quería otorgar nombramientos
nuevos sin consultar con el presidente electo.
Se recibió la invitación a un banquete que le ofrecían a don Emilio, en la Escuela de Clases del
Ejército, el día 27 a las 7 p.m.
Ya en la tarde del 25, don Emilio comenzó a enviar telegramas con ofertas de cargos para las
personas que él consideraba idóneas para ocuparlos. Teniendo en cuenta la importancia del Gral.
Leonidas Plaza dentro del partido, propuso dos cargos clave en el gabinete ministerial a
reconocidos simpatizantes del general: El Ministerio de Relaciones Exteriores a don Alfredo
Baquerizo Moreno y el de Hacienda a don Lautaro Aspiazu Zedeño. Continuó con esa actividad
de nombramientos hasta que acudió, a las 3 de la tarde, en compañía de su hijo, a la invitación
formulada por don Carlos Freile Z., quien deseaba conversar con él su despacho sobre asuntos
políticos y el evento que se daría el viernes 1°. Luego de unos cuantos minutos en privado,
entraron los ministros de estado, para poner al presidente electo al tanto de la situación
administrativa de la república, y continuó la conversación política. Don Emilio no dejó
registrado lo transcurrido en esa entrevista, pero debe haber sido de lo más cordial e informativa.
El día 26 trajo nuevas preocupaciones. Los rumores políticos circulaban como fuego por todo el
país, tratando de encender hogueras donde pudieran. Lastimosamente, fue El Telégrafo, de
Guayaquil, que dio por cierto un rumor totalmente sin fundamento de que el Gral. Alfaro iba a
ser removido de la Legación de Chile, para ser internado en el panóptico en Quito, lo cual
implicaba un peligro para la integridad del ex presidente. Publicado por ese diario, fue recibido
como cierto por el Gral. Pedro Montero, siempre atento al bienestar del Gral. Eloy Alfaro, quien
envió muy temprano en la mañana un telegrama de 4 páginas a don Emilio, en que reiteraba su
fe en el buen criterio y nobleza de alma de don Emilio, y que concluía diciendo: “Dejemos a la
historia que juzgue y que castigue, si merece al Presidente Alfaro, pero salvemos nosotros la
persona del amigo de tantos años”. Don Emilio le contestó de inmediato desmintiendo tan
malicioso embuste. No fue necesario más para calmar al Tigre de Bulubulu.
Bartolomé Vinelli, a pesar de continuar conspirando contra don Emilio, tuvo la audacia de
solicitar, otra vez, pasaporte a Víctor Emilio, esta vez para ir a Guayaquil. Nuevamente le fue
concedido sin cuestionamiento ni reclamo.
Don Julio Icaza García se encontraba delicado de salud y sus intereses personales requerían de
su presencia en Guayaquil, pero ante el sorpresivo nombramiento de Gobernador de Los Ríos
que hizo don Octavio Díaz, ministro del interior, para halagar a Víctor Emilio, lo aceptó. Don
Julio tenía tierras agrícolas en esa provincia, a la cual se sentía muy ligado. Envió telegramas de
aceptación a don Emilio y a su hijo, y el de rigor al ministro que lo nombró.
Otro telegrama recibido el 26 fue de don Alfredo Baquerizo Moreno, a quien don Emilio había
enviado el 25 la propuesta para ocupar la cartera de Relaciones Exteriores. Su contestación fue
muy política y condicionada a saber quiénes eran los que ocuparían las otras carteras, pues
cuestionaba que fuera don Emilio quien tomaba las decisiones sobre nombramientos.
En efecto, fue don Emilio, tal vez con el consejo de su hijo pero de nadie más, quien tomó la
decisión de ofrecerle el cargo. Alfredo Baquerizo Moreno era un personaje importante dentro
166
del partido Liberal y tendría mayor importancia a futuro, pues se fue convirtiendo en hábil
político, que se encontraría con natural habilidad en el lugar adecuado en el momento preciso,
logrando así ser Encargado del Poder Ejecutivo en varias ocasiones y Presidente de la República
en dos.
Don Emilio le envió, con pedido de estricta reserva, la nómina de personas que aspiraba
formaran su gabinete, a quienes había cursado telegramas similares al del Sr. Baquerizo. La
reserva no se mantuvo y la lista se hizo pública.
Hacia la noche de ese día 26, Víctor Emilio recibió un urgente telegrama de Adolfo Gómez, en
el cual le pedía se acerque a la oficina del telégrafo para sostener una conversación sobre “grave
situación en Guayaquil”. No fue posible ir a esa hora, pero el 27 por la mañana se recibía
telegrama de Adolfo con la información. Se preparaba un golpe flavista para el 31 de agosto y se
estaba comprometiendo la oficialidad del Batallón Tulcán, así como la del cuartel de artillería en
Guayaquil. Adolfo sugería nombres de oficiales para ser designados en reemplazo de los
conspiradores y pedía que Víctor fuera urgentemente a Guayaquil. En la parte final del mensaje
indicaba que se preparaba una recepción al Gral. Plaza, quien estaba pronto a llegar.
No eran más que rumores que no fueron tomados muy en serio por Víctor y su padre, pues
sabían que el Gral. Montero tenía dominio de la plaza. Además, si estaba por llegar el Gral.
Plaza, mal podrían iniciar una revuelta los flavistas, porque Plaza dominaría la situación
prontamente. Adicionalmente, en esos días Flavio insistía a sus escasos seguidores que no
conspiren y que acaten la Constitución. Habría sido una intentona fallida de golpe, con
impredecibles consecuencias para los Alfaro. Para terminar, dice Adolfo que el lunes 28 iría don
Julio Icaza a Babahoyo, pero su esposa, doña Victoria Marín estaba llorando, lamentando
anticipadamente la separación de su esposo.
Ese domingo 27, don Emilio recibió un telegrama de don Lautaro Aspiazu Zedeño, quien
declinaba aceptar la cartera de Hacienda. Don Emilio le insistió, pero sin éxito.
El banquete en la Escuela de Clases fue un éxito y un alivio para don Emilio y su familia. Se
encontraron con oficiales y clases que estaban dedicados a preservar la Constitución y nada
podía hacer más feliz a don Emilio, quien por un momento pudo olvidar las tribulaciones
políticas que se le estaban acumulando. Entre los pocos invitados civiles se encontraban los
esposos Espinosa Palacios, bien conocidos también para los militares.
El 28 amaneció con malas nuevas. Don Alfredo Baquerizo declinaba formar parte del gabinete,
indicando que no le han respondido amigos a los que elevó consulta y que estaba al tanto de que
don Lautaro Aspiazu también había declinado por segunda ocasión. Era una muy mala noticia,
pues se iba desvaneciendo el sueño de organizar un gabinete de alta calidad, con liberales
probados, no en las armas, sino más bien en la buena administración.
Como hemos visto en líneas anteriores, los telegrafistas ocuparon un papel muy importante en la
transformación política del 11 de agosto. Pero aún dentro de este grupo había facciones
estradistas, placistas, flavistas y alfaristas. Era difícil determinar exactamente quien estaba de
cada lado, pero lo cierto y central es que todos prestaban un importantísimo servicio para las
comunicaciones internas y externas del país. El Director General de Telégrafos y Teléfonos,
Ermel Fiallo Sanmiguel, escribió este día a don Emilio indicándole que se estaban ejerciendo
influencias para tratar de removerlo de inmediato, antes de que el nuevo presidente tuviera la
oportunidad de nombrar al nuevo director. Dio nombres de personas que estaban influyendo
para ocupar cargos o lograr que se nombren allegados. El problema se resolvería ratificando a
Fiallo a pesar de las denuncias en su contra, que seguirían llegando.
167
El Ecuatoriano, de Quito, periódico calificado en esos días de conservador, comenzó a azuzar al
pueblo reclamando en su portada del 29 el enjuiciamiento político de don Eloy Alfaro. No
querían que se le permitiera abandonar el país sin haber sido juzgado por una serie de crímenes
de estado que, según el periódico, se habían cometido durante su jefatura suprema y presidencia.
Esta corriente, que se había generado después de la transformación del 11, se estaba
fortaleciendo y hacía urgente la salida del país del ex presidente y su familia. Con cada día que
pasaba, la situación se hacía más peligrosa.
Y como aún se hablaba del “estradismo”, fue muy oportuno un artículo publicado por La Unión,
en su edición del 29 de agosto, del cual citamos partes importantes:
“La Prensa de Quito, al igual que otros colegas cuando tratan de la actualidad política, hacen
mención del estradismo, en el sentido de significar á un círculo ó partido netamente
personalista.
Es tiempo yá de que pongamos las cosas en su lugar y les demos el carácter que
verdaderamente tienen.
Se podía aceptar, convencionalmente, aquello del estradismo, cuando la lucha electoral para
distinguir á los unos de los otros, pero no es aceptable en lo referente á los partidos
doctrinarios.
Decir estradismo vale tanto como indicar un partido individualista; siendo así que el señor
Estrada ha sido y es el primero en condenar y rechazar el sistema del personalismo, que
equivale al caudillaje.
Dice La Prensa, con toda verdad, que ‘el señor Estrada llega al Poder sin partido’, lo cual para
el apreciable colega, como para todos los que saben pensar á derechas, es muy recomendable. /
El señor Estrada, agregamos nosotros, llega al Poder sin partido, efectivamente; pero sin
abandonar sus ideas y principios como doctrinario, y también con la noción clara y positiva de
que, como mandatario, no puede ni debe abanderizarse ni dejar de reconocer y amparar los
derechos de todos los ciudadanos, sin distinción de escuela política.
Esto es el resultado de convicciones de una moralidad administrativa muy elevada; y nó la
consecuencia de que el ‘estradismo’, como lo dice el colega, ‘nunca fuera más que una ficción
alfarista. (…) Quiere decir, pues, que, desde el primer instante, estuvo resuelto á poner en
práctica los verdaderos principios republicanos, desterrando toda idea personalista, todo lo
que pudiera traducirse por caudillaje.
Había un programa (de gobierno); y, en todo caso, era ese programa el que podía constituir la
base del llamado estradismo. (…) El estradismo no ha sido, pues, ni es otra cosa que un
programa, libre enteramente de ideas personalistas, contrario á todo propósito de caudillaje y
expresión de la más acabada moralidad republicana.”
Moral muy elevada, sí, pero como estamos comenzando a ver por el rechazo de sus coidearios
liberales en la formación del gabinete ministerial, poco práctica ante la realidad política. Los
rezagos del liberalismo radical, ya corrompidos por la ambición, se enfrentaba a un liberalismo
tan moderado que rayaba en conservador (vale aquí la contraposición de ideas fundidas en una
sola), liderado ya por el general Leonidas Plaza Gutiérrez.
Don Emilio se encontraba entre las dos corrientes, junto con un grupo de funcionarios que hasta
hace poco habían sido alfaristas, pero que habían sufrido el rechazo del caudillo al oponerse a
sus pretenciones golpistas. Ellos eran sus únicos aliados, pero su lealtad era cuestionable.
Flavio Alfaro, viendo ya que su aspiración no tenía futuro inmediato, y temiendo que algún
exaltado de entre sus partidarios inicie una revuelta que sería sofocada de inmediato, pero con
imprevisibles consecuencias para él, que se encontraba preso, emitió el día 29 una proclama que
fue difundida urgentemente, en la cual se sometía a los resultados del escrutinio de la elección
168
presidencial proclamados por el Congreso, y pedía a sus seguidores que desistan de sus
esfuerzos. Se fue publicando en varios periódicos en los días subsiguientes.
Ante la negativa de don Lautaro Aspiazu para ocupar la cartera de Hacienda, don Emilio no tuvo
otra alternativa que consultarle a quien estaba convirtiéndose rápidamente en uno de los
hombres más influyentes del país y someter a su consideración el nombre de Carlos Rendón
Pérez, quien don Emilio sabía muy bien no era la persona idónea para el cargo, pero lo envió
para medir la reacción que generaría. La respuesta no se hizo esperar: “Clave don Carlos. /
Recibí tu telegrama, para Mtro. Hda- Va el nombre, no Perez. Nunca el que te indican en esa
por los intereses encontrados que tenemos. Sino te parece bien el que indico preferible esperes
unos días mas, hasta que te indiquemos otro. Recuerdos, Urvina”. Había hablado el amigo
desde la infancia del presidente electo, así como socio en algunos emprendimientos. Pero si
tenía él tanto control sobre quién podía ser candidato, ¿por qué se dio el fracaso con don Lautaro
Aspiazu y como consecuencia de ello el de Alfredo Baquerizo? Todos ellos habían apoyado a
don Emilio y por eso, en su honrada candidez, creyendo que todos pensaban como él: Primero
en el bienestar del país, creyó que lo respaldarían como habían ofrecido.
Parecería que las fuerzas económicas de Guayaquil querían domar al futuro presidente y
someterlo a su control humillándolo con juegos como éste, y no había mejor manera de hacerlo
que negándole las personas de confianza e idóneas que necesitaba para ocupar los cargos
públicos. Este fue otro desengaño para don Emilio, pero antes que doblegarse, prescindiría de
sus “amigos” de Guayaquil, pues no pensaba someterse ante nadie; solo se inclinaría ante la
Constitución. Pero eso no lo tomó en cuenta el grupo guayaquileño y pensaban que,
desesperado, cedería ante su presión.
El pobre Carlos Rendón Pérez, metido en este problema sin saber cómo, se apresuró a enviar un
telegrama a su amigo Emilio, documento que es interesante conocer para saber cómo se
expresaba un hombre honrado: “Guayaquil, 30 de agosto de 1911, 2:15 p.m. – recibido 3:00
p.m. / Señor Emilio Estrada / Creo que ningún ciudadano tiene el derecho de negar su concurso
al Gbno honrado que va a iniciarse bajo su patriótica presidencia; mas el Mterio que Ud. me
ofrece no es de mi competencia, carezco de los conocimientos indispensables para ejercerlo á
satisfacción del país y a mi propia satisfacción. Este es el único motivo que me impide
aceptarlo. Juzgo que Lautaro Aspiazu, a quien Ud. lo ofreció primero, es el llamado, por su
posición de fortuna, á desempeñarlo con la debida autoridad y me permito indicarle que insista
en ello. Su verdadero amigo, / Carlos Rendón Pérez”.
El día 30 de agosto, la familia del Gral. Alfaro entregó la residencia presidencial con beneficio
de inventario. Sin embargo, a don Emilio no le interesó ocuparla.
El General Montero estaba muy consciente del juego que le estaban haciendo a su amigo y el día
31 en la mañana, le envió un telegrama dándole su apoyo en las decisiones que tomara.
Sorpresivamente, el día 31 de agosto, don Emilio recibió un telegrama firmado por don Alfredo
Baquerizo, don Lautaro Aspiazu y, en señal de apoyo, por don Carlos Rendón Pérez.
Le aceptaban los puestos ministeriales y le indicaban quién ocuparía las demás carteras de
estado (Rendón quedaba afuera). Como condición, imponían que el gobierno lo llevaría el
gabinete que ellos indicaban, no el presidente, gabinete que era placista y anti alfarista.
La respuesta de don Emilio fue inmediata, violenta y dirigida a los tres firmantes: “Siento mucho
que hayan condiciones de por medio para rodearme de elementos honrados entre los cuales se
encuentra á ustedes. Tropiezo con deseos á los que hoy por hoy no puedo acceder por motivos
engendrados por la situación política de esta capital y del resto del país y cuya solución pende
precisamente de la concordia y del natural anhelo de agrupar en el Gobierno á los miembros de
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todas las facciones diferentes del partido, dejando á un lado exclusivismos ajenos á nuestro
credo y perjudiciales al bienestar del país y de nuestros conciudadanos. Afectísimo amigo y
correligionario, Emilio Estrada”.
Rendón Pérez contestó en cuanto recibió su copia del telegrama: “Acabo de recibir su telegrama
dirigido a (…) Ud. da la contestación que yo esperaba, si no puede formar ministerio con
ambas facciones liberales, fórmelo con los netamente estradistas: Navarro, Díaz, José Luis
Román, Arteta, etc. Su verdadero amigo, Carlos Rendón Pérez”. En mérito a esta actitud de
Rendón, don Emilio le ofreció, de inmediato, la cartera de Instrucción Pública, puesto para el
cual sí estaba calificado. Aceptó, indicando que el puesto se mantendría a disposición de don
Emilio de acuerdo con la necesidad del país. ¡Un ministerio resuelto!
Ante la airada respuesta de don Emilio, don Alfredo Baquerizo reaccionó indicando que su
telegrama había sido mal interpretado en cuanto a la remoción del Sr. Rendón de la lista, y de
que se trataba de exclusivismo faccional.
Esta indicación llegó muy tarde. Ya don Emilio había tomado su decisión de prescindir de sus
servicios y los de todos los propuestos por ellos, excepto el Gral. Plaza y el coronel Navarro.
Don Emilio sí aclaró a Rendón que él no pensaba gobernar sin la participación del gabinete,
pero cada uno tiene su puesto y el presidente es, al fin y al cabo, el responsable del gobierno y
por tanto es quien debe gobernar y tomar las decisiones de última instancia, no los ministros. Él
pediría el consejo de los ministros para tomar decisiones en asuntos trascendentes, y ellos
tendrían libertad para actuar directamente en asuntos rutinarios y ordinarios de sus carteras.
Carlos Augusto Aguirre, segundo candidato para el ministerio de relaciones exteriores y en ese
momento en la ciudad de Lima, contestó de inmediato a la propuesta de don Emilio, indicando
que declinaba solamente por razones de salud, pues de otra manera habría aceptado
inmediatamente el llamado a servir.
Al final del día 31 don Emilio recibió un nuevo y corto telegrama del Gral. Montero, quien por
el tenor del mismo, debía estar al tanto de todas las comunicaciones cursadas por telégrafo, a
través de los servicios de inteligencia de la zona militar. Decía simplemente: “Ante tantos que
rehuyen nombramientos, lo apoyo en su rectitud y creo que Gral. Plaza debe aceptar servir”.
Estas palabras deben haber sido un bálsamo para don Emilio, quien a un día de posesionarse
como presidente solo tenía aceptado, pero a disposición, el Ministerio de Instrucción Pública.
Estos golpes diarios los vivía el hijo junto con su padre.
Capítulo 13 – La Presidencia de la República
Don Emilio se posesiona como Presidente de la República
El día primero de septiembre don Emilio y su familia se levantaron temprano, desayunaron y
comenzaron a prepararse para la importante ceremonia que comenzaría puntualmente a las dos
de la tarde. Don Emilio, con su hijo Víctor Emilio, despacharon documentos y revisaron el
programa del día. Víctor Emilio se reunió con el personal de inteligencia militar y sus propios
informantes para asegurar que los eventos del día se desarrollaran sin novedad. Todos quienes
podían presentar una amenaza estaban vigilados y las tropas estaban listas para reaccionar ante
cualquier eventualidad. La casa del presidente electo estaba segura y bien resguardada, al igual
que el Palacio Nacional. Antes de las 2 p.m., se reunieron en el Palacio Nacional las dos
cámaras del Congreso: los Senadores y los Diputados, para proceder a la ceremonia de
transmisión del mando del Poder Ejecutivo, tal cual lo prescribía la Constitución. Poco antes de
las dos, el Encargado del Poder Ejecutivo y los Ministros de Estado habían acudido a la
residencia de don Emilio a invitarlo a ir con ellos al Palacio. Don Emilio salió con su hijo a un
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lado y don Carlos Freile al otro, seguidos de los ministros, mientras la familia los seguía a
prudente distancia para dar espacio en caso de algún inconveniente. Como la distancia era corta,
el trayecto se lo realizó a pie. Entre la residencia y el palacio formaban calle de honor personal
de unidades militares y policía. Ya en el palacio, el presidente electo y el encargado del poder
ejecutivo con sus ministros esperaron fuera de la cámara donde estaba reunida la representación
nacional. La familia y los invitados entraron a sentarse en el espacio reservado para los invitados
y comenzó la ceremonia. Citamos de El Comercio de Quito: “Abierta la sesión del Congreso
Pleno y leído el artículo constitucional pertinente á la transmisión del Mando, la Presidencia
nombró una comisión para que condujera al Sr. D. Emilio Estrada al seno del Congreso á fin
de cumplir con el precepto de la prestación de la Promesa Constitucional. / Presente el Sr.
Estrada, prometió ante la representación nacional que sostendría la Constitución y leyes de la
República. / El Sr. D. Pedro Valdez invistió al Sr. Estrada con las insignias del Poder que le
delegaba el pueblo ecuatoriano ciñéndole la banda presidencial y entregándole el bastón
significativo de la autoridad que ejercerá en la República”. Don Emilio había entrado con su
hijo al lado, seguidos por don Carlos Freile y los ministros. Los Senadores y Diputados los
recibieron con aplausos y vivas a la Constitución, los que se repitieron durante la ceremonia y al
final.
El relato de El Comercio tiene omisiones, pues don Carlos Freile dio su informe a la nación
antes de la posesión del nuevo presidente y luego vino el acto de investidura. De inmediato dio
su discurso el Sr. Valdez, como presidente encargado del Senado, y finalmente dio su discurso
don Emilio, para terminar la ceremonia.
Por el tenor del discurso de don Emilio, está claro que tanto el Encargado del Poder Ejecutivo
como el Presidente Encargado del Senado le remitieron sus discursos por anticipado, pues
responde a ellos en el suyo.
La ceremonia fue muy emotiva para Víctor Emilio, en especial el acto de investidura y el
discurso de su padre. Indudablemente por la gran tensión emocional de los días precedentes,
sentía un torbellino de emociones que lo embargaban; sin embargo, mantuvo la compostura,
pues el líder de una revolución no podía derramar lágrimas y mostrar un lado débil.
¿Y por qué repetimos estas observaciones sobre sus sentimientos? Para demostrar la represión
de las emociones que se inculcaba a los “hombres”. El hombre no podía llorar.
Una vez finalizado el acto, y antes de salir del Palacio, don Emilio emitió un bando presidencial
mediante el cual se ratificaba en sus puestos a funcionarios públicos, hasta ser legalmente
reemplazados. Con ese bando don Emilio resolvió, por el momento, el problema del gabinete
ministerial incompleto. Continuarían en funciones los actuales ministros hasta que pudiera
nombrar los suyos, al igual que todos los demás funcionarios claves en la parte política, como
gobernadores y jefes políticos.
El nuevo Presidente atendió algunos asuntos de urgencia en el despacho presidencial, renovado
para su uso luego de los daños que sufriera durante el 11 de agosto. No pudo atender ese día
todo lo que estaba acumulado, pues por delicadeza don Carlos Freile había dejado algunos
asuntos de importancia para que los resuelva el presidente entrante.
Se planifica la salida del país de los Alfaro
En Vida de un Hombre, Víctor Emilio diría: “…Y cuando el propio alfarismo que había sido la
esencia de su vida política le niega hasta su bautismo doctrinario y, ante la defensa inevitable
de mi padre, cae el 11 de Agosto, su primer cuidado es poner en absoluta seguridad al Gral.
Eloy Alfaro, y al Gral. Flavio Alfaro, enviándolos al exterior y sin pedirles la menor cuenta –
como pudo hacer cualquier otro- de la tremenda injusticia de la víspera”.
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Para el efecto, Víctor Emilio había recibido el encargo de su padre de coordinar secretamente la
salida al exterior de ambos personajes. Se decidió que saldría Flavio primero, en cuanto don
Emilio pudiera dar las órdenes respectivas, o sea una vez posesionado.
Luego de negociar con el Gral. Plaza (por las cuentas políticas pendientes que tenía con don
Eloy, se temía alguna oposición) y el legado chileno, saldría don Eloy. Para poder cumplir
exitosamente ambas misiones, era necesario un secreto absoluto. La salida de Flavio sería, hasta
cierto punto, una prueba de seguridad para la salida de don Eloy.
El mismo día primero, don Emilio dio las órdenes secretas y pertinentes al Ministro del Interior,
dando la autoridad necesaria al capitán Estrada para dirigir las operaciones. El Ministro solicitó
de inmediato a la empresa del ferrocarril un tren expreso para Víctor Emilio, a salir de
Chimbacalle el día dos a las 4 a.m. No se dijo nada más. Al Gral. Montero se le informó del plan
por telegrama cifrado y se le dio instrucciones de separar espacio en el primer buque que saliera
de Guayaquil luego de llegado el tren.
Luego de cumplidas estas tareas importantes, don Emilio y su comitiva salieron del Palacio
Nacional y se dirigieron hacia su residencia particular en la calle del Correo. El camino, como
en la venida, tenía formada calle de honor con las mismas unidades militares y policiales, pero
ahora había además nutrido público, que vitoreaba al nuevo Presidente y la Constitución. Una
vez llegado a su casa e ingresados los invitados, comenzó un desfile que presenció don Emilio
desde el balcón, con su familia y sus amigos más cercanos. A Víctor Emilio se lo ve en las fotos,
una de ellas lamentablemente dañada, en la ventana de la derecha. Pero apenas tenía tiempo para
socializar, pues había muchas tareas que cumplir en cuanto al traslado de Flavio a Guayaquil y
en cuanto a las gestiones para completar el gabinete ministerial y los mandos militares. Desde
antes de la posesión ya se habían recibido inoportunas solicitudes de empleo de amigos y
conocidos, la mayoría de ellas dirigidas a Víctor Emilio, pues se lo daba como, y en efecto era,
la persona más influyente ante su padre.
En el balcón derecho se ve, de izq. a der., en primera fila: María Luisa Estrada de Dueñas. La cuarta es doña Isabel Palacios de Espinosa. Víctor
Emilio está parado sobre un banco, justo a la derecha de la marca blanca, segunda fila, y a la derecha de él, Luis Alberto Dueñas.
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Don Emilio, con la banda presidencial liberal azul-celeste blanco azul-celeste, en el balcón de su residencia temporal en Quito, presenciando un
desfile luego de la posesión presidencial. A su derecha doña Lastenia Gamarra, su esposa y a su izq. su hija Francisca Amalia.
Es significativo políticamente que don Emilio usara
la banda presidencial liberal, azul-celeste, blanco,
azul-celeste, los colores de Guayaquil, utilizada por
primera vez por Eloy Alfaro Delgado, y no la que
correspondía por decreto, que era solamente azul-
celeste; y, que el lema dijera “El Poder” en vez de
“Mi Poder” en la Constitución, como indica el
decreto respectivo.
Esa banda se tiene que haber mandado confeccionar
siquiera tres semanas antes de la posesión del
mando, pues el trabajo laborioso realizado por las
Hermanas del Buen Pastor, comisionadas para
confeccionar la Divisa desde la época de García
Moreno, toma mucho tiempo por la meticulosidad
que requiere el bordado con hilo de oro. El alma de
las letras es de hoja de palma, bendita el domingo de
ramos precedente. Durante la confección de la
banda, las hermanas rezan continuamente e insertan
en ella reliquias de santos y beatos, para ayudar
espiritualmente a quien ejerza el poder. Esto se
continuó haciendo durante el período liberal, a pesar
de los desencuentros de la Doctrina Liberal Radical
con la Iglesia Católica.
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Pocas de las solicitudes de empleo fueron atendidas, al menos en los primeros días, ya que don
Emilio pensaba que los cargos públicos tenían que ser ocupados por personas idóneas y no por
amigos por el simple hecho de serlos. Algunos inconvenientes traería esa política, especialmente
entre los íntimos, que exigían empleo sin importar en qué cargo.
El teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, esposo de María Luisa Estrada Sciacaluga,
militar competente, fue designado como Primer Jefe del Regimiento de Artillería Bolívar. Para
don Emilio fue importante tener a su yerno, hombre de su confianza, dentro de las filas
militares, pues necesitaba tener oídos alertas a cualquier movimiento interno que pudiera
significar una amenaza a la Constitución. Luis Alberto fue un apoyo importante para Víctor
Emilio en los días álgidos de la transformación del 11 de agosto, tanto en Guayaquil, donde
residía con María Luisa, como en Quito, a donde viajaba cuando era requerido.
Don Emilio gobierna
El día de la posesión, El Comercio, de Quito, publicó en la segunda página, una carta en la cual
un grupo de prestantes quiteños prácticamente rogaban a don Lautaro Aspiazu Zedeño que
acepte el Ministerio de Hacienda. Dentro de las maniobras políticas, esta fue una de las más
sucias y crueles formas de humillar al presidente entrante, pues era insólito que se iniciara el
mandato sin un nuevo gabinete ministerial completo, y peor que se tuviera que rogar a personas
para que acepten ministerios. Era una clara señal de la fragilidad política del nuevo mandatario y
le transmitía brutalmente el mensaje de que debía conformarse con el esquema de influencias
que había dominado la política, o se encontraría solo en el poder.
El día 2 de septiembre El Comercio de Quito diría: “EN COMPLETA CALMA / A pesar de las
siniestras predicciones que se hacían para el día de ayer, pasó sin el menor incidente
desagradable. Ojalá se convenzan de una vez para siempre, todos, que la reacción alfarista es
poco menos que imposible. El comercio debe abrir sus puertas y de manera definitiva, debe
comenzar la vida normal y ordinaria”.
En las primeras horas del día 2, Víctor Emilio recibió cable de Mr. Jones, empleado del
ferrocarril en la oficina de Huigra, en el cual le indicaba que tenía dos máquinas listas, una en
Guamote y otra en Bucay, para que llegara su expreso a Durán a las 8:30 p.m. En caso de
atraso, lo recibiría en Huigra para atenderlo. Obviamente, Mr. Jones no tenía idea de la
verdadera misión del tren expreso, y seguramente pensaba que se trataba de un capricho del hijo
del Presidente y que tal vez haría turismo. El secreto se mantenía.
Prontamente, a las 3 a.m. de ese día sábado, Víctor Emilio se presentó en el Panóptico con una
escolta, para recoger al Gral. Flavio Alfaro. La guardia, alarmada al comienzo, se tranquilizó al
reconocer al capitán Estrada y leer los documentos de excarcelación emitidos por el Ministro del
Interior. Flavio se sintió alarmado al ser requerido, pero se tranquilizó al ver a Víctor Emilio,
quien luego de saludarlo le dijo simplemente “vamos”. Flavio, conociendo ya a Víctor y el
respeto que tenía a la misión encomendada por su padre, se tranquilizó y recogió sus pocos
enseres para salir con la escolta. Nadie en el panóptico tenía por qué enterarse a dónde irían.
En la estación de Chimbacalle esperaba el tren expreso con un solo vagón de pasajeros, en el
cual irían los dos oficiales, don Pedro Valdez, hasta el día anterior Presidente Encargado del
Senado, y la escolta. A las 4 a.m. en punto, el tren dejó la estación e inició su precipitado viaje.
Se cambió locomotora en Guamote, paró en Huigra solo para abastecer el tanque de agua, por lo
que Mr. Jones, a quien no se le permitió abordar el vagón de pasajeros, se quedó en ascuas
preguntándose qué pasaba. Cambió de locomotora en Bucay, para marchar con una máquina
rápida para terreno plano, y llegó puntualmente a Guayaquil, a las 8:30 p.m. En el viaje habían
departido muy cordialmente entre los viajeros. Esa noche, Flavio durmió a bordo del crucero
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Cotopaxi. La esposa de Flavio lo esperaba en el buque y se sintió muy aliviada al ver a su
esposo en buen estado físico, aunque moralmente afectado. Víctor Emilio informó
inmediatamente de su llegada y el cumplimiento de su cometido.
Ese mismo día, a las 10 a.m., había desembarcado del vapor Perú el Gral. Leonidas Plaza
Gutiérrez, quien retornaba triunfalmente de un largo exilio político, autoimpuesto luego de la
toma del poder por don Eloy Alfaro en 1906. Fue recibido como héroe por una multitud y pudo
enterarse de lo acontecido en los días anteriores, habiendo desaprobado el trato que sus
simpatizantes le habían dado a don Emilio. Entre sus primeras acciones le envió un cálido
telegrama a don Emilio, saludándolo y felicitándolo por la investidura del Poder. Ya hablarían
personalmente en pocos días y se subsanaría el resentimiento que le había causado a don Emilio
la actitud de los señores Aspiazu y Baquerizo, y las condiciones inaceptables que le pretendieron
imponer.
Por falta de comunicación, no se había determinado dónde tendría que ir Flavio en su exilio y
cuando Víctor Emilio informó a su padre, contestó enérgicamente, el día 3, que no debería ir a
Centro América, pues sabía muy bien que encontraría apoyo de la parentela en Panamá, donde
conspiraría y se prepararía para regresar a dar problemas. Para don Emilio, Flavio era
incorregible en su ambición por el poder.
El día tres, el Gral. Delfín Treviño, comandante militar de Manabí, que lidiaba con las
montoneras del coronel Carlos Alfaro (y evitamos decir “luchaba”, porque eran amigos), llegó a
un acuerdo con el insurrecto, quien exigía la libertad inmediata de Flavio, don Eloy y dinero a
cambio de deponer las armas. Sin esperar respuesta del Gobierno, Treviño aceptó, a nombre de
éste, las condiciones de Carlos, que depuso las armas.
A don Emilio lo encolerizó esa acción de Treviño y la desaprobó el día 4, pero ya era muy tarde,
pues Carlos había cumplido con su parte del trato. Sin embargo, no se cumpliría con la libertad
inmediata de don Eloy, pues ya había el plan para su salida en pocos días, ni se le dio el dinero
solicitado, aparte de lo poco que le dio Treviño de los fondos a su disposición. Carlos Alfaro
desapareció sin dar más problemas. Seguramente se tranquilizó al saber de la salida de Flavio y
la forma en que se había obrado.
En cuanto a Treviño, don Emilio no tomó acciones disciplinarias, pues comprendía la situación
que había vivido, y suficiente castigo era la desautorización de lo que había pactado
arbitrariamente. Además, no le convenía a don Emilio abrirse un frente con un oficial amigo,
liberal fiel y de valía.
La capitulación del coronel Carlos Alfaro pacificó la costa desde Manabí hasta Los Ríos y la
parte del Guayas que había afectado. Parece mentira, pero no pasaban de 80 los hombres que
acompañaban a Carlos Alfaro y dice poco del ejército de la época que esa pequeña guerrilla
tuviera en jaque a unidades regulares de la fuerza militar en varias provincias. Cierto es, sin
embargo, que es imposible contabilizar a aquellos que actuaban informalmente como guerrilla,
muchos con el fin de aprovechar la situación para cometer robos y crímenes civiles.
Con esa capitulación, se recuperó parte de las armas que Carlos había tomado sin autorización
del parque militar de Guayaquil y, por el momento, la República estaba en paz.
Víctor Emilio se entrevistó reservadamente con el Gral. Plaza en esos días. En esa reunión se
limaron las asperezas por el fiasco de los ministerios y ofreció participar en el gabinete
ministerial, en el puesto que le quisiera asignar don Emilio, como gesto de unión liberal. En esa
reunión quedó claro que la colaboración de Plaza era necesaria, sino esencial para el bien del
país. Se acordó que se harían los nombramientos consultando la opinión de Plaza, para mantener
la cordialidad y unir las fuerzas, pues en ese momento, si bien don Emilio estaba entre el
alfarismo y el reinaugurado placismo, y sus fuerzas eran relativamente débiles, la situación era
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tan fluida que se podían unir al “estradismo” muchos alfaristas ahora huérfanos, y hasta
apolíticos, pues los alfaristas honrados, aunque contrarios, ya tenían claro que don Emilio era un
hombre honesto y de palabra, y que cuando decía que trabajaría por el país, lo decía en serio.
El Comercio de Quito, en su edición del día 6 de septiembre, en su página 3, daba la siguiente
noticia: “En un banquete que ofrecieron los socios del Club Unión de Guayaquil al general
Leonidas Plaza G. no asistieron, habiendo sido invitados, los señores doctor Alfredo Baquerizo
Moreno y don Lautaro Aspiazu. En el brindis pronunciado por el general Plaza, éste tuvo
palabras muy encomiásticas para el Sr. Víctor E. Estrada”. Esta escueta noticia tenía un
contenido político enorme: Era la manifestación pública de la desaprobación del líder del
placismo a lo que había acontecido en su nombre, para vergüenza nacional. Con esto se selló el
pacto y se renovó, de momento, el buen entendimiento entre don Emilio y el general Plaza.
El día 5 de septiembre, apenas a cuatro días de posesionado, don Emilio tuvo la primera
manifestación de la grave enfermedad que lo llevaría a la tumba en pocos meses. El Comercio
de Quito reportó el día 6 que don Emilio estaba atacado de “Grippe”… pero había algo más.
El 6, a pesar de estar enfermo, don Emilio envió un telegrama cifrado a su hijo, con una posible
combinación para el gabinete ministerial, y le pidió consultara los nombres con Plaza. Le pedía
a su hijo absoluto hermetismo. Los propuestos, según el telegrama, eran: Para Interior, Díaz;
Relaciones, Plaza; Hacienda, Rendón Pérez; Guerra, Navarro; Instrucción, José A. Campos;
Don Emilio completó el mensaje en claro, solo con el nombre de Plaza cifrado. Pero alguien no
mantuvo la reserva y El Comercio de Quito daba, al día siguiente, los nombres propuestos, lo
cual acabó con esa iniciativa. Estaban seguros Díaz en el Ministerio del Interior y Navarro en el
de Guerra y Marina, pero los demás no. Don Emilio quería a toda costa tener en su gabinete a
Carlos Rendón Pérez, por su amistad antigua y su lealtad demostrada, e insistió con su nombre
para la cartera de Hacienda, repetimos, sabiendo que no era adecuado para esa cartera. De
nuevo, era para motivar al Gral. Plaza a actuar correctamente.
Como fracasó esa “combinación”, don Carlos Rendón Pérez hizo una sugerencia para el
Ministerio de Hacienda: Poner a Higgins.
A telegrama de Víctor Emilio, don Emilio le contestó: “Si insiste Rendón, acepto Higgins. Hace
tres días estoy enfermo con fuerte gripe. Yo quisiera concluir hoy este otro asunto. Emilio
Estrada”.
Para el día 6 el asunto de Carlos Alfaro y Treviño continuaba fastidiando a don Emilio y le
envió un cable a su hijo: “Mándeme detalles precisos de lo acontecido con los montoneros de
Manabí. / Tu Padre”.
Luego del informe enviado por el Gral. Montero el día 7, don Emilio quedaría más tranquilo
sobre este asunto. Lo importante era que se había sabido de su disgusto y los comandantes de
Zona Militar y unidades militares se guardarían de tomar decisiones políticas sin autorización
del Presidente.
El Comercio de Quito, en su segunda página, trae esta noticia: “Casa presidencial. / La casa del
Sr. Juan Francisco Freile Z. será tomada en arrendamiento para la morada presidencial y la
que se servía para este objeto la destinará para el despacho del Ministerio de Relaciones
Exteriores”. Don Emilio no ocuparía la casa donde vivió el Gral. Alfaro y continuaría en su
vivienda arrendada en la Calle del Correo. La residencia presidencial arrendada al Sr. Freile
sería ocupada en épocas posteriores por el Gral. Plaza y don Alfredo Baquerizo Moreno.
El 7 se dio una fiesta en Guayaquil a la que concurrió Víctor Emilio, a pesar de encontrarse con
su novia en preparativos para su compromiso matrimonial, que debía darse en los próximos días,
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en cuanto las ocupaciones de Víctor lo permitieran. Tenía que ocuparse también de la casa
familiar, en la cual vivían sus hermanas, así como de la Fábrica La Victoria y su negocio de
importación y venta de vehículos, que tenía con José Gómez Santistevan.
Al día siguiente, el 8, desde Alausí, el Gral. Plaza le envió el siguiente telegrama: “Mucho he
sentido el no haber estado juntos en la fiesta de anoche. / Ojalá nos reuniéramos en Ambato ó
Latacunga, para entrar juntos á Quito, lo que me dará sumo placer. / Lo saluda afectuosamente
su amigo, / L. Plaza G.”. El General viajaba en un tren expreso con su comitiva.
Luego, cuando llegó a Ambato, le escribió: “Esta noche pernoctaré en Latacunga. Agradeceré
su venida para entrar juntos á la Capital. / Lo saluda su amigo, L. Plaza G.”.
Este interés del Gral. Plaza por entrar juntos era de beneficio político para los dos, pues el
General entraría con el joven héroe del momento, y Víctor entraría con el ex presidente y nuevo
hombre fuerte del Partido Liberal, que retornaba victorioso. Ciertamente, sería una muestra de
unidad partidista, pero también podía interpretarse como que el “estradismo” se estaba
entregando al “placismo”. Como todo en política, los actos eran sujeto de interpretaciones según
la óptica de cada cual. Pero ciertamente no había entrega, sino concordia, y don Emilio lo
demostraría al lograr completar el gabinete.
Por prudencia, Víctor Emilio evitó ingresar a Quito con el Gral. Plaza. Eran peligrosas para su
padre las implicaciones políticas que se podrían derivar de ello.
Ese mismo día 8, en la Cámara de Diputados, se inició un Gran Jurado para juzgar el crimen
calificado como Coaligación para Atentar Contra la República. Era un juicio político contra don
Eloy y buscaba las evidencias de que había intentado dar un golpe de estado para declararse
dictador. Entre los primeros llamados a declarar estuvo don Carlos Freile Zaldumbide, quien
había retornado a su cargo de Presidente del Senado. Antes, el 31 de agosto, un juez ordinario
había iniciado un juicio por la misma causa y hasta el momento, por las evidencias presentadas,
se podía decir que había “manifiesta culpabilidad” por parte de algunos de los ex ministros de
estado, y que sí había existido la intención de la dictadura.
El día 9, temprano en la mañana, Víctor Emilio salió a Quito en tren expreso, acompañado de
Adolfo Gómez Santistevan, el teniente coronel Luis Alberto Dueñas Jaramillo, su cuñado, y la
Sra. Rosario Alarcón Páez de Alfaro, esposa de Flavio, que iba a Quito. Su presencia en el tren
es decidora de la cortesía y deferencia con que se trató a la familia Alfaro por parte de don
Emilio y su hijo.
La vida de enamorados con Isabel
Con tanta ocupación y la necesidad de estar en Quito acompañando a su padre, los preparativos
para el compromiso matrimonial de Víctor Emilio e Isabel no fueron sencillos. Como vimos
páginas atrás, el cortejo se inició gracias al enamoramiento de su amigo Adolfo Gómez y
Santistevan con la hermana menor de María Isabel, María Laura Icaza Marín. Ellos se casaron
en 1907, cuando él tenía 19 años y ella 14. Adolfo era amiguero, citadino, buen político, líder
natural, mal hablado, fumador, mal genio y simpático al mismo tiempo, y amoroso esposo.
María Laura, como todas las hermanas Icaza Marín, aunque citadina, era campesina de alma.
Mujer sencilla, fiel esposa que le aguantaba a Adolfo su mal genio, y madre amorosa.
Isabel era mucho como su hermana, pero era algo seca en cuanto a afectos, pues no era
abiertamente cariñosa.
Se conocieron con Víctor Emilio en Posorja, durante una temporada de vacaciones. Víctor la
enamoraba, pero ella no correspondía con mucho entusiasmo. Sin embargo, se fueron acercando
emocionalmente hasta que llegaron al punto de pensar en comprometerse.
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No son muchas las cartas que sobreviven de su período de enamorados y novios, pero las pocas
con que contamos son muy reveladoras.
El día 10 de septiembre, ni bien llegado a Quito, Víctor Emilio le escribió a su enamorada,
usando los términos cariñosos con que la trataba: “Mi querida Chabiquita: / A pesar de que hoy
no he recibido telegrama tuyo, te escribo para que veas que te recuerdo aunque tu te olvides
hasta de escribir un telegrama de dos líneas. Por no hacerlo debías tener un castiguito por
ejemplo no escribirte yo aunque bien visto creo que para ti no significará mucho el que yo deje
de escribirte ¿Verdad Minina? – Solo un despacho tuyo recibí en el camino creo que en
Ambato, y desde entonces nada he vuelto á saber á más de que el jefe de telégrafos en
Guayaquil me comunica todos los días que estás buena. Supongo que tu papá continúa
mejorando: de él tampoco tengo noticias a pesar de que le telegrafío á diario.= / Te extraño
mucho, muchísimo más de lo que puedes tu imaginar, bien visto que como tu no extrañas mucho
que digamos mal puedes juzgar el modo como yo estoy extrañándote. Con todo pienso que un
poquito pensará mi piliquito en mí y aún llego á tener esperanzas de que así como yo, tu
también me habrás escrito hoy. Te advierto que no estoy dispuesto á perdonarte si dejas de
escribirme siquiera cuatro páginas por correo que es lo menos que se puede esperar de una
novia que asegura querer á su novio. Vamos á ver si lo comprueba. / Estoy matando el tiempo
como mejor puedo deseoso siempre de apresurar mi viaje á Guayaquil como te lo tengo
ofrecido= Anoche fui al teatro con la familia Palacios que me instó mucho á que fuera y no me
arrepentí. Buena compañía en los dos sentidos de la palabra. Hoy en la mañana monté á
caballo y estuve en la inauguración de un Club de Lawn Tennis donde estaban jugando ping-
pong, lo que me hizo acordar mucho de ti. ¿Te acuerdas de aquella ocasión que jugamos en
Posorja? – Miguel también estuvo allí y él te dará razón de mi comportamiento en Quito. El
anillo continúa en su puesto y gracias á él tengo ahora como defenderme de los ataques del
bello sexo!!! Estas bromitas no creo que te disgusten mucho, convencida como creo que estás
de mi cariño. Sin embargo, si algún chisme te llega por allá escríbeme no más con confianza
para desvanecer tu posible duda.- / Hasta el próximo correo recibe mil cariños que te mando
junto con el corazón de tu / VE Estrada”.
Esta carta, significativamente de cuatro páginas, está enmarcada en un patrón que se verá
frecuentemente a futuro: Víctor Emilio muy cariñoso, Isabel un tanto fría, y siempre los celos de
ella presentes, con los cuales él jugaba. Aún no se habían comprometido formalmente, pero ya
tenían sus anillos.
En la edición del 11 de septiembre, El Comercio de Quito trata de la situación ministerial y llega
a considerarla como de crisis, relatando la situación en algunos ministerios, que se encuentran
sin funcionarios clave para su funcionamiento.
Don Emilio continuaba luchando por resolverla, lo que se facilitaría con la llegada y
colaboración del Gral. Plaza.
En la misma edición, El Comercio publica, bajo el título de “Documentos para la historia”, el
tren de cartas y telegramas intercambiados entre don Emilio y los señores doctor Alfredo
Baquerizo Moreno y Lautaro Aspiazu Zedeño. También se publicó una “Rectificación” en la
cual el Dr. Baquerizo trata de esclarecer lo que, según su criterio, no había sido una condición
inaceptable, de la que dependía la aceptación de los cargos. La intención era aminorar el
impacto de la situación que se había creado, pero ya era demasiado tarde, pues los efectos
estaban dados: El Presidente había sido humillado por sus compañeros de partido y ambos
personajes habían quedado como manipuladores que querían gobernar desde los ministerios.
En el “Gran Jurado Nacional”, se llamó a declarar el día 12 al Presidente del Senado y ex-
encargado del Poder Ejecutivo. Su testimonio fue inculpatorio de la intención del Gral. Alfaro
de romper la Constitución y declarar una dictadura. Declaró que fue convocado al Gabinete los
primeros días de agosto para ser partícipe en una sesión de suma importancia para el país. Era
178
intención del Gral. Alfaro convencer al Presidente del Senado y al de la Cámara de Diputados
que debía ser el Congreso quien declarara la dictadura y nombrara un nuevo Presidente de la
República, desconociendo a don Emilio y al resultado electoral. El Sr. Freile y algunos otros
participantes en esa sesión se opusieron a tal designio, mientras que los afectos al Gral. Alfaro
apelaban a la necesidad de supervivencia del Partido Liberal Radical para convencerlos. No
cabía la menor duda de que el Gral. Alfaro esperaba que, una vez declarada la dictadura, él fuera
elegido como nuevo presidente.
El principal argumento presentado por los afectos al Gral. Alfaro fue el examen que
supuestamente había practicado a don Emilio un médico norteamericano, quien lo encontró muy
enfermo y le dio no más de tres meses de vida si subía a vivir en Quito, necesidad esencial para
ejercer la presidencia. Esto había sido desmentido en su momento por el mismo don Emilio.
Sin embargo, no deja de ser interesante la precisión del diagnóstico del médico norteamericano,
pues no habían pasado cuatro meses y el Presidente estaba muerto.
Es más asombroso aún que no sepamos de dónde salió tal eminencia ni qué se hizo, pues su
diagnóstico no fue presentado por él mismo, sino por un tercero, empleado del ferrocarril.
¿Pudo una enfermedad que don Emilio no sufría antes de posesionarse complicarse y agravarse
de manera tan rápida, y tener los mismos efectos en las alturas de Quito y el casi nivel del mar
de Guayaquil? Lamentablemente, lo más probable es que no lo sepamos jamás. Lo que sí podría
haberlo afectado con mayor posibilidad fueron los desengaños sufridos al sentirse traicionado
por quienes decían ser sus amigos. La perfidia de la política, la mala intención de sus
correligionarios, la mala fe manifestada por supuestos amigos, eso sí puede haber tenido un
efecto de deterioro mortal en su salud.
El 13 de septiembre de 1911, ya repuesto de su “gripe”, don Emilio con su hijo, oficialmente ayudante del Ministerio de Guerra, su edecán el
teniente coronel Rubén Estrada (sin parentesco), el Ministro de Guerra, el capitán de Navío Fernández-Madrid y funcionarios de su gobierno,
presencian una prueba de artillería. El cañón de la fábrica Ehrhardt era similar a otros que habían sido comprados a Alemania y que debían recibirse en pocos meses en ese país.
El Ministro de Defensa, Navarro, que aparece en la foto al lado derecho de don Emilio, fue
Coronel de Ejército hasta el día 13. Ese día el Congreso lo ascendió a General de Brigada, lo
que le daba el rango necesario para que sus órdenes no sean cuestionadas por los generales que
comandaban las Zonas Militares y Unidades repartidas por toda la República. En esta foto
aparece vestido de terno, para mantener el carácter civil del ministerio.
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En esta ampliación de la foto de la página anterior, vemos a don Emilio y su hijo Víctor Emilio.
Esta es la última foto de don Emilio que se conoce, y la última en que aparecen juntos padre e hijo.
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El Gabinete Ministerial
El día 12 se estaba a punto de completar por fin el cuadro de ministros de estado. Don Emilio
optó por que continuaran en sus puestos el Dr. Octavio Díaz, ex ministro de Alfaro y ministro
desde el 11 de agosto, en el Ministerio del Interior; el coronel Juan Francisco Navarro, en el
cargo desde el 13 de agosto, en el Ministerio de Guerra y Marina; Carlos Rendón Pérez, en el
Ministerio de Instrucción Pública; el Gral. Leonidas Plaza, en el Ministerio de Hacienda. No se
había nombrado al Ministro de Relaciones Exteriores. El Gral. Plaza dio el nombre del Dr.
Carlos R. Tobar, supuestamente liberal, a quien consideraba persona idónea para el cargo.
No era éste el Gabinete Ministerial que había querido tener don Emilio, pero era el grupo con el
cual se tendría que conformar y trabajar. Los nombrados prestaron juramento a la Constitución y
se comprometieron a laborar por el bien del país, sin influencias de intereses partidistas.
Salida al exilio del Gral. Eloy Alfaro
Como hemos visto, don Emilio, desde el primer momento de su presidencia, deseaba que el ex
presidente Alfaro salga del país para su seguridad. La actitud beligerante del pueblo de Quito y
de los congresistas (más por intereses creados que por política pura), hacían difícil poner en
práctica ese deseo, en especial con la instalación del Gran Jurado Nacional y las declaraciones
incriminatorias que se estaban dando.
El Gral. Leonidas Plaza G. concordó con don Emilio que el Gral. Eloy Alfaro Delgado debía
salir del país lo más pronto posible, pues un juicio político podría tener impredecibles
consecuencias políticas y sobre la seguridad física del ex presidente. Él dio su aprobación para
que se lo envíe al exilio y comenzó a ejercer su influencia ante los senadores y diputados.
El cuerpo diplomático, por su parte, intercedió ante el Gobierno solicitando la salida de don
Eloy, lo que facilitó que el Ejecutivo pusiera esa solicitud ante el Congreso, que consideró
formalmente el pedido en sesión secreta, aprobándolo.
Víctor Emilio estaba inmerso por completo en la organización del traslado del Gral. Eloy Alfaro
a Guayaquil. El Ministro del Interior solicitó nuevamente un tren expreso para el capitán
Estrada, a estar listo a partir del 14 de septiembre en la tarde. Este tren, a diferencia del que
transportó a Flavio, tendría que llevar más personas a bordo. También, por razones de seguridad,
se requerirían dos vagones de pasajeros, ambos con las ventanas cubiertas, para dejar en duda en
cual iba el ex presidente. El número de tropas para la escolta tendría que ser mayor y se tendría
que transportar enseres personales del ex presidente y su familia, lo que requeriría un vagón de
carga. Sería necesario salir más temprano que cuando se transportó a Flavio Alfaro, pues el peso
de los vagones adicionales y su carga harían que el tren viajara más lento. Se pensó usar dos
trenes, uno de escolta, que iría adelante y otro que lo seguiría con los pasajeros y parte de la
escolta, pero esa idea se descartó, pensando que el secreto se mantendría como la vez anterior.
El 14 en la tarde se rompió el secreto que se había mantenido sobre la operación y el pueblo
quiteño se enteró del viaje, lo que congregó una multitud hostil fuera de la Legación de Chile y
en la estación de Chimbacalle, lo que hacía que la misión fuera de mayor peligro. Se prohibió
que se cursaran telegramas con información sobre este tren, para tratar de contener el potencial
peligro.
A las 11 p.m. del 14 se presentaron en la Legación de Chile los generales Leonidas Plaza,
ministro de hacienda, y Juan Francisco Navarro, ministro de guerra y marina, para notificar
oficialmente al Gral. Alfaro de su partida a Guayaquil y al exterior, e informarle que el
Gobierno le brindaría la seguridad necesaria a él y su familia hasta que estén embarcados en el
buque que los transportaría. Es interesante observar que Alfaro y Plaza no se veían desde 1902,
cuando tuvieron un fuerte altercado que rompió la relación entre los dos políticos.
Don Eloy y su familia ya estaban listos, pues los legados de varios países, que estaban también
presentes, ya le habían informado de la resolución del Gobierno y del Congreso de permitir su
181
salida. La preocupación era la seguridad del ex presidente Alfaro. Con la llegada de Plaza y
Navarro, la multitud estaba excitada, de tal forma que era necesario esperar hasta un momento
en que se calmaran y se pudieran movilizar los carruajes que vendrían del Palacio de Gobierno.
Se había desplegado personal militar armado frente a la Legación de Chile y a la una de la
mañana del día 15 de septiembre llegaron los carruajes. La multitud se excitó y el Gral. Plaza
tuvo que bajar a tranquilizarlos y pedirles que den ejemplo de cultura y humanidad. Una vez en
calma el pueblo presente, el Gral. Plaza entró en la Legación, subió las escaleras y pidió al Gral.
Alfaro bajar, ofreciendo su brazo para darle firmeza, pero don Eloy le pidió que más bien
ayudara a doña Ana Paredes de Alfaro, su esposa, que se encontraba muy nerviosa. La comitiva
del Gral. Alfaro ocupó los coches entre gritos e insultos de la multitud. Los carruajes llegaron a
Chimbacalle sin contratiempo. En la estación también había personal militar de resguardo, pero
sumándose a la multitud, había otra, esta vez de cocheros. En cuanto estuvo abordo la comitiva
de los Alfaro, a las 2 a.m., el capitán Víctor Emilio Estrada, al mando del expreso, dio la orden
de partida. Al salir el tren de la estación, los cocheros lanzaron cohetes y camaretas, en
despedida del ex presidente. El Ecuatoriano, periódico de Quito, dice que estos cocheros
simpatizaban con el Gral. Alfaro, pero las evidencias de los días anteriores nos indican lo
contrario.
Mientras Plaza y Navarro acudían a transportar al ex presidente, familia de él estaba llevando el
equipaje a la estación de Chimbacalle, para que estuviera todo a bordo cuando llegara don Eloy.
Víctor Emilio tenía a sus órdenes, como personal de escolta, al capitán Carrera y 20 hombres del
Regimiento de Artillería Bolívar, convenientemente distribuidos a lo largo del tren. Él,
personalmente y por disposición de su padre, se mantuvo al lado del Gral. Alfaro desde que
llegó a la estación, pues era responsable directo de su seguridad. Iban a bordo del tren, en el
vagón que iba don Eloy, su esposa doña Ana Paredes, su hija América, su hijo Olmedo con su
esposa Clemencia Lasso, y su otro hijo, Colón Eloy. Lo acompañaban los ministros
(diplomáticos) de Colombia y de Francia, y el encargado de negocios de Alemania. En el otro
vagón de pasajeros iban José Gómez Santistevan, Ernesto Arroba Garaycoa, César Gamarra,
hermano de doña Lastenia, esposa de don Emilio, y el teniente coronel José R. Estrada (sin
parentesco). En el vagón de carga iba el equipaje de la familia Alfaro, el de los diplomáticos y
armamento para proteger al tren por si se encontraban inconvenientes.
Tal como el expreso anterior, éste tomó velocidad y solo se detuvo para reabastecerse de agua y
cambiar locomotoras. En Huigra, Mr. Jones, esta vez sí al tanto de la misión del tren expreso,
estuvo en la estación para asegurarse que su abastecimiento fuera rápido y sin inconvenientes, y
para entregar telegramas para el capitán Estrada. En todos los puntos de parada había personal
militar resguardando y la escolta de abordo se mantenía en permanente alerta ante cualquier
amenaza.
Víctor Emilio recibió en Guamote telegrama del Gral. Montero, pidiéndole que parara en
Yaguachi para subir a bordo y acompañar al Gral. Alfaro hasta Durán. En Alausí, recibió otro
telegrama indicándole que avanzaba a Milagro y que lo recogiera allí. En efecto, Montero
estuvo en las afueras de Milagro, en la toma de agua, con su secretario el coronel Joaquín Pérez
y se embarcó para acompañar a don Eloy. El encuentro de los amigos fue emotivo, a pesar de
que Montero había sido clave para la caída del régimen alfarista.
A las 7:30 p.m. entró el tren expreso a la estación de Durán, arrastrado por la locomotora N° 8.
Lo esperaban el Ministro (diplomático) de Brasil; el capitán de navío (asimilado) Rafael Pino
Roca, Capitán del Puerto de Guayaquil; don Amalio Puga, Intendente de Policía del Guayas;
don Juan de Dios Martínez Mera, Tesorero de Hacienda del Guayas, y varios amigos del Gral.
Alfaro, como Luis Adriano Dillon, Francisco Urvina Jado y Pedro Gualberto Córdova.
182
Lo primero que hizo Víctor Emilio al desembarcar, fue enviar a su padre el telegrama que
anunciaba el cumplimiento de la misión encomendada. Después de los saludos del grupo que
había acudido a recibir a don Eloy, se inició el transporte fluvial desde el muelle del ferrocarril,
al Crucero Cotopaxi, convenientemente anclado cerca de Durán. Para esto había varias lanchas a
vapor disponibles. Una llevó al Gral. Alfaro con su esposa, sus hijos Colombia y Olmedo,
acompañados de los diplomáticos, el Gral. Montero con su secretario, Víctor Emilio y el capitán
Rafael Pino. Las otras lanchas regresaron al resto del comité de recepción y llevaron a los otros
viajeros a Guayaquil, entre quienes estaban Colón Eloy y la esposa de Olmedo, que decidieron ir
a la ciudad a encontrarse con la familia.
El general Alfaro fue recibido a bordo del Cotopaxi con honores presidenciales y le fue asignado
el camarote del comandante del buque. Una vez instalado el Gral. Alfaro y su familia,
desembarcaron a la ciudad de Guayaquil los cuatro oficiales militares y los diplomáticos. Más
tarde, los familiares que quedaban en Guayaquil visitaron en el buque a don Eloy y su esposa.
A la mañana siguiente el Cotopaxi se dirigió a Puná, para encontrarse con el vapor Chile de la
Pacific Steam Navigation Company, que llevaría al ex presidente Alfaro a Panamá.
Esa misma noche, luego de un agotador y tenso viaje, demostrando la inagotable energía de la
juventud, Víctor Emilio se comprometió formalmente para contraer matrimonio con María
Isabel Icaza Marín. La fiesta de compromiso se realizó en la residencia de los padres de la novia,
en presencia de familiares y amigos. Luego de terminada la fiesta, Víctor Emilio pudo dormir en
su casa plácidamente, como no lo hacía desde hacía muchas noches atrás. Había cumplido a
cabalidad la delicada misión confiada por su padre y había dado un paso trascendental en su
vida sentimental.
El dedo en la llaga
Así se titula un artículo publicado el día 15 de septiembre en el periódico guayaquileño El Grito
del Pueblo Ecuatoriano -sucesor de El Grito del Pueblo-, artículo que fue tomado de La Prensa
de Quito. En ese artículo se sintetiza el problema del país con la G & Q Railroad Company.
Según el contrato, los ingresos ferroviarios que la empresa debería entregar al gobierno, se
destinarían al servicio de la deuda a los tenedores de bonos. El problema es que no había
ingresos ferroviarios para el gobierno, a pesar de los conocidos ingresos por venta de pasajes y
carga. Todo se iba en gastos. Ya Harman había obtenido, por decreto presidencial, exoneración
de cargos en acusaciones anteriores. Eso no se daría ahora. El problema era múltiple, pero con
dos partes principales: El control de los ingresos y los gastos, para que el Estado obtenga
beneficios; y, el pago a los tenedores extranjeros de los bonos, que por falta de ingresos
ferroviarios, tenían que ser sufragados enteramente de otros ingresos del erario, como los de
aduana. Para Mr. Harman y sus socios, la situación era de lo más incómoda y tenían que
resolver este problemita.
El periódico El Ecuatoriano, de Guayaquil, del sábado 16 de septiembre, tiene un artículo
titulado “Emigración del general Eloy Alfaro”, que hiela la sangre al leerlo, pues es
premonitorio, con una exactitud pasmosa, de lo que acontecería en enero de 1912. En parte dice
así: “… Si don Eloy Alfaro intentara recuperar su tiránico poderío, se levantaría la Nación en
masa. Si ahora le han valido las influencias masónicas para salir libre, creemos q’ los hombres
viriles, q’ los niños que se levantarían en cruzada social para combatirle, no le perdonarían la
temeraria reincidencia de su pecado habitual: la revolución. Pensamos, pues, que si el
alfarismo no pasará todavía á la historia sin darnos nuevos dolores de cabeza, su Jefe, el
general Eloy Alfaro, es un escombro político sin posible rehabilitación personal”.
183
Se complica la salud de don Emilio
El sábado 16 despertó Víctor Emilio con la recepción de varios telegramas, de distintas
personas, referentes a la salud de don Emilio. Carlos A. Bermeo, Carlos Espinosa, el Gral.
Leonidas Plaza, doña Isabel Palacios y el mismo Jefe de Telégrafos. Todos le insinuaban un
retorno inmediato y le indicaban que Don Emilio tendría que ir a Pomasqui a descansar. Había
tenido “calentura” y el Dr. Sáenz había prescrito reposo inmediato y dijo a los allegados al
Presidente que el trabajo laborioso es lo que lo estaba enfermando. Pero ¿cómo podía el
Presidente dejar de trabajar? Don Emilio dijo que iría a Pomasqui y descansaría cuando llegue
Víctor Emilio.
El 16 de septiembre en la noche, Víctor Emilio envió telegrama al Ministro del Interior
solicitando un tren expreso. Recién el 17 a las 2:50 p.m., Mr. Norton, del ferrocarril, notificaba
por cable a Víctor Emilio, que un tren especial estaba listo para salir de Durán en cuanto lo
deseara. El resto del día 16 y 17 continuaron los telegramas, cada uno con mayor urgencia en su
tono.
Víctor Emilio retornó a Quito de inmediato, saliendo el 17 en la tarde y llegando el 18 en la
mañana. De inmediato acudió a la residencia en la Calle del Correo. El padre sintió un gran
alivio al ver llegar a su hijo. Luego de relatar a los miembros de la familia lo ocurrido en su
fiesta de compromiso, se quedó solo con su padre, a quien detalló el viaje del Gral. Alfaro e
inmediatamente intercambiaron información política, para saber detalles de la situación en Quito
y Guayaquil. Trataron la situación que estaba desarrollándose sobre la Compañía Nacional
Comercial y desde el primer momento tuvieron muy en claro que se trataba de una maniobra
política de la élite económica y comercial guayaquileña, del grupo del Banco del Ecuador, como
revancha por no haber logrado su propósito de manejar el gobierno a través de un gabinete
ministerial controlado por ellos.
Ya con su hijo presente en Quito, don Emilio accedió a ir a descansar en Pomasqui, población
más baja que la Capital y con clima más templado.
Víctor Emilio se quedaría en Quito, en la sede del Gobierno, y padre e hijo estarían en contacto
permanente vía postas confiables y el telégrafo.
La Compañía Nacional Comercial en entredicho
Vimos, páginas atrás, que a finales de 1907 había comenzado a trabajar la compañía dedicada a
explotar el muelle fiscal de Guayaquil, para beneficio público y privado, habiendo logrado un
importante aumento en el ingreso aduanero, lo que, siendo beneficioso para el Estado, era en
extremo perjudicial para aquellos comerciantes deshonestos que se encontraban con el
inconveniente grave de tener que pagar impuestos, en vez de embarcar y desembarcar
mercadería directamente a sus muelles particulares y pagar lo que les viniera en gana, si acaso
pagaban algo. Otros perjudicados habían sido los “lancheros”, dueños de embarcaciones
particulares, que hacían el trabajo de transporte de los buques a los muelles y viceversa. Ahora
ellos tenían que hacer su trabajo con el control de la Compañía.
Casi cuatro años tenía la empresa operando y algunos comerciantes deshonestos, influyentes y
enquistados en la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil, ya estaban cansándose de
esta incómoda y perjudicial situación. Era necesario terminarla, y no había mejor momento que
el presente, pues estando uno de los principales propulsores de la Compañía en la presidencia de
la República, por su honestidad y entereza, era un momento débil políticamente para él y la
empresa. Mientras gobernó el Gral. Alfaro, nadie se atrevió a atacar a la compañía, pero,
paradójicamente, al momento estaba vulnerable.
El ataque comenzó desde la Cámara del Senado el día 7 de septiembre. En El Comercio de
Quito, del 16 de septiembre de 1911, se daba a conocer la noticia, a su vez tomada de El Sol,
que se titulaba: “Al rededor de un contrato”. El Senado, sin saberse en qué se fundamentó,
solicitó a la Cámara de Comercio de Guayaquil un informe al respecto de la Compañía. Nótese
que no se lo solicitó a las autoridades hacendarias, quienes llevaban el control de los ingresos
184
por derechos aduaneros y tasas portuarias, sino a los interesados y proponentes arteros de la
queja. Estaba clarísimo que se trataba de una maniobra político-económica y una lucha de
intereses particulares versus los de la Nación.
Ante el pedido del Senado de un informe documentado, la Cámara de Comercio, promotora de
la anulación del contrato, contestó que estaba recabando documentos para emitir el informe,
pero solicitó al Congreso que “…no acepte el Congreso el contrato primitivo ni las reformas
que se le hubiesen hecho después…”. O sea que pedían que se desconozca arbitrariamente un
contrato que estaba en vigencia ya por casi cuatro años.
El artículo de El Comercio comentaba, con toda razón: “… lo encontramos bastante extraño y
fuera de lugar (…) y después de manifestar que no puede emitir opinión sin conocer los
documentos que debe estudiar acaba pronunciándose de hecho en contra del contrato y sus
reformas”. Más claro no podía estar la situación: Se reducía todo a una batalla de intereses
creados que sería una continuación del juego malicioso que se le hizo al Presidente entrante en
cuanto a la conformación del gabinete ministerial. Era una lucha de intereses económicos y
políticos que necesitaban de la corrupción administrativa gubernamental para sostener sus
cuantiosos beneficios, en contra de lo que se perfilaba como un gobierno honesto. Se iniciaba
una lucha sin cuartel, que sería factor importantísimo para el deterioro de la salud de don
Emilio. Era la traición total y completa de quienes lo habían aupado para aceptar el solio
presidencial, pensando que manejarían al Presidente como titiriteros. Al descubrir su desengaño,
lo tenían que domar, o acabar.
Para el día 19, en el periódico La Unión, ya se habla de suplantación de firmas en documentos
del informe de la Cámara de Comercio. Dice La Unión: “… lo que nos ha movido y nos mueve á
tratar el asunto es el velado propósito que existe de poner en un dudoso predicamento al probo
ciudadano que rige los destinos de la República”.
El informe de la Cámara de Comercio y Agricultura era, por supuesto, desfavorable para la
Compañía. En síntesis, decía que ella se arrogaba funciones públicas al cobrar impuestos y tasas,
para lo cual no estaba facultada, pues era empresa privada.
El Guante, periódico satírico de Guayaquil, trata también el tema en su habitual estilo, atacando
a la empresa, pero criticando también el informe de la Cámara de Comercio y Agricultura.
Ya descansando en Pomasqui, el día 21 don Emilio recibió un despacho del Ministro del
Interior, en el cual le envía, en borrador, el decreto nombrando al “Dr. Carlos R. Tobar de
Ministro de Relaciones Exteriores, pues el Sr. Gral. Plaza se haya empeñado en esto”. Don
Emilio no se resistiría a este deseo del Gral. Plaza, y dio el visto bueno para elaborar el decreto.
No se encontraba otra persona que pudiera ocupar el cargo adecuadamente. El nombre completo
del ministro era Carlos Rodolfo Tobar Guarderas.
El Dr. Díaz también toca el punto de “conatos revolucionarios” a los que estaba atento el
Intendente de Policía de Pichincha. Eran los alfaristas y flavistas que se estaban reagrupando,
pues en ese momento nadie los estaba vigilando o persiguiendo.
Don Emilio, preocupado por la suerte del contrato de la Compañía Nacional Comercial con el
Estado, había pedido a dos reconocidos jurisconsultos que estudien la validez del contrato. Uno
fue el Dr. Carlos Casares y el otro Luis Felipe Borja (hijo).
Carlos Alberto Aguirre, gerente de la Compañía Nacional Comercial presentó, el día 22 de
septiembre, un escrito al Presidente de la Cámara del Senado, el mismo que estaba auspiciado
por el Dr. Carlos Casares, fallecido pocos días atrás. En relativamente pocas palabras dejan muy
en claro la situación legal de la Compañía y establecen la legalidad de los contratos y la
irregularidad del proceso de nulidad que se estaba siguiendo en el Congreso. Pero nada de esto
tenía importancia, pues el asunto era político y manejado por intereses económicos
poderosísimos, que tenían que lograr su objetivo sin importar como.
185
El estado de salud de don Emilio creó una situación que ya se había vivido con el Gral. Alfaro.
Al estar físicamente impedido para gobernar, su hijo Olmedo lo había hecho por él, en todo
sentido, pues su agotamiento no solo era físico, sino mental también. Víctor Emilio le había
recriminado a Olmedo esta acción, pero a partir de su retorno de Guayaquil y la salida de su
padre a Pomasqui, se había encontrado en la necesidad de hacer exactamente lo mismo, con la
diferencia de que don Emilio sí estaba en control pleno de sus facultades mentales. Padre e hijo
se mantenían en contacto permanente a través de postas de confianza que iban y venían de
Pomasqui, de acuerdo con las necesidades, así como extenso uso del telégrafo. Pero este
procedimiento no agradaba a los miembros del Gabinete, en especial al Dr. Díaz, que ya había
vivido la experiencia.
A los periodistas de El Guante, no se les escapaba ningún detalle y en su edición del 24 de
septiembre, se publicó una caricatura que transmitía una realidad que era secreto a voces.
ANULAR, pseudónimo de E. J. Avilés M. escribió unos versos para acompañar la caricatura.
Citaremos de algunos de ellos, aunque son ofensivos. -Pero esa era la tónica del periódico.
“El señor don Emilio / que se
estaba muriendo en las alturas ha
buscado el auxilio de otras auras
más sanas y más puras. En Quito
se moría: un dolor de cabeza le
oprimía quitándole el coraje y la
fiereza… / Peligraba su vida… y se
vio precisado a una salida / con
todos los aspectos de una fuga… /
mientras puso las riendas del
gobierno en las manos diestrísimas
del hijo (…) Él se encuentra
dispuesto á que haga su labor
Víctor Emilio (…) Qué más? En un
descanso él hace la conquista del
garbanzo; quien tiene decididos
servidores y un hijo inteligente
puede salvar la patria fácilmente
soñando dichas y cogiendo
flores… / Para eso es Presidente, y
él no tiene la culpa en estos líos si
en el trabajo siente la cabeza
caliente… y los pies fríos.” Firmado: Anular
Ahora, que vivía la situación en carne propia, Víctor Emilio pudo comprender mejor a Olmedo
Alfaro Paredes, quien había actuado como tenía que hacerlo por deber filial.
Pero la situación no dejaba de ser muy delicada y potencialmente dañina políticamente.
Adolfo Gómez y Santistevan, como muchos otros amigos, había pedido a Víctor Emilio un
puesto en la administración pública. A pesar de la amistad, Víctor no impuso ningún
nombramiento, pero sí pasaba las solicitudes discretamente a los ministros. El 26 de octubre, el
Ministro del Interior comunicó que Adolfo había sido nombrado cajero del Cuerpo de Policía de
Guayaquil. Muchos otros amigos, entre ellos José, el hermano de Adolfo, que pedían cargos
186
para los que no eran considerados idóneos, no obtuvieron puesto alguno, causando
resentimientos que en algunos casos traerían represalias futuras contra Víctor Emilio.
Para el día 28 de octubre, el proyecto de nulidad de los contratos del Gobierno con la Compañía
Nacional Comercial ya había sido aprobado por la Cámara de Diputados, y había pasado a
consideración del Senado. El curso del proyecto era inexorable: Tenía que salir aprobado.
Doña Lastenia Gamarra de Estrada cumplió años ese día, en compañía de don Emilio y parte de
la familia que los acompañaba en Pomasqui.
Al día siguiente, El Comercio reportaba que don Emilio seguía en Pomasqui, desde donde
gobernaba.
Ese mismo día 29, el Dr. Luis Felipe Borja, hijo, emitió, bajo pedido del Gerente de la
Compañía Nacional Comercial, su opinión legal sobre los contratos de la Compañía con el
Estado. Su respuesta fue en tres partes, pues eran tres las consultas formuladas. Según su
opinión, eran perfectamente legales.
El Dr. Borja sería punta de lanza jurídica en la defensa de la Compañía, pero insistimos, los
resultados de la controversia ya estaban dados desde Guayaquil, y comprobadamente, como se
confirmaría en los primeros días de octubre, desde el mismo Ministerio de Hacienda, en Quito…
La salud de don Emilio había mejorado lo suficiente para que se trasladara de regreso a Quito, a
donde llegó con su familia a las 10 a.m. del 3 de octubre. Salieron a recibirlo el Ministro de
Guerra y Marina, doña Isabel Palacios de Espinosa, Federico Fernández Madrid y otras
personalidades amigas. El Ecuatoriano de Quito, de ese día, dio una noticia que su colega, El
Comercio, calificó como “Noticia á lo Coral”, o sea una fabricación. Decía que se rumoraba que
don Emilio iba a renunciar al cargo por su estado de salud, lo que ciertamente no tenía
fundamento.
Desde que entró nuevamente en el Palacio Nacional, don Emilio se ocupó de lleno en el
problema de la Compañía Nacional Comercial, pues muy aparte de sus intereses personales
como accionista de esa empresa, tenía la convicción de que se le estaba haciendo un daño a la
hacienda pública, pues al desaparecer la compañía volvería a surgir la evasión de impuestos
aduaneros y tasas portuarias. Adicionalmente, el tenor del contrato del Estado con la compañía
estipulaba que si se lo daba por terminado, el Gobierno tendría que devolver a la empresa el
dinero recibido por adelantado por concepto de la concesión, tendría que reembolsar gastos
realizados, y el Estado tendría la necesidad de comprar los equipos flotantes que había adquirido
la Compañía, lo que sumado llegaba casi al millón de sucres, una suma que el erario público no
podía solventar.
Con el objeto de tratar de encontrar una solución, ya sea resolviendo el asunto de la oposición en
Guayaquil para que se retire lo actuado por el Congreso, o logrando la financiación de los
bancos de esa ciudad para que el Gobierno pueda terminar el contrato legalmente, don Emilio
envió a Víctor Emilio a esa ciudad el día 4. Era una tarea política y financiera muy delicada la
encomendada al hijo de 20 años.
El Comercio de Quito manifestó en sus ediciones de los días 4 y 5 de octubre una opinión
razonada de que el Presidente debía objetar el decreto contra la Compañía, por las razones
legales bien fundamentadas que ya se habían presentado al Congreso, y que éste había ignorado
para tomar su decisión política.
Don Emilio envió el día 8 una carta al Presidente del Senado, sin la firma de respaldo del
Ministro de Hacienda, pidiéndole revocar el decreto que anulaba los contratos, pero era inútil
cualquier razonamiento.
187
Ni bien llegó a Guayaquil, Víctor Emilio se entrevistó con don Francisco Urvina Jado, uno de
los principales accionistas de la Compañía y gerente del Banco Comercial y Agrícola. Tuvo en
claro entonces que se trataba de un asunto de rivalidad del Banco del Ecuador y su grupo de
accionistas, depositantes y amigos de la Cámara de Comercio, versus el grupo del Banco
Comercial y Agrícola. Era una lucha de fuerzas económicas y por lo pronto iba ganando el
Banco del Ecuador, en ese entonces el Banco más fuerte del país, con influencias políticas que
habían logrado una mayoría en las dos cámaras del Congreso nacional.
Víctor Emilio telegrafió a su padre el día 10: “Me gustaría conocer intenciones asunto nacional
comercial aún es tiempo para hacer lo que se quiera. / Aquí hablaban ayer de un meeting pero
no se realizó. Bueno es decir algo por la prensa á este respecto y es para eso que necesito saber
la orientación del asunto. / Dile a Arroba que me comunique lo necesario en todo. Tu hijo. /
Víctor Estrada”. Este cable nos indica que los adversarios aún dialogaban. Era un juego de
intereses económicos que estaban practicando, el que era conveniente para ellos porque ambos
bandos defendían el lucro personal.
Víctor Emilio se dio tiempo para viajar a Posorja, a ver a Isabel, y pasar por Punta de Piedra,
inspeccionando el fuerte allí ubicado, pues era uno de los principales depósitos de cañones de la
Armada.
Otra vez los flavistas…
Ya se sabía que se estaba gestando un nuevo intento revolucionario de los partidarios de Flavio,
pero el Gral. Montero ya estaba al tanto de ello y estaba preparado.
En Quito, mientras tanto, el Gral. Plaza había presentado su renuncia como Ministro de
Hacienda el viernes 6 de octubre y se la aceptó e hizo pública el 8. La razón para esta acción fue
la discrepancia de opiniones en cuanto a nombramientos de personal y la negativa del Gral.
Plaza a firmar la nota al Congreso objetando el Decreto contra la Compañía Nacional
Comercial, pero su retiro no causó ningún resentimiento personal con don Emilio o su hijo.
Como dijo El Comercio: “…su separación no produciría trastorno alguno en el Gobierno, ni en
su estabilidad ni en la marcha emprendida en el camino de la reorganización y regeneración de
la Patria; ni el señor don Emilio Estrada encontraría dificultades y resistencia de parte de los
amigos políticos del señor general don Leonidas Plaza G…”. Sería reemplazado de inmediato
por J. (José) Federico Intriago Navas. Como el Dr. Tobar aún no se posesionaba de la cartera de
Relaciones Exteriores y había estado ejerciendo el cargo el Gral. Plaza, se traspasó esa
responsabilidad al Ministro del Interior, hasta que llegara y se posesionara el Dr. Tobar.
En cuanto a la nota de objeción al decreto, su texto fue publicado en El Comercio de Quito el
día lunes 9 de octubre, y es muy claro en cuanto a los puntos que generaron la objeción.
Uno de los puntos prioritarios del programa de gobierno de don Emilio había sido el
saneamiento de Guayaquil. El Consejo de Estado aprobó el decreto que autorizaba al Ejecutivo
formalizar el contrato respectivo con el Sr. Edmond Coignet, por cincuenta millones de francos
franceses. Era un paso de gran importancia y tal vez no encontró resistencia porque no había
otro interés de por medio que el bienestar de los guayaquileños y su calidad como puerto
internacional. Fue un logro político que, sin embargo, contrastaba con el problema de la
Compañía Nacional Comercial. Pero también fue un logro sin efectos, como lo veremos.
Víctor Emilio sabía ya que como parte del trasfondo del asunto de la Compañía Nacional
Comercial, los bancos locales exploraban la forma de dar el préstamo respectivo al Gobierno
para terminar el contrato, y por ello le menciona a su padre que “Intriago pueda conseguir aquí
dinero para la Nacional Comercial con lo cual quedará el Banco cruzado de brazos, por
consiguiente es forzoso pensar en empréstito afuera para cupones (de la deuda del ferrocarril)
asunto al que tus palabras á Londres y al Ministro americano le dan un cariz de improrrogable
188
y urgentísimo so pena de incurrir en peor descrédito que Alfaro”. Estas palabras confusas se
deben a que fueron encriptadas y al traducirlas se trastocaron. No debemos olvidar que el trabajo
de encriptación lo hacían personalmente padre e hijo y don Emilio se encontraba aún mal de
salud. Se refieren a dos temas distintos, el del dinero necesario para terminar el contrato con la
Compañía Nacional Comercial, a pesar de las objeciones formales ya presentadas al Congreso,
pues no había ilusión de que prime la razón por sobre los intereses políticos y económicos del
grupo promotor del hecho; y, el dinero para pagar los bonos que estaban vencidos, de los
empréstitos del ferrocarril. La capacidad de los bancos locales no daba para cubrir ambas
necesidades. Las circunstancias estaban gestando la necesidad de que viaje una delegación a
negociar en New York y Londres el pago de los bonos del ferrocarril y a formalizar en París el
Contrato Coignet y su financiación, para el saneamiento de Guayaquil. En cuanto al préstamo
para la Compañía, la situación no estaba clara, pues dar por terminado el contrato sería muy
oneroso para el Estado y al pedir un préstamo para ello se corría un alto riesgo de desprestigio
para el país y su gobierno por imposibilidad de pago, pues el Estado simplemente no contaba
con los ingresos para poder pagar y no tenía esperanzas de tenerlos. Además, se iniciaría
nuevamente la evasión tributaria aduanera y no se recaudarían las tasas de servicios. Víctor
Emilio muestra tener muy en claro la situación en telegrama que envía a su padre el día 19:
“Respecto á las gestiones de Intriago creo que al fin y al cabo tendremos que optar por las
ideas que ayer te comuniqué sobre empréstito, las que ahora refuerzo en vista de una
conferencia que acabo de tener con Urvina y una conversación con el adjunto americano que
viene mandado de Quito á seguir de cerca la negociación y quien me invitó hoy á almorzar
espresamente con el objeto de intervenir aunque particularmente en el asunto.
Espontáneamente me corroboró lo que yo llegué á saber por otro conducto á cerca de la
importancia que se ha dado por el departamento de Estado en Washington á la demora en
cumplir lo ofrecido tres veces con intervalo de días en las conferencias con Young y Norton: no
hay tiempo que perder en este asunto ni otro camino que escoger que el que te indiqué yo ayer.
La operación Nacional Comercial quitará al disponible de los Bancos un millón y en el
supuesto que hubiera aun capacidad financiera por uno ó dos millones más sería un yerro
enorme pedírselo por que se cortaría al Gbno el camino para salvar las inevitables dificultades
económicas de administración interior siendo como es el pago de los cupones un gasto
excepcional y pura pérdida material para el país, aunque en resumen le produzca el beneficio
de levantar su crédito. Un individuo que demora el pago de sus deudas y gasta el dinero que á
ellas debía dedicar no queda en posibilidad de vivir hoy y pagar al mismo tiempo lo de ayer con
sus propios recursos que siendo botarate botó lo de ayer y apenas le quedó lo de hoy,
forzosamente tiene que recurrir al vecino amigo que por otra parte en nuestro caso resulta ser
el mismo acreedor que felizmente para nosotros es tan bueno que da como contentarlo. Me
gustaría saber tu opinión al respecto. / Saluda tu hijo Víctor Estrada”.
Paralelamente, Víctor Emilio tenía que atender la amenaza de revolución, que si bien se
mantenía controlada por el Gral. Montero, merecía cuidadosa atención. Escribió a su padre ese
mismo día: “Acabo de visitar los cuarteles artillería, Vencedores, Tulcán y Policía y aparte de
las incomodidad de algunos de ellos no he encontrado nada anormal y antes por el contrario
mucho empeño en la militarización de la tropa que toda estaba en ejercicio en las afueras. Creo
conveniente que le indiques al Mtro de Guerra que por lo pronto continúe aquí el material
Ehrhardt de cuatro cañones y que manden unos mil tiros para esas piezas. Hoy por hoy hay que
atender necesidades internas y tan fuertes debemos de estar aquí como allá. Se lleva también la
instrucción de la tropa con ese material dejándolo en ambos centros repartidos hasta que venga
lo que se ha pedido á Europa. Si se pudiera integrar un Regimiento estaría bien, pero
completando solo dos baterías quedaría tan descompleto como teniendo hoy una sola. Por lo
pronto ese material es de instrucción y como tal está bien en dos lugares de importancia militar.
Me extraña sobremanera un telegrama del Gral. Navarro indicándome al Cdte Sierra para
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segundo guardaparque estando mil veces convenido en que sea Pepe Monteverde. Estas
pequeñeces hacen mella en el ánimo de Pedro (Montero) quién cree sean medidas para
hostilizarlo. Si desde Pomasqui convenimos con Pérez en el nombramiento de Monteverde,
porque no se ha hecho ya? – No opino por el nombramiento de Jefe de Pesquisas que se intenta
con Larrea y déjame pensar en unos dos ó tres nombres para comunicarte. En lo que sí estoy
conforme es en el cambio de Rosero que hay que nombrarle Jefe Político de algún Cantón. No
muevas al Intendente. Hoy á mañana llegará el Btllón Vinces de Babahoyo y después el Manabí
de Portoviejo á donde marchará pronto el ‘Pedro Carbo’, para guarnecer esa provincia.
Cuando piensas venir? Hoy llegará Cdte. Morales con quien hice el viaje á Posorja. Lleva un
memorándum bien pensado al que hay que apoyar. También un presupuesto de marina que
rebaja de 300 mil á 200 mil los gastos. Tu hijo / Víctor Estrada”.
Como podemos ver, era los ojos totalmente confiables de su padre, una extensión joven y móvil
de sí mismo.
Por las objeciones formuladas por el Ejecutivo, no se había publicado en el Registro Oficial el
decreto legislativo anulando los contratos con la Compañía Nacional Comercial. En Guayaquil,
los triunfadores en la contienda política reclamaban su inmediata puesta en vigencia y Víctor
Emilio no tenía clara la situación, por lo cual envió telegrama a su padre:
“Aquí se dice que no está promulgada por falta de publicación en el registro oficial la ley sobre
Cia. Nal. Ojalá encargues á alguien de averiguarlo para evitar tropiezos con la bulla que
pueden empezar hacer los periódicos. Tu hijo / Víctor Estrada”.
Era intención de don Emilio el que no se publicara en tanto el Congreso tratara las objeciones
enviadas. El Congreso terminó sus sesiones ordinarias el día 9 de octubre pero en vista de las
objeciones del Ejecutivo, prorrogó en un día más sus sesiones para tratar el asunto. El Ministro
Intriago compareció ante el Congreso el día 10 y al presentar las objeciones, dio a conocer que
el único propósito de ellas era el indicar a los legisladores los inconvenientes que habían para
ejecutar el decreto legislativo y que el Ejecutivo se allanaría a la insistencia del decreto, siempre
que le digan la forma legal de acatar lo dispuesto, cumpliendo con la Ley y la Constitución. El
Congreso insistió en la vigencia del decreto, pero no dio solución a las objeciones presentadas.
En pocas palabras, el problema quedó sin solución para la Compañía, pisoteándose así los
términos del contrato. Sus accionistas perderían todo lo invertido en el pago por la concesión,
pero no regalarían sus otras inversiones, como los buques, lanchones y lanchas comprados para
prestar los servicios.
Otro telegrama al respecto decía:
“Toda gestión para empréstito dedicado servicios de bonos tiene por base la liquidación cuenta
Gbno con compañía Nal, por que el embarque y desembarque es la única renta que puede
afectarse. Dinero para pagar Compañía Nal Comercial proporciona garantía juzgamos llegado
el caso cumplir decreto. Contestación suya dará la pauta para procedimiento ulterior. Federico
Intriago, V. E. Estrada”.
Esa era la condición que ahora imponían los bancos para dar la financiación. No sabemos si
estaba incluido en este paquete el Agrícola.
Víctor justifica los cables en otro a su padre ese mismo día 20:
“Estos días te he hecho algunos telegramas sin otro objeto que ayudar en alguna cosa dejando
de lado empeños y recomendaciones.
Es bajo este criterio que debes juzgar mis indicaciones…” En el plano personal le dice:
“Mándame las llaves de la casilla del Banco para vender los cupones vencidos y ver si se puede
hacer alguna operación para tus papeles que tienes pendientes en el Agrícola. Elizalde aún no
recibe el total de la cuenta de Mejía y la orden para el mosaico del cuartel del Vencedores aún
no llega lo cual serviría para cancelar el pico del Banco (…) Sé que José Gómez está
gestionando para ser vista aforador para lo cual no sirve. El nombramiento que le conseguí de
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liquidador lo despreció. Estoy pensando en irme para acompañarte al regreso. Tu hijo / Víctor
Estrada”.
La nota sobre José Gómez Santistevan traería larga y espinosa cola. De alguna manera él se
enteró de la opinión de Víctor Emilio en cuanto al “no sirve” para vista de aduana, y eso causó
un resentimiento y rompimiento violento por parte de José, quien envió una carta terrible a
Víctor y a don Emilio, la cual veremos más adelante. Salió de inmediato de la fábrica La
Victoria y rompió la sociedad en el negocio de importación de vehículos que tenía con Víctor
Emilio. José actuó con venganza de inmediato, intrigando, y al fallarle lo urdido, se disgustó aún
más. Guardó profundo rencor y meses después tuvo una dulce venganza contra Víctor Emilio.
A Víctor le preocupó una larga lista de nuevos empleados enviada desde Quito y escribió de
inmediato a su padre haciéndole ver que en ella constaban conservadores y flavistas, lo que la
hacía políticamente peligrosa. Dio a su padre sus opiniones al respecto, entre ellas que era
preferible llenar esos puestos con personas locales (de Guayaquil) y bien conocidas. Sin
embargo, en pocos días Víctor Emilio comentaría a su padre en un largo telegrama: “…el mero
hecho de sernos tan difícil encontrar entre los nuestros algo apropiado (…) no es posible
desechar a todo el mundo porque no encontraremos hombres ni con linterna…”.
Muchos de los “amigos” se escondían, pues conocían de los intentos por sacar del poder a don
Emilio, o al menos neutralizar su gestión de gobierno con ataques como el realizado contra la
Compañía Nacional Comercial. Era mejor esperar a ver quién salía ganando, para entonces tratar
de acomodarse bien.
Para el día 21 de octubre, los negociadores financieros de Guayaquil, con el ministro Intriago,
tenían una propuesta concreta para el Presidente sobre la Compañía y se la enviaron para su
consideración. El 22 le escribió Víctor a su padre: “Intriago está esperando respuesta á
telegrama colectivo que te dirigimos ayer. Gestiones de tal naturaleza no deben detenerse por
nada… Tu hijo. / Víctor Estrada”. La respuesta de don Emilio fue negativa. La propuesta
podía ser conveniente para los accionistas, pero no era conveniente para el país.
El día 24 le telegrafió a su padre: “Necesito saber para cuando es seguro ó probable su viaje á
Gquil lo cual me determinará á regresar para tratar algunos asuntos importantes. Tu hijo…”.
Este telegrama nos indica que Víctor Emilio, a pesar de la buena inteligencia de la Zona Militar,
no tenía claro que estaba a punto de estallar el intento revolucionario. Su viaje a Quito en ese
momento habría sido muy peligroso, pues se planeaba asesinar al Presidente y al Gral. Plaza.
Los focos sediciosos estaban principalmente en Quito y Guayaquil, y entre los líderes estaba
Luciano Coral, quien estaba viviendo en esta última ciudad. Inapropiadamente, el cónsul
colombiano había estado ayudando a Coral, lo que reforzaba las acusaciones de ser colombiano.
El 26 estalló la intentona revolucionaria de los flavistas, pero fue controlada de inmediato, pues
en Quito el Ministro de Guerra tenía identificados a los cabecillas y, como ya dijimos, Montero
también estaba bien inteligenciado al respecto, aunque no sobre el día y hora exactos. Víctor
Emilio le telegrafió a su padre: “Estás pareciéndote al Gral. Alfaro en aquello de desbaratar las
revoluciones con la policía (…) en el asunto de aquí hay algo de masonería y extranjeros
perniciosos de los que me voy á cerciorar para comunicar”. En efecto, como se dudaba de la
lealtad de algunos oficiales, se los controló con la policía. Entre los detenidos en Guayaquil
estaba uno de los Carbo Paredes, quien aseguró públicamente que “…tenía los cuerpos militares
listos”. Ese comentario le costó la cárcel por sedición. El personal de inteligencia determinó que
esa intentona de golpe flavista había sido apoyada también por elementos placistas, noticia que
no sorprendió ni a don Emilio ni a Víctor, pues era parte del juego político de Plaza para darse
mayor fuerza, sin importar que se asociaba, por conveniencias, con enemigos mortales.
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Para el día 27, la situación estaba totalmente bajo control y muchas de las cabezas visibles bajo
custodia. El Presidente pasó una circular a los Gobernadores y Jefes de Zona militar sobre los
actos sediciosos, dándoles autoridad para mantener el orden en el país.
De inmediato comenzaron las gestiones de influencias para liberar a los detenidos. Víctor
recomendó a su padre: “Están empezando los empeños para sacar con garantías á los presos,
debes indicar que no se acepten garantías para nadie. / Tu hijo. / V. E. Estrada”.
Solo faltaba detener a los líderes del golpe en Guayaquil: Luciano Coral, y sus allegados. Víctor
Emilio informa a su padre el día 28: “Coral se ha encastillado en su casa y con él, y dos
caballeros más que se tomarán hoy, quedaría completa la plana mayor. El Gobor. trepida para
hacerlo sacar de modo que debes ordenar directamente a Don Amalio (Puga, intendente de
policía) para que lo saque; tu hijo / V. E. Estrada”. La detención de Coral se dio luego de seguir
todos los pasos establecidos por la Ley, según lo reportó La Unión N° 216, del 30 de octubre.
La situación de los bonos del ferrocarril era muy compleja y se estaba agravando. Se hizo claro
que era necesario el urgente viaje de una delegación a negociar el pago de los intereses atrasados
y bonos vencidos, con el fin de que no se afecte adversamente el crédito nacional. La Unión N°
218 del 1° de noviembre, tiene un artículo al respecto que deja esto muy en claro. Don Emilio ya
había resuelto el viaje de esa delegación a New York, Londres y París. Ellos aprovecharían el
viaje para concluir la negociación del Contrato Coignet en París y también recibir armamento de
la casa Ehrhardt, en Alemania.
Carta a Chabelita
Los enamorados no pudieron verse durante la estadía de Víctor Emilio en Guayaquil, situación
ante la cual él envía, el 1° de noviembre, una interesante carta a su prometida: “Chabelita: Ya
que por ahora se nos es imposible vernos en alguna parte y solo por culpa tuya, siquiera deseo
verte asomada en tu casa con más frecuencia. Si no te es molestoso i quieres asomarte por las
mañanas á eso de las 71/2 y después á las 101/2? – Me tienes medio resentido contigo porque no
has querido cumplir con tu ofrecimiento de mandarme tu retrato. Estas arrepentida de haberme
prometido entregárselo a C. para que ella me lo diera? / Estoy pensando ir á dar una vuelta por
Europa el mes entrante hasta julio. Veo que esa será la única manera que se borre un poco la
mala voluntad que hay de por medio y que impide que lleguemos á formalizar nuestros amores.
Quisiera saber lo que tú opinas á este respecto- Estoy de lo más contrariado y no quiero
comunicarte más mis tristezas porque temo que te fastidies. Solo quiero que no dudes nunca del
amor de tu / Emilio”. El joven enamorado se daba tiempo para pensar en su chica a pesar de las
múltiples tareas y graves obligaciones que lo ocupaban al momento. Vemos también una
exageración sobre la posible extensión de su viaje al exterior, con el fin de moverle el corazón a
su amada. Presumimos que la misiva tuvo el efecto deseado, pues no hay más referencias en los
próximos días. Víctor Emilio usaba indistintamente sus dos nombres, por separado o en
conjunto. De hecho, dentro de su familia íntima era “Emilito”.
El domingo 12 Víctor Emilio partió hacia Ambato donde se encontraría con su padre, quien
regresaría a Quito en pocos días mientras Víctor retornaba a Guayaquil.
Fin de una larga amistad
José Gómez Santistevan era hijo de don Carlos Gómez Rendón, amigo íntimo de don Emilio, de
tal forma que los jóvenes habían sido amigos y compañeros desde su niñez. Se casó con doña
Leonor Icaza Cucalón, pariente de Isabel Icaza Marín y hermana de Alfredo Icaza C., quien
luego sería colaborador de Víctor Emilio.
José protestó airadamente en cuanto se enteró de la observación que había realizado Víctor
Emilio (“para lo cual no sirve”) sobre su pedido del puesto de vista aforador de aduana. Víctor,
192
estando en Ambato, se excusó con él por telegrama el día 13 de noviembre, seguramente de
manera algo tosca, y esa acción generó un iracundo telegrama de José, enviado el mismo día, de
cuyo texto citamos a continuación unas pocas líneas.
Alguien podrá observar que al incluir estos textos en esta biografía nos extendemos
innecesariamente en un problema entre amigos, pero el contenido es tal que nos abre ventanas
muy interesantes para observar las personalidades de los participantes y conocer los entretelones
privados en asuntos políticos de nombramientos, e intrigas relacionadas con el poder.
“La única contestación que mereces por tu infame y grosero telegrama de esta fecha, es el
decirte que por él te retractas como el más despreciable y canalla de los amigos. Mucho siento
haberte podido darte ese título tanto tiempo; pues si bien es cierto que siempre te consideré de
muy bajos sentimientos, no creí nunca llegaras á ser tan infame, después de que cumplí con un
deber al comunicar al Gobernador Ycaza, las infamias urdidas contra él y el giro que trataba
de darse al asunto compañía nacional, asuntos que no tienen nada de calumniosos; no he
solicitado ni al Sr. Armando Pareja, ni á nadie puesto alguno (el 21 de agosto le había
solicitado a Víctor el puesto mediante telegrama) en una administración que es dirigida por
individuos que se expresan en la forma como tú y tu padre lo han hecho ayer contra mi (había
chisme de por medio). Por mi nombre, mi posición y mis antecedentes me encuentro muy por
encima de tus insultos que daré a conocer a todos aquellos que alguna relación de amistad ó
parentesco tengan conmigo. Espero tu pronta llegada para arreglar el traspaso de la hacienda
en cualquier forma, pues me consideraría vejado continuando un momento más con ella- José
Gómez Santistevan”.
Esta es la comunicación más fuerte, aparte de una soez de Carlos Julio Arosemena Monroy, que
existe en los archivos de Víctor Emilio. La reacción de José fue desmedida si lo vemos a la
distancia, pues se le había ofrecido otro cargo que se consideró más acorde con su capacidad, a
más de que trabajo no le faltaba en la fábrica y en la venta de autos. Pero se entiende por la
correspondencia, que el puesto de vista aforador había sido sugerido a José por su padre y no
quería decepcionarlo. Creemos que esa fue la principal razón de la colérica reacción.
Para evitar confusiones, la hacienda a la que se refiere era La Victoria, cerca de Pascuales, la
cual había sido arrendada como auxiliar para la fábrica La Victoria, en la calle El Oro, y fuente
de arcilla, lo cual nos indica que el material era transportado por vía fluvial desde la hacienda
hasta un muelle cerca de la fábrica. El traspaso del que habla debe haber sido del contrato de
arrendamiento. Son iguales los nombres, pero no hay relación de propiedad entre las dos.
A continuación la respuesta de Víctor Emilio desde Huigra, en camino ya a Guayaquil, la que
enfureció más a José:
“En Ambato recibí tu diccionario de cocina que guardaré como muestra de tu ingeniosidad-
Vamos por partes, - De aquello de bajos sentimientos di examen público apenas hace tres meses
cuando tuve en mis manos la suerte de los enemigos de mi padre y míos por consiguiente –
Sentimientos bajos fueron los tuyos que te impulsaron á telegrafiar á Guayaquil el sartal de
infamias sobre compañía nacional ideadas en el momento de despecho que te causó el que no te
quisieran nombrar ni cónsul en Valparaíso ni Vista de aduana- (…)
La forma en que mi padre y yo nos hemos espresado de ti es inconsiderada sin duda pero así te
lo mereces – Hasta cierto punto es bueno aguantar pero no más. Me hablas en seguida de tu
nombre, tu posición y tus antecedentes. Como venenos contra mis palabras claras – Debo
advertirte que tu nombre como el mío nos fue puesto en la pila sin saberlo nosotros. Si por
nobleza lo dices prefiero la mía que se origina en un hombre que de peón en el canal de
Panamá ha llegado á la Presidencia de la República. Mi nobleza no es de las antiguas que
perdieron sus gabelas y perduran hoy en conserva – Respecto á tu posición debo recordarte en
honor de la verdad que habiendo sido estudiante, marino, comisionista, ladrillero, importador
de piscoxx, hoy no sé qué seas, mientras que este tu servidor por angas o por mangas esta un
poquito más posicionado que tu á costa de un poquito de nervios que gasté el 11 de agosto – En
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materia de posiciones no te reconozco superioridad sino en la de tu habitación por estar en
mejor calle que la mía. (…) – V E Estrada”.
José contestó esta carta con una muy larga y menos beligerante, en que trataba de justificar el
que se le diera el puesto que aspiraba.
Hubo muy extensa correspondencia en los días siguientes pero no citaremos más, pues con lo
que hemos visto podernos darnos cuenta de que el resentimiento de José era profundo y cargado
de rencor.
El epistolario con José se reanuda con carta de Víctor Emilio el día 30 de junio de 1912, o sea
más de siete meses después. Se había llegado a un acuerdo para finiquitar los negocios en la
forma que veremos a continuación:
“Muy Señor mio: Contesto su atenta de hoy dia 29 de junio.
No tengo inconveniente en llegar al acuerdo honroso que, según usted, el señor Izquieta
asegura que yo rechazo. Lo que rechazo es pasar por tonto pagando 3 por 1.
Acepto su proposición de arbitraje inapelable que por otra parte es obligatorio según el
contrato.
Acepto cualquiera de los caballeros PEDRO VALDEZ, ADOLFO GÓMEZ S., o JULIO ICAZA.
Acepto que el pago de los árbitros y gastos se haga por el condenado por los mismos.
No puedo imponer el plazo fijo de 10 días al árbitro para que cumpla su encargo, porque la Ley
es clara y terminante en esto, concediéndoles el plazo prudencial para estudiar las
controversias. Si buenamente acaba antes de diez días tendré ocasión de felicitarme.
Convengo en la presentación de las objeciones como dice usted o más bien dicho de la demanda
dentro de las 48 horas que se sigan al nombramiento del árbitro.
Refiriéndome al ‘buen y justo acuerdo sin recurrir a más medios’ de que me habla usted,
también lo acepto en la forma que usted indique y como manera de probarle que mi actitud es
la simple defensa contra un perjuicio que Ud. quiere irrogarme.
Mucho me alegro que el negocio de su Tienda y Gallera no haya producido perdida y para
probarle mi desinterés no acepto ni un centavo de las utilidades habidas en él.
Siento mucho contrariarle en su aserto de que el contrato AUTORIZA NEGOCIOS QUE
TENGAN RELACION CON EL PRINCIPAL. No hallo en dicho contrato ningún artículo o
clausula que lo saque cierto en su audaz afirmación. Todo lo contrario, la introducción del
contrato menciona sola y precisamente una sociedad agrícola e industrial. Una tienda es asunto
COMERCIAL: las utilidades son suyas y bien ganadas.
En el capítulo de mejoras, someto la divergencia a lo prescrito en el Artículo 7; y su precio a lo
estatuido en el artículo 6 parte final.
Su argumento de que carezco de razón porque no he cumplido con aprobar los libros es
incomprensible. Si por eso solo litigamos. Así me niega usted la razón a priori y a forziori a la
vez.
Como cuestión previa al arbitraje, sírvase usted remitirme tan pronto como le sea posible un
inventario de entrega el día que se posesiono el Sr. Izquieta, y firmado por él, de lo siguiente:
Existencias en ladrillos crudos y cocidos y pertenencias, materiales etc. etc. de la Sociedad
Agrícola e Industrial.
Finalmente me apresuro á usar del bondadoso plazo concedido para la fabricación de la
presente, colándome dentro las 26 horas justas como plazo para responder su atenta que sirve
de tema a la presente. Deploro, sí, que su abogado nombrado de antemano quede con la batería
cargada inutilizada por la buena voluntad que preside en ésta para someterse a un árbitro,
arbitrador amigable componedor siempre menos fiero que un togado.
Su atento S.S. V. E. Estrada”.
P.S. para corresponder la suya. Cábeme la satisfacción de anunciarle que contrariamente a sus
intenciones en caso de demanda judicial, renuncio y vale la presente para atestiguarlo – a los
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cargos de daños y perjuicios contentándome con costas e intereses o utilidades calculadas en el
supuesto que un poco de juicio le hubiera guiado en sus pasos.
Gquil Junio 30/1912.
El arbitraje se realizó, siendo el árbitro designado Adolfo Gómez Santistevan, hermano de José.
El fallo fue negativo para José y como consecuencia, el 23 de agosto de 1912 firmó la siguiente
acta:
“Por el presente documento, doy por terminado el contrato de sociedad, que tenía celebrado
con el señor Bernardo Izquieta Pérez, de la hacienda ‘Victoria’, por traspaso que hice á dicho
señor de la parte que me correspondía en el contrato de sociedad con el señor Víctor Emilio
Estrada, comprometiéndome con el señor Izquieta, á cancelar las deudas pendientes, por valor
de $1.300 más ó menos (mil trescientos sucres) por partes iguales.
José Gómez Santistevan – Bernardo Izquieta”.
Esto era un fuerte golpe para José, pues si bien vemos que tenía su “Tienda y Gallera” como
negocios propios, ellas no le daban la cantidad de dinero que necesitaba para subsistir. Para
pagar, José le dio a Víctor una letra de cambio que resultó incobrable.
Nos hemos adelantado en el tiempo, y justamente a pocos días de la firma del acta referida, en
octubre de 1912, Víctor Emilio tendría que enfrentar un problema muy grave creado por él
mismo, de buena fe, en relación con el padre de José. Ya lo veremos en su momento oportuno.
En septiembre de 1920 José trató de reconciliarse con Víctor, pero a más de ver un local al que
José se había cambiado, el intento no prosperó. El siguiente contacto con José lo inició éste el 4
de agosto de 1924, cuando envió una carta acompañada de un folleto que colaboraba con la
“reconstrucción nacional”, campaña en que estaba inmerso Víctor Emilio. Pero en la carta, que
no mereció respuesta, solo consta una nota manuscrita por Víctor: “Con esta misma máquina de
escribir esta hecha la letra de cambio falsificada por Gómez”.
En el futuro, a partir de 1924, José intentó reconciliarse con Víctor Emilio en varias ocasiones,
escribiendo artículos de prensa favorables a sus campañas económicas por el país, pero Víctor
no lo pudo perdonar y es más, recabó información de otro caso negativo ocurrido en una
editorial en que trabajó José, la cual guardó en su carpeta negra.
La antigua amistad se acabó por la avidez de José por ocupar un cargo público que realmente no
necesitaba y también por la falta de tacto de Víctor Emilio al descartar el pedido de empleo.
Víctor Emilio viajará a Europa como parte de una misión oficial
Este viaje, iniciado en noviembre de 1911, se lo ha cuestionado en cuanto a su necesidad, y
Víctor Emilio no dejó escrita su versión personal al respecto, salvo una breve nota en su sinopsis
de actividades en que escribe: “El Gabinete celosos. Un discreto exilio para mí: París. Voy,
pero con algún propósito. Mi misión a Europa (ver archivos)”. De hecho, los ministros sentían
celos por su continua presencia e intervención en asuntos de Estado y el hecho de que, cuando
don Emilio no estaba bien de salud, hasta firmó documentos por él, al igual que lo había hecho
Olmedo Alfaro con su padre. Como ya vimos, el ministro Díaz ya había vivido experiencia
similar con Olmedo durante el tiempo que fue Ministro del Interior de don Eloy. Para los otros
ministros, la situación era nueva.
La prensa opositora opinaba que los ministros, y algunos otros que hasta don Emilio, querían
deshacerse del joven por su continua intervención en el manejo de las tareas presidenciales y
especuló mucho sobre el viaje, pues si bien se habían enterado de que se daría, no sabían a
dónde era ni cuál era el propósito del mismo. Ni bien se anunció el viaje, se comenzó a
especular sobre el motivo y destino del mismo.
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Que don Emilio quisiera deshacerse de su hijo era totalmente falso, pues el joven era el principal
puntal de su padre y la única persona en el campo político en quien podía confiar enteramente.
Es muy posible que la situación fuera incómoda para los ministros, pues al igual que pasó con
don Eloy, era fácil engañar a un hombre enfermo, pero no cuando su hijo estaba alerta ante
cualquier pretendido abuso.
Por los documentos disponibles, podemos determinar que la presencia de Víctor Emilio en la
misión que don Emilio decidió enviar a los EE. UU. y a Europa era con el fin de ser los ojos y
voz de su padre en la defensa de los intereses de la nación en la negociación del pago de capital
e intereses de la deuda de los bonos del Ferrocarril Guayaquil & Quito y de otros empréstitos,
tanto en New York como en Londres; la financiación del contrato de saneamiento de Guayaquil
con el Sr. Edmond Coignet, en Paris; y la recepción de armas de la casa Ehrhardt en Alemania.
Víctor Emilio y los demás delegados se prepararon para cumplir con las importantes misiones.
Uno de los periódicos opositores, El Guante, sacó una caricatura el día 16 de noviembre, luego
de anunciado el viaje:
El Capitán Estrada viajando con su maleta sobre la proa de un buque
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De esta caricatura, el mote “Terror dos mares” le quedó a Víctor Emilio por algún tiempo. No le
hacía ninguna gracia, pero no le quedó más que conformarse y aguantar el humor que adoptaron
sus amistades y su familia. Las caricaturas de esos meses son muy duras y en algunos casos
injustas. El Guante, en el cual colaboraba Manuel de J. Calle, enemigo de los dos Estrada desde
que rehusaron darle recompensa para escribir artículos favorables, tenía especial predilección
por criticarlos duramente en palabras y caricaturas.
Como en todo viaje, dentro o fuera del país, padre e hijo elaboraron sus tablas de claves para las
comunicaciones telegráficas. Esta tabla está adecuada en su terminología para las necesidades
específicas de las misiones a cumplir. Las palabras imprevistas irían en claro.
En preparación para el viaje, el Gobierno elaboró un boletín de prensa a ser difundido a todo el
país. En él se explica muy claramente el objeto del viaje en la parte económica, en cuanto a los
bonos vencidos y por vencerse de varias deudas, entre ellas la del ferrocarril, sin mencionar la
parte militar. Dice así la parte inicial: “El Gobierno, deseoso de reorganizar las finanzas del
país, trata de conseguir ese objetivo por medio de un empréstito que salde las deudas externas
‘flotantes’ formadas por los cuatro cupones vencidos del Ferrocarril, el saldo de la deuda a
Speyer Co., los bonos de sal, etc., etc., al mismo tiempo que se pagará también a la Compañía
Comercial lo que le adeuda la Nación. (…) Dijimos que el Ecuador necesitaba rehabilitar su
crédito y que el único medio para conseguirlo era pagar lo que se debía, pero pagar de modo
que no se comprometieran nuevas rentas y aun llegar a salvar algunas de las que hoy están
pignoradas…” Aunque no se lo menciona, en la elaboración de este boletín debe haber
participado el ministro J. Federico Intriago, pues era la voz autorizada del Gobierno en materia
financiera.
La comisión oficial consistía de tres personas: Víctor Emilio, como representante personal de su
padre; L. Seminario, como Inspector General de Consulados, delegado del Ministro de
Relaciones Exteriores; y, Ernesto Franco como Asesor Financiero de la Comisión y delegado
del Ministro de Hacienda. Franco tenía más conocimientos de lo que se conocía, pues era
graduado en la Universidad de Lehigh y había realizado estudios de postgrado en Columbia
University. Como asesores informales de la comisión estaban doña Isabel Palacios de Espinosa
y su esposo Carlos, quienes tenían experiencia práctica en asuntos financieros.
Desde noviembre 12 de 1911 el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez había comenzado a mostrar por
Víctor Emilio un afecto que lo expresaba abiertamente a pesar de las diferencias políticas que lo
habían alejado del Presidente. Ese día le había escrito al joven, que pasaba por Lasso en tren,
camino a Guayaquil para salir en la comisión negociadora de los bonos y deuda en EE.UU. y
Europa. Le dijo el Gral.: “Sr. Capitan Dn. Victor Emilio Estrada. ‘Lasso’
Mi querido Capitan y amigo:
Aun que yo saldré mañana, á la Estacion ‘Lasso’, á darle mi abrazo de despedida, quiero
significarle hoy, por ésta carta, cuan grande es la simpatía y estimación que siento por Ud.;
estimación y simpatía que me los ha inspirado no solamente el porte caballeroso de Ud. para
conmigo sinó su juicio y buen talento, que yo aprecio en todo lo que valen.
Siento verdaderamente que Ud. se aleje de Quito y no tome como una convencional galantería
lo que voy a decirle, con pleno convencimiento de causa: su consejo y participación en el
Gobierno era para mi una prenda segura de acierto y una garantía para el radicalismo viejo
que creí apartado del Viejo Luchador pero que no ha dejado de laborar dentro y fuera de la
Patria por el establecimiento de la verdadera República.
No es la paridad de edad condición indispensable para el cultivo de una íntima amistad y de allí
que bien pueden ser muy buenos amigos, un joven de tanto porvenir como Ud. y un viejo, como
yo que declina á pasos largos; y realmente, mi corazón me dice, que sí somos buenos amigos.
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Le ruego buscar á mi familia en N. York y hacer que le presenten á cada uno de mis hijitos de
mi alma para que pueda Ud. escribirme algo sobre cada uno de ellos, con lo que me obligará
mas y mas. Le incluyo 50 dollars, en billete americano, para que Ud. se sirva entregarlos a mis
hijitos diciéndoles, que esos son los Christmas anticipadas que papá les manda.
Derive usted esta confianza que es hija de su bondad para conmigo. / Buen viaje y pronto muy
pronto regreso –
Su amigo que lo estima y quiere
L. Plaza G.”
Esta carta es realmente sorprendente en sus términos, que para la época eran usuales, pero que
en la actualidad pueden hacer pensar más allá de lo que representaba, que era el producto de un
trato respetuoso y considerado de un joven hacia una persona que no solo era mayor, sino que
había ocupado la presidencia de la república.
A la carta se le había anticipado un telefonema con la misma fecha que decía: “Capitán Estrada
/ Agradeceré aviso su salida capital / Recuerdos / Plaza”.
Don Emilio y su familia llegan a Guayaquil
El día 27 de noviembre llegó a Guayaquil don Emilio con su esposa e hijas. Quedó encargado
del poder ejecutivo el Presidente de la Cámara de Diputados, Francisco Andrade Marín.
Por un lado, fue un alivio físico para don Emilio el llegar a Guayaquil y tener una mejoría
perceptible en la oxigenación de su cuerpo, lo cual le devolvió en algo sus energías. Por otro
lado, la eficiencia y rapidez de las comunicaciones telegráficas permitían al Presidente estar en
contacto con el Encargado del Poder Ejecutivo y los ministros, por lo cual se mantenía
informado de todo lo que ocurría en Quito y el país. Don Emilio acudía al despacho de la
Gobernación del Guayas todos los días que su salud se lo permitía.
Subir las escaleras de su casa y las aún más altas de la Gobernación le costaba trabajo y tenía
que ascenderlas lentamente, respirando profundo.
Por las noches, la casa del Presidente era el centro de reunión de la familia, los amigos íntimos y
los miembros de la “familia oficial” que lo habían acompañado desde Quito.
No tenemos la fecha exacta en que salió de Guayaquil Víctor Emilio con los demás miembros
de la comisión, pero para el 30 de noviembre ya estaban en New York, lo cual nos indica que
deben haber salido unos 14 días antes, o sea el 16.
El 1° de diciembre escribió a Isabel en papelería del hotel Knickerbocker, ubicado en la calle 42
y Broadway: “Minina de mi alma: Ayer á las dos de la tarde llegué a New York después de un
viaje completamente feliz. Solamente la transición tan brusca del calor al frío me hizo un poco
de impresión pues ayer tuve un poquito de calentura que se me quitó con un poco de teatro y de
paseo que tuve anoche. Hoy he amanecido muy bien y me he levantado temprano para escribir
á mi amor.
Hasta ahora no tengo noticias del Ecuador ni de mi familia, pero cuando nada han avisado
será porque nada ha sucedido.
Hoy espero respuesta al cable que hice á mi papá anunciándole mi llegada. Me han dicho que
ahora está en Guayaquil. Me alegraría que así fuera.
Ahora que estoy ya instalado con toda clase de comodidades y confort me apena mucho tu
negativa para venirte. He tenido ocasión de comprobar que no son los vestidos los que le hacen
falta á las viajeras pues á Isabel Palacios se le perdió en Colón todo su equipaje quedándose
solo con un pequeño necesaire de viaje. A pesar de esto llegó á New York comprando un poco
de ropa en Jamaica donde hay muchos almacenes como los buenos de aquí. Me he convencido
pues que tú no habrías tenido ningún inconveniente para venirte; pero ya que está hecha la
cosa no hay que recordarse de ella y esperemos un poquito de tiempo.
Aun no sé á ciencia cierta nada de mi viaje a Europa porque no me he informado todavía de lo
que tengo que hacer aquí. Hoy lo haré pero no alcanzo á avisarte en este correo que cierra á
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las 11 a.m. Me imagino que después de ocho días estaré viajando á Europa con el objeto de
desocuparme cuanto antes y regresar pronto donde minina para casarnos enseguida.
Estoy deseosísimo de tener pronto tus noticias y ojalá hayas sido tan buena que no deje yo de
recibir carta por próximo correo.
Saluda mucho á tu papá y mamá, á Julia; la ñeca y demás familia. Deseo que María Esther no
haya tenido retroceso en su enfermedad.
A las Barriga si las ves salúdalas también.
Tu recibe el corazón de tu
Víctor”.
Esta carta menciona el pedido que le hizo Víctor a Isabel de que viajara con él. Nos parece un
tanto audaz para la época que el joven formulara esa propuesta a su prometida, aunque estuviera
presente doña Isabel Palacios de Espinosa, que podía hacer de chaperona. También nos
desconcierta un poco su manifiesto desconocimiento del plan del viaje, lo cual muestra un
importante grado de improvisación en el programa de la Comisión.
El 1° de diciembre, luego de escribirle a Isabel, recibió cable de su padre que le indicaba
escuetamente: “Estuve enfermo estoy mejor”. Sin duda recibió también cable de Isabel o don
Julio Icaza que lo tranquilizaron, pues no hay más mención al respecto.
El 3 de diciembre recibió cable codificado de su padre en que le indica: “Parece que Flavio
Alfaro no está en Panamá. Es falso que ha estallado revolución en Bahía. Precauciones se han
tomado sin embargo desmiente todo”. Era necesario desmentir rumores que podían afectar las
negociaciones con los financistas.
Speyer y Compañía, la firma que estaba a cargo de la financiación de los bonos en N. Y., era
dura en su negociación. El mismo día 3 notificaron a la delegación que las condiciones de pago
de los bonos vencidos y por vencer el 3 de enero de 1912 se mantenía y solo si se pagaban los
bonos vencidos, se podría negociar, en condiciones similares a las ya existentes, un nuevo
crédito para el pago de los bonos por vencerse a futuro. Además, pidieron a los comisionados
sus credenciales que los autorizaban para negociar, mostrando así desconfianza.
El Guante publicó ese día una caricatura de don Emilio en cama de enfermo y entre sátiras
escritas por Anular (E. J. Avilés M.) nos revela que los males que lo aquejaban estaban
relacionados con nefritis y “albuminuria”. Esto es significativo cuando veamos las causas que lo
llevaron al sepulcro, las que no se mencionan en fuentes directas.
El día 5 se cruzaron varios telegramas oficiales entre la Comisión en N. Y. y el Presidente.
El primero solicitaba autorización formal por escrito para poder negociar con Speyer y Cia., e
indicaba que la negociación exitosa con Speyer era esencial para poder avanzar en cualquier otra
negociación. Como no había respuesta inmediata, enviaron otro cable en que insistían sobre la
necesidad del pago a Speyer para avanzar con las negociaciones, indicando que les urgía
respuesta a sus cables. El Gobierno telegrafió directamente a Speyer indicando que el
representante del Gobierno del Ecuador y el Sr. Franco eran los negociadores. Eso nos indica
que el Cónsul en New York era el principal negociador y que el Sr. Seminario estaba presente
para asegurar el apoyo de las misiones consulares ecuatorianas.
El telegrama directo a Speyer abrió las puertas a los negociadores, pero la compañía se mantuvo
en su posición ya declarada, ante lo cual Víctor Emilio telegrafió a su padre indicándole que
consideraba posible mejor negociar en Europa, observando que “…en París son menos judíos”.
Muy temprano en la mañana de ese día, don Emilio recibió telegrama del ministro J. Federico
Intriago, en que le comunica el fracaso definitivo de la financiación a la Cámara de Comercio de
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Guayaquil, por parte del Banco del Ecuador, en el pago que debía hacerse para la liquidación de
cuentas del contrato del Estado con la Compañía Nacional Comercial. Eso dejaba como único
camino un conflicto legal entre el Estado y la Compañía. Don Emilio se sintió muy contrariado,
y más aún porque el telegrama del Ministro le indicaba que el fracaso de la negociación se debía
a rumores que habían creado la duda que llevó al Banco del Ecuador a retirarse del asunto.
Don Emilio telegrafió a varias personas a las 7:40 a.m., entre ellos al Ministro del Interior, a
quien le dice: “Recibí su telegrama y me alegro que todo lo vea U con tan buenos ojos esta
segunda vez que el Gobierno hace conmigo lo mismo y nunca me ha pagado.
Por desgracia yo me he restablecido. Habría preferido morirme antes de presenciar tal
disparate de moral administrativa. Por fortuna personal no me corresponde responsabilidad
alguna. Siempre los mismos hombres y los mismos hechos.
Su amigo Emilio Estrada”.
Era una gran decepción para don Emilio, pues no se haría justicia de manera moral y tendría que
pasarse por los inconvenientes de un proceso judicial largo y costoso. Era un golpe para todos
los accionistas de la Compañía y para el crédito nacional. Los beneficiarios directos e
inmediatos serían los que usaron a la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil para que
retorne el caos, y por tanto el lucro ilegítimo, en el embarque y desembarque de mercadería en el
puerto de Guayaquil. Pocos tiempo después, la prensa reportaría grave desorden administrativo
en el muelle fiscal.
En días anteriores se rumoraba sobre la designación, por parte de don Emilio, de un heredero
político, que sería el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez. Eso implicaba que don Emilio aceptaba
estar terminalmente enfermo. Indignado, el día 5 puso en circulación una hoja volante que fue
recogida por los periódicos en los siguientes días, en la cual esclarecía que él no había nombrado
ningún heredero político porque eso implicaba una debilidad que él no tenía. El párrafo final del
escrito decía: “No he de manchar mi nombre con claudicaciones y todas las debilidades que se
me están atribuyendo son ni más ni menos que claudicaciones vergonzosas”.
Él no lo reconocía, pero todos los que estaban a su alrededor veían que su salud se deterioraba.
Por supuesto, los políticos ambiciosos tenían que sacar el mayor provecho de la situación y eso
se lograba creándole más dificultades al Presidente enfermo.
El día 6 de diciembre Víctor Emilio recibió un telegrama de su padre que refleja el pesimismo
que embargaba a don Emilio frente a los obstáculos que se le presentaban en los aspectos
financieros: “El País no tiene voluntad para ese negocio y yo menos. En todo caso la legación
sería el intermedio apropiado.
El País no ha podido jamás pensar en pagar el saldo Speyer en Enero tres. Solo la mala fe ha
podido pactar eso, y no deseo que tú tengas nada que hacer con esa casa y menos viendo que es
obstáculo para salir del laberinto económico de Alfaro.
Si honradamente tratan de solucionar este enredo, que designen un agente que se entienda aquí
con el País, bajo la base de que no he de consentir en esclavitudes como las estipuladas con
Alfaro. / Emilio Estrada”.
Estos problemas agobiaban al Presidente y contribuían inexorablemente a acelerar el avance de
su enfermedad cardiaca y las complicaciones renales que se estaban derivando de la insuficiente
circulación sanguínea en su organismo.
A estas dificultades se sumó Coignet, con el contrato para el saneamiento de Guayaquil. El día 6
se recibió de él un cable cifrado manifestando su impaciencia y urgiendo el concretar el
empréstito necesario para firmar el contrato.
Como ya estaba claro que no se conseguiría nada con Speyer y Compañía, la Comisión decidió
partir hacia Europa de inmediato, para negociar con los banqueros de Londres y París. Estaba
200
sobre ellos la fecha fatal del 3 de enero de 1912, pues si no se pagaba lo debido hasta esa día, se
cerraría totalmente el crédito exterior al Ecuador.
Imagen de The Herald, de New York, que muestra a los tres miembros de la comisión
El día 7 tomaron pasaje hacia Europa y el día 9 Víctor Emilio telegrafió a su padre que partían
en el vapor Olympia a París. En realidad iban directo a Londres, pues allí estaba el centro
financiero en el cual tenían que negociar el crédito para el pago de los bonos. Los esposos
Espinosa permanecieron en N. Y.
Ese mismo día se encargó del Poder Ejecutivo el Presidente del Senado, Carlos Freile
Zaldumbide, en reemplazo del Presidente de la Cámara de Diputados.
Conscientes de la enfermedad del Presidente, Freile, con el ministro Díaz, comenzarían a
fraguar una toma de poder para dar al buque del Estado un golpe de timón hacia la derecha. El
trabajo fue sigiloso, taimado y realizado con mucha mala fe. Ya veremos los resultados.
Víctor Emilio y Ernesto Franco llegaron a Londres y el Sr. Seminario pasó a París para
mantener tranquilo a Monsieur Coignet.
Los banqueros londinenses se probaron duros, pero no cerrados, en las negociaciones. Estaba
claro para ellos que si Ecuador no podía pagar los bonos vencidos el 3 de enero de 1912, esos y
otros perderían valor y los inversionistas tendrían una pérdida mayor.
201
Si bien el día 16 de diciembre los banqueros londinenses enviaron un telegrama amenazante al
Gobierno ecuatoriano sobre el vencimiento del 3 de enero, estaban interesados en concluir una
negociación de provecho mutuo.
El Gobernador del Guayas, Gustavo R. de Icaza, había recibido la orden de tomar el muelle
fiscal para el Estado, desalojando las oficinas y el personal de la Compañía Nacional Comercial.
Como se rehusó a cumplir tal orden, tuvo que presentar su renuncia, la cual le fue aceptada el
día 17, reemplazándolo temporalmente el Jefe Político del Cantón Guayaquil, Sr. Eduardo
López.
El día 18 de diciembre el Gobernador accidental recibió del Gobierno la orden terminante de
recuperar de inmediato el muelle fiscal. Al enterarse de esta noticia el Presidente, se sintió
traicionado por los ministros y funcionarios de su propio gobierno, pues el Poder Ejecutivo
podía suspender el decreto legislativo hasta tener en claro el proceso de liquidación de cuentas
entre el Estado y la Compañía Nacional Comercial. El dar curso al decreto era causar de
inmediato la destrucción de la Compañía y la instauración de un caos en la aduana y la
recaudación fiscal en todo lo relacionado. Se había actuado sin justicia y se había impuesto el
capricho de los adversarios del Presidente. Fue como si le clavaran una daga directo al corazón.
Como consecuencia, sufrió un quebranto terrible en su salud, al punto que la prometida de
Víctor Emilio le envió al día siguiente a un telegrama con el siguiente texto: “Estrada Picadilly
Hotel London / Vengase con urgencia situacion interesante recuerdos Isabel”, mensaje que
Víctor contestó pidiendo aclaración, pero que no fue respondido, lo cual le restó urgencia. Al
menos que lo justificara la situación, no podía salir de inmediato al Ecuador, pues faltaba
cumplir algunas partes de las misiones encomendadas.
Si Víctor Emilio sospechó que se trataba de la salud de su padre, ya hemos visto cuantas veces
en los últimos meses había tenido que movilizarse rápidamente ante indisposiciones de su salud,
de tal forma que los avisos de urgencia sobre el tema habían perdido su inmediatez.
Luego de algunos días de continuas negociaciones, el 20 de diciembre se llegó a un acuerdo
aceptable para el consejo de tenedores de bonos y el Gobierno del Ecuador. Una vez
establecidos los puntos del acuerdo, Víctor Emilio partió esa misma noche a París, para tratar el
asunto Coignet antes del cierre de las oficinas bancarias por el feriado navideño. Una vez
llegado a París el día 21, Víctor Emilio envió a su padre las condiciones del nuevo convenio con
los tenedores, con el pedido de que le den la autorización para firmarlo.
El mensaje llegó a Guayaquil tarde en la noche del 21, cuando el Presidente ya había fallecido.
Fallecimiento del presidente Estrada
El día 21 amaneció con normalidad en la residencia del presidente Estrada en Guayaquil,
ubicada en la calle 9 de Octubre 730. La familia y el personal doméstico cumplían con su rutina
diaria que comenzaba con la salida del sol.
Don Emilio continuaba preocupado por lo que ocurriría con el muelle fiscal y la Compañía
Nacional Comercial. Durante la mañana despachó en su casa, acompañado por su secretario
particular Ernesto Arroba; comió el almuerzo en compañía de su familia, tomó una corta siesta y
se preparó para salir hacia la Gobernación, donde despachó con el gobernador accidental. De la
Gobernación se dirigió al Banco Comercial y Agrícola, donde se reunió con algunos de los
accionistas de la Compañía Nacional Comercial, entre los que se encontraba don Francisco
Urvina Jado. La conversación reiteró lo que ya sabían todos: Los opositores económicos que
tenían bajo su control la Cámara de Comercio y Agricultura de Guayaquil habían logrado su
propósito de acabar con el control aduanero y fiscal que los disgustaba e incomodaba tanto; y,
posteriormente, se las habían arreglado para no enfrentar la responsabilidad económica que
habían ofrecido asumir en la liquidación de cuentas entre la Compañía y el Estado. Los
accionistas sentían una impotente frustración ante los alcances del poder que ejercía el grupo
interesado en regresar al caos que había sido la recaudación de aduana y fiscal de importación y
exportación, antes de ponerse en vigencia el contrato con la Compañía.
202
Luego de finalizada la reunión, el Presidente dio un paseo por la ciudad en su coche y regresó a
su vivienda poco después de la caída del sol.
Lo esperaba la familia y el usual grupo de amigos íntimos, con quienes departió hasta poco antes
de la hora de la cena, cuando fue a darse un baño. María Luisa y su esposo, el comandante
Dueñas, llegaron de Quito esa noche, a tiempo para compartir la comida.
Cenaron a eso de las 8:30 y luego tuvieron la sobremesa con los parientes que comieron allí. A
eso de las 10 se retiraron don Emilio y doña Lastenia a su dormitorio. Se pusieron sus pijamas y
se acostaron a dormir. Al poco rato don Emilio se sentó y desesperado exclamó a doña Lastenia:
“¡Me ahogo, me ahogo!” y de inmediato colapsó en su cama. Se dio la alarma y se mandó
llamar a los doctores, llegando a poco rato el Dr. Alfredo Valenzuela Valverde, quien trató de
reanimar a don Emilio. Poco después llegó el Dr. Julián Coronel, solo para comprobar que nada
más se podía hacer, por lo que los doctores declararon que el Presidente de la República había
fallecido a las 11:30 p.m. de ese día, por Mal de Bright (nefritis o enfermedad renal). El
certificado de defunción no menciona mal cardíaco.
Isabel fue quien le comunicó por telegrama a Víctor Emilio que su padre había muerto en la
noche del día 21. Cuando recibió la noticia el 22, quedó anonadado por un buen rato y
embargado de tristeza, pues se había ido quien hasta ese momento había sido su mejor amigo, a
más de amantísimo padre. Enseguida llegó la noticia a la Legación del Ecuador en París y a los
otros dos comisionados. No había nada que se pudiera hacer excepto esperar más noticias de la
familia e instrucciones del Encargado del Poder Ejecutivo.
Víctor Emilio no dejó registrados sus sentimientos de ese día y los días posteriores, pero debe
haber sentido remordimientos por haber emprendido viaje y dejar a su padre. Solo con el
desenlace final se podía tener clara conciencia de que su enfermedad había sido mortal. La
juventud de Víctor Emilio, a pesar de las pérdidas que ya se habían sufrido en su hogar, lo hizo
ver a su padre como un ser eterno y lo llevó a no aceptar que los síntomas, manifestados cada
vez con más frecuencia, indicaban la presencia de una enfermedad grave. Era un tema que
Víctor Emilio guardó dentro de sí por el resto de sus días.
Don Víctor Manuel Rendón, quien era el encargado de la Legación Ecuatoriana, sus compañeros
de la Comisión, y el Sr. Edmond Coignet con su esposa, trataron de aliviarle el dolor a Víctor
Emilio, pero él prefirió deambular solo por las calles de París. Se habían alojado en el Grand
Hotel, de tal forma que estaba al lado de la Ópera y muy cerca de la Plaza Vendome, los jardines
de Las Tullerías y otros espacios monumentales, que recorrió mientras meditaba el triste
acontecimiento de las últimas horas. Esa noche casi no pudo dormir, pues su activa mente no
dejaba de recorrer los momentos felices de la vida con su padre y su entorno familiar, a más de
todas las complicaciones: Familiares, económicas y políticas, que se derivarían de esa muerte.
Estaba consciente de que su vida tomaría un cambio radical a partir de ese infausto
acontecimiento, y no estaba seguro de qué era lo que tenía que hacer, ni cómo enfrentaría el
futuro. Felizmente, tenía el consuelo de su amor por Isabel.
203
Parte 5° La vida sin su padre
Jefe de Familia
204
Capítulo 14 – A enfrentar el futuro
A enfrentar el futuro solo
El primer shock de esta nueva etapa de su vida lo recibió al día siguiente, el 23 de diciembre.
Don Víctor Manuel Rendón le envió al hotel una carta con gran borde negro, demostrando luto,
y con un contenido que era muy revelador de la realidad política ecuatoriana. Decía así:
“Muy Señor mio:
Me apresuro á informar á Ud. de que hoy he recibido del Eximo. Señor Ministro de Relaciones
Exteriores el siguiente cablegrama: ‘Sírvase ordenar Sr. Victor Emilio Estrada suspenda por
ahora gestión todos asuntos se le encomendaron.
M Exterior’.
Dejo así cumplida la órden que se me ha impartido y me suscribo de Ud. muy atento y seguro
servidor.
Víctor M. Rendón”.
Así, de un plumazo, quedó desempleado y solo en París en vísperas de Navidad. Los ministros
habían cobrado su revancha personal por las intromisiones del joven en el Gabinete, pero no
consideraron que al hacerlo, le estaban causando un gran daño a la nación, pues las gestiones de
la comisión negociadora habían sido exitosas y de provecho para el país. Era una muestra más
de la falta de sentido de patria y abundancia de revanchismo y egoísmo.
Enterado Coignet de la situación y consciente del cambio de roles de los negociadores, pidió a
Víctor Emilio que le ayudara a concretar el texto de la propuesta formal de financiamiento que
se presentaría al Gobierno del Ecuador. Esto lo hizo durante el día 23 y quedó el documento
listo para ser presentado en caso de que se continuara con el proyecto.
Pero tuvo la satisfacción de comprobar, ese mismo día, que el precio de los bonos de la deuda
ecuatoriana se había mantenido igual a pesar el fallecimiento del Presidente, lo que se debió a la
exitosa negociación llevada a cabo en Londres. Lo que sucedería en el futuro ya estaba fuera de
su control.
Desempleado como estaba, adelantó su programa de viaje, excluyendo las actividades oficiales.
Había planeado, luego de la recepción de las armas de la casa Ehrhardt en Alemania, pasar a
comprar muebles para su futuro hogar con Isabel Icaza Marín. Su nueva situación lo condujo, el
día 24, a Hamburgo, a la casa de don Antonio Stagg, viejo amigo de su padre y suyo, y residente
en esa ciudad. Víctor Emilio pasó la Navidad con los Stagg, lo que fue un consuelo para el
joven.
Luego de organizar la compra de los muebles con don Antonio y su hermano Luis el día 26,
inició su regreso al Ecuador.
Su familia lo mantuvo informado de la situación política en el país, de tal forma que solamente
tomó pasaje hasta Colón y decidió que, de acuerdo con la situación en Ecuador, tomaría
oportunamente pasaje en Panamá.
Ya le habían informado del pronunciamiento de Flavio declarándose Jefe Supremo del Ecuador
el día 23 de diciembre, y de la candidatura oficial del Gral. Plaza, proclamada el día 25. Era
obvio que habría guerra civil, que Montero se uniría a los Alfaro y que Plaza lideraría las
fuerzas del gobierno para proteger su propia candidatura presidencial.
No tenemos fecha exacta de salida de Hamburgo, pero ya estaba en Ciudad de Panamá el día 10
de enero de 1912.
Al llegar a Panamá, sede activa de los Alfaro, tuvo muy presente la advertencia de su padre a
don Eloy: “Tras mí solo hay la guerra civil, implacable y formidable”. Su padre le había
ampliado esta declaración y Víctor Emilio comprendía muy bien el peligro que representaba
205
asociarse con los Alfaro en ese momento político. Adicionalmente, las experiencias políticas
que habían vivido durante la breve presidencia de su padre le habían dejado aversión hacia todo
lo que tenía que ver con esa actividad, aunque la realidad lo obligaría a continuar participando
activamente en ella como el liberal radical doctrinario que era.
Los Alfaro se enteraron de inmediato de su llegada y Olmedo lo invitó a regresar al Ecuador con
Medardo, como parte de una expedición para tomar el poder supremo del Ecuador. No está claro
si era con el fin de obtener el poder para Medardo o para don Eloy, pero ellos no iban a luchar
por Flavio, que ya estaba en Ecuador. Víctor estaba plenamente consciente de la ilusa posición
de los Alfaro, pues a diferencia de ellos, sabía que la mayoría en el país ya no quería escuchar
ese apellido por un buen tiempo. Deducía además que podrían ser recibidos con agresividad y
violencia por el mismo pueblo que antaño los adoró, y que acompañarlos implicaba involucrarse
con su política de apropiación del país para beneficio particular de la familia Alfaro, a más de
renegar de las políticas propias que había seguido con su padre, y arriesgar su integridad física al
formar parte de un grupo que estaría tratando de tomarse el poder por la fuerza, contra la
voluntad nacional. Por las informaciones de su familia, sabía que el Gobierno estaba enterado de
todas las actividades de los Alfaro en Panamá, y por lo tanto serían esperados por un ejército
preparado. Montero, quien se había declarado Jefe Supremo del país a nombre de don Eloy,
estaba aislado en Guayaquil.
Víctor pudo ver que la situación se complicaba gravemente y decidió desaparecer del medio en
que se desenvolvían estas conjuras. Así, los Alfaro partieron sin Víctor Emilio en su desgraciada
aventura.
Víctor Emilio pasó discretamente a Paita, a la espera del momento oportuno para poder regresar
a Guayaquil. Como precio de esa movilización incierta, tuvo que dejar equipaje y todos sus
papeles en Panamá, para que le sean enviados cuando estuviera firme en Guayaquil.
Tan cierto es que el Gobierno estaba al tanto de todas las actividades de los Alfaro, que el Gral.
Plaza llegó a conocer de la invitación formulada a Víctor Emilio por Olmedo y se resintió,
pensando que el joven olvidaría sus principios y viajaría con los Alfaro a tratar de recoger
alguna migaja de poder. Al enterarse luego de que la información fue errada, la imagen de
Víctor Emilio se restableció ante el General.
Víctor Emilio llegó a Guayaquil desde Paita el miércoles 24 de enero, sin equipaje o sus
preciados documentos, pensando que ya todo estaría tranquilo. Sin embargo, había llegado en un
momento crítico, pues habían triunfado, utilizando a la diplomacia al igual que a la guerra, los
generales Plaza y Andrade, y se estaba apresando a todos los que se habían sublevado contra el
gobierno legalmente constituido, que ellos representaban.
De inmediato acudió a su casa, donde se encontró con su familia. El encuentro con sus
hermanas, doña Lastenia y sus tíos Sciacaluga fue emotivo, pero el joven contuvo las lágrimas,
siguiendo las normas de hombría que se le habían inculcado. Posteriormente acudió a casa de
los Icaza Marín, a visitar a Isabel y a su familia.
El Ministro de Guerra y Marina, general Navarro, que estaba en Guayaquil, se enteró de su
presencia y lo mandó a llamar a su despacho, para advertirle al joven Estrada que se mantuviera
alejado del trajinar político que estaba en marcha, pues conocía de su afecto por Montero. Víctor
Emilio acató la advertencia de Navarro en consideración de que, por un lado el Gobierno lo
había despedido sumariamente de la misión que cumplía en Europa, y por otro lado los Alfaro
andaban en busca de satisfacer sus ambiciones personales. Hizo lo prudente y se retiró a su casa,
mientras continuaban los terribles acontecimientos que culminarían al día siguiente con el
salvaje asesinato del Gral. Montero y luego los lamentables hechos en Quito.
206
Fueron días negros para Víctor Emilio, pues presenciaba los actos de quienes habían sido
amigos y coidearios, destruyéndose unos a otros con odio profundo y sin misericordia alguna.
Muy en especial le dolió el fin de Montero, a quien le tenía mucho afecto y consideración, y
también el de don Eloy, para quien guardaba los mismos sentimientos.
Sintió hastío por la política. Era un juego muy sucio e indigno.
Tenía que dar vuelta a la página y comenzar a escribir una limpia.
Pero antes, tenía que cumplir con un doloroso deber filial. Cuando falleció su madre, por la
naturaleza de su cáncer y larga agonía, la muerte había sido esperada y por lo tanto el mausoleo
que don Emilio había mandado erigir en el Cementerio General de Guayaquil desde 1904,
estaba preparado para recibir sus despojos. Cuando falleció don Emilio, al ser una muerte súbita
y entierro en menos de 24 horas, no hubo tal preparación, de manera que fue enterrado
provisionalmente en un nicho hasta que se abriera el mausoleo, pues se requería levantar las
piezas de granito ornamental para llegar a la fosa, que estaba bajo el nivel del piso. Tocó a
Víctor Emilio realizar el traslado de los restos de su padre, tarea nada agradable. Sus hermanas y
doña Lastenia habían decidido que don Emilio fuera enterrado vestido de gala y con la regalía
de su cargo, esto es con la banda presidencial y el bastón de mando. Víctor Emilio pudo ver por
última vez a su padre y decidió retener para sí el bastón como recuerdo de una presidencia que
la habían ejercido juntos y en comunión de espíritu y propósito. Dicho bastón fue heredado
luego por su hijo Julio y posteriormente pasó a su nieto Ricardo Estrada Estrada.
La herencia de don Emilio
No fue la primera preocupación de Víctor Emilio el reparto de la herencia de su padre, pero
llegó el momento en que tenía que efectuarse, pues todos los herederos tenían que definir su
futuro. El reparto ocurrió parcialmente a fines de febrero de 1912, pero concluiría en enero de
1913.
Don Emilio había otorgado testamento el 29 de junio de 1907 ante el escribano público Federico
Bibiano Espinosa y tres testigos que conocían al testador, entre ellos don Delfín Buenaventura
Treviño, de quien hemos conocido en páginas anteriores en su calidad de militar.
Don Emilio declaró entonces que el único bien que tuvo antes de su actual matrimonio fue la
casa de 9 de Octubre, que se había quemado en 1896 y por lo tanto todo lo que poseía lo había
adquirido dentro de la sociedad conyugal con doña Victoria Sciacaluga Aubert. El listado de sus
bienes inmuebles y muebles no era extenso, pero sí incluía algunas propiedades aparte de la casa
de 9 de Octubre, que era su bien principal. Nombró beneficiaria de la parte proporcional más su
cuarto de libre disposición, así como albacea, a su esposa, debiendo repartirse el cuarto
remanente para sus tres hijos. Sin embargo, la muerte de doña Victoria en 1909 había cambiado
todo el esquema, pero don Emilio no había otorgado un nuevo testamento.
Estando consciente de que su estado de salud era malo y que había contraído un nuevo
matrimonio que el testamento desconocía, el 16 de noviembre de 1911 decidió escribir uno
nuevo e hizo un borrador valorizado en una pequeña hoja simple, sin duda con la intención de
oficializarlo tan pronto le fuera posible luego de su llegada a Guayaquil, según viaje que tenía
programado.
En este nuevo reparto, le dejó a Víctor Emilio la casa de la calle 9 de Octubre, valorada en
$18.000 y $5.000 en acciones de la Compañía Nacional Comercial, lo que daba un total de
$23.000 equivalente al 25.41% del total de los bienes inmuebles, bonos y acciones. No se
mencionó los bienes muebles de la casa. Sus hermanas recibieron igual cantidad y doña Lastenia
Gamarra el 11.04%. Quedó un remanente de 12.73% que fue repartido equitativamente en
efectivo entre los herederos una vez liquidados los valores.
Solo mencionaremos, de las herencias recibidas por los demás herederos, que la fábrica La
Victoria fue heredada por María Luisa Estrada de Dueñas. Dicha fábrica había estado en manos
del capataz de los obreros desde que se separó como administrador José Gómez Santistevan.
207
Don Emilio sabía que a su hijo no le agradaba el negocio y se lo dejó a María Luisa con la
esperanza de que Luis Alberto, su esposo, se haga cargo de la fábrica y se radiquen en
Guayaquil. Sin embargo, a María Luisa no le dejó una casa para que viva en ella.
Debemos anotar también que no se menciona, en el testamento de 1907, ni en el alcance
informal de 1911, el islote Cross o isla El Cerrito -el peñón que sobresale del lecho de la ría
Guayas frente a Durán, y que por razones políticas le causaría futuros dolores de cabeza a Víctor
Emilio, quien como descargo indicó en su momento que había sido heredado por una de sus
hermanas.
Víctor Emilio había heredado el mejor de los bienes inmuebles de la familia, pero al mismo
tiempo el menos productivo, pues la familia vivía en él y solo se arrendaba la planta baja. Las
acciones de la Compañía Nacional Comercial eran entonces y seguirían siendo en el futuro, solo
papeles con una bonita impresión. Fueron repartidas equitativamente entre todos los herederos
con el fin de que tuvieran por igual beneficio o pérdida, dependiendo de la suerte que corrieran
las gestiones tendientes a conseguir indemnización por parte del Estado ante la anulación del
contrato de concesión de la operación del muelle fiscal.
De esta forma, el efectivo que tendría Víctor Emilio sería su 25% del sobrante que se liquidaría,
o sea más o menos $2.875. Ese era el capital con el que tendría que mantenerse hasta encontrar
un trabajo que le diera sustento. Y no debemos olvidar que estaba comprometido en matrimonio,
el que debía efectuarse durante el primer semestre de 1912. El tiempo apremiaba y los fondos no
eran abundantes.
Existía el negocio de importación y venta de automóviles que había tenido con José Gómez S., y
que Víctor Emilio mantuvo luego de su distanciamiento, pero no era rentable por la poca venta
de vehículos debido a la falta de calles pavimentadas en la ciudad.
Regresando al hilo cronológico de nuestro relato, retomamos los acontecimientos el 26 de enero
de 1912, en que a pedido telegráfico de Edmond Coignet y a pesar de no tener los documentos
consigo, emite un informe a don Luis Felipe Carbo, funcionario del Gobierno, sobre sus
gestiones en relación con los procesos de financiamiento encomendados a la Comisión. Esto lo
hizo Víctor Emilio por responsabilidad ante la misión que había cumplido y por la importancia
que tenía para Guayaquil el contrato de saneamiento que ayudaría grandemente al progreso de la
ciudad puerto. El informe no se limitaba al tema del saneamiento, sino que comprendía todo el
esquema de financiamiento que había resultado de los varios pasos de la misión, desde Nueva
York, pasando por Londres, hasta París. El plan era coherente con la realidad financiera nacional
y permitiría acceder a más créditos si los presentes eran manejados responsablemente.
Luego de informado Carbo le escribió a Coignet una carta que por su contenido citaremos
extensamente: “Guayaquil Enero 31/1912
Sr Dn Edmond Coignet – Paris
Estimado Sr. Coignet:
Después de 24 días de viaje llegue a Guayaquil pasando primero por el Perú en vista de la
pasada situación política que terminó felizmente ya con el triunfo completo del Gobierno. Al día
siguiente de estar en Guayaquil recibí cable suyo de Paris diciendo = Váyase pronto Quito
explicar Carbo detalles propuesta= Supongo que los cables que Ud. leería anunciando el
triunfo del Gobierno le harían suponer que era posible el viaje a Quito; pero ni la situación
estaba aun tranquilizada (ese día fue asesinado Montero) ni corrían ni corren todavía trenes
para Quito, salvo los militares. Por otra parte aquí estaban personajes como el Ministro de
Guerra General Navarro y los Generales Andrade y Plaza cuyas opiniones pesan en el ánimo
del Gobierno en el caso suyo.
Otras circunstancias más de familia me indujeron a adoptar el partido que tome y que le
comunico en seguida.
208
Con mi cuñado que es el Jefe del 1er regimiento de Artillería que se fue a Quito le escribí al Sr
Carbo un largo detalle de la operación propuesta, haciéndole hincapié en cada una de las
ventajas del negocio para el Ecuador. La explicación era lo más completa posible dado que
todos mis papeles se quedaron con mi equipaje en Panamá adonde los deje porque no sabía aun
que rumbo tomaría yo. Por otra parte hable con el Ministro Navarro quien me comunico en
reserva que una propuesta hecha por el Ministro americano en Quito Mr Young, era la que
tenia las simpatías del Gobierno. Esto se lo mande a decir al Sr Carbo de viva voz con mi
cuñado. = A don Lautaro Aspiazu le mostré su cablegrama insinuándole que se dirigiera al
Banco del Ecuador, al Gobernador etc, etc. para recomendar su propuesta pero Dn Lautaro no
conocía los detalles de la propuesta a pesar de lo cual me dijo que esos caballeros
simpatizaban con Ud. Como yo le manifesté que conocía el asunto me observo que si yo le daba
los datos con mayor razón se ocuparían y apoyarían el Banco, el Gobernador etc, su propuesta.
Con ese motivo convine con don Lautaro en dirigirle una carta detallándole el asunto. Dicha
carta la escribí anoche mismo y está en manos de don Lautaro quien en este momento debe
estar mostrándosela al Sr. Arosemena del B. del E., - Le incluyo a Ud. copia de la carta mía a
don Lautaro.
El Sr. Aspiazu también oyó de boca del Ministro Navarro aquello de que el Gobierno
simpatizaba con la propuesta americana. Le hicimos ver que era impolítico tratar de finanzas
con el Gobierno Americano en vista de la aversión que hay en toda Sud América contra los
yankees. = Aquí ha sorprendido que en los actuales momentos haya quien preste dinero al
Ecuador y las personas que han oído algo de esto están de acuerdo en que es la salvación
financiera del país esta operación que pone al día su deuda.
Nada cierto o positivo puedo comunicarle hoy respecto a candidaturas. Este asunto ha quedado
momentáneamente en olvido pues el país está sorprendido y confuso por la horrible tragedia
desarrollada primero en Guayaquil con Montero y en Quito después con Alfaro sus hermanos y
tenientes. Lo positivo es que hay una corriente bastante importante a favor de una candidatura
civil y aun creo que hay en Quito algunos Ministros que están metiéndole en la cabeza al pobre
Sr. Freile Zaldumbide la idea de que él puede ser el Presidente. Esta candidatura tropezaría
con serios obstáculos en la Costa principalmente. Por otra parte Andrade y Plaza tienen
trabajos adelantados para ellos y las simpatías se dividen entre uno y otro. Andrade ha ganado
mucho en la campaña pues militares y civiles reconocen que la hábil dirección de la guerra es
obra exclusiva de Andrade a pesar que Plaza vino como General en Jefe. Andrade se ha
conquistado simpatías en el partido militar. Plaza en cambio a pesar de ser un militar tiene
apoyo grandísimo en el partido civil. Cualquier opinión que le avanzara a este respecto seria
aventurada o falsa; espero que por próximo correo podré decirle algo cierto o probable.
Le ruego presentar mis especiales respetos a la estimada Madame Coignet y usted sírvase
aceptar los saludos y buenos deseos de / su agradecido servidor y amigo / VEE”
Como podemos ver, es una carta muy explicativa de la situación que vivía el país en esos
momentos.
Con el fin de ganar algo de dinero para el sustento inmediato suyo, de su hermana Francisca,
madrastra Lastenia y el personal doméstico de la casa, Víctor Emilio tomó una comisión de El
Telégrafo para traducir un libro del francés al español, cuyo título original era “Concorde
Internationale” y se tradujo como “La evolución de la paz”. Por esa época, El Telégrafo tenía la
costumbre de publicar traducciones de seriales de libros en sus ediciones de la mañana y tarde.
Ante una comunicación de don Luis Felipe Carbo recibida el 8 de febrero, Víctor Emilio le
contesta: “Estimado Don Luis Felipe: / Correspondo su muy atta, fechada en Quito el 1° del
presente. / Agradezco su fino pésame por la muerte de mi querido papá. / De conformidad con
sus indicaciones no he perdido oportunidad de tratar el asunto que nos ocupa y en El Telégrafo
del Martes 6 del presente publiqué un artículo “Las Finanzas del Ecuador en 1912” destinado
209
a poner al corriente al publico del estado actual del país y de la necesidad y grandes
probabilidades que hay de salir adelante. Espero que Ud. se servirá hacer la crítica de dicho
artículo y darme las indicaciones que crea oportunas para los sucesivos. / Deseo que no tenga
Ud. novedad en su salud y créame como siempre su afmo. S.S. / VEE”.
El artículo de Víctor Emilio comienza en la tercera columna y va hasta la sexta.
Se denomina “Las Finanzas del Ecuador en 1912”
210
El artículo del día martes 6 de febrero de 1912 en El Telégrafo, fue el primero de muchos que
Víctor Emilio escribiría durante su vida en cuanto al tema de las finanzas públicas del Ecuador.
Si bien no está firmado por él, escribirlo requirió entender el tema, pues era complejo, y eso nos
demuestra que su rol en la comisión que fue a Europa a negociar las varias deudas no era
decorativo sino que era realmente de trabajo arduo en negociación financiera. Luego de este,
escribió otros, también sin firma, sobre el mismo tema y sobre el saneamiento de Guayaquil.
Ese mismo día escribió a Edmond Coignet comunicándole lo mismo que a Carbo, agregando
que se había realizado la segunda proclamación de la candidatura del Gral. Leonidas Plaza, pues
la primera había quedado en suspenso por las proclamas de Flavio Alfaro y Montero y los
sucesos consecuentes. Le comentó de las renuncias que se estaban dando en el gabinete y dio su
opinión de que la situación se veía favorable a Plaza, pues había unión en el partido liberal
frente a los conservadores. Dijo: “Por lo demás la situación política y la general del país va
normalizándose y sobre todo en Guayaquil eminentemente comercial nadie recuerda ya lo que
acaba de suceder. El invierno ha sido fuertísimo y las crecientes del rio Guayas como pocas
veces recuerdan los viejos habitantes. Todos claman por la canalización. Creo que su presencia
aquí habría resuelto el problema en un momento”.
Una relación especial con el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez
La correspondencia que veremos a continuación fue clave para el futuro de Víctor Emilio y su
familia por los próximos años. Sin el apoyo del Gral. Plaza, su destino habría sido muy distinto
al que fue, gracias a los empleos que obtuvo durante el período de influencia de Plaza. Continuó
por algún tiempo y es una correspondencia extraordinaria entre un ex presidente de la
República, hombre maduro, y un joven de apenas 20 años, que sin embargo había demostrado
garra y temple en su accionar político, así como madurez emocional a pesar de sus pocos años.
La correspondencia mantiene un tono de familiaridad y afecto poco común.
Encontrándose en la necesidad de obtener un empleo que le provea el sustento necesario para
sus presentes y futuros gastos de vida, y frente a la realidad del medio, decidió envalentonarse y
acudir al Gral. Leonidas Plaza, quien obviamente estaba en camino a su segundo mandato en la
presidencia de la república. El 9 de febrero le escribió: “Mi querido General:
Por los diarios me he informado del buen viaje que ha llevado usted a su regreso para la
capital. A pesar de todo lo ‘bueno’ que ha sido ya lo considero a usted bien cansado pero al fin
y al cabo legítimamente satisfecho. De caso pensado no fui a verlo en Guayaquil a su regreso
de Manabí: yo se bien todo lo que representa en fastidio y cansancio ese ir y venir de gente de
toda clase que rodea a quienes, como usted, se han colocado en primera línea. Despues de todo
pocos son los que saben que usted me ha distinguido con sus simpatías y su amistad desde hace
ya algunos meses y menos son aun los que saben mi decisión por usted mucho antes que la
fortuna lo pusiera de nuevo en el mismo camino que antes recorriera con la suerte suficiente
para convertirse en pauta y modelo de comparación para argumentar contra los que le
siguieron en la misma senda de pesares y amarguras; pesares y amarguras que se descargaron
sobre el pueblo que la víspera no los tuvo, que fue su mandatario el que los había sobrellevado.
Me atemorizaba pues, la idea de que se me crea oportunista en el preciso momento de mi vida
en que necesito conservar el primer paso dado con honor sin dar ante el concepto publico un
traspié.
Pensando en lo mismo me prive de ocupar a usted en un asunto personal mio que la bondad de
Don Pedro Valdez llevó acertadamente a su conocimiento. Don Pedro fue tan amable que me
mostró su respuesta.
Sucede que no hay en Guayaquil hoy por hoy una ocupación provechosa para un joven como yo
y en mi situación: fuera de cargos comerciales que nunca llevan al que los ocupa mas allá de
los límites de las medianías, nada hay en qué ocuparse lejos de la administración publica,
211
convertida desgraciadamente en proveedora de comida para medio Ecuador por causa de la
corrupción desmoralizadora de la administración del General Alfaro. Nadie piensa hoy en
sacarle pan al Oriente y a tal estado han llegado las cosas que sería una locura meterse en esas
empresas hoy (…) Yo creo que la obra mas beneficiosa que tenemos derecho para esperar del
próximo gobierno será el estimulo para los que se dediquen a la Agricultura sea en el Oriente,
sea en la región interandina donde el agua se va sin que la aprovechen y aun en las grandes
extensiones de Manabí y Esmeraldas. Ese dia se acabara la empleomanía porque todo el mundo
preferirá su independencia; y ese dia será también posible gobernarnos, por que hoy la carga
mas pesada del gobernante y la razón única de las revoluciones es exclusivamente el hambre de
una mitad de ecuatorianos que le quieren quitar la comida a la otra mitad empleada.
Gracias al trabajo de mi papá, me ha quedado lo suficiente para vivir modestamente, pero no
creo que un joven de 21 años haga el papel de rentista cobrando mensualmente los
arrendamientos de sus casas y durmiendo el resto del tiempo. Necesitaba pues un trabajo
apropiado para mi, que no me hiciera descender de la situación en que he estado colocado,
(cosa que aceptara decididamente si llegare el dia de descender), en fin un trabajo que yo
pudiese desempeñar con acierto de modo que resultase el hombre para el empleo y no un
empleo para un hombre. Con estas razones me fije en la Capitanía del Puerto de Guayaquil
que creo poder servir ya por mis conocimientos de idiomas, por el roce de mis viajes, y por algo
que aprendí de marina durante el tiempo que estuve embarcado en el Marañon. Ojala pueda
obtener esa ocupación o cualquier otra en la que haya que hacer.
Por don Julio (Icaza) supe que usted había preguntado por la fecha de mi matrimonio con
Isabel. No creo que pase de 2 meses la fecha que fijaremos o sea mas o menos los primeros días
de Abril. Estoy pensando en si usted podría estar presente como me lo había ofrecido para
actuar como testigo del contrato civil. Ojala le fuera posible porque a ese respecto estoy tan
entusiasmado hoy como lo estuve el dia que le pedí el servicio en su escritorio del Ministerio de
Hacienda. Si hoy es exigencia no lo se y naturalmente su resolución cualquiera que sea me
satisfará porque se que si no viene será porque alguna cosa útil o importante le ocupa, y no soy
egoísta para pensarme el preferido, en caso tal.
Deseo que haya tenido buenas noticias de su familia en New-York; le ruego dispensar la
molestia que le da y el tiempo que le quita esta carta, y reciba un saludo de su afectísimo
servidor y amigo / VEE”.
El Gral. Plaza le contestó el 14 de febrero: “Señor Don Víctor E. Estrada / Guayaquil
Mi querido amigo:
He recibido, con verdadera complacencia, la amable carta de U. datada en 8 del actual.
Agradézcole muy de veras, fiar los votos de simpatía que tan discretamente sabe Ud.
dedicarme; y me es particularmente grato expresarle que correspondo á ella con verdadera
cordialidad, y que hago el merecido aprecio de las prendas personales de U, prendas de
inteligencia y corazón.
Aplaudo yo su decisión por aprovechar el tiempo en labor apropiada á sus facultades; esa
debiera ser la norma de conducta de nuestra juventud, si aspira á ser llamada á los altos
destinos de la vida.
Según prometí en Guayaquil á Don Pedro Valdez, me preocupé apenas de llegado en esta
Capital, de interesar en pro de los deseos de U. al Gobierno; mas el Sr. Ministro de Guerra y
Marina me manifestó hallarse en imposibilidad de remover al Capitán del Puerto del Guayas,
quedándome así á esperar que sea ocasión mas propicia la que se me ofrezca, de servir á U.,
con todo agrado.
De añadidura, viene al caso, y no hallo reparo en decírselo á U. – la situación en que respecto
del Gobierno he venido á encontrarme. Desconfianza, vacilaciones, y un cierto ánimo de
hostilidad que no solamente no son para franquearse vías de entrar con él en perfecta
correspondencia, sino para menoscabar el interés que me inspiran mi Patria y su bienestar
212
presente y futuro. De suerte que no son propicias las circunstancias para propósitos como el
que por U. abrigara, prometiéndome realizarlos tan pronto como ellas deriven en mejor sentido
de las cosas.
Entre tanto un saludo de su afmo amigo y obsecuente servidor. / L Plaza G”.
Quedaba entonces muy claro que la hostilidad del Gabinete hacia Víctor Emilio continuaba, y
para ello se prestaba el Gral. Juan Francisco Navarro, a quien Víctor Emilio prácticamente puso
en su puesto luego de la revolución del 11 de agosto. Esa ingratitud fue una nueva lección de
vida para Víctor Emilio, en un momento que necesitaba del apoyo de quienes se habían
beneficiado del que él les dio. Parecería que a Navarro se le habían subido los humos a la cabeza
y que su memoria era corta.
El día 20 de febrero se decidió escribir a Luis Felipe Carbo en relación con el tema empréstito:
“Estimado Don Luis Felipe:
Aunque no he sido favorecido con la respuesta que esperaba a mi carta de fecha 8 del presente
mes, me decidí sin embargo a escribir otro artículo mas para el TELEGRAFO, con motivo de
un despacho telegráfico que se publico ayer aquí, y relativo á empréstito. A juzgar por la cifra
que fija dicho telegrama he comprendido que es la propuesta de ustedes la que se pone a
discusión y siguiendo esa orientación volvi sobre el tema en el citado periódico. La falta de
noticias suyas no me anima a abordar el tema por todos los lados que es posible: si usted me
diera una norma de procedimiento quizás le serviría de algo aquí, donde no tengo ahora casi
nada que hacer. El TELEGRAFO recibe con la mayor buena voluntad mis artículos y no es de
desperdiciar esa ventaja, sobre todo sabiendo lo que es la prensa aquí.
Conservese bueno y reciba un saludo de su afmo servidor y amigo / VEE”.
Ese mismo día escribió también a Edmond Coignet poniéndolo al tanto de la situación a ese día.
El 21 contestó la carta que le envió el Gral. Plaza el día 14:
“Mi querido General:
Fui favorecido con su atta carta fechada en Quito el 14 del presente y le agradezco por las
gestiones que hizo con el Sr. Ministo de Guerra para obtener el cargo de Capitan de Puerto
para mi. Parece que aquella resolución de separar a quienes sirvieron la Dictadura del pobre
Pedro, tiene sus excepciones, una de ellas el amigo Andrade ex–comandante del ‘Bolívar’ para
la revolución.
No me ha estrañado la manera como ha estado procediendo el Gobierno para con usted, pues
quedando como queda un rezago de elemento corrompido en el Ministerio, no es seguramente
el camino recto por donde van a caminar. Ese Ministro tiene que ver por su porvenir antes del
de la Patria. Sin embargo la situación resulta falsa para el Gobierno si persiste en acatar a ese
intrigante porque no creo que Navarro pase por alto el punto del partido a que pertenece el
elemento Tobarista, sino él mismo, y creo que a pesar de la rudeza militar de mi amigo el
General Navarro, no dejará de comprender que es este el momento psicológico del partido
liberal y que tienen ellos entre manos el modo de hundirlo o afianzarlo para siempre. Asi pues
la situación del Gobierno, dado el personal de provincias, liberal en su mayoría, y el personal
del Ejercito en su mayoría Placista, resulta mas mucho mas falsa que antes del 11 de Agosto
cuando Alfaro aun tenia entre sus incondicionales cierto prestigio. El pretexto del civilismo
bien sabe Díaz lo que vale para ponerlo como fantasma ante el desorden. Pretender que el país
se gobierne con la pluma de los poetas y las teorías de Platon después de una época de
desorganización y de caos es una utopia.
Yo no se como no aprecia esa gente las excepcionales condiciones de la situación de usted que
contando con su espada, la de sus numerosos amigos militares y al mismo tiempo con la gran
masa del partido liberal CIVIL realiza asi el desiderátum : Gobierno civilista sostenido por
elemento militar.
213
En fin General, las cosas necesarias en esta vida siguen un camino que ningún hombre es capaz
de torcer y lo que el país necesita será lo que suceda: aun parece que hay algún escapado de la
última justicia suprema y está buscando él mismo, el modo de cortarse su vida pública.
En su respuesta a mi carta anterior ha olvidado usted lo referente a mi matrimonio. Comprendo
que le será imposible asistir personalmente de modo que yo le avisare la fecha precisa para que
nombre su representante.
Ojalá su salud sea buena y tenga noticias agradables de su familia. Reciba el afectuoso saludo
de su amigo y servidor / VEE”.
Para fines de febrero comenzó el proceso de la repartición de la herencia de don Emilio, y cada
uno de los herederos tomó posesión de lo que le correspondía y estaba disponible en ese
momento. Víctor Emilio continuó con el problema de falta de efectivo, pues la liquidación del
remanente no sería rápida ni tampoco lo sería la asignación de los bienes inmuebles, bonos y
acciones testadas informalmente. La familia seguía ocupando la casa y ella seguía sin producir
mayores ingresos y más bien generaba gastos continuos.
Entre el 5 y 6 de marzo se dio en Quito un episodio que fue una vergüenza para el partido
liberal: Carlos Freile Zaldumbide se había declarado candidato presidencial, pero era obvio que
no tenía la menor posibilidad de ser electo, y él mismo lo sabía, pues había demostrado ser
pusilánime ante situaciones de crisis. Por esa razón, el mismo Freile y el Ministro de Relaciones
Exteriores, Tobar, motivados por el Ministro de Gobierno, Díaz, trataron de dar un golpe a favor
del ministro Tobar, que también se había declarado candidato presidencial liberal. El Gral. Juan
Francisco Navarro, ministro de guerra y marina, se opuso tajantemente, y desenmascaró a los
tres conspiradores principales como conservadores encubiertos. Tobar, con el respaldo y
corroboración del Gral. Leonidas Plaza G., había jurado ser liberal y eso le había ganado el
puesto en el gabinete de don Emilio, quien se había opuesto inicialmente a ese caballero por
considerar dudoso su declarado liberalismo. ¿Fue engañado el Gral. Plaza y por ende don Emilio
también? No lo hemos podido determinar. Lo cierto es que la candidatura de Tobar competía
con la del Gral. Plaza y Navarro apoyaba a Plaza. El ministro Rendón Pérez se vio en una
situación tan incómoda que decidió renunciar sin pronunciarse por una de las partes, siendo
reemplazado de inmediato por el Gral. Julio Andrade, quien se declaró por Tobar. El ministro
Intriago se pronunció por Plaza y al igual que Navarro, no renunció a su puesto en el Gabinete.
El Gral. Julio Andrade, subjefe de estado mayor de Plaza y ahora Ministro de Instrucción
Pública, había realizado el trabajo necesario para comprometer los varios batallones
acantonados en Quito a favor de Tobar, pero las acciones del Gral. Navarro, inicialmente solo y
luego con el apoyo del Gral. Plaza, lograron revertir la situación y los conspiradores, al dar el
golpe, se encontraron aislados en el cuartel de la policía, con el apoyo de solo una compañía y la
oposición de las demás. La situación dentro del cuartel se complicó, al punto que alguien de
adentro disparó contra el Gral. Andrade, quien murió al poco rato. Con esa trágica muerte, se
acabó ese intento revolucionario que los triunfadores consideraron conservador, pero que los
involucrados declaraban como liberal disidente del liderado por Plaza.
La crisis concluyó con la renuncia del encargado del Poder Ejecutivo, Sr. Freile, quien fue
reemplazado por el último presidente de la Cámara de Diputados, Sr. Francisco Andrade Marín.
También renunciaron los dos ministros conspiradores, Díaz y Tobar, y murió trágicamente el
flamante de Instrucción Pública y ex Jefe de Estado Mayor del Ejército, Gral. Andrade.
Así, concluyó un nuevo intento de golpe, que habría usurpado ilegítimamente el Poder Ejecutivo
El Gral. Plaza contestó un poco tardíamente la carta del día 21 de febrero. Lo hizo el 5 de
marzo, de tal forma que para el día 10 de marzo, Víctor Emilio le vuelve a escribir sin haber
recibido todavía la del 5 y por ello veremos estas interesantes cartas en el orden que fueron
recibidas en vez del que fueron escritas.
214
“Guayaquil, Marzo 10 de 1912
Sr. General Leonidas Plaza G. / Quito
Mi querido General:
Supongo que llegaría a sus manos la última mía fechada el 21 del pasado, y en la cual le
agradecia sus gestiones tendientes a mi nombramiento como Capitan del Puerto de Guayaquil.
Le hablaba también en esa mia de la situación política de entonces y veo que no me engañaba
en mis suposiciones. La solución que ha tenido todo satisface no solamente los intereses del
partido liberal sino también que garantiza al país entero su entrada definitiva en las vías de
tranquilidad y adelanto de que tanto necesita. Lamentablemente en medio de todo la muerte del
General Andrade cuyos servicios como militar juzgo eran preciosos para el país. Aunque de
parte de sus amigos políticos hubo ligereza -excusable por cierto en todo momento álgido- al
pretender proclamarlo a usted como Jefe Supremo sin embargo usted merece la felicitación del
partido liberal por que hoy ha manifestado usted que su modo de pensar no ha variado en la
practica como no varió después de Agosto cuando esos mismos amigos suyos encausaban la
política por el sendero personalista. Entonces como ahora usted se sobrepuso y ese gran merito
en nuestros países corrompidos por el caudillaje y de atmosfera viciada por la opresión, ese
merito le decía vale mas que las glorias que se llevo usted en la sangrienta campaña ultima.
Hablando con Don Julio Icaza me decía que quizás sería preferible que yo fuese este año al
Congreso como Diputado por Los Ríos u otra provincia pudiendo después ocupar la Capitania
de Guayaquil. En esto usted y nadie mas que usted puede ser el arbitro y le ruego pues decirme
lo que piense al respecto. Dado caso que las listas de Congresistas no admitan variantes,
ruegole pues ordenar mi nombramiento de Capitan del Puerto de Guayaquil porque la
ociosidad en que vivo no puede ser menos que perjudicial.
Mi amigo Adolfo Gómez se ha visto en dificultades para posesionarse del puesto de Cajero de
Policía o Vista de Aduana, nombramientos ambos que tiene en su poder y que Don Pedro
Valdez se niega rotundamente hasta ayer hacer efectivos. Si a la fecha que usted recibe la
presente no hubiere sido posesionado, lo cual le avisare, seria de desear que no permita usted
mas tiempo la injusticia sin nombre que se esta cometiendo con el pobre Adolfo que necesita
ganar para vivir.
Esperando sus gratas noticias, y con mis deseos de que usted y los suyos ausentes gozen de
salud, repitome como siempre su amigo y servidor, / VEE”.
Y la carta del 5 de marzo recibida después:
“Sr. Dn. Víctor Emilio Estrada. / Guayaquil.
Querido amigo mío:
Estoy de perfecto acuerdo con Ud., respecto de la manera de apreciar la situación actual de la
política y encuentro perfectamente justos y lógicos los conceptos de su carta de 21 del próximo
pasado.
En cuanto al Sr. Gral. Navarro mi concepto es el de que como militar y como liberal se está
portando con absoluta corrección en cuanto se relaciona con la política de actualidad.
El y el Sr. Intriago son los que mas defienden y mantienen en alto la bandera liberal dentro del
Gobierno.
Cuando señale Ud. la fecha de su matrimonio no olvide indicármela, á fin de designar á alguno
de mis amigos para que me haga el honor de representarme como testigo en la ceremonia.
En la primera oportunidad tendré el agrado de transmitir á mi familia sus atentos recuerdos.
Con especial afecto me es grato reiterarme de Ud. atto servidor y amigo. / L Plaza G”.
A continuación, carta del 20 de marzo en que el Gral. Plaza responde a la del 10 que le envió
Víctor Emilio: “Mi querido amigo:
Nuevamente me es grato decirle que coincidimos en la manera de apreciar la situación actual
de la política; y en cuanto á sus conceptos respecto de mi actuación, se los agradezco,
215
sinceramente, por lo benévolos; mas esa ha sido y será mi manera de proceder y de pensar
siempre.
Gustoso indiqué ya su nombre para que figure en la lista de Diputados por la Provincia de Los
Ríos, tanto mas cuanto que Ud es un joven liberal independiente que goza de prestigio.
Apenas recibí el telegrama de Octavio Icaza me puse al habla con los tres Ministros Ayora é
Intriago y conseguí arreglar el asunto relativo á Adolfo Gómez, que Ud me recomienda.
Me reitero de Ud., afectuoso amigo y obsecuente servidor. L Plaza G”.
Podemos ver la preocupación de Víctor Emilio por el bienestar de su amigo y futuro concuñado
Adolfo. Esa preocupación por el bienestar de sus allegados consanguíneos y políticos la
mantendría durante toda su vida, como veremos en las páginas subsiguientes, a pesar de
interludios tormentosos en las relaciones, que luego de escampar lo que lograrían sería reforzar
el apego que sentían mutuamente.
El 26 de marzo recibió desde Hamburgo los documentos de embarque de los muebles que había
comprado para su nuevo hogar. Los Stagg habían realizado un muy buen trabajo, pero por
razones de amistad se negaban a cobrar por sus servicios. Víctor Emilio le insistió a Luis,
hermano de Antonio, que del sobrante que le habían ahorrado, cobraran la comisión respectiva.
Tendría muebles nuevos para su casa, pero no tenía casa donde ponerlos, pues la de su padre,
actualmente suya, estaba completamente equipada. Sus hermanas y doña Lastenia se llevarían
algunos muebles a medida que se cambiaban a sus propias casas, pero mientras tanto, los
muebles nuevos tendrían que ir a una bodega.
Carlos, uno de los hermanos Stagg que vivían en Hamburgo y ejercía el Consulado del Ecuador,
le pidió que intercediera con el futuro Presidente para poder mantenerse en su cargo. Una
lamentable confusión por parte de Plaza, con su hermano Antonio que se estaba quedando ciego,
le costó el puesto, pues por la confusión el cargo le fue dado a don Luis Adriano Dillon.
A fines de marzo o comienzos de abril el general Navarro estuvo en Guayaquil y Víctor Emilio
logró entrevistarse con él para insistir en el puesto de Capitán del Puerto. El Gral. Plaza había
continuado presionando a Navarro al respecto, así que le comunicó a Víctor que resolvería el
problema a su favor tan pronto cambie de destino al actual Capitán. Con fecha 7 de abril Víctor
Emilio le escribe al Gral. Plaza: “Querido General:
Oportunamente recibí su atenta respuesta a mi anterior. Le agradezco una vez más su
intervención en favor mio. Creo que ya el General Navarro está resuelto a nombrarme Capitán
de Puerto en éste, según ofrecimiento personal hecho en su último viaje a Gquil. Creo que la
diputación por los Rios no es cosa hacedera. Lo siento porque hubiera podido servirlo a usted
en el próximo Congreso, sirviendo por supuesto al Pais. Sin embargo si va don Alberto Reina,
se ganará con el cambio porque es hombre de más peso que yo y amigo suyo también. Con todo
si logro obtener la Capitania de Guayaquil, le serviré en esa esfera con el mismo cariño que le
sirva donde este y en la situación que me encuentre.
Hace días que he querido escribirle pero supuse que la tarea elecionaria le absorvia tiempo y
paciencia. Aunque eso era cosa sabida sin embargo la consumación del hecho determina el
comienzo de las dificultades, molestias etc, etc. que forman la vida del Gobernante y de las que
deseo salga usted tan airoso y bien querido como en la ocasión pasada.
Cumpliendo su indicación le comunico que mi matrimonio se efectuará en familia por mi duelo,
el 19 de abril, de modo que usted se servirá nombrar la persona que lo representará como
testigo. Otro testigo será don Pedro Valdez y como amigos solo invitaré tres o cuatro como el
Dr. Tamayo, Don Luis (Adriano, no Napoleón) Dillon, José Miguel Rivadeneira y mi tio Luis
Sciacaluga representado por Don Julio, pues mi tío es ciego. Mucho siento su ausencia pues sí
hubiera sido para mi una satisfacción su presencia en el acto. Asi creía yo que sucedería
216
cuando en Octubre del año pasado le rogue fuera usted uno de los testigos, pero tanto ha
ocurrido desde entonces que mi deseo no tiene cabida hoy.
Con el mismo cariñoso respeto de siempre quedo su servidor y amigo / VEE”.
Capítulo 15 – Matrimonio
Matrimonio con María Isabel Icaza Marín
Se acercaba ya la fecha del matrimonio. La fecha prevista se cambió al viernes 20 de abril.
Se enviaron a hacer dos grupos de sencillos partes del matrimonio, los que fueron repartidos
durante la semana anterior a un pequeño grupo de personas por razón del duelo del novio.
Y también el parte que venía solo de los novios:
Hay algunas cosas que no están muy claras respecto al
matrimonio eclesiástico. Teniendo a media cuadra la
iglesia de San Agustín y a dos la Catedral y la modesta
iglesia de El Sagrario, no se explica por qué la
ceremonia se realizó en la casa de los padres de la novia.
¿Era tal el luto del novio que no podían casarse en una
de las iglesias? El matrimonio eclesiástico se realizó en
la casa y se registró en la Parroquia de El Sagrario, de tal
forma que no había exclusión del novio por razones
políticas. Por otro lado, se acostumbraba realizar
matrimonios religiosos en las casas.
Tampoco existen fotografías del matrimonio, algo muy
extraño para un joven a quien le gustaba mucho la
fotografía, pero en cuanto a esto, puede haber una
explicación que veremos más adelante.
217
El fin de semana anterior al matrimonio, del viernes 12 al domingo 14 de abril, Isabel con su
familia lo pasaron en Playas del Morro y Víctor Emilio estuvo con ellos. Durante ese fin de
semana él se inspiró y escribió una de las cartas más bonitas y sentidas de su vida, la cual se
llegó a conocer en la familia como “Carta a mi novia”. El texto, de 23 páginas escritas a
máquina por Víctor Emilio, está lleno de profundos sentimientos que él había aprendido en su
hogar, con la inspiración y guía de El Carácter, de Samuel Smiles y The Royal Path of Life de
T.L. Haines y L.W. Yaggy, ambos preciados libros de la biblioteca de su padre, don Emilio, los
cuales se salvaron de desaparecer en el incendio de 1896. Aquí citamos extractos de algunas
páginas:
“Playas del Morro, Abril de 1912.
Mi querida Ysabel:
Pocos días más i la bendición de Dios habrá consumado la unión de nuestras almas i fundido
nuestro porvenir.
Generalmente se piensa i dice que esa sociedad como la que vamos a formar, debe ser tan
duradera como lo sea la vida de los contrayentes: tal fue la mente de Jesús al instituir como
Sacramento el matrimonio.
Pero tan bella concepción no pocas veces resulta fallida o ilusoria por causas varias. Las
pasiones humanas, las diferencias de educación social y doméstica, los ejemplos recibidos
dentro i fuera del hogar, la poca práctica de las virtudes, los prejuicios i creencias religiosas, la
usurpación de obligaciones i deberes, el carácter personal, causas son que contribuyen
poderosamente para destruir de improviso, o lentamente a veces, la paz que debe caracterizar
la vida del Hogar. (…)
Mi objetivo es el de resumir, bosquejar a grandes rasgos, cuadros de la vida tal cual yo los he
podido apreciar, tomando los colores allí donde mi observación ha logrado algún detalle o mi
experiencia recibió alguna lección.
-I-
Las pasiones humanas ocupan lugar prominente en las relaciones de dos individuos, desde que
por una razón cualquiera se asocian en cualquiera forma. (…)
Paréceme que todo aquel que aspire a realizar a conciencia los altos fines del matrimonio debe
llegar previamente a un conocimiento exacto o al menos aproximado de sus pasiones,
valorizándolas i preparándose a neutralizarlas i a dominarlas después en la vida del Hogar.
Un metódico cultivo del carácter llevará seguramente cerca de esa meta i así habremos
conseguido cegar una de las fuentes de mayores desengaños de las muchas que amargan la vida
conyugal. (…)
Conócete i llegarás a adquirir esa filosofía de la vida; filosofía cristiana sin reveses ni
distingos, filosofía de amor i de bondad, que, anonadando las pasiones que algún día pudieran
germinar en tu corazón al soplo de las vanas contrariedades de la vida, hará que ‘el más puro
de tus placeres sea ver en mí un hombre bueno i sumiso, cuando a fuerza de suavidad i gracia
me hayas vuelto tal’. (…)
Directamente relacionado con todos los actos de la vida está el carácter, aquel distintivo
personalísimo de cada cual, en el que parecen juntarse en curiosa amalgama los distintivos de
las tres edades (…)
No puede haber más brillante victoria que la conquista del carácter. Aquel que consiga
apoderarse del propio, dominarlo i reprimirlo, con mano segura i firme tendrá hecha la mitad
de la jornada.
I si en todo tiempo el carácter necesita atención, ¿cómo no la exigirá mui particularmente
durante el matrimonio, en esa perenne relación de dos deseos, de dos voluntades que en la
práctica deben reducirse a una? (…)
218
Mucho hai que tomar en cuenta el ejemplo del hogar paterno, i para mí es de lo más placentero
conocer que en tu casa has intervenido en el arreglo del salón en día de baile, con el mismo
interés que a la cocina entras para disponer algún potaje, i que a tus sobrinos lidias i que a las
cabeceras de tus queridos enfermos velas con cristiano cariño, con tu obra de tejido en mano, i
que eres buena hija i buena hermana, i que de los días del año pocos son los que pasas fuera de
tu casa. Nada de esto me lo he dejado decir sin observarlo i de esto te hablaré al fin de estas
líneas, pero ya, ahora debo decirte que son esos tus mejores adornos. (…)
A ella pues, la suma de autoridad necesaria para organizar i dirigir (el hogar, la casa familiar).
El papel del esposo debe limitarse a un prudente consejero o consultor para todo aquello que se
relacione con el movimiento mecánico interior de la casa, dejando en suma á su esposa como
Reina del hogar. (…)
El matrimonio no es seguramente un círculo de hierro en el que han de dar la misma vuelta
diaria la mujer i el hombre. Es un recíproco deber escogitar los medios de reposar el espíritu
alejándolo por momentos de la rutina casera. Un modo de conseguirlo es cultivar buenas
amistades, cosa difícil en verdad. (…)
La lectura es afición tan interesante tan importante en la mujer como en el hombre.
Requiere especial cuidado i al igual que para las amigas, hai que ser cautos al escoger los
libros que son los verdaderos ‘íntimos’ i ‘mejores amigos’ cuando son bien escogidos.
Es cosa corriente que entre las lecturas de la mujer ocupa la novela mayor proporción.
Reniego de esa anomalía, mui explicable sin duda, pero tengo vivo deseo de verte embebida en
la lectura de mi biblioteca, que será tuya, i en la cual no tengo sino mui contadas novelas.
Cierto es que este tipo de lectura tiene el incentivo de incidentes, episodios i relatos tan
variados i curiosos, pero te aseguro que mayores encantos hallaras en las obras de Smiles, de
Severo Catilina, de Manuel Moreno, sobre todo, si prefieres dejar de engañar al espíritu con
cuentos i fantasmas, aventuras i proezas, i en cambio tratas de cultivar el alma con la filosofía
amena, natural, convincente de Smiles, o la dulzura arrobadora de la poesía de Moreno.
La diferencia entre esas lecturas es sencillamente ésta: con las novelas llenas i preocupas
momentáneamente la imaginación; con las obras de Smiles i de Moreno o sus tantas similares,
siembras profundamente el alma, cultivas el corazón, sin dejar también de deleitar el espíritu
con la variedad de los asuntos en Smiles o la cadencia del metro en Moreno. (…)
No hai duda que el amor es sentimiento que brota espontáneo i generoso, i que las más de las
veces lo determina un modal gracioso, una manera desenvuelta, quizás un adorno bien llevado,
la gracia, el gesto cultivados i estudiados, o un par de ojos que dejaron asomar una chispita de
alma… cuántas veces un no sé quó. Enigma es este que intenten otros descifrar.
Pero si te digo, que equivocado va el que fundare su porvenir en base tan movediza.
Belleza, donaire, gracia, brillo, lazos i cintas, trajes i relumbres son simples conquistadores que
cultivan i tiranizan hasta el extremo de secar ojos i tapar oídos.
Por mi parte, querida mía, no es a esos atractivos a los que mi corazón entrego i mi porvenir
confío: es a tus virtudes que constituyen tu belleza moral infinitamente más adorable que tu
figurita tan llena de donaire, tan rebozante de esa naturalidad que traduce en modales la
belleza del alma, tan nítidamente como la imagen se reproduce en la tranquilidad del agua. (…)
No he confiado mi porvenir al primer impulso de mi corazón sino al maduro examen de la
razón. (…)
Puede que la suerte cambie de hecho la faz de mi vida, rodeando de asperezas nuestro camino,
pero ellas no serán originadas por ti ni por mí, i juntos hemos de ir para salvarlas, i juntos
llegaremos vencedores o vencidos a la meta de la vida, pero a ella voi mejor que muchos que
lloran en su compañera la ausencia de esas virtudes que escudan en la adversidad i consuelan
en la desgracia. (…)”
Y a continuación una parte de la carta que es valedera no solo para su novia sino para todos los
nuevos matrimonios y sus descendientes:
219
“Voi ahora a hablarte de un tema mui digno de reflexión para quienes como nosotros tenemos
la obligación de mirar por el mañana.
Me refiero al ahorro i a sus enemigos capitales, la ostentación, el lujo, el orgullo.
Debo advertirte que escribo con conocimiento de causa i causa no mui buena para mí: yo no he
practicado el ahorro. Nacido, crecido i vivido sin que nada me faltase, en un hogar no rico pero
sí holgado, el cariño sin límites de mis padres siempre dispuesto en mi favor, el deseo en su
origen satisfecho, la seguridad del amparo amoroso del hogar, nada seguramente fue causa que
en mi niñez me indujera a pensar en el mañana.
Pero ahora, con mi hogar disuelto por la muerte i en víspera de rehacerlo contigo, reflexiono i
calculo el dinero desperdiciado en estos últimos años de mi vida sin atinar para él ninguna
provechosa inversión. Por eso te digo que escribo con conocimiento de causa, i nó porque haya
ahorrado sino porque estoi en situación de valorizar lo que significa no ahorrar. (…)
La sociedad sud-americana tiene en sus venas mucha de aquella sangre que Cervantes encontró
en las venas de Don Quijote. La vida social en los pequeños países de América tiene mucho de
ficticia i en ella salen a flote los rezagos del carácter que nos imprimió la conquista, en la
forma de orgullosa ostentación externa a cambio de hambres i privaciones internas. (…)
Las familias al disgregarse no siempre quedan en idénticos niveles de fortuna, i tampoco la
dicha acompaña con igual voluntad i prodigas larguezas a los miembros que forman nuevo
hogar, i en tal caso la diversidad de medios puede engendrar en un espíritu poco preparado,
graves trastornos, hijos de tonta emulación, que conducirían a los unos a falsa ostentación i a
otros a imperdonable envidia. (…)
Abro mi corazón al recuerdo i acariciando la idea de volver a encontrar en ti la Paz y el
sosiego que la suerte me acaba de arrebatar, elevo mi plegaria ardiente a la memoria de mis
padres, pidiéndoles que de Allá bendigan el nido que mañana vamos a formar i que su
bendición nos traiga aquella felicidad primitiva i cristiana con que Dios arrulló mi primer i
dulce hogar.
Tuyo
V E Estrada”
Esta carta, abreviada por necesidad, es una de las declaraciones de amor más profundas y
bonitas que se pueden encontrar. Sería la guía de ruta de un matrimonio feliz por muchos años,
hasta que el sendero recorrido tomaría cierto desvío, para luego regresar al camino original.
El matrimonio se realizó el sábado 20 de abril, según reseña de El Telégrafo en su edición de la
mañana del día 21, en su primera página.
El matrimonio civil se lo realizó en el Registro Civil en la tarde, con la concurrencia de los
testigos que firmarían el libro de registro y unos pocos amigos.
La ceremonia fue expedita y el grupo salió cada uno a sus casas para descansar y prepararse para
la ceremonia religiosa en la noche, en la casa de la novia. Tanto por el duelo del novio como por
el tamaño de los salones de la casa, el número de invitados fue muy limitado.
Estuvieron presentes las familias consanguíneas y políticas de los dos novios y los amigos
íntimos de ambos. Víctor Emilio lamentó la ausencia de su querido tío Luis Sciacaluga, quien
poco salía de su casa debido a su ceguera, pero en la tarde lo habían visitado con Isabel para
pedirle su bendición.
La residencia de los Icaza Marín estaba en la acera oeste de la calle Pedro Carbo N° 1019, entre
Sucre y Colón.
Fue un momento de expansión y regocijo para todos, en especial para el novio, a quien se le
informó que ese día se había expedido su nombramiento como Capitán del Puerto de Guayaquil.
Como el matrimonio era ya un hecho desde el día del compromiso, en septiembre de 1911, don
Emilio había encargado, como regalo de matrimonio para su hijo y nuera, un juego de cubiertos
220
de plaqué, muy completo, el cual les fue entregado por doña Lastenia. Aquí una pequeña
muestra de sus piezas, en este caso, los varios tenedores.
Los novios habían tomado un apartamento en una casa ubicada en las calles Industria y
Huancavilca, lo que puede parecer extraño habiéndole sido asignada al novio la propiedad de la
casa paterna en la calle 9 de Octubre, pero la situación era muy sencilla: Ellos querían tener la
independencia que no tendrían en la casa donde vivía toda la familia del novio, y la esposa
entraría como nueva en una casa que tenía ya una organización propia. Víctor no quería roces
con sus hermanas ni con su madrastra.
221
El nombramiento como Capitán del Puerto de Guayaquil e Inspector de Faros era un magnífico
regalo dado al novio por el Ministro de Guerra y Marina, general Juan Francisco Navarro y el
Comandante en Jefe del Ejército y Presidente electo, general Leonidas Plaza Gutiérrez.
Navarro comentó a Plaza que lo había impresionado mucho la charla que tuvo con Víctor en su
último viaje a Guayaquil, pero eso es un poco sorprendente, dada la bastante cercana relación
que mantuvieron estos dos personajes desde el 11 de agosto de 1911 hasta la salida de Víctor
Emilio en la misión negociadora de las deudas nacionales. Navarro vivió lo mismo que los otros
ministros, aunque no sabemos si lo afectó como afectó al ministro Díaz. Tal vez no, pues Víctor
Emilio tenía un apego muy grande por todo lo militar, de tierra y mar, al tiempo que estaba
adquiriendo una marcada aversión a la política; y aunque no lo dice, es muy posible que pudiera
ver a través del velo que cubría al verdadero Octavio Díaz como manipulador y dúplice, y el
peligro que representaba para su padre. Con Navarro la relación tiene que haber sido distinta,
pues don Emilio también entendía -y muy bien, de asuntos militares, de tal forma que una vez
superado su disgusto por haber perdido al Gral. Franco como ministro, aceptó a Navarro, quien
se desempeñó a satisfacción del Presidente, sin haber quedado registrado ningún incidente.
Navarro estaba muy pendiente de Víctor Emilio, al punto que a su retorno de Europa a través de
Paita, Navarro se dio el tiempo de advertirle que se mantuviera al margen de la vorágine política
del 26 de enero y días posteriores. Navarro bien podía haberse quedado callado y dejar que el
joven se vea involucrado en los acontecimientos políticos. No nos habría asombrado si, a falta
de esa advertencia, se metía a tratar de defender a Montero, por los estrechos lazos que forjaron
desde aquellos días en el Ingenio La María, lo que podría haberle costado la vida.
A continuación vemos un extracto publicado en El Telégrafo, el lunes 22 de abril en la edición
de la mañana, de la Orden General de Ejército y Marina, así como el estado del tráfico portuario
en ese día:
222
El 20 de abril le escribió el Gral. Plaza: “Muy estimado amigo: / No fue posible conseguir que su
primo Aubert regresara al Resguardo, porque el Ministro Becerra sostiene á Drouet, y por esto
en dos ocasiones que le ví le dije que busque alguna otra cosa que pueda convenirle para
recomendarle: después me fui á la Ciénega y no lo he vuelto á ver más, pero tengo la mejor
voluntad de servirle. / De la Ciénega telegrafié á mi sobrino Alberto Guerrero M. para que me
representara en la ceremonia de su matrimonio que se habrá verificado antier: hago los votos
más fervientes porque sea la felicidad la inseparable compañera de tan simpático hogar. / Creo
seguro, como dije a Octavio (hermano de don Julio Icaza), que Ud. será nombrado Capitán del
Puerto, porque Juan Fco Navarro ha venido muy bien impresionado de Ud. / Con un afectuoso
apretón de manos me suscribo de Ud. su muy atto. Amigo S.S. / L Plaza G”.
Como vemos, la carta, escrita el mismo día del matrimonio y del nombramiento, trae consigo
noticias que se habían consumado.
El Gral. Delfín Treviño, Jefe de la III Zona Militar en reemplazo de Montero, le escribió a
Víctor Emilio el día 22 de abril en la mañana por medio de carta entregada en sus manos,
felicitándolo por su nuevo estado civil e indicándole que se puede posesionar del cargo ese
mismo día, como en efecto así lo hizo de inmediato, y empezó a trabajar en la tarde, de tal forma
que los novios no tuvieron luna de miel. El acuerdo como Capitán del Puerto había sido
expedido por el ministro Navarro el 19 de abril.
Capitán del Puerto de Guayaquil
Lo primero que hizo fue tener una reunión con todo el personal de la Capitanía. Se enteró que su
antecesor, a pesar de ser un excelente marino, había dejado pasar ciertas cosas, como por
ejemplo, la renovación de las matrículas de los capitanes de buques. Un caso en particular
destacó, el del capitán fluvial Luis Aguirre Overweg, quien había obtenido su matrícula de
capitán de buque fluvial en 1908 y después de ello no la había renovado periódicamente, ni
había sacado su matrícula de Capitán de Altura, como lo exigían los reglamentos para
embarcaciones de pasajeros que navegaban en el mar, pues comandaba un buque que salía de la
ría, o navegación fluvial, para adentrarse en el mar, o navegación marítima.
De inmediato comenzó a dar disposiciones para que se actualice toda la documentación de la
capitanía, en especial las matrículas de todo tipo de embarcación y de toda la tripulación que
llevaran a bordo.
Al capitán Aguirre le envió una notificación con especial deferencia, pues había nexos de
amistad familiar y también políticos por su flamante esposa. Pero al capitán Aguirre
simplemente no le dio la gana de renovar y ampliar su matrícula, amparado en las amistades
políticas y el hecho de que era uno de los capitanes de la poderosa Compañía de Vapores
Indaburu.
Entre los bienes de la Compañía Nacional Comercial tomados a la fuerza por el Gobierno del Sr.
Freile, estaba una lancha de pasajeros que pertenecía a Víctor Emilio, que estaba matriculada a
su nombre y que él había aportado a la empresa sin mayor formalidad. Víctor Emilio escribió al
Gral. Plaza al respecto, pues era su intención recuperarla por ser de su propiedad. El general no
le contestó esta carta sino en el mes de julio, cuando veremos su respuesta.
Recién el día 28 de abril pudo contestar Víctor Emilio la carta de Plaza del día 20, con el
agradecimiento de la pareja por sus buenos deseos y las gracias personales de Víctor Emilio
diciendo: “Desde el lunes 22 estoy hecho cargo de la Capitanía del Puerto de Guayaquil. Este
es otro motivo mas de agradecimiento que me obligará siempre hacia usted. Hago lo posible
por corresponder la benevolencia de usted y las personas que se interesaron por conseguir mi
223
designación y espero servir al país satisfactoriamente en ese puesto”. Luego trata temas
políticos, electorales y de empleos públicos.
El Gral. Plaza contestó esta carta el 12 de mayo, diciéndole a Víctor: “…tuve conocimiento que
desde el 22 del mismo se hallaba Ud. á la cabeza de la Capitanía del puerto, cargo en el que,
estoy seguro, prestará Ud muy importantes servicios al país, merced á las buenas aptitudes de
inteligencia y sagacidad que Ud se distingue…”.
El 29 de mayo Víctor Emilio le escribe a Plaza una carta en que toca de lleno el tema político,
por los efectos que la situación estaba teniendo en Guayaquil.
“Mi querido General:
Hace tiempo que he deseado escribirle acerca de la actual situación política, pero me he
abstenido de hacerlo hostigado como estoy de meterme en esos lios, de los que tan mal recuerdo
me ha quedado desde la muerte de mi papa. Pero como no se puede estar impasible
indefinidamente, y mas cuando hay de por medio simpatía y cariño, me parece que no esta
demás que le comunique mis impresiones acerca de la actualidad política; impresiones
desvalijadas de intereses y obtenidas de lejos por aquello de que me considero sumamante
desligado de compromisos políticos. Puedo pues ver los toros de lejos, sin mayor interés por el
debate, pero con mucho por el protagonista que es Ud.
En primer termino veo a diario anuncios de revuelta, tema que desacreditó el y al General
Alfaro. Dando de barato que sean ciertos tales temores, porqué echan mano del confinio que es
un paño tibio de nuestro código? Las razones para confinar una persona deben ser datos
seguros de su participación en labores revolucionarias, y esta es razón bastante no para
confinios sino para echarlos al Panóptico. Lo que se hace hoy no es otra cosa que un riego de
la semilla corruptora sobre todo el territorio de la Republica adonde van llegando esos señores
con una aureola de perseguidos, falsas reputaciones de eruditos y campeones, historias
heroicas inventadas al desconocido por el comentario publico, paquetes de comunicaciones en
el bolsillo y todo lo demás que ellos quieran. En los pueblos pequeños priva el oropel y el
relumbron. Crea usted General, que el país entero aprobaría una conducta energica pero
justificada del Gobierno en este punto; es decir que se exhibiera uno cualquiera de los
comprobantes de la conspiración y fundándose en ellos poner a buen recaudo a los
alborotadores. El procedimiento actual tiene muchas desventajas, una de ellas la de que, ante la
amenaza de este ataque a palo ciego y a blancos y rojos, se unan elementos que empezaban a
disgregarse. Se, por otra parte, que usted ha querido emprender el camino opuesto, es decir
atrayendo la masa del flavismo etc, etc. Solo por el hecho de que usted ha estado lejos cuando
llego a su auge ese partido puede excusarse ese buen propósito. Al principio crei que su labor
era condicional, fundándola en la expurgación lógica de lo bueno y lo malo; pero cuando supe
que se quería contar con hombres como M. C., me sentí horrorizado, y tuve pena que usted
estuviera tan equivocado al juzgar a ese señor apto y sobre todo digno de llegarse tan cerca de
la Gobernacion de Guayaquil. Usted iba a ofender a esta ciudad de peor modo que Alfaro
dándonos a simples nulidades como E. L. Usted tiene aquí amigos a quienes preguntar por los
antecedentes y posición de C.
Francamente General, a usted que tiene el apoyo de la gente nueva y de la parte sensata y
honrada del liberalismo viejo, le toca profundizar y cavar a diario el abismo abierto desde el 28
de diciembre y que pareció haber marcado y separado para siempre el crimen y la codicia de la
moralidad y la Ley. Haciendo asi y solamente asi conseguirá usted regenerar al país. La plana
mayor del flavismo ha sido siempre formada por reconocidos partidarios del caudillaje, y usted
que siempre ha preconizado el destierro de ese sistema no debe consentir que se le acerquen
mucho los restos de ese círculo de especuladores. Elementos tienen dignos de tomarse en
cuenta, y muchos de ellos adheridos a Flavio solo por ese espíritu nacional de oposición que
privó a mi papa de muchos hombres utiles en los primeros meses de su elección: entonces
Flavio era el candidato opuesto a la imposición oficial y muchos (inclusive la mayoría de los
224
universitarios de Guayaquil) cayeron en la celada preparada por esos hábiles de la intriga. Hoy
ninguno de esos de buena fe esta con ellos y yo creo que el flavismo es hoy temible como lo
seria una partida de bandoleros en un asalto, pero nunca como entidad política. El flavismo, ni
el eloicismo ni sus degeneraciones elevan hoy bandera doctrinaria, solo de odio y venganza
personal y es asi como los combatirán a usted en calidad de esbirros del conservatismo,
matones de esquina y cantina. No destruya usted esa amalgama de conservatismo y alfarismo
antes de tiempo, por que destruirá usted un error de sus enemigos que se iran corrompiendo en
razón directa del acercamiento que tengan esos rezagos del alfarismo. Cualquier partido que
recoja esos desechos solo recoge gérmenes de inmoralidad y desorden.
Volviendo al asunto revolución, le dire que no me parece factible hoy un golpe en Guayaquil,
donde el conservatismo no cuenta prosélitos. En Quito bajo el control directo de usted menos
hay que temer. La internación acordada con los Gobiernos vecinos garantiza mas o menos la
tranquilidad por los extremos, y solamente Manabí y Esmeraldas parecen ser hoy tierra
propicia para los revoltosos, dadas las condiciones locales, el abandono en que se las tiene y la
gran cantidad de armamento regado por Alfaro y Montero allí. Con la sacada del batallón
“Manabí” el proscenio queda libre para cualquier función de esas. (¡Palabras proféticas estas!)
=Los golpes de cuartel se huelen y francamente que ahora el ambiente político huele solo a
intriga y acomodo pero no a revolución. Quien hubiera asegurado una solución pacifica antes
de Agosto o antes de Marzo por mas calma que parecía reinar en los cuarteles? La solución fue
en ambos casos impensada pero esperada: solución de fuerza inevitable. Ojala aquí se
convencieran de esto y dejaran dormir y rehacer fuerzas a los soldados que no son de fierro”.
La carta continúa por varias páginas más y de ellas citaremos solo unas líneas interesantes: “Un
servidor agradecido vale mas que cien interesados: de éstos muchos tiene usted, pocos de
aquellos…”.
Realmente, para un joven que se declaraba hastiado por la política, se encontraba bastante bien
enterado de la situación actual de ella. No creemos que muchas personas trataran con el Gral.
Plaza estos temas con la franqueza que las trató Víctor Emilio.
Por esta carta nos enteramos también que los restos de la imprenta La Victoria, en la cual se
imprimió por un tiempo la revista Patria y luego el periódico La Unión, estaba en venta. Había
dos grupos interesados en comprarla, uno encabezado por Camilo Destruge Illingworth y otro
por los propietarios de El Guante. Le dice al Gral. Plaza que prefiere venderle los equipos al
primero por obvias razones, pues no le simpatizaba para nada la crítica irónica que El Guante
hizo durante la campaña y período presidencial de su padre. A este respecto comenta: “Así
donde vamos a parar con este método de conseguir circulación a sus periódicos a punta de
oposición y calumnia que es comida que gusta pero envenena al crédulo público?”. La venta no
se concretó con esos interesados. Los equipos estaban valorados en $8.000.
La contestación a esta carta fue en dos partes, una fechada 6 de junio y la otra 27, con algunos
telegramas intermedios. Trata punto por punto lo tocado por Víctor Emilio. En algunos puntos el
general se muestra de acuerdo y en otros disiente, pero con fineza y consideración. Tema tan
espinoso como la política fue tratado con total franqueza por ambos, profundizando así la
estimación mutua. Al final de la contestación le dice el general: “Sumamente complacido estoy
de la actuación correctísima de Ud en el ejercicio de su honroso cargo; pues constantemente
recibo informes de ello, informes de los que puede Ud. hallarse satisfecho. Así veo yo que se
realizan ya los pronósticos que le hice, hallándose Ud próximo á partir, en su último viaje al
exterior.
Sírvase ofrecer afectuosas memorias mías á Isabel y á su hermana Panchita…”.
En esta última carta, el Gral. Plaza tocó los temas Contrato Coignet y Compañía Nacional
Comercial, el primero directa y abiertamente y el segundo de forma totalmente tangencial.
225
Los contratos propuestos para el saneamiento de Guayaquil continuaban en estado de
incertidumbre. Había dos bandos que luchaban abierta y al mismo tiempo subrepticiamente por
sus propios intereses. El uno estaba a favor del contrato con el francés Edmond Coignet y el otro
a favor de la propuesta presentada por el representante de los Estados Unidos de Norte América,
a favor de una firma de esa nacionalidad. El Gobierno no se decidía y cada una de las partes
ejercía las influencias que podía a favor de su causa.
Víctor Emilio se mantuvo a favor de la propuesta Coignet, pues tenía muy claro el tema y había
participado en la elaboración del esquema de financiamiento requerido, a más de haber conocido
y tratado personalmente a Coignet. El Gral. Plaza quiso mantenerse al margen, pues era el
Gobierno quien tenía que tomar las decisiones al respecto y no quería excederse en sus
intervenciones y “sugerencias”. Prefería dejar para después, cuando ya fuera presidente, la
resolución de este asunto.
El triste resultado de ese juego de intereses es que Guayaquil veía postergada la atención de sus
intereses sanitarios y se demoraba el progreso de la ciudad puerto.
En cuanto a la lucha continua de los accionistas de la Compañía Nacional Comercial para que el
Gobierno les indemnice lo que les correspondía por la anulación del contrato que la compañía
mantuvo con el Estado, el Gral. Plaza, sin mencionar a la Compañía, le indicó a Víctor Emilio
que la inteligencia del Gobierno era buena en cuanto a intentos de revolución que lideraba
Carlos A. Aguirre. Él era el gerente de la Compañía, de tal manera que la situación estaba muy
clara: El Gral. Plaza les dijo a través de Víctor Emilio que no perdieran su tiempo, pues el
Gobierno ni quería ni tenía cómo pagar esa indemnización. Por cierto, no hay que olvidar que la
causa de la salida del Gral. Plaza del Gabinete del presidente Estrada se debió precisamente al
tema de la Compañía, con la que Plaza discordaba totalmente. Víctor Emilio tenía que manejar
este tema con mucha delicadeza para no romper por esa causa la amistad forjada entre los dos.
Pero Víctor Emilio no podía quedarse callado sobre el asunto Coignet y otros temas secundarios,
así como tangencialmente de la Compañía Nacional Comercial. El 2 de julio respondió al
general:
“Mi querido General:
Correspondo a su muy atta. del 27 p-p-
El asunto Saneamiento esta virtualmente postergado y mas valdría que no le hablara de él; pero
quiero que usted sepa cómo y porqué he gestionado en mi esfera mínima en pro de él; mi
condición de Guayaquileño a un lado. Usted tuvo ocasión de conocer el modo de pensar de mi
papa en este asunto y estuvo de acuerdo con él hasta firmar el contrato en su calidad de
Ministro de Hacienda. Aquel fue el sueño dorado de mi papa, y el dia que se firmo el contrato
creyo que en realidad se había dado el primer golpe de pico en las calles de Guayaquil. Mire
usted si no tengo razón para arrimar mi hombro para que no destruyan su obra. En Europa y
por encargo de mi papa hice cuanto pude para facilitar la ejecución del contrato pero
desgraciadamente murió mi papa el dia preciso que había obtenido bases aceptables de un
préstamo de 35 millones de francos para levantar el crédito exterior pagando los cupones
atrasados del ferrocarril además de cubrir aquí deudas como la de Nacional Comercial etc etc.
La condición puesta por Carbo de pagar los cupones atrasados y que usted objeta me parecía a
mi natural y aun creo que subsiste para cualquiera que tome el contrato en adelante, salvo que
tenga el apoyo del gobierno americano para quien dinero es carnada para atraer a los débiles.
La explicación de la dicha condición es sencilla y lógica: Si no paga el Ecuador sus
compromisos anteriores, con qué fuerzas se presenta pidiendo mas dinero en el Mercado de
Europa? De allí que el contratista para el Saneamiento llamese A, B, ó C. tiene que procurar
que se paguen los cupones del ferrocarril antes de lanzar su préstamo a la cotización, so pena
de ver ésta disminuida en algunos puntos. (…) / y el procedimiento del Gobierno quedó en duda
con el NO rotundo desnudo de razones con que lo rechazaron. (…)
226
En su carta me dice además que esta operación del Saneamiento afecta hondamente el crédito
del país y que los contratistas deben dar la retribución correspondiente en bienestar público.
Crédito del país, dice usted General, con sobra de razón; pero si se considera que el fondo
principal de garantía es una renta saneada que la previsión del legislador separo de hecho del
presupuesto nacional para ponerla en manos de una Junta Honorable, bien puede decirse que
muy poco se compromete el crédito singular del Gobierno en esto. En cambio no es menos
cierto que el crédito general del país se levantaría como nunca con la canalización de
Guayaquil que significa aumento de comercio, industria, navegación, imigracion, en fin de todo
aquello que hoy esta estancado por el entredicho en que vivimos con el Extranjero y el resto del
Ecuador: aquello es la retribución correspondiente en bienestar publico que usted menciona.
En fin el asunto esta terminado por ahora; pero siempre en manos de usted hoy mas que nunca
y ojala se cumplan sus deseos de efectuar la obra en la próxima administración.
(En esta parte se trata disimuladamente lo de la Compañía) Tomo debida nota de su
recomendación y consejo acerca de los planes subversivos y crea usted que de mi parte hago y
hare lo posible para servirle a usted y al país. Hoy se embarca Don Carlos Alberto (Aguirre).
Conozco mucho a este caballero por haberle servido dos ocasiones de Secretario privado: es el
hombre mas inútil para la política: el asunto mas nimio le ocupa por horas por que carece de
aquel golpe de vista analítico necesario para resolver pronto y bien. Un político sin ese
requisito es un cañon de cargar por la boca en un combate moderno. Desconoce además la
duplicidad en el juego de la política es decir la adivinación del procedimiento enemigo y el
discernimiento de la verdadera intención. Tampoco tiene el don de mando. En una palabra crea
usted que es el mas inofensivo de sus enemigos y no creo que jamás le den que hacer a usted las
quimeras de Don Carlos Alberto”. En otras palabras, ¡General, no trate de meterme ese cuento!
Víctor muestra aquí una madura visión política.
Más adelante, observa en términos generales: “Hay pobres gentes General que fian su
permanencia en los puestos publicos en el constante acopio y comunicación de datos que ellos
llaman importantes y de los que deducen los mas complicados planes revolucionarios. Otros
hay que aumentan esos datos y los complican con sus personas para ofrecerse a la curiosidad
publica y levantarse. Y descendiendo aun mas, tantas venganzas, represalias, la mar de
pasiones revueltas que aun perduran; todo aquello es para ser muy cauto en esto de informes
emanados del interés de figurar, del de conservar un puesto o simplemente de inutilizar a un
adversario personal”. Luego pasa a tratar un asunto personal relacionado con los hermanos
Stagg en Hamburgo: “Le ruego darme alguna luz acerca de la posibilidad que tenga Carlos
Stagg de permanecer en Hamburgo como Consul del Ecuador. Esos jóvenes que viven ya 12
años en Alemania fueron el todo para mi familia cuando mi mama se opero en Hamburgo dos
veces consecutivas: tengo pues gratitud por ellos. Mi papa, cuando pudo, pago la deuda
nombrando a Carlitos cónsul en Hamburgo; lo que por otra parte no era favor sino estimulo
que el joven merecía: su actuación anterior como Consul largos años en Southampton nada dio
que decir. Ahora puede que el Dr. Estevez con el apoyo de su concuñado General Treviño
pretendiera echar a Stagg y este me escribe para que yo a mi vez se lo pregunte a usted si es
posible o probable que continue allí hasta que alguna falta lo haga merecedor de una
destitución o cambio”.
Finaliza la carta tocando el tema del dique seco en Posorja, otro proyecto acariciado por don
Emilio: “En el asunto dique de Posorja, que también fue empezado en tiempo de mi papa, me
decía el contratista Diminich en confianza: Mire señor Estrada, un caballero me decía el otro
dia que si yo hubiera pedido cien mil sucres en vez del justo precio, nadie me pondría
dificultades y la obra estaría con el Libertador encima (se refiere al cazatorpedero Libertador
Bolívar, de la Armada), lo cual me vi en el caso de tragármelo –dispensando la vulgaridad- por
que esas palabras eran un exacto juicio critico”.
Esta fue otra carta de francas palabras con el cuidado necesario para no herir susceptibilidades.
227
Recién el 7 de julio le contestó el General la carta del 15 de mayo, relacionada con la lancha de
servicio al muelle fiscal.
“Mi querido amigo:
Despues de larga y madura reflección quiero contestar á su estimada carta de 15 de Mayo
anterior, reservándome para muy luego hacerlo á la otra importante que tengo en mi poder.
El asunto lancha es realmente difícil y delicado y para resolverlo hay que tener presente, ante
todo la memoria de su ilustre padre, que hay que mantener limpia y venerable. Esto supuesto, y
aunque para Ud represente una pérdida de consideración, si se persiste en la exigencia de que
la lancha sea entregada, creo que hay que hacerlo, resignándose al perjuicio, que,
indudablemente, es grave, pero que en cambio le dejará á Ud la satisfacción de evitar
comentarios y habladurías de quienes quisieran servirse de la ocasión para mancillar la
memoria de su padre.
Sírvase presentar mis respetos á su señora y cuente con el decidido afecto de su atento amigo y
servidor. / L Plaza G”.
La respuesta del General era lo adecuado políticamente. Era mejor hacerse de la vista gorda en
cuanto a un asunto menor frente a un problema de gran peso como era la justa indemnización
que exigían los accionistas de la Compañía Nacional Comercial.
Pero Víctor Emilio ya había actuado y para la fecha de la contestación del general Plaza, ya
tenía la lancha en su posesión y la utilizaba como auxiliar personal de él en su trabajo en la
capitanía. Se trataba de la lancha “Victoria”, de media tonelada de desplazamiento, que estaba
registrada a nombre de Víctor Emilio al menos desde 1910.
En ese caso el General pensaba que la política era la mejor vía, pero aquí vemos un rasgo de la
personalidad de Víctor Emilio que mantendría toda su vida: Lucharía denodadamente, hasta
vencer, por lo que legítimamente le pertenecía a él o a un miembro de su familia.
Paseando por el río con don Enrique Gallardo Triviño y otras personas, hacia fines de julio y en
la lancha recuperada, al pasar por el sector que hoy está comprendido entre las calles El Oro y
Chambers, Víctor Emilio comentó lo bonito que se veían esos terrenos, ante lo cual don Enrique
le dijo “te lo vendo”, pues lo había adquirido en 1910 por 11 mil sucres. El negocio se lo hizo a
bordo de la Victoria, con un simple apretón de manos. En la práctica, lo que Víctor Emilio
compró fueron diez mil metros cuadrados, una hectárea, entre la actual calle Rosa Borja de Icaza
al oeste, la actual calle Chambers al sur, solar de la familia Chambers hacia el río al este y el
lindero con los terrenos de los padres Salesianos y la Iglesia María Auxiliadora, con una esquina
hacia el norte por la actual calle Domingo Comín y de allí al lindero este. Era un terreno
ligeramente irregular, que contaba con dos casas de hacienda. Don Enrique tiene que haberle
dado buenas facilidades de pago, pues si bien el sueldo de Capitán de Puerto le estaba dando
para vivir, no daba como para invertir en un bien inmueble de ese tamaño, aunque fuera muy
barato el metro cuadrado. Luego se concretaría la documentación de la compraventa.
La zona no era extraña para Víctor Emilio, pues la fábrica La Victoria estaba ubicada en el
lindero norte del antiguo predio La Esperanza, de tal forma que su finca quedaba a pocos pasos
de la fábrica.
El general Plaza había sufrido una gripe muy fuerte que lo había tenido postrado en cama, lo que
le había causado atraso en la contestación de su correspondencia. El 4 de agosto le contesta a
Víctor Emilio la suya del 2 de julio. El General da por concluida la discusión en cuanto al
contrato Coignet y lo considera archivado. Insiste en los planes conspirativos de don Carlos
Alberto Aguirre e indica que desde que salió del país, se calmaron las cosas. En cuanto a Stagg,
lamentablemente confundió a Antonio con Carlos, lo que causó que le negara el apoyo para
continuar en el consulado en Hamburgo. Antonio se estaba quedando ciego, no así su hermano,
el cónsul. Ya era muy tarde para rectificar, pues el puesto le había sido concedido a Luis
Adriano Dillon, a quien el Gral. Plaza le debía favores, como vimos páginas atrás. Al final de la
228
carta, el Gral. Plaza escribe: “Ya estamos en Agosto y cabalmente antier fue el día señalado por
el Jefe Supremo Carlos Concha en una circular que se halla en mis manos, para cambiar la faz
de la República y hacernos desaparecer de entre los vivos, pero tengo la confianza de que ni
alfaristas ni conservadores podrán llevar á cabo las santas intenciones que tienen…” No sabía
el general cuan equivocado estaba en cuanto a Concha, pues su revolución fue una mancha
negra para la segunda administración de Plaza.
De manera muy comedida, el Gral. Plaza tuvo para con los hermanos Estrada Sciacaluga un
gesto de extraordinaria delicadeza, que los sorprendió, pues un hombre tan ocupado en la
preparación para asumir la presidencia, tenía poco tiempo para pequeñeces. El 11 de agosto, se
recibió en casa de los Estrada un telegrama que decía: “Mis felicitaciones y estrecho abrazo
rememorando fecha inolvidable y evocando el nombre de su Sr. Padre mi buen amigo. Afmo. /
L. Plaza G.”. Era el primer aniversario de la revolución constitucional del 11 de agosto de 1911.
Víctor Emilio le contestó de inmediato por la misma vía: “Muy reconocido por su amable
recuerdo de hoy acepto las memorias que hace de mi querido padre y su amigo.- Las
felicitaciones deben ser para el país entero que al año justo del primer paso dado para
liberarse del caudillaje, respira ya con la instalación de un congreso eminente de cuya obra
espera días venturosos y mejores; y con la perspectiva de un nuevo periodo de paz y honradez
como el de 1901 – 1905.= Su afmo amigo y servidor / VE Estrada”.
El 13 de agosto Víctor Emilio le escribe una extensa carta con un contenido mixto de lo más
interesante. En ella está, sin querer, la semilla de una situación que le costaría el puesto de
Capitán del Puerto, que tanto le gustaba y que lo había hecho tan feliz.
“Mi querido General:
Me he visto favorecido con su atta. fechada en esa el 4 del presente que corresponde a todos los
puntos de mi anterior, atención que aprecio y agradezco mucho.
También le acuso recibo, por esta carta, de su fino telegrama el 11 de Agosto, que contesté
enseguida por telégrafo. Todas estas atenciones de usted para conmigo me obligan mas y mas
hacia Ud. porque su proceder es la excepción en la regla común que la humanidad observa
para con los que, de modo transitorio o definitivo, van estropeados en el camino de la vida. Por
aquello es que le quito de vez en cuando un poco de tiempo, porque creo que usted debe tener
noticias, informes, opiniones etc, etc. que le vayan de personas que tengan por usted mas bien
que simpatías políticas, casi siempre ciegas, también simpatías personales, más genuinas y
sinceras. Creo, y no por vanidad, en aquello del ‘grano de arena’, no extravío mi criterio hasta
creerlo necesario, y por eso le mando el mio cada vez que puedo escudándolo con algo que
conservare siempre en mis relaciones con usted: la sinceridad.
En estos días se ha hablado del cambio de Gobernador, sonando el nombre de Don Carlos
Gómez Rendón, un buen amigo suyo, si bien no del todo definido en doctrina política: pero
poseedor de una bella cualidad, rara en estos tiempos de corrupción: la honradez. Ademas
tiene dotes administrativos que los evidenció cuando fue Presidente del Concejo de Guayaquil.
En su cargo tiene que es hombre de pocas pulgas, novel en la política activa y administrativa,
cosa bien distinta de la política oposicionista o de la critico-espectativa de la que él ha gustado
casi siempre por ser mas cómoda; creo que su ultima estadia en Europa y EE.UU. le hara echar
de menos tantas bellezas de esos países en materia administrativa y en su anhelo de
implantarlas por aca rabiará mucho y le dara a usted algunos momentos de contrariedad amen
de hacer entrega de la Gobernacion al jefe político; en una palabra y para no extenderme, le
dire que muchos ven en él el hombre para el Ministerio de Hacienda, aunque fuese por seis
meses: allí organizaría pronto y bien las finanzas del país y aprendería de cerca el modo de
hacerse llevadera la vida del político. Despues de cierto tiempo ya podría usted devolvérnoslo
como Gobernador de Guayaquil, que de seguro se desempeñará a maravilla, pero teniendo ya
compromisos políticos y doctrinarios sobre todos bien definidos por su actuación en el
229
Gabinete, con exacto conocimiento de las finanzas del país que se basan en los Bancos de
Guayaquil, conociendo la política de Gabinete y no la de salón etc etc. Se que él no quiere irse
a Quito pero creo que con un poco de fuerza que se le haga consentiría en hacerlo toda vez que
su salud es buena con los retoques que le han dado los médicos americanos: yo que fui
compañero de viaje a la ida casi no lo conozco al regreso.
Hoy vi publicado en el periódico un nuevo decreto creando varios cargos mas en el ramo de
Aguardientes, Inspectores de Inspectores o algo parecido; pero lo que mas me ha llamado la
atención es el considerando del decreto: considerando que algunos empleados no se portan
bien etc etc. se crean tales y cuales para vigilarlos. etc. No seria mejor y mas económico
separar a los empleados malos y no recargar mas el presupuesto con nuevos cargos? En este
ramo de aguardientes hay una corrupción atroz, General, y siempre la ha habido pero ahora lo
que hay es explotación de esa razón por el ministro que parece haber tomado ese ramo como el
desagüe para las recomendaciones, amistades, familia etc. He visto ya varios decretos creando
empleados para cobrar, vigilar, oler y beber en esto de los Aguardientes y otros decretos
también he visto creando otro tanto de personal en el Ministerio de Hacienda para la nueva
contabilidad lo que no obsta que el Sr. Ministro nos quiera hacer chinos en eso de las
economías: Alfaro protegía a los amigos dándoles dinero con nombre supuesto, pero ahora se
revisten las protecciones con las solemnidades de un decreto. / Le hablo de todo menos de mi
ramo: estoy madurando un brinquito a Quito si supiera que iria a conseguir que el Gobierno se
ocupara seriamente de Faros. Se están cayendo unos, otros no funcionan ya correctamente por
el desgaste de las maquinarias de rotación en 20 o 30 años de servicio. Como éste es para
buques extranjeros cada queja que recibo me hace sufrir por que comprendo que la cosa va
contra los que deben preocuparse de la administración pública. / Lo veo ocupado como siempre
y con el aditamento ahora, del Congreso, no le quito pues mas tiempo que el necesario para
hacerle presente mis afectuosos recuerdos, / suyo afmo amigo y servidor, VE Estrada”.
Con tanto alabo a don Carlos Gómez Rendón, el Gral. Plaza no tuvo la menor duda de que era la
persona indicada para ser su gobernador del Guayas. Víctor Emilio, en su candidez de joven, no
tenía idea de lo que José Gómez Santistevan, su ex amigo íntimo y socio, decía de él en su casa,
y lo que de esas quejas y de la amargura de su hijo contra su ex socio y amigo, captaban y
digerían don Carlos y su familia. Cierto es que don Carlos había sido amigo verdadero de don
Emilio y por herencia de su hijo, pero un padre se preocupa por sus hijos ante todo y si los ve
sufrir, por mero instinto va a ver con malos ojos al que los lastima.
Adolfo, hermano de José, y además concuñado de Víctor Emilio, ya no vivía en el hogar de sus
padres, de tal manera que no estaba al día de lo que sentía su familia en relación con Víctor.
El 1° de septiembre, día de la posesión del Gral. Plaza como presidente, Víctor Emilio le
escribió la siguiente carta: “Mi querido General / Esta carta le lleva mis deseos por su salud y
ventura en el lapso de tiempo que regirá el país. Al recibir la presente estará Ud. posesionado
del cargo de Mandatario de la Nación y empezará también para Ud. otra serie de sufrimientos y
contrariedades de las que serán participes su familia y sus buenos amigos. Yo que he visto de
cerca estas cosas no quiero felicitarlo por esto: felicito sí al Pais pero a usted lo considero y
pienso, y creo más del caso conociendo las vicisitudes de la política, recordarle que lejos del
bochorno político tiene usted muchos amigos personales que como yo guardan su afecto
constante y desean acierto y buen suceso para usted. Felicitacion por el éxito de la campaña
eleccionaria y sus anexas cabe darle a usted, sí, pero es por que aquel triunfo significa nueva
orientación al Pais y la salvación de un principio. / Por lo demás, General, seria un sarcasmo
felicitar a un hombre obligado a desprenderse de su familia y a olvidarse de su persona. En
otros países en los que el Magistrado halla pronto la recompensa de su sacrificio queda para
ellos ése consuelo y para su patriotismo ese halago; pero entre nosotros no es asi,
desgraciadamente, y mienten los que dejan escapar felicitaciones para la Victima que entra al
moderno Circo. / Ayer recibí su telegrama noticiándome una remesa de 500 sucres relativa
230
seguramente a la adquisición de la Imprenta que por iguales partes poseemos Adolfo Gómez y
yo. Le contesté en el acto que ya habíamos terminado ese negocio directamente con Don
Enrique Valenzuela sin necesidad de hacer ese adelanto que fue condición puesta por Adolfo.
Naturalmente, en que se mueva esa imprenta él y yo tenemos intereses como lo tienen todos los
liberales cuyos intereses servirá el Diario que en ella se edite, y tanto mayor es para mi ese
interés cuanto que se trata también de su persona y su Gobierno atacado como todos de
antemano sin saberse aun nada de él. El Lunes pasado entregué la instalación al señor Suarez
V.M. y previamente convenimos con Don Enrique en efectuar en 10 mensualidades el pago de
los 5000 sucres en que hemos vendido toda la maquinaria que tiene de costo mas de 8. / No le
quito mas tiempo General, y termino aquí enviándole un sincero abrazo del amigo, VE
Estrada”. Las máquinas de la antigua Imprenta La Victoria continuaron así con su servicio a la
causa liberal.
Víctor Emilio seguía con su labor en la Capitanía del Puerto, poniendo orden en la
documentación, en las marcas de identificación y en los equipos de seguridad que debían tener
las embarcaciones bajo su jurisdicción. Ya con el Gral. Plaza en la presidencia, se sintió más
seguro para tomar medidas adecuadas para cumplir cabalmente con su deber. Hemos visto que
trató directamente con el General sobre la situación del servicio de faros, lo que requería de
recursos que tenían que venir del Gobierno; pero en cuanto al manejo diario de la Capitanía,
bastaba que se mantenga en contacto e informara al Jefe de la III Zona Militar, su jefe
inmediato.
El personal de la Capitanía se había recortado por razones presupuestarias, pero se las arreglaba
con el disponible para cumplir todas las tareas rutinarias. Se cumplía con todos los deberes y
obligaciones en relación con la entrada y salida de buques del puerto, y al estar organizados e ir
mejorando en eficiencia, el Capitán se encontraba muchas veces con algo de tiempo libre, de tal
forma que en ocasiones salía de la oficina para visitar la gobernación y otras dependencias
gubernamentales, así como a visitar a conocidos influyentes para auscultar la situación política y
comercial. En todo caso, estaba al alcance para cualquier incidente que pudiera surgir.
Antes de posesionarse don Carlos Gómez Rendón de la gobernación, su hijo José comenzó una
persecución contra Víctor Emilio. Enterado de que el Capitán del Puerto salía de su oficina para
visitar otras dependencias públicas o a particulares, denunció abandono del cargo e irregularidad
en las horas de atención de la Capitanía. No faltaron armadores y capitanes de buques
descontentos con la rectitud de procedimientos del joven Capitán del Puerto, que se prestaron
para corroborar lo denunciado. La queja la puso a su padre y él directamente, repetimos, antes
de posesionarse, al Ministro de Guerra y Marina. Con fecha 21 de septiembre Víctor Emilio
recibió la siguiente carta del general Navarro: “Señor don Víctor Emilio Estrada / Guayaquil /
Saludo a Ud. muy atentamente y deséole su buena conservación, en unión de su honorable
familia. / El Señor Dn. Carlos Gómez Rendón está nombrado Gobernador de esa provincia y
espero que en los actos de administración se pongan siempre de acuerdo, a fin de que en el
cumplimiento de sus deberes no tengan ningún obstáculo. Conozco yo el buen desempeño de sus
obligaciones, pero hoy se cree necesario determinar las horas que se deben estar en las oficinas
para atender mejor al público y a las autoridades respectivas. / Hágame el servicio de
saludarlas a su Señora, a la Señorita su hermana y Ud. reciba un fuerte abrazo de su amigo y S.
S. J.F. Navarro”.
La crítica era sutil, pero la situación se perfilaba clara: José usaría a su padre para tomar
revancha de Víctor Emilio. Si el Ministro de Guerra y Marina disponía personalmente a Víctor
Emilio ponerse a las órdenes del Gobernador en los aspectos administrativos de su cargo, José lo
manejaría a gusto y disgusto a través de su padre. Víctor Emilio tenía un problema grave que
enfrentar por no haber medido las consecuencias de sus elogios ante el Gral. Plaza.
231
El 5 de septiembre pasó una circular que reproducimos a continuación.
En el reverso de la circular y en páginas agregadas constaban las firmas de todos los capitanes notificados.
232
El día 23 de septiembre recibió carta del Gral. Plaza:
“Mi estimado Víctor Emilio: Recibí y contesto su carta de 13 de los corrientes.
Me ha agradado su lectura, porque veo con gusto que Ud. se preocupa de dos de las muchas
graves cuestiones que afectan al país y que debe resolver mi gobierno.
Lo que Ud. suponía acerca de los alborotos populares a que podía dar lugar el negocio del
saneamiento de Guayaquil, ya se ha producido. Espíritus irreflexivos, hostiles, mal inspirados,
chauvinistas o simplemente ignorantes, han cogido al vuelo la ocasión que les ofrece la próxima
llegada de la Comisión Técnica Norte Americana y la explotan con singular energía. Estamos
en épocas de mitines. Se grita ¡abajo los yankees! Y, de carambola por si acaso, no faltan
quienes agregan ¡abajo el Gobierno!
Era claro y es natural. Si mi gobierno anterior hubiera dado alguna nota oprobiosa, en materia
de administración económica, yo me inclinaría respetuoso ante la desconfianza pública; pero,
cuando esos antecedentes de mi anterior gobierno, a nadie autorizan para dudar de que los
fondos de un empréstito serían cauta y honradamente invertidos, yo tengo derecho para pedir
que se me den los medios de salvar el país.
A este respecto, yo no dudo ni vacilo. Y mis amigos, mis correligionarios y los buenos
ciudadanos, deben pensar en que el mejor de los hombres nada puede hacer si le faltan los
medios para obrar. Mi Gobierno es de opinión. A mi lado no podrán estar los que no se sientan
con fuerza para ser incorruptiblemente honrados. En consecuencia, el país debe darme su
confianza y apoyarme en la gestión económica que debe resucitar las energías del país. Las
naciones más ricas son las que más deben. El crédito está en relación directa con los prestigios
y las capacidades productoras de un país. Nada debe, el que nade tiene. Y al que nada tiene,
nadie le presta. La resurrección económica de los países, surge del capital extranjero. En la
América Latina los tres países que más deben son Brazil, Argentina y Chile, es decir, las tres
naciones mejor organizadas. ¿Qué puede, pues, amigo mío, imputarnos el decir de quienes no
reflexionan en estas cosas y se dejan llevar de engañosas apariencias? – Hay que poner el
cuero duro e ir resueltamente a buscar el progreso donde se encuentre. Haga Ud. propaganda
en este sentido y no se deje arrastrar por impresiones sin valor.
Mañana o pasado se hará cargo de la Gobernación del Guayas nuestro amigo Don Carlos
Gómez Rendón, cuyos prestigios, rectitud y carácter, Ud. conoce como yo. Razón por la que no
tengo para que decirle que Ud. me dará un gustazo si marcha en perfecto acuerdo con él,
particularmente en lo que el Sr. Gómez tiene por doctrina de su vida; la puntualidad y exactitud
en el cumplimiento de sus obligaciones.
Consérvese bien y cuente siempre con el particular afecto de su amigo, L Plaza G”.
Esta carta tiene tres cosas notables: 1) Es la primera que el Gral. Plaza envió escrita a máquina
(todas sus anteriores eran manuscritas); 2) Súbitamente el Gral. estaba consciente de la
necesidad de financiación externa para progresar, olvidando su oposición a la muy conveniente
propuesta que logró concretar la comisión que viajó a Europa y en que participó Víctor Emilio;
y, 3) La queja anticipada de don Carlos Gómez Rendón contra Víctor Emilio por ausencia de su
puesto de trabajo, había llegado al mismo Presidente.
Estaba claro que el joven Capitán del Puerto tenía los días contados en el ejercicio de su cargo.
Comprado el predio La Esperanza
El 1° de octubre de 1912 se concluyó en la escribanía pública de Federico B. Espinoza el
proceso legal de compra-venta del predio La Esperanza. Interesantemente, formó parte de un
predio mucho más grande, que hasta el año 1872 perteneció a don Martín de Icaza Paredes,
abuelo de Isabel, y luego pasó por tres dueños: la familia Chambers, la familia Luque Plata y
don Enrique Gallardo.
233
Comenzaría desde ese momento un proceso que tomaría algunos años para trasladarse de la casa
de la calle Industria y Huancavilca inicialmente, y luego de la de 9 de Octubre, a La Esperanza,
convertida luego en Villa Pilar.
Una vez posesionado don Carlos Gómez Rendón de su puesto, comenzaron los ataques directos
a Víctor Emilio. Don Carlos consiguió los nombramientos de sus hijos: José en el deseado
puesto de Vista Aforador de Aduana y Jacinto Ernesto como Director del Servicio de Sanidad
Pública, cargo que lo ponía en estrecho contacto con la Capitanía, pues el personal de sanidad
tenía que abordar todos los buques que llegaran al puerto para impedir el ingreso de enfermos
contagiosos, y lo hacían en las lanchas de la Capitanía. La Capitanía tenía un horario de atención
a los buques, pues no era posible atenderlos las 24 horas del día por falta de recursos. El
Reglamento de Sanidad también tenía sus horarios, pero Jacinto Ernesto los ajustó de tal forma
que se diera conflicto con los de la Capitanía, para dar motivo de quejas. Víctor Emilio pidió
reunión de las dos entidades para coordinar el servicio adecuadamente y Jacinto asistió, pero
luego de haber llegado a un acuerdo verbal, el 2 de octubre, escribe entre otros puntos: “…esta
Dirección impartió al Sr. Médico de Sanidad del Puerto, las órdenes del caso, para que se diera
cumplimiento al Reglamento de Sanidad Marítimo, en la parte pertinente…”, que era divergente
de lo acordado verbalmente entre las partes, de tal forma que el Capitán del Puerto era
responsable del incumplimiento del Reglamento de Sanidad. Era un acto de marcada mala fe y
con muy clara intención.
A pesar de las ordenes del Capitán del Puerto, los buques salían a horas distintas a las
anunciadas, problema que no se resolvía con las admoniciones verbales de la capitanía, al igual
que no se resolvía la renovación de algunas matrículas de capitanes, por la intervención de
padrinazgo político.
Sin embargo, don Carlos responsabilizó al Capitán por los horarios irregulares de salida y le
exigió puntualidad, una de las características de la personalidad del Gobernador. Ante este
reclamo, el 7 de octubre Víctor Emilio pasó una circular a los armadores, gerentes, y pilotos de
buques de cabotaje fluvial, la cual citamos a continuación:
“Srs. Gerentes de Vapores, Armadores y Pilotos Pte. Durán.
La falta de puntualidad en el cumplimiento de las horas de salida anunciadas por los vapores,
es asunto que ha preocupado á esta capitanía tiempo ha; y deseando regularizar esa deficiencia
que redunda en perjuicio del público, cumplido me dirijo á Uds. para que cooperen en la
medida de lo posible, á hacer práctica mi resolución de conseguir que en adelante los vapores y
lanchas salgan á la hora que anuncian.
No dudo que la costumbre inveterada del público ocasionará tropiezos á Udes. Pero teniendo
como tengo la firme resolución de sacar adelante mi empeño. Creo del caso manifestarles que
emplearé todas las medidas que la Ley me concede para garantizar el cumplimiento de las
disposiciones de la autoridad; sin dejar de reconocer por otra parte, que el sólo hecho de que el
público vea que Udes. despachan sus vapores á la hora fijada, será la mejor de las advertencias
y el que pierda una vez un vapor, no lo volverá á perder después. Toca pues á Uds., dejar de
lado contemporizaciones y consideraciones personales que no se compadecen con un servicio
público, cuyas deficiencias, como en el caso presente, si benefician á los retardados, perjudican
á los cumplidos, dignos de mayor atención.
Los boletos de Sanidad no serán requeridos en adelante por esta oficina, ni las listas de
pasajeros de vapores que se dirijan río arriba. Con la lista de pasajeros que lleguen sírvase
adjuntar el número de pasajeros del viaje de ida.
Los anuncios de salida que envíen á esta capitanía deben ser firmados indefectiblemente por el
capitán.
Las disposiciones de esta nota deben ponerse en práctica á contar del jueves próximo. Dios y
Libertad / VE Estrada”.
234
Nota esta muy interesante. El tono del Capitán no era perentorio, pues se presentaban quejas en
su contra si era muy enérgico. Por otro lado, se estaban separando los documentos sanitarios de
los administrativos de la capitanía, de tal forma que Jacinto había dispuesto que los documentos
sanitarios fueran entregados a su oficina exclusivamente, para llevar un control distinto; pero
como vemos, Víctor Emilio sí tomó sus medidas propias para evitar que lo puedan acusar de
negligencia, pues los reglamentos a los que debía obedecer eran claros en cuanto a la
documentación requerida.
El día 12 envió otra circular disponiendo que las lanchas y vapores tengan extintores
automáticos de incendios. Nuevamente, se dieron quejas porque algunas embarcaciones no los
tenían y quejas por esta obligación que imponía el Capitán. Lo uno o lo otro era buena causa
para recriminar al Capitán del Puerto.
Para el día 29 ya Víctor Emilio no aguantó más. En vista de que al capitán Aguirre simplemente
no le daba la gana de renovar su matrícula y ampliarla a capitán de altura para poder navegar en
mar abierto, dispuso que el buque que capitaneaba, el Olmedo, de la Compañía Indaburu, no
podía zarpar con él al mando. El capitán Aguirre se quejó ante el Gobernador, quien dispuso que
saliera el buque con Aguirre al mando. Víctor Emilio consultó de inmediato con el Jefe de Zona,
quien ratificó que la disposición dada por la Capitanía era correcta y que Aguirre debía tener sus
documentos en regla para poder capitanear el buque.
Ante las dos órdenes contradictorias, y porque preveía lo que se venía, envió un telegrama al
Presidente, en que decía: “Ayer recibí dos órdenes contradictorias del Gobernador la una y del
Jefe de Zona, mi superior directo, la otra. / Dentro del estrecho marco de la disciplina militar á
la que estoy sujeto, no me quedó otro camino que obedecer al Jefe de Zona. Supongo que el
Gobernador aprovechará esta oportunidad para saciar una venganza de uno de sus hijos pago
de un servicio que le hice. La levita no cubre el alma. / Su amigo / Víctor Estrada”.
Don Carlos entró en cólera, pues era inaceptable que ese mozalbete en la Capitanía desobedezca
una orden suya, sin importarle cuan ilegal era.
José y Jacinto se regodeaban, pues estaban cerca de lograr su objetivo inmediato, cual era sacar
del puesto a Estrada. Se había presentado la situación que se quería provocar: La
insubordinación abierta ante el Gobernador, por parte de un inferior jerárquico. José puso en
aviso a la prensa opositora para que hagan un festín de la situación y, en efecto, lo hicieron
durante los próximos días.
Ese día 29 Víctor Emilio notificó a la Compañía de Vapores Indaburu que el vapor Olmedo no
podría zarpar al mando del capitán Aguirre, por no tener su matrícula de capitán al día.
Esta comunicación fue respaldada ese mismo día por el Jefe de la III Zona Militar, Cnel. Víctor
Fiallo, mediante oficio # 521 que dice: “Señor Capitán del Puerto / Presente / Enterado de su
atento oficio de hoy, cúmpleme aprobar la notificación que Ud. ha hecho al Sr. Gerente de la
Compañía de Vapores Indaburu, en el sentido de impedir que comande el vapor fluvial Olmedo
el Capitán Luis Aguirre O., quien según las prescripciones del Reglamento de Policía Marítima,
no tiene las ejecutorias para tal desempeño; y, cualesquiera dificultad que se presentare para el
extricto cumplimiento de esta orden, sírvase ponerla en conocimiento de esta Jefatura de Zona,
que es el órgano directo de la Oficina á su cargo. / Dios y Libertad, / Víctor Fiallo”.
Basado en esta carta, Víctor Emilio se mantuvo en su posición. El buque no salía al mando de
Aguirre.
Destitución del cargo de Capitán del Puerto de Guayaquil
Al día siguiente, el 30 de octubre, ¡ardió Troya!
235
Temprano en la mañana Víctor Emilio solicitó al Jefe de Zona ratificar su comunicación del día
anterior, lo que hizo ese jefe mediante Oficio #525: “En la comunicación que pasé á Ud. ayer,
aprobé la disposición dada por su autoridad, en el sentido de prohibir terminantemente que
continue ejerciendo el cargo de Capitan del Vapor fluvial Olmedo el Sr. Luis Aguirre O., por
razones impedidas por el Reglamento de Policía Marítima; mas, hoy he visto con mucho
desagrado, por su atento oficio de esta fecha, que las Autoridades Civiles tratan de intervenir
en este particular, dando órdendes contradictorias, siendo así, que el hecho que me ocupa, está
únicamente bajo la jurisdicción militar. Así pues, autorizo á Ud. para que se ciña extrictamente
al Arto. 3°. del Reglamento mencionado, que es muy claro en este caso”.
Con este respaldo, Víctor Emilio negó nuevamente el zarpe al Olmedo.
El gerente de la Compañía Indaburu fue directamente al Gobernador, quien ordenó que salga el
buque con Aguirre al mando, al tiempo que mandó llamar al Jefe de Zona, a quien ordenó que
disponga el zarpe del Olmedo. Luego de la entrevista con el Gobernador, el coronel Fiallo dio la
disposición para que zarpe el Olmedo. Basado en esta disposición, Víctor Emilio escribe oficio a
la Compañía Indaburu: “Por orden terminante de la Jefatura de la 3ra Zona Militar contenida
en oficios # 521 y 525 del 29 y 30 de Octubre, no se permite que el Capitan Luis Aguirre C.
comande el vapor Olmedo y solo se da el zarpe al buque bajo la responsabilidad del
Gobernador de la Provincia que ha conocido de esta dificultad.= El Capitán del Puerto.= V. E.
Estrada”. En otras palabras, el buque podía partir pero con otro capitán al mando.
No sabemos si es porque no tenían un capitán de reserva o por capricho de la Compañía, pero
acudieron nuevamente al Gobernador, quien colérico mandó llamar nuevamente al Jefe de Zona
y le ordenó terminantemente que el Olmedo saliera con Aguirre al mando. Le advirtió que si no
se cumplía la orden, solicitaría su relevo.
Fiallo no tuvo alternativa: Le escribió a Víctor Emilio una nota manuscrita, en realidad un
Oficio sin número y por tanto no oficial y a nivel de amigo, que decía: “Señor Capitán del
Puerto / Tomando en cuenta que el Señor Gobernador ha comprometido su apoyo para evitar
que las personas que se dirijen á Puerto Bolívar y Santa Rosa sufran graves perjuicios
postergando la salida del vapor fluvial Olmedo al mando de su Capitan Sor. Luis Aguirre O.,
espero que Ud. le facilite, por esta sola vez, el que zarpe dicho vapor, para que más tarde deba
llenar los requisitos prescritos en el Reglamento de Policía Marítima respectiva. / Al hacer esta
concesión, el Sor. Capitán Aguirre asumirá toda responsabilidad. / Dios y Libertad / Víctor
Fiallo”.
Víctor Emilio se rehusó a dar esa orden porque era ilegal y aunque lo exonerara Fiallo en su
nota no oficial, Víctor era el responsable legalmente. Más bien escribió al Jefe de Zona
solicitando un Consejo Militar, ante lo cual le contestó el Cnel. Fiallo: “Quedo enterado de su
atenta comunicación de la fecha, signada con el No. 162; y en respuesta, debo decir á Ud. que
esta Jefatura de Zona, apreciando debidamente la ninguna gravedad é importancia de las
acusaciones que la prensa local ha hecho á la Oficina de su cargo, estima por conveniente no
darle absolutamente tramitación á lo solicitado por Ud., en el sentido de someter su actuación
administrativa, en su carácter de Capitán del Puerto, á un Consejo Militar; y sea esta la
oportunidad de indicarle que, mientras sus superiores directos no tengan que observarle la
menor incorrección en el cumplimiento de sus deberes, Ud. debe seguir tranquilo y con orgullo
desempeñando el honroso cargo que el Supremo Gobierno le ha confiado”. Muy buenas
palabras de su superior jerárquico.
El 31 de octubre fue el día crítico en este problema. Temprano en la mañana Víctor Emilio
envió una carta manuscrita al Gobernador en papel de la Capitanía. No lo hizo a máquina porque
el tiempo apremiaba: “Señor Gobernador de la Provincia / Pte. / Creo de mi deber transcribir á
Ud. la nota que acabo de recibir del señor Coronel Jefe de Zona para que Ud. aprecie las
236
razones que pueden haber de mi parte en el asunto vapor ‘Olmedo’ dentro de la disciplina
militar á la que estoy sujeto un solo camino me cabe y la orden que recibo de mi superior
directo no puede ser más terminante. / Dice así: Sr. Capitán del Puerto _ Ciudad = ‘En la
comunicación que pasé á Ud. ayer aprobé la disposición dada por su autoridad en el sentido de
prohibir terminantemente que continue ejerciendo el cargo del vapor fluvial ‘Olmedo’ el señor
Luis Aguirre O. por razones impedidas por el Reglamento de Policía Marítima, más hoy he
visto con mucho desagrado, por su atento oficio de esta fecha que las autoridades civiles tratan
de intervenir en este particular dando órdenes contradictorias, siendo así que el hecho que me
ocupa está únicamente bajo la jurisdicción militar. / Así pues autorizo á Ud. para que se ciña
estrictamente al Art. 3 del Reglamento mencionado que es muy claro en este caso’. / Dios y
Libertad / (f) Víctor Fiallo’. / En vista de lo anterior creo escusado decir á Ud. que me he visto
en el caso de solicitar su orden escrita para transcribirla al Sr. Jefe de Zona- / Dios y Libertad /
V E Estrada”.
La cólera del Gobernador no tuvo límite. ¡Era intolerable! En esos tiempos en que el
Gobernador del Guayas era para todo efecto práctico un segundo presidente de la república, no
iba a tolerar que ni un jefe de zona militar, ni un capitán de puerto lo desobedezcan. En ese
momento ya no era solamente cuestión de darle satisfacción a la revancha de su hijo José. Era
una cuestión de autoridad que no podía ser cuestionada, aunque sus órdenes contradijeran la
Ley.
Se cruzaron dos cartas más, pero a estas alturas eran sin consecuencia, pues la suerte estaba
echada para Víctor Emilio.
Don Carlos Gómez telegrafió de inmediato al Ministro de Guerra y Marina solicitando la
destitución del Capitán del Puerto y el nombramiento de otro de inmediato. Hizo igual con el
Presidente.
José había triunfado: se había desquitado con Víctor Emilio por lo que había hecho antes por él
y lo que estaba sucediendo en esos días pues, como ya vimos, Víctor Emilio le había ganado un
arbitraje por disputa en la liquidación de los negocios conjuntos. Paradójicamente, el árbitro de
ese conflicto fue Adolfo Gómez y Santistevan, quien falló, por justicia, a favor de Víctor Emilio
y en contra de su hermano.
El 31 de octubre Víctor Emilio recibió el siguiente telegrama del Presidente: “Lo abrazo y
espero su carta. Con gran pena de mi parte le comunico que el Sr. Gobor me pide su separacion
y como no es posible desatender a la primera autoridad de la provincia, paso por el sentimiento
de indicarle que debe elevar su renuncia al ministerio respectivo. Este incidente es la mayor
contrariedad que he experimentado desde que me hice cargo del poder por que es grande y muy
sincero el afecto que profeso a Ud. y mi deseo de que colabore en mi admon. Su amigo afmo. L
Plaza G”.
En realidad el Presidente no tuvo otra alternativa. Era infinitamente más fácil reemplazar a un
Capitán de Puerto que al Gobernador de mayor importancia en el país. Además, era y es una
realidad, aunque a veces injusta, que la jerarquía tiene precedencia en un desacuerdo. Ya
veremos los muy válidos argumentos del Presidente en una de las próximas cartas a Víctor
Emilio.
Fue otra importante lección de vida para Víctor Emilio.
Así, Víctor Emilio quedó desempleado a escasos seis meses de haberse posesionado. José
Gómez Santistevan tuvo una pírrica victoria, pues podía haberle saboteado el trabajo a su
némesis, pero sus caracteres y personalidades seguirían siendo la de cada cual. Víctor buscaría y
encontraría la felicidad y el éxito, y de José no se preocupó más.
José trató de recuperar la amistad de Víctor Emilio en varias ocasiones, escribiendo y
haciéndole comentarios favorables a sus artículos de polémica económica, pero Víctor nunca lo
pudo perdonar por su pequeñez de espíritu y los artificios a los que acudió para cobrar
venganzas por agravios imaginados, cuando Víctor lo había ayudado con tanto afecto y
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asumido, en repetidas ocasiones, pérdidas generadas durante las sociedades de negocios que
tuvieron y que habían sido administradas por José.
La carta que siguió al telegrama de Víctor Emilio, el 31 de octubre, al presidente Plaza es de
sumo interés:
“General Plaza.= Quito.=
Como mi destitución de la Capitanía no es otra cosa que el triunfo de una venganza personal y
la victoria, harto común entre nosotros, de las influencias sobre la razón y la justicia, deseo que
todo sea completo en esta infamia frecuente en la que llamamos República del Ecuador. / Así
pues sírvase U. ordenar que el Ministro respectivo que es el de Guerra y Marina, no espere mi
solicitud de baja, que no enviaré, sino que me destituya por haber obedecido al pie de la letra
las órdenes escritas y terminantes de la Jefatura de la 3ra Zona contenidas en sus notas
números 521 y 525, ordenes contradictorias á otras verbales de la autoridad civil.= /
Agradezco mucho sus cariñosas palabras para mí y sus deseos de que colabore en su
administración; pero estimo mejor conservar mi independencia porque el pan fiscal es muy
amargo é inútil; pero sí confío en que tendré más oportunidad de servirlo con mi aprecio y mi
gratitud más tarde, cuando el ensayo de hombres que U. practica ahora haya fracasado del
todo después de darle á sus enemigos un asidero de hechos y razones para combatirlo.= Su
aftmo. amigo.= V.E. Estrada.=”.
Esta carta de Víctor Emilio al Gral. Plaza es injusta, pues no debemos olvidar que él mismo
alabó a don Carlos Gómez Rendón de tal forma que el Gral. Plaza, a más de la amistad que tenía
con don Carlos, estaba doblemente seguro que ponía en el puesto de Gobernador a la persona
idónea. En el fondo, Víctor Emilio no conocía a don Carlos y no sabía hasta qué punto su amor
paternal podía llevarlo. Víctor Emilio fue el propio responsable de su destitución, pues para ese
momento, con la experiencia política adquirida, debía saber que la política y los intereses
personales de los individuos en el poder tenían más peso que la Ley. Si detectó que las actitudes
de don Carlos obedecían a los intereses de José, debía haber actuado de acuerdo con esa realidad
y no dar lugar a una situación como la que lo condujo a su destitución. Pero eso habría
significado apartarse de los principios inculcados por su padre y por ello, la colisión de intereses
fue inevitable.
Esta fue la primera de otras situaciones similares. En todas ellas, Víctor Emilio siguió la misma
ruta -y en la mayoría encontraría similares resultados.
No le faltaron a Víctor Emilio las demostraciones de solidaridad. Recibió algunas cartas de
amigos y, tal vez más importante, El Telégrafo salió en su defensa. Pero esa defensa se basó en
dos documentos de naturaleza privada: El cable personal del Gral. Plaza y la injusta carta de
Víctor Emilio en respuesta. No citaremos los documentos, pues ya los hemos visto, pero sí el
comentario del periódico:
El título fue: “Un conflicto Administrativo” con subtítulos: “Un capitán del puerto destituido
por apegarse á la ley.
Los documentos al respecto” y el texto:
“El incidente habido entre el Gobernador de la provincia, el Jefe de la Tercera Zona Militar y
el Capitán del Puerto de Guayaquil, con motivo de la observancia de la Ley, ha tenido el
siguiente final, que cualquiera puede comprender en la publicación y lectura de los documentos
que van al pié. Lo sentimos verdaderamente, pues la caída del señor Estrada, revela la firmeza
de carácter en un funcionario público y demuestra lo triste de una administración provincial
como esta, donde tales conflictos se producen y á tales conclusiones se llegan. / COPIA…”.
Fue una indelicadeza de parte de Víctor Emilio el usar esa correspondencia privada y personal
para denunciar la destitución de la que había sido objeto. El Gral. Plaza le había escrito como
amigo personal, no como funcionario público, y él había contestado en iguales condiciones y
siendo bastante injusto. Víctor le escribió algunas cartas en los próximos días, pero siguió un
238
largo y preocupante silencio por parte del Gral. Plaza, pues obviamente estaba resentido. Su
próxima carta fue el 26 de noviembre. Sus palabras fueron duras, pero muy consideradas:
“Mi estimado Víctor Emilio:
Contesto solamente ahora su carta del 31 del pm° pd°. por que he anhelado que el espíritu de
Ud. se tranquilizara y pudiéramos tratar del para mi muy lamentado incidente que produjo su
salida de la Capitanía del puerto.
He leído no sólo una sino varias veces su carta y documentos que la acompañan; y en
conclusión he llegado a formarme el criterio exacto de esa cuestión.
En primer término, tengo que quejarme de la ligereza con que Ud. procedió a dar publicidad al
telegrama particular que yo le dirigí y que, válgame esta franqueza amistosa, interpretó
fielmente mi modo de pensar acerca del sentimiento con que debía resolver esa cuestión de
gobierno. Pero, a mi juicio, en estos casos, para proceder con acierto, es menester consultar,
antes de publicar un documento particular la voluntad de quien lo haya suscrito, mucho más
cuando el suscritor es el Presidente de la República, que puede no tener inconveniente para
manifestar al amigo circunstancias que acaso sea imprudente lanzarlas al dominio público.
En segundo término, juzgo que Ud. extremó la interpretación que dio a las disposiciones que
dió sobre navegación, por que yo estoy con el Gobernador en eso de que no se puede
considerar como navegación en alta mar la que se hace en el Golfo.- Las aguas que encierra un
golfo, afecto siempre a la soberanía de un país, ¿pueden ser considerados como de alta mar?-
Yo entiendo que no; y paréceme que en esto tuvo plena razón el Sr. Gobernador del Guayas al
no aceptar la interpretación que Ud. daba a ese concepto.
En la nota de Ud. al Gobernador hubo exceso de altivez y hasta empleo de expresiones de
conceptos que no se compadecen con la disciplina administrativa, só pena de que echemos por
tierra el principio de autoridad.
Es claro que, por otra parte a mi me habría agradado mucho que ese asunto se hubiera
arreglado tranquilamente sin salirse de tono y mediante un espíritu de más mutua
condescendencia. Por una parte, el Gobierno tiene sobre sí una montaña de problemas
políticos, económicos y meramente administrativos, que resolver, para lo cual ha menester del
concurso armónico de sus amigos y coopartidarios; y por otra, no tengo inconveniente en
decírselo, toda vez que con ello hago justicia y me doy una satisfacción, yo aplaudía el celo, la
actividad, la honradez y el acierto con que Ud. se estaba desempeñando. Hubiera sido para mi,
pues, muy agradable que ningún conflicto viniese a poner en el duro trance de optar entre un
Gobernador y un empleado inferior en categoría a ese mandatario con tanto mayor razón
cuanto que ese Gobernador, a más de ser mi amigo, representa una tendencia política y
administrativa, que yo no podía desautorizar, sin desautorizarme a mi mismo.
No comento ni analizo ni vaticino sobre sus profecías, mi querido Víctor Emilio. Puede ser que
Ud. tenga razón; puede que no la tenga; pero, en uno y en otro caso, bueno es que Ud. sepa que
nada me tomará de nuevo, por que ya me he acostumbrado a las sorpresas de la política.
Como quiera que fuere, Ud. puede estar cierto de que, malgrado lo que ha ocurrido, yo
continuaré sintiéndome amigo suyo y considerándolo a Ud. como tal, por que no dudo que Ud.,
en su inteligencia clara y en su criterio recto, habrá reconocido que Ud., en mi puesto, no
habría procedido en forma distinta, de la que procedí yo, por natural respeto al principio de
autoridad.
Además, Ud. debe ser justo conmigo no imaginándose que, por concepto alguno, haya entrado
en mis cálculos complacer o burlar las intenciones por mí ignoradas de sus gratuitos enemigos.
A la Presidencia no pueden llegar esas pequeñas cosas.
Yo tendré sumo agrado en que se me presente la ocasión de exigirle a Ud. su colaboración en el
Gobierno, colaboración independiente, donde Ud. puede dar alas a su carácter altivo y
emprendedor.
Lo saluda con particular afecto su amigo y S. S. / L Plaza G”.
239
Esta carta es lo más cerca de una misiva paternal que podía recibir un joven que se había
equivocado, aunque de buena fe, en su proceder. Plaza demostró ser muy sabio en su manera de
tratar al joven amigo y aseguró que no lo perdería a pesar de su resentimiento. Fue una carta
aleccionadora que, sin embargo, no logró dar flexibilidad política a los principios de Víctor
Emilio, inflexibilidad, que como veremos en el resto de esta biografía, le causó muchas
frustraciones y el fracaso en sacar adelante sus planes y proyectos que requerían ser
armonizados con criterios divergentes.
La contestación de Víctor Emilio la escribió el 16 de diciembre y muestra su grado de
resentimiento que aún lo tenía afectado. “Mi querido General:
Excúseme la demora en responder su última amable carta de 26 de Nov.p.p., pero antes no lo he
hecho debido a estar algo atareado con las refacciones que he estado haciendo a la casucha
donde ahora vivo.
Le diré que su carta en volumen es satisfactoria para mi por que al fin y al cabo en ella
descubro algo de estimación para mi por el hecho mismo de haber merecido alguna atención de
Ud. mis contratiempos y dificultades en la Capitanía.
Acerca de su juicio sobre aquel incidente en sí mismo nada debo agregar: son puntos de vista
en los que no nos pondríamos de acuerdo nunca. Tampoco hay interés en hablar más de ése,
para mí feliz incidente. Sólo dos puntos de los tratados por usted en su atenta carta voy a
recoger para hablarle de ellos con la franqueza que acostumbro en ni modo de juzgar y decir
las cosas y para la cual pido su benevolencia.
Se queja de la LIGEREZA con que procedi al publicar su telegrama pidiéndome mi renuncia
IMPUESTA por Don Carlos Gómez, y deseando, al mismo tiempo, mi colaboración en su
Gobierno….. Sabe usted como hubiéramos quedado satisfechos y sin resentimientos en esta
dificultad? Pues sencillamente si Ud. me dice al telegrafiarme suprimiendo su abrazo y el
puntapié a nombre de Don Carlos : ‘Querido Víctor Emilio : Necesito su ‘acierto’, su
‘honradez’, su ‘celo’, su ‘actividad’ en Pekin. Vengase a Quito inmediatamente. (f) Leonidas
Plaza.’. Esto es lo mismo que Ud tuvo la fineza de hacer con el ex Jefe de Zona General
Treviño, con el ex Gobernador Gustavo Icaza, con el ex Ministro Jose M Ayora, con el ex
Intendente Octavio Icaza, con el ex Director del Muelle Enrique Gallardo, con el ex Capitan de
Puerto Rafael Andrade y con cien autoridades y AMIGOS suyos en igual o parecido caso que el
mio; pero esto es lo que Ud. no hizo conmigo sino que me dijo: ‘Lo abrazo para decirle que sea
lo que sea el Gobernador me dice que lo bote y a eso no puedo decir no’ : mi dignidad reclama
igual respeto que para los caballeros arriba nombrados.
Aunque es usted experto en política, mis pocos años se atreven a sacar observaciones
desapasionadas de mi caso y comunicárselas al amigo: el Presidente de la República tiene mil
modos de llevar a sus enemigos de la Ceca a la Meca sin que se den cuenta y si alguno se da
cuenta siempre se encuentra chupando el dedo con miel. Muchos hombres, la mayoría, somos
extremadamente majaderos y nos gusta ser bien tratados, lo que no es un contrasentido, no le
parece? Hagame el servicio de no creer ni por un momento que yo hubiera aceptado el paseo a
Pekin, primero porque mi carácter no se aviene a esas claudicaciones, segundo por que esas
prebendas, verdaderas cedulas de invalidez, se ofrecen generalmente en nuestro país, con
excepciones por cierto, a los inútiles, a los niños bonitos o a los políticos que molestan y tercero
por la razón que me reservo para terminar lueguito la presente.
No acepto a este respecto otro argumento de los de su carta que ‘el conflicto entre optar por un
Gobernador o por un empleado de inferior categoria’, suprema razón que es mi mejor lauro.
Y aquí viene el segundo punto de su carta que voy a tratar.
Dice usted que Don Carlos Gomez en la Gobernacion representa para su Gobierno una
tendencia política y administrativa. Y yo digo, afirmo y pruebo que Don Carlos Gomez en su
gobierno, si representa una tendencia política la es al Conservatismo y si representa una
tendencia administrativa la es la Burocracia.
240
Al conservatismo.- Aquel señor Carlos Gómez Rendon que el año 1883 se hallaba en el
campamento conservador de Mapasingue al lado del recordado General Salazar, no es el
mismo señor Gomez Rendon del campamento liberal de hoy, el señor Gobernador de
Guayaquil?
Aquel señor Carlos Gomez Rendon que en su penúltimo viaje a Europa pago una bendición del
Pontifice Catolico que adorna una sala de su casa, no es el mismo que sirve hoy a los que
acosaron y vencieron al sacerdocio y a la Teocracia de Garcia Moreno y sus sucesores?
Damos los liberales un abrazo al catolicismo a sabiendas que hoy como ayer las revoluciones
doctrinarias se incuban en los conventos, se fomentan con el dinero de los fieles y los calices y
coronas de oro y pedrerías, y que los entronques de familia coartan ideas y acciones…?
No mi querido amigo, es por todo esto que afirmo después de dejarlo probado que Don Carlos
Gomez no representa una tendencia política para su Gobierno que es Liberal, sino que es
simple y llanamente una amarra velada a un grupo de conservadores en disfraz liberal. Y sigo
con mi segunda afirmación: el señor Gomez Rendon como Gobernador es una tendencia
administrativa a la Burocracia, o sea a la influencia abusiva del alto empleado en el Gobierno
de un país o provincia, como la definen los Diccionarios.
Y allí van las pruebas.-
Me acuerdo que el señor Gomez Rendon hizo un viaje a Quito con el exclusivo objeto de
aceptar la Gobernacion con ciertas CONDICIONES relativas al personal de empleados. Primer
paso a la Burocracia que usted no desechó del todo, y que coartada la acción del Ejecutivo
para nombrar sus empleados suplantola con la genuina Burocracia cuya inauguración fue el
nombramiento de un hijo del Gobernador como vista Liquidador de Aduana, al que siguieron
cambios y nombramientos hechos por el Gobernador y rubricados por los Ministros (Aquí se le
olvidó a Víctor Emilio el otro hijo en el Departamento de Sanidad).
Alla va otra fase de la Burocracia. Las elecciones de Concejeros Municipales hechas por el
Gobernador como se han hecho siempre, es verdad, imponiendo una lista, su exclusiva lista, y
hasta usando del concurso de uno de sus hijos que bejuco en mano se impuso en determinada
mesa: el dia Domingo el pueblo opositor brego y triunfo aquí y alla, el Lunes que salió a sudar
el Pan el Gobernador eligio a gusto. Felizmente el Coronel Fiallo no se presto a la farsa y
devolvió las papeletas que en grueso fajo le envio el Gobernador, éste contado por el mismo
Coronel Fiallo. Se ve pues que no había consigna de Quito, sino acción Burocratica del
Gobernador.
Otra fase de la Burocracia: van presos algunos individuos a la Policia, el Gobernador ordena
la libertad de ellos haciendo caso omiso del Intendente, éste renuncia por el abuso y no tiene
reparo en comunicárselo a un grupo de amigos en una reunión, pero el Gobernador recapacita
que esta muy fresca la salida del Capitan del Puerto por análoga y abusiva intromisión y
consigue del Gobierno que no se acepte la renuncia y del Intendente que la cosa se quede allí.
Voy a terminar con la razón que le ofrecia dar mas arriba. En estos días se publico que yo iria
a Washington como agregado a nuestra Legacion. Viene pues al caso decirle que no me iria ni
a Washington ni a Pekin por que actualmente estoy pasando mi vida a entero gusto: gozo de
una tranquilidad envidiable, vivo en una pequeña quinta donde hay un aire purísimo que
respirar, lejos del bullicio de la ciudad, estoy dedicado a fomentar una cria de pollitos,
ocupación mas agradable que la de tratar con los gringos de los vapores que tenia antes,
poseemos un huerto que es otra ocupación agradable también y que nos da legumbres mas
agradables todavía, no tengo deberes fijos que cumplir, no dependo directamente de nadie
puedo reirme de los temores del Gobernador sin incurrir en insubordinación, paso mas tiempo
que antes al lado de los mios, como, vivo y duermo tan bien que francamente no sé como se las
compondría el diablo para vestirme de attache diplomático o echarme la soga al cuello para
servir a la Patria en otro destino Público.
Me olvidaba: otra ventaja que tengo ahora es que puedo parecerles a usted mejor amigo que
antes y efectivamente asi es porque ya no soy su empleado. Mi noble contrincante si tiene esa
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desventaja por que si bien es cierto que no necesita sueldo fiscal, en cambio hay caracteres que
asi como el estomago requiere comida, asi ellos quieren influencias para acomodar el mundo a
gusto: solo esa razón mueve a hombres de la categoría y situación de Don Carlos Gomez, a
aceptar cargos públicos en estos países: los que dicen que los hacen para servir a la Patria,
mienten.
Tan amigo suyo como antes / VE Estrada”.
Larguísima carta que el General no debe haber tenido tiempo para leer con detenimiento. Por
obvias razones, no hubo contestación del Gral. Plaza.
La relación con el Gral. Plaza se enfrió luego de la última carta de Víctor Emilio, pero aún así el
Gral. cumplió con enviar un telegrama a la familia el 21 de diciembre, primer aniversario de la
muerte de don Emilio: “Víctor Emilio y Francisca Estrada / En este dia de penosos recuerdos
para Uds y para todos los que quisimos y honramos a su Sr. Padre sírvanse recibir el mas
afectuoso y sincero recuerdo de un amigo que en Uds quiere hacer el homenaje a la valiosa
memoria del extinto amigo de corazón. / L. Plaza G.”.
Era también un mensaje de que sus puertas afectivas y políticas estaban abiertas para cuando
Víctor Emilio estuviera listo.
El reemplazo de Víctor Emilio como Capitán del Puerto, fue Jorge Chambers Viveros, el mismo
que le había quitado el puesto de Administrador de los Carros Urbanos a su padre.
Viviendo entre las casas de la calle Industria y Huancavilca, y La Esperanza
La carta anterior de Víctor Emilio nos es de mucho interés en la parte que nos dice lo que estaba
haciendo de su vida. En septiembre, se había arrendado la casa de 9 de Octubre al Gobierno,
pues la falta de efectivo era un problema para todos. Una vez entregada esa casa, la familia se
trasladó a una casa arrendada más modesta, en la calle Industria y Huancavilca, donde ya
estaban viviendo Víctor e Isabel, y alternaban con la casa de La Esperanza. Pudo instalar allí
parte de sus nuevos muebles venidos de Alemania. La familia estaba feliz.
Pero aún estábamos en el verano. No había llovido todavía, así que no sabían lo que sucedería
en La Esperanza cuando cayeran las primeras lluvias… Isabel había protestado cuando Víctor
Emilio le dijo que se trasladaban a La Esperanza, pero él se impuso, pues quería estar solo con
ella, lejos del gentío que poblaba el centro.
Para Víctor Emilio, el poder cambiarse a La Esperanza luego de su salida de la Capitanía del
Puerto, le representó un período de paz y alejamiento de todos los problemas políticos y
familiares, como le dijo al Gral. Plaza. Para Isabel también fue importante ese cambio, primero a
la casa de la calle Industria y luego a La Esperanza, en la cual ellos eran los dueños de casa e
Isabel era la reina de su propio hogar. Pero esa vida no generaba mayores ingresos.
Llegado el primero de enero de 1913 con las primeras lluvias, comenzaron a salir los bichos por
millones de la tierra de La Esperanza. Vivir allí se hizo imposible, pues no se podía dormir ni
con toldo, ni cocinar ni comer con tanto insecto volando y cayendo en las ollas y los platos de
comida. Los caminos se convirtieron en fangales y la casa estaba casi aislada por el agua. No
quedó otra alternativa que regresar a la casa de la calle Industria, al menos durante el invierno.
Para mediados de enero de 1913 la partición de bienes de don Emilio estaba completa. Se había
repartido los bienes muebles e inmuebles y se había compartido por igual las pérdidas de las
acciones de la Compañía Nacional Comercial. También se había liquidado el remanente, lo cual
dio algo de efectivo a todos los herederos, pero a Víctor Emilio se le fue el efectivo en el pago
de La Esperanza y el arriendo de la casa de la calle Industria, y a María Luisa y Luis Alberto en
tratar de sacar adelante la fábrica La Victoria. La única que no tenía gastos mayores era
Francisca Amalia, soltera y mujer de casa.
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Doña Lastenia se cambió a vivir por su cuenta con la recepción de los bienes que le tocaban,
pero Víctor Emilio no la descuidó, pues sentía obligación de cuidar a la viuda de su padre.
Las hermanas de la familia vivían en la casa de la calle Industria. Panchita y María Luisa, quien
estaba en cinta de su primera hija, con su esposo, Luis Alberto, quien continuaba en servicio
activo en el ejército y su destino cambiaba con cierta frecuencia, de tal forma que el domicilio
fijo de la pareja era la casa familiar de María Luisa.
Luis Alberto estaba luchando por sacar adelante la fábrica, tarea nada fácil para el joven militar,
pues estaba totalmente fuera de su elemento. La fábrica trabajaba a pérdida, de tal forma que se
fue consumiendo el efectivo de María Luisa y por lo tanto era un esfuerzo negativo. Víctor
Emilio no le fue de mucha ayuda en ese trance, pues como bien sabemos, no le gustaba ni tenía
apego por el negocio, algo que había reconocido su padre al dejárselo a su hermana.
La vida continuaba y también los gastos, aunque cada uno aportaba con lo que tenía. Víctor
Emilio recibía algo de dinero por sus aportes periodísticos a El Telégrafo, pero no era mucho. El
sueldo militar de Luis Alberto tampoco era mucho, de tal forma que todos vivían una situación
estrecha. En esa circunstancia, los salvó a todos la soltería de “Panchita”, pues ella era la que no
tenía gastos. Su remanente en efectivo ayudó a mantener a flote a la familia mientras estaban en
esa incómoda situación, pero eventualmente Víctor Emilio le devolvió, con creces, todo lo
aportado. También estaba el ingreso de las casas y covachas que había dejado don Emilio a
Panchita, así como la casa de 9 de octubre. Por ello, En algunas ocasiones Víctor Emilio escribe
sobre cobrar las rentas.
Francisca Amalia Estrada Sciacaluga, de 18 años, en 1913
243
Cuando nació María Luisa Dueñas Estrada, en marzo de 1913, era el primer bebé en la casa
familiar desde el nacimiento de su madre. Fue para todos una gran alegría. Isabel no tardaría en
salir en cinta, lo que alegró más el ambiente familiar.
Víctor Emilio e Isabel embarazada de Isabel Victoria, con María Luisa y Luis Alberto Dueñas, por septiembre de 1913,
en la casa de las calles Industria y Huancavilca. Ya había nacido María Luisa Dueñas Estrada.
La casa de la calle Industria continuaba siendo el centro de la vida familiar, donde se
congregaban todos los Estrada Sciacaluga, así como doña Lastenia, todos los Sciacaluga y los
amigos íntimos para compartir y departir, tal cual se lo hizo en vida de don Emilio.
El verano de 1913, con la bebé María Luisa en la casa familiar, Isabel embarazada y la familia
en armonía, aunque limitados en cuanto al dinero, fue uno de los más felices de la pareja, que
alternaban entre la quinta La Esperanza y la casa del Barrio del Astillero. El tener a la sobrina
era ideal, pues Isabel pudo irse preparando para su propio rol de madre, aunque ya tenía
experiencia con los hijos de su hermana Laura. Víctor comenzó a comprender lo que era ser
padre y tenían la incomparable ventaja de que cuando se cansaban de la niña porque lloraba, se
la devolvían a sus padres. Lo único que necesitaba Víctor Emilio era un trabajo fijo que le diera
ingresos regulares para vivir tranquilos y en paz.
El negocio de venta de vehículos continuaba mal, por la falta de mercado debido al estado de las
calles de Guayaquil, que eran en el mejor de los casos lastradas con cascajo grueso o
empedradas. Por el momento, ese negocio no tenía buenas perspectivas.
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El país enfrenta una nueva revuelta
El 24 de septiembre de 1913 el coronel Carlos Concha Torres, alfarista de vieja cepa, lanzó en la
hacienda Tachina, en las afueras de Esmeraldas, un manifiesto de guerra contra el gobierno del
general Leonidas Plaza Gutiérrez. Concha consideraba que Plaza era un conservador encubierto
y que estaba desmantelando los principios y logros de la revolución liberal radical. Para él, la
guerra era el único camino para recuperar los ideales de Alfaro.
Concha venía lanzando sus amenazas desde hacía más de un año, pero el Gral. Plaza
menospreció la amenaza y la acciones que tomó no tuvieron efectividad alguna, lo que permitió
que Concha se prepare y equipe para luchar de manera convencional y con guerrilla.
Cuando empezó su campaña, el Gobierno no estaba preparado y tuvieron que comenzar a
improvisar y a reclutar personal para enfrentar el peligro.
Los triunfos de las fuerzas irregulares de Concha sobre las fuerzas regulares del Gobierno
tomaron por sorpresa al campo oficial, lo que fue agravando la situación, pues las filas
Conchistas se engrosaban con cada triunfo.
En septiembre, al vencer el contrato de la casa de 9 de octubre con el Gobierno, la volvieron a
tomar, esta vez para instalar en ella dependencias de la III Zona Militar.
El 24 de diciembre, Víctor Emilio recibió el siguiente telegrama del Gral. Plaza: “He estado
extrañando su silencio, invoco su nunca desmentido patriotismo y cuento con el activo
contingente de U. para que salga á Manabí con uno de los cuerpos que están organizándose en
Gquil. Lo saluda su amigo / L. Plaza G.”.
El telegrama del Gral. Plaza llegó un poco tarde, pues ante la emergencia nacional que
representaba la guerra del coronel Concha, el día martes 23 Víctor Emilio había acudido a la III
Zona Militar a ofrecer su contingente, lo cual había sido aceptado sujeto a la aprobación de la
superioridad. El día 25 se incorporó temporalmente como ayudante secretario de la III Zona, con
su rango de capitán y envió el siguiente telegrama al Gral. Plaza:
“El amigo J.M. Rivadeneira solicitome ayer (24) autorización pedir nombráseme ayudante
secretario zona.
Hicele saber estado Isabel días precisos, pero agreguele prestariame servir ese cargo, previa
intervención suya : y solo por creer peligrosa situación partido liberal, único caso que terciaria
luchas civiles. Pareciome siendo puesto absoluta confianza no desmerecería de otros mayor
categoría como ultimo del que fui separado. Sorprendeme sentido su telegrama opuesto
convenio con Jose Miguel, y siento no servir para otra cosa que para capitán de compañía en
batallón de reserva. / Lo saluda su amigo / VE Estrada”.
Parece que hubo alguna confusión en el ir y venir de telegramas y el general Plaza se sintió
extrañado que ante los acontecimientos Víctor no hubiera reaccionado. Por ello telegrafió a Luis
Alberto Dueñas el día 26: “Ha habido una mala inteligencia en todo éste asunto de Víctor
Emilio – Cuando yó dirigí mi telegrama estaba ignorante de lo que Rivadeneira pedía á E.M.G.
(Estado Mayor General). Nuestros telegramas se cruzaron pero apenas el jefe del E.M.G. me
presentó la propuesta de nombramientos para ésa Zona en el acto la acepté. A mí lo único que
me extrañaba éra el silencio de Víctor Emilio ante una situación que imponía ó impone la
colaboración de todo buen patriota y liberales. Abrázelo, / L. Plaza G.”.
Luis Alberto fue nombrado comandante del Batallón Vencedores de Línea N° 1, que partió
hacia Manabí y Esmeraldas.
De inmediato fue también la respuesta del General a Víctor Emilio: “Los términos de su atto.
Telegrama revelan al verdadero patriota y buen ciudadano, las prendas de Ud. le dan titulo
sobrado para los puestos de mayor confianza y sus aptitudes son para desempeñar con acierto
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cualquier cargo público. Aplaudo su resolución de prestar sus servicios á la causa
constitucional. Le abraza su amigo / L. Plaza G.”.
El coronel José Miguel Rivadeneira, fue uno de los oficiales que con lágrimas en sus ojos había
entregado su cuartel a don Emilio luego de la revuelta de 1906, en presencia del jovencito
revolucionario, y también participó en la Revolución del 11 de agosto de 1911. Rivadeneira no
olvidó la consideración con la que fue tratado y, ante el ofrecimiento de Víctor Emilio, lo tomó
como oficial de entera confianza para laborar en el despacho de la jefatura de zona.
El nombramiento de Víctor Emilio se publicó en el Registro Oficial del 26 de diciembre y fue
rectificado el 31 del mismo mes.
El nacimiento de su primera hija
Víctor Emilio trabajaba largas horas en la Jefatura de Zona y al salir iba directamente a casa, a
encontrarse con su esposa, ya en los últimos días de gestación.
Don Julio Icaza y doña Victoria pidieron a la pareja que fueran a vivir en su casa durante esos
últimos días del embarazo, para poder cuidar a su hija mientras Víctor Emilio trabajaba. La
pareja lo aceptó de buena gana. Les asignaron un pequeño apartamento en los altos de la casa de
la calle Pedro Carbo, pero comían juntos en la mesa familiar, en el piso principal. Nadie mejor
que Víctor Emilio para relatarnos el nacimiento y los primeros días de su hijita, hechos que
plasmó en una hermosa carta que tituló:
“Historia de mi primera hijita para que la lea cuando llegue á comprenderla / su papá / VE
Estrada / Naciste un día Sábado, diez de Enero, de mil novecientos catorce, á las once en punto
de la mañana. Son tus padres Víctor Emilio Estrada é Isabel Ycaza Marín de Estrada, casados
civil y religiosamente el día 20 de Abril de mil novecientos doce, es decir que tú naciste al año
ocho meses diez días después de nuestro matrimonio. (…)” Luego relata su genealogía paterna y
materna. Continúa: “Has nacido en casa de tus abuelitos Dn Julio y Dña Victoria, quienes
desearon que Isabel estuviera al lado de ellos para tu nacimiento. Esta casa está situada en la
calle de Pedro Carbo entre Sucre y Colón, costado Oeste, y tiene el número 1019.- Ocupamos
un departamento independiente en los altos de la casa pero nos sentamos todos á la misma
mesa de tus abuelitos.- La obstetriz que asistió a tú mamá en los momentos de tu nacimiento se
llama Carmen Falconí y es toda una señora por digna y discreta.- En momentos que viste la luz
primera, estábamos á tu lado, junto con la señora Falconí, tu abuelita Dña Victoria, tu tía
Laura y yo.- Viniste al mundo sin novedad y pesaste 7 libras recién nacida. Después que te
bañamos, te vestimos y acostamos en una preciosa cunita de metal que te encargamos á Europa
junto con ropita.- (…)” A continuación da una lista de las personas a quienes se les participó el
nacimiento y otra de quienes visitaron a la madre y su hija. Más adelante continúa con
interesante información familiar y nos revela interioridades de los acontecimientos políticos
recientemente vividos y su sentir ante ellos: “Tus padres, en ésta época de tu nacimiento
tenemos modo de vivir independiente y relativas comodidades. Residimos en verano en una
quinta que poseemos al extremo Sur de Guayaquil, hasta donde llega el servicio de carros
urbanos, y se llama ‘La Esperanza’, donde tenemos casa muy grande y cómoda, huerto, jardín y
muchas gallinas y pollitos que han sido nuestra única diversión antes que tu vinieras á dar
alegría á nuestro hogar. Allí vivimos desde Octubre de 1912 fecha en que compré esa
propiedad. Antes habíamos vivido, desde el día de nuestro matrimonio en casa arrendada en la
calle Industria y Huancavilca. Has nacido en época de revolución en el Ecuador y tu papá que
tiene como casi todos los Ecuatorianos grado militar, es hoy capitán de Ejército en servicio
como ayudante del Jefe de Zona Militar de Guayaquil, que es mi amigo el coronel José Miguel
Rivadeneira. Para aceptar ese puesto me telegrafió el Presidente de la República, con quien mis
relaciones políticas no eran buenas, debido á que no procedió correctamente conmigo el año
1912 que yo era Capitan del Puerto en Guayaquil, de donde me separó por dar gusto al
Gobernador de Guayaquil; persona que no me quería bien. Ahora que me llamó de nuevo á su
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lado, lo acepté porque se trata de rechazar á los mismos que mi papá venció antes de ser
Presidente.- Aunque el puesto que hoy ocupo nó es de la importancia que corresponde á mi
situación personal, acepté por dar ejemplo de disciplina. Sobre esto tendré ocasión de contarte
mis recuerdos cuanto ya grande tú estés á mi lado y nos mimemos mutuamente en la
tranquilidad de nuestro hogar, si Dios nos concede tal dicha. (…)”. En las páginas subsiguientes
va anotando todas las novedades de alimentación, sueño, ropita, visitas que recibía y
comentarios de ellas. El diario lo continuó hasta el día 7 de febrero, cuando se tuvo que
interrumpir por razón del trabajo de Víctor Emilio.
Desde fines de enero se comenzó a gestar un viaje importante a Esmeraldas, pues había que
enviar una importante cantidad de dinero en efectivo para mantener las tropas y cubrir gastos
administrativos. Víctor Emilio fue designado para el efecto y salió en comisión el 8 de febrero,
dirigiéndose a las costas de Esmeraldas por vía marítima, a buscar el cuartel general del Ejército
para entregar el dinero que portaba. Una vez desembarcado, el buque partió de inmediato a
cumplir el resto de su misión y Víctor Emilio se quedó aislado en ese punto. Viendo que no
había nada útil que podía hacer para poner orden en el caos que reinaba en las filas gobiernistas
y teniendo que regresar a su puesto, emprendió retorno a Guayaquil, pero se encontró con el
problema de que no era posible regresar por tierra y la única vía, la marítima, tenía problema por
el bloqueo de la costa por los buques del Gobierno. El único transporte que pudo encontrar iba a
Panamá, así que a Panamá se fue, para de ese punto retornar a Guayaquil por el primer buque
disponible. Durante los pocos días que estuvo en Panamá evitó a los Alfaro, que habían salido
del Ecuador y se encontraban allí. Si bien Víctor Emilio tenía su conciencia límpia y tranquila,
no sabía cual era el pensar de los Alfaro. Como todo se sabía en el Panamá de esa época, se
enteraron de inmediato de la presencia de Víctor Emilio y lo buscaron, sin éxito. Estuvo de
retorno en Guayaquil hacia fines de marzo.
Fue una gran alegría encontrarse con Isabel y su hijita, pero le preocupó el ver que la niña tenía
las inevitables picaduras de insectos que venían con el invierno. Haría todo lo posible porque se
vayan a un balneario, a pesar de que le costaba mucho separarse de ellas.
Para los primeros días de abril Isabel, con su hijita y familia, estaban en Posorja. No le era fácil
a Víctor Emilio acompañarlas por sus responsabilidades militares y por tener que cobrar las
rentas de las propiedades de Panchita y de la casa de 9 de Octubre, lo que no era fácil a pesar de
ser tan pocas. En una de sus cartas a Isabel, le relata la rutina de sus días. El trabajo, por
supuesto, del cual no podía hablar mucho por razones de seguridad, almuerzo casi todos los días
con su tío Luis Sciacaluga, vecino de la casa en 9 de Octubre y le aseguró que no salía luego de
cenar. Llovía casi todas las noches. El poco interés de salir en expediciones nocturnas, algo poco
común en un joven, no nos asombra, pues por un lado Víctor Emilio no era afecto a las
actividades sociales y por otro prefería leer e instruirse de manera autodidacta, en la paz y
tranquilidad de su hogar y con sus libros a la mano, la forma que él había encontrado como más
efectiva que la educación formal en aulas.
Víctor le daba cuentas a Isabel sobre si salía en las noches, pues ella sufría de celos permanentes
a pesar de su, a veces, aparente indiferencia. Parece que él nunca le comentó de aquel episodio
en 1908 y su efecto de susto duradero, lo que posiblemente la habría tranquilizado.
En ese momento específico, su interés estaba centrado en su profesión: La de militar, y su
biblioteca se fue nutriendo de libros sobre el tema.
El 12 de abril se dio el fratricida combate de Camarones, en que las fuerzas irregulares del
coronel Concha vencieron al Ejército organizado, causando una debacle institucional. El número
de prisioneros del gobierno fue tan numeroso, que el coronel Concha los dejó en libertad para
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que regresaran, sin sus armas, a sus casas a través de las montañas, los bosques y campos. El
Gral. Moisés Oliva, responsable de las fuerzas del Gobierno, se retiró del escenario humillado.
En poco tiempo le asignaron otro puesto.
Entre los que cayeron prisioneros estuvo Luis Alberto Dueñas, quien tuvo que viajar a pie hasta
poder encontrar transporte a Guayaquil. Las noticias de la derrota dieron gran preocupación a la
familia, pues nadie podía dar respuestas a las preguntas de los familiares de los integrantes de
las unidades vencidas.
El 30 de abril recibió carta de Adolfo Gómez Santistevan, quien se encontraba viviendo con su
familia en uno de los balnearios de la costa sur del Guayas, posiblemente Posorja, Data, o Playas
del Morro: “Querido Víctor: (El texto al comienzo de esta carta es irrelevante para los intereses
de nuestra historia y avanzaremos hasta lo que sí nos interesa) (…) del balneario en que habito y
que te esperamos con sus olas abiertas – Vente resuelto á almorzar en mi casa – Creo que con
esto te decides y fletas cualquier navío para trasladarte á este lugar – Tomen muchos purgantes
y no escaseen los lavados, para que se eviten las indigestiones de nuestros banquetes
neronianos – Aquí discutiremos largo, ya que hay muchos pájaros que persiguen la mosquita, y
estos esperan – Te incluyo una lista de encargos para que me los traigas el Sábado – Las
noticias de la Revolución me afectaron mucho; sobre todo por la muerte del pobre Valdez y la
prisión de Dueñas, que felizmente no ha resultado cierta (…) Vente sin falta el Sábado – Si
puedes traete el billar. / Un abrazo á Isabel y bebe y tú mi corazón, Adolfito”. Podemos derivar
del texto de esta carta que por esos días Adolfo estaba desempleado y por ello permanecía
disfrutando del balneario, además con muy buen humor...
Víctor Emilio fue a Posorja tantas veces como sus obligaciones militares se lo permitieron.
Había semanas en que la situación estaba tranquila y entonces aprovechaba para pedir permiso y
salir el viernes para regresar el domingo. Otras semanas, en que había crisis, tenía que trabajar
de corrido y eventualmente pidió licencia por quince días para pasar con su familia.
El 28 de julio de ese año estalló la I Guerra Mundial, hecho que, agregado a la pequeña
revolución ecuatoriana, mantuvo la mente del joven capitán de lo más interesada y activa. El
estar en la secretaría de la Zona Militar le daba acceso a inteligencia y mapas de operaciones, lo
cual Víctor Emilio utilizaba como material de instrucción para sí mismo.
Ese año 1914, aparte de los incidentes de los primeros meses, fue relativamente tranquilo y
rutinario. Todo estaba en calma hasta que la superioridad militar decidió nombrar jefe de la III
Zona Militar al Gral. Moisés Oliva, perdedor de Camarones, con quien Víctor Emilio había
tenido puntos tocados desde que se conocieron allá por 1910. Oliva se posesionó del cargo el 22
de diciembre e inmediatamente comenzó a fastidiar al capitán Estrada. El 24 Víctor Emilio
pedía la baja directamente al Presidente de la República, mediante la siguiente carta: “Muy
estimado General: / Le saludo atentamente y ruego prestar unos momentos de atención a la
presente. / Ha transcurrido ya un año que, en aquellos momentos difíciles que siguieron a la
capitulación de Chinca, me presté gustoso a su llamado para que mi nombre figurara entre los
que entraban a los campamentos del orden, siquiera a fuer de cumplir un acto de presencia
ineludible y necesario en situación tan azarosa. Hasta que José Miguel Rivadeneira estuvo en la
Zona le acompañé en cuanto pude y estaba a mi alcance, pero se me hace duro seguir por mas
tiempo en una situación cuya importancia realmente no consideré al aceptarla porque aquellos
momentos no eran para fijar reparos ni acrecentar dificultades y porque al lado de José
Miguel, mi buen, mi íntimo amigo, seguía siendo lo mismo, no el subalterno. / Ya han variado
bastante las circunstancias, ya creo haber dado una buena y bastante prueba de
desprendimiento personal y de adhesión a la causa del orden, y esto es suficiente razón en mi
concepto, para pedirle la baja del Capitán Estrada, Oficial de la Tercera Zona, puesto que si en
aquellos momentos estuvo indicado por las circunstancias, no le está ahora sea por mis
248
antecedentes y mi posición y mi modo de ser, sea por que la revolución prácticamente no existe
toda vez que ha degenerado en hordas de cuatreros que requieren la acción policial. / Ojalá
aprecie Ud. mis razones y disponga de su atto amigo, / VE Estrada”.
La respuesta del Gral. Plaza se dio el 4 de enero de 1915: “Cap. Victor Emilio Estrada: / Mal
año nuevo me ha dado Ud. con la solicitud de su baja. Ignoro causa que le obligacen a
separarse y en todo caso espero de su patriotismo desista propósito privándonos de sus buenos
servicios. / Lo saludos su afmo amigo / L. Plaza G.”.
El Gral. Plaza no quedó satisfecho con una comunicación tan escueta y quiso saber la verdadera
razón de la solicitud de Víctor Emilio, pero él no quiso decir por escrito la razón, pues se podía
causar un gran problema con el Gral. Oliva. Víctor acudió a Luis Alberto Dueñas, quien habló
directamente con el Presidente y le explicó las verdaderas razones. Plaza inicialmente no quiso
aceptarlas y ofreció cambiar de destino a Víctor para no perder su talento, pero Luis Alberto
bien sabía que Víctor no aceptaría ningún puesto que lo aleje de su esposa e hija, y peor aún
estando otro hijo por llegar.
Plaza cedió a disgusto, con fecha 23 de enero: “Muy apreciado amigo: / Correspondo el atento
saludos de usted, deseándole bienestar. / He sentido mucho que cuestiones de delicadeza
personal le hayan puesto en el caso de solicitar su separación del servicio activo de las armas,
pues habría deseado que me acompañara durante toda mi administración; pero, atendidas las
razones de usted y después de conferencia que tuve con el Comandante Dueñas, no he podido
menos que ordenar la baja de usted, agradeciéndole desde luego su importante colaboración en
mi Gobierno. / Créame siempre su atto. Amigo y S.S. / L Plaza G”.
Y así terminó su carrera como militar en servicio activo. Luego vendrían otras ocasiones en que
sería de gran servicio a la nación en el campo militar.
El 31 de enero de 1915 el hogar de los Estrada Icaza se vio alegrado con el nacimiento de su
segunda hija, María del Pilar Estrada Icaza. Fue otro momento de gran alegría para la familia y
Víctor se preocupó de que Isabel fuera a Posorja lo más pronto posible a buscar mejor clima
para los primeros meses de su hijita. Él sufría más que la niña cuando la picaba un insecto y se
le hacía alguna ronchita.
La provisión de agua para incendios de la población de Vinces
Ese mes de enero, en una conversación con don Francisco Urvina Jado, Víctor Emilio se enteró
que el contratista de la provisión e instalación de grifos para el servicio de incendios de Vinces
estaba en problemas. Tenía cobranzas y deudas vencidas, y problemas para el abastecimiento de
materiales para la obra. Don Francisco ofreció la financiación si Víctor Emilio tomaba el
contrato con don Enrique Gallardo Triviño, quien era más experimentado en asuntos de
negocios. Víctor Emilio se encargaría de manejar los subcontratos y supervisar las obras en
Vinces, además de adquirir los mejores materiales en los EE.UU., mientras don Enrique se
encargaría de la parte administrativa y financiera en Guayaquil. Tendría una buena rentabilidad,
a más de un sueldo base y gastos de movilización. Con un respaldo como el de don Francisco,
era una propuesta que tenía que ser aprovechada.
Antes de emprender en este negocio, que le absorbería mucho tiempo y lo mantendría alejado de
su pequeña familia, Víctor Emilio se tomó 15 días de vacaciones en Data de Posorja, con su
esposa y sus dos pequeñas hijas. Ya Isabel Victoria había cumplido su primer año, de tal forma
que era un deleite para el padre jugar con su nena, quien con sus penetrantes ojos podía hacer
que su padre se derrita con solo una sonrisa.
Pilar, recién nacida, hacía lo que todo bebé hace en esa etapa. Víctor Emilio gozaba
acurrucándola, silvándole y cantándole, lo que era devuelto con sonrisas y bostezos.
249
Fue un período de una felicidad diferente a la de recién casados. La vida iba evolucionando y
ellos iban madurando con cada adición a la familia.
De estas vacaciones les quedó el amor por reposar en las playas del Golfo.
Los empresarios llegaron a un acuerdo con el ingeniero Paul ThurDeKoos, el contratista de la
obra, quien continuaría con los nuevos empresarios por un tiempo en calidad de asesor. Se
establecieron las líneas de crédito en el Banco Comercial y Agrícola y se logró el traslado del
contrato a los nuevos empresarios, el 18 de marzo de 1915. Se elaboró un extenso listado de
materiales que faltaban para completar la obra. Víctor Emilio viajó a los EE.UU. entre fines de
marzo y fines de abril de 1915, para adquirir los materiales y equipos. La consigna era adquirir
todo de la mejor calidad, para que la obra sea duradera. No se escatimaría en materiales de
segunda clase, pues los nuevos empresarios querían establecer una buena reputación para obras
futuras y mantener su buen nombre. Víctor evocó los tiempos de su padre como contratista en el
empedrado de las calles de Guayaquil, en que cuando necesario, don Emilio personalmente
colocaba las piedras en su lugar.
El viaje a New York fue de intensos contactos con varios proveedores de materiales y equipos
adecuados para las obras, así como con banqueros para realizar los pagos por los artículos
comprados.
Sin embargo, eso no le impidió divertirse un poco con su afición aún no muy desarrollada por
las fotografías y las películas.
Se tomó una foto convencional, como había acostumbrado cada vez que pasaba por New York.
250
Y se tomó una foto con técnica prismática, algo novedoso para la época, que cuando se la
inclina de un lado a otro muestra tres imágenes distintas. ¡Era como magia!
Cuando se la inclina a la
izquierda:
Cuando se la mantiene
centrada:
Cuando se la inclina a la
derecha:
Víctor Emilio atesoró esta fotografía, que se encuentra aún en los álbumes de fotos familiares,
que guardan con mucho cariño sus nietos y bisnietos.
251
Una vez comprados los materiales y los equipos, emprendió retorno a Guayaquil en el mismo
buque, con los primeros artículos adquiridos. Ni bien estuvieron desaduanizados, se los
transportó a Vinces para continuar los trabajos inconclusos de ThurDeKoos.
Los primeros días de mayo estaban los materiales listos para reiniciar los trabajos y se comenzó
con buen ritmo. El entusiasmo era contagioso. Se avanzaba con el cronograma de obras y se
iban viendo resultados. Todos los involucrados estaban satisfechos. El 18 de junio de 1915 se
entregó el primer dividendo de pago del trabajo. Todo iba bien. Lastimosamente, ese fue el
único dividendo pagado puntualmente. En adelante, se aplicaría la burocracia en demorar los
pagos y hostigar a los contratistas con reclamos y quejas, pero aún así, se continuaron las obras.
El 1° de septiembre se comenzaron a abrir las zanjas para enterrar las tuberías y para el 30 de
marzo de 1916 se había entregado el trabajo, que de ese momento en adelante lo operaría
Manuel Navarro como contratista. Desde que tomaron a cargo la obra los nuevos contratistas,
habían pasado 12 meses 12 días. El tiempo original calculado en 1911 había sido de 11 meses,
pero en ese plazo original no se había tomado en cuenta la compra de materiales en el exterior.
El sistema de agua contra incendios de Vinces era una prioridad para la población, entonces
próspera gracias a las haciendas cacaoteras de su entorno. El agua para beber la obtenían de
pozos, pero los volúmenes necesarios para hacer frente a un incendio no podían ser abastecidos
por los pozos, de tal manera que era necesario tomar agua del río Vinces por medio de
aspiradores colocados en el río, bombas de succión e impulsión, y llenar el tanque de
almacenamiento, para distribuir de allí el agua a través de tuberías y grifos, a los que se
conectarían las mangueras de los bomberos.
Si se visita Vinces, uno puede ver que parte del sistema aún funciona, y más aún, a él se ha
integrado, debidamente ampliado, el sistema de agua potable, pues llegó un momento que los
pozos no podían abastecer las necesidades de agua de la población.
La torre de agua en 1920 La torre en el 2010
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La torre de agua, en pie por 100 años en septiembre del 2015, sigue en perfecto estado, con
ciertos refuerzos que se le han colocado. El actual tanque de almacenamiento es más pequeño
que el original. Ella y los grifos que aún existen, son excelente testimonio de la calidad de
materiales que instalaron los contratistas.
Sin embargo, el negocio no fue bueno. La demora en el pago de los subsiguientes dividendos y
el hecho de que no se llegó a hacer una entrega formal de obra por las quejas, por cierto
exageradas y muchas infundadas del Concejo Cantonal, hizo que queden pendientes valores por
cobrar. Toda la eficiencia en el manejo y ejecución del contrato se redujo a una pequeña
utilidad. Los socios no tuvieron los beneficios esperados de su emprendimiento. ¡Otra lección
más que aprender! Víctor Emilio nunca más volvería a ser contratista del Estado o cualquiera de
sus organismos dependientes. El cobro del último dividendo lo lograron recién en 1917.
Víctor Emilio había estado llendo a Vinces durante la semana y regresando a Guayaquil los
fines de semana, pues su función era de solo de supervisión general, mientras los ingenieros
contratados ejecutaban los trabajos.
Isabel estaba nuevamente encinta y se esperaba la llegada del bebé para el mes de junio.
Pero en abril de 1916 Víctor y su familia inmediata sufrieron una terrible pérdida. El día 11
falleció el tío Luis Sciacaluga Aubert, a quien Víctor Emilio tanto quiso. Fue un duro golpe para
los Sciacaluga Zevallos, los Velásquez Sciacaluga y los Estrada Sciacaluga.
El Gral. Plaza terminaba su mandato Constitucional el 1° de septiembre de ese año y quiso que
Víctor Emilio estuviera presente en el Congreso que se instalaría el 10 de agosto, pues podría
serle útil si por alguna razón se daba alguna situación adversa que podría afectar el fin de su
presidencia. Víctor Emilio no aceptó una candidatura principal, pero sí aceptó una suplente por
Los Ríos. Así lo dispuso el Gral. Plaza a los encargados de las listas y el 29 de mayo se le
notificó, por parte del Concejo Cantonal de Babahoyo, que había sido electo diputado suplente
con dos mil novecientos veintiséis votos (¿habrán sido votos de Vinces?). Siendo suplente, había
poca probabilidad de ser llamado a servir y cumplía así con el partido liberal.
El 22 de junio se dio el feliz acontecimiento del nacimiento de su tercer hijo y primer varón.
Víctor Emilio estaba fuera de sí de felicidad y el niño tuvo el honor de llevar como único
nombre de pila, el de su abuelo paterno: Emilio. Con este acto, Víctor Emilio estableció una
tradición que sería seguida por sus descendientes primogénitos varones, al darle a su primer hijo
varón el nombre o nombres de su abuelo paterno.
Emilito fue un robusto niño quien, a diferencia de sus dos hermanas mayores, nació en La
Esperanza. Las felicitaciones de familiares y amigos fueron múltiples y las visitas de familiares
y amigos a la finca se prolongaron por algunos días.
Aunque Víctor Emilio quiso siempre entrañablemente a sus dos hijas mayores e inclusive tuvo
un grado especial de identificación con su hija Isabel Victoria, pues era, de entre todos sus hijos
la más similar a su padre en carácter, en personalidad y capacidad de acción, el tener un hijo
varón era entonces un asunto de mucha importancia para un padre de familia.
Emilio fue el niño de los ojos de su padre y el único de los varones que jamás tuvo algún
problema de disciplina o que le causara alguna mortificación mayor. Desde pequeño fue
obediente y educado, a pesar del grado de engreimiento que sufría por parte de su padre y de
todas las mujeres de la familia.
253
No tenemos fotografías de Isabel con sus dos hijas, pero de Emilio tenemos dos:
Con la familia en crecimiento y la necesidad de tener amplitud en su entorno durante el verano,
fue necesario dejar el apartamento arrendado en la casa de la calle Industria y moverse a la casa
de 9 de Octubre. María Luisa tendría que buscar casa. Era una situación delicada para con su
hermana, con más familia en prospecto. Panchita, soltera, podía continuar ocupando su
dormitorio por el momento, hasta que llegara otro bebé.
Víctor Emilio había regresado a colaborar con El Telégrafo, escribiendo artículos sobre la
guerra mundial y continuaba, aún sin éxito, con el negocio de venta de automóviles.
En las elecciones presidenciales, había triunfado la candidatura liberal de don Alfredo Baquerizo
Moreno, a quien el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez entregó el Poder Ejecutivo el primero de
septiembre, tal cual establecía la Constitución. Baquerizo Moreno sería presidente desde 1916
hasta 1920.
El interés de Víctor Emilio por el civismo, la situación económica nacional, la política y el
bienestar de los ecuatorianos y en especial los guayaquileños, llevaron al Concejo Municipal de
Guayaquil a nombrarlo miembro de la Junta Patriótica del Centenario, el 17 de noviembre. Este
es un nombramiento un tanto curioso, pues a los pocos días se realizarían elecciones para el
Concejo por el bienio 1917-18 y por lo tanto era presumible que el Concejo, con sus nuevos
integrantes, quisiera renovar la Junta Patriótica.
Con fecha 28 de noviembre le notificaron que había sido electo Concejero Principal del Cantón
y el 23 de diciembre el presidente del Concejo, Sr. Rodolfo Baquerizo Moreno, le notificaba que
254
estaría a en las comisiones municipales de Beneficencia y de Terrenos. También fue delegado a
la Junta del Ferrocarril a la Costa para el año 1917. Y el día 27 recibió otra delegación, esta vez
para la Junta de Embellecimiento, por los años 1917 y 18.
El 4 de enero de 1917 el presidente de la Junta de Embellecimiento lo designó Comisionado
Suplente de la Plaza España.
¡Ciertamente lo mantenían muy ocupado en el Municipio! Y él, con la responsabilidad que lo
caracterizaba, se ocupaba de lleno en los cargos que le habían sido asignados. Los Concejeros de
entonces son los Concejales actuales.
Pero la dieta de Concejero apenas suplementaba sus otros ingresos y la situación económica
familiar continuaba muy estrecha.
Durante el mes de marzo, Víctor Emilio se tomó vacaciones y se fue a Ambato, donde estaba
Isabel con sus hijos desde que habían comenzado las lluvias. Se quedó hasta abril, cuando
regresó a Guayaquil, mientras Isabel esperaría hasta la salida de las aguas. Con el benévolo
clima, los niños florecieron y la familia pasó muy feliz. Tenían buenos amigos relacionados con
la familia de Mama Toa, por el lado de Marín. Isabel regresó encinta del que sería su cuarto hijo.
Capítulo 16 – El destino marca el rumbo
El destino marca el rumbo…
El Presidente del Concejo Cantonal, don Rodolfo Baquerizo Moreno, hermano del Presidente de
la República, se impresionó muy bien con el accionar, dinamismo y meticulosidad del
Concejero Estrada.
En el mes de mayo coincidieron dos hechos no relacionados pero que, combinados, tendrían un
efecto trascendente en la vida de Víctor Emilio: Primero, se estaba reemplazando al personal de
la Tesorería de Hacienda de la Provincia del Guayas, de tal forma que los allegados al
Presidente de la República estaban buscando personas idóneas para ocupar los puestos.
Segundo, en una conversación mantenida entre Adolfo Gómez Santistevan y Pedro Baquerizo
Gómez, hijo de don Rodolfo, se trató sobre Víctor Emilio y Adolfo mencionó la necesidad que
tenía su amigo de un puesto con sueldo fijo. Pedro le informó de esto a su padre, quien juntó los
dos hechos. Que se mantuviera la cadena de información para cumplir un propósito
trascendental fue cuestión del destino.
A pesar de que Víctor Emilio no reunía los requisitos profesionales para el cargo, era liberal,
había demostrado eficiencia en los encargos dados por el Concejo y era inteligente; por ello, don
Rodolfo le sugirió a su hermano Alfredo que Víctor Emilio sea nombrado como Interventor de
la Tesorería de Hacienda del Guayas. Al mismo tiempo se nombró al Sr. Francisco J. Miranda
como Tesorero. Este era padre de David Miranda Franco, cuyo destino se cruzaría con el de
Víctor pocos años más tarde.
El cargo de Interventor tenía la función de fiscalizar todos los actos de la Tesorería y autorizar
algunos de carácter especial.
Como hemos visto en las páginas precedentes de esta biografía, la experiencia de Víctor Emilio
en el campo de la economía y finanzas fiscales no era muy amplia. Sin embargo, sabía bien los
elementos de la matemática, y los principios contables debido a su experiencia en el Marañón, la
fábrica La Victoria, el negocio de vehículos, el contrato de Vinces, los arriendos que manejaba
y, más que nada, era notablemente honrado.
Tenía las cualidades personales para el cargo, aunque no las profesionales, pero esa carencia se
resolvería con la educación autodidacta que ya había aplicado en ocasiones anteriores.
255
El Presidente, una vez resuelto, dio las disposiciones pertinentes al Ministro de Hacienda
encargado.
El 5 de junio de 1917 se expidió el siguiente acuerdo por parte del Ministro de Guerra y Marina,
encargado del Despacho de Hacienda:
“Quito, a 5 de junio de 1917
Señor Víctor Emilio Estrada
El Sr. Presidente de la República, ha tenido a bien nombrar a U. por
Acuerdo No. 12.985 de esta fecha, Interventor de la
Tesorería de Hacienda de la Provincia del Guayas.---
En tal virtud, sírvase Ud. prestar, ante
la autoridad correspondiente, la promesa
constitucional previa al desempeño del
referido cargo.
Dios y Libertad,
El Ministro de Guerra, Encargado del Despacho de Hacienda,
Rafael Pino y Roca”
Antes de que le llegara el nombramiento físico por valija, el gobernador del Guayas, don
Lautaro Aspiazu, recibió el nombramiento por telégrafo el 8 de junio y de inmediato hizo
transcribir el texto para entregárselo a Víctor Emilio. Lo recibió de manos de don Lautaro ese
mismo día.
Prestó la promesa constitucional del cargo ante el secretario de la Gobernación el 16 de junio.
Las notificaciones finales y presentación de garantías habían sido firmadas y selladas para el día
22. Ese mismo día tomó posesión del cargo.
Ese fue el puesto clave que definió todo el futuro de Víctor Emilio.
Al aceptar este cargo, fue necesario renunciar al de Concejero, renuncia que le respondió don
Rodolfo Baquerizo M. el día 27 de junio: “Señor don Víctor Emilio Estrada / Ciudad / En vista
del motivo legal en que está fundada la renuncia presentada por Ud., del cargo de Miembro del
Concejo Cantonal, esta Corporación, en sesión del 18 del presente, resolvió aceptarla, y
manifestar a Ud. el pesar que le causa la separación de un Miembro como Ud. / Dios y
Libertad, / R. Baquerizo M”. En este caso, el “pesar” era real, pues el Concejo perdía uno de sus
más activos y eficientes miembros.
Consciente como estaba de sus carencias para ejercer cabalmente el cargo, el flamante
Interventor comenzó a auto educarse en la materia. Encargó que le traigan, leyó y procesó en su
mente decenas de libros relacionados con la hacienda pública y las funciones de la tesorería,
ampliando sus estudios a economía y finanzas públicas. Aquí le vino bien su inteligencia
superior y capacidad autodidacta. No habían pasado muchos meses y ya era un experto teórico
en la materia, que sumado a la práctica que la vivía a diario, lo convirtió en un excelente
Interventor de Hacienda. En menos de un año era una autoridad en su campo.
Habían pasado menos de 4 meses cuando fue designado, el 1° de octubre de 1917, para integrar
una nueva Junta Consultiva, en la que participaron banqueros, comerciantes, agricultores,
industriales y funcionarios del Gobierno, con el fin de tratar de contener el alza de la cotización
del dólar norteamericano, que había pasado de $1,70 en 1900 a $2,50 en ese año, principalmente
256
debido a la guerra europea, que aún continuaba, y el hecho de que por esa causa los Estados
Unidos de Norte América, nuestro principal mercado de exportación, nos había dejado de
comprar cacao y tagua, perdiéndose así el ingreso de las divisas necesarias para nuestras
importaciones. La balanza de pagos se inclinaba en nuestra contra y las divisas subían.
Esto significó un nuevo pedido de libros sobre cambio de divisas, teoría monetaria y temas
relacionados, para su biblioteca. El trabajo de la Comisión fue ignorado por el Gobierno.
El tiempo libre de Víctor Emilio estaba enteramente dedicado a su familia, a sus estudios
relacionados con los cargos que ejercía, y a la redacción de sus artículos sobre la guerra europea,
que eran publicados por El Telégrafo, los que más que un trabajo, eran su diversión y
esparcimiento intelectual.
El 16 de noviembre de 1917 nació, así mismo en La Esperanza, su cuarto hijo y segundo varón,
Julio Enrique Estrada Icaza, aumentando así la felicidad del hogar.
Se funda La Previsora
Para completar los hechos del destino que se reunieron en ese año de 1917, el 30 de diciembre
de ese año los señores doctor Carlos Carbo Viteri, Bettino Berrini, José Abel Castillo y Carlos
A. Flores, se constituyeron en promotores de la compañía anónima de responsabilidad limitada
denominada “La Previsora”, con el objeto principal de “estimular y favorecer el ahorro, a cuyo
fin se subordinan y dirigen, directa o indirectamente, dentro del negocio social, todas las
operaciones de la Compañía, cuales son: a) Seguros de pensiones vitalicias; b) Caja de Ahorro,
popular e infantil; c) Cuentas corrientes de depósitos a interés; d) Cooperaciones de cuotas
mortuorias; e) Créditos inmobiliarios y cédulas hipotecarias, y f) Inversión de fondos en fincas
rústicas, en formación de quintas modelos y en construcciones urbanas redimibles a plazo y
aseguradas”. Se presentó un estatuto previamente elaborado por los promotores y la institución
quedó fundada ese mismo día.
El Estatuto de La Previsora fue aprobado por el Poder Ejecutivo mediante acuerdo No. 8686 del
6 de marzo de 1918.
Aparte de las dificultades propias de interesar a personas para que se conviertan en accionistas
y luego recaudar los aportes de cada uno de ellos (el capital social inicial era de trescientos mil
sucres), no sabemos las otras razones por las cuales los promotores se tomaron casi dos años
para dar inicio a las operaciones de la Compañía; pero parecería que fue una cuestión del
destino, pues mientras que a fines de 1917 Víctor Emilio ni siquiera hubiera sido considerado
para trabajar en esa empresa, en dos años y dieciséis días estaría preparado y listo para acudir al
llamado que le harían los promotores y accionistas de La Previsora.
Un aguaje de invierno en La Esperanza. Era imposible vivir allí en esa época del año.
La vista es tomada desde la casa de hacienda. Esta y las fotos que siguen son de los álbumes familiares
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El verano de 1918 en La Esperanza fue maravilloso. Con los tres chicos mayores ya creciditos y
el bebé Julio en brazos de su madre, las horas de descanso eran apacibles. Los fines de semana
se pasaban muy entretenidos con visitas de la familia y los amigos.
Esta es la casa original de La Esperanza, donde pasó sus primeros veranos la familia Estrada Icaza.
La cerca que vemos separa la zona residencial de la agrícola, donde vemos la tierra trabajada para sembrar.
Los cuatro niños Estrada Icaza a fines de 1917 o comienzos de
1918. Emilio, Isabel, Pilar y Julio
Isabel con Julio, de 1 o 2 meses, en sus brazos y Chabela
encaramada en la reja
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Pilar, Emilio y Chabela Emilio vestido de marinero
Isabel con Emilio en el jardín frontal. Al fondo, uno de los autos que importaba y vendía Víctor Emilio
259
La familia en el jardín frontal de la casa, con una visita importante: Don José Abel Castillo, Director de El Telégrafo
Los niños, de izq. a der.: Isabel, Pilar, Julio y Emilio. Verano de 1918
La amistad con don José Abel Castillo fue de mucha importancia para Víctor Emilio. Al abrirle
las puertas de El Telégrafo para sus artículos como periodista de planta y como articulista con
firma, así como traductor de seriales, le dio un apoyo de invalorable importancia económica e
intelectual. Pero su mayor apoyo estaba aún por venir.
En la Junta de Embellecimiento de Guayaquil
Su trabajo de Interventor le daba tiempo holgado para el servicio público, a pesar de estar
dedicado al estudio de la bibliografía pertinente al cargo.
Durante 1918 había participado, como integrante de la Junta de Embellecimiento, en la
remodelación de la Plaza Rocafuerte, y el Presidente de la entidad le encargó dar el discurso de
entrega al Cabildo, el día 8 de octubre de ese año, un día antes de la pre-inauguración de la
Columna de la Plaza del Centenario. En su discurso, da un resumen de las obras ejecutadas por
la Junta y da cuentas del dinero utilizado en ellas. También hace un resumen de lo que las
“Juntas” han significado para Guayaquil. El resumen sobre las Juntas se debía a que algunos
malquerientes, especialmente en El Guante, estaban criticando, de mala fe desde 1917, la labor
de la Junta de Embellecimiento y de la Junta del Centenario. Ya se había mantenido una
polémica por eso con los redactores de El Guante, en el mes de febrero de 1918, y las Juntas
habían recibido críticas desde que fueron creadas; pero, definitivamente, la mejor forma de
callar a los críticos de esa laya era con el resultado de las obras, como la que se entregó ese día 8
de octubre y la que se entregaría al día siguiente.
“Señores Concejeros:
El natural deseo de adecentar, i, de ser posible, embellecer, esta urbe guayaquileña; que por
importancia e injustificados descuidos, jamás ha guardado su aspecto relación con la
importancia y riqueza, hizo germinar la feliz idea de la formación de una Junta, que se
260
ecargara de llevar a la práctica las mejoras públicas locales, y que fuera preparando, poco a
poco la ciudad para que la aurora del NUEVE DE OCTUBRE DE 1920, clásica efeméride de
nuestra gloriosa independencia, la encuentre sino bella y lujosa, siquiera ordenada, aseada y
decente; del mejor aspecto posible.
¡Una Junta! ¡Sí Señores!
Coterráneos y extranjeros; los que blasonamos con timbre de orgullo, haber nacido en este
pedazo de tierra ecuatoriana y los que, desde remotas playas, han venido y viven al abrigo
hospitalario y protector de nuestra urbe; todos, todos los que sabemos como ha obtenido
Guayaquil, sus mejoras y progresos, unánimemente aceptaron la idea de la constitución de una
Junta, que se hiciere cargo de las mejoras públicas locales.
Y no es de admirar tal uniformidad de parecer entre nosotros porque a una Junta le debemos la
más pura de nuestras glorias, la Independencia de Guayaquil; a una Junta le debemos la bien
organizada y práctica Beneficencia Pública con que contamos; una Junta fue la que se encargó
desde sus comienzos, hasta dar feliz término, a la grande y eficaz obra de defensa contra
incendios, que ha devuelto la calma y la tranquilidad a los habitantes de este puerto; Juntas
fueron las encargadas por el I. Concejo de erigir las hermosas estatuas con que Guayaquil ha
perpetuado la memoria de Bolívar, el Libertador y Padre de cinco Naciones; de Olmedo, el
ilustre Cantor de Junín; y las de los beneméritos repúblicos Vicente Rocafuerte y Pedro Carbo;
Junta es la que se ha encargado de erigir la hermosa columna, que se inaugurará mañana,
destinada a honrar la memoria de quienes nos dieron Patria Libre!
Y, esa idea, auspiciada por nuestros hermanos de las demás Provincias ecuatorianas, alcanzó
resultado práctico en el congreso de 1912; el que con sabio acierto, dictó la Ley que fue
sancionada el 24 de octubre del mismo año, por la que se creó la Junta de Embellecimiento de
Guayaquil, ‘…que se encargará de la conservación, mejora y administración de los paseos,
plazas, alamedas, y vías públicas en general, existentes o que en adelante se establecieren’.
Ardua, difícil, problemática, señores, la misión encomendada, si se considera, cuan atrasado
está Guayaquil en materias de aseo y orden estético de sus calles y alamedas; de sus plazas y
paseos; de sus edificios públicos y de propiedad particular; y sobre todos si se considera que
los medios a disponer de la Junta, nunca fueron ofrecidos con largueza, ni dados con exactitud.
En efecto, aparte de la pequeña renta que le proporciona el I. Concejo para ser destinada de
modo especial a la conservación y mejora de los parques, y a la construcción de la útil y
extensa avenida Quito, la Junta tiene derecho, por leyes especiales, a participación en los
impuestos fiscales sobre aguardientes e introducción de mercaderías por paquetes postales;
participación que ha debido producir la no despreciable suma de $251.453,43, pero de la que
solo ha recibido $36.536,20; por haber necesitado el Gobierno de estos fondos para atender los
imprescindibles servicios de la Administración Pública; teniendo, por tanto, actualmente, la
Junta un crédito contra el Fisco, por este concepto de $214.899,23.
No obstante, cabe deciros con íntima satisfacción, que no han faltado voluntad ni
perseverancia, actividad ni labor efectiva, en los últimos miembros de esta Junta, desde su
organización, para cumplir, en la medida de la posibilidad, la tarea impuesta y aceptada por el
patriotismo; a pesar de que, como fácilmente os lo supondréis, no han escaseado dificultades de
diverso orden que vencer.
Y la verdad innegable, es que poco a poco, paulatina pero seguramente, la ciudad va
cambiando de aspecto por donde pasa esta Junta… ¿Os acordáis, señores, de ese foco de
infección constante, que vecinos y transeúntes sufrimos en aquel sitio tan céntrico de la ciudad,
donde ahora vemos la decente fachada del edificio de la Junta de Beneficencia Municipal?
¿Sabéis a quien se le debe la variación? Pues, a instancias y gestiones de la Junta de
Embellecimiento, amablemente atendidas por los honorables miembros de esa respetable Junta.
¿Os acordáis, del pésimo pavimento que tenían estas calles que circundan la Plaza, variado hoy
como ya quisiéramos tener así las calles todas de la ciudad? ¿Sabéis a quien se debe? Pues, a
la Junta de Embellecimiento, y a la cívica acción del Honorable Concejo de Guayaquil.
261
¿Os acordáis del feo y triste aspecto de esta Plaza, que hoy contemplamos con agrado por su
decencia, verdor y alegría?
¿Os acordáis de la oscuridad de sus noches, incomparables con su abundante luz y animación
actuales?
¿Os acordáis del antiestético pedestal sobre el que se levantaba la estatua de ese inmortal
Protector de la Instrucción Pública guayaquileña?
Pues bien, todo ese cambio que notáis, señores, obra es de la Junta de Embellecimiento.
¿Qué hemos hecho? ¿Cuánto hemos gastado aquí? Os vamos a dar minuciosa y detallada
cuenta. (Y, en efecto, dio minuciosa y detallada cuenta).
Y, en cuanto a esta Plaza se refiere, nuestra obra está lista; y, en nombre de la Junta de
Embellecimiento os la entregamos a vosotros los representantes del Pueblo de Guayaquil; de
este heroico Pueblo que se ha congregado siempre aquí en sus horas de actividad cívica. Os la
entregamos, para que sirva de solaz y esparcimiento de cuantos moren en la urbe; y para que,
en los momentos en que la Patria o la Libertad corran peligro, acudamos aquí, en noble
plebiscito, a discutir y a defender nuestros derechos inspirados por Rocafuerte, ese gran
repúblico, honra y prez de la patria ecuatoriana”.
Sus primeras publicaciones: “El Problema Vital del Ecuador”
El año 1918 fue de trabajo concienzudo en la Tesorería de Hacienda y de estudios financieros y
económicos. La I Guerra Mundial también captó su interés y, con los conocimientos adquiridos
después de muchos años de leer sobre guerra y seguir cada acción bélica que se diera en el
mundo, escribió el primer volumen de lo que sería una serie en tres, que él denominó “El
Problema Vital del Ecuador”, de los cuales se publicaron dos.
El primero de los volúmenes, de solo 87 páginas, pero cargado de importantísima información
sobre la necesidad de mantener en pie un ejército en las tres regiones, y una marina, no solo en
la Costa, sino también en el Oriente, se denominó “Fuertes o Esclavos”. Se publicó a comienzos
de 1919, en una edición limitada que fue distribuida selectivamente a quienes podían hacer algo
por el bien del país. Unos pocos ejemplares se enviaron a las escuelas militares de países amigos
y oficiales a quienes había conocido Víctor personalmente.
Para introducir la obra, Víctor Emilio escribió “Antecedentes y Reflexiones – El porqué de estas
páginas”, de los cuales citaremos algunas líneas: “Los que recibimos con el arrullo maternal el
cristiano mandato de amar al prójimo como a nosotros mismos, tuvimos que cavilar mucho
cuando al correr los años, ya en plena juventud, pocos de sus días no transcurrían entre
guerras i rapiñas. Mientras más brillaba la antorcha del Progreso i más afines parecían
volverse los intereses de la humanidad, ésta multiplicaba sus luchas para el reparto de la tierra.
/ Así pues, ¿cuál era en la práctica la fórmula de amor que nos legó el Nazareno? / El año 1910
la siniestra malversadora de la vida llamó a las puertas del Ecuador i nuestra meditación fue
mayor, hasta traducirse en unas cuantas cuartillas que, por una razón o por otra, quedaron
abandonadas. Pero a los cuatro años de haberse presentado tan inminente esa desgracia, vino
la guerra mundial a sacar de las gavetas las olvidadas páginas que, remozadas i puestas al día,
ofrezco hoy a bondadosos lectores. (...) el espíritu humano vive con el día i mira más bien el
mañana que el ayer, pero si viviéramos la Historia con esa misma intensidad de anhelos,
caeríamos en cuenta que (…) Todas las crisis históricas han traído racimos prometedores de
reivindicaciones, renuevos i retoños de resurgimiento, pero el misterioso sino de los hombres i
los pueblos agostó el fruto en flor (…) En medio de los colosos históricos de ayer, de los
gigantes de hoy, lo único que se destaca como símbolo de enseñanza, es la silueta macabra de
la DEBILIDAD, encarnada en cien pequeñas naciones (Europeas) que el carro de Marte viene
triturando en su carrera secular. I los guías de ese carro, son ellos, los grandes, los potentes
forjadores del Progreso sobre las ruinas de los ingobernables, de los abandonados, de los
animosos para reñir o soñar en las fauces del león, desdeñando la fuerza de la zarpa y la
quijada. (…) Digan otros lo que mejor convenga a la Patria. Verla libre de toda extraña
262
influencia, aunque débil y retrasada, ¿sería acaso mejor que contemplarla como un Panamá,
una Cuba, un México, impulsada a todo trapo por las brisas del oro civilizador, pero exigente
en retribuciones y gajes? (…) Si así fuere i se confirmara en nuestros días la superioridad
pretendida de razas o instituciones, que venga, pues, el Destino a cumplirse en el Ecuador, i
queden estas páginas como una forma cualquiera del homenaje debido por todo hombre al
suelo natal”.
Ya en el texto dice: “El Ecuador no necesita forjarse un ideal porque lo tiene; lo que falta es
arrancarle el velo que la política ha tejido a su contorno i, una vez descubierto, rendirle culto
encauzando la vitalidad nacional por un sendero que nos lleve al éxito general, desdeñando las
pequeñas exigencias locales que restan fuerza al aceptarlas. / El ideal es hacer Patria
respetable i respetada”.
Entre los pocos que vieron y comentaron el manuscrito de la obra en los días antes de ser
publicado, estuvo José Gabriel Pino Roca, cronista e historiador guayaquileño, quien escribió al
autor el 28 de octubre de 1918. La comunicación comienza de una forma de lo más significativa,
que honraba al autor desde la primera palabra: “Casa de Ud., ...” Al reemplazar Guayaquil por
esa forma, le está rindiendo al autor el más alto homenaje que se le podía brindar a un hijo de
Guayaquil. Continúa: “A pesar de ser Ud. conocedor del apasionamiento que tengo por las
cosas que miran a la esencia de la Patria, y del marcado interés que he prestado siempre a sus
producciones (sus artículos de prensa), no puede Ud. imaginar la solícita atención a que me ví
obligado desde que empecé a saborear las primeras páginas del concienzudo trabajo suyo ‘El
Problema Vital del Ecuador – Fuertes o Esclavos” que debo a la bondadosa confianza que Ud.
me dispensa. / Muchas, pero muchas veces, me he detenido, invitado a meditar sobre lo claro y
profundo de una exposición tan justamente aquilatada, que pareciere más, fruto reflexivo y
amargo del viejo patricio, que examen analítico, pero sereno del joven patriota que se debate,
que se esfuerza, que se desespera por apreciar y descubrir, libre de toda ilusión, de todo
espejismo, ajeno a toda preocupación, extraño a cualquier prejuicio, rompiendo con todo
convencionalismo, con uno u otro antecedente perjudicial, los síntomas más oscuros de la
verdadera enfermedad de la amadísima y venerada madre Patria; (…) Su obra, Víctor Emilio;
en mi lenguaje no cabe la lisonja y mucho menos en la materia de que ella trata; su obra, digo,
es sana, robusta y brillante. Es, lo repito, producto de santísimo anhelo, de bien digeridas
lecturas, de hondas cavilaciones, de severos exámenes, de juiciosísimas apreciaciones. Le hace
a Ud. honor inmenso; se ha crecido Ud. a sus años y a la vulgar experiencia y sobre todo, se ha
sustraído Ud. a lo que es harto difícil, particularmente a su edad, al ambiente de su época y al
espíritu de su generación. / Mi aplauso es sincerísimo, y como la tinta con que le escribo la voy
tomando del corazón, debo decirle ingenuamente, que la lectura de esas páginas ha despertado
en mí una sana envidia. Cuán distinta la suerte de nuestro amado Ecuador con jóvenes que le
dedicaran el amor suyo; pues que la dádiva que Ud. le otorga, si de talento y erudición, es, más
que eso, de amor intenso y desbordante. / Mi opinión leal es la de que Ud. debe dar a la
publicidad tan importante estudio; pero, en edición reservada, procurando que los ejemplares
que de ella se hagan sólo lleguen a manos de esos ecuatorianos, nuestros compratriotas, viejos
o jóvenes, que hayan probado o que estén probando que aspiran realmente al establecimiento
de una Patria fuerte para que no sea esclava. Los hay, y quizá el grito de Ud. despierte en
todos ellos mayores energías y el aletargado espíritu de sacrificio indispensable, (…) Y ahora
para concluir, tengo una súplica: autoríceme para que antes de que le devuelva esos pliegos de
altruismo, los haga conocer de un viejo patriota de corazón que, aunque retirado
voluntariamente de la vida pública, sabiamente tal vez, sentirá que le refrescan nuevas brisas
de juventud al comulgar con el alma de un nuevo ciudadano que cree y espera en la Patria
libre e inmortal. Es mi distinguidísimo amigo Don Martín Avilés. / Víctor Emilio – tenga Ud.
todas estas líneas por íntimas y sincerísimas y viva seguro del altísimo aprecio en que le tengo y
que Ud. bien se merece. / Con un abrazo de cariño, afmo. J. Gabriel Pino Roca”.
263
Otro que respondió, luego de recibido el folleto, fue el Gral. Luis Cabrera, oficial chileno quien
estuvo de asesor militar en Ecuador. Lo hizo in extenso por su experiencia. Sus palabras son
muy interesantes y citaremos algunos párrafos de su extensa respuesta. “Iquique, 23 de agosto
de 1919 / Sr. D. Víctor Emilio Estrada. / Guayaquil. / Estimado amigo: / Al llegar a esta ciudad,
de regreso de Tacna, me he encontrado en casa con el opúsculo de Ud. ‘El Problema Vital del
Ecuador – Fuertes o Esclavos’, y en el acto me he dado el gusto de leerlo y releerlo de punta a
cabo, con el estímulo del interés que en mí despierta todo lo que dice relación con la patria de
Ud. Y como Ud. me pidió que le expresara mi opinión sobre su trabajo, voy a permitirme
hilvanarla al correr de la pluma, aprovechando el poquísimo tiempo de que puedo disponer,
pues debo regresar de un momento a otro, a la ciudad citada. / Desde luego, adelanto el
concepto de que participo absolutamente de la idea capital de Ud. acerca de cuánto y cómo
importa al Ecuador prepararse militarmente para resolver con ventaja sus problemas
internacionales. No ha terminado la posibilidad de guerrear. (…) la ley de la fuerza continuará
imperando en virtud de leyes biológicas, económicas y mecánicas que mantienen la Humanidad
dividida en razas, pueblos y naciones. (…) En la América Hispana acaso corresponde al
Ecuador la situación más indefinida y, por lo mismo, más difícil, porque no hay otra nación en
el Continente más amenazada en los intereses de su acervo territorial. (…) Ecuador necesita
obtener por la razón o la fuerza, el reconocimiento de su derecho perfecto a tener por lindero
austral, al oriente del macizo andino, la línea del Amazonas. Ecuador pleitea las dos terceras
partes de su territorio; y si hubiese de resignarse a quedar con un volumen geográfico de
225.000 K2 en vez de los 650.000 que heredó de sus mayores, francamente que yo no acertara
ni a comprenderlo ni a aceptarlo, digan cuanto dijeren los que niegan valor positivo a las
prodigiosas llanuras amazónicas, que habrán de ser teatro de intensa vida. / En rigor, pues,
estimado amigo, todo el problema ecuatoriano puede y debe ser sintetizado en esta rígida
interrogación: ‘¿Se resigna Ecuador a perder su frontera del Marañón y verse reducido a la
meseta interandina y a las faldas occidentales de Los Andes murientes en el Pacífico?’ Si el
pueblo y los dirigentes ecuatorianos inclinan su cabeza ante el despojo de hecho de que el país
ha sido y es víctima, nada habrá por hacer sino legitimar ese despojo mediante un tratado que
lo consagre definitivamente (…) ¿Ve U., mi estimado amigo, cuán completamente estoy de
acuerdo con Ud. en la base substantiva de su trabajo? Es fácil plantear el ideal, pero es difícil
realizarlo; y aunque querer es poder, según asegura el filósofo, no siempre se puede lo que se
quiere. / La preparación militar de un país requiere elementos materiales y ambiente moral.
¿Los posee Ecuador? Voy a precisar mi opinión, refiriéndome a lo segundo antes que a lo
primero, porque soy de los que creen que es más fácil preocuparse de esto que de aquello. /
Tengo por imposible la reforma militar en un país sin sólida estabilidad institucional, resultante
de una eficiente educación política, bajo cuya tutela se desenvuelva tranquilamente la vida
pública. (…) En el momento mismo en que un gobierno debe atenerse a la situación política
interna para manejar los negocios del Ejército y la Marina, pierde su libertad de acción y se
esclaviza a la necesidad suprema de conservar el orden público y no dejarse arrojar a
puntapiés del poder. (…) Y, dígame, mi amigo, ¿no ha sido ésta la situación del Ecuador desde
1900 a hoy? (…) serví durante los últimos días de la Presidencia del padre de Ud., mi estimado
amigo; y hoy, a través del tiempo, lejos ya de aquel escenario y libre absolutamente de toda
influencia sentimental, me siento sereno y fuerte para decirle que en situaciones como las que
se debió afrontar en Diciembre de 1911 a Agosto de 1916, locos o tontos hubieran sido quienes
se propusieran manejar los asuntos militares simplemente con criterio profesional, cuando la
revolución, la conspiración, el motín, el cohecho, etc., etc., ponían en juego todos sus
instrumentos para derribar el orden institucional. Había que subordinarlo todo a la causa del
orden público (…) ¿Cree Ud. posible que un ejército político pueda llegar a ser un ejército
profesional? ¿Concilia Ud. el imperio irrestricto de la disciplina con el mantenimiento de esa
disposición legal que entre Uds. hace del soldado un ciudadano elector? ¿Y considera Ud. que
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alguna vez la oposición se avendrá a reconocer el origen popular del gobierno, mientras ella
pueda decir que las elecciones son la obra de la tropa? / El General Plaza propuso en varias
ocasiones la reforma tendiente a privar a la fuerza armada del derecho electoral. No le
escucharon e hicieron mal, porque la existencia y el ejercicio de ese derecho constituyen el
mentís y más doloroso a la democracia. (…) es menester que haya democracia real y positiva; y
para que ésta advenga, será necesario que efectivamente haya libertad electoral y nunca la
podrá haber mientras la fuerza armada intervenga en la generación del poder público. (…)”
Todo esto fue la parte del ambiente moral. Luego entra en la parte de elementos materiales, que
trata extensa y comprensivamente, y concluye así: “Es verdad, mi estimado amigo, ha hecho
Ud. obra hermosamente patriótica, dirigiéndose a sus connacionales en los términos que ha
escogido para levantar el alma popular hasta el grande ideal de la defensa nacional, no
importa que ello no sea para hoy mismo. La defensa nacional es obra larga, de aliento infinito y
que requiere la concurrencia de muchos factores. Ud. ve a su patria en el futuro inerme y casi
indefensa para conservar su integridad territorial y su soberanía política, y hace bien en
golpear la conciencia de su compatriotas advirtiéndoles el peligro. Y lo ha hecho amenamente,
sin exagerar, apoyándose en el supremo argumento de la verdad: la historia, la historia que se
repite fatalmente por los siglos de los siglos. / De poco le ha de valer mi calurosa felicitación,
pero le pido que la acepte por lo sincera, tan sincera que si no lo fuera, es evidente que no
hubiera tenido el valor de borronear estas veintidós carillas. / Afectuosamente su amigo y s. s. /
Luis Cabrera”.
Era la opinión autorizada de un oficial con experiencia y profundos conocimientos de la realidad
ecuatoriana.
Y para concluir los comentarios al ensayo, citamos de carta escrita por el coronel Tito N. León:
“… Un comentario de su obra, creo está demás, pues plumas más autorizadas que la mía han
puesto de relieve su importancia; yo diré solamente que pocos profesionales pueden tocar los
argumentos que Ud., aunque sumariamente, los desarrolla tan bien…”
No citamos más, pues las comunicaciones recibidas, todas ellas encomiosas, son muchas para
incluir en esta obra. Hemos tomado una pequeña muestra representativa.
El pequeño opúsculo tuvo interés y acogida en el ámbito militar, pero en el ámbito civil fue
mayormente ignorado.
Víctor Emilio estuvo consciente, y lo escribió en una de las contestaciones a las muchas cartas
recibidas, que su obra, “Fuertes o Esclavos, quedó reducida a llenar un pequeño espacio en
anaqueles de bibliotecas de algunos patriotas…”.
Sus observaciones lógicas, expuestas para la toma de decisiones que favorecerían al país,
cayeron en los oídos sordos de aquellos que detentaban el poder.
Discusiones sobre sus opiniones relativas al Imperio Alemán en la I Guerra Mundial
Las tres visitas de Víctor Emilio a la Alemania imperial lo habían impresionado mucho, y muy
en especial por la organización y disciplina de sus fuerzas militares. Cuando estalló la I Guerra
Mundial, él mantuvo esa admiración. Ya en 1918, a pocos meses del armisticio, la fuerza
alemana flaqueaba, pero él mantenía su posición. Como él había otros, como J. P. Ramos, quien
escribió un libro pro alemán luego del armisticio, y Víctor adquirió varios ejemplares para
enviar a sus amigos que estaban en contra de sus opiniones. Uno de ellos, Gerónimo Avilés
Galarza, le escribió: “Mi querido Víctor: / Cuanto te agradezco el libro defensa del Dr. J. P.
Ramos. Yo, que no quiero el imperialismo alemán, lo he leído con la deleitación que causa la
lectura de un libro tan erudito como ése. La Alemania i su diabólico Kaiser, deben estar bien
agradecidos de una defensa tan magnífica. (…) Tu, amigo de Alemania, debes guardar en
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defensa con el cariño que merece quien sale, valiente, ante el mundo a defender una causa que
la humanidad tiene ya sentenciada. Qué libro tan erudito! / Tuyo affmo. / J. E. Avilés.”.
Víctor escribió también, sobre el mismo tema, a don José Eleodoro Avilés Minuche, bastante
mayor que él y compañero de su padre, quien le dio una larga y muy razonada contestación que
Víctor Emilio contestó punto por punto rebatiendo unos, apoyando otros y razonando sus
opiniones. Víctor demostró que, aunque admirador de Alemania, no estaba ciego ante las
atrocidades cometidas contra civiles e infraestructura no militar. Lo que sí esperaba era que se
hiciera justicia sin castigar injustamente.
La contestación de Víctor Emilio generó en don José Eleodoro un torrente de recuerdos de su
infancia, de los cuales citaremos algunos interesantes que nos revelan secretos de la niñez de
don Emilio. Vinieron en una extensa carta fechada 17 de septiembre de 1918: “Mi querido
Víctor Emilio: / No has podido ni imaginar siquiera el extraño sentimiento que ibas á
producirme con tu bien escrita cartita; como podías pensarlo! Leer tu carta, cerrar los ojos y
volver á la encantadora época de juventud y de ilusiones! Qué lejos; ay! Qué lejos están esos
días felices en que dos muchachos jóvenes, ingenuos, leales, honrados y cuyos corazones
estaban vinculados por los estrechos lazos de la amistad, nacida en la niñez, robustecida en la
juventud y sellada en la edad adulta, se escribían cartas en que vaciaban sus ideales y se decían
verdades y se marcaban rumbos para ir con paso firme y honrado cruzando la senda, para ellos
dura, escabrosa, de la vida! Por qué pasaron esos días felices en que unido a tu padre, tus tíos y
yo, pobres, pero alegres, con las alegrías de los albores del amanecer de la vida, no pensando
jamás en el mañana que nada nos importaba, vivíamos la juguetona existencia de la escuela?
Ah! como miro tan lejos esa época dichosa en que lleno el corazón de sentimientos nobles, nos
reuníamos cada día un grupo de amigos sinceros para fortalecernos, vigorizarnos unos á otros,
á fin de formarnos un nombre limpio y respetable, merced al solo propio esfuerzo! Cuántos
eramos! Cuan abundante el enjambre de laboriosas abejas, en cuya colmena no tenía cabida el
zángano! Y ahora, vuelvo la mirada á todos lados y me encuentro sólo, y el corazón se siente
oprimido, y el alma acongojada! Dónde están, á dónde se fueron Enrique (Estrada), César,
Rafael y Emilio? Y sólo yo (…) Pero, tú dirás: qué tiene mi carta para levantar en el pecho de
ese anciano recuerdos dolorosos? Ah! es que al leerla pienso en tu padre, pienso como la
muerte artera, inoportuna, vino á impedirle solazarse viendo hecho hombre, y hombre de
provecho, inteligente y de espíritu cultivado, al rapaz de quien tantas veces me hablaba lleno de
amor y de esperanzas y que no pudo ver formado! Te leo con agrado, te analizo; y satisfecho
pienso en tu padre, y pensando en él y por él, el frío de la vejez muerde mi corazón con los
recuerdos del pasado, y me siento triste al ver que tu padre no pueda ver coronada su obra de
ilusión y de cariño. Qué dolor! Pero á donde voy con esos sentimentalismos que los indiferentes
calificaran, sin duda de simples debilidades seniles? Se trata de tu carta, se trata de tus
opiniones, y á eso debí únicamente contraerme: perdóname, pues, la digresión; no la tomes en
cuenta. / Amigo de la justicia y de la humanidad, mi mayor deseo, créelo, es ver desvanecidos,
con pruebas verdaderas, los cargos espantosos, horribles que se hacen pesar sobre Alemania.
(…)” Pero don José Eleodoro, en la continuación de su carta, sí condenó a Alemania, usando
muy buenos argumentos. La digresión de don Eleodoro es la mejor parte de su extensa carta,
pues nos hace ver que él veía mucho del padre en el hijo, confirmando la gran influencia que
tuvieron esos 20 años de vida juntos.
Nace su quinto hijo
José Luis Martín Estrada Icaza nació en la casa de la calle 9 de Octubre, el 21 de marzo de 1919.
Fue el quinto hijo y tercer varón, y el primero de los hijos nacido en el antiguo hogar paternal,
debido al invierno que había corrido a la familia de La Esperanza. Por el estado de Isabel,
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tampoco habían salido a invernar a uno de los balnearios o a Ambato, lugares que tanto gustaban
a ella.
José, a diferencia de sus hermanos, que habían sido robustos, fue un niño pequeño y enfermizo.
Don Julio Estrada Icaza, en un trabajo preliminar biográfico de su padre, observó correctamente
que a medida que nacían los hijos varones iban aumentando los nombres de pila que se les daba.
El primero, Emilio, solo tuvo ese nombre, en honor de su abuelo. Julio Enrique, el segundo,
tuvo dos, el primero por su abuelo materno y el segundo por el hermano mayor de don Emilio,
Nicolás Enrique. El tercero, José Luis Martín, por San José, Luis por el tío Luis Sciacaluga y
Martín por el abuelo y el tío de su madre, Isabel. El cuarto, Luis Alfredo Antonio Francisco,
también por el muy amado tío Luis, Alfredo por otro tío de su madre, Antonio por el esposo de
la tía Panchita y Francisco por la misma tía. Y, finalmente, el quinto, Víctor Ernesto, por su
padre y otro tío de su madre. Especula don Julio que a Víctor Ernesto solo le dieron dos
nombres porque ya habían usado todos los de los parientes más allegados.
Aunque Víctor estaba sumamente ocupado con su cargo de Interventor de Hacienda, el Concejo
Cantonal lo nombró, el 9 de enero de 1919, otra vez miembro de la Junta de Embellecimiento de
Guayaquil para los años 1919 y 1920. Tras este nombramiento, vino otro el 13 de enero, para
comisionado suplente del Paseo Juan Montalvo. Como siempre, hizo su trabajo voluntario con
mucho amor por su ciudad.
La Asociación de Agricultores, en su Junta General del 11 de abril, lo nombró comisario
suplente, cargo honorífico, pero de responsabilidad, que también ejerció a cabalidad.
Su cumpleaños número 28 lo pasó bastante mal, aquejado de fiebre paratifoidea y sufriendo los
estragos de esa enfermedad. Afortunadamente, se recuperó en poco tiempo. Pero aún enfermo
no dejó de trabajar en su casa, escribiendo artículos para El Telégrafo y trabajando en el
segundo volumen de “El Problema Vital del Ecuador”.
Con fecha 24 de junio de 1919 fue notificado por el Secretario del Club Metropolitano que había
sido aceptado como socio activo del club. Fue una membrecía que mantuvo durante toda su
vida, pues la localización del Club le era muy conveniente. Inicialmente acudía con sus amigos,
pero más adelante, por su ubicación, en diagonal cruzando la calle, en relación con el nuevo
edificio de La Previsora, lo convertiría en el lugar donde llevaba a almorzar a visitas.
Su primera polémica periodística sobre economía y finanzas
Como vimos, el nombramiento como integrante de la Junta Consultiva en 1917 lo había
motivado al estudio profundo de todo lo relacionado con el cambio internacional, no solo de
divisas, sino también de productos. Para julio de 1919 era una autoridad en la materia y el 5 de
ese mes escribió un largo artículo para El Telégrafo, titulado “El Cambio Internacional”. El
objeto principal de ese artículo era el de apoyar lo que estaban aseverando dos personalidades
que Víctor consideraba autoridades en la materia: Don Miguel E. Seminario y don Julio
Burbano Aguirre. El segundo era banquero activo y el primero, había escrito, en 1893, una de
las tantas obras que Víctor Emilio había estudiado y la consideraba aún vigente: “Cuestión
Monetaria”. En el ambiente financiero se discutía, sin llegar a una conclusión práctica, la
situación del comercio y la cotización de divisas. Al final de su artículo argumenta: “No sería
difícil llegar a un modus operandi, imponiendo a los Bancos que gozan del amparo del Estado
una regulación lógica de los cambios, relacionándolos estrechamente con los precios de oro de
cada cosecha y en primer término con la Balanza Económica del país, pues ‘el SALDO
ECONÓMICO es lo UNICO que tiene significación decisiva en la cotización de los cambios
extranjeros’ / UN ECUATORIANO”.
El pseudónimo tenía su razón: Él era admirador de ambos personajes a quienes estaba apoyando
y el autor del artículo tenía que parecer alguien neutral.
267
Al día siguiente, El Guante replicó a ese artículo negativamente, criticando además todo lo que
argumentaban los “eruditos”, que Víctor Emilio defendía, entre quienes estaba, además, el
célebre economista Adam Smith, autor de “La Riqueza de las Naciones”.
Este artículo, a su vez, fue replicado al día siguiente por otro artículo de Víctor Emilio titulado
“Carta de Ultratumba”, el cual lo inició como proveniente del “Banco del Porvenir” y firmó
como Adam Smith, uno de los propulsores del libre comercio y autoridad económica reconocida
mundialmente. El tono del artículo fue irónico y su contenido, contundente. El texto lo había
comenzado así: “Señor Editorialista de El Guante / Estimado Colega: / Muerto hace ciento
veintinueve años, no creo sin embargo haber perdido el derecho de defenderme, cuando allá
ustedes los vivientes, se toman el nombre de uno de nosotros para achacarnos ideas que nunca
tuviese, o pedir cosas que jamás nos hubiéramos atrevido a pedir…” Fue un artículo demoledor
que dejó muy mal parado al “economista” de El Guante, que se quedó mudo ante la
incontestable respuesta, y así, Víctor Emilio había triunfado en su primera polémica periodística.
Por supuesto que, en nuestro pequeño entorno económico, todos sabían quién había escrito cada
uno de los artículos, y El Guante continuó su crítica, pero dirigido a otros aspectos económicos.
La Junta de embellecimiento de Guayaquil no olvidaba sus buenos servicios en los encargos
encomendados; por ello, el 22 de septiembre, lo nombraron comisionado de la calle Alcedo y de
las expropiaciones que se harían para la calle Olmedo, y la vigilancia de los arreglos y la
pavimentación de esas calles. Fue otro trabajo voluntario realizado con mucho cariño por su
ciudad.
Desde que había estado trabajando en “Fuertes o Esclavos”, había trabajado paralelamente en el
segundo volumen de “El Problema Vital del Ecuador”, que él había titulado inicialmente como
“Hacienda o Bancarrota”, pero que luego cambió a “Hacienda Pública”. Lo terminó en julio de
1919 y para septiembre ya estaba publicado en un número limitado de ejemplares. Se dio a
conocer al público en noviembre.
En mi biblioteca se encuentra el ejemplar que Víctor Emilio dedicó a su hijo José, de cuatro
meses de edad, y futuro padre de quien escribe estas letras. Fue firmado el 29 de septiembre de
1919.
El contenido de este libro y la erudición con que está escrito asombró a los entendidos en la
materia de hacienda pública.
En la introducción escribió:
“En el opúsculo que, con el mismo nombre de éste i con el subtítulo ‘O fuertes o esclavos’,
publiqué a principios de año, desarrollé someramente la primera parte de la Trilogía en que
entiendo se puede dividir el estudio del Problema Vital del Ecuador.
En ‘Fuertes o esclavos’ consideré uno de los factores de ese estudio, porque no es posible
concebir un éxito nacional sin respaldo, un organismo sin potencialidad que lo haga respetado
del vecino. Bajo ese concepto creí que debemos vigorizar la nación disciplinándola, armándola
i comunicando las diversas provincias bajo un plan ferrocarrilero netamente nacional.
La critica de la Prensa que acojió tan bondadosamente ese trabajo, aceptó el dilema, la
primera parte de la Trilogía: O fuertes o esclavos.
Pero, objeto yo mismo, no podemos ser fuertes, no podemos organizar esa fuerza, si no la
basamos en una buena Hacienda Pública que soporte sin hundirse la continuidad del esfuerzo;
entonces prosigo i digo: O Hacienda o bancarrota.
Este es el tema de la segunda parte de mi obrita que ofrezco hoy a mis compatriotas. A
esta empresa ha cooperado –i me complazco en reconocerlo- el cargo público que estoi
desempeñando desde el año 1917 – Interventor de Hacienda – que me ha permitido observar
268
minuciosa i tranquilamente el mecanismo financiero i sus fundamentos, i después me sugirió el
anhelo de estudiar la teoría Hacendaria en su aspecto científico para fundar mis opiniones en
una i otra fuente, de manera que no sea simplemente un estudio teórico en que escollará la
práctica sino una traslación de doctrinas al terreno propio para recibirlas; principiando por
desprenderme de aquello que conceptúo uno de los fundamentales errores de nuestras practicas
en general, aquella imitación casi servil de lo extranjero, aquella trasplantación global de
prácticas europeas sin considerar el ambiente nuestro, ambiente en que no hemos logrado que
florezca, claro está, ni el Código Civil napoleónico, ni la Legilación europea de Hacienda, ni la
Constitución mas liberal i democrática del mundo, ni el Gobierno del pueblo i para el pueblo
que esa Constitución quizo para la buenaventura nuestra.
Sin duda tenemos mucho que aprender del extranjero i mucho que aplicar con éxito aquí;
pero tenemos también muchas condiciones sociales i económicas que afuera desconocen o que,
si las tuvieran, sufrieron su proceso evolutivo de mejoría, de manera que no podemos aplicar
sin previa modificación muchas prácticas que, sancionadas i demostradas allá, fracasarían -
fracasaron ya- entre nosotros.
En la magnitud del tema, mi labor es un granito de arena; pero le pongo tan gustoso i
lleno de entusiasmo, tan profundamente convencido de la fuerza de las pequeñas causas, que no
vacilo en darlo a mis compatriotas que sabrán apreciar, ante todo i sobre todo, el móvil
desinteresado de un estudio de esta naturaleza que sale, felizmente, del terreno personal i se
ofrece como amplio ‘stadium’ para bien intencionadas críticas que, si aplastan al granito de
arena, deben justificar su obra demoledora ofreciendo mejores bloques para el robusto edificio
que debemos levantar.
Debo terminar recordando que, ajeno a toda pretensión, en mi obrita anterior advertía ya
que ‘no aspiro a decir nada nuevo, sino aplicar a nuestra enfermedad bien conocida la
terapéutica usada en casos semejantes al nuestro’, i sea esta una excusa, si se la requiere, para
las necesarias e indispensables citas i referencias que demanda un estudio sobre un tema tan
eminentemente experimental i que conceptuo inevitable hacerlas con la frecuencia necesaria,
buscando en las autoridades en la materia, la fuerza i la oportunidad de los argumentos.
Tendría razones de felicitarme si el exámen de este trabajo motiva otros muchos que,
corrigiendo errores i aclarando conceptos, dejen a la Hacienda Pública del Ecuador un camino
bien alumbrado i expedito por donde fuera fácil hallar salida a la difícil situación que
soportamos, que nos pone con alarmante frecuencia a los bordes del abismo económico; i, lo
que sería más importante, nos permitiera organizarnos social, política i militarmente para
cumplir la inevitable misión que corresponde a todo pueblo”.
Queda, pues, en la introducción, muy claro el propósito de la obra, la cual se desarrolló en
cuatro partes y veintisiete capítulos.
La Primera parte cubrió: Consideraciones Generales sobre la Hacienda y los Presupuestos en el
Ecuador;
La Segunda: Los Ingresos Públicos, su descripción y análisis;
La Tercera: Ensayo crítico de la Tributación en el Ecuador; y,
La Cuarta: Los Gastos Públicos.
El Capítulo XXVII, el último, cubrió las “Consideraciones finales”, de las cuales citaremos solo
los primeros párrafos:
“Si, como lo creemos, no están errados los cálculos que hicimos para encontrar la
presión tributaria actual, no es procedente, en tal caso, pensar que el país está recargado de
impuestos. Pensamos también estar de acuerdo con las personas que se ocupen de estos
estudios, cuando afirmamos que la Hacienda Pública del Ecuador requiere una fuerte ayuda de
la Economía Nacional para cumplir dos grandes objetivos: 1), Poner al dia su Pasivo oneroso,
que es un grillete que se opone a nuestro Progreso i 2), cooperar a la misión del Estado,
269
habilitarlo para cumplirla, suministrándole los medios para lograr el Fomento práctico del
país, atender a la defensa nacional, proteger la vida i la propiedad, pagar el personal
administrativo, &., &.
Creemos, pues que no hai discrepancia en estas opiniones, que son, en verdad, el tópico
diario en las justas exigencias de la Prensa o el tema obligado de los círculos, de las
conversaciones amigables; doquiera se oye el clamor por una medida radical que nos ponga en
el deseado buen camino.
La idea general es que necesitamos un Ingreso superior en algunos millones al acutal:
esta opinión es perfectamente fundada; i contra ella no valen las objeciones teóricas de quienes
pueden creer que ahorrando se pueda llegar a la meta. La verdad es que no puede estar más
restringido el papel que desempeña el Estado en nuestra vida nacional, económica, política i
socialmente considerado. Hay que abrirle horizontes, dejar que se desarrollen las energías de
los hombres i los partidos políticos que gobiernan al Estado: no podemos exigirles con justicia
ni razón mientras les tengamos sujetos a un Presupuesto irrisorio, falso, misérrimo, producto
caprichoso de tradiciones o de ruines intereses.
No queda más punto discutible que la designación de las fuentes económicas que van a
suministrar el esfuerzo necesario…”.
En estas palabras está muy bien sustentada la esencia de todo aquel trabajo. Fue un esfuerzo
muy grande, que demostró cuan ilustrado en la materia se encontraba su autor.
Entre los primeros recipiendarios de ejemplares, enviados a personas a quienes les debía
interesar el tema, estuvo el Presidente de la República, quien contestó el 23 de octubre:
“Estimado amigo: / Doy a usted mis mejores agradecimientos por el envío de su obra
“Hacienda Pública”, que me llegó junto con su carta de 25 del mes próximo pasado. / Deseo
que obtenga usted el éxito a que le hacen acreedor su dedicación y constancia para esta clase
de trabajos de interés nacional. / Con las consideraciones de siempre, quedo de usted afmo.
amigo y S.S. / A Baquerizo M”. Quedaba muy claro que a quien más le debía interesar el trabajo,
no le prestó la atención que merecía.
Entre las varias cartas que recibió referentes a esta obra, destaca la de un capitán de Ejército,
quien obviamente tenía capacidad de entender ésta y la anterior obra. Sus palabras merecen ser
citadas: “Quito Noviembre 25 de 1919. / Señor Don Víctor Emilio Estrada / Guayaquil. /
Apreciado Señor. / Despues de saludarlo respetuosamente y felicitarlo por su nueva obra que es
todo ciencia, paso a excusarme el que no le de su titulo militar puesto que Ud. merece ser alto
Jefe y estar entre nuestros Generales de alta graduación, pero no todos sino dos que registran
el escalafón militar, General Treviño, y Lopez intelectuales de valia para la patria. / Que felices
seriamos todos los militares ya en servicio activo y pasivo que tuvieramos hombres como Ud,
que estuvieran al frente del Estado Mayor General: pero la suerte de nuestra pobre patria e
institución nos ha condenado a un Oliva, y otros que no son mas que figuras decorativas que en
el fondo no se encuentra nada; para ejemplo nos dirá la Revista Militar cuyo director es el Sr.
Oliva: no trato de censurar lo que tenemos a la luz meridiana, sino de poner a los hombres en
su puesto. / Reciba Sr. mis repetidas felicitaciones por su patriotismo y el interés que le
acompaña para levantar a la institución que tenemos la honra de pertenecer. / S. S. / Capitan
Carlos Viteri C. Retirado”.
Otra carta, de Georg Flemming, alemán radicado en Bahía de Caráquez, es también interesante y
en partes de ella leemos: “(…) Considero su obra como muy buena; viene ella á llenar un vacío,
que desde años hé notado, y solo deseo saber más tarde, si son aceptadas las reformas,
señaladas por Ud. / Las exposiciones se han hecho con una claridad, que por su sencillez
aturde, y las definiciones hechas sine ira et studio la hacen una obra de referencia. Vuelvo á
agradecer á Ud., que por medio de este libro hé podido conocer, que no es todo charla aquí, y
270
que hay personas, que miran algo más lejos de su sombra. (…) La demostración gráfica de los
ingresos, me recuerda los que tengo en obras alemanas sobre contabilidad comercial y otros
tópicos, y da que entender, que Ud. conoce lo que es ‘Organización’. / Poder trabajar con Ud. ó
con hombres que se igualen, debe ser buena cosa – todo que es método y trabajo acentuado me
llama la atención, porque debido á estos había tenido unos y otros éxitos en mi vida, y unos
trabajitos estadísticos de mi entonces modesto comercio me han ayudado subir algo mas. / Si no
es molestia, digame Ud. donde se ha educado y aprendido pensar tan preciso. (…) Deseo á Ud.
y á los hombres, que de su libro en adelante se dejen guiar, un completo éxito, y siento no poder
contribuir con algo también en pro de la comunidad. Despues de haberse conseguido la base,
de ver asegurado el porvenir de la familia propia, los esfuerzos de todo hombre de buena
voluntad debían pertenecer á sus prójimos. (…)” La carta continua con otras ideas.
Una carta que no esperaba llegó de un antiguo amigo: “Mi querido Víctor Emilio / (…) Estoy
terminando ya la lectura de su importantísimo trabajo; y debo repetirle mis mas calurosas
felicitaciones; pues en mi humilde opinión, es lo mejor que se ha escrito, sobre nuestra
Hacienda Pública, en el país. – Es un trabajo que demuestra mucho estudio en Ciencia de
Hacienda, gran espíritu de observación y un espléndido criterio para aplicar los principios
científicos a nuestro caso concreto / En algunos puntos, muy pocos por supuesto, no estamos de
acuerdo; pero abrigo la seguridad de que al cambiar ideas no tardaríamos en tener la misma
opinión. (…)”. El autor fue Ernesto Franco, su antiguo compañero en la Comisión que viajó a
Europa a negociar la deuda de los bonos del ferrocarril y otros en 1911. Seguía muy activo en
las actividades del partido liberal.
Mucho comentario positivo generó esta obra, pero ninguno práctico y efectivo entre quienes
tenían el poder para ponerla en práctica. Sus 380 páginas fueron a ocupar espacio y recoger
polvo en muchas de las bibliotecas de quienes habían recibido o comprado un ejemplar.
La secretaría de la gobernación de la provincia del Guayas le notificó, el 2 de diciembre, que el
Ministro del Interior lo había designado, junto con otros ciudadanos el 29 de noviembre,
miembro de un comité, luego denominado Junta Provincial, encargado “de allegar fondos
destinados a la adquisición de los elementos que tiendan a cimentar el poder i la respetabilidad
de la Nación, promoviendo i recogiendo, en consecuencia, las erogaciones voluntarias, que los
ciudadanos hicieren con tal fín, las mismas que irán a formar parte del fondo integrado de la
Defensa Nacional…” Víctor Emilio trató este nombramiento con indiferencia, pues siendo ya un
experto en la materia, y sabiendo que de sus recomendaciones no se pensaba implementar una
sola de ellas, sabía muy bien que cualquier dinero recaudado iría a parar a manos equivocadas…
La Asamblea de la Liga Naval Ecuatoriana, en Guayaquil, lo eligió, el 25 de diciembre de 1919,
Director para el próximo bienio. La liga estaba compuesta por marinos retirados y simpatizantes
de las actividades navales.
Otra vez la Junta de Embellecimiento de Guayaquil le dio un nombramiento que comprometía
su esfuerzo voluntario en pro de la ciudad, que se preparaba para el centenario del 9 de Octubre.
Esta vez lo nombraron “Comisionado Principal de Jardineros y Ayudantes, Guardianes y más
trabajadores de la Junta durante el presente año”. Aceptó el encargo pero tendría que renunciar
en pocas semanas, pues a diferencia de los otros encargos de la Junta, este requería mayor
dedicación, por cuanto se trataba de control directo de personal y sus sueldos. Era mucho el
tiempo que tenía que dedicarle, y no lo podría hacer a partir de fines de enero de 1920, por las
múltiples obligaciones que adquiriría.
271
El 3 de enero de 1920 publicó un aviso en El Telégrafo, promocionando su libro sobre Hacienda
Pública:
Don Bettino Berrini, uno de los promotores de La Previsora y articulista económico de El
Telégrafo, haría un corto, pero muy buen análisis de la obra.
272
273
Parte 6° La Previsora
Encuentro con el destino
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Capítulo 17 – La Previsora
La Previsora se prepara para iniciar operaciones
Los promotores originales de la compañía habían logrado recabar las firmas para suscribir la
totalidad del capital social y para el 21 de septiembre de 1919, estaban listos para iniciar
operaciones, luego de realizada la primera junta general de accionistas. En esa junta, se declaró
legalmente constituida la Sociedad Anónima La Previsora, y fue reconocido y aprobado su
capital social. Se nombró un directorio de entre los accionistas y se les autorizó para que
resolvieran la fecha de inicio de operaciones.
El directorio, de nuevo por iniciativa del Dr. Carlos Carbo Viteri, se reunió el 6 de octubre para
organizarse internamente, habiendo sido electo presidente don Lautaro Aspiazu Zedeño y
vicepresidente el Dr. Carbo. Los demás directores ocuparon las vocalías principales y suplentes,
consejerías principales y suplentes, y comisarías principales y suplentes. El directorio estaba
integrado por 18 accionistas.
Se requería nombrar al Gerente de la entidad, para que él la organice de acuerdo con lo
dispuesto en el Estatuto. Era una tarea ardua la que le esperaba a este funcionario quien, luego
de ser propuesto por el directorio, debía ser electo por la junta general de accionistas.
A mediados de diciembre enfermó de gravedad don Lautaro Aspiazu Zedeño y su salud se fue
deteriorando con el paso de los días. El Dr. Carbo Viteri tuvo que asumir interinamente la
presidencia.
Al primero que le propusieron la gerencia fue a don Juan de Dios Martínez Mera, quien declinó.
El segundo fue don Miguel Angel Carbo, quien también se excusó.
El tercero fue don Gustavo Aguirre Overweg, quien luego de haber aceptado el cargo y ser
electo por la asamblea, renunció sin haberse posesionado.
El proceso de ofrecimiento a, y decisión de los tres caballeros había tomado casi tres meses.
Una vez que el Sr. Aguirre notificó que no podía posesionarse de la gerencia, los directores,
luego de discutir el asunto, y por moción de los Srs. Berrini y Castillo, decidieron ofrecerle el
puesto, a pesar de su corta edad, al actual Interventor de la Tesorería de Hacienda del Guayas,
quien era conocido por todos ellos y al momento era algo célebre por sus obras recientemente
publicadas. Esto sucedió en la segunda semana de enero de 1920.
Debido a la amistad que existía entre ellos y la relación que Víctor mantenía con El Telégrafo,
don José Abel Castillo fue comisionado para hacer un primer acercamiento y plantear
informalmente la oferta. La cita se hizo en la casa de 9 de Octubre, para que la conversación sea
en un ambiente de amistad e informalidad. Ni bien don Abel comenzó a tratar el tema,
explicándole de qué se trataba su visita, exaltando la idea de la formación de esta caja de
ahorros, Víctor Emilio captó que se le estaba presentando la mejor oportunidad para su futuro.
Además, estaba preparado para el cargo ofrecido, gracias a los estudios que había tenido que
emprender para ejercer correctamente el puesto de Interventor de Hacienda. Ciertamente, habían
algunos aspectos del negocio que no dominaba, como el de los seguros y la operación diaria,
pero tenía la confianza de que, aplicándose en sus estudios, los dominaría en poco tiempo.
Su decisión fue tomada de inmediato, pero había que consultar con su esposa, pues se trataba de
salir de un puesto que le estaba dando un ingreso fijo, para entrar a dirigir lo que, para todo
efecto práctico, era un emprendimiento especulativo, por ser un concepto ajeno a lo que era la
banca de entonces. La pareja lo discutió y consideró situaciones que podían darse ese año. Se
había dado la elección presidencial y para el 1° de septiembre se habría posesionado el nuevo
Presidente de la República. Si bien Víctor estaba consciente de que había realizado un buen
trabajo, la incertidumbre de la política no le garantizaba que podría permanecer en el puesto,
275
aunque acababa de ganar la elección presidencial el abogado José Luis Tamayo, amigo liberal.
Víctor ya sabía que en un cargo político no se tenía garantía de continuidad.
Para él era dar un salto del sector público al sector privado. Los esposos estuvieron de acuerdo
que valía correr el riesgo y le dieron su aceptación tentativa a don José Abel, quien jubiloso lo
comunicó a los demás directores. Víctor le pidió una copia del Estatuto de La Previsora, el cual
le llegó el mismo día, y se dedicó a estudiarlo. Una vez analizado el documento, pidió una nueva
cita con don José Abel y don Bettino Berrini, para discutir ciertos puntos. Una vez aceptados, se
cruzaron las siguientes comunicaciones:
276
Aquí estaba la oferta formal, pero no se mencionaban ciertos puntos discutidos personalmente,
los cuales eran de importancia para Víctor Emilio, pues no quería dejar de lado su derecho
político y tampoco quería abandonar el servicio cívico que tanta satisfacción le había dado en
los pasados años. El Estatuto de La Previsora hacía mención de los dos puntos que él había
tratado con los comisionados, pero no estaban claros. A continuación su respuesta al Sr. Berrini:
277
El 16 de enero se publicó en El Telégrafo la convocatoria a junta general de accionistas de La
Previsora, a realizarse el día 19. La convocatoria la había realizado el vicepresidente del
directorio, pues el presidente, don Lautaro Aspiazu Zedeño, se encontraba muy enfermo. El día
18 en la noche falleció y la asamblea fue postergada para el día 23.
El día 23 en la tarde se realizó la tan esperada
asamblea. Según los registros, estuvieron presentes
2.300 de las 3.000 acciones que constituían el
capital social, de tal forma que hubo quórum.
Asistieron 231 tenedores de acciones, estando
suscrito el total del capital.
Presidió la asamblea el vicepresidente del
directorio, doctor Carlos Carbo Viteri.
El primer acto de la asamblea fue rendir homenaje
al difunto presidente, Sr. Aspiazu, lo que se realizó
mediante un momento de silencio y evocación de
sus logros comerciales y agrícolas, luego de lo cual
se mocionó que, como el Sr. Aspiazu había pedido
antes de fallecer que en vez de enviar flores a su
funeral, se diera una contribución a la Casa Cuna,
la asamblea así lo resolvió hacer, en memoria de su
primer presidente.
Como don Gustavo Aguirre Overweg había sido
electo por la asamblea, era necesario darle a ella
las razones por las cuales nunca se posesionó del
cargo, aduciéndose simplemente que
inconvenientes personales de última hora le habían
impedido ejercer la gerencia.
El mismo doctor Carbo Viteri presentó a la asamblea el nombre de Víctor Emilio Estrada para
ser electo gerente de la compañía, siendo la respuesta de la asamblea, la elección “plebiscitaria”.
De los 231 tenedores de acciones presentes, 229 votaron por él.
Si bien Víctor Emilio es considerado como el gerente fundador, técnicamente fue el segundo
gerente, pues el Sr. Aguirre fue el primero que fue electo por la junta de accionistas. Por otro
lado, fue el primero que tomó posesión del cargo y desde ese punto de vista, sí fue el gerente
fundador.
Una vez proclamada la elección, se cerró la sesión.
Al día siguiente, el 24 de enero de 1920, El Telégrafo publicó una nota sobre la elección:
“Se nombró por votación plebiscitaria al eminente escritor Sr. Víctor Emilio Estrada, una
verdadera competencia en economía y organización hacendaria. (Sobre su personalidad
publicamos hoy mismo en otra parte del diario un análisis de su último libro: EL PROBLEMA
VITAL DEL ECUADOR – HACIENDA PÚBLICA).
Felicitamos cordialmente al amigo señor Estrada por su nombramiento que es al mismo tiempo
un reconocimiento de sus méritos, y estamos seguros de que LA PREVISORA bajo su impulso
tomará gran ritmo y consolidamiento.
278
El análisis al que se refieren estuvo a cargo de uno de los promotores y principales accionistas
de La Previsora, el industrial y periodista sobre asuntos económicos en El Telégrafo, don
Bettino Berrini, quien meses antes se había convertido en admirador de la inteligencia y claridad
de conceptos e ideas de Víctor, a más de sus conocimientos en materia financiera y económica.
Esa admiración había surgido por los artículos publicados por Víctor Emilio en El Telégrafo,
pues siendo articulista económico, también entendía muy bien los argumentos y las ideas del
joven Interventor de Hacienda.
El artículo de Berrini se titula: “La obra de V. E. Estrada” y su texto dice así:
“La Sociedad ‘La Previsora’, en su reunión general de ayer y con votación plebiscitaria, ha
nombrado para Gerente al Sr. Víctor Emilio Estrada.
Dada la naturaleza de la Sociedad, su finalidad económica y social, el radio amplio y
renovador de su misión, era muy difícil, en nuestro pequeño mundo, encontrar persona más
preparada, de mayor iniciativa y trabajo! Porque el señor Estrada ha sido para nosotros y para
el país una verdadera revelación. Lo conocíamos como croniqueur brillante y ameno, lo
habíamos seguido después, con siempre mayor interés en Esclavos o Fuertes, donde ya se
perfilaba su nueva personalidad, su espíritu observador y analítico; pero, jamás habríamos
pensado q´ nos diera todavía tan joven, su obra maestra en un campo tan vasto y tan difícil
como la Hacienda pública. Consecuentemente ‘El problema vital del Ecuador’, es un libro
lleno, completo, maduro: es un verdadero Vademecum que debería figurar sobre la mesa de
todo hacendista y hombre político cualesquiera sean su edad y sus méritos y el grado de sus
pretenciones y posición.
Como un cirujano en la sala anatómica abre, secciona, inexorable y frío, la carne humana para
buscar y deslumbrar la célula y el centro del mal; así don Víctor Emilio con su pluma cortante,
con su análisis paciente y seguro pone al desnudo el cuerpo desfigurado de nuestra Hacienda
Pública, analizando sus defectos básicos y orgánicos, su empirismo primitivo, su carencia
absoluta y total de sentido común, que nos pone en condiciones de inferioridad hacendaria
comparativamente con los mismos Incas.
Dada la naturaleza de la materia, el autor hace un minucioso trabajo de pulverización y
calcinación del actual sistema rentístico, equivocado en su base, en su fin, en su método:
sistema anticientífico y anti-democrático que solo grava, inflexible, a los pequeños; que ahoga
la libre expansión, inhibiendo el desarrollo y el fomento de la riqueza nacional por la
concepción misonéstica de que sólo la Aduana es la fuente milagrosa que ha de llenar las
exigencias del Presupuesto; un monstruo que traga y vomita millones a ciegas en renglones
indecifrables, sin técnica y sin orden, mientras una turba ociosa, corrupta y corruptora busca
alimentarse de algunas migajas palanqueando un empleo de unos 50 sucres mensuales antes
que contraerse a las luchas ásperas y fecundas del trabajo y de la iniciativa privada.
El cuadro que nos presenta Víctor Emilio Estrada tiene tintes de tragedia: una pesadilla de
muerte agobia al espíritu frente a la inconsciencia con que los hombres que deberían ser la
salud y la vida pujante del país, lo arrastran, a veces, hacia la bancarrota y el abismo, sin
energía, sin crédito, viviendo al día en una como borrachera de ilusiones y proyectos
descabellados. Ejemplo típico, los diez ferrocarriles con algunas millas de terraplenes, sin que
uno solo pueda acabarse.
¿Desesperarse? No. Frente a la obra analítica y demoledora del actual sistema, vigorosa y
genial se presenta la parte reconstructiva para beneficio y esperanza del porvenir.
Allí tienen los legisladores la línea general orgánica, el esqueleto del nuevo edificio económico-
hacendario que hay que levantar si es que nos animan propósito de grandeza y de
consolidamiento de las instituciones republicanas; si es que queremos figurar como buenos y
respetados en las decisivas afirmaciones de la civilización y del progreso. Amplio, magnífico
programa que, basado en incontrovertibles deducciones científicas da elasticidad, claridad,
279
equilibrio, armonía a la Hacienda pública sobre el eje maestro de la precisión, de la justicia
distributiva, del sentimiento de la responsabilidad y del deber cívico.
Porque la base de toda transformación es un mayor sentimiento de moral social y nacional del
individuo y de la masa: es el conocimiento del deber que tiene la colectividad de contribuir
equitativa y proporcionalmente a la posibilidad económica individual para auxiliar y llenar las
justas exigencias del Estado, que sólo da en cuanto se le da y en la proporción en que se le da.
Transformada, así, o mejor dicho, creada la conciencia civil, puede destruirse la rutina, iniciar
las grandes y vivificadoras reformas tributarias y sociales que el país necesita para que
consolide los institutos de su riqueza y para que hacia nosotros también se dirijan las grandes
corrientes de la iniciativa y del capital extranjero.
Tal, en sus rasgos más salientes, la obra del joven escritor, el cual, con Manuel Bustamante, es
para nosotros el más consolador exponente de la confianza que puede depositar la Patria en la
fé y el trabajo de la nueva generación.
Tino Rini”.
El análisis que hace don Bettino Berrini, alias “Tino Rini”, es el de un hombre de negocios y
articulista económico que tenía muy clara la situación nacional.
Lo triste fue que ninguno de los economistas en posición de poder hacer algo por la Patria, dio
importancia a la obra, muy posiblemente por envidia, por ignorancia, o porque de alguna manera
lucraban de la situación en deterioro.
El día 24 fue emitido el nombramiento de Víctor Emilio como Gerente de La Previsora y le fue
enviado a su domicilio. Estaba entonces ante el momento crucial de su vida laboral: O aceptaba
el puesto y se posesionaba, o continuaba en el cargo que ya estaba ejerciendo con mucha
satisfacción y que era una extraordinaria escuela sobre economía y finanzas. Era una decisión
difícil y un salto de fe que tenía que dar basado en su propia capacidad.
280
Él aceptó el reto y ese fue el comienzo de una nueva vida para él, su familia y muchos de sus
allegados, que lo acompañarían en el ascenso meteórico de la pequeña Caja de Ahorros.
Nos parece muy curioso que, con lo meticuloso que era Víctor Emilio para con sus
nombramientos y archivos en general, esta aceptación de la gerencia de La Previsora no esté
archivada en copia firmada. En el archivo del Banco sí constaba el original firmado.
Envío de sus obras a Víctor Hugo Escala
Víctor Emilio envió a su amigo, Víctor Hugo Escala Camacho, que estaba de cónsul del
Ecuador en Yokohama, Japón, un paquetito con sus dos obras publicadas para que las leyera.
Víctor Hugo le escribió a su amigo una afectuosa carta agradeciéndole y comentando las obras,
pero no le dijo que también había escrito un artículo al respecto, y que lo había enviado
directamente a El Diario Ilustrado, artículo que se publicó el día 28 de diciembre de 1919.
Víctor Hugo, antiguo compañero de Víctor Emilio en el Vicente Rocafuerte, abogado,
periodista, poeta y diplomático, era un hombre muy sociable, inteligente y de mucha chispa.
Citaremos partes del artículo, al cual le pusieron como título: “Libros de verdad y patriotismo”.
Su texto dice así:
“En cariñosa visita, que me recuerda alegres años de camaradería estudiantil, han venido los
libros ‘O fuertes ó esclavos’ y ‘Hacienda Pública’, que corresponden á un solo trabajo (El
281
problema vital del Ecuador) obras en que Víctor Emilio Estrada ha condensado pacientes años
de estudio y minuciosa observación.
Consuela al espíritu, á las fuertes ansias de progreso nacional, ver las tendencias de la nueva
generación pensante, posiblemente menos clásica, menos romántica; pero más penetrada de sus
altos destinos, porque se concentra con mayor entusiasmo en la realidad del fruto que en la
perfumada hipótesis de la flor. Lejos está de mi ánimo recomendar el practicismo, en el hondo
sentido del vocablo, que casi constituye un credo para los temperamentos sajones (…)
Ayer no más, con entusiasmos que revelaban los vínculos de una vieja amistad, puse un
comentario vehemente y personal al libro de advertencias que nos legó el malogrado
patriotismo de Alfredo Espinoza Tamayo. Aquél además de amigo, fue el maestro y catedrático;
éste, Víctor Emilio Estrada, es el buen compañero, el hábil condiscípulo, con quien resolvía el
problema de las triangulaciones sobre el paño del billar…
Estrada, que desde temprano perfiló sus tendencias inclinándose á estudios de expansión y
economía, hasta constituirse ‘dirimente’ en las agrias discusiones de la guerra ruso-japonesa
(Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver) sustentadas por veinte ‘paviolas’ en el
Parque Seminario bajo la estatua del Libertador; Estrada, que siempre argüía la riqueza de
Francia, los recursos de Alemania y los progresos de Chile citando á Leroy Beaulieu, Seligman
y Stuart Mill, vuelve á presentárseme como en aquellos días y me ofrece, en dos hermosos
libros, todas sus noches de estudio, todas sus horas de meditación.
‘O fuertes ó esclavos’ es un libro de verdades formidables, casi una acusación á la indolencia
de nuestros Gobiernos y á la criminal desidia de los ecuatorianos, que sólo se despereza y echa
mano del rifle cuando hay que hacer un Chasqui ó una masacre de Esmeraldas. Mientras tanto,
ahí están los parques (depósitos militares) sin elementos; las naves hundiéndose, con los cascos
podridos; la herrumbre del abandono malogrando el mecanismo de las baterías (de artillería);
el cuartel sirviendo de refugio, no á ciudadanos jóvenes y fuertes, sino á decrépitos y
bandoleros. (…).
¿Pero esta comedia, esta farsa que sólo aprovecha al detentador de nuestros territorios, acaso
puede durar mucho tiempo? (...).
Naturalmente que nó, porque llegará la hora en que, sintiéndose no solamente fuerte sino muy
bien seguro, será el Perú quien opte por la tragedia y entonces el sueño, el nirvana de nuestro
pasado, será el más cruel y doloroso desgarramiento, porque en vez de las dianas de Tarqui se
escucharán los responsos de un pueblo en derrota, definitivamente perdido. (…)” Palabras
proféticas que se cumplirían en el futuro en dos partes: En el período del Dr. Arroyo con la
invasión y el Protocolo de Río de Janeiro, y la entrega definitiva del Oriente, en el período de
Jamil Mahuad.
“Y más adelante agrega el mismo feliz autor, ‘Dejemos de lado las frases agradables al
patriotismo, que es el peor camino para cimentar la moral del Ejército, y no pidamos la línea
del Marañón sino después de haber conseguido cañones, fusiles, escuadrilla para defender la
costa y, finalmente, organizado un ejército capaz de manejar, como se debe, tal conjunto de
elementos modernos’ He aquí resumido, en pocas palabras, el único argumento con que
debemos enfrentarnos al Perú. El programa que lo respalda es breve y conciso, como un
pistoletazo. Hay que cumplirlo en seguida, con ceguera de corazón y coraje de ofendidos. (…)”.
Luego pasa a tratar sobre “Hacienda Pública”: “… al Gobierno, como gerente de la nación, le
corresponde perfeccionar, en un bello alarde de ‘dictadura’ administrativa ó hacendaria, lo
que Estrada llama, con feliz acierto ‘El problema vital del Ecuador’, que no es otra cosa que el
arreglo sencillo y productivo de nuestras rentas; reforma inmediata de nuestras leyes de tasas é
impuestos hasta reducirlas á formas sucintas, y apoyo decisivo á la Agricultura para convertir,
en hermosa realidad, aquello de que el Ecuador es un país esencialmente agrícola.
Carezco de versación y, más que todo, de competencia para analizar los detalles de esta
segunda obra que afirma, definitivamente, la personalidad de Estrada como ecuatoriano
282
preparado para analizar problemas y señalar rumbos económicos á nuestro país. El autor no
habla á humo de pajas, ni su libro es el clarín de un pesimista. Señalando las úlceras de nuestra
Hacienda, en seguida apunta el remedio y lo presenta en forma sencilla, sin vaguedades de
receta, ni complicaciones de exploración quirúrgica.
‘El empirismo nos mata’ exclama Estrada en fuerte grito de reacción. Esto es una amarga
realidad que bien la sabe el país (…) Pero Estrada olvidó apuntar que el empirismo es el hijo
regalón de la política personal, hecha á base de mutuos compromisos y compensaciones, dentro
de cuyo ambiente se ahoga nuestro país desde el año 1830… (…)
La integridad nacional impone una reacción decisiva, y hay que tantear los rumbos que marca
Estrada en su patriótico libro. (…)
Los libros de Víctor Emilio Estrada me han hecho un bien enorme, no solamente por los
recuerdos gratísimos que sugiere el trabajo de un amigo de mis mejores años, que ha afirmado
su personalidad de hombre estudioso, sino también porque fortifican mi optimismo y me
convencen una vez más, que mi Ecuador no es ‘una horda en estado de conquista’: solamente
un país joven, de risueño porvenir, siempre que sus hijos quieran alcanzarlo por la virtud y el
trabajo.
V. H. Escala.
Yokohama, Diciembre de 1919
Víctor Emilio llamaba a Víctor Hugo “El Vate Escala”
y siempre fue bienvenido en la casa familiar.
Aquí lo vemos en La Esperanza, en 1918, con Chabela
y Pilar.
Salida del puesto de Interventor de la tesorería de hacienda del Guayas
Al tener seguro ya el puesto de Gerente de La Previsora, presentó su renuncia al cargo de
Interventor mediante carta al Presidente de la República, don Alfredo Baquerizo Moreno, la cual
está fechada 5 de febrero de 1920. Le dijo:
“Sr. Presidente:
Habiendo aceptado el cargo de Gerente de la Compañía ‘La Previsora’ de Guayaquil, me
veo en el caso de presentar ante S. E. la renuncia formal del cargo de Interventor que
desempeño en la Tesorería del Guayas.
Permítame dejar constancia del agradecimiento que debo a S. E. por la confianza que el
Gobierno depositó en el suscrito al concederle aquel cargo.
Muy respetuosamente,
VE Estrada”
La respuesta le llegó el día 26 de febrero, de parte del Tesorero de Hacienda del Guayas,
Francisco J. Miranda:
“Señor / Víctor Emilio Estrada / Ciudad
En oficio 371 de 23 del actual, me comunica el Sr Gobernador de la Provincia la
aceptación de la renuncia que del cargo de Interventor de Hacienda de esta Provincia, ha
presentado Ud; dejando constancia en dicho oficio, que el Supremo Gobierno agradece á Ud
los importantes servicios prestados a la Nación en el desempeño de dicho cargo.
283
Por mi parte, no puedo menos que lamentar el que preocupaciones de otra índole, quizás
mas acordes con sus aspiraciones, lo obliguen a dejar esta oficina, en la que siempre supo Ud
distinguirse por su porte caballeresco, a la par que por su inteligente labor en todo cuanto dijo
en relación con el desempeño de su cargo.
No dudo, que los hermosos pensamientos que tantas veces quisiera exponer Ud en esta
dependencia, i que luego sintetizara en sus hermosas producciones, tendrán en Ud el mas fiel
cumplidor, para el bien de esta Patria que tanto ama Ud, i por la que tanto ha hecho con sus
obras.
Dios i Libertad
F J Miranda”.
El viernes 15 de enero, en una escabrosa sesión del Concejo de
Guayaquil, se discutió mucho y en duros términos la grave
situación por la que pasaban las finanzas municipales. Se
lanzaron acusaciones entre dos bandos disidentes y al terminar
el debate se resolvió, con el voto en contra del Presidente del
Concejo y de otros tres concejeros, crear el cargo de Director
General de las Finanzas Municipales.
Obviamente se les hizo difícil encontrar alguien idóneo para el
cargo, pues tardaron algunos días para tomar una decisión.
De manera curiosa, porque ya era público su nombramiento
como Gerente de La Previsora, Víctor Emilio recibió, el 28 de
febrero, el nombramiento de Director General de las Finanzas
Municipales, el cual delicadamente declinó en una conversación
con la comisión enviada a entregarle el nombramiento y tratar
de convencerlo.
Fue una decisión afortunada, pues los problemas internos del
Concejo se irían agravando con el pasar de los meses, a pesar de
estar en el año del Centenario de la Independencia de
Guayaquil.
Gerente de La Previsora
El nuevo gerente de la Previsora entró a trabajar en cuanto pudo entregar el cargo de Interventor
de la Tesorería de Hacienda del Guayas, pues a los directores de La Previsora les interesaba
poner a trabajar el capital que ya tenían comprometido desde hacía dos años.
Lo primero que estudió Víctor Emilio fue la lista de accionistas y el número de acciones que
representaba cada uno, para tener una idea clara de ante quienes tendría que responder por sus
gestiones. Era una necesidad administrativa para asegurar que ninguno de ellos recibiera tratos
especiales por ser accionista, pues en su concepto, esa misma persona podría, con justicia,
reclamarle por ello. La Previsora se manejaría de acuerdo con claras normas de crédito que se
basarían en números, no en nombres.
Entre esos primeros accionistas figuraban: Dr. Carlos Carbo Viteri, Francisco Rizzo, Aurelio
Carrera, Adolfo Zohrer, José Santiago Castillo, Dr. Bartolomé Huerta, Rogelio Benites Icaza.,
Santiago y Agustín Nozziglia, Hugo Rastelli, Juan José Aguirre, Lizardo García, Luis Orrantia
Cornejo, Dr. José A. De Rubira Ramos, Tomás Rolando y su familia, Dr. Manuel Tama, Dr.
Cesáreo Carrera, Ulpiano Bejarano, Alfonso Roggiero, Juan Molinari, Aurelio Falconí, Dr.
Carlos A. Rolando, Francisco Urvina Jado, César Gamarra, Benito Avegno, Lautaro Aspiazu Z.
284
(recién fallecido), José Eleodoro Avilés, Carlos Bruno, Julio Burbano Aguirre, Enrique
Baquerizo Moreno, Carlos Matamoros Jara, Alberto Wither Navarro, Carlos Frugone, Miguel
Martínez de Espronceda, Asisclo G. Garay, José Abel Castillo, Modesto Apolo, J. L. Carrera
Calvo, Miguel Angel Carbo, Enrique Maulme, Domingo Norero, Carlos Alberto Flores, Pedro
Vincenzini y su familia, y Bettino Berrini, entre los muchos otros accionistas con que se
iniciaron las operaciones.
La lista completa se publicó en varias ediciones de El Telégrafo, a partir del 26 de agosto de
1919.
La colonia italiana, liderados por el Cónsul, don Alfonso Roggiero, en su mayoría pequeños
comerciantes, estuvo entre los mayores suscriptores de acciones.
También encontramos como accionistas a personalidades bien establecidas de la banca local,
como don Francisco Urvina Jado y don Julio Burbano Aguirre. Ambos eran amigos de Víctor
Emilio por herencia, pues lo habían sido de su padre, y le darían buenos consejos en su calidad
de banquero en ciernes.
Es importante mencionar que, inicialmente, Víctor Emilio no tuvo ni una acción en La
Previsora, pues consideró que, siendo empleado, no debía ser parte del grupo de accionistas. Esa
situación cambiaría a futuro cuando, justamente por no ser accionista, se le quiso impedir
expresarse con opiniones válidas e importantes en una asamblea de accionistas, en la cual, como
Gerente, actuaba de Secretario.
El alma de La Previsora, desde su concepción hasta el inicio de operaciones fue el Dr. Carlos
Carbo Viteri. Él organizó a los promotores, él elaboró el primer estatuto, él inició la suscripción
de acciones, él convocó la primera asamblea general de accionistas, él organizó el primer
directorio y él formó parte constante del grupo que dio el impulso a la compañía. Al decir esto,
no les restamos mérito a los demás promotores y directores que trabajaron en conjunto con él,
pero le reconocemos su mérito y dedicación por la entidad.
El primer aviso que publicó La Previsora bajo la dirección de su nuevo gerente fue directo al
corazón de la vida institucional: Su capital. El mismo aviso se publicó durante algunos días de
febrero, para motivar el pago de las cuotas con el fin de mantener la liquidez necesaria para el
inicio de operaciones.
285
Cierto es que se había suscrito el 100% del capital social, pero el capital pagado era mínimo y
por ello el Directorio tomó las medidas necesarias para hacer efectivas las suscripciones.
Vemos que el Gerente atendía en “su escritorio particular”, que ciertamente no era “suyo”, sino
uno en la oficina de ulguno de los directores, seguramente del Dr. Carlos Carbo Viteri.
El Gerente buscaba afanosamente un local donde instalar la Caja de Ahorros, y al mismo tiempo
entrevistaba personal para ocupar los puestos de trabajo con que se iniciarían las operaciones.
Los consejos de un banquero experimentado
En estos días adoptó una costumbre que la seguiría durante algún tiempo. En la tarde, antes de
las 5, interrumpía su día de trabajo para acudir al Banco Comercial y Agrícola, donde esperaba a
que don Francisco Urvina Jado terminara su jornada diaria, lo que ocurría puntualmente a las 5
de la tarde. Don Francisco tenía la costumbre de caminar desde el Banco, ubicado en la acera
oeste de la calle Pichincha, entre 9 de Octubre y Francisco de Paula Icaza, a su domicilio,
ubicado en Clemente Ballén, entre Chimborazo y Chile. Víctor Emilio se ofrecía para
acompañarlo y don Francisco lo aceptaba gustosamente. A don Francisco le simpatizaba el
joven, pues veía mucho de don Emilio en él, y con don Emilio habían sido muy buenos amigos,
aunque ambos eran de carácter fuerte y pocas pulgas. Eran siete cuadras que se recorrían,
durante el transcurso de las cuales el joven banquero preguntaba y exponía sus ideas, y el
experimentado banquero consideraba, respondía y aconsejaba. Esas caminatas fueron una
escuela práctica invalorable, que nutría de conocimiento a Víctor Emilio y al mismo tiempo lo
motivaban a estudiar más, por lo que en esos meses su biblioteca económica creció
exponencialmente.
Uno de los temas que le interesaba indagar a Víctor Emilio de forma recurrente, era el proceso
de emisión de moneda. Por lo relativamente poco que había estudiado al respecto, se daba
perfecta cuenta de que el Banco Comercial y Agrícola, al igual que los demás bancos emisores,
estaban haciéndoles el juego a los gobiernos de turno, de acuerdo con las exigencias que les
presentaban, emitiendo billetes sin el debido respaldo de oro. Víctor había conocido
personalmente dos casos que le habían llamado mucho la atención: Las emisiones durante la
invasión peruana de 1910, y la experiencia de 1914, cuando él personalmente retiró del Banco
Comercial y Agrícola los billetes que llevó al cuartel general de la lucha contra el coronel Carlos
Concha Torres. Eran emisiones sin respaldo y por lo tanto inorgánicas, aunque hayan sido
exigidas por los gobiernos. También tenía claro que los banqueros lograban con eso una
influencia política sin precedentes, pero era la parte técnica la que le intrigaba.
Meses después, cuando entendió bien el proceso y las consecuencias posibles, rechazó toda
propuesta de los directores y accionistas para convertir a La Previsora en banco de emisión, en
vista de su acelerado crecimiento y fortaleza, y más bien el conocimiento adquirido lo llevó a ser
uno de los proponentes y propulsores de que el país tenga un solo banco central de emisión, con
un sistema de controles inviolables, para mantener la integridad de la moneda –y del Banco.
Pero nos estamos adelantando en el tiempo…
Entre las actividades del nuevo gerente estuvo la de estudiar minuciosamente la futura operación
de cada uno de los negocios de la Compañía. El día 3 de febrero, a pocos días de posesionarse
como gerente, presentó al Directorio un memorándum, de 9 páginas, sobre el giro comercial de
La Previsora.
En él sugirió medidas de orden administrativo, como la necesidad de instalar la oficina de la
Compañía y dinamizar la consignación del capital pagado, para contar con el efectivo necesario
para las operaciones. Nos sorprenderá saber que hasta ese momento el capital pagado no llegaba
a los treinta mil sucres, o sea menos del 10% del capital suscrito.
Sugirió contratar un contador y un ayudante o amanuense, y establecer sus sueldos; fijar la
cantidad para el arriendo de la oficina, indicando que “bien entendido que la presentación
286
inicial de la Compañía ha de influir bastante en la acogida que tenga por parte del público”. O
sea que sabía y aplicaba técnicas de mercadeo.
Pidió que se autorice a la gerencia para nombrar agentes que se encarguen de conseguir
subscriptores para los seguros de pensión y fijarse la pensión, así como la comisión que
recibirían los agentes. También pidió se autorice a imprimir folletines de publicidad.
Sugirió que la Compañía comience “sus operaciones en los siguientes ramos: a) Préstamos
hipotecarios con cédulas. b) Depósitos en su sección de ahorros. c) Seguros de pensión. d)
Adquisición de solares i edificaciones propias. e) Inversión de su capital pagado”.
Luego pasó a detallar cada uno de los ramos operativos, de los cuales presentamos una síntesis:
En cuanto al punto a) Préstamos hipotecarios, dijo: “En mi concepto La Previsora puede
desempeñar un importante papel en esta forma de negocios, pero debe abandonar el camino
conocido i entrar por una vía que signifique verdadera protección i facilidades a la agricultura
o al constructor urbano, con lo cual cumpliría en buena parte una de las finalidades de su
programa social”. Desde este primer punto ya estaba innovando en cuanto al programa social de
la Compañía. Estaba muy consciente de la importancia que tendrían los préstamos hipotecarios
para los negocios de la empresa y dedicó cuatro de las nueve páginas a este punto, incluyendo a
las cédulas hipotecarias, que serían uno de los puntales del crecimiento de la clientela de La
Previsora. Sobre ellas dijo: “El objeto de estas cédulas es doble. Primero: ellas constituirán una
inversión mucho más estable que las cédulas conocidas hoy, porque la amortización ordinaria
obligatoria en éstas constituyen una verdadera amenaza que se repite semestralmente para los
poseedores de cédulas que las adquieren con premio i se las reembolsan a la par. Nuestro tipo
especial eliminaría este peligro i así el tenedor de nuestras cédulas solo queda expuesto a que
se las amorticemos extraordinariamente -en caso de abonos de nuestros deudores-, pero ese
peligro existe también para las cédulas usuales hoi. (…) La segunda ventaja de estas cédulas
especiales está pues en que el deudor hipotecario adquiere mayor libertad económica gracias a
que el servicio de su deuda es lo suficientemente bajo que le permite, aun después de hecho,
usufructuar un interés de 6% anual mínimo sobre su fundo”. Era realmente algo nuevo para el
mercado, con beneficio mutuo para el cliente y la Compañía.
En cuanto al punto b) Depósitos en su sección de ahorros, dijo: “Esta sección debe instalarse
también cuanto antes i recibir depósitos a plazos fijos con interés igual al que pagan los Bancos
i depósitos en cuenta corriente a interés bajo. La conveniencia que se deriva de estos depósitos
para la Compañía es que ella puede intervenir a firma esas cantidades i para devolverlos puede
hacer uso de las cuotas mensuales de sus asegurados de pensión. La compañía utilizará así la
diferencia de interés entre lo que reditúa su inversión a firme i lo que tiene que pagar al
depositante que recibe 3 o 4 puntos menos, i se adelanta por lo tanto la capitalización de las
cuotas de seguros…”.
En cuanto al c) Seguros de pensión, dijo: “Constituyen la base del negocio de la Compañía i su
establecimiento está bien delineado en los Estatutos. En ellos observo que las cantidades a
pagar están expresadas en números redondos si se las compara con los intereses de la
capitalización exacta (…) El éxito de esta rama de negocios de La Previsora, está íntimamente
ligado a las inversiones que el público observe que se le da al dinero colectado por cuotas
mensuales. Por lo tanto debemos esmerarnos en intervenir mui seguramente estos dineros…”.
Esta rama, que se esperaba sea la más importante del negocio, fue perdiendo su prioridad poco a
poco.
En cuanto al punto d) Adquisición de solares y edificaciones propias, dijo lo siguiente:
“Recomendaría como primera inversión la construcción de un edificio propio para la Sociedad,
del cual ocuparíamos una parte i el resto devengaría interés. Esta inversión nos beneficiaría
por la publicidad que envuelve un edificio de importancia como sería el que levantaremos. Por
de pronto debiéramos adquirir un buen solar central aprovechando alguno de los pocos que
287
aun hay desocupados. La construcción se hará en cuanto las entradas de la Compañía lo
permitan”. Ya estaba proyectando un imponente edificio para darle imagen de solidez a la
Institución.
Y, en cuanto al último punto, el e) Inversión del capital pagado, tuvo esto que decir: “La
Compañía debe invertir su capital pagado en valores realizables durante los primeros años de
su establecimiento para estar lista a cualquier eventualidad. Este capital puede fincarse en
cédulas de otros Bancos con lo cual nuestros accionistas tienen garantizada una base de
intereses para sus inversiones”.
Para concluir el informe, hizo una certera observación:
“Los Estatutos mandan que la consignación del capital social sea hecho en metálico. Esta
disposición es incompatible con la situación actual”. En efecto, a pesar de la publicación del
aviso inicial y otro que aparecería en pocos días, la falta de moneda metálica hacía difícil
cumplir con este requisito.
Y al final del documento, presentó un resumen:
“Del examen de los Estatutos se desprende que La Previsora puede considerarse dividida
en tres secciones bien demarcadas: 1- Bancaria de hipotecas. 2- Seguros. 3- Caja de ahorros.
La primera le suministrará materialmente los medios para cubrir los gastos generales de
la Compañía, pero moralmente la llevará a ocupar un lugar prominente entre las instituciones
bancarias del país.
La segunda sección es el porvenir de la Compañía, pues su éxito está ligado al que se
obtenga en la consecución de pensionados. Esta sección es susceptible de gran extensión en los
diferentes ramos de seguros i podemos llegar hasta al seguro costanero i fluvial, i también
obtener del Estado leyes de seguro obligatorio para sus empleados i para los obreros”. Para
todo efecto práctico esto fue el precursor del Seguro Social.
“La tercera sección de Caja de ahorros está indicada por la naturaleza de nuestras
operaciones. Ella nos suministrará capitales reproductivos pues podremos fincarlos
inmediatamente con la seguridad de atender a su devolución, si se presenta el caso, con la
corriente de pensiones mensuales que constantemente estará fluyendo en las cajas de la
Compañía.
En suma el mecanismo económico de La Previsora se reduce a incrementar
constantemente su capital inmobiliario mediante la colocación inmediata de los fondos que
recaude i la reinversión de los intereses que le produzcan, : un margen de seguridad debe
mantenerse constantemente para responder a los acreedores que vamos a crear: depositantes
de ahorros i tenedores de cédulas.
Es evidente, que las tres clases de operaciones activas de la Compañía están íntimamente
ligadas i que éllas se facilitan entre sí, concurriendo todas al fin perseguido por La Previsora
tanto para sus socios cuanto para sus clientes.
Guayaquil, Febrero 3 de 1920”.
Fue un informe lúcido y sucinto: Todos los puntos estuvieron muy bien desarrollados y
generaron mucho interés de parte de los directores, quienes le pidieron que ampliara algunos de
ellos y los presente en una próxima sesión del Directorio.
El nuevo gerente había causado una magnífica impresión en su primer informe ante el
Directorio y había demostrado un conocimiento cabal del negocio de La Previsora.
El corto pero muy completo informe del Gerente de La Previsora se transmitió casi de inmediato
al Gerente General del Banco del Ecuador, Sr. Eduardo Game Valarezo, quien había asumido la
gerencia de ese banco a la muerte de don Eduardo Arosemena Merino. Continuaba en el Banco,
288
como funcionario, don Pablo Arosemena Merino, hijo de don Eduardo y fuerte accionista, quien
tenía un gran nivel de influencia.
No debemos olvidar que el Banco del Ecuador era enemigo y competidor del Banco Comercial
y Agrícola, y don Emilio, así como su hijo, habían simpatizado siempre, por ancestro, con don
Francisco Urvina Jado. Más aún, el Banco del Ecuador había sido el carro de batalla de los
comerciantes de Guayaquil empeñados en destruir la Compañía Nacional Comercial. No había
simpatía entre las partes.
Controversia con el Gerente General del Banco del Ecuador
Don Eduardo Game comenzó a hacer comentarios negativos en relación con los negocios
propuestos de La Previsora y al llegar esto a oídos de los Directores y el Gerente, acordaron que
Víctor Emilio se enfrentaría con el Sr. Game en amigable discusión. Si bien el poder y la
influencia de ese Banco tenía que ser reconocida y respetada, no había porqué agachar la cabeza.
Víctor lo visitó en el Banco y tuvieron una larga conversación, al día siguiente de la cual, el 16
de marzo, el joven Gerente le envió al veterano Gerente General un memorándum resumiendo lo
conversado y dejando por escrito los criterios manifestados por ambos.
Víctor Emilio le escribió: “Mui estimado señor Game: / Incidentalmente tuvo usted la
amabilidad de hacerme oir su opinión sobre las posibilidades que tiene la Compañía Previsora
i como Ud. pensara que ella puede tener las mismas dificultades que hoy la de ‘Prestamos i
Construcciones’, creí del caso ofrecer a Ud. un memorándum que, con carácter netamente
particular, pusiera de manifiesto ante su experimentado criterio en esta clase de negocios, la
organización económica de la Compañía cuya Gerencia he aceptado después de estudiarla…”
Y punto seguido le explica cada uno de los ramos en que operaría La Previsora, omitiendo eso
sí, algunos detalles que eran los secretos que harían diferentes las operaciones de la nueva Caja
de Ahorros. Sí le dice que “…el aprovechamiento a que se presta esa combinación de
especulaciones depende exclusivamente de la mayor o menor habilidad con que la Compañía se
gobierne…” y le agrega más adelante, en cuanto a las cédulas hipotecarias: “…he preparado un
sistema de préstamos sobre bases completamente nuevas i liberales, sobre el cual no debo
insistir…” y esto debe haberlo intrigado y puesto a pensar al experimentado banquero, pues ¡qué
de nuevo se podría inventar este jovencito principiante, que no supiera ya un zorro viejo de la
banca como él! ¡Qué audacia del muchachito este!
El punto que don Eduardo consideraba más crítico para La Previsora era el del Departamento de
Pensiones Vitalicias, por el ejemplo fracasado de la Caja de Préstamos y Construcciones. Sobre
este tema, Víctor Emilio se extendió, demostrando que lo dominaba.
Víctor termina el memorándum así:
“He creido que las bases económicas de La Previsora no adolecen de ningún defecto
orgánico i antes bien las estimo perfectamente aseguradas para sí cuanto para sus abonados en
el Departamento de Pensiones.
Yo le quedaré sumamente agradecido, señor Game, si Ud. tuviese la amabilidad de
permitirme oir su opinión definitiva una vez que la lectura de los Estatutos le completen la
opinión que este Memorandum pueda sugerirle.
De todos modos debo agradecerle la oportunidad que me ha dado de manifestarle i
reiterarle las consideraciones i aprecio con que me suscribo / su atento servidor y amigo. / VE
Estrada”.
En términos generales, la reunión salió bastante bien. Había que esperar a ver si don Eduardo
ponía por escrito sus opiniones.
Mientras tanto, el Gerente de la Caja de Ahorros continuaba en su organización interna. Ya
había ubicado un local temporal apropiado en la esquina sureste de las calles Francisco de Paula
Icaza y Pedro Carbo. En cuanto lo aprobara el Directorio, se podría iniciar su adecuación.
289
En la sesión del día 17 de marzo le habían pedido que ampliara la información sobre los ramos
del negocio relacionados con la caja de ahorros, depósitos y descuentos, así como las cédulas
hipotecarias sorteadas y con premio. Para el 25 de marzo les presentó el informe, del cual
citaremos partes:
“Por disposición del Directorio (…) la Gerencia debe presentar a su consideración un
estudio sobre la organización i función del Departamento de ahorros de que habla el Estatuto
Social; pero habiendo necesidad de un Reglamento para esos mismos Estatutos, que comprenda
por lo tanto los varios departamentos de la Compañía, he optado por trabajar el proyecto de
dicho Reglamento, en el cual he creido práctico incluír la organización i función de la Caja de
Ahorros, la cual, en el proyecto que adjunto, adquiere la extensión debida para ser una
verdadera Caja de Depósitos i Descuentos, puesto que no sería posible concebir una Caja de
Ahorros recibiendo depósitos a interés sin la sección correspondiente para colocar esos fondos
en condiciones de pagar el rédito i dejar un remanente a favor de la Compañía.
En el Reglamento no me he limitado a proponer los preceptos administrativos
simplemente, sino que he tratado de constituir en ese Reglamento una pauta invariable i
metódica para las operaciones de la Caja, dejando libre solamente la elección de las
inversiones que en él se autorizan i el tipo de interés, cosas ambas que la experiencia i las
condiciones diariamente variables del mercado han de imponernos.
Con la Reglamentación extensiva de los Estatutos creo que habremos dado unidad de
criterio i acción al trabajo”.
El Gerente no perdía el tiempo: Si le pedían informar, su informe vendría con las
recomendaciones lógicas para que se ponga en práctica. Don Bettino Berrini y don José Abel
Castillo no podían estar más satisfechos con el gerente que ellos habían escogido…
El momento de iniciar las operaciones de la caja de ahorros era ideal, pues había “abundancia
de dinero en el mercado (billetes de banco), fácilmente explicable por el alza de precio del
cacao i por las dificultades de importar”. Y audazmente propuso que se pagara por los ahorros
un punto más que los bancos establecidos, pues era la forma de lograr que los depositantes
transfieran su dinero de donde lo tenían. Esa diferencia sería compensada con los beneficios en
los otros ramos del negocio y así se los demostró a los directores. Era una propuesta que al
comienzo causó resistencia en el Directorio, por la naturaleza ultra conservadora de algunos de
sus miembros, pero una vez explicada a fondo la propuesta, la aprobaron.
Otra propuesta, que estaba fuera de lo convencional dentro del mismo informe, fue el manejo de
las cédulas hipotecarias que emitiría la Compañía. El Gerente propuso la compra de las mismas
en una proporción adecuada, con el fin de obtener una “cotización natural y no forzada para ese
papel en su primera aparición en el mercado”. Fue una idea brillante, que le dio a las cédulas de
La Previsora un prestigio inmediato.
En cuanto al descuento de papeles, también se fijó una política más flexible que la de la
competencia, manteniendo eso sí, un estricto control de márgenes de reserva y fondos en caja.
Para tranquilizar a los inquietos directores, Víctor Emilio les presentó y explicó cuadros de
comparación de depósitos y cuentas corrientes de los últimos tres años. Con eso quedaron
mucho más tranquilos.
Por último, el informe incluyó una clara explicación del proceso de sorteo y reembolso con
premio de las cédulas hipotecarias, algo que también había causado inquietud en el pensamiento
conservador de algunos directores. Su explicación fue tan clara que todos quedaron satisfechos.
290
Se hizo claro que los directores debían mantener mayor reserva en cuanto a las decisiones que
tomaran, pues la fuga de información que había motivado la reunión con el Sr. Game había
salido del seno del Directorio.
No cabía que fuera el Gerente, a fin de cuentas nada más que un empleado, quien pidiera la
discreción necesaria. Tuvieron que hacerlo don Bettino Berrini en un tono un poco elevado y
airado, y don José Abel Castillo en un tono más suave y persuasivo.
Si se continuaba filtrando la información, La Previsora perdería la ventaja con que iba a nacer,
que era rompiendo algunos de los esquemas conservadores de los bancos tradicionales de
Guayaquil.
Ninguno de ellos imaginó que quien motivaba la audacia del joven banquero era don Francisco
Urvina Jado, quien por su experiencia y carácter podía entender y apoyar las ideas del novel
gerente. Era un experimento que, sin embargo, no consideraría para su propio Banco.
El momento que comenzara a operar La Previsora, lo haría abriendo sus varias secciones poco a
poco, para dar a cada una de ellas la organización y el pulido de operaciones de acuerdo con lo
experimentado en los primeros días.
Se iniciaría con las cuentas corrientes, que entonces incluía ahorros, y las de ahorro infantil y
escolar. Luego de una semana se abriría la caja obrera y posteriormente, de manera más
pausada, en el mes de junio, entraría la parte hipotecaria y la de crédito comercial. La Compañía
se mantenía permanentemente al tanto de las necesidades de los clientes y hacía ajustes a sus
secciones de acuerdo con la demanda, de tal forma que satisfacía las necesidades de sus clientes
de una manera que ninguno de los bancos o cajas de ahorros ya establecidos lo podían hacer,
pues a diferencia de La Previsora, sus estructuras eran rígidas e inamovibles.
Se instituyó también una norma que sería esencial para la supervivencia de La Previsora en
momentos de crisis: “Mantener fuerza potencial en sus Cajas, lista para toda emergencia”. Esta
sencilla norma le permitió a la Caja de Ahorros y después Banco de Crédito, sobrevivir durante,
y aún prosperar, después de tormentosos sucesos de la economía nacional y mundial.
Como Isabel estaba con los niños vacacionando en
Posorja, pidió permiso al directorio para ir a pasar
algunos días con ellos. Salió el sábado 27 de
marzo y regresó el domingo 4 de abril. Fue una
semana de solaz diversión con su esposa e hijos,
paseando por el pueblo y dándose baños de mar en
la playa.
Bien merecidos tenía esos días de vacaciones,
pues había estado trabajando de sol a sombra por
La Previsora desde que se posesionó del cargo.
En Posorja continuaría trabajando en sus
momentos disponibles.
Y en esos días de trabajo produjo muchas ideas
que se aplicarían en la Caja de Ahorros cuando
empezara a operar.
¿Y quien manejaba La Previsora durante la
ausencia del Gerente, si solo tenía una persona
más trabajando? Había buque todos los días, de tal
forma que se le enviaban documentos a diario, a
más de que había telégrafo.
291
Don Eduardo Game contestó el memorándum de Víctor Emilio del día 16, el día sábado 30 de
marzo, con un memorándum confidencial de tres páginas. Su dictamen era que por el modelo de
negocios, en especial el de pensiones vitalicias, “…imagino que La Previsora pudiera
encontrarse dentro de veinte o treinta años en gravosas condiciones teniendo que pagar a los
rentistas un interés exagerado…”. Trató también sobre las tasas de interés y los efectos
catastróficos que tendría sobre la política que aplicaría La Previsora. Concluyó: “Por los demás
nada tengo que añadir y me es grato suscribirme de Ud. atto. y S.S. E Game”.
Para el Sr. Game, La Previsora sería un fracaso comercial, y aunque pudiera iniciar sus
operaciones y trabajar con cierto éxito sus primeros años, el fracaso sería inevitable.
Así, el Banco del Ecuador se despreocupó de ese advenedizo banquito.
Cuando regresó de Posorja, encontró la respuesta del Sr. Game. Esa respuesta del Gerente
General del Banco del Ecuador originaría un estudio que sería publicado en forma de serial en
El Telégrafo a fines de abril y comienzos de mayo de ese año, y luego de algunos meses saldría
en forma de folleto. Veamos su contestación al Sr. Game, el 14 de abril:
“Mui estimado Sr. Game:
A mi regreso de Posorja el 5 del presente, tuve el agrado de encontrar la carta de Ud. fechada
el 30 de Marzo, con la cual Ud. ha tenido la gentileza de responder mi Memorandum de Marzo
16.
He quedado ahora perfectamente inteligenciado de su modo de pensar respecto del punto
concreto que Ud. señala en la organización de la Compañía Previsora. El asunto es sumamente
trascendental i se relaciona no solamente con ésta compañía sino con la Economía General del
país, de modo que volví a estudiarlo en forma más detallada. El resultado de mi estudio me
permito enviárselo adjunto para que Ud. se sirva autorizarme a su publicación, -sin nombrar
persona como verá Ud.- autorización que le pido por haber transcrito en cabeza del trabajo los
párrafos de su carta.
Comprendo que estos trabajos de interés general deben darse al público i desde luego pienso
también que Ud. encontrará correcta mi decisión.
Una vez más renuevo a Ud. mis agradecimientos por la atención que le he merecido y me repito
su servidor afectísimo / VE Estrada”.
El estudio original se extendió por 30 páginas y luego, cuando se publicaría en folleto, se
extendería aún más, hasta 51.
Al recibirlo, don Eduardo Game le contestó, con fecha 22 de abril:
“He visto con interés que U. se ha dedicado a un estudio más extenso del rendimiento
porcentual de las inversiones en el Ecuador y se dispone a darlo a la publicidad en oposición a
mis teorías ligeramente desarrolladas sobre ese punto al contestar su Memorandum relativo a
la Sociedad Previsora.
Está U. en su derecho, desde luego, y, por mi parte, no tengo decidido empeño en
modificar opiniones ajenas; pero como Ud. ha tenido la fineza de remitirme su trabajo –inédito
aún- con atenta misiva, que necesita respuesta, me siento dispuesto a discurrir algo más sobre
el tema que ha dado origen a nuestra serena controversia”.
Y a continuación reitera, de manera más profunda y enfática, sus criterios ya vertidos en su carta
anterior, concluyendo así:
“Yo no tengo tiempo disponible para volver sobre los libros y consultar tratados de
ciencia económica; me fundo simplemente en la observación y en la experiencia propias, y si
las cosas se presentan en el porvenir de un modo distinto de su curso natural, puedo
equivocarme con la mayor sinceridad y buena fe.
Por lo demás, crea que celebro y aplaudo la labor de jóvenes inteligentes e ilustrados
como Ud. que toman interés en asuntos serios y de notable importancia para los intereses
públicos”.
292
El contenido del tercer párrafo citado es lo que marcó la diferencia entre los dos banqueros:
Mientras don Eduardo se basó únicamente en la experiencia y no tuvo tiempo de actualizar sus
conocimientos mediante la lectura, Víctor Emilio se benefició de la experiencia de don Eduardo,
de don Francisco Urvina Jado, de don Julio Burbano Aguirre y cuanto banquero mayor quisiera
darle algún consejo o transmitirle alguna experiencia, mientras se mantenía al tanto de los
avances de la economía y las finanzas, así como técnicas y evolución de sistemas bancarios.
Nunca, hasta su último día como banquero, dejó de leer y aprender e ilustrarse sobre lo que se
convirtió en su profesión: La banca, los seguros, la economía y las finanzas.
Don Eduardo, divertido con las ideas descabelladas del jovencito, le dio su autorización y el
estudio se comenzó a publicar en El Telégrafo a partir del 26 de abril, en forma de serial en
nueve partes, cuyo título fue: “Estudio sobre la tendencia del interés en el Ecuador”. Los días 2,
3 y 4 de mayo se publicaron la séptima, octava y novena partes, coincidiendo con la apertura de
La Previsora el día lunes 3. Está claro que se había planificado las publicaciones para coincidir
con la apertura de la Caja de Ahorros, aprovechando al máximo la celebridad de su Gerente.
Citaremos sus primeras líneas:
“Habiendo intervenido en una interesante discusión acerca de las posibilidades de la baja
del interés en el Ecuador i siendo éste un punto que merece la atención general, creí oportuno
hacer un estudio mas detallado de la cuestión para ofrecerlo al lector que se interese por estos
asuntos.
Debo reproducir como motivo del estudio los párrafos esenciales de una carta en que se
expresaba la opinión contraria. Son éstos: ‘También sabemos que la tendencia predominante es
a la baja, pues en el curso de los años la riqueza aumenta, la demanda de capitales decrece i el
interés disminuye, como se observa en todos los países que han alcanzado o van alcanzando un
grado superior de prosperidad…”.
El estudio causó un revuelo dentro del sistema bancario, por lo innovadoras de sus ideas, pero
ningún otro banquero se atrevió a poner en práctica lo que sería parte fundamental del plan de
negocios de La Previsora.
Es curioso que la generalizada oposición de la banca establecida no causara temor entre los que
serían los depositantes de la nueva caja de ahorros, pero lo cierto es que cuando abrió sus
puertas, comenzó un flujo de depósitos que no pararía hasta llegar a ser, pocos años después, el
Banco con mayores depósitos en el país.
El 27 de abril el Diario Ilustrado comentaba la serie que había comenzado a publicarse en El
Telégrafo:
“Una mentalidad poderosa y revelada en plena mocedad, cuyas obras han contemplado los más
importantes problemas de reforma con un acierto realmente recomendable, comienza a
publicar en el diario ‘El Telégrafo’ un nuevo trabajo sobre cuestiones económicas. Las iniciales
que autorizan el trabajo en referencia corresponden a un nombre que ya goza de merecido
prestigio entre los que se dedican al estudio de asuntos de interés nacional: Víctor Emilio
Estrada.
Seguimos con toda atención el estudio de ese querido amigo nuestro, cuya contracción a cuanto
se refiere a la vida económica y social es verdaderamente ejemplar. Esperamos, desde luego,
que el mérito de lo que Estrada está publicando en el estimado colega matutino no quedará a la
zaga de lo demás que el mismo claro ingenio ha producido anteriormente.
Un ‘estudio sobre la tendencia del interés en el Ecuador’ es algo de tal importancia que supera
a toda recomendación, y por ello nos abstenemos de hacer ningún comentario anticipado sobre
esta nueva expresión de la laboriosidad intelectual de un joven cuyas especiales aptitudes para
tratar temas de esa índole son por todos reconocidas.
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Esperamos haber leído cuanto diga el referido estudio para luego emitir nuestra opinión sobre
tan interesante cuestión”.
El estudio generó opiniones encontradas: Algunos concordaron con él, más estuvieron en
desacuerdo. Pero lo importante es que el Directorio y la Junta General de Accionistas de La
Previsora respaldaron la propuesta de su Gerente.
La Previsora abre sus puertas
El lunes 3 de mayo de 1920 se abrieron las puertas de la Caja de Ahorros La Previsora. Muchas
personas asignan esa fecha, equivocadamente, como la de su fundación, lo cual, como vimos en
páginas anteriores, ocurrió realmente el 30 de diciembre de 1917.
La Previsora contaba ese día con cinco empleados aparte de su gerente: El contador, Belisario
Enrique Cabanilla González; el cajero, Camilo Echanique; el jefe de cuentas corrientes, Gilberto
Miranda; el recibidor, Octavio Morán; y, el conserje, Fernando Baldeón. Los escritorios del
gerente y del jefe de cuentas corrientes estaban en la parte de acceso al público. El cajero estaba
tras su ventanilla en un cubículo cerrado, por obvias razones. El contador atrás del cajero, y el
conserje acudía de un lugar a otro trayendo y llevando papeles, aparte de preocuparse de la
limpieza del local. Comenzaron recibiendo depósitos en las cuentas corrientes y el gerente
explicaba a los interesados las bondades que ofrecía la caja de ahorros, mientras el jefe de
cuentas corrientes se encargaba de la apertura de las cuentas.
El Telégrafo de ese día publicó en su primera página un reportaje titulado: “LA NUEVA
INSTITUCIÓN BANCARIA ABIERTA HOY”.
Citaremos algunas partes de él:
“Desde la fecha comienza a despachar para el público una nueva Institución de Crédito en el
ramo de Depósitos y descuentos. Conocedores de la necesidad que experimenta el país de esta
clase de factores económicos no podemos menos de congratularnos con la aparición de uno
nuevo que se presenta prestigiado por un esfuerzo personal y un programa de facilidades al
crédito dentro de los prudentes límites de la bien entendida banca.
La Previsora ha luchado un tiempo hasta encontrar su camino y dar fundación. Hoy se nos
presenta en su aspecto definitivo y estamos ciertos de que el estudio que sus dirigentes han
hecho de los diferentes ramos de actividad de la Compañía producirá para ella y para el
público el beneficio mutuo que se debe esperar de la cooperación bien entendida en el crédito,
de tal modo que el público confirmará con su veredicto de confianza la bondad del esfuerzo
realizado dentro del sencillo programa económico de La Previsora, que, en síntesis, es el
siguiente: Esta compañía opera en tres departamentos o secciones:…” Parte que no citamos por
haber conocido en páginas anteriores estos detalles. Y dentro del reportaje entra el marketing:
“La organización de los depósitos de ahorro está perfectamente estudiada en forma de mejorar
notablemente a los depositantes”. Era muy cierto y fue el primer derechazo directo a la
mandíbula de la competencia. Y agregaba, para el izquierdazo: “La Compañía trata de fomentar
y estabilizar el ahorro, sin explotar al que lo practica”, lo que dio justo en el blanco.
Para completar el 1-2-3 y ganar el primer round, le dio de frente a los banqueros usureros: “Por
otra parte, La Previsora se prepara a descontar documentos y a efectuar préstamos con prenda
fiduciaria, (acciones y cédulas) o alhajas sin pasar en ningún caso de los tipos bancarios en
materia de interés: este es otro procedimiento que le valdrá las simpatías del público, porque
comprenderá finalmente que bajo el anuncio de la Compañía anónima no está agazapado el
usurero prendario. Por esto decimos que la aspiración de la nueva Institución es perfectamente
liberal y considerada, y tiende a buscar una clientela segura, que encuentre siempre en la
Gerencia de La Previsora una cordial cooperación.
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Terminaremos esta bienvenida manifestando que hemos observado en la lista de accionistas de
LA PREVISORA que las TRES mil ACCIONES están en manos de 255 personas entre las cuales
hay cuatro gerentes de los Bancos guayaquileños, numerosos comerciantes, rentistas,
profesionales y un considerable número de pequeños capitalistas y empleados que han
encontrado en La Previsora una organización democrática que permite a cualquiera ingresar
con voto y voz gracias al tipo de acciones pequeñas de $100 que se han emitido. Sin duda que
este detalle será uno de los factores de su éxito.
Por lo demás, el público sabe que la Gerencia está en manos de D. Víctor Emilio Estrada, y
agregaremos que la Presidencia del Directorio corresponde actualmente a D. Luis Orrantia”.
El artículo era conciso y muy claro en establecer a la Caja de Ahorros como una institución
bancaria diferente.
Otra innovación que incluyó el reportaje fue la caja “del ahorro escolar e infantil, de tanta
trascendencia para el porvenir público y privado, desde que en la niñez se inculca
definitivamente todo hábito bueno o malo. Los padres deben poner especial atención a este
punto que La Previsora está propiciando en forma muy práctica…”. El Gerente tomó muy en
serio este aparentemente pequeño punto. Sus cinco hijos nacidos obtuvieron ese primer día su
libreta de ahorro, y los que nacerían después, tendrían su libreta a los pocos días de llegar al
mundo. Igual pasó con sus nietos, mientras él vivió.
En esos primeros días, el Gerente daba su atención personal a los clientes que no acudían
directamente a la caja o al encargado de cuentas corrientes. Era realmente atención
personalizada que captaba, por lo general, a todo potencial cliente que cruzaba las puertas del
local.
Las visitas de los colegas banqueros eran frecuentes, pues les interesaba ver el experimento. A
muchos de ellos les sorprendió la afluencia del público desde el primer día, y más sorprendidos
estuvieron con el pasar de cada día, pues desde que se abrieron las puertas, el banco comenzó el
crecimiento incontenible que mantuvo durante la vida de Víctor Emilio.
Local arrendado en que comenzó sus operaciones La Previsora el 3 de mayo de 1920.
Estaba ubicado en la esquina sureste de la intersección de Pedro Carbo y Francisco de Paula Icaza.
295
Curiosamente, no se encuentra en los varios medios impresos alguna foto del local original. Solo
contamos con este dibujo a plumilla, que apareció en el libro de celebración de los 50 años.
En esa edición de El Telégrafo, también en la primera página, se publicó el primer aviso
comercial de La Previsora:
Y en la tercera página, se publicó la octava parte de la serie sobre el estudio de la tendencia del
interés en el Ecuador.
Para todo efecto práctico, Víctor Emilio fue la personalidad del día.
Aprovechando la efervescencia de los trabajadores que, ese año como pocos otros habían
celebrado el 1° de mayo, sumado a que había problemas en el Concejo Cantonal y los
trabajadores se mantenían un tanto agitados, La Previsora adelantó la apertura de una de las
secciones que se proyectaba abrir más adelante. El Telégrafo del día sábado 8 de mayo, publicó
en su primera página de la edición de la mañana, la siguiente nota: “LA CAJA OBRERA”, con
este texto:
“Entre las creaciones que la Sociedad ‘La Previsora’ ofrece al público, ninguna está llamada a
desempeñar un papel tan importante como la Caja Obrera Cooperativa que se ha inaugurado
hoy. Y es que en Guayaquil no hemos conocido propiamente hablando el verdadero ahorro
cooperativo y útil para toda la clase social que lo practica; y hasta ahora el ahorro ha servido
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para llenar necesidades e iniciativas muy distanciadas de las verdaderas necesidades y
empeños de los elementos sociales menos favorecidos, pero que podrían recibir apoyo de una
cooperativa.
Porque ¿cuál es al fin el paradero de los ahorros de la clase obrera, trabajadores y empleados
de almacén, pequeños industriales y comerciantes? Este ahorro se distribuye hoy a tipo
carísimo entre personas que no son propiamente parte del elemento que ahorra y las
verdaderas necesidades del elemento trabajador y obrero las llena el USURERO a precio de
sudores, lágrimas y privaciones.
Lo natural es, pues, encausar ese ahorro y hacerlo servir para las necesidades de los mismos
elementos de la gran clase social que lo forma con la acumulación de trabajo y energía.
A este fin responde con una fórmula sencilla y fácil la iniciativa de ‘La Previsora’. Los jefes de
almacenes e industrias, las Sociedades Obreras, están llamados a facilitar el camino y cooperar
al plan de rehabilitación que persigue felizmente ‘La Previsora’, teniendo en cuenta que es una
verdadera liberación la que va a recibir el empleado y el obrero, inscribiéndose en la Caja
Obrera que recibirá su ahorro cuando lo tenga y le ayudará en sus necesidades cuando se le
presente, con el concurso solidario de sus amigos afiliados en la Caja Obrera de ‘La
Previsora’.
El buen sentido práctico de nuestros obreros y empleados ha de decidir el éxito de este esfuerzo
generoso y de alta importancia para el país”.
Y en la segunda página del periódico, se
publicó el aviso que vemos a la derecha.
El buen mercadeo que se usó es
innegable, pero lo interesante es que era
un mercadeo honesto y esa Caja Obrera
en realidad se convirtió en un beneficio
para muchos trabajadores, que dio a su
vez un importante aporte al crecimiento
de La Previsora. Era satisfactorio ver el
efecto que tenía un negocio creado y
organizado para dar beneficio a las dos
partes: El Cliente y el Banco.
Se daba a los ahorristas todas las
facilidades para entrar en la cooperativa.
En sesión de Directorio del 14 de mayo
se eligió a don Luis Orrantia Cornejo
como Presidente. Era el mismo caballero
que había liderado la lucha de los
importadores contra la Compañía
Nacional Comercial.
Parecería que se había superado
cualquier inconveniente personal, pues a
los pocos días salió el aviso de la
derecha, que era resultado de buena
colaboración entre el Presidente del
Directorio y el Gerente. Ya se hablaba
de modificaciones al Estatuto.
297
El mismo día que salió publicada la convocatoria a Junta General, se publicó este aviso que daba a conocer al
público los nombres de algunos de los integrantes del cuadro directivo y administrativo.
La presencia de don Lizardo García se debía principalmente al sentido de justicia y rectificación de errores pasados,
que aplicó Víctor Emilio desde poco después de la “más injusta de nuestras revoluciones”, en 1906.
El día 25 de mayo se publicó en El Telégrafo un aviso que era agresivo en su intención de captar nueva clientela.
Ofrecía una variedad de productos de depósitos con intereses y no discriminaba la cantidad a depositar.
298
El 1° de junio se publicó en El Telégrafo el primer balance de La Previsora, cerrado al 31 de
mayo de 1920. A continuación el balance y el comentario del periódico:
El comienzo exitoso de la Caja de Ahorros era patente, y después de este, solo los pocos
balances generados en momentos de crisis inducidas por medidas gubernamentales, o por la
competencia maliciosa, o malquerientes gratuitos o frustrados, mostrarían baja en los depósitos.
Al fin del mes de mayo, La Previsora contaba con 656 depositantes y $192.918 en depósitos,
Habían sido 25 días de trabajo, lo que promediaba entonces un ingreso diario de 26 clientes
nuevos y $7.716. No estaba nada mal para una Caja de Ahorros con relativamente pequeño
capital y sin local propio.
Para el 1° de junio, ya ofrecían el seguro de renta vitalicia.
299
Ese mismo día, en otro aviso, se explicaba mejor cómo funcionaba la renta vitalicia.
Y ese día también se publicó una convocatoria a nueva Junta General Extraordinaria de Accionistas.
Se quería aprobar, lo más pronto posible, cambios importantes al Estatuto Social para agilitar los negocios.
Con cada día que pasaba, se hacía necesario contar con más personal. El Gerente y los demás
empleados terminaban sus jornadas laborales exhaustos. El plan de Víctor Emilio había sido ir
aumentando personal en la medida que se iban abriendo las nuevas secciones, pero con el
incremento de clientes y depósitos, se hizo necesario comenzar a entrevistar, contratar y entrenar
nuevo personal a los pocos días de abiertas las puertas. Esto lo reflejaba la convocatoria a Junta
General resuelta el día 16 de mayo y el éxito que había sido la Junta realizada el día 19. El
300
Directorio y los accionistas estaban muy satisfechos con el progreso y el buen nombre que se
estaba forjando la nueva Institución.
Pero todo lo que nace con buena intención trae suspicacias. No faltaría, en pocos días, el inicio
de las críticas mezcladas con alabanzas. Ese día fue el martes 8 de junio de 1920.
En un periódico que no hemos podido identificar, el pseudónimo Juan Blanco escribió una
crítica mordaz a la promoción del ahorro, adornándola con elogios a La Previsora y a su
Gerente. La tituló: “Evolución financiera” con subtítulo: “EL SENTIDO DEL AHORRO”. Veamos
parte de su texto:
“Siempre estaremos de lado de quienes, en el marco de los negocios lícitos y correctos, tratan
de hacer algún bien al prójimo, al proletario, siquiera en medida mínima, en estas épocas de
avaricia, cuando el Becerro de Oro, el egoísmo deforme, echan a perder toda idealidad,
torturando las almas (…)
Creemos aún en la posibilidad de favorecer a los semejantes, si ponemos en el propósito un
adarme de buena intención, de sinceridad y voluntad santa; porque, si la fe movía montañas en
la leyenda del evangelio, hoy el esfuerzo de perfeccionamiento, el afán perseverante en las
acciones buenas, pueden transformar la Humanidad, en tal forma que no prenda la flor del
dolor y del sufrimiento.
Hablan muchos de las ventajas del ahorro, al pueblo guayaquileño. Pero, ¿cómo guardar un
centavo si apenas se gana para la vida; si el obrero es miserablemente explotado; si trabaja y
vive al día, porque no puede más; (…) Basta y sobra con el lamentable ejemplo de la
Confederación Obrera que, en largos años de existencia, ha ido de Judas a Pilatos (…) de
tumbo en tumbo, sin conseguir el equilibrio estable de esa clase de instituciones. (…).
Vienen tan amargos apuntes a nuestra pluma, al pensar en las magníficas condiciones que
ofrece LA PREVISORA a los pequeños capitales, mejor dicho a las puchuelas, a la esencia del
sudor y la sangre, que convertida en unos pocos billetes, puede depositar la gente infeliz y de
clase baja (…) si es lo corriente encontrar hombres corrompidos; financistas de largas uñas;
redentores de a cuartillo; patriotas de presupuesto; beatos de conveniencia, ¿cómo no vamos a
sorprendernos, a poner el grito en el cielo, cuando asoma un varón activo y correcto en la
legión de filisteos del mundo financiero, que tan edificantes muestras de honradez y de dignidad
nos está dando? Al señor Víctor Emilio Estrada no le conocemos personalmente; le hemos
estudiado a través de sus libros, en cuyas páginas se revela como un hombre de números de
primera fuerza; verdadero benedictino de la ciencia económica. Ha leído y asimilado mucho;
su cerebro es apto para difíciles deglusiones; guarda la materia prima de la instrucción y, en el
momento oportuno, tiene alumbramientos magníficos, inadvertidos en un ambiente propicio a la
rutina y mediocridad.
Ninguno ignora que una de las causas de la tremenda crisis, es el alto precio de las viviendas.
Se necesita ser potentado, o algo semejante, para habitar una casa higiénica, un departamento
de mediano confort.
Los propietarios suben en progresión ascendente el canon mensual a sus inquilinos, sin
preocuparse de la capacidad productiva de éstos (…) Años de años que Guayaquil sufre
situación tan difícil. Los patriotas y abnegados verbales nos ensordecen tarde y mañana, con la
profesión de su amor al pueblo; pero, en la práctica, está como ahora un siglo. (…)
LA PREVISORA edificará en breve, casas para empleados y obreros, dando así una prueba de
sus democráticas intenciones. Lo que tememos es la oposición que los propietarios, estilo
Torquemada, harán al señor Gerente. Si esa sociedad edifica barrios obreros, disminuirá el
agio de arriendos y subarriendos, en cuya operación encuentran muchos el medio más cómodo
para acumular ingentes riquezas. Pero, favoreciendo a las masas, LA PREVISORA, se captará
la confianza pública: los pobres. Depositarán el sacrificio de sus ahorros, y mañana, tal vez, se
lleve a la caja de esa reciente y benemérita institución, lo que aún dejan los jornaleros, los
empleados en las tabernas y los garitos, en inexplicable dilapidación.
301
¿Por qué no fomenta el ahorro de la mujer el señor Estrada? Debemos darnos cuenta de que,
dados los avances del feminismo en su forma estética y sociológica, las hijas de Eva no son ni
deben ser como antes, las simples muñecas de amor y sensualidad: ellas deben ayudar
inteligente y activamente al progreso y cultura de la República. (…)
Y llevados de la fantasía pensamos en los negocios lícitos que podría hacer LA PREVISORA,
sin irse por los atajos de lo vulgar. Seguro del obrero, amparándolo de los accidentes del
trabajo o llevándole al cerrar los ojos postreramente, aunque fuese en tosco ataúd (…) seguro a
favor de las mujeres que delinquen y caen y se pierden en el laberinto de la pasión. Pero
pongamos monto final, porque la alabanza suele perder a los hombres y marear a los mismos
dioses…”
Luego vendrían otras, mucho más directas y se incrementarían en medida proporcional al éxito
de La Previsora y sus negocios.
Una carta y artículo del Dr. Cesáreo Carrera sobre el opúsculo de Víctor Emilio “Fuertes o
esclavos”, que habían sido laudatorios a la obra, fue comentado por un anónimo escritor en un
periódico que no hemos podido identificar, pero que fue publicado el 30 de junio de 1920.
El autor, en imaginaria discusión con un amigo recibe un reto: “-Tú, Crisóstomo, procura editar
mi opúsculo – como aquél de Víctor Emilio Estrada, para que el doctor Carrera lo aplauda con
enjundia y entusiasmo.
-Quién es Víctor Emilio? Un muchacho imbuido de filosofías pangermanistas; que sabe del
Conde Reventlow, de Harden y su Zukunf, de todo lo Kolosal en materias cerebrales. Y que no
se vea – buen Dios – un insulto para el joven internacionalista en las líneas que preceden. La
investigación, la gimnasia intelectual, el tremendo match del hombre por encontrar la verdad,
ha alcanzado en el ex-Imperio perfecciones increíbles, muy poco de nuestra juventud que se
dedica a hacer versos, cuando apenas sabe leer y escribir: Víctor Emilio Estrada es militar y
filósofo – aunque ensayista todavía. Es tal vez un Repington, un Amadissi, un Lalaterre, un Von
Salzman de nuestra clase armada, y como tal suele manifestarse fecundo y atrevido cuando se
trata de avizorar, en el futuro, la suerte de la Patria.
Además es rico, aspirante a millonario, pero gran demócrata y convencido liberal. Un artículo
suyo sobre la Liga de las Naciones recorre actualmente: Pan América, reproducido de rotativo
en rotativo; es cuanto puede ambicionar el escritor que sabe de las miserias del egoísmo
periodístico, donde se esconden no pocas podredumbres.
Pero – y he aquí lo triste – mi opúsculo no lo reproducen, siquiera los colegas, desinteresados e
imparciales (…) de cuya existencia apenas se dan cuenta las masas por la voz autorizada del
doctor Carrera, quien se entusiasma ante el debut internacional de Víctor Emilio como quien
encontrara un diamante perdido en el lodazal de las pasiones; ya que es rarísimo que en esta
época de crisis, alguien predique el ideal, cuando existe el peligro del estómago, que no permite
ocuparse de otra cosa que del laudes a los grandes, a los que están arriba, y se embriagan con
el incienso que brota de la pluma de los envilecidos, para los que no tienen la más mínima
importancia, las investigaciones sinceras de un muchacho inteligente que escribe con todo el
corazón, ante la suerte angustiosa de la Patria que debe ser para los buenos ciudadanos una
fuente de sacrificio y abnegación, antes que de ganga y gollería”.
El autor escribe de una manera ambivalente. Por un lado deja ver claramente los celos que siente
hacia Víctor Emilio y lo culpa indirectamente de quitarle el protagonismo que cree merecer, y
por otro las alabanzas al joven escritor y banquero parecen sinceras.
Los dilemas de la quinta La Esperanza y la casa de 9 de Octubre
Víctor Emilio estaba aún muy lejos de ser millonario, como acusaban sus críticos, y más aún,
tendría algunos fracasos en sus inicios como empresario, como veremos más adelante.
302
La pareja Estrada Icaza había tomado muy en serio la virtud del ahorro desde que se casaron. La
lección que había aprendido Víctor Emilio cuando se encontró sin ahorros en momentos de
necesidad, quedó grabada en la psiquis de la pareja.
La experiencia de haber tenido que arrendar la casa de la avenida 9 de Octubre a pocos meses de
casados y tomar en arriendo por algunos años la casa de la calle Industria, les había fomentado
el ahorrar lo suficiente para construir una nueva villa en los predios de La Esperanza, pues la
casa antigua, que existía ya cuando se compró el predio, estaba en mal estado y cundida de
plagas de insectos y roedores durante los inviernos. La pareja anhelaba tener una casa moderna,
cómoda y con las facilidades y jardines para su creciente familia. Para 1920 ya tenían una idea
más clara de lo que necesitaban, y la formación de un terreno de buena proporción, separado del
más grande predio de La Esperanza cuando Víctor Emilio cedió el espacio para la prolongación
de la calle de la Industria, daría el espacio ideal para la construcción de una villa de construcción
mixta, de cemento, madera y caña.
La casa de 9 de Octubre había corrido una suerte un poco triste. Ante la necesidad de generar
fondos para el sustento diario, fue arrendada por un año para oficinas de la III Zona Militar, a
partir de agostro de 1912. Víctor Emilio retuvo los dos apartamentos que estaban en la planta
baja, los que arrendaba por separado.
El arriendo de la casa significó el traslado de toda la familia, esto es Víctor Emilio con su
esposa, Panchita y María Luisa con su esposo Luis Alberto, a la casa arrendada en la calle
Industria, esquina con Huancavilca.
Al finalizar el primer año de contrato de la casa de 9 de Octubre, en 1913, fue tomada otra vez
por la III Zona Militar, pero esta vez por dos años e incluyendo los apartamentos de la planta
baja, pues las dependencias de la Zona se estaban ampliando y crecerían aún más cuando se
iniciaron las operaciones militares contra la Revolución de Carlos Concha Torres, a fines de ese
año.
Un hecho curioso es que, al reincorporarse Víctor Emilio al servicio activo del Ejército, a fines
de 1913, su trabajo como ayudante del comando de la III Zona Militar lo llevó a trabajar en su
propia casa, lo cual sin duda le permitió preocuparse porque no fuera maltratada. Ese trabajo le
dio un sueldo fijo que ayudó a dar estabilidad a la familia, pero duraría solo hasta el año
siguiente, 1914.
En agosto de 1915 la Zona devolvió la casa, de tal forma que dejaron la vivienda arrendada en la
calle Industria y regresaron a la casa de 9 de Octubre, la cual, a pesar de los cuidados
prodigados, estaba en mal estado. Pero la situación económica no daba para hacerle muchas
adecuaciones o mejoras, pues hemos visto que el trabajo de Víctor en ese momento, que era el
de contratista para la provisión de agua contra incendios de Vinces, daba ingresos erráticos por
las dificultades de cobro de planillas al Concejo de ese cantón.
Se las tuvieron que arreglar en la incomodidad de esa vivienda, alternando con La Esperanza,
durante algunos años más, hasta que Víctor Emilio tuvo el trabajo de Interventor de Hacienda en
1917, cuyo sueldo fijo le dio mayor estabilidad y la posibilidad de establecer un presupuesto
más estable para el sustento del hogar y para poder hacer mejoras en las construcciones.
Un hecho interesante que no habíamos mencionado antes y que lo traemos a colación en este
momento, fue precisamente un trámite indispensable para formalizar y posesionarse del empleo
de Interventor.
Todo empleo público que implicaba relación con el manejo de fondos públicos, requería de la
presentación de una fianza, para garantizar que el empleado pudiera responder por los fondos de
que se haría responsable.
303
En el caso del empleo de Interventor de Hacienda del Guayas, se requería la fianza de cuatro
personas, cada una de las cuales se haría responsable del cuádruple del sueldo anual del
empleado, de tal manera que la garantía requerida era por diez y seis veces el sueldo anual que
recibiría Victor Emilio. ¡Tendrían que ser cuatro muy buenos garantes!
En efecto, lo fueron. El 15 de junio de 1917 comparecieron ante el Escribano Público del
cantón, don Juan Alfredo Moreira y tres testigos, los señores Luis Adriano Dillon, José Eleodoro
Avilés, Francisco Urvina Jado y Pedro Gualberto Córdova, a otorgar la debida fianza. Era un
lujo que se daba el joven funcionario al presentar tales garantes, y nos muestra la confianza que
ellos tenían en el joven, quien aún no tenía una formación técnica adecuada para ejercer el
cargo.
El primero en firmar la escritura fue don Francisco Urvina.
Durante los siguientes años, en las varias auditorías que se realizaron a esa dependencia, los
auditores hicieron algunas observaciones, las que fueron desvirtuadas totalmente de manera
oportuna.
Las auditorías se realizaban con algunos meses y hasta años de retraso, de tal forma que había
que mantener las garantías hasta que la última auditoría concluyese. La final, que las liberó,
concluyó el 12 de septiembre de 1921, terminando límpio y sin tacha el trabajo de Víctor Emilio
en esa dependencia pública.
Regresando al hilo de la biografía, nos encontramos, en 1920, con el continuo dilema de la
familia Estrada Icaza, de dónde vivir y en qué épocas del año.
Víctor Emilio le estaba tomando algo de adversión a la casa de 9 de Octubre. No sabemos con
certeza la razón para esos sentimientos, pero es muy posible que se debiera a los recuerdos que
esa vienda le traía de los años felices que vivió en ella con su familia paterna.
Él quería establecer su residencia propia, en la cual se generarían los recuerdos únicos y
diferenciados, de la vida familiar que estaban forjando con Isabel y sus hijos.
Pero la pareja no se ponía de acuerdo, pues Isabel
continuaba inflexible en no vivir en La Esperanza durante
el invierno. ¡No soportaba los insectos! En el verano la
situación cambiaba radicalmente y el vivir en la quinta era
un verdadero placer, en especial para los niños, que
gozaban con el espacio, para ellos ilimitado.
A tal punto debe haber llegado el desacuerdo con su esposa
que, a partir del 15 de julio de 1920, se publicó el siguiente
aviso durante algunos días:
El Concejo Cantonal de Guayaquil continuó nombrándolo comisionado para diferentes ramos
durante los meses de febrero y marzo, cargos que por su ocupación, le era imposible aceptar,
pues no los podía cumplir a cabalidad como él sentía que era su obligación.
El 1° de junio de 1920 se le notificó haber sido electo Diputado suplente por la Provincia del
Guayas, cargo que no podía rechazar pero que no le causó preocupación, por cuanto los
suplentes de provincias como Guayas rara vez tenían necesidad de actuar.
Otros nombramientos que no pudo rechazar fueron los otorgados por la Junta Patriótica del
Centenario, expedidos en el mes de julio. Estaba en la comisión que recibiría a los diplomáticos
y dignatarios que estaban invitados a los festejos. También lo nombraron jurado para “calificar
304
las obras públicas más importantes é indispensables para el país”. Estos cargos los desempeñó
con todo su fervor cívico en la medida que su tiempo lo permitía.
El 24 de septiembre de 1920, el presidente de la Asociación de Empleados de Guayaquil le
envió una carta sorprendente que citaremos a continuación:
“Señor / Víctor Emilio Estrada / Presente.
Me es grato comunicar a Ud. que la Junta Directiva de la ‘Asociación de Empleados’,
teniendo en cuenta la solicitud de Ud., y las buenas prendas que le adornan, acordó, en sesión
última, aceptarlo como Socio Activo de esta Institución.
Lo que pongo en su conocimiento para los fines del caso.
Labor y Constancia
El Presidente / Enrique (ilegible) El Secretario / José Bocca V.”
Él había solicitado ser miembro y el directorio lo aceptó gustosamente, pues técnicamente era un
empleado de La Previsora. El mantener esa membrecía fue para él un motivo de orgullo, pues
siempre pregonó su condición de empleado por sobre otras condiciones que logró con su
esfuerzo. Pudo ser accionista y propietario de empresas, pero su principal condición laboral fue
la de empleado, primero como Gerente y luego como Gerente General, de La Previsora.
Antes del fin de año había recibido dos nombramientos más:
El 27 de diciembre fue nombrado representante de la Junta del Ferrocarril de Quito a
Esmeraldas, para que se ocupe de los asuntos relacionados con el cobro del impuesto a la
introducción de aguardiente en la Provincia del Guayas. Pidió instrucciones al respecto, ya que
habían varios beneficiarios. Era una cuestión muy simple, basada en la estadística y en las
proporciones de distribución del impuesto.
El 29 de diciembre se le notificó haber sido nombrado miembro de la Junta de Embellecimiento
de Guayaquil para los años 1921 y 22. Cumplió con el deber cívico a pesar de que estaba muy
ocupado con La Previsora.
Nos hemos adelantado en el tiempo en cuanto al tema de nombramientos para no interrumpir el
relato del resto de 1920 con esos detalles. Ahora regresamos a fines de mayo de ese año.
Capítulo 18 – Empresario Privado
Se emprenden nuevos negocios
Víctor Emilio, con su amigo y concuñado Adolfo Gómez Santistevan, tenían el sueño de
emprender en negocios propios que tuvieran éxito.
El estrechamiento de vínculos bancarios de Víctor Emilio con don Francisco Urvina Jado (don
Pancho), le habían abierto la posibilidad de ampliar líneas de crédito personales en el banco que
Urvina manejaba, aunque era bien duro para aflojar los créditos. Víctor Emilio ya tenía su
historial con ellos por el negocio de la revista Patria, la provisión de agua contra incendios en
Vinces, y la importación y venta de vehículos. Aquí vale anotar que hasta que se establecieron
distribuidores oficiales de las varias marcas, cualquiera importaba y vendía vehículos de
cualquiera de ellas. Víctor, en su sociedad con José Gómez S., trajo y vendió Studebaker, Buick,
Ford y otras marcas. Dependía de lo que los agentes de compra en los EE. UU. podían conseguir
al menor precio.
305
Por delicadeza personal, Víctor Emilio no acudió a créditos personales de La Previsora, y sus
primeros negocios se hicieron principalmente con crédito del Banco Comercial y Agrícola.
En 1920, con la experiencia ya adquirida y la participación de Adolfo, Rogelio Benítez (del
Banco Comercial y Agrícola), y César Gamarra, sobrino de Lastenia, como socio minoritario
por un tiempo, se contaba con el recurso humano, el capital y el crédito para invertir.
Un pedido del Presidente electo
En medio de sus emprendimientos en La Previsora y en los negocios con sus socios, Víctor
Emilio recibió el pedido del Dr. José Luis Tamayo para que le haga un análisis de la situación
económica del Ecuador, que el futuro Presidente tendría que enfrentar en su mandato. Era una
tarea ardua que le pedía al joven banquero, pero él se entregó a ella y el 3 de junio le presentó al
Dr. Tamayo un memorándum de ochenta y dos páginas que comienza así:
“Mui estimado doctor Tamayo:
Comprometido a emplear todo mi tiempo en la Gerencia de una institución apenas instalada i
alejado necesariamente de toda cuestión política, el amable recado suyo de que fue portador mi
estimado amigo César Borja Cordero, las francas palabras que oí a Ud. en la conferencia a que
acudí en su estudio, i la primordial razón de tratarse de un empeño patriótico i desinteresado,
me obligan, pese a mi incompetencia, a llenar en lo posible un grato deber de ecuatoriano i
asentí con la más viva complacencia i sin el menor arriare- pensé a su bondadoso deseo de
conocer mi opinión, en forma práctica, acerca del problema hacendario que el futuro Gobierno
tiene por resolver entre abrumadoras exigencias i dificultades.
I con mis renovados agradecimientos por el honor i la confianza, entro en materia, a la cual me
permitirá Ud. anteponer algunas consideraciones que explicarán ciertos puntos de vista
contenidos en los proyectos finales, objeto de la presente.
Ante todo reconozco los tropiezos que encontrará en el Ecuador el simple intento de cambiar de
vía en materias fiscales. Aquel organismo hacendario que tiene como broquel la venerable
vetustez de toda tradición i como defensores una cohorte de intereses creados i una sociedad
impregnada de ingenuo, convicto, confeso materialismo, aquel organismo, decía, se prepara o
está ya preparado para jugarse la partida final, de vida o muerte, con la reforma i él ha de
defenderse recio con esos dos elementos: La tradición se erguirá contra toda innovación, los
intereses ante las razones de patriotismo. La tradición arguirá en su favor la costumbre i la
estabilidad oponiéndose al ensayo de lo desconocido, mientras que los intereses han de
susurrar al oído de la Empleomanía i de la explotación del Erario. Tiene que ser un espíritu
mui fuerte i muy resuelto hasta el sacrificio el que se eche encima la obra de despistar i vencer
a esos dos potentes conjurados.
Quien quiera que él sea, tiene derecho al concurso de los buenos ecuatorianos”.
Y continúa con el estudio, entrando en la materia con una exposición de antecedentes y motivos.
En la página ochenta, llega a conclusiones:
“La implantación de un sistema tributario europeizante conduciría al desastre económico i
financiero. Es necesario practicar evolución i no revolucionar. (…) Quizás Rusia sea una
muestra del objetivo que se puede alcanzar echando el peso de los tributos sobre la riqueza
ganada. Impuestos analíticos complementarios a la renta requieren una organización fiscal casi
perfecta, estadística irreprochable, para fundar a conciencia la tarifa progresiva, policía
financiera de parte del Fisco, educación cívica i económica de parte del individuo. Ninguno de
estos factores existen hoy i hasta formarlos lo prudente es dar pasos mesurados pero firmes
para no exponerse a traspiés que desacreditan la que bien llevada será evidentemente una
bondadosa reforma. Proponemos un bosquejo de impuesto personal, saliéndonos de la
tributación objetiva en grado eminente como la tenemos hoy, i si el ensayo produce resultados
hai para continuar ese camino bastante terreno propicio. (…)
306
Por otra parte hemos optado por dejar al Ejecutivo en libertad de presupuestar la mayor parte
de las dependencias fiscales donde el ahorro sería posible. El Presupuesto Nacional fijará la
cantidad global i el Ejecutivo la distribuirá ‘administrando’. Es un sistema que en manos de un
Gobierno enérgico es inmejorable i le permitirá desarrollar ideas propias en la materia. (…)
Es menester reflexionar que mientras el costo de todos los servicios públicos i privados ha
crecido desmesuradamente, el Estado se ha cruzado de brazos ante la pérdida que eso le
significa en los Muelles Fiscales i servicios de lanchas. Es indispensable llenar el déficit que
ello causa o entregar eso a la industria privada con perjuicio mayor para el Estado.
Creemos indispensable i útil cambiar la facturación rutinaria del presupuesto i hacerla en
adelante por grupos científicamente denominados. Cualquiera que sea la doctrina que
adoptemos para ello será más lógica que el simple orden alfabético que ha servido hasta hoy
para ordenar el presupuesto.
Igualmente hemos cambiado la denominación ‘Económico’ por la de ‘Financiero’ que es la
verdad tratándose de nuestro presupuesto”.
Víctor Emilio hizo un estudio muy bueno que incluía instrucciones claras para manejar la nueva
proforma presupuestaria, pero como él mismo dijo, se requería de un Gobierno enérgico para
poner en marcha los cambios necesarios y, desafortunadamente, el gobierno del Dr. Tamayo se
caracterizó por su continua indecisión y ambivalencia, que llegó a crear una situación
extremadamente crítica para el país, pues no ponía en práctica ningún buen consejo que recibía.
Casi al final, encontramos una referencia a la situación del muelle fiscal, gran lucha del truncado
mandato del presidente Emilio Estrada. La administración del muelle, luego de retornado al
Estado, fue cada día de mal en peor. Nueve años después, era desastroso para el Erario, lo que
constituía la mejor muestra de los argumentos que había presentado Víctor Emilio al Dr.
Tamayo. La situación era muy distinta a la de 1907 hasta 1911.
Fue un excelente trabajo que no sirvió para nada, pues el Presidente no lo implementó…
El Trébol, el Hotel Ritz y otros negocios
Con un grupo de socios tenía varias ideas en mente: Exportación de cacao, sombreros de paja
toquilla y esencias de perfumería; e importación de artículos de bazar, medicinas y todos lo que
se pudiera comercializar. Habían varios bazares que eran populares de la ciudad. Ellos
decidieron ponerles competencia y hasta le dieron nombre: El Trébol. Otro emprendimiento fue
abrir y operar el Hotel Ritz, en el cual Víctor Emilio, Rogelio Benítez, César Gamarra y Adolfo
se asociaron con Carlos Romero Vélez, experimentado en el campo hotelero, quien figuraría
como Gerente Copropietario. Había tres hoteles más de la misma categoría en Guayaquil, entre
los que se distribuían los turistas que llegaban a la ciudad.
Con otros socios se había rematado el ramo de aguardientes, sobre el cual se tuvo una buena
utilidad y sirvió para compensar las pérdidas de otros negocios.
Para darnos una referencia de la situación, tengamos una idea de a cómo se encontraba el tipo de
cambio en esos días de julio, según publicitaba la casa de cambio del Sr. S. Perrone:
Compra:
Libras inglesas ORO $11
Libras peruanas ORO $10.80
Libras peruanas papel $10.10
Libras ecuatorianas $11
Dollar ORO c/u $2.20
Dollar billete c/u $2.15
Y, para efectos comparativos, la lista de tipos de cambio para giros en varios países, según los
dos bancos más grandes de Guayaquil. Muchas de las compras se realizarían con giros:
307
Banco del Ecuador
Venta de giros a la vista
Inglaterra Libra Esterlina 1 a $8.55
Francia Francos franceses 5 a $0.65
Suiza Francos suizos 5 a $1.92
Italia Liras 5 a $0.50
España Pesetas 5 a $1.85
Alemania Marcos 4 a $0.141/2
Banco Comercial y Agrícola
Venta de giros a la vista
Londres Libra Esterlina 171%
París Francos franceses 65%
Italia Liras 50%
España Pesetas 185%
New York U. S. Dollar 213%
Entonces, para efectos prácticos, cada dólar de compra en New York, en giro del Banco
Comercial y Agrícola, costaría $2.13 y cada Franco francés $0.65, al cambio de esos días, pero
como veremos, iría subiendo con el pasar de los meses. Se iba preparando la crisis que
culminaría en una primera etapa en 1922, y en su mayor gravedad en 1925.
Adolfo se constituyó como el agente vendedor y comprador. Alrededor del 15 de julio de 1920
salió hacia New York y París, vía Panamá, para ofrecer los productos que pretendían exportar, y
comprar productos, materiales y equipos para el almacén El Trébol y para el Hotel Ritz.
Con este motivo comienza una correspondencia epistolar entre los dos concuñados, de la cual
citaremos ciertas cartas y pasajes porque nos revelan muchos aspectos de la personalidad de
cada uno, y nos dan noticias sobre sus negocios particulares.
A medida que transcurra el tiempo iremos también intercalando información sobre el progreso
de La Previsora, y en este punto citamos un artículo de El Telégrafo, del día 17 de julio.
“LAS NUEVAS CEDULAS HIPOTECARIAS EN GUAYAQUIL
Una vez más LA PREVISORA sale del camino trillado y ofrece al capitalista guayaquileño una
notable y ventajosa innovación en materia de cédulas.
Hasta hoy ocurría que la inversión en cédulas resultaba desastrosa si al fin de cada semestre
salía sorteada alguna, pues, compradas con premio y comisión al corredor, el Banco la
reembolsaba a la par y el dueño de la cédula perdía uno y otra.
La cédula de LA PREVISORA elimina ese peligro y su poseedor más bien mirará con gusto que
se la sortee, porque LA PREVISORA se la reembolsa con tres por ciento de premio.
Con este sencillo procedimiento está eliminando el mayor inconveniente que hasta hoy ha
tenido la cédula en Guayaquil y el rentista está de plácemes con el inmejorable papel fiduciario
que entra al mercado con el nombre, prestigioso ya, de la joven y progresista Institución
Bancaria de Guayaquil”.
Era un golpe para los bancos antiguos, acostumbrados a su forma arcáica de trabajar, y
realmente ofrecía al dueño de cédulas hipotecarias un mayor nivel de seguridad sobre la
rentabilidad de su dinero.
La cajita de ahorros estaba causando mucha roncha en el mercado…
Desde Colón, Panamá, Adolfo escribió a Víctor Emilio el 20 de julio:
308
“Mi querido Víctor:
Solo hoy á las diez de la mañana, se nos ha permitido salir de la cuarentena, y felizmente he
encontrado el Parismina que sale mañana á las cuatro para La Habana y me voy en él, para ver
si hago en ese lugar negocio de sombreros y algo de perfumería.- Me dicen que los sombreros
son baratos, y si resultan no hay que decir su procedencia.- Apenas me despache sigo á New
York.- Voy a usar forma lacónica al escribirte, para poder tratarte todos los asuntos. Quizás de
La Habana solicite fondos, que colocarán por cable en caso de pedírtelos, y será de acuerdo
con la palabra de la clave.-
En caso de no hacer negocio en La Habana; yo creo que al llegar á New York estará el dinero á
mi órden en un Banco, porque sin fondos que acrediten respaldo, y con las inútiles cartas del
Banco Agrícola, no habrá como hacer compras.- Supongo yá el cacao en viaje; este negocio y
mis compras en Alemania me entusiasman mucho.- Quisiera que me envíes carta inmediata á
New York, al Consulado, con una lista, que pedirás á Alfredo J. Valenzuela, de productos
químicos y especialidades farmacéuticas, que conviene llevar á Guayaquil de Alemania; porque
aquí vá uno de los jefes de la Botica del Comercio, y me pinta este negocio como colosal.- El
crée debe traerser quinina, aspirina, (…), etc., pero como no me es posible sin despertarle
sospechas, pedirle datos del negocio, te lo encargo muy especialmente lo hagas tú allá.-
Al reverso te mando la forma en que debe venir la lista bien detallada. (En efecto, en el reverso
de la página, Adolfo hizo un meticuloso cuadro de la información que requería. Imaginamos que
eso sí lo obtuvo del Sr. de la Botica El Comercio…).
No he hecho cable, porque me contestarían y sería gasto inútil (…) En La Habana haré, y
remítanme en el acto contestación – Si no hay Consul del Ecuador, diríjanme el Cable á Zemog
Habana, que yo iré a reclamar bajo esa dirección á la oficina – Mi cable dirá familia para
preguntar por ella, y si necesito remesa fondos acompañaré la palabra convenida.-
Te ruego decir á Gamarra que no pude descontar letras en Panamá y Colón, á causa de que
nadie me conoce.- Que Colón Eloy se negó.- Que es necesario envíe fondos para pagar el 50%
de sus pedidos, porque no habrá tanta facilidad como él crée.-
Mi viaje será provechosísimo te lo aseguro, y nuestro negocio marchará; pero es indispensable
tenga yo los fondos disponibles en New York á mi llegada, de tal manera que haga conversiones
á cualquier moneda y pueda seguir viaje.-
A Rogelio díle que me mande dentro de un sobre á New York una piola con la medida de las
fajas, por primer correo, que la que me entregó se quedó en Guayaquil. Salúdalo mucho.-
Mil cariños a tus bébes. Un abrazo para Isabel y para ti.
Tuyo Afmo.
Adolfo Gómez y Santistevan
Te recomiendo mucho muchísimo á los míos”.
El día 27 de julio se publicó un aviso en El
Telégrafo, que fue otra molestia para los
grandes bancos, pero una ventaja más para
los clientes de La Previsora.
El Gerente había establecido alianzas con
bancos de ambas plazas para que los
cheques sean efectivos a la vista.
Con fecha 31 de julio, Víctor escribe a Adolfo:
“Querido Adolfo:
Correspondo a tu primera carta de Colón. (…) por la cual me informé del viaje sin
contratiempo que llevaste hasta allí. Creo que tus proyectos de negocio en la Habana no los
lleves a cabo al fin, porque supongo mui caro todo artículo fabricado en ese país tan rico i por
consiguiente de precios altos. Hasta hoy no tenemos cable tuyo de la Habana lo que me hace
309
suponer que has seguido viaje i mas bien espero uno de New York adonde supongo llegarás
mañana o pasado.
Paso a darte razón de los varios asuntos nuestros.
Hotel
Ha continuado trabajándose con actividad i cree Romero que el 1 de Setiembre será posible
abrirlo al público. Las perspectivas del negocio no pueden ser mejores i aun sin las fiestas
tendremos pasajeros pues actualmente no hai donde alojarse el que llega. Es inusitado el
movimiento inmigratorio tanto de la sierra cuanto del exterior.
Te incluyo una letra por TRESCIENTOS dolars para que los emplees en la compra de
inmediato y urgente despacho de plaqué para el Hotel i ojalá no te duermas en esto porque nos
haría falta para abrirlo. Supongo que lo habrás hecho en cuanto llegaste a N.Y. pero si así no
fuera apresúrate en hacerlo. Esos dolars me los dieron a 2.13 por especial deferencia.
Los fondos para el Hotel creo que alcanzarán a pesar de que estamos intentando doblar la
capacidad (50 personas o 40 por lo menos).
El Trébol
El mismo día que te fuiste arreglé el asunto acciones i pagarés.
Firmé uno por poder tuyo i otro mío, recojí el de Gamarra i de Benites i todo lo entregué a
Laura junto con el talonario del libro de acciones i el Registro de las mismas. Todo se guardó
en tu caja de fierro.
Gamarra se quejó de que el contrato se hiciera con Gordillo i habló con Rogelio. Este me dijo
que en igualdad de condiciones prefiriera a Gamarra i después de hablarle claro a éste último
le dije que no tenía inconveniente en hacerlo con las debidas garantías. Gustavo estuvo mui
atareado estos días i solo hoy me trae en este momento la minuta del Contrato basada
íntegramente en tus especificaciones i Gamarra deja en garantía 10 acciones de El Trébol. Te
diré que no sé cuál sea mejor si Gordillo o Gamarra, porque Gordillo también es un incumplido
i sobre todo el contrato está en términos tales que Gordillo hubiera quebrado, mientras que
Gamarra tiene siempre mayor resistencia a la pérdida. La garantía sobre todo es clara para
nosotros con Gamarra mientras que Gordillo ¿qué nos daba?
Rogelio me insinuó que nombrásemos al hijo de Gerente i Gamarra le dijo a su vez al hijo de
Rogelio que lo nombraran a él (a Gamarra). Le dije a Rogelio que el hijo es mui joven i
Gamarra podía envolverlo. Así que el nombramiento lo hicieron para mí. El contrato con
Gamarra lo firmaré con ese carácter.
Parece que el dinero de Gamarra es el producto de la parte de la señora en la mortuoria de la
mamá. Don Pancho me dijo que no era de él, porque Eleodoro Avilés le soltó delante de mí que
yo le había dicho efectivamente que sospechaba que fuera él, don Pancho, el dueño de esa parte
que figuraba como de Gamarra. Don Pancho me dijo que si á él le hubiera gustado el negocio
me habría llamado i dado el dinero.
El arreglo del almacén sigue bien. Cada día me gusta más el local. Toma nota que el zaguán de
las Icaza es de 2.50 de ancho, según contratos, i así lo han exigido. Tu plano le dá solo 2 M.
Semanalmente gastamos menos de $100 en jornales i con el mismo presupuesto seguiremos por
que toda la gente es de primera. Ya se fue La Roma i la botica Alemana i hemos conseguido que
Hernández se quede hasta Setiembre 1, i así evitarnos el arriendo.
Te recomiendo que te dirijas a la firma Denniston Manufacturing Company, 5th Avenue and
26th Street, New York, cuya fábrica principal está en Farmingham (Mass). Estos señores
fabrican preciosos artículos de fantasía de papel para adornar salones, comedores, kioskos, en
bailes, banquetes, navidades, & &. Vé si es posible enviar algo para vender en el Centenario,
por paquete postal.
310
Giros = Hasta el momento de escribirte esta carta no hai sino una remota esperanza de que nos
ceda el Agrícola los $30.000 dado caso de que arriben en no sé qué combinación para obtener
unos $130.000. El asunto (ilegible) fracasó totalmente. El tipo de compra hoi es $2.50. Hoi le
pedí a Rogelio $2.000 para enviarte aunque sea eso por este correo i tengas así como hacer
algo en Francia, que es lo más importante. Al final de la pte. daré cuenta del resultado que lo
espero para después de una hora.
CACAO= Se embarcó para Alemania i te incluyo documentación i factura. (…)
Creo que el dinero nos dará resultado, si las restricciones para exportar no son grandes en
Alemania. Te incluyo un recorte del ‘Economista’ de Madrid que no da muchas esperanzas.
Felipe Levy está en Alemania comprando para la casa Levy de aquí. Quizás lo encuentres en
Hamburgo. Jeremías ha recibido mucho surtido de alhajas i grandes copas para premios de
sport.
Ernesto parece que va a establecerse ampliando sus compras en Europa i en la misma línea de
artículos que conocemos. Le llega por paquete postal, me dijo.
Si estás en Francia a mediados de Agosto o fines que fuese quizás tendrías tiempo de averiguar
por el pedido de champagne para el hotel que hasta ahora no dan respuesta. Con Juan Marcos
puedes obtener datos.
Respecto a drogas alemanas me dice Valenzuela que él no tiene experiencia comercial para
poder aconsejar cantidades a pedir de esa clase de productos. Opina que el 914 es lo mejor que
se podría traer pero al mismo tiempo cree que la producción la tienen vendida toda i no
servirán ningún pedido. (…) Me parece que Valenzuela elude dar informe tanto porque él
negocia algo en especialidades cuanto por falta de tiempo para ocuparse de la lista. La
Basische Annilinen Fabrik es lo más importante en Alemania en productos químicos i la
Agencia de eso sería útil conseguirla.
Si la Asociación logra exportar 20.000 sacos de cacao, me dice Rogelio que de todos modos
separará los 30.000 dolars para nosotros. En fin la situación no puede ser más incierta i en el
fondo solo tenemos la buena voluntad de Rogelio i don Pancho para darnos lugar en la primera
oportunidad.
Calculo que esta carta llegará a tus manos el 15 de Agosto i para comunicarte que van los
fondos toma nota de que te cablegrafiaré las siguientes palabras: Si los fondos van por cable
FONDOS i si van por carta estrora DINERO. En uno u otro caso será el Guaranty Trust quien
los pague pero si el cable fuese para otro Banco te lo avisaría. Si los fondos van antes del 15 de
Agosto usaremos español claro para anunciarlo.
AGUARDIENTES
Las expectativas que concebimos se realizaron ya. Cerramos el mes de Julio con $40.000 en
Caja, pagados ya los empleados. Podremos comenzar a devolver capital en Setiembre. Agosto
dará sobrante pero la devolución voi a pedirla por cantidades de alguna consideración para
que algo represente entre tanto socio.
PREVISORA
Pasamos los $600.000 sin novedad i hoy creo que cerraré el mes con $620.000. El éxito de los
depósitos quedó pequeño al lado del de las cédulas. Vendí en medio día (el día que publiqué el
aviso) toda la emisión de los 2 primeros préstamos i recibí en depósito $20.000 más para los
siguientes. Por la tarde vino Jaramillo Avilés i me pidió $35.000 i en adelante todos los días
apunto pedidos de consideración para los futuros préstamos. Ya no voi a aceptar pedidos
porque resulta que dejo sin ocupación los fondos de La Previsora. Los seguros están flojos. 330
hasta la fecha,= Bolívar no trabaja ya para nosotros aunque él dice que sí. Berrini está chiflado
311
con unos aviadores italianos que han llegado (es la época de El Telégrafo I). Veré como
organizo campaña en pró del seguro a ver si alcanzamos las mil pólizas, este año.
BANCO DESCUENTO
Se reunió ayer la Junta General i eligieron Gerente a Carlos Julio i Sub a Enrique Amador. Te
envío el recorte de la sesión. No faltó el respectivo voto de aplauso. Te felicito. Van a recibir
billetes del Pichincha i del Azuay.
La familia goza, toda, de salud. Tus chiquitines están mui bien. Con Laura hemos ido al teatro
dos noches i ayer no pudo acompañarnos porque se quedó donde Gustavo Icaza que llegó.
Correspondencia i cables irán siempre a los Consulados menos en Hamburgo que se dirigirá
todo al ciudadano Lefeld. Te enviaré duplicado de correspondencia por el correo siguiente para
que tengas con seguridad mis cartas caso de que alguna se pierda.
En este momento me llama Rogelio para decirme que mande por la letra de $2.000= Hace
bastante Rogelio con esto, porque no aflojan un solo dólar en el Agrícola. Te incluyo pues ese
giro i tengo fé en que antes de que ésta llegue a tus manos tendremos el resto i lo habremos
enviado por cable o por carta. El giro por cable vale 5 puntos más.
Hasta saber de ti, me despido con un fuerte abrazo a nombre de todos los míos i en el propio…”
Estas dos cartas son reveladoras de muchos detalles que se desconocían sobre esos negocios,
que eran nuevos para ellos; y también nos revelan interesantes informaciones sobre los bancos.
El 2 de agosto llegó Adolfo a New York y envió escueto cable: “FAMILIA”.
La contestación de Víctor Emilio fue inmediata: “TODOS BIEN”.
El 5 de agosto, La Previsora publicó un nuevo aviso, de carácter cívico-económico, en El
Telégrafo. Es interesante descubrir las técnicas de mercadeo, avanzadas para la época, que
aplicaron a la Caja de Ahorros. Nada es más efectivo que apelar al sentimiento nacionalista de
los ciudadanos para hacerlos partícipes del crecimiento de su país. La Previsora utilizó muy bien
ese método pero no lo repitieron muy a menudo, pues era jugar con algo delicado.
312
El 1° de agosto se publicó el balance comprobatorio de La Previsora al 31 de julio de 1920.
Era un magnífico balance para los escasos dos meses (junio y julio) y 25 días de trabajo en
mayo.
Víctor le escribió a Adolfo el 6 de agosto:
“Querido Adolfo:
Sin ninguna tuya á que referirme, te confirmo mi anterior fechada el 31 p.p. cuyo DUPLICADO
te incluyo (cuando necesario, escribía a máquina con triplicado o más).
313
FAMILIA= Continua toda sin novedad. El clima bueno. Mucho entusiasmo por las próximas
fiestas.
TREBOL= Se ha continuado la obra de carpintería i en la próxima semana se dará comienzo
con la albañilería. Gustavo Navarro se ha dormido en el asunto MUEBLES GAMARRA i hoi
recién termina la minuta.
La cuestión cambio ha seguido su curso empeorando. Por otra parte, la mercadería americana
comprada a precio alto i cambio alto me parece que nos resutará ruinosa porque su venta
coincidirá con la época en que los precios bajarán algo por reflejo de la baja del cambio que
ocurrirá sin duda en cuanto exportemos cacao. En cambio, el FRANCO a menos de 20 centavos
como está hoy significa una esperanza para el año próximo pues creo que la tendencia de
Francia es a exportar más cada día. Basado en estas ideas me consulté con Rogelio sobre la
posibilidad de dirigir nuestras esperanzas a Europa i no le disgustó la cosa, pudiendo darnos,
me dijo, todos los francos que quisiéramos.
Bajo esta impresión te he dirigido el siguiente cable:
CORREO DOS MIL DOLARS SUGERIMOS VIAJE FRANCIA FRANCOS VALEN VEINTE.
DOLARS DOS SESENTA.
Con lo cual te doi aviso de la remesa de dos mil dolars hecha por el correo anterior (á 213%) i
te sugiero el viaje a Francia puesto que los francos a veinte centavos (i algo menos) nos dan
una oportunidad mejor que la del dólar a 270. Espero que hayas entendido el cable en esta
forma ya que a falta de clave espresa te hago el parte lo más económicamente posible (…).
Por supuesto que en cuanto el Banco consiga dolars tendremos la cantidad necesaria al tipo
que ellos paguen, pero esa posibilidad no la vemos tan cercana para pensar en fiarse en ella i
cruzarnos de brazos a esperarla. (…)
Tu permiso para el Tribunal (de Cuentas) vino solo por dos meses, debido a que ya este año has
tenido licencia por un mes. Cuando complete te pasaremos la misma suma del TREBOL, como
se convino.
A propósito de sueldo, el de Carlos Julio Arosemena fue fijado a petición del cuñado en $2.000
i el de Enrique Amador en $1.000= Buenas ideas debe llevar en la mente Carlos Julio cuando
le carga al Banco $36.000 de gastos generales al año solo en la Gerencia lo que significará
$120.000 por lo menos en total. 8% sobre el Capital! (Víctor Emilio ganaba menos de $800).
En La Previsora seguimos sin novedad, solo que la curva ascendente no es ya tan rápida como
en los primeros meses. Tiempo era ya de que sucediera. Veremos si llego a $700.000 este mes.
Lo que es el Banco Hipotecario nuestro va rápidamente. Creo que tendremos $200.000 de
emisión este mes.
Con recuerdos de todos va un afectuoso abrazo mío”.
Adolfo, ni bien llegado a New York, había comenzado a trabajar frenéticamente, poniéndose en
contacto con proveedores directamente.
El 8 de agosto escribió a Víctor y es obvio que había recibido el telegrama sobre la cotización
del dólar cuando ya había realizado algunas transacciones:
“Mi querido Víctor:
Sin dificultades mayores, y sin recomendaciones de Bancos, aquí me tienes bastante avanzado
en los trabajos – Una casa comisionista me ha dado 40.000 dollars de crédito, y otra 20.000;
por manera que no requiero dinero para esta plaza.- Las letras irán á noventa y ciento veinte
días vista.
Enseguida que termine aquí iré á Europa – Necesito encontrar allá cien mil francos para
oportunidades que se presenten – La mercadería aquí muy cara, pero no compro sinó lo que
314
conviene á nuestro negocio – Espero obtener mercaderías en buenas condiciones – En mi
próxima irán yá detalles – Hasta ahora veo difícil remitir el pedido del Hotel, sin embargo voy
á seguir visitando otras fábricas – Esos artículos convienen de Europa – Los precios aquí
altísimos – Yá se están fabricando las puertas, la terraza, los vidrios del almacén, los
escaparates y maniquíes, y los letreros eléctricos del Hotel y Almacén = Voy á enviar lámparas
eléctricas para el hotel y sobretodo para el comedor y veladores – Estoy temblando que los
comisionistas me digan algo sobre las letras, porque las chinganas de Guayaquil han pedido á
los Bancos de aquí, no envíen letras al cobro – Esto lo sé por Rubio de la casa Tous.=
Estoy escandalizado del alza de los dollars – Inmediatamente que recibí tu telegrama, te puse
un cable que decía: Estrada – Guayaquil – Bentley’s. Compras buenas – Créditos noventa,
ciento veinte días vista – Comisión cinco, interés seis – Oportunamente iré Francia = (…)
Avisen enviaron cacao Alemania, cuando llegarán dollars.=
He usado la clave Bentley’s en inglés (Bentley’s era una clave comercial para cables), porque
aquí no la he encontrado todavía en español – Supongo habrán entendido bien el cable=
Sugieran cablegráficamente ó por correo, cualquier buena idea que se les ocurra – Yo
procederé siempre de acuerdo con nuestros intereses, puedo equivocarme sin duda, pero trataré
de evitarlo en lo posible - ¿Por qué Rogelio no hace lo posible por aprovechar las situaciones
de alza y baja de cambios, en pro de nuestros intereses? = Apenas puedan, y aunque sea poco á
poco compren dollars – Muévelo un poco á Benítez, que necesita inyecciones- Como vá nuestra
Previsora, aguardientes y Hotel? = (…) Quiero despachar lo más pronto de aquí, porque la
vida está horriblemente cara.- (…).
Para Isabel y los bébes mil cariñosos recuerdos – Para los socios un afectuoso saludo, y para ti
un estrecho abrazo de tu mejor amigo –
Adolfo Gómez y S
P.S. – No dejes de ver siempre á los mios, y hacer porque no les falte nada-”.
El 14 de agosto Víctor Emilio le escribe una carta explicando el estado de los varios negocios,
luego de cruzar varios cables confirmando lo que pedía Adolfo.
“REMESA: Por la suma de CIEN MIL francos cuyo duplicado irá por correo próximo. Esos
francos se han conseguido al precio de $0,194 c/u.
TREBOL: Está trabajándose activamente i sin tropiezos. Hasta que tu vengas he dispuesto que
dejen en pié un ángulo de altillo en la parte que será Bodega i que ocupaba la Botica. Puede
parecerte útil conservarlo. El resto está demolido. El local en general será mui hermoso.
Ya he firmado el contrato con Gamarra, i recibí en prenda traspasada las 10 acciones de El
Trébol. Le dí $2.500= La fecha de entrega es 30 de Noviembre. El valor de la madera en plaza
ha duplicado, de modo que el contrato creo que resultará oneroso para Gamarra. El roble vale
24 c/.
HOTEL: Estamos pendientes de tu aviso por embarque de efectos. Si no puedes hacerlo hasta el
15 tendré que comprar aquí todo porque lo abrimos el 1 de Setiembre. De todos modos nos será
útil para octubre lo que tu mandes.
Con Gamarra que se arregló con los chilenos he contratado 3 juegos más de mimbres de 7
piezas c/u (1 sofá, 2 poltronas, 2 sillones, 1 mesa de centro y 1 carretela para té) a $350 c/u,
equivalente al mismo precio de $250 del juego ya comprado que solo tiene una silla i una
poltrona. Además 4 mesas extras para el Hall i 20 poltronas para los corredores, cuartos, & &.
Tenemos aún 4.000 i he conseguido de Solá crédito por lo que necesitemos.
El asunto champagne con Marcos ha fracasado porque no aseguran embarque i me devuelven
el dinero pero dejo subsistente la orden porque nos servirá para después. Hai gran escasez de
champagne en plaza i voi a tener que comprar a 200 sucres caja.
PREVISORA: Remito un estado de Caja al día de ayer, por el que te informarás del progreso
habido desde el último Balance, hacen 12 días. El dinero que tenía en cuenta de billetes
Ecuador lo puse a plazo al 4% con el compromiso de devolvérmelo cualquier momento que lo
315
pida. Don Eduardo Game me dijo que no lo devolvería sino que lo descontaría al 7%, me fui al
Agrícola i me aceptaron mi propuesta, entonces regresé donde Game con el pretexto de avisarle
por cortesía que me iba a llevar esos fondos i entonces capituló, diciéndome que estaba bien
que se lo dejara en las mismas condiciones. ¿Qué te parece esa banderilla?
AGUARDIENTES: Tenemos en caja 55.000 sucres. Seguramente, pues, pagaremos el 27 el otro
i último dividendo i nos quedará sobrante para devolver capital el mes entrante. Ya arreglé la
renovación del documento por $10.000, firmando Laura por poder tuyo i descontando yo. Voi a
dividirlo en tres partes para pagar menos interés con la certeza de la devolución progresiva
desde el mes próximo. Creo que sacaremos vez i media el capital como utilidad.
Te incluyo unos cuantos dolars para mis libros. Mandame lo que se publique de la guerra
escrito por los protagonistas militares especialmente. Ve también si hai alguna edición barata
de las Memorias del Estado Mayor Alemán sobre la guerra del año 70. (…)”.
Al día siguiente, el 15 de agosto, Adolfo le escribía desde New York, luego de otro intercambio
de telegramas:
“Mi querido Víctor Emilio:
Ha transcurrido una semana desde mi última carta, y paso á informarte de lo que se ha hecho
en ella. Dispensa lo someramente que en esta te trato cada asunto, pero escribo al correr de la
pluma y conforme se presentan las ideas.-
Hotel Ritz.- Se está ya construyendo el letrero vertical que dice Hotel Ritz, para colocarlo en la
esquina de la casa, volado á la calle, de tal modo que se vea por 9 de Otbre y Boyacá.- Tiene
130 focos y es muy elegante – Estará en esa antes de las fiestas. Es de luz intermitente.-
Útiles de Hotel.- Hay una gran escasez de este artículo, pero no desanimo de poder enviar algo
de aquí.- Espero ver mañana nuevas fábricas ó comprar en el comercio.
Lámparas para Hotel.- Voy á remitir un juego de lámparas de pantallas oscuras para el
comedor, y las mesas de los cuartos.- Llegarán á tiempo.
Teléfonos.- Se ha mandado á hacer la instalación necesaria para el Hotel- Llegará antes del 9
de Otbre.-
Letrero Bazar.- Se está construyendo uno muy lindo, que tiene un trébol en la parte superior, y
bajo de él, una leyenda que dice: Gran Bazar de Fantasía y Novedades.- Quedará muy elegante
y llevará vidrios de repuesto.=
Puertas, terraza y vidrios.- Todo en construcción, y con plazo para entrega á bordo aquí, en
cinco semanas. (…)” Luego detalla extensamente cada uno de los tipos de artículos comprados,
como zapatos, pañuelos, calcetines, cuellos duros, corbatas, etc., quejándose de lo caro de todos
los precios. Y continúa con una interesante revelación sobre la competencia:
“Habla un poco con Levy sobre precios mercaderías aquí, que he sabido por Arrow, que uno de
ellos se fue asustado, y así mismo me dijeron en esa misma fábrica, que Levy siempre quería
que le vendieran artículos de mala calidad y en lotes, que nunca compraba por mayor en
fábricas.- Este no debe ser nuestro negocio, porque desacredita al almacén, como pasa con
Levy, al cual no he comprado yo nada por esto.=” Una vez terminada la lista de artículos
comprados, continúa sus instrucciones:
“…Muy pronto comenzará á ir la mercadería. Recibirán las facturas y las guardarás con las
mercaderías embodegadas hasta mi llegada á esa; para evitar confusiones, y el desorden que
traería consigo.= Mi viaje será muy provechoso, más que por los beneficios inmediatos en la
compra de mercaderías, por el estudio que voy haciendo de cada mercado en cada país.- No
creo comenzarémos á pagar letras hasta Diciembre ó Enero, por manera que podemos esperar
pacientemente la baja de los dollars.- Mañana comezaré una nueva carta para ti con otros
detalles. Mucho te recomiendo a los míos, que no les falte nada y estaré contento. Ya desespero
por verlos – No puedo vivir lejos de mi familia.
Un cariñoso recuerdo para Isabel y los bebesitos, y para ti un afectuoso abrazo…”.
316
Víctor Emilio le escribe el 21 de agosto, iniciando con “Sin noticias tuyas”, lo cual nos indica
que no habían coordinado muy bien su correspondencia epistolar para el viaje y tenían que
incurrir en el gasto de telegramas para transmitir información básica. Víctor le dice:
“…aprovecho de este correo para darte las últimas de interés.
TREBOL= Ha continuado el trabajo sin interrupción i no hai nada fuera de lo calculado. El
edificio está en buenas condiciones, i no tendremos necesidad de mover calzes &&. Hasta hoi
no tengo respuesta á mi último cable al que hize referencia en mi anterior i no tengo idea de la
fecha de tu partida para Europa. Desde el correo anterior estoi escribiendo a Paris.
El cambio sigue subiendo. Se paga 270 por el dólar i así continuará Dios sabe hasta cuando.
Tengo muchos temores por la mercadería americana i ojalá no adquieras mucha cantidad.
Solamente que despachen de allá en Octubre o Noviembre tendremos esperanzas de pagar
letras en Enero a regular tipo.
HOTEL= La ultima parte de mi cable ultimo te precisaba respuesta por los efectos del Hotel
que tienes encargos de comprar pero hasta hoi no sabemos si los mandaste o nó. Espero que,
siquiera para Octubre lleguen. Estoi financiando la cuestión licores que es un capítulo grueso
con el cual no contábamos. TOUS mui amable me ha vendido una partida que escojió Romero
por algo así como 7 ú 8.000 sucres. Pagaremos a 6 meses esa partida i además abrió cuenta
corriente para lo demás que necesitemos. (…) Si tu consigues facilidades para traer como
equipage champagne Pommery o Veuve Cliquot sería buena oportunidad porque el precio allá
es bajo.
AGUARDIENTE- Tenemos en Caja los 67.000 que vale el ultimo dividendo a los partícipes. La
renovación del documento con que compramos a Franco Echandía (vence el 25) la voi a hacer
con la firma de Laurita i la mía descontando. Ya le hablé a don Pancho, i el plazo solamente de
30 días porque Campuzano calcula devolver la mitad de capital en el curso de Setiembre
cuando menos. Los otros documentos por el saldo de nuestro capital vencen en Noviembre i
para esa fecha tendremos no solo para sacar esos sino también el de Castells por el Hotel.
Bay Rum- Me dicen que han cancelado las órdenes de bay rum para el Comercio de Guayaquil
porque el Gobierno americano prohíbe la producción que se la bebían los yankees. Ve si es
posible conseguir en otra forma porque seguramente lo desnaturalizarán. Tambien sería bueno
con mentol que es un tipo que fabrican y mui agradable. (…)”.
La cotización del dólar seguía al alza y Víctor Emilio le reitera en esta nueva carta el texto de
dos telegramas que le había enviado la tarde anterior y esa mañana:
“Aconsejamos a Ud. demorar el embarque dos meses debemos hacer uso de la mayor
precaución por la razón siguiente cambio sobre New York probablemente subirá a 300 vendido
ayer 280 creemos se pondrán más bajos inmediatamente que esté lista la nueva cosecha
negocios en excelente condición’ Estos dos cables te darán idea de la difícil situación que
atravesamos i del imposible que hubiera resultado comprometerse por gran cantidad de dolars.
En nuestro concepto es en Europa donde tenemos que negociar por lo pronto i si los
americanos no dan mayores facilidades peor para ellos, porque el comercio europeo los
desalojará. Por supuesto que la exelente condición de los negocios, palabras finales del
telegrama se refieren a los demás que tenemos entre manos.
(…) Tus ideas sobre Rogelio no corresponden a lo que en verdad ha hecho por ayudarnos.
Conseguir dolars a 213 fue una gracia i el mismo don Pancho estaba medio incierto para dar el
crédito por 10.000 dolars.
Negocios.
TREBOL= (El almacén se estaba construyendo en la planta baja de la casa de las hermanas
Icaza Manzo) Se sigue trabajando. Hemos encontrado un calce podrido. Creo que será el único.
Tengo cinco hombres solamente para no apurar demás el asunto. Aun continua Hernández i no
lo empujaré hasta que sea inevitable.
317
HOTEL= Romerito ha caído con grippe mui fuerte i esto causará un retardo de 8 días en la
apertura que será el 10 de Setiembre m/m.
La factura de la compra a TOUS salió por $8606 sucres, intereses inclusive. Hemos firmado un
pagaré a 6 meses por esa suma. Tous está en New York, salió intempestivamente porque parece
que Franco está tratando de quitarle a Rubio en New York. Los viajeros de Franco en el
interior le han hecho dos robos de algunos miles.
Los preparativos para las fiestas continúan i el negocio será mui bueno.
AGUARDIENTES= Según te avisé ya pagamos el ultimo dividendo a los participantes y ahora
estamos colectando para devolver capital. Yo creí que para Agosto solo vencía un documento
con el que le compramos a Franco i resulta que han sido los dos primitivos, mientras que el de
Franco es para Noviembre. Don Pancho me renovó los dos i lo hizo a un mes plazo i a dos
meses plazo respectivamente, porque tendremos en esas fechas lo suficiente para cumplir. En
ámbos ha firmado Laura a mi orden para facilitar la operación. Tuve que llevar el poder al
Banco, porque don Pancho no creía que una señora pueda firmar por el marido. Me dijo que
nunca le daría semejante poder a su esposa.
PREVISORA= Continúa ascendiendo. Tenemos hoi 780.000 sucres. Te enviaré por próximo
correo balance al 31 de Agosto. (…)”.
Luego de esa carta, se intercambiaron otra vez telegramas, todos en clave. El último de la serie,
de Adolfo, una vez descifrado dice: “Ordenen en seguida por cable Guaranty dos mil dolars
muerto de hambre no tenemos carta aun estamos impacientes por saber de Ud. Gomez”, lo que
nos demuestra que continuaba la falta de comunicaciones eficientes.
El cable fue contestado de inmediato indicando que el Guaranty había sido instruido al respecto.
Adolfo escribió el 27 de agosto desde New York:
“Querido Víctor:
Al recibo de esta estaré llegando á Europa, terminados nuestros negocios aquí, pues tengo
tomado yá mi pasaje en ‘La France’, que sale el 8 (de septiembre) de New York para El
Havre.= Hasta hoy he trabajado como un macho de carga, y aún me queda algo por hacer.- Si
no te escribo más largo y te relaciono detalladamente todo lo que hago, es porque llego tan
cansado al Hotel, que casi todos los días me tiro á la cama vestido, y despierto á las 10 ú 11 de
la noche, hora en que pido de comer al cuarto, para dormir enseguida hasta las 7 en que me
levanto, para comenzar el trabajo á las 9.= Además, tú sabes que es imposible darte detalles
ciertos y precisos sobre las compras, mientras no se terminen de hacerse, se reciban las copias
de los pedidos, se estudien con más calma, se reduzcan ó aumenten las cantidades, etc, etc, y; se
confirmen las órdenes para su ejecución.= En general, creo que he hecho muy buenas compras,
aunque en algunos artículos no se ha podido ir al manufacturero, yá porque este no vende sinó
en grandes partidas de 100 docenas para adelante, en cada calidad y medida; yá también
porque no ofrecen entrega hasta el próximo año.-
Sin embargo, casi todo se está comprando en fabricas, debido a las buenas relaciones que aquí
tiene la Blackburn Trading Corporation, y á que es un nuevo mercado que se les ofrece á los
fabricantes.- Los precios han bajado enormemente en casi todos los artículos, y mis compras se
cotizarán al precio en que se encuentren los artículos al despacho de ellos.=
Cualquier repetición de palabras y mala redacción, pásala por alto sin comentarios, porque
todo vá al correr de la idea y de la pluma.- Las cantidades que anotamos de cada artículo en
tú casa, causaron la hilaridad de los fabricantes, y me preguntaban si eran gruesas las piezas,
ó gran gruesa las docenas.- En efecto, me he convencido por las compras hechas por Levy,
Casa Francesa, etc, que eran ridículos nuestros pedidos =” Esto lo hemos resaltado porque nos
demuestra que los empresarios eran realmente novatos y estaban metidos en un negocio del cual
no conocían lo esencial. Adolfo pone un ejemplo: “…en calzado de hombre, habíamos anotado
allá seis docenas, y hemos comprado alrededor de treinta.- En calzado de niños, anotado diez
318
docenas; comprado cincuenta-”. Y así continúan los ejemplos. Luego dice Adolfo algo muy
cierto: “Hay que trabajar un año, ver el resultado del negocio, y extenderlo como Levy, al por
mayor y menor-”. Y luego nos muestra aspiraciones muy elevadas: “Mucho deseo tengo de que
pase el primer año, para montar luego un bazar en pequeño, similar á Macy’s, ó Winemaker ó
Saks, etc.= La Blackburn, que trabaja con toda Sud América, me dice que no tendré surtido ni
para tres meses y me enseña los pedidos de Colombia y Venezuela; en los cuales me formo idea
de que somos caramancheleros.= Lo mejor que tienen mis compras, es la enorme variedad en el
surtido, calidades y precios; por manera que tendremos vestiditos de niños de $5 a $35; para
todos los gustos y fortunas.
Ahora voy a tratar de nuestro bendito hotel, que me ha quitado mucho tiempo, sin resultado
satisfactorio.- Hubiera querido detallarte en esta carta, todo lo comprado para él, pero me es
imposible, porque aún no recibo las copias de las confirmaciones.= Del letrero te dije en una
de mis anteriores, que se estaba haciendo yá-”. Esta parte de la carta es extensa y llena de
frustraciones. El letrero del que habla en esta es el que iría en el techo, no el colgante. Hasta ese
momento no lograba poner la orden para los teléfonos, pues las fábricas tenían lista de espera de
tres años. El plaqué de café, té, agua, cubiertos, etc., había salido carísimo y no se pudo poner el
monograma, pues cobraban $0.25 de dólar por letra por pieza, lo que lo hacía onerosísimo. El
pedido original había tenido que ser recortado en número de piezas por su costo. Luego de
varias páginas en que va detallando los artículos, Adolfo termina: “Basta por hoy, estoy molido
y me voy á dormir.= (…) Un cariñoso recuerdo á Isabel y tus bebecitos, y para ti un afectuoso
abrazo, de tú afn- amigo.
Aunque es necedad y tú no lo necesitas, no dejaré de recomendarte mil veces á los mios –
Proporcionale á Laurita hasta el más mínimo capricho- Adiós, Adolfo Gómez y S”.
Primer paso Oficial para aprobar la reforma del Estatuto de La Previsora
El 26 de agosto de 1920, el Alcalde Tercero Municipal de Guayaquil aprobó la reforma al
Estatuto Social de La Previsora. Era el primer paso jurídico, luego de la aprobación por parte de
la Junta General de Accionistas, que se tenía que dar para esa reforma. Luego pasaría al Poder
Ejecutivo para su consideración y aprobación final.
Adolfo recién recibió el día 28 de agosto las cartas de Víctor Emilio fechadas julio 31 y agosto
6, de tal forma que algo anormal había ocurrido con la valija. La respuesta fue extensísima, pero
veremos solo algunos comentarios interesantes sobre los varios ramos de los negocios.
Una vez leídas minuciosamente las cartas, Adolfo escribe:
“Me vi precisado á dirijirte el cable pidiendo dinero porque no tenía yá un centavo (…) Había
tenido que pedir prestado a Tous y a la casa Blackburn. (…) Aquí la vida es horriblemente cara,
y luego hay que agasajar á todos los que le venden mercaderías, porque todos los negocios se
hacen comiendo y bebiendo muy caro, ahora que hay prohibición en el nombre.- Luego ellos
hacen lo mismo ó más conmigo.- Sin embargo aquí los viajeros que están comprando para Sud
América, se admiran de la suerte que he tenido en mis compras.- La casa Arrow estaba
comprometida totalmente hasta Febrero próximo, y cerradas sus ventas para el exterior.- Por
simpatías especiales con el Jefe de Exportación, he conseguido colocar mis órdenes de camisas
y cuellos (…) No has de creer que me valió para esto el contarle el cacho de los plátanos y las
piñas, que lo hizo reir á carcajadas. (…) Recibido el dinero del Guaranty Trust, pagué mis
deudas, compré mi pasaje en La France, y estoy listo para marchar.- Mañana voy a la
compañía a ver si me dan pasaje en otro vapor que salga antes del 8 de Stbre., porque ya
terminé casi todas las compras.- Aquí he comprado unos $35.000 dollars aproximadamente”.
Y sigue un comentario de comprador experimentado a legos en la materia: “Uds. creen allá que
no debía haber comprado en New York, pero ese error proviene del desconocimiento que Uds.
tienen del negocio, y de la situación de los mercados.- En primer lugar, debo decirte que la
319
mercadería comprada apenas alcanzará para tres ó cuatro meses; que las fábricas se niegan á
elevar pedidos hasta mediados del próximo año; que la situación en Europa es horrible.- Todo
el que viene de allá, inclusive Vásconez, Gómez, é infinidad de comerciantes que llegan á este
hotel en el mismo piso español, en que yo estoy, me dicen que han tenido que regresar por
Estados Unidos, habiendo pensado hacer sus viajes directos, porque no compraron nada en
Europa; que las restricciones, los cupos de guerra, la absoluta falta de mercaderías, la
dificultad de traslado, etc. etc. etc.; hacen imposible las compras en Europa (…)”. Y luego
Adolfo nos da una mirada al futuro: “Estados Unidos está importando enormemente,
colosalmente, del Japón; y este es el verdadero mercado para nosotros en el porvenir- (…) Yo
he comprado mucho artículo que ha sido importado del Japón.
Lo que he creido precio exorbitante, no lo he comprado, y lo he dejado para hacerlo en Europa,
y los comerciantes me dicen que tendré que pedirlo luego aquí. (…) por tus cartas, por tus
cables, me he informado plenamente de la cuestión cambios; pero esto creo no debe asustarnos
demasiado.- El sistema que Uds. deben seguir con el Agrícola, es irle arrancando poco á poco,
y de pichula en pichula los miles de dollars que puedan, siempre a 213, y guardar ese dinero
hasta nuestros vencimientos.- No se preocupen de mandarme un solo dollar.- Yo no necesito
dinero aquí para las compras.= (…)”. Adolfo había hablado con el encargado del Ecuador en el
Guaranty Trust, quien le informó que tenían órdenes de no aceptar letras de cambio del
Agrícola. También habló con la Blackburn, que en cambio le dijeron que no se preocupara, pues
por el gran volumen de crédito que tenían con varios bancos newyorkinos, todas las letras que
recibieran serían descontadas. Le indicaron que ellos confiaban en que sus letras serían pagadas
por la Sociedad que representaba Adolfo a los 90 días, tal cual acordado, y eso lo informó por
cable a Víctor Emilio. Luego, Adolfo reflexiona:
“Recibida tú contestación á ese cable, cayó sobre mí un balde de agua fría.= ¿Cómo es posible
que el Agrícola, que sabe tenemos Cien mil sucres en efectivo de Capital, nos dé un crédito solo
de diez mil dollars, sobre capital consignado, pudiendo habérnoslo dado de Cien mil dollars? –
Estos señores suponen que nosotros estamos tetando todavía, ó que nos engañan como á
chiquillos babosos? Felizmente mi lata y las buenas recomendaciones de Dillon, de Maulme,
han hecho viable nuestro negocio, sin necesidad del Agrícola, cuyas cartas no nos sirven para
maldita la cosa.- Don Pancho es muy sabio, quiere mucho á los amigos, y los proteje
enormemente.- Dios lo lleve á su santa gloria. (…)” Adolfo se preocupa que por la situación que
ve con el Agrícola, en el momento dado no se puedan conseguir las cartas de crédito necesarias
al cambio de $2.13 y expresa: “Si así sucede estamos perdidos, porque no haremos el negocio
que pienso. Pero para eso mejor hubiera sido regresar (…) Mis pretenciones son muy grandes.-
En dos años Levy, Casa Francesa y Solá, se han ido á las nubes. Por qué nosotros no haremos
lo mismo, con mejores facultades intelectuales que esos limpia chimeneas, con mejores
relaciones sociales y económicas? Si no servimos para ello, y nos engañamos en los cálculos,
se liquida al año y abur, á trabajar en otra cosa, que siempre salvaremos el Capital. (Negritas
del autor).
Ahora bien, si me he extendido tanto, tratando este asunto, es porque me he formado concepto
de que Uds. están muy tímidos. Para ganar plata en el Comercio hay que ser arrojado, sin
abandonar del todo la prudencia”. (Negritas del autor).
Esta carta de Adolfo es sorprendente en su lucidez comercial y financiera. Ya vamos por la sexta
página de su carta, escrita a mano en ambos lados del papel del hotel. Continúa contestando el
31 de agosto.
“Conseguido el cambio de pasaje, partiré el 3 de Setiembre para Europa, en el vapor La Savoie,
de la misma línea.- Creo estar allá el 12 ó 13 á más tardar; en seguida iré a Alemania, á
arreglar nuestro negocio cacao, y ver si puedo sacar mercaderías, de cualquier clase que esta
sea. Si acaso fuera imposible todo trabajo en ese mercado, y ya se hubiera vendido el cacao en
marcos, haré todo lo necesario por dejar ese dinero bien colocado en la mejor institución de
crédito de ese país.- Si no se hubiera vendido, procuraré hacerlo en libras esterlinas, é invertir
320
el dinero en Inglaterra= No dejaré de agotar todo recurso para sacar mercaderías.= (…) Todo
procuraré terminarlo á primeros días de Octubre, y saldré en vapor directo que me ponga en
Guayaquil á fines de Otbre.- Para el primero de Noviembre quiero que este terminado todo el
almacén, y comenzar las ventas á más tardar el 10.- Hay que vender bastante, para cumplir los
compromisos contraídos (…)”. Y luego comenta sobre los otros negocios:
“Hotel
Me alegro de que eso marche bien (…) Yá está terminándose todo y se irá el 8 ó 10 de
Setiembre.=
El Trébol
(…) No soy partidario de que se venda nada antes de abrir el almacén; pero si Uds. opinan de
otro modo, pueden vender para Octubre, siempre que las cosas queden en órden, sobre todo
para la Contabilidad del negocio – En ese caso tomen como base para la fijación de precios el
280, que está rigiendo; porque de lo contrario sería especular en cambios, cosa que no
debemos hacer.-
Aguardiente
Me alegro mucho de que este negocio esté tan bien, las fiestas darán mucho, y hay que trabajar
para hacerlo nuevamente el otro año.-
Previsora
Este es otro alegrón que tuve el día que recibí tú parte; estoy convencido de que pasarémos del
millón este año, á pesar de las fiestas.=
Banco Descuento
Qué le vamos á hacer? Si vieras la cosa muy grave vende las acciones; de lo contrario opino
deben guardarse, para poder ocurrir á él en descuentos.- Más que por otra cosa, fue por esto
que las adquirí.= Si reparten de aguardientes algo, paga primero á La Previsora mi documento
y entrega á Laurita mis papeles en prenda.= (…)
Aunque termine mi licencia del Tribunal, y no me quieran pagar; no renuncies por mi, y ofrece
que estaré en seguida allá; porque quiero hacerlo personalmente cuando llegue.-
Si no pagan, pasa el sueldo en la forma convenida.
He comprado para mi uso personal un precioso automóvil Chalmers Limousine de 7 pasajeros;
de segunda mano, pero nuevecito.- Ese auto llegará allá antes de la fiesta; para que lo use
Laurita y tú con tú familia.- Que no lo toque el caballero Chauffer.- Me costará
aproximadamente $5.500 sucres allá; y si como no lo dudo, las familias de la sierra quisieran
comprarlo, puedes venderlo en $10.000, nada menos; y siempre que Laurita lo quiera así;
porque si ella lo desea conservar, hay que darle gusto; aunque muy bien se puede pedir otro en
el acto.- Por paquete postal le mando á Laurita, el florero, los ceniceros, y una serie de cosillas
que embellecen el carro.- Perteneció a un rico de aquí, y lo vendió para cambiar de modelo.-
Que tomen un buen garaje, y solo tú lo manejes.- Si acaso lo quieren arrendar en las fiestas, tú
verás mi conveniencia antes que nada; y procede como que si fuera tuyo.= (…) La factura irá
personalmente a mí, y acepta la letra en mi nombre, que será á 90 días vista.- (…) Explica á los
socios, que ese carro vá por mi cuenta, y que la letra es á mi orden, para evitar prejuicios.- Yo
no compraré un lápiz directamente, sinó que todo irá por giro de comisionistas, para evitar
dificultades y malas interpretaciones.
Lo de New York, por conducto de la Blackburn Trading Co., cuyos agentes son Dillon y
Medina; y lo de Europa por Dumas Feune de Colombí, cuyo agente es Enrique Maulme; de este
modo las cosas andarán muy claritas, como debe ser.- A Augusto Dillon y á Medina le debemos
las buenas relaciones con la Blackburn, te los recomiendo mucho, porque debemos gratitud,
por sus magníficas referencias.- (…)”. Y vuelve a tratar sobre el automóvil:
“Si buscan Chauffer que sea muy bueno y que quede bien guardado, podría quedar en La
Esperanza?
321
Ya estoy muy cansado, y me voy á dormir.- Solo me quedan tres días aquí, y quiero
aprovecharlos recogiendo todas las confirmaciones.= Para la casa, irán los papeles en regla.-
Factura en español detallada, y factura en inglés del Comerciante.-
Mil recuerdos á todos.- Un afectuoso abrazo de tú amigo / Adolfo Gómez”.
Una carta muy clara y explicativa.
Víctor Emilio le escribió el 7 de septiembre, dirigiendo la carta a París. Aparte de indicarle que
no había recibido respuesta a sus cartas del 31 de julio y del 6 de agosto, cuya razón ya
conocimos, y comunicarle que estaban en camino otras cartas, lo pone al tanto de los negocios:
“EL TRÉBOL= Hasta el 4 de septiembre se había invertido $8.509 en gastos para adecuación
del local y otros rubros relacionados con la operación. (…) El costo de instalación será
superior al Presupuesto me parece. (…) Mosquera se fue. Estoi sin empleado. Terranova, tu
recomendado, es un borracho perfecto. Quizás estaba en receso los días que lo trataste donde
Franco. Habrá que buscar otro. No creo que un empleado de Cien sucres valga para el caso
como tu piensas. Ya pasó la época de esos sueldos. (…)
CAMBIO= A pesar de mis cables poniéndote al corriente del estado de los cambios veo que has
comprado $35.000 dolars. Esto significará un desembolso de 100.000 i además los derechos de
Aduana. No hai la menor esperanza de que el cambio baje de 280 i las posibilidades son de que
subirá. Supongo que al recibo de la presente tendrás en mano los 100.000 francos que te remití
i cuyo cheque duplicado te envío adjunto. El cambio sobre París está siempre a menos de 20
centavos por franco. El precio del cacao es nominal, i a pesar de que no hai entradas. Creo que
se pondrá a 25 sucres cuando venga la cosecha. Sin exportación i en cambio importando
furiosamente de todo, ya debes pensar en qué extremo van a pisar las cotizaciones de monedas
extranjeras. El año venidero será de verdadera crisis, como no la soportamos durante la
guerra, cuando mal o bien sacábamos el cacao.
Rogelio tiene un saldo de $27.000, puesto que le dejaste 60.000 i se ha gastado: en giro por
$2.000 dolars 4.260. En giro por $100.000 francos 19.400. En cacao m/m 9.000. Total 32.660.
Creo que los derechos de Aduana de la mercadería que venga absorberá esa suma. Para pagar
letras haremos maromas.
Felizmente los precios de mercaderías aquí no tienen tendencia a bajar pero no debemos tener
mucha ilusión porque entre las fiestas de Octubre i la crisis que se viene encima acabarán con
el dinero para ‘fantasías’.
Por el detalle de tu carta veo que has adquirido un buen surtido de todo en los EE UU. Espero
que tus próximas cartas me den luz acerca de la fecha probable de despacho de esa mercadería.
HOTEL= La enfermedad de Romero de la que te dí cuenta en la anterior ha retrasado hasta el
15 la inauguración pero ya está listo para esa fecha. Toma nota del siguiente detalle de lo que
nos cuesta el Hotel (…) dí tú $40.000 i además pianola, Ford i billar que le he dado a Romero.
Voi a proceder a asegurar en $20.000 contra incendios estas existencias, siquiera por 3 meses
para cubrirnos de esa eventualidad. El seguro lo tomaré el 5 de Octubre, de modo que alcanze
hasta Enero 5.
Pero tenemos un Hotel en regla, mui bien instaladito, con capacidad para 40 personas. De la
sierra piden ya cuartos pagando $40 por cada uno para las fiestas. Tenemos 32 cajas de
champagne que creo que se venderá a $40 la botella. Nos cuesta 220 la caja i algunos cajones
costaron 150 por ser saldos donde Tous. Romero ha procedido mui correctamente i hasta en el
público, entre los amigos, lo oigo alabar. A la hora del éxito a nadie le encuentran defectos i
esto está pasando con Romero ahora que lo ven con un buen negocio bien instalado.
AGUARDIENTES= El día 15 se va a devolver el 25% del Capital, o sean, para nosotros $7.500
que se irán íntegramente al documento primero que vence el 25 de Setiembre. Al vencimiento ya
habrá otros 25% de modo que abonaremos lo que sobre al otro.
La utilidad mínima creo que será de $100.000, pero las posibilidades son mayores. Veremos
qué dice el mes de Octubre.
322
PREVISORA= Continua progresando sin interrupción. Momentáneamente llegamos un días a
tener 825.000 como saldo de depósitos, pero debido a fuertes remesas de Quito. Hoy estamos en
780.000. Se ha hecho tres llamamientos de 5% de capital para Setiembre, Noviembre i Enero
respectivamente i con el objeto de hacer trasmisibles i cotizables las acciones. Allí nos
quedaremos con los llamamientos.
Te incluyo el Balance de Agosto 31.
BANCO de DESCUENTO= Despues de un trabajo macanudo de Carlos Julio buscando cuentas
corrientes ha logrado presentar un Balance con 470.000 sucres de cuentas corrientes en un mes
de trabajo. Ahora ha publicado i repartido profusamente un folleto conteniendo los nombres de
todos los accionistas, probablemente con el fin de malquistarlos con los otros bancos i
obligarlos así a que se refugien en el de él.
No sé como juzgar un Banco con millón i medio de capital, suscrito por todo el comercio i que
apenas cuenta con 470.000 de cuentas corrientes. Solamente que pidan otro tanto de capital, es
decir que lo aumenten, pueden hacer negocio, lo que es hoy no ganan un centavo, como es fácil
verlo por la cartera: descuentan al 8% i tienen 800.000 sucres en descuentos o sean 64.000 al
año, pero en gastos generales tienen mucho más.
POLITICA= Se efectuó sin novedad la transmisión del mando i el primer Gabinete de Tamayo
está así compuesto: Interior: Treviño (Gral. Delfín Treviño); Guerra: Octavio Icaza; Hacienda,
Gustavo Aguirre O.; Instr. P., Pablo Váscones; RR. EE., Clemente Ponce.
Hai barredera general de empleados. A Pancho Miranda lo sacan de la Tesorería i pasa a la
Colecturía. De Tesorero nombraron a Pepe Robles y se excusó. De Administrador de Aduana
va Pedro Pablo Garaicoa (…) De Gobernador está Pancho Ferrusola. En fin la mar de
cambios. (¡La decisión de aceptar la Gerencia de La Previsora fue acertada!).
FAMILIA= Toda sin novedad, después de haber pasado una ráfaga de gripe que atacó a
Laurita, a mi hermana Panchita, a la ñeca, a mí (tuve que guardar cama 5 días, lo mismo
Laura) i a mis 5 hijos. Los tuyos no han tenido novedad. (…)
Hasta tanto, te enviamos nuestros mejores recuerdos i te abraza afectuosamente…”.
El negocio del aguardiente se estaba poniendo más interesante. El 10 de septiembre, Víctor
escribe:
“Querido Adolfo:
No hai novedad mayor que comunicarte porque todos los asuntos siguen su curso normal.
Anteayer nos reunimos los socios del Asentamiento i se acordó devolver el 25% del capital el 15
de pte, pero creo que será el 30% porque ya hoy 10 tenemos los $25.000.= No hai aguardiente
casi de modo que la entrada podría ser mayor. Si como parece el Congreso nada hace en
materia de estancos, haremos el negocio de acaparar. Allí entra de frente don Pancho, me dijo
que lo lleváramos al negocio de todos modos. Le ha gustado el resultado. Ya hai interesados en
obtener concesión para introducir grandes cantidades este año para acaparar. Naturalmente si
nosotros hacemos el negocio no daremos tales facilidades a menos que la suma sea
considerable i nos beneficie. (…)
La situación general continúa entonada aquí, pero me parece que estamos artificialmente
sostenidos por el entusiasmo que hay por las fiestas del Centenario. El cacao, por los suelos, se
paga a 20,50 nominalmente porque contados son los que compran. Los Bancos van agotando
sus fondos afuera. El boletín de la Cámara de Comercio que te mandé certificado te dará idea
de todo esto. En el comercio empieza a circular moneda de plata lo que indica que están
saliendo las últimas economías del público, por supuesto en pequeñísimas cantidades. Gonzáles
Rubio me dice que 4 o 5 sucres diarios caen generalmente en plata: El otro día tenían 20 i así.
Por las revistas que recibo de EE UU veo que los precios bajan. Calero ha puesto un aviso
rebajando 20% al calzado i Andretta otro tanto a los casimires. Hai que tener sumo cuidado en
las compras i no abarrotarse. Felizmente nuestra línea de negocios es buena i admite buenos
márgenes para esa eventualidad. (…)
323
Hotel Ritz- Le he devuelto los muebles que fabricó Gamarra porque son una porquería. Si en
Alemania puedes, consigue unos cuantos muebles de mimbre ‘desarmables’ porque si vienen
armados se los come el flete. Por supuesto que Gamarra hizo un escándalo i me amenazó con
que sacaría a la fuerza los muebles si no le devolvía todos, porque yo quize quedarme con unas
15 poltronas que entregó para los corredores i que estaban pasables. Opté por devolverle todo
porque ese tipo es mui capaz de vanagloriarse de haberle quitado los muebles al Ritz por falta
de pago o cualquier otro pretexto, mientras que ahora soi yo el que voi a decir que se los
devolví por malos. No le traigas nada, i yo por mi parte le voi a ajustar el tornillo en La
Previsora. El Hotel ha llamado la atención de todos. Aun no lo abrimos. Será mañana o
pasado, pues falta mucho detalle. Creo que siempre lo tomará la Junta del Centenario o el
Comité de Recepción. Don Luis Dillon estuvo a verlo i quizo tomarlo enseguida como
Presidente del Comité de Recepción, pero Romero le dijo que esperara hasta verlo terminado.
AGUARDIENTE – Creo que el reparto de mañana será de 35% porque hasta ayer habían mas
de $30.000 en Caja.
Ya se trasladó José (el hermano de Adolfo) al antiguo local de Dunn. Está bastante ahorcado
de dinero. Vino a decirme que lo ayudara i que fuera a ver la instalación. Voi a ir.
Ernesto (Icaza) también está al abrir su FEMINA.
Pedro Menendez abrió en el Gina su almacen. La mayor exhibición es de calzado.
PREVISORA – Sigue progresando i los saldos fluctúan ahora alrededor de los 800.000, unos
días arriba, otros debajo de esta cifra. Tengo 600.000 en cartera, qué te parece? Ya estarías
nervioso tu con esa barbaridad. Voi a recojerme algo para las fiestas, por si acaso.
Toda la familia está sin novedad. Esta noche van todas al Hotel para conocerlo.
Cierro aquí, esperando leer tus cartas atrasadas por el próximo vapor. (…) Estoy fregado y
requetefregado con tanto asunto sin que pueda confiarme en nadie para ayudarme. Felizmente
Romero marcha mui bien. No nombraré ningún empleado en el Hotel porque el hombre se porta
honradamente. Le diré ‘para no perder el derecho’, que te espero a ti para el nombramiento i
según como va decidiremos. Tampoco tengo a nadie todavía en el Trébol. En La Previsora
tengo algunos jóvenes que puedo cederte. Los tengo de intención aquí para conocerlos i
estudiarlos.
Recibe un afectuoso abrazo de Isabel i mío”.
Cuando Adolfo llegó a París y acudió al banco el 14 de septiembre, no le quisieron hacer
efectivo el giro de los 100.000 francos y entró en pánico. Envió algunos telegramas protestando
airadamente por el tiempo que le hacían perder.
El problema se resolvió de inmediato, pues se trató simplemente de claves equivocadas.
El nuevo Ministro de Guerra, don Octavio Icaza, pidió a Adolfo, a través del consulado, que
obtenga y envíe muestras de material de guerra. Esa podía haber sido una interesante línea de
negocio, pero no se profundizó en ello, pues el Gobierno se encontraría pronto con la realidad de
que no tenía dinero para hacer compra alguna de material bélico.
Y tal como le indicó Víctor Emilio a Adolfo, el
5 de septiembre se publicó el llamado a
entregar cuotas de capital.
324
El 1° de septiembre se publicó en El Telégrafo el balance de comprobación de La Previsora, al
31 de agosto:
Otra vez se presentaba un balance de extraordinario crecimiento para una institución con tan
pequeño capital.
325
Inauguración del Hotel Ritz
Una imagen del hotel en ese año 1920, antes de ser abierto al público.
El Hotel Ritz se inauguró la noche del 16 de septiembre. Aquí la reseña en la primera página de
El Telégrafo: “LA INAUGURACION DEL RITZ”
“Anoche se inauguró el gran Hotel ‘Ritz’, único de los de su clase que por su confort y
elegancia puede rivalizar ventajosamente con los establecimientos similares del Exterior.
Para el acto de la inauguración fueron invitadas algunas familias de nuestra mejor sociedad,
entre quienes logramos anotar a las siguientes señoras y señoritas:
Mercedes Jiménez Arbeláez de Puig Arosemena. Isabel Icaza de Estrada, Mercedes Muller de
Payeze Gault. María L. Estrada de Dueñas. I. Reinel de Valdivieso Valdez. Laura Icaza de
Gómez Santistevan, Rosa Sotomayor de Baquerizo Moreno, María Luisa Dillon de Arrarte
Crosby, Mercedes Dueñas y Mercedes Payeze Gault.
Señores Luis Adriano Dillon, Rodolfo Baquerizo Moreno, Armando Pareja, Dr. Alfredo
Valenzuela, José Payeze Gault, Víctor Emilio Estrada, W. C. Graham, Cónsul inglés; Leonardo
Sotomayor, Eduardo Whitley, Fernando Valdivieso Valdez, Cónsul de Chile; Dr. Gustavo
Navarro Puig, Jaime Puig Arosemena, Dr. Esteban Amador Baquerizo, Luis A. Dueñas, Carlos
Arrarte, Augusto Dillon, Geo Ashton Jr., Dr. Juan Verdesoto, Dr. Pedro Pablo Eguez B., Juan
Emilio Roca, Enrique Cabezas, Julio Navarro Jr., Manuel Seminario, Luis Jeremías, Enrique
Maulme.
Todos los invitados fueron agasajados con un banquete que fue servido en un amplio y elegante
salón, en el cual estaban dispuestas las mesas en forma de una gran herradura, quedando
disponible al centro un buen espacio, en el cual se efectuó un animado baile que duró hasta las
doce de la noche. El sexteto Claudino G. Roza amenizó tan simpática fiesta.
Hizo los honores de la recepción el estimable caballero don Carlos Romero Vélez, Gerente
copropietario, cuya distinguida deferencia para con los invitados le mereció entusiastas
felicitaciones.
326
El espacioso ‘Ritz’ será puesto al servicio del público desde hoy.
Se sirvió el siguiente menú: Canapé au caviar – Consommé Ritz – Corvina au gratin – Vol-au-
vent financiére – Cotelette Duchesse – Sorbets Centenaire – Dinde trufeé – Omelette soufflé a la
Russe – Café – Champagne”.
El mismo día, en la primera página de El Telégrafo, salió el primer aviso publicitario del hotel:
A los pocos días, el 24, se sacó un nuevo aviso:
En las fotos no vemos todavía el icónico letrero esquinero, de luces intermitentes, que
caracterizó al Ritz por muchos años.
327
El Ritz, recientemente inaugurado, con la flota de autos de alquiler en sus bajos
Para el día 24 de septiembre, Adolfo había hecho lo posible en el mercado de París y le escribió
a Víctor Emilio:
“Querido Víctor:
Desesperado sin recibir una sola carta de Laurita, desde mi salida de esa; no veo el momento
de regresar.- Espero que no habrá habido novedad en la salud de mis hijos, y que Isabel y los
bébes, estén todos buenos.-
Estoy al terminar aquí las compras, y saldré para Hamburgo el Lunes 27.- Todos los informes
sobre la situación del mercado en Alemania, son terribles y así me lo figuro, al ver el estado de
Francia.- Creo que la época ha sido mal escogida para comenzar el negocio, voy muy
desilusionado de la extravagancia de los precios; y más que de esto, de la enorme dificultad
para conseguir mercaderías.- En las fábricas quieren colocar los pedidos para un año después,
sin fijeza en los precios y sin responsabilidad en las entregas.- A la Gallia le coloqué un pedido
de artículos de orfebrería, para entrega en ocho meses, con recargo de 400% de los precios del
catálogo.- Por supuesto que el pedido lo hize muy pequeñito y solo para tener surtido.- No
quisieron venderme ni un solo objeto para entrega inmediata.
Ernesto tenía razón; no había aumentado un solo centavo á los precios. Si lo ves, dile que la
cosa va peor cada día, que los obreros son los que fijan los precios de las manufacturas, y que
para darle precios sobre un pedido al comprador, el vendedor ofrece consultar á los obreros.-
(…) Dime que porvenir nos espera bajo estas condiciones.- Sin embargo, mis mercaderías han
sido compradas con grandes ventajas, y yo espero salvar la actual situación, salvando capital é
intereses; pero no respondo de poder continuar este negocio en el futuro.- Hoy he comprado yo
personalmente, y los intermediarios no han podido hacer su negocio; pero mañana que
tengamos necesidad de ellos, para nuevos pedidos, nos tragarán vivos.- Son unas fieras los
comisionistas; ahora me han halagado mucho, y me han querido asegurar como cliente; pero
tienen estudiada la recompensa.-
328
Bajo todo aspecto prefiero trabajar con los Estados Unidos y el Japón.- Más facilidades en las
entregas y hasta precios mejores.- El 12 saldré en vapor directo á Colón, y espero encontrar
inmediata conexión para irme – Es necesario que apuren el almacén.- Tenemos compromisos
muy serios que cumplir, y si no vendemos pronto no habrá como cubrirlos – Si no encontrare
mercaderías en Alemania ni facilidades para las remesas; pienso trasladar esos fondos en oro
americano á New York; siempre que no nos proporcione pérdida alguna.- De lo contrario
quedarán en Alemania á la órden.- Ojalá pueda llevar algo, aunque lo dudo dado los informes
que tengo.-
No quiero impresionarte mas desagradablemente, aunque bien podía hacerlo, si te diera más
detalles.- Esperen tranquilos mi llegada y yá veremos que se hace.-
Un afectuoso recuerdo para Isabel y los niñitos.
A Gamarra y Benitez salúdamelos y diles que los felicito por el negocio de muebles de
mimbres.- / Tuyo afmo. Amigo / Adolfo Gómez”.
Dentro del pesimismo de esta carta, que era un presagio del futuro de El Trébol, no faltó el
humor negro hacia el fracaso de la compra de muebles para el hotel. Estaba claro que la
situación se perfilaba mala para el bazar, y el hotel no contaría, para su inauguración, con el
mobiliario adecuado.
El Hotel Ritz se inició con éxito y fue lugar de estadía de una misión italiana.
Podemos apreciar la elegancia de la sala de espera y los muebles de mimbre que instalaron. La
gran pintura de un buque a vela es uno de los L. Graves que pertenecieron a don Emilio.
329
El 11 de noviembre Adolfo se reportaba en Colón y había tomado pasaje en el vapor Ucayali.
Pidió el envío de $500 dólares. Luego, el 15, reporta que ha cambiado de vapor y saldrá en el
Huasco el día 16.
De acuerdo con nuevas leyes, dictadas en vista del caos que era el tránsito de automotores en
Guayaquil y otras ciudades (todo es relativo), se comenzaron a emitir licencias de conducir.
Víctor Emilio obtuvo la N° 6036, de conductor sportman, el 20 de noviembre de 1920.
A su llegada a Guayaquil, Adolfo se dedicó por entero al montaje del bazar y pudieron abrirlo
ya bien avanzado diciembre, justo para la temporada navideña.
Los costos de las mercaderías eran muy altos, pero los precios tenían que mantenerse al nivel del
mercado y la competencia, de tal forma que el margen de utilidad era muy bajo. No pudieron
competir con los viejos zorros del negocio, que por su experiencia, pudieron capear los
inconvenientes que hemos comprobado que Adolfo encontró en cada lugar de compras, así
como las desfavorables condiciones de mercado y tipo de cambio que golpeó al comercio por
esos meses.
La ventaja de El Trébol fue las condiciones de financiación que lograron, que a pesar de los
reniegos de Adolfo, eran producto de la buena relación con el Banco Comercial y Agrícola.
El bazar, luego constituido como sociedad anónima, continuó por casi año y medio, hasta que
los socios: Adolfo, Rogelio y Víctor Emilio, reconocieron su error y cortaron por lo sano las
pérdidas generadas. No sabemos cuál fue el resultado final de las cuentas, pero El Trébol no
dejó muy buenos recuerdos y fue causa de fricción entre los concuñados, que con tanto
entusiasmo habían emprendido en el negocio. César Gamarra ya no figuraba entre los socios
desde la inauguración del bazar, pues su empresa de amueblamiento no había sido exitosa y, así
como no cumplió apropiadamente con el Ritz, igual le sucedió con el bazar. Sus acciones, en
garantía por su trabajo, pasaron a los socios restantes.
El primer aviso del bazar, publicado en la primera página de El Telégrafo, del 20 de diciembre de 1920
La tardía apertura, el 20 de diciembre, les significó una gran pérdida en la temporada de mejores
ventas. Las consecuencias del mal cálculo en la inauguración tendrían efectos duraderos y
negativos.
El segundo aviso se publicó el día 21 de diciembre. El mismo contenía un gran desatino en su
texto, pues el tipo de cambio estaba en las noticias. El pregonar el tipo de cambio que habían
logrado para la adquisición de sus mercaderías y para el precio de ventas, hizo que muchos
clientes pensaran que algo no estaba bien, pues era demasiado bueno para ser cierto. Verdad es
que parte de su deuda estaba comprometida a ese tipo de cambio, pero las nuevas adquisiciones
330
realizadas en los Estados Unidos tendrían que ser pagadas al precio del dólar de mercado; por lo
tanto, necesitaban vender sus mercaderías a precios adecuados para poder reponerlas y pagar las
deudas a la cotización del mercado.
Y el siguiente aviso, del 23 de diciembre, contó con la compañía de uno de los competidores:
La competencia, entre los que se encontraba a los hermanos Levy y la Casa Francesa, venía
poniendo avisos regularmente durante todo el año y, obviamente, se habían intensificado
durante la época de compras navideñas. Había buena oferta para un mercado relativamente
pequeño y restringido, por la situación económica por la que pasaba el país.
Pasada la navidad, las ventas declinaron considerablemente. El aviso publicado el día 25 de
diciembre es muy revelador de la necesidad que tenían de salir de la mercadería.
331
Por otro lado, el Ritz estaba de moda. En sus salones se realizaban eventos.
Se publicitó un desfile de modas para el día 20, una gran cena navideña para el día 24 y luego
una noche y madrugada de año nuevo, eventos que tuvieron mucho éxito.
Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920
La situación económica en 1920 – Las Juntas Consultivas
Hemos visto en conjunto los asuntos de negocios personales de Víctor Emilio hasta fines de
1920, pues queríamos terminar con esa faceta de sus actividades, para tratar de manera exclusiva
su ferviente intención de ayudar al país en los problemas económicos que se encontró como
consecuencia de los efectos posteriores a la Primera Guerra Mundial. A los problemas globales,
se agregó la dependencia casi total del cacao como fuente de divisas, producto que entró en
crisis de producción y de mercado justo ese año.
El Dr. José Luis Tamayo Terán, abogado y del ala liberal del Gral. Plaza, se posesionó como
Presidente el 1° de septiembre y recibió un país que requería de medidas urgentes para superar
las diversas crisis que agobiaban toda la estructura económica nacional. Varios economistas y
financistas presentaron sugerencias para resolver problemas puntuales y aislados, pero se
requería de una visión global de los problemas para dar una solución integral.
El Dr. Tamayo era abogado del Banco Comercial y Agrícola, y por tanto era cercano
colaborador de don Francisco Urvina Jado. Esta relación le fue útil al mandatario, por la
facilidad con que obtendría de ese banco los créditos que necesitara, muchos de ellos mediante
la emisión inorgánica de dinero. Sin embargo, de esa forma no se resolverían los problemas
nacionales, sino que mas bien se agravarían.
La caída del mercado del cacao había creado escasez de divisas, lo que a su vez causó que la
cotización de monedas fuertes, como el dólar, se incrementara aceleradamente. Por la incipiente
industria de productos de consumo, era necesario importar muchos de ellos, creándose así más
presión en el pequeño y limitado mercado de divisas.
Hemos visto que los empresarios de El Trébol consiguieron crédito a 2.13 sucres por dólar, pero
la cotización había llegado a superar los 3 sucres por dólar en ese año, creando serios problemas
para el comercio y para todo el país. El costo de la vida subía y se tenían que tomar medidas
332
urgentes para resolver la situación. Nadie atinaba a proponer una solución integral y se perdía el
tiempo en discusiones estériles.
Se había decretado una Ley de Cambios, pero no estaba teniendo efectos positivos.
A mediados de diciembre de 1920, el Gobierno decretó la creación de una Junta Consultiva
Económica, conocida también como Junta Consultiva de Cambios, que se reuniría en Guayaquil
y tendría el fin de estudiar algunos puntos planteados por el Gobierno. Pero los puntos
presentados eran incompletos, pues no atendían otros aspectos relacionados estrechamente con
ellos y no era posible resolver los unos sin hacerlo también con los otros.
El 13 de diciembre, la Asociación de Agricultores de Ecuador, quienes monitoreaban muy de
cerca el mercado del cacao, recibieron el siguiente telegrama desde New York: “Mercado de
cacao hundiéndose rápidamente, y en esta ocasión las ofertas de Guayaquil son la causa (…) si
no fuera por las terribles bajas en el precio, provenientes de Guayaquil.- Una firma de esa ha
vendido dos mil sacos de Epoca, embarque Diciembre - Enero, a 9 centavos (la libra) ex-vapor.-
Otra firma está ofreciendo ahora 500 sacos de cacao Machala a 8 ½ centavos ex-vapor, sin que
hasta ahora encuentre compradores.
Malo como está el mercado de cacao en la actualidad, a causa de la temporal falta de consumo,
estas ofertas bajas por la mejor calidad de cacao están produciendo un espantoso caos”.
La Asociación pidió la colaboración de los productores para que no ofrezcan directamente su
producto, sino a través de ellos, para así negociar en mejores condiciones de manera conjunta.
Si los productores contribuían al caos al negociar individualmente, de poco servía la Asociación.
Ese mismo día se reunió por primera vez la Junta Consultiva del Cambio en Guayaquil. La
integración de la Junta estaba establecida en el decreto y la presidía el Gobernador de la
Provincia del Guayas. Entre los integrantes estaban los gerentes de los bancos, representantes de
los comerciantes, de los agricultores, de las compañías navieras y de la prensa. Esto es lo que
reportó el representante de la prensa local, don José Antonio Campos:
“Se cruzaron ideas sobre la forma en que debía iniciarse las labores y se designó una comisión
que estudiara los siguientes tres puntos: 1°.- Si conviene o no la existencia de la Asociación de
Agricultores y en qué condiciones debe desaparecer o mantenerla. 2°.- Si conviene o no
suspender la Ley de Cambios. 3°.- Si conviene o no la exportación de los artículos de primera
necesidad para acrecentar los recursos del país y si es o nó conveniente restringir o limitar la
importación de los artículos supérfluos”. Se autorizó a la Comisión para que estudie cualquier
otro punto que se considere de utilidad para la Junta.
Una vez nombrados los integrantes de la Comisión, el presidente, Sr. Eduardo Game, citó para
reunión ese mismo día en los salones del Banco Comercial y Agrícola, con el fin de discutir el
informe que se presentaría a la Junta en su próxima reunión, que sería el día viernes 17 en la
tarde, pero que se realizó el sábado 18, sin que sepamos por qué se cambió la fecha.
Víctor Emilio, como Gerente de La Previsora, era miembro de la Junta. Una vez que se conoció
la creación de la misma, los comerciantes importadores quiteños y la Compañía de Préstamos y
Construcciones, esta última gerenciada por Luis Napoleón Dillon, consideraron necesario
nombrar un representante suyo ante la Junta, y por ello ambas entidades le delegaron a Víctor
Emilio su voto. Ni bien recibió las delegaciones, les telegrafió pidiéndoles directivas de acuerdo
con sus criterios. Aquí las dos respuestas:
El representante de los comerciantes quiteños le telegrafió el día 11: “Situación económica
actual conceptuamos tan difícil que juzgamos conveniente defender intereses comercio
importador pero buscando medios solucionar crisis general. Creemos inútil enviar carta porque
U. conoce tanto como nosotros necesidades del país. Saludo atentamente. R. Vasconez”.
La Compañía de Préstamos le envió el día 10 un memorándum a Víctor Emilio, en el cual le
daban instrucciones precisas sobre cómo votar en la Junta, en cuanto a 12 diferentes tópicos que
333
se podrían tratar. Víctor Emilio les contestó telegráficamente el día 15: “Perfectamente de
acuerdo con todos los puntos instrucciones excepto número dos, asunto sobre el cual pienso
proponer variante que restituya verdadera situación i objetivo hoy involucrados. / Sirvase
darme necesaria latitud a este respecto”. Recibió respuesta el día 17, antes de la reunión de la
Junta, indicándole de abstenerse en lo que a ellos les toca, en cuanto al punto 2.
Víctor Emilio no fue nombrado parte de la Comisión, pero recibió copia de su informe en cuanto
lo terminaron, lo que le dio tiempo para analizarlo y preparar un voto razonado que cubría no
solo los tres puntos que trató la Comisión, sino el aspecto global del problema, proponiendo las
soluciones aplicables. El Voto Razonado de Víctor Emilio sentó cátedra entre los expertos
económicos que se reunieron en la Junta, y por ello fue muy comentado –e ignorado…
El voto de Víctor Emilio ocupó 27 páginas de un folletito que publicó la Compañía de
Préstamos en 1921 y 22 páginas de un folletito que publicó Víctor en 1924. El texto es el
mismo, pero el folleto de él incluye una “Carta respondiendo a la encuesta económica de ‘El
Universo’ de Guayaquil”, fechada 22 de enero de 1922, pues los problemas del cambio
subsistían, y el de la Compañía de Préstamos, incluía los 12 puntos de instrucciones que le
enviaron el día 10 de diciembre de 1920.
Veamos parte del texto del voto de Víctor Emilio, pues estas pocas líneas fueron, por algún
tiempo, el pensamiento más lúcido sobre como encaminar bien la economía del país. Comenzó
así:
“El decreto convocando la Junta a la que me honro en pertenecer por mandatos de la
Compañía de Préstamos y Construcciones, el Comercio Importador de Quito y La Previsora de
Guayaquil, nos determina hacer un estudio de los problemas económicos actuales y nos pide un
dictamen respecto a su solución.
Entiende, pues, el suscrito que la Junta debe abarcar en un estudio global la serie de problemas
variados que están afectando a la Economía Nacional y proponer las variadas soluciones
posibles a su juicio.
Como corolario de esta opinión, sostengo también que no se obtendrá una mejoría radical de la
situación ni la Junta cumplirá su cometido mientras no estudiemos todos los puntos pendientes,
puesto que en el conjunto de factores que integran una situación económica dada, no se puede
ignorar unos y ocuparse sólo de otros, dejando soluciones de continuidad, porque éstas
originan resultados malos e incompletos: hay una solidaridad en las diversas fases de esta
situación que no nos permitirá atenderla por partes y perderemos el tiempo y no cumpliremos el
encargo que hemos aceptado si limitamos nuestro esfuerzo a 3 o 4 cuestiones. Y el suscrito lleva
su opinión hasta significar que en el cuestionario de tres preguntas a que está circunscrito el
tema designado a la comisión se ha tocado un pequeño número de los numerosos problemas y a
esos pocos se les ha abarcado en una forma que elimina la solución metódica de ellos,
exigiendo respuestas que no solucionarán la situación económica porque ellos no hacen la
menor referencia al punto vital de la cuestión, aunque las apariencias conduzcan hasta hoy a la
opinión pública hacia un círculo vicioso que comenzando en la palabra Asociación va a la ley
de cambios y vuelve a la Asociación. Yo creo y trataré de probar en el curso de este voto que las
situaciones que sufre la tal Asociación y la achacada a la ley de cambios son efectos de causas
que no residen ya ni en esa sociedad ni en esa ley, y que por lo tanto, si la Junta Consultiva se
entrega al estudio de eso que las pasiones se complacen en resolver, no hará otra cosa que
atacar los efectos y menospreciar las causas.
Para mayor claridad de este voto voy a presentarlo en forma de análisis de todos los puntos que
a mi juicio deben tomarse en cuenta para mejorar la Economía Nacional, los cuales son ya
cuestiones de inmediata ejecución o bien cuestiones de más o menos lenta práctica”.
De manera muy elegante le dijo a la mayoría de los “Comisionados” que eran unos tontos.
Luego de esa introducción entró en materia y desarrolló su voto en las siguientes partes:
334
Cuestiones de índole económica general:
I La balanza comercial del Ecuador,
II El problema del Cambio,
III Algunos aspectos de la balanza económica; y,
IV El problema de los Fletes.
Para cada uno de los cuatro temas propuso soluciones específicas, claras, e implementables. La
mayor extensión la dedicó al problema de los cambios y en su propuesta queda muy claro que
ninguno de los temas tratados era aislado uno del otro, sino que requerían solución integral.
Finalizó su voto con las siguientes palabras:
“Como complemento de estas medidas creo también que la Ley de Bancos debe ser reformada
en lo que se refiere a los respaldos que debe tener la emisión de los Bancos en vista de la
anómala situación que el sistema bancario sufre en todo el mundo.
La tarea que el Ejecutivo puso ante la Junta es materia compleja y no puede ser cumplida en
breve tiempo. Quizás la subdivisión de la Junta en comisiones que tomaran a cargo puntos
determinados nos llevaría a dar cuenta cabal de nuestro cometido. Quizás sea ésta una errónea
apreciación mía, que resulte una más al lado de las tantas que pueden haberse deslizado en este
voto y que tan distinguida Junta ha de aclarar, si lo tiene a bien.
Guayaquil, Diciembre 18 de 1920
V. E. Estrada
N.B.- Salvo el voto de la Compañía de Préstamos y Construcciones de Quito en el punto
relativo a la Asociación de Agricultores”.
El Voto Razonado fue demoledor. La Junta Consultiva y la Comisión no pudieron objetar nada
de lo presentado, pero su informe final, elaborado por el Gobernador como su presidente,
terminó siendo tan intrascendente que desapareció sin dejar huella. Tiempo y esfuerzo perdidos.
El lunes 20, El Telégrafo publicó un pequeño artículo sobre el Voto Razonado:
“LA CUESTION ECONOMICA DE LA HORA PRESENTE EL VOTO RAZONADO DE D. VICTOR E. ESTRADA
Como un documento de interesante actualidad y en forma de un estudio sereno y meditado
sobre la situación financiera que amenaza al país a una bancarrota sin precedentes, en nuestra
próxima edición publicaremos el voto razonado del Sr. Víctor Emilio Estrada, quien se apunta
en ciertos puntos de los fundamentos contenidos en el informe de la Comisión nombrada por la
Junta Consultiva e insinúa otras medidas que aquella no contempla”.
Sobre el tema se continuó hablando por algunos días en los periódicos, cada editor dando sus
propias opiniones e ideas.
La Compañía de Préstamos y Construcciones, de Quito, y en especial su Gerente, Luis Napoleón
Dillon, fueron tan bien impresionados por el voto razonado, que decidieron publicar un folleto,
en el cual lo ubican a Víctor Emilio como su representante, sin mencionar su representación de
La Previsora o de los comerciantes importadores quiteños. Dicen así en la introducción:
“En vista de la actuación brillante, patriótica y oportuna del Señor Don Víctor Emilio Estrada,
como representante de la Compañía en la Junta Consultiva que, para dictaminar sobre asuntos
económicos, se reunió en Guayaquil el 18 del mes en curso. / ACUERDA / Tributar un voto de
aplauso y agradecimiento al mencionado Sr. Estrada y publicar en folleto su ‘Voto Razonado’,
por considerarlo obra de alta trascendencia nacional y valor científico. / Quito, a 28 de
Diciembre de 1920. / El Presidente del Directorio, Vicente Urrutia O. / El Gerente-Secretario /
Luis N. Dillon”.
El Sr. R. Vásconez, representante de los comerciantes importadores de Quito, que le habían
delegado su voto, le escribió a Víctor Emilio el 9 de enero de 1921:
335
“Tuve el agrado de leer su muy interesante Voto Razonado, que ha presentado Ud. a la Junta
Consultiva, y como todos sus trabajos sobre asuntos económicos, lo encuentro muy bien
fundado y debo felicitarlo sinceramente.
Ud. ha llenado un vacío enorme que se sentía con el Informe de la Comisión, la que sólo
anduvo, como dicen vulgarmente, por las ramas; y lo que es más, ha hecho tocar a sus
paisanos, la llaga pestilente que tiene la Asociación de Agricultores y que la conceptúo
incurable. Desgraciadamente sus acertados razonamientos e indicaciones han sido hechos en el
vacío, porque el Gobierno no toma una resolución franca y resuelta, ante una situación tan
difícil, ni los particulares podemos hacer nada, por buena voluntad que tengamos, si no
contamos con el apoyo oficial, y si no, que lo digan los resultados. La política lo pierde todo en
este desventurado país. (…).
Debo, también, congratularme por la tirada indirecta que le ha pegado a nuestro flamante
financista Luis N. Dillon, con su ya enunciado Voto Razonado, y en el que, no se ha circunscrito
Ud. a las instrucciones que le diera el Gerente de la Compañía de Préstamos y Construcciones
de Quito.
Haga imprimir en folleto su Voto Razonado, porque ‘El Telégrafo’ lo leen muy pocos acá en el
interior…”.
En la Sierra habían entendido perfectamente bien los alcances del Voto Razonado, no así en la
Costa… ¿O sí lo habrán entendido, pero se hicieron los desentendidos por conveniencia propia?
Como el nombre de la entidad formada lo indicaba
claramente, era una “Junta Consultiva” y por lo
tanto sus decisiones, si hubieran adoptado lo
indicado por Víctor Emilio, estaban sujetas a la
voluntad del Ministro de Hacienda y del Presidente
de la República. Y ellos no tuvieron la voluntad de
implementar lo propuesto.
Al presidente Tamayo se lo ha condenado por los
acontecimientos del 15 de noviembre de 1922,
pero poco se analiza que lo ocurrido en esa fecha
fue inevitable desde que Tamayo se posesionó
como Presidente.
Pocos mandatarios hemos tenido que sufrieran de
tal grado de indecisión como él. Y la situación se
agravó porque sus ministros, en términos
generales, eran iguales a él, y si hubo alguna
excepción, o se quedó callado, o no le hicieron
caso en el Gabinete.
La caricatura de la derecha, de El Telégrafo del 11
de enero de 1921, representó exactamente la
situación que el país vivió desde septiembre 1 de
1920, hasta septiembre 1 de 1924. Las palabras
claves de la caricatura son “o esperaré hasta
mañana, a ver cómo amanece?”. Eso es
exactamente lo que hizo el Dr. Tamayo durante su
mandato, y se lo comprueba patéticamente con
todo lo acontecido en los días previos al 15 de
noviembre de 1922.
336
Ese año de 1920, Víctor Emilio trató de aportar, adicionalmente, con un “Estudio sobre el
Presupuesto”, trabajo de 85 páginas que hacía un análisis crítico del presupuesto del Estado y
sugería la forma de equilibrarlo. Otra vez, su aporte quedó en una simple propuesta y el país se
encaminaba, cada día con más firmeza, hacia una hecatombe económica y social.
Balance de La Previsora al 31 de diciembre de 1920
Mientras tanto, La Previsora continuaba su marcha ascendente. El balance de comprobación al
31 de diciembre demostraba el acelerado y firme crecimiento de la Compañía.
Aquí tenemos el balance de una empresa que estaba teniendo un enorme éxito, en especial si se
toma en cuenta la situación por la que estaba pasando el país. Su mayor fortaleza estaba en los
depósitos en cuentas corrientes, a la vista y a plazos, así como en los seguros de acumulación.
Un rubro que nos parece raro y no tiene explicación es el de “Propiedades urbanas”. Hasta
donde sabemos, aún no habían comprado terreno para sus edificios propios. Es un misterio…
337
Por otro lado, al bazar El Trébol le continuaba llegando mercadería, de la pedida por Adolfo en
su viaje. El 3 de enero publicaron este aviso:
Esos “artículos frescos” tenían crédito que comenzaba a correr desde su embarque, de tal forma
que pronto tendrían que comenzar a cancelar los giros, y si comparamos el número de avisos
publicitarios de El Trébol, versus los de la competencia, las ventas deben haber sido bastante
escasas.
Según disposición del Directorio, el Gerente de La Previsora publicó la siguiente convocatoria:
En efecto, la Junta General se realizó el día 12. Al día siguiente, El Telégrafo nos presentó una
reseña de la misma:
“Con la asistencia de gran número de accionistas celebró anoche sesión de Junta General
Ordinaria esta importante institución de crédito.
338
Después de aprobarse sin modificaciones el acta de la sesión anterior, se dió lectura al balance
de 31 de diciembre de 1920 y que mereció la aprobación unánime de los asistentes. Entre otros
acuerdos se resolvió aumentar el sueldo del Gerente a $800 y facultar al directorio para que, a
su vez, aumente, si así lo estima conveniente, el sueldo de los demás empleados.
A las 10 y ½ de la noche se levantó la sesión, que reseñaremos más extensamente en nuestra
edición de mañana”.
En efecto, en la edición del día 14 se publicó un amplio reportaje, del cual citaremos las partes
sobresalientes:
“El progreso tan rápido de la Sociedad Anónima LA PREVISORA es un asunto que ha llamado
la atención del público por la forma persistente con que ha ido desarrollándose y al llegar a un
millón de sucres los depósitos, según el último Balance que publicamos, queremos señalar esta
primera etapa de su éxito revistando en esta ligera crónica las características esenciales y el
objetivo de la Compañía que tan pronto se ha conquistado la simpatía de los depositantes.
Ante todo, hay que considerar el esfuerzo necesario para implantar una Sociedad de esta
naturaleza en un ambiente casi hostil: la competencia mal entendida por un lado y por otro la
desconfianza del público en los días que se instaló LA PREVISORA (…) parecían
circunstancias poco propicias para levantarla. Pero una acción perseverante y enérgica, una
propaganda activa y bien encausada y el nombramiento de Presidente del Directorio y de
Gerente en las personas de don Luis Orrantia y don Víctor Emilio Estrada, respectivamente,
produjeron en el ánimo del público tal confianza y seguridad que la marcha de LA
PREVISORA, que todos suponían lenta y difícil, se convirtió en una tan rápida y afortunada que
los depósitos que el 3 de Mayo eran $14.000.- llegaron el 16 de Octubre – a los 131 días de
trabajo,- a un millón de sucres: un milagro solo explicable con dos palabras: confianza y
simpatía del Público. (…)
LA PREVISORA ha salido de los métodos rutinarios y los ha mejorado notablemente en
beneficio de sus clientes y depositantes. El interés que se pagaba a los ahorros, antes de abrirse
LA PREVISORA, había sido eliminado so pretexto de la abundancia de depósitos, cuestión que
se pudo resolver por los financistas sin perjudicar al depositante. LA PREVISORA hizo todo lo
contrario: señaló desde sus primeros días un tipo de interés superior al que se pagaba en
Guayaquil al ahorro y buscó al mismo tiempo un campo de inversiones seguro y amplio para su
pasivo. (…) Esta combinación de Caja de Depósitos y Banco Hipotecario ha permitido a LA
PREVISORA pagar tres por ciento de interés a las libretas de ahorro y el criterio público no se
ha equivocado cuando acudió y trasladó a LA PREVISORA sus fondos y ahorros, a ganar mejor
interés (…) Por supuesto que no han faltado espíritus timoratos o influenciados por intereses
opuestos que se han negado a reconocer la ventaja y la mejora implantada por LA
PREVISORA, pero el frío argumento del número y la contundente razón del éxito los habrá
convencido a la fecha de su error y así lo demuestra el diario incremento de la clientela. (…)
LA PREVISORA ha querido llevar su esfera de acción a toda clase de elementos sociales (…)
Una de las fuentes de oposición que ha tenido LA PREVISORA ha sido alimentada por el
usurerismo que ha bregado por conservar su dominio, desacreditando o sembrando
desconfianzas en el ánimo del público. Pero la batalla está ganada y la fundación de LA
PREVISORA abrió una era de bajo interés y de facilidades al pequeño proletario, aliviando al
necesitado de la dura carga de antes. (…)
La cédula de LA PREVISORA ha sido bien recibida desde el primer momento y la íntegra
emisión está circulando, pero también ha luchado con la corriente de intereses opuestos,
sorprendidos por un papel superior en cuanto al rendimiento e igual en cuanto a la seguridad
de su garantía inmobiliaria. (…) La expectativa de esta cédula es inmejorable y no es imposible
que se coloque en primera línea entre los papeles fiduciarios similares.
Finalmente la Sección Seguros de LA PREVISORA está llamada a un éxito muy cercano en
cuanto el primer ejercicio de operaciones haya dado al público un concepto definitivo (…) esta
sección no ha tomado aún vuelo mayor por el inesperado incremento que tomaron las de
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Ahorro e Hipotecaria, absorviendo los esfuerzos de la Gerencia y del Cuerpo Directivo (…)”.
Eventualmente la sección de seguros desaparecería, pues era un ramo muy diferente, que
requería de un esfuerzo administrativo propio. Continuamos al cierre del artículo:
“Cortamos aquí esta información pero no sin dejar constancia de la misión que desempeña LA
PREVISORA en la Economía Nacional. Ella ha buscado surgir como negocio para sus
accionistas, es verdad; pero no ha descuidado un deber que otros menospreciaban: fomentar el
ahorro privado con insinuaciones y ejemplos, facilitarlo con medidas que lo hagan cómodo e
incitar a él, estimulándolo con tipos de interés apreciables y con una variedad de colocaciones
para toda cantidad y para toda persona.
Sumas de dinero que antes permanecían ociosas entran hoy en actividad y sirven al crédito
personal y comercial gracias a la acción social de LA PREVISORA, (…). Labor casi
desapercibida pero que da frutos de utilidad pública y que va colocando a LA PREVISORA en
situación cada día superior por la constancia, el método y el cuidado que emplea en sus
operaciones”.
Se enfrían un poco las relaciones con don Pancho Urvina
La observación sobre los bancos de emisión que formuló Víctor Emilio en su Voto Razonado,
no fue del agrado de don Francisco Urvina Jado, ni de ninguno de los Gerentes de bancos de
emisión, pues la práctica de emisión de billetes sin respaldo, con anuencia de los Gobiernos,
había sido la tónica de trabajo desde hacía muchos años. En poco tiempo las reservas de oro se
equiparaban y el banco se acercaba nuevamente a un balance técnicamente aceptable entre su
reserva y su masa circulante. Víctor Emilio, innovador pero al mismo tiempo conservador en la
práctica bancaria, ya se había ilustrado lo suficiente en la materia de emisión de billetes para
saber el peligro que se estaba corriendo por parte de los bancos de emisión y del mismo Estado,
que con su voracidad crediticia, permitía y fomentaba esa práctica anti técnica. No era posible
para Víctor Emilio ilustrar al experimentado banquero sobre la tendencia mundial a establecer
en cada país un solo banco central de emisión. Le debía mucho a don Francisco, de tal forma
que el tema de emisión era uno que no se trataba con frecuencia en sus conversaciones. La
primera vez que se conversó el asunto, don Francisco creyó que le había hecho entender al
novato que la experiencia valía más que el estudio y la aplicación de prácticas modernas. Las
cosas se seguirían haciendo como se había acostumbrado. Por supuesto, lo que esto demostró, es
que don Pancho pertenecía a una generación en extinción, y lamentablemente pagaría caro su
incapacidad de ver que la ciencia económica y financiera estaban evolucionando hacia nuevos
rumbos, tal vez no mucho mejores que los antiguos, pero sí muy diferentes.
El enfriamiento duró poco, pues don Pancho le tenía gran aprecio personal y reconocía que el
joven banquero, fuera del tema de emisión, sabía lo que hacía, y lo estaba demostrando con el
éxito de la Caja de Ahorros. A más de ello, los trabajos publicados por Víctor Emilio lo habían
impresionado, pues era raro que un autodidacta aprendiera tan rápidamente y a un nivel tan
completo y profundo que, al expresarse públicamente sobre lo que había aprendido de su lectura
y práctica, se convertía en cátedra para expertos en la materia.
Corta polémica sobre el Estatuto reformado de La Previsora
Cumpliendo el mandato de la Junta General de Accionistas de La Previsora, el Gerente, con la
participación del Directorio, habían elaborado una reforma estatutaria que le permitía a la Caja
de Ahorros ampliar sus operaciones. Siguiendo el trámite de ley, la reforma fue aprobada por la
Junta General y luego pasó a los varios niveles oficiales que tenían que darle trámite para su
aprobación final. Como vimos, ya había superado el nivel municipal.
El ministro de hacienda, don Gustavo Aguirre Overweg, ex Gerente no posesionado de La
Previsora y hermano del capitán de buque fluvial que fue la causa de la destitución de Víctor
Emilio del cargo de Capitán del Puerto, envió a Víctor un cable, el 10 de enero de 1921, sobre la
340
reforma al Artículo 34 del Estatuto de La Previsora, cuyo trámite se encontraba en el despacho
ministerial para su aprobación.
El telegrama decía:
“Sr. Víctor Emilio Estrada
El art. 34 de las reformas a los estatutos de ‘La Previsora’ termina con estas palabras:
‘Cuando la cantidad amortizada no llegue a la 5ta parte del capital prestado, se cobrará medio
por ciento de comisión sobre la suma que se ahorre’. Explicarme que fin tiene esa disposición
jirando sobre un ahorro y no préstamo. / Saludo / Gustavo Aguirre”.
Le respondió al día siguiente:
“La reforma del artículo 34 de los Estatutos no abarca el párrafo final que me transcribes, pues
dicho párrafo ya consta en los Estatutos aprobados vigentes. Solo la primera parte ha sido
reformada con el fin de darle estabilidad a la cédula.
En cuanto al origen de esa disposición, como tú sabes, yo encontré esos Estatutos hechos y el
doctor Carbo Viteri, que es su autor, debe haber copiado esa cláusula en el artículo 40 de los
Estatutos del Banco Comercial y Agrícola. Supongo que el motivo sea idéntico al que regula el
redescuento bancario, pues cuando se recoje una obligación antes de vencida el deudor solo se
beneficia de una parte del interés que se le cobró al descontarle el documento. / Salúdote /
Estrada.”.
El día 14 le contestó el Ministro:
“Confiado en nuestra amistad y en tu genial benevolencia me permitiras que con mi franqueza
de siempre y conociendo tu claro talento y solida instrucción económica te diga que no me
satisface tu contestación y que la explicación no es propia que venga de esa forma ambigua,
dudosa de parte tuya. No quiero que supongas sino que me contestes con razón clara y concreta
y que si por costumbre sistema o idiosincrasia hay una disposición retrogada, tiranica o
conservadora no persistamos en el error sino que lo reformemos. Debemos ser copiantes
porque todo mas o menos es copias en la vida, pero armonizando, humanizando,
perfeccionando, aclarando, renovando esas copias. Dispensa a tu amigo que salúdate / Gustavo
Aguirre”.
Víctor Emilio le contestó el día 15 vía carta, pues su respuesta era muy extensa para telegrama:
“Mi querido Gustavo:
Para contestar en debida forma tu fino telegrama recibido ayer tengo que buscar la forma más
económica, supuesto que no puedo ‘discursear’ por telégrafo a tarifa tan cara. Me dispensarás
pues la demora que tiene la respuesta por carta.
El señor Ministro tiene ante sí la solicitud de aprobar las reformas a los Estatutos de La
Previsora, i según verás por el ejemplar que te incluyo la parte que ha llamado tu atención no
está reformada: queda tal cual rige HOY con la anterior i respectiva aprobación, hecha a su
tiempo, de modo que aquella cláusula no es materia de aprobación sino en su parte inicial que
es la reformada.
Ahora me referiré a tus telegramas. Me preguntas porqué consta esa condición en los Estatutos
de La Previsora, i te diré con franqueza que si me hubiera tocado la tarea de hacer dichos
Estatutos no hubiera inscrito en ellos esa exigencia. Pero tu sabes que esos Estatutos los
encontré hechos de modo que no puedo decirte con fundamento cual sea el FIN que
persiguieron sus creadores. Como primera razón te he dado la de que el Banco Agrícola tiene
idéntica condición en el Artículo 40 de sus Estatutos. Puedo agregarte ahora que el gran banco
hipotecario francés, el Credit Foncier, la tiene idéntica en su Estatuto, artículo 63 que dice:
(…) Como tu bien dices todo mas o menos es copia en esta vida. (…)
Para decidir si nuestra copia tiene razón de ser en el caso que nos ocupa tendríamos que
remontarnos a especulaciones metafísicas i enredarnos en la discusión de la teoría de la
legitimidad del interés con la cual se roza mui de cerca ese ½% que exigen como indemnización
los Bancos hipotecarios por los reembolsos anticipados. Sería pesado que te quitara tu tiempo
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en este empeño i aunque el mío propio tendría mucho gusto en emplearlo para satisfacerte, seré
breve.
Cuando yo presto dinero i mi deudor me pide 10 años de plazo para pagarme, yo adquiero la
seguridad de una inversión a FIRME durante ese lapso de tiempo. Si la inversión no fuera a
firme el tipo de interés sería MAYOR. Es lo que pasa con lo que se llama el Call Money en la
Bolsa de New York o el ‘dinero a la vista’ en español. Cuando el descuento a 3 meses está a 6
por ciento, el Call Money reembolsable en cualquier momento está a 8%. Es natural que así
sea, pues el reembolso de una suma devengando interés causa la inmediata paralización de ese
interés o beneficio. Volviendo al caso de nuestro deudor a 10 años plazo, si éste individuo se me
presenta después de un mes i me dice: ‘Ya no quiero tener el dinero en el plazo estipulado sino
que se lo devuelvo ya mismo, tómelo usted’, pues ese individuo me infiere un grave mal porque
la reinversión de mi dinero no la podré hacer, salvo casualidad, inmediatamente i así estoy
forzado a perder interés mientras lo coloco. (…)”. No continuamos con la cita porque es larga,
técnica, y le da una clase sobre intereses al Ministro de Economía. La carta termina así:
“Entre tanto, querido Ministro i amigo, despácheme las reformas sometidas a su visto bueno,
pues no puedo trabajar en préstamos a 30 años porque los actuales Estatutos solo permiten 26
años. / Con un afectuoso saludo queda siempre a tu mandar / Tu amigo”.
Al amigo no le agradó para nada la respuesta, pero Víctor Emilio tenía la razón en el punto
esencial: Se había sometido a aprobación una reforma al Estatuto. No se estaba sometiendo el
Estatuto en su parte no reformada, así que si el Ministro no encontraba algo que objetar sobre lo
reformado, tendría que aprobarlo
En efecto, la reforma al Estatuto de La Previsora fue aprobada el 5 de febrero de 1921 por
Acuerdo Ejecutivo N°6134.
Carta de la Mercantile Oversea Corporation
Todos los gerentes de los bancos locales recibieron el mismo día una carta, fechada 14 de enero
de 1921, en la cual el gerente de la Corporación, A. F. Lindbergh, les decía:
“Tengo el gusto de incluirle, con la presente, traducción de un memorándum que ha preparado
el Sr. Albert Strauss, perito en asuntos del cambio y moneda, el que desempeñó, durante tres
años, el puesto de Vice Gobernador de la Junta de la Reserva Federal de los Estados Unidos,
en Washington. El Sr. Strauss ha vuelto á asociarse con la firma de los señores J. & W.
Seligman & Co. (con quienes antes fue socio), cuya firma fue una de los fundadores, en el año
1915, del actual Banco Mercantil de las Américas, Inc.
Según se verá, después de leer el contenido del memorándum del Sr. Strauss, él opina que las
restricciones gubernamentales contra el libre movimiento del oro, es decir, la exportación del
metal para satisfacer obligaciones internacionales, han contribuido considerablemente al
aumento en los tipos de cambios entre algunos países Latinoamericanos y los Estados Unidos
de América, ó para decirlo en otras palabras – la depreciación de la moneda corriente local.
Como que Ud. es Gerente de una de las instituciones bancarias más importantes del Ecuador, y
por su conocimiento de los negocios locales, y familiaridad con la banca internacional, tengo el
honor de solicitarle que me dé su apreciada opinión sobre dicho memorándum, particularmente
en lo tocante á las tres cuestiones siguientes:
Si no hubiera restricciones ningunas contra el libre movimiento del oro del Ecuador hacia
afuera, es decir, la exportación del oro cuando se lo necesitase, cuál sería el efecto de
semejante ley sobre:
1) El tipo de cambio?
2) La circulación de billetes del país?
3) La disponibilidad de créditos?
El Banco que represento, con urgencia me ha pedido conseguir las opiniones de los banqueros
mas conocidos de este país, referente a esta fase, particularmente en cuanto afecta las
relaciones comerciales entre el Ecuador y los Estados Unidos de América; y, en consecuencia,
342
le agradecería muchísimo si oportunamente me participara sus impresiones sobre estos tres
puntos, por la cual le rindo las gracias anticipadamente…”.
Víctor Emilio estaba en una situación privilegiada para contestarle al Sr. Strauss, pues siendo
banquero, estaba adicionalmente experimentando en persona los problemas de importación y
divisas, con el almacén El Trébol.
La respuesta de Víctor Emilio fue en 11 páginas escritas a máquina, de tal forma que requeriría
mucha lectura técnica, pero comienza así:
“… Trataré de llenar sus deseos en la medida del tiempo disponible, dada la urgencia de la
cuestión (…) Las tres preguntas capitales que Ud. se ha servido hacer debo contestarlas
incluyendo en la respuesta una apreciación de las circunstancias del momento, dado que, una
misma medida puede significar un resultado positivo o uno negativo, según el ambiente en que
se la aplique i la situación del caso (…)”. Concluyendo le dice:
“Vista así nuestra situación, el oro que tenemos en los Bancos no es el respaldo exclusivo i
propio de los que deban letras en dolars, libras o monedas extranjeras en general, pues ese oro
representa ahora en mayor escala que nunca, la tranquilidad de cuantos tienen un billete de
banco en su bolsillo.
El Ecuador ha reconocido esas deudas i está empeñado en pagarlas. Necesitamos plazos i
créditos para conseguir ese resultado i la petición se la dirigimos al acreedor más rico del
Globo.
Es de esperar que el reconocimiento exacto de la situación, de sus causas i de sus elementos
constitutivos actuales, oriente en lo sucesivo la política financiera del Estado, i, como usted
sabe, el Gobierno tiene ya en mano las Actas de la Junta Consultiva Económica que se reunió
últimamente en esta ciudad para opinar sobre estos asuntos.
Sirvase excusarme por la extención que he dado a esta carta, en la cual he procurado responder
a usted con franqueza al exponerle mis convicciones…”.
No fueron muchas como ésta, las respuestas que recibió el Sr. Strauss.
La contestación de Víctor Emilio, junto con la carta original que recibieron todos los banqueros,
fueron publicadas en El Telégrafo, del 23 de enero de 1921.
Como resultado de estas comunicaciones, A. F. Lindbergh y su esposa entablaron una buena
amistad con Víctor Emilio y su familia.
La situación económica del país continuaba en franco deterioro. No había divisas para los giros
requeridos por el comercio y la incipiente industria. El gobierno aplicaba paños de agua tibia.
El Telégrafo del día sábado 12 de febrero advertía: “EL PAÍS AL BORDE DE UN ABISMO /
SOLO LA ACCIÓN ENÉRGICA DE LOS PODERES PÚBLICOS PUEDE SALVARLO”. Era un titular
alarmante, pero muy representativo de la situación al momento. El artículo que lo seguía hacía
un recuento de los varios factores que estaban incidiendo en la economía y reiteraba que se
requería la acción estatal para resolverlos.
En esa misma edición, al lado de aquel artículo, figuraba una nota: “EL BANCO AGRICOLA Y
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA”, cuyo texto decía:
“Ayer sostuvieron una conferencia el señor don Rogelio Benitez Icaza, Gerente del Banco
Comercial y Agrícola y el Presidente de la República doctor Tamayo.
Tuvo lugar la entrevista en el Despacho Gubernativo con el carácter de reservada”.
Ciertamente, reuniones del Dr. Tamayo con los Gerentes del Agrícola, cuando él estaba en
Guayaquil, no eran una novedad, pero esta se reportó de manera singular por lo que había
detrás: El Banco sería el salvador de la situación, mediante una nueva emisión inorgánica de
billetes, facilitando así la subsistencia del Gobierno y al mismo tiempo menguando la imagen
del Banco entre los entendidos en materia monetaria. El Banco Comercial y Agrícola estaba
343
haciendo un juego muy peligroso, que tal vez se justificara si el mandatario era enérgico y
tomaba buenas decisiones, pero el Dr. Tamayo lo que hacía era postergar lo inevitable.
Tres caricaturas de El Telégrafo, en los meses de febrero y marzo, daban cuenta de la situación.
Víctor Emilio, tomándose otra vez el nombre de Adam Smith, pero variándolo a Adam Smit,
trató el asunto en El Telégrafo del día 28 de febrero.
El artículo se tituló: “LA CUESTION DEL DIA”, con subtítulo: “POCO A POCO, PASO A PASO
HACIA EL DESASTRE.- EL MAL ENTENDIDO ACERCA DEL EMPRESTITO.- LA ILUSION DE LA COSECHA
PROXIMA.- CRITERIO ERRONEO EN LA CUESTION DEUDA EXTERNA.- RECAPITULACION DE MALES Y
REMEDIOS”.
Realmente no sabemos para qué usaba pseudónimos, cuando su estilo de escritura económica
era inconfundible y único, y todos los entendidos sabían quien era el que escribía.
En el extenso artículo, que cubre casi toda la primera plana de esa edición de la mañana, hace un
detallado pero corto análisis de la compleja situación, y da consejos para superarla. En la parte
final del artículo dice claramente: “He aquí las fases por las que debe pasar, en mi concepto, la
rehabilitación monetaria”, y sumariza la situación en 5 problemas, presentando sus 5 soluciones
y aconsejando: “…despojarnos de prejuicios milenarios, evolución de criterio a la luz del nuevo
horizonte que se abre ante la humanidad; abandono de esa mentalidad que convierte al
patriotismo en el sudario del país, en oriflama de los santos del Fracaso”.
Pero, parecería que el Sr. Presidente de la República no leía El Telégrafo…
En El Telégrafo del 13 de marzo se publicó un decreto sobre el nuevo tipo de cambio oficial,
que fijaba el dólar en $2,60. El periódico justificó así ese decreto, en artículo adjunto al mismo:
“Es indudable que no se puede fijar tipos de cambio por medio de decretos, pero tal arbitrio es
consecuencia de la Ley de Moratoria que prescribe la inconvertibilidad de los billetes. Mientras
estos no se puedan canjear con oro o plata, tendrá que subsistir la Ley de Cambios y los
arbitrios consiguientes para evitar, artificialmente, el alza inmoderada de los cambios…”.
Mientras no se tomaran medidas de orden global, había que seguir con los parches para sostener
la economía. Se prolongaba la situación artificial, mientras el “cambio privado”, que reflejaba
una situación más real, estaba en $3,10.
344
Por supuesto, se reanudó la discusión sobre quien tenía derecho al cambio de $2,60 y quien no,
pues esa diferencia, que igual la manejaban los Bancos comerciales, quebraría a cualquier
negocio que no tomó oportunamente las previsiones del caso. En la discusión participaron
comerciantes, agricultores, exportadores e importadores, sin resolverse el problema de fondo.
Datos de Filiación
El 18 de marzo de 1921 los ecuatorianos cumplieron una jornada de inscripción de sus datos
para efectos electorales. La inscripción de Víctor Emilio es significativa por algunas razones: Da
como su dirección permanente la casa de la Av. 9 de Octubre; da como su profesión la de
“Militar”; da como su estatura 1,72 Mts. (medía más); y, pone como seña característica:
“Bigote”.
Es significativo porque, casi a un año de estar operando La Previsora, aún no se considerara a sí
mismo como banquero de profesión, y se aferraba a la de militar.
En preparación para el primer aniversario de la Caja de Ahorros, el 1° de abril se publicó, en El
Telégrafo, un aviso que daba cuenta de los depósitos, mes a mes, desde el inicio de operaciones
hasta el 31 de marzo.
Estos resultados eran una muestra de la solidez. El capital autorizado ya era de 2 millones.
345
El 12 de abril se publicó en El Telégrafo, un aviso muy singular, pues mezcla al Banco con las
cerraduras Yale para significar seguridad. El aviso no debe haber sido muy efectivo, pues no
hemos visto repetición del mismo.
1° aniversario de La Previsora
Llegado el 3 de mayo, la Caja de Ahorros celebró su primer año de operaciones. La celebración
fue realizada de la mejor manera posible para una entidad financiera: Trabajando. Al final de la
jornada de trabajo y una vez cerrada la caja y cuadradas las cuentas, se realizó un brindis con la
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participación de los empleados, los Directores y algunos de los accionistas que se hicieron
presentes.
El día había comenzado con una publicación en El Telégrafo:
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El aviso se explicaba por sí solo y daba cuenta, sucintamente, de las operaciones. Para reforzar
la imagen de solidez, se publicó un anuncio de compra de acciones de La Previsora:
¡Con 50% de premio! Pero las únicas acciones negociables eran las que estaban pagadas, no las
que solo estaban suscritas…
En la edición del día 4 de El Telégrafo, se publicó el balance al 30 de abril, que ratificaba lo ya
demostrado.
Ese mismo día, en la misma primera página, se publicó una nota sobre el aniversario:
“Ayer se cumplió un año del establecimiento en esta ciudad de la Sociedad Anónima LA
PREVISORA, cuyo estado de prosperidad en los doce meses transcurridos no puede ser más
alagueño, según lo prueba palmariamente la demostración numérica que publicamos en nuestra
edición anterior acerca de los negocios en que ha intervenido la mencionada institución.
Con la fundación de LA PREVISORA y debido a la atinada dirección de su gerente el honorable
caballero señor don Víctor Emilio Estrada se ha conseguido restablecer la confianza del pueblo
por el ahorro, renglón que está representado por fuertes capitales depositados en la caja de la
Institución por numerosos particulares e instituciones.
Se ha creado también el ahorro infantil, el ahorro obrero, las pensiones vitalicias para
empleados, etc., etc., operaciones que han hecho acrecentar el activo de la Sociedad a la suma
de $2.627.055,04.
Felicitamos a los fundadores de LA PREVISORA, a su cuerpo directivo y a su digno gerente por
el brillante éxito alcanzado en el primer año de actuación”.
Y así, sin mucha fanfarria, se celebró el primer aniversario de trabajo de la Institución.
El mes de junio se dio en Quito, en el Teatro Sucre, una reunión de militantes liberales. Entre los
oradores estuvo Luis Napoleón Dillon, hasta hacia poco Gerente de la Compañía de Préstamos y
Construcciones, de Quito. Su discurso no tuvo buena acogida y fue insultado públicamente.
Enterado de la situación y una vez leído el discurso, Víctor Emilio le escribió dándole su apoyo,
pues le pareció que lo que Dillon quiso transmitir era lógico.
Dillon contestó el 28 de junio:
“Muy distinguido amigo mío:
Agradézcole de corazón por su benevolente carta de simpatía con motivo de los sucesos
originados por la conferencia que yo sustentara el 5 de junio último en el Teatro Sucre de esta
ciudad.
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Las múltiples muestras de aprecio recibidas por mí de personas de tanta valía como usted y del
público en general han dado el verdadero carácter a esos acontecimientos y han recompensado
con creces la gratuita ofensa que se pretendiera irrogarme. El asombroso éxito que ha tenido
en esta ciudad y en provincias la suscripción del capital del nuevo Banco que abrirá sus
ventanillas el 1° de julio entrante, es buena prueba de lo que acabo de decirle. Me honra mucho
el aprecio que U. se sirve hacer de mi labor como ex Gerente de la Compañía de Préstamos, y
de su bondad espero que en mi nueva empresa seguirá U. prestándome su valiosa cooperación
con el mismo entusiasmo de antes.
Mientras tanto, sírvase U. considerarme su más sincero y leal apreciador y amigo.
L N Dillon”.
El nuevo banco al que se refiere, es la Sociedad de Crédito Internacional, una especie de
subsidiaria de la antigua fábrica de textiles La Internacional. Dillon pretendería que ese banco
sea de emisión, aspiración que fue frustrada por intervención personal de don Francisco Urvina
Jado cuando ya tenía emitidos sus billetes, y que por ello le ganó el odio de Dillon, que lo
guardaría y nutriría, para sacarlo una vez que se posicionó entre los actores de la revolución
juliana de 1925.
Con motivo del cierre del primer semestre, el 30 de junio de 1921, en los primeros días de julio
se publicó un folleto que fue entregado en la junta general de accionistas, realizada el 11 de
julio. En él se encontraba la descripción de cada una de las secciones de la Compañía,
destacándose la que denominaron “Banco Hipotecario de La Previsora”. En la explicación de
cada una se presentaban argumentos que las justificaban, desvirtuando las críticas de la
competencia. El Balance General al 30 de junio mostraba una Institución en robusto crecimiento
y solidez. El folleto cerraba con el breve informe del Presidente del Directorio a la Junta de
Accionistas, y el más extenso informe del Gerente, que era dirigido al Directorio.
En su informe, el Presidente indica a los accionistas que no se pagarían utilidades, sino que se
destinaría ese monto a formar un fondo de reserva, lo que justificó así: “La circunstancia de no
hallarse pagado aún el Capital suscrito por los señores accionistas, nos impele a solicitar la
formación de un fuerte Fondo de Reserva”. La única mención que hace al gerente es: “El
informe de la Gerencia, contiene el detalle de las operaciones en cada sección y a él nos
referimos”.
En su informe, tal como dice el Presidente, se da cuenta de cada sección, pero el informe
contiene una parte que parecería fuera de lugar, si no se refería a una situación real que estaban
viviendo. Dice el Gerente: “Siento tener que manifestar que una ingrata campaña se ha
pretendido conducir contra La Previsora, pero el criterio público ha descubierto el origen y
móviles de ella; y así la siembra de desconfianzas y hasta de imputaciones calumniosas, no ha
producido otra cosa que el incremento de los depósitos en nuestra Caja de Ahorros.
Estas resistencias y estas injusticias no dejan de tener sus ventajas i hai que aprovecharlas:
Como todas las injusticias i todas las resistencias, ellas traen consigo elementos de reacción i
así éstas, de que se quiere hacer blanco a ‘La Previsora’, nos están brindando una brillante
oportunidad i es la de comprobar ante el público la capacidad financiera de esta Empresa. De
esta prueba, que ojalá se presentara, saldríamos más fuertes porque tengo la absoluta certeza
del éxito, porque conozco los elementos de que disponemos, i el éxito traería consigo mayor
confianza del público; ésta es todo lo que necesitamos i si nuestros enemigos nos dan la
oportunidad de conseguirla en mayor escala que hoy, tendríamos que agradecerles el
subsiguiente incremento de nuestros negocios.
Desgraciadamente ninguna de las campañas i calumnias de que se usa para atacar a ‘La
Previsora’ ha producido resultado. El movimiento de depósitos sigue normal i es lamentable
que no se presente aún la oportunidad de comprobar nuestra organización para estos casos.
349
Víctor Emilio al cumplir 30 años
Por cierto que el suscrito no ha olvidado de estudiar las fracasadas experiencias de otras
empresas financieras, i así el primer empeño de La Previsora es precautelar los intereses del
público como lo demuestra el resultado de NUESTRAS INVERSIONES…”.
En el informe también indica que “…ninguna persona ni casa comercial en Guayaquil tiene
operaciones por más de 15.000, siendo el promedio de valor de cada documento de 1.200 cada
uno. Con ese método cauteloso i seguro, con el riesgo repartido en tal forma, es bien explicable
350
que La Previsora no haya perdido hasta hoy ni un centavo y desde hoy que contamos ya con
nuestro Fondo de Reserva, hemos eliminado totalmente toda eventualidad razonable.
A este respecto debo agregar finalmente, que cuando fui llamado a la Gerencia de La Previsora
entré a ella como acostumbro en todos mis actos: libre de compromisos. Y felizmente también
encontré que la compañía tampoco tenía compromisos de ninguna clase ni había hecho ofertas
anticipadas. Fue el pequeño esfuerzo individual se sus 250 accionistas lo que inició esta
empresa q’ puede haber sido ambigua en sus primeros tiempos, mientras tomó una fisonomía
propia i definida, que hoy la realza su envidiable éxito (…) Puedo pues declarar que ninguna
operación de compromiso ha sido hecha por La Previsora i que amigos o enemigos han
operado con nosotros, cada vez que su solvencia personal o su garantía han sido bastantes para
llenar nuestras exigencias: en esto estriba la seguridad comprobada de nuestras limitadas
inversiones en descuentos…” La excepción, aclaró más adelante, se ha dado cuando el cupo para
un determinado tipo de transacción ya había sido llenado, lo que causó que se rechacen algunas
solicitudes, a pesar de que las personas reunían los requisitos establecidos, situación que produjo
cierto malestar y sentimiento de rechazo en algunos clientes. Pero, por razones de seguridad y
estabilidad, no se violarían las normas.
Finalizó su informe con las siguientes palabras:
“La Previsora ha ganado en el semestre que acaba de terminar la suma de $19.388,92, la cual
representa algo más del 25% del capital entregado por los señores accionistas. El Directorio ha
resuelto ya la forma en que se proponga a la Junta General repartir esos beneficios (todo fue a
reservas).
Debo terminar haciendo mención del personal de empleados que me acompaña con entusiasmo
y dedicación al trabajo, i especialmente de la habilidad de nuestro Contador, que nos
proporciona el día último de cada mes, pocas horas después de cerrarse la Caja, el Balance de
comprobación para que sea revisado por los Comisarios. Este trabajo será apreciado por
quienes conozcan algo de Contabilidad i del movimiento de una institución bancaria con tan
múltiples secciones como es La Previsora.
De los señores Directores, mui atentamente,
V. E. Estrada
Gerente”.
Era un informe que demostraba el éxito que había tenido la Caja de Ahorros, pero demostraba
también una debilidad incomprensible: Permitir que los suscriptores de capital no lo paguen sino
en mínima cuantía. Felizmente se dio solución a ella en poco tiempo.
Otra cosa preocupante era la constante amenaza de enemigos y malquerientes. Ciertamente le
hicieron a los depositantes un gran favor, pues por ellos, La Previsora mantuvo un control muy
conservador de sus operaciones, lo que pudo haber retrasado en algo el crecimiento, pero
garantizó una solidez extraordinaria, que a su vez generó más negocios.
Una de las glorias de la Caja de Ahorros fue el haber logrado, en tan solo 132 días de operación,
llegar de cero al millón de sucres en depósitos.
Al final del informe nos dan los nombres y ciertos datos del CUERPO DIRECTIVO DE LA
PREVISORA, el cual citaremos por ser de interés:
Directores principales:
Presidente, Luis Orrantia (Cornejo), Director del Banco del Ecuador, Gerente de la firma Luis
Orrantia & Cia. (Exportación). Comisario del Banco Territorial y de la Compañía Guayaquil de
Seguros.
Directores:
Guillermo Higgins C., ex-Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Gerente de la
firma G. Higgins (Exportación), Concejero Comisionado de Finanzas Municipales.
Bettino Berrini, Gerente del Pastificio Adriático de la firma Berrini & Vicenzini.
Sergio Pérez Conto.
351
Dr. Tomás Rolando Ch.
Directores suplentes:
Dr. Adolfo B. Serrano, Abogado del Banco del Ecuador. Abogado del Banco Territorial.
Dr. F. T. Maldonado, Ministro de la Corte Superior de Justicia.
José Abel Castillo, Director Propietario del diario El Telégrafo.
Francisco Frugone, Gerente de la firma Frugone & Cia.
Manuel Seminario, Consejero del Banco Comercial y Agrícola.
Consejeros:
Juan Illingworth, Presidente del Banco del Ecuador, ex-Gerente del Banco Comercial y
Agrícola.
Francisco Urvina Jado, Gerente del Banco Comercial y Agrícola. Presidente del Banco de
Crédito Hipotecario.
Consejeros suplentes:
Rafael Candell, Gerente de la firma Seminario & Candell.
C. A. Flores.
Comisarios:
Aurelio Carrera, Director de la Cámara de Comercio. Gerente de la casa Aurelio Carrera
(Importador).
Felipe Levy. Gerente de la firma Levy Hnos. (Importación).
Comisarios suplentes:
Enrique Maulme. Director del Banco Comercial y Agrícola. Gerente de la casa E. Maulme.
F. A. Alvarado. Comisario del Banco del Ecuador.
Abogado:
Dr. Gustavo E. Navarro P.
Gerente:
Víctor Emilio Estrada
Como se puede leer claramente a través del Directorio y los Comisarios, los principales bancos
locales estaban ligados entre sí a través de sus directorios; así, todos estaban enterados de lo que
sucedía en el sector bancario y podían ejercer su influencia cuando fuera del caso.
Moratoria o Conversión
Como resultado de la solicitud del Sr. Strauss, que generó su muy completa respuesta, Víctor
Emilio profundizó el estudio de la moratoria, desde la expedición de la ley en 1914, hasta
febrero de 1921. En los primero días de julio, se publicó su obra, de 63 páginas, denominada
¿MORATORIA O CONVERSIÓN? Que era un “ESTUDIO ECONOMICO SOBRE LA
CONVENIENCIA DE MANTENER VIGENTE EL DECRETO LEGISLATIVO DE AGOSTO 30
DE 1914”.
El extenso y profundo estudio concluye así:
“Pedir circulación de oro en un país deudor al extranjero por más de los 9 millones que
tenemos en metal acuñado es pedir peras al olmo. Estas son cosas que no pueden hacer el
hombre a su gusto ni las leyes a su arbitrio. No podemos ordenar con una lei, ni que entre oro
ni que circule oro, si las situación de hecho está expulsando ese oro del país i de la circulación,
puesto que aun le debemos al fabricante extranjero buena parte de la importación que hicimos
el año pasado i carecemos de productos i mercaderías para darlas en cambio i saldar el déficit.
El dilema es mui claro i se plantea así:
Nuestros acreedores lo son por una suma de 15 o 20 millones.
¿Les pagaremos oro o les pagaremos con productos?
¿Si carecemos de productos i les soltamos oro, con qué respaldamos las emisiones fiduciarias i
mantenemos el mínimo de circulante interior?
352
Los que de buena fe pugnan por desfigurar la Moratoria -que obedece hoy a razones más
graves que ayer- deben aclarar ese dilema ante el país, antes de aconsejarle la conversión.
Mientras ellos no provean el modo de obtener una u otra cosa, lo que implica decidir de la vida
o muerte de la Economía, la mera tentativa hacia la conversión implicará un verdadero
atentado contra la vida nacional”.
Estaba muy clara la situación. El país debía continuar con la moratoria.
El 7 de julio se publicó un aviso muy interesante y revelador en El Telégrafo:
El 6 de agosto de 1921, la Junta General de Accionistas de El Telégrafo, nombró a Víctor
Emilio Comisario para ese año.
Proyecto de Banco Central
El 30 de agosto, la Cámara de Comercio nombró a Víctor Emilio integrante de la comisión que
estudiaría el primer proyecto formal de Banco Central que se presentó en el país. Estaba muy
bien preparado para esa misión.
El Senado había pedido a la Cámara de Comercio revisar y observar un proyecto de Banco
Central que le habían enviado, el que fue considerado por los comisionados, pero rechazado en
muchas partes por no responder a la realidad económica vigente. Los comisionados fueron:
Jaime Puig Arosemena, Rafael Candell y Víctor Emilio Estrada, los tres, directores o
funcionarios bancarios de Guayaquil.
Así comenzó su informe:
“Vuestra Comisión nombrada para estudiar, a insinuación del Senado, el Proyecto de Banco
Central, emite el presente informe en cumplimiento de su mandato.
Hemos verificado el examen del original que se nos envió y advertimos en él que, aparte de las
cuestiones económicas y financieras que contiene, hay también muchas cuestiones de orden
político, administrativo, jurídico y posiblemente cuestiones de orden constitucional. Nos vemos
353
precisados a iniciar este informe con la declaración que hacemos caso omiso de tales
cuestiones por tratarse de asuntos que no nos competen (…)
Los suscritos convienen en que la idea matriz del proyecto responde a una necesidad del país,
cual es la de suministrarle el circulante necesario para sus negocios, controlar su emisión al
unificarla, respaldarla en la medida de la fuerza económica y moral de la nación, y finalmente,
fortificar la función del crédito que hoy está entrabada por la falta de solidaridad en el sistema
bancario que no tiene vinculación y más bien adolece de un defecto capital cual es la
desconfianza latente que arranca de malentendidos y suspicacias infundadas y que si perjudica
directamente a los mismos Bancos refluye indirecta pero fatalmente sobre el público, sobre el
país en general, en forma no por inadvertida, menos grave.
Hasta este límite y con este fin tal proyecto respondería a nuestra honrada convicción. Pero
observamos que tal cual se ha presentado el proyecto, envuelve la creación de un organismo
complejo y recargado de funciones a las cuales sin duda podría llegarse después, cuando la
experiencia de un intento circunscrito a límites más prácticos indicara claramente la
factibilidad de su extensión (…)”.
El estudio del proyecto, tal cual lo presentó la Comisión al Directorio, dejaba claro que, como
estaba planteado, no era conveniente aplicarlo, por no ser lo que se necesitaba técnicamente.
El Directorio de la Cámara se reunió el seis de septiembre y tomaron la siguiente resolución:
“Que se comunique a la Cámara del Senado que la Cámara de Comercio, después de haber
estudiado y discutido extensamente sobre el proyecto sometido a su consideración, resolvió:
Que por el momento no es conveniente a los intereses nacionales el establecimiento del Banco
Central Ecuatoriano”.
El 31 de agosto, concomitante con el trabajo de la Comisión de la Cámara de Comercio, El
Telégrafo comenzó a publicar, en primera plana, una serie de siete artículos, en siete días, que se
tituló “EL PROYECTO DEL BANCO CENTRAL / BREVES COMENTARIOS”. Aunque no está
firmado, por el estilo de la redacción y por el contenido técnico, está claro que era de la autoría
de Víctor Emilio. Se trataba de un estudio sobre el proyecto enviado por el Senado, y es posible
que el contenido de estos artículos haya sido muy similar al del informe completo que se
presentó, por parte de los comisionados, al Directorio de la Cámara de Comercio.
El artículo se inicia así:
“La opinión del país se ha interesado en el proyecto del Banco Central Ecuatoriano, presentado
hace poco al Congreso Nacional.
Una vista global del proyecto da la primera impresión de que abarca muchas cosas, en demasía
talvez para que un organismo de tal naturaleza pueda llegar a funcionar con la perfección que
sería de desear.
La copia que ha recibido la Cámara de Comercio de Guayaquil contiene ciertas modificaciones
a la versión publicada en la prensa, y es a ella a la que nos vamos a atener en los breves
comentarios que nos ha sugerido su lectura. (…) Proyectos más o menos análogos hemos
conocido que son sumamente minuciosos, que contemplan todos los casos y que se daban las
atribuciones con una claridad y nitidez podría decirse perfecta. No sucede así en el caso
presente…” El proyecto, estaba tan disparatado en su alcance, que contemplaba al nuevo Banco
Central como recaudador único de todos los impuestos del país, constituyéndose prácticamente
en un Estado dentro del Estado. Además, esa no era la función de un Banco Central.
Los comentarios de cierre de la quinta parte y quinto día son interesantes:
“A esta idea de entregar a una Institución como el Banco Central la tarea de recaudar los
impuestos públicos, ha debido preceder, en nuestro concepto, la de reformar el sistema
tributario del país para dejar las cosas mejor hechas.
Al principio de este artículo hablamos acerca de lo mal que estamos en esta materia. Antes de
efectuar innovaciones como la que se pretende, sería preferible decidirse de una vez a reformar
354
el sistema, contratando los servicios de un técnico extranjero como asesor del Ministerio de
Hacienda. Esta medida ha producido muy buenos resultados en otros países de América (…)”
Y así nació la idea de traer a la Comisión Kemmerer.
“Sin modificar nada, sin rumbos definidos que seguir en las finanzas nacionales siempre
estaremos como ahora, viviendo al día, mal y pobremente. Las leyes actuales en la materia son
deficientes, no llenan su objeto. Fuera de esto muchos las burlan con facilidad. Se queda gran
parte sin recaudar. Otras veces están redactadas en tal forma que el fraude resulta inevitable.
Un gran número de gente no cubre los impuestos que les corresponde. Otro paga sólo los que le
conviene.
Nada se adelantaría con cambiar de cobrador sin una reforma sustancial en todo el sistema”.
En la séptima y última parte, se plantea la elemental y fatal carencia técnica del proyecto
enviado por el Senado:
“…un Banco Central de Emisión requiere Capital para fundarse. Muy oportuno hubiera sido
haber tenido en cuenta esta recomendación al elaborarse el proyecto del Banco Central
Ecuatoriano. Pero quizá se olvidó completamente este punto por cuanto en su constitución no se
nota que haya querido otorgársele facultades propiamente bancarias. El Banco Central va a ser
en parte una especie de Compañía recaudadora y en parte Casa de Acuñación y de canje de
billetes. Esto es lo principal que se ha tenido en cuenta. En nuestro concepto, se ha olvidado lo
más importante (…)”.
Estos artículos fueron demoledores y desnudaban al proyecto, que se mostraba como un
monstruo burocrático alejado del concepto elemental de lo que era un Banco Central. Con la
discreta resolución de la Cámara de Comercio y los artículos de análisis técnico de El Telégrafo,
ese proyecto pasó al archivo. Estaba tan mal hecho, que nadie reclamó su paternidad.
El país no estaba listo todavía para un verdadero Banco Central. A pesar de que teníamos en el
país personas capaces para establecer el Banco Central de Emisión ecuatoriano, necesitábamos
que venga un extranjero y nos diga lo que ya se sabía que había que hacer.
Como hemos visto páginas atrás, el Partido Liberal lo había candidatizado a Víctor Emilio como
diputado suplente por la Provincia del Guayas y él aceptó por razón de que era improbable que
el suplente tuviera que ejercer el cargo, pues rara vez un diputado principal de una provincia
como Guayas, dejaba su puesto. Sin embargo, el día 1° de septiembre fue notificado por la
Gobernación que por haberse declarado la “inhabilidad del señor Manuel E. Castillo, la Cámara
resolvió llamar al señor Víctor Emilio Estrada como Diputado Suplente por esa provincia”.
Al día siguiente contestó al Gobernador y al Presidente de la Cámara de Diputados que en ese
día no podía principalizarse porque tenía un problema de fuerza mayor: Su hija Pilar estaba
enferma, pero que se posesionaría en los próximos días.
No tenemos más noticias al respecto, pero hemos visto que el día 6 de ese mes presentó el
informe sobre el Banco Central, a la Cámara de Comercio.
Presumimos que no se posesionó, al menos hasta después del 18 de septiembre, porque hay
actividad de él dentro del Banco los días 11 y 12, así como asistencia a una función de ópera, el
día 18, con el Sr. Lindbergh y su esposa. Es posible que haya concurrido al Congreso entre el 19
de septiembre y el cierre de las sesiones en octubre.
En sus archivos no se hace mención de que haya ocupado el cargo de diputado; además, esa
posición le habría permitido cabildear ante el Congreso en relación con el proyecto de Banco
Central en que acababa de trabajar, y eso habría quedado registrado.
En los meses subsiguientes, la economía del Ecuador continuó en franco deterioro, con la crisis
del cambio en aumento, restricción a los créditos y baja del movimiento comercial y agrícola.
Los conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo por la situación económica, se agravaron al
punto que se intercambiaron insultos entre el Ministro de Hacienda y un Diputado, lo que
355
terminó en un duelo para salvar el honor de las partes ofendidas, afortunadamente sin
consecuencias físicas.
La situación se hacía cada vez más difícil para el Gobierno. El Congreso censuró al Ministro de
Hacienda, para luego rehabilitarlo y otra vez censurarlo. Esto causó la renuncia de Aguirre y su
retiro del cargo. Le costó al Presidente Tamayo reemplazarlo, pues nadie quería hacerse cargo
de un grave y difícil problema.
Después de la experiencia del año 1920, el bazar El Trébol se había convertido en una sociedad
anónima con $100.000 de capital, y si bien mantenía el almacén, su negocio estaba en las ventas
al por mayor. Durante el año 1921 se vendió la mercadería que había comprado Adolfo y se
pudo pagar los giros a medida que se vencían. No hubo mayor beneficio en relación con el
esfuerzo, si se lo comparaba con el negocio del Aguardiente. Intentarían nuevamente darle
impulso al negocio con su nueva organización. El 1° de diciembre de 1921, se publicó el primer
aviso de El Trébol para esa temporada de compras:
Lo siguieron otros avisos con imaginativas promociones, pero la competencia también colocó
sus avisos, y de mejor calidad y tamaño que los de El Trébol.
El nexo con el Banco Comercial y Agrícola continuaba siendo esencial para el negocio. Pero a
pesar del gran esfuerzo realizado por Adolfo, no se logró que fuera el éxito esperado.
Eventualmente sería liquidado, quedando tablas los tres socios.
El Hotel Ritz continuaba prestando servicio al turismo y recibió a artistas internacionales que
llegaron a Guayaquil, así como a personajes importantes. Pero como negocio no fue lo que se
había proyectado y, eventualmente, Víctor Emilio, Adolfo y Rogelio vendieron su participación.
Fueron dos sueños de negocios cuyo fracaso práctico se constituyó en una lección para Víctor
Emilio. Por el momento, se dedicaría a hacer lo que sabía que estaba haciendo muy bien:
gerenciar La Previsora para elevarla hacia las cumbres de la banca ecuatoriana.
Ya llegaría el momento de emprender en futuros negocios, cuando tuviera lo suficientemente
maduros a los socios que estaba criando en su hogar. Con Adolfo continuaría haciendo uno que
otro negocio, como veremos más adelante, pero nada tan formal y organizado como habían sido
356
el Bazar y el Hotel. Serían negocios cortos y de oportunidad, para poder liquidar cuentas
rápidamente. Con Rogelio, el destino se encargaría de impedir que volvieran a ser socios.
El 29 de diciembre de 1921 se publicó en El Telégrafo el siguiente aviso de La Previsora:
“De orden del Directorio cito á Junta General Ordinaria para conocer el Balance de
operaciones en el segundo semestre del presente año y para elegir Directores y consejero en
reemplazo de los que terminan su período legal. La sesión tendrá lugar en la Cámara de
Comercio, el día 4 de Enero próximo á las 8 y media p.m.
Igualmente cito á Junta General Extraordinaria para dar segunda lectura á las reformas de los
Estatutos, relativas á ampliar la sección Seguros. Esta sesión tendrá lugar en el local de la
Cámara de Comercio, el 4 de Enero próximo á las 9 y media p.m.
Por La Previsora,
V. E. Estrada, Gerente”.
Al 31 de diciembre, los depósitos habían alcanzado la cifra de $1.159.000. No era el mejor
momento del Banco, pero estaba muy bien para la situación económica general del país y el
resultado de los demás bancos.
En un acto sorprendente, el Director del diario El Universo escribió a Víctor Emilio el 22 de
enero de 1922, solicitándole su opinión sobre dos puntos relacionados con la economía. Era raro
que se pidiera la opinión de uno de los articulistas económicos de su más grande rival, El
Telégrafo.
Víctor Emilio contestó a los dos puntos planteados por don Ismael Pérez, con una carta de cinco
páginas y dos anexos, a máquina y a renglón seguido.
Veamos unas cuantas líneas de la primera página y otras de la última.
“Muy apreciado señor mío:
He recibido su carta relativa a indagar mi opinión sobre si (1) ‘debe o no mantenerse en
vigencia el Decreto que fija el tipo de cambio en 360%’ (o sea 3,60 sucres por dólar) i (2) ‘la
fórmula que, sin derogar dicho decreto, salvara al comercio de la grave situación que aquel
tipo le ha creado’ i, naturalmente, dicha carta ha recibido de mi parte toda la atención que el
asunto merece i a U. debo.
Las meditaciones que sus preguntas sugieren, me afirman en mi anterior convencimiento – ya
expresado – de que todos los Decretos ejecutivos o legislativos i las polémicas que se
promueven cuando se dictan o se derogan para subir o bajar in nómine los cambios, no son
otra cosa que accidentes esporádicos de un fenómeno más sustancial i mui simple al que el país
está empeñado en interpretar en el sentido más erróneo.
Recuerdo haber tenido la oportunidad de rebatir a un conocido cronista que, en un Diario
local, abogaba por la fijación de precios, citándole, a mi vez, hechos concretos i experiencias
controladas de ese erróneo procedimiento cuando en Francia se lo puso en práctica el año
1304…” (anécdota sobre fijación de precios, lo que causó desabastecimiento).
Y de la última página:
“Aquí nada, absolutamente nada hemos hecho para que los cambios bajen. Ninguna de las
deficiencias originales, básicas, han sido atacadas ni por el esfuerzo individual ni por el
Estado. El problema sustancial está en pié, con mayor fuerza i gravedad cada día que pasa.
Posiblemente un alza momentánea del cacao aquí o en New York llene las fáciles esperanzas de
nuestro carácter, pero en cuanto esa reacción pruebe ser pasajera sentiremos de nuevo la
rudeza del problema que se nos presenta ahora en toda su desnudez porque las condiciones del
mundo han variado mui de prisa en los últimos años, i por otra parte el país ha aprendido a
consumir más, sea por la vía del confort i el lujo, sea acariciando ideas de progreso que
requieren la importación de elementos nuevos o materias para las industrias, transportes, & &.
357
Estas son, Señor Director, mis ideas generales respecto a la cuestión cambios, i al exponerlas
creo haberlo hecho con la franqueza debida, restándome solamente pedir excusas a U. i al
lector por las indudables deficiencias que en la presente hai.
Soi atento i agradecido servidor”.
Los anexos contenían la historia de la cotización del dólar, oficial y libre, desde el año 1913 en
que había comenzado a $2,05, hasta diciembre de 1921, en que se cotizó a $4,20.
Hacia mediados de enero de 1922 recibió dos nombramientos: El día 17 como vocal de la
Cámara de Comercio de Guayaquil y el 19 como Comisario suplente de la Compañía Nacional
de Teléfonos.
El nombramiento de vocal de la Cámara de Comercio es algo sorprendente, y más aún lo es que
lo haya aceptado, pues era la misma cámara que había actuado con tanta saña para destruir la
Compañía Nacional Comercial, lo que había afectado muchísimo a su padre y le había
representado una pérdida personal de $5.000, y como hemos visto, Víctor Emilio no perdonaba
fácilmente.
El que haya aceptado ser parte del Comité que estudió el proyecto del Banco Central era una
cosa, pues era algo pasajero y puntual, pero entrar a formar parte del directorio, era otra cosa.
Sin embargo, es obvio que La Previsora tenía que hacer negocios con los miembros de la
Cámara, y de hecho tenía como Presidente de su directorio a un ex Presidente de ella. No fue
una claudicación de principios (el fin justifica los medios), sino más bien un acople a la realidad.
Él trabajaría por el progreso del Banco y de su familia, porque era una realidad que tenía que ser
enfrentada, pero tanto él como el Banco se mantendrían regidos por los claros principios con
que se habían iniciado en la vida pública.
La Junta de Embellecimiento de Guayaquil lo nombró Comisionado Principal de Avenidas para
el año 1922, cargo honorífico que desempeñó con su usual fervor cívico. Cumplió asimismo,
con la representación de varias entidades en el reparto de los impuestos al aguardiente.
También participó en comisiones de estudio de la Cámara de Comercio, en relación con temas
económicos y financieros.
El 9 de febrero de 1922, participó en una fiesta dada por El Telégrafo en preparación de la
celebración de un nuevo aniversario de su fundación.
358
En esta interesante fotografía podemos ver a Víctor Emilio, sentado, segundo desde la izquierda.
Al centro, don Alfredo Baquerizo Moreno. Atrás de él a su izquierda, don José Abel Castillo y a
su izquierda, sentado, don Julio Burbano Aguirre. Don Bettino Berrini está parado, con lentes, a
la derecha de la columna que se ve atrás de Víctor Emilio.
2° aniversario de La Previsora
El 3 de mayo de 1922 La Previsora cumplió su segundo año de operaciones. Víctor Emilio no
estaba en Guayaquil, pero recibió por correo copia del Balance a ese día y por ello, el 14 de
mayo, envió un telegrama al Gerente interino, al Contador y los empleados:
“Al leer el mejor balance de La Previsora presentado en los días precisos que cumple el
segundo año de su fundación, he sentido no estar al lado de ustedes en este aniversario, pero
con mi pensamiento estoi allá compartiendo con mis compañeros de trabajo el legítimo orgullo
i satisfacción justísima de haber cooperado al surgimiento de esa empresa bancaria que, a
despecho de sus opositores i hasta calumniadores, se ha impuesto en el ánimo del público i del
comercio de Guayaquil con la limpieza de sus procedimientos, la extensa publicación de sus
balances i operaciones en general, i la amplitud de miras, en practicas i propósitos, para
beneficiar a todos los que por su propia voluntad i criterio crean i quieran seguir creyendo en
la seguridad i ventajas que ofrecemos i cumplimos.
Hoy La Previsora ocupa ya el tercer lugar entre los institutos bancarios de Guayaquil por la
cuantía de sus depósitos que, en materia de bancos es el único exponente de su crédito.- Por eso
al felicitarles en nuestro segundo aniversario les envío votos i deseos para que sigamos
conservando el buen nombre de cada uno i cumpliendo como hasta hoy nuestro deber, en
servicio de nuestra compañía i de sus clientes a quienes tanto debemos nuestro éxito.
Afectísimo compañero i amigo,
V. E. Estrada
Gerente”.
Para el 31 de mayo de 1922, estas eran las cifras de La Previsora, comparadas con las del 31 de
mayo de 1920:
Fecha
Depósitos $
Caja y Bancos $
Ratio
Reserva –
Depósitos
Cartera $
Títulos
Fiduciarios $
Hipotecas $
Seguros de
Renta $
Mayo 31, 1920 191.000 143.000 80% 66.000 0 0 0
Mayo 31, 1922 1.940.000 306.000 21% 934.000 971.000 805.000 670.000
El crecimiento era firme y sostenido. Lo mejor estaba aún por venir.
¿Y dónde estaba Víctor Emilio el día del 2° aniversario de La Previsora? En New York,
iniciando los primeros contactos oficiales y directos con bancos de la capital financiera de los
EE. UU.
Su primera visita fue al Guaranty Trust Company, y luego a otros bancos, a quienes acudió con
cartas de presentación del Banco Comercial y Agrícola y de la entonces poderosa firma
exportadora L. Guzmán e Hijos, que mantenía importantes cuentas en algunos bancos.
Víctor Emilio iba con ideas novedosas y estaba al día con la evolución de la teoría y técnica
bancarias, de tal manera que sus conversaciones con banqueros experimentados eran fructíferas.
Iba a promover el servicio de cobranzas en el Ecuador, que pensaba implementar en La
Previsora, negocio que sería de mucha importancia en pocos años.
Si bien el éxito de esta misión fue limitado, por el tamaño de la Institución que representaba,
dejó establecidas relaciones que le abrirían puertas muy amplias en el futuro cercano.
359
El 16 de mayo recibió una comunicación del Ministerio de Hacienda, fechada 13 de mayo, que
lo involucraría, a pesar suyo, en la vorágine gubernamental del manejo económico.
“Me es grato llevar a conocimiento de usted el siguiente Acuerdo Ejecutivo, expedido en esta
fecha:
‘N° 10.250.- El Presidente de la República,- De conformidad con el Decreto Ejecutivo de hoy,
por el cual se establece en Guayaquil una Junta presidida por el señor Gobernador de la
provincia del Guayas e integrada por dos ciudadanos que designare el Ejecutivo, con el
encargo de estudiar y proponer al Gobierno las medidas convenientes para regularizar el tipo
de cambio e impedir la especulación en la venta de Letras sobre el exterior; y teniendo en
cuenta el patriotismo y amplios conocimientos que distinguen a los señores don Víctor Emilio
Estrada y don Juan de Dios Martínez Mera, para aconsejar al Ejecutivo en asunto de tan vital
importancia para la vida económica del país;- ACUERDA:- Designar a los señores Estrada y
Martínez Mera como Miembros de la referida Junta.- COMUNIQUESE.- Palacio de Gobierno,
en Quito, a 13 de mayo de 1922.- Por el señor Presidente de la República, el Ministro de
Hacienda, E. Cucalón’
Intereso a usted tomar el mayor empeño en llevar a feliz termino los trabajos que el Gobierno
ha tenido a bien encomendarle”.
Al nombramiento le adjuntaron la copia del Decreto, que facultaba a la Junta para estudiar la
situación y recomendar al Gobierno “la medida que juzgare más eficaz para reprimir el abuso
en referencia”.
Comenzaba con este nombramiento un período de gran creatividad para Víctor Emilio, pero
también uno de gran frustración, pues la notoria indecisión del Presidente le impidió
implementar las medidas que le recomendaron los miembros de esta Junta para sanear la
economía nacional, ya que no se podía tratar del asunto tipo de cambio o letras aisladamente del
resto de la economía, algo que el Dr. Tamayo y muchos “expertos” jamás quisieron comprender.
Víctor Emilio cumple 31 años
Víctor Emilio había pasado su trigésimo primer cumpleaños, el lunes 22 de mayo de 1922, en
unión de su familia en la quinta La Esperanza. Sus cinco hijos estaban bien en términos
generales, aunque preocupaba la salud de Pilar, de 7 años, quien ya tenía señales de su problema
espinal, que se iría agudizando con el crecimiento. Pepe, de 3 años, era enfermizo y muy
delgado. Isabel Victoria, de 8 años, con Emilio de 6 y Julio de 4 años, ya más grandes y
robustos, alegraban el ambiente familiar con su chispa y sus travesuras.
Una vez resuelto el asunto de cuando y donde residir, los problemas de la pareja se
desvanecieron. Isabel y los chicos pasaban el verano en la quinta y los meses de lluvia en la casa
de 9 de Octubre o en Posorja. Ya se iniciaba la construcción de la Villa Pilar, con bases y pisos
de cemento y paredes de material mixto, revestido con cemento, en el solar que había quedado
delineado claramente al abrirse la extensión de la calle de la Industria, el cual estaba separado
del terreno más grande, que aún constituía la quinta La Esperanza.
Se esperaba que la Villa Pilar sí fuera adecuada para resistir las plagas de insectos que habían
condenado a una corta vida a la Villa La Esperanza.
Hasta este punto Víctor Emilio había vivido la mitad de su vida. Esta etapa de ella había sido la
de formación y de comienzo de la adultez. Luego, en la segunda, vendrían sus mayores logros,
ya consolidado como una autoridad nacional en economía y finanzas, con reconocimiento y
creciente prestigio a nivel internacional.
Con sus cinco hijos en proceso de crecimiento y educación, y tres hijos más por venir, se vivía
la primera etapa de crecimiento de la familia, la cual se mantuvo unida bajo la cariñosa tutela
paternal y la activa dirección maternal.
Fin del primer volumen.
360
Fuentes
Bibliográficas
Biblioteca Municipal de Guayaquil
Biblioteca Carlos A. Rolando
Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit
Biblioteca de Julio Estrada Icaza
Biblioteca del Autor
Documentales
Archivo de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga
Archivo de Julio Estrada Icaza
Archivos varios de la familia Estrada Icaza
Archivo de Antonieta Palacios Jara
Archivo Nacional del Ecuador
Archivo Histórico de la Cancillería
Archivo Histórico de la Biblioteca Municipal de Guayaquil
Instituto Geográfico Militar
Archivo del Autor
Periodísticas
Hemeroteca de la Biblioteca Municipal de Guayaquil
Hemeroteca del Archivo Histórico de la Biblioteca Municipal de Guayaquil
Hemeroteca de la Biblioteca Carlos A. Rolando
Hemeroteca de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit
Hemeroteca de El Telégrafo
Hemeroteca de El Universo
Hemeroteca de El Comercio de Quito
Archivo de Víctor Emilio Estrada Sciacaluga
Archivo de Julio Estrada Icaza
Archivo de Antonieta Palacios Jara
Archivo del Autor
Fotográficas
Álbumes de la familia Estrada Icaza
Álbumes de Isabel Estrada Icaza de Jurado
Álbumes de María del Pilar Estrada Icaza de Gallardo
Álbumes de la familia Icaza Medina
Álbum de Francisca Estrada Sciacaluga
Álbum de Lola Arízaga Luque
Álbum de David Miranda Franco
Colección de Julio Estrada Icaza
Colección de Leonor Estrada de Vinueza
Colección de Ricardo Estrada Estrada
Colección de Antonieta Palacios Jara
Colección del Autor
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Tabla de contenido
VIDA DE UN HOMBRE .................................................................................................. 1
Víctor Emilio Estrada Sciacaluga ............................................................................................... 1 Volumen 1 – 1891-1922 ............................................................................................................. 1
Años de formación y ............................................................................................................... 1 Comienzo de la adultez ........................................................................................................... 1
Créditos y Registros .................................................................................................................... 2
Contenido General ....................................................................................................................... 3
Citas fundamentales ..................................................................................................................... 5
Notas para la lectura .................................................................................................................... 6
Dedicatoria .................................................................................................................................... 7
Agradecimientos ........................................................................................................................... 7
Prólogo .......................................................................................................................................... 8
Parte 1° 1855 - 1890................................................................................................................... 11 La formación de un padre ejemplar .......................................................................................... 11
Capítulo 1 .................................................................................................................................. 12
La vida de Emilio Estrada Carmona desde 1855 hasta 1890. ............................................... 12 Prisión, muerte de la esposa y fuga .................................................................................... 16 Retorno al Ecuador ............................................................................................................. 18
Trabajo y compañera .......................................................................................................... 19 Matrimonio ......................................................................................................................... 21
El hogar .............................................................................................................................. 21
Trabajo ............................................................................................................................... 22 El artista ............................................................................................................................. 22
Parte 2° 1891 - 1900.................................................................................................................... 25 Capítulo 2 – Mayo de 1891 ....................................................................................................... 26
Nace un niño en Guayaquil ................................................................................................... 26 Capítulo 3 – Niñez .................................................................................................................... 26
Muere Millet ....................................................................................................................... 29
Nace Panchita ..................................................................................................................... 29 Triunfa la Revolución Liberal ............................................................................................ 29
Emilio toma una decisión un poco audaz ........................................................................... 30 Administrador de la Empresa de Carros Urbanos .............................................................. 32 Nace María Luisa, casa nueva y muere la abuela Amalia .................................................. 33 La política comienza a ejercer su influjo y a demandar su tiempo .................................... 34 Aversión por los cargos públicos ....................................................................................... 35
Las finanzas públicas – La Sociedad de Crédito Público .................................................. 36 La educación del hijo ......................................................................................................... 37
La vida en el hogar ............................................................................................................. 37 Un autor influyente ............................................................................................................ 39
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El primer incendio del Colegio San Vicente ...................................................................... 41
Se reconocen trabajos del padre ......................................................................................... 41 Víctor Emilio va al San Vicente ......................................................................................... 42
Otra vez la política – Candidatura presidencial ................................................................. 42
Parte 3° 1901 - 1910.................................................................................................................... 45 Capítulo 4 – Educación y adolescencia .................................................................................... 46
Continúan los años colegiales ............................................................................................ 46 La amistad de Emilio con el Gral. Eloy Alfaro .................................................................. 47
Perito por ambas partes ...................................................................................................... 48 Arquitecto sin título ............................................................................................................ 48 Continúa la educación de Víctor Emilio ............................................................................ 49 Se establece la fábrica La Victoria ..................................................................................... 51
De Humanidades a Bachillerato ......................................................................................... 52 Política y estudios .............................................................................................................. 53
Capítulo 5 – Aventura revolucionaria ....................................................................................... 55
“La más injusta de nuestras revoluciones” ......................................................................... 55 Una lección de humanidad y de política ............................................................................ 59 Incidente en el Vicente Rocafuerte .................................................................................... 60
Capítulo 6 – Otra aventura, esta vez en el mar ......................................................................... 60
Un crucero de instrucción y mantenimiento ...................................................................... 60 El buque en Valparaíso ...................................................................................................... 63
Regreso a casa .................................................................................................................... 69 Capítulo 7 – De regreso en casa ................................................................................................ 71
En Guayaquil – Crisis familiar ........................................................................................... 71
Fin de los estudios .............................................................................................................. 73 Viaje a Europa en 1906 ...................................................................................................... 73
De regreso en Ecuador ....................................................................................................... 76 Los contratos del Ferrocarril – Ejemplos de la amistad con Alfaro ................................... 78
Capítulo 8 – Comienza a trabajar.............................................................................................. 80 Víctor Emilio comienza a trabajar ..................................................................................... 80 Trabajando en la fábrica La Victoria.................................................................................. 80 Amistades de niñez ............................................................................................................ 81
Popularidad ........................................................................................................................ 82 La revista Patria .................................................................................................................. 82 La Compañía Nacional Comercial ..................................................................................... 88
Capítulo 9 – Crisis familiar y viaje a Europa ............................................................................ 90
1908, un año agitado .......................................................................................................... 90 Parten a Europa .................................................................................................................. 91 Emilio informa de su viaje ................................................................................................. 94
Fin de una relación de 14 años de trabajo .......................................................................... 96 Conflictos con amigos y enemigos .................................................................................... 96 1909, un año de sufrimiento y dolor .................................................................................. 97
Capítulo 10 – La vida continúa ............................................................................................... 100 La vida continúa - 1910 .................................................................................................... 100
Emilio se enamora ............................................................................................................ 101 Víctor Emilio también enamorado ................................................................................... 106
Parte 4° El año 1911 ................................................................................................................. 109 La política muestra su verdadera faz ...................................................................................... 109 Capítulo 11 – El último año de Emilio Estrada Carmona ....................................................... 110
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Campaña presidencial ...................................................................................................... 110
Efectos post-electorales .................................................................................................... 117 La organización revolucionaria de Emilio María Terán. ................................................. 118
Don Emilio agradecido con el pueblo. ............................................................................. 118 El intento de arrendar las Galápagos ................................................................................ 118 Se funda el periódico La Unión. ...................................................................................... 120 Matrimonio de don Emilio con Lastenia Gamarra Menéndez. ........................................ 122 Don Emilio y su familia van a Quito ............................................................................... 123
Se funda periódico La Constitución ................................................................................. 124 Acusaciones infames ........................................................................................................ 126 Comienza a fraguarse la Revolución Constitucional ....................................................... 127 La conferencia del 27 de julio .......................................................................................... 132 María Luisa se casa .......................................................................................................... 139
Se precipitan los hechos ................................................................................................... 139 Capítulo 12 – El 11 de Agosto ................................................................................................ 141
Se pone en marcha la Revolución Constitucional. ........................................................... 141 Renuncia del presidente Alfaro y acontecimientos posteriores ....................................... 147 En medio de la revuelta, los negocios continúan ............................................................. 154 Un muchacho de calzones y expedito… y una premonición. .......................................... 159
“Explendido Triunfo” ....................................................................................................... 160 Don Emilio viaja a Quito para la posesión del mando ..................................................... 162
Capítulo 13 – La Presidencia de la República ........................................................................ 169 Don Emilio se posesiona como Presidente de la República............................................. 169 Se planifica la salida del país de los Alfaro ..................................................................... 170
Don Emilio gobierna ........................................................................................................ 173
La vida de enamorados con Isabel ................................................................................... 176
El Gabinete Ministerial .................................................................................................... 180 Salida al exilio del Gral. Eloy Alfaro ............................................................................... 180
El dedo en la llaga ............................................................................................................ 182 Se complica la salud de don Emilio ................................................................................. 183 La Compañía Nacional Comercial en entredicho ............................................................ 183
Otra vez los flavistas… .................................................................................................... 187
Carta a Chabelita .............................................................................................................. 191 Fin de una larga amistad .................................................................................................. 191 Víctor Emilio viajará a Europa como parte de una misión oficial ................................... 194 Don Emilio y su familia llegan a Guayaquil .................................................................... 197 Fallecimiento del presidente Estrada ............................................................................... 201
Parte 5° La vida sin su padre .................................................................................................. 203 Jefe de Familia ........................................................................................................................ 203
Capítulo 14 – A enfrentar el futuro ......................................................................................... 204 A enfrentar el futuro solo ................................................................................................. 204 La herencia de don Emilio ............................................................................................... 206 Una relación especial con el Gral. Leonidas Plaza Gutiérrez .......................................... 210
Capítulo 15 – Matrimonio ................................................................................................... 216
Matrimonio con María Isabel Icaza Marín ....................................................................... 216 Capitán del Puerto de Guayaquil ...................................................................................... 222 Comprado el predio La Esperanza ................................................................................... 232 Destitución del cargo de Capitán del Puerto de Guayaquil .............................................. 234
Viviendo entre las casas de la calle Industria y Huancavilca, y La Esperanza ................ 241 El país enfrenta una nueva revuelta.................................................................................. 244
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El nacimiento de su primera hija ...................................................................................... 245
La provisión de agua para incendios de la población de Vinces ...................................... 248 Capítulo 16 – El destino marca el rumbo ............................................................................... 254
El destino marca el rumbo… ............................................................................................ 254 Se funda La Previsora ...................................................................................................... 256 En la Junta de Embellecimiento de Guayaquil ................................................................ 259 Sus primeras publicaciones: “El Problema Vital del Ecuador” ....................................... 261 Discusiones sobre sus opiniones sobre el Imperio Alemán en la I Guerra Mundial ........ 264
Nace su quinto hijo ........................................................................................................... 265 Su primera polémica periodística sobre economía y finanzas ......................................... 266
Parte 6° La Previsora ............................................................................................................... 273 Encuentro con el destino ..................................................................................................... 273
Capítulo 17 – La Previsora ..................................................................................................... 274 La Previsora se prepara para iniciar operaciones ............................................................. 274 Envío de sus obras a Víctor Hugo Escala ........................................................................ 280
Salida del puesto de Interventor de la tesorería de hacienda del Guayas ......................... 282 Gerente de La Previsora ................................................................................................... 283 Los consejos de un banquero experimentado ................................................................... 285 Controversia con el Gerente General del Banco del Ecuador .......................................... 288
La Previsora abre sus puertas ........................................................................................... 293 Los dilemas de la quinta La Esperanza y la casa de 9 de Octubre ................................... 301
Capítulo 18 – Empresario Privado .......................................................................................... 304 Se emprenden nuevos negocios ....................................................................................... 304 Un pedido del Presidente electo ....................................................................................... 305
El Trébol, el Hotel Ritz y otros negocios ......................................................................... 306 Primer paso Oficial para aprobar la reforma del Estatuto de La Previsora ...................... 318
Inauguración del Hotel Ritz ............................................................................................. 325 Capítulo 19 – La situación económica a partir de 1920 ......................................................... 331
La situación económica en 1920 – Las Juntas Consultivas ............................................. 331 Balance de La Previsora al 31 de diciembre de 1920 ...................................................... 336 Se enfrían un poco las relaciones con don Pancho Urvina .............................................. 339 Corta polémica sobre el Estatuto reformado de La Previsora .......................................... 339
Carta de la Mercantile Oversea Corporation .................................................................... 341 Datos de Filiación ............................................................................................................ 344 1° aniversario de La Previsora ......................................................................................... 345 Moratoria o Conversión ................................................................................................... 351
Proyecto de Banco Central ............................................................................................... 352 2° aniversario de La Previsora ......................................................................................... 358 Víctor Emilio cumple 31 años .......................................................................................... 359
Fuentes .................................................................................................................................... 360 Bibliográficas ...................................................................................................................... 360 Documentales ...................................................................................................................... 360 Periodísticas ......................................................................................................................... 360 Fotográficas ......................................................................................................................... 360
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