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CONTROL DE DESCRIPCIÓN SEGÚN EL OBJETO CURSO 2015-2016

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CONTROL DE DESCRIPCIÓN SEGÚN

EL OBJETOCURSO 2015-2016

1

Era un hombrón con grandes bigotazos blancos, patillas de hacha del mismo pelo y una cadena gorda en el chaleco; Andaba con un sombrero grandón y paso así balanceante, como si fuera a caerse o a darle un empujón al primero que le viniera con bromas. Era un viejo duro y algo torcido, que echaba los pies para adentro, unos pies grandísimos y altos, como de madera.(Federico García Pavón, Cuentos I)

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Este que veis aquí de rostro, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata que no hace veinte años que fueran de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y estos mal acondicionados y pero puestos porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este, digo, es el retrato del autor de “La Galatea” y “Don Quijote de la Mancha.”

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No renunciaba a subir, a llegar cuanto más arriba pudiese, pero cada día pensaba menos en esas vaguedades de la ambición a largo plazo propias de la juventud. Había llegado a los treinta y cinco, y la codicia del poder era más fuerte y menos idealista: se contentaba con menos, pero lo quería con más fuerza, lo necesitaba más cerca: era el hombre que no espera, la sed en el desierto que abraza y se satisface en el charco impuro sin aguardar a descubrir la fuente que está lejos en lugar desconocido. Sin confesárselo sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos.”Leopoldo Alas, Clarín, La Regenta

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En los pómulos había un ligero encarnado(...)Los ojos, verdes. La nariz, larga y recta. Los labios parecían obligados a vivir comprimidos por la barba que tendía a subir. La cabeza pequeña y bien formada, de espeso cabello negro, muy recortado, descansaba sobre un robusto cuello blanco, proporcionado al tronco y extremidades del fornido canónigo.” (Clarín , La Regenta)

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CALISTO: Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas de oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son....Los ojos verdes, rasgados, las pestañas largas: las cejas delgadas y alzadas; la nariz mediana; la boca, pequeña. Los dientes, menudos y blancos; los labios colorados y gordezuelos; el torno del rostro, poco más largo que redondo; el pecho, alto(...) Las manos, pequeñas en media manera; los dedos largos, las uñas en ellos, largas y coloradas que parecen rubíes entre perlas...(Fernando de Rojas, Tragicomedia de Calisto y Melibea)

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Era un tipo curioso el de Elizabide el Vagabundo. Reunía todas las cualidades y defectos del vascongado de la costa: era audaz, irónico, perezoso, burlón. La ligereza y el olvido constituían la base de su comportamiento; no daba importancia a nada, se olvidaba de todo. (Pío Baroja, Elizabide el Vagabundo)

7

Don Álvaro era alto, gallardo, vigoroso, de un moreno claro, ojos y cabellos castaños, de fisonomía abierta y noble, y sus facciones de una regularidad admirable. Tenía la mirada penetrante, y en sus modales se notaba gran despejo y dignidad al mismo tiempo. (Enrique Gil y Carrasco, El Señor de Membibre)

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Su fisonomía no era agradable, distinguiéndose por lo peluda...Bien decía doña Lupe que, así como el primogénito se había llevado todos los talentos de la familia, Nicolás se había adjudicado todos los pelos de ella. Se afeitaba hoy y mañana tenía toda la cara negra. Recién afeitado sus mandíbulas eran de color pizarra. El vello le crecía en las manos, los brazos, como la yerba en fértil campo, y por las orejas y las narices le asomaban espesos mechones. Diríase que eran las ideas que, cansadas de la oscuridad del cerebro se asomaban por los balcones de la nariz y las orejas a ver lo que pasaban en el mundo. (Benito Pérez Galdós, “Fortunata y Jacinta”)

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“La casa del boticario estaba a la salida de pueblo, completamente aislada; por la parte que miraba al camino tenía un jardín rodeado de una tapia, y por encima de ellas salían ramas de un laurel verde oscuro que protegían algo la fachada del viento del Norte. Pasando el jardín estaba la botica...”

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Lo más importante del jardín del sol era el pozo. Tenía un brocal de piedra verde y un arco de hierro forjado para la polea. La polea era de madera y chillaba como una golondrina. El cubo era también de madera, sujeto por aros de hierro, como las cubas, y pesaba mucho. El pozo era muy hondo y tenía un agua muy clara.

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«A la izquierda se abría la enorme boca de la cueva, por la cual no se distinguían más que sombras. Al acostumbrarse la pupila, se iba viendo en el suelo, como una sábana negra que corría a todo lo largo de la gruta, el arroyo del infierno, "Infernuco-erreca", que palpitaba con un temblor misterioso. En la oscuridad de la caverna brillaba, muy en el fondo, la luz de una antorcha que agitaba alguien al ir y venir. Unos cuantos murciélagos volaban a su alrededor; de cuando en cuando se oía el batir de las alas de una lechuza y su chirrido áspero y estridente.»(Pío Baroja)

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«Mi padre se llamaba Esteban Duarte Diniz, y era portugués, cuarentón cuando yo niño, y alto y

gordo como un monte. Tenía la color tostada y un estupendo bigote negro que se echaba para

abajo. Según cuentan, le tiraban las guías para arriba, pero, desde que estuvo en la cárcel, se le arruinó la prestancia, se le ablandó la fuerza del bigote y ya para abajo hubo que llevarlo hasta el sepulcro. Yo le tenía un gran respeto y no poco miedo, y siempre que podía escurría el bulto y

procuraba no tropezármelo; era áspero y brusco y no toleraba que se le contradijese en nada, manía

que yo respetaba por la cuenta que me tenía.»(CAMILO JOSÉ CELA)

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“Era un amplio y hermoso jardín, con un suave y verde césped. Brillaban aquí y allí lindas flores entre la hierba, como estrellas, y había doce melocotoneros que, en primavera, se cubrían con una delicada floración blanquirrosada y que, en otoño daban hermoso fruto”.

(OSCAR WILDE)

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Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

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“Era Evaristo todo un “buen mozo”. Alto, esbelto, muy cuidadoso de vestir y de seguir la moda. En su rostro blanco y sonrosado, de cutis fresco que parecía el de un niño, brillaban unos ojos claros, de un verde azuloso o de un azul casi verde, que tenían un gran número de admiradores y devotas no solo por su belleza, si no también por su extraordinaria facultad expresiva. Pero lo que más agradaba en él, era cierta elegancia en los ademanes, cierta aristocrática displicencia, cierta sonrisa propia y única, que usaba en todas las situaciones y que en todas encajaba maravillosamente”.

(JOSE FELIX DE LA PUENTE)

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EL KAYAKEl kayak es un piragua de competencia. Es muy ligera. Es de forma alargada, con la proa y la popa puntiagudas, el remo tiene una pala en cada extremo. Es una embarcación muy cerrada, de que el piragüista lleva las piernas debajo de la cubierta.

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Don Mena, más conocido como “El poeta de la portería”, es un anciano de cabellos blancos, tranquilo, pasivo y de exquisito conocimiento. Ilumina la puerta de entrada de nuestro colegio y a nosotros mismos. De gran intelecto literario y a la vez un gran exponente del arte poético, aunque no es muy conocido por la comunidad. Pero nosotros los que sí lo conocemos sabemos que es capaz de plasmar los más bellos poemas y rimas de nuestra tierra. Muestra un raro vigor. Es un símbolo para el colegio, tanto por su tiempo de trabajo como por su cariño y amor que desborda...

(MIGUEL CABELLOS MOORE)

Entonces tenía sus cabellos negros, salvo unas elegantes canas en las sienes; ahora los ralos mechones de su calva, son amarillentos, sucios. Sus ojos eran grandes, seguros de sí, dueños del mundo (cuando no estaba el jefe); pero esas dos ranuras que le miraban fijamente son pequeñitas, ratoniles, asustadizas. Tenía dientes, y ahora no, le deben haber sacado la dentadura postiza, pues tiene los labios hundidos y las mejillas fruncidas casi hasta tocarse. Se ha sumido, sus pies apenas rozan el suelo. Para mirarlo ella tenía que alzar la cabeza, estirar el cuello; ahora, si se pusiera de pie, le llegaría al hombro.(Mario Vargas Llosa, El sueño del chivo)

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