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ACTAS DEL II CONGRESO IBERO-ASIÁTICO DE HISPANISTAS (KIOTO, 2013) Shoji Bando y Mariela Insúa (eds.) BIADIG | BIBLIOTECA ÁUREA DIGITAL DEL GRISO | 27

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ACTAS DEL II CONGRESO IBERO-ASIÁTICO DE HISPANISTAS (KIOTO, 2013)

Shoji Bando y Mariela Insúa (eds.)

BIADIG | BIBLIOTECA ÁUREA DIGITAL DEL GRISO | 27

Publicado en: Shoji Bando y Mariela Insúa (eds.), Actas del II Congreso Ibero-Asiático de Hispanis-

tas (Kioto, 2013), Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2014,

pp. 467-480. Colección BIADIG (Biblioteca Áurea Digital), 27/Publicaciones Digitales

del GRISO. ISBN: 978-84-8081-436-2.

LA CUESTIÓN DE LA VERDAD HISTÓRICA EN ABRIL ROJO, DE SANTIAGO RONCAGLIOLO

So Hui Seong Seoul National University

1. Introducción

Abril rojo es una novela que sigue los lineamientos del género ne-gro en la estructura, para narrar los esfuerzos del protagonista dedica-do a investigar los asesinatos de un supuesto resurgimiento de Sende-ro Luminoso. El trasfondo lo constituye la historia del conflicto armado durante el período de violencia más intensa de la historia de Perú, en los ochenta y noventa. La Comisión de la Verdad y Recon-ciliación (CVR) registra en el informe final: «CVR estima que la cifra más probable de víctimas fatales de la violencia es de 69,280 personas. Estas cifras superan el número de pérdidas humanas sufridas por el Perú en todas las guerras externas y guerras civiles ocurridas en sus 182 años de vida independiente»1.

Abril rojo trata sobre un momento posterior a las luchas producto de la guerra interna, concretamente, en abril de 2000. El escenario de la novela es Ayacucho, epicentro de Sendero Luminoso y de la vio-lencia de los ochenta. Los diversos hechos correspondientes a la his-toria del terrorismo se conocerán gracias al proceso de la investiga-ción del protagonista fiscal, a las conversaciones que este mantiene con los demás personajes y a los informes oficiales.

Según el autor, los métodos de ataque senderistas y las estrategias contrasubversivas descritos en la novela son reales. La mayoría de los

1 CVR, t. 1, 2003, p. 53.

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diálogos de los personajes son en realidad citas tomadas de documen-tos o de declaraciones de los que participaron en el conflicto. Pero todos los personajes, lugares y situaciones son ficticios y los detalles reales han sido descontextualizados. De esta manera, Abril rojo, como novela histórica, no trata exactamente de los acontecimientos real-mente ocurridos. Su propósito no es explicar qué sucedió efectiva-mente ni quién dice la verdad, sino de decir cómo la historia o las experiencias de la historia influyen en el presente.

El autor plantea la cuestión de cómo representar el pasado, de la cognición histórica y de la reconstrucción de la verdad histórica co-mo tema también de la literatura. Con base en lo antes expuesto, en este artículo se analizarán dos cuestiones: primera, cómo se trata la experiencia del pasado en relación con el proceso de representación de la narración histórica. En esta parte se considerará la línea tempo-ral de la novela. Segunda, cómo se resuelve la cuestión de la verdad histórica, cómo los personajes en el presente comprenden lo pasado y cómo exponen su versión propia. Aquí, la discusión se concentrará en el contenido del capítulo IV. El contrapunto para nuestro trabajo lo dará la información de los registros de la CVR que el gobierno peruano ha puesto a disposición del público, para que se conozca esa otra parte de la historia de este confuso periodo de conflicto.

2. La experiencia de la historia: la cuestión del tiempo y la narración

Abril rojo narra de manera lineal desde el informe del protagonista, el fiscal Chacaltana, sobre el primer asesinato a partir del cual se pre-sentan una serie de muertes que investigará también. Los casos crimi-nales se registran en orden cronológico. Cada capítulo es una secuen-cia cuyo título se corresponde con una fecha, como «Viernes 21 de abril». Así, al parecer, la novela tiene la forma de crónica que registra los acontecimientos.

Pero los fragmentos del pasado ponen obstáculos al correr lineal del tiempo en la novela. Han transcurrido varios años después de la captura en 1992 del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y se ha disminuido la intensidad de la guerra, por lo menos, mucha gente lo cree así. Sin embargo, las consecuencias de la guerra quedan en el presente de la novela. Por ejemplo, Ayacucho todavía está bajo la jurisdicción de las Fuerzas Armadas, como ocurría durante la gue-

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rra. Este dato es verificable en la historia. Con la entrada de las fuer-zas armadas a Ayacucho y el ingreso de los comandos político-militares en las zonas declaradas en estado de emergencia en octubre de 1981, se impuso la subordinación de la policía a las fuerzas arma-das en el departamento de Ayacucho2. Chacaltana dice que «hasta ese momento, cualquier caso de muerte había ido directamente a la Jus-ticia Militar, por razones de seguridad. La fiscalía sólo recibía peleas de borrachos o maltratos domésticos» (pp. 17-18)3. Los recuerdos de las escenas violentas —los incendios, las voladuras y los interrogato-rios por sospecha— están flotando en el aire por toda la ciudad. De hecho, Chacaltana hasta llega a darles la razón a los terroristas cuanto ve el cadáver de un hombre asesinado cruelmente.

Sin embargo, todos los personajes, salvo algunos guerrilleros res-tantes, insisten en que la guerra acabó desde hace bastante tiempo. Hasta la segunda parte de la novela, Chacaltana afirma: «el terrorismo se acabó. Lo demás eran disparates que los mismos terroristas decían para confundir» (p. 154). El comandante Carrión le exige a Chacalta-na que acepte que la guerra ha terminado: «repita usted todo lo que yo diga: que el terrorismo está acabado, que el Perú libró esa gloriosa lucha» (p. 182). Edith, que habla por los civiles, también dice: «La guerra se acabó» (p. 207). En el fondo, no pueden superar los traumas causados por la guerra. Estas circunstancias que pertenecen al pasado se mantienen vivas en el presente.

A nivel de experiencias pasivas y de corto plazo del presente, hay algo que vincula con el pasado y el futuro. La rememoración de fragmentos del pasado obliga a reflexionar sobre el pasado y a pre-guntarse sobre su sentido. El protagonista sigue las huellas del pasado para entender su sentido y poder actuar en el presente: «According to Ricoeur, the reality of the historical past survives in what he call ‘traces’, which consist of testimonies, documents, witness-accounts, etc., and in the memories of individuals. The trace is the persistence of the past through its vestiges in the present»4. La historia es la reela-boración del pasado con esas ‘huellas’ necesarias para la resurrección en nuestro presente. Encontrar lo que parece importante en las ‘hue-llas’, reorganizar las informaciones y captar su sentido o, mejor, darles

2 Ver CVR, «Las Fuerzas Armadas», t. II, 2003, pp. 255-260. 3 Roncagliolo, 2006. Cito por esta edición. 4 Simms, 2003, p. 95.

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un sentido. Entonces, el modo de interpretar el pasado es ‘narrando’. De esta manera, el fiscal trae el pasado al presente. Como dice Ri-coeur, entendemos nuestras propias vidas mediante la interpretación de nuestras vidas como si fueran narraciones, o más bien a través del mecanismo con que interpretamos nuestras vidas es que las converti-mos en narraciones. El protagonista trata de dar un orden al tiempo confuso del pasado, y su esfuerzo se muestra en la redacción de los informes, eso es lo más importante para Chacaltana como fiscal.

Los informes en la novela no son una mera alineación de los hechos, sino que son combinación y recolocación de los datos a los que también hay que darles una conclusión. Es interesante que el autor utilizara no solo la narración general sino los informes policia-les, incluso los informes en proceso o incompletos. El narrador foca-liza solamente desde Chacaltana y penetra en lo que él piensa y sien-te. Por tanto, el lector puede enterarse de todas las informaciones conseguidas por el fiscal que el narrador no dice. Los reportes con-tienen información básica sobre los asesinatos en serie. Además, in-cluyen el juicio, la interpretación e incluso las dudas sobre los acon-tecimientos de la guerra interna. En consecuencia, la utilización del informe policial da como resultado una estructura como novela negra que estimula el interés del lector. Sin embargo, es más significativo que el material utilizado en la novela trate de la experiencia del pasa-do. Casi todo el texto se compone de los procesos que el protagonis-ta obtuvo y juzgó siguiendo las huellas de los diversos asuntos. Este proceso lleva al fiscal a expresar una opinión bien definida y, al final, narra ‘una historia’ como la estructura del informe. Los informes son uno de los elementos importantes que transforman la estructura for-mal conformándola o haciéndola parecer una crónica.

La novela es diferente de la crónica. El cronista describe simple-mente lo que sucede en el orden que ocurre: «El comienzo de la crónica no es la entrada del relato sino el punto del registro; el fin de la crónica no es la conclusión del suceso sino la simple terminación temporal»5. En cambio el narrador de esta novela, gracias a su visión retrospectiva, escoge los acontecimientos más importantes y persigue las conexiones causales para ofrecer un relato ordenado y coherente. Chacaltana obtenía las informaciones de los testimonios de los perso-najes y de los documentos del archivo de la fiscalía. Sus propias expe-

5 Ahn, 2004, pp. 39-40.

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riencias y recuerdos eran útiles para configurar el hecho de la guerra. Pero no podía entender ni explicar el pasado solo con el cúmulo de datos, por lo que termina confundido con su desorden. En el cami-no, cae en la cuenta de que había una ‘realidad’, o algo semejante, opuesto a la historia oficial de la que él nunca había dudado. Y para saber qué era eso y configurar una narrativa por sí mismo, tiene que preguntar, que buscar y relacionar los datos.

Louis O. Mink, siguiendo a Hayden White, quien pone énfasis en el carácter narrativo (o ficticio) de la escritura histórica, explica la opinión de White en tres proposiciones: «(1) That the world is not given to us in the form of well-made stories; (2) that we make such stories; (3) that we give them referentiality by imagining that in them the world speaks itself»6. Ricoeur también dice: «The ideas of begin-ning, middle, and end are not taken from experience: They are not traits of real action but effects of poetic ordering»7. Ricouer piensa que la esencia de la experiencia del tiempo es la discordancia, y que la forma narrativa trae la concordia por la invención de la trama. La narrativa es «una síntesis de lo heterogéneo»8 en la que el historiador conjunta los distintos elementos del mundo —«agents, goals, means, interactions, circumstances, unexpected results»9. Y la estructura na-rrativa indica las características de organización de los eventos como ‘principio-medio-fin’, ‘suspensión-resolución’, ‘repetición’, etc. Esa estructura le da unidad a la secuencia de los acontecimientos.

Todo el proceso de redacción de los informes del fiscal es el tra-bajo de reflexionar sobre el pasado cercano, de los asesinatos ocurri-dos un mes antes; del pasado remoto, sobre el trauma de la guerra durante veinte años, para darle un sentido y juzgar la historia. Ade-más, es un intento de entender el presente a la luz del pasado. Cha-caltana acosa con preguntas sobre el contenido y la conclusión y, especialmente, sobre la verdad de sus informes.

El relato de los dos meses durante los cuales el fiscal investiga es una metáfora de la narrativa histórica: «what stories and histories rep-resent or depict is not purely physical events but human experiences, actions, and sufferings, including the human activity of projecting

6 Mink citado por Carr, 1986, p. 18.� 7 Ricoeur citado por Carr, 1986, p. 15. 8 «A synthesis of the heterogeneous». Ricoeur, 1984, p. 66. 9 Ricoeur, 1984, p. 65.

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meaning onto or finding meaning in physical and other events»10. La novela muestra el curso en que Chacaltana experimenta el presente articulado con el pasado para comprender la historia. Hasta los perso-najes que hablan de los acontecimientos de la guerra con sus propias voces, no son solo testigos sino también narradores. Por ejemplo, Carrión narra el caso Uchuraccay y el terrorista Durango habla de la brutal represión de los presos en el penal de máxima seguridad de Huamanga. Y lo más importante es que los informes del fiscal se van convirtiendo en ficciones. Chacaltana se da cuenta de que puede aprovechar el poder para sus propios fines y comienza a redactar in-formes que no corresponden con lo que ocurrió en realidad. En el apartado siguiente, trataremos sobre la reconstrucción o invención de la verdad histórica. La discusión se concentra en la posición de la verdad del discurso histórico como un artefacto.

3. Narrar la historia: cuestión de perspectiva

El capítulo IV es el espacio donde las voces de los personajes que hablan de la guerra interna se encuentran y chocan entre sí. Aquí aparecen personajes de diversas posiciones en la guerra antisubversiva; en consecuencia, las impresiones, las reacciones y los juicios son dife-rentes. La experiencia que todos poseen en común es únicamente ‘la muerte’ o ‘el horror’ que igualmente todos fingen olvidar. El fiscal Chacaltana piensa:

Nadie quería hablar de eso. Ni los militares, ni los policías, ni los civi-les. Habían sepultado el recuerdo de la guerra junto con sus caídos. El fiscal pensó que la memoria de los años ochenta era como la tierra silen-ciosa de los cementerios. Lo único que todos comparten, lo único de lo que nadie habla (p. 158).

Pero no pueden desatender las huellas del pasado con que inevita-blemente se hallan marcados. Sin embargo, es imposible encontrar una única versión de la verdad entre las declaraciones. Además de los actores que tienen una convicción clara, se presentan algunos perso-najes que se tambalean en su creencia. Por ejemplo, el comandante Carrión cuya inconsciencia es el polo opuesto a su conciencia como militar. Por añadidura, todos hablan de la guerra, pero desde enfo-ques distintos porque nadie ha experimentado la historia idéntica ni

10 Carr, 1986, p. 20.

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de igual modo. Por eso Carrión dice al fiscal, también partidario del gobierno: «¿Alguna vez ha estado en una guerra, Chacaltana? […] ¿Sabe lo que es eso? No. Usted no tiene ni la menor idea de lo que es eso. Usted estaba en Lima, pues, mientras su gente moría» (p. 170).

En el presente de la novela, han pasado casi veinte años desde el estallido de la guerra, y las retrospecciones que reflejan las visiones de cada uno con las informaciones manipuladas por sus intereses junto con los recuerdos deformados por el tiempo y por la restricción del campo visual, chocan y también muestran lo que los peruanos re-cuerdan de la historia.

Desde esta circunstancia, se pueden dividir a los personajes en tres grupos. La parte antisubversiva que constituye la Fuerza Armada, incluyendo a la Policía; el gobierno, incluyendo al Servicio de Inteli-gencia, y el poder judicial. Aun en el mismo bando, hay división según sus propias circunstancias, mostrando diferentes opiniones y actitudes. El protagonista, como funcionario estatal, tiene mayor contacto con los militares y su voz se identifica con este sector. Por su parte, el preso Durango es el único personaje de Sendero Lumino-so que habla con su propia voz. Las palabras de este personaje con-mueven la opinión de Chacaltana. Los civiles son víctimas del con-flicto, entre ellos Edith, Justino y su madre que representan a los campesinos andinos. Los militares y el terrorista prisionero hablan mucho de la guerra. Por el contrario, los civiles no tienen valor para hablar o no quieren hacerlo, especialmente, los campesinos que en general son quechuas, no pueden hablar castellano y le temen al po-der público.

En su informe final, la CVR explica que la población campesina fue la principal víctima de la violencia:

El proceso de violencia puso de manifiesto la gravedad de las desigual-dades de índole étnico-cultural […]. Una tragedia humana […] es la que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino y selvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado11.

Con base en el censo de 1993, para precisar la cifra el informe agrega que «sólo un quinto del país tenía al quechua u otras lenguas nativas como idioma materno, esa proporción supera el 75% entre los

11 CVR, t. I, 2003, pp. 53-54.

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muertos y desaparecidos reportados a la CVR»12. En Abril rojo, el horror y la desconfianza de los campesinos quedan de manifiesto. Las declaraciones de los personajes sobre los actos de represión se entretejen de manera compleja en una estructura que aparenta una linealidad cronológica por las fechas de los capítulos; se podrán apre-ciar mejor en el diagrama siguiente:

Sobre los antisubversivos Contenidos

Personajes Los militares y las poli-cías

El gobierno («Lima»)

La La La La parte parte parte parte antiantiantianti----subvesubvesubvesubver-r-r-r-sivasivasivasiva

Carrión

«[Cáceres era] un Sin-chi13. […] Supongo que el teniente se in-ventó un informe de liberación y lo declaró clandestino días des-pués. Enterraron el cuerpo en un basural cercano» (p. 178). «¿Sabe usted lo que hacía Cáceres cuando encontraba a un terro-rista en un poblado? […] Convocaba a todo el pueblo que le había dado refugio al terruco, acostaba al acusado en la plaza y le cortaba un brazo o una pierna con una sierra de campaña. […] Lo hacían mientras el terruco estaba vivo» (p. 181).

«Lima lo sabe, señor fiscal. Ellos lo saben todo y están en todas partes. Si por alguna razón lo necesitan, entrarán a Yawarma-yo y los masacrarán. El operativo saldrá en televisión» (p. 181).

12 CVR, t. I, 2003, p. 160. 13 Después de la declaración del estado de emergencia en Ayacucho, la interven-

ción del destacamento policial antisubversivo denominado ‘los sinchis’ incrementó las violaciones de los Derechos Humanos. Ver «Las Fuerzas Policiales», CVR, t. II, 2003.

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El ar-chivo del fiscal

«El detenido negó repetidamente la existencia de cualquier vínculo con Sendero Luminoso, lo cual convenció más aún al teniente Cáceres Salazar de su implicación en los respectivos atentados, […] porque los terroristas se caracte-rizan por negar siempre su participación en los hechos. […] los efectivos militares pasaron a emprender otra técnica de averiguación deno-minada con el nombre ‘submarino’» (p. 135).

El terroristaEl terroristaEl terroristaEl terrorista (Durango)

«Cáceres no liberaba sospechosos. Se deshacía de ellos» (p. 147). «¿Sabe cómo entrenaba el teniente Cáceres a su gente? Los hacía matar perros y comerse sus intestinos. El soldado que no aceptase, sería tratado como perro. ¿Dónde está eso en sus archivos?» (p. 147).

Los civilesLos civilesLos civilesLos civiles (Nelida, madre de Edwin)

«Cada vez que encuentran una fosa en algún lugar, aparece la madre de Edwin Mayta Carazo para buscar el cuerpo. […] esa mujer podía distinguir que no era su hijo, aunque el cuerpo llevase meses pudriéndose» (p. 179).

Contenidos Personajes

Sobre los terroristas y el terrorismo

Carrión «Los senderistas solían asesinar a los sospecho-sos de soplones14, a su propia gente» (p. 180).

El archivo del fiscal

«Con fecha 8 de marzo de 1990, en circuns-tancias en que un atentado senderista había explosionado las instalaciones eléctricas» (p. 133).

Un militar

«Sendero está lleno de niños de trece años que se excitan cuando ven estas cosas. Cada muerto […] produce de diez a doce sicarios dispuestos a lo mismo» (p. 149).

La La La La parte parte parte parte antiantiantianti----susususub-b-b-b-versversversversi-i-i-i-vavavava

El policía «Éste ha matado a veintiséis personas, entre

14 Ver «El PCP-SL en el campo ayacuchano: los inicios del conflicto», CVR, t.

V., 2003.

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del penal ellas seis niños. Todos a sangre fría» (p. 145).

El terroristaEl terroristaEl terroristaEl terrorista (Durango)

«Otro está preso por arrojar una bomba a un colegio. Pero es retrasado mental. ¿Inocente o culpable? […] Según la ley son inocentes. […] todos los somos» (p. 150).

Los civilesLos civilesLos civilesLos civiles

«Chacaltana: “¿Cómo fue que tus padres falle-cieron?” Edith: “Por los terrucos”» (p. 157).

Contenidos Personajes

Sobre la guerra

Carrión

«Aquí no hubo un grupo terrorista o dos. Aquí hubo una guerra, señor fiscal. Y en la guerra, la gente se muere» (p. 172).

La La La La parte parte parte parte antiantiantianti----susususub-b-b-b-versversversversi-i-i-i-vavavava

Chacaltana

«El fiscal […] pensó en las bombas, en los cortes de luz en Lima, recordó las guardias nocturnas, las ambulancias, los edificios demo-lidos por el anfo, los ojos de los policías ante los cuerpos mutilados y ensangrentados que salían de los escombros» (pp. 170-171).

El terroristaEl terroristaEl terroristaEl terrorista (Durango)

«Si uno mata con bombas caseras se llama terrorismo y si mata con ametralladoras y hambre se llama defensa. Es un juego de pala-bras, ¿no? ¿Sabe cuál es la diferencia?» (p. 148). «Debería usted pasar de vez en cuando por los penales de máxima seguridad […]. Quizá se le quitaría esa manía de distinguir entre terroris-tas e inocentes» (p. 150).

Los civiles Los civiles Los civiles Los civiles (Edith) «No quiero hablar de eso [la guerra]» (p. 150). Ninguno de los actores armados de la guerra niega los actos in-

humanos que cometían. Los puntos de vista se dividen en términos de la causa y el efecto, la motivación y hasta la responsabilidad. Se critican unos a otros, imputan la culpa a los oponentes o a las cir-cunstancias y se excusan. En consecuencia, las reacciones a los hechos pasados son diferentes: el gobierno ignora y omite, el ejército y la policía fingen no ver por la presión del poder superior, Durango aún

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no abandona el ideal de Sendero Luminoso, Edith permanece en silencio y otros, como Nelida, vagan llorando en busca de los despo-jos de la familia ya caída.

El hecho histórico es la declaración de un acontecimiento, dife-rente de lo realmente ocurrido ya que el historiador puede rescatar solo la parte que recompone y crea con los datos. Pero la relación entre el acontecimiento histórico y el hecho histórico es inestable y está abierta al historiador, como se ve en el capítulo IV. El hecho histórico tiene la posibilidad de modificarse, reinterpretarse u olvidar-se, dependiendo de la ideología y del interés particular del historia-dor. Por eso, la historia no sería ‘la declaración del pasado’, sino la declaración de la reflexión del historiador con relación al pasado. White insiste en que la historia no es la conclusión a la que se llegaría por la deducción lógica desde el hecho; más bien, el producto del juicio moral para desplazar el hecho histórico a la ficción15.

Durango le pregunta a Chacaltana sobre el criterio para juzgar a alguien inocente o culpable. Tanto los senderistas como los militares participaban en los crueles crímenes. Pero se pueden juzgar con dife-rente criterio según la propia posición. Así, sería muy improbable descubrir ‘la verdad’ única y absoluta con criterio objetivo, al menos la verdad como criterio que juzga el pasado. Por eso Chacaltana em-pieza a dudar. Chacaltana no es un investigador prototipo de las no-velas negras. Al inicio del relato, se dice que «nunca ha hecho nada malo, nunca ha hecho nada bueno, nunca ha hecho nada que no estuviese claramente estipulado en los reglamentos de su institución» (p. 22). Pero en el desarrollo de sus investigaciones va conociendo la corrupción, el abuso de autoridad, el pasado oscuro y, sobre todo, el horror que no se puede leer en el código civil que cree en la verdad absoluta. En particular, después de la entrevista con Durango va tur-bándose su carácter como personaje y piensa: «no entiendo ni siquie-ra qué está pasando en esta ciudad ni en este país» (p. 155).

El fiscal se da cuenta de que no existe la verdad incondicional, o de que nunca podría declararla siguiendo la lógica actual y ordinaria. Esto se ve en la nota que Carrión escribe en un estado inconsciente. Carrión, quien tomó parte en la guerra contra Sendero Luminoso, se ha infectado por la violencia y la muerte hasta el punto de la locura:

15 White citado por Ahn, 2004, p. 54, la traducción es mía.

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asesinó a los asesinos (Cáceres, Justino, Durango y Quiroz) y a la inocente (Edith), luego escribió su horror, su locura y su delirio:

Chacaltana tomó los papeles y trató de leer. Pero no había nada que entender en ellos. Sólo incoherencias. Barbarismos. No eran sólo los errores ortográficos, era todo. En el caso no hay error, y en esos papeles ni siquiera la sintaxis tenía sentido. […] Ahora no sabía qué hacer con un montón de palabras arrojadas al azar sobre la realidad. El mundo no podía seguir la lógica de esas palabras. O quizá todo lo contrario, quizá simplemente la realidad era así, y todo lo demás eran historias bonitas, como cuentas de colores, diseñadas para distraer y para fingir que las co-sas tienen algún significado (p. 315).

Por otra parte, la ideología del narrador se refleja en la narración y hasta falsea los hechos. Buen ejemplo de eso es una serie de informes en la novela. Al principio, el fiscal redacta un informe correspondien-te a la posición oficial a pesar del ligero recelo y piensa que «la guerra había terminado» (p. 80). Luego, en el progreso de la investigación, descubre la conexión entre los asesinatos y la guerra interna, y cree en dicha relación. Sin embargo, no puede escribir los acontecimien-tos pasados relacionados con los asesinatos, por lo menos, no los pre-senta. Y renuncia a declarar toda la verdad referente al caso, porque se siente incapaz: «Un informe de verdad, concluyó, sólo podía ser escrito por Dios, al menos por alguien que tuviese mil ojos y mil oídos, que lo pudiese saber todo. Pero si hubiese gente así, pensó, los informes no serían necesarios» (p. 234).

Al final, toma la decisión de alterar el informe para protegerse a sí mismo, debido a su circunstancial presencia en el lugar donde se encontró el cadáver:

Cabe señalar, asimismo, que las heridas practicadas en el susodicho sa-cerdote Sebastián Quiroz Mendoza no podrían haber sido perpetradas por una persona mayor de cuarenta años, debido a que requieren una fuerza física considerable, ni por un funcionario, por ejemplo, o persona que laborase o desarrollase sus respectivas funciones en una oficina […]. Más aún, el firmante, que en el momento del siniestro se encontraba durmiendo en su respectivo domicilio, sugiere […] que el crimen ten-dría que haber sido cometido por elementos vandálicos o grupos espe-cialmente dedicados a la perpetración de homicidios con fines de hurto o robo (p. 280).

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El último informe del fiscal es una invención casi por completo y él mismo lo sabe bien. El informe redactado al final de la novela por Eléspuru, agente del Servicio de Inteligencia, certifica que el gobier-no también ha omitido y falseado los hechos.

Abril rojo muestra la dificultad de registrar la verdad de la historia; la realidad de lo ocurrido se esfuma frente al sentido dado por cada uno de los personajes. Las interpretaciones a veces chocan y pactan produciendo un sentido más amplio. Ese sentido indica y unas veces impone el rumbo que deben tomar los personajes o la comunidad para avanzar en su presente. El rumbo no siempre es amable, como se ve en la novela. Chacaltana no puede soportar el peso de la Histo-ria y se vuelve loco.

4. Conclusión

Todos los recursos que el protagonista utiliza para descubrir, en-tender y narrar la historia vuelven al presente. La invención de la narración histórica saca a la luz el pasado que todos se esforzaban por olvidar. Un proceso que contribuya en el presente a reconocer la memoria colectiva en función de la nueva conciencia histórica parece ser el objetivo final de Abril rojo. Con la narrativa histórica, el narra-dor y el lector establecen relaciones con el mundo actual, porque el pasado es un texto abierto que se puede interpretar repetidamente y la cultura, la identidad y la manera de tratar con el futuro están de-terminados, hasta cierto punto, por el modo en que se comprende la historia.

Como Ricoeur dice, refiriéndose a White, el historiador como un narrador «shares with his public an understanding of the forms»16, lo cual se complementa con lo afirmado por el segundo: «that signifi-cant human situations must take by virtue of his participation in the specific processes of sense-making which identify him as a member of one cultural endowment rather than another»17. Abril rojo, como novela histórica actúa de la misma manera. El compartir al que se refiere Ricoeur ocurre doblemente, al interior del texto y entre la novela y los lectores.

La literatura proyecta lo que se puede denominar ‘la experiencia ficticia’ que se encuentra con la experiencia actual y ordinaria. En el

16 Ricoeur, 1984, p. 168. 17 White, 1978, p. 86.

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lugar donde se cruzan el universo proyectado por el texto y el uni-verso del lector, la obra consigue su significado. Roncagliolo nunca concluye ni insiste en nada. Solamente presenta una sociedad de «psi-cópatas: un mundo en que todos se habían convertido en asesinos en serie, y [donde] matar era la única manera de vivir»18, dentro de ese contexto. Y así como Chacaltana alcanza su propio sentido de la historia gracias a la narración, el lector conseguirá el propio con base en su lectura de la novela.

Bibliografía

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18 Roncagliolo, 2007.