aboy carlés- las dos fronteras- cap 1

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LAS DOS FRONTERAS DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA:LA REFORMULACIN DE LAS IDENTIDADES POLTICAS DE ALFONSN A MENEM

GERARDO ABOY CARLS

Coleccin Politeia Dirigida por Hugo Quiroga

Agradecimientos Prefacio

9 11

Ernesto LaclauPresentacin CAPTULO PRIMERO Fundamentos tericos para el estudio de las identidades polticas 1.1. La delimitacin de una ausencia 1.2. La poltica en dos tiempos o el espejo roto 1.3. Identidad y representacin o la circularidad aportica 1.4. Identidad y Diferencia poltica 1.5. Significante vaco y devenir de una identidad 1.6. El desplazamiento en la concepcin del sujeto: De la posicin a la decisin 1.7. Dimensiones de la identidad poltica 1.8. Balcanizacin identitaria y pertinencia de las teoras de la identidad CAPTULO SEGUNDO La formacin poltica argentina previa a 1983 2.1. El yrigoyenismo o la metamorfosis de la representacin 2.2. De Yrigoyen a Pern, consolidacin de la dualidad como crisis de representacin 2.3. La constitucin de la identidad peronista y la formacin poltica argentina 2.4. Identidad y tradicin: la historia como forma de la poltica 2.5. Proscripcin, retorno y dictadura 2.6. Conclusiones CAPTULO TERCERO La ruptura alfonsinista 3.1. La reforma moral 3.2. La revisin del pasado 3.3. La fallida reforma sindical 3.4. La poltica exterior 15

19 21 27 32 45 56 58 64 72

LAS DOS FRONTERAS DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA: LA REFORMULACIN DE LAS IDENTIDADES POLTICAS DE ALFONSN A MENEM

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2001 - Homo Sapiens Ediciones Sarmiento 646 (S2000CMJ) Rosario Santa Fe Argentina Telefax: 00 54 341 4243399 Email: [email protected] Queda hecho el depsito que establece la ley 11.723 Prohibida su reproduccin total o parcial ISBN N 950-808-299-2 Diseo de interior: Valeria Gorrin Diseo de tapa: Horacio Snchez Fantino Esta tirada se termin de imprimir en marzo de 2001 en Artes Grficas Villarruel, Av. Alberdi 861 Rosario Santa Fe Argentina

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CAPTULO PRIMERO

FUNDAMENTOS TERICOS PARA EL ESTUDIO DE LAS IDENTIDADES POLTICAS

Cuando se quiere estudiar a los hombres, es necesario mirar acerca de s; pero para estudiar al hombre, hay que aprender a llevar la vista a lo lejos; hay que observar primero la diferencia, para descubrir luego las propiedades. Jean-Jacques Rousseau, Ensayo sobre el origen de las lenguas

GERARDO ABOY CABLES

Si los ltimos aos fueron testigos del surgimiento de un renovado inters en torno a la nocin de identidad debemos rastrear su origen en la necesidad de ensayar perspectivas diferentes para la aproximacin al estudio de los procesos polticos contemporSignificativamente, el uso del trmino identidad por parte de la sociologa poltica i lo seiencia poltica de nuestro tiempo abund en una ligera utilizacin de la nocin obne a wiando definiciones conceptuales mnimas, en contraste con la recurrente preocupacin filosfica por hacer de la nocin un concepto. En esa nueva tematizacin de la nocin de identidad por parte de la sociologa poy la ciencia poltica, la necesaria mirada hacia el propio pasado del que se es hereltica *ro, pronto desvel que tal preocupacin no haba sido ajena al empeo de diversos clsicos y padres fundadores. Ya en el Ensayo sobre el origen de las lenguas de Rousseau las Molones de identidad y diferencia alcanzaron una centralidad que posteriormente el pen*miento sociolgico transformara en principio explicativo del lazo social como respues- et a la pregunta sobre las formas de la cohesin colectiva. No tardaramos en descubrirlas _detrs de los conceptos de solidaridad mecnica y solidaridad orgnica de Durkheim, de -comunidad y sociedad en Tonnies, de clase en s y lucha de clases en Marx o en el peneniento poltico a travs de la distincin amigo y enemigo en Carl Schmitt, para citar tan 'sWo algunos ejemplos. Tanto el pensamiento sociolgico como el poltico encontraron en los principios de -, 'Identidad y diferencia el soporte explicativo para dar cuenta de la constitucin de unidazts gregarias de la accin a travs de un doble proceso simultneo de diferenciacin res, peeto de un exterior y de afinidad interna. Nos proponemos entonces rastrear en primer lugar el origen de los vacos concep.: leales que en los ltimos aos, siguiendo el derrotero de una crtica a la crtica del insti$cionalismo, dieron lugar a que la nocin de identidad abandonara la marginalidad a la que haba sido confinada. Seguidamente, nos abocaremos a la definicin de un concepto :Tde identidad poltica susceptible de guiar nuestra investigacin, como as tambin al establecimiento de diversos aspectos tericamente relevantes para el mismo objetivo.Ne-""--

4.1. La delimitacin de una ausencia Fue en 1976 cuando apareci el libro de Giovanni Sartori Partidos y Sistemas de Partidos, I (Sartori, 1980), que estara destinado a convertirse en uno de los modelos fundacionales para el estudio de los sistemas polticos comparados. Desde entonces, la mayor parte de la produccin acadmica orientada al estudio de los sistemas de partidos' ha I. El

sistema de partidos es en realidad un subsistema del sistema poltico. La denominacin sistema de partidos o subsistema de partidos aparecer utilizada alternativamente para hacer referencia a un mismo concepto.

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correspondido a la denominada teora emprica de la democracia. A travs del anlisis comparado de diferentes "situaciones de sistema", se ha ido construyendo, en una dimensin predominantemente sincrnica, la batera conceptual de que hoy disponemos para acercarnos al estudio de cualquier sistema de partidos dado. La obra de Sartori, inspirada en sus divergencias respecto del clsico de Maurice Duverger (1957), y en la revisin crtica de algunos de sus supuestos fundamentales como el dualismo natural de los sistemas de partidos o la relacin entre stos y los sistemas electorales, aport la elaboracin de una tipologa estructurada sobre dos dimensiones. La misma se sustent en los conceptos de segmentacin (el nmero de los partidos existentes en cada sistema lo condujo a la determinacin de siete categoras diferenciadas que van desde el partido nico hasta la atomizacin) y polarizacin (o distancia ideolgica entre los partidos). A partir de all, el autor estableci los conceptos de formato y mecnica de un sistema de partidos, que constituyeron el principal legado para la investigacin emprica posterior. Mientras que el concepto de formato remite a una clasificacin idntica a la constituida a partir del concepto de segmentacin (taxonoma elaborada en base al nmero de partidos presentes), el de mecnica es de una mayor complejidad, se vincula a las propiedades funcionales del sistema y se superpone a la tipologa bidimensional de la que hemos dado cuenta. La investigacin desarrollada por Sartori consisti en explorar la relacin entre la mecnica y el formato de una serie de sistemas de partidos, tomando a este ltimo como la variable independiente. La perspectiva funcional adoptada por Sartori adquiri una singular capacidad descriptiva al tiempo que posibilit plausibles esfuerzos predictivos y explicativos acerca del quiebre de regmenes polticos democrticos. Conocidos sus lineamientos fundamentales desde los aos 60 a partir de la circulacin de diversos trabajos previos del autor', la relacin entre multipartidismo y polarizacin ha estado en la base de mltiples enfoques politolgicos orientados a estudiar la ruptura de la democracia chilena en septiembre de 1973 1. La particular concepcin de un formato y una mecnica definitorios de las caractersticas de los sistemas de partidos condujo a Sartori a focalizar su atencin en el mbito poltico institucional. Es precisamente por este hecho, que diversos estudios que intentaron abordar la relacin entre ciudadana e instituciones polticas y ms an, la participacin poltica, tendieron a hacerlo bien en tensin, bien con una actitud prescindente respecto de la teora emprica de la democracia; caracterstica hoy reeditada por el creciente inters en conceptos como los de identidad poltica y una de sus formas particulares: la ciudadana.

El fin de la guerra fra y la desactivacin que paulatinamente sufrieron los antagonismos que dotaron de centralidad a los diversos escenarios polticos nacionales e internacionales en el ltimo siglo se encuentra en la base de la reactualizacin de un viejo tema de la teora y la sociologa poltica que haba alcanzado su mayor desarrollo en la segunda mitad de los aos 60. En ese entonces, se intent acuar un trmino que diera cuenta de los efectos del desfasaje existente entre las expectativas de la ciudadana respecto del sistema poltico y la produccin efectiva de este ltimo. Los conceptos de alienacin poltica y extraamiento poltico4 iniciaron una lnea de reflexin que se prolongara hasta los trabajos sobre el desencanto surgidos en las postransiciones democrticas de Europa meridional y Amrica latina durante los aos 80 5. La explosin participativa por fuera de los canales institucionales vigentes vivida 'entre fines de los aos 60 y la primera mitad de la dcada del 70, lejos de poner en cuestin esta reflexin, reforzaba sus razones de ser. En su trabajo Radicalisme politique et alination politique, Georges Lavau (1973) introdujo la distincin entre cuatro dimensiones de la alienacin poltica: la inferioridad, la externalidad, la aversin y la subversin. Si bien estas dimensiones remiten a contenidos especficos que pueden caracterizar simultneamente la relacin de un agente con la poltica (y por tanto deben entenderse como los tipos ideales weberianos, es decir como - conceptos que construyen una sntesis paradigmtica sin una encarnacin emprica nece%aria) los mismos evocan una escala o gradacin diferencial que va desde la apata hasta itt hostilidad hacia el concepto de actividad poltica institucional vigente en una sociedad dada. Es quizs el neologismo distanciamiento el que mejor evoca en nuestra lengua el fenmeno que nos ocupa. El distanciamiento poltico se define as a partir de dos dimeniliones constitutivas: una prctico social y otra tico crtica. En su aspecto prctico social distanciamiento es el proceso progresivo y continuo de alejamiento de individuos y grullos de la actividad poltica. En su aspecto tico crtico, el distanciamiento consiste en la 4generalizacin de una actitud de desconfianza y/u hostilidad hacia la actividad poltica.

4. Entre los trabajos que poblaron esta primera poca sealamos: L.W. Pye y S. Verba, Political Culture and Political Development, Princeton, 1965; M. V. Levin, The Alienated Voter, New York, 1966; G. Di Palma, Alienazione e participazione nelle democrazie occidentali, Rassegna Italiana di Sociologia, N XI, 1970 y Georges Lavau, Radicalisme politique et alination politique, FNSP Centre d'Etude de la Vie Politique FranQaise, Paris, 1973. 5.A modo de ilustracin pueden verse los trabajos de Ludolfo Paramio, El final del desencanto, Leviatn N 9, Madrid, 1982; de Arstides Torres, Fe y desencanto democrtico en Venezuela, Nueva Sociedad N 77, Caracas, 1985 y la conferencia de Norbert Lechner Ese desencanto llamado posmoderno dictada en el seminario Identidad Latinoamericana, premodernidad, modernidad y posmodernidad, organizado por CLACSO en Buenos Aires en 1987 y recogida en Lechner, Los patios interiores de la democracia, Flacso, Santiago, 1988, pp. 63 y ss.

2. Nos referimos a los siguientes trabajos de Sartori: European Political Parties: The case of Polarized Pluralism en J. La Palombara y M. Wriner Political Parties and Political Development, Princeton University Press, Princeton, 1966; Political Development and Political Engineering, en J. D. Montgomery y A.O.Hirschman, Public Policy, vol XVII, Cambridge University Press, Cambridge-Mass., 1968 y Tipologia dei sistemi di partito, Quaderni di sociologia, XVII, 1968. 3. Entre ellos merecen destacarse la interpretacin desarrollada por el mismo Sartori (1980: 203 a 208) y la de Genaro Arriagada (1986).

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Este concepto pretende subsumir distintas nociones que, si bien diferenciadas, poseen una naturaleza comn: as, el desinters o apata, la insatisfaccin o desencanto y la hostilidad hacia lo poltico, constituyen distintas gradaciones cualitativamente ascendentes de distanciamiento poltico que evocan la distincin entre dimensiones pasivas y activas de la alienacin desarrollada por Lavau. Desde esta perspectiva, las motivaciones del distanciamiento poltico han sido alternativamente identificadas con: 1. La ruptura de la magia inicial originada por la super oferta de promesas ante las dificultades que presenta el desarrollo normal de cualquier proceso de cambio poltico. En este sentido, el distanciamiento se identifica con la defraudacin de expectativas. 2. La difusin social de ideologas que privilegian las orientaciones hacia las actividades desarrolladas en los mbitos privados por sobre aquellas que privilegian lo pblico. 3. La desilusin de ciertas minoras activas y la mutacin deontolgica del pensamiento poltico basada bien en el paso de una tica de la conviccin a una tica de la responsabilidad, bien en la adaptacin a una lgica de intercambios capaz de preservar la permanencia y fortalecer las burocracias partidarias. Ninguna de estas explicaciones resulta satisfactoria. La primera porque naturaliza un fenmeno social acordndole un carcter de necesidad que obvia la historicidad propia de un proceso poltico al introducir proposiciones generales de dudosa pertinencia para abarcar a fenmenos que pueden responder a diferentes motivaciones especficas. La segunda porque hipostasia dando un carcter ontolgico a la escisin decimonnica entre lo privado y lo pblico. La tercera porque restringe un fenmeno que abarca al conjunto social a un sector especializado en la actividad poltica. Dado que el distanciamiento apareca como un indicador de la prdida de un consenso activo por parte de los sistemas polticos, es lgico sin embargo que se acusara a Sartori de dejar de lado la relacin entre el sistema poltico ms especficamente entre el subsistema de partidos cuya centralidad en el sistema poltico es hoy definitoria de un sistema democrtico y la sociedad. Al dejar en un segundo plano este aspecto en el estudio de las crisis polticas, ciertamente Sartori abandon las premisas mismas de su estudio que parta de definir a los partidos polticos modernos y a los sistemas de partidos a travs de su gnesis en la particular evolucin de la relacin Estado-sociedad. La perspectiva de Sartori, lejos de entender la nocin de sistema poltico como el mbito de la definicin y redefinicin de la relacin entre la sociedad y el Estado tenda entonces a encerrar el sistema poltico en el mbito estatal. Los partidos eran all los actores institucionales en lucha por el poder, o ms especficamente, siguiendo su definicin mnima: "Un partido es cualquier grupo poltico que se presenta a elecciones y que puede colocar mediante elecciones a sus candidatos en cargos pblicos" (Sartori, 1980: 92). El nmero de esos grupos y las caractersticas de su interaccin a la luz de la distancia ideolgica que los separa constituye el objeto de Sartori. La relacin con la sociedad es dejada en un segundo plano: aparecer en su obra a travs de una concepcin realista ingenua de la representacin sustentada en las imgenes de expresin, canalizacin y comunicacin, elevadas a la categora de funciones especficas de los partidos polticos.

Existan por tanto dos perspectivas diferenciadas en el estudio de las crisis poltipm o bien el nfasis era puesto en las caractersticas del intercambio entre los actores insionales (su nmero y su tendencia a la cooperacin o el enfrentamiento) haciendo hinpi la produccin del sistema, o bien la atencin recaa en la capacidad de ampliacin los sistemas polticos y la generacin de consensos, desplazando la mirada hacia la relacin del sistema con su ambiente e inevitablemente poniendo en el centro de la discu*in el problema de la representacin poltica. Si bien la mayora de los estudios sobre las crisis polticas en los ltimos treinta aos han intentado atravesar con un nfasis diferencial ambas dimensiones que sintticaimante podramos resumir como a) Produccin del sistema de partidos entendido como un proceso de intercambio entre actores poltico-institucionales y b) Caracterizacin de la reatoln entre sistema de partidos y sociedad; quienes intentaron aproximarse al estudio de ja que aqu hemos denominado distanciamiento poltico lo hicieron en general privileiando la segunda perspectiva y reduciendo a la primera a una funcin de la misma. Era ~Lamente un nfasis en lo social como sustrato de la poltica la ausencia que se reclamaba a las nuevas tendencias institucionalistas en el anlisis politolgico. Sartori apare441 como un autor anacrnico porque su obra privilegiaba la perspectiva del sistema polaico como sistema de toma de las decisiones por sobre la perspectiva del sistema poltico 1110mo un sistema de representacin. La polmica no se reduca a la existencia de una Hueva problemtica precisamen*porque mientras que la crisis era decodificada por unos en trminos de crisis de goberImbilidad, otros partan de concebir a la misma en trminos de crisis de representacin. No me trataba por cierto de una discusin novedosa para el pensamiento poltico. go' En las primeras dcadas del siglo, la concepcin del Estado como un principio de .Maidad dej paso a una concepcin del Estado como principio de pluralidad. Las teoras Estado de Partidos, desarrolladas por L. Wittmayer y Hans Kelsen entre otros, duran* la polmica constitucional de la Alemania de Weimar, fueron la expresin de ese camYo'. La transformacin en la conceptualizacin del Estado debe inscribirse en el marco de las modificaciones producidas entre el ltimo tercio del siglo XIX y el primero del XX, que redefinieron la relacin entre el Estado y la sociedad, fenmeno estudiado desde perspectivas diferentes por Max Weber y Antonio Gramsci. Para aproximarse a este proceso de socializacin de lo poltico y politizacin de lo social que acab con la escisin deciimonnica entre ambos mbitos, Juan Carlos Portantiero (1981), ha sostenido la pertinencia de un anlisis que abarque la doble dimensin de una redefinicin en la relacin Estado-masas y Estado-economa. La ampliacin del sufragio dilua la tradicional exclusin entre el Estado y las masas, en tanto que el abandono del capitalismo de libre concurrencia a travs de la regulacin econmica o bien de la naciente planificacin centralizada de tipo sovitico, revolucionaba la relacin entre el Estado y el mercado.-

6. Para una reconstruccin del debate de Weimar ver Kurt Lenk y Franz Neumann , eds. (1980).

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Estas transformaciones no son ajenas a la indagacin de Sartori. Mientras que lo partidos surgen en su perspectiva a partir de la primera extensin del sufragio, no ocurr lo mismo con los sistemas de partidos:"La estructuracin de los sistemas de partidos de la comunidad poltica no surge hasta que el derecho de voto y otras condiciones no llegan a una 'masa crtica' e implican a un sector considerable de la comunidad. Hay que mantener vago este requisito del volumen dada su enorme variabilidad en cuanto a tiempo y en cuanto a ritmo. Sin embargo, es evidente que el sufragio universal o cuasi universal no es la condicin necesaria para que los partidos se conviertan en un subsistema del sistema poltico, el ejemplo ms destacado de lo cual es Inglaterra" (Sartori, 1980: 50).

En la gnesis misma del concepto que articula su produccin terica el de siste ma de partidos Sartori volva su atencin hacia la transformacin en la relacin Estadosociedad. Sin embargo, haciendo abstraccin de esa gnesis su estudio se orient a la interaccin de las fuerzas partidarias en el proceso de toma de decisiones. La preocupacin por el distanciamiento y la prdida de consenso de los sistemas polticos, al enfatizar la perspectiva de stos como sistemas de representacin y fortalecer la indagacin de la relacin Estado-sociedad, no hizo ms que reactualizar una vieja tradicin de la sociologa poltica. Entre 1924 y 1927 Heinz Marr (Lenk y Neumann, eds, 1980: 52-56), desarroll una crtica a la clasificacin weberiana de los sistemas de partidos que lo llev a distinguir entre los "partidos de representacin", caractersticos de los regmenes liberales decimonnicos y los "partidos de integracin", propios de la nueva relacin entre el Estado y las masas. Este nuevo tipo de partidos que en opinin de Marr destrua el sistema parlamentario e iba ms all de l, estaba representado por formaciones como el Partido Socialdemcrata Alemn, el Zentrum, el Fascismo y el Nacionalsocialismo. Los partidos de integracin se caracterizaban segn el autor por exigir del hombre todo, no contentarse con una constante pertenencia como miembro e intervenir por principio en todas las esferas de la vida alcanzables por la poltica'. La nueva Esparta del nacionalsocialista Marr era una de las formas, tal vez ms extremas, de construir una nueva mirada en la relacin Estado-sociedad. Los partidos aparecan all como fuerzas de disciplinamiento capaces de reducir la vida social a la vida poltica. Algunos de sus lineamientos bsicos seran retomados aos ms tarde por Sigmund Neumann (Lenk y Neumann: 319-327). En los aos 60, el terico comunista italiano Umberto Cerroni (1987) seal la ausencia de estudios sobre la conexin orgnica entre el planteamiento del partido aparato o

o mquina (es decir la formacin tcnico institucional) y la perspectiva del partido ama o planteamiento ideal del partido. Heredero de la concepcin gramsciana de la icidad para dar cuenta de los movimientos polticos permanentes, Cerroni conclua "endo un llamado a llevar a su mxima expresin la vinculacin de las organizaciones arias con la sociedad. De esta forma, la escisin entre lo poltico y lo social era relazada por el imperativo de la adecuacin de las formas polticas a la realidad social. na inversin de Marr, Cerroni converta el "prejuicio sociolgico" de Panebianco ) en una realidad fctica. La ciudadana total de Marr y el llamado a la unidad entre poltica y sociedad esbopor Cerroni reflejan, desde perspectivas muy distintas, el intento de dar una respuesta vaco en la conceptualizacin de la ampliacin de los sistemas polticos originada bien la extensin del sufragio, bien en el fenmeno ms contemporneo de la emergencia de s que presionan sobre el sistema poltico desde posiciones no tradicionales. No es casual que el inters por el estudio de los partidos y los sistemas de partidos 1 marco de la relacin Estado-sociedad floreciera en perodos en los que se perciba activa movilizacin poltica, cuando cobraba fuerza la imagen de que los lmites de la 'n tradicional del Estado eran invadidos por la sociedad. Detrs de estas dos concepciones que hemos ejemplificado a travs del esquema riano y la preocupacin por el distanciamiento poltico podramos rastrear no slo di-Ike:ntes perspectivas capaces de dar cuenta de diversos fenmenos sino un nfasis dife* 1 entre una matriz estatalista y una matriz societalista para concebir la vida poltica. diferentes perspectivas lejos estn de reducirse a una delimitacin disciplinaria entre ciencia poltica y la sociologa poltica. Ambas comparten el supuesto de una escisin Ontolgica entre la sociedad y el Estado en perjuicio del campo especficamente poltico: Me la autoproduccin de una comunidad poltica. Carl Schmitt iniciaba su clebre obra El concepto de lo poltico con la aseveracin ME-concepto de Estado supone el de lo poltico" (Schmitt, 1991) y al utilizar el adjetivo !VOIftico", en lugar del sustantivo "poltica", alejaba su mirada de la metfora topolgica que haba confinado a este ltimo trmino en estrechos lmites institucionales. Lo poltiOS, como bien seala Benjamn Arditi, pasa en la perspectiva schmittiana a ser considerado como una forma coextensiva con lo social (Arditi, 1995: 339). Si la perspectiva de Sartori no apareca como la ms fructfera para acercarnos a la Problematizacin del distanciamiento poltico, veremos cmo, en diversos aspectos, las preguntas que partieron de una crtica a la visin institucionalista, compartieron su horizonte epistemolgico.

1.2. La poltica en dos tiempos o el espejo roto7. Ver el trabajo Partidos de representacin y partidos de integracin de Heinz Marr (Lenk y Neumann, 1980: 314-318).

En la bsqueda de una explicacin al fenmeno del distanciamiento, advertimos la comn reactualizacin de la escisin decimonnica entre lo poltico y lo social. Siguien-

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do la perspectiva de Cerroni, en la falta de adecuacin de las formas polticas a la "realidad social" apareca la base del extraamiento. El viejo mito de la duplicidad caracterstico del populismo apareca por detrs de esta tentativa de explicacin: la orientacin estatalista y la restriccin de la poltica a la prctica de las burocracias partidarias eran la condicin necesaria para la denuncia de una realidad subyacente que no alcanzaba a ser representada. El razonamiento era el siguiente: el confinamiento de las fuerzas polticas al mbito estatal conduce a que imaginarios sociales bsicos no logren reconocerse en identidades polticas que aparecen escindidas de lo social. La poltica se aleja as de la vida cotidiana y el distanciamiento, ya sea como desinters, insatisfaccin u hostilidad colectiva, surge como reaccin a este proceso. La hiptesis explicativa del distanciamiento en esta perspectiva sera la siguiente: "la percepcin por importantes sectores de la poblacin de una prctica desocializada del sistema de partidos es la causa principal del distanciamiento poltico, reaccin hacia aquello que se ha vuelto lejano, ajeno y a veces hostil". Tras una aparente crtica al nuevo institucionalismo no tardaremos en advertir que reaparece aqu su misma concepcin de la representacin. No se sustenta acaso este razonamiento de sentido comn en la concepcin de la representacin como reflejo que subyace a la interpretacin de Sartori? No estaramos al asumirla atribuyendo precisamente el distanciamiento a la infelicidad de los procesos de expresin, canalizacin y comunicacin? Tomando distancia de esta perspectiva, advertimos que esta concepcin de la representacin y sus funciones se sustenta en una imagen de la poltica como la sucesin de dos tiempos consecutivos: una gnesis social y, posteriormente, su materializacin en voluntades colectivas y burocracias partidarias. Nos encontramos as en el estricto marco de lo que Panebianco denomin el "prejuicio sociolgico" (Panebianco, 1990). Aproximndonos ms a esta perspectiva encontramos que la misma coincide con un dispositivo cognitivo que podramos circunscribir a lo que acertadamente Emilio de Ipola denomin "empirismo crtico" (de Ipola, 1983). El rasgo distintivo del empirismo crtico est dado por su concepcin del conocimiento como visin no ingenua de la realidad. La siguiente premisa bien podra definirlo: "no debemos contentarnos con la apariencia de los fenmenos sociales, su esencia nos es velada y elevarse por sobre la opacidad de lo real es el objetivo del investigador". Es precisamente en este marco de una "epistemologa de la sospecha" en el que ha evolucionado buena parte de la sociologa contempornea en el convencimiento mesinico de que su tarea de desvelamiento era al mismo tiempo un compromiso social de denuncia de injusticias y desigualdades. La hiptesis explicativa del distanciamiento anteriormente enunciada sigue al pie de la letra esta misma lgica: el distanciamiento es idntico a una crisis representativa porque la poltica no expresa a la sociedad. Denunciando esta falta, el investigador se situara por sobre la opacidad del sistema de representacin. Se trata en definitiva de la traduccin cuidada de una proposicin del ms simple sentido comn a partir de la cual el ciudadano medio percibe la poltica: "los polticos estn lejos de la gente". 28

Si nos interesa detener nuestra atencin en las caractersticas del empirismo crtico ello no se debe al propsito de asimilar la percepcin de investigadores, periodistas y amas de casa, sino al hecho de que aqul ha tenido un papel fundamental dentro del dispositivo mtico de constitucin de unidades gregarias de la accin o, si se prefiere, sujetos polticos. Veamos algunos ejemplos: El 28 de julio de 1882 tuvo lugar el clebre discurso de Manuel Gonzlez Prada en Politeama. Dijo all el reconocido intelectual peruano: el"No forman el verdadero Per las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra ubicada entre el Pacfico y los Andes; la nacin est formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera" (Gonzlez Prada: 44-46).

Todo el proceso de revisin histrica orientado a socavar la dicotoma sarmientina entre civilizacin y barbarie reproduce la misma matriz: existe una realidad subyacente que debe ser desvelada, o dicho de otra forma, hay una realidad profunda enmascarada'. En ello consiste el mito de la Argentina Real: el retorno de lo reprimido. Nada ms apropiado para ejemplificarlo que las pinturas del 17 de octubre de 1945 y los orgenes del peronismo:"lo ms singular del 17 de Octubre fue la violenta y desnuda presentacin de una nueva realidad humana que era expresin autntica de la nueva realidad nacional. Y eso es lo que result ms chocante a esa Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa horda desaforada que tena el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen (...) Argentinos perifricos, ignorados, omitidos, apenas presumidos, que de sbito aparecieron en el mismo centro de la urbe para imponerse arrolladoramente" (Luna, 1982: 273).

En el mismo sentido puede leerse la cuidada pintura de Leopoldo Marechal sobre aquella jornada, citada por Flix Luna:"baj a la calle y me un a aquella multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconoc y am a los miles de rostros que la integraban: no haba rencor en ellos, sino la alegra de salir a la visibilidad en reclamo de su lder. Era la Argentina 'invisible' que algunos haban anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas y que no bien las conocieron le dieron la espalda" (Luna: 276).

8. Nos circunscribimos ahora a la historia poltica Argentina en virtud del objeto de la presente investigacin. El lector encontrar manifestaciones anlogas de este imaginario en los mitos de la Espaa profunda o en las "dos naciones" del Disraeli novelista.

LAS DOS FRONTERAS DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA Lo reprimido, subyacente, la Argentina invisible que siempre reaparece, que alcanza visibilidad y se impone como la imagen autntica que estaba oculta. El mito del eterno retorno (Eliade, 1993) sigue la lgica del campo de la representacin como un campo de ocultamiento de identidades preexistentes. Cultivado por escritores y periodistas, investigadores y polticos, tendr un papel central en la conformacin del populismo argentino y se convertir desde all en un dato de la cultura poltica nacional. Es quizs una famosa alegora de uno de sus principales cultores, el ensayista peronista Juan Jos Hernndez Arregui, la que ms acabadamente lo sintetiza:"Este 'ser nacional' ensortijado en el pueblo es comparable a ciertos yuyos del campo. Se limpia y desbroza el terreno, se lo cubre de ladrillos, pero al cabo de un tiempo vuelve a nacer entre las lajas, pertinaz, recatada, sufrida, la humilde maraa silvestre" (Hernndez Arregui, 1973: 201).

GERARDO ABOY CARLS "Las posiciones del movimiento del libre cambio se basan en un error terico cuyo origen prctico no es difcil de identificar, pues reside en la distincin entre sociedad poltica y sociedad civil, distincin metdica que es transformada en distincin orgnica. Se afirma as que la actividad econmica es propia de la sociedad civil y que el Estado no debe intervenir en su reglamentacin. Pero como en la realidad efectiva sociedad civil y Estado se identifican es necesario convenir que el liberalismo es tambin una 'reglamentacin' de carcter estatal introducida y mantenida por va legislativa y coercitiva" (Gramsci, 1984a: 39) 9.

La distincin de Gramsci no es otra cosa que una separacin analtica de funcio-

nes. No se pretende ya ubicar instituciones en el mbito de la sociedad poltica (o Estado en el sentido restringido que Gramsci adjudica al trmino para distinguirlo del Estado ampliado constituido por la sociedad poltica y la sociedad civil) o en un supuesto terreno de la sociedad civil, sino de distinguir el accionar producido por esas instituciones. Si entendiramos la concepcin de Gramsci como una metfora topolgica no habramos comprendido la profunda riqueza de su innovadora conceptualizacin. No nos habramos apar. tado un pice de la exclusin decimonnica entre la sociedad y el Estado. Los conceptos de Gramsci , referidos a funciones coercitivas y consensuales, buscan precisamente acabar con esa exclusin intentando pensar la mediacin entre categoras polticas y sociales. El Parlamento, para citar tan slo un ejemplo, es un espacio institucional de naturaleza mixta en la medida en que a sus funciones de gobierno aade su origen en una opcin de .la ciudadana. A la disposicin de medios de control y coercin superpone su carcter de organismo que guarda una especial dependencia de la opinin pblica, tanto en su conformacin como en la capacidad de permanencia de sus miembros. La distincin gramsciana entre coercin y consenso podra ser puesta en duda, en este sentido recordemos la crtica de Ernesto Laclau (1996: 183-214) a Contingencia, irona y solidaridad de Richard Rorty, en la cual aqul ataca la contraposicin hecha por Rorty entre fuerza y persuasin a partir del carcter esencialmente impuro de la nocin de persuasin y la concepcin de sta como una forma de la fuerza. Sin embargo, al diluir la metfora topolgica, Gramsci avanza no sin contradicciones"' en una perspectiva superadora de esa ilusin de la transparencia que remita lo representado a una identidad preconstituida y anterior a lo poltico. Al reelaborar categoras como la de hegemona, que en-

La crtica al nuevo institucionalismo que ms arriba sintetizamos conserva los principales anacronismos de aquel: la escisin decimonnica entre lo social y lo poltico y la concepcin de que existe un exceso de lo social no representado polticamente, un reflejo infeliz, incompleto, que sera la causa de la prdida de consenso de los sistemas polticos. Las preguntas que guan esta clase de exploraciones son del tipo "Es lo representado una lectura adecuada de lo representable?" Las respuestas siempre se encuadran en lo que podramos denominar la "distorsin del espejo": o bien existe un exceso de lo representable que no alcanza expresin fenomnica, que no es representado (en este caso la prospectiva se orienta a la democratizacin del sistema) o bien el exceso es de lo representado, al producirse una autonomizacin de este segundo tiempo de la poltica (la prospectiva se orienta entonces hacia el combate de la burocratizacin y la oligarquizacin de las agrupaciones polticas). Por lo general, toda crisis es leda como una combinacin de ambas circunstancias. Intentaremos demostrar como este tipo de razonamientos se originan en un hiato argumentativo, una falta que radica en la fisura existente entre la hipstasis de dos imgenes: lo representable y lo representado y que para nosotros no consiste en otra cosa que en el proceso de constitucin de las identidades polticas. Creemos que una reinterpretacin del marco conceptual elaborado por Antonio Gramsci puede sernos de particular utilidad para alcanzar una comprensin cabal de esta fisura que como hemos dicho, conlleva a una concepcin de la poltica en dos tiempos sucesivos. Gramsci reelabor las antiguas nociones de sociedad civil y sociedad poltica para dar cuenta de una particular articulacin constitutiva de las modernas sociedades de Occidente. El nuevo Estado o centauro moderno, se caracteriza en su concepcin por una particular conjuncin de la coercin y el consenso. La distincin entre sociedad poltica y sociedad civil en el Estado ampliado no es para Gramsci la diferenciacin orgnica entre dos entidades sino una discriminacin metodolgica. As afirm:30

9. Basada en cierta ambigedad en la utilizacin del trmino Estado (con el que Gramsci aclara que se refiere a conceptos diferentes), creemos que es precisamente en una inadecuada comprensin de este pasaje de los Cuadernos de la Crcel en donde se originan los principales argumentos de la crtica de Perry Anderson al pensador y poltico italiano (Perry Anderson, 1987). 10. Una interpretacin contraria a la aqu desarrollada podra realizarse partiendo de la concepcin gramsciana de la organicidad como instrumento explicativo de los movimientos polticos permanentes (Gramsci, 1984 a).

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su concepcin pretende dar cuenta del fin de una imagen de exclu'sin entre la sociedad y el Estado, Gramsci puso un nfasis especial en el estudio de los procesos de constitucin de lo que hoy se llamara sujetos colectivos y que nosotros preferimos denominar orientaciones gregarias de la accin, prueba de ello es la nocin de voluntad nacional popular de sus cuadernos. Ernesto Laclau ha subrayado este hecho con particular claridad: "Las articulaciones hegemnicas fueron consideradas desde el comienzo como construcciones contingentes, precarias y pragmticas. De ah que en Gramsci haya un sostenido empeo por quebrar la identificacin entre las agencias hegemnicas y las posiciones sociales objetivas dentro de la estructura. Esta idea de la 'voluntad colectiva' tiende precisamente a producir este quiebre, por cuanto las voluntades colectivas son concebidas como agencias sociales inestables, con lmites imprecisos redefinidos de continuo, y constituidas merced a la articulacin contingente de una pluralidad de identidades y de relaciones sociales. En este sentido, los dos rasgos centrales de una intervencin hegemnica son el carcter contingente de las articulaciones hegemnicas y su condicin constitutiva, en tanto instituyen relaciones sociales en un sentido primario, sin depender de ninguna racionalidad social a priori." (Laclau, 1994 a: 11).

"ha mostrado queda imagen de una realidad ordenada racionalmente sobre la base de un fundamento (la imagen que la metafsica se ha hecho siempre del mundo) es slo un mito 'tranquilizador' propio de una humanidad todava brbara y primitiva: la metafsica es un modo violento an de reaccionar ante una situacin de peligro y de violencia; busca, efectivamente, hacerse duea de la realidad por un 'golpe de mano' que atrapa (o cree ilusoriamente haber atrapado) el principio primero del que todo depende (asegurndose as, ilusoriamente, el dominio de los acontecimientos)." [Vattimo, 1996: 82-83].

La representacin aparece as no como el proceso comunicativo entre dos entidades ontolgicamente diferenciadas sino como el proceso constitutivo de esas agencias inestables de la accin. El momento de la conformacin de una identidad poltica no es anterior al de su representacin (Novaro, 1994: 33). En este sentido, el concepto de representacin comprende, pero no se circunscribe, a la participacin en las instituciones del Estado.

Frente a la distincin entre un campo de lo representable y un campo de lo representado ha habido diversas y contrapuestas posiciones. Como hemos visto y puesto en cuestin, la concepcin de una poltica en dos tiempos haca de lo representable el sustrato de lo representado. Una primera crtica a esta concepcin estar dada por lo que aqu denominaremos '.'perspectiva maquiavlica de la representacin". Sin lugar a dudas, a la escuela lacaniana eslovena y a su mximo exponente, Slavoj Zaek, corresponde la ms elaborada teorizaz Cin en este campo. i v ek abord la polmica del descriptivismo y el antidescriptivismo es la nominacin" y tomando posicin en favor de este ltimo desarroll una interesante correccin a su mximo exponente, Saul Kripke (1980) a partir del efecto retroactivo de it nominacin:

El siguiente pasaje de 2iZek es sumamente clarificador para sintetizar al lector los principales ..aspectos de esta polmica: "La apuesta de la discusin entre descriptivismo y antidescriptivismo es la ms elemental: cmo se refieren los nombres a los objetos que denotan? Por qu la palabra 'mesa' se refiere a una mesa? La respuesta del descriptivismo es la obvia: a causa de su sig...., nificado; cada palabra es en primer lugar portadora de un cierto significado -o sea significa un c: mulo de caractersticas descriptivas ('mesa' significa un objeto de determinada forma que sirve -1 para ciertos fines) y subsiguientemente se refiere a objetos en la realidad en la medida en que s4. tos poseen propiedades que el cmulo de descripciones designa. 'Mesa' significa mesa porque una mesa tiene propiedades comprendidas en el significado de la palabra 'mesa'. La intencin tiene, as pues, prioridad lgica sobre la extensin: la extensin (un conjunto de objetos a los que una palabra se refiere) est determinada por la intencin (por las propiedades comprendidas en su significado). La respuesta antidescriptivista, en cambio, es que una palabra est conectada a un objeto o a un conjunto de objetos mediante un acto de 'bautismo primigenio', y este vnculo se mantiene aun cuando el cmulo de rasgos descriptivos, que fue el que inicialmente determin el significado de la palabra, cambie por completo. "Vamos a dar un ejemplo simplificado de Kripke: si pedimos al pblico en general una descripcin que identifique a 'Kurt Gdel', la respuesta sera 'el autor de la prueba de la incompletitud de la aritmtica'; pero supongamos que la prueba la escribi otro hombre, Schmidt, un amigo de Gdel, y que Gdel lo mat y se apropi del descubrimiento de la mencionada prueba; en este caso, el nombre de 'Kurt Gdel' se seguira refiriendo al mismo Gdel, aunque la descripcin identificatoria no correspondiera a l. Lo crucial es que el nombre 'Gdel' se ha vinculado a un cierto ob33

1.3. Identidad y representacin o la circularidad aportica

Hasta aqu nos hemos limitado a poner en cuestin las dualidades metafsicas y excluyentes a travs de las cuales el pensamiento poltico ha intentado construir un marco de certidumbre e inteligibilidad para sus esfuerzos explicativos. Dualidades como las de sociedad y Estado, representable/representado, han sido hasta ahora tan slo ejemplos de esta operacin. Nos encontramos pues abocados al intento de pensar categoras especficas que en una dimensin propia de lo que siguiendo a Schmitt hemos denominado como el campo especficamente "poltico", distinguindolo del espacio asimilable al sustantivo "poltica", eviten la reduccin entre niveles topolgicos ya sea en la direccin esbozada por Marr de una reduccin de lo poltico a lo estatal o en la visin contrapuesta de Cerroni, de la absorcin de lo poltico en lo societal. Como ha escrito Vattimo en relacin al legado de Nietzsche, aqul

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que no capta la idea antidescriptivista de una cadena causal externa de comunicacin a travs de la que se trasmite la referencia es, por lo tanto, la contingencia ra-

"Lo

dical de la nominacin, el hecho de que mente su referencia" 12 (iek, 1992: 134-135).

la nominacin constituye retroactiva-

ya era asumida a Esta perspectiva que an hoy levanta encendidas polmicas' 3 principios de siglo por algunos autores influidos por el futurismo. En 1928 apareci en Lide Luis E. Valcarcel (1972). No fue otro que el desma el libro Tempestad en los Andes tacado intelectual marxista peruano, Jos Carlos Maritegui, el encargado de prologar la obra, poniendo de relieve sus caractersticas casi evanglicas y apocalpticas, advirtiendo que en la misma no encontrara el lector los principios de una revolucin pero s los mitos articuladores de una voluntad colectiva. Conclua el fundador de Amauta en un pasaje de indudable impronta soreliana:llega a su hora. Su voz herir todas las conciencias sensi"Tempestad en los Andes bles. Es la profeca apasionada que anuncia un Per Nuevo. Y nada importa que para algunos sean los hechos los que crean la profeca y para otros sea, la profeca que crea los hechos" (Valcarcel, 1972).

La perspectiva adoptada por Zikk anuncia lo que ser su posicin acerca del problema de la representacin. El mismo autor se refiri a este tema a travs de una particular y no ajena a polmica contraposicin entre Kant y Hegel, tomando partido por el Crtica del Juiprofesor de Jena y Berln. iikk parte del concepto de "lo sublime" de la de Kant (1989: 145-182), recordando la aseveracin de ste acerca de que "el objet cio se recibe como sublime con un placer que slo es posible a travs de la mediacin del dis'

jeto (persona)

mediante un 'bautismo primigenio', y este vnculo subsiste aun si la descripci identificatoria original demuestra ser falsa (Kripke, 1980: 83-85). Este es el meollo de la discu sin: los descriptivistas acentan los 'contenidos intencionales' inmanentes, internos, de una pa labra, en tanto que los antidescriptivistas consideran decisivo el vnculo causal externo, la mane ra en que una palabra se ha transmitido de un sujeto a otro en una cadena de tradicin." (Ziiek

1992: 128-129). (Kripke, 1980), el lector interesado podr ver el pri Adems del ya citado Naming and Necessity migenio desarrollo de la posicin antidescriptivista en este autor en la conferencia Identidad y ne cesidad, presentada en New York University en 1971 (Kripke, 1978). 12. La negrilla es nuestra. Resulta ilustrativa al respecto la polmica entre Ernesto Laclau y Chantal Mouffe por un lad 13. y Norman Geras por el otro a partir de la publicacin por parte de los dos primeros autores del li(edicin original en ingls de 1985, publicado en 1987 en bro Hegemona y Estrategia Socialista castellano). Ver al respecto el artculo de Geras "Post Marxism?" New Left Review N163, May/June 1987 y la respuesta de los autores "Posmarxismo sin pedido de disculpas" en Ernesto Laclau (1993: 111-145).

41 laca", si el placer mentado no es otra cosa que el sentimiento ante la magnificencia fenica, el displacer es la presuncin de la inasibilidad de la cosa-en s, la certidumbre 0 que el fenmeno no puede dar acabada cuenta de sta. As, paradjicamente a travs del fracaso de la representacin podemos presumir la verdadera dimensin de la cosa. Lo sublime consiste entonces en "la paradoja de un objeto que en el campo mismo de la re,presentacin, proporciona un punto de vista, de un modo negativo, de la dimensin de lo que es irrepresentable" (kidek, 1992: 260). Aqu, el hecho que nos interesa es que Kant supone la existencia de una cosa-en s como algo positivamente dado ms all del campo de la representacin, de la fenomenalidad". Frente a Kant, Zikk toma partido por el Hese] de la Fenomenologa del Espritu, para quien no hay nada ms all de la fenomenali-dad, ms all del campo de la representacin. Existe una insuficiencia radical de todos los fenmenos con respecto a la Idea. As, la interpretacin de Hegel por Zdek, cometiendo Aquella falta sealada por Bobbio de aproximarse a un autor a partir de una lectura que pienolgicamente le es posterior (y en este caso la lectura no es otra que la de Jacques Lafan) ve en la expresin hegeliana "el espritu es un hueso" nada ms que su literalidad: el Aspritu es una inerte calavera. Literalidad que esconde sin embargo detrs de este "juicio infinito" la imposibilidad radical de representacin significante del sujeto, en este caso, el eiiipritu (recordemos la concepcin lacaniana del sujeto como la imposibilidad de su propia representacin significante). Las consecuencias de la concepcin de Zikk sobre la representacin son variadas y, por ahora slo nos limitaremos a establecerlas para realizar posteriormente una correcMn crtica a algunos de sus aspectos. Si nada existe ms all de la fenomenalidad, del ampo de la representacin, advertimos en primer lugar que la contraposicin representable/representado deja de tener sentido en Zikk: lo representable como tal deja de tener pertinencia terica, simplemente es "nada", o lo que es lo mismo, lo representable es idntico a lo representado, subsumiendo aquel primer momento de la imagen de "una poltica en dos tiempos" en el segundo. Si la nominacin crea retroactivamente su referencia, es desde el plano del representante desde el que se crea retrospectivamente lo representado. Pero la perspectiva del autor esloveno no se agota all, si existe un efecto retroactivo de la nominacin debemos entender, siguiendo la perspectiva nietzscheana, que "no existen hechos sino interpretaciones" y esto no es slo un ataque a la metafsica como tal sino a la idea misma de "Historia" que le es inherente. Finalmente y como consecuencia de lo anterior podemos indicar en relacin a la nocin de accin social que la concepcin de un sentido subjetivo o gentico de la accin tal como es definido por Weber, pierde entidad en favor de una concepcin hermenutica o de un sentido "objetivo de la accin", sobre el que volveremos al establecer un concepto de tradicin en relacin a las identidades polticas.

3,

14. La eleccin de 2iIek del concepto de lo Sublime para ejemplificar el dualismo kantiano no es antojadiza. Es un punto nico en Kant en el que la distancia entre la Cosa-en s y el fenmeno es abolida de forma negativa a travs de la irrepresentabilidad. Lo interesante es que la incapacidad del fenmeno para representar adecuadamente la Cosa se inscribe aqu en el fenmeno mismo. 35

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Tal vez, el siguiente pasaje de itiek referido al dirigente totalitario sea un ejemplo con la suficiente fuerza ilustrativa para ayudar a la comprensin de las radicales consecuencias de su pensamiento hasta aqu esbozadas: "Aqu el engao bsico consiste en que el punto de referencia del Dirigente, la instancia a la que l se refiere para legitimar su mando (el Pueblo, la Clase, la Nacin) no existe - o ms exactamente, existe nicamente a travs de y en su representante fetichista, el Partido y su Dirigente. El falso reconocimiento de la dimensin de representacin va en este caso en direccin opuesta: el Amo clsico es Amo slo en la medida en que sus sbditos lo tratan como Amo, pero en este caso, el Pueblo es el 'Pueblo real' slo en la medida en que est encarnado en su representante, el Partido y su Dirigente" (Zrzk , 1992: 194-195). Las desavenencias sobre este punto de vista que enfatiza el papel performativo del representante en el proceso representativo no son nuevas. Si atribuimos a este proceso un papel central en la constitucin de las identidades polticas es por tanto necesario detenernos minuciosamente sobre las interpretaciones vigentes acerca del mismo. Pocas veces, las paradojas inherentes al proceso representativo y la relacin entre lo representable, lo representado y el representante han sido ms claras que en el tratamiento que les ha dedicado Pierre Bourdieu (1988: 158 y ss). El socilogo francs ha puesto el acento en los riesgos que en su opinin entraan las concepciones que atribuyen un papel constituyente radical al representante, sealando al mismo tiempo la paradoja de situaciones en las que un grupo no puede existir sino por la delegacin en una persona singular que acta como sustituto del grupo. As, si bien pareciera que es el grupo el que hace a su representante, Bourdieu indica que casi tan verdadero como esto es decir que es el representante portavoz el que hace al grupo, concluyendo: "Se ve en esta relacin circular la raz de la ilusin que hace que, en el lmite, el portavoz pueda aparecer y aparecerse como causa sui puesto que es la causa de lo que produce su poder, puesto que el grupo que le otorga sus poderes no existira -o, en todo caso, no existira plenamente, en tanto que grupo representado- si no estuviera all para encarnado" (Bourdieu, 1988: 159). Hasta aqu, la argumentacin de Bourdieu puede parecer oscura: existira un carcter circular del proceso representativo que vuelve reversible el polo constituyente de la identidad: 1) o bien sta es previa y determina, sustenta, designa a un representante; 2) o bien el grupo slo existe a partir del representante; 3) o bien el grupo slo se constituye plenamente a partir de la existencia del representante 15 .15. Como veremos posteriormente, aunque para Ernesto Laclau ninguna identidad alcanza su constitucin plena, esta tercera alternativa sera la ms cercana a su posicin.

Ahora bien, una relectura cuidadosa del texto de Bourdieu nos revela en primer que el autor considera el papel constituyente del representante "casi" tan verdadero 40mo el papel constituyente del grupo sobre su portavoz. As sostiene: .15"Los fetiches polticos son personas, cosas, seres, que parecen no deber sino a ellos mismos una existencia que los agentes sociales les han dado; los mandantes admiran a su propia criatura. La idolatra poltica reside precisamente en el hecho de que el valor que est en el personaje poltico, ese producto de la cabeza del hombre, aparece como una misteriosa propiedad objetiva de la persona, un encanto, un carisma; el ministerium aparece como mysterium" 16 (ibid.: 159).

La ambigedad de la posicin de Bourdieu remite a la complejidad del tema en estin. Por un lado atribuye un papel productivo al representante al sostener que ste no O expresa y representa al grupo sino que tiene el poder de movilizarlo, de llamarlo a la istencia visible'''. As sostiene que la delegacin es un "acto de magia" que permite exisbajo una forma ficticia -la de la corporacin- a lo que slo era un grupo de individuos yuxtapuestos. Sin embargo, poco despus afirma: "Hay un campo poltico (como hay un espacio religioso, artstico, etc.), es decir, un universo autnomo, un espacio de juego en el cual se juega un juego que tiene sus reglas propias; y las personas que estn comprometidas en l tienen, por ese hecho, intereses especficos, intereses que estn definidos por la lgica del juego y no por sus mandantes".I 8 (ibid.: 168). He aqu la paradoja que encuentra Bourdieu: por una parte, la representacin y la nsecuente alienacin poltica parecen ser el requisito de la emergencia de toda identi. Sin embargo, el autor cuyo objeto es la delegacin muestra una particular preocuin por la "usurpacin" que el mandatario realiza respecto de los mandantes. Ahora n: Cmo podramos calificar de usurpador a quien a travs de ese acto se transforma la condicin de existencia del grupo mismo si no es dando una existencia pretrita a !Os mandantes, atribuyndoles intereses que estn definidos al margen de su portavoz? En eta paradoja queda encerrado el razonamiento de Bourdieu..

16. La negrilla es nuestra. 17. Deberamos aqu preguntarnos si acaso mediante esta construccin Bourdieu est sugiriendo la posibilidad de una "existencia invisible" como previa a la huella del representante, lo que no sera ms que uno de los "golpes de mano" en bsqueda de un fundamento mencionados por Vattimo. 18. La comunicacin de Bourdieu es de junio de 1983. Ya en una obra de 1977 Marx Capital and Capitalism Today A. Cutler, B. Hindess, P. Hirst y H. Hussein haban sostenido que la prctica poltica construye los intereses que representa. Si intercambiamos la expresin "prctica poltica" por la "lgica del juego" de Bourdieu, advertimos que las proposiciones son equivalentes. 37

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No es el de Bourdieu un caso aislado entre las paradojas y aporas a las que conduce el pensamiento sobre la representacin. Un autor tan incisivo como Bernard Manin no escapa a oscilar entre una concepcin de la poltica en dos tiempos sucesivos haciendo de lo representado una lectura de lo representable, y la contrapuesta afirmacin "en el orden poltico no existe una demanda exgena con relacin a la oferta", posicin similar a lo que aqu hemos definido como perspectiva "maquiavlica" de la representacin que asigna un papel performativo al representante (Manin, 1992). Si bien no es nuestro objeto la representacin poltica, s consideramos que algunas clarificaciones al respecto (y vinculadas tan slo a algunas teorizaciones alrededor de una de sus formas especficas como la representacin proporcional) son indispensables para avanzar hacia la delimitacin de un concepto de identidades polticas. Las paradojas ms arriba enunciadas dejan en claro que hay algo ms detrs del concepto de representacin, algo que se nos escapa al intentar aislar un fundamento racional para esta nocin. Las apacibles imgenes del espejo o aun las que atribuyen un papel activo a entidades que seleccionaran, agregaran o articularan demandas, lejos parecen estar de dar cuenta de tal complejidad y ms parecen acercarse a una narracin tranquilizadora capaz de, mediante un "golpe de mano", dar cuenta de una nocin que siempre parece excederlas. Existe una salida para las paradojas a que parece destinada la concepcin de la representacin? Tal vez debamos entender las imgenes topolgicas que el concepto suscite ta a partir de su isomorfismo con la distincin saussuriana entre un plano significante y un plano significado (Saussure, 1985). Fue Jacques Derrida (1978), quien ha advertido sobre las races metafsicas y teolgicas de tal distincin que reproduce aquella entre lo sensible y lo inteligible. El paralelismo es extremo: la distincin entre un significante sensible y un significado inteligible no escapa a remitir el significante a un significado previo que evoca una referencialidad o fundamento. De la misma forma, la dualidad representante (significante), representado (significado), estara remitiendo a la imagen de ese fundamento que hemos denominado como "lo representable". Siguiendo tambin a Derrida debemos convenir en que sin la idea de signo, que evoca la escisin, nada sera pensable, por lo que a pesar de sus evocaciones teolgicas y metafsicas debemos seguir valindonos de ella, como la imagen de una poca que tal vez nunca termine pero cuya clausura est esbozada (Derrida, 1978:20). Es precisamente por esta razn que Derrida es considerado un autor que anuncia la clausura de la metafsica pero no rompe definitivamente con su horizonte. De la misma manera, siguiendo la premisa nietzscheana de "soar sabiendo que se suea", el pensamiento poltico no puede escapar a un horizonte vinculado al concepto de representacin, lo cual no debe ser bice para una crtica radical de las caractersticas a travs de las cuales el mismo ha devenido sentido comn en la misma produccin acadmica. La imagen de una poltica en dos tiempos guarda una estrecha afinidad con la relacin entre lengua y escritura tal como es concebida por Saussure, para quien la nica razn de ser de la segunda es representar a la primera (Saussure: 1985). Pero como bien seala Derrida, hay una contradiccin interna en la teora de Saussure, ya que la teora de la

itrariedad del signo se contrapone a la concepcin de la escritura como una simple imadel habla. "Si el significante es arbitrario, no puede ser imagen, pues lo propio del siges no ser imagen" (Derrida, 1978: 59). La metafsica no es pues ms que la bsqueda una significacin trascendental que acabe con esa constante remisin de un signo a otro. por ello que adquiere singular importancia la concepcin derridiana de lo representacomo representamen. Sostuvo Derrida ya en un texto de 1967 que slo casi treinta aos s tarde y a travs principalmente de la obra de Ernesto Laclau empezara a tener cierinfluencia sobre el pensamiento poltico:"no hay una fenomenalidad que reduzca el signo o el representante para dejar brillar, al fin, a la cosa significada en la luminosidad de su presencia. La denominada 'cosa misma' es desde un comienzo un representamen sustrado a la simplicidad de la evidencia intuitiva. El representamen slo funciona suscitando un interpretante que se convierte a su vez en un signo y as hasta el infinito. La identidad consigo mismo del significante se oculta y desplaza sin cesar. Lo propio del representamen es no ser propio, vale decir absolutamente prximo de s (prope, proprius). Ahora bien, lo representado es desde un principio un representamen" (ibid.: 64).

El mrito indiscutible de Derrida en De la Gramatologa es, sin duda, su concep'n de la representacin como suplementariedad, juego de presencia y de ausencia ajeno la comprensin de la metafsica y la ontologa. Partiendo de la radical nocin de que unca hay pintura de la cosa misma y en primer lugar porque no hay cosa misma" (ibid.: 7), el autor concibe que la posibilidad misma de la imagen es el suplemento. A los efecs de nuestra discusin: la representacin es la constitucin misma de la presencia de lo presentable, lo representado y el representante, juego de suplementos que se requieren internamente como un exterior constitutivo que colma una falta del adentro mismo: juego tre lo representable y lo representado, entre lo representado y el representante. Todos los se constituyen en un mismo proceso al que denominamos representacin: constitucin de la presencia, la identidad y los liderazgos. Nuestras palabras requieren algunas consideraciones para clarificarlas: en primer ugar la nocin de suplemento. La misma remite a una falta inscripta en toda entidad que uiere para ser tal una alteridad. En trminos de Derrida "la posibilidad original de la imagen es el suplemento: que se aade sin aadir nada para colmar un vaco que dentro de lo pleno pide dejarse representar" (ibid.: 367). Esta falta no es slo de un segundo momento, por ejemplo del representante respecto a lo representado, sino que es una falta, una incompletitud inscripta en lo representado (la presencia misma), que requiere de un suplemento para constituirse como tal. De all las deficiencias insuperables que la lectura del distanciamiento como proceso unilateral de reflejo infeliz posee. Este es tambin el sentido de la crtica de Derrida a Rousseau, el nfasis de ste en la democracia directa, su odio hacia el arte dramtico, su concepcin misma del lenguaje y la msica (Rousseau: 1984) revelan la permanente crtica hacia la alienacin representativa, crtica que no se pregun39

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ta qu sucede con la representacin dentro de la presencia misma. Derrida, a travs de la nocin de suplementariedad advierte que no slo la presencia es la condicin de la representacin sino que la representacin es condicin de la presencia porque"el suplemento no es ninguno de esos trminos. En particular, no es ms un significante que un significado, un representante que una presencia, una escritura que un habla. Ninguno de los trminos de esta serie, estando comprendido en ella, puede dominar la economa de la diferencia o de la suplementariedad. El sueo de Rousseau consisti en hacer entrar por la fuerza al suplemento en la metafsica" (Derrida, 1978: 396).

Para Derrida, el suplemento es siempre suplemento de un suplemento. La nocin de suplemento, como un afuera que es el adentro (como condicin misma de posibilidad de ser), fue desarrollada por Henry Staten bajo la forma sugerida por Derrida de un exterior constitutivo (Staten, 1986). Nos detendremos brevemente en la misma porque desempear un papel importante en nuestra definicin de un concepto de identidad poltica. El autor parte de la doble concepcin de accidente en Aristteles. Por un lado, accidente es una propiedad que no est en la definicin de la esencia pero puede darse en una entidad. Por ejemplo, una "repblica federal", donde el adjetivo "federal", no hace a la esencia republicana. Pero hay una segunda nocin de accidente (y las posibilidades son infinitas) que ya est afuera de la nocin general definida en la esencia. Pensemos por ejemplo en la absurda expresin una "repblica monrquica", aqu subyace la idea de accidente como catstrofe o mutacin. Ahora bien, estas posibilidades (que transforman, niegan, se alejan de la definicin), son el exterior constitutivo de la definicin misma. As rememora Staten como Derrida subvierte la contraposicin entre la presencia original y la repeticin afirmando que la presencia original est constituida por la repeticin (Staten: 15-17). Como seala Staten, esta nocin de un exterior constitutivo tiene en Derrida mismo consecuencias importantes para pensar cualquier entidad porque si la esencia est siempre sujeta a la posibilidad de accidentes que, aunque no necesarios, son siempre posibles, y si esta posibilidad es siempre necesaria, no estamos, como nos pregunta el autor, ante una posibilidad que es ella misma "esencial" a la definicin de toda entidad?" Hasta aqu hemos aportado elementos que hacen a una nueva concepcin de la representacin poltica, pasando de los tiempos sucesivos a travs de los cuales generalmente se comprende este concepto a una visin que establece la necesidad estructural de

nsar la mutua implicacin de los planos de la representacin y su gnesis simultnea. introducir la idea misma de suplementariedad abrimos el camino para establecer dos ensiones bsicas que hacen a la nocin de identidad poltica: por un lado la dimensin resentativa, el juego de suplementos entre lo representado y el representante, que no se mota en la constitucin de un liderazgo sino que hace tambin a la relacin con un connto de prcticas establecidas configuradoras de sentido (trminos como creencias, mitos ideologas, han sido utilizados para designarlas); por otro lado y nunca mejor la met4ora del suplemento como exterior constitutivo la idea de una alteridad necesaria en la nstitucin de toda identidad, un cierre o clausura que la hagan posible. Sin embargo, debemos dar cuenta de cmo esta orientacin terica se plasma en el estudio de formaciones polticas concretas, que definimos siguiendo a Francisco Panizza (1990: 11) como las instituciones constitutivas de un sistema poltico y las estrategias polticas que simultneamente articulan y definen sus lmites. Para hacerlo contrapondremos las sutiles diferencias existentes entre algunos aspectos de la produccin terica de Slavoj 2iIek, anteriormente expuestos y de Ernesto Laclau. En primer lugar hay una objecin terica que podra hacerse al planteamiento de 2iZek. Somos conscientes de que hemos radicalizado las consecuencias de su pensamiento sobre la representacin a partir de su concepcin de un papel performativo de la nominacin que construira retrospectivamente su referente. La idea misma de sujeto como imposibilidad de su propia representacin significante, que 2iZek toma de Lacan, debera advertirnos sobre la escasa justicia que posiblemente hacemos al adjudicarle lo que hemos denominado una perspectiva "maquiavlica" de la representacin 20. Sin embargo, creemos que las consecuencias anteriormente aludidas se desprenden del enunciado de la performatividad de la nominacin. Acaso al subsumir de alguna manera los dos tiempos de la visin tradicional de la poltica, acordando un papel constitutivo al segundo momento (el del representante), no est ZiZek simplemente desplazando los supuestos metafsicos que cree observar en la presencia hacia la representacin? No estaramos, si siguiramos esta perspectiva, condenados a concebir la constitucin de identidades polticas slo a partir del accionar estratgico de un lder, l s racional y reflexivo? Cmo podramos dar cuenta si siguiramos estos supuestos de un liderazgo que fracasa y se desintegra? Estimo que lento sera nuestro camino si cambiramos la nocin de presencia original simplemente por la del estratega sublime, figura que, si bien ausente en el autor esloveno bien podra seducir a sus lectores. Al establecer estos reparos hacia lo postulado por 2aek, no estamos intentando rebatir la performatividad retrospectiva de la nominacin como tal en la constitucin de un referente, tan slo pretendemos establecer la forma efectiva en que la misma puede tener

19. La nocin de exterior constitutivo, que no es otra cosa que la condicin misma de encontrar lmites a toda identidad a travs de una clausura, desempea un papel fundamental en la determinacin de toda identidad poltica. As, recientemente tienne Balibar ha reparado en que la nocin misma de ciudadana requiere de un principio de exclusin para poder constituirse como tal. Para que la figura misma de la ciudadana exista, alguien debe quedar excluido de los derechos que la caracterizan (Balibar, 1994 a). 40

20. Ciertamente la injusticia se extiende al mismo Maquiavelo, pues hemos utilizado el uso corriente del trmino "maquiavelismo" tan comn como desacertadamente asociado al estadista inescrupuloso 41

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lugar. Y aqu la segunda crtica que podramos hacer a una performatividad radical de la nominacin: las prcticas articulatorias que constituyen y organizan relaciones de sentido, nunca tienen lugar en un vaco discursivo 21 sino en un campo parcialmente objetivado por el efecto de sedimentacin de prcticas articulatorias pretritas y, adems, en un campo en que el sentido deber establecerse a partir de una situacin de competencia entre las distintas prcticas articulatorias presentes. La perspectiva de una performatividad radical de la nominacin deja de lado estas dos caractersticas inherentes a toda formacin poltica. Ha sido Ernesto Laclau quien, no sin dificultades, ha intentado estudiar con mayor detenimiento esta complejidad del campo de constitucin de las identidades polticas. En su libro Nuevas reflexiones sobre la revolucin de nuestro tiempo, el autor argentino repar ya en la centralidad de la nocin de representacin. Su pensamiento sin embargo no consegua all apartarse por completo de la metfora topolgica:"En un sentido literal la representacin presupone la presencia de alguien en un sitio del cual este ltimo est, en realidad ausente. Es, por tanto, una fictio iuris. Pero es aqu precisamente donde las dificultades comienzan. Porque el terreno en el cual la representacin tiene lugar es distinto de aquel en el cual la identidad del representado se constituye. En tal sentido, la representacin no puede ser simplemente la correa de transmisin de una voluntad ya constituida, sino que tiene que ser la construccin de algo nuevo. Hay as un doble proceso: por un lado la representacin, para ser tal, no puede operar enteramente a espaldas del representado; por el otro, para ser realmente una representacin, ella requiere la articulacin de algo nuevo que no est dado simplemente por la identidad del representado. Aqu nos encontramos en la misma situacin que en el caso de la autonoma: la representacin absolutamente lograda, la transparencia total entre representante y representado, es equivalente a la extincin de la relacin de representacin. Si el representante y el representado constituyen una misma y nica voluntad, el re- de la representacin desaparece, ya que la misma voluntad est presente en dos lugares distintos. La representacin, por lo tanto, slo puede existir en la medida en que la transparencia que el concepto de representacin implica no es nunca lograda; en la medida en que hay una dislocacin permanente entre representante y representado. Esta opacidad de la relacin de representacin puede ser mayor o menor, pero tiene siempre que estar presente si la representacin ha de tener lugar" (Laclau, 1993:55).

Si bien esta exposicin de Laclau modifica la concepcin tradicional de la repretacin como reflejo, hasta aqu slo se nos dice que para que la representacin efectiente tenga lugar, ese reflejo debe ser necesariamente infeliz. A estas reflexiones de Lau, bien podramos presentarle los mismos reparos que Derrida haca a los escritos de usseau: olvidan qu sucede con el suplemento en la presencia misma, en lo represeno. La identidad del representado se constituye aun para el Laclau de 1993 en un terredistinto de aquel en el que la representacin tiene lugar. Posteriormente el autor arntino variara gradualmente su posicin. As escribi en un artculo de 1994:"ni por el lado del representante, ni por el lado del representado prevalecen las condiciones de una representacin perfecta; y esto no es consecuencia de lo empricamente factible, sino de la lgica misma inherente al proceso de representacin. En lo que concierne al representado, si ste necesita ser representado es porque su identidad bsica est constituida en un lugar A y las decisiones que afectan su identidad, en cambio, en un lugar B. Pero en tal caso su identidad es incompleta y la relacin de representacin, lejos de ser una identidad cabal es un suplemento necesario para la constitucin de la identidad. Lo decisivo es averiguar si este suplemento puede ser deducido simplemente del lugar A en que se constituy la identidad del representado o si es un agregado nuevo, en cuyo caso la identidad del representado quedara transformada y amplificada por el proceso de representacin. En nuestra opinin, casi siempre ocurre esto ltimo" (Laclau, 1994a: 18). 22

En primer lugar se nota aqu ya una fuerte impronta de De la Gramatologa (De*da, 1978), a travs de la nocin de "suplemento", se reafirma la necesariedad de la inelicidad de la representacin plena, infelicidad que se vincula ahora a la incompletitud de luda identidad que necesita de un suplemento para ser tal. Ahora bien, Laclau reintrodute una distincin topolgica entre un "lugar A" (en el que se constituye la identidad bsi. ea del representado) y "un lugar B"(en el que se dan las decisiones que afectan a esa identidad bsica). Podramos aqu seguir oponiendo un reparo conforme al argumento de Derrida y creemos que se trata precisamente de una falla conceptual en el pensamiento de Laclau: no hay nada as como una "identidad bsica" que est por fuera de la lgica de la suplementariedad, es precisamente el juego de esta lgica como tal el que permite la constitucin de toda entidad posible. La representacin ya tiene lugar en la constitucin misma de lo representado aun en cuanto entidad analtica considerada como una "identidad,

21. Seguimos aqu la concepcin de discurso de Ernesto Laclau, comprendiendo en este trmino alresultado de toda prctica articulatoria de naturaleza lingstica o extralingstica que constituye y organiza relaciones sociales mediante configuraciones de sentido (Panizza, 1990: 11). La nocin de discurso de Laclau se distancia entonces de la de Foucault (Foucault, 1986), mientras que ste distingue entre prcticas discursivas y prcticas no discursivas, Laclau rechaza esta distincin y sostiene que todo objeto se constituye como objeto de discurso ya que ningn objeto se da al margen de toda superficie discursiva de emergencia (Laclau y Mouffe, 1987: 121). 42 22. El artculo "Poder y representacin", del cual fue extraido este texto fue publicado nuevamente por el autor con ligeras modificaciones que no hacen al prrafo citado en (Laclau, 1996). Se basa en la correccin de una conferencia dictada por el autor en 1989 en el Critical Theory Institute -University of California. Debemos recordar que la anterior cita (Laclau, 1993), que contraponemos a la actual, fue publicada por primera vez en el original ingls: Ernesto Laclau. 1990. New Reflections on the Revolution of Our Time. London. Verso. 43

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bsica". Ahora bien, esbozado este reparo, la distincin realizada por Laclau alcanza otra luz en cambio ( y no estamos seguros de que respondamos a la intencionalidad del autor) 5 si la contraponemos a la performatividad radical de la nominacin. Aunque desechemos la figura de una "identidad bsica", la introduccin de una distincin de momentos en la constitucin de una identidad tiene el mrito de dar cuenta de aquello que precisamente considerbamos una falla en ninguna articulacin de sentido tiene lugar en el va' co discursivo. Dicho de otra manera: la constitucin de toda identidad encuentra identidades previas constituidas (prcticas sociales sedimentadas configuradoras de sentido). Si Laclau cometa una falla al suponer una "identidad bsica" previa al proceso representativo, y est claro que para nosotros toda identidad se constituye en el marco de dicho proceso, su posible error sin embargo arroja luz sobre los procesos de constitucin de identidades empricamente dadas, aporta una dimensin diacrnica al estudio de los procesos 4 de constitucin de identidades. No hablaremos por tanto de ninguna "identidad bsica", pero s de campos parcialmente objetivados y sedimentados (no ajenos a la lgica de la representacin y la suplementariedad en su constitucin) sobre los que toda identidad se constituye. La perspectiva de Laclau marca una aparente ruptura con la performatividad radical de la nominacin de klek, abierta a la pura accin instituyente. Sin embargo, esta oposicin merece ser puesta entre parntesis. Laclau comparte la pertinencia del carcter performativo de la nominacin; ahora bien, el inters de Laclau por el estudio de las formaciones polticas lo lleva precisamente a observar que cualquier prctica articulatoria que constituye y organiza relaciones sociales mediante configuraciones de sentido no tiene lugar en un vaco discursivo. Es as como la no siempre feliz metfora topolgica, cumple el papel de, limitndola, dejar lugar a la perspectiva de la performatividad de la nominacin en el estudio concreto de la constitucin de las identidades presentes en una formacin poltica

Recordando lo hasta aqu expuesto: a) no hay identidad fuera de un juego de suplementariedad, es decir no hay identidad fuera de un sistema de alteridades y de un juego representativo que tienen un papel constitutivo y b) Toda prctica articuladora de sentido tiene lugar en un campo parcialmente sedimentado y objetivado y en competencia con otras prcticas configuradoras de sentido. Podemos avanzar ya hacia la definicin de un concepto de identidad poltica.

1.4. Identidad y Diferencia poltica Una primera aproximacin a la nocin de diferencia esboza la idea de una cualidad o accidente que permite distinguir una cosa de otra. La tangibilidad de esta imagen deja en las sombras un juego de sustitucin que no habr escapado al lector atento: nos referimos a la cercana sinonimia entre los trminos diferencia y distincin que condenan a la correcta definicin lexicogrfica de la Real Academia a convertirse en una tautologa filosfica. La diferencia aparece all como el reconocimiento de una escisin empricamente dada, la de las cosas como tales, cuya visibilidad para el sujeto cognoscente estara dada por la discontinuidad o el contraste extensional, intensional o intencional de la realidad emprica. Sin embargo, tal cualidad o accidente no puede concebirse como un atributo de la entidad que constituira por s mismo su identidad sino que se inscribe en un orden simblico fuera del cual ninguna propiedad podra ser predicada de un objeto en virtud de que el mismo carecera de lmites que lo hicieran discernible: David no pareca dbil sino ante la fortaleza de Goliat. Cada elemento del sistema se constituye como identidad slo a partir de su relacin con los otros, a partir de su inscripcin en una trama de relaciones. Esto no representa ms que una sntesis del principal aporte que la crtica estructuralista ha deparado al pensamiento contemporneo a travs de la ecuacin identidad=diferencia. Identidad y diferencia son la condicin y la inauguracin misma del sentido. No hay prctica discursiva posible, entendiendo por tal toda prctica configuradora de significaciones, previa a su presencia. Aun las nociones de "caos", "conciencia temporal interna" o "dure", con las que la filosofa ha intentado asir un eidos ms all de los concep-

23. Ver al respecto su prefacio a El sublime objeto de la ideologa de Slavoj 2iek (1992). 24. El lector interesado acerca de las diferencias que alrededor de la concepcin de una "performatividad de la nominacin" sostienen 2iiek y Laclau puede remitirse al excelente tratamiento que a este particular aspecto dedica Judith Butler en su libro Bodies that Matter (1993: 187-222). Butler parte de establecer que mientras que la falta que impide la plena constitucin de una identidad es estrictamente contingente en Laclau,dejando paso a la apertura de una articulacin hegemnica no determinada, en el caso de 2iiek el suplemento es sustancializado a travs de la nocin lacaniana de lo Real que hipostasia la amenaza de castracin. Butler subraya que mientras que en Laclau la performatividad del significante abre paso a una disolucin de la referencia, el autor esloveno construye su teora en un cruce entre el aporte de Kripke y el de Lacan. As, 2iIek presupone que los significantes polticos funcionan como nombres propios y que stos operan sobre el modelo del designador rgido. Un examen cuidadoso de la designacin rgida, sostiene la autora, sugiere por el contrario que la rearticulacin aparentemente prometida deviene imposible: si los performativos operan rgidamente esto es, constituyen aquello que enuncian sin atender a otras

circunstancias entonces los nombres propios constituyen un esencialismo funcional al nivel del

lenguaje. Mientras que la hegemona opera por catacresis, el designador rgido supone en cambio la alteridad del referente y la transparencia de su propia funcin indexical. En definitiva, para la autora, el designador rgido es incompatible con la performatividad de la nominacin. Si en cambio suspendernos la cuestin del referente en sus distintas modalidades (la "realidad" en Kripke o lo "Real" en iiZek) abriramos paso a una perspectiva en la cual el nombre estabiliza su significado a travs de un conjunto de relaciones diferenciales con otros significantes dentro del discurso. 45

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tos, son imposibles fuera de su imperio. De all nuestra dificultad para delimitar o definir, para significar aquello que es condicin misma de la significacin. La diferencia, "la huella" en el sentido que Derrida acuerda a este trmino, se nos revela as como el origen mismo de la experiencia del espacio y del tiempo (Derrida, 1978: 85). Si hay una significacin de las nociones de identidad y diferencia, tal significacin no es la de su origen, que las requiere ya, sino la significacin de una de sus figuras determinadas." Pensar la diferencia en poltica es, por tanto, pensar cmo este principio que es condicin misma de la inteligibilidad de un campo de prcticas sociales al que denominamos "lo poltico", opera al interior de dicho campo. Llegamos as al punto que consideramos ms fructfero para nuestra reflexin: pensar la diferencia y la identidad en poltica no sera otra cosa que pensar los lmites de la accin poltica; La idea de lmite evoca la imagen de trmino, confn o linde en una intrnseca ambigedad de registros espaciales y temporales: "estar ms all del lmite" supone ubicarse fuera de un espacio previamente definido. "Vivir una situacin lmite" slo puede concebirse como el experimentar un estado inhabitual que contrasta con la historia que le precede en el marco de una ingenua concepcin lineal del tiempo. Esta doble dimensin del concepto de lmite debe guiar como correctivo nuestra previa reflexin alrededor de las nociones de identidad y diferencia. En aquella, la identidad apareca como constituida pura y exclusivamente a travs de la alteridad dada de un sistema de posiciones: el concepto de centro poltico slo alcanzaba significacin dentro de la metfora espacial definida por los lmites del campo izquierda-derecha. De esta forma, la diferencia se concibe como mera topologa: la asignacin de posiciones en una imagen espacial y en una dimensin sincrnica que asegura la sistematicidad del sistema, su cierre, o lo que podramos denominar su esttica. Ahora bien: puede este esquema espacial aportar los elementos para una narracin consistente acerca de la accin colectiva? Tomemos como ejemplo los sucesos del 1 de Mayo de 1974, fecha recordada en la vida poltica argentina como el da en que la "juventud maravillosa" mut en "los estpidos que gritan"." Antes y despus de ese da reconoceremos valindonos de la metfora espacial dos geografas diferenciadas de la accin poltica. Las palabras de Pern operaron un desplazamiento de los lmites de la significacin "ser peronista": sta se estrech al punto de

que los aludidos/excluidos, abandonaron la Plaza de Mayo. Un nuevo lmite apareci en la topologa y el conjunto de las identidades presentes hasta ese entonces se transformaron a partir de l, pero la nocin de diferencia, entendida tan slo en una dimensin topolgica, nada puede decirnos acerca de esta mutacin." El mero registro topolgico encubre una segunda dimensin de la diferencia, muchas veces expulsada de la reflexin estructuralista. Nos referimos a la duracin, cualidad que como la extensin slo alcanza sentido en un orden simblico. La ambigedad de la nocin de lmite se nos revela as en una dimensin dinmica: los confines, trminos o lindes de una configuracin de sentido ataen tambin a su perdurabilidad. La diferencia no pertenece simplemente ni a la historia ni a la estructura. Si la institucin de significaciones es la condicin misma de la historicidad, dicha institucin slo alcanza a significar en un medio parcialmente sedimentado y objetivado. Como afirm Derrida:"Si hay que decir con Schelling, que todo es 'Dioniso', hay que saber tambin y eso es escribir que Dioniso, como la fuerza pura, est trabajando por la diferencia. Ve y se deja ver. Y (se) salta los ojos. Desde siempre, se relaciona con lo que est fuera de l, con la estructura, como con su muerte" (Derrida, 1989: 44).

Ya hemos advertido al criticar algunos de los supuestos de 2iZek como corresponda precisamente a Ernesto Laclau una perspectiva que, capaz de encuadrar la performatividad de la nominacin, contemplaba simultneamente que las articulaciones que configuran sentido no se dan en el vaco discursivo. Gran parte de la obra de Laclau pue de entenderse como un intento que, partiendo del legado estructuralista, pretende abrir s- te a una dimensin constructivista histrica de las formaciones polticas. Partiendo de las nociones de "sedimentacin" y "reactivacin" de la fenomenologa transcendental de Husserl, Laclau (1993) aport importantes elementos para una teora de la constitucin de lo social. Segn su concepcin, es precisamente en el momento de institucin originaria de lo social en el que su contingencia queda al descubierto, puesto que toda institucin tiene lugar a partir de la represin de otras alternativas que eran igualmente posibles. Esa institucin originaria siempre es poltica para Laclau: lo social no es otra cosa que la sedimentacin de acciones polticas previas, aquel producto de la accin humana que aparece como una objetividad extraa, reificada".

25. La analoga corresponde a la reflexin derridiana sobre la historicidad de la razn. Escribi Jacques Derrida en un texto de 1964: "Si hay una historicidad de la razn en general, la historia de la razn no es jams la de su origen, que la requiere ya, sino la historia de una de sus figuras determinadas". Jacques Derrida Cgito e historia de la locura (Derrida, 1989: 62). 26. Nos referimos con esto al desplazamiento en el papel acordado a la Juventud Peronista identificada con Montoneros en el discurso de Juan Pern. La censura hacia los reclamos de este sector pronunciada por Pern ese da desde los balcones de la Casa de Gobierno, marc un punto de inflexin respecto a sus pronunciamientos de los tres aos previos en los que el lder alent el accionar de la denominada "tendencia revolucionaria".

27. Los lmites de una concepcin meramente topolgica de la diferencia no pasaron desapercibidos para Claude Lvi-Strauss en un comentario a la ponencia "Identidad y Catstrofes (Topologa de la diferencia)" que basada en la obra de Ren Thom desarroll Jean Petitot-Cocorda en el marco del seminario interdisciplinario La identidad, coordinado por el mismo Lvi-Strauss en 1 974-1975 (Lvi-Strauss, 1981: 164-165). 28. En este sentido cobran especial vigencia aquellas palabras de Georg Lukacs en El cambio funcional del materialismo histrico cuando afirmaba en un pasaje de inspiracin engelsiana: "los productores han perdido el control sobre sus propias condiciones de vida, en las cuales, a conse47

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LAS DOS FRONTERAS DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA Lo social es as el borramiento de la fundacin poltica, su sedimentacin. Toda accin dadora de sentido tiene lugar sobre una superficie parcialmente objetivada:"las formas sedimentadas de la 'objetividad' constituyen el campo de lo que denominamos 'lo social'. El momento del antagonismo; en el que se hace plenamente visible el carcter indecidible de las alternativas y su resolucin a travs de relaciones de poder es lo que constituye el campo de 'Io poltico'. Dos puntos requieren ser clarificados. El primero es que es la propia distincin entre lo social y lo poltico la que es constitutiva de las relaciones sociales. Si por un lado es inconcebible una sociedad de la que lo poltico hubiera sido enteramente eliminado pues implicara un universo cerrado que se reproducira a travs de prcticas meramente repetitivas por el otro, un acto de institucin pura y total es tambin imposible: toda construccin poltica tiene siempre lugar contra el teln de fondo de un conjunto de prcticas sedimentadas (...) la frontera entre lo que en una sociedad es social y lo que es poltico se desplaza constantemente" (Laclau, 1993: 51-52).

GERARDO ABOY CARLS Mouffe, 1987). Es precisamente esta lgica la que impide que toda identidad social sea plenamente constituida, en la medida en que la definicin de un exterior implica su debilitamiento en tanto diferencias internas. Laclau resuelve el problema a travs del doble funcionamiento de una de las diferencias intrasistema, que asume la forma de un significante vaco, actuando como particular y como universal a travs de la lgica de la hegemona. Para Laclau, la constitucin de equivalencias, el cierre de un espacio de diferencias frente a un exterior, tiene siem