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    ¿QUÉ DEMOCRACIA TENEMOS? ¿QUÉ DEMOCRACIAQUEREMOS?

    Joan Subirats

    Universidad Autónoma de Barcelona, España. E-mail: [email protected]

    Recibido: 25 Junio 2011 / Revisado: 7 Julio 2011 / Aceptado: 20 Julio 2011 / Publicación Online: 15 Octubre 2011

    Resumen: En los últimos tiempos, los Estadostienen crecientes dificultades ya no para

    controlar, sino simplemente para responder oacomodarse a dinámicas económicas yfinancieras que les desbordan por completo.Frente a todo ello, mucha gente en España y enotros países, se empieza a mostrartremendamente molesta por la docilidad yservidumbre política. Hemos pasado delconflicto social que buscaba respuesta en elsistema democrático, a un conflicto social queentiende que no hay respuesta posible sintransformar y modificar también el propiosistema democrático.

    Palabras clave:  Democracia, participación,ciudadanía. ______________________

    INTRODUCCIÓN.

    n los últimos meses se ha idoextendiendo la idea que las instituciones políticas de los Estados tienen crecientes

    dificultades ya no para controlar, sinosimplemente para responder o acomodarse adinámicas económicas y financieras que lesdesbordan por completo. La economía parecenaturalizada, moviéndose al margen decualquier capacidad de adecuación a lasnecesidades humanas. Y los efectos sobre lavida de la gente son tremendos. Y la expresiónmás clara la tenemos en los orígenes yconsecuencias del boom inmobiliario y delfrenesí hipotecario de los “años felices” delnuevo siglo. Frente a todo ello, mientras los poderes públicos buscan obstinadamente salidas

    ortodoxas que satisfagan las exigencias de losmercados financieros, hasta el punto demodificar urgentemente constituciones, muchagente en España y en otros países, se empieza a

    mostrar tremendamente molesta por la docilidady servidumbre política. Son cada vez más

    conscientes que no encontrarán respuestas a sus problemas en unas instituciones que sonincapaces de contrarrestar la hegemonía de losmercados financieros globales. Y, por elloexigen cambios en la manera de decidir, de serrepresentados, de organizar la vida política.Hemos pasado del conflicto social que buscabarespuesta en el sistema democrático, a unconflicto social que entiende que no hayrespuesta posible sin transformar y modificartambién el propio sistema democrático.Teníamos conflicto social sin respuesta en el

    ámbito político. Ahora tenemos conflicto socialy conflicto político.

    Se trata, por tanto de entender que quiere deciresa “sociedad alejada” de las instituciones de laque nos habla Michael Walzer, y tratar derepensar los lazos entre lo social, cada vez másindividualizado y personalizado, y la esfera política, entendida como mecanismo delegativode toma de decisiones en nombre de lacomunidad. Detenerse en las relacionessociedad-poder político, es sin duda un elementoclave para poder repensar la política y las políticas. En efecto, en la política, el factordelegación, la transferencia del poder de las personas, de la comunidad, a los políticos, a losrepresentantes y detentadores del poder, ha sidola piedra basal de la construcción de lalegitimidad del poder en el estado liberal. Y lalucha por la democratización del mismo pusotambién un gran énfasis en ampliar la base delsufragio y en el acceso de representantes de lasclases populares en las instituciones

    representativas. Si queremos repensar la política,deberemos empezar por repensar esa lógicadelegativa. Como bien afirma Ulrich Beck, “Elciudadano que quiere resolver los problemas que

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    no han sabido ni prever ni evitar losespecialistas, se los encuentra de nuevo entre susmanos. No tiene otra solución que mantener ladelegación (a los políticos y especialistas), peromultiplicando esta vez los dispositivos paracontrolarlos y vigilarlos”.

    Dice Pierre Rosanvallon, que la democracia sesustenta en dos creencias o ficciones muysignificativas. Por una lado, la que entiende queel disponer de la mayoría por parte de la opciónmás votada implica automáticamente que esaopción expresa la voluntad general. Cuando dehecho, la elección es básicamente un mecanismotécnico para seleccionar a los gobernantes. Laotra ficción o equívoco es que el triunfomayoritario el día concreto de las elecciones y, por consiguiente, la legitimidad conseguida esedía, se traslada automáticamente a todo eltiempo en que va durar el mandato. El nivel deinformación de los ciudadanos, la rapidez conque se modifican las situaciones económicas, políticas o sociales en un mundo cada vez másinterdependiente, la propia asimetría de recursosy posibilidades entre un sistema económicoglobalizado y una política territorializada, todoello indica la dificultad para mantener inalteradadurante todo el mandato la legitimidadconseguida el día de las elecciones. Y, por otrolado, la fortaleza de una democracia se mide por

    el grado de disenso o de inclusión de minoríasdiscordantes con el sentir mayoritario que seacapaz de contener. Y ello nos señala el peso dela prueba no en la fuerza irresistible de lamayoría sino en el respeto y el reconocimientode las minorías.

    Como ya hemos dicho, muchos de los parámetros en los que se inscribían lasinstituciones de la democracia representativahan cambiado sustancialmente. Las basesliberales de partida, fueron modificándose

    (democratizándose) en una línea que permitió irabriendo más oportunidades de acceso a sectoresy capas sociales que no estaban “inscritos” enlas coordenadas de partida. Las instituciones políticas del liberalismo se fundamentaban enuna relación subsidiaria en relación a lasexigencias del orden económico liberal, y en esediseño, como sabemos, las posibilidades de participación política se circunscribían aaquellos considerados plenamente comociudadanos, es decir, propietarios, cuyosumbrales de renta variaban en relación a las

    fuerzas políticas, más conservadoras, másliberales, que ocupaban alternativamente lasinstituciones políticas.

    La preocupación por la participación política noera un tema que estuviera situado en la agendade debate de las instituciones. Era un temaextrainstitucional, planteado precisamente poraquellos que expresamente estaban excluidos dela vida política institucional. Hablar de

    democracia en esa época era referirse a unanhelo revolucionario y contradictorio con lalógica institucional imperante, básicamente porque hablar de democracia era hablar deigualdad.

    La propia transformación del sistema económicose acompañó, no sin tensiones y conflictos detodo tipo y dimensión, de la transformacióndemocratizadora del sistema político. Podríamosdecir que en la Europa Occidental, y tras losapabullantes protagonismos populares en losdesenlaces de las grandes guerras, se consiguellegar a cotas desconocidas hasta entonces dedemocratización política y, no por casualidad,de participación social en los beneficios delcrecimiento económico en forma de políticassociales a partir de 1945. Democratización yredistribución aparecen nuevamente conectadas.Ese modelo, en el que coincidían ámbitoterritorial del estado, población sujeta a susoberanía, sistema de producción de masas,mercado de intercambio económico y reglas que

    fijaban relaciones de todo tipo, desde una lógicade participación de la ciudadana en sudeterminación, adquirió dimensiones de modelocanónico y aparentemente indiscutido.

    En los últimos años muchas cosas han cambiadoal respecto. Los principales parámetrossocioeconómicos y culturales que fueronsirviendo de base a la sociedad industrial estánquedando atrás a marchas forzadas. Y muchosde los instrumentos de análisis que nos habíanido sirviendo para entender las transformaciones

    del estado liberal al estado al estado fordista ykeynesiano de bienestar, resultan ya claramenteinservibles. Estos cambios no han encontrado alos poderes públicos en su mejor momento. Elmercado y el poder económico subyacente sehan globalizado, mientras las instituciones políticas, y el poder que de ellas emana, siguenen buena parte anclados al territorio. Y es en eseterritorio donde los problemas que generan lamundialización económica y los procesos deindividualización se manifiestan diariamente. Lafragmentación institucional aumenta, perdiendo

     peso el estado hacia arriba (institucionessupraestatales), hacia abajo (procesos dedescentralización, “devolution”, etc.), y hacia

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    los lados (con un gran incremento de los partenariados públicos-privados, con gestión privada de servicios públicos, y con presenciacada vez mayor de organizaciones sin ánimo delucro presentes en el escenario público). Almismo tiempo, comprobamos como la lógica jerárquica que ha caracterizado siempre el

    ejercicio del poder, no sirve hoy para entenderlos procesos de decisión pública, basados cadavez más en lógicas de interdependencia, decapacidad de influencia, de poder relacional, ycada vez menos en estatuto orgánico o enejercicio de jerarquía formal.

    Es en ese nuevo contexto en el que hemos desituar el debate sobre los posibles déficits de lademocracia representativa. Relacionandocambios en el sistema político con cambios enlas formas de vida y de trabajo. Y ello no seacostumbra a hacer. Se discute de la salud de lademocracia, de su vitalidad y capacidad pararecoger el sentir popular, como si la democraciafuera algo ya adquirido o conseguido parasiempre, algo indiscutido e indiscutible desdecualquier ámbito territorial o colectivo. Y másaún: como si todos entendieran lo mismo cuandohablan de democracia.

     No es fácil adentrarse en el debate sobre lademocracia y sus significados pasados, actuales

    y futuros, sin aclararnos un poco sobre a que nosestamos refiriendo. Y tampoco es ello sencillodado lo mucho que se ha escrito y se sigueescribiendo sobre el tema. Aceptemos que debenexistir unas reglas mínimas sobre las quefundamentar un ejercicio democrático, perosabiendo que la existencia de esas reglas noimplica el que se consigan los fines que desdesiempre han inspirado la lucha por lademocratización de nuestras sociedades. Esdecir, la igualdad no sólo jurídica sino tambiénsocial y económica. Esa aspiración ha sido la

    razón de ser de los movimientos democráticosdesde que se alteraron XVII o los “iguales” deBabeuf de la Francia de finales del XVIII, porretrotraernos a los orígenes, no se conformabancon el principio representativo como elementoconstitutivo de los nuevos regímenes, sino que pretendían hacer realidad la aspiraciónigualitaria, la aspiración democrática.

    Lo que ha ocurrido en los últimos años, el grancambio de época al que asistimos, está provocando un vaciamiento creciente de nuestra

    capacidad de influir en la acción de gobierno. Yello es así a pesar de que formalmentemantengamos más o menos intactos muchos de

    los elementos formales de nuestra condición deciudadanos que viven y ejercen sus derechos enun estado democrático. Y con ese crecientedesapoderamiento de la capacidad popular deinfluir y condicionar las decisiones, se pierde buena parte de la legitimidad de una democraciaque sólo mantiene abiertas las puertas de los

    ritos formales e institucionales. Decía AlbertHirschman que un régimen democráticoconsigue legitimidad cuando sus decisionesemanan de una completa y abierta deliberaciónentre sus grupos, órganos y representantes, peroeso es cada vez menos cierto para losciudadanos y lo es cada vez más para entes,corporaciones y lobbies económicos queescapan de la lógica estado-mercado-soberanía,y aprovechan su nuevas capacidades demovilidad global. Los poderes públicos son cadavez menos capaces de condicionar la actividadeconómico-empresarial, y en cambio lascorporaciones siguen influyendo y presionandoa unas instituciones que no disponen de losmismos mecanismos para equilibrar ese juegode los que disponían antes.

    La propia evolución de los regímenes liberal-democráticos ha mantenido siempre fuera delsistema político a sectores sociales que nodisponían de las mínimas capacidades ycondiciones vitales para poder ejercer con

     plenitud su ciudadanía. Esa exclusión política larealizaba normativamente (asignando los yamencionados umbrales de renta que convertíanel sufragio y la vida política es cosa de unoscuantos; manipulando los distritos electorales;dejando fuera a los jóvenes, a las mujeres o a losque vagaban por el país buscando trabajo, prohibiendo la existencia de ciertos partidos odificultando su funcionamiento,...), o por la víade los hechos, despreocupándose de los que pudiendo hacerlo, no usan sus derechos políticos, preocupados como están por temas

    más urgentes desde el punto de vista vital.

    Lo que está ocurriendo es que ese sector deexcluidos políticos crece. Porque crecen lassituaciones de exclusión social (que conllevasiempre procesos de reducción del ejercicio deciudadanía), y porque crece la sensación deinutilidad del ejercicio democrático-institucionalen esa “democracia de baja intensidad” a la que parecemos abocados. En efecto, aumenta laconciencia sobre las limitaciones de lascapacidades reales de gobierno de las

    instituciones en el nuevo escenario demundialización económica, y crece la sensaciónque los actores político-institucionales están

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    cada vez más encerrados en su universoautosuficiente. La reserva de legitimidad de lademocracia se va agotando, justo cuando suaparente hegemonía como “único” sistemaviable y aceptable de gobierno parece mayor quenunca.

    Y ello es así porque ese conjunto detransformaciones y cambios a los que hemos idoaludiendo, han contribuido a que la democraciasea hoy una palabra, una expresión, un términoque cada vez explique menos. El uso y abuso delvocablo, su aparente inatacabilidad, lo convierteen más redundante, en menos políticamentedefinitorio. Los grandes organismosinternacionales, las grandes potenciasmundiales, cualquier estado y cualquier actor político en cualquier lugar, usa el término y loesgrime para justificar lo que se hace o paracriticar lo que no se hace. Y lo cierto es que sitratamos de recuperar su sentido primigenio ycomplejo, la democracia y su pleno ejercicio noes precisamente algo que pueda asumirse por eseenorme y variopinto conjunto de actores einstituciones de manera pacífica y sincontradicciones.

    Los actores institucionales, y con ellos los partidos políticos y las grandes organizacionessindicales, cada vez más inextricablemente

    insertos en el tejido institucional-estatal, si biendetectan las señales de desconexión y dedesafección de la ciudadanía, tratan deacomodarse a la nueva situación, buscando conmayor o menor énfasis nuevas vías desupervivencia, en un juego que puede llegar aser perverso con los medios de comunicacióncomo gran receptáculo de interacción extra eintra institucional. Los movimientos sociales o bien van estrechando sus vínculos clientelarescon la estructura institucional, o bien tratan de buscar alternativas que inmediatamente les

    alejan del juego político convencional. Laciudadanía aumenta su escepticismo-cinismo enrelación a la actividad político-institucional, y podríamos afirmar que se ha simplemente“descontado” la existencia del sistema derepresentación política como una carga más queha de soportarse en sociedades donde vivir escada vez más complejo. Y en esa línea. larelación con políticos e instituciones tiene avolverse más utilitaria, más de usar y tirar, con pocas esperanzas de influencia o de interacción“auténtica”.

    Pero, ante ese conjunto de problemas yconstataciones, ¿cómo avanzar?. La democracia

    sigue siendo la respuesta. Lo que deberíamosrecobrar es nuestra capacidad de replantear la pregunta. La democracia no tiene porqueconsiderarse como un fin en sí misma. Lo queestá en juego, lo que podría constituir la pregunta a hacerse sería: ¿cómo avanzamoshacia un mundo en el que los ideales de libertad

    e igualdad puedan cumplirse de manera mássatisfactoria, incorporando además la aceptaciónde la diversidad como nuevo valor central, en unescenario que ya es irreversiblemente global?.La respuesta sigue siendo: democracia. Unademocracia que recupere el sentidotransformador, igualitario y participativo quetenía hace años. Y que por tanto supere esavisión utilitaria, minimalista y encubridoramuchas veces de profundas desigualdades yexclusiones que tiene ahora en muchas partesdel mundo. Una democracia como respuesta alos nuevos retos económicos, sociales y políticosa lo que nos enfrentamos. Recordemos quecapitalismo y democracia no han sido nuncatérminos que convivieran con facilidad. Lafuerza igualitaria de la democracia ha casadomás bien mal con un sistema económico queconsidera la desigualdad como algo natural ycon lo que hay que convivir de manerainevitable, ya que cualquier esfuerzo en sentidocontrario será visto como distorsionador de lascondiciones óptimas de funcionamiento del

    mercado. No queremos con ello decir quedemocracia y mercado son incompatibles, sinoque no conviven sin tensión. Hemos de buscarfórmulas de desarrollo económico queasumiendo las útiles capacidades de asignaciónde recursos y de innovación que se han idoconstruyendo vía mercado, recupere capacidadesde gobierno que equilibren y pongan fronteras alo que hoy es una expansión sin límites visiblesdel poder corporativo a escala global, concrecientes cotas de desigualdad y dedesesperanza para muchas personas y

    colectivos. Y para ello necesitamos distintascosas.

    Por un lado, reforzar las fórmulas de economíasocial ya existentes y buscar nuevas formas decreación de riqueza y bienestar individual ycolectivo. Llevando el debate de lademocratización a esferas que parecen hoy blindadas: que se entiende por crecimiento, queentendemos por desarrollo, quién define costes y beneficios, quién gana y quién pierde ante cadaopción económica aparentemente objetiva y

    neutra. Por otro lado, buscando fórmulas queregulen-arbitren-graven las transaccioneseconómicas y financieras de carácter

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    internacional que hoy siguen caminos y rutasque hacen extremadamente difícil a losgobiernos su supervisión (como hemos visto enla actual crisis financiera), aún en el hipotéticocaso de que quisieran ejercer realmente esecontrol.

    Por otro lado, explorar y potenciar formas deorganización social que favorezcan lareconstrucción de vínculos, la articulación desentidos colectivos de pertenencia respetuososcon la autonomía individual. En ese sentido elreforzamiento de las aproximaciones yexperiencias comunitarias en los procesos deformulación y puesta en práctica de políticas públicas, es algo sin duda a seguir y consolidar.Así como también la articulación de entramadosy plataformas que permitan vincular marcoslocales de experimentación entre si, permitiendofertilizaciones cruzadas y reflexiones sobre las prácticas llevadas a cabo en distintos lugares.Recuperando el sentido político y transformadorde muchas experiencias sociales que parecenhoy simplemente “curiosas” o resistentes a laindividualización dominante. Entendiendo quehay mucha “política” en lo que aparentemente podrían simplemente definirse como “nuevasdinámicas sociales”.

    Desde un punto de vista más estrictamente

     político, lo primero es entender que la políticano se acaba en las instituciones. Y lo segundo esasumir que hablar de política es referirnos a lacapacidad de dar respuesta a problemascolectivos. Por tanto, parece importante avanzaren nuevas formas de participación colectiva y deinnovación democrática que no se desvinculendel cambio concreto de las condiciones de vidade la gente. No tiene demasiado sentido seguirhablando de democracia participativa, de nuevasformas de participación política, si noslimitamos a trabajar en el estrecho campo

    institucional, o en como mejoramos los canalesde relación-interacción entre instituciones político-representativas y sociedad. Y eso exigesuperar el debate sobre la democracia participativa y su relación con la democraciarepresentativa, como si sólo se tratara decomplementar, mejorar, reforzar una (larepresentativa) a través de la nueva savia queaportara la otra (la participativa). Si hablamos dedemocracia igualitaria estaremos probablementemarcando un punto de inflexión. Y uniremosinnovación democrática y política con

    transformación económica y social. Sabemosmuy bien que la igualdad de voto no resuelve nila desigualdad económica, ni la desigualad

    cognitiva ni la desigualdad de poder y derecursos de todo tipo de unos y otros. Sihablamos de democracia igualitaria estamosseñalando la necesidad de enfrentarnos a esasdesigualdades desde un punto de vista global ytransformador. Y desde esa perspectivaconvendría analizar e impulsar nuevas

    experiencias y procesos participativos.

    1. INTERNET Y DEMOCRACIA. ¿QUÉEFECTOS TIENE LA GENERALIZACIÓNDE INTERNET EN ESE ESCENARIO?

    Desde hace mucho tiempo se sabe que losinstrumentos de comunicación e informaciónmodifican muy significativamente las pautas deconformación de la opinión pública y los procesos de construcción de legitimidad política.Son innumerables los trabajos realizados alrespecto sobre prensa y política, son constanteslas referencias al uso que hicieron Roosevelt oGöering de la radio, o sobre la revolución quesignificó la aparición de la televisión en eldebate político, con el clásico ejemplo deldebate Nixon-Kennedy. ¿Qué decir de lo queestá ya implicando Internet y sus tremendosimpactos y modificaciones de las relacionessociales de todo tipo?. Estamos en plenaeclosión del tema, y hemos ido observando ysintiendo la creciente significación del cambio,

    desde la campaña de Obama, la reacción ante losatentados en Madrid del 11 de marzo del 2004 ylos intentos de manipulación del gobierno, o lasnuevas formas de socialización y movilización política de Facebook o de Twitter con ejemplosrecientes en el norte de Africa o en España. Eneste apartado expondremos algunasconvicciones y muchas dudas, pero no creemosque se pueda hablar seriamente de renovación dela política en este inicio de siglo sin referirnos alas tecnologías de la información y lacomunicación y sus efectos en la gobernanza

    colectiva.

    Hace años, en una conferencia sobre la sociedadde la información, el rector de la OpenUniversity, John Daniel, afirmó: “Señoras yseñores, las nuevas tecnologías son la respuesta.¿Cuál era la pregunta?”. La frase es una buenaforma de expresar las grandes expectativasgeneradas en muchos y distintos campos denuestra vida ante la perspectiva que abre laaplicación de las tecnologías de la información yla comunicación (TIC), pero al mismo tiempo, el

    desconcierto que reina ante sus posiblesutilidades e impactos. La anécdota recuerda alcomentario que realizó el precursor de la

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    comunicación sin hilos, Guglielmo Marconi,cuando algunos de sus colaboradores,alborozados por el descubrimiento, dijeron, “ya podemos hablar con Florida”, a lo que Marconirespondió: “¿Pero tenemos algo que decir a losde Florida?”. De manera parecida, podemosafirmar que no hay día que no encontremos a

    alguien entusiasmado con las posibilidades queabren las nuevas tecnologías en el campo de lademocracia y el funcionamiento del sistema político. Pero, deberíamos primero pensar en los problemas que hoy tenemos planteados y en lasutilidades potenciales y reales de esas TIC.

    Un experto en democracia como BenjaminBarber ha dicho que la modernidad puede serdefinida políticamente por las institucionesdemocráticas, y social y culturalmente por lacivilización de la tecnología. Pero, las relacionesentre estos dos componentes no están exentasde ambigüedades. Mientras algunos, como JeanJacques Rousseau, se manifestaron siemprerecelosos ante los efectos que el progresocientífico tendría sobre la privacidad y laigualdad en las relaciones políticas, otros comoKarl Popper o Bertrand Russell, entendieron queexistía una estrecha relación entre el espíritu dela ciencia y el éxito de las institucionesdemocráticas. De manera simple podríamosdecir que existen al menos tres interesantes (y

    no obligatoriamente excluyentes) posibilidades para Internet y las TIC en relación a lademocracia política. Pueden agravar los problemas que hoy presenta la democraciarepresentativa, pueden ayudar a solucionar osuperar esos problemas, o pueden crear problemas nuevos que las propias TIC no seancapaces de resolver.

    Los hay pesimistas, que consideran que si la primera generación de los media (radio,tv), yaconvirtió a la política en algo casi virtual, ello se

    verá sumamente reforzado en la segundageneración de los media (redes electrónicasinteractivas), conduciendo a una especie deapoteosis de formas políticas sumamentedirigistas. Para completar ese escenario pesimista, se recuerda que Internet permite unexhaustivo control de datos, un sofisticadomarketing político y configura altas posibilidades de manipulación informativa con poco margen para generar cambio. De hecho,tenemos pruebas evidentes (en China, en Siria,en Cuba o en Gran Bretaña, para poner solo

    algunos ejemplos recientes) del constanteintento de los gobiernos de cualquier signo político para controlar las redes sociales.

    Los ciberoptimistas, en cambio, consideran queInternet y las TIC, favorecen un más fácil accesode la ciudadanía a las actividades del gobierno,transformándolo en un ente más controlable ycon menores posibilidades de ejercer un control jerárquico sin los adecuados contrapesos y

    limitaciones. Y, al mismo tiempo, las nuevasformas de comunicación entre los ciudadanos, ysu interacción con parlamentos y gobiernos, puede llegar a equilibrar (o compensar al menos)el poder actual de los media, de los grupos de presión o de los partidos que logran condicionarla agenda política y “formatear” las issues delsistema. Sería esta una visión esperanzada de losefectos democratizadores y de contrapeso de poder en relación a instituciones y élites que semanifiestan ahora más bien cerradas en relacióna la sociedad.

    Pero, en el campo que aquí nos interesa, hemosde reconocer que aparentemente las formas deoperar de Internet y las TIC y las propias delsistema político, parecen no ser demasiadocoincidentes. La democracia, en su versión másconvencional e institucional, nos haacostumbrado a un escenario de deliberación, prudencia e interacción parsimoniosa, queconlleva habitualmente un gran derroche detiempo. Todos somos conscientes que, en

    cambio, la revolución tecnológica de Internet, si por algo se caracteriza es precisamente por larapidez que imprime a todo con lo que entra enrelación. Mientras la forma digital de razonar es básicamente muy simple, binaria, buscandosiempre la elección entre “A” o “B”, entre “Sí”o “No”, el razonamiento político trata de bucearen la complejidad, sacando a la luz matices yformas distintas de ver el problema. Ante eldilema de “A” o “B”, puede buscar lasrespuestas en “ambos” o en “ninguno”, o en“estas no son las respuestas al problema”, o

    incluso un “este no es el problema”.

     No se trata, por tanto, de incorporar sin más lasTIC en el campo de las institucionesdemocráticas y sus formas y reglas de proceder.Pero, al mismo tiempo, es suicida para elsistema político no tratar de ver y evaluar cómocambian las relaciones e interacciones sociales y políticas la presencia cada vez más invasiva deInternet en nuestras vidas. Nos interesa aquíanalizar cuál es la diferencia que efectivamentegenera el uso de las TIC en aquellos aspectos

    que pueden considerarse problemas oinsuficiencias de los sistemas democráticos a finde buscar conexiones útiles entre ambos

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    mundos, desde posiciones no exentas denormativismo, ya que nos interesa aquello querefuerce la democracia y amplíe sus espacios de participación cívica. Entendiendo, además, quenuestras reflexiones deben incorporar elcontexto europeo de democracias parlamentarias, con partidos relativamente bien

    organizados, notablemente centralizados, y conuna fuerte presencia en la intermediación deintereses, que cuentan asimismo conadministraciones bien establecidas ynotablemente jerarquizadas.

    Es evidente que las posibilidades de utilizaciónde Internet y las TIC en el debate sobre el futurode la democracia son múltiples, pero no es lomismo trabajar en ellas desde la lógica internadel actual sistema de democracia representativa,desde la perspectiva de construir, con la ayudade las nuevas tecnologías, el viejo ideal de lademocracia directa, o tratando de imaginarnuevas formas articulación y gobernacióncolectiva.

    Pero, realmente, ¿puede ser útil Internet en los procesos de innovación democrática?. Unelemento clave, entiendo, es empezardilucidando si Internet es simplemente un nuevoinstrumento, una nueva herramienta adisposición de los operadores políticos para

    seguir haciendo lo que hacían, o significa unasacudida, un cambio importante en la forma dehacer política. Desde nuestro punto de vista,Internet no es un “martillo” nuevo que sirve paraclavar más deprisa o con mayor comodidad los“clavos” de siempre. Esa visión reduce larevolución tecnológica y social que implicaInternet a un mero cambio de instrumentaloperativo. Desde esa perspectiva, las relacionesde poder, las estructuras organizativas o las jerarquías e intermediaciones establecidas, novariarían. En cambio, si entendemos que

    Internet modifica la forma de relacionarnos einteractuar, altera profundamente los procesos y posiciones de intermediación, y genera vínculosy lazos mucho más directos y horizontales, amenores costes, coincidiremos en que estamosante un cambio en profundidad de nuestrassociedades. No forzosamente mejor, pero sidistinto. Desde este punto de vista, Internetexpresa otro orden social, otro “país”.

    Tenemos ante nosotros algunas opcionessignificativas si pretendemos ir más allá del

    mero cambio instrumental. De hecho, hastaahora, cuando se habla de “e-democracy” o de“e-administración”, más bien lo que

    encontramos son versiones “martillo” de laaplicación de Internet a lo que ya se estabahaciendo. Cuando se habla de e-democracy, loque observamos es el intento de mejorar, usandoInternet, la polity, es decir, la forma concreta deoperar el sistema o régimen político y lasrelaciones entre instituciones y ciudadanía. Y

    cuando se habla de e-administration,observamos el intento de aplicar las TIC sea enel campo más específico de las policies (o sea delas políticas) y, sobre todo, de su gestión. Pero,deberíamos ser conscientes asimismo de queotro gran criterio de distinción hemos de buscarlo en si solo consideramos procesos demejora y de innovación via Internet dentro delactual marco constitucional y políticocaracterístico de las actuales democracias parlamentarias europeas, o bien si estamosdispuestos, en una lógica de profundizacióndemocrática, a explorar vías alternativas detomar decisiones y pensar y gestionar políticas,que incorporen más directamente a laciudadanía y que asuman el pluralismo inherentea una concepción abierta de lasresponsabilidades colectivas y de los espacios públicos.

     No se trata, evidentemente, de un debateestrictamente técnico o de estrategia en la formade adaptar la política democrática a los nuevos

    tiempos. Detrás de esas opciones lo que hay sondistintas concepciones políticas sobre que es lademocracia y las vías a seguir si se pretendereforzarla, profundizarla y acercarla a los idealesque inspiraron, hace ya años, muchos años deluchas y de construcción de derechos deciudadanía.

    Si lo entendemos así, no se nos ocultará que enla base de partida de muchas estrategias deincorporación de las TIC en el funcionamientoactual del sistema político-administrativo, laten

     perspectivas estrictamente “mejoristas”, pero para nada transformadoras. La perspectiva sesitúa en una lógica técnica, que busca renovar loque ya funciona, situándose en el universoliberal-democrático, sin voluntad alguna de poner en cuestión la forma de operar de lademocracia constitucional y parlamentaria, consus mecanismos de participación centradosesencialmente en partidos y elecciones. Lo que,según esa visión, fallaría y podría ser objeto demejora utilizando las TIC, serían losmecanismos de información a disposición de la

    ciudadanía a fin que puedan ejercer de maneramás completa y eficaz sus posibilidades deelección y disponer asimismo de más poder en

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    sus relaciones con las burocracias públicas. Lamayor fuerza o capacidad de influencia de lagente no vendría tanto de su mayor capacidad deimplicación o de dejar oír su voz en los procesos, como de su mayor capacidad de elegir,de optar, de cambiar de proveedor o de expresarcon claridad sus preferencias. De alguna manera

    se entiende que el proceso de consumo colectivode recursos que deriva de las políticas públicas,no tiene por que estar conectado con la “alta política”, con valores, y se expresa sólo en laeficacia y capacidad de satisfacer lasnecesidades de los ciudadanos, y ahí es dondeInternet puede ser útil.En efecto, parece claro que la demanda de más ymejor información cuadra bien con las potencialidades más evidentes de las TIC.Existen muchos y variados ejemplos de cómolas TIC han mejorado las relaciones entreciudadanos y administraciones, y es asimismoabundante la literatura que trata de analizar y proponer vías de mejora en este sentido. No haydía en que no oigamos hablar de nuevos avancesen las interficies administración-ciudadanos que permiten o permitirán resolver a distancia y através de la red, lo que ahora son complejos ycostosos procedimientos de obtención de permisos, de renovación de documentos, deliquidaciones fiscales o de obtención deinformación. Los avances en la seguridad de

    esos procesos a través de aceptación de firmaelectrónica, o la creciente coordinación entredistintos niveles de administración son un buenejemplo de ello. De manera parecida, seobservan incesantes esfuerzos por parte de las propias entidades o servicios públicos para poner a disposición de los ciudadanos a travésde la red, una amplia información sobre los prestaciones que ofrecen o los derechos que pueden ejercer, así como una explícita presentación de quién es responsable de qué, ycomo localizar a los distintos empleados o

    supervisores de cada proceso o servicio.

    Los valores que implícita o explícitamente rigenesos procesos de de cambio y de uso de las TICson los de economía, eficiencia y eficacia, queya sirvieron para poner en marcha los procesosde modernización administrativa de los ochentay noventa (new public management). De algunamanera, coincidieron en el tiempo y en susexpectativas, nuevos gestores públicos conganas de implementar en las administraciones públicas sistemas de gestión más próximos a los

    que se estaban dando en el campo privado, con políticos que buscaban renovadas formas delegitimación en una mejora de la capacidad de

     prestar servicio de las administraciones y lacreciente accesibilidad y potencialtransformador de las TIC. En este sentido, lasestrategias de “cartas de servicios” (citizencharts) o de “calidad total” son ejemplos de ello.Y no son para nada desdeñables, ya que mejoranla transparencia y la capacidad de servicio de

    instituciones y administraciones.

    Por otro lado, las dinámicas de “aplanamiento”de estructuras o de descentralización de lagestión, buscando proximidad, mayor personalización del servicio, encontraron en losnuevos sistemas de información las palancasnecesarias para evitar procesos de desgobierno yde difuminación de responsabilidades, a travésde sistemas contractuales, establecimiento deindicadores de gestión o cuadros de mando adhoc (tableau de bord). De alguna manera, lasTIC parecen ofrecer la realización de un sueñolargamente buscado: la máximadescentralización posible sin las fugas dediscrecionalidad, o pérdidas de control o deresponsabilidad. De esta manera, estamos probablemente asistiendo a la transformación demuchas burocracias europeas en “infocracias”.

    Pero, sin desdeñar, como decíamos, esosavances, el problema es que esas mejoras en laforma de gestionar las políticas y en los canales

    de comunicación entre ciudadanía yadministraciones públicas, no sólo no ofrecennuevas vías en las que encontrar solución a los problemas de desafección democrática, sino queintroducen ciertos problemas en el manejo delgran caudal de información que las TIC permiten almacenar, tratar y manejar de maneraextraordinariamente eficaz. Parece claro queestamos hablando de procesos hasta cierto puntodespolitizados, en los que no se cuestiona o sevalora el porqué de los servicios o a quién vandirigidos, sino la mejor manera de prestarlos. No

    se trata tampoco de redefinir las políticas o decuestionar el diseño de los procesos de puesta en práctica de las mismas. Podríamos pues preguntarnos si con esas nuevas formas queincorporan a las TIC en la prestación deservicios públicos estaríamos realmenterespondiendo a los problemas de déficitdemocrático y de “sociedad alejada”mencionados al inicio de estas reflexiones.

    Por otro lado, y tal como hemos mencionado, sehan señalado también los efectos perversos que

     podrían llegar a tener los grandes volúmenes deinformación que sobre las personas, susconductas, sus preferencias y sus hábitos irían

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    acumulando las administraciones a través deluso de las TIC. Al lado del manejo de grancantidad de datos administrativos, el crecienteuso de videovigilancia, los nuevos programas dedetección de personas sospechosas, etc., si bien pueden mejorar las prestaciones de las políticasde seguridad, plantean problemas de violación

     potencial de la privacidad no desdenñables. Endefinitiva, este tipo de vinculación entre procesos de innovación vía TIC, muy vinculadosa las políticas y sus procesos de prestación deservicios, no cambiarían en absoluto las lógicastecnocráticas y de “arriba abajo” característicasde los sistemas democráticos consolidados en lasegunda mitad del siglo XX. El uso de las TICmás que reforzar la capacidad de presencia y deintervención de la ciudadanía en los asuntoscolectivos, más bien podría acabar reforzando lacapacidad de control y de autoridad de las élitesinstitucionales.

    Desde una lógica mucho más política y no tantoadministrativa y de gestión, Internet ha estado presente en los intentos por parte deinstituciones representativas y partidos paramejorar sus canales de comunicación con laciudadanía. No se trataría en este caso demejorar la eficacia en la prestación de servicios,o de facilitar trámites, sino directamente dereforzar la legitimidad de las instituciones de

    gobierno. Se trataría de evitar la sensación dedesapego, de reducir la percepción de distanciaentre los que deciden y aquellos que dicenrepresentar.

     No estamos hablando de un escenario sóloocupado por políticos profesionales. Losentramados de intereses y actores formadosalrededor de las políticas, han ido creando unconglomerado demo-elitista que está básicamente preocupado por los flujos deinformación e influencia entre votantes y

    representantes, entre institucionesrepresentativas y gobierno, entre gobierno yélites externas y entre élites y grupos de interés.

    En ese escenario, los intentos de aplicar las TICen distintos ámbitos de las democracias parlamentarias se han ido sucediendo. Esasiniciativas se han concentrado en temas comolos de mejora del funcionamiento interno de los parlamentos o de los ejecutivos y de lasadministraciones, o en la mejora de lainformación de la actividad parlamentaria y

    gubernamental hacia la ciudadanía, o en lamejora y ampliación de las posibilidades deinteracción entre los parlamentos y los

    gobiernos con los ciudadanos. En Europa, losejemplos son significativos, tanto en cada paíscomo en las propias instituciones de la UniónEuropea. En la relación entre partidos yelectores, también se han ido poniendo en práctica numerosas iniciativas de utilización deInternet encaminadas a mejorar los canales de

    información con los militantes y de incrementarel contacto y la adhesión con los simpatizantes yvotantes. Al margen de la simple emisión de boletines electrónicos, de mensajes o de canalesoficiales en Facebook o Twitter, se han ido produciendo experiencias en los sistemas deselección de candidatos, de debate sobrealternativas de programa, o “advocacy on line”,con presencia de grupos o personas queexpresan sus intereses a través de la red.

    Los gobiernos y parlamentos han puesta enmarcha abundantes proyectos dirigidos a usarlas potencialidades de las TIC esencialmente para facilitar el acceso a la informacióninstitucional por parte del conjunto de laciudadanía. Casi siempre, a través de las websinstitucionales, se pueden hacer llegar las peticiones o quejas de los ciudadanos enrelación al gobierno, o en el caso del parlamento, propuestas de personas o grupos para que sean canalizadas por los grupos parlamentarios que así lo estimen conveniente.

    En general, puede afirmarse que los partidos einstituciones que han entrado en el uso de lasTIC, lo han hecho desde la lógica instrumental ode “martillo” antes mencionada, y sin unaestrategia demasiado predeterminada. Engeneral el sentido de la información esunidireccional, e incluso cuando existe la posibilidad de la bidireccionalidad, el control delmedio y la decisión sobre la oportunidad o no detener en cuenta las opiniones ajenas, recaensobre el aparato del partido o la dirección de la

    institución. En este caso no se trata de dar másopciones a los ciudadanos-consumidores, sinode generar consenso hacia la organización, o defacilitar la labor de advocacy o de lobbyingdesde el exterior, pero siempre entendiendo queexisten unos “expertos” en la institución quedecidirán que conviene tener en cuenta, queconviene asumir y que no.

    La lógica dominante, no tanto como diseño sinocomo resultante, ha sido la de tratar de usarInternet y las TIC como mecanismo que permita

    una mejor adaptatividad del sistema político enrelación a un entorno muy cambiante, pero sinque ello signifique un cambio de paradigma en

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    el modo de funcionar. Los tipos de aplicacionessurgidos de las nuevas TIC (websites, boletineselectrónicos, listas de correo, sistemas deinformación, pequeñas consultas o votacioneselectrónicas en momentos puntuales,...) se handirigido a relegitimar y reorientar a lasinstituciones políticas y de gobierno, a través de

    métodos más sofisticados de gestión de lainformación, segmentación de públicos, omarketing y comunicación política.

    Podríamos decir, en definitiva, que este tipo deinstrumentos al servicio de objetivos como losdescritos, contribuyen a realzar los aspectos máselitistas del sistema democrático representativo(reforzamiento de la capacidad de manejar ycontrolar los flujos de información, convertirseen nudos de recursos e información, reforzar lasinterrelaciones horizontales y verticales, conactores no públicos y con otras instituciones uorganismos políticos, ....), mientras que quedanen un segundo plano los aspectos másestrictamente democratizadores del sistema(capacidad de respuesta, capacidad de rendircuentas, transparencia, canales de implicaciónciudadana, ...). Una vez más, nos interesa ponerde relieve que conviene ir más allá de lautilización (como gadget) de las TIC en lossistemas democráticos, y antes de especularsobre en que aspecto procedimental, electoral,

     parlamentario o de control, podremos usar esasnuevas tecnologías, pensar al servicio de queconcepción de la democracia las ponemos.

    En este sentido, podríamos decir que en las dosestrategias de uso de las TIC hasta ahoramencionadas, la más de gestión o administrativa(que podríamos calificar como de mejora derelación con los usuarios) o la más propia deinstituciones y partidos (a la que podríamosreferirnos como elitista-democrática), no existeuna voluntad de ir más allá de una concepción

    de la democracia que se centra en las reglas procedimentales y en una visión muy estricta del principio de representación. No ha habido hastaahora, al menos que conozcamos, voluntad deexperimentar formas de relación entre élites políticas y ciudadanía que supongan alteraciónde las posiciones de jerarquía tradicionales.

    Pero, ¿es posible pensar en otras alternativas?.¿Podemos pensar en una relación entre Internety política que permita desplegar un potencialdistinto?. ¿Permite Internet imaginar escenarios

    de democracia más directa, con mayorimplicación y participación de la ciudadanía enlos asuntos colectivos?. La primera respuesta

    debe ser: depende. Depende de si lo que se busca es precisamente eso. Como hemos yaavanzado, Internet no es la pregunta. Pero si puede ser una respuesta. Las dos estrategias queahora analizaremos de forma forzosamenteesquemática, se relacionan con las TIC desdeuna concepción distinta a las hasta aquí

     planteadas. No se trataría aquí de mejorar larelación y la comunicación entre elitesrepresentativas y ciudadanía. La preocupaciónno estaría centrada en la mejora de la capacidadde prestación de servicios o en la ampliación dela capacidad de elección de los consumidores-ciudadanos. En las dos estrategias que pasaremos a analizar, late la preocupación por lacalidad de la participación y la capacidad deimplicación de la gente en los asuntos colectivostanto a nivel político micro como macro. Se parte de la hipótesis de una ciudadanía activa,interesada en los asunto colectivos no como víanecesaria sólo para defender sus intereses, sinocomo forma de entender la democracia, unademocracia relacional y participativa.

    2. ¿OTRA POLÍTICA? MOVIMIENTOSSOCIALES, INTERNET Y POLÍTICA.

    La política ha ido sufriendo los impactos de loscambios tecnológicos y sus estructuras derelación entre instituciones y àmbitos de

    decisión y el conjunto de la población ha n idomodificándose a medida que se modificaban losinstrumentos y las dinámicas sociales que esoscambios tecnológicos generaban. Cabe sólorecordar lo que ocurrió con la prensa escrita, conla radio, con la televisión, etc., que fueronobligando a cambiar o propulsaron cambios enlas organizaciones políticas y en los mecanismosde relación entre instituciones y ciudadanía.Todo ello, en plena sociedad industrial, en pleno proceso democratizador del Estado Liberal, ycon avances y retrocesos en el acceso social a

    esos medios. Hoy estamos dejando atrás lasociedad industrial tal como la conocimos, consus pautas laborales y sus dinámicaseconómicas. Y el cambio tecnológico está propulsando con gran rapidez cambios en todaslas esferas vitales. No podemos puesequivocarnos, y confundir Internet y las TICscon nuevas versiones de los antiguosinstrumentos de comunicación. Es otroescenario social.Una de las características más significativas delas nuevas sociedades en las que Internet y las

    TIC ganan terreno y se desarrollan, es lacreciente aparición y existencia de espacios deautonomía y de redes relacionales nuevas, en las

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    que florecen comunidades plurales, que hacende su especificidad o de sus micro o macroidentidades su punto de referencia. La explosiónde comunicación y de hiperconectividad que hasupuesto el afianzamiento de las TIC, hafacilitado y facilita esa continua emergencia, y permite una reconstrucción de la política desde

     parámetros distintos a los habituales.

    Estamos asistiendo al surgimiento de unasociedad en la que la relación forma parteintrínseca de la comunicación, y no es un meroresultado de esta última, o un subproductocomunicativo. Los dos elementos clave son lacreciente subjetividad o individualización de losactores (que no forzosamente desemboca en elindividualismo) y la enorme facilidad decomunicación que generan las TIC. En esecontexto se da una gran demanda de autonomía(que va más allá del esquema libertad-controltradicional de la sociedad moderna), surgenmercados alternativos, aparecen nuevas redes yagregados sociales, y emergen nuevas culturasque hacen de la diferencia su valor añadido. Enla perspectiva tradicional (que recorre lasestrategias anteriormente examinadas), lasesferas de las instituciones públicas parten de unconcepto de libertad y de participación muyvinculado a la libertad y al ejercicio del voto,mientras el control se relaciona con el

    cumplimento de unas leyes emandas de esavoluntad popular expresada con el mecanismorepresentativo. En el nuevo contexto social queestamos describiendo, la libertad se basa en unaidea de intercambio que parte de la reciprocidad,mientras el control se confía a las propias reglasdel intercambio asociativo. Esas dos esferas,estatal y social, se interaccionan con las esferasdel mercado y de la familia y demás redesinformales, generando múltiples posibilidadesde relación y comunicación.

    En ese contexto Internet y las TIC son al mismotiempo, los factores fundamentales con el queexplicar esa nueva realidad, y asimismoconstituyen el marco natural que permite sudesarrollo, autonomía y sus constantes posibilidades de innovación y articulación.Gracias a las TIC es posible empezar a hablar de pluralismo reticular o de promoción o potenciación de la autonomía social capaz degenerar inclusión y cohesión al margen de lasmedidas uniformizadoras y de los derechosabstractos de ciudadanía. La pluralidad de

    formas de bienestar (el llamado welfare mix querecoge el distinto grado de protagonismo público, mercantil o social en las políticas

    sociales) no es, en ese marco, una respuestainstrumental a problemas de sostenibilidad delas políticas de bienestar. Va surgiendo, encambio, una forma específica de ciudadaníasocial que encuentra sus propios valores en laurdimbre asociativa y cívica que se va tejiendo.Una ciudadanía comunitaria, territorializada o

    no, y que cuenta con las grandes potencialidadesy ventajas de desarrollarse en el marco cada vezmás consolidado de la sociedad de lacomunicación.

    La política se vuelve más difusa, adquiriendocaracterísticas diferentes en cada ámbito, y yano puede considerarse monopolio del estado ocoto cerrado de los organismos públicos. Lasinstituciones políticas no ocuparían ya el centroo el vértice de las condiciones de ciudadanía, de bienestar. Por debajo se ha ido tejiendo esaurdimbre cívica, fundamentada en las lógicas ylos bienes relacionales Es precisamente esteaspecto autónomo y relacional lo quecaracterizaría ese nuevo tejido social. Y esasmismas características son las que, al mismotiempo, le dan ese carácter fragmentario, demultiplicación de grupos aislados, en que puederesultar difícil articular o reconocer una“sociedad” como tal. En esa fragmentación,llena de potencialidades y de posibilidades, puede resultar difícil reconciliar pluralismo con

     justicia, diversidad con pertenencia odemocracia con diferencia. Por otro lado, no podemos caer en un ciberoptimismo ingenuo, yconviene recordar que el peso de lasorganizaciones públicas y mercantiles en la redes muy significativo, y genera y puede generarnuevas jerarquías, controles y monopolios. A pesar de ello, lo cierto es que, a la sombra de lasTIC, crece sin parar la realidad y el entramadocívico y asociativo, haciendo surgir nuevascomunidades reales o virtuales, desarrollandonuevas identidades, nuevos espacios o esferas

     públicos, e incrementando la reflexividad política y las nuevas autonomías sociales.

    El movimiento del 15M en España no puedeexplicarse fuera de ese contexto. No puedecalificarse de inesperado ni de sorprendente, yaque sus bases existían desde hacía tiempo, y losnodos sobre los que se ha asentado estaban en buena parte establecidos. Pero si que ha sidoinesperado y sorprendente el gran seguimientoque ha tenido por parte de personas que se hanvisto de golpe interpeladas y representadas por

    un conjunto de personas que expresaban suindignación y rechazo por lo que estabaocurriendo. Y por lo poco que hacían los que se

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    llamaban representantes políticos para defendersus derechos y condiciones vitales. De algunamanera, han coincidido la emergencia de unconjunto de redes que confluyen después devarias “movidas”. Algunas algo alejadas perossignificativas como las de la alterglobalización.Otras más próximas en el tiempo y más

    fundamentadas en las redes sociales, como lasde “V de Vivienda” o las movilizaciones contrala “Ley Sinde”. De esos mimbres surge ladinámica que se nuclea en torno a lo que fue laconvocatoria del 15 de mayo, y que suporecoger y convocar a mucha gente que demanera individual, social y familiar, habíanllegado a un punto de saturación sobre sumalestar y se sentían poco o nada representados por partidos, sindicatos y demás canalesaltamente institucionalizados.

    En efecto, uno de los eslóganes más repetidosdurante las manifestaciones y concentracionesen distintas ciudades del 15M ha sido el de “nonos representan”, dirigido a los políticos queejercen su labor en nombre de todos. Esa ha sidotambién una de las consignas más atacadas por parte de quienes acusan al 15M de ser unmovimiento de corte populista y de impulsar laantipolítica. Pero, la gente del 15M no hainventado nada. La sensación de lejanía entre políticos electos y ciudadanía es un lugar común

    cuando se habla de los problemas de lademocracia y lo hemos expresado aquí mismode diversas maneras en páginas anteriores.Recordemos al respecto, que la idea original delsistema representativo es que las eleccionesgaranticen al máximo la cercanía entre losvalores y los intereses de la ciudadanía y los perfiles políticos y las posiciones de losrepresentantes. La base del poder y legitimidadde los políticos electos está en surepresentatividad, y esa deriva del procesoelectoral.

    La teoría política ha ido distinguiendo entre dosformas de representación. Por un lado, se hablade la representación-delegación que hacereferencia a la capacidad de llevar a cabo unmandato, es decir, la capacidad de actuar paraconseguir ciertos objetivos. Los políticos nosrepresentarían en la medida en que “transportan”nuestros valores, nuestras demandas, nuestrosintereses. Y, por otro lado, tendríamos lo que podríamos denominar como representación-fotografía, que se basaría en la capacidad de los

    representantes de encarnar lo más cercanamente posible al conjunto de los que pretendenrepresentar. En ese sentido, la representación se

     basa en el parecido, en la capacidad de los políticos de parecerse a nosotros, a los queconcretamente les votamos, en formas de vida,en maneras de pensar, en el tipo de problemasque nos preocupan. Las elecciones cubrirían esedoble objetivo de delegación y de parecido, y elgrado de confianza que tendrían los políticos

    derivaría del grado en que se logre cubrir esasexpectativas.

    Con el grito “no nos representan”, elmovimiento 15M está advirtiendo a los políticosque ni se dedican a conseguir los objetivos que prometieron, ni se parecen a los ciudadanos ensu forma de vivir, de hacer y de actuar. Elataque es pues doble, a la delegación (no hacenlo que dicen) y al parecido (no son comonosotros). En este sentido, podemos entenderque el movimiento 15M no ataca a lademocracia, sino que lo que está reclamando es precisamente un nuevo enraizamiento de lademocracia en sus valores fundacionales. Lo quecritica el 15M, y con razón, es que para losrepresentantes el tema clave parece ser el accesoa las instituciones, lo que garantiza poder,recursos y capacidad para cambiar las cosas.Para los ciudadanos, en cambio, el poder seríasólo es un instrumento y no un fin en sí mismo.

    En este sentido, Rosanvallon define el actual

    modelo de democracia como “democracia deelección”, entendiéndola como aquella centradaestrictamente en colocar en el poder a unas personas, o a desplazar del mismo a otras.Dados los problemas que venimos comentandode déficit de representatividad y de falta deconfianza, ¿por qué no instaurar un sistema de“deselección” en que los ciudadanos pudiesenrevocar su mandato si se sienten defraudados ensus expectativas? (lo que de hecho ya existe enCalifornia en forma de “recall”). La nueva épocaen la que estamos genera y precisa mecanismos

    de renovación más frecuente de la legitimidad,lo cual no debería forzosamente por una mayorfrecuencia electoral, sino por incorporar más“voluntad popular directa” (consultas,debates,…) en ciertas decisiones.

    El tema está en poder y saber combinarlegitimidad electoral con legitimidad de laacción. Hasta ahora, esa legitimidad seconseguía en las negociaciones a puerta cerradaentre representantes políticos y también entreello y los intereses organizados. Ahora, la

    exigencia cada vez más presente y expresadaasimismo con fuerza por el 15M es mástransparencia y más presencia directa de la

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    ciudadanía, sin que todo ello pase forzosamente por la intermediación de lobbies, sindicatos, patronales o cámaras. Antes, los políticos justificaban su privilegiada posición, por elhecho que tenían información, construían sucriterio y tomaban decisiones con respaldomayoritario de los representantes. Ahora, la

    gente, mucha gente, tiene información,construye su criterio y quiere participar en lasdecisiones que les afectan. Como ya hemosmencionado, lo que Internet y las TIC ponen encuestión es la necesidad de la intermediación.Sobre todo, de la intermediación que no aportavalor, y que además, en el caso de los políticos,goza de privilegios que ya no se consideran justificados (sueldos, inmunidades, regalías,…).Por otro lado, sabemos que el núcleo duro de laabstención, se concentra normalmente en los barrios y lugares con menos renta, con menornivel educativo, con peores condiciones de vida.Son voces no escuchadas, y por tanto contendencia a ser desatendidas. Necesitamos pensar no sólo en formas de mejorar larepresentatividad de los políticos, sino tambiénen dimensiones de la representación que lahagan más compleja, más capaz de recoger laautonomía, la diversidad y la exigencia deequidad de las sociedades contemporáneas. Y esen este sentido, hemos también de valorar comoinfluye Internet y la nueva época en

     protagonismos e identidades colectivas.

    Se están produciendo asimismo cambios en laforma de representación y de visualización deesos movimientos. En efecto, uno de los problemas más recurrentes con los que se hanenfrentado los integrantes y participantes en el15M, ha sido y es la falta de liderazgos claros, lafalta de rostros con los que los medios decomunicación tradicionales pudieran identificarel movimiento. La ambigua expresión de“indignados”, ha sustituido asimismo la falta de

    identidad ideológica que permitiera colocar a losmovilizados en alguna de las categorías programáticas a las que estamos acostumbradosen la contemporaneidad. Categorías que nos permiten reducir la complejidad de maticesideológicos de cada quién, situándolo en el“cajón ideológico” correspondiente. Es evidenteque el calificativo de “indignados” no nosexplica mucho sobre que piensan y cuáles sonsus coordenadas normativas o propositivas.Pero, de lo que nadie duda, es de la capacidad desacudir y alterar la forma de entender el mundo

    y de relacionarse con el sistema político einstitucional que ha tenido el 15M.

    Tenemos, como algunos han dicho, unmovimiento en marcha que no se reconoce a símismo como tal movimiento, y cuyoscomponentes, además, presumen de no teneretiqueta ideológica convencional. Lo que estáclaro, es que expresan el sentido de frustraciónde muchos ante la tendencia a fragmentar

    comunidades, a convertir cualquier cosa enmercancía, a confundir desarrollo y realización personal y colectiva con capacidad de consumo.Es cierto también, que hay evidentes amenazas alos niveles de vida y de derechos alcanzados, sinque los poderes públicos sean capaces de proteger a sus ciudadanos en una evidente pérdida de soberanía y de legitimidaddemocrática. No sólo no hay dimensión éticaalguna en el capitalismo especulativo yfinanciero, sino que además están en peligro las promesas de que si nos portábamos bien,viviríamos cada vez mejor, seríamos máseducados y gozaríamos de una buena salud. Laabsoluta falta de control y de rendición decuentas democrática de los organismosmultilaterales y las agencias de calificación deriesgos, añadidas a las más que evidentesconexiones y complicidades entre decisores políticos y grandes intereses financieros, han provocado que, como hemos avanzado, por primera vez en mucho tiempo, en Europa, seconecte conflicto social y exigencia

    democrática, reivindicación de derechos yataques contundentes a la falta derepresentatividad de los políticos. Tanto por sufalta de respeto a los compromisos electorales,como por su fuero y sus privilegios.

    Parece claro que mucha gente ha empezado adarse cuenta que la hegemonía neoliberal, a laque han servido en Europa sin reparo y sinapenas distinción, tanto conservadores comosocialdemócratas, puede conducirnos, de persistir, a más y más pobreza y a un deterioro

    general de las condiciones de vida deamplísimas capas de la población. Y que, frentea ello, poco puede esperarse de un sistema político y de los grandes partidos que sonmayoritariamente vistos como meros ejecutoresde esas políticas. Y, en cambio, lo que ha permitido Internet, a coste muy reducido, hasido conectar cabreos y acciones.El zócalo en el que apoyarse ha sido por una parte el movimiento de cultura libre, con suhabilidad de “retournement” que dirían lossituacionistas, es decir, con su capacidad de

    hacer descarrilar, de reconducir y recrear todotipo de producciones culturales y artísticas,rompiendo moldes y derechos de propiedad,

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    compartiendo y difundiendo. Y, por otra parte,se ha aprovechado la gran capacidad deinventiva y de contracultura generada enAmérica Latina, donde hace ya años probaronde manera directa y cruda las recetasneoliberales. El movimiento de cultura libre, conéxitos tan evidentes como Wikipedia, muestra la

    fuerza de la acción colaborativa y conjunta, sin jerarquías ni protagonismos individuales.Combinando el ideal de la igualdad, con laexigencia del respeto a la autonomía personal ya la diferencia. Cada vez más gente, más preparada, más precaria, con mejoresinstrumentos, más conectada, servirá de voz aesa gran masa de la ciudadanía que sabe que lascosas van mal y que la situación actual no puededurar. Tratar de ponerle nombre al movimiento,tratar de identificarlo y encasillarlo, significaríaahora limitar su potencialidad de cambio ytransformación.

    ¿Qué tiene que ver todo ello con los temas queaquí hemos ido apuntando, relacionados con lademocracia y sus dilemas?. Aún es pronto parasacar demasiadas conclusiones al respecto, pero parece indudable que nuevas formas de hacer política y de ejercer representación y tomardecisiones van a ir apareciendo.

    3. ¿DEMOCRACIA DIRECTA?.

    DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓNCIUDADANA.

    La extensión y generalización de Internet y de lahiperconectividad que lleva aparejada permite,entre otras muchas cosas, repensar de nuevo elviejo tema de la democracia directa. Esimportante en este sentido recordar la constante presencia del instrumento “asamblea” en losmovimientos políticos de los últimos tiempos.Con ello se expresa el querer reproducir “offline” lo que es característico del modo “on line”:

    horizontalidad, agregación, compartir, buscaracomodación de distintas perspectivas en nodoscomunes. En relación a ello, seguramente no esel momento ni el lugar de hacer un recorridohistórico sobre la democracia y sus tradicioneshistóricas. Pero quizás conviene recordar que alo largo del siglo XIX la discusión en torno a lademocracia, desde la concepción liberal delEstado, se desarrolló principalmente a partir delcélebre discurso de Constant sobre la libertad delos antiguos y la libertad de los modernos.Frente a la libertad de los “antiguos”, entendida

    como participación directa en las decisiones públicas y en la formación de las leyes a travésdel cuerpo político que expresa la asamblea de

    los ciudadanos, se entendía que ello no sólo noera ya posible por la expansión del “demos”, esdecir, por la cantidad de gente a quién reunir ycon quién debatir, sino que más allá de eseimpedimento físico o cuantitativo, la lógica queexistía detrás del ideal de la democracia directa podía llegar a ser contraproducente.

    La libertad de los “modernos” implica elreconocimiento de derechos políticosfundamentales, entendiendo la participación política como una libertad política más, que seexpresa en el derecho a expresarse, a reunirse, aorganizarse para influir en la política del país, yque comprende además el derecho a elegir a susrepresentantes en las instituciones y el derecho,asimismo, a ser elegidos. Frente a Rousseau,tanto Tocqueville como Stuart Mill defienden laidea que la única forma compatible con elEstado liberal es la democracia representativa y parlamentaria. La llamada democratización delestado, si bien amplió el derecho al voto a más ymás sectores sociales y multiplicó los órganosrepresentativos, no implicó una modificaciónesencial de esa concepción liberal yrepresentativa de la democracia.

    La democracia representativa ha sido defendidasiempre como una alternativa “viable” (StuartMill) y “eficiente” (Dahl) a la democracia

    directa o de asamblea. Las razones de fondoaducidas son, como sabemos y ya hemosmencionado, el tamaño de la población llamadaa reunirse y participar, y la naturaleza de los problemas a tratar que van más allá de lo que las pequeñas unidades de población pueden asumir.A pesar de ello, se reconoce (Dahl) que lademocracia representativa tiene su “ladooscuro”, o un precio a pagar: el enorme poderdiscrecional sobre decisiones muy significativasque delegan los ciudadanos a sus representantes.

    Sabemos que las élites representativas han demoverse en los límites institucionales y procedimentales que son propios de losregímenes democráticos, pero también sabemosque esos límites acostumbran a ser amplios, y nosiendo muy robustos ni constantes losmecanismos de control o de participación popular, el hecho es que la discrecionalidad delas élites para interpretar su mandato derepresentación, incluso en decisiones decontenido estratégico o de gran significación, esmuy notoria. Por tanto, una vez aceptado el

     principio de representación, el énfasis se poneen establecer las cautelas y los equilibriosnecesarios para controlar en la medida de lo

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     posible esos márgenes de discrecionalidad y para fijar una renovación periódica de laconfianza y una clarificación deresponsabilidades vía refrendo electoral.

    ¿Qué cambios puede producir en ese escenariola aparición de las TIC y la generalización de

    Internet?. Si bien continúa siendo cierto quetodos los ciudadanos de cada país no puedenencontrarse cara a cara, si es ya posible que puedan comunicarse a distancia a través de lasredes que ofrecen las TIC. Por tanto, con todaslas cautelas necesarias, y siendo consciente quelas formas de deliberación en asamblea sondistintas a las que se dan por teléfono o en unfórum virtual, se podría al menos pensar hastaque punto empiezan a darse las condiciones para avanzar hacia formas de democracia, en laque sea posible acercarse a los viejos idealesrousseaunianos sin las cortapisas del tamaño del“demos” y que, al mismo tiempo, permitaobtener eficiencia en la toma de decisiones.

    Pero, ¿de que democracia directa hablamos?. Nocreo que sea necesario insistir en los problemasque genera una concepción de democraciadirecta de tipo referendario, basada en lainstantaneidad de la toma de decisiones, sinmediaciones deliberativas ni institucionales.Hace ya años, un magistrado de la Corte

    Constitucional italiana, Gustavo Zagrebelsky, ponía de relieve la falta de adecuación entre los presupuestos deliberativos de la democracia y la precipitación no exenta de demagogia querodean los referéndums instantáneos, y para elloutilizaba el ejemplo bíblico de la eleccióndirecta y popular que decidió entre Barrabás yJesucristo. La extensa literatura sobredemocracia deliberativa, nos muestra laimportancia extrema que los procesosdeliberativos y participativos tienen en unaconcepción plena de lo que es una democracia

    liberal. Siguiendo a Jürgen Habermas, se afirmaque las decisiones en democracia se cargan devalor y significación, más sobre la base de latransformación que sigue a la deliberación, quesobre la simple agregación de preferencias. Porlo tanto, toda incorporación de las TIC a los procesos de toma de decisiones públicas, deberíatener en cuenta ese profundo carácterdeliberativo de la democracia. De no ser así, podría ocurrir que esas decisiones pudieran sernotablemente inconsistentes entre si, o bien queestuvieran demasiado afectadas por situaciones

    emocionales coyunturales. Por tanto,deberíamos dirigirnos hacia perspectivas en lasque fuera posible o imaginable, utilizar los

     potenciales comunicativos y de toma dedecisiones colectivas que Internet sin duda presenta (y que ya han sido probados encontextos privados u organizacionales), sin queello hiciera perder capacidad y calidaddeliberativa a todo el nuevo proceso decisionalinspirado en un acercamiento a los valores de

    una democracia directa que siempre ha sidovista como auspiciable, pero no viable.

    Si combinamos potencialidades de las TIC paraavanzar hacia formas de democracia directahasta hoy inexploradas, con la necesidad decontar asimismo con mecanismos que asegurendeliberación y que canalicen opiniones y debateshacia formas de tomar decisiones pragmáticas yeficientes, deberíamos repensar nuestras actualesinstituciones democráticas. Parlamentos,gobiernos y partidos son hoy por hoy elementoscentrales en el sistema democrático. Desdenuestro punto de vista, son los partidos políticoslos que hoy por hoy ejercen el rol clave demediación-control entre población y gobierno,con la constante colaboración amplificadora delos medios de comunicación, siendo esosmismos partidos los que nutren de contenidos yconcentran el protagonismo en sede parlamentaria.

    A partir de esas premisas, se puede imaginar un

    sistema en el que el gobierno fuera elegido conmecanismos similares a los actuales, y en el quelas decisiones que hoy toma el parlamento yotras consideradas suficientementesignificativas, fueran sometidas al refrendodirecto de toda la ciudadanía con derecho a voto,utilizando los instrumentos que ofrecen las TICy sus desarrollos futuros. Esos momentosdecisionales se concentrarían en ciertas fechas, yen los periodos previos se produciría el debate público, animado por unos partidos políticos quedeberían orientar sus funciones hacia una labor

    de “brokerage” y articulación de intereses yalternativas, perdiendo peso su actual énfasis enla ocupación de espacios institucionales. Sedibuja así un sistema en el que el voto directo nose produciría sin mediación ni deliberación. Nohablamos por tanto de una simple democracia plebiscitaria. El voto directo contaría con laimprescindible mediación partidista,configurando así una salida pragmática que podría permitir alianzas con los protagonistasactuales de los procesos de intermediación yrepresentación de la voluntad popular.

    Es importante tener en cuenta que, hasta ahora,las instituciones existentes han tendido a usar y

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    a modelar las TIC como mecanismo dereforzamiento de sus posiciones de poder. No essorprendente, por tanto y tal como hemos yamencionado, que las instituciones políticas ydemocráticas hayan buscado la aplicación de lasTIC a sus rutinas sin romper los paradigmascomunicacionales y de poder previos. Pero,

    estamos hablando de otra democracia, de otraforma de hacer política, y por tanto esa simpleadaptación no parece auspiciable.

    En este sentido, es evidente que los partidos políticos deberían cambiar significativamente suactual forma de operar. Su trabajo se haríamenos seguro, y sus funciones y el tipo dereclutamiento que actualmente impulsan,debería modificarse sustantivamente. Los partidos son hoy organismos o entidadesnotablemente cerradas y muy volcadas a laocupación de espacios institucionales, predominando una visión centrada en la presencia mediática de los líderes quecomunican constantemente los mensajes aafiliados, votantes, simpatizantes y ciudadaníaen general. La labor de “cocina” se realiza demanera poco transparente, centrada en las élites,los cuadros políticos y la organización, juntocon los intereses que se logran canalizar orepresentar. En un escenario como el queapuntábamos, los partidos deberían trabajar

    mucho más en red, con menores seguridadesorganizativas, con un énfasis parecido al actualen relación a los medios de comunicación, perocon mucha mayor capacidad de articulación deintereses y de opinión en el territorio y en lasredes sociales. El papel de las ideas, de lacapacidad de influir en el entramado social próximo sería esencial, reduciéndose en cambioel papel de la disciplina de partido o de lamilitancia organizada.

    Parece claro que en esta estrategia, en la que las

    TIC jugarían un papel central en laconfiguración de un sistema democrático basadoen el voto directo de la ciudadanía sin laintermediación de las institucionesrepresentativas tradicionales, existensignificativos problemas. Uno de los principalessería, sin duda, el papel de los parlamentos enese nuevo escenario, aunque algunos hablan yade democracia posparlamentaria. Pero, si nosreferimos más en concreto a los problemas que pueden surgir en la implementación de las propuestas de democracia directa reseñadas,

    algunos de los que se han señalado como mássignificativos son la falta de continuidad y deestrategia definida en la opinión de la

    ciudadanía, la falta de información y debatesuficiente, sin asunción de responsabilidadessobre los efectos de las decisiones tomadas, el peligro de falta de participación que permita elcontrol del voto en ciertas decisiones por partede minorías con intereses muy definidos, o elexceso de complejidad en las políticas o

    decisiones a tomar, o los problemas derivadosdel propio uso de las TIC, su control,garantías,...

    El punto en el que se alude a la falta de preparación de la ciudadanía para enfrentarse ala complejidad de los temas que hoy nutren losdebates legislativos es probablemente el más defondo. Voces como las de Schumpeter o Sartorihan afirmado que la ciudadanía no tiene elinterés suficiente para seguir debates de fondo einteresarse por temas que no estén muyconectados a sus intereses más inmediatos. Porotro lado argumentan que la tecnificación demuchos de los debates sobre alternativas ante problemas concretos aleja a la ciudadanía de su posible implicación. Su implicación en ladecisión, afirman, sólo podría afectarnegativamente la calidad del resultado final. No parece un argumento fácil de sustentar enmomentos en los que, si por una parte cada vezestá más en duda la univocidad de las respuestastécnicas, más se oye hablar asimismo de

    construcción social del riesgo o de technologyassesment aludiendo a la necesidad deincorporar opiniones legas en temas decomplejidad técnica relevante pero que sondifícilmente resolubles sin esa visión de no-experto. En el fondo uno acaba pensando que losargumentos contra la democracia directa basados en la falta de formación suficiente delos ciudadanos para tomar decisiones, podríanservir igual para argumentar contra la mismademocracia genéricamente definida.

    Los problemas derivados de la propia forma enque se han desarrollado las TIC (muy vinculadasa perspectivas de carácter mercantil yeconómico), el control sobre la red y sobre la producción del software, la desigualdad en suacceso, o los posibles problemas de control y degarantías que plantea su uso, son claros y van aseguir existiendo durante largo tiempo. Demanera mucho más concreta, existen problemasen la propia forma en que se deba desarrollar lavotación electrónica. Nada de eso puede sernegado. Pero, volviendo a los primeros párrafos

    de este texto, no deja de ser importante, a pesarde todo ello, el preguntarse hacia quedemocracia avanzamos y hacia cual nos gustaría

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    acercarnos. El cuadro de alejamiento ciudadanodel sistema político que parece extenderse yafianzarse, avala el avanzar de forma aunque seade forma experimental, para detectar fortalezas ydebilidades.

    Lo que parece indudable es que ya no es posible

    hablar de renovación de la política, ni dereplanteamiento de las políticas sin incorporarno sólo Internet y lo que significa, sino tambiénel gran cambio tecnológico que la era digital hasupuesto. Los instrumentos de las políticas, lasvías de comunicación política,…, debennecesariamente repensar sus rutinas y formas de proceder ante el alud de cambios tecnológicosque en poco tiempo han cambiado nuestrasvidas. Lo que hemos incorporado en esteapartado es sólo una tímida muestra del muchocamino a recorrer en este sentido.

    ¿CONCLUSIONES?

    Todo se mueve a nuestro alrededor, y vivimoscon muchas más incertidumbres. ¿Cómo tomardecisiones individuales y colectivas sobre estarealidad movediza y como incorporar a esasdecisiones las perspectivas y los efectos a largo plazo?. La política, en su capacidad de gestionarde manera pacífica y consensuada la toma dedecisiones que afectan a una comunidad, padece

    de manera directa ese conjunto de problemas yde cambios muy esquemáticamente resumidosen estas páginas. Pero, es la política el granobjetivo de este ensayo. El sistema político nofunciona como debería. La política está en crisis.Los políticos acumulan agravios y reproches. Lacapacidad de los gobiernos (europeo, estatal,autonómico o local) está cada día puesta encuestión por asuntos que se originan muy lejos osobre los que no tienen competencias directas, pero que a pesar de ello les explotan en sus carasy afectan directamente a sus ciudadanos. ¿Cómo

    repensar la política. El gobierno en sus distintasesferas y sus instrumentos de acción: las políticas públicas?

    Hemos tratado de responder parcialmente a esta pregunta a lo largo de las páginas anteriores. Loslaberintos decisionales a los que se enfrentan lossistemas políticos en la actualidad, no procedentanto de la propia incapacidad de la forma deoperar de la política y de las instituciones en quese despliega formalmente, sino más bien de la propia complejidad y falta de definición precisa

    y consensuada de los problemas con que seenfrenta. Agravado todo ello por los efectos deuna globalización que nos hace

    interdependientes, sin establecer mecanismos deregulación y gobernanza a la altura de esainterdependencia. Las políticas que derivan deesas instituciones, de las distintas esferas degobierno aquí analizadas, se ven afectadas por larapidez con que se han movido y transformadolos que serían sus objetivos de actuación (las

     personas, sus entornos, los problemas que lesaquejan,…) sin que su capacidad de adaptacióna esa nueva realidad se hay producido. Así,muchas de esas políticas nos resultancontradictorias, ineficaces o perfectamente prescindibles.

     Nuestra propuesta, ha sido la de repensar los problemas, examinar e integrar su complejidaden nuestros análisis, para desde esareconsideración de los temas, y desde esaaceptación de la complejidad no como obstáculosino como condición, poder repensar la políticay las políticas de respuesta. Proponemos profundizar en la democracia, acercarinstituciones y problemas, y por tanto reforzar la política de proximidad que representan losgobiernos locales, desmonopolizar lasinstituciones y hacerlas más permeables a lasiniciativas sociales, e implicar a la ciudadanía enla resolución de problemas que no son problemas de la política o de las instituciones,sino que son problemas de todos.

    Estamos seguros que nuestras respuestas pueden parecer parciales, imperfectas o poco concretas.Pero, están planteadas desde la búsqueda de unequilibrio entre la descripción analítica y la propuesta normativa. Hemos pretendido trabajardesde una lógica de realismo político, buscandosalidas también realistas a los males que aquejana nuestras democracias. Pero, no hemos queridoquedar atrapados por el pesimismo tradicionalde aquellos “realistas” que ven en la democraciauna forma no autoritaria de gobierno, o que

    reducen el ideal democrático a una formacompetitiva de escoger a nuestros gobernantes.Ser hoy realista puede y debe querer decir,exigir a la democracia que incorpore a laciudadanía a la resolución colectiva de los problemas comunes, y ello implica no confundir política con instituciones, ni participación conelecciones. Sin duda, el debate sigue abierto, ynosotros nos comprometemos a seguir participando en el mismo.

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