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La libertad de examenParece imposible que exista en el día cíerte

Iglesia que considera el derecho de examenno solamente como una heregía, si que tam-bién como un insulto á la Divihídad , y que,para vengar tí la magestad divina á quien creíaultrajada: baya inventado QI tríbunat de la In-quisición.

El viajero que' visita la España, encuentraaún en varias ciudades una construcctón ex- ~traña, totalmente diversa de los edificios co-nocidos, con la fachada de un palacio, y ellado opuesto de una prisión; pero una prisiónconstruida en forma de claustro, con dos filasde celdas, una en el piso bajo, y otra en elprincipal. En estas celdas sólo penetra el airepor una lumbrera abierta en en el techo, yresguardada por un triple enrejado. El pisoestá distribuido en muchos calabozos, en losque la luz no penetro. sino pOI' la puerta.

Este conjunto sirve de techo á un subterrá-neo abovedado y misterioso. Alli no hay másque oscuridad continua. Una linterna cuelga deltecho: grandes manchas de sebo se ven en lapared: aquí y allá una cuerda, un garfio, un es-calfador y un depósito de carbón. El lodo, siem-pre húmedo en el suelo, está constantementerociado, sin que pueda secarse jamás: cuandose pisa destila sangre como una esponja.

Tan siniestro edificio llevaba antiguamente elnombre de Santa Casa; pero cuando un tran-seunte pasaba por delante de ella, acostumbra-ba acelerar ,131 paso, volviendo á un lado y á otrola cabeza1D aire temeroso.

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2 ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

Un fraile dominico habitaba una parte de es-ta prisión disfrazada de palacio: era el inquisi-dor, vicario de San Pedro-y dueño de las armasespirítuales. .

Como representante. del humilde pescador,primer obispo de Roma, aquel fraile tenía comoel Papa un poder absoluto sobre todos los hom-bres, ya fuesen .oampesinos, artesanos, clérigos,nobles, principes ó monarcas.

El inquisidor vivía en una habitación alhajadacon regia magnificencia, y poblada de pajes ylacayos. Cuando salía de su palacio, una es-colta de hidalgos acompañaba á caballo su ca-rruaje. Por lo demás, ostentaba en todas lassolemnidades públicas un ceremonial seme-jante al 'de un soberano.

La Inquisición, en efecto, representaba otroEstado en el seno del Estado. Tenía tambiénsu éjército, llamado la Santa Cruzada; porquela santidad en este inhumano oficio, servíasiempre de pronombre á su ministerio.

La Santa Cruzada no era sino una especiede policía secreta, que el inquisidor engan-chaba gratuitamente á su servicio, y que reclutaba por lo general entre la clase noble.Aunque no tenía un sueldo fijo. esta milicia,gozaba de una completa inmunidad contratoda clase de persecuciones, lo mismo de partedel inquisidor que de la del alcalde de casa.y corte.

El dependiente del Santo Oficio, inviolablepor su profesión, seguro de no incurrir enningún castigo, podía cometer toda clase decrímenes, sin que tuviera que dar cuenta ánadie de su conducta. ¿Le estorbaba un ma-rido? Este marido, acusado de hereje, era in-mediatamente encarcelado. ¿QUién se hubieraatrevido á protestar? La misma protesta hu-biera sido considerada como una heregía.

La Santa Cruzada, pues, difundida por to-das partes. pero en todas partes de iR'cógnito,era una especie de oreja siempre abierta, un

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ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAl. 3I

ojo universal, por donde la Inquisición," COtlS-tan temen te en acecho, podía verlo y oirlotodo,puesto que estaba en todas partes á la vez,con especialidad cerca de su víctima; acom-pañándola por la calle, delatándola con un sa-ludo.

Nadie podía vivir, trabajar, hablar, ni dor-mir sin dar cuenta de S11S acciones 'al inqui-sidor, que estaba' vigilando á la puerta, á lamesa y á la cabecera del lecho de cada ciuda-dano. para escudriñar su vida, sus comidas,y hasta su sueño. Para cumplir tan ptadosasfunciones, la Santa Crusada se revestía, segúnel caso, de la figura de padre, hijo ó hermanode la persona sospechosa de heregía.

¿A dónde huir? ¿En dónde refugiarse? Parala Inquisición no existe el mar ni las distan-cias. Do quiera el fugitivo busque un asilo, laInquisición sígue sus pasos, aunque sea hastala otra parte del Océano. Cuando una escuadraaparejaba para el Asia, tenía á bordo un esbirro:cuando una fragata desembarcaba un regi-miento en Manila, saltaba también á tierra uninquisidor.

En vano el hombre sospechoso, para librarsede la muerte, trataba de pasar la frontera; uncentinela mudo é invisible le perseguía.

En todas partes en que este asiduo centinelaencontraba á un fraile dominico con poderesdel Papa para asar carne .humana , hacíaleuna señal, y el culpable era detenido y e!1-tregado á las llamas.

La Inquisición tenía el oído muy fino y lamano muy larga. Su poder era ilimitado.

Para mayor seguridad aun, obligaba al sa-cerdote á descubrir el secreto de la confesión;im ponía al hijo el deber de delatar á s u pa-dre, y á la esposa e~ de denunciar á su ma-rido.

El código de la lnqjnsición asimilaba la discrecíón con la complfcidad. Al lado del delitoc metido por medio de la palabra, ñgu ruba

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4 ASOCIACiÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

el crimen cometido "por el silencio. Así con-taba con un resentiiniento oculto en cade. casa,con un traidor en cada familia.

Un noble da un banquete á sus amigos: va-cíanse varias botellas .entre alegres brindis; pe·ro en medio de la expansión de la fiesta. uno de'los convidados deja escapar una expresión ma-Iiciosa, una sátira contra el clero. Al día siguien-te este convidado ha desaparecido de su casa:la Inquisición ha escuchado sus palabras.

Una mujer descansa por la noche al lado de. la cuna de. su hijo. Su esposo, "al acostarse,-Ie dice al oído alguna cosa que alarma su con-ciencia. Va ella á consultar ú su confesor, yuna hora después, 'cuando regresa á su domi-cilio, encuentra la puerta sellada. La Inquisi-ción acaba de llevarse al padre de su hijo.

Parecía en ciertos momentos que la Espaúa.entera 'no era más que- una agencia de espio-naje; que una voz acusadora salía de cadagrieta de pared, de cada soplo de aire, de cadapeña, de cada ola del mar; que la piedra ha-blaba; que la noche hablaba; que las yerbasdel cementerio hablaban; que la misma almoha-da repetía los sueños de la noche, y que allí,en la sombra, detrás de sus robustas rejas, laInquisición, siempre en acecho, prestando oídoal viento y escuchando sin cesar, se compla-cía en recoger el menor' murmullo que reso-naba en el espacio.

Cuando la Inquisición sospechaba alguna he-regía de palabra ó de hecho, por' haber vuelto,verr.t gracia, la cabeza un moribundo hacia lapared; por haber quitado la corteza del pedazode tocino que se había servido en la mesa,ó por haber pasado la uña por el filo de uncuchillo, en seguida decretaba> el arresto delculpable. Inmediatamente la multitud huía deél con horror; su nombre era maldito, su ha-bitación amurallada. Ingresaba en la cárcel elacusado con la frente baja, cual una víctimaresignada á la infamia. A su llegada, la Inqui-

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ASOC1ACIÓ:-¡ DI:: PROPAGANDA LlBEI{AL 5

sición Iequataba el dinero, y Luego le encerraba;Después de haberío entregado á la agonía pre-paratoria de la soledad, la Inquisición le lla-maba á su audiencia, El juez, cubierto el rostrocon una capucha, recibía la indagatoria, Nodirigía al reo más que esta sola exhortación:-«El'es culpable: confiesa tu delito, y el tribu-nal tendrá en cuenta tu arrepentimíento». Peronunca el inquisidor designaba el crimen c~metido; ni la época, ni sus circunstancias; demanera que el preso. detenido algunas vecespor una conversación ya olvidada, tenia quebuscar en su memoria alguna antigua impru-dencia cometida por su lengua, y si no la re-

-cordaba, adivinada, y si no la adivinaba, morir,¡Morir!. , _ Si, si, morir; por que la negativa

era pana aquella justicia enmascarada la impenitencia final, la mayor de las heregías:por cuyo motivo el hereje que persistía en noconfesar el delito cierto ó falso de la .acu-sación, era entregado sin _ piedad á la ho-guera.

Una fórmula vaga, general, sin ningún hechopreciso,' sin designación especial, era de admi-rable u tilidad para la acusación. Acontecía confrecuencia que el detenido, ignorando ó no pu-diendo sospechar por que infracción de la ley:de Dios le había encarcelado el Santo Oficio,confesaba expontáneamente otro delito de que elInquisidor no tenía conocimiento; de maneraque se convertía por sorpresa, en delator desí mismo, y condenado por su propia confe-sión, expiaba su candidez en un calabozo, enel que permanecía encerrado durante ciertotiempo ó á perpetuidad.

No solamente el prisionero ignoraba él crimenque seIe imputaba, sino también el nombre delacusador. Perseguido las más de las veces pordelación de un enemigo, ni siquiera se le reco-nocía el derecho de ser encarado con el delator,ni de confundir la calumnia por medio de otrainformación. La Inquistcíón no admitía sino la.

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6 ASOCIÁCOON- DE " ROPAGAl'UU •. LIBIIt:&.J..

información acusadora, y no recibía bajo 'pretex-to alguno la información justificativa. Admitíala prueba del crímen, pero no la [usriflcaciónde la .inocencía.

A más de ocultar al 1'00 su delito y el nombredel que le denunciara, la Inquisición le oculta-ba igualmente su proceso. En ninguna ocasiónel acusado podía seber el crimen que se le im-putaba contra la Iglesia Romana. «Es precisoobrar con prudencia, decía el código de la I!1-quisición, y encubrir hábilmente el hecho im-putado." .

He aquí ahora como ocuitaba la Inquisiciónlos crímenes de que se acusaba al infeliz quecaía en sus manos. Notificaba al preso proce-dimientos apócrifos. instruídos arbitrariamente,'en los que entremezclaba acusaciones, gravescon otras más leves. El detenido rechazaba na-turalmente con energía las más graves, sinocuparse de las leves, y de esta conducta sededucía que confesaba los delitos á que no ha-bía contestado. El olvido era considerado comouna confesión.

Así el desventurado reo luchaba ó ciegas enlas tinieblas, contra fantasmas invisibles empe-ñados en su condenación. Empezaba por entraren una celda silen-ciosa como la tumba, en laque pasaba semanas enteras entregado á la per-plejidad. Desde esta celda pasaba á una sala deaudiencia, tan sombría como su prisión, en laque un juez, siempre. encapuzado y misteriosocomo un espectro, le preguntaba por detrás deuna puerta cerrada acerca de un hecho desco-nocido, y después de haberle 'interrogado, lemandaba de nuevo á su calabozo.

La Inquisición, no obstante, no lograba síem-pre convertir al acusado en delator de sí mismo.Entonces recurría á su último recurso, á unaindagatoria casi siempre decisiva en la mate-ria, que consistía en interrogar á la carnedespedazada por el sufrimiento. . .

«En caso de negativa, decía el código, de la• Inqutsíeíón, el juez deberá emplear el tor-

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ASOCIACIÓN DB PRQ¡>AGANDA LIBERAL 7

mento para arrancar al 'reo upa buena con-tesíón».

Pero el tormento hubiera debido ser consi-derado, sin exageración, como un castigo, ycastigo el más cruel, ya que imponía al hombre todo lo que puede sufrir antes de perderla vida. Pues bien, la Inquisición, cuando sedignaba consultar el Evangelio, sentía un es-crúpulo de conciencia, un movimiento de ca-ridad, y en la efusión de su mans~umbre cris-tiana, exigía un motivo, ó cuando menos unpretexto para la aplicación del tormento. ¿Yque .pretexto era este? Nada más que una pa-labra balbuciente del acusado durante su in-dagatoria; su turbación, su perplegidad, supalidez, su contradicción: una sospecha justi-ficada por otra sospecha; un indttiío, medioindicio, la cuarta parte de un indicio multipli-cada por otra cuarta parte de indicio; el todoequivalente á la mitad de una probabilidad, áotra ~ariencia unida á otra apariencia, las cua-les, en conjunto, forman la suma de una pro-babilidad.

Así, con el auxilio de esta aritmética jurídica,por aproximaciones ó por fracciones, el inqui-sidor fijaba arbitrariamente el principio de laprueba, á la que debía seguir la prueba com-pleta del tormento y aplicaba la tortura contanta frecuencia como quería durante el tiempoque se le antojaba: solamente que, antes dedespedazar en nombre de Cristo el cuerpo deun cristiano extraviado ó calumniado, solía:tranquilizar su conciencia con una declaraciónconcebida en estos términos:

«Mandamos que dicho.tormento sea aplicadoen la forma y durante el tiempo que juzguemosnecesario, protestando, como protestamos, queen caso' de muerte ó de fractura de miembro,sólo podrá echarse la culpa al acusado».

Después de esto, dos frailes, cubierta la ea-beza con una caperuza con agujeros á la al-tura de los ojos, sacan al paciente de su celda

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.8 A~OC1ACIÓN DE PROPAGANDA .LIBERAL

para llevarlo al. tormento. La víctima ha salidode su calabozo: sus pies resbalan sobre el tan-goso suelo. Ya ha llegado al sitio fataL Miraá su' alrededor, y envueltos en el humo quedespiden .las antorchas, aparecen á sus ojosdiferentes fantasmas. Estos verdugos, igual-mente encaperuzado s, despiden. al través desus máscaras siniestras míradas, que aterrorí-zan al pobre prisionero.

Las piedras de aquel subterráneo oonservanen todas partes dilatadas manchas de color du-duso. Un hedor tatídrco se desprende de aquellamazmorra infecta. Llega temblando la víctimaal centro de tan horr-ible estancia, en la quecuatro ó seis desalmados, sin proferir una pa-labra, matan solamente á medias, para, tenerel derecho de ases tal' el último golpe en otrositio. .

A dos pasos del desgraciado, vese 'Un arma-toste misterioso, desconocido, en forma de ca-ballete, tenido de sangre y atraves,ado ppr unpalo. El miserable destinado á sufrir el tormento,ve en el suelo una cuerda humeda aun, un vasolleno de agua, y sobre el vaso una servilletamojada.

En medio de esta lúgubre escena, se pasea entodas direcciones un fraile con la frente descu-bierta y la satisfacción pintada en el semblante.Este .personaje saluda, manda, sonríe, y dirigela palabra con benevolencia al acusado. Estehombre amable, risueño, es el inquisidor prin-cipal, que representa siempre en este espectáculo el papel de la caridad.

Dos verdugos se apoderan del reo, le levantanen alto,' y lo tienden encima del caballete, conlas espaldas sobre el palo y la cabeza inclinadahacia el suelo: luego le agarrotan las piernas ybrazos con una gruesa cuerda.

. Cuando el pacten te, echado sobre el caballe-te, de manera que el peso de su cuerpo inclina-do sobre el palo transversal descanse por cem-pJe.to en un solo hueso de la columna vertebral,

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no puede hacer ya el menor movimiento, el se-cretario le manda recibir el Ouicumque ouit, yencomendar su alma á la virgen María.

Concluído el rezo, uno de los ejecutores dauna vuelta más á la cuerda, mientras el otroIntroduce la servilleta mojada en la boca delacusado, ñltrándole á través de aquel trapo elagua del vaso. .

Con esta segunda vuelta, cuerda penetraen la carne: el pecho se dilata para aspirar el

• aire, y á cada esfuerzo de aspiración, el pañuelopenetra más adentro de la garganta, é intercep-ta el aliento La sangre brota por la nariz y porlos ojos de la víctima.

A cada minuto se inclina el inquisidor sobreaquel hombre lívido, y.le invita bondadosamen-te á confesar su delito.

Pero la víctima persiste en su negativa; elagua sigue filtrando gota á gota, y el verdugo daotra vuelta á. la cuerda. Ni una sola fibra delcuerpo, despedazado o comprimido, deja die su-frir y de estremecerse, hasta que la columnavertebral cruje hecha pedazos por la presión,y el cuerpo del atormentado vuelve á caercon todo su peso sobre el caballete.

Durante esta operación¡ el ejecutor, con lamano puesta sobre el pecho del reo, observaatentamente los latidos de su corazón, comoun termómetro viviente que marcara la inten-sidad del dolor que puede el hombre 'soportarsin morir.

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I Cuando el semblante empieza á palidecer yá inundarse en sudor frío; cuando los nerviosdejara de crujir bajo la presión de la cuerda;cuando el soplo intermitente de los pulmones

,espira en ahogados suspiros; cuando va á en-trar la víctima en la agonía; cuando ha en-trado ya en ella, el fraile ordena con la manosuspender el tormento. á fin de no perder supresa y adelantarse á la muerte .

. .,: Entonces los' verdugos cesan en el suplicio;aflojan la cuerda; sacan el trapo empapado

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10 ASOCIA~IÓN ;I>~ .PRO~Af'ANDA LIB,EHAL

en sangre; cargan sobre sus espaldas al reo.sin sentido y lo vuelven á su celda.

¿Está muerto? ¿Está vivo? Poco importa: se118 representado la tragedia: la puerta del ca-labozo ha sido discreta; la sangre ha empapadola tierra, y las gruesas paredes de aquel" ho-rrihle antJ¡o han apagado. el grlto del tormento,

Si el prisionero ru<'itÍaá consecuencra de esteasalto ilirigido contra. su persona, la Inquisi-ción lo 'trasladaba al muladar, y. proseguta lacausa sobre su sepultura: si, al contrario, vivía,renovaba el tormento, hasta que confesaba eldelito cierto ó falso de heregía.,

Porque era la confesión á': todo precio, la,_ confesión á todo trance, lo que el Santo Ofi-

cio se proponía alcanzar por medio del aguay del fuego, y esto únicamente para tener elderecho de escribir en el libro de las senten-cias: «Condenado por su propia contesíón.» Es-tas palabras servían de descargo á su con--ciencia.

Después, podía la Inquisición castigar al reo,arruinarle .sin temor, porque había adquiridopor su parte la .apariencia de la [ustteia. Heaquí porque trataba de obtener á todo trancela confesión, 'primero por el tormento, y lue-go por el ayuno, por ,el insomnio, por la soledad, ó por la presencia de un companerode cautiverio, que tenía la misión de insinuaral infeliz,. re~~ido por e.1h?mbre, el .cansanc\oy la meditación, el caritattvo consejo de quesólo' podía salvarse confesando el delito.

Efectivamente, desde el~lOmento en que elacusado. confesaba' su crimen, quedaba de de-recho libre del suplicio: la Inquisición le im-ponía sencillamente la pena de prisión duranteun tiempo indefinido; el senteneíado se convertia en propiedad del San to' Oficio, y éste le resti-tuía la libertad á su tiempo, ó le guardaba áperpetuidad. ,

Después de castigar de este modo á un padrede familia, culpable cuando más de una palabra,

r

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ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LtBERAL li

de un pensamiento, d.e menos aun, de una ía-terpretación dada per un tercero á un pensa-miento Ó á una palabra, la Inqutstclón jirroia-ba los hijos de la casa paterna, los condenabaá la infamia hasta la tercera generactón, y nin-guno de ellos podía en lo sucesivo ejercer una.profesión honrosa:

y Él. fin de que la mf.dición quedase parasiempre impresa sobre la frente de aquella fami-lia, la Santa Casa guardaba el sambenito, la libreade la vergüenza, para colgarla del pilar de laiglesia parroquial-á que pertenecía el condenado, con Su nombre e-crito en un cartelón, junto ,con la clase de lleregía que había cometido.

Algunas veces moría el preso ahtes de pro-nunciarse la sentencia: en este caso el SantoOficio exhumaba el cadáver para encausarle, ydespués de haber preguntado judicialmente áun esqueleto, y de declarado convicto de blas-femia, lo acompañaba en procesión á la hogue-ra. Una vez pronunciado el fallo contra un restode polvo, el tríbunal confiscaba la herencia quehabía pasado á los descendientes del difunto.

Pero si el detenido, preguntado en generalsobre los sucesos de toda su vida, dejaba deconfesar un crimen imaginario, que ni siquierasospechaba, entonces nada de compasión; eraun negativo, y marchaba al-quemadero. «Negarun crimen es confesarlo», decía claramente elcódigo de Torquemada. Pues bien: como la confesión por medio de la negativa implicaba endu-recimiento de espíritu, la Inquisición condena-ba al negativo al último suplicio.

En caso que el acusado confesara solamen-te parte del delito, no por eso era menos per-dido: se le llamaba confitente diminuto, y culpa-ble de reticencia. Debía, pues, casi siempre con-vertirse en delator de sí mismo, y serio sinrestricción, so pena de morir víctima de los tor-mentos -més horribles que haya podido inven-tar el hombre.

Un trompeta á caballo anunciaba por todasI

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12. ~",. \

ASOCJAC¡ON QE PROPAGANDA LIBERAL

las calles de la ciudad ",el día del auto de fe.Aquel día el Santo Oficio levantába en la plazapública 'unas gradas, destínadas á la distin-guida sociedad que debía asistir al agradableespectáculo que ofrecía un hombre vivo en-tregado. á las 'llamas. A la hora prefijada apa-recía el lúgubre cortejo. El sentenciado mar-chaba en' el centro de la comitiva, con unaantorcba en Ismano, una soga al cuello,elcuerpo metido dentro de un saco, y la cabezacubierta con un" mitra de cartón, Ya' no eraun hombre; no era más que un maniquí gro-tesco, hábilmente desfígurado, y que por losdibujos infernales de su traje causaba repug-nancia á-Ia vista de los espectadores, al propiotiempo que extinguía en ellos todo sentimientode ccmpastón.

De este modo llegaba €l'lInteliz al quemadero,á p~e unas veces,' y otras montado al revéssobre un asno, con la cola en la mano envez de brida. Después de haber )¡\¡;¡.do tres vuel-tas ¡al rededor del cadalse, el .séeretasto de laInquisición le notíflcaba la sentencia de muer-te" y le entregaba á la 'justicia ordinaria, su-plican do caritativamente al verdugo tratase alculpable con la mayor bondad, es decír, quelo arrojase áta hoguera. La Inquisición apli-caba el tormento con la sonrisa en los labiosty mataba mintiendo. . . I

Cuando el juez ordinario había recibido dem'anos de un fraile al hereje sentenciado á Iamár;¡ dulce de .Ias penas (según la .íórmula), levesftan una camisa -embreada, y le sujetabanlas manos á la espalda, atándol~á un maderofijo en iuedio de la hoguera. Luego encendíael, verdugo una antorcha; la pasaba por el ros-tro del paci'sn te; le quemaba la barba, comopara hacerle probar los sufrimientos del su'plicio: aplicaba el, fuego á la hoguera, y la víc-tima desaparecía envuelta en un torbellino dellamas.

Y mientras el olor de la carne asada subíahasta el cielo, las señoras de la ciudad, sen-

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ASOCIACIÓN DE' PROPAGANDA: LlBERÁ'L 13

tadas en las gradas en traje de baile, se aba-nicaban gracíosamente, ó tomaban sorbetes,saladando con la mano á sus amigos y p~rientes.

Tal es lo que ha hecho la Inquisición en representación de Cristo, que se daba á si mismoel nombre de cordero. Esto es lo que ha hecho,no por casualidad, no furtiva y misteriosamen-te, sino á la luz del día y durante muchos si-glos, hasta que al fin la conciencia hu~ana,vuelta en sí del dilatado letargo de la Edad Me-dia, arrancó el tizón de las manos del SantoTribunal, diciéndole: «[Ya no asesinarás!» ,

¿Y de qué ha servido aquella justicia de ca-níbal, que consistía en quemar á un hombrepara corregirle de sus errores? ¿Ila servido aca-so para prvvenir Ó para impedir el crimen ima-ginario de heregía?

Aun no se' habla apagado la hoguera de JuanHuss~ y ya Lutero predicaba sus ideas. La Inqui-sición cerró la boca de Galileo con la manode un fraile, ¿y ha dejado por eso la tierra de ve-rificar sus evoluciones al rededor del sol? ElSanto O!icio aventó en el aire las cenizas deJordano 131'11 no; pero lo" aires reunieron lejosde allí aquellas cenizas, que resucitaron conel nombre de Descartes.

No existe en el día gobierno algun6 en Europa que co~intiera en prestar el verdugo á laIglesia ~~a ayudarla ti refutar la heregía, y laIglesia, ¿~dllcida á sus propias -íuerzas. ya noquema el hombre como 81ntiguamente; peroquem;ilibroS y los hace prohibir. Ella no con-

, vierte ya por la fuerza bruta; pero se apodera del~lhijo de fümilia, para bautizarle contra la volun-tad de esta familia. La intolerancia ha sustituí-

Ido á la Iuqutsición. ¿Y qué es la intolerancia?,'s la Inquisición sin armas. Vuétvasele la tuer-

-,...za, y será de nuevo lo que era en la Edad Me-dla.

!«¿Recor.\ais, decía Luis XIV al duque deVfendóme. señalando una cuesta: recordais queJ . .~

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14 ASOCIACIÓN DE PROPAGANDA LIBERAL

había aquí en otro tiempo un molino?»-«Si, se-ñor, contestó el duque; pero si el molino hadesaparecido, el viento que le movía no ha de-jado de soplar».

Eugenio Pelletan.

CARTA escrita por el licenciado don Gon-zalo Brabo á la Inquisición de Gatíciasobre la forma en que se deben ejecutarlos tormentos en Castilla. .

En el consejo presente, por el Ilm. señorObispo Inquisidor' General, :::;eha visto la cartade v. S. tle 13 del corriente, sobre la forma enque se dan los tormentos en ese tribunal, yme han ordenado su Ilma. y S. S. del consejo,diga á V. S. que el estilo que se tiene en lostribunales de por acá es arrimar el potro á lapared y se pone en él el reo, metiendo lospies por el primer claro, de m-anera que quedeasentado en el primer madero del potro; luegose liga por el cuerpo, asegurándolo en las argo-llas que están fijadas en la pared y lo mismopor los molledos de los brazos, después seigualan los pies, y se ligan y se ponen doscordeles en los dedos pulgares, y dando concada uno una vuelta por el talón de u pie, sesacan dichos cordeles, y se afianzan el pe-núltimo escalón del potro en la parte ba;a; des-pués se hace la ligadura de los brazos, y sepone el cordel para las vueltas de mancuerda,y hasta aquí no es más que estar ligado el \eo "para poderle d sr el tormento; y antes de ma~-dar des n udar al reo se le hace la moción ordt-naria que diga la verdad, etc.,· ó se mandarádesnudar, y desnudo, que diga la verdad, y >-_puesto en el potro, que diga la verdad, ó· se -mandará ligar, y es ligado por el cuerpo, mo-lledos, pie derecho, izquierdo y brazos, hacién-

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ASOCIACIO~ DE PROPAGANDA LIBERAL 15- --------~~--

dole 'cada amonestación antes de ejecutar cadacosa, y se va escribiendo.

Luego se le amonesta que diga la verdad, óse mandará dar la primera vuelta de mancuer-da: dala el ministro de justicia, estando sen-tado sobre el potro, su capa dehajo. y puestosentreambos pies en los brazos del reo, de ma-nera que queda el cordel entre sus pies, conlo que el ministro está seguro y más apto parahacer fuerza, así 00 el tirar del cordel, comoen el de tener los brazos arrimados con lospies al cuerpo para asegurar también 9ue nose rompa alguna canilla; hase de tener algúnespacio en esto, y se le han de hacer dos ótres mlnícíones, y pareciendo que ha pasadobastante tiempo (que no ha de ser mucho, paradar lugar á III distinción de las acciones) se

. manda afianzar.Luego se le diee que diga la verdad, ó se le

mandará dar el trampazo, y en entonces se ti-ran los cordeles de los pies igualmente, demanera que le hieran los escabones del potroen los muslos y espinillas, de modo que quedelugar para poderle dar segunda vuelta de tram-pazo; en las mujeres se ha de hacer esto conmás tiento por la flaqueza de los huesos.

Después se repite la minición que -diga laverdad, ó se le dará la segunda vuelta de man-cuerda, y se le da en la' forma referida.

Algunas veces se suele pasar de aquí á -Iosgarrotes de los molledos de los brazos, perono tiene conveniencia, porque aquella es par-te más fuerte y suele adormecer' los brazos,con que no se vienen á sentir las vueltas demancuerda que se siguen, y se puede dejarpor esta razón esta dtligenpía para la última.

De la segunda vuelta de mancuerda se pasaá la segunda de trampazo, y después á la ter-cera de mancuerda y á la cuarta ó más, y con-

'. cluír con los molledos, porque el trampazo nose da más que dos veces.

En el ajustamiento de los tormentos consisteel acierdo de las causas y averiguaciones de la

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Lic. Gonsalo sroio.

16 ASOCIAC~N DÉ PROPAGANDA LIBERAL

'. verdad, regulado. el arbitrio y la prudencia con).a «piedad» que «acostumbra» el Santo Oficio,de manera que' ni se falte,' ni se· exceda. Enla experiencia qne tengo, en habiendo dadotres vueltas de rnancuerda y el trampazo, biendadas, queda poco que esperar.

El poner el banquillo y quitarle, dejando alreo pendiente sólo de las ligaduras, no con-viene, m es acertado, porque no queda con lafirmeza necesaria para poder obrar el minls-tro, y se han visto malos sucesos, lo cual serepara con 'estar sentado el reo como quedaret-rido, y ejecutado el tormento en esa forma,la diligencia de tender al reo en el potro esexcusada, sino fuese cuando, por la debilidaddel sujeto, no se ha podido dar en forma lamancuerda.

Algunos inquisidores suelen excusar conde-nar al tormento á un reo por su debilidad, fla-queza ó tener roto algún brazo; y no conviene,porque la tortura tiene partes, como son la mi-nición, sentencia, bajar á la cámara, desnudar-se, ponerle en el potro, ligarse, darle las vuel-tas, y siempre conviene llegar hasta donde sepuede, porque pueden confesar en lo permi-tido, y se pierde esta esperanza por decir queno se puede dar las vueltas; luego excúsesetodo el medio, y yo 11evisto confesar á algunoscon en la minición Ó pronunciación de la sen-tencia, ó desnudarse ó ponerlos en el· potro,que se puede hacer sin riesgo, y al fin se hade pasar donde el médico y cirujano dijesenque no se puede pasar; y si el reo es quebrado

•. no importa, como se le ponga un buen bra-guero fuerte, que se ha de tener siempreprevenido para este efecto, y en éstos se sueleexcusar el trampazo rigoroso, porque llamaabajo.

Dios guarde.

Madrid y Mayo 24 de 1662.