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DÉFICIT FISCAL Página 44 of 71 4 DÉFICIT FISCAL El crónico déficit fiscal de Argentina es posiblemente el desequilibrio macroceonómico más importante del país. Mientras la clase política dirigente no solucione este problema las crisis se seguirán repitiendo por más que las mismas se manifiestes de manera distinta. Este capítulo se divide en cuatro secciones. En la primera se discute cómo se financia el déficit fiscal. La sección que el sigue se hace referencia la “incómoda aritmética fiscal”, el déficit no puede crecer más rápido que la economía para no volverse insostenible. La tercer sección trata sobre del déficit fiscal desde la vuelta a la democracia. La última sección resalta que antes una situación de deterioro fiscal, el ajuste fiscal que no realiza el gobierno lo hace, de hecho el mercado con pérdida de empleo y caída de la actividad económica. 4.1 ¿CÓMO SE FINANCIA EL DÉFICIT FISCAL? El déficit fiscal es el gasto en exceso que el tesoro realiza por sobre los recursos impositivos a su disposición. Superávit es el exceso de recursos impositivos que le queda al Tesoro por sobre los gastos realizados. Dado que no hay certeza absoluta sobre el monto exacto de los gastos que el tesoro va a tener que afrontar ni de los recursos que va a tener a disposición se distingue entre el resultado fiscal de un año puntual del resultado fiscal estructural. Déficit estructural es cuando el tesoro se encuentra en déficit fiscal crónico más allá de las desviaciones que ocurran según lo proyectado para cada año. Superávit estructural es lo contrario. El problema de Argentina, como el de tantos otros países a lo largo de la historia, no es meramente de déficit fiscal, es de déficit fiscal estructural. Argentina es un país con déficit crónico.

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DÉFICIT FISCAL

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4 DÉFICIT FISCAL

El crónico déficit fiscal de Argentina es posiblemente el desequilibrio macroceonómico más

importante del país. Mientras la clase política dirigente no solucione este problema las crisis

se seguirán repitiendo por más que las mismas se manifiestes de manera distinta. Este

capítulo se divide en cuatro secciones. En la primera se discute cómo se financia el déficit

fiscal. La sección que el sigue se hace referencia la “incómoda aritmética fiscal”, el déficit no

puede crecer más rápido que la economía para no volverse insostenible. La tercer sección

trata sobre del déficit fiscal desde la vuelta a la democracia. La última sección resalta que

antes una situación de deterioro fiscal, el ajuste fiscal que no realiza el gobierno lo hace, de

hecho el mercado con pérdida de empleo y caída de la actividad económica.

4.1 ¿CÓMO SE FINANCIA EL DÉFICIT FISCAL?

El déficit fiscal es el gasto en exceso que el tesoro realiza por sobre los recursos impositivos

a su disposición. Superávit es el exceso de recursos impositivos que le queda al Tesoro por

sobre los gastos realizados. Dado que no hay certeza absoluta sobre el monto exacto de los

gastos que el tesoro va a tener que afrontar ni de los recursos que va a tener a disposición se

distingue entre el resultado fiscal de un año puntual del resultado fiscal estructural. Déficit

estructural es cuando el tesoro se encuentra en déficit fiscal crónico más allá de las

desviaciones que ocurran según lo proyectado para cada año. Superávit estructural es lo

contrario. El problema de Argentina, como el de tantos otros países a lo largo de la historia,

no es meramente de déficit fiscal, es de déficit fiscal estructural. Argentina es un país con

déficit crónico.

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Si D es déficit, M emisión monetaria, y B deuda (bonos del gobierno), entonces 𝐷 = 𝑇 + 𝐵. A

un nivel de déficit dado, el déficit que no se financia con emisión monetaria se financiar con

deuda. Un presupuesto estructuralmente equilibrado se encuentra balanceado en el

mediano y largo plazo, de modo tal que la suma de todos los déficits futuros es cero.

Si bien la emisión monetaria y la deuda son las principales fuentes de financiamiento del

déficit, existen otros recursos que han sido utilizados en diversas ocasiones. Las fuentes de

financiamiento del tesoro podrían resumirse en las siguientes:

1. Impuestos,

2. Deuda (interna o externa),

3. Emisión monetaria (monetización del déficit),

4. Ganancias de empresas públicas,

5. Venta de activos,

6. Expropiación de flujos de fondos.

Un país con sus cuentas fiscales en orden debería, en principio, financiar los gastos del estado

sólo con impuestos. Si el tesoro se encuentra con equilibrio estructural, entonces los

impuestos alcanzan para cubrir los gastos, y la deuda pasa a ser un instrumento transitorio

para cubrir los déficits accidentales que pueden ocurrir en años puntuales. Estos déficits

accidentales se compensan con superávits accidentales, los cuales pueden ser utilizados para

cancelar deuda de años pasados. En otras palabras, un estado que ve aumentar su deuda a

mediano y largo plazo tiene un desequilibrio estructural en su presupuesto, no un error de

estimación de gastos y recursos. Cuando un gobierno se encuentra en desequilibrio fiscal

estructural, entonces eventualmente algún futuro contribuyente deberá hacerse cargo de la

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deuda pública.20 A su vez, todo peso que el estado toma en deuda es peso que el sector

privado no puede invertir. Este efecto crowding out afecta al mercado doméstico si la deuda

es interna y al mercado externo si al deuda es internacional. Alguien, en algún lugar, debe

dejar de invertir cuando un estado emite deuda.21

La emisión monetaria ha sido una herramienta utilizada por los gobiernos a lo largo de la

historia para financiar el gasto público. Desde el debasement del dinero mercancía (por

ejemplo monedas de oro y plata) hasta la emisión de dinero fiat en nuestros días.22 El Tesoro

puede hacerse de recursos tomando billetes del contribuyente vía impuestos o bien tomando

poder adquisitivo de los mismos billetes sin quitárselo físicamente al contribuyente. Si una

20 Esto da origen a la Equivalencia Ricardiana, la cual sostiene que de darse de manera perfecta, un aumento de

la deuda pública implica una disminución equivalente en el consumo dado que el contribuyente prevé que

deberá afrontar mayores impuestos al momento de pagar la deuda. Por lo tanto, el gobierno no puede aumentar

el consumo total vía emisión de deuda esperando que el nivel de consumo privado no caiga como sería el caso

con aumento de impuestos. De allí el término “equivalencia.”

21 Cuando el estado emite deuda, la demanda aumenta en el mercado de fondos prestables. Esto hace que la

cantidad de ahorros aumente; sin embargo, los fondos disponibles al sector privado caen. Este es el efecto

crowding out: incluso si la cantidad de ahorro aumenta, los recursos disponibles al sector privado disminuyen

(salvo en el raro caso que la oferta de crédito sea perfectamente elástica –horizontal).

22 El término debasement (en inglés) viene, justamente, de quitar metal base (de-base) a las monedas en la época

de dinero mercancía. Dado que a los ojos una moneda pura o una moneda debased se ven iguales, una manera

de evaluar la pureza de una moneda es ponerla en una balanza junto a una moneda que se sabe es pura y ver si

tiene el mismo peso. Históricamente la imagen de una balanza es asociada al mercado bancario. No es

casualidad que en varios países de habla hispana el nombre de la moneda sea “peso”. La palabra “dólar”, en

cambio, proviene de la palabra thaler que hacía referencia a las monedas de plata acuñadas en Joachminsthal

en el siglo XVI. El dólar, el daler danés y noruego, y el rijksdaaler Holandés, por ejemplo, provienen de la palabra

thaler.

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persona posee 100$, su poder adquisitivo cae lo mismo si le quitan 10$ o si mantiene los

100$ en su poder pero el nivel de precios sube un 10% (el poder de compra cae un 10%). Es

por este motivo que se habla de la inflación como un impuesto no legislado. No es casualidad

que los bancos centrales se hayan originado por problemas fiscales y no por problemas de

inestabilidad inherente al sistema financiero (V. C. Smith, 1936).23

Los puntos cuatro, cinco, y seis son aún más cuestionables como fuentes importantes de

financiamiento del gasto público. Más allá de si es o no rol del estado administrar empresas

públicas, las mismas no suelen ser superavitarias, lo cual implican una carga extra para el

contribuyente. Si bien las empresas estatales petroleras pueden ser una excepción, no debe

sorprender que sus ganancias sean utilizadas políticamente por el gobierno como en el caso

de Venezuela. Por otro lado, la venta de activos no deja de ser una fuente transitoria de

financiamiento dado que eventualmente no quedan más activos por vender. Las

privatizaciones en los noventa (bien o mal hechas) contribuyeron en el corto plazo al Tesoro,

quedando luego de cobrar la venta beneficios tributarios de las nuevas empresas privadas.

La operación contraria consiste en expropiar activos que generen flujos de fondos. Un caso

23 Incluso casos donde se perciben problemas en el sistema financiero como en Estados Unidos con

anterioridad a la Reserva Federal fundada en 1913, los mismos tienen origen en regulaciones y desequilibrios

fiscales, no en una inestabilidad intrínseca al sistema financiero. La idea de que el sistema financiero es

inherentemente inestable se puede rastrear al modelo de (Diamond & Dybvig, 1983). El problema fundamental

de dicho modelo es que no es representación fiel de cómo funcionan los bancos en el mundo real. La

inestabilidad teórica del modelo DD no es, por lo tanto, reflejo del sistema bancario. Ver (Dowd, 1992; White,

1999, Chapter 6).

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claro es la estatización de las AFJP a fines del 2008. Esto transfiere al estado el stock de

ahorros, así como el flujo de contribuciones para jubilaciones y pensiones.

Si el estado mantiene un equilibrio estructural de sus cuentas fiscales, entonces no es

necesario más que el primer punto para financiar al mismo. Esto, a su vez, se encuentra en

sintonía con los principios republicanos que la Argentina dice seguir en su constitución dado

que los impuestos son una concesión que el pueblo soberano otorga al estado vía sus

representantes en el Congreso; en lugar de ser una imposición del estado sobre el pueblo.24

Resumidamente, en Argentina el resultado fiscal se estructura de la siguiente manera:

Ingresos tributarios

Gastos corrientes

Recursos (ingresos) de capital

Gastos de capital

Los ingresos tributarios, además de comprender los ingresos por pago de impuestos y tasas

abarcan también contribuciones a la seguridad social, venta de bienes y servicios de la

administración pública, rentas de la propiedad y otros ingresos. Los gastos corrientes

incluyen los gastos operativos del estado (sueldos, consumo de bienes y servicios, etc.), pago

24 Si bien la deuda pública debe ser también aprobada por el Congreso, no dejar de ser una sanción de impuestos

sobre generaciones futuras no representadas hoy en el Congreso. Más allá de las cuestiones morales que esto

puede presentar, la deuda pública no debería ser un problema con un equilibrio fiscal estructural dado que

déficits y superávits tienden a cancelarse mutuamente.

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de intereses, transferencias a destinatarios de la seguridad social, subsidios, el

financiamiento del déficit de las empresas pública y otros gastos operativos. Los recursos y

gastos de capital capturan flujos de fondos de inversión. Los ingresos tributarios más los

recursos de capital menos los gastos corrientes y los gastos de capital dan como resultado el

déficit financiero del gobierno nacional. El déficit financiero es el déficit total dado que

incluye el pago de intereses de deuda, a diferencia del déficit primario que no incluye los

servicios de deuda.

4.2 UNA INCÓMODA ARITMÉTICA FISCAL Y EL SESGO KEYNESIANO AL DÉFICIT

(Sargent & Wallace, 1981) notan incómodos resultados aritméticos de un déficit fiscal

crónico. Según Sargent and Wallace, de haber déficit fiscal el mismo debe financiarse con

emisión de deuda, con emisión monetaria, o con una combinación de ambas. El problema es

que la emisión de deuda puede eventualmente llevar a ubicar la tasa que paga de la deuda

pública por encima de la tasa de crecimiento de la economía. Ceteris paribus, un aumento en

la demanda de crédito lleva a un aumento en la tasa de interés (el precio del crédito.) Cruzado

este punto, se pierde control sobre el déficit fiscal dado que la economía no genera

suficientes recursos para cubrir el déficit. El tesoro, por lo tanto, debe recurrir a emisión

monetaria para financiar el déficit fiscal. Salir de esta situación requiere de una reforma fiscal

(baja del gasto público o aumento de impuestos.)

Sargent y Wallace asumen que la deuda está nominada en la misma moneda que se usa en el

país con déficit; por ejemplo Estados Unidos cuando emite deuda en dólares. Las

conclusiones pueden ajustarse para países que tienen deuda nominada en una moneda

distinta a la del país. La emisión de deuda Argentina en los noventa fue en dólares, llegado el

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punto donde financiar el déficit con deuda ya no era posible. El resultado fue el default del

2001 dado que Argentina no puede emitir dólares para pagar su deuda y déficit público y la

clase política rechazó la opción de una reforma fiscal. Luego del default, el limitado acceso al

mercado de crédito internacional llevo a Argentina a rápidamente tener que recurrir a

emisión monetaria cuando el superávit fiscal comienza a deteriorarse transformándose en

déficit (incluyendo servicios financieros) en el 2009. Los déficits fiscales estructurales llevan

eventualmente a defaults o a altas tasas de inflación.

Estudiar los problemas derivados de los déficits fiscales estructurales es una cuestión

distinta a por qué dichos déficits persisten. Al respecto (Buchanan & Wagner, 1977)

argumentan que la economía como disciplina conlleva parte de la responsabilidad. El legado

Keynesiano no sólo dejó nuevas teorías económicas, sino que cambió el punto de vista

respecto a la administración del presupuesto público. Gracias a las ideas Keynesianas, en el

ideario político predomina la concepción de que el gasto público es algo bueno para la

economía independientemente de que haya o no déficit fiscal. Las cuentas fiscales ya no son

vistas de modo similar a las cuentas financieras de una familia, donde un déficit estructural

puede terminar en el remate de la propiedad para saldar las deudas. Según la teoría

Keynesiana, el gasto público puede reanimar y vitalizar la economía, especialmente en un

contexto de crisis con capacidad ociosa. El presupuesto pasó a ser una herramienta de

política económica y no el resultado fiscal de la administración de la cosa pública. La

disciplina económica brindó la justificación teórica para que los políticos utilizasen el gasto

público como herramienta política para ganar votos.

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Adicionalmente, Buchanan advierte que la política debe estudiarse “sin romance”, es decir,

asumiendo que los políticos y funcionarios públicos son individuos con intereses propios

que responden a los incentivos de las instituciones que los gobiernan, y no asumir que son

ángeles incapaces de operar en sentido contrario al bien público. Que la teoría Keynesiana

requiera un comportamiento óptimo por parte de la clase política no quiere decir que la

dirigencia política se comporte de dicha manera ni que tenga los incentivos para actuar de

acuerdo al modelo Keynesiano.

El aumento de la deuda pública en diversos países desde la publicación de Buchanan y

Wagner se alinea con las predicciones de su libro. Argentina no es la excepción, pero sí es un

país que ha llevado a límites extremos la justificación Keynesiana para expandir el gasto

público vía deuda que deberá afrontar un próximo gobierno. Si el alto gasto público y el

déficit fiscal estructural fuesen buenos para la economía, Argentina sería potencia

económica mundial.

4.3 DÉFICIT FISCAL DESDE LA VUELTA A LA DEMOCRACIA

La vuelta a la democracia a principios de la década del ochenta es un punto de inflexión en la

política Argentina. Pero la vuelta a la democracia no estuvo ausente de serios problemas

económicos. La presidencia de Alfonsín terminó en hiperinflación, el gobierno de Menem

desembocó en la crisis y default del 2001. La gestión Kirchnerista termina con estanflación.

Estas tres grandes etapas, Alfonsinismo, Menemismo, y Kirchnerismo culminan sus

gobiernos con problemas económicos distintos pero que comparten el mismo problema de

origen: déficit fiscal.

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Hay dos medidas económicas importantes que se toman en 1982. Se subsidian tasas de

interés que, al ubicarse por debajo de la tasa de inflación, permitió al sector industrial

liquidar pasivos. Por otro lado, el estado se hizo cargo de la deuda privada. Esto no es otra

cosa que pasarle el costo de la deuda privada al contribuyente vía inflación y mayor deuda

pública. Este pasaje de deuda del sector privado al gobierno resultó en la crisis de la deuda

de 1982. Este es el contexto económico con el cual se encuentra el país en la vuelta a la

democracia en 1983.25

Los déficits fiscales eran recurrentes para cuando Alfonsín asume la presidencia. Este

fundamental desequilibrio no fue corregido durante su presidencia. Debido a la crisis de

1982 (cuyos efectos se extendieron hasta 1993), el acceso al mercado financiero se

encontraba limitado. 26 Argentina incumplís su acuerdo con el Fondo Monetario

Internacional (FMI), con quien se llegó a un nuevo acuerdo en julio de 1987 para colapsar en

marzo de 1988.27 Esto llevó a diseñar el Plan Primavera en agosto de 1988 (luego del fracaso

del Plan Austral de 1985), el cual no solucionó el problema de fondo. El Plan Primavera duró

unos breves seis meses. Sin acceso a créditos, el déficit pasó a financiarse exclusivamente

con emisión monetaria. El resultado fue una hiperinflación a fines de la década del ochenta

25 Para una exposición más detallada incluyendo un u plazo histórico más amplio ver (Cortés Conde, 2008; della

Paolera & Taylor, 2001; Gerchunoff, Rocchi, & Rossi, 2008; Hanke, 2003).

26 En 1984, Brazil, Colombia, Venezuela y Estados Unidos ofrecieron una limitada ayuda financiera al país. No fue hasta septiembre de 1984 que el gobierno de Alfonsín logra un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo ya en 1986 Argentina demora el pago de su deuda por varios meses. 27 La tasa anual de inflación entre 1983 y 1988 de 343.8% (1983), 626.7% (1984), 672.2% (1985), 90.1%

(1986), 131.3% (1987), y 343.0% (1988).

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que, junto a otras tensiones sociales y políticas, llevaron al adelantamiento de la entrega de

la presidencia en julio de 1989. Una vez más, otro proyecto político vio su fin gracias al déficit

fiscal producido por el mismo proyecto.

Luego de la crisis de 1989, la década del noventa vuelve a mostrar serios desequilibrios

fiscales. En esta ocasión la financiación del déficit con emisión monetaria ya no era una

alternativa viable debido a la Ley de Convertibilidad. Argentina había destruido el Austral,

que fue reemplazado por el Peso Convertible en 1992. De no haber sido por el Plan Brady a

fines de los ochenta (que puso final a la crisis de deuda de 1982), Argentina se hubiese

encontrado con el mercado de deuda pública cerrado y con una moneda devaluada, es decir,

sin las dos principales fuentes de financiamiento del déficit fiscal.28 Se podría decir que fue

necesidad, no convicción, lo que llevó al gobierno de Menem a llevar adelante reformas

algunas de las cuales fueron pro libre mercado. La privatización de empresas públicas e

ineficientes fue una de ellas. La destrucción del Austral llevó a cambiar la denominación

monetaria a Peso Convertible y la sanción de una Ley de Convertibilidad. En los hechos, el

Banco Central de la República Argentina (BCRA) se transformó en una heterodoxa caja de

conversión.29

28 El objetivo del Plan Brady fue facilitar para países emergentes altamente endeudados un canje de deuda

ofreciendo una quita de deuda. El Plan Brady tuvo dos rondas. Argentina participó de la primera ronda junto a

Brasil, Bulgaria, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, Méjico, Marruecos, Nigeria, Filipinas, Polonia,

Uruguay, y Venezuela.

29 Ver (N. Cachanosky & Ravier, 2015; Hanke, 2008).

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Gracias a la Ley de Convertibilidad y al Plan Brady, ahora el déficit pasó a financiarse con

deuda pública en lugar de emisión monetaria. Así como la década del ochenta terminó con

hiperinflación, la década del noventa terminó con un default de la deuda pública. El peso de

la deuda se suele representar en términos relativos al PBI. El ratio de deuda sobre PBI, sin

embargo, no es del todo apropiado dado que es un ratio de stock (deuda) sobre (flujo). Es

como hacer un ratio de su hipoteca sobre sus ingresos anuales. Un aumento de la deuda sobre

el PBI muestra que la deuda crece más rápido que al economía, pero el nivel de ese ratio es

menos importante que su tendencia. No obstante, dado lo difundido de este indicador, la

Figura 8. Deuda pública del Gobierno Nacional en % del PBI (externa y doméstica) muestra

la evolución de la deuda pública (doméstica y externa) del gobierno nacional en porcentaje

del PBI.30 En 1993 la deuda del gobierno nacional alcanzaba un 29.4% del PBI, en el 2001 se

ubicaba en el 53.7% del PBI mostrando una clara tendencia ascendente.

30 La serie no presenta cambios importantes si se agrega la deuda de los gobiernos subnacionales.

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Figura 8. Deuda pública del Gobierno Nacional en % del PBI (externa y doméstica)

Fuente: CEPAL

Tanto la crisis de fines de la década del ochenta como la de fines del 2001 tienen el mismo

origen de un descontrolado déficit fiscal. La diferencia se encuentra en el método de

financiamiento del déficit, que lleva a que la crisis se manifieste de distinta manera, no a que

la crisis fiscal no suceda. En los ochenta hubo alta inflación porque había alto déficit fiscal,

en los noventa hubo endeudamiento público porque hubo alto déficit fiscal. El default del

2001 es el análogo a la hiperinflación de fines de los ochenta.

Luego de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde es elegido para

terminar el período presidencial de de la Rúa. Sin embargo, debido a violentas

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manifestaciones sociales Duhalde convoca elecciones presidenciales y Néstor Kirchner

asume en mayo del 2003 luego de que Menem abandonase competir en ballotage. El

Kirchnerismo asume el gobierno con un default de la deuda pública (al momento de escribir

estas líneas aún irresuelto) y sin empresas públicas que puedan ser privatizadas y obtener

recursos para el tesoro. La política económica del Kirchnerismo, que podría considerarse

una continuación de la de Lavagna cuando era ministro de economía en la presidencia de

Duhalde, puede resumirse en congelar tarifas de servicios públicos y compensar a las

empresas con subsidios, expandir el alcance de diversos planes sociales, el empleo público,

y aprovechar los recursos tributarios derivados de altos precios de commodities,

especialmente la soja. Uno de los efectos de las tarifas fue generar un faltante de utilidades,

como energía, produciendo un déficit de producción en el sector. El delicado marco

institucional ahuyentó en lugar de atraer inversiones, teniendo que importarse el déficit

energético produciendo salida de reservas del BCRA como contrapartida.31

El Kirchnerismo, sin embargo, asume con un superávit fiscal, fruto de nuevos impuestos

como el llamado “impuesto al cheque”, licuación del gasto público vía default y devaluación,

que rápidamente comienza a transformar en déficit fiscal. Con el mercado de crédito

internacional limitado dado el default de fines del 2001, el gobierno hizo uso de la

confiscación de stocks y flujos de fondos del sector privado y de la emisión monetaria para

financiar el déficit. Las expropiaciones de Repsol-YPF y las AFJP sean posiblemente los dos

31 Una discusión más detallada en el capítulo XXX.

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casos más resonantes. La expropiación permite al gobierno tomar control del stock de

recursos y flujos. El gobierno también saldó su deuda con el FMI en el 2010 y comenzó a

endeudarse a tasas notablemente mayores con Venezuela.

En la Error! Reference source not found. se puede apreciar el déficit fiscal de 1961 al 2013

junto a la crisis económica del Rodrigazo, cuatro crisis de deuda, y los principales presidentes

y ministros de economía. Durante el Kirchnerismo, la financiación al tesoro por parte del

BCRA y de la ANSES se encuentra contabilizada como “rentas de la propiedad” antes de

calcular el déficit primario en lugar de ser fuentes de financiamiento a ser mencionadas luego

del déficit. Este maquillaje contable no es menor, el resultado financiero del 2014 pasa de

109.720 millones de pesos a 230.482 millones de pesos; más del doble. Los datos del gráfico

muestran el déficit descontando las transferencias del BCRA y ANSES. La serie del déficit

fiscal de Argentina permite extraer varias lecturas.

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Figura 9. Déficit financiero, 1961 – 2013, crisis económicas y principales presidentes y ministros de economía

Fuente: Elaboración propia en base al Ministerio de Economía.

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Fiscal deficit [Nation and Provinces]

Fiscal deficit [Federal level]

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Alfonsín Menem

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de C. KirchnerGob. Militar

Cavallo R. Fernandez Lavagna Boudou

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Gob. Militar

SourrouilleMartinez de HozBer Gelbard

Illia

Krieger Vasena

Rodrigazo

Defaults

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En primer lugar, se ve que el déficit fiscal es un problema estructural en Argentina. En el

último medio siglo sólo hubo cuatro años de superávit fiscal luego de la crisis del 2001. Esto

no es un error de estimación al elaborar el presupuesto, esto es un claro signo de déficit

estructural que, como Sargent y Wallace hacen notar, culminan en crisis de una u otra

manera.

En segundo lugar, nótese que las crisis ocurren con niveles cada vez menores de déficit fiscal.

El Rodrigazo se da en torno a un déficit fiscal de 14 puntos del PBI, la crisis de 1982 con un

déficit de 11 puntos sobre el PBI, la de 1989 con casi 8 puntos sobre el PBI, la del 2001 con

un poco más de 6 puntos del PBI y el default del 2014 con un poco más de 4 puntos del PBI.

Esto pone de manifiesto los efectos de largo plazo sobre la solidez de la economía de medio

siglo de déficit estructural acompañado de crisis monetarias y de deuda. También es posible

que la creciente participación del gasto público sobre el PBI así como la creciente presión

fiscal lleve a que la economía sea cada vez menos resistente a la acumulación de déficits

En tercer lugar, se aprecia que luego de cada crisis el déficit fiscal se contrae para, en el corto

plazo, volver a crecer hasta que es una nueva crisis y no racionalidad política lo que le pone

un límite al desequilibrio del tesoro. Este zigzagueo se advierte a lo largo de toda la serie.

Sólo en el 2001, sin embargo, se percibe un breve período de superávit fiscal.

En cuarto lugar, se advierte que durante la gestión de Martínez de Hoz el déficit fiscal vuelve

a incrementarse aceleradamente. La gestión de Martínez de Hoz, por lo tanto, (1) incrementó

el déficit fiscal, (2) impuso un control del tipo de cambio con (3) una inflación que no bajó

del 100% anual. No puede calificarse la gestión de Martínez de Hoz como un experimento

neoliberal o de libre mercado como suele hacerse en el debate político. De hecho, estos

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puntos posee un paralelismo con el Kirchnerismo (especialmente a partir del 2007), que ha

regulado el tipo de cambio con un ritmo de devaluación por detrás de la inflación a la par de

un empeoramiento fiscal.

En quinto lugar, se aprecia un deterioro fiscal durante gestión de Cavallo, con un breve

intento de mejoría en la transición con Roque Fernandez en septiembre de 1996. El mismo

período también muestra que el déficit fiscal comienza con el primer gobierno de Menem y

no en el segundo. Es decir, en resultados fiscales, el segundo gobierno de Menem fue una

continuación de su primer mandato.

En séptimo lugar, se ve que en Gobierno de Fernando de la Rúa rápidamente empeora el

cuadro heredado, entre otros motivos por la suba de impuestos que Machinea lleva adelante

en el contexto de desaceleración económica en el que se encontraban.

En octavo lugar, se ve que el Kirchnerismo hereda un superávit que parece ser accidental en

una serie de medio siglo de déficits y que el mismo rápidamente comienza a deteriorarse. No

se ve, por ejemplo, que el superávit se mantenga estable por un tiempo, sino que el deterioro

es inmediato. Esto se contradice con la imagen de N. Kirchner como un presidente

preocupado por mantener las cuentas fiscales en orden. Se ve también, que el deterioro

comienza con Lavagna como ministro de economía, lo cual se contradice con la

interpretación de que el deterioro económico comienza cuando es reemplazado por Felisa

Miceli. De hecho, la política de control de tarifas comienza con la gestión de Lavagna. Si bien

fueron sus sucesores quienes hicieron perdurar la política de control de precios, el modelo

tiene sus orígenes durante la gestión de Lavagna. El gráfico también muestra que el déficit

fiscal durante el gobierno de Cristina Kirchner es una continuación lineal del de N. Kirchner.

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No se percibe en el gráfico una interrupción de la política fiscal de N. Kirchner ni es fácil

argumentar que no hubiese tomado medidas similares a las de C. F. Kirchner (emisión

monetaria, expropiaciones, cepo cambiario, etc.) cuando el déficit fiscal presionase por

fuentes alternativas de financiamiento.

Por último, es importante tener en cuenta que el déficit fiscal no es un suceso que

accidentalmente cae sobre los países. El déficit fiscal estructural es el resultado deliberado

de los sucesivos gobiernos y representantes en el Congreso al aprobar los presupuestos. La

figura 9 muestra el resultado de medio siglo de una dirigencia política incapaz de controlar

el déficit fiscal originado en clientelismo político y subsidios originados en la política de

sustitución de importaciones. El crónico déficit fiscal no depende de gobiernos peronistas,

radicales, o militares, ni de gestiones catalogadas de izquierda o derecha, de libre mercado o

de economías reguladas. Todos los gobiernos, indistintamente de sus orientaciones,

cometieron el mismo error. Es la clase política a quien le cae la responsabilidad mayúscula

de los repetidos problemas económicos y sociales de Argentina.

4.4 AJUSTE FISCAL VERSUS AJUSTE DE MERCADO

El déficit fiscal, tarde o temprano, de una manera u otra, cae sobre los hombros del

contribuyente. Ya sea vía inflación, o por deuda pública que se traduce en mayores tasas de

interés o impuestos para afrontar la deuda que el estado contrae en nombre del

contribuyente. Cuando el estado se niega a ajustar sus cuentas fiscales, el ajuste recae

inevitablemente sobre el sector privado y los contribuyentes.

Es erróneo, por lo tanto, plantear el problema del déficit fiscal como una elección entre ajuste

versus no ajuste. El trade-off es entre ajuste fiscal y ajuste de mercado, no entre ajuste o no

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ajuste. ¿Por qué debe ser el sector privado el que deba afrontar todo el costo del déficit fiscal?

¿Por qué debe ser el empleado en el sector privado quien deba perder su trabajo mientras

que el empleado público parece ser intocable al mismo tiempo que su sueldo se origina en

fondos del contribuyente?

Hay dos maneras de realizar ajustes fiscales, incrementando los ingresos tributarios, o

reduciendo el gasto público. Con el gobierno Kirchnerista Argentina llegó a records

históricos y mundiales de presión tributaria. Del 2003 al 2013 la presión fiscal consolidada

(nación, provincias, municipios, e impuesto inflacionario) pasó de un 26% a un 45% (Figura

10. Presión tributaria consolidada). Un déficit de alrededor de 4% del PBI con esta presión

tributaria sugiere que el problema año es sólo que el problema no es sólo de ineficiencia del

gasto, sino también del nivel de gasto. Antes esta presión tributaria es inevitable obviar una

revisión del gasto. Si no se ignora el problema hasta que sea demasiado tarde, con una

economía en crecimiento puede ser suficiente con reducir la velocidad a la que crece el gasto

público, sin tener que reducirlo en términos absolutos, para equilibrar las cuentas fiscales de

manera gradual. No es cierto, por lo tanto, que cuando se habla de ajuste fiscal se hable

necesariamente de una reducción del gasto. Si un automóvil va en exceso de velocidad por la

ruta, entonces necesita desacelerar para evitar un accidente, no es necesario frenar y poner

reversa. Sin embargo, esta suave transición puede no ser una alternativa viable si se persiste

demasiado tiempo con los desequilibrios fiscales.

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Figura 10. Presión tributaria consolidada

Fuente: Cálculos propios en base al Ministerio de Economía, IARAF, INDEC, y BCRA.

El temor a los ajustes fiscales es que el mismo produciría un empeoramiento del cuadro

económico. Si el estado reduce el gasto público, entonces la demanda agregada se reduciría

afectando negativamente al PBI y por lo tanto al empleo y volumen de actividad productiva.

Los ajustes fiscales serían inevitablemente costosos. Si bien es cierto que una reducción del

gasto público ha de provocar efectos en la economía (si la reducción del gasto es lo

suficientemente importante), no es menos cierto que estos temores se encuentran

sobredimensionados en el discurso político.

-5%

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Nación Provincias Muinicipios Impuesto Inflacionario

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¿Es posible reducir sensiblemente el gasto público sin llevar la economía a un colapso?

Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial ofrece un caso histórico en concreto. En

un lapso de cuatro años (1944 – 1948) el gobierno de Estados Unidos redujo en términos

reales el gasto público (federal y estatal) en un 75%. La participación del gasto público se

redujo 32 puntos, pasando de un 48% del PBI a un 16% del PBI (Figura 11.) ¿El resultado?

El desempleo llegó a un pico de sólo 3.9% (Henderson, 2010).

Figura 11. Estados Unidos, participación del gasto público y PBI real

Fuente: Bureau of Economic Analysis y St. Louis Federal Reserve FRED®

Como se puede apreciar en el gráfico, si bien se ve una caída en el PBI real luego de la

disminución del gasto público la misma no se condice con los temores asociados a los ajustes

fiscales al observar el período con mayor detalle. La serie del PBI muestra una caída del 12%

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PBI real G/PBI

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del PBI en el año 1946 no por una caída del gasto público, sino por el efecto estadístico de

liberar los precios, que hasta entonces se encontraban regulados. El cálculo de PBI asume

precios de mercado libres (y en equilibrio), por lo que cálculos del PBI en base a precios

regulados son imprecisos (Friedman & Schwartz, 1963, p. 558). Lo que la serie muestra es

que el PBI estaba sobre-estimado en los años anteriores a 1946. Es decir, los índices de

precios utilizados para calcular el PBI con anterioridad a 1946 estaban sub-estimados, por

lo que al pasar del PBI nominal al PBI real deflactando con los índices de precios se produce

una sobre-estimación del PBI (problema similar al del cálculo del PBI real en Argentina con

los subestimados datos de inflación a partir del 2007.) La otra manera de ver que la caída del

PBI en 1946 es un efecto estadístico y no una real caída de la economía es notar que el

desempleo permaneció en bajos niveles y que el consumo privado aumentó en lugar de caer.

En otras palabras, el crecimiento del PBI que se percibe con el aumento del gasto público es

una sobrestimación corregida con la liberación de precios al terminar la Segunda Guerra

Mundial.

Lo que sucedió, resumidamente, es que la reducción del estado fue acompañada a la par por

una expansión del sector privado. Pero para que esto tenga efecto, la reducción del gasto

público debe darse un contexto de confianza en un marco institucional que de lugar a

actividades de mercado en lugar de atentar contra ellas. El temor al ajuste fiscal se encuentra,

entonces, fuera de foco. El problema no es el ajuste fiscal per se, sino el cómo se corrigen los

desequilibrios fiscales. La correcta pregunta es quién ajusta, no si hay o no ajuste económico

en un contexto de desequilibrios económicos.

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Hay tres efectos a tener en cuenta cuando Estados Unidos entra a la Segunda Guerra Mundial.

En primer lugar, como se aprecia en el gráfico, un acelerado incremento del gasto público

para financiar los costos bélicos. En segundo lugar, un nivel de desempleo artificialmente

bajo dado la participación ciudadana en el servicio militar. En tercer lugar, Estados Unidos

entró en una economía planificada con el fin de administrar los recursos productivos para

hacer frente a las necesidades de la Segunda Guerra Mundial. Estas tres características,

especialmente la tercera, se vieron desmanteladas al terminarse el conflicto bélico.

La contradicción con las predicciones Keynesianas de un colapso en la economía ante

significativa caída del gasto público no están libres de objeciones. En particular que la oferta

laboral femenina que se había incrementado durante la Segunda Guerra Mundial se redujo a

sus valores pre-bélicos. Es decir, las amas de casa dejaron sus puestos de trabajo para volver

a los hogares. Que al terminar la guerra los soldados se inscribieron en la universidad en

lugar de sumarse al mercado laboral. Y que el consumo aumenta en base a una disminución

del ahorra. Como señala (Henderson, 2010), ninguna de estas explicaciones se ajusta a los

hechos.

La mujeres en el mercado laboral pasaron de unos 14.5 millones en 1941 a 19.4 millones en

1944 (un aumento de 4.9 millones.) En 1947 el número se había reducido a unos 16.9

millones (una caída de 2.5 millones.) Es decir que la mayoría de las mujeres que entraron al

mercado laboral se quedaron en el mismo. Dado que los gastos de guerra se descontinuaron,

los puestos de trabajo en el sector bélico debieron encontrar nuevas fuentes de trabajo a la

par que los soldados volvían de la guerra.

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Al inicio del año académico de 1946, unos 800,000 soldados entraron a diversos programas

universitarios. Si estos soldados hubiesen entrado al mercado laboral y permanecido

desempleados, la tasa de desempleo habría sido alrededor de un 1.4% superior. Diferencia

que dista de justificar el bajo desempleo luego de la Segunda Guerra Mundial gracias a los

programas de estudio para veteranos. De hecho, la mitad de la población desempleada en

1946 no eran veteranos de guerra. Por el otro lado, generosos subsidios de desempleo para

veteranos contribuyeron a mantener una mayor tasa de desempleo. El ingreso promedio

semanal del sector manufacturas se encontraba en unos 43 dólares, mientras que el subsidio

alcanzaba los 20 dólares semanales; es decir, casi la mitad del ingreso promedio del sector

manufacturero.

Si bien es cierto que un aumento en la demanda luego de la guerra debido al consumo de

ahorros es factible, lo que se observa es que la tasa de ahorro permanece permanece en

valores positivos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Esto quiere decir que

disminuye la tasa a la que crecen los ahorros, no que se consumen ahorros para aumentar el

consumo.

Similar al milagro Alemán, Estados Unidos pudo salir de la Segunda Guerra Mundial con una

importante disminución del gasto público sin contratiempos económicos gracias a la

desregulación de los precios de mercado. Acompañar una reducción del gasto público con

regulaciones de mercado puede tener el fin de evitar contratiempos económicos, pero el

resultado puede ser el opuesto. No debe confundirse ignorar los potenciales costos de

transición con interferir en el proceso de mercado causando los mismo males que intentan

evitarse.