26_poder y regímenes en el mundo Árabe

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  • 5/20/2018 26_poder y Regmenes en El Mundo rabe

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    FERRAN IZQUIERDO BRICHS (ed.)

    PODER Y REGMENESEN EL MUNDO

    RABE CONTEMPORNEO

  • 5/20/2018 26_poder y Regmenes en El Mundo rabe

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    Editor:FERRAN IZQUIERDO BRICHS

    Universitat Autnoma de BarcelonaContribuciones de:IGNACIO LVAREZ-OSSORIO

    Universidad de AlicanteHAIZAM AMIRAH FERNNDEZ

    Real Instituto Elcano y Universidad Autnoma de MadridBRBARA AZAOLA

    Universidad de Castilla-La ManchaGRALDINE BARR

    Institut Barcelona dEstudis Internacionals (IBEI)RAFAEL BUSTOS

    Universidad Complutense de MadridLAURA FELIU

    Universitat Autnoma de BarcelonaAMAIA GOENAGA

    Taller de Estudios Internacionales Mediterrneos-Universidad Autnoma de MadridIGNACIO GUTIRREZ DE TERN

    Universidad Autnoma de MadridFRED HALLIDAY

    Profesor de investigacin ICREA en IBEI (Institut Barcelona dEstudis Internacionals)MIGUEL HERNANDO DE LARRAMENDIUniversidad de Castilla-La Mancha

    GEORGE E. IRANIProfesor visitante en la Universidad San Pablo

    SALAM KAWAKIBIInvestigador del Arab Reform Initiative, e investigador asociado de la Fundacin CIDOB

    ATHINA KEMOUUniversitat Autnoma de Barcelona

    JEAN-FRANOIS LEGRAINInvestigador en el CNRS/GREMMO-Maison de lOrient et de la Mditerrane-Lyon

    ALBERTO LPEZ BARGADOSUniversitat de BarcelonaBERNAB LPEZ GARCA

    Taller de Estudios Internacionales Mediterrneos-Universidad Autnoma de MadridAURLIA MA

    Universitat de BarcelonaIVN MARTN

    Instituto Complutense de Estudios Internacionales

    SALVADOR MARTNEZ MSUniversidad Carlos IIIGEMA MARTN MUOZ

    Directora General de Casa rabe y su Instituto de Estudios rabes y del Mundo MusulmnLUIGI MASCIULLI

    Institut Barcelona dEstudis Internacionals (IBEI)RAQUEL OJEDA GARCA

    Universidad de JanM ANGUSTIAS PAREJO

    Universidad de GranadaELVIRA SNCHEZ

    Universitat Oberta de CatalunyaEDUARD SOLER I LECHA

    Coordinador del Programa Mediterrneo de la Fundacin CIDOBJAVIER TRAVNUniversitat Autnoma de Barcelona

    LUCIANO ZACCARADirector del Observatorio Electoral TEIM-UAM

    Interrogar la actualidadSerie Mediterrneo y Oriente Medio

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    2009 para cada uno de los trabajos:Ignacio lvarez-Ossorio, Haizam Amirah Fernndez, Brbara Azaola,Graldine Barr, Rafael Bustos, Laura Feliu, Amaia Goenaga,

    Ignacio Gutirrez de Tern, Fred Halliday, Miguel Hernando de Larramendi,George E. Irani, Ferran Izquierdo Brichs, Salam Kawakibi, Athina Kemou,Jean-Franois Legrain, Alberto Lpez Bargados, Bernab Lpez Garca,

    Aurlia Ma, Ivn Martn, Salvador Martnez Ms, Gema Martn Muoz,Luigi Masciulli, Raquel Ojeda Garca, M Angustias Parejo, Elvira Snchez,

    Eduard Soler i Lecha, Javier Travn, Luciano Zaccara

    2009 de las traducciones del francs e ingls:Laia Carbonell y Amaia Bengoetxea

    2009 Fundaci CIDOBElisabets, 12, 08001 Barcelona

    http://www.cidob.orge-mail: [email protected]

    Distribuido por Edicions Bellaterra, S.L.Navas de Tolosa, 289 bis, 08026 Barcelona

    www.ed-bellaterra.com

    Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares delcopyright,bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por

    cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico,y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

    Impreso en EspaaPrinted in Spain

    ISBN: 978-84-92511-11-2Depsito Legal: B. 35.241-2009

    Impreso por Book Print Digital. LHospitalet de Llobregat (Barcelona)

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    ndice

    Presentacin, Ferran Izquierdo Brichs, 11

    1. La Sociologa del poder en el mundo rabe contemporneo, FerranIzquierdo Brichs y Athina Kemou, 17La Sociologa del poder, 19

    Los actores, 24Recursos de poder, 36La estructura del sistema, 47Conclusin: la Sociologa del poder en el mundo rabe actual, 53Notas, 57Bibliografa, 58

    2. Argelia: estructura poscolonial de poder y reproduccin de lites sinrenovacin,Rafael Bustos y Aurlia Ma, 61Cartografa de las lites y control de recursos en Argelia, 61Identificacin de los movimientos de protesta, de oposicin y de re-

    sistencia en Argelia, 73Relaciones de competencia y alianza entre las lites e influencia de

    los movimientos sociales en Argelia, 77La estructura del sistema de poder en Argelia, 87

    Escenarios de futuro, tendencias hacia la apertura o el cierre, 89Notas, 91Bibliografa, 95

    Adnde va Argelia?: dos normalizaciones, tres crisis pendientes ydos incgnitas determinantes,Ivn Martn, 99

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    3. Marruecos: la reinvencin de un sistema autoritario,Laura Feliu y

    M Angustias Parejo, 105Introduccin, 105Cartografa de las lites y control de recursos, 106Identificacin de los movimientos de protesta, de oposicin y de re-

    sistencia, 118Relaciones de competencia y alianza entre las lites e influencia de

    los movimientos sociales, 123La estructura del sistema de poder: del autoritarismo semicompetitivo

    al autoritarismo competitivo, 129Notas, 133Bibliografa, 139

    Marruecos: el rgimen y los fusibles,Bernab Lpez Garca, 145

    4. E pur si muove? Lgicas del poder y proceso de transicin en la Re-pblica Islmica de Mauritania,Raquel Ojeda Garca y Alberto Lpez

    Bargados, 151Introduccin, 151Las lites mauritanas: radiografa de la gestin poscolonial del poder,

    152Los movimientos de oposicin y protesta, 159Estructura del sistema de poder en Mauritania, 161Eplogo, 173Bibliografa, 174

    Los retos de Mauritania,Miguel Hernando de Larramendi, 177

    5. El Egipto contemporneo, entre reformas y continuidad,Athina Kemouy Brbara Azaola, 181Los fundamentos de las lites, 182El papel del pueblo: entre relaciones lineales y relaciones clientelares,

    191Las tensiones en la vieja y la nueva guardia, y el islam poltico, 197Las dinmicas centrpeta y centrfuga, 203Autoritarismo multipartidista o multipartidismo autoritario?, 207Notas, 209Bibliografa, 213

    8 Poder y regmenes en el mundo rabe contemporneo

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    Egipto, de ayer a hoy, Gema Martn Muoz, 217

    6. Arabia Saud: familia, religin, ejrcito y petrleo, Eduard Soler i Le-cha y Luciano Zaccara, 221Introduccin, 221Cartografa de la formacin de las lites y de su control de los recur-

    sos de poder, 222Movimientos de resistencia, oposicin y descontento popular, 238Relaciones de competencia y de alianza entre lites y la influencia de

    movimientos de oposicin y resistencia, 248Escenarios de futuro, 254Notas, 256Bibliografa, 257

    Los futuros de Arabia Saud, Fred Halliday, 261

    7. La repblica hereditaria Siria: el fracaso de una transicin,Ignacio

    lvarez-Ossorio e Ignacio Gutirrez de Tern, 265El blindaje de las lites sirias, 265Distribucin de poder en el seno de las lites primarias y secundarias,

    266Recursos de control e intercambio de prebendas, 280Activismo y movilizacin poltica en Siria, 285Las implicaciones nacionales del gran juego americano, 292Notas, 296

    Bibliografa, 298

    Hacia dnde se dirige Siria?, Salam Kawakibi, 301

    8. lites, poder y cambio poltico en el Lbano de la II Repblica,AmaiaGoenaga y Elvira Snchez, 305Introduccin histrica, 305Identificacin de las lites y sus recursos, 307

    Identificacin de los movimientos de resistencia, 323Relaciones de competencia y alianza entre lites, 325La estructura del sistema de poder, 329Previsiones de futuro, 333Notas, 334Bibliografa, 338

    ndice 9

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    Lbano: Una paz duradera?, George E. Irani, 341

    9. Palestina: lites y poder bajo ocupacin, Salvador Martnez Ms yJavier Travn, 345Una nacin sin Estado, 346lites y recursos, 348En el centro de la movilizacin: Hamas y Fatah, 359Relaciones entre lites, 361Un poder bipolarizado y dependiente, 365

    Escenarios de futuro: Divisin sin vuelta atrs?, 368Notas, 370Bibliografa, 373

    Qu futuro le espera a Palestina?,Jean-Franois Legrain, 377

    10. Jordania: la supervivencia de la monarqua, Graldine Barr yLuigi Masciulli, 383

    Transicin y apertura poltica: veinte aos despus, 383Cartografa de las lites y el control de los recursos de poder, 384Movimientos de reivindicacin, descontento popular y resistencia,

    395Competencia y alianzas en el proceso de transicin poltica, 402La estructura del sistema de poder en Jordania, 405Escenarios de futuro: entre reformas econmicas y continuidad pol-

    tica y social, 407Notas, 408Bibliografa, 409

    Jordania: los difciles equilibrios internos y regionales,Haizam AmirahFernndez, 413

    10 Poder y regmenes en el mundo rabe contemporneo

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    Presentacin

    El siglo XXI comenz con las miradas dirigidas hacia el mundo rabe yOriente Medio. Sin embargo, esto no se deba al poder e influencia de losestados y sociedades de la regin, sino, todo lo contrario, a su debilidad.

    La debilidad de las sociedades de Oriente Medio, incluida la iran, haconvertido esta zona en el escenario privilegiado de la competicin glo-

    bal por el poder. La regin sufre de forma cotidiana las dinmicas vio-lentas reflejo de tensiones globales. Una de las causas es el petrleo,

    pero no es la nica. Otros factores como los sistemas de poder autorita-rio, herederos de los procesos coloniales y de liberacin, y las injeren-cias exteriores, estn en el origen de las difciles condiciones de vida quela poblacin rabe y mediooriental ha soportado durante generaciones.

    La historia del mundo rabe contemporneo es un fiel reflejo de lastensiones provocadas primero por el colonialismo europeo y despus porel capitalismo globalizado. El poco xito de las experiencias moderniza-doras en el mundo rabe puede resumirse en la derrota de Muhammad

    Ali y su intento de crear un foco de desarrollo en el Egipto de principiosdel XIX. Siguiendo el ejemplo modernizador de las lites europeas,

    Muhammad Ali convirti a Egipto en una potencia militar, poltica y eco-nmica. Sin embargo, tanto Londres como el sultanado otomano vieronen aquel crecimiento una amenaza para su poder y sus intereses. As, los

    dos imperios se aliaron para someter nuevamente a Egipto al dominio deambos. La victoria se expres de forma explcita en la prohibicin decontinuar con el proceso industrializador y la obligacin de desmantelartodas las manufacturas que pudieran implicar una competencia con la

    produccin britnica, poniendo punto y final a la experiencia moderni-zadora.

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    La capitulacin de Muhammad Ali es seguramente tambin uno de

    los mejores ejemplos de la hipocresa colonial europea. Las lites deLondres y Pars justificaban su expansin como una misin civilizado-ra que deba llevar la modernidad poltica y econmica al mundo nodesarrollado. Sin embargo, cuando una sociedad del Sur consegua en-trar en el camino de la industrializacin, estas mismas potencias no du-daban en utilizar la caonera para impedirlo. El desarrollo era una

    puerta a la independencia, por lo que era inadmisible para las potenciasimperialistas y para el capital que ya se estaba mundializando.

    El perodo colonial europeo en el mundo rabe fue una de las po-cas ms turbulentas de la regin. Los colonialismos britnico y francs seimpusieron al mismo tiempo que estallaban las reivindicaciones de inde-

    pendencia en muchas de las sociedades rabes. El fin del Imperio oto-mano, derrotado por Gran Bretaa y Francia en la Primera Guerra

    Mundial, fue provocado tambin por la gran revuelta rabe por la inde-pendencia que tuvo lugar durante la guerra. Sin embargo, en la paz dePars que sigui a la Gran Guerra, Londres y Pars no concedieron a los

    rabes la misma autodeterminacin que s aceptaron para las poblacio-nes europeas. Muy al contrario, las dos potencias mantuvieron su controlsobre buena parte del norte de frica, y se repartieron Oriente Medio eimpusieron el sistema de mandatos sobre su poblacin. Pero las luchas

    por la independencia no cesaron y las revueltas en Egipto (1919), Irak(1920), Siria (1925), el Rif (con Abd al-Karim de 1920 a 1925) o Palesti-na (1936-1939) fueron sanguinariamente reprimidas, sin dudar en algu-nos casos incluso en realizar bombardeos masivos contra la poblacin ci-vil, instaurando una prctica que an persiste en la actualidad.

    Si bien en esta poca la inestabilidad en Oriente Medio y el Nortede frica fue provocada principalmente por actores externos, a media-dos del siglo XX, las independencias daran paso a la entrada en escenade nuevos actores. La creacin de nuevos estados y la consolidacin dela soberana en los ya existentes desencadenaron la competicin por el

    poder de las lites de cada uno de estos pases. En general, estas nuevas

    lites eran dbiles y poco homogneas, por lo que la lucha entre ellaspor lograr una posicin dominante fue feroz. Esta pugna coincidi conel proceso de creacin y fortalecimiento de los aparatos estatales, y conel esfuerzo de las propias lites por ganar legitimidad dando respuesta alas necesidades de una poblacin que contaba con la capacidad reivin-dicativa heredada del perodo de lucha anticolonialista. Una y otra di-

    12 Poder y regmenes en el mundo rabe contemporneo

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    nmica favorecieron la concentracin de los recursos de poder en el Es-

    tado y en manos de las lites que consiguieron hacerse con su control.Pero estas luchas tambin potenciaron la imagen de inestabilidad de laregin, debido a los golpes de Estado, las represiones, las depuraciones

    y las injerencias ideolgicas, polticas e incluso militares entre pasesvecinos. En los aos cincuenta y sesenta, esta competicin por el poderse regionaliz con choques entre aquellos dirigentes que contaban con lacapacidad para luchar por el liderazgo del mundo rabe desde Egipto y

    Arabia Saud, y en menor grado desde Siria e Irak.

    Sin embargo, una vez que estas competiciones tuvieron unas litesganadoras que consiguieron concentrar el poder y establecer los reg-menes de control de los estados y las sociedades, la turbulencia se viosustituida por una estabilidad conservadora que perdura todava hoy enda. Muestra de ello es que en muchos casos podemos hablar de litesque permanecen en el poder durante dcadas. Como veremos, el controldel Estado, la renta, el recurso a la represin y, en algunos casos tam-bin la ideologa, permiti a los regmenes asentarse en el poder. A ello

    se le sumaron las alianzas con el exterior. Los apoyos de Washington yde Mosc durante la guerra fra, o de Estados Unidos y los gobiernoseuropeos en la actualidad, son sabiamente utilizados por los regmenes

    para asegurar su dominio.Aun as, cuando dirigimos la mirada hacia Oriente Medio y el sur

    del Mediterrneo acostumbramos a recibir una imagen de inestabilidad,guerras y violencia que contradice el estancamiento cenagoso de los re-gmenes autocrticos. Esta inestabilidad vuelve a tener principalmentecausas exgenas, como las intervenciones militares, polticas y econ-micas norteamericanas, o la continuacin de la colonizacin israel delos territorios palestinos y sirios. La estabilidad nacional de los regme-nes autoritarios rabes se ve alterada sobre todo por factores externos,salvo en las pocas ocasiones en que las crisis econmicas provocan es-tallidos de protestas (o cuando algn grupo terrorista atenta contra la

    poblacin, lo que nunca ha supuesto una amenaza real para las lites en

    el poder). En estos casos, como veremos, los regmenes utilizan distintosmecanismos para asegurar su posicin, como la cooptacin de algunoslderes de la oposicin, la aplicacin de medidas de liberalizacin muylimitada y, tambin, la represin.

    Vemos, pues, que los regmenes autoritarios rabes y sus lites handesarrollado una gran capacidad de supervivencia y estabilidad que

    Presentacin 13

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    contradice la imagen que nos llega de una regin en constante agitacin.

    Se impone, pues, un anlisis que site cada dinmica en su contexto ynos permita comprender estas sociedades tan cercanas, pero que al mis-mo tiempo generan tantas ideas preconcebidas e interpretaciones err-neas en Occidente.

    El objetivo de esta obra es realizar un estudio de las relaciones depoder que definen los regmenes polticos en el mundo rabe actual, yproponer un enfoque y una metodologa universales que superen estosprejuicios. La historia del mundo rabe contemporneo se trata muy a

    menudo como una anomala dentro del sistema internacional. Haciendouso de una perspectiva heredera del orientalismo, que ya denunci Ed-ward Said, se contina analizando esta regin y sus habitantes como unhecho extico, complejo y sorprendente que no encaja en los parmetroshabituales. Incluso se han construido aparatos tericos especficos paraello. Sin embargo, el anlisis de las dinmicas polticas y sociales de un

    pas no puede basarse en una teora especfica para cada regin. Losmismos instrumentos utilizados para estudiar e interpretar las socieda-

    des europeas deberan ser vlidos para las sociedades orientales, las delsur o las de otras pocas. Al fin y al cabo, las sociedades, a pesar de sus

    particularidades y diferencias, construyen su historia de acuerdo a di-nmicas y tensiones muy similares. La Historia, las historias de todas lassociedades, se escriben principalmente en los momentos puntuales degrandes transformaciones, que tienen lugar cuando la poblacin ve lanecesidad de luchar por sus condiciones de vida y es capaz de movili-

    zarse para mejorarlas. Y normalmente, despus de las revoluciones queprovocan los cambios, las sociedades se sumen en la calma de los gran-des perodos de inmovilidad poltica en los que solo unas pocas perso-nas las lites rivalizan por el poder. Estos perodos perduran hastaque la poblacin vuelve a tener la capacidad de movilizase y provocarotro momento de renovacin, recomenzando el ciclo.

    Para comprender las dinmicas sociales, polticas, ideolgicas yeconmicas en estas sociedades, como en cualquier otra, es necesario,

    por lo tanto, analizar las causas de este estancamiento, y tambin lasfuerzas que intentan transformarlas. La democratizacin de algunos re-gmenes rabes que se anunci a principios de los aos noventa parecehaber quedado bloqueada por la resistencia de las lites a ceder su po-der. El anlisis de las causas de este bloqueo nos conduce a la necesidadde identificar las lites y los movimientos sociales ms influyentes en

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    cada sociedad y su posicin respecto al sistema poltico. Este libro pre-

    senta, en primer lugar, una propuesta terica y metodolgica que nospermite ofrecer una perspectiva general sobre el poder y los regmenespolticos en el mundo rabe actual. Los captulos siguientes analizan larealidad en nueve pases rabes con sistemas polticos, econmicos y so-ciales muy distintos entre s, ofreciendo una visin detallada y compara-da de las dinmicas de las relaciones de poder en el mundo rabe. El

    Magreb est representado por tres pases cuyos contrastes nos ayudarna ver las diferencias, pero tambin las similitudes en sus estructuras de

    poder: Argelia, Marruecos y Mauritania un rgimen asentado en larenta, un rgimen monrquico y un tercero basado en el poder de los mi-litares y las estructuras tribales que tras una breve experiencia de de-mocracia representativa regres al viejo juego controlado por los gene-rales. Los regmenes de Egipto y Arabia Saud no podan faltar en esteestudio, por su peso intrnseco en el mundo rabe y por tratarse de dosmodelos paradigmticos de concentracin del poder en manos de unaslites muy reducidas. El Creciente Frtil ofrece tambin enormes con-

    trastes: Siria y la repblica hereditaria de los Assad, Lbano con su de-mocracia basada en las diferentes comunidades, la divisin interna pa-lestina, y la estable monarqua hachem de Jordania. La comparacin delos distintos casos permite apreciar que a pesar de la imagen de homo-geneidad que ofrece en ocasiones el mundo rabe, la multiplicidad demodelos y la heterogeneidad de los regmenes es una realidad. Aun as,al mismo tiempo, tambin podemos observar algunas estrategias comu-nes en las lites para asegurar su permanencia en el poder, que incluso

    podran extrapolarse a muchos otros regmenes de fuera de la regin.Esto nos reafirma en la necesidad de aplicar una metodologa y una pau-ta de anlisis que sean tiles de forma universal, huyendo de las teorasespecficas para cada caso.

    La estructura de los captulos es similar en todos. Un primer apar-tado analiza las lites, de diferentes mbitos, de cada uno de los pases ylos recursos de poder que estas controlan. A continuacin se procede a

    identificar los movimientos de resistencia, oposicin o descontento po-pular, para reconocer tanto los sectores que se oponen al rgimen comolas demandas de la poblacin. Un tercer apartado analiza las relacionesde competencia y de alianza entre lites, y la influencia de los movi-mientos de oposicin y resistencia, lo que ayuda a definir la estructuradel sistema en cada uno de los pases. Finalmente se presentan distintos

    Presentacin 15

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    escenarios de futuro, apartado que se ve complementado por un comen-

    tario de un experto en el pas para cada uno de los captulos. Desde aquaprovechamos la ocasin para agradecer a estos comentaristas su va-liosa colaboracin en este proyecto.

    Queremos expresar tambin nuestro agradecimiento a la Funda-cin CIDOB de Barcelona. Esta investigacin, en la que han participa-do 19 investigadores de diferentes universidades espaolas, ha podidollevarse a cabo gracias a la financiacin y al impulso que esta institu-cin est dando al estudio del mundo rabe y el Mediterrneo en nues-

    tro pas. La Fundacin CIDOB nos ha brindado la posibilidad de reuniren un mismo proyecto que se ha concretado en dos seminarios y enesta obra colectiva a algunos de los mejores especialistas espaolessobre Oriente Medio y el Norte de frica, lo que no siempre es tarea f-cil dadas las condiciones precarias en las que se mueve la investigacinen Espaa.

    FERRAN IZQUIERDO BRICHS

    Universitat Autnoma de Barcelona

    16 Poder y regmenes en el mundo rabe contemporneo

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    1. La Sociologa del poder en el mundo rabe

    contemporneo1

    Ferran Izquierdo Brichs y Athina Kemou

    El final de la guerra fra y la crisis del Golfo de 1990-1991 abrieron unadinmica que pareca apuntar hacia la democratizacin del mundo rabe.En los aos noventa un grupo de autores subrayaron efectivamente laexistencia de algunos tmidos procesos de liberalizacin en estos pases,llegando incluso a hablar de una mini-ola democratizadora (Norton,

    1993). Dichas dinmicas seran resultado de una serie de factores con-fluyentes, entre los que cabra destacar: una mayor presencia y efectivi-dad de las organizaciones socioeconmicas, una sociedad civil en claraexpansin ambas vinculadas a la escolarizacin masiva y la aparicinde nuevas clases medias, y una accin exterior impulsada por algunosestados occidentales y por organizaciones internacionales, tanto guber-namentales como no gubernamentales. As, a principios de los aos no-venta algunos analistas acudieron a la literatura sobre transiciones haciasistemas democrticos liberales para aplicarla al mundo rabe. Sin em-bargo, con el fracaso de la democratizacin, pronto se vio que las din-micas de las transiciones en Europa del Sur o del Este, o en Latinoam-rica, eran bien distintas de las que se desarrollaran en Oriente Medio yel Norte de frica. Los planteamientos tericos de Dankwart A. Rustow(1970), y posteriormente ODonnell, Schmitter y Wittehead (1986), e in-cluso Przeworski (1991) y Huntington (1991), se revelaron poco tiles

    para el anlisis de unos procesos que no iban en la misma direccin quelos estudiados por ellos.Como apuntbamos, las transiciones se quedaron en tmidas refor-

    mas, y en la actualidad, si bien pueden identificarse ciertos rasgos libe-ralizadores en algunos de los pases, las bases de las estructuras de poderse mantienen inalteradas. Lo que en un inicio pareca una nueva oleada

  • 5/20/2018 26_poder y Regmenes en El Mundo rabe

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    de transiciones democrticas, revirti en unas autocracias parciales, cu-

    yos lderes, para mantenerse en el poder, deben permitir implcita o ex-plcitamente el acceso de algunos grupos de oposicin a ciertas formasde poder social, poltico o ideolgico, aunque siempre manteniendo lacapacidad de utilizar la fuerza cuando el rgimen se vea amenazado(Brumberg, 2002). El analista norteamericano Daniel Brumberg, al hacerun repaso de los sistemas polticos actuales en el mundo rabe, los divi-de en dictaduras o autocracias plenas, y autocracias liberalizadas. En lasltimas, si bien una minora concreta controla mediante la fuerza los re-

    cursos econmicos del pas, se ha producido una inclusin parcial desectores ms amplios de la poblacin. Entre las primeras cita a Siria, T-nez, Libia o Arabia Saud, y entre las autocracias liberalizadas a Kuwait,Marruecos, Jordania, Yemen, Argelia o Egipto (Brumberg, 2003).

    Las transiciones hacia sistemas democrticos solo comienzan y sedesarrollan con xito si existe una presin de la poblacin que las impul-se, pues como es obvio las lites nunca cedern parte de sus poderes oprivilegios en aras de la democracia. En el mundo rabe, se iniciaron pro-

    testas populares en los aos ochenta y noventa, cuando los regmenesrentistas ya fuera por la disminucin de los precios del petrleo o poragotarse su capacidad de endeudamiento se debilitaron y perdieron le-gitimidad. La disminucin de las ayudas, los servicios sociales, los sala-rios y los dems mecanismos que permitan distribuir la renta exterior,provocaron un fuerte aumento de la movilizacin popular, dando lugar alas llamadas revueltas del pan. Los grupos de oposicin ganaron fuer-za encabezando las protestas, y amenazaron la estabilidad de las lites enel poder. Pero los regmenes respondieron de forma eficaz, tanto me-diante la represin como mediante el intento de cooptacin de algunossectores de la oposicin, al mismo tiempo que se valieron de medidas deliberalizacin poltica controlada para intentar disminuir la presin po-pular.

    As encontramos que en el mundo rabe actual no se han desarro-llado sistemas verdaderamente democrticos y la transicin hacia una de-

    mocracia sigue encontrando grandes obstculos, incluso en aquellos pa-ses en los que las medidas de liberalizacin alcanzaran a instaurarelecciones multipartidistas. En estos pases, buena parte de los recursosde poder estn centralizados en el Estado, por lo que ganando unas elec-ciones se podra llegar a controlar tambin buena parte del capital, de lainformacin y de la difusin de la ideologa. El avance de un proceso de-

    18 Ferran Izquierdo Brichs y Athina Kemou

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    mocrtico en un Estado rentista implica la expulsin de muchas de las

    lites y su sustitucin por otras. Adems, los regmenes se han visto ame-nazados por el creciente respaldo popular a los grupos polticos islamis-tas, que han demostrado en numerosas ocasiones que pueden ganar en elcaso de producirse elecciones democrticas libres, como fue el caso enArgelia o ms recientemente en los Territorios Ocupados palestinos, olos avisos en Jordania, en Egipto, en Marruecos, etc. Es por todo elloque los regmenes han utilizado todos los recursos a su alcance para im-pedir una democratizacin real del sistema, contando, en el caso de los

    pases aliados, con el apoyo de los gobiernos occidentales quienes tam-bin queran evitar un cambio de lites en el poder.

    As, el fracaso de las transiciones y de la transitologa (Camau,1999) en esta regin puso de manifiesto que no era suficiente centrar elanlisis en aparentes procesos de democratizacin, sino que deba esteextenderse a los problemas de gobernabilidad y cambio poltico, que nose limitaban nicamente a la continuidad de los regmenes. Si bien algu-nos autores se preguntaron si podan aplicarse conceptos de corte occi-

    dental a sociedades con tradiciones tan diferentes (Camau, 1971), Leca(1994), tampoco resulta til centrarse en la excepcionalidad de los pa-ses rabes y crear modelos especficos para la regin ya que, desde nues-tro punto de vista, las dificultades a la hora de analizar estas transicionesresiden ms en las limitaciones de los enfoques tericos que en la anor-malidad de estas sociedades.

    En este sentido, y siguiendo el camino ya iniciado por las obras deSalam (1994), Norton (1995), Khader (1997), Brynen, Korany y Noble(1995), Perthes (2004), as como los informes sobre Desarrollo Humanoen el Mundo rabe del PNUD (2005), el proyecto de investigacin lle-vado a cabo en el marco de la Fundacin CIDOB intenta ofrecer un an-lisis de las relaciones de poder en el mundo rabe que nos permita com-prender y contrastar las dinmicas de los regmenes polticos en estaregin.

    La Sociologa del poder

    La propuesta terica que se presenta a continuacin pretende ser una he-rramienta til para sistematizar el anlisis de las estructuras de poder que

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    rigen cualquier sociedad. As, considerando las sociedades y los sistemas

    polticos rabes como un caso normal, la Sociologa del poder2

    buscadesarrollar un marco terico universal que permita comparar las dinmi-cas de las relaciones de poder en esta regin a las del resto del mundo.

    A lo largo de la historia, la mayora de las sociedades ha generadomodelos de organizacin jerarquizados en sus relaciones polticas, so-ciales y econmicas. Una sociedad jerarquizada es un sistema socialcompuesto por unos actores que establecen relaciones entre s, de acuer-do a su capacidad para disponer de determinados recursos. De este modo,

    para analizar la estructura del poder de una sociedad es necesario identi-ficar la tipologa de los actores y su relevancia, las dinmicas que rigenlas relaciones entre estos, los recursos de poder de que disponen, ascomo su respectivo peso en la sociedad.

    Respecto a los actores, la creacin de jerarquas conlleva inevita-blemente la divisin de los miembros de la sociedad entre gobernantes ygobernados o, como se define en nuestro marco terico, entre lites y po-blacin. La segunda se encuentra en la base de la pirmide social y gene-

    ralmente est sometida a las decisiones de las lites, excepto en momen-tos puntuales en los que se convierte en actor. La divisin entre lites ypoblacin se fundamenta en los distintos objetivos e intereses que guana cada uno de los grupos. Por una parte, el inters de las lites debe defi-nirse en trminos de poder. Su objetivo prioritario ser siempre mejorarsu posicin en la jerarqua compitiendo con las dems lites.3 La relacinque se establece entre las lites es de competicin circular, sin fin, puessus aspiraciones son siempre relativas, al medirse constantemente con laposicin del resto de actores. El inters de las lites es entonces lo quedefinimos como acumulacin diferencial de poder, es decir acumularms poder que sus competidoras. Esta competicin por la acumulacinde poder se produce en todos los mbitos de la sociedad. Adems, la for-macin de lites implica inevitablemente competencia por el control derecursos de poder, ya sean estos polticos, econmicos, informativos, co-activos, ideolgicos, o de cualquier otro tipo.4 Respondiendo a este an-

    lisis, nuestra concepcin del poder est ligada al propio proceso compe-titivo, y entendemos que el poder acumulado es un poder efectivo en lamedida en que es til para acumular ms poder.

    Por otra parte, definimos como relaciones de poder lineales lasrelaciones que establece la poblacin cuando es capaz de identificar deforma consciente sus necesidades y se moviliza para alcanzarlas. En es-

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    tos casos, los objetivos del actor poblacin no son relativos y, por lo

    tanto, cuando se consiguen la relacin de poder se extingue. El carcterlineal de dichas relaciones deriva del hecho que se puede marcar un prin-cipio el momento en el cual el proceso de toma de conciencia evolu-ciona en accin colectiva, y un fin cuando la movilizacin tiene xitoy se consiguen las reivindicaciones o cuando es derrotada y se abandonala accin.

    Por consiguiente, el anlisis de los sistemas sociales nos obliga aidentificar cundo una relacin de poder es lineal o circular. Dicho de

    otra forma, es necesario identificar cundo los actores tienen objetivos eintereses concretos en trminos de mejora de su condicin de vida, ycundo los actores tienen como objetivo prioritario la acumulacin dife-rencial. De este modo descubrimos cmo en el anlisis de las sociedades,si bien son las relaciones lineales las que dibujan el progreso y las trans-formaciones, son las relaciones circulares las que predominan, dirigidaspor unas lites que se aferran a su posicin de poder, contribuyendo as alargos perodos de continuidad y estancamiento en la historia.

    Otro elemento fundamental de la Sociologa del poder son los re-cursos de los que disponen los actores y su relevancia en el seno de la so-ciedad. Los recursos que utilizan las lites para competir por la acumula-cin diferencial de poder, o la poblacin para luchar por sus objetivos,varan en funcin del sistema que se analice y de su estructura. Los re-cursos principales en la mayora de los sistemas contemporneos son elEstado, el capital, la ideologa, la informacin, la coaccin y la mismapoblacin. Sin embargo, eso no implica que no existan otros recursoscomo pueden ser los partidos o las corporaciones, que en algunos siste-mas llegan a tener un papel central. El peso de cada recurso, relacionadocon la coyuntura y los procesos de acumulacin de cada momento, de-termina su posicin primaria o secundaria.

    Los diferentes elementos que acabamos de introducir configuran laestructura de poder de una sociedad, pertenezca esta al mundo rabe o acualquier otro entorno. Por esta razn, ahondar en la configuracin de las

    estructuras de poder es bsico para entender las dinmicas de cambio ycontinuidad de los sistemas polticos. Y en el caso especfico del mundorabe, la aplicacin de Sociologa del poder permitir comprender y ex-plicar el fracaso de las transiciones polticas en esos pases.

    La Sociologa del poder en el mundo rabe contemporneo 21

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    Relaciones de poder circulares

    Como hemos visto, el principio fundamental de la sociologa de poderreside en la funcin acumulativa de las lites, y en que la posicin de unactor en una jerarqua determinada depender siempre de su capacidadpara competir con el resto de los miembros de la jerarqua, o con aque-llos otros que estn aspirando a entrar en ella. As, identificamos las re-laciones de las lites entre s como de permanente competencia mutua, orelaciones de poder y por el poder. Y como acabamos de sealar, sus ob-

    jetivos sern siempre relativos, sujetos a la capacidad de acumulacin desus rivales

    De ese modo, la supervivencia como lite de cada actor depende desu capacidad de acumulacin diferencial de poder: la acumulacin dems poder que el resto de los actores. El poder concreto de cada actor esmedido siempre en comparacin con las dems lites, por lo que las re-laciones que se establecen construyen un sistema en el cual la competi-cin no se detiene nunca. Al mismo tiempo, la lgica de la competicin

    se hace ms feroz cuanto mayor es el poder que controlan las lites. Estadinmica competitiva es propia de los sistemas jerrquicos, por lo quecualquier individuo que se encuentre en esta posicin elitista, debercompetir o perder su poder. La posicin de cada una de las personas queforman parte de la lite depender de sus recursos, sus capacidades y susalianzas en la competicin con los dems. Esta dinmica de competicinconstante, y de alianzas dentro ella, se extiende a todos los recursos depoder y a todas las pocas y latitudes que han conocido organizaciones

    jerrquicas. Adems observamos cmo, a lo largo de la historia, las rela-ciones de poder circulares son factores causantes del conservadurismo, alser el mantenimiento y acumulacin de los recursos de poder de los ac-tores la dinmica dominante.

    Por otra parte, en el anlisis de la estructura de poder de una socie-dad es importante tener en cuenta la multidimensionalidad del poder, lamultiplicidad de actores y tambin que se trata de una competicin en la

    que todos los actores/lites estn implicados y se influyen mutuamente.Al ser los recursos de poder multidimensionales y al estar sometidos alcontrol de mltiples actores en competencia, cada uno de estos actorestambin est sometido a la influencia de los dems. Asimismo, son fre-cuentes los casos en que los mismos actores pueden coincidir total o par-cialmente en el control de unos y otros recursos.

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    A todo ello debemos aadir que, como el poder no es una abstrac-

    cin, los actores implicados en una relacin de poder no pueden ser en-tes abstractos como la nacin o el Estado, sino individuos o grupos so-ciales, entendidos como una alianza entre individuos, y el anlisis debecentrarse en ellos. Cuando nos referimos al Estado, la corporacin, laiglesia, el partido y otras instituciones, debemos tener en cuenta que enrealidad nos referimos a las lites que controlan estas instituciones. Ycuando hablamos de la poblacin como actor, a lo que aludimos es a unaalianza de individuos con objetivos comunes.

    Relaciones de poder lineales

    En toda sociedad, en algunos momentos de su historia, junto a las rela-ciones circulares, coexisten las relaciones de poder que establece la po-blacin cuando acta para mejorar sus condiciones de vida. En las socie-dades jerarquizadas no es fcil que los individuos tomen conciencia de

    sus intereses en trminos de mejora de su calidad de vida. Y cuando lohacen se encuentran con la dificultad de movilizarse para luchar por esteobjetivo, pues en la mayora de las ocasiones ello implica enfrentarse alas lites que se resisten a la transformacin del statu quo que les es fa-vorable en su proceso de acumulacin. Pero cuando la poblacin consi-gue movilizarse, genera una relacin de poder muy distinta de la compe-ticin de las lites entre s. En estos casos, los objetivos de las personasson concretos y, por tanto, cuando se consiguen la relacin de poder ter-mina. Por esta razn hablamos de relaciones lineales, que tienen un prin-cipio en el proceso de toma de conciencia y un final si la movilizacintiene xito y se consiguen las reivindicaciones.

    La poblacin como grupo social acostumbra tambin a ser un re-curso para las lites. La vida cotidiana de una persona suele estar basadaen la cesin consciente, inconsciente o forzada de la capacidad dedecidir. La democracia representativa, las relaciones de produccin, el

    propio Estado, las ideologas, el control de la informacin, la coaccinson instrumentos en manos de las lites para extraer y acumular el poderde la poblacin.

    Sin embargo, cuando una mayora de la poblacin establece rela-ciones de poder lineales para alcanzar objetivos propios se convierte enun actor transformador con capacidad para provocar cambios en la so-

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    ciedad. Estos cambios, definidos por los objetivos que busque la pobla-

    cin, pueden ser menores y coyunturales, como por ejemplo un conveniocolectivo en una empresa o la lucha por la mejora de un barrio, o grandesy estructurales como la exigencia de derechos y libertades en contra deuna potencia colonial o una dictadura.

    Los procesos de cambio social solo se producen cuando el pueblolucha por intereses propios, convirtindose en actor poltico y dejando deser un recurso en manos de las lites. Sin embargo, esto no significa queno se puedan establecer alianzas entre la poblacin y algunas lites,

    cuando los intereses de ambas son coincidentes, como veremos ms ade-lante.

    Los actores

    El anlisis de los actores desde la Sociologa del poder se centra en aque-

    llos individuos que tienen capacidad de tomar decisiones sobre el uso delos recursos de poder y de intervenir en las relaciones de poder. Nuestradefinicin parte de las siguientes premisas: se aplica solo a seres huma-nos que son conscientes de sus intereses, y cuya actividad se caracterizapor la intencionalidad y modifica las relaciones de poder existentes.

    Podemos diferenciar entre dos categoras principales de actores: laslites y la poblacin. Como veamos, esta divisin responde a los intere-ses y al tipo de relaciones de poder que establece cada grupo; por unaparte, el inters de las lites es la acumulacin diferencial de poder y lasrelaciones que establecen en este proceso circulares; por otra parte, el in-ters del pueblo es la mejora de sus condiciones de vida, y sus relaciones,lineales.

    Las lites

    Las aproximaciones tericas al concepto de lite se han realizado desdediferentes puntos de vista. En nuestro estudio nos alejamos de las nocio-nes de clase o privilegio5 para centrarnos en la idea de la competicin porla acumulacin diferencial de poder, y nos referimos siempre a un nme-ro limitado de personas. Tal y como ya sealaba Maquiavelo, en todas

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    las repblicas, sea cual sea su forma de gobierno, apenas cuarenta o cin-

    cuenta ciudadanos participan en la direccin de sus asuntos (1513-1517: cap. XVI). Consideramos pues lites a los individuos que se en-cuentran en una posicin jerrquica superior en las instituciones socialesy cuya supervivencia en esta posicin depende de su capacidad paracompetir por la acumulacin de poder.

    Los lmites de la actuacin de cada lite dependen de la estructura depoder de cada sociedad. As, en sociedades ms democrticas existe unamayor especializacin de las lites pues estas estn ms conectadas con re-

    cursos especficos de poder, mientras que en sociedades ms autocrticaslas lites concentran el control de una mayor variedad de recursos. Sin em-bargo, es muy difcil que en las sociedades contemporneas, sea cual seala estructura de su sistema de poder, exista la completa especializacin enun recurso o se posea control absoluto sobre todos los recursos, pues estosestn mucho ms diversificados que en pocas anteriores.

    El grado de concentracin del poder es tambin relevante para po-der analizar el sistema. Un sistema estructurado sobre pocas lites pri-

    marias tender a la oligarqua: a la autocracia en su dimensin poltica yal monopolio en su dimensin econmica. Cuantas ms lites participenen la competicin, ms dura ser esta y ms posibilidades tendr la po-blacin de establecer relaciones lineales por sus propios intereses. Comoapunta Mannheim, cuantas ms lites haya en una sociedad, ms tiendecada lite individual a perder su funcin y su influencia como lder, puesse compensan entre ellas. En una sociedad democrtica de masas, sobretodo si existe una gran movilizacin social, ningn grupo puede conse-guir influenciar profundamente a toda la sociedad (Mannheim, 1940).

    Como podemos observar en el presente estudio, la mayora de lospases rabes son ejemplos de lo contrario: un grupo muy reducido depersonas controla los principales recursos de poder y, sobre todo, man-tiene una relacin autocrtica con el Estado, principalmente a travs delmonopolio del uso de las rentas exteriores. Esto no significa que haya uncontrol absoluto por parte del gobernante sobre todos los recursos. En el

    seno del rgimen, el gobernante acostumbra a tener la competencia deotras lites con control sobre el ejrcito, el partido dominante, los servi-cios secretos o la ideologa ms fuerte. Las monarquas de Marruecos yJordania son probablemente las que han conseguido una mayor concen-tracin del control sobre los recursos, desde el Estado hasta el capital yel ejrcito.

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    Por el contrario, un sistema estructurado sobre una gran diversidad

    de lites primarias tender a la poliarqua pues la competicin estarabierta. Sin embargo no debemos asociar poliarqua con democracia. Elejemplo del Lbano nos es til en este sentido. Aunque las lites libane-sas forman un sistema notablemente ms polirquico que los existentesen la mayora de las sociedades rabes, su sistema poltico confesionalno puede ocultar que el proceso de acumulacin de las lites en el senode sus respectivas comunidades religiosas no es, en absoluto, democrti-co. Georges Corm llega incluso a comparar el sistema libans con un sis-

    tema totalitario (Corm, 2005).El anlisis de las lites y su competicin por la acumulacin dife-

    rencial de poder tambin debe tener en cuenta factores como los mbitosde procedencia de dichas lites (sectores sociales, profesionales, educa-tivos, corporativos, de la administracin del Estado), o los mecanis-mos de acceso al control de los recursos de poder por parte de estas (he-rencia, nepotismo, clientelismo, conquista, revolucin). En la historiareciente del mundo rabe, las independencias y los diferentes golpes de

    Estado abrieron el acceso a los recursos a las lites que estaban ligadas alos grupos responsables del cambio poltico. Posteriormente, a medidaque las lites se fueron asentando y ampliando, el nepotismo y el clien-telismo se convirtieron en los mecanismos ms usados. Con el paso deltiempo, el cambio generacional abri la puerta a la herencia, no solo enlas monarquas, sino tambin en los regmenes republicanos y en todoslos mbitos del poder. Los ejemplos de Siria con los Assad y Egiptocon los Mubarak son los ms evidentes en esta dinmica que no se limitaa los mximos dirigentes y tambin puede apreciarse en otras lites,como es el caso de algunas de las jvenes guardias de Siria, Jordania,Egipto, Marruecos y otros pases, en los que encontramos a hijos de las li-tes establecidas disputando el poder poltico y econmico a las viejasguardias.

    La procedencia de las lites tiene una gran influencia en la homo-geneidad del grupo dirigente. La cohesin y capacidad de generar alian-

    zas en las lites puede verse facilitada o dificultada por el grado de ho-mogeneidad entre estas. Giddens distingue entre la integracin moral y laintegracin social. La primera se refiere a las ideas y valores que las li-tes pueden compartir, y al grado de conciencia de tener lazos de solidari-dad comunes. La segunda, la integracin social, se refiere a la frecuenciay la naturaleza de los contactos y las relaciones entre las lites (Giddens,

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    1974: 5). Por ejemplo, en el caso de las lites saudes encontramos un

    grado muy alto de integracin tanto moral como social, principalmenteen el seno de las lites primarias constituidas por la familia Saud. A di-ferencia de Jordania y Marruecos, la extensin de la familia Saud permi-te que no solo la Casa Real, sino tambin los principales cargos polticosy econmicos estn ocupados por miembros de la familia, por lo que elsistema est ligeramente ms descentralizado que en Marruecos y Jorda-nia, donde el rey es el actor primario casi nico. Adems, el sistema sau-d es muy homogneo porque la mayora de los cargos primarios recaen

    en la familia real. En otro ejemplo, esta vez republicano, en Siria laslites primarias se han construido tambin sobre bases muy homogneas,incluso familiares. Lbano, por el contrario, ofrece una muestra de unalite con un grado muy bajo de integracin moral y social a escala nacio-nal, aunque en algunos mbitos comunitarios ocurre todo lo contrario.

    Las diferencias de integracin, tanto moral como social, de las li-tes se reflejarn en su capacidad de generar alianzas. La homogeneidadayuda a crear intereses y percepciones similares sobre la sociedad, que

    facilitarn las alianzas entre las lites (Whitley, 1974: 65). As, es proba-ble que en el seno de una lite homognea las alianzas contra tercerossean ms fciles y ms duraderas, o que la competicin por el poder pue-da desarrollarse de una forma ms pautada y menos conflictiva. Siguien-do con los ejemplos anteriores, Soler y Zaccara nos muestran como lasdisputas en el seno de la familia Saud, aunque pueden ser enormementetensas, incluso en los momentos de mxima importancia como la suce-sin de la corona se han podido solucionar casi siempre mediante nego-ciaciones o incluso estableciendo instituciones para ordenar el proceso(la Ley Fundamental de 1992 y la Comisin Baya de 2007). Sin embar-go, debemos recordar que la competicin entre las lites nunca se detie-ne por completo, pues al fin y al cabo se trata en todo momento de juga-dores individuales. Como podemos observar en el captulo sobre Siria, apesar de la homogeneidad, la competicin ha conducido incluso a inten-tos de golpe de Estado como el de Rifaat contra su hermano Hafez al-

    Asad, o a tensiones entre Bashar al-Asad y su cuado Shawkat. Aunquesi comparamos el perodo del rgimen de los Asad con las pocas ante-riores, s es de sealar una estabilidad en la que la integracin de las li-tes ha desempeado un papel importante.

    En el sentido contrario, vemos que la heterogeneidad de las litespuede provocar inestabilidad y tener incluso consecuencias cruentas,

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    como por ejemplo en el Lbano, donde el control de unos recursos de po-

    der de mucha menor vala que en Arabia Saud ha conducido en ocasio-nes a enfrentamientos armados, llegando incluso a la guerra civil.Por otra parte, es tambin importante tener en cuenta hasta que pun-

    to el acceso de otros actores a la lite est abierto o bloqueado. Si bienuna lite cerrada suele ser ms homognea y por tanto conllevar unacompeticin menos conflictiva, esta misma cerrazn puede provocar queel acceso de otros competidores externos al grupo, de suceder, se pro-duzca mediante mtodos ms traumticos y provoque cambios importan-

    tes en la estructura del sistema. Por ejemplo, en Arabia Saud una nuevalite ajena a la familia Saud solo podra llegar a competir por el controldel Estado con una revolucin que transformara de forma radical el sis-tema.

    Por el contrario, la democratizacin efectiva del sistema polticopodra abrir de una forma ordenada el acceso de nuevas lites al controldel Estado, reducindose entonces las posibilidades de inestabilidad y deviolencia. Sin embargo, esto debilitara claramente a los dirigentes ac-

    tuales, que podran perder el poder, por lo que las lites dominantesharn todo lo que est en su mano para impedir el acceso de otros com-petidores. Y es precisamente esta la razn por la que los diferentes reg-menes rabes son reacios a permitir transiciones realmente democrticasy que incluso cuando convocan elecciones formales se aseguran de queel control efectivo del Estado permanezca en manos del rgimen. Esto serepite sin duda en todos los pases que hicieron gestos liberalizadorescomo Egipto, Jordania o Marruecos. Concretamente en Argelia, la rpi-da respuesta de las lites en el poder fue a todas luces un golpe de Estadoque anulaba la victoria electoral de los islamistas y que, al mismo tiem-po, condujo a la guerra civil. nicamente en los lugares donde las viejaslites no lo han podido evitar, nuevas lites han accedido al control delEstado, pero aun as, el proceso se ha topado con la frrea resistencia delos dirigentes establecidos. En los Territorios Ocupados palestinos, porejemplo, las reticencias de Fatah a aceptar el gobierno de Hamas hicie-

    ron incrementar la tensin hasta el punto de producirse la ruptura entre laFranja de Gaza y Cisjordania. Y en Lbano, Hezbol tuvo que hacer va-ler su fuerza militar para ser incluido en el reparto del Estado entre lascomunidades.

    La posicin de las lites en el sistema y su capacidad de acumula-cin tambin est ligada a los recursos que controlan. No todos los siste-

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    mas se estructuran de la misma manera; en algunos el recurso esencial

    puede ser el Estado, en otros el capital, y en otros la coaccin o la ideo-loga, o una combinacin de varios. Pero en el mundo rabe, excepto al-gunos casos excepcionales, el recurso fundamental es el Estado, y lacompeticin principal se produce entre las lites que pueden rivalizarpor su control. Otros recursos, como capital, informacin o coaccin de-penden en buena medida de este recurso principal. Solo la ideologa es-capa, en algunos casos, al control desde el Estado, permitiendo a litescompetidoras amenazar la supremaca de los regmenes. En la actuali-

    dad, esta amenaza de la ideologa proviene del islamismo, que ha sus-tituido al nacionalismo y a la izquierda como ideologa movilizadora demasas.

    lites primarias y secundarias

    El anlisis de las lites nos permite apreciar que, aunque todas participan

    en la competicin por la acumulacin diferencial de poder, presentan di-ferentes grados de incidencia sobre el sistema. Por una parte, las litesprimarias poseen la capacidad de competir por el control de los recursosque permiten mayor acumulacin en cada momento, y al mismo tiempo,al relacionarse entre s, delimitan los equilibrios de poder que estructu-ran todo el sistema. Como apuntbamos, refirindonos al mundo rabe,sern lites primarias aquellas que puedan competir eficazmente por elcontrol del Estado, la renta, la coaccin y, en ocasiones, por el capitalprivado y la ideologa.

    Por su parte las lites secundarias, aunque intervengan tambin enla competicin, se mueven en la estructura generada por las lites prima-rias, ocupando puestos subalternos en la jerarqua, por lo que su acceso alos recursos depender de sus alianzas con las lites primarias.

    Como veremos, la posicin primaria o secundaria de una lite pue-de variar con los cambios en la estructura del sistema, bien por nuevos

    equilibrios o bien por cambios revolucionarios en los recursos o en losactores. En los pases rabes por ejemplo, a medida que se fueron asen-tando los estados, las lites tribales perdieron poder. En muchas ocasio-nes pasaron a depender de las lites estatales, pues la distribucin de lasayudas sociales, trabajo, prebendas depende de quien controla la rentaexterior. As, el papel de las lites tribales pas de ser primario cuando la

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  • 5/20/2018 26_poder y Regmenes en El Mundo rabe

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    base de la organizacin social, poltica y econmica era la tribu, a ser se-

    cundario cuando el Estado se convirti en el centro del proceso de acu-mulacin de poder.En ocasiones, un individuo o grupo puede disponer de un recurso

    de poder importante, pero si se encuentra en una posicin de dependen-cia, continuar siendo una lite secundaria. Bustos y Ma ofrecen unejemplo al respecto en el captulo de Argelia: el del magnate Abdelmu-nim Khalifa, quien a pesar de haber amasado una enorme riqueza no dejde tener una posicin secundaria, tal y como pudo observarse con su ca-

    da en desgracia cuando dej de ser til para el proceso de acumulacinde las lites primarias argelinas.

    Otra forma de identificar la posicin de las lites en el sistema esanalizando si estas son fcilmente reemplazables a la hora de formaralianzas, sin una merma importante de poder para la lite aliada. Un ac-tor primario puede sustituir fcilmente su alianza con un actor secunda-rio sin que ello afecte a su capacidad de acumulacin, mientras que unactor secundario depende de su alianza con el primario. Por ejemplo,

    cuando una lite estatal de un pas rabe decide reemplazar al directivode una empresa, o decide redistribuir la renta hacia otra tribu, o hacia lamisma tribu a travs de otro jeque o notable. Por otra parte, las lites pri-marias siempre establecern sus relaciones con las secundarias intentan-do evitar que estas tengan acceso a los principales recursos de poder. Eneste sentido, Ayubi dice que las alianzas de base distributiva incorporaneconmicamente a las lites aliadas al rgimen, pero las excluyen polti-camente (Ayubi, 2000: 307).

    Por el contrario, los cambios en las alianzas entre los actores pri-marios forman parte del gran juego y tienen repercusiones directas enlos equilibrios de poder del sistema y, por lo tanto, en la estructura delmismo. Una importante alianza entre actores primarios en el mundo ra-be fue la de Muhammad ibn Saud con Muhammad ibn Abd al-Wahhab,que dara lugar a la actual Arabia Saud. El Pacto Nacional en Lbano esotro ejemplo de alianza fundacional, en este caso de un sistema basado

    en los equilibrios comunitarios. Tal y como exponen Goenaga y Snchez,el Lbano moderno nace del pacto de las lites cristianas con las lites su-nes para repartirse el control del Estado. Un sistema que se ha ido rees-tructurando y reafirmando con los cambios en la relacin de fuerzas delas distintas comunidades, sobre todo a medida que las lites chies hanpodido reclamar su participacin en el control de las instituciones, tras la

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    guerra civil con el acuerdo de Taif, y con los acuerdos de Doha de 2008

    despus de la demostracin de fuerza de Hezbol.La capacidad de ser actor depende, por lo tanto, directamente delpoder que se consigue acumular. Por esta razn, un actor tiene que seranalizado en el contexto del subsistema en el que tiene influencia. Dife-rentes espacios generan diferentes sistemas con distintas estructuras. Enese sentido, en el sistema global deberemos tener en cuenta solo a aque-llos actores que tengan capacidad para utilizar recursos globales como:estados-potencia; grandes corporaciones transnacionales; hegemonas e

    ideologas globales (como las grandes religiones, el neoliberalismo, elsocialismo o el comunismo, pero no ideologas nacionalistas que solo se-rn tiles como recursos de poder en mbitos nacionales); capacidad decoaccin internacional; capacidad informativa internacional; normas einstituciones internacionales Pero puede haber tambin sistemas re-gionales, estatales, locales o incluso referidos a una institucin como unaiglesia, un partido, una corporacin, etc. De esta forma, actores primariosen el anlisis de un sistema inferior pueden ser secundarios en el sistema

    superior. Continuando con el ejemplo anterior, si analizamos el sistematribal de un pas rabe, los jeques sern los actores primarios. Pero sianalizamos el sistema del pas de forma global, los jeques ocuparn unlugar secundario frente las lites que controlan el Estado.

    La poblacin

    El anlisis de la poblacin como actor ofrece mayores dificultades que elde las lites, pues en muchas ocasiones la movilizacin de las masas res-ponde tambin a la capacidad de manipulacin de algunas lites para uti-lizarlas en su propio beneficio.

    En este sentido Inglehart distingue entre la participacin dirigidapor la lite y la participacin que desafa a la lite. En el primer caso serefiere a una amplia masa de ciudadanos, en general poco preparada po-

    lticamente y guiada por un pequeo nmero de lderes normalmente atravs de los partidos, sindicatos, iglesias u otras instituciones. En el se-gundo caso, la accin est ms orientada hacia objetivos concretos y tan-gibles, y se basa ms en grupos formados ad hoc que en una organizacinburocratizada. Este tipo de participacin requiere un nivel ms alto deexperiencia poltica por parte de la poblacin (Inglehart, 1977: 299-300).

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    Por lo tanto, para distinguir cundo la poblacin es actor o recurso,

    es necesario analizar el objetivo planteado en la movilizacin. Cuandolos fines de la poblacin estn ligados a su inters en trminos de mejorade sus condiciones de vida, nos encontramos ante relaciones de poder li-neales en las que los colectivos populares cumplen un papel de sujeto. Lapoblacin se mueve normalmente sobre un eje que abarca desde la noconciencia de sus intereses (resultado de la manipulacin ideolgica porparte de algunas lites), a la reivindicacin de mejoras en su modo devida y la movilizacin para conseguirlas. En funcin de su posicin en

    dicho eje, las personas sern capaces de pasar de ser un mero recurso enmanos de los ms poderosos, a ejecutar acciones reactivas en contra deactuaciones de las lites que atenten contra su bienestar, o, incluso, em-prender acciones proactivas para redefinir y lograr sus verdaderos obje-tivos. La relacin que mantengan las lites con la poblacin tambin va-riar en funcin de la posicin de la poblacin sobre el eje. Cuanto msconcienciadas estn las personas sobre su situacin social, ms buscarnlegitimarse las lites, con lo que su capacidad de acumulacin se ver

    afectada por la necesidad de dar una respuesta a los intereses y objetivosde la poblacin.

    Sin embargo, en la mayora de las ocasiones, la poblacin se movi-liza ante decisiones tomadas por las lites y que lesionan sus intereses.En palabras de Tilly, una accin colectiva reactiva consiste en el esfuer-zo de un grupo por reestablecer derechos adquiridos cuando alguien losamenaza o viola (Tilly, 1978: 367-368). En estos casos, la iniciativasiempre parte de las lites y la poblacin se limita a reaccionar ante ellas.Adems, los objetivos de esta accin podran describirse como poco am-biciosos, debido a que dicha posicin es defensiva.

    Cuando existe una conciencia clara de sus intereses, la poblacinpuede tener la iniciativa y movilizarse para conseguir objetivos definidospor ella misma, rompiendo los lmites impuestos por las lites. Como defi-ne Tilly en la misma obra, las acciones proactivas reivindican derechos queno se haban ejercido con anterioridad. En estas ocasiones, el movimiento

    es transformador de la realidad social. Sin embargo, en estos casos la mo-vilizacin de la poblacin resulta ms difcil, pues en primer lugar debe ad-quirir conciencia de su situacin y despus pensar en los cambios necesa-rios para mejorarla, adems de lograr unirse para luchar por ellos.

    As, un factor esencial en la movilizacin de la poblacin es la ca-pacidad de accin colectiva. Como menciona Przeworski, lo que amena-

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    za realmente a los regmenes autoritarios no es la prdida de legitimidad

    sino la organizacin de una contrahegemona: la existencia de un pro-yecto colectivo como alternativa de futuro (Przeworski, 1991: 54). En elmundo rabe, las grandes movilizaciones proactivas se dieron y toda-va se dan en el caso palestino en pro de la liberacin del control colo-nial. Una vez conseguidas las independencias, las movilizaciones de ma-sas pasaron a ser reactivas y a producirse sobre todo en momentos decrisis econmica, cuando los regmenes no podan continuar mantenien-do las mejoras sociales forjadas con la consolidacin de los estados in-

    dependientes. Como veremos a lo largo del libro, buen ejemplo de elloson las revueltas del pan que sucedieron en los aos ochenta y noven-ta en la mayora de pases rabes.

    El principal recurso de la poblacin para alcanzar sus intereses es,por lo tanto, su propia movilizacin mediante acciones de protesta, opo-sicin o resistencia. Sin embargo, no es su nico recurso ni el ms habi-tual. A veces la poblacin puede usar la competicin de las lites comoun recurso para lograr sus objetivos, cuando estas necesitan el apoyo de

    los grupos sociales. En estos casos, la poblacin gana capacidad de ne-gociacin y puede exigir mejoras en su bienestar, pero no deja de estarsupeditada a las necesidades coyunturales de las lites que la utilizancomo recurso en la competicin.

    La presencia de colectivos de vanguardia es tambin un recursopara la movilizacin de la poblacin. Estos grupos pueden surgir en or-ganizaciones de la sociedad civil, en sindicatos o incluso en organizacio-nes polticas si defienden los intereses de la mayora, y su capacidad deaccin estar ligada a su incidencia en la poblacin y su potencial paramovilizarla. Sin embargo, estas organizaciones sufrirn importantes ten-siones si pueden acceder a controlar recursos de poder, pues entonces losobjetivos de la poblacin pueden chocar con las necesidades de los lde-res de la organizacin, que perdern su papel de vanguardia de una rela-cin lineal para asumir su papel de lite competidora en una relacincircular. En esta ambivalencia se mueven, por ejemplo, algunos lderes y

    dirigentes de asociaciones profesionales y empresariales en Jordania oEgipto, de algunas ONG en los Territorios Ocupados palestinos, de algu-nos partidos en Marruecos, Argelia o Egipto, e incluso algunos de los l-deres de los Hermanos Musulmanes en Egipto o Jordania.

    La poblacin no acta siempre con la misma intensidad, por lo quetambin podemos distinguir grados diferentes en sus actuaciones.6 Las

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    acciones reactivas tienen en muchas ocasiones la forma de protestas pun-

    tuales y gozan de un cierto grado de espontaneidad. Son movimientos derespuesta a hechos concretos, o demandas generadas por una gran pre-sin ejercida sobre la poblacin hasta el punto de que a esta le es difcilcontinuar soportndola.

    La oposicin se distingue de la protesta porque est ms estructu-rada. La diferenciamos de la resistencia si se lleva a cabo desde dentrodel sistema, aceptando sus reglas del juego. Normalmente la abanderanlas organizaciones polticas, religiosas o de la sociedad civil legales o pa-

    ralegales (no clandestinas). Los procesos de apertura de algunos regme-nes rabes han hecho florecer este tipo de organizaciones y, en ocasiones,algunos grupos, que bajo la represin ms dura actuaban desde la clan-destinidad contra el rgimen, han aceptado contemporizar con el poderpara salir a la superficie y pasar de una actividad de resistencia a una deoposicin (el caso de los Hermanos Musulmanes en Egipto es una mues-tra de esta dinmica).

    Los intentos de transformacin del sistema, o de algunas de sus po-

    lticas en el caso de que afecten a las bases del rgimen, adquieren unadimensin ms profunda que las dos anteriores. Los movimientos de re-sistencia solo tienen fuerza en momentos de fragilidad del rgimen.Mientras que la respuesta de los regmenes a las protestas y la oposicinpuede oscilar entre la represin o la negociacin y concesiones paraaumentar la legitimidad, en el caso de los movimientos de resistencia lacoaccin es manifiesta pues lo que ponen en duda es la permanencia delas lites y de su control sobre los recursos de acumulacin de poder, ypor tanto su misma existencia.

    Como ya veamos en Inglehart, las acciones de la poblacin tam-bin pueden estudiarse en funcin de su relacin con las lites; puedenestar dirigidas por estas, o pueden cuestionar e incluso amenazar su exis-tencia. Aunque a menudo estas dos dimensiones pueden aparecer en unamisma movilizacin. En el primer caso, tras las actuaciones de la pobla-cin dirigidas por las lites encontramos en muchas ocasiones grupos es-

    tables y jerarquizados, que sirven de recurso a los dirigentes en su com-peticin por la acumulacin. En el segundo caso, las movilizacionesestablecen relaciones lineales y los grupos acostumbran a ser poco jerar-quizados y menos estables, desapareciendo o transformando su luchacuando se ha conseguido el objetivo concreto que haba generado la mo-vilizacin.

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    Pero cuando las segundas movilizaciones se producen de forma du-

    radera, lo que ocurre a menudo en luchas por grandes transformacionessociales, se plantea una controversia en torno al papel de la vanguardia.Es fcil que, con el tiempo, los grupos que organizan la movilizacin se

    jerarquicen, y que la vanguardia de estos grupos adopte un papel cadavez ms cercano a la lite. Esto puede conducir a la aparicin de partidos,o a que algunos dirigentes, una vez conseguido el objetivo, no aceptenretirarse e intenten aprovechar el xito de la movilizacin para posicio-narse en la lite. Tambin puede ocurrir que esta vanguardia, convertida

    ya en lite, intente transformar los objetivos iniciales de la poblacin ensu propio beneficio. En ambos casos, estos lderes habrn abandonado supapel de vanguardia de una relacin lineal, para adquirir un papel de li-te que utiliza a esta poblacin como recurso en la competicin por la acu-mulacin diferencial de poder. Algunos de los regmenes rabes republi-canos son producto de esta evolucin de la vanguardia, como el FLN enArgelia, el Baaz en Siria e Irak, o Fatah en Palestina.

    Adems, como veamos, la existencia de relaciones lineales no im-

    plica automticamente la desaparicin de las relaciones circulares. Enmuchos casos cuando la masa se convierte en actor tambin es un recur-so para algunas lites que pueden aprovechar la movilizacin en benefi-cio propio. En estas ocasiones, cuanto ms responda esta lite a las de-mandas de la poblacin ms poder adquirir. En este sentido, lalegitimizacin de los regmenes rabes se produce por dos mecanismosdistintos: como lderes de una ideologa hegemnica o dando respuesta alas demandas de la poblacin. As, la mayora de las lites en el poder,cuando falla el recurso ideolgico intentan satisfacer a la poblacin, y sino tienen capacidad para responder a sus reivindicaciones sufren una cri-sis de legitimidad.

    De este modo, observamos como la visin que se nos va presentan-do a lo largo de los captulos de este libro respecto a la vitalidad de la po-blacin como actor en el mundo rabe es pesimista. En trminos genera-les, la movilizacin de los ciudadanos es espordica y principalmente

    limitada a acciones de protesta. Las organizaciones de la sociedad civilson escasas y dbiles, y los sindicatos y partidos polticos actan, cadavez en mayor medida, como oposicin que no cuestiona las bases delos regmenes, cuando no son meros instrumentos al servicio de la acu-mulacin de sus dirigentes.

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    Recursos de poder

    Los recursos que las lites pueden utilizar en su competicin por la acu-mulacin de poder conforman otro factor determinante de la estructuradel sistema. El peso de los distintos recursos est ligado a la coyuntura ylos procesos de acumulacin, y el control de cada uno de ellos genera in-tereses y polticas distintas, y en muchos casos contradictorias. Por otraparte, un sistema con un alto grado de especializacin de las lites en re-cursos distintos, o con diversidad de recursos fundamentales para el pro-

    ceso de acumulacin, ser ms difuso y con mayor diversidad de lites.En el sentido contrario, un sistema con lites poco especializadas y, portanto, con capacidad de competir por todos los recursos fundamentales,o en el cual la acumulacin de poder se base en un solo recurso, presen-tar una mayor concentracin de lites. En los pases rabes la mayorade sistemas tienden a ser poco especializados con unas lites que compi-ten por el Estado como recurso primario. En la mayora de los casos estorefuerza la tendencia a la oligarqua y a la autocracia poltica.

    Esta preponderancia del recurso Estado en el mundo rabe nos lle-var a centrar la atencin en l, sin embargo comentaremos brevementeen primer lugar algunos de los otros recursos de poder de los que dispo-nen las lites.

    Sin entrar en el debate sobre la definicin del capital, es importan-te no confundir este recurso con la riqueza ni con el beneficio. Coincidi-mos, pues, con la conclusin que, desde la economa poltica, presentanNitzan y Bichler, quienes adems introducen la idea de la acumulacindiferencial:

    La acumulacin de capital no representa ni riqueza material, ni una amal-gama productiva de trabajo muerto, sino ms bien la mercantilizacindel poder. Los capitalistas no acumulan cosas tradas del pasado, sino ttu-los de poder vendibles proyectados hacia el futuro. En este sentido, sus ga-nancias capitalizadas no representan un derecho sobre una parte de la pro-duccin, sino sobre una parte del control del proceso social. As, a pesar de

    que el poder de los capitalistas se ejerce sobre la sociedad, se mide de for-ma relativa al poder de los otros propietarios. [] En resumen, la cuestincentral no es la acumulacin en trminos absolutos, sino la acumulacindiferencial. [] De esta forma, la conexin entre la acumulacin diferen-cial y el poder tendra que resultar ms evidente. Acumular de forma dife-rencial es aumentar su parte de las ganancias totales y de la capitalizacin.

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    Y aumentar su parte distributiva de estas magnitudes es aumentar su poder

    relativo para influir sobre el proceso de cambio social. La fuente de estepoder es la habilidad de los propietarios de limitar estratgicamente o sa-botear el proceso de reproduccin social (Nitzan y Bichler, 2002: 36-38).

    A partir de esta definicin podemos entender que capital ser todoaquello que sirva para acumular ms poder mercantilizado. Por esta ra-zn, es necesario diferenciar, por ejemplo, el capital de la renta exterior,

    ya sea esta producto de la exportacin de petrleo, de las ayudas recibi-das o de la deuda contrada. La funcin de esta renta en la mayora depases rabes no es generar ms acumulacin en forma de capital, sino enforma de control del Estado, clientelismo y legitimidad frente a la pobla-cin.

    Tambin es importante recordar aqu que capital y corporacin noson sinnimos. Es necesario diferenciar entre la acumulacin de capitaly la acumulacin de poder corporativo. Giddens distingue entre lites

    propietarias y lites que controlan la organizacin. La corporacin mo-derna ha ido evolucionando de estar controlada por los propietarios a es-tar controlada por los directivos, y estos dos sectores pueden tener inte-reses distintos (Giddens, 1974: 9). Galbraith tambin avisaba del poderde la burocracia corporativa (Galbraith, 2004), y del dominio corporati-vo sobre la economa capitalista, mal llamada economa de mercado(Galbraith, 1973).

    Capital y corporaciones han adquirido un peso fundamental en losprocesos de acumulacin en los pases desarrollados y en el sistema glo-bal. Tras las polticas keynesianas, anteriores y posteriores a la SegundaGuerra Mundial, el neoliberalismo de los aos ochenta y noventa acen-tu todava ms la capacidad de acumulacin de poder de las lites capi-talistas y corporativas. En el mundo rabe, sin embargo, a pesar de casosexcepcionales como el de Hariri en Lbano, vemos que tanto la acumula-cin de capital como la actividad de las corporaciones continan depen-

    diendo en buena medida del Estado o de las corporaciones multinaciona-les, por lo que las lites capitalistas y corporativas rabes tienen, en lamayora de los casos, una posicin secundaria.

    Como hemos visto, otro recurso importante es la relacin que se es-tablece entre las lites y la poblacin. Los esfuerzos por conseguir elapoyo popular constituyen una clara manifestacin de la importancia de

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    este recurso para las lites. Si, como afirmaba Arendt, el poder reside en

    el grupo, la competicin de las lites por conseguir ser las depositarias dela cesin de dicho poder ser muy dura. El voto en las elecciones en unademocracia representativa es seguramente el mecanismo ms visible deextraccin de poder a la poblacin, en favor de la acumulacin para laslites. La causa de la conversin de la poblacin en recurso debe buscar-se en la falta de conciencia de sus propios intereses. Tal y como ya ex-presaba Marx, la alienacin supone la prdida de la calidad de sujeto hu-mano para convertirse en objeto (Marx, 1844) que ser usado por las

    lites en su competicin por la acumulacin diferencial de poder, y eneste proceso de alienacin la ideologa cumple un papel fundamental.

    El anlisis de la ideologa como recurso nos lleva a diferenciar en-tre tres niveles distintos de influencia. Los dos primeros, que veremosms adelante, forman parte de la estructura del sistema, mientras que elltimo representa un recurso que algunas lites utilizan en la competi-cin. En el primer nivel, que impregna todas las relaciones sociales y quepodramos definir como lo que Foucault llama el rgimen de verdad,

    encontramos los mecanismos inconscientes que nos hacen aceptar o re-chazar ideas, valores y discursos. En el segundo nivel, que Gramsci defi-ne como hegemona cultural, una clase o un grupo social consigue quesus intereses de grupo sean asumidos como el inters general de toda lapoblacin. Pero, como decamos, ambos sern analizados en el apartadode Estructura del sistema de este captulo.

    En el tercer nivel, nos situamos en un plano ms concreto e inme-diato, el de los sistemas de creencias polticas y religiosas difundidas porlas lites para manipular a la poblacin. Este es el nivel ms evidentepues es el que se puede utilizar de forma ms directa e independiente enla competicin por el poder, donde encontraremos ideologas polticas yreligiosas rivales, o disputas por el control de dichas ideologas. Estosenfrentamientos se producen, en muchos casos, dentro de la estructuraestablecida por el rgimen de verdad y por la hegemona cultural, eincluso en el seno de las mismas clases sociales. La debilidad de la he-

    gemona, como es el caso en el mundo rabe, da mayor fuerza a la com-petencia entre sistemas de creencias. Esta competicin no se da solo en-tre ideologas polticas enfrentadas o entre ideologas religiosasenfrentadas, sino que todas compiten con todas, pues la funcin de todasellas es la misma: la acumulacin de poder de las lites que las controlan.Por ejemplo, la decadencia del nacionalismo rabe aliment la reislami-

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    zacin de las sociedades musulmanas del Norte de frica y de Oriente

    Medio.La importancia de la informacin como recurso de poder se reflejaen los grandes esfuerzos de los distintos actores por controlarla. Este re-curso presenta dos vertientes: el control sobre la informacin que recibenlos ciudadanos (medios de comunicacin y educacin) por un lado, y lainformacin que se tiene sobre los ciudadanos y los dems actores (ser-vicios de informacin). Respecto a los medios de comunicacin, existenvarios factores que deben tenerse en cuenta en el anlisis. En primer lu-

    gar, el grado de concentracin de los medios que se acerca, de forma casiuniversal, cada vez ms a la oligarqua. En segundo lugar, la censura,tanto la impuesta desde el exterior como la procedente desde la direccinde un medio. Y, en tercer lugar, la independencia de los medios de co-municacin, es decir, si los directivos son lites primarias o secundariasque estn ligadas, por ejemplo, al Estado, a una iglesia, un partido, unacorporacin, etc. La importancia del control de la informacin en el mun-do rabe es evidente por el grado de concentracin de los medios y su po-

    sicin secundaria respecto a las lites que controlan el Estado. En algu-nos pases la informacin parece haber experimentado una ligeraliberalizacin, como podra apreciarse en Marruecos, Jordania o Egipto,pero entonces la censura acta estableciendo unas lneas rojas de protec-cin de los regmenes que no pueden cruzarse, y si se cruzan los mediosson duramente castigados. El caso de la televisin qatar por satlite Al-Jazeera es paradigmtico para entender la preocupacin que suscita la in-formacin independiente en los regmenes rabes. Como comentarnms adelante Azaola y Kemou en el captulo sobre Egipto, en 2008 se ce-lebr una reunin de los veintids ministros de Comunicacin de la Ligarabe, con la excepcin del libans y el qatar, para adoptar un protoco-lo de censura sobre los medios de comunicacin, pensado sobre todopara poder limitar la recepcin de la exitosa Al-Jazeera en los pasesrabes.

    En cuanto a la otra vertiente, la de los servicios de informacin, re-

    sulta necesario destacar la importancia del Mujabarat en la prctica tota-lidad de los pases rabes. Como en todas las autocracias, el control desus rivales y de los ciudadanos es un arma esencial para las lites en elpoder. Aqu, ligado al de la informacin aparece el recurso a la coaccinpara mantener a la poblacin amedrentada. La omnipresencia de los ser-vicios de informacin tiene un enorme efecto disuasorio en muchas per-

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    sonas, reduciendo de forma evidente las manifestaciones de descontento

    popular, adems de lograr provocar una gran desconfianza en el seno delos grupos o movimientos de protesta, oposicin o resistencia, debido alas sospechas de infiltraciones de miembros de los servicios secretos.

    La mayora de las organizaciones jerrquicas cuentan con mecanis-mos de coaccin para hacer respetar la autoridad de las lites dirigentescuando los mecanismos hegemnicos (la legitimidad y la ideologa) fa-llan. La represin directa es normalmente el ltimo recurso al que recu-rren los regmenes para asegurar su supervivencia. Pero en muchos pa-

    ses rabes, como en cualquier autocracia, la violencia sobre la poblacinest mucho ms presente que en un sistema democrtico liberal. El en-carcelamiento, la tortura, o incluso la pena de muerte no son hechos es-pordicos en estos regmenes, hasta el punto de que, como es sabido, elgobierno norteamericano no dud en recurrir a los servicios de los tortu-radores de algunos de estos pases en su lucha contra el terrorismo. Sinembargo, a pesar de que sea lo ms visible, la capacidad de coaccin nose refleja solo en el uso de la violencia, sino tambin en el uso de la ame-

    naza y el castigo, no forzosamente violento, para reafirmar la autoridad.Y en esta funcin encontramos, una vez ms, en el papel central a los ser-vicios secretos, cultivando con eficacia la presencia permanente de unEstado que todo lo sabe y todo lo ve.

    Adems, las luchas por la independencia primero y los conflictosregionales despus han reforzado el poder del ejrcito y la militarizacindel sistema en estos pases. Egipto, Argelia, Siria o Mauritania son cla-ros ejemplos del papel preponderante de las Fuerzas Armadas en la con-figuracin de los regmenes. En Lbano, vemos tambin, en el papel delas milicias y actualmente de Hezbol, la importancia de la fuerza arma-da, incluso para ganar legitimidad ante la poblacin. En el resto de lospases el ejrcito no deja de tener un papel fundamental. Adems, la per-cepcin de su papel histrico como responsable de lograr y mantener laindependencia, y como elemento garante de la seguridad en una regincon numerosos conflictos abiertos, hacen que gran parte de la poblacin

    tenga una percepcin positiva de estos cuerpos, lo que ayuda a incre-mentar la legitimidad, las prerrogativas y el presupuesto de las lites mi-litares. All donde los generales no gobiernan, las lites polticas civileshacen todo lo posible para tener a los militares satisfechos y, al mismotiempo, controlados. Y cuando esto no es posible, la competicin por elpoder estalla en forma de golpes de Estado o en la realizacin de depura-

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    ciones en el ejrcito. Otra consecuencia de la militarizacin de los siste-

    mas rabes ha sido que casi todos los ejrcitos de la regin han adoptadoel papel de velar en ltima instancia por el mantenimiento de los regme-nes, ya sea porque son los militares los que controlan el poder, o por lasalianzas que estos establecen con las lites del rgimen.

    El Estado

    La institucionalizacin del control de la poblacin representa uno de losprincipales mecanismos de extraccin de poder y de creacin de lites. Atravs de la aprobacin de leyes y normas, este proceso permite estable-cer objetivos colectivos, aceptados por la mayora, y concentrar el poderen manos de las jerarquas, de forma que la estratificacin social se con-vierte a su vez en una institucin de la sociedad. La gnesis del Estadoest pues directamente conectada a la subordinacin de la poblacin a ungrupo. Siguiendo las palabras de Balandier, el Estado tradicional permi-

    te a una minora ejercer un dominio duradero, y las luchas por el poderen el seno de esta lite no la debilitan, sino al contrario, refuerzan su po-sicin superior. El poder y la autoridad estn tan personalizados que elinters pblico se distingue con dificultad del inters privado de quienlos asume (Balandier, 1999: 176-177).

    Como ya apuntbamos anteriormente, desde la visin de HannahArendt, el poder se basa en el grupo y no es nunca propiedad de un indi-viduo. El individuo solo recibe poderes de un cierto nmero de perso-nas y en cuanto desaparece el grupo se desvanece tambin ese poder(Arendt, 2005 [1970]). Si a esta idea de Arendt le aadimos la definicinde Max Weber, del Estado como una comunidad humana que se atribu-ye (con xito) el monopolio del uso legtimo de la fuerza fsica dentro deun territorio dado (Weber, 1985: 19), llegaremos a la conclusin de queuno de los aspectos ms valiosos del Estado, como recurso de poder paralas lites que lo controlan, es esta legitimidad en el ejercicio del go-

    bierno y en el uso de la violencia. El mismo Weber, al analizar los dife-rentes mecanismos de legitimacin del dominio (tradicional, carismticoy legal), se referir a capacidades de algunas lites de legitimar su domi-nacin a travs del control del Estado (Weber, 1985: 11-12).

    Es necesario diferenciar entre Estado, gobierno y rgimen. El Esta-do es una institucin, que a su vez engloba a otras instituciones, en las

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    cuales confluyen la legitimidad tanto del ejercicio ltimo del poder p-

    blico como de la violencia. El Estado es un recurso de poder, pero estambin una estructura organizativa de otras relaciones sociales y econ-micas, y sobre todo un sistema canalizador de recursos, tanto en el senti-do de su concentracin como de su distribucin. El gobierno es la accinde uso del recurso Estado, y tambin el concepto que utilizamos para de-finir a los actores que tienen la capacidad de llevar a cabo esta accin enun momento dado. El rgimen, sin embargo, es ms que el gobierno, esla estructura que adoptan las relaciones de poder en el dominio del re-

    curso Estado, y tambin usamos dicho trmino para identificar a las li-tes que tienen la capacidad de dar forma a esta estructura. La forma delEstado, del gobierno y del rgimen variar segn la coyuntura histricadel momento de cada sociedad.

    El Estado rabe empez a atraer el inters de los tericos a partir delos aos ochenta, pues antes haban centrado su atencin ms en nocio-nes como la Umma islmica o el nacionalismo rabe (Ayubi, 2000). Laaproximacin a la formacin de los estados rabes adopt diferentes

    perspectivas, pues las distintas sociedades partan histricamente de di-ferentes formas de organizacin poltica, que despus sufrieron distintostipos de exportacin del Estado europeo en diferentes momentos his-tricos. Badie, por ejemplo, seala que las diversas prcticas polticas yculturales en el proceso de exportacin del Estado desde las metrpolis alas colonias varan segn la trayectoria sociopoltica de cada poder colo-nial (Badie, 1992). A esta dinmica colonial y globalizadora que imponemodelos de Estado segn sus necesidades, debe aadrsele el inters delas lites poscoloniales que ven tambin en el Estado un recurso de enor-me potencial para su proceso de acumulacin de poder.

    Los analistas del Estado rabe proponen tipologas de Estado dis-tintas dependiendo de los elementos en los que centran su atencin. A