2102_1352011_los relatos de viajeros
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Los relatos de viajeros
Por Claudia Torre*
Toda relacin de viaje descansa en un debate -inicial y constitutivo del gnero- entre
aquello que el viajero trae, su expectativa acerca de lo que va a encontrar, y lo que realmente
encuentra, su experiencia singular; a ello se aade, desde luego, su mayor o menor saber literario
y sus personales impulsos a escribir.
En el cruce de estas instancias y en los textos producidos durante el siglo XIX respecto de la
Argentina tal debate se manifiesta de un modo particular, diferente, acaso, del que asume en los
del siglo XX, en una tensin nica: sus autores, atrados o fascinados por lo que advierten,
parecen dominados por una parte por la fuerza del documento (histrico, diplomtico, comercial,
cientfico, etnogrfico) que podran producir, entendido como intencin dirigida, pero, por otra
parte, no pueden resistirse, en la medida en que relatan, a la irrupcin incontrolada de la ficcin.
De modo que, puesto que intentan transmitir una experiencia a lectores dispuestos, tal como
lo determina el modo de la lectura de la poca, a ver en sus relatos una verdad, no pueden sino
entregarse, involuntaria-mente, a las mediaciones que todo acto de representacin entraa res-
pecto de la realidad representada. Podra decirse, inclusive, que cuando estos textos se publican
generan modelos de lectura que operan en la mencionada tensin, lo cual explica, quizs, su
particular atractivo y la recepcin de que fueron objeto.
Adems, esta circunstancia permite entender que gran parte de la historiografa posterior,
slo sensible al aspecto documental de estos textos, haya dejado muy naturalmente de lado los
otros alcances que se pueden ver en su escritura, no slo lo autobiogrfico sino tambin lo
posible o probable literario; es que desde ese punto de vista lo literario no podra ser ms que un
dficit, lo superfluo y, por lo tanto, prescindible; por la misma razn, se comprende que hayan
suscitado, en el campo literario y cultural, una curiosidad para la cual lo documental no era un
lmite ni una satisfaccin.
El ingrediente principal de esa inevitable ficcionalizacin no es slo un conjunto de artificios
retricos sino y sobre todo la puesta en juego de una subjetividad que al introducirse en el deseo
documentalista-lo frena y lo desva; en suma, lo lleva a lo que podemos reconocer como
literatura. De ah la incidencia que han tenido en textos como La cautiva, cuyas imgenes
centrales, al menos, parecen rescatar algo de lo que vieron o imaginaron en lo que llamaban el
"desierto" algunos viajeros ingleses y, por otro lado, pintores arrobados por sus colores y su
metafsico y a veces aterrador encanto. Esta dialctica se registra quiz ms que en ninguna en la
obra culminante de Domingo F. Sarmiento el Facundo, hasta alcanzar el estatuto de teora,
aunque tampoco sea arbitrario afirmar que el juego "ida/vuelta" que estructura el Martn Fierro
est determinado por ese movimiento.
Se trata, entonces, de una narrativa cuyas vinculaciones con el expansionismo europeo del
siglo XIX son por otra parte innegables; puede, en ocasiones, estar incluso a su servicio. Dicho
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proceso, que tiene como fundamento la apropiacin de materias primas para alimentar la
incipiente industrializacin, hace que se multipliquen los viajes martimos con el consecuente
reforzamiento de las armadas. Y si cierto desarrollo tecnolgico convierte traslados
rudimentarios en expediciones provechosas, tambin estimula la competencia entre pases lo cual
convierte a los ocanos en escenarios de gestas de nuevo signo, no del todo ajeno al pasado de
conquista y colonizacin aunque tampoco subordinado a l: barcos de diversas banderas pueblan
los mares y casi todos tienen puestas sus proas hacia Amrica del Sur que, de este modo, ser
objeto de miradas de nuevo tipo, as como los textos que resulten constituirn en algunos casos
una nueva versin de la conquista. Pero, adems del ansia de poder sobre el que la escritura de
viajeros del siglo XIX se recorta, los pases que recorren atraviesan procesos independentistas,
revoluciones constantes y un orden, o un desorden, posrevolucionario que hace del continente un
espacio de disputa entre viejas y nuevas estructuras, en el que tanto las ciudades como las reas
rurales cambian sin cesar.1
Pero sin ser homlogos, tambin se registran viajes y viajeros en un sentido diferente; son
viajes "tierra adentro", que realizan miembros, por lo general destacados, de las lites americanas
locales, para descubrir el secreto de su aislamiento y, de ah, la intencin de anexarla a la
"nacin".2
Ese viaje, que supone atravesar una frontera tanto simblica como real, es tambin, a
su modo, un viaje "extico" puesto que ese viajero "nacional" desconoce el desierto tanto como
el viajero extranjero desconoce el pas en su conjunto. Respecto de ese espacio est igualmente
marcado por la "extranjera" aunque en trminos ms complejos porque en l coexisten el sueo
civilizatorio de extraccin europea y la experiencia de la periferia propia de la cultura a la que
pertenece.3
Ese viaje al interior padecer de las certezas y contradicciones que caracterizan los
procesos de constitucin de las naciones y de hecho se dar en ese contexto.
Los viajeros extranjeros, que casi por norma intentan definir o a falta de ello otorgar identidad
a la cultura a la que se acercan, modifican, quizs, a causa del relato que los est acechando, los
modos mismos de viajar: instauran una epistemologa y una estrategia cognitiva que sale de la
experiencia vivida, siempre de extraamiento. Ello permite designar los diferentes viajes y
caracterizarlos; as, podramos decir que hay un viaje "ingls", un viaje "cientfico", un viaje de
aventura, que incluye el de "tierra adentro"; un viaje de placer, ms bien "moderno"; un viaje de
"mujeres", que puede ser de exilio o de regreso; un viaje comercial, de espionaje o de
reconocimiento; uno "fundacional". Lo que no quiere decir que sean los nicos tipos ni que sean
puros; el viaje ingls suele estar emparentado con el cientfico -es el caso de la travesa de
Charles Darwin, modelo de viaje que incluye tambin el de Alexander von Humboldt, el de Flix
de Azara y el de Paolo Mantegazza, ninguno de los cuales es ingls-; a su vez, el viaje cientfico
se desliza en el que tiene inicialmente un sentido militar y tie sus crnicas pero se diferencia de
la expedicin de conocimiento, para la cual hay metas bien precisas; el viaje es hacia lo conocido
y en ocasiones se hace romntico, ms del descubrimiento de un yo y de un origen que de un
territorio o una cultura. En fin, todos los tipos de viajes, cada uno de los cuales posee una
"forma", se entrecruzan, se sobreimprimen y configuran una red; acercarse a ella acerca, a la vez,
al proceso de conformacin de una identidad que podemos considerar cultural o nacional.
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Ocanos de tierra
Durante el extenso gobierno de Rosas llegaron a la Argentina, casi sin restricciones,
numerosos ciudadanos ingleses cuyos fines eran esencialmente mercantiles; algunos,
comerciantes o agentes enviados para obtener un mayor conocimiento del pas, dejaron
testimonio no slo de sus indagaciones sino tambin de una experiencia personal y cultural
importante.
El viaje que emprendieron tiene, en general, el carcter de la aventura y el descubrimiento,
puesto que el continente al que llegaron les era fsicamente desconocido aunque no deban estar
al margen de un imaginario de doble fuente referencial: por un lado, el impacto producido en
Europa por el descubrimiento, la conquista, la colonizacin y la profusa literatura que circul al
respecto; y, por el otro, el reguero cientfico o seudocientfico que se esparci en Francia con
Buffon y en Alemania con el jesuita De Pauw, segn quien Amrica, a raz de una terrible
inundacin de la que nunca se haba repuesto, era un continente malsano e inferior; en contraste
con tales fantasas, habra que considerar la imagen del "buen salvaje" que acu Rousseau.5
A
ello hay que aadir la influencia que ejerci la monumental obra de Alexander von Humboldt,
cuyas descripciones y narraciones alimentaron gran parte del saber en uso sobre el continente
americano.6
No es extrao que los viajeros hayan depositado en l utopas diversas, mitos no
muy fundados, prejuicios y sueos paternalistas de poder, reforzados por la lectura de poetas y
novelistas romnticos, Byron, Walter Scott, Chateaubriand, Vctor Hugo, entre otros, a quienes
el primitivismo americano haba inspirado.7
El encuentro de los viajeros con estas tierras no slo pone a prueba el presunto saber con el
que desembarcan sino que desconcierta ese imaginario cultural; el sistema de las miradas de que
se valen para canalizar 1a experiencia se altera y, en consecuencia, se redefine el discurso que
previamente poda entenderlo todo, incluso lo desconocido. Emergen, por lo tanto, nuevos
modos de mirar y nuevas retricas, la experiencia concreta corroe la ideologa y la desbarata y el
relato surge como res- puesta, como nica posibilidad de transmitir y elaborar.8
En la mayor parte de los casos, las empresas comerciales que motivaban el viaje se frustran;
algunos de los que regresan recuperan el viaje en la escritura;9
sin ser escritores a la manera de
los que en Europa poseen ya un perfil profesional -hay que recordar que la literatura domina la
escena con sus grandes construcciones realistas, Dickens, Balzac, Hugo, etctera- narran sus
experiencias con el propsito de informar acerca de tierras lejanas a lectores qu, probablemente,
nunca las visitarn y porque no son escritores escribir puede ser la compensacin de un fracaso,
comercial e incluso vital, que les depara otra e inesperada clase de xito, el intelectual y
literario.10
De ese sentimiento dan cuenta los prlogos que aparecen a modo de autojustificacin,
ya porque defienden su relato frente al de otros viajeros ejemplares, ya porque su prctica de
escritura es reciente, ya porque hay que disipar dudas acerca de la veracidad de un testimonio.11
Las primeras ediciones en ingls de los libros de viajeros aparecen en Londres a partir de 1820
y coinciden con el xito de ventas (ms de 100.000 lectores) del Edinburgh Review liberal- y del Quartely Re-view conservador-, que hacen de la narrativa de viajes su estrategia editorial.
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La obra de Humboldt, sntesis entre informacin y entretenimiento, es el modelo de ambas
publicaciones.12
Es tal el inters de estos relatos que muchas de las primeras ediciones inglesas circulan casi
simultneamente en Londres y en el Ro de la Plata; pronto, tambin, hay traducciones francesas,
como la del texto de Francis Bond Head, Las pampas y Los Andes, que leyeran Echeverra y
Sarmiento.13
Alberdi, en cambio, conoci el libro de Joseph Andrews gracias a un amigo que se
lo lea durante un viaje a Tucumn. 14
El Nacional, de Montevideo, anuncia una traduccin de
Letters on Paraguay, de los hermanos Robertson, en 1841, texto del cual Bartolom. Mitre
traduce algunos fragmentos para narrar la batalla de San Loren-zo en su Historia de San
Martn.15
La versin madrilea de Cosmos de Humboldt, circulaba en Buenos Aires hacia la
dcada del sesenta.16
Pero hay ms en este aspecto: el inters que suscitan en la Buenos Aires rosista los diarios y
memorias de viajeros puede verificarse en la Coleccin de obras y documentos relativos a la
historia antigua y moderna de las Provincias del Ro de la Plata (1736-1S37) que organiza
Pedro de Angelis y que los incluye. Por su lado, Echeverra y Sarmiento en especial, pero no los
nicos, depositaron en la mirada de esos extranjeros una capacidad especfica, la de capturar lo
que no era percibido a simple vista por las miradas locales, lo cual se vinculaba a sus propias
bsquedas, misionales por cierto, de desciframiento de los enigmas de la identidad nacional;
creyeron encontrar en estos textos lo propio y, a partir de sus signos, la posibilidad de articular,
quizs romnticamente, una literatura tambin propia.17
Por su trascendencia cientfica y filosfica no podra dejar de mencionarse el extraordinario y
heterodoxo viaje de Charles Darwin, desde el Canal de Beagle, recogiendo restos y seales de
todo tipo, hasta Buenos Aires, en pleno rosismo. Ingls como los otros, no lo motiva el comercio
y sus promesas sino una curiosidad que califica todo el gesto de los naturalistas de los siglos
XVIII y XIX pero que, en la medida en que no se atiene, como aqullos, a denigrar una
naturaleza incomprensible, sino que va dando forma a una teora decisiva, es la culminacin de
una ruptura epistemolgica o, mejor dicho es una ruptura epistemolgica que saca algunos de sus
nutrientes de estas tierras. Su viaje, y su correlativo diario, establecen una serie con los de
Humboldt, Flix de Azara, Bonpland y Mantegazza, pero tienen el sabor particular de una
gestacin: son el fundamento de su articulado pensamiento posterior que modifica la idea que los
seres humanos tienen sobre s mismos.18
Como lo hemos sealado, la presencia de estos textos en la Argentina, fundante en el siglo
XIX, fue recuperada con gran fuerza en el XX; la labor editorial de Carlos A. Aldao y Jos Luis
Busaniche, que culmina con la obra sistemtica de Gregorio Weinberg en su coleccin "El
pasado argentino", abri las puertas a lo que ms tarde sera una inclusin interpretativa en los
trabajos de Ezequiel Martnez Estrada, quien considera la de los viajeros ingleses "una gran
literatura marginal", concepto que inspira, probablemente, su gran obra sobre Hudson, argentino
por nacimiento y nostalgia, ingls por lengua, adopcin y horizonte cultural pero nada
comerciante, como aquellos de los que, segn Martnez Estrada, procede.19
Jorge Luis Borges, a
su turno, al referirse a Hudson menciona tambin a los viajeros ingleses, en especial a Miller, los
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Robertson, Burton, al annimo "Un ingls" y a Cunninghame Graham, cuya obra es ms tarda y
de un carcter diferente, no comerciante ni cientfico, aventurero y gustador de lo salvaje
primitivo que todava poda hallar en los paisajes argentinos.20
Adolfo Prieto rastrea de modo ms minucioso la "emergencia de los viajeros ingleses" en la
literatura cannica argentina del siglo XIX; seala imgenes del territorio, procedimientos y
modos de las miradas en las obras de Alberdi, Echeverra, Mrmol y Sarmiento que, segn lo
reconocen y lo ejecutan ellos mismos, provienen de la lectura de esos libros tan singulares. As,
en esta lnea de anlisis, Prieto sugiere que el ocano, invocado por Humboldt, es el "trajinado
ocano del imaginario romntico contemporneo" y que la fisonoma del desierto "vaciada
todava de significacin, pasar desde entonces a formar parte de ese imaginario". Esta
afirmacin tiene, por su lado, un efectivo asidero histrico: en 1815, veinte mil navos ingleses,
haciendo gala del podero de la Inglaterra del siglo XIX, se encontraban recorriendo los mares en
busca de regiones tan dismiles como Persia, China, el Lejano y el Cercano Oriente, as como la
Amrica Central y hasta las costas del continente rtico. La inmensidad ocenica aparece, as,
atravesada por una paradoja mayor, una extensin ilimitada y solitaria asistida, al mismo tiempo,
por una multitud naval, anticipo de lo que a fines del siglo XX ser la marca de un sistema
mundial aunque, con otro signo.
La accin de la mirada
Una constante en los relatos de viajeros es un movimiento "hacia", de aproximacin a lo
particular a partir de una mirada paulatina y colectora; de este modo, la mirada suele posarse,
siguiendo el movimiento del barco, sobre una costa cada vez ms precisa hasta distinguir los
bordes de una ciudad; define su objetivo al divisar el puerto, o lo que hace de tal cosa y, luego, se
torna detallista y objetiva al penetrar en la ciudad a cuyos rincones ms secretos llega; cuando la
abandona, la inmensidad pampeana, donde va a producirse la radical experiencia de lo otro, la
desconcierta y disipa: en la ciudad el viajero ve, de un modo u otro, el reflejo de lo propio, puede
asociar y reconocer los intentos que hacen, o se hacen, para parecerse a las que ha dejado atrs y
que conoce; en cambio, cuando el caballo lo introduce en el territorio de la pampa se produce un
cambio de piano, empieza la experiencia decisiva y los modos de decir trastabillan, el viajero
debe crearse otros nuevos extremando los procedimientos narrativos y literarios que puede
conocer ms o menos.21
La analoga ser el recurso privilegiado, incluso en Humboldt y en
viajeros del siglo XVIII como Carlos Gervasoni y Florlan Paucke. Ante esa extraa naturaleza,
absolutamente desconocida en Europa como experiencia de paisaje y aun de especializacin,
slo la cultura, mediante ejemplos, permitir establecer comparaciones de las que resultaran-
atisbos, descripciones y aun inferencias que podemos considerar "gnoseolgicas".
El ocano es uno de los principales referentes para establecer las analogas con el desierto, la
llanura y la pampa pero, de todos modos, la percepcin de eso que se ve como puro horizonte es
contradictoria; por un lado, remite al horror de la intemperie: geografa sin caminos, desolada y
confusa, hace que el ingeniero militar Francis Bond Head escriba: "El pas es tan desierto que es
imposible obtener alguna informacin sobre l" y, por el otro, recorrerla a caballo ofrece una
fascinante sensacin de plenitud y de libertad.22
Los pequeos accidentes del terreno -
vizcacheras, arroyos, lagunas- son registrados gozosamente pero no en desmedro de una
infinitud, de un lugar sin lmites: "Pasbamos por lugares que en Europa, cualquier militar, creo,
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sin hesitacin calificara como infranqueables" escribe Bond Head, destacando, implcitamente,
que los ha franqueado, como si respondiera a ese mandato imperial de vencer todo obstculo aun
reconociendo su extrema dureza y que pareca muy propio de los conquistadores del siglo XVI.
Samuel Haigh escribi en 1829; "El pas llamado las Pampas es completamente plano y sin
atractivos. Parece, si puede usarse la expresin y se tolera el disparate, un mar de tierra".23
As
como en el suyo, en todos los textos el problema parece ser si la pampa, en su "vaciedad" poda
ser considerada "paisaje", en el sentido de naturaleza formalizada y, por lo tanto, paisaje literario
ajustado a las concepciones epocales de finitud.24
Sin embargo, el capitn Joseph Andrews
seala, con romntica sensibilidad, que "aqu se habra podido inspirar Scott" y, en oposicin a lo
aborrecible y homogneo que halla Haigh, que en estas tierras se encuentra "grandiosidad,
belleza y variedad". En Haigh la analoga es directa, casi sin elaboracin; en Andrews pasa por la
cita literaria que le sirve de sostn, lo que tambin se puede verificar en otras narraciones de
viajeros.25
William Mac Cann, algunos aos ms tarde, propone una frmula para el viaje; adquirir una
tropilla de caballos permitir que "el propio viajero se trace su itinerario". Esa receta, aunque no
su contenido, se generaliza: la mayora de los viajeros incorpora a sus relatos, entre las a veces
profusas descripciones de lugares y personajes, indicaciones prcticas acerca del modo en que se
debe realizar la travesa, o sea que se pone en juego una cultura del viaje, un modo de la
itinerancia con connotaciones utilitarias y modernas, que remiten al universo del trabajo y al
aprovechamiento del tiempo.26
Una particularidad curiosa, por la tradicin que tiene en el camino argentino, es que varios
narradores viajeros, en ese paso al detalle se detienen en la figura del baqueano; aunque
imprescindible por su funcin, no siempre es confiable; suele ser taciturno y retacea informacin
o, si la proporciona, lo hace con indolencia y sin premura, al menos desde la percepcin inglesa
del tiempo. La exposicin narrativa de esta situacin acenta un choque cultural y, por lo tanto,
en el baqueano como personaje, se concentra tanto el modo de percibir la cultura del otro como
sus movimientos, su relacin con la naturaleza y, en definitiva su idiosincrasia rural, acaso
primitiva: "Apenas me haba dormido cuando fui despertado por mi baquiano. Me dijo que los
indios se haban acercado otra vez y que no estbamos seguros, por lo que se haca preciso
ensillar las mulas y preparar la partida con otro baquiano del lugar. Acto seguido se puso a comer
con una pachorra que acab por acotar mi paciencia".27
Obviamente, esta descripcin est en la lnea de la consolidacin de los estereotipos pero
tambin hay que reconocer que esa mirada anticipa la visin ms rica y profunda que animar
uno de los captulos fundamentales del Facundo.
El punto de partida
La obra y el proyecto poltico de Sarmiento ofrecen un modo de mirar el espacio a partir del
cual la representacin del pas viejo colonial, salvaje, indefinido y del pas nuevo la nueva nacin an no configurada en el espacio fsico del territorio se articulan en relacin con
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un esquema que, a pesar de, o debido a su esquematismo, result efectivo para pensar los
problemas que planteaba el proceso de modernizacin.
Hay un aspecto particular de la trayectoria pblica de Sarmiento, que no siempre ha sido
tenido en cuenta; sus estrategias en relacin con la importacin de saberes culturales, en el marco
de la exploracin del territorio. Se trata de un proyecto definido y sistemtico.28
Lo que en
Rivadavia y Rosas se configuraba como un ingreso no planificado de los viajeros que arribaban a
la Argentina, en Sarmiento constituye fundamentalmente un programa. Pero lo que es an ms
interesante es que si el nombre y la obra de Sarmiento son ineludibles para cualquier
consideracin acerca de la conformacin de la Argentina como nacin, por aadidura moderna,
tambin lo es en relacin con la literatura. El Facundo, que al mismo tiempo es programa
poltico y literario, pone en escena la escritura de un viaje que sin haberse realizado, a diferencia
de los textos de los viajeros, emprende una descripcin del territorio fsico del pas de grandes
proyecciones: es un modo de mirar el territorio y de proponer itinerarios en el diseo de una
nacin futura. Tal descripcin mucho le debe a los textos de los viajeros que le proveen
imgenes, modos de narrar, estrategias; en suma, constituyen una biblioteca activa del escritor, le
brindan el saber de quienes se aventuraron "tierra adentro" y de diverso modo escribieron sus
experiencias.
En particular, es a travs de la cita, como modo de interaccin y apropiacin, como Sarmiento
da cuenta en el Facundo de la marca que han producido sus lecturas de los viajeros;
fragmentaria, imprecisa, ambiguamente traducida la cita como epgrafe o en bastardilla en el
cuerpo del texto dialoga con su propia prosa, se dira que hace contrapunto.29
Ms an, este
modo de ver permite reconstruir la compleja red de textos que circulan por el Facundo, en cuya
trama los textos de los viajeros son el sostn de la imagen que proporciona del territorio
argentino.
En 1852, cuando se integra al Ejrcito Grande para combatir a Rosas, tal como lo declara en
Campania en el Ejrcito Grande, ver por primera vez con sus propios ojos esa pampa cuya
forma previamente intua.30
Y lo que ve es un espacio sin marcas o vaco que lleva a Buenos
Aires como nica direccin posible, camino inverso al que haban seguido los viajeros clsicos.
Tal vaciedad no es la misma que la que percibieron estos "precursores"; es en realidad la apertura
a una construccin, la de un pas, una sociedad, una nacin.31
La pampa, en Campaa en el
Ejrcito Grande, aparece como una gran masa de hombres de uniformes harapientos en
simbiosis con la naturaleza, ahora atravesada por la historia y por un ejrcito que se desplaza por
un territorio que debe ser pensado como nacional.
As como el ocano fue para los viajeros ingleses un trmino fuerte para configurar sus
analogas, el desierto lo ser para quienes, siguiendo la direccin de la mirada sarmientina,
empiezan a recorrer el territorio y escriben sus experiencias; algunos son argentinos, como Lucio
V. Mansilla, Francisco P. Moreno, Manuel Prado, Estanislao Zeballos: difieren en sus
motivaciones y expectativas de las que actuaron sobre los ingleses; otros son extranjeros, como
Alfred belot: el tiempo de su viaje tambin es otro, as como los rasgos de su escritura.32
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El ojo de lsacia
Cuando despus de mediados del siglo XIX poblar la frontera deja de ser el enunciado de un
programa utpico y comienza a convertirse en una prctica real, se instalan las primeras colonias
agrcolas, creadas a partir de acuerdos hechos entre el gobierno y compaas colonizadoras
europeas.33
En este marco se inscribe el libro de Lina Beck-Bernard (1824-1888), Cinco aos en
la Confederacin argentina (1857-1862), que narra la estada de una alsaciana y su familia en
una colonia de la provincia de Santa Fe.34
Relato tambin de viaje, no lo es, sin embargo, como
los de los otros viajeros, que observan un mundo desconocido; se trata, y seguramente no es el
nico caso, de una inmigrante, lo cual cambia sin duda el punto de vista, aunque aqulla haya
sido una condicin slo temporaria.3
En realidad, su relato comienza antes de la vida en Santa Fe; escribe ya en el barco,
consciente del cambio que implica el viaje: "No sin emocin saludamos la costa del Nuevo
Mundo, nuevo tambin para nosotros" registra al divisar la costa de Pernambuco en 1857. El
"Nuevo mundo" deja as de ser una hiptesis y adquiere presencia, propone experiencia y
promete escritura a quien ya escribe, lejos de las comodidades convencionales de una casa
burguesa alsaciana en el Alto Rhin. Ya no se trata slo de leer sino de ver, de confrontar y de ser
protagonista, al internarse en un terreno en el que se produce una lejana que, sin embargo, no es
sentida como prdida. As, su escritura no tiene el tinte melanclico que se suele atribuir, como
estigma, a la narrativa de mujeres; por el contrario, la extranjera es un privilegio que se suma a
otros -la clase y la raza- y que permite ver ms y mejor, con dispositivos mltiples y alternados.
Eso marca una diferencia respecto de la escritura de los viajeros precedentes, en general
hombres, y forma parte de la libertad de expresin que otorga el diario de viaje por su carcter
privado.
El relato de Beck-Bernard evita con frecuencia el panorama y se centra en el detalle, lo cual,
paradjicamente, rinde ms en relacin con la distancia, cuya experiencia se transmite fuera de
toda pretensin de totalidades: Algunas mujeres viejas, sentadas bajo el corredor, lan hojas de tabaco sobre sus rodillas, hacen con ellas
enormes cigarros y se ponen a fuman A pocos pasos una indiecita pone a hervir agua en una pava y tiene
en su mano, preparado, un mate de plata. Espera que hierva el agua para cebarlo y servirlo a las
fumadoras. Bajo el mismo corredor algunas jovencitas bordan y hacen encajes. Es en realidad su principal
ocupacin porque son de inteligencia muy poco cultivada.
En este fragmento, adems del aspecto de estampa, la mirada que se tiende se disocia; en un
momento describe, casi etnogrficamente, lo peculiar y lo extico; en otro juzga lo universal y
semejante, la inteligencia. El exotismo, se dira que romntico, acerca; el juicio, casi moral, aleja.
Adems, este juego de acercamiento y lejana tiene su asidero en lo que la mirada percibe: no
"ve" en el panorama porque no lo mira, pero cuando el panorama la pampa se impone, tampoco ve el detalle: "Cmo y por qu se encontraba all? No sabamos explicarlo. Hubirese
dicho surgido de la tierra. Andbamos en una playa muy llana, sin depresiones ni eminencias, sin
embargo ese hombre haba encontrado la manera de ocultarse a nuestras miradas y surgir como
una estampa en el lugar y momento que quiso".
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Pero esta discrepancia, que puede indicar un choque cultural, no impide la narracin; por el
contrario, al narrar lo que puede ser considerado como una incapacidad, deja entrar una
subjetividad que contrasta notablemente con la intencin de objetividad de que haban hecho
gala los viajeros precedentes. Ellos, en apariencia, movan sus ojos con facilidad entre lo amplio
incognoscible y lo pequeo peculiar.
La pampa en francs
A partir de 1852, y en consonancia con los nuevos ritmos polticos y econmicos,
esencialmente rurales, el relato de viaje no slo se inviste de cales ritmos sino que transforma lo
esencial del viaje, ficcional izando, sobre la base de lo que los relatos de viajeros haban
estereotipado, tanto el paisaje pampeano como los personajes y las costumbres. La nueva retrica
es narrativa, se separa de los rigores de la crnica, de modo que el punto de vista se tecnifica. Ya
no es la exclusiva mirada de quien ve y escribe sino que est mediatizada segn cdigos
literarios en curso. Esa variante aparece aos despus en la obra evocativa y narrativa, de
Guillermo Enrique Hudson (1844-1922): tanto en The Purple Land (La tierra purprea), de
1885, como en los cuentos de El omb, de 1902 y en Far Away and Long Ago (All lejos y hace
tiempo, de 1918), lo que queda de los relatos de viajeros tiene resonancias, pese a lo
excepcionalmente literario de estos textos, quizs no pueda percibirse del todo su densidad fuera
de la red que trazan los relatos. Hay, desde luego, diferencias: lo que en los viajeros es imagen
directa en Hudson resulta trabajo de un inconsciente nutrido en la primera infancia, o de una
memoria de correras que las lecturas podan ayudar a entender. Sea como fuere, se relaciona con
ellos en la medida en que, como seala Martnez Estrada en El mundo maravilloso de Guillermo
Enrique Hudson, quiere "descubrirles Inglaterra a los ingleses despus de habernos descubierto
la Argentina a los argentinos".
Algo similar puede decirse de las novelas de Eduarda Mansilla (1838-1892), El mdico de
San Luis (1857) y Pablo ou la vie dans les Pampas (1869). El tributo a los nuevos tiempos se
advierte en la articulacin que hacen esas novelas entre pampa y familia, concepto este ltimo
que va a ser central en el proceso de modernizacin de las sociedades americanas. En El mdico
de San Luis concepciones patriarcales y republicanas de la vida triunfarn por sobre el
salvajismo del desierto que, en esos aos, parece estar a punto de ser controlado y domesticado.
En la trama misma lo domstico es presentado como un verdadero espacio regulador de
poder.36
Correlativamente, la naturaleza se domestica por medio de imgenes: "regularidad y
elevacin de los lamos" que estn "alineados como soldados prusianos" y las plantas y flores se
combinan con "las hortalizas necesarias para la mesa: el trigo y el maz" cosechados para el
consumo familiar. La naturaleza, jardn arcdico en el que habita el "campesino hospitalario" (no
ms el baqueano torvo y silencioso), remite, por contraposicin, al dominado desierto: Sentado bajo los rboles que plant con mis manos, rodeado de las flores aromticas y vistosas que tanto
amo, mi pensamiento huye al inmenso y desnudo llano que se abre ante mis ojos... Uno a uno van
pasando ante m esos aos de afanes y zozobras, hasta llegar al momento terrible en que se me aparece en
medio del desierto, sin ms amparo ni gua que los seres ms abyectos y desgraciados en pugna con la
sociedad y sus leyes.
En la otra novela, escrita en francs y para un pblico francs. Mansilla narra en trminos
ya consagrados: "Une plaine large et ouvertc se droule en vaste savane de part et d'autre. Le
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regard embrasse partout un immense horizon, dont la ligne bleutre va se confondre avec celle
du ciel". ("Una llanura ancha y abierta se extiende como una vasta sabana por todas partes. La
mirada abarca por doquier un horizonte inmenso, cuya lnea azulada se confunde con la del
cielo.") En el mismo tono va exhibiendo tipos rsticos, indios, gauchos, estancieros, soldados,
caudillos y desertores, en suma el vasto repertorio que los viajeros forneos fueron componiendo
a lo largo de sus relatos y que, por esta incidencia en imaginarios otros, no podran ser
desestimados, as como las obras que los continan en una historia de la textualidad argentina.37
Patagonia: la patria pendiente
La mirada del que se adentra en el territorio se vuelve utilitaria cuando confluye con la
campaa al desierto emprendida por el gobierno argentino. En el informe militar y cientfico y en
la crnica periodstica se hallan las narraciones viajeras anexas a esa empresa; son sobre todo
argentinos quienes hacen esos relatos (Francisco Pascasio Moreno -el "Perito"-, Estanislao
Zeballos, Manuel Jos Olascoaga, Francisco Muz, Ramn Lista, Manuel Prado y lvaro
Barros, entre otros) que poseen rasgos en comn y que habra que poner en diapasn con
ficciones como las mencionadas de Mansilla precisamente porque siguen retricas diferentes. En
todos ellos se implica la experiencia del viaje a Europa, con itinerarios recurrentes que slo
algunos viajeros modificaron parcialmente. El modo de mirar cuando se pasa la frontera debe ser
confrontado con la experiencia del viaje y la vida en Europa. Pensar desde la experiencia europea
la geografa americana supone proyectar un ideario de nacin cuya conceptualizacin, si bien
est atravesada por los procesos revolucionarios americanos, est regulada por los debates
parlamentarios de los pases europeos y por los lineamientos de las polticas imperiales.
La densidad del paisaje se construye a partir de parmetros de culturas modlicas, y al mismo
tiempo se centra en el diseo de un proyecto poltico de caractersticas propias, en las que la
impronta de la mirada perifrica est presente. Desde el escuetamente referido viaje de
Echeverra, aquel que los manuales escolares consagraron como el que le permiti "introducir el
Romanticismo en el Ro de la Plata" hasta el frondoso volumen de los Viajes de Sarmiento -
cuyas decepciones europeas abren paso a su fascinacin por el nuevo modelo norteamericano-;
desde las miradas -entre humansticas y escpticas-, de Wilde, Ca y Lpez, cuyos viajes los
"resguardan" de la propia ciudad de origen atravesada por el impacto inmigratorio, el viaje a
Europa los har sentir a todos verdaderos ciudadanos del mundo, "habitantes absolutos" como
seala David Vias.38
Sin embargo a diferencia de los extranjeros, estos autores son parte activa del entramado
de aquello que quieren narrar, que quiere ser interpretado, confrontado o aun invalidado.
Experimentar la realidad americana ms all de la frontera ocenica implica una mirada hacia s
mismos porque con el viaje a Europa (y esto es extensible para otros Itinerarios complementarios
de este viaje, tales como el viaje a Estados Unidos o el viaje a frica o a algunas de las colonias
europeas en Oriente, se complejizan las identidades. En las pginas del viaje europeo formular el
"nosotros" supone algunas veces la inclusin de quienes en las pginas del viaje "tierra adentro"
estn excluidos. O, por el contrario, supone convalidar esa exclusin, erigir una identidad en
consonancia con los viajeros metropolitanos, razn por la cual cuando se escribe sobre el propio
-
territorio, ese gesto deviene mirada colonial y conquistadora y lleva la impronta de una
extranjera rigurosamente construida. En todos ellos se implica, adems, un imaginario de nacin
a partir de la nocin de "la lnea del futuro", como llam el ingeniero francs Alfred blot
(1839-1920) al Ro Negro, autor de Relatos de la frontera, recogidos por la Revue des deux
Mondes entre 1876 y 1880. Antes de colaborar con la expedicin al desierto del general Roca,
blot haba sido convocado por Adolfo Alsina para trazar y cavar la zanja que protegera, en
una extensin de 400 kilmetros, los campos porteos de las invasiones de los indios. Y si
semejante idea, que se empez a ejecutar, configuraba una nueva frontera, los relatos de blot
se guan por esa figura: la frontera aparece en ellos como una demarcacin concreta y definida.
Hay, pues, una relacin entre cartografa -el mapa de ese remedo de Muralla china- y
escritura, pero tambin una inflexin personal que hace del informe implacable un texto con
mucho de literario: "A pesar de las victorias obtenidas, all estaban las ruinas, humeantes, y las
ruinas gritan ms que los boletines".
Escritos estos textos por encargo, implcito o explcito, ponen en movimiento, sin
embargo, fuerzas de escritura que dejan atrs el punto de partida; si los de los primeros viajeros
del siglo XIX ayudaron a constituir un imaginario territorial y social, instalando perdurables
tpicos descriptivos que regresan en los textos ulteriores de argentinos, los de stos, el de blot
inclusive, giran en torno a la idea de una nacin posible que debe ser ganada al desierto. Eso se
puede advertir cuando Zeballos recuerda en 1878 el encargo del Ministro de Guerra: "tuvo a bien
invitarme a redactar algunos apuntes sobre los antecedentes de la ocupacin del Ro Negro y
sobre otros datos histricos y cientficos convenientes para demostrar al pas la practicabilidad de
aquella empresa".39
A su vez, el general Roca recibe con beneplcito la obra: "Va a ser una
especie de revelacin para la mayora del pueblo argentino, que tendra que ir a buscar en cien
volmenes distintos los antecedentes que Ud. presenta en pocas pginas, narrados en un estilo
fcil y ameno, acompaado de observaciones y razonamientos muy exactos". Llegar a ese punto
implic innumerables lecturas, desde las primeras crnicas de la conquista hasta los relatos
orales de cautivos recuperados, pasando por textos de Toms Falkner y diversas memorias e
informes. Como libro de viaje su finalidad es especfica y particular: carece del hlito primigenio
de los relatos de extranjeros pero, en cambio tiene una finalidad precisa y de consecuencias
polticas y econmicas trascendentes.
Cuando en 1875 la Comisin del Interior del Senado de la Nacin despachaba un proyecto de
ley autorizando al Poder Ejecutivo para "proceder a la exploracin cientfica de los territorios
nacionales" condensaba en su dictamen observaciones vinculadas a precisar los aspectos de la
informacin indispensable para cumplir sus objetivos. Entonces, cmo y en qu direccin corren
los ros, las rutas principales, los grandes bosques, las cadenas montaosas son datos que se
vuelven insuficientes. Hay que saber ya no cul es el ro sino la naturaleza de su corriente de
agua con respecto a la navegacin, si puede recibir puertos o canalizarse y aplicarse para el
regado. Asimismo la informacin geolgica, cara a los trabajos de campo de los naturalistas es
insuficiente si no da cuenta de su relacin con industrias rurales, labranza y ganadera y de su
aptitud para recibir poblacin. No importa la distancia matemtica entre dos ciudades sino su
distancia material, la que se anda, el tiempo que se emplea en recorrerla y los obstculos que la
naturaleza ofrece al trnsito.
-
El dato se resignifica para que el texto pueda ser ledo como un manual de instrucciones
precisas.
Para "suprimir el desierto y anonadar la barbarie" la narrativa de los viajeros del 80 debe ahora
traspasar el registro del saber especfico.40
Es entonces cuando la distancia entre dos ciudades no
es una cifra, un punto cardinal o un paralelo sino el relato del viajero, sus peripecias, sus
andanzas como hroe narrador y aventurero como quiere el gnero desde sus orgenes en la
historia de los viajes de Occidente. En esa zona donde se fisura el rgido registro de los gegrafos
militares es donde se validan los relatos ranqueles de Mariano Rosas quien ha abandonado su
vida de indio para estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y sus "informes", as
llamados por Zeballos, "armonizan muy bien" con otros de origen letrado. Las precisiones de sus
relatos transcriptas, mediadas por Zeballos se concentran en una pura adjetivacin imprecisa: "senda antigua y estrecha". Pero quizs sea la zona ms literaria del texto, la que
corresponde a los relatos transcriptos de los cautivos blancos que retornaron a la "civilizacin".
El francs Guinard y el registro humillado de Santiago Avendano pueden narrar "gritos
de alegra" o "una sed que impide la respiracin". El mismo texto de Zeballos se contamina con
esta expansin sentimental que no le brindan los informes cartogrficos y se cruza con la mirada
de un ranquel arrepentido.
Estos nuevos viajeros, agrupados por intereses y saberes especficos podran constituir un
conjunto de relativa autonoma en la literatura argentina; textos que organizan biografas del
territorio que proponen una manera de mirar y una manera de narrar eje territorio: estn todava a
la espera de una lectura equivalente a la que se hizo, en la Argentina misma, de los viajeros
ingleses.
Una metafsica perdurable
El desierto, en sus diversas representaciones, fue el objeto privilegiado de la mirada de
viajero del siglo XIX. Para describirlo, esos a veces improvisados escritores debieron ajustarse a
retricas, perfilar los enfoques y justificar, directa o indirectamente, las ideologas que
organizaban esa mirada. Pocos son los que se resistieron a su misterio y no sucumbieron a la
tentacin de develarlo mediante palabras y, correlativamente, fueron muchos los que, dcadas
despus, retomaron esa tradicin. Entre ellos, Roberto J. Payr que, a fin del siglo XIX, observa
con ojo crtico los reveses que se produjeron a causa de una modernizacin incompleta o mal
articulada y Roberto Arlt que, en los aos treinta del siglo XX, sobreimprime en sus aguafuertes
patagnicas un desierto-asfalto de geomtricas perspectivas.41
Con posterioridad a las dos
Guerras Mundiales nuevos viajeros ingleses, as como inmigrantes colonos recorrieron el sur en
su nuevo aspecto y sus nuevas posibilidades: quedan libros de Richard Burton, Ella Brunswig de
Bamberg y Bruce Chatwin; este ltimo recupera la antigua reverencia frente a las soledades y a
las melanclicas magnificencias patagnicas. Mutando en cada percepcin, mostrando una
fisonoma prdiga en cada representacin, el desierto argentino -ncleo principal del asombro de
los antiguos viajeros europeos-, cuya frontera llega casi a la ciudad de Buenos Aires y se va
desplazando a lo largo del siglo hacia la Patagonia, se configura como una entidad difusa y
errtil, prodiga fisonomas poticas que slo pueden ser captadas por lecturas transculturales. Sin
embargo, pese a la profusin interpretativa, el desierto se sustrae siempre para entregarse, cada
-
vez que es percibido sin poblaciones ni cultivos y a veces debajo de poblaciones y cultivos,
debajo de la literatura.
*TORRE, Claudia (2003). Los relatos de viajeros. En: Schvartzman, Julio (dir. del volumen), La lucha de los lenguajes, vol. 2 de Jitrik, No (dir. de la obra) Historia crtica de la literatura
argentina. Buenos Aires: Emec, 2003.
-
Notas
' Jos Luis Romero, Lucmoamricu. Las andada y las ideas, Buenos Au'es, Siglo XXI, 1976,
triza una historia de Amrica desde la fundacin de ciudades, consider.in-do la relacin y la
tensin entre ciudades y campo.
2 Entendemos aqu por "nacin" una construccin simblica secular. Para Bene-dict Anderson
{Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo, Mxico,
Fondo de Cultura Econmica, 1993) la nacin es un "artefacto cultural de una clase particular"
que remite a "una comunidad poltica imaginada como inherentemente ilimitada y soberana".
3 De lo cual el ms claro ejemplo puede ser el clsico Una excursin a los indios ranqueles,
de Lucio V. Mansilla. Ver en este volumen Cristina Iglesia, "Manslla, la aventura del relato".
4 Anbal Ford, Navegaciones. Comunicacin, cultura y cnsis, Buenos Aires, Amo-rrortu, 1994. 5
Ver Amonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,
1982, Curiosamente, Hegel se hizo eco de las fantasas de De Pauw. 6
Mary Louise Pratt, en Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation, Lon-don,
Rutledge, 1992, seala que la obra de Humboldt provey de imgenes tanto a los letrados
europeos como a los mdependentistas americanos. 7
Adolfo Prieto, en Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina (1820-
IS50), Buenos Aires, Sudamericana, 1996, seala que "el tratamiento esttico de los temas que
tr.aa la historia natural" nutre esta narrativa. 8
Carlos lleal de Aza, "Los lcidos britnicos: Parish y Mackinnon", en Marcha, XX, 919,
Montevideo, 11 de junio de 1958. 9
No son slo escritores; su obra se complementa con ilustraciones cientficas, acuarelas,
litografas, leos, etctera, que profusamente produjeron dibujantes y pintores como Emeric
Essex Vidal, Johan Moritz Rugendas y Carlos Pellegrini. 10
Josefina Iriarte, Miriam Maggiolo y Claudia Torre, "Los viajeros ingleses en el Ro de la
Plata (1810-1860). El j uego de las otredades", Filologa, Ao XXIV, 1-2, Buenos Aires, 1989,
Homenaje a Enrique Pezzoni: "La voz del otro". 11
John y William Parish Robertson escriben en el "Prlogo" a Cartas de Sud-Am-"ca,
Buenos Aires, Nova, 1946; "... el propsito que nos mueve es hacer alguna luz sobre las antiguas
colonias espaolas de Amrica del Sur. Cualquier otro tema de que se trate, lo ser con el nico
propsito de mantener la unidad del relato". 12
Ricardo Cicerchia, "Journey, Rediscovery and Narrative: BntishTravel Account of
Argentina (1800-1850)", London, Institute of Latin American Studies (University of London),
1998. 13
Fue publicado en Londres en 1826 con el ttulo de Rough notes / taken ditring / somc rapid
journeys / across / the Pampas /and among / the Andes / by Captain F.B. Head.. Carlos Aldao
tradujo y prolog el texto, publicado en 1920 en Buenos Aires, bajo el ttulo de Las pampas y
los Andes, por La Cultura Argentina. 14
Ver Adolfo Prieto, op. cit. 15
Jos Luis Busaniche, "Prlogo del traductor", en John y William Parish Robertson, op. cit.
-
16 Graciela Silvestri, "El imaginario paisajstico en el Litoral y el Sur argentinos", en Mlarta
Bonaudo, Liberalismo, Estado y orden burgus (1852-1S80), Nueva Historia Argentina, IV,
Buenos.Aires, Sudamericana, 1999. 17
No Jitrik, "Soledad y urbanidad. Ensayo sobre la adaptacin del romanticismo en la
Argentina", en Ensayos y estudios de literatura argentina, Buenos Aires, Galerna, 1970.
18
Charles Darwin, Viaje de un naturalista, Buenos Aires, El Ateneo, 1951. 19
Ezequiel Martinez Estrada, Muerte y transfiguracin de Martin Fierro, Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1948, y El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, Buenos Aires,
Norma, 2001. 20
Jorges Luis Borges, "Sobre The Purple Land", Otras inquisiciones. Obras Completas,
Buenos Afires, Emec, 1974.
21
Ese cambio de plano sobreviene, por ejemplo, cuando se llega al territorio que los indios
ocupan entre 1828 y 1852, desde los Andes Centrales hasta la provincia de Buenos Aires,
trazando una "imprecisa y porosa frontera". Ver Graciela Silves-tri, op. cit.
22 Francis Bond Head fue nombrado en 1825 gerente de la "Rio de la Plata Mining
Company", empresa que se propona explotar los minerales del cerro Famatina.
23 Samuel Haigh lleg a la Argentina en 1817 como agente de intereses comerciales
britnicos; en el curso de los diez aos siguientes hizo dos viajes ms por Chile y algunos
lugares de la costa del Pacfico. En 1829 public en Londres Sketches of Buenos Aires and
Chile.
24 Rodolfo Borello, "Notas a La. Ciintiva", en Logos 13 y 14, Buenos Aires, Facultad de
Filosofa y Letras (U.B.A.), 1977-78.
25 El capitn Joseph Andrews en cuyos textos se apoyan las descripciones de Al-berdl de la naturaleza tropical tucumana lleg a Buenos Aires en 1825, como comisionado para informar sobre las posibilidades de explotacin de oro y plata en la Argentina y en Chile. En 1827 public
en hondres Journey from Buenos Aires, through the Provinces of Cordova, Tucuman and Salta
to Potos.
26 William Mac Cann era un comerciante britnico que recorri entre 1847 y 1848 la
campaa bonaerense, el sur del Litoral y Crdoba. En 1853 public en Londres Two Thousand
Miles Ride Through the Argentine Provinces, en la casa Smith, Eider and C. Jos Luis
Busaniche tradujo el libro con el ttulo de Viaje a caballo por las provin-cias argentinas. La
segunda edicin, de la Imprenta Ferrari Hnos., en Buenos Aires, es de 1939.
27 Ale.xander Caldcleugh, Travels in South America during the years 1819-20-21 containmg
an account of the prescnt state of Brazil, Buenos Ayres and Chde, London, J. Murray, 1825.
28 Marcelo Montserrat ha estudiado este perfil de la obra poltica y cultural de Sarmiento en
Ciencia., historia y sociedad en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Centro Editor de
Amrica Latina, 1993.
29 Ricardo Piglia, "Notas sobre Facundo", en Punto de vista, III, 8, Buenos Aires, marzo-
junio de 19S0.
30 Domingo F. Sarmiento, Campaa en el Ejrcito Grande, Mxico, Fondo de Cultura
Econmica, 19S8.
-
31 Jens Andermann, en Mapas de poder. Una arqueologa literaria del espacio ar-gentino,
Rosario, Beatriz Viterbo, 2000, sostiene que la primera operacin autorizado-ra del proyecto
ideolgico y esttico de la Generacin del 37 es imaginar el desierto como primer contenido,
antes que imaginar la nacin que ese desierto albergara.
32 Ver, en este volumen, Jens Andermann, "Crnica de un genocidio: ltimas instantneas de
la frontera".
33 Ver Tulio Halpern Donghi, "Para qu la inmigracin? Ideologa y poltica inmigratoria
en la Argentina (1810-1914)", El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas
latinoamericanas, Buenos Aires, Sudamericana, 19S7.
34 Jos Luis Busaniche hizo la traduccin (Buenos Aires, El Ateneo, 1935) del original
francs. Le Rio Paran. Cinq annes de sjour dans la Rpublique Argentine.
35 Charles Beck, su padre, era miembro de la "Sociedad Beck, Herzog 8c Com-pany",
empresa colonizadora radicada en la provincia de Santa Fe despus de la batalla de Caseros.
36 Francine Masiello considera que el espacio de la familia, en esta novela, funciona como
"sitio que puede tornarse inaugural para las reformas del Estado" [Between Civilsation &
Barbanism, Women, Nation and Literacy Culture in Modern Argenci-na, Nebraska,
University of Nebraska Press, 1992).
37 Su hermano Lucio V. Mansilla tradujo esta novela al espaol, publicada inicial-mente en el
peridico La Tribuna, en 1S70.
38 En Literatura argentina y realidad poltica, Buenos Aires, Jorge lvarez, 1964, David
Vias propone una lectura en relacin con los viajes de los intelectuales argentinos a Europa
durante el siglo XIX, a travs de una tipologa que va del viaje colonial al viaje esttico. En De
Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, define, en un
recorrido que va desde Sarmiento a Victoria Ocampo, la impronta que el viaje a Estados Unidos
ha dejado en la cultura argentina. No Jitrik ("Prlogo", Los viajeros, Buenos Aires, Jorge
lvarez, 1969) rene, por primera vez en una antologa, diversos relatos de viajeros argentinos al
exterior.
39 Estanislao Zeballos, La conquista de las quince mil leguas, Buenos Aires, Solar, 1986.
40 La cita pertenece a Estanislao Zeballos, op. cit.
-
Bibliografa
Viajeros extranjeros
Joseph Andrews, Viaje de Buenos Aires a Potos y Arica (1827), Buenos Aires, Hyspamrica,
1988.
Lina Beck-Bernard, Cinco aos en la Confederacin Argentina (1857-1862), versin espaola de
Jos Luis Busaniche de Le Ro Parana. Cinq annes de sjour dans la republique Argentine,
Buenos Aires, El Ateneo, 1935.
Alexander Caldclleugh, Viajes por Amrica del Sur. Ro de la Plata. 1821 (1825), Buenos Aires,
Solar, 1943.
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Alfred Ebelot, Relatos de la frontera, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1968.
Samuel Haigh, Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Per (1829), Buenos Aires, Hyspamrica,
1988.
Francis Bond Head, Las pampas y los Andes (1826), Buenos Aires, Hyspamrica, 1986.
William Mac Cann, Viaje a caballo por las Provincias Argentinas, (1853), Buenos Aires,
Hispamrica, 1986.
John Miers, Viaje al Plata (1819-1824) (1826), Buenos Aires, Solar-Hachette, 1968.
Woodbine Parish, Buenos Aires y las Provincias del Ro de la Plata (1838), Buenos Aires, Solar-
Hachette, 1963.
William y John Parish Robertson, Cartas de Sud-Amrica. Andanzas por el Litoral Argentino
(1815-1816) (1843), Buenos Aires, Nova, 1946.