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viajeros brasil

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  • Los relatos de viajeros

    Por Claudia Torre*

    Toda relacin de viaje descansa en un debate -inicial y constitutivo del gnero- entre

    aquello que el viajero trae, su expectativa acerca de lo que va a encontrar, y lo que realmente

    encuentra, su experiencia singular; a ello se aade, desde luego, su mayor o menor saber literario

    y sus personales impulsos a escribir.

    En el cruce de estas instancias y en los textos producidos durante el siglo XIX respecto de la

    Argentina tal debate se manifiesta de un modo particular, diferente, acaso, del que asume en los

    del siglo XX, en una tensin nica: sus autores, atrados o fascinados por lo que advierten,

    parecen dominados por una parte por la fuerza del documento (histrico, diplomtico, comercial,

    cientfico, etnogrfico) que podran producir, entendido como intencin dirigida, pero, por otra

    parte, no pueden resistirse, en la medida en que relatan, a la irrupcin incontrolada de la ficcin.

    De modo que, puesto que intentan transmitir una experiencia a lectores dispuestos, tal como

    lo determina el modo de la lectura de la poca, a ver en sus relatos una verdad, no pueden sino

    entregarse, involuntaria-mente, a las mediaciones que todo acto de representacin entraa res-

    pecto de la realidad representada. Podra decirse, inclusive, que cuando estos textos se publican

    generan modelos de lectura que operan en la mencionada tensin, lo cual explica, quizs, su

    particular atractivo y la recepcin de que fueron objeto.

    Adems, esta circunstancia permite entender que gran parte de la historiografa posterior,

    slo sensible al aspecto documental de estos textos, haya dejado muy naturalmente de lado los

    otros alcances que se pueden ver en su escritura, no slo lo autobiogrfico sino tambin lo

    posible o probable literario; es que desde ese punto de vista lo literario no podra ser ms que un

    dficit, lo superfluo y, por lo tanto, prescindible; por la misma razn, se comprende que hayan

    suscitado, en el campo literario y cultural, una curiosidad para la cual lo documental no era un

    lmite ni una satisfaccin.

    El ingrediente principal de esa inevitable ficcionalizacin no es slo un conjunto de artificios

    retricos sino y sobre todo la puesta en juego de una subjetividad que al introducirse en el deseo

    documentalista-lo frena y lo desva; en suma, lo lleva a lo que podemos reconocer como

    literatura. De ah la incidencia que han tenido en textos como La cautiva, cuyas imgenes

    centrales, al menos, parecen rescatar algo de lo que vieron o imaginaron en lo que llamaban el

    "desierto" algunos viajeros ingleses y, por otro lado, pintores arrobados por sus colores y su

    metafsico y a veces aterrador encanto. Esta dialctica se registra quiz ms que en ninguna en la

    obra culminante de Domingo F. Sarmiento el Facundo, hasta alcanzar el estatuto de teora,

    aunque tampoco sea arbitrario afirmar que el juego "ida/vuelta" que estructura el Martn Fierro

    est determinado por ese movimiento.

    Se trata, entonces, de una narrativa cuyas vinculaciones con el expansionismo europeo del

    siglo XIX son por otra parte innegables; puede, en ocasiones, estar incluso a su servicio. Dicho

  • proceso, que tiene como fundamento la apropiacin de materias primas para alimentar la

    incipiente industrializacin, hace que se multipliquen los viajes martimos con el consecuente

    reforzamiento de las armadas. Y si cierto desarrollo tecnolgico convierte traslados

    rudimentarios en expediciones provechosas, tambin estimula la competencia entre pases lo cual

    convierte a los ocanos en escenarios de gestas de nuevo signo, no del todo ajeno al pasado de

    conquista y colonizacin aunque tampoco subordinado a l: barcos de diversas banderas pueblan

    los mares y casi todos tienen puestas sus proas hacia Amrica del Sur que, de este modo, ser

    objeto de miradas de nuevo tipo, as como los textos que resulten constituirn en algunos casos

    una nueva versin de la conquista. Pero, adems del ansia de poder sobre el que la escritura de

    viajeros del siglo XIX se recorta, los pases que recorren atraviesan procesos independentistas,

    revoluciones constantes y un orden, o un desorden, posrevolucionario que hace del continente un

    espacio de disputa entre viejas y nuevas estructuras, en el que tanto las ciudades como las reas

    rurales cambian sin cesar.1

    Pero sin ser homlogos, tambin se registran viajes y viajeros en un sentido diferente; son

    viajes "tierra adentro", que realizan miembros, por lo general destacados, de las lites americanas

    locales, para descubrir el secreto de su aislamiento y, de ah, la intencin de anexarla a la

    "nacin".2

    Ese viaje, que supone atravesar una frontera tanto simblica como real, es tambin, a

    su modo, un viaje "extico" puesto que ese viajero "nacional" desconoce el desierto tanto como

    el viajero extranjero desconoce el pas en su conjunto. Respecto de ese espacio est igualmente

    marcado por la "extranjera" aunque en trminos ms complejos porque en l coexisten el sueo

    civilizatorio de extraccin europea y la experiencia de la periferia propia de la cultura a la que

    pertenece.3

    Ese viaje al interior padecer de las certezas y contradicciones que caracterizan los

    procesos de constitucin de las naciones y de hecho se dar en ese contexto.

    Los viajeros extranjeros, que casi por norma intentan definir o a falta de ello otorgar identidad

    a la cultura a la que se acercan, modifican, quizs, a causa del relato que los est acechando, los

    modos mismos de viajar: instauran una epistemologa y una estrategia cognitiva que sale de la

    experiencia vivida, siempre de extraamiento. Ello permite designar los diferentes viajes y

    caracterizarlos; as, podramos decir que hay un viaje "ingls", un viaje "cientfico", un viaje de

    aventura, que incluye el de "tierra adentro"; un viaje de placer, ms bien "moderno"; un viaje de

    "mujeres", que puede ser de exilio o de regreso; un viaje comercial, de espionaje o de

    reconocimiento; uno "fundacional". Lo que no quiere decir que sean los nicos tipos ni que sean

    puros; el viaje ingls suele estar emparentado con el cientfico -es el caso de la travesa de

    Charles Darwin, modelo de viaje que incluye tambin el de Alexander von Humboldt, el de Flix

    de Azara y el de Paolo Mantegazza, ninguno de los cuales es ingls-; a su vez, el viaje cientfico

    se desliza en el que tiene inicialmente un sentido militar y tie sus crnicas pero se diferencia de

    la expedicin de conocimiento, para la cual hay metas bien precisas; el viaje es hacia lo conocido

    y en ocasiones se hace romntico, ms del descubrimiento de un yo y de un origen que de un

    territorio o una cultura. En fin, todos los tipos de viajes, cada uno de los cuales posee una

    "forma", se entrecruzan, se sobreimprimen y configuran una red; acercarse a ella acerca, a la vez,

    al proceso de conformacin de una identidad que podemos considerar cultural o nacional.

  • Ocanos de tierra

    Durante el extenso gobierno de Rosas llegaron a la Argentina, casi sin restricciones,

    numerosos ciudadanos ingleses cuyos fines eran esencialmente mercantiles; algunos,

    comerciantes o agentes enviados para obtener un mayor conocimiento del pas, dejaron

    testimonio no slo de sus indagaciones sino tambin de una experiencia personal y cultural

    importante.

    El viaje que emprendieron tiene, en general, el carcter de la aventura y el descubrimiento,

    puesto que el continente al que llegaron les era fsicamente desconocido aunque no deban estar

    al margen de un imaginario de doble fuente referencial: por un lado, el impacto producido en

    Europa por el descubrimiento, la conquista, la colonizacin y la profusa literatura que circul al

    respecto; y, por el otro, el reguero cientfico o seudocientfico que se esparci en Francia con

    Buffon y en Alemania con el jesuita De Pauw, segn quien Amrica, a raz de una terrible

    inundacin de la que nunca se haba repuesto, era un continente malsano e inferior; en contraste

    con tales fantasas, habra que considerar la imagen del "buen salvaje" que acu Rousseau.5

    A

    ello hay que aadir la influencia que ejerci la monumental obra de Alexander von Humboldt,

    cuyas descripciones y narraciones alimentaron gran parte del saber en uso sobre el continente

    americano.6

    No es extrao que los viajeros hayan depositado en l utopas diversas, mitos no

    muy fundados, prejuicios y sueos paternalistas de poder, reforzados por la lectura de poetas y

    novelistas romnticos, Byron, Walter Scott, Chateaubriand, Vctor Hugo, entre otros, a quienes

    el primitivismo americano haba inspirado.7

    El encuentro de los viajeros con estas tierras no slo pone a prueba el presunto saber con el

    que desembarcan sino que desconcierta ese imaginario cultural; el sistema de las miradas de que

    se valen para canalizar 1a experiencia se altera y, en consecuencia, se redefine el discurso que

    previamente poda entenderlo todo, incluso lo desconocido. Emergen, por lo tanto, nuevos

    modos de mirar y nuevas retricas, la experiencia concreta corroe la ideologa y la desbarata y el

    relato surge como res- puesta, como nica posibilidad de transmitir y elaborar.8

    En la mayor parte de los casos, las empresas comerciales que motivaban el viaje se frustran;

    algunos de los que regresan recuperan el viaje en la escritura;9

    sin ser escritores a la manera de

    los que en Europa poseen ya un perfil profesional -hay que recordar que la literatura domina la

    escena con sus grandes construcciones realistas, Dickens, Balzac, Hugo, etctera- narran sus

    experiencias con el propsito de informar acerca de tierras lejanas a lectores qu, probablemente,

    nunca las visitarn y porque no son escritores escribir puede ser la compensacin de un fracaso,

    comercial e incluso vital, que les depara otra e inesperada clase de xito, el intelectual y

    literario.10

    De ese sentimiento dan cuenta los prlogos que aparecen a modo de autojustificacin,

    ya porque defienden su relato frente al de otros viajeros ejemplares, ya porque su prctica de

    escritura es reciente, ya porque hay que disipar dudas acerca de la veracidad de un testimonio.11

    Las primeras ediciones en ingls de los libros de viajeros aparecen en Londres a partir de 1820

    y coinciden con el xito de ventas (ms de 100.000 lectores) del Edinburgh Review liberal- y del Quartely Re-view conservador-, que hacen de la narrativa de viajes su estrategia editorial.

  • La obra de Humboldt, sntesis entre informacin y entretenimiento, es el modelo de ambas

    publicaciones.12

    Es tal el inters de estos relatos que muchas de las primeras ediciones inglesas circulan casi

    simultneamente en Londres y en el Ro de la Plata; pronto, tambin, hay traducciones francesas,

    como la del texto de Francis Bond Head, Las pampas y Los Andes, que leyeran Echeverra y

    Sarmiento.13

    Alberdi, en cambio, conoci el libro de Joseph Andrews gracias a un amigo que se

    lo lea durante un viaje a Tucumn. 14

    El Nacional, de Montevideo, anuncia una traduccin de

    Letters on Paraguay, de los hermanos Robertson, en 1841, texto del cual Bartolom. Mitre

    traduce algunos fragmentos para narrar la batalla de San Loren-zo en su Historia de San

    Martn.15

    La versin madrilea de Cosmos de Humboldt, circulaba en Buenos Aires hacia la

    dcada del sesenta.16

    Pero hay ms en este aspecto: el inters que suscitan en la Buenos Aires rosista los diarios y

    memorias de viajeros puede verificarse en la Coleccin de obras y documentos relativos a la

    historia antigua y moderna de las Provincias del Ro de la Plata (1736-1S37) que organiza

    Pedro de Angelis y que los incluye. Por su lado, Echeverra y Sarmiento en especial, pero no los

    nicos, depositaron en la mirada de esos extranjeros una capacidad especfica, la de capturar lo

    que no era percibido a simple vista por las miradas locales, lo cual se vinculaba a sus propias

    bsquedas, misionales por cierto, de desciframiento de los enigmas de la identidad nacional;

    creyeron encontrar en estos textos lo propio y, a partir de sus signos, la posibilidad de articular,

    quizs romnticamente, una literatura tambin propia.17

    Por su trascendencia cientfica y filosfica no podra dejar de mencionarse el extraordinario y

    heterodoxo viaje de Charles Darwin, desde el Canal de Beagle, recogiendo restos y seales de

    todo tipo, hasta Buenos Aires, en pleno rosismo. Ingls como los otros, no lo motiva el comercio

    y sus promesas sino una curiosidad que califica todo el gesto de los naturalistas de los siglos

    XVIII y XIX pero que, en la medida en que no se atiene, como aqullos, a denigrar una

    naturaleza incomprensible, sino que va dando forma a una teora decisiva, es la culminacin de

    una ruptura epistemolgica o, mejor dicho es una ruptura epistemolgica que saca algunos de sus

    nutrientes de estas tierras. Su viaje, y su correlativo diario, establecen una serie con los de

    Humboldt, Flix de Azara, Bonpland y Mantegazza, pero tienen el sabor particular de una

    gestacin: son el fundamento de su articulado pensamiento posterior que modifica la idea que los

    seres humanos tienen sobre s mismos.18

    Como lo hemos sealado, la presencia de estos textos en la Argentina, fundante en el siglo

    XIX, fue recuperada con gran fuerza en el XX; la labor editorial de Carlos A. Aldao y Jos Luis

    Busaniche, que culmina con la obra sistemtica de Gregorio Weinberg en su coleccin "El

    pasado argentino", abri las puertas a lo que ms tarde sera una inclusin interpretativa en los

    trabajos de Ezequiel Martnez Estrada, quien considera la de los viajeros ingleses "una gran

    literatura marginal", concepto que inspira, probablemente, su gran obra sobre Hudson, argentino

    por nacimiento y nostalgia, ingls por lengua, adopcin y horizonte cultural pero nada

    comerciante, como aquellos de los que, segn Martnez Estrada, procede.19

    Jorge Luis Borges, a

    su turno, al referirse a Hudson menciona tambin a los viajeros ingleses, en especial a Miller, los

  • Robertson, Burton, al annimo "Un ingls" y a Cunninghame Graham, cuya obra es ms tarda y

    de un carcter diferente, no comerciante ni cientfico, aventurero y gustador de lo salvaje

    primitivo que todava poda hallar en los paisajes argentinos.20

    Adolfo Prieto rastrea de modo ms minucioso la "emergencia de los viajeros ingleses" en la

    literatura cannica argentina del siglo XIX; seala imgenes del territorio, procedimientos y

    modos de las miradas en las obras de Alberdi, Echeverra, Mrmol y Sarmiento que, segn lo

    reconocen y lo ejecutan ellos mismos, provienen de la lectura de esos libros tan singulares. As,

    en esta lnea de anlisis, Prieto sugiere que el ocano, invocado por Humboldt, es el "trajinado

    ocano del imaginario romntico contemporneo" y que la fisonoma del desierto "vaciada

    todava de significacin, pasar desde entonces a formar parte de ese imaginario". Esta

    afirmacin tiene, por su lado, un efectivo asidero histrico: en 1815, veinte mil navos ingleses,

    haciendo gala del podero de la Inglaterra del siglo XIX, se encontraban recorriendo los mares en

    busca de regiones tan dismiles como Persia, China, el Lejano y el Cercano Oriente, as como la

    Amrica Central y hasta las costas del continente rtico. La inmensidad ocenica aparece, as,

    atravesada por una paradoja mayor, una extensin ilimitada y solitaria asistida, al mismo tiempo,

    por una multitud naval, anticipo de lo que a fines del siglo XX ser la marca de un sistema

    mundial aunque, con otro signo.

    La accin de la mirada

    Una constante en los relatos de viajeros es un movimiento "hacia", de aproximacin a lo

    particular a partir de una mirada paulatina y colectora; de este modo, la mirada suele posarse,

    siguiendo el movimiento del barco, sobre una costa cada vez ms precisa hasta distinguir los

    bordes de una ciudad; define su objetivo al divisar el puerto, o lo que hace de tal cosa y, luego, se

    torna detallista y objetiva al penetrar en la ciudad a cuyos rincones ms secretos llega; cuando la

    abandona, la inmensidad pampeana, donde va a producirse la radical experiencia de lo otro, la

    desconcierta y disipa: en la ciudad el viajero ve, de un modo u otro, el reflejo de lo propio, puede

    asociar y reconocer los intentos que hacen, o se hacen, para parecerse a las que ha dejado atrs y

    que conoce; en cambio, cuando el caballo lo introduce en el territorio de la pampa se produce un

    cambio de piano, empieza la experiencia decisiva y los modos de decir trastabillan, el viajero

    debe crearse otros nuevos extremando los procedimientos narrativos y literarios que puede

    conocer ms o menos.21

    La analoga ser el recurso privilegiado, incluso en Humboldt y en

    viajeros del siglo XVIII como Carlos Gervasoni y Florlan Paucke. Ante esa extraa naturaleza,

    absolutamente desconocida en Europa como experiencia de paisaje y aun de especializacin,

    slo la cultura, mediante ejemplos, permitir establecer comparaciones de las que resultaran-

    atisbos, descripciones y aun inferencias que podemos considerar "gnoseolgicas".

    El ocano es uno de los principales referentes para establecer las analogas con el desierto, la

    llanura y la pampa pero, de todos modos, la percepcin de eso que se ve como puro horizonte es

    contradictoria; por un lado, remite al horror de la intemperie: geografa sin caminos, desolada y

    confusa, hace que el ingeniero militar Francis Bond Head escriba: "El pas es tan desierto que es

    imposible obtener alguna informacin sobre l" y, por el otro, recorrerla a caballo ofrece una

    fascinante sensacin de plenitud y de libertad.22

    Los pequeos accidentes del terreno -

    vizcacheras, arroyos, lagunas- son registrados gozosamente pero no en desmedro de una

    infinitud, de un lugar sin lmites: "Pasbamos por lugares que en Europa, cualquier militar, creo,

  • sin hesitacin calificara como infranqueables" escribe Bond Head, destacando, implcitamente,

    que los ha franqueado, como si respondiera a ese mandato imperial de vencer todo obstculo aun

    reconociendo su extrema dureza y que pareca muy propio de los conquistadores del siglo XVI.

    Samuel Haigh escribi en 1829; "El pas llamado las Pampas es completamente plano y sin

    atractivos. Parece, si puede usarse la expresin y se tolera el disparate, un mar de tierra".23

    As

    como en el suyo, en todos los textos el problema parece ser si la pampa, en su "vaciedad" poda

    ser considerada "paisaje", en el sentido de naturaleza formalizada y, por lo tanto, paisaje literario

    ajustado a las concepciones epocales de finitud.24

    Sin embargo, el capitn Joseph Andrews

    seala, con romntica sensibilidad, que "aqu se habra podido inspirar Scott" y, en oposicin a lo

    aborrecible y homogneo que halla Haigh, que en estas tierras se encuentra "grandiosidad,

    belleza y variedad". En Haigh la analoga es directa, casi sin elaboracin; en Andrews pasa por la

    cita literaria que le sirve de sostn, lo que tambin se puede verificar en otras narraciones de

    viajeros.25

    William Mac Cann, algunos aos ms tarde, propone una frmula para el viaje; adquirir una

    tropilla de caballos permitir que "el propio viajero se trace su itinerario". Esa receta, aunque no

    su contenido, se generaliza: la mayora de los viajeros incorpora a sus relatos, entre las a veces

    profusas descripciones de lugares y personajes, indicaciones prcticas acerca del modo en que se

    debe realizar la travesa, o sea que se pone en juego una cultura del viaje, un modo de la

    itinerancia con connotaciones utilitarias y modernas, que remiten al universo del trabajo y al

    aprovechamiento del tiempo.26

    Una particularidad curiosa, por la tradicin que tiene en el camino argentino, es que varios

    narradores viajeros, en ese paso al detalle se detienen en la figura del baqueano; aunque

    imprescindible por su funcin, no siempre es confiable; suele ser taciturno y retacea informacin

    o, si la proporciona, lo hace con indolencia y sin premura, al menos desde la percepcin inglesa

    del tiempo. La exposicin narrativa de esta situacin acenta un choque cultural y, por lo tanto,

    en el baqueano como personaje, se concentra tanto el modo de percibir la cultura del otro como

    sus movimientos, su relacin con la naturaleza y, en definitiva su idiosincrasia rural, acaso

    primitiva: "Apenas me haba dormido cuando fui despertado por mi baquiano. Me dijo que los

    indios se haban acercado otra vez y que no estbamos seguros, por lo que se haca preciso

    ensillar las mulas y preparar la partida con otro baquiano del lugar. Acto seguido se puso a comer

    con una pachorra que acab por acotar mi paciencia".27

    Obviamente, esta descripcin est en la lnea de la consolidacin de los estereotipos pero

    tambin hay que reconocer que esa mirada anticipa la visin ms rica y profunda que animar

    uno de los captulos fundamentales del Facundo.

    El punto de partida

    La obra y el proyecto poltico de Sarmiento ofrecen un modo de mirar el espacio a partir del

    cual la representacin del pas viejo colonial, salvaje, indefinido y del pas nuevo la nueva nacin an no configurada en el espacio fsico del territorio se articulan en relacin con

  • un esquema que, a pesar de, o debido a su esquematismo, result efectivo para pensar los

    problemas que planteaba el proceso de modernizacin.

    Hay un aspecto particular de la trayectoria pblica de Sarmiento, que no siempre ha sido

    tenido en cuenta; sus estrategias en relacin con la importacin de saberes culturales, en el marco

    de la exploracin del territorio. Se trata de un proyecto definido y sistemtico.28

    Lo que en

    Rivadavia y Rosas se configuraba como un ingreso no planificado de los viajeros que arribaban a

    la Argentina, en Sarmiento constituye fundamentalmente un programa. Pero lo que es an ms

    interesante es que si el nombre y la obra de Sarmiento son ineludibles para cualquier

    consideracin acerca de la conformacin de la Argentina como nacin, por aadidura moderna,

    tambin lo es en relacin con la literatura. El Facundo, que al mismo tiempo es programa

    poltico y literario, pone en escena la escritura de un viaje que sin haberse realizado, a diferencia

    de los textos de los viajeros, emprende una descripcin del territorio fsico del pas de grandes

    proyecciones: es un modo de mirar el territorio y de proponer itinerarios en el diseo de una

    nacin futura. Tal descripcin mucho le debe a los textos de los viajeros que le proveen

    imgenes, modos de narrar, estrategias; en suma, constituyen una biblioteca activa del escritor, le

    brindan el saber de quienes se aventuraron "tierra adentro" y de diverso modo escribieron sus

    experiencias.

    En particular, es a travs de la cita, como modo de interaccin y apropiacin, como Sarmiento

    da cuenta en el Facundo de la marca que han producido sus lecturas de los viajeros;

    fragmentaria, imprecisa, ambiguamente traducida la cita como epgrafe o en bastardilla en el

    cuerpo del texto dialoga con su propia prosa, se dira que hace contrapunto.29

    Ms an, este

    modo de ver permite reconstruir la compleja red de textos que circulan por el Facundo, en cuya

    trama los textos de los viajeros son el sostn de la imagen que proporciona del territorio

    argentino.

    En 1852, cuando se integra al Ejrcito Grande para combatir a Rosas, tal como lo declara en

    Campania en el Ejrcito Grande, ver por primera vez con sus propios ojos esa pampa cuya

    forma previamente intua.30

    Y lo que ve es un espacio sin marcas o vaco que lleva a Buenos

    Aires como nica direccin posible, camino inverso al que haban seguido los viajeros clsicos.

    Tal vaciedad no es la misma que la que percibieron estos "precursores"; es en realidad la apertura

    a una construccin, la de un pas, una sociedad, una nacin.31

    La pampa, en Campaa en el

    Ejrcito Grande, aparece como una gran masa de hombres de uniformes harapientos en

    simbiosis con la naturaleza, ahora atravesada por la historia y por un ejrcito que se desplaza por

    un territorio que debe ser pensado como nacional.

    As como el ocano fue para los viajeros ingleses un trmino fuerte para configurar sus

    analogas, el desierto lo ser para quienes, siguiendo la direccin de la mirada sarmientina,

    empiezan a recorrer el territorio y escriben sus experiencias; algunos son argentinos, como Lucio

    V. Mansilla, Francisco P. Moreno, Manuel Prado, Estanislao Zeballos: difieren en sus

    motivaciones y expectativas de las que actuaron sobre los ingleses; otros son extranjeros, como

    Alfred belot: el tiempo de su viaje tambin es otro, as como los rasgos de su escritura.32

  • El ojo de lsacia

    Cuando despus de mediados del siglo XIX poblar la frontera deja de ser el enunciado de un

    programa utpico y comienza a convertirse en una prctica real, se instalan las primeras colonias

    agrcolas, creadas a partir de acuerdos hechos entre el gobierno y compaas colonizadoras

    europeas.33

    En este marco se inscribe el libro de Lina Beck-Bernard (1824-1888), Cinco aos en

    la Confederacin argentina (1857-1862), que narra la estada de una alsaciana y su familia en

    una colonia de la provincia de Santa Fe.34

    Relato tambin de viaje, no lo es, sin embargo, como

    los de los otros viajeros, que observan un mundo desconocido; se trata, y seguramente no es el

    nico caso, de una inmigrante, lo cual cambia sin duda el punto de vista, aunque aqulla haya

    sido una condicin slo temporaria.3

    En realidad, su relato comienza antes de la vida en Santa Fe; escribe ya en el barco,

    consciente del cambio que implica el viaje: "No sin emocin saludamos la costa del Nuevo

    Mundo, nuevo tambin para nosotros" registra al divisar la costa de Pernambuco en 1857. El

    "Nuevo mundo" deja as de ser una hiptesis y adquiere presencia, propone experiencia y

    promete escritura a quien ya escribe, lejos de las comodidades convencionales de una casa

    burguesa alsaciana en el Alto Rhin. Ya no se trata slo de leer sino de ver, de confrontar y de ser

    protagonista, al internarse en un terreno en el que se produce una lejana que, sin embargo, no es

    sentida como prdida. As, su escritura no tiene el tinte melanclico que se suele atribuir, como

    estigma, a la narrativa de mujeres; por el contrario, la extranjera es un privilegio que se suma a

    otros -la clase y la raza- y que permite ver ms y mejor, con dispositivos mltiples y alternados.

    Eso marca una diferencia respecto de la escritura de los viajeros precedentes, en general

    hombres, y forma parte de la libertad de expresin que otorga el diario de viaje por su carcter

    privado.

    El relato de Beck-Bernard evita con frecuencia el panorama y se centra en el detalle, lo cual,

    paradjicamente, rinde ms en relacin con la distancia, cuya experiencia se transmite fuera de

    toda pretensin de totalidades: Algunas mujeres viejas, sentadas bajo el corredor, lan hojas de tabaco sobre sus rodillas, hacen con ellas

    enormes cigarros y se ponen a fuman A pocos pasos una indiecita pone a hervir agua en una pava y tiene

    en su mano, preparado, un mate de plata. Espera que hierva el agua para cebarlo y servirlo a las

    fumadoras. Bajo el mismo corredor algunas jovencitas bordan y hacen encajes. Es en realidad su principal

    ocupacin porque son de inteligencia muy poco cultivada.

    En este fragmento, adems del aspecto de estampa, la mirada que se tiende se disocia; en un

    momento describe, casi etnogrficamente, lo peculiar y lo extico; en otro juzga lo universal y

    semejante, la inteligencia. El exotismo, se dira que romntico, acerca; el juicio, casi moral, aleja.

    Adems, este juego de acercamiento y lejana tiene su asidero en lo que la mirada percibe: no

    "ve" en el panorama porque no lo mira, pero cuando el panorama la pampa se impone, tampoco ve el detalle: "Cmo y por qu se encontraba all? No sabamos explicarlo. Hubirese

    dicho surgido de la tierra. Andbamos en una playa muy llana, sin depresiones ni eminencias, sin

    embargo ese hombre haba encontrado la manera de ocultarse a nuestras miradas y surgir como

    una estampa en el lugar y momento que quiso".

  • Pero esta discrepancia, que puede indicar un choque cultural, no impide la narracin; por el

    contrario, al narrar lo que puede ser considerado como una incapacidad, deja entrar una

    subjetividad que contrasta notablemente con la intencin de objetividad de que haban hecho

    gala los viajeros precedentes. Ellos, en apariencia, movan sus ojos con facilidad entre lo amplio

    incognoscible y lo pequeo peculiar.

    La pampa en francs

    A partir de 1852, y en consonancia con los nuevos ritmos polticos y econmicos,

    esencialmente rurales, el relato de viaje no slo se inviste de cales ritmos sino que transforma lo

    esencial del viaje, ficcional izando, sobre la base de lo que los relatos de viajeros haban

    estereotipado, tanto el paisaje pampeano como los personajes y las costumbres. La nueva retrica

    es narrativa, se separa de los rigores de la crnica, de modo que el punto de vista se tecnifica. Ya

    no es la exclusiva mirada de quien ve y escribe sino que est mediatizada segn cdigos

    literarios en curso. Esa variante aparece aos despus en la obra evocativa y narrativa, de

    Guillermo Enrique Hudson (1844-1922): tanto en The Purple Land (La tierra purprea), de

    1885, como en los cuentos de El omb, de 1902 y en Far Away and Long Ago (All lejos y hace

    tiempo, de 1918), lo que queda de los relatos de viajeros tiene resonancias, pese a lo

    excepcionalmente literario de estos textos, quizs no pueda percibirse del todo su densidad fuera

    de la red que trazan los relatos. Hay, desde luego, diferencias: lo que en los viajeros es imagen

    directa en Hudson resulta trabajo de un inconsciente nutrido en la primera infancia, o de una

    memoria de correras que las lecturas podan ayudar a entender. Sea como fuere, se relaciona con

    ellos en la medida en que, como seala Martnez Estrada en El mundo maravilloso de Guillermo

    Enrique Hudson, quiere "descubrirles Inglaterra a los ingleses despus de habernos descubierto

    la Argentina a los argentinos".

    Algo similar puede decirse de las novelas de Eduarda Mansilla (1838-1892), El mdico de

    San Luis (1857) y Pablo ou la vie dans les Pampas (1869). El tributo a los nuevos tiempos se

    advierte en la articulacin que hacen esas novelas entre pampa y familia, concepto este ltimo

    que va a ser central en el proceso de modernizacin de las sociedades americanas. En El mdico

    de San Luis concepciones patriarcales y republicanas de la vida triunfarn por sobre el

    salvajismo del desierto que, en esos aos, parece estar a punto de ser controlado y domesticado.

    En la trama misma lo domstico es presentado como un verdadero espacio regulador de

    poder.36

    Correlativamente, la naturaleza se domestica por medio de imgenes: "regularidad y

    elevacin de los lamos" que estn "alineados como soldados prusianos" y las plantas y flores se

    combinan con "las hortalizas necesarias para la mesa: el trigo y el maz" cosechados para el

    consumo familiar. La naturaleza, jardn arcdico en el que habita el "campesino hospitalario" (no

    ms el baqueano torvo y silencioso), remite, por contraposicin, al dominado desierto: Sentado bajo los rboles que plant con mis manos, rodeado de las flores aromticas y vistosas que tanto

    amo, mi pensamiento huye al inmenso y desnudo llano que se abre ante mis ojos... Uno a uno van

    pasando ante m esos aos de afanes y zozobras, hasta llegar al momento terrible en que se me aparece en

    medio del desierto, sin ms amparo ni gua que los seres ms abyectos y desgraciados en pugna con la

    sociedad y sus leyes.

    En la otra novela, escrita en francs y para un pblico francs. Mansilla narra en trminos

    ya consagrados: "Une plaine large et ouvertc se droule en vaste savane de part et d'autre. Le

  • regard embrasse partout un immense horizon, dont la ligne bleutre va se confondre avec celle

    du ciel". ("Una llanura ancha y abierta se extiende como una vasta sabana por todas partes. La

    mirada abarca por doquier un horizonte inmenso, cuya lnea azulada se confunde con la del

    cielo.") En el mismo tono va exhibiendo tipos rsticos, indios, gauchos, estancieros, soldados,

    caudillos y desertores, en suma el vasto repertorio que los viajeros forneos fueron componiendo

    a lo largo de sus relatos y que, por esta incidencia en imaginarios otros, no podran ser

    desestimados, as como las obras que los continan en una historia de la textualidad argentina.37

    Patagonia: la patria pendiente

    La mirada del que se adentra en el territorio se vuelve utilitaria cuando confluye con la

    campaa al desierto emprendida por el gobierno argentino. En el informe militar y cientfico y en

    la crnica periodstica se hallan las narraciones viajeras anexas a esa empresa; son sobre todo

    argentinos quienes hacen esos relatos (Francisco Pascasio Moreno -el "Perito"-, Estanislao

    Zeballos, Manuel Jos Olascoaga, Francisco Muz, Ramn Lista, Manuel Prado y lvaro

    Barros, entre otros) que poseen rasgos en comn y que habra que poner en diapasn con

    ficciones como las mencionadas de Mansilla precisamente porque siguen retricas diferentes. En

    todos ellos se implica la experiencia del viaje a Europa, con itinerarios recurrentes que slo

    algunos viajeros modificaron parcialmente. El modo de mirar cuando se pasa la frontera debe ser

    confrontado con la experiencia del viaje y la vida en Europa. Pensar desde la experiencia europea

    la geografa americana supone proyectar un ideario de nacin cuya conceptualizacin, si bien

    est atravesada por los procesos revolucionarios americanos, est regulada por los debates

    parlamentarios de los pases europeos y por los lineamientos de las polticas imperiales.

    La densidad del paisaje se construye a partir de parmetros de culturas modlicas, y al mismo

    tiempo se centra en el diseo de un proyecto poltico de caractersticas propias, en las que la

    impronta de la mirada perifrica est presente. Desde el escuetamente referido viaje de

    Echeverra, aquel que los manuales escolares consagraron como el que le permiti "introducir el

    Romanticismo en el Ro de la Plata" hasta el frondoso volumen de los Viajes de Sarmiento -

    cuyas decepciones europeas abren paso a su fascinacin por el nuevo modelo norteamericano-;

    desde las miradas -entre humansticas y escpticas-, de Wilde, Ca y Lpez, cuyos viajes los

    "resguardan" de la propia ciudad de origen atravesada por el impacto inmigratorio, el viaje a

    Europa los har sentir a todos verdaderos ciudadanos del mundo, "habitantes absolutos" como

    seala David Vias.38

    Sin embargo a diferencia de los extranjeros, estos autores son parte activa del entramado

    de aquello que quieren narrar, que quiere ser interpretado, confrontado o aun invalidado.

    Experimentar la realidad americana ms all de la frontera ocenica implica una mirada hacia s

    mismos porque con el viaje a Europa (y esto es extensible para otros Itinerarios complementarios

    de este viaje, tales como el viaje a Estados Unidos o el viaje a frica o a algunas de las colonias

    europeas en Oriente, se complejizan las identidades. En las pginas del viaje europeo formular el

    "nosotros" supone algunas veces la inclusin de quienes en las pginas del viaje "tierra adentro"

    estn excluidos. O, por el contrario, supone convalidar esa exclusin, erigir una identidad en

    consonancia con los viajeros metropolitanos, razn por la cual cuando se escribe sobre el propio

  • territorio, ese gesto deviene mirada colonial y conquistadora y lleva la impronta de una

    extranjera rigurosamente construida. En todos ellos se implica, adems, un imaginario de nacin

    a partir de la nocin de "la lnea del futuro", como llam el ingeniero francs Alfred blot

    (1839-1920) al Ro Negro, autor de Relatos de la frontera, recogidos por la Revue des deux

    Mondes entre 1876 y 1880. Antes de colaborar con la expedicin al desierto del general Roca,

    blot haba sido convocado por Adolfo Alsina para trazar y cavar la zanja que protegera, en

    una extensin de 400 kilmetros, los campos porteos de las invasiones de los indios. Y si

    semejante idea, que se empez a ejecutar, configuraba una nueva frontera, los relatos de blot

    se guan por esa figura: la frontera aparece en ellos como una demarcacin concreta y definida.

    Hay, pues, una relacin entre cartografa -el mapa de ese remedo de Muralla china- y

    escritura, pero tambin una inflexin personal que hace del informe implacable un texto con

    mucho de literario: "A pesar de las victorias obtenidas, all estaban las ruinas, humeantes, y las

    ruinas gritan ms que los boletines".

    Escritos estos textos por encargo, implcito o explcito, ponen en movimiento, sin

    embargo, fuerzas de escritura que dejan atrs el punto de partida; si los de los primeros viajeros

    del siglo XIX ayudaron a constituir un imaginario territorial y social, instalando perdurables

    tpicos descriptivos que regresan en los textos ulteriores de argentinos, los de stos, el de blot

    inclusive, giran en torno a la idea de una nacin posible que debe ser ganada al desierto. Eso se

    puede advertir cuando Zeballos recuerda en 1878 el encargo del Ministro de Guerra: "tuvo a bien

    invitarme a redactar algunos apuntes sobre los antecedentes de la ocupacin del Ro Negro y

    sobre otros datos histricos y cientficos convenientes para demostrar al pas la practicabilidad de

    aquella empresa".39

    A su vez, el general Roca recibe con beneplcito la obra: "Va a ser una

    especie de revelacin para la mayora del pueblo argentino, que tendra que ir a buscar en cien

    volmenes distintos los antecedentes que Ud. presenta en pocas pginas, narrados en un estilo

    fcil y ameno, acompaado de observaciones y razonamientos muy exactos". Llegar a ese punto

    implic innumerables lecturas, desde las primeras crnicas de la conquista hasta los relatos

    orales de cautivos recuperados, pasando por textos de Toms Falkner y diversas memorias e

    informes. Como libro de viaje su finalidad es especfica y particular: carece del hlito primigenio

    de los relatos de extranjeros pero, en cambio tiene una finalidad precisa y de consecuencias

    polticas y econmicas trascendentes.

    Cuando en 1875 la Comisin del Interior del Senado de la Nacin despachaba un proyecto de

    ley autorizando al Poder Ejecutivo para "proceder a la exploracin cientfica de los territorios

    nacionales" condensaba en su dictamen observaciones vinculadas a precisar los aspectos de la

    informacin indispensable para cumplir sus objetivos. Entonces, cmo y en qu direccin corren

    los ros, las rutas principales, los grandes bosques, las cadenas montaosas son datos que se

    vuelven insuficientes. Hay que saber ya no cul es el ro sino la naturaleza de su corriente de

    agua con respecto a la navegacin, si puede recibir puertos o canalizarse y aplicarse para el

    regado. Asimismo la informacin geolgica, cara a los trabajos de campo de los naturalistas es

    insuficiente si no da cuenta de su relacin con industrias rurales, labranza y ganadera y de su

    aptitud para recibir poblacin. No importa la distancia matemtica entre dos ciudades sino su

    distancia material, la que se anda, el tiempo que se emplea en recorrerla y los obstculos que la

    naturaleza ofrece al trnsito.

  • El dato se resignifica para que el texto pueda ser ledo como un manual de instrucciones

    precisas.

    Para "suprimir el desierto y anonadar la barbarie" la narrativa de los viajeros del 80 debe ahora

    traspasar el registro del saber especfico.40

    Es entonces cuando la distancia entre dos ciudades no

    es una cifra, un punto cardinal o un paralelo sino el relato del viajero, sus peripecias, sus

    andanzas como hroe narrador y aventurero como quiere el gnero desde sus orgenes en la

    historia de los viajes de Occidente. En esa zona donde se fisura el rgido registro de los gegrafos

    militares es donde se validan los relatos ranqueles de Mariano Rosas quien ha abandonado su

    vida de indio para estudiar en el Colegio Nacional de Buenos Aires y sus "informes", as

    llamados por Zeballos, "armonizan muy bien" con otros de origen letrado. Las precisiones de sus

    relatos transcriptas, mediadas por Zeballos se concentran en una pura adjetivacin imprecisa: "senda antigua y estrecha". Pero quizs sea la zona ms literaria del texto, la que

    corresponde a los relatos transcriptos de los cautivos blancos que retornaron a la "civilizacin".

    El francs Guinard y el registro humillado de Santiago Avendano pueden narrar "gritos

    de alegra" o "una sed que impide la respiracin". El mismo texto de Zeballos se contamina con

    esta expansin sentimental que no le brindan los informes cartogrficos y se cruza con la mirada

    de un ranquel arrepentido.

    Estos nuevos viajeros, agrupados por intereses y saberes especficos podran constituir un

    conjunto de relativa autonoma en la literatura argentina; textos que organizan biografas del

    territorio que proponen una manera de mirar y una manera de narrar eje territorio: estn todava a

    la espera de una lectura equivalente a la que se hizo, en la Argentina misma, de los viajeros

    ingleses.

    Una metafsica perdurable

    El desierto, en sus diversas representaciones, fue el objeto privilegiado de la mirada de

    viajero del siglo XIX. Para describirlo, esos a veces improvisados escritores debieron ajustarse a

    retricas, perfilar los enfoques y justificar, directa o indirectamente, las ideologas que

    organizaban esa mirada. Pocos son los que se resistieron a su misterio y no sucumbieron a la

    tentacin de develarlo mediante palabras y, correlativamente, fueron muchos los que, dcadas

    despus, retomaron esa tradicin. Entre ellos, Roberto J. Payr que, a fin del siglo XIX, observa

    con ojo crtico los reveses que se produjeron a causa de una modernizacin incompleta o mal

    articulada y Roberto Arlt que, en los aos treinta del siglo XX, sobreimprime en sus aguafuertes

    patagnicas un desierto-asfalto de geomtricas perspectivas.41

    Con posterioridad a las dos

    Guerras Mundiales nuevos viajeros ingleses, as como inmigrantes colonos recorrieron el sur en

    su nuevo aspecto y sus nuevas posibilidades: quedan libros de Richard Burton, Ella Brunswig de

    Bamberg y Bruce Chatwin; este ltimo recupera la antigua reverencia frente a las soledades y a

    las melanclicas magnificencias patagnicas. Mutando en cada percepcin, mostrando una

    fisonoma prdiga en cada representacin, el desierto argentino -ncleo principal del asombro de

    los antiguos viajeros europeos-, cuya frontera llega casi a la ciudad de Buenos Aires y se va

    desplazando a lo largo del siglo hacia la Patagonia, se configura como una entidad difusa y

    errtil, prodiga fisonomas poticas que slo pueden ser captadas por lecturas transculturales. Sin

    embargo, pese a la profusin interpretativa, el desierto se sustrae siempre para entregarse, cada

  • vez que es percibido sin poblaciones ni cultivos y a veces debajo de poblaciones y cultivos,

    debajo de la literatura.

    *TORRE, Claudia (2003). Los relatos de viajeros. En: Schvartzman, Julio (dir. del volumen), La lucha de los lenguajes, vol. 2 de Jitrik, No (dir. de la obra) Historia crtica de la literatura

    argentina. Buenos Aires: Emec, 2003.

  • Notas

    ' Jos Luis Romero, Lucmoamricu. Las andada y las ideas, Buenos Au'es, Siglo XXI, 1976,

    triza una historia de Amrica desde la fundacin de ciudades, consider.in-do la relacin y la

    tensin entre ciudades y campo.

    2 Entendemos aqu por "nacin" una construccin simblica secular. Para Bene-dict Anderson

    {Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo, Mxico,

    Fondo de Cultura Econmica, 1993) la nacin es un "artefacto cultural de una clase particular"

    que remite a "una comunidad poltica imaginada como inherentemente ilimitada y soberana".

    3 De lo cual el ms claro ejemplo puede ser el clsico Una excursin a los indios ranqueles,

    de Lucio V. Mansilla. Ver en este volumen Cristina Iglesia, "Manslla, la aventura del relato".

    4 Anbal Ford, Navegaciones. Comunicacin, cultura y cnsis, Buenos Aires, Amo-rrortu, 1994. 5

    Ver Amonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo, Mxico, Fondo de Cultura Econmica,

    1982, Curiosamente, Hegel se hizo eco de las fantasas de De Pauw. 6

    Mary Louise Pratt, en Imperial Eyes: Travel Writing and Transculturation, Lon-don,

    Rutledge, 1992, seala que la obra de Humboldt provey de imgenes tanto a los letrados

    europeos como a los mdependentistas americanos. 7

    Adolfo Prieto, en Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina (1820-

    IS50), Buenos Aires, Sudamericana, 1996, seala que "el tratamiento esttico de los temas que

    tr.aa la historia natural" nutre esta narrativa. 8

    Carlos lleal de Aza, "Los lcidos britnicos: Parish y Mackinnon", en Marcha, XX, 919,

    Montevideo, 11 de junio de 1958. 9

    No son slo escritores; su obra se complementa con ilustraciones cientficas, acuarelas,

    litografas, leos, etctera, que profusamente produjeron dibujantes y pintores como Emeric

    Essex Vidal, Johan Moritz Rugendas y Carlos Pellegrini. 10

    Josefina Iriarte, Miriam Maggiolo y Claudia Torre, "Los viajeros ingleses en el Ro de la

    Plata (1810-1860). El j uego de las otredades", Filologa, Ao XXIV, 1-2, Buenos Aires, 1989,

    Homenaje a Enrique Pezzoni: "La voz del otro". 11

    John y William Parish Robertson escriben en el "Prlogo" a Cartas de Sud-Am-"ca,

    Buenos Aires, Nova, 1946; "... el propsito que nos mueve es hacer alguna luz sobre las antiguas

    colonias espaolas de Amrica del Sur. Cualquier otro tema de que se trate, lo ser con el nico

    propsito de mantener la unidad del relato". 12

    Ricardo Cicerchia, "Journey, Rediscovery and Narrative: BntishTravel Account of

    Argentina (1800-1850)", London, Institute of Latin American Studies (University of London),

    1998. 13

    Fue publicado en Londres en 1826 con el ttulo de Rough notes / taken ditring / somc rapid

    journeys / across / the Pampas /and among / the Andes / by Captain F.B. Head.. Carlos Aldao

    tradujo y prolog el texto, publicado en 1920 en Buenos Aires, bajo el ttulo de Las pampas y

    los Andes, por La Cultura Argentina. 14

    Ver Adolfo Prieto, op. cit. 15

    Jos Luis Busaniche, "Prlogo del traductor", en John y William Parish Robertson, op. cit.

  • 16 Graciela Silvestri, "El imaginario paisajstico en el Litoral y el Sur argentinos", en Mlarta

    Bonaudo, Liberalismo, Estado y orden burgus (1852-1S80), Nueva Historia Argentina, IV,

    Buenos.Aires, Sudamericana, 1999. 17

    No Jitrik, "Soledad y urbanidad. Ensayo sobre la adaptacin del romanticismo en la

    Argentina", en Ensayos y estudios de literatura argentina, Buenos Aires, Galerna, 1970.

    18

    Charles Darwin, Viaje de un naturalista, Buenos Aires, El Ateneo, 1951. 19

    Ezequiel Martinez Estrada, Muerte y transfiguracin de Martin Fierro, Mxico, Fondo de

    Cultura Econmica, 1948, y El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, Buenos Aires,

    Norma, 2001. 20

    Jorges Luis Borges, "Sobre The Purple Land", Otras inquisiciones. Obras Completas,

    Buenos Afires, Emec, 1974.

    21

    Ese cambio de plano sobreviene, por ejemplo, cuando se llega al territorio que los indios

    ocupan entre 1828 y 1852, desde los Andes Centrales hasta la provincia de Buenos Aires,

    trazando una "imprecisa y porosa frontera". Ver Graciela Silves-tri, op. cit.

    22 Francis Bond Head fue nombrado en 1825 gerente de la "Rio de la Plata Mining

    Company", empresa que se propona explotar los minerales del cerro Famatina.

    23 Samuel Haigh lleg a la Argentina en 1817 como agente de intereses comerciales

    britnicos; en el curso de los diez aos siguientes hizo dos viajes ms por Chile y algunos

    lugares de la costa del Pacfico. En 1829 public en Londres Sketches of Buenos Aires and

    Chile.

    24 Rodolfo Borello, "Notas a La. Ciintiva", en Logos 13 y 14, Buenos Aires, Facultad de

    Filosofa y Letras (U.B.A.), 1977-78.

    25 El capitn Joseph Andrews en cuyos textos se apoyan las descripciones de Al-berdl de la naturaleza tropical tucumana lleg a Buenos Aires en 1825, como comisionado para informar sobre las posibilidades de explotacin de oro y plata en la Argentina y en Chile. En 1827 public

    en hondres Journey from Buenos Aires, through the Provinces of Cordova, Tucuman and Salta

    to Potos.

    26 William Mac Cann era un comerciante britnico que recorri entre 1847 y 1848 la

    campaa bonaerense, el sur del Litoral y Crdoba. En 1853 public en Londres Two Thousand

    Miles Ride Through the Argentine Provinces, en la casa Smith, Eider and C. Jos Luis

    Busaniche tradujo el libro con el ttulo de Viaje a caballo por las provin-cias argentinas. La

    segunda edicin, de la Imprenta Ferrari Hnos., en Buenos Aires, es de 1939.

    27 Ale.xander Caldcleugh, Travels in South America during the years 1819-20-21 containmg

    an account of the prescnt state of Brazil, Buenos Ayres and Chde, London, J. Murray, 1825.

    28 Marcelo Montserrat ha estudiado este perfil de la obra poltica y cultural de Sarmiento en

    Ciencia., historia y sociedad en la Argentina del siglo XIX, Buenos Aires, Centro Editor de

    Amrica Latina, 1993.

    29 Ricardo Piglia, "Notas sobre Facundo", en Punto de vista, III, 8, Buenos Aires, marzo-

    junio de 19S0.

    30 Domingo F. Sarmiento, Campaa en el Ejrcito Grande, Mxico, Fondo de Cultura

    Econmica, 19S8.

  • 31 Jens Andermann, en Mapas de poder. Una arqueologa literaria del espacio ar-gentino,

    Rosario, Beatriz Viterbo, 2000, sostiene que la primera operacin autorizado-ra del proyecto

    ideolgico y esttico de la Generacin del 37 es imaginar el desierto como primer contenido,

    antes que imaginar la nacin que ese desierto albergara.

    32 Ver, en este volumen, Jens Andermann, "Crnica de un genocidio: ltimas instantneas de

    la frontera".

    33 Ver Tulio Halpern Donghi, "Para qu la inmigracin? Ideologa y poltica inmigratoria

    en la Argentina (1810-1914)", El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas

    latinoamericanas, Buenos Aires, Sudamericana, 19S7.

    34 Jos Luis Busaniche hizo la traduccin (Buenos Aires, El Ateneo, 1935) del original

    francs. Le Rio Paran. Cinq annes de sjour dans la Rpublique Argentine.

    35 Charles Beck, su padre, era miembro de la "Sociedad Beck, Herzog 8c Com-pany",

    empresa colonizadora radicada en la provincia de Santa Fe despus de la batalla de Caseros.

    36 Francine Masiello considera que el espacio de la familia, en esta novela, funciona como

    "sitio que puede tornarse inaugural para las reformas del Estado" [Between Civilsation &

    Barbanism, Women, Nation and Literacy Culture in Modern Argenci-na, Nebraska,

    University of Nebraska Press, 1992).

    37 Su hermano Lucio V. Mansilla tradujo esta novela al espaol, publicada inicial-mente en el

    peridico La Tribuna, en 1S70.

    38 En Literatura argentina y realidad poltica, Buenos Aires, Jorge lvarez, 1964, David

    Vias propone una lectura en relacin con los viajes de los intelectuales argentinos a Europa

    durante el siglo XIX, a travs de una tipologa que va del viaje colonial al viaje esttico. En De

    Sarmiento a Dios. Viajeros argentinos a USA, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, define, en un

    recorrido que va desde Sarmiento a Victoria Ocampo, la impronta que el viaje a Estados Unidos

    ha dejado en la cultura argentina. No Jitrik ("Prlogo", Los viajeros, Buenos Aires, Jorge

    lvarez, 1969) rene, por primera vez en una antologa, diversos relatos de viajeros argentinos al

    exterior.

    39 Estanislao Zeballos, La conquista de las quince mil leguas, Buenos Aires, Solar, 1986.

    40 La cita pertenece a Estanislao Zeballos, op. cit.

  • Bibliografa

    Viajeros extranjeros

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