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1 R E C U E R D O S G A R C Í A MAYO DE 1.998 Ningún Derecho está Reservado - Cópielo - Fotocópielo - Divúlguelo - Préstelo - Regálelo - Léalo e invite a que lo lean. Finalmente guárdelo, pero no tan escondido, algún día estaremos anímicamente en plan de releerlo, al fin y al cabo para eso son los recuerdos, para repetir o añorar vivencias pasadas. Si por fortuna, puede que no ahora, pero sí dentro de algunos años, los hoy niños de nuestra familia se encuentran con estos RECUERDOS GARCÍA, se que en ese momento valorarán su contenido y querrán ser continuadores de este mensaje. EL OFICIO DE PLUMA El fundador de nuestra familia en Antioquia José García Marín, fue empadronado en Marinilla en primera categoría en 1786 cuando declaró tener 43 años, Juana Paula Alzate Orozco, su esposa, 35 y por hijos, Pedro Ignacio de 14, María Liberata de 12, Cosme Damián de 10, María de 8, María Isabel de 6, Atanasia de 3 y Antonio María de 1. Cuando le preguntaron por el Oficio respondió: Oficio de Pluma. Continuando la labor que me he propuesto, que no dudé en clarificarla también como una empresa del espíritu, he querido seguir divulgando el material que las empresas del espíritu de algunos de nuestros familiares nos han hecho llegar o nos han legado. Con esa declaración del oficio de José Ambrosio, nos dejó comprometidos a sus descendientes a ganarnos el pan, de ser posible: Escribiendo. En realidad José era escribiente o amanuense que servía redactando, pasando a limpio o recibiendo dictados. Siempre escribiendo contratos, acuerdos, pactos. Cuando murió José Ambrosio el 25 de julio de 1810, cinco (5) días después del grito de independencia, el oficio lo siguió desempeñando su hijo mayor Pedro Ignacio. No sabemos si los mellizos Ramón y Sacramento, hijos de Pedro Ignacio, siguieron utilizando la pluma para ganarse la vida. De estos lo que sí sabemos es que fueron cuatro hermanos casados con cuatro hermanas y de la fama de aventureros y traviesos de los mellizos. Los García Ramírez Casados con Las Aristizabal Martínez Sacramento con Serafina Ramón con Encarnación Mariano con Joaquina Antonio con Francisca Por estos motivos no nos queda la menor duda que los hijos de los García Ramírez Sacramento parecían hechos con el mismo molde.

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R E C U E R D O S G A R C Í A

MAYO DE 1.998 Ningún Derecho está Reservado - Cópielo - Fotocópielo - Divúlguelo - Préstelo - Regálelo - Léalo e invite a que lo lean. Finalmente guárdelo, pero no tan escondido, algún día estaremos anímicamente en plan de releerlo, al fin y al cabo para eso son los recuerdos, para repetir o añorar vivencias pasadas. Si por fortuna, puede que no ahora, pero sí dentro de algunos años, los hoy niños de nuestra familia se encuentran con estos RECUERDOS GARCÍA, se que en ese momento valorarán su contenido y querrán ser continuadores de este mensaje.

EL OFICIO DE PLUMA El fundador de nuestra familia en Antioquia José García Marín, fue empadronado en Marinilla en primera categoría en 1786 cuando declaró tener 43 años, Juana Paula Alzate Orozco, su esposa, 35 y por hijos, Pedro Ignacio de 14, María Liberata de 12, Cosme Damián de 10, María de 8, María Isabel de 6, Atanasia de 3 y Antonio María de 1. Cuando le preguntaron por el Oficio respondió: Oficio de Pluma. Continuando la labor que me he propuesto, que no dudé en clarificarla también como una empresa del espíritu, he querido seguir divulgando el material que las empresas del espíritu de algunos de nuestros familiares nos han hecho llegar o nos han legado. Con esa declaración del oficio de José Ambrosio, nos dejó comprometidos a sus descendientes a ganarnos el pan, de ser posible: Escribiendo.

En realidad José era escribiente o amanuense que servía redactando, pasando a limpio o recibiendo dictados. Siempre escribiendo contratos, acuerdos, pactos. Cuando murió José Ambrosio el 25 de julio de 1810, cinco (5) días después del grito de independencia, el oficio lo siguió desempeñando su hijo mayor Pedro Ignacio. No sabemos si los mellizos Ramón y Sacramento, hijos de Pedro Ignacio, siguieron utilizando la pluma para ganarse la vida. De estos lo que sí sabemos es que fueron cuatro hermanos casados con cuatro hermanas y de la fama de aventureros y traviesos de los mellizos.

Los García Ramírez

Casados con

Las Aristizabal Martínez

Sacramento con Serafina Ramón con Encarnación Mariano con Joaquina Antonio con Francisca

Por estos motivos no nos queda la menor duda que los hijos de los García Ramírez Sacramento parecían hechos con el mismo molde.

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Con esa proliferación y enredo de primos, todos:

GARCÍA ARISTIZABAL RAMÍREZ MARTÍNEZ

Con todos los apellidos iguales buscarle nombre a los hijos debería se un complique, de Ramón y Encarnación conocemos una docena de hijos y si los cuatro eran similarmente prolíficos resultaban ser cuatro docenas, donde se necesitaba ingenio para no repetir nombres, pero eso no era fácil resultando repetidos: Joaquín hijo de Ramón y Joaquín hijo de Sacramento Jesús hijo de Ramón y Jesús hijo de Mariano Adicionalmente no era fácil encontrar suficientes nombres, ojalá la mayoría Bíblicos, al utilizar los nombres compuestos, se repetía el segundo nombre entre hermanos, Ramón bautizó a tres de sus hijos como la Sagrada familia:

María Jesús, Jesús y Ana María Y cada vez que llamaba a Jesús o a María en lugar de llegar un hijo llegaban dos y un sinnúmero de sobrinos. Pero Ramón también se las ingeniaba con nombres menos comunes como Emelina, Eulalia, Adelaida. He de hacer un pequeño recorrido por los hijos de Pedro Ignacio tratando de encontrar ese gene de oficio de pluma que nos legó José Ambrosio. Uno del grupo de los cuatro García que se casaron con las cuatro Aristizabal fue Mariano y de allí descendía Alfonso García Isaza, también escritor y lamentablemente muerto en un accidente en estos últimos años, situación que ha debido tener más divulgación y trascendencia en el grupo familiar, pero casi ni nos enteramos, precisamente por los mismos motivos por

los cuales los García, no volvimos a realizar encuentros ni periódico familiar. . . Algo pasó. Como un homenaje tardíamente póstumo a su memoria y a su pluma, divulgaremos en este nuevamente una carta que nos dirigió a la familia el 29-07-92 titulada LA TRIBU DE LOS GARCÍA. (Texto No.1) Esta ya había sido divulgada en el tercer encuentro García. En esa carta, al igual que en esta introducción nos revive la constante del oficio de pluma que marca a los García. De Sacramento, el mellizo, descienden los García Martínez que han sido cercanos y entusiastas participantes en todos los encuentros García y nos consta de Jorge, que aunque no conocemos sus escritos, sí conocemos su elocuencia y suponemos, que si como habla, escribe. Nos hemos perdido de disfrutar y conservar los escritos de este primo lejano, así como de entusiasmarlo para que produzca un testimonio escrito sobre el legado que recibieron en ese hogar formado por Carlos y María. Igualmente si Jorge Enrique García Arce el mismo sentimiento que le pone a sus declamaciones, que nos lo ha dejado conocer con maestria en los dos últimos encuentros, lo ha utilizado en su oficio de pluma, no dudamos del sentido contenido de sus escritos. Ellos también posiblemente podrán ratificarnos en la descendencia de Sacramento la constante del oficio de pluma que heredaron de José Ambrosio. Hermano de los mellizos fue Juan José, que repetía el nombre de José como su abuelo, posiblemente fue el mayor de los hijos de Pedro Ignacio y murió muy joven, asesinado con su esposa en la guerra de los Supremos en 1839. Los hijos pequeños que le

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sobrevivieron, fueron criados por Pedro Ignacio y entre sus descendientes no dudamos que siguió sobreviviendo el oficio de pluma, testimonio de esto, en la más joven generación de adultos, está Andrés García. Seguramente si le preguntáramos, él podría citarnos con precisión a más familiares y parientes de esa rama y de todas las ramas que ejercen o ejercieron el oficio de pluma y aunque en este texto no incluimos nada de sus investigaciones y escritos, sobra decir que es un invitado permanente y que estamos atentos cuando nos lo autorice a divulgar sus esforzadas investigaciones sobre nuestras raíces. En el proceso colonizador este grupo familiar se desplazó a Manizales. Francisco fue otro de los García Ramírez, hijo de Pedro Ignacio y de donde descienden los García Isaza. Pocas familias llegan a tener el honor civil y Divino de ser siete hermanos religiosos: Dos obispos (Germán y Jorge) y cinco religiosos entre sacerdotes. (Alberto, Mario, Samuel) y religiosas (Lilia e Inés). Allí sin necesidad de preguntarlo, lo sabemos, donde hay un obispo hay un escritor y la pluma se usa permanentemente para llevar el mensaje pastoral. En el proceso colonizador este grupo familiar se desplazó a Salamina. Los descendientes de Ramón no tenemos ninguna duda, que heredamos de José Ambrosio el oficio de pluma, solo citaré unos pocos escritores, en todas las generaciones: Ramón García Duque Pedro Olano García Julio Cesar García Valencia Abel García Valencia

Arturo Echeverri Olano Jaramillo García Jorge Velez García Sor Elvira Olano García Sor Dolly Olano García Juan José García Posada Guillermo García Piedrahita Hernan A. Olano García Nos han contado de Laureano García Aristizabal, el hijo de Ramón y Encarnación, que no fue propiamente la pluma su mejor aliado. Nos cuenta que era carnicero, luego la pluma posiblemente la utilizaba sólo para hacer las cuentas. No descartamos que así no utilizara la pluma para escribir, nada de raro resultara que hubiera sido, un fabricante de plumas, aprovechadas de las aves que vendía en su carnicería. Y en esa misma época, con un poco de humor podríamos pensar que muchas de las García, cumpliendo con los oficios de limpiar el polvo, utilizaran un plumero y cuando alguien les interrogara ¿Qué hacen? muy dignamente contestaran:

“Aquí realizando un oficio de pluma” Pero lo cierto es que el oficio de pluma lo han ejercido con elegancia y dominio de oficio las mujeres García. Testimonio de esto incluiremos dos poemas de Sor Elvira y uno de Sor Dolly Olano García (Texto No. 2-3-4). La realidad fue, que si bien de Laureano García Aristizabal no tenemos certeza de como ejercía su oficio de pluma, diferente a saber que actúo de gallinazo enamorando y en este personal oficio de pluma le aleteó y de un plumazo conquistó y desposó a su prima tercera Ana María Rojas García, llevándola al altar, cuando apenas ella tenía trece años.

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José García Marín

Pedro Ignacio Ramón Ramón Primos hermanos Ana María Laureano Primos Terceros Ana María Pedro Ignacio fue el hijo mayor y Ramón el menor o de los menores (no figuró en el empadronamiento de 1786). De las hermanos de Ana María: Eloy María, Eufrasio y Críspulo, si tenemos certeza que ejercían con dedicación el oficio de pluma en el mejor sentido de la palabra. Adicionalmente con esta inteligente conquista de Laureano, la sangre de Ana María vino a revitalizarnos con la sangre Rojas García y con la influencia del oficio de pluma que aún lo tenían allí muy definido, este cruce genético influenciado por la personalidad de Ana María, logró formar una familia donde el valor, el coraje, la generosidad, el amor, la caballerosidad y la dignidad eran parte de sus rasgos más marcados. Del General Laureano García Rojas se sabe que cuando estalló la guerra en 1895 contando 29 años y ya con el grado Teniente Coronel a orden del General Rafael Reyes participó activamente es estas luchas entre hermanos y dejó documentos testimonio de su oficio de pluma con los datos, hechos y circunstancia de los combates. Con orgullo nos referimos a Laureano, Joaquín, Roberto y Carlos García Rojas, fieles modelos a la imagen y semejanza de lo que Ana María quiso que fueran.

Los restos de Laureano y Ana María, se conservan entrando a mano izquierda, en la Iglesia de San José de Medellín (Ayacucho con la avenida Oriental). Hemos hecho un breve recorrido tratando de encontrar la constante del oficio de pluma con Pedro Ignacio y Ramón, dos de los hijos de José; pero seguramente en cada uno de las otras ramas de los descendientes de José Ambrosio García Marín, se fue repitiendo una historia similar, donde el oficio de pluma fue para muchos, tanto el plan de cada día, como el modo de conseguir el pan de cada día. Como lo que se hereda no se hurta, la familia en todas las generaciones siguientes ha tenido miembros en cada generación que se han dedicado a repetir el oficio que llevan en la sangre. Después de varios años de silencio en los encuentros familiares y en la publicación de Noticias García, se había venido acumulando material inédito a nivel familiar para muchas publicaciones y la única alternativa era al tratar de no atropellar ese primer Recuerdos García de marzo con demasiados temas, entonces quedamos con el compromiso de hacer llegar un segundo recuerdo García, que al menos iniciara a divulgar este material . Como temas centrales del primer recuerdo García quisimos incluir allí dos temas muy cercanos a la tragedia y el dolor: La muerte de Pedro José García Olano y la narración del 9 de abril, las dos (2) de mucha actualidad en su momento por coincidir con los (50) años de los hechos. Por ese motivo en la primera entrega hubo muchos sacrificados y quedamos en deuda con otros familiares, que también como

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decía Abel García Valencia “Para bien o para mal portan su pluma.” En esta segunda entrega hemos dedicado el espacio precisamente a algunos familiares de pluma en mano, incluiremos estos temas:

Texto Autor 1- La tribu de los García Alfonso García Isaza 2- Mírame así Sor Elvira Olano García 3- Virgen Niña Sor Elvira Olano García 4- En la Cruz Sor Dolly Olano García 5- Abel García Valencia Juan José García Posada 6- El amor y las mujeres

en la obra de Cervantes (fragm.)

Abel García Valencia

7- Del Matriarcado a la Ley sálica (fragm. introducción)

Julio Cesar García Valencia

8- Travesuras Infantiles de Arturo Echeverri

P. Diego Jaramillo

9- Morir en la brecha P. Diego Jaramillo 10- El arte de escribir P. Arturo Echeverri Olano

Jaramillo García 11- Apología: El artista que esculpía su propia perfección

P. Arturo Echeverri Olano Jaramillo García.

12- El Combate de Zea Ramón García Duque 13- Treta infantil Pedro José Olano García 14- Justicia Pedro José Olano García 15- Centenario de Julio Cesar García Valencia

Hernán A. Olano García

Juan José García Posada en el Texto No. 5, nos deja conocer algunos rasgos de Abel que sirvieron de introducción en la publicación y primera edición, que en 1995 se hizo de su libro: “EL PROFESOR DE LITERATURA” Así como fue para Abel una gran Empresa del Espíritu, escribir los ensayos que figuraron en esta edición, para Marta y los GARCIA POSADA debió ser, fue otra Empresa del Espíritu, seleccionar el material, ponerlo en limpio y lo que es más difícil lograr que el libro fuera publicado. En la narración de Juan José, nos resalta como ha sido una Empresa del Espíritu mantener intacta la biblioteca de Abel, la

cual a su vez ha contribuido a mantener también viva y presente su memoria. Seleccionaron y prepararon el material del libro y cualquiera se hubiera imaginado que esta Empresa del Espíritu casi estaba casi concluida en 1979 con la Ordenanza 45 de la Asamblea de Antioquia que ordenaba la publicación de los libros de escritores Antioqueños y aún faltaba tener mucha paciencia y perseverancia para ver catorce (14) años después y treinta y uno (31) años después de su muerte (07-09-64), publicada su primera edición. Con alegría encontramos en la ultima feria del libro en Bogotá, que terminó el 4 de Mayo, que en el módulo de Antioquia, estaban vendiendo: El Profesor de Literatura por Abel García Valencia. El ego no resistió la tentación de comentarle a quien atendia el módulo: ¡Es que el autor es mi tío! Hemos podido conocer con este libro la pluma de Abel y nos ha llenado de satisfacción y orgullo. Es muy difícil para un ingeniero electricista, con mala memoria de la instrucción escolar de gramática y poco uso actual de lo aprendido en preceptiva literaria, tratar de comentar los escritos de un profesor de literatura, de tal forma que cuando escribo sólo utilizo la simple retórica y la narrativa de un comentador, olvidado completamente de las leyes del escritor, de tal forma que en este diálogo familiar con igual simpleza, haré un comentario comparativo entre mi tío y mi papá. Al leer a Abel me atrevo a comentar que su pluma comparada con la pluma de Julio César, desde el punto de vista literario era más elaborada, más trabajada, con más contenido cada frase, cumpliendo más reglas de escritura, en una palabra, como escritor en sentido literario humildemente toca reconocer que Abel superaba a Julio César.

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Cada uno con su propio estilo y línea de trabajo Julio César era un cronista, un comentador de la historia, un observador de los hechos y de los aconteceres para buscarle su sentido histórico, un investigador de hechos históricos desconocidos y nunca divulgados. Los dos oficios, el de Abel como profesor de literatura y el de Julio Cesar como profesor de historia se inmortalizaron en su pluma, pero cada uno dejó allí entintado su propio estilo. Como muestra del estilo de Abel, he querido incluir en el Texto No. 6 un fragmento de uno de sus ensayos: El amor y las mujeres en la obra de Cervantes. Una historia parecida a la vivida por los García Posada, recorrimos los hijos de Julio César con el libro Del Matriarcado a la Ley Sálica o Esquema de la Historia Universal a la Luz de las Ideas sobre los Sexos. Desde 1932 Julio César desarrolló en una serie de conferencias el contenido inicial del Matriarcado. Estas conferencias fueron publicadas parcialmente en la revista Alma Nacional. A partir de este texto inicial Julio César arregló, amplió, cambió, adicionó capítulos, realizó anotaciones al margen y conformó el primer manuscrito de lo que sería su libro. Durante veintisiete (27) años, hasta su muerte en 1959 mantuvo la ilusión de concluirlo y publicarlo y nunca dispuso de tiempo para esto. En 1984 (52 años después de escribirlo), se logró pasar a limpio estos manuscritos y únicamente contando con un gran presupuesto de entusiasmo de sacarlo adelante, nos reuníamos con Tere y Jorge,

mañanas enteras a leerlo y releerlo en voz alta, revisando el manuscrito y tratando de no dejar pasar ningún error. Con gran esfuerzo y pocos elementos y cultura literaria, más transpiración que inspiración de arquitectos e ingenieros, logramos pulir el texto original; y conformarlo como un proyecto de libro. Reconociéndonos ignorantes en el tema, de tal forma que no podíamos aportarle nada al texto nos encontrábamos con frases inconclusas que teníamos que ayudar a concluir o con palabra del manuscrito que éramos incapaces de interpretar que había realmente escrito Julio Cesar, teniendo en esos casos que leer y releer la frase adicionando la palabra que creíamos podía ser, hasta dejarla lo mejor que podíamos. De ese texto sacábamos decorosas fotocopias y no ahorrábamos esfuerzos en golpeara muchas puertas y contagiar a muchos corazones para que nos ayudaran a publicar el libro. Muchos se entusiasmaban con la lectura del Matriarcado, pero nunca resultaba quien lo publicara. En 1994 al conmemorarse el centenario del nacimiento de Julio Cesar revivimos esfuerzos para su publicación y no logramos nada, cuando la Universidad La Gran Colombia sede de Armenia quiso celebrar el centenario, nos encontramos con un grupo de directivos afectuosos y familiares que nos brindaron su confianza y nos hicieron sentir como en la propia casa. No desaprovechamos allí la oportunidad para volver a comentar el interés que teníamos de publicar el Matriarcado, de inmediato nos mostraron todo su interés para tenerlo en la lista, dentro de un limitado presupuesto disponible para publicaciones.

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Todo quedó en ese punto, hasta la sorpresa que recibimos en 1995 y no habíamos tenido oportunidad de hacérselo conocer a toda la familia: habían publicado el Matriarcado, y la primera edición salía sesenta y tres (63) años después de ser escrita. Coincidió en 1995 para Abel y Julio Cesar la espera respectiva de estas dos almas hermanas, con la publicación del Profesor de Literatura y el Esquema de la Historia Universal a la Luz de las Ideas sobre los Sexos. En este recuerdo García se incluye en el Texto No. 7 un fragmento de la introducción. En la carta de Alfonso García Isaza: La tribu de los García. Cuando se refería al Padre Arturo Echeverri Olano Jaramillo García nos decía: “Un padre eudista colaborador del Padre García Herreros en televisión entiendo que era García en uno de sus apellidos, me parece que hace poco murió”. Efectivamente en el segundo encuentro García, en San Pedro Antioquia, realizado entre el 12 y 14 de Octubre de 1991 nos acompaño y tuvo una activa participación el Padre Arturo, ya estaba gravemente enfermo, y estaba pasando con sus hermanas y la ayuda de un clima más tibio, los últimos días de su vida. Durante en encuentro en el día exteriorizaba relativa vitalidad y en las noche la pasaba ahogado, siendo siempre doblemente valiosa su participación en el encuentro, por su aporte, por su presencia y por su ejemplo. El 26 de Octubre de 1991 su gran corazón no resistió más y expiró.

Sobre la vida del padre Arturo, el padre Diego Jaramillo escribió en 1992 un libro titulado: Arturo Echeverri Evangelizador y Formador y el cual se consigue para quien le interese en los teléfonos 2245990-2513990 Centro Carismático Minuto de Dios - Bogotá. En este libro hemos querido incluir dos (2) capítulos, el inicial que habla de su infancia (Texto No. 8 ) y el final que habla de sus últimos días hasta su muerte (Texto No. 9). Fue un hombre polifacético y coincidió en el oficio de pluma. Al igual que Abel, dentro de las muchas disciplinas que dominó, dedicó un especial interés a ser: Profesor de Literatura. Complementamos estos rasgos bibliográficos con dos escritos de su pluma. EL ARTE DE ESCRIBIR (Texto No. 10) y la fábula moral APÓLOGO - EL ARTISTA QUE ESCULPÍA SU PROPIA PERFECCIÓN (Texto No. 11). Arturo llevaba su apellido García lejano, pero con orgullo se identificaba como: ARTURO ECHEVERRI OLANO JARAMILLO GARCIIAA. Dándole una mágica sonoridad al remate de su identificación. Finalmente incluiré una muestra del oficio de pluma de Ramón García Duque. Es inmenso el material literario que nos ha dejado en todas las páginas de su DIARIO. Pasados unos días del cruento Combate de Zea y aún sin reponerse de las impresiones que ésta le dejó después de su activa presencia en el combate, el 9-09-1900, nos regaló una página que es a mi entender grandiosa como texto literario, parece un poema en prosa, también es grandiosa por su contenido de amor familiar, por los

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sentimientos afectuosos que revive (Ver texto No. 12). De Pedro Olano García conocemos inmensas muestras de su oficio de pluma, mucha de estas simplemente dictadas por los impedimentos físicos que le impedían escribir. De un estilo picarezco y travieso que no le es muy conocido, he querido incluir dos (2) poemas infantiles que nos dejan conocer la transparencia de su alma. Treta infantil (Texto No. 13) y Justicia (Texto No. 14). De Hernán Alejandro Olano García y como muestra de una pluma de la ultima generación que ha heredado este oficio no solo por la sangre García, sino también por la Olano Correa Rojas Samudio, hemos incluido unas páginas de la biografía de su abuelo, con motivo del centenario de Julio César García Valencia (Texto No. 15).

LA TRIBU DE LOS GARCÍA Alfonso García Isaza

Medellín 29-07-92 Sea lo primero agradecerle los muy interesantes documentos que me envió hace algunos días sobre las familias del tronco de García en el Oriente Antioqueño y que he estudiado con gran interés. Lo felicito cordialmente por su generoso empeño de registrar e historiar el proceso de una descendencia que ya, más que numerosa, es multitudinaria y dentro de la cual, gracias a Dios, existen figuras de humanidad ejemplar tal su ilustre padre quien como hombre, como cristiano, historiador y periodista dejó huella indeleble. Y como Laureano y Joaquín García Rojas próceres de la República en la paz y en la guerra, como Dolly Olano García la mejor biógrafa de

Builes el grande Obispo, como Luis Carlos García Gómez artista excepcional en el canto clásico y en el lied, etc., etc.… Nuestro apellido lo trajo a Cartagena de Indias y luego al Oriente Antioqueño don José García Marín del cual ud. tiene buena información. La leyenda atestigua que casó en Cancán de Remedios (por los lados de Amalfi, Ant.) y no en Marinilla. En la Notaría de Marinilla está una escritura firmada por él del siglo XVIII. De acuerdo con Arango Mejía la rama de uds. y la mía vienen de Pedro Ignacio, hijo de García Marín, Uds. de Ramón y nosotros de Mariano, sus hijos. Y así, Domingo (padre de Ramón García Duque) era hermano de Laureano casado éste con Ana María Rojas y por tanto tío de su abuelo Joaquín, y primo hermano de mi abuelo Jesús García Aristizábal quien fue hijo de Mariano hermano de Ramón (mellizo), hijos de Pedro Ignacio. Mi abuelo Jesús casó en Marinilla con Aquilina López Gómez y tuvo varios hijos, pero solo mi padre, llamado también Mariano, fue el único varón que tuvo descendencia legítima, casado con Ana Isaza Moreno, mi mamá. Soy el único hijo varón de este matrimonio y no tengo descendencia. Las hijas de Jesús, mi abuelo, a saber, Mercedes, Lucrecia y Emilia casaron respectivamente con Rafael Giraldo Gómez, Juan Rojas Jiménez y Germán Gómez Gómez. Juan Rojas “Juanito”, tiene también el García, era sobrino de los padres Rojas García. En su casa vivió creo que un año en Marinilla su papá Julio Cesar cuando fue alumno del colegio de San José, a principios del siglo.

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Los hijos de Laureano García Rojas, el general, murieron todos. De su hijo Octavio hay un hijo, Jairo García Gómez, médico, residente de los EE.UU. que es un sabio en los “niños-probeta”. Su fama es internacional. Otro nieto de Laureano García Rojas, hijo de Jaime, que fue hombre de radio es Jaime García Velez, abogado, experto en turismo y actualmente presidente de la Cruz Roja en Antioquia - Recuerdo a Eduardo García Valencia, tío suyo, amabilísimo, con descendencia interesante. Su tío Abel García Valencia tiene un hijo profesor distinguido en la universidad de Antioquía y a Juan José periodista notable de los directivos de “El Colombiano”. Sería muy importante averiguar como los García fueron a dar al suroeste Antioqueño, de seguro los padres Rojas García se llevaron a parientes cercanos a esa tierra de promisión que entonces empezaba, Jorge Velez García es un auténtico valor de la familia, nacido creo que en Ciudad Bolívar . Un padre eudista colaborador del padre García Herreros en televisión entiendo que era García en uno de sus apellidos, me parece que hace poco murió. El amigo de su abuelo que vino con él de Fredonia aquí es don José Hoyos Pineda, padre del jesuita Jorge Hoyos Vásquez ex-rector de la Javeriana - Su abuelo Joaquín nació en El Peñol y Lureano, el general en Marinilla por 1865 y fue uno de los héroes de “Enciso” combate que afianzó la Regeneración, al mando de Rafael Reyes quien lo cita en el parte de guerra elogiosamente. Esa acción de armas fue por 1895, quizá. Con sor Dolly y sus primas conversé con mucho agrado en el Simposio histórico-científico del 5º Centenario del descubrimiento donde ella y yo fuimos

escogidos para actuar en ese evento académico excepcional. Un Honor para los García, desde luego. Hace unos seis o siete años en un paseo a Capurganá sorpresivamente conocía a unas damas que resultaron parientes nuestras por el García y que viven en Bogotá. Quizá usted las desentierre. Y parece que el Obispo de Caldas (Ant.) que tiene los mismos apellidos míos - García Isaza - es de nuestra tribu, me lo dijo en el Simposio. No le quito más tiempo. Una vez mil gracias y ojalá se deje ver por estos lados cuando se “arriesgue” a venir.

Alfonso García Isaza

MÍRAME ASÍ …

Sor Elvira Olano García H. de M.A.

Mírame así, Señor …! con esos ojos en cuyo fondo se retrata el cielo …! Rendida ante tu altar estoy de hinojos, Pronta a saciar tus íntimos anhelos…! Mírame siempre así…! Siempre sereno, siempre clamando amor, siempre doliente… Con esos ojos de amargura llenos, con ese amor que en tu mirar se siente…! Mírame así…! Con esa tu mirada que es en mi alma suplicante y en mi mente clarísima alborada…! Un día alumbrará, blanco y radiante, en que, del dardo de tu amor tocada, hacia las cumbres mi alma se levante…!

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VIRGEN NIÑA

Sor Elvira Olano García

H. de M.A. Cuando te contemplo, divina princesa, cuando te contemplo, mi virgen querida, Siento que un anhelo de eterna pureza En mi se despierta, colmando mi vida. Cuando por tus dulces pupilas serenas penetro al santuario de tu alma tan pura, un mundo descubro que el alma me llena, y tiendo mi vuelo hacia otras alturas. Cuando te contemplo, casta virgen niña, colmada de gracia, de luz y hermosura, siento que en mi alma con mano divina vas plantando un lirio de inmensa blancura. Entonces se ciegan de amor mis pupilas y miran adentro colmadas de gozo, y siguen mirando tu imagen bendita, y vibra mi pecho con ruego amoroso! Virgencita mía, dulce niña casta, dulce Princesita de mirada buena, deja que florezca tu lirio en mi alma, déjame ser siempre tu blanca azucena!.

EN LA CRUZ

Sor Dolly Olano García En la cruz el precioso tesoro con el que Dios te demuestra su amor, porque en ella moneda de oro con que al mundo Jesús redimió. Cuando el Verbo a los hombres contempla del demonio en la garra feroz, a salvarlos se lanza en la tierra impelido por llama de amor. Más no es en el rudo combate

donde al mundo redime Jesús, es sintiendo en el alma el combate del dolor y muriendo en la Cruz. Desde entonces el mundo se salva con dolor y con sangre vertida, con angustias y penas del alma, con martirios y cruel agonía. Salve, cruz redentora que un día a mi Cristo tuviste pendiente! Salve, Cruz donde pasan su vida de la Iglesia los miembros dolientes! Ha asociado a su obra divina ciertas almas Jesús Salvador, almas víctimas son que en sí mismas sienten crueles la angustia, al dolor. Almas son que a Jesús imitando, en la Cruz, como El, siempre están, mil dolores sin fin padeciendo por el mundo que anhelan salvar. Entre ellas Jesús te ha escogido del dolor regalándote el don. Es fineza que solo ha querido otorgar como prueba de amor. Feliz tu que la vida consumes como Cristo en martirio de amor, pues si tantos dolores tu sufres así imitas al hijo de Dios. Son tu fe y tu confianza los faros que iluminan tu vida y da luz a tu alma, mostrándole arcanos escogidos en esa tu cruz. Ese arcano es la gracia profunda que se encierra en el mucho sufrir son los frutos que la hacen fecunda y le ayudan al cielo subir.

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Si en la cruz enclavado te encuentras y el dolor es tu herencia en la tierra, en el cielo hallarás recompensa con ausencia absoluta de penas. El pensar en lo propio del suelo, y en la cruz se merece diadema con que ciñe la cien en el cielo al buen Dios a quien sufre y espera.

ABEL GARCÍA VALENCIA

Juan José García Posada

bel García Valencia descubrió en las claves profundas de la literatura un sentido de la vida. Leer fue, para él, no sólo un hábito contraído desde la

infancia en vuelo de travesura escolar, sino ante todo una devoción a la cual se consagró en forma íntegra, con fidelidad y pertinacia admirables. Conoció en extensión e intensidad los estilos, escuelas y épocas de las letras universales. Los enseñó en la Universidad y en la conversación cotidiana. De esa familiaridad constante y paciente con los libros y los autores permanece como legado eficiente y testimonio fecundo su preciosa biblioteca. La suya era una sed insatisfecha de saber, un ansia de luz interior que apagó su sentido visual. Ya casi de tanto indagar verdades y penetrar en los secretos de la condición humana encerrados en las obras clásicas de todos los tiempos, persistía en la búsqueda, infatigable, en el rincón luminoso de la estancia más cálida del hogar, allí donde todavía se presiente que habita su espíritu amable, cáustico y perspicaz. Mi papá dejó de ser, a tiempo, y en la perspectiva de la madurez, el político fogoso y vertical que habría merecido otras posiciones de mayor preeminencia que las

que alcanzó en la juventud, tanto en la arriscada actividad partidista de entonces como en la Asamblea de Antioquia y el Congreso. Tolerante y amplio, como era, por convicción filosófica y temperamento, prefirió alejarse de aquella modalidad nada grata de la lucha, aunque siguió leal a su condición de periodista. Se prodigó en la vida humanística y académica en nuestra Alma Mater. Lo más significativo de su vocación ejemplar por los valores intelectuales y las disciplinas del espíritu quedó grabado en su abundante producción -dispersa en diarios, suplementos y revistas universitarias- y en su dedicación por más de veinte años al profesorado de Literatura, Cátedra Bolivariana e Historia Universal y de América. Alumnos y discípulos -y tengo el honroso privilegio de contarme entre éstos- recuerdan con afecto el dominio magistral, la erudición y la pasión que infundía en sus diarias exposiciones sobre la vida y la obra de los creadores representativos de todos los tiempos y espacios. Transmitía con pasión su experiencia espiritual, sus vivencias, su criterio exigente. Piezas demostrativas del talento y la sapiencia del profesor García son las que aparecen compiladas en este libro que sale, por fin, a la luz pública, pues treinta años atrás, por diferentes de orden burocrático y cuando ya la edición estaba a punto de concluir, se malogró la ejecución de la Ordenanza que, en homenaje póstumo y a instancias del entonces diputado Alfonso Nuñez Lapeira, disponía la impresión de una selección semejante a ésta que ahora puede realizarse gracias a los distinguidos ciudadanos que tienen a su cargo la polifacética y excelente colección de Autores Antioqueños. No es empresa fácil la de persuadir a los lectores de la época acerca de la importancia de difundir el pensamiento y los frutos del trabajo investigativo y docente de quien,

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como él, fuera un profesor de tiempo completo, de todas las horas. Abel García Valencia fue un indagador incesante de los diversos géneros. Guiado por su curiosidad periodística descubría sorprendentes afinidades y características comunes como las que dedujo en su estudio sobre las relaciones entre Anarkos, de Valencia, y Los Doce, del poeta ruso Alexander Block. Aplicaba en su averiguación y en su análisis un método personal y original de penetración sicológica y sociología, tal como se aprecia en su ensayo acerca del amor y las mujeres en la obra de Cervantes, o en su seguimiento de la vida, pasión y muerte del romanticismo en Colombia y en la exploración sobre la presencia y al ausencia de Goethe en la literatura colombiana. Estudios por excelencia de la obra de Carrasquilla -a quien trató en habituales tertulias y de quien se preciaba de haber sido no sólo interlocutor atento sino también amanuense- escribió el trabajo en el cual argumentó en defensa de lo regional-universal en el gran maestro de Antioquia. Dejó inconclusa, a propósito, una Historia de la Literatura Antioqueña que algún día intentaré proseguir. Las semblanzas de personajes sustantivos de la vida literaria y páginas recordables como las dedicó a presentar en el Paraninfo a Pedro Salinas y a Dámaso Alonso, figuras estelares de la Generación del 27, enseñan el carácter de García Valencia como escritor pulcro, que no admitía concesiones en materia de estilo. El ensayo documental y la tesis, la conferencia y el discurso, la evocación de los protagonistas geniales, el juicio exacto de la obra nueva, enriquecen los textos elaborados por él en jornadas de paciente escudriñamiento de archivos, de acoplo febril de datos ciertos, de confrontación interpretativa de las motivaciones y los ambientes propicios para la inspiración estética. En suma, el mérito principal de

este libro reside, entonces, en que hace posible el reencuentro con el testimonio, hasta ahora casi olvidado, de un genuino Profesor de Literatura.

Juan José García Posada Fragmento del ensayo: E l a m o r y l a s m u j e r e s e n

l a o b r a d e C e r v a n t e s Abel García Valencia

L AMOR Y LAS MUJERES EN LA OBRA DE CERVANTES fue el título arriesgado que me permití dar, hace algunos años, a un simple

bosquejo alusivo sobre tema semejante. Fue un trabajo de ocasión y rápido, en el cual apenas el amor en el Quijote dio motivo para un veloz y superficial pergeño esquemático. Hoy, movido por el escrúpulo, y aprovechando exigencias ineludibles, pretendo completar lo que había esbozado, y busco dar a las mujeres de Cervantes el lugar que les había ofrecido en mi ensayo primigenio. La primera parte de esta disertación había sido, pues, elaborada ya en sus párrafos iniciales, y sólo en la segunda la composición es reciente. Es que, como se cumple ahora el cuarto centenario del nacimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra, es oportuno revivir la escuálida figura del manchego enamorado, y es humano que todos aquellos que para bien o para mal portan su pluma, consagren el tributo merecido al más grande escritor que en nuestra lengua esperan ver los siglos. Yo veo, a través de la triste, desgarbada y flaca fisonomí de Don Quijote, el alma brava pero suave y generosa de este buen viejo niño. Así aprendí a imaginármelo desde

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que, en mis años ingenuos, huyendo de las obligadas rigideces paternas y trepado en un árbol de naranjas doradas, leía durante largas horas tranquilas el maravilloso libro. Y he de confesar, por cierto, que entonces me seducían y encantaban más los episodios risibles y sicalípticos. Empero, aunque mi sensibilidad amorosa aún no había despertado, recuerdo que me conmovió muy hondamente un pasaje que evoco ahora con renovada fuerza. Es uno de los capítulos iniciales, aquel en el que el doliente caballero sufre su primera caída y su primer apaleamiento, cuando malherido, solo y postrado en el campo, con voz debilitada llama a Dulcinea, y así se queja tristemente: “¿Dónde estás, señora mía, que no te duele mi mal?”. En esta situación lamentable del hidalgo enamorado, que en su abandono dirige al cielo sus gemidos, y en las cuitas del pobre manchego que lamenta los desdenes de su amada inmortal, tienen eco y resonancia las voces de todos los que en la literatura y en la vida han amado. Son las querellas de Dante por su Beatriz, “de colorido pálido casi como de amor”, es el desesperado suspirar de Petrarca por Laura, la del “bello rostro esperando por los ángeles”; es el sollozo del épico lusitano por la dulce y sedeña Catalina de Athaide; son las conmovedoras lamentaciones de Romeo, personificación con la desventurada Julieta, del más apasionado y profundo amor trágico; es el fatal anuncio del pistoletazo que puso fin a las desdichas humanas del infeliz joven Werther; es que las Amarilis, las Silvias, las Dianas y las Galateas, las Martas y las Marías encarnan todas un solo anhelo universal, que embellece y dan una razón de ser a la vida de los hombres. Y eso que, según la rima petrarquesca, el que puede decir de qué modo arde de amor, sólo tiene una pasión pequeña.

Pero, en este día, la tarea que se me asignó fue otra. La obra del Manco inmarcesible debe ser el motivo de este mi glosario, mas el empeño resulta vano e ilusorio. Es preferible, por tanto, reducir el propósito ambicioso y ceñirse a un aspecto solo de la gloriosa empresa cervantina, sin aludir a todo el inmenso prodigio que ella entraña, a la admiración creciente que suscita, a la copiosa bibliografía que la sigue, a la gratitud que debemos al grande y perseguido alcalaíno, creador del monumento escrito más excelso y asombroso que nuestro idioma contempla. Don Miguel de Cervantes Saavedra, multánime Proteo, ofrece aspectos y matices tan variados y varios, que el más insignificante de todos colmaría los límites restringidos de esta sencilla prosa laudatoria. Lo más prudente y menos arriesgado, entonces, será detenerse en las frases primordiales con que mi lánguido escrito se insinúa, y consagrar estos minutos breves al ditirambo del amor y de las mujeres, tal como el diosecillo travieso y nuestras tiernas enemigas aparecen, a la luz del libro perdurable. Cervantes, y por su pluma Don Quijote, sospecho que ama todavía más la idea del amor, que a la mujer, que constituye su más pura esencia. Pero tan sublime idea de la mujer, como abstracta concepción amorosa, tiene el ingenioso hidalgo, que esto afirma: “Así que, Sancho, por lo que yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la tierra. Sí, que no todos los poetas que alaban damas debajo de un nombre que ellos a su albedrío les pone, es verdad que las tienen. Piensas tú que... otras tales de que los libros, los romances, las tiendas de los bárbaros, los teatros de las comedias, están llenos, fueron verdaderamente damas de carne y hueso, y de aquellos que las celebran y celebraron? No, por cierto, sino que las que más se las fingen, por dar subjeto a sus versos, y

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porque los tengan por enamorados y por hombres que tienen valor para serlo”. Más adelante se expresa, al ser interrogado por el duque sobre la existencia de Dulcinea: “Dios sabe si hay Dulcinea, o no, en el mundo, o si es fantástica; y estas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ... a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosas sin tacha, grace sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje, a causa que sobre la buena sangre resplandece y campea la hermosura con más grados de perfección que las hermosas humildemente nacidas.” De gran sabiduría, espiritualidad y nobleza son los conceptos del machengo, en cuanto a las prendas que la adorada de su corazón ha de poseer, y así coloca por sobre todas las cosas la hermosura y la honestidad de su dueña. “Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras; que son la mucha hermosura y la buena fama, y estas dos cosas se hallan consumadas en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna la iguala; y en buena fama, pocas le llegan. Y para concluir ...... El relato de la dueña dolorida, aquella que rindió su voluntad, postró su corazón y se conmovió con coplas y estrambotes, “que cantados y encantan y escritos suspenden”, dió origen, como se sabe a la simpática aventura de Clavileño. Una de las tales bellísimas coplas, que entregaron humillados el pensamiento de la dama y que ahora recuerdo, de esta manera rompe: “De la dulce mi enemiga hace un mal que el alma hierve y por más tormento quiere

que se siente y no se diga”. Pero, aludiendo al fabuloso e inverosímil viaje, es de admirar el idealismo extraordinario del artista que imagina empresa tan elevada, que hace ascender a su héroe en el caballo alígero por la región del aire, subir hasta los astros, penetrar en lo insondable de las altas esferas, donde “se engendra el granizo o las nieves, los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran”, sólo por enjugar de una mujer las lágrimas. Pocos, entre los grandes escritores y poetas del universo, han presentado tan rica y extraordinaria gama de imágenes, caracteres y semblanzas de mujer en sus libros. El espíritu caballeresco, la delicadeza y el idealismo de Cervantes se aquilatan al transfigurar y endiosar esos perfiles de damas y doncellas eternas. Y bullen, corretean, burlan y lloran junto al Caballero de la triste figura, esas inolvidables mujeres que hoy tienen la vida inmortal de la leyenda. En trazos vigorosos, breves y felices, Don Miguel de Cervantes perpetúa las tiernas efigies que matizan y que dan colorido y ternura perenne a sus páginas. De la sin par Dulcinea, así se expresa: “Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo; sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombres es Dulcinea; su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad, por lo menos, ha de ser princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cabello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista

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humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas y no compararlas”. Paren aquí mis desvaríos, que nada agregan al nombre de Cervantes es esta cuatricentenaria efemérides. Memoria tan excelsa como la del excelso autor del Quijote requiere, para exaltarla, voces más altas y autorizadas que la de este modesto escritor adventicio. Empero, la exigencia benévola de mis mandantes ha sido en tal forma comprometedora, que, una vez más, me han obligado a soltar los nudos de mi lengua. DEL MATRIARCADO A LA LEY

SÁLICA Julio Cesar García Valencia

ESQUEMA DE LA HISTORIA UNIVERSAL A LA LUZ DE LAS IDEAS SOBRE LOS SEXOS

“La mano que mece la cuna, mueve el mundo”

G. MARTÍNEZ SIERRA GENERALIDADES Cuando visitó a Medellín el ex-presidente al trono real de España don Jaime Borbón, el grupo de damas y caballeros que se esmeraba por hacer grata al ilustre huésped su permanencia en esta ciudad pensó invitarlo a un acto lírico-académico que en otros números habría podido incluir una disertación sobre historia de la Madre patria y en particular sobre los que pudieran fundarse las pretensiones de la rama que

tenía en don Jaime a su último representante directo. Para esa comisión era natural que en primer término solicitaran el concurso de dos Tulio Ospina, cuyo prestigio de sabio era inferior apenas a la efectividad de sus conocimientos. Al declinar la invitación, don Tulio se ofreció para trasmitirla a quien en estos momentos tiene el honor de dirigiros la palabra, saliendo fiador él de una competencia que estaba y estoy muy lejos de poseer. Tampoco me fue dado acepta el honorífico encargo de considerar muy quebradizos los argumentos con que los carlistas españoles habían intentado afianzar su derecho, pues la ley sálica no encaja dentro de las tradiciones de la monarquía española y fue sólo un trasplante exótico del orden de sucesión que se seguía en Francia. No habría sido gentil ni correcto discutir en presencia de don Jaime la legitimidad de sus pretensiones. “Usted tiene razón”, fue la respuesta de don Tulio, y el acto no se llevó a cabo. Cuando el honor es desproporcionado a las capacidades o al mérito, lejos de lisonjear, confunde. Por eso no recuerdo este incidente como título de ufanía, sino como causa o móvil del compromiso que me impuse desde entonces de rastrear los orígenes y el alcance de la ley sálica, para responder con mejor conciencia de un concepto que, fuera inequívoco, no habría ocasionado guerras y disputas de toda índole. Me seducen las grandes síntesis históricas, cuando se llega a la posesión de ellas, no como resultado de investigaciones ajenas, sino por el estudio directo de cuestiones intrincadas y espinosas. De ellas suelo verme como puntos de referencia o centros

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de interés que permitan un vistazo general de la historia o de épocas determinadas, a la luz de problemas particulares que por uno u otro motivo hayan inquietado a la humanidad o a una parte de ella, como lo hacen en la escuela activa óptimos maestros; porque los sistemas de enseñanza racional son aplicables igualmente a la secundaria y a un profesional que a la primaria. De ese modo llegué a considerar a la mujer como punto de toque en la historia de las monarquías modernas, porque si es verdad que sólo en Francia se excluyó expresamente del trono a la mujer y se extinguía todo derecho a la sucesión de él por línea femenina, en virtud de aplicación forzada de un artículo del código de los francos salios que privaba a las hijas de la tierra sálica, o sea la que rodeaba la morada paterna (sal), no es menos cierto que la guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia tuvo por causa la inconformidad de la primera en ese principio, que arrebataba a Eduardo III la sucesión de los Capetos. El trono de España se había ennoblecido con los nombres de soberanas ilustres, lo que no impidió que al ser ocupado por los borbones pretendieran éstos implantar allí la ley sálica, lo mismo que las demás instituciones francesas; pronto fue derogada sin embargo, por juzgarla incompatible con las tradiciones del pueblo español; no obstante alegaban su vigencia los partidarios de don Carlos de Borbón, hermano de Fernando III, al discutir los títulos con que Isabel II iba a ceñirse la corona de su padre. A esa pugna está ligada la historia de España en el siglo pasado, como lo veremos al estudiar ampliamente un problema que a penas quedaba esbozado en estos preliminares. Otra consideración no menos valiosa, entre las que sirvieron de estímulo a este estudio, es que la historia, como obra de varones,

escrita generalmente por hombres, no ha registrado por lo común sino las acciones de éstos, y solo por excepción ha reconocido el influjo de la mujer en los destinos de la humanidad. De ahí que está disciplina haya atraído menos a la porción femenina de nuestra especie y que se haga preciso crear un interés de afinidad para que las lecciones del pasado aprovechen en la proporción a adecuada a los dos sexos, con mayor razón ahora cuando la mujer vuelve a participar activamente en las preocupaciones y responsabilidades de la vida social. Si aceptáramos la teoría pendular de Schulte - Vaerting (1.923), según la cual el predominio de un sexo acarrea preocupaciones y responsabilidades que lo agotan, lo que lentamente prepara al otro la reconquista de su anterior preeminencia, Francia debiera ser el país en donde la reacción feminista asumiera proporciones más vastas. Las oscilaciones del péndulo en sentido contrario nos conducirían al extremo de la organización metrilineal o uterina de la sociedad, que existió en la prehistoria y de la cual aparecen vestigios en el amanecer histórico de todos los pueblos. Completamos así el esquema de la historia universal, a la luz de las ideas o de los prejuicios sobre los sexos, y nos acercamos al postulado psicoanalista de Freud, quien pretendió encerrar el cosmos en el concepto sexual. La mayor parte de los problemas que inquietan a la humanidad se relacionan con el criterio que en este particular haya prevalecido. Aunque “el padre de la historia” habla ya de estados o señoríos de mujeres, en que los hijos no llevaban el nombre del padre sino

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el de la madre, y el hombre cumplía funciones domésticas mientras la mujer desempeñaba las públicas, los datos de Heródoto sobre esta suerte de ginecocracia o sobre rasgos de ella en las costumbres de Licia y el Egipto, ni tampoco los que dan antiguos cronistas sobre valimiento femenino y depresión del hombre en algunas tribus aborígenes de América, alcanzaron a fundamentar una teoría completa sobre el matriarcado. En Colombia es acaso la primera vez que se trata extensamente esta cuestión, si se exceptúa el artículo “Hombre versus mujer, o la pugna entre dos instituciones sociales” con que en el año 1927 nos favoreció el etnólogo austríaco doctor Rudof Schuller, sabio auténtico que a su paso por Colombia abrió horizontes desconocidos al espíritu de investigación científica. Antes de su venida sólo sabíamos aquí del matriarcado lo muy somero que acerca de esta etapa de la humanidad traen los modernos tratados de sociología. (1). Aunque desde el siglo XVIII el jesuita Latifean había anotado que en algunos pueblos salvajes de América la familia tenía por base la maternidad más bien que un principio patriarcal, fue el jurisconsulto de Basilea Juan Jacobo Bachofen quien primero expuso la teoría del matriarcado y dió su nombre al sistema en el libro Das Mutherrecht. - (El Matriarcado), publicado en Stuttgart en 1861, aunque señalándole un período inicial forzoso en la evolución de los pueblos. Creía él, y lo creyó después el sociólogo americano Lewis H. Morgan en su libro La sociedad primitiva, (Londres 1877), que los sexos se confundieron al principio en el ayuntamiento comunal, régimen promiscuo en que la concepción se suponía proveniente de causas distintas de la unión de los sexos y, como se ignoraban las relaciones entre ella y la procreación, el niño

no recibía el nombre del padre ni de la madre, sino el del tótem o demonio del lugar en donde la mujer advirtió los primeros síntomas de embarazo, según se afirma que sucede aún en la tribu australiana de los arunta y en Nueva Guinea. En semejante estado el reconocimiento de la madre habría representado ya un avance en la organización social; pero la etnografía moderna niega que hubiera existido apenas ese período de promiscuidad. Edward Westermark sostiene que ningún pueblo ha carecido de la noción de la paternidad, y los datos sobre ese légamo social se atribuyen a observación defectuosa de simples casos de poliandría.

TRAVESURAS INFANTILES DE ARTURO ECHEVERRI OLANO JARAMILLO GARCÍA

Diego Jaramillo

Ciudad Bolívar es una población antioqueña, a la que se llega por la carretera que de Medellín conduce a Amagá y Bolombolo y que, después de cruzar el Cauca, se enruta buscando el suroeste del departamento y las tierras del Chocó. Región cafetera, poblada por agricultores y mineros, llegados de Andes y de los municipios vecinos. Allí llegó precisamente don Julio Echeverri Jaramillo, “varón íntegro, de honradez acrisolada y de elegante y ejemplar generosidad”, con su esposa doña Concepción Olano García y algunos de sus hijos. Otros más nacerían en el nuevo domicilio. En total fueron 7 hermanos: Lucila, Matilde, Raquel y Libia eran las cuatro mujeres; los hombres eran tres: Roberto, Libardo y Arturo. Entre ellos sobresalía Libardo, pequeñín muerto a los siete años a poco de hacer la primera

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comunión. Diez años después de fallecido todavía se hablaba de él y se lo añoraba con tanto cariño que un amigo de la familia, el padre García Herreros, recogió los recuerdos que dejara a su paso por el mundo y publicó con ellos un folletico, entre historia y leyenda dorada titulado: “Vida y muerte de un lirio”, que se editó en 1939. Dos años menor que Libardo fue Arturo Emilio, nacido el 3 de abril de 1921 y bautizado el día 7 por el presbítero Juan Bautista Aguirre. En noviembre del mismo año el obispo Francisco Cristóbal Toro le administró el sacramento de la confirmación. En la escuela del pueblo empezó Arturo sus estudios de primaria. Debía ser un muchacho inteligente, vivo y peleador, pues él mismo, refiriéndose a los años de niñez, en un escrito que tiene todas las apariencias de autobiografía, afirma, aludiendo a su ulterior ingreso al Seminario. “Yo nunca había pensado en ser cura. Era el menos señalado para serlo. Pertenecía a la pandilla de chicuelos más peligrosos del pueblo: expoliadores de huertos, enemigos del alumbrado eléctrico, habituales ausentes de la escuela... lo que se llama unos puros trastos. Cuántas veces nuestras tendencias pugilísticas nos llevaron al patio de la alcaldía y cuántas veces también cobró mi papá en mis espaldas los pesos que tuvo que pagar por los cristales rotos.” Pero un día mi papá me llamó muy serio: “Mira, hijo, el padre Naranjo me ofrece una beca para ti en el seminario, dice que tienes madera para sacerdote, qué me respondes?” Me quedé lelo. ¿Para cura, yo? Para mí los seminaristas deberían ser como un San Gabriel de la Dolorosa que había visto en el despacho parroquial: una especie de

monaguillo con cara de niña tímida, la cabeza torcida sobre un hombro, con un látigo en la mano y mirando con ojos asustados una calavera. ¿Eso iba a ser yo durante muchos años? ¿Cura yo? ¿Y mi libertad por las mangas, y mis escapadas de la escuela y mi puntería sobre los cristales del Consejo Municipal? ¿Tendría que renunciar a todo esto? Mi papá urgía: Bueno, ¿qué dices? Alguien escribió que hay momentos en que la vida pende de un sí o de un no. Y ahora este pobre muchacho loco de doce años tenía su vida oscilando entre un sí y un no que se le pedía en el espacio de pocos segundos. Para mí el asunto era trascendental porque quería hacer las cosas seriamente. Que fuera para limpiar el huerto de Ña Petronila o para bañarnos en el pozo de Don Manuel, la operación se hacía perfecta; por eso sí aceptaba ir al seminario era para quedarme y para ser cura con todas sus responsabilidades y compromisos. ¿Quién pronunció aquel sí dentro de mí? No lo se. De mí brotó una afirmación espontánea, casi ciega e inconsciente, pero en estos misterios de la gracia la iniciativa viene siempre de Dios. Yo creo que los teólogos han complicado un poco el problema de la vocación. Para mí fue sencillo: decir sí o no, y dije sí. Después, la vida no ha sido sino la ratificación de esta entrega. Quizá en la mente infantil se pudiera apreciar la tremenda responsabilidad de esta decisión, pocos serán los niños que entrarán en un seminario; afortunadamente Dios habla a nuestra ciega generosidad. A lo largo de los años de formación se van precisando los contornos del sacerdocio, se va afirmando la conciencia de esa aceptación y va adquiriendo la pureza de intención toda la rigidez del concepto teológico.

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Total que todo se dispuso para que tres semanas más tarde entrara yo al seminario menor de la diócesis de Jericó (Antioquia).”

MORIR EN LA BRECHA

P. Diego Jaramillo La última etapa del Padre Arturo empezó en Silvania, (Cund.) en una linda casita de paja, rodeada de guayabos y naranjos. Allí de dedicó a escribir. El Padre Arturo fue siempre un excelente escritor. Su estilo era cortado, con reminiscencias de la Biblia y de autores franceses, griegos y latinos, rico en metáforas, con alusiones frecuentes a los sucesos del día, sin que faltase alguna nota de humor y, en ocasiones, también alguna expresión familiar de origen Antioqueño. Con frecuencia su estilo es más trabajado en la forma que el fondo, como si el género escogido por el autor exigiese una frase pulida y una expresión de filigrana, para una temática ligera. Cuando el artículo tomaba las características de una crónica, solía ser galano y agradable y, con frecuencia llevaba a la sonrisa. En una etapa de su producción se ocupó el Padre Arturo de temas vocacionales y sacerdotales, luego privilegió los temas sicológicos, y finalmente su esfuerzo se centró en la preparación de libretos para la radio o en las intervenciones por televisión. Algunos de esos trabajos se recogieron y publicaron en libros y folletos, como se hizo con la historia de los santos de cada día publicada en cuatro volúmenes, bajo el título “Testigos de Jesucristo”. “Las Bienaventuranzas” son las reflexiones que hizo el Padre Arturo sobre los macarismos y promesas de felicidad de Cristo a sus discípulos. Algunos otros escritos publicó en las colecciones del Centro Carismático,

entre los que se destaca “Mi primera Biblia”, narración de la historia de salvación realizada en lenguaje diáfano, y editada en excelente papel y con gran esmero. El Padre Arturo identificaba sus artículos con las tres vocales de su nombre y apellidos A.E.O. Con ellos dejó firmados tres esbozos de novelas. Son relatos tan cargados de elementos autobiográficos, que no logran universalizar la acción, al contrario se ve en ellos el interés de justificar vivencias discutibles. La expresión es correcta, muchas frases y descripciones son felices, pero la imaginación lleva las alas recortadas. Aunque no sean originales, parecen más acertadas las dramatizaciones que preparó para la emisora Minuto de Dios de la que fue fundador y director. Muchas novelas clásicas fueron trabajadas por él y por sus oyentes con interés: Fabiola, Quo Vadis, A través del desierto, Amaya o loa vascos en el siglo VIII, Sin familia. Al lado de esas radionovelas surgieron. La vida de San Juan Eudes, La vida de San Agustín, La Historia de la Iglesia, temas relacionados con el descubrimiento de América, Despertar con Dios, Buenas noches, etc. Para realizar su trabajo legalmente obtuvo la licencia de locutor de Radio y Televisión. Como escritor de libretos fue excelente, y también como locutor. Tenía correcta dicción y parecía saborear las sílabas que iba pronunciando. Varios televidentes le escribieron una carta proponiéndole ampliase el número de intervenciones en pantalla chica. Lo mismo se podría afirmar de él como predicador. Oírlo era un gusto. Tampoco en sus enseñanzas carecía de humor, como cuando hablando de la resurrección de Lázaro, traducía las palabras

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de Jesús: “Talita Kumi” por “Levántate muchachita. Anda a que te den caramelos”. Si era excelente libretista y muy buen declamador, le falta abrir a otros parecidas posibilidades. Se diría más bien que era huraño si vislumbraba que alguien podía llegar a desempeñar su oficio. Quizá porque al avanzar en años no deseaba reemprender la aventura de buscar trabajo. Razón tendría, pues con frecuencia sus admiradores no sólo lo congratulaban por sus trabajos sino que le ofrecía apoyo para dotar mejor la radio del Minuto. Pero, además de la radio, el Padre Echeverri solía llenar todo su tiempo. El no deseaba pasar la vida vacía, ni lo aconsejaba así a sus alumnos. Dentro de su humor y su realismo no soñaba con grandes gestas, sino con acciones al alcance de la mano, al menos en lo material, porque en lo espiritual no dejaba de recomendar el diálogo con Dios, el apostolado y el estudio; pero también cosas tangibles: “El sacerdote no deja de ser hombre por ser ministro de Dios, necesita algo humano que sirva de escape a sus naturales inclinaciones. Una sana afición transformará su soledad en una isla de fecundas y alegres actividades. La lectura, el arte de escribir, la música, comenzando con la más noble de las “gomas”. Hay libros maravillosos, viejos y modernos, y si a la lectura se añade la capacidad de escribir, vuestra soledad se convertirá en fuente de ideas … Si os sentís periodista, con algo de gasto, un mimeógrafo convertirá en directores, redactores, impresores y jefes de ventas. Adiós soledad. Con vuestra ventana abierta sobre las almas, ¡nunca os sentiréis solos!

Y si sabéis tocar, ¡un acordeón, un violín, a falta de otra cosa: una guitarra o una buena voz os matarán de hastío! ¿Y qué os digo si os da por pintar? Os lo aseguro por experiencia, con paleta, colores, paciencia y un poquito de habilidad, seréis los hombres felices. Pintaréis un viacrucis, decoraréis la iglesia campesina, haréis de vuestra casa parroquial un búcaro de gusto y elegancia. Pero no os pido a todos que seáis escritores, músicos o pintores; hay otros pasatiempos que no os piden tantas aptitudes. La electricidad, por ejemplo; la huerta casera, la pequeña encuadernación, el tallercito de carpintería, cualquier cosa, un álbum de estampillas, o un herbario de plantas raras. Lo importante es que os liberéis de los peligros del ocio y de la inactividad, y no caigas en lo que un director de seminarios llamaba, con gracia e ironía: “el apostolado del café tinto”. Cada uno puede buscarse su “goma” que en los raros libres os descargará de la “neura” y os dejará más ágiles para que llevéis el mensaje de Jesús a las almas que ya os esperan”. Eso, que enseñaban a sus discípulos, el Padre Arturo lo practicó con ingeniosidad, pues fue un artista nato. Sus manos hablaban. Su creatividad le ayudaba a encontrar los más adecuados causes de expresión. Lástima que el arte para él fue ante todo un pasatiempo que le daba descanso en su fatiga y entretenimiento en sus ratos de ocio. Si el padre Echeverri se hubiese dedicado con intensidad a la creación artística, indudablemente se hubiera abierto espacio en los ambientes culturales del país.

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En muchos campos hizo ensayos el padre Echeverri, y en todos dejó obras de algún valor: comenzó tallando figuras y calaveras con una gubia, en la arcilla, en Santa Rosa. El color blanco marfilino de la tierra le aseguraba a sus obritas cierta apariencia de hueso. En Tocancipá realizó primero en alambre y luego en piedra las estaciones del viacrucis, para la capilla del Cortijo. Trabajó el hueso y talló cristos; con pirograbador quemó tablas con motivos diversos: Pentecostés, escenas evangélicas, paisajes de ciudades coloniales, rostros de pescadores morenos. En todo encontraba posibilidades de expresión: en las cucharas de palo, en las vértebras de los vacunos, en los trozos de guadua, en las raíces o en los retorcidos troncos de los árboles. Los periódicos El Minuto de Dios y Fuego, transformado éste, después en revista, lo tuvieron como editor y jefe de diseño. Muchas carátulas de los libros y folletos de la renovación se debieron a su pluma. De modo especial trabajó las caricaturas, sobre todo en la asamblea general eudista de 1969, y como sabía tratarse con humor, se conservan varias autocaricaturas. Al final de la vida estaba trabajando la técnica del vitral. Telones, cuadros, altares en los días de Corpus o Jueves cuando se requería expresar algo con gusto, el padre Arturo prestaba pronta e ingeniosa colaboración. La radio “El Minuto de Dios”, de la que hizo “una emisora para la gloria de Jesucristo”, los escritos, el trabajo en televisión, sus clases de religión en el colegio, sus capellanías, sus artesanías, su atención a la comunidad carismática “Mendigos por amor”, sus asesorías sicológicas, sus pasatiempos complementados con el crucigrama de cada domingo, y las celebraciones eucarísticas llenaron los últimos meses del padre Arturo.

Hasta que le falló el corazón. Hubo que llevarle de urgencia a la clínica Shaio. Lo operaron, le pusieron un marca-pasos, pero la recuperación fue muy lenta. Cada día parecía resucitar y volver a morir. Su corazón demasiado grande lo asfixiaba a cada esfuerzo que pretendía hacer. Por eso se decidió trasladarlo a Medellín. Allí al menos tendría un clima más tibio que en Bogotá, una altitud menor y la presencia de sus hermanas que lo rodeaban de cariño y atenciones exquisitas! La residencia de la comunidad en Medellín está equipada para acoger a los eudistas ancianos y enfermos. La cercanía inmediata de la clínica del Rosario también la favorece. Por eso se le trasladó a esta comunidad, en la parroquia de San Miguel, aunque hubo de usarse de mucha diplomacia para que aceptara el cambio. Sin embargo, casi antes de llegar, suspiraba por retornar a Bogotá, a su habitación, a sus cosas, a su trabajo, y tiempo le costó comprender que su estado delicado no daba esperanzas de regreso. Un consuelo tuvo antes de morir, y fue el de ir en automóvil hasta su pueblo, en compañía de su amigo el padre Jorge Villa. Al recorrer las calles de Ciudad Bolívar en donde 70 años atrás había nacido, sus ojos se empañaron en lágrimas. Como último trabajo, emprendió un retrato a color del padre García Herreros. Este había sido su maestro, su modelo, su amigo y también en horas difíciles el hermano con quien no lograba una comprensión cabal. Pero aún, cuando la discusión los llevaba a distanciarse, había un imán que los acercaba de nuevo en misericordiosa complementación. Cuando el 26 de Octubre de 1991 el padre Arturo Expiró, no lejos de su alcance incluso del maestro.

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La noticia de la muerte del padre Arturo me golpeó en el alma. Con frecuencia evoco su recuerdo. Me parece todavía escuchar sus palabras tan francas, tan diáfanas, tan sensibles, a veces tan imprudentes. Las elecciones que al siguiente día se realizaban en Colombia y un viaje mío imprescindible fuera del país me impidieron acompañarlo hasta la tumba. Pero desde que murió no he dejado de pensarlo y de agradecer a Dios que me haya colocado cerca al sendero por donde el padre Arturo pasó, y que al verlo y escucharlo haya podido sentir a un hombre posiblemente con muchas limitaciones, pero con muchísimas más cualidades, con muchas más riquezas, tanta que pareciera que en su corazón estuviera guardado el fabuloso tesoro de los cuentos que nos narraba cuando éramos niños.

EL ARTE DE ESCRIBIR

Arturo Echeverri Olano Jaramillo García

“Ce que l’on conçoit bien s’enonce clairement et les mots pour le dire arrivent aisément”.

Estos dos versos de Boileau se han vuelto apotegma literario y resumen con precisión la teoría de las relaciones entre la idea y la expresión, el fondo y la forma. No se debe hablar o escribir sino para decir “algo” y lo que decimos o escribimos ha de ser antes conocido y sentido. Si exprimimos la esponjosa literatura de la mayor parte de nuestros escritores ultramodernos y novísimos, contagiados de impresionismo y existencialismo, quedará un tomín de ideas y sentimientos. ¡Manes de Suárez y de Caro, de Cervantes y Granada, que no habían menester de cortinajes sonoros para decir lo que profundamente

conocían y hondamente sentían! Y sin embargo su frase es espléndida, arrulla los oídos, hincha la inteligencia y mueve los corazones. Hablaron cuando entendieron bien y el etéreo vestido con que cubrieron sus ideas, surgió, claro y fácil, de sus plumas. “Lo que se entiende bien se enuncia claramente”. Dos conceptos tenemos en este verso de Boileau: entender y enunciar. Entender dijo Boecio, es: “aliquid fieri intentionaliter”. Es decir: captar también un concepto que la mente se identifica con él. Cuando se entiende se “ve” la unión lógica entre sujeto y atributo, la hilación entre las frases o las premisas para desembocar luminosamente en la conclusión. Entender es distinguir y precisar los entronques de una idea con otra, discernir los matices, ver el relieve exacto y la perspectiva de las cosas y de las ideas; traspasar a la mente en sus alturas y proporciones, luz y sentidos propios, las realidades objetivas. Enunciar es manifestar lo concebido, abrir el pensamiento para que otros participen de nuestra visión. Lógicamente, si se concibe, se enuncia claro. Hay íntima relación entre entender y enunciar: difícilmente se podrá enunciar lo que se entiende. Si en la mente el concepto se halla borroso, en un claro-oscuro sin contornos, su expresión será amorfa y brumosa. El mismo Boileau escribió: según nuestra idea es más o menos oscura, la expresión será más clara o menos pura. Quien se expresa a medias, entendió a medias. Se puede dar el fenómeno, y es muy frecuente, de que se escriba con facilidad,

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halagando el oído, pero sin satisfacer el espíritu, por ser el pensamiento vaporoso e indeciso. Luego concluyamos: no se puede tratar un tema que no se conozca o que no se entienda. “No escribáis, dijo Gratry, sino de lo que véis o sentís, si no véis o no sentís, calláos; vuestro silencio será valiosos y hará sonoro lo demás”. Y si no hay aptitudes para comprender se debe seguir el consejo de La Fontaine: no os golpeéis la cabeza “ni contra la incapacidad de vuestro espíritu, ni contra la incapacidad de la materia”. “Y las palabras para decirlo llegan fácilmente” La expresión sigue naturalmente al pensamiento; la verdadera forma es el reflejo necesario del fondo. “Nunca faltan palabras a la idea, son las ideas las que faltan a las palabras. Desde que la idea llegó a su último grado de perfección, la palabra brota, se presenta y la reviste”. (Joubert). “La palabra ha de germinar sobre la idea y luego caer como una fruta madura”. (Nodier). No pensamos en “ideas puras”, pensamos con los signos que las representan, luego lo que consideramos como trabajo de palabras es en realidad trabajo de ideas. Pensar es ya “escribir” en la mente. Lo expresó gráficamente Racine: “está hecha la tragedia, sólo me faltan los versos”. La forma o el estilo no es vestidura artificial que se elabora en taller aparte y que luego se coloca sobre las ideas. En la composición, escribir y pensar es prácticamente la misma cosa. Trabajar las palabras, buscar el término exacto, aún acertar en la musicalidad de la frase, todo esto es precisar el pensamiento. Luego no se posee

realmente una idea sino cuando se puede expresar, de ahí que no falte quien trueque la máxima de Boileau en esta otra: “No se sabe verdaderamente lo que se quiere decir, sino cuando ya se ha dicho”.

Alcance de la máxima de Boileau Sin embargo no se podría exagerar el pensamiento de Boileau; no basta “tener ideas”, para ser un escritor y viceversa puede haber cierto valor en literatura ligera e intrascendente. Circunstancias de lectores o auditores pueden coartar la capacidad expresiva del escritor u orador, como el caso del Padre Francisco Suárez a quien decía una ingenua ancianita: “Dicen lo que lo hacéis muy bien en la cátedra, pero en el púlpito sóis un fracaso”. Además la palabra “aisément” -fácilmente-, es bastante relativa; es más aparente que real. Don Marco Fidel Suárez gastó diez años en componer su “Oración a Jesucristo”. No “fácilmente” se llega al dominio de la expresión idiomática. “El genio, dijo Pascal, no es más que una larga paciencia”, y el escritor, genio o ingenio, tras mucho trabajo llegará a aquella “difícil facilidad” de que hablan los preceptistas! Y es la más dura de conseguir! Valga un ejemplo: la literatura infantil es la más clara, sincera y espontánea, a primera vista parece la más fácil, en la realidad, confiesan los autores, es la más difícil. El escritor es como el pintor o escultor. Ante los ojos del artista se halla la imagen precisa y clara. Pero qué trabajo tamizarla por su mente y por su sentido estético creador para darnos la bella copia de la naturaleza. ¡Cuánto boceto, cuánta

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corrección y pulimento antes de entregarnos la obra definitiva! No de otra manera el escritor debe traducir al lenguaje su pensamiento: Correcciones, lima, cambios, enmiendas nos dicen de lo arduo y delicado del arte de escribir. Racine escribía a Boileau: “mis manuscritos están raspados, emborronados, indescifrables, tanto es el trabajo que me han costado; períodos hay que he atormentado y revuelto cinco y seis noches antes de que se pudieran escribir”. Y eso que a él después de reflexionar no le faltaban sino los versos! Martínez Mutis nos decía, en charla inolvidable, que hacía quince años buscaba la palabra exacta para terminar un verso. Claro está que la demasiada lima y pulimento quita espontaneidad y frescura al estilo y podría terminar en ampulosidad y rebuscamiento. Aquí, como en todo, saberse equilibrar en el justo término medio. Es esfuerzo no debe traicionarse en el estilo, precisamente los mejores escritores son aquellos cuya frase sencilla y límpida refleja facilidad y espontaneidad. Quizás los que más han trabajado! Conclusión: No hablemos sino de los que entendamos; trabajemos con ahínco hasta llegar al “fácilmente” de que nos habla Boileau, no será cosa de un día pero con constancia se llegará y pongamos en la práctica el consejo de Jules Simon: “Acostumbráos a no hablar sino para decir algo”.

APÓLOGO EL ARTISTA QUE ESCULPÍA SU

PROPIA PERFECCIÓN Un artista recibió la orden de tallar una imagen; sería la imagen de su propia

perfección y la materia que debería trabajar sería de madera de su propio cuerpo. El artista comenzó con ardor, con entusiasmo, con pasión. Su vida era una mística de fuego. El buril del esfuerzo, del amor, de la oración iba haciendo brotar de la materia amorfa la imagen de un Cristo. El mérito de aquella obra era que el artista tallara a Jesucristo en su propia carne viva. Y todo el mundo se admiraba porque ese artista hablaba, juzgaba, miraba y sobre todo amaba como el mismo Jesucristo. Un brujo hechicero, mago perverso, que odiaba la imagen que estaba brotando de la carne del artista con sus filtros y yerbajos, encantamientos y sortilegios, empezó a crear en el alma del artista un odio raro, una repulsa continua contra ese boceto de Cristo que asomaba en el artífice. El artista comenzó a odiar esa imagen que lo asemejaba a Cristo. El alma del hombre era una arena combate. El ángel defendía la imagen y el demonio quería destruirla. La conciencia del artista escultor era mudo testigo de la enconada lucha. Un día pudo más el maldito adversario y el escultor rompió la imagen que había tallado con la madera de su propia carne. Aquella obra de tantos años: suma de oración, sacrificios y amor. Todo desapareció en un instante. El artista vio su vida rota y su alma en jirones. Maldito instante en que la palestra del alma fue vencida y manchada.

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La borrachera del pecado fue breve. Aquel hombre amaba su obra y de la entraña profunda de su ser brotó un alarido sangriento y lloró... Lloró sobre las ruinas de su alma. La sal de sus lágrimas empezó a hacer el milagro de la reconciliación y sintió el perdón de Jesucristo y la mirada buena del Señor. Con amargura infinita, humildemente recogió buriles y martillos y volvió a golpear la madera de su carne. Maravillosamente... Cristo de nuevo iba apareciendo en su carne, en su vida y en su alma.

EL COMBATE DE ZEA

Fragmento del Diario del Coronel Ramón García Duque

El 9 de Septiembre de 1.900 en “El Haltillo”. Hay impresiones que por intensas que lleguen a nuestro cerebro, no puede uno expresarlas en el momento de recibirlas, pero son tan duraderas, que aunque el tiempo corra, ellas permanecen indelebles y más tardes las encuentra tan frescas y latentes, que mediante el reposo y la calma, puede uno expresarlas como las recibió en aquel momento; la tarde estaba serena, acababa de pasar un pequeño aguacero de esos que llaman lloviznas. El cielo estaba plomizo y las montañas que nos circundaban principian a cubrirse, como para aguardar la noche, de un tenue ropaje blanquecino. No se oye otra cosa que el monótono ruido de los grillos, acompañado del continuo croar de los renacuajos, el melancólico canto de algún pájaro sin nido de la espesura del

bosque y el monótono e incansable rumor de los arroyos que riegan este valle. Quiero en este momento, como hijo tierno y agradecido, estampar aquí los sentimientos que me invaden por mi madre, mi padre y mi hermanito y que me acudieron después del Combate de Zea. Así pensé yo: Acaba este Combate y el amante corazón de mi madre, ya se lo habrá dicho allá en lo más recóndito de su seno; “Qe hubo pelea”. ¡Qué amargos serán sus sentimientos y sufrimientos, ¡madre querida!. Te figuran ver a tu hijo con una pierna rota, faltándole un brazo o en los últimos estertores de su agonía traspasado el pecho por una bala enemiga. ¡Qué amargo pensar!. O con una sed devoradora que podrías mitigar con tus lágrimas; o tal vez (pensamiento orrible), exánime y muerto de algún pantano y algunos amigos cavando una fosa para depositar en su tétrico seno y tenebroso, el pedazo querido de tus entrañas!. Un sudor frío bañará tu frente y todo tu cuerpo y una convulsión repentina hará estremecer tus delicados miembros allá en altas horas de la noche e incorporada en el lecho, tal vez me llames, porque en tu desesperación te figurarás que te respondo. ¡En esta hora en que todo pensamiento es fúnebre, toda imágen es fantástica y todo temor se hace monstruo. Mi padre, ese noble corazón que en cada una de sus miradas muestra tanto amor para este hijo agradecido, que no ha hecho otra cosa que trabajar por la felicidad y el contento de sus dos hijos, ¡Cómo habrá suspirado por mis penas! ¡Cómo habrá lamentado mi ausencia! ¡Cuántas veces habrá inclinado su abatida frente y tal v ez una lágrima de pena habrárodado por sus mejillas! El, que sabe de los azares de la Guerra, pues que estuvo en la guerra de Cascajo, me habrá llamado en sus sueños, creyéndome en desgracia. Y mi hermano, que tánto nos queremos y que para lo futuro nos consideramos único y recíproco apoyo.

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¡Cuántas veces mi hermanito habrá interrumpido sus tareas para sentarse a meditar por mi suerte! tal vez, si cuando mis padres mueran, quedaré solo en el mundo, no veré otra sangre que la mía, propia. El, que con tanto gusto venía de su trabajo cuando yo llegaba. Cuántas veces ahora habrá deseado mi llegada. ¡Cuántas veces esos tres seres queridos se les habrá hecho inllenable el vacío que les he dejado. Sé que han visto con horror el que yo me encuentre en combate, porque por el mismo amor que me profesan, jamás me han creido cobarde. La confianza que me han tenido mis jefes y los informes, tal vez falsos, que respecto a mi persona han recibido, les confirme sus creencias. Pero gracias al Omnipotente, nada me ha sucedido, algo he sufrido, pero estoy bien. Quién me diera suplir la oportunidad para calmar tales sufrimientos y gritarles desde estas montañas: ¡Estoy bien, queridos padres, que cesen vuestras penas!.

TRETA INFANTIL

P.J. Olano García Emilia y Elvi son dos chiquillas que juguetean sin descansar. Gritan y corren, cantan y bailan, nunca en silencio pueden estar. Elvi es morena, rubia es Emilia y en picardia no tienen par. Cuando ellas logran cogerme a solas hasta me impiden

el respirar. Esta semana Elvi tenía una muñeca para jugar. Emilia entonces quiso quitarla sin que Elvi pudiera ni protestar. La muy ladina dijo sonriente: juguemos, Elvi a las mamás. Ti eles el padle, yo soy la madle. Velás que bueno es sel papá. Elvi entregole la muñequita y en paz pudieron así jugar, hasta que Elvira Viose engañada y quiso luego ser la mamá. Tiraban ambas de la muñeca y así la iban a destrozar, cuando mi esposa interviniendo arrebatola con seriedad. Calladamente marchose Emilia y de visera se presentó, mientras Elvira miraba triste a su muñeca entre un cajón.

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Quién es niñita esa muchacha que a usted acaba de maltlatal? Es esta loca? Soy polecia y hasta la calcel la he de lleval! Y así diciendo de la muñeca la picarona se apoderó. Todos reímos de la ocurrencia y Emilia entonces se la llevó. Entre sonrisas y travesuras miro la vida rauda pasar, y digo alegre y emocionado: Qué duces horas las de mi hogar!

JUSTICIA P.J. Olano García

Doli y Elvira más picaruelas no pueden ser. A veces cantan, a veces rien, a veces lloran, todo lo cogen, todo lo dañan, todo lo tienen que comprender. Que Emilia sea más hábil que ellas,

como mayor, no lo toleran; y así procuran mezclarse en todo, ser sus iguales, y hasta pretenden tratarla a veces como inferior. Por igualarla se afanan siempre con gran tesón. Escribir quieren, leer desean, y para ello cogen papeles, los emborronan y ufanas dicen ser su lección. Por una falta mi madre airada las castigó. Pero pensando que Doli era la más pequeña y que su falta era más leve, caritativa la perdonó. Elvira entonces vio relajada la autoridad, y zalamera, la muy hipócrita, con frases tiernas a la pequeña llenó de engaños, y se escondieron para jugar. Una pretina sacó de un bolso con gran furor, y a Doli dijo:

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Si mi abuelita la misma falta que cometimos te perdonó, esa injusticia reparro yo. Y así diciendo tres pretinazos le propinó. Si es una fiera la tal Elvira! Nada tolera, nada perdona, nada le inmuta cuando ella cree tener razón.

JULIO CESAR GARCÍA VALENCIA

Hernán Alejandro Olano García En la floreciente población de Fredonia, pueblo ubicado en la falda del cerro Combia en la Cordillera Central Andina, dedicado a los cultivos del café por iniciativa del Presidente Ospina Rodríguez y tierra natal del renombrado intelectual Efe Gómez, del Apóstol del Braille en Colombia Francisco Luis Hernández, del historiador y prestigioso jurista Guillermo Jaramillo Barrientos y del escultor Rodrigo Arenas Betancourt, nació JULIO CÉSAR GARCÍA, en el aniversario número sesenta y cinco de la fecha que evoca el nacimiento de nuestra Patria, el 7 de Agosto de 1894. Hijo del Abogado y General JOAQUIN GARCÍA ROJAS, igualmente Juez, Magistrado, Alcalde de Santa Bárbara y de Fredonia, Diputado por Fredonia y Jericó y Senador de la República, de quien dicen fue uno de los hombres más notables del conservatismo y “como cristiano, uno de los que más se acercaba a la perfección” y, de doña OBDULIA VALENCIA ECHEVERRY, conocida como Mamá Lula. Mi abuelo, fue bautizado el 15 de Agosto de 1894 en la Iglesia de Santa Ana de Fredonia, aunque por línea paterna era originario de la blasonada ciudad de Marinilla, cuyo ambiente está construido con materiales de hidalguía, honestidad y patriotismo, virtudes que fueron acrecentadas durante su vida por JULIO CÉSAR GARCÍA. Como cualquiera de los jóvenes de la época, combinó las primeras letras con los oficios propios del campo. En su tiempo libre se dedicaba a empradizar y cortar la hierba con el Winche, una especie de barretón curvo con filos laterales(1). De esta manera, se

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mantenía en forma practicando lo que graciosamente él tituló “El Golf de los pobres”(2). Hizo sus estudios primarios en Fredonia y Santa Bárbara; a esta próspera población, Patria chica de mi bisabuela, se había transladado la familia. Luego, JULIO CÉSAR con la ilusión de un buen estudiante, salió de Santa Bárbara hacia Marinilla para iniciar estudios secundarios en el Colegio San José de los Hermanos Cristianos, pero como en la época era imposible la terminación del bachillerato en esa Institución, viajó a Bogotá, empleando los más rudimentarios y variados medios de transporte, en una travesía de más de veinte días para ingresar al histórico Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, regentado entonces por el filósofo y prestigiosos institutor, Monseñor RAFAEL MARÍA CARRASQUILLA. Allí tuvo como discípulos a los Doctores DARIO ECHANDÍA, ANTONIO ROCHA ELVIRA, FABIO Y JUAN LOZANO Y LOZANO, EDUARDO ZULETA ANGEL, y muchos otros. Se graduó como Bachiller en Filosofía y Letras el 20 de Noviembre de 1913 en el citado Colegio Mayor, con mención honorífica de aplicación; el 30 de Octubre de 1915 se le confirmó un premio en Literatura Castellana y el 28 de Octubre de 1916 recibió el premio de conducta y aplicación entre los estudiantes del Rosario. En el Nombre de Cristo y a merced de Monseñor CARRASQUILLA fue designado Colegial de Número del Rosario en el año 1917, motivo por el cual recibió Diploma y Medalla. El día 6 de Mayo de 1918 obtuvo el “Bonarum Artium et Philosophiae Magitrum et doctorem”, doctorado en Filosofía y Letras en el mismo Colegio Mayor, con la Tesis titulada “Historia de la

Introducción Pública en Antioquia”, dirigida por el Presidente de la República Don MARCO FIDEL SUÁREZ, quien lo candidatizó y fue recibido en atención a sus méritos como Socio Correspondiente de la Academia Nacional de Historia y Miembro de Número de la Academia Antioqueña de Historia, desde el 15 de Junio de 1918. Don MARCO FIDEL SUÁREZ en forma encomiástica se refirió a la persona y a la tesis de JULIO CÉSAR GARCÍA en el concepto dirigido al Rector del Rosario el 3 de Mayo de 1918, el que en algunos apartes dice: “... Tengo honor de informar a V.S. que el estudio del Señor GARCÍA, no sólo llena las condiciones requeridas para un trabajo de esta clase, sino que es una obra extensa, fruto de investigación propia llevada a cabo con inteligencia y con método”(3). “Es digno de aplauso el Señor GARCÍA por haber escogido un asunto de interés nacional, ilustrándolo con gran número de datos interesantes, muchos de ellos desconocidos y poniendo particular esmero en honrar la memoria de varones modestos y beneméritos, que sirvieron a la instrucción pública en Antioquia con desinterés y consagración ejemplares. La tesis de JULIO CÉSAR GARCÍA está escrita con amor a la tierra donde nació y a los hombres que la han ilustrado; pero con espíritu imparcial y sereno, que prefiere a vagas apologías, la manifestación sencilla de la verdad. JULIO CÉSAR revela en su Tesis dotes de verdadero escritor, cultura, literatura bien cimentada y un noble y sincero anhelo de ser útil a la patria, y a la sociedad. Su Tesis es una primicia que promete rica cosecha para el futuro”.(4)

En el Diario “El Colombiano” del 18 de Mayo de 1918, edición número 1391, se hizo alusión al trabajo presentado por JULIO

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CÉSAR GARCÍA como Tesis de Grado. De ello se enteró Don ESTANISLAO GÓMEZ BARRIENTOS quien fue su padrino ante la Academia Antioqueña de Historia, donde le fue conferida la comisión de pronunciar un discurso sobre el Descubrimiento de América en la fecha clásica de la Corporación. En esta ocasión se le entregó la Medalla de la Institución. En el Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia (del que fue Miembro de la Junta de la Redacción), número 12 y 13 de Noviembre de 1918, se lee: “Esta Corporación en su Sesión Solemne del 12 de Octubre celebró la conmemoración del Descubrimiento de América, y el orador designado para este efecto (Don JULIO CÉSAR GARCÍA) dio lectura a una bien elaborada e interesante exposición sobre el asunto en el cual mostró los vínculos que deben ligar a las naciones Hispanoamericanas con la madre común, España y los motivos de gratitud que a ellos las obligan”(5). Parte del mismo discurso lo pronunció ampliado en la Academia Colombiana de Historia el 12 de Octubre de 1947; más adelante, en la misma Acta se lee que hubo elección de dignatarios y que JULIO CÉSAR GARCÍA fue nombrado Segundo Vicepresidente de la Academia Antioqueña de Historia, de la cual fue Presidente en 1926, Primer Vicepresidente en 1943 y Miembro de la Junta Directiva en numerosas oportunidades. El 8 de Agosto de 1918, cuando contaba con 24 años de edad, dio comienzo a su carrera de Maestro, la que duró 41 años, dictando clase de Historia, Castellano de Bello y Raíces Griegas en la Universidad de Antioquia, Claustro al que está vinculado

físicamente hasta 1947 y espiritualmente hasta su muerte. Allí también fue Profesor de Historia en la Sección Universitaria de Filosofía y Letras en 1925; Decano de la Facultad en la Facultad de Medicina en 1938; Director de la Escuela de Filosofía y Letras en 1939; Director General del Bachillerato en 1941, Rector en 1942, 1945 y 1946, Director del Liceo Antioqueño, Director de la Facultad de Filosofía y Literatura, Fundador del Instituto de Filología y Literatura, Miembro de la Asociación de Antiguos Alumnos, Miembro del Fondo Acumulativo Universitario y Fundador del Instituto Universitario de Antropología. De lo anterior es fácil deducir que la Universidad de Antioquia se identifica con la persona de JULIO CÉSAR GARCÍA, pues él era emblema de la Institución. El Alma Mater fue campo, por muchos años, de la fecunda labor del educador comprensivo e inteligente que hubo en él. La cátedra era el campo natural de su intelecto, de su voluntad. Se dignificó y dignificó a la Patria en esas augustas tareas, de las que hoy aún se enorgullecen la Villa de la Candelaria y el pueblo antioqueño. Se inició como periodista desde su época de universitario en Bogotá, colaboró en la Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y en la Revista de la Universidad de Antioquia, dirigió los periódicos “El Orden”, “el Universitario” y “La Defensa”, el cual fundó como órgano de difusión del pensamiento de los jóvenes y obreros católicos de Medellín. Dirigió la “Gaceta Republicana” y también fue columnista y colaborador del “Diario Oficial”, diario “La República”; “La Voz” y “El Avance” de Fredonia; “Antioquia por María” y “Horizontes de Bucaramanga”.

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Escribió y colaboró con la famosa “Enciclopedia Británica”; con el Diario “El Pueblo”. Fue Director de la Revista “Indice Cultural” en Bogotá, Miembro del Consejo de Redacción de la Revista “Juventud”, órgano de la Escuela Normal de Institutores de Medellín; Fiscal de la Asociación de Artistas y Escritores de Colombia y Director de los Diarios “Colombia” y el “Colombiano” junto con el Doctor Jesús María Yepes, famoso internacionalista. Desde allí apoyó muchas de las iniciativas ciudadanas y de los políticos antioqueños en beneficio no sólo de la Educación, sino de la Patria en general. A través de sus editoriales de 1920 a 1930, apoyó la educación nocturna dominical en igualdad para hombres y mujeres; invitaba a los padres de familia a responder por la educación de sus hijos, pues esta era en primer lugar la obligación de ellos y sólo cuando no se hace uso de ese derecho, es el Estado quien debe asumir la obligación; desde 1928 comenzó a debatir la necesidad de permitir a la mujer ingreso a la Universidad. En esta década, las mujeres antioqueñas contaron con una página completa denominada “Jueves de Damas” a través de la cual dio a ellas la oportunidad de: “... encontrar información nutrida y bien seleccionada, que les es indispensable entre otras cosas, para atender oportunamente a sus relaciones sociales; literatura sana que da a su espíritu la necesaria expansión, conocimientos útiles para la dirección de la casa; ... versos de mujeres que tienden a formar la mejor antología de poetisas de fama mundial; literatura femenina en prosa y crónicas de actualidad, sobre todos los ramos de su actividad en el hogar y fuera de él”.(6) Aquí escribía con el seudónimo de Josefina.

Los “Lunes Históricos” eran otra sección de “El Colombiano”, donde colaboraban los más eruditos historiadores del país y a través de ello se trataba de mantener al corriente a los lectores tanto de lo último en investigación como de crítica histórica nacional y extranjera(7). El mismo JULIO CÉSAR GARCÍA publicó en estas páginas muchas de sus clases de Cívica e Historia de Colombia. La “Sección Pedagógica” de los Viernes, ocupaba toda la página tercera que estaba dirigida para los maestros, para tratar de mantenerlos informados acerca de los últimos acontecimientos, avances y conquistas de la ciencia; de los derechos del magisterio y mediante la colaboración de los más esclarecidos pedagogos nacionales y otros de fama mundial. JULIO CÉSAR, como escritor, demostró en sus magníficos editoriales de “El Colombiano”, en la época en que lo dirigió, que era un periodista en toda la extensión de la palabra. Un gran periodista porque nunca tuvo miedo de escribir la verdad, porque amó el periodismo como misión y nunca escribió como “Periodista de Alquiler”. Como Maestro, fue naturalmente historiador. La historia es el campo de realizaciones del hombre, y el maestro la hace cuando hace hombres. Dueño de un estilo de vital desnudez, de elegante sobriedad y dinámica, mi abuelo aprestigió las labores de la cátedra con la visión histórica, y, amante del patrimonio de su región natal, se dio a estudiarlo y divulgarlo sin romanticismos que recortan o desviaran la serena contemplación de los hechos. Mi abuelo, era un escritor castizo, que enlazaba las cláusulas con una habilidad prodigiosa, un escritor de vigorosa personalidad, tan original e independiente en

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sus modos de pensar, como en sus modos claros, sencillos y macizos de escribir. “El Colombiano” se convirtió en Sociedad Anónima en 1930 y este Diario que había fundado el Doctor Francisco de Paula Pérez, pasó a manos del Doctor Fernando Gómez Martínez. Luego JULIOS CÉSAR fue, como se dijo, Director del Diario “Colombiano”. En su libro “De Nuestra Alma, la Universidad” dijo: “Al pasar “Colombia” en 1930 a poder de quien estas líneas escribe, con una denominación política distinta, tuvimos la satisfacción de mantenernos fieles al espíritu y a las tradiciones de moderación y patriotismo que habían aprestigiado aquella columna periodística”. Durante largo tiempo, ese Diario tomó la fisonomía y el sello de quien antes fuera Director de “El Colombiano” y a través de él siguió propendiendo con su hermano Abel García Valencia, por la educación y la cultura de los antioqueños, herencia que aplica hoy en día mi primo Juan José García Posada, desde la Co-Dirección de “El Colombiano”. Mi abuelo, los domingos también dictaba conferencias a los obreros de Medellín en las famosas “Escuelas Dominicales”. Y por esos días se sucedieron en Colombia grandes huelgas como medio para “conseguir reivindicaciones” y, los logros obtenidos por unos, “fueron de grande estímulo para la extensión del movimiento sindicalista en el país”(8).