2. la revolución científica y las revoluciones filosóficas, juan arana

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La revolucion cientifica y la revolucion filosofica de la modernidad, de la mano de Juan Arana. Un excelente relato sobre las vinculaciones entre ambas disciplinas.

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  • LA REVOLUCIN CIENTFICA Y LAS REVOLUCIONES FILOSFICAS

    (SOBRE LAS RAICES DE UNA HETEROGENEIDAD)1

    JUAN ARANA

    Pocos habr que pongan en duda la importancia de la ciencia mo-derna dentro de nuestra cultura. Su aparicin constituye un fenmeno histrico de primera magnitud. Signific una autntica revolucin, y desde entonces esa palabra no ha dejado de acompaar cada uno de sus avatares. Lo revolucionario ha llegado a ser algo tan consustancial a la ciencia, que las revoluciones cientficas se han convertido en un tema habitual de discusin entre historiadores y filsofos. Su misma cotidianidad ha hecho que decayese el inters por ella, porque las re-voluciones, cuando se repiten con demasiada frecuencia, pierden mu-cho del poder transformador que en un principio tuvieron, y dejan de conmocionar incluso a los ms directamente implicados en ellas. As ocurre que hoy en da nadie suea siquiera con recibir, no ya el pre-mio Nobel, sino tan siquiera un simple doctorado honoris causa, si su curriculum est hurfano de algn descubrimiento "revolucionario". Por eso, todo en la ciencia merece tal calificativo, o al menos lo pre-tende, como ocurre en el mundo de la publicidad, donde hasta los ms triviales productos son anunciados como una autntica "revolucin". La palabra, por tanto, se ha desgastado por un uso demasiado repe-tido y prolongado, y lo primero que hay que hacer es recuperar su prstina significacin. Entonces nos damos cuenta que una revolucin permanente no es una autntica revolucin, porque al reincidir sobre s misma agota su capacidad de innovacin y crtica, genera estructu-ras residuales que nadie puede controlar, y en definitiva traiciona sus primitivas pretensiones al hacer de la ruptura de la continuidad algo continuo, y de la puesta en cuestin algo incuestionable. Una revolu-

    1 Conferencia pronunciada el 6 de Marzo de 1989 en las XXVI Reuniones

    Filosficas de la Universidad de Navarra.

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    cin que merezca la pena tiene que ser, por definicin, nica e irrepe-tible, y son ms fieles a ella los que defienden sus conquistas y se convierten en conservadores cuando ha llegado a su trmino natural, que quienes pretenden perpetuar un espritu de rebelda contra todo lo que resulte, incurriendo en la paradoja de convertir la revolucin misma en una tradicin.

    Por lo que respecta a las revoluciones cientficas, me parece digno de atencin el hecho de que, al multiplicarlas al infinito, en realidad lo que hacemos es subsumirlas bajo un concepto abstracto, con lo que restringimos su alcance a un plano material relativamente intrascen-dente. Suponemos que todas ellas se parecen entre s, que comparten una forma fija e invariable. Podrn afectar en un caso a la ordenacin del sistema solar; en otro, a los fenmenos qumicos de oxidacin-re-duccin; en un tercero, a la mutabilidad de las especies biolgicas; pero las secuencias siempre sern idnticas. Todo podr cambiar me-nos las pautas del cambio, de suerte que, si conseguimos codificarlas, habremos obtenido algo as como un diploma de revolucionarios uni-versales, y podremos oficiar como tales para quebrar de una vez por todas las trabas que obstaculizan el progreso de la ciencia.

    A mi juicio es innecesario demostrar cuan falsa es esta ingenua re-presentacin. Si es cierto que se puede hablar de mltiples revolucio-nes cientficas, cada una de ellas agotar su especie, como los ngeles en la ontologa tomista. Los paralelismos que haya entre ellas y los rasgos comunes que puedan compartir sern superficiales y de poca relevancia. Esta es, creo yo, la causa del escaso rendimiento episte-molgico de la teora de las revoluciones cientficas, con la que tanto se nos ha bombardeado en los ltimos decenios. Por mi parte, sin ne-gar que, en un sentido limitado, haya habido varias y hasta muchas revoluciones en la ciencia, opino que el carcter genuinamente revolucionario de la ciencia misma procede de la unidad profunda de la transformacin introducida en el estudio de la naturaleza a partir del Renacimiento. Mi tesis es que todas las revoluciones que ha conocido la ciencia desde Coprnico hasta Einstein, Niels Bohr o Francis Crick, forman parte de una sola revolucin, por media de la cual se dio la vuelta por completo, pero una sola vez, al modelo de conoci-miento que haba regido hasta ese momento.

    Se podr seguramente objetar que si la idea de revolucin se deva-la cuando se repite a s misma una y mil veces, lo mismo ocurre cuando la convertimos en un proceso que abarca demasiados elemen-tos y que dura demasiado tiempo. Incluso las cosas ms permanentes

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    acaban siendo otras al cabo de los siglos: nuestra misma constelacin efecta un movimiento de giro en torno al centro de la galaxia que tar-dar en completarse cientos de millones de aos. As, hasta el reac-cionario ms inmovilista puede drselas de revolucionario, si tiene el cuidado de fijarse a s mismo un plazo suficientemente amplio. A pe-sar de todo, creo que el sentido que he propuesto para la revolucin cientfica est al abrigo de este reproche. Aun cuando comprenda una gran variedad de pocas y manifestaciones, el ncleo original y deci-sivo de la misma es mucho ms restringido tanto temtica como cro-nolgicamente. Se sita en el siglo XVII, en el lapso que va de la obra de Galileo a la de Newton, y se centra en el campo de la mecnica. Sin salir de estos lmites aparecen todos los factores que, rompiendo con presupuestos muy antiguos y hasta entonces inconmovibles, de-finen un nuevo modo de entender los fundamentos, la ndole, los fi-nes y hasta la utilidad del conocimiento. La revolucin cientfica no es en ltimo trmino otra cosa que la plasmacin de esta imagen indita, junto con la toma de conciencia de su valor y autonoma. Hay buenos argumentos para defender que muchos contemporneos de Newton consiguieron asumir esta imagen y consumar as la revolucin de la ciencia moderna. La inmensa mayora de los investigadores que han venido despus han reconocido y se reconocen a s mismos en dicho modelo, lo que avala la unidad de tal revolucin y su presencia viva entre nosotros. Como es natural, tampoco afirmo que esto sea indis-cutible; pero me conformo con el consenso que existe al respecto, y no voy a insistir en ello. Deseo en cambio constatar que en la evolu-cin de la filosofa no se da ni mucho menos un fenmeno equipara-ble. No hay un patrn nico de filsofo ni de la actividad filosfica al que puedan remitirse los que la han practicado y practican en los lti-mos siglos. Para encontrar un patrono comn hay que remontarse al menos hasta Scrates, y sospecho que aun esto obedece ms al atrac-tivo humano de su figura que a la aceptacin general de sus tesis y mtodos2.

    La falta de una revolucin filosfica de la que todos podamos sen-tirnos herederos ha impedido que la filosofa moderna lograra obtener una identidad estable y ha reducido drsticamente las posibilidades de comunicacin entre los filsofos. A decir verdad, el problema no es que hayamos carecido de una revolucin suficientemente radical para

    2 Y ni aun as faltan voces discordantes. Vase, p. ej., I. F. STONE, El juicio

    de Scrates, Madrid, Mondadori, 1988.

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    hacer cristalizar en torno suyo la unidad de la disciplina, sino justo al revs: ha habido demasiadas revoluciones filosficas, que han arrui-nado tal vez para siempre la posibilidad de que la filosofa deje de ser una palabra equvoca. Porque, en efecto, una caracterstica muy pe-culiar de las revoluciones filosficas modernas es que son revolu-ciones en sentido fuerte, es decir, carecen de un acervo de elementos comunes sobre cuya base quepa formar una nocin que las abarque, o una teora que las unifique. Han afectado a todos y cada uno de los principios que el filsofo emplea en su trabajo, y por eso no podemos reconocernos unos a otros ms que en virtud de las mismas dife-rencias que nos separan. Tambin aqu podramos abrir una amplia discusin sobre la correcin del cuadro esbozado, si bien slo podra ser corroborada de modo indirecto. En todo caso, la controversia sera larga, mucho ms que el tiempo del que todava dispongo. Pedir, por tanto, que se me conceda de modo provisional este segundo punto, para pasar a plantear la pregunta que entonces resulta obligada: Por qu no se ha dado en la filosofa el hecho que ha determinado la uni-dad y el progreso de la ciencia moderna?

    La respuesta exige algo ms que presumir que la ciencia haba sido predestinada a que sus cultivadores se pusieran de acuerdo sobre las bases fundamentales del trabajo a realizar y sobre los criterios gene-rales para preferir unas soluciones a otras, mientras que la filosofa estaba condenada de antemano a vagar como el judo errante en pos de su incierto destino. As, ms que solucionar el problema, nos limita-mos a formular la dificultad de un modo diferente. Las respuestas ms habituales tratan en cambio de basar la disparidad en supuestas dife-rencias formales existentes entre la ciencia y la filosofa: se arguye que, puesto que representan tipos de conocimiento radicalmente desi-guales, resulta natural que sus trayectorias histricas sean tan diver-gentes. Ahora bien desde cundo son tan distintas la ciencia y la filosofa? Si efectuamos una depuracin crtica de los anacronismos que contaminan la historiografa, encontramos que la separacin coincide con la consumacin de la revolucin de la ciencia moderna. Por consiguiente, se est presentando el efecto como la causa misma que se supone ha de explicarlo. Antes del siglo XVIII no hubo nunca una separacin tajante entre la ciencia y la filosofa de la naturaleza, y mucho menos una oposicin formal entre ellas. Aunque hoy en da se suele localizar cientficos "puros" en la Antigedad y la edad Media, en su tiempo se consideraron a s mismos y fueron considerados por

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    sus contemporneos como filsofos o bien como matemticos3. Hay que recordar que la astronoma, la ptica y la mecnica formaron parte de las ciencias matemticas hasta Galileo, y no se consideraba que tu-viesen que ver con la fsica, ni por ende con la filosofa. En la esco-lstica, el segundo grado de abstraccin, correspondiente a la mate-mtica, en modo alguno es un punto de paso obligado para ir del pri-mero al tercero, sino que ms bien constituye una especie de limbo epistemolgico. Aristteles soslaya tambin la relevancia filosfica de las matemticas cuando afirma que "si no hay ninguna otra sustancia aparte de las constituidas por la naturaleza, la Fsica ser Ciencia pri-mera; pero, si hay alguna sustancia inmvil, sta ser anterior y Filosofa primera, y universal precisamente por ser primera..."4. El problema de las matemticas, segn l, es que tomando tan slo una parte del Ente, se limitan a estudiar sus accidentes5.

    Un aspecto crucial de la revolucin inherente al nacimiento de la ciencia moderna est en que aparece un nuevo saber que sintetiza as-pectos del conocimiento fsico y el matemtico. En esto coinciden Kpler, Galileo, Descartes y Newton: en sus obras la matemtica se reincorpora al templo filosfico, revigorizndose una parte del pen-samiento platnico que los aristotlicos suponan definitivamente su-perada. Habr que aceptar entonces que fue la aproximacin de la f-sica al platonismo lo que condujo a la ruptura formal de la ciencia con la filosofa? Si lo hiciramos as creo que incurriramos una vez ms en un juicio extemporneo. Las fsicas de Galileo, Huygens y Newton, antes de ser reconocidas como modelo de lo que debe ser la ciencia por antonomasia, constituyeron muestras de un modo de en-

    3 "Las distintas perspectivas mentales de filsofos y matemticos implicaban

    una manera diferente de ver el mundo. Por un lado, los filsofos, siguiendo a Aristteles, vean el universo como una entidad biolgica y viviente, orientada te-leolgicamente, que se comprenda mejor mediante la experiencia y el razona-miento silogstico. Su sistema era un crculo cerrado; y vivir en ese mundo que se trataba con meticuloso orden y detalle cada aspecto de cada asunto era en s fasci-nante. Por otro lado, los matemticos, bajo la gua de Euclides y Arqumedes, contemplaban el mundo en trminos de formas geomtricas que obedecan a leyes matemticamente expresables. Aunque muchos aristotlicos advertan la importan-cia de los experimentos, no lograban apreciar el significado de las matemticas y, para su perdurable infortunio, se descubri que el mtodo propio de la fsica es cuantitativo y no cualitativo". W.R. SHEA, La revolucin intelectual de Galileo, Barcelona, Ariel, 1983, pp. 22-23.

    4 ARISTTELES, Metafsica, VI, 1, 1026a.

    5 Vase ARISTTELES, Metafsica, IV, 1, 1003a.

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    tender la filosofa en abierta competencia con muchas otras corrientes de la poca. Hay que darse cuenta de que la revolucin cientfica fue al principio tan slo una revolucin filosfica ms, a la que el curso posterior de los acontecimientos singulariz con cualidades irrepeti-bles que hoy nos hacen considerarla separadamente de las otras. El reconocimiento de que la filosofa natural newtoniana y sus prolonga-ciones formaban un caso aparte fue un acontecimiento que influy poderosamente en la trayectoria ulterior tanto de la ciencia como de la filosofa. Immanuel Kant es quiz el principal responsable de este diagnstico, as como de las consecuencias que tuvo. Voy a tratar de evocar cmo y por qu se hizo.

    Ante todo conviene recordar la gigantesca ola de entusiasmo que sacudi Europa en el primer tercio del siglo XVIII por el inslito triunfo alcanzado por Newton al descifrar el sistema del mundo y presentar en su ptica un mtodo terico-experimental irresistible-mente sugestivo. Es probable que nunca se haya dado una coinciden-cia tan unnime y continuada en exaltar una gesta intelectual. Addison, Pope y otros poetas le dedicaron odas y versos; Locke en-cabez a la legin de filsofos que allanaron las objeciones de sus crticos; Voltaire, a los idelogos que lo popularizaron; Gravesande y van Muschenbroek difundieron su fsica en escuelas y universidades de toda Europa, y Maupertuis lo introdujo en las academias ms refractarias a su influjo. El caso es que hacia 1740 su triunfo haba quedado asegurado en toda la lnea y las tmidas voces de los ltimos contradictores, partidarios de Descartes y Leibniz, fueron definitiva-mente acalladas.

    Antes he sostenido que es intil buscar en las revoluciones que ha experimentado la filosofa la repeticin de un patrn idntico. En cambio, desde el principio pareci que en la revolucin newtoniana haba algo que la distingua de todas las dems. La impresin general era que por fin se haba dado con la frmula, y que al menos en cierto sentido aqulla sera una revolucin definitiva; la revolucin que aca-bara con todas las revoluciones. Hoy se pretende, tal vez con cierta ligereza, que aquella creencia de los ilustrados result a la postre un espejismo ms. Muchos alegan que la relatividad einsteiniana y las paradojas de la fsica cuntica han echado por tierra los sueos de un milenio newtoniano. Olvidan que el entusiasmo de los fsicos del si-glo XVIII no les condujo a incluir los Principios matemticos de la filosofa natural entre los libros sagrados: ya en 1745 el newtoniano Clairaut propuso nada menos que modificar la forma de la ley univer-

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    sal de atraccin gravitatoria6. El cambio no lleg a prosperar, pero demuestra que para los cientficos de la poca el tipo de revolucin acaecida distaba de confundirse con un puado de frmulas. Qu era, pues, para ellos lo esencial de la tan trada y llevada revolucin? Se tiende a pensar que, de no referirse a los contenidos, por fuerza tuvo que ver con el mtodo. El hallazgo de un procedimiento original para resolver problemas habra sido el secreto de los xitos del sabio ingls, y la imposibilidad de emplearlo en las cuestiones metafsicas marcara el comienzo de la separacin definitiva de ambas disciplinas.

    Esta hiptesis resulta tentadora. Los ilustrados fueron los primeros en ser tentados por ella. En un primer momento proliferaron los in-tentos para extender el "mtodo newtoniano" a los ms diversos cam-pos de estudio: incluso se llegaron a publicar en 1699 unos Principios matemticos de teologa cristiana por un tal John Craig, y el propio Kant afirm en un texto clave de su etapa precrtica que:

    "El autntico mtodo de la metafsica es en el fondo el mismo que introdujo Newton en la ciencia de la naturaleza, y que tuvo en ella resultados tan tiles"7.

    En general, lo que Gusdorf ha llamado "la generalizacin del para-digma newtoniano"8 constituye uno de los ingredientes ms caracte-rsticos de la cultura de este perodo. Por desgracia, ni entonces ni ahora ha habido una interpretacin nica de ese paradigma. Newton mismo no escribi ninguna monografa sobre el mtodo, y las re-flexiones metodolgicas que salpican sus obras son parciales, genri-cas y bastante equvocas. Estoy convencido que, desde el momento que se separa el estudio de su estrategia investigadora de los tpicos concretos a que se aplica, nos vemos sumidos en la incertidumbre, y slo podemos otorgar un significado prctico a lo que pueda ser su mtodo evocando ejemplos memorables de su actividad. Estas difi-cultades hermenuticas se convierten en aponas insolubles cuando pretendemos hablar no ya del mtodo newtoniano, sino del mtodo cientfico en general. Los metodologos nos abruman con un caos

    6 En la memoria Du systme du monde dans les principes de la gravitation

    universelle. Vase Pierre Brunet, La vie et l'oeuvre de Clairaut, Pars, P.U.F., 1952, pp. 76 y ss.

    7 KANT, Preisschrift, AKII, p. 286.

    8 Vase, GUSDORF, G., Les principes de la pense au sicle des lumires,

    Pars, Payot, 1971, pp. 181-212.

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    contradictorio de etiquetas, distinciones, anlisis e interpretaciones. Sucesivamente aprendemos que un mismo y nico descubrimiento ha sido fruto del mtodo inductivo, hipottico-deductivo, analtico-sint-tico, resolutivo-compositivo, etc, etc. Al final, el lector cuyo buen juicio no haya conseguido ser extraviado por tan exhuberante tramoya epistemolgica, llegar a la conclusin de que la nocin de mtodo no implica otra cosa que, por un lado, un conjunto de directrices generales tan inconcretas que no sirven prcticamente para nada, junto con una serie de hbitos personales e intrasferibles de cada investiga-dor, y, por otro, una invencin de los filsofos e historiadores de la ciencia para suscitar entre ellos mismos debates interminables, aunque la insolidaridad gremial les lleve incluso a escribir de vez en cuando "tratados contra el mtodo".

    Lo cierto es que son remotsimas las perspectivas de encontrar pa-trones que unifiquen, pongo por caso, el estudio de Newton de la naturaleza de la luz, el anlisis por Lavoisier de la composicin del aire, la explicacin por Darwin del origen de los arrecifes coralinos, el descubrimiento de los rayos X por Rntgen, por no hablar de la for-mulacin por Gell-Mann de la teora de los quarks. Sin embargo, lo cierto es que desde Lavoisier hasta Gell-Mann, casi todos los cientfi-cos se ponen sin dudar bajo el patronazgo de Newton, se reconocen como continuadores suyos, y estn convencidos de que prolongan la trayectoria iniciada definitivamente por l. Justo por eso podemos ha-blar de la revolucin cientfica. Ahora bien, qu es lo que comparten todos ellos en realidad? He rechazado que se trate de un conjunto de postulados tericos, o de un grupo de presupuestos metodolgicos. No hay verdadera identidad formal ni material en el seno de la ciencia. La nica alternativa antes de darnos por vencidos es negar que la ciencia pueda ser reducida a una dicotoma hilemrfica. La ciencia puede que sea algo ms que un contenido emprico-sustantivo ence-rrado en un continente lgico-matemtico en virtud de una serie de re-cetas pragmticas. Hay un espritu que subyace y consigue hacer con todos estos elementos un genuino conocimiento de la realidad. En l radica el valor y la identidad de lo que llamamos ciencia. Est situado en un plano que trasciende a las distinciones materio-formales, y justo en l hay que situar la revolucin que da lugar a la ciencia moderna. Para decirlo de un modo menos misterioso, es una actitud comn lo que hermana todo el conglomerado de empresas individuales y colec-tivas que la conforman. Como fundador del movimiento, Newton aporta un indicio significativo para objetivar su esencia con una frase

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    que, a fuer de poco original, ni siquiera es suya, sino de un autor del siglo XII, Bernardo de Chartres9: "somos, respecto a los antiguos, como enanos sobre espaldas de gigantes, de modo que vemos ms cosas que ellos, pero no porque seamos ms grandes que ellos, sino porque somos llevados por ellos y gozamos de su saber". Dicha por quien la dice, esta afirmacin define una posicin que fusiona en un solo gesto la tradicin y el progreso. Declara que la conditio sine qua non para avanzar positivamente es renunciar a recorrer desde el prin-cipio el camino ya atravesado por otros, y aprender a tomar el relevo en el punto extremo al que consiguieron llegar. En este sentido, la re-volucin de Newton es una revolucin conservadora. Frente a la ac-titud de Descartes, retomada luego por tantos modernos, que se ve en la obligacin de echar por tierra toda la herencia del pasado antes de construir su propio sistema, Newton, al igual que todos los cientficos que vienen despus de l, no sabe iniciar su propia andadura sin antes aprender lo que todos los maestros en el estudio de la naturaleza pue-dan ensear. Es conocida la cuidadosa erudicin con que preparaba sus investigaciones10. En los escritos que dej abundan las recapitula-ciones histricas que muestran los pasos dados desde la ms remota antigedad hasta llegar a las aportaciones realizadas por l11. Aunque por su rencoroso temperamento omitiese cuidadosamente las contri-buciones de sus ms directos rivales y competidores, est fuera de duda que concibe el conocimiento como una empresa histrica y co-lectiva, y esta es una conviccin a la que la ciencia ha permanecido fiel desde entonces.

    Otra de las frases de Newton que han pasado a la posteridad es una especie de autoevaluacin formulada en sus ltimos das: "Ignoro lo que pensar la posteridad de m. Pero me imagino haber sido un mu-chacho que ha jugado en la playa, ha encontrado a veces un guijarro muy pulido, una concha ms graciosa, mientras el gran ocano de las verdades extenda ante l su misterio"12. Es una declaracin que su-giere que valoraba con mesura la importancia de sus conquistas; pero tambin revela una concepcin muy peculiar de la relacin entre la

    9 Vase JUAN DE SAUSBURY, Metalogicon, m, c.4.

    10 Tanto ms cuanto menos seguro era el terreno que pisaba. Vase

    CHRISTIANSON, G.E., Newton, Barcelona, Salvat, 1986, pp. 225-289. 11

    Vase, p.ej., Philosophiae naturalis principia mathematica. Opera, ed. Horsley, vol. II, pp. 21-29; vol. m, pp. 43-49; 179 y ss.

    12 Collections for the History of the Town and Soke of Grantham, ed. de

    Edmund Taylor, London, 1806, p. 173.

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    historia y la verdad. La magnitud insondable de nuestra ignorancia haba sido glosada por muchos; pero Newton probablemente es de los que piensan que, si nos vemos constreidos a recoger conchas en la playa, es porque hemos carecido de la previsin y los arrestos necesarios para construir una embarcacin, procurarnos redes y son-das, y partir en busca de lo desconocido. Las famosas cuestiones que agreg a las ltimas ediciones de la ptica muestran cunto le pesaban las lagunas de nuestro saber provenientes de no habernos aplicado a rellenarlas con suficiente asiduidad y coordinacin13. Hay muchas preguntas que siempre desbordarn la capacidad del entendimiento humano; pero otras slo nos superan si nos enfrentamos a ellas como individuos aislados. La brevedad de la vida, nuestra limitada capaci-dad para coleccionar datos y recopilar experiencias, las distracciones que nos impiden ejercitar la razn con la intensidad y duracin que sera menester, son taras que nos privan de muchas verdades que no estn en principio vedadas a la especie. De todos modos, la humani-dad no llegar a posesionarse de ellas hasta que los sabios de cada generacin renuncien al sueo de una ciencia acabada, en pro de au-mentar la herencia neta de los que vengan detrs. Con esto no se me-noscaba la idea, muy difundida en la sabidura de todas las pocas y culturas, de que las verdades indispensables para la existencia pueden ser adquiridas por uno mismo a pesar del pobre caudal de das y energas con que contamos para ello. Incluso si queremos aprenderlas de algn otro, basta con encontrar un buen maestro, sin necesidad de ensartar las enseanzas de unos y otros como las cuentas de un collar. No es mi intencin combatir este punto de vista, que probablemente es correcto en lo que se refiere a la dimensin sapiencial del conocimiento. Pero la filosofa se interesa por todas las cuestiones, por las que no son susceptibles de progreso colectivo y por las que s lo son. Lo propio de la ciencia moderna es haberse concentrado en estas ltimas, y con ello ha revolucionado el conocimiento y enrique-cido de un modo apreciable la filosofa, que hasta entonces se haba fijado tal vez de un modo demasiado exclusivo en las verdades ms cruciales y difciles de comunicar.

    Con esto hemos llegado ya al punto central de esta exposicin. Por qu no se ha dado en la filosofa una revolucin semejante a la que conoci la ciencia? Hay una primera respuesta bastante plausible, aunque yo no la comparto. De acuerdo con ella fue el mismo mbito

    Vase Optics. Opera, ed. Horsley, vol. IV, p. 215 y ss.

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    de aplicabilidad de la revolucin newtoniana el que fij los lmites que en adelante separaron la ciencia de la filosofa: de acuerdo con este criterio forman parte de la ciencia todos los asuntos que admiten un progreso acumulativo, mientras que la filosofa comprende los temas en los que no hay progreso perceptible, y en los que tal vez no deba haberlo, porque sera intrnsecamente injusto quedarse sin resolverlos por haber nacido demasiado pronto. El propio Kant sugiere algo parecido, si bien lo atribuye al entendimiento comn en vez de a la filosofa, cuando al final del Canon de la razn pura hace la siguiente consideracin:

    "... exigs acaso que un conocimiento que afecta a todos los hombres rebase el entendimiento comn y os sea revelado ni-camente por los filsofos? Eso que censuris es precisamente la mejor confirmacin de que lo que hasta aqu he afirmado es co-rrecto, ya que revela lo que antes no poda preverse, a saber, que, en relacin con lo que interesa a todos los hombres por igual, no puede acusarse a la naturaleza de parcialidad en la dis-tribucin de sus dones. La ms elevada filosofa no puede llegar ms lejos, en lo que se refiere a los fines ms esenciales de la razn humana, que la gua que esa misma naturaleza ha otor-gado igualmente incluso al entendimiento ms comn"14.

    Sin embargo, aun aceptando, como personalmente estoy inclinado a hacer, que las verdades inseparables del correcto uso de la libertad no sean objetivables segn los mdulos del conocimiento apodctico, ni susceptibles de un progreso apreciable a lo largo de la historia, me permito dudar que la acepcin moderna y contempornea de filosofa se deje reducir a los lmites de lo sapiencial. ltimamente ms bien predomina la tendencia opuesta: se rehuyen los problemas ltimos, las preguntas capitales del tipo de qu puedo saber?, qu debo hacer?, qu puedo esperar?15, en favor de cuestiones mucho ms aspticas, aunque no menos insolubles. Entonces, por qu no se ha dado ni tiene visos de darse una revolucin como la de Newton en la episte-mologa, o en la filosofa del lenguaje, por poner dos ejemplos? Seguro que habr quien diga que, aun cuando los escondan bajo fr-mulas ms neutras y menos inquietantes, los filsofos actuales siguen

    14 Vase Critica de la razn puray A 831, B 859.

    15 Vase KrV, A 805 B 833.

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    dando vueltas a los mismos viejos enigmas: existencia de Dios, liber-tad del hombre, inmortalidad del alma, etc. Es algo en lo que no voy a entrar ni salir, ya que espero poder responder al interrogante plantea-do por un camino ms directo. Para ello voy a explorar por un mo-mento un par de rasgos diferenciales tpicos, con el fin de mostrar que, aunque contribuyan a aumentar la distancia que separa el queha-cer cientfico del filosfico, no bastan para determinar una separacin radical entre ellos.

    Se insiste mucho en que la ciencia moderna utiliza como nico punto de apoyo sustantivo la experiencia sensible externa. La sensibi-lidad, en efecto, proporciona materiales muy adecuados para ser recopilados con orden y paciencia, a la espera de que lleguen a formar una masa "critica" de datos que propicie una teorizacin con fun-damento. Sin llegar a comprometerse con un estrecho empirismo a lo Bacon, muchos aceptarn que la evolucin expansiva que caracteriza a la ciencia moderna ha sido saludablemente afectada por el hecho de tener que operar con percepciones externas, en lugar de con vivencias afectivas internas o con experiencias ms o menos exticas, sean o no trascendentales. La comunicacin de la informacin, la comparacin y comprobacin de las fuentes, el establecimiento de parmetros de va-loracin, etc. resulta ser algo tan sencillo y asequible en un caso como comprometido y discutible en los otros. La intercomunicabilidad de los datos empricos propios de la ciencia los convierte en bienes codi-ciables, de lo cual la historia es prdiga en ilustraciones: Kpler, por ejemplo, hurt de modo premeditado a los herederos de Tycho Brahe los preciados registros con que luego aquilat sus leyes del movi-miento planetario16. Newton arranc a Flamsteed las observaciones que precisaba para el clculo de la teora de la Luna con mtodos co-activos que llegaron a rozar la usurpacin legal17. Ms recientemente Crick y Watson, descubridores de la estructura de la molcula de ADN, piratearon sin ningn recato ciertas fotografas de refracciones de rayos X que perteneca a Rosalind Franklin18. Si los datos que precisa el filsofo para ponerse en marcha le son menos disputados, seguramente es porque tampoco son de gran valor para sus competi-dores.

    16 Vase KPLER, Carta a Heydon, Oct. 1605y G.W., vol. XV, p. 231 y ss.

    17 Vase CHRISTIANSON, G.E., Newton, p. 395 y ss.

    18 Vase WATSON, I , La doble hlice, Barcelona, Salvat, 1987.

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    Otro aspecto es el que se refiere a la cuantificacin de los conceptos cientficos y la subsiguiente matematizacin de su discurso. Aunque grandes naturalistas, como Darwin, y hasta fsicos de renombre, como Faraday, llegaron muy lejos en la senda del progreso cientfico sin saber muchas matemticas ni tener que matematizar sus hallazgos, es incuestionable el prodigioso impulso que los procedimientos fsi-cos de medicin y la capacidad representativa de las ecuaciones y funciones algebraicas han comunicado a la evolucin de las ciencias de la naturaleza. En cambio, a pesar de los esfuerzos admirables de los cultivadores de la lgica simblica y el anlisis del lenguaje filosfico, apenas se ha avanzado nada en la creacin de un algoritmo que aporte a la filosofa un sucedneo de lo que significan los clculos y las frmulas de las ciencias.

    Se podra seguir ahondando en las diferencias fcticas que impiden que la filosofa participe del avance ininterrumpido que ha conocido la ciencia durante siglos. No le ha quedado ms remedio que acudir al triste consuelo de saludar con alivio el aparente retroceso sufrido por la ciencia a comienzos del siglo XX, y luego cerrar los ojos al hecho evidente de que la misma ha salido reforzada de aquella crisis, de-mostrando que es capaz de sobrevivir a los ms radicales cambios de postulados tericos, metodolgicos y hasta epistemolgicos sin per-der un tomo de su identidad. Lo ms sorprendente de todo, no obs-tante, es que los filsofos, tan proclives a hacer borrn y cuenta nueva con la historia de su disciplina, se pregunten tan pocas veces si a pesar de todo no sera posible restaurar los lazos que antao la unie-ron a esa ciencia que ahora aparece como una completa extraa. La idea de ir edificando las ciencias filosficas poco a poco, siglo tras si-glo y generacin tras generacin, mediante la constitucin y depura-cin continua de una tradicin viva e incesantemente renovada, tiene escassimos partidarios, aunque nunca se ha podido demostrar que carezca por completo de base. Las diferencias que hemos examinado nicamente evidencian que el progreso filosfico exige esfuerzos to-dava ms penosos que el progreso cientfico, y que su ritmo ser en el mejor de los casos mucho ms pausado que aqul. Lo cierto es que, entre Newton y Kant, la mayor parte de los filsofos estaban persua-didos de que haba que caminar en esta direccin. Cuando David Hume, por ejemplo, proyecta una ciencia de la naturaleza humana, entiende que se limita a trasponer a un terreno ms comprometido el punto de vista que ha triunfado en la fsica:

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    "No es una reflexin que cause asombro el considerar que la aplicacin de la filosofa experimental a los asuntos morales deba venir despus de su aplicacin a los problemas de la natu-raleza, y a ms de un siglo de distancia, pues encontramos que de hecho ha habido el mismo intervalo entre los orgenes de es-tas ciencias, y que de Tales a Scrates el espacio de tiempo es casi igual al que media entre Lord Bacon y a algunos recientes filsofos en Inglaterra"19.

    Tambin es significativo que en aquella etapa toda aportacin rele-vante en los ms diversos campos fuera saludada parangonando al autor con Newton. As, el bilogo Charles Bonnet se dirigi a Montesquieu de la siguiente manera:

    "Newton descubri las leyes del mundo material: Vos, Seor, habis descubierto las leyes del mundo intelectual. Mas las relaciones de las que esas leyes son slo el resultado son bastante ms complejas que las del mundo fsico"20.

    Y lo mismo hizo con Rousseau21 Kant, el mismo Kant que un poco ms tarde puso punto final a estas extrapolaciones, tildndolas de ilu-sorias. En realidad, es fcil ver que el fracaso de los intentos que co-mentamos y otros semejantes tendentes a instaurar una lnea de pro-greso ininterrumpido fuera de la fsica, proceden de haber simplifi-cado groseramente la esencia de la revolucin newtoniana: sus reali-zadores vieron en ella tan slo un nuevo mtodo para articular la razn y la experiencia, o bien una nueva clave para unificar fenmenos dis-persos. Se les escap que ms all de las leyes y los procedimientos haba una nueva filosofa del conocimiento, y que eso era lo nico que de verdad podra enriquecer los dominios situados ms all de la f-

    19 HUME, D., Tratado de la naturaleza humana, Madrid, Nacional, 1981, p.81.

    20 Vase IGLESIAS, M. C , El pensamiento de Montesquieu, Madrid, Alianza,

    1984, p. 169. 21

    "Newton vio por primera vez el orden y la regularidad combinados con la mayor sencillez all donde, antes de venir l, slo se encontraba uno con el desor-den y la desorbitada variedad, y desde entonces discurren los cometas siguiendo un orden geomtrico; Rousseau descubri por primera vez entre la variedad de las for-mas humanas admitidas la naturaleza profundamente escondida del hombre y la ley oculta por virtud de la cual queda justificada la providencia, a tono con sus obser-vaciones". Citado en: CASSIRER, E., Kant, vida y doctrina, Mxico, F.C.E., 1968, p. 111.

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    sica. Aunque consiguieron resultados en s mismos valiosos, no lo-graron superar la fragmentacin e incomunicacin de los sistemas, y en definitiva hicieron que se perdiera el inicial optimismo y la con-fianza en que todas las ciencias filosficas fueran alcanzadas por los efectos de la revolucin cientfica. Kant es el que se encarg de con-sagrar tericamente esta desilusin, elaborando toda una gnoseologa para demostrar la irreductibilidad recproca a todos los efectos de la ciencia y la filosofa. Para ello tuvo que abandonar todos sus puntos de vista precriticos y crear prcticamente de la nada la doctrina que encontramos en su etapa de madurez.

    Cmo debemos valorar a dos siglos de distancia la elaboracin kantiana? Etienne Gilson es uno de los muchos autores que estima que debe ser evaluada como un fisicismo radical. De acuerdo con sus palabras, en la Crtica

    "...se vio claro que no slo consideraba el mtodo newtoniano como el nico mtodo vlido, sino que daba tambin por su-puesto que el mundo era exactamente como Newton lo haba descrito. La Crtica de la razn pura constituye una descripcin magistral de lo que debera ser la estructura de la mente humana para explicar la existencia de una concepcin newtoniana de la Naturaleza, partiendo de que esta concepcin se verifica en la realidad. Nada puede mostrar mejor la debilidad del fisicismo como mtodo filosfico"22.

    Opino que Gilson se equivoca por partida doble al enjuiciar as la posicin de Kant. En primer lugar soslaya el dato de que la afirmacin de que el mtodo de Newton es el nico vlido corresponde a 1763, y que Kant rectific por completo esta idea despus. En los Principios metafsicos de la ciencia de la naturaleza (1786), por ejemplo, pro-clama la conveniencia, ms an, la necesidad de introducir una distin-cin de mtodo entre la ciencia natural y la metafsica de la naturaleza:

    "Toda ciencia de la naturaleza propiamente dicha requiere en-tonces una parte pura, en la que puede fundarse la certidumbre apodctica que la razn busca en ella. Y puesto que esta parte difiere totalmente, segn sus principios, de aquella cuyos prin-

    22 GILSON, E., La unidad de la experiencia filosfica, Madrid, Rialp, 1973, p.

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    cipios son slo empricos, es de gran utilidad y, al mismo tiempo, segn la naturaleza de la cosa, un deber imprescindible con respecto al mtodo, exponer esta parte en su completa tota-lidad, separadamente de la otra, tanto como sea posible, con el fin de determinar exactamente lo que la razn puede lograr por s misma y el punto donde su capacidad comienza a tener nece-sidad de recurrir a los principios de la experiencia. El puro co-nocimiento racional a partir de simples conceptos se llama filo-sofa pura o metafsica; pero aquel que funda su conocimiento en la construccin de conceptos por medio de la representacin del objeto en una intuicin a priori, se denomina matemtica"23.

    De acuerdo con este texto, y con mil otros semejantes que aparecen en las obras del perodo crtico, slo hay dos formas de conocimiento a priori: el metafsico, que funciona por meros conceptos, y el mate-mtico, que se basa en la construccin de conceptos. Dnde se ubica la fsica? La respuesta es tajante: en ambos, porque queda escindida entre la ciencia natural propiamente dicha y la metafsica de la natura-leza. Esta ltima forma parte de la metafsica, constituye lo que en la Crtica llama "fisiologa de la razn pura"24, y su desarrollo nada tiene que ver con el mtodo newtoniano. La primera, en la medida que es ciencia y no mero arte sistemtico o teora experimental, pertenece a la matemtica, como afirma Kant expresamente:

    "Sin embargo, sostengo que en toda teora particular de la na-turaleza no hay ciencia propiamente dicha ms que en la medida que en ella se encuentra matemtica"25

    La fsica matemtica debe proceder de acuerdo con el mtodo ma-temtico, tal como se expone en la seccin primera de la disciplina de la razn pura26, que tampoco tiene nada que ver con la versin que haba dado en 1763 del mtodo newtoniano27.

    23 KANT, Metaphysische Anfangsgrnde der Naturwissenschaft, AK IV, p.

    469. 24

    Vase KrV, A 845 B 873. 25

    KANT, Metaphysische..., AK IV, p. 470. 26

    VaseKrV,A712B740-A738B766. 27

    "Se debe buscar (...) mediante experiencias seguras y siempre con ayuda de la geometra, las reglas con arreglo a las cuales suceden ciertos fenmenos de la naturaleza- Aun cuando no se descubra enseguida en los cuerpos el fundamento l-

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    El segundo error que comete Gilson, y que es comn a todos los que ven en la filosofa trascendental un fisicismo, estriba en creer que una doctrina es fisicista cuando afirma que el mundo es exactamente tal como Newton o cualquier otro fsico lo ha descrito. Sera ms exacto llamarla en tal caso newtonismo o el nombre que corresponda, porque la fsica propiamente dicha nunca se ha identificado exacta-mente con las formulaciones de ninguno de sus cultivadores, por grande que fuera su carisma. En particular, los historiadores de la mecnica llaman la atencin sobre las grandes diferencias que existen entre la fsica de Newton y lo que llamamos fsica newtoniana28. En el lapso de tiempo que va de Newton a Kant, la mecnica del ingls ha-ba sido sustancialmente corregida y aumentada, entre otros, por Johann, Jakob y Daniel Bernoulli, d'Alembert, Clairaut y Euler. Por consiguiente, la fsica no consideraba en 1781 que el mundo fuese exactamente como Newton lo haba descrito. Si la Crtica de la razn pura afirma lo contrario, es incorrecto afirmar que defiende una con-cepcin fisicista. Lo que en realidad hizo Kant fue fragmentar la fsica de Newton en tres partes que luego no supo recomponer. Primero reuni los supremos principios de la naturaleza, la doctrina de las fuerzas primitivas y ciertas leyes y principios mecnicos. Todo esto pertenecera a la filosofa trascendental, y aparece en la analtica de los principios de la primera Crtica, as como en los Principios metafsi-cos de la ciencia de la naturaleza. Un segundo apartado estara for-mado por el desarrollo matemtico de la fsica, que de algn modo quedara subsumido en la matemtica y fuera de la metafsica. Por l-timo, los aspectos ms empricos la fsica newtoniana quedaran ex-cluidos de la parte propiamente cientfica del conocimiento de la natu-raleza.

    Sin entrar en otros pormenores, que ahora no puedo detallar, con-sidero que lo dicho basta para acreditar la conclusin de que es difcil que Kant comprendiera el verdadero significado de la revolucin newtoniana, puesto que fue incapaz de ver la unidad profunda de sus

    timo de ello, es bien seguro que actan segn esa ley, y se explican los complejos sucesos naturales cuando se muestra claramente cmo estn contenidos en estas leyes bien acreditadas". KANT, Preisschrift, AK II, p. 286. Este mtodo est a mitad de camino entre los de la teora experimental y la matemtica de la poca crtica.

    28 Vase C. TRUESDELL, Ensayos de historia de la mecnica, Madrid, Tecnos

    1975, p. 89 y ss.

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    formulaciones. Y si no lleg a entenderla, tampoco estuvo nunca en condiciones de trasplantarla al campo de la metafsica. De todos mo-dos sabemos que desencaden una autntica revolucin filosfica, pero con la salvedad de que no tuvo nada que ver con la de la fsica, aun cuando se acordara de Coprnico al hacer su presentacin. La primera diferencia entre una y otra es que, a pesar de su importancia, la de Kant no fue la ltima ni la definitiva en ningn sentido, sino ms bien la primera de una nueva serie. Su revolucin inaugur un ciclo de conmociones que subvertieron uno tras otro todo orden de ideas previamente establecido. En esto al menos se diferencian los repre-sentantes de la filosofa postkantiana de los que les precedieron: su vocacin no fue perfeccionar la doctrina del maestro, sino volver contra l sus propias armas, so capa de no haber sido suficientemente radical. Desde entonces nunca ha dejado de haber filsofos que, sin preocuparse de calibrar antes el vigor de sus propias fuerzas, desde-an como estril el trabajo realizado hasta la fecha y se sienten capaces de mejorarlo partiendo de unas bases completamente distintas. Mientras que los cientficos juzgan indispensable el auxilio de toda la comunidad a que pertenecen para abrirse paso en temas que a veces nos parecen sin mayor importancia o dificultad, todava es habitual la imagen de la filosofa como empresa individual y ahistrica. Kant in-fluy poderosamente en este sentido al proclamar que:

    "...si, mediante la presente crtica, la metafsica se inserta en el camino seguro de la ciencia, puede abarcar perfectamente todo el campo de los conocimientos que le pertenecen; con ello ter-minara su obra y la dejara, para uso de la posteridad, como patrimonio al que nada podra aadirse"29.

    La perspectiva de una materia de contornos tan restringidos y al mismo tiempo tan accesible a un espritu rectamente orientado, hace que el concepto clave relativo a ella sea la iniciacin, no el progreso. El modelo que Kant tiene presente nada tiene que ver, desde luego, con la fsica, que siempre tiene que bregar con la variedad inacabable de la experiencia, ni tampoco con la matemtica, que el fin y al cabo cuenta con la infinita multiplicidad que le suministra la intuicin pura a priori, sino con la lgica. Es el ejemplo de Aristteles, creador de una disciplina que no ha conseguido ni necesitado avanzar un solo paso

    29 KrV, B xxiv.

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    desde su nacimiento30, lo que quiere remedar. El sistema crtico, lejos de ser un fisicismo, es la plasmacin de un logicismo, una lgica trascendental, segn la denominacin escogida por quien lo conci-bi31. No hace falta decidir ahora si la lgica es o no un saber cerrado y clausurado en s mismo, como quiso Kant. Lo que cuenta es que, despus de haberla interpretado as, elabor a su imagen y semejanza la filosofa trascendental, y con ello forz a los que vinieron tras l a escoger entre repetirle o refutarle. Muchos han sido, en efecto, los que se han condenado a s mismos a aceptar esta condenable disyun-cin del kantismo. La esperanza de hacer coincidir la culminacin de la filosofa en general con la culminacin personal del pensamiento de un individuo, ha sido el motivo desencadenante de muchas revolucio-nes filosficas, mas yo me pregunto si por una vez no ser mejor aprender a este respecto la enseanza ms prudente y realista de la re-volucin cientfica.

    30 KrV, B viii.

    31 KrV, A 55 B 79-A 57 B 82.

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