2. colmenares, german - la aparicion de una economia politica de las indias, en revista udea abril...

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w i l) li €ó'thÉ6 ,,fu#:e\, ''r-§ xr*prLü.J üE ÚÑtx econ¡cr"íA PÜLú-rcA ,Ir.Il¡¿1ri s;-t ft ria# J*inUo Stnnrs D€ nnr¡cdrl4 t VOI 'fq ü zz¡ .Ao-!,...i Mqc. Gerrnán Colmenares l ? 1. De lo ePisódico a lo imaginario A to t^rgo del siglo de'la conquisa se usaron expresiones com<l enrada' cabalgada' rancheo' descubri m i ento, conqu i sta, paci fi caci ón' ¿Desi g- naba cada una de estas patabras siuaciones espe- clficas reconocibles fácilmente por qulenes ptticipuUun en ellas? En las crÓnicas de la con- ouisla estas expreslones tienen un carácter moral' É;;il, el ,eiato casi ininterrumpido de los he- chos de armas las presentan como ocasiones' que á.-r,ingunu rnanera eran equivalentes' de ganar tronra y fama. Por lo menos res generaclones sucesivas de ocupantes españoles participaron' rnn exoectativas renovadas' en estas acciones' La ffiriilt*ra personal debla decidir sobre quiénes ," t,uUorfr, en alguna expedición que terminaba ñor sanarun Re ino, pues era mucho más frecuente il"it'p, ." sórdidas escaramuza§ o en grandes descalabros' -T; ñ crónicas cada expedición conquistadora ouela firdrse con rasgos individuales y únicos' ür, tr".tio, de incide ntes dramáticos combina Ia f*tlnr.iOn del libro de viajes con la de las aven- *t* Otta.U"lladas de las primeras novelas' Hoy' noÁ ¿i«.if advertir que la cabalgada reproduc{a io1 inci¿"ntes dc la enrrada o del rancheo y que ¿.tiot t multiplicaban en dimensiones mayores en ir.-p"OOt¿" conquistadora' EI repet'torio de inci-

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€ó'thÉ6 ,,fu#:e\, ''r-§ xr*prLü.J üE ÚÑtx econ¡cr"íA PÜLú-rcA

,Ir.Il¡¿1ri s;-t ft ria# J*inUo Stnnrs D€ nnr¡cdrl4 t VOI 'fqü zz¡ .Ao-!,...i Mqc.

Gerrnán Colmenaresl

?

1. De lo ePisódico a lo imaginario

A to t^rgo del siglo de'la conquisa se usaron

expresiones com<l enrada' cabalgada' rancheo'

descubri m i ento, conqu i sta, paci fi caci ón' ¿Desi g-

naba cada una de estas patabras siuaciones espe-

clficas reconocibles fácilmente por qulenes

ptticipuUun en ellas? En las crÓnicas de la con-

ouisla estas expreslones tienen un carácter moral'

É;;il, el ,eiato casi ininterrumpido de los he-

chos de armas las presentan como ocasiones' que

á.-r,ingunu rnanera eran equivalentes' de ganar

tronra y fama. Por lo menos res generaclones

sucesivas de ocupantes españoles participaron'

rnn exoectativas renovadas' en estas acciones' La

ffiriilt*ra personal debla decidir sobre quiénes

," t,uUorfr, en alguna expedición que terminaba

ñor sanarun Re ino, pues era mucho más frecuente

il"it'p, ." sórdidas escaramuza§ o en grandes

descalabros'-T; ñ crónicas cada expedición conquistadora

ouela firdrse con rasgos individuales y únicos'

ür, tr".tio, de incide ntes dramáticos combina Ia

f*tlnr.iOn del libro de viajes con la de las aven-

*t* Otta.U"lladas de las primeras novelas' Hoy'

noÁ ¿i«.if advertir que la cabalgada reproduc{a

io1 inci¿"ntes dc la enrrada o del rancheo y que

¿.tiot t multiplicaban en dimensiones mayores en

ir.-p"OOt¿" conquistadora' EI repet'torio de inci-

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¡r

dcntcs que dahra lugar a las clónicas habfa sidoestabiccido de anl,cmano. Cada cntrada. cada ca-

balgada, iba fijando con rasgos cada vez más nfti-dos la estnrctura de geslos previsibles. Por cso, 1o

que se exhibfa cn las crónicas corilo cl dcsplicgqcde voluntadcs sobrehumanas para supcrar la ad\versidad adquiere en su lectura la monotonla de

fórmulas rituales y de las corrvencioncs dc ungéncro. La expcct.ativa ante io marar,iUoso se vatrocando dc esta ¡nancra cn una colección dc rcs-puestas estercoüpadas y equfvocas manienidas a

lo sumo para vaJorizar vioiencia.s inauditas o parajusti fi car excesos inhumanos.

Movidos por cl dcseo dc exaltar la importanciade los acoruecimien'ros dc la conquista, los hi.sto-

riadorcs del siglo XIX buscaron conscientemcnteretener la urgencia dramática transmitida por las

crónicas. El pcrfodo de ia conquista le.s parccía la

materia ¡ror excelencia dcl hi.storiador, aquélla enia que un dcsplicgue abigan'adil dc acontecimicn-tos pcrmitla mantcncr indcllnidamente ei interésnarrativo. Influidos por los rclatos de Prescott,quei-fan ofrccer el espcctáculo dc enfrentamicntosheróicos entre sobcranos indlgcnas y caudilios dela conquista como una metáfora que revfmfa losanteccdenl"es de civilizaciones incompatiblcs y co-mo la culminación dramática de una aventura dc.s-

mesurada. El positivismo dominzurre a finales del

siglo y a comienzos de éste quiso complctar cste

cuadro sumándole su propia pcrcepción dc una

evolución ascendenlc. El resulttdo final dc la Lcn-

sión hercúiea de la conquista debfa scr un anuclf-max en cl que florcccrfan ios esfuer¿os cotidianospara crear una nueva patda, El drama de la cics-

trucción de las Indias rcsultaba ser asl apcnas c1

preámbulo de la aparición en el Nuevo h4undc dcuna copia fiel de la patna española y el trasplante,ojalá sin a)leraciones, de su raza, de su ]engu4.¡:dcsu rcligión. Estos, como se sabe, son los piadosossentimientos que han querido transmitir las histo-rias patrias.

" En años recientes, bajo la inl'lucncia de la no-ción de larga duración y el impcrio de las cstmc-turas, ios aspectos más episódicos dc la conquistahan tendiiio a.desdcñarse. En ella sc subraya más

bien cl sustrato econólnico, el caráctcr dc emprcsa

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lil{,.

privada o la configuración social de las huestes

conquistadoras. Más recientemente, el interés se

{rarlesplaz-ado todavla más. No sólo seha abando-

naclo la trama voluntarista, en la que querfa resal-

tarse una energfa heróica y transfonnadora, sino

que ios aspectos económicos y sociales se presen-

tan como algo secundario. Ahora, la conquista

tiende a aparecer más bien como una empresa de

lo imaginario. Se enfrenta el problema de la extra-

ñeza atlsoluta que debió producir en el europeo la

preseircia de un rnundo inaudito y la manera como

se vio obligado a recomponer sus esquemas men-

'tales. En cste reacomodamiento no sólo intervinie-ron.nuevas nociones éticas, teológicas y polfticas

sino tanlbién viejos sedimentos de fantasfas y de

mitos que d,e pronto parecfan cobrar una realidad

inesperada.'

Con esta exploración del mundo de las ideacio-, Des se ha querido tender un puente entre una his-

toria fragmentaria y episódica y ia búsqueda de

una historia estructural. Cada episodio aparente-

mente aislado debe quedar inscrito en una red de

sipilicaciones y temiür a las estructuras mentales

que 1o presidell. Con esto se encadena co2-otros

episodios no por una n-)era apanencia exterior de

causa-efecto sino por su sentido. La presunción

más lundamental de la tristoria como disciplina no

consiste en que el olrlen sucesivo de los aconteci-

mientos se encadena en series de causales sino en

que los hechos de un pasado, próximo o remoto,

siguen gravitutdo en la conciencia de los indivi-duos y de las sociedades.

Pam la conquista, en donde parece dominar ioepisódico, este problema es rnás aparente que para

otros pcrlodos. Por esta razón no debe perderse de

vista que la apariencia espasmódica de ia pura,acción iba creando unas estructuras dentro de las

cuales toda acción ulteriordebla desenvolverse. El

., aparente aislamiento de acontecimientos que obli-gaba a encadenarlos en secuencias cronológicasseparadas por episodios que se desarrollaban en

escenarios diferentes (Santa Marfa del Darién,Santa Marta, expedición de Belalcázar, etc.), debe

desaparecer ante Ia percepción de l¿s formqs ge-

neralizada§, casi rituales en que se iban reperto-riando los incidcnte s.

2. Ala espera de los "secrelos de la tierra"

A pertir de su establecimiento en S.¡nta Ma¡{a

ia Antigua del Darién ( j 510), Ios ex/dicionarios '

españoles estuvieron confinados en'l¿s costas de

Tiln'a Firme por el transcurso de mfu de una

generación. Este debla ser una especie de üempo

mDerto y tedioso si se piensa en la excitación y Ia

ansiedad de las aventuras de conquism. Gran parte

de las vidas de los hombrcs que vinieron a Santa

Marla La Antigua (1510-1524), a Santa Marta

(1526) o a Cartagena (1533) transcurrieron al ace-

cho de la gran avenrura y se gastaron en escaramu-

zas ignominiosas, sin hottor y sin gloria- Todavfa

en 1539 el obispo de Santa Marta, Juán Femárdez

de Anlulo, describfa la situación de unos 180

españoles que quedaban en Santa Marta como la

de condenados a galeras, en quienes sólo alentaba

la esperarua de la "entrada }arga" de Jiménez de

Quesada, de quien nada se sabla desdé su partida

hacla tres años.'Los términos impre,cisos dc ia jurisdicción de

las cuatro gobcmaciones de Tierra Firme (Casülla

del Oro, Carlagena, Sa¡ta Mana y Ia gobernación

de los Welser en Venezuela) se asignaron como

territorios de opemciones comerciales. Cada go-

bemador gu ard aba cel os am ente I os privilegi os pa-

trimoniales garantiT.ados por su capitulación,pafiicular con la Coiona aul)que con demasiada

frecuencia se produclan intrusiones entre una go-

bemacién a otra. De alli que se reiteraba la prohi-

bición de entrar a "rescatar y contratar" en el

territo¡io de las gobemaciones vecinas. En Laprác-

tica, estapretendida contratación no sra otra cosa

que el derecho de entrar a saco en los poblados

indfgenas.Nada, en estos primeros t¡einta añ'os de ocupa-

ción de la Tierra Firtne, hacla pensar en una em-

presa colonizadora. Existla una curiosa situación

para los hombres que habían_pagado hasta quince

ducados para serdesembarcados en un punto ciego

-al otro lado de los mares. Según PedroFemández

de Lugo, muchos crelan que sólo se trataba de

llegar, cargar el oro y,volver ricos a España en

cuestión de un insmnre.' Sus medios de subsisten-

cia dependfan de entradas y cabalgadas que no

ea

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eran olra cosa que empresas rle rapiña, vcrdadcras

razzias que iban en pos de las piezas de oro de los

indios, cuando no de esclavos que se "herraban"

en la cara para vender en ias isias o en las pesque-

rfas de perlas. Este género de vida era asolador no

sólo para los indfgenas sino también costoso en

hombres para los mismos españoles. Permanentc-'mente habfa que recurrir a las islas o a España por

nuevos contingentes para reemplazar las pérdidas

cotidiana.s de soldados. A pesar de esto, los asen-

tamientos podfan Ilegar a sobrepoblarse en ocasio-

nes y entonces debfan multiplicarse las entradas o

iniciar una aventura de más largo aliento.Por ningún lado aparecfan huellas de un csta-

biecimiento destinado a durar. La expectativa de

estas avanzadas era la cle obtencr suficiente oropara retomar a España. Una expectativa que se

alimentaba con cada nueva entrada o con el pre-

sentimiento de un hallazgo inminente de los "§e-

cretos de la tierra".Las primcras ciudades tenlan el aspecto prcca-

rio de campamentos militares en los quc los solda-

dos se albergaban en boltlos d( pojo y de donde

esporádicamente salfan cabaighdas a a¡ol1llOs .

- pueblos delos indiss. Esus guamiciones se abas--ieCran

ccrn iasabe o mafz que los capitanes hacfan

traer de Santo Domi¡igo. La distribución de estos

mantcnimientos endeudaba a los soldados y daba

la parte del ieón a los capitanes en el repano del

botln de Ias entradas. El confinamiento permanen-

te alimentaba mutuas suspicacias, como entre una

banda de ladiones que tenfan que espiarse cons-

tantemenie para evitar que alguno se dedicara a

asaitar a ios indios por su cucnta.u

3. La espada más galana

-El carácter privado de las empresas de conquis-ta) convir[ió a los primeros gobemadores que ha-

bfan capitulado con la Corona en una mezcla de

empresarios )' aventureros, de caudillos militaresy cle dispensadorcs de lajusticia real. La atribuciÓn

contractual de funciones públicas y el ejercicio

simultáneo de negocios privados dieron un carác-

ter @cuiiar a los caudillos de las hucstcs de Ia

conquista. Aunque cn teorfa estaban su.ictos a rcs-

iricciones lcgalcs que. Fnco a poco se iban elabo-

rando por parte de una purocracia imperial, cle

hecho se beneficiaban fon la dispensaciÓn que

proporcionaba la absolui¡ ausencia de anteceden-

tcs de sus acciones,

En la conquista no inten,inieron solamente es-

tos osados empresarios, aventurcrcs y caudillos de

huestes, sino también --entre bambalinas- algu

comerciantes de las islas o de Sevilla. En la diná-

mica de Ia conguista, cada avance debfa asentar un

pie en lo ya conquistado. La acumulación de capi-

tal necesaria para las empresas más vastas (la

conquista de México, la del PenÍ o la del interiorde la Nueva Cranada) se obtuvo a través de lamisma conquista, concebida glogalmente como

empresa. La explotación inmisericorde de los pri-

meros sectores de esta empresa y el provecho que

iba a parar en manos de los comerciantes que

abastecfan las avanzadas españolas eran Ias fuen-

tes de financiación de penetraciones ulteriores. Un

mecanismo de reinversión operaba no solarnente

en ias especuiaciones de los comerciantes estable-

cidos en Scvilla o en las islas sino que se reprodu-

cfa, en escala mucho más modesta, entre ios

iapitanes y los solclados de las huestes.

Un episodio en el que se entremezcla una gama

muy variada dc motivaciones servi¡á para iiustrar

las relaciones que se tejfan entre caudillos, funcio-

narios, comerciantes y simples soldados"

En abril de 1527, descontentos con el repatto

del botln de las cabalgadas, la mayorla de los

capitanes se conjuraron contra Rodrigo de Basti-

das y 1o apuñaiaron. El gobemador quiso retomar

- a Santo Domingo a curarse de sus heridas (de las

que finalmente muriÓ) y dejó a Rodrigo Alvarez

Paiomino como su lugarteniente en Santa Marta.

Los conjurados emprendieron ia fuga y. aJ parecer'

casi todos perecieron en combates contra 1os in'dios. El resto de ios pobladores. descontcntos tam-

bién con los proce.deres detr gobemador, eligieron

definitivamente a Palomino. A §u tumo, la Au-

diencia de Santo Domingo nombrÓ a Pedro de

Vadilio para reemplazar a Rodrigo de Bastidas,

Vadillo y Palomino se concertaron para companir

la gobemación y sn una cudosa ceremonia comul-

garon -iitcralmente- con Ia misma hostia.

En el curs_o de los diez y ocho meses que siguie-

a^

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il'

; ron, Palomino anduvo muy activo rancheando ca-

i,, serfos y esclavizando y herrando a Ios indios. l-os

¡,.pmvechos de estas correrlas, que los dos gobema-

i,':dores se repartfan, iban a parar finalmente a la

it- Española, a Cuba y a Jamaica en di'¡ersas opera-

l, ciones comerciales. Pedro de Cifuentes, un comer-

ii ciante de Santo Domingo con el que Palominoi mantenfa correspondencia, se encargaba no sólo

ii de atender las necesidades de vituallas de la avan-

!. zarja espanola en Santa Marta sino también ciertos

i: caprichos indumentarios del flamante gobemador.

[, En una oca-sión este úttimo pedfa al comerciante el

I, ,,envlo de calzas, camisas, bonetes y borcegules'

['encareciendo que fueran "los más ricos" que se

i, pudieran obtener en el rnercado de las islas. Otros

I objetos como puñales, rodela, adarga y espada

[, ¿e¡fan ser también "los más galanos" y las holan-i,

das, las tganas y los terciopelos "los más finos".Todo este fasto, que dcbfa pagarse en oro, estaba:desrinarJr: a realzar la frgura dei personaje en una

frontera inhéspita, en.medio de rudos soldados que

lo hablan elevado.y de correrfas y guazabaras

dpstinadas a esquilm.ar a Ios indios. PaJomino que-

rla sin duda emularcon su colega Pedro de Vadillo,pues pedl'a una capa de damasco negro con tiras de

terciopelo que tenla que ser semejante a la delgobemador nombrado por 1a Audiencia.

Resulta irónico que Palomino ni siquiera hubie-

ra encontrado una ocasión propicia para lucir todos

estos esplendores pues murió ahogado en una ex-

pedición a la Ramada a comienzos de octubre de

i528. Unos meses antes de este trágico fin, el

comerciante de Santo Domingo que se desvelaba

por atender los refinamientos de Palomino Ie es-

cribla avisándole el nombramiento que habfa he-

cho 1a Corona de un nuevo gobemador de Santa

Marta. El comerciante halagaba a Palomino insi-nuando que el soberano, que Io habfa pasado por

.alto al nombrar a Garcfa de Lerma, seguramente

reconsiderarfa este nombramiento al enterarse de

Ios servicios que Palomino habfa prestado en Iapacificación de los indios. En todo iaso no parecfa

confiar excesivamente en la gratitud del monarca

pues aconsejaba veladamente a Palomino que no

reconociera al nuevo gobemador,o

La polftica se entremezclaba de tal manera con

los negocios que, aJ ponerse en contacto con las

Indias, ni siquierarlos reprcsentantes de la Corona

escapaban a Ia tftacién de obtener algun beneñ-

cio. De alll que surgieran frecuent¿s conflictos

entre los empresarios financiercs o los hombres de

toga desfácados en la Audiencia de Santo Domin-

go y los soldados que entraban a saco en los

pueUlos indfgenas para apropiarse de un botfn. Elreparto suscitaba querellas enconadas acerca de

los privilegios de ios hombres de negocios y de la

flaqueza de lo que tocaba a los soldados. Los

oficiales de la Corona solfan quejarse también de

Ios abusos cometidos por los caudillos en detri-

mento del Tesoro Real. Todas estas querellas sur-

glan tanto por la ausencia de una verdaderajeraiqula milit¿r y la impopularidad de caudillos

improvisados como porla insufi ciencia misma del

botln que debfa repartirse. La conquista se imponla

entonces como un hecho rniliur destinado¡ an-pliar las disponibilidades de distribución y a cal-

mar las ambiciones nufridas en 1a espera'

4" Aperrear, quenrar dar tormento --

El descubrimiento de América ha sido descriro

como eI descubrimiento que el yo hace del otro.?

La extrañeza radical de un nlundo nuevo, que se

habla sustrafdo hasta entonces al conocimiento del

hombre europeo y ion elIo al marco general en el'que reposaba su concepción de la unidad humana,

la Revelación, debla conducir, por medio de tan-

teos, a una reconstrrlcción posible de esa unidad.

Ent]€ tanto, la distancia que separaba la percep-

ción europea de los hombres vivientes americanos

debfa irse Ilenando provisoriamente con lo que se

ha designado como un espacio de la muene." Este'concepfo, que busca describir aquellos aspectos

oscuros y brumosos de una conCiencia turbada por

ocultos terrores, debe acercamos.al tipo dg rela-

ción que dominaba ertre Ios ocupantes europg-os y

los indfgenas amenealo-s.

La pretensión de superioridad cultural porpafie

de los españoles, que perpetuaba.irna larga tradi-

cióneuropea frente a Ios bárbaros,v atribufa r4§gos

de inferioridad moral a los unericanos: sodomfa,

canibalismo, idolatrla, eran {allas fundamentales

en la vida fntima, en llr vida social y en la relación

.)E

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ñ)ás c,sri¡..i{rl pam ia idcologla clorninante , la rcii-giói.l. quc dcspojaban al inrjfgcna de su h¡;lmanidad,A éstos sc añadían ol,:os iasgos atribuidcs conven-cio¡ralmeirlc a )os piieblos r".\árbaris: lerocidad,cruciriari, b¡ltaliria<i, inc.iinacrón constante a Iüiraicióll o a la mentira Todc aouello oue sc suslraladel otro cn su conciición humarra o que se agr"egaba

como ra.lgos de besLiaiidad o de barbane iba gra-

duanitj ia pr-opia 'ccstialidacJ ,v la piopia barbarie

cn el lraic de los cspañoles hacia los indlgcnas"lltsrir,. de cslas prol,cccicncs mcntaies debla

moversi: ia ex¡,ericncra dc las cabaigariui:as que

asolaion ios pucbicis indÍgenas rle Tien'a Fi r¡ne

entre L:1 10 v 1540 Esas e xpadicioncs ccnfigrrra-ron una estructirra iurabie en ias relaciones entreocupantcs e.spañole"s i, pueblos indlgenas. Confi-na<ios en pobia.dos preciLrios, los espa"ioles tenlandcianlr: ¡iui,'o u¡re elipeciativa indeflnida de de-spo-

.iir,q. Lo gric sc oblcnía brieila¡ncnle en los re,qcatcs

aulori,-aijo-s por la (iorona *spaiicl:r, pcdía muiLi-

¡iiic;ii'se con ¡.:;.ign¿2,'as, cort ri leror ], con la ior-'ir"rra El hi'.cht dc quc 1os indii:s se r.icsprendicran

'Jcl C,rr' rofi ur¡i: f ;i:iliÍl'J rsonrilros;r re ci,'liiab,a;¿.s

c.rigen;ias por fraÍe oe los invasorcs. Si sirrglaaJgúr asorno dr rssisienci:l o cie ocultamientc dcios lesoros. c§to se atnbuía a uil¡ malicia acon.cc-jada pclei demonio. En las bruma.s dcl e.rpacio Cc

la rnucne ei aío J,cl dcmonirr andaban junlo-s pilcsias oirerrias ircígenas dclrían es'Lai- iiedicaoas al

mdigrro. El o¡o iugana iambién conro vchfculoca.si r:¡icil^¡sirro de coirunicaciiin en1.re (ii inilgcra¡'e3 ini.'a.sor. A irar¡és dci oro ci intljo podía mccliria rrrgencia dr io.' ciest-.o,s inciri,.lprcrrsiblcs de losccnguist;'dores, E} o;-o anunciaba 1a ir¡;linencia dc

la nruerl,i: y Cc 1:i i-oillli:a. esiaba presc¡r1c en el

lei; or fiue fiuscaba qucbrai su y oiunt ad, hacla pane

e.sercral del csp;icitr de la muc.(e.;t'Ei r-r.¡iivciso incnial ic ia cori..luis',a cstaba ill-

n-re i:G f lr r)na ltrxmíi dc a.h¡cinacroncs cn ia cue las

"oras adr:liiir-ian ¡rei-fiic.s fa;rrástrcos e iricaics. Cranpartrr rjr r:stias a-iucinacici-lcs prrrYcnlar rjc una fi-guiacioli rr^¡íi-ica rjcl oi-o, alimc.ni¡Ca pe nnaxcrl¡r-iltci.rtf t.1úr i'islones irugaces o por re)ail-s dc io ciuc

sr: había crcíric vc;-. o porlcrs icsiinroirio-c dc aque-

iio.c (llle casi ha¡ían tocad0 ai¡o o io habÍan pic-scnti¡j,l-¡ 1,.a r<¡sibilinaC oc cilco¡lr;ii una silirla

riqueza creaba un esprej ismc en el que I as ¡raiul ¡'i es

asp€rez.as de Ia vida en cste valic de lágrimasquedaban abolidas mrfio pc,r un acl,o de magia

diabóiica. EI hallaz-go de tesoros inesperados pa-

recfa suspcnder las leve.< del destino ñjadas para

cada honibre o violar ei orclen que ie asignaba su

estado dentro de la socierJaci, For esto ta1 vez

resulte ya inad ecuacla una expii cación ;:acional que

atrilruya 1a crueidad, la tortura y el terror de ios

c-q_¡_guisiadorc-s a la simpie codicia. E) peripio clc

los óbnouistadores se movfa c.n un escenario que

no sola$cnte presenLaba peligl'os reaies v tangi-

bles dc alinlafas, emL¡cscarjas 1'hambruna*s siltctodos aqueiios que ¡ndía concitar 1a irnaginación

de los que se adentraban en la*s linieblas de iodescon-ocido.

A1 a,'laliz,a¡ c} ierror 1' )a tor-rura en ias socieda-

des modeiras, Michel Taussig ha insistido en si;

ca;'ácter graiuito, e¡i el hcchc de que. se convicrten

cn fines en sí misntos \¡ gcneran una economfa

polltica del ierror, sin ne>lcs ailarenfes con Ia ra-,

cionalidad de unos ob.ielivos econórnicos. El ierro;iniiucirJo y aJ irnentadc por podcrcs abusivos he

liegaclo a scr consubsunciai con nucstra época,

Pc.rc hacc parrc tani'0ién dc ia cicación de un¡

rcalidad colom al cn el Nuevc h4unCo, i-a inniinen-cla de la cxte;-minación que se c¡.mía scblc ei

indfgena colonizado, como una sc.cueia inexorable

dei poder que pre tcndía quebrar toda resislen:;¿.,

de'nla proCucir io quc Taussig ha llam acjo c1 espa-

cio de 1a mueñe. E-sla es una form¿i Ce conciencia

profunda e inclusivc mágica, capaz de. revciar e,

sentido de la to,-rure l'de ia violencia. Se trala de

cspacio que han pe.ncl;-acio ics grancies lisionarics

¡, que han transmilido en un aclc ce fip.:racpoética: las visione-s dei in'frcr¡o dc iJorncro, Ct

\rir-giJio, de Danie. dcl Bosco, de R.inibaud o

joseph Conrad. Es cl umbral que ;uruncia la ex'.rn

ción perc que oloiga así misno u;ra ilumiriacEn la violcncja eie;-cida poi ei ¡xrder hat' u;i;

com peileira ci órr sú bi ia cie I a r' íci-i in ¿ para crea r uiiveriad objclivando ia fania-sía e.n cl discuno dcl

otr!.La expioración cic Michacl 'I-au-ssig de e-stc es.

pacio dc ia mucne rcthaza delikradanienie el

racicnalisnro_pircs cn úi no se enflc.nLan discur-sl.t

J '-r

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racionales, sean naturalistas c realistas. De alll quc

ia mera enumeración de Ias violencias cle la csn-quista se vueiva pronto monótona y se preste so-

lamente para una vaga sindicación moral. El tcnory la tortura se alimentan de slmbolos y convencio-nes que deben pcrseguirse más aliá de toda repre-

sentación racional. Pero si cn las sociedades

modemas se requiere de una peripecia inteiecrual

extraordinaria para rcproducir la cualidad mlticadei espacio de la muerte, para Ia época dc laconquista es fácii advertir la proxirnidad cntrc laexpectativa del oro, las visiones fantásticas de

Dorados y las bruma-s del espacio de Ia muerte.

Las extorsiones practicadas durante años en 1as

costas de Tierra Firme tenfan un horizonte vago de

expectativas sobre los sccretos de ia rierra. A co-

mienzos de 1534 Pedro de Heredia quiso ir cn pos

de los tesoros de Dabciba trqs ei hallazgo de las

sepuihrras clel Sinú, "¡,ensandf que estarfa ya en'lo

bueno". En su cntrada se hizb acompañar de un

cacique y de cinco indios principalcs dc Urabá.

Antes de pcnetrar en ia scmanfa hizo un aho en iajomada para toffurar altemativamenl"e a los indiosasándolcs vivos sol:rc una barbacoa. Tcstimoniosseparados del obispo y dcl alguacil de Canagcna(en 1535) coincidlan en que los caprtanes de He-

redia umtrién ahorcaban, cort¿ban manos y asaban

a los indios porque erraba¡ como gufa.s o no les

decfan dónde haliadan oro.,. Sobre Beialcáz-ar y sus capitanes se levantaron

testimonios de atrocidades semejantes. En cl Nue-'vo Reino circulaba¡ también historias dc horrorque ur fraile reportaba en i550. Allí tampocovariaba el inventario de las atrocidades: a unos ]os

habfan quemado vivos, a otros les hablan cortado

lananz,las manos, la lengua o algún olro miem-bro, a tras mujeres ies cortaban ios senos, a otros

los hablan ahorcado o los habfan dcstrozado conl1perros.

§4 ¿r$&!-o_Il'r3.e.ra una hcnami.enulcgal de

1a época" Inciusive Ia práctica de extorsiona¡ a los

caciques tenfa ciertos visos de legalidad pucsto

que en Ias capitulacioncs la Corona solfa ceder a

los conquistadorcs 1o que Ie penenccfa por c1 res-

cate de caciques y señores capturados cn ia guerra

o la mitad de sus tcsoros en cl caso dc que dichos

caciques y señores murieran en batalla^s o "des-

pués, por vfa de justicia o de cualquier otra mane-

ra'1, La imprecisión de esta cláusula parecfa dejar

a la iniciativa y a la imaginación de los conquista-

dores la manera de heredar a los jefes indfgenas.

En cuanto a ia "vla dé justicia", la sentencia de

Gonzalo Jiménez de Quesada conúa Saxipá, en la

que Io conde-naba a recibir tormento para que

revelara el paradero del tesoro del Zipa, no deja de

conterler una ironfa involuntaria. En ella se estipu-

laba que el tormento se diera "de cuerda" en vista

de que en 1a tierra, por "estar tan lejos de cristia-

nos", no habfa instrumentos más adecuados para

otro tipo de tortura.''' El castigo de todos estos excesos debla revelar-

se a la larga como una tarea imposibie. ¿Por qué?.

En parte, porque la posibilidad de emprender una

averiguación y de proseguirun juicio fr¡e siempre

tardla y dichas aciuaciones estuvieron rodeadas

por un ciima polftico cambiantc y de intensas

rivalidades. En p-1ge- umpién porque, aún en for-

mas atenuadas, ellerror se habla inscrito como un

eiem ento pcrman_c1q9_e¡ !19 ¡-clqqio¡e"-s $g q-onquis-

talólcs y conqui stados.\El'únieo proceso conl¡a la barbarie de un con-

quistador que terminó con éxito fue adelantado

apenas dos años después de ocurridos ios hechos

y cuando la Audiencia de la Nueva Cranada ya

estaba en funcionamiento. En 1552 Pedro de Sau-

ccdo mandó ahorcar a doce indios y cortar las

manos de ocho cn Mariquiu, ciudad que acababa

de fundarPcdro NuñeZPedroio. Tras un simüiacro

de juicio, los indios fueron castigados el mismo' dla. Saucedo alegó más tarde que conla muerte dc

estos indios se habla pacificado Ia tien'a y quc

ahora el resto de los indios servla mr¡y bien'

Alegaba también que toda conquista.tra(g.co;

sigo necesariamente muerte-s, fuera de ind1,ó-s-g

fuera de españoles, Pilgs no de otra manera sc

hablan ganado las Indias ni se ganarfan otros rggltorios en adciantc.'- \

A1 dictar sentencia de muerte contra Saucedo,

el oidor N{ontaño calificaba Ia gucrra que se habfa

hecho contra los indios de Mariquita de guera

injusta. Además, Saucedo habfa procedido al ahor'

camicnlo y a ias mutilaciones cuando la Audiencia

^o

Page 9: 2. Colmenares, German - La aparicion de una economia politica de las Indias, en Revista UdeA Abril Junio 1990.pdf

il

¡ va habfa sido estalllecida ett el Nuevo Reino. La

i,isentencia no dejaba rle merrcionar Ias innunrera-

ii.bles cruekiades. nruertes y tofiuras que los indios

¡:habfan suÍrido desde ei momento del descubri-

i:miento y quc nunca se habfan castigado.

¡i: Los términos de la s¿ntencia sugerlan que con

;, el establecimientc de la Audiencia se habfa instau-

i,:rado un nuevo ordcn y que, dentro de é1, eI con-

i. quisradorhabfa usrrrpado funciones superiores. La

I,,mención de la guerra injusta era un eco de }as

iirconlrcriersias que sostenlan ert España insignes

i juristas sobre el derecho de gentes. Se refería

i:,.también probablernente a la prohibición cle 1549,;",de hacer entradas y ranchcrlas. La alusiólr a Ias

; crueldades a¡rteriores daba al castigo de Saucedo

i. un carácte rsimMlico al reconocertácit¿ment¿ que

¡ jrunás s¿ volverla sobre estos hechos. Así lo admi-

i tlan los Qirlores poco después. Según elios, insistir

,, sobre el castigo de las violencias ,Je la conquista

¡'s,-1lo Lracrfa consigo ¿scándalo por estar conrpro-

li metidos casi totios los conquistadores y todavfa

fantaslas que hablnn nrovido a expcdiciortes inve-

rosfmiles, 1a suma de observaciones sobre pueblos

y costumbres inauditos o el paulaüno retroceso de

una frontera de irrealidad. Las cosas de Indias

afirmaban el carácier único de esas expedencias,

lo mismo que Ia de una convivencia coüdiana corr

indfgenas a los que para "hacer sewir" habla que

to rlurar o aterrorizar.

Por ejemplo, la-oposición radicai de }os con-

quistadores a Ias disposiciones de las Leyes nuevas

de 1542 provenfa de la comprobación de que eI

español de¡rendfa eileramente del indio para sus-

rentarse en América. Esta dependencia era ta¡tomás intensa en cuanto los núcleos españoles con-

seryaran un carácter militar. El problema residfa

err qtle 1a sociedad de españoles se resistió a perder

este carácter a todo Io largo del siglo XVI. Aunque

una converrción cronológica hace cesar el perfocto

de la conquist¿ en el rnomento del estabiec.imienio

de la Audiencia, los españoles que se esperaba que

las nuevas instiruciones aquietaran erarl los mis-mos que habfan pañicipado en las empresas ma-

yores de conquisla, a partir de 1535. No sólo las

nr¡evas autoridades los siguieron empleiurdo err

empresas de pacificación sino que elios prolonga-

ron todavfa pcr largos año§ un clima de violenciay sedición.

Ya se ha visto cónro, porejemplo,las avanzadas

españolas en Tiena Firne hacfan traer ¿basteci-

niientos de las islas con el oro exto¡'sionado a los

irrdígenas. Además, el tepartimiento de enconrien-

das,fue muy tardío en la costa. En todos los Iargos

años que prececliei:on t est.cs re¡:arritnientos no

existió el m{noÉ interés en levanlar estancias. Apesal de que los conqtristadores pretendfa.n qlle el

Jrpano de -la lierra era una condjción para su

asentamientü, las encomiendas no fueron aJ prin-

cipio otra cosa que Ia püvatización del saqueo.

Durante Jos pimeros años de ocupación del Nuevo

Reino, los encontenderos_ se-senían en libertadpara escudriñar, cada uno por su laclo, Io que los

indios mantenlan oculto de sus nranos qodiciosas.

De alll que fueran t¿m frecuerrtes las denunciasindividualizadas por torturas. La fóimula misma

empieada en las primeras otorgaciones de enco-nlicndas sugerla que }os beneficiariospodían en-

I más por cuanto Ia Corona había siclo Ia pdmera en

i: benqficiarse al habcrse ganado con la violencia-a:r: -' 14 --untos nucvos reinos.' .rL¿UIIU§ IIUÜVU}

'ÜIIIUJ. \4>- ....- \

5. I-as cosas de Indias \

El elemento más permanente dcl siglo de Iaconquista --v aún muciro riespués aunque en lbr-mas menos ostcllsibles- lire la violencia. Una vez

desencadenacla, las lustihcaciones parecfan des^-

prenrierse de Ia familiaridad con una realidad co-

tidia¡ra. Primero venía Ia experiencia de las cosas

de Indias. Luego, las perp)ejidades renovadas a.l

comprobar cómo esta expericncia se vefa contra-riada por }eyes que hablan sido inspiradas porteólogos y por horubres de toga que, residiendo en

Ia Corte, nada podfan saber de las cosas de Indras.

Las cosas de Indias son un tema reiterado, con

diferentes matices, durante todo eI perfodo colo-nial. En }a época de la conquista aludía a esa

experiencia única de violencia y de audacia que se

habfa requendo para somete r a innumerab)es gru-pos indlgenas. Se referla ternbién a la certeza de

cosas que en Europa podlan ponerse razonable-

mente en duda. Las cosas de Indias eran la slntesis

de una experiencia en la que cabi'an todas aquclias

3g

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lrar a saco en ias pertcnencias de los indios, pues

inclufan sus tierras, estancias f iabranzas. lnicial-mente 1a encomienda no dcbió scr de mucl'ro aliviopara los indios en comparación con el régimcn de

entradas y rancherías. En éstas, al menos, podía

habcr ciena censura a ios abusos ejcrcida por

algunos de los compañcros de la jomada. Ahora,la tonura y Ia cxpoliación cl'an un asunto priva'

do.''La continuidad cnire el saquco de cabalgadas y'

rancherías y 1a época dc. las cncomiendas que

prcccdió a las tasaciones de iributos (cl pcrfodo

comprcndido nlás o mcnos cntre 1-540 y 1560)

qucda dc maniñc.Eto en Ias argumcntacioncs de los

encomendcros en contra dc la aplicaciÓn d-c las

leycs nucvas. En Ia gobcmación de Popayán, en

donde los indios andaban ordinariamente rebela-

dos en muchos sitios, se evocaba no solamente los

merecimicntos dc los conquistadores por haber

sufrido hambres y muerlcs sino t¿mbién la narura-

leza indómita dc los indios, su barbarie de "gente

sin razón" o "gentes bcstialcs", cuando no su "per-

versa inclinación" o su "gran rusticidad e incapa-

cidad". El aiegato dc que muchos comieran camc

humana implicaba que la violencia proscnta por

las Leyes nuevas cra aquf una nccesidad.ro

En el Nucvo Rcino, la acusación de "caribes" y

"herbolarios" o de comerse unos a otros sólo sc

elevaba contra los panches, los cuales "no servfan"y por lo tanto se pcdfa autorización para esclavi-

zarlos, Para los cncomendcros del Nuevo Rcino,

1a dis¡:rosición queordcnaba ei castigo de maltratos

infiigidos durantc la conguista resultaba inapiica-

ble puesto que talcs maltratos se hablan hecho en

servicio dc la Corona para conquisur y pacificar.

la tierra. Adnlitfan, sin cmbargo, que habla habido

excesos. Pero ci castigo dc tales excesos, la priva-

ción de las encomicndas, dcbla favorccer al resto

de los conquistadores entre quiencs pedfan que sc

repartieran dichas cncomiendas.

El castigo por maios tratamientos ordina¡"ios a

ios indiop tampoco podla mcdirse -según los mis-

mos cnconrenderos- por el rasero corricnte de Irjusticia conñutativa. En el caso de que un espanol

maitral"ara a un indio, o Je diera un bofetÓn o Jo

in-¡uriara, cl castigo no debcrf a tencrel mismo rigor'que si la ofensa hubicra ocurrido entre españolcs.

De,lo.conlrario, Ios indios "buscafan ocasión para

ser maltratados"; no servirlan a los españoles ]hasta se rcbclarfan contra la Corona. Las cosas de

Indias invcrtían asl una rclaciÓn de derecho priva-

do y ia convertfan cn materia poiltica. Algo seme.

jante ocurrla con las rcJaciones económicas entre

españoles e indfgenas. Para los qncomcnderos, 1o

que podía extraersc dc los i nd i os no pod ía I i m itarsc

aI fruto dc un tráfico corneriial o al mero producto

dc rescatcs consentidos por los indios, según lo

estipulanlas Leycs nuevas. Lo quc se extorsionaba

a los indios tcnía cl caráctcr de un botfn de gucna

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-\. .' ,,\it,

1

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.' y hacla parte de un propósito polltico:la conquista.I Asl, segun ios encomenderos habfa una necesidad

i lógica en despojar a los indios. El despojo era una

.. ,señal por le cual los indios tlebfan entender que

ri recibirfan daño al rebelarse y que por lo tanto lesi.¿

convenla mantener la paz con los españoles.

En cuanto a la moderación de los triburos que

, debfa introducir una tasación reiterada por las [-e-

yes nuevas, los encomenderos juzgaban que sólo

debla aplicarse al ono y a las esmeraldas. Pero no

a'la ropa,la comida,las construcciones de vivienda: y otrrJs servicios sin los cuales los españoles del

.Nuevo Reino no podrlan sustentárse. Alegabanque si tuvieran que pagar por todas estas cosas, no

aJcanzarlalo que recibieran como tributo en oro y1'l'

esmeraloas.

En todos estos reclamos contra las Leyes nue-

vas se enfrentaban dos lógicas. Una, inspirada en

fines ideales como el de que los indios fueran

instruidos en las verdades de la fe, consiguieraniumbre espiritual para Ia salvación de sus almas y

fueran bien tratados y conservados. Los indfgenas,

como cualquier ot¡o vasallo de los reyes españo-

les, debfan enconrar un Iugar en el orbe cristia¡o-que era el orden polltico por exce\rcia- y dar

sentido a los fines últimos de ia monar\ufa de un'pr(ncipe

cnstiano.Esta lógica, en la que dominaba la figura pater-

nal de un monarca que debla conducir a sus vasa-

]los aI reino de Dios, chocaba con otra tógica de

sórdido sentido común o con el imperativo de

aquelJo "que no se podfa excusar". La lógica de las

cosas de Indias era una lógica pewersa, que bus-caba no sólo ia complicidad entre vfctimas y vic-timarios sino aún entre los conquistadores y laCorona. De los funcionarios nombrados por ellase esperaba al menos que supieran acomodarse yno ejercieran excesivos rigores. De esu oposiciónnacfa la visión de un mundo degradado y desdemuy femprano ]os clticos de las cosas de Indiascrefan percibir que América renfa efectos desastro-sos sobre ia moralidad y aún sobre las creenciascristianas de los españoles. La crfüca, sin embar-

90, rara vez alcmzó la virulencia de una sindica-ción directa contra la violencia. Ella entrañaba a losumo un vago malestar sobre la falra de control y

de contención en un mundo sin jerarqulas o que

rechazaba las bridas de toda autoridad. Asf, frayMartfn de Calatayud, obispo de Santa Marta y del

Nuevb Reino, que tuvo una actitud complacientehacia Ia explotación inhumana de los indios en las

pesquerfas de perlas del Rfo de la Hacha, cre{a

necesario sin embargo reforma¡ "las estragadas

costumbres y descuidos de vida cristiana" de lo-s

españoles. Recornendaba, por ejempio, la necesi-

dad de casarlos "para atajar la soltura que la came

tiene en esta tierra". Por su parte, el juez de resi-

dencia Miguel Dfez de Armendariz crela que elalma corrfa más peligros en las Indias que en

España "por ser üerra de gentilidad". Por el con-

trario, aquellos que no se contagiaban de las cosas

de Indins merecfan no sólo alabanzas sino todas

las mercedes que el rey quisiera otorgarles. Tal era

ia recomendación del capitán Francisco Arias para

Lope Montalvo de Lugo quien, segrin el capitán,

no tenfa cosas de Indias ni éstas influfan en sus

obras ni en su condición. Por su parte, Pedro de

Orsúa recomendaba la veracidad del escribano

Alonso Téllez, a pesar de Ias "condiciones malas"que heredaban los que venlan a las Indias.tS

6. "Dar de comer": los fundamentos de unaeconomía política de las Indias

Tal vez no sea aventurado tratar tódo ese mundocomplejo de ideaciones en tomo de las cosas de

Indias como el fundamento de una economfa po-

lftica. La explot4ción de las Indias no tenla para-

lelos ni ar,rtecedéntes en el viejo mundo y por 1o

tanto debla ir construyendo su propia economlapolftica. Despué.s de algunos años de experienciaen {mérica, }os encomenderos de Popayán con-

-clufan-en que aquf no habfa "la manera-de vivircomo en Castila". Por su parte, los encomenderos

del Nuevo Reino no querfan decirotra cosa cuando

insistfan en que sin abusar de los indios la tierra nopodfa sustentarse. En las indias parecfan quedar

abolidas 1as reglas sociales eonocidas y particular-mente aquellas que presidlan la distribución de losrecursos. Esto a-lteraba a su vez Ias notiones que

apoyaban las jerarqulas y por eso se convertfa en

un elemento de constante perturbación. De Ia ex-periencia de una nueva realidad debfa surgir una

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ecol'lorrl{a polflice qlle s\¡bordinaba toda prcscr-ip-

ción le¿al que viniera de 1a metrópoli y que Ia

somella a stts propios irrpcrativos. Si cntendemos

ilor economfa ¡xrlftica el coniunto de conccplos

básicos quc moldean las relacioncs socialcs a par-

tir cle una ¡rrcepciÓn peculiar de las realidadcs

materiales y dcl p'oder sobre ellas, no cabc duda de

quc los prcccptos dc la Corona española dcbfan

cncontfar una dura rcsiste¡rcia en el mundo dc las

cosas ,Je. Inrltas, lal como éstc habla quedado con-

l'rgurado ¡,or la conquista. Frcntc a las realidadcs

anredcanas, la implorila de la legislación española

r:l'r débii y tarrifa. Frcnte a un mundo reprdo por

urgencias y pcr apetitos, los nratrdatos legalcs sólo

podlan lograr un corhpromiso que se inclinaba dei

iaclo de ia ncccsidad. Las catcgolas que deblan

imponcrse cn el niancio de las cosas de Indias no

dehl;in queclar defirridas por rina polfüca del Sobe-

rano--ittt;piracla, al lin y al cai-'ro, por una concep-

cil¡n rle 1a ulliclad rjcl ortrc: r:ristiirno- sitlo por una

pclcepción r:rás i-nní-Cdiata dc 1a rcalidad' La ex-

presión más clirecta tle csta perccpción dc las rc-

alidadcs qucdó plasmada en ia fórnrula ''dar de

comer", quc los conquisLadores ernplcaban a mc-

nudo. Fijémonos en csta cxpresión'

En 1 5ó4. a sol icit rit ! ricl rcci cit llcga do presi rlen-

te Ve¡rcro rlc Leiva, cl mariscal Don Conzalo

.lirnénez clc Qr-resada hacla utl balance dc lo-s so-

brcvivicntcs tlc la avcntura que habla llevado a un

puñado dt: españoles hacía nrás dc un cuarto dc

sigio al corazólr dci Nuevo Rcino cle Granada' i'a

visión r:.ra nrelancÓlica: la ma-vorfa habla mucito'

otros habím rclornaclo a España o hablax marcha-

do a otrns partes cle 1a-s Indias. f)e la expctlición

ongitial sÓlo qrredaban 53 hombres que sc repar-

dan, segrin el nlariscal, entle hombres "de cali-

dad", de "nledialla", de "alguna caiidad" o

sencillametrtc 1a mención dc 'su nombre silcnciaba

esta circunslancia. La "calidad" de nruchos no cra

una condiciÓn odginal pues Quesada seña1aba quc

sóIa clos dc los nueve capiianes de su rclaciÓn

había¡r gozarJti de ese tínllo en el momento de ia

cxpcdiciÓl. tr-os restantcs lo habían ganado en

.nipr*rnt postedorcs dc pacificación El mariscal

nicncionaba tanlb¡irln oua ci;:cullslancia' Algunos

dc sus artliguos cornpaíctos tcnle¡ i-cperiimicnlos

con i¡idios abundantes y por io tanto tenfan dc

corner "harto bicn" o "muy largo"' Otros tenlan de

com er " raz-onablem ente", " m edi anam entc", l'm e-

nos que media¡amente" o scncillamcnte no tenlan

nada dc comer.

Transcunidos algunos meses de'sdc su Iiegada

al l.{uevo Reino, el presiclente Venero se m,ostraba

menos inclinado a satisfaccr 1as solicitudes de

pcdigüeños quc se accrcaban a la Audiencia a

pedir recomendaciones para obtener nuevas mer-

ic¿es. Segun el presidcnte, todos aquellos que se

habfan hallado en el descubrinliento y pacificaciÓn

rlei Nucvo Reino tenlan suflcientemente de co-

*ar.19La exprcsión "dar de comer" señalaba la reia-

ción de los conquistadores con dos mundos disl-

miles. Uno, el mundo de:tas instituciones feudales

europeas. Otro, el mundo de las realidades de

Indiás. Ei rcy dcbla "dar de comer" por los scrvi-

cios prestados. Satisfecha esta obligación, ei sobc-

,u,.,o t. aseguraba lealtad y servicios' La

obligación recafa también en los caudillos de las

huestes y en los gobemaciores Durante la conquis-

ta, ia Corona no podía aflrmar su autoridad sin

recurrir a este nexo de tipo pcrsonal' En ó1 sc

sustcntaba lambión 1a precaria autoridad de gobcr-

¡radorcs y caudillos y asl misnto era la fuente de

facciones que se velan favorecidas altemativa-

mente por los rcprescntantes de la Corona' El poco

,poyo qr" podla encontrar un caudillo o un gober-

nodo, .rtt'. hucsles indiscipiinadas ¡' levantiscas

residfa e,'t su capaciclad de "dar de comerl' a ios

descontentcs. Lo esenciaJ de esta reiación no cam'

biarfa ni siquiera con el establecimiento de una

Audi cnci a, encargad a de di spensar 1a justici a real'

La justicia, al frn 1' a1 cabo, debla veiar porque e]

poúr. no fuera despojado de su'suitento por el

capricno o la maidad de algún poderoso, es decir'

p.i, qu. la rapiña no se exrendiera a los bienes de

Ios mismos esPañolesi-

Por otra pane, el "comer" dcpendfa enteramen-

te de ios recursos indfgenas' tina ;' otra vcz se

insistía cn que los vecinos y estantes dg las ciuda'

des no tenlan "olros tratos y granjefas", ni comer-

cio, ni agricultura, exccpto los tributos y los

sen'icios dc los indios. En 1541 los vecinos de

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#Sanm Marta pretendfan que el Nuevo Reino con-

tribuyera con §es nrii pesos anuales para mantener

hombres armados que defendieran el puerto, pues

desde alll se habla"n ganado esas tierras "a donde

tantos üenen de comer". "Dar de comcr" señalaba,

asf una ubicación con respecto a Ios recursos indf-

genas. La ampliación de ias conquistas ganaba

nuevos territorios a la monarqufa pero ésta debfa

afiaruar en ellos la presencia de sus scrvidores

mediante privilegios legales que }es ascguraran el

sustento. Que los españoles tut'ieran de comer

dependla de un equilibrio entre los recursos indl-genas y el número de ocupantes. Los episodios de

conquista deblan prolongarse asI definitivamente

para dar saiida a gentes "ociosas" y "perdidas" que

no encontraban de comer en lo ya conquistado.

Aún si se trataba apenas de un puñado de hombres,

éstos comlan literalmente los abastecimientos in-

dlgcnas. Tqdavfa en i559 el visitador Tomás1-ó-

pcz encontraba que entre Pasto y Popayán había

un exceso de pueblos de españoles (once) y muy

pocos indios para sustenrarlos. Conclufa en que

"es poca lana, corno dice. el refrán, y tendida en

muchas zarzas"."Las cosas de Indias eran un prisma que distor-

sionaba los contomos de esquemas pollticos y de

nociones morales concebidos en Ia Europa medie-

val. En la versión más de purada de estos esquemas

y nociones, como en el caso dci Dr. Tomás IAWz,el mundo de los indios debfa cornpelletrarse muy

gradualmente c.on el rnundo de los europeos para

intcgrarse en el olbe crjstiano y para esto bastaba

un puñado de espafloles. Las urgencias más ele-

mentales, expresadas collcisamente en Ia fórmuia"dar de comer", trastocaban esta ulopfa. De los

indios que no se somellan o se rebeiaban, Ios

españolcs decfan que "no servfan". El servicio era,

naturalmente, el uso de las personas y de los bienes

de los indios que debla sustentar a los invasores.

Sin embargo, Ia misma nclción-podla trarlsponerse

a un plano polftico, conto cuando, a.l inlenlar una

nueva conquisla, se declaraba que se ib-a a "poner

el dominio y yugo rcal a los naturales dc las dichas

tierras que no estáIl a su servicio". Los indios

entraban asf, mal de su grado, como eslabones de

una cadcnainvisible enla que se servla al soberano

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43