1.memoria histÓrica de la galerÍa jose hilario lÓpez en el sector de pueblo nuevo en buenaventura...
TRANSCRIPT
MEMORIA HISTÓRICA DE LA GALERÍA JOSE HILARIO LÓPEZ EN EL SECTOR DE PUEBLO NUEVO EN BUENAVENTURA, VALLE
Vista de la galería al mar
Nunca hubo un escrito que antes no pasara por las palabras y nunca las palabras salieron sin ser encubadas en las profundas cavernas del pensamiento, por tal motivo el siguiente texto corresponde a la consignación de una parte de la memoria histórica a través de la palabra. Para referirse a la historia de la Galería José Hilario López de Pueblo Nuevo en Buenaventura es necesario remitirse a la colonia. Esos primeros españoles ubicaron después de la loma, en referencia del primer poblado en el actual centro, un pueblo nuevo, el cual empezó a desarrollarse como un nuevo centro urbano en tierras que alcanzaban a inundarse por las altas mareas, así construcciones palafíticas defendidas por muros de contención a la orilla del mar, con carreteras de lodo, fueron dando forma a lo que hoy conocemos. Los centros urbanos que heredamos de los españoles tienen la particularidad de haberse construido a partir de plazas o parques. Allí donde se ubica en la actualidad la Galería José Hilario López existió una retreta o pequeño parque que servía como espacio público y de encuentro a los ciudadanos de los primeros años del siglo XX. Los datos recogidos para construir cualquier memoria histórica nacen de la palabra, ya que no existe ningún escrito que antes no fuesen palabras. Y de ahí su valor. En épocas pasadas el valor de la palabra equivalía a las firmas de la actualidad; con una firma damos validez a lo que decimos. Y durante siglos,
nuestros ancestros indígenas, africanos y españoles mantuvieron su memoria gracias a la palabra, por esta razón los datos consignados en este documento hacen parte de las historias de gentes valiosas por su camino y memoria, quienes comprometidos con las generaciones venideras permiten un acercamiento para reconstruir el derecho a tener historia. En esas primeras décadas del siglo pasado, según el señor William Cuellar, publicista nacido en Buenaventura en la década del 40, la música era interpretada por hombres adultos chocoanos que se reunían en la retreta1 del parque a tocar músicas de papayera y vals2, a pasar allí las tardes con diferentes personas del común hasta caer la noche cuando llegaba la hora de entrar a lugares para tomar una cerveza, un trago o estar en compañía de una mujer. Justamente a 100 metros del parque, donde se ubica actualmente la parroquia Nuestra Señora del Carmen, estaba construido un caserón que servia entre otros, a los visitantes de ríos y la zona rural; como prostíbulo y venta de licor, el cual llevaba por nombre, La Chambelona. En aquella época un señor de apellido Gamboa, (el autor Yip Madrid señala que se trataba de un agente de policía municipal, oriundo de Barbacoa y de apellido Quiñonez), caminaba de esquina a esquina con un redoblante para llamar la atención y gritando “bando, bando, bando”. Con la gente aglomerada leía en voz alta todos los decretos que salían de la alcaldía. Él era el periódico, era el canal de información entre las decisiones del gobierno local y la gente. La hora con mayor afluencia de personas era las doce del medio día (12M), ya que, precisamente, a esa hora llegaban todos los productos de la zona rural que se movilizaban por ríos o por costa. Es importante resaltar que en aquella época los medios de transporte acuático se movían a vela y por la fuerza del viento que conocemos como puja y el crecimiento del nivel del mar. Esta afluencia de personas era aprovechada por el señor Gamboa para tocar fuertemente su redoblante y gritar “bando, bando, bando” y así cumplir con su labor como vocero, de allí pues, el nacimiento del periodismo en Buenaventura. A medio día llegaban las balandras dirigidas por indígenas quienes traían consigo plátanos, bananos, chontaduros y algunos peces ahumados, en especial la chaupisa3 e intercambiaban a través del trueque sus productos por manteca, sal y arroz. Según relatos de algunos mayores, algunos indígenas, llamados despectivamente cholos, pagaban sus compras con botellitas llenas de oro. Es decir, pagaban sal, manteca y arroz con oro. Los comerciantes que se ubicaban en el parque al borde del canal, después de canjear con los cholos, negociaban los productos usando billetes de medio peso, los cuales desaparecieron con el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. La relación de los cholos con las gentes de Buenaventura en ese momento era cordial, de respeto y sin violencia, de alguna manera existía un temor recíproco entre cholos y negros. Es común escuchar en la actualidad comentarios como “esos
1 Construcción a manera de quiosco de forma octagonal que se disponía en los parques inicialmente para alocuciones públicas de líderes políticos y después usada para eventos culturales y artísticos. 2 Ritmos musicales escuchados en la plaza interpretados por músicos chocoanos que habían traído instrumentos de viento. 3 Vómito de las ballenas el cual contiene pequeños peces y mariscos, recogidos y ahumados por indígenas.
cholos son jodidos” “no se metan con esa gente” y muy seguramente desde los primeros encuentros, los indígenas pensaban lo mismo sobre los afros. Entre otros datos históricos, aquellos indígenas se encargaban de arrimar al muelle municipal la madera que se utilizó en la construcción de la carrilera del tren. Los cholos traían los polines y los negros eran quienes subían estos polines a los camiones, de ahí que se diera nombre a la labor del polinero hecha por hombres extremadamente fuertes con quien nadie se atrevía a pelear. Los cholos llegaban con sus vestidos tradicionales, las mujeres con sus parumas4 y semi desnudas y los hombres con pampanilla5. Desembarcaban en Pueblo Nuevo para ser atendidos por el doctor Luis Ablanque de la Plata en quien confiaban su salud. Él era un español alto, de piel blanca, muy elegantemente vestido y de convicciones conservadoras. La historia de la familia Ablanque se ha extendido hasta la actualidad, ya que uno de los hospitales públicos de la ciudad, ubicado en la zona continental, lleva su nombre y sus nietos han heredado la profesión.
Indígena en el mercado de La Pascuala
Las balandras eran construcciones de madera, movidas a vela y usadas como medio de transporte marítimo, que tenían en la superficie una especie de iglú o caparazón de esterillas, el cual servía como protección de la lluvia y les permitía cocinar dentro de la embarcación. Por este motivo, los indígenas llegados de los ríos y las costas, no ocupaban hoteles ni residencias en Buenaventura, pues traían consigo un lugar para dormir. Los trayectos por el mar entre sus comunidades y Buenaventura podían tardar hasta 3 días.
4 Faldas tejidas y usadas por mujeres indígenas. 5 Más conocido como tapa rabo. Es un adimento usado por los hombres indígenas para cubrir sus partes íntimas.
Balandra
El escenario histórico de la Galería de Pueblo Nuevo ha sido construido con la participación de múltiples espacios, familias y personajes del sector próximo a la galería, dentro de los que se resaltan en los relatos, el futbolista Maravilla Gamboa, la familia Aguirre (quienes tenían una pequeña fábrica productora de jabón), la familia Cuellar (propietarios de la primera fábrica de pelotas de caucho en la región, la cual fue comprada por Croydon junto con la fórmula para el tratamiento del caucho), la familia García (inspectores de policía por descendencia), el doctor Juan Santos Rivas (quien llegara a ser alcalde del municipio y quien servía como prestamista de dinero, por lo que fue reconocido como el doctor casas o quita casas), los Kolembrum (hijos de un viejo árabe libanés que vendía zapatos en el Calzado el Virrey), el estanco El Vergel y su propietario un señor del Queremal, el Tucumán, el restaurante de Mariano Pinillos, la Ferretería el Sol, el Café la Bastilla, las droguerías Termarit y Continental, los Gutiérrez (que vendían la chancaca, hojas con las que se envuelve la cocada) y Carlos Fong (un chino propietario de un restaurante, su familia y sus empleados que alcanzaban a ser 50 y los cuales llegaron a obtener un cementerio propio y quienes arribaran en el mismo barco que trasportara al difunto Olaya Herrera el 15 de Mayo de 1937).
Familia de chinos llegada a Buenaventura en 1937
El padre Alfonso Gómez, el cual según la historia, tomó la decisión de transformar el lugar. El presbítero José Ramón Bejarano, canónico de Novita Chocó, políglota,
quien hablaba en latín y celebraba misas cantadas, él era registrador, notario, alcalde, auditor y conservador. Tenía el poder de cantar en sus misas los idilios amorosos y desventuras de los pobladores de la época. En sus misas relataba quienes no dormían en sus casas y avisaba dónde habían pasado la noche, además de quiénes lo habían visto y servían de testigos. Entre otros poderes, el presbítero tomaba la decisión de dar los nombres que debían llevar los niños que bautizaba, dando nombres canónicos a los niños. Conocí a través del relato del señor Cuellar, el caso de un señor que quiso poner por nombre a uno de sus hijos Washington y el presbítero de manera autoritaria le dijo: “¡No! Esto es Colombia y hoy es el día de San Custodio, así que se llama Custodio” y así cambiaba los nombres de los infantes por nombres como Sinforoso, Arcadio, Visitación y Anunciación, entre otros.
Fotografías de personajes de la segunda mitad del s. XX. Llegada del féretro del Dr.
Olaya a Buenaventura en 1937 La enciclopedia virtual más consultada en la web, define las plazas como espacios públicos relevantes y vitales dentro de la estructura de una ciudad, a su alrededor se levantan las edificaciones más representativas que habitualmente personifican el poder y pueden reflejar la dualidad del poder entre lo religioso y lo político. En ellas se concentran gran cantidad de actividades sociales, comerciales y culturales. Las funciones simbólicas, tanto políticas como religiosas son de gran importancia en estos espacios, siendo elegidas como escenario para la celebración de coronaciones, ejecuciones, manifestaciones, procesiones y canonizaciones. (www.wikipedia.com) La retreta al lado del canal por el cual ingresaban las balandras se convirtió en espacio de venta y distribución de todo tipo de alimentos, ya que el transporte de alimentos no era exclusivo de indígenas. Afrodescendientes que habitaban las zonas rurales de río y costa llegaban de la misma manera a medio día para vender sus cosechas de coco, plátano, yuca, papa china, choclo, maíz, naranja, piña y las especias fundamentales de la gastronomía ancestral del pacífico como cilantro,
orégano, tomillo, romero, cimarrón, albahaca y menta. También vendían todo tipo de pescados y mariscos llegados de ríos y mar; en especial la piangua, que es extraída en su mayoría por mujeres en zonas de pantano y fango; el toyo (tiburón) popularmente disfrutado; camarones; langostinos; corvinas; tortugas; pargos; alguaciles; gualajos; dorados; sierras y demás delicias del mar apetecidas en Buenaventura. Es esos días no era tan deseado el ñato ni otros productos del mar que en la actualidad son referencia como el piacuíl, las ostras y las almejas.
Llegada de los productos a la galería por el canal de Pueblo Nuevo
Dos mujeres recolectoras de piangua
En una fecha aún sin confirmar, terminando la década del 40, se había construido una caseta de madera sobre la retreta que después sirvió como cimiento del nuevo edificio. Según palabras del doctor Roberto Lozano Batalla, en 1952, en donde hoy vemos la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Pueblo Nuevo, funcionó el 3er prostíbulo entre los más grandes que haya tenido Buenaventura y que tuvo por nombre La Chambelona. Establecimiento bordeado por, aproximadamente, 12 viviendas a manera de satélites a su alrededor donde se expendía licor y había la oportunidad del sexo, servicio demandado por los menos pudientes económicamente ya que quienes tenían mejores recursos se recalentaban allí y acudían a La Chambelona, en donde además de amplia pista para el baile o danzas, había en su interior elegantes alcobas. A su alrededor, en dirección al canal de Pueblo Nuevo, se dieron diversos expendios del comercio propio del sector en ventas libres desparramadas sobre el piso o sobre pequeñas carretas o mesas a manera de muestrario. Ocupaba hasta donde hoy vemos el edificio de las empresas públicas municipales, que entonces no existía y desde esa esquina hasta la cabecera del canal de Pueblo Nuevo y volteando al margen derecho, sin cruzar el canal hasta el fondo colindando con las aguas del mar y desde esa orilla girando a la derecha, hasta llegar a las áreas que corresponden hoy a la parroquia con lo cual se cierra la gran manzana de en donde estuvo La Chambelona antes de ser devastada por un inmenso incendio que acabó con ella y se extendió a sus satélites. En los diferentes relatos recogidos sobre los acontecimientos que sucederían en el gran prostíbulo La Chambelona, cabe anotar que hay un recelo por los hechos, en los que se defiende o se culpa al padre Alfonso Gómez, de haber rociado con gasolina e incendiado la esquinera construcción La Chambelona y demás ranchos satélites del lugar la noche de un viernes en 1952. En 1953, Monseñor Gerardo Valencia Cano llegó a Buenaventura y transformó la única parroquia que teníamos en Catedral, que así se le llama a la Casa del Obispo. Entonces decidió, además, hacer la primera de las siete parroquias que construyó en Buenaventura la cual contaba en aquella época con aproximadamente 55mil habitantes y a ese efecto usó el sitio La Chambelona para levantar en fina mampostería la parroquia que allí vemos y en 1955 construyó la misma curia, el edificio que colinda al lado oriente de la parroquia y que en su envergadura supera la estructura de la parroquia, en la cual aplicó diversos servicios en bien de la comunidad, dándole nacimiento en ese inmueble a la Escuela de Artes y Oficios que con el tiempo y con ubicación diferente se transformó en el Instituto Técnico Industrial Nacional, que a partir de 1972 se le completó razón social, añadiendo el nombre completo de éste Obispo.
Plano y fotografía de la primera galería construida en Buenaventura
En 1954, con dineros de la alcaldía de Juan Santos Rivas y por el arquitecto Roberto Sicard Calvo es construida la segunda galería de mercado que llevaría por nombre José Hilario López Valdés, nombre del expresidente colombiano que en 1851 emancipó la esclavitud en el país y en 1853 abolió la pena de muerte por delitos políticos en Colombia y además creó la enseñanza obligatoria y gratuita, desarrolló la imprenta, impulsando así al periodismo. En 1974 durante el gobierno del Presidente Misael Pastrana Borrero y la alcaldía de Patricio Olave Angulo, se logró la construcción del edificio esquinero de las empresas públicas municipales y la remodelación de la galería, cumpliendo con el desarrollo urbanístico de Buenaventura, la C.V.C. reformó la galería tal cual como la conocemos ahora. Otro autor señala sobre el sector, que por esa época pasaba un vehículo con tanta dificultad como al igual una canoa por los esteros, pues la calle era empedrada y las aguas de las mareas las inundaban. Por esos años esta calle y sector comercial, no era más que manglares y lodo. Frente a la plazuela que hoy está el Colegio Pascual de Andagoya en la actualidad, esto era un “cangrejal” y los muchachos de la época cogían a los crustáceos en trampas y se los vendían al fallecido don Pacho Reina: su esquina está allí latente viendo transcurrir el tiempo. La Calle Valencia y sus alrededores en ningún momento era sector comercial; sencillamente era constituido por vivienda de madera y techo de zin o de paja, pues al coparse el sector comercial de Pueblo Nuevo, entonces sus alrededores se contaminaron de negocios tal como lo vemos hoy. Tal como lo dice el nombre: Pueblo Nuevo. Al ir creciendo la población civil y por ende coparse la zona comercial del centro, entonces las autoridades se vieron en la imperante obligación de crear una segunda plaza o galería de mercado en esa zona y que iniciaba a poblarse vertiginosamente, no obstante la problemática de las aguas de las mareas, al iniciarse la década de los años cuarenta, se inició los trabajos de los dragados y construcción de un muro de contención. Al robarse toda esa tierra al mar, allí se construyó la plaza de mercado y se le bautizó con el nombre de José Hilario López, esto era, donde es hoy el Edificio de las Empresas Públicas Municipales. De aquí en adelante comenzó el éxodo de gentes del interior, especialmente de los paisas y de los chinos, donde destacamos a don Carlos Aristizábal, Roberto Morales, Los Betancur, los Hermanos Paredes, con don Isaac a la cabeza; los chinos Félix y Antonio Chois, Abraham Yip, Carlos Fong, Pedro Ku, Alfonso Chen. En la calle Valencia se destacaba el único dentista, don Vicente Arango y la
única “botica” la del señor Larrahondo, padre del coronel Víctor Larrahondo, presidente del Comité Olímpico (oriundo de esta localidad). (Yip Madrid, 1953. Pág. 53)6
Fotografía del periódico de la época que registraba la inauguración de la
parroquia Nuestra Señora del Carmen, antigua Chambelona Retomando el relato de Lozano Batalla, en la actualidad podemos observar que la parte que bordea al mar, está totalmente ocupada por expendios o negocios de pescado, pesquerías, esa es una valiosa zona, ya que un trozo de tierra tiene un alto precio. El lugar se encuentra visual y sanitariamente en condiciones inapropiadas, sin embargo, el tema administrativo opera bien, ya que sus propietarios son personas con poder. El edificio colindante con la parroquia sigue siendo de la curia. Antes de la construcción final que conocemos por estos días, la Galería de Pueblo Nuevo fue testigo de profundas transformaciones. Terminando la década del 50, pasó de albergar casas donde se vendía licor y amor, las cuales fueron destruidas por el fuego a construirse una nueva zona “depurada” por la iglesia y usada por el municipio para adecuar oficinas administrativas de las empresas públicas.
6 Buenaventura en la nueva era del cambio. ABRAHAM YIP MADRID, Mayo 1993. Imprenta Departamental del Valle del Cauca.
Vista aérea de la zona de Pueblo Nuevo, 1970
El actual Director Técnico de Cultura en el municipio, el Licenciado Juan Pablo Romero Rentería, recuerda que en el año 1967 era en su parte estructural un edificio de dos pisos con una terraza. Esa terraza tenía una escalera en su parte externa, en su parte lateral y ese era el lugar de ensayo para las danzas y la música tradicional, con un grupo llamado Ritmos del Litoral, dirigido por Arturo Valoy y Jorge Eliécer Ramírez. El resto del edificio (la parte oriental) era pequeña y lo que abarcaba la cuadra era un solo nivel, era una casona grande con techos elevados y donde se distribuían los locales, que daban a las dos vías, a la calle 3 sur y a la 8 a, en las que habían locales de venta de comida, alimentación, de desayunos… En la parte externa siempre funcionaron puntos de ventas de plátano y productos llegados por el mar, tanto del Chocó como de la parte sur del pacífico, puestos de naranja, piña, papa china, banano, etc. En la parte interna de la galería ya se ubicaban puestos de venta de yerbas, verduras, pescado, mariscos y había un sector de carnicerías. Siempre junto al canal hubo venta de mariscos, pegado al canal, ya que el canal no era pavimentado como en la actualidad, y entraban las lanchas, “las mata bastantes o micayceñas” porque cuando esas lanchas se hundían, moría mucha gente.
Fotografía del canal de Pueblo Nuevo, 1970
En el corazón de la plaza se encontraban unos puestos de comida, cada uno con su propio techo a manera de quiosco interno, ya que el techo de la galería era muy alto, los accesos amplios y se encontraba la comida expuesta. La gente que habitaba regularmente el lugar eran paisas ubicados en la parte externa de la galería; en Buenaventura hubo mucha llegada de gente del interior del país y vinieran de donde vinieran aquí se les llamó paisas. En esos años los puestos ocupados dentro de la galería pertenecían a afrodescendientes nacidos aquí. Con el tiempo esto sufrió cambios hasta la llegada del segundo gran plan de desarrollo de Buenaventura, administrado por la C.V.C. Es en ese momento esa casona vieja de tres pisos, incluida la terraza, es demolida y construida la estructura que se puede observar hoy. Se conformaron los espacios de comida en la parte superior y se crearon cubículos de venta en la parte inferior, los lugares de las legumbres, verduras, carnes y yerbas, se ubicaron en el mismo lugar que se encontraban antes, es decir la nueva construcción respetó y conservó la distribución habitacional inicial de los años 60 que existió allí. Y existen aún las mujeres que venden el pescado por el lado lateral oriental de la galería frente al canal, solo que el canal no existe porque dentro del plan de desarrollo el canal fue pavimentado y sobre el pavimento se instalaron negocios. En la esquina de la calle primera con novena se construyó la estación de bombeo de Pueblo Nuevo, que tiene por finalidad evacuar las aguas lluvias cuando la marea está alta, pero que no opera.
Fotografía de la construcción de los cimientos con los cuales se taponó el cana de Pueblo
Nuevo
La remodelación de la galería y la construcción de las lozas para el taponamiento y cierre del estero o canal de Pueblo Nuevo que llegara a inundar con sus aguas hasta el antiguo hospital, ahora el colegio Pascual de Andagoya, traerían consigo múltiples y profundas transformaciones, tanto en el plano arquitectónico y urbanístico de la ciudad como en las prácticas económicas de los habitantes del sector.
Puente sobre el canal de Pueblo Nuevo, 1965
Obras de construcción del cierre del canal de Pueblo Nuevo, 1974
Rumores de desarrollo llegaron al puerto más importante del país y sin remedio el cambio fue inmediato. Pueblo Nuevo por esa época, en su plaza de mercado, se compraba y se consumían todos los mariscos y pescados frescos del día. Esto es, pescados con anzuelos y atarralla por los pescadores. Por esa época no se conocían los potentes motores fuera de borda y que hoy usan todos los pescadores artesanales; las canoas subían solo cuando las mareas estaban en puja los pescadores usaban y aprovechaban los vientos cosa que con las velas reemplazaban la fuerza humana. La llegada de los pescadores en las horas de la tarde era un espectáculo digno de admirar y de elogiar. Por estos años, en una forma indirecta, el veterinario Sr. Muñoz, padre del actual cacique político liberal Dr. Eusebio Muñoz Perea, no se sabe quien le “enseñó” que el tiburón (toyo) era el culpable de la peste de “buba” que azotaba al pueblo, por lo cual lo “prohibió” el consumirlo a la población. Así cuando iban llegando los pescadores, el veterinario en la unión de dos policías municipales le revisaban la canoa, el cual al “pillarle” el toyo, a todo el pescado se le regaba específico (creolina). Entonces, tanto los pescadores y las vendedoras de pescados, se idearon en “ahumar” al toyo y entreverlo con las especies. Este se vendía con mucha precaución y solo a los clientes conocidos se les vendía sus “veinte y cincuenta centavos” de toyo ahumado. (Yip Madrid, 1993. Pág. 55, 56) Según afirman diferentes personas mayores que habitaron el sector, antes de las reformas de la galería y el cierre del canal, no se sentían olores nauseabundos, ni desagradables en el lugar. Lo que se disponía en el mar era sacado cuando el mar bajaba su nivel, así los desechos orgánicos se vertían al mar y se descomponían en sus profundidades. Ya por esas épocas llegó el papel y el plástico a bajo costo y se dio inicio al deterioro de las aguas que bordean la isla y que conocemos en la actualidad.
Obras de cierre del canal de Pueblo Nuevo, 1974
Después de la construcción de las lozas se comenzaron a sentir los olores y el ambiente a descomposición que se percibe desde la época. Por esta razón el periodismo del momento registraba en la prensa que el Buenaventura de los años 70, no podía resolver su problemática respecto al manejo de los residuos sólidos. Es importante calcular mentalmente que a comienzos del siglo XX, Buenaventura contaba con 5 mil habitantes aproximadamente, para pasar en la década del 50 a albergar a 55 mil habitantes y después del 2010 alcanzar los 500 mil habitantes en aproximación.
Noticia de la prensa en los años 70
Con las lozas instaladas, una nueva vía, un nuevo espacio público se había generado, el cual apresuradamente fue apoderado por concejales y políticos del momento. Cada vez más “paisas” hombres y mujeres provenientes del interior del país fueron llegando y poblando el sector con sus comercios de todo tipo y de esta manera configuraron la distribución que podemos ver en la actualidad. Dentro de la galería se mantuvo un importante grupo de comerciantes nativos, que negociaban con mariscos, verduras y yerbas tradicionales, los cuales siguen cediendo su espacio de trabajo y profesión a hijos y nietos. En la segunda planta se ubicaron algunas vendedoras de plátano y las mujeres cocineras, es decir, los
anteriores quioscos mencionados por el Licenciado Juan Pablo Romero Rentería, ya no existirían más.
Fotografía de la parte externa de la galería en los años 70
Según descripción de William Cuellar, en esa galería, en las dos puntas hay unos locales. Fue construida de tal manera que en el ala derecha del segundo piso había un mini gimnasio, donde entrenaban boxeo personajes como “Jacho”. Al lado estaban ubicadas unas cisternas que alojaban el agua usada por las cocineras. Al otro lado quedaban las oficinas del administrador, de impuestos y otras oficinas.
Fotografía tomada desde el segundo nivel de la galería en los años 70
El señor Jairo Salamando recuerda en su relato que frente a la galería, en la Escuela de Artes y Oficios, enseñaba un distinguido maestro llamado Teofilo R. Potes, quien investigara intensamente sobre las raíces culturales de los negros. Era un hombre muy alto, se vestía muy bien, de pantalones de lino tradicional, no usaba zapatos, con camisa ancha de manga larga y un sombrero típico de paja. La función de su vida fue difundir las músicas tradicionales del pacífico. Él describe gratamente que en aquella época existía entre las gentes una gran hermandad. La cordialidad era sinónimo de
respeto, la humildad del negro y su respeto por el otro, del nativo de Buenaventura. Se saludaban con la venia y usaban el buen vestir para estar atentos al recibimiento de diversos extranjeros españoles, alemanes, franceses o norte americanos, a quienes se les imitaron sus nuevos vestidos. Resalta al notario José Félix quien de pies a cabeza se vestía de blanco impecable, con chaleco, corbata o corbatín, boina vasca, paraguas y zapatos blancos; siempre con mucha educación al expresarse, mucha clase con su estilo y movimientos del buen estar. Se escuchaban entonces en aquellas épocas, tertulias y encuentros musicales. De repente sonaba un guasá y un tambor y se ambientaba el lugar. Después del 60 comenzaron a llegar modernos tocadiscos, discos y amplificadores que llegaban con sonidos antillanos y se instalaban en los bares y cantinas de la ciudad. La radio se convirtió en un medio masivo de comunicación y no dejaba de sonar el disco de 78 revoluciones de Benny Moré, Cortijo, La Orquesta Aragón y un sin número de artistas cubanos que se escuchaban en esas tertulias. Comenzó a darse el famoso pick up, el que era un toca discos con una agujita y grandes parlantes. Existían en ese entonces los parlantes telefunke y amplificadores de tubos, así algunas personas abrieron espacios para escuchar música en vivo, de folclor y cuando llegaba la noche hacían montuno cubano, hasta que los parlantes iniciaban su sonido con las músicas llegadas del extranjero. Según Humberto Valverde, un gran porcentaje de la música que se escuchaba en Nueva York de los años 60, empezaba a llegar por Buenaventura. Escenario que nos abre un amplio capítulo para referirnos a la historia. La música siempre está ligada a cualquier lugar en que acontece la vida en Buenaventura, por este motivo, la Escuela Taller albergó a personajes tan importantes como Peregoyo, el pollo Burbano, los hermanos Urbano Tenorio, la época del verdadero rescate de las tradiciones musicales, en ese entonces no existían las fusiones actuales de la música moderna con la música tradicional, pues estaban en la tarea de multiplicarla en su sentido ancestral. En la galería ya se hacían reconocidas cocineras como Chencha, Pancha y Telésfora. Llegaban personas de toda clase ya que habían muy pocos restaurantes en Buenaventura y en muy pocos se ofrecía comidas de mar. Todas las comidas típicas estaban en relación con la galería. Allí nació la tradición de la actual gastronomía. En esa época llegaban las canoas con bultos de caña y se popularizó como el manjar de los nativos la caña. El caimito, fruto parecido al maracuyá que ya desapareció y el mil pesos que eran unos racimos de pepitas negras que se pelaban y se machacaban para extraer una leche y con cuya leche hacer tortas, eran los sabores de aquellos días. El señor Salamando reconoce que para él el sazón más rico de la galería pertenecía a Chencha quien considera como una institución, pues sus hijas y nietas heredaron el don. Recuerda además, que llegaban muchos extranjeros a buscar mujeres en La Pilota a donde se desplazó la zona de tolerancia o donde se ubicaban los prostíbulos y ventas de licor. Allí las trabajadoras sexuales iban con sus gringos a la galería para comer platos típicos y exóticos del pacífico. En ocasiones, el escenario
era como representa el cine a Saigón o Vietnam, con hombres vestidos de uniforme marinero, abrazados a una prostituta y caminando el sector de la galería. Era como una imagen cinematográfica cuando en las noches se encendían impactantes luces de neón en La Pilota y precisamente dentro de la galería se veían a marineros gringos, muy blancos, muy altos, sin pronunciar una sola palabra de español, untados de la comida de Chencha y Pancha, por eso son reconocidas incluso internacionalmente.
Vista de la calle por donde antiguamente pasa el canal, aproximadamente en 1978
Planteados estos hechos se puede vislumbrar un sincretismo cultural el cual define y modela los entornos sociales del municipio. La galería como cultivo para las relaciones sociales, se debe considerar como parte del patrimonio cultural de los bonaverenses a razón de su calidad arquitectónica, urbanística, histórica y fenoménica, es decir, de las experiencias de vida que construyeron el ahora que compartimos. La siguiente parte del texto pretende propiciar un intercambio orgánico entre los hechos históricos narrados por el historiador Lozano Batalla, el publicista William Cuellar, el señor Jairo Salamando, el texto de Abraham Yip Madrid y las historias de vida de algunas personas que vivieron la cotidianidad de sus vidas dentro de la galería. A partir de ahora el relato se convierte en la voz humana interna de la Galería José Hilario López de Buenaventura.
Imágenes actuales de la galería de Pueblo Nuevo, 2010
Atención García, Chencha, cocinera tradicional de 87 años Atención García, pero todo el mundo me conoce como “Chencha” desde hace 40 años o más. Cuando llegué estaba Pancha, Nelly y Evelia. Mi familia es del campo en el Micay y se dedicaban a sacar oro allá, vivían de sembrar caña, papa china, gozábamos con el guarapo y viche, allá molíamos esa caña y hacíamos guarapo. A los 14 años llegamos a Buenaventura a trabajar en casas de familias, pasé a Cali con un primo y trabajaba con sus amigos de la asociación de cafeteros y después terminé trabajando en Aguadas Caldas, un lugar muy lejos. Pero me dio mamitis y me vine pa’ acá. Me regresé con las hijas a darle a la cocina, a preparar los alimentos. Ese día llegué yo y fui a ayudar a lavar platos y a servir a una prima que le decían la calladita y en los puestos no había ningún nombre, ella tenía su puesto en la parte de abajo y ahí vendía, cuando pasó el que cobra los impuestos le dije “ay don Luis, yo quiero hacerme a un puestito pa’ vender comida, mi sancocho, piangua, el toyo y camarón”. Entonces me dice “allá arriba hay un puesto, vaya sí quiere”. Así fue que subí y fui prendiendo el fogón de una, pero la paila que tenía era chiquita y solo le cabían cinco sancochos, lo preparaba y en la misma mañana ya se me había acabado. Comenzaron a llegar más y más clientes que venían de otras partes, camioneros, conductores de la Flota Magdalena, venía mucha gente, venían del campo, del río, extranjeros y eche pa’ donde Pancha y eche pa’ donde Chencha y había mejor dicho. En ese tiempo pagaba por el puesto 60 centavos y un plato de triple valía 30 centavos en ese tiempo. Un día como Pancha era la nombrada en ese tiempo, eso a la una de tarde eso era la gente por cantidad y seguía llegando gente pa’ donde Pancha y ya se ponían a mirar que les tocaba esperar, entonces venían llegando y el que me compraba a mi ya venía todos los días. En los tiempos buenos pude construir dos casas de material con el trabajo en la galería. Es que me llegaban extranjeros del Perú, de Ecuador, que venían a negociar mariscos y ya me reconocían porque hablaban español, pero cuando llegaban los
gringos y tocaba meterlos allá, a la cocina, darles de probar a ver qué les gusta, decían con señas o terminaban donde la Ñata que ahí alguien les hablaba en inglés. Después llegaban los extranjeros que preguntaban por Chencha directamente, y ahora siguen siendo mis clientes los choferes de las mulas, de Flota Magdalena y algunos de la policía. Mis hijas se criaron en la galería conmigo, pero se educaron y ahora una trabaja como profesora, es coordinadora en un colegio y la otra trabaja en otras cosas fuera del país, aunque cuando ha necesitado, el saber cocinar la ha sacado de apuros.
Fotografía tomada desde las mesas de Chencha en el segundo nivel de la galería, 2010
Roxana Angulo de Granjas, cocinera tradicional de 64 años Roxana Angúlo de Granjas, nací en la calle Sor Vásquez, antiguamente la puerquera, pero me crié en Popayán, por el oficio de mi padre como policía. Llegué a Pueblo Nuevo por necesidad, quedé viuda y me tocó que resolver por mis hijos y tuve que aprender o aprender terminando la década del 70. Yo tengo una tía, mi tía Telésfora, hermana de mi papá. Yo, a las 11 de la mañana, cuando llegaban mis hijos del colegio, venía a ayudarle y vi que otras mujeres sobrevivían. Antes trabajaba como secretaria de abogados, pero nunca me gustó que me mandaran y que dispusieran de mi tiempo. Así que fui y pedí que me dieran un espacio. Me fui a Cali con 50 mil pesos a comprar todos los utensilios de cocina y en ese puesto habían estado muchas, pero yo vine a trabajar con Dios, con tanta fortuna que el primer mes que trabajé de ganancia me
sirvió para comprar una Paff, una máquina de coser. Así que me inscribí en talleres de cocina y así fui aprendiendo la sazón. Al segundo mes compré una estufa eléctrica de esas que estaban de moda. Viendo que me estaba yendo así de bien fui a pedirle fiado a un señor, Luis Claro, un material para construir mi casa y el me fió porque sabía que yo trabajaba en la galería de Pueblo Nuevo y me dio dos meses para pagarle, yo me vine a trabajar 30 días sin descansar ni un solo día del mes y pude pagarle al mes. En el año yo trabajaba 362 días, descansaba el día de la madre, el viernes santo y el primero de Enero, así acondicioné mi casa y los saqué adelante. Mi hija vive en Milán y mi hijo vive aquí y me dio ocho nietos. De los recuerdos que más añoro de la galería están las mingas para la limpieza de la galería. Nos uníamos todos y desratizábamos toda la galería, eso se perdió con las nuevas generaciones, porque las viejas le dejaron los espacios a las hijas y esas muchachas son muy groseras. Esas son las que se ponen a pelear por los clientes. Mi mamá me enseñó a cocinar con su refrito. Ella era una cocinera de las de verdad, de las mujeres antiguas, el refrito con cebolla, con tomate, su yerba, su aceite, su ajo,… En ese tiempo se preparaba con comino, se ponía encima de la tapa y con el calor quedaba tostadito y uno lo machacaba con la piedra, por eso la comida quedaba con ese sazón tan rico. Ahora todo es químico, los condimentos ya vienen con sal. Mis yerbas son orégano, tomillo, poleo, cimarrón, albahaca, cilantro,… La pico bien fina, le saco el tallito, solo las hojas bien picadas y se las echo a la olla o las voy macerando, después de lavarlas. Cuando el canal estaba abierto, el mar entraba por ahí y llegaban los cholos, indígenas pues, por ahí no había calle y llegaban en lanchas de vela y canalete y vendían la chaupisa. Los conocí vestidos con paruma y las cholas con las tetas afuera. De esas canoas solo se veían echando humo, pero nunca me les acerqué porque esos cholos son jodidos, son peligrosos le dicen cosas así en otra lengua. La chaupisa es un pescadito que vomitan las ballenas, eso lo ahúman los cholos, es un pescadito así solo con ojitos, lo traen en hojas y llegaba mucho en época de semana santa. Hay algunos mariscos que vienen en temporadas, sobre todo por la veda y ahora con el verano el camarón se desvía y se pone a 6mil la libra. Es que cuando comencé a vender en el ’80, un almuerzo valía 300 pesos y de cincuenta en cincuenta vea dónde estamos ahora. Yo trabajo al día, compro la remesa al día, le pago a la que me ayuda al día, claro que cuando puedo alimentar a los de la armada o a los juzgados, pues me llega una buena platica cada mes y aquí entre nosotras estamos haciendo un ahorro colectivo, que se reparte cada mes. Ahorramos 5 mil pesos por día y todos dan, hay una lista y cada mes se le entrega todo lo del mes a una persona. Porque estar debiendo a esa gente no aguanta, siempre ha habido esa gente que presta en la galería y son los que tienen a la gente decaída, Dios no permita que me pase eso a mi, pero dicen que cobran al 20% y la gente se mete por la necesidad, pero es una experiencia horrible, imagínese que uno no vende y esos tipos ahí parados como policías ahí y ponen su cara mala. Es que aquí no hay autoridad. Los políticos vienen cuando hay elecciones, vienen cuando necesitan el voto, ellos entran hasta aquí y uno tiene la mano llena de pescado y de todo y ellos le dan la mano, pero usted vota y hasta ahí llega, porque allá arriba no conocen.
La galería está administrada siempre por la Alcaldía y el alcalde de turno, pero pasan cosas. Mis platos preferidos son el pollo y la carne, es que yo no me crié aquí, yo pasé mucho tiempo en Popayán y casi no comíamos mariscos, pero cuando regresé aprendí muy bien a sazonar la piangua , el camarón y los animales de monte. María Evelia Castro, cocinera tradicional de 73 años María Evelia Castro, mi ocupación es el trabajo independiente en la galería. Yo inicié trabajando con mi mamá cuando tenía unos 19 años, iba y le ayudaba, pero en 1974 me independicé y conseguí ese espacio en la parte de arriba. En ese tiempo que comencé a trabajar fue porque mi mamá se enfermó y me tocó hacerme responsable de los muchachos de la casa porque una de mis hermanas falleció y, bueno, tuve que levantar a ocho muchachos, porque yo tuve dos. Cuando la tumbaron me salí a trabajar a los alrededores y nos bajamos como un año o más y al hacer la remodelación cogí mi puesto. En esa época mis clientes eran otras personas, no los de ahora. Ahora uno hace más platos y los cobra más caros. Es que en esa época hacía sancochos de carne, seco de piangua, toyo y camarón, esos eran los más apetecidos. Aprendí viendo y cuando me di cuenta que no había otra cosa pa’ hacer, sin estudio y sin hacer nada, me tocó meterme a la cocina, pero mire, con esto pude educar a mis hijos y ya trabajan en otras cosas, la una es maestra. A mi no me gustó que las hijas fueran pa’ la galería y les decía que no fueran pa’ allá, porque allá toca tener aguante, todo el día hay que jugar viva. Mis vecinas cuando llegué eran Pancha la vieja, porque ahora es la nieta, Nelly, María, ella murió y ahora está una nieta, Chencha que también pasó su hija y ahora queda la nieta y también Telésfora. Yo tengo una muchacha que no es familia pero es atenta y cuando yo no puedo venir ella se hace cargo de la cocina y responde bien. En aquel tiempo de los ‘70 el plato más vendido era el seco triple, camarón, piangua y toyo. No se trabajaba el piacuíl, la almeja, eso no se preparaba y como de hace unos 20 años se comenzó a hacer la cazuela, esta señora María era la que lo hacía solo los jueves y el personal que le llegaba era bastante. Se le metió hacer ese plato y vea ahora es uno de los que se preparan todos los días. Yo soy guapireña pero me trajeron a la edad de 7 años y por eso no conozco, pero me acuerdo de la chillangua, albaca y poleo que son las yerbas de la cocina de allá. Esas son las yerbas de azotea, en pedazos de canoa o esos pedazos platones de cosas viejas ponen tierra y las yerbas se producen rapidito, eso no es que tengan que estar covando ¡no! Los mejores recuerdos que tengo es cuando el canal estaba abierto y tenía que pasar por un puente pa’ pasar al lado de allá, yo vivía pa’ la Sequionda. Pero ahí arrimaban esos cholos con esas pampanillas que uno dice, ósea tapados acá, pero atrás nada, solo una guasca.
Mujer indígena en el canal de Pueblo Nuevo,
primera mitad del s. XX
Las cholas con una tela cruzada y nada más, ahora vea, andan con sus jeans y con más alhajas que uno. Venían a vender la chaupisa, el chontaduro,... Es que ellos son los que cogen eso como con un canasto o algunos dicen que con una cobija tejida. Pero a mi nunca me gustó. Vea, mis clientes eran personas de afuera de Buenaventura, pero también todas las clases de gentes, tanto buenos como malos, yo he recibido políticos de afuera y también son clientes los concejales y ex alcaldes de acá. Pero ahora con el mundo como está también llegan los otros bandidos. Los problemas de la galería es el alboroto que hacen esas muchachas en la escala peleándose a los clientes, pero yo no estoy en eso, yo ya tengo mis clientes y ellos me llegan sin presionarlos. Ellos vienen por el poder de Evelia, yo le meto con todo, camarones, piangua, jaiba, calamar, toyo y tortuga. Eso lo vendo bastante, mi plato se llama séxtuple.
Imagen de platanera o vendedora de pescados y mariscos de la galería, 2010
Como referente urbano, la galería, por cumplir un uso fundamental del suelo como plaza de mercado a lo largo de la historia. Presenta características relevantes y diferenciales propias de un activo del patrimonio cultural de la ciudad que se inserta en el escenario con funciones comerciales vitales para su desarrollo, acompañado de sus dinámicas y mutando con sus cambios en todos los tiempos, siendo el destino primordial de caminos rurales que alimentaron la ciudad con productos frescos del campo, cuya oferta al lado de bienes artesanales, saberes y haberes culturales que alternan con ventas de baratijas y segundas, convocan y confunden en medio del bullicio, los regateos, los olores y sabores a campo, a campesino y de ahí toda la escala social. (Gonzalo Duque Escobar, 2011)
MIGUEL PENILLA SUÁREZ Antropólogo [email protected] 314 711 7080