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Fernando Olavarría Gabler 150 MAGDALENA PAZ Y EL GNOMO LOSARIG

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Fernando Olavarría Gabler 150

MAGDALENA PAZY EL GNOMO LOSARIG

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Inscripción Registro de Propiedad Intelectual Nº 37100. Chile.© Fernando Olavarría Gabler.

Fernando Olavarría Gabler

CUENTOS PARA ENTRETENER EL ALMA

MAGDALENA PAZY EL GNOMO

LOSARIG

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Inscripción Registro de Propiedad Intelectual Nº 37100. Chile.© Fernando Olavarría Gabler.

Fernando Olavarría Gabler

CUENTOS PARA ENTRETENER EL ALMA

MAGDALENA PAZY EL GNOMO

LOSARIG

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l abuelo de Magdalena Paz le habían regalado unas semillas de girasol y se le ocurrió plantarlas al lado de su casa acompañado de su nieta, para que ésta las sembrara con sus propias manos, para después, observar cómo aparecerían los primeros brotes hasta transformarse en plantas. Y así sucedió. Crecieron las plantas y el abuelo le sacó una fotografía. La niña estaba feliz al lado de la planta de girasol que había salido de la semilla que ella había sembrado . Una bonita escena. Una niña hermosa y un niño girasol. Pasó el tiempo y la niña se transformó en una bella adolescente, entonces el abuelo sacó otra foto de su nieta con una planta que había crecido de las mismas semillas. Ese día toda la familia había salido. Unos se fueron de compras y otros se fueron a la playa. Magdalena Paz se quedó sola y decidió ir al jardín. Llegó frente al girasol y se puso a observarlo con detención. ¡Qué lindo era! Recordó los hermosos cuadros que había pintado Vicente Van Gogh relacionados con esta flor. En eso estaba meditando, cuando tuvo la sensación que alguien estaba detrás de ella. Se dio vuelta y se encontró con un personaje muy singular que sonreía y no le inspiraba miedo. Era de baja estatura y estaba vestido con un traje verde. Tenía sobre la cabeza una especie de boina de color marrón oscuro y debajo de sus bordes salían mechones de cabello muy rubio. Su cara mostraba alegría y sus ojos tenían algo especial que la niña no captó en un

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l abuelo de Magdalena Paz le habían regalado unas semillas de girasol y se le ocurrió plantarlas al lado de su casa acompañado de su nieta, para que ésta las sembrara con sus propias manos, para después, observar cómo aparecerían los primeros brotes hasta transformarse en plantas. Y así sucedió. Crecieron las plantas y el abuelo le sacó una fotografía. La niña estaba feliz al lado de la planta de girasol que había salido de la semilla que ella había sembrado . Una bonita escena. Una niña hermosa y un niño girasol. Pasó el tiempo y la niña se transformó en una bella adolescente, entonces el abuelo sacó otra foto de su nieta con una planta que había crecido de las mismas semillas. Ese día toda la familia había salido. Unos se fueron de compras y otros se fueron a la playa. Magdalena Paz se quedó sola y decidió ir al jardín. Llegó frente al girasol y se puso a observarlo con detención. ¡Qué lindo era! Recordó los hermosos cuadros que había pintado Vicente Van Gogh relacionados con esta flor. En eso estaba meditando, cuando tuvo la sensación que alguien estaba detrás de ella. Se dio vuelta y se encontró con un personaje muy singular que sonreía y no le inspiraba miedo. Era de baja estatura y estaba vestido con un traje verde. Tenía sobre la cabeza una especie de boina de color marrón oscuro y debajo de sus bordes salían mechones de cabello muy rubio. Su cara mostraba alegría y sus ojos tenían algo especial que la niña no captó en un

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comienzo; después, fijándose mejor, se dio cuenta de que los iris de sus ojos no eran de color marrón, ni verdes, ni azules ¡eran dorados! -No te asustes por el color de mis ojos, le dijo el hombrecito. Los gnomos, tenemos el color del iris diferente a los humanos. Magdalena Paz no podía salir de su asombro. -¿Qué me dijiste que eras? -Un gnomo. -¿Qué es eso? -Somos espíritus o seres fantásticos o genios de la Tierra. Somos enanos que guardamos o trabajamos los veneros de las minas. Nuestros ojos están adaptados a las profundidades que habitamos. -¿Qué es un venero?, preguntó Magdalena Paz - ¿Es un veneno? -¡No! - dijo riendo el gnomo. No es un veneno. Es venero. El venero es un manantial de agua, podríamos decir que es el principio de donde procede una cosa. De ahí vengo yo. Magdalena Paz no entendió lo que le decía el gnomo y optó por preguntarle su nombre. -Me llamo Losarig. Tú actuaste, al plantar la semilla de girasol e influiste para que yo emergiera a la superficie de la Tierra y te estoy muy agradecido. Es hermoso tu mundo y muy diferente al mío. Quiero corresponder lo que has hecho por mí. No sé todavía cómo, pero ya llegará el momento. Adiós mi hermosa niña, pronto nos

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comienzo; después, fijándose mejor, se dio cuenta de que los iris de sus ojos no eran de color marrón, ni verdes, ni azules ¡eran dorados! -No te asustes por el color de mis ojos, le dijo el hombrecito. Los gnomos, tenemos el color del iris diferente a los humanos. Magdalena Paz no podía salir de su asombro. -¿Qué me dijiste que eras? -Un gnomo. -¿Qué es eso? -Somos espíritus o seres fantásticos o genios de la Tierra. Somos enanos que guardamos o trabajamos los veneros de las minas. Nuestros ojos están adaptados a las profundidades que habitamos. -¿Qué es un venero?, preguntó Magdalena Paz - ¿Es un veneno? -¡No! - dijo riendo el gnomo. No es un veneno. Es venero. El venero es un manantial de agua, podríamos decir que es el principio de donde procede una cosa. De ahí vengo yo. Magdalena Paz no entendió lo que le decía el gnomo y optó por preguntarle su nombre. -Me llamo Losarig. Tú actuaste, al plantar la semilla de girasol e influiste para que yo emergiera a la superficie de la Tierra y te estoy muy agradecido. Es hermoso tu mundo y muy diferente al mío. Quiero corresponder lo que has hecho por mí. No sé todavía cómo, pero ya llegará el momento. Adiós mi hermosa niña, pronto nos

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veremos nuevamente. Diciendo esto, el enano trepó por el alto tallo del girasol y al llegar a la flor desapareció súbitamente. Se habrá metido a la planta y navegando por la savia del tallo habrá alcanzado las profundidades de la tierra donde él vive, pensó o se imaginó Magdalena Paz. Pasó una semana y se aproximaba Navidad. Magdalena Paz decidió ir al centro de la ciudad para comprar un regalo para sus padres. Sacó dinero de la alcancía y se dirigió al paradero de microbuses. Cuando estaba caminando se acercó un individuo de mala catadura que, sacando un cuchillo, la amenazó para que le entregara el dinero que llevaba en la cartera. Magdalena Paz se acordó entonces que, habiendo salido a la calle, tuvo dudas sí había puesto el dinero en la cartera y abriéndola contó los billetes. Seguramente el delincuente había visto la escena y la había seguido. Bastante asustada por la amenaza y el cuchillo, la niña iba a entregarle la cartera al delincuente, cuando apareció, no supo cómo, el gnomo Losarig, que caminó hacia el ladrón y amistosamente le dijo que le entregara la cartera a la niña y él le iba a pagar con una moneda para que no asaltara a su amiguita. Después debía desaparecer de su vista. Lo agarró de la muñeca que hizo caer el cuchillo acompañado de un grito de dolor y luego le puso en la palma de la mano una moneda de oro. El dolor y el miedo aparecieron en el rostro del asaltante y dando media vuelta echó a correr perdiéndose de vista en una esquina.

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veremos nuevamente. Diciendo esto, el enano trepó por el alto tallo del girasol y al llegar a la flor desapareció súbitamente. Se habrá metido a la planta y navegando por la savia del tallo habrá alcanzado las profundidades de la tierra donde él vive, pensó o se imaginó Magdalena Paz. Pasó una semana y se aproximaba Navidad. Magdalena Paz decidió ir al centro de la ciudad para comprar un regalo para sus padres. Sacó dinero de la alcancía y se dirigió al paradero de microbuses. Cuando estaba caminando se acercó un individuo de mala catadura que, sacando un cuchillo, la amenazó para que le entregara el dinero que llevaba en la cartera. Magdalena Paz se acordó entonces que, habiendo salido a la calle, tuvo dudas sí había puesto el dinero en la cartera y abriéndola contó los billetes. Seguramente el delincuente había visto la escena y la había seguido. Bastante asustada por la amenaza y el cuchillo, la niña iba a entregarle la cartera al delincuente, cuando apareció, no supo cómo, el gnomo Losarig, que caminó hacia el ladrón y amistosamente le dijo que le entregara la cartera a la niña y él le iba a pagar con una moneda para que no asaltara a su amiguita. Después debía desaparecer de su vista. Lo agarró de la muñeca que hizo caer el cuchillo acompañado de un grito de dolor y luego le puso en la palma de la mano una moneda de oro. El dolor y el miedo aparecieron en el rostro del asaltante y dando media vuelta echó a correr perdiéndose de vista en una esquina.

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ella estaba. Empezó a gritar pidiendo auxilio pero nadie la oía y la oscuridad era completa. En esos instantes se dio cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de salir con vida. De pronto advirtió que alguien se acercaba nadando vigorosamente y llegaba hasta ella. ¡Era Losarig!. ¡No te desesperes! - le gritó - ¡Sujétate de mis pies! La niña se tomó de los tobillos del gnomo con ambas manos y éste empezó a nadar ¡Con tal fuerza!, que alcanzaron en poco tiempo la nave. -No te sueltes. ¡Agárrate bien! Le dijo el gnomo y éste, aproximándose al casco, trepó verticalmente, como si tuviera ventosas en las palmas de las manos, y llegaron a la cubierta por la misma parte donde Magdalena Paz había caído al agua. -No te aflijas, mi niña- dijo el gnomo. Todo lo que ha pasado ha sido un sueño. Magdalena Paz despertó en su cama. Estaba aterrada y su cuerpo empapado, no por el agua salada sino por el sudor que le había provocado la pesadilla. Se levantó. Se cambió de camisa de dormir y siguió durmiendo hasta la mañana siguiente. Despertó tranquila y sintió que habían desaparecido todos sus miedos. Tuvo otros sueños, pero eran placenteros. Soñó que su amigo, el gnomo, la invitaba a una fiesta. Ésta iba a efectuarse en el mundo fantástico de Losarig. Era el mundo donde él vivía.

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Magdalena Paz, impresionada por la escena, no sabía si darle las gracias o abrazar a su pequeño héroe que la había librado de un angustiante contratiempo. Losarig le sonrió bondadosamente y luego se alejó lentamente confundiéndose su imagen entre los transeúntes. La niña al llegar a casa, contó lo sucedido a sus padres y ellos comentaron lo extraño del relato. El asalto era creíble pero la historia del enano que había surgido de la nada a salvarla… Ésta niñita parece que heredó la imaginación y fantasía de su abuelo, dijeron. Magdalena Paz quedó muy nerviosa durante ese día y en la noche tuvo una pesadilla. Soñó que iba navegando en un gran transatlántico. Era de noche y el mar se veía negro como el alquitrán. Después de la cena, en un lujoso comedor, salió a pasear por la cubierta para respirar aire puro porque se sentía algo mareada. Se apoyó en la baranda y se inclinó hacia adelante para observar la estela blanca que dejaba el barco pero se afirmó justo en la parte de la baranda que tenía una puerta que se utilizaba para evacuar a los pasajeros en caso de naufragio y ésta no la habían cerrado con el cerrojo correspondiente. La puerta se abrió al girar sus bisagras y Magdalena Paz cayó al agua. La caída fue de mucha altura. Por suerte la niña era una buena nadadora, cayó verticalmente, se hundió varios metros y después de fuertes braceos salió a flote. Con horror vio que el barco, con todas sus luces encendidas, se alejaba de donde

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ella estaba. Empezó a gritar pidiendo auxilio pero nadie la oía y la oscuridad era completa. En esos instantes se dio cuenta de que no tenía ninguna posibilidad de salir con vida. De pronto advirtió que alguien se acercaba nadando vigorosamente y llegaba hasta ella. ¡Era Losarig!. ¡No te desesperes! - le gritó - ¡Sujétate de mis pies! La niña se tomó de los tobillos del gnomo con ambas manos y éste empezó a nadar ¡Con tal fuerza!, que alcanzaron en poco tiempo la nave. -No te sueltes. ¡Agárrate bien! Le dijo el gnomo y éste, aproximándose al casco, trepó verticalmente, como si tuviera ventosas en las palmas de las manos, y llegaron a la cubierta por la misma parte donde Magdalena Paz había caído al agua. -No te aflijas, mi niña- dijo el gnomo. Todo lo que ha pasado ha sido un sueño. Magdalena Paz despertó en su cama. Estaba aterrada y su cuerpo empapado, no por el agua salada sino por el sudor que le había provocado la pesadilla. Se levantó. Se cambió de camisa de dormir y siguió durmiendo hasta la mañana siguiente. Despertó tranquila y sintió que habían desaparecido todos sus miedos. Tuvo otros sueños, pero eran placenteros. Soñó que su amigo, el gnomo, la invitaba a una fiesta. Ésta iba a efectuarse en el mundo fantástico de Losarig. Era el mundo donde él vivía.

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Magdalena Paz, impresionada por la escena, no sabía si darle las gracias o abrazar a su pequeño héroe que la había librado de un angustiante contratiempo. Losarig le sonrió bondadosamente y luego se alejó lentamente confundiéndose su imagen entre los transeúntes. La niña al llegar a casa, contó lo sucedido a sus padres y ellos comentaron lo extraño del relato. El asalto era creíble pero la historia del enano que había surgido de la nada a salvarla… Ésta niñita parece que heredó la imaginación y fantasía de su abuelo, dijeron. Magdalena Paz quedó muy nerviosa durante ese día y en la noche tuvo una pesadilla. Soñó que iba navegando en un gran transatlántico. Era de noche y el mar se veía negro como el alquitrán. Después de la cena, en un lujoso comedor, salió a pasear por la cubierta para respirar aire puro porque se sentía algo mareada. Se apoyó en la baranda y se inclinó hacia adelante para observar la estela blanca que dejaba el barco pero se afirmó justo en la parte de la baranda que tenía una puerta que se utilizaba para evacuar a los pasajeros en caso de naufragio y ésta no la habían cerrado con el cerrojo correspondiente. La puerta se abrió al girar sus bisagras y Magdalena Paz cayó al agua. La caída fue de mucha altura. Por suerte la niña era una buena nadadora, cayó verticalmente, se hundió varios metros y después de fuertes braceos salió a flote. Con horror vio que el barco, con todas sus luces encendidas, se alejaba de donde

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-Hoy es el día en que brotó tu planta -le dijo- y hay una gran fiesta ¿deseas acompañarme? Magdalena Paz dijo que sí, el gnomo la tomó de la mano y ambos partieron ¿A dónde? -Tenemos que achicarnos- dijo Losarig. Debemos ser muy pequeñitos para así viajar por el tallo del girasol, llegar a las raíces y de ahí, a las profundidades donde está mi reino. Eso no costó nada. ¿Cómo lo hicieron? Treparon hasta la flor y a través del nacimiento de un pétalo se introdujeron al tallo y deslizándose por los túneles donde fluye la savia llegaron a las raíces, y de ahí a la tierra. Después de recorrer un buen trecho por unos agujeros, algunos de ellos hechos por lombrices de tierra, llegaron a una vasta superficie plana iluminada por una luz áurea, tan amarilla como los pétalos de los girasoles. Allí fueron recibidos alegremente por una multitud de geniecillos, gnomos, “gnomas” y otros personajes fantásticos; eran espíritus y genios de la tierra. La alegría era inmensa y todos esperaban la música que iba a emerger de unas flores amarillas cuyos pétalos eran similares a las alas de una mariposa. Comenzó la música y se inició el baile. A Magdalena Paz le llamó la atención que las melodías eran similares a los alegros de la música barroca. Los gnomos bailaban delante de las gnomas y después, las gnomas bailaban delante de los gnomos. Finalmente las gnomas se paraban encima de los zapatos de los gnomos (que eran bastante largos y puntiagudos), y ellos retrocedían con un intricado compás que más parecía una vibración, y las gnomas, sin

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-Hoy es el día en que brotó tu planta -le dijo- y hay una gran fiesta ¿deseas acompañarme? Magdalena Paz dijo que sí, el gnomo la tomó de la mano y ambos partieron ¿A dónde? -Tenemos que achicarnos- dijo Losarig. Debemos ser muy pequeñitos para así viajar por el tallo del girasol, llegar a las raíces y de ahí, a las profundidades donde está mi reino. Eso no costó nada. ¿Cómo lo hicieron? Treparon hasta la flor y a través del nacimiento de un pétalo se introdujeron al tallo y deslizándose por los túneles donde fluye la savia llegaron a las raíces, y de ahí a la tierra. Después de recorrer un buen trecho por unos agujeros, algunos de ellos hechos por lombrices de tierra, llegaron a una vasta superficie plana iluminada por una luz áurea, tan amarilla como los pétalos de los girasoles. Allí fueron recibidos alegremente por una multitud de geniecillos, gnomos, “gnomas” y otros personajes fantásticos; eran espíritus y genios de la tierra. La alegría era inmensa y todos esperaban la música que iba a emerger de unas flores amarillas cuyos pétalos eran similares a las alas de una mariposa. Comenzó la música y se inició el baile. A Magdalena Paz le llamó la atención que las melodías eran similares a los alegros de la música barroca. Los gnomos bailaban delante de las gnomas y después, las gnomas bailaban delante de los gnomos. Finalmente las gnomas se paraban encima de los zapatos de los gnomos (que eran bastante largos y puntiagudos), y ellos retrocedían con un intricado compás que más parecía una vibración, y las gnomas, sin

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bajarse de los pies de sus acompañantes, avanzaban mientras los dueños de los zapatos largos y puntiagudos retrocedían al compás de la fascinante música. ¡Era una danza bastante original! Losarig invitó a Magdalena Paz a bailar pero la niña se resistía por encontrar muy difícil y casi imposible de seguir los compases. No te preocupes, dijo el gnomo. Pon los zapatos sobre los míos y yo hago los compases, pero mantén siempre tus pies sobre los míos. Empezó nuevamente la música y Magdalena Paz salió a bailar encima de los zapatos del gnomo. Esta era una sensación deliciosa que causaba cosquillas en todo el cuerpo porque las vibraciones de los pasos de baile llegaban hasta la punta de la nariz y a las orejas. Continuó la fiesta largo tiempo. Las gnomas lucían largos vestidos dorados, bordados con hilos de oro y los gnomos, vestían de verde. De los hombros, codos y rodillas surgían alitas similares a las hojas de las plantas. Sirvieron toda clase de jugos de hierbas y también de bulbos y raíces. Estas últimas poseían un sabor muy especial, algo agridulce que no fue muy apreciado por Magdalena Paz pero era preferido por la mayoría de los gnomos. La fiesta llegaba a su término. Es hora de regresar dijo Losarig, tomó de la mano a la niña y subieron por el túnel del tronco. Magdalena Paz despertó. Estaba feliz. Recordó las

vibraciones de los zapatos en el grandioso baile de los gnomos. Se levantó de la cama y después de lavarse fue a tomar desayuno.

EL PALACIO DE LOS SILFOS

Magdalena Paz decidió ir a bañarse a la playa del lago. Fue sola porque sus padres, sus primos y su hermana habían ido a una excursión al volcán Cenizas. Era un paseo que iba a durar dos días y a ella no la entusiasmó. Decidió quedarse en la casa donde estaba veraneando. El Sol ya se había escondido en los cerros al oeste y la niña seguía gozando de la playa. No supo si se quedó dormida pero se encontró súbitamente caminando por la selva virgen que rodeaba la casa. Quiso volver a ella pero Magdalena Paz se alejaba cada vez más. ¿Habré recibido mucho sol?, pensó la niña, porque estoy perdida en la selva y no ubico un punto de referencia que me pueda guiar a la casa. Curiosamente, Magdalena Paz tenía un agradable presentimiento, sentía que se iba a encontrar con algo muy entretenido. Encontró un sendero y se fue por él pero éste, en vez de bajar a la orilla del lago, donde estaban las casas, subía hacia la

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EL PALACIO DE LOS SILFOS

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bajarse de los pies de sus acompañantes, avanzaban mientras los dueños de los zapatos largos y puntiagudos retrocedían al compás de la fascinante música. ¡Era una danza bastante original! Losarig invitó a Magdalena Paz a bailar pero la niña se resistía por encontrar muy difícil y casi imposible de seguir los compases. No te preocupes, dijo el gnomo. Pon los zapatos sobre los míos y yo hago los compases, pero mantén siempre tus pies sobre los míos. Empezó nuevamente la música y Magdalena Paz salió a bailar encima de los zapatos del gnomo. Esta era una sensación deliciosa que causaba cosquillas en todo el cuerpo porque las vibraciones de los pasos de baile llegaban hasta la punta de la nariz y a las orejas. Continuó la fiesta largo tiempo. Las gnomas lucían largos vestidos dorados, bordados con hilos de oro y los gnomos, vestían de verde. De los hombros, codos y rodillas surgían alitas similares a las hojas de las plantas. Sirvieron toda clase de jugos de hierbas y también de bulbos y raíces. Estas últimas poseían un sabor muy especial, algo agridulce que no fue muy apreciado por Magdalena Paz pero era preferido por la mayoría de los gnomos. La fiesta llegaba a su término. Es hora de regresar dijo Losarig, tomó de la mano a la niña y subieron por el túnel del tronco. Magdalena Paz despertó. Estaba feliz. Recordó las

vibraciones de los zapatos en el grandioso baile de los gnomos. Se levantó de la cama y después de lavarse fue a tomar desayuno.

EL PALACIO DE LOS SILFOS

Magdalena Paz decidió ir a bañarse a la playa del lago. Fue sola porque sus padres, sus primos y su hermana habían ido a una excursión al volcán Cenizas. Era un paseo que iba a durar dos días y a ella no la entusiasmó. Decidió quedarse en la casa donde estaba veraneando. El Sol ya se había escondido en los cerros al oeste y la niña seguía gozando de la playa. No supo si se quedó dormida pero se encontró súbitamente caminando por la selva virgen que rodeaba la casa. Quiso volver a ella pero Magdalena Paz se alejaba cada vez más. ¿Habré recibido mucho sol?, pensó la niña, porque estoy perdida en la selva y no ubico un punto de referencia que me pueda guiar a la casa. Curiosamente, Magdalena Paz tenía un agradable presentimiento, sentía que se iba a encontrar con algo muy entretenido. Encontró un sendero y se fue por él pero éste, en vez de bajar a la orilla del lago, donde estaban las casas, subía hacia la

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montaña donde los árboles eran muy altos y el bosque más sombrío. De pronto, entre los inmensos árboles se encontró con un magnífico palacio cuya entrada no tenía puertas. La niña, fascinada con esta escena, entró como una sonámbula, caminando lentamente y admirando tanta belleza que se presentaba a su paso. Los muros eran muy altos y adornados con mosaicos de intenso colorido donde predominaba el celeste y el dorado. Los ventanales eran de extrema largura y angostos y lucían vitrales que mostraban figuras aladas. Todo era maravilloso y resplandecía con la suave luz del atardecer. Unas lámparas gigantescas forjadas en bronce y adornadas con gruesas lágrimas de cristal tallado recibían los rayos de luz que entraban los vitrales, porque, las lámparas no estaban encendidas a pesar de poseer numerosos velones de cera. Magdalena Paz caminó por varias salas similares y llegó a una inmensa que pareció ser la principal. Se detuvo y quedó estática ante tan opulenta hermosura. De improviso sopló un viento que venía desde arriba y los velones de cera empezaron a encenderse. Todo quedó intensamente iluminado y se oyó una música encantadora que emocionó a la niña intensamente. Próximos al cielo de esta magna sala fueron apareciendo, tenuemente, figuras aladas que revolotearon entre las cadenas de las lámparas y se hicieron más nítidas a medida que bajaban. Llegaron a las baldosas del suelo y rodeando a la niña, la

saludaron. Somos los silfos, dueños de este palacio, dijeron y te damos la bienvenida. Magdalena Paz observó que estos seres alados eran de una gran belleza, especialmente las sílfides (sus mujeres) que eran de una preciosidad extrema. En el centro de ellos, estaba el rey de los silfos, porque era más alto y su mirada obligaba a una obediencia absoluta. La reina era de más edad que las otras sílfides e inspiraba un gran respeto. No debes de extrañarte en la forma que aparecimos, porque pertenecemos al aire. Ese es nuestro origen, dijo el rey silfo. Nuestras juntas y celebraciones no las hacemos con los pies en la tierra sino suspendidos en los aires. Dichas estas palabras tomó de las manos a Magdalena Paz y la elevó suavemente hasta llegar a la altura de las gigantescas lámparas. La niña tuvo la sensación que levitaba. Era una sensación muy placentera y la comparó cuando ella nadaba bajo el agua en el lago pero esta vez se desplazaba verticalmente como un caballito de mar. La música continuaba y el Rey inició unos suaves pasos de baile que Magdalena Paz no pudo resistir. Era una sensación soñada, mágica y deliciosa. La niña bailaba suspendida en el aire, con el rey de los silfos y rodeada de toda su corte. Esto no duró mucho tiempo. La Reina dio una señal para que terminara la música, Magdalena Paz descendió al suelo y los monarcas le dijeron, con una sonrisa en los labios, que sus

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montaña donde los árboles eran muy altos y el bosque más sombrío. De pronto, entre los inmensos árboles se encontró con un magnífico palacio cuya entrada no tenía puertas. La niña, fascinada con esta escena, entró como una sonámbula, caminando lentamente y admirando tanta belleza que se presentaba a su paso. Los muros eran muy altos y adornados con mosaicos de intenso colorido donde predominaba el celeste y el dorado. Los ventanales eran de extrema largura y angostos y lucían vitrales que mostraban figuras aladas. Todo era maravilloso y resplandecía con la suave luz del atardecer. Unas lámparas gigantescas forjadas en bronce y adornadas con gruesas lágrimas de cristal tallado recibían los rayos de luz que entraban los vitrales, porque, las lámparas no estaban encendidas a pesar de poseer numerosos velones de cera. Magdalena Paz caminó por varias salas similares y llegó a una inmensa que pareció ser la principal. Se detuvo y quedó estática ante tan opulenta hermosura. De improviso sopló un viento que venía desde arriba y los velones de cera empezaron a encenderse. Todo quedó intensamente iluminado y se oyó una música encantadora que emocionó a la niña intensamente. Próximos al cielo de esta magna sala fueron apareciendo, tenuemente, figuras aladas que revolotearon entre las cadenas de las lámparas y se hicieron más nítidas a medida que bajaban. Llegaron a las baldosas del suelo y rodeando a la niña, la

saludaron. Somos los silfos, dueños de este palacio, dijeron y te damos la bienvenida. Magdalena Paz observó que estos seres alados eran de una gran belleza, especialmente las sílfides (sus mujeres) que eran de una preciosidad extrema. En el centro de ellos, estaba el rey de los silfos, porque era más alto y su mirada obligaba a una obediencia absoluta. La reina era de más edad que las otras sílfides e inspiraba un gran respeto. No debes de extrañarte en la forma que aparecimos, porque pertenecemos al aire. Ese es nuestro origen, dijo el rey silfo. Nuestras juntas y celebraciones no las hacemos con los pies en la tierra sino suspendidos en los aires. Dichas estas palabras tomó de las manos a Magdalena Paz y la elevó suavemente hasta llegar a la altura de las gigantescas lámparas. La niña tuvo la sensación que levitaba. Era una sensación muy placentera y la comparó cuando ella nadaba bajo el agua en el lago pero esta vez se desplazaba verticalmente como un caballito de mar. La música continuaba y el Rey inició unos suaves pasos de baile que Magdalena Paz no pudo resistir. Era una sensación soñada, mágica y deliciosa. La niña bailaba suspendida en el aire, con el rey de los silfos y rodeada de toda su corte. Esto no duró mucho tiempo. La Reina dio una señal para que terminara la música, Magdalena Paz descendió al suelo y los monarcas le dijeron, con una sonrisa en los labios, que sus

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EL PALACIO DE LOS SILFOS

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abuelos estaban muy preocupados porque ella no había regresado a casa. En esos momentos la estaban buscando en la playa y pensaban internarse en el bosque para continuar la búsqueda a pesar de haber llegado la noche. Eso nos preocupa -dijeron- porque peligra la vida de tus abuelos. En una próxima ocasión estarás con nosotros sin estos inconvenientes. Magdalena Paz se despidió de los silfos pero no se fue sola porque la acompañaron y la guiaron unos traviesos niños. Eran los hijos de los silfos, lo silfitos, que tomaron a Magdalena Paz de las manos, de su cabellera, de las orejas y de las pantorrillas. Eran niños muy traviesos y sumamente alegres. Gritaban y reían a más no poder y se turnaban para tironearla y darle pequeños empujones. La niña se dejaba guiar sin resistir. Son simpáticos estos silfitos -se dijo-. Deben estar jugando a que arrean una vaca o algo parecido pero, pensándolo mejor, me habría sido imposible caminar en la selva en plena noche. Magdalena Paz llegó sana y salva donde sus abuelos y les relató todo lo que le había pasado. La abuela no le creyó lo que contó y el abuelo sí le creyó. Todo, absolutamente todo, porque cuando él era joven, una vez estuvo en el palacio de los silfos. Fue una fiesta maravillosa, bailó toda la noche con una sílfide, suspendidos en el aire. Pasó el tiempo y conoció a una joven que era muy parecida a esa sílfide y se casó con ella. Esa joven era la abuela.

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abuelos estaban muy preocupados porque ella no había regresado a casa. En esos momentos la estaban buscando en la playa y pensaban internarse en el bosque para continuar la búsqueda a pesar de haber llegado la noche. Eso nos preocupa -dijeron- porque peligra la vida de tus abuelos. En una próxima ocasión estarás con nosotros sin estos inconvenientes. Magdalena Paz se despidió de los silfos pero no se fue sola porque la acompañaron y la guiaron unos traviesos niños. Eran los hijos de los silfos, lo silfitos, que tomaron a Magdalena Paz de las manos, de su cabellera, de las orejas y de las pantorrillas. Eran niños muy traviesos y sumamente alegres. Gritaban y reían a más no poder y se turnaban para tironearla y darle pequeños empujones. La niña se dejaba guiar sin resistir. Son simpáticos estos silfitos -se dijo-. Deben estar jugando a que arrean una vaca o algo parecido pero, pensándolo mejor, me habría sido imposible caminar en la selva en plena noche. Magdalena Paz llegó sana y salva donde sus abuelos y les relató todo lo que le había pasado. La abuela no le creyó lo que contó y el abuelo sí le creyó. Todo, absolutamente todo, porque cuando él era joven, una vez estuvo en el palacio de los silfos. Fue una fiesta maravillosa, bailó toda la noche con una sílfide, suspendidos en el aire. Pasó el tiempo y conoció a una joven que era muy parecida a esa sílfide y se casó con ella. Esa joven era la abuela.

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NAVEGANDO POR EL RÍO

La mañana estaba hermosa. Un sol recién salido de la copa de los árboles, teñía el jardín y la fachada de la casa de veraneo con un color amarillo pálido. Una fresca brisa invitaba a dar un paseo y así lo sintió Magdalena Paz. Les avisó a sus abuelos que caminaría por la orilla del río. Los abuelos le dijeron que el paseo no fuera muy largo y que la esperaban a almorzar. La niña se fue caminando por la playa del lago hasta el nacimiento del río que drenaba el lago. De allí continuó por la ribera, encontrando en su recorrido grandes rocas que las pasó sin dificultad. Más allá divisó tierras cultivadas que llegaban hasta la orilla. Llegó a una casa que parecía estar deshabitada En la orilla había un muelle y en éste estaba atracado un bote. Magdalena Paz tuvo deseos de seguir paseando en la orilla opuesta del río, porque era plana y la bordeaba una larga y angosta playa. Se le ocurrió que los dueños del bote podían llevarla al otro lado y trató de averiguar si estaban dentro de la casa. Golpeó la puerta repetidas veces pero nadie respondió al llamado y, abriéndola cautelosamente asomó la cabeza. No había nadie. La casa estaba deshabitada. Frente a la casa la corriente del río era menor, casi inexistente y la niña pensó que con la ayuda de una larga rama o un palo podría servir como pértiga

para guiar el bote. No le fue difícil encontrar lo que buscaba porque al costado de la casa había una picana afirmada a la pared. Le quitó las ataduras al bote, se subió a él y con la picana lo alejó de la orilla con la intención de alcanzar la ribera opuesta. Estaba en la mitad del recorrido cuando la picana no tocó fondo, la niña perdió el equilibrio y soltando la picana se aferró al costado del bote para no caer al agua. Se sentó en el fondo de la embarcación y se dio cuenta de que estaba en un aprieto, porque el bote estaba a la deriva y lentamente se alejaba del lugar en mitad del río. La corriente siempre era escasa y el bote se deslizaba suavemente en forma silenciosa. El paisaje era maravilloso. Era tan lindo todo lo que la rodeaba que a la niña se le pasó el gran miedo que tenía y apoyando la cabeza en el asiento de madera de la embarcación Magdalena Paz respiró profundamente y cerró los ojos. Al poco tiempo los abrió y constató que el paisaje había cambiado, a las orillas del río llegaban los árboles de un bosque. El agua era cristalina con matices verdosos. Al parecer se había quedado dormida porque el Sol no estaba en el zenit sino se escabullía hacia el oeste. Magdalena Paz pensó que si seguía en el bote sin ser gobernado existía la posibilidad de encontrarse más adelante con serios peligros. Como el río permanecía con cierta calma, ella, que sabía nadar muy bien, podría llegar a la orilla y dejar al bote que siguiera su rumbo, pero no hubo necesidad porque el

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NAVEGANDO POR EL RÍO

La mañana estaba hermosa. Un sol recién salido de la copa de los árboles, teñía el jardín y la fachada de la casa de veraneo con un color amarillo pálido. Una fresca brisa invitaba a dar un paseo y así lo sintió Magdalena Paz. Les avisó a sus abuelos que caminaría por la orilla del río. Los abuelos le dijeron que el paseo no fuera muy largo y que la esperaban a almorzar. La niña se fue caminando por la playa del lago hasta el nacimiento del río que drenaba el lago. De allí continuó por la ribera, encontrando en su recorrido grandes rocas que las pasó sin dificultad. Más allá divisó tierras cultivadas que llegaban hasta la orilla. Llegó a una casa que parecía estar deshabitada En la orilla había un muelle y en éste estaba atracado un bote. Magdalena Paz tuvo deseos de seguir paseando en la orilla opuesta del río, porque era plana y la bordeaba una larga y angosta playa. Se le ocurrió que los dueños del bote podían llevarla al otro lado y trató de averiguar si estaban dentro de la casa. Golpeó la puerta repetidas veces pero nadie respondió al llamado y, abriéndola cautelosamente asomó la cabeza. No había nadie. La casa estaba deshabitada. Frente a la casa la corriente del río era menor, casi inexistente y la niña pensó que con la ayuda de una larga rama o un palo podría servir como pértiga

para guiar el bote. No le fue difícil encontrar lo que buscaba porque al costado de la casa había una picana afirmada a la pared. Le quitó las ataduras al bote, se subió a él y con la picana lo alejó de la orilla con la intención de alcanzar la ribera opuesta. Estaba en la mitad del recorrido cuando la picana no tocó fondo, la niña perdió el equilibrio y soltando la picana se aferró al costado del bote para no caer al agua. Se sentó en el fondo de la embarcación y se dio cuenta de que estaba en un aprieto, porque el bote estaba a la deriva y lentamente se alejaba del lugar en mitad del río. La corriente siempre era escasa y el bote se deslizaba suavemente en forma silenciosa. El paisaje era maravilloso. Era tan lindo todo lo que la rodeaba que a la niña se le pasó el gran miedo que tenía y apoyando la cabeza en el asiento de madera de la embarcación Magdalena Paz respiró profundamente y cerró los ojos. Al poco tiempo los abrió y constató que el paisaje había cambiado, a las orillas del río llegaban los árboles de un bosque. El agua era cristalina con matices verdosos. Al parecer se había quedado dormida porque el Sol no estaba en el zenit sino se escabullía hacia el oeste. Magdalena Paz pensó que si seguía en el bote sin ser gobernado existía la posibilidad de encontrarse más adelante con serios peligros. Como el río permanecía con cierta calma, ella, que sabía nadar muy bien, podría llegar a la orilla y dejar al bote que siguiera su rumbo, pero no hubo necesidad porque el

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bote fue aproximándose hacia la orilla y al llegar a un gran remanso quedó inmóvil frente a un muelle vecino a una casa. Espero que esta casa esté habitada, se dijo la niña y ayudándose con la palma de la mano pudo tomar contacto con el muelle. Se bajó sin dificultad y se aproximó a la casa. Ésta estaba primorosamente pintada y adornada con maceteros con lindas flores. Era tan hermoso todo esto que Magdalena Paz detenía sus pasos para mirar la belleza que la rodeaba y no se dio cuenta de que en el umbral de la puerta había una mujer que no le quitaba la vista de encima. Sin saludar, la mujer le preguntó a qué se debía su visita. Magdalena Paz le explicó todo lo que le había pasado, y también le comunicó que probablemente sus abuelos estarían muy preocupados porque ella no había regresado a almorzar. La mujer, que era alta y delgada, mostró un débil rasgo de bondad en su enjuto rostro y le dijo a la niña que no se afligiera porque ella la recibiría en su casa y trataría de comunicarse con los abuelos para decirles que todo andaba bien. Entra -le dijo- pasarás aquí esta noche. Magdalena Paz entró y quedó agradablemente sorprendida por la belleza y pulcritud que reinaba en el interior. Todo estaba limpio y reluciente. Cada adorno era placentero observarlo por su belleza. La dueña de casa tiene muy buen gusto, pensó la niña, mientras admiraba la ornamentación. En esto estaba cuando oyó la voz de la mujer que le decía en tono autoritario: ¿Dejaste amarrado el bote? Como Magdalena Paz

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bote fue aproximándose hacia la orilla y al llegar a un gran remanso quedó inmóvil frente a un muelle vecino a una casa. Espero que esta casa esté habitada, se dijo la niña y ayudándose con la palma de la mano pudo tomar contacto con el muelle. Se bajó sin dificultad y se aproximó a la casa. Ésta estaba primorosamente pintada y adornada con maceteros con lindas flores. Era tan hermoso todo esto que Magdalena Paz detenía sus pasos para mirar la belleza que la rodeaba y no se dio cuenta de que en el umbral de la puerta había una mujer que no le quitaba la vista de encima. Sin saludar, la mujer le preguntó a qué se debía su visita. Magdalena Paz le explicó todo lo que le había pasado, y también le comunicó que probablemente sus abuelos estarían muy preocupados porque ella no había regresado a almorzar. La mujer, que era alta y delgada, mostró un débil rasgo de bondad en su enjuto rostro y le dijo a la niña que no se afligiera porque ella la recibiría en su casa y trataría de comunicarse con los abuelos para decirles que todo andaba bien. Entra -le dijo- pasarás aquí esta noche. Magdalena Paz entró y quedó agradablemente sorprendida por la belleza y pulcritud que reinaba en el interior. Todo estaba limpio y reluciente. Cada adorno era placentero observarlo por su belleza. La dueña de casa tiene muy buen gusto, pensó la niña, mientras admiraba la ornamentación. En esto estaba cuando oyó la voz de la mujer que le decía en tono autoritario: ¿Dejaste amarrado el bote? Como Magdalena Paz

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respondiera negativamente con movimientos de la cabeza, la mujer le dijo: Anda inmediatamente a amarrarlo. Después de amarrar el bote regresó a la casa y por primera vez se dio cuenta de que la mujer tenía una cofia en su cabeza. Eso le daba un aire de mayor estrictez. ¿Estás segura de que lo amarraste bien?- dijo la mujer. No confío en tus amarras, y diciendo esto salió con paso firme hacia el muelle para comprobar si estaban bien las amarras. Al poco rato volvió y le dijo a Magdalena Paz que los nudos que había hecho no eran los apropiados y ella los había deshecho dejando bien atado el bote con nudos marineros. Había oscurecido y la mujer fue a la cocina para preparar la cena. -Pon un mantel, los platos y los cubiertos, mientras yo cocino, dijo la mujer. Fíjate bien que los cubiertos estén en su lugar alrededor del plato. -¿Dónde está el mantel? Preguntó Magdalena Paz. -En ese cajón. Busca uno que no tenga manchas de comida. La niña abrió el cajón y encontró lindos manteles, muy limpios, planchados y doblados. Eligió uno que le pareció primoroso, con flores meticulosamente bordadas en las orillas. En otro cajón encontró unos platos y unos cubiertos y los ordenó sobre la mesa. Llegó la mujer y observó lo que la niña había hecho, después de una severa mirada dijo: Está bien, pero el color de los

platos no hace juego con el mantel. Saca el mantel y pon uno que es celeste. Magdalena Paz obedeció sin chistar. Se sirvieron una sopa que estaba deliciosa. Mientras la niña tomaba la sopa, la mujer le dijo: Levanta más el codo y la cuchara y no te limpies la boca con la servilleta con una sola mano. Debes tomarla con las dos manos y deslizarla suave y horizontalmente sobre la boca de izquierda a derecha o de derecha a izquierda si eres zurda. Magdalena Paz se dio cuenta de que la mujer era insoportable. Demasiado autoritaria, perfeccionista. Estar cerca de ella le hacía la vida imposible. Con toda seguridad debe ser soltera -pensó la niña. Después de la sopa vino un plato de tallarines con salsa de tomate. Cuando Magdalena Paz cogió el tenedor, la mujer le preguntó si sabía comer los tallarines, y sin esperar respuesta empezó a enrollar los tallarines con el tenedor en posición vertical. Los echas a la boca y los cortas con los dientes, enseñó la mujer. ¡No! ¡No! El tenedor tiene que estar vertical. No lo pongas en dirección oblicua. ¿Nadie te ha enseñado esto? A Magdalena Paz se le había acabado la paciencia. Para no ofender a la dueña de casa se le ocurrió hacer algunas preguntas. -Mi nombre es Magdalena Paz, ¿cómo se llama usted?- Mi nombre no es común -dijo la mujer-. Me llamo Despulsiva. -Extraño nombre, comentó en voz baja la niña. -¿Eres casada?

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respondiera negativamente con movimientos de la cabeza, la mujer le dijo: Anda inmediatamente a amarrarlo. Después de amarrar el bote regresó a la casa y por primera vez se dio cuenta de que la mujer tenía una cofia en su cabeza. Eso le daba un aire de mayor estrictez. ¿Estás segura de que lo amarraste bien?- dijo la mujer. No confío en tus amarras, y diciendo esto salió con paso firme hacia el muelle para comprobar si estaban bien las amarras. Al poco rato volvió y le dijo a Magdalena Paz que los nudos que había hecho no eran los apropiados y ella los había deshecho dejando bien atado el bote con nudos marineros. Había oscurecido y la mujer fue a la cocina para preparar la cena. -Pon un mantel, los platos y los cubiertos, mientras yo cocino, dijo la mujer. Fíjate bien que los cubiertos estén en su lugar alrededor del plato. -¿Dónde está el mantel? Preguntó Magdalena Paz. -En ese cajón. Busca uno que no tenga manchas de comida. La niña abrió el cajón y encontró lindos manteles, muy limpios, planchados y doblados. Eligió uno que le pareció primoroso, con flores meticulosamente bordadas en las orillas. En otro cajón encontró unos platos y unos cubiertos y los ordenó sobre la mesa. Llegó la mujer y observó lo que la niña había hecho, después de una severa mirada dijo: Está bien, pero el color de los

platos no hace juego con el mantel. Saca el mantel y pon uno que es celeste. Magdalena Paz obedeció sin chistar. Se sirvieron una sopa que estaba deliciosa. Mientras la niña tomaba la sopa, la mujer le dijo: Levanta más el codo y la cuchara y no te limpies la boca con la servilleta con una sola mano. Debes tomarla con las dos manos y deslizarla suave y horizontalmente sobre la boca de izquierda a derecha o de derecha a izquierda si eres zurda. Magdalena Paz se dio cuenta de que la mujer era insoportable. Demasiado autoritaria, perfeccionista. Estar cerca de ella le hacía la vida imposible. Con toda seguridad debe ser soltera -pensó la niña. Después de la sopa vino un plato de tallarines con salsa de tomate. Cuando Magdalena Paz cogió el tenedor, la mujer le preguntó si sabía comer los tallarines, y sin esperar respuesta empezó a enrollar los tallarines con el tenedor en posición vertical. Los echas a la boca y los cortas con los dientes, enseñó la mujer. ¡No! ¡No! El tenedor tiene que estar vertical. No lo pongas en dirección oblicua. ¿Nadie te ha enseñado esto? A Magdalena Paz se le había acabado la paciencia. Para no ofender a la dueña de casa se le ocurrió hacer algunas preguntas. -Mi nombre es Magdalena Paz, ¿cómo se llama usted?- Mi nombre no es común -dijo la mujer-. Me llamo Despulsiva. -Extraño nombre, comentó en voz baja la niña. -¿Eres casada?

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-No. Tuve un novio cuando era adolescente pero él se fue a la guerra y no regresó. -¿Lo mataron? - No. No hagas preguntas tontas. ¿Por qué crees que no regresó? La niña pensó: No regresó para no encontrarse con usted, y al pensar esto esbozó una sonrisa. -Éramos felices, comentó la mujer pero hacía cosas que yo no soportaba. -¿Qué cosas? -Veo que eres bastante preguntona. Recuerdo que antes de besarme en la boca se tocaba la nariz con la punta del dedo meñique de la mano izquierda. Era una cosa que no podía dejar de hacer, a pesar de mis reproches. ¿Te imaginas un novio pinchándose la nariz con la uña del meñique que estaba algo crecida y afilada? Era imposible soportar esto durante toda mi vida de casada. Son las 9 en punto. Es hora de dormir, dijo la mujer. Te mostraré tu alcoba. Subieron al segundo piso, que estaba tan adornado y limpio como toda la casa. Las paredes eran barnizadas y el dormitorio tenía una amplia ventana en la que se divisaba el río. Magdalena Paz se acostó en una cama con blandas almohadas y sábanas limpias y perfumadas; éstas impregnaban toda la pieza con un suave olor a lavanda.

Después de rezar, apagó una vela que estaba encendida en el velador y trató de dormir. No pudo conciliar el sueño. Estaba impresionada con la hermosura y la limpieza de toda la casa y también con el carácter de la dueña. Era una extraña mujer. Muy pulcra y autoritaria o estricta con los demás. Seguramente también era estricta con su propia persona. Todo eso se manifestaba en mantener las cosas limpias y en orden, y su extraño nombre . . . Despulsiva . . . La niña cerró los ojos. Antes de quedarse dormida balbuceó un nombre. Podría llamarse Obsesiva . . . Al poco rato estaba profundamente dormida. Despertó sobresaltada cuando oyó la voz de la mujer que decía en voz alta: Son las 9 en punto, es hora de levantarse, tomar desayuno e irte en el bote. Magdalena Paz se subió al bote, que ahora estaba provisto de un par de remos. La mujer los había puesto junto con dos chumaceras de bronce. -No remes contra la corriente- la aconsejó Despulsiva. Déjate llevar por la corriente, que será mayor río abajo, a medida que avances hacia el sur. Llegarás a una casa que está en la orilla y es semejante a la mía. Allí encontrarás a un viejo que te ayudará a regresar donde tus abuelos. Él es muy sabio y amigo de todos los animales. Magdalena Paz no siguió los consejos de Despulsiva y trató de

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-No. Tuve un novio cuando era adolescente pero él se fue a la guerra y no regresó. -¿Lo mataron? - No. No hagas preguntas tontas. ¿Por qué crees que no regresó? La niña pensó: No regresó para no encontrarse con usted, y al pensar esto esbozó una sonrisa. -Éramos felices, comentó la mujer pero hacía cosas que yo no soportaba. -¿Qué cosas? -Veo que eres bastante preguntona. Recuerdo que antes de besarme en la boca se tocaba la nariz con la punta del dedo meñique de la mano izquierda. Era una cosa que no podía dejar de hacer, a pesar de mis reproches. ¿Te imaginas un novio pinchándose la nariz con la uña del meñique que estaba algo crecida y afilada? Era imposible soportar esto durante toda mi vida de casada. Son las 9 en punto. Es hora de dormir, dijo la mujer. Te mostraré tu alcoba. Subieron al segundo piso, que estaba tan adornado y limpio como toda la casa. Las paredes eran barnizadas y el dormitorio tenía una amplia ventana en la que se divisaba el río. Magdalena Paz se acostó en una cama con blandas almohadas y sábanas limpias y perfumadas; éstas impregnaban toda la pieza con un suave olor a lavanda.

Después de rezar, apagó una vela que estaba encendida en el velador y trató de dormir. No pudo conciliar el sueño. Estaba impresionada con la hermosura y la limpieza de toda la casa y también con el carácter de la dueña. Era una extraña mujer. Muy pulcra y autoritaria o estricta con los demás. Seguramente también era estricta con su propia persona. Todo eso se manifestaba en mantener las cosas limpias y en orden, y su extraño nombre . . . Despulsiva . . . La niña cerró los ojos. Antes de quedarse dormida balbuceó un nombre. Podría llamarse Obsesiva . . . Al poco rato estaba profundamente dormida. Despertó sobresaltada cuando oyó la voz de la mujer que decía en voz alta: Son las 9 en punto, es hora de levantarse, tomar desayuno e irte en el bote. Magdalena Paz se subió al bote, que ahora estaba provisto de un par de remos. La mujer los había puesto junto con dos chumaceras de bronce. -No remes contra la corriente- la aconsejó Despulsiva. Déjate llevar por la corriente, que será mayor río abajo, a medida que avances hacia el sur. Llegarás a una casa que está en la orilla y es semejante a la mía. Allí encontrarás a un viejo que te ayudará a regresar donde tus abuelos. Él es muy sabio y amigo de todos los animales. Magdalena Paz no siguió los consejos de Despulsiva y trató de

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remar contra la corriente. Quería llegar pronto donde sus abuelos y explicarle todo lo que le había pasado. Pero fue imposible porque empezó a correr una fuerte brisa que desviaba el bote hacia los lados. Cansada de tanto esfuerzo no siguió remando y se dejó llevar por la corriente. El bote continuó su recorrido avanzando lentamente y la niña se tendió nuevamente en el fondo para observar el cielo y los frondosos árboles de las orillas que alcanzaba a ver. Pasaron varias horas y Magdalena Paz, cansada de meditar en cómo llegar a su casa, se quedó dormida. Despertó con un fuerte golpe. El bote había chocado con algo. Levantó la cabeza y se dio cuenta de que la embarcación no había chocado contra una roca sino que con un muelle. Al fondo había una casa. Este debe ser el lugar donde vive el viejo que le gustan los animales, pensó la niña. Es mejor que llegue hasta aquí porque está atardeciendo. Magdalena Paz caminó por el muelle en dirección a la casa. No fue sorpresa para ella la de encontrar numerosos animales en su trayectoria. En el prado pastaban distintas razas de cabras y corderos. También había llamas, alpacas, guanacos, vicuñas y un ciervo macho que alzó la cabeza con sus hermosas astas cuando la niña pasó a su lado. Numerosas aves, de gran brillo y colorido, estaban en las ramas de los árboles. Al ver pasar a la niña comenzaron a dar sonoros trinos, pero otras no cantaban sino que chillaban. Algunos pavos reales volaron desde las ramas al pasto y se aproximaron a Magdalena Paz

quién quedó sorprendida al ver que estas aves se acercaban a ella sin ningún temor. Antes de tocar una pequeña campana de bronce que colgaba al lado de la puerta, la niña divisó una iguana que corría por el pasto y llegaba a un macizo de flores cercano a la casa. Se abrió la puerta y apareció un anciano con cabellera y barba blanca, que la saludó amablemente. -Supongo que tú eres Magdalena Paz -dijo el viejo-. Mi vecina me avisó que vendrías por estos lados. -Así es -dijo la niña- y supongo que usted es el señor que colecciona animales. El viejo sonrió y la invitó a entrar. El interior de la casa no estaba adornado con las bellas cosas de la señorita Despulsiva. Había por todas partes jaulas, terrarios, acuarios, y en el centro de la pieza principal no había una alfombra sino una fuente con un débil surtidor y plantas acuáticas. Era un original adorno porque la fuente tenía iluminación que salía de las paredes. Debajo de las hojas de nenúfares que tapizaban en parte la superficie del agua, la niña vio una gran variedad de peces de múltiples colores. De vez en cuando unas tortugas acuáticas asomaban la cabeza para respirar. Algunas de ellas tenían una banda roja en la piel a ambos lados del cuello. -Tienes razón, dijo el viejo, soy amigo de todos los animales que tú ves. Me entretengo con ellos al alimentarlos y cuidarlos. Y me acompañan en mi soledad.

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remar contra la corriente. Quería llegar pronto donde sus abuelos y explicarle todo lo que le había pasado. Pero fue imposible porque empezó a correr una fuerte brisa que desviaba el bote hacia los lados. Cansada de tanto esfuerzo no siguió remando y se dejó llevar por la corriente. El bote continuó su recorrido avanzando lentamente y la niña se tendió nuevamente en el fondo para observar el cielo y los frondosos árboles de las orillas que alcanzaba a ver. Pasaron varias horas y Magdalena Paz, cansada de meditar en cómo llegar a su casa, se quedó dormida. Despertó con un fuerte golpe. El bote había chocado con algo. Levantó la cabeza y se dio cuenta de que la embarcación no había chocado contra una roca sino que con un muelle. Al fondo había una casa. Este debe ser el lugar donde vive el viejo que le gustan los animales, pensó la niña. Es mejor que llegue hasta aquí porque está atardeciendo. Magdalena Paz caminó por el muelle en dirección a la casa. No fue sorpresa para ella la de encontrar numerosos animales en su trayectoria. En el prado pastaban distintas razas de cabras y corderos. También había llamas, alpacas, guanacos, vicuñas y un ciervo macho que alzó la cabeza con sus hermosas astas cuando la niña pasó a su lado. Numerosas aves, de gran brillo y colorido, estaban en las ramas de los árboles. Al ver pasar a la niña comenzaron a dar sonoros trinos, pero otras no cantaban sino que chillaban. Algunos pavos reales volaron desde las ramas al pasto y se aproximaron a Magdalena Paz

quién quedó sorprendida al ver que estas aves se acercaban a ella sin ningún temor. Antes de tocar una pequeña campana de bronce que colgaba al lado de la puerta, la niña divisó una iguana que corría por el pasto y llegaba a un macizo de flores cercano a la casa. Se abrió la puerta y apareció un anciano con cabellera y barba blanca, que la saludó amablemente. -Supongo que tú eres Magdalena Paz -dijo el viejo-. Mi vecina me avisó que vendrías por estos lados. -Así es -dijo la niña- y supongo que usted es el señor que colecciona animales. El viejo sonrió y la invitó a entrar. El interior de la casa no estaba adornado con las bellas cosas de la señorita Despulsiva. Había por todas partes jaulas, terrarios, acuarios, y en el centro de la pieza principal no había una alfombra sino una fuente con un débil surtidor y plantas acuáticas. Era un original adorno porque la fuente tenía iluminación que salía de las paredes. Debajo de las hojas de nenúfares que tapizaban en parte la superficie del agua, la niña vio una gran variedad de peces de múltiples colores. De vez en cuando unas tortugas acuáticas asomaban la cabeza para respirar. Algunas de ellas tenían una banda roja en la piel a ambos lados del cuello. -Tienes razón, dijo el viejo, soy amigo de todos los animales que tú ves. Me entretengo con ellos al alimentarlos y cuidarlos. Y me acompañan en mi soledad.

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- ¿Siempre ha vivido muy solo? - Podríamos decir que sí. En mi niñez mis padres no estaban mucho tiempo en la casa. Mi padre era Ministro de Estado y mi mamá, poco estaba conmigo porque tenía que acompañar a mi padre. Por estas circunstancias pasaba solo -era hijo único-. Me hacía acompañar de un gato y un perro y en la noche dormía con ellos cuando la oscuridad invadía mi dormitorio. En las mañanas me deleitaba observando los peces que tenía en un acuario: y así poco a poco fui adquiriendo más animales y disfrutaba de su compañía. Pero hablemos de otra cosa. He sabido que erraste el rumbo y no has podido regresar a tu casa, pero no te preocupes, mañana estarás con tus abuelos. Yo les mandé un mensaje explicando que estás muy bien y sin ningún contratiempo. ¿Tiene teléfono?, preguntó la niña. -No. El mensaje lo envié con uno de mis animales. Acompáñame, tengo que alimentar a los peces. ¿Tienes hermanos? -Sí. Un hermano mayor y una hermana menor. - Veo que eres la del medio. No poseerás la mente del hijo mayor, responsable, ni del hijo menor, regalón. El hijo mayor recibe la inexperiencia y la estrictez de los padres jóvenes y el hijo menor recibe el cariño a semejanza de los cachorros y se le perdonan muchas cosas en el diario vivir, pero tú estás al medio. Estas cosas me las imagino. Cada hijo tiene su propia personalidad, la que es

modificada a medida que se va encontrando con la vida. Estos peces son carnívoros. Les doy pedacitos de carne cruda. -¿Qué alimento reciben los herbívoros? Preguntó Magdalena Paz. -Les doy tallarines cortados en pequeños trozos pero he sabido que en la ciudad venden alimentos en tarro que sirven para alimentar a los peces y tienen todas las vitaminas. Me las recomendó tu abuelo. -¿Usted conoce a mi abuelo? -Sí. Nos conocimos años atrás. Teníamos el mismo hobby, así es que íbamos a pescar juntos. Solíamos cazar pájaros en jaulas que funcionaban como trampas, y también teníamos acuarios con ranas y terrarios con lagartijas y culebras. Hace tiempo que no veo a tu abuelo. Como está veraneando cerca de aquí, uno de estos días lo iré a visitar. Magdalena Paz estaba muy entretenida con lo que contaba el viejo y no tenía temor de preguntarle sobre muchas cosas que se le venían a la cabeza. Como había adquirido confianza y estaba feliz, empezó a tutearlo. -¿Tú comprendes el lenguaje de los animales? ¿Puedes comunicarte con ellos? -Es fácil comunicarse. Ellos te expresan lo que sienten con sus movimientos y con los sonidos que emiten. Los gruñidos, chillidos,

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- ¿Siempre ha vivido muy solo? - Podríamos decir que sí. En mi niñez mis padres no estaban mucho tiempo en la casa. Mi padre era Ministro de Estado y mi mamá, poco estaba conmigo porque tenía que acompañar a mi padre. Por estas circunstancias pasaba solo -era hijo único-. Me hacía acompañar de un gato y un perro y en la noche dormía con ellos cuando la oscuridad invadía mi dormitorio. En las mañanas me deleitaba observando los peces que tenía en un acuario: y así poco a poco fui adquiriendo más animales y disfrutaba de su compañía. Pero hablemos de otra cosa. He sabido que erraste el rumbo y no has podido regresar a tu casa, pero no te preocupes, mañana estarás con tus abuelos. Yo les mandé un mensaje explicando que estás muy bien y sin ningún contratiempo. ¿Tiene teléfono?, preguntó la niña. -No. El mensaje lo envié con uno de mis animales. Acompáñame, tengo que alimentar a los peces. ¿Tienes hermanos? -Sí. Un hermano mayor y una hermana menor. - Veo que eres la del medio. No poseerás la mente del hijo mayor, responsable, ni del hijo menor, regalón. El hijo mayor recibe la inexperiencia y la estrictez de los padres jóvenes y el hijo menor recibe el cariño a semejanza de los cachorros y se le perdonan muchas cosas en el diario vivir, pero tú estás al medio. Estas cosas me las imagino. Cada hijo tiene su propia personalidad, la que es

modificada a medida que se va encontrando con la vida. Estos peces son carnívoros. Les doy pedacitos de carne cruda. -¿Qué alimento reciben los herbívoros? Preguntó Magdalena Paz. -Les doy tallarines cortados en pequeños trozos pero he sabido que en la ciudad venden alimentos en tarro que sirven para alimentar a los peces y tienen todas las vitaminas. Me las recomendó tu abuelo. -¿Usted conoce a mi abuelo? -Sí. Nos conocimos años atrás. Teníamos el mismo hobby, así es que íbamos a pescar juntos. Solíamos cazar pájaros en jaulas que funcionaban como trampas, y también teníamos acuarios con ranas y terrarios con lagartijas y culebras. Hace tiempo que no veo a tu abuelo. Como está veraneando cerca de aquí, uno de estos días lo iré a visitar. Magdalena Paz estaba muy entretenida con lo que contaba el viejo y no tenía temor de preguntarle sobre muchas cosas que se le venían a la cabeza. Como había adquirido confianza y estaba feliz, empezó a tutearlo. -¿Tú comprendes el lenguaje de los animales? ¿Puedes comunicarte con ellos? -Es fácil comunicarse. Ellos te expresan lo que sienten con sus movimientos y con los sonidos que emiten. Los gruñidos, chillidos,

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cantos y rugidos tienen diferentes tonalidades de expresión. Un maullido de gato puede tener distintas tonalidades que comunican cosas diferentes. Igual cosa los ladridos de los perros. Pero también se comunican con la expresión de sus rostros, los movimientos de la cola -si la tienen- o con los movimientos de la cabeza. Es necesario recordar que nosotros, los humanos, también somos animales y haz de saber que el ochenta por ciento de nuestro lenguaje no hablado se manifiesta por la expresión del rostro; una persona que trata inconscientemente de tocarse los labios con los dedos cuando habla, lo más probable es que esté mintiendo. Si ves a otra persona que se cruza de brazos delante de los demás eso significa que se está defendiendo o tiene frío. En fin, hay muchos ejemplos de estos gestos y hay libros que tratan este tema. Los animales se expresan al igual que los hombres cuando no están hablando y los hombres tienen muchos gestos y actitudes similares a los animales. Es cuestión de observarlos bien y tú podrías adivinar los sentimientos de ese animal. Si un perro ladra y te mueve la cola, te está saludando, pero si un gato te mueve la cola, está enojado y a punto de dar un zarpazo o rehuirá tu presencia alejándose de ti. -Y si tú le gritas a una serpiente para que se aleje ¿te hará caso?, preguntó la niña. -No. Porque las serpientes son sordas, no tienen oídos. Los que tienen un oído muy fino y desarrollado, son algunos lagartos y

lagartijas. Esto se explica porque son insectívoros y el zumbido de las alas de los insectos les sirve para atrapar su presa. -¿Y los peces, tienen oídos? -Sí. Ellos oyen por la línea lateral que es una línea que está en los costados del pez. -¿Y los ojos de los peces, son similares a los animales terrestres? -Son similares pero no tienen párpados. No necesitan mojar los ojos con lágrimas porque les sobra agua para ello. Te diré que algunos peces pueden emitir sonidos que son escuchados por los demás que están debajo del agua. Mientras alimentaba a las tortugas terrestres, el viejo empezó a dar silbidos prolongados. Estaba llamando a la iguana regalona, la misma que la niña vio esconderse en unas plantas, horas atrás. De improviso salió de unos matorrales y la iguana se aproximó a ellos. El viejo la saludó cariñosamente y la iguana empezó a subir y a bajar la cabeza como se fuera un gesto afirmativo. Me está saludando, dijo el viejo, y me está pidiendo comida. El anciano sacó zapallo molido de un tiesto y se la dio de comer en la palma de su mano. El lagarto empezó a comer a grandes bocanadas. -¿Hace mucho tiempo que conoces a tu vecina, la señorita Despulsiva? -Sí. Somos muy amigos desde que somos vecinos en este río.

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cantos y rugidos tienen diferentes tonalidades de expresión. Un maullido de gato puede tener distintas tonalidades que comunican cosas diferentes. Igual cosa los ladridos de los perros. Pero también se comunican con la expresión de sus rostros, los movimientos de la cola -si la tienen- o con los movimientos de la cabeza. Es necesario recordar que nosotros, los humanos, también somos animales y haz de saber que el ochenta por ciento de nuestro lenguaje no hablado se manifiesta por la expresión del rostro; una persona que trata inconscientemente de tocarse los labios con los dedos cuando habla, lo más probable es que esté mintiendo. Si ves a otra persona que se cruza de brazos delante de los demás eso significa que se está defendiendo o tiene frío. En fin, hay muchos ejemplos de estos gestos y hay libros que tratan este tema. Los animales se expresan al igual que los hombres cuando no están hablando y los hombres tienen muchos gestos y actitudes similares a los animales. Es cuestión de observarlos bien y tú podrías adivinar los sentimientos de ese animal. Si un perro ladra y te mueve la cola, te está saludando, pero si un gato te mueve la cola, está enojado y a punto de dar un zarpazo o rehuirá tu presencia alejándose de ti. -Y si tú le gritas a una serpiente para que se aleje ¿te hará caso?, preguntó la niña. -No. Porque las serpientes son sordas, no tienen oídos. Los que tienen un oído muy fino y desarrollado, son algunos lagartos y

lagartijas. Esto se explica porque son insectívoros y el zumbido de las alas de los insectos les sirve para atrapar su presa. -¿Y los peces, tienen oídos? -Sí. Ellos oyen por la línea lateral que es una línea que está en los costados del pez. -¿Y los ojos de los peces, son similares a los animales terrestres? -Son similares pero no tienen párpados. No necesitan mojar los ojos con lágrimas porque les sobra agua para ello. Te diré que algunos peces pueden emitir sonidos que son escuchados por los demás que están debajo del agua. Mientras alimentaba a las tortugas terrestres, el viejo empezó a dar silbidos prolongados. Estaba llamando a la iguana regalona, la misma que la niña vio esconderse en unas plantas, horas atrás. De improviso salió de unos matorrales y la iguana se aproximó a ellos. El viejo la saludó cariñosamente y la iguana empezó a subir y a bajar la cabeza como se fuera un gesto afirmativo. Me está saludando, dijo el viejo, y me está pidiendo comida. El anciano sacó zapallo molido de un tiesto y se la dio de comer en la palma de su mano. El lagarto empezó a comer a grandes bocanadas. -¿Hace mucho tiempo que conoces a tu vecina, la señorita Despulsiva? -Sí. Somos muy amigos desde que somos vecinos en este río.

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La visito de vez en cuando y me gusta hacerla rabiar. Cuando se pone muy mandona yo hago todo lo contrario. Días atrás le llevé una hermosa gallina de regalo y la puse encima de la mesa del comedor. Esta actitud mía y la gallina que hizo caca encima del mantel, provocó un ataque de histeria en mi amiga y me echó de la casa con gallina y todo. No me he atrevido a visitarla de nuevo. Esperaré un tiempo prudente hasta que se le pase el enojo. Fue mala idea la de la gallina de hacer sus necesidades en esos momentos. -Podría haber hecho solamente pipí- comentó Magdalena Paz. -Imposible, dijo el viejo, en las aves el aparato digestivo y urinario desembocan en un conducto común que llega a la cloaca situada en la rabadilla. Es por eso que defecan y orinan al mismo tiempo. -Veo que sabes mucho de animales, comentó Magdalena Paz. Estaría meses enteros preguntándote cosas. Después de alimentar a las aves, iremos a cenar porque se está haciendo tarde. Dime ¿te gusta la leche con frambuesas? -Me gustan todas las leches con frutas. -A mí también, comentó el viejo. El anciano y la niña entraron a la casa y se pusieron a cenar. El viejo había preparado una sopa de cebollas con torrejas de pan frito. Después comieron fritos de acelga con arroz, posteriormente una exquisita tortilla de papas, y de postre, leche con

frambuesas. La niña comió con mucho apetito y estaba tan feliz como la iguana con el zapallo crudo. A Magdalena Paz le llamó la atención que no hubo ningún tipo de carne en la cena. Lo más probable que el viejo sea vegetariano, pensó la niña. Terminada la cena el anciano le dijo a Magdalena Paz que su dormitorio estaba en el segundo piso, que subiera y se acostara. En cuanto a él, tenía que alimentar a sus animales nocturnos, como lechuzas, tucúqueres, chunchos y algunos murciélagos que tenía en una pajarera. Estos son fáciles de alimentar. Como cazan insectos, les abro la puerta y salen disparados, les dejo la puerta abierta y al amanecer vuelven satisfechos y se cuelgan de los palos horizontales que les he puesto dentro de la pajarera. Eso me recuerda mi adolescencia cuando salía a pasear y divertirme. Al amanecer entraba por la ventana de mi dormitorio para que mis padres no se dieran cuenta de la hora que llegaba. -Eras bien diablito cuando eras joven, comentó la niña. -¡Ah! ̈ Juventud, divino tesoro, te vas para no volver”. Pero no es así. A medida que pasan los años mi espíritu se siente cada vez más joven (no así mi cuerpo) y eso se debe a la convivencia con mis animales. Buenas noches.

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La visito de vez en cuando y me gusta hacerla rabiar. Cuando se pone muy mandona yo hago todo lo contrario. Días atrás le llevé una hermosa gallina de regalo y la puse encima de la mesa del comedor. Esta actitud mía y la gallina que hizo caca encima del mantel, provocó un ataque de histeria en mi amiga y me echó de la casa con gallina y todo. No me he atrevido a visitarla de nuevo. Esperaré un tiempo prudente hasta que se le pase el enojo. Fue mala idea la de la gallina de hacer sus necesidades en esos momentos. -Podría haber hecho solamente pipí- comentó Magdalena Paz. -Imposible, dijo el viejo, en las aves el aparato digestivo y urinario desembocan en un conducto común que llega a la cloaca situada en la rabadilla. Es por eso que defecan y orinan al mismo tiempo. -Veo que sabes mucho de animales, comentó Magdalena Paz. Estaría meses enteros preguntándote cosas. Después de alimentar a las aves, iremos a cenar porque se está haciendo tarde. Dime ¿te gusta la leche con frambuesas? -Me gustan todas las leches con frutas. -A mí también, comentó el viejo. El anciano y la niña entraron a la casa y se pusieron a cenar. El viejo había preparado una sopa de cebollas con torrejas de pan frito. Después comieron fritos de acelga con arroz, posteriormente una exquisita tortilla de papas, y de postre, leche con

frambuesas. La niña comió con mucho apetito y estaba tan feliz como la iguana con el zapallo crudo. A Magdalena Paz le llamó la atención que no hubo ningún tipo de carne en la cena. Lo más probable que el viejo sea vegetariano, pensó la niña. Terminada la cena el anciano le dijo a Magdalena Paz que su dormitorio estaba en el segundo piso, que subiera y se acostara. En cuanto a él, tenía que alimentar a sus animales nocturnos, como lechuzas, tucúqueres, chunchos y algunos murciélagos que tenía en una pajarera. Estos son fáciles de alimentar. Como cazan insectos, les abro la puerta y salen disparados, les dejo la puerta abierta y al amanecer vuelven satisfechos y se cuelgan de los palos horizontales que les he puesto dentro de la pajarera. Eso me recuerda mi adolescencia cuando salía a pasear y divertirme. Al amanecer entraba por la ventana de mi dormitorio para que mis padres no se dieran cuenta de la hora que llegaba. -Eras bien diablito cuando eras joven, comentó la niña. -¡Ah! ̈ Juventud, divino tesoro, te vas para no volver”. Pero no es así. A medida que pasan los años mi espíritu se siente cada vez más joven (no así mi cuerpo) y eso se debe a la convivencia con mis animales. Buenas noches.

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La niña despertó con el canto de los gallos que empezaron su función a las cinco y media de la mañana. Cuando dejaron de cantar, nuevamente se quedó dormida y despertó al mediodía. Se lavó, se vistió y bajó al primer piso. El viejo la saludó alegremente. Veo que dormiste bastante, le dijo. No quise despertarte. Debes de haber estado muy cansada por las preocupaciones de no poder llegar a casa, también por la aventura con la señorita Despulsiva y la gran cantidad de animales que tiene este viejo. Lo último fue maravilloso dijo Magdalena Paz, no me cansé de admirar a todos tus animales. En cuanto a la señorita Despulsiva, es admirable lo limpio y ordenado que tiene su hogar. -Y ella se viste muy bien ¿te fijaste qué vestido tenía puesto?, agregó el viejo. La niña recordó que tenía una cofia de color marrón, una blusa rosada y una falda gris azulada. Todo el conjunto lucía con gran armonía. Eso le dijo al anciano y él estuvo de acuerdo. -Lo lindo que tienes tú- mi niña- es la belleza de tu alma que hace juego con la belleza de tu rostro y el resto del cuerpo. Me ha llamado la atención, que, al comentar sobre la señorita Despulsiva y mi persona, solamente has dicho palabras elogiosas y ninguna frase negativa que oscurecería el comentario. Es admirable eso de ti porque siempre provocas felicidad alrededor tuyo o una agradable aceptación. Hay personas que siempre están viendo lo negativo de

las circunstancias que las rodean y se dedican a comentar todo eso. Es como si salieran todas las mañanas a recorrer la ciudad y vieran solamente los tachos repletos de basura que están en las veredas y no ven los jardines con flores, los parques, los niños jugando o los silenciosos atardeceres. Bueno, todos tenemos defectos y buenas cualidades. Podrían enseñarnos desde pequeños a no criticar las cosas feas, no comentarlas en voz alta y si es posible, conversar sobre tantas cosas bellas que nos rodean. -¿Las cosas feas que poseen los humanos, tanto en lo físico como en el espíritu?-A los humanos hay que apreciarlos con sus cosas feas y hermosas. En dos palabras, tenemos que amar al prójimo con sus defectos y perdonar cuando esos defectos nos hacen daño. Bien. Basta de filosofía, ¡Horaciooo! ¡Horaciooo! ¡Horaciooo!. El viejo llamó varias veces en voz alta ese nombre y llegó el siervo donde ellos. Estaba pastando en un prado vecino a la casa. -Horacio- dijo el viejo. Vas a llevar a esta niña a sus abuelos. Deberás regresar donde mí una vez que hallas cumplido con lo que te he ordenado. A ver niña, pon tu zapato entre mis manos entrelazadas y sube al anca del animal. Así lo hizo Magdalena Paz y se acomodó en el anca, con las piernas colgando a un costado. Si

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La niña despertó con el canto de los gallos que empezaron su función a las cinco y media de la mañana. Cuando dejaron de cantar, nuevamente se quedó dormida y despertó al mediodía. Se lavó, se vistió y bajó al primer piso. El viejo la saludó alegremente. Veo que dormiste bastante, le dijo. No quise despertarte. Debes de haber estado muy cansada por las preocupaciones de no poder llegar a casa, también por la aventura con la señorita Despulsiva y la gran cantidad de animales que tiene este viejo. Lo último fue maravilloso dijo Magdalena Paz, no me cansé de admirar a todos tus animales. En cuanto a la señorita Despulsiva, es admirable lo limpio y ordenado que tiene su hogar. -Y ella se viste muy bien ¿te fijaste qué vestido tenía puesto?, agregó el viejo. La niña recordó que tenía una cofia de color marrón, una blusa rosada y una falda gris azulada. Todo el conjunto lucía con gran armonía. Eso le dijo al anciano y él estuvo de acuerdo. -Lo lindo que tienes tú- mi niña- es la belleza de tu alma que hace juego con la belleza de tu rostro y el resto del cuerpo. Me ha llamado la atención, que, al comentar sobre la señorita Despulsiva y mi persona, solamente has dicho palabras elogiosas y ninguna frase negativa que oscurecería el comentario. Es admirable eso de ti porque siempre provocas felicidad alrededor tuyo o una agradable aceptación. Hay personas que siempre están viendo lo negativo de

las circunstancias que las rodean y se dedican a comentar todo eso. Es como si salieran todas las mañanas a recorrer la ciudad y vieran solamente los tachos repletos de basura que están en las veredas y no ven los jardines con flores, los parques, los niños jugando o los silenciosos atardeceres. Bueno, todos tenemos defectos y buenas cualidades. Podrían enseñarnos desde pequeños a no criticar las cosas feas, no comentarlas en voz alta y si es posible, conversar sobre tantas cosas bellas que nos rodean. -¿Las cosas feas que poseen los humanos, tanto en lo físico como en el espíritu?-A los humanos hay que apreciarlos con sus cosas feas y hermosas. En dos palabras, tenemos que amar al prójimo con sus defectos y perdonar cuando esos defectos nos hacen daño. Bien. Basta de filosofía, ¡Horaciooo! ¡Horaciooo! ¡Horaciooo!. El viejo llamó varias veces en voz alta ese nombre y llegó el siervo donde ellos. Estaba pastando en un prado vecino a la casa. -Horacio- dijo el viejo. Vas a llevar a esta niña a sus abuelos. Deberás regresar donde mí una vez que hallas cumplido con lo que te he ordenado. A ver niña, pon tu zapato entre mis manos entrelazadas y sube al anca del animal. Así lo hizo Magdalena Paz y se acomodó en el anca, con las piernas colgando a un costado. Si

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sientes que pierdes el equilibrio, sujétate de las astas de Horacio que, al sentir que lo tocas, echará la cabeza hacia atrás. Magdalena Paz se despidió del viejo y éste dando un suave manotazo en el lomo del ciervo hizo que partiera caminando a paso lento, hasta que se perdieron de vista. El venado siguió por un sendero y se internó en el bosque que llegaba a la casa del viejo. El paseo era delicioso. La niña, sentada en el anca del venado, observaba los árboles gigantescos que filtraban haces de luz por el follaje. Todo era muy placentero, a esto se agregaba el pausado y suave compás de las patas del ciervo que iban pisando las hojas secas. De pronto oyó el simpático canto de un chucao (1). Es el saludo de bienvenida que la avecita le está dando a Horacio, pensó la niña. El trino se oyó en varias ocasiones y después hubo silencio. Solamente se oían las pisadas del ciervo. Al poco tiempo salieron del bosque. Anduvieron un largo trecho. Pasaron cerca de la casa de la señorita Despulsiva y también por la casa solitaria donde Magdalena Paz había encontrado el bote. Pronto la niña avistó la casa de los abuelos que, al divisar desde lejos que la nieta regresaba, salieron presurosos de la casa para encontrarla. Se abrazaron con gran felicidad. Horacio se alejó lentamente y volvió donde su dueño por el mismo camino. Fue mucho lo que conversaron los abuelos, y su nieta. Magdalena Paz les relató con detalle todo lo sucedido. Hubo una

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(1) chucao. Pájaro del tamaño del zorzal, de plumaje pardo, y habita en lo más espeso de los bosques.

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sientes que pierdes el equilibrio, sujétate de las astas de Horacio que, al sentir que lo tocas, echará la cabeza hacia atrás. Magdalena Paz se despidió del viejo y éste dando un suave manotazo en el lomo del ciervo hizo que partiera caminando a paso lento, hasta que se perdieron de vista. El venado siguió por un sendero y se internó en el bosque que llegaba a la casa del viejo. El paseo era delicioso. La niña, sentada en el anca del venado, observaba los árboles gigantescos que filtraban haces de luz por el follaje. Todo era muy placentero, a esto se agregaba el pausado y suave compás de las patas del ciervo que iban pisando las hojas secas. De pronto oyó el simpático canto de un chucao (1). Es el saludo de bienvenida que la avecita le está dando a Horacio, pensó la niña. El trino se oyó en varias ocasiones y después hubo silencio. Solamente se oían las pisadas del ciervo. Al poco tiempo salieron del bosque. Anduvieron un largo trecho. Pasaron cerca de la casa de la señorita Despulsiva y también por la casa solitaria donde Magdalena Paz había encontrado el bote. Pronto la niña avistó la casa de los abuelos que, al divisar desde lejos que la nieta regresaba, salieron presurosos de la casa para encontrarla. Se abrazaron con gran felicidad. Horacio se alejó lentamente y volvió donde su dueño por el mismo camino. Fue mucho lo que conversaron los abuelos, y su nieta. Magdalena Paz les relató con detalle todo lo sucedido. Hubo una

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(1) chucao. Pájaro del tamaño del zorzal, de plumaje pardo, y habita en lo más espeso de los bosques.

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Fin

pausa y la niña les preguntó a los abuelos si habían recibido noticias de ella en su ausencia. Recibimos una carta, respondió el abuelo. Estaba firmada ́ por mi viejo amigo Andrés. Confié plenamente en todo lo que me decía y nos quedamos tranquilos. -¿Cómo llegó esa carta?, preguntó la niña. -Llegó atada con una cinta, en el cuello de un conejo blanco.

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pausa y la niña les preguntó a los abuelos si habían recibido noticias de ella en su ausencia. Recibimos una carta, respondió el abuelo. Estaba firmada ́ por mi viejo amigo Andrés. Confié plenamente en todo lo que me decía y nos quedamos tranquilos. -¿Cómo llegó esa carta?, preguntó la niña. -Llegó atada con una cinta, en el cuello de un conejo blanco.

Page 42: 150 Magdalena Paz y el gnomo Losarig COREL 7Su cara mostraba alegría y sus ojos tenían algo especial que la niña no captó en un 3 A MAGDALENA PAZ Y EL GNOMO LOSARIG l abuelo de

C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A

78 La lámpara de la bisabuela79 Las hadas del papel del cuarto verde80 El Etéreo81 El vendedor de tarjetas de navidad82 El congreso de totems83 Historia de un sapo de cuatro ojos84 La rosa blanca85 Las piedras preciosas86 El mensaje de Moisés87 La bicicleta88 El maravilloso viaje de Ferdinando89 La prisión transparente90 El espárrago de oro de Rigoberto Alvarado91 El insectario92 La gruta de la suprema armonía93 El Castillo del Desván Inclinado94 El Teatro95 Las galletas de ocho puntas96 La prisión de Nina97 Una clase de Anatomía98 Consuelo99 Purezza100 La Bruja del Mediodía101 Un soldado a la aventura102 Carda, Cronos, y Cirilo103 Valentina104 Las vacaciones de un ángel105 Ícara106 Las pintorescas aventuras de Adalgisa, condesa de Bosque Verde107 El viejo del saco108 La coronación de Airolga109 Cinisca110 La dulce sonrisa de Aristodella111 Bluewood112 El misterio de la gruta aspirativa113 El Castillo de los Duendes114 El Jardín de Hada115 El Castillo de los vikingos116 El monstruo del río Abuná117 La Alquimia de tres doncellas118 La Casa vacía119 El Bosque Encantado120 El Desfile Onírico121 El Templo Curativo de Yi Sheng122 El soldado ruso123 El taco124 El Vendedor ambulante125 El viaje del Científico a la Isla de los Diamantes126 La Dama Azul127 Congrio a la corneta128 El Jabalí Rinoceronte y El Palacio de Oro129 El Elefante de Plata130 Insólito despertar131 El Gallo verde132 Jack in the Box y la Diligencia Transparente 133 El Afilador de Cuchillos 134 El Ratoncito de Oro 135 El Molino de agua y el retrato de Cecilia Gallerani136 El Árbol de Navidad137 La veleta de la casa del vecino138 La Granja139 El marcapaso cerebral140 Dos hechos inexplicables y uno no.141 Los singulares ojos de Fly Mosquiati.142 La alfombra blanca.143 El Puente144 La Barcaza de pan145 La Mansión de las Hadas146 Una especial celebración147 Sofía Andrea y el abuelo volador148 AORATI GYNAIKA149 El Duende del ladrillo150 Magdalena Paz y el gnomo Losarig

Otros títulos en esta colección01 El sol con imagen de cacahuete02 El valle de los elfos de Tolkien03 El palacio04 El mago del amanecer y el atardecer05 Dionysia06 El columpio07 La trapecista del circo pobre08 El ascensor09 La montaña rusa10 La foresta encantada11 El Mágico12 Eugenia la Fata13 Arte y belleza de alma14 Ocho patas15 Esculapis16 El reino de los espíritus niños17 El día en que el señor diablo cambio el atardecer por el amanecer 18 El mimetista críptico19 El monedero, el paraguas y las gafas mágicas de don Estenio20 La puerta entreabierta21 La alegría de vivir22 Los ángeles de Tongoy23 La perla del cielo24 El cisne25 La princesa Mixtura26 El ángel y el gato27 El invernadero de la tía Elsira28 El dragón29 Navegando en el Fritz30 La mano de Dios31 Virosis32 El rey Coco33 La Posada del Camahueto34 La finaíta35 La gruta de los ángeles36 La quebrada mágica37 El ojo del ángel en el pino y la vieja cocina38 La pompa de jabón39 El monje40 Magda Utopia41 El juglar42 El sillón43 El gorro de lana del hada Melinka44 Las hojas de oro45 Alegro Vivache46 El hada Zudelinda, la de los zapatos blancos47 Belinda y las multicolores aves del árbol del destino48 Dos puentes entre tres islas49 Las zapatillas mágicas50 El brujo arriba del tejado y las telas de una cebolla51 Pituco y el Palacio del tiempo52 Neogénesis53 Una luz entre las raíces54 Recóndita armonía55 Roxana y los gansos azules56 El aerolito57 Uldarico58 Citólisis59 El pozo60 El sapo61 Extraño aterrizaje62 La nube63 Landrú64 Los habitantes de la tierra65 Alfa, Beta y Gama66 Angélica67 Angélica II68 El geniecillo Din69 El pajarillo70 La gallina y el cisne de cuello negro71 El baúl de la tía Chepa72 Chatarra espacial73 Pasado, presente y futuro mezclados en una historia policroma dentro de un frasco de gomina74 Esperamos sus órdenes General75 Los zapatos de Fortunata76 El organillero, la caja mágica y los poemas de Li Po77 El barrio de los artistas

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C U E N T O S PA R A E N T R E T E N E R E L A L M A

78 La lámpara de la bisabuela79 Las hadas del papel del cuarto verde80 El Etéreo81 El vendedor de tarjetas de navidad82 El congreso de totems83 Historia de un sapo de cuatro ojos84 La rosa blanca85 Las piedras preciosas86 El mensaje de Moisés87 La bicicleta88 El maravilloso viaje de Ferdinando89 La prisión transparente90 El espárrago de oro de Rigoberto Alvarado91 El insectario92 La gruta de la suprema armonía93 El Castillo del Desván Inclinado94 El Teatro95 Las galletas de ocho puntas96 La prisión de Nina97 Una clase de Anatomía98 Consuelo99 Purezza100 La Bruja del Mediodía101 Un soldado a la aventura102 Carda, Cronos, y Cirilo103 Valentina104 Las vacaciones de un ángel105 Ícara106 Las pintorescas aventuras de Adalgisa, condesa de Bosque Verde107 El viejo del saco108 La coronación de Airolga109 Cinisca110 La dulce sonrisa de Aristodella111 Bluewood112 El misterio de la gruta aspirativa113 El Castillo de los Duendes114 El Jardín de Hada115 El Castillo de los vikingos116 El monstruo del río Abuná117 La Alquimia de tres doncellas118 La Casa vacía119 El Bosque Encantado120 El Desfile Onírico121 El Templo Curativo de Yi Sheng122 El soldado ruso123 El taco124 El Vendedor ambulante125 El viaje del Científico a la Isla de los Diamantes126 La Dama Azul127 Congrio a la corneta128 El Jabalí Rinoceronte y El Palacio de Oro129 El Elefante de Plata130 Insólito despertar131 El Gallo verde132 Jack in the Box y la Diligencia Transparente 133 El Afilador de Cuchillos 134 El Ratoncito de Oro 135 El Molino de agua y el retrato de Cecilia Gallerani136 El Árbol de Navidad137 La veleta de la casa del vecino138 La Granja139 El marcapaso cerebral140 Dos hechos inexplicables y uno no.141 Los singulares ojos de Fly Mosquiati.142 La alfombra blanca.143 El Puente144 La Barcaza de pan145 La Mansión de las Hadas146 Una especial celebración147 Sofía Andrea y el abuelo volador148 AORATI GYNAIKA149 El Duende del ladrillo150 Magdalena Paz y el gnomo Losarig

Otros títulos en esta colección01 El sol con imagen de cacahuete02 El valle de los elfos de Tolkien03 El palacio04 El mago del amanecer y el atardecer05 Dionysia06 El columpio07 La trapecista del circo pobre08 El ascensor09 La montaña rusa10 La foresta encantada11 El Mágico12 Eugenia la Fata13 Arte y belleza de alma14 Ocho patas15 Esculapis16 El reino de los espíritus niños17 El día en que el señor diablo cambio el atardecer por el amanecer 18 El mimetista críptico19 El monedero, el paraguas y las gafas mágicas de don Estenio20 La puerta entreabierta21 La alegría de vivir22 Los ángeles de Tongoy23 La perla del cielo24 El cisne25 La princesa Mixtura26 El ángel y el gato27 El invernadero de la tía Elsira28 El dragón29 Navegando en el Fritz30 La mano de Dios31 Virosis32 El rey Coco33 La Posada del Camahueto34 La finaíta35 La gruta de los ángeles36 La quebrada mágica37 El ojo del ángel en el pino y la vieja cocina38 La pompa de jabón39 El monje40 Magda Utopia41 El juglar42 El sillón43 El gorro de lana del hada Melinka44 Las hojas de oro45 Alegro Vivache46 El hada Zudelinda, la de los zapatos blancos47 Belinda y las multicolores aves del árbol del destino48 Dos puentes entre tres islas49 Las zapatillas mágicas50 El brujo arriba del tejado y las telas de una cebolla51 Pituco y el Palacio del tiempo52 Neogénesis53 Una luz entre las raíces54 Recóndita armonía55 Roxana y los gansos azules56 El aerolito57 Uldarico58 Citólisis59 El pozo60 El sapo61 Extraño aterrizaje62 La nube63 Landrú64 Los habitantes de la tierra65 Alfa, Beta y Gama66 Angélica67 Angélica II68 El geniecillo Din69 El pajarillo70 La gallina y el cisne de cuello negro71 El baúl de la tía Chepa72 Chatarra espacial73 Pasado, presente y futuro mezclados en una historia policroma dentro de un frasco de gomina74 Esperamos sus órdenes General75 Los zapatos de Fortunata76 El organillero, la caja mágica y los poemas de Li Po77 El barrio de los artistas

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