101 ideas para hacer discípulos

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I D E A S P A R A H A C E R

DISCÍPULOS

La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristiana que satisfaga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifique a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

101 IDEAS PARA HACER DISCÍPULOSEdición en español publicada porEditorial Vida – 2011Miami, Florida.

© 2011 por Kent Julian

Originally published in the USA under the title:101 Ideas for Making Disciples in Your Youth Group© 2007 by Kent Julian

Published by permission of Zondervan, Grand Rapids, Michigan. 49530. All rights reserved. Further reproduction or distribution is prohibited.

Traducción: Adlyn TorresEdición: José RuizDiseño interior: Base creativaAdaptación cubierta: Cathy Spee RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR BÍBLICA INTERNACIONAL.

ISBN: 978-0-8297-5745-3

CATEGORÍA: Ministerio cristiano/Juventud

IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICAPRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA

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Contenido

INTRODUCCIÓN: CámaRas POlaROID y haCeR DIsCíPUlOs 11

SECCIÓN 1: ClIC – ComIENza pENSaNdo EN El fINal 19

ImagINa 21

el aRTe Del vIsIONaRIO: esTIlO POlaROID 43

SECCIÓN 2: 101 IdEaS para haCEr dISCÍpuloS EN tu grupo dE jÓvENES 59

PARTE 1

PRÓlOgO De la PRImeRa PaRTe 61

1. esPaCIOs sagRaDOs COmUNes 67

2. esPaCIOs sagRaDOs POCO COmUNes 68

3. PeRNOCTaDa De ORaCIÓN 70

4. ORaCIONes De UN sOlO PeNsamIeNTO (TambIÉN CONOCIDas COmO «ORaCIONes bReves») 72

5. ObjeTIvOs De aDORaCIÓN 73

6. PROmOvIeNDO la exPeCTaTIva 74

7. TOUR De ORaCIÓN 76

8. TOUR De ORaCIÓN – exTRemO 77

9. ORaCIÓN sIN PalabRas 78


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10. gRUPOs De hOgaR 79

11. ORaCIÓN eN el jaCUzzI 81

12. ReCORRIDO De ORaCIÓN INDIvIDUal 82

13. seNDeROs De ORaCIÓN CORPORaTIva 84

14. DIaRIOs De DIsTRaCCIÓN 87

15. el saN valeNTíN De jesús 89

16. la ORaCIÓN De las esCRITURas 90

17. el sIleNCIO vale ORO 91

18. el mURO De aCCIÓN De gRaCIas 92

19. ORaCIÓN De gRUPO a TIemPO Real 92

20. ReTIRO De RePOsO 93

21. labeRINTO De ORaCIÓN 95

22. aDORaCIÓN TaIzÉ 95

23. aCÓgeTe al CaleNDaRIO De ORaCIÓN 96

24. la hORa QUe CambIÓ el mUNDO 97

25. De aDORaCIÓN 101 a aDORaCIÓN 401 100

PARTE 2

PRÓlOgO De la segUNDa PaRTe 105

26. sÉ UN meTeORÓlOgO COmUNITaRIO 113

27. DeFINe COmUNIDaD 113

28. IDeNTIDaD 114

29. mUROs De la CONmemORaCIÓN 115

30. el amOR se DeleTRea T-I-e-m-P-O 116


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31. el amOR TambIÉN se DeleTRea T-e-R-R-I-T-O-R-I-O 116

32. las 10 mejORes FORmas De CONTaCTaR CON esTUDIaNTes 117

33. TOQUes aPROPIaDOs 118

34. eN TU Casa… ¿el TRabajO es DIveRTIDO? 121

35. NO TaN sOlO gRUPOs PeQUeÑOs… gRUPOs De hOgaR 122

36. seIs sUgeReNCIas De RePONsabIlIDaD PaRa gRUPOs PeQUeÑOs 125

37. gRUPOs exClUsIvOs abIeRTOs 127

38. RUeDas 129

39. la ReD CUlINaRIa 129

40. CORTOs CINemaTOgRáFICOs 130

41. aNUaRIOs aUDIOvIsUales 131

42. ReTOs aPROPIaDOs 132

43. NO sOlO OIgas… esCUCha 133

44. UNa DOCeNa De TÉCNICas De amIsTaD PaRa mODelaR 134

45. NOChes De COmUNICaCIÓN De gRUPOs PeQUeÑOs 135

46. TRabajO eN la ReD 137

47. Casa abIeRTa 137

48. ReTIRO De COmUNIDaD 138

49. CíRCUlOs De INQUIeTUD 138

50. De COmUNIDaD 101 a COmUNIDaD 401 139


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PARTE 3

PRÓlOgO De la TeRCeRa PaRTe 143

51. eQUIlIbRa TU eNFOQUe 153

52. CRea UN balaNCe eN TU aCeRCamIeNTO 154

53. evITemOs las PesaDIllas sabaTINas 155

54. mÉzClalO 156

55. DI 157

56. las esCRITURas… eN sUs PROPIas PalabRas 157

57. UTIlIza la CUlTURa jUveNIl PaRa CONeCTaR la veRDaD CON el mUNDO De TUs esTUDIaNTes 158

58. sÉ aRTísTICO y CReaTIvO 159

59. ¿QUe haRía jesús? 160

60. Usa TODOs TUs CINCO seNTIDOs 160

61. INTeRvÉN eN las OTRas 166 hORas De sUs vIDas 161

62. vIajes De veRDaD y gRaCIa 161

63. PROvee aPOyO De aDUlTO 163

64. eNTRelaza DIsCUsIONes y leCCIONes 164

65. PRegUNTa De la semaNa 165

66. ¿QUÉ PRegUNTaRía DIOs? 165

67. ReCRea las PaRábOlas De jesús 166

68. esCRIbe TUs PROPIas PaRábOlas 167

69. LECTIO DIVINA y el mÉTODO IgNaCIaNO 169

70. el mÉTODO sCORRe 170


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71. esTUDIOs bíblICOs PaRa «aPlICaRlOs a la RealIDaD» 172

72. la NeCesIDaD De RegUlaRIDaD 174

73. la NeCesIDaD De UN esTIlO meTÓDICO 176

74. la ImPORTaNCIa De lOs PaDRes 177

75. De veRDaD y gRaCIa 101 a veRDaD y gRaCIa 401 179

PARTE 4

PRÓlOgO De la CUaRTa PaRTe 185

76. mODela seRvIR y COmPaRTIR 195

77. la NOChe De lOs PaDRes 195

78. vIllaNCICOs De NavIDaD 196

79. aDOPTa a UN abUelO 196

80. aCTOs seCReTOs De bONDaD 197

81. DONDe TeNgas TU TesORO, allí TambIÉN esTaRá TU CORazÓN 199

82. alQUIla UN aDOlesCeNTe 199

83. TUTORías 199

84. UNa bOTella De agUa FRía eN mI NOmbRe 200

85. mINIs meNsUales 200

86. PROyeCTO sIRve 201

87. seRvICIO De PROyeCTO exTRemO 202

88. CONTINúa (eN Casa) lO QUe PablO COmeNzÓ 202

89. CONTINúa (a NIvel INTeRNaCIONal) lO QUe PablO COmeNzÓ 203


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90. amIsTaDes De PRImeR aÑO De esCUela sUPeRIOR 204

91. FíjaTe CÓmO lO hagO… 204

92. vIajes mINIsTeRIales 205

93. ¡eNsÉÑame el DINeRO! 205

94. vIajes mIsIONeROs De PaTIO 206

95. eQUIPOs De TaReas mINIsTeRIales 207

96. eQUIPO De lIDeRazO mINIsTeRIal 208

97. aDIesTRamIeNTO PaRa la evaNgelIzaCIÓN 209

98. la hIsTORIa De CRIsTO eN mí 209

99. esCRIbIR CaRTas 211

100. De seRvIR y COmPaRTIR a seRvIR y COmPaRTIR eN seRIO 212

CONCLUSIÓN 215

NOTas 219


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SECCIÓN 1

ClIC – ComIENza pENSaNdo EN El fINal

Comenzar pensando en el final es comenzar con la imagen del fin de tu vida como el marco de referencia por el cual se mide todo lo demás.

– Stephen Covey –Los siete hábitos de personas altamente eficaces

«Comienza pensado con el final» se basa en el principio de que todas las cosas son creadas dos

veces. Hay una creación mental, o primera; y una creación física, o segunda, para todas las cosas.

– Stephen Covey –Los siete hábitos de personas altamente eficaces

El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor.

– El Apóstol Pablo –(Efesios 3:10-11)


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Las personas solo ven lo que están preparadas para ver.– Ralph Waldo Emerson –

Lo que aparece a continuación es una historia verídica que ocurrió en un ministerio el cual tuve el privilegio de presidir. Lo relato de memoria y desde mi perspectiva. No hay exageraciones para crear efectos. Es la realidad, contada por una persona normal y corriente que, a pesar de sí mismo, ha visto a Dios hacer cosas extraordinarias. (Los nombres de los estudiantes han sido cambiados para proteger su privacidad).

CoSaS dE dIoS vaN a oCurrIrEra un miércoles por la noche antes de nuestro viaje misionero a México y los líderes adultos estaban apiñados en mi pequeña e in-significante sala de estar para una última reunión de preparación. Este viaje se había convertido en una tradición (Mark Oestreicher lo había iniciado antes de que yo me convirtiera en el pastor de jó-venes) y, aunque había uno que otro líder principiante, la mayoría ya había formado parte de la expedición y veía toda la experiencia como algo rutinario. Aun así, por alguna razón, esta vez se notaba un sentir de expectación. Nadie podía explicarse el qué, por qué o

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cómo: simplemente sabíamos que este viaje no iba a ser rutinario. Es por eso que sentíamos que esa noche era diferente a las de otras reuniones finales pasadas. Nuestras expectativas eran mayores. Había una energía de muchos nervios. Nuestras oraciones eran dependien-tes y estaban llenas de esperanza. Queríamos estar preparados porque sentíamos que podían ocurrir cosas de Dios.

Tal vez sea necesario un poco de contexto. Este era un viaje misio-nero de un grupo de escuela intermedia. Más aun, era para estudian-tes que habían completado su octavo nivel y que entrarían al noveno nivel al cabo de unas semanas. Y a la gira no podía ir cualquiera. Los estudiantes se tenían que haber comprometido a nuestro grupo, haber demostrado una relación creciente con Cristo, y haber articulado un interés genuino en cultivar relaciones con sus amigos para que Dios, a su tiempo y según sus propósitos, utilizara a nuestros estudiantes para atraer a otros hacia él. Lo que voy a decir ahora puede sonar algo severo para algunos, pero todos los años había estudiantes que presen-taban su solicitud y no les aceptábamos. Nuestro requisito era que los estudiantes presentasen su solicitud y se sometieran a una entrevista. Y sí, estábamos dispuestos a decir «no» si sentíamos que los estudiantes no estaban preparados. Entendíamos que era nuestra misión hablarles con sinceridad y gentileza acerca de sus vidas, en vez de serles desho-nestos. Además, queríamos mantener altas las expectativas y requisitos del equipo, así que filtramos a cada candidato según ese criterio.

La preparación para el viaje fue intensa: reuniones extensas de capacitación, proyectos comunitarios, devociones personales, y gran nivel de responsabilidad. Incluso, era tan intenso, que los estudiantes a veces tenían que decidir entre nuestro equipo y alguna otra opor-tunidad significativa.

Por ejemplo, durante ese año en específico, un estudiante tuvo que escoger entre ir a un viaje de su equipo de béisbol o formar par-te del viaje a México. Otro estudiante tuvo que escoger entre una compañía de cantantes a nivel nacional y nuestro equipo. Ya que era nuestra convicción que este equipo representaba un llamado tan importante como cualquier otro empeño, no estábamos dispues-tos a permitir que los miembros pasasen a un segundo plano por ningún motivo. Forzar este tipo de decisiones fue algo bueno. No


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intentábamos ser legalistas, solo queríamos elevar el nivel de exigen-cias porque el viaje era algo más que una actividad: era un catalizador para cultivar a estudiantes que estaban comprometidos a ser discípu-los y a participar en el trabajo de hacer discípulos.

Es más, la visión de nuestro equipo era similar a lo que David Li-vermore articula en su excelente libro, Serving with Eyes Wide Open: Doing Short-Term Missions with Cultural Intelligence (Sirviendo con los Ojos Bien Abiertos: Crear Misiones a Corto Plazo con Inteligen-cia Cultural). Existía un deseo intenso en desarrollar una comunidad de estudiantes comprometidos a ser «cristianos del mundo», lo que definimos como cristianos que son generosos con el tiempo, el servi-cio, el dinero y la oración. Se trataba de ayudar a estudiantes a desa-rrollar un interés sincero por las personas que no conocen a Cristo, y una disposición a ir más allá de la seguridad de sus grupos de amigos, para adentrarse a la incertidumbre de forjar relaciones auténticas y a ofrecer un testigo verbal para Cristo. Todo era cuestión de ayudar a los estudiantes a vivir de forma misional sin importar en qué parte del mundo se encontraran.

SÍ oCurrIEroN CoSaS dE dIoSEse año sí ocurrieron cosas de Dios. He dirigido muchos viajes mi-sioneros, pero este fue uno especial. Todavía hablo de ello de vez en cuando durante mis presentaciones, y es muy raro que finalice sin un nudo en la garganta (o peor aun, lloriqueando como un bebé). Esto fue lo que pasó:

Nuestro ministerio tenía este viaje misionero bajo control; no de tal manera que le dictáramos a nuestra iglesia compañera cómo se debía de desarrollar el ministerio, pero de tal manera que estábamos preparados para hacer cualquier cosa que la iglesia necesitara que hi-ciéramos para servir a las necesidades en las siguientes áreas:

• Construcción: construir estructuras de iglesias, cons-truir casas; no importa lo que hiciéramos, ayudábamos a la gente de la iglesia y nos dejábamos dirigir por ellos.

• Oración: caminatas de oración, reuniones de oración,



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oraciones por los enfermos… tú lo decías y orábamos por ello; y, nuevamente, nos dejábamos dirigir por ellos.

• Evangelismo: evangelismo a través del deporte, evange-lismo de puerta en puerta, presentación de la película de Jesús o cualquier otra cosa que la iglesia sentía que era mejor para la comunidad.

• Ministerio para niños: Escuela Bíblica de Vacaciones, clubes de barrio, programas deportivos, y una vez más, cualquier cosa que la iglesia sentía que era mejor para servir sus propósitos.

Siempre me sentí orgulloso de nuestros grupos. Cada uno de ellos había sido capacitado para ser flexible y competente a nivel cul-tural; y la mayor parte de estos grupos sobrepasaban las expectativas, sobre todo para chicos de escuela intermedia.

Pero los viajes misioneros nunca han estado entre mis «10 ex-periencias favoritas» de ministerios juveniles. Hay muchas razones, pero la principal es que odio el papel que me siento forzado a asumir. Yo siempre soy el malo de la película. Soy el que dice: «No… nada… lo siento, pero no podemos hacer nada. Ya estamos más que com-prometidos y no hay nada más que podamos hacer para ayudar». Y, lo que es peor, hasta tengo apariencia de personaje malo: soy calvo y robusto, tengo barba de chivo y cuello ancho. Soy al que muchos de los mejicanos en nuestros viajes le llaman «Piedra Fría». Créeme, soy la versión extremadamente minúscula del luchador «Piedra Fría», Steve Austin. Y, mientras que mi apariencia crea fama entre los chi-cos mejicanos, solo me hace quedar como malo cuando le digo a sus padres: «No, no podemos ayudarle».

Así que esa es una parte del trabajo a la que renunciaría con gus-to. De hecho, cada año he intentado métodos distintos para que el trabajo sea menos odioso. Un año, intenté el concepto de márgenes de tiempo: «Solo estamos aquí por cinco días y no tenemos tiempo para construir otra cosa». Al año siguiente les di la explicación selec-tiva: «Lo sentimos, pero la iglesia escogió los hogares que construiría-mos antes de que llegáramos». Independientemente del método que emplease, la multitud de personas que necesitaban ayuda aumentaba


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cada año. Y, a medida que cada verano pasaba, odiaba cada vez más este trabajo.

dÍa IEse verano en particular fue el más horrible. Vi a más gente durante mi primer día de la que nunca había visto. Peor aun, había algo que me destruía por dentro. De alguna forma mi corazón había pasado de la compasión al desdén. A medida que veía la tan abrumante ne-cesidad, llegué a evocar la creencia de que esas personas no estaban haciendo nada para ayudarse a sí mismos. Me avergüenzo de admi-tirlo, pero ciertamente contaba las horas que quedaban para que pu-diéramos desmontarlo todo y regresar nuevamente al campamento.

De regreso al campamento, solíamos hacer lo mismo: Limpiá-bamos, cenábamos, y luego nos reuníamos para procesar lo que en-tendíamos que Dios estaba haciendo en y a través de nosotros. Yo no me encontraba con el estado de ánimo para poder liderar y desde hace ya bastante tiempo había olvidado qué cosas de Dios estaban ocurriendo. Entonces, cuando algo fuera de lo ordinario comenzó a suceder… me sentí muy enfadado.

Dos estudiantes hablaron sobre cómo habían conocido a una mujer y a su bebé. Por medio de un traductor, esta mujer explicó que su hijo necesitaba ver a un médico. Hasta ahora la historia no estaba tan mal. Pero entonces dijeron: «Le prometimos que si venía a nuestro centro de trabajo mañana, la llevaríamos a ella y a su hijo a una clínica».

Mi mente estalló. ¿Qué? ¿Quién les dijo que dijeran eso? ¿No los hemos entrenado una y otra vez para que no le hagan promesas a la gen-te? Hasta les explicamos que esta era una de las peores partes de una ex-periencia misionera – ser testigo de más necesidades de las que se podían cumplir. ¿Cómo pudieron hacer semejante promesa? Me han tendido una trampa. Mañana, nuevamente, ¡me van a ver como el tipo calvo, grande y malo que no hace nada por nadie!

Antes de que pudiese decir una sola palabra, el coordinador de la organización misionera que facilitaba nuestro viaje entró en la con-versación y dijo: «Me parece que debemos orar para saber qué es lo



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que Dios quiere hacer a través de nosotros para que podamos ayudar a esta mujer». ¿Qué? ¿Estás loco? ¿Orar? Tú fuiste el que me enseñaste a entrenar a los estudiantes a no hacer promesas… ¿y ahora los apoyas? Además, ¿quién te dio a ti liderato en esta reunión? Yo estoy liderando este viaje; ¡tú solo coordinas!

Yo ya estaba a punto de reventar, pero, ¿qué podía hacer? Tenía que aceptar lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, a medida que se iba acercando el final del día, les recordé a los estudiantes por qué no podíamos hacer promesas; entonces amontoné una porción adicio-nal de cargo de conciencia para asegurarme de que todos supieran cuán miserable sería eso para mí, para el tipo malo que tenía que decir «no».

Una vez que concluyó la reunión, me fui directo a Seth, el coordi-nador, y le dije: «¿Qué es lo que estás pensando? ¡Estos son chicos de escuela intermedia! Los llenas de ilusiones, haciéndoles creer que real-mente podemos hacer algo. Ya nos hemos comprometido a una agen-da muy apretada antes de llegar aquí. Tú mismo has dicho que somos el grupo mejor preparado en comparación con otros grupos con los que has trabajado y que somos los que más logros obtienen; incluso más logros que los grupos adultos. Además, tú mismo fuiste el que me dijiste que me asegurara que los estudiantes no anduvieran haciendo promesas sobre cómo podíamos ayudar. Sin embargo, esta noche, en vez de ayudarme, me hiciste quedar como el malo de la película por hacer justo lo que me enseñaste a hacer. ¿Qué estabas pensando?».

Seth, muy tranquilo, respondió: «Pensé que tal vez Dios querría hacer algo único con tu grupo. No estoy seguro, pero sentí que la oración merecía el riesgo».

«¡Pues yo no sentí nada! ¡Y no vuelvas a hacerme eso otra vez!»Con eso me alejé y me perdí completamente lo que Dios ya co-

menzaba a hacer.

díA 2No teníamos idea de dónde vivía esta mujer o cómo podíamos co-municarnos con ella. De hecho, cuando le pedimos información a los estudiantes, señalaron hacia el desierto y nos dijeron: «viven por allá».


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«Allá no hay otra cosa que no sea arena», les dije. «No hay agua, no hay carreteras… ¡no hay nada!».

Pero esto dos estudiantes fueron firmes. «¡Allí es donde vive!».Así que nos ingeniamos un plan, aunque yo estaba seguro de que

sería un fracaso (y, seamos honestos, yo quería que fracasara). Esto fue lo que decidí:

1. Si la mujer se presentaba en nuestros espacios de trabajo durante el día, veríamos si la podíamos ayudar. Pero, si no aparecía ese día, no había nada que pudiéramos hacer.

2. Solo hice una otra concesión: Ya que los dos estudian-tes estaban convencidos de que esta mujer necesitaba nuestra ayuda, les permití que pasaran la mañana bus-cándola. Nunca había hecho esto antes, pero no lo hacía porque me importara: simplemente no quería que me señalaran como aquél que no hizo lo necesario. Así que permití a estos dos estudiantes, acompañados por dos adultos, a que llenaran varias cantimploras y que cami-naran por el desierto. Tenían que caminar en dirección este en línea recta y tenían que prometer que no podían perder de vista la comunidad en la que estábamos traba-jando. Podían caminar hasta un máximo de 60 minutos antes de darse la vuelta y regresar.

Ese era el plan. El grupo hizo una oración antes de que los cuatro individuos se marcharan. Todos los 40 estudiantes y 12 adultos ora-ron para que, esta mujer apareciera de alguna manera. Yo, en secreto, oraba por lo opuesto.

Al final del día la mujer no había aparecido y nuestro grupo de exploradores no la había encontrado. La decepción se veía pintada en los rostros de todo el mundo y, pese a que mi cara demostraba triste-za, caminaba con un poco más de ligereza. Ponte en mi lugar. Estaba cansado de darles noticias desesperanzadoras a personas que nece-sitaban esperanza desesperadamente. ¿Desalmado? Yo diría «sobre-viviente emocional». Había olvidado todas las cosas de Dios y solo intentaba sobrevivir el día sin destrozar el espíritu de alguien más.



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Solo quedaba una camioneta; las demás ya se habían marchado cargadas. Mientras llenaba el último cubo de martillos, mi walkie-talkie estalló de alegría. «Kent… Kent… están aquí… ¡llegaron!».

«¿Quiénes llegaron?», contesté.«¡La mujer y su bebé!»(Tras una larga, larga pausa) «Tráiganlos a la iglesia».Ahora sentía algo diferente y volví a enfadarme. ¿Por qué no nos

fuimos de aquí cinco minutos antes?Yo ya había preparado mi discurso de tipo malo para cuando

Alex y Holly aparecieran con la joven mujer y su hijo. «Simplemente no podemos ayudar. Hemos utilizado todos nuestros recursos para construir estas tres casas y para ayudar con la expansión de la iglesia. Estos proyectos fueron determinados por la iglesia antes de que llegá-ramos y no podemos hacer más que esto. Nos gustaría ayudar pero, simplemente, no tenemos los recursos».

Entonces me di la vuelta para mirar a la madre y al niño.Vi pánico en sus ojos. La mujer tenía en sus brazos a su hijo de

seis meses, el cual parecía un esqueleto. De inmediato las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Mis primeras palabras fueron «¡TENEMOS que hacer algo por este niño!».

Te doy un poco más de contexto. Al momento no tenía idea si la enfermedad de ese bebé sería extremadamente costosa como para poder curar al niño… o si el niño tenía cura. Lo único que sabía es que sentía una disposición para hacer lo que fuera y lo que pudiera. ¿Por qué?

Porque Christopher, mi primogénito, tenía seis meses y nos acompañaba en este viaje.

Como mi esposa creció en Perú y tiene muy buen dominio del español, realmente queríamos que formara parte de nuestro equipo de México; y eso significaba que nuestro hijo tenía que acompañar-nos. Nos habíamos organizado para cuidar a Christopher durante el día y ambos nos quedábamos con él durante la noche. Nuestro viaje fue toda una locura, pero, ahora que miro hacia atrás, la presencia de mi hijo añadió al impacto de lo que estaba experimentando.

Solo existía una diferencia entre los dos niños: mi hijo había nacido en los Estados Unidos. El niño que observaba tenía una


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madre y un padre que lo amaban tanto como Kathy y yo amábamos a Christopher; lo podía ver en los ojos de la mujer. Pero ella no tenía opciones y yo tenía muchísimas. Esta realidad tan simple lo puso todo en perspectiva y es por eso que TENÍAMOS que hacer algo.

Manuel y su mamá fueron al hospital. Se descubrió que había sufrido un envenenamiento a causa de salmonela. Con solo quin-ce dólares en medicinas se curaría. Sin eso, probablemente hubiese muerto. ¡Quince dólares para salvar una vida!

Más tarde, cuando regresábamos a Manuel y a su mamá Clau-dia a su hogar, conducimos por el desierto. Cada cierto tiempo in-terrumpiría la conversación de mi esposa con Claudia para decirle: «Kathy, pregúntale si vamos por la dirección correcta». Cada vez que preguntaba ella contestaba que sí, lo que era difícil de creer ya que no había nada por los alrededores. Finalmente dije: «Kathy, ¿estás segura de que entiendes lo que ella está diciendo?» Kathy me miró con una sonrisa de satisfacción y me dijo: «¿Quién de nosotros habla español?».

Llegamos a casa de Claudia y mis lágrimas comenzaron a correr otra vez. Como indiqué anteriormente, he estado en numerosos via-jes misioneros por varios países, pero nunca había presenciado una situación tan desesperante. Esta familia vivía en un desierto a 48 gra-dos de temperatura, sin agua, sin comodidades… ¡sin nada! Su hogar consistía en dos paredes sostenidas por vigas de madera de 10x10 y una sábana esparcida en la parte superior de las tablas, simulando un techo. Miles y miles de moscas merodeaban en la comida, en el excremento humano y en nosotros.

Esto era lo desesperante de la situación: nuestro líder de cons-trucción, Rollie, caminó de vuelta a la camioneta. Un minuto des-pués yo también me dirigí a la camioneta para buscar agua para la familia. Rollie es uno de los hombres más fuertes de carácter que jamás haya conocido. Imagínate a este hombre: si alguna vez, por ac-cidente, se cortara su dedo pulgar con una sierra mecánica, te miraría a los ojos y te diría, «recoge mi dedo, sacude el polvo y vayamos a la sala de emergencias». No habría lágrimas. Como mucho, le sorpren-dería haber cometido semejante error.

Y allí estaba Rollie, llorando como un niño. Era un momento tan



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auténtico como tan hilarante: ambos explotamos de la risa. Reímos, lloramos y finalmente entendí: ¡Cosas de Dios estaban ocurriendo!

Esa noche, durante nuestra reunión de procesamiento, los es-tudiantes que estaban en la última camioneta compartieron con el resto del grupo lo que había sucedido. Todos sintieron el significado eterno del momento, para Claudia y su familia, para nuestra iglesia amiga, para la comunidad y para nuestro grupo. No teníamos idea de lo que se suponía que teníamos que hacer, pero todos estábamos de acuerdo en que teníamos que hacer algo. Hasta me sentí obligado a confesar mi falta de fe y mi inepto liderazgo. Confesé que creía que Dios me estaba preparando para este viaje, pero hizo falta que me diesen con un palo en la cabeza para darme cuenta de lo que Dios estaba haciendo.

Durante las próximas horas oramos, compartimos ideas y ora-mos un poco más. Finalmente, ya tarde en la noche, desarrollamos el siguiente plan de fe:

Creíamos que Dios deseaba que construyéramos una casa para esa familia. Creíamos que deseaba que la casa estuviera cerca de la iglesia y que fuera construida con la ayuda de las personas de la igle-sia y el esposo de Claudia, a quien aun no habíamos conocido. Para lograrlo, teníamos que vencer varios obstáculos:

1. No teníamos una propiedad en donde pudiéramos construir la casa. Seth, el coordinador del viaje, indicó que una parcela de terreno en esa comunidad costaría alrededor de $1.200 dólares; pero el mayor obstácu-lo sería lidiar con todo el papeleo gubernamental tan rápido como fuese posible. Segun Seth, podía tardar meses para negociar comprar una propiedad y solo te-níamos 3 días.

2. Necesitábamos otros $1.000 dólares para materiales de construcción. Ya no nos quedaba dinero. La cantidad de dinero que fuéramos a usar tenía que recaudarse a través de la ofrenda de 40 estudiantes de octavo grado y un puñado de adultos. Siempre llevábamos ofrendas en los pasados viajes y la mayor cantidad de dinero que


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recibimos fue de $800 dólares. Eso no sería suficiente ni siquiera para los materiales de construcción, y mucho menos la propiedad.

3. Necesitábamos más tiempo. Se tardaba cinco días com-pletos en construir una vivienda, y aunque teníamos cuatro equipos, tres estaban construyendo casas y el cuarto construía una extensión de la iglesia. Nos había-mos extendido más de lo que lo hacíamos normalmente cuando construíamos y ahora añadíamos un proyecto adicional; y, por si fuera poco, uno apresurado. No es-tábamos seguros de que se pudiese hacer, pero nues-tro plan era escoger un trabajador de cada uno de los grupos e intentar construir la casa en dos días (aunque nos quedaban tres días, sabíamos que la mayor parte del tiempo se usaría para conseguir los materiales y encon-trar una parcela de terreno).

4. Queríamos estar seguros de no hacer las cosas a la «ame-ricana», o sea, llegar, construir la vivienda y marcharnos. Así que el plan era estar seguros de que la iglesia estaba de acuerdo con nuestro plan. También teníamos que saber si el esposo de Claudia estaba conforme. Nuestro deseo era facilitar una relación entre la familia de Clau-dia y la iglesia.

Para un grupo pequeño de estudiantes de octavo grado, un pu-ñado de adultos y tres días restantes, el plan parecía imposible. Sin embargo, esto era lo que entendíamos que Dios quería que hiciéra-mos. Y, pese a todos los obstáculos, sentíamos paz. Sin excepción, todos creíamos que cosas de Dios iban a ocurrir.

díA 3La mañana siguiente coloqué un sombrero sobre la mesa del desayu-no. «No hay ninguna presión. Ya saben de lo que hablamos anoche. Cada uno de ustedes le ha preguntado a Cristo lo que les haría ofre-cer, así que simplemente hagan eso. El sombrero permanecerá en la



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mesa hasta que termine el desayuno; luego, y antes de salir para la iglesia, les dejaremos saber cuántos “billetes verdes” se recaudaron».

Hubo silencio durante el desayuno de esa mañana. Hasta se no-taba pesimismo. Ya habíamos racionalizado sobre la realidad de lo que esperábamos que Dios hiciera. Si no se recolectaba dinero sufi-ciente, el plan llegaría a su fin antes de comenzar. Después del desa-yuno y mientras un equipo limpiaba y los otros empacaban, Tom y Mark contaron el dinero. «Esta mañana, Dios contestó nuestra peti-ción. ¡Este pequeño grupo dio $2.500 dólares!» Todos nos volvimos locos – brincamos, gritamos, bailamos, nos abrazamos – y, a modo genuino de estudiantes de escuela intermedia, alabamos a Dios por permitirnos unirnos a él en sus cosas de Dios.

Como nota aparte, aun ahora que escribo, tengo un nudo en la garganta porque sé a lo que renunciaron estos estudiantes. Siendo el último día de nuestro viaje, ellos sabían que podrían haber salido de compras hasta que se les agotase el dinero, y también estaban al tanto de la cantidad de cosas interesantes que había para comprar. En años anteriores, hermanos y hermanas mayores habían regresado a casa con machetes, sudaderas de alpaca, Oakleys último modelo, cami-setas de teñido anudado y bolsas llenas con otros antojos. Muchos de nuestros estudiantes dieron hasta el último centavo de su dinero para compras, así como su dinero para comprar meriendas de cami-no a casa, solo para participar en las cosas de Dios. De ser necesario, habrían vendido sus zapatos, relojes, y hasta le hubiesen pedido a sus padres que rompieran sus huchas y que les enviaran el dinero a Mé-xico. Así de comprometidos estaban.

Cuando llegamos a la iglesia enviamos a algunas personas a las oficinas del gobierno local para que negociaran la compra de la propiedad. Otro grupo se fue a comprar materiales para la cons-trucción. El resto de las personas trabajaron en los proyectos a los que ya nos habíamos comprometido, mientras que me reunía con los líderes de la iglesia y con la familia en necesidad. El día tres duró una eternidad y, fuera de recaudar la cantidad suficiente de dinero, no parecía que estuviese ocurriendo nada más. Nos fuimos al final del día dejando un cúmulo de materiales de construcción amontonados en la iglesia, dos voluntarios que planificaban dormir


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encima de los materiales para espantar a los ladrones y ni una sola palabra sobre la propiedad.

Oramos nuevamente durante nuestro tiempo de encuentro, y antes de que termináramos de orar recibimos palabra de que se había comprado una propiedad. Pero no cualquier propiedad: Dios nos concedió una parcela justo al lado de la iglesia.

dÍaS 4 y 5Los últimos dos días fueron dos de los días más laboriosos de mi vida. Aun así, fueron dos de los más jubilosos. Todos sabían que está-bamos experimentando cosas de Dios. Su mano se estaba moviendo en y a través de nosotros. Hasta los chicos de octavo grado podían sentir que aquél era un momento extraordinario.

La noche antes de nuestro último día de trabajo reflexionamos sobre las actividades de la semana. Era increíble lo que Dios había hecho. No solo habíamos formado parte de esta historia tan increí-ble, sino que otras decenas (o cientos) de historias tuvieron lugar durante esos cinco días que estuvimos allí. Y, a pesar de que las es-tadísticas no son la única barra de medición de nuestro éxito, quedé asombrado al descubrir que los números en todas las demás áreas eran más altos que en nuestros viajes anteriores pese a todo el tiempo y esfuerzo que se dedicó exclusivamente a esta familia. Más chicos participaron en la VBS, se lograron más contactos por medio de la evangelización de puerta en puerta, más adolescentes se involucraron en nuestras actividades deportivas y más personas oraron para recibir a Cristo. Corrían hasta murmullos por la comunidad. Hubo otros grupos que habían pasado por allí anteriormente, pero había algo distinto acerca de este grupo.

Comparto esto con humildad porque como se ha expuesto en esta historia, todo esto tuvo lugar a pesar de mí y no gracias a mí.

CoSaS dE dIoS haN SEguIdo oCurrIENdoHan pasado once años desde ese viaje misionero y me he mantenido en contacto con varios de los estudiantes. Muchos de ellos siguen



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dedicados a Cristo e impactando a otros con sus vidas; muchos de ellos mencionan a la Misión a México como una experiencia que fue un momento clave de transformación en su desarrollo espiritual.

No obstante, he llegado a una conclusión fundamental mientras reflexiono en esta y otras experiencias ministeriales juveniles. Estos viajes, por sí solos, no son los que marcan la diferencia. Si uno separa cualquier viaje de un contexto específico lo que hace es recibir una experiencia distinta. Es el contexto del viaje y el contexto que nos lleva al viaje lo que cultiva un ambiente para que Dios cambie vidas.

El viaje de la Misión a México fue para nosotros un micro-cosmo de lo que habíamos estado fomentando por años dentro de nuestro ministerio. Era una experiencia que abarcaba todos los ele-mentos que valorábamos día tras día. Lo que hizo que este viaje fuera de un impacto tan significativo fue que estos elementos mi-nisteriales tuvieron lugar en un formato sumamente intenso. Esto creó un espacio único propicio para ver a Dios hacer lo que ya ha-bía hecho con nuestro grupo, pero de una manera más dinámica y concentrada. En muchos sentidos, este viaje simplemente puso en mayor evidencia las cosas de Dios que ya estaban ocurriendo dentro de nuestro ministerio.

lIdErazgo polaroIdPor varios años, antes de esta especial experiencia, Dios estaba ha-ciendo algo dentro de mí. Antes de que lo explique, por favor entien-dan que creo profundamente en que las convicciones firmes evolu-cionan durante largos períodos de tiempo. En otras palabras, lo que se articula a continuación no fue tan claro para mí entonces como lo es ahora. Con todo en ese momento fue lo suficientemente transpa-rente como para que yo pudiese articular dos grandes convicciones que tenía sobre hacer discípulos de Jesucristo entre los estudiantes.

Primero nos encontramos con el concepto de «comenzar con el principio en mente». El clásico Los Siete Hábitos de Personas Alta-mente Eficaces de Stephen Covey era bastante reciente para esa épo-ca y para mí sí tenía sentido la idea de imaginarse desde el principio lo saludable que se debería ver el ministerio de hacer discípulos.


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También tuvo sentido que así es como debo vivir la vida: imaginar qué sería lo que más valor tendría para mí al final de la vida y utilizarlo como marco de referencia con el cual medir todo lo que hacía. Como dijo Covey, «Comen-zar con el principio en mente se basa en el principio de que todas las cosas son creadas dos veces. Hay una creación men-tal, o primera; y una creación física, o segunda, para todas las cosas».² En retrospectiva, me parece que este concepto de hacer discípulos con el «final en mente» era un precursor al término vida misional. Años atrás no hablábamos sobre ser misionales, pero sí discutíamos cómo eran los seguidores verdaderamente dedicados a Jesús y cómo los ministerios podían producir a ese tipo de estu-diantes. Es cierto que producción se puede considerar como una palabra relacionada con una línea de ensamblaje y probablemente no se debió usar, pero al menos intentábamos considerar un minis-terio con propósito.

La segunda convicción fundamental que sostuve fue la impor-tancia del ministerio ambiental; dígase crear la atmósfera apropiada en el ministerio. Desde el principio me convencí de que no podía producir nada en la gente, así que si la transformación espiritual ten-dría lugar, tenía que entender con claridad la diferencia entre el papel de Dios y el mío. De hecho, inmediatamente llegué a la conclusión de que yo no tan solo era incapaz de producir cambios de vida, pero que ni siquiera era mi responsabilidad. La transformación era labor de Dios, tan simple como sencillo. Mi papel consistía en cultivar un ambiente que condujera a la labor de la creación de discípulos de Dios dentro de mí y de los estudiantes a los que servía.

Yo constantemente hablaba sobre este concepto con nuestro equipo ministerial de adultos, y creamos formas estratégicas para

La visión mira hacia adentro y se convierte en deber…La visión mira hacia fue-ra y se convierte en as-piración…La visión mira hacia arri-ba y se convierte en fe.

—Stephen Samuel Wise



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desarrollar los ambientes de hacer discípulos; formas en las que Dios estuviera completamente a cargo de transformar a los estudiantes. Hablamos sobre cómo podíamos vivir los principios de la creación de discípulos en nuestras vidas y establecer un modelo atractivo para que los estudiantes lo siguieran. Entiendo que esta idea ambiental era un precursor para el concepto de la vida misional. Mientras que nosotros no usábamos la palabra, nuestras conversaciones ambienta-les trataban en su totalidad sobre cómo ser misionales.

Hay otra palabra que tampoco usaba entonces, pero ojalá lo hu-biese hecho, porque hubiera ilustrado cómo estas dos convicciones se complementan. Incluso, hubiera sido una ilustración viva para ese período de tiempo: la era ACD (Antes de las Cámaras Digitales). Lo he mencionado previamente en estas páginas. La palabra es Polaroid. Suena cursi, lo sé, pero el procedimiento para tomar una fotografía Polaroid es exactamente como quiero vivir la vida y dirigir el minis-terio. Piénsalo:

• Comenzar con el medio en mente es enfocarse en lo que crees que Dios quiere para tu vida y para tu ministerio. Una vez que te hayas enfocado claramente en esa ima-gen mental – clic.

• Cultivar un ambiente que conduzca a la transformación de vidas para Dios es como el proceso de todos los co-lores y químicos que coagulan a través del tiempo para permitir que la fotografía Polaroid pueda enfocar. Es la segunda creación (la creación física) de la primera crea-ción (la creación mental).

minisTERio PolARoidEl ministerio juvenil que dirigía usaba un acrónimo para ayudarnos a articular la imagen de hacer discípulos que queríamos crear. El acróni-mo encuentra su significado en otra historia de ministerio que se ex-pone en el próximo capítulo: la historia de Jesús y la Iglesia Primitiva.

El acrónimo es ACVS. En mi mente, es la versión Polaroid más reciente sobre cómo se debería ver un ministerio de hacer discípulos.


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¿Por qué? Porque nos describe de forma clara la imagen de hacer dis-cípulos y ofrece los elementos ambientales que deben consolidarse, fusionar para poder cultivar dicho ministerio. Dicho de otro modo, representaba todo lo que queríamos que fuese nuestro ministerio:

• Adoración. Un ambiente en donde se alabe, se adore y se exalte a Cristo. La adoración no es solo un acto: es un estilo de vida que se desarrolla en las expresiones de dependencia en la oración, el agradecimiento profundo y la expectativa de lo que Dios puede hacer. El enfoque de la adoración es hacia arriba, hacia Dios.

• Comunidad. Un ambiente de cuidado genuino, de re-laciones auténticas y de una unidad basada en el amor de Cristo por su iglesia y el amor mutuo de sus discí-pulos. El enfoque de la comunidad es interno, de uno hacia otro dentro del cuerpo de Cristo.

• Verdad y Gracia. Un entorno en el que la Palabra de Dios sea el centro de la fe y de la conducta. Es el están-dar, la base de todo lo que se enseña y se valora. El en-foque de la verdad es hacia abajo, desde Dios. Es Dios, quien, con gentileza, revela la verdad a su pueblo.

• Servir y Compartir. El servicio no es un proyecto; es una forma de vivir. Se trata de ayudar a la persona en su totalidad. Significa ministrar, de forma contextual, a los creyentes y no creyentes para satisfacer sus necesidades y comunicar verbalmente el mensaje de la gracia de Dios. El enfoque del servicio y el compartimiento es hacia fuera, desde el cuerpo de Cristo hacia otros.

Esta fue la imagen de hacer discípulos que pinté para nuestro equipo y la imagen que ellos se esforzaron en enfocar. Para entonces, usábamos frases como «comenzar con el final en mente» y «ambien-te». Probablemente, hoy utilizaríamos el término misional. Sin im-portar las palabras que se usen, el concepto trata sobre ser un discí-pulo de Jesucristo y unirse a él en su trabajo de transformación para hacer discípulos.



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viAjE misionERo PolARoidRalph Waldo Emerson escribió en una ocasión, «Las personas solo ven lo que están preparados para ver».³ Me parece que es por eso que la experiencia de la Misión a México fue tan solo un microcosmo de lo que ya era nuestro ministerio. De acuerdo, sí fue una experiencia enfocada e intensa, pero solo consistía en desarrollar lo que nuestro grupo ya estaba haciendo. Cosas de Dios sucedían día y noche dentro de nuestro ministerio, y el viaje a México lo puso en mayor eviden-cia. Nuestros estudiantes se estuvieron preparando durante dos años y cuando llegó la hora de la Misión de México, ellos vieron a Dios obrar con gran intensidad. Considera lo que ocurrió durante este viaje:

• Adoración. Dios fue alabado y exaltado durante este viaje. Y la adoración no fue un simple ejercicio, sino que ya se estaba convirtiendo en algo de gran importan-cia en nuestras vidas. La adoración estaba desarrollán-dose a través de una dependencia llena de oración y de la expectativa esperanzadora por las cosas de Dios que creíamos que iban a ocurrir.

• Comunidad. Los miembros de nuestro grupo se que-rían y se cuidaban genuina y mutuamente. Aunque este sentido de comunidad estuvo creciendo por varios años, la experiencia de la Misión a México nos dio una

oportunidad única para flexionar nuestro músculo comunitario. No tan solo trabajamos mano a mano, sino que también discerni-mos juntos, a través de la oración, lo que creíamos que Dios quería que hi-

ciéramos. Entonces nos apoyamos mutuamente por fe, para creer que Dios realmente haría lo que para noso-tros parecía algo imposible.

• Verdad y Gracia. Durante dos años enseñamos a los estudiantes la verdad sobre la Palabra de Dios. Más

Cada ambiente tiene su propia firma.

—Stephen hopkins


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aun, durante los tres meses previos al exhaustivo en-trenamiento para este viaje, reexaminamos muchas de las verdades que habíamos enseñado anteriormente. Entonces, durante el viaje, presenciamos situaciones en donde teníamos que tomar la decisión de bien vivir esas verdades o rechazarlas. Incluso para mí, esto era cierto por lo que se refiere a la confesión de pecados. Y, aun-que mis destrezas de liderazgo al principio de la sema-na estaban algo deslucidas, la gracia de Dios me dio la oportunidad de modelar la verdadera confesión. Puede que la verdadera confesión haya sido la lección de lide-razgo más poderosa que estos estudiantes pueden haber aprendido de mí (o, mejor dicho, que hayan aprendido a pesar de mí).

• Servir y Compartir. Nuestro equipo impactó a mu-chas personas, pero esa era la oportunidad de conocer, por medio holístico, las necesidades de una familia que nos cambió a casi todos. Para varios estudiantes, esta experiencia cambió la idea de servir de un proyecto a una forma de vida. Ellos regresaron como discípulos au-ténticos, comprometidos de forma activa en la obra de Dios de hacer discípulos entre las naciones, y comenza-ron sirviendo y compartiendo con sus propios amigos.

Recientemente tuve una conversación con un estudiante de la Misión de México que ahora es un joven profesional. Mientras ha-blaba y cenaba con Keith y su esposa, él hablaba acerca de cuán sorprendido quedó cuando descubrió que prácticamente todos los estudiantes en el colegio cristiano al que asistía no tenían ni idea acerca de la tarea de hacer discípulos. Él me dijo que «Existía una pauta especial sobre la creación de discípulos en nuestro grupo, pau-ta que debieron carecer otros grupos juveniles. Gracias a eso, ser un discípulo que quiere unirse a Dios en su trabajo de transformación para hacer discípulos ya forma parte de mi ADN. Cuando asistía al colegio cristiano, pensé que el lugar estaría repleto de estudiantes que tomaban en serio la vida misional; al menos con la seriedad que



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la tomaban los principales líderes estudiantes de nuestro grupo. Sin embargo, el colegio estaba repleto de aquellas personas que solo asis-ten a los servicios eclesiásticos de los domingos por la mañana. Me quedé atónito».

En retrospectiva, me parece que no hablé mucho sobre un am-biente de ACVS con los estudiantes. Era una herramienta que uti-lizaba con líderes adultos, no con estudiantes. Aun así, Keith lo en-tendió. Entendió los principios, tales como el principio con el final en mente, el ministerio ambiental y la vida misional. En resumen, él sabía lo que significaba ser un discípulo comprometido a unirse a Jesús en su trabajo de transformación en la tarea de hacer discípulos.

CoSaS dE dIoS tambIéN puEdEN oCurrIr para tISí, cosas de Dios pueden ocurrir para ti y para mí, pero abre bien tus oídos: ni tú ni yo podemos hacer que sucedan. Recuerda que Dios es el que controla totalmente la transformación; nosotros solo somos res-ponsables de presentar el ambiente. Pero, ya que servimos a un buen Dios, tengo fe en que si cultivas un buen ambiente de ACVS en tu ministerio, tú también contarás historias sobre las cosas de Dios para su gloria.

Antes de detenernos en el fundamento del acrónimo, permíteme decirte cinco de las cosas que más me gustan de él. Primero, el acró-nimo se basa en la Escritura. Y para ser más específicos, está funda-mentado en la Iglesia Primitiva, según lo expuesto en los evangelios y en el libro de Hechos (detalles sobre esto más adelante).

Segundo, es sencillo. Como escribí en la introducción, durante los comienzos de mi ministerio, yo saltaba de conferencia en confe-rencia y de recurso en recurso, en un intento de encontrar un plan mágico: el método perfecto para hacer discípulos entre estudiantes. Sin embargo, cada vez que me topaba con una idea que me gustaba, simplemente la añadía a lo que yo ya estaba haciendo. Al cabo de unos pocos años, mi ministerio se había complicado tanto, que los voluntarios necesitaban un Doctorado en física solo para descifrar el código. Sin embargo, algo ocurrió cuando comencé a entender el acrónimo. Todo lo que consideraba importante en el ministerio


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comenzó a moldearse dentro de estos tres elementos. Aquello que había hecho tan complicado, en su esencia era simple. No algo in-genuo, ni fácil, sino simplemente sencillo. Completo… compren-sivo… simple.

Tercero: crea enfoque. La esencia de un buen liderazgo es saber cómo reducir el enfoque de quienes diriges a lo que más importa. Por lo tanto, un movimiento u organización es más fuerte cuando el líder reduce el alcance de la misión a la esencia de sus elementos. ¿Por qué? Porque un movimiento no puede defender algo cuando trata de serlo todo. Reducir el verdadero alcance del ministerio ayuda a los líderes de jóvenes, y dice: «He aquí las cuatro cosas de las que se debe componer un ministerio de hacer discípulos».

Cuarto: edificar en base al enfoque es también progresivo. Es estar vivo y crecer. Es como esa Polaroid que sigo mencionando. Como verás más adelante, una de las funciones de Jesús mientras estuvo en la tierra fue cultivar un movimiento llamado la iglesia. La iglesia no salió así de la nada. La iglesia se creó y se desarrolló a través del tiempo, pero comenzó con Jesús. Es como si Jesús hubiera tenido una foto en su mente de cómo debía ser la iglesia, y luego, por medio de su ministerio, cultivara un ambiente que permitiera que esa foto se revelase.

Finalmente, se moldea a cualquier contexto. Sin embargo, en-tiende esto por favor: no estoy contradiciendo lo que dije en la in-troducción sobre un método de talla universal. En realidad, ACVS es mucho más grande que eso. Es el núcleo o esencia del ministerio, para que se pueda moldear a cualquier plan ministerial, indepen-dientemente de si el ministerio es dirigido con un propósito, si es apoyado por la Escuela Dominical, si está enfocado en la búsqueda de aquellos que buscan, o si está centrado en un grupo pequeño. De hecho, después de discutir ACVS con miles de líderes de jóvenes a través del mundo, todavía tengo que encontrar a uno que diga, «No, eso no se amolda a nuestro contexto».

Así que ten fe. Ya contarás historias similares sobre cosas de Dios. Y no dirás tan solo «Cosas de Dios van a ocurrir», sino que dirás «Cosas de Dios sí están ocurriendo».


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101 ideas para hacer discípulos

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