1. necesitamos una nueva educaciÓn

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hospitalidad a muchos de estos pensadores. Señalamos aquí a algunos de ellos con los números con quehan participado en nuestra publicación: Mohamed Talbi (11,127, 147, 183-184, 258, 359, 378), MohamedArkun (29, 146, 212, 268-269), Jalid Durán (93, 160-161, 248, 251, 295, 341, 350), Abdelmayid Charfi (39,133), Abderrahman Cherif-Chergui (75, 158), Abdelmayid Meziane (13), Ali Merad (5), Mohamed Charfi(208),Abdu Filali-Ansari (368), Farag Foda (265), Sa‘id al-Ašma) wi (234)... y un largo etcétera de otros pensa-dores, que nos es imposible señalar aquí. Estos autores manifiestan una evolución de la fe y del pensamien-to religioso en el Islam, mucho más difundido y más profundo de lo que habitualmente nos imaginamos yconocemos.

Entre éstos señalamos hoy al filósofo Abdennur Bidar, nacido en Francia en 1971, en una familiacuya madre francesa se convirtió al Islam (sufí). Es autor de dos libros: Un Islam para nuestro tiempo (Seuil,2004) y Self Islam (Seuil, 2005). Este último es su autobiografía espiritual. Ha sido, con ocasión de esta últi-ma publicación, que nuestro autor ha concedido al sitio Umma.com la entrevista que publicamos aquí y quetraducimos del francés del nº 08/02 de Se Comprendre, febrero 2008, con nuestro agradecimiento.

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1. NECESITAMOS UNA NUEVA EDUCACIÓNMUSULMANA

— Umma.com: Con ocasión de su intervenciónen France Culture, tendríamos tendencia a poner-nos de acuerdo con Abdelwahab Meddeb sobre1

la singularidad de su Islam, que Vd. califica, contoda razón, de self-Islam. Vd. es hijo de una ma-dre francesa convertida al Islam (sufí), ¿podríahablarnos brevemente de su dificultad para apro-piarse el significante musulmán, estigmatizadocon frecuencia como elemento identitario de lainmigración post-colonial?

— Abdennur Bidar: “Singularidad” de mi Islam,en efecto, extrañeza de mi situación personal,puesto que este Islam me fue transmitido por mimadre francesa, convertida a finales de los sesen-ta. Por consiguiente, yo soy “musulmán de naci-miento” fuera de todo contexto cultural islámico,en el corazón de la Francia profunda, precisamen-te en Clermont-Ferrand. Nosotros vivíamos nues-tro Islam en una especie de “Islam de piedad”,muy aislados: sin apoyo exterior, mi madre nosenseñaba la lectura de la lengua árabe, la lenguadel Corán... Me acuerdo todavía de haber apren-dido las suras más cortas del final del Corán la-vando los platos con ella.

Pero quisiera decir enseguida que esta situa-ción, aún siendo singular, es, sin embargo, muyclásica: todos los musulmanes de Francia, inclusosi la mayoría son de origen inmigrado, se encuen-tran también en esa posición de entre dos, entredos culturas, dos identidades... Vds. hablan de“significante musulmán” y lamentáis que éste seasimile a un simple “elemento identitario” de lainmigración post-colonial, dicho de otro modo, queun cierto número de franceses continúan creyen-do que los musulmanes de aquí viven todavía co-mo vivían los pueblos colonizados recientemente,según las costumbres y los hábitos de un pobladodel siglo XIX. La imagen del musulmán en Francia,en la conciencia y el inconsciente colectivo, tardaen evolucionar.

Algunos continúan representándoselos comoun “extranjero”, en sentido duro y peyorativo: un“bárbaro”, radicalmente diferente y con el que unono puede comunicarse, sino con grandes dificulta-des. ¿Qué musulmán, nacido sin embargo aquí,tan francés como cualquier otro, no se ha vistoalgún día interrogado: “Entre vosotros, ¿cómoocurre? ¡Como si se dirigiera a un miembro deuna tribu primitiva recientemente salida de laAmazonia! Ya va siendo hora de que Franciacomprenda que esos musulmanes no son “indíge-nas importados”. Que la identidad musulmana se

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ha hecho múltiple, como cualquier otra identidadfrancesa, país de mezclas y de inmigración.

La identidad de los musulmanes de Francia esinfinitamente compleja, diversa. Todos nosotrossomos “musulmanes atípicos”, originales, singula-res, diferentes los unos de los otros, porque cadauno se relaciona con la cultura musulmana de unamanera que le es propia: los unos mediante unapiedad ejemplar, los otros conservando simple-mente unos principios de vida (como el ayuno delRamadán, el hecho de no beber vino ni comercerdo), otros también declarándose solamente“creyentes” o, simplemente, “musulmanes de co-razón”.

Por nuestra parte, aceptamos todas esas dife-rencias entre nosotros y no interiorizamos más laimagen de un Islam único, de un único “Islam ver-dadero”, “buen Islam”, “auténtico musulmán”. Esoes lo que yo llamo la aceptación de la opción, Is-lam personal que consiste en la fidelidad que ca-da uno escoge para conservar nuestra comúnherencia. Más ampliamente por otra parte, estadiversificación del Islam y de los musulmanes,¿no es toda nuestra civilización, que en su cami-nar ha encontrado tantas culturas diferentes y quese ha aclimatado bajo tantos climas, desde el In-dus a al-Andalus?

Como escribe el historiador Charles Bulliet, haexistido siempre un genio extraordinario del Islampara regenerarse mediante sus fronteras, es de-cir, a encontrar una dinámica permanente graciasa todos los “musulmanes de las orillas”, que estánobligados a adaptar su Islam a nuevas condicio-nes de vida y de confrontarlo con otras visionesdel mundo.

Por eso, yo creo que nosotros, musulmanesoccidentales, instalados en el corazón y en lapunta de la modernidad, de sus formidables ad-quisiciones y también de sus terribles fracasos,podremos ser mañana el provenir del Islam, esdecir, los que llevan a cabo en sí mismos, en su

vida, en su corazón, una conciliación, pacífica yarmoniosa, entre Oriente y Occidente. Mostremosque nosotros estamos a punto de pasar más alláde esta oposición, y que nosotros estamos inven-tando un nuevo mundo que ya no es ni Oriente niOccidente, sino el producto de su síntesis y de susuperación.

— Umma.com: Refiere Vd. la dificultad de seradmitido tanto entre los jóvenes franceses de ori-gen magrebí, con los que no comparte la lenguade origen, y la dificultad entre los no-musulmanespara aceptar vuestro nombre de Abdennur. Estaexperiencia ¿ha sido decisiva en vuestra búsque-da identitaria?

— Abdennur Bidar: En mi libro hablo de mi nom-bre Abdennur. Para mí tiene una gran importan-cia, aunque no ha sido siempre fácil llevarlo: nadiede mi entorno comprendía que yo pudiera llamar-me Abdennur teniendo, como tenía, un tipo físicoeuropeo, y desde mi infancia yo ya no cuento máslas situaciones ambiguas, de perplejidad y de re-chazo. En mi libro cuento algunas de esas situa-ciones tragicómicas, en donde mi interlocutor sepreguntaba con qué bicho raro tenía que enten-dérselas!

Todos los que tienen un nombre y un apellidode origen extranjero y que, además, poseen untipo físico no europeo, deben comprender perfec-tamente de lo que hablo, y qué sufrimiento puedeser eso... Y la fuerza que eso puede dar, al mismotiempo. Espiritualmente yo me he alimentadosiempre de mi nombre, lo he meditado largamen-te, durante muchas horas, durante años, desde mimás tierna infancia. Abdennur, “servidor de laLuz”. Cuando me concentro en mí mismo, sobremi ser íntimo, veo un niño prosternado en la luz,una luz que lo rodea y lo penetra.

Después, ese niño se levanta, se arrodilla, yluego la luz entra en su corazón y viene a res-guardarse en él. Gracias a esta meditación pro-funda sobre mi nombre, una visión sube hoy en

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mí como una fuente que habría encontrado final-mente un punto de donde puede brotar. En estavisión percibo un corazón como la hornacina deque habla el Corán: “Dios es la Luz de los cielos yde la tierra. Sin luz es comparable a una hornaci-na en la que hay un pabilo encendido. El pábiloestá en un recipiente de vidrio, que es como sifuera una estrella fulgurante. Se enciende de unárbol bendito, un olivo, que no es de Oriente ni deOccidente, y cuyo aceite casi alumbra, aun sinhaber sido tocado por el fuego. ¡Luz sobre Luz!Dios dirige Su Luz a quien él quiere” (Cor. 24,35).Si os describo esta relación íntima a mi nombre,en términos que parecerán quizás demasiadomísticos a algunos lectores, es porque deploroque en todas las discusiones sobre el Islam estadimensión puramente espiritual casi nunca esevocada. Ahora bien, para mí el Islam es, antetodo, una vida espiritual, una experiencia interior,un encuentro con el misterio de la existencia.¡Que no es sólo el budismo, el que es una escue-la de sabiduría!

Ahora bien, muchos debates querrían reducirel Islam a cuestiones de otro orden, geopolíticas,sociales, identitarias, etc. ¡Algunos reclaman asíel “desIslamizar” el problema del Islam! Otros qui-sieran reducirlo a cuestiones de “forma”: hay quevestirse de éste o de otro modo, etc. Creo quenosotros, musulmanes, tenemos todo a ganarconcienciándonos, en recentrarnos en esta discu-sión espiritual, en lo que tiene de más profunda.

Con relación a esta prioridad, ¡el que una seponga el velo o que la otra deje de ponérselo, queuna rece cinco veces al día y la otra no, que losunos sean conservadores y los otros reformistas,es secundario! Me gustaría que nos pareciése-mos todos, sin exclusión, sin juicio, alrededor deesta meditación sobre lo que hay de más profun-do en nosotros mismos. Que el Islam aparezca, alos ojos del mundo, como una escuela de conoci-miento de sí mismo y del hombre, una educaciónde la mirada interior, una ciencia de relación a loíntimo del corazón.

— Umma.com: En su libro, Vd. subraya la sabi-duría de su abuelo ateo comunista y retiene de élsu amor indefectible al humanismo. Como musul-mán, ¿qué significa la noción de humanismo?

— Abdennur Bidar: El Islam, como los otros dosmonoteísmos, es la cuna del humanismo europeo.En efecto, éste se define como “discurso queexalta la grandeza y la dignidad del hombre”. Aho-ra bien, en este punto de vista el Corán encierraverdaderos tesoros, desgraciadamente poco ex-plorados por la meditación de los unos y de losotros. Hay mucho que escribir sobre este punto,en dos direcciones: primero, para mostrar que elIslam, con el judaísmo y el cristianismo, forma unasola y misma “matriz” del humanismo europeo –elmonoteísmo completo es en su principio, comodecía en otro tiempo Henri Corbin, un “personalis-mo”, es decir, una visión del mundo que coloca alhombre en el centro; y después, para mostrar queeste humanismo monoteísta podría ser un recursoformidable para el humanismo occidental, que seencuentra moribundo.

Actualmente preparo un libro sobre esta cues-tión. En el cuadro restringido de esta entrevistaquisiera tomar un solo ejemplo del humanismocoránico, cuyo análisis me parece particularmenteimportante. En la sura 2 al-Baqqara –en los ver-sículos 31-34– Dios dice haber “enseñado a Adánel nombre de todos los seres” y, después, pide alos ángeles que se prosternen ante él, cosa quehacen todos excepto Iblis.

De ello podemos sacar dos enseñanzas princi-pales. Primero, Adán es reconocido como posee-dor de lo que podemos llamar “la inteligencia uni-versal”, que comprende la razón, la racionalidad–la inteligencia científica, que nos permite conocerel universo por sus causas materiales– y el inte-lecto, que los griegos llamaban el nus, que los su-fíes laman el ‘aql– que nos permite contemplar eluniverso, no ya por sus causas materiales, sinopor su principio espiritual.

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Este principio es, en realidad, lo que nosotroslos musulmanes llamamos la Misericordia, el so-plo del Misericordioso (Nafas al-Rahman) y quelos cristianos llaman el Amor. Ahí es donde prima-riamente se sitúa el humanismo al Islam: en ladescripción de un ser humano capaz de ver laexistencia, el universo de manera completa y pro-funda. Y según lo que sigue del versículo, de me-recer a partir de ahí que los ángeles se proster-nen ante él. Y eso es lo que hay que entendercomo una verdadera revolución en el camino reli-gioso: he ahí, en efecto, un texto, el Corán, en elque Dios mismo pide a los ángeles el prosternar-se, no ante él, su creador, sino ante una criatura;¡el hombre formado de pobre arcilla!

¿Puede haber una manifestación de humanis-mo más elocuente? La grandeza del hombre seve coronada por el gesto de Dios. Habría ahí mu-chas reflexiones que hacer e invito a cada cual ameditar eso por sí mismo. ¿cuál es el sentido pro-fundo de esta orden de Dios? “¿Prosternaos anteAdán?” ¿Qué nos dice del hombre? Eso formaparte, a mis ojos, de las sabidurías del Islam quetodavía no han sido comprendidas y explicadas,como si la mirada de Mahoma se hubiera posadoahí, en un punto del tiempo que se sitúa muy lejosdelante de nosotros... O muy cerca, tanto que loque vivimos hoy parece acercarnos de esta sabi-duría y de sus promesas.

Y lo que es más, en un contexto en el que másque nunca tenemos necesidad de regenerar elhumanismo en general: el hombre moderno, post-moderno, ya no sabe qué hacer de sí mismo, nosabe ya en qué consiste su dignidad ni sabe darsentido a su vida. Ahora bien, existe en esta sim-ple palabra del Corán, en esta simple indicación–“Prosternaos ante Adán”–, “un sentido del hom-bre” del que la civilización humana podría hoy sa-car provecho para salir de la crisis del humanis-mo. A condición de saber sacar el sentido del quetenemos necesidad y que duerme todavía en elsentido secreto del versículo.

— Umma.com: Durante vuestra adolescenciasentíais la dificultad de escoger entre Oriente yOccidente, en el sentido como lo entiende RenéGuénon. El Oriente islámico espiritual al que es-táis apegado bajo la influencia indiscutible del su-fismo, y el Occidente en el que estáis admitido enla Escuela Normal Superior, templo “profano” dela universidad francesa. Vuestro Self-Islam ¿esuna respuesta intelectual a ese dilema Oriente/Occidente?

— Abdennur Bidar: Self-Islam no quiere decir“Islam a la carta”, “Islam en libre-servicio”. Es unIslam de la responsabilidad personal, fundado enuna única pregunta: “En la herencia de mi tradi-ción, ¿de qué tengo yo personalmente necesidad,aquí y ahora, para continuar sintiéndome plena-mente musulmán”? Creo que sólo una tal pregun-ta –que cada individuo de cultura musulmana estállamado a plantearse– puede abrir la vía de unIslam compatible con el principio de libertad indivi-dual, de libertad de conciencia.

No lo que dicen los doctores, los ulemas, losimames, mis padres, mis tíos, mis hermanas, mishermanos, etc. Su parecer puede ser escuchado,pero en última instancia ¿qué me dice mi propiaconciencia? ¿Qué me dice mi propio corazón?¿Cómo vivir mi fe, mi cultura, para estar de acuer-do conmigo mismo? ¿Para estar orgulloso de miidentidad, en acuerdo tanto con ella y con el mun-do, sin conflicto interior ni exterior? Es por estecamino de la interrogación personal y de la auto-nomía espiritual, que cada uno puede escapar delpeso de la tradición, y al mismo tiempo conservarel dominio de su vida, no dejándose llevar ni porel olvido, la indiferencia a su cultura de origen, nien el otro extremo, por el repliegue a concepcio-nes “prefabricadas” del Islam.

Que cada cual diga serenamente “yo practicoel self-Islam”, lo que quiere decir: yo no obro demanera ciega, yo no estoy sometido a nadie, yorealizo mis propias opciones, yo no he abandona-do mi tradición, pero no soy ni su esclavo, ni el de

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las costumbres familiares, ni del imam del barrio,ni de los predicadores del Medio Oriente, que qui-sieran dictarme mi conducta por medio de parábo-las. He ahí, a mi juicio, cómo el Islam puede en-trar, de la manera más inteligente, en la sociedadglobal en que el valor principal es exactamente lalibre opción para cada uno de su modo de vida,de sus costumbres– con el límite del respeto a losdemás.

El self-Islam no es, de ningún modo, un “nuevoIslam”, sino una manera de vivir el Islam que reali-za el acuerdo entre dos imperativos: el imperativode fidelidad a nuestra herencia y el imperativo deadhesión al principio de libertad de conciencia.Con el self-Islam, el dilema Oriente-Occidente caepor sí mismo, puesto que por una parte el Islamadopta el principio mayor del Occidente –la liber-tad absoluta de la elección personal– y, por otra,no se pierde el mismo, puesto que el musulmáncontinúa llevando una vida espiritual e incluso lamás conciente, la más profundizadora, la másresponsable que existe. “Nada de coacción en re-ligión”, ¿cuántas veces será necesario citar esteversículo para que nadie caiga en la tentación deimponer a los demás musulmanes un mismo Is-lam, una única manera de ser musulmán?

La libertad individual ha existido siempre en elIslam. Pero también, reconozcámoslo, la presióndel grupo, el juicio de los demás. Y también elhábito del creer, profundamente enraizado en ca-da una de nuestras conciencias, que el verdaderoIslam es la obediencia a todo lo que el Corán y laSunna nos han transmitido y que los teólogos ju-ristas han desarrollado al interior de las grandesescuelas jurídicas, y que más tarde generacionesde ulemas y de imanes han impuesto, sustituyén-dose ellos mismos mediante la fijación de las cos-tumbres.

¡No confundamos nunca más la palabra deDios con lo que siglos de interpretación humanale han hecho decir! No tiremos por la borda todoeso, pero pongámoslo serenamente delante de

nosotros: el derecho personal de inventario, deberpersonal de elección. Respecto al dogma, a la ley(šari‘a) y de todo lo que el Islam coloca según cin-co categorías (lo obligatorio, lo recomendado, lopermitido, lo desaconsejado, lo prohibido), quecada uno ejerza su responsabilidad personal, se-gún la palabra coránica: “Dios no pide nada a na-die más allá de sus posibilidades” (Cor. 2,286).

Libertad no quiere decir facilidad. Libertad noquiere decir supresión de la ley, sino interioriza-ción. Interiorización de la relación a la ley: es des-de el interior de mi propia conciencia espiritualque me llega la voz de Dios, es a partir de mi pro-pia libertad espiritual que yo respondo a la solici-tación de Dios. Que cada uno determine así supropia relación al dogma y a la ley, según un crite-rio primordial: ¿De qué tengo, personalmente,necesidad para sentirme en paz? Con todas lascuestiones subsidiarias y que nuestra responsabi-lidad, ahí también, no sabría evitar: si yo estoy enun medio occidental, ¿qué es lo que corre el ries-go de provocar la incomprensión de los no-musul-manes? ¿Cómo evitar el desencadenar la hostili-dad? ¿Cómo obrar de la manera más auténtica ypacífica a la vez?

Personalmente, con los no-musulmanes, nome comporto nunca partiendo del principio “heaquí mi diferencia, acéptala”, sino siempre pre-guntándome primero: ¿qué puede él comprendery aceptar de mi diferencia y cómo encontrar oconstituir unos valores, unos principios comparti-dos? No imponer la propia diferencia, ni al otroextremo abandonarla o disimularla, sino pregun-tarse si ella es tolerable para el otro.

— Umma.com: Vuestra experiencia del sufismoparece marcada por las desilusiones de vuestrainiciación. El esquema Maestros/Discípulos ¿ha2

alienado vuestra libertad?

— Abdennur Bidar: El sufismo es una excepcio-nal tradición, que yo he frecuentado asiduamentedurante siete años. Como lo señalo en el libro, yo

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he podido llevar, gracias a esta vía, una vida mís-tica muy “activa”, reanudando también con la en-señanza de mi madre, que me había abierto alconocimiento profundizado de ciertas doctrinasmetafísicas las más profundas del Islam, a travésde la meditación de sus más grandes santos ysabios, Ibn Arabi, Rumi, Ibn Ata Alla) h, y más cer-ca de nosotros, el jeque Al-Alawi o el pakistaníMohamed Iqbal.

He recibido la enseñanza de lo que los sufíesllaman un maestro viviente, que vive en Marrue-cos. Fueron unos años de formación tanto másricos que yo realizaba paralelamente unos estu-dios, también muy profundos, de filosofía euro-pea: entré en la Escuela Normal Superior y conse-guí una agregación en La Sorbona, y finalmentehe ganado la oposición a una cátedra de Filosofía–disciplina que enseño actualmente. Detallo todoesto en relación a vuestra pregunta sobre la “de-silusión”: en realidad, es de los dos lados que yola he sufrido.

Me di cuenta, en efecto, que las dos sabidu-rías, la sabiduría espiritual del sufismo y la sabidu-ría racional de la filosofía, estaban en crisis pro-funda... Por razones diferentes y a través de sin-tonías diversas que analizo en el libro. A tal puntoque al final de todos esos años de estudio y debúsqueda, me encontré con “las manos vacías”en un estado de gran desconcierto. Tenía la im-presión de pertenecer a dos culturas –occidental ymusulmana– llegadas al final de sus posibilida-des, dos tradiciones “sin aliento”, agotadas. Dosculturas que ya no consiguen alimentar a sus he-rederos.

La sabiduría sufí me parecía, en efecto, agota-da, incluso si ella produce todavía algunos efectosrelevantes sobre los corazones y las conciencias.Como en otras partes del Islam, hice la experien-cia de la obediencia ciega, del conservadurismo,de la referencia a un pasado desaparecido, quese convierte en un veneno paralizante para el pre-sente. Y, de parte de la filosofía occidental, hice la

experiencia igualmente decepcionante de unateísmo estrecho, de un rechazo y de una igno-rancia total de la dimensión espiritual de la exis-tencia.

Incluso si, ahí también, algunas personalida-des excepcionales continúan transmitiendo unaenseñanza profunda. Pero en la mayoría de esosfilósofos, como, por otra parte, en todo el Occi-dente, el sentido de lo sagrado me parecía haberdesaparecido totalmente... Y es precisamente poreso que soy un poco reservado respecto a la ex-presión “Islam de las Luces”: si es para promoverun Islam vacío de su dimensión espiritual, reduci-do a una simple “cultura”, no estoy de acuerdo; si,por el contrario, eso designa un Islam que sería, ala vez, “espiritualidad” y “cultura”, ningún proble-ma, sí.

Resumiendo pues: por parte sufí tenemos unsagrado fosilizado y, por parte de la filosofía, unsagrado volatilizado. Es por eso que después deesa experiencia de la vía sufí, tuve el sentimientode que ya no podía contar sólo conmigo y partirde nuevo de lo que yo había podido encontrar enmí, únicamente en mí, desde mi infancia... unasabiduría personal. Yo no sé si lo he encontrado,no me toca a mí, sin duda, decirlo. Hoy, sin em-bargo, yo me siento libre: libre en mi Islam, libreen mi vida, una libertad construida a partir de lašah2ada, que me he repetido sin parar durante losaños de soledad y de retiro. “No hay más realidadque Dios”, he ahí lo que me hace libre, porque notengo nada que temer del mundo, ni de los de-más: todo es una imagen del Único, siempre Pre-sente, sólo Presente en la diversidad de los se-res .3

— Umma.com: Vd. desarrolla la idea de un Islamde libertad como único remedio al Islam identitarioque se perfila en nuestros días bajo el prisma ex-clusivo de la ortopraxis. En la hora en que asisti-mos a un desencanto del mundo, ¿las manifesta-ciones identitarias de lo religioso en el Islam anun-ciarían su pérdida?

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— Abdennur Bidar: ¿La “pérdida” del Islam?Ciertamente nuestra tradición sufre de pesadasmanifestaciones de repliegue y de terribles acce-sos de violencia. Nos toca a nosotros trabajar pa-ra que triunfe otra manera de ser musulmán. Enadelante, esa será la responsabilidad compartidade los intelectuales musulmanes, pero también detodos aquellos que viven un Islam moderado,abierto. Yo quisiera insistir un poco en ello. Desdeque escribo sobre el Islam, publico artículos, doyconferencias, escribo libros, con frecuencia mesiento muy aislado.

Tanto más que, con frecuencia, los Medios medicen: “Vd. es una excepción, es raro encontrarun musulmán tan abierto”. Ahora bien, yo creoque somos muy numerosos, en realidad, los quevivimos de manera muy sencilla y muy evidenteotro Islam diferente del integrismo y del tradiciona-lismo. Ése es el mensaje que intento difundir, in-sistiendo en el hecho de que no soy el “gentil mu-sulmán de servicio”, sino que aquí, en Europa es-pecialmente, la mayoría de las mujeres y de loshombres de cultura musulmana han pasado delestadio de la integración!

Desde su juventud, han articulado sus dosidentidades, sus dos culturas. Ellos han inventadouna nueva manera de vivir su Islam, perfectamen-te “soluble en la democracia”, perfectamente com-patible con los derechos del hombre. Sin embar-go, –es a eso que quería llegar– eso no basta.Porque al lado de esos musulmanes abiertos, en-contramos también muchos focos de conservadu-rismo, incluso de regresión, bajo tres formas: unarelación arcaica entre los hombres y las mujeres,marcada por una dominación masculina, padecidae interiorizada por las mujeres mismas; una refe-rencia arcaica a la sunna del Profeta, consideradacomo un modelo siempre integralmente aplicable,mientras que el contexto de civilización ha cam-biado totalmente y una relación arcaica a las otrasvisiones del mundo (otras religiones y ateísmo)consideradas como inferiores.

Es con referencia al enfrentamiento de esetriple obscurantismo que yo hablo de una respon-sabilidad compartida, que debe ser la tarea detodos los musulmanes abiertos: el intelectual quesoy yo no puede –solo– invitar a encontrar nuevasmaneras de vivir nuestra cultura, debe ser reem-plazado por miles de voces, de millares de pala-bras que deben venir del conjunto de todos aque-llos que, habiendo ya hecho un cierto trabajo so-bre ellos mismos, pueden aportar a los otros suexperiencia.

Hace falta ahora que esos millares de vocesse eleven para decir: no queremos más domina-ción masculina, ni la dominación de los teólogos ode los predicadores disfrazados en pensadores, nidiscursos de superioridad sobre los “infieles” o los“incrédulos”, del 8yih2ad y otras violencias cometi-das en nombre del Islam. Que millares de vocesse abran para denunciar toda actitud agresiva oregresiva, que vendría de los musulmanes mis-mos en su relación con los otros.

Necesitamos, en una palabra, una nueva edu-cación musulmana. De lo contrario, Occidentecontinuará diciendo que, quitados algunos de susintelectuales idealistas, el Islam es incorregible,imposible de modernizar, incapaz de adaptarse ala civilización global. Ya es hora de mostrar que,muy mayoritariamente, los musulmanes de Euro-pa viven en el presente y que trabajan activamen-te para reducir el conservadurismo en sus filas.

— Umma.com: Vd. ha reaccionado recientemen-te en las columnas de Libération al artículo ten-dencioso de Robert Redecker. Si la crítica del Is-lam es legítima, nosotros denunciamos también aUmma.com desde hace varios años el derecho decriticar al Islam desde el punto de vista de la igno-rancia. Sin embargo, estamos obligados a consta-tar que la Islamofobia atraviesa todos los sectoresde la sociedad francesa. ¿Cuál es su reacciónsobre este tema sensible?

— Abdennur Bidar: He redactado una carta

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abierta a Robert Redecker, publicada por el diarioLibération, para mostrarle que un musulmán pue-de responder serenamente a cualquier tipo de crí-tica de su fe y de su cultura. Responder mediantediscursos, argumentos e invitación a la reflexión.Sin violencia, sin gritar blasfemia, sin pedir censu-ra o excusas. He aquí el principio de mi cartaabierta.

Después, yo he querido más concretamentedecirle tres cosas. Primero, que continuaré, paselo que pase, dirigiéndome a él, porque, a mis ojos,todo hombre es digno de que se dialogue con él yque yo no quiero entrar en la lógica terrorista deaquellos que, mediante sus amenazas, lo han ex-cluido del debate público. En segundo lugar, paradecirle mi profundo descuerdo y mi profunda tris-teza leyendo su texto sobre el Islam.

Su conocimiento de nuestra tradición manifies-tamente es muy malo. Ahora bien, como decíaSócrates, la competencia es una de las tres con-diciones necesarias de la palabra y del diálogo(con la benevolencia y la sinceridad). Finalmente,como le he dicho públicamente, yo me he sentidopersonalmente muy herido por su texto, porquediciendo que el Islam es una religión de violenciay de odio, es como si negase mi existencia, comosi me prohibiesen existir: como filósofo y humanis-ta, en efecto, el Islam que yo vivo y del que yohablo es pacífico, e incluso yendo hasta el fondode las cosas, es un Islam enamorado del mundo,amante de los demás.

Y más allá de mi propio caso, le he preguntadosi él había mirado un poco a su alrededor. ¿Se hatomado, Sr. M. Redecker, la pena y el tiempo deentrevistarse con los musulmanes que viven conVd. todos los días en la sociedad francesa? ¿Hadialogado Vd. con ellos? ¿Les ha preguntado Vd.sobre sus valores?

Si lo hubiese hecho se habría dado cuenta deque su “fantasma” de un Islam violento e intole-rante por naturaleza es absurdo. Respecto a la

Islamofobia, yo no infravaloro el problema, peroquisiera, si Vd. me lo permite, insistir, todavíamás, sobre nuestra responsabilidad de musulma-nes: trabajemos para tomarnos modelos en nues-tra capacidad de vivir pacíficamente, en armoníacon los otros, manifestemos sin descanso nuestratolerancia, nuestra apertura, nuestro apego inde-fectible y concreto a la libertad, la tolerancia y laigualdad.

Si algunos de entre nosotros quieren reivindi-car más derechos, más respeto, más reconoci-miento, que lo hagan sin agresividad, con pacien-cia, moderación, capacidad de compromiso, espí-ritu de conciliación, comprensión por las reticen-cias de los otros. Hay, ciertamente, manifestacio-nes de hostilidad o de indiferencia hacia el Islam,y de discriminaciones, de violencias físicas o mo-rales, que apuntan a los individuos venidos de lainmigración –que cada cual, un día u otro, ha su-frido una situación de humillación o de rechazo.

Pero responder a la hostilidad con la agresivi-dad es la peor de las cosas. Responder a la ad-versidad mediante el repliegue sobre si no es másfecundo. Eso sería entrar en un círculo vicioso endonde ese repliegue y esa agresividad refuerzanla hostilidad, etc. Francia es un país en donde lasmujeres y los hombres son de buena voluntad.Tarde o temprano ellos sabrán dar a los musulma-nes el lugar que merecen.

— Umma.com: El Islam que Vd. defiende, ¿no esun Islam de testimonio?

— Abdennur Bidar: Para mí, el Islam es L2a il2ahaill2a All2ah. Muhammadu ras2ulu ll2ah . No se puede4

asociar nada a Dios, porque es la realidad una yuniversal. Y Mahoma simboliza al hombre, elhombre por excelencia, cuya función en el univer-so es la de ser la mirada dirigida sobre esta pre-sencia de Dios en todas las cosas. El hombre esel ser que reconoce la unidad en toda la extensióndel mundo.

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El hombre sólo tiene una cosa que hacer enesta vida: mirar y ver. Ver permanentemente. Vera Dios en toda forma, todo lugar que éste sea in-terior o exterior. Ser el testigo de Dios. Esta visióninterior es la cosa más difícil que pueda realizar elser humano y exige años de paciencia, de ora-ción, de meditación, una concentración perma-nente del corazón, en todas circunstancias, cua-lesquiera que sean, tanto del cuerpo como delespíritu. La religión sólo es un soporte de estaconcentración: rezar, ayunar, respetar tal o cualregla de vida, obrar bien, etc.

Pero, más allá de las palabras, de los gestos yactos, está la actitud del corazón. Su consagra-ción exclusiva al amor divino, que hace amar atodos los seres del universo como otros tantosaspectos del Único. Es eso, para mí, la “fe”: unatensión permanente hacia el Único –buscarlo pordoquier, en todo hombre, en toda cosa. La fe queafecta al corazón, es el nombre del primer rayo dela Luz universal, que viene efectivamente a afec-

tar el corazón y conducirlo hacia la visión. Eso meha sido enseñado desde mi más tierna infancia.Pero yo lo sabía ya, antes incluso que se me dije-se.

La enseñanza de mi madre no ha sido másque una confirmación de una verdad ya inscritaen lo más profundo de mi ser. Desde que soy ni-ño, he hecho muchas cosas, he pasado ya por unbuen número de aventuras humanas, pero en rea-lidad –en el fondo de mí mismo– sólo he hechouna cosa: he permanecido sentado ante el mundoy lo contemplo sin descanso. Yo me maravillo enla Luz de Dios que brilla en fragmentos innombra-bles. Yo no sé hacer otra cosa en realidad, y nin-guna otra cosa ha podido distraerme. ¿Tener éxi-to en mi vida? ¿Fracasar? ¿Pasar oculto o serreconocido? ¿Ser juzgado de esta u otra manera?¿Qué me importa? La luz de Dios brilla en todaslas cosas...

Declaraciones recogidas por Chiheb NASSER

2. MANIFIESTO EN FAVOR DE UN ISLAM EUROPEO 5

Gilles Kepel ha mostrado claramente que elIslam del Occidente no ha escogido aún entre losdos destinos inversos que se presentan ante él:sea una real “europeización de esta religión”, enel sentido de un “aggiornamento de valor ejemplarpara el resto del mundo”, sea un papel de “cabezade puente” del Islamismo, tendente a una nueva“expansión islámica” en terreno europeo. Y, leyén-dolo, me he preguntado cómo los representantesdel Islam en Europa y la comunidad en su conjun-to iban a recibir este punto de vista: ¿Íbamos no-sotros saber reaccionar a esta llamada que nosalerta sobre la urgencia de dotarnos de una iden-tidad propia, independiente e innovadora, respec-to al Islam tradicional? ¡Hasta ahí, silencio!

Por esa razón tomo la pluma hoy para pediralto y fuerte. Pero, ¿qué esperamos para definir

solemnemente y promover en fin ante la concien-cia pública europea, una identidad específica parael islam europeo? ¿Por qué tardamos tanto y tandramáticamente en distinguirnos y en desolidari-zarnos de los dos cánceres del Islam que son elintegrismo violento y el conservadurismo retró-grado? ¿Qué esperamos para dar a los Estados ya los pueblos de Europa las garantías necesariaspara que nos concedan finalmente su plena con-fianza? ¿Acaso no vemos el escepticismo quecrece respecto a nosotros, la incomprensión quecrece al mismo tiempo que el miedo, el rechazoque nos amenaza? Yo estoy desolado diciendoesto, pero es que no hacemos nada para merecerla confianza. Existe, en adelante, una urgenciapara nosotros, musulmanes europeos, de formularlos principios de una identidad musulmana euro-pea propia.

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Porque esto no se ha hecho nunca, pensemoslo que pensemos. No sabemos quiénes somos,es decir, cuál es nuestra manera propia de sermusulmanes. Nunca hemos hecho el esfuerzodecisivo para determinar quiénes somos y quéIslam queremos. Farhad Josrojavar se preguntabahace dos años sobre la emergencia de una opi-nión pública musulmana en Francia. Estamos for-zados a constatar que, por el momento, no existeconciencia de si en el Islam de Europa. No nosextrañemos, pues, en consecuencia, de que lassociedades europeas, en que vivimos, sigan du-dando respecto a nosotros, preguntándose toda-vía y siempre lo que un musulmán europeo puedetener de realmente diferente de su hermano orien-tal. Todavía no hemos dado a nuestros conciuda-danos la prueba de nuestra real y sincera perte-nencia a la modernidad europea.

Actualmente hay en curso tres evoluciones ylas tres me parecen muy insuficientes:

1.— Se dice que el Islam en Europa lleva acabo su “revolución silenciosa”, es decir, que lasprácticas cultuales y culturales del Islam son cadavez menos conservadoras y se metamorfoseanpor sí mismas, lentamente, pero seguramente.Ahora bien, no basta que los musulmanes euro-peos “chapuceen” un nuevo Islam, según la ex-presión repetida con tanta frecuencia. En efecto,cada cual hace bien “lo que puede” para armoni-zar lo mejor posible sus prácticas y sus costum-bres con el contexto occidental. Pero no conven-dría tomar esos “pequeños arreglos” con la leyislámica, esos “compromisos” encontrados en elmedio escolar o profesional, esos debates anec-dóticos sobre el velo, la matanza ritual de los cor-deros, etc, por otra cosa que una soluciones pro-visionales. En realidad, esas improvisaciones sinestatuto reconocido, sin fundamento filosófico oteológico, son incapaces por sí solas de dotar alos musulmanes de la nueva identidad religiosade que tienen aquí necesidad. Con esa clase deexpedientes no saldremos adelante.

2.— Hay instituciones representativas del Is-lam, o cuando menos unos representantes más omenos oficiales del Islam en cada país europeo.Pero, ¿quién cree todavía que son catalizadoresde progreso? No basta que esas personalidadeso esas instituciones sepan reaccionar según losvalores de Europa en unas circunstancias excep-cionales –pienso en la reacción de los dignatariosdel Islam francés o británico con ocasión de latoma de rehenes en Irak– para caer enseguida enel conservadurismo y la ambigüedad. Por el mo-mento, los representantes oficiales del Islam enEuropa se han contentado con ser los gestoresinteresados de un culto estereotipado y los emba-jadores, apenas ocultos, de intereses extranjeros.Ellos no han tomado ninguna iniciativa de enver-gadura tendente a repensar el Islam según lasexigencias específicas de la situación europea.Ellos no han visto, o no han querido ver, que suresponsabilidad primera era la de inventar y deproponer a aquellos que se considera que repre-sentan una nueva manera de ser musulmán enacuerdo con el contexto social y cultural europeo.

3.— Varios intelectuales (Rachid Benzine, Ma-lek Chebel, entre otros) proclaman la existenciade un “Islam de las Luces”. Pero, por el momento,estamos obligados a deplorar que ese bello nom-bre quede sin contenido suficiente. La mayoría delos trabajos propuestos aquí o allí no encierran lacapacidad de invención, la audacia y la fuerzaconceptuales, teológica y filosófica, que permitiríaal Islam europeo producir una nueva cultura islá-mica. Ya es significativo que la invitación a “nue-vas interpretaciones del Corán, jamás den lugar aun verdadero examen crítico del texto... ExceptoYusef Seddik , que se ha comprometido en una6

desmitificación del texto coránico, o Galeb Ben-cheij, que tiene la valentía de declarar obsoletoslos versículos discriminatorios respecto a la mujer.Pero es necesario urgentemente precipitarse en labrecha y orando, decirlo de una vez por todas, de-clarar caducos todos los versículos incompatiblescon los valores de los derechos del hombre: ver-sículos discriminatorios no sólo contra las muje-

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res, sino también contra los judíos, los cristianos,los no-creyentes, así como el conjunto de los ver-sículos guerreros que invocan la violencia y elyih2ad.

Sobre estos tres puntos iniciales no encuentronada que indique de manera fuerte a las socieda-des europeas, que el Islam vivido aquí aunqueparezca imposible ha entrado plenamente en unanueva fase de ruptura y de creación. Ni mejor nipeor que en el conjunto del mundo arabo-musul-mán, el Islam en Europa se busca una nuevaidentidad en el poco más o menos, el baile de laduda, la contradicción, andando a tientas, mien-tras que aquí tendríamos los medios de ir máslejos que en otro sitio en que la palabra es menoslibre! ¿No percibimos la impaciencia respecto anosotros de la sociedad que nos rodea y que es-pera –por fin– un gesto decisivo y solemne porparte nuestra? ¿Qué gesto? Un compromiso sinambigüedad, masivo y definitivo, en favor de unIslam completamente refundado según los valoresde nuestra tierra de Europa: la libertad de con-ciencia, la igualdad de los sexos, la tolerancia.

Es para dar una voz a un Islam del cambio,todavía mudo e inconsciente de sí mismo, que yoquisiera lanzar aquí una llamada de reunificaciónsolemne a todos mis correligionarios de buena vo-luntad. Les propongo adherirse a lo que yo llamola declaración del musulmán europeo cuyos tresgrandes principios serían éstos:

1.— Refundir todos los principios del Islam,incluidas las prescripciones de la ley religiosa y laletra del Corán, a la luz de los derechos del hom-bre. No dejar nada fuera del espíritu crítico. Decla-rar caduco cualquier elemento del texto sagrado,de la práctica, de las costumbres, que estuvieseen contradicción con los valores de libertad indivi-dual, de igualdad de sexos, de laicidad, de tole-rancia entre los pueblos y las religiones. En unapalabra: afirmar el derecho de todo musulmán aescoger él mismo el contenido de su identidadmusulmana, sea o no practicante, creyente o no

(reconociendo para ello que la identidad musul-mana puede ser cultural y no religiosa), rehusarcualquier imposición de un pretendido “verdaderoIslam” o Islam oficial que vendría de los imames,de los teólogos, de los representantes institucio-nales; afirmar que las mujeres son iguales a loshombres en todos los aspectos, rechazar los hábi-tos de dominación masculina y desarraigarlos me-diante una educación apropiada de cualquiercomportamiento machista; afirmar que nosotrosreconocemos la laicidad como un valor universal,y no un capricho francés: garantizar la visibilidadsocial del Islam; afirmar que todos los seres hu-manos son nuestros hermanos y nuestros seme-jantes, eliminando toda idea de superioridad delos musulmanes sobre los demás, toda idea deque el Islam, en tanto que última revelación histó-rica, vendría a “abolir” los precedentes mensajesreligiosos y eliminando todo rastro de animosidadhacia los judíos, los cristianos y los ateos.

2.— Privilegiar en toda circunstancia, en todoacto y todo discurso, un Islam profundamente res-petuoso del entorno cultural europeo. Prohibirsetodo tipo de reivindicación o de acción que haríadel musulmán un “caso aparte” en la sociedadglobal. Obedecer a las reglas que se aplican atodos. Imponerse a sí mismo una cortesía (urbani-dad) ejemplar, lo que pasa por una actitud dediscreción, de moderación, de tolerancia, de res-peto de la diferencia. Respetar las leyes del Esta-do de Derecho con la convicción profunda de queestas leyes dan a cada uno los medios y las ga-rantías de vivir según sus convicciones. Eso nosignifica que el Islam deba convertirse en “invisi-ble”, un simple asunto privado. Pero esa visibili-dad legítima (derechos públicos de expresión, deasociación, de reunión, de culto) debe estar vigi-lante para no degenerar ni en exhibición ostensi-ble fijación de carteles ni en comunitarismo. No alcomunitarismo: rehusar entrar en una lógica dereivindicación de “derechos especiales para losmusulmanes, de apertura de escuelas religiosas,de llamada a los matrimonios intracomunitarios ytodos los compartimentos que intentan instaurar

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una especie de “desarrollo separado” para la po-blación musulmana.

3.— Rehusar toda idea de yih2ad (guerra pre-tendidamente santa). El Islam europeo será el dela paz o no será. Debe engendrar en sí mismo, através de sus conductas y sus discursos, unareconciliación concreta y viva de los valores mo-dernos y musulmanes. La hipótesis del choque decivilizaciones debe encontrar su desmentido ennuestra capacidad cotidiana en armonizar la cultu-ra musulmana y la cultura europea. La responsa-bilidad de los musulmanes europeos se encuentra

aquí comprometida: nos corresponde a nosotrosel ser los adversarios más resueltos del yih2adcomprometido por los fanáticos; nos correspondeprobar con hechos, que la oposición entre moder-nidad e Islam no tiene nada de absoluto. Por eso,necesitamos trabajar sin cansancio a “compatibili-zar” los valores de los dos mundos, con este obje-tivo único de dar a la “dignidad de la persona hu-mana”, el más precioso valor de la civilización,una riqueza y una fuerza más grandes poniendo asu servicio todas las reservas humanistas de lasLuces y del Corán.

3. PRINCIPIO DE HUMANIDAD CONTRA PRINCIPIO DE IDENTIDAD:La opción de Europa. Mañana en Europa en una sociedad pluralista 7

EUROPA O LA SUPERACIÓN DE LA IDENTI-DAD

¿La concepción europea del hombre no supo-ne una superación de la noción de identidad, yuna cierta desconfianza respecto a ella? En efec-to, la subjetividad tal como emerge a partir deDescartes y Leibnitz, y que se hace sujeto de de-recho en Kant o Fichte (sobre la formación de lasubjetividad en Occidente, ver la publicación ma-gistral de Alain Renaut, L’ère de l’individu), se ca-racteriza ante todo como individualidad soberana(instancia libre de elección y de responsabilidad),es decir que en adelante el hombre ya no cobrasu valor esencialmente de su identidad social (cla-se, rango), sino de su propia calidad de personamoral.

Por el hecho mismo, Europa inventa, con lanoción de dignidad humana, la idea que el serhumano se define más allá de su identidad parti-cular y que el valor absoluto de su existencia(fuente del respeto que le es debido) le es dadoindependientemente de esta identidad/pertenen-cia (noción de identidad colectiva). ¿Que es loque está en juego de todo eso? Europa puedeconsiderarse históricamente el lugar de expresión

de la diferencia de las identidades y de su diálo-go: dado que en efecto los hombres son igualesen dignidad, cualesquiera que sean sus afiliacio-nes (étnica, religiosa, cultural), pueden vivir juntossin que esas diferencias, que existen entre ellos,sean esenciales (puesto que en adelante tienen,con la noción elemental de persona moral, un de-nominador común más poderoso que los une).

La diferencia y la coexistencia de las identida-des aparecen así como características de la aven-tura filosófica y social de Europa, o de su perfilmoral: el hecho de que no hablemos la mismalengua, que estemos divididos espiritualmente enmultitud de iglesias, etc... que las culturas del Nor-te y del Sur, del Oeste y del Este sean bastantedistintas, manifiesta una pluralidad que simbolizaprecisamente el hecho que el europeo puede te-ner cualquier identidad particular, dado que él sedefine a sí mismo, y considera al otro, más allá deesa identidad. Eso es lo que recuerda de manerageneral Henri Peña-Ruiz (Qu’est-ce que la laïcité):“Ningún ser humano pertenece en sentido estrictoa un grupo” y “es tiempo de tornar legible... lo querecuerda a los hombres la humanidad común dela que dependen sus diferencias respectivas”.

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Para ir más lejos, es posible considerar que laEuropa que viene sea la primera cultura que seordena, no ya alrededor de un principio de identi-dad, sino al contrario de un principio de diferencia.En este caso, estaremos unidos los unos a losotros no por lo que nos reúne, sino al contrariopor lo que nos distingue. Europa o la necesidadde la diferencia del otro –indica, si yo lo acepto,que estamos unidos el uno al otro por nuestra hu-manidad más que por nuestra identidad.

EL ACCESO A SÍ MISMO MÁS ALLÁ DE SUPROPIA IDENTIDAD

Pero esta aceptación de la pluralidad de identi-dades, ¿no corre el peligro de volverse contra no-sotros? En este caso, cada comunidad ¿no vaella, en nombre juntamente del derecho a la dife-rencia, a replegarse sobre si misma? ¿Cómo ha-cer para que la pluralidad de las identidades seaun factor no de división sino de unidad? ¿Cómorealizar esa paradoja que sea la diferencia la quesuscita el sentimiento de una pertenencia común?

Con Europa tenemos que realizar algo que noha sido intentado hasta ahora: hacer de lo quenos diferencia una fuerza y una argamasa, siendoasí que, en cualquier campo de civilización, la di-ferencia ha sido combatida como factor de divi-sión. No es ni más ni menos que un modelo inédi-to de civilización que debemos reproducir: unacivilización en la que, para hablar como Levinas,la diferencia que yo veo en la cara del otro es loque debe enseñarme quien soy yo (un ser huma-no cuya identidad no tiene más valor que la mía).

Pensemos aquí a Paul Ricoeur (“La confronta-ción de las herencias culturales”, en Aux sourcesde la culture françaises), que nuestra Europa tie-ne múltiples fundaciones culturales y que sólo en-contrará el sentido de sí misma asumiendo esta“cofundación”, es decir, construyéndose por me-dio del diálogo de sus diferencias. Ahora bien, porel momento no conseguiremos llegar a ello: losnacionalismos y comunitarismos muestran que un

buen número de individuos, que viven en Europacontinúan funcionando según un modelo identita-rio en lugar de adoptar el modelo de la diferencia-ción. Para que Europa se construya efectivamen-te, y se destaque a los ojos del mundo como sin-gularidad moral y espiritual, sería necesario queuna mayoría de individuos adoptaran en su seno,el principio de un estallido fecundo de las identi-dades. Concretamente, sería necesario educar lasconciencias a la idea de que –como lo subrayabaal comienzo– el valor del individuo no le es dadopor el grupo o los grupos a los que pertenece,sino más allá, gracias a la humanidad que hay enél.

Tal es la función de la escuela laica: despertaren cada uno su subjetividad pura, más allá de susubjetividad cultural, es decir, hacer emerger al in-dividuo dotado de libertad y de razón más allá delmusulmán, del cristiano, etc. Condorcet debe serreleído sobre este punto, pues la escuela tienecomo vocación la de emancipar al niño prisionerode los “prejuicios de la educación doméstica”, ha-ciéndole, en cierto modo, renacer como individua-lidad soberana, mediante una “instrucción” que“se atreve a discutir todo” (Rapport et Premier mé-moire sur l’intruction publique). Esta distinciónconceptual entre “educación” (por la familia y elmedio de origen) e instrucción (mediante la es-cuela laica) tiene esto de esencial, que ella indicabien el carácter decisivo de la instrucción: mien-tras que la educación transmite sólo la concienciade una identidad particular, la instrucción transmi-te al individuo el sentido de su pertenencia al gé-nero humano.

Recientemente, Catalina Kintzler insistía sobrela especificidad de la escuela en el seno de la so-ciedad: su recinto es el lugar en el que el indivi-duo está llamado a sobrepasar su particularidadcultural, para nacer a su humanidad en lo que és-ta tiene de más universal. Se podría decir aquíque la tarea de la escuela es hacer un individuodiferente de sí mismo, conduciéndolo a tomar unadistancia crítica respecto a su identidad de origen.

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La escuela será, según esta misión central, quees históricamente la suya, uno de los lugares deconstrucción de una Europa verdaderamente plu-ralista. Es en su interior que cada uno podrá llegara ser –a sus ojos y a los de los demás– más de loque su cultura ha hecho de él.

LA EVOLUCIÓN NECESARIA DEL ISLAM

Pero entonces, ¿qué lugar queda para lasidentidades en una sociedad pluralista? La refe-rencia identitaria es un derecho, el de la libertadde conciencia. ¿Hasta dónde llega este derecho?Tomemos el ejemplo del Islam. Observamos ac-tualmente, en múltiples reivindicaciones, que losmusulmanes franceses esperan de la Repúblicaque ésta les deje reproducir en Francia una infla-ción de prácticas (porte del velo, no promiscuidad,oración a horas fijas, comida permitida, etc.) que,por su multiplicidad, harán inevitablemente delmusulmán un ciudadano aparte, y tornarán extre-madamente dudosa su voluntad y su capacidadde integración en un proyecto republicano y, másampliamente, europeo.

¿De dónde viene el problema? Nace de quelos musulmanes, deseando “reproducir” aquí unIslam tradicional, no han comprendido claramentelo que es el espíritu europeo (hay ahí un pesadodéficit de integración de los valores modernos,que habría que rellenar en primer lugar). En efec-to, ellos no han integrado el principio, según elcual, un hombre debe definirse individualmenteantes de definirse –eventualmente– colectivamen-te mediante apegamiento identitario. Siguen pri-sioneros de un modelo de civilización, que no esel nuestro, puesto que funcionan según el para-digma de la identidad en lugar del paradigma dela diferencia.

¿Eso significa que deben abandonar el Islam ysus prácticas? Ciertamente no. Pero viviendo enEuropa, es necesario que esta identidad pase asegundo plano, es decir, no basta para definir alindividuo que son ellos. Es necesario que ellos

enriquezcan su identidad de musulmanes conidentidades diferentes y contradictorias (educa-ción a una diferencia recíproca). A este respecto,no podemos estar de acuerdo con el Islamólogosuizo Tariq Ramadán cuando presenta la identi-dad islámica como autosufiente. Por eso escribe(Les Musulmans et l’avenir de l’Islam) que el Islames una globalidad y que la cultura europea sólopuede pretender ofrecer un “vestido” a un “cuerpode principios” fijados de manera intangible por latradición. Hay ahí, una vez más, una negativa(¿consciente o inconsciente?) de la superacióneuropea de la noción de identidad y de la necesi-dad, que tiene el Islam de ser renovado por unasaportaciones externas, que lo cuestionan y lo re-generan en lo más profundo de él mismo.

Al contrario, si los musulmanes persisten enser “integralmente musulmanes”, a no ser “másque musulmanes”, o “antes de más, musulma-nes”, su pertenencia moral y espiritual a Europano será nunca adquirida, porque su encarniza-miento en determinarse de manera unívoca, losexcluirá del mundo plural, abigarrado, en que vivi-mos cada vez más y que constituye nuestra ma-nera específicamente europea de ser personas.Concretamente, una musulmana que quiere llevarel velo, un musulmán que no quiere comer cerdo,deben tener ese derecho, a condición de que to-das sus conductas no vayan en ese sentido: siella lleva el velo, esta identidad debe ser enrique-cida por otras aportaciones, otras influencias, co-mo, por ejemplo, el hecho de vivir en concubinato,o de trabajar con colegas masculinos, que prue-ban su capacidad de definirse sobre todo comoindividuo singular, emancipado del grupo al quepor otra parte se refiere; igualmente si no comecerdo, debe, por ejemplo, estar abierto a la ideade un matrimonio mixto, o bien sentirse libre paraescoger o no el rezar cinco veces al día.

Para entrar con un mismo gesto en Europa yen la modernidad, el Islam debe dejar a cada mu-sulmán la responsabilidad de su práctica. De ma-nera urgente, es necesario que, en adelante, la

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ley religiosa (šari‘a) no se imponga a todos uni-formemente, encerrando a todos los musulmanesen el gueto de una identidad colectiva; pero que,como la ley moral de Kant, se convierta en la obli-

gación interior que cada individuo se impone a símismo, y de la que él escoge el contenido indivi-dualmente, en su alma y conciencia.

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NOTAS

1.— La emisión de Meddeb está en las ondasde France Culture el domingo, a las 18,10 horas.

2.— Sobre las relaciones Maestros/Discípulosen Islam, ver Abdellah HAMMUDI, Maître et Disci-ple: Essai sur les Fondaments de l’Autoritarismedans las Societés Arabes, Maisonneuve et Laro-se, 2001.

3.— N.D.L.R. Abdennur Bidar se sitúa aquí enla descendencia de algunos místicos musulmanescomo Ibn ‘Arab2i o Rumi, que dan a la profesiónde fe –šah2ada– un contenido nuevo: para los pen-sadores “ortodoxos”, ella proclama: “No hay másDios que Dios”, subrayando así la infinita distanciaentre Creador y criaturas. Para esos místicos, ellasignifica: “No hay más realidad que Dios”. Lascriaturas son vistas así como una manifestaciónde una única realidad: Dios. Hablamos entoncesde una “unidad existencial” –wahdat al-wuy2ud–entre Creador y criaturas. Acusados, con frecuen-

cia, de panteísmo por los teólogos musulmanes,esos místicos utilizan ciertas fórmulas en las quelos cristianos creen –sin razón– reconocer su feen la encarnación o en la inhabitación del EspírituSanto en el corazón del hombre.

4.— El texto árabe dice: No hay otro dios sinoDios, y Mahoma es un enviado de Dios.

5.— Este segundo documento es un manifies-to publicado en Le Monde, el 14 de febrero de2005. Invita a los musulmanes de Europa a pen-sar de nuevo, con más intrepidez, su manera deser musulmanes en su contexto propio.

6.— Autor del libro Nous n’avons jamais lu leCoran, (L’Aube, Paris, 2004, 298 pp.) N.D.L.R.

7.— Este contexto, tal como lo ve A. BIDAR, seaclara a la luz de este tercer documento, que datade diciembre de 2003 y que proviene de la webde la asociación Religions Laïcité Citoyennetéhttp://www.arelc.org/article.php3?id_article=133.