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147 RAFAEL PORLÁN, POETA PÓSTUMO DE JAÉN RAFAEL PORLÁN, POETA PÓSTUMO DE JAÉN Juan M. Molina Damiani BOLETÍN. INSTITUTO DE ESTUDIOS GIENNENSES Julio-Diciembre 2020 – Nº 222 – Págs. 147-161 – I.S.S.N.: 0561-3590 Recepción de originales: mayo 2020 Aceptación definitiva: junio 2020 RESUMEN: Cordobés, sevillano de adopción y vecino de Jaén desde 1934 hasta 1945, cuando muere con cuarentaiséis años, Rafael Porlán escribió poesía, narrativa, teatro, crítica, guiones de cine y ensayo: polígrafo y poeta de primera fila desde finales de los años veinte hasta el mediosiglo, durante las décadas en que el problema de España se acentúa con el Golpe de Estado de 1936, nuestra Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Surrealista automático que vuelve al orden estético, la llegada a Jaén de Porlán conduce su neorromanticismo existencial hasta los misterios de su irracionalismo sensato, siempre contenido por la razón poética, conciencia clásica de un perdedor que solo publicó en vida su poemario Romances y canciones (1936). Tras la reedición facsímil llevada a cabo en 2018 por la Universidad de Jaén de Poesías —una antología de su poesía édita e inédita en verso preparada por Sebastián Bautista de la Torre en 1948—, persigue este artículo sentar las bases para la relectura de la obra de Porlán, poeta tardío sobre el que pesan demasiado tópicos historiográficos, injustamente desaparecido del canon de la poesía española de la primera mitad del siglo XX y del que estas páginas rescatan además un romance inedito, quizá de 1945. PALABRAS CLAVE: Rafael Porlán, poesía, Jaén 1934-1945. ABSTRACT: A Cordoban by birth, a Sevillian by adoption and a resident of Jaén from 1934 to 1945, when he died at the age of forty-six, Rafael Porlán wrote poetry, narrative, plays, criticism, screen- plays and essay: a first-rate polygraph and poet from the late 1920s to the mid-20th century, during the decades in which the problem of Spain was worsened with the coup d’etat of 1936, our Civil War and World War II. An automatic surrealist who returns to the aesthetic order, Porlán’s arrival in Jaén leads his existential neo-romanticism to the mysteries of his sensible irrationalism, always restrained by poetic reason, the classic consciousness of a loser who only published the poetry book Romances y canciones (1936) in his lifetime. After the facsimile reissue in 2018 by the University of Jaén of Poesías —an anthology of his edited and unpublished poetry in verse prepared by Sebastián Bautista de la Torre in 1948—, this article aims to lay the foundations for the rereading of Porlán’s work, a late poet on whom historiographic topics weigh too much, unjustly disappeared from the canon of Spanish poetry of the first half of the 20th century and from whom these pages also rescue an unpublished ballad, perhaps from 1945. KEY WORDS: Rafael Porlán, poetry, Jaén 1934-1945.

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147RAFAEL PORLÁN, POETA PÓSTUMO DE JAÉN

RAFAEL PORLÁN, POETA PÓSTUMO DE JAÉN

Juan M. Molina Damiani

Boletín. InstItuto de estudIos GIennenses Julio-Diciembre 2020 – Nº 222 – Págs. 147-161 – I.S.S.N.: 0561-3590Recepción de originales: mayo 2020 Aceptación definitiva: junio 2020

RESUMEN: Cordobés, sevillano de adopción y vecino de Jaén desde 1934 hasta 1945, cuando muere con cuarentaiséis años, Rafael Porlán escribió poesía, narrativa, teatro, crítica, guiones de cine y ensayo: polígrafo y poeta de primera fila desde finales de los años veinte hasta el mediosiglo, durante las décadas en que el problema de España se acentúa con el Golpe de Estado de 1936, nuestra Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Surrealista automático que vuelve al orden estético, la llegada a Jaén de Porlán conduce su neorromanticismo existencial hasta los misterios de su irracionalismo sensato, siempre contenido por la razón poética, conciencia clásica de un perdedor que solo publicó en vida su poemario Romances y canciones (1936). Tras la reedición facsímil llevada a cabo en 2018 por la Universidad de Jaén de Poesías —una antología de su poesía édita e inédita en verso preparada por Sebastián Bautista de la Torre en 1948—, persigue este artículo sentar las bases para la relectura de la obra de Porlán, poeta tardío sobre el que pesan demasiado tópicos historiográficos, injustamente desaparecido del canon de la poesía española de la primera mitad del siglo XX y del que estas páginas rescatan además un romance inedito, quizá de 1945.

PALABRAS CLAVE: Rafael Porlán, poesía, Jaén 1934-1945.

ABSTRACT: A Cordoban by birth, a Sevillian by adoption and a resident of Jaén from 1934 to 1945, when he died at the age of forty-six, Rafael Porlán wrote poetry, narrative, plays, criticism, screen-plays and essay: a first-rate polygraph and poet from the late 1920s to the mid-20th century, during the decades in which the problem of Spain was worsened with the coup d’etat of 1936, our Civil War and World War II. An automatic surrealist who returns to the aesthetic order, Porlán’s arrival in Jaén leads his existential neo-romanticism to the mysteries of his sensible irrationalism, always restrained by poetic reason, the classic consciousness of a loser who only published the poetry book Romances y canciones (1936) in his lifetime. After the facsimile reissue in 2018 by the University of Jaén of Poesías —an anthology of his edited and unpublished poetry in verse prepared by Sebastián Bautista de la Torre in 1948—, this article aims to lay the foundations for the rereading of Porlán’s work, a late poet on whom historiographic topics weigh too much, unjustly disappeared from the canon of Spanish poetry of the first half of the 20th century and from whom these pages also rescue an unpublished ballad, perhaps from 1945.

KEY WORDS: Rafael Porlán, poetry, Jaén 1934-1945.

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«Pero que el artista no se envanezca mucho ni se atribuya irre-flexivamente una absoluta paternidad: si acuerda que su espíritu es el solo y reconocido autor de una obra propia, piense que su espíritu le pertenece muy poco; en parte se conduce sin el orden de su voluntad ni la asistencia de su razón, como sometido a vi-gilancia y conducción ajenos […]; en parte —inmensa parte— el individuo espiritual es una resultante de los espíritus convecinos y del teatro histórico que le rodea».

Rafael PoRlán: Realismo en el arte (c. 1927-1930).

Rafael Porlán (Córdoba, 1899-Jaén, 1945), poeta oscuro porque su obra encarna con claridad la suerte confusa de su vida, es hasta la fecha un nombre singular pero desaparecido de la historiografía canónica que se ocupa de la lírica española de la primera mitad del siglo XX. Autor que muere joven dejando buena parte de su producción inédita o perdida por publicaciones periódicas, el conjunto de su obra —poética, narrativa, teatral, crítica y ensayística— aún demanda una edición que la reúna con pulcritud filológica para facilitar su transmisión textual, su recono-cimiento como un poeta mayor de la poesía española de la inmediata posguerra. Reabre felizmente el «caso Porlán», en efecto, la reciente reedición facsímil de sus Poesías, una antología póstuma que preparó para las Ediciones Lagarto su discípulo Sebastián Bautista de la Torre [1948]: un volumen que vuelve a poner sobre el tapete la Universidad de Jaén en 2018, ahora además con un sucinto pero sustancioso «Estudio introduc-torio» del profesor Alarcón Sierra [2018]. Porque la poesía extrema de Porlán, en estos días extremos que han paralizado el mundo, nos toca de nuevo íntimamente —es otro perdedor que se resiste a verse vencido—, adentrémonos en su oscuridad, en especial la que le arroja Jaén a partir de 1934, cuando el poeta se afinca en nuestra ciudad, cae enfermo, vive la tragedia de la Guerra Civil y cruza en soledad la última frontera de su estética hasta conducirla más allá de los significados de las palabras, adonde la música expande misteriosamente sus sentidos. Música derro-tada y oscura, sí, tal y como concreta uno de los sonetos publicados en Poesías, datable hacia 1939, «La noche clara», con una cita de Gustavo Adolfo Bécquer al frente —«Ven a gozar de la noche que es el día de los espíritus»—, que dice así: «Ya que la dura fábrica del día / duerme, carne soñando plateada, / ven a ver por la luna declarada / la fábula que el sol oscurecía. // Ven a hablar con el habla que vivía / bajo plomo de voces enterrada. / Mira del joven álamo brotada, / bañista ya, la clara profecía. // Ven a subir las pálidas escalas / de luna sobre el mar, a la ventura. / Ven hacia aquel llamar de lo lejano. // (Aquel batir de huesos y de alas /

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que alumbra con su blanca dentadura / la negra calavera del piano).» [c. 1939: 179-180].

Nacido en Córdoba, en el seno de una familia de clase media que se afinca en Sevilla a partir de 1912, Porlán trabajará a partir de 1918 en el Banco de España, lo que le procura una posición económica más que acomodada. Sportman, políglota, melómano, impulsor del «Cine Club» sevillano, su perfil es el propio de un bohemio proclive al dandysmo, con doble vida. Tres novelitas cortas, más costumbristas que realistas, publi-cadas durante los primeros años 20, ejemplifican las tensiones que acusan su mundo y su vida. Dialéctica presente asimismo en la sensibilidad de quienes ponen en marcha la revista Mediodía (1926-1929; 1933; y 1939), ecléctica antes que vanguardista, un punto andalucista y desconfiada siempre ante las extravagancias, en la que Porlán desempeña el cargo de secretario e iría dejando muestras de su condición de polígrafo atento a la pintura, la música, el folklore, la literatura y el cine. Participante en el Homenaje sevillano a Góngora de 1927, a comienzos de los años 30 Porlán se costea la edición de tres narraciones breves —Primera y segunda parte de Olive Borden (1930), Mundo blanco y negro (1930) y La isla alegre (1933)—, prosas irónicas, de corte cinemático. Antes de ello, en 1926, en la estela apodíctica de El Alba de Gómez de la Serna y El cohete y la estrella de José Bergamín, ambos fechados en 1923, y al hilo de La deshu-manización del arte de Ortega y Gasset [1925], ya había publicado Porlán Pirrón en Tarfía, un libro de aforismos donde defiende que «No se ve la realidad desde la razón, sino desde otro balcón más seguro» [1926: 17]. Intelectualista pero popular, antirromántico, sintoniza este Porlán inge-nioso y escéptico con el Ortega aristocratizante de aquella coyuntura, de tal suerte que su Pirrón nos interroga por las ordenanzas estéticas, decantándose hacia una razón otra, nunca del todo automática, antirrea-lista, sentenciosa, fragmentaria, afín al simultaneísmo cinematográfico. Heredero de los románticos alemanes, entiende Porlán el surrealismo como medio antes que fin, como «la extrema izquierda en la propugna-ción de la poesía pura» [1931: 39], una matriz que vincula vanguardismo con clasicismo si bien partiendo de imágenes contiguas en movimiento y descartando la metáfora, ingenio estático, antigualla porque opera con semejanzas. Conjuntando a Baudelaire, Mallarmé, Valéry y Breton, Porlán plantea que hay que «Delirar conscientemente: tal es el objetivo gigan-tesco a que tiende el poeta de hoy. No puede prescindir del sentimiento inexplicable que es su materia prima, pero asigna al juicio una misión interventora» [c. 1927-1930: 41]. Tras el crack de 1929, con la burguesía implícitamente de parte del fascismo, Porlán reconocerá en 1930, en su

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ensayo sobre Un chien andalou (1929) de Buñuel, lo «consciente» como algo «enmendado y contrahecho, algo privado de su espontaneidad»; el surrealismo —asegura— «busca la subconsciencia como recinto de la autenticidad. Para pisar terreno firme, se va a los sueños, a la intuición, al delirio, a la inspiración, a la mediumnidad, a las actividades mentales que se desarrollan sin intervención alguna de la lógica» [1930: 28].

En Jaén desde el 19 de febrero de 1934 —tras vivir trece años en su Córdoba natal (hasta 1911), veintiuno en Sevilla (entre 1912 y 1932) y algo más de uno en Talavera—, los doce años de la estancia de Porlán como secretario de la sucursal en la capital del Banco de España, hasta su muerte el 8 de agosto de 1945 en el sanatorio antituberculoso de «El Neveral», los ocupa preferentemente en su obra poética, cuya primera muestra édita en verso data de 1933: un poema surrealista recupe-rado años después por Romances y Canciones [1936]: aunque su pulso automático era válido para desobjetivar lo objetivo, no lo era del todo para objetivar la subjetividad del Porlán jiennense, alejado ya el poeta de sus postulados vanguardistas, quizá porque la rehumanización de vanguardia se revela a partir de 1930 trampolín revolucionario. Sí: Jaén impone una nueva dirección estética en Porlán, ahora superromántico, nietzschiano que se pliega tímidamente a los derroteros neosimbolistas de corte social. Acosado por los totalitarismos de la época y las contra-dicciones de nuestra República, desde 1931 Porlán se había distanciado de la vanguardia para rehumanizar su poesía. Con El nuevo romanticismo [1930] de Díaz Fernández politizando la estética, impugnando a Ortega y Gasset y defendiendo la confluencia de vanguardia política y vanguardia artística, la rehumanización de Porlán se decantaría desde entonces hacia el existencialismo neorromántico, una vuelta al orden estético, prevenida ante el maquinismo del progreso y un punto adánica, deslumbrada por la naturaleza, por su misterioso primitivismo, emblema simbolista de la conciencia que se acoge a la forma pura para adentrarse a fondo en sí misma. En el convulso escenario de la España de 1934 —en Jaén, por la represión gubernamental de la Huelga General convocada en junio por la «Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra», adscrita a la ugt, que trae consigo la muerte de un yuntero en Mancha Real; y en Asturias, en octubre, por la ocupación de Oviedo tras la alianza prole-taria uhp entre ugt y cnt, que lleva al Gobierno a declarar el Estado de Guerra y reprimir sanguinariamente a la población movilizando a las tropas de África, con un balance de 2.000 muertos en la cuenca minera y entre 30.000 y 40.000 personas encarceladas en todo el país—, Porlán vuelve al orden, se aleja de quienes tomaron partido poniendo la estética

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al servicio de la ética, reubica su humanismo donde el poema quede a salvo, conceptual y neopurista, de lo literario o retórico. Sí: este Porlán constructivista de Jaén vuelve al orden de su intimidad de huésped de hotel, tal y como esclarece un apunte autobiográfico de sus últimos años de vida [1941a]: «No tengo título académico alguno. No me he casado. He viajado algo. Vivo de un oficio burgués al que me someto con gusto cuando pienso en las amarguras y vilezas que lleva consigo la subsistencia a costa del arte como profesión. Celebro no tener lo que se llama “una vida”. Todas mis convicciones y mis actos se dirigen a evitarlo cada vez más. Quisiera que hasta la hora de la muerte mi vida no fuese más que una humilde planicie por donde pudiera marchar apartado, conservando algunos amigos y haciendo algunos buenos versos».

Apartamiento nada bucólico y algo misántropo que acabará mostrán-dole a Porlán su vida como un locus eremus, como otra tierra baldía, derrotada y en orden. Cercado ya por la mesocracia de la ciudad, para nuestro poeta un polígono reducidísimo cuyos vértices son el «Hotel Rosario», el «Café España», el «Bar Principal», la Plaza de Santiago y el «Círculo La Peña», con el Banco de España, la Catedral y la Plaza de Santa María como piedras angulares de su vida, desde su novela inaca-bada Luis Olaya [c. 1938] retratará Porlán las mezquindades humanas de Jaén durante la Guerra Civil, cuando se relaciona únicamente con los jóvenes de la «Peña Mikra», ya seriamente enfermo —ahí está su carta del 10 de marzo de 1944 a Cesáreo Rodríguez-Aguilera, adonde le reconoce que no anda «bien de salud ni de ganas de vivir» [1944]. Se conducirá así Porlán a su final sin perder las formas: preceptista moderno, tal y como mostraran sus consejos a Cesáreo en otra carta del 31 de diciembre de 1940: «preceptismo que ya hemos quedado en que no es, ni mucho menos, lo sustantivo de la poesía; pero cuando se le maneja voluntaria-mente, cuando se le tiene en cuenta no para que nos domine sino para que nos sirva, no es una traba ni un recurso: es, al contrario, un rigor al que nos sometemos como demostración de que en nuestra labor entra también —como debe— el ingrediente inteligencia al mismo tiempo que el otro más puro y difícil ingrediente que es la intuición» [1940b].

Con todo, a lo largo de sus últimos años de vida, durante la alta posguerra que germaniza el catolicismo y sacraliza el falangismo, la moral existencialista de Porlán continuará plegándose sobre sí ante una ciudad aterrorizada por la represión, adonde el poeta se abandona a su dispsomanía y frecuenta los prostíbulos, minado ya por su tuberculosis. Ahí tenemos, abundando en el desastre, su Luis Olaya [c. 1938] —prota-

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gonizada por un escritor cosmopolita, autor de Presa en el recuerdo, a quien la guerra sorprende en una Jaén llamada Velada— o los poemas de Romances y canciones decadentes, jondos, bohemios y malditos: «Entre percal y peines, / charoles y cadenas, / el ron va dando gritos / y llamando a las puertas / con el frío en el cuello / de un pañuelo de seda» [1936: 62]; un Jaén con rastros de despedidas, adonde «Lánguidas voces de yedra / van enganchando las torres / del pico de los luceros / al pecho de los faroles, / de sortijas a palabras, / de esquinas a corazones. / Lánguidas hebras espesan / distancias entre las voces / que mueven pañuelos finos / de adiós a los miradores. / Debe estar lloviendo algo / de viejo gusto salobre / entre el mirar y los ojos, / entre el oír y los nombres. / Colas de tarde planchada / cuelgan desde los balcones / a tender su mala luna / bajo los pies de los hombres / que van en busca de cuerpo / tras estrellas y portones. / El mundo tiene una herida / de navaja que se oye / sangrar con sangre más alta / cuanto más alta la noche, / cuanto la alberca más sola / y entre más hojas solloce. / ¡Geráneos! En esta vida / los ojos os reconocen / que os vieron abrir en otra / la mirada del entonces / con carne de tela verde / y olor de ausentes olores, / resto de labios habidos, / flor de la ausencia de flores» [1936: 74-75].

Koiné la de Porlán que aúna estéticamente arquitectura cubista y automatismos irracionales hasta conformar una pasta superromántica donde si lo primitivo es contenido por su clasicismo, la conciencia de la forma atiende visiones de lo misterioso. Sí: Romances y Canciones, su único poemario édito en vida, marida instinto y conciencia, lo dioni-síaco y lo apolíneo, plegándose a esa razón poética que ensancha la razón vital. Ajustando su simbolismo clásicamente, la música porlaniana se acuerda al metro racionalista para explorar sin querer la conciencia que lo produce. Nada neoclásico, irracional siempre pero constructivista, su matriz es barroca: abandonó el surrealismo adentrándose en el irraciona-lismo porque el automatismo no le permitía depurar lo que su conciencia seguía escondiéndole de modo arracional. Así, frente al Porlán sevillano que había desobjetivado lo objetivo del mundo desde su surrealismo inci-piente, el de Jaén objetiva lo subjetivo de su vida con su irracionalismo primitivo, nunca naturalista, vitaminado por las rehumanizaciones de más fuste del ciclo 1932-1945. A lo largo del periodo 1932-1939 escribe Porlán una serie de composiciones, en prosa y verso, cuyo aparente aliento deshumanizado no es sino objetividad irracional desromantizada. Desarrollo práctico de esos planteamientos del Gerardo Diego teórico que había defendido en 1929 «una poesía humana, y, por lo tanto, inteli-gente —pero no intelectual—, razonable —pero por razones no lógicas,

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sino poéticas—, viva, despierta, consciente (perdonen los surrealistas), activa —pero no política—, apasionada, y, por supuesto —es la base—, sensible» [1929: 27], la poética del Porlán que llega a Jaén sabe que la poesía es conciencia de lo inconsciente: si su proceso productivo opera partiendo azarosamente de lo irracional, su resultado final obedece a la geometría inapelable de la razón poética. Razón oscura muchas veces, cierto, que dificultará sentir determinados textos que al «estar llenos de hechos poéticos dentro exclusivamente de una lógica lírica y trabados tupidamente sobre el sentimiento humano y la arquitectura del poema, no son aptos para ser comprendidos rápidamente sin la ayuda cordial del duende» —lo había aclarado García Lorca en su conferencia capital sobre Poeta en Nueva York [1932: 111].

Sea como fuere, el misterio que apalabra Porlán en su obra, cuya forma es causa del fondo, cuyo fondo es efecto de la forma —a veces materia informe sin formalizar del todo, lo que acentúa sustancialmente sus enigmas—, es el de un fracaso vital. En efecto: ahí está «La luna sobre todo», un romance tenebrista y autodestructivo, editado tras la muerte de nuestro poeta en la antología Poesías preparada por Bautista de la Torre [1948], adonde alterando la ecuación manriqueña Porlán expresa clara-mente su dolor por no morir, su abatimiento existencial ante la trágica oscuridad de aquella época, más atento entonces a la razón de su vida que a la razón del arte, ya alejado de los hermetismos de la vanguardia pero jamás de ese irracionalismo moderno que explota la pureza para revelarnos las impurezas de la vida, la identidad oculta de un perdedor, de un sujeto en vías de desaparición que cobra conciencia de su estado gracias a la textualidad del poema. «La luna sobre todo»: «Todo nos está mirando / hecho el alma de sí mismo, / su desnudez ante Dios, / su viva carne de espíritu. / Todo revela su cielo / finalmente conseguido. / Los muros son un fulgor / nacarado y pensativo; / las ramas un ademán / entre coral y suspiro / con que las manos más hondas / llegan a abrirse camino; / la fuente es, al fin, la pura / consagración del sonido; / el aire en este romance / fragante, azul y morisco / de silencio, guzla y agua, / y el silencio este latido / del fresco cielo, tan claro / que por sus mares tranquilos / se ven bogando las alas / entre nardos cristalinos. / Tú eres ya lo que serás, / lo que bruscamente he visto / que has sido ya: dos profundas / brasas negras en un liso / marfil tenue que reclina / su peso triste y bellísimo / sobre mi pecho que logra / su mármol inmerecido. / Tu corazón, como luna, / destella un pálido brillo / que espectralmente traspasa / la bruma de tu vestido: / las dulces hojas en sueños / clarean tras de tu nimbo. / Un augusto luto blanco / funda nuestro Paraíso, / gasa angélica nevada /

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del azahar encendido, / nácar de faro sonámbulo, / albores de lo divino. / Todo está mirando algo / que le tiene embebecido. / Todo está pálido y noble / febrilmente sensitivo. / Tú eres ya lo que serás. / Yo soy algo que ya ha sido. / La fuente es un son de flauta / de donde nacen los ríos / que van a dar en el mar / del morir de no morirnos» [c. 1940a: 228-229].

Releamos la bibliografía de Porlán con la atención filológica que nos permita fijar la cronología de la obra inédita que nuestro autor dejó a su muerte, empresa para la que apenas sentaron las bases quienes la fueron editando con algún apresuramiento, sin el celo que reclaman esos poetas cuya transmisión textual la dificultan que no viesen impresa toda su producción en vida y que parte de la publicada quedase dispersa por revistas y periódicos. Habrá que repensarse asimismo los acercamientos críticos merecidos hasta la fecha por la producción de Porlán —conven-cionales los más, a base de tópicos sobre el surrealismo, cortaipegas de citas bibliográficas y refritos de antologías escolares de la Generación del 27—, producción mayor que conforma una cosmovisión unitaria a través del tiempo, por más que sus fracturas textuales sean perfecta-mente reconocibles, se correspondan con señalados momentos biográ-ficos de su autor y obedezcan a las dialécticas de la historia de España de la primera mitad del siglo XX, un periodo donde tantos libros de época fueron escritos por autores que no eran coetáneos. Ausente de la Antología de Gerardo Diego de 1932 —normal: a esa fecha aún no había publicado el cordobés, con treintaitrés años entonces, poema alguno en verso—, urge revisar sin apriorismos ni tópicos el vasto conjunto de la obra de Porlán, quien antes de morir solo vio éditos en volumen los poemas de sus Romances y canciones, de 1936, frutos de un poeta debu-tante, de treintaisiete años cumplidos, tardío y ya practicamente desa-parecido de la historiografía canónica porque el resto de su producción poética publicada lo sería póstumamente, esto es, tras 1945. Ahí están, en efecto, Poesías, la muestra antológica que Bautista de la Torre entrega en 1948, recientemente reeditada en facsímil por la Universidad de Jaén, con muestras de Romances y Canciones y del inédito Nuevas poesías; Poesía y prosa, de 1983, otra antología, ahora con poemas en verso y prosa, críticas, correspondencia y aforismos, que abre un estudio previo de Manuel Urbano; la Poesía completa, de 1998, preparada por José María Barrera; las Poesías completas, de 1999, de Juan Ruano León; y la edición anotada de Romances y Canciones, de 2003, a cargo de Eduardo López Truco. Ediciones que completan las asimismo póstumas que atienden otros géneros cultivados por Porlán: en 1980 La Andalucía de Valera; en 1986 la compilación, preparada por José Luis Ortiz de Lanzagorta, Prosas

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de un novelista inacabado; en 1992 la titulada Memoria cinematográfica, al cuidado de Rafael Utrera, con poemas, ensayos y un guión de cine; en 1997 el volumen Porlán inédito. (Selección de Narraciones y Teatro), a cargo de José Cenizo Jiménez; y en 2001 la antología Ensayos, aforismos y epistolario que preparó José María Barrera. Obra, en suma, a caballo de la interpretación crítica y la creación poética, alzadas una y otra a partir de la vastísima cultura de Porlán, la propia de un polígrafo que aúna saberes cultos y populares, las facetas de juglar y trovador, hasta que la Guerra Civil arrase trágicamente el proyecto social de la República y la salud de nuestro escritor.

Cercano a la sensibilidad de algunos jóvenes de la «Generación de 1936», desde Jaén Porlán participa involuntariamente el conflicto exis-tencial de aquella encrucijada, rara vez escrutada por los poetas que poco a poco iría malogrando el fascismo, falangistas liberales, garcilasistas, neoclásicos tardíos, integrados casi todos en el imaginario imperial de La Victoria, en el qualunquismo que acalla a la España franquista de la alta posguerra. Libro sincrético de un exiliado interior, la pureza juanra-moniana de Romances y Canciones expresa la impureza extrema de aquel horizonte al dar con el nombre exacto de un fracaso personal, civil e histórico. Porque Porlán todavía pasa desapercibido para la vieja histo-riografía, acartonada por la teoría de las generaciones, las antologías de los profesores-poetas y las sociedades literarias anónimas, escrutemos la cosmovisión de este libro existencialmente escindido, como también lo estuvo desde el punto de vista editorial, a caballo su impresión, en septiembre del 36, del Jaén republicano y de la Sevilla golpista donde aparece bajo el sello de Mediodía. Desde los pulsos ordenados de Salinas y Guillén —quienes reactivan en 1934 al Porlán recién llegado a de Jaén para el fallido número cuatro de Los cuatro vientos, una vuelta al orden para distanciar la poesía de compromisos políticos expresos—, consigue nuestro poeta durante su última década de vida dar con lo que miste-riosamente vive oculto, entrever esa visión de alcance performativo para sentir lo que existe pero tantas veces se niega a revelarse porque su percepción daña la conciencia. Dejando sus lorquismos aparte —tanto los musicales de su oralidad de metro corto como los cosmovisionarios de su trágica amargura moral—, presenta el realismo oscuro de Romances y Canciones y Nuevas poesías afinidades con el del Cernuda angloamericano. Normal: su orden participa otro desorden, el de las tragedias de los años 30 y 40. Barroco, Porlán reabre el vitalismo dialéctico de la España esté-tica republicana, si bien como lo hacen muchas mujeres de Romero de Torres, desde miradas marginales, derrotadas, enfermizas, conscientes de

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su tragedia, sin patria ni amor, condenadas a vivir eternamente. Quizá la misma mirada del sujeto que monologa dramáticamente en un romance hasta hoy inédito, que tal vez nuestro autor escribió el mismo año de su muerte: «Hay la patria que se llama / Alguna vez. Confiemos. / La verdad enorme y frágil, / como una mora entre velos, / nunca del todo sonríe. / Los ojos sí, mas el resto… / Alguna vez… Algún sitio… / Si solamente supiéramos / lo que es decir algún sitio, / lo que me dices diciendo / alguna vez… Si supieras / lo que dices… Y lo cierto / es que la vida es la llaga / que nos escarba el acero / de este saber de los ojos / y esta ignorancia del cuerpo. / Pero, quién sabe, Dios mío, / si los labios serán buenos, / y los pechos y los brazos / nos estarán sonriendo… / Quizá no estemos perdidos. / Quizá no estemos tan lejos, / y hasta, quién sabe, Dios mío, / si alguna vez moriremos» [c. 1945].

Aunque Porlán jamás politizó la estética ni su aristocraticismo lo llevó a estetizar la política, su obra nos avisa de las falacias de tantas vanguardias, de la alternativa entre poesía pura y poesía comprometida, demarcando con naturalidad barroca las diferencias entre surrealismo automático, neorromanticismo civil e irracionalismo sensato. Haciendo, en fin, compatibles el proyecto ilustrado de la aristocratización de las masas y el republicano empeño superromántico de popularizar la cultura, el vitalismo óptico de Porlán reclama ser considerado como el epicentro de cualquier arqueología que el progreso cultural de Jaén encare pro domo sua a lo largo del presente inmediato. ¡Ay, Jaén!, lugar que todavía deja pensar que Porlán no vivió con nosotros su ostracismo, que simplemente estuvo aquí de paso, que es otro poeta mayor sin lectores, ajeno a esa tradición estética cuya moralidad nos sitúa ante sus contemporáneos Juan Ramón, Neruda y Salinas, Lorca, Alberti, Buñuel y Guillén, Hernández, Cernuda, Rosales y los hermanos Machado, para desembocar en el intimidad musical de los poetas del grupo «Cántico». Lógico: su obra nacía siempre del canto. Como las de Federico García Lorca o Miguel Hernández, irracionales pero realistas, rehumanizadas ambas, conver-gentes en los Romances y Canciones de Porlán: una espiral que viene del Primer romancero gitano [1928] y llega hasta el Cancionero y romancero de ausencias [1938-1941]. Ahí, si no, el son breve de «A Orfeo (Imitación de Rilke)», de 1941, en pie todavía, culturalista y metapoético: «¿Cómo no ver en ti lo que sustenta / la sola fortaleza que no yace / si el mundo como nube se deshace / o rómpese en furor como tormenta? // Cuanto por inmutable nos contenta / sigue el ayer perfecto de que nace. / No hay cúpula de fe sin que la trace / la calma que tu mármol fundamenta. // No dura más que el humo de su hora / lo que en amor se funda, si parece

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/ de puro Dios la llama que levanta. // Ni salva de morir lo que se llora / ni siquiera lo muerto permanece. / Sólo sigue de pie lo que se canta» [1941b: 197]. Canto siempre roto, comprometido pero involuntario, como el de esos octosílabos de «El no de todo me trae…», de Romances y Canciones, un fragmento cuyo significado ahonda su sentido pandémico este mayo de 2020: «¿Habrá olvido todavía? / No, no hay nada, ya no hay nada / tras este crespón que llega / —tinta en el agua— creciendo, / propagándose, por lluvias, / por olores y ventanas, / por sabidas galerías. / No hay nada. Las voces ruedan / sobre ceniza; los nombres / se van en cajas cerradas. / Pasos. Los pasos. Enjambre / de lutos encarnizados / con una semilla ciega, / casi triste de saber, / casi contenta de dar / su adelfa tan amarilla» [1936: 82-83].

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BIBLIOGRAFÍA

«Suele confundirse lo clásico con lo tradicional y lo tradicional con lo frío, lo exhausto y lo muerto».

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[PoRlán meRlo], Rafael [1944]: Carta manuscrita a Cesáreo Rodríguez Aguilera. Jaén, 10 de marzo de 1944, 2 cuartillas (anversos y reversos). Transcrita par-cialmente por C. R.-A. en «A la sombra de Rafael Porlán» en R. P.: Poesía y prosa, edición de Manuel Urbano [PéRez oRteGa]: 1983, p. 270.

PoRlán meRlo, Rafael [c. 1945]: «Hay la patria que se llama…», Jaén, c. 1945, romance inédito de 24 versos mecanoscritos, por gentileza de la familia Guzmán Porlán, de su archivo.

Ruano león, Juan [1999]: «Prólogo» en R. P.: Poesías completas, edición de J. R. L., «Presentación» de José Alberto Gómez Velasco, León, Córdoba, Dipu-tación / Universidad, 1999, pp. 13-33.

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JMMD

25 de mayo de 2020