thomas bernhard el sotano

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    Thomas Bernhard

    El stano

    Un alejamiento

    Traduccin de Miguel Senz

    EDITORIAL ANAGRAMABARCELONA

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    Ttulo de la edicin original:Der Keller. Eine Entziehung Residenz Verlag

    Salzburg, 1976

    Portada:

    Julio VivasIlustracin de ngel Jos

    Primera edicin: noviembre 1984Segunda edicin: noviembre 1985

    Tercera edicin: marzo 1989

    EDITORIAL ANAGRAMA, S. A.,1984 Pedr de la Creu, 5808034 Barcelona

    ISBN: 84-339-3053-2Depsito Legal: B. 10328 -1989

    Printed in Spain

    Libergraf, S. A., Constituci, 19, 08014 Barcelona

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    Todo es movimiento irregular y continuo,sin direccin y sin objeto.

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    Ahasta las palabraspoblado de Scherzhauserfeld, y la palabra Podlaha le era profundamente antiptica,como pude ver, y despreciaba toda la direccin que yo calificaba de la direccin opuesta, y en elinstante en que me dispuse a ir en esa direccin opuesta, o sea al poblado de Scherzhauserfeld,desatendiendo todas sus propuestas bienintencionadas, y tuvo que ver que me haba tomado muyen serio esa direccin de Podlaha en el poblado de Scherzhauserfeld, no tuvo para m ms quedesprecio; le resultaba totalmente incomprensible cmo una persona joven, evidentementeinteligente, dos o tres horas antes todava estudiante de bachillerato, si es que todo lo que a m serefera, como quiz pensaba, no era posiblemente ms que un estado febril momentneo,espantosamente devastador, poda rehusar lo mejor posible, lo magnfico a sus ojos y decidirse porlo peor posible, despreciable, horrible, incluso espantoso, y probablemente slo pudo salvarse notomndome en serio en absoluto. Un episodio de estudiante, de pubertad, pens probablementecuando sal de su oficina. Pero yo no volv; eso, sin embargo, debi de darle que pensar. Un estadofebril, no desusado, de un colegial confuso, pens quiz, que hace tiempo habr pasado, peroprobablemente me olvid en seguida. Con el mecanismo docente yo no haba tenidoabsolutamente ninguna relacin y, por ese motivo tampoco, jams, con ninguna de las personasrelacionadas con ese mecanismo docente, mientras que me haba sentido atrado inmediatamente y dela forma ms intensa por todo lo relacionado con el stano, todo lo que haba en el stano y todo lo que

    estaba en relacin con el stano significaba para muna fascinacin y no slo una fascinacin sino unapertenencia, un empeo, senta que yo perteneca a ese stano y a esas gentes, mientras que nuncame haba sentido perteneciente al mundo del colegio; la Reichenhaller Strasse, como vea ahora, nohaba sido nunca mi calle, lo mismo que no haba sido nunca mi direccin; mi calle y mi direccineran la Rudolf-Biebl-Strasse, iba por mi camino cuando iba por la Rudolf-Biebl-Strasse, pasandopor delante de la oficina de correos de Lehen, por delante de las huertas de los blgaros, a lo largode las vallas del campo de deportes y a travs del poblado hacia mis gentes, mientras que todo loque haba en la otra direccin nunca haba sido mo, el camino por la Reichenhaller Strasse, puedodecir, fue siempre el camino que ininterrumpidamente y con la mayor brutalidad que cabe imaginar

    me alej de m mismo, adentrndome en un horror cotidiano cuyas consecuencias, de repente,slo podan ser consecuencias mortales; el camino por la Rudolf-Biebl-Strasse fue el camino hacia m,cada da, cuando iba por la Rudolf-Biebl-Strasse al poblado de Scherzhauserfeld y al stano,

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    pensaba que iba hacia m mismo, y cada da iba ms y ms hacia m mismo, mientras que en elcamino por la Reichenhaller Strasse tena que pensar siempre que me alejaba de m, que sala de my me alejaba de m, siempre slo adonde no quera ir en absoluto, me haban obligado a ese camino miseducadores, mis administradores, los administradores de mi patrimonio que administraban mipatrimonio, mi patrimonio intelectual y mi patrimonio fsico, y lo administraban siempre slo mal,

    y que haban buscado y prescrito para m ese camino horrible y mortal, no haban toleradoninguna contradiccin; y entonces yo haba dado de pronto la vuelta y, pasando por delante delhospital Fischer-von-Erlach, haba ido porla calle de la fbrica de gas a la oficina de empleo y, yaen el camino, ya en el instante de darme la vuelta, haba pensado que ahora estaba en el buencamino. Durante muchos aos, al despertarme cada maana, haba pensado que tena que rompercon el camino que me haban impuesto mis educadores como administradores, pero no tenafuerzas para ello, durante muchos aos tuve que recorrer ese camino a disgusto y con la mayortensin mental y nerviosa, hasta que sbitamente tuve fuerzas para romper con el camino, para daruna vuelta del ciento por ciento, en la que yo era el que menos haba credo, pero una vuelta asslo es posible en el punto absolutamente ms alto de esfuerzo afectivo e intelectual, en elmomento en que hay que dar la vuelta o slo queda matarse, cuando la resistencia contra todo quetiene un hombre como era yo entonces es la mayor resistencia, una resistencia mortal. En uno deesos instantes salvadores tenemos que existir simplemente contra todo o no existir ya, y yo tuve lafuerza de existir contra todo y fui, contra todo, a la oficina de empleo de la calle de la fbrica degas. Mientras la mquina docente de la ciudad exiga ya otra vez sus vctimas absurdas, yo, al dar la

    vuelta en la Reichenhaller Strasse, me haba sustrado a ella; en un instante no quise ser ya una delas miles y cientos de miles y millones de vctimas de la mquina docente y di la vuelta y dej que elhijo del alto funcionario siguiera solo su camino. Esa maana, las consecuencias de mi propia faltade fuerzas me resultaron demasiado claras para poder ceder una vez ms : no quera precipitarme

    desde el Mnchsberg, quera vivir, y por eso di la vuelta esa maana y corr en direccin de Mllny Lehen para salvar la vida, ms y ms aprisa, dejando atrs todo lo que se haba convertido param en costumbre mortal en los ltimos aos, real y definitivamente todo, y realmente hu, con unmiedo mortal, a la oficina de empleo, no entr en la oficina de empleo como entraba la mayora,me refugi en ella con un miedo mortal, poniendo cabeza abajo en pocos minutos todo lo quehaba en m y en contra de todo, corr por la Mllner y por la Lehener Strasse hasta la oficina deempleo, con un miedo mortal. Me dije ahora o nunca, que tena que ser al instante me resultabaevidente. Haba recibido ya demasiadas heridas para que ahora hubiera tiempo an de titubear.

    Todava tengo que pasar por este edificio repulsivo, que me da miedo, que apesta a todas las clases

    imaginables de pobreza, como oficina de empleo, pens mientras suba las escaleras de la oficinade empleo, por esta casa execrable con ms sabor a muerte lenta que otros lugares, y entonces mehabr salvado. No dejar este espantoso edificio hasta que me hayan buscado un puesto deaprendiz como puesto de supervivencia, pens, y entr en la oficina de la funcionaria que seocupaba de los puestos de aprendiz. Yo no tena idea de qu puesto de aprendiz quera, perocuanto ms tiempo estaba frente a la funcionaria tanto ms evidente me resultaba que slo entrabaen consideracin un puesto de aprendiz, y la verdad es que quera un puesto de aprendiz, no slouna ocupacin; un puesto de aprendiz que me pusiera en relacin, en lo posible, con muchaspersonas y, en lo posible, de una forma til y, mientras la funcionaria buscaba y rebuscaba en su

    fichero, una cosa me result segura: entrar en un establecimiento de alimentacin. Lasprofesiones en las que el que las ejerce se ve la mayor parte del tiempo metido en s mismo, comoocurre en todos los oficios artesanales, no entraban para m en consideracin, porque quera estar

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    entre personas y de hecho, en lo posible, entre muchas personas y, en circunstancias, en lo posible,excitantes, y ser de la mayor, de la mxima utilidad. Las personas se caracterizan sobre todo portener dificultades de comprensin y, como consecuencia de ello, por una total falta decomprensin. La funcionaria no me comprendi, pero se dio cuenta cuando, realmente, le resultimportuno al mximo; en el instante en que le result insoportable sac del fichero la ficha con la

    direccin del seor Podlaha. Durante todo el tiempo me haba tenido por loco, no me habatomado en serio en cualquier caso, y ahora quera, despus de haberse hartado de m, librarse dem otra vez y, para poner punto final, por decirlo as, a nuestra entrevista, sac la direccin dePodlaha del fichero. Posiblemente vio en m a alguien que actuaba en un estado febril y cuyosproblemas, al cabo de unas horas, quedaran resueltos. Inmediatamente, como tena que pensarella, yo haba decidido obtener de ella una direccin que me pareciera suficientementeprometedora para poder despedirme de ella. Ella dudaba de la seriedad de mi propsito, yprobablemente tambin de mi estado mental en ese instante. La pubertad tiene sus aberraciones, yuna de esas aberraciones puede consistir en que un joven estudiante de bachillerato corra a laoficina de empleo y exija la direccin de un comerciante de comestibles porque cree que ser felizcon esa direccin o, por lo menos, se salvar por unas horas de una jornada que se le ha hechoinsoportable. Para m, sin embargo, lo que yo me propona era inconmovible. Es posible que, enun instante, me dejase caer desde la cuerda floja de la coaccin escolar, con todo su espanto, a larealidad de un puesto de aprendiz en una tienda de comestibles. Todava no saba lo que seesconda tras la direccin de Podlaha en el poblado de Scherzhauserfeld, y me desped de lafuncionaria y fui y corr, saliendo de la oficina de trabajo, por la calle de la fbrica de gas y hasta elpoblado de Scherzhauserfeld, que hasta aquel momento slo haba conocido por su calificativo deel barrio de los horrores de Salzburgo, pero precisamente ese barrio de los horrores me atraairrefrenablemente, y corr, tan aprisa como pude, y encontr la direccin en poco tiempo, y entr yatambin en el stano, y me present, y de repente estuve sentado en la estrecha habitacin contigua a la tienda,frente al escritorio de Podlaha. Que los estudiantes del instituto eran ahora en el institutoestudiantes de instituto, pensaba mientras me encariaba con las impresiones que reciba en elstano de Podlaha. En este stano est posiblemente mi futuro, pensaba, y cuanto ms meocupaba con el pensamiento de quedarme en el stano, tanto ms evidente me resultaba que midecisin haba sido la decisin acertada. En un instante me haba sustrado a la sociedad que hastaentonces haba sido mi sociedad y haba ido al stano del seor Podlaha. Ahora estaba all sentadoy esperaba la palabra decisiva de aquel hombre de estatura media y un tanto grueso, niespecialmente amable ni especialmente poco amable, del que yo exiga la salvacin de miexistencia.

    Qu impresin le haba hecho en el primer momento a aquel hombre, al que slo llamaban seorPatrn, lo que oa a travs de la puerta, slo entornada, de la tienda, y cuya propia voz era delgadapero sin embargo, al mismo tiempo, inspiraba confianza. El cuarto de hora que estuve soloreforz cada vez ms mi deseo de ser aprendiz a las rdenes del seor Podlaha, que me pareci unhombre inteligente y en ningn instante vulgar. Si en el instituto toda toma de contacto haba sidopara m de una dificultad insuperable, infranqueable en casi todos los casos, ya fuera con losalumnos o con los profesores, continuamente haba entre los otros y yo una tensin no slodistanciada sino, casi ininterrumpidamente, hostil o enemistosa, cada vez ms haba cado en unaislamiento, con el tiempo totalmente sin salida, y el contacto con mis parientes en casa, durante

    toda mi vida, slo haba sido posible de establecer con el ms alto grado de dificultad, en el stanono tena ninguna clase de dificultades de contacto, al con-, trario, me asombr la total ausencia deproblemas por mi parte con respecto a mis compaeros de trabajo y a la clientela del poblado, con

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    los que, desde el principio mismo, estuve en la mejor armona y de recproco acuerdo. No tena lamenor dificultad para hablar y tratar con los habitantes del poblado de Scherzhauserfeld. Prontome familiaric con el escenario en el que ahora exista y trabajaba durante toda la jornada. Poco apoco conoc a casi todos los habitantes, como es natural primero a las mujeres de los obreros de lafbrica, de los mineros, de los peones y de los ferroviarios. Entr por primera vez, porque les ayudaba a

    llevar a casa las compras demasiado pesadas, en sus alojamientos. Conoc el mundo interior delpoblado de Scherzhauserfeld al acarrear bolsos de compra llenos o sacos enteros de patatas decincuenta kilos hasta los distintos bloques, sin dejar de hacer mis observaciones durante lasmuchas conversaciones. Por medio de las mujeres y los nios que iban al stano conoc a loshombres que los esperaban en casa, y pronto cada bloque, que desdehaca tiempo conoca por fuera, mefue tambin conocido por dentro. Y aprend el lenguaje que se hablaba en el poblado deScherzhauserfeld, un lenguaje totalmente distinto del lenguaje que conoca de casa o de la ciudad,efectivamente, un lenguaje totalmente distinto en el poblado de Scherzhauserfeld del lenguaje delresto de Lehen, los del poblado de Scherzhauserfeld hablaban un lenguaje ms intenso y ms claroque los de Lehen, y pronto estuve en condiciones de hablar con las gentes del poblado deScherzhauserfeld su lenguaje, porque estuve en condiciones de pensar sus pensamientos. Aqutodos estaban en actitud de espera, y el pensamiento, en el poblado de Scherzhauserfeld, era unpensamiento en actitud de espera. El poblado de Scherzhauserfeld era la horrible imperfeccincotidiana de esa ciudad, y los prohombres de la ciudad tenan plena conciencia de esaimperfeccin, una y otra vez apareca el poblado de Scherzhauserfeld, como esa imperfeccin deSalzburgo, en las columnas de los diarios, en forma de crnicas de tribunales o en forma dedeclaraciones apaciguadoras del gobierno del Land. Y los habitantes de esa imperfeccin deSalzburgo tenan conciencia del hecho de que, en conjunto, constituan esa imperfeccinde Salzburgo.Se haban convertido en esa imperfeccin cada vez ms, aqu poda encontrarse todo lo que la

    ciudad trataba de callar o de disimular, todo lo que evita el hombre normal cuando esten condiciones deevitarlo, aqu estaba la mancha de Salzburgo, y todava hoy es el poblado de Scherzhauserfeld esamancha de Salzburgo, de la que se avergenza la ciudad entera cuando se le recuerda, una sola manchade pobreza y, por consiguiente, una mancha compuesta de hambre, crimen y porquera. Aquellasgentes, sin embargo, se haban resignado haca tiempo a su mancha, estaban en actitud de espera, peroen el fondo no esperaban ya nada, haban sido abandonadas, olvidadas, una y otra vez apaciguadasy olvidadas otra vez, siempre slo antes de las elecciones se hablaba del poblado de Scherzhauserfeld,de la mancha de Salzburgo, pero despus de las elecciones la mancha era otra vez olvidada con lamisma regularidad que las elecciones, los habitantes del poblado de Scherzhauserfeld, en su

    sufrimiento de decenios y sometidos a la presin mortal del desprecio de todos los dems salzburgueses,a los que la simple mencin del nombre del poblado de Scherzhauserfeld causaba un dolor agudo en laboca del estmago, haban desarrollado su propio orgullo, estaban orgullosos de su destino y de suorigen y, si vena a cuento, orgullosos de su mancha salzburguesa, que era al mismo tiempo lamayor lacra de la ciudad (Salzburger Volksblatt). Vivir en el poblado de Scherzhauserfeldsignificaba vivir en medio de una mancha y de una lacra, aqu, segn la opinin de la ciudad entera,existan los leprosos, y hablar del poblado deScherzhauserfeld no significaba otra cosa que hablar decriminales, ms exactamente, de presidiarios y de alcohlicos y, realmente, de presidiariosalcohlicos. La ciudad entera daba un rodeo para evitar el poblado de Scherzhauserfeld, y salir del

    poblado de Scherzhauserfeld y querer algo significaba una pena de muerte. Calificado de guetocriminal, el poblado de Scherzhauserfeld era siempre el poblado del que slo poda llegar el crimenal resto de la ciudad, y si un hombre vena del poblado de Scherzhauserfeld, eso slo poda

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    significar que un criminal llegaba a la ciudad. Y eso se deca siempre adems sin ninguna clase derodeos, y las gentes del poblado de Scherzhauserfeld eran ya siempre desconfiadas, despus deacusaciones y desprecios durante decenios, tuvieron que creer ellas mismas con el tiempo que eran,como selas calificaba, una chusma criminal, y no es de extraar que, a partir de un momento determinado,muy atrs en el tiempo, cuatro o cinco decenios antes, el poblado de Scherzhauserfeld fuera

    ininterrumpidamente el proveedor de alimento de los tribunales de Salzburgo, una fuenteinagotable para las prisiones y establecimientos penitenciarios austracos. La polica y los tribunalesse ocuparon durante decenios del poblado de Scherzhauserfeld, pero no el municipio, y la llamadaasistencia social slo utilizaba al poblado de Scherzhauserfeld como coartada para disimular suincapacidad sin lmites. Todava hoy, mucho ms de tres decenios despus de mi trabajo en el pobladode Scherzhauserfeld, leo, al abrir losperidicos de Salzburgo, sobre la conexin existente entre casitodos los procesos penales de Salzburgo, y todava hoy, una y otra vez, de los procesos dehomicidio y de asesinato, con el poblado de Scherzhauserfeld. Las condiciones all, pienso desdeuna distancia de ms de treinta aos, slo pueden haber empeorado. Hoy hay all bloques de

    viviendas y torres, tumores de nuestra poca sin espritu y enemiga del espritu y sin fantasa yenemiga de la fantasa, en donde en otro tiempo, hace treinta aos, haba praderas, yo iba al trabajoatravesando grandes praderas, pasando por delante del asilo de ciegos y del asilo de sordomudos,por delante de la oficina de correos de Lehen, por praderas y por caminos de grava totalmentecorrientes, a travs de un sinnmero de olores naturales que hoy no hay ya en ese camino, el olor de lahierba y el olor de la tierra y el olor de los charcos, donde hoy no hay ms que el hedorembrutecedor de los tubos de escape. Entre la ciudad y el poblado de Scherzhauserfeld, como si laciudad quisiera mantener sus distancias, haba un cinturn de praderas y campos, aqu y allcochiqueras de carpintera tosca, aqu y all un campamento d refugiados, grande o pequeo,alojamientos de chiflados ychifladas por los perros, venidos a menos, cuchitriles de tablas para putas y

    borrachos, a los que la ciudad haba escupido alguna vez. La ciudad, exactamente a la distancia que lepareci necesaria, construy en esas praderas un poblado barato y homicida, un poblado para susparias, para los ms pobres y ms desamparados y ms degenerados y, como es natural, siempre msenfermizos y ms desesperados, para sus desechos humanos, precisamente lo suficientemente lejospara no tener que enfrentarse con ellos; quien no quera, no tena en toda su vida conocimientoalguno de se poblado, que recordaba a los campos penitenciarios de Siberia y no slo por lanumeracin de sus bloques. Varios escalones, en el centro de los bloques de un piso, llevaban a unestrecho vestbulo, desde el que se entraba por ambos lados en los alojamientos, que hoy no se puedellamar pisos, esos pisos tenan una o dos habitaciones, las familias ms numerosas se alojaban en

    los pisos de dos habitaciones, el agua estaba en el pasillo, slo haba un retrete comn, y lasparedes de esos bloques eran de planchas de conglomerado, revocadas con mortero barato. Slolos bloques de tres pisos eran construcciones de ladrillo, y en ellos vivan, por as decirlo, los

    proletarios privilegiados, tambin el stano de comestibles estaba en uno de esos edificios de trespisos. Todos los das algn exceso familiar, todos los das, una vez al menos, el coche de polica a lavuelta de laesquina, la ambulancia para salvar a alguien medio muerto a golpes o a cuchilladas, elcoche fnebre para recoger a alguien miserablemente fallecido en su cama, a alguien asesinado.Los nios pasaban la mayor parte del tiempo en las calles, las nicas calles de Salzburgo que notenan nombre, y gritaban y hacan ruido porque en las calles tenan sitio para gritar y hacer ruido,

    y con sus gritos y ruidos tapaban el horrible silencio del poblado de Scherzhauserfeld, que sin esosgritos y ruidos hubiera sido mortal. En casa, yo insinuaba lo que vea, pero como siempre, cuandose comunica a las personas algo horroroso y algo espantoso y algo inhumano y algo totalmente

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    atroz, no me crean, no queran orlo y calificaban de mentira, como han hecho siempre, laespantosa verdad. Pero no hay que cesar de decirles la verdad, y las observaciones horrorosas yespantosas que se hacen no deben callarse en ningn caso ni tampoco falsificarse siquiera. Mi tareaslo puede ser comunicar mis observaciones, da igual cul sea su efecto, siempre las observacionesque me parezcan dignas de ser comunicadas, contar lo que veo o lo que, en mi recuerdo, veo

    todava hoy cuando, como ahora, miro treinta aos atrs, muchas cosas no estn ya claras, otrasestn superntidas, como si hubieran ocurrido ayer. Para salvarse, aquellos a los que se habla nocreen, y a menudo no creen ni lo ms natural. El hombre no se deja aguar la fiesta por elaguafiestas. Durante toda mi vida he sido uno de esos aguafiestas, y ser y seguir siendo siempreun aguafiestas, como me calificaban siempre mis parientes; ya mi madre, hasta donde puedorecordar, me llamaba aguafiestas, mi tutor, mis hermanos, siempre fui un aguafiestas, con cadaaliento, con cada lnea que escribo. Mi existencia, durante toda mi vida, ha molestado siempre.Siempre he molestado, y siempre he irritado. Todo lo que escribo, todo lo que hago, es molestia eirritacin. Toda mi vida como existencia no es otra cosa que un molestar y un irritarininterrumpidos. Al llamar la atencin sobre hechos que molestan e irritan. Unos dejan a laspersonas en paz, y otros, y entre esos otros me cuento, molestan e irritan. No soy una persona quedeje en paz, y no quiero ser un personaje as. Escribir hoy sobre el poblado de Scherzhauserfeld esuna molestia para el municipio de Salzburgo, e irrito cuando recuerdo el poblado deScherzhauserfeld. Recuerdo mi poca de aprendiz, la poca ms importante de mi vida, segn creo,y como es natural recuerdo la antesala del infierno humano, como, para m, calificaba siempre alpoblado de Scherzhauserfeld. No deca, voy al poblado de Scherzhauserfeld cuando iba al pobladode Scherzhauserfeld, sino que deca, voy a la antesala del infierno. Todos los das entraba. en laantesala del infierno, construida por el municipio de Salzburgo para sus parias. Si existe la antesaladel infierno, me deca en aquella poca, se parece al poblado de Scherzhauserfeld. En aquella poca

    crea todava en el infierno, como hoy no creo ya en el infierno, el poblado de Scherzhauserfeld erael infierno, no poda haber nada peor para los habitantes del poblado de Scherzhauserfeld. Paratodas aquellas gentes no haba salvacin, y yo las vea perecer da tras da, viejos y jvenes, tenanenfermedades de las que no haba odo hablar jams y que eran todas enfermedades mortales, yhaban cometido crmenes que son los crmenesms horribles. La mayora nacan en harapos y moranen harapos. Su traje, durante toda la vida, era el mono de mecnico. Hacan nios, en su locura, ymataban a esos nios en su embrutecimiento avanzado, como consecuencia de su desesperacinlatente. Muchos das no respiraba ms que el olor de los que, en el poblado de Scherzhauserfeld, sepudran en carne viva. Una casualidad, pensaba, me haba llevado a la antesala del infierno (el

    infierno). Quien no conoce la antesala del infierno (el infierno) es un inconsciente, unincompetente. La verdad, pensaba, slo la conoce el interesado, si quiere comunicarla, se convierteautomticamente en mentiroso. Todo lo comunicado puede ser slo falsificacin y falseamiento, ypor consiguiente slo se comunican siempre falsificaciones y falseamientos. El deseo de verdad es,como cualquier otro, la va ms rpida para la falsificacin yel falseamiento de un estado de cosas. Yescribir sobre una poca, un perodo de la vida, un perodo de la existencia, da igual a qu distanciaen el tiempo se encuentre y da igual si fue larga o breve, es una acumulacin de cientos y miles ymillones de falsificaciones y falseamientos, que al que los describe y escribe le son familiares todoscomo verdades y nada ms que como verdades. La memoria se atiene exactamente a los

    acontecimientos y se atiene a la cronologa exacta, pero lo que resulta es algo muy distinto de loque fue realmente. Lo descrito hace comprensible algo que, sin duda, corresponde al deseo deverdad del que lo describe, pero no a la verdad, porque la verdad no es en absoluto comunicable.

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    Describimos una cosa y creemos haberla descrito de conformidad con la verdad y con fidelidad ala verdad, y tenemos que comprobar que no es la verdad. Hacemos comprensible un estado decosas, y no es nunca, jams, el estado de cosas que queramos hacer comprensible, siempre es otrodistinto. Tenemos que decir que nunca hemos comunicado nada que fuera la verdad, pero durante todanuestra vida no hemos renunciado al intento de comunicar la verdad. Queremos decir la verdad,

    pero no decimos la verdad. Describimos algo verdicamente, pero lo descrito es algo distinto de laverdad. Tendramos que ver la existencia como el estado de cosas que queremos describir, pero,por mucho que nos esforcemos, no vemos jams, por medio de lo que hemos descrito, el estadode cosas. Sabiendo esto, hubiramos debido renunciar hace tiempo a querer describir la verdad y,por consiguiente, renunciar a escribir en general. Como no es posible comunicar y, porconsiguiente, mostrar la verdad, nos hemos contentado con querer escribir y describir la verdad, lomismo que decimos la verdad, aunque sepamos que la verdad no puede decirse jams. La verdadque conocemos es lgicamente la mentira, la cual, como no podemos evitarla, es la verdad. Lo queaqu se describe es la verdad y, sin embargo, no es la verdad, porque no puede ser la verdad. Entoda nuestra existencia de lectores no hemos ledo an jams una verdad, aun cuando una y otra

    vez hayamos ledo hechos. Una y otra vez, nada ms que la mentira como verdad, la verdad comomentira, etctera. Lo que importa es si queremos mentir o decir y escribir la verdad, aunque jamspueda ser la verdad, jams sea la verdad. Durante toda mi vida he querido siempre decir la verdad,aunque ahora s que estaba mintiendo. En fin de cuentas, lo que importa es slo el contenido de

    verdad de la mentira. La sensatez me ha prohibido ya hace tiempo decir y escribir la verdad,porque con ello, sin embargo, slo se dice y se escribe una mentira, pero escribir es para m unanecesidad vital, y por eso, por esa razn escribo, aunque todo lo que escribo no sea sin embargoms que una mentira que se transporta a travs de m como verdad. Sin duda podemos exigir

    verdad, pero la sinceridad nos prueba que la verdad no existe. Lo que aqu se describe es la verdad;

    y no lo es por la sencilla razn de que la verdad slo es, para nosotros, un deseo piadoso. Lapregunta de por qu contar ahora mi poca de aprendiz y no ms adelante, en un momento enque, posiblemente, pudiera hacerlo sin tanta reserva como crispacin, se responde fcilmente: elmunicipio, como he sabido por los peridicos, ha comenzado a demoler el poblado deScherzhauserfeld, a derribar los testigos de ladrillo y aglomerado de medio siglo, a allanar laantesala del infierno o el infierno mismo, lo que sea, a echar abajo los muros entre los que, durantedecenios, pasaron tantas desgracias intiles. Una breve noticia de peridico ha puesto otra vez enmovimiento en mi mente lo que haca mucho tiempo se haba inmovilizado en mi memoria, elmecanismo del recuerdo en relacin con el poblado de Scherzhauserfeld, el horrible poblado

    humano como hijastro de la ciudad, del que todos y cada uno se mantenan a distanciacontinuamente. Decir que se era de o se estaba en el poblado de Scherzhauserfeld o que setrabajaba en el poblado de Scherzhauserfeld o, siquiera, que se tena algo que ver, lo que fuera, conel poblado de Scherzhauserfeld era algo que provocaba espanto y repugnancia en todos losaspectos. Era una tara ser de o tener algo que ver con algo de donde no se poda ser y con lo queno se poda tener que ver lo ms mnimo, y esa tara la llevaban todos los habitantes del poblado deScherzhauserfeld durante toda su vida, la llevaban hasta que estaban muertos, muertos porquehaban acabado en el manicomio o en la crcel o en el cementerio. Ya los nios nacan en eseestado intelectual y sentimental de lo ilcito, es decir, de ser del poblado de Scherzhauserfeld, y

    sufran por ello durante toda su vida, y los que no han perecido hasta hoy por esa tara perecernpor ella en el futuro, aunque ellos mismos quieran negarlo. El poblado de Scherzhauserfeld era,por una parte, un gueto de la desesperacin, por otra, un gueto de la vergenza. Se notaba en esas

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    gentes que eran del poblado de Scherzhauserfeld, lo mismo que en todas las ciudades y, sobretodo, en todas las grandes ciudades; cuando est uno adiestrado en ello, se nota en cada uno dednde viene, de qu barrio de la ciudad, y un observador crtico sabe en el instante del encuentro,ste es del purgatorio o de la antesala del infierno o del infierno de la ciudad. Ya desde lejos sereconoca en esa ciudad, que siempre ha pretendido no tener ninguna antesala del infierno ni

    infierno, criaturas desorientadas, confusas, que llegaban apresuradas e inseguras y eranreconocibles, en cualquiercaso, como una naturaleza exterior e interiormente infeliz, existenciasmarginales, estaban marcadas como habitantes del poblado de Scherzhauserfeld. El Estado, elmunicipio y la Iglesia haban fracasado haca tiempo con esos hombres y loshaban abandonado.Los habitantes del poblado de Scherzhauserfeld eran abandonados, y abandonados no slo por suentorno, como sociedad perversa de impostura y gusto esttico, sino que ellos mismos, loshabitantes del poblado de Scherzhauserfeld, se haban abandonado a s mismos haca tiempo.Como si esos hombres tuvieran la peste, as se los trataba, ya al entrar en una tienda de la ciudad se

    vean frustrados, al aparecer en una oficina, humillados y frustrados, al comparecer ante lostribunales estaban ya condenados y perdidos. La sociedad de Salzburgo consideraba en conjunto alos habitantes del poblado de Scherzhauserfeld como habitantes de una leprosera, lo mismo quelos propios habitantes, como una sentencia de muerte, lo mismo que los propios habitantes. Aquse atrofiaba la vida y, en el fondo, no era posible ms que como un extinguirse ininterrumpido,mientras que unos centenares de metros ms lejos, una fbrica perversa de bienestar y placer secomportaba como la nica dominadora del mundo. Aqu, todas esas gentes saban que quererevadirse del poblado de Scherzhauserfeld y seguir un camino propio, mejor, por decirlo as, era unaimposibilidad, y los ejemplos de quienes han intentado ese intento de evasin y ese camino propioy mejor muestran que ese intento de evasin y ese intento de una vida propia y mejor slo hanllevado a una desesperacin mucho ms profunda an y a un aislamiento mucho mayor an. Los

    que un da se fueron, porque durante toda su vida, fueran a donde fueran e hicieran lo quehicieran, siguieron siendo habitantes del poblado de Scherzhauserfeld, sucumbieron en el, asllamado, extranjero, o volvieron, para perecer en el poblado de Scherzhauserfeld de forma muchoms miserable an que los que se quedaron en casa. Uno se aventur como actor en todas lasciudades austracas y alemanas imaginables y, despus de varios aos, volvi como un, as llamado,sujeto totalmente degenerado (segn su madre) y revent sobre el semipodrido divn materno,entre convulsiones, como un hombre extenuado, apenas ya hombre, ni mucho menos el hombreguapo que sin duda (segn su madre) fue. Otro lo intent como bailarn de saln, otro en Amrica,otro en Australia, lo mismo que otros cientos del poblado tambin, durante decenios, pero

    volvieron y degeneraron y perecieron en el poblado de Scherzhauserfeld. Sus madres y sus padreslo esperaban as. Todos ellos dieron un rodeo, muy a menudo por un extranjero helado, hacia su

    verdadero fin de degeneracin y muerte lenta, mientras que sus padres y hermanos y otrosparientes se emborrachaban y se destruan emborrachndose. Los nios nacan en familiasborrachas y que pasaban el da entero como en una apata involuntaria y en un delirio dedesesperacin, en los que, desde el principio, tenan que verse desintegrados y destruidos. En casitodos los casos, no llegaban ms lejos en su vida, una nica existencia horrible, que a ser mujer delimpieza, si eran mujeres, o pen o trabajador del carbn, si eran hombres, y cambiaban de empleoa cada instante, y se refugiaban continuamente en enfermedades y en crmenes, y en el fondo su

    horrible vida, como existencia horrible, no era ms que esa alternancia continua entre laenfermedad y el crimen, hasta su muerte. Existan en medio de un mecanismo ininterrumpido deacusacin e inculpacin, y culpaban a todo y a todos para tener un poco de aire, para poder

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    respirar siquiera, a Dios y al mundo y a s mismos, mutua y recprocamente. Todos existan enmedio de una ininterrumpida locura de acusacin e inculpacin como enfermedad mortal. En elfondo no tenan otra cosa que desintegracin y destruccin, existan de eso y de nada ms, y sedesintegraban y destruan sin pausa mutuamente. Existan con la intensidad mortal de losmortalmente desesperados, y se refugiaban, tanto hombres como mujeres, alternativamente en los

    hospitales y manicomios y en las crceles. Al principio, yo no comprenda las alusiones de ciertosclientes, que no eran por eso mejores ni peores, no caa, y no llegaba al fondo de sus observacionesy expresiones de doble y triple y mltiple sentido, pero ya al cabo de unos das me result evidentede qu hablaban, y de hecho, tambin, por qu hablaban de cosas de las que las gentes de laciudad, naturalmente, no hablaban con franqueza, y por qu esa manera de hablar franca meconvenca y me gustaba ms que la discreta hipocresa de los otros. Las llamadas observaciones yexpresiones indecentes, en sus cientos y miles de posibilidades de variacin, las aprendnaturalmente en el poblado de Scherzhauserfeld en el plazo ms breve. Aquellas gentes nuncatenan pelos en la lengua. Slo me hizo falta el plazo ms breve para acostumbrarme a sus modalesfrancos y, muy a menudo, yo mismo, luego, al cabo de unas semanas o unos meses, superampliamente a todas aquellas gentes por la riqueza de mi invencin en relacin con el tema, y nome contuve. Aqu poda hacer lo que en casa jams pude hacer, abandonarme a toda la riqueza demi fantasa, y el que ello coincidiera con el poblado de Scherzhauserfeld no es sorprendente. Una

    vez familiarizado con el mecanismo de los sectores de conversacin ms habituales en el stano,haba ganado, y aprovech la riqueza de mi extraordinario don de combinacin para eclipsar hastaa los ms empedernidos. La juventud y el encanto del joven que yo era entonces, ms el don de un

    vocabulario continuamente dispuesto, que brillaba con toda clase de tonos y semitonos, y mireputacin qued establecida. Haba cinco temas principales en la conversacin del stano, los

    vveres, la sexualidad, la guerra, los americanos y, con total aislamiento de los ya citados, la bomba

    atmica, cuyos efectos en la ciudad japonesa de Hiroshima tenan todos todava metidos en loshuesos. Los vveres y la forma de procurrselos ocupaban en aquella poca, da y noche, a todaslas gentes, y naturalmente haba cientos de caminos y canales hacia esos vveres, el camino oficialhacia los vveres eran los cupones de alimentacin que, con intervalos determinados, segn lossuministros y las existencias de determinados vveres, se distribuan gratuitamente mediante losllamados anuncios de distribucin de vveres en los peridicos y en la radio. Pero haba tambinlos caminos no oficiales hacia los vveres, canales subterrneos hacia los americanos, por ejemplo,por medio del fraude, por medio del engao y as sucesivamente. El pueblo entero se haba vueltodelincuente, en sentido estricto, para poder sobrevivir. Tampoco el stano estaba libre de

    ilegalidades. Efectivamente, algunos reciban ms de lo que realmente les corresponda, y nuestropatrn, por mucho que hubiera credo que su disimulo era total, fue descubierto. Se cambiaba unreloj de pulsera de oro por dos paquetes de mantequilla de medio kilo cada uno. Los empleados delas compaas mayoristas sucumban con frecuencia a los intentos de soborno de los pequeostenderos. Nuestro patrn no era el menos hbil y, al fin y al cabo, quin era intachable en aquellapoca, la delincuencia en materia de vveres era la caracterstica ms destacada, ms natural detodos. El delito de obtener vveres que no le correspondan lo cometi todo el mundo. Tenanmiedo de la bomba atmica y hablaban de los americanos con condescendencia impotente por unlado y con servilismo por otro, la guerra era su tema favorito. Las mujeres hablaban de sus

    hombres y los hombres de sus teatros de operaciones blicas. Las mujeres hacan de las heridas desus hombres el punto culminante de sus expansiones, los hombres seguan mirando slo aSmolensko, Stalingrado, Calais, El Alamein y Narvik. Y aunque lo hubiramos odo cien veces,

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    tenamos que volver casi a diario a esos teatros de operaciones, y conocamos las heridas hasta ensus detalles ms mnimos, hasta en los ms insignificantes, el que a uno no le funcionaba ya la

    vejiga, porque un casco de granada le haba rozado los testculos en Sebastopol nos lo contaba unay otra vez, con todo detalle, su mujer. Las mujeres hablaban de la cautividad de sus hombres, yobtenamos de ellas, por decirlo as de segunda mano, una descripcin de las condiciones en los

    campos de prisioneros rusos y en los americanos y en los ingleses. En las mentes de los hombresdel pueblo, los teatros de operaciones de guerra, caracterizados por una victoria o por una derrota,les da igual, son los puntos culminantes de su vida. Quien tena un padre o un to, oa hablar casisiempre slo de sus actos heroicos, tambin sus derrotas las haban convertido en actos heroicos,sus cochinadas y cerdadas en la guerra las situaban tranquilamente como condecoraciones, despusde la guerra, en el horizonte de sus recuerdos. Las mujeres hablaban en el stano, con elapasionamiento de la participacin ms ntima, de los hechos heroicos de sus hombres, de lasatrocidades del enemigo. Los repatriados pronunciaban siempre alguna frase importante y heroica,slo los realmente mutilados de por vida guardaban silencio, a ellos apenas se les poda sacar nada.Los nios lo supimos pronto todo sobre los zapadores y sobre los cazadores alpinos y, a partir deun momento determinado, omos siempre lo mismo sobre Narvik y sobre Trondheim y sobreCalais y sobre Jajce y Oppeln y Knigsberg. Los hombres llegaban al stano con botellas de ron

    vacas y, mientras les llenaban la botella, hacan, apoyados en el mostrador, historia blica. Suteatro eran el retumbar de los caones y los muertos, los rganos de Stalin y el Leopardo, elGeneral Dietl y el Mariscal de Campo Paulus. Echaban la culpa de su desgracia alternativamente aHitler, y a Churchill, pero le echaban ms la culpa Churchill que a Hitler. Y de cmo, despus dela guerra, haban vuelto a casa y de que hubieran vuelto siquiera hablaban casiininterrumpidamente, y probablemente soaban con ello cuando no podan hablar de ello connadie. La guerra slo haba terminado en la superficie, en las mentes de todos segua haciendo

    estragos. Todo el mundo saba cmo hubiera podido evitarse la derrota, y todo el mundo, por otraparte, lo haba previsto todo. Cuando alguno, apoyado en el mostrador de la tienda, converta susexperiencias blicas en la quintaesencia de todo lo humanamente importante y memorable,tenamos a un oficial de estado mayor apoyado contra aquel mostrador. Las excepciones eran losque guardaban silencio, con slo un brazo restante o con una placa de metal en la cabeza ocompletamente sin piernas. No se dejaban arrastrar ya a ninguna discusin sobre la guerra, y lamayora de ellos, si de pronto se hablaba de la guerra, abandonaban el stano. La guerra ha sido,en todas las pocas, el tema de conversacin nmero uno entre hombres. La guerra es la poesa delhombre, mediante la cual, durante toda su vida, reclama atencin y alivio. Se refugiaban, cada uno

    d la forma que le era innata, en la vileza y la abyeccin, y se regeneraban en un estado de apatatotal e indigna de un ser humano. Haban aprendido a odiar desde muy pronto, y habanconvertido el odio en el poblado de Scherzhauserfeld en lo ms desarrollado contra todo. El odioengendra un odio opuesto, y se odiaban mutuamente sin reposo, como a todo lo de ms, hasta elagotamiento. Y sus estados de agotamiento eran slo un medio para el objetivo de suautodestruccin, en ellos se imaginaban juntos una nueva miseria y nuevas enfermedades y nuevoscrmenes. Se refugiaban de una miseria en otra, de una desgracia en otra y en una cada vez msprofunda, ms sin salida, y una cosa arrastraba siempre la otra. Se refugiaban en su entorno y ste,que slo saba de golpes mortales, los rechazaba al poco tiempo. Se refugiaban en ideales, que en

    fin de cuentas no eran ms que pesadillas, y en deudas, que los llevaban a la crcel por la va msrpida, en su exaltada imaginacin, de la que salan como abatidos por el rayo. Se refugiaban ensueos y fantasas, que los debilitaban a muerte. A ellos, los habitantes de la antesala del infierno,

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    que era en verdad el infierno, se les privaba siempre de todas las posibilidades, era su naturaleza notener ninguna posibilidad, salvo la posibilidad de perecer. Tenan dos posibilidades de romper consu existencia, pero ninguna otra eleccin: tenan que matarse en un momento determinado oecharse en la cama para morir, en un momento determinado. La voluntad de vivir o de existir, queaqu o all se mostraba, tambin en el poblado de Scherzhauserfeld, como algo grotesco, slo haca

    ms horrorosa la situacin en la antesala del infierno, que era el infierno. De algunas ventanas sala,con intervalos regulares, sobre todo en los fines de semana, msica, un acorden, una ctara, unatrompeta, de vez en cuando se cantaba tambin, pero todo aquello era una alegra mortal, al que elda anterior haba cantado tan bien su cancin popular, hacia el medioda, yo estaba cerrandoprecisamente nuestra tienda, lo sacaban de la casa en su atad, no mucho tiempo despus la quetocaba la ctara se ahorc, y el trompetista acab en el sanatorio antituberculoso de Grafenhof enel Pongau. En Carnaval, el Martes de Carnaval, alcanzaban su punto culminante: se comprabantodas las mscaras imaginables y se hacan vestidos, as llamados, divertidos u horrorosos y, como sise hubieran vuelto locos ese da, corran furiosamente de unlado a otro por el poblado, creyendo queno se los reconoca, cuando la verdad era que se reconoca muy rpidamente a cada uno de ellos.Esa voz de borracho la conoces, ese andar renqueante lo conoces, pensaba, pero ay de quienhubiera dicho a aquellos hombres que los reconoca. Tambin disfrazados iban a la tienda con subotella de ron habitual y dejaban a deber su litro. Como echaban ms hijos al mundo que ningunaotra colectividad humana de la ciudad, ostentaban tambin la marca de entierros. Su excursinregular al llamado Gran Mundo era su participacin en los funerales en el cementerio comunal oen el cementerio de Liefering, cuando haba muerto alguno de los suyos. Sus destinos acababan, con

    pocas excepciones, en la sepultura colectiva o en la fosa comn. Despus de los entierros, secompraban en nuestra tienda un banquete fnebre de todos los comestibles y fiambres, y hacan que selos apuntramos en cuenta. Eran los menos los clientes que pagaban al contado, todos tenan lo

    que se llamaba un cuaderno de cuentas, y muchos no pagaban durante meses, hasta que el seorPodlaha perda la paciencia, y entonces pagaban o no pagaban e iban a la otra tienda decomestibles del poblado de Scherzhauserfeld, hasta que tampoco podan ir ya all, y volvan ypagaban. El propietario de la segunda tienda de comestibles no tena por principio cuaderno decuentas, jams haba corrido el riesgo de conceder a sus clientes el ms mnimo crdito, y tena quepagar su consecuencia con un volumen de ventas mucho ms modesto que el nuestro y, realmente,el segundo comerciante de comestibles apenas poda existir con ese volumen de ventas. Lagenerosidad de Podlaha, ms bien su astucia, le resultaba rentable, casi todas las gentes del pobladocompraban en su tienda, y compraban tanto por lo desesperados que estaban, comprando y

    consumiendo incesantemente comestibles y fiambres, todos aquellos habitantes de la antesala delinfierno o del infierno de Scherzhauserfeld crean poder hacerse su desesperacin ms soportable,y sabido es que los ms pobres y los ms desgraciados son los que ms compran y los que mscomen, y se hunden comprando y comiendo en una desesperacin cada vez mayor y ms diablicay ms mortal. Llevaban a nuestra tienda casi todo su dinero, los das de paga el establecimiento se

    vaciaba casi por completo, y haba que desmantelar la mitad del almacn, todas aquellas gentes tenanmuchos hijos y, por ello, muchos cupones de racionamiento, y lo que no `se compraba concupones y era de venta libre lo compraban sin mirar y en las mayores cantidades. Y comprabansobre todo en grandes cantidades lo que no podan necesitar, y para conseguir esos artculos

    totalmente intiles para ellos nuestro patrn se mostraba ingenioso, cuando poda ponerles lamano encima, compraba baratos cientos de cosas, como candeleros de hierro forjado o, porejemplo, catavinos, que las gentes compraban hasta agotarlos, aunque no podan necesitar ni

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    candeleros ni catavinos, porque no encendan velas y beban el vino directamente de la botella. Lascosas no podan ser demasiado horribles e intiles como para que, en el plazo ms breve, aquellasgentes no las compraran hasta agotarlas. Para un hombre como Podlaha, aquella poca de furiacompradora y obsesin compradora de todas las gentes del poblado de Scherzhauserfeld era, paralos negocios, ideal; l, que adems era el ms hbil para dar salida a todos los artculos que me he

    tropezado jams, lo hubiera vendido todo y todo siempre ntegramente y en las condiciones msfavorables para l. Pero no slo era calculador, en el fondo era bondadoso, y no uno de esos tiposque est en el mundo slo para hacer negocios, y tampoco haba abierto slo por razones denegocios su tienda aqu, en el poblado de Scherzhauserfeld, eso hubiera podido hacerlo tambin encualquier otro sitio, posiblemente por los mismos motivos que a m, el poblado deScherzhauserfeld lo haba atrado, por absurdo que fuera, como refugio. Para l, como para m, elpoblado de Scherzhauserfeld fue un refugio despus de su fracaso en Viena, l, comerciante deprofesin, que quiso estudiar en la Musikakademie de Viena y seguir una carrera musical y, comoconsecuencia de los acontecimientos de la guerra, tuvo que interrumpir sus estudios, y enterrar la

    Akademie y todas las esperanzas relacionadas con ella, no haba venido slo a Salzburgo parahacer negocios, para eso aquel ser inteligente era, con todo, demasiado sensible, el recurrir a laprofesin que originalmente haba aprendido y la autorizacin resultante para abrir y dirigir unestablecimiento de alimentacin fueron slo una salida para la desgracia de su personalidad, yprobablemente su instinto no le dej abrir sencillamente un establecimiento en la ciudad deSalzburgo, sino al margen de la ciudad, en el poblado de Scherzhauserfeld, que lo debi atraertambin, porque aquel poblado era, en s mismo, una gran fascinacin para un ser rechazado por elllamado mundo normal, y Podlaha fue rechazado por el llamado mundo normal, lo mismo que yofui rechazado por ese llamado mundo normal, en un caso as los pasos se dirigen de formatotalmente lgica hacia la antesala del infierno o el infierno, probablemente se senta, como yo, un

    usufructuario de la antesala del infierno o del infierno. Tambin l, Podlaha, era un marginado, yhasta qu punto slo lo supe mucho ms tarde. Saba cmo tratar con los clientes, sobre todo conlas mujeres del poblado, que apreciaban una conversacin con l y, en lo que se refiere al trato conlas personas, aprend mucho de l. Aqu en el poblado haba conseguido, mediante la apertura delstano, que haba podido amueblar y organizar de acuerdo con sus deseos, su independencia, quele importaba tanto como a m la ma, y haba podido vivir y llevar su propia vida de marginadocomo una existencia aislada del mundo normal, no viva en el poblado, sino en casa de un to suyoen otra parte de la ciudad, ese to, supongo, le haba hecho posible saltar de Viena a Salzburgo,porque tena influencia en la ciudad, y haba allanado los obstculos que, tambin en aquella poca,

    se oponan a la apertura de un negocio, cualquiera que fuese, por un viens en Salzburgo. Podlahaso siempre, y probablemente de forma ininterrumpida, con la msica, pero llev una existenciade pequeo comerciante de comestibles, quiz se sintiera como el msico que indudablemente fue,sin ser realmente msico, porque ya no tocaba ningn instrumento, pero era comerciante decomestibles, soaba, creo, durante todo el da, con ser msico, pero era sin embargo,ininterrumpidamente, comerciante de comestibles. Su naturaleza tena mucho en comn con lama, hasta qu punto y en qu medida slo lo comprendo ahora, pero no es ste el momento dehablar de ello. La casualidad, si existe la casualidad, haba reunido a dos hombres, Podlaha y yo,que se parecan hasta en los detalles ms nimios de su carcter. La forma de ser de Podlaha era una

    forma de ser estrechamente emparentada con la ma, y nuestras dos existencias eran, encaractersticas decisivas, paralelas. Cuando su profesin, o sea, la de un comerciante decomestibles, le resultaba molesta y, como ocurra muy a menudo, insoportable, deca, y siempre

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    con las mismas frases y siempre con el mismo lenguaje acusador, que en realidad haba querido sermsico, por deseo de sus padres haba aprendido comercio, pero sin embargo quera ser msico,hacer una carrera en la Filarmnica de Viena hubiera sido su cumbre como objetivo. La guerrahaba frustrado sus planes, lo haba expulsado de Viena y l, Podlaha, tuvo que sentirse ansatisfecho de, en lugar de tocar la tuba en la Filarmnica de Viena, o la trompeta, poder encontrar

    refugio en el poblado de Scherzhauserfeld, en el stano en que yo mismo, unos aos ms tarde,encontr refugio. Podlaha no estaba embrutecido, como sus compaeros de profesin, ni lo movasiempre slo la codicia, yo tena incluso la impresin de que, para l, que haba sido paseanteentusiasta, el dinero no importaba mucho o, por lo menos, no era lo principal. Ya en las primerashoras de mi trabajo en el stano me seal personas con las que deba relacionarme con reservas, auna tal seora Laukesch o Lukesch, de unos sesenta o sesenta y cinco aos, que, desde haca aos,

    vena todos los das al stano con su botella de ron, y cuyo hijo trat de ser actor de teatro popularen una bodega de cerveza transformada en teatro popular en Schallmoos, y que, como es natural,se convirti slo en un borracho. A Podlaha le gustaba la tienda, lo mismo que tambin a m megust siempre la tienda, y realmente s que, si me hubiera interesado luego, me hubiera convertidoen un comerciante hbil y nada tonto en absoluto, pero en el fondo l no explotaba la situacin delos habitantes de la antesala del infierno o del infierno, hubiera tenido la posibilidad de explotar aesas gentes, como se dice, a fondo, pero no lo haca, y actuaba lealmente. Trataba a sus clientesseca, pero siempre correctamente y, sobre todo a las mujeres de cierta edad y a los nios, concuidado, cuando era necesario, asuma el papel de psiclogo y neurlogo, daba consejos y dabamedicamentos, y muy a menudo evit catstrofes individuales o de familias enteras. Cmo tratarcon las personas lo aprend de l, como de nadie ms, y estoy convencido de que el trato sindificultades que hoy tengo con la llamada gente del pueblo se lo debo a Podlaha, es decir, a su tratocotidiano con las personas que iban al stano, fue para m un buen maestro no slo en lo que se

    refiere a la profesin de comerciante, sino tambin al trato con las personas. Mientras que a otrosles resulta penoso todo lo que se refiere a otras personas, yo no he tenido jams dificultades desdeque entr como aprendiz con Podlaha. Desde luego, yo era de lo ms receptivo, toda mi poca deaprendizaje en el stano fue una poca de observacin intensa, y la capacidad para observarintensamente la aprend de mi abuelo. Despus de las enseanzas, pienso hoy, que mi abuelo medio en clases particulares, no hubiera podido tener como segundo maestro a nadie mejor quePodlaha. Mi abuelo me ense a estar solo y vivir para m mismo, Podlaha a convivir con laspersonas y, de hecho, a convivir con muchas y con las ms variadas personas. Con mi abuelo fui,de forma ideal por ser tan temprana, a la escuela de la filosofa, con Podlaha, en el poblado de

    Scherzhauserfeld, a la mayor realidad posible y a la realidad absoluta. Esas dos escuelas tempranasfueron decisivas para mi vida y, completndose mutuamente, son hasta hoy la base de midesarrollo. Fui al comercio de alimentacin como stano, y el stano mismo, como comercio dealimentacin, fue mi alimento absolutamente propio, eso lo comprend en seguida, y a esaintuicin tuvo que subordinarse todo. En casa se dieron cuenta del cambio que se haba producidoen m, desde el momento en que entr como aprendiz, slo les dije que no iba ya al instituto sino aun establecimiento de alimentacin; cuando les dije dnde estaba, es decir, en el poblado deScherzhauserfeld, no me creyeron, pero tuvieron que aceptar el hecho de que iba realmente alpoblado de Scherzhauserfeld cuando muy de maana, a las siete y media, sala de casa, con el

    oficial de cerrajero de la casa de al lado, el cual, por lo dems, se convirti luego en un actorextraordinariamente dotado, que ha actuado entretanto en casi todos los escenarios alemanes. Midecisin la tom solo y totalmente por m mismo, despus de haberme dejado solos mis

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    educadores durante aos, ellos no conocan ya ninguna salida, me haban borrado, no tenanninguna idea de mi porvenir, ellos mismos no tenan ningn porvenir, como saban, y cmo iban aimaginarse mi porvenir, slo tenan su desgracia y la catstrofe de la posguerra que se habaabatido sobre ellos, sin que pudieran hacer frente a esa catstrofe de la posguerra, slo erancapaces de contemplar fijamente su catstrofe, de contemplar fija y constantemente su propia

    catstrofe, que calificaban de catstrofe de la posguerra, y no hacan nada. Estaban ya medio locosa fuerza de contemplar fijamente su catstrofe, su catstrofe de la posguerra. Mi familia, que nofue jams una familia, porque todo en aquellas personas, interior y exteriormente, estuvo siempre,y siempre durante toda la vida, en contra del concepto de familia, era una coleccin de parientesconsanguneos, que se alojaban en el nico piso que todava tenan a su disposicin, nuevepersonas que no podan verse ni soportarse ya, y que slo esperaban de mi madre y de su marido,mi tutor, que los mantuvieran con vida, que mi tutor, qu ocurrencia, ganase dinero para losnueve, y mi madre, qu ocurrencia, cocinase da tras da para los nueve. Detestaban su situacin,pero no la cambiaban. Todos se haban hecho con el tiempo molestos para todos, y la falta deesperanzas haba consumido pronto su capacidad afectiva e intelectual. En esa medida, se sintieroncontentos de que uno de ellos se hubiera hecho independiente, independiente en dnde les daba lomismo, no hacan preguntas al respecto, yo hubiera podido hacer lo que hubiera querido,comprend de pronto, siempre que me mantuviera a m mismo y no exigiera ya ms de ellos. Pero,al fin y al cabo, slo tena diecisis aos cuando me decid a cambiar el instituto por el stano delseor Podlaha. A partir de los diecisis aos gan por m mismo mi dinero durante el resto de mi

    vida. En m no tuvieron que gastar, a partir de ese momento, ni un centavo. A partir de losdiecisis aos, se acab el agradecimiento. De eso estoy agradecido. Prefer ir a la antesala delinfierno o, mejor, al infierno, antes que quedarme en el instituto y depender de los mos. Perotambin para ellos tena sus ventajas mi nuevo escenario de vida. Yo les suministraba, no siempre

    en el terreno de la legalidad, comestibles, y los salv. Y esa salvacin no fue a menudo ms que unpanecillo blanco o una salchicha seca. O una lata de conservas. Mi propio abuelo, del que lo habaesperado todo, estaba acabado. No poda mostrarme ya la continuacin de mi camino. Lo que yohaba aprendido de l no serva de pronto ms que en la fantasa, no en la realidad. As, de prontome sent abandonado tambin por la nica persona en la que haba confiado al ciento por ciento.El haba querido obligarme a algo a lo que no poda obligarse. En el fondo, haba ocurrido lo quetena que ocurrir, el instituto haba conducido en m al absurdo, y la culpa de mi desgraciaestudiantil la haba tenido mi abuelo, que me haba enseado hasta el exceso a estar solo, pero deestar solo y estar aislado no puede vivir nadie, al estar solo y estar aislado perece, tiene que perecer,

    y la sociedad, como entorno mortal, confirma lo que digo. Si no quera perecer, yo tena queapartarme tambin de la persona que lo haba sido todo para m; as pues, tena que apartarme detodo, y me apart de todo de la noche a la maana, no saba cules seran las consecuencias, miapartamiento tena que producirse. Quiz hubiera podido ir todava, durante aos, al colegio, yunirme cada maana, muy temprano, a esa locura y absurdo y, en verdad, enfermedad mortal;hubiera podido prolongar durante aos esa situacin, haca tiempo insoportable, de aversinmortal hacia todo, pero al final no me hubiera quedado otro remedio que el apartamiento yentonces, probablemente, no slo el apartamiento del colegio y de todo lo relacionado con esedesgraciado colegio, sino el apartamiento de mi vida, el punto final de mi ya casi perdida

    existencia. El tiempo se me haca ya largusimo, un tiempo insoportable, pero todava no maduropara el apartamiento. No poda prever el da, y para m mismo vino de forma tan sorprendente,que no supe lo que me haba pasado cuando di la vuelta en la Reichenhaller Strasse. Acababa de

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    comprar nuevos libros de texto, nuevos cuadernos, mi abuelo estaba ya buscando otra vez unrepetidor de matemticas. Que tendra que soportar todava un tiempo interminable lasimprecaciones de mi tutor, las maldiciones diarias de los que me alimentaban y dejarme intimidar amuerte por esas maldiciones, pensaba, y entonces, sbitamente, realic mi apartamiento. Miatencin se diriga a la casa del alto funcionario, en la que me esperaba el hijo del alto funcionario,

    pronto llamar a la puerta y mi compaero de colegio, el manco, al que un, as llamado,lanzagranadas disparado por los alemanes haba arrancado de cuajo el brazo izquierdo en algnlugar de los bosques de la Alta Austria, aparecer en la puerta de la casa y se me unir, yrecorreremos el resto de la Reichenhaller Strasse hasta la Neutor y, pasando por la Neutor y pordelante del Sacellum, iremos hasta el instituto, pensaba. En ese instante di la vuelta y volv,corriendo por los prados de Aiglhof, a travs del Mlln, hasta la calle de la fbrica de gas, lejos,lejos, en la direccin opuesta. Y a partir de ese momento no volv a ver ya al hijo del altofuncionario, ni volv a saber de l, y durante muchos aos no puse los pies en la ReichenhallerStrasse, y evit, durante aos, pasar por la Neutor, y entrar en el instituto, todava hoy me resultaimposible. A mi abuelo, el hecho de que por m mismo hiciera de m en un instante, es decir, de unestudiante de bachillerato un aprendiz de una tienda de comestibles, debi deprimirlo de la formams profunda, a mi madre probablemente tambin, a los otros es posible que ese problema no lespreocupara. Mi tutor no sinti ms que alivio, dijo que le hubiera dado igual que hubiese entradocomo aprendiz de albail, no hubiera tenido nada en contra, y su reaccin era comprensible, elcaos que reinaba entre todos los que tena que mantener l solo era superior a sus fuerzas. Podapermitirse la indiferencia, cnico no era. Mi to vio en mi decisin y en el hecho de que realmenteme hubiera convertido en aprendiz de comerciante la confirmacin de su sospecha de que yohaba huido del instituto por incapacidad, celoso hacia mi abuelo, su padre, que me quera y que al, durante toda su vida, slo lo trat con dudas, pudo sentirse reafirmado, sin embargo yo no me

    haba escapado del instituto por incapacidad sino por aversin, pero eso no era posible hacerlocomprender. Mi abuelo fue el nico que comprendi lo que quera decir, y slo l tuvo una idea delo que pasaba dentro de m. Consider mi cambio del instituto al aprendizaje del comercio comouna transicin y, poco tiempo despus de mi declaracin, estaba ya plenamente convencido de lautilidad de ese aprendizaje del comercio, aunque no supo o no quiso decirme por qu. Yo contabacon sus buenos deseos en relacin con el stano y en relacin con mi nuevo entorno, al fin y alcabo no sin peligros para m; estaba seguro de su afecto y cario, no necesitaba ms. As pues,tambin en ese caso tuve otra vez a mi abuelo a mi lado como salvador. Y probablemente fue l loque me permiti llevar a la prctica mi decisin temeraria, considerada por todos como aberrante,

    el sentimiento que yo tena de su autoridad. El haba proyectado para m algo grande, y habahablado de ello una y otra vez, y no slo me haba hablado a m, y ahora yo iba a parar, comoaprendiz de comerciante, a una tienda de comestibles en un stano del poblado deScherzhauserfeld. Por mi parte, en el momento mismo en que el seor Podlaha me admiti, fuilibre. Era libre y me senta libre. Todo lo haba hecho por mi libre voluntad y lo haca por mi libre

    voluntad. Si antes lo haba hecho todo slo en contra de mi voluntad, ahora lo haca todo por libredecisin, sin resistencia y con alegra. No era que creyese haber descubierto el o, por lo menos, mipropio sentido de la vida, pero saba que mi decisin era la acertada. Hoy tengo que decir que elinstante decisivo para mi vida ulterior fue el instante en que di la vuelta en la Reichenhaller Strasse.

    Probablemente no hubiera tenido ninguna vida ulterior. Las circunstancias que, finalmente,aplastaron y mataron a mi abuelo y a mi madre, me hubieran aplastado y matado tambin a m.Como estudiante, hubiera sido aplastado y muerto, como aprendiz de comercio en el stano del

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    poblado de Scherzhauserfeld y sometido a la vigilancia y sometido al orden de Karl Podlaha,sobreviv. El stano fue mi nica salvacin, la antesala del infierno (o el infierno), mi nicorefugio. Una vez por semana, el da exacto no lo s ya, tena que ir a la escuela profesional, alojadaen el llamado Nuevo Borromeum. Los profesores eran muy distintos de los del instituto, erancomerciantes de la ciudad, que enseaban por razones fcilmente comprensibles de prestigio o del

    sueldo y la pensin para la vejez que aseguraba esa enseanza en la escuela profesional y, por surelacin absoluta con el presente y su trato diario con la marcha de los tiempos, como realidad,tenan mi confianza. Las materias enseadas suscitaban mi inters, al fin y al cabo eran totalmentenuevas para m y, con sorpresa por mi parte, me senta atrado hacia la rama comercial de lasmatemticas. Las matemticas, que en el instituto no me haban interesado en absoluto y slo mehaban aburrido y deprimido, tenan de pronto para m, en la escuela profesional, una fascinacinimprevista. Ha cado en mis manos, totalmente por casualidad, uno de mis cuadernos escolares deesa poca, y su contenido me resulta convincente, aunque la verdad es que hoy se ha alejadomucho otra vez de m, y frases como El proveedor recibe un efecto cambial o Compramosmercancas a plazo o Pagamos una letra vencida no me resultan ya familiares. No iba enabsoluto de buena gana a esa escuela, pero al fin y al cabo se trataba slo de breves visitas alNuevo Borromeum, y hasta esas breves visitas estaban a menudo separadas por perodos bastantelargos, cuando, en efecto, no tena tiempo para ellas y se interpona un anuncio de distribucin de

    vveres, como avalancha de clientes, o porque utilizaba ese tiempo para poner orden en el almacn.En la escuela profesional no se trataba de alumnos sino de aprendices, que no queran seralumnos. Y los profesores eran en el fondo comerciantes o, as llamados, expertos econmicos y,aunque en gran parte eran tan fatuos y estpidos como los profesores del instituto, resultaban sinembargo ms soportables. A m, con mi trauma escolar, esos das de clase, a diferencia de los otrosaprendices que no haban conocido el infierno del instituto, slo la escuela primaria superior o

    incluso slo la primaria elemental, no me entusiasmaban. Tambin aqu reinaban enel fondo la estrechez de miras y la pedantera y la fatuidad y la mentira, pero todo aquello no eratan estremecedor, todo aquello no era tan crispado y perverso como los excesos humanistas delinstituto. Reinaba sobre todo un tono franco, aunque tambin ms rudo, el estilo era el de los quese dedican al comercio o la industria, el de los luchadores de la economa. Lo que aqu era mentira,no era tan mentira como en el instituto, lo que aqu se enseaba era inmediatamente utilizable, yno, a plazo muy largo, totalmente intil como en el instituto. Con mis compaeros de la escuelaprofesional no tuve ninguna clase de dificultades, me hice amigo de ellos muy rpidamente. Por miparte, lo que ms me sorprenda era que, de repente, perteneca a la clase comerciante, de lo que

    tena conciencia siempre, sobre todo en la escuela profesional era un hecho que no poda negarse.Y la verdad es que tampoco quera negarlo. En mi recuerdo han quedado el profesor cojoWilhelm, que enseaba matemticas comerciales, y el ingeniero Rihs, propietario de un comerciode colorantes, dos caracteres opuestos pero perfectamente complementarios, los cuales, mientrasfui alumno suyo, marcaron el tono de la escuela profesional. Su influencia era til y la simpata quetena que restarle a uno de ellos, porque toda su persona no me agradaba nada, tena que drsela alotro. Tambin aqu, como en todas partes donde hay seres humanos, exista ese espacio peligrosoentre simpata y antipata, a partir del cual me atreva a existir y del que sacaba mis lecciones. Lostrabajos de un aprendiz de comerciante no se agotan con limpiar y ordenar el comercio y el

    almacn, ni tampoco con un tragar polvo a diario, convertido en costumbre, aunque el tragar adiario polvo de harina puede producir realmente una enfermedad de aprendiz de comercio, unaenfermedad pulmonar, causada por el acarrear y vaciar y amontonar varias veces al da sacos de

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    harina y de smola, y que muy a menudo pone al aprendizaje del comercio un brusco final, noconsiste slo en la lgica del desarrollo de la jornada en un comercio de alimentacin como, porejemplo, en el stano del poblado de Scherzhauserfeld, primero abriendo y corriendo la rejaextensible y abriendo la puerta del establecimiento y dejando entrar al patrn y a los empleados y alos clientes a una tienda en la que, ya la vspera y, muy a menudo, durante horas an despus de

    cerrar el establecimiento, se ha limpiado todo y se han llenado todos los recipientes que contienengneros, sino que es todo un trabajo minucioso muy cansado, que realmente exige el mayor amorpor los detalles de cada comestible y que, en el fondo, slo puede realizarse debidamente por unapersona con memoria dotada para la combinacin numrica. Esos trabajos y cientos de otros, encualquier caso de la misma importancia, deben realizarse a diario, y a eso se aada an en mipoca el minucioso trabajo horrible, que slo con la mayor exactitud poda efectuarse, de loscupones de alimentacin, que a cada compra haba que arrancar de las cartillas de racionamiento ypegar a diario, despus de cerrar el establecimiento, en grandes hojas de papel de envolver. Conindependencia del continuo arrastrar sacos y llenar botellas y escoger patatas y clasificar frutas ylegumbres y empaquetar caf y t y cortar mantequilla y queso, con independencia de las proezasde habilidad que supona llenar de vinagre y de aceite y de todos los jugos de frutas imaginables, yde ron y de vino y sidra a granel todos los golletes de botella imaginables, siempre demasiadoestrechos, del continuo estar en guardia contra el moho y la podredumbre, los bichos y el frodemasiado intenso y el calor demasiado intenso, con independencia del descargar y desembalar acada instante todos los suministros imaginables y del continuo ir, muchos das cientos de veces, dela tienda al almacn y otra vez de vuelta, y a la inversa, y del cortar pan y rallar panecillos yproteger el jamn y refrigerar los huevos, con independencia del diario quitar el polvo a todas lasestanteras y del ir y venir entre el frigorfico y el mostrador, entre los cajones de patatas y elmostrador, entre todas las estanteras y el mostrador, con independencia del continuo lavarse las

    manos y secarse las manos y de la casi ininterrumpida utilizacin de cuchillos que haba que afilar adiario y tenedores y cucharas que haba que limpiar a diario, y vasos que haba que lavar a diario, ycon independencia del limpiar ventanas y fregar suelos y de la lucha incesante con las moscas ymosquitos y tbanos y avispas y telaraas de las paredes, lo ms importante de todo era, sinembargo, no abandonarse en las relaciones con la clientela, ser siempre amable y correcto y atentoy ejercitarse continuamente en el trato con la clientela, sencillamente, tener siempre contenta a esaclientela, no ceder jams, ni por un instante, en la intensidad de la solicitud hacia esa clientela. Poruna parte, satisfacer los deseos de la clientela, y no descuidar ni un instante los intereses delcomercio. Tena que haber orden, deba reinar la limpieza, los clientes y el patrn tenan que ser

    atendidos y satisfechos lo mejor posible, y la caja tena que cuadrar por las noches. Para mi propioasombro y para asombro de mis compaeros de trabajo y para asombro mayor de todos del patrnmismo, yo me haba puesto en seguida al corriente, y no haba tenido ninguna dificultad para hacerlo que haba que hacer y lo que se me exiga. Adems, me mostraba abierto hacia todos, y la alegraque haba llevado al stano era contagiosa, no s de dnde vena esa capacidad repentina para estaralegre y contagiar a los otros esa alegra, haba estado ya siempre en m, ahora tena otra vez riendasuelta, no haba sido sofocada. Muchos iban a la tienda, o sea al stano, para rerse conmigo. Tenauna forma de ser amable, un buen sentido del humor, que no dejaba de producir su efecto entre laclientela. El patrn, si compraba a los mayoristas, poda dejarme tranquilamente solo en el stano,

    durante das enteros, cuando el aprendiz Karl estaba enfermo y el dependiente Herbert, porcualquier otra razn, no estaba en el stano. Me ocup pronto de la clientela totalmente solo, y nome molestaba que docenas se apretasen contra el mostrador, los despachaba tranquilamente y al

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    ciento por ciento, totalmente absorbido por mi tarea y, al mismo tiempo, enamorado de ella. Elpatrn saba que poda confiar en m, y hubo das en que, sin ms, domin totalmente solo laavalancha provocada en el stano por un nuevo anuncio de distribucin de vveres. Sencillamente,esa actividad era para m un placer; lo que haba deseado, ser til, se cumpla aqu. Y la satisfaccinque senta con mi tarea era evidente, y poda transmitirse sin obstculos a todos aquellos con los

    que tena que ver en el stano. No haba sabido que la vida poda ser tan feliz, muchos das en losque tena tanto que hacer que nadie quera creer que podra hacer todo aquello solo. El mostradorde ventas del stano fue para m, por la mala salud del aprendiz Karl y a causa de los amoros y,por ello, cada vez ms frecuentes ausencias del dependiente Herbert, un puente de mando que yodominaba (por completo). El seor Podlaha saba apreciar mi independencia, no es frecuente queinteligencia y habilidad manual armonicen tan bien como en mi caso. A eso se aadan mi formade ser, por naturaleza abierta, y la capacidad para estar bien dispuesto y feliz a la menor ocasin, yde no tener que ocultar tal estado sino poder servirme abiertamente de l. Durante muchos aosno haba tenido ya conciencia de todas esas aptitudes y ventajas, pero se haban vuelto a manifestarsbitamente en el stano de Scherzhauserfeld, surgiendo al exterior de una forma refrescante. Elestado en que se encontraba todo mi ser en esos perodos de absoluta independencia en la tiendaera un estado feliz. Me encontraba en el centro y no slo venda nuestros comestibles y otrosgneros, sino que daba adems, por decirlo as gratuitamente, a todos los que entraban en la tienda,una parte de mi recuperada alegra de vivir. Los sbados, despus de la llamada limpieza general,

    volva siempre a casa bastante agotado, con panecillos blancos, patatas y con azcar y harina,segn lo que quisieran en casa, a travs de las calles del poblado llenas de los vapores de cocinasiempre iguales y, sobre todo, de vapores de sopa, por delante del campo de deportes, a lo largo dela valla de madera ya casi totalmente podrida, hasta el correo de Lehen, a travs de los charcos deagua podrida y de la hierba que proliferaba libremente, jams cortada, delante de la oficina de

    correos de Lehen, y a lo largo de los cercados insuficientes de los hortelanos blgaros, cuyo trabajoobservaba muy a menudo a travs de las cercas y que me recordaba mi propio trabajo comojardinero durante un ao en Traunstein; durante esas observaciones pensaba que tambin serjardinero hubiera sido algo apropiado para m, si los crteres de bomba no hubieran puesto fin,hacia finales del cuarenta y cinco, a la empresa de jardinera Schlecht & Weininger, en la que tantohaba aprendido, quin sabe, quiz sera hoy jardinero. El trabajo de jardinera es uno de losmejores para la mente y el cuerpo, y con l se evade el hombre de la forma ms rpida y msnatural de la melancola y el hasto, y la melancola y el hasto son las caractersticas ms acusadasdel ser humano. Los blgaros saban sacar de poca tierra muchas legumbres y frutas, y sus frutos

    eran siempre los ms logrados, porque su trabajo, realmente, era tanto un trabajo manual comointelectual, y porque realmente no regateaban ningn esfuerzo, y todo su ser se orientaba nada msque a la tierra que trabajaban. A menudo, al volver a casa desde el poblado de Scherzhauserfeld,all donde hoy se alzan bloques de viviendas, entraba en los huertos de los blgaros y conversabacon los blgaros, y cada vez mis observaciones en esos huertos resultaban fructuosas. Luego micamino me llevaba al otro lado, hasta el asilo de sordomudos, con sus rboles altos e invernaderosingeniosamente dispuestos, en los que los sordomudos trabajaban durante todo el da, al cuidadode monjas de blancas tocas, y sobre las vas del ferrocarril. Poda elegir entre ir por el pasajesubterrneo o atravesar las vas, siempre elega el camino prohibido cuando tena tiempo para ello.

    Los sbados me sacaban de la tienda y del poblado de Scherzhauserfeld para llevarmedirectamente a la melancola, ya en el poblado de Scherzhauserfeld reinaba siempre, durante todoel camino, ese silencio interrumpido slo por ruidos de cubiertos que venan de las ventanas: es

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    sbado, nadie trabaja en nada, la gente est echada en sus pisos en el sof o en las camas, y no sabequ hacer con su tiempo. Hasta las tres de la tarde reinaba ese silencio de la tarde, hasta que en lospisos se desarrollaban disputas, y entonces muchos salan de sus alojamientos al aire libre, muy amenudo maldiciendo, gritando o con el rostro devastado. Los sbados por la tarde los he sentidosiempre como un tiempo muy peligroso para todos, la insatisfaccin consigo mismo y con todas y

    cada una de las cosas, y la repentina conciencia de haber sido realmente explotado durante toda lavida y de carecer de sentido producan ese estado de espritu, en el que la mayora caa conaterradora profundidad. La mayora de los hombres estn acostumbrados a su trabajo y a algunaclase de trabajo u ocupacin regular; si les falta, pierden instantneamente su contenido y suconciencia y no son ms que un morboso estado de desesperacin. Al individuo le pasa lo que a lamayora. Piensan que se regeneran, pero en verdad se trata de un vaco, en el que se vuelven mediolocos. Por eso todos tienen las tardes de los sbados las ideas ms demenciales, y todo terminasiempre insatisfactoriamente. Empiezan a desplazar armarios y cmodas, mesas y sillones y suspropias camas, cepillan sus vestidos en los balcones, se limpian los zapatos como si se hubieran

    vuelto locos, las mujeres se suben al borde de las ventanas y los hombres se van al stano ylevantan torbellinos de polvo con escobas de ramas. Familias enteras creen que tienen que ponerorden y se precipitan sobre el contenido de sus alojamientos y lo trastornan y se trastornan conello. O se echan y se ocupan de sus dolencias, huyen y se refugian en sus enfermedades, que sonenfermedades permanentes, de las que se acuerdan al terminar su trabajo el sbado por la tarde.Los mdicos lo saben, los sbados por la tarde hay ms visitas que en cualquier otro momento.Cuando el trabajo se interrumpe, irrumpen las enfermedades, llegan de pronto los dolores, elfamoso dolor de cabeza de los sbados, las palpitaciones de las tardes de los sbados, losdesmayos, los arrebatos de ira. Durante toda la semana las enfermedades son contenidas, mitigadaspor el trabajo e incluso por una simple ocupacin, el sbado por la tarde se hacen sentir y el

    hombre pierde en seguida su equilibrio. Y cuando el que ha dejado de trabajar al medioda, cobraconciencia poco despus de su autntica situacin, que en cualquier caso es siempre slo unasituacin sin esperanzas, sea l quien sea, sea lo que sea, est donde est, tiene que decirse que noes ms que un hombre desgraciado, aunque pretenda lo contrario. Los pocos afortunados a losque el sbado no trastorna slo confirman la regla. En el fondo, el sbado es un da temido,mucho ms temido an que el domingo, porque el sbado sabe todo el mundo que queda eldomingo an, y el domingo es el da ms horrible, pero despus del domingo viene el lunes, que esun da laborable, y eso hace soportable el domingo. El sbado es terrible, el domingo horrible, ellunes es un alivio. Todo lo dems es una afirmacin malvola y estpida. El sbado se prepara la

    tormenta, el domingo descarga, el lunes vuelve la calma. El hombre no ama la libertad, todo lodems es mentira, no sabe qu hacer con la libertad, apenas es libre, se dedica a abrir cmodas de

    vestidos y ropa blanca, a ordenar viejos papeles, busca fotografas, documentos, cartas, va al jardny escarba la tierra o anda totalmente sin sentido ni objeto en cualquier direccin, sea la que fuere, ylo llama paseo. Y cuando hay nios, se los utiliza para el famoso matar el tiempo, y se los excita yazota y abofetea, para que produzcan ese caos que, en verdad, es la salvacin. Y qu hay por otraparte ms terrible que un paseo de sbado por la tarde, como visita a parientes o conocidos, en elque se satisface la curiosidad y se destruyen las relaciones con esos parientes o conocidos. Y si lagente lee, se tortura en verdad con una pena que se impone a s misma, y nada es ms ridculo que

    el deporte, esa coartada favorita entre todas para la absoluta falta de sentido del individuo. El finde semana es el homicidio de todo individuo y la muerte de toda familia. El sbado, despus determinar el trabajo, el individuo y, por consiguiente, todo el mundo est sbitamente solo por

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    completo, porque en verdad y en realidad los hombres slo conviven durante toda su vida con sutrabajo, slo tienen en verdad y en realidad su ocupacin, y nada ms. Nadie puede sustituir altrabajo de otro, cuando alguien pierde a un ser, aunque sea para l decisivo, el ms importante paral, el ms querido, no perece; cuando se le quita el trabajo y la ocupacin, se extingue y, en pocotiempo, muere. Las enfermedades surgen cuando los hombres no estn plenamente utilizados,

    estn demasiado poco ocupados, no deberan quejarse de demasiadas ocupaciones sino dedemasiado pocas; si se limitan las ocupaciones, las enfermedades se extienden, la infelicidad loabarca todo cuando el trabajo y las ocupaciones se limitan. En esa medida, el trabajo, en s sinsentido, tiene su sentido, su finalidad propia original. Los sbados por la tarde poda observarseprimero el silencio caracterstico de los sbados por la tarde, la calma que precede a la tormenta, derepente la gente se precipitaba a la calle, se haban acordado de sus parientes y conocidos osimplemente de la Naturaleza, de que haba cine o una funcin de circo, o se refugiaban en losjardines y empezaban a escarbar. Pero hacan lo que hacan entonces, en cualquier caso y por todaclase de razones, sin ilusin. Es evidente que quien no se refugiaba en una actividad y crea poderpasar el tiempo slo meditando y superar su estado mental amenazado y, muy a menudo,mortalmente peligroso, por medio de la meditacin, se abandonaba rpidamente y, adems, alciento por ciento, a su desgracia personal. El sbado ha sido siempre el da de los suicidios, y quienha frecuentado alguna vez durante cierto tiempo los tribunales sabe que el ochenta por ciento delos asesinados lo son en sbado. Durante toda la semana, todo lo que tiene que hacer a un hombreinsatisfecho e infeliz, porque est tan concentrado en la insatisfaccin y en la infelicidad, seencuentra contenido, pero el sbado, despus de terminar el trabajo, su insatisfaccin y suinfelicidad estn otra vez presentes y, de hecho, presentes cada vez con mayor brutalidad. Y todosintentan descargar los sbados en otro su insatisfaccin y su infelicidad. La insatisfaccin y lainfelicidad se llevan despus de terminar el trabajo a casa, donde al fin y al cabo no esperan ms

    que insatisfaccin e infelicidad, y se descargan en casa. Como consecuencia, los sbados por latarde tienen, en todas partes donde hay hombres y donde se renen hombres, un efectodevastador. Cuando hay varios reunidos, como en las familias, no lo soportan, y tienen queproducirse explosiones, y cuando alguien est totalmente solo consigo mismo y, por consiguiente,solitario y aislado, es tambin una situacin terrible. Los sbados son los verdaderos homicidas delmundo, y los domingos hacen evidente ese hecho de la forma ms insoportable, y los lunesaplazan otra vez la insatisfaccin y la infelicidad toda la semana hasta el sbado siguiente, hasta elsiguiente empeoramiento del estado mental. Por mi parte, odiaba sbado y domingo, porque esosdos das temidos por m me enfrentaba de la forma ms brutal con la miseria de los mos, nueve

    personas en tres habitaciones se atacaban mutuamente los nervios de la maana a la noche y,confiadas slo a las escasas posibilidades de ingresos de mi tutor y al arte culinario de mi madre,tenan hambre continuamente y nada que ponerse y, segn recuerdo, se intercambiaban entre s,por falta de prendas de vestir, los zapatos y las faldas y los pantalones, para poder salir a la callealternativamente como, por decirlo as, personas como es debido. Mi abuelo ocupaba l solo lams pequea de las habitaciones, pero la verdad es que su habitacin era tan pequea que apenaspoda revolverse en ella, all se alojaba, rechazado por su entorno, en medio de sus libros y con susideas no realizadas, y se pasaba sentado la mayor parte del tiempo, envuelto, para ahorrar la leaque apenas haba ya, en una vieja manta de caballo gris, frente a su escritorio, sin poder trabajar

    realmente. Durante das enteros, lo s, se encerraba, y su mujer, mi abuela, esperaba el disparo dela pistola que l tena sobre el escritorio, de da sobre el escritorio, durante la noche bajo laalmohada, ella tema ese disparo, l la haba amenazado y nos haba amenazado a todos, una y otra

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    vez, con suicidarse, no tena dinero ni la ms mnima energa ya, muerto de hambre como todosnosotros, no conoca ahora otra vez, dos aos despus de terminada la guerra, en aquella pocasumamente amarga, ms que la falta de esperanzas. Mi tutor trabajaba, por un pedazo de pan, ensu oficio mal pagado. En aquella poca, simplemente porque no haba ya sitio para m, yo tena lacama en el vestbulo, al lado mismo de la puerta de entrada. En esas condiciones no se poda

    pensar en un sueo tranquilo, de forma que, la mayor parte del tiempo, iba muy de maana altrabajo totalmente falto de sueo. Y, cuando mi to y su mujer se mudaron, mi madre, adems denosotros siete, acogi, hay que imaginrselo, a un violinista del Tirol que practicabacontinuamente, a fin de tener una fuente de ingresos para mantener a los que le reclamabanalimento. En casa yo no tena ningn motivo para rerme, toda nuestra existencia era de lo msdifcil y de lo ms sin salidas, el fin de la guerra nos haba llevado a todos a aquel piso, paramostrarnos el espanto. Sin embargo, no es ste el lugar para entrar en detalles de ese horror encasa, debo prohibirme en absoluto entrar en ello en este lugar, yo mismo debo negarme eserecuerdo por escrito, y no puede ser descrito en absoluto. Por comparacin, todo lo dems meresultaba ridculo. Probablemente estaba siempre en el stano de tan buen humor, porque saba dedndeme escapaba cada da muy de maana, mi casa era mi infierno, ycada da, gracias a mi caminohasta el poblado de Scherzhauserfeld, que ahora califico otra vez de antesala del infierno, me salvaba.Mi hogar era por lo menos tan terrible como todos los llamados hogares del poblado deScherzhauserfeld. Y lo mismo que yo me escapaba de mi hogar por la RudolfBiebl-Strasse alpoblado de Scherzhauserfeld, cada da por el trayecto hasta mi trabajo, los del poblado deScherzhauserfeld, cuando tenan siquiera an las fuerzas y la oportunidad, se escapaban delpobladode Scherzhauserfeld por el trayecto hasta cualquier trabajo. Pero la mayora no tenan ya fuerzaspara irse, lo mismo que mi madre no las tena ya, los mos, salvo mi tutor, no las tenan ya, lamayora de los del poblado de Scherzhauserfeld no las tenan ya. Se volvan locos o se extinguan o

    se volvan locos y se extinguan, como los mos. Pero eso es otro captulo. Subir al Mnchsbergcon mi abuelo, que era ya un hombre enfermo de muerte, durante horas, cuando l tena fuerzaspara ello, y las tena ya slo raras veces, eso me salvaba los sbados y los domingos en casa. Qucrispacin haba sido, en medio de todas esas circunstancias horribles que reinaban en casa,enviarme al instituto. Todava en retrospectiva me parece todo aquello una pesadilla perversa. En

    verdad reinaban en mi casa condiciones ms espantosas, ms horribles que las que reinaban encualquier otro lugar del poblado de Scherzhauserfeld, los habitantes de la antesala del infiernocrean estar en el infierno, pero no vivan en el infierno, yo estaba en el infierno, pero de eso nocontaba nada, eso hubiera conmovido el puesto de confianza que tuve en el stano ya al cabo de

    poco tiempo, que en nuestra casa reinaban las condiciones ms caticas no lo deca, al contrario,ante mis compaeros del stano y, sobre todo, ante el seor Podlaha pintaba un cuadrotranquilizador de los mos y de mi hogar. Para protegerme a m mismo, falsificaba mi hogar, y nohaca jams la menor insinuacin de cmo era verdaderamente mi hogar, lamentable y sinesperanzas. Callar no es decir mentiras, y yo me lo callaba casi todo. Cuando sala de casa, endonde siempre estaba slo deprimido, respiraba y aceleraba el paso y bajaba corriendo todos losdas, como si me fuera la vida en ello, por la Rudolf-Biebl-Strasse hasta el poblado deScherzhauserfeld. Sala de casa triste y malhumorado y entraba alegre en el poblado deScherzhauserfeld. La longitud de mi camino era exactamente la longitud adecuada, la necesaria

    para hacer del malhumorado y triste alguien alegre. Y era un camino agradable, ligeramentedescendente, con un aire bueno, libre y perfumado. De vez en cuando suba solo al Mnchsberg