rolland (in)discutido

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Michel Rolland, el enólogo más conocido del planeta y uno de los protagonistas de la revolución del vino argentino.

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julio 2012 BACANAL

M ichel Rolland, el más destacado enólogo del mundo, tan admirado como criticado,

pero cuyo brillo no se discute a la hora de ordenar los nombres propios en las luminarias vitiviníco-las, nació en una tierra que -al momento en que él tomaba su primera bocanada de aire en este mundo- ya contaba con 10 años de DOC. Corría 1947, en el borde de la apelación Pomerol, muy cerca de Saint Emilion, en Burdeos. Una teoría deduce que Pomerol significa etimológicamente “tierra de uvas”. En ese suelo, sus abuelos mater-nos Joseph y Hermine Dupuy habían levantado el chateau familiar con el bíblico nombre de Le Bon Pasteur (el buen pastor). Lugar en el que el futuro winemaker comería sus primeras uvas.

Hoy, a sus 66 años, sigue pensando en términos de bayas maduras, verdes o sobremaduras, y pla-nea el futuro del vino, con pronósticos que hasta el momento le han dado la razón. Mientras lo hace, en el medio de una filmación cinematográfica que lo tendrá como protagonista y que se rueda en Argentina, muestra desde su smartphone la foto

rolland(in)discutidoa la Hora dE BUSCar loS NOMBRES CLAVE DENTRO DE LA REVOLUCION DEL VINO dE la arGEnTIna, HaY QUE SUMar a Un FranCES QUE FUE ProTaGonISTa En ESTE ProCESo. MICHELL ROLLAND, El Enol oGo MaS ConoCIdo dEl PlanETa.

texto Natalia Paez Fotos juaN Carlos Casas

de su nieta Camille (que da nombre a uno de sus vinos hechos en este país) metiendo las manitos rubias en unos racimos de uvas negras.

Todo en monsieur Rolland ha sido determi-nado entre racimos. Después de unos estudios técnicos sobre agricultura y vitivinicultura fue aceptado en la facultad de enología de Burdeos. Allí, en 1968 conoció a Dany, su esposa hasta la actualidad. En 1973 la pareja abrió un laboratorio de enología asociada con otros socios en Libourne, punto clave donde todo comenzó: una empresa que creció hasta transformarse en un imperio y que sigue en manos de una familia conformada por la pareja original, sus hijas Stéphanie y Marie, su hermano Jean-Daniel Rolland a cargo de los asuntos legales y sus sobrinos Xavier y Virginie Rolland.

La década del 70 encontró a Rolland inician-do su exitosa carrera pero también le depararía una sucesión de años difíciles que se desencade-naría hacia el final. Para entonces todavía en la Argentina se tomaban 90 litros de vino anuales

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entrevista

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por cabeza. Los Rolland -que aún no pensa-ban en estos suelos- sostenían la bodega fami-liar ubicada en la frontera de las apelaciones de Pomerol y Saint Emilión, en Maillet. Llegó 1978. Serge, el padre de Michel, entró en un coma luego de una pequeña cirugía y ya no despertó. Murió en agosto del 79. Y, a decir de Michel, “se sobrevinieron años de mucha dificultad y acomodamientos”.

Diez años después, para la vendimia de 1988, el bodeguero Arnaldo Etchart lo invitó por primera vez a Cafayate, en el norte de un país llamado Argentina, al sur de Sudamérica. Lugar al que llegó con su esposa enóloga y del que -de alguna manera- ya no volvería a irse.

Pasó mucho tiempo desde aquel 1988. Y hoy Rolland ya no es el mismo Rolland: de hecho es asesor de un centenar de bodegas en el mundo -tarea que realiza personalmente en algunos casos o que desempeñan algunos de sus siete enólogos socios-; y es también productor de sus propios vinos. Tiene cua-renta hectáreas de vides en Burdeos, siete en Pomerol y dos laboratorios enológicos, en Libourne y en Luján de Cuyo. También hace vinos en Mariflor, Clos de los Siete. Y conti-núa sus sociedades con Caterine Peré-Verge en Valdeflores y con la familia Etchart en la bodega San Pedro de Yacochuya en Salta. Y, como si esto fuera poca cosa, acaba de cerrar

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acuerdos con los gobiernos de La Rioja y Catamarca para reposicionar sus regiones, como lo hizo con Cafayate, en Salta.

Ahora cuenta que, cada vez que llegan a pasar sus temporadas al país (viene con su esposa unas 4 veces al año), tienen un ritual con Dany: se toman una botella de Torrontés.

el personajeCuando Rolland camina parece una estrella de rock. Lo rodean, lo persiguen, lo besan, le piden sacarse fotos. También está muy acos-tumbrado al acoso de la prensa. El hombre se mantiene desestructurado y atento hasta para escuchar a los interlocutores más obvios

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y aburridos. Se ríe mucho, muchas veces mientras trabaja o conversa, y participa de infinitos almuerzos de negocios en los que se toma mucho vino pero en los que sabe mantenerse muy sobrio. Frunce el seño en señal de que está prestando atención, cuando algo realmente le interesa y no suelta jamás el smartphone.

En medio de la filmación de una película que lo tendrá como protagonista, el enólogo de una bodega riojana a la que ha sido invita-do a almorzar le acerca una copa con su vino nuevo. Michel agradece y se pone serio. Las veinte personas que lo rodean enmudecen cuando él hace el gesto de acercar la copa a su nariz. Luego prueba aspirando aire, y pasea el líquido por toda su boca. No vuela una mos-ca, señores: Michel Rolland está haciendo lo que mejor sabe hacer: catar vinos. Luego escu-pe, vuelve en sí y sonríe. Y dice algo amable: “está bien”.

-Cuando usted llegó por primera vez al

país el vino predominante era el vino bási-co, hecho con uvas comunes. ¿Qué vio que le interesó de la Argentina?

-Vi que había un potencial. No era simple de adivinar… Lo que sí estaba claro era que los vinos no habían alcanzado el nivel donde podían estar. Y eso empezamos a cambiarlo. Cambiamos el viñedo, cambiamos la forma de vinificación. Cambiamos un poco todo. Creo que 25 años después llegamos a algo. Todos, toda la Argentina vitivinícola.

-Imagino que no ve futuros promisorios en todos los lugares desde los que lo llaman para asesorar.

-Yo he visitado muchos países como ase-sor, y en muchos ayudé a cambiar la calidad, pero lo que pasó acá en Argentina fue un cam-bio muy radical, muy rápido y profundo. Eso no lo vi en otro lado.

-¿Puede avisorar qué pasará en los próxi-mos años?

-¡No! (risas). Se puede decir cualquier cosa. Si pudiera adivinar el futuro sería yo una per-sona muy interesante ¿no? Pero hablando en

serio, hace 20 años entendí que había poten-cial en Argentina (y lo había). Dije que había que exportar (y exportan). Hace cinco años aseguré que la Argentina iba a superar los mil millones de venta afuera (y los superó).

-¿Y ahora? ¿Qué dice el horóscopo Rolland?

-Al momento, en la Argentina logramos un nivel que nadie esperaba hace 15 años. Quince años es muy poco en la vida de un viñedo y de una industria. En ese tiem-po Argentina superó a muchos países en el mundo, en el mercado internacional. Te voy a decir lo que pienso que hay que hacer. No en el futuro sino ya: primero, seguir hacien-do buenos vinos, cada vez mejores. Trabajar bien o mejor todos los días. Y segundo, seguir exportando, porque un país como éste, que tiene tantas posibilidades para crecer en su producción, debe exportar. Argentina está en el quinto lugar después de Estados Unidos como productor mundial de vinos. Pero

puede pasar en los próximos años a la cuarta posición, ya que hay lugares para plantar más viñedos que no están siendo explotados. El vecino, Chile, es un país interesante que pro-duce buenos vinos, pero ya no tiene espacio para plantar.

-¿Va a llegar en la próxima década la revancha de los vinos blancos?

-En la próxima década, no creo. Está aumentando, está pasando por picos y bajan-do. Los vinos blancos eran muy fuertes hace 50 años, bajaron mucho y hoy están empe-zando a subir. Pero están subiendo por dos cosas: por tema del gusto del consumidor, y también por un tema de precios. Hay que recordar que los blancos son un poco menos caros, al menos en lo general, que los tintos.

-¿Cuántos vinos puede probar por año?-Unas 25 mil muestras por año. -Así como Robert Parker Jr. aseguró por

un millón de dólares su nariz, ¿qué parte de su cuerpo debería asegurar un enólogo?

-Yo no aseguré nada, pero si tuviera que hacerlo, sería la nariz. Si falta la nariz no hay

nada más. Podría hacer vinos sin las manos pero no sin la nariz.

de villano a heroeEn 2004 la película Mondovino (World of wine) del cineasta norteamericano Jonathan Nossiter venía a hablar sobre el impacto de la globalización en las distintas regiones vitivi-nícolas y sus productores. Allí, en el papel de villanos, estaban el crítico de Wine Spectator, Robert Parker Jr, y monsieur Rolland. Ambos son presentados en el film como los máxi-mos exponentes de haber homogeneizado el gusto del vino a pedido del mercado. El año pasado, Rolland recibió la propuesta de Hugo Diamante, un empresario cata-marqueño también ligado al vino, que pro-mueve las regiones vitivinícolas de La Rioja y Catamarca. Allí será uno de los héroes de la bebida nacional junto con otras grandes figu-ras que algo tienen que ver con esta industria, como el músico Gustavo Santaolalla, el coci-

nero Francis Mallmann, el diseñador textil Martín Churba y el escritor y crítico Miguel Brascó. La idea es contar la cultura del vino desde sus protagonistas en el arte, en la coci-na, en las letras. Y la película se llamará La tourneé del vino, que si todo marcha en sus carriles podría estrenarse a fin de año.

Seguido de cerca por sonidista, camaró-grafo, asistentes de dirección, anfitriones, gobernadores, asesores, periodistas, Michel Rolland se paseó por primera vez por esas pro-vincias argentinas a fines de febrero, como parte del rodaje. Dos provincias que no cono-cía y a las que apenas había atravesado en auto en su trayecto entre Cafayate y Mendoza.

-En una película se lo acusó de homoge-neizar el gusto del vino. ¿Esta será su revan-cha cinematográfica?

-Hay algunos periodistas que dicen “Michel Rolland cambia el estilo de los vinos “ y yo digo que desgraciadamente el enólogo nunca supera a la zona, al suelo, a su clima, a la variedad plantada. Ante el terroir, el pobre enólogo ¿qué puede hacer? Mejorar el viñedo,

“Lo que supe hace 20 años es que habia potenciaL en La argentina (y Lo habia). dije que habia que exportar (y exportan). dije que La argentina iba a superar Los miL miLLones de venta afuera (y Los supero).”

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mejorar la uva, la vinificación, pero nunca va a cambiar el estilo. Si fuera tan fácil encontrar una fórmula todo el mundo estaría hacien-do el vino top, copiando la fórmula de los mejores. Pero desgraciadamente no se puede; entonces decir que yo lo hago es una tontería total. El enólogo no cambia nada. El enólogo puede mejorar lo que hay. Y también el hom-bre puede castigar una uva buena, porque no se hace siempre buen vino con buena uva. Mi trabajo es hacer el mejor vino posible de la zona.

-Ud. cumplió 40 años de profesión. ¿Hay cosas que todavía le asombran del vino?

-No tengo la menor sensación de haber visto todo. ¡Por suerte! El talento para mí son 18 horas de trabajo por día. Sin horas de tra-bajo nada funciona.

-¿Sabe que hay quienes lo critican

diciendo que usted asesora desde arriba de un avión?

-Si se pudiera, ¡me encantaría! Ahorraría mucho tiempo. Pero es imposible.

-¿Su máximo anhelo como enólogo?-Es muy simple: hemos empezado hace 40

años con vinos en el mundo con un prome-dio de calidad muy bajo. Ha subido mucho, hemos cambiado un montón de cosas en el viñedo y también en las bodegas, pero el deseo sería buscar siempre más. Cosas que van a hacer que los vinos puedan salir mejor. Hoy en día tenemos un problema grande: sabe-mos hacer muy grandes vinos, el tema es que mientras mejor los hacemos más costosos son. Y no se pueden poner precios que no puedan ser vendidos.

-Suena delirante que una botella pueda salir 5 mil dólares. ¿Muchas de esas botellas

están cobrando algo que ya no es el vino?-Son botellas que escapan de un mercado,

porque son vinos que tienen mucha fama. Y que, es verdad, no son veinte veces mejor que otros. Pero se está pagando el lujo, el merca-do del lujo y del arte. Entonces, puede valer cualquier precio... como un cuadro.

-¿Qué hace cuando descansa?-Hablo con periodistas (risas). Me gustan

muchas cosas. Jugar al golf es mi pasatiempo favorito. También leo, escucho música y miro mucho deporte en TV.

-Con 25 años de viajero en la Argentina, ¿tiene un equipo de fútbol favorito?

-Por supuesto, Boca. Bianchi, su ex coach, es un tipo que ha jugado en Francia, y lo conocemos muy bien. Cuando empecé a venir a la Argentina fui a la Bombonera. Y fue algo natural: me hice hincha xeneize. *

“ante eL terroir, ¿que puede hacer eL pobre enoLogo? mejorar eL viñedo, La uva, La vinificacion, pero nunca va a cambiar eL estiLo. si fuera tan faciL encontrar una formuLa todo eL mundo haria eL vino top, copiando La receta de Los mejores. pero no se puede; decir eso es una tonteria totaL.”