revista haucaypata. nro. 7. 2013

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ISSN: 2221-0369 Año 3 - Número 7 Lima-diciembre 2013

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Revista de investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, de publicación cuatrimestral. Lima-Perú

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ISSN: 2221-0369

Año 3 - Número 7 Lima-diciembre 2013

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Director y editorRodolfo Monteverde Sotil

Fotografía de la carátula Rodolfo Monteverde 2013. Jugadores de cartas en Sacsayhuaman-Cuzco

Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoAño 3. Número 7, diciembre 2013

Publicación cuatrimestralISSN: 2221-0369

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-00350LATINDEX: 22532

Hecho por computadoraJr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú

https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/

[email protected] los derechos reservados

DifusiónMayra Delgado Valqui

Diseño y diagramaciónErnesto Monteverde P. A.

Las opiniones vertidas, en los artículos publicados en esta revista, son de entera responsabilidad de cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos.

© Prohibida la reproducción total o parcial de la revista sin el permiso expreso de su director.

EdiciónAlvaro Monteverde Sotil / José Merrick / Tatiana Stellian

Imágenes de los índices y de la relación de colaboradoresMario Urteaga 1953. El primer corte de pelo / Rodolfo Monteverde 2013. Trabajadoras de

Sacsayhuaman/ Julia Codesido 1930. Santusa

Page 3: Revista Haucaypata. Nro. 7. 2013

Sólo podremos defender nuestro patrimonio si lo

queremos, y para quererlo hay que primero conocerlo,

y para conocerlo primero hay que investigarlo y lue-go de investigarlo hay que

difundir lo investigado para defenderlo. Y así, los lápices

y papeles serán más podero-sos que las ambiciones eco-nómicas, la maquinaria pe-

sada y la indiferencia estatal y privada que destruyen

nuestro pasado arqueológico

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Editorial

Relación de Colaboradores

El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco Victor Falcón Huayta

“El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina Christian Giovanni Cancho

Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte rupestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco-PerúCarlo José Alonso Ordóñez Inga

Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013 Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López

La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-PerúAntonio Raymondi Cárdenas

Normas editoriales

Índice

Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

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La Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, es una publicación peruana cuatrimestral que se centra en los estudios arqueológicos e interdisciplinarios, tanto nacionales como internacionales, del Imperio incaico. La revista nació con la intención de cumplir tres objetivos que todo arqueólogo debe proponerse en su carrera: investigación, difusión y protección del patrimonio arqueológico. Luego de haber publicado seis números, entre el 2011 y el 2013, les alcanzamos el sétimo; el cual contiene cinco artículos.

Victor Falcón nos hace entrega de un interesante artículo acerca de las funciones del Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco, que alberga las piezas excavadas por Hiram Bingham. Christian Cancho hace un repaso etnohistórico para develar si existe una relación entre la religión Inca y el cristianismo en la obra del cronista Cristóbal de Molina. Por su parte, Carlo Ordóñez nos hace conocer la arquitectura funeraria de Incänani, Huánuco, asociadas a evidencias de arte rupestre de filiaición incaica.

Alberto Bueno y Gori Tumi exponen importante evidencia arqueológica develada recientemente en el controvertido trabajo de rescate arqueológico de Puruchuco, que se viene realizando para implementar una autopista moderna. Finalmente, el estudiante de arqueología Antonio Raymondi nos brinda un interesante análisis del Manuscrito de Huarochirí para intentar conocer la procedencia y origen del grupo étnico de los collis.

Como siempre, queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a todos aquellos que han colaborado con sus artículos y participado en la realización del sétimo número de la Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Mención especial merece el arqueólogo Frank Meddens por su apoyo en la revisión de las traducciones al inglés de los títulos y resúmenes de los artículos. Además, queremos agradecer a los lectores por los comentarios críticos y por la buena acogida de los números anteriores de la revista; que nos dan fuerza y aliento para empezar nuestro tercer año de publicaciones. Si desean descargar los seis números anteriores en pdf pueden hacerlo completamente gratis desde nuestra página: https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home. Asimismo, desde ya invitamos a todos los arqueólogos, estudiantes de arqueología y profesionales de otras ciencias sociales a publicar en el octavo número, programado para el mes de mayo de este año.

Rodolfo Monteverde SotilDirector y Editor

4Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo

REVISTA HAUCAYPATA

Editorial

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Colaboradores

Christian Giovanni CanchoLicenciado en Arqueología

(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Gori Tumi Echevarría LópezArqueólogo y candidato a doctor en Historia del Arte (Universidad

Nacional Mayor de San Marcos)

Antonio Raymondi CárdenasEstudiante de Arqueología

(Universidad Nacional Federico Villarreal)

Victor Falcón HuaytaLicenciado en Arqueología

(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Alberto Bueno MendozaDoctor en Arqueología y profesor

principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Carlo J0sé Alonso Ordóñez IngaLicenciado en Arqueología

(Universidad Nacional Mayor de San Marcos), maestrista en Antropología

(Universidad Nacional Mayor de San Marcos), director del Proyecto

Integral Huánuco Pampa del Ministerio de Cultura.

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA 6

El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón [email protected]

ResumenSin lugar a dudas una de las controversias más importantes de los últimos años –relacionadas

a devolución de patrimonio cultural– fue la referida a la colección Hiram Bingham de Machu Picchu. Luego de contactos tensos y acuerdos frustrados, finalmente, las diferencias se resolvieron gracias a un convenio de cooperación técnica y científica, así como a la apertura de una institución ad hoc que, actualmente, es depositaria de esta colección completa, además de ofrecer una amplia exhibición contextualizada de la misma. Este artículo hace una presentación del Museo Machu Picchu de la Casa Concha (Cuzco) en función del fruto de ese acuerdo, sus proyectos más importantes y los retos institucionales de cara al futuro.

Palabras claves: Museo, Machu Picchu, Cuzco, Inca.

FALCÓN HUAYTA, Victor, 2013. El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco. Revista Haucaypata. In-vestigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 7: 6-21. Lima.

La Casa Concha Muy cerca de la Plaza Mayor del Cuzco se en-cuentra la que fuera una clásica casona sola-riega. Como muchas del centro histórico, sus cimientos se levantan sobre lo que quedó de los muros de las antiguas residencias incaicas, conservadas según fueron útiles a la nueva ur-banística y arquitectura española. Secciones de muros, vanos clausurados y nichos ubicados, principalmente, hacia las fachadas de los pri-meros pisos de estas casonas son testimonios del antiguo centro y capital de los Incas (Bauer 2008: 211). Sólo para referir dos estudios recientes sobre la estratigrafía urbana inca-colonial del Cuzco señalamos el trabajo del arquitecto Santiago Agurto Calvo, quien consigna a la Casa Concha como Pucamarca el palacio de Túpac Yupanqui (área con achurado cruzado, consignada con la letra “N” en el plano de Agurto 1980). Adya-

cente y en la misma manzana indica al palacio de Qiswarcancha (área con achurado diagonal, consignada con la letra “I” en el mismo plano), entre las dos zonas así distinguidas, no hay un discernimiento claro (Figura 1). Luego, durante la Colonia un lote de esa manzana es ocupado por la “Casa Marqueses de Concha” (Agurto 1980). En segundo término, la descripción de Brian Bauer hace un seguimiento más detallado de las fuentes etnohistóricas para tratar de dis-cernir los dos palacios incas, ofreciéndonos un plano similar al de Agurto, marcando la misma manzana con los restos de los muros del “Qui-suarcancha” hacia el norte y “Pucamarca” hacia el flanco sur (Bauer 2008: 223). En conclusión, citamos al mismo autor para señalar que, hasta donde conocemos ahora, no podemos determi-nar con precisión cuáles eran los límites exactos de estos dos palacios incas, ni cómo se articula-ban: “Contamos con poca información adicional

Abstract Without doubt one of the most important controversies of recent years, concerned the restitution of cultural heritage comprising Hiram Bingham’s collection of archaeological materials from Machu Picchu. Following tense exchanges and frustrated agreements, differences were resolved thanks to an accord of scientific and technical cooperation as well as the recently opened of an institution created for this purpose which is holds the complete collection and which provides a large scale exhibit contextualizing the materials. This article introduces the Museum of Machu Picchu de la Casa Concha (Cuzco) which operates as one of the fruits of the agreement, and presents its most important projects and its institutional challenges looking into the future.

Keywords: Museum, Machu Picchu, Cuzco, Inca.

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón Huayta

Figura 1. Plano de delimitación de la zona monumental del Cuzco, 1978. La Casa Concha lleva el número 20 –re-saltado amarillo– en la manzana dentro de la cual se encuentran los restos de dos palacios incaicos consignados

con a letras N e I (Agurto 1980).

referida a este sector del Cuzco, fuera de refe-rencias dispersas y parcialmente contradicto-rias a la ubicación de dos templos que había en su interior.” (Bauer 2008: 261). De cualquier modo, la Casa Concha parece corresponder al lado donde se ubicaba el Pucamarca (Figuras 2 y 3). La Casa Concha es un ejemplo de la arquitec-tura residencial andina y mestiza gestada en el Cuzco desde los primeros años de la conquista. Se ubica en la calle Santa Catalina Ancha N° 320 y cuenta con un área total de 2,373.00 m2. Su primer propietario –documentado con pre-cisión– fue Don José Santiago Concha y Salva-tierra y hasta antes de su restauración actual, fue ocupada por la Policía Nacional del Perú (Unidad Especial de Asalto), en cuyo lapso de tiempo se realizaron las modificaciones y dete-

rioros más notables del inmueble debido a la función –cuasi de cuartel– a la que fue someti-da. Su configuración y características coloniales actuales datan de fines del XVIII. Finalmente, fue declarada Patrimonio Nacional a través de la Resolución Suprema N° 2900-72-ED del 13 de diciembre de 1972 (Cano s/f). Es importante se-ñalar que fue el Dr. Valentín Paniagua Corazao, presidente transitorio de la República, quien la asigna a la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco (UNSAAC) mediante Resolución Suprema Nº 0603-2001-IN del 21 de junio de 2001 (Figura 4). La casona es amplia y compleja, cuenta con cua-tro patios y aproximadamente 45 ambientes (La República 2011). Para los fines del presente artí-culo vale la pena citar una descripción in extenso a cargo del arquitecto Jorge Cano quien restauró

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Figura 2. Centro del Cuzco con restos de los muros incaicos. La Casa Concha se encuentra hacia los restos del Pucamarca. (Bauer 2008: 223, Figura 10.8).

este inmueble: “La “Casa Concha” muestra en su trazo actual cuatro patios… diferenciando con esto la zona social y de servicio. La facha-da principal presenta un paramento de pie-dra… Inca el que ha sido fracturado en forma indiscriminada para posibilitar la apertura de vanos de puerta. El ingreso principal cons-tituido por una portada labrada de piedra… El patio principal al cual se accede por medio del zaguán, posee tres crujías rodeadas por arquerías de piedra en los dos niveles y una cuarta crujía que posee una galería de made-ra en el segundo nivel. Al segundo patio se ac-cede a través de un chiflón con arcos de medio punto en piedra y que tiene en su inicio una hermosa puerta de madera torneada tipo can-cela. El tercer patio tiene acceso por un chiflón un poco más estrecho que el del segundo pa-tio, posee un arco de adobe al pie del zaguán

y desemboca en un patio rectangular. El cuarto patio es un espacio arquitectónico más peque-ño cuyo frente noroeste está constituido por una edificación con tres arcos de medio punto la-brados en piedra que se encontraban tapiados.” (Cano s/f) (Figuras 5 y 6). La restauración integral de la casa estuvo a cargo del Instituto Nacional de Cultura - Región Cuzco (hoy Ministerio de Cultura) demandó dos años y su finalización coincidió con el acuerdo de coope-ración científica entre la UNSAAC y la Universi-dad de Yale por la colección Bingham de Machu Picchu, de modo que fue una de las opciones que se barajaron para ser sede de su exhibición, de-pósito y estudio. Desconocemos detalles adicio-nales del proceso de recuperación, problemas y soluciones que tuvo que superar su restauración, así como, los detalles de las excavaciones arqueo-lógicas que tuvieron lugar en ella (Figuras 7 y 8)1.

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón Huayta

Figura 3. Casa Concha (remarcado amarillo) en la ciudad del Cuzco. Fuente: Google earth (Fecha de imagen: 8-1-2012).

Figura 4. Calle Santa Catalina Ancha, Cuzco. El Museo Machu Picchu de la Casa Concha se encuentra a la dere-cha luciendo una bandera peruana en su balcón (Foto: Victor Falcón 2013).

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Figura 5. Primer patio de la Casa Concha, en sus dos pisos se distribuyen todas las salas de exhibición (Foto: Victor Falcón 2013).

Figura 6. Segundo patio de la Casa Concha, aquí se ubican depósitos y almacenes de la colección Bingham (Foto: Victor Falcón 2013).

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Victor Falcón Huayta

Mención aparte merece uno de los rasgos coloniales más significativos de su fachada, el balcón sobre el portón de ingreso que ha sido habilitado rompiendo un muro inca y definien-do una portada con jambas y dintel coloniales (Figura 9). El balcón es en volado con tapa o antepecho al frente profusamente decorado. La sección superior libre de sus pies derechos muestran tallados de estilo churrigueresco o “crespo cusqueño” en relieve y adosados sobre éstos; un ejemplar singular en toda la ciudad del Cuzco (García 2013) (Figura 10). Las paredes internas de la casa estuvieron profusamente decoradas con frescos polícro-mos. Por ejemplo, restos de sus pinturas mura-les representando bodegones cargados de fru-tos, pájaros y flores se pueden observar en el pasadizo o chiflón que une al primer patio con

1 No obstante los años transcurridos, no fue posible acceder al informe final de la restauración de la Casa Concha. Por alcance hecha al autor, esto sucede in-cluso si se presenta una solicitud escrita a la sede cuzqueña del Ministerio de Cultura. Esta limitación contradice el artículo 10 de la Ley N° 27806 “Ley de transparencia y acceso a la información pública”.

el segundo y que datarían de fines del XVIII; asi-mismo, han sobrevivido representaciones de San Cristóbal y San Miguel Arcángel (García 2013). Los decorados se elevaban hasta el techo, lo de-muestran algunos fragmentos del friso superior que se pueden ver –sobre las paredes debajo de las arquerías– en el segundo patio, el cual está compuesto de maceteros con flores enlazados por ramas y hojas dando la impresión de roleos, es curioso advertir pequeñas cabezas humanas escondidas entre su follaje (Figura 11).

Entrevista a los gestores de Yale Para conocer mejor el museo que actualmente viene funcionando en esta casona y detalles poco difundidos que gestaron los acuerdos alcanzados, entrevisté (VFH) –en junio de este año– a dos de los representantes de la Universidad de Yale que anualmente vienen al Perú a ocuparse de llevar adelante las actividades científicas pactadas con la UNSAAC: el Dr. Richard Burger (RB) y la ar-queóloga peruana Lucy Salazar (LS) (Figura 12).

VFH: ¿Cómo se inicia vuestro interés en el tema Inca?

Figura 7. Tercer patio de la Casa Concha, aquí se ubicarán gabinetes y oficinas de investigación (Foto: Victor Falcón 2013).

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Figura 8. Cuarto patio de la Casa Concha, aquí se ubi-ca el ambiente para el generador de energía eléctrica –especialmente diseñado en los Estados Unidos– del que dispone el museo para casos de emergencia ade-más de otros ambientes. En la foto Richard Burger

(Foto: Victor Falcón 2013).

LS: Se inicia con la exhibición que la Universidad de Yale hizo de la colección de Hiram Bingham de Machu Picchu en los Estados Unidos en el 2003. Sin esta actividad el tema no hubiera atraído la atención de nadie. La exhibición tenía un costo que sufragar, lo cual se cubrió con la gira de la muestra en diferentes localidades de los Estados Unidos.

VFH: ¿Cómo ve el tema de la devolución de la co-lección Hiram Bingham al Perú?

RB: Yo creo que no tiene nada que ver con pape-les. Tiene que ver con el oportunismo político. Yo hasta ahora mantengo, con toda sinceridad, que esas colecciones fueron exportadas y asignadas al museo Peabody legalmente. El Perú no tenía ninguna base legal para pedirlas. Eso no quiere decir que no debieron volver. Creo que hay una lógica ética e intelectual que justifica la devolu-ción, pero no por razones de “papeles”, vale de-cir, legales. Yo creo que la gente que pretende decir que fue una “repatriación”, está engañando al público conscientemente. Fue la coyuntura política de ese entonces lo que produjo el reclamo peruano. La antropóloga Eliane Karp ve la exhibición en

Figura 9. Balcón de caja sobre portón de ingreso al Museo Machu Picchu de la Casa Concha (Foto: Victor Falcón 2012).

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón Huayta

los EEUU y entrevé el potencial político de un reclamo e inicia las gestiones gubernamentales en esa dirección. No fue pues el resultado de una evaluación integral interna del tema de las colecciones nacionales peruanas, es decir, no fue consecuencia de la política cultural del go-bierno del Perú de entonces. Es interesante observar que al mismo tiempo que se inicia este reclamo de una antigua co-lección en el exterior, no se implementan los mecanismos suficientes para proteger a los ya-cimientos arqueológicos dentro del Perú aún ante la inminencia de una etapa de obras de infraestructura para su desarrollo. Siendo un poco suspicaces, podría decirse que se usa el escándalo mediático provocado por el reclamo de la colección Bingham para solapar esta rea-lidad.

VFH: Luego de este proceso largo, difícil y, a veces, tortuoso: ¿creen que el convenio entre Yale y la UNSAAC ha solucionado la controver-sia de manera productiva?

RB y LS: Creemos que se ha solucionado po-sitivamente. Aunque siempre hay gente que quiere tratar de sacarle provecho político al tema vendiendo un discurso chauvinista de “repatriación”, lo cual no aceptamos pues im-plica que la colección salió del Perú ilegalmen-te. Todos los documentos y memorándum de entendimiento con respecto a este tema usan el término “devolución”. Una diferencia sutil aunque importante de señalar.

VFH: El público en general no conoce con pre-cisión los alcances del acuerdo de cooperación científica y técnica entre la Universidad de Yale y la UNSAAC, así como, los avances hechos hasta ahora para concretarlo ¿cuáles son los aspectos que resaltarían?

RB y LS: Es lo más positivo de todo. El museo está abierto al público desde hace dos años. La mayor parte de la museografía de la exhibición fue traída a todo costo por Yale. Incluyó desde los textos, fotos, etc. hasta las luces, maniquíes y demás accesorios. Sólo ese traslado y la insta-lación de las salas de exhibición costaron más de un millón de dólares. La restauración de la Casa Concha corrió a cargo del actual Ministerio de Cultura. En prin-

cipio, la casa estaba siendo usada para un cuartel y luego se puso en venta, pero el gobierno de Va-lentín Paniagua la asigna a la UNSAAC. La casa fue dejada en muy mal estado por su inadecuado uso. La UNSAAC la alquila al entonces INC, que inicia su restauración y luego instala en ella al-gunas oficinas por algún tiempo. En ese trance, se inician las conversaciones entre Yale y la UN-SAAC para viabilizar de la mejor forma los acuer-dos por suscribirse. La UNSAAC ofrece como sede para la colección Bingham tres posibilidades. La primera fue un terreno baldío ubicado por el estadio, es decir, no había nada construido. La segunda fue un terreno en el centro de la ciudad, con casas tugurizadas y a un alto precio, finalmente, la Casa Concha que estaba siendo terminada de restaurar. Nosotros elegimos esta última opción cuando la visitamos, tanto por los valores estéticos de su arquitectura recién recuperada como por el compromiso de entregar la colección y su puesta en exhibición

Figura 10. Detalle de las pilastras del balcón de caja de la Casa Concha sobre las que se adosan los tallados de estilo “crespo cusqueño” (Foto: Kuntur. Fuente: Sky-

crapercity 2010 [en línea]).

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Figura 11. Fragmento del friso que adornaba las paredes de la arquería del segundo patio de la Casa Concha (Foto: Victor Falcón 2013).

para el centenario del descubrimiento de Ma-chu Picchu por Hiram Bingham.

VFH: Ahora bien, la Casa Concha es bastante grande y el museo funciona en el primer patio. ¿Qué funcionará en sus múltiples ambientes y patios?

RB y LS: Además del museo con su exhibición permanente, aquí funcionará el Centro Inter-nacional de Estudios de Machu Picchu y la Cultura Inca (CIEMPCI). La idea es que habrá ambientes para conservación, ambientes para estudiar las colecciones, para investigación, depósitos, un orquidiario, etc. El compromiso de la UNSAAC es destinar las instalaciones de esta casa para el uso exclusivo del museo y del CIEMPCI.

VFH: ¿Qué otras actividades está impulsan-do la Universidad de Yale para cumplir con el acuerdo?

LS y RB: Después de la fase de devolución de las colecciones se inicia la fase entrenamiento de los profesores y estudiantes de arqueología

de la UNSAAC. Esto se hace a partir de la pre-paración de becas que financian la venida tanto de especialistas como de los equipos necesarios para el curso o entrenamiento. Por ejemplo, esta temporada estamos trayendo a Tim Horse-ley quien enseñará a usar un georadar (GPR) a 17 personas: 13 son profesores de la UNSAAC, 2 son del Ministerio de Cultura y 2 alumnos son del pre-grado de arqueología (Figura 13). Luego, en este mismo año, vendrá George R. Miller de California State University para dictar un curso de zooarqueología. Queremos ofrecer especia-lidades que no se ofrecen ahora dentro del plan de estudios de arqueología de la UNSAAC. Desde luego, no queremos competir con los cursos ya establecidos. Por otro lado, estamos colocado bu-ses a disposición de alumnos de colegios del valle de Yucay para que los traigan al museo y les den una visita guiada.

VFH: Bien, esas son actividades académicas para el 2013 ¿qué planes para el próximo año?

RB y LS: Para el año entrante estamos pensando traer especialistas y/o equipos para Fluorescen-cia de Rayos X e isótopos estables. Básicamente

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

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Figura 12. Los arqueólogos de la Universidad de Yale Lucy Salazar y Richard Burger, junio de 2013 (Foto: Victor Falcón 2013).

Figura 13. Tim Horseley y su equipo de GPR (Ground-penetrating radar) luego de una sesión de campo con los alumnos de la UNSAAC (Foto: Victor

Falcón 2013)

arqueometría. Por otro lado, también tenemos planes para mejorar la exposición permanente. Por ejemplo, poner los textos también en que-chua, será uno de los pocos museos en el Cuzco –sino el único– con el runasimi presente en sus salas de exhibición, asimismo, creemos que será importante poner a disposición de quien lo desee o solicite un guiado en quechua. Aún falta pro-mocionar el museo y ampliar el horario de visitas y atención al público. El concepto clave es que el museo pueda generar fondos suficientes para sostener el centro cultural y de investigación.

La muestra permanente El museo de Machu Picchu ocupa ambos pisos del primer patio de la Casa Concha. Abrió sus puertas el 10 de noviembre del año 2011 y casi un año después había alcanzado las 70 mil visitas (La República 2012). Fueron necesarios cinco barcos y dos aviones para traer los elementos de la museografía –desde los Estados Unidos– entre los que pueden contarse: maniquíes, dioramas2, vitrinas, gráficos, vídeos. Todo esto tuvo un costo de más de 1 millón de dólares y corrió por cuenta de la Universidad de Yale. La instalación, diseño y curaduría de la exhibición estuvieron a cargo

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REVISTA HAUCAYPATA

Figura 14. Ubicación de Machu Picchu en la Cordillera de las Andes (rectángulo blanco). Corona el paisaje el nevado Verónica (Foto: Museo Machu Picchu de la Casa Concha - expedición Shippee-Johnson 1931).

del decano de la Facultad de Arquitectura de la UNSAAC Cayo García y Lucy Salazar (Burger y Salazar 2013). Esta exhibición permanente está constituida por objetos provenientes de tres colecciones: 1) la colección Hiram Bingham de Machu Picchu, 2) la colección perteneciente a la UNSAAC y 3) la colección que surgió de la restauración de la Casa Concha. Esta combinación es con el fin de implementar un guión museográfico compren-sible y bien representado que se puso por obje-tivo ser la antesala a una visita bien informada a Machu Picchu.

2 Recurso museográfico que recrea con materiales diversos: escenas, actividades, paisajes, hechos, etc. en función de un guión.

Así, tenemos que la primera sala cuenta con fo-tos de la expedición de Robert Shippee y George Johnson (1931), por ejemplo uno de los primeros registros de Machu Picchu desde el aire (Figura 14). Gran parte del ambiente está ocupado por una representación de las “Excavaciones de un entierro en Machu Picchu” en donde se combi-na una gigantografía de color sepia que sirve de fondo a una escena recreada con maniquíes y una tumba debajo de una gran peña, todo en el mis-mo tono de color de modo que los personajes pa-recen salirse de la foto. En un segundo ambiente se muestran fotos coloreadas a mano de la expe-dición Bingham existentes en los archivos de la Universidad de Yale; este tipo de técnica fue un hito mundial en el avance hacia la foto en color que actualmente disfrutamos. Por ejemplo, una de ellas muestra al expedicionario Harry Foot

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón Huayta

Figura 15. Harry Foot uno de los mejores amigos de Hiram Bingham e integrante de la expedición a Ma-chu Picchu (Foto: Museo Machu Picchu de la Casa

Concha).

–uno de los mejores amigos de Bingham– sosteniendo una redecilla para atrapar maripo-sas (Figura 15). El plano levantado de Machu Picchu –que fi-naliza esta sección– es importante pues mues-tra lo que los expedicionarios registraron en el año en que se produjo la primera limpieza del sitio arqueológico (1912). Richard Burger nos explica que una de las principales preocupacio-nes de Bingham era hacer registros detallados y meticulosos del sitio Inca por lo que no dudó en despejar del bosque a la urbe, lo cual demandó varios meses de intenso trabajo. Asimismo, nos indica que el plano exhibido es una síntesis de muchos otros planos –abundantes en detalles– que se encuentran en los archivos de la Univer-sidad de Yale; como señala, ésta es una docu-mentación sumamente importante si tenemos en cuenta las intervenciones de restauración que ha sufrido –y sufre– Machu Picchu hasta el presente. Posteriormente, una gran maqueta a

escala del sitio arqueológico se explica a través de un vídeo en donde se van narrando las caracte-rísticas urbanísticas de Machu Picchu, a medida que avanza la narración se ilumina sincronizada-mente el sector correspondiente en la maqueta, de modo que el visitante puede observarlo en su contexto espacial y urbanístico total (Figura 16). De esta manera, se introduce al despliegue de la exhibición de la colección Bingham de Machu Picchu propiamente dicha en las sucesivas salas, alternándose con vídeos, fotos y textos bilingües (castellano-inglés)3. Surgen objetos que guardan especiales anécdotas como, por ejemplo, una ca-jita lítica negra con diseños geométricos en la que – nos cuenta Burger– John H. Rowe creía se re-cogía el corazón de las llamas sacrificadas al Sol; o el pequeño cuchillo metálico que muestra sobre su lomo un gracioso pescador atrapando un pez, que era la pieza de toda la colección que más le gustaba a Bingham (Figuras 17 y 18). El segundo nivel del museo guarda aún nume-rosas sorpresas de la colección Bingham, en-tre ellas un singular y sobrio vaso de cerámica (sanu) sostenida por un brazo –también de ce-rámica– y una gama de vajilla inca de formato más bien pequeño. Mención aparte merece una pieza de extraordinaria factura, que correspon-día a una vasija de forma rectangular que mues-tra en su pared interior dos personajes incaicos pintados, un cazador de aves con su boleadora y un pescador que, curiosamente, sostiene un pez que al parecer ha extraído de un estanque arti-ficial, insinuando la existencia de la piscicultura en aquellos tiempos. Esta pieza de cerámica fue encontrada durante las excavaciones en el marco de la restauración de la Casa Concha. Volviendo al primer nivel y poco antes de salir del museo se muestra una recreación de un Inca sentado en una tiana de madera, recibiendo una rendición de cuentas de un quipucamayoc y con un servidor ofreciéndole chicha en un vaso de oro (aquilla). Todo ha sido reproducido –con gran fi-delidad– de objetos reales, desde la tiana hasta la indumentaria pasando por las ojotas de oro para el Inca y de fibras vegetales para los funcionarios reales. La escena se completa con sonidos de ani-males y ruidos del ambiente en Machu Picchu, los que sirven de fondo a voces que –en quechua-

3 Para estudios y un catálogo de esta colección puede verse Burger y Salazar 2004.

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Figura 16. Maqueta de Machu Picchu y vídeo explicativo en el Museo Machu Picchu de la Casa Concha (Foto: Victor Falcón 2013)

Figuras 17. Caja lítica con decoraciones geométricas debajo del borde (Fotos: Victor Falcón 2013).

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El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco

Victor Falcón Huayta

Figuras 18. Cuchillo de metal, una de las piezas preferidas de Bingham. (Fotos: Victor Falcón 2013).

dialogan entre sí; como anécdota nos contaron que una de las voces es la del arqueólogo pe-ruano radicado en los Estados Unidos Sergio Chávez (Figura 19).

De cara al futuro Las circunstancias de la gestación del Museo Machu Picchu de la Casa Concha son inéditas en el Perú pues no registran antecedentes si-milares para el nacimiento de una institución de su tipo exhibiendo estas particularidades históricas, académicas y políticas. De hecho, el lugar de procedencia de la colección es un re-ferente turístico mundial y la carta de presen-tación preferida del Perú. Su imagen ha sido profusamente utilizada para publicidad tanto a nivel nacional como internacional y en torno a su usufructo se movilizan importantes circuitos económicos y comerciales. Podría considerarse el objetivo de la mayor parte de los proyectos de recuperación de patrimonio cultural ar-queológico en diversas comunidades del inte-rior que cifran sus esperanzas de desarrollo con un éxito económico como el alcanzado por Ma-Ma-chu Picchu, constituyéndose así en una especie de paradigma –indiscutido e indiscutible– de

gestión cultural. Pero el hecho es que este sitio Patrimonio Mun-dial enfrenta serios problemas que amenazan su conservación, traducidos en las reiteradas adver-tencias deslizadas por la UNESCO cada vez que se insinúan pedidos para aumentar el volumen de visitas –que hoy sobrepasan largamente lo re-comendado– o se plantean infraestructuras que perturbarían su espectacular paisaje, como pue-de ser la presencia de un teleférico4. Un tema aparte es la insuficiente divulgación de las in-tervenciones restaurativas y de las excavaciones arqueológicas que las preceden. El CIEMPCI po-dría estimular y canalizar publicaciones en este sentido. Machu Picchu fue objeto de investigaciones siste-máticas desde su descubrimiento para el mundo en 1911 y, luego de décadas trabajos de restauración

4 Un debate sobre su privatización se abrió con el in-tercambio de opiniones entre Aníbal Clavijo (empre-sario pro-concesión privada del sitio) y Alberto Mar-torell, Presidente del Icomos-Perú (sí a la intervención del capital privado pero desde una perspectiva inte-gral). Ver: Semana Económica, del lunes 25 de nov. Año XXIX, N° 1399:162-164 y 166. Lima.

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Figura 19. Inca sentado en una tiana, vistiendo el clá-sico uncu ajedrezado blanco y negro y la mascaypa-cha cayendo sobre su frente. Acorde a su jerarquía porta orejeras, pulsera y ojotas de oro (Foto: Victor

Falcón 2013).

y conservación para su puesta en valor, segu-ramente es el asentamiento inca mejor presen-tado y promovido para su visita. Digamos que podría ser visto como un sitio arqueológico que ha recorrido ampliamente la “cadena de valor de patrimonio” en el sentido de Criado-Boado y Barreiro (2013: 8)5. Sin embargo, creemos que aún no es el caso pues resta mucho por conocer –o dar a conocer– sobre su carácter y naturaleza. La institución surgida de esta controversia puede estimular aún más la generación de cono-cimiento científico y su posterior socialización, sin saltarse ninguna de las fases valorativas por las que pasa el patrimonio cultural. En este sen-tido y, de cara al futuro podría marcar un hito que serviría de inspiración para la resolución

de disputas en torno a patrimonio cultural no sólo en el Perú sino en todo el mundo; con desenlaces de cooperación científica en la que los beneficia-dos sean tanto los países y los pueblos en cuyo seno se crearon estos bienes como la comunidad internacional (Burger y Salazar 2013). Afortuna-damente, este caso de reclamo y gestiones para la devolución de una de sus colecciones primigenias tuvo el feliz desenlace de la instalación de un mu-seo y centro de investigaciones con estándares y proyecciones internacionales que ojalá marquen una pauta importante en el siglo XXI.

Cronología de los momentos más impor-tantes de la disputa del material excavado por Bingham en Machu Picchu (1912)

1912. Con el apoyo personal del presidente de la República del Perú Augusto B. Leguía y del rector de la UNSAAC Albert Giesecke, Hiram Bingham III realiza una segunda “Yale Peruvian Scientific Expedition” a Machu Picchu. De esta expedición proceden los objetos de la colección en disputa y que, hasta hace un siglo, estaban en el Peabody Museum of Natural History de Yale University.2003. Se realiza una muestra itinerante de esta colección que recorre siete ciudades en los Esta-dos Unidos. Dos décadas antes Richard Burger y Lucy Salazar habían iniciado su estudio. Atraído por las repercusiones de esta exhibición el gobi-erno de Alejandro Toledo (2001-2006) inicia las gestiones para su devolución. Al iniciar un juicio para resolver el reclamo Toledo le imprime un tono abiertamente confrontacional a estas ges-tiones.2007. A pesar de que el juicio seguía su curso, durante el segundo gobierno de Alan García Pér-ez (2006-2011) y a través gestiones diplomáticas se logró un borrador de Memorandum de Enten-dimiento entre el gobierno peruano y la Univer-sidad de Yale que habría resuelto la disputa pero fue abortado por una coyuntura política nacional. El juicio en la corte norteamericana proseguía.

5 Modelo teórico que propone que las “entidades primarias” transitan hacia ser consideradas bienes patrimoniales pasando por las siguientes fases: iden-tificación, documentación, significación, valoración, difusión, circulación y recepción. Los autores argu-mentan que “las buenas prácticas en investigación y gestión de esos bienes deben incluir todas esas dimen-siones” (Criado-Boado y Barreiro 2013: 8).

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Victor Falcón Huayta

2010. No obstante el frustrado intento de en-tendimiento, las conversaciones fueron revita-lizadas por el rector de la UNSAAC Víctor Raúl Aguilar quien sugirió la cooperación académica directa entre su universidad y la de Yale a través la colección Bingham en el Peabody Museum. Nuevamente, se llegó a un nivel de acuerdo preliminar que abrió paso a una delegación enviada por el rector de Yale Richard Levin al Perú y recibida por el presidente peruano. Esta delegación estuvo encabezada por Ernesto Ze-dillo, ex presidente de México y actual director del Institute for Global Studies de Yale.2010 (23 de noviembre). Se logró un nue-vo acuerdo entre el gobierno peruano y Yale, lo cual se plasmó en un Memorandum de Enten-dimiento definitivo que resolvió la disputa con la devolución de la colección Bingham al Perú.2011 (11 de febrero). En conversaciones di-rectas entre los rectores Víctor Raúl Aguilar y Richard Levin se detallan los términos y alcan-ces de la cooperación técnica y científica entre las dos universidades y se crea el International Center for the Study of Machu Picchu and Inca Culture (CIEMPCI) y el museo en la Casa Con-cha. 2011 (6 de octubre). Con la presencia de la ministra de cultura Susana Baca, el alcalde del Cuzco, los rectores de la UNSAAC y Yale, ade-más de los rectores un gran número de univer-sidades peruanas se inauguró oficialmente el Museo Machu Picchu en la Casa Concha. A la fecha, toda la colección Bingham de la expedi-ción a Machu Picchu del año 1912 se encuentra en este museo que ha recibido la visita de más de cien mil personas provenientes del todo el mundo.

Agradecimientos A Richard Burger y Lucy Salazar de la Uni-versidad de Yale por la gentileza de darme una entrevista y mostrarme el museo y los ambien-tes de la Casa Concha de la ciudad del Cuzco. Asimismo, a mi colega Trinidad Aguilar ar-queóloga de dicha institución y a los revisores anónimos de este artículo.

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SEMANA ECONÓMICA, 2013. Esta casa edito-ra propone que “Machu Picchu sea entregado en concesión”. Semana Económica. Edición es-pecial CADE 2013, lunes 25 de noviembre. Año XXIX, Nro. 1399: 162-164 y 166. Lima.

SKYCRAPERCITY, 2010. Kuntur Apuchin. Serrano y Milenario. Accesible en Internet http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1280527 [Consultada el 4-11-13, 5:14 pm].

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“El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina

Christian Giovanni [email protected]

ResumenEl presente artículo muestra algunas reflexiones en torno a la obra de Cristóbal de Molina, Relación

de las fabulas y ritos de los Incas, explorando algunos temas de la religión Inca en el manuscrito que pudieron ser potencialmente útiles a Molina en la enseñanza de la doctrina católica. Siendo el autor de la Relación la persona más idónea debido a su alto conocimiento del quechua y su calidad de párroco. Es posible que haya encontrado elementos en las narraciones andinas que le ayudaron en sus sermones católicos y que de alguna manera legitimaron su aplicabilidad.

Palabras claves: Incas, religión, ritual, cristianismo.

CANCHO, Christian Giovanni, 2013. “El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 7: 22-32. Lima.

Introducción La relación de Molina, constituye el “mejor texto” para abordar estudios sobre la religión Inca, siendo la fuente “más rica y detallada” en descripción de los rituales y sus procesos (Ur-bano 2008: XI-LXXVI). Molina fue la persona más idónea para elaborarla debido a su alto conocimiento del quechua. Además, no fue un texto que escribiera a voluntad sino a solicitud del entonces obispo Sebastián de Lartaum. Así la Relación tuvo como único fin ofrecer una des-cripción detallada, convirtiendo a Molina en un verdadero investigador o “un protoantropolo-go”, en palabras de López Parada (2010: 172), sin ninguna intencionalidad evangelizadora y exquisitez discursiva con la que gozan muchos textos coloniales. No obstante, es necesario mencionar que es posible encontrar en la obra de Molina una lógica cristiana, que aparece su-tilmente debajo de sus profusas descripciones; como la presencia de un “dios único” y un én-un én-

fasis “en triadas de símbolos” en la forma de ordenar cierta cosmovisión andina derivada tal vez de una idea de trinidad, así como de ritua-les análogos a los rituales cristianos. Lo que po-dría llevarnos a pensar que tal vez su “calidad de párroco” pudo influir, de alguna manera, en la construcción de su Relación. Sin embargo, la Relación no se convierte en una apología de la religión nativa en la que encontró ciertos parale-lismo con el cristianismo; pues, como menciona-mos anteriormente, no tuvo mayor fin que el de informar de manera precisa los datos recolecta-dos; incluyendo la descripción de la Capa Cocha; un tema muy controversial en la Colonia. En este artículo intentaremos mostrar que al-gunos elementos de la obra de Molina pudieron servirle potencialmente en sus catequesis y ser-mones. Además, al ser sus prédicas en quechua, éste se convirtió en una herramienta fundamen-tal para que “los naturales” encontrasen un me-jor sentido al mensaje del cristianismo.

Abstract This paper presents some reflections on the work of Cristobal de Molina, ‘Relationship of the fables and rites of the Incas’, exploring some of the issues of Inca religion in the manuscript that could have been potentially useful to Molina in his teaching of Catholic doctrine. Molina being the author of this work would have been the best person to teach Catholic doctrine because of his first-rate knowledge of Quechua and of his capacity of parish priest. He may have found in the Andean narratives elements that assisted in the formulation of his Catholic sermons and preaching which may have legitimized his teachings.

Keywords: Incas, religion, ritual, Christianity.

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“El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina

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El Párroco Cristóbal de Molina fue un clerigo español1 y eximio conocedor de la lengua quechua. Llegó al Perú alrededor de 1556, año en el cual se fun-da el Hospital de los Naturales del Cuzco en el que más tarde sería párroco en honor a Nuestra Señora de los Remedios. Entre 1569 y 1581 par-ticipa en la Visita General del Perú organizada por el virrey Francisco de Toledo. Entre 1571 y 1573 compone dos tratados: Historia sobre los Incas (aun no encontrada) y Relación de Fabu-las y Ritos de los Incas, ésta última realizada a pedido del obispo Sebastián de Lartaum (Ur-bano 2008a, Vol. III: 427-428; Urbano 2008b: XI).

El Origen de los Incas Al explicar brevemente los elementos de la na-rración de Molina, que posiblemente le sirvie-ron para su aportación pastoral, debemos men-cionar a “la creación del mundo” y el “diluvio”; dos importantes tópicos conocidos de la teolo-gía cristiana, que se pueden colegir de la obra de Molina cuando describe las fabulas de los Incas.

1 Henrique Urbano ha publicado datos biográficos sobre Cristóbal de Molina, mostrando sólidos argu-mentos para afirmar que dicho cronista era andaluz, nacido en Baeza-España, y no mestizo ni cuzqueño como afirman otros autores. Al respecto véase «In-troducción a la vida y obra de Cristobal de Molina». En: Relación de las fabulas y ritos de los Incas: XI-LXXVI. Juan Calvo Pérez y Enrique Urbano (edi-ción, estudios y notas). Universidad de San Martin de Porres (USMP). Facultad de Ciencias de la Comu-nicación, Turismo y Psicología. Lima.

Con respecto al “diluvio” menciona: “[...] y tu-vieron gran noticia del deluvio y dizen que en el perescieron todas las jentes y todas las cosas criadas, de tal manera las aguas suvieron sobre los mas altos cerros que en el mundo avian, de suerte quen no quedo cosa biva ecepto un hom-bre y una muger que quedaron en una caja de atambor; y que al tiempo que se recogieron las aguas el viento hecho a estos en tiahuanaco […]” Molina (en Urbano 1989: 50 [1574-1575]). Al igual que en la religión cristiana en el mundo andino existen referencias acerca de un “diluvio universal” que extermino toda vida, siendo éste el precedente para un nuevo comienzo, ya que se salvaron dos personas un hombre y una mu-jer (Manco Capac y su esposa); y que de alguna manera fueron mantenidos vivos por un “ente superior”. Con respecto a la cita anterior se hace referen-cia a Tihuanaco lugar muy importante al cual está ligado al mito de origen de los Incas; es in-teresante que en este lugar haga su aparición un ente superior que el autor denomina “Hacedor”, éste podría ser la referencia más clara de un “dios único” y creador de todo, que le servió a Molina, en sus catequesis, para hacerle frente a un nume-roso panteón religioso andino. En algunas partes de la relación el “Hacedor” aparece con el nom-bre de Ticciviracocha o Pachayachaci (Molina lo traduce como incomprensible), sin embargo el nombre inicial es el más preferido por nuestro autor y más acorde con un dios cristiano. Al respecto de la creación, Molina (en Urbano 1989:51 [1574-1575]) escribe: “El hacedor em-peco a hazer las jentes y naciones que en esta tierra ay; y haziendo de barro cada nacion , pin-

Tabla 01. Relación de fechas resaltantes en la vida del cronista. (Tomado de Urbano 2008: XI-LXVI).

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tandoles los trajes y vestidos que cada uno avian de traer y tener, los que avian de traer cavellos, con cavello, los que cortado, cortado el cavello. Y que concluydo a cada nacion dio lengua que avia de hablar y los cantos que ab-vian de cantar y las simientes y comidas que havian de sembrar […]” De esta cita se puede desprender, en primer lugar, que la gente se hizo de barro, esto nos puede recordar un poco como el dios cristia-no utilizó el barro en la creación del hombre. Continuando con la historia el Hacedor dio “ánima a sus seres creados”; un “soplo de vida en la religión cristiana”; y después de dar sus instrucciones de cómo vivir, ordenó que cada gente que había creado se sumiese debajo de la tierra y que saliesen por distintos lugares, así lo describe Molina (en Urbano 1989: 51 [1574-1575]): “Y asi dicen que los unos salieron de cuebas, los otros de cerros , y otros de fuentes, y otros de lagunas, y otros de pies de arboles y otros desatinos desta manera […]” “Y que por aver salido y empecado a muntiplicar destos luga-res , y aver sido de alli el principo de su linaje hicieron guacas y adoratorios estos lugares”. Estas órdenes del Hacedor, narradas por Mo-lina, también pudieron haber sido útiles en sus sermones a la hora de explicar a los indígenas el porqué de sus creencias en vincular paisa-jes y elementos naturales como lugares sagra-dos de origen, o pacarinas, ya que todo había sido parte de la voluntad y plan del Hacedor, el “dios único”. Por otro lado, Molina (en Urbano 1989: 52 [1574-1575]) al referirse a la creación de los cuerpos celeste no describe: “[…] dicen que era de noche y que alli hizo el sol y la luna y estrellas, y que mando al sol y luna y estrellas fuesen a la isla de titicaca que esta alli cerca, y que desde alli subviesen al cielo. Y que al tiempo que se queria suvir al cielo el sol en figura de un hombre muy res-plandeciente llamo a los yngas y a Mango capac como a mayor dellos y le dijo: tu y tus desendientes aveis de ser señor y sujetar mu-chas naciones, tenerme como padre y por tales hijos mios os jactad […]” Es interesante resaltar aquí la importancia del “número tres”, que casi es una constante en la obra de Molina y que tal vez tiene que ver con una idea de “trinidad” o “triadas”; por ejemplo

en cuanto a la creación de los cuerpos celestes, de la cita anterior, se ve como se crea el sol (1), la luna (2) y estrellas (3); y en este orden la religión Inca tuvo culto al Sol como su principal divini-dad. La cita anterior puede ser la justificación de tal aseveración, ya que el Sol antes de subir al cielo se manifestó de forma humana autodeno-minándose padre de los Incas. Por otro lado, es interesante como los Incas por orden del Hace-dor se sumen debajo de la tierra y van a aparecer en la cueva de Pacaritambo saliendo al mismo tiempo que el Sol hace su aparición en el cielo por primera vez (Molina en Urbano 1989: 52 [1574-1575]). Como mencionamos anteriormente la idea de “triadas religiosas” se muestra con mucha recu-rrencia, lo cual le otorga una gran importancia. Por ejemplo, si seguimos el tópico de la “creación del mundo andino”, Molina nos narra una histo-ria paralela de como el Hacedor tuvo dos hijos divinos, uno llamado Imaimana Viracocha, y otro Tocapo Viracocha, quienes tenían la misión de ordenar el mundo dando nombres a la flora y fauna que encontraban; así como de enseñar a la gente a diferenciar las cualidades de cada planta y animal para un uso sabio en beneficio de ellos mismos. Configurándose así un nuevo esquema de tres deidades conformadas por el Hacedor y sus dos hijos.

La reforma teológica de Inca Yupanqui Molina hace referencia a este Inca como el pri-mer artífice de una gran reforma teológica y que con él se va institucionalizar el culto al Sol, como religión oficial de los Incas, y un culto a huacas mayores y menores, dentro de un calendario ritual de doce meses con las ordenanzas que se debían de hacer como ceremonias. El análisis de este Inca en la obra del párroco es muy importan-te ya que nos da luces sobre la noción que tenían los Incas, según Molina, sobre un “dios único y creador de todo”; esto es evidenciado cuando Inca Yupanqui estaba reunido con los de su corte y ante la pregunta de que si el Sol era el dios su-premo, éste afirmó que no podría ser tal; al res-pecto Molina (en Urbano 1989: 59 [1574-1575]) escribe: “[…] Y trato con los de su consejo que no era posible ser el sol el dios criador de todas las co-sas, porque si lo fuera, no fuera parte un peque-ño nublado que delante se le ponía estorvarle el resplandor que no alumbrase [así] avia otro

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que lo mandase y rijiese, el cual era el Pacha-yachachi que quiere decir Hacedor. Y asi con este acuerdo mando hazer las casas y templo de Quisuarcancha […]”. La cita anterior podría ser considerada un ar-gumento muy fuerte en favor de la tesis teológi-ca cristiana, ya que podría decirse que los Incas ya tenían el conocimiento de un dios único. Este argumento podría ser utilizado como sermón favorito de Molina en el proceso de conversión de indígenas. Retomando el episodio de Inca Yupanqui, con el reconocimiento del Pachaya-chachi o Hacedor queda instaurado su culto y acto seguido, en memoria de este dios, se hizo el templo de Quisuarcancha. Por otro lado, con respecto al culto del Sol y el motivo de su oficialización antes mencionado, este encuentra un precedente en la visión que tuvo Inca Yupanqui en Susurpuquio. Molina al respecto (en Urbano 1989: 60 [1574-1575]) narra la historia que cuando Inca Yupanqui estaba en camino a visitar a su padre; a cin-co leguas del Cuzco; en el camino se topó con una fuente de agua llamada Susurpuquio, en la cual vio caer una tabla de cristal en la que percibió reflejada la imagen de un personaje antropomorfo vestido con indumentaria inca muy resplandeciente con atributos sobrenatu-rales; este personaje se autodenominó como el Sol, padre de todos los Incas y que merecía tal reconocimiento y adoración por parte de dicha sociedad. Este hecho condujo a la construcción del templo del Inticancha el cual posterior-mente se transformó en Qoricancha (Cuzco); instaurándose el culto al Sol de manera oficial. Al respecto del culto al Sol, Molina (en Urbano 1989: 60 [1574-1575]) escribe: “[…] respecto de esto mando hacer, en siendo señor y teniendo posible una estatua del Sol, ni mas ni menos de la que en el espejo avía visto […]”. Completando la triada religiosa impartida por Inca Yupanqui está el culto al Trueno; esto se evidencia en la siguiente cita: “[…] tan bien este hizo hacer casas al trueno; hizo hacer una es-tatua figura de un hombre de oro y hizo poner en el templo que hizo hacer para el la ciudad del cuzco y en todas las provincias juntamente con las del Sol y el Hacedor” (Molina, en Urba-no 1989: 62 [1574-1575]). Como vemos, en la triada religiosa descrita por Molina se nota una pre-configuración de la trinidad católica; y está compuesta por el

Hacedor (Ticciviracocha-Pachayachachi), el Sol (Punchao) y el Trueno (Illapa Chuquilla). En cada caso se construyó un templo en su honor; así tenemos al Quisuarcancha lo que actualmen-te son los terrenos de la Catedral del Cuzco, el Coricancha lo que actualmente es la Iglesia de Santo Domingo, y Pucamarca en el que al pare-cer encima se construyó también una iglesia im-portante; cada uno con sus respectivas imágenes. Resulta interesante que los templos más impor-tantes registrados en la obra de Molina fueran posteriormente convertidos en iglesias católicas emblemáticas del Cuzco. Por lo que es sugerente pensar que esto pudo servirle al párroco para ar-gumentar que las nuevas estructuras erigidas so-bre los templos Incas, posían cierta continuidad e importancia, sólo que encontraron el “verdade-ro camino religioso” con la religión cristiana.

Funcionarios o ministros de la religión Inca Dentro del texto de Molina se habla de la exis-tencia del “sacerdote mayor” quien precedía los grandes rituales como el de la Citua (Molina 1989: 73 [1574-1575]); y que además tenía una estrecha comunicación con Dios. Al respecto Marco Curatola menciona que el acto por el cual Inca Yupanqui adopta el título de señor “Inca Pa-chacutec”, es producto de una “investidura divi-na” en la cual el mismo dios en este caso el “Sol” se manifestó en un acto oracular para nombrarlo como Inca; acto seguido, cuando se confirma la voluntad de Dios, recién el sumo sacerdote pue-de ponerle la “Mascaipacha” símbolo de nuevo Inca. Este argumento es importante porque de-muestra que el poder que poseía el Inca venia de Dios quien le daba legitimidad a sus acciones (Curatola 2008: 25). De lo anterior, se podría desprender que existía un poder compartido entre el Inca como cabeza del estado; y el sumo sacerdote como cabeza de la religión. Estos elementos, identificados en la organización andina, pudieron sorprenderle a Molina, ya que haciéndose una analogía con Eu-ropa, hay cierto paralelismo en el sentido de po-der compartido, entre el rey (jefe de estado) y el Papa (cabeza de la iglesia católica); lo cual podría mostrar una similitud vaga de un “mundo civili-zado” en el mundo andino. Por otro lado, Molina menciona que existían mu-chas huacas y templos secundarios, con un corpus sacerdotal bien estructurado, y manteniendo la

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reproducción de funciones rituales. Sin embar-go llama la atención que la existencia de estos sean a causa del “demonio”. Al respecto Moli-na escribe: “Tenia también muchas huacas y templos, adonde el demonio dava sus respues-tas […]” (Molina 1989: 62 [1574-1575]). Esto resulta sintomático ya que anteriormente para referirse al culto de las tres deidades (Hacedor-Sol-Trueno), y sus templos no menciona la pre-sencia de tal “demonio”; sin embargo para estas huacas y templos dispersos por el Cuzco y otras ciudades se les atribuye este elemento asociado con temas de hechicería y actos oraculares mal vistos por la religión católica. Al respecto Polo de Ondegardo (en Lamana 2012: 355 [1583]) men-ciona: “Este oficio de hechiceros lo usan siem-pre personas de poca estimación [Así]”; “los que entienden de esto son gente baja y vil […]” La existencia de numerosos sacerdotes o “pontífices sortílegos”, como les llama Molina, son muchos y están distribuidos por regiones y huacas; sin embargo un grupo relevante eran los que oficiaban confesiones. La confesión de los pecados puede entenderse como una prác-tica derivada del mundo europeo cristiano y que es tan común en nuestros días, pero ¿es cierto qué realmente existían confesorios en el mundo andino?; al respecto Molina (en Urba-no 1989: 65 [1574-1575]) escribe “[…] Usavan todas jentes desta tierra confesarse con los he-chiceros que tenían a cargo las huacas […]”. y Polo de Ondegardo (2012: 346-348 [1583: fol. 8v y fol. 9v]) menciona que las confesiones en las provincias periféricas se hacían en acto público, mientras que en el Cuzco se hacían de forma secreta la cual se asemeja más a la de la religión cristiana. Las confesiones públicas tal vez tengan una función más política como averiguar culpabi-lidades de agravio contra el estado Inca, un tema muy importante para el mantenimiento del control territorial (Curatola 2008); mien-tras que las confesiones secretas realizadas en el Cuzco tendrían otra connotación. Molina (en Urbano 1989: 66 [1574-1575]) las describe así: “[…] Acusavanse en sus conficiones de no aver reverenciado al Sol y Luna y Huacas; de no aver guardado y celebrado de todo coracon las fiestas de los raymes […]”. Como se ve en la cita anterior las confesiones secretas, a diferencia de las confesiones públi-cas; están estrechamente relacionadas con el

incumplimiento de las normas religiosas hacia las deidades, y lo que el mundo occidental llama-ba pecados en el sentido de quebrantamiento de normas morales. En consecuencia si analizamos las confesiones católicas y las descritas por Moli-na en el mundo andino, podemos observar gran-des semejanzas: (1) existe un espacio físico donde se desenvuelve el acto, (2) es un acto privado ce-lebrado entre la presencia de un sacerdote quien escucha las confesiones y un confesor quien las emite y, (3) existe una penitencia emitida por el sacerdote de acuerdo al grado de la confesión. Podría resultar de gran utilidad a los párrocos mostrarle a los indígenas en proceso de conver-sión, que las “confesiones” eran una práctica que existía ya en tiempos Incas para que facilite su comprensión e institucionalización dentro las funciones parroquiales coloniales. No obstante, aún queda impreciso el grado de conciencia de “pecado” que pudieron desarrollar los indígenas al experimentar una confesión, ya que al parecer esta categoría no existía en tiempos Incas.

El Calendario litúrgico y la sagrada confi-guración del “tres” La relación de Molina contiene una detallada información en cuanto a los rituales que se ha-cían mes a mes. El inicio de los rituales era mayo; esto en base a calendario Juliano; y una de las grandes festividades eran el Inti Raymi o fiesta del Sol. (Figura 01) Durante el Inti Raymi se hacían sacrificios de gran cantidad de carneros (llamas) de todos los colores; la reunión era en la plaza del Cuzco, don-de sacaban a los ídolos del hacedor, sol y trueno, en este orden, claramente se nota una jerarquía en el ritual, y acto seguido se hacían las plega-rias. Molina las describe así: “[…] O hacedor sol y trueno ser siempre mozos, no envejecéis; todas las cosas estén en paz multiplíquense las gentes y haya comidas, y todas las demás cosas vayan siempre en aumento[…]” (Molina, en Urbano 1989: 67 [1574-1575]). Lo interesante, aparte de que la plegaria se pa-rezca mucho a las cristianas, es que las cualidades de las deidades, como el brillo del Sol y las lluvias que caracterizaba a Chuquilla Illapa (Trueno), necesarias para la vida, tienen razón de ser de-bido a un “dios superior” quien los creo con ta-les características para beneficio del hombre y que los Incas reconocían como el Hacedor o Pa-chayachachi como el creador de todo. Tal “idea

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“El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina

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Figura 01: Fiesta de Capac Inti Raymi (Guaman Poma 2008 [1615]).

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vaga” de un dios único tal vez pudo simbolizar que es natural de la condición humana aspirar a tal conocimiento. Así, por ejemplo, Molina (en Urbano 1989: 67 [1574-1575]) escribe que “si el sol alumbrase tan bien seria por orden del hacedor, y si lloviese tan bien seria por vo-luntad el hacedor”. Estas plegarias se repetían “tres veces” al día (mañana, tarde y noche) en el templo del Sol. Continuando con los ritos del Inti Raymi, se procedía a hacer sacrificios de carneros acom-pañados de las plegarias antes descritas; y de ofrendas de chicha, maíz tostado, coca y mu-llu; este ritual se hacía en “tres escenarios” dis-tintos para seguir el curso de Sol; al respecto Molina (en Urbano 1989: 68 [1574-1575]) es-cribe “[…] al Salir el sol por la mañana, yban muchos yncas y caciques y, arrancando la lana de dicho carnero, antes que le quemasen, andavan dando bozes alrededor del sacrificio con la lana en las manos […] y a medio dia por la misma horden, quemavan otro carne-ro en Curicancha en el patio de la dicha casa del sol […] y al entrar del sol llevaban otro al cerro llamado Aepiran, por que sobre el se pone el sol, el cual sacrificavan por la mis-ma horden […]” (El subrayado es nuestro). Otra vez vemos como el curso del sol estaba dividido en tres momentos “Sol naciente”, “Sol de mediodía”, y “Sol Poniente”; congruente con una idea cristiana de “nacimiento, vida y muer-te”. Con respecto a los escenarios donde se ce-lebraban los rituales principales llama la aten-ción que también estén distribuido en “tres”. En primer lugar esta Huanacaure que es la huaca sagrada atribuida al origen; la importancia de ésta se puede colegir en una ilustración de Gua-man Poma en el que se ve como Túpac Yupan-qui hablaba con las huacas, y Huanacaure es la única que se representaba en lo alto, de mayor tamaño y con nombre (Figura 02). Esto puede ser interpretado como el nacimien-to de los Incas, por eso se iba a ofrendar al Sol naciente allí. Por otro lado, tenemos al Cori-cancha, templo que fue institucionalizado para el culto oficial al Sol, en el Cuzco, por Túpac Yupanqui, que podría representar la existen-cia misma de los Incas; y el Aepriran el lugar donde dicen “se ponía el Sol”; algunos piensan que tenía la misma función que el Poquencan-cha (Urbano y Duviols 1989: 68), lugar del Sol poniente. La muerte del Sol tal vez no signifi-

caba el fin de la existencia si no la culminación de un ciclo y la regeneración de uno nuevo. En Agosto se realizaba la fiesta del Coyaraymi, y según Molina se celebraba el ritual de la Citua. Este ritual consistía en una ceremonia de depu-ración de los males ya que en este mes se inicia-ban las lluvias y con ello se producían muchas enfermedades. La Citua consistía en pedir a los dioses que alejasen los males del Cuzco. Esta era una de las ceremonias más esperadas en todo el año y se llevaba cabo el día de la conjunción de la luna. Este día se reunía el Inca con su corte, y los sacerdotes en el templo del Coricancha a puerta cerrada, para acordar como seria la Citua ese año, ya que en todos los años se celebraba de distinta manera. Lo que llama la atención es que no era el Inca quien decidía los parámetros de tal festividad, sino que era el Pachayachachi o Hacedor quien se manifestaba y daba la orden de cómo iba a ha-cer la Citua, esta manifestación del dios parece ser un “acto o ritual oracular” (Curatola 2008: 25), ya que era el sumo sacerdote quien recibía la noticia y la retrasmitía. Al respecto Molina (en Urbano 1989: 73 [1574-1575]) escribe: “y el sacerdote mayor decia a las jentes que estavan juntos, como el Hacedor tenia por bien se hiciese la dicha Citua o fiesta, y que se hechasen todas las enfermedades y males de la tierra […]”. Acto seguido el sacerdote mayor se encargaba de hacer pública la voluntad del Hacedor ante los espectadores que se encontraban reunidos en la plaza Haucaypata (Hoy plaza de Armas del Cuz-co). Es necesario mencionar que en esta festividad nuevamente se tenía como eje la veneración de una triada de deidades El Hacedor, Sol y Trueno. No es objetivo de este trabajo narrar todo el proceso de la Citua ya antes analizado (Mon-teverde 2011: 244); sin embargo, cabe resaltar que el evento de la purificación con Sanco, una especie de mazamorra de maíz dura considerada sagrada, se utilizaba a manera de una “limpia”; con ella se purificaba todo el cuerpo, vestimen-tas, viviendas, armas etc. y luego se la echaba a las fuentes de agua. Al respecto del Sanco Molina (en Urbano 1989: 76 [1574-1575]) dice: “[…] en-tonces tenían parejada una macamorra de maíz mal mulida que llamauan Sanco […]”. Este San-co era ofrecido al Hacedor, Sol y Trueno; claman-do por la “purga de los males del mundo andino”. Por otro lado, se ha interpretado también, de una manera que creemos acertada, que la Citua

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Figura 02: Inca hablando con las Huacas (Guaman Poma 2008 [1615]).

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no es sólo una fiesta ceremonial de carácter simbólico-religioso, sino también un escenario para los asuntos económicos y políticos como la afirmación y confirmación de alianzas simétri-cas y asimétricas entre los distintos grupos so-ciales (Panacas, Incas de privilegio y población anexada, etc.); y que la depuración de males no se restringía sólo a las enfermedades corpora-les sino también a las enfermedades político-sociales (Monteverde 2011: 243-256).

“La sangre de los carneros de Dios” el Yawarcanco En otro día de las festividades de la Citua se convocaba a la plaza del Cuzco a todos los miembros del dominio Inca, quienes traían los mejores carneros (camélidos) de todo el año; Molina nos describe que en estos momentos la plaza del Cuzco lucia repleta de ganado, para que el Hullac Umu o sacerdote principal es-cogiera cuatro carneros los más especiales de cada uno de los suyos, y los debía sacrificar: uno en nombre del Hacedor, otro en nombre del Sol, otro en nombre del Trueno, y otro en nombre de Huancaure (huaca principal); en-tonces se degollaba a los carneros y se vertía la sangre de ellos en un plato o vasija de oro y se mezclaba con el Sanco, antes descrito, luego el sacerdote vertía “tres” dedos en el plato y se lo comía compartiéndolo primero con el Inca y su corte y luego con todos los presentes diciendo: “Mira como comeis este canco, porque el que lo comiese en pecado y con dos voluntades y coracones, el sol nuestro padre, lo vera y lo castigara y sera para grandes travajos vues-tros; y el con voluntad entera lo comiere el Hacedor y el Sol y El Trueno os lo gratificarn y os daran hijos y felices años y que tengais mucha comida y todo lo demas necessario, con prosperidad”. (Molina, en Urbano 1989: 80 [1574-1575]). El subrayado es nuestro. Resulta interesante como se mezclaban dos elementos: (1) el Sanco una mazamorra dura, en algunos casos muy sólida y (2) la sangre de los carneros (camélidos); lo cual podría servir a Molina para ejemplificar, tal vez vagamente, la comunión cristiana de cuerpo y sangre (pan y vino). Un tema importante durante la Citua es que durante ese tiempo se perdonaban las ofensas cometidas y existía un periodo de amor fra-ternal sin riñas ni discusiones. También se

preparaban las mejores comidas y las mejores be-bidas; en general todos tenían que comer y beber en esta festividad. Al respecto Molina (en Urba-no 1989: 76 [1574-1575]) escribe “[...] Comían y bebían las mejores comidas que tenían con mu-cho regocijo porque para este día, por pobre que fuese, tenían buscado para comer y beber […]”. Está demás decir que durante la festividad las personas se vestían de la mejor manera o “muy aderesados” en palabras del párroco. ¿La descripción de la Citua de Molina acaso no nos recuerda de alguna manera a nuestras pas-cuas cristianas? Puede que estos elementos ha-yan sorprendido a nuestro autor, y que también pudieron servirle como ejemplos en sus prédicas, en la que los males y pecados son absueltos, claro está, con un toque interpretativo distinto. Al res-pecto, en el manuscrito original Molina escribe: “[…] Hacían la dicha fiesta o Pascua, llamada Citua todos los yngas […]” (Molina 1575: Biblio-teca Nacional de Madrid, MSS 3169 [en línea]). El subrayado es nuestro.

Reflexiones Finales Es de nuestro conocimiento que en la Colonia muchos sacerdotes no buscaban el entendimien-to del mensaje cristiano en el nuevo mundo, sino su aplicabilidad directa sin cuestionamiento. Sin embargo, Molina entendió que el indígena no po-dría ser convertido por convicción, debido a que entendía poco o nada de las instituciones y doc-trinas como “categorías” que eran impartidas por los sacerdotes españoles. Había que explicárse-los en su lenguaje (el quechua), y en su propio ni-vel de entendimiento, en este caso utilizando sus propios mitos y ritos tal vez poniéndolos como ejemplos de un universo teológico único, com-partido por ambos mundos (europeo-andino), pero que en el mundo andino aparecía como una sombra vaga y distorsionada. Esta distorsión para Molina ocurría porque en el mundo andino no existía escritura, esto queda claro en una las citas de la relación donde explica al obispo de Lartaum del porqué de las fabulas de los indios: “[…] Causose todo esto demas de la principal causa que era no conocer a Dios y dar-se a vicios y ydolatrias, no ser jentes que usaran de escritura, por que si la usaran no tuvieran tan ciegos y torpes y desatinados herrores y fabulas […]”. (Molina, en Urbano 1989: 58 [1574-1575]). El subrayado es nuestro. Es necesario mencionar que aunque no se ha

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“El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina

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registrado escritura en el mundo andino, Moli-na reconoció con admiración métodos para al-macenar la memoria como son los quipus, a los que les dedica unos párrafos en su Relación e incluso los compara con los “rosarios católicos” usados en España por las mujeres para hacer sus oraciones y plegarias. No obstante, queda claro que para Molina un alfabeto con escritu-ra era de suma importancia y que se constituía como el único vehículo para trasmitir conoci-mientos “verdaderos”, ya que la oralidad con-llevaría una deformación de la contextualidad histórica en la que surge este conocimiento y había la necesidad reinterpretarla. Por otro lado, el idioma nativo también fue de vital importancia para Molina, ya que su com-prensión sería el medio principal para conocer mejor al indígena y así poder expresar y comu-nicar satisfactoriamente los nuevos preceptos religiosos. Esto último nos demostraría el inte-rés por conocer al “otro”. No obstante al pare-cer no todos los curas o sacerdotes estaban de acuerdo con tal idea. En el capítulo de los “Los padres y curas” en la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Guaman Poma (en Murra et. al. 1987: 625, cap. 23 [1615]), se puede colegir que los peores curas, tanto en moral como en fe, eran aquellos que no dominan la nueva lengua (quechua), en consecuencia no había una pre-ocupación por el buen adoctrinamiento de los indígenas destinados a la conversión. Además, se tipifica a los curas y padres como las peores personas quienes corrompen a los indígenas. En este desolador panorama está exento Mo-lina a quien Guaman Poma lo cataloga como gran conocedor del quechua, lo cual revelaría su preocupación por el conocimiento del nue-vo mundo. Así mismo, Guaman Poma describe uno de los sermones de Molina, en el que se nota una clara cadencia en el texto propio del idioma nativo, el cual López Parada transcribe de la siguiente manera: “El oro reluciente, brillando y despidiendo luz […]. Un ramo de flores que brota y que florece. Ramos que brotan, ¿compuesto de begonias, azucenas, lilas y kantutas? Hay alguien lla-mado Jesus como el sol y la luna, que resplan-decen y arden. En el creemos que es señor y poderoso y que está en el cielo. Los tres, todos juntos son uno solo Dios, siendo trinidad bri-llante, ardiente y resplandeciente? Mis hijos queridos, padres queridos, madres queridas

y hermanas queridas, óiganme. Por Dios […]” López Parada (2010: 154). No cabe duda que Molina como gran conoce-dor del quechua fue capaz elaborar uno de los mejores tratados sobre la religión Inca que tene-mos en la actualidad. No debemos olvidar que cuando el entonces obispo Sebastián de Lartaum le pidió a Molina que hiciera su Relación éste ya era párroco, y es posible pensar que su calidad de religioso pudo influir de alguna manera en la construcción de la Relación. Urbano, en esta lí-nea, menciona que “[…] Molina enfoca el viejo fondo mítico prehispánico a partir de sus pre-ocupaciones pastorales, que se nutren con una experiencia singular de vida entre las masas in-dígenas recién despertadas por la doctrina cris-tiana”. (Urbano 2008b: XXXVIII) Así, temas como la preconfiguración de un dios único y símbolos de triadas con un claro orde-namiento y énfasis en el “número tres” análogo con a una idea de “trinidad” podrían constituirse en los “sermones favoritos”. No obstante se debe precisar que la trinidad como la concibe la iglesia católica está compuesta por un solo dios que es trino: padre, hijo y espíritu santo; mientras que en el ordenamiento de un Viracocha Pachaya-chachi, Sol, y Luna; existe una evidente jerar-quía entre los mismos. No obstante no deja de ser útil para ejemplificar el nuevo concepto. Por otro lado, en la Relación, también se puede reco-nocer la existencia de sacerdotes con funciones análogas a los curas católicos como el de presidir ceremonias, realizar confesiones y rituales com-plejos que se asemejan a los cristianos, así como una clara organización de la religión Inca con un poder compartido, entre el Inca cabeza de go-bierno y el sumo sacerdote. Finalmente las reflexiones vertidas en este pe-queño estudio contribuyen a respaldar que exis-tieron en la obra de Molina elementos de la reli-gión Inca, que pudieron servirle para su actividad pastoral.

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Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte rupestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco-Perú

Carlo José Alonso Ordóñez [email protected]

ResumenSe presentan los resultados de un primer reconocimiento arqueológico realizado a un gran farallón

denominado Incanäni, el cual alberga en su frontis numerosas edificaciones funerarias o chullpas, la mayoría con rasgos arquitectónicos pertenecientes al grupo étnico local Wamalli, construidas sobre tres grandes espacios horizontales superpuestos que fueron creados mediante la extracción de ingentes cantidades de rocas. Asimismo, se exponen evidencias de arte rupestre ubicadas sobre los muros de algunas edificaciones funerarias y sobre la pared rocosa del farallón, clasificándose algunas de éstas como de probable filiación inca. Finalmente, se plantea la importancia religiosa de este promontorio rocoso y su relación con la huaca principal de la región como fue el nevado Yarupajá.

Palabras claves: Arte rupestre, Inca, Wamalli, chullpas.

ORDÓÑEZ INGA, Carlo José Alonso, 2013. Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte ru-pestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco – Perú. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Ta-huantinsuyo. Nro. 7: 33-44. Lima.

Introducción El grupo étnico Wamalli migró desde la ceja de selva y ocupó la cuenca del Alto Marañón, así como sus principales afluentes, entre los años 700 y 1470 dC. aproximadamente, entre los actuales poblados de Cauri y Singa en Huá-nuco. Pruebas de esta ocupación son los sitios de Chiquia y Quinaj, ubicados en la provincia de Lauricocha, así como Garu y Shaywa Grande en las provincias de Yarowilca y Dos de Mayo, en los cuales destaca la presencia de edificios funerarios o chullpas de planta cuadrangular o rectangular, de dos o tres pisos de alto y con techos de lajas (Salcedo 2012). Posteriormente, al llegar los Incas a estos te-rritorios (circa 1470 dC.) ocupan y reorganizan

a los grupos étnicos locales, por ejemplo, Chu-paychu, Yacha, Wamalli (Morris y Covey 2003: 136), estableciéndose, algunas veces, sobre los antiguos asentamientos, para lo cual reutilizaron construcciones o edificaron nuevas, como en el sector Chaupi Wari de Alaka (distrito de Jesús, provincia de Lauricocha), en el Castillo de Mira-flores (distrito de Chacabamba, provincia de Ya-rowilca), en Gongui (distrito de Jivia, provincia de Lauricocha), en los sectores de Guellar Can-cha y Ñawin Puquio de Garu (distrito de Choras, provincia de Yarowilca) o en Granero Selmín (distrito de Tantamayo, provincia de Huamalíes) (Salcedo 2012). Nosotros realizamos una visita de reconoci-miento arqueológico al sitio Incanäni, ubicado

Abstract IThe results of a preliminary archaeological survey, carried out around a large cliff named Incanäni are presented. Along its face are found numerous funerary structures or chullpas, mostly with architectural features characteristic of the Wamalli, the local ethnic group. These structures were built on three major terraced horizontal spaces each higher than the preceding one, which were created by extracting huge amounts of rock. Moreover, the evidence of rock art located on some of funerary buildings and the rock faces of the cliff is discussed, and some of it classified as of likely Inca origin. Finally, it is proposed that the religious significance of this rocky promontory is related to the principal regional huaca the snowy Yarupajá peak.

Keywords: Rock art, Inca, Wamalli, chullpas.

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Carlo José Alonso Ordóñez Inga

Figura 01: Mapa de ubicación de Incanäni. Lámina elaborada por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013

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en Huánuco, a inicios del año 2013, en la cual se observó gran presencia de restos arquitectó-nicos, en algunos casos, con pinturas rupestres sobre sus paredes externas y entorno a ellos. A continuación realizaremos una descripción y análisis de este monumento arqueológi-co, el cual proponemos fue un sitio funerario construido por los Wamalli, con presencia de algunas pinturas rupestres realizadas en épo-ca Inca, para finalmente proponer su relación espacial con el nevado Yurapajá.

Ubicación y acceso El monumento arqueológico Incanäni se ubi-ca en el departamento de Huánuco, provincia de Huamalies, distrito de Llata, al interior de los terrenos del centro poblado de Irma Gran-de, en la margen derecha del río Marañón, a una altitud de 3947 msnm. (Figura 01). Limita al norte con el cerro Casha Punta, por el este con campos de cultivo, por el sur con algunas viviendas y campos de cultivo de la población de Irma Grande y por el oeste con el centro po-blado Pampas del Carmen. El acceso a este monumento arqueológico se realiza por dos vías. Una desde la ciudad de Huánuco, pasando por los poblados de Huan-capallac, Chavinillo, Tingo Chico e Irma Gran-de. Y la otra ruta es partiendo desde La Unión, capital de la provincia de Dos de Mayo, y atra-vesando los poblados de Pachas y Bellavista. La zona posee un clima frío y húmedo, con una temperatura promedio que fluctúa entre los 9° y 11º C como media anual. La topografía que rodea al farallón es accidentada y con relie-ves abruptos, lo cual no ha evitado que los po-bladores construyan sus viviendas, corrales y campos de cultivo en las laderas de los cerros y en las partes bajas, aprovechando algunos sur-cos de agua provenientes desde las cumbres. Destacan los cultivos de papa, quinua y oca.

Descripción general Incanäni1 abarca unas 70 Has., emplazándose sobre un gran farallón2 que se alza unos 400 m. sobre la vía carrozable que une Pachas - Irma Grande - Llata. Además, posee una orientación norte - sur y se encuentra conectado a un cami-no muy antiguo de donde proviene el nombre del sitio. A primera vista, desde la carretera, se pueden observar claramente hasta tres cortes horizontales superpuestos, a modo de “repi-

sas”, que corren a lo largo de todo el farallón pro-ducto de los trabajos de extracción de la roca rea-lizados en épocas prehispánicas con la finalidad de crear espacios, algunos aparentemente inac-cesibles, en donde luego se construyeron edifi-cios (Figura 02) con el frontis principal orientado hacia el sur y con algunos paramentos asociados a pictografías. Estos espacios, cuyo ancho llega a tener 4m. aproximadamente, permiten actual-mente el desplazamiento de los visitantes y en el pasado también permitió esta función. La altura de los cortes en el farallón llega a los 5m. y en algunas partes aún quedan, como mudos testigos de estos arduos trabajos, algunas rocas (1m. por 0.90 m.) extraídas y colocadas en el piso. Estos edificios son conocidos en la zona como chullpas y aún hoy se conserva en la memoria de algunas personas el recuerdo de que en esos lugares sagrados eran enterrados los “gentiles” u hombres de la antigüedad. Al interior de ellos aún es posible encontrar escasos restos óseos y pocos fragmentos de cerámica muy deteriorados. Al respecto, durante las primeras décadas del si-glo XVII, Antonio Vázquez de Espinosa afirmó que en la provincia de Huánuco “... hay muchos pueblos despoblados de los antiguos y en ellos y aquellos cerros muchas sepulturas de ellos a modo de torrecillas con las puertas al Oriente, y en cada torrecilla en los alto y bajo muchos indios muertos sentados, enteros e incorpora-dos…” (Vázquez de Espinosa 1969: 330 [1629: fol. 1362v.]). Es bastante probable que en épocas prehispáni-cas las chullpas de Incanäni hayan sobrepasado en número fácilmente las cincuenta. Sin embar-go, durante este primer reconocimiento se logró identificar poco más de veinte. El ascenso de un nivel de chullpas al siguiente era realizado mediante la utilización de peldaños, los cuales aún se conservan en algunas partes, construidos con piedras lajas de distintas dimen-siones (varía el tamaño de 0.30 m. por 0.15 m.

1 Según la publicación Quechua de Huánuco (Weber et al. 1998) näni significa camino. Precisamente el sitio investigado es llamado Incanäni por existir un camino muy antiguo que conduce hacia las chullpas, el cual será registrado en una próxima expedición.2 Un farallón es un promontorio rocoso que se alza so-bre el mar cerca de la línea de costa, no obstante, en ocasiones se le da el nombre farallón a promontorios rocosos no ubicados cerca de la línea de la costa.

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a 0.50 m. por 0.30 m.) que eran colocadas en las hendiduras naturales del farallón e inter-caladas con numerosas piedras pequeñas y medianas, utilizando para ello un mortero de barro y en otros casos empleando simplemen-te arcilla de color ocre. Aun así, el día de hoy, parece imposible llegar a estos peldaños sin la ayuda de una gran escalera o algún andamio.

Tipos de edificaciones y un acercamien-to a su sistema constructivo Se han identificado hasta el momento dos ti-pos de edificaciones: la primera de planta se-micircular y la segunda de planta ortogonal. Sin ser las más predominantes, las edificacio-nes de planta semicircular llegan a sobrepasar los 2.50 m. de altura y presentan uno o dos ni-veles, los cuales son reconocibles por la presen-cia de vanos de forma trapezoidal superpuestos

verticalmente (Figura 03). Aparentemente, los techos fueron construidos a modo de falsa bóveda, el nivel superior de los muros está coronado por cornisas que quizá no sólo cumplían la función de evitar que el agua de las lluvias afectara directamente a los muros, sino que además servían como un elemento or-namental. Es posible observar algunas piedras lajas que sobresalen del lado exterior de los mu-ros y que quizá eran utilizados a modo de pelda-ños, estudios más profundos permitirán identi-ficar que función desempeñaban estas piedras, toda vez, que es posible que hayan sido colocadas para facilitar el trabajo de los constructores en determinado momento o tal vez para permitir el ingreso para rendir culto a los mallquis o algún yllapa albergado en el interior, los cuales eran, según Cristóbal de Albornoz: “…cuerpos muertos embalsamados de algunos pasados suyos prin-

Figura 02: Vista parcial de Incanäni. Foto tomada por Carlo Ordóñez, 2013.

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Figura 03: Edificio de planta semicircular. Lámina elaborada por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013

cipales, a los cuales reverencian y mochan. Esta no es mocha general sino particular de la parcialidad o ayllo que desciende de tales muertos. Guárdanlos con mucho cuidado entre paredes a ellos y sus vestidos y algunos basos que tenía[n] de oro y plata y de madera o de otros metales o piedras.” (Albornoz 1984:196 [1582]). Las edificaciones de planta ortogonal son las más numerosas, llegan a alcanzar los 4 m. de altura y del mismo modo, como en el caso an-terior, se han registrado de uno y dos niveles. Destaca, en el frontis de ciertas edificaciones de dos niveles, una línea horizontal de lajas de piedras que sobresalen del muro, las cuales se ubican a la mitad del paramento y cuya finali-dad era probablemente ornamental, a estas se suman otras en la parte superior a modo de cor-nisa. Los vanos son rectangulares, tienen una medida promedio de 0.50 m de alto por 0.30 m de ancho, cada jamba está conformada por una sola piedra y estas a su vez se encuentran unidas por un dintel del mismo material (Fi-gura 04). Al interior, y pocas veces al exterior, de estos edificios existen hornacinas de 0.20 m.

por 0.20 m., que quizá en el pasado albergaron algunos utensilios como vasijas de cerámica, las cuales formaban parte de la parafernalia del di-funto.

La técnica constructiva y los materiales Antes de brindar los primeros alcances sobre la técnica constructiva y los materiales utilizados, se debe mencionar que, además de la extensión de este monumento prehispánico, la tipología arqui-tectónica es compleja y las diferencias arquitec-tónicas tienen ciertamente un sentido y un valor profundo que, entre otros, reflejan la identidad de sus constructores en el sentido de que existe una relación estrecha entre los estilos arquitectó-nicos y los territorios étnicos (Duchesne y Chaca-ma 2012: 608). El mismo cronista Bernabé Cobo a mediados del siglo XVII escribió: “Más gene-rales eran las sepulturas altas edificadas sobre la tierra; en las cuales también hallamos gran variedad, porque cada nación buscaba nueva traza para hacerlas” (Cobo 1964: 271 [1653]). Entonces, a través de una primera observación de las edificaciones de planta semicircular como de planta ortogonal se deduce que la técnica de

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Carlo José Alonso Ordóñez Inga

Figura 04: Edificio de planta ortogonal. Lámina elaborada por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013

construcción de los muros es compuesta con relleno interno, es decir, presentan muros dobles, con relleno interno y, a su vez, unidos cada cierto número de hiladas por una piedra más grande. El trabajo de las piedras va des-de el desbastado hasta canteado, presentan-do un aparejo de forma natural (Calvo 1987). También se ha identificado que el sentido de la hilada de los diferentes muros es el siguiente: desordenado, semi-ordenado, ordenado y or-denado repetido. Las piedras han sido unidas utilizando un mortero compuesto por barro mezclado con paja y otras inclusiones como fragmentos pequeños de cerámica llana. Una

vez erigido los muros eran cubiertos con un revo-que de barro y en ciertos casos enlucidos de arci-lla roja, el mismo que se ha registrado por dentro y por fuera de los edificios, cubriendo inclusive la totalidad de las hornacinas ubicadas al interior. Para los techos se utilizaban lajas de piedras que eran superpuestas unas a otras con un mortero de arcilla roja, hasta cubrir los espacios vacíos, pero cuando los muros eran tan altos que coin-cidían con la estructura rocosa del farallón, for-mado por la extracción de las piedras, éste ya no era necesario construirse. La construcción de los techos debió ser una de las etapas más riesgosas de todo el trabajo, no sólo por la altura en la que

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eran edificadas estas estructuras, sino también por los fuertes vientos que las azotan.

Arte rupestre Huánuco es una de las regiones con mayor presencia de pinturas rupestres en el Perú (ver Hostnig 2003). Sin embargo, son muy pocas las investigaciones que se han realizado al res-pecto, las cuales, además, han sufrido constan-temente una serie de atentados que van en des-medro de su conservación. Esta problemática no es ajena a Incanäni, se ha constatado una numerosa cantidad de grafitis modernos en los muros de las chullpas y sobre algunas pictogra-fías, perdiéndose, en algunos casos, informa-ción valiosa para el conocimiento de este sitio. Las pinturas rupestres de Incanäni se encuen-tran directamente asociadas a ciertos sectores, estas se ubican desde la parte inferior hasta la mitad del farallón, plasmándose sobre dos ti-pos de superficie:

a. Sobre el promontorio rocoso o farallónb. Sobre algunas edificaciones

Hasta el momento se han identificado algunas representaciones antropomorfas, zoomorfas y

geométricas3, destacando entre ellos dos paneles elaborados sobre el promontorio rocoso. Uno de estos paneles contiene la representación de siete camélidos, dispuestos en tres columnas, las ex-tremas están dirigidas a la izquierda del obser-vador y la central hacia a la derecha (Figura 05). El color utilizado para la elaboración de estas pinturas es el ocre, aunque hasta el momento no ha sido posible identificar su naturaleza y com-posición. La superficie sobre la cual se encuentran las re-presentaciones rupestres presenta algunas irre-gularidades producto de los trabajos de extrac-ción de la roca, como se señaló líneas arriba, y el proceso de exfoliación de ésta como resultado de la exposición a diversos agentes climáticos (llu-vias, vientos, radiación solar, etc.). El trazo ob-servado en la pictografía es variable, siendo posi-ble que más de una persona, quizá en diferentes etapas, haya participado en la elaboración del

3 En este artículo sólo nos dedicaremos a las represen-taciones pictóricas que tengan un símil con pinturas ru-pestres incas registradas en otros sitios arqueológicos, por lo cual dejaremos de lado para una siguiente inves-tigación el análisis de las pictografías antropomorfas.

Figura 05: Panel con representación de camélidos en Incanäni (Dibujado por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013) y figurinas de camélidos (Tomado de Jacob y Leibowicz 2012) provenientes de: A: Ampato, Arequipa (Johan Reinhard). B: Laqo, Cuzco (Guillén s/f [en línea]). C: Copiapó, Chile (Johan Reinhard) D: Llullaillaco, Salta-Argentina (Mignone 2009). E: Aconcagua, Mendoza-Argentina (Schobinger et al. 1985). F: El Plomo-Chile (Johan Reinhard). Nótese la similitud en el diseño utilizado para la representación de camélidos. Lámina

elaborada por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013.

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Perú

Carlo José Alonso Ordóñez Inga

Figura 06: Círculos asociados con camélidos. Nótense las semejanzas entre la pintura rupestre de la izquierda registrada en la comunidad de Alcca, Cusco (Tomado de Hostnig 2008) y la de Incanäni, a la derecha, ubicada en Irma Grande, Huánuco. Foto tomada por Carlo Ordóñez I. 2013. Lámina elaborada por Carlo Ordóñez I. y

Tania Castro S., 2013.

panel, por ello se aprecia claramente una dife-rencia entre los camélidos de la columna de la izquierda en referencia a los demás, estos son más simples, de menor tamaño y no llegan a alcanzar una similitud estética. En general, el trazo empleado para el cuerpo, cuello y ex-tremidades es rectilíneo, en algunos casos las orejas están ligeramente dobladas hacia atrás y en otros éstas se presentan erguidas, tal pare-ce que no se ha descuidado ningún detalle, las patas también son notarias en la mayoría de los camélidos representados. Del mismo modo, se ha registrado sobre la parte superior de algunas edificaciones de plan-ta ortogonal, la presencia de elementos icono-gráficos destacables como círculos (Figura 06), los cuales fueron realizados con un solo trazo, utilizando arcilla de color ocre sobre algunas superficies líticas de una tonalidad más clara.

El diámetro de estas figuras varía entre 0.10 m. y 0.15 m. y se presentan individualmente o en grupos de tres. A un lado del vano de luz de otra edificación, también de planta ortogonal, se identificó una pintura rupestre de color ocre con la representación de un camélido asociado a un círculo. La figura muestra un camélido de trazos simples ubicado debajo del círculo cuyo diámetro alcanza los 0.15 m., el diseño fue dispuesto de tal manera que la cabeza del camélido se encuentra en dirección al nevado Yarupajá. Una pintura destaca sobre el farallón, la cual se compone por un círculo concéntrico de color ocre y crema, ubicada a una gran altura, por lo que no fue posible definir sus dimensiones exactas, pero si calcular su diámetro en 1.00 m. aproxi-madamente, además se apreció su mal estado de conservación al presentar cierto grado de exfo-liación.

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Actualmente, esta figura se encuentra de ma-nera aislada en este sector, sin embargo no se puede descartar su asociación directa, en el pa-sado, a otras pinturas quizá desaparecidas.

La orientación de Incanäni y su relación con el nevado Yarupajá El farallón, donde se emplaza el monumento en estudio, presenta características que lo ha-cen destacar en el paisaje, como la monumen-talidad y la majestuosidad, quizá estas fueron las razones por las que se eligió esta zona para la construcción de edificaciones de carácter fu-nerario, las cuales no siempre comparten un mismo diseño arquitectónico, pero si, tal vez, la necesidad de dejar una marca fuerte en el espacio, con la intención de causar un impacto en las personas, otorgándoles la posibilidad de seguir teniendo una conexión física con sus an-cestros, por lo cual es posible considerar estos monumentos “como moradores, marcadores de presencia, como signos de distinción per-sonal o étnica, como manifestación externa de a organización social.” (Duchesne y Chacama 2012: 608). Por otro lado, considero que tomaron en cuen-ta un elemento mucho más importante para la utilización de este espacio como sepulcro y es su orientación al nevado Yarupajá (Figura 07), el mismo que se ubica al sur de Incanäni, sien-do observable desde la parte más alta del fara-llón a pesar de encontrarse aproximadamente

a unos 70 km. de distancia. Información similar es proporcionada por el arqueólogo José Luis Pino en su tesis sobre el ushnu de Huánuco Pam-pa, al precisar que el nevado de Yarupajá, el cual destaca en la cordillera del Huayhuash con una altitud de 6634 msnm, se encuentra en la direc-ción sur del asentamiento, con lo cual se explica-ría porque el ushnu tiene dicha orientación como eje principal (Pino 2010). Una razón más para considerar la posibilidad de un vínculo entre este complejo funerario y la ocupación Inca en la re-gión es la relativa proximidad de este centro ad-ministrativo Inca en relación a Incanäni, situa-do éste último a 28 Km. al noreste de Huánuco Pampa. Sin embargo, más allá de ser un nevado de gran altitud, Yarupajá fue una huaca muy importante para las poblaciones prehispánicas de la región de Huánuco. Precisamente, algunos documentos del siglo XVI, como el escrito por Cristóbal de Al-bornoz, informan que: “Yarobaha, guaca pren-cipal de los indios hurinsayas de Guánoco, es una piedra en un cerro nevado” (Albornoz 1984: 209 [1582]). Además de esta información existe el testimonio de los indígenas del pueblo de San Francisco de Otuco de la doctrina de San Pedro de Acas, quienes mencionan que: “todos los su-sodichos son los que a bisto este testigo hablan-do con las guacas y a oído deçir a sus pasados que los dichos Guaris primeros eran hombres de nacion gigantes barbados y que su origen fue de Yarupaxa que es vn çerro grande nebado que

Figura 07: Nótese la alineación entre Incanäni y el nevado Yarupajá. Imagen tomada del Google Earth (2013). Lámina elaborada por Carlo Ordóñez I. y Tania Castro S., 2013.

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Carlo José Alonso Ordóñez Inga

está en la cordillera arriba de Mangas” (Noboa 2003: 230 [1656: fol. 13v.]).

Discusión Las numerosas edificaciones funerarias o chullpas de planta cuadrangular, rectangular y semicircular, de dos o tres pisos de alto y con techos de lajas, emplazadas al interior del te-rritorio del Alto Marañón, permiten definir su probable filiación Wamalli, las mismas que al estar ubicadas en el farallón, elemento monu-mental-estratégico en el espacio, con presencia de pinturas rupestres localizadas sobre algu-nos muros y sobre la superficie rocosa, a modo de “marcas” (Hostnig et. al. 2008 [en línea]), brindan un primer panorama en relación a la importancia religiosa del sitio y lo restringido de su uso, el cual debió limitarse a un grupo de individuos que alcanzaron una alta jerarquía en la sociedad prehispánica de la región. Del mismo modo, tomando en cuenta las fuen-tes etnohistóricas y las evidencias registradas, como ciertas pinturas rupestres de camélidos, camélidos asociados a círculos y círculos con-céntricos, nos permiten proponer inicialmente una reapropiación de este espacio por parte de los Incas. Evidencias de camélidos y camélidos asociados a círculos vinculados a contextos funerarios precolombinos tardíos han sido re-portadas en diferentes sitios del departamento del Cuzco como Ayawayq’o, T’oqot’oqoyoq, Ccorcca, Llamayoq 3 y Alcca (Hostnig et al. 2008 [en línea]) y círculos concéntricos bico-lores (ocre y crema) fueron hallados en sitios Incas como Inkapintasqa, Negruyoq y Mant’o ubicados también en Cuzco (Hostnig et. al. 2008 [en línea]). Asimismo, sostenemos que el panel con representaciones de camélidos ha-llado en Incanäni es de factura Inca, toda vez, que su diseño es muy similar a los identificados en arquitectura (Echevarría y Valencia 2010), en petroglifos (Berenguer, Cabello y Artigas et al. 2007 [en línea]) y en figurinas (Jacob y Lei-bowicz et. al. 2012 [en línea]), pertenecientes también a la época Inca. Si bien es cierto que estas representaciones siguen distintas técni-cas y utilizan otros materiales lo que prevalece es el diseño estilizado. Además, considerando que es importante co-nocer la composición de las pinturas rupestres de Incanäni se debe mencionar que se tienen referencias de las pinturas rupestres de los si-

tios Incas de Ayawayq’o, T’oqot’oqoyoq, ubica-dos en el Cuzco, en donde los análisis de pigmen-tos, realizados por los investigadores Rodrigo y Huarcaya en el año 2003, permitieron concluir que la pintura blanca estaba compuesta de car-bonato de calcio (cal) y sulfato de calcio (yeso), mientras que para la pintura roja se había utiliza-do una arcilla (Bisilicato de alúmina hidratado) (Hostnig 2003), lo cual podría dar algunos alcan-ces sobre los materiales utilizados en la elabora-ción de los pigmentos para el caso de Incanäni. Por otro lado, es importante el entorno terri-torial que enmarca a Incanäni y sobretodo su alineación con un elemento sobresaliente del paisaje como es el nevado Yarupajá; este tipo de relaciones han sido mencionadas en algunos es-tudios como el realizado a varios sitios tardíos del pueblo de Coporaque (Cañón del Colca, provincia de Arequipa, Perú) y la quebrada de Chapiquiña (precordillera de Arica, Chile) por Duchesne y Chacama, quienes proporcionaron ideas muy su-gerentes, mencionando que las aperturas de las chullpas frecuentemente están dirigidas hacia el este o hacia los nevados y volcanes sagrados, considerados por lo general como lugares del origen mítico de diversos grupos humanos y de procedencia del primer ancestro mítico original o paqarina. Por lo cual, se podría postular que las chullpas se convertían, a lo largo del tiempo, además de lugares de culto, en lugares que repre-sentaban el origen del grupo, reproduciéndolo simbólica y materialmente (Duchesne y Chaca-ma 2012: 615). Accesos y vanos de luz orientados al nevado Yarupajá, han sido identificados en las chullpas de Incanäni. Entonces, cabe la posibili-dad de aseverar la importancia religiosa que tuvo este sitio para los grupos étnicos de la región, la cual seguramente trascendió el tiempo, siendo este espacio reapropiado por los Incas como su-cedió en algunos sitios Chachapoyas (Ruiz 2008 y Kauffmann 2009). Finalmente, con esta entrega se pretende, por primera vez, aportar al conocimiento arqueoló-gico de los sistemas constructivos, los materia-les, las técnicas utilizadas en la construcción del complejo funerario Incanäni y el simbolismo de las relaciones existentes entre la arquitectura y elementos de jerarquía del paisaje. Sin embargo, se considera importante la realización de futuras excavaciones arqueológicas en algunas chullpas seleccionadas aleatoriamente y diferenciadas por la técnica constructiva, así como análisis en

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laboratorio de los pigmentos de las pinturas ru-pestres con la finalidad de ampliar la investiga-ción. Además, deberán llevarse a cabo trabajos de datación que brinden conclusiones definiti-vas sobre su filiación cultural.

Agradecimientos Mis sinceros agradecimientos al Sr. Rogelio Espinoza, quien me informó sobre la existencia de Incanäni. De manera muy especial a Tania Castro por su valiosa asistencia en la elabora-ción de los gráficos y más. Finalmente quiero agradecer a José Luis Pino por sugerirme la re-dacción de este artículo y a Hernán Ramos por sus opiniones.

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA 45

Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones,

Lima-2013*

Alberto Bueno [email protected]

Gori Tumi Echevarría Ló[email protected]

BUENO MENDOZA, Alberto y ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori Tumi, 2013. Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 7: 45- 60. Lima.

Introducción Las observaciones vertidas en este documen-to constituyen un reporte ajustado, en base a la visita1 que realizamos el viernes 28 de Octubre de 2013 a las operaciones del “Proyecto de res-cate arqueológico en la base oeste del cerro Ma-yorazgo, remanentes en el área de los túneles

* El presente informe fue entregado a la redacción de la revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, por Ingrid Ccoyllo Sulca del Co-mité de Defensa de Puruchuco el 1 de diciembre de 2013, y se está publicando en su integridad salvo las modificaciones de formato derivadas de los requeri-mientos editoriales de la revista. Como director de la Revista Haucaypata, asumo, en consecuencia con los vecinos, arqueólogos y otros miembros de la so-ciedad, la consternación por los sucesos que afectan nuestro patrimonio, lamentando profundamente las acciones de la Municipalidad de Ate y su interés por destruir parte de este sitio arqueológico para ampliar la avenida Javier Prado Este. Acciones que rechaza-mos rotundamente. Desde aquí instamos al Minis-terio de Cultura que detenga las obras de “rescate” de la evidencia arqueológica (desamblaje y destruc-ción de arquitectura precolonial), que los autores de este texto nos hacen conocer como resultado de su visita a Puruchuco. Seguir adelante con las obras de rescate, para poder construir la extensión de la avenida (eufemísticamente amparados en el discur-so de mejora vial y modernidad) va en contra de las leyes fundamentales del Estado, que el Ministerio de Cultura debe hacer respetar. Por último, solicitamos al Ministerio de Cultura que defienda, investigue y difunda textos académicos sobre Puruchuco, antes que amparar su destrucción. Rodolfo Monteverde Sotil (Director).

de Puruchuco para la obra: construcción y mejo-ramiento de la avenida Javier Prado Este, distri-to de Ate-Lima”; el cual es financiado por la Mu-nicipalidad de Ate y está a cargo del arqueólogo del Ministerio de Cultura Martín Alonso Chanta Várgas (RNA: ACH-1233)2. Este texto constituye fundamentalmente apre-ciaciones de carácter técnico-arqueológico y no juicios de valor específico de las obras de “rescate”3 desarrolladas en este sitio. Los au-tores consideran que el complejo arqueológico Puruchuco-Huaquerones debe ser preservado en su integridad sin ser afectado por ninguna obra civil, como la que ha motivado la intervención arqueológica en el área, y por la que muchos ar-queólogos, vecinos y ciudadanos protestan feha-cientemente. Esta visita se realizó únicamente hacia el lado oes-te del espolón del cerro Mayorazgo (calle París),

1 Esta visita fue promovida por vecinos e interesados en la defensa del sitio arqueológico de Puruchuco, siendo coordinada por la arqueóloga Clide Valladolid y el artista plástico Herbert Rodríguez. Los autores re-conocen a estas personas y en especial a los arqueó-logos Martín Chanta y Rodrigo Gonzales por permitir la observación de sus trabajos y explicar en el lugar parte de sus procedimientos y labores. Las fotos que acompañan el texto fueron facilitadas por El Comité de Defensa de Puruchuco y obtenidas de recursos pú-blicos en internet. Los autores entregan este informe a la Mag. Ingrid Ccoyllo Sulca, del Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco, para los fines que estime conveniente.2 Resolución Directoral Nro. 319-2013-DGPC-VMP-CIC/MC (03-05-2013).

Dedicado a la memoria del Dr. Virgilio Roel Pineda

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Figura 1. Ubicación de la zona arqueológica intervenida por las labores del Proyecto de Rescate 2013. Complejo arqueológico Puruchuco-Huaquerones. Notar próxima ubicación del Centro Comercial Real Plaza del Grupo Interbank. La zona arqueológica dentro del círculo será destruida por la construcción de la avenida y el túnel, que se proyectan por la zona punteada. Aún no se ha excavado la parte superior y este del espolón del cerro

Mayorazgo que será afectado por estas obras. Foto satelital tomada de Google Earth, 2013.

Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013

Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López

en la zona por donde se piensa realizar la pro-longación de la avenida Javier Prado Este4 y construir un túnel (figura 1). No se ha revi-sado ni la superficie alta del cerro ni la parte oeste del espolón (calle Helsinki), que aún no ha sido excavada y que también debe contener una enorme cantidad de evidencia arqueológi-ca inédita.

3 El término “rescate”, en arqueología, sólo apli-ca a la “recuperación” de información documental (fichas, fotos, etc.) sobre bienes arqueológicos que van a ser destruidos por una obra civil. No existe posibilidad absoluta de “rescatar” (literalmente ha-blando) objetos inmuebles, como la arquitectura de Puruchuco, para ser guardada o almacenada y luego reensamblada o reconstruida. 4 La avenida Javier Prado, que se prolonga de este a oeste y viceversa, es una de las principales vías de circulación que une diversos distritos, por ejemplo: Ate, La Molina, Surco, San Borja, San Isidro, Mag-dalena y San Miguel. Desde hace varios años hay in-tenciones de prolongarla, hacia el este, sin la menor preocupación, estatal o municipal, por proteger la evidencia arqueológica de Puruchuco. Al respecto se puede consultar: Monteverde 2013: 67-91.

Metodología del rescate La aproximación metodológica inicial para las excavaciones de rescate, dirigidas por Martín Chanta, fue mediante pozos de cateo de 1 x 1m. y 2 x 2m. en diferentes sectores del área a ser afectada por las obras civiles de la avenida y el túnel (figuras 2 y 3). Esto se hizo, probablemente, con la intensión de evaluar el contenido material y la naturaleza estratigráfica del yacimiento. Al haberse descubierto diversos tipos de evidencia arqueológica, la estrategia cambio a pozos ad-juntos para poder exponer en mejor medida los hallazgos, los que en varios sectores del área se mostraron muy complejos, especialmente al no-roeste. Posteriormente, la excavación tornó a una de área, dejando algunas improntas escalonadas en los contornos del sector (figuras 4 y 5). Tam-bién se practicaron trincheras siguiendo algunas evidencias constructivas, especialmente hacia el oeste de la zona de intervención (figura 6). La excavación parece haberse dado por niveles ar-bitrarios y la estratigrafía es diferencial según el área intervenida. El nivel de ocupación arqueoló-gico aparece casi inmediatamente debajo de una

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Figura 2. Primeras unidades de excavación, pozos de cateo, lado oeste del cerro mayorazgo. Foto: Berrios 2013 [en línea].

Figura 3. Primeras unidades de excavación, pozos de cateo, lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Portal Terra 2013 [en línea].

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Figura 4. Excavaciones en área, ampliación de los pozos de cateo del proyecto de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

Figura 5. Excavaciones en área, ampliación de los pozos de cateo del proyecto de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013

Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López

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capa de tierra y superficie actual hacia el norte y noroeste. Hacia el oeste y sur la presencia de evidencia arqueológica aparentemente se re-duce y los testimonios más relevantes fueron descubiertos por debajo de más de dos metros de capas de tierra y piedras. Hacia el centro de la zona los materiales ar-queológicos también se encuentran en forma superficial, debajo de la superficie moderna, especialmente cerca del talud bajo del cerro, y aquí las evidencias van ampliando su dimen-sión y profundidad a medida que se desciende en la excavación y se proyecta hacia el oeste; como se verá después, hay una progresión de edificaciones ascendiendo el talud desde el centro-este de la zona excavada hasta la parte media y baja del talud del cerro. Como se puede advertir, toda la excavación ha sido claramente condicionada por los hallazgos y la intervención ha modificado sus estrategias siguiendo esta premisa. En este sentido, hay que resaltar que, hasta noviembre de 2013,

sólo se ha intervenido un 60-70% del área que va a ser afectada por la avenida y el túnel. Toda la parte sur de esta zona ha sido explorada par-cialmente, únicamente mediante pozos de cateo, y luego su superficie ha sido usada como botade-ro del desmonte que ha salido de la excavación de la parte norte (figura 7). No tenemos dudas que en la parte sur no se ha procedido a más ex-cavación debido a que los cateos se hicieron en secciones con pocas evidencias arqueológicas. Como se puede deducir, en este caso el método de exploración ha fallado en recuperar informa-ción arqueológica y se ha marginado esta área a pesar que la parte norte expone, como se verá más adelante, un rico yacimiento arqueológico. De acuerdo a los arqueólogos responsables del rescate, durante la excavación se recuperó cerá-mica arqueológica en poca cantidad, ya sea de los pozos o de las áreas mayores excavadas. Cuando realizamos la visita, todo el conjunto había sido limpiado previamente por los arqueólogos y sólo se pudieron ver materiales inmuebles expuestos

Figura 6. Trinchera de excavación, ejecutada durante los trabajos del proyecto de rescate. Foto: Luján 2013 [en línea].

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Figura 7. Imagen panorámica del área de intervención del proyecto de rescate en el lado oeste del cerro Mayo-razgo. Nótese que la parte sur del área (segundo plano) no ha sido excavada sirviendo de depósito de la tierra

excavada. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

por las excavaciones (arquitectura).

Evidencia Aunque, como ya hemos mencionado, duran-te la visita no se han documentado materiales muebles debido al estado de limpieza del ya-cimiento, no obstante se ha podido ver impor-tante evidencia arqueológica inmueble en toda el área de intervención. Esta evidencia puede dividirse en tres rasgos principales: (1) Un pe-queño asentamiento hacia el noroeste, (2) Te-rraplenes y plataformas escalonadas hacia el centro y este y, (3) Muros paralelos (¿canales?) hacia el oeste. El pequeño asentamiento está constituido por una serie de morfologías arquitectónicas, las que se disponen principalmente siguiendo una orientación noroeste-sureste desde la par-te central de la zona de rescate (figura 8). El sector mejor conservado se encuentra hacia el noroeste y la evidencia se proyecta en dirección norte perdiéndose bajo las capas de tierra no

excavadas. Existen aquí diversos recintos delimi-tados con muros de piedras, cuartos, terraplenes, canales y probables matrices de tumbas o ente-rramientos (figuras 9 y 10). Para la construc-ción se utilizaron piedras de campo angulosas de diferentes tamaños unidos con argamasa de barro, pero la técnica es aparentemente tosca lo que puede denotar el carácter rural del sitio si se compara con otros monumentos de mayor factu-ra en la zona. La conservación de las principales estructuras es buena aunque sin presentar acaba-dos externos, enlucidos u otros, probablemente debido a la poca conservación de estos detalles. El asentamiento no tiene límites definidos ha-cia el oeste o sur, debido a la preservación dife-renciada de la evidencia, aunque parece exten-derse hacia el este subiendo mediante pequeñas plataformas que continúan sobre el nivel actual del suelo (figura 8). Ascendiendo la ladera toda la evidencia se encuentra muy deteriorada y no se percibe como parte de un asentamiento ar-queológico debido a su poca preservación y frac-

Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013

Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López

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Figura 8. Imagen panorámica del área de intervención del proyecto de rescate en el lado oeste del cerro Mayo-razgo. A la derecha del primer plano (dirección norte) se encuentra parte del asentamiento arqueológico exca-

vado. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

cionamiento, pero es evidente con la excava-ción, que estos restos corresponden al asenta-miento arqueológico que quedó expuesto desde el abandono del sitio. Por otro lado, los terraplenes consisten en ni-veles de tierra y muros de contención remata-dos en plataformas, los que siguen una disposi-ción escalonada ascendiendo el talud del cerro (figura 11 y 12). Estos presentan una dimensión variable dependiendo de su conservación, con muros alargados de planta semicircular que siguen la topografía sinuosa y curva del espo-lón del cerro. En este caso existe al menos tres niveles evidentes de terraplenes superpuestos ubicados en forma escalonada ascendiendo el talud del cerro. Se puede reconocer un nivel bajo en regular estado de conservación, y un segundo nivel bien preservado (ambos enterra-dos) (figura 11); el tercer nivel se halla expuesto sobre la superficie actual y en la ladera baja del cerro, del que sólo queda rezagos estructurales debido a su mala preservación. Todos los mu-ros de contención de estas plataformas semi-circulares son de piedra de campo, en general de un tamaño mayor al de los recintos mencio-nados para el asentamiento. Hay que anotar que parte de estas terrazas

fueron excavadas siguiendo únicamente la cabe-cera de los muros que se descubrieron durante los trabajos; este hecho ha dejado expuesto sec-ciones de muros irregulares aislados y aparente-mente sin contexto (figura 13 y 14). Debido a que se trata específicamente de muros de contención, estos presentan un solo paramento uniforme por lo que la parte interior se presenta muy irregular, lo que puede aparentar una rusticidad excesiva (figura 15). Como se puede advertir, el aislamien-to de los muros se debe a la mala metodología utilizada en la excavación arqueológica que des-truyó el material contenido de la plataforma, de-formando así la imagen de la arquitectura des-cubierta. Sobre toda la evidencia mencionada, un último terraplén se usó como plataforma para constituir el acceso al edificio restaurado de Puruchuco, y sus muros de contención consistieron de piedras de campo de gran tamaño (más de 50 o 60 cm. en promedio). Este último testimonio evidentemen-te allanó y cubrió toda la evidencia descrita -in-cluyendo el pequeño asentamiento- siendo utili-zado para vía carrozable moderna. Es probable que este último terraplén haya tenido un origen pre-colonial, durante la ocupación Tawantinsuyu del valle, y haya sido posteriormente utilizado y

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Figura 9. Restos de arquitectura arqueológica expuesta por las excavaciones de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo. Recinto que probablemente sirvió como una matriz de tumba o depósito. Foto: Comité de Defensa

y Desarrollo de Puruchuco 2013.

remodelado durante la República. El último grupo de evidencia consiste en una serie de alineamientos de piedra dispuestos en forma paralela, de varios metros de largo y orientados este-oeste (Figura 16). La evidencia no presenta límites definidos debido a que se pierde bajo las capas de tierra no excavada del depósito que cubre la zona (figura 6 y 8). Es-tas estructuras fueron descubiertas a más de 3 metros de profundidad, por los pozos de cateo al centro de la zona intervenida por el “resca-te” arqueológico. Los restos se ubican en el es-trato superior que sigue inmediatamente a la capa de suelo geológico del área (compuesta de arena, ripio y grava). Las estructuras parecen haber formado muros de factura tosca, aun-que ahora se encuentran bastante deteriorados por acción del tiempo. Debido a su extensión

y disposición, ya que están colocados paralela-mente, es posible que estos muros sean parte de antiguos canales arqueológicos. Más allá de su naturaleza funcional, es claro es que esta evidencia no se relaciona en absoluto a los otros conjuntos de materiales arqueológicos mencionados anteriormente, existiendo, dada la posición estratigráfica, un salto temporal muy grande entre estos diferentes grupos de eviden-cia cultural, que no se articulan directamente con estos muros o canales.

Algunas conclusiones La evidencia puesta a la luz por las excavaciones expone claramente diferentes momentos en la historia arqueológica del área. La más temprana ocupación está formada por los canales que de-bieron constituir parte de un sistema hidráulico

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Figura 10. Restos de arquitectura arqueológica expuesta por las excavaciones de rescate en el lado oeste del cerro Mayorazgo. En primer plano un canal con cubierta de piedras que formó parte del asentamiento arqueo-

lógico descubierto. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

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Figura 12. Muro de contención de terraplén mostrando paramento de piedra grandes. Excavaciones de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Portal RPP 2013 [en línea].

Figura 11. Muros de contención de dos terraplenes superpuestos que debieron formar un perfil escalonado. Ex-cavaciones de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto tomada de Google Maps 2013.

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del que sólo se han recuperado aún estas evi-dencias. La segunda ocupación está constitui-da por los terraplenes y plataformas con muros sinuosos y curvos, que han modificado todo el entorno del cerro; y la tercera la conforma el pequeño asentamiento y las facilidades cons-truidas hechas para una población probable-mente vinculada a actividades agrícolas o de transformación de productos y bienes. Las ocupaciones posteriores están relaciona-das a la construcción de los terraplenes mo-dernos y al tendido del camino de acceso al edificio o palacio restaurado de Puruchuco5; actividades que cubrieron parte de la evidencia arqueológica. A parte de lo ya mencionado, no podemos olvidar una serie de tumbas y enterra-mientos descubiertos en los taludes este y oeste del cerro Mayorazgo, que colindan con las ex-cavaciones, los mismos que están relacionados al asentamiento y la ocupación arqueológica de toda la zona6, incluso hasta los primeros años de la Colonia. Estos contextos funerarios se di-

ferencian de las probables matrices de tumbas y enterramientos excavadas en el asentamiento ar-queológico ya descrito. La cronología de la mayoría de los materiales está vinculada al Periodo Intermedio Tardío y a la

5 Los trabajos de limpieza, consolidación y restaura-ción del Palacio de Puruchuco se llevaron a cabo en-tre 1953 y 1960, y fueron dirigidos por el Dr. Arturo Jiménez Borja. El mismo año de 1960 se inauguró el Museo de Sitio de Puruchuco, el primero de su tipo en Sudamérica. El Palacio de Puruchuco se encuentra a poca distancia de la zona de rescate, en la misma la-dera del cerro Mayorazgo. Se puede consultar: Iriarte 2004: 5-13.6 En los últimos años Puruchuco ha alcanzado renom-bre mundial gracias al descubrimiento y excavación de cientos de fardos funerarios de la época Inca, localiza-dos hacia el lado este del cerro Mayorazgo, en lo que ahora es el asentamiento humano Túpac Amaru. La cobertura y difusión de esta extraordinaria evidencia arqueológica fue hecha por la National Geographic So-ciety de Washington. Consultar: Cook 2002: 78-91.

Figura 13. Cabeceras de muros de contención expuestos por la excavación de rescate, lado oeste del cerro Mayo-razgo. Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

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Figura 14. Cabecera de muro de contención expuesto por las excavaciones de rescate, se nota en el segundo pla-no una serie de evidencias constructivas adicionales. Lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Comité de Defensa

y Desarrollo de Puruchuco 2013.

ocupación Tahuantinsuyu (Inca) (aproximada-mente desde el año 1200 hasta 1540 de nuestra Era). El asentamiento descubierto, los terra-plenes o terrazas del sitio, así como la modi-ficación del talud de cerro, enterramientos y demás artefactos muebles, corresponden en general a estos dos periodos. La evidencia de probables canales, por otra parte, debe corres-ponder a ocupaciones mucho más antiguas, quizá del Periodo Intermedio Temprano (200-

800 dnE) o antes. Esto demuestra que el área que se está interviniendo con el “proyecto de rescate” contiene testimonios arqueológicos de miles de años de antigüedad y una secuencia larga y com-pleja de ocupación cultural. Por ello, los arqueó-logos que actualmente laboran en el sitio deben evaluar los materiales muebles y proponer, bajo sus propios métodos, la secuencia y cronología del sitio para su corroboración correspondiente. Vistos los testimonios, es claro que toda la zona

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del talud del cerro Mayorazgo, el área bajo los terraplenes actuales y bajo los caminos adosa-dos a ambos lados del espolón rocoso (en espe-cial por donde va a pasar la avenida y el túnel), contienen una rica y compleja evidencia histó-rica de más de un periodo arqueológico. Todo este caudal de materiales culturales espera aun ser adecuadamente documentado y estudiado. El potencial arqueológico del sitio intervenido, el cerro y las áreas adyacentes, no se terminan y menos se comprenden a cabalidad con una investigación de una escala tan reducida como la que se ha efectuado durante los últimos me-ses del año 2013; especialmente considerando el carácter de la misma, que es de una excava-ción meramente de “rescate”, es decir de regis-tro, sin ningún interés y prioridad científica. Una investigación verdaderamente científica, y por ende una excavación detallada orientada por una hipótesis o cuestionamientos académi-cos explícitos, produciría un mayor set de evi-dencias arqueológicas, además de su registro e interpretación, que ahora no podemos valorar debido a la limitación de los procedimientos empleados por la excavación en curso.

Independientemente de la capacidad intelectual y metodológica de los arqueólogos del “proyecto de rescate” y de la pobreza objetiva de sus expec-tativas científicas y preservativas, derivadas de la orientación de su trabajo - un rescate arqueoló-gico -, el proyecto ha proveído importantísima información arqueológica, histórica y cultural que debe ser valorada científicamente. Este solo hecho es un indicador inequívoco de la enorme riqueza arqueológica de todo el complejo. Es importante advertir por último que la des-trucción de la evidencia arqueológica descu-bierta y la ruptura de la continuación natural del espolón rocoso del cerro Mayorazgo, donde se encuentran las evidencias revisadas por este informe, significaría la afectación inmediata de toda la evidencia arqueológica, no explorada ni estudiada, en todo el contorno del cerro; además de la fragmentación de los contextos de articula-ción arqueológica de los mismos materiales, que sería interrumpido irremediablemente afectan-do su estudio e interpretación científica. Como se puede ver, las laderas bajas del cerro Mayorazgo presentan zonas de poblados, terrazas, canales, entre otros, que deben ser preservadas.

Figura 15. Perfil interno de un muro de contención aparentando una fabrica rústica. El aislamiento del muro se debe a la excavación del terraplén interior contenido. Excavaciones de rescate, lado oeste del cerro Mayorazgo.

Foto: Comité de Defensa y Desarrollo de Puruchuco 2013.

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Figura 16. Alineamientos de piedras y restos de estructuras de un posible sistema hidráulico. Excavaciones de rescate, Lado oeste del cerro Mayorazgo. Foto: Lizarzaburu 2013 [en línea].

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Recomendaciones Debemos enfatizar que es más que evidente que los descubrimientos revelan la gran com-plejidad arqueológica del sitio por donde se planea la obra civil (la avenida y el túnel), y las evidencias y materiales obtenidos no están siendo estudiados sino simplemente registra-dos. En este sentido, la exposición de los tes-timonios arqueológicos, de acuerdo a la me-todología planteada, no puede ser totalmente cuestionada en una visita de pocas horas; sin embargo, a pesar de que se tiene prueba de la exposición de estos testimonios, los autores de este reporte no pueden dejar constancia o dar fe del nivel de registro ejercido durante los trabajos de excavación y descubrimiento, que debe estar compuesta de cuadernos de campo, fichas, mapas, dibujos técnicos, fotografías, bolsas con materiales muebles, etc. Lo que sí debemos resaltar, de hecho, es que los testimonios traídos a la luz constituyen nue-va e inédita información para la arqueología de Lima y el país, y dada su importancia y novedad requieren ser conservados y estudiados cientí-ficamente sin ser sujetos de un “rescate” para su liberación y destrucción final y definitiva. La evidencia arqueológica reconocida por nosotros: arquitectura, terraplenes, canales y contextos funerarios de diferentes periodos culturales, constituyen valiosos testimonios del pasado nacional que deben ser preservados in situ, evitando su destrucción pública por las instituciones nacionales (Municipalidad de Ate, Ministerio de Cultura y Ministerio de Transpor-tes) o por cualquier interés u obra civil privada. Al destruir esta evidencia se incurriría en un delito contra el patrimonio, tal como está es-tipulado en el Código Penal vigente (Arts. 226 y 227)7. Está demostrado que estos materiales conllevan un enorme valor documental e histó-rico para la nación peruana no antes previsto y deben ser protegidos por el Estado. Puruchuco y toda su evidencia arqueológica (en superficie y bajo suelo), ahora parcialmente expuesta por las excavaciones descritas, tiene que ser conservada por deber moral, respon-sabilidad ética y valor nacional, más allá de su propio interés e innegable valor científico. Si se les destruye es porque no se respeta la ley nacional vigente, y si no se respeta el ordena-miento legal vigente somos un país mórbido de mercantilismo, corrompido y carente de valo-

res de todo tipo8. Los autores no están contra la obra civil, pero ésta debe hacerse sin afectar un centímetro la evidencia arqueológica del país, utilizando para esto los recursos de la tecnología moderna, la in-dustria, la construcción, la arquitectura y la inge-niería contemporánea. Destruir un invaluable y nunca estudiado patrimonio cultural constituye una aberración y un delito de lesa cultura en un país que se precia de un crecimiento económico sistemático, de inversión, y que apuesta por el desarrollo. Ante la presencia contundente de la eviden-cia ar queológica descubierta no debería proce-der el CIRA (Certificado de Inexistencia de Sitios Arqueológicos) para la municipalidad de ATE

7 El Código Penal Del Perú, Título VIII, Delitos Con-tra El Patrimonio Cultural, dice: Artículo 226º: El que se asienta, depreda o el que, sin autorización, explora, excava o remueve yacimientos arqueológicos prehis-pánicos, sin importar la relación de derecho real que ostente sobre el terreno donde aquél se ubique, siem-pre que conozca el carácter de patrimonio cultural del bien, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años y con ciento veinte a trescientos sesenta y cinco días-multa. Artículo 227º: El que promueve, organiza, financia o dirige grupos de personas para la comisión de los delitos previstos en el artículo 226º, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de ocho años y con ciento ochenta a trescientos sesenta y cinco días- multa.8 La principal razón por la que se quiere destruir la evidencia arqueológica y cortar el cerro Mayorazgo no es el resolver un problema de transporte público, como se podría suponer, sino el facilitar el acceso de clientes al proyectado centro comercial Real Plaza del Grupo Interbank, el mismo que se pretende construir en el lado este del espolón del cerro Mayorazgo (figura 1), colindante a la carretera central. Ver artículo en el Dia-rio Gestión 2011 [en línea]. El mismo Grupo Interbank ha dado un préstamo de 19 millones de soles al Alcal-de de Ate para agilizar la construcción del paso por el cerro Mayorazgo y así beneficiar directamente esta in-versión a costa del patrimonio arqueológico; tal como ha podido corroborar el periodista Javier Lizarzaburu 2012 [en línea]. Al parecer se trata de un contubernio, un lobby, que ha involucrado diferentes actores y que también estaría incluyendo al Ministerio de Cultura, que prefiere favorecer la destrucción del patrimonio Cultural y no su defensa, tal como se puede desprender de las declaraciones del viceministro de Cultura Luis Jaime Castillo. Al respecto leer: Echevarría 2013 [en línea].

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y sus intereses mercantiles particulares. Y es tarea del Ministerio de Cultura hacer cumplir la ley, defendiendo y preservando, como un deber supremo, los bienes de la nación; deber que está claramente sancionado por la Consti-tución Política del Perú en su artículo 21, que a letra dice: “Los yacimientos y restos arqueoló-gicos, construcciones, monumentos, lugares, documentos bibliográficos y de archivo, obje-tos artísticos y testimonios de valor histórico, expresamente declarados bienes culturales, y provisionalmente los que se presumen como tales, son patrimonio cultural de la Nación, independientemente de su condición de pro-piedad privada o pública. Están protegidos por el Estado.” No está de más recordar que Puruchuco es mundialmente reconocido como Patrimonio Cultural del Perú. Al proceder contra el patri-monio nacional, el Ministerio de Cultura es-taría contraviniendo la Constitución Peruana, alterando irracionalmente el ordenamiento urbano y territorial, liquidando su Ley 28296 (Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación), la Ley 29565 (de creación del Minis-terio de Cultura), la Ley 27444 (Ley del Pro-cedimiento Administrativo General), y la Ley 29060 (Ley del Silencio Administrativo). Los trasgresores serán objeto de responsabilidades civiles y penales.

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La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú

Antonio Raymondi Cá[email protected]

ResumenLa finalidad de esta investigación1 preliminar es analizar y evaluar la información correspondiente

al “señorío de Collique”, centrándonos en su procedencia o lugar de origen, así como en las causas e implicancias que traen consigo su posible migración. El desplazamiento de los yungas2 collis en periodos preincaicos, desde el área de Huarochirí a la parte baja del Chillón, sería producto del avance de los yauyos en su afán por conseguir tierras y recursos para su desarrollo. Esta información conlleva a diversas interrogantes aquí desarrolladas y propuestas otorgadas al debate. Todo ello se estudiará dentro de un marco histórico y arqueológico teniendo como fuente principal el Manuscrito de Huarochirí.

Palabras claves: Manuscrito de Huarochirí, yungas, Colli, Valle de Chillón.

RAYMONDI CÁRDENAS, Antonio, 2013. La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 7: 61-75. Lima.

Introducción Desde que Rostworowski (1972) dio a cono-cer el nombre de la población que habitó el valle bajo del Chillón (Lima) durante los pe-riodos prehispánicos tardíos y principios de la Colonia y le otorgó el grado de “señorío”, las investigaciones nacionales no han pro-fundizado en la comprensión arqueológica de

1 El presente trabajo es una sección de la inves-tigación que se viene realizando en el valle bajo del Chillón, titulado: “Centros de menor jerar-quía Inca en la margen izquierda del valle bajo del Chillón”. Este proyecto resultó ganador en el “Concurso de Investigación Formativa para Es-tudiantes de Pregrado 2013” y por ello las exca-vaciones serán financiadas por el Vicerrectorado

tal etnia; a diferencia de Tom Dillehay (1987) quien ha contribuido de manera sustancial con sus estudios sobre estrategias políticas y

de Investigación de la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV). De esta manera, se avanzó con el primer informe (tema de Tesis) presentado al “X En-cuentro de Interfacultades de Estudiantes Investiga-dores” de la UNFV, bajo el título: “Secuencia ocupa-cional tardía de la Huaca Pro, margen izquierda del valle bajo del Chillón. Los Olivos – Lima”, organizado nuevamente por el Vicerrectorado de Investigación, quien ubicó a este informe en uno de primeros puestos.2 En quechua “yunca” significa “tierra caliente”. Ade-más, Cieza (1932 [1550]: 197) mencionaba que “…los que moran en todos estos llanos y costa del Perú se llaman yungas, por vivir en tierras cálidas”. Por ende, “yunca” y “yunga” poseen el mismo significado.

Abstract The purpose of this preliminary research is to analyze and evaluate the information on the “lordship of Collique” focusing on their inception or place of origin, and the causes and implications of their possible migration. The displacement of the yungas in pre-Inca times and Collis from the Huarochirí area to the lower Chillón valley, would be the result of encroachment of the yauyos in their pursuit of land and resources faciltating their expansion. This analysis involves a number of questions and hypothesis resulting from the discussion of the evidence. The material has been studied within its historical and archaeological context having as its principal source the Huarochiri Manuscript.

Keywords: Huarochiri Manuscript, yungas, Colli, Chillón Valley.

A la memoria del Sr. Lino Jorge Raymondi Pascual, más que un padre un amigo

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Antonio Raymondi Cárdenas

económicas de los grupos ubicados en el valle del Chillón. Claro está, aceptando la denomina-ción “Colli”3 y su extensión territorial hasta la Chaupiyunga (zona media), como los manus-critos4 lo señalan. El término “Colli” es definido por Gonzales Holguín (1952) [1613], como Kulli runa: el de mucho brío y esfuerzo en el trabajo, diligente incansable. Kullicuna y Kulliycachani: trabajar casi con brillo y diligencia. María Rostworowski (2004: 30) encuentra más definiciones en au-tores como Santo Tomás (1951) [1563], Torres Rubio (1754), Mossi (1860), Grobman (1961). De acuerdo a ella, la mayoría parece coincidir en el significado quechua de hombre ágil, efi-caz, trabajador. Este trabajo no pretende identificar y dar por resuelto arqueológicamente el desarrollo cul-tural y la manifestación de los collis, de lo que se trata es indagar su procedencia o lugar de origen y profundizar en las causas de su migra-ción al valle bajo del Chillón en tiempos pre-incaicos5 (Figura 01). Para ello, nos valdremos del Manuscrito de Huarochirí. Las traducciones del Manuscrito fueron pu-blicadas por primera vez por Trimborn (1936), luego por Galante (1942), Lara (1960), Argue-das (1966), entre otros. La fuente que nos ser-virá para el siguiente análisis será la traducción del quechua al español de Taylor (1987), ya que la realizada por Arguedas: “… carece de una ri-gurosa y exacta traducción. La de José María Arguedas es poética; él ha sabido, como nadie, expresar la sensibilidad del alma andina en toda su frescura y encanto, ha mantenido la in-genuidad de los cuentistas” (Taylor 1987: 10)6. Este Manuscrito se conserva entre un conjun-to de varios documentos vinculados a la religión y a la organización de la sociedad prehispánica andina en un volumen que lleva el título de uno de estos documentos: Molina Fábulas y Ritos de los Inga Ms.3169 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Este conjunto de manuscritos al parecer perteneció al extirpador de idolatrías doctor Francisco de Ávila (Taylor 1987: 15). Pero sabemos que la autoría y la fecha asigna-das al documento es razón de debate y estudio. El transcriptor parece haber sido el indígena Thomas, quien fue encargado por Francisco de Ávila de compilar los ritos y costumbres indí-genas (Arguedas 1966). La fecha en que fue es-crito oscila entre 1597 y 1608, debido a: el año

de llegada del padre Ávila a San Damián (1597 ó 1598); el tratamiento de doctor que se le da en el texto, siendo conferido el grado en el año 1603, y la fecha del Manuscrito A de 16087 (Arguedas 2009: 229-238). Iniciaremos el estudio siendo conscientes que si se intenta leer un mito del mismo modo como se lee una novela o artículo, de izquierda a derecha, línea por línea, no se podrá entender, porque se debe aprehender como una totalidad y descubrir que el significado básico del mito no está ligado a la secuencia de acontecimientos, sino a grupos de acontecimientos, aunque sucedan en distintos momentos de la historia (Lévi-Strauss 1987: 68).

Entorno geográfico La cuenca del río Chillón se ubica al norte de la ciudad de Lima, en las provincias de Lima y Can-ta, departamento de Lima. Este río es integrante de la cuenca hidrográfica del Océano Pacífico.

3 El término “Colli” presentado en el título con signo de interrogación, corresponde a las muchas ocasiones en que los investigadores manifiestan la inexisten-cia de los collis. Esto en realidad se debe al vacío en las investigaciones acerca de esta denominación y al grado de “señorío” que tuvo la población de esta área. En vista que aún faltan estudios, debates y discusio-nes sobre esta problemática, seguiremos utilizando en el presente trabajo el término “Colli” para refe-rirnos al grupo que habitó la parte baja del Chillón.4 Los manuscritos analizados por Rostworowski (1972; 1978; 2004) que brindan mayor información sobre los collis son: Justicia 413 (1559); Escribanía de Cámara 501-A (1598); Audiencia de Lima 121 (1562); Justicia 448; Justicia 482 (1571); Patrona-to 1, ramo 43 (Archivo General de Indias - Sevilla). 5 En el marco de la presente investigación se to-mará la periodificación de John Rowe (1962). 6 Esto no pretende insinuar que no se contrastarán las informaciones con otras traducciones que hayan servido de aporte relevante para la compresión del mundo andino.7 Dentro de la publicación de Dioses y Hombres de Huarochirí ¿1598? de la traducción de Arguedas en la edición de la Universidad Antonio Ruiz de Monto-ya (2009), se encuentra el “Estudio biobibliográfico. Francisco de Ávila, extirpador de la idolatría” de Pierre Duviols (páginas 215 - 274), donde menciona la com-posición del Manuscrito A y B, siendo el segundo la traducción libre e incompleta al castellano del prime-ro. La fecha del ms. B es de 1608 y alude a un proceso de idolatrías promovido por el padre Ávila, como acto pasado.

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Figura 01: Mapa de la costa central del Perú con las posibles ubicaciones de las etnias mencionadas en el Manus-crito de Huarochirí. Tomado de Gerald Taylor (1987) y modificado por Antonio Raymondi y Raquel Mejía 2013.

El valle bajo desciende desde los 500 msnm hasta el litoral. Limita por el norte con las cuencas de Chancay-Huaral, por el sur con la cuenca del Rímac, por el este con la cuenca del Mantaro y por el oeste con el Océano Pacífico (ONERN 1975). En términos de demarcación política el río cubre la provincia de Canta y los distritos de Carabayllo, Puente Piedra, Ventanilla, Comas, Los Olivos y San Martín de Porres, integrados a la provincia de Lima. De los tres valles de la costa central (Lurín, Rímac y Chillón), el que conserva las mayores áreas cultivadas es el Chi-llón, a pesar de la afectación urbana (MINAM 2010). Para el tramo Chuquitanta y Carabayllo, el río tiene moderada capacidad de carga por lo que el lecho se rellena y se producen los desbordes e inundaciones durante los años muy lluviosos, y sumado el Fenómeno El Niño ocasionan ero-siones laterales y destrucciones de tierras agrí-colas e infraestructura. Tal vez ello sería una de

las causas de la distancia que poseen muchos si-tios arqueológicos de la margen izquierda del va-lle bajo del Chillón, como el Complejo Alborada, Huaca Chasqui, Huaca Pro, Huaca Infantas, etc., los cuales se ubican en un promedio de 1 a 2 km. del río.

Investigaciones en el área de estudio El valle del Chillón ha sido tema de numero-sas investigaciones, sea en prospección, reco-nocimiento o excavación, por distintos autores como Squier (1877), Middendorf (1894), Villar Córdova (1935), Stumer (1954), Horkheimer (1955), Lanning (1963), Patterson (1966), Murra (1975), Dillehay (1974, 1976, 1977,1987), Ludeña (1975), Agurto (1984), Pérez y Arce (1989), Bazán del Campo (1990), Morales (1990), Silva (1992), Iriarte (2000), Aranguren (2005), Ayala (2008), Espinoza et al. (2008), entre otros. Las investigaciones etnohistóricas, antropo-lógicas y arqueológicas nos brindan evidencias sustanciales sobre el comportamiento social, po-

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lítico y económico de la población que en tiem-pos prehispánicos habitó la zona baja del Chi-llón. Sin embargo, es menester hacer hincapié que los estudios arqueológicos (Villar Córdova 1935; Dillehay 1974; Ludeña 1973, 1975; Mo-rales 1993; Silva 1992; entre otros) no se han enfocado en la temática de los collis. Mucho menos se ha intentado realizar un consenso o debate sobre la organización sociopolítica, ma-nejo económico, localización de las etnias, etc., del grupo social que ocupó estos espacios; tal vez por la falta de excavaciones en el área donde se desarrollaron los collis (distrito de Comas). Por ello, la mayoría de aportes y quizá discusio-nes e intentos de esclarecimientos del tema los han otorgado los estudios etnohistóricos. Rostworowski (1972, 1978 y 2004) informa acerca de un conjunto de etnias en el valle del Chillón. Esta información se sustenta en el análisis de documentos coloniales hallados en Sevilla y en los archivos de Perú. Ella no sólo se limita al análisis de la organización política y económica de aquellas etnias, sino que otor-ga conocimientos interesantes sobre las plan-taciones de coca para el valle. Se conoce, por ello, que en la zona media y baja del Chillón, se desarrolló un señorío denominado Colli, que abarcó desde el mar hasta algunos metros valle arriba del actual pueblo de Santa Rosa de Qui-ves, quienes sojuzgaron a los quivis basándose en alianzas políticas para explotar los cocales de estos. La sede principal de los collis, durante el pe-riodo Intermedio Tardío (900-1470 dC.), se lo-calizó en la Fortaleza de Collique (Figuras 02 y 03) (zona de Collique, distrito de Comas). Rost-worowski señala, además, la ocupación Inca en el valle. Para el Horizonte Tardío (1470-1532 dC.), Túpac Inca Yupanqui avanzó hacia el Chi-llón y, aliado con los yauyos, arremetió contra el ejército del señorío Colli. No fueron suficien-tes las oposiciones de los collis y la ayuda del curaca Quivi Chaumecaxa, pues el ejército Inca eliminó a todos los varones y dejó vivos sólo a mujeres y niños (Rostworowski 2004). En 1571 el visitador Juan Martínez Rengifo mencio-nó que en la reducción de San Pedro de Cara-Cara-bayllo sólo quedaban escasos pobladores collis, entre algunos viejos, mozos y un curaca llama-do Hernando Nacar. En esta manifestación se indica la existencia de diez pachacas8 Colli, al parecer, un modelo establecido durante el pe-

riodo incaico; estas fueron: Chuquiruro, Caxa Chumbi, Vilca Tanta, Vilca Chumbi, Chumbi Guarco, Chumbi Tanta, Carua Guanco, Carua Chumbi, Chinqui Yanga y Chuquitanta (Rostwo-rowski 1972). John Murra (1975) es uno de los investigado-res que más ha aportado al entendimiento de las poblaciones del valle del Chillón para perio-dos tardíos. En su texto El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas sostiene, para el “tercer caso”9, la colonización de espacios por parte de los collis con la intención de obtener sementeras de cocales. Esta colonización hace referencia a que la población Colli debió haber convivido con gente Quivi, al tomar posesión de algunas partes de sus tierras mediante alguna alianza política de protección. Estas formaciones políticas impli-caban negociar un control conjunto de recursos infinitos mediante articulaciones sociales, econó-micas y religiosas (Murra 1975). Pero, aún falta realizar más investigaciones para poder contras-tar este “caso”. Las investigaciones de Dillehay (1974, 1976, 1977 y 1987) en el Chillón estuvieron, primero, orientadas al sitio arqueológico Huancayo Alto, ubicado en la margen izquierda del valle medio y, luego, referidas a temas económicos y políticos de las etnias establecidas a nivel de todo el valle. En su artículo de 1987 expone un análisis de las estrategias empleadas por los grupos sociales, con el fin de acceder y asegurar recursos del valle. Asimismo, se basa en el “tercer caso” planteado por Murra, construyendo un planteamiento me-jor estructurado para responder al supuesto do-minio Colli en el valle y a su tenencia de tierras cocales en Quivi (Dillehay 1987). De esta manera, Dillehay (1987) propone tres modelos de estrategia de las etnias locales del

8 Cada Pachaca equivale a 100 tributarios. 9 Murra ofrece cinco casos de control de pisos ecoló-gicos con el fin de reforzar y delimitar el modelo de “archipiélago vertical”. El “tercer caso” está basado en el valle del Chillón, donde el autor plantea que se trata de pequeñas etnias con núcleos en la costa, ejercien-do una presión militar y política con el envío de gente a las tierras que se desea explotar. En este caso sería gente Collique enviada a Quivi. Según el autor quedan algunas dudas, ya que pudo haberse tratado de un con-trol externo (político) y no vertical, donde los quivis eran independientes.

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Figura 02: Vista panorámica desde el NE de la Fortaleza de Collique. Tomado de Walter Tosso (2004).

Chillón: (1) cooperativas, basadas en las coloni-zaciones, comercio e intercambio y grupos mi-gratorios de trabajo; (2) coercitivas, donde se establece la división de la tierra y alianzas po-líticas, guerras y control de fuentes de agua; y (3) receptividad económica y descentralización política, que representa una síntesis o unión de las dos primeras estrategias. El autor concluye que la etnia Colli no se constituyó como el cen-tro político del valle, ya que se desarrollaron múltiples grupos que buscaron asegurar y man-tener la autonomía política y la autosuficiencia económica, siendo una sociedad local no estati-zada en tiempos prehispánicos tardíos. Dillehay (1976) se apoyó, para sostener estas propuestas, en sus excavaciones en Huancayo Alto y en la recolección de material cerámico de sitios arqueológicos ubicados a lo largo del va-lle. El autor admite los vacíos existentes al dar por resuelto el comportamiento social de la po-blación del valle y que es insuficiente el análisis

material para sustentar algún estilo propio de Collique. El enfoque ecológico que sustenta el autor (Dillehay 1976, 1977, 1987) es interesante en la medida que se da por sentado la existencia de una etnia que verdaderamente se denominó Colli y que tuvo el poder suficiente para alcanzar recursos que los beneficiaran.

¿De dónde provienen los collis? Aquí no se intenta dar por definido todo en cuanto a la etnia Colli, ni mucho menos deter-minar su lugar de origen. Se trata de un acerca-miento a lo sucedido en épocas prehispánicas a través del Manuscrito de Huarochirí (Arguedas 1966 y Taylor 1987). Rostworowski (2004: 32 y 33) comenta: “Según Ávila, los collis junto con otros grupos yungas habitaban la sierra antes del movimiento migratorio iniciado por los yau-yos… Los informantes de Ávila (Cap. 25: 149) contaban que los collis huyeron arrasados por el viento, perdieron la razón y murieron, mien-

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Figura 03: Fotografía aérea de 1945 (Servicio Aerofotográfico Nacional). Fortaleza de Collique y Huaca Alborada I, II y III.

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tras algunos lograron caer en el actual pueblo de Carabayllo… Quizás un día se podrán iden-tificar estos lugares arqueológicamente; los sitios habitados por los collis, en plena sierra, fueron los pueblos de Yarutini, Huayquihusa y el de Colli, conquistado posteriormente por los checas (Ávila Cap. 6, 9 11 y 24)”. Los capítulos 6 y 24 refuerzan la idea del avance de los yau-yos desplazando a los yungas y brindan infor-mación acerca de lugares como Llacsatambo10

y Yarutine. Según los documentos del Archivo General de Indias (Sevilla-España), Justicia 413, re-visados por historiadores, antropólogos y ar-queólogos (Rostworowski 1972; Murra 1975; Dillehay 1977, 1987, entre otros), manifiestan que el curacazgo de Collique se extendía desde el mar hasta valle arriba del actual pueblo de Santa Rosa de Quives, en el valle de Carabayllo. Asimismo, en el Archivo General de la Nación (AGN), existen importantes datos sobre los fundos, fanegadas y límites de la hacienda Co-llique, permitiendo ubicar, como centro prin-cipal de los collis a la Fortaleza de Collique y huacas localizadas alrededor (algunas huacas hoy ya no existen) (AGN, Títulos de Propiedad, Cuaderno 346, 1546. Cuaderno 745, folio 62, 72 y 84, 1586.). Todas estas reseñas indican que el señorío Co-lli se desarrolló en los periodos del Intermedio Tardío, Horizonte Tardío y Colonia. Pero de ser cierto o no este carácter de señorío poderoso, es claro que no funcionó siempre así, pues la ocu-pación en periodos anteriores y la proveniencia o el lugar de donde migraron debe jugar un pa-pel importante, principalmente por ahondar en las razones de su descenso, sustentado en los mitos de Huarochirí. Al respecto nos pregun-tamos: ¿De dónde proviene esta población?, ¿por qué se produce su migración hasta el área baja del Chillón? y ¿se manifiesta arqueológi-camente este movimiento migratorio? Una de las fuentes principales para intentar esclarecer estas preguntas se encuentra en los capítulos 9, 11, 25 y 26 del Manuscrito de Huarochirí de la traducción de Taylor (1987), lo cual no implica que no se relacione con otros acápites. El orden de los capítulos se desarrollará según la articu-lación correspondiente. En el capítulo 25 (Taylor 1987: 395–400) se menciona la existencia de los collis residiendo en un lugar llamado Yarutine. Pariacaca, eno-

jado porque no recibió invitación de coca y bebi-da, advirtió matar a todos los hombres dentro de cinco días. Sólo un hombre que convidó a Paria-caca se salvó, el resto fue levantado por un fuerte viento. Algunos murieron, otros “... los trasportó a un cerro en la dirección de Carhuayllo. Este cerro se llama Colli hasta hoy. /Se dice que/ esta gente [que llegó al] cerro se extinguió”. En la actualidad existe un cerro llamado Yeluti-na, al este del pueblo de San Damián, probable-mente se trate del mismo lugar denominado en aquella época Yarutine. Otro aspecto fundamen-tal es que la palabra “Yaro” era el término antiguo con el que se le denominaba a los yauyos (Rost-worowski 2004: 32). Además, se entiende que la población Colli fue arrojada a la sección baja de algún valle, se confirma que fue del Chillón, porque más adelante señala su ubicación dentro del territorio de los Carhuayllo (hoy distrito de Carabayllo); esto parece señalar dos opciones: los Carhuayllo ya existían para aquel entonces, es decir antes de la llegada de los collis al valle, o se refiere a la reducción de San Pedro de Ca-rabayllo, pues la traducción de Arguedas (1966: 141) lo indica como “pueblo actual vivo”. Estos collis “cayeron” sobre una montaña la cual, para el XVI, era denominada bajo el mismo nombre, evidenciando que se trataría de la hoy conocida Fortaleza de Collique. Por último, cabe resaltar que para fines del XVI eran casi 22 los habitantes collis que se encontra-ban en la reducción de Carabayllo, producto de las derrotas en tiempos incaicos y las enfermedades y abusos a la llegada de los españoles; coincidien-do la fecha en que posiblemente fue redactado el Manuscrito. (Rostworowski 2004: 42; Salomon et al. 2009: 47). Spalding (1984: 173-177) con-firma este hecho al mencionar la disminución demográfica de la provincia de Huarochirí entre 1545 y 1571, alrededor del 30% o 1,15% al año. Retrocediendo al capítulo 9 (Taylor 1987: 165–167), se narra el desplazamiento de los yungas a la parte baja. Las comunidades de la provincia de

10 Taylor (1987: 183) señala que el nombre actual es Llaquistambo. Llacsa es un metal que se utilizaba, pulverizado, en los ritos. Además puede corresponder a una deformación aru de Llaquis. Se trata de un sitio compuesto por piedras de mampostería ordinaria or-denadas en hileras de dos, los cuales delimitan recin-tos, cámaras funerarias, espacios abiertos, etc., unidos mediante vanos de acceso y flujos de circulación.

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Huarochirí y la de Chaclla Mama, durante el XVI, estaban conformados por yungas. Paria-caca y sus hijos se encargaron de vencerlos y “… desterraron a los yuncas. Y estos yuncas olvidando a su dios antiguo, empezaron a adorar a Pariacaca – todos los yuncas – y es-tos yuncas – eran los colli que vivían en estas tierras de los checa estableciendo asentamien-tos en toda la región”. Si nos ubicamos en el si-glo que fue narrado, comprenderemos que los checas11 viven en tierras que antes fueron de los collis, pero al ser desplazados, los quintis12

ocuparon su lugar. Esto nos indicaría que Pa-riacaca expulsa a los yungas Colli para colocar a gente Checa, pero al parecer no fue así, pues en capítulos posteriores se afirma que los checas reocupan este lugar debido a la expulsión de los yungas quintis; como se verá más adelante. Además, el capítulo 9 nos señala el avance de Pariacaca y sus hijos. Empezaremos con el avance de Pariacaca hacia pueblos probable-mente serranos, pero habitados en espacios con nombre Yunga. El capítulo 26 (Taylor 1987: 401–410) explica el asentamiento de los Pich-camarca y los sutcas en un cerro llamado Maca-calla, localizado valle arriba de San Damián. Al principio se narra la matanza de los habitantes sobre la montaña con una lluvia amarilla y roja, pero después se aclara que algunos hombres lo cuentan de otro modo “/Dicen que,/ un día, al-gunos miembros de esta comunidad jugaban a rihui13; otros bebían. Mientras estaban ocu-

11 En tiempos preincaicos la etnia Checa parece ha-ber pertenecido a los yauyos, pues según el Manus-crito de Huarochirí el avance de los últimos permitió el desplazamiento de los yungas, cediéndoles tierras a los checas y ubicándolos en Llacsatambo (San Da-mián) (Arguedas 2009). Salomon et al. (2009), se-ñala que para 1579 y 1588 existía un “ayllu Checa” perteneciente a uno de los 10 ayllus de Sisicaya, los cuales habitaban en el actual pueblo de San Damián (Huarochirí).12 Los quintis parecen haber sido yungas que habi-taban las partes altas de Huarochirí en tiempos pre-incaicos. Luego serán desplazados por Tutayquiri a zonas bajas (Taylor 1987). Para el Horizonte Tardío, Salomon et al. (2009), menciona que existía un “ayllu Quinti” el cual fue conocido como grupo se- Quinti” el cual fue conocido como grupo se-rrano hasta 1579 y 1588. 13 Se trata de una piedra pequeña amarrada con una cuerda. No se explica el modo de uso (Arguedas 1966: 143).

pados así, una pequeña nube apareció encima del cerro que domina Canlli… cayó lluvia, lluvia roja. Además hubo rayos. Toda la gente tuvo miedo… se prepararon para defenderse. Otros huyeron…”. Toda la gente que huyó y las que se quedaron en Macacalla se convirtieron en piedra. Luego, un hombre Sutca lloró por despedirse de su pueblo y “… mientras hablaba, la cabeza de Macacalla cayó a sus pies. En seguida, la alzó y, muy rápidamente echo a volar en forma de halcón y huyó llevándola… este hombre multi-plicándose se estableció en Llantapa…” Forma-ron nuevos pueblos y después de estos sucesos “… fueron conquistados por Tutayquiri”, pero los sutcas decidieron volver a sus zonas antiguas temiendo y adorando a Pariacaca y Tutayquiri. Según la traducción de Arguedas el cerro que domina Canlli, es entendido como una montaña llamada Colli y se encuentra muy cerca al de Ma-cacalla. Todos los detalles giran en torno a lo su-cedido a la población que vivía en ambos cerros, pero aquellos, al parecer, eran serranos, pues en todo el capítulo no se emplea la palabra “yunga”, sino “poblador, hombres”. Por el contrario, el ce-rro en el que habitaban sí poseía un nombre yun-ca: “Colli”. Por consiguiente, es probable que en los constantes avances de Pariacaca en sus vic-torias contra los yungas a la parte baja, estos al habitar por mucho tiempo en aquellas áreas, de-jaron sus huellas con los nombres de sus etnias o costumbres. Por ejemplo, en la revisión de Taylor (1987: 379) de la Carta Annua 1609, encuentra el título sobre los bailes de “macua yunca”; al ha-blar de la fiesta de Ynacha y del encender la “lum-bre nueva” se menciona que “se visten los indios al modo de los yuncas”, también aprendieron sus ritos. Además, Salomon et al. (2009: 30) mani-fiesta que antes de 1579 el valle de Lurín estaba compuesto por la colonia multiétnica de Sisicaya, perteneciente a la clase de formaciones políticas unificadoras de múltiples valles, es decir, algunas poblaciones dueñas de enclaves en el valle medio de Lurín tenían sus centros en las cuencas bajas del Rímac y Lurín. Los sutcas son mencionados en el valle bajo del Chillón, situados al costado de los chuquitantas, en la margen derecha del río (AGN, Títulos de Propiedad, Cuaderno 745, folio 7r, Año 1585). Lo cual indicaría que no todos los sutcas volvieron a sus zonas antiguas, sino que algunos se esta-blecieron en otros lugares. Si bien es cierto en la actualidad existe una urbanización llamada Chu-

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quitanta en el distrito de San Martín de Porres, ésta se localiza en la margen izquierda del río Chillón. La certeza de tratarse de la ubicación de la etnia (Intermedio Tardío) y de la pachaca (Horizonte Tardío) en lo que hoy es la urbani-zación, puede tener relevancia si comprende-mos la idea que poseían los españoles o indíge-nas de ver las márgenes de los ríos, cuando se observa en dirección este u oeste. Silva (1992) declara la existencia de un “conglomerado de montículos” para la zona de Chuquitanta, co-rrespondiendo a la afirmación de Villar Cór-dova (1935) quien señalaba la distribución de “centros poblados” en el valle del Chillón. En estudios anteriores (Raymondi y Mejía ms.) hemos analizado estas concentraciones de si-tios arqueológicos mediante las aerofotografías de la década del 40 (Servicio Aerofotográfico Nacional) y con el reconocimiento de campo se pudo identificar lo que denominamos “esferas territoriales”14 (Figura 04), situando de mane-ra hipotética a la etnia Sutca en la urbanización Pro, urbanización Retamas de Pro, urbanización

Río Santa, asentamiento humano Los Rosales de Pro y urbanización Santa Luzmila (distritos de Los Olivos y Comas), precisamente junto a la urbanización Chuquitanta (etnia Chuquitanta). Estos montículos se encuentran alrededor del

14 Los sitios arqueológicos de la margen izquierda del valle bajo del Chillón se encuentran ordenados a través de un “modo de organización espacial agrupa-da”, donde las huacas rodean a un Cerro Tutelar (Tello 1923). Este modo de organización está compuesto por tres “esferas territoriales” localizadas en las actuales urbanizaciones: Chuquitanta, Pro y Collique. Tra-tándose probablemente de algunas de las seis etnias postuladas por Rostworowski (1972): Colli (Collique), Chuquitanta (Chuquitanta), Carahuaillo (¿distrito de Carabayllo?), Comas (¿distrito de Comas?), Sutcas (¿Pro?) y Sehuillays (¿?). En el caso de la “esfera terri-torial de Pro” está compuesta por conglomerados de montículos orientados de noreste a suroeste, donde las plataformas superpuestas se hallan en el lado noreste, dejando el patio principal al lado opuesto; además, se encontraban ligados a un cerro tutelar: Cerro Pro.

Figura 04: Modo de organización espacial agrupada del valle bajo del Chillón durante el Intermedio Tardío (con algunos sitios arqueológicos reocupados durante el Horizonte Tardío). Fuente: Servicio Aerofotográfico Nacio-

nal 1943, 1945; Google Earth 2013. Modificado por Antonio Raymondi y Raquel Mejía 2013.

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La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú

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Figura 05: Patrón de orientación noreste – suroeste de los sitios arqueológicos de la margen izquierda del valle bajo del Chillón. El sitio de líneas punteadas no existe en la actualidad. Elaborado por Antonio Raymondi y

Raquel Mejía 2013.

cerro Pro que poseía el rol de cerro tutelar (Te-llo 1923), y están orientados de noreste (donde se encuentran las plataformas superpuestas y el entramado arquitectónico) a suroeste (don-de se hallan espacios abiertos a manera de pa-tios principales) (Figura 05). Para el caso de la Huaca Pro la ocupación Inca resulta ser evi-dente, debido al completo cambio y a la com-pleja distribución espacial al que fue sometido, tal vez por tratarse de un centro ceremonial im-portante relacionado al cerro Pro (distanciados uno del otro por 200 m.). Otro dato llamativo son los grupos conquista-dos por Tutayquiri. El ataque del hijo de Paria-caca se muestra en el capítulo 11 (Taylor 1987: 205–216). Se declara que los checas eran her-manos menores15 de los quintis y al ser menos-

preciados se quejaban. Tutayquiri los ayudó y, prometiéndoles que serán gente respetada, ata-có a los yuncas de Llacsatambo: “Cuando estos yuncas supieron del hecho, muy atemorizados, empezaron a huir a las tierras de Colli de Abajo. /Sabemos que/ hoy estos colli viven contiguos a los carhuayllo y que hasta ahora, sus muer-tos yacen arriba en el cementerio de sus tierras antiguas”. El ataque de Llacsatambo muestra un hecho muy interesante. Existen en la actualidad las ruinas de este poblado, localizado valle arri-ba de San Damián, pero lo curioso no recae aquí,

15 El título de “hermanos menores” significa el he-cho de haber sido creado o nacido después (Arguedas 1966: 69).

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sino en que Llacsatambo tuvo que ser un lugar afiliado a los quintis o poseyó un significado muy importante para ser atacado y con ello de-mostrar que los checas, quizá al habitar allí, se-rían respetados y admirados. Este sitio parece corresponder a un centro ceremonial principal de los checas y de los yungas que antiguamen-te vivían allí (Taylor 1987: 183). Se dice que los pobladores fueron arrojados al territorio Colli, lo cual evidencia que estos ya existían o ya habían sido arrojados a la parte baja, antes de recibir a otras poblaciones que igualmente eran desplazadas. Pero, no sólo los collis eran los que ya se habían situado en el valle bajo del Chillón, sino también los carhuayllos. Si recor-damos lo expuesto del capítulo 9, cuando se menciona que Pariacaca expulsó a los yungas collis de las comunidades de Huarochirí y Cha-clla Mama para otorgarle tierras a los checas, y el capítulo 11 nos señala que los pobladores fueron arrojados a espacios contiguos o perte-necientes a los collis, nos resulta comprender que al momento de ser arrojados los collis de inmediato no habitaron los checas, sino que en un determinado tiempo debió corresponder a los yungas quintis, siendo un grupo social que habitó en un periodo intermedio entre Colli y Checa16. Sobre el desplazamiento de los yungas de los pueblos de Chaclla Mama, nos refieren datos de la existencia de un ayllu de Jicamarca llamado Culli, pero a juzgar por el año (1752), más que un rezago de alguna población Colli que que-dó en estos territorios, parece corresponder a mitmas llevados para satisfacer necesidades estatales Inca (AGN. Derecho Indígena, Cua-derno 286, año 1752). Sin duda, las evidencias arqueológicas en los asentamientos de estas actuales provincias, tendrían que dar noticia sobre los momentos ocupacionales, sobre todo si consideramos la declaración que gente Colli

16 Los yauyos parecen haber tomado el rol de llacuaz (asociados al pastoreo, cultivos de secano, la caza, violencia transformadora) o invasores. Según los manuscritos los serranos tomaron tierras producti-vas y establecieron su hegemonía sobre la antigua ocupación Yunga o Huari (ligados a las deidades de la tierra, la antigüedad, la riqueza, el orden político). Esta relación sierra-yunca, probablemente siguió ar-ticulándose durante el periodo Inca y colonial (Salo-mon et al. 2009).

se enterraba en sus antiguos pueblos (¿Lla-csatambo y/o Yarutini?).

Epílogo Las migraciones de los yungas corresponden al avance de los yauyos, quienes se apoderaron de espacios ajenos al desplazar a poblaciones a las partes bajas del Chillón a lo largo del tiem-po. La Fortaleza de Collique, Huaca Alborada I, II y III, Huaca Don Carlos I y II, Huaca Zancudo, Huaca Chacra Cerro I y II, etc., y otros elemen-tos arqueológicos que a nivel superficial poco se puede determinar, formaron parte de la etnia Colli la cual vino migrando, probablemente, du-rante el periodo Horizonte Medio (500-900 dC.) o principios del Intermedio Tardío (900-1470 dC.), desde los asentamientos de origen o paca-rinas de Yarutini y Llacsatambo, los cuales serían los principales centros ceremoniales, dentro del actual pueblo de San Damián, provincia de Hua-rochirí. La probabilidad de que las migraciones se hayan dado durante el Intermedio Temprano (200 aC.-500 dC.) es también factible si conside-ramos la llegada de varios grupos de la sierra en estos años, quienes convivieron con los yungas del valle medio de Chillón. Estos habitantes qui-zá hayan venido de la cuenca adyacente del Man-taro en la puna de Junín y del área de Chacalla-Jicamarca desde el sureste. Prueba de ello, es el descubrimiento de Dillehay de un asentamiento en la sierra baja, llamado Huaycoloro, cerca de Jicamarca, que contiene el mismo tipo de cerá-mica que la zona residencial de Huancayo Alto (Dillehay 1977). Estos sitios arqueológicos estu-vieron conectados por un sendero bien marcado de 9 km., estableciendo el claro contacto de gru-pos Chacalla-Jicamarca con los grupos del valle medio del Chillón desde tiempos muy antiguos (Dillehay 1987). Estos contactos toman fuerza si consideramos que la existencia del ayllu Colli en Jicamarca, pertenecería a pueblos migrantes y no a mitmas, lo cual daría razón de la existencia de estos yungas en Chaclla Mama. Con esto podemos intentar seguir la ruta que siguieron los vencidos por Pariacaca. El capítulo 9 del Manuscrito nos indica el desplazamiento de los yungas Colli de las comunidades de Huaro-chirí y Chaclla Mama, deduciéndose que ante su derrota huyeron hacia la parte media del Chillón y luego empezaron a descender. Estos grupos sociales del Intermedio Temprano se encuen-tran en sitios como Copacabana, El Carmen, La

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Uva, Collique, Cerro Volcán y Huacoy, asocia-dos al área agrícola del valle de las zonas de Puente Piedra, Carabayllo, Copacabana, Hua-coy y Collique (Paredes 2000: 154 y Correa 1992). La ubicación de estos asentamientos se relaciona al recorrido de los principales cana-les de riego en las zonas de Huacoy, Collique y Sol de Oro, en la margen izquierda del río, se encontraban los canales Comunera, Hua-coy, Collique Alto, Infantas, entre otros (AGN Juzgado de Aguas 3.3.8.29; 3.3.6.10; 3.3.4.15; 1642) (Ayala 2008). Estas gentes que en el pa-sado fueron serranos, se desarrollarán y crece-rán a manera de “señoríos” o “curacazgos” en el Intermedio Tardío, bajo la denominación de yungas. Los chuquitantas al parecer se locali-zaron en la actual urbanización Chuquitanta, y los sutcas en las actuales urbanizaciones de Pro en Los Olivos y Santa Luzmila en Comas. Sobre los sehuillays y Comas no se cuenta con-mayor información. Esto demostraría que no todos los yungas desplazados volvieron a sus tierras originarias, sino buscaron nuevos espa-cios para habitar. El ayllu Culli en Jicamarca podría ser el co-rrespondiente a épocas preincaicas, pero cabe la posibilidad que se trate de un conjunto de mitmas trasladados en tiempos incaicos. Esta aseveración parece repetirse en el caso del anexo Culli o Colli del pueblo de Pati, provin-cia de Canta (Bueno 1951: 35), en los artesanos Yunga de Collique norteño llevados a Cajamar-ca para elaborar lozas de barro para el estado Inca, o en los plateros yungas de la costa cen-tral llevados al Cuzco en época colonial (Espi-noza 1970). Cabe señalar que la adoración a Pa-riacaca nunca dejó de ser una de las actividades más importantes, recordemos el capítulo 9: “…vencieron y desterraron a los yuncas. Y estos yuncas olvidando a su dios antiguo, empeza-ron a adorar a Pariacaca…”. Y en los últimos acápites indica que fueron, según el orden de cercanía a la costa (Taylor 1987: 189): “Todos los yuncas de Colli, de Carahuayllo, de Ru-rincancha, de Latim, de Huanchohuaylla, de Pariacha, de Yañac, de Chichima, de Mama…” (Astuhuamán 1998: 34). Esto se ve reflejado en los caminos que indica Villar Córdova (1935: 190), pues de la Fortaleza de Collique se des-prendía un ramal que se dirigía hacia el este conectándose con Jicamarca y luego proseguía por Canta; el otro camino llegaba del norte, es

decir de Paramonga, hasta las bases de Collique, de allí se dirigía hacia Macas, y luego en dirección al sur cruzando la pampa de Comas hasta llegar a Pachacamac, para ascender a Pariacaca por el va-lle de Lurín. Además, las interacciones horizon-tales provenientes de la cuenca del Rímac y Lurín hacia la zona media del Chillón, se demuestran en las variadas incursiones de los Chaclla y los pueblos que migraban hacia Huancayo Alto (Di-llehay 1987). Si bien es cierto, faltan más explicaciones para correlacionar y comprobar este supuesto origen, falta también responder a muchas interrogantes, por ejemplo ¿cuánta confusión e interés pudo haber existido en la designación de los nombres otorgados por los informantes y escrito por el re-copilador del Manuscrito de Huarochirí?, ¿pudo haber regresado gente Colli y haber poblado áreas de Huarochirí?, ¿cuáles son las manifes-taciones materiales que los identificaron? Estas preguntas serán respondidas conforme nuestras investigaciones avancen, de un tema tan mencio-nado pero tan poco estudiado arqueológicamen-te: los collis.

Agradecimientos Al Mg. José Vega y al Lic. Ronal Ayala por la confianza brindada para el reforzamiento del presente estudio. A la estudiante Steffy Morante y a la Base 2012 de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Asimismo, un espe-cial agradecimiento a la estudiante Raquel Mejía y a mi familia por el gran apoyo incondicional, sin ellos no existiría este trabajo. Por último y no menos importante a los editores de esta revista por las observaciones para mejorar el artículo. Toda la responsabilidad de lo elaborado y sus-tentado recae sobre el autor.

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Nro. 5. diciembre 2012. https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/

revista-haucaypata-nro-5-2012

Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda - Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian - El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón - Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo - Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 6. mayo 2013. https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/

revista-haucaypata-nro-6-2013

Cuzco y Machu Pijchu Manuel Chávez Ballón - Excavaciones arqueológicas en un “basural” del Sector VIII, Subsector G, de Choquequirao Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - El Usno de Tamburco: vínculos de una plataforma ceremonial Inca con el paisaje local en la ruta del Chinchaysuyu. Apurímac José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Huancasragau: un asentamiento Inca en la cuenca del río Gorgor. Cajatambo-Lima Arturo Ruiz - ¿Cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico? Victor Falcón Huayta - El incómodo patrimonio arqueológico en la “modernización” de Lima: construcción de túneles, la ampliación de la avenida Javier Prado Este y la afectación de Puruchuco-Huaquerones Rodolfo Monteverde Sotil.

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Auspician:

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REVISTA HAUCAYPATALima-Perú

diciembre 2013

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Investigaciones arqueológicas del TahuantinsuyoREVISTA HAUCAYPATA

Index

Editorial

List of Collaborators

The Machu Picchu Museum of the Casa Concha, CuzcoVictor Falcón Huayta

“The priest’s sermon”, The Inca religion and its relationship with Christianity in the work of Cristobal de MolinaChristian Giovanni Cancho

Incanäni: a Wamalli funeral complex with indications of Inca rock art in the High Marañón, Huánuco-PeruCarlo José Alonso Ordóñez Inga

Observations on the rescue excavations carried out by the Municipality of Ate-Ministry of Culture, on the archaeological site of Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López

The origin of collis?: a proposal and perspective from the Huarochirí Manuscript, Lima-PeruAntonio Raymondi Cárdenas

Editorial Norms

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