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SERIE INVESTIGACIONES El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral: una colonia de Monterrey María Luisa Martínez Sánchez Instituto Estatal de las Mujeres ∙ Nuevo León

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SERIE INVESTIGACIONES

El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral:

una colonia de Monterrey

María Luisa Martínez Sánchez

Instituto Estatal de las Mujeres ∙ Nuevo León

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El capital social y la participación de las mujeresen la fuerza laboral: una colonia de Monterrey

María Luisa Martínez Sánchez

Primera edición, septiembre de 2008.

Derechos reservados conforme a la Ley por:

© Instituto Estatal de las Mujeres de Nuevo León

Morelos 877 Ote., Barrio Antiguo, Tels.: (01 81) 2020 9773 al 76 y 8345 7771Monterrey, N.L., 64000

Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida o transmitida, mediante ningún sistema o método, electrónico o mecánico (incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema de recuperación y almacenamiento de información), sin consentimiento por escrito de la institución responsable de la edición.

EJEMPLAR GRATUITO. PROHIBIDA SU VENTA

Impreso en México. Printed in México

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CONSEJO DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA 2008 - 2009

Cecilia Pérez M. de SadaPresidenta

Jaime Alonso GómezVicepresidente

Arnoldo Téllez

Diana Perla Chapa

Gonzalo Pérez Escobar

Jaime R. Espinosa

Maru Buerón

R. M. Catalina Ahedo

Rebeca Clouthier

Susana González Z.

INSTITUTO ESTATAL DELAS MUJERES ∙ NUEVO LEÓN

María Elena Chapa H.Presidenta Ejecutiva

María del Refugio ÁvilaSecretaria Ejecutiva

María del Consuelo ChapaDirectora Operativa de Programas

JUNTA DE GOBIERNO

Lic. José Natividad González ParásGobernador Constitucional del Estado

Sra. Cristina Maiz de González ParásInvitada especial

Lic. Rodrigo Medina de la CruzSecretario General de Gobierno

Lic. Aldo Fasci ZuazuaSecretario de Seguridad Pública

Lic. Luis Carlos Treviño BerchelmannProcurador General de Justicia

Lic. Rubén Martínez DondéSecretario de Finanzas y Tesorero General

Dr. Reyes Tamez GuerraSecretario de Educación

Dr. Gilberto Montiel AmorosoSecretario de Salud

Ing. Alejandro Páez Aragón Secretario de Desarrollo Económico

Lic. Alejandra Rangel HinojosaPresidenta del Consejo de Desarrollo Social

Profra. Gabriela del Carmen Calles GonzálezDirectora General DIF Nuevo León

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José Antonio González TreviñoRector

Jesús Áncer RodríguezSecretario General

Ubaldo Ortiz MéndezSecretario Académico

José Reséndiz BalderasDirector de la Facultad de Filosofíay Letras

Graciela Jaime RodríguezDirectora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano

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Índice

Mensaje del Gobernador

Presentación

Capítulo 1. Introducción / Problema de investigación

2. Marco teórico y revisión de literatura2.1 La participación de las mujeres en la fuerza laboral en Monterrey, México.2.2 La explicación de los atributos personales2.3 La explicación de la organización familiar

A. Dimensiones familiares.B. Cambios en las familias: trabajo doméstico, toma de decisiones y ciclo de vida familiar.

2.4 La explicación del capital socialA. ¿Capital social o redes sociales?B. Capital social, educación y empleoC. Implicaciones para la política social

3. Metodología: datos, operacionalización y análisis de los datos

4. Resultados 4.1 Componente cuantitativo: resultados

4.2 Componente cualitativo: resultados

5. Discusión y conclusiones

Referencias bibliográficas.

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Mensaje del Gobernador

Nuevo León se ha distinguido por su pujanza como un Estado a la vanguardia del de-sarrollo económico nacional, gracias al espíritu emprendedor de hombres y mujeres que tienen entre sus mejores características la cultura del trabajo y el establecimiento de formas de organización y relación acordes a esa visión de progreso, lo cual nos ha permitido ser calificados como una entidad líder a nivel nacional en índices de com-petitividad.

Pero el concepto de la creación de riqueza no se circunscribe ni es exclusivo de lo material; existen factores relacionados con otro tipo de aportaciones, como el capital social, mismo que, en el caso concreto de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, es determinante para que ellas generen recursos que impacten en el desarrollo de nuestra comunidad. Estudios como el presente nos ayudan a entender y justipreciar en toda su dimensión esa reserva solidaria tan valiosa para todas y todos.

Lic. José Natividad González ParásGobernador Constitucional del Estado

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Presentación

El capital social y la participación de las mujeres en la fuerza laboral: una colonia de Monterrey es una investigación realizada por María Luisa Martínez Sánchez.

En cinco capítulos, la autora introduce el problema, presenta el marco teórico, la metodología y los resultados, culmina su trabajo con una discusión y las conclusiones.

A diferencia de otras investigaciones que abordan argumentos teóricos, ésta presenta un hilo conductor sustantivo para el Instituto Estatal de las Mujeres: el colocar a las mujeres en el centro de todo. Así, entre el capital social y el capital humano está la disyuntiva de si se trata de estructuras o de las capacidades de agencia de las mujeres. Resulta interesante dimensionar la fuerza laboral desde la visión del capital social (como la principal contribución del estudio).

Reconoce la inequidad de género entre la vida pública y la privada, la subordinación de las mujeres y el ejercicio de los roles tradicionales, tanto en lo productivo como en lo reproductivo. Presenta datos y ubica en la colonia Lomas de Anáhuac de Monterrey el análisis de las variables.

Los atributos personales (capital humano), la organización familiar, el trabajo doméstico y el ciclo de vida, todo ello enmarcado en el derecho de las mujeres a decidir como respuesta autónoma y soberana a un proyecto de vida personal y del cambio de las estructuras sociales, entre otros, por el ejercicio del poder que despliegan y por la habilidad de las mujeres para asegurarse bienes o servicios gracias a las redes sociales, es parte del contenido.

El estudio de caso plantea las redes sociales como interrelaciones familiares, laborales, de amistad, políticas, entre otras, que se desarrollan fincadas en el uso de los beneficios y en el mantenimiento de la confianza. Se trata, en suma, del capital social utilizado por las mujeres para participar como fuerza laboral.

Respecto a la educación y el empleo se presentan algunos resultados de estudios sobre la premisa de que, a menores calificaciones escolares menor acceso al mercado laboral, que muchos empleos se consiguen por las relaciones que se tienen, aunque el mantenerlo depende del capital humano que se posee y pasa lo mismo para hombres que para mujeres.

Las políticas públicas tienen como destino el sector formal, aunque sabemos que en el sector informal se auto emplean miles de mujeres; en ambos, reciben menor salario y las prestaciones son escasas. Un mercado laboral discriminatorio es ejemplo

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de ello. En todo caso se reconoce que, al insertarse las mujeres como fuerza laboral, sus roles cambian al pasar del mundo privado al público y al recibir su propio salario.

El estudio de caso comprueba las relaciones culturales no sólo en cifras sino mediante las voces mismas de las entrevistadas. Así, las mujeres que trabajan toman más decisiones que las que no lo hacen, trabajan para contribuir al gasto familiar, reciben más salario cuando tienen mayor escolaridad, la doble jornada, entre otras.

Por la experiencia laboral, la toma de decisiones, el tamaño y la calidad de la red, es que la estadística mostrada en el estudio revela la participación como fuerza laboral de las mujeres. Otros análisis cualitativos con testimonios de mujeres son igualmente reveladores.

Por el valioso trabajo que realizó María Luisa Martínez Sánchez y los avances que presenta, nos congratula esta publicación en coedición con la Facultad de Filosofía y Letras, dirigida por el maestro José Reséndiz Balderas; la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, cuya directora es la maestra Graciela Jaime Rodríguez, en el marco del 75 aniversario de la UANL.

Para el Consejo de Participación Ciudadana y para los Comités, es muy grato compartir los resultados y estimar, en su lectura, la utilidad de que hombres y mujeres continuemos luchando por la equidad y la igualdad de las mujeres como fuerza laboral.

Lic. María Elena Chapa H.Presidenta Ejecutiva

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Agradecimientos

A mi madreA mi hermano

A mis hermanasA mis amores

El presente trabajo es producto de un esfuerzo personal que ha tenido la fortuna del acompañamiento de una serie de personas sin las cuales el alumbramiento de este libro no hubiera sido posible. Mis asesores: en México, Raúl Eduardo López, Mario Jurado y Gustavo Alarcón; en los Estados Unidos, Vijayan Pillai y Héctor Luis Díaz, han tenido un papel protagónico en esta tarea.

A mis entrañables amigas, mi capital social, que en algún momento del trayecto me brindaron su apoyo solidario: Patricia Silva, Ana María Acosta, Sandra Mancinas y Fabiola Rentería.

A la Universidad Autónoma de Nuevo León: al Director de la Facultad de Filosofía y Letras, maestro José Reséndiz Balderas, por su apoyo incondicional; a la Directora de la Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano, maestra Graciela Jaime, por recibirme en su programa doctoral.

Al Gobierno de Nuevo León, particularmente a la Presidenta del Instituto Estatal de las Mujeres, maestra María Elena Chapa, por abrirle la puerta de lo posible a este libro.

María Luisa Martínez Sánchez

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María Luisa Martínez Sánchez

Es socióloga, con maestría en Metodología de la Ciencia (1995) y maestría en Psicología Laboral (1998) por la Universidad Autónoma de Nuevo León. En 2007 obtuvo un doble grado doctoral en Filosofía del Trabajo Social con acentuación en Políticas Comparadas de Bienestar Social por la Universidad de Texas en Arlington y por la Universidad Autónoma de Nuevo León. La Dra. Martínez Sánchez es actualmente la Coordinadora del Colegio de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León; pertenece al Sistema Nacional de Investigadores con el Nivel 1. Entre sus áreas de especialidad se incluyen tópicos en sociología del trabajo, empleo, mujeres, competencias laborales y capital social. Además de su experiencia académica ha colaborado como asesora de efectividad organizacional en grupos industriales nacionales. Su correo electrónico es: [email protected].

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Capítulo 1Introducción / Problema de investigación

Toda sociedad es una construcción colectiva con su propia organización de subsistencia, es decir, la división del trabajo en actividades de subsistencia que hacen posible su sobrevivencia y su desarrollo (Frisbie y Poston, 1975). De acuerdo con la teoría de la modernización, (Bernstein, 1971, Sills, 1968, Steward, 1967), en la mayoría de los países donde el capitalismo es el sistema productivo, la industrialización ha sido el principal motor de dos procesos de desplazamiento con cambios en la organización de subsistencia en el siglo pasado. El primero de ellos es la concentración de la población en centros metropolitanos, con un consecuente desplazamiento de personas de las áreas rurales a las áreas urbanas. El segundo es el movimiento de personas de una actividad de subsistencia a otra, es decir, del sector primario, agrícola y ganadero, a los sectores secundario y terciario. Ambos procesos han traído como consecuencia profundos cambios sociales.

La modernización es una de las constantes del mundo moderno: es “el proceso de cambio social cuyo desarrollo es el componente económico”, (Sills, 1968:387). La modernización también se usa para designar transformaciones socio-culturales que resultan de factores y procesos que son distintivos del mundo industrial contemporáneo1 . (Steward, 1967:4). Su proceso de desarrollo y sus transformaciones sociales han producido tanto cambios e innovaciones tecnológicas que han modificado la esfera productiva, como transformaciones en organización de subsistencia que alcanzan la esfera reproductiva en muchos países.

El proceso de modernización2 origina transformaciones al interior de cada estructura, de cada sociedad. Como Steward señala: “esta evolución cultural implica

1 Décadas después, en la discusión académica, algunos autores hacen una diferenciación entre modernización y modernidad. La primera de ellas involucra cambios económicos y la segunda implica cambios socio-culturales asociados al proceso de modernización. (Arriagada, 2002).2 La teoría de la modernización se originó “en el contexto del optimismo posterior a la segunda guerra mundial. Dicha teoría asume que por medio de un proceso de guía y difusión las condiciones de avance industrial de la sociedad occidental podrían ser establecidos en el tercer mundo. Esta premisa conduce esencialmente a un enfoque dicotómico para el estudio del desarrollo político, basado en la teorías evolucionistas del siglo XIX y la comparación de las variables típicas ideales: tradición y modernidad”. (Higgott, 1980:29). La teoría de la modernización cuyo creador en América fue Walt W. Rostow, asesor de Kennedy sobre política exterior para América Latina en su período presidencial. (Ish-Shalom, 2006). Aún cuando algunas premisas pudieran parecer similares a la teoría marxista sobre el Capital, como algunas citas aisladas argumentan, por ejemplo Sills (1986:386): “el país que está más desarrollado industrialmente sólo muestra a los menos desarrollados la imagen de su propio futuro” (Marx, 1987:6); realmente este determinismo sobre el futuro de la sociedad va a un final muy diferente. En Marx hay una fase obligada del capital en su tránsito a la futura sociedad socialista. Esto no se observa en el caso de la teoría de Rostow donde el medio es el fin, es decir, el tránsito es obligado para que los países subdesarrollados lleguen a ser desarrollados de acuerdo al modelo de sociedad occidental a seguir.

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modificaciones estructurales y transformaciones que resultan de procesos internos, independientemente de que los procesos se hayan iniciado por factores internos o externos”, (Steward, 1967:20). La participación de las mujeres en la fuerza laboral (PMFL) es un fenómeno asociado al cambio social, de acuerdo con los criterios de modernidad establecidos por la teoría de la modernización de Rostow. Dicha teoría se utiliza en este estudio sólo como marco de referencia, a manera de crítica, dado que al explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral no se incluye el capital social como un factor que pudiera favorecer u obstaculizar la participación de las mujeres en la fuerza laboral, que es lo que este estudio pretende incluir en la explicación.

El cambio social es producto de los procesos de modernización y de la modernidad en la sociedad occidental. Como resultado, el sistema patriarcal como una de las estructuras sociales pudiera haber sido modificado, a pesar de que la familia generalmente se percibe como una institución inmutable3 (Arriagada, 2002). Los roles al interior de la familia también pueden haber cambiado y el tradicional confinamiento de las mujeres a las actividades domésticas pudiera haber cambiado con su participación en la fuerza laboral. Al mismo tiempo, la PMFL puede provocar cambios en el sistema patriarcal, incluyendo modificaciones a la distribución asimétrica de poder, en una ola de transformaciones que no han sido adecuadamente estudiadas en toda su complejidad.

Si la teoría de la modernización explica la participación de la mujer en la fuerza laboral de una manera incompleta; si las agentes desaparecen gracias a que las estructuras son determinantes, y si las mujeres solamente son “empujadas” a la fuerza laboral por los factores macro-estructurales, ¿dónde está entonces la agencia de las mujeres?, ¿responden ellas sólo cuando son educadas o cuando el tamaño de sus familias es menor?, ¿piensan ellas con la racionalidad costo-beneficio y deciden hacer lo que quieren, independientemente de las estructuras externas? Y, ¿qué acerca de los otros —familiares, amigos, vecinos— y el resto de la sociedad?, ¿qué acerca de sus lazos sociales, emanados de las relaciones sociales?, ¿qué acerca de su capital social?

Una teoría alternativa que combina ambas teorías, estructural y actor racional, es decir, la teoría de los constreñimientos estructurales en las elecciones individuales (Folbre, 1994) se requiere para contestar las preguntas arriba mencionadas. Dicha

3 Arriagada (2002) hace una distinción entre los cambios originados por la modernización o por la modernidad. El primero de ellos se asocia con cambios sociales y económicos por la industrialización, mientras que el segundo se refiere a lo normativo y a las dimensiones culturales como la modificación de roles y los cambios al interior de la familia. La distinción sólo se realiza para fines de análisis puesto que ambos procesos van juntos.

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teoría es una combinación de ambas dimensiones teóricas, estructura y agencia. En esta explicación, tanto el capital social cuanto algunos factores del capital humano como la educación, pueden ser consideradas como estructuras particulares que pudieran favorecer o –en su ausencia-, obstaculizar PMFL.

Por otro lado, en este contexto de modernización en los países en vías de desarrollo, la pobreza es un elemento importante en las agendas de las organizaciones internacionales. Las estrategias del Banco Mundial para reducir la pobreza han sido ampliamente reconocidas a lo largo y ancho del mundo. Una de las estrategias más discutidas en la última década es precisamente el capital social. Muchos estudios han demostrado que los lazos sociales son recursos adicionales para enfrentar la pobreza. (Lockhart, 2005; CEPAL, 2003; Woolcock, 2001; Rankin, 2002). Otros muchos estudios han relacionado el capital social con el empleo, (Livingston y Massey 2003; Solís, et ál., 2003), sin embargo, la mayoría de los estudios ignoran la posible relación entre capital social como un recurso que pudiera favorecer la PMFL, aun cuando los recursos que las mujeres necesitan para trabajar sean diferentes de los que los hombres pudieran pensar, dado su tradicional rol de mujeres y madres en casa.

Muchos de los estudios en la PMFL han sido realizados en los países desarrollados como los Estados Unidos de América (Clayton, 1986; Johansen-Holt, 1993), y sus explicaciones tal vez no coincidan con las realidades de los países en vías de desarrollo. México es uno de los más importantes países en Latinoamérica en que la participación de la mujer en la fuerza laboral ha crecido en las últimas décadas, y sus peculiares estructuras patriarcales pudieran haber cambiado por medio de su particular proceso de modernización (García y Oliveira, 1994). Sin embargo, la mayoría de estudios en México han sido sobre el empleo de las mujeres y tienden a ser descriptivos y focalizados en la pobreza, es decir, el resto de las mujeres que no son las pobres son excluidas y las explicaciones para mejorar el empleo de todas las mujeres son reducidas, aun cuando la vulnerabilidad de las mujeres mexicanas en el mercado laboral es un elemento muy estudiado (Horbath, 2001).

El tema principal en este estudio es la participación de las mujeres en la fuerza laboral puesto que se considera que, cuando la vida de las mujeres transita de la esfera privada a la pública, pudieran cambiar sus condiciones domésticas y se esperaría que incrementen la toma de decisiones en los hogares4 . La premisa es que ellas son agentes quienes pueden cambiar sus estructuras, en el sentido en que lo menciona Folbre

4 Uno de los cambios debidos a la modernidad es la promoción de libertades sociales y procesos de individuación con un incremento en los derechos humanos, particularmente para las mujeres y los niños. Además se espera que la mujer critique o cuestione el poder patriarcal al interior de la familia, puesto que se espera un mayor facultamiento para ella (Arriagada, 2002).

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(1994). Pero también es importante saber acerca de algunos factores que facilitan la PMFL, aquellos que la teoría de la modernización ha reconocido tradicionalmente como explicativos de la PMFL como la educación y la organización familiar, y ese particular elemento propuesto por este estudio: el capital social.

Este estudio es importante no solo porque se prueba la teoría del capital social en un trabajo empírico en un país en vías en desarrollo, particularmente en Monterrey, la segunda ciudad industrial en México, sino también porque se trata de mujeres cuya posición de desventaja y subordinación en el mercado laboral ha sido ampliamente estudiada (Parrada y Zenteno, 2000; Folbre,1994; Johansen-Hold, 1993). La mayoría de los estudios sobre la PMFL han analizado los ciclos económicos (Parrada y Zenteno 2000, García y Oliveira 1994), los mercados laborales (Maruani, 2002; O. Martínez, 2000) o la pobreza (Mayer y Rankin, 2002), es decir, las estructuras externas de la PMFL. Pero este estudio prioriza la agencia de las mujeres en los recursos internos: familia, amigos y vecinos.

¿Cuáles son las estructuras que favorecen u obstaculizan la PMFL? ¿El capital social tiene alguna influencia en la PMFL? ¿Hay diferencia entre el capital social de las mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen? ¿Cuál de los dos grupos tiene un mayor poder en la toma de decisiones en el hogar?

Algunos otros estudios se han interesado en las actitudes de las mujeres hacia la PMFL (Caballero, 2001), o en los cambios al interior de las familias (García y Oliveira, 1994), pero será interesante analizar si las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen un mayor nivel de toma de decisiones que las mujeres que permanecen en el hogar. ¿La toma de decisiones ejerce alguna influencia en la PMFL? Aun si la decisión de participar en la fuerza laboral fuera del hogar significa un cambio crucial en las características de producción de los hogares, ni los recursos utilizados por las mujeres ni los cambios en las familias al interior de los hogares han sido abordados por los investigadores de manera integral en un país en vías de desarrollo como este estudio propone.

En suma, los objetivos son explorar la asociación entre la PMFL, organización familiar, atributos personales relacionados con el capital humano —educación y experiencia laboral—, y capital social en una comunidad en Monterrey. Las primeras dos dimensiones —organización familiar y atributos personales asociados al capital

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humano— han sido muy estudiados para explicar la PMFL, pero la tercera dimensión —el capital social— es un enfoque original desde este estudio para comprender la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Este trabajo no sólo analiza el capital social desde sus principales exponentes teóricos sino que se incorpora a la discusión y contribuye con la propuesta de una nueva forma de observar y comprender este constructo teórico.

Este trabajo también sostiene que es tiempo de reconocer al trabajo social como una disciplina que puede ir más allá de la práctica de identificar problemas sociales y seleccionar teorías e instrumentos disponibles para estudiar el mundo real pretendiendo que son válidos, puesto que dichas teorías tienen que ser probadas con mirada crítica, cuestionando macro teorías como la teoría de la modernización, y teorías del individuo como la teoría del actor racional, en un esfuerzo por explicar la PMFL y otros fenómenos sociales. En el fondo se trata de reconocer que los problemas sociales no son blancos o negros sino fenómenos complejos en los cuales ambos —estructura y agencia— coexisten en las vidas cotidianas de las mujeres.

La teoría de los constreñimientos estructurales en las decisiones individuales (Folbre, 1994) tiene su origen en la teoría de estructuración de Giddens (1984), pero es una teoría mejor combinada para comprender los fenómenos sociales. En esta perspectiva el capital social puede concebirse como una de las estructuras —sin embargo, construida por las mujeres mismas— que puede favorecer su participación en la fuerza laboral, es decir, aquí ellas son agentes reales con grandes oportunidades de cambiar viejas estructuras opresivas.

Las políticas sociales en México son diseñadas por hombres, como si las mujeres no existieran en la esfera pública. Paradójicamente, en las políticas públicas sólo son reconocidas como sujetos o agentes en el área rural, cuando son propietarias de la tierra o jefas de familia (Martínez, 2004). Este estudio, sin embargo es en Monterrey, una industrializada ciudad donde casi el 35% de las mujeres participa en la fuerza laboral, sin programas específicos de gobierno que las apoyen o que estén orientados a aminorar sus cargas excesivas de trabajo y otros obstáculos familiares como el escaso apoyo de sus parejas y la responsabilidad de cubrir sus múltiples roles de madres-esposas-trabajadoras. Los resultados de este estudio por lo tanto, tendrán implicaciones para la política social dados los cambios en las estructuras patriarcales al interior de los hogares, y la necesidad de los recursos que las mujeres pudieran

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necesitar para participar en la fuerza laboral. Conocer un fenómeno es el primer paso para tener políticas y programas sociales mejor orientados.

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Capítulo 2Marco teórico y revisión de literatura

La emergencia mundial del fenómeno de participación de las mujeres en la fuerza laboral como un cambio en la sustentabilidad de la organización familiar ha traído nuevos retos a las ciencias sociales durante las últimas décadas. Dado que las mujeres son los sujetos de estudio, el marco de la teoría feminista ha demostrado ser útil para comprender la situación de las mujeres, no solo en el mercado laboral sino también en la esfera familiar.

Hay dos importantes perspectivas teóricas de género que han dominado las explicaciones acerca de la participación de las mujeres en la fuerza laboral: las teorías macro estructurales y las del actor racional (Folbre, 2004). Las teorías macro estructurales se basan en el supuesto de que las mujeres tienen más ventajas cuando se incorporan a la producción no doméstica (Johansen-Holt, 1993). En este tipo de estudios la unidad de análisis es a nivel nacional y las explicaciones revisan variaciones en igualdad de género entre los diferentes países. La teoría del actor racional, por otro lado, se basa en las acciones racionales de agentes propositivos y la premisa de que las mujeres deciden participar en la fuerza laboral dependiendo de la oportunidad costo-beneficio para salir de sus hogares.

Ambas perspectivas teóricas tienen como punto de partida la inequidad de género y reconocen la existencia de un sistema patriarcal basado en instituciones jerárquicas tales como la familia tradicional, donde el hombre es el jefe de familia y generalmente ejerce una gran autoridad sobre sus subordinados esposa e hijos (Folbre, 1996). En una peculiar perspectiva, Folbre (1994) propone la teoría de los constreñimientos estructurales en las decisiones individuales. Esta teoría reconoce que el proceso de desarrollo económico ha conducido a las mujeres a los empleos remunerados como resultado de decisiones individuales en estructuras determinantes. Como parte de los grupos dados o seleccionados, las elecciones de las mujeres están limitadas por factores estructurales que involucran recursos, reglas, normas y preferencias (Folbre, 1994), esto significa que factores económicos y culturales operan tanto en el mercado como en la familia, favoreciendo u obstaculizando la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

En la dimensión económica, aun cuando “la economía de mercado se ha expandido a expensas de la economía familiar” (Folbre, 1994:1), la división social

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entre la producción que tiene un valor y la reproducción de la sociedad que ha sido subvaluada, y el confinamiento de las mujeres a la esfera reproductiva, las ha situado en una posición de desventaja. En las esferas cultural y política, las mujeres se encuentran en medio de dos procesos contradictorios: la expansión de los derechos democráticos y los constreñimientos de sus roles tradicionales de reproducción social.

El desarrollo económico con procesos como el de industrialización y urbanización, trasciende la esfera productiva hasta alcanzar la esfera familiar, y hay una interacción entre los sistemas productivo y reproductivo, particularmente con la participación de la mujer en la fuerza laboral. Cuando las mujeres participan en la fuerza laboral ellas son agentes quienes actúan en un tiempo y espacio diferente al de sus roles tradicionales centrados en la esfera reproductiva; tienen más oportunidades de transformar estructuras, y al mismo tiempo, influyen en los mismos cambios que ellas originan (Giddens, 1984; Folbre, 1994).

Por lo tanto, independientemente de los motivos que llevan a las mujeres a participar en la fuerza laboral, hay oportunidades de cambiar viejas estructuras y recomponer la división de poder al interior de los hogares cuando ellas participan en la fuerza laboral (García y Oliveira, 1994; Folbre, 1997). En otras palabras, “la participación de las mujeres en la fuerza laboral incrementa su independencia económica y cuestiona la tradicional imagen de las mujeres como meras cuidadoras y criadoras de niños” (Pillai, 1999:54). También, “la habilidad para tomar decisiones —en el matrimonio, en la crianza de los niños o en cuestiones de salud reproductiva, entre otros— requiere de un sentido de autonomía personal... este sentido de persona depende fundamentalmente de tener su propio ingreso decente”, (Elder y Schmidt 2004:15). Pero, ¿cuáles son las estructuras que favorecen u obstaculizan la PMFL?

El propósito principal de este estudio es la PMFL en Monterrey, una ciudad industrializada situada al Norte de México, cerca de los límites con Estados Unidos de América. Se considera que las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen trabajos pagados, no importa si se encuentran en el sector formal o informal, puesto que en México se considera que el empleo informal ha llegado a ser paralelo al formal, gracias a la ineficiencia de la economía mexicana para crear empleos formales (Baruch, 2003). Las preguntas centrales son: ¿Qué clase de recursos usan las mujeres para participar en la fuerza laboral? Las diferencias en la organización familiar al interior de los hogares ¿ejercen alguna influencia en la participación —o no— de las mujeres en la

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fuerza laboral? ¿Cuál es la influencia de la educación de las mujeres en su participación en la fuerza laboral? ¿Utilizan las mujeres los beneficios de sus redes sociales o su capital social, para participar en la fuerza laboral? ¿Cuánto capital social tienen las mujeres? ¿Qué tipo de capital social influye en la PMFL? ¿Qué sucede cuando las mujeres no participan en la fuerza laboral? Estas preguntas guían el siguiente estudio.

2.1 La participación de las mujeres en la fuerza laboral en Monterrey, México

El derecho al empleo está definido en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Éste es un derecho para todo ser humano, sin condiciones de género o clase social. La participación de las mujeres en la fuerza laboral ha sido atribuida a un incremento en industrialización, un decremento en la tasa de fertilidad5 y a mayores oportunidades de educación para las mujeres (Johansen-Holt 1993). Sin embargo, cada país tiene su propio proceso de desarrollo, de acuerdo a su propia historia. En el caso de México, ha tenido su propia historia socioeconómica y los factores internos involucrados en su organización y sustentabilidad pudieran tener su propio perfil. La participación de las mujeres en la fuerza laboral ha crecido en las últimas décadas6 . Desde un punto de vista económico hay dos cambios mayores que facilitaron la inclusión de las mujeres al mercado laboral. Primero, el modelo orientado hacia las exportaciones en el país desde los años 80 promovió el establecimiento de industrias internacionales llamadas “maquiladoras”, con posiciones de trabajo disponibles principalmente para mujeres. Segundo, el crecimiento del sector informal, en el cual las mujeres participan como estrategia de sobrevivencia familiar durante las crisis económicas. (De Oliveira, 1997). Como resultado, la participación de las mujeres en la fuerza laboral se ha incrementado constantemente en el tiempo, y las mujeres casadas con hijos tienen el más alto incremento de participación entre 1993 y 2000. (Pedrero, 2003).

La entrada de las mujeres casadas al mercado laboral también ha sido asociada a las crisis económicas. (Parrada y Zenteno 2000; García y Oliveira, 1994). En situaciones de crisis se ha dado en llamar “estrategias de sobrevivencia” a la participación de las mujeres en la fuerza laboral cuyo objetivo es mantener el ingreso familiar y enfrentar la recesión económica y el decremento en los salarios de los esposos (Ward, 1997;

5 Resultados de algunas investigaciones han encontrado una asociación negativa entre la tasa de fertilidad y la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral (Becker, et ál., 1990). En América Latina y el Caribe, por ejemplo hubo un incremento en la PMFL de 46.5 a 49.0 y un decremento en la tasa de fertilidad (nacimientos por mujer), de 2.9 a 2.7 en 1995 y 2000, respectivamente (Elder y Schmidt, 2004).6La tasa de participación económica de las mujeres se incrementó de 31.5% en 1991 al 37.5% en 2004. (INEGI, 2005).

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Salas, 2002; Pedrero, 2003). Sin embargo, esta necesidad de participación se refiere mayormente a las mujeres en situación de pobreza. En la dimensión socioeconómica, un decremento en la tasa de fertilidad y un incremento en educación han producido un movimiento favorable de las mujeres hacia el mercado laboral. De 1970 a 2000 hubo una reducción de 6.8 a 2.4 nacimientos por mujer en México, (INEGI, 2003), y desde 1991 a la fecha las mujeres mexicanas han alcanzado mayores niveles de educación que los hombres. En 2004 las mujeres tuvieron un promedio de 8.4 años de escuela mientras que los hombres tuvieron 8.1 años de escuela en promedio (INEGI, 2004). México es un complejo mosaico de diferentes regiones económicas y distintos grupos sociales; con una alta concentración de la población en tres áreas metropolitanas urbanas, su herencia de colonización y su desproporcionada concentración de riqueza en pocas personas lo hacen un caso particular7. Por ejemplo, a pesar de que algunos autores americanos afirman que “las proscripciones normativas contra el empleo de las mujeres madres que se emplean, virtualmente ha desaparecido” (Clayton 1986), en México el patrón tradicional de interrupción del empleo mientras ocurre la crianza de los hijos se sostiene gracias a valores conservadores. Ribeiro (2000) afirma que “aun cuando en México la participación de la mujer en la fuerza laboral ha llegado a ser más ‘normal’, la oposición de los esposos aún es uno de sus obstáculos más significativos”. En un estudio en Monterrey, la segunda ciudad industrial en México y nuestro objeto de estudio, el 35.3% de los hombres entrevistados dijeron que ellos nunca aceptarían que sus esposas trabajaran fuera del hogar (Ribeiro, 2000). El mismo investigador encontró que la oposición es también por parte de las propias mujeres, puesto que el 64% de las entrevistadas consideraron que una mujer que no tiene necesidades económicas no debería trabajar fuera del hogar (Ribeiro 2000). Estos hallazgos dan fundamento a la afirmación que hace Ribeiro sobre la hostilidad hacia el trabajo de las mujeres. Pero, al mismo tiempo, otros estudios observan algunos cambios en los patrones de participación como es el caso de Pedrero (2003:738): “Las jóvenes que entran al mercado laboral no dejan sus empleos después del matrimonio ni aun con el primer nacimiento de sus hijos, como lo hacían antes”. La modernización impacta el sistema socio económico de producción debido a que hay cambios en los valores, en la organización familiar —a menudo reflejados 7 La posición geográfica de Nuevo León al norte de México fue uno de los factores que influyeron en que se establecieran las “maquiladoras”, con sus posiciones de trabajo para mujeres, particularmente en la industria electrónica, la participación de las mujeres en la fuerza laboral en 2004 fue de 34.4%, menos que la media nacional, 35.3%(INEGI, 2005).

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en cambios en los tipos de familias o disminución del tamaño de las familias— y transformaciones en la estructura de poder al interior de éstas. Adicionalmente a los cambios en la organización familiar, la modernización contribuye a que haya una demanda por niveles más altos de educación debido a los cambios en la organización de la producción y el consumo de bienes y servicios. Por lo tanto, hay un incremento en la demanda de nuevas tecnologías y por ende, de nuevas habilidades. Es así como la educación, producto inmediato de los cambios asociados a la modernización es un factor determinante en la participación de la fuerza laboral.

La teoría de la modernización provee dos explicaciones generales para la participación de las mujeres en la fuerza laboral: la explicación basada en la educación y la explicación que se refiere a la organización familiar. (Sills, 1968). Una de las premisas del proceso de modernización relacionadas con el aspecto económico es que las mujeres son forzadas a obtener mayores niveles educativos y por lo tanto, al ser más educadas participan más en la fuerza laboral y tienen más experiencia laboral, es decir, ellas poseen los atributos personales relacionados con la explicación del capital humano: mayor educación y más experiencia laboral.

La explicación sobre la organización familiar, por otro lado, considera que la participación de las mujeres en la fuerza laboral se debe a un decremento en las tasas de fertilidad, lo que origina familias de menor tamaño; esto disminuye el trabajo doméstico de las mujeres, quienes tienen más tiempo libre para poder participar en la fuerza laboral.

Sin embargo, hay un elemento que no ha sido incluido en las explicaciones de la teoría de la modernización, cuya existencia en un grupo social depende de su historia y su cultura: el capital social. (Figura 1). Esta explicación será la contribución particular de este estudio para la comprensión de la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

Modernización

Organización familiar

Atributos personales

Capital social

PMFL

Macro-estructural

Actor racional

Constreñimientosestructurales en

elecciones individuales

Figura 1. Modelo teórico para la participación de las mujeres en la fuerza laboral

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2.2 La explicación de los atributos personales

Los atributos personales —educación y experiencia laboral— son las características que tiene un individuo y que lo hacen financieramente productivo, es decir, tanto la educación como las habilidades y la experiencia que posee una persona y que pudieran facilitar su entrada y permanencia en el mercado laboral. (Becker 1964). A pesar de que la teoría inicial de Becker sobre el capital humano incluía inversiones a futuro en la persona como cuidado médico, escolaridad, entrenamiento en el trabajo, migración y búsqueda de información acerca de precios e ingresos, (Becker 1964:2), sus propios estudios posteriores redujeron el concepto de capital humano a cuestiones de educación y de experiencia laboral, y precisamente ese es el sentido en que dicha teoría fue utilizada por investigadores posteriores a Becker. Por lo tanto, los atributos personales están relacionados con el capital humano, que es una explicación lineal que se refiere a la educación y las habilidades que un individuo posee. La premisa de Becker es que “a mayor educación y habilidades posee una persona, casi siempre tiende a tener salarios más altos que otros”8 (Becker (1964:2).

Becker, et ál., (1990) también aplicaron la teoría del capital humano a nivel nacional. Ellos estudiaron la relación entre el capital humano y la fertilidad para comprender las diferencias del crecimiento económico entre las naciones. Él encontró que invertir en capital humano, elecciones acerca del tamaño de la familia y el número de nacimientos, interacciones entre capital humano y capital físico, la existencia de estados estables y el rol crucial de la suerte en el pasado explicaban las diferencias entre países desarrollados y en vías de desarrollo (Becker, et ál.., 1990).

A nivel individual, de acuerdo a Coleman (1994), la gente que invierte el tiempo y los recursos en construir esta clase de capital tendrá beneficios como más altos salarios en los trabajos, mayor satisfacción o más altos estatus en el trabajo, o aun el placer de un mayor entendimiento del mundo que lo rodea. El capital humano retornará sobre lo invertido, asegurando mejores posiciones de trabajo con mayores salarios9 (Norwood 2001; Aguilera, 1999). Esta afirmación implicaría que aquellos que alcanzan

8 La explicación de Becker es útil cuando se trata de un estudio general o como en este caso, cuando se trata de las mujeres, sin incluir a los hombres puesto que la teoría de Becker no considera las diferencias de género: “las mujeres típicamente, en cualquier lugar del mundo, reciben menos paga que el hombre” concluyen Elder y Schmidt (2004:12) en un reporte global de la Organización Internacional del Trabajo.9 Sin embargo, aun cuando desde 1991 a la fecha, las mujeres mexicanas han alcanzado mayores niveles de educación que los hombres, la mayoría de ellas se concentran en los salarios más bajos. En 2004 las mujeres mexicanas tenían un promedio de 8.4 grados de escolaridad mientras que los hombres tuvieron 8.1 años en promedio durante el mismo año. (INEGI, 2004). Sin embargo, en 2004, 47.6% de las mujeres trabajadoras recibieron menos de dos salarios mínimos ( $7.5 dólares por día), mientras que solo el 35.8% de los hombres trabajadores recibieron dicho salario. Los hombres se encuentran concentrados en los más altos salarios.

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mayores niveles de educación —sean mujeres u hombres— obtendrán los mejores trabajos.

Algunos estudios han demostrado también que los atributos personales como la educación es un predictor en el hecho de mantener un trabajo (Preston, 2003; Bynner, 2001; Becker, 1990), y en tener salarios más altos (Parrado y Zenteno, 2003; Norwood 2001; Aguilera, 1999; Clayton,1986; Becker, 1964). La perspectiva educacional también ha sido corroborada en México por Parrado y Zenteno (2000), y García y Oliveira (1994). Ellos midieron los atributos personales como años de escolaridad y experiencia, tal como este estudio pretende hacer, y encontraron que las mujeres con más altos niveles completos de educación tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que aquellas que son menos educadas.

Las políticas sociales en México han dado importancia a la educación como una manera de incrementar las oportunidades de bienestar para todos. Como resultado de ello, el nivel promedio de educación en el país se incrementó de 6.6 años en 1991 a 8.2 años en 2004 (INEGI, 2005). Nuevo León10 es el segundo estado de la República Mexicana en niveles educativos, puesto que su promedio de escolaridad es de 9.5 años. En Monterrey, la capital del estado, el 39.08% de la población de doce años y más posee un nivel educativo entre medio y superior, mientras que a nivel nacional las mujeres en el mismo nivel educativo son sólo el 28.41% (INEGI, 2006). En síntesis, Monterrey es un buen caso para probar la explicación educativa en México ya que nuestro estudio se enfoca a probar los atributos personales —años de escolaridad y experiencia laboral de las mujeres— para conocer las probabilidades de que altos niveles educativos y de experiencia laboral pudieran influenciar la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

2.3 La explicación de la organización familiar

De acuerdo a la economía, en toda sociedad hay una división de actividades de sustentabilidad: por un lado hay un sistema productivo donde los bienes y servicios son producidos para su venta en el mercado y cualquier actividad en esta esfera es valuada en términos de costo y precio. Pero hay otra esfera, que es la familia, donde se lleva a cabo la reproducción del sistema en la cual las mujeres están tradicionalmente a cargo de actividades no pagadas de cuidado, nutrición y labores domésticas. La

10 En Nuevo León hay varias instituciones de educación de reconocimiento nacional e internacional: una de ellas es la Universidad Autónoma de Nuevo León, la segunda universidad más grande del país, con más de 120,000 estudiantes, y otra institución importante es el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.

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familia es quien provee los futuros trabajadores para el sistema de producción. Sin estas actividades, ningún grupo social podría sobrevivir.

“En la familia patriarcal del siglo XX se estableció una clara diferenciación entre las esferas pública y privada, con una división del trabajo por género”, (Arriagada, 2002: 146). El hombre, con la autoridad y a cargo de la esfera pública proveería, protegería y guiaría a la familia. La mujer como mero complemento del hombre, es confinada a ser colaboradora en los espacios privados. Hasta el día de hoy, este es el modelo tradicional que prevalece en la mayoría de los países latinoamericanos.

Aun cuando la familia es una sólida institución, no es una estructura social inmutable y, de acuerdo con Arriagada (2002:146) “la familia es muy permeable a la intervención del exterior”. Por lo tanto, cambios en la organización familiar se esperan cuando las mujeres participan en la fuerza laboral. Para entender los cambios en la organización familiar en este estudio se incluyen cinco variables: a) tipo de familia, b) tamaño de familia, c) trabajo doméstico, d) ciclo de vida familiar y e) toma de decisiones. El tipo de familia: nuclear o extensa, la cantidad de hijos, la distribución de las labores domésticas y la toma de decisiones, son producto del proceso de modernización, pero también de la acción colectiva y del intercambio de valores entre ambas esferas —producción y reproducción— del sistema (Folbre, 1994).

A. Dimensiones familiares

Las familias nucleares mantienen su predominancia en América Latina en nuestros días tanto en las áreas rurales como en las urbanas, a pesar de los cambios demográficos y la emergencia de nuevos tipos de familias, como parejas sin niños, hogares sin núcleo u hogares con jefatura femenina (Arriagada, 2002:152). La familia nuclear está formada por una pareja y sus hijos. La familia no-nuclear o familia extensa, por otro lado, incluye más de una generación o más parientes o personas viviendo bajo el mismo techo y posee una dinámica familiar y una distribución de labores domésticas distintas de las que se presentan en la familia nuclear.

En México, tres de cada cuatro familias son nucleares, por lo tanto, una de cada cuatro familias es extensa o no nuclear, mientras que en Nuevo León el 71% de familias son nucleares (INEGI, 2000). Sin embargo, en este estado, en diez años, de 1990 a 2000, las familias extensas han crecido más del doble que las familias nucleares.

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Esto pudiera ser uno de los efectos de esta década crítica por el lado económico, pero también la participación de las mujeres en la fuerza laboral pudiera haber incidido en este fenómeno.

Otro importante cambio demográfico en América Latina en las últimas dos décadas es el tamaño de la familia, que se ha reducido gracias al decremento en los nacimientos y a un mayor espaciamiento de tiempo entre ellos (Arriagada, 2002). En México, en las últimas tres décadas se ha llevado a cabo una política estatal muy exitosa que se ha orientado al control natal y a convencer a las personas acerca de las ventajas de tener familias pequeñas. García y Oliveira (1994) han estudiado la asociación entre fertilidad y la PMFL y ellas consideran que es la fertilidad la que influye en la participación de la mujer en la fuerza laboral, particularmente cuando hay una reducción en el número de hijos, lo cual incrementa el tiempo libre de las mujeres. Por lo tanto, la reducción en la tasa de fertilidad pudiera ser un factor importante para que las mujeres participen en la fuerza laboral, dado que los períodos de crianza de los hijos dependen del número de hijos y del tiempo y el espacio entre ellos (Young, 1978). El tamaño de la familia o el número de residentes en el hogar ha sido estudiado en México como un posible factor que facilita u obstaculiza la participación de las mujeres en la fuerza laboral (García y Oliveira, 1994). En un estudio realizado a nivel nacional, las autoras encontraron que hay una correlación negativa entre el número de hijos y la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

B. Cambios en las familias: trabajo doméstico, toma de decisiones y ciclo de vida familiar

Cuando las mujeres participan en la fuerza laboral, cuando tienen su propio ingreso es posible esperar cambios en las actitudes de ellas hacia la organización de las familias al interior de los hogares. Esto se debe a que combinan las esferas pública y privada, es decir, intervienen tanto en la esfera productiva como en la reproductiva. De acuerdo a Folbre11 (2000), a medida que las mujeres ganan autonomía económica y política, sus constreñimientos colectivos por sus derechos humanos enfatizan la liberación sexual. La premisa es que las mujeres incrementan su independencia cuando ellas participan en la fuerza laboral, y esa clase de autonomía cambia la distribución de poder al interior de la familia. García y Oliveira (1994) mencionan que el tener empleos pagados ayuda a las mujeres a ser más conscientes de su subordinación y a buscar sus propios espacios.

11 De acuerdo con Valle (2002) la autonomía de las mujeres tiene un doble sentido: económico y personal.

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Estudios previos han demostrado que las mujeres prefieren trabajar en vez de tener muchos niños si, entre otras condiciones, “el empleo de las mujeres es satisfactorio o tiene cierto estatus, de tal forma que las mujeres tengan el control sobre el ingreso y los recursos, y una mayor toma de decisiones en la familia, incluyendo decisiones sobre fertilidad” (Elder y Schmidt, 2004). Una de las evidencias de igualdad de género o facultamiento de género —derivada de la PMFL— es la toma de decisiones de las mujeres. De acuerdo con Pillai (1999: 54): “las relaciones igualitarias favorecen que la mujer tome decisiones de manera independiente en relación al comienzo, espaciamiento y término de la formación de la familia”. Dicho investigador encontró —en un estudio internacional— que la igualdad de género tiene un efecto fuertemente positivo en los derechos reproductivos de las mujeres.

Posiblemente haya una nueva forma de vida para las mujeres que participan en la fuerza laboral en una sociedad como lo señala Valle (2003), quien además afirma que la autonomía de las mujeres tiene un doble valor: económico y personal. La autonomía económica es el resultado esperado de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, pero la autonomía personal es un constructo complejo relacionado con el proceso de individuación12 de una persona cuya evidencia se encuentra en la toma de decisiones. La toma de decisiones es un proceso psicológico que refleja la autonomía y la individuación de una persona. El resultado de ese proceso es la selección de una opción que guiará las acciones de un individuo, en este caso, de la mujer. La premisa es que los agentes sociales son individuos con estrategias y objetivos personales, y son capaces de cierta autonomía, independientemente de los constreñimientos estructurales a las que son sujetos. Por lo tanto, ellos tienen la posibilidad de cambiar no sólo su situación personal, sino también, por medio de sus prácticas sociales, pueden transformar estructuras, tal como lo asume Valle (2002). Consecuentemente, las mujeres que participan en la fuerza laboral serán más que contribuidoras al bienestar del hogar y la familia en el sentido económico. Es posible que ellas estén alterando la estructura de poder al interior de las familias, particularmente en lo que tiene que ver con la toma de decisiones.

Las teorías tradicionales conciben la toma decisiones como una función primaria de los hombres, puesto que se supone que ellos son los jefes de familia, los proveedores, los racionales y los pensadores. Por el contrario, las mujeres son

12 Este incipiente “proceso de individuación” en Latinoamérica se refleja en la selección de los derechos individuales sobre los derechos familiares que las mujeres están empezando a asumir como parte de los cambios culturales en el proceso de modernización. (Arriagada, 2002:158).

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dependientes, subjetivas y guiadas por los sentimientos y el corazón en mayor medida que los varones. Sin embargo, el punto de partida de las teorías feministas es que hay una desigualdad en las estructuras de poder de acuerdo al género; y esta tradicional división entre los roles de hombres y mujeres con sus comportamientos esperados son sólo expresiones de la reproducción de esa estructura de poder.

El enfoque de curso de vida —una aproximación feminista— asume que las mujeres toman sus decisiones a lo largo de sus vidas de acuerdo a sus roles sociales esperados, sus deseos particulares, motivos, expectativas y situaciones. La toma de decisiones de las mujeres estará condicionada, a lo largo de sus vidas, por su situación familiar particular y por su edad. Por ejemplo, en un estudio exploratorio acerca de la toma de decisiones de las mujeres, Nancy W. Veeder (1992) incluyó a cien mujeres de tres cohortes generacionales en las mismas familias. Veeder analizó los cambios en concepciones como la familia, la educación, el matrimonio y el trabajo, pero particularmente observó el incremento en los sentimientos de poder de las mujeres de una generación a otra. Ella concluyó que “las mujeres poseen considerable poder, particularmente en los dominios de sus propias vidas, su desarrollo y la maximización de sus potencialidades”, (Veeder, 1992:128). Por otro lado, los resultados de un estudio cualitativo en México también a lo largo de tres generaciones de mujeres demostraron que en la segunda generación, las mujeres podían decidir cuántos hijos tendrían. (Caballero, 2001). Por lo tanto, la toma de decisiones es un proceso personal, en un contexto social y cultural particular, y la toma de decisiones de las mujeres está asociada con relaciones más igualitarias, el facultamiento de las mujeres, en este caso, derivado de su participación en la fuerza laboral. Por ejemplo, como resultado de un estudio de caso en Monterrey, las mujeres tuvieron un mayor poder de decisión en asuntos reproductivos que en cualquier otra dimensión en la vida familiar. Sin embargo, hay una tendencia en los hombres a detener la libertad de las mujeres porque “muchas mujeres aún tienen que pedir permiso para trabajar, para pertenecer a asociaciones o para visitar a algunas amigas o familiares, y además hay algunas decisiones exclusivamente de los hombres, como la compra de bienes mayores y la elección del lugar para vivir”, (García y Oliveira, 2001, citadas por Arriagada, 2002:159).

Con la participación en la fuerza laboral de las mujeres hay algunas transformaciones al interior de los hogares. Uno de los cambios esperados es la

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distribución de las labores domésticas. A pesar de que las actividades domésticas son socialmente asignadas a las mujeres, cuando ellas salen a trabajar fuera del hogar para obtener recursos económicos para la familia, es de esperarse una división del trabajo doméstico más equitativa. Además de la redistribución del trabajo doméstico, las mujeres podrían incrementar su poder en la familia. La toma de decisiones de las mujeres se relaciona no sólo con el contexto social y cultural, sino con sus trayectorias personales, particularmente las que están relacionadas con sus familias (Caballero, 2001). Esto significa que sería una utopía pensar en mujeres con tan alto grado de autonomía e independencia que no tomaran en cuenta a sus familias en el momento de tomar sus decisiones.

El ciclo de vida familiar es otra forma de analizar los roles de las mujeres. Este enfoque incluye algunos estadios en la vida familiar de acuerdo a los nacimientos y la crianza de los hijos. La primera etapa es cuando los niños nacen; la segunda etapa, denominada de consolidación, es cuando no hay más nacimientos en la familia, y finalmente, la etapa del “nido vacío” es cuando los hijos se van del hogar a iniciar sus propias familias. Esta tipología se basa en la edad de los hijos, puesto que son ellos quienes demandan mayor atención de sus madres en casa (Arriagada, 2002).

La mayoría de las familias en América Latina13 se encuentran en la segunda etapa de crecimiento y expansión, es decir, con niños menores de los 12 años de edad. Dado el tradicional rol de las mujeres, confinadas a las actividades domésticas, el enfoque de ciclo de vida familiar debe ser considerado. Este estudio se enfocará en los primeros tres estadios del matrimonio: antes de tener hijos; cuando los niños están en edad pre-escolar y cuando los niños están en la escuela. Se considera el período de crianza de los niños como crítico para la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Investigaciones que relacionan al ciclo de vida familiar con la PMFL han encontrado que cuando las mujeres son más educadas tienden a abandonar la fuerza laboral mientras se encuentran en la segunda etapa del matrimonio (Young, 1978; Rexroat, 1985). Young ha encontrado, sin embargo, que cuando las familias de escasos recursos empiezan a experimentar un recorte de ingresos mientras que los niños progresan en sus años escolares, las mujeres regresan a la fuerza laboral. Por lo tanto, el tiempo y la continuidad del empleo entre las mujeres se comprende con mayor claridad utilizando el enfoque del ciclo de vida familiar (Van Velsor, 1984).

13 Argentina, Chile, Uruguay y Panamá son excepciones: la mayoría de sus familias se encuentran en la etapa de consolidación , con hijos mayores de 13 años, o bien se encuentran en la etapa de “nido vacío”, ya sin niños en casa. (Arriagada, 2002).

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De acuerdo con Omori (2003) en su curso de vida las mujeres pueden tomar diferentes patrones de participación: 1) trabajar antes del matrimonio o hasta el primer nacimiento; 2) trabajar después de la crianza de los niños; 3) trabajar antes del matrimonio o hasta el primer nacimiento y regresar a trabajar después de la crianza de los hijos, y 4) trabajar continuamente. Como el enfoque de curso de vida se basa en la edad de las mujeres, el del ciclo de vida familiar se basa en la edad de los niños. Ambos enfoques son necesarios para entender la toma de decisiones de las mujeres en medio de estructuras que las constriñen: roles y familia. Las preguntas son: ¿hay diferencia en la toma de decisiones de las mujeres cuando participan en la fuerza laboral y cuando no lo hacen? ¿Hay alguna influencia de la edad de los hijos o de la etapa del ciclo de vida familiar en la toma de decisiones de las mujeres?

2.4. La explicación del capital social

En las últimas décadas las teorías del capital humano y del capital social se han utilizado para explicar y entender el empleo (Livingstone y Massey, 2003; Norwood, 2001). Ambas teorías tienen distintos supuestos, diferentes perspectivas. Bordieu (1986) fue el pionero en definir el capital social como una de las formas de capital además del capital económico y el capital cultural. En enfoque teórico, Bordieu considera que el capital social está compuesto por obligaciones (“conexiones”) que pueden reconvertirse, en ciertas condiciones. En sus propias palabras:

El capital social es el agregado de los recursos reales o potenciales ligados a la posesión de una red social duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de mutuo apoyo y reconocimiento —o en otras palabras, a la membresía de un grupo— que provee a cada uno de sus miembros con el respaldo de la colectividad —capital poseído, una “credencial” que los habilita para un crédito, en los varios sentidos de la palabra. (Bordieu, 1986:249)

El volumen del capital social poseído por un agente dado, por lo tanto, depende del tamaño de la red de conexiones que él o ella pueden efectivamente movilizar para obtener beneficios particulares. Un individuo o un grupo invierte, conscientemente o inconscientemente, en establecer relaciones para ser utilizadas en el futuro. El capital social es intangible, y su teoría tiene contradicciones internas debido a sus supuestos. Por ejemplo, algunos teóricos aplican este concepto a nivel social y otros a nivel individual (Portes, 2000), por lo tanto, podría tratarse de un bien público o de un bien privado (Ecclestone, 2003), (Walters, 2002).

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Considerando al capital como un bien público, los estudios de Putman en Italia se refieren a las implicaciones de recursos sociales diferenciados en las instituciones políticas. En el mismo sentido Preston (2003) y Walters (2002) consideran el compromiso cívico y la confianza social en las democracias liberales. Algunos estudios correlacionan las características del capital social con los niveles de bienestar en diferentes países (OECD, 2001)14

El capital social como un bien privado se define como “una clase de recurso particular disponible para un actor” (Coleman,1988: 4). Pero el recurso está contenido en la estructura social, y la función del capital social es facilitar ciertas acciones de los actores, dentro de la estructura. El capital social también asume una ganancia máxima individual para aquellos cuya actividad asociativa, bajo ciertas circunstancias, puede ser una inversión —de ahí la metáfora del “capital”.

Detrás de la definición de capital social de Coleman se encuentra la teoría del actor racional, en la cual cada actor tiene control sobre ciertos recursos. Las estructuras sociales contienen recursos y facilitan ciertas acciones de los actores dentro de la estructura. El valor del capital social es que los actores pueden usar los recursos en la estructura para conseguir sus intereses. Como otras formas de capital , el capital social es productivo; hace posible la consecución de ciertos fines que en su ausencia no serían posibles. (Coleman, 1994). Las formas de capital social en la teoría de Coleman son: obligaciones y expectativas, canales de información y normas sociales. La esencia de la visión de Coleman es que el capital social es un recurso que se encuentra en la estructura social para ser usada por los actores, pero él enfatiza las normas sociales, y aplica la teoría del capital social a temas de educación.

Algunos teóricos consideran que el capital social podría ser intencionalmente construido (Ecclestone, 2003; Abreg, 2000), mientras que otros consideran que el capital social es un resultado de las interacciones cotidianamente repetidas entre las personas (Bordieu, 1986; Raju, 2004). La mayoría considera que la confianza es el factor básico en el que se desarrollan las redes sociales. Sin embargo también, hay que tomar en cuenta los efectos negativos del capital social15. Para Bordieu, por ejemplo, el acceso al capital social, es desigual, porque depende del estrato social y del tipo de

14 Este tipo de capital social es un recurso colectivo criticado por Portes como “un llamamiento que oculta, disimula, pero no remueve su circularidad lógica básica”... “¿Por qué hay algunas ciudades mejor gobernadas y más ricas que otras? Porque son “bendecidas” con existencias sustanciales de capital social”, esto es, la existencia de capital social –como una propiedad de las ciudades y naciones, medible en “stocks”-, “se infiere del propio resultado”: (Portes 2004:4).15 En el esquema teórico de Bordieu, el capital social es parte del capital cultural.

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recursos que posee una red social. Esto explicaría la reproducción de desigualdades socioeconómicas que incluyen las desigualdades en acceso a la educación (Preston, 2003), (Bordieu, 1986, citado por Eclestone, 2003), (Abreg, 2000).

Portes (1998) analizó tanto el enfoque teórico de Coleman como el de Bordieu, sobre capital social. Portes criticó a Coleman por confundir los recursos en la estructura con la habilidad de los actores para utilizar dichos recursos. Para ser sistemáticos en el tratamiento del concepto de capital social, Portes propone distinguir entre: a) los poseedores del capital social (los que demandan apoyos); b) las fuentes del capital social (los que proveen lo demandado); y c) los recursos en sí mismos. De acuerdo a Portes, el capital social es la habilidad de los actores para asegurarse beneficios gracias a su membresía en redes sociales o en otras estructuras sociales”, (Portes 1998:6).

A. ¿Capital social o redes sociales?

El enfoque de redes sociales ha sido muy utilizado como herramienta metodológica para estudiar las relaciones sociales desde principios del siglo pasado. Los estudios sobre redes sociales se asociaban al apoyo que los individuos o las familias pudieran recibir de quienes los rodeaban, particularmente en temas como la salud mental y el desarrollo comunitario. Chadi (2000) define red social como un grupo de personas, miembros de una familia, vecinos, amigos y otras personas que proveen apoyo mutuo a individuos o familias. En el mismo sentido, por Sluzki (1998) las redes sociales son la suma de todas las relaciones que un individuo percibe como significativas. Sluzki utiliza el enfoque de redes sociales como una herramienta clínica para intervenir terapéuticamente en la comunidad en el área de salud mental. De manera similar, Warren (1981) utilizó el enfoque de redes sociales en salud mental, como relaciones de apoyo para quienes han estado en hospitales mentales. Este autor considera que un individuo es parte de un sistema de redes, y este sistema puede proveerle algunos recursos de apoyo y analizó las diferencias entre las actividades de apoyo social y las que tienen que ver con retroalimentación emocional y la reducción del estrés. Existe una metáfora del universo como una red o mapa de relaciones, donde los individuos son nodos de tal red, dice Dabas (1995). El hombre, por lo tanto, es parte de múltiples redes con sus propias interacciones (familiar, laboral, de amistad, políticas, entre otras), por medio de lazos sociales afectivos, el lenguaje y los patrones de

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comportamiento que tienen los individuos en sus vidas. Sluzki (1998) incluye tamaño, densidad, composición, dispersión y homogeneidad como características estructurales de las redes sociales. Por otro lado, las funciones de la red son: multidimensionalidad, reciprocidad, intensidad, frecuencias de contacto e historia de la relación. Las tres líneas básicas de influencia en el enfoque de redes sociales son la sociometría, la antropología y los estudios de organización en Harvard y Chicago durante los años 30, y en la Escuela de Manchester, posteriormente (Sluzki, 1998). Por otro lado, el capital social se origina en el análisis conceptual de Bordieu (1986), como una de las tres formas de capital, además del económico y el cultural. Para Bordieu el capital social es un recurso ligado a la posesión de una red duradera, con relaciones como la membresía de grupo, donde cada elemento tiene el respaldo del resto de la colectividad. Bordieu se refiere a las relaciones de una red como “el producto de las estrategias de inversión, individual o colectivo, consciente o inconsciente, que anima a establecer o a reproducir relaciones sociales que son directamente utilizables a corto y largo plazo” (Bordieu, 1986:249). El valor del capital social de un individuo depende del tamaño de su red y sus conexiones, es decir, su capital social potencial16; pero no se trata de capital social efectivo hasta que él o ella movilizan recursos necesarios para obtener beneficios particulares. En otras palabras, aun cuando el capital social es un recurso relacionado a la posesión de una red social, no es la red en sí misma sino los beneficios particulares que un individuo puede obtener gracias a sus contactos. Ambos enfoques, redes sociales y capital social, se basan en las relaciones sociales como el corazón de la vida social. Sin embargo, el capital social enfatiza los intercambios en las relaciones sociales, particularmente aquellos recursos que puedan ser traducidos en beneficios personales: bienes o servicios. Ambos enfoques, redes sociales y capital social, se centran en las relaciones, no en los atributos de los elementos o personas que conforman la red. Aun cuando la idea principal de capital social es que las relaciones sociales poseen valor (Ecclestone, 2003), este valor sólo puede intercambiarse cuando hay fines comunes que lograr, en el caso de acciones de grupo o con beneficios personales en el caso de un individuo. Los resultados de la transacción de este tipo de relaciones sociales posee una racionalidad lógica similar al valor de una transacción en el mercado de valores, donde los que intervienen esperan recibir una ganancia, es decir, una manera de pensar de tipo costo-beneficio. Al final,

16 Zhao (2002) hace una diferenciación entre capital social individual como a) poseído y b) usado; sin embargo, poseído asume certeza en la propiedad; potencial o latente indica sólo la posibilidad de llegar a convertirse en real. La premisa del capital social potencial es que es posible movilizar ese capital puesto que está disponible para acceder a él.

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lo central en el capital social no es ni la red social en sí misma, ni la expectativa de reciprocidad sino su uso en la consumación de un beneficio para alguien. El capital social no son los recursos en la estructura, como lo expresa la definición de Coleman, ni la habilidad individual para asegurarse beneficios, como lo propone Portes. Porque una red puede tener recursos, pero si dichos recursos no son utilizados, no se trata de capital social; una persona puede tener la habilidad para asegurarse beneficios de una red, pero si su red no tiene recursos, él o ella no pueden asegurarse ningún beneficio. Si un individuo tiene una gran red con fuertes lazos y no puede asegurarse ningún beneficio o servicio cuando lo requiere, en una necesidad particular, esto significa que no tiene capital social, por lo tanto no es posible hablar de la existencia del capital social hasta que es canjeado por un beneficio en una transacción social. La existencia de una red social con todas sus características sólo es la presunción de capital social potencial. Si el resultado de su uso no es un beneficio para un individuo o un grupo, entonces el capital no existe, o se encuentra en estado latente17 . No es posible poseer ninguna forma de capital si no se puede utilizar en una transacción para obtener un bien o un servicio. Por lo tanto, el capital social efectivo es el uso de los lazos sociales para adquirir algún beneficio, ya sea individual o colectivo. Los resultados en el uso del capital económico son las mercancías; los resultados en el uso del capital social efectivo son los beneficios obtenidos sin otro pago que las interacciones previas y las experiencias compartidas con otros. Estas relaciones sociales en un tiempo y espacio comunes, son construidas con reciprocidad y confianza, pero también con simpatía y afecto —estos elementos han sido ignorados en las teorías previas sobre capital social. Todos estos elementos pueden producir la acción-reacción del individuo para brindar sus posesiones (bienes materiales o servicios personales) como apoyo y en beneficio de otros. Cuando los otros usan sus posesiones y reciben un beneficio, están poniendo en marcha el capital social. La cantidad y calidad de los recursos a utilizar depende no sólo de los poseedores de los lazos sociales sino particularmente de los recursos que poseen los otros integrantes de la red. Este es un círculo beneficio-uso-beneficio que no tiene fin, mientras se mantengan la confianza y la reciprocidad.

17 Este capital social “latente” o “potencial” de alguna manera ya se encuentra incluido en la definición de Bordieu cuando él se refiere a “los recursos reales o potenciales...” (Bordieu 1986:248).

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El capital social es un constructo teórico que se utiliza para explicar el desarrollo económico individual, en grupos o en naciones. La revisión de literatura ha demostrado que hay una variedad de métodos que han sido utilizados para medir el capital social en estudios empíricos (Schuller 2000). Esto se debe a los diferentes usos que se le ha dado al concepto. Como los portadores del capital social pueden ser tanto los individuos como las comunidades, las organizaciones y aun los países, el capital social puede medirse a nivel individual (Zhao, 2002; Lamba, 2003; Barbieri, 2003) o a niveles grupales o sociales (Inkeles, 2000; Narayan, 2001).

Por otro lado, el enfoque de redes sociales puede ser utilizado para medir el capital social a nivel individual (Zhao, 2002; Lamba, 2003); sin embargo, como se enunció en el capítulo anterior, y de acuerdo a la definición utilizada por este estudio sobre capital social, la red social es una estructura que podría utilizarse para medir el capital social potencial de alguien, pero hay una distinción entre este tipo de capital social y el capital social efectivo cuya medición tendría que ser en beneficios obtenidos.

El enfoque de redes sociales puede ser utilizado para conocer el capital social potencial porque mide la cantidad y calidad de una red personal (densidad, tamaño, lazos fuertes o débiles) tal como lo define Zhao (2002). Sin embargo, este tipo de medida enfatiza más las relaciones sociales que los recursos sociales. Aquí no se trata de capital social efectivamente utilizado sino de capital social potencial o latente (Van Der Gaag y Snijders, 2005). El capital social es más que la estructura de la red porque está relacionado con los resultados de los intercambios interpersonales, por ello, en el presente estudio el uso de lazos sociales en beneficios personales —bienes o servicios— por las mujeres para participar en la fuerza laboral es su capital social, emanado de sus redes sociales. Por lo tanto, el capital social potencial será incluido con la premisa de la disponibilidad de su uso cuando sea requerido.

El consenso acerca del contenido del capital social es que está formado por lazos sociales que construyen redes basadas en la confianza y la reciprocidad18. Pero dichas redes poseen un valor que los poseedores pueden usar para obtener metas y logros

18 La reciprocidad es un mecanismo de intercambio mutuo. De acuerdo con Nanda (1980:164-168) hay tres formas de reciprocidad: 1) Generalizada, cuando la persona que brinda bienes o servicios lo hace sin esperar nada a cambio; 2) Balanceada, cuando hay una clara obligación de retorno por el bien o servicio por algo de similar valor; y 3) Negativa, cuando una persona recibe algo por nada. La reciprocidad balanceada, por lo tanto, es la que se relaciona con el concepto de capital social.

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individuales o colectivos. La diferencia es que en metas comunitarias o nacionales, la medida es por un lado en resultados esperados como cifras sobre crecimiento económico, educación y bienestar, y por el otro lado, lo que Putnam llama “redes de involucramiento cívico”, es decir, normas de reciprocidad y confianza social (Putnam 1995:69). Por otro lado, a nivel individual, las medidas son la cantidad y calidad de la red social que posee una persona, es decir, los recursos que serán utilizados para obtener resultados personales que podrían convertirse en beneficios económicos.

De acuerdo con Barbieri (2003), hay tres formas que el capital social actúa en la vida de los individuos: 1) Puede actuar como un recurso de información19; 2) Puede actuar como un recurso de influencia y apoyo activo que efectivamente ayuda a los individuos a obtener objetivos personales que de otra manera no alcanzarían; y 3) Puede actuar como un recurso de socialización y reconocimiento al transmitir a los individuos los valores, patrones de comportamiento, estándares y competencias sociales a todo el sistema de expectativas de reciprocidad y roles de obligación “forzada” al interior de una comunidad. En este estudio se utiliza el segundo enfoque: el capital social como un apoyo activo que ayuda a las mujeres a mantener su participación en la fuerza laboral.

En México, el capital social ha sido estudiado por organizaciones internacionales como el Banco Mundial, principalmente en las áreas rurales; como participación política —en el mismo sentido de Putnam— (Klesner, 2003); como facilitador de la migración de México hacia los Estados Unidos (Phillips y Douglas, 2000), y como apoyo familiar o social para los niños de la calle (Ferguson, 2003). No ha sido posible localizar ningún estudio acerca del capital social ni en relación al empleo ni en relación con las mujeres. Esto posiblemente se debe a que en México los beneficios asociados a las redes sociales han sido estudiados para explicar las estrategias de sobrevivencia de las personas en pobreza (Lomnitz, 1984), o como una estrategia de apoyo de las mujeres para participar en la fuerza laboral, dado su doble rol de madres-trabajadoras (García y Oliveira, 1994). Pero aun cuando el contenido del concepto podría ser similar, los investigadores mexicanos rara vez utilizan el término de capital social. Para este estudio, la premisa es que los beneficios, en términos de apoyo instrumental, apoyo material o económico y apoyo psicológico para mantener la participación de las mujeres en la fuerza laboral, son el resultado de lazos sociales de las redes que las mujeres han construido con otros en sus vidas. Por un lado, las

19 La mayoría de los estudios de empleo utilizan esta forma explicativa, particularmente como el intercambio de información que se utiliza para obtener un empleo.

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redes sociales de las mujeres se utilizan en este trabajo para medir su capital social potencial. El acceso disponible es la premisa que subyace a este constructo de capital social potencial. Y, por otro lado, los beneficios obtenidos serán un indicador del capital social efectivo de las mujeres.

En resumen, para este estudio, con base en Las formas del capital de Bordieu, consideramos una definición alternativa: el capital social efectivo es el uso de lazos sociales para adquirir algunos beneficios ya sea individuales o comunitarios. Por lo tanto, capital social efectivo será cualquier apoyo de la red social —bienes o servicios— proveídos a las mujeres que participan en la fuerza laboral. En otras palabras, capital social son tanto las redes sociales (familiares o sociales) cuyos recursos son utilizados —o podrían ser utilizados— por las mujeres para favorecer su participación en la fuerza laboral.

B. Capital social, educación y empleo

Un buen número de resultados de investigaciones empíricas sostiene la correlación entre educación y empleo. Por ejemplo, en un estudio longitudinal, Bynner (2001) demostró que “la posesión de calificaciones y habilidades numéricas son protectoras contra el desempleo” (Bynner, 2001:279). La escasez de calificaciones en términos laborales, de acuerdo con Bynner, conduce a la exclusión del mercado laboral. Él concluyó que el proceso de exclusión social de los mercados laborales se acelera a través de las generaciones. Como lo opuesto a la exclusión, Brown (2003) define la empleabilidad como las oportunidades relativas de adquirir y mantener diferentes tipos de empleo. Abreg (2000) sugiere que esa empleabilidad se apoya en la premisa de que el bienestar económico de los individuos ha llegado a depender de sus conocimientos y habilidades, es decir, de lo que se conoce como capital humano.

Al comparar el capital social con el capital humano, Prestone (2003) concluye que: “a manera general, si el capital humano describe las capacidades económicas individuales, el capital social captura la calidad de la experiencia y los modos en que las relaciones entre individuos y grupos dan forma a dicha experiencia”. Esto significa que, si el capital humano asume linealidad porque es un atributo personal, el capital social es interactivo y circular debido a las relaciones sociales que intervienen en su construcción.

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Algunos resultados de estudios empíricos que tratan de explicar el empleo por medio de las teorías del capital social y el capital humano. Norwood (2001), en su estudio de tesis examinó los datos de la encuesta denominada Multi City Study of Urban Inequality (MCSUI) de 1992 y 1994, cuya población incluye 5,326 participantes en la fuerza laboral, demuestra que las mediciones del capital humano tienen mucho más impacto en los salarios que las medidas de capital social. Esto significa que para obtener empleo, el capital social parece ser más importante, pero la calidad del empleo de una persona, medido en salarios y beneficios parece depender más de los atributos del capital humano. Como conclusión general, el capital social es un elemento importante para encontrar un trabajo pero el capital humano es necesario para mantenerlo y para ascender en la escala laboral.

En otro estudio, Aguilera (1999) examinó los resultados del mercado laboral en inmigrantes comparando capital social con capital humano. Los datos corroboraron la teoría del capital humano, es decir, a medida que los inmigrantes poseen más altos niveles de capital humano, ellos son capaces de obtener salarios más altos. Él encontró, igual que Norwood (2001) que gracias al capital social los inmigrantes tenían más altos salarios, movilidad de ingreso positiva y trabajos de mayor permanencia. En general, el acceso de los inmigrantes al uso del capital social está relacionado positivamente con el éxito en el mercado laboral. Aguilera incorporó la economía informal en su discusión y él concluyó que los resultados del mercado laboral para inmigrantes no sólo son determinados por el nivel de capital humano, sino también por medio de una serie de relaciones influenciadas por la comunidad, los amigos y la familia, es decir, el capital social.

El capital social es importante para adquirir un empleo, pero podría ser esencial para las mujeres cuyas responsabilidades tradicionales del cuidado de los hijos y del hogar no han cambiado, aun con su participación en el mercado laboral. Desafortunadamente, la mayoría de los estudios de capital social y de capital humano no incluyen la visión de género. Por lo tanto, ésta es una buena meta que alcanzar, considerando al capital social, más que al capital humano, como la alternativa que incrementa las posibilidades para que las mujeres participen en la fuerza laboral.

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C. Implicaciones para la política social

En México los problemas que llegan a ocupar un espacio en la política social han seguido dos caminos distintos o una combinación de ambos: 1) Provienen de demandas populares, o, 2) Se originan como una condición internacional —moral o económica— que las instituciones mundiales demandan a los países en vías de desarrollo. El Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) en 1988-1994 es un ejemplo del primer caso, puesto que fue creado desde el gobierno federal para enfrentar la pobreza de una manera integral y continúa hasta nuestros días con distintos nombres de acuerdo al gobierno en turno: Progresa (1994-2000) y Oportunidades (2000-2006). En el segundo caso se encuentran programas orientados hacia grupos vulnerables particulares, por ejemplo Pro-equidad, un programa cuyos objetivos se relacionan con el empoderamiento de las mujeres y los intentos por disminuir la discriminación de género. Sin embargo Pro-equidad y el Instituto Nacional de las Mujeres se han enfocado a la reducción de desigualdades en las oficinas públicas, particularmente en el discurso, más que en situaciones laborales.

Los programas que en México están orientados a incrementar la empleabilidad de las personas y a disminuir la pobreza, tienen poca cobertura. En el Plan Nacional de Desarrollo 2000-2006 hay 25 programas cuyos objetivos están relacionados con el empleo y la pobreza, pero sólo dos de ellos están dirigidos a mujeres en las áreas rurales: uno para indígenas y otro para campesinas. Ninguno está dirigido especialmente a mujeres como trabajadoras. Las mujeres sólo parecen o son reconocidas como sujetos cuando son propietarias de la tierra en áreas rurales y tienen acceso a algunos recursos financieros para incrementar la productividad. Pero en el Plan Nacional de Desarrollo 2000-2006, el marco institucional para la política social, las mujeres son generalmente ignoradas como sujetos productivos. Esto es particularmente obvio en la política laboral (Martínez, 2004).

Otro problema que se enfrenta al estudiar la participación de las mujeres en la fuerza laboral es que las políticas públicas son dirigidas al sector formal, aun cuando el sector informal se ha incrementado significativamente en las últimas décadas en Latinoamérica. En México el sector informal20 es responsable del 31.2% de los empleos generados entre 1995 y 2003. Por edad, el incremento en participación en la fuerza laboral fue particularmente importante en las mujeres entre 50 y 59 años (49%) y entre los 40 y 49 años (32.7%). Esto podría significar que se trata de las mujeres cuyo

20 El sector informal se define como las unidades que producen bienes o servicios por medio del empleo. Las característica básicas son que no hay distinción entre capital y trabajo como factores de producción; las relaciones laborales son ocasionales y basadas en relaciones personales, sin contratos formales. INEGI (2003).

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ciclo reproductivo y crianza de los hijos ha terminado, quienes han incrementado su participación en este sector. En 2003, 91.6% de mujeres mexicanas combinaban su trabajo doméstico con algún otro trabajo extra-doméstico (INEGI, 2004). Debido a que la educación que se requiere para trabajar en el sector informal es baja (de acuerdo con el INEGI, 2004), el 60.1% de los participantes no han terminado secundaria), es de esperarse que este tipo de trabajos sean de bajos salarios: la mitad de los trabajadores en 2003 recibieron un promedio de $13.29 pesos por hora. Pero la desigualdad es obvia porque el promedio de los salarios de las mujeres fue de $9.97, mientras que el de los hombres fue de $14.55. La mayoría de las mujeres en el sector informal trabajan en sus propios hogares o en pequeños espacios en lugares públicos (INEGI, 2004).

Este estudio es importante porque en él se relacionan tanto la política económica como la política social y lleva implícita una mirada de género. Analizar las formas y las funciones que cumple el capital social como un factor que pudiera facilitar la participación de las mujeres en la fuerza laboral se justifica no solo por la naturaleza económica del tema sino por su relación y el compromiso social con quienes se encuentran en situación vulnerable, que son las mujeres. Los hallazgos podrían ser la base para programas de política social mejor articulados para facilitar la entrada de las mujeres al mercado laboral. Lo más importante es considerar las peores condiciones en que una persona puede encontrarse: sufrir escasez de recursos –capital social y capital humano— y ser mujer en un mercado laboral discriminatorio.

Desde la perspectiva de la agencia de las mujeres, el hecho de estudiar la participación de ellas en la fuerza laboral tiene sus propias dimensiones: Si el capital social, como se espera, es un elemento que ejerce influencia sobre la participación de las mujeres en la fuerza laboral, entonces existe un recurso social cuyo uso se manifiesta en beneficios económicos. Esto sería la base, como se ha dicho anteriormente, para programas más efectivos que faciliten el uso del capital social para favorecer la participación de las mujeres en la fuerza laboral, el primer paso hacia su empoderamiento.

En resumen, los objetivos de este estudio son: primeramente demostrar la probabilidad de la participación de las mujeres en la fuerza laboral de acuerdo a sus niveles de: 1) capital social, 2) atributos personales —educación y experiencia laboral—

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y, 3) organización familiar. En segundo lugar, el propósito es comparar la toma de decisiones entre las mujeres que participan en la fuerza laboral y aquellas que se dedican al hogar. Los resultados serán la base para consideraciones de política pública con programas de mayor efectividad en México.

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Capítulo 3Metodología: datos, operacionalización y análisis de los datos

Racionalidad y propósitos de la investigación

El propósito principal de este trabajo es probar estadísticamente algunos de los factores utilizados con anterioridad para explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral: organización familiar (tipo y tamaño de familia, edades de los hijos, trabajo doméstico y toma de decisiones al interior del hogar), y atributos personales —educación y experiencia laboral. Sin embargo, se ha incluido a manera exploratoria un elemento que no había sido tomado en cuenta para explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral: el capital social.

La racionalidad de este estudio se basa en las siguientes premisas21 :

• Independientemente de que las mujeres sean “empujadas” o no a participar en la fuerza laboral, el resultado será que ellas transitarán de la esfera privada que es la familia, a la esfera pública que es el mercado laboral. Y esta interacción con otros actores, en otros espacios distintos al ámbito familiar, serán las bases para la reflexión de las mujeres sobre su propia situación.• El hecho de participar en la fuerza laboral les brinda a las mujeres mayores oportunidades para modificar sus roles tradicionales de madres-proveedoras de amor y de servicios. Este tipo de funciones en la esfera privada igual que la situación de las mujeres, se modifican cuando ellas participan en la fuerza laboral.• Las mujeres como proveedoras de bienestar integral tanto emocional como material tienden a sentirse mejor22 , con una mayor autoestima y con mayor reconocimiento social.

Diseño del estudio23

El diseño de este estudio es no-experimental o ex-post facto, transeccional y correlacional. Es no-experimental o ex-post facto, porque ninguna variable será manipulada deliberadamente y el fenómeno es observado en su contexto natural, para

21 Las premisas son las ideas que subyacen a un estudio cualesquiera. Algunas de ellas se probarán en este estudio pero todas ellas permean la lógica de los propósitos y desarrollo de esta investigación. 22 En un estudio de mujeres mexicanas se encontró que aquellas que se dedicaban exclusivamente a labores domésticas tuvieron mayores niveles de estrés que las que trabajaban fuera del hogar. (Ibrahim, et ál., 1996).23 Para este estudio, el diseño de investigación se basa en la clasificación de Hernández Sampieri (1999).

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ser analizado a posteriori. En este estudio no habrá condiciones o estímulos provocados a las participantes porque ellas serán observadas, —vía encuesta o entrevista— en su medio ambiente natural, en sus realidades. Por otro lado, también se trata de un diseño transeccional porque los datos son recolectados justo en un momento, en un tiempo único. Y finalmente el estudio es correlacional porque se describirán relaciones entre dos o más variables; en este caso, la variable dependiente “participación de las mujeres en la fuerza laboral” será relacionada con otras variables descritas en el modelo de investigación.

En síntesis, el estudio encontrará las relaciones entre la variable dependiente, dos grupos de mujeres (madres con pareja que participen en la fuerza laboral y madres con pareja que no participen en la fuerza laboral y cada una de las variables independientes en ambos grupos, en un momento particular. El modelo es:

PMFL

SI NO

Tipo de familia

Tamaño de familia

Trabajodoméstico

Toma de decisiones

Añosde escolaridad Experiencia Capital

socialCiclovida

Ingresofamiliar

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Hipótesis, variables e indicadores

Hipótesis I: Organización familiar

1.1 PMFL varía de acuerdo al tipo de familia: las mujeres con familia nuclear tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las mujeres con familia no-nuclear.1.2 Las mujeres con familias de tamaño más pequeño tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen familias más numerosas. 1.3 Las mujeres cuyas cuyo ciclo de vida familiar se encuentra en expansión, esto es, con niños menores de seis años de edad, tienen menos probabilidades de participar en la fuerza laboral que aquellas que se encuentran en otros períodos del ciclo de vida familiar.1.4 Las mujeres con un mayor nivel de toma de decisiones tienen mayores proba-bilidades de participar en la fuerza laboral que aquellas que tienen menor nivel de toma de decisiones.

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Definiciones operacionales: organización familiar

Variable (s) Definición Indicadores y valoresPMFL Es la variable dependiente y

se refiere a las mujeres que reciben un ingreso gracias a su participación en la fuerza laboral.

1. Sí2. No

Total de residentes en el hogar

Es la cantidad de personas viviendo en el hogar.

N

Tipo de familia Composición de la familia de acuerdo al número de parejas viviendo en el hogar.

1. Nuclear2. No-nuclear

Edad de los hijos Es la cantidad de años de nacidos de los niños que viven en el hogar. Este indicador se utiliza para conocer la etapa del ciclo de vida familiar.

N

Trabajo doméstico Tiempo en cantidad de horas dedicado a realizar trabajo doméstico.

N

Toma de decisiones Es el total de las decisiones que toman las mujeres en el contexto familiar. Las decisiones son en relación con los niños, la educación, la famlia y la distribución de recursos.

1—15A mayor puntaje, mayor toma de decisiones.

Edad de la mujer Número de años que tiene la mujer después de su nacimiento.

N

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Hipótesis 2. Atributos personales: educación y años de experiencia2.1 Las mujeres con más años de escolaridad tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen menores niveles de edu-cación.

2.2 Las mujeres con mayor número de años de experiencia en el trabajo tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen menor cantidad de años de experiencia laboral.

Variable (s) Definición Indicadores y valoresPMFL Es la variable dependiente y

se refiere a las mujeres que reciben un ingreso gracias a su participación en la fuerza laboral.

1. Sí2. No

Atributo personales:Nivel de estudioAños de experiencia laboral

Es la cantidad de años de escolaridad y de experiencia en el trabajo que una mujer tiene ya sea que participe o no en la fuerza laboral.

N

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Hipótesis 3. Capital social:

La hipótesis principal es que: las mujeres que tienen niveles mayores de capital social tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las mujeres con menores niveles de capital social. En otras palabras:

3.1 A mayor existencia de capital social potencial, mayores probabilidades de que las mujeres participen en la fuerza laboral.

3.2 A mayor existencia de capital social efectivo, mayores probabilidades de que las mujeres participen en la fuerza laboral.

Definiciones operacionales: capital social

Variable (s) Definición Indicadores y valoresPMFL Es la variable dependiente y

se refiere a las mujeres que reciben un ingreso gracias a su participación en la fuerza laboral.

1. Sí2. No

Capital Social1) Potencial:

Tamaño de la red.Educación de los elementos de la red.Años en relación con el elemento de la red

2) Efectivo:Tipo de beneficio / contactoNúmero de contactos.Puntaje para cada contacto.

Capital social potencial es el conjunto de redes sociales o contactos significativos que posee una mujer.

Capital social efectivo es el conjunto de beneficios que obtienen las mujeres de sus redes sociales.

Puntaje derivado de la suma de las cuatro variables. A mayor puntaje, mayor existencia de capital social potencial.

Puntaje derivado de la suma del número de contactos y el puntaje asignado a cada uno de ellos por las mujeres encuestadas. A mayor puntaje, mayor capital social efectivo.

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1. Variables sociodemográficas • Edad de las mujeres es el total de años de las mujeres después de su nacimiento. • Trabajo/ no trabajo es un indicador para registrar si la mujer participa o no en la fuerza laboral. • Ingreso familiar es la suma de las contribuciones económicas de los elementos de la familia a los gastos del hogar.

DatosA pesar de que hay algunos antecedentes de encuestas nacionales a mujeres, el punto central ha sido la familia y su organización doméstica. En este caso, se aplicó una encuesta a mujeres en una colonia de Monterrey. Si bien incluye aspectos como la organización familiar, también contiene ítem dirigidos a las mujeres como sujetos individuales.

Como el principal propósito es conocer si el capital social tiene una influencia para la participación de las mujeres en la fuerza laboral, habrá dos grupos de mujeres con niños: las que realizan labores extra domésticas y las que permanecen en el hogar.

Entre los temas que se discutirán en este estudio hay características socio-demográficas que proveerán suporte para el constructo teórico del capital humano y la organización familiar, ambas dimensiones utilizadas anteriormente para explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral. En particular hay un subconjunto de ítem relacionados con la toma de decisiones en el hogar que será útil para medir esta variable. Y finalmente como se mencionó con anterioridad, hay un capítulo sobre los recursos sociales que son la base para medir el capital social. El capital social es la principal variable independiente y se refiere a los lazos sociales (familiares o extensos), reales o potenciales que las mujeres tienen cuyos recursos son o podrían ser usados para facilitar su participación en la fuerza laboral.

Este trabajo aborda el nivel individual donde las variables comúnmente utilizadas para medir el capital social son, precisamente, las redes sociales (Lamba, 2003; Zhao, 2002) o en actividades de soporte como apoyo moral, consejería o contactos por medio de los cuales se obtiene un trabajo (Barbieri, 2003). El rango de

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indicadores cubretanto datos sobre actitud como actividades de participación que se extienden a tipos informales de asociación. (Schuller, 2000).

La premisa que subyace en el capital social es que las mujeres construyen sus lazos y redes sociales con otros y que dichos lazos se manifiestan en apoyos instrumentales, económicos y psicológicos que las mujeres utilizan para poder participar en la fuerza laboral. Como un instrumento de medición se construyó una escala que incluye: 1) una medida de las redes sociales (capital social potencial) con indicadores como el total de contactos, el nivel de educación de los contactos y los años de relación del contacto con la mujer24 , y 2) Los beneficios obtenido (capital social efectivo) que incluyen apoyos instrumentales, económicos, psicológicos y otros tipos de apoyo relacionados con momentos especiales de transición en la vida de las mujeres, además de los apoyos relacionados específicamente con lo laboral25.

Otras variables de control son la edad y se refieren a la cantidad de años que tienen las mujeres al momento de la encuesta, también la edad de los niños, que será un indicador del ciclo de vida familiar: antes y después de que los niños empiezan la escuela. Finalmente el ingreso familiar, también como una variable de control.

El modelo es:

24 Para medir la estructura de la red, se han adaptado dos instrumentos: 1) Name Generator/Interpreter, de la Encuesta Social y de redes sociales en los Estados Unidos, y 2) Position Generator – Versión clásica desarrollada por Lin (Franke: 2005). 25 Desarrollada para este trabajo.

Capital social

PMFL

SI NO

Atributos personal

Organizaciónfamiliar

Ingresofamiliar

Edad de los niños

Edad de la mujer

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Análisis

Las mujeres en la muestra se dividieron en dos grupos, de acuerdo a si participan o no en la fuerza laboral. En seguida se analizó cada variable por grupo de manera separada. El primer resultado fue un perfil descriptivo de cada grupo. Después se realizó un análisis comparativo de las variables por grupo, pero hasta entonces no era posible conocer el efecto o la influencia que el capital social, el capital humano y la organización familiar ejercen sobre la PMFL sino hasta comprobarlo estadísticamente con una regresión logística, la prueba que se utiliza cuando se trata de un estudio con una variable dependiente dicotómica, como en este caso.

La regresión logística es la prueba utilizada para corroborar el modelo propuesto. Se trata de una técnica que examina las diferencias en la habilidad de predecir la probabilidad de que las mujeres participen en la fuerza laboral que tiene cada una de las variables independientes. Esta prueba va más allá de la mera descripción entre los grupos y controlando algunas variables como la edad de las mujeres, la edad de los hijos y el ingreso familiar, el efecto real que las variables independientes (capital social, capital humano y organización familiar) ejercen sobre la variable dependiente, la participación de la mujer en la fuerza laboral. Los resultados de la regresión logística demostrarán la probabilidad de la PMFL de acuerdo con sus niveles de capital humano, organización familiar y este nuevo elemento: el capital social.

Muestra26

Las mujeres son la unidad de observación en este estudio. En Monterrey, de acuerdo a la población del censo de 2005, hay 444,644 mujeres mayores de 15 años. La población objetivo son mujeres con pareja e hijos mayores de 18 años y menores de 64 años. El propósito de limitar hasta los 64 años es porque después de esta edad, la participación de las mujeres en la fuerza laboral disminuye significativamente, y esto es más obvio en Nuevo León. En el año 2004, por ejemplo, aun cuando la participación en el estado es de 39%, mayor que la media nacional que es de 37.5%; sin embargo cuando la PMFL se analiza con base en grupos de edad, las mujeres mayores de 64 años en México tienen un 14.4% de participación, mientras que en Nuevo León las mujeres de las mismas edades tienen una participación menor, solo el 9.5%.(INEGI, 2004).

26 Las principales definiciones para el proceso de determinación de la muestra se tomaron de: Lohr, Sharon L. (2000). Muestreo. Madrid, España. Internacional Thomson Editores.

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La población muestral de mujeres en Monterrey será localizada en las unidades muestrales que son los hogares. Sin embargo, debido a la escasez de recursos no será posible incluir una muestra representativa de la población total de Monterrey, ya que hay 466 colonias en un espacio geográfico de 781,438 Km2. Por esa razón y con base en los propósitos de este estudio, en el proceso de determinación de la muestra la primera decisión es la de seleccionar una colonia de Monterrey.

La comunidad seleccionada al azar es Lomas de Anáhuac que se encuentra situada al noroeste de Monterrey y está formada por 1,833 habitantes. De ellos, 954 son mujeres y 719 se encuentran entre los 18 y los 64 años de edad. Hay 300 mujeres que trabajan, cuyo promedio de escolaridad en la colonia para los habitantes mayores de 15 años es de 11.31 años. Las mujeres con pareja, mayores de 12 años son 365 y las mujeres que viven en unión libre son 5.

Tamaño de la muestra

Una vez seleccionada la colonia que formará parte del estudio y sus características se han descrito y dado que “el tamaño de la muestra tiende a depender del número de subgrupos en que estamos interesados en una población” (Hernández Sampieri, 1999:324), para comparar los subgrupos en este estudio —mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no lo hacen—, para definir el tamaño de la muestra de la población total de la colonia, se usó el paquete estadístico STATS. La siguiente tabla describe los resultados.

Colonia Población28 Hogares Muestra29 Muestra30

1. Lomas de Anáhuac

719 426 251 223

Tamaño de la muestra de acuerdo al STATS27

Elaborado para este estudio con base en los resultados del STATS.

27 Estadística: software de Hernández Sampieri, Roberto, et ál.. (1998). Mc Graw Hill, 2a. Ed. 28 Mujeres de edades entre 18 y 64 años. 29 Porcentaje estimado en el paquete STATS con el 50% / 50%.30 Tamaño de la muestra ajustado con un estimado de 70% / 30%, considerando los datos tanto a nivel nacional como en Nuevo León, el 30% de mujeres mayores de 18 años y menores de 65 no tienen hijos. Inferimos la misma proporción en la colonia seleccionada.

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Una muestra sistemática se utiliza cuando, como en este caso, la población es conocida y el tamaño de la muestra es definida. De acuerdo con Kerlinger (2001:162), el supuesto en el método para definir una muestra sistemática es que los elementos de la población están ordenados en algún clase de arreglo. En este caso particular hay 719 mujeres en 426 hogares, y se requieren 223 mujeres, por lo tanto, la encuesta será aplicada en uno de cada dos hogares.

Descripción de la encuesta

Hay cuatro divisiones temáticas en la encuesta:I. Datos socio-demográficos.Son seis las variables independientes que permitirán analizar el perfil de la muestra y los resultados de la comparación de los datos. II. Trabajo.Se analiza la situación en el trabajo de las mujeres que participan en la fuerza laboral con base en las diez variables (ocupación, posición en el trabajo, años de antigüedad en el trabajo, lugar de trabajo, sector económico y principal motivo para trabajar). III. Organización familiar.Esta dimensión está compuesta por variables independientes que en un principio serán de utilidad para describir parte de la dinámica familiar, el tamaño y el tipo de familia. También será posible detectar la presencia de niños en edades maternal y escolar, lo cual es un factor importante que podría influenciar la participación de la mujer en la fuerza laboral.

Se incluyen trece variables independientes para describir a los integrantes de la familia que viven en el hogar, sus edades, relaciones, nivel de estudio, sus ingresos y su contribución particular para los gastos familiares. La presencia de otras mujeres en el hogar podrían estar realizando las actividades domésticas en el lugar de las que participan en la fuerza laboral. Las horas dedicadas por las mujeres a las actividades domésticas es otro de los indicadores. Finalmente, la última variable —toma de decisiones31 — se mide con 15 indicadores, y los resultados serán la evidencia de quién toma las decisiones acerca de la planeación familiar, la educación de los hijos, y la distribución de recursos en el hogar.

31 La mayoría de estos ítem fueron tomados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH). Capítulo X. Decisiones. INEGI (2003 c.).

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IV. Atributos personales.El propósito de este apartado en la encuesta es conocer los atributos personales (años de escolaridad y años de experiencia laboral) que tienen las mujeres encuestadas. La educación y los años de experiencia son factores que se han utilizado para explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral y en este caso ambos factores son tratados como variables independientes. A mayor cantidad de años de escolaridad, y de años de experiencia laboral, mayores probabilidades de que las mujeres participen en la fuerza laboral. De igual manera se espera que las mujeres con más alta cantidad de estos atributos personales tengan salarios más altos que quienes los poseen en menor medida.

V. Redes sociales y capital socialDerivados de la revisión de literatura sobre redes sociales y capital social, en este estudio se hace una distinción entre capital social potencial y capital social efectivo. El primero de ellos es la estructura tradicional de redes sociales —contactos significativos y los atributos de dichos contactos— , mientras que el segundo se refiere a los beneficios —bienes o servicios— que las mujeres reciben de otros gracias a sus redes y lazos sociales.

Para medir el capital social potencial se incluyen seis variables que describirán la estructura de la red social de las mujeres, es decir, el número de elementos contenidos en la red, la educación, el tipo de relación (medida por cercanía) y los años de relación. Estas variables fueron tomadas de la encuesta « Name Generator / Interpreter», utilizado en la encuesta US General Social Survey on Social Network. Excepto el tamaño de la red, las otras tres variables son acumulativas y el puntaje será referencia de la calidad de la red. A puntajes más altos, mayor stock de capital social potencial poseerán las mujeres.

Para medir el capital social efectivo se incluyeron dos variables que tienen el propósito de conocer las fuentes del capital social (parientes, amigos, vecinos y compañeros de trabajo); el tipo de beneficios que las mujeres han obtenido y que sumados son los tipos de capital social, y además un puntaje asignado a cada uno de sus contactos denominado calidad de los recursos. Aunque ambas variables son parte del capital social efectivo, se mantienen como variables independientes. A mayores puntajes, mayor capital social efectivo poseen las mujeres.

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Piloteo del instrumento

La encuesta fue probada inicialmente con tres mujeres voluntarias que cubrían el perfil propuesto: mujeres-madres con pareja entre 18 y 64 años. Los propósitos de esta prueba inicial fue verificar la comprensión de las preguntas planteadas y clarificar los términos imprecisos. Por otro lado, la captura de estas respuestas en el paquete estadístico SPSS confirmó el diseño de la encuesta con la operación de dicho software.

Los expertos sugieren que cuando una muestra es mayor de 200, el piloteo del instrumento deberá incluir entre 25 y 60 casos. (Hernández Sampieri, 1999:255). En este estudio el instrumento fue piloteado con 30 mujeres de la Colonia Belisario Domínguez, situada geográficamente al costado poniente de la colonia objetivo de este estudio. Aunque ambas colonias pertenecen a la misma AGEB, de acuerdo a la clasificación del INEGI, los habitantes de la colonia Belisario Domínguez tienen un promedio de escolaridad más bajo (7.12 años) que el promedio de escolaridad de los habitantes de Lomas de Anáhuac (11.31 años). Esto apoya el objetivo de utilizar el piloteo para clarificar la comprensión de los ítem y realizar la prueba de confiabilidad Alpha de Cronbach.

Recolección de datos

La preparación para el proceso de recolección de datos incluyó la selección de dos profesionistas, una socióloga y una trabajadora social, quienes junto con la investigadora principal en este trabajo aprobaron el curso “The Protection of Human Research Subjects” en noviembre de 2006. La recolección de datos por medio de encuesta se realizó en ocho semanas incluyendo los fines de semana, debido a los tiempos disponibles de las mujeres que participan en la fuerza laboral. Las entrevistas fueron realizadas en su totalidad por la investigadora responsable. La recolección de datos se realizó con base en el muestreo sistemático, una vivienda de cada dos. Sin embargo, al terminar de recorrer la colonia sin haber completado la cuota original de 223 casos, el proceso empezó de nuevo tomando en cuenta los hogares omitidos durante la primera vuelta. El proceso terminó en esta segunda etapa con un total de 190 encuestas aplicadas.

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Limitaciones

La representatividad es la principal limitante de este estudio. Como ya se mencionó anteriormente, la escasez de recursos y la imposibilidad de incluir una muestra representativa de las 444,644 mujeres en Monterrey, obligó a la necesidad de que este fuese un estudio de caso localizado en una colonia en particular, cuyos resultados, a pesar de haber sido ésta elegida al azar, no es posible generalizar al resto de la población de Monterrey.

Confiabilidad y validez La confiabilidad de equivalencia queda asegurada, de acuerdo con algunos autores, utilizando múltiples indicadores en la operacionalización de un constructo, como es el caso (Newman 2003). Además se utilizó el Alpha de Cronbach para probar la confiabilidad de la encuesta. En el caso del capital social se incluyó una escala construida con doce preguntas —múltiples indicadores— en la encuesta. La escala incluye dos dimensiones del capital social: potencial o latente y efectivo o utilizado. En la primera dimensión se incluyeron variables como tamaño de la red, educación y tipo de relación; el capital social efectivo, en cambio, está relacionado a diferentes clases de apoyo (instrumental, económico y psicológico) que las mujeres usan o podrían usar como parte de su capital social. Además de los datos sobre los contactos de las mujeres, o las fuentes del capital social, y principalmente un puntaje asignado por ellas mismas a cada uno de sus contactos por los beneficios obtenidos, son indicadores que se han incluido sobre el capital social efectivo. A mayores puntajes en las variables utilizadas en ambas dimensiones, mayor cantidad de capital social poseen las mujeres. El capital social, por lo tanto, ha sido medido de diferentes maneras. Además a nivel operacional las interpretaciones sobre lo que es —o no es— el capital social son diversas (Narayan, 2001). Sin embargo, en este estudio, tanto los recursos utilizados por las mujeres para participar en la fuerza laboral, como parte de su capital social, como las características de sus redes sociales son consistentes con las preguntas incluidas en la escala para medir este constructo tal y como se ha definido en el marco teórico de este trabajo. Para complementar se utilizó el análisis factorial para medir la validez interna, particularmente en el caso del capital social, puesto que la validez externa está asegurada con el uso de preguntas similares en otros países, tal como se

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hace referencia en el Documento PRI Project, donde se han recopilado las mediciones del Capital Social en Canadá (Franke, 2005). En el caso de los años de escolaridad y de experiencia laboral, que son los atributos personales, la confiabilidad y la validez están basados en los extensivos estudios empíricos hechos para medirlos como parte del enfoque del capital humano. La organización familiar, por otro lado, es un constructo formado por cuatro variables independientes: 1) tipo de familia, 2) tamaño de familia, 3) trabajo doméstico y 4) toma de decisiones. Las primeras tres variables son categóricas, es decir, con ellas no hay problemas de validez; pero en el caso de la variable toma de decisiones, se incluye una escala de quince preguntas para conocer quién decide al interior de los hogares sobre la educación de los hijos, la distribución de recursos y otros tipos de decisiones familiares. Esta escala ha sido tomada de la Encuesta sobre la Dinámica de los Hogares (ENDIREH), que el INEGI, junto con el Instituto Nacional de las Mujeres, han aplicado a nivel nacional en 2003 y 2006. Como en el caso del capital social, el uso de múltiples indicadores asegura la confiabilidad de esta variable.

Método y enfoque cualitativos

El principal objetivo en este componente cualitativo es comprender la participación de las mujeres en la fuerza laboral por medio del análisis de sus ideas, motivos, expectativas, percepciones y representaciones contenidas en sus discursos a lo largo de las entrevistas cuya temática está centrada en factores culturales relacionados con la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

El enfoque y el método

Para este estudio cualitativo, se considera el enfoque fenomenológico como el más oportuno, dada la intencionalidad de respeto por las palabras de las informantes. Existen dos premisas en la fenomenología: una de ellas refiere que las percepciones de las personas —expresadas en sus palabras— se refieren no sólo a la existencia del mundo tal y como es pensado, sino a la existencia del mundo vivido por ellas, en el cual se han acumulado sus experiencias; la otra premisa de la fenomenología se refiere al contexto en que viven, en este caso, las mujeres entrevistadas puesto que “la existencia humana es significativa e interesante, en el sentido de que siempre estamos conscientes de algo, por lo que la existencia implica que las personas están

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en su mundo y sólo pueden ser comprendidas dentro de sus propios contextos. De esta forma los comportamientos humanos se contextualizan por las relaciones con los objetos, con las personas, con los sucesos y con las situaciones”, (Morse y Richards, 2002:86).

El análisis del discurso social-hermenéutico es la técnica utilizada para el tratamiento de los datos en este trabajo. Trata de llevar a cabo una “reconstrucción del sentido de los discursos en su situación —macro social y micro social— de enunciación, con el objetivo de “encontrar un modelo de representación y de comprensión del texto concreto en su contexto social y en la historicidad de sus planteamientos, desde la reconstrucción de los intereses de los actores que están implicados en el discurso”. (Alonso, 1998:188).

Las interpretaciones de los discursos de las mujeres parten del marco general común, puesto que sus condiciones materiales son al parecer homogéneas, tal como se describen los antecedentes sociodemográficos de la colonia. El objetivo del análisis de los discursos es “identificar los patrones repetidos de acontecimientos, sucesos o acciones /interacciones que representen lo que las personas dicen o hacen, solas o en compañía, en respuesta a los problemas y situaciones en los que se encuentran...”, (Strauss y Corbin, 1990:142). Sin embargo, cada historia es diferente e irrepetible y ha sido marcada por sucesos particulares en la vida de cada mujer. Por ello los discursos también presentan particularidades dentro de las regularidades del marco general común. Para comprender e interpretar lo que dicen las mujeres sobre sí mismas a partir de su formación, sus experiencias y su vida cotidiana, ha sido necesario no sólo escuchar y registrar sus palabras con respecto a la temática que nos ocupa sino tratar de situar a las palabras de cada una de las mujeres en un espacio imaginario, es decir, quién dice qué; cómo lo dice y en qué lugar está situada cuando dice lo que dice. La metodología, por lo tanto, es reductiva y con apoyo del análisis de discursos y de temas específicos.

El tema que nos ocupa es la cultura y la identificación de aspectos culturales o grupos de ideas sobre sí mismas y el trabajo, que pudieran facilitar u obstaculizar su participación en la fuerza laboral. Y la cultura no se piensa... se vive, dice Geertz, (2000). Esto significa que los discursos de las mujeres tienen una existencia concreta,

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material, que se manifiesta en estructuras simbólicas tangibles32 que se van dibujando a medida que se reproducen una y otra vez en los ojos del lector, quien observa con una lógica comparativa y acumulativa permanente, hasta que emergen las categorías, cual surcos que se profundizan a medida que el campesino transita una y otra vez por ellos, manifestándose cada vez con mayor claridad a quien las intuye, las observa y las registra.

La muestra

La selección de los AGEB se realizó por medio de sorteo, es decir, la AGEB 034-9, es la que salió elegida al azar. Dicha AGEB cubre las colonias Lomas de Anáhuac, Belisario Domínguez, Los Nogales y La Encarnación. Una vez seleccionada al azar la AGEB 034-9, se seleccionó, también al azar, una de las cuatro colonias que la forman, resultando la colonia Lomas de Anáhuac.

Ya en la colonia y con base en una población de 190 mujeres encuestadas, se seleccionaron 20 de ellas en una muestra intencional cuyo único pre-requisito fue la disposición de las mujeres para profundizar sobre algunas preguntas de la encuesta. En palabras de Lohr, “las muestras a propósito o de juicio pueden proporcionar información valiosa, particularmente en las primeras etapas de la investigación”. (Lohr, 2000:5).

Análisis de los datos

Para esta etapa de análisis detallado y exhaustivo de los datos, se ha procurado la utilización de lo que para Gadea (2005:141-142) es un proceso con cinco fases:

1. La transcripción literal de las entrevistas.2. La lectura de las transcripciones y la selección de los fragmentos textuales referidos a las dimensiones establecidas en el diseño de la investigación. Esta selección supone una categorización inicial de los datos que tiene como objetivo orientar el análisis posterior.3. Agrupación de los fragmentos textuales, clasificados según las dimensiones del fenómeno participativo a las que hacen referencia.4. Comparación e interpretación de los fragmentos para establecer similitudes y diferencias en su contenido. La comparación permite establecer una

32 Aquí se entienden las ideas emitidas por las mujeres en el sentido con que Malinowski considera “la definición de un símbolo o idea como algo que puede ser materialmente registrado, descrito o definido. Ideas, pensamiento y emociones deben ser tratados como todos los otros aspectos de la cultura”. (Malinowski, 1970).

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categorización, descriptiva o conceptual, de los temas que aparecen en el texto y de las variaciones que estos presentan.5. Presentación de los resultados referidos a cada una de las dimensiones del análisis de manera coherente, de acuerdo con una línea narrativa y argumental.

Categorías analíticas

Desde el paradigma fenomenológico, las preguntas de quien investiga siempre se dirigen hacia una comprensión del significado que la experiencia vivida tiene para la persona. El análisis de los datos consiste entonces en un proceso de lectura, reflexión, escritura y reescritura, lo que permite al investigador transformar la experiencia vivida en una expresión textual (Álvarez-Gayou, 2006:88).

Las preguntas planteadas para este estudio han tenido por objetivo profundizar en los aspectos culturales vía una serie de cuestiones temáticas, lo cual significa que hay pre-categorías que subyacen en una o varias preguntas. Así, la redacción de las preguntas implica una serie de temas relacionados con las ideas que las mujeres pudieran tener alrededor de la participación de la fuerza laboral: los motivos para participar o no en la fuerza laboral, las imágenes sobre las otras mujeres y sobre sí mismas, las ventajas y desventajas de participar en la fuerza laboral y el significado del trabajo.

Además de los imaginarios de las mujeres sobre estos temas, también se incluyen algunas pre-categorías que tienen que ver con sus circunstancias actuales, como la división del trabajo doméstico en la familia, la toma de decisiones y sus trayectorias, para finalizar con un ejercicio de remembranza y comparación de la figura materna, diferenciándola de sí mismas y de las figuras y comportamientos de la siguiente generación, generalmente sus hijas e hijos. El propósito de ambas estrategias es primero conocer su situación actual y luego encontrar los gérmenes de cambio social percibidos por ellas, enunciados a través de sus palabras.

La trayectoria laboral de la mujer —tema incluido en la exploración— se convierte en parte de la contextualización de las palabras de las mujeres, dado que la diferenciación de los contextos no es posible por la homogeneidad de las condiciones materiales en que ellas viven, la distinción —o agrupación de respuestas— giran alrededor de la participación —o no— de la mujer en la fuerza laboral, con la premisa

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de que ejercer un trabajo fuera del hogar pudiera cambiar sus perspectivas y su forma de ver el mundo que las rodea y sus condiciones de vida, tal como lo han demostrado algunos estudios (García y Oliveira, 2003)33 . Así, las mujeres se agrupan de acuerdo a si su participación en la fuerza laboral ha sido nula, es decir, que no han realizado trabajo extra-doméstico en su vida matrimonial; las mujeres que han trabajado fuera del hogar de manera discontinua o intermitente, con entradas y salidas al mercado de trabajo a lo largo de su vida matrimonial; las mujeres que lo han hecho de manera continua —antes y después de casada, sin interrupción— y finalmente, de manera natural se conforma un grupo de maestras jubiladas. La muestra queda así:

1. Las que nunca han trabajado fuera del hogar (8).2. Las que han participado en la fuerza laboral de manera discontinua (3).3. Las que han trabajado de manera continua (3) y4. Las maestras jubiladas (6), que en la actualidad ya no trabajan, pero que lo hicieron un mínimo de 28 años.

Las edades de las entrevistadas van desde los 31 a los 62 años, con un promedio de edad de 51 y una moda de 55 años, por lo cual es posible deducir que las entrevistadas son en su mayoría mujeres maduras, con hogares generalmente en el período “nido vacío”, cuando los hijos se han casado y ya se han ido. Esto se corrobora con los datos sobre los menores en el hogar, puesto que en 16 de ellos no hay niños menores de 12 años. En cuanto al tipo de familia, 17 de los hogares corresponden a familias nucleares y sólo en tres de ellos habitan familias extensas.

Las categorías iniciales y sus definiciones son las siguientes:

1) Motivos: Es el conjunto de razones, causas y/o justificaciones que expresa la entrevistada sobre su participación —o no— en la fuerza laboral.2) Significado: Es la representación que la mujer entrevistada atribuye al trabajo.3) Ventajas: Son los argumentos expresados por las entrevistadas a favor de la participación de la mujer en la fuerza laboral.4) Desventajas: Son los argumentos expresados por las entrevistadas en contra de la participación de la mujer en la fuerza laboral.5) Imágenes: Es el conjunto de ideas que la mujer entrevistada expresa sobre las representaciones sociales de las mujeres que participan en la fuerza laboral

33 Uno de los hallazgos de las autoras, en un estudio cuantitativo realizado en 2003, aplicado para las ciudades de México y Monterrey demuestra que la experiencia laboral de las esposas es la única de las cinco variables utilizadas en el estudio, que “predice de manera significativa la presencia de relaciones más igualitarias” en los hogares. (García y Oliveira, 2003: 24).

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y las que no lo hacen.6) Organización del trabajo doméstico: Describe la división el trabajo doméstico al interior de los hogares. 7) Toma de decisiones: Es la distribución del poder de decisión entre los integrantes de la familia, principalmente entre la pareja, pero también la incidencia de otros en las decisiones familiares.8) Trayectoria laboral: es la historia de participación de cada mujer entrevistada en la fuerza laboral.9) Cultura y generaciones: Es el conjunto de ideas que las mujeres expresan sobre la descripción del trato familiar y matrimonial de sus padres y de sus hijos y de las relaciones entre generaciones

Las ocupaciones de las entrevistadas que participan en la fuerza laboral son las asociadas a roles típicamente femeninos como: maestras, secretarias, analista programadora y enfermera.

Codificación

Una vez que —derivado de las preguntas de investigación y la lectura detallada de los contenidos de las entrevistas— se han definido las categorías, la siguiente tarea consiste en la identificación del material narrativo vía una serie de códigos que facilitan tanto el análisis como la ubicación de la información en las entrevistas. La codificación, según Deslauriers (1991) es el punto de partida para el análisis, pero cuando el investigador fragmenta los elementos de información comienza a elaborar las ideas. Ya hay una interpretación aunque sea embrionaria, porque de alguna manera se ha iniciado a clasificar intencionalmente la información. El siguiente cuadro presenta la nomenclatura de los códigos definidos de manera sencilla y clara, utilizados en este trabajo.

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Código Significado Valores1 Número de entrevistada Del 1 al 201/PO Perfil ocupacional NT= Nunca ha trabajado

TD= Trabajo discontinuoTC= Trabajo continuoTJ= Trabajo continuo, jubilada

1/PO/1 Categoría analítica 1. Motivos2. Significado3. Ventajas4. Desventajas5. Imágenes6. Organización del trabajo doméstico7. Toma de decisiones8. Trayectoria laboral9. Cualtura y generaciones

1/PO/1.1 Página de la entrevista 1...n

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Capítulo 4Resultados

En el capítulo de metodología se estableció no sólo el modelo a comprobar en este estudio, sino también la estrategia a seguir para el análisis de los datos. El componente cuantitativo se basa en 190 encuestas cuyos datos fueron recolectados en la colonia Lomas de Anáhuac, seleccionada al azar. El propósito de este componente es probar la probabilidad de que las mujeres participen en la fuerza laboral de acuerdo con las siguientes dimensiones: 1) organización familiar, 2) atributos personales y 3) capital social.

El otro componente en este estudio es cualitativo34 y se refiere principalmente al análisis de aspectos de la cultura mexicana, que se manifiestan en las percepciones, ideas, imágenes y valores en los contenidos de los discursos de las mujeres. El propósito de este componente es enriquecer los resultados emanados del componente cuantitativo e ir más a profundidad en algunas de las preguntas incluidas en la encuesta, particularmente las asociadas con la cultura. La muestra del componente cualitativo es de 20 entrevistas de mujeres seleccionadas entre las 190 mujeres encuestadas. A pesar de que este componente será analizado separadamente, se considera apropiado incluir algunos hallazgos cualitativos ya sea para completar, corroborar o distinguir ambos tipos de hallazgos. Para facilitar la lectura y antes de presentar los resultados es conveniente revisar algunos datos sobre la colonia objetivo de este estudio.

Aspectos socio-demográficos

En Monterrey, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda de INEGI, en el año 2005 hay 444,644 mujeres mayores de 15 años, dispersas en 466 colonias, en un espacio geográfico de 781,438 Km2. Para este estudio se han seleccionado mujeres-madres con pareja de entre 15 y 64 años. El motivo de acotar la población hasta los 64 años en este estudio se debe al declive en la participación de las mujeres en la fuerza laboral después de los 64 años, lo cual es más notorio en el estado de Nuevo León. En 2004, por ejemplo, aun cuando la tasa de participación laboral femenina en el Estado (39%) es mayor que la media nacional (37.5), cuando se analiza la participación por grupos de edad, las mujeres mayores de 64 años en México tienen un 14.4% de participación en

34 “Al combinar métodos de investigación cualitativos con métodos de encuesta podemos beneficiarnos tanto de las fortalezas de las encuestas como de la disminución de debilidades debidas a la superficialidad, pérdida del contexto social, la inflexibilidad, artificialidad y validez cuestionable”. (Rubin y Babbie, 2001:382).

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el mercado laboral, mientras que en Nuevo León las mujeres del mismo grupo de edad tienen una tasa de participación menor: 9.5% (INEGI, 2004).

La colonia

La colonia Lomas de Anáhuac tiene una población total de 1,833 habitantes. De ellos 954 son mujeres y 719 se encuentran entre los 15 y 64 años de edad. Hay 300 mujeres ocupadas, es decir, que participan en la fuerza laboral. El grado promedio de escolaridad en los habitantes mayores de 14 años es de 11.31 años de estudio, lo cual nos da un promedio de nivel segundo de secundaria. Las mujeres casadas de 12 años y más son 365 y las que viven en unión libre son 5. Con ello se resume la población objetivo —descartando a las mujeres entre 12 y 14 años que se encuentren casadas o en unión libre— en 370 mujeres.

La colonia Lomas de Anáhuac está registrada como de índice de marginación35

bajo, lo cual significa que su calidad de vida es alta. Durante el recorrido cotidiano por las 17 manzanas que componen la colonia, ha sido posible constatar el cambio de vocación de algunas de sus calles que están pasando de habitacionales a comercios. Tal es el caso de la calle Jurica, que es la entrada y que recorre la colonia a lo largo de su costado Norte-Sur. En dicha calle, hay un comercio por cada dos casas, mientras que en la calle Almazán que es una avenida grande, que conecta a la colonia hacia fuera, la proporción es inversa: dos comercios por cada casa-habitación. Estos cambios en el espacio indican el grado de madurez de una colonia y como en este caso, de sus habitantes.

Hasta aquí se ha mostrado un perfil socio demográfico y descriptivo sobre la colonia Lomas de Anáhuac y sus habitantes. A continuación el resto del capítulo se ha dividido en dos partes: 1) Resultados cuantitativos, y 2) Análisis cualitativo. La división entre ambos componentes sólo se debe a los requerimientos para el análisis, sin embargo, ambos tipos de resultados se discutirán de manera conjunta en el Capítulo 5. Discusión y conclusiones.

35 El índice de marginación es un indicador construido por CONAPO (2000), el cual incluye nueve variables que resultan en una medida resumen, lo cual facilita la interpretación del fenómeno de la marginación y sus formas de exclusión. Las categorías del índice de marginación son: 1. Muy bajo, 2. Bajo, 3. Medio, 4. Alto y 5. Muy alto. Debido a que es un indicador del nivel relativo de privación, a mayor cantidad de existencia de marginación, menor calidad de vida; mientras que la categoría de “muy bajo” índice de marginación, indica una mayor calidad de vida. La colonia Lomas de Anáhuac tiene un índice de marginación bajo, lo cual significa que su calidad de vida es alta.

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4. 1 Componente cuantitativo: resultados En la muestra las mujeres fueron divididas en dos grupos: las que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen. Cada variable fue analizada con fines descriptivos en toda la muestra. Posteriormente se analizó cada variable en cada grupo por separado. Se presentó un conjunto de variables y sus resultados referidos a las mujeres que participan en la fuerza laboral. A continuación se presenta una descripción de cada grupo con variables en común. Los resultados del análisis factorial son discutidos para validar las escalas adaptadas de otros instrumentos — toma de decisiones y capital social potencial— y para conformar la validez interna del constructo y de los factores generales. Posteriormente se analizaron las diferencias entre las medias de ambos grupos para observar las discrepancias entre ambos grupos: las que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen. Finalmente, una prueba de regresión logística indicará la influencia del capital social, años de escolaridad, experiencia en el trabajo y organización familiar en la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Descripción Muestra

La edad de las mujeres oscila entre los 21 y los 64 años. Sin embargo, sólo el 12% de las mujeres tienen entre 21 y 30 años; la media es de 46 y la moda es 56. La mayoría de las 190 mujeres en este estudio son mujeres maduras. La mayoría de las mujeres (186) son casadas, y cuatro están viviendo en unión libre. La mayor parte de ellas (92%) están viviendo con su pareja, mientras 15 (8%) están viviendo separadas de sus esposos. La participación de las mujeres en la fuerza laboral es la variable dependiente en este estudio, y de N=190, 53% están participando en la fuerza laboral, mientras 47% no lo hacen. (Los datos fueron recabados de abril 1 a julio 1, 2007.) Esta fue una proporción no esperada ya que la participación de mujeres en la fuerza laboral es de 37% a nivel nacional y en Nuevo León es de 36%. Por lo tanto, podemos decir que el porcentaje está invertido en la colonia estudiada.

Motivos de participación

El motivo más frecuentemente expresado por las mujeres para realizar trabajo extra-doméstico es “el gasto familiar.” Esto coincide con otros hallazgos, particularmente

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en la parte cualitativa de este estudio, donde las mujeres consideran la necesidad económica como casi la única razón para justificar la participación de la mujer en la fuerza laboral. Las citas textuales que avalan las aseveraciones de necesidad económica se encuentran en el componente cualitativo.

Otro motivo que enuncian las mujeres es “la realización personal” pero sólo se mencionó en la mitad de las ocasiones y como segunda razón. Otros motivos variaban: “para el bienestar de sus hijos”, “por pasar el tiempo” o “para gastos personales”. Sólo una mujer comentó que participaba en la fuerza laboral por “ayudar a sus padres.” En algunas ocasiones, la razón para trabajar es como una obligación moral, es el caso de las mujeres que tienen una preparación profesional. En otras ocasiones depende del ciclo de vida de la familia. “Antes de tener hijos, el trabajo pagado es para desarrollo personal; cuando se tiene a los hijos, el trabajo pagado es para ayudar a la economía familiar; y cuando los hijos se han ido, de nuevo es para lograr desarrollo personal”. (9/TJ/1.1). Por otra parte, los motivos para no trabajar son diversos. El motivo más frecuente es “atender a la familia.” La edad promedio de estas mujeres que no participan en la fuerza laboral es de 51 años, esta es una cultura que tiene un ciclo productivo muy corto y mucha fuerza laboral desempleada. Otros comentarios para no trabajar varían desde, “tengo hijos en edad escolar”, “estoy muy vieja para trabajar.” También, hombres y mujeres mayores de 45 son discriminados. Nueve por ciento de las mujeres que no participan en la fuerza laboral argumentan que es porque “no lo necesitan” y otro 9% es porque “no tengo el consentimiento de mi marido”.

Perfil de Participación Cerca del 57% de las mujeres tienen un patrón de participación continua, es decir, su historia laboral no se interrumpe ni con la maternidad. La mayoría de ellas ha estado trabajando en labores extra domésticas, sin dejar de hacerlo cuando se casan o cuando son madres. Otro patrón de participación es discontinuo, es decir, cuando las mujeres empiezan a trabajar antes de tener hijos pero, al tenerlos, abandonan el mercado laboral. En este estudio la idea de que la mujer tiende a participar en la fuerza laboral hasta que sus hijos sean mayores no puede ser sustentada debido a que sólo el 7% de las mujeres tiene este patrón de participación.

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Otra variable con resultados no esperados es el tipo de trabajo. Casi el 66% de las mujeres tienen trabajo de tiempo completo en contra del 26% de las mujeres con trabajo de medio tiempo y un escaso 7% trabajan flexiblemente por proyecto o tarea. Ese tipo de flexibilidad, de trabajo de medio tiempo, es el modelo para todas las mujeres alrededor del mundo, pero no aplica en esta comunidad. La mayoría de las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen un puesto de empleada (68%), es decir, un puesto subordinado en el trabajo, en contra de auto empleo sin colaboradores subordinados (26%). Un mínimo 6% de las mujeres son auto empleadas con colaboradores subordinados, el nivel más autónomo de trabajo. El sector productivo de participación de la mayor parte de las mujeres es el sector servicios (68%), ocupaciones tales como maestras (21%) y secretarias (16%). Las vendedoras (19%) están divididas en el sector de servicios formal y el sector informal (21%). La participación en el sector secundario o industrial es menor (11%), al igual que hay ausencia de participación en el sector primario o de agricultura ya que es una comunidad totalmente urbana. La distancia al lugar de trabajo es como sigue: 59% sale de su comunidad y necesitan de transportación y tiempo para llegar a su lugar de trabajo. Sólo el 26% de las mujeres trabajan en la misma comunidad o vecindario y aproximadamente 15% de ellas realiza labores extra domésticas en casa. Como se esperaba, la mayor parte de las mujeres que trabajan en casa (60%) dicen que al trabajar su objetivo principal es de contribuir para solventar los gastos de la casa. Casi el 50% es por proyecto o tarea, 40% de las mujeres trabajan de medio tiempo. La mayoría (80%) son auto empleadas sin colaboradores y 67% están trabajando en el sector informal. La mayoría de estas mujeres (60%) tienen una red social pequeña, sólo con uno o dos amigos cercanos. Las horas que trabajan por semana, o carga laboral, muestran que 25% de las mujeres trabajan 20 o menos horas, mientras que el otro 25% trabajan menos de 40 horas (el tiempo establecido por la Ley Federal de Trabajo en México. Sin embargo, 34% de las mujeres trabajan más de 40 horas a la semana y en algunos casos extremos, 15 mujeres trabajan entre 50 y 80 horas por semana. Treinta y cinco por ciento de las mujeres trabajan intensamente en los fines de semana (28 horas en dos días). Las frecuencias de la cantidad de años de trabajo tienen una distribución muy dispersa que va desde algunas semanas hasta 31 años. Sin embargo, la mayoría de las mujeres

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(33%) cuentan con una antigüedad de entre 1 y 5 años en el mismo lugar de trabajo y si agregamos al grupo de mujeres que han trabajado de 6 a 10 años, ambos grupos suman el 52%. La mayoría de las mujeres no tienen más de 10 años de antigüedad en el mismo empleo. En la mayoría de los hogares de las mujeres no hay niños mayores de 12 años. Esto se esperaba debido a la madurez de la mayoría de mujeres en esta comunidad. Sin embargo, debemos recordar que algunas mujeres cuidan a sus nietos aunque es posible que ellos vivan en otras colonias. Pero, sin lugar a dudas que el cuidado de los niños es un aspecto básico en la cultura mexicana, debido a que la maternidad es considerada como el rol principal en la vida de las mujeres. De las 101 mujeres que se encuentran participando en la fuerza laboral, en el 45% de los casos sus hijos eran cuidados por algún familiar. Treinta y dos por ciento cuidaban ellas solas de sus hijos y el 9% de los maridos están participando en el cuidado de los niños. Hay muy poco uso de empleadas domésticas para el cuidado de niños (3%) a pesar de ser una comunidad con un alto nivel de calidad de vida. Esto posiblemente sea por la importancia del cuidado de los niños en la sociedad mexicana en general y particularmente entre las mujeres, quienes desconfían y posiblemente se resistan a contratar a una persona ajena o extraña a la familia para llevar a cabo esta labor. Una mujer entrevistada dijo: “Entre las desventajas de participar en la fuerza laboral es que los niños están expuestos a otras formas educativas de otras personas con ideologías diferentes”. (16/TJ/4.1). Una tercera parte de las mujeres que trabajan en esta comunidad cuida a sus propios hijos. Es posible que estén adaptando sus trabajos de manera flexible, ya sea trabajando de medio tiempo o trabajando en casa y llevando a cabo un rol doble (como proveedora de cuidados en la familia y como trabajadora). Las mujeres que cuidan a sus hijos por sí mismas tienden a tener menos trabajos de tiempo completo (52%) que las que hacen otros arreglos para cuidarlos (72%) y más empleos de medio tiempo (32%) que las que utilizan otros medios para cuidar a sus hijos (24%) (Vea la tabla 6).

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Tabla 6. Tipo de trabajo y cuidado de niños

Tipo de trabajo Mujeres que cuidan a sus

niños

% Otro medio para cuidar niños

%

Tiempo completo 16 52 48 72Medio Tiempo 10 32 16 24Por tarea 4 13 2 3Otro 1 1 1 1

En resumen, el perfil de trabajo de las mujeres en esta comunidad es continuo antes de tener los hijos y no es interrumpido por la maternidad. También es trabajo de tiempo completo lejos de la comunidad con un promedio de 34 horas de trabajo. Las mujeres trabajan principalmente en el sector de servicios como maestras, agentes de ventas y secretarias, en su mayoría son empleadas subordinadas. La razón principal por la cual las mujeres participan en la fuerza laboral es por cuestión económica más que por realización personal. Esto no se esperaba, ya que es una comunidad de clase socioeconómica media.

Confiabilidad y validez

Para corroborar la validez interna de la dimensión organización familiar y la de capital social adaptadas para este estudio se ejecutó un análisis factorial con el método de extracción con rotación Varimax. En la dimensión de organización familiar, el análisis factorial se ejecutó con cuatro variables. En la tabla 7 se muestra cómo las cuatro variables quedan agrupadas en dos componentes. El Alpha de Cronbach del segundo componente es bajo, posiblemente porque hay muchos ceros en la repuesta que indica que el hombre rara vez contribuye en las labores domésticas.

Tabla 7. Análisis Factorial: Organización

Variables/componente Carga Cronbach AlphaTotal de residentes en el hogar

0.8970.471

Tipo de familia 0.894Total de mujeres labor doméstica 0.687 0.128Total de hombres labor doméstica 0.788

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Toma de decisiones es una escala usada en una encuesta nacional en México para medir la cantidad de toma de decisiones de la mujer al interior del hogar. Está compuesta de 15 reactivos. El coeficiente Alpha de Cronbach por los 15 reactivos de la escala original es de 0.747, es decir, tiene un alto grado de confiabilidad. El análisis factorial no fue llevado a cabo para corroborar la validez interna del capital social potencial (tamaño y calidad de la red). Sin embargo, la confiabilidad de la calidad de la red fue probada con el coeficiente Alpha de Cronbach y el resultado fue 0.758; por lo tanto, la confiabilidad está asegurada. El Coeficiente de Cronbach también fue aplicado al constructo de capital social efectivo formado por 5 item, con un coeficiente de 0.680. La confiabilidad está asegurada.

Tabla 8. Análisis de factor Capital Social Efectivo

Variable/Resultado de componente CargasApoyo laboral 0.988Cuidado de niños 0.977Apoyo económico 0.968Apoyo labor doméstica 0.982Apoyo psicológico 0.940

Comparando Grupos

Organización familiar

La organización familiar es una dimensión que se usa para explicar la participación de la mujer en la fuerza laboral. Las variables incluyen la organización familiar definida en el capitulo 3 como el tamaño de la familia, el tipo de la familia, trabajo doméstico y toma de decisiones. La hipótesis general es, la participación de la mujer en la fuerza laboral varía de acuerdo al tamaño de la familia, el tipo de la familia, el trabajo doméstico y toma de decisiones.

Tamaño de Familia y Tipo de Familia

El número promedio de residentes por hogar es de 5. Este número es similar al promedio de residentes por grupo. Los resultados el tipo de familia indican que la mayor parte de familias en esta comunidad son nucleares (73%), por lo tanto las familias extensas o

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no nucleares son el 27%. Esto coincide con los números a nivel nacional y estatal. Este hallazgo corrobora el reporte de Arriagada (2002:152) que dice: “las familias nucleares predominan en Latinoamérica”.

Tamaño de Familia

Resultados de la comparación del tamaño de familia entre los dos grupos de mujeres, con una prueba “t-test” de muestras independientes que calculada comparando el resultado promedio del tamaño de familia en dos grupos por separado —mujeres quienes participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan. No se encontró una diferencia significativa (t(185)= -0.822, p>0.05). La media de mujeres que participan en la fuerza laboral (m=2.84, sd=1.80) no fue significativamente diferente de la media de las mujeres que no participan en la fuerza laboral (m=2.63, sd=1.75).

Tipo de Familia Una prueba Chi-Square independiente fue calculada para comparar el resultado de tipo de familia entre las mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no participan. Se encontró una interacción significativa (x2 (1)=0.758, p>0.05. Por lo tanto, tipo de familia y la participación de la mujer en la fuerza laboral son independientes una de la otra.

Trabajo Doméstico El trabajo doméstico se refiere a la cantidad de horas que las mujeres dedican al hogar, y también la cantidad de horas en que los esposos participan en ese tipo de labor. Datos de cualquier otro tipo de apoyo personal en las actividades domésticas también se incluyen. La cantidad de horas que las mujeres le dedican a labores domésticas es variable porque abarca desde 3 hasta 98 horas por semana. La moda, con 15 frecuencias es 56 horas. Durante la fase de recolección de estos datos, se observó una diferencia en el comportamiento de esta variable entre los días de lunes a viernes por un lado y los fines de semana (sábado y domingo) por el otro. Por lo tanto, tenemos variables con la cantidad de horas dedicadas a las labores domésticas durante la semana y en los fines de semana, y el total de horas que las mujeres dedican al trabajo del hogar.

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Total horas de labores domésticas de las mujeres

Los resultados muestran que la mayoría de las mujeres que desempeñan labores domésticas le dedican 40 horas por semana durante la semana, mientras que la mayor parte de las mujeres que realizan labores domésticas en los fines de semana le dedican seis horas en ambos días. Hay cinco mujeres que participan en la fuerza laboral que durante la semana no le dedican tiempo a las actividades domésticas; estas mismas mujeres trabajan de 12 a 20 horas en actividades domésticas durante los fines de semana. Hay 35 mujeres que no llevan a cabo actividades domésticas en los fines de semana; 18 de ellas no participan en la fuerza laboral y 17 son mujeres que trabajan. Los resultados de horas dedicadas a labores domésticas al comparar los dos grupos, el grupo de las mujeres que trabajan y de las que no lo hacen, con una prueba “t-test” de muestras independientes que fue calculada comparando el resultado promedio de la cantidad de horas que la mujer le dedica a labores domésticas en dos grupos independientes—mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan. Una diferencia significante fue encontrada entre la media de los dos grupos (t (3.43)=0.001, p<0.05). La media de las mujeres que no trabajan fue significantemente más alta que (m=42.10, sd=20.85) que las de las mujeres que trabajan (m=31.65, sd=20.99). Se encontró una diferencia significante entre las dos medias entre la cantidad de horas dedicadas a las labores domésticas. La diferencia entre las dos medias aunque significativa, no es tan alta (nueve horas) por semana, esto quiere decir que las mujeres que trabajan hacen mucho trabajo doméstico. Una carga total en horas en 103 mujeres que trabajan es de un mínimo de 13 y un máximo de 131 horas, con una media de 66 horas por semana, más las horas que se pasa en el trabajo aparte de las de la labor doméstica, ahora sí nos podemos dar una idea de lo demandante que es el ser empleada y ama de casa al mismo tiempo para estas mujeres que trabajan.

Total horas de labores domésticas de los esposos

En los fines de semana el número de hombres que no le ayudan a las mujeres en quehaceres domésticos aumenta a 136 (72%). Se esperaba que debido a que, los maridos cuentan con más tiempo libre en los fines de semana, disminuyera el número

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de los que no ayudan. De los 54 esposos que ayudan en el trabajo doméstico, el número de mayor concentración (22) sólo invierten dos horas por fin de semana. Los resultados de horas que los esposos dedican a labores domésticas de los dos grupos: de las mujeres que trabajan y de las que no trabajan fueron comparados para observar si hay alguna diferencia. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio de labor doméstica de los hombres en dos grupos independientes: el de las mujeres que participan en la fuerza laboral y el de las que no participan. No se encontró diferencia significativa (t(178)=0.554, p>0.05). la media de las mujeres que participan en la fuerza laboral (m=4.51, sd=8.67) no fue significativamente diferente de la media de las mujeres que no participan (m=3.78, sd=9.32). El hecho de que no haya diferencia en la media de ambos grupos indica que los esposos no ayudan en labores domésticas aun cuando las esposas participen en la fuerza laboral.

Otros apoyos en las labores domésticas

La mayoría de las mujeres no recibía otro tipo de apoyo en la labor doméstica (43%), pero 24% reportaron que recibían apoyo de sus hijas y sólo el 11% recibían apoyo de sus hijos. Al parecer continúa sólida la ideología que culturalmente designa a las mujeres para el trabajo del hogar. La mitad de las mujeres entrevistadas llevaban a cabo todas las actividades domésticas ellas solas sin apoyo alguno. Adicionalmente, en el componente cualitativo se detectaron diferencias en el tipo de actividad doméstica en la cual los esposos están más dispuestos en ayudar, por ejemplo: limpiar los carros, trabajar en el patio, ir a pagar los recibos de servicios. Los niños conservaban su cuarto en orden. Los espacios exclusivos de las mujeres eran: la cocina en general, áreas comunes, cocinar, actividades de limpieza. Se perciben indicios de cambio en la distribución de labores domésticas en los matrimonios más jóvenes.

Toma de decisiones

La toma de decisiones es un proceso psicológico que refleja la autonomía personal o individuación. El supuesto de este estudio es: los agentes sociales —mujeres en este caso— son individuas con estrategias y objetivos personales, y son capaces de

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algo de autonomía, independientemente de coacciones estructurales. De allí, que posiblemente las mujeres hayan incrementado su nivel de toma de decisiones gracias a la participación en la fuerza laboral.

¿Quién decide?

Hay 15 tipos diferentes de decisiones relacionados con la familia. En la encuesta, cada tipo de decisión tenía 4 opciones de respuesta: 4 ella: 3 ambos; 2 él; 1 otros. Un resultado numérico total era generado al sumar las respuestas de cada tipo de decisión. Las respuestas variaron desde la ausencia total de la mujer en la toma de decisiones en las opciones 1 y 2 hasta el número 3, el cual posiciona a la mujer con voz en la toma de decisiones, pero no es hasta el 4 cuando la toma de decisiones es completamente personal, en este caso, de la mujer. Se asume que los resultados más altos indicarían un nivel más alto en la toma de decisiones de las mujeres. En la mayor parte de los casos, 49% de los esposos tomaban las decisiones familiares en contra de 37% por las mujeres, y en 19% de los casos donde los dos tomaban las decisiones juntos. Solo en 2% de los casos había otras personas, ni ella ni él tomaban las decisiones (frecuentemente eran sus padres). Se pueden observar diferencias cuando esta variable es aplicada a grupos de mujeres que trabajan y mujeres que no. El hombre decide más (25%) cuando la mujer no participa en la fuerza laboral que cuando sí participa (15%). Aun cuando las diferencias en cuanto a toma de decisiones por las mujeres parece mínima en los 2 grupos, 38% y 35% respectivamente, la toma de decisiones por ambos como pareja es más alta cuando la mujer participa en la fuerza laboral (45%) que cuando no trabaja (39%). El resultado total de toma de decisiones va desde 27 hasta 59 puntos. Más adelante, los resultados en toma de decisiones de ambos grupos: mujeres que trabajan y mujeres que no lo hacen, se compararon para buscar una diferencia de toma de decisiones en ambos grupos. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio del resultado de toma de decisiones en dos grupos independientes: mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan en la fuerza laboral, se encontró una diferencia significante entre la media de los dos grupos (t(182)= -3.11, p<0.05). La media en toma de decisiones de las mujeres que trabajan (m=47.34, sd=5.53) fue significantemente más alta que la toma de decisiones de las que no trabajan (m=44.80, sd=5.63).

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Toma de decisiones es la única variable positiva asociada con el ideal de familia en la modernidad que “sería expresada en derechos democráticos, la autonomía de sus miembros y una distribución más equilibrada de labor (doméstica y social), oportunidades y toma de decisiones”. (Arriagada, 2002, p, 148). Tipos de decisiones

De consideración particular es el tipo de decisiones que toma la mujer puesto que, de acuerdo con los resultados cualitativos en este estudio, el tipo de decisión está en relación con la edad de los niños, ya que muchas de las decisiones las toman los padres por ellos cuando son menores, por ejemplo: educación, disciplina, salud. Como señaló una mujer entrevistada: “Cuando ellos eran niños, las decisiones que se tomaban por ellos eran en cuestión de educación, pero ahora ya se manejan por su cuenta, yo ya no puedo decidir”. (7/NT/7.4). En general, las mujeres de la comunidad hacen muchas decisiones en cuestión de la comida (68%) y uso de anticonceptivos (67%). Tienen un bajo resultado de toma de decisiones en cuanto a cuándo tener relaciones sexuales (10%) o al comprar un carro (13%). La mayor parte de las decisiones que toman en conjunto con sus esposos son las que están relacionadas con los niños, tales como: educación (64%), cómo pasar el tiempo libre en familia (57%) y acerca de las actividades de los niños (47%). Entre los resultados no esperados: ambos, el hombre y la mujer, toman decisiones en conjunto acerca del uso de anticonceptivos, pero en la mayoría de los casos (67%) es la mujer la que tiene que usarlos. En resumen, las áreas de toma de decisiones parecen estar claramente definidas. Parece haber un proceso muy peculiar en la cultura mexicana que se revela en el componente cualitativo y es que, aunque en realidad sean las mujeres quienes toman las decisiones, simulan como si los hombres las hubieran tomado por sí solos. Como una mujer entrevistada comentó: “Yo tomo las decisiones en cuanto a los niños, las tomo yo sola, pero me las tengo que ingeniar para decirle a él, porque él no acepta que yo decida. Necesito aparentar que él tomó la decisión, para evitar problemas.” (15/TJ/7.5).

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Ingreso Familiar

Posiblemente a causa del ambiente de desconfianza en la sociedad de Nuevo León que hay en la actualidad, los participantes se rehusaban a dar información económica en cuanto al ingreso personal o de la familia. Una mujer de cada cuatro (1 de 4) no respondió la pregunta acerca de los salarios de la familia. Los datos de esta variable presentan gran dispersión De 141 mujeres encuestadas que contestaron esta pregunta, los ingresos van desde los $1,000 a los $52,000 pesos mexicanos por mes, con dos modas (11): $8,000 y $12,000 pesos. La mediana es también de $12,000 pesos. Los resultados del salario familiar varía entre los dos grupos: (1) con N=81, salario familiar de las mujeres que participan en la fuerza laboral oscila entre $2,130 a $52,000 pesos, con una media de $17, 628 pesos y (2) con N=60, el salario familiar de las mujeres que no participan en la fuerza laboral oscila entre $1,000 y $32,000 pesos, con una media de $11,828 pesos.

La mayor parte de las mujeres entrevistadas (86%) no reciben apoyo económico de otras personas fuera del hogar. Las mujeres que reciben apoyo (14%) son principalmente las que no participan en la fuerza laboral (62%). La mayor parte del apoyo económico viene de familiares de las mujeres (27%) y de pensiones (23%). La cantidad del apoyo económico varía de entre $500 y $8,000 pesos mexicanos por mes. La moda es de $2,000 pesos y la media de apoyo económico es de $3,217 pesos cada mes.

Atributos personales

Escolaridad

De la muestra total, el 23% de las mujeres de esta comunidad califican para carrera profesional con 16 años de escolaridad; 17% de las mujeres han terminado la secundaria con nueve años de escolaridad, más de la mitad de las mujeres en la muestra tienen más de 12 años de escolaridad. La educación promedio de las mujeres es de 11.72 años y es más alta que los promedios nacional y estatal que son 8.2 y 9.5 años de escolaridad respectivamente.

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Al comparar los promedios de escolaridad en ambos grupos, las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen un promedio de 12.81; mientras que las que no participan en la fuerza laboral son menos educadas, con un promedio de escolaridad de 10.48 años. Puede parecer que no sea una diferencia significativa, pero 33% de nivel de educación de las mujeres que trabajan es comparado con 27% de nivel de educación de las mujeres que no participan en la fuerza laboral. La conclusión de Becker de que niveles más altos de educación conllevan a niveles más altos de la participación de la mujer en la fuerza laboral (Parrado y Zenteno, 2000; García y Oliveira, 1994) es corroborada en los resultados de este estudio. Por ejemplo: 8% de las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen más de 16 años de escolaridad, mientras que ninguna de las mujeres que no participan en la fuerza laboral alcanzan este nivel de educación. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio de escolaridad en dos grupos independientes —mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan en la fuerza laboral. Se encontró una diferencia significativa entre la media de los dos grupos (t(183)= -4.44, p<0.01). La media de años de escolaridad de las mujeres que trabajan (m=12.83, sd=3.74) es más alta estadísticamente significativa que los años de escolaridad de las mujeres que no trabajan (m=10.41, sd=3.72).

Escolaridad y salario

Casi el 39% de las mujeres encuestadas se rehusaron a dar información respecto a sus salarios. De las que dieron información (62%) los salarios oscilaban entre $1,000 y $30,000 pesos mexicanos. Un cuarto de ellas estaba concentrado entre $10,000 y $15,000 pesos. La media del salario mensual con esta dispersión tan alta fue de $9,062.58. Este nivel de salario confirma el bienestar económico de las mujeres entrevistadas al igual que el de la comunidad a la que pertenecen, debido a que casi la mitad de las mujeres a nivel nacional sólo perciben dos salarios mínimos al día, $7.50 dólares. Esto es, como $2,300 pesos mexicanos al mes (INEGI, 2004). Una hipótesis en relación a escolaridad y salario es: Se esperan salarios más altos para mujeres con mayor años de escolaridad. Un coeficiente de correlación de Pearson fue calculado para la relación entre escolaridad y salarios para mujeres que

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participan en la fuerza laboral. Se encontró una correlación moderadamente positiva (r(62)=0.474, p<0.001.

Experiencia laboral

La variable experiencia laboral es definida como el número de años en que las mujeres han estado participando en la fuerza laboral. En el componente cualitativo la mayoría de las mujeres tenían algo de experiencia laboral antes del matrimonio. Algunas de ellas abandonaron el trabajo después del matrimonio. La conclusión es que frecuentemente las mujeres optan por los roles de madres, esposas e hijas por encima del rol de trabajadora. La participación en la fuerza laboral depende de la dinámica de la familia, no de los planes personales de las mujeres. Las frecuencias de la variable experiencia laboral son muy dispersas porque van de 0 a 42 años, con una media de 12.91 años y una moda de 10 años. 26% de las mujeres entrevistadas nunca han participado en la fuerza laboral. Como se mencionó anteriormente, si embargo, 57% de las mujeres tienen un patrón continuo de participación. Los resultados de la variable experiencia laboral en mujeres que trabajan y que no trabajan actualmente fueron utilizados para comparar ambos grupos. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio de la experiencia laboral en dos grupos independientes: mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan en la fuerza laboral. Como se esperaba, se encontró una diferencia significativa entre la media de los dos grupos (t(167)= -9.44, p<0.01). La media de experiencia laboral de las mujeres que trabajan (m=18.26, sd=10.81) fue significantemente más alta que la experiencia laboral de las mujeres que no trabajan (m=6.29, sd=6.34).

Capital social potencial

El enfoque de redes sociales se utiliza en este trabajo para conocer el capital social potencial, porque mide la cantidad y calidad de la red personal, por ejemplo: tamaño, densidad, fuerza, lazos débiles (Zhao, 2002).

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Las redes sociales de las mujeres

Tamaño de red

En general, la red de las mujeres es pequeña porque tiene una media de 2.87. La razón puede ser ausencia de cohesión social, un aislamiento de los lazos sociales no sólo de la comunidad sino también de la familia. Quizás esto dé pie para otro estudio que valore la desconfianza generalizada en la sociedad de Monterrey. Los resultados de este estudio definitivamente indican que hay una ausencia de apoyo social para las mujeres, ya sea si participan en la fuerza laboral o no. Ocho por ciento de las mujeres en la muestra tenían ausencia total de capital social potencial, nada de recursos frecuentes de apoyo social, y sin nada de ayuda de las familias. El tamaño de la red es una de las variables que exhiben la existencia del capital social potencial en la vida de las mujeres. Si la red es pequeña, se espera que el capital social potencial sea mínimo. Cuarenta y cuatro por ciento de las mujeres tienen una red del tamaño de dos o tres personas. Hubo dos casos extremos de “abundante” capital social donde ocho personas eran parte de la red social de una mujer. La media de red no es muy diferente 2.84 (N=103) para aquellas que están participando en la fuerza laboral contra de 2.63 (N=87) de aquellas que no participan en la fuerza laboral. La mujeres que participan en la fuerza laboral tienen más redes vacías (10%) en contra de 6% de las mujeres que no participan en la fuerza laboral. En los casos extremos de las dos mujeres que no trabajan pero que tienen ocho elementos en sus redes sociales, en estudios futuros habría de preguntarse si las mujeres tienen más redes sociales con más contactos porque tienen más tiempo libre para desarrollar sus lazos sociales. Por otro lado cabría preguntarse si las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen redes sociales más pequeñas pero con un uso más intensivo.

Para este estudio, Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio del tamaño de la red social en dos grupos independientes: mujeres que participan en la fuerza laboral y mujeres que no participan. No se encontró una diferencia significativa (t(185)= -1.432, p>0.05). La media de las mujeres que participan en la fuerza laboral (m=3.15, sd=1.63) no fue significantemente diferente de la media de las mujeres que no trabajan (m=2.79, sd=1.67).

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Género de la red Las redes de apoyo están constituidas básicamente por mujeres. Las mujeres se apoyan unas a otras. No importa si están en la fuerza laboral o no, el porcentaje es idéntico—en ambos grupos 74% reciben su apoyo de otras mujeres.

Contactos significativos de la red: ¿Quiénes son?

Un contacto significativo básico es una persona a la cual la mujer busca en primer lugar, un confidente, que tiene afecto, siente cercanía y apoyo; 22% de las mujeres en la fuerza laboral dijeron que sus contactos básicos eran sus maridos, 19% que eran sus padres (comúnmente la madre), 18% sus hermanas y hermanos y 10% sus hijos e hijas. Ligeramente menos del 12% iba con sus amigos como contacto significativo básico. Esto es importante, dado que la mayoría de las mujeres tienen hijos e hijas que son adultos. Por otro lado, mujeres que no participan en la fuerza laboral recurren a sus hermanas (20%) con mayor frecuencia que a sus esposos 19% y que a sus padres 13% de las veces. Eso significa que las hermanas son más importantes en la vida de las mujeres cuando no están participando en la fuerza laboral que cuando están en el grupo que sí trabajan. Otra observación es que las mujeres que participan en la fuerza laboral mencionaron a sus amigas en la misma cantidad de veces en que las que no trabajan mencionaron a sus hermanos y hermanas. Puede ser que los lazos familiares sean sustituidos por lazos de amistad cuando las mujeres salen de casa a trabajar. Los vecinos están ausentes en ambos grupos, pero posiblemente hayan sido mencionados bajo la categoría de familiares o amigos. Cuando un vecino llega a ser amigo, él/ella pierde la categoría e vecino.

La edad promedio del contacto significativo de la mujer es 54 en ambos grupos; esto era de esperarse porque la edad promedio de las mujeres entrevistadas es de 56. El nivel de educación profesional del primer contacto significativo fue de 35% y si se le agrega el nivel de educación técnico, la suma total que es un buen nivel de educación sería 56%.

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Elementos de la red, atributos personales:

Calidad de red

Tanto los contactos significativos como el capital humano que poseen se integran a la red de la mujer:

1. Educación, provee su valor potencial a las redes de la mujer;2. La posición que en el trabajo ocupa el contacto;3. Tipo de relación es la relación que tiene el contacto significativo con la mujer poseedora de la red. Esta variable es clasificada por cercanía a la mujer: 8=marido, 7=hijo/hija, 6=padres, 5=hermano/hermana, 4=otro familiar, 3=amigo, 2=compañero de trabajo 1=vecino, y4. Años de relación, con el supuesto de que en conjunto con su relación, la confianza y solidaridad aumentan con el tiempo. Se mide con la cantidad de años que la mujer tiene de conocer a su elemento de red.

Las cuatro variables son sumadas para producir un tipo de calificación de calidad de red la cual, junto con el tamaño de la red, es su capital social potencial. La calidad de la red fue explorada buscando diferencias entre ambos grupos. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio del de las mujeres que participaban en la fuerza laboral y de la mujeres que no participaban en la fuerza laboral No se encontró una diferencia significante (t (157)=1.24, p>0.05). La media de las mujeres que participan en la fuerza laboral (m=37.61, sd=11.32) no era significantemente diferente de la media de las mujeres que no trabajan (m=40, sd=13.73).

Posteriormente se revisaron las variables de calidad de red de nuevo. Hubo un problema con los puestos de trabajo, porque casi un 30% de las mujeres entrevistadas no sabían qué puesto laboral tenían sus contactos. Esta variable fue eliminada de esta estructura y luego se elaboró otra variable, promedio de red. Es la suma de tres variables originales: educación, tipo de relación y años de relación, mencionados antes; este total fue dividido por el tamaño de la red. Originalmente, sólo era una suma en general que incluía el tamaño de la red, pero ahora se considera que es posible saber acerca de la calidad de cada contacto significante basándonos en el tamaño de la red.

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El resultado de los promedios de red en ambos grupos de mujeres que trabajan y que no trabajan fueron comparados para ver si había una diferencia entre los dos grupos. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio del la calidad de red en dos grupos en forma independiente, se encontraron diferencias significantes entre las dos medias (t(189)=1.894, p<0.05). La media de calidad de red en las mujeres que trabajan (m=33.22, sd=16.13) fue significantemente más alta que la calidad de red en las mujeres que no trabajan (m=16.28).

Capital social efectivo

En este estudio el capital social se define como los beneficios en términos de apoyo instrumental, material y psicológico que reciben las mujeres gracias a sus lazos sociales, emanados de sus redes sociales. Estos beneficios han sido agrupados en las siguientes variables: a) tipo de apoyo —recibido, no potencial; b) fuentes de capital social, o relación que las mujeres tienen con su contacto y finalmente c) una medida de calidad de los beneficios obtenidos —de 1 a 10— calificada desde la percepción de las mujeres acerca del valor del beneficio recibido. A continuación los resultados:

a) Los tipos de apoyo son psicológicos, económicos e instrumentales (cuidado de los hijos o apoyo en labores domésticas) y apoyo para conseguir trabajo. El tipo de apoyo con mayor presencia en la vida de las mujeres es el psicológico, dado que sólo 14 mujeres no lo reciben de nadie. El apoyo económico es el siguiente, con 27 mujeres que no lo reciben; 36 mujeres no han recibido apoyo en el cuidado de los niños y finalmente 136 mujeres no han recibido apoyo para conseguir empleo.

b) Las fuentes del capital social son las relaciones de las personas quienes proveen algún tipo de apoyo para las mujeres. Se mencionan por orden de cercanía: pariente, amigo, vecino y compañero de trabajo.

Las mujeres en esta colonia obtienen apoyo psicológico de sus parientes (72%) y esta proporción es similar cuando observamos al interior de los grupos. La siguiente fuente de capital social o relación es la amistad, a pesar de que esta relación es más relevante en mujeres que no participan en la fuerza laboral donde representa un 15%

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contra 12% de mujeres que trabajan; la diferencia es substituida aquí con compañeras de trabajo.

Casi 80% de las mujeres recibe apoyo económico de sus parientes. Ellas rara vez reciben este tipo de apoyo de sus amigos y vecinos. Posiblemente detrás de esta actitud haya razones culturales —causa de otro estudio— particularmente en casos con estrato social como el de esta colonia, donde la gente tiende a ocultar cuando tiene situaciones económicas difíciles, llamadas en México “apuros económicos”. Las mujeres que trabajan no acuden con cualquier persona cuando requieren apoyo económico en un 17% de los casos contra 11% de mujeres que no participan en la fuerza laboral.

Las mujeres reciben apoyo en el cuidado de los hijos de sus parientes (70%), pero como se expresó anteriormente, quienes participan en la fuerza laboral incrementan su demanda de este tipo de apoyo (76%), contra 64% de las que no participan en la fuerza laboral. Las mujeres que participan en la fuerza laboral no solicitan apoyo en el cuidado de los hijos en 16% y este podría ser un indicador de que las mujeres han combinado su participación en la fuerza laboral con sus responsabilidades de cuidado de sus hijos/as al adaptar sus trabajos con horarios flexibles o de tiempo parcial puesto que, como se dijo anteriormente, las mujeres han participado en la fuerza laboral a lo largo de sus vidas.

El apoyo a las mujeres en actividades domésticas tiene similares resultados que el de cuidado de los hijos, dado que el 56% de mujeres reciben estos beneficios de sus parientes. Las mujeres que participan en la fuerza laboral no reciben ningún apoyo en labores domésticas en 21% de los casos contra el 24% de las mujeres que no participan en la fuerza laboral y no reciben tampoco esta clase de apoyos. Esta mínima diferencia podría ser síntoma de una doble carga de trabajo de las mujeres que participan en la fuerza laboral.

Por otro lado, parece ser que las mujeres son más abiertas a contratar personas para servicios domésticos36 (20%) que para el cuidado de los hijos. También es de sorprender cuando observamos al interior de cada grupo porqué las mujeres que no participan en la fuerza laboral contratan más personas para servicios domésticos (23%), más que las mujeres que participan en la fuerza laboral (18%).

36 Los casos en que las mujeres han contratado servicios —cualquier tipo de apoyo— no han sido incluidos debido a que si existe un pago de por medio, entonces no se trata de capital social.

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El capital social utilizado para obtener empleo ha sido estudiado en otros países. Los resultados de este estudio demuestran que la mayoría de las mujeres (63%) no han recibido ningún apoyo para conseguir empleo; 21% de ellas han recibido este tipo de apoyo de sus parientes y 13% ha sido ayudado a conseguir un trabajo por sus amigos. Esto significa que una de cada tres mujeres que participan en la fuerza laboral han utilizado su capital social para conseguir un empleo.

Cerca del 25% de mujeres han recibido otro tipo de apoyo, el más importante es el cuidado que ellas han recibido en caso de enfermedades u hospitalización. En la mayoría de los casos han recibido apoyo emocional de sus parientes. Unas cuantas mujeres mencionaron otros tipos de apoyo como el espiritual (5), el moral (4) u orientación (3).

Finalmente tres variables más fueron construidas:

1) Tipos de capital social efectivo (CS_tipos) es la suma derivada de los tipos de apoyo que las mujeres efectivamente están recibiendo. Apoyo psicológico, económico e instrumental (cuidado de los hijos y apoyo en labores domésticas), y apoyo para el empleo. Esta variable CS_tipos mide la presencia de tipos y apoyos. El más alto puntaje es de 5 cuando una mujer está recibiendo todos los tipos de apoyo.

2) Promedio de capital social efectivo real (CS_PromR) el producto del capital social total dividido entre CS_tipos para medir la efectividad del capital social recibido.

3) CS_Prom_5 que es el resultado promedio entre el total de capital social dividido entre 5, que es la mayor presencia de capital social de acuerdo a los 5 diferentes tipos.

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Tabla 9. Estadísticas agrupadas: capital social

Variable t gl sig grupo medio desviación estandar

Tipos de capital social -1.22 187 .225 trabajano- trab

3.743.56

1.039.49

Capital social real Promedio

-1.70 186 .091 trabajano- trab

10.119.53

2.432.26

Capital socialPromedio general

-2.32 187 .021 trabajano- trab

7.496.75

2.471.95

Resultados de las tres variables mencionadas en la tabla 9 —tipos de capital social, promedio real de capital social y promedio general de capital social— en ambos grupos de mujeres que trabajan y que no trabajan fueron comparados para ver si había alguna diferencia en estos indicadores de capital social efectivo entre ambos grupos. Los resultados mostraron que sólo en la tercera variable hay significatividad estadística. Una prueba “t-test” de muestras independientes fue calculada comparando el resultado promedio del capital social de las mujeres en dos grupos independientes: mujeres que participaban en la fuerza laboral y mujeres que no participaban en la fuerza laboral —hubo una diferencia significativa entre la media de los dos grupos (t(187=0.21 p<0.05). La media del promedio de capital social (CS_Prom_5) de mujeres que trabajan (m=7.49, sd=2.4) fue significantemente más alto que la media del promedio de capital social (CS_Prom_5) de las mujeres que no trabajan (m=6.75, sd=1.95).

c) Calidad de los beneficios obtenidos

Finalmente se incluye una medida del capital social efectivo que consiste en una calificación numérica asignada por las mujeres para evaluar los beneficios obtenidos de sus redes sociales. Los resultados demostraron que la media de las mujeres que participan en la fuerza laboral es más alta (37.53) que la media de las que no participan en la fuerza laboral (33.73). Esto podría significar que las mujeres que participan en la fuerza laboral usan su capital social más intensivamente que las mujeres que no participan en la fuerza laboral. La moda en el primer grupo es de 50; en el segundo es 30.

Los resultados sobre el capital social efectivo en ambos grupos mujeres que trabajan y que no trabajan fueron comparados para observar si hay diferencia de capital social entre ambos grupos. Una prueba “t-test” de muestras independientes

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fue calculada comparando el resultado promedio de efectividad de capital social en los dos grupos en forma independiente: Mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no participan en la fuerza laboral, se encontró una diferencia significativa entre la media de los dos grupos (t(187)= -2.319, p<0.05). La media de efectividad de capital social de las mujeres que trabajan (m=37.46, sd=12.34) fue significativamente más alto que la efectividad de capital social de las que no trabajan (m=37.46, sd=12.34).

Se condujo un análisis multi-variado para determinar si el estatus como mujer que trabaja se podría predecir correctamente con una serie de variables predictoras relacionadas a la organización familiar, atributos personales y capital social. La regresión logística binaria fue seleccionada como la prueba estadística apropiada para responder a esta hipótesis.

La regresión logística es la prueba oportuna para “predecir un resultado discreto tal como la membresía de un grupo o conjunto de variables que pueden ser continuas, discretas o una mezcla de ambas”, (Tabachnick y Fidell, 2000, p. 517). Donde hay una variable dependiente dicotómica, es posible utilizar la regresión logística. Las hipótesis a evaluar son definidas en términos de la probabilidad que las mujeres tienen de participar o no en la fuerza laboral, de acuerdo a las 10 variables que puedan predecir esta situación. El método enter es preferido más que los métodos Stepwise porque no se había especulado sobre el orden de importancia de las variables predictoras. La regresión logística no tiene supuestos acerca de la distribución de las variables predictoras (Tabachnick y Fidell, 2000). La normalidad en la distribución de las variables independientes ha sido explorada gráficamente en SPSS. En la mayoría de los casos, valores extremos han sido relacionados con la ausencia de red social, y eso es importante para este estudio porque también es un indicador de cero apoyos de la red social. En otros casos los casos extremos han sido controlados o borrados para lograr una mejor distribución normal.

Por otro lado, la multicolinearidad es una situación en la cual dos o más de las variables independientes están correlacionadas muy alto y es imposible calcular los coeficientes de regresión de las variables independientes. Las correlaciones bivariadas de Kendal han sido medidas entre las variables independientes. Los resultados han demostrado que no hay ningún coeficiente de correlación de 0.90 o mayor37 (Tabachnick y Fidell, 2000, p. 83), por lo tanto no existe multicolinearidad entre las variables.

37 “Multicolinearidad significa que las variables están altamente correlacionadas (por decir, .90 hacia arriba)... “Tabachnick y Fidell, 2000:83.

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El tamaño total de la muestra para el análisis de regresión logística es de 190, de los cuales 173 fueron incluidos en el análisis. Un total de 17 fue excluido debido a falta de datos. Los resultados de regresión revelaron que el modelo global que consiste de 10 predictores es significante para diferenciar participación y no participación en la fuerza laboral mujeres-madres con pareja de edades entre 18 a 64 (-2 Log Likelihood =146.59; modelo Chi-Square=2.88; p>0.05). Conociendo a las variables predictoras incluidas en el análisis, el modelo clasificó de manera exitosa al 79.8% de los casos, lo cual es un buen indicador de la eficiencia predictora del modelo. Aunque es más preciso clasificar correctamente el estatus de las mujeres que no trabajan en 78%. La tabla 10 muestra los coeficientes de regresión sólo para las variables significativas incluidas en el modelo estadístico.

Tabla 10. Coeficientes de regresión

Predictor B ES Wald gl p Exp(B)Experiencia laboral 0.196 0.034 32.179 1 0.000 1.216Toma de decisiones 0.084 0.043 3.902 1 0.048 1.088Tamaño de la red 0.919 0.313 8.585 1 0.003 2.506Calidad de la red -0.025 0.007 11.186 1 0.001 0.976

El estadístico Wald junto con el nivel de significancia revelan que hay cuatro variables estadísticamente significativas en predecir la participación de las mujeres en la fuerza laboral al nivel p < 0.05 level: 1) la experiencia laboral de las mujeres significativamente predice la participación de las mujeres de 18 a 64 años en la fuerza laboral (Wald 32.179, p = 000). 2) Toma de decisiones significativamente predice la participación de las mujeres en la fuerza laboral (Wald 3.90, p = .048; 3) Tamaño de la red significativamente predice la participación de las mujeres en la fuerza laboral (Wald 8.58, p = .003). 4) La calidad de la red, significativamente predice la participación de las mujeres en la fuerza laboral (Wald 11.86, p = .001). El estadístico Exp(B) refleja el incremento en probabilidades de ser clasificada en un grupo u otro cuando la variable predictora se incrementa en una unidad. Por lo tanto, cuando la experiencia laboral se incrementa en un año, la probabilidad de que la mujer participe en la fuerza laboral se incrementa en 1.21 veces; cuando el tamaño de la red se incrementa en un contacto significativo, la probabilidad de que la mujer participe en la fuerza laboral se incrementa 2.56 veces; y cuando la calidad de la red se incrementa en una unidad, la probabilidad de que la mujer participe en la fuerza laboral se incrementa .976 veces.

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Hipótesis

1.Organización familiar

1. Las mujeres con familias de menor tamaño tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen familias de mayor tamaño. Hipótesis 1 no fue corroborada por los datos.

2. Las mujeres con familia nuclear tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen familia no nuclear. Hipótesis 2 no fue corroborada por los datos. Esto tal vez se debe a que se trata de una muestra homogénea y las diferencias entre los grupos no fueron suficientes como para fortalecer esta hipótesis. El coeficiente de regresión confirmó la ausencia de influencia de esta variable como predictora en la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

3. Las mujeres con menos horas dedicadas a las labores domésticas tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que le dedican menos horas a las labores domésticas.Hipótesis 3 no fue corroborada por los datos. Sin embargo en la prueba t se encontró una diferencia significativa entre ambos grupos en las horas dedicadas a las labores domésticas. Las mujeres que trabajan fuera del hogar además de sus horas de trabajo le agregan las horas del trabajo en actividades domésticas: 103 mujeres que trabajan fuera del hogar tienen un promedio de 66 horas de trabajo a la semana.

4. Las mujeres con más altos puntajes en la toma de decisiones tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las que tienen menores puntajes en toma de decisiones.Hipótesis 4 fue corroborada por los datos. La prueba t ya había demostrado que la toma de decisiones es mayor en el grupo de mujeres que trabajan; la regresión logística demuestra que también es una variable predictora en la probabilidad de que una mujer participe en la fuerza laboral.

2. Atributos personales1. A mayores niveles de educación, las mujeres tienen mayores probabilidades

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para participar en la fuerza laboral que las mujeres con menor escolaridad.Hipótesis 1 no fue corroborada por los datos. No es predictora de la probabilidad de participar en la fuerza laboral. Sin embargo la prueba t encontró una diferencia significativa entre las medias de los grupos de mujeres. Las mujeres trabajadoras tienen mayor escolaridad que las que no realizan trabajo extra-doméstico.

2. A mayores niveles de experiencia laboral, mayor probabilidad tienen las mujeres de participar en la fuerza laboral que las mujeres con menores niveles de experiencia laboral.Hipótesis 2 fue corroborado por los datos. Efectivamente las mujeres con mayores niveles de experiencia laboral tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que las mujeres con menos años de experiencia laboral.

3. Capital Social1. A mayor existencia de capital social potencial, mayores probabilidades de que las mujeres participen en la fuerza laboral.Hipótesis 1: las mujeres con una red social de mayor tamaño y una calidad de la red tienen mayores probabilidades de participar en la fuerza laboral que aquellas que tienen redes de menor tamaño y que la calidad de su red es menor. Ambas variables, tamaño de la red y calidad de la red son parte del capital social potencial en este estudio y ambas son predictoras de la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

2. A mayor existencia de capital social efectivo, mayores las probabilidades de que la mujer participe en la fuerza laboral.Hipótesis 2 no fue corroborada por los datos, aun cuando el constructo fue validado como un factor independiente en la prueba de análisis factorial. En este estudio se consideran dos variables como indicadoras del capital social efectivo: capital social total y calidad del capital social. Sin embargo, ninguna de ellas es variable predictora de la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Esto pudiera significar que las mujeres utilizan su capital social de manera efectiva independientemente que participen o no en la fuerza laboral. De acuerdo con los resultados de la prueba t, este es el caso, aun cuando las mujeres que trabajan tienen beneficios de mayor calidad.

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4.2. Componente cualitativo: resultados

Análisis

Las ideas son expresiones de una cultura y para Geertz la cultura es un conjunto semiótico de significados, en sus propias palabras: “el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significaciones.” (Geertz, 2000:20). Y ¿cómo expresar los imaginarios sobre cualquier objeto o sujeto si no es con la mediación del lenguaje? En esta primera parte del análisis se incluyen los motivos, las imágenes y las ideas que sobre las mujeres y su participación o no en la fuerza laboral emiten las propias mujeres. En la segunda parte se incluyen categorías referentes a lo que García y Oliveira (2003) denominan la situación de la mujer en la familia, es decir, la organización del trabajo doméstico y la toma de decisiones al interior del hogar, siempre tomando como referente la trayectoria laboral de las entrevistadas.

1. Los motivos para trabajar: entre el bienestar de los hijos y la economía familiar Las ideas que expresan las entrevistadas permiten observar una tendencia en su pensamiento: la idea de que sólo por motivos económicos se justifica el hecho de que una mujer salga a trabajar. En palabras de una mujer que nunca ha participado en la fuerza laboral:

“si mi hija hubiera elegido a un muchacho profesionista a lo mejor no hubiera la necesidad de trabajar. Me hubiera gustado que se dedicara a su hijo.. que estuviera en su casa”. 11/NT/1.6

Otra de ellas, joven profesionista, dice:

“como a mi esposo le ha ido un poco bien, entonces no ha habido necesidad de que yo salga fuera de la casa”... (4/TD/1.)

Una de las ideas que está presente en los discursos de las mujeres profesionistas es la del trabajo como una consecuencia lógica, en el caso de tener una carrera universitaria, es decir, al tener alta escolaridad, la expectativa es la participación

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continua de la mujer en la fuerza laboral, independientemente de la etapa de su vida en la que se encuentre. En palabras de dos de las entrevistadas:

“si voy a estudiar una profesión es porque voy a trabajar en eso” (5/TC/1.1), y

“nunca dejé de trabajar porque, para empezar, ser maestra es mi profesión y en segundo, es mi vocación”. (12/TJ/1.1)

Ella es la única entrevistada que menciona la vocación como motivo de trabajo.

El tipo de trabajo u ocupación también influye en el hecho de participar —o no— en la fuerza laboral. El hecho de desempeñarse como maestra tiene —según las mujeres— varias ventajas, entre ellas el horario (medio tiempo), la pensión por jubilación y el reconocimiento social de la profesión como típicamente femenina, lo cual reduce las posibilidades de conflicto con la pareja. Sólo una de las entrevistadas dejó de ejercer su carrera magisterial al casarse y seis de ellas la continuaron hasta su jubilación.

Una de las respuestas dibuja muy bien la idea del cambio en la concepción del trabajo de acuerdo al curso de vida de la mujer –condicionado al cuidado de los otros- es la siguiente, que se refiere a la realización personal:

El trabajo es por realización personal (antes de tener hijos), cuando llegan los hijos es contribución a la economía familiar y cuando los hijos se van es de nuevo por realización...(9/TJ/1.1)

Entre todas las entrevistadas, sólo la anterior menciona explícitamente la realización. Y parece ser que la realización está condicionada a la presencia o ausencia de los hijos, a menos que —y esto sería material para otro trabajo— la maternidad produzca una especie de realización que sustituya a la realización personal asociada a lo laboral. Esto contradice los hallazgos de García y Oliveira (1994), quienes elaboraron una tipología de lo que significa el trabajo para los sectores medios y los sectores populares, argumentando que generalmente los motivos de los sectores medios, como el caso que nos ocupa, están relacionados con el trabajo como realización y desarrollo personal.

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Las que no participan en la fuerza laboral

Cuatro de las nueve mujeres entrevistadas que no han participado en la fuerza laboral mencionan a los hijos como el motivo principal por el cual no trabajan: las ideas de “verlos crecer” y la de no dejarlos en manos extrañas o ajenas, están presentes entre sus argumentos. Es posible inferir que las mujeres condicionan la posibilidad de trabajar al cuidado de los otros, es decir, a que el resto de los integrantes del hogar tengan solucionada su cotidianeidad. Es el caso de una de ellas que no trabaja por cuidar a su madre, aunque en realidad nunca trabajó... y otra que pensaba trabajar en cuanto su hijo menor entrara a la escuela, no pudo arreglar el horario de su hijo y para cuando lo pudo hacer ya tenía hijas adolescentes y “no era bueno dejarlas en casa solas”... (20/NT/1.2).

Dos de las entrevistadas expresan que su esposo nunca las dejó trabajar fuera de casa, es decir, la idea de que es necesario obtener el permiso del esposo y de acatar su decisión, cualesquier que sea, aún está presente en las mujeres entrevistadas. En el caso de Elva, a quien desde antes de casarse su esposo le ofreció el rol que aún en la actualidad juega: “tú vas a atender mi casa y mis hijos”. (1/NT/1.3).

Para cuando llegan a una edad en que se cierra en ciclo del cuidado de los hijos, en el estadio de “nido vacío” en la historia del hogar, decrece la demanda de las actividades en el hogar, porque además se visualiza un tendencia de incremento en la participación de los varones en las labores domésticas, particularmente en actividades de “afuera” como limpieza de patios, porches y coches. Sin embargo, esta baja en la demanda del trabajo doméstico viene de la mano de una nueva actividad que captará el tiempo y esfuerzo de las mujeres: el cuidado de los nietos. Este es el caso de la mayoría de las entrevistadas que no participan en la fuerza laboral, algunas de las maestras jubiladas e incluso, de las que continúan en el mercado laboral, las que ya tienen nietos. Esto significa que las ideas sobre la maternidad y el cuidado de los menores trascienden las etapas de la vida de las mujeres. Un ejemplo es el caso de Alicia (7/NT/) quien considera que ha ayudado mucho a sus hijas porque ha cuidado a sus siete nietos, el mayor de ellos de 16 años, desde que ellos han tenido 40 días de nacidos para que sus hijas puedan participar en el mercado laboral.

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2. El significado del trabajo: Entre la realización y la utilidad

La ocupación y el tipo de trabajo influyen en las respuestas que las mujeres expresan sobre el trabajo; las mujeres que han trabajado permanentemente lo consideran una forma de realización personal mediante el desempeño de una profesión o una ocupación que les produce motivación y satisfacción. Sin embargo, se renuncia a dicha realización en cuanto se presenten requerimientos de cuidados especiales en la familia.

El trabajo como un medio o como un instrumento varía en las expresiones desde “es como una terapia”—dice Elva, (1/NT/2.1) quien elabora arreglos florales en su casa—; un “medio de vivir”, me siento “útil” o “me siento eficiente” hasta un “el trabajo es la vida”, como dice una jubilada que ahora posee un negocio de vestidos de novia (20/TJ/1.1). Las palabras de Paula sintetizan el trabajo como un medio del cual se derivan beneficios materiales:

“Yo siempre he pensado que el trabajo es como mi papá... el trabajo nunca me dice no hay, al contrario, el trabajo me ha dado para irme de vacaciones, para vivir bien, para vestirme, para comer lo que yo quiero, para vivir decorosamente, entonces para mí el trabajo es todo...” (17/TC/2.1).

Quienes han trabajado de manera intermitente, con entradas y salidas al mercado laboral se refieren a la presencia o ausencia de algo que consideran valioso:

“yo estuve un tiempo trabajando y cuando yo trabajé fui otra persona,” dice Guillermina con un dejo de nostalgia, después de afirmar que:“el trabajo de la casa es muy desgastante”. (14/TD/2.2), y

“aquí en la casa yo siento que no soy útil porque no aporto económicamente, yo como persona me siento más completa trabajando...” (10/TD/2.1).

Solamente dos de las entrevistadas se refieren al trabajo como un apoyo para la pareja, confirmando que el rol de proveedor no es el suyo. A ninguna de las que trabaja le pesa o lo ve como una carga.

Finalmente, es interesante escuchar las palabras de Gloria, quien nunca trabajó fuera de casa:

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“yo lo veo a mi alrededor, que la mujer quiere trabajar porque se quiere escapar de la responsabilidad de mucho trabajo en la casa...y no hay pago”. (11/NT/5.3).

En este estudio no se percibe la elección del trabajo como carrera, es decir, acomodar el resto de los roles de la mujer en función del de trabajadora, puesto que se observa en las palabras de las mujeres, incluidas las profesionistas, que el trabajo es un complemento, un agregado —en cualquier momento prescindible—, sometido al rol de esposa pero, fundamentalmente, al rol maternal. En las mujeres entrevistadas, por lo tanto, está ausente el significado del trabajo como un proyecto personal, asociado a una búsqueda de mayor autonomía que han detectado en otros estudios del trabajo García y Oliveira (1994).

3-4. Ventajas y desventajas: Triangulación

Se preguntó a las mujeres sus impresiones sobre las ventajas y desventajas, por un lado, de una mujer que trabaja y por el otro lado se preguntaron también las ventajas y desventajas de una mujer que no trabaja. Esto fue con el propósito de corroborar la información que aparecería de manera cruzada, es decir, las ventajas para una mujer que trabaja serían las mismas —o similares— a las desventajas de una mujer que no trabaja, eso es, al enunciar las desventajas de una mujer que no trabaja se está infiriendo las ventajas que gana cuando sí lo hace. En términos generales la pregunta se refiere a lo que se gana y a lo que se pierde cuando la mujer trabaja participa en la fuerza laboral. El ingreso es un elemento frecuentemente expresado por las mujeres como una ventaja de trabajar o una desventaja de no trabajar: como ventaja, las siguientes expresiones breves y textuales son evidencias de la importancia que le dan al ingreso económico:

“vivir económicamente mejor” (1/NT/3.1); (7/NT/3.1);

“tener más dinero” (2/NT/4.1);

“si hay dos sueldos hay mejor casa, mejor manera de vivir”(7/TD/3.1);

“ya con dos sueldos pues tienen oportunidad de arreglar su casa, de darles estudio a sus hijos, de darles una mejor alimentación”(8/TJ/3.1);

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“a lo mejor con el puro sueldo de mi esposo mis hijos no hubieran estudiado”. (15/TJ/3.2)

Como desventaja de no trabajar, que corrobora lo anterior:

“no entra ingreso”, (1/NT/3.4)

“en lo económico”, (20/NT/3.1)

“menos ingreso”. (15/TJ/3.4)”

Ser independiente fue otra de las opiniones que con mayor frecuencia expresaron las mujeres entrevistadas. Sin embargo se trata de una independencia económica o autosuficiencia de recursos, puesto que la frase inmediatamente posterior a la palabra “independiente” se orienta a la disponibilidad de recursos, por ejemplo:

(la mujer)... “es más independiente, trae su dinero...” (4/TD/3.1)

“Principalmente porque nos hacemos independientes... el saber que tienes con que solventar tu economía al día siguiente, eso te da mucha seguridad, te da mucho valor y te hace autosuficiente”. (6/TC/3.1).

“Ser independiente... a mi me gusta ganar mi dinero porque me gusta gastarlo en lo que yo quiera...” (17/TC/3.1).

“Te rinde más el gasto familiar, eres más independiente” (14/TD/3.1).

“Sobre todo no depende del marido, o sea quiero comprarme unos zapatos y no tengo que pedir... (15/TJ/3.2)”

Entre las desventajas de no trabajar, que reafirma la ventaja de trabajar, Carmen y Paula, dos mujeres que han trabajado ininterrumpidamente en su vida, se expresan así:

“Que ella no puede decidir que comprar o cuánto va a gastar, porque depende de lo que el marido le diga...” ( 19/TJ/4.2)

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“La desventaja tal vez sería no tener cosas por su propio trabajo o por su propio dinero o esfuerzo”. (17/TC/4.2)

Más vida social, una autoestima más fuerte, realizarse en lo que se estudia, la satisfacción propia, oportunidades de aprender, libertad de decisión y el orgullo de los hijos, son frases diversas, emitidas por las entrevistadas, que describen las ventajas de una mujer que trabaja.

“Yo siento que la mujer debe trabajar para no andar bajo el yugo... si yo no hubiera trabajado estuviera con el yugo más puesto...” (15/TJ/4.3).

Es la expresión de una mujer —jubilada del magisterio— que interrumpió la entrevista para entrar a bolear los zapatos de su pareja que iba a salir.

“La mujer que no trabaja no tiene ventajas” (2/NT/4.1), es la tajante afirmación de Cristina, una mujer que nunca formó parte de la fuerza laboral y que se opone al juicio.

En cuanto al reverso de la moneda, las ventajas de no trabajar o las desventajas de trabajar se refieren a lo que una mujer gana al quedarse en casa o pierde cuando sale fuera del hogar. La mayoría de las entrevistadas menciona a los hijos como los principales beneficiarios de sus labores; la convivencia con ellos, el disfrutarlos y estar más al pendiente de ellos se consideran argumentos sustanciales para la permanencia de la mujer en el hogar. Se infiere que el resultado de ello será la unión familiar. Por ejemplo:

“...para mí es lo máximo estar en el hogar esperando a que lleguen los hijos de la escuela, que la comida que ellos quieren... yo he disfrutado mucho mi casa, el quehacer, la limpieza, todo en orden”. (7/NT/3.2).

Son las palabras de una mujer que expresa que nunca trabajó fuera de casa porque su pareja no se lo permitió. Otra que nunca formó parte del mundo laboral dice que:

“cuando uno está en casa atiendes al hijo, atiendes al esposo, hay más convivencia familiar; tu esposo se va a trabajar y llega y le tienes comida, le tienes su ropa y todo...”. (13/NT/3.2)

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A manera de confirmación de lo anterior, las desventajas de trabajar son: el abandono y el descuido de los hijos, por un lado, y el no presenciar los momentos importantes en la vida de los hijos, por el otro; son argumentos sobre las desventajas de trabajar expresados en su mayoría por las mujeres que no han participado en la fuerza laboral.

Las desventajas de trabajar que expresaron las mujeres que sí trabajan fuera del hogar se refieren a la falta de oportunidades de participar en actividades familiares y escolares, sin embargo esto no lo consideran insalvable, en sus propias palabras:

“A veces no tiene oportunidad de ir a actividades... le piensa uno para pedir permiso, pero no siento que sea una gran desventaja”. (5/TC/4.2)

“A veces desatender algunas ocasiones especiales, alguna cuestión familiar por exigencias del trabajo, pero pienso que sí se puede combinar”. (9/TJ/4.1)

Otra de las ventajas de no trabajar, desde la perspectiva de las que sí trabajan, tiene que ver con los beneficios que obtiene la mujer misma por su no participación en la fuerza laboral, por ejemplo:

“no tienen que estar en un horario, disponen de su tiempo como ellas se programen...” (6/TC/3.4)

“que puede estar ahí y hacer lo que quiera, si quiere estar leyendo, si quiere atender a sus hijos, si quiere limpiar su casa” (10/TD/3.3)

“pueden hacer su quehacer, su comida, todo más despacio, más tranquilas, no andan aceleradas como uno...” (15/TJ/3.4)

“creo que si se sabe organizar en sus tiempos tiene una vida más tranquila... horas de descanso... incluso actividades de recreación..” (16/TJ/3.2).

Una de las desventajas de trabajar, que expresa las presiones a las que son sujetas las mujeres que trabajan es la que enuncia una maestra jubilada: la desventaja de una mujer que trabaja es:

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“andar corre y corre como loquita... sí, que quieres dejar la casa arreglada y vete y trae el trabajo de la escuela, y síguele...” (15/TJ/4.2);

Esta misma desventaja la expresa una mujer que nunca participó en el mercado laboral, pero que observa la vida cotidiana de sus hijas casadas:

“La mujer que trabaja pierde las ventajas que tenemos nosotras las antiguas, ya las modernas no las tienen... están estresadas porque se tienen que ir a trabajar, y llegan y tienen que hacer de comer y de cenar... no tienen tiempo para nada, no tienen tiempo para ellas... cuando salen a trabajar no hay tiempo más que para ir al trabajo, se levantan, se van a la guardería por el niño y vienen corre y corre y se acuestan a las 12 ó 1 de la mañana y se levantan a las 5 de la mañana...13/NT/3.2)”

5. Imágenes: la mirada de las otras

“Admiro a la mujer que trabaja, que puede con la casa, que puede con los hijos

y el trabajo” (7/NT/5.1)

La cita utilizada como epígrafe de este apartado es la opinión de una maestra cuyo esposo no le dio permiso de ejercer su profesión después del matrimonio y que ha cuidado a todos sus nietos para que sus hijas puedan participar en la fuerza de trabajo.

Las imágenes que las personas se crean de un objeto o sujeto tienen su origen en las representaciones sociales que permean junto con sus significados, a lo largo de sus biografías, que estaban ahí cuando nacieron y que probablemente estarán ahí cuando se hayan ido. ¿Qué ideas tienen las mujeres que participan en la fuerza laboral de las que no lo hacen? Y a su vez, ¿cómo perciben las mujeres dedicadas al hogar a las que día tras día salen a enfrentar el mundo laboral? He aquí sus palabras:

Las que no trabajan expresan su admiración por las que sí lo hacen: refiere una mujer cuyo esposo no le permitió ejercer su profesión de maestra.

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Las mujeres que no trabajan fuera del hogar expresan su admiración por las que sí lo hacen y además las caracterizan como personas independientes, dinámicas, capaces de enfrentar retos y salir adelante. Expresa una mujer que no ha participado en el mercado laboral:

“Son positivas, yo creo que hay muchísimas ahorita que no lo hacen por necesidad sino porque quieren” (20/NT/5.2).

Mientras otra de ellas se expresa con un dejo de nostalgia cuando dice:

“un trabajo es una motivación, que ella se da el lujo de salir a ganar dinero y ayudar a la pareja”. (11/NT/5.3)

Desde su experiencia, una maestra jubilada al referirse a la imagen de la mujer que trabaja, dice:

“mis respetos porque tiene que hacerse cargo del trabajo, cumplir correctamente su horario, desempeñar el trabajo, tener conflictos y luego llegar a la casa, a la disciplina de los hijos, al quehacer de la casa...” (12/TJ/5.2)

Contrario a esto, otra de las jubiladas enfatiza su visión positiva del trabajo expresándose así:

“es importante el desempeño de una mujer que trabaja porque se realiza primero como persona, hay una libertad personal que satisface y produce satisfacción... y se realiza como mujer profesional y logra cooperar al desarrollo de la sociedad” (16/TJ/5.1).

Las que trabajan fuera del hogar se refieren a las que no lo hacen como conformistas porque:

“se conforma con lo que el esposo le da”; (2/NT/5.1); (15/NT/5.3)

“no tiene aspiraciones”; (8/TJ/5.3)

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O bien la comodidad o la sumisión son otros elementos explicativos:

“creo que hay mujeres que no lo hacen (trabajar) por comodidad... porque les gusta estarse nada más en la casa y no tener por un lado responsabilidad, pero también hay mujeres (a las) que no las dejan”. (17/TC/5.1).

Y como refiere una mujer acostumbrada al doble papel de trabajadora-ama de casa.

“sumisa, creo que son mujeres muy sumisas y tal vez con miedo...” (17/TC/.5.2)

El elemento económico no deja de estar presente, es decir, la idea de que la participación de la mujer en la fuerza laboral está ligada sólo a las necesidades económicas no cubiertas debido a que el hombre —proveedor— no logra solventar todos los gastos y la mujer “lo ayuda”. Entre ellas se encuentran las voces de dos maestras jubilada que dicen:

“a lo mejor el marido no le cubre todos los gastos...” (8/TJ/5.3), y

“necesita salir para trabajar porque el esposo no gana suficiente y entonces de esa manera ella sale y trata de ayudar, trata de completar con lo que ganan los dos...” (19/TJ/6.1).

Otra maestra jubilada confirma:

“pues si no trabaja es porque no necesita trabajar... que si el esposo le da todo lo que necesita, pues ella no tiene para qué trabajar”. (19/TJ/5.1)

El elemento de conformismo está presente también en las imágenes que sobre sí mismas tienen las mujeres que no trabajan, por ejemplo una mujer que durante su matrimonio nunca ha realizado trabajo fuera del hogar,

“La que se queda en su casa pues a lo mejor no quiere tener más dinero, ella se conforma con lo que el esposo le da, ¿verdad?” (2/NT/5.1).

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Pero también el respeto está presente, unido al reconocimiento de que las labores domésticas son pesadas y socialmente desvalorizadas; es el caso de una de las mujeres que ha tenido permanencia en el trabajo asalariado que refiere:

“Bueno yo las respeto mucho, increíblemente yo tengo vecinas que me llena el oírlas que les gusta ser amas de casa de corazón, que disfrutan haciendo la comida, que disfrutan haciendo su quehacer, que disfrutan atendiendo a los hijos, ahora hasta los nietos, porque ya todas son abuelas, menos yo...” (6/TC/5.3).

Una joven profesionista dedicada al hogar lo expresa así:

“Tiene más valor una que está en la casa porque el trabajo de la casa nunca se acaba y aparte es el trabajo más pesado y el que no se paga... no tiene valor... y el de oficina, pues uno va a trabajar de 9 a 6 y sale... y se acabó el trabajo”. (4/TD/5.2).

Sobre la paga por realizar labores domésticas, una de las maestras jubiladas refiere:

“Sería ideal que nos pagara el esposo por desarrollar el trabajo en casa, como sucede en otros países y que nosotros como mujeres estuviéramos en casa fomentando los valores, el respeto, la responsabilidad, la misericordia a los demás; uno de los dos debe estar pegado a sus hijos par fomentar esos valores...”. (16/TJ/5.1).

Otra mujer que no ha participado en la fuerza laboral durante su vida matrimonial propone como solución al problema del ejercicio de las labores domésticas para quienes trabajan fuera del hogar:

“Me parece que hay jovencitas a las que les gusta mucho su casa, a las que les gusta mucho hacer ese tipo de trabajo, yo pienso que podrían desempeñar perfectamente el rol en la casa de las que sí trabajan, porque ellas necesitan quién cuide a sus niños y que les guste hacerlo”. (20/NT/5.2).

Y la misma idea de que la preparación académica y profesional origina una especie de obligatoriedad para que la mujer participe en la fuerza laboral, o viceversa, la falta de preparación justifica el no participar en la fuerza laboral, por ejemplo una joven profesionista expresa:

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“es la misma imagen de una mujer que trabaje o que no trabaje... la única diferencia es la preparación, es a nivel académico”. (4/TD/5.2).

Otra maestra jubilada dice:

“en ocasiones porque no está preparada y se va a ir a ganar la vida con una baja remuneración, pues mejor se queda en casa... pero si tú tienes una preparación académica, pues, ¿por qué no sacarle provecho y servir a la sociedad? (8/TJ/5.3).

Otra mujer que siendo maestra no realizó trabajo extra doméstico, refiere dos posibles explicaciones al hecho de que una mujer no participe en el mercado laboral:

“Pueden ser dos, una que no esté preparada, que no tenga ninguna profesión... la otra es que no se quiera superar aunque esté preparada, que sea una persona conformista, que lo que gane él pues ahí que me alcance, o no me alcance pero yo no quiero trabajar”. (7/NT/5.2)

Dos de las mujeres que trabajan expresan argumentos a favor de las que no trabajan, pero cierran sus discursos con un “pero prefiero trabajar”. Es el caso de una de las mujeres cuya trayectoria laboral ha sido al mismo tiempo continua y diversa en experiencias, quien al referirse a quienes no participan en el mercado laboral nos dice:

“son hermosas, yo las admiro mucho y las respeto por eso, porque yo no puedo decir que a mí me gusta ser ama de casa; lo hago porque es mi deber... pero prefiero trabajar”. (6/TC/5.3).

Otras de las entrevistadas dicen:

“qué bueno que le va bien y que puede estar con sus hijos todo el tiempo... pero como quiera, a mí se me hace muy aburrido”. (10/TD/5.2).

“Merecen mi respeto...”,dice una maestra jubilada, “porque están entregadas en cuerpo y alma a la casa y al marido y a los hijos, pero siento que no se están realizando”. (12/TJ/5.2).

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6. Organización del trabajo doméstico

“Qué bueno que trabajas, pero qué friega te llevas”. (10/TD/6.2)

La distribución y ejecución de las labores domésticas es uno de los factores que recaen de manera primordial en los hombros de las mujeres; es el elemento que más resistencia presenta a los cambios de la modernidad. Las mujeres que no trabajan —la mitad de las entrevistadas— aseguran que ellas realizan todas las labores domésticas; y sus expresiones, lejos de implicar una aceptación resignada, son evidencias de sus percepciones sobre dichas actividades. Frases frecuentes caracterizan el trabajo doméstico utilizando adjetivos como “tedioso”, “rutinario”, “demandante”, “desgastante”, “muy cansado”... y, por supuesto, que no hay paga por él.

Cinco de las mujeres entrevistadas se apoyan en otras mujeres en las actividades domésticas, dos de ellas —que no participan en el mercado laboral— se reparten equitativamente el trabajo con una de sus hijas que vive como familia extensa en el hogar parental. A una de ellas, que sí realiza actividades extra-domésticas, le apoya su mamá, quien vive al lado de su casa. Ella lo expresa así:

“... la comida la hago yo, o la hace mi mamá ... la ropa la lava también mi mamá... básicamente la limpieza corre por mi cuenta... me programo, un día barro una parte y otro limpio otra parte...no lo puedo hacer todos los días, es muy pesado...” (17/TC/6.2).

Y finalmente, solo dos de ellas emplean trabajadoras domésticas, lo cual es sorprendente para el bajo nivel de marginación en que se encuentra la colonia.

Con respecto al tipo de actividades que realizan los integrantes del hogar, en algunos casos el apoyo de los hijos se reduce a la limpieza de su recámara y esto ocurre sólo durante la infancia y la adolescencia y el apoyo suele desaparecer en cuanto los jóvenes empiezan a crecer:

“ellos cuando estaban chiquitos sí tenían obligaciones, me tendían las camas y me llevaban los platos al fregadero; ahora que están grandes, ya no”. 15/TJ/6.4).

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“El trabajo doméstico la mayor parte lo desarrollo yo, por las actividades que los hijos tienen, sus horarios de estudio, de relaciones de noviazgo, compromisos de amistades; prácticamente no le dedican tiempo a la casa y lógicamente lo tengo que sacar yo... pero dejo sus recámaras en manos de ellos” (16/TJ/6.2).

Algunas mujeres se culpan a sí mismas por el hecho de que los hijos no las apoyen en las labores domésticas, por ejemplo, de tres maestras jubiladas, una dice sencillamente:

“No se distribuye el trabajo, aquí lo hago todo yo, mis hijos no me apoyan... yo los malacostumbré”. (7/NT/6.3).

Otra dice:

“Yo me acostumbré en mi casa que mi mamá no me pedía, no me exigía nada... si queríamos ayudar, ayudábamos. Yo seguí ese mismo procedimiento con mis hijos porque no me gusta forzarlos a que hagan nada”. (19/TJ/6.2).

Y una más:

“Ese ha sido mi error más grande, que yo siempre he querido hacerlo todo, lo reconozco, yo siempre quería ser yo, no los dejé, no supe, reconozco 100% que fue mi error. (7/NT/6.3).

Así, algunas de ellas se cuestionan el hecho de que los hijos no les ayuden en las labores domésticas, pero ninguna de ellas cuestiona el hecho de que su pareja lo haga o no. Simplemente es bienvenida la ayuda que tienen por parte del esposo, particularmente cuando el matrimonio ya está en la etapa del “nido vacío” o bien cuando la pareja ya se ha jubilado. Todo parece indicar que, a medida que envejecen los hombres, pudieran estar más dispuestos a apoyar en labores domésticas. Es el caso del padre de una de las jóvenes entrevistadas que refiere lo siguiente:

“El trabajo de la casa es tedioso...nunca se acaba... vivimos con mis papás y las labores las repartimos entre mamá y yo. Los hombres no participan, tal vez mi papá como un 10%”. (4/TD/6.3).

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Una de las mujeres que no ha participado en la fuerza laboral señala:

“Mi esposo ya está jubilado y me apoya bastante en las labores domésticas”. (13/NT/6.3).

Sin embargo, algunos esposos ni después de su jubilación apoyarán en los quehaceres domésticos, dice una de las entrevistadas:

“Mi esposo no hace labores domésticas... él ya trabajó, ya se jubiló... se acabó...” (20/NT/6.3).

Una diferenciación en cuanto al tipo de labores domésticas en que apoyan los integrantes de la familia es el de los espacios de participación, lo cual corrobora la fortaleza de las representaciones sociales de género, puesto que hay una especie de división de las actividades de apoyo que realizan los hijos varones —por un lado en los espacios externos, “afuera”— y las hijas, por el otro, en espacios más restringidos. Una maestra jubilada refiere que antes de que sus hijos se casaran:

“él se encargaba de lavar los carros, el aseo de la cochera, del patio, cosas de afuera... los hijos estudiaban todo el día pero cada uno se encargó de la limpieza de su cuarto... mi hija sí lavaba la loza y cosas de esas, pero el muchachito se encargaba de la limpieza de los carros, nada más...” (12/TJ/6.3).

Los espacios exclusivos para las mujeres son la cocina, la limpieza de áreas generales y el lavado y planchado de la ropa, como lo expresa una mujer que ha trabajado continuamente fuera del hogar:

“Yo... lavo la ropa y la plancho y la acomodo en los cajones y todo... muy esporádicamente mi hija menor y yo cocinamos para llevar nuestro lonche; yo me ocupo de tender mi cama, de recoger la cocina y de recoger todo lo que dejan tirado en la sala, porque dejan el periódico en los muebles y los zapatos, yo los acomodo en los clósets...” (6/TC/6.5).

Una maestra jubilada, con hijos mayores, refiere:

“... pero dejo sus recámaras en manos de ellos, pero yo trato de hacer nada más lo de servicios generales, el área restante... mi esposo no coopera...(16/TJ/6.2).

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Otra maestra jubilada expresa:

“Los hijos saben que con recoger su recámara, sus cuartos y hacer tareas, ese es su trabajo, yo como mamá, lavar, planchar, hacer comidas y hacer compras, casi la mayoría de la carga es para uno; después de mi trabajo mi responsabilidad era ver a los hijos, tener la alimentación y la ropa limpia. Ahorita (a partir de su jubilación), mis hijos son felices, su comida caliente, su ropa y sus cosas siempre al orden del día, más que todo, los alimentos que ahora guiso con mucho gusto”. (8/TJ/6.3).

La realización del pago de servicios —actividad de “afuera”— generalmente es realizada por los hombres, independientemente de la participación o no de las mujeres en la fuerza laboral. Se expresa una maestra jubilada:

“Yo no ando con vueltas de pagos... él se encarga.” (8/TJ/6.4).

Otra mujer que realiza trabajo extra-doméstico, refiere:

“... él se hace cargo de todos los pagos, porque como él siempre anda en la calle surtiendo, yo nada más le digo lo que se va a vencer.” (10/TD/6.5).

Tal vez se empieza a distinguir un cambio entre las parejas jóvenes, quienes parecen estar más dispuestos a compartir responsabilidades en el cuidado de los hijos/as, como es el caso de Alma, profesionista que labora fuera del hogar y que tiene dos hijos, una niña y un niño:

“Él atiende al niño y yo a la niña... cada quien da desayuno y lleva a la escuela al que le toca...” (5/TC/6.4).

Uno de los hogares con mayor participación de los integrantes de la familia en las labores domésticas es el de una mujer que no ha participado en trabajo extra-doméstico y que —sin repartir las actividades—menciona:

“No, pues, mi casa no está muy organizada... se hace lo que se puede y hasta donde se puede, nada más.. entre todos lo hacemos. No nos repartimos, o sea si se le ocurre a alguien lavar las vasijas o lavar el baño, lo hacen, pero yo no pospongo; ellos lavan su ropa desde la secundaria, los hombrecitos y las mujercitas. Yo los acostumbré a los

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hombres porque les decía que les iba a tocar una época en que la mujer iba a trabajar, entonces los trabajos tenían que hacerlo entre ambos... y los dos saben cocinar; ellas también aprendieron un poquito pero no se encasillaron en aprender mucho de cocina, pero no les asigné esas tareas propias.... No las acostumbré a servir, a atender a un hombre, no lo hice, porque no me parece correcto. (20/NT/6.3).

Se comprueban en este trabajo los hallazgos de Ribeiro (2004), que ha estudiado la participación de las mujeres en la fuerza laboral desde el contexto familiar en Monterrey y quien afirma que el problema de esa participación en la fuerza laboral es visto como un problema exclusivo de las mujeres, puesto que son ellas, al moverse en ambas esferas (pública y privada), las que tienen que “equilibrar sus actividades laborales y domésticas” y, finaliza Ribeiro: “la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no ha llevado aparejada una distribución más equitativa de las tareas domésticas en el hogar” (Ribeiro, 2004:231).

Uno de los aspectos para reflexión es sobre el escaso uso de empleadas domésticas en una colonia de este nivel socioeconómico, puesto que sólo tres mujeres refieren que en algún momento han tenido este tipo de apoyo, que generalmente desaparece con la jubilación de las mujeres y su destino de confinamiento al hogar, a las labores domésticas y sobre todo al cuidado de los nietos, cuando el círculo de su historia comienza a repetirse.

7. Toma de decisiones

La toma de decisiones es un proceso psicológico que refleja la autonomía e individuación de una persona. El resultado del proceso es la selección de una alternativa que guiará las acciones de un individuo. La premisa que subyace entre toma de decisiones y participación de la mujer en la fuerza laboral, es que los individuos son agentes sociales con estrategias personales y objetivos, capaces de algo de autonomía, independientemente de los constreñimientos estructurales. En ese sentido, las mujeres son agentes que tienen la posibilidad no sólo de cambiar su situación personal sino —mediante la práctica social— ellas pueden transformar las estructuras, como lo asume Valle (2002).

La mayoría de las entrevistadas, independientemente de que se desempeñen en la fuerza laboral o no lo hagan, afirma que las decisiones las toman entre los dos

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y que nadie ha influido en sus decisiones matrimoniales. Sin embargo, hay ciertos matices y algunas excepciones.

Por ejemplo, algunas de ellas manifiestan que las decisiones fuertes las toman sus esposos y que ellas toman las decisiones relacionadas con el hogar y la cocina, pero particularmente si se trata de permisos a los hijos, quien toma las decisiones depende de si el traslado es cerca o lejos y si el tiempo de permiso es durante el día o se extiende hasta en la noche. Así lo refiere una maestra cuando dice:

“...un permiso de no mucha trascendencia, la decisión la tomaba yo, pero cuando es algo más difícil o que iban a salir de casa por más tiempo o a un lugar retirado, los dos tomábamos la decisión”. (8/TJ/7.4).

Otra maestra que continúa laborando a pesar de estar jubilada, dice:

“Las decisiones aquí en el hogar realmente las realizamos entre mi esposo y yo... casi tratamos de estar de acuerdo. Por ejemplo un permiso, una salida ahora que ya son adolescentes, en Semana Santa hay riesgo de ir a la playa... lo hablamos, pero no hay uno que diga así de tajo sí o no”. (9/TJ/7.3).

Una mujer que participa en la fuerza laboral y que tiene hijos menores refiere:

“Las decisiones más importantes son para el niño que es el que tiende a salirse más del área de la casa... la niña todavía no la dejamos salirse... yo le doy permiso al niño de ir al ciber pero más noche, no... si es a otro lado le tiene que decir a su papá.. él es más de decisiones fuertes”. (10/TD/7.5).

Hubo también algunos casos en los que las mujeres reconocen la absoluta toma de decisiones de sus esposos, es el caso de las que no participan en la fuerza laboral:

“Pues yo no soy muy rápida para tomar decisiones, más bien él las toma y yo estoy de acuerdo con él”. (2/NT/7.4).

“Al final es mi esposo el que decide”. (3/NT/7.3).

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“Las decisiones las toma mi esposo, yo lo apoyo”. (11/NT/7.4).

“Mi esposo es el que toma todas las decisiones... nadie ha intervenido nunca”. (3/NT/7.3).

Con respecto a la intervención de otros en las decisiones de la pareja, dos de las entrevistadas mencionan la intervención de la madre de su esposo en algunas decisiones, particularmente al inicio de la vida matrimonial. Sin embargo, esta actitud cambia con el transcurso del tiempo, como lo menciona una de las mujeres que ha tenido participación intermitente en la fuerza laboral:

“... al principio intervenía su mamá... intervino por ejemplo en la educación de los hijos, venía casi todos los días a la casa... pero ahora ya no”. (14/TD/7.3).

Ahora bien, el tipo de decisiones que se toman tienen que ver con las edades de los hijos puesto que, durante la infancia, generalmente las decisiones que se toman sobre ellos se refieren a su educación, alimentación y permisos, pero a medida que los hijos crecen, las decisiones empiezan a tomarlas ellos mismos, incluso ya jóvenes son tomados en cuenta para decisiones familiares importantes, lo cual no ocurre durante su niñez. Por ejemplo, una mujer que ha trabajado fuera del hogar continuamente lo expresa así:

“Ahora ya no hay decisiones importantes, pero cuando ellas estaban pequeñas, normalmente las tomaba yo”. (6/TC/7.7).

“Cuando estaban chiquitos (las decisiones) eran con respecto a su educación pero ahora que ya tienen su vida hecha, yo no puedo decidir...” (7/NT/7.4).

Una maestra jubilada claramente lo explica:

“... como ya son mayores de edad, ya nada más es apoyo... Las decisiones importantes –cuando son niños- son sobre el estudio de ellos, la cuestión de salud, alimentación correcta, manejar los tiempos de descanso y sus horarios de dedicación al estudio...” (16/TJ/7.3).

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Otra mujer que durante su matrimonio no ha realizado trabajo extra-doméstico refiere:

“Las decisiones respecto a los hijos en educación las tomamos entre los dos... él era el de la disciplina y quien definía las amistades o las personas que no le gustaban... pero pues ahora ya tenemos confianza en ellos... ya están grandes”. (20/NT/7.5).

Por otro lado, la toma de decisiones como una responsabilidad a veces no deseada o cedida a la pareja se ejemplifica en las palabras de dos de las entrevistadas, ambas trabajadoras asalariadas, quienes se refieren a la toma de decisiones como “un paquete”:

“Yo no sé si afortunada o desafortunadamente siempre yo tomé las decisiones, incluso ahora, él les dice a mis hijas, `miren pregúntenle a ella, yo no sé ´... qué triste pero... yo ni reclamo.... agarré el paquete...” (6/TC/7.10).

“él es más de decisiones fuertes... pero dice él que le dejo todo el paquete a él... es que a veces no quiero mortificarme, le digo que él es más inteligente”. (10/TD/7.5).

Un caso particular que, sin embargo, refleja una característica de la cultura mexicana en cuanto a toma de decisiones: es la realización de la toma de decisiones de manera disfrazada o simulada; una de las maestras jubiladas lo refiere así:

“... el machismo... las decisiones con respecto a los hijos yo las tomo pero tengo que ver cómo se lo digo a él porque hay problema si yo di la orden y no le aviso... tengo que decirle `ay, fíjate que este niño quiere ir a tal parte, ¿cómo ves?’ Porque él no acepta que yo decida, se lo tengo que manejar en otra forma para no tener problemas...” (15/TJ/7.5).

En otro de los casos se refleja una asociación entre la toma de decisiones y el hecho de trabajar fuera del hogar y recibir un sueldo, nos dice una mujer que ha tenido entradas y salidas al mercado laboral:

“Yo nunca pasé por la etapa donde él decidía todo porque cuando yo lo conocí, yo trabajaba y de hecho yo manejaba mi casa porque era la mayor y la única que tenía entrada de dinero aparte de mis papás... cuando yo me caso era igual porque los dos trabajábamos pero cuando ya no trabajé siento que me relegué... yo digo que también

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por eso a veces yo me siento inútil porque estaba acostumbrada a que yo era la que repartía el pastel y ya después me lo quitaron... Cuando yo me casé haga de cuenta que íbamos así (hace una seña con ambas manos que significa que iban parejos)... y luego como que mi esposo un poquito... yo me quedé atrás”. (10/TD/7.10).

Sin embargo esta opinión es más una excepción puesto que es la única mujer que se ha expresado en estos términos y ninguna de las otras mujeres que trabajan fuera del hogar se refirió a esta asociación entre trabajo extra doméstico y toma de decisiones.

Los discursos aquí emitidos fortalecen el planteamiento de que las mujeres que trabajan fuera del hogar tienden a tener una mayor incidencia en la toma de decisiones, que las que no lo hacen38. (Martínez y López 2006). Pero también hay que ser cautelosos al reconocer los tipos de decisiones que las mujeres sí están tomando, las referentes al hogar y cuidado de los hijos cuando son pequeños; y a las que definitivamente no han accedido, como a la compra de bienes mayores, entre otras. García y Oliveira, (2003) concluyen con respecto a su estudio en las ciudades de Monterrey y México que pareciera que: “los varones y mujeres residentes en Monterrey estarían relativamente más cercanos a una práctica más solidaria y compartida al interior de sus familias en comparación con lo que ocurre en la ciudad de México. Sin embargo, hay que destacar también que las esposas en el contexto norteño de Monterrey tienen que pedir más permisos para realizar distintas actividades. Todo lo anterior apunta a logros restringidos en la lucha por superar la subordinación femenina en la ciudad norteña, pues se obtendrían por un lado relaciones de pareja relativamente más igualitarias al interior de los hogares, pero también estaría presente una mayor aceptación de la normatividad social que establece cuáles son los roles y los espacios considerados socialmente apropiados para las mujeres”. (García y Oliveira, 2003:25).

8. Trayectoria laboral

Las trayectorias laborales de las mujeres son huellas de su actividad productiva en la sociedad, que influyen en sus ideas y en su concepción del mundo. Son pocos los casos de las entrevistadas en que estas actividades productivas capten el interés de las mujeres por sobre sus roles de madres, esposas e hijas. De hecho la mayoría de

38 En un estudio de datos secundarios basado en el Capítulo X “Decisiones”, de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de los Hogares (ENDIREH) que realizó el INEGI en octubre de 2003 a 34,191 mujeres mexicanas de 15 años en adelante se realizó una comparación entre la toma de decisiones (medida en niveles) de las mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen. Los resultados demuestran que efectivamente, quienes participan en la fuerza laboral tienen un mayor nivel de toma de decisiones en la familia. (Martínez y López, 2006).

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las mujeres entrevistadas tuvo experiencia laboral antes del matrimonio y no pocas de ellas renunciaron al trabajo al casarse.

Entre las entrevistadas es posible distinguir a un grupo de seis maestras —ahora jubiladas— cuyas apreciaciones confirman las ideas, tal vez aún presentes en la sociedad en general, sobre la pertinencia y conveniencia de seleccionar una profesión típicamente femenina de cuidado hacia los otros, como es el caso de la enfermería o la docencia. En particular a esta última actividad se suma la conveniencia de un trabajo de medio turno —cinco horas— con prestaciones como de tiempo completo, al menos hasta hace algunos años. Una de ellas refiere:

“Tengo tres años de jubilada, siempre trabajé continuo... ser maestra es una profesión muy bonita, era medio turno y tiene grandes ventajas y beneficios... claro tienes que amar la profesión para que no se te haga pesado... Yo di toda mi vida a la educación y al trabajo y pues decidí retirarme para ahora sí dedicarles el tiempo que les había robado a mis hijos”. (8/TJ/8.5).

Finalmente otra explica:

“...tanto que estudié, tanto que me quemé las pestañas, tanto que sufrí,... batallé mucho para conseguir el trabajo y alcancé a llegar a Directora... pero ya no me gustó”. (15/TJ/8.1).

Lo más sobresaliente sin duda es que las entradas y salidas de las mujeres al mercado laboral están sujetas a los vaivenes familiares. En algunos casos continúan trabajando mientras que no haya hijos, o bien porque las situaciones laborales del esposo sean inestables. Como ejemplo del primer caso se encuentran las palabras de una mujer que ha tenido participación intermitente en el mercado de trabajo:

“Dejé el trabajo porque fue un acuerdo entre él y yo... me decía bueno... pero y casándonos no vas a trabajar, le dije no, hasta que tenga mi primer hijo, antes no... le dije qué voy a hacer en la casa yo sola, le dije no, sirve que sigue cayendo algo para ver qué se hace, antes de que nazcan los niños”. (10/TD/8.6).

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Otra de las mujeres dice:

“Yo me caso en el 71 y no dejé de trabajar porque mi esposo estaba de eventual donde trabajaba en ese tiempo, por eso yo tuve que trabajar mientras él quedaba de planta en el trabajo”. (13/TD/8.1).

Una mujer que ha trabajado de manera continua dice:

“Yo me jubilo por la inseguridad que se manejaba en la cuestión del sindicato... nunca pensé en dejar de trabajar, a lo mejor sí disminuir un poco la carga por la cuestión de la venida de mis hijos, pero una vez que ya estuvieron grandes, ya me reincorporé...” (9/TJ/8.3).

Hasta la decisión de jubilarse, incluso renunciando a la realización personal, tiene que ver con asuntos relacionados con la familia, como bien se expresa en las palabras de una de las maestras jubiladas:

“...cuando tomé la decisión de jubilarme estaba indecisa pero la decisión la tenía que tomar porque fue cuando se presentó el problema fuerte de mi hijo mayor que presentó contaminación a las drogas y a mi esposo le apareció un tumor intercraneal... yo no quería jubilarme, mi idea era quedarme hasta que pudiera realizarme totalmente, mi meta era llegar a ocupar cargos administrativos más superiores... pero tomé la decisión por estos problemas para estar al pendiente de estas difíciles responsabilidades de atención... atender a mi hijo y a mi esposo en sus necesidades”. (16/TJ/8.5).

Otra mujer que se ha mantenido en la fuerza laboral reseña:

“cuando ya tenía un buen puesto en el banco, después de quince años de laborar ahí, tuve que renunciar porque mi marido se iba a ir a trabajar fuera... luego he tenido una serie de trabajos y cuando mis hijas ya estaban grandes me fui a estudiar inglés un verano a Nuevo México, iba durante un verano y me quedé un año trabajando y estudiando... ahí terminé High School y me iba a inscribir a la Universidad, pero mi hija mayor se iba a ir a México, mi esposo me llamó y me dijo que la familia se estaba desintegrando y regresé por eso, pero yo con el alma me hubiera gustado quedarme ahí”. (6/TC/8.14).

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9. Cultura, figuras y generaciones

“Es el patrón de conducta, mi madre que todo aceptaba y nos enseñó que debíamos de ser misericordiosos

a pesar de... digo a pesar de, porque es un patrón de conducta que se tarda para romperse...” (16/TJ/9.11).

Resulta difícil concebir a la mujer mexicana como una persona autónoma que decide sus propios rumbos, independientemente de quienes la rodean: padres, pareja, hijos, familia. La cultura es “el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de los consumidores, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres.” (Malinowski, 1970: 49)39 . El rasgo esencial de la cultura es la organización de los seres humanos en grupos permanentes como en este caso, la familia.

Y en la cultura mexicana la organización de la familia está aún sustentada en una diferenciación entre los sexos: el hombre, proveedor económico de la familia por medio de su inserción en el mercado de trabajo, en tanto que la mujer es encargada de los aspectos reproductivos y del cuidado doméstico de hombres, niños y ancianos, es decir, en lo que Arriagada (2002) denomina la economía del cuidado.40

La familia desde la cultura mexicana ha sido caracterizada como de tipo “triangular” donde el padre, la madre y el hijo se encuentran cada uno en un vértice. Esto significa que no existe comunicación como matrimonio-hijo y que hay cierta rigidez en los roles diferenciados de proveedor vs reproductor. Al final, según Santiago Ramírez (1986), esto lo que ha provocado es una familia con exceso de madre y ausencia de padre.

Esta última característica —padre ausente— se ha podido constatar no sólo en la familia de origen de la mayoría de las entrevistadas, sino en la familia presente; y no

39 Dado que el centro de este estudio no es la cultura en general, de esta amplia definición de Malinowski entendemos las ideas, creencias y costumbres de las mujeres entrevistadas como el resultado de la parte normativa social combinada con sus propias experiencias, lo cual ha influido en las representaciones contenidas en sus discursos. 40La economía del cuidado se refiere a la provisión de bienes y servicios para el cuidado de otras personas, especialmente de la propia familia, realizado habitualmente por las mujeres (Arriagada, 2002). Esta economía, sin embargo, está muy lejos de reflejarse en las cuentas nacionales porque es el reflejo de un trabajo cotidiano pero “invisible”; desvalorizado, pero sumamente útil desde la perspectiva marxista de reproducción social.

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sólo en las historias de las mujeres que no trabajan fuera del hogar sino también en las que lo hacen, en palabras de ellas mismas:

“Por ejemplo, mi hermano de chiquito, mi papá no lo apoyó tanto para los deportes... los trabajos que tenía siempre llegaba ya muy tarde...” (5/TC/9.14).

“... y lo que pasa es que mi papá siempre trabajó fueras... de hecho le digo a Carlos (su esposo) que mi familia es un matriarcado porque mi mamá es la que estaba con nosotros toda la semana, papá venía un sábado y se iba el domingo a mediodía... nosotros en nuestra infancia la mayoría estuvimos con mi mamá...” (10/TD/9.10).

“Realmente mi esposo no puso mucha atención a la formación y nunca habló con cada uno...jamás... yo siempre `fíjate mijita y fíjate acá´, él siempre puro trabajo y trabajo y trabajo... atiéndelo... fue todo lo que él aportó durante todo el tiempo”. (7/NT/9.5).

Una de las mujeres que no participa en labores extra domésticas expresa:

“Él (el padre de su hija) no supo de ella cuando estaba chiquita, yo fui la que me hice cargo de ella, él por andar en la calle nunca supo de su hija, ahora él mismo dice: “pues ¿dónde andaba yo que nunca supe de mi hija”?... (13/NT/9.7).

Una de las maestras jubiladas refiere:

“... mi papá no se metía mucho con nosotros, como había mucho distanciamiento con las hijas en aquel entonces, o sea casi todo en cuestión de las hijas se las dejaban a la mamá... yo mi papá no me acuerdo que me haya reprendido como mamá... mi mamá era de pellizco, manazo, estirón de cabellos y todo... fue mucho muy recta con nosotros”. (15/TJ/9.8).

Una joven profesionista, madre de una niña de cuatro años, se refiere al presente diciendo:

“Las mujeres somos las que realmente sacamos más adelante a los hijos porque pues los papás, no digo que todos pero sí un porcentaje mayor, nada más dicen, `bueno, yo te doy dinero, lo que es lo económico y no me involucro tanto con ellos (los hijos) a nivel emocional, tú eres la que debes estar al pendiente de ellos´...” (4/TD/9.2).

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La rigidez de los roles familiares que asigna a la mujer al espacio privado, con un papel de cuidadora y reproductora de las ideas predominantes de la sociedad provoca una dependencia de ella hacia el varón-proveedor, asignado a los espacios públicos, quien a su vez, como se ha mencionado antes, será un padre ausente de la familia y afectivamente distante de sus hijos. La dependencia pasiva de la mujer se describe en las siguientes citas textuales:

“Hay que esperar al marido para que venga, para que la saque a pasear”. (2/NT/9.2).

Cuando se rompe el equilibrio entre los roles hay problemas familiares, por ejemplo, una de las mujeres que no participa en la fuerza laboral refiere:

“Cuando la mujer aporta más que el hombre como en el caso de mi hermana, aunque ella no lo diga se siente que ella no está feliz del todo... es feliz porque tiene su casa muy arreglada, más comodidades que yo, ella en el fondo quisiera estar en mi lugar...” (3/NT/9.2).

Los grados de dependencia empiezan a cambiar con el tiempo transcurrido de la vida matrimonial, por ejemplo una de las maestras jubiladas refiere:

“En mi nueva vida de casada, mi suegra nunca me quiso, ni el hermano mayor, nunca me aceptaron... entonces yo me hice a esa idea de depender mucho de mi esposo, moralmente yo siempre quise tener en él un apoyo moral, pero al cien por ciento, después con el tiempo me doy cuenta que no... cuando empecé a entender me hice autosuficiente, independiente, de que yo tengo que ir acá y allá y me llevo mis niños. Yo jamás anduve molestando de que voy a ir al pediatra, pide permiso para que salgas... ¡jamás!” (7/NT/9.9).

Uno de los rasgos culturales tradicionales de las familias en México es el mantenimiento del contrato matrimonial y la vida en común a pesar del deterioro en las relaciones de pareja, es decir, la idea de que los hijos reciben más daño si se quedan sin padre hace que las mujeres se esfuercen en mantener el matrimonio. Una de las maestras jubiladas lo expresa claramente, al hablar del matrimonio de sus padres en los siguientes términos:

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“Hubo infidelidad, hubo maltrato físico, hubo violencia verbal, hubo daño psicológico en nosotros los hijos ... pero a pesar de eso dicen mis hermanos que nosotros tuvimos la suerte de gozar de una madre muy cariñosa... de esas madres que son abnegadas por etapas de vida, son de generación, ella soportaba muchas cosas para que a sus hijos no les faltara el papá...” (16/TJ/9.8).

Continúa ella misma:

“Mi madre era tradicional, ella respondía a la violencia pero terminaba cediendo... terminaba decidiendo la vida en común, de que siempre la orientación de los abuelitos, de que es muy malo un hogar que se desintegra, es muy malo dejar a los hijos sin el padre y entonces ella por eso se guiaba y permitió humillaciones que les dolían a los hijos...” (16/TJ/9.9).

Otra de las mujeres que ha participado permanentemente en la fuerza laboral expresa:

“Mi mamá siempre ha sido una persona muy trabajadora. No trabajó precisamente en la casa porque ellos tuvieron un negocio... Mi mamá era muy sumisa porque mi papá tomaba y ella le aguantó mucho... ella decía que le aguantaba por nosotros, yo le digo por qué, no es posible que se pueda estar así... pero ella pensó que en un futuro se lo íbamos a reclamar... claro que no...” (17/TC/9.6).

Así, la mujer que logra permanecer en el matrimonio obtiene el reconocimiento de sus hijos, como en el caso de una de las mujeres que nunca laboró fuera del hogar:

“Mi madre era una persona muy inteligente que sobrellevó el carácter fuerte de mi papá y ella lo sobrellevó y mantuvo su matrimonio muy especial..” (11/NT/9.7).

Ahora bien, los motivos expresados para permanecer en la vida de pareja no siempre se refieren a los hijos, así lo expresa una mujer que no ha participado en la fuerza laboral:

“Mi hija me dice que por qué no lo dejé antes (a su esposo)... porque yo no iba a dejar la comodidad y todo lo que había hecho... yo sufrí mucho para tener lo que tengo, para que venga otra y me quite lo que yo hice... no...”. (13/NT/9.11).

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El transferir las obligaciones paternas a los hijos y en particular a las hijas mayores, el cuidado de los menores, también es un rasgo que se observa en algunos casos, por ejemplo, una de las mujeres que no ha participado en la fuerza laboral durante su vida matrimonial dice:

“y ella (su madre) sí trabajaba para ayudar a mi papá, mi hermana la mayor le echó la mano de cuidarnos”. (11/NT/9.7).

Otra que sí ha participado de manera continua en labores extra domésticas refiere:

“Nosotros crecimos al ahí se va porque no tuvimos ni siquiera una palmadita o un abrazo, ni de ella ni de él... cuando yo me caso mi mamá se apoyó mucho en mí... yo desde soltera era la ley... todavía hay ese respeto... yo los crié a todos... es como si yo fuera su mamá...” (6/TC/9.21).

La misma entrevistada expresa:

“Yo puedo decir con certeza que no tuve infancia... todos los hermanos que tengo yo los crié, yo a los nueve años no podía salir a jugar porque tenía que lavar la ropa y era lavarla en lavadero porque no había lavadora, inclusive la ropa de mi papá, porque siempre había chiquitos en la casa, yo les hacía el atole y les daba los biberones.. él (el hermano) desde muy pequeño salía a trabajar, primero vendía chicles, muy chico y luego fue bolero y luego trabajó en el mercado, y luego vendiendo sombreros... los dos más grandes siempre trabajamos”. (6/TC/9.7).

9.1 Figura materna: determinantes familiares

“... más que nada como fuimos criadas en forma de que la mujer en la casa y el hombre trabajando”. (3/NT/9.2).

Las vidas de las madres de las entrevistadas hablan —a través de las voces de sus hijas— dibujando una generación plagada de dificultades económicas; de mujeres que desde niñas han sido “empujadas” a la fuerza laboral para apoyar al sustento de familias numerosas en integrantes, o bien, que se casaron muy jóvenes tratando de escapar a ese destino.

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La mayoría de las madres de las entrevistadas accedió a niveles mínimos de educación, en ocasiones no tuvieron escuela. En particular, las madres de las mujeres que no participan en la fuerza laboral son descritas en palabras de sus hijas así:

“Mi mamá fue muy trabajada desde niña, no estudió, ella a los 4 años ya trabajaba en su casa, limpiaba el maíz, era una vida muy pesada; mi abuelo se enfermó, no podía trabajar y mi abuela tenía que trabajar y mi mamá tenía que ayudarla...se casó a los 15 años para salirse de su casa, tuvo seis hijos y siguió trabajando igual...” (3/NT/9.7).

“Desgraciadamente mi mamá ha sido una persona muy solita, muy humilde que siempre estuvo a expensas de mi papá... mi papá Dios lo tenga en paz, fue muy irresponsables, nosotros por eso pasábamos muchas calamidades, muchas hambres, entonces mi mamá no tenía ni voz ni voto... autoridad, esa es la palabra... lo que le daba, la golpeaba... muy maltratada...”. (7/NT/9.7).

Las historias de las madres de mujeres que trabajan no son tan diferentes, sin embargo, llega a percibirse, en algunos casos, la semilla del deseo de superación que sembraron en sus hijas. Una de las maestras jubiladas refiere:

“Mi madre era muy callada, muy tranquila, mi papá siempre fue muy de recio carácter... ella era demasiado tradicional, conservadora, ama de casa, poco expresiva, muy introvertida, muy tranquila.... Mi madre nunca trabajó y aparte fue una persona que no tenía una preparación muy elevada de educación...”(8/TJ/9.6).

Y sin embargo, la misma entrevistada dice:

“Mi mamá siempre pensó que si la vida había cambiado tanto, y que si teníamos preparación que con tanto sacrificio nos habían dado pues era lo justo también aprovecharla y sacarle partido (trabajando) porque pues yo me gradué, trabajé tres años, ayudé a mis padres y luego me casé...” (8/TJ/9.6).

Otra de las maestras jubiladas nos dice:

“Mi mamá es una persona que se dedicó mucho tiempo a sus hijos... traía problemas familiares muy fuertes porque su mamá falleció cuando ella tenía seis años... entonces

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fue criada por su papá. Tuvo una madrastra que no la quería mucho y luego se casó... ella no trabajó fuera del hogar, pienso que el matrimonio fue un escape para esa situación complicada familiar... tuvo siete hijos...” (9/TJ/9.7).

Y con respecto a la apreciación de su madre sobre el trabajo, la misma mujer refiere:

“Mi madre nunca vio mal que yo trabajara fuera de la casa, al contrario, siempre decía que para qué había estudiado, que tenía que ejercer lo que había estudiado” (9/TJ/9.8)

Otra de las maestras jubiladas expresa:

“Mis padres son de origen campesino, sus inicios fueron en el campo... Mi madre nada más estudió hasta sexto grado, el matrimonio, mi padre pues tuvo que salir de allá para venir a ver si hacía mejor vida aquí...” (16/TJ/9.7).

“Hubo infidelidad, hubo maltrato físico, hubo violencia verbal, hubo daño psicológico en nosotros los hijos... pero a pesar de eso dicen mis hermanos que nosotros tuvimos la suerte de gozar de una madre muy cariñosa...” (16/TJ/9.8).

Una de las mujeres que han participado de manera intermitente en la fuerza laboral, que había estudiado una carrera comercial antes de casarse y que tuvo la oportunidad de estudiar una profesión durante el matrimonio se expresa:

“Mi madre fue una señora que le gustaba lo moderno... siempre quería que nosotros estudiáramos, que nosotros saliéramos adelante, que nos enseñáramos a manejar: quería siempre estar al día, a pesar de que ella no tuvo escuela... estuvo siempre en la pura casa... se casó muy joven y pues toda la vida se la pasó con nosotros, yo pienso que murió muy joven porque tuvo muchos hijos, fuimos once y aparte tuvo dos muertos...“(14/TD/9.6).

Finalmente, una joven profesionista que se ha mantenido continuamente en el mercado laboral, en retrospectiva se expresa así de su abuela y de su madre:

“De chicos visitábamos más a mi abuelita materna... mi abuelito no lo conocimos porque falleció desde que yo tenía cuatro años...y mi abuelita nunca se casó y los sacó adelante a todos, creo que son siete hermanos... tenía mercería y también fue enfermera, era

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una persona muy bondadosa, nos decía cuentos y poemas”... “Mi mamá estudió hasta comercio pero bilingüe y también trabajó de joven, pero se casó...” (5/TC/9.9).

9.2 Entre generaciones: visos de rupturas

“Los niños son barro en nuestras manos y los podemos moldear a imagen y semejanza dándoles

una buena proyección” (8/TJ/10.3).

“Es que las mujeres de antes ya no son como las de ahora” (8/TJ/9.10).

A. Continuidades

El apego a las ideas tradicionales de la distribución de poder en las parejas continúa hasta el presente. En palabras de una mujer que no participa en la fuerza laboral, al referirse a su hija:

“... mi esposo le dice a mi yerno que se imponga: impóntele, tú también tienes que tomar decisiones, tú también tienes que estar de acuerdo con lo que ella haga, no nomás ella... ella no va a dirigir todo, ¿verdad? Hay ciertas cosas que le vamos a dejar a la mujer que lo haga pero no todo...no todo...”. (13/NT/9.13).

Respecto a la continuidad en los roles, una de las maestras jubiladas se refiere al conflicto que ocasiona el hecho de que su hijo casado acuda a comer a su casa:

“ Y yo con mucho gusto, nada más que mi esposo me dice: qué tanto bien le estás haciendo; puedes estar haciéndole bien a él, pero a lo mejor también estás haciendo mal al quitarle a su esposa una obligación... lo que no le da gusto es que la mujer no hace comida...”. (15/TJ/9:12).

Continúan las ideas sobre la naturalización de las funciones como cuidadora y transmisora de valores atribuidos a la mujer, que a la vez contribuyen a propiciar la ausencia del padre. De acuerdo a argumentos proporcionados por una de las maestras jubiladas:

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“... que nosotras como mujeres estuviéramos en casa fomentando los valores, el respeto, la responsabilidad, la misericordia a los demás, uno de los dos debe estar pegado a los hijos para fomentar esos valores... la mujer por sus características psicológicas es la llamada a hacer esa función, porque en la mujer es más de cuestión altruista, ya por naturaleza... la mujer es la que está dada a cimentar las bases morales de una persona, en este caso de los hijos...” (16/TJ/9.2).

B. Cambios y conflictos

Las expresiones de las mujeres que no realizan labores extra domésticas sugieren una mayor resistencia a los cambios, por ejemplo una mujer que después de casada dejó de ejercer su profesión de maestra, refiere:

“Estas chicas de ahora son muy liberales, están al tú por tú, porque los dos trabajan, los dos tienen derecho... Eso es lo que yo observo, escucho... Dicen no que porque yo también trabajo y yo también aporto y que no sé qué... Y en mi época pues no, como pues yo no trabajé y yo siempre pues tuve otra escuela, lo que él diga, o si te regaña, bueno, pues ni modo...” (7/NT/9.14).

Otra de las mujeres que durante su vida matrimonial nunca participó en la fuerza laboral expresa:

“porque yo les noto a las muchachas que trabajan como chantaje al marido, porque le dicen Ah, yo también vengo cansada, no nada más tú... me tienes que lavar los trastes, los biberones... porque no nada más tú te cansas... eso sí lo veo mal hasta en mi hija, porque su marido también le ayuda, ella me dice me tiene que ayudar, no porque a él le nazca ayudar, sino que me tiene que ayudar.. yo eso lo veo mal en la mujer que trabaja.” (11/NT/9.6).

Una maestra jubilada refiere:

“Antes la mujer estaba más así como de la casa, las mamás jóvenes de ahora tienen más apoyo de parte del marido.. y ahora los matrimonios jóvenes están poniendo a los varoncitos a que limpien su cuarto, que barran, no les pasa absolutamente nada... es diferente forma de educar” (12/TJ/9.6).

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“Anteriormente nosotros que somos tipo antiguo no trabajábamos, los maridos nos mantenían... lo mismo que nuestros papás, ¿verdad? Pero ya ahorita sí se requiere de eso, porque con un sueldo no van a comprar casa, no van a vivir...” (13/NT/9.2).

Una de las mujeres que trabaja fuera del hogar, al referirse los apoyos en labores domésticas de los jóvenes en las nuevas parejas, expresa:

“... no son como uno fue, que nadie te ayudaba, tú sola tenías que... aunque trabajaras o no trabajaras, tú sola tenías que arreglártela con los niños y con los problemas de la casa, porque ellos pues su único fin era el trabajo y ser sostén... ellos no... nuestra generación fue creada que ellos no tenían por qué meterse a la casa, ahora yo me da mucho gusto por las hijas de mis amigas que les ayudan a planchar y a mis amigas les da vergüenza cuando llegan y los ven planchando...” (6/TC/9.24).

Una maestra jubilada que continúa laborando, se refiere al mismo tema:

“Ahora es otro tiempo ya ahorita los muchachos pues ya son mucho más sensibilizados con los hijos, con las labores del hogar... se ayudan, se apoyan, se ponen de acuerdo, vamos a gastar en esto, a gastar en lo otro... en el caso de mis hijas ellas manejan el dinero de los dos... y en mi caso yo manejaba el mío y él maneja el de él... mi esposo no ayudaba mucho en la crianza de los hijos... estaba presente pero no mucha ayuda... en el caso de mi nieta a veces la lleva ella o a veces él... es más parejo... son generaciones distintas... yo creo que el cambio es para bien, claro, bueno, yo como tengo hijas, las de hijos no sé si piensen igual” (19/TJ/9.6).

Por supuesto que el apoyo mutuo en labores domésticas no es una constante, así se expresa una de las maestras jubiladas sobre el matrimonio de su hija:

“En ella también la carga más pesada es la de mi hija, porque pues tiene la responsabilidad de atender a la niña, lavar la ropa, tender la comida, trasladar a la niña, llegar del trabajo y hacer las labores de la casa, pero se defiende un poco más porque dice, ̀ yo el domingo no hago nada.. yo me quedo viendo la televisión y platicando con mi niña... el sábado me dedico a la lavada, a la limpieza del hogar y a planear las actividades de toda la semana´... pero si se enferma la niña, es ella la que corre... y yo que la apoyo.. él no... él prácticamente nada más lo que puede aportar como proveedor, nada más...” (16/TJ/9.11).

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Una de las mujeres que ha tenido entradas y salidas al mercado laboral, habla sobre el incremento en la toma de decisiones de generación a generación, particularmente sobre sus nueras que trabajan, sin embargo hace ver que la mujer ha de tomar decisiones sólo en ausencia del marido. En sus palabras:

“Cuando las muchachas trabajan es distinto... yo veo bien que trabajen porque son independientes, no dependen siempre del esposo porque el esposo no es eterno... ellas pueden decidir en un momento difícil que no esté el marido... yo a la mejor tuve más decisiones que mi mamá” (14/TD/9.7).

Con respecto al mantenimiento de la vida de pareja, una de las entrevistadas que no ha participado en la fuerza laboral plasma en sus palabras el conflicto de ideas entre generaciones:

“Los matrimonios de ahora ya luego luego se quieren divorciar... ya no quieren aguantar... mi hija lo ha querido dejar dos veces... pero no estamos de acuerdo... nosotros ya le dijimos: si algún día vas a dejar a tu marido, le buscas... (truena los dedos en señal de que ella se tiene que ir a otro lado)... mira, aquí no vas a venir a dar con tu niño... si te sientes muy fregona para hacerlo sola, búsquese una casa de renta y órale... pero aquí, no”. (13/NT/9.13).

Una de las maestras jubiladas también expresa:

“... ahorita en la actualidad se deshacen tantos matrimonios de poco, como los que ya tienen de antaño, o sea 30 o 40 años, salen conque se andan divorciando... yo no sé si es la moda o es la influencia de tantos medios masivos de comunicación que nos invaden... pero ya ahorita por una cosa o por otra surgen las discrepancias...” (8/TJ/9.11).

Otro de los conflictos que se alcanza a percibir en las narraciones de las entrevistadas, es el que surge en parejas donde las mujeres que trabajan perciben ingresos mayores a los de sus parejas, tal es el caso de la hija de una de ellas:

“... hay una especie de celo profesional, ella desempeña un trabajo de altura, con educación, él no terminó la prepa, siempre está con una baja autoestima y siempre la está atacando de que se cree mucho y muy superior porque ella aporta más y que él tiene trabajos eventuales, y eso provoca violencia en el hogar...” (16/TJ/9.10).

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En el mismo sentido se expresa una de las mujeres que participa en la fuerza laboral:

“Mi hijo está casado... yo pienso que entre ellos sí discuten porque él gana menos que la muchacha y ella se siente más... solvente, por decirlo así... entonces a veces tienen fricciones, pienso que por ahí va el asunto... “(17/TC/9.8).

Otra de las maestras jubiladas que sigue realizando actividades extra domésticas, visualizando hacia el futuro puntualiza:

“Hay muchos aspectos en los que varía la vida de pareja en los jóvenes... la normatividad va cambiando, por el mismo dinamismo de la sociedad en evolución... se me hace que situaciones que antes se veían así como que no con buenos ojos, ahora se ven más normal, como el matrimonio, ahora lo ven como que `a ver si nos llevamos, si no nos llevamos, pues no se perdió nada´... En la participación de la mujer pienso que ahora hay más apertura, es difícil ver un matrimonio a futuro con una mujer como ama de casa exclusivamente porque los dos (sus hijos) traen ahorita por ejemplo novia o pareja que está estudiando... a futuro van a ser profesionistas y tienen muchas expectativas en cuanto a la realización como profesionistas... es difícil imaginarse que vayan a estar exclusivamente en la casa” (9/TJ/9.8).

C. A la vuelta de generaciones, avances y retrocesos.

“La mamá de mi esposo toda la vida trabajó y él no quería eso para sus hijos...decía yo no quiero que tú te dediques a trabajar”. (11/NT/9.4).

La carga de trabajo de las mujeres no sólo es una continuidad para las mujeres que han permanecido en el hogar; es al mismo tiempo un cambio que llega a ser retroceso para las mujeres que han salido a participar en la fuerza laboral y que ahora no sólo son responsables de su trabajo en la esfera pública, sino que continúan siendo las responsables también de su rol tradicional en la esfera privada. Es el caso de una mujer que, aun y cuando ya trabajó por varias décadas hasta llegar a la jubilación, nos narra un día de su rutina diaria:

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“¿Un día en mi vida? La rutina del día: me levanto a las seis de la mañana, preparo si gusta mi hija la que va a hacer su servicio social, le preparo su desayuno y si no quiere pues simplemente la espero porque salimos a las 6:10 de aquí para que ella tome su transporte, la llevo a dejar aquí a unas 6 cuadras, ahí pasa su transporte y la recoge y me regreso. Y ya empiezo a preparar el lonche del otro hijo que hace sus prácticas sociales en un despacho de contadores en el centro de aquí de Monterrey. Y ya lo despido a él y me voy con mi hija a dejarla a la preparatoria que entra a las 7 de la mañana, voy y la dejo y me regreso para preparar el almuerzo de mi esposo que sale de aquí de la casa a las 9 o 9 y media, ya yéndose mi esposo, almuerzo yo y me dedico a hacer limpieza de hogar hasta cierto tiempo, empiezo a preparar lo de la comida, espero que coman los que se quedan en casa o los que llegan a horario de la comida, que es mi hija de prepa y el que se queda en casa, el mayor, y ya comemos los tres, y luego ya recojo lo de la comida y continúo con los pendientes, lo que quedó de las labores de la casa, a las 3 me retiro a la guardería a recoger a una nieta que cuido, de mi hija la que está casada, que trabaja y no puede cuidarla, la recojo yo, la cuido a la niña hasta que llega mi hija la que trabaja como a eso de las 8, 8 y media... mientras preparo la cena, les doy de cenar a todos los que están, después de la cena vuelvo a recoger cocina, y espero a mi esposo, ya que doy de cenar a mi esposo a eso de las 10 y cuarto, 10 y media, recojo nuevamente lo de la cocina y salgo para la casa de mis padres, hago la visita diaria a mis padres porque están solos, les ofrezco algo de cena si no han cenado, le ayudo a la limpieza de la cocina a mi madre, los subo a las recámaras a que descansen, porque ellos duermen en la segunda planta y ya me retiro, aquí vengo a casa como a las 11 y media, de 11 y media a 12 de la noche, doy el último vistazo para que esté en orden la casa, para que no sea tan pesado al día siguiente, me vengo acostando entre 12 y media y una...” (16/TJ/9.3).

A manera de síntesis, todo parece indicar que las mujeres se incorporan al trabajo por necesidades de los otros y su vida laboral queda sujeta a sus otros roles como el de cuidadora, que no tiene fin al repetirse el ciclo con el cuidado de los nietos. Las que han logrado mantenerse en la esfera laboral en la mayoría de los casos estudiados ha sido por el tipo de trabajo —de medio tiempo— y orientado a la docencia, con lo cual el rol de cuidadora continúa y alcanza hasta sus funciones laborales. Y cualquier requerimiento familiar, como enfermedad de un integrante o padres adultos mayores en necesidades de cuidados especiales, las obligan a reconfigurar sus roles y actividades. Los cambios sociales son lentos y las ideas y tradiciones que conforman la cultura mexicana son vividas de nuevo en cada generación. Sin embargo, como se ha

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podido constatar aquí, en las mismas palabras de las entrevistadas se vislumbran los visos de ruptura.

Hallazgos

Hasta hoy, gracias a la mayoría de los estudios de la participación de las mujeres en la fuerza laboral, tenemos datos “duros” que nos dicen las tendencias en cifras, o tenemos esfuerzos de sistematizar otras dimensiones como el comportamiento del mercado, las repercusiones económicas y los significados del trabajo, pero no tenemos la descripción del proceso mediante el cual el valor se va transformando en el pensamiento de las mujeres en una combinación de sus propias ideas y sus circunstancias de vida. Este ha sido un intento de reconstrucción de dicho proceso a partir de las palabras de las mujeres entrevistadas. He aquí una síntesis de resultados.

Entre los motivos expresados por las mujeres para participar en la fuerza laboral se encuentra el económico, mencionado por la mayoría de las mujeres entrevistadas. La idea de que sólo cuando el esposo no es capaz de cumplir con su rol de proveedor se justifica la participación de la mujer en la fuerza laboral, está presente en sus argumentos.

A pesar de que la realización personal era el motivo esperado de acuerdo al índice de marginación bajo de la colonia, no ha sido así. Y parece ser que la realización está condicionada a la presencia o ausencia de los hijos, a menos que —y esto sería material para otro trabajo— la maternidad produzca una especie de realización que sustituya a la realización personal asociada a lo laboral.

La ocupación también nos habla del perfil de las entrevistadas: a excepción de una de ellas que es ingeniera en sistemas, la mayoría de las que participan en la fuerza laboral son maestras jubiladas, ocupación flexible, de medio tiempo, típicamente femenina, asociada al cuidado de los otros y representado socialmente como una extensión de las funciones que las mujeres cumplen en la familia.

El principal motivo que las mujeres manifiestan para explicar su no participación en la fuerza laboral, se encuentra precisamente en el cuidado de los hijos, de otros familiares como sus padres y —en un círculo que vuelve a abrirse— de los nietos. La mayoría de las mujeres, independientemente de su trayectoria laboral, cuidan a sus

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nietos. Aún está presente el requerimiento de la anuencia o permiso del esposo para que las mujeres participen en la fuerza laboral. A pesar de que sugieren que el hecho de tener una profesión “obliga” a la mujer a “sacarle provecho”, y en general las que trabajan sí poseen mayor escolaridad que las que no lo hacen.

En cuanto al significado del trabajo, las mujeres que han trabajado permanentemente lo consideran una forma de realización personal mediante el desempeño de una profesión que les produce satisfacción. Sin embargo, se renuncia a dicha realización en cuanto se presentan requerimientos de cuidados especiales en la familia. Tampoco está fuera de sus discursos el percibir el trabajo de manera instrumental, como un medio para obtener recursos. Ninguna de las entrevistadas percibe el trabajo extra doméstico como una carga, contrario a lo que sucede con respecto al trabajo doméstico.

En este estudio no se percibe la elección del trabajo como carrera, es decir, acomodar el resto de los roles de la mujer en función del de trabajadora, puesto que se observa en las palabras de las mujeres, incluidas las profesionistas, que el trabajo es un complemento, un agregado —en cualquier momento prescindible—, sometido a rol de esposa pero fundamentalmente al rol maternal. En las mujeres entrevistadas, por lo tanto, está ausente el significado del trabajo como un proyecto personal, asociado a una búsqueda de mayor autonomía que han detectado en otros estudios del trabajo de García y Oliveira (1994).

Con respecto a las ventajas y desventajas de participar en la fuerza laboral emitidas por las entrevistadas, las dicotomías ingreso-falta de ingreso e independencia-dependencia están presentes en ambos grupos de mujeres asociados a lo que se gana y se pierde con la participación —o no— de la mujer en la fuerza laboral. La atención-desatención de los hijos y la auto-programación de actividades domésticas vs la presión de actividades por la doble carga de trabajo son las dicotomías a favor de las que no participan en el mercado laboral y, por lo tanto, las desventajas para las que sí lo hacen.

Las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen una imagen de sus contrapartes como conformistas, sin aspiraciones, cómodas, sumisas, que les gusta estar en casa y no tener responsabilidades. En cambio, las que no realizan trabajo extra doméstico visualizan a su contraparte con admiración, piensan que son independientes,

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dinámicas y capaces de enfrentar retos y salir adelante. Las maestras jubiladas, tal vez porque ellas ya lo vivieron, expresan respeto por las que cumplen un doble trabajo pero que se realizan con libertad como personas. Ellas mismas afirman que las que no trabajan fuera del hogar es porque su esposo les da todo y no hay necesidad, de lo cual se infiere que ellas sí tuvieron esa necesidad. El auto-conformismo está presente en algunas de las mujeres que no salieron al mercado de trabajo.

Los resultados respecto a la organización del trabajo indican que en mayor medida las labores domésticas recaen en las mujeres, participen o no en la fuerza laboral. La presencia de otras mujeres en casa aliviana un poco la carga doméstica y al parecer los hijos están apoyando a las mujeres en aspectos esenciales, como el aseo de sus cuartos. Se empieza a vislumbrar un cambio en la participación de los padres jóvenes, particularmente en el cuidado de los hijos. Otro cambio potencial es el apoyo de las parejas cuando ya son mayores y jubilados del trabajo. Sin embargo, esto es más excepcional, como lo es también la contratación de empleadas domésticas, que están ausentes de los hogares de las mujeres que participan en la fuerza laboral como de las que no lo hacen.

La afirmación que hicieron la mayoría de las entrevistadas respecto a que la toma de decisiones la realizan entre ambos, hay que tomarla con cautela, puesto que al observar los tipos de decisiones que toman las mujeres, generalmente se refieren a asuntos del hogar, educación y permisos de los hijos cuando son menores, siempre y cuando no impliquen lejanía del hogar. Las decisiones mayores, como la compra de coche o casa, cambios de residencia y permisos cuando los hijos son mayores, son los varones quienes deciden. En el caso de las que no realizan labores extra domésticas es común que reconozcan la total toma de decisiones de sus esposos.

La familia de tipo triangular con ausencia de padre y exceso de madre ha sido constatada en las expresiones de las mujeres, tanto de las que participan en la fuerza laboral como de las que no lo hacen. La rigidez de los roles familiares provoca la dependencia de la mujer y presencia de conflictos cuando se “transgreden” los espacios del hombre. Sin embargo, el grado de dependencia de la mujer disminuye con el tiempo. Se identifican algunos aspectos tradicionales como la voluntad de mantener el matrimonio a pesar del deterioro en las relaciones de pareja. Los hijos son el justificante más utilizado para esto, aunque hay otras razones enunciadas, como la comodidad y el temor a la pérdida de los logros materiales.

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En cuanto a los cambios entre generaciones, se detectó que la práctica de transferir las obligaciones paternas a los hijos mayores es prácticamente inexistente en la presente generación. Esto tal vez se debe a que la mayoría de las mujeres provienen del área rural o bien de un estrato social inferior al que ahora tienen. Continúa el apego a las ideas tradicionales de la distribución de poder en las parejas con las presiones de los padres hacia los hijos. Continúan también las ideas sobre la naturalización de las funciones como cuidadora y transmisora de valores atribuidos a la mujer, que a la vez contribuyen a propiciar la ausencia del padre. Las expresiones de quienes no realizan labores extra domésticas sugieren una mayor resistencia a los cambios,

Entre los cambios, es posible distinguir el educativo, puesto que las madres de las entrevistadas tuvieron niveles mínimos de educación, sin embargo sí se perciben diferencias en las madres de mujeres que participan en la fuerza laboral en cuanto a su transmisión del interés por el estudio y la participación en la fuerza laboral.

Entre los visos de ruptura entre generaciones, también se identifica entre las parejas de tercera generación una mayor participación de los hombres en actividades de cuidado de los hijos y ejecución de algunas labores domésticas, además de un incremento en la toma de decisiones de las mujeres. También entre los jóvenes hay una disminución en el compromiso de mantenimiento del matrimonio y una presencia mayor de tensiones y conflictos por la transformación de los roles.

Finalmente se perciben un par de retrocesos: el primero de ellos tiene que ver con la doble carga de trabajo que suele ocurrir con la participación de la mujer en la fuerza laboral, puesto que al parecer hay democratización de ingresos pero no de tareas domésticas. Sin embargo, el hecho de que a pesar de ello las mujeres continúen con su participación en la fuerza laboral pudiera ser indicador de que las ganancias para ellas, no sólo en ingreso sino en distribución de poder, podrían tener un saldo a favor. El otro síntoma de retroceso —y esto estaría por demostrarse— es que a vuelta de generaciones, hay una especie de marcha hacia atrás en las ideas de los hijos e hijas de mujeres que participaron en la fuerza laboral, quienes pudieran estar considerando en serio la frase de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” y continúen apoyando la tradicional rigidez de los roles familiares, con los costos en equidad que ello implica.

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Capítulo 5Discusión y conclusiones

Las guías del presente estudio fueron tres hipótesis generales relacionadas a las principales dimensiones de la participación de la mujer en la fuerza laboral: organización familiar, atributos personales y capital social. Cada dimensión se refiere a diferentes explicaciones de este creciente fenómeno social y económico. La primera dimensión, organización familiar, es un conjunto de estructuras relacionadas con la dinámica familiar: tamaño de familia, tipo de familia, trabajo doméstico y toma de decisiones. La segunda dimensión se refiere a los atributos personales de las mujeres (escolaridad y experiencia laboral) que pudieran influir sobre su participación —o no— en la fuerza laboral. Algunos estudios que se basan en la teoría de la modernización han explorado las primeras dos dimensiones: organización familiar y atributos personales, ya sea como causa o consecuencia de la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Pero hay una tercera dimensión, un enfoque original propuesto en este estudio para explicar la participación de las mujeres en la fuerza laboral: el capital social que ha sido asociado con el empleo como el uso de las relaciones personales para obtener un trabajo, particularmente entre inmigrantes en los Estados Unidos. El capital social es un constructo teórico relativamente reciente y aquí es considerado como una de las estructuras que podrían influenciar la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

En este trabajo se han combinado las dos metodologías distintas: cuantitativa y cualitativa. El propósito es estudiar la toma de decisiones, el tipo de familia, la escolaridad y los años de experiencia además de este nuevo factor que es el capital social. Se han probado varias hipótesis en la búsqueda de las diferencias entre dos grupos de mujeres: las que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen. La muestra de 190 mujeres con pareja e hijos tiene un promedio de edad de 46 años; 53% de las mujeres en la muestra participan en la fuerza laboral contra el 47% de mujeres que no lo hacen. Este es un resultado no esperado puesto que el promedio de participación de las mujeres en la fuerza laboral a nivel nacional, tanto como el de Nuevo León, no alcanzan el 40%. Otro resultado es la madurez de la muestra que como ya dijimos tiene un promedio de edad de 46 años, por lo tanto, el ciclo de vida familiar queda fuera del análisis puesto que sólo una minoría de mujeres en la muestra tienen niños menores de 12 años de edad, lo cual contrasta con los hallazgos de Arriagada (2002) quien encontró que la mayoría de las familias en Latinoamérica, incluido México, se encuentran en la segunda etapa del ciclo de vida familiar, el denominado

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en desarrollo o expansión, mientras que en esta comunidad de Monterrey la mayoría están en la última etapa, llamada del “nido vacío”.

Las mujeres encuestadas participan en la fuerza laboral principalmente por motivos económicos. Los resultados de ambos enfoques —cuantitativo y cualitativo— sustentan esta afirmación. Aun cuando la realización personal es el segundo motivo para trabajar, sólo una de cada cinco mujeres expresaron esta razón. Las decisiones de las mujeres para retirarse son influenciadas por varias circunstancias especiales de necesidades económicas que provienen de los problemas familiares, por ejemplo enfermedad de alguno de los miembros.

La mayoría de la literatura revisada fundamenta la idea de que las mujeres trabajan en el sector informal por su flexibilidad en el horario de trabajo. Sin embargo, en este estudio, la mayoría de las mujeres trabajan de tiempo completo con una participación que ha sido continua a lo largo de su vida, es decir, ellas no abandonaron su trabajo ni hicieron paréntesis de participación por la maternidad. Es posible que esto se deba a que el tipo de ocupación que tiene la mayoría de ellas son de horarios flexibles o más cortos (maestras, vendedoras), pero también porque desempeñan profesiones típicamente femeninas como secretarias, doctoras o enfermeras. Los trabajos de estas mujeres podrían ser considerados como extensión de las labores tradicionalmente asignadas a las mujeres en el hogar como brindadoras de cuidado. Como Pitkin y Bedoya (1997) expresan, aún cuando las mujeres venturosamente vayan más allá de los espacios de sus hogares, muchas de sus actividades son meramente una extensión de sus roles domésticos, tal como se corrobora en este estudio.

Contrario a los hallazgos de García y Oliveira (1994), en que la razón principal que expresan las mujeres de estrato similar al de este estudio para participar en la fuerza laboral es la realización personal, aquí no ha podido corroborarse, puesto que los hallazgos cualitativos apoyan la idea de que la maternidad es el principal rol en la vida de las mujeres, y el resto de sus roles de hijas-esposas-trabajadoras quedan supeditados al rol maternal. Esto también ha sido corroborado cuantitativamente puesto que con respecto al cuidado de los hijos los resultados demuestran que una de cada tres mujeres cuidan ellas mismas a sus hijos a pesar de trabajar fuera del hogar y, en la mayoría de los casos hay un pariente, generalmente otra mujer en el hogar, quien cuida a los menores. Las mujeres desconfían para contratar a otras mujeres para esta tarea.

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La participación de las mujeres en la fuerza laboral no está influenciada ni por el tipo de familia ni por el tamaño de familia: tres de cada cuatro familias son nucleares, igual que a nivel nacional, y el tamaño de la familia tiene dimensiones similares entre las que trabajan y las que no lo hacen. La diferencia entre las horas dedicadas al trabajo doméstico en ambos grupos fue estadísticamente significativa, tal como era esperado. Sin embargo, la diferencia en el número de horas trabajadas en el hogar entre las que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen no parece muy grande. La distribución de actividades domésticas con el resto de los integrantes del hogar es casi nula, es decir, las parejas de las mujeres encuestadas no están apoyando en las labores domésticas aun cuando las mujeres participan en la fuerza laboral y las mujeres están llevando a cuestas estas tareas. Los resultados del análisis cualitativo demostró que cuando el resto de la familia apoya en las labores domésticas hay una especie de división “natural” entre hijos e hijas. Las hijas ayudan más en labores de limpieza pero en espacios interiores del hogar, mientras que los hijos limpian los coches, los patios o porches, es decir, en espacios externos. Un ligero cambio se observa en la participación de los esposos en las labores domésticas, particularmente cuando ya se han retirado de la vida laboral.

El hombre es quien generalmente toma las decisiones de manera independiente al interior del hogar. En seguida hay algunas decisiones que las mujeres toman, pero es más pequeño el número de las parejas que deciden conjuntamente sobre los asuntos del hogar. Las decisiones del hogar son para las mujeres y las decisiones económicas para los hombres; ambos toman decisiones acerca de los hijos. Al comparar la toma de decisiones entre mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen, hay una diferencia estadísticamente significativa a favor de la toma de decisiones de las mujeres que trabajan.

Algunas mujeres aún piden permiso a sus esposos para trabajar, así es que, al parecer, la familia patriarcal no ha cambiado significativamente con la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Los resultados tanto cualitativos como cuantitativos corroboran los hallazgos de Ribeiro (2000) respecto a que las mujeres tienen que pedir permiso para trabajar y aún más, ellas mismas a veces están convencidas de que el hogar es su espacio “natural”. Los hombres no participan más en actividades domésticas aun cuando las mujeres participen en la fuerza laboral. Las mujeres trabajadoras tienen doble jornada como trabajadoras y amas de casa. Esto se traduce

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en largas jornadas para ellas dentro y fuera del hogar. Otros estudios han encontrado en México que las mujeres como madres y padres y trabajadoras están sobrecargadas (Ibrahim, et ál., 1996). La pregunta es ¿por qué permanecen en la fuerza laboral con esta doble jornada? La toma de decisiones es una clara evidencia de cambio: las mujeres que trabajan están tomando más decisiones que las que no lo hacen. La toma de decisiones es un predictor significativo de la probabilidad de que las mujeres participen en la fuerza laboral. En futuros estudios sería interesante comprobar si la toma de decisiones es un efecto o una consecuencia de que las mujeres participen en la fuerza laboral: ¿participan las mujeres en la fuerza laboral porque tienen altos niveles de toma de decisiones? O ¿tienen las mujeres mayores niveles de toma de decisiones porque participan en la fuerza laboral?

Las mujeres encuestadas se resisten a hablar acerca del ingreso familiar tanto en las encuestas como en las entrevistas. Esto pudiera ocurrir por el medio ambiente de desconfianza en Nuevo León a causa del incremento de sucesos en que interviene el crimen organizado en el estado en los últimos años. Por lo mismo también existe la posibilidad de que algunas de las encuestadas hayan enunciado datos no verídicos, dado que los datos en esta variable son muy dispersos, el estrato socioeconómico de la colonia es de nivel medio y por ello es imposible sobrevivir con $100 dólares al mes, ni aún con $800 dólares, que es la moda en los datos. Por lo tanto, esta variable se utiliza sólo con propósitos descriptivos.

La segunda dimensión es acerca de atributos personales: escolaridad y experiencia laboral. El supuesto del que parte Becker para su teoría del capital humano es que a más altos niveles de educación corresponde mayor participación de las mujeres en la fuerza laboral corroborado tanto por otros investigadores (Parrada y Centeno, 2000; García y Oliveira, 1994) como en este estudio. Una prueba estadística “t” encontró una diferencia significativa entre las mujeres que participan en la fuerza laboral y las que no lo hacen. Hay una correlación positiva entre años de escolaridad y salarios en las mujeres que trabajan; y los más altos salarios están relacionados con niveles más altos de escolaridad.

En la misma dimensión de atributos personales, hay una diferencia estadísticamente significativa en experiencia laboral entre las mujeres que trabajan y las que no lo hacen. Las mujeres que participan en la fuerza laboral tienen más años de experiencia que las que no lo hacen. Esto podría ser debido a: (1) el patrón

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de participación es continuo en la vida de las mujeres encuestadas, y (2) una de cada cuatro mujeres nunca ha trabajado fuera del hogar. Los resultados cualitativos corroboran que la oposición de los hombres es aún un obstáculo para la participación de las mujeres en la fuerza laboral (Ribeiro, 2000).

El capital social es la tercera dimensión relacionada con la participación de las mujeres en la fuerza laboral. El capital social, como un constructo teórico ha sido medido a nivel individual con el enfoque de redes. Sin embargo, en este estudio se agregó un nuevo elemento, dividiendo el capital social en dos ramas: (1) capital social potencial y (2) capital social efectivo. El capital social potencial incluye las redes sociales o contactos personales de las mujeres y la calidad de los contactos de la red (escolaridad, tipo de relación y años de relación). El capital social efectivo incluye los tipos de beneficios que una mujer recibe debido a sus lazos sociales y la calidad de dichos lazos las mide ella misma asignando un puntaje a cada beneficio obtenido. El capital social es el elemento original propuesto en este trabajo y se ha medido aquí en dos ramas, comparando estas variables entre ambos grupos de trabajadoras y no trabajadoras. Más adelante las variables de las tres dimensiones han sido incluidas como variables independientes en una regresión logística, la prueba estadística que mide las probabilidades de que una mujer esté en el grupo de trabajadoras y no trabajadoras.

Ambos componentes, cualitativo y cuantitativo apoyan la idea de que la familia es todavía la institución más importante donde los individuos encuentran un espacio personal de confianza y apoyo moral. La mayoría de los contactos de las mujeres son sus parientes. Aun cuando la mayoría de los contactos de las encuestadas son mujeres, lo cual significa que las mujeres se apoyan entre mujeres, las mujeres trabajadoras mencionaron a sus esposos como primer contacto, mientras que las no trabajadoras mencionaron frecuentemente primero a sus hermanas. Tal vez futuros estudios pudieran medir si la confianza cambia de cantidad, de receptor o de emisor al interior de la familia cuando las mujeres participan en la fuerza laboral.

Los resultados indican que el tamaño de la red y la calidad de la red son estadísticamente significativas en la regresión logística. Ambas variables influyen en la participación de las mujeres en la fuerza laboral. Por otro lado, algunos estudios han demostrado que en cualquier red social hay un límite de beneficios de acuerdo a los recursos de la red, de tal forma que si se trata de una red con pocos recursos, sólo esos

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escasos recursos podrán ser compartidos con otros (Raju, 2004). En este caso se trata de una red con suficientes recursos, pero al parecer las mujeres no usan sus redes en el sentido del capital social efectivo. Por lo tanto, es importante tomar en cuenta el estrato económico cuando se analiza el capital social de cualquier comunidad. La mera existencia de recursos en una red no significa que dichos recursos sean compartidos.

Otra parte de la dimensión del capital social incluye un intercambio activo de recursos, beneficios y servicios. Las fuentes del capital social confirman que la familia es la institución grupal más importante porque la mayoría de las mujeres obtiene beneficios de sus parientes. Las familias en esta colonia son como pequeñas islas humanas donde las relaciones raramente pasan de la vecindad a la amistad. Las relaciones de sangre son el lazo social más significativo.

En resumen, cuatro de las diez variables incluidas en el modelo (experiencia laboral, toma de decisiones, tamaño de la red y calidad de la red) son estadísticamente significativas para predecir la probabilidad de que una mujer participe en la fuerza laboral. Ese es, sin duda, un hallazgo importante puesto que el capital social efectivo (tipo de beneficio y calidad de los beneficios) no es predictor de la probabilidad de que la mujer participe en la fuerza laboral. No es el beneficio real —como se esperaba— sino la percepción de confianza en los contactos de sus redes lo que hace la diferencia.

Los hallazgos cualitativos acerca de la cultura mexicana en esta colonia podrían ser tomados en cuenta en futuras explicaciones acerca de la participación de las mujeres en la fuerza laboral. La consideración de que el capital social es ampliamente utilizado por las mujeres, independientemente de su estatus laboral, es decir, el capital social se usa por todas las personas en general para obtener “n” objetivos.

La teoría del actor racional en las mujeres mexicanas de esta colonia se combina con factores culturales, donde ideas tradicionales sobre la participación de las mujeres en la fuerza laboral influyen en su decisión de trabajar o no fuera del hogar. La cultura como una estructura social, unida al enfoque macro estructural influye en las decisiones de las mujeres sobre la PMFL. Actuar racionalmente implica un pensamiento en términos de costo-beneficio. Sin embargo aquí no sólo influyen elementos económicos sino también culturales en esa decisión “racional”. Las imágenes culturales de dominación, tanto como las normas y prácticas sociales relacionadas con la familia tradicional y la PMFL son todavía vividos y reproducidos por las mujeres (Arriagada, 2002).

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La familia triangular (Ramírez, 1986) y la rigidez de los roles familiares provocan dependencia en las mujeres. Las ideas tradicionales (por ejemplo, el matrimonio tiene que ser mantenido a costa de lo que sea), contribuyen a la dependencia y a una escasez de motivaciones para participar en la fuerza laboral. Las expectativas sobre el cambio social derivado de la participación de la mujer en la fuerza laboral enunciadas por Arriagada (2002), mayor autonomía, independencia económica de la mujer y mayor equidad en la división del trabajo en el hogar no se encontraron en esta colonia. Al contrario, la dependencia y la división de las labores domésticas por sexo fueron la constante. Debido a la peculiaridad de esta colonia de mujeres maduras, un estudio que incluya a mujeres jóvenes podría manifestar más claramente los cambios sociales.

La idea de que la mujer es una proveedora natural de cuidados hacia otros es posiblemente uno de los factores culturales que desanima a las mujeres a participar en la fuerza laboral. Sin embargo, se observaron algunos cambios entre generaciones, por ejemplo una más alta participación de los hombres en el cuidado de los niños en la tercera generación. Otro hallazgo cualitativo fue que las mujeres que participan en la fuerza laboral tuvieron madres con carácter decidido que las animaron a enfrentar retos. Su presencia y empoderamiento propició la participación de sus hijas en la fuerza laboral.

Reforzando la conveniencia de combinar enfoques cualitativos con cuantitativos, emergieron de este estudio dos nuevas circunstancias: (1) las mujeres hayan participado o no en la fuerza laboral empiezan de nuevo el ciclo de cuidado con sus nietos y, al mismo tiempo, (2) algunas de las jóvenes de la tercera generación se niegan a participar en la fuerza laboral aun cuando tienen más altos niveles de escolaridad que sus madres. La principal razón que enuncian es la “ausencia de madre” que padecieron mientras crecían. Algunas de las mujeres jóvenes ahora desean estar presentes durante la crianza de sus hijos en vez de participar en la fuerza laboral. Consecuentemente, en el futuro se requieren nuevas investigaciones intergeneracionales para identificar esto nuevos patrones culturales o de cambio social que parecieran un regreso al pasado.

Limitaciones del estudio

A pesar de los esfuerzos por maximizar tanto la validez interna como la validez externa, se requiere alguna cautela al tratar de generalizar los hallazgos de este estudio. La

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representatividad es, por lo tanto, la principal limitante de este estudio. Aun cuando el azar fue tomado en cuenta en la selección de la colonia, la escasez de recursos obstaculizaron la posibilidad de incluir una muestra representativa para toda la población de Monterrey, por lo tanto, la generalización de los resultados no es posible.

El segundo factor limitante está relacionado con las diferencias entre lo que se propuso de inicio y lo que realmente se encontró en la situación concreta en la colonia estudiada. Por ejemplo, se esperaba incluir a mujeres de diversas edades y comparar los patrones de participación en la fuerza laboral de acuerdo al ciclo de vida familiar y sus etapas propuestas por Arriagada (2002). En lugar de eso se encontró que la homogeneidad no sólo de la situación económica de la colonia sino también en las historias compartidas de mujeres maduras limitaron las posibilidades de análisis. Otra situación fue la escasez de niños menores de 12 años; por ello la hipótesis relacionada con esta variable no pudo ser comprobada.

El incremento en la criminalidad a nivel local pudiera haber sido un tercer factor limitante que influye en que las mujeres eviten contestar algunas preguntas relacionadas con el ingreso familiar. Este ambiente social de desconfianza se reflejó incluso en omitir los nombres de los miembros de su familia o dar nombres falsos para continuar con las respuestas de la encuesta.

Y, finalmente, aun cuando fue una decisión positiva argumentar en el marco teórico la división entre capital social potencial y efectivo y medirlos de manera separada, el enfoque de redes (capital social potencial en este estudio) ha sido ampliamente incluida en estudios previos. Sin embargo, no es el mismo caso del capital social efectivo cuya inclusión fue hecha originalmente en este estudio. Por ello han de continuar los trabajos para desarrollar y medir con mayor precisión esta propuesta teórica de capital social efectivo en el futuro.

Implicaciones y recomendaciones

La política de empleo es un conjunto desarticulado de programas en México (Martínez y López, 2005). Algunos de estos programas emanan tanto desde la política social como de la política económica y son operados por diversas oficinas públicas, a veces con esfuerzos que se duplican. En síntesis, no hay un programa integral especial que promueva la participación de las mujeres en la fuerza laboral y que atienda sus

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necesidades de apoyo para hacerlo, como el incrementar sus competencias y con ello su empleabilidad, o como el cuidado de los hijos o de los adultos mayores que generalmente recaen bajo su única responsabilidad. Las mujeres en las políticas públicas sólo existen cuando son propietarias de la tierra, principalmente en las áreas rurales. En las áreas urbanas su presencia se pierde dentro del grupo familiar: son madres, esposas, hijas, pero no trabajadoras.

Los resultados de este estudio demuestran que el rol primario para las mujeres en esta colonia es el de brindadoras de cuidado. Las mujeres que trabajan tienen pocos apoyos para permanecer en el mercado laboral. Los factores culturales que intervienen en la PMFL debieran ser analizados; los programas que busquen la equidad de género requieren ser fortalecidos no sólo en las oficinas públicas sino también en el resto de la sociedad. Para modificar las desigualdades de género en la estructura social, “es necesario transformar otros mecanismos donde esta desigualdad es reproducida” (Arriagada, 2002:160), es el caso de la clase social, el origen étnico o los estilos de vida. Una sociedad consciente de la desigualdad en el matrimonio podría tener un efecto positivo al interior de la familia y una disminución de los efectos no deseados como la violencia entre las parejas. Este y otros estudios (Ibrahim, et ál., 1996) demuestran que las mujeres que trabajan tienen una doble responsabilidad dentro y fuera de sus hogares; en el matrimonio no sólo se han de compartir los salarios sino también las obligaciones domésticas.

Gracias a una decidida política social del gobierno mexicano hay un programa nacional orientado a empoderar a las mujeres y a disminuir la discriminación por género. La estructura administrativa en cada estado es responsable de operar este programa. Inicialmente se trabajaba en oficinas públicas y ahora se ha extendido a instituciones educativas desde donde se podría generar un cambio social más sólido. Sin embargo, se requieren recursos humanos capacitados con un claro enfoque de género

Las condiciones institucionales también pueden ser estructuras que obstaculicen la PMFL porque las mujeres están ausentes en la toma de decisiones y en la elaboración de las políticas públicas. Las mujeres sólo son incluidas en políticas universales que ignoran sus condiciones culturales reales de subordinación económica y social, es decir, con sus esposos, pidiendo permiso para trabajar y con sus empleadores que les asignan posiciones de segundo nivel en el trabajo, con salarios más bajos de los que les pagan a los hombres. Algunos autores se refieren a la “feminización del

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mercado laboral” para explicar que la PMFL se ha incrementado pero también para describir un fenómeno de pauperización de los salarios que incluye a los hombres. Sin embargo, los salarios de las mujeres continúan siendo más bajos, lo cual afecta también los de los hombres (Horbath, 2001; Maruani, 2002). Se requieren políticas públicas que reduzcan las desigualdades en el trabajo y las prácticas de explotación de los empleadores.

Derivado de los resultados de este estudio acerca del capital social potencial, la organización de las colonias o comunidades en “n” grupos podría producir un efecto positivo en la PMFL. Recordemos que no son los beneficios obtenidos sino la percepción de confianza en sus contactos sociales lo que influye en la PMFL. Finalmente para que futuros estudios sean la base de políticas sociales más efectivas, es importante considerar el estrato socio económico de las mujeres y el grupo social a que pertenecen. Esto es muy importante porque en la realidad las estructuras constriñen la acción individual y las condiciones materiales le dan forma a las ideas y las representaciones sociales acerca de cualquier fenómeno social. García y Oliveira (2003) demostraron que la desigualdad y la falta de compromiso en las condiciones de vida puede implicar diferentes oportunidades, diferentes decisiones que moldean el comportamiento humano. En este estudio en particular, la homogeneidad de la población de la colonia fue un obstáculo para este tipo de análisis. Sin embargo, los hallazgos emanados de este estudio multi-método no dejan de significar un avance en las explicaciones de la participación de las mujeres en la fuerza laboral.

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Coordinación del proyecto editorial y ediciónGuadalupe Elósegui M.

Revisión y corrección Reyna Ramírez Vázquez

Diseño y formaciónMargarita Flores Guerra

En portada: A solas con tu alma, 2001. Óleo y acrílico

sobre loneta, 140 x100 cm, de Antonia Pérez Maldonado.

Antonia Pérez Maldonado Monterrey, N.L. (1937– 2007). Con 50 años de trayectoria en las artes plásticas, Pérez Maldonado fue maestra de varias generaciones y participó en innumerables exposiciones individuales y colectivas nacionales e internacionales. Obtuvo diversos premios y menciones honoríficas y su obra se exhibió en importantes museos del país, como el Rufino Tamayo, Centro Cultural José Guadalupe Posada y el Poliforum Cultural Siqueiros. Su obra forma parte de la Colección Permanente del Patrimonio Artístico de Nuevo León. El Instituto Estatal de las Mujeres agradece a su familia la gentileza de permitir la reproducción de su obra en la portada de este libro.

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El capital social y la participación de las mujeres

en la fuerza laboral: una colonia de Monterrey

Se terminó de imprimir

en el mes de septiembre de 2008,

en los talleres de

El Regidor, 5 de Mayo 910 Pte., Centro,

C.P. 64000, Monterrey, N.L.

El tiraje consta de 1,000 ejemplares,

más sobrantes para reposición.