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¿QUÉ ES LA PROPIEDAD?

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Pierre Joseph Proudhon. Qué es la propiedad

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  • QU ES LA PROPIEDAD?

  • PIERRE JOSEPH PROUDHON

    QU ES LAPROPIEDAD?

    Investigaciones sobre el principio delderecho y del gobierno

  • Editorial Proyeccin S.R.L., Buenos Aires, 1970 Libros de Anarres

    Corrientes 4790Buenos Aires / ArgentinaTel: 4857-1248

    ISBN: 987-20875-9-8

    La reproduccin de este libro, a travs de medios pti-cos, electrnicos, qumicos, fotogrficos o de fotoco-pias est permitida y alentada por los editores.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina / Printed in Argentina

    Proudhon, Pierre JosephQu es la propiedad? Investigaciones sobreel principio del derecho y del gobierno.1a. ed. Buenos Aires: Libros de Anarres, 2005.240 p.; 20x12,5 cm. (Utopa Libertaria)ISBN 987-20875-9-81. Ciencias Polticas-Anarquismo I. TtuloCDD 320.57

    Ttulo del original en francs: Qu est-ce que la proprit?Traduccin directa: A. Gmez PinillaRevisin: Diego Abad de SantillnCon apndices y notas del autor, agregados a la primera versinespaola

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    PRLOGO

    No pertenezco a ningn partido ni camarilla; no tengoadeptos, ni colegas, ni compaeros. No he creado ninguna sec-ta; aun cuando me lo ofrecieran, rechazara el papel de tribunopor la simple razn de que no deseo esclavizarme. Esto decla-raba Proudhon en 1840, poco despus de la publicacin de suObra Q u es la propiedad?, la que habra de darle fama, amnde ubicarlo entre los ms grandes pensadores socialistas del si-glo diecinueve.

    Henos aqu ante una de esas paradjicas declaraciones enque tanto se complaca Proudhon, pues en ella hay verdad y nola hay. Durante el cuarto de siglo de su carrera de filsofo revo-lucionario fue siempre una figura solitaria, que no adhiri aningn partido, no cre ningn movimiento formal para pro-pagar sus ideas y trat de ser rechazado antes que aceptado.No fue puramente maliciosa la definicin que de l hizo VictorConsidrant: Ese extrao hombre empeado en lograr quenadie compartiera sus puntos de vista . Le gustaba desconcer-tar no slo a los burgueses sino tambin a los dems socialistas;y gran deleite le dio recibir en los das ms tormentosos de larevolucin de 1848 el mote de lhomme terreur .

    Sin embargo, las ideas de Proudhon fueron tan vigorosasque fertilizaron a muchos movimientos posteriores. Proudhones el maestro de todos nosotros , dijo su formidable admiradorruso Miguel Bakunin, por cuyo intermedio pasaron aquellasideas al movimiento anarquista histrico. La Primera Interna-cional naci principalmente por los esfuerzos de los trabajado-res franceses, para los que la palabra de Proudhon era el evan-gelio revolucionario, y fue destruida por la gran disputa entrequienes apoyaban al socialismo libertario del tipo que l propi-ciaba y quienes aceptaban el patrn autoritario concebido porKarl Marx. Ms tarde, tambin a impulsos de anarcosindicalistasque se guiaban por las teoras de Proudhon sobre la accin dela clase trabajadora, surgi la CGT, el gran movimiento gre-mial francs, ahora prisionero del Partido Comunista. Del mis-mo modo, en Espaa no slo los anarquistas sino tambin los

    Daniela Dorfman

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    federales de 1870 recibieron la influencia de sus enseanzas, aligual que los narodniks de Rusia. Kropotkin, Herzen y Sorel seconfesaban discpulos de Proudhon. Baudelaire lo apoy du-rante la revolucin de 1848; Sainte-Beuve (C. A. Sainte-Beuve,Proudhon, su vida y su correspondencia, Ed. Americalee) yFlaubert lo admiraban por su prosa francesa clsica. GustaveCoubert forj sus teoras en un arte que aspiraba a expresar losanhelos del pueblo; Pguy sufri su influencia; hasta Tolstoi loestudi y tom el ttulo y buena parte de los fundamentos te-ricos de su obra maestra, L a guerra y la paz, del libro deProudhon intitulado La Guerre et la Paix .

    Este frreo individualista, que desdeaba ganar adeptos yno obstante ejerci tan amplia y duradera influencia en su po-ca y despus, naci en 1809 en los suburbios de Besanzon. Suspadres eran de extraccin campesina y provenan de las monta-as del Franco Condado, rincn de Francia cuyos naturales sonfamosos por su fuerte espritu de independencia: Soy de lams pura piedra jursica , expres en una oportunidad. El pa-dre era tonelero y cervecero, y su cerveza era muy superior asus habilidades comerciales. Siempre que fracasaba en algunade sus aventuras econmicas, cosa bastante frecuente, la fami-lia regresaba a la granja ancestral. Proudhon recuerda una in-fancia austera aunque en muchos aspectos idlica.

    En casa de mi padre, nos desayunbamos con potaje demaz; al medioda comamos patatas y por la noche, tocino. Yas todos los das de la semana. Pese a los economistas que tan-to ensalzan la dieta inglesa, nosotros, con esa alimentacin ve-getariana, nos mantenamos gordos y fuertes. Sabis por qu?Porque respirbamos el aire de nuestros campos y vivamos delproducto de nuestros propios cultivos.

    Hasta el fin de sus das, Proudhon sigui siendo en el fondode su corazn un campesino que idealiz las condiciones duraspero satisfactorias de su niez. Esto influy sobre su enfoquede la vida al punto que su imagen de una sociedad digna inclu-y siempre como punto de partida el que cada granjero tuvieraderecho a usar la tierra que poda cultivar y cada artesano con-tara con el taller y las herramientas necesarias para ganarse elsustento.

    A su incapacidad comercial, el padre de Proudhon una una

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    pasin por el litigio. La educacin de Pierre-Joseph en el cole-gio de Besanzon, donde se lo vea andar con sus ruidosos zue-cos campesinos en medio de los bien calzados nios de familiasadineradas, fue interrumpida bruscamente cuando la familia sehundi en la bancarrota a consecuencia de un fallo judicial ad-verso. Entonces, lo enviaron a una imprenta como aprendiz,cambio de suerte del que se enorgulleca porque hizo de l unartesano y no un dependiente o un abogado. Todava recuer-do , escribi mucho despus de haber dejado el taller para to-mar la pluma de escritor, aquel grandioso da en que mi herra-mienta de tipgrafo se convirti en smbolo e instrumento demi libertad . La imprenta le permiti adquirir el sentido de in-dependencia que da un oficio bien aprendido y fue tambin susegunda escuela: all aprendi hebreo y perfeccion su latn ygriego, mientras pona en letras de molde las obras de los telo-gos que infestaban los seminarios de Besanzon; all entr encontacto directo y personal con las tradiciones del socialismocuando conoci al excntrico Charles Fourier, su celebrado co-terrneo, con cuyo pensamiento se familiariz al supervisar laimpresin de Le N ouveau Monde Industriel et Socitaire, esaextraa obra maestra de tan notable influencia. Posteriormen-te, por amor a la libertad, Proudhon rechazara la forma utpi-ca de socialismo de Fourier, con sus falansterios o comunidadesplaneadas; durante seis semanas estuve cautivado por ese sin-gular genio , recuerda.

    Mientras trabajaba en la imprenta, Proudhon hizo su pri-mera publicacin. Tratbase de un ensayo filosfico ms bieningenuo que llam la atencin de la Academia de Besanzon, ypor cuyos mritos se le acord la Pensin Suard, que le permi-ti estudiar y vivir, no sin penurias, en Pars, en tanto escribasu primer libro importante: Q uest-ce que la Proprit? (Q u esla propiedad?). Aparecido en 1840, fue slo el principio de unalarga serie de obras, producto de toda una vida dedicada a es-cribir con fervor.

    Proudhon no fue un simple terico de escritorio, situacin ala que se vio reducido en sus ltimos aos, cuando as se loimpuso su mala salud. A su manera, con la independencia quelo caracterizaba, cumpli un papel activo en los dramticossucesos de su poca. La edicin de Q u es la propiedad? le

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    gan fama en los crculos radicales de la Europa de entonces, ydurante la primera parte de la dcada de 1840 entabl relacincon muchos de los hombres que luego tendran actuacin fun-damental en el movimiento socialista . M arx, Bakunin yAlexander Herzen se encontraban exiliados en Pars; vivan enmiserables y escondidos cuartuchos del Barrio Latino, tambinbarrio de Proudhon. Pronto se hicieron amigos y pasaban dasy hasta noches analizando las tcticas de la revolucin y la filo-sofa de Hegel, as como las ideas de los hegelianos de izquier-da, grupo que en esos momentos estaba a la cabeza del socialis-mo francs. La amistad con Bakunin y Herzen fue duradera;ambos trasladaran las ideas de Proudhon a campos ms am-plios que el movimiento revolucionario francs: Bakunin, alanarquismo internacional y Herzen, al populismo ruso. La re-lacin con Marx fue cauta y temporaria. ste salud con albo-rozo la publicacin de Q u es la propiedad?, de la cual dijoque era una obra profunda y el primer estudio cientficovigoroso y decisivo que se hubiera hecho sobre el tema. Fueuno de los primeros escritores no franceses que reconoci laimportancia de Proudhon, a quien se esforz por reclutar en lasfilas del comunismo internacional que l y Engels trataron deestablecer en los aos anteriores a 1848. En la correspondenciaque intercambiaron durante1846, Proudhon expres claramentesu opinin acerca del dogmatismo represivo con que Marx en-caraba el socialismo. Hay en su ltima misiva un pasaje claveque seala el verdadero comienzo del conflicto de personalida-des e ideas que dividi al movimiento socialista del siglo XIX yque, cuando Bakunin ocup el lugar de Proudhon como vocerodel socialismo libertario, culmin con la ruptura definitiva en-tre los movimientos anarquista y comunista.

    Investiguemos juntos, si as lo deseis (le dice a Marx), las leyes de la sociedad, estudiemos cmo toman forma y porqu proceso lograremos descubrirlas; pero, por Dios, despusde destruir todos los dogmatismos a priori, no soemos, a nues-tra vez, en adoctrinar al pueblo... Aplaudo de todo coraznvuestra idea de sacar a luz todas las opiniones; realicemos unapolmica recta y leal; demos al mundo el ejemplo de una tole-rancia ilustrada e inteligente, pero, no por estar a la cabeza deun movimiento, hemos de erigirnos en jefes de una nueva into-

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    lerancia, no nos pongamos en apstoles de una nueva religin,aun cuando ella sea la religin de la lgica, la religin de larazn. Unmonos para fomentar toda protesta y condenar todoexclusivismo, todo misticismo; nunca consideremos una cues-tin totalmente agotada, y cuando hayamos usado nuestro l-timo argumento, comencemos de nuevo, de ser necesario, conelocuencia e irona. Slo con esa condicin me unir gustoso avosotros. De otra manera, no!

    Profundamente ofendido, por reconocer en estas palabrasde Proudhon un reproche a su propia intolerancia, Marx nuncarespondi. En rigor, contest de otra manera cuando, en 1847,public un libro La miseria de la filosofa en el que atac consaa a Proudhon y rompi definitivamente todo vnculo con l.

    Proudhon no se cuid demasiado del ataque de Marx, elque slo mereci un par de lneas en su diario, donde leemosesta lacnica observacin: Marx es el gusano del socialismo! .En esos momentos, su principal preocupacin era difundir almximo sus propias ideas sobre el socialismo, pues ya Franciase encaminaba hacia la revolucin de 1848. Consider necesa-rio lanzar un peridico; y fue as como, a los pocos das dehaber ayudado a levantar las barricadas de una revolucin. que,a su juicio, se haba hecho sin ideas , fund Le Reprsentantdu Peuple, primero de una serie de cuatro peridicos que, entotal, vivieron algo ms de dos aos y medio y murieron unotras otro porque la rectitud de Proudhon era excesiva, inclusopara esos das revolucionarios. El pueblo compraba cada n-mero con entusiasmo, pero las autoridades se asustaron tantode su popularidad que no slo suprimieron sus publicaciones,sino que adems, en 1849, lo condenaron a tres aos de prisinpor injuriar al nuevo prncipe-presidente, Louis Napolen, quese dispona a recrear el imperio napolenico.

    Antes de ser, enviado a prisin, Proudhon lleg a ocuparuna banca en la Asamblea Nacional, donde provoc un escn-dalo al presentar una mocin que estimaba contribuira a losdeseados fines de la revolucin: propuso que se abolieran lasrentas, con lo cual la propiedad quedara reducida a una simpleposesin. Al otorgarse una moratoria parcial sobre arrenda-mientos y deudas, se dara a los propietarios la oportunidadde contribuir, por su parte, a la obra revolucionaria, siendo

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    ellos responsables de las consecuencias de su negativa . Cuan-do sus colegas pidieron a gritos una explicacin, Proudhon hizouna de sus histricas definiciones. Significa , dijo a la Asam-blea, que en caso de negativa, nosotros mismos procederemosa la liquidacin, sin vosotros . A los gritos de qu querisdecir con vosotros? respondi: Si us esos dos pronombres,vosotros y nosotros, est claro que yo me identifiqu con elproletariado y a vosotros os identifiqu con la clase burguesa . Es la guerra social! , vociferaron los irritados miembros dela Asamblea, que rechazaron la proposicin por 691 votos con-tra 2. Proudhon se vanaglori de constituir semejante minoray hasta se dice que le disgust que ese solitario amigo votaralealmente con l.

    En rigor, aunque con esto Proudhon dej perfectamente sen-tada su idea de que la revolucin deba tomar la forma de unalucha de clases, en la cual los trabajadores encontraran su pro-pio camino hacia la libertad, nunca fue un revolucionario vio-lento. El arma con que quiso promover el cambio social fue eltan poco mortfero Banco Popular, institucin de crdito mu-tuo para productores que, al proporcionar a stos sus propiosmedios de intercambio, con el tiempo llegara a minar el siste-ma capitalista. A pesar de sus 27.000 adherentes, el Banco Po-pular, creado en 1848, se fundi cuando Proudhon fue encarce-lado. La prisin no interrumpi sus actividades literarias, gra-cias a la indulgencia con que se trataba a los presos polticos enla Francia del siglo XIX: se les permita recibir los libros, visitan-tes y alimentos que desearan, podan salir bajo palabra, unavez por semana. En los tres aos que dur su condena, escribitres libros, sigui editando sus peridicos hasta su prohibicindefinitiva, se cas y tuvo un hijo.

    Una vez libre (1852), no tard en verse nuevamente en difi-cultades. El rgimen autocrtico de Napolen III haba deste-rrado, encarcelado y acallado a la mayora de los socialistas;Proudhon, que se negaba a guardar silencio, se erigi prctica-mente en el nico vocero de la izquierda independiente. En 1858,al publicarse su impresionante obra D e la Justice dans laRvolution et dans lglise, se le inici juicio por atacar a laIglesia y al Estado. Esta vez, en lugar de aceptar la sentencia decinco aos de crcel, huy a Blgica, donde permaneci hasta

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    1862, fecha en la que retorn a Pars, ciudad donde pasara susdos ltimos aos de vida.

    En la etapa final de su existencia, Proudhon escribi sobrediversos temas, desde el federalismo hasta los principios de lapintura. Mas su preocupacin primera era convencer al pueblopara que no participara en las elecciones con las que NapolenIII trataba de dar validez a su rgimen, con lo cual inici laprctica anarquista de abstencin electoral; al mismo tiempo,desarroll su teora de que los trabajadores en nada se benefi-ciaban al dar su apoyo a partidos organizados por individuosde otras clases y que deban tomar conciencia de su poder pol-tico y crear ellos mismos los organismos necesarios para pro-ducir el cambio social. Os digo con toda la energa y tristezade mi corazn: separaos de aquellos que se han apartado devosotros . Los trabajadores comenzaron a aceptar estos argu-mentos, de manera que, a fin de cuentas, este hombre, que nodeseaba crear ningn partido, lleg a ganar la adhesin demuchos y vivi lo suficiente como para or que la Internacionalhaba sido creada principalmente por los proudhonianos.

    Q u es la propiedad? ocupa un lugar especial dentro de esacarrera que hizo de Proudhon una figura tan fundamental yfecunda dentro del socialismo europeo. El libro, segn lo cono-cemos hoy, consiste en dos trabajos separados: Q u es la pro-piedad?, aparecido originariamente en 1840, y Carta al seorBlanqui, publicado en 1841. Louis-Adolphe Blanqui, parientedel famoso conspirador, era un economista que critic la pri-mera obra de Proudhon; pero la Carta, ms que una rplica, enrealidad cumple el propsito de llenar las lagunas que pudieronhaber quedado en Q u es la propiedad?

    Q u es la propiedad? produjo gran revuelo con su respues-ta a la pregunta del ttulo: La propiedad es un robo! , fraseque lleg a convertirse en mxima por todos citada; una mxi-ma a la que los anarquistas, y otros, daran vueltas y revueltasen sus polmicas, y que siempre rondara cual albatros verbalen torno de la reputacin de su creador.

    Paradjicamente, Proudhon no us tan audaz expresin ensu sentido literal, sino slo para dar ms nfasis a su idea. Conel trmino propiedad design lo que ms tarde llamara lasuma de sus abusos . Quiso sealar lo injusto de la propiedad,

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    como bien usado por el hombre para explotar el trabajo deotros, sin aportar el esfuerzo propio, de la propiedad que secaracteriza por rendir intereses y rentas y permitir imposicio-nes por parte del que no produce sobre el que produce. En cam-bio, la propiedad como posesin , el derecho de un hombre adisponer de su vivienda, de la tierra y las herramientas que ne-cesita para vivir, eso era para Proudhon lo justo, la piedra fun-damental de la libertad. Reprobaba el comunismo sobre todoporque ste buscaba la destruccin de esta forma de propiedad.

    Tras ver los inconvenientes de la propiedad en su acepcincomn y del comunismo, Proudhon lleg a la conclusin deque la nica organizacin social, capaz de otorgar al hombre elderecho de gozar del producto de su trabajo, era la basada en la libertad . Arrib as a otra clebre definicin, pues despus deexaminar las distintas formas de gobierno, declar no ser de-mocrtico sino anarquista . Con esto no quiso dar a enten-der que propugnaba el caos poltico: crea en la existencia deuna justicia inmanente que el hombre haba pervertido con lacreacin de malas instituciones. La propiedad era incompatiblecon esta justicia, por quitarle al trabajador el derecho de dis-frutar del fruto de su trabajo y privarlo de los beneficios socia-les, que son producto de siglos de esfuerzo comn. Por lo tanto,la justicia exiga una sociedad en la que coexistieran la igual-dad y el orden. Esta sociedad slo poda tomar una forma. Ascomo el hombre busca la justicia en la igualdad, la sociedadbusca el orden en la anarqua. La anarqua, la ausencia de amos,de soberanos, he aqu la forma de gobierno a la que nos aproxi-mamos da a da.

    Proudhon no fue el primer anarquista en el sentido de abo-gar por una sociedad fundada en la cooperacin espontnea yno en la coercin; William Godwin lo precedi por medio siglocon su Political Justice. En cambio, fue el primero en utilizar eltrmino anarquismo , hasta entonces empleado en el mal sen-tido de la palabra, para definir una teora que propona unasociedad en la cual el comunismo y la propiedad se sintetiza-ran de manera tal que el gobierno desaparecera al tiempo queflorecera la libertad en un mundo de pequeos propietariosunidos por libre contrato.

    Tanto en la sociedad ideal, imaginada por Godwin, como

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    en la concebida por Proudhon, lo primero que resalta es estepredominio del pequeo propietario, del campesino y del arte-sano. De la lectura de Q u es la propiedad? se desprende deinmediato que la propiedad a la que se refiere Proudhon es prin-cipalmente la de la tierra; por ende, la solucin que propone esprcticamente de orden agrario, el tipo de solucin que habrasalvado de la bancarrota crnica a muchos honestos y laborio-sos hombres de campo, cual fue su padre. Aparentemente, notoma en consideracin las actividades fabriles ms complejas yslo piensa en los artesanos que trabajan en su pequeo tallerpersonal. Mas no debemos olvidar que, lo mismo que Godwin,Proudhon hablaba sobre la base de su propia experiencia, quehasta 1840 estuvo limitada al mbito rural de Besanzon, adon-de an no haba llegado el ferrocarril, pionero del industrialis-mo, y a la vida del Barrio Latino de Pars, que entonces, comoahora, era un nidal de pequeos talleres. Ms tarde, en Lyon,conoci las industrias nacientes de ese perodo y vemos que, enobras posteriores, particularmente La idea general de la revo-lucin en el siglo X IX , trata ampliamente sobre la creacin deasociaciones cooperativas para la administracin de fbricas yferrocarriles.

    Q u es la propiedad? abraza los fundamentos del anarquis-mo del siglo XIX, sin presentar los matices de violencia que lue-go se adosaron a la doctrina. Si bien algunos de sus sucesoresno coincidieron con Proudhon, en cuanto a la posibilidad deeliminar los abusos de la propiedad, sin las convulsionestraumticas de una revolucin sangrienta, lo cierto es que enesta obra encontramos, explcita o implcitamente, la esenciade todo el anarquismo: la idea de una sociedad libre unida porasociacin que pone los medios de produccin en manos de lostrabajadores. Proudhon elaborara despus otros aspectos desu teora, tales como la necesidad de que la clase trabajadoraemprenda una lucha poltica propia (especialmente en su obrapstuma Capacidad poltica de la clase obrera [1864]), la con-veniencia de remodelar la sociedad sobre la base del federalismoy la descentralizacin, la formacin de comunas y asociacionesindustriales, como clulas primarias de la interrelacin huma-na y la eliminacin de fronteras y naciones.

    Q u es la propiedad?, pese a ser una obra de juventud,

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    desprovista de la elocuencia y los trofeos de una culturaautodidacta que ornan obras posteriores como De la justicia yLa guerra y la paz, ha sido el cimiento sobre el cual se constru-y ntegramente el edificio de la teora anarquista del siglo XIX.

    GEORGE WOODCOCK

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    CAPTULO I

    M TODO SEGUIDO EN ESTA OBRA. - ESBOZO DE UNA REVOLUCIN

    Si tuviera que contestar a la siguiente pregunta: qu es laesclavitud? y respondiera en pocas palabras: es el asesinato, mipensamiento, desde luego, sera comprendido. No necesitarade grandes razonamientos para demostrar que el derecho dequitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la personalidad,es un derecho de vida y muerte, y que hacer esclavo a un hom-bre es asesinarlo. Por qu razn, pues, no puedo contestar a lapregunta qu es la propiedad?, diciendo concretamente: la pro-piedad es un robo, sin tener la certeza de no ser comprendido, apesar de que esta segunda afirmacin no es ms que una simpletransformacin de la primera?

    Me decido a discutir el principio mismo de nuestro gobier-no y de nuestras instituciones, la propiedad; estoy en mi dere-cho. Puedo equivocarme en la conclusin que de mis investiga-ciones resulte; estoy en mi derecho. Me place colocar el ltimopensamiento de mi libro en su primera pgina; estoy tambinen mi derecho.

    Un autor ensea que la propiedad es un derecho civil, na-cido de la ocupacin y sancionado por la ley; otro sostieneque es un derecho natural, que tiene por fuente el trabajo; yestas doctrinas tan antitticas son aceptadas y aplaudidas. Yocreo que ni el trabajo, ni la ocupacin, ni la ley, pueden en-gendrar la propiedad, pues sta es un efecto sin causa. Se mepuede censurar por ello? Cuntos comentarios producirnestas afirmaciones?

    La propiedad es un robo! He aqu el toque de rebato del93! La turbulenta agitacin de las revoluciones!...

    Tranquilzate, lector; no soy, ni mucho menos, un elementode discordia, un instigador de sediciones. Me limito a anticipar-me en algunos das a la historia; expongo una verdad cuyo es-clarecimiento no es posible evitar. Escribo, en una palabra, elprembulo de nuestra constitucin futura. Esta definicin quete parece peligrossima, la propiedad es un robo, bastara para

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    conjurar el rayo de las pasiones populares si nuestras preocu-paciones nos permitiesen comprenderla. Pero cuntos intere-ses y prejuicios no se oponen a ello!... La filosofa no cambiarjams el curso de los acontecimientos: el destino se cumplircon independencia de la profeca. Por otra parte, no hemos deprocurar que la justicia se realice y que nuestra educacin seperfeccione?

    La propiedad es un robo!... Qu inversin de ideas! Pro-pietario y ladrn fueron en todo tiempo expresiones contradic-torias, de igual modo que sus personas son entre s antipticas;todas las lenguas han consagrado esta antinomia. Ahora bien;con qu autoridad podris impugnar el asentimiento universaly dar un ments a todo el gnero humano? Qu sois para qui-tar la razn a los pueblos y a la tradicin?

    Qu puede importarte, lector, mi humilde personalidad?He nacido, como t, en un siglo en que la razn no se sometesino al hecho y a la demostracin; mi nombre, lo mismo que eltuyo, es buscador de la verdad;1 mi misin est consignada enestas palabras de la ley: habla sin odio y sin miedo; di lo quesepas! La obra de la humanidad consiste en construir el templode la ciencia, y esta ciencia comprende al hombre y a la Natu-raleza. Pero la verdad se revela a todos, hoy a Newton y a Pascal,maana al pastor en el valle, al obrero en el taller. Cada unoaporta su piedra al edificio y, una vez realizado su trabajo, des-aparece. La eternidad nos precede, la eternidad nos sigue; entredos infinitos, qu puede importar a nadie la situacin de unsimple mortal? Olvida, pues, lector, mi nombre y fjate nica-mente en mis razonamientos. Despreciando el consentimientouniversal, pretendo rectificar el error universal; apelo a la con-ciencia del gnero humano, contra la opinin del gnero huma-no. Ten el valor de seguirme, y si tu voluntad es sincera, si tuconciencia es libre, si tu entendimiento sabe unir dos proposi-ciones para deducir una tercera, mis ideas llegarn infaliblementea ser tuyas. Al empezar dicindote mi ltima palabra, he queri-do advertirte, no incitarte; porque creo sinceramente que si meprestas tu atencin obtendr tu asentimiento. Las cosas que voya tratar son tan sencillas, tan evidentes, que te sorprender nohaberlas advertido antes, y exclamars: No haba reflexiona-do sobre ello . Otras obras te ofrecern el espectculo del ge-

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    nio apoderndose de los secretos de la Naturaleza y publicandosublimes pronsticos; en cambio, en estas pginas nicamenteencontrars una serie de investigaciones sobre lo justo y sobreel derecho, una especie de comprobacin, de contraste de tupropia conciencia. Sers testigo presencial de mis trabajos y nohars otra cosa que apreciar su resultado. Yo no formo escuela;vengo a pedir el fin del privilegio, la abolicin de la esclavitud,la igualdad de derechos, el imperio de la ley. Justicia, nada msque justicia; tal es la sntesis de mi empresa; dejo a los dems elcuidado de ordenar el mundo.

    Un da me he dicho: por qu tanto dolor y tanta miseria enla sociedad? Debe ser el hombre eternamente desgraciado? Ysin fijarme en las explicaciones opuestas de esos arbitristas dereformas, que achacan la penuria general, unos a la cobarda eimpericia del poder pblico, otros a las revoluciones y motines,aqullos a la ignorancia y consuncin generales; cansado de lasinterminables discusiones de la tribuna y de la prensa, he queri-do profundizar yo mismo la cuestin. He consultado a los maes-tros de la ciencia, he ledo cien volmenes de Filosofa, de Dere-cho, de Economa poltica e Historia... y quiso Dios que vinie-ra en un siglo en que se ha escrito tanto libro intil! He realiza-do supremos esfuerzos para obtener informaciones exactas,comparando doctrinas, oponiendo a las objeciones las respues-tas, haciendo sin cesar ecuaciones y reducciones de argumen-tos, aquilatando millares de silogismos en la balanza de la lgi-ca ms pura. En este penoso camino he comprobado varioshechos interesantes. Pero, es preciso decirlo, pude comprobarel verdadero sentido de estas palabras tan vulgares como sagra-das: justicia, equidad, libertad; que acerca de cada uno de estosconceptos, nuestras ideas son completamente confusas, y que,finalmente, esta ignorancia es la nica causa del pauperismoque nos degenera y de todas las calamidades que han afligido ala humanidad.

    Antes de entrar en materia, es preciso que diga dos palabrasacerca del mtodo que voy a seguir. Cuando Pascal abordabaun problema de geometra, creaba un mtodo para su solucin.Para resolver un problema de filosofa, es asimismo necesarioun mtodo. Cuntos problemas de filosofa no superan, por lagravedad de sus consecuencias, a los de geometra! Cuntos,

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    por consiguiente, no necesitan con mayor motivo para su reso-lucin un anlisis profundo y severo!

    Es un hecho ya indudable, segn los modernos psiclogos,que toda percepcin recibida en nuestro espritu se determinaen nosotros con arreglo a ciertas leyes generales de ese mismoespritu. Amldase, por decirlo as, a ciertas concepciones otipos preexistentes en nuestro entendimiento que son a modode condiciones de forma. De manera afirman que si el espri-tu carece de ideas innatas, tiene por lo menos formas innatas.As, por ejemplo, todo fenmeno es concebido por nosotrosnecesariamente en el tiempo y en el espacio; todos ellos noshacen suponer una causa por la cual acaecen; todo cuanto exis-te implica las ideas de substancia, de modo, de nmero, de rela-cin, etctera. En una palabra, no concebimos pensamiento al-guno que no se refiera a los principios generales de la razn,lmites de nuestro conocimiento.

    Estos axiomas del entendimiento, aaden los psiclogos,estos tipos fundamentales a los cuales se adaptan fatalmentenuestros juicios y nuestras ideas, y que nuestras sensaciones nohacen ms que poner al descubierto, se conocen en la cienciacon el nombre de categoras. Su existencia primordial en el es-pritu est al presente demostrada; slo falta construir el siste-ma y hacer una exacta relacin de ellas. Aristteles enumerabadiez; Kant elev su nmero a quince, Cousin las ha reducido atres, a dos, a una, y la incontestable gloria de este sabio ser, sino haber descubierto la verdadera teora de las categoras, ha-ber comprendido al menos mejor que ningn otro la gran im-portancia de esta cuestin, la ms trascendental y quiz la ni-ca de toda la metafsica.

    Ante una conclusin tan grave me atemoric, llegando adudar de mi razn. Cmo! exclam, lo que nadie ha visto niodo, lo que no pudo penetrar la inteligencia de los dems hom-bres, has logrado t descubrirlo? Detente, desgraciado, anteel temor de confundir las visiones de tu cerebro enfermo con larealidad de la ciencia! Ignoras que, segn opinin de ilustresfilsofos, en el orden de la moral prctica el error universal escontradiccin? Resolv entonces someter a una segunda com-probacin mis juicios, y como tema de mi nuevo trabajo, fijlas siguientes proposiciones: es posible que en la aplicacin de

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    los principios de la moral se haya equivocado unnimemente lahumanidad durante tanto tiempo? Cmo y por qu ha padeci-do ese error? Y cmo podr subsanarse ste siendo universal?

    Estas cuestiones, de cuya solucin haca depender la certe-za de mis observaciones, no resistieron mucho tiempo al anli-sis. En el captulo V de este libro se ver que, lo mismo enmoral que en cualquiera otra materia de conocimiento, losmayores errores son para nosotros grados de la ciencia; quehasta en actos de justicia, equivocarse es un privilegio que en-noblece al hombre, y en cuanto al mrito filosfico que pudie-ra caberme, que este mrito es infinitamente pequeo. Nadasignifica dar un nombre a las cosas; lo maravilloso sera cono-cerlas antes de que existiesen. Al expresar una idea que ha lle-gado a su trmino, una idea que vive en todas las inteligencias,y que maana ser proclamada por otro si yo no la hiciesepblica hoy, solamente me corresponde la prioridad de la ex-presin. Acaso se dedican alabanzas a quien vio por primeravez despuntar el da?

    Todos los hombres, en efecto, creen y sienten que la igual-dad de condiciones es idntica a la igualdad de derecho; quepropiedad y robo son trminos sinnimos; que toda preemi-nencia social otorgada, o mejor dicho, usurpada so pretextode superioridad de talento y de servicio, es iniquidad y latroci-nio: todos los hombres, afirmo yo, poseen estas verdades en laintimidad de su alma; se trata simplemente de hacer que lasadviertan.

    Confieso que no creo en las ideas innatas ni en las formas oleyes innatas de nuestro entendimiento, y considero la metaf-sica de Reid y de Kant an ms alejada de la verdad que la deAristteles. Sin embargo, como no pretendo hacer aqu unacrtica de la razn (pues exigira un extenso trabajo que al p-blico no interesara gran cosa), admitir en hiptesis que nues-tras ideas ms generales y ms necesarias, como las del tiem-po, espacio, substancia y causa, existen primordialmente en elespritu, o que, por lo menos, derivan inmediatamente de suconstitucin.

    Pero es un hecho psicolgico no menos cierto, aunque pocoestudiado todava por los filsofos, que el hbito, como unasegunda naturaleza, tiene el poder de sugerir al entendimiento

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    nuevas formas categricas, fundadas en las apariencias de loque percibimos, y por eso mismo, desprovistas, en la mayorparte de los casos, de realidad objetiva. A pesar de esto ejercensobre nuestros juicios una influencia no menos predeterminanteque la de las primeras categoras. De suerte que enjuiciamos,no slo con arreglo a las leyes eternas y absolutas de nuestrarazn, sino tambin conforme a las reglas secundarias, general-mente equivocadas, que la observacin de las cosas nos sugie-re. sa es la fuente ms fecunda de los falsos prejuicios y lacausa permanente y casi siempre invencible de multitud de erro-res. La preocupacin que de esos errores resulta es tan arraiga-da que, frecuentemente, aun en el momento en que combati-mos un principio que nuestro espritu tiene por falso, y nuestraconciencia rechaza, lo defendemos sin advertirlo, razonamoscon arreglo a l; lo obedecemos atacndolo. Preso en un crcu-lo, nuestro espritu se revuelve sobre s mismo, hasta que unanueva observacin, suscitando en nosotros nuevas ideas, noshace descubrir un principio exterior que liberta a nuestra ima-ginacin del fantasma que la haba ofuscado. As, por ejemplo,se sabe hoy que por las leyes de un magnetismo universal, cuyacausa es an desconocida, dos cuerpos, libres de obstculos,tienden a reunirse por una fuerza de impulsin acelerada que sellama gravedad. Esta fuerza es la que hace caer hacia la tierralos cuerpos faltos de apoyo, la que permite pesarlos en la ba-lanza y la que nos mantiene sobre el suelo que habitamos. Laignorancia de esta causa fue la nica razn que impeda a losantiguos creer en las antpodas. Cmo no comprendis de-ca San Agustn, despus de Lactancio que si hubiese hombresbajo nuestros pies tendran la cabeza hacia abajo y caeran enel cielo? El obispo de Hipona, que crea que la tierra era planaporque le pareca verla as, supona en consecuencia que si delcenit al nadir de distintos lugares se trazasen otras tantas lneasrectas, estas lneas seran paralelas entre s, y en la misma direc-cin de estas lneas supona todo el movimiento de arriba aba-jo. De ah deduca forzosamente que las estrellas estn pen-dientes como antorchas movibles de la bveda celeste; que en elmomento en que perdieran ese apoyo, caeran sobre la tierracomo lluvia de fuego; que la tierra es una tabla inmensa, queconstituye la parte inferior del mundo, etctera. Si se hubiera

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    preguntado quin sostiene la tierra, habra respondido que nolo saba, pero que para Dios nada hay imposible. Tales eran,con relacin al espacio y al movimiento, las ideas de San Agustn,ideas que le impona un prejuicio originado por la apariencia,pero que haba llegado a ser para l una regla general y categ-rica de juicio. En cuanto a la causa verdadera de la cada de loscuerpos, su espritu la ignoraba totalmente; no poda dar msrazn que la de que un cuerpo cae porque cae.

    Para nosotros, la idea de la cada es ms compleja y a lasideas generales de espacio y de movimiento, que aqulla impo-ne, aadimos la de atraccin o de direccin hacia un centro, lacual deriva de la idea superior de causa. Pero si la fsica llevaforzosamente nuestro juicio a tal conclusin, hemos conserva-do, sin embargo, en el uso, el prejuicio de San Agustn, y cuan-do decimos que una cosa se ha cado, no entendemos simple-mente y en general que se trata de un efecto de la ley de grave-dad, sino que especialmente y en particular, imaginamos queese movimiento se ha dirigido hacia la tierra y de arriba abajo.Nuestra razn se ha esclarecido, la imaginacin la corrobora, ysin embargo, nuestro lenguaje es incorregible. Descender delcielo no es, en realidad, una expresin ms cierta que subir alcielo, y esto no obstante, esa expresin se conservar todo eltiempo que los hombres se sirvan del lenguaje.

    Todas estas expresiones arriba, abajo, descender del cielo,caer de las nubes, no ofrecen de aqu en adelante peligro algu-no, porque sabemos rectificarlas en la prctica. Pero convienetener en cuenta cunto han hecho retrasar los progresos de laciencia. Poco importa, en efecto, en la estadstica, en la mecni-ca, en la hidrodinmica, en la balstica, que la verdadera causade la cada de los cuerpos sea o no conocida, y que sean exactaslas ideas sobre la direccin general del espacio; pero ocurre locontrario cuando se trata de explicar el sistema del mundo, lacausa de las mareas, la figura de la tierra y su posicin en elespacio. En todas estas cuestiones es preciso salir de la esfera delas apariencias. Desde la ms remota antigedad han existidoingenieros y mecnicos, arquitectos excelentes y hbiles; suserrores acerca de la redondez del planeta y de la gravedad delos cuerpos no impedan el progreso de su arte respectivo; lasolidez de los edificios y la precisin de los disparos no eran

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    menores por esa causa. Pero ms o menos pronto haban depresentarse fenmenos que el supuesto paralelismo de todas lasperpendiculares levantadas sobre la superficie de la tierra nopoda explicar; entonces deba comenzar una lucha entre losprejuicios que por espacio de los siglos bastaban a la prcticadiaria y las novsimas opiniones que el testimonio de los senti-dos pareca contradecir.

    Hay que observar cmo los juicios ms falsos, cuando tie-nen por fundamento hechos aislados o simples apariencias, con-tienen siempre un conjunto de realidades que permite razonarun determinado nmero de inducciones, sobrepasado el cual sellega al absurdo. En las ideas de San Agustn, por ejemplo, eracierto que los cuerpos caen hacia la tierra, que su cada se veri-fica en lnea recta, que el sol o la tierra se pone, que el cielo o latierra se mueve, etctera. Estos hechos generales siempre hansido verdaderos; nuestra ciencia no ha inventado nada. Pero,por otra parte, la necesidad de encontrar las causas de las cosasnos obliga a descubrir principios cada vez ms generales. Poreso ha habido que abandonar sucesivamente, primero la opi-nin de que la tierra es plana, despus la teora que la suponeinmvil en el sentir del universo, etctera, etctera.

    Si de la naturaleza fsica pasamos al mundo moral, nos en-contraremos sujetos en l a las mismas decepciones de la apa-riencia, a las mismas influencias de la espontaneidad y de lacostumbre. Pero lo que distingue esta segunda parte del sistemade nuestros conocimientos es, de un lado, el bien o el mal quede nuestras propias opiniones nos resulta, y de otro, la obstina-cin con que defendemos el prejuicio que nos atormenta y nosmata.

    Cualquiera que sea el sistema que aceptemos sobre la grave-dad de los cuerpos y la figura de la tierra, la fsica del globo nose altera; y en cuanto a nosotros, la economa social no puederecibir con ello dao ni perjuicio. En cambio, las leyes de nues-tra naturaleza moral se cumplen en nosotros y por nosotrosmismos; y por lo tanto, estas leyes no pueden realizarse sin nues-tra reflexiva colaboracin, y de consiguiente, sin que las conoz-camos. De aqu se deduce que, si nuestra ciencia de leyes mora-les es falsa, es evidente que al desear nuestro bien, realizamosnuestro mal. Si es completa, podr bastar por algn tiempo a

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    nuestro progreso social, pero a la larga nos har emprenderderroteros equivocados, y finalmente, nos precipitar en unabismo de desdichas.

    En ese momento se hacen indispensables nuevos conocimien-tos, los cuales, preciso es decirlo para gloria nuestra, no hanfaltado jams; pero tambin comienza una lucha encarnizadaentre los viejos prejuicios y las nuevas ideas. Das de confla-gracin y de angustia! Se recuerdan los tiempos en que con lasmismas creencias e instituciones que se impugnan, todo el mundopareca dichoso; cmo recusar las unas, cmo proscribir lasotras? No se quiere comprender que ese perodo feliz sirvi pre-cisamente para desenvolver el principio del mal que la sociedadencubra; se acusa a los hombres y a los dioses, a los poderososde la tierra y a las fuerzas de la Naturaleza. En vez de buscar lacausa del mal en su inteligencia y su corazn, el hombre la im-puta a sus maestros, a sus rivales, a sus vecinos, a l mismo. Lasnaciones se arman, se combaten, se exterminan hasta que, me-diante una despoblacin intensa, el equilibrio se restablece y lapaz renace entre las cenizas de las vctimas, tanto repugna a lahumanidad alterar las costumbres de los antepasados, cambiarlas leyes establecidas por los fundadores de las ciudades y con-firmadas por el transcurso de los siglos!

    N ihil motum ex antiquo probabile est: Desconfiad de todainnovacin escriba Tito Livio. Sin duda sera preferible parael hombre no tener necesidad nunca de alteraciones; pero si hanacido ignorante, si su condicin exige una instruccin progre-siva, habr de renegar de su inteligencia, abdicar de su razn yabandonarse a la suerte? La salud completa es mejor que laconvalecencia. Pero es ste un motivo para que el enfermo nointente su curacin? Reforma, reforma! , exclamaron en otrotiempo Juan Bautista y Jesucristo. Reforma, reforma! , pi-dieron nuestros padres hace cincuenta aos, y nosotros segui-remos pidiendo por mucho tiempo todava reforma, reforma!

    He sido testigo de los dolores de mi siglo, y he pensado queentre todos los principios en que la sociedad se sienta, hay unoque no comprende, que su ignorancia ha viciado y es causa detodo el mal. Este principio es el ms antiguo de todos, porquelas revoluciones slo tienen eficacia para derogar los principiosms modernos, mientras confirman los ms antiguos. Por lo

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    tanto, el mal que nos daa es anterior a todas las revoluciones.Este principio, tal como nuestra ignorancia lo ha establecido,es reverenciado y codiciado por todos, pues de no ser as, nadieabusara de l y carecera de influencia.

    Pero este principio, verdadero en su objeto, falso en cuantoa nuestra manera de comprenderlo, este principio tan antiguocomo la humanidad, cul es? Ser la religin?

    Todos los hombres creen en Dios; este dogma corresponde ala vez a la conciencia y a la razn. Dios es para la humanidadun hecho tan primitivo, una idea tan fatal, un principio tannecesario como para nuestro entendimiento lo son las ideascategricas de causa, de substancia, de tiempo y de espacio. ADios nos lo muestra nuestra propia conciencia con anteriori-dad a toda induccin del entendimiento, de igual modo que eltestimonio de los sentidos nos prueba la existencia del sol anti-cipndose a todos los razonamientos de la fsica. La observa-cin y la experiencia nos descubren los fenmenos y sus leyes.El sentido interno slo nos revela el hecho de su existencia. Lahumanidad cree que Dios existe, pero qu es lo que cree aldecir Dios? En una palabra, qu es Dios?

    La nocin de la divinidad, nocin primitiva, unnime, inna-ta en nuestra especie, no est determinada todava por la raznhumana. A cada paso que avanzamos en el conocimiento de laNaturaleza y de sus causas, la idea de Dios se agranda y seeleva. Cuanto ms progresa la ciencia del hombre, ms grandey ms alejado le parece Dios. El antropomorfismo y la idolatrafueron consecuencia necesaria de la juventud de las inteligen-cias, una teologa de nios y de poetas. Error inocente, si no sehubiese querido hacer de l una norma obligatoria de conduc-ta, en vez de respetar la libertad de creencias. Pero el hombre,despus de haber creado un Dios a su imagen, quiso apropir-selo; no contento con desfigurar al Ser Supremo, lo trat comosu patrimonio, su bien, su cosa. Dios, representado bajo for-mas monstruosas, vino a ser en todas partes propiedad del hom-bre y del Estado. ste fue el origen de la corrupcin de las cos-tumbres por la religin y la fuente de los odios religiosos y lasguerras sagradas. Al fin, hemos sabido respetar las creencias decada uno y buscar la regla de las costumbres fuera de todoculto religioso. Esperamos sabiamente, para determinar la na-

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    turaleza y los atributos de Dios, los dogmas de la teologa, eldestino del alma, etctera, que la ciencia nos diga lo que debe-mos olvidar y lo que debemos creer. Dios, alma, religin, sonmaterias constantes de nuestras infatigables meditaciones ynuestros funestos extravos, problemas difciles, cuya solucin,siempre intentada, queda siempre incompleta. Sobre todas es-tas cosas todava podemos equivocarnos, pero al menos nues-tro error no tiene influencia. Con la libertad de cultos y la sepa-racin de lo espiritual y lo temporal, la influencia de las ideasreligiosas en la evolucin social es puramente negativa, mien-tras no dependan de la religin las leyes y las instituciones pol-ticas y civiles. El olvido de los deberes religiosos puede favore-cer la corrupcin general, pero no es la causa eficiente de ella,sino su complemento o su derivado. Sobre todo, en la cuestinde que se trata (y esta observacin es decisiva) la causa de des-igualdad de condiciones entre los hombres, del pauperismo, delsufrimiento universal, de la confusin de los gobiernos, no pue-de ser atribuida a la religin; es preciso remontarse ms alto einvestigar con mayor profundidad.

    Qu hay, pues, en el hombre ms antiguo y ms arraigadoque el sentimiento religioso? El hombre mismo, es decir, la vo-luntad y la conciencia, el libre albedro y la ley, colocados enantagonismo perpetuo. El hombre vive en guerra consigo mis-mo. Por qu? El hombre dicen los telogos ha pecado en suorigen; su raza es culpable de una antigua prevaricacin. Poresa falta, la humanidad ha degenerado; el error y la ignoranciahan llegado a ser sus inevitables frutos. Leyendo la historia, en-contraris en todos los tiempos la prueba de esta necesidad delmal en la permanente miseria de las naciones. El hombre sufre ysufrir siempre; su enfermedad es hereditaria y constitucional.Usad paliativos, emplead emolientes; no hay remedio eficaz.

    Este razonamiento no slo es propio de los telogos; se en-cuentra en trminos semejantes en los escritos de los filsofosmaterialistas, partidarios de una indefinida perfectibilidad.Destutt de Tracy asegura formalmente que el pauperismo, loscrmenes, la guerra, son condicin inevitable de nuestro estadosocial, un mal necesario contra el cual sera locura rebelarse.De aqu que necesidad del mal y perversidad originaria sean elfondo de una misma filosofa.

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    El primer hombre ha pecado. Si los creyentes interpreta-sen fielmente la Biblia, diran: El hombre en un principio peca,es decir, se equivoca; porque pecar, engaarse, equivocarse, esuna misma cosa. Las consecuencias del pecado de Adn setransmiten a su descendencia. En efecto, la ignorancia es ori-ginal en la especie como en el individuo; pero en muchas cues-tiones, aun en el orden moral y poltico, esta ignorancia de laespecie ha desaparecido. Quin puede afirmar que no cesaren todas las dems? El gnero humano progresa de continuohacia la verdad, y triunfa incesantemente la luz sobre las tinie-blas. Nuestro mal no es, pues, absolutamente incurable, y laexplicacin de los telogos se reduce a esta vacuidad: El hom-bre se equivoca porque se equivoca . Es preciso decir, por elcontrario: El hombre se equivoca porque aprende . Por tanto,si el hombre puede llegar a saber todo lo necesario, hay posibi-lidad de creer que equivocndose ms dejara de sufrir.

    Si preguntamos a los doctores de esa ley que, segn se dice,est grabada en el corazn del hombre, pronto veramos quedisputan acerca de ella sin saber cul es. Sobre los ms impor-tantes problemas, hay casi tantas opiniones como autores. Nohay dos que estn de acuerdo sobre la mejor forma de gobier-no, sobre el principio de autoridad, sobre la naturaleza del de-recho; todos navegan al azar en un mar sin fondo ni orillas,abandonados a la inspiracin de su sentido particular que mo-destamente toman por la recta razn; y en vista de este caos deopiniones contradictorias, decimos: el objeto de nuestras inves-tigaciones es la ley, la determinacin del principio social; maslos polticos, es decir, los que se ocupan en la ciencia social, nollegan a entenderse; luego es en ellos donde est el error; y comotodo error tiene una realidad por objeto, en sus propios librosdebe encontrarse la verdad, consignada en sus pginas a pesarsuyo.

    Pero de qu se ocupan los jurisconsultos y los publicistas?De justicia, de equidad, de libertad, de la ley natural, de lasleyes civiles, etc. Y qu es la justicia? Cul es su principio, sucarcter, su frmula? A esta pregunta, nuestros doctores no tie-nen nada que responder, pues si as no fuese, su ciencia, funda-da en pr incip io posit ivo y cier to , sa ldr a de su eternoprobabilismo y acabaran todos los debates.

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    Qu es la justicia? Los telogos contestan: Toda justiciaviene de Dios . Esto es cierto, pero nada ensea.

    Los filsofos deberan estar mejor enterados despus de dis-putar tanto sobre lo justo y lo injusto. Desgraciadamente, laobservacin prueba que su saber se reduce a la nada; les sucedelo mismo que a los salvajes, que, por toda plegaria, saludan alsol gritando: oh!, oh! Es sta una exclamacin de admiracin,de amor, de entusiasmo; pero quien pretenda saber qu es el sol,obtendr poca luz de la interjeccin oh! . La justicia, dicenlos filsofos, es hija del cielo, luz que ilumina a todo hombre alvenir al mundo, la ms hermosa prerrogativa de nuestra natura-leza, lo que nos distingue de las bestias y nos hace semejantes aDios, y otras mil cosas parecidas. Y a qu se reduce, pregunto,esta piadosa letana? A la plegaria de los salvajes: oh!.

    Lo ms razonable de lo que la sabidura humana ha dichorespecto de la justicia, se contiene en este famoso principio:Haz a los dems lo que deseas para ti; no hagas a los dems loque para ti no quieras. Pero esta regla de moral prctica nadavale para la ciencia; cul es mi derecho a los actos u omisionesajenos? Decir que mi deber es igual a mi derecho, no es decirnada; hay que explicar al propio tiempo cul es este derecho.

    Intentemos averiguar algo ms preciso y positivo. La justi-cia es el fundamento de las sociedades, el eje a cuyo alrededorgira el mundo poltico, el principio y la regla de todas las tran-sacciones. Nada se realiza entre los hombres sino en virtud delderecho, sin la invocacin de la justicia. La justicia no es obrade la ley; por el contrario, la ley no es ms que una declaraciny una aplicacin de lo justo en todas las circunstancias en quelos hombres pueden hallarse con relacin a sus intereses. Portanto, si la idea que concebimos de lo justo y del derecho estmal determinada, es evidente que todas nuestras aplicacioneslegislativas sern desastrosas, nuestras instituciones viciosas,nuestra poltica equivocada, y por tanto, que habr por esacausa desorden y malestar social.

    Esta hiptesis de la perversin de la idea de justicia en nues-tro entendimiento y por consecuencia necesaria en nuestrosactos, ser un hecho evidente si las opiniones de los hombres,relativamente al concepto de justicia y a sus aplicaciones, nohan sido constantes, si en diversas pocas han sufrido modifi-

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    caciones: en una palabra, si ha habido progresos en las ideas. Ya este propsito, he aqu lo que la historia ensea con irrecusablestestimonios.

    Hace dieciocho siglos, el mundo, bajo el imperio de losCsares, se consuma en la esclavitud, en la supersticin y en lavoluptuosidad. El pueblo, embriagado por continuas bacana-les, haba perdido hasta la nocin del derecho y del deber; laguerra y la orga lo diezmaban sin interrupcin; la usura y eltrabajo de las mquinas, es decir, de los esclavos, arrebatndolelos medios de subsistencia, le impedan reproducirse.

    La barbarie renaca de esta inmensa corrupcin, extendin-dose como lepra devoradora por las provincias despobladas.Los sabios predecan el fin del imperio, pero ignoraban los me-dios de evitarlo. Qu podan pensar para esto? En aquella so-ciedad envejecida era necesario suprimir lo que era objeto de laestimacin y de la veneracin pblicas, abolir los derechos con-sagrados por una justicia diez veces secular. Se deca: Romaha vencido por su poltica y por sus dioses; toda reforma, pues,en el culto y en la opinin pblica, sera una locura y un sacri-legio. Roma, clemente para las naciones vencidas, al regalarleslas cadenas, les hace gracia de la vida; los esclavos son la fuentems fecunda de sus riquezas; la manumisin de los pueblos se-ra la negacin de sus derechos y la ruina de sus haciendas.Roma, en fin, entregada a los placeres y satisfecha hasta la har-tura con los despojos del Universo, usa de la victoria y de laautoridad, su lujo y sus concupiscencias son el precio de susconquistas: no puede abdicar ni desposeerse de ellas . As com-prenda Roma en su beneficio el hecho y el derecho. Sus preten-siones estaban justificadas por la costumbre y por el derecho degentes. La idolatra en la religin, la esclavitud en el Estado, elmaterialismo en la vida privada, eran el fundamento de sus ins-tituciones. Alterar esas bases equivala a conmover la sociedaden sus propios cimientos, y segn expresin moderna, a abrir elabismo de las revoluciones. Nadie conceba tal idea, y entre-tanto la humanidad se consuma en la guerra y en la lujuria.

    Entonces apareci un hombre llamndose Palabra de Dios.Ignorbase todava quin era, de dnde vena y quin le habainspirado sus ideas. Predicaba por todas partes que la sociedadestaba expirante; que el mundo iba a transformarse; que los

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    maestros eran falaces, los jurisconsultos ignorantes, los filso-fos hipcritas embusteros; que el seor y el esclavo eran igua-les; que la usura y cuanto se le asemejaba era un robo; que lospropietarios y concupiscentes seran atormentados algn dacon fuego eterno, mientras los pobres de espritu y los virtuososhabitaran en un lugar de descanso. Afirmaba adems otrasmuchas cosas no menos extraordinarias.

    Este hombre, Palabra de Dios, fue denunciado y preso comoenemigo del orden social por los sacerdotes y los doctores de laley, quienes tuvieron la habilidad de hacer que el pueblo pidiesesu muerte. Pero este asesinato jurdico no acab con la doctrinaque Jesucristo haba predicado. A su muerte, sus primeros dis-cpulos se repartieron por todo el mundo, predicando la buenanueva, formando a su vez millones de propagandistas, quemoran degollados por la espada de la justicia romana, cuandoya estaba cumplida su misin. Esta propaganda obstinada, ver-dadera lucha entre verdugos y mrtires, dur casi trescientosaos, al cabo de los cuales se convirti el mundo. La idolatrafue aniquilada, la esclavitud abolida, la disolucin reemplaza-da por costumbres austeras; el desprecio de la riqueza lleg al-guna vez hasta su absoluta renuncia. La sociedad se salv porla negacin de sus principios, por el cambio de la religin y laviolacin de los derechos ms sagrados. La idea de lo justo ad-quiri en esta revolucin una extensin hasta entonces no sos-pechada siquiera, que despus ha sido olvidada. La justicia slohaba existido para los seores;2 desde entonces comenz a existirpara los siervos.

    Pero la nueva religin no dio todos sus frutos. Hubo algunamejora en las costumbres pblicas, alguna templanza en la tira-na; pero en lo dems, la semilla del Hijo del hombre cay encorazones idlatras, y slo produjo una mitologa semipoticae innumerables discordias. En vez de atenerse a las consecuen-cias prcticas de los principios de moral y de autoridad queJesucristo haba proclamado, se distrajo el nimo en especula-ciones sobre su nacimiento, su origen, su persona y sus actos.Se comentaron sus parbolas, y de la oposicin de las opinio-nes ms extravagantes sobre cuestiones irresolubles, sobre tex-tos incomprensibles, naci la Teologa, que se puede definir comola ciencia de lo infinitamente absurdo.

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    La verdad cristiana no traspasa la edad de los apstoles. ElEvangelio, comentado y simbolizado por los griegos y latinos,adicionado con fbulas paganas, lleg a ser, tomado a la letra,un conjunto de contradicciones, y hasta la fecha el reino de laIglesia infalible ha sido el de las tinieblas. Dcese que las puer-tas del infierno no prevalecern; que la Palabra de Dios se oirnuevamente, y que, por fin, los hombres conocern la verdad yla justicia; pero en el momento en que esto sucediera, acabarael catolicismo griego y romano, de igual modo que a la luz de laciencia desaparecen las sombras del error.

    Los monstruos que los sucesores de los apstoles estabanencargados de exterminar, repuestos de su derrota, reaparecie-ron poco a poco, merced al fanatismo imbcil y a la convenien-cia de los clrigos y de los telogos. La historia de la emancipa-cin de los municipios en Francia presenta constantemente lajusticia y la libertad infiltrndose en el pueblo, a pesar de losesfuerzos combinados de los reyes, de la nobleza y del clero. En1789 despus de Jesucristo, la nacin francesa, dividida en cas-tas, pobre y oprimida, viva sujeta por la triple red del absolu-tismo real, de la tirana de los seores y de los parlamentos y dela intolerancia sacerdotal. Existan el derecho del rey y el dere-cho del clrigo, el derecho del noble y el derecho del siervo;haba privilegios de sangre, de provincia, de municipios, de cor-poraciones y de oficios. En el fondo de todo esto imperaban laviolencia, la inmoralidad, la miseria. Ya haca algn tiempoque se hablaba de reforma; los que la deseaban slo en aparien-cia, no la invocaban sino en provecho personal, y el pueblo,que deba ganarlo todo, desconfiaba de tales proyectos y calla-ba. Por largo tiempo, el pobre pueblo, ya por recelo, ya porincredulidad, ya por desesperacin, dud de sus derechos. Elhbito de servidumbre pareca haber acabado con el valor delas antiguas municipalidades, tan soberbias en la Edad Media.

    Un libro apareci al fin, cuya sntesis se contiene en estasdos proposiciones: qu es el tercer estado? N ada. Q u debeser? Todo. Alguien aadi por va de comentario: qu es elrey? Es el mandatario del pueblo.

    Esto fue como una revelacin sbita; rasgse un tupido velo,y la venda cay de todos los ojos. El pueblo se puso a razonar:Si el rey es nuestro mandatario, debe rendir cuentas. Si debe

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    rendir cuentas, est sujeto a intervencin. Si puede ser interve-nido, es responsable. Si es responsable, es justificable. Si es jus-tificable, lo es segn sus actos. Si debe ser castigado segn susactos, puede ser condenado a muerte .

    Cinco aos despus de la publicacin del folleto de Sieys,el tercer estado lo era todo; el rey, la nobleza, el clero, no erannada. En 1793, el pueblo, sin detenerse ante la ficcin constitu-cional de la inviolabilidad del monarca, llev al cadalso a LuisXVI, y en 1830 acompa a Cherburgo a Carlos X. En uno yotro caso pudo equivocarse en la apreciacin del delito, lo cualconstituira un error de hecho; pero en derecho, la lgica que loimpuls fue irreprochable. Es sta una aplicacin del derechocomn, una determinacin solemne de la justicia penal.3

    El espritu que anim el movimiento de 1789 fue un espritude contradiccin. Esto basta para demostrar que el orden decosas que sustituy al antiguo no respondi a mtodo algunoni estuvo meditado. Nacido de la clera y del odio, no podaser efecto de una ciencia fundada en la observacin y en el estu-dio, y las nuevas bases no fueron deducidas de un profundoconocimiento de las leyes de la Naturaleza y de la sociedad.Obsrvase tambin, en las llamadas instituciones nuevas, quela repblica conserv los mismos principios que haba comba-tido y la influencia de todos los prejuicios que haba intentadoproscribir. Y an se habla, con inconsciente entusiasmo, de lagloriosa Revolucin Francesa, de la regeneracin de 1789, delas grandes reformas que se acometieron, de las instituciones...Mentira! Mentira!

    Cuando, acerca de cualquier hecho fsico, intelectual o so-cial, nuestras ideas cambian radicalmente a consecuencia deobservaciones propias, llamo a este movimiento del espritu,revolucin; si solamente ha habido extensin o modificacinde nuestras ideas, progreso. As, el sistema de Ptolomeo fue unprogreso en astronoma, el de Coprnico una revolucin. Deigual modo en 1789 hubo lucha y progreso; pero no ha habidorevolucin. El examen de las reformas que se ensayaron lo de-muestra.

    El pueblo, vctima por tanto tiempo del egosmo monrqui-co, crey librarse de l para siempre declarndose a s mismosoberano. Pero qu era la monarqua? La soberana de un hom-

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    bre. Y qu es la democracia? La soberana del pueblo, o mejordicho, de la mayora nacional. Siempre la soberana del hom-bre en lugar de la soberana de la ley, la soberana de la volun-tad en vez de la soberana de la razn; en una palabra, las pa-siones en sustitucin del derecho. Cuando un pueblo pasa de lamonarqua a la democracia es indudable que hay progreso,porque al multiplicarse el soberano, existen ms probabilida-des de que la razn prevalezca sobre la voluntad: pero el casoes que no se realiza revolucin en el gobierno y que subsiste elmismo principio. Ahora bien, nosotros tenemos la prueba hoyde que con la democracia ms perfecta se puede no ser libre.4

    Y no es esto todo: el pueblo rey no puede ejercer la sobera-na por s mismo: est obligado a delegarla en los encargadosdel poder. Esto es lo que le repiten asiduamente aquellos quebuscan su beneplcito. Que estos funcionarios sean cinco, diez,ciento, mil, qu importa el nmero ni el nombre? Siempre serel gobierno del hombre, el imperio de la voluntad y del favor.

    Se sabe, adems, cmo fue ejercida esta soberana, primeropor la Convencin, despus por el Directorio, ms tarde por elCnsul. El Emperador, el grande hombre tan querido y lloradopor el pueblo, no quiso arrebatrsela jams; pero como si hu-biera querido burlarse de tal soberana, se atrevi a pedirle susufragio, es decir, su abdicacin, la abdicacin de esa soberanainalienable, y lo consigui.

    Pero qu es la soberana? Dcese que es el poder de hacerlas leyes.5 Otro absurdo, renovado por el despotismo. El pue-blo, que haba visto a los reyes fundar sus disposiciones en lafrmula porque tal es mi voluntad, quiso a su vez conocer elplacer de hacer las leyes. En los cincuenta aos que mediandesde la Revolucin a la fecha ha promulgado millones de ellas,y siempre, no hay que olvidarlo, por obra de sus representan-tes. Y el juego no est an cerca de su trmino.

    Por lo dems, la definicin de la soberana se deduca de ladefinicin de la ley. La ley, se deca, es la expresin de la volun-tad del soberano; luego, en una monarqua, la ley es la expre-sin de la voluntad del rey; en una repblica, la ley es la expre-sin de la voluntad del pueblo. Aparte la diferencia del nmerode voluntades, los dos sistemas son perfectamente idnticos; enuno y otro el error es el mismo: afirmar que la ley es expresin

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    de una voluntad, debiendo ser la expresin de un hecho. Sinembargo, al frente de la opinin iban guas expertos: se habantomado al ciudadano de Ginebra, Rousseau, por profeta y elContrato social por Corn.

    La preocupacin y el prejuicio se descubren a cada paso enla retrica de los nuevos legisladores. El pueblo haba sido vc-tima de una multitud de exclusiones y de privilegios; sus repre-sentantes hicieron en su obsequio la declaracin siguiente: To-dos los hombres son iguales por la N aturaleza y ante la ley;declaracin ambigua y redundante. Los hombres son igualespor la N aturaleza: quiere significarse que tienen todos unamisma estatura, iguales facciones, idntico genio y anlogasvirtudes? No; solamente se ha pretendido designar la igualdadpoltica y civil. Pues en ese caso bastaba haber dicho: todos loshombres son iguales ante la ley.

    Pero qu es la igualdad ante la ley? Ni la Constitucin de1790, ni la del 93, ni las posteriores, han sabido definirla. To-das suponen una desigualdad de fortunas y de posicin, a cuyolado no puede haber posibilidad de una igualdad de derechos.En cuanto a este punto, puede afirmarse que todas nuestrasconstituciones han sido la expresin fiel de la voluntad popu-lar; y voy a probarlo.

    En otro tiempo el pueblo estaba excluido de los empleosciviles y militares. Se crey hacer una gran cosa insertando enla Declaracin de los derechos del hombre este artculo altiso-nante: Todos los ciudadanos son igualmente admisibles a loscargos pblicos: los pueblos libres no reconocen ms motivosde preferencia en sus individuos que la virtud y el talento.

    Mucho se ha celebrado una frase tan hermosa, pero afirmoque no lo merece. Porque, o yo no la entiendo, o quiere decirque el pueblo soberano, legislador y reformista, slo ve en losempleos pblicos la remuneracin consiguiente y las ventajaspersonales, y que slo estimndolos como fuentes de ingresos,establece la libre admisin de los ciudadanos. Si as no fuese, sistos nada fueran ganando, a qu esa sabia precaucin? Encambio, nadie se acuerda de establecer que para ser piloto seapreciso saber astronoma y geografa, ni de prohibir a los tarta-mudos que representen peras. El pueblo sigui imitando enesto a los reyes. Como ellos, quiso distribuir empleos lucrativos

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    entre sus amigos y aduladores. Desgraciadamente, y este lti-mo rasgo completa el parecido, el pueblo no disfruta tales be-neficios; son stos para sus mandatarios y representantes, loscuales, adems, no temen contrariar la voluntad de su inocentesoberano.

    Este edificante artculo de la Declaracin de derechos delhombre, conservado en las Cartas de 1814 y de 1830, suponevariedad de desigualdades civiles, o lo que es lo mismo, de des-igualdades ante la ley. Supone tambin desigualdad de jerar-quas, puesto que las funciones pblicas no son solicitadas sinopor la consideracin y los emolumentos que confieren; desigual-dad de fortunas, puesto que si se hubiera querido nivelarlas, losempleos pblicos habran sido deberes y no derechos; desigual-dad en el favor, porque la ley no determina qu se entiende portalentos y virtudes. En tiempos del Imperio, la virtud y el talen-to consistan nicamente en el valor militar y en la adhesin alEmperador; cuando Napolen cre su nobleza pareca que in-tentaba imitar a la antigua. Hoy da el hombre que satisface200 francos de impuestos es virtuoso; el hombre hbil es unhonrado acaparador de bolsillos ajenos; de hoy en adelante,estas afirmaciones sern verdades sin importancia alguna.

    El pueblo, finalmente, consagr la propiedad... Dios lo per-done, porque no supo lo que haca! Hace cincuenta aos queexpa ese desdichado error. Pero cmo ha podido engaarse elpueblo, cuya voz, segn se dice, es la de Dios y cuya concienciano yerra? Cmo, buscando la libertad y la igualdad, ha cadode nuevo en el privilegio y en la servidumbre? Por su constanteafn de imitar al antiguo rgimen.

    Antiguamente la nobleza y el clero slo contribuan a lascargas del Estado a t tulo de socorros voluntar ios y dedonaciones espontneas. Sus bienes eran inalienables aun pordeudas. Entretanto, el plebeyo, recargado de tributos y de tra-bajo, era maltratado de continuo, tanto por los recaudadoresdel rey como por los de la nobleza y el clero. El siervo, colocadoal nivel de las cosas, no poda testar ni ser heredero. Considera-do como los animales, sus servicios y su descendencia pertene-can al dueo por derecho de accin. El pueblo quiso que lacondicin de propietario fuese igual para todos; que cada unopudiera gozar y disponer libremente de sus bienes, de sus ren-

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    tas, del producto de su trabajo y de su industria. El pueblo noinvent la propiedad; pero como no exista para l del mismomodo que para los nobles y los clrigos, decret la uniformidadde este derecho. Las odiosas formas de la propiedad, la servi-dumbre personal, la mano muerta, los vnculos, la exclusin delos empleos, han desaparecido; el modo de disfrutarla ha sidomodificado, pero la esencia de la institucin subsiste. Huboprogresos en la atribucin, en el reconocimiento del derecho,pero no hubo revolucin en el derecho mismo.

    Los tres principios fundamentales de la sociedad moderna,que el movimiento de 1789 y el de 1830 han consagrado reite-radamente, son stos: 1) Soberana de la voluntad del hombre,o sea, concretando la expresin, despotismo. 2) Desigualdadde fortunas y de posicin social. 3) Propiedad. Y sobre todosestos principios el de JUSTICIA, en todo y por todos invocadacomo el genio tutelar de los soberanos, de los nobles y de lospropietarios; la JUSTICIA, la ley general, primitiva, categrica, detoda sociedad.

    Es justa la autoridad del hombre sobre el hombre?Todo el mundo contesta: no; la autoridad del hombre no es

    ms que la autoridad de la ley, la cual debe ser expresin dejusticia y de verdad. La voluntad privada no influye para nadaen la autoridad, debiendo limitarse aqulla, de una parte, a des-cubrir lo verdadero y lo justo, para acomodar la ley a estosprincipios, y de otra, a procurar el cumplimiento de esta ley.

    No estudio en este momento si nuestra forma de gobiernoconstitucional rene esas condiciones: si la voluntad de los mi-nistros interviene o no en la declaracin y en la interpretacinde la ley; si nuestros diputados, en sus debates, se preocupanms de convencer por la razn que de vencer por el nmero.Me basta que el expresado concepto de un buen gobierno seacomo lo he definido. Sin embargo, de ser exacta esa idea, ve-mos que los pueblos orientales estiman justo, por excelencia, eldespotismo de sus soberanos; que entre los antiguos, y segn laopinin de sus mismos filsofos, la esclavitud era justa; que enla Edad Media los nobles, los curas y los obispos considerabanjusto tener siervos; que Luis XIV crea estar en lo cierto cuandoafirmaba El Estado soy yo; que Napolen reputaba como cri-men de Estado la desobediencia a su voluntad. La idea de lo

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    justo, aplicada al soberano y a su autoridad, no ha sido, pues,siempre la misma que hoy tenemos; incesantemente ha ido des-envolvindose y determinndose ms y ms hasta llegar al esta-do en que hoy la concebimos. Pero puede decirse que ha llega-do a su ltima fase? No lo creo; y como el obstculo final quese opone a su desarrollo procede nicamente de la institucinde la propiedad que hemos conservado, es evidente que pararealizar la forma del Poder pblico y consumar la revolucindebemos atacar esa misma institucin.

    Es justa la desigualdad poltica y civil? Unos responden, s;otros, no. A los primeros contestara que, cuando el puebloaboli todos los privilegios de nacimiento y de casta, les pare-ci bien la reforma, probablemente porque los beneficiaba. Porqu razn, pues, no quieren hoy que los privilegios de la fortu-na desaparezcan como los privilegios de la jerarqua y de lasangre? A esto replican que la desigualdad poltica es inherentea la propiedad, y que sin la propiedad no hay sociedad posible.Por ello la cuestin planteada se resuelve en la de la propiedad.A los segundos me limito a hacer esta observacin: Si querisimplantar la igualdad poltica, abolid la propiedad; si no lohacis, por qu os quejis?

    Es justa la propiedad? Todo el mundo responde sin vacila-cin: S, la propiedad es justa . Digo todo el mundo, porquehasta el presente creo que nadie ha respondido con pleno con-vencimiento: No . Tambin es verdad que dar una respuestabien fundada no era antes cosa fcil; slo el tiempo y la expe-riencia podan traer una solucin exacta. En la actualidad estasolucin existe: falta que nosotros la comprendamos. Yo voy aintentar demostrarla.

    He aqu cmo he de proceder a esta demostracin:I. No disputo, no refuto a nadie, no replico nada; acepto

    como buenas todas las razones alegadas en favor de la propie-dad, y me limito a investigar el principio, a fin de comprobarseguidamente si ese principio est fielmente expresado por lapropiedad. Defendindose como justa la propiedad, la idea, opor lo menos el propsito de justicia, debe hallarse en el fondode todos los argumentos alegados en su favor; y como, por otraparte, la propiedad slo se ejercita sobre cosas materialmenteapreciables, la just icia debe aparecer bajo una frmula

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    algebraica. Por este mtodo de examen llegaremos bien prontoa reconocer que todos los razonamientos imaginados para de-fender la propiedad, cualesquiera que sean, concluyen siemprenecesariamente en la igualdad, o lo que es lo mismo, en la nega-cin de la propiedad. Esta primera parte comprende dos cap-tulos: el primero referente a la ocupacin, fundamento de nues-tro derecho; el otro relativo al trabajo y a la capacidad comocausas de propiedad y de desigualdad social. La conclusin delos dos captulos ser, de un lado, que el derecho de ocupacinimpide la propiedad, y de otro, que el derecho del trabajo ladestruye.

    II. Concebida, pues, la propiedad necesariamente bajo larazn categrica de igualdad, he de investigar por qu, a pesarde la lgica, la igualdad no existe. Esta nueva labor comprendetambin dos captulos: en el primero, considerando el hecho dela propiedad en s mismo, investigar si ese hecho es real, siexiste, si es posible; porque implicara contradiccin que dosformas sociales contrarias, la igualdad y la desigualdad, fuesenposibles una y otra conjuntamente. Entonces comprobar elfenmeno singular de que la propiedad puede manifestarse comoaccidente, mientras como institucin y principio es imposiblematemticamente. De suerte que el axioma ab actu ad possevalet consecutio, del hecho a la posibilidad la consecuencia esbuena, se encuentra desmentido en lo que a la propiedad serefiere.

    Finalmente, en el ltimo captulo, llamando en nuestra ayu-da a la psicologa y penetrando a fondo en la naturaleza delhombre, expondr el principio de lo justo, su frmula, su carc-ter: determinar la ley orgnica de la sociedad; explicar el ori-gen de la propiedad, las causas de su establecimiento, de sularga duracin y de su prxima desaparicin; establecer defi-nitivamente su identidad con el robo; y despus de haber de-mostrado que estos tres prejuicios, soberana del hombre, des-igualdad de condiciones, propiedad, no son ms que uno solo,que se pueden tomar uno por otro y son recprocamente con-vertibles, no habr necesidad de esfuerzo alguno para deducir,por el principio de contradiccin, la base de la autoridad y delderecho. Terminar ah mi trabajo, que proseguir en sucesivaspublicaciones.

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    La importancia del objeto que nos ocupa embarga todos losnimos.

    La propiedad dice Ennequn es el principio creador yconservador de la sociedad civil... La propiedad es una de esastesis fundamentales a las que no conviene aplicar sin maduroexamen las nuevas tendencias. Porque no conviene olvidar nun-ca, e importa mucho que el publicista y el hombre de Estadoestn de ello bien convencidos, que de la solucin del problemasobre si la propiedad es el principio o el resultado del ordensocial, si debe ser considerada como causa o como efecto, de-pende toda la moralidad, y por esa misma razn, toda la auto-ridad de las instituciones humanas.

    Estas palabras son una provocacin a todos los hombresque tengan esperanza y fe en el progreso de la humanidad. Peroaunque la causa de la igualdad es hermosa, nadie ha recogidotodava el guante lanzado por los abogados de la propiedad,nadie se ha sentido con valor bastante para aceptar el combate.La falsa sabidura de una jurisprudencia hipcrita y los aforis-mos absurdos de la economa poltica, tal como la propiedad laha formulado, han obscurecido las inteligencias ms potentes.Es ya una frase convenida entre los titulados amigos de la liber-tad y de los intereses del pueblo que la igualdad es una quime-ra! A tanto llega el poder que las ms falsas teoras y las msmentidas analogas ejercen sobre ciertos espritus, excelentesbajo otros conceptos, pero subyugados involuntariamente porel prejuicio general! La igualdad nace todos los das, f itoequalitas. Soldados de la libertad, desertaremos de nuestrabandera en la vspera del triunfo?

    Defensor de la igualdad, hablar sin odio y sin ira, con laindependencia del filsofo, con la calma y la conviccin delhombre libre. Podr, en esta lucha solemne, llevar a todos loscorazones la luz de que est penetrado el mo, y demostrar, porla virtud de mis argumentos, que si la igualdad no ha podidovencer con el concurso de la espada es porque deba triunfarcon el de la razn?

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    N OTAS1 En griego skepticoos, examinador, filsofo que hace profesin de buscar

    la verdad.2 La religin, las leyes y el matrimonio eran privilegio de los hombres libres,

    y, en un principio, solamente de los nobles, Dei majorum gentium, diosesde las familias patricias: jus gentium, derecho de gentes, es decir, de lasfamilias o de los nobles. El esclavo y el plebeyo no constituan familia. Sushijos eran considerados como cra de los animales. Bestias nacan y comobestias habran de vivir.

    3 Si el jefe del Poder Ejecutivo es responsable, los diputados deben serlotambin. Es asombroso que esta idea no se le ocurriese jams a nadie; seratema para una tesis interesante. Pero declaro que, por nada del mundo, yoquisiera sostenerla: el pueblo es todava demasiado gran tpico para que yole d materia para extraer algunas consecuencias.

    4 Vase Tocqueville, De la Dmocratie aux Etats-Unis, y Michel Chevallier,Lettres sur lAmrique du N ord. Se ve en Plutarco, Vida de Pericles, que enAtenas las gentes honradas estaban obligadas a ocultarse para instruirse,por miedo a aparecer como aspirantes a la tirana.

    5 La soberana, segn Toullier, es la omnipotencia humana . Definicinmaterialista: si la soberana es algo, es un derecho, no una fuerza ofacultad. Y qu es la omnipotencia humana?

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    CAPTULO II

    DE LA PROPIEDAD CONSIDERADA COMO DERECHO NATURAL. DE LAOCUPACIN Y DE LA LEY CIVIL COMO CAUSAS EFICIENTES DEL DERECHODE PROPIEDAD

    DEFINICIONES

    El derecho romano defina la propiedad como el derecho deusar y de abusar de las cosas en cuanto lo autorice la razn delderecho. Se ha pretendido justificar la palabra abusar diciendoque significa, no el abuso insensato e inmoral, sino solamenteel dominio absoluto. Distincin vana, imaginada para la santi-ficacin de la propiedad, sin eficacia contra los excesos de sudisfrute, los cuales no previene ni reprime. El propietario esdueo de dejar pudrir los frutos en su rbol, de sembrar sal ensu campo, de ordear sus vacas en la arena, de convertir unavia en erial, de transformar una huerta en monte. Todo estoes abuso, s o no? En materia de propiedad el uso y el abuso seconfunden necesariamente.

    Segn la Declaracin de los derechos del hombre, publicadaal frente de la Constitucin de 1793, la propiedad es el dere-cho que tiene todo hombre de disfrutar y disponer a su volun-tad de sus bienes, de sus rentas, del fruto de su trabajo y de suindustria .

    El Cdigo de Napolen, en su art. 544, consigna que lapropiedad es el derecho de disfrutar y disponer de las cosas dela manera ms absoluta, en tanto no se haga de ellos un usoprohibido por las leyes y reglamentos .

    Ambas definiciones reproducen la del derecho romano: to-das reconocen al propietario un derecho absoluto sobre las co-sas. Y en cuanto a la restriccin determinada por el Cdigo, aldecir en tanto que no se haga de ellas un uso prohibido por lasleyes y los reglamentos, dicha restriccin tiene por objeto, nolimitar la propiedad, sino impedir que el dominio de un propie-tario sea obstculo al dominio de los dems. Es una confirma-cin del principio, no una limitacin.

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    En la propiedad se distingue: 1, la propiedad pura y simple,el derecho seorial sobre la cosa, y 2, la posesin. La pose-sin dice Duranton es una cuestin de hecho, no de dere-cho. Y Toullier: La propiedad es un derecho, una facultadlegal; la posesin es un hecho . El arrendatario, el colono, elmandatario, el usufructuario, son poseedores; el seor quearrienda, que cede el uso, el heredero que slo espera gozar lacosa al fallecimiento de un usufructuario, son propietarios. Sime fuera permitida una comparacin, dira que el amante esposeedor, el marido es propietario.

    Esta doble definicin de la propiedad como dominio y comoposesin es de la mayor importancia, y es necesario no olvidar-la si se quiere entender cuanto voy a decir.

    De la distincin de la posesin y de la propiedad nacen dosespecies de derechos: el derecho en la cosa, por el cual puedoreclamar la propiedad que me pertenece de cualquiera en cuyopoder la encuentre; y el derecho a la cosa, por el cual solicitoque se me declare propietario. En el primer caso, la posesin yla propiedad estn reunidas; en el segundo, slo existe la nudapropiedad.

    Esta distincin es el fundamento de la conocida divisin deljuicio en posesorio y petitorio, verdaderas categoras de la ju-risprudencia, pues la comprenden totalmente en su inmensajurisdiccin. Petitorio se denomina el juicio que hace relacin asu propiedad; posesorio el relativo a la posesin. Al escribirestas pginas contra la propiedad, insto en favor de toda lasociedad una accin petitoria y pruebo que los que hoy nadaposeen son propietarios por el mismo ttulo que los que todo loposeen, pero en vez de pedir que la propiedad sea repartidaentre todos, solicito que, coma medida de orden pblico, seaabolida para todos. Si pierdo el pleito, slo nos queda a lospropietarios y a m el recurso de quitarnos de en medio, puestoque ya nada podemos reclamar de la justicia de las naciones;porque, segn ensea en su conciso estilo el Cdigo de procedi-mientos, art. 26, el demandante cuyas pretensiones hayan sidodesestimadas en el juicio petitorio no podr entablar el posesorio.Si por el contrario, gano el pleito, ejercitaremos entonces unaaccin posesoria, a fin de obtener nuestra reintegracin en eldisfrute de los bienes que el actual derecho de propiedad nos

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    arrebata. Espero que no tendremos necesidad de llegar a esteextremo; pero estas dos acciones no pueden ejercitarse a untiempo, porque, segn el mismo Cdigo de procedimientos, laaccin posesoria y la petitoria nunca podrn acumularse.

    Antes de entrar en el fondo del asunto, no ser intil presen-tar aqu algunas cuestiones prejudiciales.

    I. - DE LA PROPIEDAD COMO DERECHO NATURAL

    La Declaracin de los derechos del hombre ha colocado alde propiedad entre los llamados naturales e imprescriptibles,que son, por este orden, los cuatro siguientes: libertad, igual-dad, propiedad y seguridad individual. Qu mtodo han se-guido los legisladores del 93 para hacer esta enumeracin? Nin-guno; fijaron esos principios y disertaron sobre la soberana ylas leyes de un modo general y segn su particular opinin.Todo lo hicieron a tientas, ligeramente.

    A creer a Toullier, los derechos absolutos pueden reducirsea tres: seguridad, libertad, propiedad. Por qu ha eliminadola igualdad? Ser porque la libertad la supone, o porque lapropiedad la rechaza? El autor del Derecho civil comentadonada dice sobre ello; no ha sospechado siquiera que ah est elpunto de discusin.

    Pero si se comparan entre s estos tres o cuatro derechos, seobserva que el de propiedad en nada se parece a los otros; quepara la mayor parte de los ciudadanos slo existe en potenciacomo facultad dormida y sin ejercicio; que para los que la dis-frutan es susceptible de determinadas transacciones y modifi-caciones que repugnan a la cualidad de derecho natural que ala propiedad se atribuye; que en la prctica los gobiernos, lostribunales y las leyes no la respetan; y en fin, que todo el mun-do, espontnea y unnimemente, la juzga quimrica.

    La libertad es inviolable. Yo no puedo vender ni enajenar milibertad. Todo contrato, toda estipulacin que tenga por objetola enajenacin o la suspensin de la libertad, es nulo; el esclavoque pisa tierra de libertad es en el mismo instante libre. Cuandola sociedad detiene a un malhechor y le quita su libertad, obraen legtima defensa; quien quebrante el pacto social cometien-

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    do un crimen, se declara enemigo pblico, y al atentar a la li-bertad de los dems, los obliga a que lo priven de la suya. Lalibertad es la condicin primera del estado del hombre; renun-ciar a la libertad equivaldra a renunciar a la cualidad de hom-bre. Cmo sin libertad podra el hombre realizar sus actos?

    Del mismo modo, la igualdad ante la ley no admite restric-cin ni excepcin. Todos los ciudadanos son igualmente admi-sibles a los cargos pblicos; y he aqu por qu, en razn de estaigualdad, la suerte o la edad deciden, en muchos casos, la prefe-rencia. El ciudadano ms humilde puede demandar judicial-mente al personaje ms elevado y obtener un fallo favorable. Siun millonario construyese un palacio en la via de un pobrelabrador, los tribunales podran condenar al intruso a la demo-licin del palacio, aunque le hubiese costado millones, al re-planteo de la via y al pago de daos y perjuicios. La ley quiereque toda propiedad legtimamente adquirida sea respetada sindistincin de valor y sin preferencia de personas.

    Cierto es que para el ejercicio de algunos derechos polticossuele exigir la ley determinadas condiciones de fortuna y decapacidad. Pero todos los publicistas saben que la intencin dellegislador no ha sido establecer un privilegio, sino adoptar ga-rantas. Una vez cumplidas las condiciones exigidas por la ley,todo ciudadano puede ser elector y elegible: el derecho, una vezadquirido, es igual para todos, y la ley no distingue entre laspersonas y los sufragios. No examino en este momento si estesistema es el mejor; basta a mi propsito que en el espritu de laConstitucin y a los ojos de todo el mundo la igualdad ante laley sea absoluta y que, como la libertad, no pueda ser materiade transaccin alguna.

    Lo mismo puede afirmarse respecto al derecho de seguridadper sona l. La sociedad no o fr ece a su s miembros unasemiproteccin, una defensa incompleta; la presta ntegramen-te a sus individuos, obligados a su vez con la sociedad. No lesdice: Os garantizar vuestra vida, si el hacerlo nada me cues-ta; os proteger, si en ello no corro peligro , sino que les dice:Os defender de todo y contra todos; os salvar y os vengar operecer con vosotros . El Estado pone todo su poder al servi-cio de cada ciudadano. La obligacin que recprocamente losune es absoluta.

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    Cunta diferencia en la propiedad! Codiciada por todos,no est reconocida por ninguno. Leyes, usos, costumbres, con-ciencia pblica y privada, todo conspira para su muerte y parasu ruina. Para subvenir a las necesidades del Gobierno, que tie-ne ejrcitos que mantener, obras que realizar, funcionarios quepagar, son necesarios los impuestos. Nada ms razonable quetodo el mundo contribuya a estos gastos. Pero por qu el ricoha de pagar ms que el pobre? Esto es lo justo, se dice, porqueposee ms. Confieso que no comprendo esta justicia.

    Por qu se pagan los impuestos? Para asegurar a cada unoel ejercicio de sus derechos naturales, libertad, igualdad, segu-ridad, propiedad; para mantener el orden en el Estado; pararealizar obras pblicas de utilidad y de esparcimiento.

    Pero es que la vida y la libertad del rico son ms costosasde defender que las del pobre? Es que en las invasiones, lashambres y las pestes representa para el Estado mayor nmerode dificultades el gran propietario que huye del peligro sin acu-dir a su remedio, que el labriego que contina en su choza abiertaa todos los azotes?

    Es que el orden est ms amenazado para el burgus quepara el artesano o el obrero? No, pues al contrario, la policatiene ms trabajo con dos centenares de obreros en huelga quecon 200.000 propietarios.

    Es que el capitalista disfruta de las fiestas nacionales, de lapropiedad de las calles, de la contemplacin de los monumen-tos, ms que el pobre?... No; el pobre prefiere su campo a todoslos esplendores de la ciudad, y cuando quiere distraerse se con-tenta con subir a las cucaas.

    Una de dos: o el impuesto proporcional garantiza y consa-gra un privilegio en favor de los grandes contribuyentes, o sig-nifica en s mismo una iniquidad. Porque si la propiedad es dederecho natural, como afirma la Declaracin de los derechosdel hombre, todo lo que me pertenece en virtud de ese derechoes tan sagrado como mi propia persona; es mi sangre, es mivida, soy yo mismo. Quien perturbe mi propiedad atenta a mivida. Mis 100.000 francos de renta son tan inviolables como eljornal de 75 cntimos de la