picnic extraterrestre (stalker)

Upload: federico-garcia-lorca

Post on 07-Jul-2015

131 views

Category:

Documents


4 download

TRANSCRIPT

PICNIC EXTRATERRESTRE Arkadi y Boris Strugatsky

Ttulo original: Piknik na obochone Traduccin: Edith Zilli 1977 By Arkadi y Boris Strugatsky 1978 by EMECE Distribuidora S.A.C.I. Alsina 2062 - Buenos Aires - Argentina ISBN 145026-78 Edicin electrnica de Sadrac Julio de 2000

1

Es preciso sacar bueno de lo malo, Pues es todo cuanto se puede hacer. Robert Penn Warren

De la entrevista realizada por el enviado especial de radio Harmont al doctor Valentine Pilman, premio Nbel de fsica 19..

- Tengo entendido, doctor Pilman, que su primer descubrimiento de importancia fue lo que ha dado en llamarse el Foco Irradiador de Pilman. - No lo creo. El Foco Irradiador de Pilman no fue el primero, ni fue importante; ni siquiera fue un descubrimiento. Por otra parte tampoco fue del todo mo. - Debe estar bromeando, doctor. El Foco Irradiador de Pilman es un concepto corriente hasta para los escolares. - Eso no me sorprende. Segn algunas fuentes, el Foco Irradiador de Pilman fue descubierto por un escolar. Por desgracia no recuerdo cmo se llamaba. Bsquelo en la Historia de la Visitacin, de Stetson; all est descrito con lujo de detalles. l sostiene que el foco irradiador fue descubierto por un escolar, que fue un estudiante universitario quien public las coordenadas, pero que por alguna razn desconocida, se le dio mi nombre. - S, con cualquier descubrimiento pasan cosas sorprendentes. Le molestara explicar a nuestros oyentes de qu se trata, doctor? - El Foco Irradiador de Pilman es la cosa ms simple del mundo. Supongamos que hacemos girar un globo enorme y disparamos balas contra l. Los agujeros de esas balas quedarn marcados en la superficie en una suave curva. La base de lo que para usted es mi primer descubrimiento de importancia consiste en el simple hecho de que las seis Zonas de Visitacin estn dispuestas sobre la superficie del planeta como si alguien hubiera disparado seis tiros hacia la Tierra con una pistola ubicada en algn punto de la lnea Tierra-Deneb. Deneb es la estrella Alfa en la constelacin de Cygnus. El punto espacial del que provienen los disparos, por as decirlo, se llama Foco Irradiador de Pilman. - Gracias, doctor Compaeros harmonitas! Al fin hemos recibido una clara explicacin de lo que es el Foco Irradiador de Pilman! A propsito: anteayer se cumplieron treinta aos de la Visitacin. Doctor Pilman, quiere decir a sus conciudadanos algunas palabras sobre el particular?

2

- Hay algo que le interese en especial? Recuerde que yo no estaba en Harmont por entonces. - Por eso mismo ser an ms interesante saber qu sinti usted al enterarse de que su ciudad natal era el centro de una invasin de seres ultracivilizados provenientes del espacio. - Para serle sincero, al principio pens que eran mentiras. Me costaba creer que pudiera pasar algo as en nuestra pequea Harmont. Habra sido ms plausible en Gobi o en Terranova. - Pero al fin tuvo que creerlo. - Ah s, al fin... - Y entonces? - De repente se me ocurri que Harmont y las otras cinco zonas de Visitacin... Perdn, me equivoco: por entonces haba slo otras cuatro zonas conocidas. Se me ocurri que todas entraban en una leve curva. Calcul las coordenadas y las envi a Naturaleza. - Y no se preocup en ningn momento por la suerte de su ciudad natal? - La verdad es que no. Vea, aunque yo haba llegado a creer en la Visitacin, no poda convencerme de que haba algo de cierto en esos informes histricos sobre barrios incendiados, monstruos que devoraban selectivamente slo a los viejos y a los nios, batallas sangrientas entre los invasores invulnerables y los tanques reales, tripulados por humanos muy vulnerables, pero valientes y decididos. - Tena razn. Si mal no recuerdo, nuestros periodistas arruinaron bastante la informacin. Pero volvamos a la ciencia. El descubrimiento del Foco Irradiador de Pilman fue el primero, pero no el ltimo, probablemente, de sus aportes al estudio de la Visitacin. - El primero y el ltimo. - Pero sin duda usted se mantendr muy al tanto de la investigacin internacional que se lleva a cabo en las Zonas de Visitacin. - S. De vez en cuando leo los Informes. - Se refiere a los Informes del Instituto Internacional de Culturas Extraterrestres? - S.

3

- En su opinin, cul ha sido el descubrimiento ms importante en estos ltimos treinta aos? - La Visitacin en s. - Perdn, no comprendo. - La Visitacin, en s, es el descubrimiento ms importante, no slo de los ltimos treinta aos, sino de toda la historia de la Humanidad. No importa tanto saber quines fueron esos visitantes. No importa saber de dnde venan, por qu vinieron, por qu se quedaron tan poco tiempo ni dnde estn desde que se fueron de aqu; lo que importa es que la humanidad ahora puede estar segura de algo: no estamos solos en el universo. Temo que el Instituto de Culturas Extraterrestres jams tendr la buena suerte de hacer un descubrimiento ms fundamental que se. - Lo que usted dice es fascinante, doctor Pilman, pero en realidad yo me refera a descubrimientos y progresos de ndole tcnica. A descubrimientos y progresos que nuestros cientficos y nuestros ingenieros pudieran utilizar con provecho. Despus de todo, muchos cientficos famosos han sugerido que los descubrimientos hechos en las Zonas de Visitacin podran cambiar todo el curso de nuestra historia. - Bueno, yo no estoy de acuerdo con esa opinin. En cuanto a descubrimientos, especficamente hablando, no caen dentro de mi especialidad. - Sin embargo usted, desde hace dos aos, es asesor por el Canad de la comisin de las Naciones Unidas que estudia los Problemas de la Visitacin. - S, pero no tengo nada que ver con el estudio de las culturas extraterrestres. En la Comisin, mis colegas y yo representamos a la comunidad cientfica internacional cuando surgen dilemas al poner en prctica las decisiones de las Naciones Unidas con respecto a la internacionalizacin de las Zonas. Dicho en otros trminos: nuestra funcin es ver que todas las maravillas extraterrestres halladas en las Zonas vayan a manos del Instituto Internacional. - Hay alguien ms que se interese por esos tesoros? - S. - Supongo que se refiere a los merodeadores! - No s qu es eso. - As llamamos en Harmont a los ladrones que arriesgan la vida entrando a la Zona para llevarse todo lo que encuentran al alcance. Se ha convertido en una verdadera profesin.

4

- Comprendo. Pero no, eso no est dentro de nuestra jurisdiccin. - Por supuesto, es cosa de la polica. Pero me gustara saber qu es lo que cae dentro de su jurisdiccin, doctor Pilman. - Hay una constante prdida de materiales provenientes de las Zonas de Visitacin que caen en manos de personas u organizaciones irresponsables. Nosotros debemos encargarnos de las consecuencias de esas prdidas. - Podra explicarse mejor, doctor? - Por qu no hablamos de arte, mejor? No cree que a los oyentes les interesara conocer mi opinin sobre el incomparable Godi Mller? - Por supuesto! Pero antes me gustara terminar con la parte cientfica. Como cientfico, no le gustara tener un contacto directo con los tesoros extraterrestres? - Cmo le dir? Supongo que s. - En ese caso, podemos esperar que un buen da los harmonitas podamos ver a nuestro famoso conciudadano en las calles de su ciudad natal? - Puede ser.

1. Redrick Schuhart, veintitrs aos, soltero, ayudante de laboratorio en la divisin Harmont del instituto internacional de culturas extraterrestres.

La noche anterior, l y yo estuvimos en el depsito. Ya estaba anocheciendo; yo poda tirar el guardapolvo e ir a Borscht, a echar una o dos gotas de algo fuerte en mi organismo. Pero segua all, sosteniendo la pared, con el trabajo terminado y un cigarrillo en la mano. Me mora de ganas de fumar; haca dos horas que no echaba una pitada. Y l no dejaba de dar vueltas con todo aquello. Ya haba llenado, cerrado y sellado una caja fuerte y estaba empezando con la otra; sacaba los vacos del transportador, los examinaba uno por uno desde todos lados (y eran bien pesados, los malditos; como siete kilos cada uno) y despus volva a ponerlos cuidadosamente en el estante. Se haba pasado la vida peleando con esos vacos; a mi modo de ver, sin beneficio alguno, ni para la humanidad ni para s. En su lugar yo habra mandado todo al diablo desde haca rato para dedicarme a trabajar en otra cosa ganando lo mismo. Claro que si uno lo piensa bien, un vaco es algo misterioso, hasta incomprensible, se podra decir. Yo he tenido muchos entre las manos, pero no dejo de sorprenderme cada vez que veo uno. Son slo dos discos de cobre, del tamao de un platito y de medio centmetro de grosor, ms

5

o menos, separados por una distancia de cuarenta y cinco centmetros. Nada ms. Nada, absolutamente, slo espacio vaco. Uno puede pasar la mano por el medio y hasta la cabeza, si el asunto lo deja tan fuera de combate; no hay ms que vaco y vaco; aire puro. Claro, tiene que haber alguna fuerza entre los dos, segn creo, porque no se los puede juntar ni separarlos ms de lo que estn. La verdad, compaeros, es difcil describrselos a alguien que no los haya visto. Son demasiado simples; sobre todo cuando uno los mira bien de cerca y acaba por creer en lo que ve. Es como tratar de describir el vidrio: uno termina retorcindose los dedos y diciendo malas palabras por la frustracin. Okey, supongamos que lo han entendido; para los que no tengan una copia de los Informes del Instituto, en cualquier nmero hay un artculo sobre los vacos, con fotos y todo. Kirill llevaba casi un ao rompindose los sesos con los vacos, yo haba trabajado con l desde el principio, pero todava no estaba muy seguro de lo que quera averiguar: para serles sincero, no me esforzaba mucho por descubrirlo. Que primero lo descubriera l solo; despus, a lo mejor, yo hara la prueba. Por el momento slo entenda una cosa: Kirill quera averiguar, a toda costa, cmo funcionaban esos vacos; los perforaba con cidos, los estrujaba en la prensa, los pona a fundir en el horno. As comprendera todo y lo llenaran de vtores y de honores: el mundo de la ciencia se estremecera de gozo. A mi modo de ver le faltaba mucho para eso. Todava no haba llegado a nada y ya estaba agotado. Andaba como gris y callado, con ojos de perro enfermo, hasta lagrimeaba. Si se hubiera tratado de otro, yo lo habra emborrachado de lo lindo y lo habra puesto en manos de alguna chica experta para que lo desenredara. Y a la maana lo habra vuelto a emborrachar y a mandarlo con otra fulana. En un semana, como nuevo!: los ojos brillantes y la cola espesa. Pero con Kirill esos remedios no servan. Ni siquiera vala la pena sugerirlo: no era de esos. As que estbamos en el depsito. Yo lo observaba, viendo qu mal andaba, cmo se le haban hundido los ojos, y sent ms lstima por l de la que haba sentido por nadie en la vida. Fue entonces cuando decid... No, no es que lo haya decidido, fue como si alguien me abriera la boca y me hiciera hablar. - Oye - dije -, Kirill... All estaba, con el ltimo vaco en la balanza, como si estuviera dispuesto a trepar sobre l. - Escchame - dije -. Kirill! Qu tal si encontraras un vaco lleno, eh? - Un vaco lleno? - replic, con cara de no entender. - S, Tu trampa hidromagntica, cmo se llama..., el objeto 77 b. Tiene una especie de cosa azul adentro.

6

Vi que empezaba a entender. Me mir, parpade, y un destello de razn, como a l le gustaba decir, surgi tras las lgrimas de perro. - Un momento - dijo -. Lleno? Como ste, pero lleno? - S, eso es lo que digo. - Dnde? Mi Kirill estaba curado. Ojos brillantes, cola espesa. - Vamos a fumar un cigarrillo. Meti el vaco en la caja fuerte, golpe la puerta con fuerza y la cerr con tres vueltas y media de llave; despus volvimos al laboratorio. Ernest paga cuatrocientos al contado por un vaco vaco; podra haberle sacado hasta la ltima gota de jugo por uno lleno, grandsimo hijo de puta; pero crase o no, ni siquiera me pas por la cabeza, porque Kirill volva a la vida ante mis ojos. Baj los escalones de a cuatro por vez, sin dejarme siquiera terminar el cigarrillo. Le cont todo: cmo era, dnde estaba y cul era la mejor manera de llegar hasta all. l sac un mapa, busc la ubicacin del garaje y me lo indic con el dedo, Inmediatamente se imagin que era yo, por supuesto; cmo no iba a entender? - Qu perro eres - dijo, sonriendo -. Bueno, vamos a buscarlo. Lo primero que haremos a la maana. Pedir los pases y el equipo para las nueve y saldremos a las diez con las mejores esperanzas. De acuerdo? - De acuerdo - dije -. Quin ser el tercero? - Para qu queremos un tercero? - Oh, no - exclam -. ste no es un picnic con seoritas. Y si te pasa algo? Est en la Zona. Tenemos que obedecer los reglamentos. l solt una risa breve y se encogi de hombros. - Como quieras. Sabes ms que yo de esto. S, seguro! Claro que slo estaba tratando de seguirme la corriente. Por lo que a l concerna, el tercero no hara ms que estorbar. Si bamos los dos solos todo saldra bien. nadie sospechara nada sobre m. Pero haba un inconveniente: los del Instituto no entraban de a dos en la Zona. Las reglas indican que dos trabajen mientras un tercero mira, para que pueda hablar cuando le pregunten, ms tarde. - Por mi parte llevara a Austin - dijo Kirill -. Pero a lo mejor a ti no te gusta. O te parece bien?

7

- No - dije -. Cualquiera menos Austin. Puedes llevar a Austin otra vez, eh? Austin no es mal tipo; tiene la mezcla exacta de valor y cobarda, pero creo que est condenado. Era algo que no poda explicar a Kirill, pero lo senta. El hombre cree que conoce y entiende la Zona perfectamente. Esto significa que pronto va a estirar la pata. Que vaya, pero no conmigo, gracias. - Bueno, est bien. Qu te parece Tender? Tender era su segundo ayudante. Uno de esos tipos callados. que no se meten con nadie. - Es un poco viejo - dije -. Y tiene hijos. - Eso no importa. Ha ido antes a la Zona. - Bueno. Llevemos a Tender. Mientras l se abocaba al estudio del mapa, yo fui directamente al Borscht; estaba muerto de hambre y tena la garganta seca. A la maana llegu al laboratorio como siempre, alrededor de las nueve, y mostr el pase. El guardia de turno era ese polaco larguirucho al que le romp el alma el ao pasado, por propasarse con Guta cuando estaba borracho. - Qu bien! - dijo -, Te estn buscando por todo el instituto, Red. Lo par en seco, muy cortsmente. - Qu es eso de Red? Nada de intimidades conmigo, pedazo de sueco imbcil. - Vamos, Red! Todo el mundo te llama as. Yo estaba muy nervioso por la perspectiva de entrar a la Zona y sobrio como un pescado. Lo levant por la correa del pecho y le dije claramente qu opinaba de l y de quin descenda por la rama materna. Escupi en el suelo, me devolvi el pase y dijo, sin ms amabilidades: - Redrick Schuhart, tiene rdenes de presentarse inmediatamente al jefe de Seguridad, capitn Herzog. - As me gusta ms - dije -. Por ah andamos. Siga es forzndose, sargento; an puede llegar a teniente. Pero mientras tanto pensaba qu novedad era aqulla. Para qu me querra el capitn Herzog durante el horario de trabajo? Bueno, fui y me present.

8

Su oficina estaba en el tercer piso; un lindo despacho, con barrotes en las ventanas, justo como una comisara. Willy estaba sentado a su escritorio, fumando su pipa y escribiendo a mquina no s qu jerigonza. Un sargentito revolva el interior del archivo metlico, en el rincn; era nuevo; yo no lo conoca. En el Instituto hay ms sargentos que en el cuartel de polica; son todos tipos robustos y saludables; no tienen que entrar a la Zona y les importan un bledo las cuestiones mundiales. - Hola - dije -. Me llamaba? Willy me mir sin verme, se apart de la mquina de escribir, dej un pesado archivo sobre el escritorio y empez a revisar el contenido. - Redrick Schuhart? - El mismo - respond. Por dentro me suba una risa nerviosa todo era muy extrao. No poda evitarlo: - Cunto hace que est en el Instituto? - Dos aos y pico. - Tiene familia? - Soy solo - respond -. Hurfano. En seguida se volvi hacia el sargento y orden, en tono severo: - Sargento Lummer, vaya a los archivos y traiga la carpeta nmero ciento cincuenta. El sargento hizo la venia y desapareci. Mientras tanto Willy cerr el archivo con un golpe y pregunt, ceudo: - Ha vuelto a las andadas? - Qu andadas? - Ya sabe a qu andadas me refiero. Aqu hay informacin nueva sobre usted. Aj, pens. - De dnde? l frunci el ceo y golpe la pipa contra el cenicero, irritado.

9

- Eso no le importa - dijo -. Se lo advierto como si fuera un viejo amigo: deje eso, djelo por su propio bien. Si lo atrapan por segunda vez no va a salir a los seis meses. Y lo expulsarn del Instituto definitivamente, entindalo. - Entiendo - dije -. Eso lo entiendo. Lo que no entiendo es quin fue el malnacido que pas el dato. Pero ya haba dejado de mirarme; segua chupando la pipa vaca y hojeando las fichas del archivo. Con eso estoy diciendo que el sargento Lummer haba vuelto trayendo la carpeta nmero ciento cincuenta. - Gracias Schuhart - dijo el capitn Willy Herzog, tambin conocido como El chancho - Eso es todo lo que quera aclarar. Puede irse. Volv al vestuario, me puse el guardapolvo y me anim. No poda dejar de pensar en quin habra pasado los rumores. Si provenan del mismo instituto eran todas mentiras, por fuerza, porque all nadie saba nada de m ni haba forma de que lo supieran. Si era un informe de la polica, tambin: qu podan saber, salvo mis viejos pecados? Tal vez haban atrapado a Cuervo. Ese hijo de perra habra vendido hasta la madre por salvar el pellejo. Pero ni siquiera Cuervo saba nada de m. Pens y pens, sin llegar a nada grato. Al final entrado por ltima vez en la Zona, de noche; ya me haba decidido a mandar todo al diablo. Haca ya tres meses que haba desprendido de casi todo el botn y el dinero se me estaba acabando. Si no me haban pescado con la mercadera en las manos, menos lo haran ahora, siendo yo tan escurridizo. Pero en ese momento, justo cuando me diriga hacia las escaleras, se me ilumin repentinamente la cabeza, y tan claramente que volv al vestuario, me sent y encend otro cigarrillo. Eso significaba que no poda ir a la Zona ese da. Ni al siguiente, ni dos das despus. Significaba que esos escuerzos me tenan otra vez entre ojos, que no me haban olvidado; o, si me haban olvidado, alguien se encargaba de hacerles acordar. Ningn merodeador, a menos que estuviera completamente chiflado, se arrimara a la Zona, sabiendo que lo vigilaban, ni con un revlver a la espalda. Lo que me hubiera convenido en ese momento habra sido esconderme en el rincn ms oscuro. Zona? Qu Zona? Hace meses que no voy a siquiera con pase! Por qu tienen que ninguna Zona, ni molestar a un honrado ayudante de laboratorio? Lo pens bien y decid, casi con alivio, que ese da no ira a la Zona. Pero cul era la mejor manera de decrselo a Kirill? Se lo dije directamente. - No voy a la Zona. Qu instrucciones tienes para darme? Al principio me mir con ojos de huevo duro, por supuesto. Despus pareci entender. Me agarr por el codo para llevarme a su pequea oficina, me hizo sentar ante el escritorio y l se instal en el antepecho de la ventana, frente a m. Encendimos los cigarrillos. Silencio. Al fin me pregunt, como con cautela:

10

- Pas algo, Red? Qu iba a decirle? - No. No pas nada. Ayer perd veinte al pker; ese Noonan es muy buen jugador, el desgraciado. - Un momento - interrumpi -. Has cambiado de idea? La tensin me hizo soltar un ruido ahogado. - No puedo - dije entre dientes -. No puedo, entiendes? Herzog me hizo llamar a su oficina. Se qued tieso. Puso otra vez aquella cara pattica, con ojos de caniche enfermo, Se estremeci, encendi otro cigarrillo con la colilla del viejo y hablo con suavidad. - Puedes confiar en m, Red. No le dije una palabra a nadie. - Por supuesto, nadie habla de ti. - Ni siquiera habl todava con Tender. Hice extender un pase a nombre de l, pero ni siquiera le he preguntado si quiere ir. No dije nada y segu fumando. Era extrao y triste. Ese hombre no entenda nada. - Qu te dijo Herzog? - Nada en especial. Alguien pas el dato, eso es todo. l me ech una mirada extraa, se baj del antepecho y empez a pasearse, mientras yo haca anillos de humo en silencio. Lo senta por l, naturalmente, y lamentaba que las cosas no hubieran salido mejor. Vaya cura la que haba encontrado para la melancola de Kirill! Y de quin era la culpa? Ma; haba ofrecido una galletita a un nene, pero la galletita estaba escondida en un lugar custodiado por hombres malos... De pronto l dej de pasearse y se acerc a m. Mir de soslayo hacia cualquier parte y murmur: - Escucha, Red, cunto costar un vaco lleno? Al principio no entend; pens que tena esperanzas de comprar alguno. Dnde lo iba a conseguir? Tal vez se fuera el nico del mundo; adems l no deba tener tanta plata como para comprarlo. De dnde pensaba sacarla? Era un cientfico extranjero, ruso, para colmo. De pronto comprend. As que el malnacido pensaba que yo lo estaba haciendo por plata?

11

Grandsimo tal por cual, pens, por qu me tomas? Abr la boca para decrselo, pero la volv a cerrar. Porque en realidad, por qu iba a tomarme? Un merodeador es un merodeador. Cuanta ms plata, mejor. Se juega la vida por plata. Tena derecho a pensar que el da anterior yo haba tirado la lnea y ahora la estaba recogiendo, tratando de subir el precio. La idea me dejaba mudo. Y l segua mirndome intensamente, sin parpadear. No haba disgusto en sus ojos, sino una especie de comprensin, me parece. Al fin se lo expliqu, con calma. - De los que entran con pase, nadie ha llegado hasta el garaje todava. No hay caminos. T lo sabes. En cuanto volvamos de la Zona ese Tender le va a contar a todo el mundo que fuimos directamente al garaje, recogimos lo que queramos y volvimos en seguida. Como si furamos al depsito. Entonces todo el mundo se dar cuenta de que sabamos de antemano lo que buscbamos y dnde estaba. Eso quiere decir que alguien nos lo dijo. Y de nosotros tres, quin puede haber estado all? No hace falta decirlo. Comprendes lo que me espera? Termin mi discursito. Nos miramos fijamente a los ojos, sin decir nada. De pronto l junt las manos, con ruido se las frot y anunci cordialmente: - Bueno, t no podrs ir, comprendo. No voy a juzgarte, Red. Ir solo. Tal vez me vaya bien. No ser la primera vez. Tendi el mapa sobre el antepecho de la ventana y se apoy en las manos para inclinarse sobre l. Toda su cordialidad pareci evaporarse ante mis ojos. Le o musitar: - Cuarenta metros, cuarenta y uno, podra ser, y tres hasta llegar al garaje. No, no llevar a Tender. Qu te parece, Red? Dejo a Tender? Despus de todo tiene dos hijos. - No te dejarn ir solo. - Me dejarn - murmur -. Conozco a todos los sargentos y a los tenientes. No me gustan esos camiones! Llevan treinta aos expuestos a los elementos y parecen nuevos. A cinco metros de all hay un envase de gasolina y est completamente herrumbrado, pero los camiones parecen recin salidos de la fbrica. As es la Zona! Apart la vista del mapa y mir por la ventana. Yo tambin lo hice. Los vidrios de nuestras ventanas son gruesos y emplomados. Y ms all... la Zona. All est, corno si bastara con estirar la mano para tocarla. Desde el piso trece es como si uno pudiera recogerla en la palma de la mano. A simple vista parece una extensin de tierra como cualquier otra. El sol brilla sobre ella como en cualquier rincn del planeta. Dara la impresin de que nada ha cambiado mucho en ella; todo est como hace treinta aos. Mi padre, que en paz descanse, no encontraba nada fuera de lugar cuando la miraba,

12

salvo que preguntara, tal vez, por qu no haba humo en la chimenea de la planta. Haba una huelga o algo as? El metal amarillo se amontonaba en forma de conos, los altos hornos brillaban bajo el sol; haba rieles, rieles y ms rieles, y una locomotora con vagonetas sobre los rieles. En otras palabras, una ciudad industrial. Pero sin gente, ni viva ni muerta. All estaba tambin el garaje: un largo intestino gris con las puertas abiertas de par en par. Los camiones estaban estacionados en un sitio pavimentado, junto a l. Kirill tena razn con respecto a aquellos vehculos: la cabeza le funcionaba bien. Y pobre del que se metiera entre dos camiones! Haba que dar la vuelta por alrededor. Hay una grieta en el asfalto, si es que las zarzas no la han cubierto an. Cuarenta metros. Desde dnde contaba? Oh, probablemente desde el ltimo poste. Tena razn, la distancia no era mayor; esos cientficos tragalibros iban progresando. Haban trazado toda la ruta hasta el vaciadero de basuras, y bien trazada. All estaba la fosa donde haba cado Zalamero, a dos metros de. la ruta. Nudillos haba avisado a Zalamero: Mantente tan lejos de las fosas como puedas, o no quedar de ti ni siquiera un resto que podamos enterrar. Cuando mir en el agua no haba nada. As son las cosas de la Zona: si uno vuelve con botn, es un milagro; si vuelve vivo, es un triunfo; si la patrulla no le acierta ningn disparo, es un golpe de suerte. En cuanto a todo lo dems, es el destino. Al mirar a Kirill not que me observaba secretamente. Fue la expresin de su cara la que me hizo cambiar de idea. Al diablo con todos, pens; al fin y al cabo, qu me pueden hacer estos esfuerzos? No haca falta que me dijera nada, pero lo hizo. - Ayudante de laboratorio Schuhart - dijo -. Fuentes oficiales (y lo repito: oficiales) me han inducido a creer que convendra realizar una inspeccin del garaje, que podra ser de gran valor cientfico. Sugiero que lo hagamos. Garantizo una bonificacin.

Y sonri, luminoso como el sol del verano. - Qu fuentes oficiales? - pregunt, sonriendo a mi vez como un tonto. - Son confidenciales, pero a ti puedo revelrtelas - dijo, frunciendo el ceo . Digamos que me lo dijo el doctor Douglas. - Oh, el doctor Douglas. Qu doctor Douglas? - Sam Douglas - respondi l, secamente -. Muri el ao pasado. Se me eriz la piel. Quin se atreve a hablar de esas cosas antes de ponerse en marcha? Estos tragalibros! Uno puede darles por la cabeza con un mazo y no entienden. Aplast la colilla en el cenicero y dije:

13

- Est bien. Dnde est ese Tender? Hasta cundo tenemos que esperarlo? En otras palabras, no volvimos a tocar el tema. Kirill telefone a Transportes y pidi una cabina voladora. Mientras tanto yo estudiaba el mapa; no era malo; se trataba de un proceso fotogrfico, una vista area muy ampliada. Se vean hasta los picos de la cubierta que estaba junto a los portones del garaje. Si los merodeadores pudieran hacerse de un mapa as... Pero no servira de mucho por la noche, cuando ni siquiera las estrellas iluminan y uno no se ve ni los dedos de la mano. En ese momento entr Tender. Estaba rojo y sin aliento; tena la hija enferma y haba ido a buscar un mdico. Se disculp por haber llegado tarde. Bueno, le entregamos el regalito: los tres bamos a entrar en la Zona. En el primer momento hasta dej de jadear y de bufar, de puro miedo. - Cmo que a la Zona? - dijo -. Y por qu yo? Sin embargo recuper la respiracin en cuanto le dijimos que haba doble bonificacin y que Red Schuhart ira tambin. Al fin bajamos al boudoir y Kirill fue a buscar los pases. Se los mostramos a otro sargento, que nos entreg trajes especiales. En realidad son cosas muy prcticas; si uno los tiera de cualquier color, menos el rojo que tienen, cualquier merodeador pagara gustosamente unos quinientos por uno de ellos, sin parpadear siquiera. Yo jur hace tiempo que un da cualquiera encontrara el modo de hacerme de uno. A primera vista no parecen nada extraordinario; algo as como un traje de buceo con un casco en forma de burbuja, provisto de visor. En realidad no es exactamente un traje de buceo; ms bien se parece al de los pilotos de estatorreactores o al de los astronautas. Era liviano, cmodo, sin ninguna costura, y no haca sudar. Con un trajecito como se uno poda caminar entre el fuego y el gas, Dicen que ni siquiera las balas lo perforan. Claro que el fuego, las armas y el gas mostaza son todas cosas humanas y terrqueas; en la zona no hay nada de eso. Y de cualquier modo, para decir la verdad, la gente cae como moscas con traje o sin l. Eso s, tal vez sin trajes moriran muchos ms. Esos equipos ofrecen un cien por ciento de proteccin contra la pelusa ardiente, por ejemplo, y contra la col del diablo escupidera... Bueno. Nos pusimos los trajes especiales. Yo volqu en el bolsillo de la cadera las tuercas y los tornillos que llevaba en una bolsa, y todos cruzamos el patio del Instituto hacia la entrada de la Zona. As lo estableca la rutina, para que todos vieran a los hroes de la ciencia que depositaban la vida en el altar de la humanidad, del conocimiento y del Espritu Santo, amn. Y sin duda alguna, desde el piso quince hasta la planta baja haba caras solidarias que nos observaban. No nos faltaba ms que un agitar de pauelos y una orquesta. - Arriba! - dije a Tender -. Saca pecho, gordinfln! La humanidad te estar eternamente agradecida!

14

Cuando se dio vuelta a mirarme comprend que no estaba de humor para bromas. Y tena razn, no era momento para hacer chistes. Pero cuando uno va a entrar en la Zona puede llorar o bromear... y yo nunca llor, ni siquiera de nio. Mir a Kirill; l soportaba bien la tensin, pero mova los labios corno si estuviera rezando. - Rezas? - pregunt -. Reza, reza. Cuanto ms se entra en la Zona ms cerca se est del Paraso. - Qu? - Reza! - grit -. Los merodeadores son los primeros en la cola hacia el Paraso. Con una sbita sonrisa, me palme la espalda como diciendo: No tengas miedo, nada pasar mientras ests conmigo, y si pasa... Bueno, slo se muere una vez, Qu tipo simptico es, de veras. Mostramos nuestros pases al ltimo de los sargentos, slo que en esa oportunidad, para cambiar, era un teniente. Lo conozco; el padre vende losetas para tumbas en Rexpolis, all nos esperaba la cabina voladora; los muchachos de Transporte la haban dejado en el pasillo. Tambin esperaban all todos los dems: el equipo de primeros auxilios, los bomberos y nuestros valientes guardianes, nuestros temerarios salvadores: un puado de tontos sobrealimentados dentro de un helicptero. Ojal no los hubiera visto nunca! En cuanto subimos a la cabina, Kirill se hizo cargo de los mandos, diciendo: - Okey, Red, t guas. Baj tranquilamente la cremallera del pecho y saqu una petaca; tom un trago largo antes de volver a guardarla. Sin eso no puedo. He estado muchas veces en la Zona, pero sin eso... no, no puedo. Los dos me miraban, esperando. - Bueno - dije -, no les ofrezco porque es la primera vez que salimos juntos y no s qu efecto les causa. Trabajaremos de este modo: lo que yo diga, ustedes lo harn inmediatamente y sin preguntas. Si alguien comienza a dar vueltas o a hacer preguntas le tirar con lo primero que encuentre a mano. Quiero pedirles disculpas desde ahora. Por ejemplo: seor Tender, si te ordeno caminar en cuatro patas levantars inmediatamente ese culo gordo y hars lo que te digo. Y si no lo haces, quin sabe si volvers a ver a tu enfermita. De acuerdo? Pero yo me encargar de que vuelvas a verla. - No te olvides de darme las rdenes - buf Tender, enrojecido, sudoroso, mordisquendose los labios -. Caminar de panza, no en cuatro patas, si es preciso. No soy novato. - En lo que a m respecta los dos son novatos - dije -. Y no me olvidar de dar las rdenes, no se preocupen. A propsito, sabe manejar cabinas?

15

- Sabe - dijo Kirill -. Maneja bien. - Bueno, de acuerdo. Aqu vamos. Buen viaje. Bajen las viseras. Poca velocidad, en lnea recta a lo largo de los postes, altura tres metros. En el poste veintisiete, alto. Kirill elev la cabina a tres metros y avanzamos a marcha lenta. Me volv sin que nadie se diera cuenta para escupir sobre el hombro izquierdo. Vi que la patrulla de rescate haba trepado al helicptero; los bomberos estaban en posicin de firme, por puro respeto y el teniente de la puerta nos haca la venia, el imbcil; sobre todo aquello flameaba el enorme y desteido estandarte: Bienvenidos, Visitantes Tender pareca a punto de responder a los saludos, pero le di tal codazo en las costillas que inmediatamente descart cualquier ceremonia. Ya te ensear a decir adis! Ya te tocar decir adis! Y partimos. El Instituto estaba a nuestra derecha; el Cuartel de la Peste, a nuestra izquierda. Avanzbamos de poste en poste bien por el medio de la calle. Haban pasado siglos desde la ltima vez que alguien caminara o manejara por esa calle. El asfalto estaba todo resquebrajado y haba pastos en las grietas, pero siquiera se trataba de nuestro pasto, el humano. En la acera izquierda crecan zarzas negras; los lmites de la Zona eran bien visibles: los pastos negros terminaban en el cordn como si los hubiesen podado. S, aquellos visitantes eran educados; revolvieron un montn de cosas, pero al menos se marcaron lmites bien establecidos. Ni siquiera la pelusa incendiada llegaba a nuestro sector de la Zona, aunque cualquiera dira que con un viento fuerte poda llegar. Las casas en los Cuarteles de la Peste estaban descascaradas y muertas; las ventanas, sin embargo, no estaban rotas, pero s tan sucias que no se vea nada. A la noche, cuando uno pasaba furtivamente por ah, se vea un resplandor all dentro, como de alcohol que ardiera con llamas azules. Es la jalea de brujas que se filtra por los stanos. Si uno mira al descuido se lleva la impresin de que es un barrio como cualquier otro, de que las casas son como todas, aunque necesiten algn arreglo, pero eso no es nada extrao. Lo nico extrao es que no hay gente por all. En aquella casa de ladrillos, ya que estamos en el tema, viva nuestro profesor de matemticas; le llambamos La Coma. Era aburrido, un fracasado; la segunda esposa lo abandon justo antes de la Visitacin; la hija tena cataratas en un ojo y nosotros nos burlbamos de ella hasta hacerla llorar, me acuerdo. Cuando comenz el pnico, l y los otros vecinos corrieron al puente en ropa interior, tres millas, sin parar. El pas mucho tiempo enfermo con la peste; perdi toda la piel y las uas. Se enfermaron casi todos los que vivan en ese barrio; por eso lo llamamos el Cuartel de la Peste. Algunos murieron; los viejos, en su mayora, y no fueron muchos. Por mi parte, creo que no los mat la peste, sino el miedo. Era terrorfico. Todos los que vivan all cayeron enfermos. Y la gente de tres barrios qued ciega. Ahora esas Zonas se llaman

16

Primer Cuartel de Ciegos, Segundo Cuartel de Ciegos, etctera. No es que hayan quedado ciegos por completo, pero s con una especie de ceguera nocturna. A propsito, dicen que eso no fue consecuencia de ninguna explosin, aunque explosiones hubo muchas; dicen que fue un ruido fuerte. Dicen que de tan fuerte perdieron inmediatamente la vista. Los mdicos les dijeron que era imposible, que trataran de recordar, pero ellos insistan en que fue un trueno lo que los ceg. Lo raro es que nadie ms oy ese trueno. S, era como si all no hubiera pasado nada. Haba un kiosco de vidrios, intacto. Un cochecito de beb en la entrada de una casa; hasta las sbanas parecan limpias. Pero las antenas estropeaban el efecto: todas estaban cubiertas por una cosa peluda que pareca algodn. Haca rato que los tragalibros venan rompindose los sesos con ese asunto del algodn. Queran examinarlo, entienden? No haba nada parecido en otros lugares, slo en el Cuartel de la Peste y slo en las antenas. Ms an: lo tenan precisamente all, bajo las ventanas. Al fin tuvieron una idea luminosa: desde un helicptero bajaron un ancla sujeta por un cable de acero y engancharon un trozo de algodn. En cuanto el helicptero tir, se oy un psst, y vimos salir humo de la antena, del ancla y del cable. Pero el cable no se limitaba a humear: siseaba ponzoosamente, como una serpiente de cascabel. Bueno, el piloto no era ningn tonto (por algo haba llegado a teniente); en seguida se imagin lo que pasaba, solt el cable y sali a toda velocidad. All estaba el cable, colgando casi hasta el suelo, cubierto de algodn. As llegamos al final de la calle, donde debamos girar, fcilmente y sin problema. Kirill me mir: doblaba? Le indiqu por seas que lo hiciera bien despacio. Nuestra cabina dobl, avanzando lentamente por sobre los ltimos centmetros de tierra humana. La acera se estaba aproximando y la sombra de la cabina caa sobre las zarzas. Listo. Estbamos en la Zona! Sent un escalofro. Siempre siento el mismo escalofro. Y nunca s si es la Zona que me saluda a mis nervios de merodeador que se ponen en funcionamiento. Siempre digo que cuando vuelva preguntar a los otros si ellos sienten lo mismo, pero siempre me olvido. Bueno, as que bamos avanzando silenciosamente sobre los antiguos jardines. El motor canturreaba parejo bajo nuestros pies, tranquilo; a l nada lo preocupaba, nada poda hacerle mal all. Y entonces el viejo Tender se nos vino abajo. Todava no habamos llegado al primer poste cuando comenz a parlotear. Todos los novatos suelen hablar como si les dieran cuerda cuando llegan a la Zona. Le castaeteaban los dientes, le palpitaba el corazn, le fallaba la memoria; se senta avergonzado, pero de cualquier modo no poda dominarse. Creo que es como cuando nos chorrea la nariz: no depende de nosotros: chorrea y chorrea. Y qu tonteras dicen! Comentan el paisaje, expresan sus puntos de vista sobre los Visitantes o hablan de cosas que no tienen nada que ver con la Zona. Como Tender, que se puso a charlar sobre su nuevo traje sin poder parar. Cunto le haba costado, qu buena era la tela, y los botones nuevos que le haba puesto el sastre...

17

- Cllate. Me mir patticamente, hizo un puchero y sigui: cunta seda haba hecho falta para el forro. Los jardines ya haban terminado; por debajo de nosotros estaba el baldo que antes se usaba como basurero municipal. Sent una ligera brisa. Pero no haba viento, nada de viento. De pronto sent un soplo fuerte; los pastos sueltos rodaron y me pareci or algo. - Cllate, idiota! - dije a Tender. No, no poda callarse. Ya andaba por los bolsillos. No me quedaba ms remedio. - Detn la cabina! - orden a Kirill. l fren inmediatamente. Buenos reflejos; me sent orgulloso de l. Tom a Tender por el hombro, lo hice girar hacia m y le lanc una trompada hacia el visor. Se le estrell la nariz contra el vidrio, pobre tipo; cerr los ojos y qued mudo. En cuanto call volv a orlo: trrr, trrr, trrl,... Kirill me mir con los dientes apretados y descubiertos. Le hice una sea para que se estuviera quieto. Dios, por favor, qudate quieto, no muevas un msculo. Pero l tambin oa el ruido y, como todos los novatos, senta la necesidad de hacer inmediatamente algo, cualquier cosa. - Retrocedo? - susurr. Sacud desesperadamente la cabeza y agit el puo bajo su visera: silencio! De veras, con los novatos nunca se sabe para dnde mirar: si al terreno o a ellos. Pero en ese momento me olvid de todo. Sobre la montaa de viejos desechos, vidrios rotos y harapos, trepaba un estremecimiento, un temblor, como si fuera el aire caliente que vibra sobre los techos de lata, a medioda. Cruz por sobre el montculo y avanz, ms y ms, hacia nosotros, justo al lado del poste; qued suspendido por un momento sobre la ruta (o era slo imaginacin ma?), para deslizarse finalmente hacia el suelo, entre matas y cercas podridas, hacia el cementerio de los automviles, Malditos tragalibros! A quin se le ocurre trazar la ruta sobre el vaciadero de basuras? Y yo tambin, qu inteligente! En qu estaba pensando cuando me entusiasm con ese mapa estpido? - Despacio, adelante - indiqu a Kirill. - Qu era eso?

18

- Sabr el diablo. Era algo y ya no est. Gracias a Dios. Y ahora cllate, por favor; ya no eres un ser humano, entiendes? Eres una mquina, mi volante, nada ms. De pronto me di cuenta de que estaba hablando demasiado. - Suficiente. Ni una palabra ms. Necesitaba otro trago. Djenme que les diga algo: esos trajes de buceo eran una tontera. He sobrevivido a muchas cosas sin ese maldito equipo y sobrevivir a muchas ms, pero sin un buen trago en el momento justo... Bueno, ya basta! La brisa pareca haberse calmado. No oa nada amenazador. El nico ruido era el ronroneo tranquilo y sooliento del motor. El sol estaba fuerte y haca mucho calor. Sobre el garaje penda una neblina. Todo pareca andar bien; los postes pasaban uno tras otro, Tender estaba callado, Kirill estaba callado. Los novatos se iban puliendo. No se preocupen, compaeros, en la Zona se puede respirar tambin, si uno sabe lo que hace. Llegamos al Poste 27; el cartel de metal tena un crculo rojo con el nmero 27 dentro. Kirill me mir, yo asent y nuestra cabina se detuvo. Ya haban cado los capullos y era el tiempo de las cerezas. Ahora lo importante era mantener una calma absoluta. No haba apuro. El viento haba cesado y la visibilidad era buena. Todo iba como la seda. Vi la fosa en donde Zalamero haba estirado la pata; dentro haba algo de color, tal vez sus ropas. Era una porquera, que en paz descanse: avaricioso, estpido y sucio. Justo el tipo de gente que se enreda con Cuervo Burbridge, Cuervo los ve venir desde lejos y les echa mano en seguida. Por lo general, la Zona no pregunta quin es bueno y quin es malo. As que gracias, Zalamero; eres un idiota y nadie se acuerda de tu verdadero nombre, pero al menos serviste para que los vivos supieran por dnde no tenan que pasar. Claro, nuestra mejor salida consista en llegar, al asfalto. El asfalto es liso y se puede ver todo lo que hay en l; adems esa grieta la conozco bien. Pero no me gusta el aspecto de esos dos montculos! Entre ellos corra una lnea recta hacia el asfalto. All estaban, muy pagados de s, esperando. No, por all no pasaramos. Una de las reglas de todo merodeador aconseja mantener cuanto menos treinta metros de espacio libre a la derecha o a la izquierda. Pasaramos por sobre el montculo izquierdo. Claro que yo no saba lo que haba del otro lado. Segn el mapa, nada, pero quin confa en los mapas? - Escucha, Red - susurr Kirill -, Por qu no saltamos por encima? Veinte metros hacia arriba, despus bajamos, y estaremos junto al garaje, eh? - Cllate, abriboca - dije -, no me molestes. Quera subir. Y si algo nos atrapaba a los veinte metros? No quedaran siquiera nuestros huesos. O tal vez apareciera la roncha de mosquitos por cualquier parte y no dejara ni un pedacito hmedo de nosotros. Ya estaba

19

hasta la coronilla de los arriesgados. l no puede esperar; saltemos, dice. Pero yo saba ya perfectamente cmo llegar hasta el montculo. Despus nos detendramos all por un ratito a pensar el movimiento siguiente. Tom un puado de las tuercas y tornillos que tena en el bolsillo y se los mostr a Kirill sobre la palma. - Recuerdas el cuento de Hansel y Gretel que te enseaban en la escuela? Bueno, vamos a hacer lo mismo, pero al revs. Mira! Arroj la primera tuerca; no muy lejos, a unos diez metros, como yo quera. Lleg sin problemas. - Viste eso? - Y qu? - pregunt l. - Nada de y qu. Te pregunt si lo viste. - Lo vi. - Ahora lleva la cabina, bien despacio, hasta donde est la tuerca; detente a medio metro. Entendido? - Entendido. Buscas graviconcentrados? - Busco lo que debo buscar. Espera, arrojar otra. Mira bien dnde cae y no vuelvas a sacarle los ojos de encima. La segunda tuerca tambin cay sin inconvenientes junto a la primera. - Vamos. Hizo arrancar la cabina. Su cara estaba tranquila y despejada. Comprenda bien, por lo visto. Todos son iguales, estos tragalibros; para ellos lo ms importante es encontrar un nombre para cada cosa. Mientras no encontr el nombre tena un aspecto lamentable, era un verdadero idiota. Pero ahora tena una etiqueta, graviconcentrados; entonces entenda todo y la vida era unas pascuas. Pasamos sobre la primera tuerca, sobre la segunda, sobre una tercera. Tender suspiraba, cambiaba el peso del cuerpo de uno a otro pie, bostezaba de puros nervios; se senta encerrado, pobre tipo. Pero le hara bien. Bajara como cinco kilos; eso es mejor que cualquier dieta. Cuando arroj la cuarta tuerca su trayectoria no me gust del todo. No habra podido explicar qu andaba mal, pero me daba cuenta de que algo fallaba, y sujet a Kirill por la mano. - Quieto - dije -. No te muevas ni un centmetro.

20

Tom otra y la lanc ms alto y ms lejos. All estaba la roncha de mosquitos! La tuerca vol normalmente; pareca caer sin problemas, pero a mitad de camino fue como si algo la atrajera hacia un lado, con tanta fuerza que cuando aterriz qued hundida en la arcilla. - Viste eso? - susurr. - Slo en las pelculas - observ, estirndose tanto para ver que tuve miedo de que se cayera -. Tira otra, quieres? Era triste y divertido. Una! Como si con una bastara! Oh, la ciencia. Arroj otras ocho tuercas y tornillos hasta conocer la forma de esa ronda de mosquito. Para ser sincero habra alcanzado con siete, pero lanc uno ms, bien hacia el medio, para que l pudiera disfrutar con su concentrado. Se estrell en la arcilla como si fuera una pesa de cinco kilos y no un tornillo, dejando un agujero en la arcilla. Kirill gru de gusto. - Okey - dije -, ya nos divertimos bastante. Ahora sigamos. Mira bien, te estoy marcando el camino, as que no lo pierdas de vista. As dejamos a un lado la roncha de mosquitos y llegamos al montculo. Era tan pequeo que pareca un sorete de gato. Hasta entonces yo no haba reparado en l. Quedamos suspendidos en el aire por sobre el montculo. El asfalto estaba a menos de seis metros. La visibilidad era muy buena; se vea cada brizna de pasto, cada grieta, como en una instantnea. Bueno, con arrojar una tuerca podramos seguir. No pude arrojar esa tuerca. No entenda lo que me pasaba, pero no poda decidirme a arrojarla. - Qu pasa? - pregunt Kirill -. Por qu no seguimos? - Espera - dije -. Cllate. Haba pensado arrojar la tuerca para que avanzramos tranquilamente, como sobre manteca derretida, sin mover siquiera las briznas de pasto. En treinta segundos podamos llegar al asfalto. Y de pronto empec a sudar! El sudor me chorreaba hasta los ojos. Supe que no poda arrojar la tuerca hacia all. A la izquierda, todas las que quisiera, aunque la ruta era ms larga y haba un montn de guijarros poco simptico. Hacia all s, pero no hacia adelante; por nada del mundo. Arroj la tuerca hacia la izquierda. Kirill, sin decir nada, hizo girar la cabina y avanz hacia ella. Despus me mir. Debo haber tenido bastante mala cara, porque en seguida apart la vista. - Est bien - dije -. Ahorraremos tiempo si damos un rodeo. Y lanc la ltima tuerca hacia el asfalto.

21

A partir de ese momento fue mucho ms fcil. Encontr la grieta; estaba limpia, sin desperdicios y sin cambios de olor. Me limit a observarla, con silencioso regocijo. Nos lev hasta las puertas del garaje mejor que cualquier poste, cualquier seal. Orden a Kirill que descendiera hasta un metro veinte; me ech de panza al suelo y mir hacia las puertas abiertas. Al principio la poderosa luz del sol no me dej ver nada. Slo negrura. Despus mis ojos se fueron acostumbrando. Vi entonces que nada haba cambiado en el garaje desde la ltima vez. El camin de la basura segua an estacionado sobre la fosa, en perfecto estado, sin agujeros ni manchas. Todo estaba en su sitio sobre el piso de cemento, tal vez porque en la fosa no haba demasiada jalea de brujas y no haba salpicado hacia afuera desde la ltima vez. Slo una cosa no me gustaba. En la parte trasera del garaje, cerca de las latas, se vea algo plateado. Eso no estaba all antes. Bueno, haba algo plateado, y qu. No bamos a volvernos slo por eso! No tena ningn brillo especial; reluca un poquito, suave, tranquilamente. Me levant, me cepill la ropa y ech una mirada a mi alrededor. All estaban los camiones, en el baldo, siempre como nuevos. Hasta parecan ms nuevos que la ltima vez, Y el camin de gasolina, pobrecito, estaba completamente herrumbrado, listo para caerse a pedazos. All estaba tambin la cubierta, como ellos lo tenan indicado en el mapa. No me gustaba el aspecto de esa cubierta. La sombra no estaba bien; tenamos el sol a la espalda, pero la sombra de la cubierta vena hacia nosotros. Bueno, no importaba, estaba bastante lejos. Todo pareca bien; podamos empezar el trabajo. Pero esa cosa plateada que brillaba all atrs, qu era? Imaginacin ma, no ms? Sera lindo sentarse a fumar un cigarrillo y pensarlo bien: por qu ese resplandor por sobre las latas, por qu no estaba entre ellas, por qu la sombra de la cubierta. Cuervo Burbridge me haba dicho algo sobre las sombras: que eran extraas, pero no peligrosas; algo pasa aqu con las sombras. Pero qu era ese brillo plateado? Pareca una telaraa de las que suele haber en los rboles de los bosques. Qu clase de araa podra haber tejido su tela all? Nunca haba visto bichos en la Zona. Lo peor era que mi vaco estaba precisamente all, a dos pasos de las latas. Tendra que haberlo robado la ltima vez, y entonces ahora no estara pasando por todos esos problemas. Pero era demasiado pesado. Despus de todo el degenerado estaba lleno; lo levant sin dificultad, pero eso de llevarlo sobre la espalda, en cuatro patas, en la oscuridad... Si ustedes nunca anduvieron con un vaco a cuestas, hagan la prueba: es como llevar diez litros de agua sin balde.

22

Ya era hora de ponerse en marcha. Tena ganas de un trago. Me volv hacia Tender. - Kirill y yo vamos a entrar al garaje. Qudate aqu y no toques los mandos si yo no te lo ordeno, pase lo que pase, aunque la tierra estalle en llamas aqu mismo. Si te acobardas te espero a la salida. Asinti seriamente, como quien dice: No me voy a acobardar. Tena la nariz como una ciruela; mi trompada haba sido fuerte de veras. Baj cuidadosamente las sogas de emergencia, observ una vez ms aquel resplandor plateado, hice seas a Kirill y comenc a bajar. Una vez en el asfalto esper a que l descendiera por la otra soga. - No te apures - le dije -. No nos corre nadie. Nos detuvimos sobre el asfalto, con la cabina flotando al lado y las cuerdas culebrendonos bajo los pies. Tender asom la cabeza por encima del riel y nos mir con ojos llenos de desesperacin. Era hora de ponerse en marcha. - Sgueme paso a paso, a dos pasos de distancia. No apartes los ojos de mi espalda y mantente alerta. Avanc. Me detuve en el vano de la puerta para mirar a mi alrededor. Es muchsimo ms fcil trabajar a la luz del da que de noche! Recuerdo que una vez estuve tendido en ese mismo vano. Aquello estaba negro como boca de lobo; la jalea de brujas llameaba desde la fosa en lenguas de color celeste, como el alcohol encendido. Pero no iluminaban nada. Al contrario, todo pareca ms oscuro, malditas sean. Ahora, en cambio, era jauja! Ya haba acostumbrado los ojos a aquella luz lbrega y poda ver hasta el polvo en los rincones ms oscuros. En verdad haba algo plateado por all; eran hilos plateados que iban desde las latas hasta el techo. S, parecan una tela de araa; tal vez no fueran ms que eso, pero era mejor no acercarse. Fue entonces cuando comet mi error. Tendra que haberme detenido, con Kirill bien al lado, esperar a que l tambin acostumbrara los ojos a la penumbra y entonces sealarle la telaraa. Sealrsela. Pero estaba habituado a trabajar solo. Vi lo que deba ver y me olvid de Kirill. Di un paso hacia el interior y me dirig en lnea recta hacia las latas. Me inclin sobre el vaco. En l pareca no haber ninguna telaraa. Levant un extremo y dije a Kirill: - Agarra de ah y no lo dejes caer; es pesado. Levant la vista y sent que algo me apretaba la garganta. No pude abrir la boca. Quera gritar: Quieto! No te muevas!, pero no pude. Tal vez de cualquier modo no habra tenido tiempo, pues todo ocurri demasiado rpido. Kirill se acerc al vaco, de espaldas a las latas, y apoy toda la espalda en la

23

telaraa plateada. Cerr los ojos; qued aturdido; no o ms que el ruido de la telaraa al desgarrarse. Era un sonido coruscante y dbil. As estaba todava, con los ojos cerrados, sin sentir los brazos ni las piernas, cuando Kirill habl: - Bueno, lo llevamos? - Vamos. Levantamos el vaco y nos dirigimos hacia la puerta, caminando de costado. Era terriblemente pesado, el maldito; aun entre dos resultaba difcil llevarlo. Salimos al sol y nos detuvimos junto a la cabina. Tender se estir para tomarlo. - Bueno - dijo Kirill -. Uno, dos... - No - interrump -. Esperemos un segundo. Primero djalo en el suelo. Lo dejamos. - Date vuelta. Quiero verte la espalda. Se volvi sin decir palabra. Mir; no tena nada all. Lo hice girar para aqu y para all, pero no tena nada. Volv los ojos hacia las latas; all tampoco haba nada. - Oye - dije a Kirill, sin sacar los ojos de las latas -. no viste la telaraa? - Qu telaraa? Dnde? - Bueno, tuvimos suerte. Sin embargo pensaba: En realidad todava no se puede saber. - De acuerdo. Levantemos esto. Metimos el vaco en la cabina y lo ubicamos de modo tal que no se moviera. All estaba, el minino, brillante y limpito; el cobre relumbraba a la luz del sol. Su contenido azul vagaba en lentes no corrientes de nubes entre los dos discos. Comprendimos que no era un vaco, sino algo as como un recipiente, como una jarra de vidrio, lleno de jarabe azul. Lo observamos un rato ms antes de trepar a la cabina e iniciar el viaje de regreso sin ms vueltas. Qu fcil era todo para los cientficos! Para empezar trabajaban a la luz del da. Adems, lo nico bravo era entrar a la Zona, porque para regresar, la cabina se conduce sola. En otras palabras, tiene un mecanismo, un cursgrafo, creo que se llama, que lleva a la cabina exactamente por donde vino.

24

Mientras flotbamos en el aire, en el trayecto de regreso, repiti todas las maniobras, detenindose por un momento para proseguir en cada cambio de direccin. Pasamos sobre cada uno de los tornillos y las tuercas; podra haberlos recogido, si se me hubiera dado la gana. Mis novatos estaban eufricos, por supuesto. Miraban hacia todos lados, prcticamente sin miedo ya. Empezaron a parlotear. Tender agitaba los brazos y amenazaba con volver apenas terminara de cenar para trazar la ruta hasta el garaje. Kirill me tirone de la manga y comenz a explicarme el fenmeno de la graviconcentracin, es decir, la roncha de mosquito. Bueno, los puse en lnea, pero no a la fuerza. Les cont, tranquilamente, de todos los idiotas que reventaban en el camino de regreso. - Cierren el pico - les dije - y mantengan los ojos abiertos si no quieren que les pase lo mismo que al petiso Lyndon. Eso dio resultado. Ni siquiera preguntaron qu habla pasado con el petiso Lyndon. Avanzamos en silencio. Yo slo pensaba en una cosa: cmo iba a sacarle la tapa a la botella. Trataba de imaginarme el primer trago, pero esa telaraa me segua brillando ante los ojos. Al fin salimos de la Zona y nos enviaron al despiojador (los cientficos lo llaman hangar mdico) junto con la cabina. Nos baaron en tres tinas diferentes donde hervan tres soluciones alcalinas; nos embadurnaron con cierta pasta, nos rociaron con no s qu polvo y nos volvieron a lavar. Despus nos secaron y dijeron: - Okey, muchachos, pueden irse! Tender y Kirill llevaban el vaco. Eran tantos los que haban venido a mirar que no se poda caminar. Muy tpico! No hacan ms que mirar y gruir frases de bienvenida, pero ninguno tena el valor de tender una mano a los cansados hroes. Bueno, eso no era cosa ma. Ahora ya nada era de mi incumbencia. Me quit el traje especial y lo tir al suelo (que los malditos sargentos se encargaran de recogerlo). Fui directamente a las duchas, porque estaba empapado en sudor de la cabeza a los pies. Me encerr en uno de los cubculos, busqu mi petaca, desenrosqu la tapa y me prend a ella como una lamprea. Despus me sent en el banco, con las rodillas vacas, la cabeza vaca, el alma vaca. Tragaba ese lquido fuerte como si fuera agua. Viva. La Zona me haba dejado salir. Me haba dejado salir, la puta. Esa maldita y traicionera puta. Estaba vivo. Los novatos nunca saban apreciarlo, slo un merodeador saba lo que era eso. Las lgrimas me corran por las mejillas, no s si por los tragos o por qu. Mam de la petaca hasta dejarla seca. Yo estaba mojado; la petaca, seca. Por supuesto, no alcanz para ese ltimo sorbo que necesitaba. Pero eso se poda arreglar. Todo se poda arreglar ahora. Vivo.

25

Encend un cigarrillo, y mientras fumaba, all sentado, sent que todo andaba bien. Entonces me acord de la bonificacin. sa era una de las grandes ventajas que tenamos en el Instituto; poda ir ya mismo a retirar el sobre. O tal vez me lo alcanzaran hasta all, a las duchas. Empec a desvestirme lentamente. Me quit el reloj y comprob que habamos pasado cinco horas en la Zona. Dios mo, cinco horas! Me estremec. Cinco horas, Dios... Realmente, en la Zona no pasa el tiempo. Pero pensndolo bien, qu son cinco horas para un merodeador? Un abrir y cerrar de ojos. Y si hablamos de doce, de dos das? Cuando uno no logra salir en una noche tiene que pasarse todo el da de cara contra el suelo. Ni siquiera reza; murmura, noms, delirando; no sabe si est muerto o vivo. Al llegar la segunda noche termina con lo suyo y se arrima al puesto de la patrulla con el botn. All estn los guardias, con las ametralladoras. Y esos malnacidos, esos esfuerzos, lo odian a uno con toda el alma. Pero arrestar a un merodeador no les hace ninguna gracia, porque les aterroriza la idea de que uno est contaminado. Lo nico que quieren es liquidarlo, directamente, y para eso llevan todas las de ganar: a ver quin puede probar que lo mataron ilegalmente! As que uno vuelve a enterrar la cara en el suelo y reza hasta que llega la aurora y hasta que vuelva a oscurecer. Y all est el botn, al lado, y no sabemos si est all, noms, o si nos est matando lentamente. Tambin se puede terminar como Nudillos Itzak, que se empantan al alba entre dos fosas. No poda avanzar ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. Dispararon contra l durante dos horas, pero no pudieron acertarle. Durante dos horas l se fingi muerto. Gracias a Dios, al fin le creyeron y lo dejaron en paz. Yo lo vi despus de eso; ni siquiera lo reconoc. Era un hombre destrozado; ni siquiera segua siendo humano. Me sequ las lgrimas y abr la canilla; para ducharme por largo rato. Primero con agua caliente, despus con fra, despus otra vez con caliente. Us una barra entera de jabn. Al final me aburr y cerr la ducha. Alguien estaba golpeando la puerta con ganas. Kirill gritaba. - Eh, merodeador! Sal de una vez! Aqu fuera se huele a plata! Plata. Eso nunca viene mal. Abr la puerta. All estaba l, medio desnudo, en calzoncillos. Pareca en xtasis; toda su melancola haba desaparecido. - Toma - dijo, entregndome el sobre -. De parte de la humanidad agradecida. - Me cago en tu humanidad. Cunto hay? - Teniendo en cuenta tu coraje ms all del deber y como excepcin, dos meses de sueldo! - S, ganando dinero as yo poda vivir tranquilamente. Si pudiera cobrar dos meses de sueldo por cada vaco habra mandado al diablo a Ernest hace mucho tiempo.

26

- Bueno, ests contento? - pregunt Kirill. Por su parte, estaba radiante, feliz; sonrea de oreja a oreja. - No est mal. Y t? l no respondi. Se prendi a mi cuello, me apret contra su pecho sudoroso y en seguida me apart de un empujn. Desapareci en la ducha de al lado. - Eh! - lo llam a gritos -. Cmo est Tender? Lavndose los calzoncillos, supongo. - Nada de eso. Tender est rodeado de periodistas. Tendras que verlo. Se ha convertido en un personaje importantsimo. Est explicndoles autenticadamente... - Cmo es que les est explicando? - Autenticadamente. - Est bien, seor. La prxima vez vendr con el diccionario, seor. Y en ese momento sent como un shock elctrico. - Espera, Kirill. Ven aqu. - Estoy desnudo. - Vamos, ven. No soy una damisela. Sali. Lo tom por los hombros y lo puse de espaldas a m. Nada. Ya poda haberlo imaginado. Tena la espalda limpia; las gotitas de sudor se estaban secando. - Qu tienes con mi espalda? Le di una patada en el traste desnudo, volv a mi cubculo y cerr la puerta. Malditos nervios! Primero haba estado viendo cosas raras all; ahora las vea aqu. Al diablo con todo! Esa noche me iba a emborrachar. Lo que me hubiera gustado era ganarle a Richard, eso era lo que me hubiera gustado. Ese degenerado sabe jugar a las cartas. No le puedo ganar nunca, ni aunque vuelva a barajar las cartas, ni aunque las bendiga por debajo de la mesa. - Kirill - grit -, irs al Borscht esta noche? - No se dice Borscht; se pronuncia Borshch. Cuntas veces tengo que repetrtelo. - Qu importa. Se escribe B-O-R-S-C-H-T. No jorobes con tus costumbres. Vas o no? Me encantara ganarle a Richard.

27

- Oh, no s, Red. T, alma simple, ni siquiera imaginas lo que hemos trado. - Y t s, supongo. - Bueno, yo tampoco, eso es verdad. Pero ahora, por primera vez, sabemos para qu sirven los vacos; si mi brillante idea funciona, voy a escribir una monografa y te la dedicar personalmente: A Redrick Schuhart, honorable merodeador, con mi respeto y mi gratitud. - S, y me mandarn a la sombra por dos aos. - Pero quedars en los anales de la ciencia. Le llamarn la jarra de Schuhart. Qu te parece cmo suena? Mientras bromebamos me vest y puse la petaca vaca en el bolsillo; despus cont mi dinero y me retir. - Buena suerte, alma complicada. No respondi. El agua haca muchsimo ruido. En el corredor estaba Tender en persona, enrojecido e inflado como un pavo, rodeado de compaeros de trabajo, periodistas y un par de sargentos, que recin acababan de comer y de escarbarse los dientes. Parloteaba sin parar. - La tecnologa de que gozamos - deca el muy charlatn - permite contar con una garanta casi absoluta de seguridad y de xito. En ese momento, al verme, se sofren un poquito. Sonri y me salud con pequeas sacudidas de mano. Bueno, ser mejor que desaparezcamos, pens. Segu en lnea recta hacia la puerta, pero ya me haban pescado. En seguida o pasos tras de m. - Seor Schuhart, seor Schuhart! Unas palabritas sobre el garaje! - No habr declaraciones. Ech a correr, pero no haba forma de escaparse. Tena un tipo con un micrfono a la derecha y otro con una cmara a la izquierda. - Haba algo extrao en el garaje? Dos palabras, no ms! - No habr declaraciones - repet, tratando de poner la nuca hacia la cmara -. Es un garaje, nada ms. - Gracias. Qu le parecen las turboplataformas?

28

- Maravillosas. Empec a correrme hacia el bao de caballeros. - Qu Piensa de la Visitacin? - Pregunte a los cientficos - respond, deslizndome tras la puerta del bao. O que rascaban la puerta y grit: - Les recomiendo efusivamente que pregunten al seor Tender por qu razones le ha quedado la nariz como una remolacha. Es demasiado modesto para sacar el tema, pero fue nuestra aventura ms interesante. Salieron a la disparada por el corredor, ms veloces que caballos de carrera. Aguard un minuto. Silencio, Saqu la cabeza. Nadie. Entonces prosegu tranquilamente mi camino, silbando una meloda. Baj el vestbulo, mostr el pase al sargento polaco y vi que me haca la venia. Al parecer, yo era el hroe de la jornada. - Descanse, sargento - dije -. Me siento muy complacido. Exhibi tantos dientes como si le hubieran dicho el mejor de los elogios. - Bueno, Red, usted es un hroe, sin duda. Estoy orgulloso de conocerlo dijo. - As que ahora tendr algo que contar a las chicas cuando vuelva a Suecia. - Qu le parece! Caern en mis brazos como moscas! Supongo que tiene razn, A decir verdad no me gustan los tipos altos y de mejillas rosadas. Las mujeres se enloquecen por ellos, vaya a saber por qu. La estatura no es lo ms importante. Pensando en estas cosas iba caminando por las calles, bajo el sol; no haba nadie por ah. De pronto sent ganas de encontrarme con Guta en ese mismo instante, en ese mismo lugar. As noms, mirarla y tenerla de la mano por un rato. Despus de estar en la Zona no se puede hacer otra cosa: tenerse de las manos y basta. Especialmente si uno piensa en lo que se comenta sobre cmo salen los hijos de merodeadores. Pero a quin le haca falta estar con Guta? Lo que me haca falta era una botella, por lo menos una botella de algo fuerte! Pas junto a la playa de estacionamiento. All haba un puesto de control, con dos patrulleros en su mejor estilo: bajos, amarillos, dotados de reflectores y ametralladoras, los esfuerzos. Y por supuesto llenos de policas con cascos azules. Bloqueaban toda la calle y no haba forma de pasar. Segu caminando

29

con los ojos bajos, porque no me convena verlos en ese momento, a la luz del da. Entre ellos haba dos o tres personajes que tena miedo de reconocer, pues en cuanto lo hiciera pobres de ellos! Era una suerte para ellos que Kirill me hubiera convencido de trabajar para el Instituto; de lo contrario, por Dios, habra descubierto a esas vboras para liquidarlas definitivamente. Me abr paso por entre la multitud, y estaba casi del otro lado cuando o que alguien gritaba: - Eh, merodeador! Bueno, eso no tena nada que ver conmigo, as que no me detuve; segu caminando mientras buscaba un cigarrillo en los bolsillos. Alguien me alcanz y me tom por la manga. Me sacud aquella mano; volvindome a medias hacia el hombre, dije cortsmente: - Qu diablos est haciendo, seor? - Un momento, merodeador - dijo l -. Dos preguntas, no ms. Lo mir fijamente. Era el capitn Quarterblad, un viejo amigo. Estaba deshidratado y medio amarillento. - Ah, mis saludos, capitn! Cmo anda su hgado? - No trates de zafarte charlando, merodeador - replic, enojado, sin quitarme los ojos de encima -. Ser mejor que me digas por qu no te detuviste en seguida cuando te llam. Detrs de l haba dos cascos azules con las manos en las pistoleras. No se les vean los ojos; slo las mandbulas movindose bajo los cascos. De qu parte del Canad traen a esos ursos? O los mandan a criar all? Por lo general, los patrulleros no me dan miedo a la luz del da, pero aquellos escuerzos podan tener la idea de revisarme, cosa que no me gustaba nada. - Me llamaba a m, capitn? - exclam -. Me pareci que llamaba a algn merodeador. - Y vas a decirme que t no lo eres? - Cuando termin el tiempo que me dieron gracias a usted, capitn, me enderec. Abandon el merodeo. Gracias a usted abr los ojos, si no hubiera sido por usted... - Qu estabas haciendo en el rea de Prezona? - Cmo qu estaba haciendo? Trabajo all. Desde hace dos aos. Para terminar de una vez con aquella desagradable conversacin mostr mis papeles al capitn Quarterblad. Tom mi libreta y la revis pgina por

30

pgina, olfateando cada uno de los sellos. Cuando me la devolvi lo hizo con gran placer. Tena color en las mejillas y brillo en los ojos. - Perdname, Schuhart - dijo -. No lo esperaba de ti. Me alegro de ver que no echaste en saco roto mis consejos. Vaya, esto es maravilloso! No s si me creers, pero hasta en aquel momento yo saba que terminaras enderezndote. No poda creer que un tipo como t... Sigui y sigui, como si fuera un disco. Al parecer me haba echado encima otro melanclico curado. Lo escuch, por supuesto, con los ojos bajos en seal de modestia, entre gestos de asentimiento, abriendo los brazos con inocencia; si mal no recuerdo tambin restregu tmidamente los pies contra la acera. Los gorilas que custodiaban al capitn escucharon un poco, pero en seguida se aburrieron y buscaron un lugar ms interesante. Mientras tanto, el capitn segua pintando gloriosos paisajes de mi futuro: la educacin era luz; la ignorancia, oscuridad; el Seor ama y aprecia a los trabajadores honestos, etctera, etctera. Las mismas idioteces que nos encajaba el cura en la prisin, todos los domingos. Y yo necesitaba un trago; mi sed no poda esperar. Bueno, me dije, tendrs que pasar tambin por esto. No hay ms remedio, as que ten paciencia, Red, No puede seguir por mucho tiempo; mira, ya est perdiendo el aliento. Qu suerte, se detiene Uno de los patrulleros empez a hacer seales. El capitn mir hacia all con un suspiro de fastidio y me tendi la mano. - Bueno, me alegro de haberte visto, mi honrado seor Schuhart. Me habra gustado brindar por esta amistad. No puedo tomar whisky porque me lo prohibi el mdico, pero me habra gustado tomar una cerveza contigo. Pero el deber me reclama. Ya nos volveremos a encontrar. Dios no lo permita. Pero le estrech la mano, me ruboric y volv a restregar el pie, todo como l quera. Al fin me dej ir. Sal como bala hacia el Borscht. A esa hora del da el Borscht est siempre vaco. Detrs del mostrador estaba Ernest, secando vasos y mirndolos a trasluz. A propsito, es extrao que cuando uno entra los barman estn siempre secando vasos como si de ello dependiera su salvacin. l se pasa el da as: levantar un vaso, mirarlo de reojo, sostenerlo a la luz, empaarlo con el aliento y frotar. Frota y frota, lo vuelve a mirar (esta vez por el fondo) y frota otro rato. - Hola, Ernie! Deja eso en paz. Le hars un agujero de tanto frotarlo. Me mir a travs del vidrio, murmur algo incomprensible y sin decir una palabra me sirvi cuatro dedos de vodka. Yo trep a un taburete, tom un trago, hice una mueca, sacud la cabeza y tom otro trago. La heladera ronroneaba, la vitrola automtica tocaba algo suave y lento y Ernest trabajaba con otro vaso. Todo era paz. Termin mi copa y la dej sobre el mostrador. Ernest me sirvi en seguida otros cuatro dedos.

31

- Mejor? - murmur -. Vas volviendo en ti, merodeador? - Sigue frotando, quieres? Sabrs que un tipo frot hasta que apareci un genio. Termin forrado en plata. - Quin era? - Pregunt Ernest, suspicaz. - Otro barman de aqu. Antes de que vinieras. - Y qu pas? - Nada. Por qu crees que ocurri esto de la Visitacin, fue de tanto que frot. Quines crees que eran los visitantes? - Eres un vago - replic Ernie, aprobando. Fue a la cocina y volvi con un plato de salchichas asadas. Me puso el plato delante, me arrim el ketchup y volvi a sus vasos. Ernest conoce su oficio. Tiene el ojo entrenado para reconocer al merodeador que vuelve de la Zona con botn; sabe tambin qu es lo que un merodeador necesita despus de estar en la Zona. Este bueno de Ernie. Todo un humanitario. Termin las salchichas, encend un cigarrillo y empec a calcular cunto poda sacar Ernie con nosotros. No s muy bien a cunto se vender el botn en Europa, pero dicen que un vaco puede llegar casi a los dos mil quinientos; Ernie no nos da ms que cuatrocientos. Las pilas, all, cuestan al menos cien, y a nosotros, con suerte, nos dan veinte. Claro que embarcar eso para Europa debe salir un ojo de la cara. Untar una mano por aqu y otra por all... y el jefe de estacin tambin debe estar en la lista de pagos. Pensndolo bien, Ernest no gana tanto; un quince o veinte por ciento, cuanto ms. Y si lo pescan son diez aos de trabajos forzados. En este punto un tipo muy corts interrumpi mis honorables meditaciones. Yo ni siquiera lo haba visto entrar. Se anunci bien al lado mo, pidiendo permiso para sentarse. - Por favor, no tiene por qu. Era un tipo flaquito de nariz afilada, con corbata de moo. Su cara me pareca conocida, pero no poda ubicarlo. Subi al lado y dijo a Ernest: - Whisky canadiense, por favor! En seguida se volvi hacia m. - Disculpe - dijo -, no nos conocemos? Usted trabaja en el Instituto Internacional, no? - S. Y usted?

32

Sac rpidamente su tarjeta de presentacin y me la puso enfrente: Aloysius Maenaught, Agente Plenipotenciario de la Oficina de Emigracin Claro que lo conoca. Es de los que joden a la gente para que salga de la ciudad. Si tal como son las cosas apenas queda la mitad de la poblacin inicial de Harmont, qu pretender este tipo, limpiar la ciudad por completo. Apart la tarjeta con la ua. - No, gracias. No tengo inters. Mi sueo es morir en mi ciudad natal. - Pero por qu? - Grit l en seguida -. Perdone mi indiscrecin, pero qu lo retiene aqu? - Cmo? Lindos recuerdos de la infancia. El primer beso en la plaza municipal. Mamita y papito. Mi primera borrachera, en este mismo bar. La comisara, tan querida para m. Saqu un pauelo muy usado y me sequ los ojos. - No, no me ira ni por todo el oro del mundo! l se ech a rer, tom un sorbito del whisky canadiense y respondi pensativo. - No entiendo cmo piensan ustedes, los harmonitas. En esta ciudad la vida es dura. Hay control militar, pocas diversiones. La Zona est a un paso, como si uno estuviera sentado sobre un volcn. Podra estallar una epidemia en cualquier momento, o algo peor. Comprendo que los viejos quieran quedarse, pero usted, qu edad tiene usted? Veintids, veintitrs? No se da cuenta de que la Oficina es una organizacin de caridad? No ganamos nada con esto. Lo nico que deseamos es que la gente se vaya de este agujero infernal y vuelva a la corriente de la vida. Nosotros salimos de garanta para la mudanza, le buscamos trabajo. En el caso de la gente joven, como usted, le pagamos estudios. No, no entiendo, - Es decir que nadie quiere irse? - No tanto como nadie. Algunos se estn yendo, sobre todo los que tienen familia. Pero los jvenes y los ancianos... Qu buscan aqu? Esto es un agujero, un pueblo de provincia. Entonces le contest como mereca. - Seor Aloysius Maenaught! Usted tiene toda la razn del mundo, Nuestra pequea ciudad es un agujero. Siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Pero ahora es un agujero hacia el futuro. Vamos a pasar tantas cosas por ese agujero a su podrido mundo que lo cambiaremos por completo. Y cuando obtengamos los conocimientos haremos ricos a todos, y volaremos a las estrellas, y viajaremos adonde nos plazca. Esa es la clase de agujero que tenemos aqu.

33

Me interrump en ese punto porque vi que Ernest me miraba atnito. Me sent incmodo; por lo comn no me gusta usar palabras ajenas, ni siquiera cuando estoy de acuerdo con ellas. Adems todo eso me sala medio raro. Cuando lo dice Kirill uno escucha y se olvida de cerrar la boca. Pero por ms que yo dijera lo mismo no me sala igual. Tal vez porque Kirill nunca le pasaba cosas robadas a Ernest por debajo del mostrador. Ernie reaccion velozmente y se apresur a servirme seis dedos de combustible, como para que recuperara la cordura. El narigudo seor Maenaught volvi a sorber su whisky. - Claro, por supuesto. Las pilas inagotables, la panacea azul. Pero seor, de veras cree que todo ser como usted dice? - Lo que yo creo no es asunto suyo. Hablaba en nombre de la ciudad. En cuanto a m: qu tienen ustedes en Europa que yo no haya visto? Se aburren, lo s bien. Se rompen el lomo todo el da y miran televisin toda la noche. - No es obligatorio que vaya a Europa. - Todo es igual, salvo que en la Antrtida hace fro. Lo ms asombroso es que yo crea hasta con la panza todo lo que le estaba diciendo. Nuestra Zona, esa puta, esa asesina, me era cien veces ms querida que todas las Europas y las fricas. Y todava no estaba borracho. Por un instante haba imaginado cmo tendra que volver a casa, arrastrndome, con una manga de cretinos como yo; cmo me empujaran y me estrujaran en el subte, y lo cansado, lo harto que estaba de todo. - Y usted? - pregunt el hombre a Ernest. - Yo tengo mi negocio - respondi ste, dndose importancia -. No soy ningn pobretn. He invertido todo mi dinero en este negocio. Hasta el comandante de la base viene aqu de vez en cuando; un general, qu le parece? Cmo me voy a ir? El seor Aloysius Maenaught trat de ganar algunos puntos citando muchas cifras. Pero yo no escuchaba. Tom un buen trago, bien largo saqu un montn de cambio del bolsillo, me baj del taburete y cargu la vitrola automtica. Hay una cancin all que se llama No vuelvas si no ests seguro. Me causa un buen efecto despus de haber estado en la Zona. La vitrola aullaba y arrullaba. Me llev el vaso a un rincn, donde esperaba igualar viejos cantos con el bandido de un solo brazo, y el tiempo pas volando, como un pjaro. Cuando echaba el ltimo centavo en el artefacto entraron Richard Noonan y Gutalin, para echarse en los brazos hospitalarios del bar. Gutalin estaba mamado; los ojos se le daban vuelta para todos lados y buscaba dnde poner el puo. Richard Noonan lo tena tiernamente por el codo y lo distraa con chistes. Linda pareja! Gutalin es un mono negro y enorme; las

34

manos le llegan hasta las rodillas; Dick, en cambio, es una cosita regordete y rosada, toda sonrisas. - Eh! - grit Dick -. All est Red! Ven con nosotros! Biennnn! - rugi Gutalin -. En esta ciudad hay slo dos hombres de verdad: Red y yo! Los dems son todos cerdos o hijos de Satans. T tambin sirves al demonio, Red, pero todava eres humano. Me acerqu con mi copa. Gutalin me quit la chaqueta y me hizo sentar a la mesa. - Sintate, Red! Sintate, sirviente de Satans. Me gustas. Lloremos por los pecados de la humanidad. Lloremos, larga y amargamente. - Lloremos - dije -. Bebamos las lgrimas del pecado. - Porque el da est cerca - anunci Gutalin -. Porque el corcel blanco est ensillado y su jinete ha puesto el pie en el estribo. Y las plegarias de los que se hayan vendido a Satans sern en vano. Slo los que han resistido a l se salvarn. Ustedes, hijos del hombre, que fueron seducidos por el diablo, que juegan con los juguetes del diablo, que desentierran los tesoros de Satans, a ustedes les digo: Estn ciegos! Despierten, idiotas, despierten antes de que sea demasiado tarde! Pisoteen esas baratijas del diablo! Se interrumpi como si hubiera olvidado lo que segua. De pronto pregunt, en tono distinto. - Puedo tomar un trago aqu? Sabes, Red, me emborrach de nuevo. Me acusaron de agitador. Les digo: Despierten, ciegos, estn cayendo al abismo y arrastran a otros tambin. Pero ellos se ren, nada ms. Por eso le aplast la nariz al dueo del negocio. Ahora me van a arrestar. Y por qu? Dick se acerc y puso la botella sobre la mesa. - Hoy corre por mi cuenta - dije a Ernest. Dick me ech una mirada de soslayo. - Est dentro de la ley - dije -. Nos estamos tomando el cheque de la bonificacin. - Fuiste a la Zona? - pregunt Dick -. Trajiste algo? - Un vaco lleno. Para el altar de la ciencia. Vas a servir o no? - Un vaco! - repiti Gutalin, lleno de pena -. Arriesgaste la vida por vaya a saber qu vaco! Has sobrevivido, pero trajiste otro artefacto del demonio al mundo. Cmo sabes, Red, cunto de pena y de pecado...?

35

- Calla, Gutalin - dije severamente -. Bebe y festeja que yo haya vuelto con vida. Por el xito, amigos mos. Dio buen resultado aquel brindis por el xito. Gutalin se vino abajo por completo. Sollozaba, las lgrimas le brotaban como agua de una canilla. Lo conozco bien; es nada ms que una etapa. Solloza y predica que la Zona es una tentacin del diablo. Que no deberamos sacar nada de all y que deberamos poner de nuevo en ella todo lo que hemos sacado. Y seguir viviendo como si la Zona no existiera. Dejar al diablo las cosas del diablo. Me gusta; me refiero a Gutalin. Siempre me gustan los tipos raros. Cuando tiene dinero compra el botn sin regateo, por el precio que los merodeadores le pidan, y de noche lo lleva a la Zona y lo entierra. Estaba esperando, pero pronto parara. - Qu es un vaco lleno? - pregunt Dick -. S qu son los vacos, a secas, pero es la primera vez que oigo hablar de uno lleno. Se lo expliqu. l asinti y se lami los labios. - S, es muy interesante. Una cosa nueva. Con quin fuiste, con el ruso? - S, con Kirill y Tender. Lo conoces, no? Es nuestro asistente de laboratorio. - Te habrn vuelto loco. - Nada de eso, se portaron muy bien. Especialmente Kirill. Es un merodeador nato. Necesita un poco ms de experiencia que le lime el apuro. Con l ira a la Zona todos los das. - Y todas las noches? - pregunt, con una mueca de borracho. - Termnala, quieres? Un chiste es un chiste. - Un chiste es un chiste, ya lo s, pero me puede meter en un montn de problemas. Te debo uno. - Quin tiene uno? - pregunt Gutalin, excitado -. Cul es? Lo sujetamos por los brazos y volvimos a sentarlo en su silla. Dick le puso un cigarrillo en la boca y se lo encendi. Al fin lo calmamos. Mientras tanto iba entrando ms y ms gente. El bar estaba lleno; muchas de las mesas se haban ocupado. Ernest llam a las muchachas, que empezaron a servir bebidas a los clientes: cerveza, ccteles, vodka. Not que haba muchas caras nuevas en la ciudad, ltimamente; en su mayora, jvenes novatos con bufandas largas y brillantes que les colgaban hasta el suelo. Se lo mencion a Dick y l asinti. - Qu quieres?

36

- Estn empezando un montn de construcciones. El Instituto va a levantar tres edificios nuevos. Adems piensan cerrar tras un muro toda la Zona, desde el cementerio hasta el rancho viejo. Ya se acabaron los buenos tiempos para los merodeadores. - Cundo fueron buenos los tiempos para los merodeadores? - observ yo. Y pens: Caramba, qu novedades son stas? Parece que ya no voy a poder hacer un poco de plata extra por ese lado. Tal vez sea para mejor. Menos tentaciones. Ir a la Zona de da, como un ciudadano decente. No se gana lo mismo, por supuesto, pero es mucho ms seguro. La cabina, el traje especial y todo eso, y nada de preocuparse por la patrulla. Puedo vivir del sueldo y emborracharme con las bonificaciones. Pero entonces me sent verdaderamente deprimido. Otra vez a juntar centavitos: Esto lo puedo comprar, esto no. Tendra que ahorrar para comprar a Guta los trapos ms baratos, dejar los bares, limitarme a los cines modestos. El panorama no era nada prometedor. Los das eran grises, y tambin las tardes, y tambin las noches. Y mientras yo pensaba as Dick me chillaba en la oreja: - Anoche, en el hotel, fui al bar para tomar algo antes de acostarme. Haba unos tipos nuevos. No me gust nada el aspecto que tenan. Uno se acerc a m e inici una conversacin con muchas vueltas, sugiriendo que me conoca, que sabe lo que hago, dnde trabajo, e insinuando que l me pagara muy bien por varios servicios. - Un pasador de datos - dije. Eso no me interesaba mucho. Estaba harto de pasadores de datos y de charlas sobre trabajitos. - No, compaero, no era eso. Escucha. Le segu la corriente por un rato, con mucho cuidado, por supuesto. Tiene inters en ciertos objetos que hay en la Zona. De los importantes; las pilas, las picapicas, las gotitas negras y esas tonteras no le atraen en absoluto. Se limit a sugerir indirectamente lo que quiere. - Qu es? - Jalea de brujas, por lo que entend - respondi Dick, mirndome con expresin extraa. - Oh, as que quiere jalea de brujas, eh? Y ya que estamos, no le gustaran algunas lmparas de la muerte? - Eso mismo le pregunt yo. - Y?

37

- Me creers si te digo que tambin quiere? - Ah, s? - dije -. Bueno, que vaya a buscarlas, Es una pavada. Los stanos estn llenos de jalea de brujas. Que agarre un balde y vaya a recoger toda la que quiera. Es cosa suya. Dick no respondi; me mir sin sonrer siquiera. Qu diablos estaba pensando? No tendra intenciones de contratarme a m? Y en ese momento se me ocurri. - Un momento - dije -. Quin era ese tipo? Ni siquiera en el Instituto dejan estudiar la jalea. - Est bien - replic Dick, hablando con lentitud y sin dejar de observarme -. Es en la investigacin donde est el verdadero peligro para la humanidad. Ahora comprendes quin era se? No, no entenda nada. - Te refieres a los Visitantes? l ri, me palme la mano y dijo: - Por qu no tomas un trago? Pobre alma simple! - Por mi parte, de acuerdo. Pero me senta enojado. As que los hijos de puta me tienen por idiota, eh? - Eh, Gutalin - dije -. Gutalin! Despierta! Bebamos! Gutalin estaba profundamente dormido. Su negra mejilla yaca sobre la negra mesa; las manos le colgaban hasta el suelo. Dick y yo tomamos una copa sin su compaa. - Ahora bien - exclam despus -. No s si soy un alma simple o un alma complicada, pero te dir lo que puedes hacer con ese tipo. Ya sabes cmo quiero a la polica, pero lo denunciara. - Seguro. Y entonces la polica te preguntara por qu ese tipo fue a hablar contigo y no con cualquier otro. Y? - No importa - repuse, sacudiendo la cabeza -. T, pedazo de idiota gordinfln, hace slo tres aos que ests en esta ciudad y nunca fuiste a la Zona. No has visto la jalea de brujas ms que en el cine. Tendras que verla en la vida real, y ver lo que hace con los seres humanos. Es algo espantoso; no hay que sacarla de la Zona. Sabes muy bien que los merodeadores son tipos de agallas, que no piden ms que plata y ms plata, pero ni siquiera el finado

38

Zalamero se habra metido en un asunto de esos. Cuervo Burbridge tampoco aceptara. No quiero ni pensar qu clase de tipo puede querer esa jalea de brujas y para qu. - Bueno, tienes razn - dijo Dick -. Pero te dir: no me gustara que cualquier da me encontraran en la cama, habiendo cometido suicidio. No soy merodeador, pero si una persona prctica, y me gusta vivir. Hace mucho que lo hago y ya me acostumbr. - Seor Noonan! - grit Ernest desde el mostrador -. Telfono! - Qu diablos! - exclam Dick, enojado -. Debe ser otra vez Contralor de Envos. Se encuentran en cualquier parte. Permiso, Red. Se levant para atender el telfono, mientras yo me quedaba con Gutalin y la botella; puesto que Gutalin no ayudaba en nada, ataqu la botella por mi cuenta. Maldita Zona; es imposible escapar de ella. Vaya uno donde vaya, hable con quien hable, siempre la Zona, la Zona. Para Kirill es fcil hablar de la paz eterna y de la armona que vendr de la Zona. Kirill es un buen tipo, nada tonto (por el contrario, es inteligente de veras), pero no sabe un bledo de la vida. Ni siquiera imagina qu clase de malhechores y criminales merodean por la Zona. Y ahora alguien quiere meter la mano en esa jalea de brujas. Gutalin ser un borrachn y un chiflado por la religin, pero a lo mejor no est tan desacertado. Tal vez deberamos dejar al diablo las cosas del diablo y no tocar. Uno de aquellos novatos de bufanda brillante ocup la silla de Dick. - El seor Schuhart? - S. Qu hay? - Me llamo Creonte. Soy de Malta. - Cmo andan las cosas por Malta? - Las cosas andan muy bien por Malta, pero no es de eso que quera hablarle. Ernest me dijo que lo viera a usted. Aj, pens. Ese Ernest es un hijo de puta. No hay una gota de piedad en l. Aqu est este muchacho: bronceado, limpio, lindo. Todava no sabe lo que es afeitarse o besar a una mujer. Pero a Ernest no le importa nada. Lo nico que quiere es mandar ms gente a la Zona. Slo uno de cada tres sale con botn, pero eso para l es dinero. - Cmo anda el viejo Ernest? - pregunt. l mir hacia el mostrador. - Tiene buen aspecto. Me gustara estar en lugar de l. - A m no. Quiere una copa?

39

- Gracias, no bebo. - Un cigarrillo? - Perdone, pero tampoco fumo. - Maldito seas. Para qu diablos quieres la plata, entonces? l se ruboriz y dej de sonrer. - Tal vez eso sea cosa ma solamente - dijo en voz baja -. No le parece, seor Schuhart? - Tienes toda la razn del mundo. Me serv otros cuatro dedos, Ya me estaba zumbando la cabeza y senta una agradable pesadez en los miembros. La Zona me haba liberado por completo. - En este momento estoy completamente borracho - aclar -. Estoy celebrando, como puedes ver. Entr en la Zona, sal vivo y adems con dinero. Eso no ocurre con frecuencia; que la gente salga viva, y con dinero menos todava. As que preferira dejar cualquier asunto serio para ms tarde. l se levant de un salto, pidiendo disculpas. Entonces vi que Dick haba regresado. Estaba de pie junto a la silla. Por la cara que traa me di cuenta de que pasaba algo feo. - A que tus tanques pierden otra vez el vaco. - S - dijo -. Otra vez. Se sent, se sirvi un trago y volvi a llenar mi vaso. Comprend que el problema no tenla ninguna relacin con mercaderas en mal estado. En realidad le importaba un cuerno lo de los envos: un empleado modelo! - Bebamos, Red - dijo, y sin esperarme baj su vaso de un trago y se sirvi otro -. Sabes que muri Kirill Panov? Estaba tan aturdido que no entend bien. Alguien haba muerto, y qu. - Bueno, bebamos por el difunto. Me mir abriendo mucho los ojos. Slo entonces sent como si se me hubiera roto un resorte dentro del cuerpo. Recuerdo que me levant y me apoy contra la mesa para mirarlo. - Kirill?

40

Tena la telaraa ante los ojos, la oa crujir al romperse. Y a travs del misterioso ruido de ese crujir o la voz de Dick, como si viniera de otra habitacin. - Ataque al corazn. Lo encontraron en la ducha, desnudo. Nadie entiende qu le pas. Preguntaron por ti. Les dije que estabas perfectamente. - Qu quieren entender? Es la Zona. - Sintate. Sintate y toma algo. - La Zona - repet, sin poder dejar de pronunciar esa palabra -. La Zona, la Zona... No vea nada a mi alrededor, salvo la telaraa. Todo el bar estaba preso en la telaraa, y cuando la gente se mova la telaraa cruja suavemente. El muchacho malts estaba de pie en el medio, con cara de sorprendido. No comprenda una palabra. - Muchachito - le dije con suavidad -, cunto necesitas? Te alcanzara con mil? Toma, aqu tienes. Toma! Le arroj el dinero a puados y empec a gritar: - Ve a decirle a Ernest que es un hijo de puta, una porquera! No tengas miedo, dselo! Porque adems es cobarde. Dselo, y despus te vas directamente a la estacin y sacas pasaje para Malta. No te detengas en ninguna parte! - No s que otra cosa grit. Pero s recuerdo que termin ante el mostrador, donde Ernest me dio un vaso de soda. - Parece que hoy tienes dinero - dijo. - S, tengo un poco. - Por qu no me haces un prstamo? Maana tengo que pagar los impuestos. En ese momento me di cuenta de que tena un manojo de billetes en la mano. - As que no acepto - dije, mirando el montn -. Creonte de Malta es un joven orgulloso, por lo que veo. Bueno, yo no tengo nada que ver con eso. Todo est en manos del destino. - Qu te pasa? - dijo mi amigo Ernie -. Tomaste demasiado? - No, estoy muy bien - dije -. En perfectas condiciones. Listo para las duchas.

41

- Por qu no te vas a tu casa? Bebiste demasiado. - Muri Kirill - le dije. - Qu Kirill? El manco? Ms manco sers t, hijo de puta. Ni con mil como t se podra hacer un solo hombre como Kirill. Rata, malnacido, degenerado hijo de puta. Compras y vendes muerte, eso es. Nos tienes a todos comprados con tu plata. Te gustara que te hiciera pedazos el local? Justo cuando retrocedo para asestarle uno de los buenos alguien me sujet y me llev a otro lado. Yo no entenda nada ni quera entender. Grit, luch, lanc puntapis. Cuando recobr el sentido estaba en el bao, todo mojado, con la cara a la miseria. Ni siquiera me reconoc al mirarme en el espejo. Se me contraa la mejilla, cosa que nunca me haba pasado. Desde fuera me lleg ruido de pelea, platos rotos, gritos de mujeres y los rugidos de Gutalin, ms potentes que los de un oso pardo: - Arrepintanse, intiles! Dnde est Red? Qu le han hecho, simientes del diablo? Y el ulular de las sirenas de polica. En cuanto las o, mi cerebro se aclar como un cristal. Record todo, supe todo, comprend todo. En el alma no me quedaba ms que un odio helado. Muy bien!, pens, te dar una fiesta. Ya te mostrar cmo es un merodeador, grandsimo chupasangre!. Saqu un picapica del bols