no se admiten personas perfectas

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REFLEXIONES SOBRE EL LIBRO “NO SE ADMITEN PERSONAS PERFECTAS”

Vivimos en una época caracterizada por los continuos cambios, es el tiempo en el que la fantasía se ha vuelto realidad, la era de los super autos, los LCD, el ciberespacio y la tecnología celular. Han ocurrido importantes cambios en la percepción del mundo en el que vivimos, la modernidad ya pasó y a partir de la década del sesenta en el siglo XX llegó la postmodernidad, y surge como un movimiento contestatario frente a la modernidad y sus valores. El nihilismo, el agnosticismo, el ateísmo, el narcisismo, el hedonismo y la relatividad, son solamente algunos de los valores amados, promovidos y sostenidos por los habitantes de las ciudades de nuestro planeta.

Esto hace necesario una profunda reflexión sobre la manera en la que los cristianos hemos estado predicando la fe, son muchas las congregaciones que detenidas en el tiempo, han estado predicando un evangelio propio de los años setenta. Los cantos, las ilustraciones y los sermones corresponden a un mundo inexistente, sin olvidar el lenguaje que se utiliza y la manera en la que es equipado el templo, sus cortinas, bancas y otros inmuebles que en ocasiones producen la sensación de encontrarse en un museo.

Y es que si la iglesia cristiana no tiene el valor de revisar la forma en la que ha estado presentando a Cristo y su mensaje, corre el peligro que se repita el fenómeno sucedido en Europa, donde la mayoría de santuarios han quedado para ser visitados por los turistas, incluyendo algunas iglesias resultado de la reforma “protestante”. Es decir que frente a la oferta del proyecto postmoderno, la iglesia debe revisar sus objetivos y sus métodos.

Un problema que tenemos nosotros en América latina es que se nos ha vendido la idea de que todas las personas que nos rodean son cristianos; es más para dirigirse a una persona se usa la expresión “ese cristiano” o “pobre cristiano”. En El Salvador se cree que por lo menos el 38.2% de la población es cristiana evangélica y el 50.4% es cristiana católica1. Sin embargo los distribuidores de licores no cierran sus negocios, los moteles no quiebran, el consumo de drogas es evidente y los matrimonios se siguen desintegrando.

La razón de todo es la manera en la hemos aprendido a vivir la fe, la mayoría de no cristianos dirían que los evangélicos son hipócritas, “que para ser como la hermana fulana mejor no ser nada”. Es decir que las personas perciben el cristianismo, no a partir de lo que han escuchado; sino de la manera en la que este ha sido encarnado por los miembros de la iglesia cristiana.

1 http://www.uca.edu.sv/publica/iudop/Web/2009/boletinrel_2009.pdf

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Además el mensaje que se predica en los púlpitos en la mayoría de los casos se encuentra descontextualizado, es un mensaje irrelevante a las necesidades y el sufrimiento de la gente, es un mensaje condenatorio que más suena a mala noticia que a buena nueva. Este mensaje en lugar de ser una invitación a venir a Cristo, más parece una sentencia frente a la cual hay que salir huyendo. Es lamentable la propuesta evangélica para la sociedad actual, lo que se ofrece en las congregaciones evangélicas es un mundo de prohibiciones que hace poco atractivo el evangelio a los buscadores que se acercan esperando respuestas a sus necesidades espirituales y todo lo que encuentran es crítica, aislamiento, falsedad, incoherencias, incomprensión de la realidad y una total descontextualización.

Este es el principal reto de las iglesias evangélicas en América latina, si la forma en la que se hacen las cosas en el mundo evangélico no se contextualiza le depara un futuro poco prometedor. Es decir que ha llegado el tiempo de detenerse para interpretar los tiempos en los que vivimos tal como se lee en 1 Crónicas 12:32 “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos”

Aunque la Palabra de Dios no cambia, la forma en la que esta es presentada requiere de mucha sabiduría e inteligencia. Demanda reflexión seria respecto a la pertinencia del mensaje. Los púlpitos deben tener Palabra fresca, actual y pertinente. Una palabra que sea capaz de dar vida a esta generación atrapada en la cultura de la muerte, una Palabra que se levante como una cultura nueva capaz de resolver los quebrantos producidos por el experimento postmoderno.

Se necesita algo más que historias antiguas inconexas con la realidad, es urgente una Palabra viva, encarnada y contextualizada con el dolor y el sufrimiento que vive nuestra sociedad. El mensaje del Evangelio requiere algo más que conocimientos bíblicos y teológicos, demanda una comprensión y un acercamiento a la cultura actual con sus características propias. Algunas veces los predicadores viven encerrados en sus oficinas y bibliotecas que cuando se paran detrás de un púlpito la palabra que entregan a sus congregaciones tiene muchos elementos técnicos, científicos, filosóficos, lingüísticos, gramaticales y exegéticos. Que logran causar una gran impresión a los oyentes; pero que se ubica totalmente divorciado de la realidad que vive una madre que ha sido abandonada por su esposo, un hijo que ha sido violado por su padre, la niña que hoy probó su primer sorbo de alcohol o el muchacho que fue seducido por l marihuana.

Muchas veces los predicadores entregan un sermón que se vuelve irrelevante para los oyentes, que están como ovejas hambrientas anhelando el pasto verde y el agua mansa que regenere sus vidas y les otorgue las fuerzas para seguir de

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pie. Parece ser que la norma es lucirse en la predicación aunque esto no esté ayudando a la congregación a vivir la vida abundante ofrecida por Jesús2. Ha llegado el tiempo en el que el enfoque de la predicación y la evangelización sea el ser humano en su contexto cultural e histórico, que siguiendo el ejemplo de Jesús en su encarnación y en el sumergimiento en la realidad de las personas a alcanzar, seamos capaces de plantear un evangelio que suene a buena noticia para las personas a partir de su propia realidad. Un evangelio que no levante muros; sino que construya puentes para que los que se han extraviado puedan regresar a casa. Un evangelio que salga en búsqueda de la oveja negra número cien. Un evangelio que no tema acercarse a los leprosos, las prostitutas, los homosexuales, los drogadictos, los marginados sociales, los maltratados, los abandonados y los que han caído en los combates de la vida. El “mundo” espera por una iglesia que no tenga su mirada puesta en sus carteras y cuentas bancarias; sino en el sufrimiento y en las necesidades de este mundo que se encuentra perdido sin Dios y sin esperanza.

La iglesia del siglo XXI debe abrir sus ojos a la realidad, vivimos en un mundo al que la iglesia no ha escapado inmune. Como lo propone John Burke en su libro “No se admiten personas perfectas”, nuestras congregaciones tienen muchos elementos en común con la Iglesia de Corinto. En algunas congregaciones cristianas cada año dedican al Señor los hijos no esperados ni planeados concebidos en un contexto extra o prematrimonial. Es decir que los santos se están reproduciendo no por estar leyendo la Biblia u orando, sino por estar practicando lo que en el Nuevo Testamento se conoce con el nombre de porneia, es decir inmoralidad sexual o fornicación. Esto va desde los principiantes en el Camino del Señor hasta los máximos líderes del cristianismo como son los pastores y ahora los llamados apóstoles y los profetas.

La iglesia no escapa a los escándalos sexuales tal como los Corintios lo tenían, lamentablemente esto hace que algunas personas, vean con recelo al cristianismo y su mensaje. Esta doble moral nos está perjudicando en nuestro deseo de predicar a Jesucristo y su mensaje de salvación. Esto ha producido un exacerbado escepticismo frente a la propuesta evangélica, la gente no encuentra diferencias entre la forma en la que viven los cristianos y los inconversos. Una considerable cantidad de personas no desean ningún contacto con el cristianismo debido a experiencias desagradables vividas en el seno de la Iglesia. En este grupo de personas se encuentran algunos hijos de pastores y líderes importantes de las iglesias cristianas, además de muchos jóvenes que sufrieron algún tipo de abuso por parte de algunos cristianos profesantes.

2 La Biblia, Juan 10:10

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La propuesta de John Burke parte del contexto Norteamericano, lo que no deja de tener sus dificultades a la hora de querer aplicarlos a nuestros países latinoamericanos, principalmente en lo relacionado a los aspectos de la variedad étnica, pues en Austin donde se ubica la iglesia Gateway hay personas de distintos lugares del planeta, esto hace que la población sea muy diversa, donde hay asiáticos, medio orientales y norteamericanos, habrán experiencias muy diferentes. En segundo lugar el contexto económico de la sociedad en donde se desarrolla la trama del libro es muy diferente a la de los países de América Latina caracterizada por la extrema pobreza.

Sin embrago el proceso que se desarrolla en el transcurso del libro es de mucho valor para lograr la evangelización de nuestros países. Es decir que la dinámica de abrir la iglesia al mundo, botando los rasgos característicos de la religiosidad, acomodando los métodos a las necesidades de la gente, eligiendo la mejor carnada para atrapar peces gordos, me parece muy acertada.

Creo que las iglesias deben trabajar en la transformación de la cultura, debemos despegar hacia una nueva manera de presentar el evangelio a nuestra generación. Uno de los principales problemas que debemos enfrentar es la desconfianza que caracteriza a las personas de esta época. Las personas asisten a las iglesias pero les cuesta creer y confiar en ellas. La confianza es la piedra angular de una relación y de la fe. Sin ella, no podemos entablar relaciones íntimas con otros y con Dios.

Vivimos una época en la que las personas han perdido la confianza en todo. No creen en el gobierno, no confían en sus maestros, no confían en sus padres y mucho menos en la iglesia, esta es una generación que ha sido defraudado por todas las figuras de autoridad. Esta es una generación que supura desconfianza permanentemente. Por lo que urge una cultura de dialogo que se interese por recuperar la confianza perdida. Un aspecto de suma importancia es procurar responder con sinceridad a la inquietudes que las personas tienen, es decir establecer un diálogo sincero en el que los buscadores puedan entrar en nuestras iglesias y expresar sus dudas sin temor a ser expuestos. La iglesia debe presentar la verdad encarnada en la vida de cada uno de sus miembros. Un valor sumamente importante es la autenticidad, algunas veces no tenemos todas las respuestas a las inquietudes, y cuando esto suceda no debemos tener miedo al hecho de no saberlo todo. Es preferible decir no sé, que inventar una respuesta falsa.

El mundo en el que vivimos nos capacita para fingir lo que no somos, por lo que la iglesia debe crear una cultura en la que las personas no tengan que representar un personaje que no les corresponde, una cultura en la que las personas pierdan

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la necesidad de fingir, una cultura caracterizada por la autenticidad, donde cada quien pueda ser como es, sin temor a ser reprobado ni juzgado. Esta es la cultura de la aceptación, donde no haya prerrequisitos para ser parte de la iglesia, sino que las personas puedan estar seguras que serán bienvenidas así como vienen.

Me gusta el slogan “Ven tal como eres”, algunas veces en las iglesias cristianas les ponemos una serie de tropiezos a las personas que desean buscar a Cristo al grado que en lugar de acercarlos les alejamos. Escuche de una congregación donde había uno de esos santos varones que tenía ropa evangélica lista para que si una mujer aceptaba a Cristo, después de su conversión se encargaban de cambiarle las ropas, para que ahora se vistiera como una cristiana y no como una “mundana”.

Esta es la realidad en la que vivimos, queremos cambiar la apariencia de las personas, en lugar de invitarles a venir al dador de la Vida. La iglesia debe abrir sus puertas a las personas sin importar su apariencia y su realidad, y debe prepararse para darles la mejor bienvenida a todos por igual. No podemos esperar que las personas actúen como cristianos cuando todavía son buscadores. Jesús dijo en Mateo 9:12 “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”

No pongamos tropiezos por cuestiones de peinados, vestuarios, o algunos de los rasgos propios de esta generación. Las personas que en este tiempo se presentarán a nuestras congregaciones, vendrás llenas de tatuajes y “piercing” en distintas partes del cuerpo, algunos de ellos llegaran con olor a tabaco y otros a alcohol; estas son las ovejas extraviadas a las que nos envía el Señor.

Me gusta la manera en la que proponen el proceso de la restauración en Gateway, pues aunque invitan a las personas a venir así como están, en la misma medida les inspiran para avanzar en la vida cristiana y no quedarse como vienen, sino mostrar progreso y crecimiento.

Uno de los aspectos de suma importancia en estos tiempos es la tolerancia que los cristianos estamos dispuestas a mostrar con respecto a por lo menos dos temas de controversia. El primero es respecto a las demás religiones, no podemos dedicarnos a atacar las demás expresiones religiosas, más debemos dedicarnos a demostrar el amor de Dios. El segundo tema es lo que tiene que ver con la conducta homosexual, aunque sabemos que no es una conducta aprobada por las Sagradas Escrituras, debemos evitar expresiones homofóbicas o de burla hacia estas personas que al igual que los heterosexuales son amados por Dios. Estas personas necesitan experimentar el amor de Dios y la iglesia no debe rechazarles, sino ministrarles en amor para que sean restaurados. Estos temas son pruebas de tolerancia que al igual que otras circunstancias se presentarán en las congregaciones del siglo XXI.

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Otro aspecto en el que debemos trabajar es en crear una cultura de verdad basada en la humildad y el amor. Algunas veces cuando presentamos el mensaje del evangelio, nuestra prédica va cargada de un espíritu de superioridad que lo único que logra es bloquear a los oyentes para que no reciban el mensaje de Dios. Ganamos discusiones pero perdemos amistades y la oportunidad de ganar a una persona para Cristo. La verdad debe ser presentada con un vestido de humildad.

Las personas están cansadas de escuchar palabras, esta generación urge por una congregación que pueda encarnar el mensaje de amor, compasión y misericordia que contiene el Evangelio de Jesucristo. Quieren acciones, desean demostraciones. Una de las formas en las que la iglesia puede predicar a Cristo es a través de las obras sociales, las obras de misericordia, del acompañamiento del necesitado, del apoyo a aquel que lo ha perdido todo.

La postmodernidad ha dejado sus secuelas por todas partes, al grado que esta generación se caracteriza por el quebranto producto de las horribles experiencias vividas generalmente durante la infancia. Todo el materialismo y los avances tecnológicos han sido incapaces de poder darle un sentido a la existencia de esta humanidad. Los jóvenes de hoy viven sin esperanza, han caído en el sinsentido y en el sinsabor, la vida no tiene mayor significado, luchan permanentemente contra la depresión. Por lo que la iglesia debe crear una cultura de esperanza para ofrecerle a este mundo desesperanzado.

Todo el dolor acumulado desde la infancia a buscado sus medios de escape y esto se ha manifestado principalmente por medio de las adicciones. Esta generación al carecer de una motivación real para sus vidas ha caído en la trampa de las adicciones. Comenzando por la adicción al sexo incrementado por los avances en la televisión y el internet, la promiscuidad sexual es una de las características de esta generación. Esto ha llevado a que los jóvenes comiencen a tener encuentros sexuales a muy temprana edad, resultando esto en embarazos, enfermedades, sentimiento de culpa, insatisfacción y la renuncia a los proyectos de vida.

El adulterio, la fornicación y toda especie de depravación sexual caracterizan a la generación que debemos alcanzar para Cristo. Estas son las ovejas perdidas a las que el Señor quiere que pastoreemos. Cuando las personas no saben cómo lidiar con el dolor y el vacio que llevan dentro fácilmente caen en cualquier clase de adicción. Esto no es solamente sexo, sino también tabaquismo, alcoholismo y el uso de todo tipo de enervantes y estupefacientes. Algunas de estas personas ha llegado a creer que sus vidas no valen la pena, han perdido toda esperanza de mejorar, ya no les importa nada. Aunque viven negando la realidad autodestructiva que viven.

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La iglesia debe ofrecer esperanza a todas estas personas que han sufrido mucho y se refugian en las adicciones para lograr sobrevivir a su dolor. En ocasiones las iglesias no cuentan con el personal capacitado para ayudar a las personas que han caído en una adicción y muchas veces los líderes no saben cómo ministrar estas necesidades. Por lo que es necesario que se organicen grupos de apoyo, que ayuden a estas personas que sinceramente desean un cambio de vida, a caminar hacia la recuperación.

Los grupos pequeños son de suma importancia en el proceso de restauración y desarrollo de una vida espiritual saludable. Además de proveer el apoyo necesario a los miembros del grupo cuando sufren algún infortunio, como es el caso de la pérdida de un ser amado, un divorcio o cualquier adversidad humana.

La iglesia debe crear una cultura de familia, en donde nadie se sienta extraño, donde nadie se quede solo, donde el ideal de Dios logre materializarse. La iglesia es la familia de Dios y todos nosotros somos hermanos. Es el lugar perfecto para amar y ser amados, para apoyar y recibir apoyo, para llorar y reír juntos. Una iglesia debe ser un lugar donde las personas puedan obtener una encarnada manifestación del amor de Dios. La gente se siente sola y por eso muchas veces se involucra en estilos de vida pecaminosos, por lo que todos los miembros de la familia de Dios debemos propiciar un ambiente en donde las personas se sientan en casa y seguros.

En general puedo resumir lo aprendido en este libro de la siguiente manera: esta generación está perdida, tiene aversión hacia a Dios y la iglesia, no creen que el cristianismo tenga algo que ellos necesiten, son buscadores que desean experimentar de todo, algunos nacieron en hogares cristianos pero no fueron cuidados y hoy detestan a la iglesia cristiana, la mayoría de las personas ha sufrido algún trauma emocional, llevan mucho dolor por dentro, están hundidos en hábitos pecaminosos y adicciones, ha sido influidos por el pensamiento postmoderno, principalmente el nihilismo, el agnosticismo, el ateísmo, el hedonismo y el narcisismo.

Por lo que la iglesia debe facilitar a estas personas acercarse a Cristo, proveyendo un ambiente de confianza, sinceridad, autenticidad, tolerancia, respeto y amor. Debemos propiciar las condiciones para que los buscadores se puedan convertir en seguidores, siguiendo proceso que comienza con la incorporación a la vida de iglesia. Muchas personas antes de tomar una decisión primero se acercan para observar y si la experiencia les parece atractiva, se involucran y comprometen. Hemos tenido en la congregación personas que han estado asistiendo por varios meses sin tomar ningún compromiso, han estado viendo si la iglesia ofrece lo que

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ellos desean. Algunos han tomado una decisión por Cristo después de algún tiempo, a otros los hemos perdido por alguna cosa que al final no les gustó.

Es sumamente importante definir un proceso, que considere el trato a los buscadores, pero que también induzca un progreso y un crecimiento emocional y espiritual de las personas, que aunque les aceptamos tal como están, logremos que avancen al siguiente nivel de compromiso, superando sus malos hábitos y abandonando sus pecados antiguos. Ser una iglesia con una cultura de aceptación no significa ser una iglesia sin estándares éticos, morales y espirituales. Por el contrario la cultura de aceptación debe propiciar el crecimiento, la mejora en la calidad de vida un decidido acercamiento a Dios y a una vida honorable.

Por último, me parece valida la propuesta de Burke para enfocarnos en preparar a la siguiente generación de líderes que han de ministrar eficazmente a esta generación emergente. Una generación de líderes conectados con la realidad, que tengan una extraordinaria capacidad para contextualizar el eterno mensaje del Evangelio de Jesucristo.