lyotard condicion posmoderna 1984

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Colección Teorema Serie Mayor Jean-Francois Lyotard La condición postmoderna Informe sobre el saber Traducción de Mariano Antolín Rato NOVENA EDICIÓN UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MEXICO CAMPUS QUERETARO CENTRO DE INFORMACION CATEDRA TEOREMA

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Condicion Postmoderna

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  • Coleccin TeoremaSerie Mayor

    Jean-Francois Lyotard

    La condicin postmoderna

    Informe sobre el saber

    Traduccin de Mariano Antoln Rato

    NOVENA EDICIN

    UNIVERSIDAD DEL VALLE DE MEXICOCAMPUS QUERETARO

    CENTRO DE INFORMACION

    CATEDRATEOREMA

  • 1.' edicin, 19849.' edicin, 2006

    Diseo de cubierta: Diego LaraIlustracin de cubierta: Alberto Solsona

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    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegidopor la Ley, que establece penas de prisin y/o multas, adems de las

    correspondientes indemnizaciones por daos y perjuicios, paraquienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicarenpblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artsticao cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucinartstica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicadaa travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

    ditions de Minuit Ediciones Ctedra (Grupo Anaya, S. A.), 1984, 2006

    Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 MadridDepsito legal: M. 32.779-2006

    ISBN: 84-376-0466-4Prrnted rn Spain

    Impreso en Anzos, S. L.Fuenlabrada (Madrid)

    ndice

    Introduccin ........................................ 91. El campo: el saber en las sociedades informatizadas .. 132. El problema : la legitimacin ...................... 213. El mtodo: los juegos de lenguaje .................. 254. La naturaleza del lazo social : la alternativa moderna. . 295. La naturaleza del lazo social : la perspectiva postmo-

    derna ......................................... 356. Pragmtica del saber narrativo .................... 437. Pragmtica del saber cientfico .................... 518. La funcin narrativa y la legitimacin del saber ...... 579. Los relatos de la legitimacin del saber ............. 63

    10. La deslegitimacin .............................. 7311. La investigacin y su legitimacin por la performati-

    vidad ......................................... 7912. La enseanza y su legitimacin por la performati-

    vidad .........................................13. La ciencia postmoderna como investigacin de inesta-

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    bilidades ....................................... 9914. La legitimacin por la paraloga ................... 109

  • IntroduccinEste estudio tiene por objeto la condicin del saber en las so-

    ciedades ms desarrolladas. Se ha decidido llamar a esta condi-cin postmoderna. El trmino est en uso en el continenteamericano, en pluma de socilogos y crticos. Designa el estadode la cultura despus de las transformaciones que han afectado alas reglas de juego de la ciencia, de la literatura y de las artes apartir del siglo xIx. Aqu se situarn esas transformaciones conrelacin a la crisis de los relatos.

    En origen, la ciencia est en conflicto con los relatos. Medi-dos por sus propios criterios, la mayor parte de los relatos se re-velan fbulas. Pero, en tanto que la ciencia no se reduce a enun-ciar regularidades tiles y busca lo verdadero, debe legitimar susreglas de juego. Es entonces cuando mantiene sobre su propioestatuto un discurso de legitimacin, y se la llama filosofa.Cuando ese metadiscurso recurre explcitamente a tal o tal otrogran relato, como la dialctica del Espritu, la hermenutica delsentido, la emancipacin del sujeto razonante o trabajador, sedecide llamar moderna a la ciencia que se refiere a ellos paralegitimarse. As, por ejemplo, la regla del consenso entre el des-tinador y el destinatario de un enunciado con valor de verdadser considerada aceptable si se inscribe en la perspectiva de unaunanimidad posible de los espritus razonantes: ese era el relatode las Luces, donde el hroe del saber trabaja para un buen finpico-poltico, la paz universal. En este caso se ve que, al legiti-mar el saber por medio de un metarrelato que implica una filo-sofa de la historia, se est cuestionando la validez de las institu-ciones que rigen el lazo social: tambin ellas exigen ser legi-

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  • timadas. De ese modo, la justicia se encuentra referida al granrelato, al mismo ttulo que la verdad.

    Simplificando al mximo , se tiene por postmoderna la in-credulidad con respecto a los metarrelatos. sta es , sin duda, unefecto del progreso de las ciencias ; pero ese progreso , a su vez, lapresupone. Al desuso del dispositivo metanarrativo de legitima-cin corresponde especialmente la crisis de la filosofa metafisi-ca, y la de la institucin universitaria que dependa de ella. Lafuncin narrativa pierde sus functores , el gran hroe, los grandespeligros, los grandes periplos y el gran propsito

    . Se dispersa ennubes de elementos lingsticos narrativos , etc., cada uno deellos vehiculando consigo valencias pragmticas su generis.Cada uno de nosotros vive en la encrucijada de muchas de ellas.No formamos combinaciones lingsticas necesariamente esta-bles, y las propiedades de las que formamos no son necesaria-mente comunicables.

    As, la sociedad que viene parte menos de una antropologanewtoniana (como el estructuralismo o la teora de sistemas) yms de una pragmtica de las partculas lingsticas. Hay mu-chos juegos de lenguaje diferentes , es la heterogeneidad de loselementos . Slo dan lugar a una institucin por capas , es el de-terminismo local.

    Los decididores intentan , sin embargo, adecuar esas nubes desociabilidad a matrices de imput/output, segn una lgica queimplica la conmensurabilidad de los elementos y la determinabi-lidad del todo . Nuestra vida se encuentra volcada por ellos haciael incremento del poder . Su legitimacin , tanto en materia dejusticia social como de verdad cientfica , sera optimizar las ac-tuaciones del sistema , la eficacia. La aplicacin de ese criterio atodos nuestros juegos no se produce sin cierto terror, blando oduro: Sed operativos , es decir , conmensurables , o desapareced.

    Esta lgica del ms eficaz es, sin duda, inconsistente a mu-chas consideraciones , especialmente a la de contradiccin en elcampo socio-econmico: quiere a la vez menos trabajo (paraabaratar los costes de produccin ), y ms trabajo (para aliviar lacarga social de la poblacin inactiva). Pero la incredulidad es tal,que no se espera de esas inconsistencias una salida salvadora,como haca Marx.

    La condicin postmoderna es, sin embargo, tan extraa aldesencanto , como a la positividad ciega de la deslegitimacin.Dnde puede residir la legitimacin despus de los metarrela-

    tos? El criterio de operatividad es tecnolgico, no es pertinentepara juzgar lo verdadero y lo justo. El consenso obtenido pordiscusin, como piensa Habermas? Violenta la heterogeneidadde los juegos de lenguaje. Y la invencin siempre se hace en eldisentimiento. El saber postmoderno no es solamente el instru-mento de los poderes. Hace ms til nuestra sensibilidad ante lasdiferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo incon-mensurable. No encuentra su razn en la homologa de los ex-pertos, sino en la paraloga de los inventores.

    La cuestin abierta es sta: es practicable una legitimacindel lazo social, una sociedad justa, segn una paradoja an-loga a la de la actividad cientfica? En qu consistira?

    El texto que sigue es un escrito de circunstancias. Se trata deun informe sobre el saber en las sociedades ms desarrolladasque ha sido propuesto al Conseil des Universits del gobierno deQuebec, a demanda de su presidente. Este ltimo ha autorizadoamablemente su publicacin en Francia: gracias le sean dadas.

    Queda aadir que el informador es un filsofo, no un exper-to. ste sabe lo que sabe y lo que no sabe, aqul no. Uno con-cluye, el otro interroga, ah estn dos juegos de lenguaje. Aqu seencuentran entremezclados, de modo que ni el uno ni el otrollevan a buen trmino.

    El filsofo, por lo menos, puede consolarse dicindose que elanlisis formal y pragmtico de ciertos discursos de legitima-cin, filosficos y tico-polticos, que subtiende la Relacin,ver el da despus de l: lo habr introducido, mediante un ro-deo un tanto sociologizante, que lo acorta pero que lo sita.

    Tal y como est lo dedicamos al Instituto politcnico de filo-sola de la Universidad de Pars VIII (Vincennes), en el momen-to muy postmoderno en que esta universidad se expone a desa-parecer y ese instituto a nacer.

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  • 1El campo:

    El saber en las sociedadesinformatizadas

    Nuestra hiptesis es que el saber cambia de estatuto al mis-mo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postin-dustrial y las culturas en la edad llamada postmodernal. Estepaso ha comenzado cuando menos desde fines de los aos 50,que para Europa sealan el fin de su reconstruccin. Es ms omenos rpido segn los pases, y en los pases segn los sectoresde actividad: de ah una discrona general que no permite fcil-mente la visin, de conjunto2. Una parte de las descripcionesno puede dejar de ser conjetural. Y se sabe que es imprudenteotorgar un crdito excesivo a la futurologa3.

    Ms que de trazar un cuadro que no puede ser completo, separtir de una caracterstica que determina inmediatamente

    1 A. Touraine, La socit postindustrielle , Pars , Denol , 1969 (trad. esp., Lasociedad postindustrial, Ariel, Barcelona, 1973); D. Bell, The Coming of Post-Industrial Society, Nueva York, 1973; lhab Hassan, The Dismemberment ofOrpheus: Toward a Post Modern Literature, Nueva York, Oxford U. P., 1971;M. Benamou & Ch. Caramello Eds., Performance in Postmodern Culture, Wis-consin , Center for XXth Century Studies & Coda Press, 1977; M . Kohler, Pos-modemismus: ein begriffgeschichtlicher Ueberblick, Amerikastudien, 22, 1,1977.

    2 Una expresin literaria ya clsica de esto la da M. Butor , Mobile. Etudepour une reprsentation des Estats- Unis , Pars, Gallimard, 1962.

    3 Jif Fowles Ed., Handbook of Futures Research, Westport, Conn., Green-wood Press, 1978.

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  • nuestro objeto. El saber cientfico es una clase de discurso. Puesse puede decir que desde hace cuarenta aos las ciencias y lastcnicas llamadas de punta se apoyan en el lenguaje: la fonolo-ga y las teoras Iingusticas4, los problemas de la comunicaciny la cibernticas, las lgebras modernas y la informtica6, los or-denadores y sus lenguajes7, los problemas de traduccin de loslenguajes y la bsqueda de compatibilidades entre lenguajes-mquinas8, los problemas de la memorizacin y los bancos dedatos9, la telemtica y la puesta a punto de terminales inteli-gentes 10, la paradojologa 11: he ah testimonios evidentes, y lalista no es exhaustiva.

    La incidencia de esas transformaciones tecnolgicas sobre elsaber parece que debe de ser considerable. El saber se encuentrao se encontrar afectado en dos principales funciones: la investi-gacin y la transmisin de conocimientos. Para la primera, unejemplo accesible al profano nos lo proporciona la gentica, quedebe su paradigma terico a la ciberntica. Hay otros cientos.Para la segunda, se sabe que al normalizar, miniaturizar y co-mercializar los aparatos, se modifican ya hoy en da las opera-

    4 N. S. Trubetzkoy, Grundzge der Phonologie, Praga, T.C.L.P., VII, 1939.(Trad. esp., Principios de fonologa, Madrid, Cincel,' 976.)5 N. Wiener, Cybernetics and Society. The Human Use oj Human Beings,

    Boston , Hougton Mifflin, 1949; W. R. Ashby, An Introduction to Cybernetics,Londres, Chapman and Hall, 1956.

    6 Vase la obra de Johannes von Neumann (1903-1957).7 S. Bellert, La formalisation des systmes cyberntiques, en Le concept

    d'information dans la science contemporaine, Pars, Minuit, 1965.8 G. Mounin, Les problmes thoriques de la traduction, Pars, Gallimard,1963 (trad. esp., Problemas tericos de la traduccin, Madrid, Gredos, 1977). Se

    fecha en 1965 la revolucin de los ordenadores con la nueva generacin decomputadores 360 IBM; R. Moch, Le tournant informatique, Documenis con-tributiJs, anexo IV, L'informatisation de la socit, Pars, La Documentationfrangaise, 1978; R. M. Ashby, La seconde gnration de la micro-lectronique,La Recherche, 2, junio 1970, pgs . 127 y ss.

    9 C. L. Gaudfernan & A. Thaib,,Glossaire, en P. Nora & A. Minc, L'infor-matisation de la socit, Paris, La Documentation frangaise, 1978 (trad. esp., Lainformatizacin de la sociedad, Madrid, F.C.E., 1980); R. Beca , Les banques dedonnes, Nouvelle informatique et nouvelle croissance, anexo 1, L'informatisa-tion..., loc. cit.

    10 L. Joyeux, Les applications avances de l'informatique, bocuments con-tributifs, loc. cit. Los terminales domsticos (Integrated Video Terminals) serncomercializados antes de 1984, al precio de unos 1.400 dlares U.S., segn un in-forme del International Resource Development, The Home Terminal, Conn.,I.R.D. Press, 1979.

    11 Watzlawick, J. Helmick-Beavin, D. Jackson, Pragmatics of Human Com-munication

    . A Study of Interactional Patterns, Pathologies, and Paradoxes, Nue-va York, Northorn, 1967.

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    ciones de adquisicin, clasificacin, posibilidad de disposicin yde explotacin de los conocimientos 12. Es razonable pensar quela multiplicacin de las mquinas de informacin afecta y afec-tar a la circulacin de los conocimientos tanto como lo ha he-cho el desarrollo de los medios de circulacin de hombres pri-mero (transporte), de sonidos e imgenes despus (media) 13.

    En esta transformacin general, la naturaleza del saber noqueda intacta. No puede pasar por los nuevos canales, y conver-tirse en operativa, a no ser que el conocimiento pueda' ser tra-ducido en cantidades de informacin 14. Se puede, pues, estable-cer la previsin de que todo lo que en el saber constituido no estraducible de ese modo ser dejado de lado, y que la orientacinde las nuevas investigaciones se subordinar a la condicin detraducibilidad de los eventuales resultados a un lenguaje de m-quina. Los productores del saber, lo mismo que sus utilizado-res, deben y debern poseer los medios de traducir a esos lengua-jes lo que buscan, los unos al inventar, los otros al aprender. Sinembargo, las investigaciones referidas a esas mquinas intrpre-

    12 J. M. Treille, del Grupo de anlisis y de prospectiva de los sistemas econ-micos y tecnolgicos (G.A.P.S.E.T.), declara: No se habla bastante de las nuevasposibilidades de diseminacin de la memoria, en particular gracias a los semicon-ductores y a los lsers (...) Cada uno podr muy pronto almacenar a bajo preciola informacin donde quiera, y disponer de un aumento de la capacidad de trata-miento autnomo (La semaine media, 16, 15 de febrero de 1979). Segn unaencuesta de la National Scientific Foundation, ms de un alumno de high schoolde cada dos utiliza corrientemente los servicios de un ordenador: las instalacionesescolares poseern todas ellas uno desde comienzos de los aos 80 (La semainemedia, 13, 25 de enero de 1979).

    13 L. Brunel, Des machines et des hommes, Montreal, Quebec Science, 1978;J. L. Missika & D. Wolton, Les rseaux pensants, Pars, Librairie technique etdoc, 1978. El uso de la videoconferencia entre Quebec y Francia va camino deconvertirse en una costumbre: en noviembre y diciembre de 1978 ha tenido lugarel cuarto ciclo de videoconferencias en directo (a travs del satlite Symphonie) en-tre Quebec y Montreal por una parte, y Pars (Universidad Pars Norte y CentroBeaubourg) por otra (La semaine media, 5, 30 de noviembre de 1978). Otroejemplo, el periodismo electrnico. Las tres grandes cadenas norteamericanasA.B.C., N.B.C. y C.B.S. han multiplicado tanto sus estudios de produccin portodo el mundo que casi todos los acontecimientos que se producen pueden ahoraser tratados electrnicamente y transmitidos a los Estados Unidos por satlite.Slo la redaccin de Mosc contina trabajando con pelcula, que manda aFrankfurt para su difusin va satlite. Londres se ha convertido en el gran pac-king point (La semaine media, 20, 15 de marzo de 1979).

    14 La unidad de informacin es el bit. Para sus definiciones, ver Gaudfernan& Thaib, Glossaire, loc. cit. Discusin en R. Thom, Un prote de la smanti-que: l'information (1973), en Modles mathmatiques de la morphogense, Pa-ris, 10/18, 1974. La transcripcin de mensajes a un cdigo digital permite espe-cialmente eliminar las ambivalencias ; ver Watzlawick et al, op . cit., 98.

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  • tes ya estn avanzadas". Con la hegemona de la informtica, seimpone una cierta lgica, y, por tanto, un conjunto de prescrip-ciones que se refieran a los enunciados aceptados como de sa-ben>.

    Se puede, por consiguiente, esperar una potente exterioriza-cin del saber con respecto al sabiente, en cualquier punto enque ste se encuentre en el proceso de conocimiento. El antiguoprincipio de que la adquisicin del saber es indisociable de laformacin (Bildung) del espritu, e incluso de la persona, cae ycaer todava ms en desuso. Esa relacin de los proveedores yde los usuarios del conocimiento con el saber tiende y tendercada vez ms a revestir la forma que los productores y los consu-midores de mercancas mantienen con estas ltimas, es decir, laforma valor. El saber es y ser producido para ser vendido, y es yser consumido para ser valorado en una nueva produccin: enlos dos casos, para ser cambiado. Deja de ser en s mismo supropio fin, pierde su valor de uso 16.

    Se sabe que el saber se ha convertido en los ltimos deceniosen la principal fuerza de produccin 17, lo que ya ha modificadonotablemente la composicin de las poblaciones activas de los

    15 Las firmas Craig y Lexicon anuncian el lanzamiento al mercado de traduc-tores de bolsillo: cuatro mdulos en idiomas diferentes aceptados simultneamen-te, cada uno con 1.500 palabras, con memoria. La Weidner Communication Sys-tems Inc. produce un Multilingual Word Processing que permite alcanzar la ca-pacidad de un traductor medio de 600 a 2.400 palabras a la hora. Comporta unatriple memoria: diccionario bilinge, diccionario de sinnimos, ndice gramatical(La semaine media, 6, 6 de diciembre de 1978).

    16 J. Habermas, Erkenntnis und Interesse, Frankfurt, 1968.17 La base (Grundpfeiler) de la produccin y de la riqueza (...) se convierte

    en la inteligencia y la dominacin de la naturaleza en la existencia del hombre entanto que cuerpo social, de modo que el saber social general, el knowledge, seconvierte en fuerza de produccin inmediata, escribe Marx en los Grundisse derKritik der politischen Oekonomie (1857-1858 ), Berln, Dietz Verlag, 1953, pgi-na 594, de la traduccin francesa de Dangeville, Fondements de L'conomie politi-que, Pars, Anthropos, 1968, hay una versin en castellano: Fundamentos de lacrtica de la economa poltica, La Habana, Instituto del Libro, 1970. No obstan-te, Marx concede que no es en la forma del saber, sino como rgano inmediatode la praxis social, el modo en que el conocimiento se convierte en fuerza; es de-cir, como mquinas: stas son rdenes del cerebro humano forjados por la manodel hombre, fuerza de saber objetivada. Ver P. Mattick, Marx and Keynes, TheLimits of the Mixed Economy, Boston, Sargent , 1969. Discusin en J. F. Lyotard,La place de I'alination dans le retoumement marxiste (1969), en Drive par-tir de Marx et Freud, Pars, 10/18, 1973. Hay edicin castellana , A partir deMarx y Freud, Madrid, Fundamentos, 1975.

    pases ms desarrollados I, y que es lo que constituye el princi-pal embudo para los pases en vas de desarrollo. En la edadpostindustrial y postmoderna, la ciencia conservar y, sin duda,reforzar ms an su importancia en la batera de las capacida-des productivas de los Estados-naciones. Esta situacin es unade las razones que lleva a pensar que la separacin con- respectoa los pases en vas de desarrollo no dejar de aumentar en elporvenir19.

    Pero este aspecto no debe hacer olvidar el otro, que es com-plementario. En su forma de mercanca informacional indispen-sable para la potencia productiva, el saber ya es, y lo ser anms, un envite mayor, quiz el ms importante, en la competi-cin mundial por el poder. Igual que los Estados-naciones sehan peleado para dominar territorios, despus para dominar ladisposicin y explotacin de materias primas y de mano de obrabarata, es pensable que se peleen en el porvenir para dominarlas informaciones. As se abre un nuevo campo para las estrate-gias industriales y comerciales y para las estrategias militares ypolticas20.

    Con todo, la perspectiva as aislada no es tan simple como seacaba de expresar. Pues la mercantilizacin del saber no podrdejar intacto el privilegio que los Estados-naciones modernosdetentaban y detentan an en lo que concierne a la producciny difusin de conocimientos. La idea de que stos parten de esecerebro o de esa mente de la sociedad que es el Estado se

    18 La composicin de la categora trabajadores (labor force) en los EstadosUnidos se ha modificado como sigue en veinte aos (1950-1971):

    1950 1971

    Obreros industriales de servicios o agrcolas ............ 62,5% 51,4%Profesionales liberales y tcnicos ...................... 7,5% 14,2%Empleados ........................................ 30 % 34 %

    (Statistical Abstracts, 1971)19 En razn de la duracin del tiempo de fabricacin de un tcnico supe-

    rior o de un cientfico medio con respecto al tiempo de extraccin de las mate-rias primas y de la transferencia del capital moneda. A fines de los aos 60, Mat-tick evaluaba la tasa de inversiones netas en los pases subdesarrollados del 3 al 5por 100 del P.N. B.; en los pises desarrollados, del 10 al 15 por 100 (op. cit.).

    20 Nora & Minc, op. cit., en especial la primera parte: Los desafios;Y. Stourdz, Les Etats-Unis la guerre et des communications, Le Monde, 13-15de diciembre de 1978. Valor del mercado mundial de los aparatos de telecomuni-cacin en 1979 : 30 mil millones de dlares; se estima que en diez aos llegar alos 68 mil millones (La semaine media, 19, 8 de marzo de 1979).

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  • volver ms y ms caduca a medida que se vaya reforzando elprincipio inverso segn el cual la sociedad no existe y no progre-sa ms que si los mensajes que circulan son ricos en informacio-nes y fciles de descodificar. El Estado empezar a aparecercomo un factor de opacidad y de ruido para una ideologa dela transparencia comunicacional, la cual va a la par con la co-mercializacin de los saberes. Es desde este ngulo desde el quese corre el riesgo de plantear con una nueva intensidad el pro-blema de las relaciones entre las exigencias econmicas y lasexigencias estatales.

    Ya en los decenios precedentes, las primeras han podido po-ner en peligro la estabilidad de las segundas gracias a formasnuevas de circulacin de capitales, a las que se ha dado el nom-bre genrico de empresas multinacionales. Estas formas impli-can que las decisiones relativas a la inversin escapan, al menosen parte, al control de los Estados-naciones21. Con la tecnologainformacional y telemtica, esta cuestin amenaza con conver-tirse en ms espinosa an. Admitamos, por ejemplo, que unafirma como IBM sea autorizada a ocupar una banda del campoorbital de la Tierra para colocar en ella satlites de comunica-ciones y/o de banco de datos. Quin tendr acceso a ellos?Quin definir los canales o los datos prohibidos? Ser el Esta-do? O bien ste ser un usuario entre otros? Se plantean as nue-vos problemas de derecho y a travs de ellos la cuestin: quinsabr?

    La transformacin de la naturaleza del saber puede, por tan-to, tener sobre los poderes pblicos establecidos un efecto de re-ciprocidad tal que los obligue a reconsiderar sus relaciones dehecho y de derecho con respecto a las grandes empresas y msen general con la sociedad civil. La reapertura del mercadomundial, la reanudacin de una competencia econmica muyviva, la desaparicin de la hegemona exclusiva del capitalismoamericano, el declive de la alternativa socialista, la apertura pro-bable del mercado chino al comercio, y bastantes otros factores,ya han venido, en los ltimos aos de los 70, a preparara los Estadospara una seria revisin del papel que haban adquirido la cos-tumbre de interpretar a partir de los aos 30, y que era de pro-

    21 F. de Combret, Le redploiement industrie), Le Monde, abril de 1978;H. Lepage, Demain le capitalisme, Pars, 1978 (trad, esp. en Alianza, 1979);Alain Cotta, La France et l'impratif mondial, Pars, P.U.F., 1978.

    teccin y de conduccin, e incluso de planificacin de las inver-siones22. En ese contexto, las nuevas tecnologas, dado que ha-cen que los datos tiles para las decisiones (y por tanto, los me-dios del control) sean todava ms mviles y sujetos a la pirate-ra, no vienen sino a agravar la urgencia de ese reexamen.

    En lugar de ser difundidos en virtud de su valor formativoo de su importancia poltica (administrativa, diplomtica, mili-tar), puede imaginarse que los conocimientos sean puestos encirculacin segn las mismas redes que la moneda, y que la se-paracin pertinente a ellos deje de ser saber/ignorancia paraconvertirse, como para la moneda en conocimientos de pago/conocimientos de inversin, es decir: conocimientos intercam-biados en el marco del mantenimiento de la vida cotidiana (re-constitucin de la fuerza de trabajo, supervivencia), versuscrditos de conocimientos con vistas a optimizar las actuacionesde un programa.

    En ese caso, ste tendra la transparencia del liberalismo. Loque no impide que en los flujos de dinero, unos sirvan para deci-dir mientras que los otros slo sirvan para adquirir. Se imaginanparalelamente flujos de conocimientos que pasan por los mis-mos canales y de la misma naturaleza, pero de los que unos es-taran reservados a los decididores, mientras que los otros ser-viran para pagar la deuda perpetua de cada uno con respecto allazo social.

    22 Se trata de debilitar a la administracin, de llegar al Estado mnimo.Es el declive del Welfare State, concomitante a la crisis iniciada en 1974.

    18 19

  • 2El problema: La legitimacin

    Tal es, pues, la hiptesis de trabajo que determina el campoen el que pretendemos plantear la cuestin del estatuto del sa-ber. Este planteamiento, pariente de aquel llamado informati-zacin de la sociedad, aunque propuesto con un espritu total-mente distinto, no tiene la pretensin de ser original, ni siquierade ser verdadero. Lo que se le exige a una hiptesis de trabajo esuna gran capacidad discriminadora. El planteamiento de la in-formacin de las sociedades ms desarrolladas permite sacar aplena luz, incluso arriesgndose a exagerarlos excesivamente,ciertos aspectos de la transformacin del saber y sus efectos so-bre los poderes pblicos y sobre las instituciones civiles, efectosque resultaran poco perceptibles desde otras perspectivas. No espreciso, por tanto, concederle un valor provisional con respectoa la realidad, sino estratgico con respecto a la cuestin plan-teada.

    Con todo, su credibilidad es considerable, y en ese sentido laeleccin de esta hiptesis no es arbitraria. Su descripcin ya hasido ampliamente elaborada por los expertos23, y dirige ya cier-tas decisiones de la administracin pblica y de las empresasms directamente implicadas, como las que controlan las teleco-municaciones. Ya forma parte del orden de las realidades obser-vables. En fin, si al menos se excluye el caso de un estancamien-to o de una recesin general debida, por ejemplo, a una ausencia

    23 La nouvelle informatique el ses utilisateurs, anexo III, L'informatisation,etc., loc. cit.

    21

  • persistente de solucin al problema mundial de la energa, eseplanteamiento tiene bastantes oportunidades de imponerse: puesno se ve qu otra orientacin podran seguir las tecnologas con-temporneas que pueda ofrecerse como alternativa a la informa-tizacin de la sociedad.

    Y lo mismo decir que la hiptesis es banal. Pues lo es sloen la medida en que no pone en tela de juicio el paradigma ge-neral del progreso de las ciencias y de las tcnicas, al cual pare-cen servir de eco totalmente natural el crecimiento econmico yel desarrollo del poder sociopoltico. Se admite como evidenteque el saber cientfico y tcnico se acumula, todo lo ms que sediscute es la forma de esta acumulacin; unos la imaginan regu-lar, continua y unnime, otros peridica, discontinua y conflicti-va24.

    Esas evidencias son engaosas. En principio, el saber cientfi-co no es todo el saber, siempre ha estado en excedencia, en com-petencia, en conflicto con otro tipo de saber, que para simplifi-car llamaremos narrativo y que ser caracterizado ms adelante.Lo que no quiere decir que ste pueda imponerse, aunque sumodelo est ligado a ideas de equilibrio interior y de conviviali-dad25, en comparacin con las cuales el saber cientfico contem-porneo queda descolorido, sobre todo si debe someterse a unaexteriorizacin con relacin al sabiente y una alienacin ensus usuarios todava ms fuerte que ayer. La desmoralizacin delos investigadores y de los enseantes que resulta es tan pocodespreciable que ha estallado como se sabe entre los que se des-tinaban a ejercer esas profesiones, los estudiantes, durante losaos 60, en todas las sociedades ms desarrolladas, y ha podidofrenar sensiblemente durante ese periodo el rendimiento de loslaboratorios y de las universidades que no haban sido preserva-das de su contaminacin26. No se trata, ni se trataba, de esperar

    24 B. P. Lcuyer, Bilan et perspectives de la sociologie des sciences dans lespays occidentaux, Archives de sociologie, XIX (1978) (bibliog.), pgs. 257-336.Buena informacin sobre las corrientes anglosajonas: hegemona de la escuela deMerton hasta principios de los aos 70, dispersin actual, especialmente bajo elinflujo de Kuhn; poca informacin sobre la sociologa alemana de la ciencia.

    25 El trmino ha sido acreditado por Ivan Illich, Tools.for Conviviality, NuevaYork, Harper & Row, 1973. (Trad. esp., La convivencialidad, Barcelona, Barra,1975).

    26 Sobre esta desmoralizacin, ver A. Jaubert y J. M. Lvy-Leblond Eds.(Auto)critique de la science, Paris, Seuil, 1973, parte 1.

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    una revolucin, tanto si se la desea como si se la teme, como fuefrecuentemente el caso; el curso de las cosas de la civilizacinpostindustrial no ser cambiando de un da para otro. Pero esimposible no tomar en consideracin este componente mayor, laduda de los cientficos, cuando se trata de valorar el estatutopresente y futuro del saber cientfico.

    Tanto ms, cuanto que en segundo lugar interfiere con elproblema esencial, que es el de la legitimacin. Tomamos aqula palabra en un sentido ms amplio que el que se le confiere enla discusin de la cuestin de la autoridad por parte de los teri-cos alemanes contemporneos27. Sea una ley civil: se dicta: talcategora de ciudadanos debe realizar tal tipo de accin. La legi-timacin es el proceso por el cual un legislador se encuentra au-torizado a promulgar esa ley como una norma. Sea un enuncia-do cientfico; est sometido a la regla: un enunciado debe pre-sentar tal conjunto de condiciones para ser aceptado como cien-tfico. Aqu, la legitimacin es el proceso por el cual un legisla-don> que se ocupa del discurso cientfico est autorizado a pres-cribir las condiciones convenidas (en general, condiciones deconsistencia interna y de verificacin experimental) para que unenunciado forme parte de ese discurso, y pueda ser tenido encuenta por la comunidad cientfica.

    La comparacin puede parecer forzada. Se ver que no lo es.Desde Platn la cuestin de la legitimacin de la ciencia se en-cuentra indisolublemente relacionada con la de la legitimacindel legislador. Desde esta perspectiva, el derecho a decidir lo quees verdadero no es independiente del derecho a decidir lo que esjusto, incluso si los enunciados sometidos respectivamente a unau otra autoridad son de naturaleza diferente. Hay un hermana-miento entre el tipo de lenguaje que se llama ciencia y ese otroque se llama tica y poltica: uno y otro proceden de una mismaperspectiva o si se prefiere de una misma eleccin, y sta sellama Occidente.

    Examinando el actual estatuto del saber cientfico, se consta-ta que incluso cuando este ltimo pareca ms subordinado quenunca a las potencias, y con las nuevas tecnologas se expone aconvertirse en uno de los principales elementos de sus conflic-tos, la cuestin de la doble legitimacin, lejos de difuminarse, no

    27 J. Habermas, Legitimationsprobleme im Sptkapitalismus, Frankfurt,Suhrkamp, 1973.

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  • puede dejar de plantearse con mayor intensidad. Pues se planteaen su forma ms completa, la de la reversin, que hace aparecerque saber y poder son las dos caras de una misma cuestin:quin decide lo que es saber, y quin sabe lo que conviene deci-dir? La cuestin del saber en la edad de la informtica es msque nunca la cuestin del gobierno.

    UNIVERSIDAD DEL VALLE, DE @EJCOCAMPUS QUERETARO

    CENTRO DE INEORMACIDN

    3El mtodo:

    Los juegos de lenguaje

    Ya se habr apreciado por lo que procede que, al analizar eseproblema en el marco que hemos determinado , hemos preferidoun procedimiento : el de poner el acento sobre los actos de habla,y dentro de esos actos, sobre su aspecto pragmtico28 . Con obje-to de facilitar la continuacin de la lectura , es til realizar un re-sumen , incluso sumario , de lo que entendemos por ese trmino.

    Un enunciado denotativo29 como: La universidad est enfer-ma, pronunciado en el marco de una conversacin o de una en-trevista sita a su destinador (el que lo enuncia), a su destinata-rio (el que lo recibe) y a su referente (aquello de lo que el enun-

    28 En la lnea de la semitica de Ch. A. Pierce, la distincin de los dominiossintcticos, semnticos y pragmticos la hace Ch. W. Morris, Foundations of theTheory of Signs, en O. Neurath, R. Carnap & Ch. Morris Eds., InternationalEncyclopedie or Unified Science, 1, 2 (1938 ), pgs. 77-137. Nosotros nos referi-mos con ese trmino sobre todo a L. Wittgenstein, Philosophical lnvestigations,1945; J. L. Austin, How Do Things with Words, Oxford, 1962; (hay trad. esp., enPaidos Ibrica, 1982); J. L. Searle, Speech Acts, Cambridge U. P., 1969; (trad. esp.,Actos de habla, Madrid, Ctedra, 1980); J. Habermas, Unbereitende Bemerkun-gen zu einer Theorie der kommunikativen Kompetens, en Habermas & Luh-mann, Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechonologie, Stuttgart, Suhrkamp,1971; O. Ducrot, Dire et ne pas dire, Pars, Hermann, 1972; (hay trad. esp., enAnagrama, 1982); J. Poulain, Vers une pragmatique nuclaire de la communi-cation, maquinascrito, Universidad de Montreal, 1977. Ver tambin, Watzla-wick, et al., op. cit.

    29 Denotacin corresponde aqu a descripcin en el uso clsico de los lgicos.Quine reemplaza denotacin por true of(verdad de). Ver W. V. Quine, Word andObject, Cambridge de Mass., MIT Press, 1960; trad. esp., Palabra y objeto, Barce-lona, Labor, 1968. Austin, op. cit, 39, prefiere constatativo a descriptivo.

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  • ciado trata) de una manera especfica: el destinador queda situa-do y expuesto por este enunciado en la posicin de sabiente(sabe lo que pasa en la universidad), el destinatario queda en po-sicin de tener que dar o negar su asentimiento, y el referentetambin queda comprendido en una de las maneras propias delos donativos, como algo que exige ser correctamente identifica-do y expresado en el enunciado al que se refiere.

    Si se considera una declaracin como: La universidad quedaabierta, pronunciada por un decano o un rector durante la aper-tura de curso anual , se ve que las especificaciones precedentesdesaparecen. Es preciso, evidentemente, que la significacin delenunciado se comprenda, pero sa es una condicin general dela comunicacin que no permite distinguir los enunciados o susefectos inmediatos. El segundo enunciado, llamado performati-vo30, tiene la particularidad de que su efecto sobre el referentecoincide con su enunciacin: la universidad queda abierta pues-to que se la declara tal en esas condiciones. No es, pues, tema dediscusin ni de verificacin para el destinatario, que se encuen-tra inmediatamente situado en el nuevo contexto as creado. Encuanto al destinador, debe estar dotado de la autoridad de pro-nunciarlo; pero se puede describir esta condicin al revs: es de-cano o rector, es decir, alguien dotado de autoridad para pro-nunciar ese tipo de enunciados, de modo que, al pronunciarlos,obtiene el efecto inmediato que hemos dicho, tanto sobre su re-ferente, la Universidad, como sobre su destinatario, el cuerpo deprofesores.

    Un caso diferente es el de los enunciados del tipo: Hay queproporcionar medios a la universidad, que son prescriptivos.Pueden ser modulados en rdenes, mandamientos, instruccio-nes, recomendaciones, peticiones, splicas, ruegos, etc. Se veque el destinador est aqu situado en posicin de autoridad, enel amplio sentido del trmino (incluyendo la autoridad que de-tenta el pecador sobre un dios que se declara misericordioso), esdecir, que espera del destinatario la efectividad de la accin refe-

    30 En teora del lenguaje , performativo ha adquirido despus de Austin unsentido preciso (op. cit., 39 y passim). Se lo encontrar ms adelante asociado alos trminos performance (actuacin ) y performatividad (de un sistema , especial-mente) en el sentido que se ha hecho corriente de eficiencia mesurable en relacio-nes input/output . Los dos sentidos no son extraos el uno al otro . El performativode Austin realiza la actuacin (performance) ptima.

    rida. Estas dos ltimas situaciones, a su vez, experimentan, en lapragmtica prescriptiva, efectos concomitantes31.

    Diferente es la eficacia de una interrogacin, de una prome-sa, de una descripcin literaria, de una narracin, etc. Resumi-mos. Cuando Wittgenstein, retomando desde cero el estudio dellenguaje, centra su atencin en los efectos de los discursos, nom-bra los diferentes tipos de enunciados que localiza, y por tanto,enumera algunos de los juegos de lenguaje32. Significa con esteltimo trmino que cada una de esas diversas categoras deenunciados debe poder ser determinada por reglas que especifi-quen sus propiedades y el uso que de ellas se pueda hacer, exac-tamente como el juego de ajedrez se define por un grupo de re-glas que determinan las propiedades de las piezas y el modo ade-cuado de moverlas.

    Tres observaciones deben hacerse a propsito de los juegosde lenguaje. La primera es que sus reglas no tienen su legitima-cin en ellas mismas, sino que forman parte de un contrato ex-plcito o no entre los jugadores (lo que no quiere decir que stoslas inventen). La segunda es que a falta de reglas no hay juego33,que una modificacin incluso mnima de una regla modifica lanaturaleza del juego, y que una jugada o un enunciado que nosatisfaga las reglas no pertenece al juego definido por stas. Latercera observacin acaba de ser sugerida: todo enunciado debeser considerado como una jugada hecha en un juego.

    Esta ltima observacin lleva a admitir un primer principioque subtiende todo nuestro mtodo: que hablar es combatir, enel sentido de jugar, y que los actos de lenguaje34 se derivan deuna agonstica general35. Eso no significa necesariamente que se

    31 Un anlisis reciente de esas categoras lo hace Habermas, UnbereitendeBemerkungen..., y los discute J. Pulain, art. cit.

    32 Investigations philosophiques, loc. cit., pg. 23.33 J. von Neumann & O. Morgenstem, Theory qf Games and Economic Be-

    havior, Princenton U. P., 1944; 3.a ed., 1945, pg. 49: El juego consiste en el con-junto de reglas que lo describen. Frmula extraa al espritu de Wittgenstein,para el cual el concepto de juego no podra ser abarcado por una definicin,puesto que sta es ya un juego de lenguaje (op. cit., pgs. 64-84 en especial).

    34 El trmino es de J. H. Searle: Los actos de habla son las unidades mni-mas de base de la comunicacin lingstica (op. cit., pg. 52). Nosotros las situa-mos bajo la gida del agon (la lucha) ms que de la comunicacin.

    35 La agonstica est en el principio de la ontologa de Herclito y de la dia-lctica de los sofistas, sin hablar de los primeros trgicos. Aristteles le dedica una

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  • juegue para ganar. Se puede hacer una jugada por el placer deinventarla: qu otra cosa existe en el trabajo de hostigamientode la lengua que llevan a cabo el habla popular o la literatura?La invencin continua de giros, de palabras y de sentidos que,en el plano del habla, es lo que hace evolucionar la lengua, pro-cura grandes alegras. Pero, sin duda, hasta ese placer no es inde-pendiente de un sentimiento de triunfo, conseguido al menos so-bre un adversario, pero de talla, la lengua establecida, la conno-tacin 36.

    Esta idea de una agonstica del lenguaje no debe ocultar elsegundo principio que es complemento suyo y que rige nuestroanlisis: que el lazo social est hecho de jugadas de lengua-je. Elucidando esta proposicin, entramos de lleno en el tema.

    gran parte de su reflexin sobre la dialctica en Tpicos y refutaciones filosficas.Ver F. Nietzsche, El combate en Homero, en Cinq prfaces cinq livres quin'ont pas t crits (1872), Ecrits posthumes, 1870-1873, trad . francesa en Galli-mard, Pars, 1975, pgs. 192-200.

    36 En el sentido establecido por L. Hjelmslev, Prolegomena to a Theory ofLanguage, trad. inglesa en Wisconsin University Press, Whitfield, Madison,1963; trad. esp., Prolegmenos a una teora del lenguaje, Madrid, Gredos; yretomado por R. Barthes, Elments de smiologie (1964), Pars, Seuil, 1966, IV. 1(la traduccin espaola es de la editorial Siglo XXI, Mxico).

    4La naturaleza del lazo social:

    La alternativa moderna

    Si se quiere tratar del saber en la sociedad contemporneams desarrollada, una cuestin previa es decidir la representa-cin metdica que se hace de esta ltima. Simplificando al ex-tremo, se puede decir que durante los ltimos cincuenta aospor lo menos, esta representacin se ha dividido en principioentre dos modelos: la sociedad forma un todo funcional, la so-ciedad est dividida en dos. Se puede ilustrar el primer modelocon el nombre de Talcott Parsons (al menos, el de la postguerra)y de su escuela; el otro con la corriente marxista (todas las es-cuelas que la componen, por diferentes que sean entre s, admi-ten el principio de la lucha de clases, y de la dialctica comodualidad que produce la unidad social)37.

    Este corte metodolgico que determina dos grandes tipos dediscursos sobre la sociedad proviene del siglo xix. La idea de

    37 Ver en particular Talcott Parsons, The Social System, Glencoe, Free Press,1967; (trad. esp.,El sistema social, Madrid, Revista Occidente, 1976); d., Sociolo-gical Theory and Modern Society, Nueva York, Free Press, 1967. La bibliografade la teora marxista de la sociedad contempornea ocupara ms de cincuentapginas. Se pueden consultar los ltiles dossiers y la bibliografla crtica realizadapor P. Souyri, Le marxisme aprs Marx, Pars, Flammarion, 1970. Una visin in-teresante del conflicto entre esas dos grandes corrientes de la teora social y de sumezcla la da A. W. Gouldner, The Coming Crisis of Western Society, LondresHeinemann , 1970; 2,1 ed., 1972 (trad. esp., La crisis de la sociedad occidenta/

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  • que la sociedad forma un todo orgnico , a falta del cual deja deser sociedad (y la sociologa ya no tiene objeto), dominaba el es-pritu de los fundadores de la escuela francesa ; se precisa con elfuncionalismo ; toma otra direccin cuando Parsons en los aos50 asimila la sociedad a un sistema auto -regulado . El modeloterico e incluso material ya no es el organismo vivo, lo propor-ciona la ciberntica que multiplica sus aplicaciones durante y alfinal de la segunda guerra mundial.

    En Parsons , el principio del sistema todava es , digmosloas, optimista: corresponde a la estabilizacin de las economasde crecimiento y de las sociedades de la abundancia bajo la gi-da de un welfare state moderado38 . En los tericos alemanes dehoy, la Systemtheorie es tecnocrtica , es decir , cnica, por no de-cir desesperada : la armona de las necesidades y las esperanzasde individuos o grupos con las funciones que asegura el sistemaslo es un componente adjunto de su funcionamiento ; la verda-dera fiabilidad del sistema , eso para lo que l mismo se progra-ma como una mquina inteligente , es la optimizacin de la rela-cin global de sus input con sus output , es decir, su performati-vidad. Incluso cuando cambian sus reglas y se producen innova-ciones, incluso cuando sus disfunciones , como las huelgas o las cri-sis o el paro o las revoluciones polticas pueden hacer creer en unaalternativa y levantar esperanzas, no se trata ms que de reajus-tes internos y su resultado slo puede ser la mejora de la vidadel sistema , la nica alternativa a ese perfeccionamiento de lasactuaciones es la entropa , es decir, la decadencia39.

    Buenos Aires , Amorrortu , 1973). Ese conflicto ocupa un lugar importante en elpensamiento de Habermas, a la vez heredero de la Escuela de Frankfurt y en po-lmica con la teora alemana del sistema social, especialmente la de Luhman.

    38 Este optimismo aparece claramente en las conclusiones de R. Lynd, Know-ledge for What7, Princeton U. P., 1939, pg. 239, que son citadas por M. Hork-heimer , Eclipse ofReason , Oxford U. P., 1947: en la sociedad moderna , la cien-cia debe reemplazar a la religin desharrapada para definir los objetivos de lavida.

    39 H. Schelsky , Der Mensch in der Wissenschaft/ichen Zeitalter, Colonia,1961, pgs. 24 y ss.: La soberana del Estado no se manifiesta slo por el hechode que monopolice el uso de la violencia (Max Weber) o decida el estado de ex-cepcin (Carl Schmitt), sino ante todo por el hecho de que decide el grado de efi-cacia de todos los medios tcnicos que existen en su seno , y de que se reservaaqullos cuya eficacia es ms elevada y puede prcticamente situarse a s mismofuera del campo de aplicacin de esos medios tcnicos que impone a los otros.

    Aqu, sin caer en el simplismo de una sociologa de la teorasocial, resulta difcil no establecer al menos un paralelismo entreesta versin tecnocrtica dura de la sociedad y el esfuerzo as-ctico que se exige; aparecera bajo el nombre de liberalismoavanzado en las sociedades industriales ms desarrolladas en suesfuerzo para hacerse competitivas (y, por tanto, optimizar suracionalidad) en el contexto del relanzamiento de la guerraeconmica mundial a partir de los aos 60.

    Ms all del inmenso cambio que lleva del pensamiento deun Comte al de un Luhman, se adivina una misma idea de lo so-cial: que la sociedad es una totalidad unida, una unicidad. Loque Parsons formula claramente: La condicin ms decisivapara que un anlisis dinmico sea vlido, es que cada problemase refiera continua y sistemticamente al estado del sistema con-siderado como un todo (...). Un proceso o un conjunto de condi-ciones o bien "contribuye" al mantenimiento (o al desarrollo)del sistema, o bien es "disfuncional" en lo que se refiere a la in-tegridad y eficacia del sistema40. Esta idea es tambin la de lostecncratas41. De ah su credibilidad: al contar con los medios

    Se dir que es una teora del Estado, no del sistema. Pero Schelsky aade: El Es-tado tambin est sometido, a causa de la sociedad industrial: a saber, que losmedios son los que determinan los fines, o mejor que las posibilidades tcnicasimponen la utilizacin que se hace de ellas. Habermas opone a esta ley que losconjuntos de medios tcnicos y los sistemas de accin racional no se desarrollannunca de manera autnoma: Consequences pratiques du progrs scientifique ettecnique (1968), en Theore und praxis, Neuwied, Luchterhand, 1963, segn latrad. francesa de Payot, Pars, pgs. 115-136. Ver tambin J. Ellul, La technique ell'enjeu du sicle, Pars, Armand Colin, 1954 (trad. esp., El Siglo XX y la tcnica,Barcelona, Labor, 1960); d., Le systrne technicien, Pars, Calmann-Lvy. Quelas huelgas y en general la fuerte presin ejercida por potentes organizaciones detrabajadores producen una tensin finalmente beneficiosa para la performativi-dad del sistema, es lo que Ch. Levinson, dirigente sindical, declara claramente;explica gracias a esta tensin el avance tcnico y de gestin de la industria nortea-mericana (citado por H. F. Virieu, Le Matin, diciembre de 1978, nm. especial:Que veut Giscard?).

    40 T. Parsons, Essays in Sociological Theory Pure and Applied, Glencoe,Free P., 1957 ( reedicin), pg 46-47.

    41 La palabra se toma aqu segn la acepcin que J. K. Galbraith ha dado altrmino tecno-estructura en Le nouvel Etat industrie[ Essai sur le systme cono-mique amricain, Pars, Gallimard, 1968 (hay trad. espaola en Ariel, Barcelona,1980: El nuevo Estado industrial); o R. Aron al de estructura tcnico-burocrtica,en Dix-huit lefons sur la socit industrielle, Pars, Gallimard, 1962 (hay trad.esp. en Seix-Barral, Barcelona, 1965: Dieciocho lecciones sobre la sociedad indus-trial); ms que en el sentido evocado por el trmino burocracia. Este ltimo esmucho ms duro porque es socio-poltico, adems de econmico , y procedeinicialmente de una crtica hecha por la oposicin obrera (Kollantai) al poder

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  • para hacerse realidad, esa credibilidad cuenta con los de adminis-trar sus pruebas. Lo que Horkheimer llamaba la paranoia de larazn42.

    Con todo, no se pueden considerar paranoicos el realismo dela auto-regulacin sistemtica y el crculo perfectamente cerradode los hechos y las interpretaciones, ms que a condicin de dis-poner o de pretender disponer de un observatorio que por princi-pio escape a su atraccin. Tal es la funcin del principio de lalucha de clases en la teora de la sociedad a partir de Marx.

    Si la teora tradicional siempre est bajo la amenaza de serincorporada a la programacin del todo social como un simpletil de optimizacin de las actuaciones de ese ltimo, es porquesu deseo de una verdad unitaria y totalizadora se presta a laprctica unitaria y totalizante de los gerentes del sistema. La teo-ra crtica43, dado que se apoya en un dualismo de principio ydesconfa de sntesis y reconciliaciones, debe de estar en disposi-cin de escapar a ese destino.

    Pero es un modelo diferente de la sociedad (y otra idea de lafuncin del saber que se puede producir en ella y que se puedeadquirir) el que gua al marxismo. Ese modelo nace con las lu-chas que acompaan al asedio de las sociedades civiles tradicio-nales por el capitalismo. Aqu no se podran seguir sus peripe-cias, que ocupan la historia social, poltica e ideolgica de msde un siglo. Nos contentaremos con referirnos al balance que sepuede hacer hoy, pues el destino que le ha correspondido es co-nocido: en los pases de gestin liberal o liberal avanzada, latransformacin de esas luchas y sus rganos en reguladores delsistema; en los pases comunistas, el retorno, bajo el nombre demarxismo, del modelo totalizador y de sus efectos totalitarios,con lo que las luchas en cuestin quedan sencillamente privadasdel derecho a la existencia44. Y en todas partes, con diferentes

    bolchevique, y despus por la oposicin troskista al stalinismo . Ver al respectoCI. Lefort, Elments d'une critique de la burocratie, Ginebra, Droz, 1971, dondela crtica alcanza a la sociedad burocrtica en su conjunto.

    42 Eclipse ofReason, loc, cit ., pg. 1831.43 M. Horkheimer, Tradicionelle und kritische Theorie (1937). Ver tam-

    bin la bibliografia razonada de la Escuela de Frankfurt (francesa, hasta 1978) enla revista Esprit, 5 (mayo, 1978), por Hoehn & Raulet.

    44 Ver Cl. Lefort, op. cit.,- d., Un homme de trop, Pars, Seuil , 1976; C. Casto-riadis, La societ bureaucratique, 10/ 18, 1973 (hay versin espaola en Tusquets,Barcelona , 1976).

    nombres, la Crtica de la economa poltica (era el subttulo delCapital de Marx) y la crtica de la sociedad alienada que era sucorrelato se utilizan como elementos de la programacin del sis-tema45.

    Sin duda el modelo crtico se ha mantenido y se ha refinadode cara a ese proceso, en minoras como la Escuela de Frankfurto como el grupo Socialisme ou Babarie46. Pero no se puedeocultar que la base social del principio de la divisin, la lucha declases, se difumin hasta el punto de perder toda radicalidad,encontrndose finalmente expuesto al peligro de perder su esta-bilidad terica y reducirse a una utopa, a una esperanza47, auna protesta en favor del honor alzado en nombre del hombre, ode la razn, o de la creatividad, o incluso de la categora socialafectada in extremis por las funciones ya bastante improbablesde sujeto crtico, como el tercer mundo o la juventud estudian-til48.

    Esta esquemtica (o esqueltica) llamada de atencin no te-na otra funcin que precisar la problemtica en la que intenta-mos situar la cuestin del saber en las sociedades industrialesavanzadas. Pues no se puede saber lo que es el saber, es decir,qu problemas encaran hoy su desarrollo y su difusin, si no sesabe nada de la sociedad donde aparece. Y, hoy ms que nunca,saber algo de esta ltima, es en principio elegir la manera de in-terrogar, que es tambin la manera de la que ella puede propor-cionar respuestas. No se puede decidir que el papel fundamentaldel saber es ser un elemento indispensable del funcionamientode la sociedad y obrar en consecuencia adecuadamente, ms quesi se ha decidido que se trata de una mquina enorme49.

    45 Ver, por ejemplo, J. P. Garnier, Le marxisme lnifiant , Pars, Le Sycomo-re, 1979.

    46 Es el ttulo que llevaba el rgano de crtica y de orientacin revoluciona-ria publicado de 1949 a 1965 por un grupo cuyos principales redactores (bajodiversos pseudnimos) fueron: C. de Lefort, J. F. Lyotard, A. Maso, D. Moth,B. Sarrel, P. Simon, P. Souyri.

    47 E. Bloch, Das prinzip Hoffnug (1954-1959), Frankfurt, 1967. Hay traduc-cin espaola: El principio esperanza, Madrid, Aguilar, 1975.

    48 Es una alusin a los embarullamientos tericos que sirvieron de eco a lasguerras de Argelia y del Vietnam, y al movimiento estudiantil de los aos 60. Unpanorama histrico lo dan S. Schnapp y P. Vidal-Noquet,Journalde la Communeetudiante, Pars, Seuil , 1969. Presentacin.

    49 Lewis Mumford, The Myth of the Machine. Technics and Human Deve-lopment, Londres, Secker & Warburg, 1967.

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  • A la inversa, no se puede contar con su funcin crtica y pro-ponerse orientar su desarrollo y difusin en ese sentido ms quesi se ha decidido que no forma un todo integrado y que siguesujeta a un principio de contestacin50. La alternativa parececlara, homogeneidad o dualidad intrnsecas de lo social, funcio-nalismo o criticismo del saber, pero la decisin parece dificil detomar, o arbitraria.

    Uno est tentado a escapar a esa alternativa distinguiendodos tipos de saber, uno positivista que encuentra fcilmente suexplicacin en las tcnicas relativas a los hombres y a los mate-riales y que se dispone a convertirse en una fuerza productivaindispensable al sistema, otro crtico o reflexivo o hermenuticoque, al interrogarse directamente o indirectamente sobre los va-lores o los objetivos, obstaculiza toda recuperacin5'.

    50 La duda entre esas dos hiptesis impregna una llamada que, sin embargo,est destinada a conseguir la participacin de los intelectuales en el sistema:Ph. Nemo, La nouvelle responsabilit des clercs, Le Monde, 8 de septiembrede 1978.

    51 La oposicin terica entre Naturwissenschaft y Geitwissenschaft encuentrasu origen en W. Dilthey (1863-1911).

    5La naturaleza del lazo social:La perspectiva postmoderna

    Nosotros no seguimos esta solucin dual. Planteamos quela alternativa que trata de resolver, pero que no hace sino re-producir, ha dejado de ser pertinente en lo que se refiere a lassociedades que nos interesan, y todava pertenece a un pensa-miento por oposiciones que no corresponde a los modos msvivos del saber postmoderno. El redespliegue econmico enla. fase actual del capitalismo, ayudado por la mutacin de tc-nicas y tecnologas, marcha a la par, ya se ha dicho, con uncambio de funcin de los Estados: a partir de ese sndrome seforma una imagen de la sociedad que obliga a revisar seriamen-te los intentos presentados como alternativa. Digamos, para serbreves, que las funciones de regulacin y, por tanto, de repro-duccin, se les quitan y se les quitarn ms y ms a los admi-nistradores y sern confiadas a autmatas. La cuestin princi-pal se convierte y se convertir ms an en poder disponer delas informaciones que estos ltimos debern tener memoriza-das con objeto de que se tomen las decisiones adecuadas. Ladisposicin de las informaciones es y ser ms competencia deexpertos de todos los tipos. La clase dirigente es y ser cada vezms la de los decididores. Deja de estar constituida por laclase poltica tradicional, para pasar a ser una base formadapor jefes de empresa, altos funcionarios, dirigentes de los gran-

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  • des organismos profesionales, sindicales, polticos, confesiona-les52.

    La novedad es que en ese contexto los antiguos polos deatraccin constituidos por los Estados-naciones, los partidos,las profesiones, las instituciones y las tradiciones histricaspierden su atraccin. Y no parece que deban ser reemplazados,al menos a la escala que les es propia. La Comisin Triconti-nental no es un polo de atraccin popular. Las identificacio-nes con los grandes nombres, los hroes de la historia actual,se hacen ms dificiles53. No provoca entusiasmo dedicarse a larecuperacin de Alemania, como el presidente francs pare-ce ofrecer como objetivo vital a sus compatriotas. Adems, nose trata de un autntico objetivo vital. ste queda confiado a ladiligencia de cada uno. Cada uno se ve remitido a s mismo.Y cada uno sabe que ese s mismo es poco54.

    De esta descomposicin de los grandes Relatos, que anali-zamos ms adelante, se sigue eso que algunos analizan como ladisolucin del lazo social y el paso de las colectividades so-ciales al estado de una masa compuesta de tomos individualeslanzados a un absurdo movimiento browniano55. Lo que no es

    52 M. Albert, comisario del Plan francs, escribe: El Plan es una oficina deestudios del gobierno (...). Tambin es un punto de encuentro de la nacin, unpunto de encuentro donde se maceran las ideas, o donde se comparan los puntosde vista y donde se originan los cambios (...) Es preciso que no estemos solos. Espreciso que otros nos ilustren (...) (L'Expansion, diciembre de 1978). Ver sobreel problema de la decisin, G. Gafgen, Theorie der wissenschaflichen Entschei-dung, Tubinga, 1963; L. Sfez, Critique de la dcision (1973), Presses de la Foun-dation des sciences politiques, 1976.

    53 Lo que sigue del declive de nombres tales como Stalin, Mao Castro,como epnimos de la revolucin desde hace veinte aos. Pinsese en la erosinde la imagen del presidente de los Estados Unidos despus del asunto Watergate.

    54 Es un tema central de R. Musil, Der Mann ohne Eigenschaften(1930-1933), Hamburgo, Rowhlt; traduccin espaola en Seix-Barral, Barcelona,titulada El hombre sin atributos (vol. 1, 1969; vol. 11, 1970; y vol. III, 1973). Enun comentario libre, J. Bouvresse subraya la afinidad de ese tema de la dereli-cin del S mismo con la crisis de las ciencias a comienzos del siglo xx y conla epistemologa de E. Mach; cita los testimonios siguientes: Teniendo en cuentael estado de la ciencia , un hombre no est hecho ms que de lo que se le dice quees o de lo que se hace con lo que es (...) Es un mundo en el cual los acontecimien-tos vividos se han vuelto independientes del hombre (...) Es un mundo del porve-nir, el mundo de lo que sucede sin que eso suceda a nadie, y sin que nadie searesponsable (La problemtique du sujet dans L'homme sans qualits, Noroit[Arras], pgs. 234-235 [diciembre de 1978-enero de 1979]; el texto publicado noha sido revisado por el autor).

    55 Baudrillard, A l'ombre des majorits silencieuses o la fin du social, Fonte-nay-sous-Bois, Utopie, 1978; trad. esp., en Kairs, Barcelona, 1978.

    ms que una visin que nos parece obnubilada por la represen-tacin paradisaca de una sociedad orgnica perdida.

    El s mismo es poco, pero no est aislado, est atrapado enun caamazo de relaciones ms complejas y ms mviles quenunca. Joven o viejo, hombre o mujer, rico o pobre, siempreest situado sobre nudos de circuitos de comunicacin, pornfimos que stos sean56. Es preferible decir: situado en puntospor los que pasan mensajes de naturaleza diversa. Nunca est,ni siquiera el ms desfavorecido, desprovisto de poder sobreesos mensajes que le atraviesan al situarlo, sea en la posicinde destinador, o de destinatario, o de referente. Pues su desplaza-miento con respecto a esos efectos de los juegos de lenguaje (seha comprendido que es de ellos de lo que se trata) es tolerabledentro de ciertos lmites (incluso cuando stos son borrosos) yhasta es suscitado por las reglas y sobre todo por los reajustescon los que el sistema se provee con el fin de mejorar sus ac-tuaciones. Incluso se puede decir que el sistema puede y debeestimular esos desplazamientos en tanto que lucha contra supropia entropa, y que una novedad correspondiente a una ju-gada inesperada y al correlativo desplazamiento de tal com-paero de juego o de tal grupo de compaeros a los que impli-que, puede proporcionar al sistema ese suplemento de perfor-matividad que no deja de exigir y de consumir57.

    Se comprende ahora desde qu perspectiva se ha propuestoms arriba como mtodo general de acercamiento el de los jue-gos de lenguaje. No pretendemos que toda relacin social seade este orden, eso quedar aqu como cuestin pendiente; sinoque los juegos de lenguaje son, por una parte, el mnimo de re-lacin exigido para que haya sociedad, y no es preciso recurrira una robinsonada para hacer que esto se admita: desde antes

    56 Es el vocabulario de la teora de sistemas; por ejemplo, Ph. Nemo, loc. cit.,Representmonos la sociedad como un sistema, en el sentido de la ciberntica.Ese sistema es una red de comunicaciones con cruces donde la comunicacinconverge y desde donde es redistribuida (...).

    57 Un ejemplo dado por J. P. Garnier, op. cit., pg. 93: El Centro de infor-macin sobre la innovacin social, dirigido por H. Dougier y F. Bloch-Lain, tie-ne por funcin clasificar, analizar y difundir informaciones acerca de las nuevasexperiencias de vida cotidiana (educacin, salud, justicia, actividades culturales,urbanismo y arquitectura, etc.). Este banco de datos sobre las `prcticas alternati-vas' presta sus servicios a los rganos estatales encargados de hacer que la 'socie-dad civil' se convierta en una sociedad civilizada: Comisariado del Plan, Secreta-riado de accin social, D.A.T.A.R.

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  • de su nacimiento , el ser humano est ya situado con referenciaa la historia que cuenta su ambiente5s y con respecto a la cualtendr posteriormente que conducirse. O ms sencillamentean: la cuestin del lazo social, en tanto que cuestin, es unjuego del lenguaje , el de la interrogacin, que sita inmediata-mente a aqul que la plantea, a aqul a quien se dirige, y al re-ferente que interroga: esta cuestin ya es, pues, el lazo so-cial.

    Por otra parte, en una sociedad donde el componente co-municacional se hace cada da ms evidente a la vez como rea-lidad y como problema59, es seguro que el aspecto lingsticoadquiere nueva importancia, y seria superficial reducirlo a la al-ternativa tradicional de la palabra manipuladora o de la trans-misin unilateral de mensajes por un lado, o bien de la libreexpresin o del dilogo por el otro.

    Unas palabras sobre este ltimo asunto . Traduciendo eseproblema a simples trminos de la teora de la comunicacin,se olvidaran dos cosas: los mensajes estn dotados de formas yde efectos muy diferentes, segn sean, por ejemplo, denotati-vos, prescriptivos, valorativos, performativos, etc. Es seguroque no slo funcionan en tanto que comunican informacin.Reducirlos a esa funcin, es adoptar una perspectiva que privi-legia indebidamente el punto de vista del sistema y su slo in-ters. Pues es la mquina ciberntica la que funciona con infor-macin, pero por ejemplo los objetivos que se le han propuestoal programarla proceden de enunciados prescriptivos y valora-tivos que la mquina no corregir en el curso de su funciona-miento, por ejemplo, la maximalizacin de sus actuaciones.Pero, ,cmo garantizar que la maximalizacin de sus actuacio-nes constituya siempre el mejor objetivo para el sistema social?Los tomos que forman la materia son en cualquier casocompetentes con respecto a esos enunciados, y especialmenteen esta cuestin.

    Y por otra parte, la teora de la informacin en su versinciberntica trivial deja de lado un aspecto decisivo ya subraya-

    58 S. Freud ha acentuado de modo especial esta forma de predestinacin.Ver Marthe Robert, Roman des origines, origine du roman, Pars, Grasset, 1972.Hay trad. esp., Novela de los orgenes, y orgenes de la novela, Madrid, Tau-rus, 1973.

    59 Ver la obra de M. Serrs, especialmente los H~, 1 al IV , Pars, Minuit,1969-1977.

    do, el aspecto agonstico. Los tomos estn situados en crucesde relaciones pragmticas, pero tambin son desplazados porlos mensajes que los atraviesan, en un movimiento perpetuo.Cada compaero de lenguaje sufre entonces jugadas que leatribuyen un desplazamiento, una alteracin, sean del tipoque sean, y eso no solamente en calidad de destinatario y de re-ferente, tambin como destinador. Esas jugadas no puedendejar de suscitar contra jugadas; pues todo el mundo sabepor experiencia que estas ltimas no son buenas si slo sonreactivas. Porque entonces no son ms que efectos programa-dos en la estrategia del adversario, perfeccionan a ste y, portanto, van a rastras de una modificacin de la relacin de lasfuerzas respectivas. De ah la importancia que tiene el intensi-ficar el desplazamiento, e incluso el desorientarlo, de modoque se pueda hacer una jugada (un nuevo enunciado) quesea inesperada.

    Lo que se precisa para comprender de esta manera las rela-ciones sociales, a cualquier escala que se las tome, no es nica-mente una teora de la comunicacin, sino una teora de losjuegos, que incluya a la agonstica en sus presupuestos. Y ya seadivina que, en ese contexto, la novedad requerida no es lasimple innovacin. Se encontrar en bastantes socilogos dela generacin contempornea con qu sostener este acerca-miento60, sin hablar de los lingistas a los filsofos del lenguaje.

    Esta atomizacin de lo social en redes flexibles de juegosde lenguaje puede parecer bien alejada de la realidad modernaque aparece antes que nada bloqueada por la artrosis burocrti-ca61. Incluso se puede invocar el peso de las instituciones queimponen lmites a los juegos, y por tanto reducen la inventivade los compaeros en cuestin de jugadas. Lo que no nos pareceque ofrezca ninguna dificultad especial.

    En el uso ordinario del discurso, en una discusin entre dosamigos por ejemplo, los interlocutores recurren a lo que sea,

    60 Por ejemplo , E. Goffman , The Presentation of Self in Everyday Life, Edim-burgo , U. of Edinburgh P., 1956 (trad. esp., La presentacin de la persona en lavida cotidiana , Amorrortu , 1971); A. W. Gouldner , op. cit., cap. 10 ; A. Touraine,La voix et le regard, Pars, Seuil, 1978; d., et al., Lutte tudiante, Pars , Seuil,1978; M . Callon , Sociologiedes techniques?, Pandore, 2 (febrero de 1979), pgi-nas 28-32; P. Watzlawick , et. al., op. cit.

    61 Ver ms arriba la nota 41. El tema de la burocratizacin general comoporvenir de las sociedades modernas fue desarrollado muy pronto por R . Rizzi,La bureaucratisation du monde, Pars, 1939.

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  • cambian de juego de un enunciado a otro : la interrogacin, elruego , la afirmacin , la narracin se lanzan en desorden durantela batalla. sta no carece de reglas62 , pero sus reglas autorizan yalientan la mayor flexibilidad de los enunciados.

    Pues, desde ese punto de vista , una institucin siempre difie-re de una discusin en que requiere limitaciones suplementariaspara que los enunciados sean declarados admisibles en su seno.Esas limitaciones operan como filtros sobre la autoridad del dis-curso , interrumpen conexiones posibles en las redes de comuni-cacin : hay cosas que no se pueden decir . Y privilegian , adems,determinadas clases de enunciados , a veces uno solo, de ah queel predominio caracterice el discurso de la institucin: hay cosasque se pueden decir y maneras de decirlas. As, los enunciadosde mando en los ejrcitos , de oracin en las iglesias, de denota-cin en las escuelas , de narracin en las familias , de interroga-cin en las filosofias, de performatividad en las empresas... Laburocratizacin es el lmite extremo de esta tendencia.

    Sin embargo, esta hiptesis acerca de la institucin todava esdemasiado pesada : parte de una visin cosista de lo institui-do. Hoy, sabemos que el lmite que la institucin opone al poten-cial del lenguaje en jugadas nunca est establecido (incluso cuan-do formalmente lo est)63. Es ms bien ella misma el resultado pro-visional y el objeto de estrategias de lenguaje que tienen lugardentro y fuera de la institucin . Ejemplos: el juego de experi-mentacin con la lengua ( la potica) tiene un puesto en la uni-versidad? Se pueden contar relatos en un consejo de ministros?Hacer reivindicaciones en un cuartel ? Las respuestas son claras:s si la universidad abre sus talleres de creacin ; s si el consejotrabaja con esquemas prospectivos ; s si los superiores aceptandiscutir con los soldados . Dicho de otro modo: s si los lmites dela antigua institucin se desplazan64 . Recprocamente , se dir

    62 Ver H . P. Grise, Logic and Conversation, en P. Cole & J. J. Morgan Eds.,Speech Acts III, Syntax and Semantics , Nueva York, Academic Press, 1975,pgs. 59-82.

    63 Para un acercamiento fenomenolgico al problema , ver en M. Merleau-Ponty (Cl. Lefort ed.), Rsums de cours , Pars, Gallimard , 1968, el curso1954-1955. Para un acercamiento psicosociolgico , R. Loureau , L'analyse insti-tutionelle , Paris , Minuit, 1970.

    64 M. Callon, loc . cit., pg . 30: La sociologa es el movimiento mediante elcual los actores constituyen e instituyen diferencias, fronteras entre lo que es so-cial y lo que no lo es , lo que es tcnico y no lo es, lo que es imaginario y lo que es

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    que las instituciones no se estabilizan mientras no dejan de serun envite.

    Con este espritu es como conviene, creemos , abordar las ins-tituciones contemporneas del saber.

    real: el trazado de esas fronteras es un envite y ningn consenso, salvo en caso dedominacin total, es realizable . Comparar con lo que A. Touraine llama socio-loga permanente, La voix et le regard, loc. cit.

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    6Pragmtica del saber narrativo

    A la aceptacin sin examen de una concepcin instrumentaldel saber en las sociedades ms desarrolladas, hemos hecho ante-riormente (seccin 1) dos objeciones. El saber no es la ciencia,sobre todo en su forma contempornea; y esta ltima, lejos depoder ocultar el problema de su legitimidad, no puede dejar deplantearlo en toda su amplitud, que no es menos socio-polticaque epistemolgica . Precisemos en primer lugar la naturalezadel saber narrativo; este examen permitir por comparacindistinguir mejor al menos ciertas caractersticas de la forma quereviste el saber cientfico en la sociedad contempornea; tam-bin ayudar a comprender cmo se plantea hoy, y cmo no seplantea, la cuestin de la legitimidad.

    El saber en general 'no se reduce a la ciencia, ni siquiera alconocimiento. El conocimiento sera el conjunto de los enuncia-dos que denotan o describen objetos65, con exclusin de todos

    65 Aristteles circusncribe el objeto del saber al definir lo que l llama losapofnticos: Todo discurso significa algo (semantikos), pero todo discurso no esdenotativo (apophantikos): slo lo es aqul al que corresponde decir verdadero ofalso. Ahora bien, eso no se produce en todos los casos: la plegaria, por ejemplo,es un discurso, pero no es ni verdadero ni falso (Pri hermenias, 4, 17 a); haytrad. esp., Peri hermeneias. De interpretatione, U. de Valencia, 1978. CuadernosTeorema.

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  • los dems enunciados, y susceptibles de ser declarados verdade-ros o falsos. La ciencia sera un subconjunto de conocimientos.Tambin ella hecha de enunciados denotativos, impondra doscondiciones suplementarias para su aceptabilidad: que los obje-tos a los que se refieren sean accesibles de, modo recurrente y,por tanto, en las condiciones de observacin explcitas; que sepueda decidir si cada uno de esos enunciados pertenece o nopertenece al lenguaje considerado como pertinente por los ex-pertos66.

    Pero con el trmino saber no se comprende solamente, nimucho menos, un conjunto de enunciados denotativos, se mez-clan en l las ideas de saber-hacer, de saber-vivir, de saber-or,etc.'Se trata entonces de unas competencias que exceden la de-terminacin y la aplicacin del nico criterio de verdad, y quecomprenden a los criterios de eficiencia (cualificacin tcnica),de justicia y/o de dicha (sabidura tica), de belleza sonora, cro-mtica (sensibilidad auditiva, visual), etc. Tomado as, el saberes lo que hace a cada uno capaz de emitir buenos enunciadosdenotativos, y tambin buenos enunciados prescriptivos,buenos enunciados valorativos... No consiste en una compe-tencia que se refiera a tal tipo de enunciados, por ejemplo cogni-tivos, con exclusin de los otros. Permite al contrario buenasactuaciones con respecto a varios objetos del discurso: conocer,decidir, valorar, transformar... De ah resulta uno de sus rasgosprincipales: coincide con una formacin amplia de las compe-tencias, es la forma nica encarnada en un asunto compuestopor los diversos tipos de competencia que lo contribuyen.

    Otra caracterstica a subrayar es la afinidad de tal saber conla costumbre. Qu es, en efecto, un buen enunciado prescrip-tivo o valorativo, qu una buena actuacin en materia deno-tativa o tcnica? Unos y las otras se conceptan buenos por-que son conformes a los criterios pertinentes (respectivamente,de justicia, de belleza, de verdad y de eficiencia) admitidos en elmedio constituido por los interlocutores del sabiente. Los pri-meros filsofos67 han llamado opinin a ese modo de legitima-

    66 Ver K. Popper, Logik der Forschung, Viena, Springer, 1935 (hay trad.esp., La lgica de la investigacin cientfica, Madrid, Tecnos, 1962); d., NormalScience and its Dangers, en 1. Latakos & A. Musgrave Eds., Criticism and theGrowth, Cambridge (G.B.), U.P., 1970.

    67 Ver Jean Beaufret. Le Pome de Parmnide, Pars, P.U.F., 1955.

    cin de enunciados. El consenso que permite circusncribir talsaber y diferenciar al que sabe del que no sabe (el extrao, elnio) es lo que constituye la cultura de un pueb1068.

    Ese breve toque de atencin de lo que el saber puede sercomo formacin y como cultura lo autorizan descripciones et-nolgicas69. Pero una antropologa y una literatura vueltas haciasociedades en rpido desarrollo detectan en l su persistencia almenos en ciertos sectores70. La misma idea de desarrollo presu-pone el horizonte de un no-desarrollo, donde las diversas com-petencias se suponen envueltas en la unidad de una tradicin yno se disocian en cualificaciones que son objeto de innovacio-nes, de debates y de exmenes especficos. Esta oposicin no im-plica necesariamente la de un cambio de naturaleza en el estadodel saber entre primitivos y civilizados 71, es compatible conla tesis de la identidad formal entre pensamiento salvaje ypensamiento cientfico72, e incluso con la, aparentemente con-traria a la precedente, de una superioridad del saber consuetudi-nario sobre la dispersin contempornea de las competencias73.

    Se puede decir que todos los observadores, sea cual sea el ar-gumento que proponen para dramatizar y comprender la sepa-racin entre este estado consuetudinario del saber y el que le espropio en la edad de las ciencias, se armonizan en un hecho, lapreminencia de la forma narrativa en la formulacin del sabertradicional. Unos se ocupan de esta forma en s misma74, otros

    68 Todava en el sentido de Bildung (ingls : cultura) tal y como ha sido fijadopor el culturalismo. El trmino es prerromntico y romntico; cfr. el Volkgeist,de Hegel.

    69 Ver la escuela culturalista americana: C. DuBois, A. Kardiner, R. Linton,M. Mead.

    70 Ver la institucin de los folklores europeos a partir de fines del siglo xvmen relacin con el romanticismo: estudios de los hermanos Grimm, de Vuk Kara-dic (cuentos populares servios), etc.

    71 Esa era sumariamente la tesis de L. Lvy-Bruhl, La mentalit primitive,Pars, Alcan, 1922.

    72 Cl. Lev-Strauss, La pense sauvage, Pars, Plon, 1962. Hay traduccin es-paola en Mxico, F.C.E., 1965.

    73 R. Jaulin, La paix blanehe, Pars, Seuil, 1970.74 V. Propp, Morphology of the Folktale, International Journal of Linguis-

    tics, 24, pg. 4 (octubre de 1958); trad. francesa, Morphologie du conte, Paris,Seuil, 1970. Hay trad. esp.,Morfologa del cuento, Madrid, Fundamentos, 1971.

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  • ven en ella la vestimenta diacrnica de operadores estructuralesque segn ellos constituyen propiamente el saber que est enjuego75, otros an proporcionan una interpretacin econmicaen el sentido freudiano76. Aqu no es preciso retener ms que elhecho de la forma narrativa. El relato es la forma por excelenciade ese saber, y esto en varios sentidos.

    En primer lugar, esos relatos populares cuentan lo que sepueden llamar formaciones (Bildungen) positivas o negativas, esdecir, los xitos o fracasos que coronan las tentativas del hroe,y esos xitos o fracasos, o bien dan su legitimidad a institucionesde la sociedad (funcin de los mitos) o bien representan modelospositivos o negativos (hroes felices o desgraciados) de integra-cin en las instituciones establecidas (leyendas, cuentos). Esosrelatos permiten, en consecuencia, por una parte definir los cri-terios de competencia que son los de la sociedad donde se cuen-tan, y por otra valorar gracias a esos criterios las actuaciones quese realizan o pueden realizarse con ellos.

    En segundo lugar, la forma narrativa, a diferencia de las for-mas desarrolladas del discurso del saber, admite una pluralidadde juegos de lenguaje: encuentran fcilmente sitio en el relatoenunciados denotativos, referidos por ejemplo a lo que se conoz-ca del cielo, las estaciones, la flora y la fauna; enunciados den-ticos que prescriben lo que se debe hacer en cuanto a esos mis-mos referentes o en cuanto a los parientes, a la diferencia de se-xos, a los nios, a los vecinos, a los extraos, etc.; enunciados in-terrogativos que estn implicados, por ejemplo, en los episodiosde reto (responder a una pregunta, elegir un elemento de un gru-po); enunciados valorativos, etc. Las competencias de las que elrelato proporciona o aplica los criterios se encuentran, pues,mezcladas unas con otras en un tejido apretado, el del relato, yordenadas en una perspectiva de conjunto, que caracteriza estetipo de saber.

    Se examinar un poco ms extensamente una tercera propie-dad, que es relativa a la transmisin de esos relatos. Su narracinobedece muy a menudo a reglas que fijan la pragmtica. Lo que

    75 Cl. Lvi-Strauss, La structure des mythes (1955), en Anihropologie struc-turale , Pars, Plon, 1958; (hay trad . espaola, Buenos Aires, Eudeba); d. Lastructure et la forme. Rtlexions sur un ouvrage de Vladimir Propp, Cahiers del'institut de science conomique applique, 99 , serie M, 7 (marzo de 1960).

    76 Geza Roheim , Phychoanalysis and Anthropology, Nueva York, 1950.

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    no quiere decir que debido a la institucin, tal sociedad asigne elpapel de narrador a tal categora de edad, de sexo, de grupo fa-miliar o profesional. Queremos hablar de una pragmtica de losrelatos populares que les es, por decirlo as, intrnseca. Por ejem-plo, un narrador cashinahua77 comienza siempre su narracincon una frmula fija: He aqu la historia de..., tal y como siem-pre la he odo. Yo, a mi vez, os la voy a contar, escuchadla.Y la finaliza con otra frmula igualmente invariable: Aqu se aca-ba la historia de... El que os la ha contado es... [nombre cashina-hua], para los blancos... [nombre espaol o portugus]78.

    Un anlisis sumario de esta doble instruccin pragmticahace aparecer esto: el narrador no pretende adquirir su compe-tencia al contar la historia porque haya sido su auditor. El na-rratario actual, al escucharla, accede potencialmente a la mis-ma autoridad. El relato se declara repetido (incluso si la actua-cin narrativa es intensamente inventada), y repetido desdesiempre: un hroe que es cashinahua, por tanto tambin hasido narratario y quiz narrador del mismo relato. Establecidaesta semejanza de condicin, el narrador actual puede ser el pro-pio hroe de un relato, como lo ha sido el antiguo. De hecho loes, y necesariamente, puesto que lleva un nombre, rechazado al fi-nal de su narracin, que le ha sido atribuido de acuerdo con elrelato cannico que legitima la distribucin cashinahua de lospatronmicos.

    La regla pragmtica ilustrada por este ejemplo no es, eviden-temente, universalizable79. Pero proporciona indicios de unapropiedad atribuida de modo general al saber tradicional: lospuestos narrativos (destinador, destinatario, hroe) se distri-buyen de modo que el derecho a ocupar uno, el de destinador,se funda sobre el doble hecho de haber ocupado el otro, el dedestinatario, y el de haber sido, por el nombre que se lleva, yacontado por un relato, es decir, situado en posicin de referentediegtico de otras ocurrencias narrativas80. El saber que vehicu-

    77 Andr M. d'Ans, Le dit des vrais hommes, Pars, 10/ 18, 1978.78 Ibid., 7.79 La hemos usado a causa de la etiqueta pragmtica que rodea la trans-

    misin de los relatos y de la que la antropologa nos informa cuidadosamente.Ver P. Clastres, Le grand parler. Mythes et chanis sacrs des Indiens Guarani,Pars, Seuil, 1974.

    80 Para una narratologa que hace intervenir la dimensin pragmtica, verG. Genette, Figures III, Pars, Seuil 1972.

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  • lan esas narraciones, lejos de vincularse slo a las funciones deenunciacin, tambin determina de golpe lo que hay que decirpara ser escuchado, y lo que hay que escuchar para poder ha-blar, y lo que hay que jugar (en el escenario de la realidad dieg-tica) para poder ser el objeto de un relato.

    Los actos de hablas' que son pertinentes a ese saber no loslleva a cabo nicamente el locutor, sino tambin el interpeladoy, adems, el tercero del que se ha hablado. El saber que se des-prende de tal dispositivo puede parecer compacto por oposi-cin al que llamamos desarrollado. Deja percibir con claridadel modo en que la tradicin de los relatos es al mismo tiempo lade los criterios que defiende una triple competencia, saber-decir,saber-escuchar, saber-hacer, donde se ponen en juego las rela-ciones de la comunidad consigo misma y con su entorno. Lo quese transmite con los relatos es el grupo de reglas pragmticasque constituye el lazo social.

    Un cuarto aspecto de ese saber narrativo merecera ser exa-minado con atencin: su incidencia sobre el tiempo. La formanarrativa obedece a un ritmo, es la sntesis de un metro que hacelatir el tiempo en periodos regulares y de un acento que modifi-ca la longitud o la amplitud de algunos de ellos82. Esta propie-dad vibratoria y musical aparece con evidencia en la realizacinritual de ciertos cuentos cashinahua: transmitidos en condicio-nes iniciticas, con una forma absolutamente fija, en un lenguajeque oscurece los desrdenes lxicos y sintcticos que se les infli-gen, son cantados en interminables melopeas83. Extrao saber,se dir, ni siquiera se deja comprender por los jvenes a quienesse dirige!

    Es, sin embargo, un saber muy comn, el de los cuentos in-fantiles, se que las msicas repetitivas de nuestro tiempo han in-tentado recuperar o al menos imitar aproximadamente. Presentauna propiedad sorprendente: a medida que el metro se imponeal acento en las locuciones sonoras, habladas o no, el tiempodeja de ser el soporte de la memorizacin y se convierte en unbatir inmemorial que, en ausencia de diferencias notables entre

    81 Cfr. nota 34.82 La relacin metro/acento, que hace y deshace el ritmo, est en el centro de

    la reflexin hegeliana sobre la especulacin. Ver Phenomnologie de !'esprit,IV. (Hay trad. esp. en Mxico, F.C.E.)

    83 Estas informaciones se deben a la amabilidad de A. M. d'Ans; se le agra-decen.

    los periodos, prohibe enumerarlos y los despacha al olvido84. In-terrogando la forma de los refranes, proverbios, mximas queson como pequeos trozos de relatos posibles o las matrices deantiguos relatos y que todava continan en circulacin en de-terminados pisos del edificio social contemporneo, se reconoce-r en su prosodia la marca de esta extraa temporalizacin quealcanza de lleno la regla de oro de nuestro saber: no se olvide.

    Pues debe haber una congruencia entre esta funcin de olvi-do del saber narrativo por una parte, y por otra las funciones deformacin de criterios, de unificacin de competencias, y de re-gulacin social, que hemos citado ms arriba. Simplificandoimaginariamente, se puede suponer que una colectividad quehace del relato la forma-clave de la competencia no tiene necesi-dad, en contra de lo que se pudiera esperar, de apoyarse en supasado. Encuentra la materia de su lazo social, no slo en lasignificacin de los relatos que cuenta, sino tambin en el actode contarlos. La referencia de los relatos puede parecer pertene-ciente al mismo pasado, y en realidad siempre es contempor-neo a este acto. Es el acto presente el que cada vez despliega latemporalidad efmera que se extiende entre el He odo decir;y elVais a or.

    Lo importante en los protocolos pragmticos de este tipo denarracin es que sealan la identidad de principio de todas lasocurrencias del relato. Puede no ser nada, como es el caso fre-cuente, y no necesita ocultarse lo que hay de humor o de angus-tia en el respeto por esa etiqueta. Queda que la importancia seconfiere al batir mtrico de las ocurrencias del relato y no a ladiferencia de acento de cada actuacin. Por eso se puede decirque esta temporalidad es a la vez evanescente e inmemorial85.

    En fin, lo mismo que no tiene necesidad de acordarse de supasado, una cultura que conceda preminencia a la forma narra-tiva es indudable que ya no tiene necesidad de procedimientosespeciales para autorizar sus relatos. Es dificil imaginar, prime-ro, que asle la instancia narrativa de entre otras para concederleun privilegio en la pragmtica de los relatos, despus, que se in-terrogue acerca del derecho que el narrador, desconectado as del

    84 Ver los anlisis de D. Charles, Le temps et la voix, Delarge, 1978. Y de Do-minique Avron, L'appareil musical, Pars, 10/18, 1978.

    85 Ver Mircea Eliade, Le mythe de l'eternel retour. Archtypes et rptitions,Pars, Gallimard, 1949; trad. esp., Madrid, Alianza, 1982.

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  • narratario y la digesis, tendra de contar lo que cuenta, con elfin de que la cultura emprenda el anlisis o la anamnesis de supropia legitimidad. Todava se imagina menos que pueda atri-buir a un incomprensible motivo de la narracin la autoridad delos relatos. stos tienen por s mismos esa autoridad. El puebloes, en un sentido, quien los actualiza, y lo hace no slo al con-tarlos, sino tambin al escucharlos y al hacerse contar por ellos,es decir, al interpretarlos en sus instituciones: por tanto, pre-sentndose tanto en el puesto del narratario y de la digesis,como en el de narrador.

    Hay, pues, una inconmensurabilidad entre la pragmtica na-rrativa popular, que es desde luego legitimante, y ese juego delenguaje conocido en Occidente que es la cuestin de la legitimi-dad, o mejor an, la legitimidad como referente del juego inte-rrogativo. Los relatos, se ha visto, determinan criterios de com-petencia y/o ilustran la aplicacin. Definen as lo que tiene dere-cho a decirse y a hacerse en la cultura, y, como son tambin unaparte de sta, se encuentran por eso mismo legitimados.

    7Pragmtica del saber cientfico

    Intentemos caracterizar, siquiera sumariamente, la pragmti-ca del saber cientfico tal y como se desprende de la concepcinclsica del saber. Se distinguirn en ella el juego de la investiga-cin y el de la enseanza.

    . Coprnico declara que la trayectoria de los planetas es circu-lar86. Sea verdadera o falsa, la proposicin comporta un grupode tensiones, cada una de las cuales se ejerce sobre cada uno delos puestos pragmticos que ella misma pone en juego: destina-dor, destinatario y referente. Esas tensiones son una especie deprescripciones que regulan la aceptabilidad del enunciado entanto que de ciencia.

    Primero, el destinador se supone que dice la verdad a prop-sito del referente, la trayectoria de los planetas. Qu significaeso? Que se supone capaz, por una parte de proporcionar prue-bas de lo que dice, y por otra, de refutar todo enunciado contra-rio o contradictorio a propsito del mismo referente.

    Despus, el destinatario se supone que puede dar vlidamen-te su acuerdo (o negarlo) al enunciado del que se ocupa. Eso im-plica que l mismo es un destinador potencial, puesto que cuan-do formule su asentimiento o discrepancia, ser sometido a lamisma doble exigencia de demostrar o refutar que el destinador

    86 El ejemplo se toma prestado de Frege, Ueber Sinn und Bedeutung(1892); trad. inglesa, On Sense and Reference, Philosophical Writings, Oxford,Blackwell, 1960.

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  • actual, Coprnico. Se supone, pues, que rene en potencia lasmismas cualidades que ste: es su igual. Pero no se sabr msque cuando hable, y en esas condiciones. Antes, no podra serllamado savant (el que sabe).

    En tercer lugar, el referente, la trayectoria de los planetas dela que habla Coprnico, se supone expresado por el enuncia-do de una manera conforme a lo que es. Pero, como no se puedesaber lo que es ms que por enunciados de la misma clase que elde Coprnico, la regla de adecuacin presenta un problema: loque yo digo es verdadero porque yo lo demuestro; pero, qu de-muestra que mi demostracin es verdadera?

    La solucin cientfica a esta dificultad consiste en la obser-vancia de una doble regla. La primera es dialctica o incluso re-trica de tipo judicial87: es referente lo que puede ser materia apr