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115 Los estudios de mujer y género en la Universidad Nacional de Colombia A una vida social generizada corresponde una producción científica también generizada. Sandra Harding, 1996: 4. INTRODUCCIÓN C uando se consolidaron las ciencias sociales en el siglo XIX, los estudios sobre mujer y géne- ro no existían, las diferencias entre hombres y mujeres se trataban como algo natural y no como un tema digno de ser estudiado. Fue sólo desde la segunda mitad del siglo XX que en el mundo académico se comienza a reconocer que las relaciones de género y los intereses de las mujeres son objeto de la ciencia. Afirmaciones como las de Sandra Harding son tajantes; ella no comparte los valores acerca de la neutralidad científica y forma parte de un amplio grupo de feministas que han llevado la discusión a las aulas universitarias. En la Universidad Nacional de Colombia no hemos sido ajenas a dicho proceso; durante las últimas dos décadas desarrollamos un conocimiento novedoso acerca de los estudios de mujer y género, el cual hoy proyectamos en todo el país. Una muestra de ello es el reconocimiento que en el año 2005 nos ha otorgado Colciencias por nuestra calidad investigativa como grupo, lo- gro al que se le suman los programas de posgrados que hemos sostenido durante nueve años y un número considerable de publicaciones. Yolanda Puyana Universidad Nacional de Colombia GENERO, MUJERES.indb 115 8/10/07 10:30:03

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Los estudios de mujer y género en la Universidad Nacional de Colombia

A una vida social generizada corresponde una producción científica también generizada.

Sandra Harding, 1996: 4.

IN TRO D U C C IÓN

C uando se consolidaron las ciencias sociales en el siglo XIX, los estudios sobre mujer y géne-ro no existían, las diferencias entre hombres y

mujeres se trataban como algo natural y no como un tema digno de ser estudiado. Fue sólo desde la segunda mitad del siglo XX que en el mundo académico se comienza a reconocer que las relaciones de género y los intereses de las mujeres son objeto de la ciencia. Afirmaciones como las de Sandra Harding son tajantes; ella no comparte los valores acerca de la neutralidad científica y forma parte de un amplio grupo de feministas que han llevado la discusión a las aulas universitarias. En la Universidad Nacional de Colombia no hemos sido ajenas a dicho proceso; durante las últimas dos décadas desarrollamos un conocimiento novedoso acerca de los estudios de mujer y género, el cual hoy proyectamos en todo el país. Una muestra de ello es el reconocimiento que en el año 2005 nos ha otorgado Colciencias por nuestra calidad investigativa como grupo, lo-gro al que se le suman los programas de posgrados que hemos sostenido durante nueve años y un número considerable de publicaciones.

Yolanda PuyanaUniversidad Nacional de Colombia

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Varias fuerzas incidieron en el desarrollo de los estudios de mujer y género en la Universidad Nacional de Colombia: por un lado, desde el exterior, estuvo presente la motivación proveniente del movimiento so-cial de mujeres, el apoyo del Estado, la sociedad civil y la cooperación internacional. Por el otro, a través del Grupo Mujer y Sociedad y luego del Programa de Estudios de Género, algunas docentes y un docente, por cerca de veinte años, hemos luchado por constituir un ambiente aca-démico favorable a la evaluación de este saber.

Siguiendo estas inquietudes, el artículo que hoy presento hace parte de una investigación en curso acerca de la historia de los estudios de género en la Universidad Nacional, que constituye un capítulo de un proyecto más general denominado “La historia de los saberes en la Facultad de Ciencias Humanas”42.

El artículo se inicia presentando unas consideraciones generales acerca del pensamiento epistemológico feminista que ha alcanzado el ámbito científico, tras plantear una definición de lo que entiendo por los estudios sobre mujer y género. En segundo término, trataré de forma somera las fuerzas contextuales que incidieron en el desarrollo de dichos estudios, para referirme a continuación a las estrategias que empleamos para ins-titucionalizar este saber en nuestra alma mater. Por último, realizaré un corto balance de los estudios de mujer y género en la universidad. Al presentar estas ideas, haré referencia a lo que ha sido mi vida como docente durante casi veinte años, experiencia en la que he compartido sueños, configurado ideas y debatido posiciones con profesoras y pro-fesores, y he estudiando apasionadamente las preguntas que han ido surgiendo durante este enriquecedor proceso43.

42 Con ese proyecto trece docentes de las distintas unidades administrativas de la Facultad nos propusimos estudiar la dinámica de producción de las disciplinas en la universidad y el papel de las mismas en el desarrollo de las ciencias humanas en el país (J. Jaramillo y otros, 2003).43 Con el fin de obtener una comprensión analítica al respecto, realicé una revi-sión de textos acerca del estado del arte de los estudios de género en el país y en América Latina, el documento de autoevaluación de los posgrados de la Escuela de Estudios de Género, los proyectos de investigación de las y los docentes, y las publicaciones que recogen buena parte de esta historia. Asimismo, la asistente de investigación Marta Bohórquez realizó trece entrevistas a profesoras e inves-tigadoras que participaron en el Grupo Mujer y Sociedad y en el Programa de Estudios de Género Mujer y Desarrollo durante los años 1986 y 2003. Las docen-tes entrevistadas fueron: María Imelda Ramírez, María Elvia Domínguez, María Eugenia Martínez, Florence Thomas, Guiomar Dueñas, Juanita Barreto, Mara

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Mientras la economía, la sociología y otros campos disciplinares se cons-tituyeron como tales, al tiempo que planteaban problemas en torno a la producción económica, el Estado, el trabajo y las clases sociales, las formas de opresión de la mujer y sus necesidades no merecieron el tra-tamiento académico en las universidades. Los estudios de mujer de cor-te feminista se institucionalizaron en los centros académicos de Europa y Norteamérica, durantes las décadas del setenta y ochenta a raíz de las preguntas formuladas por las docentes acerca de las condiciones de las mujeres y las causas de su subordinación. (Rytzner, 2002; Stimpson, 1998). La investigación sistemática en torno a estas inquietudes y la ne-cesidad de responder a las políticas que el feminismo demandaba, fueron dando paso a la consolidación de un campo disciplinar institucionalizado en las universidades. En el caso latinoamericano, el proceso de creación de los estudios de mujer y género fue más tardío, ya que se iniciaron en la mitad de la década del ochenta en medio de diversas situaciones: mientras que en algunos países, en especial del Cono Sur, respondieron a los avances del movimiento de las mujeres en contra de las dictaduras, en otros surgieron por iniciativas de grupos feministas. Por último, se encuentra un reducido grupo de aquellos que se crearon por sugerencia de la cooperación internacional (Bonder, 1984).

Según Pierre Bourdieu, “un campo disciplinar” es “una categoría analíti-ca que permite comprender fenómenos desde ópticas de análisis muchas veces divergentes, inscrito en instituciones académicas y universitarias” (Jaramillo, 2003: 3). Asimismo, el autor plantea que estos procesos son dinámicos y en ellos confluyen fuerzas diferentes, no como “un don natu-ral, sino una conquista histórica que no tiene fin” (Bourdieu, 2003: 92).

Acorde con lo anterior, múltiples factores inciden en el emerger de los conocimientos sobre mujer y género como campos interdisciplinarios reconocidos en la academia. Por una parte, es necesaria la instituciona-lización progresiva de escuelas, institutos o centros de estudios sobre la temática en las universidades, a la vez que se construyen ciertas fron-teras que delimitan estos campos con una estructura referente que los

Viveros, Lya Yaneth Fuentes, Patricia Jaramillo, Dora Munévar, Luis Santos, María Emma Wills, Magdalena León, Luz Gabriela Arango y Ángela Robledo.

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sustentan. Lo anterior conduce a que se formen nuevos estudiosos sobre el tema y a que se realicen investigaciones, publicaciones, congresos y seminarios, encaminados a fortalecer, divulgar y compartir estos cono-cimientos. Los estudios sobre mujer y género han sido calificados como disciplinas híbridas, lo que implica, además, que se construya un objeto común sobre el que interactúan fragmentos de diversas disciplinas (Ja-ramillo, 2004: 13).

Para comprender la razón de ser de estos estudios es fundamental re-visar el aporte de las epistemologías feministas, las cuales constituyen un pensamiento crítico acerca de la producción del saber desde la pers-pectiva de las mujeres. Esta crítica examina el conjunto de condiciones de producción y validación de un tipo de conocimiento, construye una actitud vigilante sobre las producciones científicas y los sesgos de gé-nero presentes en sus teorías y metodologías. La epistemología femi-nista critica la sacralización del pensamiento racional como base de la actividad científica. Sandra Harding (1996), por su parte, se refiere a esta postura como una visión mágica de la ciencia, por cuanto se consi-dera que la única ciencia válida y universal es aquella capaz de ser por completo objetiva. Evelyn Fox Keller (1991), otra feminista crítica de la ciencia natural, propone una reflexión acerca de la división sexual de los roles en el fundamento mismo del pensamiento científico, y plantea al respecto: “El tema más inmediato para la perspectiva feminista de las ciencias naturales es la mitología popular, profundamente enraizada, que sitúa la objetividad, la razón y la mente como si fuera una cosa mas-culina y la subjetividad, el sentimiento y la naturaleza como si fuera una cosa femenina” (Keller, 1991: 15). Desde una perspectiva de género, la autora invita a los científicos a considerar el impacto de las ideas sobre la masculinidad en la ciencia, y se refiere al feminismo como una corriente de pensamiento que no sólo nos proporciona un tema sino un método particular de análisis.

Al referirse a los desafíos que para las ciencias sociales representan las críticas epistemológicas, los avances de las ciencias naturales y otras revoluciones de los paradigmas de pensamiento, Immanuel Wallerstein (2003) propuso adoptar las críticas al androcentrismo que las feministas han elaborado desde las ciencias naturales y humanas. Este pensador analiza el postulado común que se refiere al hombre como sujeto único y universal, por cuanto se ha olvidado del papel de las mujeres en el destino humano y las ha excluido como estudiosas del mundo social. Asi-

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mismo, el autor destaca que el feminismo ha avanzado en descifrar estos problemas, desafiando a las ciencias sociales y a las ciencias naturales, y comparte la inquietud de Keller acerca de cuánto limitan a las ciencias los simbolismos sociales y las relaciones de género sobre los cuales se han construido.

En síntesis, los estudios de mujer fueron desarrollados por el pensa-miento feminista en la academia, en la medida que las mujeres nos pre-guntábamos por nuestra invisibilidad en la historia y en las explicacio-nes que las disciplinas ofrecían del mundo social. Con posterioridad, se construyó la categoría de género, con un enfoque relacional que no sólo hacía visible a las mujeres, sino que remitía a la comparación de los sím-bolos culturales y las relaciones de poder establecidas entre hombres y mujeres.

Para este artículo voy a referirme a la categoría de género desde la metáfora de la “caja de herramientas”, la cual nos sirve como un ins-trumento analítico encaminado a facilitar la comprensión tanto de la diversidad sexual, como de las diferencias entre hombres y mujeres. Comparto el planteamiento de Marcela Lagarde (1998), quien considera que la perspectiva de género posibilita comprender las oportunidades de unos y otras en la sociedad, la diversidad en las relaciones propias entre los géneros, las interacciones de poder, y los conflictos institucio-nales y cotidianos que deben enfrentar, junto con la forma en que lo hacen. Si bien las distinciones entre los estudios de género y mujer son fuente de polémica en la academia feminista, hay acuerdo en reconocer que la categoría de género es fruto del feminismo e indujo la posibilidad de comprender otras características de los géneros, como los estudios sobre las masculinidades (Tubert, 2003).

A partir de la categoría género surgen diversos estudios en la academia que para este texto voy a clasificar de la siguiente manera:

Estudios de género

Son aquellos cuyo objeto central es el análisis de las interacciones entre hombres y mujeres, el acceso de unos y otros a los bienes y servicios, los cambios culturales, la formación de las identidades, y su énfasis es la com-paración y las diferencias entre los sexos. Persisten orientaciones diversas al respecto, entre las cuales se considera que las relaciones entre hombres

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y mujeres están inmersas en relaciones de poder (Lamas, 1996). Otras, por su parte, señalan el género como una categoría que facilita comprender las prácticas concretas de subjetivación. Por último, Judith Buttler subraya la “concepción foucaultina de la inscripción de discursos históricos en el cuer-po, haciendo énfasis en la comprensión de una identidad encarnada” (Es-trada, 1997: 38).

Estudios de mujer que contienen diferentes enfoques

Éstos van desde aquellos de corte feminista hasta los que se centran en hacer visibles a las mujeres en distintos planos de la vida social y de la historia. Belluci (1992) incluye en estos estudios a los que critican el sexismo dentro de los supuestos en que se fundamentan distintas ramas del saber y las reflexiones elaboradas por académicas feministas, ante la forma como en sus mismas teorías hacen invisible el papel de las muje-res, su exclusión y la homologación de las características femeninas con las masculinas. A su vez, están aquellos que desentrañan relaciones de poder centradas en un solo sexo, y analizan la discriminación de la mujer a partir de otras características que marcan las diferencias (la edad, la raza y la clase).

Estudios sobre la masculinidad

Dicha corriente se encuentra encaminada a reconocer a los hombres como seres generizados, en función de la construcción de su identidad y los simbolismos culturales que los conforman. Mara Viveros los caracte-riza como conocimientos emergentes para el caso de América Latina y Colombia, y afirma lo siguiente:

Repensar y definir la masculinidad se ha convertido en una urgencia y ha dado origen a un nuevo campo de estudio, los men´s studies, surgidos en buena medida como resultado del avance de la teoría feminista, de la cons-tatación por parte de numerosos autores de la invisibilidad de las ciencias sociales del varón como actor dotado de género (1997: 58).

Los queer’studies

Éstos se refieren más a sexualidades diferentes a la heterosexualidad, con mayor énfasis en la sexualidad que en el género. Según José Fernan-do Serrano, quien se basa en Foucault: “Buena parte de estos estudios

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se fundamentan en corrientes constructivistas del pensamiento social quienes han planteado que tanto homosexualidad como heterosexuali-dad son categorías hechas histórica y culturalmente para hablar de un ‘modo científico’ y clínico médico de la sexualidad” (Serrano, 1997: 69).

E L C O N TE X TO DE L O S E STUD I O S D E GÉ N E RO E N COLO MB I A

A nivel general, las relaciones de género fueron cambiando en el país de-bido a dos procesos relacionados con la modernización de las costumbres, la urbanización, la migración campesina, el desarrollo de algunas indus-trias, el comercio, los servicios, el fortalecimiento del aparato educativo y la expansión de instituciones estatales. Asimismo, el pensamiento sobre la vida cotidiana de la población ha cambiado gracias a los avances en la biología, la medicina, las ciencias sociales, el psicoanálisis y la psicología, disciplinas que han repercutido en las decisiones de la población en torno al manejo de su cuerpo, la sexualidad y la familia (Melo, 1991).

Al finalizar el siglo XX, las decisiones sobre la intimidad en grupos sociales significativos se rigen menos por la autoridad religiosa. Esta independencia se expresa en cambios demográficos, como el aumento de las separaciones conyugales, la aceptación del divorcio entre las parejas, el incremento de uniones de hecho, el aumento de prácticas de control de la natalidad, la extensión del uso de anticonceptivos y el consecuente descenso de la fecundidad ocurrido desde finales de la década del setenta. Otros fenómenos contextuales que contienen especial importancia en las relaciones de género son el aumento de la tasa de participación laboral de la mujer y el crecimiento de su nivel educativo en comparación con el masculino (Puyana, 2003).

Desde la década del setenta, la creciente participación de las mujeres en la universidad incide en un pensamiento más autónomo respecto a nues-tras necesidades y en una mayor capacidad para autoafirmarnos como personas, no tanto en términos de la igualdad de derechos, sino en torno a las diferencias con relación al género. Además, en los últimos 30 años del siglo XX, se produce una participación progresiva de las académicas en las universidades: “Entre 1970 y el 2002, persiste un aumento signi-ficativo de la vinculación de mujeres a la carrera docente universitaria. En 1970 esta proporción era del 14% comparado con los hombres; en

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1985 ascendió al 24%; en 1994 al 28% y, finalmente, en el 2002 alcanzó al 33%” (Wills, 2003: 30).

Los cambios hasta aquí señalados constituyen el contexto general que fundamenta una cultura más tolerante con el ambiente secular, lo cual incide en las reivindicaciones de las mujeres. No obstante, en estos cam-bios presentan una relevancia especial tanto el crecimiento del movi-miento de mujeres y los grupos feministas, como la intervención del Es-tado y la cooperación internacional. Por ello emplearé la palabra fuerza para referirme al papel que desempeñan cada uno de estos factores.

L A S F U E RZA S D E LO S F E MI N ISMO S Y LO S MOV I MIE N TO S SOC I A LE S D E MU JE RE S

El movimiento social de mujeres está constituido por grupos formados a partir de sus propias necesidades y en función de resolver problemas re-lacionados con la pobreza, la discriminación étnica, el conflicto armado, la atención de los niños/as y la demanda por servicios sociales (Solano, 2003). Por el contrario, los feminismos son expresiones de una corriente política que lucha contra las formas patriarcales o andocéntricas, bus-cando un cambio cultural profundo y la construcción de una sociedad sin inequidades de género. Los feminismos en Colombia han aglutinado principalmente a mujeres de clases medias intelectuales, quienes con frecuencia participan en el movimiento social de mujeres con miras a luchar por sus reivindicaciones, mientras que no todas las mujeres del movimiento social se autocalifican como feministas.

En la década del setenta, en Colombia surgió la segunda ola del femi-nismo, dividido entre las mujeres que se rebelaban contra todo tipo de institucionalidad –incluso la partidista–, y las que se encontraban vin-culadas a los partidos políticos como la izquierda socialista y la Unión de Mujeres Demócratas del Partido Comunista (Medrano, 1985). Estos grupos incidieron en el desarrollo de los estudios de género en la Uni-versidad Nacional de Colombia, ya que la mayoría de las fundadoras del Grupo Mujer y Sociedad provenimos de grupos socialistas y troskis-tas, del Partido Comunista o del Nuevo Liberalismo. Sin embargo, en el primer encuentro feminista que organizamos en 1981 en Sopó (Cun-dinamarca), se planteaba la necesidad de construir un nuevo sentido de luchas feministas, ajenas a todo tipo de institucionalidad.

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En la misma época, dentro de las organizaciones gremiales sindicales y las asociaciones campesinas se dieron luchas encaminadas a construir espacios para la mujer, y se crearon unidades especializadas que traba-jaron por sus necesidades. En las ciudades se consolidaron grupos de mujeres preocupadas por el cuidado de la niñez y la falta de servicios sociales. Estas primeras organizaciones poco a poco ganaron autono-mía, en la medida que reflexionaban sobre las relaciones de poder en la familia y comenzaban a luchar por el reconocimiento de la doble y triple jornada de las mujeres. Algunos grupos feministas organizaron centros especializados en la atención y el trabajo con la mujer, hoy denominados como organizaciones no gubernamentales (ONG). Asimismo, los parti-dos tradicionales del país comenzaron a formar frentes de acción por la mujer.

Ante la convocatoria del proceso de formulación de la Constitución Po-lítica de Colombia en 1991, la respuesta de las mujeres se expresó en la creación de redes por todo el país, encaminadas a hacer valer sus dere-chos en la propuesta constitucional. Al respecto Dueñas señala:

En Colombia, en medio del creciente deterioro institucional se presentó una oportunidad única de liderazgo femenino con la reforma de la Carta Constitu-cional de 1991. En efecto, las mujeres venían aumentando, y en su fase prepa-ratoria el movimiento social de mujeres diseñó estrategias en beneficio de ellas (Dueñas, 2005: 125).

Más adelante, en la década del noventa, la dinámica del movimiento so-cial de mujeres se intensificó, como lo muestra un estudio realizado por Yusmidia Solano (2003), en el cual se identificaron varias redes de muje-res aglutinadas para responder a la intensificación del conflicto armado, la crisis económica y otras carencias de índole social. Estos grupos han demandado acciones de las académicas con las características que se tratarán más adelante, y se convirtieron en fuerzas que incidieron en la consolidación de los estudios de mujer y género en las universidades.

L A S F U E RZA S D EL ESTAD O Y L A C O OPE RAC I ÓN I N TE RNAC IO NA L

El papel del Estado es dinámico y ambiguo cuando se trata de defender o subordinar más a las mujeres: por una parte, reproduce en sus insti-tuciones ancestrales rasgos de discriminación y la tradicional división sexual del trabajo, pero por otra, promulga cambios legislativos y po-

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líticos que permiten un reconocimiento de los derechos femeninos. Las presiones de las mujeres ante el Estado en torno a las políticas para la mujer inciden en una apertura ideológica hacia la perspectiva de género en sus programas y en una demanda de profesionales formadas en la temática.

Algo similar ocurre con la cooperación internacional, la cual ha dado lu-gar a pactos entre las naciones como la Década de la Mujer entre los años 1975-1985 y las Conferencias Mundiales (México, 1975, Copenha-gue, 1980, Nairobi, 1990 y Beijing, 1995), todas ellas fundamentales en la dinámica del movimiento de las mujeres y la inclusión de una perspec-tiva de género en los proyectos sociales, tanto de las agencias de coope-ración internacional como en los planes de desarrollo.

En Colombia, la segunda parte del siglo XX se caracterizó por el proceso de reconocimiento legal de los derechos de las mujeres, el cual se inició con la obtención de la ciudadanía, el derecho al voto, a elegir y ser elegida (Velásquez, 1989). En 1981, el Estado colombiano ratificó y convirtió en ley la convención aprobada por la ONU en 1979, sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Si bien las primeras políticas públicas hacia la mujer tendían a resaltar su papel como ma-dres, durante el gobierno de Belisario Betancourt (1982-1986) comenzó a cambiar esta concepción. En los ministerios de Trabajo y Agricultura se propusieron programas con perspectiva de género, y desde el Depar-tamento Nacional de Planeación se promulgó en 1984 la política para la mujer campesina, al reconocer su papel en la producción agropecuaria y la necesidad de cambiar la tradicional división sexual de roles.

Con la Constitución de 1991 se consagraron derechos sustanciales para la mujer: se estipuló la prohibición de la discriminación en razón al sexo y se sentaron las bases para acciones afirmativas. A su vez, se enunciaron prin-cipios legales que sustentaron avances jurídicos en torno a una legislación que prohibiera la violencia intrafamiliar, protegiera a las mujeres cabeza de familia y estimulara la participación de las mujeres en cargos públicos. En estas transformaciones incidimos mujeres de las universidades, quie-nes por medio de nuestra participación en mesas de trabajo previas a la Constitución y a través de las redes, nos sumamos al proceso.

Además, con la creación de la Consejería para la Mujer, la Juventud y la Familia (1989-1994) durante la administración de César Gaviria y la

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aprobación por parte del Conpes44 de la Política Integral para la Mujer, en diciembre de 1992 (CMJF, 1993), se avanzó en las acciones del Estado ante la problemática de la mujer. Al evaluar esta política se encuentra que sus alcances fueron mínimos; sin embargo, uno de los resultados relevantes fue el de extender el tratamiento de la problemática en el mismo Estado. Durante el gobierno del presidente Ernesto Samper (1994-1998), con la creación de la Dirección Nacional de Equidad para la Mujer, se fortalecieron las bases para una mayor institucionalización del tratamiento de la problemática de la mujer en los programas del Estado (Puyana, 2004).

Como en el resto de América Latina, otra fuerza decisiva para el de-sarrollo de los estudios de la mujer en Colombia fue la influencia de la cooperación internacional a través de mandatos que orientaran el papel del Estado hacia las mujeres como sujetas de derechos y hacia la apli-cación de una perspectiva de género encaminada a cambiar la ancestral división sexual de roles. Así, las agencias de Naciones Unidas, e incluso los bancos internacionales, recomendaron que en los programas de los sectores estatales o privados se incluyera la perspectiva de género, en-tendida como la búsqueda de equidad entre hombres y mujeres.

Hasta aquí me he referido a distintas fuerzas contextuales que han inci-dido directa o indirectamente en el desarrollo de los estudios de mujer y género en la Universidad Nacional de Colombia. Sin embargo, hemos sido las mismas docentes en medio de la estructura universitaria, quie-nes de una forma u otra hemos luchado por la consolidación de estos estudios en el alma mater, como se tratará a continuación.

LO S PR I ME RO S E STU D I O S SO BRE L A MU JE R ( 1 9 7 9 - 1 9 85 )

En Colombia los primeros estudios sobre la mujer comenzaron a divul-garse en publicaciones orientadas al reconocimiento de la mujer en ins-tituciones sociales como la educación, el trabajo y la familia, destacando su rol en la producción, reproducción social y en el desarrollo. Estas investigaciones fueron realizadas por mujeres en centros privados como en la Asociación Colombiana de Estudios de Población, ACEP, gracias al liderazgo de Magdalena León (1977), y en la Universidad de los Andes

44 Consejo de Política Económica y Social.

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y en el Centro de Estudios para el Desarrollo, CEDE, con Nora Rey de Marulanda y Elsy Bonilla de Ramos. Luego, en 1986, grupos feministas publicaron el libro Voces insurgentes, en el que se recogen diversas vi-siones e investigaciones puntuales sobre la historia de las mujeres y la relación de la mujer con el arte, los medios de comunicación y la sexua-lidad (Laverde, 1986).

Durante la década del sesenta, en la Universidad Nacional de Colombia se habían fortalecido los estudios sobre familia con Virginia Gutiérrez de Pineda. En su texto clásico denominado Familia y cultura en Colom-bia (1954), la autora analizó las formas de “machismo” en medio de la diversidad cultural de la familia de las regiones colombianas. A su vez, Ligia Echeverri investigó sobre la familia de hecho. Ambas académicas crearon una controversia con el legalismo de la época que no reconocía las diversas formas familiares del país, y no se aceptaba que el Estado reconociera el divorcio para el matrimonio católico.

L A I N ST I TU C IO NA LI ZAC I ÓN D E L O S E STUD IO S D E MU JE R Y GÉ N E RO E N L A UN I V E RS I DAD NAC I O NAL D E COL O MB I A ( 19 86 - 1 9 96 )

El proceso de formación de los Estudios de mujer y género en la Univer-sidad se inició en 1986, cuando el Grupo Mujer y Sociedad de la Facultad de Ciencias Humanas divulgó y realizó estudios centrados en esta temá-tica. Por las preguntas que concentraban a las docentes y el foco de es-tudio, voy a referirme en detalle a tres períodos: el primero, entre 1986 y 1989, tuvo como eje los estudios sobre la mujer, y en el segundo, entre 1989 y 1996, se debate y reconoce la categoría de género, y se dan los primeros pasos para la institucionalización del Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo. El tercero comprende desde 1996 hasta hoy, con la creación de la maestría en Estudios de Género, y la consolida-ción más institucional de la investigación, la docencia y la extensión.

En 1986, el grupo se gesta en la Facultad de Ciencias Humanas, a partir de los diálogos entre Florence Thomas, Guiomar Dueñas, María Eugenia Martínez, María Himelda Ramírez y Yolanda Puyana, quienes, desilusio-nadas de la izquierda, comenzamos a conversar sobre la posibilidad de formar un grupo encaminado a estudiar, comprender y proyectarnos con acciones ante la desfavorable situación de las mujeres. Coincidimos en

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afirmar que la militancia política dejó una experiencia positiva: la inquie-tud social y la necesidad de estudiar en colectivo. Como dice Florence:

Por supuesto, el hecho de haberme encontrado con esos compañeros de la izquierda, de haber trabajado textos, me dejó huellas importantes. Me de-veló un montón de objeciones, de discriminaciones, de las cuales no estaba tan consciente en este momento. Además nos develaba una metodología de trabajo, de discusión, pues realmente, en el Jardín de Freud, hacíamos la revolución todos los días, estábamos arreglando el mundo. Cada vez que pre-guntábamos por la discriminación específica de las mujeres, los compañeros de la izquierda nos respondían: “¡Compañeras!, ante todo la lucha de clase y después de la gran revolución arreglaremos los problemas de ustedes”45.

Las integrantes del grupo proveníamos de varias áreas del saber: psico-logía, trabajo social e historia, y ya teníamos trabajos previos en investi-gación (ver cuadro anexo) o participación en organizaciones de mujeres. La pregunta inicial del Grupo Mujer y Sociedad remitía a un trabajo intelectual: ¿Cuáles son las causas de la subordinación de las mujeres?, y responder esta inquietud significaba profundizar en las disciplinas, en el estudio del psicoanálisis, la economía, la historia, la antropología o la biología. Discutíamos a Simone de Beauvoir; posteriormente los traba-jos de Elizabeth Badinter nos mostraron cómo la subordinación de las mujeres no era tan universal como Beauvoir sustentaba. Surgía también el debate entre nosotras; mientras algunas invitábamos a repensar el problema a partir de las necesidades de las mujeres pobres latinoameri-canas, con relación a esto recuerdo que

invitamos a compañeros que nos podían dar luces sobre ciertos capítulos di-

fíciles para nosotras, leíamos a Freud para contestarnos preguntas acerca de

su visión sobre la sexualidad femenina e invitamos por ejemplo al maestro

Estanislao Zuleta, quien a pesar del temor que nos despertaba, tuvo un exce-

lente encuentro con nosotras.

Durante varios años la dinámica del Grupo implicaba reuniones semana-les. Como Florence comenta:

El grupo después creció, de cinco mujeres a siete, a diez, y a doce, a trece;

pero cada semana nos reuníamos, así con esta disciplina, creo que con la que

solamente las mujeres son capaces, a veces, cuando quieren cambiar el mun-

do. Es decir, nos reunimos, de verdad, con una empanada, un yogurt, porque

era siempre entre doce y tres de la tarde.

45 Estas entrevistas fueron realizadas por Marta Bohórquez entre los meses de agosto y octubre de 2004.

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Por su parte, María Eugenia señala: “Cada una tomaba un capítulo, ha-cía la exposición, todas lo leíamos y eso fue muy formador, y además que teníamos la ansiedad de compartir lo que habíamos leído”.

En mayo de 1987 tuvimos nuestra primera presentación frente a la aca-demia con la celebración del Simposio Mujer y sociedad, cuyo objetivo era divulgar las investigaciones recientes, las experiencias de trabajo con mujeres, los primeros avances sobre el tratamiento de la mujer en la historia, algunas expresiones artísticas, y acercamientos sobre el papel de la mujer en políticas sociales. La nutrida participación en el evento indicó un creciente interés de las mujeres por el desarrollo de estos es-tudios en la academia, al tiempo que se mostró ante la Facultad de Cien-cias Humanas que la temática convocaba a profesionales, estudiantes y docentes de la Universidad.

Los materiales presentados en el Simposio sirvieron como base para la pu-blicación del libro Mujer, amor y violencia. Nuevas interpretaciones para antiguas realidades (1991), el cual fue fruto de una creación colectiva. El texto se ubica en los estudios de mujer, pues la categoría de género era poco conocida en esa época por sus autoras. En la introducción al texto, Juanita Barreto, docente del Grupo, afirma:

Los artículos que conforman esta obra incursionan desde diversos enfoques, disciplinas y escuelas de pensamiento en el análisis de la subordinación de la mujer, como hecho histórico cultural, y en la identificación de los procesos gestados por las mujeres por la construcción de su autonomía. Por ello es-tos trabajos plantean interrogantes sobre antiguas realidades en las cuales interactúan incesantemente los binomios vida y muerte, amor y violencia, asumiendo características específicas en relación con la situación de la mujer (Grupo Mujer y Sociedad, 1991: 3).

Además, debe anotarse que entre los años 1988 y 1989, el entonces deca-no Guillermo Hoyos propició en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad una política encaminada a la formación de grupos interdis-ciplinarios a partir de temáticas que aglutinaran profesores y profesoras de varios departamentos. Con esta política se fortaleció al Grupo Mujer y Sociedad, y se sentaron las primeras bases para su reconocimiento en el Centro de Estudios Sociales de la Facultad.

He caracterizado la segunda fase del Grupo Mujer y Sociedad por la institucionalización del Programa de Estudios de Género en la Universi-dad. El período de 1989 a 1994 coincide con el inicio de los estudios sobre

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la categoría de género por parte del grupo. El debate giraba en torno al carácter relacional de las diferencias sexuales, y realizamos un intenso debate alrededor de los aportes de la academia anglosajona. Durante este proceso reconocimos cierto carácter endogámico del grupo y bus-camos ampliar nuestra mirada hacia otros horizontes del saber que se habían desarrollado vigorosamente en otras universidades del mundo46.

En 1989 realizamos el primer evento internacional denominado La mu-jer en la década del 80, el cual contó con exposiciones donde presentá-bamos reflexiones en torno al aporte de las disciplinas sociales a des-entrañar las condiciones de las mujeres, un análisis sobre las políticas sociales y sobre los movimientos de mujeres. Al mismo tiempo, entre los años 1989 y 1994 comenzamos a plantear la posibilidad de construir un programa universitario con mayor envergadura y su institucionalización en la Universidad Nacional de Colombia. Finalmente, en 1994, creamos el Programa de Estudios de Género, a partir de un convenio entre la Facultad de Ciencias Humanas y la Cooperación Holandesa.

Desde 1989 profundizamos en el estudio de la categoría de género, y su potencialidad analítica fue retomándose para el desarrollo de investi-gaciones por parte de las docentes. La adopción de este nuevo enfoque conceptual se demuestra en la publicación de una primera coedición del Programa de Género Mujer y Desarrollo, denominado Género e identi-dad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino (Arango, León, Viveros, 1995), en el cual se divulgan varias investigaciones de mujeres y hombres latinoamericanos que, a la luz de una perspectiva de género, comienzan a analizar sus objetos de estudio. En la introducción, las compiladoras plantearon el impacto de dicha categoría para los estudios feministas y para la investigación sobre masculinidades, como aparece en este texto:

El concepto de género abre nuevas perspectivas para el análisis de la situa-ción de las mujeres al poner el énfasis en las dimensiones relacionales y en el carácter cultural y cambiante de la diferenciación entre lo femenino y lo masculino. Otra de las repercusiones del concepto de género es la proble-matización de la identidad masculina y de las interrelaciones de la identidad masculina respecto a la femenina (Arango, León, Viveros, 1995: 23).

La evolución temática de los estudios de género en la Universidad Nacio-nal de Colombia hasta aquí presentada corresponde a la secuencia tratada

46 En el nuevo enfoque del grupo hacia el debate internacional, desempeñaron un papel relevante Magdalena León y Donny Merteens.

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en estudios similares de buena parte de América Latina, como lo señala Magdalena León en el primer artículo de este texto. La mayoría se inicia con los conceptos mujer y patriarcado, y luego se introduce la perspectiva de género como categoría analítica, gracias al aporte de la academia an-glosajona.

ESTR ATEGI A S D E I N ST I TUC I O NA LI ZAC I ÓN D E LO S ESTU D I O S D E MU JE R Y GÉ N E RO E N L A FAC ULTAD D E C I E N C I A S H U MA NA S

Como se afirmó al principio de este artículo, la consolidación de los estu-dios sobre mujer y género como campo interdisciplinar obedece a estra-tegias que desarrollamos las académicas en los centros universitarios. Como afirma Bourdieu, la institucionalización de este saber implica una serie de estrategias que, sumadas, van a confluir en el reconocimiento de una estructura administrativa propia y en unidades académicas que permiten formar de manera específica a interesados/as en este campo. Voy a referirme a algunas de ellas teniendo como base los relatos de quienes fuimos las gestoras de estas iniciativas durante los años 1986 y 1996. Dichas estrategias sólo pueden ser reconocidas si reflexionamos sobre el pasado, porque surgieron de debates alrededor de las diferen-tes situaciones que se nos fueron presentando, como:• Privilegiar el trabajo colectivo sobre los intereses personales: desde

un principio el grupo fue concebido con una dinámica de apertura a quienes se acercaban y se encontraban interesadas/os en estudiar y producir en la temática. Evitábamos posturas fundamentalistas como las que eran comunes en la izquierda de la época, y procurába-mos abrirnos a la crítica. Esta estrategia no estuvo exenta de conflic-tos, tanto entre enfoques teóricos como entre estilos personales, pero ante el reto que implicaba consolidar el proyecto de institucionaliza-ción, dichas dificultades se fueron menguando.

• Considerar la confluencia de intereses personales y académicos: en las ciencias se vive hoy una revolución del pensamiento que recono-ce cómo la razón y la emoción no son antagónicas. A su vez, hoy se acepta cada vez más que las emociones inciden en la producción de nuevos conocimientos, lo cual se relaciona con la manera en que los intereses personales estuvieron presentes en la formación del grupo. Las crisis en las relaciones de pareja generaron cambios en nuestras vidas, hicimos cuestionamientos a raíz de las múltiples funciones que

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el trabajo, los intereses intelectuales, la militancia y la maternidad nos generaban; las críticas de las feministas acerca de la doble o tri-ple jornada femenina nos sedujeron. No faltaron los hijos pequeños en varias reuniones y los comentarios sobre sus dificultades. Recuer-da María Eugenia:

Trabajamos en la oficina, en la casa, los fines de semana, en las fincas, con los niños jóvenes, con las niñas recién nacidas, dando teteros, cambiando pa-ñales, pero leyendo artículos y curioseándolos. Una modalidad muy de mu-jeres, enriquecía mucho la discusión; entonces esa exigencia de producción colectiva con la crítica y el filtro de un grupo que sabía del tema que cada una realizaba nos formó también en ese campo.

• Desarrollar investigaciones: una estrategia central fue mantener un trabajo de investigación permanente, ya que éramos conscientes de que sólo se lograría un estatus académico alto, si proponíamos inves-tigaciones de calidad, encaminadas a hacer visible la situación de las mujeres ante la androcéntrica Facultad de Ciencias Humanas. Por tanto, comenzamos a elaborar y desarrollar proyectos de investiga-ción que fueron financiados por Colciencias, Unicef y otras entidades internacionales. Confluyeron intereses específicos como participar en el movimiento de mujeres o realizar diversas investigaciones sobre su discriminación. Así lo ilustra María Himelda: “En la época tenía-mos varias preocupaciones: por una parte, intentar aclarar, definir, precisar y estudiar el tema de la violencia conyugal; concretamente, el maltrato infantil, en la familia”. Guiomar, por su parte, encuentra en el grupo una manera de resolver sus inquietudes desde la historia, lo cual recuerda así:

Yo estaba haciendo un estudio sobre población en Bogotá, y mi fuente eran los censos parroquiales, pero me encontré, por los registros de nacimiento, de bautizo, que la mayoría de los niños eran ilegítimos, y que los datos rela-cionados con estos niños eran casi exclusivamente de las madres. Lo que me llevó a plantear un hecho importante, y es que los padres estaban ausentes, ¿no? Ahí partió mi interés por mirar de dónde procedían esas mujeres, cómo se enfrentaban a una vida sin hombres. Era un momento en la historia de las ciencias sociales, en que se consideraban serios sólo los estudios políticos, los económicos o los ciclos de participación política masculina, en donde nunca se mencionaba a la mujer ni por equivocación.

Florence investigaba la imagen femenina y masculina en los medios de comunicación, mientras la autora de este texto venía de trabajar la temática de la mujer en el Departamento de Planeación Nacional, for-mulando políticas sociales y proyectos sobre mujer y familia. Posterior-

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mente, fueron cruciales los aportes de las investigaciones realizadas por Magdalena León, Donny Meertens, Ana Rico de Alonso, María Cristina Salazar, Mara Viveros y Luz Gabriela Arango (ver cuadro 1 anexo).

Asimismo, desde 1986, ante las preguntas que surgían en el grupo, acu-dimos a distintas disciplinas y consultas a expertos. Cuando iniciamos el Programa de Estudios de Género, y ante la perspectiva de organizar la maestría en la temática, nos hicimos las siguientes preguntas: ¿Cómo formar docentes e investigadores/as en un conocimiento novedoso en el país? ¿Sería esto posible dada la estrechez de recursos humanos de la Universidad Nacional de Colombia? ¿Cómo crear una maestría pionera en el país y de las pocas en América Latina? Para responder estos in-terrogantes realizamos un curso de formación de docentes, el cual con-tenía un considerable volumen de lecturas y constaba de un seminario semanal intensivo, reconocido como carga docente en la Universidad. Las jornadas de estudio culminaron en junio de 1995 con un Seminario Internacional denominado Debates feministas frente al nuevo siglo: mu-jeres, democracia y desarrollo. En el evento observamos las tendencias teóricas de las y los docentes; así, mientras unas nos inclinábamos hacia el análisis social y estructural de las relaciones de género, otras y otros hacíamos énfasis en el tema a partir de la construcción de la subjetividad y la identidad. Dichas tendencias son ahora el eje articulador del plan de estudios de la maestría. La vinculación con docentes de talla internacio-nal continuó en la medida que convocamos otro seminario internacional en 1997 y realizamos intercambios con profesores de otras universidades del mundo. Además, aún organizamos jornadas mensuales de estudio, las cuales han tenido durante los diez años diferentes denominaciones, como Los primeros jueves de cada mes y, en la actualidad, Feminaria.• Administrar, en medio de una estructura a veces rígida y a la vez

flexible: al tiempo que proyectábamos la creación de la maestría de Estudios de Género en la Universidad Nacional de Colombia, la plan-ta docente se encontraba congelada y no era posible crear nuevos cargos. Igualmente, los trámites administrativos para construir un programa académico novedoso eran difíciles y lentos. Sin embargo, a la vez se contaba con la flexibilidad que ofrece la Universidad a los directores de las unidades administrativas, de forma que incluíamos las actividades del grupo en la carga docente y aprovechábamos los cargos directivos para avanzar en la institucionalización y el recono-cimiento de los estudios de género. Además, debe anotarse que en la

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Universidad no se persigue la libertad de pensamiento, y por tradi-ción se vive un ambiente secular abierto a estas ideas. No obstante, no faltaron comentarios en contra de la idea por parte de docentes que aún ven con temor el feminismo.

La gestión del proyecto ante la Cooperación de Holanda fue sustancial, por lo cual hicimos alianzas con Donny Meertens (profesora de la aca-demia holandesa), encaminadas a planear y preparar una propuesta a la embajada. Desde la gestación del proyecto y su aprobación pasaron cinco años. Se trataba también de buscar solidaridades con personas sensibles a la problemática de mujer y género entre diversas entidades nacionales y de las directivas de la Universidad. Finalmente, el proyec-to con el Ministerio holandés se aprobó en 1994 durante la rectoría de Guillermo Páramo.• Propiciar un encuentro académico con las mujeres: la participación

activa en las convocatorias que hacía el Grupo Mujer y Sociedad nos fortalecieron considerablemente. Por un lado, el entusiasmo con que éstas participaban constituía una fuerza que era percibida por las docentes y nos motivaba hacia una mayor producción académica. Al mismo tiempo, le demostramos a la Universidad cómo la temática constituía un tema demandado por fuera de las aulas. Sobresalieron por varios años las peticiones del magisterio, y fueron muy interesan-tes los debates permanentes en torno a la relación entre el movimien-to social, el feminismo y el Estado.

• Divulgar el conocimiento sobre mujer y género en el pregrado: a raíz de la reforma académica impulsada entre 1991 y 1994 en la Universi-dad Nacional, se recomendaron planes de estudio con mayor flexibili-dad y se organizaron cursos de contexto para toda la Universidad, en los que se expresaba el trabajo colectivo sobre temáticas interdisci-plinarias. Desde 1991, con el Grupo Mujer y Sociedad, y luego con el Programa de Estudios de Género, propusimos un curso denominado La cuestión femenina, en el que participa cada semestre un prome-dio de 80 estudiantes de todas las facultades de la Universidad.

• Transversalizar los estudios de mujer y género en algunos currí-culos de pregrado: procuramos incluir estos estudios en las áreas curriculares de la Facultad de Ciencias Humanas, en la medida que las profesoras diseñamos cursos y otras actividades docentes en las que participan los y las estudiantes. Aún faltan investigaciones es-pecíficas que muestren la forma como ellos se apropian de la temáti-

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ca, pero podría proponerse, en calidad de hipótesis, que cada año los alumnos de la Facultad, desde distintos campos, produzcan múltiples estudios al respecto.

Por medio de las estrategias mencionadas, logramos avanzar en la ins-titucionalización de los estudios de género; sin embargo, es importante resaltar que empleamos muchísimo más tiempo del estipulado en la car-ga académica. Por tanto, podríamos afirmar que teníamos un estilo un tanto militante, ya que para nosotras fue un proyecto de vida posicionar los estudios de mujer y género en la Universidad. En el año 2000, a raíz de la reestructuración de la Facultad de Ciencias Humanas, se creó la Escuela de Estudios de Género, como una unidad académica adminis-trativa independiente, capaz de brindar estudios de posgrado.

L A ESC UE L A D E ESTUD I OS D E GÉ N E RO : U N C O RTO BA L A N C E D E LO S ÚLT I MO S D IE Z A ÑO S

Como se dijo anteriormente, hemos avanzado en la institucionalización de los estudios de mujer y género en la Universidad Nacional de Colombia, gracias a que contamos con un reconocimiento, una organización adminis-trativa, una demanda permanente por parte de los programas de posgrado ofrecidos, investigaciones y publicaciones. En la actualidad, se encuentran integrados a la Escuela doce docentes de planta de tiempo parcial que par-ticipan junto con otros/as maestros/as y profesionales contratados/as para cubrir cursos o tareas específicas, así como los y las estudiantes de la maes-tría, quienes se han encargado de convertir los seminarios en escenarios de discusión, producción e investigación sobre el tema, a través de sus tesis de grado (ver cuadros 1 y 2).

Sin embargo, como lo expresaron la mayoría de los y las docentes entre-vistados para esta investigación, aún queda un amplio camino por reco-rrer antes de alcanzar mayor proyección en la Universidad, lo que nos permite afirmar que las estrategias de institucionalización deben conti-nuar, como una meta indispensable para fortalecer la Escuela de Género en la Universidad Nacional. Nos preocupa la falta de recursos humanos y de personal docente e investigativo. Como se plantea en este texto, este fenómeno es común en otras universidades de América Latina, y se recrudece con las políticas de privatización de las universidades públicas y el congelamiento de la planta de profesores.

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Para finalizar, voy a tratar algunas características de los estudios de gé-nero en la Universidad Nacional de Colombia, en relación con la investi-gación, la docencia y la extensión, analizando los logros, las tensiones y los temas de relevancia por tratar con más detenimiento.

IN V E ST I GAC IÓN

Como se anotó, una fortaleza de los estudios de mujer y género fue con-siderar que la investigación constituye uno de los cimientos más fuertes del edificio académico, sin el cual hubiera sido imposible mantener un nivel alto en la maestría, y lograr el reconocimiento de estos estudios en la Universidad. Analicé desde 1986 hasta el año 2006, 20 tesis de grado y una muestra de 54 estudios hechos por los docentes realizadas según su finalidad 47 (ver cuadros 1 y 2).

Al revisar las investigaciones, registradas, encuentro que el 58% se re-firió a las relaciones de género sin hacer énfasis en los hombres o en las mujeres. En esta línea encontramos los estudios sobre la situación de desplazamiento y las relaciones de género de Donny Meertens, los referentes a la modernización industrial y el género de Luz Gabriela Arango o las tesis de grado sobre el sector educativo. Al entrevistar a las docentes al respecto, hicieron énfasis en que su investigación desarrolla la categoría de género y la inserta en las relaciones de poder. Como plan-tea Luz Gabriela Arango:

Me interesa ver el poder y no sólo la categoría de género en términos de paralelo; no sólo dirigirme a las personas en las situaciones más difíciles, sino las que acceden a condiciones de poder. Pienso que esta categoría la he articulado mucho a la teoría sociológica y que está muy centrada en la dominación.

Por otra parte, de la totalidad de investigaciones, el 32% emplea la ca-tegoría de género pero su énfasis son las mujeres en medio de diversas problemáticas. Por ejemplo, estudios sobre género, propiedad y empo-deramiento de Magdalena León, sobre el movimiento de mujeres o su participación política, de María Emma Wills, y mi trabajo sobre los ima-ginarios sociales de un grupo de mujeres de sectores populares, entre otros. Al interrogarse al respecto, María Emma afirma:

47 Las fuentes de este reporte son las investigaciones realizadas por las y los docentes de la Escuela en los últimos diez años, así como las tesis de los estudian-tes de la maestría de Estudios de Género.

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Mis investigaciones son más sobre la mujer, que de género, porque yo no me he puesto a mirar dialécticamente la construcción de masculino o femeni-no. Obviamente, como son investigaciones desde la ciencia política, hay una mirada que reconoce que institucional y constitucionalmente hay un refor-zamiento del poder masculino, pero me interesa es saber las estrategias de las feministas y de las mujeres para transformar esas estructuras de saber masculino.

Por otro lado, desde 1995 se inician los estudios sobre masculinidades que apenas constituyen el 8% de las investigaciones. Mara Viveros ha desarrollado estos trabajos desde varios frentes: la esterilización mas-culina, las identidades masculinas latinoamericanas –comparación entre Chile, Perú y Colombia–, las masculinidades regionales y las formas de ser padre en ciudades provenientes de contextos regionales distintos como Armenia, Quibdó y Bogotá. Así se refiere Mara Viveros a sus tra-bajos sobre la temática:

Cuando comencé a trabajar sobre el proyecto de vasectomía, simultáneamen-te tuve la oportunidad de hacer investigación sobre identidades masculinas, y luego seguí por la línea de las paternidades. En el caso de los estudios sobre la vasectomía, estudiaba las negociaciones con la compañera sexual. En todos los casos la perspectiva de género me era muy útil como perspectiva teórica y metodológica.

Finalmente, sólo una tesis de grado, que representa el 1,5%, tuvo como objeto de estudio la diversidad sexual, lo que podría calificarse como parte de los queer’s studies. Con ello se demuestra que este campo es muy incipiente, y aun los docentes sólo han trabajado sobre la temática a nivel de consultorías. Sin embargo, el interés por la temática y su calidad como conocimiento emergente se muestra cuando se hace una primera revisión de los estudios realizados por el grupo Gessam (Género, sexua-lidad y salud en América Latina), de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia.

Varias de estas investigaciones han sido de carácter nacional y han invo-lucrado las regiones colombianas, proyectándose en las políticas públi-cas. Por ejemplo, los estudios sobre masculinidades repercutieron en las políticas del Ministerio de Protección Social en el campo de salud sexual y reproductiva. Los estudios sobre género y situación de desplazamiento han tenido impacto en Acnur48 y sus políticas en Colombia. Asimismo, las

48 Organismo de Naciones Unidas encargado del apoyo a las víctimas de las guerras.

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investigaciones centradas en la temática de género y trabajo han reper-cutido en las organizaciones de mujeres, mientras la investigación sobre padres y madres en cinco ciudades, ha sido empleada en la formación de profesionales de Trabajo Social y Psicología en varias zonas del país. Sin embargo, pocos trabajos de investigaciones contienen una cobertura in-ternacional que permita comparaciones entre países de América Latina, a excepción de los ya referenciados acerca de identidades masculinas y los de Magdalena León y Carmen Diana Deere.

Varias de las inquietudes esbozadas por Magdalena León en el primer artículo de este libro sirven también para reflexionar acerca de los avan-ces de investigación en la Escuela de Estudios de Género, lo cual me induce a formularme las siguientes preguntas: ¿Cómo lograr impregnar los planteamientos teóricos en estudios empíricos? ¿Qué está pasando con el tratamiento estadístico de alguna información relevante cuando se trata de implementar políticas? Por otro lado, la reflexión sobre la experiencia de investigación de la Escuela provoca otros cuestionamien-tos: ¿Cómo articular más la docencia con la investigación, cuando con frecuencia cada una de ellas maneja tiempos distintos? ¿Cómo cubrir temas de investigación al ritmo de cambio de la problemática social colombiana, cuando se cuenta con una escasa planta docente? ¿Cómo relacionar la investigación con las demandas y necesidades de los movi-mientos sociales de mujeres? ¿Cómo cubrir campos descuidados por la investigación feminista en el país, como son: medio ambiente, filosofía, reflexión epistemológica en las disciplinas, o la incursión en los proyec-tos económicos y biogenéticos, entre otros?

DO C E N C I A

Debemos analizar en dos ámbitos el desarrollo de la docencia en los estu-dios sobre mujer y género en la Universidad: por un lado, el avance de los estudios de posgrado especializados en la temática, y por otro, la posibili-dad de la transversalización de estos estudios en las disciplinas, para que en los currículos de las ciencias naturales, las ciencias económicas, las ciencias de la salud y las ciencias humanas sea reconocida la perspectiva de género y las y los estudiantes se formen en esta temática.

Desde 1996 iniciamos dos posgrados en la Universidad: la maestría en Estudios de Género, cuyo énfasis es la formación de investigadores, por lo cual concluye con una tesis de grado, y la especialización, encaminada

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a la elaboración de proyectos de desarrollo con perspectiva de género. En el período que comprende desde 1996 hasta finales de 2006, noven-ta mujeres y seis hombres han ingresado en los posgrados ofrecidos. La mayoría de ellos y ellas son profesionales de las ciencias sociales y una minoría de las ciencias de la salud, derecho u otras ramas del saber. El interés general es cualificarse en dichos estudios y en un campo de trabajo relacionado con el tema; pocas estudiantes pertenecen al movi-miento social de mujeres y éstas han optado más por la especialización. La vinculación de activistas está limitada por los requisitos académicos que exige la Universidad, pues la mayoría carece de estudios universi-tarios.

De los 59 egresados/egrasadas de la maestría matriculados/as durante los años 1996 y 2002 –correspondiente a las cuatro primeras promocio-nes–, se ha graduado el 32%, una tercera parte, lo cual indica que las y los estudiantes se demoran todavía varios semestres para finalizar estos estudios, y esta situación genera inquietudes, en especial en torno a que no alcanzan a cumplir con sus actividades laborales y con los trabajos de investigación que exige la maestría. Al tiempo, esta situación gene-ra varios interrogantes: ¿Cómo lograr estudiantes de tiempo completo que tengan mayor posibilidad de profundizar en las investigaciones que proyectan? ¿Qué está pasando con el seguimiento de las tesis? ¿Cómo desarrollar una pedagogía que integre el tiempo y el deseo de las y los estudiantes por culminar procesos investigativos con el nivel de calidad que exige la Universidad Nacional de Colombia?

Por otro lado, la búsqueda de mayor integración de la perspectiva de género en los planes curriculares de la Universidad supone que tanto la epistemología feminista como el enfoque de género deben hacer pre-sencia en otras disciplinas. Por tanto, nos hemos propuesto generar in-quietudes en los y las estudiantes, incentivando en ellos y ellas el deseo de saber. Así, el ejercicio de la docencia desde este enfoque conduce a cuestionar formas pedagógicas tradicionales y a inventar otras que pro-picien experiencias críticas y debatan las explicaciones naturalistas de la cultura.

Si se toma como referencia la Universidad Nacional de Colombia y los múltiples programas académicos que esta entidad desarrolla, es eviden-te que aún poco se proyecta el enfoque de género en los planes de estu-dio, en las ciencias económicas, las de la salud y menos en las llamadas

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ciencias “duras” o naturales. Cuando se reflexiona sobre la transversali-zación de la perspectiva de género en la Facultad de Ciencias Humanas, podría afirmarse, a manera de hipótesis, que apenas se inicia el empleo de la categoría de género en Sociología, Trabajo Social, Antropología y Psicología, gracias al interés de algunas y algunos docentes que integran dichos conocimientos en sus cátedras. En la actualidad la perspectiva de género, el tema de las diversidades sexuales y otros, se divulgan en cali-dad de materias que pertenecen al componente flexible de los programas de pregrado, con amplia acogida por parte de los y las estudiantes. Me-recen destacarse cada semestre los cursos de contexto que involucran cerca de cien estudiantes de diversas facultades de la Universidad.

Cabría preguntarse por qué la transversalización de los estudios de gé-nero en los planes curriculares es mínima. Una razón puede ser que cuando se hizo la reforma de 1994 apenas se iniciaban los estudios de género en la Universidad, y desde esa fecha pocos ajustes se han hecho a los planes de estudios. Otra hipótesis puede ser la resistencia de muchos de los docentes ante los cuestionamientos que implica este novedoso sa-ber, como lo plantea María Emma Wills:

Yo creo que el problema de los estudios de género se enmarca en un problema mayor de la Universidad Nacional, la cual vivió épocas de gran politización, en los sesenta y los setenta; eso generó una serie de tensiones, de rupturas, de malestares, entre corrientes y posiciones, porque obviamente en ese mo-mento la posición política atravesaba todo. Esas enemistades se quedaron flotando en el aire e hicieron que los debates y el diálogo entre académicas y profesores fuera muy difícil... Yo creo también que nos centramos dema-siado en la Escuela, y que finalmente lo que hay que hacer es complementar esa institucionalización con una estrategia muy asertiva de revolucionar las disciplinas.

Si bien algunas autoras colombianas (León, 2004) afirman que los estu-dios de género en Colombia tienden a permanecer como ghettos y no han permeado las bases de los planes de estudios de las ciencias humanas, no se puede plantear como una polaridad dicha situación y afirmar que la existencia de centros especializados frustra la inserción de dichos es-tudios dentro de los campos disciplinares. Se requiere, por un lado, que se creen estos programas dentro de la perspectiva de lograr un “cuar-to propio”, una unidad que dentro de la Universidad tenga efecto en el desarrollo de estos estudios como campos de investigación y formación para profesores y estudiantes interesados/as. Pero por otra parte, es necesario tener presente la meta de incluir estas temáticas dentro de

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las ciencias. En el caso de la Universidad Nacional de Colombia, de to-das maneras, deben iniciarse investigaciones más puntuales en algunas áreas del currículo para conocer a través de programas de clase y mo-nografías de grado, por ejemplo, el impacto de los estudios de género en los mismos.

Una primera revisión de algunas propuestas recientes de posgrados de la Facultad demuestran que la temática se está abordando como línea de investigación de la maestría de Psicología, en Sociología en la medida en que se desarrollan algunos cursos nucleares, y en Antropología. La temática está explícitamente propuesta como conocimientos nucleares en la maestría de Estudios Culturales y en la de Trabajo Social con én-fasis en familia y redes sociales. En la actualidad, en la Escuela persiste el Grupo de Estudios sobre Sexualidad y Género en América Latina, Gessam, que ha realizado tesis de grado, consultorías e investigaciones, integrando estudiantes de maestrías de varias disciplinas alrededor del tema y adoptando esta perspectiva.

EX TE N S I ÓN

Como se afirmó antes, la Escuela de Estudios de Género ha estado arti-culada al Estado, las ONG y los movimientos sociales de mujeres. Exis-ten diversas modalidades de extensión, como los cursos de educación continuada en varias regiones del país. Al mismo tiempo, hemos rea-lizado consultorías y asesorías a instituciones públicas y privadas, en especial a los organismos de la Alcaldía de Bogotá, la Gobernación de Cundinamarca, el Ministerio de Protección Social, la anterior Dirección Nacional de Equidad y la Consejería de la Mujer, entre otras organiza-ciones. Merece anotarse el apoyo y seguimiento a procesos de capacita-ción, organización y formulación de políticas públicas con entes estatales y agencias del sistema de Naciones Unidas y el Fondo de Población de la misma entidad.

Otra modalidad de extensión la constituye el Fondo de Documentación, el cual ha propuesto la formación de la red de participación política de las mujeres (1997-1998) y la red de masculinidades (1994-1997), y consti-tuye una fuente de consulta permanente de estudiantes, entre otras per-sonas interesadas en profundizar en el tema. Por otro lado, el programa radial: Todas y Todos, se articula con la revista En otras palabras, dan-do fuerza y difusión a las reflexiones sobre género (Domínguez, 2003).

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La dinámica de la Escuela en este campo y su proyección nacional es constante; sin embargo, cuando se reflexiona acerca de su relación con el movimiento social de mujeres surgen diversas tensiones, a las cuales se refieren otras autoras en esta publicación. En Colombia los movimientos antipatriarcales requieren investigaciones que contribuyan a clarificar interrogantes acerca de temas como: su participación social, el conflicto armado y la diversidad étnica, las corrientes feministas, las masculini-dades en los grupos armados, entre otras muchas temáticas que podrían abordarse. Cabe citar las inquietudes de Monserrat Sagot (2002) y de Magdalena León –en este texto–, acerca de las relaciones entre la acade-mia y el movimiento social de mujeres. Comparto la necesidad de man-tener la articulación, pero al mismo tiempo una capacidad crítica y una dinámica más propia de la academia.

Otra tensión se produce entre las demandas por consultorías, los plazos exigidos para las entregas de estudios cortos que contrastan con el in-terés que tenemos las docentes en profundizar en el tema, así como la proyección de las consultorías en la docencia. A su vez, surgen interro-gantes acerca del papel de la extensión, cuando se requiere una capaci-dad crítica ante las políticas del Estado.

En algunos casos, algunas de quienes integramos la Escuela nos hemos proyectado en instancias gubernamentales, como en la Consejería para la Mujer y la Familia, en 1991, y ahora, en la Secretaría de la Mujer en la Alcaldía de Bogotá. Sin embargo, cuando las docentes nos concentramos en estas tareas, en la Universidad se vive un vacío por falta de recurso humano. Otra opción que ha permitido a la Escuela incidir en la formula-ción de políticas, ha sido el trabajo con la cooperación internacional, que en el país sigue constituyendo una fuerza que impulsa la inserción de la perspectiva de género dentro de un ámbito democrático.

CO N C LU SIO N E S

Con esta panorámica sobre la historia de los estudios de género en la Universidad Nacional de Colombia, espero haber contribuido a suscitar conversaciones sobre la legitimación de un saber novedoso en el país. Al revisar el papel del contexto en este proceso, ilustré cómo se asocian con cambios sociales, bien sea con los procesos de modernización y, en particular, con los movimientos de mujeres, los feminismos, el Estado y

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la cooperación internacional. Estos últimos fueron fuerzas que se con-jugaron para que las docentes desarrollaran estos estudios. Al mismo tiempo, el trabajo colectivo de las docentes, acompañado de un espíritu un tanto militante, configuraron un espacio de institucionalización para el logro de esta meta.

El debate en torno a la fragilidad permanente de los estudios de género en las universidades latinoamericanas también es oportuno para el caso de la Universidad Nacional de Colombia. Por un lado, su desarrollo en cuanto a la investigación y la docencia está sometido a las políticas de privatización de las universidades públicas que podrían debilitar todos los programas académicos. Sin embargo, específicamente cuando nos referimos a los estudios sobre mujer y género, aún es más vigente la polémica entre si fortalecemos una institucionalización y tendemos a convertirnos en ghettos o si nos insertamos en las unidades disciplinares buscando el desarrollo de estos estudios en la Universidad. Ante este debate me inscribo entre quienes consideran necesario que nos ubique-mos como unidad, pero con la mirada también en las disciplinas.

Afirmo a manera de hipótesis que la producción investigativa de la Uni-versidad Nacional de Colombia es alta respecto a otros países latinoa-mericanos gracias al “cuarto propio” –como lo llama Gioconda Herrera en este texto–. Así mismo, la alta demanda por la maestría en estos es-tudios en la Universidad Nacional en Bogotá demuestra que las y los jóvenes están interesadas/os en la investigación y la formación profesio-nal al respecto. Pero al mismo tiempo, los recursos docentes no alcanzan a proyectarse con más impacto en otros campos de conocimiento para lograr la ansiada transversalización de estos estudios en otras ramas del saber de la Universidad. Se encuentran además temores y dificultades en las unidades académicas que aglutinan las disciplinas para abrirse a temas interdisciplinarios y participar con recursos humanos en debates como los que suscitan los estudios de género.

En relación con la capacidad actual de la Escuela de Estudios de Género en la coyuntura de reformas de las universidades públicas, aún queda mucho camino por evaluar. Por ahora, compartimos lo expresado por Mara Viveros al ser interrogada al respecto:

La Escuela no puede quedar como un buen adorno, para hacernos pensar que estamos en una universidad muy progresista, moderna. Debemos tener las mismas consideraciones en la Universidad que cualquier unidad básica de ges-

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tión. El trabajo colectivo con que se iniciaron estos estudios debe retomarse para construir esa colectividad que tanto requiere el mundo académico hoy.

Al sistematizar las estrategias de institucionalización, espero aportar al reconocimiento de una labor que aún debe seguir y, al mismo tiempo, qui-siera contribuir a otros grupos que se han propuesto una meta similar. Todavía se presentan muchos interrogantes que merecen continuar esta empresa investigativa con una proyección más empírica, orientada hacia la búsqueda específica de material producido en las disciplinas de la Uni-versidad sobre estudios de mujer, género, masculinidades o queer´s, por medio de documentos como tesis de grado o programas de clase. Con dichas investigaciones podríamos tener sorpresas o desencantos, pero nos brindarían nuevas rutas a seguir cuando se pretende integrar los estudios de mujer y género en los currículos universitarios.

Las tensiones destacadas en los capítulos anteriores de este texto, entre los estudios de género y los demás ámbitos del saber en las universida-des, así como entre la academia y los movimientos sociales antipatriarca-les de universidades latinoamericanas, también están vigentes en el caso de la Universidad Nacional de Colombia. Coincido con la necesidad de definir estas relaciones manteniendo cada una cierta autonomía, como criterio para vincularnos al movimiento social de mujeres con capacidad crítica cuando se aporte a los conocimientos que el movimiento de muje-res demanda. De todas formas, comparto con las docentes que estudian la proyección de los estudios de género en la región latinoamericana un reconocimiento por los avances logrados, pero al mismo tiempo entiendo los nuevos retos que estos estudios demandan, en especial cuando se fundamentan en la investigación y el trabajo interdisciplinarios.

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Cuadro 1. Investigaciones de los y las docentes de planta, Escuela de Estudios de Género, 1986-2004

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49 Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo. Universidad Nacional de Colombia.

Docente Investigación

Luz Gabriela Arango

• Nuevas formas de desigualdad social. El género en las discrimi-naciones étnico-raciales en poblaciones negras desplazadas y no desplazadas en Bogotá. Con Donny Meertens y Mara Viveros. Colciencias. 2002-2004.

• Universidad, movilidad social y cultura. Estudio sobre las tra-yectorias sociales y las identidades profesionales y de género de estudiantes de Ingeniería de Sistemas y Sociología de la Uni-versidad Nacional de Colombia. 2002-2003.

• Equidad de género, equidad social. Balance de la participación de las mujeres y los hombres en el mercado de trabajo a nivel nacional entre 1992 y 2001 a partir de datos de encuestas de hogares. 2002.

• Cambio organizacional, procesos culturales y relaciones de gé-nero en las empresas. 1999.

• Precarización del empleo, estrategias familiares e identidad de género. 1998-1999.

• Relaciones de género y clases sociales. Revisión sobre teorías e investigaciones recientes en torno a la problemática de las rela-ciones de género y las clases sociales. 1996-2002.

• Relaciones de género y modernización industrial. Estudio de caso de una empresa textilera en Bogotá, sobre el cambio técni-co, reestructuración laboral y relaciones de género. (PGMD)49. 1995-1998.

• Culturas empresarias e innovación en la región andina. Cor-poración calidad 1998, relaciones de género y modernización industrial: el caso de una empresa textilera en Bogotá. 1995-1998.

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Docente Investigación

JuanitaBarreto G.

• Los procesos de socialización de un grupo de mujeres de secto-res populares (1989-1994). 2000.

• Proyectos alternativos de vida y convivencia. Gestados por mu-jeres de Barrancabermeja – Una mirada a la violencia desde la cotidianidad. (). 2000-2001.

• Violencia en las relaciones de género en la Universidad Na-cional de Colombia. Una aproximación a la pregunta sobre la violencia sexual en la Universidad Nacional. (). 1995.

• Formas autónomas de resolución de conflictos entre particulares en la región del Magdalena Medio, desde una perspectiva de género. Estudio de caso en Caparrapí y Barrancabermeja, 1995.

Dora IsabelDíaz Susa

• Las mujeres campesinas colombianas y sus propuestas. Proyecto Iniciativas de Mujeres Colombianas por la Paz. 2002.

Guiomar Dueñas Vargas

• Ilegitimidad de las parejas en Santafé de Bogotá. Premio Na-cional de Historia (1996). 2000-2001.

• Redes de familias en la historia de Bogotá en el siglo . (Col-ciencias), 1999.

María Elvia Domínguez

• Mujeres, gestión local y procesos de paz (en coautoría). 2000-2001.

• Género y docencia universitaria. (). 1997-1998.• Identidad infantil y cultura del tiempo libre. (Cindec-Priac).

1994-1996.

Patricia Jaramillo

• Colombia en los noventa. Efectos de la apertura en las condi-ciones de las mujeres. Estudio comparado de la situación laboral de las mujeres en los noventa. 1999-2003.

• Liderazgo de las mujeres en el sector popular. (Universidad Na-cional de Colombia). 1980-2000.

Magdalena León

• Mujer y políticas agrarias. 1998.• Mujer, acceso y control a la tierra. (Fundación Ford – Colcien-

cias). 2000.• Acciones para transformar las condiciones sociolaborales del

servicio doméstico en Colombia. (Asociación Colombiana de Estudios de Población). 1985-1988.

• Género y derecho a la tierra en Chile. 1998.• Poder y empoderamiento de las mujeres. 1996.• Género y derechos a la tierra en Ecuador. (Quito: Consejo na-

cional de las mujeres, Canamu). 1998.• Acceso de la mujer a la tierra. Panorama general, caso Colom-

bia-Honduras, 1999.

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Docente Investigación

Donny Meertens

• Nuevas formas de desigualdad social. El género en las discri-minaciones étnico-raciales en poblaciones negras desplazadas y no desplazadas en Bogotá. Con Mara Viveros y Luz Gabriela Arango. (Colciencias). 2002 – en curso.

• Género, violencia y desplazamiento. 2000.• Reconstrucción de la vida cotidiana: hombres, mujeres y jóvenes

desplazados por la violencia. (Programa de Estudios de Género, Mujer y Desarrollo. Universidad Nacional de Colombia, Col-ciencias, Bogotá). 1998.

Dora Munévar

• Diferencias de género en el trabajo académico. Co-investigado-ra con Imelda Arana. 2003.

• Poder y género en el trabajo académico. Considerandos para reconocer sus intersecciones desde la reflexividad, 2004.

Yolanda Puyana

• Los procesos de socialización de un grupo de mujeres de secto-res populares (1989-1994). 2003-en curso.

• Los imaginarios sociales de unos grupos de mujeres de sectores populares. 1997-1999.

• Cambios en las representaciones sociales de la paternidad y la maternidad. El caso de Bogotá. (Colciencias-). 1999-2002.

• Padres y madres tradicionales e innovadores. 2004-2006.

María Himelda Ramírez

• Casos de violencia en la familia (1986-1987). 2002.• Las diferencias sociales y el género en la asistencia social de la

capital del Nuevo Reino de Granada. Siglos -, 2005.• Las mujeres y la sociedad de Santafé de Bogotá, (1750-1850),

1996.

Angela Robledo

• La autobiografía de Jerónima Nava y Saavedra. Historia de un yo fragmentado. 2000-2001.

• Literatura y diferencia. Autoras colombianas del siglo . Co-lección de treinta y siete artículos sobre escritoras colombianas del siglo . 1995.

Florence /omas

• El macho y la hembra reconstruidos. Aportes en relación con los conceptos de masculinidad y feminidad en los mass media colombianos. 1981-1982.

• El amor en la fotonovela y canciones colombianas. Los estragos del amor, 1987.

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Docente Investigación

Luis Santos

• Género y psicoanálisis. Universidad Nacional de Colombia. 1997-2002.

• La crítica al psicoanálisis en escritos de feministas psicoanalis-tas. 2002 - en curso.

Mara Viveros

• Nuevas formas de desigualdad social. El género en las discrimi-naciones étnico-raciales en poblaciones negras desplazadas y no desplazadas en Bogotá. Con Donny Meertens y Luz Gabriela Arango. (Colciencias. 2002 - en curso.

• Evaluación cualitativa de programas de salud sexual y reproduc-tiva para poblaciones jóvenes de Bogotá. Una lectura de clase, género, etnia/raza y orientacion sexual. 2004.

• Representaciones y prácticas sociales de la esterilización mas-culina. Un estudio de caso en Bogotá. Programas de Género, Mujer y Desarrollo () del Centro de Estudios Sociales () de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. 1996.

• Biografías y prácticas de la paternidad en contextos regionales diversos. (Colciencias-Fundación Ford). 1999.

• Representaciones y prácticas de la paternidad en Colombia, en Bogotá, Armenia y Quibdó en sectores medios y populares. (Colciencias). 1999.

María Emma Wills

• Género y ciudadanía en Colombia. (Iepri). 1999-2001.• Las trayectorias femeninas en tres esferas públicas: partidos,

academia y movimientos sociales. ¿Apertura democrática o in-corporación sin cambio? 2002-2003.

MarthaZambrano

• Identidades y movilidades. Las sociedades regionales en los nuevos contextos políticos y migratorios. Una comparación en-tre México y Colombia. (Colciencias y Conafyt). 2003.

• Identidades coloniales y vida urbana en Nueva Granada, Siglo . 1999-2002.

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