límites cambaintes de la esfera pública y privada

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11 Nueva época, núm. 15, enero-junio, 2011, pp. 11-42. ISSN 0188-252x Los límites cambiantes de la vida pública y la privada 1 JOHN B. THOMPSON 2 1 Este artículo fue la base de una conferencia que se impartió en el año 2009 en Santiago de Chile, en la Cátedra Norbert Lechner de la Facultad de Cien- cias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales. 2 Universidad de Cambridge, Reino Unido. Correo electrónico: [email protected] The proliferation of new communica- tion technologies today, forces us to reconsider the nature of the public and the private and the changing rela- tions between them. In contemporary societies the boundaries between public and private are blurred and constantly shifting. Thompson uses his social theory of the media to develop a fresh perspective on the public-private distinction, and in which the boundaries that do exist at any point in time are porous, con- testable and subject to constant nego- tiation and struggle, a situation illus- trated very vividly by the phenomenon of political scandal. KEY WORDS: Public sphere, private sphere, political scandal, new com- munication technologies, social theory of the media. La proliferación de nuevas tecno- logías de comunicación de hoy, nos obliga a reconsiderar la naturaleza de la vida pública y privada y las cam- biantes relaciones entre éstas. En las sociedades contemporáneas los lími- tes entre lo público y privado se con- funden y cambian constantemente. Thompson utiliza su teoría social de los medios para desarrollar una nueva perspectiva sobre la distinción entre lo público y lo privado en donde las fronteras que existen en cualquier punto en el tiempo son porosas, dis- cutibles y sujetas a constante nego- ciación y lucha; una situación que se ilustra vívidamente por el fenómeno del escándalo político. PALABRAS CLAVE: esfera pública, esfera privada, escándalo político, nuevas tecnologías de comunicación, teoría social de los medios. ARTÍCULOS

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  • 11Nueva poca, nm. 15, enero-junio, 2011, pp. 11-42. issn 0188-252x

    Los lmites cambiantesde la vida pblica y la privada1

    John B. Thompson2

    1 Este artculo fue la base de una conferencia que se imparti en el ao 2009 en Santiago de Chile, en la Ctedra Norbert Lechner de la Facultad de Cien-cias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales.

    2 Universidad de Cambridge, Reino Unido. Correo electrnico: [email protected]

    The proliferation of new communica-tion technologies today, forces us to reconsider the nature of the public and the private and the changing rela-tions between them. In contemporary societies the boundaries between public and private are blurred and constantly shifting. Thompson uses his social theory of the media to develop a fresh perspective on the public-private distinction, and in which the boundaries that do exist at any point in time are porous, con-testable and subject to constant nego-tiation and struggle, a situation illus-trated very vividly by the phenomenon of political scandal.

    Key words: Public sphere, private sphere, political scandal, new com-munication technologies, social theory of the media.

    La proliferacin de nuevas tecno-logas de comunicacin de hoy, nos obliga a reconsiderar la naturaleza de la vida pblica y privada y las cam-biantes relaciones entre stas. En las sociedades contemporneas los lmi-tes entre lo pblico y privado se con-funden y cambian constantemente. Thompson utiliza su teora social de los medios para desarrollar una nueva perspectiva sobre la distincin entre lo pblico y lo privado en donde las fronteras que existen en cualquier punto en el tiempo son porosas, dis-cutibles y sujetas a constante nego-ciacin y lucha; una situacin que se ilustra vvidamente por el fenmeno del escndalo poltico.

    palaBras clave: esfera pblica, esfera privada, escndalo poltico, nuevas tecnologas de comunicacin, teora social de los medios.

    arTculos

  • 12 John B. Thompson

    En mayo de 2009, el diario britnico The Daily Telegraph comenz a publicar informacin acerca de los gastos declarados por miembros del parlamento. El diario haba obtenido gracias a una fuente desconocida, un disco que contena datos sobre los gastos de los parlamentarios, y a principios de mayo comenz a publicar algunos detalles que se dieron a conocer al pblico de a poco, gota a gota, en un proceso que dur va-rias semanas. Las revelaciones fueron escandalosas. Se convirtieron en titulares de portada en todos los diarios nacionales y en la noticia princi- pal de los programas de radio y televisin. Rpidamente se produjo un es-cndalo poltico de grandes proporciones que provoc respuestas pblicas de indignacin en un nivel pocas veces visto en la normalmente serena escena pblica de debate meditico de Inglaterra. La vergenza creca a medida que los detalles de los gastos de los parlamentarios desde lo trivial a lo intolerable aparecan en las portadas de los diarios, y muchas figuras polticas de alto perfil, partiendo por el vocero de la Cmara de los Comunes, Michael Martin, se vieron obligados a renunciar o a abandonar sus candidaturas para la prxima eleccin general.

    Cmo sucedi esto?, por qu la revelacin de los gastos de los parlamentarios dio pie a tal indignacin, a pesar de que en muchos ca-sos ni siquiera violaban la ley y en otros los montos declarados eran muy triviales en trminos financieros? El gran escndalo de los gastos parlamentarios que domin los titulares en Inglaterra durante un largo perodo, entre fines de primavera y comienzos del verano de 2009, y que gener una gran introspeccin entre las lites polticas britnicas, es un ejemplo clsico de un escndalo poltico moderno. Despliega to-das sus caractersticas clave: la repentina exposicin al dominio pblico de actos o informaciones que hasta entonces los partidos consideraban privados; la creencia generalizada de que estos actos involucran un ele-mento de transgresin o incorreccin; la condena a los actos en los me-dios y otras partes; reputaciones daadas, carreras acabadas, confianza minada. Sin embargo, este escndalo tuvo tambin un componente dis-tinto, provocado en parte por el gran nmero de individuos implicados en l. Volveremos luego a este punto, ya que primero quiero reflexionar sobre por qu estos fenmenos en los que la informacin que antes se consideraba privada al irrumpir repentinamente en el dominio pblico se han vuelto un rasgo tan comn de la vida pblica actual.

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    lo pBlico y lo privado

    El auge del escndalo poltico es sntoma de una transformacin profunda de las relaciones entre la vida pblica y privada que ha acompaado y dado forma al desarrollo de las sociedades modernas. La distincin entre lo pblico y lo privado, por supuesto, no es propia slo de las sociedades modernas ni tampoco la reflexin terica sobre esta distincin ha preocu-pado slo al pensamiento moderno. Hace medio siglo Hannah Arendt (1958) nos record que la distincin entre lo pblico y lo privado era un rasgo fundamental del pensamiento griego antiguo. Para los antiguos griegos, seala Arendt, la capacidad humana de organizacin poltica era distinta, y opuesta al tipo de asociacin natural que se centraba en el hogar y en la familia. La emergencia de la ciudad-Estado permiti a los individuos tener una segunda vida, un bios politikos, una vida polti-ca que estaba separada de la vida en el hogar. Cada ciudadano perteneca a dos rdenes de existencia: la vida propia y la vida de lo comn. As, en el pensamiento griego antiguo exista una distincin entre lo pblico y lo privado que podra representarse como se muestra en la Figura 1.

    Figura 1lo pBlico y lo privado en el pensamienTo griego anTiguo

    segn hannah arendT

    La esfera privada era la esfera de la casa y de la familia. El rasgo distintivo del mundo privado, a los ojos de Arendt, era constituir el espacio donde los seres humanos vivan juntos llevados por sus deseos

    Esfera privada =Casa y familia = Esfera de la necesidad =Labor y trabajo

    Esfera pblica =Polis =Esfera de la libertad =Accin y discurso =Espacio de aparicin

    Auge de lo social =Eclipse del mundo pblico y privado

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    y necesidades. Era la esfera de la vida misma: de proveer alimento, de dar a luz, de producir y reproducir la vida humana. La casa, por lo tan-to, naca de la necesidad. Se caracterizaba por el tipo de actividad que Arendt llama labor y trabajo, que son los tipos de actividades a travs de las cuales los seres humanos producen los bienes que aseguran su propia sobrevivencia.

    La esfera pblica era completamente diferente. El mundo de la polis era la esfera de la libertad. Para los antiguos griegos, la libertad slo tena lugar en la esfera poltica, la polis. La necesidad era un fenmeno pre-poltico caracterstico de la casa privada, un espacio donde se justifi-caban la fuerza y la violencia, al menos a juicio de los antiguos griegos, porque eran los medios para superar la necesidad y as lograr el tipo de libertad que slo era posible en la esfera pblica. Si la esfera privada se caracterizaba por la labor y el trabajo, la pblica se caracterizaba por la accin y el discurso. Ser poltico, vivir en la polis, significaba que todo se decida a travs de las palabras y la persuasin, no mediante la fuerza y la violencia. El mundo pblico era un espacio de aparicin en el cual las cosas dichas y hechas podan ser vistas y odas por los dems. Que fueran vistas y odas por los dems les daba un grado de realidad que de otro modo no hubieran tenido, una realidad basada en el hecho de que estas acciones y palabras tenan a una pluralidad de otros como testigo. El reino pblico era tambin el mundo donde los seres huma-nos podan lucirse, superarse a s mismos a travs de actos de honor y coraje, trascender la mortalidad de los individuos comunes, dejar una huella en la historia, y de ese modo lograr una especie de inmortalidad que supera la destruccin natural del tiempo.

    Segn el relato de Hannah Arendt, sta es la manera en que los an-tiguos griegos entendan la distincin entre lo pblico y lo privado, y la razn por la cual esta distincin era tan fundamental para su concepcin de la polis y la vida poltica. Tal concepcin tenda a valorar muy positi-vamente el mundo pblico de la polis, y a considerar el mundo privado como una contraparte necesaria pero subordinada de sta. Cualquiera que sean las fortalezas y limitaciones de la distincin de los antiguos griegos, a juicio de Arendt sta fue eclipsada por un desarrollo histrico que ocu-rri mucho despus, con la emergencia de las sociedades modernas desde el siglo xvii y xviii. Esto es lo que Arendt llama el auge de lo social.

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    Lo que Arendt quiso decir con el auge de lo social es que muchas de las actividades que alguna vez se realizaron en los confines de la casa y la familia, son hechas fuera de la casa cada vez ms por grupos y clases sociales. La esfera del trabajo se expande ms all del hogar para ocupar progresivamente el espacio social, creando una sociedad de trabajadores y empleados, de clases organizadas y partidos que persi-guen intereses colectivos. El auge de lo social no ha permitido ningn espacio para el tipo de acto y discurso que los antiguos griegos haban considerado constitutivo de la esfera pblica. As es como el acto y el discurso se han vuelto cada vez ms marginales, y aquello que los grie-gos entendan por espacio pblico gradualmente desaparece. Si algo re-cuerda al acto y al discurso hoy, seala Arendt, slo se puede encontrar en grupos aislados de cientficos y artistas que han resistido hasta cierto punto el tipo de conformismo y aquiescencia que ha llegado a prevale-cer en lo que Arendt llam la sociedad de empleados.

    No pretendo aqu seguir en detalle los pasos de la explicacin de Arendt del auge de lo social; surgiran demasiadas preguntas que nos alejaran de nuestra preocupacin central. Prefiero restringir nuestro enfoque a la relacin cambiante entre lo pblico y lo privado en los co-mienzos de la modernidad europea y hacer una pregunta a la propuesta de Arendt: por qu no consider el impacto potencial del auge de los medios de comunicacin? De alguna manera es curioso que los pasara por alto; despus de todo, ella enfatiz la importancia del lenguaje y el discurso como rasgos constitutivos de la polis en el pensamiento griego antiguo. Por qu no consider la posibilidad de que el lenguaje y el discurso que constituan la esfera pblica fueran afectados significati-vamente por los nuevos medios impresos que nacan a comienzos de la modernidad, y que la relacin entre lo pblico y lo privado tambin se vera afectada por esta transformacin? La respuesta a esta pregunta es incierta; en su texto The Human Condition no toca el tema.

    En un libro publicado cuatro aos despus de The Human Condition, Jrgen Habermas hizo un buen intento por llenar esta laguna. En su pri-mer gran libro, The Structural Transformation of the Public Sphere,3 trat

    3 Nota de la editora: The Structural Transformation of the Public Sphere se public originalmente en alemn Strukturwandel der ffentlichkeit. Unter-

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    temas muy similares a los que preocupaban a Arendt; de hecho, Habermas (1989) conoca bien la obra de Arendt y se refiere explcitamente a su argumento sobre el auge de lo social. Pero la explicacin de Habermas sobre la metamorfosis de la distincin entre lo pblico y lo privado a co-mienzos de la modernidad europea fue muy distinta a la de Arendt.

    Segn Habermas, la vieja distincin entre lo pblico y lo privado, que en todo caso ya se haba transformado durante la Edad Media, em-pieza a tomar una nueva forma a comienzos de la modernidad en Eu-ropa, tal como muestra la Figura 2.

    Figura 2lo pBlico y lo privado en los comienzos

    de la modernidad europea segn haBermas

    Con el surgimiento del Estado moderno comienza a aparecer un nuevo sentido de lo pblico, uno de los sentidos que tiene hoy la palabra para nosotros: a saber, la esfera de la autoridad pblica, la ad-ministracin pblica del gobierno y del Estado. La esfera de lo privado,

    suchungen zu einer Kategorie der brgerlichen Gesellschaft, en 1962 y no fue sino hasta 1989 cuando se tradujo al ingls. En espaol apareci con el ttulo Historia y crtica de la opinin pblica bajo el sello de Gustavo Gili, en 1981, precediendo incluso a la versin inglesa.

    PrivadoCasa y familiaEconoma (sociedad civil)

    PblicoEstadoTribunal

    Comercio de informacin: esfera pblica burguesaEsfera pblica en el mundo de las letras

    Esfera pblica en el espacio pblico

    Decadencia de la esfera pblica burguesa

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    en contraste, an incluye a la casa y la familia, como en la concepcin de los griegos antiguos, pero con el surgimiento del capitalismo, las actividades de produccin y reproduccin se desligan cada vez ms de los confines tradicionales de la casa y la familia. A esto se refera Arendt cuando escribi sobre el auge de lo social: actividades que tenan que ver con la produccin y la supervivencia se separan cada vez ms de los restringidos confines de la casa y se vuelven, segn sus palabras, p-blicamente relevantes; lo que Arendt caracteriz como el auge de lo social es lo que muchos pensadores sociales anteriores, como Hegel y Marx, llamaron el ascenso de la sociedad civil. El ascenso de la eco-noma comercial, o sociedad civil, expandi y transform enormemente la esfera privada.

    Pero lo que fue particularmente singular e innovador en el razo-namiento de Habermas, y lo que lo hace diferir significativamente de la propuesta de Arendt, es que l se fij en otro gran cambio de esta poca. Mientras la economa capitalista emergente involucr el creci-miento del comercio de bienes, las sociedades de los comienzos de la modernidad europea tambin fueron testigos, desde los siglos xvi y xvii en adelante, de un creciente comercio de informacin generado por la aparicin de los diarios y la prensa peridica. Esto es lo que Ha-bermas describe como la esfera pblica emergente de la sociedad civil, o la esfera pblica burguesa. Esta esfera comenz a existir en la me-dida en que estos nuevos rganos de informacin no formaban parte del Estado sino que estaban estructuralmente separados de l, y eran producto de actividades de individuos en busca de sus propios proyec-tos en la sociedad civil. Por lo tanto, este nuevo tipo de esfera pblica era, en un sentido, un espacio medio; es decir, ubicado entre el Estado, por una parte, y la esfera privada de la casa y la familia, por la otra. sta se encontraba constituida por individuos privados que se reu- nan para debatir entre ellos y con las autoridades del Estado respecto de los temas clave del da. Era la esfera del lenguaje y el discurso, de la argumentacin y la confrontacin, una esfera en la cual los indivi-duos podan expresar sus puntos de vista, desafiar los de los dems e impugnar el ejercicio del del Estado. Se trataba, como dice Habermas, del uso pblico de la razn por parte de individuos interesados en abrir el debate y la discusin.

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    Cmo surgi esta esfera pblica burguesa?, cul fue su marco insti- tucional? Primero se desarroll en el mundo de la literatura y se transform de a poco en una esfera pblica relacionada directamente con los temas polticos. A fines del siglo xvii y comienzos del xviii los salones y cafs de Pars y Londres se volvieron centros de discu-sin y debate, en principio literarios la esfera pblica en el mundo de las letras, y luego cada vez ms dedicados a temas e intereses generales la esfera pblica en el espacio poltico. La disponibilidad de libros era, por supuesto, una condicin vital para las mesas redon-das literarias; luego, desde comienzos del siglo xviii, la creciente disponibilidad de diarios y publicaciones peridicas polticas ayud a estimular el debate poltico y dio origen a demandas por reformas polticas fundamentales. La prensa se volvi un foro clave al ofrecer comentarios crticos sobre los actos de los agentes del Estado. Este fenmeno fue particularmente notorio en Inglaterra, donde la prensa tena mayores libertades que en otros lugares de Europa. El argumen-to de Habermas le da gran relevancia al papel de los medios impresos en el cuestionamiento de la autoridad formal y en su colaboracin en formar, generalmente contra resistencias considerables, al Estado constitucional moderno, en el cual ciertos derechos bsicos y prcti-cas democrticas estn establecidos por ley.

    Habermas seala que aunque la esfera pblica burguesa estaba en principio abierta a todos los individuos privados, en la prctica se res-tringa a un grupo limitado de la poblacin. El criterio efectivo de ad-misin eran la propiedad y la educacin. En otras palabras, haba un sesgo de clase inherente a la esfera pblica: se trataba del pblico lector burgus del siglo xviii. Sin embargo, los ideales de la esfera pblica iban ms all de la forma histrica restringida en la cual se materializ. La esfera pblica burguesa encarnaba la idea de que una comunidad de ciudadanos, todos juntos e iguales, podan formar una opinin pblica a travs de discusiones y de debates argumentados. Encarnaba lo que Habermas describe como un principio de la esfera pblica:4 a saber,

    4 Thompson usa la palabra publicness, trmino en desuso en ingls que tiene que ver con el sentido ms antiguo del trmino publicidad en castellano, la cualidad o estado de ser pblico, y no como se usa comnmente: en

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    que las opiniones personales de individuos privados podan llegar a convertirse en una opinin pblica a travs del debate racional y crtico de un pblico de ciudadanos.

    Pero mientras esta esfera pblica burguesa jug un rol importante en los comienzos de la modernidad europea, fue gradualmente soca-vada, seala Habermas, por el desarrollo posterior de las sociedades modernas. Por qu?, qu sucedi? Parte de lo que ocurri fue que la cultura de los cafs de la Europa del siglo xviii gradualmente perdi importancia; muchos cafs cerraron o dejaron de ser los lugares donde la gente se reuna a leer los diarios y discutir los temas del da. Pero los diarios y la prensa peridica tambin cambiaron: se volvieron parte de organizaciones comerciales a gran escala que estaban ms orientadas hacia el entretenimiento y las ganancias que a estimular el debate crti-co y racional entre los ciudadanos. El contenido de los diarios se des-politiz, se volvi sensacionalista y personalista en su afn de aumentar las ganancias. Ms an, se desarrollaron nuevas tcnicas de manejo de opinin, que se usaron para intentar controlar y dirigir la opinin pblica. En el transcurso del siglo xx, la esfera pblica adquiri cada vez ms un carcter teatral y escenogrfico, como las espectaculares y bulliciosas convenciones de los partidos polticos y las campaas presi-denciales en Estados Unidos. Habermas describe este fenmeno como la refeudalizacin de la esfera pblica: quiere decir que la poltica se convierte en una especie de teatro, un espectculo controlado en el cual se hacen los mayores esfuerzos para dotar a los lderes del tipo de aura y de prestigio que antes posean los seores y prncipes en las cortes feudales de la Edad Media.

    Habermas nos entrega un argumento muy poderoso sobre la trans-formacin de la esfera pblica en los comienzos de la modernidad eu-ropea. Me parece que es particularmente importante su percepcin de que el auge del comercio de informacin, como lo ejemplifica el surgi-miento de los primeros diarios y de la prensa peridica, cre un nuevo

    ingls sera publicity. El trmino original en alemn que utiliza Habermas es ffentlichkeit, que conserva el sentido antiguo de algo que se vuelve pblico. En el resto del texto, el trmino publicidad siempre conserva este sentido (Nota de la traductora).

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    tipo de esfera pblica en los inicios de la Europa moderna que antes no exista. Esto es algo que Arendt simplemente no observ: no conside-r la importancia del surgimiento de la prensa, aunque podra haberlo hecho, dado el nfasis que le da al lenguaje y al discurso como rasgos constitutivos de la esfera pblica.

    Sin embargo, el descubrimiento de Habermas, se ve influido por una idea que tanto l como Arendt comparten, al menos as lo muestra su argumentacin en The Structural Transformation of the Public Sphere. Al igual que Arendt, Habermas estaba profundamente influido por la idea griega clsica de las virtudes del dilogo y el debate entre iguales que se renen a discutir temas de inters comn. Habermas, por su-puesto, le atribuy un rol importante a la imprenta y la prensa peridica en la generacin de la nueva forma de la esfera pblica que apareci a comienzos de la modernidad europea. Pero Habermas no se interes en la imprenta como tal, sino tambin en las caractersticas distintivas de este medio de comunicacin y la forma en que estaba transformando las relaciones sociales. Su pensamiento respecto a la imprenta estaba marcado por un modelo de comunicacin basado en la palabra hablada: la prensa peridica era parte de una conversacin llevada a cabo en los escenarios compartidos de la sociabilidad burguesa. La prensa estaba entramada, de manera inseparable, con las conversaciones que tenan lugar en los clubes y cafs de Europa a comienzos de la modernidad. De este modo, si bien la prensa jug un papel crucial en la formacin de la esfera pblica burguesa, esta esfera no fue conceptualizada por Haber-mas en relacin con la imprenta, sino con las conversaciones que ella estimulaba. Por lo tanto, en este aspecto, la propuesta de Habermas so-bre la esfera pblica burguesa lleva el sello indeleble de la concepcin griega clsica de la vida pblica: los salones, clubes y cafs de Pars y Londres eran el equivalente, en los comienzos de la Europa moderna, a las asambleas y plazas de la antigua Grecia.

    Reconocer esto nos ayuda a entender por qu Habermas tendi a interpretar el impacto de nuevos medios electrnicos, como la radio y la televisin, en trminos bastante negativos, y as lo escriba a fines de la dcada de 1950, cuando la televisin recin comenzaba a ser un me-dio masivo. No era simplemente porque las industrias mediticas se ha-ban vuelto ms comerciales, hasta llegar a ser industrias culturales,

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    en el sentido que Horkheimer y Adorno usaron el trmino, sino tambin porque el tipo de situacin comunicativa creada por estos nuevos me-dios electrnicos, en los cuales la recepcin de los mensajes mediti-cos era una forma de apropiacin privatizada, estaba demasiado lejos del intercambio de dilogo entre individuos que se renen a discutir los temas claves del da. Como dice Habermas (1989) al escribir sobre la radio y la televisin, hoy la conversacin misma es administrada (p. 164). El debate crtico entre ciudadanos es reemplazado por un de-bate montado en un escenario que se realiza en su nombre.

    No obstante, si nos mantenemos atados a esta concepcin clsica de la esfera pblica como un debate entre individuos que se encuentran en condiciones de igualdad a travs del dilogo, entonces nunca po-dremos entender la naturaleza de este nuevo tipo de esfera pblica que lleg a existir gracias a medios como la imprenta. Siempre estaramos regresando a un modelo viejo, y siempre tenderamos a interpretar el creciente papel de la comunicacin meditica como una especie de cada en desgracia histrica. Mientras la propuesta de Habermas fue sig- nificativamente ms all de la de Arendt al destacar la importancia de los medios impresos en la transformacin de la naturaleza de la esfera pblica en los comienzos de la modernidad europea, su propuesta, como la de Arendt, se mantiene atada a la concepcin clsica de la esfera pblica, y ambos autores, comprometidos con esta concepcin clsica, no pudieron sino interpretar el surgimiento de las sociedades modernas, marcado por la creciente divisin del trabajo, el triunfo del trabajo como una especie de labor mecnica y la proliferacin de medios en los cuales la conversacin se realiza por sustitucin, como una histo- ria de decadencia. Pero esta historia de decadencia inevitable es el re-sultado del apego terico compartido tanto por Habermas como por Arendt a la concepcin clsica de la esfera pblica; apego que nos hace correr el riesgo de impedirnos ver las nuevas formas de lo pblico (crea-das, entre otras cosas, por el desarrollo de los medios de comunicacin), o bien de hacernos abordar estas nuevas formas con prejuicio. Segn mi punto de vista, necesitamos dejar a un lado este modelo clsico de la esfera pblica, verlo como un modelo posible entre otros, y abordar con nuevos ojos el problema de cmo el auge de la imprenta y otros medios han transformado y sin duda reconstituido la esfera pblica.

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    el auge de la visiBilidad mediTica

    Cmo podemos hacer esto? Hannah Arendt (1958) nos da una pista. Seala que en el pensamiento griego antiguo, la esfera pblica era un espacio de aparicin en el cual las cosas dichas y hechas podan ser vistas y odas por otros y por uno mismo (p. 50). Es decir, las personas se volvan visibles para los otros. Y el hecho de que fueran visibles para otros les otorgaba una especie de realidad que de otro modo no hubieran tenido, una realidad que consta en el hecho de que estos actos y pronun-ciamientos tenan como testigo a una pluralidad de otros. Si bien Arendt nos ofrece esta observacin prometedora, no la desarrolla en detalle ni tampoco la conecta con las formas mediticas de comunicacin. Tome-mos entonces la observacin de Arendt como nuestro punto de partida para preguntar qu es ser visible.

    Lo visible es lo que puede ser visto, lo que es perceptible por el sentido de la vista; podemos contrastarlo con lo invisible como lo que no puede ser visto, es imperceptible o se esconde a la mirada. En el flujo normal de nuestras vidas cotidianas, la visibilidad se relaciona con las capacidades fsicas de nuestro sentido de la vista y con las propie-dades espaciales y temporales de las circunstancias en las cuales nos encontramos: no podemos ver ms all de cierta distancia, a menos que contemos con la ayuda de algn aparato tcnico; no podemos ver si falta una cierta cantidad de luz, a menos que tengamos, otra vez, algn aparato; no podemos ver el pasado ni el futuro. Lo que vemos es lo que est dentro de nuestro campo visual, y los lmites de este campo estn conformados por las propiedades espaciales y temporales del aqu y el ahora. La visibilidad normal siempre est situada: los otros que son visibles para nosotros son aquellos que comparten el mismo escena-rio espacio-temporal. La visibilidad tambin es recproca (al menos en principio): podemos ver a los otros que estn en nuestro campo visual, y ellos tambin pueden vernos (suponiendo que no estamos ocultos de alguna manera). Podemos definir esto como la visibilidad situada de la co-presencia.

    Pero con el desarrollo de los medios de comunicacin que comen-z con la imprenta a principios de la modernidad europea y continu con los medios electrnicos en los siglos xix, xx y xxi la visibilidad

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    se libera de las propiedades espaciales y temporales del aqu y el aho-ra. La visibilidad de los individuos, actos y eventos, es separada del escenario comn compartido: eso es lo que llamo visibilidad meditica (Thompson, 1995, 2005). Uno ya no tiene que estar presente en la mis-ma situacin espacio-temporal para ver a otro individuo o ser testigo de un acto o evento. El campo visual se extiende en el espacio y posi-blemente en el tiempo: uno puede ser testigo presencial de hechos que ocurren en lugares lejanos, mientras suceden en tiempo real; tambin se puede ser testigo de hechos ocurridos en el pasado con posibilidad de ser representados en el presente. Ms an, esta nueva forma de vi-sibilidad meditica ya no tiene un carcter recproco. El campo visual es unidireccional: el espectador puede ver a los otros distantes, que son filmados o fotografiados o representados de alguna manera, pero esos otros, en la mayora de los casos, no pueden verlo.

    De este modo, el desarrollo de los medios de comunicacin dio lugar a una nueva forma de visibilidad, o para ser ms preciso, nue-vas formas de visibilidad cuyas propiedades especficas son definidas por medios de comunicacin determinados. Lo que hoy consideramos como la esfera pblica est esencial e inevitablemente constituida por estas nuevas formas de visibilidad meditica; es, en otras palabras, el entorno pblico meditico. Esto no quiere decir que sea la nica forma de espacio pblico que exista hoy. En el mundo moderno an tenemos co-presencia en la esfera pblica: an nos reunimos para discutir temas de inters comn, tal como sucede, por ejemplo, en los municipios, fa-cultades universitarias o, efectivamente, en foros parlamentarios como la Cmara de los Comunes. Pero esta modalidad de co-presencia se complementa y est inseparablemente ligada a la modalidad de la esfera pblica meditica.

    En estas nuevas formas del contexto pblico meditico, el campo visual ya no est restringido por las propiedades espaciales y tempora-les del aqu y el ahora, sino que se va definiendo a travs de diversos factores como son: las caractersticas especficas de los medios de co-municacin, las diversas consideraciones sociales y tcnicas (los ngu-los de cmara, los procesos de edicin y los intereses organizacionales y prioridades de las empresas de medios), as como por las nuevas for-mas de interaccin que estos medios han hecho posibles. Tambin se ve

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    delimitado por el hecho de que en la mayora de los medios de comu-nicacin lo visual no es una dimensin sensorial aislada, sino que nor-malmente se acompaa de la palabra hablada o escrita: lo audiovisual o lo visual-textual. Ver nunca es pura visin; ver siempre est delimita-do por un conjunto ms amplio de suposiciones y marcos culturales, y por las indicaciones habladas o escritas que comnmente acompaan la imagen visual y dan forma a la manera en que las imgenes son vistas y comprendidas.

    Podemos destacar la importancia de esta nueva forma de visibili-dad poniendo el nfasis brevemente en un rea en la que sus implica-ciones fueron particularmente profundas: las complejas y cambiantes relaciones entre la visibilidad y el poder poltico. Antes de que se desa-rrollara la imprenta y los otros medios, la visibilidad de los gobernantes dependa en gran medida de su aparicin fsica ante los dems en el contexto de la co-presencia. La mayor parte de estas apariciones solan estar restringidas a los crculos relativamente cerrados de la asamblea o la corte: la visibilidad requera de la co-presencia, y los gobernantes generalmente eran visibles slo para aquellos con quienes interactua-ban rutinariamente cara a cara en los escenarios de la vida diaria. Su audiencia estaba constituida bsicamente por los miembros de las lites gobernantes o por individuos que participaban en la vida social de la corte. La mayora de los individuos en las sociedades antiguas o medie-vales nunca, o rara vez, vean a los gobernantes ms poderosos.

    Pero con el desarrollo de la imprenta y otros medios, los gobernan-tes tuvieron cada vez ms un tipo de visibilidad que no dependa de su aparicin fsica en asambleas pblicas. Los gobernantes usaron los nuevos medios de comunicacin no slo como un vehculo para pro-mulgar decretos oficiales, sino tambin como un medio para fabricar su propia imagen. Los monarcas de comienzos de la modernidad europea eran versados en ese arte: sus imgenes eran construidas y celebradas no slo en los medios tradicionales, como la pintura y la escultura, sino tambin en los nuevos medios impresos. Gradualmente, la visibilidad de los gobernantes fue constituyndose independientemente de que se reuniera con otros en el mismo escenario espacio temporal.

    El desarrollo de los medios electrnicos radio, televisin y los nuevos medios asociados a Internet signific, en varios sentidos, la

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    continuacin de un proceso que se haba iniciado con la imprenta, pero tambin represent un nuevo comienzo. Los medios electrnicos per-mitieron que la informacin y el contenido simblico se transmitieran a larga distancia con poco o ningn retraso. A partir de ah crearon una especie de simultaneidad desespacializada: quienes estaban lejos po- dan volverse visibles prcticamente en el mismo espacio de tiem- po, podan ser escuchados en el mismo momento que hablaran y ser vis-tos en el preciso instante de sus actos, aun sin que compartieran el mis-mo escenario espacial con los individuos para los cuales eran visibles. Adems, los medios electrnicos se caracterizaron por una riqueza de claves simblicas que permitieron reproducir algunos de los rasgos de la interaccin cara a cara: la audicin mediatizada en el caso de la radio, y las indicaciones orales y visuales en el caso de la televisin e Internet.

    Las formas en las cuales los lderes polticos aparecieron ante los dems fueron definidas por estas nuevas formas de visibilidad y audi-bilidad. La radio permiti a los lderes polticos hablar directamente a miles e incluso millones de personas, de una manera que permiti un tipo peculiar de intimidad, bastante diferente a las relaciones del hablante y su pblico caractersticas de los actos masivos tradicionales. Si se suma la riqueza de la televisin, el escenario estar listo para el florecimiento de un nuevo tipo de intimidad en la esfera pblica que he llamado intimidad no-recproca a distancia (Thompson, 1995). Ahora los lderes polticos pueden dirigirse a sus interlocutores como si fueran familiares o amigos. Y dada la capacidad de la televisin de transmitir imgenes en primer plano, los individuos pueden observar los actos de sus lderes con el tipo de atencin antes reservada para aquellos con los cuales se mantena una relacin personal ntima.

    De este modo, el desarrollo de los medios de comunicacin produjo un nuevo tipo de visibilidad desespacializada que permiti una forma n-tima de auto-presentacin, liberada de las restricciones de la co-presencia. El distanciamiento impersonal de la mayora de los lderes polticos del pasado fue progresivamente reemplazado por esta nueva forma de inti-midad meditica, a travs de la cual los polticos pueden presentarse a s mismos no slo como lderes, sino como seres humanos comunes que se dirigen a sus interlocutores como conciudadanos, revelando selectiva-mente aspectos de su vida y de su carcter de un modo conversacional e

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    incluso confesional. Pero as como los medios de comunicacin dieron a los lderes polticos nuevas oportunidades de aparecer ante los dems en una forma y en una escala que antes nunca existi, tambin crearon nuevos riesgos. Volveremos a este punto ms adelante.

    la TransFormacin de la privacidad

    Hemos centrado nuestra atencin en las maneras en las que el territorio de lo pblico se fue transformando con el desarrollo de las socieda-des modernas. Pero, qu ha pasado en la esfera privada?, cmo la afectaron los cambios institucionales que definieron el desarrollo de las sociedades modernas aproximadamente desde el siglo xvi?

    Volvamos a Arendt. Para los antiguos griegos, el espacio privado era el territorio de la casa y la familia. Era el entorno de la necesidad, donde los seres humanos eran guiados por sus deseos y necesidades y donde trabajaban para reproducirse a s mismos y a su especie. Era lo opuesto a la esfera pblica, que era la zona de la libertad, donde los seres humanos podan desplegar todas sus capacidades. Por lo tanto, en el pensamiento griego antiguo, segn Arendt (1958), la esfera privada era entendida en el sentido original de privacin, de estar privado: estar privado de las cosas que constituyen una verdadera vida humana, estar privado de la realidad que se obtiene al ser visto y odo por otros, estar privado de las re-laciones que provienen de compartir un mundo en comn, y estar privado de la posibilidad de lograr algo ms perdurable que la vida misma (p. 58). Segn el pensamiento griego antiguo, la esfera privada era realmente secundaria frente a la esfera pblica: esta ltima era la que de verdad les importaba a los antiguos griegos, mientras la esfera privada era relevante slo porque entregaba las condiciones necesarias para que los individuos sobrevivieran y por consiguiente pudieran participar de la esfera pblica.

    La forma de pensar de los antiguos griegos respecto de lo privado ha proyectado una especie de sombra sobre la manera en que se piensa lo privado en Occidente. Los antiguos griegos tendan a pensar en el espacio privado bsicamente en trminos de carencia la ausencia de aquellos elementos necesarios para una vida verdadera. Pero esta es una forma muy parcial de pensar acerca de lo privado as como de lo que es vivir una vida humana verdadera. Incluso Arendt era consciente

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    de que no se puede dar una explicacin satisfactoria de la esfera pbli-ca solamente en trminos de carencia: existen, segn dice, ciertos ras-gos de privacidad no-privativos que esa forma de pensar no reconoce. Sobre todo, el espacio privado proporciona a los individuos un lugar donde pueden refugiarse del escrutinio de la vida pblica y de ser cons-tantemente vistos y odos por los dems. Una vida que transcurre ente-ramente en lo pblico, ante la presencia de otros, dice Arendt (1958), se vuelve, por as decirlo, superficial. Aunque mantiene su visibilidad, pierde la cualidad de aparecerse a la vista desde un terreno ms oscu-ro que debe mantenerse oculto para no perder su profundidad en un sentido muy real y no-subjetivo (p. 71). En la historia posclsica del pensamiento occidental, y especialmente en la tradicin del pensamien-to poltico liberal de los siglos xvii y xviii, este punto de vista suele ser teorizado en trminos de defensa de la propiedad privada, porque la proteccin de sta se considera la nica forma confiable en la que este espacio privado puede garantizarse.

    No me adentrar en la discusin sobre la propiedad privada, aunque debiera jugar un papel importante en cualquier intento serio por com-prender las formas histricamente cambiantes del pensamiento sobre lo privado en Occidente. En vez de eso quiero seguir con otro punto que es importante para entender lo privado y su valor actual. Este pun-to tambin se asocia con la tradicin del pensamiento poltico liberal que floreci a comienzos de la era moderna. Una de las ideas claves del liberalismo fue que los individuos tenan ciertos derechos bsicos que deban protegerse del abuso de poder de gobiernos despticos. La tradi-cin de pensamiento liberal democrtico proveniente de los escritos de pensadores como Locke, Hume, Kant y John Stuart Mill, es variado y complejo, y no pretendo discutirlo detalladamente aqu; pero s quiero detenerme un momento en la relacin entre el individuo y el Estado.

    Los pensadores polticos liberales escriban en un contexto muy di-ferente al del mundo antiguo. En los comienzos de la Europa moderna, los Estados eran instituciones muy poderosas, y su poder iba creciendo ms y ms; el poder poltico y militar se concentraba progresivamente en las instituciones de los Estados modernos, pero la mayora de los cargos gobernantes an eran hereditarios: eran reyes o reinas dotados de poder en virtud del azar de su nacimiento. En este contexto, era muy

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    drstico sealar que los individuos tenan ciertos derechos bsicos que ponan lmites al ejercicio del poder poltico por parte del Estado, pero eso es exactamente lo que estos primeros tericos polticos como Locke sostenan. Una de las ideas claves del pensamiento poltico liberal de entonces fue la idea de que los individuos tienen ciertos derechos bsi-cos o libertades civiles, como la libertad de expresin y la libertad de asociacin, y que estos derechos son necesarios para proteger al indivi-duo del uso excesivo del poder estatal. Por lo tanto, en la tradicin libe-ral de pensamiento poltico hay lmites al poder del Estado, y el Estado se vuelve ilegtimo cuando excede esos lmites. Esta idea de que los individuos tienen ciertos derechos fundamentales que ste debe respe-tar sirvi posteriormente para construir los marcos constitucionales de la mayora de los Estados occidentales modernos, entre los que destaca la Declaracin de Derechos Humanos de Estados Unidos.

    Esto es relevante para el tema de lo privado por dos razones. En primer lugar, proporciona la parte crucial del contexto social y poltico en el cual surgen los temas de privacidad hoy, al menos para quienes vivimos en Occidente. Es decir que cuando pensamos en la privacidad en la actualidad, no lo hacemos slo ni de manera fundamental, en los trminos del pensamiento griego antiguo; ms bien pensamos en ella, en un contexto que tambin ha sido profundamente moldeado por la tradicin de la teora poltica liberal democrtica, y que tiene que ver, entre otras cosas, con definir los lmites del poder estatal.

    La segunda razn de esta relevancia es que hoy nos inclinamos a pensar en la privacidad como en una especie de derecho, algo que po-demos exigir legtimamente porque nos pertenece como individuos. En efecto, con el desarrollo de las sociedades modernas a lo largo de los siglos xix y xx, sta es exactamente la forma en que los asuntos de la privacidad fueron tratados segn la ley. En 1890 se public en el Harvard Law Review un famoso artculo de Samuel Warren y Louis Brandeis titulado El Derecho a la Privacidad. stos apelaban al re-conocimiento legal de un derecho a la privacidad, que clebremente definieron como el derecho a ser dejado en paz. Warren y Brandeis estaban preocupados por el posible impacto de tecnologas que enton-ces eran nuevas, y que en esos tiempos, a fines del siglo xix, se trataba de medios como la fotografa y la prensa popular, que se volva cada

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    vez ms sensacionalista. Les preocupaba que estos medios pudieran causar daos a los individuos al traspasar los lmites de la decencia y de la propiedad. La ley de difamacin protega a los individuos contra las declaraciones falsas que daaran la reputacin de las personas, pero esto no es lo mismo que la privacidad. Para Warren y Brandeis (1890), la privacidad era el derecho a ser dejado en paz, el derecho de cada individuo a decidir hasta qu punto sus pensamientos, sentimientos y emociones pueden comunicarse a los dems (p.193). Este artculo fue extraordinariamente influyente, al menos en Estados Unidos, y le dio forma al debate sobre la privacidad en ese pas durante todo el si-glo xx. Muchos lo consideraron una elaboracin plausible de la Cuarta Enmienda de la Constitucin de Estados Unidos consagrada en la De-claracin de Derechos Humanos; a saber, el derecho del pueblo a la seguridad de sus personas, casas, papeles y efectos personales.

    Sin embargo, la propuesta ofrecida por Warren y Brandeis difcilmen-te es satisfactoria para conceptualizar la privacidad hoy en da. Entre otras cosas, es simplemente muy amplia: segn su definicin, cualquier forma de comportamiento ofensivo, incluso algo tan inocente como detener a una persona en la calle y preguntarle por una direccin, puede ser vista como una violacin a la privacidad (Allen, 1988). La mayor parte de los otros intentos por conceptualizar la privacidad en trminos de intimidad, secreto o persona, adolecen de deficiencias similares, igualmente proble-mticas.5 Cmo podemos conceptualizar la privacidad?

    Segn mi punto de vista, la manera ms prometedora de conceptua-lizar la privacidad es en trminos de control. En su sentido ms bsico, la privacidad tiene que ver con la capacidad de los individuos de tener control sobre algo. Normalmente este algo se entiende como infor-macin, es decir, la privacidad es la capacidad de controlar las revela-ciones sobre uno mismo, y de controlar cmo y hasta qu punto stas pueden comunicarse a los dems. Esto no deber ser entendido slo en trminos de informacin. Por ejemplo, Beate Rssler (2005) define la privacidad como la capacidad de controlar el acceso a algo, donde la informacin es una forma de algo, pero hay otras ms. Ella distingue

    5 Para un buen resumen y crtica de estos diferentes conceptos, vase Sloove (2008).

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    tres dimensiones de privacidad: a) privacidad informativa, que consiste en el control de la informacin sobre s mismo y el derecho a proteger-la del acceso indeseado de los dems; b) privacidad de decisin, que implica el control de nuestras decisiones y acciones, y el derecho a protegerlas de la interferencia indeseada de los dems, y c) privacidad espacial, el control respecto a nuestros propios espacios y el derecho a protegerlos de la intrusin indeseada de los dems. As, las violacio-nes a la privacidad pueden definirse en cada una de estas dimensiones: como el acceso y uso ilcito de informacin sobre nosotros; como una interferencia ilcita en nuestras decisiones y actos, y como una intrusin ilcita en nuestros espacios, ya sea a travs de la intrusin fsica o por medio de vigilancia.

    Podemos elaborar este concepto de privacidad como control recu-rriendo a la nocin de territorios del yo de Goffman (1972). Es posi-ble decir que existen ciertos territorios del yo que son al mismo tiempo de carcter espacial e informativo. Estos territorios constituyen un esce-nario que el individuo generalmente considera como propio, y si otros invaden ese territorio el individuo lo percibe como una transgresin o violacin. Sugiero una definicin aproximada, podemos decir que lo privado consiste en aquellos territorios del yo que incluyen el en-torno del yo y la informacin sobre el yo sobre los cuales el individuo busca mantener el control y restringir el acceso de los dems. Los dere-chos a la privacidad consisten en los derechos de un individuo a ejercer este control y a restringir el acceso de los dems. Algunos de stos son reconocidos por la ley pero muchos otros no lo son, la idea de que exis-ten territorios del yo y de que los individuos tienen ciertas facultades sobre estos territorios es mucho ms amplia que la idea de los derechos a la privacidad legalmente reconocidos. La ley puede reconocer slo algunos derechos a la privacidad y su extensin vara en cada pas. Por lo tanto no debemos necesariamente tomar a sta como nuestro gua en este tema, puede haber algunos derechos a la privacidad que no son formalmente reconocidos por la ley.

    Desarrollar esta propuesta sealando tres puntos. En primer lugar, es importante observar que lo que se considera como privado, y lo que se considera como una invasin o violacin de la privacidad, va-riar en diferentes contextos; en otras palabras, lo privado es altamen-

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    te contextual. Helen Nissenbaum (2004, 2010) desarrolla este punto muy convincentemente, propone una explicacin de la privacidad en trminos de lo que llama integridad contextual. Su argumento es que la privacidad siempre debe ser analizada en relacin con las diferentes esferas o contextos en los cuales los individuos desarrollan sus vidas. En cada uno de estos existen normas especficas que sealan lo que es apropiado y aceptable en trminos de la forma en que la informacin se revela y comparte. Nissembaum distingue aqu dos tipos de normas: por un lado, lo que llama normas sobre lo que se considera correcto, y por otro lo que llama normas de distribucin o flujo de informacin. Por ejemplo, cuando vamos al mdico, es apropiado compartir con l detalles de nuestro estado de salud, pero no viceversa; es decir, no espe-ramos que el doctor nos cuente acerca de su estado de salud. Esta es una norma sobre lo que se considera correcto que delimita nuestros actos: la conocemos, contamos con ella, y actuamos sobre la base de la misma, pero existe tambin una norma de distribucin o flujo de informacin. Para seguir con el mismo ejemplo, asumimos que lo que le contamos a nuestro mdico es confidencial, y no esperamos que l comuni- que a otros lo que le decimos sin nuestro consentimiento explcito. Por lo tanto si nuestro historial mdico apareciera en un sitio electrnico y se ofreciera a la venta sin nuestro consentimiento, entonces la nor-ma de distribucin o flujo de informacin ha sido claramente violada; pero las normas aplicables en un contexto no necesariamente pueden aplicarse en otros. Por ejemplo, las normas tanto de lo que se considera correcto como las del flujo de informacin que se aplican en la rela-cin mdico-paciente no son necesariamente las mismas que se apli- caran en relaciones de amistad, o entre empleados y empleadores. Se utilizan normas diferentes dependiendo del contexto, pero siempre las habr de algn tipo, rigiendo lo que se considere correcto, as como el flujo de informacin. La violacin de privacidad ocurrir cuando algu-na de ellas sea infringida.

    El segundo punto tiene que ver con el rol de las tecnologas de la informacin y las comunicaciones. Describ los territorios del yo en sus dimensiones espaciales e informativas; de hecho, la informacin es aqu probablemente ms importante que el territorio espacial como tal. Por supuesto que el espacio no es irrelevante, los individuos consideran

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    ciertos espacios como propios, como sus casas, jardines o dormitorios, pero sera engaoso pensar estos territorios solamente segn su carc-ter espacial; de hecho, la nocin de territorio tambin puede resultar ilusoria, pues sugiere la imagen de espacio fsico, cuando en realidad la mayor parte de este territorio es puramente informativo o de carcter virtual. La informacin sobre nuestra vida personal, o sobre nuestro estado de salud, forma parte de nuestro territorio del yo tanto o ms que el espacio fsico de nuestra casa o dormitorio. Y la capacidad para con-trolar esta informacin, o de obtener acceso a ella, se ha visto profun-damente afectada por el desarrollo de las tecnologas de la informacin y las comunicaciones. Estas pueden ser tecnologas de vigilancia que dan a otros, incluidos agentes de Estado o tambin periodistas o papa-razzis, la capacidad de inmiscuirse encubiertamente en las vidas de los dems. Tambin se trata de tecnologas de comunicacin que permiten a los individuos revelar informacin acerca de s mismos y de otros y compartirla con los dems de nuevas maneras que involucran varios grados de control. Los individuos que comparten informacin en es- tos contextos pueden pensar que tienen control sobre sta, pero es posi-ble que no lo tengan, o que sea mucho menos de lo que creen.

    Debemos, por lo tanto, alejarnos de la tentacin de pensar en la esfera privada en trminos de espacios fsicos como la casa. Los espa-cios fsicos forman parte de la esfera privada pero no son los nicos, y probablemente son cada vez menos importantes como sus rasgos cons-titutivos. La esfera privada ya no puede pensarse, si es que alguna se pudo, como espacio fsico. Esta idea de la esfera privada como espacio fsico, como la casa una idea que formaba parte de la manera en que los antiguos griegos pensaban respecto del espacio privado es insoste-nible en un mundo donde las tecnologas de la informacin y las comu-nicaciones han transformado las formas en que se difunde, se accede y se controla la informacin. Tal como el desarrollo de los medios de co-municacin separ la nocin de esfera pblica de un escenario comn compartido, tambin ha separado la nocin de lo privado del espacio fsico como la casa en la cual un individuo vive y se puede refugiar para escapar del escrutinio de la vida pblica. Cuando hoy un individuo se sienta en el espacio de su casa o en su dormitorio y se conecta a Internet para revelar informacin sobre s a miles o millones de otros, en qu

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    sentido est situado en una esfera privada? Puede que est en el espacio privado de su casa, pero al mismo tiempo est participando en el esce-nario pblico de difusin de informacin. Por lo tanto no podemos pen-sar en lo privado exclusiva o bsicamente en trminos de espacio fsico. Lo privado hoy est constituido por un territorio desespacializado de informacin y contenido simblico sobre el cual cada individuo piensa que puede ejercer control, sin que sea relevante dnde este individuo o esta informacin se siten fsicamente.

    Esto me lleva al tercer punto: que los individuos crean que son y de-ben ser capaces de ejercer control sobre la informacin de s mismos no significa necesariamente que tengan siempre el derecho a hacerlo, o que cualquier derecho a la privacidad que tengan siempre estar por sobre otras consideraciones. Por el contrario, el derecho a la privacidad no es ms que un derecho, y en algunos casos puede ser perfectamente invalida-do por otros factores que aporten ms peso en una deliberacin normativa sobre los mritos relativos de derechos y demandas en conflicto.

    los lmiTes camBianTes enTre la vida pBlica y privada

    Si el anlisis que he desarrollado es correcto, entonces lo que hoy pode-mos pensar como la esfera pblica se ha transformado en un espacio complejo de flujos de informacin donde ser pblico significa ser visible en este espacio, ser capaz de ser visto y odo por otros. Se trata, si usamos una frase de Arendt, de un espacio de aparicin donde el simple hecho de aparecer dota a las palabras y los actos de una especie de realidad que antes no tenan, precisamente porque ahora son vistos y odos por otros. Pero a diferencia de la nocin griega clsica de la es-fera pblica, este espacio de aparicin no tiene caractersticas espacia-les es, en efecto, un espacio no-espacial precisamente porque est constituido por formas de comunicacin mediticas que no tienen ca-ractersticas dialgicas ni espaciales. Se trata a su vez de un entorno en gran parte incontrolable, en el sentido de que una vez que las palabras y los actos aparecen en l es muy difcil controlar lo que ocurre. Una parte de la realidad que adquieren es que se convierten en un registro permanente, un rastro constante, que puede ser puesto en circulacin

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    indefinidamente en el espacio de los flujos de informacin y reproduci-do en muchos medios y contextos diferentes. Una vez que las palabras y los actos se han vuelto pblicos en este espacio, son pblicos para siempre, inmortales, pero en un sentido bastante distinto al tipo de in-mortalidad en el que pensaba Arendt cuando escribi sobre los antiguos griegos y la importancia que le daban a las obras y hazaas inmortales.

    Del mismo modo, la esfera privada consiste en aquellos territorios del yo sobre los cuales el individuo busca ejercer control y restringir el acceso de los dems. Estos territorios tienen un carcter tanto espacial como informativo, pero el espacio fsico es mucho menos importante para nuestra comprensin moderna de lo privado que en la concepcin de la Grecia antigua de la esfera privada como el territorio de la casa y la familia. Tal como la esfera pblica se ha vuelto un espacio no-espacial, la esfera privada se ha convertido progresivamente en un en-torno no-espacial de informacin y contenido simblico sobre la cual el individuo quiere ejercer control.

    La reconstitucin de lo pblico y lo privado como esferas de infor-macin y contenido simblico cada vez ms separadas de los escena-rios fsicos y ms entramadas con las tecnologas de comunicacin en desarrollo y los flujos de informacin, han creado una situacin muy fluida en la cual los lmites entre lo pblico y lo privado se desdibujan y cambian constantemente, y en la cual los lmites que s existen en cual-quier momento se vuelven porosos, discutibles y sujetos a negociacin y resistencia. Podemos representarlo en la siguiente Figura.

    Figura 3lmiTes camBianTes enTre la vida pBlica y la privada

    Esfera privada

    Auge de la privacidaddesespacializada

    Lmites cambiantes entre la vida pblica y la privada

    Esfera pblica

    Auge de la visibilidadmeditica

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    La capacidad de los individuos para ejercer control sobre los terri-torios del yo y para restringir el acceso de los dems es constantemente desafiada y en algunos contextos comprometida, por la capacidad de otros de aprovecharse de nuevos medios tecnolgicos, polticos y le-gales para conseguir acceso y obtener informacin, explotarla para sus propios objetivos y, en algunos casos, hacerla pblica. Los lmites cambiantes entre la vida pblica y privada definen un nuevo campo de batalla en las sociedades modernas, un terreno de lucha donde los individuos y las organizaciones sostienen un nuevo tipo de guerra por la informacin, y usan todos los medios que tengan a su disposicin para obtenerla sobre los dems y controlarla sobre s mismos. Muchas veces intentan lidiar con cambios que no pudieron prever y con agen-tes cuyas intenciones no comprenden, en un terreno donde las relacio- nes de poder establecidas pueden ser perturbadas, las vidas daadas y las reputaciones algunas veces perdidas.

    Volvamos al gran escndalo de los gastos de los miembros del par-lamento y observmoslo desde la ptica de esta propuesta de los lmites cambiantes entre la vida pblica y privada. En el ao 2004, una perio-dista llamada Heather Brooke comenz a usar el Acta de Libertad de Informacin para acceder al detalle de los gastos de los parlamentarios. Las leyes de libertad de informacin que han entrado en vigencia en muchas sociedades occidentales en las dcadas recientes son elementos clave en el panorama emergente de las nuevas guerras de informacin, precisamente porque proporcionan a los individuos y las organizacio-nes incluyendo a los medios un arma poderosa, garantizada por ley, para exigir que se revele informacin guardada por otros, incluyendo al gobierno y a aquellos en el poder. Heather Brooke tena alguna ex-periencia en el uso de esta arma, debido a que antes haba trabajado en varios peridicos de Estados Unidos y haba usado las leyes de libertad de informacin de ese pas para obtener datos sobre las prcticas de uso de recursos pblicos de los polticos, pero en Inglaterra se encon-tr con una amplia resistencia, en parte porque el Acta de Libertad de Informacin era muy nueva y nadie saba realmente qu permita, y en parte porque haba individuos en la Cmara de los Comunes que se percataron del peligro e intentaron enrgicamente bloquear el acceso a informacin sobre los gastos de los miembros del parlamento. Incluso

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    en mayo de 2007, los parlamentarios aprobaron un proyecto de ley que exima al parlamento del Acta de Libertad de Informacin, aunque el proyecto nunca lleg a ser ley. Se produjo una intensa lucha que tuvo lugar entre 2007 y 2008 para obtener acceso a este material, en la que la Cmara de los Comunes, bajo la gua del portavoz Michael Martin, apel contra una decisin del Comisionado de Informacin para per-mitir la publicacin del detalle de los gastos de 14 miembros del parla-mento.6 Esto llev a un acuerdo para concertar una reunin especial de un tribunal de informacin al cual se le encomend decidir la disputa. El tribunal finalmente fall a favor del Comisionado de Informacin. La Cmara de los Comunes apel de nuevo en la primavera de 2008, esta vez a la Corte Suprema, argumentando que dar a conocer los gas-tos sera una intrusin injustificada en la vida de los parlamentarios, pero perdi el caso. Muchos parlamentarios consideraban los detalles de sus gastos como un asunto privado, como informacin a la cual ellos podan y deban restringir el acceso y evitar que otros la vieran; pero cualquier derecho a la privacidad que alegaran en este tema estaba di-rectamente en conflicto con el reclamo de los dems, incluida Heather Brooke, de que ellos y el pblico tenan el derecho a saber cmo se gastaba el dinero pblico obtenido a travs de los impuestos. Al final el derecho a la privacidad fue vencido por el derecho pblico a saber.

    Luego de esta derrota en la Corte Suprema en 2008, la Cmara anunci que publicara, en julio de 2009, las declaraciones de gastos y los recibos entregados por todos los miembros entre 2004 y 2008. Crearon para ello una unidad especial en la Stationery Office7 para digi-talizar todas las declaraciones y recibos. Una vez que tuvieran formato electrnico, los documentos podan ser corregidos o editados para que se eliminara la informacin considerada delicada. Sin embargo, no funcion exactamente de esa manera. Por qu no?, en parte porque una de las personas empleadas para trabajar en la edicin de las declaracio-nes de gastos no sabemos quin, si era hombre o mujer qued tan horrorizada e indignada con lo que haba visto que decidi filtrarlo a la

    6 Para una versin ms detallada de esta lucha, vase Winnet y Rayner (2009).

    7 Unidad de abastecimiento de la Cmara de los Comunes.

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    prensa. Como todo el material estaba en formato electrnico, fcilmen-te se poda hacer y enviar una copia secreta. El informante contact un intermediario, un ex oficial del Special Air Service llamado John Wick, cuyo trabajo fue encontrar un peridico dispuesto a recibir este material a cambio de una suma: presuntamente 300,000 libras. El Times y otros diarios declinaron la oferta, pero The Daily Telegraph lo compr en un monto no divulgado, que se calcul en unas 120,000 libras suma relativamente pequea dada la naturaleza explosiva de la informacin.

    Parte del trato alcanzado con The Daily Telegraph consista en que publicara detalles de los gastos de todos los miembros del parlamento, no slo los de ms alto perfil, y que lo haran rpido. As, desde el 8 de mayo de 2009, The Daily Telegraph empez a publicar el detalle de los gastos, comenzando por el Primer Ministro y su declaracin de ms de 6,000 libras pagadas a su hermano por gastos de limpieza; luego otros miembros del gabinete, seguidos por Cameron y los miembros del Sha-dow Cabinet; despus los diputados comunes y as sucesivamente, unos cuantos cada da, un lento goteo de revelaciones dainas fluan al domi-nio pblico, lo cual fue inmediatamente recogido por los otros medios, que le dieron una enorme visibilidad meditica. Algunas de las revela-ciones ms controvertidas tenan que ver con las declaraciones relativas al costo de las hipotecas que se haban pagado y las declaraciones de compra, remodelacin y amueblado para ms de una propiedad (a los parlamentarios les estaba permitido declarar ciertos gastos para cubrir una segunda residencia cuando sta era necesaria para llevar a cabo sus labores parlamentarias, pero haba muchos casos en los cuales la segun-da casa era reasignada o empleada para uso particular, permitindoles presentar gastos por ms de una propiedad). Otras revelaciones eran in-dignantes por motivos ms bien simblicos que financieros, la cantidad de dinero involucrada era relativamente pequea e incluso trivial, pero su valor simblico era alto. Nada muestra esto ms grficamente que la declaracin hecha por Sir Peter Viggers, un tory rico que represen-taba al distrito de Gosport, en Hampshire, quien declar una cuenta de 1,645 libras por una laguna tpica, que al dilucidarse mejor result ser una casa para patos flotante anclada en la laguna cercana a su casa de campo, un excntrico adorno paisajstico que pronto se convirti en una sincdoque del disgusto del caso entero.

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    Las consecuencias polticas de estas revelaciones fueron tan dram-ticas como inmediatas. El 20 de mayo el vocero de la Cmara, Michael Martin, fue obligado a renunciar; el primer vocero despedido en 300 aos. Pronto siguieron varias renuncias, y numerosos miembros del parlamento, laboristas y conservadores, anunciaron que se marginaran de la siguiente eleccin general, incluido Sir Peter Viggers. El partido laborista sufri un duro golpe en las elecciones europeas a comienzos de junio, resultando tercero con slo 16% de los votos. Para los labo-ristas fue un desastre, pero los conservadores tampoco lo pasaron muy bien, pues muchos votantes, consternados por lo que estaban viendo, apoyaron a otros partidos, como el United Kingdom Independence Party (ukip), que aboga por el retiro de Inglaterra de la Comunidad Europea, y el British National Party (Bnp), un partido nacionalista de derecha que se opone radicalmente a la inmigracin.

    Este fue un escndalo poltico enorme y sus consecuencias resul-taron muy serias, no slo para las carreras polticas de personas como Michael Martin, que fueron obligadas a renunciar o anunciaron que se marginaran de la prxima eleccin, sino tambin para todos los gran-des partidos polticos y para el sistema parlamentario en general. Por qu la divulgacin de estos gastos caus tal revuelo y tuvo tantas con-secuencias de largo alcance? propondr tres razones.

    Primero, y antes que nada, las revelaciones sugirieron que muchos miembros del parlamento hacan mal uso de fondos pblicos para su propio beneficio. Este es un fundamento clsico para un escndalo po-ltico (Thompson, 2000), pero las revelaciones fueron particularmente dainas porque se produjeron en un momento en que Inglaterra estaba en una profunda recesin; mucha gente era despedida de su trabajo, luchaba por llegar a fin de mes, y ahora vea que los miembros del parlamento gastaban en todo tipo de cosas desde pagos de intereses de hipotecas y mejoras en sus casas, hasta el presupuesto de la comida, la limpieza y el jardn a expensas de los contribuyentes. A algunos observadores de este escndalo tan britnico les sorprendi que en al-gunos casos sumas de dinero tan bajas dieran pie a tanta ira, pero eso era parte de lo que realmente importaba: el resto de nosotros tenemos que pagar por nuestra propia comida y si queremos que alguien haga nuestro jardn, y resulta que las personas que deberan representar nues-

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    tros intereses bien podran pagar por estas cosas, pero secretamente se las arreglaban para que nosotros pagramos sus cuentas. Quizs ellos actuaron dentro de la ley en muchos casos, aunque no en todos era as pero ese no era el punto, pues esas leyes haban sido creadas por los par-lamentarios para s mismos y se haban administrado a puertas cerradas, sujetas slo a la supervisin nominal de la oficina de honorarios de la Cmara. Lo que escandalizaba no era que se rompieran las reglas, sino las prcticas mismas y lo lejos que podan llegar los polticos electos para obtener recursos pblicos y usarlos en su beneficio.

    Segundo, e igualmente importante, las revelaciones mostraron que el mal uso de recursos era de carcter sistemtico; es decir, no era el caso de slo uno o dos individuos, sino virtualmente de toda la clase poltica. Mientras ms revelaciones aparecan se volva ms claro que exista una cultura de abuso del sistema de gastos. Las reglas eran per-misivas, el control escaso y la aplicacin poco exhaustiva; polticos de todos los partidos rutinariamente se aprovechaban del sistema, espe-cialmente en el caso de las reglas para la segunda casa. No se trat de un escndalo que afectara a un par de caprichosos, era un escndalo que englob a toda la clase poltica. Tal como los banqueros y los especula-dores de la City, con sus grandes bonos y sus estilos de vida fastuosos, cuya especulacin desenfrenada llev al gobierno a gastar cientos de millones de libras de dinero pblico para intentar frenar el colapso del sistema financiero; ahora pareca que la clase poltica entera estaba en lo mismo, pareca que los polticos no eran mucho mejores que los es-peculadores de la City.

    Esto lleva directamente a la tercera razn: el escndalo confirm la sensacin de desconfianza que mucha gente tena hacia los pol-ticos y el sistema. Mira lo que pasa cuando se deja a los polticos regularse a s mismos: no se puede confiar en ellos, y mira cunto se esforzaron en impedir que esta informacin fuera divulgada desde el principio. Incluso cuando finalmente hicieron pblicos los detalles de sus gastos, como se haban comprometido, fue una farsa, porque muchas de las declaraciones ms delicadas e indignantes se haban bloqueado, o la informacin se haba recortado hasta hacer imposible saber qu haba sucedido. Esto slo sirvi para reforzar el sentimien-to de que no se puede confiar en los polticos. De todos modos ya era

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    demasiado tarde, no hubieran tenido que molestarse en bloquearla, porque la informacin ya era de dominio pblico. Esta profunda desconfianza en los polticos y en los partidos polticos establecidos ayuda a explicar por qu ni al Partido Laborista ni al Conservador les fue particularmente bien en las elecciones europeas de comienzos de junio, y por qu muchos votantes los abandonaron y votaron por partidos ms pequeos y marginales.

    Por supuesto que an es muy pronto para saber cules sern las con-secuencias a largo plazo de este escndalo. An estamos viendo las re-percusiones inmediatas del escndalo mismo, que contina retumbando en la esfera pblica. El auditor independiente al que se le encomend revisar los gastos de los parlamentarios a continuacin del escndalo, public sus hallazgos en octubre de 2009 y dio aviso a varios miembros del parlamento exigiendo devolver algunos gastos. Incluso al Primer Ministro, Gordon Brown, se le pidi que devolviera ms de 12,000 li-bras, incluidas cerca de 10,000 libras por rdenes de limpieza durante cinco aos. En febrero de 2010 el director de la fiscala anunci que tres parlamentarios laboristas y un par conservador enfrentaran cargos cri-minales por contabilidad falsa. La transparencia est en proceso, y sin duda se introducirn reformas en el Parlamento para que se establezcan pautas ms claras, se realicen mayores controles, y se vuelva una rutina la declaracin pblica de los gastos de este tipo. Pero es mucho ms difcil calcular el dao a largo plazo de la confianza pblica en los pol-ticos y el sistema poltico; eso es lo que realmente est en juego en este escndalo, como en todos los altercados polticos, y an en esta etapa no es para nada claro cmo se podr reconstruir esta confianza, si es que es posible hacerlo alguna vez.

    El alboroto de los gastos de los parlamentarios es un ejemplo re-ciente y dramtico de cmo los lmites cambiantes entre la vida pblica y privada estn perturbando las prcticas e instituciones establecidas, y desorganizando reas enteras de la vida social y poltica. Si bien la diferencia entre lo pblico y lo privado no es algo nuevo, existe algo nuevo en las formas en que los dominios de lo pblico y lo privado han sido reconstituidos por el auge de las formas mediticas de comunica-cin desde los comienzos de la modernidad europea y con la posterior proliferacin de nuevas tecnologas de la informacin y las comunica-

  • 41Los lmites cambiantes de la vida pblica y la privada

    ciones que se han convertido en la caracterstica dominante de nuestro tiempo. Hay algo nuevo en la forma en que lo pblico y lo privado se transforman cada vez ms en dominios controversiales, sitios en los que se lucha por la informacin y el contenido simblico, que ame-nazan con escapar del control de los individuos particulares. Tambin hay novedad en la forma en que nuestras vidas hoy se desenvuelven en un entorno donde la capacidad de revelar y ocultar, de hacer las cosas visibles y de evitar que los dems lo hagan, es mucho ms difcil de controlar, creando un escenario permanentemente inestable en el cual las filtraciones, las revelaciones y divulgaciones son siempre capaces de perturbar los planes ms definidos. Pensadores como Arendt y Ha-bermas tenan razn al enfocar su atencin en la relacin entre lo pbli-co y lo privado; tenan razn al poner esta relacin en el centro de sus reflexiones sobre la naturaleza cambiante de nuestras sociedades, an si sus formas de analizar estos cambios dejan mucho que desear. Ahora nosotros tenemos la responsabilidad de retomar sus preocupaciones sin sucumbir ante las deficiencias de sus propuestas, de observar otra vez esta relacin esencial, intentar comprender cmo est cambiando en nuestro mundo contemporneo, saturado de medios, y pensar en las consecuencias de estos cambios en los rasgos y la calidad de nuestra vida social, poltica y personal.

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    Fecha de recepcin: 01/08/2010. Aceptacin: 26/08/2010.