¡libertad para julián assange! · recordemos las tres razones que, según julián assange,...
TRANSCRIPT
¡Libertad para Julián Assange! Ignacio Ramonet, Periodista español. Presidente del Consejo de
Administración y director de la redacción de “Le Monde Diplomatique” en español. En rebelión.org
Se acaban de cumplir cuatro años desde que, el 19 de junio de 2012, el
ciberactivista australiano Julián Assange, paladín de la lucha por una información
libre, se viera obligado a refugiarse, en Londres, en las oficinas de la Embajada de
Ecuador. Este pequeño país latinoamericano tuvo el coraje de brindarle asilo
diplomático cuando el fundador de WikiLeaks se hallaba perseguido y acosado por
el Gobierno de Estados Unidos y de varios de sus aliados (el Reino Unido, Suecia).
La Justicia sueca exige que Assange acuda a Estocolmo a presentar directamente
su testimonio sobre las acusaciones de agresión sexual hechas por dos mujeres a
las que él habría mentido sobre el uso de un preservativo.
Julián Assange rechaza estas acusaciones y sostiene que las relaciones con estas
dos demandantes fueron consentidas, y afirma ser víctima de un complot
organizado por Washington. El fundador de WikiLeaks se niega a ir a Suecia, a
menos que la Justicia de ese país le garantice que no será extraditado a Estados
Unidos, donde podría ser detenido, conducido ante un tribunal y, quizás, según sus
abogados, condenado a pena de muerte por “delito de espionaje”.
En varias ocasiones, Assange también ha propuesto responder por
videoconferencia a las preguntas de los encargados suecos de la investigación.
Pero éstos han rechazado esa posibilidad, argumentando que él huyó de Suecia
aunque sabía que había una investigación abierta contra él. El Tribunal Supremo
sueco rechazó de nuevo, el 11 de mayo de 2015, su demanda de que fuera
anulada la orden de detención que pesaba sobre él.
En realidad, el único crimen de Julián Assange es haber fundado WikiLeaks. En
todas partes ha habido acalorados debates sobre si WikiLeaks hizo prosperar o no
la causa de la libertad de prensa, si resulta bueno o malo para la democracia, si se
debe o no censurar esta plataforma. Lo que es seguro es que el papel de WikiLeaks
en la difusión de medio millón de informes secretos relativos a los abusos cometidos
por militares en Afganistán y en Irak, y de unos 250.000 comunicados enviados por
las Embajadas de Estados Unidos al Departamento de Estado, constituye “un hito
en la historia del periodismo” que ha marcado un antes y un después. WikiLeaks fue
creada en 2006 por un grupo de internautas anónimos, con Julian Assange como
portavoz, y asumió la misión de recibir y hacer públicas filtraciones de información
(leaks) garantizando la protección de las fuentes (1).
Recordemos las tres razones que, según Julián Assange, motivaron su creación. “La
primera, la muerte a escala mundial de la sociedad civil. Rápidos flujos financieros
por transferencias electrónicas de fondos que se mueven más rápido que la sanción
política o moral, destrozando la sociedad civil a lo ancho del mundo. […] En este
sentido, la sociedad civil está muerta, ya no existe, y hay una amplia clase de gente
que lo sabe y está aprovechando que saben que está muerta para acumular
riqueza y poder. La segunda […] es que hay un enorme y creciente Estado de
seguridad oculto que se está extendiendo por el mundo, principalmente basado en
Estados Unidos […] La tercera es que los medios de comunicación internacionales
son un desastre, […] el entorno de los medios internacionales es tan malo y tan
distorsionador que nos iría mejor si no hubiera ningún medio, ninguno”.
Assange aporta una visión radicalmente crítica del periodismo. En una entrevista
llega incluso a afirmar que “dado el estado de impotencia del periodismo, me
parecería ofensivo que me llamaran periodista. […] El mayor abuso fue la guerra [de
Irak y de Afganistán] contada por los periodistas. Periodistas que participan en la
creación de guerras a través de su falta de cuestionamiento, su falta de integridad y
su cobarde peloteo a las fuentes gubernamentales”.
La filosofía de WikiLeaks se basa en un principio fundamental: los secretos existen
para ser desvelados. Toda información oculta nace con vocación de ser revelada y
puesta a disposición de los ciudadanos. Las democracias no deben ocultar nada; los
dirigentes políticos, tampoco. Si las acciones públicas de estos últimos no son
incompatibles con sus actuaciones públicas o privadas, las democracias no
deberían temer la difusión de “información filtrada”. En este caso –y solo en este
caso–, ello significaría que son moralmente ejemplares y que el modelo político que
encarnan –juzgado como “el menos imperfecto de todos”– podría de verdad
extenderse, sin obstáculo ético alguno, al conjunto del planeta. ¿Por qué tendrían
que callarse los periodistas en una democracia cuando un responsable político
afirma una cosa en público y la contraria en privado?
WikiLeaks ofrece a los internautas la posibilidad de hacer públicos, a través de su
plataforma, grabaciones, vídeos o textos confidenciales sin indagar en cómo han
sido obtenidos pero cuya autenticidad verifica. WikiLeaks vive de las donaciones de
los internautas y de fundaciones y no acepta ayudas públicas ni publicidad. Un
buen número de instancias públicas ha reconocido la utilidad de su trabajo. En
2008 recibió el Index on Censorship Award que otorga el semanal británico The
Economist, y en 2009, Amnistía Internacional le concedió el premio al mejor “medio
de comunicación nuevo” por haber sacado a la luz, en noviembre de 2008, un
documento censurado relativo a un caso de malversación de fondos efectuado por
el entorno del antiguo presidente de Kenia, Daniel Arap Moi.
Desde su creación, WikiLeaks ha sido un festín permanente de secretos, una
auténtica fábrica de primicias. Ha difundido bastantes más revelaciones que
muchos prestigiosos medios de comunicación en décadas… Entre los mayores
escándalos que sacó a la luz destacan: los documentos que denunciaban las
técnicas utilizadas por el banco privado suizo Julius Baer Group para facilitar la
evasión fiscal; el manual de procedimiento penal del Ejército norteamericano en la
base de Guantánamo; la lista de nombres, direcciones, números de teléfono y
profesiones de los miembros del Partido Nacional Británico (BNP, de extrema
derecha) en la que figuraban policías; la lista pormenorizada de correos
electrónicos intercambiados con el exterior por las víctimas de los atentados del
World Trade Center, el 11 de septiembre de 2001; los documentos que probaban el
carácter fraudulento de la quiebra del banco islandés The New Kaupthing; los
protocolos secretos de la Iglesia de la Cienciología; el historial de los correos
personales enviados durante la campaña electoral por Sarah Palin, candidata
republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, a John McCain desde su
ordenador profesional (lo que la legislación estadounidense prohíbe); los
expedientes del juicio del asesino Marc Dutroux, incluido el listado con los números
de teléfono, cuentas bancarias y direcciones de todas las personas investigadas en
este célebre caso de pedofilia; sin olvidar los recientes “Papeles de Panamá”,
difundidos el pasado mes de abril.
Por todo eso, al igual que Edward Snowden y Chelsea Manning, Julián Assange
forma parte de un nuevo grupo de disidentes políticos que luchan por un modo
distinto de emancipación y son actualmente rastreados, perseguidos y hostigados
no por regímenes autoritarios, sino por Estados que pretenden ser “democracias
ejemplares”…
El pasado mes de febrero, el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la
Organización de Naciones Unidas (ONU), que depende del Comité de Derechos
Humanos de la ONU, determinó que Julián Assange se encuentra “detenido
arbitrariamente” tanto por el Reino Unido como por Suecia. Los expertos
independientes internacionales también señalaron que tanto las autoridades
suecas como las británicas deberían “poner fin a su detención” y “respetar su
derecho a recibir una justa compensación”. Según ese jurado internacional, Julián
Assange ha sido sometido a diferentes formas de privación de libertad: “detención
inicial en la prisión de Wandsworth en Londres” en régimen de aislamiento,
“seguida del arresto domiciliario y, después, del confinamiento en la Embajada de
Ecuador”.
Aunque el pronunciamiento del Grupo de Expertos Internacionales de la ONU no
es vinculante, supone una gran victoria moral en el campo de las relaciones
públicas para Julián Assange al darle la razón en su larga lucha contra las
arbitrariedades de las autoridades suecas y británicas.
A este respecto, el presidente ecuatoriano Rafael Correa informó que su Gobierno
brinda asilo y protección al fundador de WikiLeaks porque “Assange carece de
garantías de respeto a sus derechos humanos y a sus derechos en materia de
Justicia”. Por su parte, el canciller ecuatoriano, Guillaume Long, declaró que
Ecuador “mantiene preocupaciones legítimas sobre los derechos humanos de
Assange” y que Quito considera que hay, contra Assange, algún tipo de
“persecución política”, motivos por los cuales Ecuador le sigue otorgando asilo.
Para reclamar la libertad de Julián Assange, sus amigos de todo el mundo
organizaron, entre el 19 y el 24 del pasado mes de junio, en varias capitales del
planeta (2) (Atenas, Belgrado, Berlín, Bruselas, Buenos Aires, Madrid, Milán,
Montevideo, Nápoles, Nueva York, Quito, París, Sarajevo), una serie de actos y
conferencias con la participación de importantes personalidades y grandes
intelectuales (Noam Chomsky, Edgar Morin, Slavoj Zizek, Arundhati Roy, Ken Loach,
Yanis Varoufakis, Baltasar Garzón, Amy Goodman, Ignacio Escolar, Emir Sader, Eva
Golinger, Evgeny Morozov).
En Quito (Ecuador), el simposio fue organizado por el Centro Internacional de
Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) y contó con
una intervención del propio Julian Assange a través de videoconferencia. Durante
cinco días se debatieron temas como: El caso Assange a la luz del Derecho
Internacional y los Derechos Humanos, Geopolítica y Luchas desde el Sur,
Tecnopolítica y Ciberguerra y De los Pentagon Papers a los Panama Papers.
El académico español Francisco Sierra, director de CIESPAL, declaró: “Creemos que,
en realidad, el problema de Julián Assange es ese: el de la libertad de información.
Cuando no hay libertad de información, de movimiento ni de reunión, no hay
derechos humanos. Y por tanto, el primer derecho, es el derecho a la
comunicación, y hay que poner en evidencia que el caso Assange es un problema
grave de derecho a la comunicación” (3).
Todos estos acontecimientos solidarios a lo largo y ancho de la geografía mundial
se fijaron dos objetivos. En primer lugar: reivindicar los derechos que le han sido
negados a Julián Assange, como la presunción de inocencia o la libertad de
movimiento. Y en segundo lugar: recordar lo que representa WikiLeaks, es decir, el
reto tan actual sobre la libertad de información y de comunicación en un mundo
permanentemente vigilado.
Notas:
(1) Véase Ignacio Ramonet, La Explosión del periodismo, Clave Intelectual, Madrid,
2011.
(2) www.freeassangenow.org
(3) http://www.andes.info.ec/es/noticias/cuatro-anos-libertad-negada-julian-...