lautaro bruera tesis la reforma universitaria y el surgimento de una nueva generación intelectual...
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"La Reforma Universitaria y el surgimiento de una nueva generación intelectual argentina con
proyección latinoamericana"
Lautaro Bruera
2010
Facultad de Ciencia Política y RR.II.
Universidad Nacional de Rosario
1
Índice
Introducción…………………………………………………...Pag. 4
Capitulo I……………………………………………………...Pag. 30
Los antecedentes históricos, el desencadenamiento y las
transformaciones impulsadas por la Reforma Universitaria de
1918.
El origen de las universidades en territorio argentino……………………Pag 30
Las bases de las Universidades nacionales: La ley Avellaneda………….. Pag 33
Las primeras transformaciones hacia la Reforma Universitaria…………Pag 40
La Reforma del Estatuto en la Universidad de Buenos Aires…………....Pag 42
La creación de la Universidad Nacional de La Plata, y el diagnóstico de
Gregorio Araóz Alfaro sobre el gobierno de las Universidades…………. Pag 49
El surgimiento de la Asociación Córdoba Libre, y el inicio del proceso de la
Reforma Universitaria…………………………………………………….Pag 54
La aparición de la Corda Frates…………………………………………Pag 61
La conformación del Comité Pro-Reforma Universitaria………………Pag 65
La primera intervención del gobierno nacional y la conformación de la
Federación Universitaria durante el conflicto universitario…………….Pag 70
Las elecciones del 15 de junio de 1918 y sus consecuencias…………… Pag 78
2
El Manifiesto liminar como programa de acción para un nuevo sujeto político
argentino con proyección latinoamericana: el movimiento estudiantil…Pag 86
Las nuevas bases organizativas para las Universidades establecidas por el
Primer Congreso Nacional de Estudiantes……………………………….Pag 95
Discursos de apertura del Congreso…………………………………….Pag 97
El comienzo de las deliberaciones del congreso, y el nuevo proyecto de ley
universitaria……………………………………………………………….Pag 101
Análisis de los discursos del congreso de estudiantes………………….. Pag 115
Resoluciones aprobadas por el congreso………………………………..Pag 125
Discursos de clausura del congreso……………………………………...Pag 133
Capítulo II…………………………………………………... Pag 141
La Concreción de la Reforma Universitaria y su proyección
nacional.
Las Repercusiones parlamentarias……………………………………Pag 141
La segunda y definitiva intervención nacional, y el comienzo de la puesta en
práctica del nuevo formato institucional……………………………... Pag 153
Los avatares para la concreción de la segunda intervención de la Universidad
de Córdoba……………………………………………………………….Pag 162
La toma de la Universidad de Córdoba, causas y consecuencias……….Pag 168
La concreción de la Reforma Universitaria. La influencia del ideario
yrigoyenista……………………………………………………………….Pag 177
3
Hacia una confluencia generacional…………………………………..Pag 198
Ricardo Rojas y la interpretación del advenimiento de la nueva
generación……..….…………………………………………………….Pag 203
El problema de las generaciones y la Reforma Universitaria………... Pag 219
El ocaso de Ortega y Gasset, o los alcances y límites de la teoría generacional
para explicar los cambios políticos e históricos……………………….. Pag 229
La nueva generación ante la cuestión social……………………………Pag 233
Capítulo III…………………………………………………..Pag 239
La proyección latinoamericana de la Reforma Universitaria.
La repercusión del movimiento reformista a nivel continental………....Pag 239 El primer congreso internacional de estudiantes universitarios en México…………………………………………………………………… Pag 249 La difusión de la Reforma Universitaria en Sudamérica……………….Pag 258 La Unión Latinoamericana…...………………………………………….Pag 270
El cambio de las condiciones políticas y su influencia en la Reforma
Universitaria, a través de las posturas de la nueva generación intelectual
americana………………………………………………………………….Pag 286
Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA, y el frente único de trabajadores
manuales e intelectuales…………………………………………………..Pag 290
Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria y la Revolución
Socialista......................................................................................................Pag 300
José Carlos Mariátegui, del APRA al socialismo………………………...Pag 305 Deodoro Roca y la posición de un reformista ante el nuevo escenario político internacional……………………………………………………………...Pag 323
4
Introducción En esta tesis, nos proponemos analizar el acontecimiento histórico de la Reforma
Universitaria de 1918 como un proceso político-cultural, y su proyección nacional
y latinoamericana a través de la influencia que produjo, junto a otros fenómenos
políticos contemporáneos de transformación, en determinadas figuras
intelectuales, a partir de lo cual se fueron conformando diversos idearios que
serán objeto de estudio. También se abordará la dimensión estructural, a través del
estudio del nuevo formato institucional forjado por el movimiento estudiantil
argentino, que se convertirá rápidamente en un modelo para las universidades
nacionales y latinoamericanas.
Retomando lo planteado por José Luis Romero1, como criterio metodológico para
el análisis del movimiento reformista, debemos distinguir su naturaleza, mucho
más compleja, que la de los movimientos sociales y políticos. Nacido y
desencadenado en el seno de las elites, en algunas ocasiones fue expresión de un
grupo disidente y en otras, la consecuencia de los enfrentamientos generacionales.
El carácter de movimiento de elite, se mantiene aún cuando sus promotores apelen
al apoyo de sectores más vastos o aunque el movimiento lo suscite por su propia
dinámica, afirma Romero. Sus objetivos, que podrían aparentar derivar de una
reacción espontánea, frente a fenómenos sociales inmediatos, en rigor respondían,
más profundamente, a cierta interpretación intelectual de estos, desde una
perspectiva propia, que le imprime el análisis establecido por el grupo promotor
de la Reforma Universitaria. Por lo tanto, sería una equivocación buscar una
estrecha y mecánica relación entre el desencadenamiento y el curso posterior de
estos fenómenos. La propuesta de Romero es estudiar estos fenómenos sociales y
culturales; por una parte, a través de los grupos que los promueven, y luego por
intermedio de los que lo acompañan, le prestan eco, intentan utilizarlos o procuran
orientarlos. Por otra parte, también hay que interpretar al movimiento reformista,
teniendo en cuenta los problemas específicos que plantea en relación con la vida
universitaria, y con el carácter que en cada sociedad desempeña el saber superior
1 ROMERO, José Luis; Situaciones e ideologías en América Latina, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001.
5
y las minorías más cultas, y a través de los nuevos problemas que suscitan, y en
los cuales se podía advertir generalmente un diagnóstico prematuro del proceso
social y cultural.
También, Romero destaca como el centro del problema, el hecho de que las
agitaciones universitarias, se transforman en fenómenos cuya magnitud y
trascendencia sobrepasan su propio límite, llegando a alcanzar ámbitos externos y
profundos que comprometen a toda la sociedad. Esta característica, posibilitó que
el movimiento de la Reforma Universitaria, sacudiera el prestigio de las elites
tradicionales, lanzando a la consideración de la sociedad, un nuevo cuadro de
problemas y sistema de ideas. En este sentido, nos nutrimos de la definición de
José Carlos Mariátegui2 sobre las elites intelectuales, las cuales operan sobre la
historia revolucionando la conciencia de una época. El valor histórico de las ideas,
se mide por su poder de principios o impulsos de acción, la elite asume una
función esencialmente creadora. No sería de este modo una auténtica elite, aquella
que debe el poder a un privilegio, que ella misma no conquistó con sus propias
fuerzas. Y así como la burguesía contaba con una elite política e intelectual, a
medida que se abrieron grietas en sus principios y espíritu, principalmente con la
Gran Guerra, la Revolución Rusa y la Revolución Mexicana, aquella elite
comenzó a suministrar intelectuales y políticos al socialismo. Y en los países, en
donde el capitalismo no había alcanzado su plenitud material y moral la mayoría
de los hombres con más sensibilidad política de la pequeña y mediana burguesía,
se sintió impulsada a entrar en las filas socialistas, o pasar temporalmente por
ellas. El movimiento de la Reforma Universitaria se inscribe en esta crisis de las
elites tradicionales, y el tránsito de la nueva generación intelectual hacia
posiciones políticas vinculadas con la preeminencia de lo social y colectivo por
sobre lo individual. De este modo, se intentaba convertir la estructura de la
Universidad, para colocarla al servicio de las transformaciones sociales, que en
cada país, y a nivel continental, se produjeron durante el período histórico
analizado.
2 MARIATEGUI, José Carlos; El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, Lima, Amauta, 1980.
6
Hasta el momento, existen importantes trabajos que recopilan testimonios y
documentos de la Reforma Universitaria y sus protagonistas, como el primero
publicado por Gabriel del Mazo3, que contiene tanto los referidos a Argentina
como a Latinoamérica; de cuyos aportes nos nutrimos para nuestra investigación.
El objetivo fundamental que se proponía Del Mazo, era la difusión pública del
ideario de la Reforma Universitaria, lo que logró en alguna medida. Se trata
estrictamente de fuentes documentales publicadas, con cierto orden y criterio, y
por lo tanto al recurrir a ellas, nos propusimos interpretar críticamente, su
contenido, para poder establecer las líneas principales que contienen, y los
distintos planos en los que repercutieron sus mensajes, centrándonos en el cultural
y político, del período histórico delimitado. Nos proponemos ubicar los distintos
textos, en la propia situación en la que fueron escritos y publicados,
contextualizándolos y situando a sus autores en el marco del proceso de la
Reforma Universitaria, como en su constreñimiento, a la vez que en su condición
de posibilidad para poder expresarse, de acuerdo con el marco histórico y político
del que forman parte. Ello, nos impulsó a establecer una especie de reconstrucción
cronológica, permitiendo abrir una instancia de profundización analítica,
estableciendo conexiones entre los distintos planteos, expresadas a veces por
figuras intelectuales incluidas en redes de pensadores a nivel nacional y
continental; pero en otros casos siendo fruto de los mismos procesos de lucha por
parte del movimiento estudiantil, de cuyas filas surgieron actores con un
protagonismo determinante, y también la creación de formatos institucionales
renovadores.
Con el mismo objetivo de difundir el ideario reformista propugnado por Del
Mazo, Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti publicaron una compilación4, esta vez
acompañada de una crónica que sintetizaba o fundamentaba la elección de los
distintos textos o documentos seleccionados. Sin embargo, pese a los análisis que
establecía, no podía escindirse de su carácter de ser una crónica estricta de los
hechos acaecidos durante la Reforma Universitaria, dando cuenta de algunas
3 DEL MAZO, Gabriel; La Reforma Universitaria, VI Tomos, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927. 4 CIRIA, Alberto, SANGUINETTI, Horacio; Los Reformistas, Buenos Aires, Editorial Jorge Alvarez, 1968.
7
hipótesis, y explicaciones, pero todavía no suficientes para una visión que
englobara y buscara las distintas causas de los acontecimientos que condujeron la
Reforma Universitaria.
Creemos que a partir del texto de Juan Carlos Portantiero, publicado en México en
19785, comienza una forma distinta de analizar el fenómeno de la Reforma
Universitaria, como un proceso, de disputa cultural y política, iniciado en
Argentina, y proyectado a través del continente latinoamericano. Se empezó, por
lo tanto a hacer hincapié en los grupos sociales que dirigieron tanto al movimiento
de la Reforma Universitaria, como a sus detractores, introduciendo la variable de
las clases sociales, que permitía distinguir los alcances y los límites que tuvo
históricamente, contrastando los discursos de los protagonistas con su efectiva
concreción. El mismo año, se publicó otro texto que se inscribe en la misma
perspectiva teórica, por parte nuevamente, de José Luis Romero6, en el cual se
planteaban algunos aspectos centrales de las demandas universitarias, y su
relación con la realidad extrauniversitaria, para la cual se fijaba el reformismo sus
objetivos, desde un tipo de militancia que había sido promovida al servicio del
cambio social, sin adopción de posiciones dogmáticas y con un absoluto respeto
por la libre discusión de ideas. Al igual que Portantiero, Romero destaca la
dimensión latinoamericana que adquirió rápidamente la Reforma Universitaria,
creando en algunos países, los primeros Partidos Políticos modernos. Valoramos
estos significativos aportes, e inscribimos este trabajo en una misma línea de
búsqueda de profundización analítica. En el trabajo de Portantiero, en relación a
los aspectos de la reconstrucción de los acontecimientos, en términos de disputa
cultural y política, que llevó adelante el movimiento de la reforma universitaria,
constituyéndose en algunos momentos en una cultura contra-hegemónica y
entrando en relación con movimientos políticos de masas, por ejemplo a través de
la solidaridad obrero-estudiantil. Respecto al planteo de Romero, los postulados
que destaca, son analizados en nuestro trabajo en profundidad, como parte de las
nuevas bases que se sentaron para la reestructuración de las universidades, en las
5 PORTANTIERO, Juan Carlos; Estudiantes y política en América Latina, México, Siglo veintiuno, 1978. 6 En “Perspectiva universitaria”, Nº 5, Buenos Aires, septiembre de 1978.
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discusiones, los discursos y las resoluciones, que se llevaron a cabo durante el
primer congreso nacional de estudiantes universitarios en Córdoba, en julio de
1918.
El concepto de kulturkampf que incorpora Portantiero para explicar la fuerte
reacción de los sectores clericales cordobeses, frente al movimiento de la Reforma
Universitaria que ponía en cuestión su cerrada hegemonía cultural y política, nos
permite ahondar en las características particulares que adquirió este fenómeno de
“lucha cultural” en la Universidad Nacional de Córdoba. La articulación de un
bloque histórico, del cual formaron parte, los miembros de la juventud
universitaria cordobesa, junto al radicalismo yrigoyenista, el Partido Socialista y
el sindicalismo, dio lugar, tras varios meses de intensas luchas, a la resolución de
la disputa a favor suyo, en el mismo reducto más importante que tenía el
clericalismo en Argentina.
Con la misma rigurosidad teórica, que los últimos trabajos mencionados, se
encuentra el estudio realizado por Tulio Halperín Dongui7, en el que inscribe el
desarrollo y la posibilidad de perdurar por parte del reformismo, en su relación
con la República Posible y los márgenes de tolerancia para el desenvolvimiento de
sus ideas de renovación, que se irían reduciendo en el tránsito hacia la República
verdadera, con la reaparición protagónica en el espacio público de la Iglesia, en el
marco de la crisis social intensificada. Considerando las líneas de análisis
propuestas por Halperín Dongui, podemos definir a la Reforma Universitaria
como un proceso, en el cual asumen las distintas luchas culturales y políticas, los
intelectuales que se autorreferenciaban como parte de una nueva generación,
muchas veces de manera articulada con miembros generacionales precedentes,
como lo eran Palacios o Ingenieros, que adquirieron un rol preponderante durante
este período.
7 HALPERIN DONGUI, Tulio; Vida y Muerte de la República verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, 2000.
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La bibliografía más reciente incorpora distintas perspectivas para el análisis de la
Reforma Universitaria, como la de Pablo Buchbinder8, que reconstruye los
antecedentes de la experiencia cordobesa y sobre todo la de Buenos Aires, para
lograr una explicación de las causas que condujeron a la realización de la Reforma
Universitaria, planteando a la vez su proyección latinoamericana, y la instauración
de una Universidad científica en reemplazo de la lógica profesionalista hasta el
momento imperante. Estos puntos son tratados con detenimiento en nuestro
trabajo, tratando de problematizarlos, rastreando los autores y protagonistas de los
postulados, que conformaron las líneas generales establecidas por la Reforma
Universitaria, y que se nutrieron de ellas para afrontar las distintas disputas
culturales y políticas en las que actuó la nueva generación intelectual,
constituyendo de esta manera un ideario que les otorgará identidad. Aunque en
nuestro análisis, distinguimos los antecedentes de la Reforma Universitaria, en la
Universidad de Buenos Aires, del movimiento de protesta que se expresó en los
conflictos del período 1903-1906. En el caso de la Universidad de Córdoba,
precisamos el surgimiento de la Asociación Córdoba Libre en 1916, como
iniciadora del movimiento reformista, y posteriormente junto al Comité Pro-
Reforma Universitaria que se transformara en la Federación Universitaria,
constituyéndose en las organizaciones fundamentales para el desencadenamiento
y la concreción de los hechos ocurridos a lo largo del año 1918 en Córdoba.
También se encuentran los aportes realizados por Osvaldo Graciano9, que hace
hincapié en el seguimiento de los intelectuales y las experiencias reformistas
aplicadas fundamentalmente en las Facultades de Derecho de la Universidad de
La Plata y Buenos Aires, bajo decanatos que adscribían a sus planteos en
coordinación con estudiantes y dirigentes políticos, vinculados a la militancia
política en el socialismo. Se consideran también como ensayos de intervención
8 BUCHBINDER, Pablo: ¿Revolución en los claustros? La reforma universitaria de 1918, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008 9 GRACIANO, Osvaldo; Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008. 8ROITENBURD, Silvia; Nacionalismo Católico Córdoba, (1862-1943): educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Córdoba, Ferreyra editor, 2000.
10
política reformistas, por parte de Graciano, la revista Sagitario y la Unión
Latinoamericana. A estas iniciativas las consideramos enmarcadas en la
proyección latinoamericana que adquiría la Reforma Universitaria, y como parte
de la disputa cultural que comenzó a desarrollarse desde el momento de su reflujo,
a mediados de la década de 1920, con sectores que irían desarrollando una nueva
hegemonía, en donde el militarismo y el autoritarismo comenzaron a socavar gran
parte de la posibilidad de desarrollo del ideario reformista, a nivel nacional y
mundial.
La comprensión de los sucesos que se desencadenaron en Córdoba, en 1918,
supone poder distinguir la disputa cultural desarrollada entre quienes se definían
como portadores de valores que implicaban una renovación ideológica, y se
reconocían por su carácter de jóvenes, observándose a sí mismos como forjadores
una nueva generación intelectual, que estaban acompañados por docentes liberales
cordobeses; y quienes pertenecían a una aristocracia doctoral, tributaria de la
burguesía agraria constituida como clase dominante, cuyo raigambre se
encontraba sustentada por una estructura de poder, que tenía a la Universidad
como eje principal, y se sostenía mediante una tradición de tres siglos. En este
sentido, cabe agregar a la definición establecida por Silvia Rointenburd10, de un
nacionalismo católico cordobés, guiado por la estrategia de una fracción de la alta
jerarquía de la Iglesia local contra la laicización del resorte de la educación por
parte del Estado, que se intentaba preservar como mecanismo de control; la
concepción elaborada por Lewis Coser11, sobre la secta religiosa, caracterizada
por el rasgo exclusivo de sus miembros, cuyo organización ejemplar es la
Compañía de Jesús, fundadora de la Universidad de Córdoba, e inspiradora de la
constitución de la Corda Frates en 1917, contra la cual disputó culturalmente la
juventud universitaria.
Para poder dar cuenta del enfrentamiento cultural y político protagonizado por los
jóvenes reformistas, analizamos la teoría de la “nueva generación”, mediante la
cual se identificaban éstos, y buscaban diferenciarse de los sectores con los que
11 COSER, Lewis; Las instituciones voraces, México, Fondo de Cultura Económica, 1978.
11
confrontaban. La apelación recurrente de Julio V. González, a la noción de que la
Reforma Universitaria implicó un “divorcio generacional”, tomaba como fuente la
teoría de José Ortega y Gasset, que definía como preponderante la noción de
generación, más precisamente la existencia de épocas eliminatorias o polémicas,
para poder explicar el desarrollo de la historia, y los cambios en la “sensibilidad
vital” de las sociedades. En todas las generaciones históricas, existe una masa y
una minoría, y cada miembro de aquellas, vive en dos planos, por una parte
recibiendo ideas, valores e instituciones, y por otra, deja fluir su propia
espontaneidad, como en las épocas eliminatorias, definida como tiempos de
jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva. Como plantea
Portantiero, la “teoría de la joven generación”, significó un principio de
teorización de la experiencia política que comenzaron a experimentar los jóvenes
universitarios.
Otro concepto, que permite la comprensión del fenómeno de la “Reforma
Universitaria”, que tuvo como escenario principal a la Universidad de Córdoba, es
el de la existencia de una aristocracia doctoral12, cuyo eje de poder radicaba en la
relación que tenía con esta institución. Los doctores de la “Casa de Trejo”,
ejercían sus profesiones liberales, y ocupaban a la vez, los altos cargos del
gobierno, de la burocracia oficial, de la justicia y de la Universidad,
transformándose en la elite dirigente de la ciudad. El movimiento reformista, que
posibilitó la creación de nuevos mecanismos institucionales universitarios, fue
forjando elites alternativas, reconocidas como una “nueva generación”, que
socavaron la estabilidad de la aristocracia doctoral de Córdoba, y de esa manera
comenzó a perder el control de un ámbito que legitimaba su rol preponderante en
la estructura de poder.
El proceso de la Reforma Universitaria se enmarca en el contexto de
conformación de las clases sociales modernas en Argentina, lo que nos remite a la
12 AGULLA, Juan Carlos; Eclipse de una aristocracia, Buenos Aires, Ediciones Libera, 1968, p. 25.
12
cuestión de los hijos de los inmigrantes13, que fueron una parte importante del
estudiantado universitario, que protagonizó las distintas reivindicaciones por la
democratización y apertura, del ámbito que abría las puertas para el ascenso
social. Sin embargo, también percibimos una relación generacional conflictiva por
parte de determinados intelectuales, como veremos en los casos paradigmáticos
de Julio V. González y Deodoro Roca, que se planteaban una ruptura con su
linaje, que había conformado la elite de la generación del ochenta. En el caso de
Julio González adquirió un carácter dramático el divorcio generacional, al
establecer en un escrito, un “ficticio” diálogo de las generaciones, entre dos
personajes, que eran al igual que él con el fundador de la Universidad de La Plata,
Joaquín V. González, padre e hijo, y representaban las cosmovisiones
contrapuestas de la elite del ochenta, respecto al “hombre nuevo” promovido por
la Reforma Universitaria14.
Específicamente se considerara la periodización que abarca desde 1918, año
bisagra, por la confluencia del fin de la Gran Guerra, la Revolución Rusa y en el
continente latinoamericano con el fenómeno de la Revolución Mexicana, hasta la
crisis ideológica de 1930, con el trasfondo del crack financiero internacional de
1929; y en este marco el cambio de estrategia revolucionaria fijado en el VI
Congreso de la Internacional Comunista en 1928, desde la táctica del frente único
antiimperialista, hacia una postura de clase contra clase, bajo el denominado
“tercer período” que presuponía la elevación de la economía capitalista15, definida
por un rápido desarrollo técnico, junto al crecimiento de los cártels y de los trusts.
El surgimiento y desempeño de la nueva generación aparece en el espacio público
continental a partir de los acontecimientos sucedidos originariamente, el 15 de
Junio de 1918, en Córdoba, que fueron fruto de un proceso de disputa de ideas
13 CHIROLEU, Adriana; “La Reforma Universitaria”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, pp. 357 a 386. 14 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Madrid, Imp. De Pueyo, 1931. 15 “El VI Congreso de la Internacional Comunista”, Tomo 1, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p.96.
13
que implicaban “concepciones del mundo” contrapuestas, y desencadenaron la
Reforma Universitaria. Desde este momento histórico, y con mayor intensidad
durante su asentamiento durante la década de 1920, específicamente en Argentina,
aunque proyectándose en el continente, esta generación constituyó más que un
sistema de ideas, la práctica social y auténtica a lo largo de este período, que
abarcaba las dimensiones inconscientes y no articuladas de la experiencia social,
además del funcionamiento de las instituciones formales. Esto se correspondió
con la instauración del campo intelectual y el campo de poder16, definido por
Bourdieu como un como poder simbólico que confirma o transforma la visión del
mundo y moviliza para la acción a partir de su reconocimiento, y alrededor del
cual giraron las discusiones, conflictos y acuerdos de la época.
En el primer capítulo, se consideran los antecedentes institucionales y políticos
previos, que marcaron un camino en el proceso de la Reforma Universitaria, desde
la sanción de la ley Avellaneda en 1885, que sentara las bases institucionales, por
primera vez, para las dos universidades nacionales existentes, la de Córdoba y la
de Buenos Aires, y cuyos principios establecidos fueron eje de polémicas y
conflictos, desde su sanción, hasta las modificaciones estructurales que se le
imprimieron, en el primer congreso nacional de estudiantes universitarios en
1918. A su vez, se destacará otro antecedente, que no se encuentra desarrollado en
la bibliografía que reconstruye la historia de la Universidades argentinas17, como
fue la participación de dos intelectuales y futuros dirigentes del Partido Socialista,
que eran en ese momento el joven médico Juan B. Justo y el estudiante Nicolás
Repetto, en un conflicto desatado por el funcionamiento de la Biblioteca del
Círculo Médico de Buenos Aires que dirigía José Ramos Mejía en 1890, y a la
cual debían recurrir necesariamente los estudiantes de medicina de la Universidad
de Buenos Aires, lo que es definido como una verdadera revolución por parte de
16 BOURDIEU, Pierre, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires, EUDEBA, 2007. 17HALPERIN DONGUI, Tulio; Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA, 2002. BUCHBINDER, Pablo; Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005.
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uno de sus protagonistas18. Episodios históricos, que hasta ahora han sido
escasamente tratados por la bibliografía dedicada al estudio de la Reforma
Universitaria.
El otro antecedente destacado del movimiento de la Reforma Universitaria, fue la
primera reforma del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906, que es
tratado en los libros de Halperín Dongui y Buchbinder, aunque en estos casos se
priorizó el análisis de los hechos que comenzaron en 1903 en la Facultad de
Derecho, y en nuestra interpretación le damos preferencia al tratamiento de lo que
ocurrió en aquel momento en la Facultad de Medicina, estableciendo un grado de
continuidad con lo sucedido en el Círculo Médico, previamente en 1890. Aquel
conflicto se inició por los reclamos para el mejoramiento de las condiciones en las
cuales se desenvolvía la vida universitaria, en el marco de lo establecido por la ley
Avellaneda, que había instituido su dirección por parte de Academias
autodesignadas y vitalicias. Ante este tipo de organización, que restringía la
posibilidad de la participación en las decisiones universitarias a la mayoría de sus
integrantes, se desató una serie de movimientos de protesta entre los años 1903 y
1906 en la Universidad de Buenos, protagonizados, entre otros, por los Profesores
de la Facultad de Medicina, y miembros del Partido Socialista, Justo, Repetto y
Enrique Dickmann19.
Como consecuencia de estas luchas, se concretó en 1906, la primera reforma del
Estatuto de la Universidad de Buenos Aires, que quitaba las funciones directivas a
las Academias, reemplazándolas por Consejos Directivos electos y renovados
periódicamente, aunque sus miembros pertenecían exclusivamente al cuerpo de
Profesores. Sin embargo, a partir de este momento, se comenzaba a abrir el
camino para la democratización de las universidades. Retomamos en este sentido,
el análisis de la Reforma del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906;
considerando al movimiento que impulsó estas primeras transformaciones de la
ley Avellaneda, como un primer indicio de los límites que tenía el modelo
universitario estipulado por la generación del ochenta, que pese a haberse
18 REPETTO, Nicolás; Juan B. Justo y el movimiento político social argentino, Buenos Aires, Ediciones Monserrat, 1964. 19 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1945.
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adaptado a los cambios propuestos por quienes encabezaron las distintas protestas
realizadas desde 1903 a 1906, comenzaba a socavarse en cuanto a su concepción
de la formación de elites, siendo a la vez éstas las que dirigían los destinos de las
Universidades, lo cual estaba lejos de promover una democratización plena, que
contemplara la participación de todos sus miembros. En este sentido se considera
la importancia de la participación, en este primer movimiento que promueve
demandas de cambios en la institucionalidad de la Universidad de Buenos Aires,
de dirigentes y profesores universitarios, del Partido Socialista, creado unos años
antes de los sucesos, y cuyo protagonismo en estos acontecimientos, tuvo
importantes secuelas en los casos de Repetto y Justo, como fue la expulsión de las
cátedras universitarias, a las cuales no retornarán más.
El caso de la otra Universidad Nacional existente en ese momento, y regida
también por la ley Avellaneda, la de Córdoba, se distinguía por no haber llevado a
cabo ninguna renovación, y encontrarse regida por las Academias, que se
reforzaban con la lógica de funcionamiento de la Universidad imbuida por el
protagonismo decisivo que tenía en su seno el clericalismo, y el lugar
preponderante que poseía en la estructura de poder a través de la formación de su
elite dirigente. Tomando en consideración la definición de Lewis Coser, sobre la
Compañía de Jesús, como una orden creada para combatir la Reforma protestante,
y cuyo objetivo era adiestrar rigurosamente en la obediencia a sus superiores
jerárquicos, y formar soldados disciplinados para la cruzada misionera y
apostólica destinada a la salvación de las almas; podemos advertir las fuertes
reticencias que se hallaban en el seno de la Universidad de Córdoba para realizar
una renovación y democratización acorde con los tiempos nuevos que se abrían en
el país y en el mundo. Los nuevos ideales que atravesaban el contexto de la
Reforma Universitaria, fueron expresados por Saúl Taborda, a través de un texto
publicado en julio de 191820. En este libro realizó un análisis crítico de la
situación que atravesaba la civilización europea, llegando a la conclusión de que
se estaba abriendo una “hora americana”, en la cual se impondrían las nuevas
20 TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el ideal político de América, Córdoba, Editorial Elziviriana, 1918.
16
concepciones de la democracia, de la justicia, de la política docente, del arte, y de
la moral, dando lugar a un ideario específico para el movimiento en gestación.
Esta situación, que caracterizaba a la Universidad de Córdoba, nos ha permitido
interpretar la rápida proyección que tuvo la Reforma Universitaria en países
latinoamericanos que tenían ciudades universitarias provenientes de la colonia,
como eran los casos de Perú y Cuba, que fueron algunos de los lugares en donde
circularon copias del Manifiesto liminar, escrito por Deodoro Roca; quién dirigió
este texto programático, desde “la juventud Argentina de Córdoba, a los hombres
libres de Sudamérica”. A la vez, se refuerza la elección de estos países junto a
Argentina, a partir del rol que tuvieron los intelectuales que protagonizaron los
movimientos culturales y políticos, que propugnaban la transformación social y
una renovación ideológica. En este sentido, destacamos las consideraciones
realizadas por Antonio Gramsci21, para el estudio de los intelectuales en América
del Sur y Central. Los planteos de Gramsci advierten la necesidad de tener en
cuenta en la base del desarrollo de los países latinoamericanos la existencia de
cuadros de la civilización española caracterizados por la Contrarreforma y el
militarismo parasitario, los que se transformaron en cristalizaciones resistentes
como eran el clero y la casta militar, representando dos categorías de intelectuales
tradicionales fosilizadas. Algunas de las causas para que mantuvieran
preeminencia este tipo de intelectuales, están relacionadas con la estructura social
de los países latinoamericanos, con una base industrial muy limitada sin haber
desarrollado superestructuras complejas. Esta situación estructural generaba como
consecuencia que la mayoría de los intelectuales estuvieran ligados al clero y a los
grandes propietarios, por el predominio del latifundio, que incluía extensas
propiedades eclesiásticas.
También, para Gramsci, otra de las características específicas existentes en estas
regiones se la otorgaba la composición nacional étnica desequilibrada entre la
población blanca y las masas indígenas, cuya problemática fue tenida en cuenta
como fundamental tanto por parte del fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la
Torre, como por José Carlos Mariátegui. Este diagnóstico esbozado por Gramsci,
21 GRAMSCI, Antonio; Los intelectuales y la organización de la cultura, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984.
17
lo llevo a plantear que en las regiones latinoamericanas existía una situación de
kulturkampf, esto es de lucha cultural, debido a que los elementos laicos y
burgueses, todavía no habían alcanzado la etapa de subordinación de los intereses
y de la influencia clerical y militar a la política laica del Estado moderno. Este
concepto es retomado de manera sugerente para aplicarlo al análisis del conflicto
desatado por la Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba, por Juan Carlos
Portantiero22; con lo cual se pueden advertir las dimensiones de la disputa cultural
y política que abrió el movimiento de la juventud universitaria que protagonizó
estos acontecimientos, y comprender del mismo modo las causas de su rápida
diseminación a nivel nacional y continental.
En este sentido, podemos distinguir un punto de inflexión producido en el año
1916, con la aparición de la Asociación Córdoba-Libre, que nació en el medio de
una disputa con sectores vinculados a la Iglesia Católica, que se opusieron a la
posibilidad de expresarse libremente en el espacio público, a un grupo de
universitarios que tenía previsto realizar una serie de Conferencias en la
Biblioteca de la ciudad; y que confluyó en cuanto a su contemporaneidad, con la
elección del primer gobierno nacional, elegido por el voto secreto, que fue el de la
Unión Cívica Radical, encabezado por Hipólito Yrigoyen. La Asociación
Córdoba-Libre tuvo una dimensión nacional, desde su propia conformación,
debido a que dio a conocer un Manifiesto en repudio a la censura sufrida,
cosechando la adhesión de importantes y numerosos intelectuales del país.
Como parte de la disputa cultural establecida, analizamos también en el primer
capítulo la constitución de la Corda Frates, en 1917, complementariamente con la
aparición de la Federación de Estudiantes Católicos, como una organización que
contenía a los integrantes de los sectores clericales, vinculados a la defensa de los
valores e intereses de lo que se denomina como la aristocracia doctoral, que
definía a la elite dirigente de Córdoba, en base a su relación estrecha con la
Universidad. A principios de 1918, y a partir del conflicto suscitado por el cierre
del Hospital de Clínicas dependiente de la Facultad de Medicina por parte del
Consejo Superior, sumado a los reclamos por la inclusión de la docencia libre y la
22 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit.
18
necesidad de renovación del cuerpo de profesores, se creó otra organización que
desempeñara un papel protagónico para impulsar la realización de la Reforma
Universitaria, como fue el Comité Pro-Reforma. Su actuación se desarrolló de
manera articulada con la Asociación Córdoba-Libre, en la disputa cultural y
política que se llevo a cabo durante los acontecimientos que desencadenaron la
Reforma Universitaria.
Otro momento fundamental que se considera, se relaciona con la primera
intervención del gobierno radical de Yrigoyen en el conflicto, y la concomitante
creación de la Federación Universitaria Argentina en abril de 1918, junto con la
transformación del Comité Pro-Reforma, en la Federación Universitaria de
Córdoba. Este nivel de organicidad de los estudiantes universitarios, les permitió
afrontar los dos hechos definitorios para la consolidación del movimiento de la
Reforma Universitaria, que son analizados en el capítulo. El primero tiene que ver
con las elecciones del 15 de junio de 1918, como suceso de disputa política, de
medición de fuerzas entre los sectores claramente delimitados y organizados en
pugna. Las consecuencias de esta elección, impugnada inmediatamente por los
estudiantes, le otorgarán rápidamente una dimensión nacional al conflicto
universitario, y por primera vez continental, con la publicación y difusión pública,
a través de una edición extraordinaria de la Gaceta Universitaria23, del Manifiesto
liminar, redactado por una de las figuras intelectuales de la juventud universitaria
como era Deodoro Roca. El contenido del texto, es analizado a partir de su
concepción, como programático y fundacional, para la descripción de un nuevo
sujeto político y cultural, que será determinante en la historia Argentina y de los
países latinoamericanos, como es el movimiento estudiantil autodefinido como
una nueva generación americana.
El otro hecho analizado con detenimiento, que caracterizará la identidad de los
intelectuales de la Reforma Universitaria y la proyección de su ideario, fue la
realización del primer congreso nacional de estudiantes universitarios, mientras se
desenvolvía la disputa cultural. En este congreso se sentaron las bases de un
nuevo formato institucional para las universidades, en las cuales se incorporan los
23 LA GACETA UNIVERSITARIA 1918-1919, Buenos Aires, EUDEBA, 2008.
19
estudiantes como miembros plenos de la comunidad, y se incorpora la noción de
la instauración de una democracia funcional. La adopción del principio de un
nuevo “sistema representativo funcional”, con una fuerte influencia de la
experiencia soviética de los consejos, será señalada por Ingenieros como parte de
las reformas ensayadas en la Universidad por la Reforma, que incluían la
representación de todos sus componentes en los organismos deliberativos.
También, tuvo una fuerte presencia el ideario americanista expuesto por Saúl
Taborda, en conferencias pronunciadas a los congresales reunidos en Córdoba.
Además se plasmaron los principios de la docencia libre y la extensión
universitaria, entre otros principios, establecidos, difundidos y en algunos casos
superados por nuevas experiencias incorporadas por parte de los distintos
movimientos surgidos en los países latinoamericanos, que asimilaron los
contenidos programáticos de la Reforma Universitaria.
El segundo capítulo, comienza con el análisis del momento de concreción legal,
de las nuevas bases discutidas y propuestas por los estudiantes, reunidos en el
medio del conflicto desatado por la impugnación de la elección de las autoridades
en Córdoba, que tuvo como consecuencia la declaración de la huelga estudiantil,
que se mantuvo, con intermitencias hasta la segunda intervención decretada por el
gobierno de Yrigoyen. El recurso de la huelga, fue adoptado por los estudiantes,
identificándose con el método de lucha aplicado por el movimiento obrero
principalmente desde fines del siglo XIX, y en alguna medida por sectores
vinculados al trabajo agrario desde 1912. Se contemplaron las repercusiones
legislativas que alcanzaron los sucesos que acontecían en la Universidad de
Córdoba, y que llevaron a la interpelación del Ministro de Instrucción Pública
Salinas, por parte del Diputado Nacional por el Partido Socialista, Juan B. Justo,
con el objeto de provocar una intervención federal a aquella Universidad, para así
poder poner en práctica las reivindicaciones de los estudiantes. Y también las
repercusiones en el ámbito cultural de la nación, lo que es expresado por medio de
la carta de apoyo al movimiento de la juventud universitaria enviada a Deodoro
Roca por Leopoldo Lugones el 20 de agosto de 1918, en la cual manifestaba su
acuerdo con el método de la acción directa llevada a cabo por los estudiantes.
20
Antes de la segunda intervención que dispuso la aplicación de los nuevos estatutos
universitarios, y la elección de nuevas autoridades en base a ellos, se produjo uno
de los hechos que dieron cuenta del punto máximo de la disputa cultural
establecida, como fue la designación como decanos de las tres facultades de la
Universidad de Córdoba, del triunvirato que conducía la Federación Universitaria
local con la toma de la casa de altos estudios efectuada el 9 de septiembre de
1918. Este hecho, es interpretado como el punto de llegada, de la campaña
pública, de difusión y agitación llevada adelante por el movimiento de la Reforma
Universitaria, a lo largo de los tres meses que duró la huelga estudiantil, y en la
cual se establecieron importantes y decisivas vinculaciones con las organizaciones
de trabajadores, quienes se solidarizaron y apuntalaron el movimiento para evitar
que se produzca un reflujo. El protagonismo asumido en aquellos momentos por
las figuras intelectuales del recientemente conformado, en el marco de la
ebullición del movimiento reformista, con objetivos de agitación, Comité Pro
Córdoba-Libre, como Saúl Taborda, Deodoro Roca y Arturo Orgaz, apuntaló la
posibilidad de que se impusiera en la disputa que estaba afrontando la juventud
universitaria.
Del mismo modo, se contempla la situación existente en la Universidad de
Buenos Aires, que fue la primera en establecer la Reforma de los Estatutos en
base a lo estipulado en el congreso nacional de estudiantes, a partir de un Decreto
del Poder Ejecutivo Nacional, del 11 de septiembre de 1918. A la vez, se estudian
los casos de determinadas figuras intelectuales con un importante grado de
reconocimiento, que comenzaron a asumir cargos directivos por primera vez, a
pesar de contar con una importante trayectoria. Se toman en cuenta a Alejandro
Korn y José Ingenieros, que se constituyeron en el primer Decano y Consejero
Directivo electos por medio del voto de estudiantes en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires en octubre de 1918. En este tema se
tuvieron en cuenta tanto las fuentes documentales primarias, como el discurso de
Alejandro Korn, al asumir en su cargo, como los análisis del discurso Incipit vita
nova, de crítica e intento de superación del positivismo devenido en realismo
ingenuo. También consideramos la figura intelectual de Ricardo Rojas, tanto en el
análisis de su decanato en la Facultad de Filosofía y Letras, como en su rectorado
en la Universidad de Buenos Aires, a lo largo de la década de 1920. Para el
21
análisis del ideario de Rojas, en relación al impacto que produjeron en él, los
sucesos de la Reforma Universitaria, junto a los otros fenómenos contemporáneos
de transformación, se tiene en cuenta, específicamente, el escrito que tituló en
1918 Profesión de fe de la nueva generación24.
Por otro lado se analizará la noción de generación, elaborada por José Ortega y
Gasset, que tuvo una amplia influencia en los planteos del movimiento reformista.
Desde los primeros análisis, sobre todo por parte de Julio González, el concepto
referencial de la pertenencia a una nueva generación histórica, permitió
distinguirse de las elites precedentes, y asentar su accionar sobre determinadas
bases teóricas. También será utilizada la idea generacional, por los miembros de la
Revista Inicial, para destacar la figura intelectual de Ricardo Rojas. Sin embargo,
la teoría generacional tuvo sus críticos contemporáneos, como Alfredo Palacios,
quién le respondió a Julio González, en un artículo en La Nación, y desde el punto
de vista analítico, de manera retrospectiva, José María Monner Sans, y Portantiero
señalaron algunos límites teóricos del concepto de “nueva generación” esbozado
por la juventud universitaria.
Un hecho político que marcará a la mayoría de los intelectuales que surgieron de
la Reforma Universitaria, o se plegaron al movimiento, fue la “Semana Trágica”
de enero de 1919, cuyas consecuencias generaron secuelas que se precisarán al
final del capítulo, en relación con la cuestión social. La Federación Universitaria
de Córdoba se pronunció sobre este hecho, al igual que el periódico estudiantil La
Gaceta Universitaria. Este pronunciamiento público, se debía a que la repercusión
de este acontecimiento había trascendido los límites de la Capital Federal, por las
dimensiones de la represión a los obreros, y también porque gestó una nueva
organización con la cual comenzó a enfrentarse el movimiento reformista, y a
contraponer su ideario, como nuevo adversario cultural, que era La Liga Patriótica
Argentina, en el caso de Córdoba conformado mayoritariamente por sectores
clericales. Quienes de algún modo, reaccionaron ante la derrota reciente que
habían sufrido en la batalla cultural, atacando al diario la Voz del Interior, y a
través de la inducción a la detención, y posterior exoneración por parte de las
24 ROJAS, Ricardo; Obras Completas, Tomo VII, “La guerra de las naciones”, La Facultad, Buenos Aires, 1918.
22
autoridades provinciales del único cargo público que ejerció, a una de las figuras
representativas de la Reforma Universitaria, como fue Deodoro Roca.
En el tercer capítulo, se analizará la realización y las conclusiones surgidas del
Primer Congreso Internacional de Estudiantes Universitarios, realizado en México
en 1921, por impulso del gobierno nacido de la Revolución Mexicana a través de
la figura de José Vasconcelos, y con la proyección latinoamericana que
comenzaba a adquirir la Reforma Universitaria, que se hacía presente con la
delegación argentina compuesta por miembros de la nueva generación. Se
analizará el discurso de apertura pronunciado por Héctor Ripa Alberdi, además de
los planteos de Vasconcelos, y del presidente del Congreso, el delegado mexicano
Daniel Cosío Villegas, y las conclusiones que resultaron de las sesiones llevadas a
cabo. Este acontecimiento, dinamizó la repercusión que adquirió el nuevo formato
institucional forjado durante la Reforma Universitaria de 1918, en determinados
países sudamericanos, como en el caso paradigmático de Perú, y además en Chile,
Uruguay y Colombia. Se puede apreciar, de esta forma, que una de las finalidades
perseguidas por el movimiento reformista argentino, era la actualización del
contenido y los métodos de enseñanza de la Universidad, posibilitando que ésta
trascendiera su rol tradicional en la sociedad, para poder responder al desafío de
sus cambios y conflictos, lo que implicaba la necesidad de una renovación
institucional que era propugnado en todos los países latinoamericanos que lo
tomaban como ejemplo.
El tercer capítulo también contiene la perspectiva latinoamericana del movimiento
de la Reforma Universitaria, tomando en consideración su proyección ideológica
en tres figuras intelectuales de la nueva generación, que efectuaron las
investigaciones necesarias, polemizaron entre sí, y protagonizaron determinados
acontecimientos políticos, que permitieron sentar las bases para la construcción de
un nuevo ideario americanista y revolucionario. Estos intelectuales analizados
son: Julio Antonio Mella, Víctor Raúl Haya de la Torre, y José Carlos Mariátegui.
Cada uno de ellos asumió un protagonismo decisivo para la implantación de la
Reforma Universitaria en Perú y Cuba, y a la vez estos últimos formaron parte de
la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), como expresión política
latinoamericana de la nueva generación intelectual. En el caso de Haya de la
23
Torre como el fundador del APRA, durante su exilio en México en 1924, se
ponen de relieve los puntos programáticos de la nueva agrupación antiimperialista
conformada por jóvenes universitarios; considerándose a la vez la dinámica que
tuvo desde su nacimiento, hasta transformarse de movimiento cultural y político
que era, en un partido político. En este sentido, se rastrean las redes existentes
entre quien fuera Presidente de la Federación Peruana de estudiantes, desde fines
del año 1919, con miembros de la nueva generación intelectual argentina, como el
Presidente de la Federación Universitaria Argentina durante el mismo período,
Gabriel del Mazo, quien se encargó de compilar y publicar el primer libro de
Haya de la Torre, en 1927, Por la emancipación de América Latina.
El caso de Mariátegui, es paradigmático, y asimilable, aunque con un sesgo más
pronunciado en su praxis como militante político pero sin subsumirse
completamente en ella, para dar lugar a un grado de libertad que permitiera ejercer
la crítica evitando caer en dogmatismos. Al igual que José Ingenieros o Deodoro
Roca, se pliega al movimiento de la Reforma Universitaria en Perú, sin ser
estudiante, pero adquiriendo un papel protagónico en los momentos decisivos, en
su caso, como periodista del diario La Razón de Lima, en cuyas columnas
tuvieron difusión los acontecimientos que se desarrollaban en la Universidad de
San Marcos. Posteriormente a los acontecimientos iniciales de la Reforma,
Mariátegui emprendió un viaje a Europa, durante una beca “inducida” para
retirarse del país, otorgada por el Presidente Leguía, que le permitió observar
directamente los movimientos revolucionarios que se estaban produciendo en
algunos países como Italia, y la situación de retroceso de ellos frente al embate de
las nuevas fuerzas, reaccionarias, bajo un tipo de organización de masas como fue
el fascismo de Benito Mussolini. Estas influencias asimiladas por Mariátegui,
serán combinadas con las nociones incorporadas durante los acontecimientos de la
Reforma Universitaria, y diseminadas en las conferencias que dictó, como
Profesor de la Universidad Popular González Prada, que funcionaba en Vitarte,
que era una población principalmente compuesta por trabajadores textiles, que era
el sujeto principal a quien estaban dirigidas todas las actividades de la innovadora
institución educativa. La experiencia de la conformación de una Universidad
Popular, fue producto de las innovaciones que incorporó el movimiento
estudiantil peruano a los principios establecidos por la Reforma Universitaria en
24
Argentina en 1918. De Mariátegui, también se contempló su concepción del
imperialismo, del indigenismo, y los puntos de coincidencia y de ruptura con las
mismas concepciones elaboradas por Haya de la Torre.
En este sentido, se destacó la creación del Partido Socialista Peruano por parte de
Mariátegui, cuando el APRA se convirtió en partido político, fuertemente
influenciado por la experiencia contemporánea del Kuo Min-Tang en China, en
1928. Mediante la conformación de esta nueva organización política, el autor de
los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, logró distinguirse
tanto de las posturas elaboradas por Haya de la Torre, que planteaban que el
imperialismo era la etapa inicial del capitalismo en los países latinoamericanos,
por lo que la ideología se definía como antiimperialista más que como socialista;
o las posturas cada vez más dogmáticas establecidas por la III Internacional
Comunista, que ingresaba en el período que se proponía dejar de lado los frentes
únicos antiimperialistas para establecer la estrategia de clase contra clase. Sin
embargo, Mariátegui, sin desconocer el papel del imperialismo en las naciones
latinoamericanos, dejaba de lado la concepción etapista, que consideraba transitar
por ese camino inevitablemente, bajo el supuesto de un tránsito “necesario” por
una revolución democrática-burguesa, y priorizando la disputa contra éste; para
propugnar una perspectiva socialista que se fundaba en la aplicación de los
valores comunitarios de las culturas precolombinas, dejando de lado establecer el
capitalismo como camino intermedio necesario.
Dentro de la bibliografía actual, algunos de estos planteos son analizados por
Patricia Funes25, específicamente, en relación con el concepto de nación, que
acuñaban estos intelectuales, que en nuestro caso son analizados otros aspectos,
ligados con el clima de la época, las organizaciones universitarias y políticas a las
que adscribían, y como influyó en el ideario de cada uno el movimiento de la
Reforma Universitaria. También nos valemos para nuestro análisis de la
compilación realizada por José Arico26, en donde se compilan distintos artículos
25 FUNES, Patricia; Salvar la nación: intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006. 26 ARICO, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, ediciones pasado y presente, 1978.
25
de interpretación sobre la figura intelectual de Mariátegui, destacándose el trabajo
de Robert Paris27, en el cual, luego de precisar las fuentes de ideas de las que se
nutre el escritor peruano, se puntualizan los puntos de conexión ideológicos entre
los postulados de Julio Antonio Mella y Mariátegui, en relación al rol que debían
cumplir los intelectuales latinoamericanos.
En el caso de Cuba, la figura intelectual de Julio Antonio Mella adquiere
preponderancia por el hecho de que fue por un lado el Presidente de la Federación
de Estudiantes Universitarios, durante el desencadenamiento de la Reforma
Universitaria en 1923, y a la vez el fundador del Partido Comunista Cubano en
1925. En relación a la Reforma Universitaria se considera la Declaración de los
derechos y deberes del estudiante, redactado por Mella en 1923, que contenía las
nociones básicas para el establecimiento de un nuevo formato institucional en la
Universidad de La Habana. Concomitantemente, durante el mismo año, se
estipulan los estatutos de la Universidad Popular José Martí, inspirada en la
reciente experiencia forjada en Perú, en el plan de estudios y profesores aparece
Mella, encargado del dictado de la materia “historia de la humanidad y de Cuba”.
Tomando en consideración el artículo escrito por Gregorio Bermann28; ubicamos
la polémica entre el dirigente universitario y político cubano, y su par peruano,
con la ruptura que se produjo en el marco del Congreso Mundial Antiimperialista,
celebrado en Bruselas en 1927 y presidido por intelectuales como Henri Barbusse
del grupo clarité, del cual ambos intelectuales fueron partícipes, como miembros
de las ligas antiimperialistas existentes en Latinoamérica. La polémica la
estableció Mella con la publicación del Manifiesto titulado ¿Qué es el ARPA?, en
1928, criticando los postulados de su programa y accionar, por contener
postulados que se consideraban como oportunistas e ideológicamente
contradictorias. Ese año Mella fue asesinado, y la respuesta de Haya de la Torre,
se pospuso, algunos años, mientras tanto se comenzaron a divisar las dos grandes
corrientes surgidas de la Reforma Universitaria, que van a demarcar los idearios
27 PARIS, Robert; El marxismo de Mariategui, México, ediciones pasado y presente, Nº 60, 1978. 28 BERMANN, Gregorio; “Dos orientaciones antagónicas en América Latina: Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre”, publicado en Bohemia (La Habana), 9 de Agosto de 1963, pp. 32-35.
26
reformistas y revolucionarios, que estarán presentes en la vida política y cultural
de los países latinoamericanos a lo largo del siglo XX.
Estos planteos ideológicos renovadores, elaborados por intelectuales vinculados
con el ideario reformista, y puestos a prueba con las realidades de países
estructuralmente distintos como Perú y Cuba, resonaron en el ambiente intelectual
argentino desde donde habían surgido inicialmente. Tal como señala Eduardo
Devés Valdés29, estas polémicas y debates ideológicos conformaron una red de
pensadores latinoamericanos durante la década de 1920, que mantuvieron durante
este lapso una relación basada en acuerdos básicos que implicaban el mutuo
reconocimiento como interlocutores, lo que no eximía de la posibilidad de
polemizar. Conformaban esta red, intelectuales como Ingenieros, Palacios,
Mariategui, Haya de la Torre y José Vasconcelos cuando cumplía labores
destacadas como funcionario del gobierno surgido de la Revolución Mexicana,
incluso el aprismo se desarrolla en paralelo con la red, estableciendo una fuerte
relación de reciprocidad. Las ideas principales que circulaban en la red eran, en
primer lugar el afán de unidad latinoamericana en oposición al avance de Estados
Unidos, desarrollándose una prédica hispanista y latinista que los asociaba a
intelectuales europeos importantes como el grupo clarité, conformado por Henri
Barbusse y Romain Rolland como “la internacional del pensamiento” que en
Francia se opusieron a la Gran Guerra y simpatizaban con la Revolución Rusa; y a
José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno en España.
Otra de las ideas propugnadas por la red de pensadores, y que repercutían en
algunas revistas argentinas como Inicial, Sagitario, Claridad, La Revista de
Filosofía, era la del antiimperialismo desde distintas interpretaciones. También
aparecía un énfasis en lo popular-social, en donde confluyeron posiciones
indigenistas con planteos socialistas como los de Mariátegui, comenzando a
aparecer la noción de un socialismo latinoamericano. Una última idea que se
destaca en esta red intelectual era el afán por dar a conocer la producción
intelectual hispanoamericana En este clima de ideas, se fomentó la conformación
de la Unión Latinoamericana, en Buenos Aires en la redacción de la revista
29DEVES VALDES, Eduardo;El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Entre la modernización y la identidad. Tomo I Del Ariel de Rodó a la CEPAL, Buenos Aires, Biblos, 2000.
27
Nosotros, en 1925, sustentada por un programa elaborado por Ingenieros, en
donde se destacan las denuncias a la diplomacia del dólar en referencia al
desarrollo imperialismo norteamericano, y se proclamaba la búsqueda de la
unidad de los países latinoamericanos, era presidida inicialmente por Palacios. La
ULA, estaba constituida por intelectuales, y contaba entre sus miembros con una
importante cantidad de protagonistas de la Reforma Universitaria, que
encontraban en esta nueva organización un canal apropiado para manifestar uno
de los aspectos centrales de su ideario, como eran los planteos de unidad
latinoamericana y el antiimperialismo.
La disciplina en la que inscribimos este trabajo es la historia de las ideas políticas.
Por un lado, se encuentra compuesta por la historia de las ideas, que en Argentina
tuvo uno de sus principales exponentes, a través de sus trabajos, en Francisco
Romero30. Para éste, la historia de las ideas, incumbe en cuanto a su análisis, no
sólo a sus significados conceptuales, sino a su alcance y trascendencia social en el
plano de la vida y la acción, actuando como ideas fuerzas y poderes efectivos en
la comunidad. La historia de las ideas, se ocupa para Romero, de los “complejos
ideológicos”, de un período histórico específico. Por otro lado, en cuanto a las
ideas políticas, o a las ideologías, existen varias corrientes de pensadores
relacionadas, con el campo de las tradiciones del pensamiento político, la
sociología del conocimiento y la crítica cultural. Algunos de los principales
exponentes son: Quentin Skinner31, quien plantea que las obras y las ideas hunden
sus raíces en una misma “matriz social e intelectual epocal”, la cual es expresión
de un determinado comportamiento político. De este modo, las ideas políticas o
ideologías, posibilitan establecer vínculos entre la teoría y la praxis política.
En la corriente de la sociología del conocimiento, se destaca Karl Mannheim32,
que se proponía investigar la forma en que funciona el pensamiento en la vida
30 ROMERO, Francisco; “Sobre la historia de las ideas”. En La estructura de la historia de la filosofía y otros ensayos. Buenos Aires, Losada, 1967. 31SKINNER, Quentin; Los fundamentos del pensamiento político moderno, México, Fondo de Cultura Económica, 1985. 32MANNHEIM, Karl; Ideología y Utopía. Introducción a la sociología del conocimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
28
pública y en la política, como instrumento de acción colectiva. La sociología del
conocimiento se esfuerza por captar el pensamiento dentro del marco de una
situación histórico-social, de la cual emerge poco a poco el pensamiento
individualmente diferenciado. Otra de las características del método estipulado
por Mannheim, es que no separa los modos de pensamiento que tienen una
existencia concreta, esto es de la “trama de la acción colectiva”, lo que permite
descubrir una concepción del mundo, en un sentido intelectual. Por lo tanto, los
intelectuales adquieren un rol protagónico, pero perdiendo los privilegios del
monopolio de la interpretación eclesiástica del mundo, que pertenecía a la casta
sacerdotal. Aquellos pasaban a entrar en una competencia entre sí, acentuándose
la diversidad de modos de pensamiento y de experiencia de cada grupo, para
conquistar el favor de un público, que, a diferencia del público del clero, sólo
sería accesible a los intelectuales, con algún esfuerzo de su parte, con lo cual estos
tendrían una expresión y una validez públicas cada vez mayores. Otra de las
corrientes relacionadas con el estudio de las ideas políticas, está relacionada con
la crítica cultural, y encuentra a uno de sus teóricos, en Terry Eagleton33. En
primer lugar, el autor despliega una serie de significados, por los cuales se define
el término ideología. De ellas podemos mencionar, su caracterización como un
conjunto de ideas de un grupo o clase social; el pensamiento de la identidad; el
medio por el que los agentes sociales dan sentido a su mundo, de manera
consciente; el conjunto de creencias orientadas a la acción; el medio indispensable
en el que las personas expresan en su vida sus relaciones en una estructura social;
y finalmente el proceso por el cual la vida social se convierte en una realidad
natural. Eagleton, en base a estas definiciones, afirma que lo que le otorga fuerza
al término ideología, reside en su capacidad para discriminar entre aquellas luchas
del poder que serían centrales a toda forma de vida social, respecto de aquellas
que no lo fueran. Es una función de la relación de una manifestación con su
contexto social. A la vez, nos proponemos, incursiones intradisciplinarias, con la
historia social y política. Ambas confluyen en la “nueva historia social”, que se
encuentra relacionada con la historia de las ideas, por la utilización de similares
conceptos, como los de elites, cultura popular, y el tratamiento de fuentes
documentales, que se dividen en fuentes bibliográficas, que contienen las
33 EAGLETON, Terry; Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidos, 2005.
29
biográficas, obras de autor, ensayos, documentos publicados, de archivos, y
fuentes orales. Incorporamos para nuestra tesis la utilización de fuentes primarias,
como periódicos y revistas del período histórico analizado, al igual que el
tratamiento de documentación oficial sobre la Reforma Universitaria en Córdoba
y Buenos Aires emitido por el Ministerio de Instrucción Pública de la Nación; así
como de fuentes secundarias, pero que tienen el valor de contener la reproducción
de documentos elaborados por los protagonistas principales estudiados, como las
realizadas por del Mazo, o la reciente edición del periódico de la Federación
Universitaria de Córdoba, que reproduce las ediciones de los años 1918 y 1919.
También consultamos archivos documentales, como el Museo de la Reforma
Universitaria, la Biblioteca José María Arico, y la Biblioteca Mayor de la
Universidad de Córdoba.
30
Capitulo I
Los antecedentes históricos, el desencadenamiento y las
transformaciones impulsadas por la Reforma Universitaria de
1918.
El origen de las universidades en territorio argentino
El fenómeno político, social y cultural de la Reforma Universitaria tuvo como
epicentro fundamental la ciudad de Córdoba en 1918, sede de una de las tres
Universidades Nacionales existentes en Argentina, cuyo origen se remonta al año
1613, a partir de la creación del Colegio de Córdoba del Tucumán, dirigido por la
Compañía de Jesús y compuesto originariamente por veinte novicios, que se
encontraban a cargo de cuatro sacerdotes. La principal tarea que se proponía la
universidad colonial de Córdoba radicaba en la instrucción religiosa de los indios,
y fundamentalmente tenía una misión teológica, expresada en el documento de su
fundación suscripto por Fray Fernando Trejo y Sanabria, que era obispo del
Tucumán, en 1592, en donde se manifestaba la intensión y fin principal de que se
críen ministros virtuosos y letrados34(sic). La universidad comenzó sustentándose
a través de dos haciendas que eran propiedad del sacerdote jesuita Diego de
Torres. Pero es en el año siguiente cuando comienza a tomar forma la
Universidad. En 1614 por el fallecimiento del obispo fundador se realizó una
donación de cuarenta mil pesos, que éste había dejado asentada en su testamento,
con el fin de que se enseñase filosofía –escolástica- y teología, en el Noviciado
existente desde 1607 y transformado en Colegio Máximo en 1610 por la
Compañía, para solventar el funcionamiento de las cátedras de Latín, Artes y
Teología con un total de cincuenta estudiantes y tres sacerdotes, dos de los cuales
dictaban teología y el otro filosofía aristotélica. Finalmente, se donaron sólo diez
mil pesos y esclavos, según lo consignaba Diego de Torres en un informe de
1623, por lo que la casa de estudios dependía para su subsistencia principalmente
34 PALACIOS, Alfredo; La Universidad nueva, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1957, p. 53.
31
del ganado ovino y vacuno de la hacienda de Colonia Caroya y de la viña y
sementeras de trigo y maíz de Jesús María35.
La casa de estudios propulsada por los jesuitas en Córdoba, fue autorizada para
ser fundada por la Corona española, como una Universidad menor o conventual,
que la diferenciaba de las mayores u oficiales organizadas en las colonias bajo el
modelo de la Universidad de Salamanca, como eran los casos de San Marcos en
Lima y la de México, las cuales se dividían en cuatro facultades: Derecho, Artes,
Teología y Medicina .Comenzó a desarrollar sus actividades a partir de 1623, bajo
la denominación de Universidad de Córdoba del Tucumán, pero sin facultad para
conferir títulos universitarios, hasta que en 1664 se crearon las Facultades de
Artes y de Teología, expidiéndose los títulos de bachiller, licenciado, maestro y
doctor, siendo requisito indispensable para ingresar a las facultades haber cursado
dos años de latín. En los siglos XVII y XVIII se erigió como el único
establecimiento de educación superior existente en el que devendrá el territorio
argentino, bajo la denominación de Universidad Mayor de San Carlos, en
Córdoba. Era la tercera Universidad más antigua creada en el continente
hispanoamericano; sus objetivos estaban supeditados a la formación del clero por
lo que predominaban los contenidos teológicos y sus profesores pertenecían en su
totalidad a la Compañía de Jesús; todo lo cual conformaba uno de los ejes del
poder en el período colonial: el representado por la figura de los letrados, que en
el caso de Córdoba se convertirán en el curso de la historia en una aristocracia
doctoral36.
La Universidad de Córdoba y el colegio de Monserrat fueron nacionalizados en
1856, lo que amplió el esbozo de renovación que había intentado el deán Gregorio
Funes en 1815, ya que se reestructuraron las Facultades de Teología y de Derecho
existentes en 1857, y además de incorporar las cátedras de geografía, filosofía,
física y francés; en el plano administrativo se dispuso la provisión de cátedras por
concurso de oposición y la constitución del claustro por los graduados de la
universidad. Sin embargo, se mantenía el claro sesgo clerical de la etapa colonial
35 MÖRNER, Magnus; Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el río de la plata, Buenos Aires, Hyspamérica,1985, p.34. 36 AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., p. 22.
32
ya que se consagraba la Universidad a la Virgen Santísima bajo el título de la
Inmaculada Concepción. Recién en 1870 se sustituyó la enseñanza del Derecho
Civil español por el Derecho Civil argentino, bajo la influencia de la presidencia
de Domingo Sarmiento y desde el ministerio de educación ejercido por Nicolás
Avellaneda. A partir de 1879 se dictó un nuevo Estatuto General de la
Universidad, con aprobación provisoria otorgada por decreto del Poder Ejecutivo
el 4 de octubre de este año, y quedaron divididas las Facultades en: Derecho y
Ciencias Sociales, Ciencias Físico Matemáticas, Medicina y Filosofía y
Humanidades.
Otra de las Universidades Nacionales existentes en territorio argentino era la
Universidad de Buenos Aires, creada con posterioridad a la independencia, y bajo
el halo renovador de Bernardino Rivadavia, en 1821, que sostenía la necesidad de
atravesar todos los grados de enseñanza en la Universidad, para lo cual se
estructuró una división en Departamentos que abarcaban los diferentes niveles y
las distintas disciplinas científicas. El edicto de erección de la Universidad,
fechado el 9 de agosto de aquel año, lleva la firma de Rivadavia como secretario
de gobierno junto a la del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín
Rodríguez. Tanto la estructuración del plan de estudios, elaborado por el doctor
Antonio Sáenz, quien fuera su primer Rector, como su propia dinámica de
funcionamiento, traían novedades para las Universidades en Argentina. Por un
lado, ello se daba mediante el hecho de que en el Departamento de Estudios
preparatorios aparecía el primer profesor de filosofía, Juan Crisóstomo Lafinur,
que introducía en las clases citas de Descartes y Newton, y a la vez se
incorporaron por primera vez materias como economía política y
fisicomatemática en el Departamento de ciencias exactas e idiomas como francés
e inglés, aunque coexistían con la enseñanza del latín, metafísica y retórica.
También se incorporaron los primeros laboratorios de química, y el primer
gabinete de física, mediante el asesoramiento de profesores y figuras del ámbito
científico extranjeros, fundamentalmente franceses. El acontecimiento de la
creación de la Universidad de Buenos Aires, a pesar de la efímera duración de su
diseño original, ya que a partir de 1830 ingresó en un período de crisis como
33
institución universitaria, es destacado por José Babini37, desde el punto de vista
del conocimiento científico como el comienzo del acceso a la carta de ciudadanía
de la ciencia en Argentina.
Las bases de las Universidades nacionales: La ley Avellaneda
El 18 de Enero de 1881, la Universidad de Buenos Aires fue nacionalizada,
impulsada por el traspaso de la ciudad a la jurisdicción de la nación, y junto a esta
decisión, el gobierno nacional conformó el 7 de febrero de 1881, por decreto, una
comisión integrada por Nicolás Avellaneda, Eduardo Wilde, Vicente Quesada,
entre otros, para redactar los nuevos estatutos, planes de estudios y otorgarle una
organización definitiva38. A la vez, se establecía por intermedio del mismo
decreto la eliminación de estudios preparatorios, mediante su reemplazo por el
Colegio Nacional que pasó a depender de la Facultad de Humanidades. Por último
se fijaban algunos criterios para el accionar de la comisión; por un lado, en
referencia al gobierno universitario, incorporando a los graduados a la Asamblea
universitaria como forma de contrapesar la posibilidad de que se formaran
poderosos círculos cerrados, tanto de profesores como de académicos. Por otro, la
comisión debía establecer la articulación entre la Universidad de Buenos Aires y
la Universidad de Córdoba, en lo referido a la organización del plan de instrucción
universitaria, admisión de exámenes y la emisión de diplomas, ya que ambos
establecimientos de educación superior dependían de la Nación, y al estar regidas
por una legislación común propenderían a idénticos propósitos.
En Junio de 1881 la comisión de la que formaba parte el entonces Rector de la
recientemente nacionalizada Universidad de Buenos Aires, Nicolás Avellaneda,
presentó su informe y un proyecto que fue elevado por parte del gobierno de Julio
Argentino Roca a través de un mensaje al Congreso Nacional, el 17 de Junio de
1881. En el proyecto aparecían planteadas novedades, como eran la provisión de
las cátedras por oposición o concursos públicos y la docencia libre, que
37 BABINI, José; Breve Historia de la Ciencia Argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1993, p. 30. 38 RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto; Debate parlamentario sobre la ley avellaneda, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1985, p. 33.
34
significaban la posibilidad de renovar periódicamente los cargos docentes. Pero
puntualmente, la aspiración a la autonomía universitaria formulada por la
comisión, no era compartida por el Poder Ejecutivo, que ponía reparos a la
posibilidad de que se constituyera un peligroso monopolio y exclusivismo por
parte de quienes estaban encargados de la función de la enseñanza en la
Universidad, debido a que reproduciría los mismos defectos que la existencia de
un monopolio “oficial”, todo ello en detrimento del “libre ejercicio del espíritu”,
como condición para su desarrollo en todas sus tendencias y manifestaciones. De
este modo, se comenzaba a evidenciar una de las tensiones por las que atravesará
el propio proyecto de ley presentado por Avellaneda posteriormente, puesta de
manifiesto antes de su aprobación, por las importantes modificaciones
establecidas en la discusión en el Congreso nacional.
Como señala Tulio Halperin Dongui, el no tratamiento del proyecto por parte del
Congreso, luego de permanecer varios años sin consideración parlamentaria,
evidenciaba en gran medida, la complejidad de los problemas frente a los cuales
debía pronunciarse, dado que se esperaba la sanción de un minucioso reglamento,
además de una ley que fijara los rasgos fundamentales de la organización
universitaria39. Esto fue advertido por Avellaneda, quien cumplía al mismo
tiempo, las funciones de Rector y Senador nacional, como un grave error, ya que
una ley universitaria muy detallista generaría disposiciones demasiado estables
para problemáticas que suelen ser cambiantes en relación a la influencia del medio
al que pertenecen, y que se encuentra sujeto a un grado importante de
variabilidad. Sin embargo, lo que más había impresionado a Avellaneda, para
Halperin Dongui40, se relacionaba con la imposibilidad práctica, por las
reticencias de los legisladores, de poder lograr la sanción de una ley que
estableciera las disposiciones para el funcionamiento de las universidades. Estos
impedimentos para poder sancionar una legislación universitaria, finalmente
terminaron motivando a Avellaneda a proponer como la forma más efectiva, una
disposición legal con principios generales, que les permitieran a las Universidades
establecer sus propios estatutos y reglamentaciones.
39 HALPERIN DONGHI, Tulio; ob. Cit. p. 72 40 Idem, p. 73.
35
Luego del transcurso de dos años de presentado el informe y el proyecto por parte
de la comisión, ante el no pronunciamiento del Congreso, Avellaneda, propulsó
un proyecto de ley universitaria propio, el 10 de mayo de 1883. Ese proyecto se
diferenciaba del anterior de la comisión, en que se descartaba la idea de remitir al
Congreso nacional un proyecto de Estatuto para las Universidades, ante la falta de
predisposición para legislar en este ámbito. Ante esta imposibilidad manifiesta, el
proyecto de Avellaneda propugnaba principios generales, a los cuales se tenían
que atener las Universidades, las que de ahora en más se encontraran encargadas
de dictar sus reglamentaciones orgánicas. Se sentaban de este modo, las bases
legales que normalizarán, homogeneizando, el funcionamiento de las
Universidades nacionales en Argentina, por primera vez desde su fundación.
El proyecto de ley presentado por Avellaneda constó en un primer momento, con
sólo dos artículos que contenían los principios fundamentales para la organización
interna de las Universidades; su financiamiento y su relación con el Estado,
acompañado, luego, de una comunicación al Poder Ejecutivo como tercer artículo.
En este primer esbozo se mantenían las novedades introducidas en el proyecto
anterior, el presentado por la comisión, en relación con la organización prescripta
para el funcionamiento interno de las universidades, como eran las cátedras
provistas por concursos de oposición, y la admisión de la docencia libre para
aquellos profesores que lo solicitaran. Se agregaba, que el órgano directivo, que se
establecía para dirigir las Universidades, era el de las Facultades o las
denominadas Academias, y debían contar al menos con una tercera parte de los
profesores que dirigieran sus aulas, por lo que se establecía un mínimo de
representación para el cuerpo de docentes de cada Facultad, que eran elegidos por
los miembros de las Academias y no a través de sus pares que se encontraban al
frente de los cursos.
Avellaneda, que había sido Presidente de la República, y en esos momentos
cumplía su mandato como Senador Nacional y se desempeñaba también como
Rector de la Universidad de Buenos Aires, era una de las figuras de la élite
dirigente de la generación del ochenta. Representaba, como pocos, lo que Noé
Jitrik define como modelo de escritor o intelectual consagrado, dada la
36
subsidiariedad de esta condición junto a la formación cultural, en relación a las
actividades concebidas como arquetípicas por los hombres del ochenta: la política
por un lado, y por el otro, muchas veces entrecruzadas, la búsqueda de la riqueza
con la ganadería o el comercio. Lo cual era garantizado, para los propietarios de
grandes extensiones de tierra, con el esquema agroexportador vigente. La cultura
y los intelectuales eran considerados como una añadidura de lo que se observaba
en Europa, no había más lugar que para una actitud consumidora41; mientras que
en el caso del político y el codificador, como lo fue Avellaneda, eran concebidos
productores de procesos originales y creativos, por parte de la élite dirigente.
La necesidad de la existencia de las Academias, Facultades o Consejos
Académicos, era fundamentada en el debate parlamentario, a partir de una función
de contralor “externo” del cuerpo de Profesores ante la posibilidad de que estos
desarrollaran un espíritu corporativo, lo cual fue resaltado principalmente por el
Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eduardo Wilde. Así, quedaban
distinguidas las actividades de gobierno con la conformación de un cuerpo
directivo, las Academias, de las funciones docentes, y bajo la argumentación de
priorizar los criterios científicos y educativos por sobre los corporativos, se
termino por reforzar las atribuciones del Estado en detrimento de la autonomía
universitaria. Las primeras Academias fueron conformadas a través de la
designación de sus miembros por parte del Poder Ejecutivo Nacional. Estos
cargos tenían un carácter vitalicio, y ante la situación de renuncia o fallecimiento
correspondía a la misma Academia realizar el nombramiento de los nuevos
integrantes, con lo que se facilitaban las condiciones para la conformación de un
espíritu de cuerpo cerrado al resto de la comunidad universitaria.
El tema de los concursos de oposición como único mecanismo para la provisión
de las cátedras fue otro de los puntos que generó las mayores polémicas entre los
parlamentarios, y se centró en lo que se refería al tercio de representación; en
ambos aspectos se introdujeron modificaciones cualitativas a los criterios
previstos por Avellaneda en el proyecto original.
41 JITRIK, Noé; El mundo del ochenta, Buenos Aires, Editores de América Latina, 1998, pp. 64 y 65.
37
Algunas de las críticas más consistentes, y que proponía importantes
modificaciones, provenían de quien había acompañado a Avellaneda en la
comisión encomendada para redactar los reglamentos cuando se nacionalizó la
Universidad de Buenos Aires, y otra de las figuras más representativas de la
generación del ’80, como era Eduardo Wilde. El ahora miembro del Poder
Ejecutivo Nacional, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del gobierno
de Roca, médico higienista y escritor, tenía reparos respecto al proyecto de ley
presentado por Avellaneda; centrándose fundamentalmente en no transferir la
atribución del Poder Ejecutivo para el nombramiento de los Profesores en torno a
la propuesta de los concursos de oposición. Sin oponerse a la idea de establecer
concursos para la conformación de las cátedras, pero criticándola en varios
aspectos en cuanto a su garantía para el mejoramiento del nivel académico, Wilde
buscó una fórmula intermedia para adaptarlos a la potestad del Estado Nacional en
la designación del cuerpo de profesores, tal como lo venía haciendo, previa
consulta con las Facultades. En este sentido, el Ministro propuso que las cátedras
debían ser provistas por el Poder Ejecutivo, a proposición en ternas de las
Facultades, y mediante la aprobación del Consejo Superior de la Universidad.
Aunque se compartía el criterio general, y la necesidad de efectuar la laicización
del Estado Nacional, aparecían diferencias entre las distintas formas propiciadas
por parte de la elite para implementarlo, en este caso en el plano de la educación
universitaria.
El proyecto de ley universitaria presentado por Avellaneda, finalmente fue
aprobado tras dos años de debates parlamentarios, el 26 de junio de 1885. De esta
manera, se sentaban los principios según los cuales las dos Universidades
nacionales existentes, la de Córdoba y Buenos Aires, debían adecuar sus
Estatutos. En ella, que constaba de sólo tres artículos, sumado a un cuarto de
forma, se plasmaban las bases proyectadas desde el Estado y el modelo de
educación superior universitaria ideado por la generación del ochenta. La ley
Avellaneda establecía algunas de las funciones específicas de las Academias
también denominadas como Facultades; luego de reconocer la vigencia de las
existentes, que estaban conformadas por quince miembros académicos que
constituían estos cuerpos directivos, abriéndose la posibilidad de que se crearan
nuevas sobre la misma base. Esto se establecía en su artículo 1º, al atribuirles la
38
potestad de aprobar o reformar los programas de estudios presentados por los
profesores; de ejercer la jurisdicción policial y disciplinaria interna; de proyectar
los planes de estudios para su aprobación por el Congreso y expedir los títulos
profesionales; de disponer de los fondos universitarios asignados por el Poder
Ejecutivo nacional; y de fijar las condiciones de admisibilidad para los
estudiantes42.
Con el explícito objetivo de impedir la constitución de un espíritu de cuerpo por
parte de los profesores, e impedir que pudieran ejercer el juzgamiento de sus
propias actividades, se estableció la representación de un tercio para los docentes
titulares, mediante lo cual se fijaba un límite para que éstos pudieran conformar
un quórum propio ante una mayoría de académicos. En relación a la composición
de los miembros de las diferentes Academias, se estipulaba el nombramiento por
parte de las mismas, de todos sus miembros titulares, con lo cual se dejaba fuera
de la decisión para integrar los órganos directivos a la mayoría de los profesores,
ya que quienes resultaban designados dependían de la voluntad de los académicos
que constituían el eje de las decisiones, debido la característica de elegir a sus
miembros mediante una auto designación, y quienes a su vez poseían el cargo de
modo vitalicio, lo que implicaba la utilización de un mecanismo de dirección
institucional excluyente para la mayoría de la comunidad universitaria. Las
Academias estaban encargadas de elegir a su máxima autoridad que era el
Decano, y el cual duraba cuatro años en el ejercicio de sus funciones. A su vez,
las distintas Academias constituían, a través de todos sus miembros, la Asamblea
Universitaria que era el órgano encargado de elegir a su máxima autoridad, el
Rector, por un período de cuatro años.
Considerando el análisis realizado por Pablo Buchbinder43, la sanción de la ley
Avellaneda estaba enmarcada por el contexto histórico en el que se produjo, en el
plano político con el proceso de concentración y monopolización por parte del
Estado nacional de distintas atribuciones que se hallaban diseminadas en diversas
organizaciones de la sociedad. El objetivo de la nueva norma, se centraba en la
42 RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto; Debate parlamentario sobre la ley avellaneda, Buenos Aires, Ediciones Solar, 1985, p. 51. 43 BUCHBINDER, Pablo; ob. Cit., pp.58 a 74.
39
conformación de las universidades nacionales como lugares fundamentales para el
ejercicio de determinadas profesiones, consideradas prioritarias por la elite
dirigente de la generación del ochenta, como la abogacía, la medicina y la
ingeniería. En el plano educativo, la ley se gestó, luego de importantes debates
entre funcionarios gubernamentales que fundamentaban sus posturas en las
nociones del liberalismo político, como fue en el caso de la intervención del
ministro Wilde, que debatió en aquella oportunidad con los sectores clericales que
se oponían al modelo de educación básica regido por los principios de gratuidad,
obligatoriedad y laicidad, que propugnara la ley de educación común sancionada
en 1884.
Quienes se encargaban de cumplir ese rol centralizador y direccionador por parte
del Estado en la educación común, eran principalmente el Consejo Nacional de
Educación, y los Consejos Escolares de las Provincias. En el caso de la ley
Avellaneda, el énfasis en cuanto a su papel centralizador y organizador, que
sentaron las bases para las Universidades nacionales por parte del Estado, no se
correspondía con las funciones que les eran atribuidas a las instituciones de
estudios superiores por parte de la sociedad de la que formaban parte. Ésta se
encontraba sujeta a importantes cambios que eran introducidos por nuevos actores
sociales, como los trabajadores, que en su gran mayoría eran producto del
fenómeno aluvial de la inmigración masiva, movilizada principalmente por la
demanda de mano de obra existente en el país, de cara a su lugar en la división
internacional del trabajo dentro del sistema capitalista44. De este modo, las
Universidades nacionales se hallaban inmersas en una lógica de funcionamiento
cuyo eje era el fomento del profesionalismo, bajo la concepción impulsada por el
Estado. Esta situación se establecía a través del monopolio que les garantizaba el
Estado nacional a las Universidades en la emisión de los títulos de grados para la
autorización en el ejercicio de las diferentes profesiones, lo cual se reforzaba a
partir de la influencia de las corporaciones profesionales en las facultades,
relegándose su papel como institución de educación superior en el plano del
desarrollo de la vida social y en la difusión cultural.
44 ROMERO, José Luis; Las ideas políticas en Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, pp. 211 a 232.
40
Las primeras transformaciones hacia la Reforma Universitaria
A mediados de 1890 se produjo un acontecimiento que tuvo una importante
repercusión en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, a
partir del protagonismo de un grupo de estudiantes de tercer año asociados al
Círculo Médico Argentino y un joven graduado llamado Juan Bautista Justo. El
Círculo era una institución que se había constituido a mediados de la década de
1870, en torno a la figura de José Ramos Mejía, que fue su fundador y primer
presidente, como parte de un grupo de estudiantes, quienes crearon esta nueva
organización en conjunto con los graduados y profesionales de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires. El Círculo Médico comenzó a
desempeñar sus actividades en un espacio propio, con una importante biblioteca,
la publicación de una revista, junto a sesiones científicas y desarrollaba cursos
paralelos a los de la Facultad de Medicina. La dinámica de funcionamiento de
estos cursos no pasó inadvertida para los profesionales de la medicina, en función
de que las discusiones entre estudiantes y médicos disgustaron a los
profesionales, muchos de los cuales, quejándose de falta de respeto por parte de
los jóvenes, se retiraron del Círculo45.
El conflicto había surgido por la exigencia de los estudiantes del tercer año de la
carrera de Medicina, que estaban encabezados por Nicolás Repetto, en forma de
planteo de la necesidad de extensión del horario de funcionamiento de la
Biblioteca del Círculo, que dirigía el reconocido médico y escritor positivista,
José Ramos Mejía, y que sólo se mantenía abierta algunas horas semanales.
Debido a que el método de enseñanza vigente exigía acudir a la Biblioteca en
busca de una importante fuente bibliográfica para poder abordar el estudio de los
distintos temas previstos en la materia médica y terapéutica, los estudiantes se
encontraban condicionados y limitados al no tener ninguna otra alternativa que
ese reservorio. El profesor titular de la materia que correspondía al tercer año de
la carrera era el doctor Justiniano Ledesma, quien encomendaba a los alumnos
45 BIAGINI, Hugo (comp.); El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1985, p. 134.
41
que disertaran sobre temas del programa, para cuya exposición debían recurrir de
modo indispensable a esa Biblioteca, donde se preparaban con ayuda de los
grandes tratados sobre la materia, que eran los diccionarios de Jaccoud que
constaba de treinta volúmenes y el de Dechambre con sesenta tomos.
Luego de no prosperar los pedidos verbales reiterados; las notas a la comisión
directiva del Círculo Médico Argentino; y las manifestaciones protagonizadas por
los estudiantes, se realizó una asamblea extraordinaria que tuvo como
consecuencia la resolución por mayoría de votos, del reclamo para la destitución
de la comisión directiva. Una vez destituida la Comisión Directiva, y luego de
ocupar la casa donde funcionaba el Círculo Médico, asumió como director
provisorio de la asociación, en actitud solidaria ante el reclamo de los estudiantes,
Juan B. Justo, quien estuvo sólo por algunas semanas en el cargo. El conflicto se
resolvió a través de una asamblea extraordinaria que se convocó con el fin de
elegir una nueva comisión directiva, recayendo el cargo, ahora de manera
definitiva, en un joven médico que había regresado de realizar sus estudios de
especialización en Alemania, Julio Méndez46. Éste, le imprimió una nueva
dinámica al funcionamiento del Círculo Médico que hizo lugar a los reclamos de
los estudiantes respecto a la ampliación de los horarios de funcionamiento de la
biblioteca, en consonancia con el sesgo personal que desplegaba con intensidad y
dedicación entusiasta para con el trabajo realizado47.
Es dable destacar, este acontecimiento, como uno de los antecedentes para las
posteriores transformaciones, que se produjeron a principios del siglo XX en la
Universidad de Buenos Aires, y que desencadenaron la primera modificación de
su Estatuto. Algunos de sus protagonistas iban a volver a tener un papel
fundamental, como los casos de Méndez, Repetto y Justo, aunque ya todos como
profesores universitarios en la Facultad de Medicina. Estos dos últimos, que se
conocieron durante el episodio de la Biblioteca del Círculo Médico, serían
dirigentes del Partido Socialista unos años después. A la vez, esta institución, que
46 REPETTO, Nicolás; Juan B.Justo y el movimiento político social Argentino, Buenos Aires, Ediciones Monserrat, 1965, p. 34. 47 WEINSTEIN, Donald F; Juan B. Justo y su época, Ediciones “Fundación Juan B.Justo”, Buenos Aires, 1978, p. 23.
42
formaba parte de la Facultad de Medicina, tenía prevista la participación en su
seno de los estudiantes, junto a los docentes y graduados, en un ámbito de
discusión y producción de conocimiento científico. Por último, se había realizado
una impugnación, hacia una de las figuras más destacadas como José Ramos
Mejía, y que mejor representaría el ideario y accionar de la generación del ’80,
que se caracterizaba, entre otras cosas, por el carácter de pertenecer a un círculo
cerrado de los miembros de esta elite, que había forjado a su medida, la institución
de las Academias universitarias, la cual propendía inevitablemente a la formación
de camarillas en su seno.
Desde 1894-1895, una de las organizaciones que originará la creación del Partido
Socialista al año siguiente, como fue el “Centro Socialista Universitario”48,
apareció a la luz pública por iniciativa de Justo, quien ya se desempeñaba como
profesor de Clínica Quirúrgica. Fue en el Pabellón del Hospital Nacional de
Clínicas donde se realizaron los primeros encuentros. Se reunían desde ese
momento todos los primero de mayo, los estudiantes socialistas, entre los cuales
se encontraban: José Ingenieros, Ángel Jiménez, Enrique Dickmann y Augusto
Bunge49, invitando al resto de los compañeros a la conmemoración del día del
trabajador, en “comunión” con los obreros. Quizás, sea este el primer antecedente
de una articulación obrero- estudiantil, que posteriormente adquirirá una dinámica
preponderante, otorgándole proyección nacional y continental al movimiento de la
“Reforma Universitaria”.
La Reforma del Estatuto en la Universidad de Buenos Aires.
En 1903 estallaron los primeros conflictos cuyas consecuencias surtieron efectos
que ampliaron sus demandas iniciales, hasta unificarlas y motivar la primera
Reforma Universitaria. En primer término, en el seno de la Facultad de Abogacía
de la Universidad de Buenos Aires, se produjo un incidente que estuvo
protagonizado por los estudiantes de la carrera. Sus motivaciones iniciales se
basaban en una solicitud presentada para modificar una ordenanza de exámenes
48 ROJKIND, Inés; Estudiantes, Universidad y política en Buenos Aires del novecientos, Programa Buenos Aires de historia política del siglo XX, 2007. 49PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo I, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974.
43
finales y parciales que establecía un solo turno oficial, la que fue ratificada por la
Academia de Abogacía en varias oportunidades, y ponía en evidencia el carácter
cerrado de esta institución hacia la comunidad universitaria, como órgano de
decisión. Frente a esta medida las protestas de los estudiantes no se hicieron
esperar, y esta vez estuvieron apoyadas por el resto de los estudiantes de la
Universidad, e incluso por algunos diputados nacionales, junto a instituciones de
la sociedad civil. Como consecuencia de la no consideración del reclamo
estudiantil, se dio una situación de conflicto, en la que los estudiantes realizaron
una huelga que paralizó las actividades de la casa de altos estudios desde
diciembre de 1903, desencadenando el cierre de la Facultad por su Decano, y la
ratificación de la acción de los estudiantes mediante una asamblea que contó con
mil asistentes.
Desde el Consejo Superior de la Universidad se dieron lugar a los reclamos
estudiantiles, haciendo rever la decisión de la facultad, lo cual en un primer
momento generó la renuncia de los ocho académicos y el Decano que se hicieron
eco de la desautorización para con su función directiva exclusiva, pero que luego,
reverían a comienzos del siguiente año tras la gestión del Decano interino. La
Academia de Abogacía, terminó aceptando el reclamo de los estudiantes sobre la
necesidad de una prórroga de los exámenes a comienzos de marzo de 1904, pero
la huelga y los reclamos de los estudiantes lejos de desactivarse, siguieron su
curso y sumaron nuevas reivindicaciones, como la disminución de los aranceles
universitarios; así como también la reforma de los planes de estudio y la docencia
libre, que significaba la posibilidad de asistencia no obligatoria por parte de los
estudiantes, para de este modo avalar o desautorizar la capacidad de quien se
desempeñaba al frente de un curso50.
Estos reclamos de los estudiantes obtuvieron apoyos políticos y sociales en la
medida que denotaban impugnaciones a la estructura de gobierno de la Academia,
ya que la consideración de éstas como una oligarquía de un grupo cerrado hacia la
mayoría de la comunidad universitaria, trasvasaban los límites áulicos de la
institución y repercutían en las distintas esferas de la sociedad. Luego de casi un
50 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit; p.91.
44
año de conflicto, en septiembre de 1904, los estudiantes consiguieron instalar la
idea de la necesidad de llevar a cabo una reforma de los estatutos universitarios.
Lo cual generó algunas consecuencias en la organización directiva de la Facultad,
como la novedad de la convocatoria al cuerpo de profesores por primera vez, para
tratar las reformas que se proponían en relación a los métodos y programas de
estudios. Finalmente se logró la normalización de la Facultad en diciembre de
1904, cuando las autoridades quitaron las sanciones que pesaban sobre algunos de
los protagonistas de las huelgas estudiantiles51.
En el año 1903, los practicantes del Hospital de Clínicas habían iniciado un
movimiento para que se incluyese al ya mencionado Juan B. Justo, con
importantes títulos y méritos como cirujano, en la terna para designar Profesor
Titular de la cátedra de Medicina Operatoria de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires. Este movimiento se encontraba encabezado por el
entonces estudiante Enrique Dickman, y cosechó importantes apoyos por parte de
profesores y médicos, lo que desencadenó que la Academia de Medicina se viera
obligada a realizar la reclamada incorporación a la terna, que significó la
designación de Justo como profesor titular de la cátedra de Medicina Operatoria.
En aquel momento Justo, Repetto y Dickman ya encabezaban las listas de
candidatos a diputados nacionales por la Capital Federal para las elecciones de
1902, lo que los constituía en dirigentes políticos, proclamándose como
representantes del “pueblo trabajador”52.
Es dable señalar la existencia del primer Centro de Estudiantes, que fue el de
Medicina desde 1900, como organismo de defensa de sus intereses gremiales y
específicos en la Facultad. Además de erigirse como protagonista en el conflicto
desatado a través de su centro de estudiantes, la carrera de Medicina era la más
concurrida de las Universidades de Buenos Aires y Córdoba, porque se priorizaba
como la vía principal para el logro del ascenso social por parte de los estudiantes
que provenían en un porcentaje cada vez mas grande de sectores de clase media, y
cuyo origen mayoritario era inmigratorio.
51 Idem; pp. 83 a 97. 52 ODDONE, Jacinto; Historia del socialismo argentino, tomo II,Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, p.205.
45
En este mismo año durante el mes de Junio, un grupo de Profesores de la Facultad
de Ciencias Médicas, presididos por el profesor de Anatomía, Juan J. Naón, invitó
a sus colegas a una asamblea en la que se propuso la necesidad de reformar la ley
universitaria vigente, para lograr que los académicos fueran designados por la
asamblea de profesores titulares y suplentes de las facultades. También se propuso
gestionar ante el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, la reforma
del Estatuto, para lograr limitar la duración de los cargos de profesor y académico
y fijar una edad máxima para los mismos53. Estos planteos, implicaban la
búsqueda de la introducción de la periodicidad en las cátedras para los profesores;
y principalmente estimulaba a los suplentes en su preparación para acceder a los
cargos; la limitación del carácter de vitalicios para los académicos; y la distinción
entre la gestión administrativa respecto de la científica. En función de conseguir
estos objetivos se conformó una asamblea de la que formó parte el ahora médico
Nicolás Repetto, para que se vinculara con las otras facultades, y se encargara de
las gestiones con las autoridades. Los profesores Repetto y Naón se entrevistaron
con el Ministro de Instrucción Pública, Juan Fernández, que a la vez era miembro
de la Academia de Medicina y decidido partidario de reemplazarlas por una
Asamblea de profesores, a lo que se incorporaba, como parte de un proyecto de
reforma universitaria en 1904, también la institución del profesorado libre, pero al
no estar todas las facultades conformes con estos criterios reformistas, y al
fallecer el Ministro Fernández al poco tiempo, el proyecto quedo inconcluso54.
El conflicto volvió a estallar en la Facultad de Medicina de la Universidad de
Buenos Aires en 1905, pero con una mayor intensidad y derivaciones que
inducirán a la realización a la primera Reforma de los Estatutos de esa
Universidad, desde la sanción de la ley Avellaneda. El disparador fue la vacante
de la cátedra de Clínica Médica que se produjo durante aquel año, que dio lugar a
que la Academia conformara una terna para elevarla al Poder Ejecutivo. En la
terna enviada por la Facultad de Medicina para el nombramiento del Profesor de
53 REPETTO, Nicolás; “ La Nueva y la Vieja Reforma Universitaria”, en La Nación, 19 de abril de 1927. 54 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1945.
46
Clínica Médica quedó excluido el ya mencionado Profesor Julio Méndez, lo que
provocó una airada protesta por parte de estudiantes, egresados y profesores que
vieron esta decisión como un injusto desplazamiento por parte de la Academia. A
raíz de esta situación, las voces de protesta se focalizaron contra ese órgano
directivo, denunciando que permanecía cerrado a todo estímulo externo. El 5 de
Octubre de 1905, un grupo de médicos y profesores, entre los que se encontraban
los doctores Nicolás Repetto y Samuel de Madrid como profesores suplentes, y
Juan B. Justo y Federico Texo como profesores titulares, dio a conocer una nota
que se publicó el 6 de Octubre en el diario La Nación, que se puede interpretar en
los términos de una proclama que propiciaba la necesidad de iniciar una reforma a
la ley universitaria. El contenido del texto estaba centrado en la impugnación de la
Academia, que era considerada como un mal orgánico, que efectuaba un grave
daño para la enseñanza, debido a que las aspiraciones, intereses y conveniencias
de la Escuela de Medicina no lograban llegar hasta los ámbitos de decisión. El
límite principal estaba dado por los obstáculos inherentes a la lógica de
funcionamiento de éste órgano directivo, y si traspasaban sus filtros, las
propuestas o inquietudes planteadas por los protagonistas de las actividades
educativas, eran acogidas con fría indiferencia por parte del círculo cerrado de los
académicos. El espíritu de la Escuela de Medicina, era definido en el artículo,
como honesto y progresista, contraponiéndose con la dinámica de funcionamiento
que atravesaba el ámbito de las Academias como órgano resolutivo y decisorio, de
manera unívoca, de los destinos de la enseñanza55. El texto se cerraba de un modo
terminante, planteando la urgencia de modificar el hecho de que la dirección
oficial de los estudios médicos no estuviera fundamentalmente confiada a los que
enseñaban.
De este modo, se observa la dimensión de la denuncia pública al sistema de las
academias encerradas sobre sí mismas y vitalicias, efectuada por parte de algunos
profesores de la Facultad de Medicina; que se magnificaba con la presencia de dos
miembros de la dirigencia del Partido Socialista, como eran Justo y Repetto56.
Estos dirigentes socialistas, que adherían a un programa que buscaba la
55 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, loc. cit. p. 6. 56 ODDONE, Jacinto;ob. Cit., p.215.
47
incorporación de un nuevo sujeto a la vida de la nación, el pueblo trabajador,
necesariamente comenzaban a encontrarse con la lógica imperante en las
instituciones públicas, pergeñadas por una élite dirigente que se afirmaba política,
social y culturalmente en base a la exclusión de quienes no compartían sus pautas
ideológicas o creencias, sustentadas en la noción de ser un grupo predestinado
para la salvación de su país57, tal como lo afirma Noé Jitrik.
Las consecuencias y repercusiones del conflicto no se hicieron esperar: la
Academia de Medicina interpretó el contenido del texto publicado en La Nación
sólo como un agravio descalificatorio a la institución, sin percibir que se
planteaba a su vez un mayor protagonismo en la vida y las decisiones
universitarias para el cuerpo de profesores, que se encontraban relegados en un
segundo plano, a pesar de ser quienes afrontaban el protagonismo del proceso de
enseñanza-aprendizaje cotidianamente en las aulas. La Academia de Medicina
reaccionó de una manera contundente, separando a los doctores Nicolás Repetto y
Samuel de Madrid de sus cargos, y recurriendo al pedido de exoneración al Poder
Ejecutivo Nacional para destituir a los Profesores titulares Juan. B. Justo y
Federico Texo. También alejó de su cargo al médico, también socialista, Enrique
Dickman que se desempeñaba voluntariamente como ayudante de Justo.
El Poder Ejecutivo hizo lugar al pedido de la Academia que encontraba ofensivos
los planteos vertidos en la nota por los Profesores, bajo la fundamentación de la
legitimidad para tomar la medida de destitución al afectarse uno de los que
consideraba como el problema más grave que atravesaba la enseñanza pública en
el momento, que sería el de la disciplina, que faltaba o se encontraba desvirtuada.
También se mencionaba en la fundamentación para acceder al pedido de la
Academia de Medicina, que existía con bastante frecuencia la manifestación de un
espíritu de insubordinación que se traducía: en evidente perjuicio de la enseñanza
en general y en particular, en perjuicio personal de los estudiantes, quienes
siendo de fácil sugestión por su edad y espíritu colectivo, solo advierten más
tarde, cuando es irreparable acaso, el mal que se hicieron, razón por lo cual es
57 JITRIK, Noé; ob. Cit., p.37.
48
deber de las autoridades escolares doblar el celo y rigor disciplinarios58. La
disciplina se asociaba de este modo por parte del Poder Ejecutivo y la Academia,
al cumplimiento de su normativa, que supeditaba al cuerpo de Profesores a un
control estricto de todas sus actividades, desde el Estado, sin deslindar las
características propias de las actividades pedagógicas.
Las medidas de exoneración y destitución promovidas por la Academia de
Medicina y concretadas por el Poder Ejecutivo Nacional, de importantes figuras
de la vida universitaria y la política argentina, afectaban, entre otros a Juan B.
Justo, que fue expulsado por “mala conducta”, de acuerdo a lo que calificaron
quienes tomaron esa drástica decisión. Éste, había sido nombrado Profesor titular
de Clínica Quirúrgica en 1902, y fue uno de los miembros e impulsor del
congreso constituyente que conformó el Partido Socialista en 189659, además de
haber sido el traductor del alemán al castellano del primer tomo de la obra
principal de Karl Marx, El Capital, publicado en Madrid en 1898. La decisión
tomada por las autoridades universitarias, generó un fuerte rechazo, impulsando
un clima de protestas y violencia, al ser percibidas estas medidas como arbitrarias
no sólo en la Facultad de Medicina sino también en el resto de las Facultades de la
Universidad de Buenos Aires, los círculos intelectuales y en el Congreso Nacional
en donde se encontraba Alfredo Palacios, electo en 1904 como diputado por el
Partido Socialista.
A esta situación, se le sumó la inoportuna resolución de la Academia de Medicina,
que establecía el porcentaje de sobresalientes, distinguidos y aprobados por cada
mesa examinadora, que hizo que la huelga estudiantil continuara, ante lo cual se
suspendieron las mesas de examen de diciembre. La crisis generada se tornó
incontrolable para el Poder Ejecutivo, que desconcertado por una medida
inconsulta clausuró la Universidad de Buenos Aires, preventivamente por unas
semanas, pero sin lograr modificar la situación. A pesar de estos intentos para
desactivar el conflicto por parte de la Academia y el Estado, el movimiento que se
inició en 1903, y que entre otros protagonistas contó con el impulso inicial de los
58La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, loc. Cit., p.7. 59 FALCON, Ricardo; ob. Cit., p. 20.
49
ya aludidos Repetto, Justo y Dickmann, terminó por desencadenar el comienzo de
la democratización y de la emancipación intelectual en la Universidad, al
reemplazar las Academias vitalicias y renovables por sí mismas, a partir de la
creación del Consejo Directivo integrado por profesores y elegido periódicamente
mediante el voto del cuerpo docente. Sin embargo, todavía no era una reforma
completa, faltaba la inclusión como miembros plenos de la comunidad
universitaria, de su cuerpo mayoritario, como era el de los estudiantes.
El Rector de la Universidad de Buenos Aires, Eufemio Uballes, electo en 1906,
fue el encargado de llevar adelante la Reforma de los Estatutos, por primera vez
desde la sanción de la Ley Avellaneda, trasladándose la dirección del gobierno
universitario de los académicos vitalicios y autorreclutados, a la Asamblea de
profesores titulares y suplentes que designaban a los miembros del Consejo
Directivo, cuyos cargos pasaron a ser electivos y de carácter renovables. Cabe
destacar que Eufemio Uballes fue el Decano de la Facultad de Medicina durante
el conflicto desatado desde 1903 a 1906, y que significó el reemplazo de las
Academias por los Consejos Directivos en el gobierno universitario; lo que
implicó un preludio de la democratización que comenzaría a abrirse paso con la
concreción de la ley Saénz Peña, unos años después.
La creación de la Universidad Nacional de La Plata, y el diagnóstico de
Gregorio Araóz Alfaro sobre el gobierno de las Universidades.
La tercera Universidad existente, en los albores de la Reforma Universitaria, era la
Universidad Nacional de la Plata, nacionalizada mediante un convenio de
transferencia de los Institutos científicos existentes de la Provincia de Buenos
Aires, que eran el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas, el Observatorio
Astronómico, las Facultades de Agronomía y Veterinaria, de Derecho, Ciencias
Médicas, de Química y de Farmacia; y de la Biblioteca pública de la provincia, al
Estado nacional en 1905 .En la fundación de la Universidad se destacó la figura
intelectual de Joaquín V. González, como Ministro de Educación de la Nación
primero y luego como el primer presidente de la institución, secundado por
Agustín Álvarez, quien era un apreciado ensayista sobre temas vinculados a la
democracia, como en el libro publicado contemporáneamente a la creación de la
50
Universidad, que lo tituló: ¿Adónde vamos?, en 1904; ambos intelectuales fueron
determinantes para su desenvolvimiento posterior60.
A través de la implementación de métodos innovadores, tanto para la enseñanza,
como en la elección de sus autoridades, la Universidad Nacional de La Plata llegó
a la situación de regirse institucionalmente por fuera de lo establecido por la Ley
Avellaneda, a partir de la Ley nacional convenio de transferencia Nº 4699, que
establecía la elección de las autoridades de la Universidad y las Facultades por el
voto en asamblea conformada por todos los profesores que se desempeñaban en la
institución. El modelo que tomaba para seguir era el de las universidades
norteamericanas por encima del de las latinas; junto a las nuevas escuelas técnicas
alemanas, a partir del esfuerzo que significaron para el desarrollo industrial y
económico en ambos países. A la vez, se tenía en cuenta el impulso de Inglaterra,
tanto en los institutos de educación superior de la metrópoli, como en los de sus
colonias, para adaptarse a las nuevas orientaciones que eran eminentemente
prácticas y daban respuestas a las necesidades regionales de todo su imperio61.
Se partía de una idea de Universidad concebida como un organismo coordinador
de las actividades científicas de las Facultades, que orientara, vinculara, y
efectuara una correlación y síntesis de los conocimientos existentes. Cada
Facultad se encargaba de estudiar un aspecto de la ciencia, y por lo tanto debían
converger en la Universidad. De acuerdo a lo que sostenía Joaquín V. González,
para superar su atraso, las universidades tenían que añadirle una nueva orientación
a los estudios, introduciendo la visión de sus fines, que se encontraban
relacionados a través de la instancia de unidad de todas las ciencias, con la
perspectiva de la unidad de los destinos nacionales en un marco común e
independiente de desarrollo de la cultura62.
60 BIAGINI, Hugo (comp.); La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930, La Plata, UNLP, 1999. 61 PALACIOS, Alfredo; La Universidad nueva, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1957, pp. 101 a 127. 62 GONZALEZ, Joaquín V.; “La Universidad Nacional de la Plata (1906-1918)”. Discurso de su ex presidente doctor J.V.González en el acto de transmisión del cargo al actual decano, Rodolfo Rivarola, 18 de marzo de 1918 en: Revista de Filosofía, año IV, Nº3, mayo de 1918.
51
En este sentido la Universidad de la Plata incorporaba como una de sus premisas
la extensión universitaria, que consistía en conferencias abiertas por parte del
cuerpo de profesores, que abarcaban temáticas e ideas novedosas, que implicaban
la intensión de hacerlas progresivas al darlas a conocer al conjunto de los docentes
y a la sociedad de la cual formaban parte. Del modelo inglés se tomaba también la
institución del internado, que desde 1909 funcionaba en el Colegio Nacional y
dependía de la Universidad Nacional de la Plata, para una parte de los estudiantes
que conformaban la comunidad universitaria, ya que tenía un cupo determinado
para su ingreso, junto a los profesores y las autoridades, y se convertiría en la
primera experiencia de este tipo en la educación pública argentina. El internado se
incorporaba a la vida académica también a través de la revista ULPI, que
significaba Universidad de la Plata Internado, y en la cual apareció el artículo “El
extranjerismo en la República Argentina”, firmado con las iniciales: J.V.G.,
iguales a la del Presidente de la Universidad a quien en un primer momento se lo
atribuyeran. Pero en realidad correspondía a uno de sus hijos que se encontraba en
el internado, Julio Víctor González, quien a partir de ese momento firmara sus
artículos con el seudónimo puesto por sus compañeros: “Palito”63.
Existía una diferencia entre lo que ocurría en las universidades de Buenos Aires y
de La Plata, y las academias “ad vitam” que regían el funcionamiento de la vida
universitaria cordobesa, que se conformaban en sus órganos de gobierno,
encargados del nombramiento de las autoridades en el Consejo Superior y el
Rector, de la confección de los planes de estudio y de la selección de los
Profesores. En la Universidad de Córdoba estos cargos siempre recaían entre los
propios miembros, familiares o allegados de un pequeño grupo compuesto, según
Gregorio Bermann64, por quince académicos vitalicios, quienes velaban por la
herencia del fundador de la Universidad, el Obispo Trejo.
Este ambiente existente en la Universidad de Córdoba había sido descrito y
criticado en relación al funcionamiento de las academias vitalicias y la no
63 HERRERA, Carlos; “El itinerario de Julio V. González”, en Todo es Historia, Nº 460, Buenos Aires, Noviembre de 2005. 64 BERMANN, Gregorio; Juventud de América, México, Ediciones Cuadernos Americanos, 1946, p.83.
52
renovación del cuerpo de profesores, en una conferencia dada por Gregorio Aráoz
Alfaro, protagonista como profesor suplente en la Facultad de Medicina de los
acontecimientos que decantaron en las reformas del Estatuto y consejero directivo
electo desde 1906 en la Universidad de Buenos Aires. La conferencia llevaba el
título de La reforma universitaria, el gobierno de las facultades y el
profesorado65, y había sido invitado por el Círculo Médico de Córdoba, el 3 de
Octubre de 1914. Pero sus propuestas y críticas no llegaron a trasvasar los muros
de los rígidos claustros de la Universidad mediterránea, ya que sus autoridades no
tomaron la iniciativa de llevar a cabo las reformas sugeridas por Aráoz Alfaro,
que pretendían igualar la organización organizativa de la Universidad de Córdoba
con la de Buenos Aires.
La conferencia de Aráoz Alfaro, giró alrededor del tema de la reforma del
régimen universitario, centrándose en el gobierno de las facultades. En primer
lugar, reivindicaba el proyecto de reformas que había presentado el Ministro de
Educación, Juan Fernández en 1904, al que el había adherido a partir del
descontento que generaba el estado de cosas impuesto por las Academias entre los
profesores jóvenes y los estudiantes que ya se encontraban agremiados. Uno de
los puntos más importante del proyecto, que remarcaba Aráoz Alfaro, se
relacionaba con la creación de la docencia libre, como forma de promover el
desarrollo de las aptitudes y la posibilidad de ejercer la docencia para quienes se
encontraban en condiciones y tuvieran el deseo de hacerlo, siendo los estudiantes
los que ratificaban o rectificaban, abandonando o acercándose a la cátedra del
docente. Las discrepancias respecto a la radicalidad de los cambios, entre los
mismos protagonistas de los sucesos que desembocaron en la primera reforma
estatutaria en la Universidad de Buenos Aires, y las diferentes posturas entre los
miembros del Congreso Nacional, fueron, según Aráoz Alfaro, las causas
principales para que finalmente en 1906, la ley Avellaneda no fuera modificada
por una ley superadora, quedando limitada la reforma exclusivamente a sus
Estatutos. La cual habilitó, de todas maneras, la aparición de los Consejos
Directivos elegidos por la asamblea de profesores, en reemplazo de las academias
vitalicias.
65 ARAOZ ALFARO, Gregorio; Crónicas y estampas del pasado, Buenos Aires, El ateneo, 1938.
53
La principal modificación atañía a las Academias directivas de las Facultades, que
salvo los académicos, el resto de la comunidad universitaria, según Aráoz Alfaro,
coincidía en impugnar el carácter vitalicio de sus miembros, que en la mayoría de
los casos no eran profesores y los elegía la misma academia. Esto, entroncaba con
el hecho de ser una institución que se constituía en un obstáculo para la
renovación de las ideas, no permitiendo el acceso a las tendencias ideológicas
nuevas que comenzaban a ejercer su influencia a nivel mundial.
Las Academias como instituciones establecidas por la ley Avellaneda, habían
cumplido su ciclo de vida, afirmaba Aráoz Alfaro, en vísperas de la elección en
1916, del primer gobierno democrático posibilitado por la sanción de la Ley
Saenz Peña. La situación había cambiado en un doble aspecto: por un lado con la
proliferación de jóvenes profesores con buena preparación, y por otro, con el
desenvolvimiento pleno de la democracia; y por lo tanto se hacia indispensable
incluir y estimular al cuerpo de profesores para la dirección y organización de las
Facultades. Sin embargo, para Aráoz Alfaro, sería un error entregar el gobierno de
la Facultad directamente a todo el cuerpo docente; éste tenía que intervenir en la
dirección de la enseñanza, en su orientación general, en los planes de estudio, en
la creación de cátedras, pero las funciones administrativas, las propuestas de
profesores titulares y nombramiento de las otras categorías, la disciplina, la
vigilancia activa y constante debían ser confiadas a un consejo limitado y
frecuentemente renovable en su totalidad o por mitades.
De este modo, se distinguía el Consejo Directivo, término que había acuñado por
primera vez el propio Aráoz Alfaro durante el conflicto en 1904 en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, como cuerpo administrativo,
renovable, elegido por todos los profesores para regir prácticamente la enseñanza,
de la Academia, que era una corporación científica, de estudio e investigación,
compuesta por miembros vitalicios, inamovibles, elegidos por el mismo cuerpo de
acuerdo a sus méritos como hombres de ciencia, cumpliendo en la Universidad un
rol de cuerpos consultivos y de control sobre los Consejos respectivos. De esta
manera, se delimitaban claramente las atribuciones de cada órgano que hasta el
momento se encontraban confundidas, sobre todo en el caso de la Universidad de
54
Córdoba que no había implementado ninguna reforma, y se regía por la dirección
de las Academias.
El surgimiento de la Asociación Córdoba Libre, y el inicio del proceso de la
Reforma Universitaria.
La Reforma Universitaria como acontecimiento político transformador en
Argentina y Latinoamérica, forjó un nuevo sujeto histórico que se incorporó a la
vida de las sociedades: el movimiento estudiantil. Fueron los estudiantes
organizados en sus federaciones gremiales quienes protagonizaron las jornadas de
lucha durante todo el año 1918 en Córdoba, las cuales adquirieron rápidamente un
impacto nacional y continental a partir del contenido de sus reformas y los
objetivos proyectados.
Julio V. González, fue un protagonista fundamental en los sucesos de Córdoba,
principalmente a partir de su papel en las discusiones que sentaron las bases del
nuevo Estatuto reformista durante el primer Congreso Nacional de Estudiantes
Universitarios del cual fue su Secretario, y miembro de la Comisión interna
encargada por el Congreso de redactar el nuevo proyecto de Ley Universitaria y
de las nuevas bases Estatutarias conformadas a la ley. Unos años mas tarde, Julio
González escribió el primer libro en el que se detallan estas jornadas y a las que
denominó con el título de La Revolución Universitaria, en 1922. En él distingue
un momento inicial en el proceso de la Reforma Universitaria, al cual caracterizó
como el período de la pre-revolución.
En el primer período de la “revolución universitaria”, Julio González destacó
algunos hechos precursores, fundamentalmente, las reacciones que generó un
ciclo de conferencias populares a mediados de 1916, organizada por la Biblioteca
“Córdoba”, que dirigía Agüero Vera, y que entre los disertantes se destacaba un
núcleo de jóvenes con ideología renovadora: Arturo Capdevila, Deodoro Roca,
Julio H. Brandan, Arturo Orgaz, Martin Gil, y Saúl Taborda. Sin embargo, sólo se
pudo realizar la conferencia de Arturo Capdevila: en ella hizo un estudio del
contraste entre principios y dogmas católicos y budistas. A partir de este hecho
estalló una multiplicidad de protestas, como parte de la reacción que en los
55
sectores católicos produjo, y estos comenzaron a atacar al director de la
Biblioteca, y a pedir al gobierno la clausura del programa cultural a través de los
periódicos Los Principios y Juventud Católica66.
Esta circunstancia, significó el germen de la aparición en el espacio público
cordobés a través de un Manifiesto, publicado el 18 de agosto de 1916, de una
contrarréplica frente a la reacción, de uno de los baluartes principales para la
realización de la Reforma Universitaria, como fue la Asociación “Córdoba Libre”,
que calificó a la conferencia de Capdevila como un hecho auspicioso. Para los
firmantes del Manifiesto, entre los cuales se destacaban, encabezándolo, Deodoro
Roca, Arturo Orgaz, Saúl Taborda, los sectores clericales que habían reaccionado
de manera agresiva ante la iniciativa de la Biblioteca, al no poder hacer triunfar
sus normas en el terreno de la libre exposición de las ideas, se ufanaban en
fustigar todo alumbramiento de mentalidad libre, interpretándolo como una
peligrosa amenaza. Desde el Manifiesto, hubo una acción de respuesta
contundente hacia la voz expresada por los sectores católicos antiliberales en sus
periódicos, caracterizándola como salida de las penumbras, que no respondía al
mensaje de los apóstoles ni de patriotas, ya que su objetivo era ahogar la libertad
de pensamiento y que se cerraran las bibliotecas. Frente a esa actitud de la
reacción que consideraban trataba de acallar toda discusión y todo razonamiento,
los suscriptores del Manifiesto, profesionales y estudiantes, expresaban su
adhesión inquebrantable a los principios rectores de la democracia argentina:
tolerancia y respeto por todas las ideas, lo cual se correspondía en mayor medida
que el retroceso de la vida social que implicaría un estado indigno de la época que
se atravesaba67.
Un fenómeno importante que se produjo a partir de la aparición publica del
Manifiesto, que prefiguro la Asociación “Córdoba Libre”, fue la adhesión activa
desde distintos puntos del país, a los planteos manifestados por los cordobeses,
66 GONZALEZ, Julio V.; La Universidad, teoría y acción de la reforma, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1945, p. 24. 67 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo II, Documentos relativos al movimiento estudiantil en las universidades de Buenos Aires y Córdoba, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, pp. 208.
56
sintetizada en una declaración a favor de la libre emisión de ideas y de la libertad
de la tribuna. Entre otros, manifestaban su solidaridad Alfredo Bianchi y Roberto
Giusti, directores de la revista de Nosotros publicada desde 1907 como parte de
una corriente de renovación de las corrientes estéticas; al igual que lo hicieron
Leopoldo Lugones, Alberto Ghiraldo, Enrique del Valle Iberlucea y Emilio
Ravignani.
Finalmente, y continuando la agitación producida desde la reacción que produjo el
ciclo de conferencias tempranamente truncado, el 10 de septiembre de 1916,
quedó constituida la Asociación “Córdoba Libre”, luego de varias reuniones
secretas concretadas en las habitaciones que ocupaba en el hotel del Plata, Arturo
Orgaz. Cabe destacar el nombre con el que denominaban los miembros del comité
a este lugar de reunión: “la Jabonería”, en alusión a la jabonería de Vieytes, centro
de reuniones de los revolucionarios de Mayo. Los miembros fundantes del comité
Córdoba Libre fueron: Deodoro Roca, Arturo Capdevila, Amado J. Roldan, Julio
H. Brandán, Rafael Bonet, Luis León, Octavio y José Pinto (hijo), Felix Alberto
Echegaray, Saul Taborda, José y Benjamín Palacio, entre otros. La primera
resolución del comité fue organizar un ciclo de conferencias en el marco de una
campaña de difusión pública, que comenzaba con la presencia de Alfredo
Palacios68.
El 24 de septiembre de 1916, y a partir de una importante propaganda preparatoria
previa, la Asociación “Córdoba Libre” realizó en el Teatro Rivera Indarte la
conferencia de Alfredo Palacios. Más de cinco mil personas colmaron el lugar, y
en la calle otras dos mil pugnaban por entrar, mientras que una banda popular
ejecutaba dianas y marsellesas. El discurso de recepción de Palacios lo hizo
Arturo Orgáz, y significó la presentación pública de la campaña de “Córdoba
Libre”. En él, se fustigaban los vicios, hipocresías y mistificaciones de Córdoba,
centrándose en el análisis de la Universidad, lo cual generó, una gran adhesión del
público a sus palabras, de acuerdo con lo que testimoniara Jorge Orgaz69. En ellas
68 Idem, pp. 208 a 213. 69 ORGAZ, Jorge; Reforma universitaria y rebelión estudiantil, Buenos Aires, Ediciones Líbera, 1970, p.28.
57
expresaba que la intolerancia y la falta de sinceridad ambientes habían penetrado
en la Universidad, y tomado por asalto la cátedra, todo lo cual se traducía en la
existencia de un anquilosamiento cultural. La cátedra representaba un refugio de
sabihondos ensordecidos y empoltronados70, una función mecánica, por la cual
desconocían su responsabilidad, y el valor de la labor propia, orgánica y compleja
que imponía el ejercicio del alto magisterio. La ciencia se encontraba paralizada
por inconmovibles rudimentos que se repetían como dogmas cada año; sofismas,
inútiles casuismos y arcaísmos, eran la materia de los programas ajenos a todo
plan didáctico y toda idea de sistematización, afirmaba Orgaz en su discurso. Las
aulas se convertían en un receptáculo del desconcepto y la simulación que tenían
como objetivo el mantenimiento del orden de cosas en la vida universitaria; las
nuevas ideas, denominadas utopías constituían verdaderas herejías. La respuesta
del status quo de la Universidad, ante las novedades, eran la tergiversación y los
gestos de desprecio, describía Orgaz, colocando como ejemplo las conferencias,
concursos y actos académicos a los que le toco asistir, y en los cuales se revelaba
un estado de indigencia intelectual.
El “quietismo” era el blasón de esta casa de altos estudios, así definía Orgaz, a la
orgullosa universidad trisecular, que hacía pocos días había negado la posibilidad
de dar una conferencia a Alfredo Palacios, y que se encontraba detenida en el
pasado. Frente a este cuadro de situación, la tarea que propugnaba, era abrirla al
futuro para evitar su decadencia, con el símbolo de la restitución de otorgarle la
distinción de ser su huésped a una figura intelectual comprometida con los nuevos
ideales. Palacios estaba en una gira de difusión de sus ideas socialistas por la
ciudad de Córdoba, que coincidió temporalmente con los sucesos que forjaron la
conformación de la Asociación Córdoba Libre, y había sido invitado por los
estudiantes para que diera una conferencia en la Universidad, lo cual fue
denegado por parte de las autoridades de la misma, como ya se vio, a pesar de que
el intelectual socialista ya revestía como profesor en la Universidad Nacional de la
Plata. El propio Palacios, unos días después, se redimía luego de sufrir la censura,
y afirmaba haber sido el primero en hacer notar el carácter social del movimiento
pujante y expansivo que se insinuaba, favorecido por las condiciones políticas del
70 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo II, ob. Cit., p. 212.
58
país, refiriéndose a la reciente elección de la fórmula radical Yrigoyen-Luna por
primera vez por elecciones libres, durante su discurso pronunciado en el teatro
Rivera Indarte71.
Cabe mencionar otros dos hechos sociales significativos en este primer momento
inicial, de gestación de la Reforma Universitaria, al cual podemos definir en
términos de una reforma intelectual y moral. El 1º de Agosto de 1917, Arturo
Orgaz como presidente de un Comité Popular, inauguró los cursos nocturnos de la
que se denominó “Universidad Popular”. Funcionaba en el local de la escuela
Alberdi; Orgaz habló sobre “Misión de las Universidades Populares", y se
dictaron cursos de elementales de higiene publica y privada por Oscar Rubino,
sobre moral cívica por Alfredo Brandan Caraffa, sobre derecho penal por Arturo
Orgaz, sobre economía política, Bernardo Ordoñez. Además de los cursos, que
eran nocturnos en función de la disponibilidad horaria de los trabajadores, se
efectuaron conferencias en locales obreros y bibliotecas sobre distintos temas, que
estuvieron a cargo de profesionales y estudiantes universitarios; su período de
vida se prolongo sólo a lo largo del año 1917. De este modo, la juventud
universitaria se ponía por primera vez en contacto directo con los trabajadores,
quienes en momentos decisivos de los sucesos de la Reforma Universitaria de
1918, iban a retribuir este accionar, al asumir un protagonismo clave apoyando al
movimiento que la llevo a cabo72.
El otro hecho significativo que se produjo durante este primer período, fue la
aparición en el espacio público cordobés en agosto de 1917 de dos revistas
dirigidas por grupos universitarios. La Asociación “Córdoba Libre” promovía la
divulgación de sus planteos y propuestas a través de una publicación propia: La
Montaña. Esta referenciaba a una de las tendencias surgidas de la Revolución
Francesa, los “montañeses”, e identificaba a los protagonistas del nuevo
movimiento en gestación, con la fracción radicalizada de los jacobinos; el mismo
nombre ya había sido acuñado por José Ingenieros y Leopoldo Lugones en 1897
71 PALACIOS, Alfredo; ob. Cit., p. 75. 72 ORGAZ, Jorge; ob. Cit., p. 28.
59
para una publicación enmarcada en sus concepciones del “socialismo
revolucionario”.
De acuerdo con el planteo realizado por Emilio Corbiére73, las tendencias que se
desarrollaron con el estallido de la Revolución Francesa, y cuyas denominaciones
de girondinos o jacobinos habían nacido de los nombres que tomaron de las
iglesias o conventos que ocuparon luego de la expropiación de los bienes al clero,
representaban embriones de partidos políticos. En el caso de la Asociación
Córdoba Libre, esta transformación hacia un partido político se dará de manera
“grotesca”, unos años después de producida la Reforma Universitaria, a principios
de 1922, año en el cual estaban convocadas las elecciones de renovación de la
Legislatura de la Provincia de Córdoba, con la situación particular que se daba
debido a que el partido gobernante a nivel provincial y nacional, la Unión Cívica
Radical no se presentó a las elecciones, por las diferencias internas que
anticipaban la división entre antipersonalistas e yrigoyenistas. Este hecho político
circunstancial, propició la posibilidad de ingresar un diputado por la minoría de
manera relativamente poco exigente en cuanto al número de votos necesarios, ya
que estaba descontado el triunfo conservador para las dos bancas de la mayoría.
Así fue como proliferaron movimientos y candidatos de todo tipo de ideología:
desde tendencias católicas tradicionales, hasta liberales, radicales principistas,
rojos, socialistas e independientes; ante la posibilidad de disputar el acceso a un
cargo representativo por primera vez. En este sentido, bajo el influjo de los
acontecimientos que recientemente habían engendrado la Reforma Universitaria,
los sujetos fundamentales que protagonizaron esta gesta conformaron su propio
espacio político independiente, erigiendo como la figura representativa de esta
tendencia revolucionaria y anticlerical a un personaje de la ciudad, cuya
característica básica era su bohemia y escritos provocadores que transgredían los
límites de las tradiciones existentes. Su nombre era Enrique Badessich, y fue
apodado “el loco”, a partir de su estilo extravagante; era poeta autodenominado
cubista, futurista y sus propuestas disruptivas entre las que se postulaba el amor
libre, la supresión del Ejército, la separación de la Iglesia y el Estado, el
73 CORBIERE, Emilio J.; La Masonería, política y sociedades secretas, Buenos Aires, Editorial sudamericana, 2006, p. 98.
60
acortamiento de las sotanas para confeccionar con la tela sobrante ropa para niños
pobres, electrocución de los bacilos del tifus entre otras, y se proclamaba sucesor
del Comité Córdoba Libre74. Aprovechando una coyuntura electoral particular,
gran parte de los protagonistas de la Reforma Universitaria de 1918, a través de la
conformación de un fugaz partido político con una denominación farmacopeica
“Partido Bromo-Sódico Independiente” que hacia mención al origen de sus
impulsores vinculados a la Facultad de Medicina y al barrio del Hospital de
Clínicas, efectuaba una impugnación a la forma en la que estaba organizado el
sistema político en su conjunto y hacia los partidos que disputaban el poder.
La segunda revista aparecida durante el año 1917, llevaba como nombre Cultura,
y estaba publicada por estudiantes de la Facultad de Derecho. El objetivo que se
fijaba esta publicación, era reflejar todas las preocupaciones que inquietaban a los
estudiantes; atribuyéndose la pertenencia a una época en la cual las nuevas ideas y
orientaciones estaban transformando paulatinamente el concepto de enseñanza. En
este sentido, se advertía, en un fragmento de Cultura, la manifestación de los
primeros síntomas de la gestación de un movimiento renovador del ambiente
universitario, ya que se pronunciaba una fe en el papel de la juventud. Expresando
lo que hacía poco tiempo se callaba, con la esperanza de que en masa se
comenzara a revelar contra la injusticia y la mentira, lo que de algún modo se
encontraba representado por la imagen del profesor que ejercía un “verbalismo”
en el aula75. En sus páginas también se reflejaban referencias a la figura de
Ameghino, y de la constitución de una comisión estudiantil con el objeto de
organizar un homenaje al sabio argentino, todo lo cual suponía un agravio al
medio social clerical y conservador. Colaboraron en la revista con artículos
firmados o bajo seudónimos: Deodoro Roca, Raúl Orgaz, Enrique Barros, Carlos
Astrada Ponce, Ceferino Garzón Maceda, Manuel T. Rodríguez, entre otros, los
cuales comenzaban a configurar un bloque cultural, por parte de la juventud
universitaria cordobesa, que se mostraba dispuesta a contrarrestar la ideología
dominante.
74 SANGUINETTI, Horacio; La trayectoria de una flecha, Buenos Aires, Librería histórica, 2003, pp. 46 y 47. 75 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p.99
61
Los acontecimientos políticos locales, nacionales y mundiales repercutían en
Córdoba, y empezaban a orientarse las afinidades ideológicas hacia alguno de los
dos sectores, conservadurismo o liberalismo, definía Julio González76. Un hecho
político, cultural y social de dimensión mundial que planteaba un dilema universal
era la gran guerra europea 1914-1918, que conmovía a la sociedad cordobesa, y
llevaba a alinearse a unos con Alemania o con la neutralidad, y a otros con los
aliados. El 14 de Octubre de 1917 se organizó una marcha, que resulto imponente,
para romper relaciones con Alemania; se destacaban como dirigentes y oradores:
Martin Gil, Arturo Capdevila, Deodoro Roca, Enrique Barros, Arturo Orgaz. A la
vez se realizó una contra-manifestación neutralista, organizada por los sectores
clericales, fundamentalmente, con lo cual comenzaban a divisarse también en
manifestaciones públicas, los dos bandos en pugna; que protagonizaran una
intensa disputa cultural, con las características de insertarse en una fase de
kulturkampf77, que irá adoptando el movimiento reformista mediante el
enfrentamiento contra la hegemonía cultural y política, durante el desarrollo de los
acontecimientos en el año 1918.
La aparición de la Corda Frates.
Desde las páginas del diario La Nación, comenzaba a tomar dimensión nacional la
existencia de un núcleo dominante oligárquico, que trasvasaba los límites de la
Universidad de Córdoba, diseminándose por todos los aspectos de la vida cultural,
social y política de la ciudad mediterránea. El 2 de Julio de 1917 con el título
“Impresiones de Córdoba” aparecía un artículo, en el cual se sostenía que la
juventud en buena medida era adversa al espíritu reinante en la Universidad, y el
“doctoralismo” comenzaba a perder terreno en manos de la aplicación del método
científico. En otro artículo publicado el 18 de Julio de 1917 se detallaba con mas
precisión el ambiente en la que encontraba inserta la Universidad de Córdoba, y se
titulaba “¿Qué es la Corda?”. La Corda Frates no era ni un partido, ni club, ni una
76 GONZALEZ, Julio V.; La Universidad, teoría y acción de la reforma, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1945, p. 29. 77 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p.46.
62
sociedad; sus miembros estaban unidos por un fuerte vínculo espiritual, “es una
tertulia de doce caballeros católicos”, y a su vez por lazos de amistad y
parentesco. Tenía la característica de funcionamiento de una logia, que reunía
políticos, funcionarios, ex funcionarios; quienes concurrían acompañados de sus
esposas a las reuniones, todo lo cual le otorgaba cierto aspecto ceremonial. El
aspecto de ser una sociedad casi secreta, la asimilaba según lo señala Halperín
Dongui a la misteriosa Congregation78, de la Restauración francesa; su existencia
no llegará a plasmarse institucionalmente, aunque algunos de sus miembros
manifestaban, “a medias” su pertenencia a la Corda Frates, motivada por lazos de
amistad y coincidencias ideológicas, definidas por la defensa de la ortodoxia
hegemónica que dominaba la vida en la Universidad.
Había miembros de las distintas facciones del radicalismo provincial,
independientes y demócratas, pero su líder y cabeza visible era Arturo Bas,
aunque figuraban también los nombres del gobernador de la provincia, dos de sus
ministros, el intendente municipal, Antonio Nores, director del diario pro clerical
Los Principios, y profesores de varias Facultades, según corroboraba La Nación,
divulgándose por este medio la existencia y el núcleo de poder fundamental de la
sociedad cordobesa en este momento, como lo era la “aristocracia doctoral”. Para
poder formar parte de la elite dirigente de Córdoba, era indispensable atravesar
por la Universidad, que se encontraba hegemonizada por los sectores clericales,
que procuraban que los cargos directivos en las facultades, y en el Consejo
Superior de la Universidad, estuvieran ocupados por profesores que comulgaran
con el catolicismo. En las filas del radicalismo había también algunos miembros,
de esta organización, la Corda Frates, establecida como una hermandad católica
nunca reconocida ni oficializada: Henoch Aguiar, Agustín Garzón Agulla, José
Ignacio y Arturo M. Bas, Blas Ordoñez, Luis Eduardo Molina, Tomás Argañaraz,
Eufrasio Losa, Julio C. Borda, entre otros. Del Partido Demócrata formaban parte:
Felix T. Garzón, Juan B. Cafferata, Baltaza Ferrer, y Antonio Nores, y otros79.
78 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit., p. 102. 79 FERRERO, Roberto; Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo I, Córdoba, Alción Editora, 1999, p. 12.
63
Cabe destacar, en cuanto a su inserción en la vida universitaria, que en julio de
1917 la Corda Frates hizo su primera aparición pública, celebrando un congreso
de estudiantes católicos, en el cual se conformó una Federación Nacional de
Estudiantes Católicos, y ya habían fundado una revista para que fuera su órgano
oficial llamada Tribuna Universitaria. La finalidad que se proponía esta
federación, era impulsar un movimiento a favor del restablecimiento de la
enseñanza moral y religiosa en las escuelas80. Pero el verdadero espíritu y
motivación para la realización de este congreso, había sido anticipado en un
artículo publicado en el periódico estudiantil El Universitario, dirigido por
Gustavo Paulsen, el 24 de mayo de 191781, por el estudiante José Díaz Salazar. Se
hacía referencia en el texto, a la federación de estudiantes católicos que iba a
quedar conformada por el congreso, con el objetivo de sumarse al movimiento
que proponía un retorno de la enseñanza moral y religiosa en las escuelas
primarias. También se estipulaba el fomento de las asociaciones religiosas de
enseñanza como instituciones de Estado, para poder combatir “eficazmente” el
normalismo, que había promovido la educación laica, libre y gratuita, bajo cuyo
amparo, sentenciaba el estudiante católico, prosperaban “ateos, anarquistas y
extranjeros”.
Respecto a la enseñanza universitaria, se planteaba el apoyo a las iniciativas de los
numerosos profesores católicos, entre los que se contaban consejeros y hasta
Decanos. La federación de estudiantes católicos lucharía, según el articulista, para
que los cargos directivos en las facultades y en el Consejo Superior de las
universidades fueran ocupados por profesores “adictos a la tendencia”, para poder
llegar a la libertad de enseñanza universitaria82, y hacía una referencia directa a
la restitución de la Universidad Católica. El periódico El Universitario, se hizo
eco, también de los enunciados planteados, a través de un comentario del
estudiante Luis Gardoquea, cuyo título definía su interpretación: “El plan clerical
en la educación argentina”. Se inició una breve polémica en sus páginas a través
80 ROMERO, José Luis; el desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblioteca Actual, 1987, p. 137. 81 “Revista de Filosofía”, Nº 4, Año IV, julio de 1918, pp. 135 a 158. 82 Idem, p. 136.
64
de la cual las posturas clericales profundizaban sus postulados, criticando la figura
de Joaquín V. González, y a la Universidad de La Plata, como “una obra sectaria
levantada exclusivamente contra el cristianismo argentino”. Se calificaba a
Agustín Alvarez, vicepresidente de la “Universidad platense”, como el “jefe de la
masonería”, y se criticaba al secretario de dicha Universidad, Enrique del Valle
Iberlucea y al Profesor Alfredo Palacios, por su condición de socialistas, los
cuales junto a otras figuras como Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones o José
Matienzo, eran definidos como enemigos declarados de la Iglesia.
En estos postulados programáticos, para la conformación tanto de la federación de
estudiantes católicos, como de la Corda Frates, se percibe una clara identificación
ideológica con la doctrina establecida por Pío IX, en el “Syllabus de los
principales errores de la época”, promulgado en 1867, y en el que se establecía un
compendio de ochenta proposiciones condenatorias. Una de las proposiciones
enunciadas, condenaba abiertamente las ideas del socialismo y el comunismo,
consideradas como execrables doctrinas contrarias al derecho natural, que
trastornaban los derechos, intereses y propiedades de todos83; además de
condenar también al liberalismo, las sociedades clérico-liberales, al panteísmo y
lo que se denominaba el racionalismo absoluto.
Las proposiciones del Syllabus de los errores, habían servido como base
ideológica, en el siglo XIX en Prusia, cuando se desencadenó, un enfrentamiento
político y cultural entre el Estado y la Iglesia Católica; en el medio de esta disputa
se utilizó por primera vez, en 1873, el término kulturkampf , durante una discusión
parlamentaria. El disparador del conflicto, fue la decisión tomada por el gobierno
de Bismarck, de abolir la Sección Católica del Ministerio Prusiano del Culto, y
dejar en manos de funcionarios mayoritariamente protestantes la conducción de
todos los asuntos gubernamentales que afectaban a la Iglesia y escuelas católicas,
y bajo el argumento de que los jesuitas eran emisarios de Roma en Alemania, se
realizó un control exhaustivo de sus actividades, por lo cual la Compañía terminó
yéndose de aquel país. Esta situación de enfrentamiento, obligó al propio Pío IX a
participar de la disputa, interpelando a los católicos alemanes para rechazar a
83 RECALDE, Héctor, La iglesia y la cuestión social (1874-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985, p. 32.
65
Bismarck por considerarlo perseguidor de la Iglesia, acompañado del reflujo que
en las doctrinas católicas había producido el Syllabus, con una importante
influencia en las masas, lo que se daba en el contexto del proceso de
monopolización de las atribuciones del Estado Nación ante la sociedad civil. La
Corda Frates y la federación de estudiantes católicos, encontraban en el Syllabus
también su fuente ideológica principal, a pesar de existir ya una nueva carta
encíclica, como era la Rerum Novarum, escrita por León XIII, en 1891, la cual
versaba sobre la situación de los obreros. A diferencia de las encíclicas anteriores
que se centraban en la condena al Estado liberal y el socialismo, en este caso se
establecía una propuesta de acción social de manera programática, para resolver
los conflictos de la época, y así evitar llegar a la lucha de clases sociales, al buscar
estabilizar el orden social, diferenciándose de este modo de los postulados del
socialismo.
La conformación del Comité Pro-Reforma Universitaria
Durante, y a lo largo de este período de gestación de la Reforma Universitaria,
comenzó a tomar protagonismo en el espacio público, prefigurándose el otro actor
fundamental que protagonizará los acontecimientos de 1918, como fue el comité
“Pro-Reforma Universitaria” de Córdoba. La primera tentativa de transformación
se había realizado a partir de de un movimiento, que se proponía la sustitución del
sistema de provisión de las cátedras a través de las ternas de profesores que
conformaban las Academias y enviaban al Poder Ejecutivo nacional para su
nombramiento, por el de concursos, en Junio de 1917. Pero fue recién a fines del
mismo año que estalló el conflicto fundamental que desembocará en el inicio de
los acontecimientos de la Reforma Universitaria, debido a que los centros de
estudiantes de Medicina e Ingeniería, se presentaron ante el Consejo Superior de
la Universidad, y solicitaron la revocación de diversas medidas tomadas por las
respectivas Facultades. El reclamo fundamental lo hacían los estudiantes de
Medicina, y se relacionaba con su oposición a la supresión del Internado del
Hospital de Clínicas, que se había decretado, por parte del Consejo Superior, en la
sesión del 2 de diciembre de 1917.
66
Una vez concluido el interregno de las vacaciones, el conflicto entre las
autoridades máximas universitarias y las organizaciones gremiales estudiantiles
retornó a un primer plano. En marzo de 1918 comenzó el año académico con la
supresión del Internado, y el 10 de marzo se dio una importante protesta y
manifestación callejera, en donde aparecieron por primera vez unidos, todos los
estudiantes de la universidad, al adherirse y formar parte del conflicto los de la
Facultad de Derecho. Desde ese momento se dejaron de lado los problemas
particulares de cada Facultad, y se comenzó a plantear la idea de cambiar los
estatutos, de renovar todo el régimen universitario, sintetizado en la fórmula de la
“Reforma Universitaria”.
A partir de la manifestación callejera, y la incorporación del centro de estudiantes
de Derecho al movimiento, se constituyó con delegados de las tres Facultades el
“Comité Pro Reforma”. Al igual que la Asociación “Córdoba Libre”, apareció en
el espacio público a través de un Manifiesto dirigido a la juventud argentina84, el
15 de marzo de 1918. Previamente el Comité Pro-Reforma Universitaria de
Córdoba había declarado la huelga general, el 13 de marzo. Con este Manifiesto,
se sienta un precedente en la historia del movimiento estudiantil argentino y
latinoamericano, y una forma recurrente de expresión por parte del nuevo sujeto
político, que tendrá un papel destacado a partir de este momento a nivel nacional
y continental. En el texto se denunciaba la situación de ruina que amenazaba a la
universidad cordobesa, por causa de su propio desprestigio, sustentado en la labor
anticientífica de sus academias, la inmoralidad de sus procedimientos, lo
anticuado de sus planes de estudios, la ineptitud de sus dirigentes, y su horror al
progreso y a la cultura, todo lo cual resumía el Manifiesto como una falta de
autoridad moral.
A su vez, se remarcaba en el texto, que la juventud no quería ser cómplice de esa
catástrofe y expresaba su rebelión contra tantos agravios, en la búsqueda y
pretensión que se llevara a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje que se
encontraba resquebrajado, produciendo un estado de inanición en los estudiantes.
Ante este panorama se afirmaba el deseo de que el corazón y el cerebro marcharan
84 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit. Tomo II, , p.16
67
a la par de los nuevos ideales. Con ello los estudiantes universitarios cordobeses
daban a conocer el desfasaje existente entre las expectativas que generaban las
transformaciones políticas y culturales en el plano nacional e internacional que se
estaban operando, y la incapacidad de dar cuenta de ellas por parte de la mayoría
de los dirigentes de la alta casa de estudios mediterránea. Finalmente en el
Manifiesto, se dejaba en claro que se llegaba a una situación límite, que no daba
lugar a otra opción que la huelga general, y se reclamaba el derecho a vivir a la
altura de la propia época que se transitaba. Los miembros del comité Pro-
Reforma, ya habían erigido a sus líderes, que eran: por Medicina, Gumersindo
Sayago, por Derecho, Horacio Valdez, y por Ingeniería, Ernesto Garzón, quienes
manifestaban a sus compañeros de toda la República que estaban dispuestos a
sentir lo que hasta el momento solo se razonaba, tomando conciencia de la misión
que tenían como jóvenes de realizar una obra de renovación y progreso en
Córdoba, la cual estaba acompañada de un gran entusiasmo, como lo sintetizaba
Horacio Valdez, con una fórmula que complementaba la razón con la pasión que
los movilizaba, y que no era mas que el fruto de un exceso de voluntad puesto al
servicio de un exceso de pensamiento85.
La resolución que acompañaba al Manifiesto, por el cual se interpelaba a la
juventud argentina por parte de la Comité Pro-Reforma, estaba fechada el 13 de
Marzo de 1918, y en ella se afirmaba que la amplia y liberal reforma universitaria,
que se imponía por la fuerza de las circunstancias, debía ser propiciada por los
estudiantes, cuando no encontrara eco ni sanción en las corporaciones llamadas a
establecerla, valiéndose para esta obra de todos los medios a su alcance. Como
corolario de esta situación, se declaraba la huelga general de estudiantes
universitarios, y su mantenimiento por tiempo indeterminado hasta tanto se
procediera a la implantación de las reformas solicitadas. Los centros de
estudiantes y federaciones universitarias de todo el país, se solidarizaron
rápidamente con sus compañeros cordobeses en huelga.
En la sesión del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba del 20 de marzo
de1918 se resolvió no tomar en consideración ninguna solicitud de los estudiantes,
85 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit. Tomo II, p.17
68
si no se restablecía la disciplina. Se señalaba el 1º de Abril de 1918 como el día de
la apertura oficial de los cursos, y demostrando cierta receptividad a las demandas
planteadas por los estudiantes, se suprimía la ceremonia tradicional que siempre
se realizaba. Ante esta actitud de las autoridades universitarias, el comité Pro-
Reforma las desafió reiterando públicamente la declaración de huelga general, en
un “mitin” llevado a cabo el 31 de Marzo de 1918 en el Teatro Rivera Indarte, y
en el cual aparecieron estudiantes, entre los que se incluía el presidente de la
Federación Universitaria de Buenos Aires, Osvaldo Loudet, junto a las figuras de
la Asociación Córdoba-Libre. En este acto hablaron Arturo Orgaz, Horacio
Valdez, Arturo Capdevila, Gumersindo Sayago, Ismael Bordabehere y Gregorio
Bermann. Una vez terminados los discursos, el comité Pro-Reforma recorrió las
calles de la ciudad, acompañado de los acordes de La Marsellesa, coreados por
una multitud, que se inscribía en una línea de continuidad, con la denominación
de la revista La Montaña, por parte de la Asociación Córdoba-Libre, lo cual
introducía la impronta de una gesta revolucionaria al movimiento que se estaba
armando. Durante este acto se produjo el lanzamiento del segundo Manifiesto, en
el que se fundamentaba y daban a conocer públicamente las causas de la negativa
estudiantil a iniciar las clases.
El nuevo Manifiesto del 31 de Marzo de 1918, firmado por el Comité Pro
Reforma universitaria de Córdoba, declaraba que la juventud se hallaba en lucha
con su “vieja y ruinosa universidad”. A su vez, afirmaba que animada por un
impulso “irresistible” de progreso arremetía contra las autoridades regresivas, que
estaban empecinadas en el mantenimiento del dogmatismo docente y en la
defensa de intereses “insostenibles”, las cuales actuaban autoritariamente como un
freno ante el anhelo de renovación intelectual latente. Negaban definir su
accionar, y proclamar la huelga general como un acto irreflexivo de la juventud, o
como una asonada tumultuosa que derribaba las divinidades y símbolos de la
universidad caduca, a los cuales solo se les asignaba el lugar de un respetuoso
olvido por parte de las nuevas generaciones. No se declamaba una rebelión estéril,
contra lo que se consideraban como gratas disciplinas, en referencia al trabajo y el
estudio. Los jóvenes estudiantes proclamaban la aspiración de vivir en las aulas
del saber la vida plena del intelecto, exento de prejuicios dogmáticos y
desbrozado de arcaicos convencionalismos mentales, que no impidieran una libre
69
y sincera adquisición del conocimiento. Se levantaban contra la esclavitud
mental86, a la que denunciaban, estaban sometidos por la formación universitaria
que pretendía educarlos para el pasado, mientras que los estudiantes se sentían
espíritus del presente y del porvenir. A su vez, proclamaban estar formando parte
de una generación ascendente encargada de bregar por el progreso de la nación,
que se consideraba apta para concebir sus destinos en el consorcio de las
sociedades modernas.
La rebeldía no estaba planteada contra la universidad-laboratorio sino contra la
universidad-claustral, adscribiendo a la enseñanza acorde con la existencia de
claros y amplios métodos para investigar y aprender. Ante este sano anhelo,
proseguían manifestando los miembros del Comité Pro Reforma universitaria en
el texto, se oponía a una vasta organización de intereses “atrincherados en la vieja
casa de estudios”, bajo el rigor de autoridades hieráticas, que sólo concebían la
disciplina universitaria como un concepto de sumisión material. Finalmente, los
estudiantes aseveraban llevar confiadamente a los estrados del tribunal de su
pueblo, la cruzada por la libertad espiritual que estaban realizando, invocando en
ella las aspiraciones de la juventud de Córdoba y de todos los espíritus del país
que anhelaban la regeneración de la Universidad argentina.
Consecuentemente con lo expresado en el acto público y en los dos Manifiestos
publicados hasta el momento, por parte del Comité Pro Reforma, los cursos no se
pudieron iniciar el 1º de Abril de 1918, porque los profesores no contaron con un
solo alumno en sus clases, y de este modo quedaban de hecho como desconocidas
las autoridades universitarias. Esta última situación adquiría ribetes grotescos ya
que los profesores que habían concurrido a dictar sus clases fueron objeto de
burlas y demostraciones de hostilidad, por parte de los estudiantes en la puerta de
la Universidad, como expresión contundente de la ruptura insalvable que
establecían los educandos hacia sus docentes. Al día siguiente, el 2 de abril, el
Consejo Superior, en sesión extraordinaria, no tuvo otra opción que la de
“clausurar” el ingreso a las aulas de la Universidad de Córdoba por tiempo
indeterminado. Se prohibía la entrada a la casa de altos estudios a toda persona
86 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo II, p.19.
70
que no fuera académico, profesor o empleado universitario, por lo que esta
medida estaba dirigida, de manera exclusiva, hacia todos los estudiantes
matriculados.
La huelga de estudiantes, por tiempo indeterminado, decidida por el Comité
Estudiantil Pro Reforma, apoyada por la Asociación Córdoba Libre, tuvo como
consecuencia la clausura de la Universidad por parte de las autoridades. El
conflicto comenzó a adquirir resonancia y dimensión nacional, impulsado a la vez
por sendas comunicaciones al Poder ejecutivo nacional de las partes en pugna. En
primer término, el Rectorado dirigió una comunicación sobre los hechos
producidos en la universidad por los estudiantes, al Ministro de Educación José
Salinas, el 3 de Abril de 1918. En la misma se excusaban las autoridades de
cualquier responsabilidad ante los sucesos, justificando la suspensión del
internado del Hospital de clínicas, y acusaban de haber llegado al extremo de la
insubordinación a los jóvenes huelguistas, lo que definían como vejaciones de
palabra y de hecho hacia el Rector, los consejeros académicos y profesores. Y al
no poder utilizar la jurisdicción policial provincial frente a los huelguistas, por
pertenecer la Universidad al ámbito nacional, las autoridades decían sentirse sin
medios e indefensos para hacerse respetar. Por esta situación, fuera de su control,
el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba envió otra nota al Ministro de
Educación, en el mismo tono, informándole la decisión de clausurar las aulas de la
Universidad hasta nueva resolución.
La otra parte en conflicto, que era el Comité estudiantil Pro Reforma Universitaria
de Córdoba, también se hacia escuchar ante el gobierno nacional, a través de una
carta al Ministro, en donde se le solicitaba la intervención del Poder Ejecutivo
Nacional en la Universidad, con fecha del 4 de Abril de 191887. En la misma se
proclamaba que mientras la intelectualidad argentina y la opinión popular
reflejada en la prensa, exigían la reforma impostergable de la Universidad de
Córdoba; el Consejo Superior y su Rector reunidos en un domicilio particular y a
puertas cerradas, no tuvieron otra alternativa que la de adoptar una actitud
87 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto: La Reforma Universitaria en la Universidad de Córdoba, en la Universidad de Buenos Aires. Año 1918, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría, 1919, p.59.
71
violenta, tal como fue clausurar las aulas, que sin embargo ya se encontraban
vacías por la previa decisión tomada por el comité estudiantil de la abstención de
concurrir a las clases. A través de esta medida, proseguía planteando el Comité
Pro Reforma, se intentaba mantener por parte de las autoridades el predominio de
un tipo de status quo imposible88, que a lo largo de tres lustros se había
convertido en una oligarquía educacional, y que era condenada por todo el país, a
causa de la ineptitud docente y administrativa de sus miembros, por su
inferioridad científica, por la voracidad de sus apetitos personales y por estar
alejados de la difusión de la educación.
Ante este estado de cosas, el Comité Pro-Reforma, pedía la intervención de la
Universidad de Córdoba como último recurso, luego de haber intentando
infructuosamente gestionar y conseguir la renovación y depuración mediante los
propios resortes de la casa de estudios, cuyo ambiente se mantenía imperturbable,
ante la impronta de democratización que se había abierto en el país con la elección
por primera vez del candidato de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen, en
1916, a través del voto universal, secreto y obligatorio. A su vez, el Comité
ofrecía en nombre de la juventud de Córdoba toda su cooperación para poder
concretar una exitosa intervención, y en ese sentido enviaba una delegación para
entrevistarse con el Ministro de Educación, que llevaba un esbozo de reforma al
Estatuto universitario como expresión de los anhelos de la juventud. Esta primera
carta enviada al Ministro Salinas llevaba la rubrica de dos de los miembros del
Comité, Horacio Valdez e Ismael Bordabehere.
La primera intervención del gobierno nacional y la conformación de la
Federación Universitaria durante el conflicto universitario.
Consiguientemente, e insistiendo en sus gestiones, unos días después el Comité
estudiantil, adjuntó un Memorial al Ministro Salinas, el 10 de Abril de 1918. Este
texto debió haber sido presentado al Consejo Superior a quien estaba dirigido, y
llevaba la fecha de 1º de Abril de 191889, pero pese a las intenciones del Comité
de hacerlo llegar a las autoridades, como denunciaba la clausura de la
88 Ibidem, p. 59. 89 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo II, p.43.
72
Universidad, se le cerraban los caminos para esta gestión, quedando evidenciada
según manifestaban los estudiantes, la incapacidad de la corporación dirigente
para abordar una problemática de vital importancia. El Memorial contenía latente
el espíritu de la Reforma Universitaria, en un momento histórico que era definido,
en los términos de una hora que se caracterizaba por una apertura hacia la
renovación. Planteaba como indispensables una reforma y modernización de los
planes de estudio, y otro tipo de organización disciplinaria, “más sincera y útil”, lo
cual sólo se enmarcaría como una posibilidad en una nueva constitución
universitaria. La necesidad de otro formato institucional, se fundamentaba por la
existencia de las estrechas academias vitalicias, cuyo anacronismo contribuía a
forjar una aristocracia de privilegiados. El protagonismo adquirido por esta
aristocracia doctoral se contraponía, argumentaban los estudiantes, con las
exigencias del pueblo que contribuía materialmente a su funcionamiento. Por lo
tanto, surgió la propuesta para modificar la lógica de funcionamiento de las
academias vitalicias, de las cuales dependían todo el resorte administrativo y
científico del organismo universitario, distinguiendo las funciones académicas de
las administrativas y de gobierno. En la organización de los órganos directivos
debía traducirse, el espíritu de renovación y de periodicidad existentes en el orden
político, correspondiéndose con la reciente alternancia producida por la asunción
del radicalismo al gobierno nacional.
El comité mediante el Memorial, rescataba el proyecto presentado hacía dos años
al Consejo Superior, para reformar el Estatuto de la Universidad de Córdoba por
el profesor de sociología y académico, pero nutrido de claras ideas renovadoras a
diferencia de la mayoría de sus pares, en la Facultad de Derecho, y director de la
Revista de la Revista de la Universidad, Enrique Martínez Paz; a quien el
movimiento estudiantil apoyará como candidato a Rector en las elecciones de
junio de 1918, forjándose un acuerdo con el sector docente liberal existente. Las
críticas fundamentales de este proyecto se dirigían a la perpetuidad de los cargos
de las academias y al doble rol que les asignaba el estatuto vigente. En este punto
se afirmaba que habían perdido todo carácter científico y hasta didáctico, ya que
raras veces alguna cuestión científica llegaba a tratarse en su seno. Tampoco,
criticaba Martínez Paz, las cuestiones didácticas de planes, métodos, programas
no merecían por parte de los miembros de las academias más que una atención
73
incidental y pasajera, mientras que en cambio los intereses administrativos habían
absorbido toda su actividad. A estas críticas, se sumaban algunos puntos
propuestos por el Comité, que se presentaban como de particular importancia,
como la docencia libre, o libertad de enseñar que requería de la asistencia libre
para los estudiantes, porque al estar obligado el alumno a concurrir a las cátedras
de los profesores titulares, quedaba imposibilitado para asistir la cátedra libre,
porque la duplicidad de cursos sobrecargaba los tiempos de estudio. También se
exigía la provisión de cátedras mediante concursos por oposición de antecedentes.
El Comité estudiantil Pro-reforma universitaria no se proponía mediante este
Memorial la imposición de un pliego de condiciones para volver a retornar a las
aulas, sino que expresaba un pensamiento colectivo, un programa en donde se
delineaban los motivos que los habían conducido a la huelga.
Algunos de estos postulados, habían sido enunciados en el proyecto originario de
ley presentado por Avellaneda, como la docencia libre y los concursos, pero no
lograron plasmarse en la norma que regulaba las universidades. Se agregaban,
también, las reivindicaciones que propugnaban una modificación estructural del
régimen de enseñanza, el cual pese a sus apresuradas modificaciones de último
momento, permanecía como un bastión conservador, dominado por una
aristocracia doctoral, amparada por un poder económico fundado en el ejercicio
de las profesiones liberales y en los cargos en la administración pública90. Ésta
élite dirigente, que estaba compuesta por los doctores ubicados en el vértice de la
pirámide jerárquica, pero podía incluir a la vez, licenciados, maestros y
bachilleres, debido a que era reconocida por la posesión del título universitario,
además de una concepción de vida fundada en valores religiosos y morales. Sus
características específicas, mantenían a la aristocracia doctoral como un bastión
de poder hasta ese momento infranqueable, a pesar de las ideas de cambio y
renovación que nutrían el ámbito de la cultura y la política nacional, reforzadas
por las transformaciones sociales que se producían a escala mundial, y de las
cuales se hacían eco el Comité Pro-Reforma para la construcción de su ideario y
accionar.
90 AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., pp. 28 y 29.
74
Al día siguiente de enviado el Memorial por parte del Comité, es decir el 11 de
abril de 1918, con la rubrica del Presidente Hipólito Yrigoyen y el Ministro de
Justicia, Instrucción Pública y Culto, Julio Salinas, se dictó un decreto para la
intervención de la Universidad, con el objeto de remover las causas originarias y
determinantes de los sucesos, protagonizados por los estudiantes de distintas
facultades, que condujeron a la clausura de las aulas. Designando para esta tarea
un comisionado nacional para hacerse cargo de esta tarea, que recayó en el
Procurador de la Nación, José Matienzo. El decreto presidencial establecía que los
sucesos ocurridos, denunciaban la existencia de un gran malestar, y por
consecuencia se procedía en virtud de la alta razón de Estado, y de la
superintendencia otorgada por la ley 1597, para intervenir la Universidad de
Córdoba, a los fines de estudiar los motivos y hechos que han producido la actual
situación y adoptar las medidas conducentes a reparar esas causas y normalizar
su funcionamiento91.
En el mismo momento en que se decretó la intervención de la Universidad
Nacional de Córdoba, y bajo la influencia directa de los acontecimientos que en
ella se estaban produciendo, surgía la tarde del 11 de Abril en el local del centro
de estudiantes de medicina de Buenos Aires, y con la presencia de los delegados
cordobeses que se habían entrevistado con el Presidente, una nueva entidad
gremial de los estudiantes de todo el país. La organización naciente fue la
Federación Universitaria Argentina, y su primer presidente Osvaldo Loudet,
delegado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires; el
secretario general era Julio V. González, delegado por la Facultad de Derecho de
la Universidad de La Plata. Cabe destacar que por la Facultad de Medicina de la
Universidad de Córdoba el representante fue Gumersindo Sayago, todavía en
carácter de miembro directivo del Comité Pro Reforma Universitaria, ya que la
Federación Universitaria de Córdoba fue creada posteriormente a la conformación
de la Federación Universitaria Argentina.
De este modo, se involucraban de lleno en el conflicto universitario, los
estudiantes de todo el país, a través de los diferentes centros estudiantiles que
91 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 81.
75
conformaron la FUA, y que representaban a las Universidades existentes: las
nacionales de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, y las todavía provinciales de
Santa Fe y Tucumán. La incorporación de la Federación Universitaria de Córdoba
al conflicto fue inmediata, ya que participó de la lucha electoral universitaria, una
vez constituida el 16 de mayo de 1918, a través de la promoción de la candidatura
de Enrique Martínez Paz para el Rectorado de la Universidad, y aportó su órgano
periodístico oficial: La Gaceta Universitaria, cuyo primer director fue el delegado
por la Facultad de Derecho: Emilio Biagosh. A partir de la conformación de la
Federación Universitaria de Córdoba, como entidad gremial estudiantil articulada
nacionalmente con la Federación Universitaria Argentina, tomó la conducción que
hasta el momento había tenido el Comité Pro Reforma en la dirección del
movimiento estudiantil, y asumió un papel protagónico en los momentos más
álgidos de la disputa, a lo largo del proceso de la Reforma Universitaria. La
federación cordobesa estaba constituida por cuatro delegados de los tres centros
de estudiantes existentes, entre los cuales se encontraban, en la sesión
constituyente, los líderes del Comité Pro-Reforma, Barros, Valdez, Sayago,
Bordabehere y Garzón. La decisión de constituirse en una Federación por parte
del Comité, implicaba la búsqueda de un tipo de organización más estable y
orgánica, que le permitieran afrontar de mejor manera la disputa cultural y política
que estaban dando.
El comité Pro-Reforma había dado por terminada la huelga estudiantil ante la
aceptación de la primera medida tomada por el interventor, el 17 de abril de 1918,
por lo cual se comprometía a estudiar las causas que habían perturbado el
funcionamiento de la Universidad de Córdoba, y convocaba a reanudar la
asistencia a las aulas el día 19 de abril, a la vez que suspendía la medida
disciplinaria dictada durante el conflicto suscitado por la clausura del Internado en
el Hospital de Clínicas, que había sido el detonante para el comienzo de la huelga
estudiantil. Los días 19 y 20 de abril, el Consejo Superior se abocó en sesiones
especiales al tratamiento de la reforma universitaria; de estas discusiones se nutría
en gran medida el interventor, y le introducía algunas modificaciones, para
finalmente comunicar el proyecto de la reforma del Estatuto al Ministro José
Salinas el 22 de abril de 1918.
76
La intervención Matienzo cumplía con las expectativas del movimiento estudiantil
cordobés, en diferentes planos, de acuerdo a lo que denunciara el comité Pro-
Reforma como las causas fundamentales del anacronismo en que estaba inmersa
la Universidad de Córdoba, debido a la inamovilidad de los cuerpos directivos de
las Facultades, compuestos por miembros vitalicios de las academias, como ya
vimos, lo cual forjaba una aristocracia de privilegiados, en opinión de la juventud
universitaria, que impedía la renovación y actualización en los contenidos de
enseñanza. Los estudiantes cordobeses rechazaban que un tipo de régimen
aristocrático que se batía en retirada en la nación por el principio de la soberanía
popular, se mantuviera con todos sus defectos y peligros, en la Universidad,
donde la juventud arma su inteligencia92. Finalmente el Poder ejecutivo decretaba
el 7 de Mayo de 1918 la reforma de los estatutos, aprobando el proyecto del
interventor. Por un lado, la reforma planteada por Matienzo preveía el reemplazo
de las academias vitalicias por consejos directivos que fueran renovables
anualmente por tercios, electos por todos los profesores titulares o suplentes
constituidos como un cuerpo por primera vez, al igual que el consejo superior, y
se prohibía la reelección del decano y del rector. Por otro lado, se establecía que
inmediatamente instalados los Consejos Directivos de las facultades, debían
proceder a revisar los planes de estudios y los programas de enseñanza
presentados por los profesores.
Concomitantemente con las reformas establecidas en el Estatuto de la Universidad
de Córdoba, a través de la intervención decretada por el gobierno nacional, la
juventud universitaria representada desde el momento de su conformación, por la
Federación Universitaria, tuvo una participación activa en las elecciones para
elegir las autoridades de las distintas facultades que proyectaban llevarse a cabo.
El 11 de Mayo de 1918, y con el sustento y la necesidad de validación legal de los
estatutos recientemente reformados, el interventor Matienzo realizó la
convocatoria a elecciones de decanos, vicedecanos y consejeros en cada Facultad
para el día 28 de Mayo.
92 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.64
77
La Federación de estudiantes apoyó candidatos para cada uno de los cargos
electivos, mediante una intensa actividad, que tuvo su correlato en que aquellos
que contaron con el apoyo estudiantil, en su gran mayoría fueron elegidos por el
voto de los profesores para los cargos de los Consejos y sus decanos. Incluso, la
Federación Universitaria de Córdoba llegó a enviar un telegrama al Presidente, el
21 de Mayo de 1918, con la firma de sus presidentes recientemente elegidos:
Horacio Valdez, Ismael Bordabehere y Enrique Barros, que constituían un
triunvirato en la dirección, pretendiendo retomar la tradición de los
revolucionarios de Mayo, en lo que se denominará por parte del Manifiesto
Liminar como unos de los bastiones de la contrarrevolución en los inicios de la
formación de la nación argentina. Incluso este mismo triunvirato de estudiantes,
fue protagonista de un hecho inédito en la historia cultural argentina, al asumir las
funciones de decanos, siendo estudiantes, de las facultades de Derecho, Medicina
e Ingeniería; y ejercieron de manera conjunta la presidencia de la Universidad de
Córdoba por un día, en el cual propusieron la designación de un cuerpo profesoral
interino, y se constituyeron mesas examinadoras en las que incluso hubo varios
aplazados93, el 9 de septiembre de 1918, funcionando así hasta que el ejército
entró al establecimiento educativo, y detuvo a los 81 estudiantes que permanecían
en él94.
En un telegrama dirigido a Yrigoyen, la federación estudiantil cordobesa había
expresado su júbilo y gratitud por la solución del conflicto que había traído el
interventor, a través de la reforma del estatuto universitario, y el llamado a
elecciones para el recambio de las autoridades. Pero advertía la federación, que
los círculos desalojados de la Universidad por la Reforma, no se daban por
vencidos, y a pesar de su desprestigio, erigían candidatos que habiendo sido
repudiados por sus alumnos, se sustentaban en una “supuesta” vinculación con la
autoridad presidencial, cuyo sustento político se advertía como dudoso, teniendo
los fundamentos suficientes para asumir esta actitud.
93 CIRIA, Alberto, SANGUINETTI, Horacio; Los Reformistas; Buenos Aires, Editorial Jorge Alvarez, 1968, p. 40. 94 La Prensa, Capital Federal, 8 y 9 de septiembre de 1918.
78
Las autoridades de la Universidad de Córdoba, no resignaban sus lugares, y
comenzaron a realizar sus propias gestiones ante el gobierno nacional. El Rector
Julio Deheza, luego de iniciada la intervención, dictó una resolución por la cual
nombraba a los académicos Eufrasio Loza, miembro de la Corda Frates, y ex
Gobernador de la Provincia, y a Santiago Beltrán, para que llevaran
personalmente al Presidente de la República, un Memorial en el que se
reconstruían los hechos acontecidos, procurando justificar todas las medidas que
se estaban adoptando, desde el momento en que El Consejo Superior decidió el
cierre provisorio de la Universidad. Esta iniciativa, evidenciaba la voluntad, de no
ceder ante las demandas de la juventud universitaria de renovación; por parte de
los miembros del bastión fundamental de la estructura de poder de la ciudad de
Córdoba. La posibilidad de participar de los distintos ámbitos públicos e
importantes para la toma de decisiones en el dominio de la ciudad, implicaba
como requisito el acceso a la posesión del “pergamino doctoral”, para así poder
constituirse en integrantes de las élites dirigentes, reconocida como una
aristocracia doctoral.
Una vez concluida la elección, y consagradas las nuevas autoridades académicas,
bajo el mando del vicerrector electo Belisario Caraffa, el comisionado interventor
del gobierno nacional daba por terminada su tarea el 28 de Mayo, con la confianza
de haberle restituido la posibilidad de que volviera a ser considerada la
Universidad Nacional de Córdoba una institución ilustre, a partir de sus miembros
renovados en sus estrados. Esta primera participación activa en las disputas
electorales por parte del movimiento estudiantil, fue festejada ruidosamente, y
acrecentaba el entusiasmo, la esperada victoria preliminar para la próxima
elección, que se proyectaba conseguir en la asamblea de elección del Rector
convocada para el 15 de junio.
Las elecciones del 15 de junio de 1918 y sus consecuencias
El candidato que apoyaba para el rectorado el movimiento estudiantil cordobés a
través de la Federación Universitaria era Enrique Martínez Paz, ponderado por su
formación y ser considerado a pesar de su trayectoria, un hombre joven, por parte
de los estudiantes, que destacaban el hecho de que estuviera desvinculado de los
79
antiguos círculos universitarios. Sin embargo, Martínez Paz contaba con una vasta
experiencia académica y política, había nacido en Córdoba en 1882, se recibió de
doctor en derecho en 1905, y al año siguiente fue electo como miembro del
Concejo Deliberante Municipal, y en 1909 diputado provincial. Desde 1907 había
sido designado profesor por concurso en la cátedra de Sociología, y en 1913 fue
elegido académico titular de la Facultad de Derecho. Los estudiantes,
reivindicaban el espíritu liberal de Martínez Paz, puesto de manifiesto en sus
clases, y en sus análisis sobre la Constitución Mexicana, promovida por la
Revolución, en 191795.
Se destacaba de la figura propuesta, tanto sus proyectos presentados en el Consejo
Superior de la Universidad, en los cuales impulsaba la necesidad de una reforma
universitaria que permitiera su renovación y democratización, como su actitud de
apoyo a varias de las iniciativas propiciadas por la Asociación Córdoba Libre. La
Federación Universitaria de Córdoba estaba plenamente involucrada en la
campaña electoral para el 15 de Junio, y cerró su campaña de apoyo a la
candidatura de Martínez Paz, con un acto multitudinario en el teatro Rivera
Indarte. En los quince días previos a la elección, la Federación se había ocupado
de comprometer a los consejeros que debían concurrir a la elección, contando con
su apoyo hacia la causa de los estudiantes, con lo cual se preveía asegurado el
triunfo de su candidato.
Por el lado del sector conservador, que representaba los intereses de la aristocracia
doctoral, y estaba vinculado a la Corda Frates, el candidato fue Antonio Nores.
Contaba con el apoyo de un sector de estudiantes; que como reacción a la
organización del movimiento estudiantil a través de la Federación Universitaria de
Córdoba, y ante sus planteos de transformación del régimen existente, se
conformaron en un Comité Pro-Defensa de la Universidad. Su titular era Carlos
Artaza Rodríguez, y estaba integrado además por los centros católicos de
Estudiantes, que se regían bajo dos presidencias, las de Pedro Tilli y Atilio
Dell’Oro Maini. También se presento a la elección un tercer candidato, Alejandro
Centeno, que tenía reconocimiento por su profesión de médico cirujano y era
95 La Gaceta Universitaria; ob. Cit., p. 86.
80
profesor universitario, pero no contaba con una base de apoyo tan definida como
en los otros dos casos, aunque era considerado como “transaccional” de no llegar
Nores a reunir los votos suficientes para ser elegido.
La primera elección, se realizó el 15 de junio a las 15 horas, reuniéndose por
primera vez en la Universidad de Córdoba, la Asamblea Universitaria que debía
consagrar de entre sus miembros, el primer Rector de la reforma. La campaña
previa, había logrado que se generara una importante expectativa por esta
elección, en la ciudad de Córdoba, y en las universidades argentinas,
fundamentalmente en la de Buenos Aires, ante lo que se consideraba como la
última batalla en la lucha por la Reforma Universitaria96. Desde mucho antes que
comenzara la Asamblea, la Universidad y sus alrededores, se encontraban repletos
de público, que era en su gran mayoría de estudiantes universitarios. La sesión se
había abierto con 42 consejeros presentes, sobre un total de 45; luego de la
primera votación aumentó la expectativa, ya que Nores obtuvo 15 votos, Martínez
Paz 12, y Centeno 10. Como ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría
absoluta, se realizó una segunda votación en la cual Nores mantuvo la misma
cantidad de votos, Martínez Paz llegó a 13, y Centeno quedó con 9 votos. Debido
a que ninguno de los tres candidatos obtenía la mayoría absoluta, se realizó una
tercera votación entre los dos candidatos más votados, y esta vez se terminó
imponiendo Nores, ya que la totalidad de los votos de Centeno se volcaron a él,
más 6 votos en blanco, que pertenecían a miembros de la Asamblea que
especularon hasta último momento para inclinarse hacia el sector que terminaría
asegurando el triunfo, a pesar de haber adherido públicamente, y comprometer su
apoyo a la Federación Universitaria de la candidatura que promovía, quedando en
segundo lugar, lo que desató su indignación. Sin embargo no hubo tiempo para
proclamarlo ganador porque los estudiantes en el momento que se dio a conocer el
resultado tomaron la sala y declararon estar dispuestos a desalojar, a quienes
consideraban electos como parte de una maniobra de cenáculo, pergeñada por las
camarillas de la Universidad, y de este modo poder salvar la conquista
institucional que había alcanzado la histórica casa, de acuerdo con lo que
96 GONZALEZ, Julio V.; loc. Cit., p.48.
81
expresaba el petitorio enviado el 16 de junio por la Federación Universitaria al
Ministro de Educación, Salinas.
Una vez ocupado el salón por los estudiantes, luego de arrollar a los gendarmes
que custodiaban el desarrollo de los comicios y de producirse destrozos97 e
impugnaciones dirigidas a los símbolos de la tradición del poder clerical, como la
estatua de Fray Trejo y Sanabria así como también se improvisaban oradores que
arengaban contra la Corda Frates, haciéndola responsable de la derrota
estudiantil. Después de varias horas, los estudiantes se retiraron del salón a
instancias del Vicerrector; pero continuaron proclamando sus denuncias,
encolumnados y recorriendo las calles de la ciudad, abriendo así el conflicto y el
enfrentamiento a toda la sociedad cordobesa, y a su vez proyectándose hacia el
país.
Algunos intelectuales se hicieron eco rápidamente de los acontecimientos que se
estaban desencadenando, como fue el caso de José Ingenieros, quien se manifestó
públicamente a través de un artículo firmado con su seudónimo. El 16 de junio
publicó en el periódico estudiantil El Universitario, un artículo titulado “La Corda
Frates en la Universidad de Córdoba”, firmado como José Barreda Lynch.
Ingenieros denunciaba en él, que en el momento en que se consideraba ya
asegurada la elección de Martínez Paz, con lo que se hubiera podido cumplir con
las aspiraciones que motivaron la reforma: cuando el núcleo de la Corda Frates
consiguió que los jesuitas y el clero de Córdoba, presionaron a los electores por
medio de sus madres, esposas e hijos. Fue así que llegado el día de la elección,
algunos votantes que se consideraban liberales, dieron su voto por el candidato
de la Corda Frates, con lo que vinieron a quedar neutralizados los efectos que se
esperaban de la reforma98. En este sentido, se refuerza el perfil intelectual, que
iba a caracterizar a Ingenieros durante esta época, comprometido pero
independiente99, por lo cual será considerado por los miembros de la nueva
97 La Prensa, Capital Federal, 16 de junio de 1918. 98 BARREDA LYNCH, José; “La Corda Frates en la Universidad de Córdoba”, publicado en el Universitario, Buenos Aires, 16 de junio de 1916. 99 FALCON, Ricardo; “Los intelectuales y la política en la visión de José Ingenieros”, en Anuario, Nº 11, Escuela de Historia, Rosario, 1985, p. 83.
82
generación intelectual, surgida de la Reforma Universitaria, como uno de los
maestros de América.
Acompañando los sucesos que protagonizaran durante la jornada del 15 de Junio,
el movimiento estudiantil, mediante la Federación Universitaria de Córdoba
elaboraba y enviaba una circular a todas las federaciones del país, en la cual se
denunciaba la “vulneración del honor de los estudiantes argentinos”, por parte de
las “camarillas ensoberbecidas”. También se planteaba un enfrentamiento abierto
desde el movimiento estudiantil, a partir de ese momento, contra los “fariseos de
la reforma”, tomando como propia la reivindicación de la Reforma Universitaria,
y desvinculándose de los profesores que decían adherir a sus postulados, pero que
terminaron votando por el candidato clerical. Los estudiantes expresaban estar
preparados para sacrificarse por su concreción, a la vez que solicitaba en esta
batalla la solidaridad de todos los estudiantes argentinos, y que se plegaran a la
huelga general, resuelta en el mismo momento que terminó la votación; junto a lo
cual se planteó como una salida, ante esa decisión que se asumía de un modo
terminante, la creación de una Universidad libre por parte de la Federación
Universitaria de Córdoba. De este modo, el movimiento estudiantil universitario
cordobés expresaba la necesidad de terminar con la Universidad dominada por el
clericalismo, y construir una nueva institución, si era necesario, alternativa a la
oficial. La solidaridad no se hizo esperar, La Federación tucumana se plegaba a la
huelga el 16 de junio, la de la Plata el 17, y la de Buenos Aires y Santa Fe junto a
la Federación Universitaria Argentina el 18 de Junio lanzaban una huelga general
por cuatro días. Los alumnos del Colegio Nacional de Paraná y los estudiantes de
los Colegios Nacionales y de Comercio de Rosario expresaron también su
solidaridad enviando telegramas de apoyo a la juventud estudiosa cordobesa100. A
partir de este instante, el movimiento estudiantil nacional organizado, a través de
la FUA, participó de manera definitiva y decisoria en el desarrollo y desenlace del
proceso de la Reforma Universitaria.
100 PELLETIERI, Osvaldo; Testimonios culturales argentinos: la década del 10, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1910, p. 343.
83
A pesar de la contundente impugnación realizada por el movimiento estudiantil al
acto eleccionario realizado el 15 de Junio, el Comité Pro-Defensa de la
Universidad, constituido por estudiantes católicos en el marco de la disputa
abierta desde ese momento, sostenía su apoyo a la figura de Nores, a través de una
comunicación enviada al Ministro de Educación el 16 de Junio, en la cual
expresaba su indignación ante los sucesos acontecidos el día anterior. En esta
misiva, firmada por su presidente, el Comité citado, calificaba como bochornosos
los hechos ocurridos durante la elección del Rector, y se atribuía hablar en nombre
de la juventud universitaria de Córdoba, describiendo como exaltados a los
miembros de la Federación Universitaria, a la vez que repudiaba la huelga
decretada por aquella, con lo cual le intentaba otorgar legitimidad a aquel acto.
Por último, le recomendaba al Ministro no emitir juicios sobre los
acontecimientos de la Universidad, hasta tanto oyera las razones que le haría
llegar una comisión especial enviada por el comité. El tercer actor involucrado en
los sucesos del 15 de junio, eran las autoridades constituidas el 28 de Mayo, por
un lado, el vicerrector a cargo del gobierno universitario, que también describía
los acontecimientos en una comunicación enviada al Ministro el 16 de Junio. En
ella, Belisario Caraffa, quien había sido recientemente electo con el apoyo
estudiantil, avalaba la elección de Nores como Rector, recostándose sobre la elite
que no estaba dispuesta a ceder su lugar preponderante en la estructura de poder,
describía que la juventud universitaria, descontenta con el resultado realizaba
manifestaciones tumultuosas de protesta contra la asamblea, y como consecuencia
de ello varios salones de la casa habían sufrido destrozos y perjuicios menores,
siendo desalojados finalmente los estudiantes.
Por otro lado, el Rector electo, Nores, informaba a las autoridades nacionales, su
preocupación por el carácter “peculiar de esa rebelión”, acusando a los
“revoltosos” por salir de los claustros a la calle, usando y abusando de sus
derechos, hasta constituirse, sumándose a elementos no universitarios y
heterogéneos, en fuerza desconocedora de todo respeto, que se desvió hacia su
verdadero rumbo: el más crudo socialismo, y que dirigida por encumbrados
personajes de esa filiación, se colocó en un tren de franca desobediencia,
84
desacatando y amenazando101. De esta manera, Nores, dejaba entrever en su
discurso, en plena disputa cultural, su clara filiación a los postulados de la Corda
Frates, sustentados en el Syllabus de los errores, de Pío IX, al establecer una
identificación de la juventud universitaria con una de las doctrinas que era
condenada y considerada como el principal peligro que la Iglesia Católica debía
combatir. En este punto, cabe considerar la definición de Silvia Roitenburd102, del
nacionalismo católico cordobés, compuesto de modo preponderante por la alta
jerarquía de la Iglesia local, como una fracción que luchaba contra las
concepciones normalistas estatales, para asegurarse conservar los resortes de la
educación, como mecanismo fundamental de control social sobre la población. En
el propio diario pro clerical dirigido por Nores103, se había publicado un artículo
en el cual se asimilaba al profesorado normal con el socialismo, por inculcar un
espíritu “revolucionario” en los alumnos, cuya consecuencia inevitable conducía
hacia la adopción esas ideas.
La repercusión social de los acontecimientos del 15 de junio fue inmediata, y
generaba la adhesión, hacia el movimiento estudiantil que pugnaba por la
Reforma Universitaria, de distintas figuras intelectuales del ámbito social, de la
cultura y la política, como José Ingenieros, Francisco Barroetaveña, Manuel
Ugarte, Juan B. Zubiaur, Leopoldo Lugones, Telémaco Susini, Juan B. Justo
senador socialista, Rodolfo Moreno (hijo), Mario Bravo diputado socialista, el
asesor de la Federación Agraria Argentina, Juan Luis Ferraroti, el presidente de la
Cámara de Diputados de Córdoba, José V. Lencinas junto a sus seguidores del
sector Rojo del radicalismo, y hasta del ex gobernador conservador pero liberal,
Ramón J. Cárcano, entre otros.
También adherían, al movimiento propulsado por los estudiantes, organizaciones
de trabajadores como la FORA del IX Congreso y político partidarias como el
Partido Socialista Internacional, antecesor del Partido Comunista Argentino.
101 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 49. 102 ROITENBURD, Silvia; Nacionalismo Católico Córdoba, (1862-1943): educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Córdoba, Ferreyra editor, 2000, pp. 30 a 42. 103 Los Principios, Córdoba, 5 de enero de 1914.
85
Aquel fue creado el 6 de enero de 1918104, como reciente escisión del Partido
Socialista, impulsado por los sucesos de la Gran Guerra Europea, y reforzado por
la solidaridad manifestada hacia la Revolución Rusa, expresó su apoyo a los
universitarios de Córdoba mediante una misiva enviada a la FUA, a la FUC y al
comité Córdoba Libre, en la cual manifestaba sus saludos a los estudiantes por la
brillante labor realizada en plena luz, frente a la sombría y tenebrosa gestión
subterránea de la “Corda Frates”, y espera que ese esfuerzo amplio hasta el
heroísmo, depare a los jóvenes estudiosos el triunfo merecido105 , y se destacaba
de su tarea, el profundo esfuerzo de renovación intelectual y social que estaban
llevando adelante los impulsores de la Reforma Universitaria.
El 17 de Junio de 1918, asumía formalmente el cargo de Rector, Nores, no sin
inconvenientes, ya que los tres presidentes de la Federación cordobesa habían
logrado llegar hasta el despacho del rector, y solicitarle la renuncia obtenían una
clara respuesta por parte de aquel, planteándoles que se mostraba dispuesto a
seguir en el cargo sin medir las consecuencias que resultasen esta decisión,
llegando a afirmar temerariamente, desde su posición ideológica ortodoxa: estoy
dispuesto a jugar mi vida, y si debe quedar el tendal de cadáveres de los
estudiantes, que quede, pero yo no renuncio106, retractándose con posterioridad de
sus dichos y negándolos en una carta dirigida al director de La Nación el 20 de
junio, de acuerdo a lo consignado por Julio González. Sin embargo, el accionar de
la nueva autoridad daba muestras de su intransigencia absoluta, ya que decidía la
detención de los estudiantes que habían ingresado a la Universidad, mediante
soldados apostados con fusiles en el recinto, aunque sin éxito, porque aquellos
lograron escaparse a través de una ventana. Este hecho exasperó los ánimos de los
bandos en pugna, produciéndose enfrentamientos con un número importante de
heridos que, en gran medida, se produjeron ante el local del Comité Pro-Defensa
de la Universidad, entre quienes apoyaban al nuevo Rector y los estudiantes
representados por la Federación Universitaria.
104 CORBIERE, Emilio; Orígenes del comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pp.40 a 43. 105 FERRERO, Roberto A.; ob. Cit., pp. 17 y 18. 106 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p.53.
86
Este nuevo acontecimiento, motivo otra circular de la federación cordobesa a sus
pares del país, y que para Julio González denotaba un ejemplo de la prosa
revolucionaria estudiantil del momento, ya que expresaba que la libertad que
clamaba el himno patrio era lo que portaban y declamaban los estudiantes en las
calles de Córdoba, y en “plena Bastilla”, haciendo referencia metafórica al
símbolo de poder que se centraba en la “trisecular” Universidad de Córdoba. Y,
añadía, los estudiantes de la federación, se hacían participe de este grito e ideal de
redención, que transformaban a la Córdoba tradicional en desconocida, a la causa
de justicia por la que se movilizaban, que no pertenecía únicamente a estudiantes
y profesionales, sino al pueblo entero, entre el cual se destacaban los sectores del
movimiento obrero cordobés, quienes expresaron su solidaridad con el
movimiento estudiantil desde el primer momento107. Así se lo describía desde las
páginas de La Nación: A los hechos ocurridos el día de la elección se le han
agregado ayer otros, igualmente violentos, y que permiten apreciar la exaltación
que allí reina, la vehemencia con que los jóvenes universitarios cordobeses
luchan por obtener sus propósitos y la decisión de las autoridades de mantener el
imperio de sus disposiciones. Entre tanto, el movimiento estudiantil cordobés ha
adquirido una significación que no es preciso señalar, pero que excede desde
luego a la de un simple incidente de orden interno108.
El Manifiesto liminar como programa de acción para un nuevo sujeto político
argentino con proyección latinoamericana: el movimiento estudiantil.
Con la aparición y la difusión pública del Manifiesto liminar, el 21 de Junio de
1918, publicado en una edición extraordinaria de La Gaceta universitaria, la
juventud universitaria de Córdoba a través de su Federación comenzaba a
proyectarse desde ese momento en una escala nacional y continental con una gran
repercusión de su mensaje, consecuentemente con su accionar renovador; el
escrito tuvo una rápida difusión en toda América, y más específicamente en las
107 CORBIERE, Emilio; Orígenes del comunismo argentino, El Partido Socialista Internacional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, p. 49. 108 La Nación, Capital Federal, 17 de Junio de 1918.
87
ciudades universitarias de Argentina, Perú, Chile y Uruguay, lugares en donde
circuló desde el momento de su publicación. No era el primer Manifiesto
publicado por la juventud universitaria, que ya había publicado dos desde el
comienzo del conflicto en la Universidad de Córdoba dirigidos a sus pares
nacionales. Sin embargo éste además de estar dirigido por primera vez en una
escala continental; se lo calificaba como liminar o inicial, otorgándole un carácter
programático y fundacional.
Tomando en consideración el análisis realizado por Juan Carlos Portantiero, este
texto, junto a su impronta estilística, aportó dos dimensiones fundamentales, en el
plano de las ideas, que serán características de la weltanschaung reformista: la
concepción del demos universitario y la ubicación latinoamericana, continental,
del movimiento cordobés109. El Manifiesto estaba encabezado por una
denominación que hacía referencia a la condición de quienes protagonizaban los
acontecimientos, “la Juventud Argentina de Córdoba” y dirigido a los “Hombres
Libres de Sud América”, por lo tanto, a diferencia de las declaraciones anteriores
efectuadas por el movimiento estudiantil cordobés que estaban dirigidas a sus
pares, en este caso el horizonte propuesto se encontraba a nivel continental, y con
el único atributo requerido que hacía referencia a la condición de hombres libres,
que los distinguía de las elites que hasta el momento habían dirigido las
instituciones políticas y académicas. En este sentido, que la autoría de la
redacción de la primera parte del Manifiesto, haya estado en manos de Deodoro
Roca, a pesar de no figurar su firma junto a la de los dirigentes estudiantiles,
ayudaba a este salto cualitativo en la proyección de sus planteos, ya que él
formaba parte de la Asociación Córdoba-Libre, que se mantuvo comprometido
desde el inicio con el movimiento de renovación, y ahora confluía con la
Federación Universitaria en el conflicto desatado en pos de la Reforma
Universitaria. Deodoro Roca, era una figura intelectual en el ámbito cultural
cordobés y nacional, en donde ya había logrado un importante reconocimiento
desde hacía unos años. Su Tesis doctoral, realizada en 1915 en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Córdoba, “Monroe, Drago, ABC (Reflexiones sobre
109 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. cit., p. 45.
88
política continental)”, recibió un comentario y una valoración positiva en la
Revista de Filosofía, por parte de su director, José Ingenieros.
En los primeros párrafos del Manifiesto se anunciaba la redención de Córdoba, a
partir de la ruptura de la última cadena que en el siglo XX todavía ataba a la
antigua dominación monárquica y monástica, borrando para siempre el recuerdo
de los “contrarrevolucionarios de Mayo” reencarnado con los miembros de la
Corda Frates. Y ello se producía a través de haber forjado una revolución, y
parafraseando a Saúl Taborda, se manifestaba estar viviendo una “hora
americana”. Cuando se afirmaba en el Manifiesto que las Universidades
reflejaban la decadencia de las sociedades, y ofrecían el triste espectáculo de una
inmovilidad senil, en cierto modo se estaba describiendo una realidad con la que
se podían identificar varias ciudades universitarias latinoamericanas, como lo eran
Lima, Santiago, La Habana o la ciudad de México. Y ante esa rigidez de este tipo
de regímenes universitarios anacrónicos, cuya lógica normal de funcionamiento
llevaba a mediocrizar la enseñanza, para poder lograr una renovación, se
afirmaba, que no quedaba otra alternativa que el aliento de la periodicidad
revolucionaria, lo que significaba un llamado a la necesidad de provocar
transformaciones estructurales.
Se denunciaba en el Manifiesto, que lo anacrónico del régimen universitario
radicaba en una especie de “derecho divino” del profesorado universitario, que se
creaba a sí mismo sin otra forma de validación de sus conocimientos, y dentro de
esa lógica desarrollaban su tarea desde el momento inicial, hasta el final de la
carrera. En la lucha contra este régimen, entendía la federación universitaria
cordobesa, que se le iba la vida; reclamaba un gobierno democrático, y sostenía
como principio fundamental que el demos universitario, la soberanía, el derecho
de darse su gobierno propio, radicaba en los estudiantes. A su vez, el concepto de
autoridad en este ámbito de estudios, continuaba definiendo el Manifiesto, no se
podía ejercitar mandando, sustentándose en la fuerza de disciplinas extrañas a la
naturaleza educativa. La fórmula, establecida como manera de ejercer la autoridad
de manera adecuada era planteada, como una vinculación espiritual entre el que
enseña y el que aprende; la educación de este modo se veía como una larga obra
de amor a los que aprendían. Se declaraba que la relación vigente de gobernantes
89
y gobernados en el régimen universitario, sería la causa de futuros problemas, ya
que el concepto de autoridad establecida, era el baluarte de una absurda tiranía
que regía la casa de estudios, y así se anticipaba la necesidad de establecer un
nuevo régimen de funcionamiento. Por ello la Reforma propuesta por Matienzo,
que se valoraba como un aporte sinceramente liberal, no alcanzaba a modificar el
régimen vigente, o a lograr una verdadera democracia universitaria, ya que las
modificaciones referidas a las autoridades se centraban en la ampliación del
claustro profesoral, únicamente. De esta manera se denunciaban a los intereses
creados en torno a los mediocres, que terminaron aprovechando la reforma
establecida por Matienzo, para hacer prevalecer el predominio de una casta de
profesores.
Ante este tipo de régimen, que se intentaba restablecer, y que estaba basado en un
orden mediante el cual los estudiantes se sentían burlados y embrutecidos
sistemáticamente, proclamaba el Manifiesto el “derecho sagrado a la
insurrección”, pretendiendo continuar con la línea de asimilación entre este
movimiento con la Revolución Francesa, precisamente con sus sectores más
revolucionarios, como en esta referencia a un principio establecido en la
Constitución de 1793, que dictaminó el deber de rebelarse ante la tiranía, por parte
del “cuarto estado”, en donde tuvieron un papel fundamental los sans-culotte. Y
ésta posibilidad histórica de una insurrección, solo era posible a partir de un
nuevo sujeto pedagógico y político, como la juventud cordobesa, que se
manifestaba dispuesta al sacrificio, con el estímulo de conseguir la redención
espiritual de las juventudes americanas, que sentían el mismo estremecimiento
ante las dolorosas verdades expresadas. Se planteaba una identificación en el
Manifiesto cuando se hacia referencia a la noción de juventud, como una forma de
vida en trance de heroísmo, desinteresada y que no había tenido tiempo de
contaminarse aún, era pura. Por estos motivos se afirmaba que la juventud no se
equivocaba nunca en la elección de sus propios maestros.
Esta primera parte del Manifiesto liminar, cuya autoría se atribuye únicamente a
Deodoro Roca, finalizaba con la afirmación y el convencimiento de que en
adelante sólo podrían ser maestros en la “futura república universitaria”
verdaderos constructores de almas, esto era creadores de verdad, belleza y bien.
90
Mediante lo cual pone en juego la idea hegeliana de la búsqueda del alma bella110,
junto al arielismo de Rodó, que reivindicaba los ideales oponiéndolos a la cultura
materialista anglosajona, en plena expansión por la temida nordomania, que
denunciara Rodó111, asociando la cultura norteamericana con los valores del
materialismo. Por lo tanto la inexistencia de verdaderos maestros, es sostenida,
por la juventud universitaria de Córdoba, como un grave problema nacional, que
pasaba a ser puesto a la consideración del país, y de sus hombres representativos.
La segunda parte del Manifiesto liminar cuya redacción se atribuye de manera
compartida a Deodoro Roca y al dirigente estudiantil Emilio Biagosch112,
realizaba una descripción de los sucesos producidos el 15 de junio con motivo de
la elección rectoral en la Universidad de Córdoba. La Federación Universitaria de
Córdoba de este modo, manifestaba la necesidad de dar a conocer al país y a
América las circunstancias de orden moral y jurídico que invalidaban aquel acto
eleccionario universitario. La descripción comenzaba planteando que en la
Universidad Nacional y en la ciudad de Córdoba no se habían producido
simplemente desordenes; se estaba registrando el nacimiento de una verdadera
revolución, que pronto iba a agrupar bajo su bandera a todos los hombres libres
del continente. La federación universitaria se responsabilizaba por los actos de
violencia acaecidos, que se cumplían en el ejercicio de puras ideas, mediante los
cuales se volteaba, la “resistencia y perfidia de los reaccionarios” que defendían
un régimen anacrónico, y sobre cuyas ruinas se proyectaba levantar algo nuevo.
Se impugnaba en la asamblea universitaria, el cambio de voto de varios
profesores, ante la paridad entre dos de los candidatos, cuando antes se habían
pronunciado públicamente por la candidatura de la figura que apoyaban los
estudiantes. Se denunciaba que a través de las presiones que bajo la advocación de
la Compañía de Jesús y el sentimiento religioso que “exhortaba a la traición”,
terminaron apoyando al candidato de la Corda Frates. La posibilidad de consentir
esta traición, implicaba asentir una amoralidad y el fracaso de la reforma liberal,
110 HEGEL, Jorge Guillermo Federico; Filosofía de la historia universal, Buenos Aires, Editorial Anaconda, 1946. p 47. 111 RODO, José Enrique; Ariel, Montevideo, Editorial Arca, 1969, p. 21. 112 FERRERO, Roberto; ob. Cit., p.19
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obtenida mediante el sacrificio de la juventud. Por lo tanto se afirmaba en el
Manifiesto, que ante la burla se respondía con la revolución; esto significaba un
cambio del régimen universitario que introducía un formato innovador con la
participación de los estudiantes en el cogobierno tripartito de las universidades,
despejando para siempre la amenaza del dominio clerical.
La Federación Universitaria de Córdoba afirmaba no hacer cuestión de nombres
ni de empleos, sino que se levantaba contra un régimen administrativo, contra un
método docente y contra un concepto de autoridad, como era la lógica de poder en
la cual basaba su funcionamiento la “aristocracia doctoral”. Se denunciaba de este
modo, que las funciones públicas se ejercitaban en beneficio de determinadas
camarillas, llevando a que no se reformaran planes ni reglamentos para
“garantizarles” a todos sus empleos. También los métodos docentes estaban
viciados, según el Manifiesto, en este caso por un estrecho dogmatismo, que
contribuía a mantener a la universidad apartada de la ciencia y las disciplinas
modernas. Fiel reflejo de esta situación habrían sido las censuras ejercidas por
parte de las autoridades de la “Universidad trisecular”, a reconocidas figuras
intelectuales vinculadas al socialismo, hecho que se repudiaba y tomaban luz
pública, luego de algunos años, en el Manifiesto. Tal como había sido la clausura,
por la influencia de los sectores clericales, de una conferencia que debía
pronunciar el parlamentario socialista italiano y Profesor Enrique Ferri; o la
prohibición por parte del Consejo Superior de una conferencia de Alfredo
Palacios que organizaban estudiantes del Colegio de Monserrat, que se había
generado por una declaración en solidaridad con ellos, en donde se denunciaba
esa resolución prohibitiva como un acto arbitrario que limitaba la facultad de
pensar, con la firma de Deodoro Roca, y con fecha del 5 julio de 1912, en
representación del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de Córdoba.
Por último, el Manifiesto dejaba en claro el nuevo papel que comenzaba a
desempeñar el movimiento estudiantil universitario, como un nuevo sujeto
educativo y político a nivel nacional y latinoamericano, ya que sostenía que la
juventud dejaba de pedir, para pasar a exigir el reconocimiento del derecho a
pensar por su propia cuenta, y la exteriorización de ese pensamiento en los
cuerpos universitarios por medio de sus representantes.
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Así como el contenido del Manifiesto liminar está ligado a la figura intelectual de
Deodoro Roca, y aparece como el primer documento de la Federación
Universitaria de Córdoba en el que se plantea una proyección latinoamericana,
otro escrito inmediatamente posterior que se inscribe en esta misma línea se tituló:
“En favor de la obra americana de la generación naciente”113, apareció el 23 de
Junio de 1918, y estaba inspirado en otro intelectual fundamental para el
movimiento de la Reforma Universitaria como fue Saúl Taborda. En efecto, en el
mismo año 1918 se publicó el texto clave de Taborda que tuvo una influencia
decisiva para la juventud universitaria, Reflexiones sobre el ideal político en
América114, cuya edición se realizó en Córdoba y estaba compuesto por varias
conferencias realizadas por el autor, que habían generado una gran repercusión en
el movimiento estudiantil cordobés. En el ensayo, luego de un minucioso análisis
crítico de distintas instituciones legadas por la cultura occidental como el Estado,
la política militante, la justicia, la propiedad, el régimen agrario, la ilustración, la
religión y la moral de clase, Taborda planteaba que ya habían cumplido su ciclo
como civilización en la historia, y por lo tanto proponía rectificar a Europa, esto
era revisar, corregir, desechar o transmutar los valores europeos, afirmando que
había llegado el momento de una hora americana, cuya misión histórica sería la de
innovar, corregir o depurar los valores sociales que respondían a formas sociales
precedentes. Ésta proposición de Taborda, que planteaba la noción de “rectificar a
Europa”, tenía que ver con un nuevo tipo de democracia surgida de los propios
ideales latinoamericanos, y definida como una concepción general de la vida que
se sustentaba en un nuevo proceso universal de la civilidad, en perspectiva de
constituir un “estado social cooperativo”. Esta era la definición establecida en el
ideario tabordeano para concebir la noción de democracia americana, y que
pudiera responder a la realidad, haciendo que la convivencia humana sea un
hecho, a partir de la igualdad de condiciones en la que debían encontrarse todos
los hombres, para desarrollar con libertad “el espíritu y el cuerpo”. La idea de
cooperación para la organización política americana, contrastaba abiertamente
con: una constitución social regida por el ideal demócrata en la que los unos
113 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit., Tomo II, p. 48. 114 TABORDA, Saúl; ob. Cit., 1918.
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trabajen con el único fin de asegurar la existencia de los otros115. La democracia
pasaba a interpretarse como colaboración en el destino, para lo cual se requería un
esfuerzo solidario colectivo, en la elaboración de una perspectiva hacia la
búsqueda un máximo de bienestar que asegurara la vida de los pueblos,
facilitando el advenimiento del hombre.
Dos días después de haber alcanzado conocimiento público, apareció otro
documento fundamental complementando, y que reforzó el élan americanista del
Manifiesto Liminar, como fue el “orden del día” de la Federación Universitaria de
Córdoba, y que llevó como título: “En favor de la obra americana de la generación
naciente”. En éste texto la Federación Universitaria, fundamentándose en las
proposiciones elaboradas por Saúl Taborda, afirmaba que un nuevo ciclo de
civilización se iniciaba, cuya sede se radicaría en América. Esta hipótesis, que
planteaba la construcción de una nueva civilización en un momento de crisis
mundial en el marco de la gran guerra europea, era retomada de Taborda, y se
presentaba como parte de “factores históricos innegables”, que exigían una
transformación profunda de los valores humanos, y una reorientación de las
“fuerzas espirituales”, en sintonía con la conformación de una democracia “sin
dogmas ni prejuicios”.
En este sentido, el movimiento estudiantil iniciado en Córdoba, asumía su rol
como parte de las generaciones nacientes, que llevaban en su seno el germen
fecundo de esos nuevos ideales para poder realizar esas grandes aspiraciones
colectivas y marcar con claridad las rutas que deben seguir los países jóvenes
como el nuestro para el logro de aquellos anhelos116. Al mismo tiempo que el
documento establecía una autorreferencia del movimiento estudiantil universitario
como actor protagónico fundamental, en el proceso de renovación, de acuerdo con
el nuevo ciclo histórico que se atravesaba. Igualmente se mostraba en condiciones
de enfrentar y “abatir” las fuerzas que se oponían a su realización. En consonancia
con estas afirmaciones, la Federación Universitaria de Córdoba, proponía la
necesidad impostergable de transformar la cultura pública, dándole una finalidad
115 Idem; p. 180. 116 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit., Tomo II, p. 48.
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que se correspondiera con las tendencias de la época y las nuevas modalidades del
progreso social, a través de la renovación radical de los métodos y sistemas de
enseñanza imperantes en el país, en los cuales campeaba el principio de autoridad
y el culto extremo de la tradición, como normas directrices.
Para llevar adelante esta tarea la Federación Universitaria de Córdoba, junto a lo
que se definía como todos los “hombres libres” -en este caso distinguiéndose de la
“aristocracia doctoral”- que la secundaban y auspiciaban su movimiento a favor
de la Reforma Universitaria, resolvía, además de mantener la huelga indefinida
declarada y firmada por mil estudiantes sobre el mismo pupitre electoral el 15 de
junio de 1918, como era descripto en el Manifiesto Liminar. Se dirigía a todas las
federaciones estudiantiles y a las instituciones culturales del país, para que
“apoyen, secunden y prestigien” los propósitos de renovación de los sistemas,
regímenes y planes, en todos los ordenes de la enseñanza. También se anunciaba
la presentación, al congreso nacional de estudiantes convocado para el 14 de julio
de 1918, de un proyecto de reforma universitaria para ser enviado al Parlamento
Nacional. Y por último, se planteaba en el documento suscripto, el envío de una
delegación a la ciudad de Buenos Aires con el objetivo de prestigiar y difundir el
movimiento de la reforma, que estaría encabezada por Gregorio Bermann, quien
creó para esta tarea en el mes de julio en Buenos Aires, la Federación Nacional de
Asociaciones Culturales. Esta nueva institución, se constituyó sobre la base de
algunos de los centros culturales y bibliotecas populares de la ciudad de Buenos
Aires, y se proponía: coordinar la acción de los centros que trabajaban por la
elevación económica, intelectual, moral y artística de sus componentes; difundir el
principio de auto-gobierno, incitándolos a investigar los problemas sociales y
culturales, para poder formarse juicios independientes de todo tipo de
superstición; propiciar el estudio científico de los problemas de interés social, con
especial referencia a la vida americana y nacional, tendiendo a una educación
moral sin dogma, contrapuesta con la servidumbre moral y la rutina intelectual.
También la Asociación, se manifestaba dispuesta a cooperar con aquellas
organizaciones que tuvieran por objeto la transformación institucional en
perspectiva de lograr una mayor justicia social, así como con la democratización
de la enseñanza en todos sus ciclos, de acuerdo con los principios pedagógicos
considerados modernos. Respecto a la educación superior, se anhelaba, además de
95
la libertad de pensamiento y de acción, para posibilitar la concreción del lazo que
uniera a los maestros y los educandos, tanto la democratización del régimen de
gobierno de las Universidades, como la necesidad de su contribución a la cultura
popular.
Las nuevas bases organizativas para las Universidades establecidas por el
Primer Congreso Nacional de Estudiantes.
El reglamento del primer congreso nacional de estudiantes, establecía que las
sesiones se inauguraban en la ciudad de Córdoba el día 14 de julio de 1918,
clausurándose el 30 del mismo mes. Estaba conformado por diez delegados
nombrados por la junta representativa de la Federación Universitaria Argentina y
otros tantos elegidos por cada una de las federaciones universitarias: las de
Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán y Santa Fe. La preparación de las
instalaciones y la organización del congreso estuvieron a cargo de la Federación
Universitaria Argentina. El tercer artículo del reglamento enunciaba que todo
estudiante universitario del país, aún cuando no formara parte del congreso, podía
presentar trabajos referentes a los temas que en él se desarrollasen. La mesa
directiva se conformó en la sesión inaugural mediante votación nominal, y quedó
constituida por el presidente de la entidad estudiantil, Osvaldo Loudet, de Buenos
Aires, quien presidió las deliberaciones, y con dos secretarios, Julio V. González
de La Plata, e Hiram Pozzo de Córdoba.
Respecto al funcionamiento del Congreso, cabe destacar la trascendencia y la
proyección que le asignaban sus organizadores; en vista de una perspectiva
instituyente sobre la base los postulados de la Reforma Universitaria, se establecía
para las deliberaciones el reglamento de la Cámara de Diputados de la Nación. El
lugar físico en el que se llevaron adelante las deliberaciones del congreso, fue el
Club Social de Córdoba, otorgándole cierto grado de solemnidad, ya que reunía a
los sectores más selectos de la sociedad, y las sesiones inaugurales y de clausura
tuvieron lugar en el Teatro Rivera Indarte. A su vez, se estipulaba que el
congreso: estudiará como tema fundamental: organización y orientación que
96
deben tener las universidades argentinas en la época actual. Proyecto de una ley
universitaria117.
Por primera vez en la historia de las universidades argentinas y latinoamericanas,
se comenzaron a discutir las bases legales para su organización, desde el cuerpo
de estudiantes, en este caso, impulsada por su federación nacional y las
federaciones provinciales. El desafío propuesto por los estudiantes organizados no
era menor. Sobre todo, si se lo compara con la experiencia de los proyectos
presentados por Avellaneda como legislador, incluso la subsecuente sanción de la
primera ley universitaria, que fue producto de un intenso debate parlamentario,
pero en el cual no participaron los protagonistas cotidianos de la vida
universitaria. En esta oportunidad se proponían hacer partícipe fundamental a uno
de sus actores protagónicos como eran los mismos estudiantes universitarios,
cuantitativamente los más numerosos, a través de la convocatoria a un congreso
nacional que les otorgara voz y entidad nacional.
El artículo 12 del reglamento del congreso preveía que el proyecto de la nueva ley
universitaria que surgiera de las deliberaciones, debía ser enviado inmediatamente
para ponerlo a consideración del poder legislativo nacional. Pedían también que
todas las resoluciones fueran publicadas oficialmente. Por otra parte, la
Federación Universitaria Argentina recomendó a los congresales el estudio de
determinados temas para el desarrollo de las deliberaciones: I. Nacionalización de
la Universidad de Tucumán y creación de la Universidad Nacional del Litoral. II.
Participación de los estudiantes en el gobierno de las facultades. III. La formación
del profesorado: la docencia libre. IV. La periodicidad de la cátedra. V. Función
social de la universidad: la extensión universitaria. VI. La universidad y la
democracia. VII. Necesidad de asegurar la autonomía universitaria. VIII.
Relaciones Inter-universitarias: intercambio de profesores y alumnos. IX. Casa de
estudiantes. X. Periodismo universitario: organización del canje de libros y
revistas.
117 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo III, El Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, p. 11.
97
El artículo 13 estipulaba en cuanto a la dinámica de funcionamiento del congreso,
que la Federación Universitaria de Córdoba, por resolución de la federación
universitaria argentina, nombrara miembros informantes para cada uno de los
temas a discutir. Una vez concluidos los informes, los delegados tenían la
posibilidad de hacer uso de la palabra por el término de quince minutos cada uno.
A su vez, luego de concluido el debate los miembros informantes podían ejercer
su derecho a hacer uso de la palabra también por quince minutos, para apoyar su
argumentación. Por último, en el artículo 15 se establecía que el congreso
mantenía la potestad de derogar por mayoría de votos las disposiciones previstas
en el reglamento.
El periódico La Gaceta Universitaria, editado por la federación universitaria
cordobesa, y dirigido por Emilio Biagosh, manifestaba sus buenos augurios,
expresándose como órgano representativo de la juventud, para que mediante las
deliberaciones se honrara la tradición intelectual de los estudiantes argentinos, y
específicamente la de la “doctoral ciudad” que era la sede del congreso. Pero, el
periódico resaltaba que aunque se iba a priorizar la consideración a lo largo del
congreso de un nuevo proyecto de ley, también se tratarían proyectos de
resolución que tendieran a dirimir el conflicto en el que se encontraba la
Universidad Nacional de Córdoba, luego de la elección de Nores como Rector,
que como vimos había sido impugnada por los estudiantes, quienes desde
entonces se encontraban en huelga. Agregaba también que casi la totalidad de los
temas propuestos se referían a la democracia universitaria, que se había
transformado en un hondo problema social, lo que ya fuera debatido en sus
columnas con asiduidad y profundidad analítica. Y esto, porque que su
consecución implicaba uno de los anhelos más importantes de la juventud
estudiosa de la República.
El movimiento estudiantil cordobés, como protagonista principal de los
acontecimientos que desencadenaron la Reforma Universitaria durante el año
1918, interpretaba, desde las páginas de La Gaceta Universitaria, la motivación
para la realización del congreso de estudiantes; y también su significado en
perspectiva de su impacto en la cultura y la política: El problema de la
Universidad argentina presentábase con todas sus dificultades y era el momento
98
de estudiarlo. Comprendimos entonces la necesidad de levantar nuestra acción.
Debíamos abandonar la calle, para discutir serenamente en el plano de las
ideas118. De esta manera se buscaba canalizar, en un nuevo formato institucional
las diferentes reivindicaciones de renovación que anhelaba conseguir la juventud
universitaria, manifestadas disgregadamente en actos públicos, declaraciones y
manifiestos.
Discursos de apertura del Congreso.
La sesión preparatoria de ese primer congreso se realizó en la ciudad de Córdoba
el 20 de julio de 1918. Mientras que la sesión inaugural tuvo lugar en el teatro
Rivera Indarte al día siguiente, y en ella hicieron uso de la palabra los delegados
de las federaciones universitarias. En primer término, leyó su discurso el
presidente de la Federación Universitaria Argentina y del congreso, Osvaldo
Loudet. Celebró el significado moral del evento, que se proponía tratar el
problema de la reforma universitaria, en todos sus aspectos, en todas sus
modalidades, en todas sus proyecciones119. La primera autorreferencia
generacional que se encuentra, se produjo al mencionar Loudet a la juventud
estudiosa y su función histórica de regir en el futuro los destinos del país. Si
tomamos en cuenta, el planteo de Fernando Devoto, que define el concepto de
generación, en base a la necesidad de la existencia de un doble consenso
identitario. Por una parte, el de una pertenencia, que llevaría a sentirse miembro
de una generación histórica, asimilado por los sujetos involucrados, y por la otra,
que ello fuera afirmado también por los observadores externos; todo lo que iría de
la mano con una contraposición respecto a algún otro grupo precedente en el
tiempo120. Y luego de referirse a la importancia de la existencia de una juventud
pujante, enérgica e innovadora para los pueblos como la que había protagonizado
los sucesos que desencadenaron la Reforma Universitaria en Córdoba, el dirigente
estudiantil aseveró que el congreso se debía circunscribir al estudio de los
118 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”, loc. Cit., pag. 155 119DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo III, p. 17 120 DEVOTO, Fernando J.; Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2006, p. 169.
99
problemas con espíritu universitario121. En este sentido, reforzaba la idea del
objetivo fundamental que se proponían, al afirmar que todo le era ajeno a los
temas del congreso, con excepción de las “cuestiones de educación superior”, las
cuales se tenían que tratar y resolver con “espíritu científico”. Se daba a entender
de esta manera, por un lado, que los estudiantes estaban en condiciones de asumir
el debate sobre la construcción de la futura Universidad, en el medio de la batalla
cultural que venían llevando a cabo; pero por otro lado, aparecían algunos de sus
límites al acotarse la temática estrictamente a los temas de educación superior, sin
plantear su necesaria articulación con la cuestión social, y la conformación de las
diferentes clases sociales.
Luego de la agitación y el entusiasmo inicial que guió al movimiento
protagonizado por los estudiantes cordobeses permitiendo su rápida proyección, el
presidente de la federación universitaria argentina diagnosticaba que había llegado
la hora de la meditación para comenzar a buscar nuevas verdades, nuevos
derroteros y una nueva vida espiritual. De este modo, se lograría transformar a
través de las deliberaciones del congreso, al movimiento reformista en un
saludable movimiento de renovación de valores intelectuales y morales; una
fuerza inteligente y creadora, que ha de vigorizar y engrandecer la
universidad122. La clave para entender la construcción de la nueva universidad que
se estaba gestando, se encontraba en poder modificar su estructura, sus métodos y
orientación, adecuándola a las necesidades de la época, lo que significaba la
creación de una universidad abierta, libre, científica y humana, para que irradiara
toda su cultura sobre la vida nacional.
Luego de diferenciarse de lo que definía como una universidad cerrada,
burocrática e inmóvil, Loudet señalaba que a partir del nuevo tiempo histórico que
se estaba transitando, la formación estricta para el desempeño profesional,
comenzaba a perder terreno ante las funciones múltiples que prepararan a los
hombres para la vida integral. La función principal que le atribuía a la
121 DEL MAZO, Gabriel, ob. Cit., Tomo III, p 18. 122Idem.
100
Universidad del futuro era la educativa, concebida en términos de la construcción
de un humanitarismo generoso basado en normas éticas. Loudet concluía su
discurso advirtiendo que la Universidad no podía ser una escuela de privilegiados,
por lo que proponía propender a la realización de una función social mediante la
extensión universitaria. La Universidad adquiría como misión preponderante
contribuir a la elevación intelectual y moral de lo que Loudet denominaba como
las clases sociales secundarias, en referencia al pueblo trabajador, estableciendo
una relación entre la existencia del sufragio universal en el país y su
correspondencia con la necesidad de establecer una universal cultura en la nación.
El discurso en el acto de apertura de uno de los delegados de la Federación
Universitaria de Córdoba, Alfredo Brandan Caraffa, hizo referencia a la
perspectiva de construcción de la Universidad del futuro, concomitantemente con
un nuevo país. Lo que a su vez, se complementaba con la posibilidad del
surgimiento de una nueva América, sana y pujante sobre las ruinas del viejo
continente atravesado por guerras fraticidas. La Universidad de Córdoba era una
de las expresiones de esta crisis en la que se encontraba inmerso el continente
americano. Brandan Caraffa hallaba la explicación histórica de la crisis de la
Universidad argentina, en el hecho que se había transformado en una híbrida
mezcla de una universidad medieval y una escuela primaria, lo cual generaba que
se encontrara estática y apartada de las corrientes renovadoras que se
desarrollaban en todos los planos de la sociedad, sin lograr establecer la necesaria
retroalimentación con el ambiente que la circundaba. Sin embargo, estas
tendencias renovadoras, impulsadas por la experiencia de la modernidad que
estaba atravesando la nación y el continente, se manifestaban a través de la
corriente “esporádica” de las inmigraciones y los intercambios continentales y
europeos y americanos, plasmándose en la vida industrial, agrícola y política de la
república, conformándose de esta manera para Brandan Caraffa una mentalidad
latinoamericana completamente original y moderna.
El origen de la crisis universitaria, entonces se explicaba por su carácter
anacrónico, ya que se encontraba fuera de su tiempo, en relación a la sociedad y
sus instituciones, lo cual la situaba afuera del plano vital de la época. La causa del
aislamiento de la universidad argentina respecto al medio que lo rodeaba, era su
101
régimen aristocrático; el carácter parcial de la formación de ciudadanos, que
descuidaba el análisis y estudio directo de los fenómenos sociales, ya que se
restringía a la misión de otorgar el título para el ejercicio profesional, en
determinadas disciplinas acotadas y motivadas por el lucro. Brandan Caraffa se
refería a las universidades de Córdoba y la de Buenos Aires, y distinguía a la
Universidad de la Plata, ya que había sido creada en los albores del siglo XX, y
que estaba orientada por las corrientes mas avanzadas de la pedagogía moderna.
La crítica fundamental efectuada por el dirigente estudiantil cordobés apuntaba a
la existencia de camarillas, que mediante el favoritismo se perpetuaban como
verdaderas dinastías, de rectores, decanos, consejeros, académicos y profesores,
bajo el amparo de la ley Avellaneda, a lo que se sumaba también, a un nulo
intercambio intelectual. Todo esto hacía que la Universidad no pudiera cumplir el
papel de ser un verdadero factor protagónico en la formación de la conciencia
social argentina.
Ante este diagnóstico, que describía la situación de la Universidad atravesada por
una descomposición moral reinante en los claustros, por parte de Brandan Caraffa,
era necesaria una reacción de aquella, para que se incorporara a la corriente de la
vida social, asumiendo la misión de la formación de ciudadanos plenos, y no de
simples profesionales motivados por el lucro y el favoritismo. Para cumplir con
este objetivo, Brandan Caraffa convocaba desde la juventud de Córdoba al resto
de las delegaciones presentes en el congreso nacional de estudiantes, a asumir este
compromiso que involucraba a las nociones de humanidad y de ciencia de un
modo complementario.
El comienzo de las deliberaciones del congreso, y el nuevo proyecto de ley
universitaria.
Varios días de intensas discusiones tuvieron lugar, desde la sesión inaugural del
congreso, y se llevaron a cabo, fundamentalmente, durante las sesiones ordinarias
que comenzaron el 22 de julio de 1918; concluyendo el 30 de julio del mismo año.
De acuerdo a lo previsto, se expusieron los informes de las diferentes comisiones
que canalizaron los debates sobre los temas que motivaron el encuentro. En
primer término, se dio conocer el informe de la comisión redactora de las “bases
102
para la nueva organización de las universidades nacionales”, sustentado en lo
expuesto por los relatores oficiales Raimundo Meabe e Hiram Pozzo. Desde esta
comisión se propuso un anteproyecto de ley para ser sometido a estudio del
congreso de estudiantes, al que se lo planteaba como la sustitución o el
complemento de las leyes 1579 y 4699, que regulaban las universidades
nacionales existentes, a la vez que se lo contemplaba para poder regir los
institutos de estudios superiores que se crearan o se nacionalizaran.
En primer lugar, el informe de la comisión, abordaba la cuestión de la unidad de
la legislación. Cada Universidad era considerada como una entidad dotada de vida
propia, que debía desarrollarse de acuerdo con las condiciones específicas de la
sociedad en la que actuaba. Para fundamentar esta postura se recurría a las teorías
de Herbert Spencer123 que planteaban la diferenciación como una ley del progreso,
y a la comparación con la existencia de un federalismo universitario como base
para la consolidación del federalismo político. Reforzando estos planteos se
consideraban razones de orden geográfico a partir de la necesidad de adaptar cada
universidad a las necesidades de la región a la que pertenecían, erigiéndose, en
consecuencia como una expresión fiel del ambiente. También las razones de orden
pedagógico se sumaban a la postura planteada, por el hecho que a las
innovaciones que generaban las diferencias existentes en los distintos institutos
superiores, cabía la posibilidad de copiarlas como mejoras, considerando las
experiencias que previamente se pusieron en práctica en otras universidades. Sin
embargo, se aclaraba que la aceptación de las diferencias no excluía el punto de
vista del conjunto, que se encarnaba en el sistema universitario argentino, y sin
negar la unidad fundamental, se sostenía que ésta no significaba uniformidad.
Se hacia referencia al “espíritu de Avellaneda”, cuyo pensamiento se rescataba en
el sentido de no pretender envolver la vida universitaria en una serie de reglas
inviolables, porque se necesitaba una ley flexible que permitiera regir las
universidades tradicionales y las universidades futuras. La nueva ley tenía que
responder a las necesidades actuales y a la vez apuntar a las futuras generaciones.
De acuerdo con estos preceptos, la comisión recomendaba que la ley proyectada
123 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo III, p. 85.
103
sólo debía contener aquello que fuera materia de de organización institucional y
de relaciones entre la universidad y el gobierno. Lo que se refería a la
reglamentación de estos principios y al régimen pedagógico y organizativo de las
universidades, debía ser de incumbencia exclusivas de los Estatutos que fijara
cada universidad. Solamente se consideraban temas de legislación universitaria: la
designación de las autoridades de la universidad; la composición de los consejos
directivos de las facultades; la composición del Consejo Superior; de la asamblea
universitaria; y el modo y tiempo de elección de los profesores junto a la docencia
libre.
El congreso, había nombrado, también en su seno otra comisión especial
conformada por cinco miembros, uno por cada Federación Universitaria, que
tenía, como ya dijimos, la tarea de dictaminar sobre el tema referido a la
organización y orientación que debían tener las universidades para poder
renovarse, además de un nuevo proyecto de ley universitaria. El despacho de la
comisión constaba de varios capítulos, y la redacción del que estaba dedicado al
nuevo “Régimen de gobierno” de las universidades estuvo a cargo del delegado de
la Federación Universitaria de Buenos Aires, Guillermo Watson. A partir de los
fundamentos del despacho de la comisión, el congreso sancionó los dos proyectos
presentados. Uno era el de una nueva ley universitaria, que aspiraba a reemplazar
a la ley nacional Nº 1579, vigente en las Universidades de Buenos Aires y
Córdoba, y a la ley-contrato Nº 4699, mediante la cual se había nacionalizado la
Universidad de la Plata. El otro, contenía las “bases generales de organización”,
que fue la fuente fundamental para la redacción o reforma de los Estatutos de
todas las universidades argentinas entre 1918 y 1922. A su vez, esas bases
organizativas tuvieron una rápida proyección latinoamericana mediante su
consagración en el primer congreso nacional de estudiantes peruanos en Cuzco, en
marzo de 1920, y luego, en el primer congreso internacional de estudiantes en
México, en 1921. Como se verá en el siguiente capítulo.
El trabajo presentado por Watson, que fuera publicado con posterioridad, en la
primera compilación que realizó Gabriel del Mazo sobre la Reforma
Universitaria, llevaba como título: “Teoría del Gobierno Republicano de la
104
Universidad”124. Se partía de un análisis crítico de la ley Avellaneda, haciendo
hincapié en la ambigüedad de sus términos, cuya imprecisión daba margen para
que hubiesen continuas discusiones sobre su interpretación y alcance, lo que
generaba la existencia de diferentes sistemas estatutarios, basados en idénticas
prescripciones legales. De este modo, la comisión analizaba la presencia
contradictoria en el plano organizativo y en el gobierno de los institutos de
estudios superiores de las dos universidades que se regulaban por intermedio de la
ley. Esta contradicción se daba por el hecho de que en la Universidad de Buenos
Aires existía desde 1906 un sistema de periodicidad y renovación en los cuerpos
directivos; mientras que la Universidad de Córdoba había mantenido la
permanencia e inmovilidad de los miembros del órgano directivo, hasta la reforma
del 7 de Mayo de 1918. Este aspecto, generaba una situación antitética en la
composición y funciones de gobierno de las universidades, que se ejerció en el
caso de la Universidad de Córdoba por cuerpos cerrados, e inmutables, lo que
generó la formación de una casta de académicos, quienes se sustentaban en una
deformación del concepto de autonomía universitaria, para evitar fiscalizaciones a
sus actividades.
Respecto a la normativa que regía en la Universidad de Buenos Aires, las críticas
de la comisión se centraron en que el sistema electoral se encontraba circunscripto
al círculo estrecho de los consejos directivos, lo cual generaba como consecuencia
la confusión entre las cuestiones electorales con las administrativas, ya que según
la ley Avellaneda, el profesor era propuesto por los propios consejos,
arbitrariamente. Estos defectos eran resaltados por la comisión, y provenían de la
misma ley Nº 1579, que a pesar de haber estado sujeta a diversas tentativas de
reformas, no habían podido logrado dar cabida a las modernas orientaciones, si no
a través de la sanción de estatutos y reglamentaciones que en muchos casos
terminaron entrando en contradicción con aquella normativa. Por eso, se
establecía como indispensable una reforma fundamental, radical y revolucionaria,
al decir de los estudiantes de Córdoba.
124 Ibidem; Tomo I, pp. 23 a 31.
105
El despacho de la comisión elaborado por Watson, aceptaba la tradición del
federalismo universitario, esto es de diferentes Universidades en la jurisdicción
nacional y el sistema de independencia de las casas de estudios en cuanto a la
generalidad y flexibilidad de sus prescripciones en relación al Estado, aunque no
se consideraba adecuado el criterio que regía respecto a los miembros de la
universidad que la componían. La ley 1579 declaraba como miembros de la
universidad a las autoridades superiores, y a no más de quince integrantes por
cada facultad, que los Estatutos habían transformado en Consejos Directivos, y en
esta definición la comisión encontraba el origen de los diversos males que
aquejaban a los institutos superiores. La causa del estancamiento en la producción
científica de las universidades, la comisión se lo atribuía a la falta de hombres, y
los defectos en la docencia a la carencia de una sana emulación. La mayoría de los
profesores y la totalidad de los alumnos, se señalaba en el despacho de la
comisión, estaban carentes de personería, y debían existir en condición de
asilados sometidos a régimen tutorial125. Se denunciaba en este sentido, que los
estudiantes se encontraban asilados con un plazo limitado, que finalizaba una vez
recibido el mínimo de instrucción a través de la salida de la universidad, sin que
ésta tuviera interés en ocuparse de aquellos. La lógica de atribuir a quince
hombres, tareas muy superiores a sus fuerzas, esto es poner el poder de decisión
de las universidades en un reducido círculo, por mas distinguido que fuese126, fue
también impugnada por la comisión debido a que era considerado una flagrante
contradicción con las ideas republicanas de gobierno vigentes en la nación.
El despacho se hacía eco del reclamo de los estudiantes reunidos en el congreso,
en el sentido de procurar la conformación de la “república universitaria”. De este
modo la comisión establecía, en el inciso 1º de su proyecto de ley, que eran
miembros de la universidad y la componían todos los que pertenecían a ella. Este
principio daba lugar a la inclusión como miembros plenos de la vida universitaria
tanto a los profesores, como a los diplomados y los estudiantes. Se aclaraba en
este inciso que a partir de la inscripción a las facultades, como un acto de
manifestación de su propia voluntad, y de acuerdo a las condiciones de
125 DEL MAZO, Gabriel; La Reforma Universitaria, Tomo I, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, p. 26. 126 Idem.
106
admisibilidad fijadas por las casas de altos estudios, los estudiantes y profesores
eran incorporados como miembros plenos de estas. En el caso de los graduados,
con el solo hecho de la posesión del título de grado, accedían a formar parte como
miembros de la comunidad universitaria, aunque el despacho reconocía que era
deseable, no todos los diplomados iban a mantener un vínculo permanente con la
universidad. Por lo tanto, en el caso de los diplomados, además de la posesión del
grado, tenían que hacer constar expresamente su propósito de continuar el lazo
con la vida universitaria, mediante la renovación anual de su inscripción en la
facultad, para poder ser considerados como miembros activos. La comisión
resaltaba que una vez integrada la Universidad por la totalidad de sus
componentes, y garantizada la participación de todos ellos en su gobierno, la ley
podía transferirle la orientación de la enseñanza y la dirección de la labor
científica nacional, de esta manera se confiaba en la capacidad de las
universidades para mejorarse continuamente.
En el despacho de la comisión, se partía de una caracterización del modelo de una
república democrática, tal como fuera mencionado, a través de un régimen de
gobierno que estuviera organizado de acuerdo al sistema representativo, y en el
que participaran todos sus ciudadanos en la elección de las autoridades. Siguiendo
este principio, la comisión consideraba que el pre-proyecto de ley debía establecer
que los cuerpos directivos debían estar formados por todos los representantes de
los miembros de la universidad, pero sin prescribir taxativamente los modos de
elección ni la proporcionalidad en las representaciones, por la cual quedaba sujeto
a los estatutos la fijación de los sistemas de aplicación de estos preceptos, para así
poder establecerse las modificaciones graduales que pudiera sugerir el desarrollo
de la vida universitaria.
La denominación que definía la comisión, era la de los “estados” universitarios,
en referencia a los estados generales de la Revolución Francesa, para denominar a
los diferentes cuerpos de estudiantes, profesionales y profesores, considerados
desde un punto de vista integral, que al excluir cualquier preponderancia en los
órganos directivos, evitaría la formación de círculos cerrados, como se había
generado incluso, con la Reforma de 1906 en la Universidad de Buenos Aires, o
también en el caso de la Universidad de la Plata, ya que se había trasladado el
107
poder desde los académicos al cuerpo de profesores. La soberanía universitaria,
por lo tanto, residiría en el conjunto de estos diversos miembros de la comunidad;
pero los derechos que le correspondían a los distintos “estados” no reproducían
linealmente la lógica de la proporcionalidad del número de sus componentes
como ocurriría en un sistema representativo puro. El despacho aseveraba, que el
sufragio, por medio del cual, intervenían periódicamente sus miembros en el
gobierno de la universidad, no tenía la característica de ser proporcional al
número total de sufragantes, concibiéndose la representación en términos fijos e
invariables.
De este modo se establecía el formato institucional de la democracia funcional,
con un tipo de mandato legítimo y proporcional de los distintos “estados”, en
reemplazo de la concepción de la representación abstracta basada solamente en el
criterio cuantitativo. Así se quedaba a salvo de transformar en una minoría al
cuerpo de profesores en el caso de que se hubiera reproducido el mecanismo de la
elección directa. El despacho de la comisión concluía afirmando que la formación
de los consejos directivos por igual número de representantes de los diplomados,
estudiantes y profesores, se constituía como la mejor garantía para el progreso de
las universidades. El corolario de este nuevo formato institucional, se erigía como
un mecanismo que impedía la formación de camarillas preponderantes, del mismo
modo que impulsaba a un accionar solidario y complementario de los distintos
miembros de la comunidad universitaria, que hasta el momento se los consideraba
como antagónicos.
La aplicación del concepto de democracia funcional trasuntaba la influencia del
ideario de José Ingenieros, a partir de su análisis del impacto de la Revolución
Rusa, y las novedades que incorporaba tanto en el plano de la filosofía política,
como en la creación de novedosas instituciones de gobierno, concebidas como el
nacimiento de nuevas formas de equilibrio político y social127. Ingenieros
destacaba que la llamada “República Federal de los Soviets”, era una primera
experiencia del sistema representativo funcional128. El principio básico de los
127 INGENIEROS, José; Los tiempos nuevos, Buenos Aires, Editorial Tor, 1956, p. 63.
108
consejos o “soviet” se sustentaba en el reemplazo de la representación
indiferenciada y cuantitativa, por un nuevo tipo de representación técnica y
cualitativa. A la vez todos los mandatos pasaban a ser revocables y sustituibles en
cualquier momento por los representados, impidiendo así la profesionalización de
la actividad política. En un artículo publicado en abril de 1920 en El
Universitario129, titulado “Significación social de la Reforma en la Universidad”,
Ingenieros detallaba que el desenvolvimiento de la enseñanza universitaria como
función social, serviría para comprender el sistema y la técnica del sistema
representativo funcional, en la constitución de los organismos deliberativos y
ejecutivos. Extendiéndose el derecho de representación en los organismos
deliberativos, a los profesores suplentes y a los estudiantes, se marcharía hacia
formas de representación cada vez más funcionales, y se prescindiría del criterio
cuantitativo como guía. Para Ingenieros, estas reformas, se hallaban en el primer
período de experimentación, aunque como principios ya se encontraban
afirmados, y señalaba como ejemplo los nuevos estatutos aprobados por la
Universidad de Buenos Aires.
El último punto tratado por la comisión, que estaba sentando las bases de una
profunda renovación y proyectando el nuevo formato para la Universidad, fue el
del sistema docente. Se partía de lo estipulado por la ley Avellaneda, respecto a la
prescripción que dejaba reservada la facultad del nombramiento definitivo de los
profesores titulares al poder ejecutivo, analizado de modo crítico, debido a que
para poder ejercer su desempeño, el docente quedaba subordinado a un acto
administrativo por parte del poder gubernamental. Sin embargo, era resaltado el
procedimiento de la elevación de ternas propuestas por los Consejos Directivos,
como un sistema mixto que restringía el arbitrio gubernativo, y garantizaba una
relativa autonomía de las universidades. Por lo tanto, la comisión planteaba que
no había peligro en mantener la designación gubernamental de los profesores,
restringida a partir de la atribución para proponer las ternas por parte de un cuerpo
independiente como eran los Consejos. Quedando reducida su función, a la
128PONCE, Aníbal; Para una historia de Ingenieros, en “Obras Completas”, Tomo II, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 202. 129INGENIEROS, José; “Significación social de la Reforma en la Universidad”, en El Universitario, Buenos Aires, 30 de abril de 1920.
109
posibilidad de rechazar la designación de los profesores, cuando algunos de los
propuestos no lo hubieran sido por méritos surgidos de su capacidad científica y
pedagógica, para evitar la posibilidad que se produjeran prebendas respecto a los
nombramientos.
En relación con el reclutamiento de los docentes, la comisión era menos
benevolente respecto al mecanismo que estaba vigente en las universidades. Se
manifestaba que hasta ese momento el profesor era llamado a la cátedra sin
ejercicio previo, sin la experiencia suficiente en la función. A su vez se establecía
que para acceder a la docencia se tenían que dar dos condiciones fundamentales
en los aspirantes, por un lado la preparación científica, de manera teórica y
práctica; y por el otro lado tener una aptitud docente, ya que no es lo mismo saber,
que saber enseñar.130 En este sentido, adquiría un rol preponderante la
implementación de la docencia libre, concebida como una importante escuela
pedagógica, lo que fomentaría una “saludable competencia” para poder
seleccionar las capacidades para desempeñarse en la función docente. La
comisión asimilaba la necesidad de transformar la práctica del ejercicio del cargo
docente, que hasta entonces era asimilado como una “prebenda canongil” debido a
su inmovilidad, lo cual debía ser reformulado, convirtiéndose en una instancia de
rivalidad, emulación, lucha y controversia para poder adaptarse a una época de
renovación y libre examen. Mediante la docencia libre el profesor ponía a prueba
sus aptitudes, y era evaluado en su desempeño en la cátedra por parte de los
alumnos que constituían su auditorio, quienes optaban por asistir o dejar vacía el
aula como forma de reprobación.
Se destacaba también, el Memorial enviado por los estudiantes de Córdoba, al
Presidente de la República, el 10 de Abril de 1918, en el cual quedaba plasmada la
demanda de la implantación de la docencia libre, para reemplazar la asistencia
obligatoria, que se calificaba como sistema infantil y colegial, que imposibilitaba
al alumno presenciar los cursos libres, porque implicaba la sobrecarga y
duplicidad de los cursos. En cambio, mediante el sistema de la asistencia libre, el
alumno que deseaba presenciar determinadas clases, no dudaba en aceptar
130 DEL MAZO, ob. Cit., tomo III, p. 55.
110
concurrir a ellas, produciéndose una “sana” selección131. Finalmente, el Poder
Ejecutivo Nacional estableció la libre docencia, teniendo en cuenta los planteos
del petitorio, lo que significó la libertad del alumno para optar, ya que se
estableció en ese sentido una indistinta computación de la asistencia. Sin
embargo, la comisión aclaraba que el problema había quedado resuelto a medias,
ya que existía la posibilidad de la presencia de dos profesores, titular y libre,
incompetentes, ante lo cual la opción para mejorar el aprendizaje de los alumnos
no terminaba siendo realmente satisfecha, con lo que salía a la luz, la necesidad de
una renovación profunda del profesorado, y el problema tanta veces expuesto de
la escasez de verdaderos maestros en el ámbito universitario.
El criterio principal que argumentaba la comisión, y debían considerar las
universidades en relación al sistema de reclutamiento, tenía que ver con la
tendencia a hacer menos burocrática la función docente, modificando la
“placidez” de la seguridad de la posición. Otra de las coordenadas estipuladas
respecto al sistema docente, era el de la apertura de las cátedras a las distintas
corrientes del pensamiento, facilitándose el acceso a ella a todo el que reuniera la
presunción de su capacidad, y dejándose a los alumnos el derecho de elegir a sus
maestros, ya que se suprimía la asistencia obligatoria. La asistencia libre o libertad
de aprender se concebía como la base y el antecedente de la docencia libre o
libertad de enseñar, a estas categorías se las consideraban relacionadas con el
espíritu de libertad originado en el “alma nacional”. De este modo, afirmaba la
comisión, se derrumbaban los prejuicios tradicionalistas de la antigua
organización docente, suprimiéndose las diferencias y extinguiéndose los
privilegios, y la Universidad se transformaba en un ámbito de amplitud, disputa,
tolerancia y controversia.
Así, se incorporaba la definición de la noción de “opinión pública”, formulada por
Taborda, como mecanismo de autogobierno universitario, la cual indicaría las
condiciones existentes para discernir los méritos y apuntalar los defectos, de
acuerdo a la capacidad de cada aspirante a la actividad docente, considerándose
para ello fundamentalmente sus obras, junto a su trayectoria. Mediante esta
131 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto, pp. 63 a 78.
111
innovación se propendía a una ampliación de los protagonistas que participaran,
en la designación de los profesores, incluyendo a la opinión de todos los
miembros de la Universidad, a diferencia de lo estipulado en la ley Avellaneda,
que circunscribía esa posibilidad estrictamente al Estado, a los académicos y en
menor medida a los profesores. La idea de la inserción de la opinión pública en el
ámbito del gobierno de las universidades, fue tomada del concepto de democracia
americana, elaborado por Saúl Taborda132, en el cual afirmaba que la opinión
pública, concebida como autogobierno cumplía un papel preponderante en el
proceso de la toma de decisiones. La democracia dejaba de concebirse así en
términos de una mera función electoral en el ideario de Taborda, para pasar a
considerarse como la expresión de la opinión pública e índice de la capacidad del
pueblo para el gobierno propio.
La comisión a cargo del tratamiento de la organización y orientación que debían
tener las universidades argentinas y el proyecto de una nueva ley universitaria,
sintetizaba los tres puntos fundamentales que abarcaba: el sistema electoral, que
había sido transformado radicalmente; el sistema directivo y administrativo que se
mantuvo parecido a como funcionaba; y el sistema docente que fue modificado
parcialmente. El objetivo perseguido para la nueva organización proyectada era
establecer como principio la separación absoluta entre las funciones directivas y
las electorales. La comisión estudió la cuestión de la unidad de la legislación, la
materia de la ley universitaria y los estatutos universitarios. También se ocupó del
régimen de gobierno de las universidades, y del sistema docente, y redactó y
presentó los proyectos de ley universitaria y de bases estatutarias. Estaba
compuesta por Guillermo Watson (Buenos Aires), Luis H. Sommariva (La Plata),
Horacio Valdés (Córdoba), Humberto Gambino (Santa Fe), Héctor López
(Tucumán). El despacho final de la comisión tenía como fecha de publicación,
julio de 1918.
El pre-proyecto de ley universitaria propuesto desde el primer congreso nacional
de estudiantes, al igual que ley Avellaneda, constaba de unos pocos artículos, en
este caso solo de dos, con el criterio de ser flexible y abierta a los cambios e
132 TABORDA, Saúl; ob. Cit., p.175.
112
influencias del ambiente hacia la universidad, quedando bajo su potestad a través
de la autonomía universitaria, regular su funcionamiento interno, y organizar gran
parte de su normativa. Se produjo una diferenciación cualitativa, en relación a la
normativa vigente en las universidades, con el nuevo articulado previsto en el
proyecto de ley universitaria, ya que el primer inciso del artículo uno, incorporaba
como miembros componentes de la Universidad a los estudiantes, junto a los
profesores de toda categoría, y los diplomados inscriptos. Al igual que en la ley
Avellaneda, se definía a la autoridad universitaria, con una figura principal que
modificaba su denominación de Rector a Presidente, como existía en la
Universidad Nacional de La Plata, y que tenía que ser elegido por una Asamblea
Universitaria. Se mantenían las denominaciones de Consejo Superior y la de los
consejos directivos de las facultades, pero quedando en estos últimos casos,
distinguidas ambas instituciones, tanto en su composición como en sus funciones.
Los consejos directivos se conformaban, a partir de lo previsto en el proyecto de
ley, por miembros elegidos por los cuerpos de profesores mediante asamblea; por
el de diplomados inscriptos también electos por la reunión de su cuerpo; y por los
estudiantes elegidos por los centros de cada una de las facultades, estos últimos
incorporados por primera vez en el ámbito directivo de las universidades, al igual
que los diplomados. Quedaba supeditado el número de cada uno de los tres
cuerpos a lo que establecieran los estatutos de cada una de las universidades.
Respecto al nombramiento de los profesores titulares se preveía el mismo
mecanismo que regía en la ley Avellaneda, con la salvedad de considerar para la
terna de candidatos a quienes hubieran ejercido la docencia como profesores
titulares y también a quienes lo hicieran como libres. Otro de los aspectos que
aparece como novedad en el proyecto, en referencia al sistema docente, se
relacionaba con la publicación de los fundamentos que motivaban la selección
para las ternas de profesores. A su vez, se diferenciaba este último procedimiento,
del prescripto para la designación de los profesores libres, quienes serían
nombrados por los consejos directivos y por los consejos superiores en caso de
apelación.
El otro proyecto instituyente presentado en el congreso, fue el de las bases
estatutarias, en el cual se desarrollaban con mayor amplitud las distintas nociones
113
formuladas en el pre-proyecto de ley. En el caso de los miembros de la
Universidad, el cuerpo de estudiantes estaba compuesto por aquellos inscriptos
con un año de antigüedad en la facultad respectiva, para poder acceder al derecho
electoral. Además, los alumnos universitarios debían estar asociados a un centro
de estudiantes, que tenía como requisito el pago de una cuota voluntaria. Esta era
una forma de reforzar el ámbito de representación y defensa de sus intereses, y
promover la participación democrática de los asociados a los centros de
estudiantes, tanto en su ámbito, como en el de la Universidad. De este mismo
modo, el cuerpo de estudiantes pasaba a desempeñar un papel protagónico, y a
partir de este momento, también el movimiento estudiantil reformista, como actor
de la política universitaria en Argentina.
Por otro lado, se estipulaba la no obligatoriedad de la asistencia de los alumnos a
las clases de los profesores titulares, libres o de cualquier otro tipo. Este era el
medio más eficaz con el que contaban los estudiantes, aunque indirectamente,
para la eliminación de los profesores, considerados ineptos para desempeñar la
tarea docente. De este modo se propendía hacia un tipo de “asistencia libre”, para
poder lograr una adecuada elección de maestros por parte de los educandos. El
cuerpo de diplomados estaba constituido por aquellos que deseaban ser miembros
de la Facultad, lo que se concretaba a través de una inscripción anual. Se proponía
como función principal del cuerpo de diplomados la organización y dirección de
los seminarios de investigaciones de cada Facultad. Otra de las funciones
previstas para este cuerpo se relacionaba con la proyección de modificaciones en
los planes de estudios, que los consejos directivos debían considerar y votar.
El cuerpo de profesores, se dividía entre los titulares y los libres, que eran
considerados todas aquellas personas cuya competencia se hubieran corroborado
mediante un título de grado universitario o de un título profesional. Igualmente se
consideraba la posibilidad de desempeñarse como profesores libres aquellos que
hubieran realizado obras, estudios o especializaciones en la materia de la cátedra,
y solicitaran su admisión al Consejo Directivo. Y en caso de no ser admitidos,
tendrían la posibilidad de apelar y pedir una nueva prueba al Consejo Superior.
Los profesores libres se encontraban en condiciones para dictar cursos completos
o parciales. En cambio, los profesores titulares, seguían siendo nombrados con el
114
mecanismo de las ternas, formadas exclusivamente con personas que hubieran
ejercido la docencia en alguna universidad, tanto como profesores libres, titulares
o suplentes. Los candidatos debían ser elegidos por concurso de examen, o de
títulos, o por dos tercios de votos del consejo directivo. Luego, era elevada la
terna al Consejo Superior junto a un informe, en donde constaban los
fundamentos que se habían tenido en cuenta para la elección. Éste informe, se
basaba, para cada candidato, en el cómputo de la asistencia de los estudiantes,
números de conferencias anuales, antigüedad en la docencia, concepto del consejo
directivo proponente sobre la aptitud docente y capacidad científica de cada uno,
y debía ser publicado antes de elevarse al Poder Ejecutivo Nacional. El profesor
elegido por el Poder Ejecutivo, debía ser nombrado por seis años, y al cabo de ese
período podía ser confirmado nuevamente por dos tercios de votos del consejo
directivo de manera sucesiva. La última categoría de profesores, era la de
suplentes, nombrados por concurso o por dos tercios de votos del consejo
directivo, y seleccionados entre los profesores libres, para un período de tres años,
con la posibilidad de ratificarlos sucesivamente en su cargo. Todas las categorías
de profesores de cada facultad se consideraban con derecho electoral, que se
ejercía a través de la designación de delegados tanto para los titulares como para
los libres y suplentes, quienes en forma conjunta conformaban el colegio
electoral.
Los Consejos directivos debían estar compuestos por quince miembros electos,
distribuidos por tercios iguales entre el cuerpo de profesores, el de diplomados y
el de estudiantes. Los consejeros duraban tres años pudiendo ser reelectos, sin
intervalo una sola vez, y se renovaban por terceras partes cada año. El único
requisito existente para poder ser elegido consejero era el de ser miembro de
alguna Facultad perteneciente a una Universidad nacional. La función principal
que debían realizar los consejos directivos era reglamentar y hacer efectiva la
extensión universitaria. Se le otorgaba una gran importancia a una actividad, que
hasta el momento no había sido tenida en cuenta por la casa de estudios
superiores, posibilitándose por medio de aquel mecanismo institucional un mayor
acercamiento con la sociedad en su conjunto. El Consejo Superior, se hallaba
constituido por el Presidente, los decanos, y tres delegados de cada Facultad,
elegidos por los tres cuerpos constituidos en gobierno tripartito en la Asamblea
115
Universitaria. Los delegados duraban dos años en sus mandatos, y podían ser
reelectos sin intervalo una sola vez, no pudiendo ser miembros de los consejos
directivos simultáneamente. Los miembros del consejo superior y de los consejos
directivos, a su vez, no podían desempeñarse en empleos dependientes de la
universidad de manera rentada, con la salvedad del profesorado; tampoco ser
nombrados en empleos que se hubieran creado durante sus mandatos.
La Asamblea Universitaria reuniría a treinta miembros, divididos por tercios entre
los diferentes cuerpos, y era encargada de elegir al Presidente de la Universidad.
Éste era electo por cuatro años, pudiendo ser reelecto por dos tercios de votos del
total de asambleístas, y por unanimidad se podría reelegir cuando había cumplido
tres períodos. Para poder acceder al cargo de Presidente, se requería la ciudadanía
argentina, treinta y cinco años de edad y poseer el grado más alto de alguna
Universidad Nacional. La elección se efectuaba por medio de boletas firmadas, en
las cuales constaba el nombre de la persona a la que se votaba. Se realizaba en una
sola sesión, proclamándose el resultado una vez leída la totalidad de las boletas y
aprobada el acta. Así, empezaba a diseñarse el nuevo formato institucional que
comenzará a regir el funcionamiento de las universidades, con algunos rasgos de
una democracia funcional, que se los otorgaba la representación de los diferentes
cuerpos que componen la Asamblea Universitaria; junto a otras características
como la figura que se tomaba de la democracia representativa, para ejercer la
dirección, como era la del Presidente, con un mandato libre durante un período
determinado.
Tanto el proyecto de ley universitaria, como las bases estatutarias promovidas por
la comisión que trató estos temas, fueron aprobados por la octava sesión ordinaria
y de clausura del primer congreso nacional de estudiantes, los días 29 y 30 de
Julio de 1918 en el teatro Rivera Indarte de la ciudad de Córdoba.
Análisis de los discursos del congreso de estudiantes.
Otro de los trabajos destacados en el congreso nacional de estudiantes, llevaba
como título “Universidad y Democracia”, y lo había presentado en la comisión
que trató ésta temática, Emilio Biagosch, firmante del Manifiesto liminar de la
116
Reforma Universitaria, y redactor de la declaración de huelga general de los
estudiantes redactada sobre el escritorio del reciente Rector electo el 15 de junio
de 1918, Nores. También, como dijimos, era presidente de la Federación
Universitaria de Córdoba en el momento de la realización del congreso. En primer
lugar, Biagosch expresó una autoidentificación generacional, al agradecer como
una distinción su nombramiento como relator oficial de la comisión encargada de
abordar el tema referido a la relación entre la universidad y la democracia,
teniendo como auditorio al que definía como fiel representante de la “juventud
estudiosa del país”. Se proponía como meta de su exposición exteriorizar las
aspiraciones de los estudiantes de Córdoba. Luego de dejar plasmada una clara
adscripción al credo democrático, lo que implicaba una actitud abierta a los
aciertos y errores que el alma multiforme del pueblo vaya aspirando y
realizando133, el escrito presentado por Biagosch se sustentaba en los análisis
efectuados por Saúl Taborda en “Reflexiones sobre el ideal político en América”,
al cual consideraba como uno de los espíritus de vanguardia de Córdoba.
Coincidía Biagosch con Taborda en considerar que el divorcio de la cultura con la
democracia no se debía exclusivamente al hecho de ser las universidades una
creación medieval, y por lo tanto resultar anacrónica. Las nuevas universidades
tampoco se habían nutrido de un pensamiento democrático, ya que a pesar de
haber renovado textos, rectificado planes y ampliado la libertad de pensamiento
de los educandos, no habían podido sustraerse a los intereses particulares que
terminaban prevaleciendo y reforzándose por medio de la enseñanza. Esta
situación era definida por Taborda como una función característica de las
universidades americanas, por medio de lo cual se fomentaba el “espíritu de
clase”, por parte de la burguesía, cuyas consecuencias impulsaban un ambiente
antidemocrático. El diagnóstico efectuado por Taborda quedaba enunciado por
Biagosch en lo referente a su visión crítica sobre el “espíritu de cuerpo” que
llevaba a la consideración de los universitarios argentinos bajo la denominación
de “clase gobernante”, lo cual se alentaba mediante la autoafirmación por parte de
los miembros de la comunidad universitaria de su pertenencia a una “elite social”.
133 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 104.
117
Las secuelas de la conformación de éste espíritu corporativo significaban para
Biagosch el alejamiento del pueblo respecto a la Universidad, y había quedado
plasmado mediante la participación de los estudiantes universitarios en Argentina
en lo que consideraba las “vergonzosas” manifestaciones del Centenario de la
Independencia, en actos xenófobos y antipopulares como los que se dieron en
Buenos Aires, impulsados por Estanislao Zeballos en 1910 instalando una
hipótesis de conflicto militar con Brasil. Por lo tanto, Biagosch volvía a plantearse
los mismos interrogantes que Taborda, cuando advertía que las universidades
medievales enseñaban el derecho del rey y la iglesia, mientras que las
contemporáneas transmitían los derechos de una clase, ¿Cuando vendrán las que
enseñen los derechos del pueblo?134 . En términos prospectivos, y partiendo de los
postulados de Taborda, se afirmaba que el plan de enseñanza de una universidad
americana tenía que ser un verdadero programa de democracia, que además de
incluir la función electoral, se rigiera por el gobierno de la opinión pública, o
autogobierno de sus miembros.
A pesar de las cifradas expectativas en la democracia americana, la historia
demostraba la dificultad existente para poder compatibilizar esa experiencia con la
trayectoria de la universidad. Biagosch describía que ésta institución, a pesar de
tener todas las condiciones para acompañar el proceso de formación de la
democracia americana, y de estar encomendada a la formación de la “conciencia
nacional”, no había podido cumplir ninguna de las dos misiones históricas. La
conclusión luego de este análisis retrospectivo, lo conducía a la afirmación de que
la Universidad Nacional de Córdoba se mantenía “pontificia y real”, sin haber
realizado la renovación de valores de la que se tendría que haberse hecho eco con
el triunfo y la proliferación de los ideales de Mayo. El sesgo colonial era
percibido por Biagosch tanto en la cotidianeidad de la vida universitaria, como en
la situación de privilegio que se observaba en quienes desempeñaban la actividad
docente, en detrimento de las obligaciones a las que se encontraban sujetos los
estudiantes. Un claro ejemplo de esta situación se daba con la obligatoriedad de la
concurrencia por parte de los alumnos, que muchas veces quedaban expuestos a la
asistencia de las clases dictadas por profesores, a través de contenidos
134 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p.83.
118
insustanciales o repetitivos. A ello se le agregaba la inexistencia de actividades
que promovieran trabajos o investigaciones conjuntas entre profesores y
estudiantes, limitando la posibilidad de transmitir valores o formar discípulos en
la Universidad. Estas prácticas ya se habían transformado en un sistema que era
definido por Biagosch como un “enseñadero”, en el cual todos los caminos
conducían al examen como único medio de promoción y evaluación del
desempeño académico.
Alguna de las referencias teóricas en el plano pedagógico a las que recurrió
Biagosch para su informe, se relacionaban con los escritos del krausista Francisco
Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid, de
los cuales se retomaba la importancia de la relación que establecían los profesores
con sus discípulos, en términos de poder inculcarles una moral, que se sustentara
en sus actitudes y sugerencias tanto en el ámbito de la Universidad como fuera de
ella, para que los estudiantes contaran con una guía que los impulsara a transitar
los caminos del aprendizaje, la investigación y el conocimiento, descartando los
atajos de las “carreras fáciles”135.
Biagosch, en su informe a la citada comisión, que llevaría el mismo título que el
libro que publicaría Alfredo Palacios sobre la temática de la Reforma
Universitaria en 1928, “Universidad y Democracia”, dejaba plasmada una visión
de la educación que se vinculaba a su difusión o democratización, para lo cual se
incluían los niveles primarios y secundarios de la enseñanza junto a la educación
superior, consideradas como un conjunto. Planteaba Biagosch, que al igual que la
crisis que había atravesado la Universidad a lo largo de la historia en Argentina, la
educación primaria, luego del impulso que le había dado Sarmiento, lo cual quedó
plasmado en la ley 1420, se encontraba estancada en sus aspectos teóricos y en su
desarrollo y difusión. A esta situación crítica, se le sumaba una infraestructura
inadecuada, que no se había incrementado en cuarenta años, y la baja
remuneración de los educadores; y todo eso inducía a que el congreso de
estudiantes se ocupara del problema, como una de las causas de la crisis de la
educación superior en Argentina, promoviendo que los poderes públicos
135 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p.86.
119
estudiaran y sancionaran una ley general que contemplara la enseñanza elemental
y secundaria. Al planteo de la sanción de una nueva ley de enseñanza básica,
como complemento de la proyectada ley universitaria surgida del estudio y debate
de los estudiantes reunidos en el congreso, se le agregaba por parte de Biagosch la
propuesta de la creación de “mil escuelas” a lo largo del país. De esta manera se
complementaba el sistema educativo, concebido por primera vez en su conjunto,
lo que acercaba la educación con las necesidades del medio social y los
desarrollos de la pedagógica moderna, afirmaba Biagosch.
Se establecía una relación entre la problemática del analfabetismo, aunque sin
haberse Biagosch propuesto abrir ningún debate sobre ella, y la noción de
democracia. A partir de la enunciación crítica, de la imposibilidad de que pudiera
desarrollarse una democracia plena, con la existencia de niños, mujeres o adultos
analfabetos. De este modo era resaltada la función fundamental que cumplía la
escuela primaria, para servir de preparación de los ciudadanos, y permitir su
desarrollo y movilidad social. Biagosch aseveraba, que los postulados que se
establecían desde la enseñanza básica, terminaban por conformar las fórmulas de
vida para la generación que estaba en gestación, anticipando de algún modo el
porvenir. Se refería, en su discurso el presidente de la Federación Universitaria de
Córdoba, a las dos fuerzas que ejercían su acción en la república en detrimento de
la escuela pública, laica y estatal. Estas fuerzas, igualmente poderosas, eran por un
lado, la existencia de una población rural con escasa densidad demográfica, lo que
imposibilitaba la consolidación de escuelas estables en una porción bastante
grande del territorio nacional. Por otro lado, era señalada la escuela confesional,
como una competencia y un freno para el impulso y la propagación de la
enseñanza laica y pública. Respecto a las posibles soluciones para poder enfrentar
y superar a estas fuerzas que obstaculizaban la difusión de la enseñanza pública en
Argentina, Biagosch coincidía por lo tanto, con la concepción planteada por Juan
B. Justo, sintetizada en un proyecto de ley de su autoría en 1913136.
136 JUSTO, Juan B.; Educación pública, Escritos y discursos parlamentarios, Buenos Aires, Editorial la vanguardia, 1930, pp.65 a 79.
120
En la sesión de la Cámara de Diputados de la Nación, del tres de septiembre de
1913, Juan B. Justo había presentado un proyecto de ley para la creación de
escuelas primarias en todos los puntos del territorio de la república donde
existieran niños en edad escolar a quienes les faltaran establecimientos
educativos, acompañado de un exhaustivo análisis sobre la problemática del
analfabetismo en Argentina. Este análisis realizado por Justo, sustentado en
innumerables cuadros estadísticos, consignaba que en el año 1912 quienes no
concurrían a las escuelas argentinas, conformaban una cifra cercana al cincuenta
por ciento de los niños en edad escolar137.
Otro punto que se mencionaba en el informe expuesto por Biagosch, con la
aclaración de que el congreso de estudiantes no se lo había propuesto abordar,
pero que sin embargo tenía una importante repercusión en la crisis de la
universidad, atañía a la enseñanza media. En ella, había que buscar una de las
claves para poder resolver los problemas que se originaban en la educación
primaria y que subsistían, asentándose en la universidad. La propuesta, en este
sentido, se basaba en la prescindencia de la concepción de la enseñanza
secundaria como una antesala del ingreso a la universidad, para pasar a
interpretarla como la preparación de hombres social e individualmente útiles. Para
la realización de esta obra, Biagosch consideraba que no alcanzaba con la revisión
de los planes de estudio, ni la renovación bibliográfica exclusivamente, ya que el
problema abarcaba la necesidad de una formación integral por parte de los
educadores para con los educandos. En este sentido, recurría como fuente para la
búsqueda de la solución de la problemática de la enseñanza secundaria, al libro de
Ernesto Nelson, Plan de Reformas a la enseñanza secundaria publicado en 1915,
que había sido director del internado de la Universidad de La Plata, ULPI, en
donde había propuesto un planteo original, que hacía hincapié en la necesidad de
contar con la actuación de los jóvenes estudiantes para poder hacer práctica la
reforma educativa138.
137 Idem. 138 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 118.
121
También denunciaba el delegado de la Federación Universitaria de Córdoba, en
primera persona del plural, la característica generacional de la falta de maestros,
ante lo que se debía tomar conciencia de su impacto negativo en el sistema de
enseñanza, y por lo tanto proponía modificar aquella situación adversa, mediante
la promoción de una nueva camada de educadores que se estaba forjando desde el
movimiento de la Reforma Universitaria. Biagosch agregaba como otra de las
deficiencias que impactaba en la enseñanza media, pero que estaba relacionada
con la Universidad, lo que era definido como un pésimo procedimiento para la
designación del profesorado. También, Biagosch criticó esta última cuestión,
debido a que las designaciones se sustentaban en una presunción, que era la de
suponer que la sola posesión del título universitario habilitaba para la función
docente. Las consecuencias de este sistema de nombramiento en la docencia,
había sido caracterizada por Leopoldo Lugones, quien fuera nombrado en 1904
Inspector General de la Enseñanza Secundaria, en Didáctica, uno de sus libros
publicados en el marco de la conmemoración del Centenario de la Revolución de
Mayo, en 1910139. Biagosch, tomaba del texto de Lugones su conclusión, en la
que señalaba la inexistencia de alguna situación más irregular en la política
argentina de los últimos tiempos, como lo era la designación en las cátedras. Sin
embargo, este problema estaba en condiciones de encontrar una solución
provisoria, hasta tanto se crearan escuelas normales superiores, a través de la
instalación de la carrera docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, y la inclusión en todas las facultades del país de
cursos vinculados a la temática de la ciencia de la educación y la práctica
pedagógica, para los aspirantes a las cátedras y quienes se desempeñaban como
profesores.
Otro aspecto en el que consideraba importante dejar sentada su postura la
comisión referida, era el de la necesidad de la difusión de la extensión
universitaria, entendida como la vinculación entre la Universidad y el pueblo.
Biagosch afirmaba que mediante el impulso a la extensión universitaria, se
crearían cualidades docentes en los estudiantes. Pero, la motivación principal para
la realización de la extensión universitaria, se basaba en su concepción, en el
139 CAPDEVILA, Arturo; Lugones, Buenos Aires, Editorial Aguilar, 1973, p. 228.
122
hecho de haber encontrado una fórmula mediante la cual los universitarios
compensarían en cierta medida el sostenimiento de la educación pública por parte
del pueblo. De este modo, la Universidad retribuía a aquel, por el sacrificio
realizado cotidianamente para su sostenimiento, a partir del esfuerzo
desinteresado de los jóvenes protagonistas de la difusión de la cultura intelectual y
científica.
Biagosch, retomaba la problemática específica de la universidad, relacionada con
la democracia, cuando desmenuzaba el planteo de quienes observaban como
peligroso el aumento de la población universitaria. El supuesto que se manejaba
por parte de quienes sostenían aquella postura, se basaba en la creencia de que
había demasiados profesionales. Esta suposición fue refutada por Biagosch,
criticando la idea que la sustentaba, que se relacionaba con la característica
exclusiva que tenían las universidades de limitarse a expedir diplomas o a otorgar
habilitaciones para el desempeño de las diferentes profesiones. Para poder rebatir
esta argumentación que estaba basada en la concepción imperante de los institutos
de altos estudios, Biagosch exponía la necesidad de reformularla a partir de
priorizar el interés por la cultura y por la formación de la conciencia colectiva del
país. Este nuevo papel que se le asignaba a la universidad tomaba una gran
relevancia, ya que se constituía como el principal centro de irradiación cultural, de
acuerdo a lo que consignaba el dirigente estudiantil cordobés, debido a que las
instituciones que en otros países apoyaban o substituían las actividades de la casa
de altos estudios, como los ateneos, sociedades científicas, literarias, filosóficas o
bibliotecas, en Argentina carecían del suficiente desarrollo, en el caso de existir.
Se desprendía así como conclusión que la universidad adquiría una singular
relevancia como mecanismo democratizador, haciéndose indispensable para
Biagosch que se extendiera su esfera de acción al mayor número posible de
ciudadanos, incluyendo en su seno a todo aquel que traiga el bagaje de una
ilustración media y que por el rigorismo vigente o se somete a un implacable
rosario de exámenes o es un proscripto de los medios que el estado proporciona
para su mejoramiento intelectual.140 Al igual que en el plano de la docencia libre
140 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 125.
123
se abría la posibilidad para que pudieran ocupar las cátedras quienes demostraban
su capacidad para desempeñarse en esta actividad. En el caso de los estudiantes,
se comenzaba a reclamar que se les abriera el lugar a todos aquellos que se
sintieran capaces; con la vocación necesaria para desarrollar sus inteligencias; y
propender a la búsqueda de la justicia, la verdad y la ciencia triple empeño que yo
creo ser el único que nos ha llevado a todos a la universidad141.
El presidente y delegado en el congreso de estudiantes por la Federación
Universitaria de Córdoba, también otorgaba una enorme importancia en el
proceso de democratización de la Universidad, a la “libertad de aprender”,
concepto extraído del modelo de las universidades alemanas, lo que implicaba
concebir a los estudiantes en su condición de ser libres para inscribirse, para
asistir y para aprender. De esta manera los estudiantes se encontrarían en libertad
para elegir el orden de sus estudios, de acuerdo a sus motivaciones, intereses o
predisposición. La libre elección de los estudios, no se podía escindir de otra
reivindicación fundamental que había sido conquistada por el movimiento de la
Reforma Universitaria, y que era el de la asistencia voluntaria a las clases.
Otro de los puntos en los que se hacía hincapié en el análisis realizado por
Biagosch, estaba relacionado con el tema de la autonomía universitaria, a la que
se consideraba como relativa por lo estipulado en la ley Avellaneda, en lo
referente a la concreción del funcionamiento de las universidades, pero que tenía
que ser ampliada. El impulso renovador que se estaba gestando desde el
movimiento de la Reforma Universitaria, decía el delegado cordobés, se erigía
como una garantía suficiente para que la autonomía no quedara supeditada a la
inercia de los cuerpos directivos, cuya mayor evidencia se encontraba en las
academias vitalicias, a partir del control ejercido por un nuevo protagonista como
era el cuerpo de estudiantes. La autonomía pasaba a interpretarse como una
garantía, para poder perseguir el objetivo que se proponía cada uno de los
institutos de estudios superiores reorganizados democrática y funcionalmente;
ahora constituidos con la perspectiva de conformar de manera conjunta, la
141 Ibidem; p. 126.
124
república universitaria argentina, que estuviera en condiciones de acompañar y
desarrollar el estado cultural del ambiente del cual formaba parte.
Desde esta perspectiva, para Biagosch, la futura ley universitaria debía ser amplia,
y a la vez dejar librado a las universidades las definiciones sobre su gobierno,
planes de estudio, métodos de enseñanza, sistemas de promoción. Sustentado en
esta concepción de la autonomía, el presidente de la federación universitaria de
Córdoba, manifestaba que la futura ley universitaria debería constar de sólo un
único artículo, por el cual quedara asegurada la independencia económica de la
institución, de un porcentaje que saldría de las rentas generales de la nación, cuyo
total propuesto para el sostenimiento de las universidades nacionales e institutos
de alta cultura, se fijaba en un seis por ciento. De este modo, se reforzaba el
criterio del carácter autónomo en cuanto al funcionamiento y la organización de la
Universidad respecto al Estado.
Uno de los aspectos más novedosos que introdujo el informe de esta comisión,
cuya redacción corrió por cuenta de Biagosch, tenía que ver con la provisión de
los empleos administrativos y técnicos de la universidad. Para su conformación
debían tenerse en cuenta al cuerpo de estudiantes, ya que si la universidad abre al
estudiante las puertas de su dirección docente, debe abrirle también las de su
dirección administrativa142 De este modo, la democratización se planteaba
integralmente, abarcando todos los resortes de la vida universitaria, además de
participar como miembros plenos de los órganos de gobierno por primera vez, los
estudiantes tenían que acceder también al empleo administrativo y técnico de los
institutos de estudios superiores.
Luego de haber abordado la problemática de la relación entre la universidad y la
democracia, la comisión, recomendó dos votos a la federación universitaria
argentina, los cuales finalmente fueron sancionados en la cuarta sesión ordinaria,
el 25 de julio de 1918 en la ciudad de Córdoba. En primer término se proponía
que los poderes públicos de la nación, dictaran una ley general de enseñanza
básica y secundaria, para que se pudiera articular y complementar con la ley de
142 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 128.
125
enseñanza universitaria. La otra propuesta surgida, sostenía ordenar, como ya se
dijo, la fundación de mil escuelas en todo el territorio nacional, y gestionar el
mejoramiento de las condiciones materiales de los maestros.
Las resoluciones aprobadas por el congreso
Otras conclusiones aprobadas por el primer congreso nacional de estudiantes
universitarios, y que fueron publicadas en la edición número 12, del doce de
agosto de 1918, en la Gaceta Universitaria, pusieron de manifiesto la diversidad
de temas que se abordaron, y que habían atravesado las deliberaciones y debates
desarrollados. Tempranamente, hubo un pronunciamiento favorable a la
institucionalización de las casas del Estudiante, las cuales además de locales para
los centros, deberían contener dormitorios, para facilitar la vida y fomentar el
espíritu de cuerpo y solidaridad entre los estudiantes, tomando en consideración
siempre los intereses de la universidad de la que formaba parte, sirviendo como
lugar de alojamiento para estudiantes provenientes de lugares diferentes de donde
se hallaba ubicada la Universidad. Esta institución se encontraba inspirada en la
“Residencia de Estudiantes”, creada en 1910 por la Institución Libre de Enseñnza
de Madrid, concebida como un colegio universitario donde los residentes pudieran
gozar de un ambiente familiar y de estudio. El relator oficial fue Julio V.
González, durante la primera sesión ordinaria del congreso el 22 de julio de 1918.
Además se declararon como prioritarios el mantenimiento y ampliación de los
internados en los hospitales, lo que tenía relación con el hecho de que fue un
conflicto desarrollado en el seno de la Universidad Nacional de Córdoba desde
fines del año 1917, el desencadenante del comienzo de los sucesos de la Reforma
Universitaria.
La propagación de las relaciones inter-universitarias, se declaraba como prioridad
en la segunda sesión ordinaria del 23 de julio, a través del llamado al intercambio
de profesores de las universidades argentinas, promoviéndose así una mayor
vinculación entre ellas. A la vez, se proponía la derogación de los aranceles
existentes sobre los certificados de materias aprobadas, facilitando las solicitudes
de ingresos y la circulación entre alumnos de distintas universidades; también se
recomendaba a la Federación Universitaria Argentina la creación de la semana
126
deportiva inter-universitaria nacional. El relator oficial de la comisión fue el
delegado por la Federación Universitaria de La Plata, Carlos Lloveras.
Por otro lado, en esta misma sesión del congreso, se planteó la gestión para que
cada una de las universidades contara con un curso oficial de filosofía, con
carácter obligatorio para todos los estudiantes. Además, era considerada como
indispensable la incorporación a los planes de estudio de las distintas facultades
en las que se dictaran carreras técnicas, de por lo menos una materia con carácter
social. También, se proponía la implantación de la extensión universitaria con
carácter oficial en todas las universidades del país, y asimismo se recomendaba a
todos los egresados y alumnos que actuaban en centros no universitarios, la
organización de cursos de ese carácter. Estas conclusiones fueron relatadas por el
delegado de la federación universitaria de Córdoba, Alfredo P. Degano. En
relación con este último punto, otra de las conclusiones que surgieron del
congreso, estaba relacionada con la cultura obrera y la higiene social, a partir del
reconocimiento de la urgencia por orientar la labor universitaria para poder prestar
una colaboración efectiva, junto a otras instituciones, en campañas a favor de la
cultura pública y el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores.
Se resolvió también encomendar a los centros estudiantiles, la iniciación de una
eficaz campaña contra el analfabetismo, organizando colegios nocturnos para
obreros, con la colaboración exclusiva de estudiantes, en los que se desarrollaran
las enseñanzas que correspondían a los primeros grados de la educación básica.
Como parte de las actividades promovidas estaba la creación de una oficina de
acción social, entre todas las federaciones universitarias, para agrupar a quienes
querían colaborar en las tareas de divulgación a favor de la higiene social, la
profilaxis de enfermedades contagiosas y los efectos de vicios públicos, mediante
conferencias, folletines o el periodismo. Estas conclusiones referidas a la cultura
obrera e higiene social, llevaban la firma del delegado platense, Arnaldo Orfila
Reynal, quién fuera posteriormente, uno de los cinco delegados al congreso
internacional de estudiantes en México en 1921, e incorporaba la problemática de
la cuestión social, y la situación del pueblo trabajador, en las discusiones del
congreso con el tema de la extensión universitaria. Orfila Reynal, se hacía eco de
las experiencias de extensión y vinculación con los trabajadores, que llevaron a
127
cabo la Universidad Nacional de La Plata, desde una perspectiva institucional
impulsada por las figuras intelectuales vinculadas al socialismo que tenía en su
seno, como eran el secretario general, Enrique del Valle Iberlucea, y el profesor
Alfredo Palacios. Del mismo modo, se habían desarrollado otras experiencias,
como fueron la Universidad Libre de la Capital Federal, en 1915, y la Universidad
Popular en Córdoba en 1917.
Como una continuación de la temática anterior, también se propugnó desde el
congreso nacional de estudiantes, la conformación de una Comité social
universitario, que debía estar conformado por estudiantes, profesores y egresados,
que pertenecieran a las facultades de medicina, ingeniería y derecho. El Comité
tenía como tarea principal fijar, como celebración anual, una serie de actos
prescriptos, bajo el formato de conferencias populares: semana de la tuberculosis;
semana de la electricidad; semana del arte; semana de la maternidad e infancia;
semana de la filosofía; semana de los primeros auxilios médicos; día del sufragio;
día del ahorro. Como complemento se proponía realizar paseos y salidas a lugares
relacionados con las problemáticas establecidas, así como también la organización
de funciones especiales como conciertos sinfónicos u obras de teatro. La
reglamentación específica correría por cuenta de los consejos superiores de cada
Universidad. Estas resoluciones fueron impulsadas por el estudiante de medicina
cordobés, Jorge Orgaz. Se establece así, la fijación de temas que permitieran
articular de manera efectiva, la búsqueda de una vinculación más estrecha entre
los estudiantes y los trabajadores, que iban desde las cuestiones técnicas y
relacionadas con los oficios básicos, pasando por los problemas cotidianos que
sufrían principalmente los trabajadores en cuanto a las condiciones de vida, hasta
la posibilidad de acceder al conocimiento del arte, la filosofía y los derechos de
ciudadanía.
La Gaceta Universitaria, resaltaba como un gran gesto de solidaridad de los
estudiantes, en la segunda sesión ordinaria, lo que se tituló en las actas del
congreso como la recepción extraordinaria de exámenes y universidad libre, y
tenía que ver con la situación que atravesaban quienes cursaban las materias,
frente al conflicto que se desarrollaba en universidad nacional de Córdoba, que
estaba clausurada por tiempo indeterminado. Ante este estado de cosas, los
128
alumnos se encontraban expuestos a la posibilidad de perder el año lectivo de
1918. Como posible solución, la Federación Universitaria Argentina resolvió
encomendar la gestión ante las autoridades de las universidades de Buenos Aires y
La Plata, con el objetivo de permitir la recepción de exámenes a los estudiantes de
la Universidad de Córdoba, en iguales condiciones que la de sus alumnos
regulares. Para poder concretar el traslado de los estudiantes de Córdoba hacia las
otras universidades nacionales, se establecía la realización de una suscripción
entre los quince mil estudiantes federados de todo el país, con cuyos fondos se
afrontarían los costos del traslado.
Ante la precariedad institucional en la que se encontraba sumida la Universidad,
cuya autoridad rectoral era desconocida, se propiciaba en Córdoba la creación de
la Universidad Libre, como nueva instancia de difusión de la cultura en reemplazo
de la institución de estudios superiores existente, que se replegaba sobre su
estructura como eje de la provisión de la aristocracia doctoral, cerrándose y
enfrentando a la posibilidad de una renovación impulsada por el movimiento de la
Reforma Universitaria. Merece señalarse en relación con este tema, el antecedente
de la Institución Libre de Enseñanza, en España en 1876, inspirada en el espíritu
de la defensa de la libertad de pensamiento, presentándose como el resultado de
una iniciativa surgida de la sociedad, que prescindía de la tutela del Estado. Estas
consideraciones, llevaban la firma del Presidente de la Federación Universitaria
Argentina, Osvaldo Loudet, y de los presidentes de las federaciones de Buenos
Aires, Amílcar Burgos, de Santa Fe, Alejandro Grunning Rosas, de Tucumán,
Hector López, y de la delegación de La Plata, Cesar Ferri.
Otra de las novedades institucionales surgidas de las deliberaciones en el seno del
congreso de estudiantes, fue impulsada en la tercera sesión ordinaria del 24 de
julio de 1918, y era la propuesta de creación de la Universidad Nacional del
Litoral. Se recomendó al Congreso Nacional, la rápida sanción del proyecto para
erigir la nueva casa de altos estudios, cuyo radio de influencia se extendía por tres
provincias del litoral argentino, y sus sedes se distribuían entre las ciudades de
Santa Fe, Rosario, Paraná y Corrientes. Quien estuvo como relator oficial de esta
comisión que formulo el surgimiento de una nueva universidad, nacionalizándose
la provincial existente de Santa Fe, e introduciéndole un formato regional, fue el
129
delegado santafesino Ángel Caballero. Desde el año 1912, existía un movimiento
para la nacionalización de los títulos emitidos por la Universidad Provincial de
Santa Fe, creada en 1889, que fue adquiriendo importantes dimensiones y
adhesiones de figuras públicas como el Gobernador radical electo en 1912,
Manuel Menchaca junto a legisladores e intelectuales; y transformando sus
demandas, al reclamar la conformación de una nueva Universidad Nacional en
reemplazo de la existente, cuya sede radicaba en uno de los colegios confesionales
de la capital provincial, como era el de la Inmaculada Concepción creado por la
Compañía de Jesús en 1610.
A su vez, se incorporó a las actividades universidades a partir de esta sesión, por
primera vez, la educación física como un complemento de la enseñanza. Por este
motivo, se declaraba la necesidad de contar con un director de educación física
para cada universidad; que se construyeran campos de deportes e instalaciones
para uso de los estudiantes, y que se habilitara también para uso del público. El
relator de la comisión de que estudio la temática de la educación física, Federico
Falco, hacía expreso el deseo de la juventud universitaria argentina, de crear la
Asociación nacional de educación física.
Durante la cuarta sesión ordinaria del congreso de estudiantes, el veinticinco de
julio, además de las resoluciones referidas al dictado de una nueva ley general de
enseñanza elemental y secundaria, la mencionada creación de mil escuelas y el
mejoramiento de la situación del maestro, que había contado con el relato de
Emilio Biagosch; también apareció una resolución, sin firma, que hacia referencia
al costeo de la enseñanza para estudiantes pobres, mediante un “impuesto al
ausentismo”. En la resolución, se manifestaba que el primer congreso nacional de
estudiantes debía advertir a los poderes públicos para que se abocaran al estudio
del costo que implicaba la enseñanza superior, con el objetivo de asistir a los
estudiantes que no podían afrontarlo, recomendando para contar con los recursos
suficientes el impuesto al ausentismo, que implicaría el cobro de un recargo
adicional para los propietarios no domiciliados en el territorio nacional, con lo
cual se afectaría a los sectores más concentrados de la renta agropecuaria. Esta
propuesta demostró alguno de los límites que tuvo el congreso en cuanto a las
transformaciones estructurales de funcionamiento de la Universidad, que estaba
130
propugnando realizar. Tras una reñida votación, luego de una larga discusión, el
congreso por 21 votos a 19 se denegó la propuesta presentada por los delegados
de la federación universitaria de Buenos Aires, Gabriel del Mazo y Dante Ardigó,
en la que se postulaba el concepto de la gratuidad de la enseñanza.
En el proyecto original presentado por los estudiantes porteños, se postulaba
propiciar ante los poderes públicos el establecimiento de la gratuidad de la
enseñanza superior, para cuyo objeto, el producido de un “impuesto al
ausentismo”, podría suministrar los fondos necesarios143. De este modo, la
propuesta inicial de del Mazo y Ardigó, para terminar con los aranceles o
derechos que se cobraban con carácter de obligatoriedad en todas las
universidades del país, se modificó cualitativamente hasta convertirse en una
propuesta de subsidio mediante becas hacia los estudiantes pobres. La
instauración de la enseñanza universitaria gratuita, por lo tanto, no contaba con la
unanimidad de los delegados, reunidos en el congreso, aunque los resultados de la
reñida votación indicaban, que la propuesta presentada tenía asidero, aunque
quizás todavía no había llegado el momento para su instauración. A la vez,
revelaba la procedencia social de la mayoría del estudiantado, perteneciente a las
clases medias y altas, que no tenían en ese momento como objetivo principal
resolver el problema de la gratuidad de la enseñanza.
El proyecto, que finalmente no prosperó, para garantizar la gratuidad de la
enseñanza superior, estaba inspirado en el modelo de Uruguay, en donde los
gastos universitarios se costeaban con un impuesto al ausentismo. En la
argumentación del proyecto presentado por Del Mazo y Ardigó, se consideraba
como indispensable el aumento de los recursos destinados al financiamiento de la
educación superior. Estos recursos adicionales, serían dirigidos a cubrir los
nuevos gastos que implicaban las transformaciones propiciadas desde el congreso
de estudiantes, como eran las creaciones de nuevas universidades nacionales, o la
incorporación de nuevos métodos y orientaciones, como la libre docencia, y la
creación de nuevos institutos de investigación y laboratorios científicos.
143 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 132.
131
Otra de las propuestas surgidas de la cuarta jornada tenía relación con la
promoción del periodismo universitario, que era visto como el mejor medio del
que se debía valer la nueva generación, para poder desarrollar lo que se definía
como el imperativo de la época: una profunda cultura colectiva y severa ética
individual144. Se sugería desde el congreso de estudiantes, que a partir de los
acontecimientos que se desenvolvían en el orden internacional, o sea la gran
guerra europea, la revolución rusa y la revolución mexicana, era el momento de
desvincularse de los problemas europeos, para dedicarse a afrontar y resolver los
de índole exclusivamente americana, que junto a los problemas nacionales debían
estar plasmados en las distintas revistas estudiantiles que abordaban diferentes
disciplinas científicas. Como una actividad concomitante se inclinaba el congreso
hacia la adopción de una técnica de labor intelectual, que tendiera a la
uniformidad, para de esta manera poder establecer un intercambio intelectual,
aminorando las diferencias culturales entre las diversas regiones de la nación y
entre las naciones latinoamericanas.
En la quinta sesión ordinaria, el 26 de julio, se plasmó la inquietud por orientar la
enseñanza artística del país, y encauzarla según un sentido nacional y de
contribución a la creación de un arte propio, a partir de la utilización de elementos
autóctonos. La enseñanza suministrada en los institutos superiores de cultura
artística, pasaban a denominarse como Facultades de Arquitectura, las cuales
tenían como objetivo, complementar conjuntamente el arte con los conocimientos
científicos y técnicos básicos. El relator oficial de esta comisión fue el estudiante
Fernando Rosas. La idea fundamental estaba relacionada con poder plasmar en el
arte, parte de la cultura nacional, mediante el estudio y la elaboración de nociones
que implicaran el conocimiento de las realidades geográficas del país, junto a sus
expresiones autóctonas, con la utilización de los avances científicos existentes de
la época, bajo la rigurosidad de una Facultad específica, distinguiéndose de las
carreras de ingeniería o matemática que hasta el momento contenían a la
arquitectura. Ésta, a partir de ese momento, adquiriría un desenvolvimiento
propio, y comenzaría a relacionarse más institucionalmente con las Bellas Artes.
144 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 199.
132
Durante la sexta sesión ordinaria del congreso, el 27 de julio, se resolvió una
declaración por la nacionalización de la Universidad de Tucumán, y se
encomendó a la Federación Universitaria Argentina que solicitara al poder
ejecutivo nacional la inmediata sanción de una ley-contrato con el gobierno
provincial que facilitaría su nacionalización. El relator de esta comisión fue el
delegado de la federación universitaria de Tucumán, Alejandro Terrera. Otra
resolución que es dable destacar de esta sesión, tenía relación con el juramento de
los egresados, que en el caso de la Universidad de Córdoba estaba regido por una
ceremonia ritual prevista en las “constituciones” dictadas por el obispo Andrés de
Rada, visitador de la provincia del Paraguay. La constitución que regulaba el
funcionamiento y la vida universitaria, se sustentaba en la ratio studiorum oficial
de 1599, en la cual se estableció la normativa vigente por parte de la Compañía
general de la orden de Jesús para todas sus instituciones educativas. El graduado
debía realizar un juramento de solemnidad en el que se comprometía a defender la
Concepción Inmaculada de María Santísima; también juraba impugnar y detestar
la doctrina del tiranicidio y del regicidio, así como mantener la obediencia al
Rector de la Universidad; luego recibía arrodillado las insignias que lo distinguían
como doctor145. La Comisión integrada por los delegados cordobeses Ismael
Bordabehere e Hiram Pozzo, terminó con esta tradición clerical, y resolvió
declarar la libre elección de la fórmula para el juramento de los egresados. Esta
posibilidad, de poder dejar de lado las prescripciones establecidas durante tres
siglos por parte de la Universidad de Córdoba, comenzaba a dar por tierra con uno
de los preceptos fundamentales inculcados por la Compañía de Jesús señalados
por Lewis Coser; esto era, la necesidad de estar adiestrado rigurosamente en la
obediencia ciega, el auténtico jesuita se convertía en un soldado modelo del
ejército espiritual de la Iglesia militante146. La ruptura con esta tradición, ya había
sido declarada públicamente por el Manifiesto liminar, cuando en él se
proclamaba el “derecho a la insurrección”, y caracterizaba a la religión propagada
por la Compañía de Jesús, como la que enseñaba a menospreciar el honor y
deprimir la personalidad, convirtiéndose en una religión para vencidos o para
esclavos.
145 PALACIOS, Alfredo, ob. Cit., pp. 50 a 66. 146COSER, Lewis; ob. Cit., p.120.
133
En las sesiones octava y de clausura, se destacó la declaración de solidaridad con
el movimiento de la juventud de Córdoba. Se consideraba que la situación de
crisis en la que se encontraba en ese momento la Universidad de Córdoba, tenía
como causa principal a la permanencia del doctor Antonio Nores, miembro de la
Corda Frates, en el rectorado, lo que implicaba una severa y terminante
impugnación por parte de un sector importante de la opinión pública del país. El
congreso sostenía que el estado de cosas en el que se encontraba la Universidad,
sólo podría hallar una solución con la renuncia al rectorado de Nores. Y
finalmente, se encomendaba a la Federación Universitaria Argentina la gestión
ante los poderes públicos para encontrar una rápida solución al conflicto. Con lo
cual se abría la posibilidad para que se decretara una nueva intervención por parte
del Poder Ejecutivo Nacional, pero desde una posición diferente, que daba lugar a
tener mayores posibilidades de hacer valer sus posturas, por parte del movimiento
que propugnaba la Reforma Universitaria, dentro de la correlación de fuerzas de
los sectores en pugna. La juventud universitaria ya contaba con un nuevo formato
institucional previsto para la organización de las universidades, y además había
salido al espacio público, mediante declaraciones y acciones que cosecharon
importantes adhesiones de intelectuales, de numerosos dirigentes y partidos
políticos, y de organizaciones de trabajadores de toda la República.
Discursos de clausura del congreso
Durante la sesión de clausura del congreso de estudiantes se pronunciaron dos
discursos públicos, que estuvieron a cargo del joven graduado que participó del
movimiento de la Reforma Universitaria desde el Comité Córdoba Libre, y fue
autor del Manifiesto liminar del 21 de junio de 1918, Deodoro Roca; junto con el
discurso de despedida a las delegaciones en nombre de la juventud de Córdoba
que estuvo a cargo del delegado de la federación universitaria, Manuel T.
Rodríguez. Éste último comenzó su discurso manifestando haber sentido vibrar
durante el desarrollo de las jornadas del congreso, el impulso de similares anhelos
y un mismo ideal, lo cual había sido definitorio para poder generar entre todos los
134
participantes la comprensión de la hermandad de corazón y de cerebro147que los
unía, e impulsaba su accionar colectivo. Manuel Rodríguez expresaba en la
despedida a las delegaciones estudiantiles, la inquietud que había motivado esta
congregación, y dio lugar a un nuevo formato institucional para las universidades
argentinas. Se trataba de dar a conocer al país, el modo en el que la nueva
generación intelectual, surgida de la reforma universitaria, aspiraba a realizar el
alto ideal de la cultura nacional. Esta obra, aseveraba el estudiante Rodríguez, se
hacía al margen de todo interés, sin prejuicios y con el entusiasmo y la esperanza
como atributos inherentes a la juventud de sus protagonistas. Luego de proclamar
la necesidad de ruptura con una tradición y el haber renegado de una fe, para de
este modo poder encauzar la búsqueda de un rumbo, Manuel Rodríguez ubicaba
la posibilidad de prosperar en el anhelo de la reforma a través de la reafirmación
por parte de la juventud universitaria, de su aspiración por una permanente
renovación espiritual.
El discurso del delegado de la federación universitaria de Córdoba, hundía sus
raíces en el idealismo de José Enrique Rodó, al afirmar que la obra que llevaba
adelante la juventud estudiosa se trataba de una cruzada espiritual, ya que
representaba un ideal de verdad, de amor y de belleza enfrentado al materialismo
utilitario. Se afirmaba por parte de Manuel Rodríguez, que a partir de las jornadas
vividas, a las que definía como llenas de idealismo, se había logrado “auscultar”
el porvenir argentino, por lo que asumía en nombre de la juventud estudiosa un
compromiso colectivo mediante el cual se emprendía el desafío de crear el “alma
argentina”.
En el discurso de clausura de ese mismo primer congreso nacional de estudiantes
universitarios que tituló Deodoro Roca: “La nueva generación americana”, se
planteaba la idea de una pertenencia generacional a la que denominaba como la
generación de 1914, y que estaba alumbrada por la responsabilidad ante el
incendio de Europa por la Gran Guerra. Esta identificación propugnada por
Deodoro Roca implicaba complementariamente una diferenciación, ante la
generación anterior, caracterizada por éste como adoctrinada en el ansia
147 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 220.
135
inescrupulosa de la riqueza, en el desdén por la obra desinteresada, y en las
direcciones del agropecuarismo cerrado o la burocracia apacible y mediocrizante.
Denunciaba, a su vez, que a partir de esa actitud adoptada por la generación
precedente, se fugaba la espiritualidad, incluido el viejo esprit de los criollos,
como resplandor de los campamentos lejanos en donde se afianzó nuestra
nacionalidad148, diluyéndose en la grisácea uniformidad de conducta y en las
oscuras prácticas de Calibán149. Como se sabe, tomaba la difundida figura de “La
Tempestad”, obra escrita por William Shakespeare, que adquirió vuelo propio en
el continente latinoamericano con la reinterpretación realizada por José Enrique
Rodó en el “Ariel”. Del discurso de Deodoro Roca, se desprendía una referencia
directa a un texto escrito por Rubén Darío para el diario El Tiempo de Buenos
Aires, el 20 de mayo de 1898, cuyo título era “El triunfo de Calibán”, y en el cual
se distinguían para ponerlos en crítica a los valores “animalescos” que portaba la
civilización norteamericana en procura de la caza del dólar, que circunscribía su
accionar a la fábrica y a la Bolsa, a diferencia de la cultura latina, cuya fuente se
encontraba en la idealidad y la comunidad de su espíritu. Estos planteos precedían
y se empalmaban junto a las claras influencias del “Ariel” de Rodó en las
juventudes intelectuales latinoamericanas. Deodoro Roca, además, criticaba la
actitud de buscar “la fórmula del universo”, y como única forma de ver la realidad
a través del libro recién llegado, “cualquiera fuera su procedencia y su calidad”150.
Deodoro Roca afirmaba que aquella actitud de la generación precedente, estaba
cargada de retórica, y se convertía en grandilocuencia en el campo literario, en
gesticulación pura en el campo político, en rito puro en el campo religioso, en
simulación cínica o pedantería en el campo docente, fraude o escamoteo en la vida
comercial, ostentación, vanidad, ausencia de simpatía real en el campo de la
sociabilidad, duplicidad de enseñanza en la vida familiar, y enajenación de
virtudes a favor de vicios ornamentales en el plano de la moral. Sin embargo,
Deodoro Roca rescataba en su discurso, algunas “voces” que se habían alzado
148 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Córdoba , Editorial Universitaria de Córdoba , 1968, p.22. 149 Idem. 150 Idem. p. 23.
136
frente a aquella actitud, rescatando la fe en los destinos de la nacionalidad, como
era la de Ricardo Rojas.
Retomaba de Rojas la idea de darle contenido americano e infundirle carácter,
espíritu, “fuerza interior y propia al alma nacional”, y de este modo poder generar
una conciencia orgánica de pueblo. Para Deodoro Roca, el planteo de Rojas
quedaba confirmado con los festejos del centenario del año 1910, los cuales eran
disonantes con lo descripto por éste como: un tumulto babélico, triste, violento y
oscuro151, y organizados por el Estado “rastacuero”, que era producto no de la
expansión orgánica de las fuerzas, sino la consecuencia “de un simple agregado
molecular”, no desarrollo, y si yuxtaposición. Se hacía eco del lamento de Rojas,
y aseveraba que se había perdido la conciencia de la personalidad: Dos cosas -en
América y, por consiguiente, entre nosotros- faltaban: hombres y hombres
americanos152. Para sustentar esta afirmación, también rastreaba la génesis de este
problema, a partir del rol al cual había sido sometido el continente americano
durante el coloniaje, esto era, haber sido materia de explotación y objeto para el
mayor rendimiento en la generación de riqueza ajena. Desde aquel momento y en
nombre de estos objetivos, se había sacrificado la vida autóctona, con razas y
civilizaciones153, lamentaba Deodoro Roca; sobre todo porque lo que no se había
destruido en nombre del trono, se lo había hecho en nombre de la Cruz. Y al
mantenerse el hecho de la función de ser materia de explotación, a lo largo del
tiempo, concluía que se vivía sin otro ideal, se estaba siempre de paso, y quien se
quedaba lo hacía con resignación, y esa tensión se propagaba por contagio
imitativo a los propios hijos del país, por lo tanto se andaba por la tierra de
América, sin vivir en ella.
Frente a este crudo diagnóstico, se abría una esperanza a partir del accionar de las
nuevas generaciones, de las cuales formaba parte el auditorio de estudiantes
universitarios al que se dirigía en su discurso. La nueva generación, a diferencia
151 Ibidem; p. 24 152 Ibidem 153 Idem, p.25.
137
de la precedente, según el intelectual cordobés, comenzaba a vivir en América, a
preocuparse por sus problemas, por el conocimiento de todas las fuerzas que
actúan, se agitan y limitan la vida de la nación, renegando de literaturas exóticas y
midiendo su propio dolor, para poder remover los obstáculos que se oponían a la
expansión de la vida en esta tierra154. Esta nueva actitud asumida por la juventud,
no significaba cerrarse a la sugestión de la cultura proveniente de otros
continentes, sino abrirse a la comprensión de lo propio, crear hombres y hombres
americanos era la imposición de la hora.
Finalmente Deodoro Roca, advertía que el secreto de la futura transformación se
encontraba en la Universidad; pero para que se hiciera realidad se necesitaba ir a
las universidades a vivir, no a pasar por ellas; y desde allí formar el alma de la
nacionalidad. Esto implicaba operar una revolución desde arriba. Pero, se
aclaraban los términos de esa operación, planteándola como una acción reciproca
entre la Universidad y el pueblo para que pudiera surgir su real grandeza. Y a su
vez, expresaba su profesión de fe en la nueva sensibilidad, y la preparación para
realizar esta tarea por parte de la generación que asomaba a la vida del país,
manifestando una posición distinta e inequívoca ante los problemas universales de
la cultura, diferenciándose respecto a la concepción del mundo que tenían las
élites dirigentes nacionales de la generación del ’80, y la aristocracia doctoral
local. Esta actitud y sensibilidad asumida por la nueva generación, quedaba
reflejada para Deodoro Roca en el impulso para la realización del Congreso de
Estudiantes, y en el espíritu que animó su desarrollo durante la semana que
sesionó en la ciudad de Córdoba. También planteaba la idea de una revolución
que recién comenzaba, y sostenía que por los pensamientos de los jóvenes
estudiantes de todo el país reunidos en el Congreso, pasaba, casi silencioso, el
porvenir de la civilización del país. Por último sintetizaba el espíritu de las
resoluciones surgidas del Congreso como un fiel reflejo de la nueva generación,
en primer lugar a través del soplo democrático que significaban las nuevas bases
de reorganización, y luego del planteo de la necesidad de ponerse en contacto con
el Pueblo, ya sea abriéndole las puertas de la Universidad o desbordándola sobre
él155.
154 Ibídem. 155 ROCA, Deodoro; ob. Cit., p.27
138
De este modo Deodoro Roca, le otorgaba al espíritu de la Universidad la tarea de
conformar la construcción de la Nación, a través del espíritu del estudiante
educado en la solidaridad en la ciencia y en la vida; del ejercicio de ser
sistemáticamente heroicos en las pequeñas cosas “no necesarias” de todos los
días; y sobre todo en el afán sin emulación egoísta156 de sobrepasarse a sí
mismos, a partir del ansia del saber, la inquietud del ser, en medio de la
cordialidad entre los hombres. Cabe establecer para estas proposiciones,
difundidas por el autor del Manifiesto liminar, una analogía con el análisis
realizado por Walter Benjamin, en “La vida de los estudiantes”157, publicado en
1915, y que formara parte de una de sus conferencias con motivo de su
nombramiento como presidente de la “Comunidad estudiantil berlinesa”. En este
escrito, se enfatizaba la necesidad de propender a una máxima vinculación entre
profesión y vida, para lo cual los estudiantes tendrían que lograr transformar a la
Universidad, para hacer compatible el saber permanente que se acumula en su
ámbito, con la búsqueda de nuevo métodos, como una constante revolución
espiritual donde se suscitan cuestiones nuevas mas penetrantes, oscuras e
inexactas que las cuestiones científicas, pero no pocas veces producidas por una
intuición mas profunda que en estas158. De esta manera, Benjamin, al igual que
Deodoro Roca, les asignaba una tarea preponderante a los estudiantes en términos
prospectivos, en este caso una función creadora, encargada de utilizar un aparato
filosófico para traducir a un lenguaje científico, las ideas nuevas que previamente
surgieron en los terrenos del arte y de la vida social.
Otra de las categorías de análisis que se desprende del discurso de Deodoro Roca,
es asimilable a lo que Pedro Henríquez Ureña definiera como “nacionalismo
espiritual”159, en una conferencia pronunciada en la Universidad de La Plata en
156 Ibidem; p.28 157 BENJAMIN, Walter; La metafísica de la juventud, Barcelona, Editorial Altaya S.A., 1998, pp. 117 a 136. 158 Ibidem; p. 129. 159 HENRIQUEZ UREÑA, Pedro; Ensayos en busca de nuestra expresión, Buenos Aires, Editorial Raigal, 1952.
139
1922 con el título: “La utopía de América”. De ella se desprendía el ejemplo de la
obra que estaba llevando a cabo la revolución mexicana, dotada con instrumentos
vinculados a la cultura que le daba una forma específica al nacionalismo. Para
Henríquez Ureña a través de una cultura social fundada en el trabajo, ofrecida y
diseminada hacia toda la población, y que se encontraba basada no sólo en el
aprender a conocer sino igualmente aprender a hacer. No debía haber alta cultura,
porque sería falsa y efímera donde no existiera la cultura popular. Este nuevo tipo
de nacionalismo cultural, nacía de de las cualidades de cada pueblo, traducidas en
arte y pensamiento, lo cual tomó cuerpo posteriormente en el Congreso
Internacional de Estudiantes en México, bajo la fórmula de: nacionalismo de las
jícaras y los poemas160.
Gregorio Bermann, englobará estas nociones referidas a la búsqueda del
desarrollo de la vida espiritual relacionadas con una cultura de la juventud, en el
concepto de wandervögel, acuñado por las rebeliones juveniles alemanas de
comienzos del siglo XX. En Berlín, en 1900 se creó un grupo, constituido por
estudiantes secundarios, con cierta inspiración anárquica, que se manifestaba en
una actitud de rebeldía contra la escuela, el hogar y la atmósfera burguesa
existente: los wandervögel (aves migradoras), se iban en bandas a través de los
bosques en los días de fiesta, y durante las vacaciones hacían largos viajes, en los
que descubrieron la naturaleza y la alegría de ser libres. En los años siguientes,
el movimiento se extendió a toda Alemania y a todos los medios, pues junto al
wandervögel burgués, había uno proletario161. Bermann, señala que el sentido de
la aparición de este movimiento, se fundamentaba, en su insurgencia contra la
civilización materialista, racionalista, que era considerada por los jóvenes, como
opresora y llena de mentiras convencionales, ante lo cual se impulsaba un nuevo
movimiento espiritual, que aspiraba a la creación de una cultura juvenil, como un
nuevo estilo de vida, lo cual es asimilable con el ideario transmitido por los
protagonistas de la nueva generación intelectual en Argentina desde 1918.
160 Idem; p. 23. 161 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p 67.
140
En el caso de los planteos propuestos por Deodoro Roca, considerado por
Gregorio Bermann como uno de los intelectuales principales surgidos del
movimiento de la Reforma Universitaria, junto a la noción de la necesidad de
crear una nueva cultura juvenil con una clara impronta de rebeldía, se ensamblaba
con la tradición nacional que hundía sus raíces en la generación de Mayo,
liberadora de los pueblos americanos, para lo cual habían conformado un “club
juvenil”162; y también se puede identificar este ideario con otra tradición de
movimientos juveniles autóctonos, como fue el de la Joven Argentina como obra
de algunos miembros de la generación del ’37. Sin embargo, a pesar de la línea de
continuidad con estos movimientos de jóvenes, que gravitaron para la
incorporación de valores intelectuales y de gobierno para la República durante el
siglo XIX, la Reforma Universitaria, además de ser una obra impulsada por una
elite referenciada como grupo juvenil, se caracterizó también por transformase en
un movimiento concomitante con la aparición de las masas en Argentina. A la vez
los rasgos originarios que adquirió el movimiento reformista en el desarrollo de su
conformación, y su empalme con planteos vinculados a un tipo de nacionalismo
cultural, le permitieron propagarse como un fenómeno político y cultural
latinoamericano.
162Ibidem; p. 20.
141
Capítulo II
La Concreción de la Reforma Universitaria y su proyección
nacional.
Las Repercusiones parlamentarias
Los sucesos de la Reforma Universitaria comenzaron a tomar dimensión nacional,
y motivaron el pedido de interpelación del ministro de Instrucción Pública Julio
Salinas, por parte del diputado socialista, Juan B. Justo. En la sesión del 17 de
julio de 1918 en la Cámara de Diputados de la Nación, Justo planteó la necesidad
de interpelar a Salinas con el objeto de promover una nueva intervención de la
Universidad de Córdoba, por parte del gobierno nacional para poder zanjar la
disputa en la que se encontraba envuelta, y lograr poner en práctica las
reivindicaciones de la juventud universitaria. Fundamentaba su solicitud por la
situación: del conflicto que perdura desde el mes de marzo hasta la fecha, con
grave detrimento del trabajo de los jóvenes inscriptos en aquella universidad,
gran establecimiento nacional de instrucción superior en el cual se insumen
muchos centenares de miles de pesos de la nación. Es sabido que los estudios
están allí interrumpidos desde el comienzo del año y que el poder ejecutivo ha
intervenido ya una vez en aquella universidad, con un resultado dudoso a juzgar
por el estado actual del instituto, y es sabido también que su clausura acaba de
ser declarada con carácter permanente, o sin plazo determinado, por las
personas que actúan como autoridades en aquella universidad, y que estudiantes
de la capital amagan en estos momentos con una huelga general en apoyo de sus
compañeros de Córdoba163 . En primer término, el diputado socialista ponía de
manifiesto su preocupación por la inversión de dineros públicos nacionales, por
parte del Parlamento, en una Universidad que no estaba cumpliendo con su tarea.
Reforzándolo luego con la posibilidad de que se paralizara el resto de las
universidades, debido a solidaridad de los estudiantes del país con el conflicto
iniciado en Córdoba.
163 JUSTO, Juan B.; Educación Pública. Escritos y Discursos Parlamentarios. Obras Completas, Tomo III, Buenos Aires, Editorial La Vanguardia, 1930, p. 222.
142
Luego de aceptar las causas que motivaron el pedido de interpelación presentado
por Justo, la Cámara de Diputados de la Nación, resolvió realizar una invitación al
ministro Salinas a la sesión del 24 de julio de 1918, con el fin de que informara
sobre los resultados de la intervención del Poder Ejecutivo nacional en el conflicto
universitario de Córdoba, y sobre sus “propósitos” ante la prolongación y
agravamiento de esta situación.
El día que estaba previsto para su interpelación, el Ministro de Instrucción Pública
no se presentó, aunque envió una nota dirigida a la Cámara de Diputados de la
Nación el 24 de julio de 1918, en la cual expresaba que como parte del Poder
Ejecutivo evaluaba que no le correspondía dar cuenta de sus actos respecto de la
intervención en la Universidad de Córdoba en el Parlamento, debido a que
juzgaba que esta acción se encontraba dentro de sus atribuciones constitucionales.
Salinas señalaba que las incidencias ocurridas en la Universidad Nacional de
Córdoba, que habían determinado la intervención del Poder Ejecutivo, en virtud
de atribuciones que le eran propias, tenían como fin reparar y remover las causas
de la “anormalidad” existente en su seno, para poder conseguir que aquella
institución pudiera estar en condiciones de reasumir legalmente el ejercicio pleno
de sus funciones.
A pesar de la ausencia del ministro Salinas en el recinto, el diputado Justo
desarrolló una extensa intervención, fijando su postura ante los sucesos de la
Reforma Universitaria, y formulando un diagnóstico de las condiciones que la
impulsaban. Cabe destacar además, sus antecedentes de participación en los
movimientos de 1890 y un rol protagónico en los que desembocaron en la reforma
del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906; que apenas había
asumido como diputado electo por el Partido Socialista en 1912, interpeló al
ministro de Instrucción Pública de Roque Saénz Peña, una figura vinculada al
clericalismo como era Tomás R. Cullen, denunciándolo como uno de los
causantes de impedir el libre desenvolvimiento intelectual de la juventud
argentina. En aquella interpelación parlamentaria, en la cual estuvo presente el
Ministro Cullen, la fundamentación se basaba en el rechazo a la exigencia del
Rector del Colegio Nacional de Córdoba, dependiente de la Universidad, de que
143
los alumnos asistieran de manera obligatoria a la misa del día de la Virgen de
Monserrat. Sin embargo, en esta ocasión, Justo no se proponía impugnar al
Ministro Salinas, sino propiciar un involucramiento del Estado en el conflicto
desatado en la Universidad de Córdoba, para apuntalar al movimiento de la
juventud universitaria cordobesa, en sus objetivos de renovación y transformación
que abarcaban principalmente el ámbito cultural, transvasándolo con la dinámica
que había adquirido la disputa establecida entre las distintas organizaciones y
concepciones ideológicas en pugna.
El discurso de Justo en la Cámara de Diputados, fue efectuado, de todos modos,
el 29 de julio de 1918, y en el se proponía dilucidar lo que consideraba uno de los
problemas prioritarios para el momento de la vida intelectual y moral que
atravesaba el país, como era el conflicto suscitado en la Universidad de Córdoba.
Sostenía que se perjudicaba a: no menos de mil estudiantes y con despilfarro
evidente de más de un millón de pesos que obtenemos en forma de impuesto y
votamos para sostener aquella mala universidad164. Cabe recordar, que Justo
había realizado una visita institucional a la Universidad de Córdoba una semana
antes, en la que se entrevistó con sus autoridades, y pudo percibir el ambiente en
el que se desarrollaba el conflicto. En este sentido, señalaba el diputado socialista
a sus pares, el compromiso asumido para aclarar y resolver el “problema urgente”
que apasionaba a la “juventud estudiosa argentina”, lo cual motivaba que
promoviera la interpelación. Aclaraba que por primera vez, recurría a este
mecanismo legislativo no como acto de oposición ante los propósitos del Poder
Ejecutivo, sino más bien para estimularlo en su acción y contribuir a que su obra
fuera fructífera165. Justo se manifestaba preocupado por la suerte de la
Universidad de Córdoba, la cual había sido sometida a importantes críticas, por su
fuerte impronta clerical; y además por el hecho de haber recibido un mensaje de
los estudiantes universitarios cordobeses al iniciarse el momento más agitado del
movimiento, pidiendo su intervención para que apoyara sus reivindicaciones.
164 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 225. 165 Ibidem; p. 226.
144
También resaltaba Justo, que una resolución del último congreso del Partido
Socialista había incluido el asunto universitario entre los puntos del programa
mínimo. El congreso socialista de 1918 fue la primera instancia política que trató,
por intermedio de su estudio, la problemática universitaria como una de las
cuestiones trascendentes de la vida nacional. De las distintas proposiciones
planteadas por los delegados durante el desarrollo del XIV congreso nacional, que
tuvo lugar concomitantemente con los sucesos de la Reforma Universitaria, el 11
de junio de 1918 y fue presidido por Justo, surgió la incorporación por primera
vez de un punto referido a la política universitaria al programa mínimo del Partido
Socialista: Democratización de las Universidades y extensión popular de su
enseñanza. (Art. 5, inciso E)166. En ese mismo congreso socialista, asumiendo una
postura política partidaria protagónica respecto a los sucesos que terminarán
desencadenando la Reforma Universitaria, se había acordado enviar un telegrama
de solidaridad a la Federación Universitaria de Córdoba.
El diputado socialista se proponía enfrentar el prejuicio que intentaba instalarse,
frente al espíritu del movimiento juvenil que se estaba conformando, por parte de
las autoridades de la Universidad Nacional de Córdoba, y los diferentes grupos
que apoyaban a los miembros que formaban parte de la elite dirigente local. Se
hacía eco Justo de las declaraciones públicas que había realizado el Rector electo
el 15 de junio de 1918, Antonio Nores, cuando denunciaba, en la comunicación
enviada al Ministro Salinas en la que daba a conocer la suspensión de las clases,
como un movimiento dirigido indefectiblemente hacia “el más crudo socialismo”,
por la presencia de varias personalidades representativas de esta filiación
partidaria, en referencia al protagonismo que tuvieron Palacios y Bravo en
Córdoba a lo largo del desarrollo del conflicto. Ante aquellas declaraciones
efectuadas recientemente por Nores, el 13 de julio de 1918, Justo consideraba que
aquella referencia se relacionaba con la participación de su colega diputado Mario
Bravo, quien –decía- se caracterizaba en la Cámara por su moderación y cordura.
Bravo había encabezado una multitudinaria manifestación en Córdoba el 30 de
junio de aquel año, que fue reprimida duramente por una carga de la policía
provincial, lo cual generó una protesta popular que obligó al fiscal de gobierno a
166 “La Reforma Universitaria y el Partido Socialista”, loc. Cit., p. 10.
145
levantar un sumario para investigar los hechos y encontrar a los culpables. Esta
represión también impulsó la protesta de la Federación Obrera local, que amenazó
declarar un paro general; y de la Federación Universitaria junto a legisladores de
todos los partidos políticos. También el sector azul de la Unión Cívica Radical
envió una nota de desagravio al movimiento estudiantil, rechazando el accionar de
la policía.
Justo refutaba las acusaciones de Nores, atribuyéndolas al “espíritu
tradicionalmente sectario” dominante en la Universidad de Córdoba; que se
manifestaba en todos los aspectos de la vida interna de la institución reflejada en
toda su ornamentación que resaltaba la herencia jesuítica. Y expresaba
públicamente su sorpresa ante los nuevos estatutos que se había dado la
Universidad, incluso bajo la primera intervención nacional, cuyo primer artículo
establecía que se conservaba el viejo escudo universitario, con claras referencias a
los libros sagrados católicos. Luego, realizaba una descripción caracterizando el
espacio físico de la “vetusta casa”, conformado bajo la obsesión de imágenes
eclesiásticas, como la gran estatua que se encontraba en el medio del patio de Fray
Trejo y Sanabria, estatua bastante pesada para que no pudiera ser volteada a lazo
en la última revuelta estudiantil167. La composición de lugar, concluía con
descripción de la tribuna del salón de grados en forma de púlpito, desde donde no
podían sino descender palabras “de unción católica y de retórica eclesiástica”.
De todos modos, para Justo, el sectarismo de la Universidad de Córdoba, se
expresaba en toda su magnitud en la actitud que asumía frente a “cuestiones
fundamentales para la vida intelectual y para la vida moral de la nación”. A
continuación, pasaba a definir y explicar como entendía al sectario,
distinguiéndolo de aquel que se ocupaba de una sola cuestión para lo cual
concentraba todo su esfuerzo personal y atención. Ello era saludable siempre y
cuando se reconociera la importancia del esfuerzo de los demás, de los que
hicieran otras cosas. Así, destacaba –con un ejemplo-, que se podía ser partidario
del single tax, esto es del impuesto único a la propiedad privada de la tierra, que
había sido propuesto por el escritor norteamericano Henry George, y generado
167 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 227.
146
importantes adhesiones por parte de diferentes intelectuales; pero aunque
dedicaran sus partidarios la vida entera a la propaganda de este principio, no se
convertían en sectarios si se comprendía la importancia del estudio de otros
aspectos de la política y si se respetaba el esfuerzo realizado por otros hombres en
ese campo. La referencia al georgismo por parte de Justo no es casual, ya que
algunos de los intelectuales cercanos al movimiento reformista, adherían a esos
planteos, como en los casos de Arturo Orgaz y Arturo Capdevila, y de este modo
se los incluía en el amplio bloque político que debía consumar la Reforma
Universitaria.
Lejos de la posibilidad de evitar el sectarismo, se encontraba la Universidad de
Córdoba de acuerdo a lo que señalaba Justo, “infiltrada” completamente por un
catolicismo ortodoxo e intransigente, que negaba la utilidad del esfuerzo de
aquellos universitarios que no fueran católicos. También este sectarismo, negaba
la verdad de las instituciones que no fueran católicas, lo cual se sustentaba en base
a los fundamentos ideológicos que se encontraban en la doctrina jesuítica, y que
estipulaba las reglas para las distintas funciones desempeñadas por los miembros
de la Compañía en el ámbito educativo, a través del ratio studiorum oficial de
1599. Justo denunciaba que se minaban los fundamentos mismos de la sociedad
civil en las cátedras de esta Universidad, y mencionaba como prueba de esto, la
existencia de una cátedra titulada de Derecho Público Eclesiástico, que era única
en todo el país. Agregaba que ésta cátedra negaba al Estado el derecho de la
instrucción primaria de los ciudadanos, al sostener que esa era una función propia
de la Iglesia. El catedrático de la materia, Nicolás Garzón Maceda, también fue
objeto de la crítica de Justo, por un lado por ser uno de los seis “Garzones” que
había encontrado como miembros de la Universidad, y por el otro, por la
bibliografía utilizada que incluía el libro del padre Mateo Liberatore, de la
Compañía de Jesús, titulado “La Iglesia y el Estado”, en el cual se denostaba la
libertad de conciencia, basándose en la autoridad papal. Este mismo autor, había
escrito numerosas obras que aparecían en las bibliotecas docentes de Córdoba,
entre las cuales se encontraba el texto obligatorio de la materia Economía Política,
titulado “Principios de economía política.- Tratado del padre Mateo Liberatore, de
la Compañía de Jesús”. Justo mostraba a sus colegas en la Cámara de Diputados
aquel libro, y destacaba que en su primera página, se daba licencia por parte de la
147
Orden jesuita para que pudiera imprimirse y publicarse la obra, luego de haber
sido examinada: y según la censura, nada contiene contradictorio al dogma
apostólico y sana moral168.
Otro detalle que sintetizaba el grado de anacronismo de ideales en el que estaba
inmersa la institución difusora de cultura, y que el dirigente socialista consideraba
que no podía dejar de darlo a conocer públicamente, estaba incluido en el
programa de la cátedra de Filosofía del Derecho, a cargo del profesor Ignacio M.
Garzón. En la bolilla 16 se hablaba de los “deberes para con los siervos”, en
flagrante contradicción con los principios republicanos y democráticos que regían
a la nación. Además de regirse por este clima ideológico retrogrado y cerrado a la
renovación que se estaba produciendo a nivel nacional, la dinámica de
funcionamiento de la Universidad de Córdoba, afirmaba Justo, había subvertido el
concepto de enseñanza y de la verdad científica, reemplazándoselos por “puro
verbalismo”, lo que había sido comprobado por el propio interventor Matienzo en
sus visitas a diferentes clases. Y también que los profesores recitaban de memoria
distintas oraciones declamatorias, como lo hiciera defensivamente el profesor de
Derecho Público, repitiendo un discurso previamente dictado, según lo
denunciaron los estudiantes, quienes transcribieron una versión taquigráfica de lo
expresado en la clase. En las páginas de la Gaceta Universitaria, se reclamaba la
creación de gabinetes, y la modernización de los existentes, junto a la
actualización bibliográfica y una mayor exigencia para contrarrestar la existencia
de copias de dibujos, los conocimientos escasos de los diferentes materiales de
construcción, y el desconocimiento de la complejidad de las herramientas para el
cálculo, que terminaban fomentando a los estudiantes, los profesores de la
Facultad de Ingeniería.
La lógica que daba lugar a la presencia cotidiana en la Universidad del más puro y
simple verbalismo, y hace pasar la palabrería hueca como ciencia, hacía que las
Bibliotecas y los laboratorios no tuvieran una función importante. La Biblioteca
principal no poseía un catálogo de fichas, pero lo más preocupante para el
diputado socialista, que, recordemos, había sido el traductor al idioma español de
168 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 231.
148
la primera edición del primer tomo de El Capital, se daba por el hecho de no
contar con las obras modernas más “indispensables”, entre las cuales nombraba
las realizadas por Darwin, Wallace, Huxley, Marx, Engels y Morgan.
El otro aspecto que señalaba Justo, que preocupaba a los diputados socialistas, en
su diagnóstico esbozado sobre la situación en la cual se encontraba la Universidad
de Córdoba, tenía que ver con su faz administrativa. En ocasión de la discusión
del presupuesto nacional, ya habían dejado sentada severas críticas desde la
bancada socialista en la Cámara, denunciando repetidas veces el malgasto de los
dineros públicos invertidos en aquella Universidad, que los destinaba a fines que
tenían poca relación con la enseñanza. El último subsidio nacional, votado por el
Congreso Nacional, constaba de una suma de 1.400.000 pesos, y de acuerdo a lo
que establecía la ley universitaria 1597, las universidades tenían la obligación de
de dar cuenta anualmente de sus entradas pecuniarias, constituidas además por los
derechos de examen y de matrícula. Sin embargo, el legislador nacional destacaba
que las autoridades de la Universidad de Córdoba, nunca habían dado cuenta de
sus ingresos en las memorias enviadas al Ministerio de Instrucción Pública. Justo
tampoco, pudo hallar esas cifras, luego de efectuar una investigación en su visita
efectuada los días previos a la sesión en la que se discutió la situación que
atravesaba la casa de estudios.
A la vez, en el plano administrativo, sostenía Justo que la autonomía votada por el
Congreso para la Universidad de Córdoba, sólo se había traducido en la elevación
fabulosa de los sueldos de los profesores y en la multiplicación de las cátedras
inútiles169, lo cual también era denunciado por los estudiantes en la Gaceta
Universitaria. Los sueldos de los profesores de esta Universidad eran el 25 % más
elevado que los que se cobraban en Buenos Aires. La explicación de este hecho, la
hallaba el diputado socialista, al analizar la proporción existente entre lo que se
destinaba del dinero recibido a los sueldos y lo invertido en elementos de trabajo,
que era el criterio moderno para poder fijar el valor de un establecimiento
docente, así como para cualquier tipo de administración pública. Y afirmaba a
modo de conclusión que la Universidad de Córdoba se encontraba al nivel de la
169 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 243.
149
Universidad de Berlín del siglo anterior, esto significaba una distribución del 10 al
15 % del presupuesto destinado a elementos de enseñanza, y la totalidad del resto
se insumía en sueldos de catedráticos excesivamente pagados, en sueldos de
catedráticos redundantes y superfluos, nombrados para darles prebendas y
dignidades, según me lo han dicho en la misma universidad de Córdoba, hombres
muy conservadores, en sueldos de puestos burocráticos, que es otro de los
aspectos de la corrupción administrativa de aquella universidad170
En esta distribución anacrónica de los recursos destinados para el sostenimiento
del funcionamiento de la Universidad de Córdoba, cumplían un papel
fundamental los Académicos, quienes se adjudicaban de acuerdo a su función
directriz, los puestos mas remunerados en el orden administrativo, aunque según
lo que apuntaba Justo, no respondía a ninguna necesidad en el plano de la
administración. En cuanto a la existencia de cátedras superfluas y redundantes, se
constituía como un caldo de cultivo para promover un reparto de cargos que
respondían a móviles de favoritismo para con parientes y amigos; en este sentido
el diputado nacional informaba que se repetían los mismos apellidos con
frecuencia en las listas de profesores y académicos. Contabilizaba haber
encontrado entre los profesores de derecho cuatro “Garzones”, y otro Garzón
dirigiendo la Biblioteca, y en las listas de la Universidad “tres Posse, dos Ferrer,
dos Pizarro, dos Deheza y dos Novillo”. Aunque Justo advertía que estos
profesores no se contentaban con la prebenda universitaria y con el ejercicio
privado de su profesión171, y de acuerdo a la caracterización realizada por Juan
Carlos Agulla de la “aristocracia doctoral”172, tenían a la vez otros cargos
rentados, preferentemente del presupuesto nacional, o del presupuesto provincial
o municipal. En efecto las apreciaciones de Justo, refrendan la definición posterior
establecida por Agulla, que se basaba en un minucioso análisis de la elite dirigente
de Córdoba, y consideraba que la distribución de los cargos en la burocracia
dependía en gran medida de relaciones personalísimas, con los líderes políticos,
fundadas en la amistad y el parentesco. Los grupos que constituían la aristocracia
170 Ibidem; p. 244. 171 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 247. 172AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., pp. 27 y 28.
150
doctoral cumplían una función “gobernante” con legitimidad para su ejercicio,
fundada en su notoria “superioridad sobre el común de las gentes” dada por la
aureola de la Colonia que “resistió a las niveladoras conmociones de la
Independencia”173. El poder económico de la aristocracia doctoral se basaba en el
ejercicio de las profesiones liberales y en los cargos de la administración pública,
y al existir una estructura económica poco diversificada, la capacidad económica
ostentosa se limitaba a muy pocas personas o familias.
Luego de haber realizado un minucioso diagnóstico de la situación en la que se
encontraba la Universidad de Córdoba, Justo se dirigía al presidente de la Cámara
de Diputados de la Nación, en la sesión del 29 de julio de 1918, concluyendo que
las fuerzas que allí se hallaban en lucha no podían llegar a una solución por sí
mismas. Por lo tanto se necesitaba un aporte externo al lugar, “fuerte e imparcial y
bien inspirada” para que el conflicto pudiera encontrar su cauce. Luego de
entrevistarse con el decano de la Facultad de Medicina, Eliseo Soaje, y varios
profesores, incluyendo a quien permanecía como Rector, Nores, que luego de la
segunda intervención nacional renunciaría, y sería posteriormente reemplazado
por aquel luego de haber sido electo de acuerdo con los nuevos estatutos, Justo
planteaba que había un acuerdo general en cuanto a que la organización del
establecimiento educativo no podía ser obra de las actuales autoridades.
El decano Soaje manifestaba que los consejos directivos de las facultades al igual
que las antiguas academias, estaban conformados por los mismos círculos e
influencias, a pesar de haber cambiado sus miembros, los factores reales de poder
se mantenían intactos y no dejaban de ejercer su influencia, lo que impedía la
posibilidad de reorganizar la Universidad. La Gaceta Universitaria en su Nº 7 del
3 de junio de 1918174, había destacado la figura de Soaje, realizándole una
entrevista luego de haber resultado electo como Decano de la Facultad de
Medicina. En su presentación los estudiantes lo definían como una “eminencia
médica”, que sólo por una “aberración” pudo haber estado excluido durante
mucho tiempo de los cargos directivos de la Facultad.
173Ibidem; p. 28. 174“La Gaceta Universitaria”; loc. Cit., p. 113.
151
El diputado socialista aseveraba que la raíz del conflicto se encontraba en el
“nuevo espíritu” que se había diseminado en Córdoba, a pesar de la rigidez de la
Universidad para asimilar la renovación, que era el resultado de la nueva vida
colectiva, en el campo de la producción y del comercio, en los ferrocarriles, en la
prensa, en la propaganda política de “algún partido”, y en el nuevo ejercicio del
derecho de sufragio. Y observaba que sus portadores y difusores principales
estaban en la “juventud estudiosa” de Córdoba, que inspirada en estas
transformaciones que se estaban produciendo, tomo la iniciativa para conmover
los cimientos de “aquella institución decrépita”.
Buchbinder plantea que las afirmaciones de Justo, pronunciadas en pleno fragor
de la lucha política, no reflejarían exactamente la realidad del medio universitario
cordobés, ya que la provincia mediterránea a pesar de su impronta católica, no
había quedado al margen de los procesos de modernización cultural impulsados
por la elite gobernante nacional desde 1880175. Sin embargo, cabe señalar que la
convocatoria efectuada por Justo, incluía al sector liberal existente en la
Universidad de Córdoba, lo que tuvo lugar por ejemplo en su entrevista con el
Decano de Medicina, y posterior Rector una vez reformados los estatutos, Eliseo
Soaje, a quien cita en su discurso parlamentario como uno de los impulsores de la
necesidad de producir una renovación universitaria176.
Justo no dejaba pasar la oportunidad para pronunciarse públicamente, en defensa
de las acciones protagonizadas por los estudiantes, manifestando que las
acusaciones de violencia por los sucesos recientes del 15 de junio de 1918 en
Córdoba, eran infundadas, y consideraba que los jóvenes no habían destruido nada
importante de la Universidad. Sólo se habían roto algunos vidrios, y tirado a la
calle por la ventana algunos retratos “apócrifos” de clérigos, con lo cual “no se
había perdido nada”. Faltó arrojar por la ventana para Justo, todo lo apócrifo que
había en la Universidad de Córdoba, toda la ciencia apócrifa, toda la ciencia
175BUCHBINDER, Pablo; ob. Cit., p. 96. 176 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. pp. 250, 251.
152
verbal, y charlatanesca, todos los profesores negligentes, ignorantes e ineptos177.
Así manifestaba abiertamente la necesidad de renovación, para poder adecuar a la
casa de estudios con el espíritu de la época. Los estudiantes se habían dirigido a
él, según consignaba a sus pares el diputado socialista, para solicitarle que se
enseñara, que deseaban trabajar, que se abrieran los laboratorios, y se crearan
nuevos junto a gabinetes, además de que no se les obligase a concurrir a clases
“absurdas y falsas”. Los estudiantes estaban comenzando a ejercer sus derechos,
mediante el reclamo del respeto por el empleo de su tiempo, y de la libertad de
conciencia, contradiciendo los preceptos estipulados por el padre Liberatore de la
Compañía de Jesús.
Finalmente, Justo aseveraba que de acuerdo con la experiencia reciente, había
quedado demostrado que los nuevos consejos directivos instaurados en la
Universidad de Córdoba fueron incapaces por sí mismos, de reorganizar el cuerpo
de profesores y revisar los planes de estudios y los programas de enseñanza, como
lo había establecido la primera intervención a través de los nuevos estatutos. Ante
la inacción de los consejos directivos, proponía como indispensable, por lo tanto,
que estos postulados fueran concretados por el Poder Ejecutivo “más o menos
directamente”. La propuesta de Justo se sintetizaba en la idea de la necesidad de
“desenclaustrar” a la Universidad de Córdoba, que todavía se encontraba adosada
a la impronta jesuítica. Era necesario dotarla de edificios adecuados para permitir
que se dictaran clases de manera apropiada, y con los elementos materiales de
enseñanza que carecían, todo lo cual se podía realizar con el dinero que se
ahorraría con la supresión de las cátedras superfluas y los malos profesores.
Concluía el diputado socialista presentando un proyecto de declaración, por el
cual la Cámara de Diputados de la Nación se manifestaba a favor de una nueva
intervención amplia, completa y radical, con el fin de desplazar las actuales
autoridades de la Universidad Nacional de Córdoba, para poder reorganizar todas
las Facultades seleccionando el cuerpo de profesores, suspendiendo el pago del
subsidio nacional hasta que no se pusiera en práctica su normal funcionamiento.
177 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 251.
153
La segunda y definitiva intervención nacional, y el comienzo de la puesta en
práctica del nuevo formato institucional
Unos días después del pedido de interpelación al Ministro de Instrucción Pública,
y del exhaustivo análisis crítico de la situación en la que se encontraba la
Universidad de Córdoba en el Congreso, por parte del Diputado socialista Justo, el
2 de agosto de 1918, el Poder Ejecutivo Nacional decretaba nuevamente la
intervención, poniendo en vigencia el decreto anterior del 11 de abril, ya que a
pesar de no haberse clausurado la primera, se había sancionado la reforma de los
estatutos y entregado la Universidad a las nuevas autoridades constituidas de
acuerdo con ellos, y en cuyas elecciones el 15 de junio terminó siendo electo un
miembro de la Corda Frates, Nores, como Rector, quien mantuvo cerrada la casa
de estudios desde el 17 de junio. Pero tal como lo había solicitado la Federación
Universitaria de Córdoba, en una nota enviada al Ministro Salinas el 23 de julio,
firmada por Enrique Barros y Cortés Plá, la “oportuna” intervención para
reorganizar y modernizar la Universidad cesó en su accionar antes de haber
llevado a cabo la tarea fundamental que exigía “la juventud estudiosa y la
intelectualidad argentina”, que era la renovación del cuerpo de profesores. Por lo
tanto se sumaba al pedido de Justo, el de la Federación de Córdoba, reclamando
una nueva intervención para poder garantizar la renovación universitaria y “salvar
la gran conquista de la reforma”, a través de la reorganización del cuerpo de
profesores y la elección de nuevas autoridades bajo la garantía del ejecutivo
nacional. A partir del 2 de Agosto la Universidad quedaba nuevamente bajo la
autoridad del gobierno nacional, y como consecuencia se suspendía al Rector en
sus funciones y a los cuerpos directivos.
Esta nueva y decisiva intervención política asumida por el gobierno de Hipólito
Yrigoyen, reconociendo por primera vez institucionalmente el protagonismo
estudiantil, fue anticipada en su mensaje pronunciado ante el Parlamento el 31 de
julio de 1918. En éste acompañaba un proyecto de ley de instrucción pública,
presentado por el Poder Ejecutivo, que fundamentaba que: los estudiantes son
esencia y vida de las instituciones de cultura superior 178. El mensaje y el proyecto
178 DEL MAZO, Gabriel; Estudiantes y gobierno universitario, Buenos Aires, Ediciones El Ateneo, 1946, p. 21.
154
de ley, que comprendía los tres niveles de la educación pública nacional, nunca
fue tratado por el Congreso Nacional, sin embargo manifestaba una clara voluntad
del gobierno nacional, para llevar adelante la obra de una reforma integral
educativa. En el proyecto se señalaba que la enseñanza primaria, secundaria y
universitaria, constituía ensayos y experiencias inconexas, organizadas sin
relación entre sí, para poder animar y alentar la totalidad del “hacer pedagógico”.
El mensaje del Presidente Yrigoyen afirmaba estar transitando a una hora de
“grandes reparaciones”, y de renovación de todos los valores. En este sentido,
calificaba el abordaje del problema de la educación como uno de los más
“palpitantes anhelos” nacionales.
La rápida repercusión nacional, de estos acontecimientos no se hizo esperar, y
tomaron nota de ello tanto los estudiantes como las autoridades de la Universidad
de Buenos Aires. La Federación Universitaria de Buenos Aires envió un petitorio
al Ministro Salinas, el 3 de agosto de 1918, ante la proximidad de la realización de
elecciones de Decanos y Consejeros en distintas Facultades, y considerando la
proyectada reforma de la ley Avellaneda por parte del Poder Ejecutivo Nacional
que había de adquirir una dimensión nacional, solicitaban la postergación de las
elecciones hasta que se sancionara esta reforma. El Ministro de Instrucción
Pública se hizo eco de las “fundadas” razones que contenía el pedido de los
estudiantes, y le transmitió mediante una comunicación el 6 de agosto al Rector
Eufemio Uballes, su coincidencia con la postura de posponer el acto electoral
previsto, en función de la decisión de estudiar la reforma de sus estatutos en la que
se encontraba la Universidad de Buenos Aires.
La primera reforma de los estatutos que contempló el formato institucional, que
debatió y propuso el primer congreso nacional de estudiantes reunido en Córdoba;
fue concretada por el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, por
dictamen de mayoría de la comisión encargada para su estudio, el 14 de Agosto de
1918. La modificación de los Estatutos de la Universidad incluía la novedad
institucional de la introducción de los estudiantes de los dos últimos cursos de
estudios179, como miembros de los Consejos Directivos de las Facultades, en
179 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.328.
155
conjunto con los profesores titulares y los profesores suplentes. Mediante una
asamblea los profesores titulares se designarían de ahora en más, cuatro
candidatos, la de profesores suplentes dos, y la asamblea de estudiantes, uno. Las
tres asambleas serían presididas por el Decano, convocándolas con quince días de
anticipación, y reglamentando el Consejo Superior su funcionamiento.
Otro de los temas fundamentales, que fue fruto de la deliberación incluyéndose
entre las conclusiones aprobadas durante el congreso nacional de estudiantes,
como el de la docencia libre, también se incorporó a los nuevos estatutos. En este
sentido, se posibilitaba dictar cursos libres, conferencias o lecciones sobre
cualquiera de las materias que correspondieran al plan de estudios de cada
Facultad, a los egresados universitarios, nacionales o extranjeros, o personas con
competencias especiales reconocidas, previa autorización de la facultad
respectiva. Se fijaba a la vez, que el Consejo Superior tuviera previsto en el
presupuesto anual universitario una partida destinada a fomentar los cursos libres
de los profesores suplentes y los trabajos de investigación científica de las
Facultades.
De todas maneras, hubo un dictamen de la minoría de la comisión del Consejo
Superior encargada del estudio de la reforma universitaria, en el cual se estipulaba
una noción diferente respecto a la proporción diferenciada y fija en la
representación que proponía la mayoría en su dictamen. En esta otra propuesta se
designarían a todos los miembros que compusieran los Consejos Directivos, a
través de una asamblea y estaría compuesta por todos los profesores titulares,
igual número de suplentes e igual número de estudiantes, que debían cumplir
como requisito ser alumnos de los dos últimos años, y la lista se conformaría por
sorteo.
También, la reforma de los Estatutos establecida por la Universidad de Buenos
Aires incorporó otros de los temas prioritarios que surgieron de las conclusiones
aprobadas en el congreso de estudiantes, como eran la asistencia a las clases de
modo no obligatorio; contemplándose la condición de alumnos como regulares o
libres, por el cual se reconocía el derecho de estos al libre examen o decisión para
decidir el cursado deseado o posible. En relación con este punto, se estipulaba que
156
todas las cátedras universitarias dictaran la enseñanza de dos maneras, teórica y
práctica, que comprendería, por un lado la exposición doctrinaria de la asignatura
y por el otro su ejercicio experimental a través de monografías, práctica de
Seminario, trabajos de laboratorio, clínicas, etc. Los estudiantes libres podrían
acreditar el haber realizado trabajos prácticos de las asignaturas que desearan
aprobar, y demostrar tener la idoneidad que los ejercicios hechos les
proporcionaran.
Además de estas reformas introducidas en los Estatutos de la Universidad de
Buenos Aires, se estableció como disposición general que los miembros de las
comisiones directivas de los centros de estudiantes podrían concurrir a las
comisiones de los Consejos Directivos y del Consejo Superior, para proporcionar
la información que tuviera relación con los asuntos promovidos por los mismos
centros estudiantiles. Con lo cual se abría otra posibilidad de participación
estudiantil en los órganos directivos, y una mayor legitimación al rol de los
centros en la política universitaria. Y quedó sentada como disposición transitoria,
trasladar el llamado a elecciones que iba a realizarse de renovación de los
Consejos Directivos, para dentro de los sesenta días posteriores a la aprobación de
las reformas previstas, por parte del Poder Ejecutivo.
Con la firma del propio Rector, que introdujo la primera modificación de los
Estatutos de la Universidad de Buenos Aires con la incorporación de los Consejos
Directivos conformado por profesores electos en reemplazo de los académicos
vitalicios en 1906, Eufemio Uballes, se envió el 14 de agosto de 1918180 para
someter a la aprobación del Poder Ejecutivo Nacional, la reforma de los Estatutos
de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 2º de la Ley Avellaneda. Esta vez, se
trataba de una reforma universitaria integral, que de manera sintética abarcaba tres
puntos principales: el método de enseñanza; la docencia; y la formación de los
cuerpos directivos. A pesar de la importancia de cada uno de ellos, el Rector
Uballes afirmaba que la opinión pública definía a este último punto de la reforma,
que había sido promovido por la jóvenes de la nueva generación, como el
indicador vigente para determinar si la Universidad era “retrograda o progresista”.
180 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.335
157
Por último, Uballes se gratificaba de la coincidencia entre el criterio adoptado por
la Universidad con el del Poder Ejecutivo, en cuanto a la necesidad de atenerse a
los dictados de la “opinión ilustrada”, que propugnaba la realización de la
proyectada reforma universitaria. Aunque cabía la aclaración del Rector, respecto
a la influencia que pudiera ocasionar a la institución universitaria las
disposiciones de una legislación, por el hecho de que una nueva realidad
educacional no se podía crear de un modo artificial, ya que el progreso,
estancamiento o retroceso en cuanto a los estudios superiores dependían
principalmente del ambiente cultural en el cual se desarrollaban.
La Universidad de Córdoba, estaba atravesada por la incertidumbre, debido a que
luego de haberse firmado el decreto de intervención por parte del gobierno
nacional, el 2 de agosto de 1918, no había asumido nadie el cargo de interventor,
el cual había trascendido públicamente que recaería en Telémaco Susini. Esta
figura intelectual, y su hipotético traslado a Córdoba para intervenir en el
conflicto en curso, generó un revuelo entre los sectores clericales, quienes
recordaban que aquél había sido uno de los que había encabezado durante su
juventud la tentativa de incendio al colegio jesuita del Salvador. Por otro lado,
Susini, que era un médico e intelectual reconocido, se había pronunciado
públicamente a favor del movimiento de la juventud universitaria, a través del
envío de telegramas en apoyo a la federación cordobesa, en los que saludaba a la
aurora de un nuevo día de libertad y de redención181 . También se había
manifestado en distintos actos públicos realizados en Buenos Aires, en solidaridad
con la juventud de Córdoba. Las repercusiones no tardaron en aparecer, el primero
en renunciar a su cargo como profesor y consejero de la Facultad de Derecho, a
quien se consideraba director y “alma” de la Corda Frates, por parte de la
juventud universitaria, fue Arturo Bas, quien se manifestó en “disconformidad”
con la decisión tomada por el gobierno nacional ante la persistencia del conflicto
de la Universidad de Córdoba.
Posteriormente, el 7 de agosto de 1918, lo siguió el propio Rector Nores, quién
argumentó que su renuncia se debía a la falta de reconocimiento y a la
181 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p.85.
158
“descortesía” hacia su figura de parte del gobierno nacional, en el marco del
“desenfreno y anarquía” imperantes durante “largos días” en las calles públicas. A
este estado de desolación, expresado por Nores, que implicaba la imposibilidad de
la utilización de la fuerza pública para poder reprimir las manifestaciones que se
producían en la Universidad, se le sumaba, en su argumentación para renunciar al
cargo, la posibilidad del nombramiento de Susini como interventor nacional.
Nores consideraba que la estimación del nombramiento de Susini, implicaba un
hondo agravio por parte del Presidente de la Nación hacia la Universidad, ya que
aquel era visto, además de cómo un conocido hombre de ciencia, como uno de los
máximos representantes de convicciones anticlericales e ideales y sentimientos
francamente hostiles y públicamente confesados contra esta casa182. Nores que,
recordamos, había sido elegido Rector, pero nunca consiguió el aval de la
comunidad universitaria suficiente para poder ejercer esa función, señalaba
finalmente que éste ultimo “agravio” que inferiría el Presidente de la Nación a la
Universidad y a “Córdoba entera”, se sumaba a su “complicidad”, mediante el
silencio o la aceptación, de los “memoriales injuriosos para corporaciones y
profesorado”, presentados por los estudiantes, a los cuales otorgaba “benévolas y
parciales” audiencias oficiales.
Acompañaron su renuncia, varios de los electores que habían designado a Nores
como Rector, y que también formaban parte de la Corda Frates, como Sofanor
Novillo Corvalán, Juan F. Cafferata, Nemesio González, Juan Morra, Clemente
Lazcano, Juan B. Ferrer, Moisés Escalante, y Henoch Aguiar. González, fue el
único que expresó sus razones, al plantear que estaba contemplando los efectos
que la “indisciplina y el desorden” producían, en referencia al caso del
nombramiento de Susini, cuyas ideas y tendencias predecía que llevarían a las
“ruinas” al instituto universitario.
Desde el lado de la juventud universitaria de Córdoba, se esperaba con ansiedad y
“jubilosamente” la llegada de Susini, confiando en sus condiciones intelectuales
para emprender la tarea de realizar una revisión total de los “valores espirituales”
del cuerpo de profesores. Desde las páginas de La Gaceta Universitaria en su N º
182 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p.160.
159
12 del doce de agosto de 1918, se saludaba la decisión tomada por el Presidente
Yrigoyen, al decretar una nueva intervención, como la única solución
impostergable, para el conflicto universitario. Además se contemplaban las altas
expectativas que tenían los estudiantes para esta nueva etapa que se abría, con el
nombre de Susini que aparecía como quien asumiría el cargo de nuevo
interventor.
Los estudiantes expresaban, que aunque no existieran informaciones oficiales
hasta el momento, sobre el criterio que orientaría a la intervención, sobre el
alcance y los términos que fijaba el nuevo decreto; estaban en condiciones de
inferir que su objetivo principal se dirigía a sanear el cuerpo de profesores, que
sería el aspecto “exclusivo” en donde radicaba el conflicto universitario. La
Federación Universitaria ratificaba su compromiso ante el pueblo de la república,
a cuyo servicio debe estar la universidad183, y ante los poderes públicos de la
Nación, en cuyas decisiones consideraba confiar la resolución del “pleito
entablado”. En esta misma línea, se proponía contribuir en el estudio de las causas
que de manera permanente afectaban el funcionamiento de la Universidad,
hallándolas en el interés de los estudiantes, por recibir una mejor enseñanza a
través de una “competente dirección” y seriedad en los estudios. Se afirmaba en
términos críticos, que por haber mantenido el mismo cuerpo de profesores que se
encontraban impugnados, en referencia a su labor pedagógica por los propios
educandos, terminaron consagrándose Consejos Directivos compuestos por
quienes eran rechazados por los estudiantes, y coincidieron en la elección del
“peor” Rector.
La juventud universitaria agradecía en las páginas de La Gaceta Universitaria la
renuncia de los profesores, severamente cuestionados, a los que definían como
enemigos del progreso, y parte de una “camarilla clerical”, con el Rector Nores a
la cabeza, que sectariamente pretendía formar parte de una Universidad católica, a
pesar de que la institución a la que pertenecían estaba regida por leyes nacionales
ya que era regulada por el Estado Nacional. Esta situación se manifestó por
ejemplo, en la reacción que expresó en una pastoral el 6 de julio de 1918,
183 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p. 159.
160
dedicada al conflicto universitario, por el Obispo de Córdoba, Fray Zenón Bustos
y Ferreyra, miembro de una de las familias terrateniente más poderosas, la cual
además debía ser leída en todos los templos de la provincia. En el contenido de
esta pastoral, se señalaba, la necesidad de alzar la voz de la Iglesia ante el “ruido
de la marea liberal”, que se señalaba como la causante de profanar la cultura y
humillar las creencias reverendas y tradicionales, vejando la religión y a su
clero184 . El Obispo advertía a su “grey” que la falta de una mayor instrucción y
disciplina religiosa, había conducido a la juventud a expresar por las calles la
consigna de “Frailes, no; dogmas, no”, negándose los blasones que tenía ganados
la ciudad de Córdoba de alta cultura, de católica y de “Roma argentina”. Por lo
tanto el Obispo sostenía en su pastoral la urgencia de que la Universidad de
Córdoba siguiera siendo católica.
También los estudiantes se referían a la reacción del diario Los Principios, al cual
consideraban como el “órgano de la sociedad de la Juventud Católica”. Desde sus
páginas se acusaba al movimiento estudiantil por su confeso anticlericalismo, que
según lo definiera Julio González era además básicamente irreligioso, por
descartar cualquier tipo de dogmas, lo que no implicaba necesariamente negar la
importancia de los valores religiosos para la vida privada de las personas. Lo que
los reformistas venían a poner en cuestión era el fracaso de la idea religiosa como
principio del bien en el hombre, y de paz, con las secuelas que provenían de la
lógica de exterminio que implicó la gran guerra europea. La idea religiosa, se
plasmaba en la religión católica, y actuaba en la comunidad como factor social,
mediante la Iglesia, que era la institución que concretaba este ideario en
decadencia, con el cual la nueva generación intelectual se planteaba una ruptura.
A la vez, la juventud universitaria enfrentaba al alto clero, o sea a la jerarquía de
la Iglesia Católica, en función de lo que representaba en las colectividades
americanas: hacía tiempo que aquélla había degenerado en un privilegio de la
clase aristocrática dirigente185. Esta definición hecha por González, se
corresponde con el rol otorgado por Gramsci186 a los intelectuales en los países
184 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 71. 185 Ibidem, p.125. 186 GRAMSCI, Antonio; ob. Cit., p.26.
161
latinoamericanos, a quienes definía por formar parte de una estructura social en
donde el latifundio predominaba incluyéndose extensas propiedades eclesiásticas,
y de este modo la mayoría se terminaba ligando al clero y a los grandes
propietarios.
Se sumaba a las voces de repudio por la posibilidad de la llegada de Susini como
interventor, el Comité Pro Defensa de la Universidad, que fue más allá del resto
de los grupos e intelectuales que se oponían, llegándole a enviar un telegrama al
Presidente de la República, en señal de protesta por la designación de un
“anticlerical” para intervenir la Universidad. El Comité Pro Defensa demostraba
así estar en sintonía con la defensa de los intereses de la aristocracia doctoral, y
los impulsores de la Reforma Universitaria no dejaron pasar la oportunidad, para
demostrar que la defensa de la Universidad por parte de aquellos se limitaba a la
de aquella universidad, la reaccionaria y la clerical, y a la defensa por ende de
los clericales que en ella tuvieron asilo y prebenda187 .
Ante el paso de los días, sin tener novedades sobre el nuevo interventor, la
Federación Universitaria de Córdoba envió al Presidente Yrigoyen, un telegrama,
el 14 de Agosto de 1918, pidiéndole que lo hiciese efectivo y envíase “cuanto
antes” a Susini. Uno de los miembros del triunvirato director de los estudiantes
cordobeses, Enrique Barros, se encontraba en Buenos Aires desde hacía un
tiempo, con la misión de conseguir que el Presidente de la República interviniera
nuevamente en el conflicto universitario. Fue el propio Barros, que era un
concurrente habitual al despacho presidencial, así como al del Ministerio de
Instrucción Pública, quien había sugerido el nombre de Susini como el más
indicado para hacerse cargo de la tarea de la intervención188. La federación
cordobesa le manifestaba a Yrigoyen en esta misiva, que la juventud aspiraba a un
mejoramiento general en el orden universitario y repudiaba la prebenda, por lo
que acataba las resoluciones del Poder Ejecutivo, bajo la creencia de que de esa
manera se garantizaban sus “legítimos anhelos”. Distinguiéndose de quienes eran
considerados, como un grupo de profesores, restos menguados de la vieja casta
187 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p. 161. 188 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 84.
162
gobernante189, seguidos de “escasos alumnos”, que en conjunto combatían la
reciente resolución concentrándose en la llegada del interventor. Aunque sin
llegar a negar la intervención en este último caso, lo que hacía inferir a la
Federación Universitaria, que todavía aquellos tenían expectativas en el envío de
un Comisionado que respetara sus “cómodas” posiciones adquiridas, revocándose
la designación de Susini. Frente a esta posibilidad, la Federación Universitaria de
Córdoba solicitaba al Presidente Yrigoyen el mantenimiento del decreto de
intervención y el envío de Susini para el ejercicio del cargo de comisionado
nacional.
Los avatares para la concreción de la segunda intervención de la Universidad
de Córdoba.
A pesar de todas las repercusiones que se generaron por la decisión tomada por
parte del gobierno nacional al decretar la segunda intervención de la Universidad
de Córdoba, y haber trascendido para ese cargo el nombre de Susini, su llegada se
retrasó hasta que finalmente fue el Ministro Salinas quien terminó asumiendo esa
función. El Estado de esta manera, podía volver a situarse como árbitro para
dirimir en el conflicto, sin quedar embanderado con quien había tomado partido
públicamente por una de las partes. En este sentido, Roberto Ferrero plantea como
hipótesis que las presiones para evitar la llegada de Susini, provinieron de un
importante dirigente radical de Córdoba, quien sería candidato a gobernador, y
actuaba como Ministro de Guerra del gobierno nacional de Yrigoyen, como era
Elpidio González190. El gobierno radical explicó su cambio de actitud por la
gravedad institucional de la cuestión191, que lo llevó a la decisión de intervenir
directamente en la Universidad a través del propio Ministro de Instrucción
Pública, Salinas.
Ante esta situación de incertidumbre respecto a la llegada del interventor, la
indignación y la impaciencia no se habían hecho esperar en la juventud
189 Ibidem; p. 86. 190 FERRERO, Roberto ;ob. Cit, p. 19. 191 La Nación, Capital Federal, 23 de agosto de 1918.
163
universitaria cordobesa, y comenzó a desarrollarse una serie de hechos que
demostraban una actitud decidida para la consecución de sus objetivos. En primer
lugar, el 15 de agosto de 1918, apareció derribada frente a la Iglesia de la
Compañía de Jesús a metros de la Facultad de Derecho, la estatua de Rafael
García Montaño, quien había sido Profesor de la Universidad y miembro de la
Orden. Sobre la estatua derrumbada, los estudiantes dejaron una consigna escrita
en un cartel que decía “En Córdoba sobran ídolos”. Según relata Juan Filloy,
quien participó de esta acción como estudiante de Derecho, utilizaron sogas para
poder voltear “al Fraile”, que fue atado y derribado por el impulso de un
automóvil192. En sintonía con lo expresado en el Manifiesto liminar, se
comenzaba a transitar el camino de la “periodicidad revolucionaria” como la
única garantía de realizar cambios bajo el régimen universitario imperante. Los
sectores conservadores tomaron este acontecimiento como una declaración de
guerra a la religión, crearon una comisión de desagravio, y lanzaron un manifiesto
dirigido al pueblo, en el cual se interpretaba aquel acto como no tan sólo un
insulto a la memoria del ilustre ciudadano, sino también y principalmente un
atentado audaz contra la fe y veneradas tradiciones de nuestro pueblo que él
encarnaba en su más alto concepto193. Se acusaba a los estudiantes de
“anarquistas, revolucionarios y ateos”, por atreverse a profanar el culto y atentar
contra la tradición.
En el medio de la renovada disputa, se alzó la voz de un liberal, Ramón Cárcano,
contestándole a la comisión de desagravio recientemente creada por los sectores
católicos, ante el pedido de adhesión que le realizara para un acto público
proyectado. Había sido gobernador de la provincia en dos oportunidades como
representante de la facción liberal del Partido Demócrata, rechazó la invitación y
envió una contestación a la comisión fundamentando las causas de su decisión. A
192 Filloy, Juan; El bochinche universitario del ’18, en revista Umbrales Nº8, Córdoba, 1998, p. 43. El escritor dejó el registro en algunos de sus poemas que retrataban el ambiente cultural de la época: “Madriguera de curas sin sotanas, donde pasean sus ínfulas de sabios, petulantes que ladran los resabios, de antiguas leyes y doctrinas vanas, sobre la ciencia y la verdad profana, vomitan impotentes sus agravios, porque nunca dirán sus labios, más que dogmas y prédicas malsanas. Más, cuando penetre luz de idea, y descubra esa turba farisea, en las rancias morales que respira. La jornada triunfal no estará lejos, pues rodará la creación de Trejo, con todo su armatoste de mentira. 193 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 88.
164
diferencia de las acusaciones realizadas por la comisión, Cárcano no veía en el
conflicto universitario abierto, la “mano de los ácratas”, sino un “exceso” ante el
indefinido mantenimiento sin solución de altas cuestiones de gobierno que
afectan intereses fundamentales del país194. Cárcano, que era autor de una tesis de
doctorado sobre la “igualdad de los derechos civiles de los hijos naturales,
adulterinos, incestuosos y sacrílegos”, que había generado mucha repercusión en
el ambiente cultural cordobés de fines del siglo XIX, lamentaba que una “lucha
académica e impersonal”, que perseguía la elevación de los estudios superiores,
degenerara en una cuestión de sectarismo. Esto último se daba para Cárcano, por
mezclarse el sentimiento religioso, que consideraba que no corría peligro en
Córdoba ni en ninguna parte de la República por hallarse todas las creencias
garantizadas por la Constitución. Concluía su respuesta manifestando su
preocupación por llegar a una rápida solución del conflicto, lo cual evitaría la
repetición de nuevos hechos como el ocurrido.
El 18 de agosto de 1918 se realizó la manifestación de desagravio promovida por
los sectores católicos, reuniendo a 1500 personas, según el cálculo de la policía,
que recorrió en procesión las calles principales de la ciudad de Córdoba. El acto
terminó frente a la estatua, que fue objeto de homenajes de todo tipo, acompañado
de discursos pronunciados por oradores que fustigaban a los responsables del
hecho. Contemplaban el acto unos 800 estudiantes y simpatizantes que se habían
congregado en el local de la Federación195, cercano a la estatua derribada, los
cuales hicieron sentir sus burlas y gritos. Se escucharon airadas críticas también
contra el gobierno provincial al que se acusaba de haberse puesto de parte de los
estudiantes, por permitirles este tipo de actitudes ante la manifestación, sin
reprimirlos.
Mientras tanto, los estudiantes mantenían contactos públicos de manera asidua
con el movimiento obrero en sus propios locales, y les pronunciaban diariamente
194 MARTINEZ PAZ, Enrique; Ramón J. Cárcano: un historiador romántico, Buenos Aires, Macagno, Landa y Cía, 1951, p. 34. 195 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 90.
165
conferencias sobre la revolución universitaria196, y constituyeron con egresados
universitarios, junto a todas las instituciones culturales, profesionales e
intelectuales que apoyaban la Reforma Universitaria, un nuevo órgano para esta
instancia de la disputa, que fue el Comité de agitación “Pro Córdoba Libre”. Este
nuevo grupo que aparece en el espacio público cordobés, junto a la Federación
Universitaria comenzó a organizar un acto en respuesta a la manifestación de los
sectores católicos para el 26 de agosto. Se hizo un intenso trabajo de preparación
por parte de los organizadores, que consideraban que este acto público sería el
último de la campaña por la Reforma Universitaria que se venía llevando
adelante.
Unos días previos al acto, uno de sus impulsores, Deodoro Roca, recibió una carta
de Leopoldo Lugones, el 20 de agosto de 1918, en la cual consideraba al
movimiento: como una toma de posesión de la Universidad por sus dueños
legítimos y naturales; de tal suerte, que la eliminación del rector debía ser un
“resultado directo” del esfuerzo estudiantil y las reformas pertinentes una nueva
aceptación “por el Congreso” de las resoluciones tomadas por la reunión que
celebraron aquellas con dicho fin. A eso allegué mi atribución verbal y escrita en
dos cartas a nuestro amigo común Capdevila, que Ud. Debe conocer197. Lugones
daba a conocer su interpretación de los sucesos y la sugerencia de que el
movimiento mantuviera la “acción directa” como la forma más apropiada para
poder plasmar sus reivindicaciones. Aunque consideraba “excelente” la
designación de Susini como interventor, sostenía que ello significó un “pretexto a
la medida” para la renuncia de Nores, que en realidad coronaba
momentáneamente el “éxito estudiantil”, Lugones rechazaba cualquier tipo de
“mediación de los políticos”, que convertiría al movimiento en parte de una
“maquinaria” manejada por ellos. Para Lugones la intervención gubernamental
nada aportaría a la libertad para la ciencia y de la conciencia, y observaba con
escepticismo la renovación de expresiones de admiración hacia el presidente por
parte de la juventud universitaria. Frente a ese panorama en el que analizaba que
se encontraba el movimiento estudiantil que lo transformaría en un “movimiento
196 Ibidem; p.92. 197 ROCA, Deodoro; El difícil tiempo nuevo, Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1956, p. 324.
166
gubernista”, Lugones reivindicaba su irreductible posición de revolucionario198 ,
que lo hacía descreer de la totalidad de los políticos, y auguraba que los miembros
de la nueva generación no tuvieran que compartirlo por causa de “algún amargo
desengaño”. Con esta actitud, Lugones dejaba sentado su ateísmo pagano, y su
adhesión a los principios de una educación laica en todos los niveles del Estado,
aspectos ideológicos, que lo diferenciaban del resto del espectro nacionalista
argentino de la época.
El Comité de agitación Pro Córdoba Libre se hizo eco de los planteos
“revolucionarios” de Lugones, a través del envío de un telegrama de adhesión
personal a Susini el 24 de agosto de 1918, en el cual se enunciaba que las “nuevas
generaciones de Córdoba” reclamaban su presencia imperiosamente. Y que a
pesar de que el gobierno había eludido nombrarlo, la juventud aclamaba a éste
“viejo luchador”, en todas partes. Se proclamaba el derecho a darse su propio
gobierno, y al considerar a Susini como uno de los difusores de este principio por
parte de la nueva generación intelectual, se le extendía la invitación para hablar en
el acto que se concretaría dos días después. Los miembros del comité, en el que se
encontraba Deodoro Roca, quién había recibido la misiva de Lugones unos días
antes, quisieron mediante esta manifestación expresarle a Susini, por un lado, sus
diferencias con la decisión tomada por las autoridades, haciendo gala de su
carácter de “revolucionarios” como les señalara el poeta, y por el otro, también
dieron a conocer a la sociedad argentina: que sigue siendo usted interventor por
virtud de nuestra libre e incontaminada voluntad199.
Concomitantemente con las manifestaciones públicas, la Universidad continuaba
clausurada con sus aulas vacías, y con sus cuerpos directivos diezmados, como lo
graficaba la situación existente en la Facultad de Derecho, donde proseguían las
renuncias de los consejeros: Hoy presentaron las suyas los doctores Luis E
Rodríguez, Fernando García Montaño y Lisandro Novillo Saravia200. De los
198 Ibidem; p. 325. 199 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 94. 200 La Nación, Capital Federal, 23 de agosto de 1918.
167
quince miembros que debían conformar el Consejo Directivo de esta Facultad,
habían quedado sin renunciar sólo cuatro de ellos, incluyéndose la acefalía del
Decano y el Vicedecano.
Finalmente, el 26 de agosto de 1918, el Comité de agitación Pro Córdoba Libre
junto a la Federación Universitaria de Córdoba, realizaron el acto programado, y
no se vieron defraudados con sus expectativas, porque la convocatoria fue la más
numerosa que tuvo lugar, con 15000 manifestantes, según el cálculo de la policía.
Esto lo transformó en un “acto de masas”, que aglutinó a los sectores con los
cuales había empezado a establecerse un lazo estrecho por parte de la nueva
generación intelectual: los trabajadores de la Federación Obrera Local. En
representación de los estudiantes hizo uso de la palabra uno de los presidentes que
conformaban el triunvirato de la Federación, Horacio Valdés. Con un tono
marcadamente anticlerical, se pronunció el dirigente estudiantil, aunque también
influido por el trasfondo de la crisis ideológica generada por la gran guerra.
Valdés se dirigió a los manifestantes planteándoles que los dioses cristianos
habían envejecido y perecido para el hombre de la nueva generación; y que los
milagros ya no alcanzaban para redimir al pueblo de tanta injusticia201 . En
referencia a la actitud beligerante que estaban tomando los sectores clericales,
Valdés replicaba que los “dioses irascibles y vengativos” eran producto de los
pueblos oprimidos, y no se correspondía con el “espíritu libre” que formaba parte
de las democracias. La democracia que comenzaba a regir los destinos del país
esperaba su propia religión y buscaba sus sacerdotes, aunque al no improvisar una
nueva, quedaba supeditada al “cristianismo ya caduco y vacilante”, como una
tabla de salvación ante la bancarrota de los valores morales. Sin embargo Valdés,
veía con optimismo la propagación de una lucha intensa entre religión y ciencia,
que llevaría al triunfo de la inteligencia, que terminaría por conformar lo que
definía como “la irreligión del porvenir”.
Saúl Taborda, realizó durante el acto una arenga por la cual afirmaba el
compromiso colectivo de lucha contra todos los egoísmos que se apoderaban de
las fuentes de riqueza, que se traducían en monopolios y acaparamientos. Taborda
201CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p. 38.
168
reivindicaba el derecho de los que forjaban los valores convivales en el heroísmo
olvidado del taller202. Era una clara referencia a los trabajadores como portadores
de una moral solidaria, en la cual vislumbraba nuevas formas de relaciones
sociales a las cuales era necesario acoplarse por parte de la sociedad. También
exigía una educación sin “anteojeras”, que permitiera preparar a los hombres para
la vida, en lugar de acondicionarlos para cualquier tipo de despotismo. Por último,
calificaba como el instrumento de vasallaje que controlaba las conciencias, a la
“bajeza y la mentira cristiana”.
Luego de los discursos, las organizaciones impulsoras del acto público, el Comité
de agitación Pro Córdoba Libre y la Federación Universitaria Argentina,
descartando las sugerencias realizadas por Lugones, acordaron ratificar su
confianza en la palabra del Presidente de la República, y en su accionar reparador
propugnado, ante el desprestigio que había alcanzado la “Casa de Trejo”. Pero
también, se solicitaba el envío inmediato de la intervención, que había sido
confiada al Ministro de Instrucción Pública, Salinas, dos días antes mediante un
decreto definitivo de intervención que llevó a cabo el gobierno nacional, en el cual
se mencionaba como de “alta razón de Estado” esta decisión. La posibilidad de
concretarse definitivamente la intervención y hacer realidad la Reforma
Universitaria, comenzaba a tomar cuerpo.
La toma de la Universidad de Córdoba, causas y consecuencias.
Para poder comprender la radicalidad que significó el acto de asunción de la
dirección de la Universidad por la Federación Universitaria de Córdoba, es
necesario en primer lugar, ubicarlo como punto de arribo, luego de tres meses de
iniciada una amplia campaña pública de difusión y agitación. A la vez, la
implicancia que tuvo para acelerar la llegada del interventor, luego de haber
atravesado un período de incertidumbre sobre su nombramiento, y asunción en las
funciones. Pero existió una tercera causa que propulsó esta decisión de erigirse
como autoridades de la Universidad a los presidentes de la Federación, y estaba
relacionada con la coyuntura vinculada a la apertura del sistema político cordobés,
202 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p.92.
169
aumentando su margen de democratización, al incorporarse el movimiento
estudiantil de la Reforma Universitaria como nuevo actor protagónico de ese
proceso iniciado por los sectores liberales, y apoyado por los trabajadores.
Ofelia Pianetto delimita la coyuntura 1917-1921, caracterizándola como el ciclo
de auge de la conflictividad de la estructura agroexportadora, fenómeno que no
se produce en forma aislada, sino que se vincula al de la apertura del sistema
político para conformar un espacio histórico sumamente complejo203 . Estos
conflictos venían teniendo como protagonista fundamental a los trabajadores,
mediante el ejercicio de la práctica sindical. Se recurría a ella debido a que se
había recuperado cierto nivel ocupacional como producto de importantes saldos
migratorios negativos desde 1913; sin embargo la cuota de desocupación
persistente incidía de manera determinante para el deterioro del salario,
presionando para su baja en conjunto con el aumento de los precios de los
artículos de consumo que se daba por la reducción de las importaciones como
consecuencia de la gran guerra. De esta manera, nivel ocupacional favorable,
salarios rezagados y aumento en el costo de vida, crean las condiciones clásicas
para un incremento de los movimientos reivindicativos en el marco de una puja
distributiva que se rige estrictamente por las alternativas de mercado204.
En 1917, en el marco de una huelga ferroviaria nacional, aparece un nuevo
protagonista, que tendrá incidencia en la vida social y política de Córdoba a partir
de este momento, ya que se constituyó la Federación Obrera Local, primer
intento de construir una central única de trabajadores. La FOL agrupó a quince
sindicatos y pronto hizo sentir sus reclamos por la jornada de horas de trabajo,
aumentos salariales y reconocimiento legal de todos los sindicatos205. Las
distintas actividades que abarcaban los sindicatos iban desde los panaderos,
pintores, mozos, cocineros, carreros, sastres, albañiles, carpinteros, zapateros,
mosaístas, gráficos, hasta molineros, ferroviarios, tranviarios y oficios varios.
203 PIANETTO, Ofelia, “Coyuntura histórica y movimiento obrero. Córdoba, 1917-21”, en Estudios Sociales, Nº 1, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1991, p. 93. 204 Ibidem; p. 94. 205 TCACH, César; “De la monotonía de los claustros a la polifonía de las ideas: introducción a la GACETA UNIVERSITARIA ”, ob. Cit., p.50.
170
La recuperación de la actividad sindical coincidió con la primera experiencia de la
aplicación del voto universal, secreto y obligatorio, que ampliaba las bases de
legitimidad del régimen político, lo cual significó un aumento en las posibilidades
y expectativas de participación para la población. Esta apertura de la
democratización, afirma Pianetto, que estimulaba la búsqueda de mayor
protagonismo social entre los trabajadores, en el caso de Córdoba, se extendía al
ámbito político a raíz del mayoritario origen nativo de los asalariados que vivían
en la capital provincial. La posibilidad para que se lograra la apertura del sistema
político, había tenido a los trabajadores entre sus impulsores, los cuales
participaron en las diferentes luchas obreras desde la primera década del siglo
XX.
En este marco se incluye la realización de una de las huelgas más importantes que
se produjo en la coyuntura política, delimitada por Pianetto, como fue la llevada a
cabo por el Sindicato de Obreros del Calzado, que se desarrolló en los meses de
julio y agosto de 1918, en coincidencia con la etapa de mayor movilización y
protagonismo público de la juventud universitaria. El conflicto gremial que había
comenzado con reclamos efectuados por los trabajadores en una de las fábricas de
calzado de Córdoba, se extendió rápidamente a todas las de la ciudad, lo que
generó la movilización del sindicato, que se hizo cargo de la acción huelguística.
A mediados de agosto, se produjo la declaración de un lock out por parte de los
industriales del calzado, lo que fue calificado por la federación local como un
ataque a la clase obrera organizada de Córdoba. Como respuesta ante esta medida
patronal, los sindicatos decidieron un paro general para los días 2 y 3 de
septiembre, y organizaron un acto público para el 1º de ese mes. Esta
manifestación que reunió a 20000 personas en la plaza San Martín206, contó con la
adhesión de la Federación Universitaria de Córdoba. Hicieron uso de la palabra el
secretario general de la federación obrera cordobesa, Miguel Contreras quien
pertenecía al Partido Socialista Internacional, junto al obrero gráfico Pablo Lopéz
quien militaba en el Partido Socialista, y por la juventud universitaria participaron
como oradores Deodoro Roca, Saúl Taborda como miembros del Comité Pro
206 CORBIERE, Emilio; ob. Cit. p. 49.
171
Córdoba Libre, y Enrique Barros e Ismael Bordabehere que presidían la
federación estudiantil. Durante los días siguientes en los que tuvo lugar la huelga
sindical la policía clausuró el local de la Federación Obrera Local, ante lo cual los
estudiantes ofrecieron el suyo en la calle Rivera Indarte, adonde se trasladó en
pleno el Comité de Huelga, y allí sesionaban los obreros en lucha207. A partir de
este momento, en cada 1º de mayo la tribuna obrera tenía su orador estudiantil y
no había tribuna universitaria donde no se pidiera al orador de la Federación
Obrera208.
De esta forma, se produjo una primera experiencia de confluencia entre obreros y
estudiantes, que sería una de las características por las cuales se identificarán los
miembros de la nueva generación intelectual a sí mismos, como aspecto novedoso
que imprimió el movimiento a la sociedad. Lo que le otorgará a la vez, su
proyección nacional y continental, cuya expresión se plasmará en los principios de
extensión universitaria, o Universidades Populares, como mecanismos e
instituciones encargadas de lograr la consolidación de ese lazo establecido.
La intervención de la Universidad de Córdoba, a pesar de haber sido decretada por
el gobierno nacional, y haber sido encargada esa función desde el 24 de Agosto al
Ministro de Instrucción Pública, Salinas, no se había hecho efectiva todavía
durante la primera semana del mes de septiembre. Ante este estado de situación,
los estudiantes recurrieron a uno de los métodos que mayores resultados les
habían dado, tal como lo destacara Lugones, y era el de la “acción directa”,
aunque perseguían el objetivo de llamar la atención para que actuase el gobierno
radical, lo cual no sería algo conducente para que el movimiento pudiera
conquistar sus reclamos, según las sugerencias anteriormente mencionadas
vertidas por aquel.
El 8 de septiembre un centenar de estudiantes se reunió clandestinamente para
fijar un plan de lucha, y terminaron por resolver la toma de la Universidad para el
207 “Recuerdos de Miguel Contreras”, La clase obrera cordobesa, en “La Reforma Universitaria” por Mariano Rivas, Revista Nueva Era, Nº 5, junio de 1968. 208 Ibidem.
172
día siguiente. Uno de los presidentes de la Federación Universitaria de Córdoba,
Horacio Valdés, como estudiante avanzado de Derecho advertía los riesgos a los
que se exponían, debido a: que esa aventura podía dar lugar a la imputación de
algún delito, e inclusive leyó los artículos correspondientes del Código Penal,
invitando a quienes no se sintieran con ánimo de asumir tal responsabilidad, a
retirarse; lealmente, sin reproches ni infidencias209. Con estas expresiones,
aparecían algunos reparos dentro del movimiento estudiantil, respecto a las
decisiones que implicaban una confrontación abierta, afectando las instituciones
republicanas, y los límites demarcados por ellas.
En la mañana del 9 de septiembre de 1918, cuando el portero de la Universidad
abrió las puertas de la casa que se encontraba deshabitada, 83 estudiantes
decidieron ingresar a ella, quitándole las llaves y cerrando por dentro sus puertas,
y tomaron posesión de la Casa de Trejo, en nombre de la Federación Universitaria
de Córdoba. En el momento de la planificación de la acción, se había previsto una
serie de aspectos que se tuvieron en cuenta durante la estadía dentro de la
institución. En primer lugar, la constitución de un gobierno provisional de la casa,
designando una junta ejecutiva, que estaba formada por los tres presidentes de la
Federación, Barros, Valdés y Bordabehere. El nombramiento como secretario
general al estudiante Luis Ruiz Gómez, y estaba previsto que los acompañara un
escribano público, para sellar la caja de la tesorería, lo cual finalmente no ocurrió,
aunque de todos modos se sellaron todos los documentos o cosas de valor
existentes.
Una vez que tomaron posesión de la Universidad de Córdoba, los estudiantes
izaron en el asta la bandera de la Federación Universitaria, y lanzaron una
proclama dirigida “al pueblo”. En ella se consideraba el grave prejuicio que le
infringía al estudiantado la clausura de la casa de estudios por tiempo
indeterminado, además de facilitar la reunión de quienes “conjuraban” en contra
de los “legítimos intereses estudiantiles”. Y se manifestaba que mientras se
esperaba la llegada de la intervención nacional, se podían superar los perjuicios
que les acarreaban tal estado de situación, colocando la Universidad bajo la
209 CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p. 39.
173
superintendencia de la Federación. Ésta se encargaría de nombrar los profesores
interinos, que dictarían los cursos de acuerdo a los programas oficiales, y
prepararían a los estudiantes para los exámenes finales que se concretarán por
parte de la intervención. Por último se destacaban las cualidades de maestro del
Vicerrector de la Universidad, Belisario Caraffa, pero advirtiendo que “su
aislamiento” lo transformaba en impotente para la resolución de los males que
acarreaba la instrucción en ese momento.
La dinámica del movimiento adoptado por la juventud universitaria, llegaba así a
un punto insospechado, e inédito para la tradición de la institución universitaria,
con la erección de estudiantes como máximas autoridades de sus facultades. Se
retornaba llevándola a una expresión extrema, a la noción originaria de
Universitas Scholarium Et Magistrorum, que hacía referencia al conjunto
estudiantes y profesores. La cual fue reemplazada por la idea de Universitas
Litterarum, en alusión a al conjunto de las ciencias.
La Federación Universitaria de Córdoba resolvía decretando:
1- Asumir la dirección de la Universidad Nacional de Córdoba.
2- Encargar a los ciudadanos Horacio Valdés, Enrique Barros, e Ismael
Bordabehere, de la dirección de las facultades de Derecho, Medicina e
Ingeniería, respectivamente, y nombrar secretario general al señor L. Ruiz
Gómez.
3- Los ciudadanos nombrados ejercerán conjuntamente la presidencia de la
Universidad y procederán a proponer la designación del profesorado
interino
4- Suspender la huelga y convocar a los estudiantes para que asistan al acto
de la asunción del mando.
5- Clausurar los archivos, reabrir las bibliotecas, encomendar a los
estudiantes la mayor compostura y discreción durante el funcionamiento
de las clases y su permanencia en la Universidad.
6- Todos los actos de los decanos serán previamente comunicados a la
Federación-
174
7- Remitir comunicación telegráfica al señor interventor expresándole que
habiendo sido tomada la Universidad esperamos la reciba a la mayor
brevedad.
8- Invitar al pueblo a concurrir a la inauguración de las clases.
“Córdoba Libre, septiembre 9 de 1918210.
La definición de estos puntos programáticos por parte de los estudiantes se
inscribe y se explica por la coyuntura de movilización social que atravesaba
Córdoba, y que tenía desde hacía tres largos meses a la juventud universitaria
como uno de sus actores protagónicos, coincidiendo en su momento de mayor
efervescencia con la huelga más importante llevada adelante por la Federación
Obrera Local, lo que ponía de manifiesto el haber alcanzado uno de los puntos
máximos en el proceso de recomposición del movimiento sindical, como destaca
Ofelia Pianetto.
Los tres primeros puntos, la asunción de la dirección de la Universidad; la
designación para ejercer la máxima autoridad a los estudiantes que conformaban
el triunvirato directivo de la Federación Universitaria de Córdoba; y su potestad
para el nombramiento de los profesores interinos, encuentran su explicación por
una parte en la demora del envío de la intervención decretada, y por otra parte en
la actitud decidida del demos universitario de dejar sentado rotundamente el
ejercicio de su soberanía, que de aquí en adelante debería contemplarse en la
dirección de las universidades.
La suspensión de la huelga estudiantil que se mantenía desde el 15 de junio de
1918; la reapertura de las bibliotecas y el retorno del funcionamiento de las clases;
la convocatoria a los estudiantes para que asistieran al acto de la asunción del
mando de los “nuevos” decanos, cuyos actos deberían comunicar previamente a la
Federación, representan el grado de consolidación que había adquirido el
movimiento estudiantil, lo que se dio principalmente durante los meses intensos
de lucha que siguieron a la creación de la FUC. De esta manera la organización
representativa de los estudiantes, expresaba las necesidades de una proporción
210 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo II, p. 77.
175
importante de estos, de proseguir con sus carreras universitarias, como
habilitadoras para la posibilidad del ascenso social. En este sentido, cabe destacar
algunos de los apellidos de los 83 estudiantes que decidieron tomar la
Universidad, que dan cuenta de la composición social de una parte importante del
movimiento, proveniente de la naciente clase media, como hijos de inmigrantes.
Algunos de ellos fueron: Biagosch, Bordabehere, Saibene, Repetto, Valentini,
Casella, Barletta, Gómez, Piaggio, Dicowsjy, Cominitti, Tochinsky, Piaggio,
Duganevich, Halac, Schiavone, Piccio. A pesar de la relativa baja incidencia de la
población inmigrante en Córdoba en comparación con ciudades como Rosario y
Buenos Aires, ésta tuvo un importante crecimiento del 13,8 % en 1906 al 22,6 %
en 1914. El número de estudiantes universitarios ascendía a alrededor de dos mil,
representando el 3 % sobre una población total en la ciudad mediterránea de
aproximadamente 150000 habitantes211. Por lo tanto la presencia en la nueva
generación intelectual de ascendientes de familias tradicionales o con cierto linaje,
cumplió un papel importante para poder impulsar en conjunto con los hijos de
inmigrantes con fuerza al movimiento por la reforma Universitaria. Algunos de
ellos formaron parte de la ocupación de la Universidad, como en los casos de
Horacio Valdés, Ceferino Garzón Maceda, Héctor y Juan Roca, Ferreira, Pizarro,
Ferrer, Pinto.
Se designaron rápidamente los profesores por parte de la Federación y se
constituyeron “mesas examinadoras” donde muchos alumnos, contra lo
presumible, resultaron aplazados212. Dejando sentado el criterio de ecuanimidad y
responsabilidad que guiaba el accionar del movimiento estudiantil. Los dos
últimos puntos decretados por la Federación, manifestaban el clima del momento
que se atravesaba, ya que en uno de ellos se establecía expresarle al interventor las
razones de la toma de la Universidad, con la intensión de acelerar su llegada. En
el último punto se invitaba al pueblo a concurrir a la inauguración de las clases,
haciéndose eco de las recientes manifestaciones populares, en las cuales había
confluido la juventud universitaria con el movimiento obrero, y otros sectores
sociales, en distintos actos públicos multitudinarios. Los tres presidentes de la
211 TCACH, César; loc. Cit. p. 50. 212 CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p.96.
176
federación enviaron una comunicación el mismo 9 de septiembre al Ministro
Salinas en la cual, ponían en su conocimiento que la toma de la Universidad era
una expresión rotunda del cuerpo de estudiantes ante el “grave problema” que
debía resolver su intervención. La clausura de la Universidad por tiempo
indeterminado, causaba complicaciones y pérdidas que para los estudiantes
justificaban las resoluciones adoptadas. Se planteaba que el acto de la toma
concluiría con la inmediata entrega de la Universidad, por parte de la federación
universitaria, a quien como el Ministro de Instrucción Pública, pudiera ofrecer
garantías para poner en práctica las “legítimas aspiraciones” propugnadas.
Al encontrarse la Universidad bajo la autoridad del Poder Ejecutivo Nacional,
luego del pedido de instrucciones del Vicerrector Caraffa, se produjo el desalojo
de los ocupantes, con soldados del ejército nacional, interrumpiendo en la
ceremonia prevista para la inauguración de los cursos, por parte de los estudiantes,
quienes fueron detenidos y procesados por “sedición”, a partir de la denuncia
realizada por el Ministro de Gobierno de la Provincia. Los 83 estudiantes, con los
presidentes de la federación a la cabeza, fueron transportados en carros y
ambulancias por las calles de Córdoba, recibiendo todo tipo de apoyos, para
terminar en el regimiento 4 de artillería, donde quedaron detenidos y a disposición
del Juez Federal, García Montaño. Éste será finalmente recusado por Saúl
Taborda y Deodoro Roca, que actuaron como defensores de los estudiantes
procesados, quienes fundaron esta solicitud en vista de que era hijo de Rafael
García Montaño, cuya estatua había sido recientemente derribada, y sus deudos
habían inculpado de este hecho a la federación universitaria. El juez se inhibió de
seguir interviniendo en el proceso contra los estudiantes y se liberó a la mayoría
de los ocupantes, quedando detenidos únicamente los tres presidentes de la
federación. Pero el objetivo se había conseguido, ya que la Federación
Universitaria de Córdoba recibió una comunicación oficial del gobierno nacional,
firmada por el Ministro del Interior, en la que se les informaba sobre el envío del
interventor de la Universidad para el día 11 de agosto. Quedaba inaugurada así
una nueva etapa en la cual el protagonismo de los estudiantes, comenzaba a
adquirir una relevancia insoslayable tanto en la organización de las Universidades,
como en el plano de la política nacional.
177
La concreción de la Reforma Universitaria. La influencia del ideario
yrigoyenista.
Los distintos periódicos de la época, le otorgaban dimensión nacional a los
acontecimientos que se estaban desarrollando. Tanto La Prensa, como La Época,
La Razón, La Nación y La Voz del Interior, destacaban en sus ediciones del 11 de
septiembre de 1918 la partida del interventor Salinas a Córdoba, acompañado por
una delegación entre la cual estaba el director de Instrucción Pública, Ramón
Gené; los secretarios Raymundo Salvat, Juan Capurro y Julio Gorbea, se iban a
poner al frente de las Facultades, de Derecho, Medicina e Ingeniería
respectivamente213.
La llegada de Salinas a la Universidad de Córdoba se produjo el 12 de
septiembre, y pronunció un discurso ante el cuerpo de profesores, en el Rectorado.
Se dirigió en él al Vicerrector, a los consejeros y a los profesores, anunciándoles
que su presencia en la “histórica casa” se producía en nombre del Presidente de la
República, para poder cumplir la misión de restituirla en sus “elevadas” funciones
para que recuperara su plenitud. Para esta tarea convocaba al auditorio a una
decidida cooperación, transmitiéndole el carácter genuinamente argentino que
implicaba salvar situaciones difíciles en que estuviera comprometido el interés
público, aún a costa de todos los sacrificios214.
Mientras Salinas recorría la Universidad, al penetrar al Salón de Actos de la
Facultad de Derecho, los estudiantes le pidieron permiso al Ministro para dirigirle
la palabra. Concedido éste, uno de los presidentes de la Federación, Enrique
Barros pronunció un discurso de bienvenida. En él, Barros expresó la
complacencia con la que el cuerpo de estudiantes veía su arribo e intervención en
los asuntos universitarios, lo cual motivó a que La Federación Universitaria
engalanara para recibiros la casa de los estudiantes con los colores patrios215.
Cabe destacar que la sede de la federación de los estudiantes se encontraba frente
213 La Prensa, Capital Federal, 11 de septiembre de 1918. 214 “Ministerio de Justicia e Instrucción Pública”, ob. Cit., p. 149. 215 La Voz del Interior, Córdoba, 13 de septiembre de 1918.
178
a la Facultad de Derecho adonde había arribado el Ministro. Alentados por las
palabras que había pronunciado Salinas en su llegada a la Universidad, Barros en
nombre de la juventud de Córdoba, le manifestaba que su idealismo se ponía al
servicio de la causa reparadora dispuesta a realizar “todos los sacrificios”, tal
como lo venía haciendo hasta ese momento. Su disposición llegaba al límite de
comprometer en la contienda la libertad corporal y la vida misma216, mediante lo
cual asumían la responsabilidad de una decidida cooperación, para poder lograr la
concreción de la misión prevista por el gobierno nacional. Luego del discurso de
recepción, el Ministro saludó a Barros, y en su nombre a la Federación
Universitaria, y como deferencia y testimonio de la visita, junto a sus
acompañantes les firmaron el libro a la Federación, refrendando con ese acto el
papel asumido por los estudiantes para la realización de la Reforma Universitaria,
y su protagonismo de allí en más.
Salinas les contestó expresando que ante la hora “excepcionalmente histórica” por
la que atravesaba el país, el Poder Ejecutivo de la Nación decidió dirigirse a
Córdoba para cumplimentar con una “misión reparadora”. Ella consistiría en
relacionar a la institución universitaria, con la idea de satisfacer los anhelos y las
aspiraciones que el nuevo ambiente cultural, los nuevos métodos y
procedimientos posibilitaban, para así lograr la restitución de los prestigios que
tuvo la Universidad a lo largo de su historia. Finalizaba su arenga Salinas,
reivindicando el sentir y el pensar de la “juventud estudiosa”, como el alma y vida
de la nación, con lo cual venían a armonizar las soluciones traídas por parte del
gobierno nacional, ya que se las consideraba en plena correspondencia con los
ideales superiores de la cultura argentina. Lo cual, terminó generando una
prolongada ovación del auditorio estudiantil. Este hecho tuvo como revés de
trama el retiro del salón de los profesores vinculados a la Corda Frates. Luego del
discurso del Ministro, los estudiantes terminaron acompañando al interventor con
una manifestación que lo aclamaba, hasta su lugar de alojamiento.
Las palabras de Salinas comenzaban a dar a conocer en el ámbito de la educación
superior el ideario yrigoyenista, con una carga de influencia fundamental del
216Idem.
179
krausismo, en la concepción de la nación o el “alma nacional”. Yrigoyen tomaba
la noción del filósofo idealista alemán, Karl Krause, al caracterizar la realización
de la idea de humanidad217, que es un concepto central krausista, por la
concepción del ideal primero, y por su materialización después; y sólo fracasaron
por el desvío o por la apostasía, puesto que aún en el error, la pureza y honradez
del concepto da siempre la solución, ya que el punto de partida ha sido justo. Así
el ideal argentino se esparcirá en todo su magnífico brillo, reflejado en el espíritu
de la Nación y en el progreso de sus instituciones democráticas, y de sus fuentes
de trabajo y de riqueza218.
La concepción del Estado de Yrigoyen, se sustentaba en la idea de la existencia de
un núcleo duro de fuerzas morales basadas en la ética y que se reflejaría en la
oposición que formulaba entre “nación y antinación”, esbozada también como
garante de la “cultura moral”219. Ricardo Falcón también agrega que la noción
yrigoyenista de Estado, no se daba sólo como instrumento de vigencia del
Derecho, sino también como garante de la cultura moral. En sintonía con este
ideario, se inscriben tanto la noción de Estado como una escuela de educación
política220, como la concepción de la “reparación” de las crisis morales, que
inducía a recurrir a sus fuentes originarias, para poder comprenderlas y superarlas.
Yrigoyen también aseveraba que la “salvación de la república” había estado
originariamente y todavía se encontraba librada a las “energías reparadoras”. La
reparación en el ideario yrigoyenista tenía que ser concordante con la magnitud de
los esfuerzos ejecutados, ya que implicaba remontarse al origen de las situaciones
que producían las “perturbaciones” en la existencia nacional. De esta manera,
llegaba a la conclusión el líder político del radicalismo, que frente a grandes males
217KRAUSE, Karl, SANZ DEL RIO, Julián; Ideal de la humanidad para la vida, Madrid, Hyspamérica, 1985, p.45. 218 YRIGOYEN, Hipólito; Mi vida y mi doctrina, Buenos Aires, Editorial Leviatán, 1981, p. 82. 219FALCON, Ricardo, “Militantes, intelectuales e ideas políticas”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, p. 329. 220 YRIGOYEN, Hipólito; ob. Cit., p.102.
180
debían aplicarse grandes remedios, esto significaba que ante las “transgresiones y
desvíos” había que oponerles “rigurosas” virtudes y “absolutas” integridades.
La misión reparadora encomendada por el Presidente Yrigoyen al Ministro de
Instrucción Pública Salinas para la Universidad de Córdoba, se inscribe en una
concepción ideológica en la que se plantea lo reparador y reformador como un
principio absoluto, antes que haber sido el resultado de improvisaciones
coyunturales. El ideal de la reparación nacional era concebido por Yrigoyen en
una línea de continuidad histórica con la gesta emancipadora de Mayo, en el cual
se había dejado sentada una decidida e irrevocable voluntad de ser libres221. La
juventud había cumplido un papel preponderante para el ideario yrigoyenista,
prestándole su idealismo y entusiasmo a la causa revolucionaria, y nuevamente
iba a ser tenida en cuenta para adquirir un papel protagónico para la realización de
la Reforma Universitaria. Se articulaba la invocación a la juventud en el ideario
yrigoyenista, con la noción krausista que buscaba la transformación de la sociedad
a través de la educación222.
Desde la primera entrevista que habían tenido los estudiantes con el Presidente
Yrigoyen, en el marco del envío de la intervención primigenia encabezada por
Matienzo, se estableció una reciprocidad entre ambos. Gabriel Del Mazo relata
que el líder radical les manifestó su identificación con los principios que los
estudiantes de Córdoba sentaron en su Memorial, planteándoles: que estaba con el
espíritu nuevo en todas sus manifestaciones y que se identificaba con las
aspiraciones de los estudiantes en todo lo que ellas tenían de justas, ya que las
instituciones universitarias debían nivelarse con el progreso alcanzado por la
República223. Al igual que los dirigentes estudiantiles, Yrigoyen había focalizado
que el nudo del problema de la Universidad se encontraba en la organización de
su gobierno, todo lo relativo a su organización docente y orientación y contenido,
221 Ibidem, p.118. 222 FALCON, Ricardo, ob. Cit., p.329. 223 DEL MAZO, Gabriel; Vida de un político argentino. Convocatoria de recuerdos. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976, p. 84.
181
provendría de su adecuado gobierno o nada habría224. Del Mazo menciona que
desde el inicio del conflicto universitario, el titular del Poder Ejecutivo, se sintió
con la directa responsabilidad de optar por reencaminar la situación hacia un
nuevo rumbo. En este sentido, estaba bajo su potestad decretar la sanción de los
nuevos Estatutos que regirían a la Universidad en Argentina de allí en adelante, en
función de lo cual actuó con gran “sagacidad”, manteniéndose en contacto
permanentemente con los conductores del movimiento estudiantil.
Inicialmente el gobierno nacional había decidido intervenir la Universidad de
Córdoba, enviando al Procurador de la Nación, y al no poder cumplir todos lo
objetivos planteados, envió al Ministro de Instrucción Pública como garantía de
una resolución favorable a la Reforma Universitaria. En la Universidad de Buenos
Aires, sin embargo, no se necesitó de la intervención para llevar adelante la
reorganización institucional, que tuvo lugar por iniciativa del Rector Uballes, que
era partidario de la Reforma225. El propio Yrigoyen se refirió a la particularidad
existente en Buenos Aires expresando que: aparte las condiciones de mi amigo el
doctor Uballes (había sido radical), el Rector es el único funcionario de la
Universidad, para el que la Ley fija término de mandato (4 años). No quisiera
verme obligado a la necesidad y violencia de una Intervención que lo separara
interrumpiendo ese término226. De este modo se ratificaba la confianza en la
iniciativa reformista del Rector de la Universidad de Buenos Aires, quién por
diferencia de un voto no había podido establecer su propuesta para la división
tripartita igualitaria por tercios en la elección, mediante una asamblea de los
distintos cuerpos universitarios, en el proyecto de Reforma de los Estatutos votado
por el Consejo Superior.
Nuevamente impulsado por la decantación de los sucesos que se desarrollaban en
la Universidad de Córdoba, esta vez el mismo día que se daba la partida del
interventor Salinas hacia esta institución, el 11 de septiembre de 1918, se
aprobaba el decreto de Reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos
224Ibidem, p.97. 225 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., p.97. 226Ibidem, pp.97 y 98.
182
Aires. En el texto aprobado se contempló finalmente lo planteado por Uballes,
quien había elevado al Presidente, conjuntamente con lo sancionado por la
mayoría del Consejo Superior, en donde se establecía comicios separados de
profesores y de estudiantes, su proyecto en minoría, que contenía la fórmula de
elecciones conjuntas mediante una asamblea tripartita. La Asamblea se terminó
conformando por todos los Profesores titulares, todos los Profesores suplentes e
igual número de estudiantes. Los graduados al no estar organizados como cuerpo
específico, no fueron contemplados en el articulado; en su reemplazo se ubicaron
a los Profesores suplentes, quienes asumieron uno de los tercios de la Asamblea
hasta que aquellos lograran conformarse como tales. Si el número de Profesores
suplentes era igual o menor al de titulares todos ellos formaban parte de la
Asamblea. En el caso de que el número de Profesores suplentes fuera superior al
de los titulares se integrarían por orden de antigüedad, y quienes resultarían
electores igualarían el número de ambos. Para la elección de la lista de los
estudiantes se estableció como requisito el haber cursado tres años de estudios de
las carreras, estableciéndose el número de representantes de cada curso por parte
del cuerpo o del centro de estudiantes en proporción al número de inscriptos en las
carreras que conformara cada Facultad. Otro de los puntos que se incorporaron a
los Estatutos reformados de la Universidad de Buenos Aires, provenientes del
formato institucional estipulado en el primer Congreso Nacional de estudiantes
universitarios en Córdoba, era la asistencia a las clases de manera no obligatoria. 227Los estudiantes tenían derecho a seguir los cursos libres en lugar de los
regulares, y correspondía a los Consejos Directivos reglamentar la forma de
controlar los trabajos prácticos efectuados228. En sintonía con este punto, se
establecía que el Consejo Superior fijaría en el Presupuesto de la Universidad una
partida destinada a fomentar los cursos libres de los profesores suplentes y los
trabajos de investigación científica de las facultades.
La situación de la intervención en la Universidad de Córdoba, mientras tanto, fue
adquiriendo un claro perfil a través de determinados hechos, como por ejemplo la
visita realizada por Salinas al local de la Federación Universitaria, respondiendo a
227 La Voz del Interior, Córdoba, 13 de septiembre de 1918. 228 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 354.
183
una invitación que ésta le efectuara. Nuevamente uno de los integrantes del
triunvirato, Barros, fue el encargado de brindarle el discurso de recepción, en el
cual planteó que con su llegada se estaba abriendo una nueva página en la historia
de la casa de estudios, que atravesaba por una hora crítica de su vida y para
salvarle con decoro y provecho en bien de la cultura nacional, la juventud de
Córdoba despliega su viril esfuerzo con abnegación, fe y patriotismo229. La
Federación Universitaria, que congregaba a la mayoría de los alumnos, saludaba y
ratificaba su ofrecimiento de colaboración al Ministro Salinas y sus
acompañantes.
Otro de los ámbitos que se hicieron eco, avalando los efectos positivos que traería
la intervención, fue el de la “Universidad Libre”, a través de una carta enviada por
su presidente, Samuel Levi, al Ministro Salinas. En ella se señalaba que se estaban
sentando los cimientos para conformar la base sólida del edificio educacional
argentino230. Levi observaba al proyecto de reforma universitaria como la matriz
que generará el ascensionalismo nacional, gracias a la modelación óptima de los
cerebros jóvenes231. Valoraba la obra encomendada por el Presidente Yrigoyen,
como la más sagrada de las misiones de los gobiernos, al ser la encargada de
orientar el “alma colectiva”.
El presidente de la “Universidad Libre” aclaraba que era la primera vez que le
merecía elogio la tarea realizada por un funcionario público. Frente a un proyecto
que observaba como constructivo y panorámico, para Levi no quedaba lugar para
la actitud indiferente y se disipaban los escepticismos. Tanto radicales, como
demócratas, socialistas, independientes y extranjeros sentirían la tonificación
cultural por los méritos de la Reforma Universitaria afirmaba Levi; además de
apreciarla porque sus hijos estarían favorecidos con los resultados de un tipo de
educación “coordinada, sistematizada, conexionada y superior”.
229 Ibidem; p. 355. 230 La República, Córdoba, 12 de septiembre de 1918. 231 Ibidem.
184
El 14 de septiembre de 1918, la Federación Universitaria de Córdoba, envió un
nuevo Memorial al Ministro Salinas. En el mismo se hacía mención a la primera
intervención, que había sido confiada a Matienzo originariamente y había dejado
sin resolver el principal problema: la reorganización del cuerpo de Profesores.
Pero, a pesar de haber sido la resolución de aquel problema lo que motivó la
solicitud para la llegada de la nueva intervención, los estudiantes también
planteaban sus expectativas en cuanto al cambio de la composición de los
Consejos Directivos. Se criticaba el número de integrantes por el cual se
componía el órgano deliberativo, que se había fijado en el Estatuto reformado en
quince miembros como número máximo permitido por la ley Avellaneda, lo cual
se consideraba como excesivo. Aunque, los estudiantes hacían hincapié
principalmente, en la posibilidad de que el nuevo formato institucional les
otorgara la representación y el derecho de “proponer” en los cuerpos directivos,
junto a los profesores.
Por otro lado, se reivindicaba en el petitorio la asistencia libre y el derecho: de
rendir examen sobre cualquier número de materias en las tres épocas
reglamentarias, deben ser garantizados, mediante su incorporación al Estatuto y
preservado por tal medio, del arbitrio de las corporaciones directivas232. En
cuanto a la reorganización del cuerpo de Profesores, para evitar la posibilidad de
que existiera arbitrariedad por cesantías parciales, se sugería una medida de
carácter general, dejando así a salvo al profesor que fuera competente.
Se señalaba a la vez, que durante la primera intervención que llevó a cabo
Matienzo, se había dictado un decreto reestableciendo el internado del Hospital de
Clínicas, que había sido suprimido por las autoridades “del viejo régimen”. Sin
embargo los estudiantes afirmaban que nada se había hecho para el cumplimiento
de esa disposición, y solicitaban al nuevo interventor el restablecimiento del
internado. Haciendo referencia al desarrollo del año lectivo, de acuerdo a la
consideración por parte de los estudiantes, de no contar con el tiempo suficiente
que permitiera desarrollar los programas oficiales, y debido a la “escasa”
enseñanza dispensada por los profesores que fueron repudiados por la juventud:
232 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 154.
185
La Federación Universitaria vería con agrado que se dé por clausurado el
presente año, a los efectos de proceder a la reorganización del profesorado233.
Luego de relevar la opinión generalizada de los estudiantes, sus dirigentes
expresaban a las autoridades de la intervención nacional la necesidad de que se
fijarán los exámenes para las segundas quincenas de diciembre de 1918, y marzo
de 1919. De este modo, los estudiantes terminaron de aportar sus ideas generales
para contribuir a encarar la reforma prevista, y quedaban a disposición para
establecer un diálogo con quienes debían concretar su puesta en práctica.
El mismo 14 de septiembre de 1918 en el que se presentó el Memorial se
produjeron masivas renuncias de profesores de la Universidad de Córdoba, que
fueron aceptadas por el Interventor Salinas. Entre los renunciantes se encontraban
el Rector Nores, el Vicerrector Caraffa, y el mencionado “jefe” de la Corda
Frates, Arturo Bas a su cargo de consejero de la Facultad de Derecho, aunque
también Martínez Paz como delegado de Derecho y Eliseo Soaje como Decano de
la Facultad de Medicina, entre otros, aunque con distintas motivaciones, ya que en
un caso se intentaba detener el proceso de reformas, mientras que en el otro se
pretendía facilitarlo. Ante la presentación generalizada de las renuncias por parte
del cuerpo de profesores y de los académicos, la Federación Universitaria
mediante un Manifiesto, expresaba su satisfacción, y planteaba que tal actitud
debía ser imitada por su totalidad, porque de ese modo se podía: dar una solución
definitiva al conflicto que desde hace meses mantiene en situación anormal a
nuestra Universidad234.
Por otro lado, el Comité Pro Defensa de la Universidad, que representaba a la
minoría de los estudiantes, principalmente vinculados al clericalismo, se
entrevistó con el Interventor Salinas. El 16 de septiembre, su presidente,
Alejandro Cabanillas, le manifestaba: que tienen plena confianza en su gestión
interventora y que aceptarán cualquier resolución que adopte, porque entienden
que con ella se ha de normalizar la marcha del instituto235. Uno de los actores que
233Ibidem, p. 156. 234 La Voz del Interior, Córdoba, 15 de septiembre de 1918. 235 La Voz del Interior, Córdoba, 17 de septiembre de 1918.
186
había aparecido en el espacio público cordobés, en medio de la lucha política y
cultural, como era el Comité Pro Defensa, claramente identificado con el grupo
encabezado por la Corda Frates, le otorgó su aval a las medidas de renovación
que iba a implementar la intervención nacional, reconociendo de esta manera su
aceptación ante los planteos estipulados por el movimiento reformista, que se
terminaron imponiendo en la disputa cultural establecida.
La primera medida tomada por Salinas, fue un decreto establecido el 20 de
septiembre de 1918, por medio del cual se devolvieron las renuncias a los
Profesores y se declaró en comisión a todo el personal docente y administrativo
de la Universidad de Córdoba236, para no tener condicionamientos particulares y
tomar una determinación hacia el conjunto de la docencia. Entre los considerando
de la decisión, se mencionaba la intención del Poder Ejecutivo de la Nación de
encaminar a la Universidad hacia la reconstrucción institucional y científica, para
que estuviera en condiciones de cumplir sus “altos fines culturales”. En este
sentido, era considerada la reorganización del cuerpo de Profesores como una de
las bases institucionales para devolverle la plenitud de sus funciones a la casa de
estudios. La realización de estos propósitos se encontraban entroncados para
Salinas, con las finalidades de la cultura nacional, que tenía en las Universidades
sus máximos exponentes de “adelanto intelectual” y centros irradiadores de
“grandeza moral”. Estos conceptos vertidos por el interventor Salinas, se articulan
con la definición de la Reforma Universitaria expuesta por Del Mazo, en la cual
se la interpreta: culturalmente como un empeño por rectificar todo cuanto ha sido
la despersonalización de nuestros pueblos, para que mentalmente y
sentimentalmente lleguen a ser como sí mismos237.
Esta primera decisión tomada por el interventor, tuvo repercusiones positivas en el
ámbito cultural de Córdoba, las cuales fueron reflejadas en distintos periódicos.
En el diario La República, vinculado al Partido Demócrata, se consignaba que
recién comenzaba la tarea, “ardua y difícil” de la selección del cuerpo de
236 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p.162. 237 DEL MAZO, Gabriel; la primera presidencia de Yrigoyen, Buenos Aires, CEAL, 1983, p. 134.
187
Profesores. Cabía a la intervención llevar una “escrupulosa” compulsa de los actos
realizados por las Academias y el Consejo Superior, en los últimos años, donde
podrán encontrarse datos curiosos sobre la forma de nombramientos de ternas, y
donde se hallará que en muchas cosas no se han guardado ni las apariencias,
siquiera de un hecho legal, y donde se han violado abiertamente reglamentos y
estatutos de la Universidad238. Se anhelaba desde las páginas de este diario que la
obra puesta en marcha por el gobierno de Yrigoyen, respondiera al espíritu
renovador de la época. Se criticaba el ambiente que regía el funcionamiento de la
Universidad de Córdoba, con lo cual quedaba puesto de manifiesto el espíritu
liberal que regía al partido político conservador cordobés. Este posicionamiento
ideológico y político, permitía la existencia de cierto grado de expectativa, puestas
por el sector demócrata, en las transformaciones institucionales suscriptas por el
gobierno nacional.
La Voz del Interior, cercano al radicalismo, describía que pese a los intereses que
ejercían influencia en detrimento de la acción “regeneradora y reconstructiva” de
la Universidad de Córdoba, la aparición del primer decreto dictado por el
interventor Salinas, comenzó a tomar un rumbo que se esperaba, quede
confirmado con las resoluciones posteriores239. El decreto que declaraba en
comisión a todo el personal docente y administrativo era considerado en el diario,
que se jactaba de reflejar “fielmente” la opinión pública, como un paso
importante. Sin embargo, se estipulaba seguir examinando el desenvolvimiento de
la intervención, para ser sinceros en el aplauso y justos en la censura, declarando
una vez más que desearíamos emplear lo primero en vez de lo segundo240 . El
diario describía que los buenos maestros, y buenos empleados esperaban
“confiados” la ejecución de las medidas por parte del gobierno nacional, mientras
que otros se encontraban preocupados por el solo hecho de pensar que un criterio
de selección les arrebate la prebenda reemplazándoles de los cargos que detentan
por la exclusiva razón del privilegio241. También se expresaba de algún modo
238 La República, Córdoba, 21 de septiembre de 1918. 239 La Voz del Interior, Córdoba, 22 de septiembre de 1918. 240Ibidem. 241Ibidem.
188
sobre la Intervención nacional el periódico pro clerical, Los Principios, a través
del relato de la visita realizada a Salinas, por el Obispo Fray Zenón Bustos242,
quién quería mantenerse informado de las decisiones que se estaban por tomar
sobre la Universidad.
El 27 de septiembre se produjeron dos nuevas medidas dictadas por la
intervención. En primer término, se resolvió, tal como lo había peticionado la
Federación Universitaria, la supresión de los exámenes generales en la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales. Lo que significaba terminar con una forma de
examen que perduraba sólo en aquella Facultad, para las materias “codificadas”,
debido a que resultaba meramente reiterativa en cuanto a que no incorporaba
nuevos conocimientos a los adquiridos por el estudiante en el cursado, y estaba
desprovista de finalidad práctica. También se estipuló el restablecimiento del
Hospital de Clínicas, determinando fecha de los concursos para el ingreso de los
nuevos practicantes243. Luego de tomar esas decisiones el Ministro Salinas viajo a
la Capital Federal en donde se reunió con el Presidente Yrigoyen, y conversaron
acerca del estado en que se encontraba el conflicto universitario y sobre el
desenvolvimiento de su gestión como interventor: expuso al presidente las
medidas de distinto orden tomadas en la universidad, y trató con él después de
otra que serán tomadas próximamente para resolver la cuestión, entre ellas las
referentes a la reapertura de las clases 244. Antes de retornar a Córdoba. Salinas
se entrevistó con Arturo Bas en el Ministerio de Instrucción Pública el 2 de
octubre, quien además de académico había sido diputado nacional. El ministro,
luego fue despedido por una “numerosa” delegación de la Federación
Universitaria de Buenos Aires que lo despidió, transmitiéndole su satisfacción por
el decreto de reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos Aires,
sancionado por el Poder Ejecutivo el 11 de septiembre, y el cual iba a servir como
modelo para la renovación que implementaría con la intervención en Córdoba.
242 Los Principios, Córdoba, 27 de septiembre de 1918. 243 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., pp. 176, 177. 244La Prensa, Capital Federal, 30 de septiembre de 1918.
189
Unos días después de su regreso a Córdoba, el 5 de octubre de 1918, el interventor
Salinas presentó el proyecto de reforma de los Estatutos de la Universidad de
Córdoba. Complementariamente se estableció la reorganización del Consejo
Superior y de los Consejos Directivos de las Facultades. Se nombraron las nuevas
autoridades en función de la acefalía en la que se encontraban los cuerpos
directivos de la Universidad. Entre las mismas, aparecían figuras renovadoras, que
se habían identificado con las reivindicaciones del movimiento reformista, como
el nuevo Rector, Eliseo Soaje, el Vicerrector, Enrique Martínez Paz. El autor del
Manifiesto liminar, Deodoro Roca, fue nombrado consejero directivo en la
Facultad de Derecho, junto a Arturo Capdevila. Tanto Martínez Paz como Arturo
Capdevila y Deodoro Roca se refirieron públicamente ante sus designaciones. En
el caso del primero, aceptaba el reconocimiento como un honor, mostrándose
dispuesto a concurrir con todo mi esfuerzo a la realización de la obra patriótica
de reconstrucción universitaria iniciada por V. E. bajo los mejores auspicios245.
En el caso de Capdevila, estimaba como de “alta significación” las resoluciones
tomadas por el interventor Salinas, para lo cual ofrecía toda su colaboración.
Deodoro Roca aceptaba la designación como una honra, y se disponía a responder
“en la medida de sus fuerzas”, al compromiso “de honor” contraído: ante el país
por los hombres de la reforma universitaria y por cuyos ideales luché siempre
como estudiante y como hombre libre246. Quienes habían conformado la
Asociación Córdoba Libre en 1916, iniciando las críticas al ambiente cultural y
político cordobés, y luego se sumaran al movimiento estudiantil para motorizar la
Reforma Universitaria, comenzaban a constatar la victoria conseguida en la lucha
que protagonizaron.
Al igual que en los nuevos Estatutos recientemente decretados en Buenos Aires, el
proyecto de reforma estipuló para la Universidad de Córdoba el nombramiento de
los miembros de los Consejos Directivos, a propuesta de una asamblea compuesta
de todos los profesores titulares, e igual número de profesores suplentes y de
estudiantes. Se institucionalizaba así la inclusión de la participación de los
alumnos en el gobierno universitario, como resultado de su protagonismo
245 La Voz del Interior, Córdoba, 12 de octubre de 1918. 246 Ibidem.
190
determinante para la concreción de la Reforma Universitaria. El número por el
cual se componía el órgano directivo, quedó fijado en siete miembros, incluyendo
al Decano, en reemplazo de los quince anteriores, tal como lo habían consignado
en el Memorial los estudiantes. También se autorizaba y promovía la realización
de cursos libres, conferencias o lecciones por parte de los profesores suplentes,
sobre cualquiera materia correspondiente al plan de estudios de cada Facultad.
Otro punto contemplado por el Memorial, que se incorporó al Estatuto, era la
posibilidad otorgada a los estudiantes para poder rendir examen de cualquier
número de materias o iniciar cursos en las épocas reglamentarias de marzo y
noviembre, garantizándose de este modo la posibilidad de incorporarse por parte
de los mismos a los cursos libres.
Las reivindicaciones de la nueva generación intelectual que propulsó la Reforma
Universitaria comenzaban a plasmarse. Y las repercusiones de este éxito logrado
por el movimiento estudiantil no se hicieron esperar: el presidente de la
Federación Universitaria Argentina, Osvaldo Loudet, le envió un telegrama a la
Federación Universitaria de Córdoba, en el cual daba a conocer su postura ante los
acontecimientos. Loudet manifestaba que tanto la promulgación de los nuevos
Estatutos para la Universidad de Buenos Aires, como los de la Universidad
mediterránea, consagraban: las aspiraciones votadas por el Congreso
Universitario de Córdoba y la Federación Universitaria Argentina, que organizó
dicho congreso, se hace un deber de saludar en esta hora de triunfo a los
hermanos cordobeses iniciadores del movimiento.-Loudet, presidente.247. La
Federación Universitaria Argentina remarcaba el reconocimiento nacional
adquirido desde aquel congreso instituyente, que la tuvo como base para su
organización. La federación cordobesa, con la firma de uno de sus presidentes,
Barros, respondió afirmando que una nueva Universidad democrática y
progresista estaba poniéndose en marcha. Impulsada fundamentalmente por la
fuerza de los jóvenes generaciones argentinas, y sostenida por mandatarios
“conscientes de sus deberes y responsabilidades” en la obra de elaboración de la
cultura nacional.
247 La Voz del Interior, Córdoba, 4 de octubre de 1918.
191
Mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, el 7 de octubre de 1918, se
resolvió la aprobación de las reformas proyectadas en los Estatutos de la
Universidad Nacional de Córdoba. También se nombró al nuevo cuerpo de
profesores. Entre ellos estaban los impulsores del Comité Córdoba Libre, que
fogoneó la renovación cultural y universitaria desde 1916; Arturo Orgaz quedaba
al frente de la cátedra de Introducción al Derecho; Arturo Capdevila en la cátedra
de Filosofía de las Ciencias Jurídicas y Sociales; Deodoro Roca en la cátedra de
Filosofía General que se incorporaba al nuevo plan de estudios que fue reformado;
y Raúl Orgaz en la cátedra de Sociología. En cambio, a los principales adversarios
a lo largo de la disputa cultural, Antonio Nores que era Profesor de la Facultad de
Medicina, y Arturo Bas quien tenía un cargo como docente en la Facultad de
Derecho, les fueron aceptadas sus renuncias, agradeciéndoles por los “servicios
prestados”, por medio de una resolución del interventor Salinas, el 8 de octubre de
1918.
Como parte de la puesta en funcionamiento del Hospital de Clínicas, cuyo
conflicto a fines de 1917 había desembocado en el comienzo de los sucesos que
iniciaron el movimiento de los estudiantes por la Reforma Universitaria, se
nombraron como practicantes mediante concurso el 9 de octubre de 1918, a
algunos de sus principales protagonistas: Enrique Barros, Gumersindo Sayazo y
Horacio Miravet. También apareció otra de las figuras estudiantiles claves para la
Reforma Universitaria, como había sido Gregorio Bermann, esta vez nombrado
por la propia institución de altos estudios, el 11 de octubre, como delegado en la
Capital Federal. La Federación Universitaria de Córdoba, resolvía levantar la
huelga estudiantil que mantenía, en total reconocimiento hacia las resoluciones
tomadas por la intervención nacional.
Se estableció como fecha para la reapertura de las clases de la Universidad de
Córdoba, mediante una resolución firmada por Salinas el 8 de octubre de 1918, de
acuerdo a la puesta en marcha de la reorganización del personal docente y
directivo, para terminar de regularizar su funcionamiento, el día 10 de octubre, e
iniciarse las actividades de las Facultades. Éstas se encargarían de determinar la
fecha de clausura de los cursos regulares y la recepción de los exámenes. Se fijó,
tal como lo había propuesto la Federación Universitaria de Córdoba, la segunda
192
quincena de diciembre de 1918 y la de marzo de 1919 para la recepción de
exámenes, tanto para los estudiantes regulares como para los libres.
El acto de entrega de la Universidad de Córdoba por parte del interventor en uso
de las facultades conferidas por el Poder Ejecutivo, a las nuevas autoridades y la
reanudación de las actividades de la institución, se llevaría a cabo el 12 de octubre
de 1918. Luego de realizar un recorrido sobre los distintos temas abordados por la
intervención y resueltos favorablemente como la reorganización del cuerpo de
Profesores, la reforma de los Estatutos, la implantación de los nuevos planes de
estudios, y la reanudación del funcionamiento regular de las clases; se consideraba
en el decreto de reapertura de la Universidad dictado por el Ministro Salinas que
se había restituido así el instituto a la plenitud de su vida cultural y docente248. De
este modo, se comenzaba a concretar la prometida “misión reparadora”,
proyectada por el gobierno nacional encabezado por Yrigoyen, y ejecutada por el
interventor Salinas.
La fecha elegida finalmente para el acto de la toma de posesión por las nuevas
autoridades, que se realizó en el salón de actos de la Facultad de Derecho, tenía un
carácter simbólico, ya que era la misma que había elegido Hipólito Yrigoyen para
asumir la primera magistratura en 1916, el 12 de octubre. En este caso, esa
decisión, no podría escindirse de la influencia del hispanismo en el ideario
yrigoyenista, que por un lado tenía una vinculación con el krausismo y uno de sus
principales difusores como era Julián Sanz del Río, con una clara connotación
liberal. Y por el otro, con la fecha en la cual asumieron los presidentes argentinos,
desde Julio Argentino Roca, manteniendo cierto hilo de continuidad con una
tradición más conservadora en relación a lo hispánico, que estaba vinculado a no
desprenderse de las raíces relacionadas con la etapa de la colonia.
Al igual que al momento de la asunción en el cargo de interventor en su llegada a
la Universidad de Córdoba, el Ministro Salinas pronunció un discurso público en
el acto de transferencia de la posesión al nuevo Rector, Eliseo Soaje. Esta vez se
dirigió de manera conjunta, al Rector, como a los Consejeros, a los Profesores y a
248 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 260.
193
los “Jóvenes alumnos”. Salinas expresaba que la “altísima y delicada” misión
encomendada por el Presidente de la República, en momentos en los que
atravesaba una de sus mas difíciles crisis la histórica Universidad, y de verdadera
y excepcional expectativa para la invicta Córdoba, queda ampliamente
cumplimentada; queda leal, noble y patrióticamente realizada249. Describía
Salinas que los cuerpos directivos de la casa de estudios habían quedado
compuestos por hombres de ciencia, las cátedras ocupadas por “distinguidos”
educadores, y sus jóvenes alumnos con “vehementes” anhelos de acceder a las
fuentes de la ciencia y los principios de la verdad.
El viejo y legendario instituto de estudios superiores, quedaba según lo definía
Salinas, “rehabilitado” en la plenitud de sus prestigios, autoridad y respeto;
figurando a partir de estas transformaciones como un verdadero monumento del
progreso institucional y científico, no sólo de la Nación Argentina, sino de todo el
continente Sud Americano250. Se anunciaba que la renovada Universidad de
Córdoba marcaría una nueva era en la historia cultural argentina y en sus
instituciones. Y entregaba al Rector y a los Consejeros la casa de altos estudios
reconstruida, en nombre del “gran ciudadano”, en referencia a la figura del líder
radical, quien estaría cumpliendo la misión histórica de auscultar las grandes
necesidades públicas, que con clarividencias de apóstol dirige los destinos de las
Provincias Unidas del Sud251. De esta manera Salinas terminaba su obra, y la
dejaba en manos de las nuevas autoridades, a quienes les confiaba su “inteligente
custodia”.
Luego del discurso del interventor, hizo uso de la palabra el nuevo Rector, Eliseo
Soaje. Expresó encontrarse movilizado por la conciencia del deber, para contribuir
sin egoísmos ni “mezquinos sentimientos”, para que se renovara la vida
universitaria. Esto se hacia posible por haberle dado término en primer lugar a la
clausura indefinida de la Universidad, que trajo “graves” perjuicios para los
estudiantes. Los cuales eran considerados por Soaje como el “alma de esta casa” y
249 Ibidem, p. 261. 250 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 261. 251 Ibidem, p. 262.
194
su principal objetivo para su existencia y mantenimiento. El espíritu nuevo que
iba a conducir la evolución de la Universidad, requería para el flamante Rector de
la “mayor” unidad de acción y de actividad entre profesores y estudiantes. Esta
complementariedad entre ambos cuerpos universitarios, se sostendría por ideales
democráticos y republicanos, empapados por un sano entusiasmo por la ciencia
racional y positiva. El Rector Soaje se planteaba como anhelo que prosperara la
mayor tolerancia y respeto por todas las ideas y por todos los talentos, vengan de
donde vinieren, sin exclusivismo, prejuicios ni apasionamientos252. Este
“renacimiento” debía ser vigorizado por un tipo de enseñanza “positiva, intensa y
firme” que fijara las nuevas bases de la disciplina, sustentada en la fuerza de los
talentos de los profesores, junto a sus prestigios morales y científicos.
Soaje invocaba los deseos de la población universitaria, y la necesidad de ser
conscientes de sus “grandes” destinos, y por lo tanto formulaba el planteo de una
nueva Universidad, donde tuvieran un amplio ambiente los trabajos
experimentales y de investigación. Se procuraba un engrandecimiento “moral y
material” de la “ilustre” Casa de Trejo, para lo que se convocaba a interesar al
Poder Ejecutivo Nacional, fijándose el propósito de lograr un verdadero centro de
producción científica, filosófica y cultural. Por último, el nuevo Rector brindaba
un homenaje y reconocimiento al Presidente de la República, por haber dado una
solución definitiva al conflicto, y de este modo haber salvado a la Universidad de
la descomposición. Valoraba Soaje, el espíritu ecuánime y de justicia que había
caracterizado a la intervención, remarcando que siempre se mantuvo ajena a los
intereses de orden político y religioso.
El 13 de octubre de 1918 el Ministro Salinas emprendió su retirada, luego de
haber cumplido con su misión. Fue acompañado por una delegación numerosa y
representativa de la juventud universitaria de Córdoba. El encargado de ofrecerle
las palabras de despedida fue Deodoro Roca. En ellas le transmitía que la obra
realizada no se iba a malograr, ya que, “despierta y vigilante” la juventud
“custodiará” la casa, para que nadie pudiera arrebatarles el “precioso tesoro de la
libertad”.
252Idem; p. 264
195
Portantiero sintetiza este momento, planteando los protagonistas que permitieron
la conformación de un bloque histórico: Nacía así la primera universidad nueva
de América; seguramente del mundo también. Tras una lucha de varios meses el
radicalismo yrigoyenista, apoyado en el liberalismo de las clases medias, en el
sindicalismo y en los partidos de izquierda, sancionaba en el reducto del
clericalismo, el triunfo de una kulturkampf teñida, además, por reclamos de
americanismo anticosmopolita y de solidarismo social253. Ante esta condición de
posibilidad histórica existente en Argentina, se produjo la articulación de los
distintos grupos y clases sociales, que a través de la disputa cultural emprendida
por intentar producir una reforma intelectual y moral, lograron articular y
direccionar esta voluntad contrahegemónica bajo la bandera de la Reforma
Universitaria.
Por un lado, se encontraba el yrigoyenismo, con la figura preponderante del líder
del movimiento radical, acompañado de intelectuales que impulsaban su apoyo y
solidaridad con la juventud universitaria, como Diego Luis Molinari y Telémaco
Susini. La existencia de dirigentes estudiantiles vinculados al radicalismo, como
Enrique Barros, Gabriel Del Mazo y Guillermo Watson, permitió que tuviera
viabilidad la disposición manifestada por el yrigoyenismo. A la vez, la rígida
estructura existente en la Universidad de Córdoba, nutrida de un ambiente con una
fuerte influencia de la tradición jesuítica, que le daba un sesgo distintivo a nivel
nacional, motivó la particular polarización entre clericales y anticlericales. Estos
últimos, se aglutinaron en distintas asociaciones o grupos que permitía la
inclusión en ellos de miembros con diversas procedencias ideológicas, que iban
desde el liberalismo, pasando por el decidido apoyo al movimiento reformista del
Partido Socialista y el protagonismo asumido por sus dirigentes principales, hasta
el socialismo internacionalista, hasta llegar al “georgismo” o el “normalismo”,
todos lo cuales pudieron enfrentar y torcer la hegemonía ejercida por la
“aristocracia doctoral”.
253 PORTANTIERO, Juan Carlos, ob. Cit, p. 54.
196
Por otro lado, el movimiento reformista contó con jóvenes intelectuales, que
ejercieron su conducción ideológica, por medio de sus escritos y discursos a lo
largo del desarrollo de los acontecimientos que decantaron en la Reforma
Universitaria. Tanto Saúl Taborda que tenía 33 años en 1918 como Deodoro Roca
con 26, se transformaron en los maestros que los estudiantes buscaban ante la
orfandad existente en los claustros. Ambos, manifestaron sus tesis, al calor de los
sucesos, sobre la “hora americana” que comenzaba a divisarse, otorgándole desde
un primer momento una perspectiva continental al movimiento que se estaba
gestando en Córdoba. Junto a estas nociones “americanistas”, expresaban las
nociones de solidaridad social, en pos de la correspondencia entre obreros y
estudiantes, tanto en sus obras como en sus discursos y actitudes asumidas
públicamente durante el conflicto universitario.
Julio González, consideró que a partir de esta segunda y última reforma de los
estatutos de la Universidad de Córdoba, el triunfo de la “revolución universitaria”
era un hecho consumado. El viejo e “irreductible” baluarte del tradicionalismo
había caído al fin al fin siquiera fuese transitoriamente, en poder de las nuevas
generaciones254, que incorporaban como parte de la renovación, los valores del
libre pensamiento, la liberta de conciencia, y la concepción de una “democracia
integral”.
Sin embargo quedaron secuelas luego de esta disputa política y cultural, que dejó
triunfadores y derrotados como se puede apreciar en las repercusiones registradas
en distintos periódicos. La Voz del Interior interpretó el desenlace de los
acontecimientos como la consecución del “ideal revolucionario”, lo cual sacaba a
la “centenaria” Universidad de su “oscuro letargo”, para colocarla a la cabeza de
las nuevas corrientes culturales. Una visión contrapuesta tenía sobre la Reforma
Universitaria el periódico, Los Principios, que expresaba su desacuerdo ante la
sanción del decreto de reorganización. Al cual calificaba como el atentado “más
grave” contra las instituciones y una “violación de la ley”. En las páginas del
diario clerical se preguntaban de modo perspicaz, en tono de crítica a la política
del gobierno radical: ¿Qué diferencia existe entre el hacer un rector por decreto o
254GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 106.
197
designar un gobernador de provincia por los mismos procedimientos255. Lo que
implicaba una forzada correspondencia con la utilización del recurso de la
intervención federal a las provincias, que era abiertamente criticado. Y añadía que
había primado un concepto “sectario” en los nombramientos de los cuerpos
directivos, ya que un “95 por ciento” representaba la “tendencia antirreligiosa más
acentuada”.
Parte de la indignación que se transmitía desde Los Principios reflejaba los ecos
de una derrota política y cultural, que no terminaban de ser asimiladas por los
grupos clericales. Algunas de sus secuelas las sufrió físicamente uno de los líderes
del movimiento estudiantil, e impulsor de la Reforma Universitaria, Enrique
Barros. Mientras se encontraba desarrollando sus actividades como concurrente en
el Hospital de Clínicas de la Universidad de Córdoba, Barros recibió un
cachiporrazo por parte de un fanático católico que irrumpió en la guardia
hospitalaria, y le hundió el cráneo, el 3 de noviembre de 1918, dejándolo al borde
de la muerte. Ante este hecho de violencia que transvasó los límites por los cuales
se había desarrollado el enfrentamiento ideológico, cultural y político, se volvió a
realizar una manifestación pública de masas, que reunió el mismo día del ataque
feroz, a veinte mil personas en repudio a la agresión cometida contra el dirigente
estudiantil.
También se pronunció, nuevamente, el Obispo de Córdoba, ante la decantación de
los acontecimientos que concluyeron en la concreción de los postulados de la
Reforma Universitaria. Fray Zenón Bustos dio una pastoral, posteriormente
publicada en Los Principios, en la cual se asimilaban las repercusiones de los
resultados de la disputa cultural, que lo tuvo como protagonista en uno de los
sectores en pugna. En tono apocalíptico, el Obispo aseveraba que había llegado la
hora de las democracias y del proletariado, creada y saludada por los apóstoles de
la demagogía256. Esto último era una clara referencia a la figura de Yrigoyen. Se
refería de manera despectiva a lo que definía como una nueva hora de la
“subversión y anarquía general”. Observaba con preocupación el desarrollo de las
255 Los Principios, Córdoba, 9 de octubre de 1918. 256 Los Principios, Córdoba, 24 de noviembre de 1918.
198
“masas”, de cuyo seno se nutría el ejército, cuya función sería la de garantir el
orden y defender el “trono”, pero estaría en condiciones de “contagiarse” de
rebelión, y en vez de rechazar los asaltos subversivos, presentará las armas a los
agresores257, de cuya afirmación se desprendía una preocupación vinculada al
fantasma de la Revolución Rusa. Las secuelas sufridas por el tradicionalismo
clerical, y la consecuente pérdida del “control” del ambiente cultural cordobés,
hacían mella en el contenido de la pastoral del Obispo. Pronosticaba que las
masas, sin freno que las contuviera, “serene y amanse”, sin ningún poder que las
“entre” en concordia con los capitales y capitalistas, y con la falta de la
conciencia cristiana del “temor de Dios” hacían prever una transformación social
“enconada y detestable”.
Hacia una confluencia generacional.
En la Universidad de Buenos Aires, se eligieron las autoridades por primera vez
de acuerdo a lo que prescribía el decreto del Poder Ejecutivo Nacional, que
reformó los Estatutos, el 11 de septiembre de 1918. En la Facultad de Filosofía y
Letras fueron electos por mayoría absoluta de sufragios como Decano y Consejero
Directivo, Alejandro Korn y José Ingenieros, por la Asamblea constituida de
manera novedosa por veintidós profesores y diez y nueve estudiantes -de los
cuales diez eran mujeres- , el 24 de octubre258. También fueron electos los quince
miembros del Consejo Directivo, entre los que se destacaban el escritor Ricardo
Rojas, el senador socialista Enrique del Valle Iberlucea, el director de la Revista
Argentina de Ciencias Políticas Rodolfo Rivarola, y el ensayista Ernesto Quesada.
Quien estuvo encargado de presidir la Asamblea constituyente, por delegación del
Rector Uballes, fue el ensayista Juan Agustín García, quién además junto al
Procurador de la Nación, José Matienzo, resultaran electos como delegados
titulares al Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. En otras
Facultades aparecían distintos protagonistas de los acontecimientos que
condujeron a la concreción de la Reforma Universitaria, como Juan B. Justo,
Telémaco Susini y el dirigente estudiantil Guillermo Watson, quienes fueron
257Ibidem. 258 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 441.
199
electos consejeros de la Facultad de Ciencias Económicas. En la Facultad de
Ciencias Médicas, su Decano era Julio Méndez, y como consejeros directivos
estaban Osvaldo Loudet y Gregorio Araoz Alfaro. Como consejero directivo de la
Facultad de Derecho había sido elegido Alfredo Palacios, aunque estaba rodeado
de figuras ligadas al conservadurismo de distinta índole; algunos se encontraban
vinculados al clericalismo, como era el caso de Tomás Cullen, y otros desde una
concepción político ideológica liberal-conservadora, aunque en diversas
vertientes, como eran las que representaban las presencias en el Consejo Directivo
de Derecho de Ramón S. Castillo y Leopoldo Melo o el Decano Estanislao
Zeballos. Este hecho llevará a definir a la Facultad como el bastión de la reacción
frente a los reformistas por parte de Halperín Dongui259.
La conjunción de una proporción importante de estos intelectuales reconocidos,
en el ámbito de la Facultad de Filosofía y Letras, representaba y garantizaba las
ansias de renovación en el plano de las ideas, que figuraba como una de las
reivindicaciones con las cuales se identificaba el movimiento estudiantil
universitario. Tanto la figura intelectual de Ingenieros como la de del Valle
Iberlucea, estuvieron entre las primeras que elaboraron una interpretación del
impacto de la Revolución Rusa como fenómeno transformador de estructuras
políticas e ideológicas; en el caso del primero a través de textos de análisis y
divulgación como “La significación histórica del movimiento maximalista”, y en
el del senador socialista, llevándolo a la adhesión de los principios de la Tercera
Internacional Comunista, desde una posición política que lo situaba a “la
izquierda” del Partido Socialista, aunque sin romper con el mismo, que se expresó
a través del movimiento denominado “tercerista”260. Del Valle Iberlucea,
encabezó esta organización política, que conformaron un grupo de jóvenes
socialistas, influidos por la experiencia soviética y las figuras de Lenin y Trostsky.
Esta definición política asumida implicó su desafuero en el cargo de legislador
nacional, por el Senado de la Nación dominado por los conservadores, en el cual
cabe destacar la defensa asumida por Joaquín V González, quien lo había
designado como Secretario General cuando se creó la Universidad de La Plata, y
259HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit., p.112. 260CORBIERE, Emilio; El marxismo de Enrique del Valle Iberlucea, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1987, p. 19.
200
el voto en contra del senador radical por Santa Fe, Ricardo Caballero. También
Ingenieros, había asimilado las secuelas que produciría, apenas se provocó la
conflagración mundial a la que calificó como el “suicidio de los bárbaros”; al
igual que Korn quién se pronunció en ese sentido pero una vez concluida la guerra
con el escrito “Incipit Vita Nova”; lo mismo que Rojas mediante su “Profesión de
fe de la nueva generación”.
El texto de Korn, que ya era un intelectual reconocido por sus trabajos filosóficos
y como miembro de la Academia de Filosofía y Letras desde 1917, se publicó en
la revista Atenea de La Plata Nº 1 en 1918. En él, se establecía un análisis
coincidente con el realizado por Ingenieros en “El suicidio de los bárbaros” en el
diagnóstico de la crisis producida por la guerra como un “puente hacia el
porvenir”, en el cual el trabajo y la cultura reemplazarían a la civilización forjada
en la violencia. Aunque en el texto de Korn, se destacaban algunas de las
concepciones teóricas, que actuaban como un impedimento, para que se pudiera
lograr la consumación de los nuevos ideales. La referencia se dirigía hacia el
positivismo, al cual se lo definía por contener distintas orientaciones en su seno, y
que fue caracterizado por Korn en función de una base común cuyos elementos
eran: una concepción mecanicista del mundo, y el “supuesto” rigor científico de
sus conclusiones. Históricamente lo ubicaba al positivismo como una
manifestación del movimiento liberal moderno en correspondencia con el “tercer
estado”. Pero la crítica fundamental que realizaba a la matriz positivista, y que
consideraba como el motivo principal de su decaimiento, se centraba en el
concepto “mecanicista”, que al suprimir la libertad no permitía la construcción de
una concepción ética. A pesar de querer reemplazar esta “deficiencia” por una
teoría de las costumbres o los “instintos” sociales, el positivismo, criticaba Korn,
terminaba justificando todos los egoísmos al asimilar lo moral y lo útil, y
transformaba al sujeto en testigo “ocioso” de sus propios actos. En este sentido se
terminaba proclamando la amoralidad, ante la imposibilidad de fundar una ética,
declarándola superflua. Es un espectáculo raro ver a estas generaciones resueltas
a conquistar en lucha sin tregua todas las libertades-política, económica,
intelectual- negar asimismo la libertad intrínseca del hombre261.
261 KORN, Alejandro; La libertad creadora, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1940, p.44.
201
Para Korn el positivista consecuente no podía tener ideales, ya que obedecía a la
ley de la evolución. Aunque atemperaba de algún modo sus críticas, al plantear
que no se debía renunciar a ninguna de las conquistas alcanzadas gracias a los
descubrimientos que facilitaba la utilización como instrumento del método
científico. Sin embargo, ello debía mantenerse subordinado a lo que Korn definía
como un principio superior, o un principio ético. La filosofía positivista había
cumplido su misión histórica, al generar la consciencia del poder transformador de
la ciencia; pero Korn advertía un cambio de rumbo hacía una nueva filosofía de
orientación ética. Ésta tendrá como objetivo devolver la “dignidad” de una
personalidad consciente, libre y dueña de su destino, opuesta al automatismo
mecánico, si queremos un mundo mejor lo crearemos262. Señalaba en su análisis
crítico Korn, que en las ciencias sociales concluía el dominio “exclusivo” del
factor económico, apreciándose el valor de los factores morales. Y además
criticaba del positivismo, la postura que se desprendía de esta corriente de
pensamiento, al pretender otorgarle basamento científico a la política263. Colocaba
como ejemplo, al socialismo, como concepción ideológica que invocaba la
solidaridad, lo cual era una referencia a un sentimiento ético, y se sustentaba en
los planteos realizados por Jean Jaurés. La misión que propugnaba Korn para la
nueva época que comenzaba a vislumbrarse, no era el adaptarse al medio físico y
social en términos de la fórmula spenceriana, sino adaptar el propio ambiente a los
anhelos de “justicia y belleza” propuestos.
Una vez elegido como Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, Alejandro Korn, pronunció su primer discurso
público al asumir en el cargo. Comenzó diciendo que sentía la responsabilidad de
iniciar el camino de la “avanzada” reforma que se estaba ensayando, en la cual
aparecían por primera vez los estudiantes interviniendo en el gobierno de las
Facultades. También destacaba Korn, la presencia en el Consejo Directivo de
fuerzas nuevas, como exponentes representativos de la vida intelectual. Cabe
recordar la elección como consejeros de Ricardo Rojas, Enrique del Valle
262 Ibidem, p.46. 263FALCON, Ricardo; loc. Cit., p.326.
202
Iberlucea, Ernesto Quesada, Rodolfo Rivarola, y José ingenieros, entre otras
figuras. Vienen ellos a su propio hogar, era su ausencia la que extrañábamos, no
nos sorprende su llegada264. Se señalaba también el hecho de que por primera vez
participaba una mujer, formando parte del órgano de decisión de la Facultad de
Filosofía y Letras, en referencia a la asunción como consejera de Ernestina López
de Nelson. El objetivo propuesto por el nuevo Decano para su gestión era hacer de
éste ámbito de estudios superiores el “foco” de un intenso movimiento intelectual,
que adquiriera relevancia, en primer lugar en la Universidad, para luego poder
extender su influencia, inspirando sus valores en la vida nacional.
Korn destacaba la importancia que adquiría en esta nueva etapa de la Universidad,
la autoridad moral de sus miembros, quedando proscripta de sus cátedras
únicamente, al igual que lo declamara el Manifiesto liminar, y lo analizaría
Ingenieros en una de sus obras, la “mediocridad”. Luego consideraba en su
discurso, al movimiento de la Reforma Universitaria como la expresión aún
inorgánica, desorientada, de una “honda inquietud” que estremecía el “alma”, de
las nuevas generaciones. Y destacaba las innovaciones traídas, que despertaban la
conciencia de su responsabilidad en docentes y alumnos, emancipándose por la
falta de coacción externa, al quitarse todo tipo de relación de tutelaje, lo cual sería
suplido con la “disciplina espontánea”.
El Decano electo, consideraba la existencia de un movimiento rítmico en la
“evolución de las ideas”, a partir de lo cual cada nueva época presentaba un
carácter opuesto a la precedente. Tras lo cual, asumía para el caso argentino, que
aquello estaba sucediendo, con el agotamiento de la doctrina de Alberdi, cuyo
aporte fundamental había sido revelar el carácter económico de los problemas
sociales y políticos. Pero el hecho de subordinar todas las actividades a un interés
económico, había terminado por exacerbar aquel postulado innovador. De este
principio llevado al extremo se desprendía su contrario, lo que significaba la
aparición de un nuevo ritmo histórico, caracterizado por la existencia de valores
superiores a los económicos. No los ignorábamos, ese era el secreto de esta casa,
264DEL MAZO, Gabriel; op. Cit. p. 132.
203
en la cual no hay una sola cátedra donde se enseñe el arte de hacer dinero265. Sin
negar la necesidad del desarrollo económico, el discurso de Korn, dejaba en claro
que éste debía servir para la posibilidad de construir una alta cultura, a la vez
“humana y nacional”, para que acompañara una nueva organización social que
estuviera basada en ideales éticos, estéticos y sociales. Se preveía de esta forma, la
preeminencia que debía tener la Facultad de Filosofía y Letras en esa época
histórica que se abría, por sobre las carreras profesionales, que hasta el momento
habían sido consideradas como prioridades por el Estado. A la vez, Korn dejaba
entrever en su discurso, lo que Oscar Terán266 definiera ideológicamente como la
recomposición de un “socialismo ético”, en el cual los valores humanos, como la
búsqueda de justicia, adquirían preponderancia por sobre las “incrustaciones”
positivistas de una concepción teórica que se regía de manera determinista desde
el plano económico.
Ricardo Rojas y la interpretación del advenimiento de la nueva generación.
El clima de época promovía una nueva inquietud generalizada entre los
intelectuales en relación con los fenómenos de cambio social que se producían en
el país y en el mundo entero267. Rojas, reconocido escritor vinculado al
modernismo literario y autor de una historia de la literatura argentina inaugural,
acompañando el nuevo contexto que se abría con la finalización de la guerra
europea, y que Eric Hobsbawm define como el momento en el que triunfa el
“principio de nacionalidad”268. La consolidación de la decimonónica idea de
Nación, se produjo por causa de dos fenómenos que confluyeron de manera no
intencional: el derrumbe de los grandes imperios “multinacionales” del centro y el
este de Europa y la Revolución Rusa, que impulsó a los aliados a inclinarse por
los planteos “wilsonianos” en contra de la alternativa bolchevique. Así se
265 DEL MAZO, Gabriel; op. Cit. p.133. 266 TERAN, Oscar, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Editorial Catálogos, 1986, p. 67. 267 ROMERO, José Luis; ob. Cit., p. 140. 268 HOBSBAWM, Eric; Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Editorial Crítica, 2004, p. 141.
204
comenzó a generar una modificación en la ideología capaz de movilizar a las
masas, que entre 1917 y 1918 se encontraba imbuida por las nociones de
“revolución social”, y progresivamente perdió su predominio, desplazada por el
planteo de “autodeterminación nacional”. Con excepción de la “Rusia soviética”,
Europa no se reconstruyó en base a la política bolchevique sobre la “cuestión
nacional”269.
Rojas dio a conocer el 2 de enero de 1919 un escrito por el cual se proponía
constituir una “liga de ciudadanos jóvenes”. El objetivo buscado con la
publicación de la Profesión de fe de la nueva generación era afrontar en la
“meditación y la obra”, las consecuencias generadas en el país con la instauración
del sufragio universal y la gran guerra europea. La denominación que adoptaba de
manera definitiva era “Alianza de la nueva generación”, y se encontraba integrada
por tres asociaciones diversas que se titulaban como: Instituto de estudios
argentinos, Juntas universitarias y el Comité Nacional de la juventud. El instituto
era concebido por Rojas como un centro de trabajos intelectuales, consagrado a
la solución de los problemas argentinos270, mientras que las juntas se dedicaban a
la reforma de la educación en pos de lograr la autonomía plena de la Universidad,
y el comité se encargaría del “saneamiento” y la renovación del ambiente
democrático. Cabe señalar, que funcionaba en Buenos Aires la rama juvenil del
Comité Pro-Aliados, que tenía cerca de 6000 adherentes y lo conformaron en
rechazo a la política neutralista de Yrigoyen, intelectuales como Gerchunoff,
Rojas, Palacios, y los futuros activistas contrarrevolucionarios Lugones, Alfonso
de Laferrére, Francisco Uriburu y Mariano Villar Sáenz Peña formaron en
octubre de 1918 la rama juvenil, el Comité Nacional de Juventud271. Se producía
por causa de este apoyo, aunque por distintas motivaciones, una confluencia
momentánea, de representantes de tendencias ideológicas y políticas opuestas, que
en los casos de Villar Sáenz Peña formando parte de la fuerza de choque
paramilitar, que era la Liga Patriótica.
269 Idem. 270 ROJAS, Ricardo; Obras Completas, Tomo III, “La guerra de las naciones”, Buenos Aires, La Facultad, 1924, p. 110 271MCGEE DEUTSCH, Sandra; Contrarrevolución en la Argentina, 1900-1932; La Liga Patriótica Argentina, Bernal, Universidad Nacional de Quilmas, 2003, p. 79.
205
En la perspectiva de evitar que la Alianza fuera corroída por un espíritu sectario,
proponía como misión la búsqueda de la concordia, lo que significaba entablar
relaciones de reciprocidad tanto con la Universidad, como con los ateneos, clubes,
el comercio y las asociaciones obreras. Rojas indicaba que quienes iniciaban esta
obra eran conscientes de que la “nueva generación” traían una sensibilidad y un
ideal nuevos a la historia del país. Y que por la manera de sentir la propia vida y
de practicar su acción civil se reconocía como diferente de la generación anterior;
estableciéndose así una contraposición con otro grupo precedente en el tiempo,
como mecanismo de afirmación de su propia identidad. Aunque para Rojas con
ello sólo no alcanzaba para señalar su “advenimiento”, en la historia nacional; era
la hora de definir la “entidad nueva” con nombres, ideas y actos concretos, ya que
se afirmaba que la República ansiaba una renovación de temas y de métodos en la
acción social. La causa de eso, Rojas la encontraba en la crisis interna y externa
que atravesaba la nación, ante lo cual realizaba un llamado a la constitución de
una nueva organización que permitiera reanudar el “hilo roto” de la Emancipación
y de la Asociación de Mayo, para de este modo deslindar responsabilidades en la
época contemporánea.
Mientras el Parlamento y la Universidad, lamentaba Rojas, parecían haberse
resignado a dejar de ejercer su “función moral”, se producía como consecuencia el
languidecimiento de los ideales del “arte, el bien y de la ciencia” por la influencia
de los “escepticismos individuales”.Es de este modo que: el nervio de la
argentinidad se ha relajado, que sus caminos se han perdido, que sus moldes se
han roto272 . El escritor señalaba en un tono crítico que sobraba adhesión
personalista en el partido gobernante, faltaban ideales fecundos en los partidos
opositores, y la vida de la República estaba al borde de volver al ciclo de las
“violencias personales”. Todo lo cual, infería, que induciría a la “juventud
argentina” a organizar la conciencia pública, a afianzar la preeminencia de las
instituciones democráticas, y proclamar una concordia entre los ciudadanos bajo
un “alto” ideal de cultura. Realizaba una advertencia, de esta forma, sobre los
272 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.111.
206
aspectos que identificarían luego quienes produjeron la escisión del radicalismo,
separándose del “yrigoyenismo”, y conformando el “antipersonalismo”.
En cuanto a la adopción de neutralidad adoptada por el Estado argentino ante la
“guerra de las naciones”, expresaba una posición crítica la Alianza, al interpretar
que el país estaba sin ningún plan ante la reorganización de la vida internacional
que proyectaban los aliados. A la vez, Rojas presagiaba que las “agitaciones
revolucionarias” de la economía europea, iban a generar secuelas: sobre nuestra
economía, puesto que padecemos una expansión semicolonial del capitalismo
extranjero273. Frente a este panorama diagnosticado por la Alianza, en el que se
previa la posibilidad del fracaso de la democracia y la pérdida de la soberanía,
enmarcados en lo que Rojas definía como el “eclipse” del ideal argentino,
realizaba un llamamiento a todos los hombres “jóvenes” de la República. Al igual
que en el Manifiesto liminar, y los diferentes documentos publicados durante la
Reforma Universitaria, se establecía un tipo de auto referencia e interpelación de
la juventud, como sujeto social transformador, y existía un contexto europeo en el
que la guerra había ampliado la ya precedente exaltación de los jóvenes274.
Como señala Devoto, esta reivindicación de la juventud generaba una voluntad de
convertirse en “maestros de la misma”, para cuyo rol se estaría postulando Rojas a
través de esta nueva organización social acompañada de una declaración de
principios.
El acercamiento que se proponía Rojas hacía la nueva generación, encauzada por
la crisis de valores que se desprendía de la gran guerra, no estaba exenta de
tensiones. Rojas pertenecía a la generación precedente, por lo cual arrastraba,
como señala Halperín Dongui275, una visión de la democracia como el “gobierno
de la razón pública”, que reservaba la potestad de la opinión a las “minorías
cultas”. Y el autor de la “Restauración nacionalista” y “La argentinidad”, fue el
que acuño el término, se proponía establecer una Alianza, enviándoles un mensaje
a los jóvenes que surgían a la actividad pública, durante la efímera aurora de la
273Ibidem, p. 114. 274DEVOTO, Fernando, ob. Cit., p. 170. 275 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit.
207
posguerra, cuando el horizonte parecía abrirse a los más audaces avances hacia
la plena igualdad política y social276. Sin embargo, la “Profesión de fe” hacía
hincapié en rechazar las concepciones ideológicas ligadas al positivismo, aunque
las ubicaba como un conjunto coherente, sin distinguir sus distintas variantes,
como el eje fundamental para una nueva concepción reivindicativa del idealismo
que abarcaría todos los ámbitos. Se promovía así un encuentro intergeneracional
bajo la égida de una coincidencia ante una determinada visión del mundo, sin
centrarse en aspectos que pudieran interpretarse como un “programa político-
partidario”, lo cual aumentaba las posibilidades de ampliar el espectro de sus
adherentes.
La afinidad establecida por Rojas en la “Profesión de fe” con la nueva generación,
se sustentaba en lo juvenil del espíritu, más que en una cuestión etárea. Luego,
definía la forma en la que entendía el hecho de tener el “alma joven”; esto era un
sentimiento de descontento ante el estado de las cosas vigentes, con el propósito
de reformarlas en función de determinado ideal. Éste, era el que movilizaba la
declaración, que no se concebía por parte de Rojas como una doctrina, sino como
la descripción de un “estado del alma” por parte de la juventud, ante el problema
político que atravesaba el país. Pero se entendía que su resolución se daba al
considerar a la política como un problema de filosofía, que abarcaría tanto la
religión, la moral, la economía, como la historia y la educación. La filosofía sería
de este modo un tipo de mediación entre el saber proveniente del conocimiento,
respecto al poder detentado por los gobiernos. Aquí aparecería la figura del
intelectual de la nueva generación, actuando como intermediario entre la
producción del saber y la dirección del poder político, a través de una determinada
forma discursiva, acompañado de su intervención en el espacio público.
La causa de la crisis por la que atravesaba la nación, radicaba para Rojas, en la
sociedad, interpretándola como un problema de cultura, más que como causado
por determinado gobierno. La resolución tendría que buscarla, la “juventud
ilustrada” en su concepción como un problema social “vasto y profundo”, ya que
estaba diseminado en la política argentina desde la instauración del sufragio
276Ibidem; ob. Cit., p.117.
208
universal. El mecanismo sugerido, por el escritor, para poder afrontar este desafío
histórico, por parte de la nueva generación, implicaba la necesidad de
desvincularse de las influencias tanto de quienes creían estar en la era más feliz de
la democracia, como de aquellos que se oponían a perder sus privilegios. Se
asistía de este modo, al ocaso, no de un hombre, ni de un partido, sino al ocaso de
una generación, y al necesario advenimiento de otra nueva277. Por eso, la nueva
institución se declaraba sin relación orgánica con cada uno de los partidos
políticos: “los conservadores, el radical y el socialista”. Del mismo modo, la
Alianza de la nueva generación, se consideraba desvinculada en cuanto a la
política internacional en el marco de la guerra, de los intereses particulares de
Alemania, Inglaterra o Estados Unidos. El nuevo ideal que se proponía forjar,
surgiría del choque entre aquellos partidos, erigiéndose por encima de ellos. Lo
mismo se daba para el caso de las naciones que formaron parte de la guerra
mundial, ubicándose también por sobre éstas, ya que el ideal propugnado se
cifraba en “la cultura argentina y en la justicia humana”.
La “Profesión de fe” enunciaba que el ideario de los partidos que habían
gobernado la República hasta el 12 de octubre de 1916, había quedado afuera de
la realidad que se abría, y pertenecía al pasado. Tanto las ideas como su aplicación
práctica, afirmaba en tono crítico Rojas, se habían sustentado en una forma de
política patriarcal, que ejercía una especie de “tutela” de un pueblo en formación.
Relataba que la anterior dirigencia política que comenzaba a quedar anacrónica, le
había enseñado a leer y a trabajar a ese pueblo, y también había fundado
industrias y escuelas. De esta manera, la elite dirigente del ochenta estimulaba y
entendía el progreso, hasta que sus figuras políticas principales que terminaron
luchando por simples candidaturas, y doctrinas sustentadas, se agotaron con la
finalización de un ciclo histórico. Terminaban así, treinta años de una forma de
ejercer la actividad política, ofreciendo a la juventud el “espectáculo” de una
disputa sin “abnegación ni programa”. Sin embargo, reconocía Rojas su
admiración por algunos hombres de aquellos partidos, y no olvidaba mencionar
tampoco que los jóvenes habían aprendido a leer en las escuelas que la generación
precedente fundara. Cabe señalar en este sentido, el padrinazgo e influencia que
277 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.115.
209
significó para la trayectoria intelectual de Rojas, la figura de Carlos Pellegrini.
Pero concluía esta argumentación, en clave hegeliana, afirmando que cada época
requería obreros propios para la realización de las diversas tareas, en base a la ley
de la evolución de las sociedades, que requería una renovación de hombres, ideas
y métodos, con el paso del tiempo.
Puntualmente, la “Profesión de fe” se refería al Partido Radical, que gobernaba el
país desde 1916, y aseveraba que hasta ese momento se había mantenido en la
conspiración, aunque sin haber educado al pueblo por el “sufragio o por la
palabra”. Luego, sufriría una transfiguración, al sancionarse la Ley Sáenz Peña, y
hacerse con el gobierno nacional de manera “sorpresiva”, lo que para Rojas
encontraría al radicalismo sin los elementos suficientes para afrontar los
problemas económicos y morales aparecidos como consecuencia de la gran
guerra. Rojas demostraba cierto grado de desilusión y escepticismo con el Partido
Radical, al afirmar que la fe pública que lo había auspiciado originariamente se
estaba desvaneciendo, y la cohesión que lo llevara al triunfo se comenzaba a
romper por rivalidades personales. De acuerdo con su perspectiva de análisis, no
se estaría guiando por los principios de la “argentinidad”, para lo cual la
educación de los valores nacionales, tendría que encontrarse por encima de toda
disputa partidaria. .El gobierno que se constituyó como una promesa de una nueva
era, y que muchos de nosotros hemos contribuido a crear con nuestro sufragio278,
comenzaba a despertar algunas inquietudes en la nueva generación, según lo
manifestaba la “Profesión de fe”, en la cual incluiría en sus críticas a la propia
juventud radical. Sin embargo rescataba a quienes habían sido un factor
determinante para la realización de la Reforma Universitaria.
También, hacía un análisis del otro partido político moderno existente en el país,
que tenía características programáticas, este era el Partido Socialista, que para
Rojas, tampoco podía satisfacer los anhelos de la nueva generación. Señalaba la
seriedad de su disciplina, de su propaganda, y el mérito de haber impuesto en la
agenda de la política gubernamental los “problemas obreros”. Pero estos aportes
no lo eximían de la posibilidad de efectuarle una crítica por parte de Rojas, en el
278 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.116.
210
texto programático, que evitaba adoptar una posición partidaria, para poder
aglutinar en el seno de la Alianza a la mayoría de la “juventud”. Rojas planteaba
que dicho partido “sólo se preocupaba” por los intereses materiales, y era
“municipal”, en referencia a su importancia en Buenos Aires, en donde había
ganado las primeras elecciones legislativas con la implementación de la ley Sáenz
Peña. Pero el eje de la crítica al socialismo pasaba por que éste se fundaba en el
materialismo histórico, que preveía la lucha de clases, lo que Rojas observaba
como un desdén de los “sentimientos patrióticos”, que eran considerados desde
una posición nacionalista, que propugnaba una alianza entre la burguesía y el
proletariado.
Las organizaciones promovidas por la “Profesión de fe de la nueva generación”,
se proponían refundir y “revivir” en ellas, los diferentes aportes de los partidos
políticos que criticaba. Si se los desdeñaba por sus diferentes limitaciones, no se
desconocía el “arranque generoso” que a cada uno de ellos había lanzado a la vida
política. El hecho sólo, de haberse organizado para correr las amarguras de la
lucha, en torno de un hombre, de un sentimiento o de una idea, muestra ya una
virtud encomiable279. Se acotaban los términos de la distinción programática con
la política partidaria en el planteo de la “Alianza”, al afirmar que nada era más
pernicioso para las democracias que la “abstención, el desdén o la indiferencia”
por los asuntos que incumbieran a la República .Y se rescataba al que fuera el
peor de los políticos antes que cualquier “egoísta burgués” interesado
exclusivamente en sus negocios o “placeres”. De los partidos conservadores la
nueva generación debía rescatar su culto al talento y a la capacidad individual; del
radical su abnegación personal por la pureza cívica; y del socialista la búsqueda
de justicia para las clases “menesterosas”. Intentaba Rojas así recuperar en una
síntesis los aportes que hicieron cada uno de los partidos políticos argentinos,
evitando caer en la impugnación generalizada de ellos, al estilo de gran parte del
espectro nacionalista, en el cual se incluía Lugones.
Para poder constituir el anhelado ideal, la “Alianza” proponía a la nueva
generación la necesidad de crear una organización superadora de las existentes.
279 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.117.
211
Esta nueva organización no debía ser un partido político más, por su
denominación o fecha de fundación. La novedad que incorporaría a la vida
política argentina, se relacionaba con su filosofía y sus procedimientos, al igual
que por la sensibilidad “prístina” de sus miembros, con lo cual se sometían a una
mirada sumamente crítica las formas y los actores protagónicos de la actividad
política existentes hasta el momento. La formación de una nueva fuerza
democrática era el mecanismo propuesto para la resolución de la crisis nacional, y
también se posibilitaría la realización de la justicia social como característica de
los “nuevos tiempos”.
Luego de definir su posición respecto a la política interna, la “Alianza” de la
nueva generación estaba compelida a pronunciarse sobre la cuestión internacional,
ya que de acuerdo al análisis de Rojas las inquietudes provocadas por la Gran
Guerra habían suscitado la conformación del nuevo movimiento. Sin abrigar la
esperanza de poder influir en el desenvolvimiento de la conflagración, intentaba
marcar el límite para las ingerencias extranjeras sobre los propios intereses y
“pasiones”. La agresión del “imperialismo germánico”, con el hundimiento de un
barco de bandera argentina el 4 de abril de 1917, “el Monte Protegido”, había
concitado una fuerte respuesta de rechazo desde distintos ámbitos de la sociedad,
y en particular desde la “Comisión Nacional de la Juventud”, de la cual formaba
parte Rojas, y que estaba identificada con los “Aliados”. También, anunciaba que
al haber concluido la jornada “venturosamente”, en referencia a la victoria de los
aliados, la actitud de “beligerancia moral” por parte de los miembros de la nueva
generación, se daba por concluida. Se reconocía la obra civilizadora de Europa en
América, y sobre todo en la Argentina, aunque sin la actitud imitativa enceguecida
adoptada por la generación precedente ante aquella.
La “Alianza” de la nueva generación se tomaba la atribución de repudiar algunos
aspectos “perniciosos” de la influencia de la expansiva civilización europea,
enumerándolos como el militarismo agresivo, la aristocracia hereditaria, el
individualismo económico, el utilitarismo científico, el fetichismo religioso, el
pragmatismo ético, el progresismo mecánico, la autocracia, el imperialismo, entre
otros. En coincidencia con los planteos realizados por Taborda en sus
“Reflexiones sobre el ideal político en América”, Rojas afirmaba que la
212
generación nueva se proponía suscitar el propio “genio americano”, para poder
realizar el ideal que intentaban llevar a cabo los pueblos de Europa, o en el caso
de ser necesario, “rectificarlo”. Se destacaba en la “Profesión de fe”, la creencia
en la posibilidad de que América estuviera en condiciones de superar las
civilizaciones progenitoras.
Reivindicaba la “Alianza” la doctrina de política internacional establecida por
Juan Bautista Alberdi, en El crimen de la guerra, en la que definió la máxima que
“la victoria no daba derechos”, en el sentido de que la fuerza no podía revertir la
justicia, y las armas debían ser sólo guardianes y servidores del derecho. Al igual
que Deodoro Roca en su tesis doctoral, Rojas reivindicaba también la doctrina
Drago, mediante la afirmación de que: la guerra no puede servir para humillación
de naciones débiles, ni expoliación de pueblos constituidos280. La profunda
conmoción que produjo la guerra mundial, había puesto a prueba los valores de la
cultura y las instituciones de la sociedad. La “Profesión de fe” anunciaba que
concluida la beligerancia militar, un nuevo tipo de organización nacional
comenzaba a esbozarse al interior de cada pueblo, en el marco de un nuevo orden
internacional que buscaría una armonía entre todos estos. Algunos de los temas
que se incorporarían como novedades en la vida de las naciones tenían que ver
con la transformación de la noción de propiedad privada, la cual dejaría de ser el
derecho de “abusar” de las cosas, al igual que la idea de autoridad pública en
relación con la utilización de la fuerza. Se buscaba como modelo, el hacer de cada
nación una democracia interiormente fundada en la justicia de las clases sociales,
y exteriormente vinculada moralmente con las otras naciones.
Para Rojas, la nueva generación tenía una misión en Argentina, y también en
América. Como parte de ella, la “Alianza” adoptaba un sentido de “argentinidad”
como guía y visión del mundo para la resolución de todos los problemas. Ello
implicaba emplazar las problemáticas en la propia historia con sus ideales, para
poder afrontarlas mediante las reformas en las cuestiones referidas al suelo, la
población, las instituciones y la cultura argentina. Se proponía una teoría y una
técnica para la acción social, que pudiera diferenciarse tanto del “patrioterismo
280 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.119.
213
bullanguero y del extranjerismo claudicante”, como del “criollismo ingenuo, el
mercantilismo cosmopolita y el tradicionalismo regresivo”, que eran definidas en
la “Profesión de fe” como fuerzas disolventes de la personalidad nacional, y
causantes en su conjunto de la crisis que se atravesaba.
La “Alianza” de la nueva generación enunciaba que era el momento oportuno para
lanzar esta proclama, porque se advertía un renacimiento espiritualista, que
implicaba romper con: muchas tiranías del positivismo dogmático y de las
religiones oficiales281. Su reemplazo, estaría garantizado por lo que Rojas definía
en clave bergsoniana como los poderes de la intuición creadora, y con influencias
nietzcheanas por la reaparición de la fuerza de la “voluntad heroica”, los cuales
comenzaban a recobrar su predominio sobre los escombros de la civilización que
se percibía en vías de destrucción. Las instituciones y las doctrinas se hallaban en
plena transformación, de acuerdo con el diagnóstico establecido por la nueva
generación. El pensamiento de Rojas que era anteriormente especulativo, quería
entrar en la acción civil, pero para no caer en un puro empirismo, deseaba tener
como guía, un determinado ideal.
Entre las esferas de la realidad y la conciencia, para Rojas la intuición necesitaba
mantenerse “avizora” y la voluntad “vigilante”. La época que se estaba
atravesando históricamente, era concebida por tener como características
principales una especie de “religiosa emoción y de romántico arrebato”. Ambas
formaban parte de la identidad que comenzaba a otorgarle la fuerza suficiente a la
nueva generación; para poder distinguirse de los sabios sin ideales, los políticos
sin doctrina o los burgueses sin filantropía. El problema de la realidad colectiva
debía ser abordado, de acuerdo a la “Profesión de fe”, en correspondencia con la
existencia de una conciencia individual desarrollada. Primero, se debía renovar el
ambiente moral, como preparación del terreno para el momento de la acción
efectiva, para poder reemplazar los hombres e instituciones anacrónicas que
pervivían en la nación.
281 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.122.
214
Frente al “problema religioso” la alianza de la nueva generación distinguía la fe
individual, del dogma colectivo, es decir se aceptaba el sentimiento religioso en el
hombre por encima e independientemente de las Iglesias que lo dogmatizaban en
su catequesis. Estas eran consideradas como instituciones políticas y formaciones
históricas en continuo devenir. En sintonía con ello se afirmaba la libertad de
cultos, y a la vez, el libre examen de los mismos. También, se sostenía la
separación de las Iglesias y del Estado, al igual que la de las Universidades
respecto al gobierno. Se autodefinía la nueva generación, como “espiritualistas”
en cuanto a su percepción del mundo y del hombre, y “positivistas” en los
métodos del conocimiento científico y de la acción social, con lo cual se
distinguían de las concepciones religiosas de conocimiento, pero sin
contraponerles otras ideologías dogmáticas. Por eso la conciencia individual
aparecía como el eje de su disciplina, en oposición a la política del clero. Rojas
sentenciaba que no existía religión más elevada que la verdad, de lo que derivaba
una actitud de tolerancia hacia las creencias ajenas, y una actitud alerta ante la
política social de las Iglesias, en cuanto tuvieran de hostilidad para con los ideales
argentinos.
Al “problema filosófico” la nueva generación lo abordaba desde una simpatía con
el renacimiento idealista que se estaba produciendo en el plano de la filosofía. La
“Alianza” propugnaba que las ciencias continuaran su progreso experimental
racionalista, pero adjuntándole una “metafísica” y una moral de la ciencia. En este
sentido, para Rojas, la técnica “amoral” de la cultura germánica había fracasado
con la guerra. Y expresaba su deseo de que en la nueva cultura argentina,
prevaleciera, por sobre el “hombre material” concebido desde la moderna
antropología positiva, mediante una especie de resurrección, el “hombre moral”
del espiritualismo. Pretendía que el positivismo cumpliera la función de un
método de conocimiento experimental, que la sociología fuera un campo de
observación, y la psicología un “arte” de intuición. Era impugnado, así como se lo
había hecho con el dogma religioso, lo que se consideraba como los “dogmas
científicos”. En procura de fomentar en la sociedad la investigación científica y la
especulación filosófica, Rojas advertía la necesidad de terminar con un sistema
educativo que fomentaba un tipo de cultura en base al “verbalismo”, el “realismo
pueril”, y el “profesionalismo utilitario”.
215
Y ante el “problema político”, la “Alianza” de la nueva generación proclamaba su
profesión de fe en la democracia, pero tomándose la potestad de enunciar su
protesta contra los políticos profesionales. Se los acusaba de haber convertido a la
democracia en una empresa de “apetitos personales”, por su anhelo de figuración
electoral. No estamos ni con esos que se dicen republicanos y desprecian al
pueblo; ni con esos que sin confesarse demagogos, quieren nivelar la nación de la
bajeza de sus ínfimas plebes. Creemos en la democracia, tal como la definieron
sus filósofos, desde Moreno hasta Sarmiento282. La democracia era entendida por
Rojas como el gobierno de la “razón pública”, que requería cultura y discusión,
pero lo que estaba reservado para las minorías cultas en las cuales radicaría el
magisterio de la opinión. Este concepto lo asemejaba, en cuanto a su
contemporaneidad, con el período de la “República Posible”, a partir de una
concepción que invocaba la necesidad de la existencia de elites, que ejercieren un
tutelaje hacia el pueblo. Los modelos democráticos que se intentaban emular eran
los Estados Unidos de Wilson, la Francia de Clemenceau, y la Inglaterra de Lloyd
George, que representaban a las potencias victoriosas en la Gran Guerra.
Para poder alcanzar el objetivo de resolver los distintos planos de los problemas
en los que se consideraba que radicarían los aspectos principales de la crisis en la
cual se encontraba la República, Rojas recomendaba a la juventud que adoptara
una serie de actitudes. Entre las cuales estaba la de establecer una sanción por
parte de la conciencia como entidad autónoma ante el “determinismo”
materialista. Del mismo modo, se enunciaba en términos de una proyectada
aristarquía del conocimiento, el valor de las individualidades superiores frente a
las “democracias sin cultura”. También afirmaba la creencia en la “realidad y la
necesidad de la patria”, asimilándola como una entidad ideal, en cuyo servicio se
congregaba la nueva generación, con el objetivo de convertirla en: órgano de una
cultura americana283. Otra idea prevista para la constitución ideológica de la
“Alianza” se basaba en la búsqueda de la fraternidad entre el obrero intelectual y
el obrero manual, como base para la organización de las naciones modernas. No
282 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.125. 283Ibidem.
216
se recurría a lo que se mencionaba críticamente como el individualismo egoísta, el
nacionalismo guerrero, y el humanitarismo místico y anárquico. Estos tres
conceptos, se transformarían fundiéndose dentro de un “espiritualismo
trascendente”, en el marco del estado actual de la evolución política en la
tierra284. En esta idea, se advierten reminiscencias krausistas, a través de la figura
del educador español Francisco Giner de los Ríos, al comprender los conceptos
diferentes en una nueva unión armónica, distinguiéndose de la contradicción en la
dialéctica hegeliana, produciéndose así una síntesis entre las nociones de
humanidad, espíritu y naturaleza.
La “Profesión de fe”, aseveraba que la política era la más importante empresa de
la moral. Sin embargo no se creía como posible la realización de la democracia,
por la sola experiencia en el gobierno, o el ejercicio del sufragio. Al igual que lo
había estipulado Deodoro Roca en el Manifiesto liminar en referencia a las
cualidades de los “verdaderos maestros” en la república universitaria, Rojas, a
pesar de negar el método dialéctico, distinguía, pero en términos espiritualistas
hegelianos, las tres virtudes cardinales, para legitimar la existencia histórica del
Estado, como eran la realización del bien, de la verdad y de la belleza. Pero para
que este ideal se pudiera concretar, debía tenerse en cuenta el medio político en el
cual desenvuelve progresivamente sus actividades el hombre, que a la vez se
constituye en el lugar en donde se desarrolla su accionar, lo que estaba
conformado por una nación determinada. En este sentido, continuando la tradición
de la Asamblea de 1813 y la Constituyente de 1853, la “Alianza” declamaba la
necesidad de reformar en la sociedad argentina, su política, su arte, su economía y
sus costumbres, para de este modo poder armonizar los ideales “fundacionales”
con las transformaciones que en su época se estaban llevando a cabo. Su
contenido, se resumía en los siguientes derechos: a la vida, a la habitación, a la
salud, al trabajo, a la huelga, a la palabra, a la educación, a la libertad y a la paz,
en un marco internacional que propugne el desarme universal, la igualdad de las
naciones, el arbitraje obligatorio y la armonía panamericana.
284 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.125
217
El tono idealista del programa de la “Alianza”, no vedaba la perspectiva de
prestarle atención a las necesidades materiales de la sociedad, en cuyo ambiente
desenvolvían las actividades sus miembros. A pesar de que asumía iniciar un
movimiento público de ideas e ideales, Rojas pretendía que no se estigmatizara la
“proclamación” como una “página literaria o una divagación filosófica”. Se
trataba de evitar: el empirismo egoísta de lo que actualmente se llama “política”
en nuestro país, más no para desvanecernos en quiméricos sueños o en el nirvana
de la vida contemplativa, sino para realizar la verdadera política que es ciencia
aplicada y moral en acción285. En función de esta concepción, se asimilaban los
enunciados filosóficos que definían la actitud espiritual de la nueva generación,
junto a la formulación de un programa concreto de reformas. Para el cual se
tomarían en cuenta, principalmente, las condiciones de trabajo en el campo y en
las fábricas, considerados como los problemas de la “democracia social”. A ellos
se sumaban el latifundio y la habitación, la higiene y el seguro, la servidumbre del
indio, la condición del chacarero, la educación del gaucho, y la situación de
penuria que sufrían los niños desamparados, las mujeres sin derechos, el obrero
fabril y el pequeño empleado. Con la salvedad de buscar su resolución a través de
la filantropía y la justicia dentro de la democracia, evitando de este modo la
“guerra de clases”.
Rojas le otorgaba igual grado de importancia a la temática de la educación que al
problema del trabajo, descartando cualquier tipo de antagonismo entre la cuestión
económica y la cultura. En este terreno, el ideal de la nueva generación, abordaba
como puntos prioritarios para la acción, a la autonomía universitaria, la
“coordinación didáctica”, y el fomento de la ciencia y el arte nacionales. Se
pretendía que los “sabios”, escritores y artistas encontraran un lugar en el
“Instituto de estudios argentinos” para plasmar sus propios ideales. Y que las
juntas Universitarias y el Comité Nacional de la juventud, promovieran sus obras
y proyectos, difundiendo de este modo los nuevos ideales en la sociedad. En
referencia a la Universidad, Rojas interpretaba que así como la jesuítica de la
Córdoba colonial había creado a su imagen la sociedad argentina de su tiempo:
cuando apareció la Universidad de Buenos Aires con su burocracia legalista, la
285 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.126.
218
sociedad se formó en esos moldes286 . El diagnóstico que hacía la “Alianza” era
crítico sobre la situación en la que se encontraban las instituciones de estudios
superiores, caratulándola como desorientada en las distintas ramas del arte y el
conocimiento. Esta crisis en la que se hallaba la Universidad obedecería a la falta
de “núcleos espirituales colectivos”, que la nueva generación aspiraba crear, a
través de la función del sabio, del maestro, del artista, del hombre de letras,
considerados como los “ignorados obreros de la cultura”.
En relación con los inmigrantes, y la política fijada por los distintos gobiernos al
respecto, la “Profesión de fe” adoptaba como principio la máxima establecida por
el dirigente socialista Jean Jaurés, que se había referido a la realidad Argentina en
su visita realizada en 1911, en las cuales disertó en diferentes ámbitos como el
Centro Socialista Obrero de Buenos Aires287. Jaurés había dicho que el
internacionalismo no era sinónimo de cosmopolitismo, y que para ser “vigorosa”
la acción internacional, presuponía la existencia de naciones “conscientes”. El
cosmopolitismo, aseveraba el tribuno francés, implicaba un desarraigo que no
tendría, sino “intereses flotantes”. También se había referido a las leyes de
represión que pesaban en aquel momento sobre los trabajadores, como uno de los
obstáculos a los que se enfrentaban, a lo que les sumaba la “multiplicidad” de los
elementos conformadores de la nacionalidad argentina y la clase obrera. En base a
estas consideraciones, Rojas denunciaba que hasta ese momento, los gobiernos
nacionales no habían tenido plan alguno en su política de inmigración, de lo que
adolecería incluso la presidencia de Yrigoyen. Las consecuencias de esta falta de
planificación, se encontraban en que la formación de la población argentina se
hubiera efectivizado al “azar”, evitándose así cualquier tipo de selección y
distribución geográfica. El problema principal lo asociaba la “Alianza”, con el
hecho de que los inmigrantes radicados en el país, se socializaban por intermedio
de las “colectividades extranjeras”. Esta diferenciación se encaminaba en
detrimento de la posibilidad de constituir una nación, que para Rojas era socavada
286 Ibidem; p. 128. 287 PEREIRA, Susana; Viajeros del siglo XX y la realidad nacional, Buenos Aires, CEAL, 1984, p. 27.
219
por este nuevo tipo de “colonias” que proliferaban, convirtiendo a aquella en un
mero ámbito para realizar transacciones comerciales.
En los últimos puntos del documento, aparecía más claramente una identificación
y autorreferencia de la “Alianza”, ya que se aludía a una pertenencia generacional
asumida por la perspectiva de la creación de una nueva época, y nutridos de un
ideal fijado hacia el porvenir, por encima del tiempo histórico compartido y de
cualquier tipo de conveniencia. Rojas definía la época que estaba transitando
como de “gestación”, caracterizada por encontrarse en el límite entre dos etapas
en la cultura del país y del mundo, lo cual estaría delimitado por la gran guerra.
Otros ideales y hombres se encargarían de constituir la época venidera, en la cual
se preveían transformaciones estructurales para la historia de la civilización
occidental, a partir de un nuevo régimen de trabajo, de gobierno y educativo,
como sus ejes prioritarios. La “Profesión de fe de la nueva generación” establecía
la necesidad de la conformación de un “hombre nuevo”, con influencias krausistas
asimilables a los planteos establecidos por Francisco Giner sobre el ideal de la
educación del “hombre interior”288, para la iniciación de la época “romántica” a
iniciarse, definiéndolo como una personalidad individual que desarrollara la
personalidad nacional, construyendo la ciudad futura, plenamente imbuido por el
sentimiento de estos mismos principios expresados.
El problema de las generaciones y la Reforma Universitaria.
Para referirnos al concepto de generación es inevitable considerar la figura de José
Ortega y Gasset, y el tratamiento y la recepción del mismo en los protagonistas
que se destacaron durante los acontecimientos en el proceso de la “Reforma
Universitaria” de 1918.
Antes de escribir el texto fundamental que repercutiera ostensiblemente en el
ámbito intelectual argentino y también latinoamericano, “El Tema de Nuestro
Tiempo”, Ortega y Gasset dio un discurso en el Instituto Popular de Conferencias
del Ateneo Hispanoamericano de Buenos Aires en 1916 que según Alfredo
288 JIMENEZ GARCIA, Antonio; El krausismo y la institución libre de enseñanza, Editorial Cincel, Madrid, 1992.
220
Palacios, expresó una “palabra sabia y vigorosa”, a partir de lo cual comenzó a
tener influencia en la vida cultural argentina. En este discurso, el filósofo español,
quién había sido educado en la Institución Libre de Enseñanza de Madrid,
afirmaba en primer lugar, el problema de la desproporción abismal existente entre
la preocupación económica de la sociedad argentina respecto al resto de sus
actividades. Y en este sentido, proponía a la Universidad la misión de irradiar, de
fomento reflexivo, en torno a la cultura superior, para lo cual, la Universidad
Argentina, al igual que la europea contemporánea, no se encontraba preparada
todavía, al estar hegemonizado su ambiente por “dómines solemnes y cejijuntos,
de palabras frígidas y pedantes”. Sin embargo, Ortega y Gasset terminaba
señalando en la conferencia, que las enseñanzas del “reciente” siglo XX indicaban
que las naciones han pesado en la historia de acuerdo al peso de sus
universidades.
José Ingenieros dictó una conferencia durante el mismo año 1916 en el Congreso
Científico Pan Americano en Washington: “La Filosofía Científica en la
organización de las Universidades”, la cual fue publicada en la Revista de
Filosofía, que dirigió desde 1915 hasta su muerte en 1925, continuándola hasta
1929 su discípulo, Aníbal Ponce, y donde esboza un diagnóstico sobre los
problemas y potencialidades de las Universidades Latinoamericanas, proponiendo
su reforma a partir de un nuevo sistema de ideas generales, antidogmático y de
aplicación social, que se relacionara con la filosofía científica moderna, y una
correspondencia, en cuanto su función social, con la sociedad de la cual forma
parte y a la que debe infundir una dirección moral y científica. Esta conferencia,
tuvo una gran recepción por parte de los jóvenes reformistas, ensamblándola con
los planteos del filósofo español, como fuentes originarias en la construcción del
ideario reformista.
Si la repercusión en el ámbito intelectual argentino de la conferencia dictada por
Ortega y Gasset fue importante, la recepción de los planteos más sistematizados y
la noción de generaciones esbozados en el “Tema de Nuestro Tiempo”, influyeron
en los intelectuales de manera instantánea y perdurable. La revista Inicial (1923-
1927), cuyos integrantes formaron parte del proceso de la Reforma Universitaria
en Argentina se subtitulaba “Revista de la nueva generación”; y se ponía bajo la
221
advocación de los “jóvenes muertos en la gran guerra”, a los cuales se les rendía
un homenaje. Integraban el comité editorial y de redacción Alfredo Brandan
Caraffa, quien había sido uno de los participantes de los acontecimientos de la
Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba; y Homero Guglielmini, que provenía
de la experiencia de “Insurrexit”, que fue una primigenia agrupación de
estudiantes definidos como marxistas, de la Universidad de Buenos Aires en
1920289. “Insurrexit” estaba articulado con organizaciones similares en Rosario,
como era el “Centro Evolución”, en Santa Fe y Córdoba, que conformaron la
“Federación de Estudiantes Revolucionarios” en 1921, y editaron la “Gaceta
Universal”, como su órgano doctrinario290. Guglielmini también fundo el “Partido
Unión Reformista Centro Izquierda” en 1924, junto a otros dos integrantes de
“Insurrexit”, Héctor Raurich y Mariano Calvento. Esta nueva agrupación
englobaba en su interior a distintas tendencias de izquierda, erigiéndolo a
Guglielmini como presidente del centro de estudiantes de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Buenos Aires en 1926.
Inicial definía a Ortega como un filósofo de la nueva generación, y a su libro
como la justificación filosófica de las nuevas inquietudes. La concepción teórica
que rescata Inicial, se enmarca en la “reacción antipositivista” epocal (en el marco
de la crisis civilizatoria abierta por la gran guerra europea, con la consecuente
caída de la idea de una evolución lineal de la humanidad a la que adscribían
muchos positivistas), y la noción de razón vital que plantea el filósofo español en
contraposición a la razón pura y formal, es reinterpretada como una nueva
concepción, tomada y difundida por la generación del ’18. Si en lugar de decir la 289Declaración de principios: El Grupo Universitario Insurrexit cree: “Que el orden social establecido debe desaparecer y dejar lugar a un orden nuevo, fundado sobre los principios absolutos del Comunismo internacional; Que el establecimiento de este orden nuevo no puede venir por una serie sucesiva de reformas, sino por la destrucción radical del sistema capitalista; Que el pasaje del orden actual al orden nuevo no puede provisoriamente ser asegurado sino por la dictadura de la clase hasta hoy explotada y expoliada; Para preparar y realizar la Revolución Social es preciso dar a cada hombre, la conciencia de sus derechos y de sus responsabilidades de clase. El Grupo Universitario Insurrexit ejerce su acción por medio de la conferencia, del libro, del folleto, del diario. El “Grupo Universitario Insurrexit El Grupo Universitario Insurrexit no pertenece, como entidad, a ningún partido político”. 290 LAZARTE, Juan; Líneas y trayectorias de la Reforma Universitaria, Rosario, Editorial Ruiz, 1935, p. 132.
222
vida para la cultura, decimos la cultura para la vida291, de este modo se afirmaba
la posibilidad de superar la oposición entre relativismo y racionalismo,
conformándose la nueva concepción de una dialéctica vital por parte de los
jóvenes de la nueva generación.
El número 3 de la revista Inicial, publicada en diciembre de 1923292, contenía un
artículo titulado: “Ricardo Rojas y la nueva generación”, que transcribía los
discursos efectuados en un homenaje realizado al entonces Decano de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, por el centro de
estudiantes, la revista Nosotros, y el Ateneo Universitario. De este modo, se
comenzaba a gestar un acuerdo, entre Rojas y el núcleo de estudiantes que
organizaría al año siguiente la agrupación política que ganó las elecciones del
centro de estudiantes de la estratégica Facultad de Derecho en 1926, todo lo cual
tuvo como corolario la elección de Rojas ese mismo año como Rector de la
Universidad.
Rojas definía su interpretación sobre lo que consideraba como la aparición de una
nueva generación en la historia argentina. En primer término, advertía que este
acontecimiento histórico no se daba como un mero hecho biológico. No era
interpretada por Rojas la temporalidad como la medida que permitiría: apreciar el
grado de novedad de una manera de pensar y de vivir. Se dice que una nueva
generación ha llegado cuando cambia el tono de la sensibilidad, la línea de la
actitud, el ritmo de la marcha 293. Estas transformaciones que indicaban la
aparición de las generaciones en las sociedades, afectaban su filosofía, su
literatura, y sus costumbres, de manera conjunta, reacomodándose en un proceso
de “hondas raíces espirituales”, lo que implicaba la posibilidad de avizorar nuevas
realidades futuras.
291 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Buenos Aires, Editorial, 1931, p. 67. 292 Inicial: Revista de la nueva generación, 1923-1927, Bernal, Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 2004, p.189. 293Ibidem; p.190.
223
Luego puntualizaba Rojas, que ser miembro de una nueva generación, significaba
estar en condiciones de poder censurar los “males de su tiempo”, sin haber sido
cómplice de ellos. Y en este sentido, afirmaba advertir su advenimiento, al igual
que había ocurrido en el país con la generación de 1837, cuyos intelectuales se
habían propuesto la realización de nuevos ideales. En el caso de los jóvenes que
intentaban protagonizar nuevamente esta gesta, Rojas observaba la manifestación
de esta inquietud, en las universidades, los ateneos, los “cenáculos ignorados”, las
revistas juveniles, la redacción de los grandes diarios, y la “populosa
muchedumbre” de los partidos. Aunque remarcaba que esta agitación se
encontraba todavía en los espasmos de la negación y la crítica, sin haber sabido
aún definirse del todo, ni hallar sus guías, ni crear el vínculo de la asociación
necesaria294. Sin embargo, Rojas rescataba este acto de oposición como una señal
del balbuceo de un nuevo mensaje, por parte de la juventud intelectual, a la cual
recomendaba estudiar la historia del país, para poder conocer los valores del
pasado, y saber si se estaba en condiciones de reemplazar lo que se sometía a la
crítica. El escritor veía en esos hombres jóvenes que lo homenajeaban, futuros
políticos que ansiaban remodelar la sociedad de acuerdo con las normas que
permitiese una mayor justicia, y artistas animados por un ideal que las
generaciones anteriores no “sintieron”, ya que se encontraban imbuidos para crear
con los medios de la técnica universal una nueva “belleza americana”.
En el “Tema de Nuestro Tiempo”, Ortega y Gasset esbozó una teoría sobre la
preponderancia de la noción de generación en el desarrollo de la historia, y su
análisis a partir de las variaciones de la sensibilidad vital de las sociedades. En
ella señala que cada generación representa una cierta altitud vital de un pueblo.
Distinguiéndose las “épocas acumulativas”, en las cuales se daba una
homogeneidad entre lo recibido y lo propio, los nuevos jóvenes, solidarios con los
viejos se supeditaban a ellos, en la política, en las ciencias y en las artes siguen
dirigiendo los ancianos: "son tiempos de viejos”. Y las “épocas eliminatorias o
polémicas”, en las cuales no se trataba de acumular y conservar, sino de
294 Inicial: Revista de la nueva generación, 1923-1927, loc. Cit., p.191.
224
derrumbar y sustituir; los viejos son barridos por los jóvenes, son tiempos de
jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva295.
De esta manera, Julio González caracterizaba el surgimiento de la generación del
‘18, tomando las categorías de Ortega y Gasset, por el hecho de haber producido
un “divorcio generacional”, una ruptura histórica en el espacio público argentino.
González, fue el encargado de realizar este análisis, siendo protagonista
fundamental del proceso de la Reforma Universitaria desde sus orígenes en
Córdoba, y en su proyección nacional y latinoamericana a través del primer libro
publicado sobre este acontecimiento cultural y político en 1922, como ya
mencionamos, titulado “La Revolución Universitaria”. También interpretó el
surgimiento del movimiento reformista, por medio de los dos tomos que salieron
con la revista Sagitario en 1927, al igual que la compilación realizada por Gabriel
Del Mazo, ambos citados por José Carlos Mariátegui en su análisis sobre la
Reforma Universitaria como parte de los “Siete Ensayos de interpretación de la
realidad peruana”.
Julio González, al interpretar la aparición del hombre nuevo y a la generación del
‘18 argentina y latinoamericana, a partir del fenómeno de la Reforma
Universitaria, y su divorcio con la generación anterior, la del ‘80, le infunde una
filiación histórica en la tradición intelectual argentina. Ésta se encuentra en la
relación con la que denomina como la generación precursora del ‘37, quienes con
el programa de la “Asociación de Mayo”, se reconocían como generación nueva,
desvinculándose del presente y del pasado inmediato. La generación del ‘18
retomaba para González los planteos de nacionalidad que estaban en germen en la
del ’37, en donde existía una mera intuición vital en la masa, al interpretarlos por
segunda vez, pero desde un grado suficiente de perfeccionamiento de la masa, que
daba lugar a las primeras manifestaciones de voluntad, a partir de una conciencia
social y nacional en formación. En ambos momentos históricos, se parte del ideal
revolucionario de Mayo, que abarcaba desde la organización política del Estado
hasta la condición del hombre en la sociedad, caracterizando González a la época
de la Reforma como parte de un ciclo reconstructivo. Ésta nueva época
295 ORTEGA Y GASSET, José; El tema de nuestro tiempo, Madrid, Revista de Occidente, 1973, p. 18.
225
comenzaba a referirse a leyes económicas, principios sociológicos, a conclusiones
de filosofía jurídica, a normas éticas; ya no interesaban la división de poderes del
Estado o su independencia, funcionamiento o coordinación, sino el Estado mismo,
ni el mecanismo del Parlamento, sino la razón que justificaba su existencia o el
grado de verdad con que respondía a la realidad social, ni el sufragio en su
funcionamiento mas o menos perfecto, sino la institución como medio de expresar
la voluntad colectiva, ni la propiedad como capítulo del Código Civil, sino como
la piedra angular de todo un régimen social, ni la familia como institución aislada
del derecho privado, sino como fundamento de la transmisión de bienes.
Por otro lado, podemos dimensionar esta búsqueda de filiación histórica, a partir
del análisis de David Viñas sobre las generaciones literarias argentinas, desde una
perspectiva sincrónica, a través del escritor liberal romántico del 37, en el cual
considera la superposición del concepto de vanguardia con la idea de generación,
presentando a los conflictos como un enfrentamiento entre lo más moderno contra
la vejez, todo se torna en un reemplazo necesario, mecánico y por lo tanto
tranquilizador que asegura el futuro además de una moderada renovación en la
continuidad. En este aspecto, la teoría generacional se transforma en
amplificación del concepto de acervo familiar. Vendría a decirse: todos los
conflictos entre padres e hijos finalmente se absorben con la transmisión de la
herencia. Porque si una revolución se hace generacional se torna en algo
literario y sus cambios se incorporan a la sociedad oficial296. Sin embargo, desde
una perspectiva diacrónica, a pesar de las similitudes y la búsqueda de la filiación
histórica argentina por parte de los jóvenes del ‘18, con los jóvenes de la
“Asociación de Mayo” del ‘37 , sus planteos, transformaciones institucionales y
proyección latinoamericana, lejos de producir y significar una transmisión
hereditaria mecánica, produjo un cimbronazo en uno de los núcleos de poder que
el radicalismo no había podido desplazar desde su advenimiento al gobierno
nacional, como era la Universidad dominada por la oligarquía conservadora, cuya
tradición intelectual se retrotraía a las ciudades letradas coloniales.
296 VIÑAS, David; Literatura Argentina y Política, Buenos. Aires, Editorial Sudamericana, 1996,
p. 56.
226
En el trabajo publicado en 1923, “Significación social de la Reforma
Universitaria”, Julio V. González, afirmaba que se caería en un error si se
consideraba a la Reforma Universitaria como un problema de las aulas, o cuya
importancia radicaría exclusivamente en los círculos restringidos de cultura: La
Reforma Universitaria es parte de una cuestión social, que el desarrollo material
y moral de nuestra sociedad ha impuesto a raíz de la crisis producida por la
guerra297. Agregaba que la situación histórica que atravesaba el país en el
momento que se había desarrollado la Reforma, en el año 1918, repercutió de
modo determinante en la conformación del ideario de la generación del ’18.
González destacaba tres fenómenos que impactaron particularmente: la “guerra
europea” como la bancarrota de la civilización occidental; la “Revolución Rusa”
como símbolo de un idealismo rebelde y reconstructor, y al “advenimiento del
radicalismo al poder”. La nueva generación americana, como la describe
González, se encontraba huérfana de maestros que recogieran la nueva
sensibilidad y los ideales de renovación que imperaban en el mundo, y a través de
la rebeldía y la irreverencia se lanzó a conquistar su propio destino.
Según González, como revés de trama de esta crisis total que acusaba la
terminación de una era y el comienzo de otra, la generación del ’18 comenzaba a
diferenciarse de la precedente, asimilando una misión propia que le otorgaba
personalidad y perspectiva histórica. En el caso particular de la Argentina, se
sumaba a este impulso de la nueva generación, la fuerza popular nueva, que
llegaba con todo el ímpetu y la ceguera de las corrientes renovadoras,
despreciando las instituciones que encontraba, destruyendo normas y
escarneciendo a los hombres del régimen que abatía: Arrasaba, pero dejando el
limo fértil de la sensibilidad netamente popular llegada a las esferas del
gobierno298. El radicalismo, para González, como factor social, cumplió la misión
de cavar un abismo en el cual quedaba sepultada la generación que había
manejado el país desde el ochenta hasta 1916. De este modo, la ruptura, el
divorcio histórico que produjo la generación que apareció en el espacio público
297 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Pueyo, Bs. As,
1931, p. 34.
298Ibidem, p. 54.
227
argentino, con la Reforma Universitaria de 1918, se dio distinguiéndose de las
figuras intelectuales, a las que identificaban con la generación del ’80. Estas
últimas, como clase dirigente, afirma González, cumplían su misión desvinculada
del medio en que actuaba, ya que la “era de los valores individuales” en la cual se
había desarrollado estaba agotada, y la sociedad en que vivían pasaba a ser
concebida como una concepción teórica frente a la cual había que aplicar
principios abstractos. La Universidad era el trasunto claro de la conciencia social
que surgía de la matriz que engendraba una clase privilegiada que gozaba de los
beneficios de su enseñanza. Fue aislándose de este modo del medio en que
actuaba, hasta constituir un reducto aristocrático, que en contradicción con la
fuerza de renovación social que permeaba a la colectividad, concluiría por
convertirse en foco de reacción, contra lo cual actuaba la nueva generación
enarbolando la bandera de la Reforma Universitaria.
El divorcio generacional adquiere una tonalidad dramática a partir del diálogo de
las generaciones que propone Julio González como relato histórico, en donde los
dos personajes que lo protagonizan son: Sagitario y el anciano. No hay que hacer
demasiadas interpretaciones para deducir que se refiere a él mismo como
Sagitario (nombre de uno de los órganos de difusión de la nueva generación en La
Plata) y a su padre Joaquín V. González, uno de los últimos conspicuos
representantes de la generación del ’80 -¡Hijo mío!- se oyó exclamar con
estremecida voz al anciano, al mismo tiempo que, tornando hacia su huésped,
extendía sus brazos en ademán de paternal acogida. –Yo no soy tu hijo- protestó
agriamente Sagitario. Mi lenguaje será nuevo para para ti, pero es viejo como la
historia misma; yo no soy ni la discordia ni la anarquía; yo soy la insurrección, el
creador impulso del pueblo argentino; vengo a restablecer el imperio de los
manes que rigieron en su primera hora a la argentinidad, y para eso debo
llevarte a la guerra. -Pero ¿y la continuidad histórica? Exclamó el anciano. –
vengo precisamente a restablecerla, pero rompiendo vínculos contigo, respondió
Sagitario; la continuidad histórica está en el interrumpido desarrollo del Ideal de
Mayo, que tu abandonaste en su recóndito sentido filosófico, para dedicarte a
construir el armazón de la democracia y a montar la máquina del progreso; y
¿adónde pretendes conducirme ahora?: a una democracia sin ideal y a un
progreso de factoría; Mayo, es la emancipación del hombre, Democracia, la
228
justicia social, Progreso, el devenir constante de la sociedad299. De este modo,
Julio González recupera la trilogía del Dogma Socialista y la Asociación de Mayo
que nutrió a la generación del ’37: “Mayo, Democracia y Progreso”, pero en
términos críticos respecto a la transmisión de la herencia y al acervo familiar al
que se refiere Viñas.
A partir de la noción de épocas polémicas o eliminatorias elaborada por Ortega,
González en conjunción con el impacto de los fenómenos de transformación
social en el país y el mundo y la consecuente renovación en el plano de las ideas,
plantea una ruptura, una brecha y un distanciamiento con la generación
precedente. Pero a su vez, le otorga filiación histórica a la generación del ’18,
dentro de la tradición intelectual Argentina en lo que José Ramos Mejía describía
como la edad gestativa (fuerzas primordiales en libertad o dinamismo) en 1810 y
1837, distinguiéndola de la edad orgánica (fuerzas encausadas, en equilibrio o en
estado potencial) de 1853 y 1880. Al quiebre o divorcio de la generación del ‘18
respecto de la del ’80 lo va a definir Julio González como el inicio de una era
reconstructiva, que se asimila a la edad gestativa, ya que en ambas, a partir del
libre juego que recobran los elementos que llevan el sentido vital, se produce un
aflojamiento general de los resortes, una subversión de normas y un
desplazamiento de las bases de la estabilidad y la función armónica del conjunto.
De este modo fundamenta la necesidad y la voluntad de separase de la generación
anterior, la del ’80, a partir de la formación de una conciencia social y nacional,
que se manifiesta en una sensibilidad diversa y antagónica por parte de la masa
social respecto del pasado inmediato y al servicio de la cual se pone un sistema
nuevo de ideas, que termina creando la cultura de la época. El divorcio o ruptura
generacional para González no quiere decir repudio de todo lo existente, ni
negación de todo lo evolucionado y adquirido por el ser social, quiere decir
separación, desvinculación inherente a un cumplido fenómeno de diferenciación;
por lo tanto la obra realizada por parte de la generación del ’18 provino de la
transformación del medio que nutría e influía en la vida de la colectividad, en este
caso a través de una crisis provocada por la adquisición de una cierta “altitud
vital”.
299 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 86.
229
El “ocaso de Ortega y Gasset”, o los alcances y límites de la teoría generacional
para explicar los cambios políticos e históricos.
Consideramos como apropiada la caracterización que realiza Viñas de la
generación del ochenta en “Literatura Argentina y Política”, al analizar el
mantenimiento y el final de la genteel tradition que sobrevive en el novecientos a
partir del arquetipo del gentleman-escritor que consideraba a la literatura no como
un oficio sino como privilegio de la renta, y se vinculaba a la actividad intelectual
como una afición. En el momento de la Reforma del ’18, y a partir del proceso de
profesionalización de la literatura, se produce una retracción del intelectual del
’80, que se caracterizaba como escritor-gentlemen, y que mantenía como prioridad
sus valores individualistas en repliegue y nostálgicos de la “buena vida” pasada,
frente a los nuevos valores colectivos y de representación que se sentía portadora
la generación intelectual del ‘18. Las transformaciones que se habían producido
en la sociedad eran vistas positivamente por ésta última: el ascenso de las clases
medias y la formación de un proletariado urbano, fundamentalmente de origen
inmigrante, con condiciones precarias en cuanto a la propiedad de la tierra y
constreñidos al trabajo y al hacinamiento urbano. De esta realidad surgen nuevos
escritores profesionales con otro denominador común: su militancia o vinculación
con los partidos populares existentes: el radicalismo, el socialismo, o los grupos
anarquistas, en este sentido Viñas plantea que: un proceso generacional se
sobreimprime a un desplazamiento de clase300. Giusti y Bianchi (adherentes al
socialismo) fundan Nosotros en 1907, Molinari (funcionario de Yrigoyen) Levene
y Ravignani crean la nueva Escuela Histórica en 1905 y Ghiraldo (anarquista)
realiza una denuncia social desde el primer Martín Fierro en 1904, que era el
suplemento cultural del periódico La Protesta. Esta aparición de una camada de
escritores por fuera de la genteel tradition, generaba tensiones muchas veces
irresolutas y presiones que obligaban en determinados casos al exilio, durante el
proceso de profesionalización de los escritores, a partir de su relación de
dependencia con la elite liberal, que sin embargo comenzaba a agonizar.
300 VIÑAS, David; ob. Cit., p. 58.
230
En el marco de lo que Viñas denomina la “crisis de la ciudad liberal”, y Tulio
Halperin Dongui “Nacimiento de la República verdadera”, irrumpe en el campo
intelectual el “hombre nuevo” de la generación del ’18, un tipo de intelectual
“comprometido pero independiente” al decir de Ricardo Falcón analizando la
figura de José Ingenieros. Éste con su tríada teórica construye una ética funcional
basado en un “idealismo ético” a partir de la experiencia social (el “Hombre
Mediocre” como crítica de la moralidad, “Hacia una moral sin dogmas” como una
teoría de la moralidad, y “Las Fuerzas Morales” configurando una deontología de
la moralidad) que genera una influencia decisiva en el ideario de los jóvenes
reformistas.
Una de las bases programáticas que impulsó el ideario americanista de la nueva
generación como respuesta a la decadencia de occidente, cuya primera página
estaba dedicada a José Ingenieros, y como se mencionó, fue escrito en Córdoba en
julio de 1918 por Saúl Taborda, y llevaba como título “Reflexiones sobre el ideal
político en América”. El texto era presentado como un intento de respuesta a la
crisis producida por la gran guerra europea, de la que surgieran, más claramente
los objetivos de reparto y expansión colonialista para sus monopolios económicos,
una vez concluida. Continuando la línea que marcó un punto de inflexión y abrió
una nueva etapa en el pensamiento de Ingenieros, como señala Falcón301, con el
estallido de la Gran Guerra y su denuncia y análisis en “El suicidio de los
bárbaros” que se incluye en la compilación denominada “Los Tiempos Nuevos”,
donde interpretaba también la Revolución Rusa y los Ideales del Grupo Claridad,
Taborda retomaba la dicotomía “arielista” que afirmaba el ideal latinoamericano,
iniciado en el proceso de independencia, pero contraponiéndolo además de a la
“nordomanía”, a la posibilidad de ser simples factorías al servicio de Europa,
incorporando en el análisis el desarrollo del capitalismo y la división de la
sociedad en clases sociales.
Desde el punto de vista de la teoría, José María Monner Sans, en “El problema de
las generaciones”, luego de analizar las consecuencias de las ideas expuestas por
Ortega y Gasset sobre la elaboración de un método generacional para el análisis
301 FALCON, Ricardo, loc. Cit., p.79.
231
de la historia, plantea sus alcances y sus límites. Desde su puntualización inicial,
en “El tema de Nuestro tiempo”, el filósofo español había lanzado su teoría de las
generaciones, sustentada en un biologismo, en el cual distinguía a partir de un
lapso de quince años las dos edades maduras: quince años de “gestación” o
creación, de los treinta a los cuarenta y cinco, y quince de “gestión” o mando, de
los cuarenta y cinco a los sesenta, aunque cabía la aclaración que el concepto de
edad no era de sustancia matemática, sino vital, no una fecha sino una zona de
fechas. Ortega y Gasset llegaba a afirmar que sobre esa “unidad concreta de la
auténtica cronología histórica” cimentaba su método, y que era insustituible, ya
“que la historia camina y procede por generaciones”, constituyen estas “la base de
la futura historiografía”. De igual modo, Ortega y Gasset explicaba
posteriormente en su obra “En torno a Galileo” que la generación más joven no
suplantaba a la antecesora, sino que las dos “se solapan o empalman”, retocando
el concepto de “polémica” anteriormente utilizado, y afirmando que en la
dramaticidad de la historia, y al igualarse existencialmente la vida y tiempo en el
hombre, y consiguientemente, en su generación, se produce el hecho de la
contemporaneidad de lo no coetáneo, o la no coetaneidad de todo lo
contemporáneo. De este modo, Ortega reafirma la noción de coetaneidad a partir
de la utilización de la periodización, en donde lo cultural-histórico adquiere un
interés preponderante, lo cual da lugar para Francisco Romero302 a un activo
trabajo de indagación y de especulación, y se desarrolla un sincronismo en la
filosofía y ciencias, de artes y letras. Como un primer límite a los alcances del
método generacional, Karl Mannheim habla del pensamiento de una época, el cual
se desenvuelve dentro de un marco histórico-social, haciendo emerger
progresivamente el pensamiento individualmente diferenciado, estableciéndose
una relación dinámica entre lo social y el individuo, por lo tanto no se puede aislar
al intelectual de su realidad inmediata, en sus ámbitos espacial y temporal, ni
desconocer la propia idiosincrasia del creador.
Pero a pesar de las aclaraciones, para Monner Sans, la teoría de las generaciones
de Ortega y Gasset, tiene su límite cuando incorpora un mecanicismo, al
diseccionar la historia en porciones de igual duración quindenial. El límite de
302 ROMERO, Francisco, Estudio de historia de las ideas, Buenos Aires, Editorial Losada, 1953.
232
planificar todo la historia por generaciones, se encuentra por ejemplo en la
imposibilidad de remarcar y considerar determinadas fechas o cifras, que puedan
destacarse como sucesos de verdadera gravitación en la historia general o en la
historia de la cultura. Para Mannheim, 1789 como mera fecha cronológica carece
en absoluto de significado, pero en cuanto a su consideración histórica, esta fecha
se refiere a una serie de acontecimientos sociales significativos, que determinan
por sí solos el alcance de cierto tipo de expresiones, conflictos, actitudes y
pensamientos303. Ya situado en la historia Argentina, Monner Sans plantea como
punto de inflexión en el análisis del proceso histórico, contemporáneo a la
generación del ’80, en la década subsiguiente, la organización de los trabajadores
para la lucha de clases, que sacudirá la atmósfera de la sociedad argentina. En este
nuevo marco que comienza a adquirir la sociedad civil y política argentinas, es
dable incluir el surgimiento y la acción de la generación del ’18, propulsada a su
vez por los fenómenos externos que remarcaba Julio González: la crisis
civilizatoria provocada por la gran guerra europea y su contracara: la revolución
rusa, y en el plano nacional el advenimiento del radicalismo al poder.
Alfredo Palacios, interpretaba de manera sintética los procesos que dieron lugar al
nacimiento y la filiación de la nueva generación en la historia argentina, en un
artículo publicado en la Nación en 1924 en donde complejizaba el planteo de
González sobre el divorcio entre las dos generaciones, y sostenía una digresión
sobre el comienzo del ciclo reconstructivo, situándolo junto al nacimiento del
movimiento obrero en la Argentina, a partir de los que lo defendieron en la
cátedra y el parlamento. Palacios de esta manera se ubicaba, como parte de la
vanguardia, como generación intermedia, entre la del ’80 y la del ’18, incluyendo
a otras figuras intelectuales, como Enrique Del Valle Ibarlucea, Juan B. Justo,
José Ingenieros, entre otros. A su vez, afirmaba que el error en el planteo de
González, radicaba en que apoyaba su planteo teórico en la conceptualización
realizada por Ramos Mejía en “Las Multitudes Argentinas”, pero haciéndolo
llegar al período orgánico del ochenta desde la ley de inmigración de 1876 hasta
la ley de accidentes de trabajo en 1915, mientras que para Palacios la nueva
303 MANNHEIM, Karl, Ideología y utopía, Fondo de Cultura Económica, México, 2004., pag. 137.
233
generación histórica no aparecía después de esta última fecha, sino mucho antes, y
los jóvenes que en las universidades bregan hoy contra los representantes de la
generación anterior no son sino, -a veces ellos lo ignoran-, el producto de una
nueva ideología que responde a las transformaciones económicas, el
desenvolvimiento de las fuerzas del país, y a la conciencia adquirida por la masa
social304. Finalmente, en el artículo Palacios reafirmaba que los trabajadores
habían puesto su sello en todos los grandes acontecimientos producidos en el país
desde comienzos de siglo y la misma Reforma Universitaria había tenido en ellos
una fuerza propulsora.
Portantiero plantea que la utilización de la teoría de la “joven generación” por
parte de la juventud reformista, se dio en el marco de un intento de interpretación,
de manera “mesiánica”, de la solidaridad obrero-estudiantil, que aparecía como
una novedad histórica. El clima ideológico en el cual se contextualizaba este
nuevo accionar solidario, se encontraba bajo la influencia del descubrimiento de:
la “cuestión social” como problema clave iluminado por la revolución rusa305,
que hacían los estudiantes La asimilación de esta teoría, significó el comienzo
para poder teorizar la experiencia política, que estaba desarrollando la juventud
como protagonista de la Reforma Universitaria. De este modo la concepción del
surgimiento de una nueva generación, se había iniciado como un esbozo por
algunos de los intelectuales surgidos en las filas del movimiento estudiantil, a
través de los distintos manifiestos publicados, y en varios actos masivos
realizados.
La nueva generación ante la cuestión social
Luego de un mes de huelga de los obreros de los talleres metalúrgicos Pedro
Vasena, que era una de las empresas más grandes del país, empleaba a dos mil
quinientas personas306, se desató una represión el 7 de enero de 1919. La respuesta
frente a al ataque que efectuó la policía disparando sus fusiles y matando a varios
304 PALACIOS, Alfredo; ob. cit., p. 79. 305PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 77. 306GODIO, Julio; La semana trágica, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p.11.
234
obreros, dando lugar a la huelga general más importante hasta ese momento.
Godio señala que ésta había superado los marcos tradicionales de la acción
reivindicativa, por lo que se produjeron enfrentamientos violentos entre los
obreros y las fuerzas represivas que dejaron importantes secuelas políticas. La
“Semana Trágica” significó la aparición en la escena pública, mediante la
intervención en la represión como bandas civiles armadas junto a la policía y al
ejército, de la “Liga Patriótica Argentina”. Este nuevo grupo paraestatal estaba
encabezado de manera personalista por Manuel Carlés, poniendo al servicio del
“orden” social la utilización de la violencia y su capacidad operativa. Se plegaba,
aunque no supeditándose estrictamente a la defensa de intereses corporativos
como lo hacía la Asociación del Trabajo, dirigida por el intelectual clerical Atilio
Dell’ Oro Maini, y la cual ofrecía custodia armada y trabajadores temporarios a
empresas cuyo personal se encontraba en huelga307.
Los trágicos sucesos ocurridos en Buenos Aires adquirieron una rápida dimensión
nacional, provocando que la Federación Obrera de Córdoba decretara un paro en
solidaridad por causa de: la masacre llevada a cabo por la policía de la Capital
Federal y se solidariza con la actitud decidida y valiente de los trabajadores y en
su oportunidad hará efectiva esa solidaridad308. El gobierno encabezado por Julio
Borda, del sector azul del radicalismo provincial, vinculado al clericalismo, actuó
“preventivamente” deteniendo a un número importante de dirigentes gremiales,
con el temor que se produzcan hechos similares a los de la Capital Federal y
habla de la posibilidad de evitar un complot maximalista309. El gobernador Borda,
también auspició el 11 de enero de 1919 una manifestación pública, organizada
por la “Liga Patriótica” a favor de la política “gubernativa y patronal” y en
repudio de las acciones obreras. Una vez concluido ese acto, se produjo un ataque
inédito por parte de la policía, que contó con la colaboración de grupos civiles
armados compuestos por militantes católicos, e identificados ahora con la “Liga
Patriótica”, a la sede del diario La voz del Interior, desencadenándose un
enfrentamiento entre miembros de la Liga y simpatizantes y empleados del
307HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit. p. 159. 308 La voz del interior, Córdoba, 11 de enero de 1919. 309Ibidem.
235
periódico. Su local terminó siendo allanado por la policía, y fueron detenidos
Deodoro Roca, el diputado radical “rojo” José Lencinas, Carlos Astrada Ponce,
junto a varios empleados del diario. Antes de recuperar la libertad el 27 de enero,
Deodoro Roca sufrió un nuevo embate por parte de los sectores a los que había
enfrentado como miembro del movimiento reformista, resultando exonerado por
el gobernador, del único cargo público que ocupó en su vida, como director del
Museo Histórico Colonial.
La Federación Universitaria de Córdoba también se sumaba a la huelga por
intermedio de un comunicado, y adhería al paro general previsto para el 13 de
enero en retribución al apoyo recibido por el “proletariado organizado” al
movimiento de la Reforma Universitaria. El decreto de la federación estudiantil
estaba fechado el 12 de enero, y planteaba como oportuna la situación para
fortalecer el vínculo de compañerismo que se había creado en las luchas entre
ambas organizaciones. No dejaban de mencionar los estudiantes su identificación
con las luchas obreras, considerándolas como una reivindicación por la “mejora
social”, y la elevación del nivel material y moral del “pueblo trabajador”, como
causa principal que motivaba las distintas movilizaciones en el país. Firmaban
esta declaración pública los estudiantes de ingeniería Ismael Bordabehere, que era
el presidente del centro de estudiantes y Cortés Pla, el secretario.
Esta declaración pública de la Federación Universitaria de Córdoba, expresando
su solidaridad con la huelga general de los trabajadores, no paso desapercibida en
el convulsionado ambiente en el que se encontraba la cuna de la “Reforma”, y
motivó la reacción de las autoridades de la Universidad. El Decano de la Facultad
de Ingeniería, y ex vicerrector durante el breve lapso que Nores ocupó el
rectorado, Belisario Caraffa, presentó una resolución del Consejo Directivo el 15
de enero de 1919, en la cual se respondía a la declaración dada a conocer por los
estudiantes sobre los sucesos de la “Semana Trágica”. Las autoridades rechazaban
los términos de la declaración estudiantil, argumentando que su contenido daba el
aval al “desorden social” e iba en contra de la acción reparadora del poder
público. Se calificaban los sucesos iniciados en los talleres Vasena como una
situación de ejercicio de la violencia, con “supuestas” finalidades atentatorias
hacia el orden y al régimen constituido. Consideraba la resolución del Consejo
236
Directivo, como extemporánea la adhesión de los estudiantes al movimiento
obrero, además de implicar: un extravío el adherirse por reciprocidad a un
movimiento que no puede concordar con las aspiraciones de la juventud
universitaria310. A la vez agregaba la resolución, que por la nueva organización
institucional de la Universidad, en referencia a la reciente aprobación de la
Reforma Universitaria, se haría indispensable “orientar” a los estudiantes y evitar
sus “desvíos”. Estas aseveraciones demostraban algunos de los límites con los que
se encontró el movimiento de la “Reforma Universitaria”, en cuanto a su
heterogénea composición, que aglutinó en su disputa contra los sectores clericales,
a intelectuales liberales, que demostrando cierta actitud tutelar como docentes
hacia los estudiantes, denotaban no estar dispuestos a dejarse llevar por sus
planteos más radicales.
El centro de estudiantes de la Facultad de Ingeniería contestó a la resolución que
condenaba la actitud asumida por la federación, el 22 de enero de 1919, aclarando
que esa entidad estudiantil gozaba de personería propia e independencia dentro y
fuera de la Universidad, todo lo cual se había establecido en sus Estatutos. Por lo
tanto, el Consejo Directivo carecía de autoridad para inmiscuirse en sus asuntos, y
mucho menos de tutelar y orientar sus actos311. Aquel pronunciamiento hecho por
el órgano directivo de la Facultad, era interpretado en abierta oposición con las
aspiraciones e ideales de la juventud, debido a que se reprobaba el reconocimiento
de la justicia en las que estaban fundadas las luchas para lograr sus
reivindicaciones, por parte del proletariado. El centro de estudiantes manifestaba
estar contribuyendo con su adhesión, a la solución del problema económico del
obrero, que se alcanzaría evitando la violencia, ya que ésta terminaba
perjudicando a quienes asistía la “razón” en una lucha establecida en un plano
desigual. Este propósito, remarcaban los estudiantes, había sido ratificado con la
actitud pacífica asumida por la Federación Obrera Local, durante su desarrollo, en
el cual no se produjeron hechos violentos ni de sangre. Por último se destacaba
que la actitud de solidaridad con los trabajadores, era consecuente con una de las
conclusiones aprobadas por el primer congreso nacional de estudiantes
310 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo V. p. 56. 311Ibidem; p. 59.
237
universitarios, en el cual se sentaron las nuevas bases estatutarias de la
Universidad, y que fomentara la unión entre obreros y estudiantes, como dos
factores decisivos para poder lograr el engrandecimiento del país.
Unos días después, haciéndose eco de los sucesos, y comenzando a plasmar de
modo más sistemático los postulados que le otorgarían una proyección social al
movimiento de la Reforma, se publicó una declaración pública el 24 de enero de
1919. Llevaba como título “La Federación Universitaria de Córdoba y el
proletariado nacional”; y en la misma, luego de analizar que el movimiento
estudiantil argentino se había iniciado logrando instaurar los nuevo Estatutos para
la Universidad de Córdoba, se consideraba que ello debía ser asimilado como una
primera manifestación de un “proceso evolutivo” en el orden nacional. El cual
estaría dirigido a modificar el “estado de cristalización” que regía la organización
social, económica, política e intelectual, en la búsqueda del afianzamiento de la
libertad, la verdad, y la justicia en “todos los órdenes”. Por lo tanto, los
estudiantes llegaban a la conclusión, de la existencia de una estrecha relación
entre los propósitos que tenían aquella misma finalidad, ampliamente
manifestados por la juventud y las recientes huelgas obreras312.
La Federación Universitaria reconocía las causas de los diferentes conflictos
gremiales, en el malestar económico que provocaban en los trabajadores, la
desigual distribución de la tierra, la presión impositiva, el aumento del costo de
vida, la falta de una “eficaz” legislación obrera, y la “deficiente” cultura moral e
intelectual del pueblo. Y en referencia a los sucesos de la semana trágica, volvían
a ratificar los estudiantes su repudio a la violencia como medio para solucionar los
problemas obreros, reprobando los abusos cometidos en nombre, de lo que
consideraban como una mal entendida defensa del orden y de la paz. Finalmente
era ratificada la adhesión a la causa de los trabajadores, a quienes concebía la
juventud universitaria como el factor “decisivo” del progreso nacional,
exhortando a los que por ella luchan a que vieran en la biblioteca y el libro el
“arma preciosa” con que triunfa siempre la justicia. Sin embargo tomaban en
cuenta también las acuciantes necesidades de los trabajadores, por lo que la
312 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo V. p.61.
238
Federación Universitaria de Córdoba se dirigió al Congreso de la Nación,
solicitándole que se abocara al estudio y sanción de leyes obreras, como lo
demandaba el “estado cultural” del país.
239
Capitulo III
La proyección latinoamericana de la Reforma Universitaria.
La repercusión del movimiento reformista a nivel continental.
La dimensión latinoamericana que adquirió la Reforma Universitaria, abarcó dos
terrenos que le otorgaron dinamismo como movimiento histórico. Uno de los
aspectos que posibilitó su proyección, se debió a los postulados ideológicos
manifestados por el grupo promotor, desde el inicio, y que tenían relación con los
planteos renovadores establecidos, con ciertos atributos que le imprimían un
carácter revolucionario a su ideario, por el hecho de que en gran medida se
encontraba fundado en reclamos de libertad y justicia social. El otro aspecto que
le dio características continentales, fue el ejemplo que significó el nuevo formato
institucional para las Universidades, diseñado como fruto de la deliberación y
resolución de los estudiantes argentinos en 1918, y puesto en vigencia
inmediatamente.
Aníbal Bascuñán Valdés313, plantea que el carácter latinoamericano adquirido por
el movimiento reformista, tuvo un “período preparatorio o académico” (1870-
1917) que le dio una propulsión propia, al cual define por distintas iniciativas
renovadoras en las Universidades de Chile, Uruguay y Argentina, junto a los
Congresos de Estudiantes Americanos que se realizaron en 1908 en Montevideo,
en 1910 en Buenos Aires, y en 1912 en Lima, en los cuales se comenzó a esbozar
el planteo de la participación de los alumnos en la política universitaria. Aunque
al principio, se circunscribía al “campo académico”, a través de discursos,
conferencias, libros, polémicas y congresos, para Bascuñán Valdés: el año 1918
es aquel en que se vuelca a la calle, en que se transforma en acción y, si es
necesario, en sacrificios. Obreros y estudiantes marcharon codo a codo en sus
reivindicaciones como dos expresiones de una sola dinámica: la lucha social de
la Primera Posguerra314. De este modo, se consideraba a la generación
313 BASCUÑAN VALDES, Aníbal; Universidad: cinco ensayos para una teoría de la universidad latinoamericana, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1963.
240
latinoamericana que actuara entre 1918 y 1920, como madura para la lucha social,
la que se articularía con la renovación de las universidades.
Siguiendo los planteos realizados por Portantiero, podemos advertir que la nueva
concepción elaborada por la juventud universitaria, esto era, la solidaridad entre
obreros y estudiantes, se expresó en la organización de un tipo particular de
institución como fueron la “Universidades Populares”. Su primer antecedente se
concretó en Perú, por parte del primer congreso de estudiantes universitarios
reunido en Cuzco en marzo de 1920, que reflejaba una determinante influencia del
ideario de la Reforma Universitaria que se había iniciado en Argentina, cuando se
encomendó al dirigente estudiantil, Víctor Raúl Haya de la Torre la iniciativa de
crear una Universidad Popular. Durante el transcurso de aquel congreso se votó la
creación de una institución de libre cultura popular, destinada a vincular a los
estudiantes con el proletariado, otorgándole sustento y proyección a la agitación
estudiantil. La fundación de la Universidad Popular, denominada posteriormente,
“González Prada” tuvo lugar, luego de una activa campaña entre los trabajadores,
en Lima, el 22 de enero de 1921.
Haya de la Torre, se había trasladado desde Trujillo a Lima, para comenzar sus
estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en 1917, a los
22 años. En 1918, al igual que en Argentina, se fundó la Federación de
Estudiantes de Perú, que quedó en manos de sectores conservadores vinculados
con la elite dirigente, que se caracterizaba por un cerrado nepotismo:
Administración pública, Universidad, diplomacia, todo quedaba en manos de una
sola familia315. No obstante la dirección de los conservadores, la federación de los
estudiantes, de la que formaba parte Haya de la Torre, como delegado, a
comienzos de 1919, había decidido ponerse en contacto con los sectores obreros.
Como resultado de esta relación, se conformó un “Frente Único de Trabajadores
Manuales e Intelectuales”. La primera oportunidad que se presentó para esta
articulación, se dio con la declaración de una huelga general por parte del comité
314 Ibidem, p. 57. 315 SANCHEZ, Luis Alberto; Haya de la Torre y el APRA, Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1955, p. 36.
241
obrero de Lima, al reclamar la jornada de ocho horas, el 1º de Mayo de 1919. Su
local se hallaba en la “Biblioteca Ricardo Palma”, en la cual estaban reunidos
obreros y estudiantes organizando el acto que se iba a llevar a cabo, cuando fue
rodeado por las fuerzas policiales, que obligaron a sus ocupantes a abandonarlo316.
En ese momento, Haya de la Torre se hizo responsable de la situación, para evitar
cualquier tipo de represión, entrevistándose con el jefe del operativo, lo que
finalmente permitió que los trabajadores pudieran escapar del local. Este hecho,
junto a otras demostraciones de solidaridad por parte de los estudiantes respecto a
los trabajadores, reforzaron la mutua confianza, y la colaboración entre ambos,
adquirió entidad a partir de ese momento.
Otro de los protagonistas fundamentales para la concreción de la Reforma
Universitaria en Perú, fue José Carlos Mariátegui, quién desde los 14 años
trabajaba en el periodismo limeño, primero en La Prensa, y luego en El Tiempo;
hasta que en mayo de 1919 fundó, junto a César Falcón y Humberto del Aguila,
su propio periódico: La Razón317. Mariátegui, tenía una columna llamada
“Voces”, y en el primer número escribió un artículo titulado “Yo soy aquel”, en
el que expresaba, como parte del grupo que forjó este emprendimiento, su
convencimiento de que el nuevo medio de información había nacido para la lucha,
sin que ello se contrapusiera con la posibilidad de escribir en él con total libertad,
todo lo cual había hallado sus límites en las anteriores experiencias periodísticas.
“Somos los mismos siempre”, afirmaba el ensayista peruano, y se reconocían
“risueñamente bolshevikis”. El diario aparecía con un perfil disruptivo, al irrumpir
en la política peruana planteando cuestiones novedosas, tales como no servir
ningún tipo de “interés electoral”, y fomentar una “personalidad propia”, teniendo
en cuenta la inminencia de las elecciones presidenciales que depositarían a uno de
los representantes de la elite dominante en el poder político, al miembro del
conservador Partido Civil, aunque disidente, como era Leguía. Sus páginas,
contemplaban la realidad política nacional e internacional, con cierto énfasis en
las cuestiones sindicales, sociales y estudiantiles.
316Ibidem; p.56. 317GARGUREVICH REGAL, Juan; La Razón del joven Mariátegui, La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1980.
242
A principios de mayo de 1919, los alumnos de la Facultad de Letras,
constituyeron el primer comité reformista, en el que se encontraban Haya de la
Torre, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre y Manuel Seoane, entre otros, todos
los cuales serían parte integrante de la conformación, unos años después del
APRA, (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Por esos días, los
estudiantes leguistas, miembros de la federación, intentaron dar un golpe de efecto
para apoyar a su candidato, y propusieron designarlo “Maestro de la juventud”.
Esta propuesta produjo el rechazo de varios delegados de la federación estudiantil,
que encabezados por Haya de la Torre, renunciaron a ella, en protesta contra su
presidente, Felipe Chueca, el 18 de mayo de 1919, por haberla desviado de sus
fines, mezclándola en “ajetreos políticos”. Además se señalaba la complicidad de
Leguía en represiones sufridas por los estudiantes. También La Razón rechazaba
aquella condecoración, mediante un artículo publicado en su primer número, por
el especialista en cuestiones universitarias, Humberto del Aguila, en el cual
consideraba a la designación de Leguía como maestro de la juventud, como parte
de la disputa interna entre las clases dirigentes.
La presencia de Alfredo Palacios desde el 2 de mayo en Lima, quien se
encontraba manifestando su apoyo a la posición peruana en el diferendo de Tacna
y Arica por los límites geográficos con Chile, estimuló ideológicamente a los
estudiantes, a través de sus discursos públicos pronunciados sobre la “Reforma
Universitaria”, alentándolos, a la vez, para que siguieran las huellas de la juventud
argentina, y les sugirió: la revolución universitaria debe hacerse con los decanos
o contra los decanos318, lo que terminó siendo una especie de premonición. Luis
Alberto Sánchez plantea que los primeros “vagidos” de la Reforma Universitaria
en Perú tuvieron lugar a fines de mayo de 1919, en correspondencia con las
primeras protestas orgánicas de los trabajadores manuales, como las
protagonizadas por el comité obrero de Lima a través de la sección pro
abaratamiento de las subsistencias, cuyo objeto era buscar una solución a la crisis
económica, traducida en la inflación, que sufrían los sectores obreros, como
consecuencia de la finalización de la guerra europea y la caída de las
exportaciones de materias primas. Se produjo así una importante huelga general,
318 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit. Tomo VI, p. 90.
243
que derivó en la detención de trabajadores, y que finalmente consiguió la sanción
de medidas para lograr el abaratamiento de alimentos de consumo popular.
En este contexto de movilizaciones públicas, en el transcurso de junio de 1919,
luego de un incidente trivial, que afectaba el régimen interno de la Facultad de
Letras de la Universidad de San Marcos, por un conflicto entre los alumnos de un
curso de historia y el profesor, intervino el Decano y la situación se agravó,
provocando una huelga estudiantil en la Facultad. Se conformó un comité de
reforma que tomó la dirección del movimiento; que estuvo encargado de buscar la
adhesión de los estudiantes de las otras facultades, que paulatinamente se plegaron
a la agitación, hasta lograr que la huelga general se extendiera a toda la
Universidad. En función de esta situación, que estaba acompañada de refriegas
con la policía, el gobierno decidió a fines de junio de 1919 clausurar la casa de
altos estudios.
La Universidad estuvo en estado de huelga durante un mes, período en el cual la
Federación de Estudiantes Peruanos que mantenía en su dirección a sectores
conservadores, no adoptó medidas decididas a favor de la “Reforma”. Por lo cual,
los delegados de las distintas Facultades, constituyeron un Comité de Reforma
Universitaria, con la presencia de Haya de la Torre y Sánchez, que resolvió
redactar un pliego de peticiones al Rector y un manifiesto a la Nación. Los puntos
centrales del programa, en plena correspondencia con las nuevas bases sentadas
en Córdoba en 1918, eran: movilidad de las cátedras con revisión cada cinco
años; cátedra libre y paralela; abolición de las listas de asistencia a cambio de la
exigencia de trabajo efectivo y controlado; intervención de los estudiantes en los
consejos directivos de la Universidad, las Facultades y Escuelas especiales, así
como en la elección de Rector y Decano o Directores; aumento de la cuota de
matrículas gratuitas; implantación de seminarios; incremento de laboratorios;
enseñanza activa; rumbo actual y nacional en los estudios; cursos electivos;
acercamiento al pueblo319. Sólo se agregó un punto, que iba a ser fundamental
durante el proceso de la reforma peruana, como fue el “derecho de tacha”, que
debía estar fundamentado en cada ocasión que fuera utilizado por los estudiantes,
319SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 66.
244
ante cualquier profesor que no estuviera desempeñando debidamente su tarea
docente. Estos planteos fueron aceptados por el Rector, Javier Prado, quién le dio
entidad remitiendo el pliego al Consejo Universitario, acompañándolo de puntos
de vista personales en tono conciliador. Este acto dejaba deslegitimada a la
Federación Universitaria, quedando reemplazada de hecho por el “Comité de
Reforma”.
Mariátegui expresó en las páginas de La Razón, que la Universidad debía cambiar,
reformarse y modernizarse: Nuestra San Marcos parece todavía una universidad
medieval, con una serie de vejetes que se resisten a cambiar de métodos y a beber
de los modernos320 . Y desde este momento el periódico apuntaló el movimiento
reformista desde su tribuna, a través de la estrategia de publicar los distintos
nombres de los docentes “tachados” por los estudiantes, y sus fundamentos. El 26
de junio de 1919, La Razón publicó el primer ataque a los catedráticos
denunciados como anacrónicos, recayendo sobre Constantino Salazar, encargado
de Historia de la Literatura. En el mismo, se denunciaba que el “doctor Salazar”
había heredado la cátedra de su padre, sin haber renovado sus conocimientos, ni
mejorado el método de enseñanza desde que se hiciera cargo del curso. En
referencia a otro profesor, de literatura antigua y moderna de apellido Flores, se
describía en tono crítico, que realizaba un amontonamiento de nombres, sin
detenerse en ninguno de los “grandes poetas ni escritores”: para él tienen la
misma importancia Dante que el imitador de los cuentos del Decamerón…321.
La agitación en la Universidad de San Marcos proseguía potenciándose, y cada
aula se transformaba en una tribuna de aprobación o reprobación de los
catedráticos. Si el profesor era estimado, se lo recibía con aplausos, en caso
contrario, encontraban las aulas desiertas y debían retirarse, algunos incluso
dejaron de asistir por propia voluntad. Y La Razón, continuaba su campaña de
denuncias, criticando uno por uno, sin perdonar ni a los jefes de prácticas ni a los
empleados administrativos. El resto de los diarios se vio obligado a seguir el perfil
de noticias instalado por el periódico dirigido por Mariátegui, ya que no querían
320 GARGUREVICH REGAL, Juan, ob. Cit, p. 139. 321Ibidem; p. 140.
245
quedar rezagados ante el aumento de las tiradas que le había significado esta
intervención a La Razón, que fue por ello objeto de un voto de aplauso por parte
de la Facultad de Letras.
La Asamblea Nacional, dictó dos leyes que contemplaban las reivindicaciones
estudiantiles, y que fueron promulgadas por el gobierno provisional a cargo de
Leguía, que había accedido al Ejecutivo por un golpe militar el 4 de julio de 1919.
Según Sánchez, llevado por las circunstancias, Leguía se ponía momentáneamente
del lado de los estudiantes, aprobando la declaración de vacancia de las cátedras
cuyos profesores fueran “tachados” por los alumnos, que debían reunir el número
de 24 de ellos. También, aseguraba la nueva legislación universitaria el
funcionamiento de cátedras libres y la incorporación en el Consejo Universitario
de delegados elegidos por los alumnos de las Facultades que comprendían la
“Universidad Mayor de San Marcos”, aunque el gobierno se mantenía estudiando
un proyecto de “ley orgánica” de enseñanza. Una vez dictadas estas leyes, el 20 de
septiembre de 1919, Haya de la Torre fue elegido Presidente de la Federación de
Estudiantes de Perú, en octubre de este año, en función de su rol decisivo en el
inicio del proceso de la reforma universitaria peruana.
Al igual que en Argentina, se realizó un congreso nacional de estudiantes
universitarios, el primero en la historia peruana, en la ciudad del Cuzco, del 11 al
20 de marzo de 1920, presidido por Haya de la Torre, y en el cual se fijaron las
bases de la Universidad, que incluía como novedad la creación de una institución
de “libre cultura popular”. En este caso, con un claro sentido social, el congreso
aprobó la propuesta presentada por Abraham Gómez, Luis Bustamante y el propio
Haya de la Torre, para la constitución de las Universidades Populares, a lo que se
adjuntaba que debían inspirarse “en la justicia social”. Esta entidad forjada por los
estudiantes peruanos, superaba en su alcance los postulados de “extensión
universitaria” aprobados durante el congreso estudiantil en Córdoba. Este
congreso, como se recordará, había establecido el nuevo formato institucional
para las Universidades argentinas, que le otorgó concomitantemente una
proyección latinoamericana.
246
Como parte de las conclusiones aprobadas por el congreso de estudiantes
peruanos, que destacó a dos intelectuales como maestros de la nueva generación,
Alfredo Palacios y Manuel González Prada, se encontraba la creación de las
Universidad Popular, bajo la dirección de la federación universitaria, como ya
anticipamos. Entre las cuales se destacaban, en primer lugar, en sintonía con el
principio de solidaridad obrero-estudiantil, el inicio de una campaña de
propaganda desde los centros federados, proponiendo que éstos debían tener:
intervención oficial en todos los conflictos obreros, inspirándose en los
postulados de justicia social322. Otro de los principios propuestos para la
institución creada para poder expresar de manera libre, la cultura popular, se
relacionaba con el hecho de que estuviese exento de todo sentido “dogmático y
partidista”. La “Universidad Popular” estaba compuesta por campesinos y
obreros, a los que se consideraban como asociados.
La enseñanza se separaba en dos ciclos, uno de los cuales estaba enfocado hacia la
cultura general, con una orientación “nacionalista” y eminentemente educativa; y
el otro se vinculaba con un tipo de especialización técnica dirigida a las
necesidades regionales. El método pedagógico estipulado, se dirigía hacia lo que
era definida como una forma de enseñanza, sencilla, metódica y eminentemente
objetiva, haciéndose ella por lecciones y conversaciones, sirviendo la
conferencia, sólo como síntesis y complemento de éstas. También se procuraba
que la nueva entidad, facilitase el acceso a sus miembros a los gabinetes, centros
de instrucción superior e instituciones de carácter cultural. De este modo, se
procuraba establecer un vínculo en el plano educativo, que consolidara la efectiva
solidaridad desarrollada entre los universitarios y los trabajadores. Mariátegui,
destacó en este sentido, el significado transformador, en términos culturales y
políticos que tuvo la aparición de esta nueva instancia de estudios surgida de la
iniciativa de los estudiantes, y dirigida a las clases sociales subalternas,
expresando como síntesis que: El voto de mayor trascendencia de ese Congreso
es el que dio vida a las Universidades Populares323.
322 SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 77. 323 MARIATEGUI, José Carlos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Editorial Minerva, 1980, p. 103.
247
El creador del periódico La Razón, que cumpliera un rol fundamental en los
momentos de gestación de la Reforma Universitaria en Perú, interpretaba el
surgimiento de las Universidades Populares en el marco del conflicto de las
ideologías en contraste, en un período histórico de cambio de época. Existía una
situación estructural, que propiciaba una diferenciación con la creciente
afirmación de relaciones de producción capitalistas, dando lugar a un tipo de
orientación práctica en la enseñanza, frente a la educación “pseudo idealista” de la
importante reacción feudal y aristocrática. Pero con el surgimiento de una
corriente socialista, y la creciente conciencia de clase adquirida por el proletariado
urbano, apareció un factor nuevo modificando sustancialmente los términos del
conflicto ideológico. En este sentido, la fundación de las Universidades Populares,
a partir de la adhesión de la juventud universitaria al principio de socialización de
la cultura, significaban para Mariátegui, una ruptura con el “erudito diálogo”
establecido entre el espíritu liberal-burgués y el espíritu latifundista y
aristocrático.
El congreso de estudiantes reunidos en Cuzco, terminó aprobando una especie de
Estatuto para la coordinación de los acuerdos aprobados, en cuyo articulado
aparecía la intervención de los alumnos en la elección del Rector, por intermedio
de los delegados, en una proporción de un tercio de los votos de la Asamblea, al
igual que en la elección de Decano. Una vez concluidas las sesiones y aprobadas
las conclusiones, el 31 de marzo de 1920, quien había presidido su organización,
Haya de la Torre, escribió oficialmente a Gabriel del Mazo, que ejercía la
presidencia de la Federación Universitaria Argentina, dándole cuenta del congreso
y remitiéndole sus Anales. A partir de este momento comenzó una relación por
correspondencia entre ambos dirigentes estudiantiles, que se mantuvo durante
años: a la altura de 1954, conté 2 mil carillas que recibí de cartas suyas. Me
dedicó su primer libro: “Por la Emancipación de la América Latina”, que ayudé
a publicar en 1927324. Del Mazo asesoró al grupo de apristas desterrado en
Buenos Aires desde 1923; instando a Haya de la Torre a reunir los discursos,
artículos y declaraciones públicas en un libro. El mismo Del Mazo organizó el
324 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit. p. 219.
248
material, corrigió las pruebas y estableció los vínculos con el editor Mario
Gleizer.
Unos meses después de aquel primer contacto, el 23 de junio y el 9 de agosto de
1920, en Lima y Buenos Aires, se firmó un acuerdo por el cual los presidentes de
las respectivas federaciones estudiantiles se comprometían en nombre de sus
organizaciones en determinados temas. Estos eran: fomentar un intercambio
intelectual por medio de libros, estudios monográficos de carácter científico,
histórico, literario, sociológico y artístico; continuar la obra de la reforma de
enseñanza, para lo cual se planteaba como prioritario el propósito de renovación,
como el anhelo de las nuevas generaciones estudiantiles; llevar adelante una
cultura intensiva para el pueblo; estudiar los problemas sociales y sostener las
Universidades Populares; favorecer el creciente acercamiento entre los pueblos
del Continente Latinoamericano, y estudiar sus problemas primordiales, como
modo de hacer efectivo el ideal de americanismo; y por último celebrar congresos
internacionales de estudiantes e intercambiar alumnos.
La innovación mayor surgida del movimiento estudiantil peruano, trascendió los
límites estrictamente académicos, con la creación de la Universidad Popular, lo
cual le imprimió un fuerte contenido político y social desde el inicio, y que se
mantuvo posteriormente. La federación de estudiantes, a fines del año 1920, bajo
la presidencia de Juan Valega, encargó a Haya de la Torre, la organización de esta
nueva institución de libre cultura popular. Hubo una importante campaña entre los
trabajadores de Lima, con carteles que distribuyeron en la ciudad desde
diciembre, invitándolos a la inauguración para el 22 de enero de 1921. La primera
etapa, atrajo a una cantidad numerosa de estudiantes, y algunos intelectuales
también se acercaron, como Jorge Basadre. Su sede era la sala de conferencias de
la federación, que todas las noches veía colmada sus instalaciones, y el núcleo
principal de la Universidad Popular estaba compuesto por trabajadores de Vitarte,
cuya población era eminentemente obrera, porque en esa localidad funcionaba una
gran fábrica de tejidos de propiedad norteamericana. Su rector era Haya de la
Torre, quien definía las características específicas del sujeto social al cual se
dirigía la nueva institución: un estudiante obrero no es un niño de escuela, ni un
muchacho de colegio, ni un mozo de Universidad: tiene algo de los tres y mucho
249
de sí mismo325 . El propio Haya de la Torre, procurando darle un carácter
revolucionario, e impulsado por el receso de la Universidad de San Marcos y la
disolución de la federación, procuró que la distribución de las clases se llevara a
cabo tres noches en Lima y otras tres en el pueblo textil de Vitarte. Las clases,
materias y conferencias que se desarrollaban, iban desde temas como el arte, la
historia, la economía y la ciencia, hasta las cuestiones obreras y revolucionarias.
Haya de la Torre dictaba clases de geografía e historia social, y comenzaba a
adquirir de esta manera algunos rasgos que lo asimilarían a la función de un joven
trabajador intelectual.
Cabe destacar que la situación estructural del movimiento obrero en Perú, era de
una organización que estaba comenzando a tomar forma, a diferencia de las clases
trabajadoras en Argentina, que tenían un mayor grado de consolidación. Como
ejemplo de ello, podemos mencionar el festejo del 1º de mayo por primera vez en
1905, impulsado por los obreros panaderos, y la constitución de la Federación
Obrera Local de Lima en 1918. Así se podría encontrar alguna explicación a la
mayor presencia e iniciativa de los estudiantes entre los trabajadores en el caso
peruano.
El primer congreso internacional de estudiantes universitarios en México.
En septiembre de 1921, en el marco de la conmemoración del Primer Centenario
de la Independencia de México, la Federación de Estudiantes de México se hacía
eco de la influencia del impulso renovador de varios países sudamericanos,
cumpliendo con uno de los postulados principales de la reforma, como era la
“coordinación universal de los estudiantes”, y decidió convocar a un Congreso
Internacional de Estudiantes. El mismo contaba con el auspicio del Rector de la
Universidad de México, el intelectual y partícipe de la Revolución Mexicana, José
Vasconcelos, y del Presidente de la República, Álvaro Obregón. Respondieron
aceptando la invitación 23 países, y concurrieron 47 delegados y 32 adherentes.
Quienes habían participado como embajadores a las fiestas del centenario,
asistieron a la inauguración del Congreso, que tuvo lugar el 21 de septiembre en el
325 SANCHEZ, Luis Alberto, ob. Cit., p. 80.
250
Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, bajo la presidencia honoraria de
Vasconcelos.
Uno de los discursos, en la apertura del primer Congreso Internacional de
Estudiantes, estuvo a cargo de quien presidió la delegación argentina, Héctor Ripa
Alberdi, que era estudiante de Letras de la Universidad Nacional de la Plata; había
publicado libros de poesías, y presidía el Colegio Novecentista, que era una
organización forjada en 1917, por un grupo de jóvenes universitarios de la
Facultad de Filosofía, desde la cual polemizaban con el positivismo, al que
juzgaban como dogmático, reivindicando el idealismo, que priorizaba la pureza
del pensamiento y la moral. La delegación también estaba compuesta también por
Pablo Vrillaud, que había sido miembro del Congreso de Estudiantes de Córdoba,
y uno de los impulsores de la creación de la Universidad Nacional del Litoral. Los
otros delegados eran Miguel Bonchil, estudiante de Derecho de Buenos Aires y
profesor en locales obreros mediante la extensión universitaria; Enrique Dreyzin
estudiaba agronomía en La Plata, y quien fuera Secretario de la Federación
Universitaria Argentina; el quinto delegado, Arnaldo Orfila Reynal, participó
como presidente del comité de la “huelga grande” de la Universidad de La Plata
en 1919, la que posibilitó la reforma de los estatutos en esta casa de estudios, al
año siguiente. Cabe destacar, que por intermedio de las gestiones del presidente de
la Federación Universitaria Argentina, Gabriel del Mazo, ante el gobierno de
Yrigoyen, se logró que la cancillería argentina financiara los gastos del traslado y
estadía de los delegados universitarios en México. Quién estaba encargado de
realizar estas gestiones era el primer ministro plenipotenciario que Argentina
había acreditado en México, desde 1916, Manuel Malbrán.
Ripa Alberdi leyó un discurso que llevaba como titulo “La Argentina naciente.
Por el comienzo de una nueva vida americana”. Comenzaba definiendo el
“renacimiento” argentino como consecuencia de la “revolución universitaria”,
forjada y protagonizada por la juventud estudiosa. Y planteaba sus proyecciones
en la búsqueda de la emancipación de los hombres y de los pueblos, calificando a
la Revolución Mexicana como un ámbito cordial, para la concreción de estos
objetivos. Definía la gesta de la reforma, como el resultado de un combate por el
cual se habían derribado los muros de la “vieja universidad”; de vencer a las
251
fuerzas reaccionarias, para dar lugar al ingreso de todas las corrientes de
pensamiento. De este modo, se hacía eco de la rebelión antipositivista,
identificándose con el humanismo renacentista que confrontó con la ideología
escolástica del medioevo. Al decir de Falcón326, se incluiría como una de las dos
direcciones primordiales de la reacción antipositivista, en este caso asimilable a la
idea de la superación del positivismo, como una contribución para la ampliación
de los ámbitos públicos de libertad y democracia, siendo Korn uno de sus
representantes principales, a través de la búsqueda constante del principio de la
tolerancia. Pero también aparecen las nociones de compromiso social, y la
necesidad de aprehender los “tiempos nuevos”, mediante la afirmación por parte
de Ripa Alberdi, de la intrascendente existencia de una “austera frialdad” en la
lógica imperante de los claustros universitarios, que se hallaban impermeables a
que llegaran hasta ellos las “palpitaciones” del mundo.
Las jóvenes generaciones argentinas, reclamaron el derecho de darse sus propios
maestros, afirmaba el estudiante platense, en consonancia con lo proclamado en el
Manifiesto liminar sobre la inexistencia de verdaderos maestros, para poder
establecer, una vez hallados aquellos, un vínculo pedagógico. Pero la condición
para lograrlo, era liberarse del peso de una generación positivista, a la que se
acusaba de haber desdeñado de los valores éticos y estéticos, imprimiendo un
sesgo de escepticismo al pensamiento argentino. Deodoro Roca expresaba en ese
sentido, retrospectivamente en una encuesta sobre la reforma universitaria en
1936, que ella fue un camino provinciano, que buscando un “maestro ilusorio” se
dio con un mundo. Ripa Alberdi, concluía en su discurso en México, que la
juventud universitaria argentina comenzaba a abrir una nueva etapa, al haber
construido, sintiéndose libre y por eso responsablemente, una nueva ética para la
voluntad y una estética para los anhelos. La falta de lo primero había hecho
perder a los hombres del ochocientos el carácter y la nobleza: el carácter para
imponer la propia voluntad; la nobleza, para llevar a la acción la integridad del
pensamiento. O bien olvidaban la convicción porque la convicción era un
obstáculo para la vida, o bien olvidaban la vida para poder sustentar una
326FALCON, Ricardo, “Militantes, intelectuales e ideas políticas”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, p. 326.
252
convicción327. Lo propio de un hombre completo, para el delegado argentino, era
infundir “convicción a la vida”, entrelazándose los ideales con el sustento de la
realidad. Así interpretaba el renacimiento, como consecuencia de dos fuerzas que
actuaban conjuntamente, y eran la filosofía idealista junto a la “sana” rebeldía de
la juventud, en contraposición con la “Universidad profesionalista”.
Otro de los delegados argentinos, el estudiante Enrique Dreyzin, ubicaba la
aparición de la juventud universitaria como nuevo sujeto social continental, en el
contexto político del cual formaba parte. Ponía el acento en la masacre producida
por la gran guerra europea, llegando a la conclusión de que fue la consecuencia
directa y genuina de la organización social existente. Dreyzin calificaba al orden
mundial basado en el industrialismo, como “monstruoso”, y “torturantes e
inhumanas” sus disciplinas, contra las cuales llamaba a la “militancia
universitaria” a enfrentarse. Para su reemplazo, proponía que: debemos ver hacia
el proletariado “porque la simpatía entre estudiantes y obreros es una resultante
lógica y normal del momento en que vivimos”328
El presidente de la Federación de Estudiantes de México, Daniel Cosío Villegas,
quien asumió la presidencia del congreso internacional, fue otro de los que hizo
uso de la palabra en su inauguración. Describía que para que un movimiento
social triunfase, se hacía indispensable el nacimiento de una nueva ideología
como sinónimo de una nueva generación, en la cual se reconocían los
participantes del encuentro. A ello le sumaba un carácter revolucionario, aunque
asumiendo que ninguno de ellos, todavía, no había llevado a cabo una revolución.
Entre los revolucionarios hay tres clases: los que constituyen la Revolución, los
que la han hecho con las armas y los que la explotan329. Cosío Villegas situaba al
movimiento proveniente de la “Reforma Universitaria” en la primera categoría,
cumpliendo la tarea de constituir la ideología de la Revolución, mediante la
renovación de “todos los valores”.
327 DEL MAZO, Gabriel, ob. Cit., Tomo VI, p. 388. 328 YANKELEVICH, Pablo; Miradas australes. Propaganda, cabildeo y proyección de la Revolución Mexicana en el Río de la Plata, 1910-1930, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Secretaria de Relaciones Exteriores, 1997, p.263 329 Ibidem; p. 265.
253
Quién estuvo a cargo de efectuar el discurso de bienvenida del congreso, fue su
presidente honorario, Vasconcelos, que consideraba a la juventud universitaria
como “natural heredera y continuadora” de la lucha en la que su propia
generación estaba embarcada, como era la de asumir la responsabilidad de hacer
del mundo, “una morada de paz y bienandanza”. En este sentido, exigía a la nueva
generación que respaldara la obra más avanzada de la precedente, con el
convencimiento que de este modo se la profundizaría. Mi generación no os
envidia, a vosotros va a tocar seguir poniendo a prueba y corrigiendo los
principios de organización colectiva que la edad nuestra ha descubierto330. Para
él, México revolucionario era el lugar apropiado para llevar a cabo este evento,
debido a que era el escenario en donde se sucedían guerras constantes que tenían
como móvil la lucha por la libertad, contra la opresión y la injusticia. Pensad en el
más alto ideal político teniendo que desarrollarse en un medio de desigualdades
económicas tremendas, de clericalismo siempre en acecho y tendréis la clave de
la historia de México331 . En último término, Vasconcelos les sugería a los
delegados de países hispanoamericanos, que al volver a sus respectivas naciones,
llevarán el mensaje de que un “jirón del alma hispánica”, inspirándose en su
ideal, había librado duros combates y lo seguía haciendo, contra la injusticia. Al
año siguiente, investido con el cargo de Secretario de Educación del gobierno de
Obregón, emprenderá Vasconcelos una gira propagandística, a favor de la
revolución mexicana.
El Congreso Internacional de Estudiantes sesionó entre el 20 de septiembre y el 8
de octubre de 1921, basándose en un temario que incluía la discusión sobre la
función social del estudiante y el método más adecuado para ejercerla; el objeto y
valor de las asociaciones estudiantiles; la conveniencia de organizar una
federación internacional de estudiantes; las bases sobre las que deberían descansar
las relaciones internacionales y la ejecución de las resoluciones del Congreso.
Pedro Henríquez Ureña, que participó como delegado representando tanto a los
estudiantes dominicanos como a la Universidad de Minnesota, donde
330 YANKELEVICH, Pablo; ob. Cit., p. 264. 331Ibidem.
254
desempeñaba la docencia en literatura, expresó en sus relatos que los delegados de
Argentina y México, habían dominado el congreso, con su devoción ardiente a las
nuevas ideas de regeneración social e impusieron las generosas Resoluciones
adoptadas332.
La primera conclusión del congreso internacional de México, proclamaba como
objetivo principal, que la juventud universitaria iba a luchar por el advenimiento
de una “nueva humanidad”, que estaría fundada sobre la base de los principios
modernos de justicia en el orden económico y político. En función de cumplir con
este propósito, se declaraba la abolición del concepto vigente de poder público,
que concebía al Estado como una entidad moral soberana diferenciada de los
hombres que lo constituían, cuya consecuencia se traducía en el “derecho” de
dominación de las minorías sobre las mayorías. A la vez, se declamaba la
destrucción tanto de la “explotación del hombre por el hombre”, como de la
organización de la propiedad privada existente. El fin buscado, advertía esta
última conclusión, era el de evitar que el trabajo humano fuera considerado como
una mercancía, para poder establecer un nuevo equilibrio económico y social. En
relación con el objetivo planteado, se estipulaba la necesidad de cooperar, en
oposición con el principio “patriótico” de nacionalismo, a la integración de los
pueblos en una comunidad universal. En último término, la juventud expresaba su
optimismo, ante los problemas que agitaban al mundo, y su plena confianza en la
perspectiva de llegar, mediante la renovación de las categorías económicas y
morales, a una nueva forma de organización social, que posibilitara la realización
de los “fines espirituales del hombre”. Esto último, podría relacionarse con lo que
fuera definido por Karl Marx y Frederich Engels como la realización del “reino de
las libertades” en contraste dialéctico con el “reino de las necesidades”333.
El congreso de estudiantes universitarios señalaba, que la escuela debía ser la base
y la garantía para la concreción de los principios que se propugnaban. Pero
paradójicamente se había convertido en el mayor obstáculo para la vida colectiva,
332 HENRIQUEZ UREÑA, Pedro; “El amigo argentino”, en Obra Crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 301. 333 MARX, Karl, y ENGELS, Frederich; La sagrada familia, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1973, p. 157.
255
en detrimento de su función como laboratorio. Por esa causa, las asociaciones
estudiantiles de cada país, debían constituirse en transformadoras de esta marcha
en la que se encontraban las escuelas, para convertirlas en institutos que
prepararen el advenimiento de la “nueva humanidad”. A este efecto, se propendía
a que la enseñanza general, y especialmente la de las ciencias morales y políticas,
quedaran fundadas sobre la base de una coordinación armónica entre el “pensar, el
sentir y el querer” como medios de explicación, en reemplazo del método
pedagógico que priorizaba al primero en detrimento de los otros dos. Se dejaba
sentado en otra conclusión, que la extensión universitaria era una obligación de
las asociaciones estudiantiles, debido a que la acción fundamental que les
correspondía desarrollar en la sociedad, se vinculaba con la difusión de la cultura
que de ella había recibido, dirigida a quienes más la necesitaban. Otra cuestión era
el robustecimiento de la solidaridad estudiantil, como mecanismo para poder
constituir una fuerza “efectiva y permanente”, que sostuviera con el pensamiento
y la acción, todo movimiento “constructivo o destructivo”. Esto significaba la
interpretación de las protestas como parte inherente al proceso de organización y
construcción del movimiento estudiantil, cuando luchaba a favor de los ideales
proclamados, y conforme con el método establecido por las federaciones o centros
estudiantiles.
La tercera de las conclusiones, declaraba como un deber para los estudiantes el
establecimiento de las recientemente creadas Universidades Populares,
caracterizadas por estar libres de todo espíritu dogmático o partidista, y con
capacidad de intervenir en los conflictos obreros, inspirándose para su accionar en
los “modernos” postulados de justicia social.
Otra de las resoluciones, promovía la sanción en aquellas universidades donde no
se hubieran implantado, la adopción de los principios de la reforma, que
implicaban por un lado la participación de los estudiantes en el gobierno
universitario, y por el otro la implantación de la docencia libre y la asistencia no
obligatoria a las clases. Para realizar estos principios se inducía a la acción
“inmediata” de los estudiantes en sus respectivos países.
256
También se abordaba el tema de las relaciones internacionales, las cuales se
concluía, debían descansar sobre la integración de los pueblos en una comunidad
universal. En función de lograr este propósito, los centros y federaciones
estudiantiles pugnarían por: establecer una mejor comprensión del espíritu,
cultura e ideales de los diferentes pueblos y por apoyar toda empresa que tienda
a un acercamiento efectivo entre ellos334. Se enunciaba la necesidad de
ratificación de los pactos internacionales por un plebiscito de los pueblos
interesados; y el arbitraje obligatorio como medio de resolución de los conflictos
existentes. El principio de “autodeterminación de los pueblos” era aceptado en
todo lo referente a la organización interna de las naciones, con la salvedad de que
no se encontrara en contradicción con la búsqueda de integración continental. En
consonancia con estos postulados, el congreso condenaba las tendencias de
imperialismo, de hegemonía y todos los hechos de conquista territorial y
atropellos de fuerza, e invitaba a la juventud universitaria a luchar en sus
respectivos países por la abolición de las tendencias militaristas.
Concretamente, el congreso internacional de estudiantes tomaba postura ante los
distintos conflictos que atravesaban los países latinoamericanos. En el caso del
pleito entre Perú y Chile por Tacna, Arica y Tarapacá, adhería a la postura
adoptada por los estudiantes chilenos, que se opusieron a la política invasora y
militarista de su gobierno y burguesía. También repudiaba el avance imperialista
que sobre Santo Domingo y Nicaragua ejercía el gobierno de Estados Unidos,
denunciando la supresión de sus universidades y escuelas. Se condenaba a la vez,
la tiranía impuesta en Venezuela por la dictadura encabezada por Gómez.
En perspectiva de conseguir llevar a cabo los postulados de armonía y solidaridad
internacionales, el congreso invitaba a los centros de estudiantes de Nicaragua y
Costa Rica, para que orientasen sus esfuerzos con el fin de lograr que sus países se
incorporaran a la república federal que se había constituido con las otras tres
naciones centroamericanas, realizándose así el ideal proclamado de una
comunidad regional, en perspectiva de una comunidad universal. Estableciéndose
una vinculación entre un tipo de nacionalismo, basado en la defensa de la
334 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI., p. 78.
257
identidad cultural latinoamericana, y el internacionalismo en términos de
confraternidad entre los pueblos, y opuesto al imperialismo.
Para poder poner en práctica las resoluciones aprobadas por el congreso, se
declaraba constituida la “Federación Internacional de Estudiantes”, conformada
por las diferentes asociaciones nacionales. El comité ejecutivo tendría su sede en
México, con secretarías en las ciudades de Buenos Aires, Lima, Santiago de
Chile, Río de Janeiro, La Habana, Managua, Nueva York, Madrid, París, Berlín y
Roma. El comité quedó compuesto por Daniel Cosío Villegas como su secretario,
y Pedro Henríquez Ureña y Manuel Gómez Morín de México, como vocales.
Aquel, designó a los delegados argentinos, Pablo Vrillaud, Enrique Dreyzin y
Arnaldo Orfila Reynal, para que en su representación gestionaran de los
estudiantes de algunos de los países de Europa no adheridos al congreso, su
incorporación a la internacional estudiantil.
Esta comisión inició su tarea en Estados Unidos, tratando de establecer la
secretaria prevista en Nueva York, aunque se encontraría con la inexistencia de
organismos representativos que pudieran hacerse cargo de esa tarea. La liga
panamericana había prestado su colaboración, pero estaba alejada de los
postulados propuestos en México. Luego se dirigieron a Francia, en donde
existían fuertes asociaciones, pero se hallaban contrapuestas entre sí. Los
delegados argentinos publicaron en París una proclama, en la que se convocaba a
los estudiantes del mundo a unirse en un organismo abierto a los pueblos de todos
los continentes, sin exclusión alguna. Fueron recibidos en la Sorbona por el
Rector, y el embajador argentino Marcelo T. de Alvear. En España, a través de la
Unión Nacional de Estudiantes, fue donde mayor entusiasmo despertó la
delegación, con la idea de adherirse a la internacional. El Rector de la Universidad
de Madrid, junto a la joven intelectualidad y al “Ateneo”, ofreció su tribuna, para
dar a conocer la noticia del movimiento universitario de la Argentina. Entre otros
intelectuales que saludaron al comité, se encontraba Miguel de Unamuno, quien
ratificó su intención de acompañar a los estudiantes, en el caso de que fuera
necesario, a su propio país para luchar con ellos335.
335 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI., pp. 82 a 84.
258
Las conclusiones expresaban el clima de transformación de la época, haciéndose
eco de los coletazos de las recientes experiencias europeas, como lo expresara
previamente el Manifiesto al pueblo dado a conocer el 1º de mayo de 1920 por la
Federación Universitaria de Santa Fe, en la fecha de los trabajadores, bajo la
presidencia de Pablo Vrillaud, quien había participado como delegado en el
congreso de México. En éste, se advertía que el mundo estaba viviendo horas de
emancipación, y a la guerra “sangrienta” de las nacionalidades con móviles
“egoístas”, lo sucedía la lucha “altiva” de los ideales. Entre los cuales se
puntualizaban como su expresión: a la cultura máxima que se imponía en Rusia
con los soviets, la experiencia de las comunas democráticas en Hungría, los
sistemas más avanzados de gobierno en Alemania, con referencia a la República
de Weimar, y el avance del laborismo en Inglaterra. El conjunto de estos
acontecimientos políticos se interpretaban como indicadores de la aparición de
nuevas formas de organización social, a nivel mundial.
En este sentido, Mariátegui haría hincapié en las distintas fuerzas que
mantuvieron viva hasta 1923 la esperanza revolucionaria, por medio del accionar
del proletariado en las barricadas, en las huelgas, en los comicios y en las
tricheras, mencionando a la acción operada por Lenin y su fracción bolchevique
en Rusia; la revolución espartaquista de fines de 1918, protagonizada por Karl
Liebneckt, Rosa Luxemburgo y Eugenio Leviné en Alemania; la creación de la
república soviética de Hungría entre marzo y julio de 1919, bajo la dirección de
Bela Kun; y la ocupación de fábricas y autogestión obreras en la Fiat, junto a la
escisión de las masas socialistas entre las tendencias reformistas y comunistas en
Livorno, durante un congreso del Partido Socialista336, al cual asistió el intelectual
peruano durante su estadía, por unos años, en Italia.
La difusión de la Reforma Universitaria en Sudamérica.
El proceso reformista argentino también tuvo repercusión en Chile. A mediados
de junio de 1920, se realizó la Primera Convención Estudiantil, organizada por la
336 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., Tomo 2, p. 328.
259
Federación de Estudiantes de Chile, en cuyas conclusiones y declaración de
principios plasmaron los principios de la Reforma Universitaria. Entre estos, se
mencionaba: auspiciar el respeto de la personalidad humana, la tolerancia y la
libre manifestación de las ideas. Por otro lado, se señalaba que el patriotismo era
un sentimiento que entrañaba el sacrificio del interés individual al colectivo. No
obstante, el principio patriótico aparecía limitado, por otros, que eran
considerados como ideales supremos: la justicia y la fraternidad. De hecho, la
inclusión de estos dos últimos conceptos tendían a conformar una barrera al
chauvinismo del nacionalismo beligerante que manejaba la hipótesis de un
conflicto con Perú, por el reclamo de los límites geográficos en Tacna y Arica.
Desde el ángulo del reformismo universitario argentino, existía el antecedente de
una nota redactada por Julio González como miembro de la Federación
Universitaria Argentina, el 25 de noviembre de 1918, en la cual confraternizaba
con los anhelos pacifistas de la federación peruana, y auspiciaba una política de
acercamiento entre los países americanos. Se daba así una coincidencia entre el
accionar de González con los planteos de Saúl Taborda, ratificado con la
afirmación por parte de aquel, de que luego de la Gran Guerra que había puesto a
Europa a prueba la fortaleza de sus dogmas morales y jurídicos, llegaba la “hora
de América”, cuyas normas se basaban en la paz, la justicia y la solidaridad, para
poder lograr por ellas la armonía entre los pueblos.
Ante el problema social, la federación estudiantil chilena consideraba que las
necesidades de la época, conducían a su resolución a través de la sustitución del
principio de competencia imperante en el régimen económico capitalista por el de
cooperación, junto a la perspectiva de la socialización de las fuerzas productivas,
y el consecuente reparto equitativo del producto del trabajo común. Se agregaba
también el reconocimiento del derecho de cada persona a vivir plenamente su vida
intelectual y moral337. Por lo tanto, se aceptaba la acción organizada del
proletariado, y su acción política, en función de que concurría a la realización de
las nuevas concepciones de la vida social.
337 “Organización y declaración de principios acordados en la primera convención estudiantil chilena de junio de 1920”, en Del Mazo, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p. 38.
260
La Federación de Estudiantes de Chile hacía un llamado a la nación, para que el
gobierno impulsara la idea de suprimir o reducir simultáneamente todos los
ejércitos; extendiendo el llamado a las juventudes estudiosas del mundo, para que
hicieran suyos estos mismos ideales.
Los estudiantes chilenos definían al sistema educativo, concibiéndolo bajo los
supuestos de un tipo ideal de hombre y de la vida. La federación expresaba sus
deseos de que la educación pública, en todas sus formas y grados, tuviera como
más alta aspiración, la de formar hombres libres: hombres idealistas, que tengan
fe en los destinos de la Patria y la Humanidad; hombres sanos y fuertes, que sean
aptos para colaborar en el advenimiento de una vida más pura, más bella, más
justa y fraternal que la vida presente338. Estos anhelos se estipulaban sobre la base
del principio de la garantía por parte del Estado de una educación nacional
gratuita y laica, además del sostenimiento de la obligatoriedad de la enseñanza
primaria.
La Universidad, para la federación estudiantil, no debía estar conformada sólo por
escuelas profesionales, sino también por institutos de altos estudios científicos,
literarios y filosóficos. Se retomaba de la Reforma Universitaria, los planteos de la
búsqueda de una autonomía económica de la Universidad, y la necesidad de una
formación actualizada, en cuanto a los profesores encargados de dispensar los
conocimientos para desarrollar un tipo de instrucción superior. Para lograr estos
objetivos, los estudiantes se proponían obtener, al igual que en Argentina, la
representación en los organismos directivos de enseñanza. También se promovían,
la difusión e instauración de clubes y casa de estudiantes, las conferencias de
cultura general, la creación de periódicos y revistas estudiantiles, y el desarrollo
de actividades deportivas, de asistencia social y cooperativas estudiantiles.
La convención estudiantil se desenvolvió en coincidencia con la campaña
electoral que terminará llevando al gobierno nacional al candidato presidencial
liberal Arturo Alessandri. Para tratar de impedir la victoria electoral de éste, quien
338Idem; p.40.
261
ejercía el poder político desde 1915, el conservador Juan Sanfuentes, agitó el
sentimiento chauvinista, con el pretexto de movimientos militares de Perú y
Bolivia. Mientras se encendía la alarma bélica por parte del gobierno nacional,
para estimular el patriotismo, la Federación de Estudiantes de Chile, realizaba
manifestaciones en oposición a la posibilidad del inicio de una guerra. Por asumir
esta actitud, el movimiento estudiantil sufrió por parte de las autoridades
policiales la destrucción de su imprenta, desde donde se editaba el órgano de
difusión de la Federación llamado Juventud, y la persecución de sus dirigentes. El
Club de Estudiantes fue saqueado por oficiales del ejército, junto a jóvenes de la
aristocracia y estudiantes reaccionarios, llevándole al Presidente los “trofeos”
arrancados, quien los felicitó y canceló la personería jurídica de la Federación339.
Muchos obreros y estudiantes fueron perseguidos y encarcelados, acusados de
haberse vendido al “oro peruano”. La Federación Universitaria Argentina hizo
pública la solidaridad con su par chilena, repudiando el ataque de que fueran
objeto, por medio de una resolución aprobada por unanimidad el 26 de julio de
1920.
En este marco de enfrentamiento entre la Federación de Estudiantes de Chile y el
gobierno nacional, se produjo un acontecimiento que marcará al movimiento
universitario chileno y latinoamericano. El 29 de septiembre de 1920, falleció a
los 24 años de edad en Santiago de Chile el estudiante universitario Domingo
Gómez Rojas, luego de padecer severos sufrimientos durante el encarcelamiento
al que fue sometido acusado de “subversivo” durante los ataques efectuados
contra la federación estudiantil. Gómez Rojas340, poeta y estudiante, fue
considerado el primer mártir del movimiento universitario latinoamericano: su
martirio estremecido a toda América, y en Chile su nombre se convirtió en
bandera de oprimidos y perseguidos341, dijo Gregorio Bermann. La movilización
popular que se produjo como consecuencia de este suceso, ya que el funeral se
339BERMANN, Gregorio; Juventud de América, México, Ediciones Cuadernos Americanos, 1946, p. 165. 340 Y pienso que algún día sobre la faz del mundo una justicia nueva romperá viejas normas y un futuro inefable, justiciero y profundo imprimirá a la vida nuevas rutas y formas. Domingo Gómez Rojas, de las “Elegías de la Cárcel”, en Del Mazo, Gabriel, ob. Cit. Tomo VI. 341 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p. 165.
262
realizó en la sala de la federación estudiantil y sus balcones fueron ocupados por
estandartes de todas las sociedades obreras de resistencia que declararon un paro,
contribuyó al triunfo electoral de quien fuera electo como Presidente de la
República al día siguiente, Arturo Alessandri. Pero los estudiantes universitarios,
daban a conocer su posición crítica en la revista Juventud, manifestando que
Alessandri “cosechaba” los frutos de un “martirio” que pertenecía a toda la nación
y de un ideal que no era el que propugnaba. Así fue como, un tiempo después de
ser ungido como presidente, comenzó a perseguir a los estudiantes, a pesar de las
promesas hechas de respeto hacia todas las ideas.
Cabe mencionarse como antecedente para la concreción de esta actitud solidaria
producida durante los funerales de Gómez, entre obreros y estudiantes, la
existencia desde 1918 de la “Universidad Popular Lastarria”. Ésta había sido
creada por la Federación de Estudiantes de Chile, y se proponía como objetivo la
instrucción de los obreros y trabajadores manuales, con el propósito de promover
y permitir el avance de las clases proletarias.
En 1922 se inició una campaña por parte de la federación estudiantil chilena para
poder llevar a cabo la reforma de los principios básicos, de los métodos y de los
programas de la Universidad, y de esta forma impulsar la renovación de la
institución de educación superior, para adecuarla a la cultura de la época342. Los
estudiantes, publicaron un manifiesto inicial para la campaña pro reforma
universitaria, en el cual diagnosticaban el estado de deficiencia en la que se
encontraba la Universidad de Chile, puntualizando que no respondía a las
finalidades individuales y colectivas que constituían la realidad social, y de la cual
debía nutrirse. Se resaltaba, por lo tanto, que los estudiantes eran los más
indicados para llevar a adelante la transformación institucional declamada como
indispensable, por no encontrarse motivados para su accionar por prejuicios ni
intereses creados.
Este es el momento en el cual se produjo la Reforma Universitaria en Chile, que al
igual que en Argentina, se partía de una crítica centrada en la institución
342 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.197.
263
educativa, en el hecho de encontrarse supeditada al único rol de forjar meros
profesionales. Por lo cual, la Universidad, no estaba en condiciones de cumplir su
misión individual y social, promoviendo el desarrollo de los ideales de verdad y
belleza, por sobre el desarrollo de las distintas aptitudes particulares, que eran
fomentadas por el “profesionalismo”. Se hacía un llamado para derrumbar los
conceptos denominados como “viejos”, para así permitir la apertura de la
Universidad a todas las corrientes científicas, éticas y estéticas.
El primer postulado planteado por los estudiantes para el nuevo formato
institucional, implicaba plasmar la aspiración de la representación del alumnado
en los organismos directivos de la Universidad. Ello garantizaría, para la
federación, la posibilidad de hacer efectivas las demandas y planteos estudiantiles
en los consejos por medio de sus representantes, permitiéndose el establecimiento
de verdaderas relaciones de simpatía y mutua comprensión entre los que enseñan
y los que aprenden. La necesidad de establecer este lazo pedagógico, para dar
lugar al acto educativo, había sido enunciada, como ya dijimos, en el Manifiesto
liminar escrito por Deodoro Roca, que tuvo difusión en Chile.
Luego, se planteaba la necesidad de transformar el sistema docente, mediante la
implantación de la “docencia libre”, que posibilitaba la creación de cátedras
alternativas a las dictadas por profesores titulares, siempre y cuando se reunieran
los requisitos necesarios de preparación especial y pedagógica para poder
desarrollar cursos libremente. De este modo, se consultaba el interés real de los
estudiantes, ya que por medio de la docencia libre, se establecía un proceso de
selección de los profesores por parte de aquellos; a la vez que se inducía a la
capacitación de todos los que aspiraran a dedicarse al servicio universitario para el
desempeño adecuado de sus funciones como titulares. Para que este proceso de
selección de profesores se desenvolviera de manera integral, se sostenía como
principio complementario de la docencia libre, el de la “asistencia libre” de los
alumnos a las cátedras. Este manifiesto llevaba al final las firmas del presidente de
la Federación Universitaria de Chile, Eugenio González, y el secretario, Raúl
Silva Castro.
264
En Uruguay existía el antecedente en cuanto a la participación de los estudiantes
en los órganos directivos desde 1908, como resultado del primer congreso
internacional de estudiantes americanos realizado en Montevideo en aquel año.
Sin embargo, la representación estudiantil en los consejos directivos, era indirecta,
ya que se encontraba supeditada a la elección de un egresado que no fuera
profesor, en cada Facultad.
Recién en 1921, después de producida la Reforma Universitaria en Argentina, se
institucionalizó la representación directa de los estudiantes en los Consejos
Directivos, con la posibilidad de elegir: un alumno de la Escuela, un profesor o un
graduado343. Por primera vez, se admitía que un estudiante se sentase en el órgano
directivo, a partir del impulso alcanzado a nivel continental por el movimiento
reformista, llegando a su máximo alcance con la realización del congreso
internacional de estudiantes universitarios llevado a cabo en México.
En Uruguay, la obra de renovación política que contemplaban las reivindicaciones
sociales y democratización institucional había sido realizada, en alguna medida,
por el gobierno de José Batlle y Ordoñez. Mientras en Argentina y en México, los
movimientos renovadores habían nacido de la misma sociedad, para luego
insertase en el ámbito político, en el caso uruguayo se llevó a cabo este accionar
de manera impersonal y “oficializada”, sin darse las condiciones para conformarse
una camada de intelectuales, como las que acompañaron aquellos procesos, y que
aparecieron luego en el espacio público nacional y continental promovidos por la
Reforma Universitaria. La juventud uruguaya no quería quedar aislada de la nueva
generación intelectual latinoamericana, y mediante la acción, y la difusión de
ideas de renovación, manifestaba sus intensiones de sumarse a su misma lucha. Lo
cual, encontraría su lugar ingresando a los partidos políticos, para transformarlos,
en consonancia con los tiempos nuevos en ciernes. Graficó esta postura, el ingreso
del dirigente estudiantil Carlos Quijano en 1921, al sector renovador, denominado
Radicalismo Blanco del Partido Nacional. Cabe mencionarse, la existencia de un
sistema de partidos políticos, de manera temprana en comparación con el resto de
343 ARDAO, Arturo; La Universidad de Montevideo. Su evolución histórica., Montevideo, Centro de Estudiantes de Derecho, 1950, p. 93.
265
los países sudamericanos, y que estaba constituido en base a la presencia del
Partido Colorado, que estaba liderado por Battle y Ordoñez, y el Partido Nacional.
Durante 1919, un grupo de estudiantes uruguayos conformó el “Centro de
Estudiantes Ariel”, su presidente y director del periódico que editaran, fue Carlos
Quijano. El programa, formulado por éste definía cuatro pilares básicos: idealista,
cultural, solidarista y a consecuencia de todo ello, ampliamente renovador344.
Marcaba de alguna manera, una línea de continuidad con la prédica de Rodó,
cuyas ideas fundamentales nutrían su doctrina. Por ejemplo, al establecer una
reafirmación del ideal ético, estético y de “verdad”, frente al “desborde utilitario”.
El problema principal era definido por su ubicación en el ámbito cultural, y su
resolución se encontraría por intermedio de una educación democrática. A la
cuestión social, la interpretaba Quijano como una cuestión moral, señalando que
no bastaba con el mejoramiento e incluso la renovación total de los fundamentos
económicos, si no estaban acompañados del mejoramiento de “los espíritus”.
Un aspecto importante que contemplaba el programa del centro “Ariel”, tenía
relación con expresar un rechazo a la influencia de la escuela liberal, y de lo que
se consideraba como el individualismo “mezquino y estéril”. Aparecía como
necesario completar “efectivamente” la trinidad percibida como inconclusa de la
Revolución Francesa: junto a la libertad, la igualdad civil, política y económica,
porque solo así puede concebirse “la igual posibilidad” de la que hablaba
Rodó345. Pero este programa, una vez dado a conocer públicamente, fue objeto de
acusaciones de encontrarse ajeno a los problemas reales del país, tanto desde
sectores gremiales como políticos.
Esta crítica, motivó a que se produjera un cambio en las autopercepciones de los
“arielistas”, desde mediados de la década del veinte, lo que se plasmó en la
editorial de la revista Ariel. Luego de intervenir en las luchas universitarias se
presentaba, no como una revista de apuntes, de recortes o de “vaga” literatura,
sino como una revista orientada y “combativa”, transformándose en una tribuna
344 ODDONE, Juan; El joven Quijano (1900-1933), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1986, p. 21. 345 Idem; p. 24.
266
para la renovación universitaria. Y se radicalizaban las definiciones propuestas,
con los planteos de una reforma total de la Universidad, asimilando la puesta en
práctica de esta obra de cultura y enseñanza, con el mismo espíritu que encarnaba
el régimen cultural de la República del Soviet. Se entendía y proyectaba la
concreción de la revolución, focalizada en el plano cultural, que era su espacio de
actuación. El centro “Ariel” y su revista, se hacían eco de la propaganda
argentina, coordinándola con la difusión de artículos publicados por reformistas
como los de Gregorio Bermann, “La revolución estudiantil argentina” y
Florentino Sanguinetti “Reforma y Contrarreforma en la Facultad de Derecho de
Buenos Aires”. Éste último texto formó parte del primer tomo de la compilación
realizada por Gabriel del Mazo en 1927.
La revista Ariel en la década de 1920, estableció un nexo entre la problemática
universitaria y su relación con la vida social y política. La encuesta personal,
aparecía como la vía más idónea, generándose de esa forma un espacio específico
para el debate de determinados temas, con la participación de figuras políticas e
intelectuales, como la del dirigente socialista Emilio Frugoni. En junio de 1920,
con el impacto que había causado la experiencia de la Universidad Popular de
Lima, a la cual se le dedicó un artículo en la revista346, los jóvenes reformistas
uruguayos del centro “Ariel” se decidieron a iniciar actividades de extensión
universitaria. Quijano, se dirigió a fines de 1920 al secretario de la Federación
Obrera Regional Uruguaya, Emilio González, para que formara parte de los
planes de extensión previstos, que incluían una serie de “conversaciones
familiares” en los diversos locales obreros de Montevideo, que trataban sobre
asuntos de ciencia, letras, artes y cuestiones de actualidad, y estarían a cargo de
estudiantes de distintas facultades. El trabajo de la inteligencia creadora, debía
aliarse cordialmente con el trabajo manual, afirmaba Quijano, quien dictó cuatro
conferencias literarias sobre sus temas preferidos: Rodó, Tolstoi, Rafael Barret y
Anatole France.
346 “La Universidad Popular de Lima” en Revista Ariel, Montevideo, agosto de 1920, Año I, Nº 12, p.15.
267
En 1923, se constituyó la organización que llevara a cabo la Reforma
Universitaria en Uruguay. Ésta era, la “Asociación Cultural Universitaria”, y
cumplió la función de la federación universitaria que se encontraba disuelta desde
hacía más de diez años347. La “Asociación” estaba presidida por Oscar Cosco
Montaldo, y era integrada y dirigida por estudiantes de todas las facultades de la
Universidad de Montevideo. El programa de Reforma Universitaria integral
propuesto, contenía los principios que propugnaban. En primer término, establecía
la modificación del estatuto universitario, para poder dar intervención en los
órganos directivos a los estudiantes, junto a los docentes, por medio de asambleas
comunes de profesores y alumnos, y eventualmente, de egresados, reunidas para
colaborar, como titulares de la soberanía del claustro, con los Consejos Directivos.
También se bregaba por obtener una autonomía pedagógica, económica y
administrativa de la Universidad. Ambos principios formaron parte nodal de los
postulados establecidos por la Reforma Universitaria de 1918. Luego aparecía,
otro de los puntos del formato institucional reformista argentino, que se definía
como la búsqueda de la democratización de la cultura y la aproximación de la
Universidad y el pueblo, a través de la extensión universitaria.
Se estipulaba, a la vez, como lo hiciera el congreso de estudiantes universitarios
reunido en Córdoba en 1918, el fomento de la investigación para poder desarrollar
una cultura integral, por medio de la creación de institutos de estudios, seminarios
y laboratorios. Otro de los principios que procuraban institucionalizar los
estudiantes uruguayos al igual que en Argentina, era el de la “libertad de
enseñanza”, que en el caso de la Universidad de Montevideo, permitía terminar
con la existencia de “cátedras vitalicias”, y daba lugar a las cátedras libres; junto a
la implantación de la “libertad de aprender”, que se complementaba con aquella,
suprimiendo la asistencia obligatoria. Un postulado que tuvo lugar en los planteos
elaborados por los estudiantes uruguayos, y que no alcanzó a tener aceptación por
sus pares argentinos, fue el de la gratuidad de la enseñanza.
El programa de Reforma Universitaria promovido por los estudiantes uruguayos,
afirmaba propender en materia política al mantenimiento del régimen republicano,
347DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p. 303.
268
combatiendo las dictaduras, y reivindicaba los postulados democráticos y el
principio de soberanía del pueblo, sustentado en las conclusiones establecidas por
la ciencia política en aquel momento. En materia espiritual se planteaba la lucha
contra la influencia de la Iglesia en la vida pública y educacional, en procura de
una defensa del pensamiento libre. En materia financiera, se concebía la necesidad
de nacionalización de las fuentes de riqueza, lo que garantizaría la independencia
económica, junto a lo cual se expresaba un rechazo al imperialismo de los Estados
capitalistas.
Todos estos principios previstos en el programa de reformas impulsado por la
“Asociación Cultural Universitaria”, se sustentaban desde el comienzo, según lo
expresara su máximo dirigente en: la palabra de aliento, ésta nos vino, como una
sola gran esperanza, de nuestros amigos y compañeros argentinos. Hacia ellos
nos dirigimos para buscar aliento y para adquirir experiencia348. A partir de este
momento, se inició una experiencia de intercambio intelectual entre Argentina y
Uruguay. Ello era comprendido como el medio más eficaz para operar la
“transfusión” de las ideologías renovadoras. Alfredo Palacios, Carlos Sánchez
Viamonte, Arturo Orzábal Quintana y Florentino Sanguinetti, fueron los
intelectuales que difundieron los postulados de la Reforma Universitaria en
Montevideo. Por su lado los estudiantes uruguayos se jactaban de enviar sus
mejores maestros a Buenos Aires, como Emilio Frugoni, Dardo Regulez y Carlos
Vaz Ferreira. Concluía la asociación universitaria rescatando estos actos, por
constituirse en un lazo de amistad con la juventud argentina, posibilitando una
coincidencia ideológica y un estado de “espíritu” semejante, con el prestigio que
se reconocía que rodeaba a ésta, por haber consolidado la más “audaz” tentativa
renovadora: la Reforma Universitaria que estalló en Córdoba en 1918.
En la República de Colombia, la Reforma Universitaria comenzó a mencionarse
en 1922, con la participación destacada figura del estudiante universitario Germán
Arciniegas, y estuvo estimulado por el mensaje de Ripa Alberdi en el Congreso
Internacional de Estudiantes realizado en México un año antes, según lo destaca
348COSCO MONTALDO, Oscar; La juventud universitaria del Uruguay, frente a la Reforma Universitaria y a los problemas de América, en Del Mazo, Gabriel, ob. Cit., p. 305.
269
Gregorio Bermann349. Aquel, fue el autor de un ensayo referido en tono crítico al
tipo de conocimientos producidos por la estructura universitaria, que la
experiencia reformista a nivel continental había puesto en cuestión, publicado en
1932 con el título: “El estudiante de la mesa redonda”. Constataba Arciniegas que
la obra de los profesores colombianos aparecía distanciada de los ideales jóvenes,
por lo tanto descartaba la posibilidad que proviniera de aquellos la iniciativa para
una organización institucional diferente, que satisfaga los anhelos estudiantiles.
En el análisis que hicieran los estudiantes colombianos sobre la Universidad
Nacional, en octubre de 1924, y que se publicó como un mensaje de la juventud a
los miembros de la misión pedagógica convocada por el gobierno con el objeto de
estudiar una reforma en la educación pública, se expresaba el deseo de contar con
los beneficios de los métodos nuevos, incorporados en las que se observaban
como las “naciones más adelantadas”. Comenzaban haciendo una crítica, y
manifestaban su desencanto con los estrictos criterios profesionales, que negaba
toda amplitud a la Universidad colombiana, en la que no tenían lugar ni las
ciencias sociales ni la preocupación filosófica. Junto a lo cual también se
rechazaban los métodos de evaluación docente, basados en la apreciación del
trabajo por el número de faltas que aparecían en una lista, y la apreciación del
saber por lo que se revelaba exclusivamente en un examen, en el cual no se
incentivaba a la realización de una apreciación personal por parte de los
estudiantes.
Pero para la juventud universitaria de Colombia, el problema principal radicaba en
la provisión de docentes en las cátedras. Esta se daba, según era denunciado, por
intermedio de la política partidaria, debido a que las Facultades no gozaban de
autonomía para nombrar a los profesores. No existía un mecanismo establecido
para consagrarse a la docencia, otorgándole absoluta discrecionalidad al gobierno
nacional para efectuar las designaciones. Y este criterio se exacerbaba en el caso
de las autoridades que ejercían la dirección, en cuya elección no intervenía la
Universidad, quedando supeditado al arbitrio total del poder político.
349BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p. 166.
270
Ante este panorama en el que se hallaba la Universidad de Colombia, los
estudiantes proyectaron un tipo de organización independiente, dueña de sus
propios recursos, y libre de toda tutela, para poder orientarse de acuerdo con: las
sugestiones de la ciencia y de la vida350. Se buscaba generar un reflejo del “alma
nacional”, que era caracterizada como contradictoria e inquieta, y que jamás
podría ser potestad exclusiva de algún poder político. Por otro lado, se aseveraba
que había concluido el sistema nemotécnico, desde el momento en que se habían
dejado de comprender los textos al “pie de la letra”. Mientras se mantuviera el
rigor de los textos oficiales, por encima del programa; y el laboratorio, el gabinete
y el seminario, no estuvieran generalizados, no estarían dadas las condiciones para
que la juventud universitaria pudiera involucrarse decididamente en la obra
educativa que lo situase en el lugar de protagonismo que se correspondiera con la
tendencia de las Universidades latinoamericanas. También era estipulado como
necesario otorgar importancia al tratamiento de los problemas sociales,
incluyéndolos su estudio por medio de las cátedras y de la extensión universitaria.
Se concebía como la mejor manera de organizar y dirigir la Universidad, con el
establecimiento de la cordialidad entre maestros y discípulos, que daba lugar a la
existencia de consejos de profesores y consejos de estudiantes, que obraran de
acuerdo para dictar leyes comunes. Como síntesis de la Reforma Universitaria, los
estudiantes colombianos proclamaban el funcionamiento del seminario al lado de
la cátedra, con la realización de cursos especiales, la creación de revistas, y que al
lado del programa se erigieran las bibliotecas. La adopción de la “docencia libre”,
como contribución al desarrollo pleno de las cátedras, y su complemento
necesario, que era la asistencia libre.
La Unión Latinoamericana.
Los propuestas esbozadas por Vasconcelos durante el Congreso Internacional de
Estudiantes en México, que estaban inscriptas en el contexto de una ambiciosa
reforma cultural, y que contemplaban la realidad del propio ambiente del que
formaba parte, tuvieron su correlato en la Argentina, en el movimiento de la
Reforma Universitaria y en la nueva generación intelectual, más claramente en el
350 “La Reforma Universitaria, mensaje de la juventud a los miembros de la misión pedagógica”, Bogotá, 1924, en “Del Mazo, Gabriel”, ob. Cit., p. 270.
271
“maestro” de la juventud argentina y americana: José Ingenieros. En el marco de
la visita del intelectual mexicano a la Argentina en 1922 para la sucesión
presidencial, la Revista Nosotros organizó una reunión en donde un grupo de
intelectuales a través de la palabra de Ingenieros le rindió homenaje a toda una
generación latinoamericana, y a la Revolución Mexicana, todo lo que representaba
la figura de Vasconcelos. El título del discurso era “Por la Unión
Latinoamericana”, y fue publicado en la Revista de Filosofía, con objetivos
manifiestos de articular la experiencia política en curso en el país azteca, cuya
constitución desde 1917 propendía a implementar un tipo de educación socialista
y a terminar con el analfabetismo, y se había instaurado un “avanzado”
colectivismo agrario con la expropiación de grandes feudos. Todo esto era
destacado por Ingenieros, en conjunto con los ideales nuevos promovidos por el
núcleo de intelectuales protagonistas y dinamizadores del movimiento de la
Reforma Universitaria proyectados desde Argentina hacia todo el continente.
El texto escrito por Ingenieros, tuvo un carácter fundacional respecto al análisis de
las características que adquiría el capitalismo en el continente, y por el planteo de
las alternativas propuestas ante ello, reivindicando a la Revolución Mexicana
porque comenzaba a plasmar los nuevos ideales, lo que la hiciera merecedora de
una rápida adhesión por parte de varios intelectuales, al igual que significó un
análisis y difusión de ésta experiencia. Saludaba, en primer término, la
regeneración de las costumbres políticas, que permitían efectivizar
progresivamente la soberanía popular, y la reforma educacional, que combatía el
analfabetismo, difundiendo el libro y renovaba la vida universitaria y artística,
diseminando ideales que dignificaban a sus ciudadanos. Todo lo cual inducía a la
consecuente renovación ideológica y social que se desarrollaban en México a
partir de la revolución, enarbolándola como un ejemplo para los países de
América Latina, a pesar de la “tendenciosa” información que las agencias
telegráficas norteamericanas difundían, lo cual generaba una ignorancia grande e
“imposible de ocultar”, por un lado .
Y por otro lado, destacaba lo que representaba la figura intelectual de
Vasconcelos, al cual calificaba como un revolucionario, por haber comprendido el
sentido histórico de la hora que le tocó vivir. Inicialmente, había formado parte de
272
las luchas que desde 1908 desembocarían en la Revolución Mexicana, y luego de
haber enfrentado al despotismo y el privilegio aglutinados alrededor del
presidente Porfirio Díaz, terminará sumándose al gobierno revolucionario que lo
derrocara, con “orientaciones firmes e ideales constructivos”351. Ingenieros
resaltaba la doble condición del intelectual mexicano, porque fue revolucionario,
Vasconcelos sabe hoy ser patriota, en esa noble significación del patriotismo que
consiste en honrar a la patria con obras buenas y no explotarla con
determinaciones malas. Porque fue revolucionario tiene el vehemente deseo de
acrecentar la justicia en la sociedad, sin encadenar voluntades a ningún
dogmatismo de secta o de partido352. En sintonía con esta definición, reivindicaba
su gestión pública, desde el rectorado de la Universidad, pasando por la
organización de las bibliotecas populares, hasta llegar al Ministerio de Instrucción
Pública, en donde pudo demostrar ser uno de los pocos espíritus nuevos, que supo
contemplar la situación del mundo, luego de la posguerra, sin sesgarse por
ninguno de los bandos enfrentados. Pero también era señalada la importancia de la
obra intelectual realizada por Vasconcelos, cuyos ensayos principales, como
“Pitágoras”, “El monismo estético”, “Divagaciones literarias”, “Prometeo
vencedor” y “Estudios helénicos”, fueron editados y comentados en la Revista de
Filosofía, dirigida por Ingenieros.
Ingenieros realizaba un llamado a los intelectuales del continente, e intentaba
avivar sus inquietudes por el porvenir, razón por la cual manifestaba la necesidad
de la unidad a través de las “fuerzas morales” de los pueblos latinoamericanos,
que sirviera de premisa a una futura confederación política y económica. De esta
manera, se posibilitaba resistir conjuntamente las coacciones de cualquier
imperialismo extranjero, fundamentalmente del peligro efectivo que imponía la
doctrina de Monroe al principio de las nacionalidades, a partir del derecho de
intervención que la sustentaba, o las nuevas formas de intromisión en los asuntos
internos de las naciones, que se daba mediante lo que denominaba “diplomacia
del dólar”. Este concepto, se inspiraba en la lectura del texto que había sido
351 INGENIEROS, José, “Por la Unión Latinoamericana” en PALACIOS, Alfredo; Nuestra América y el imperialismo, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1961. 352 PALACIOS, Alfredo; Nuestra América y el imperialismo, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1961, p. 24.
273
editado contemporáneamente a este discurso, “The dollar diplomacy”, escrito por
Joseph Freeman y Scott Nearing, cuya hipótesis central se basaba en el auge que
convertiría en hegemónico a nivel mundial al capitalismo norteamericano.
Frente al supuesto que Panamá representaba el límite “natural” de la expansión
imperialista norteamericana, Ingenieros advertía el error que implicaba mantener
la postura de que Sudamérica se encontraría a salvo del intervencionismo
colonialista, ya que ello había sido reemplazado por los nuevos mecanismos de
control financiero, directo o indirecto, que recaían sobre varias naciones del Sur.
Uno de esos mecanismos de control a los que se refería Ingenieros, era la toma de
un empréstito externo por parte de los gobiernos latinoamericanos, como el primer
eslabón en la cadena de sujeciones, que continuaba hipotecando su porvenir al
quedar en estado de insolvencia el tesoro público, necesitando recurrir a nuevos
prestamos pero con la exigencia de mayores garantías, y a los que terminaba por
someter el capitalismo estadounidense. Ingenieros mencionaba a José Martí como
un precursor, y luego citaba a José Enrique Varona, cuya conferencia “El
imperialismo a la luz de la Sociología” en 1905 fue precursora, avizorando el
trágico peligro de la absorción imperialista, en la cual se hacía mención, de
manera preliminar, a los mecanismos financieros de la nueva etapa del
capitalismo.
Por último hacía un llamado a la ruptura con el panamericanismo, ya que
confederar directamente a los gobiernos parecía irrealizable momentáneamente a
través de su iniciativa propia por la subordinación a la voluntad de los
prestamistas norteamericanos. Proponía en su reemplazo a la juventud
latinoamericana y a los intelectuales la misión de liderar un grupo de resistencia
sustentado en las “fuerzas morales” que enfrentaran a la expansión y a la
inmoralidad de los capitalismos imperialistas, a través de un movimiento que
promueva la solidaridad y cooperación entre las naciones en perspectiva de
constituir una unión latinoamericana, a la vez que cada nación realizara de
acuerdo a sus características propias una importante obra de renovación política,
ética y social, en función de acercar a las instituciones a los modernos ideales de
justicia social, tomando como ejemplo la obra realizada por la “nueva generación
mexicana”.
274
Una vez formada la opinión pública, realizada la “revolución en los espíritus”,
noción que se relacionaba con el de la “revolución en las conciencias”, acuñado
por Deodoro Roca, y que proclamara y protagonizara en plano cultural el
movimiento de la Reforma Universitaria, para Ingenieros, se posibilitaba por la
presión de los pueblos a sus gobiernos, a forzarlos a la creación de entidades
jurídicas, económicas e intelectuales de carácter continental, que sirvieran cómo
base para poder erigir la confederación proyectada. Finalmente recomendaba
como necesario, que el organismo nuevo no fuera una institución oficial ni
dependiente de los gobiernos, porque ello le quitaría toda libertad de acción y le
restaría eficacia, a causa de que esta labor no podían iniciarla los gobiernos
deudores sin que les cortara el crédito el gobierno acreedor. También sugería
Ingenieros, que la iniciativa debería surgir de los países más interesados, entre los
que se mencionaba a México, Cuba, y los de Centro América, así como el resto
que se hallaba en la zona de mayor influencia norteamericana.
José Ingenieros y Aníbal Ponce, formaron el Grupo Renovación, en enero de
1923, y editaron el periódico del mismo nombre, como “boletín mensual de ideas
y libros de la América Latina”, que dirigían ambos, pero firmaban sus artículos el
primero como Julio Barreda Lynch, y el segundo con el seudónimo de Luis
Campos Aguirre. En ese mismo momento, redactaron las bases de la “Unión
Latinoamericana”, sometiéndolas a la consideración de los escritores de América
Latina. Como primer objetivo se proponían coordinar las acciones de los
intelectuales y maestros latinoamericanos, para lograr desenvolver en los pueblos
una nueva conciencia de los intereses nacionales y continentales, como fase
preliminar para: una progresiva compenetración política, económica y moral, que
los encamine hacia una Confederación que garantice su independencia y
soberanía contra el imperialismo de los Estados capitalistas extranjeros353.
También planteaba el Grupo Renovación que simpatizaba con toda renovación
ideológica, que tendiera a capacitar a los pueblos de América para el ejercicio de
la soberanía popular. Desde este punto de vista, se impulsaba la difusión de la
353 PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 521.
275
instrucción pública, pero impregnándola de “ideales éticos superiores”. Esto se
traducía por un lado, en el perfeccionamiento de las formas representativas de las
instituciones políticas republicanas, haciendo referencia a la noción de democracia
funcional, y por el otro experimentando reformas económicas inspiradas por
anhelos de justicia social. Cabe recordar en este sentido, la definición plasmada
por Ingenieros en “la significación del movimiento maximalista”, sobre el
“sovietismo”354 como primer ensayo histórico de reemplazo de la representación
política indiferenciada y cuantitativa, por un tipo de representación técnica y
cualitativa. Luego, se auspiciaba la creación de entidades jurídicas, económicas e
intelectuales, de carácter latinoamericano, que sirvieran de base para poder
conseguir un acercamiento espiritual y la solidaridad política.
Se repudiaba, toda política financiera que limitara o comprometiera, en el futuro,
la independencia de los pueblos. Se hacia hincapié, particularmente, en la
“contratación de empréstitos”, que consintieran o justificaran la intervención
coercitiva de Estados capitalistas extranjeros en la política nacional e
internacional de América Latina. Y declaraba expresamente el Grupo Renovación
no tener ninguna vinculación oficial con los gobiernos latinoamericanos, lo que le
daba una total libertad de opinión sobre la política imperialista, considerado como
el principal peligro para la libertad de los pueblos latinoamericanos.
Por último, se emitió una declaración de principios, en abril de 1923, por parte del
Grupo Renovación, autodefinido como de jóvenes universitarios, para que sirviera
de base teórica, en la perspectiva de la formalización de la constitución de la
“Unión Latinoamericana”. Se comenzaba aclarando que se diferenciaba del
panamericanismo, porque ello era una invención norteamericana, para socavar la
independencia y la soberanía nacional de todos los pueblos de América Latina.
Tampoco, se identificaría como hispanoamericanos, porque ello excluiría de la
“Unión” a naciones como Brasil, sin cuya cooperación se concluía que sería
estéril todo esfuerzo contra el capitalismo imperialista extranjero. Del mismo
modo, se distinguía del “iberoamericanismo”, debido a que en algunas naciones el
elemento europeo incorporado a la población nacional era italiano o francés,
354 INGENIEROS, José; ob. Cit., p. 50.
276
latino, pero no ibérico. El Grupo Renovación afirmaba ser amigo de todas las
naciones latinas de Europa, pero declarando explícitamente sus propios ideales
latinoamericanos continentales, que tenían como objetivo la emancipación de las
tutelas europeas, más que su fomento, aún si coincidieran en rivalizar con la
“peligrosa” amenaza norteamericana. Queremos mejorarnos y unirnos para ser
dignos de vivir con características propias; no estamos dispuestos a ser
“colonias” comerciales ni espirituales de ninguna metrópoli norteamericana o
europea355.
Tres años después del discurso pronunciado por Ingenieros, se constituyó como
una nueva organización en Buenos Aires, la “Unión Latinoamericana”, (Sección
Argentina) cuya acta de fundación redactó el intelectual argentino el 21 de Marzo
de 1925, con alguna intervención de Arturo Orzábal Quintana y Carlos Sánchez
Viamonte. En ella se propugnaba: coordinar la acción de los escritores,
intelectuales y maestros de América Latina, para desenvolver en los pueblos una
nueva conciencia de los intereses nacionales y continentales, auspiciando toda
renovación ideológica, como fase preparatoria de una progresiva compenetración
política, económica y moral, que los encaminara hacia una Confederación que
garantizara su independencia y soberanía.
En términos prospectivos la propuesta de la Unión Latinoamericana se basaba en:
orientar las naciones de la América Latina hacia una Confederación que
garantice su independencia y libertad contra el imperialismo de los Estados
capitalistas y extranjeros, uniformando los principios fundamentales del Derecho,
público y privado, y promoviendo la creación sucesiva de entidades jurídicas,
económicas, e intelectuales de carácter continental356. El programa político que
encaminaba la acción sostenía: la solidaridad política entre los pueblos
latinoamericanos, condena del panamericanismo, supresión de la diplomacia
secreta, solución arbitral de diferencias jurisdiccionales y reducción de los
armamentos, oposición a toda política financiera que atentara soberanías
nacionales, nacionalización de las fuentes de riqueza, lucha contra la influencia de
355 PONCE, Aníbal; ob. Cit., Tomo IV, p. 523. 356 SANCHEZ VIAMONTE, Carlos; Crónica de ayer y hoy, Sesenta años del vivir argentino, México, Editorial José Cajica, 1971, pp. 197, 198.
277
la Iglesia en la vida pública, extensión de la educación gratuita, laica, obligatoria,
reforma universitaria integral; y reafirmación de los postulados democráticos, en
consonancia con las conclusiones “más recientes de la ciencia política”. A su vez,
formó parte fundamental en su apoyo, el Grupo Renovación, que redactaría un
periódico como órgano oficial de la Unión Latinoamericana, bajo la dirección del
estudiante universitario Gabriel Moreau, destacándose en el mismo la figura de
Aníbal Ponce bajo su seudónimo, “Luis Campos Aguirre”.
De este modo coinciden los planteos de la unidad latinoamericana con el análisis
retrospectivo realizado por Julio V. González, cuando desarrollaba la definición
ideológica de la nueva generación latinoamericana que surgiera de la Reforma
Universitaria en distintos momentos históricos. En 1918, para González, un
reformista era el estudiante sublevado contra sus maestros; en 1921, el americano
de la nueva generación que declaraba su divorcio con el pasado y su
disconformidad con el estado de cosas y sistema de ideas por que se regía la
comunidad de América, conformando en 1925 un hombre entregado a un ideal
reconstructivo tocado de un “fuerte sentido socialista”357.
Es destacable la presencia de varios miembros de la nueva generación en el acta
de fundación de la Unión Latinoamericana: Carlos Amaya, Alfredo Brandán
Caraffa, Julio V. González, Adolfo Korn Villafañe, Gabriel Moreau, Arturo
Orzábal Quintana, Carlos Sánchez Viamonte, Aníbal Ponce, Florentino
Sanguinetti. A su vez presidían y formaban parte de la organización dos de las
principales figuras de la generación inmediatamente precedente que eran guías
para la acción política de los reformistas; Alfredo Palacios y José Ingenieros. Este
último moriría poco tiempo después, y traspasaba el relevo generacional. No
obstante, en vida, advertía que se sumaba a las filas juveniles declarándose
guiado, y no guía de la nueva juventud americana, que ya había precisado la
ideología en la lucha contra el imperialismo. Manuel Ugarte era el presidente
honorario. Así se le reconocía el hecho de haber fundado la primera Asociación
Latinoamericana en Argentina en 1914, nacida del comité pro México, que
rechazaba la política imperialista de Estados Unidos, solidarizándose con la
357 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 36.
278
revolución mexicana. También Ugarte estuvo relacionado con la Reforma
Universitaria, ya que fue uno de los oradores en el acto de fundación de la
Federación Universitaria Argentina el 11 de abril de 1918.
En cuanto a los contenidos constitutivos de la Unión Latinoamericana, se
manifestaba que el repudio del panamericanismo oficial, implicaba oponer una
nueva organización popular basada en la defensa de la libertad de las naciones,
ante un tipo de organización diplomática que ejercía un vasallaje. Esta era la
Unión Panamericana, a la cual se calificaba como el órgano embrionario de un
“supergobierno”, que el imperialismo norteamericano, pretendía establecer en el
Nuevo Mundo, para beneficiar a los intereses petroleros. El dólar, como motor del
accionar del panamericanismo, era considerado por la Unión Latinoamericana
como su principal enemigo, al igual que a los políticos de los países que recurrían
al empréstito externo, que permitían de este modo la “invasión” del capitalismo
imperialista. Por último, se aclaraba el significado del concepto de latino en
reemplazo de hispano, en los términos del nuevo movimiento ideológico en
gestación, lo que no significaría una ruptura con todas las tradiciones españolas
comunes, sino exclusivamente con la casta clerical y monárquica que todavía
pervivía. La denominación adoptada no implicaba preferencias hacia Francia o
Italia en detrimento de España. La Unión Latinoamericana se encontraba tan
divorciada de la Francia de Poincaré, o de la Italia de Mussolini y la España del
marqués de Estella, como cercana y solidaria con la España de Unamuno.
Una de las primeras intervenciones públicas que realizó la “Unión
Latinoamericana”, tuvo lugar en Buenos Aires, en junio de 1925, ante una
ofensiva del gobierno estadounidense, contra la administración mexicana. Ésta, se
encontraba motivada principalmente, a raíz de que el presidente Plutarco Elías
Calles, había desconocido tratados a favor de propiedades petroleras
norteamericanas. Mientras el congreso mexicano debatía un proyecto de ley del
petróleo, el Secretario de Estado norteamericano envió una nota al gobierno
azteca en un tono amenazante. Su órgano periodístico, Renovación, planteaba que
aquel conflicto merecía una especial atención pública, ya que calificaba al
gobierno mexicano, como el más genuinamente representativo de los intereses y
aspiraciones populares, identificándolo como un mandato distintivo en América,
279
porque se ejercía inspirado en anhelos de justicia social. Al gobierno resultante de
la “Revolución Mexicana”, se lo consideraba un modelo a seguir para las
naciones, debido a que era concebido como impulsado por los ideales nuevos que
pugnaban por imponerse, en medio de la “desorientación y el caos capitalista”,
para poder conquistar la conciencia de los pueblos, y así llevar a cabo un nuevo
régimen de justicia y libertad358.
Paris, también fue escenario de una asamblea antiimperialista, en junio de 1925,
en solidaridad con el presidente Calles, organizada por José Ingenieros como
miembro fundador de la “Unión Latinoamericana” y la Asociación General de
Estudiantes Latinoamericanos creada por el dirigente universitario uruguayo
Carlos Quijano. Este había gestado, como ya se dijo, el centro de Estudios Ariel
en Montevideo, bajo la fórmula de la confluencia de las ideas políticas de
nacionalismo anti- armamentista, democracia y socialismo exento de todo
dogmatismo sectario. Aprovechando su estadía en Francia, invitado a participar de
los actos conmemorativos del centenario del nacimiento de Jean M. Charcot,
Ingenieros convocó a un acto público del que formaron parte numerosos
intelectuales, entre los cuales se destacaban Miguel de Unamuno, Víctor Raúl
Haya de la Torre, José Vasconcelos, Manuel Ugarte, José Ortega y Gasset, Miguel
Angel Asturias, entre otros.
El mismo Ingenieros pronunció el discurso que inauguró el acto, y se refirió al
general de la Revolución, Calles, que había sido maestro de escuela, como alguien
formado en las ideas socialistas modernas, consciente de las finalidades de su
tierra, y conductor de México hacia la conquista de las reformas sociales,
mediante un gobierno de “reparación y justicia”. Calles se había declarado como
continuador de la obra revolucionaria de Zapata, sosteniendo el principio de “la
tierra para el campesino”. El programa político que estaba realizando, era
resaltado como un ejemplo a seguir para todas las naciones americanas. Haya de
la Torre, en nombre del Frente Único de las Juventudes de Trabajadores Manuales
358 Renovación, Órgano de la Unión Latinoamericana, Buenos Aires, Junio de 1925.
280
e Intelectuales de América359, que era el APRA, se proponía exponer el
pensamiento de la nueva generación antiimperialista latinoamericana. En este
sentido, afirmaba que la característica revolucionaria de la nueva generación
estaba dada por haber abandonado los caminos románticos, para enfrentar el
“peligro yanqui”, dejando a un lado su visión en términos de un conflicto de razas,
y hasta como un conflicto de culturas, para concebirlo desde sus raíces
económicas, como una cuestión de clases sociales. Desde allí, se podía avanzar
hasta plantear de modo integral el problema político y social que el imperialismo
había creado en los pueblos latinoamericanos, para así poder señalar el camino
indicado para su solución. La misión propuesta por la nueva generación
latinoamericana, tenía que ver con la realización de la obra de unir a los pueblos,
bajo la égida de los trabajadores, en contraposición con los gobiernos que
siguiendo los dictados del imperialismo norteamericano, mantenían a los países
divididos. Este discurso, como el pronunciado por Ingenieros, fueron transmitidos
telegráficamente, en sus párrafos centrales, a todos los países de Europa y
América, adquiriendo importantes repercusiones, esta asamblea antiimperialista,
en los círculos oficiales norteamericanos.
En Córdoba también se creó una filial de la “Unión Latinoamericana”, en 1927,
con la presencia de varios de los protagonistas de la Reforma Universitaria de
1918. Su presidente era Deodoro Roca, y la integraban Saúl Taborda, Gregorio
Bermann, Jorge Orgaz, Gumersindo Sayago, Enrique Barros y Carlos Astrada
Ponce como vocales. Dando a conocer un Manifiesto, en el cual se dirigían a los
trabajadores manuales e intelectuales de América, para conformar el “frente único
de la justicia”. Sus lemas se tomaban de los que Haya de la Torre formulara como
presidente de la Federación Universitaria del Perú al entregar a la juventud
universitaria de México el 7 de mayo de 1924 la bandera de Hispano-América de
la nueva generación latinoamericana, hecha con el dibujo del Continente de oro
sobre un fondo rojo, como “enseña de juventud, de justicia y de unión”, lo que
implicará el comienzo de la conformación del APRA. Su órgano oficial será desde
ese momento el periódico Indoamérica, término con el que se designaba a
359 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; Por la emancipación de América Latina, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1927.
281
América Latina, distinguiéndose doctrinariamente de los demás. Sus objetivos
propugnados se definieron en diciembre de aquel año, y fueron dados a conocer
en noviembre de 1926, con la publicación del artículo de Haya de la Torre en
inglés y en Inglaterra: “What is the APRA”360. Acción conjunta de los pueblos de
América: 1º contra el imperialismo yanqui; 2º Por su unidad política, para la
supresión de la explotación del hombre por el hombre, por la socialización de las
industrias y el reparto de la tierra; 3º Por la internacionalización del canal de
Panamá; 4º en favor de todos los pueblos oprimidos del mundo361. Estos
contenidos temáticos coincidían casi plenamente con los cincos puntos del
programa máximo propulsado por el APRA, con el sutil agregado realizado por la
filial cordobesa de la Unión Latinoamericana, mediante la mención explícita que
propugnaba suprimir la “explotación del hombre por el hombre”. Esta aclaración,
se anticipaba a la escisión producida en 1928, como consecuencia de la polémica
política e ideológica entre Mariátegui y Haya de la Torre, en relación a los
aspectos constitutivos del imperialismo, el socialismo, y la cuestión nacional, y
sus diferencias, lo que hasta ese momento confluía en un mismo movimiento
cultural y social.
El Manifiesto por medio del cual hacía su presentación la filial Córdoba de la
Unión Latinoamericana362, expresaba que la intervención militar de Estados
Unidos en Nicaragua agitaba nuevamente la conciencia de América, y actualizaba
los postulados de la asociación de la que formaba parte. Frente a la existencia de
lo que era percibido como un peligro común, se enunciaba la activación de la
solidaridad entre los amenazados, señalando en que consistía aquel para poder
apercibirse de la defensa apropiada. Primariamente, era considerada la doctrina
Monroe, como la “más fina ganzúa internacional” en manos de la “codicia y la
360 The Labour Monthly. A Magazine of Intenational labour. What is the A.P.R.A.?, Haya de la Torre, Vol. 8, December, 1926, Nº 12, p. 756. Programa Máximo: 1º Acción contra el imperialismo yanqui 2º Por la unidad política de America Latina 3º Por la nacionalización de tierras e industrias 4º Por la internalización del Canal de Panamá 5º Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo 361 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.347. 362 Manifiesto de la Filial Córdoba de la Unión Latinoamericana, en “Del Mazo, Gabriel”, ob. Cit., p. 348.
282
violencia” del imperialismo norteamericano, en función de sus necesidades
circunstanciales, lo que terminaba por convertir al supuesto de la seguridad de los
estados latinoamericanos en manos de los Estados Unidos, en un mito. El
Manifiesto denunciaba que el factor objetivo que movilizaba a la ingerencia
estadounidense en los países de América Central y del Sur, era la necesidad de
asegurar su predominio comercial, fundamentalmente, el monopolio de la
explotación de la “inmensa” riqueza petrolífera continental.
La conquista del petróleo era considera como el quid de las relaciones
internacionales a lo largo del continente americano, y con el recurso de la doctrina
Monroe al que recurría asiduamente el gobierno de Estados Unidos, se apartaban
los intereses europeos que podrían interferir en el área de influencia
norteamericana. Del mismo modo se había nutrido de esta doctrina en la
“liquidación” de la gran guerra, para reconquistar el “esplendido aislamiento” de
Norte América y descargar sobre Europa las consecuencias de la victoria
mundial363 . Así, se percibía el traspaso del eje del poder económico y político de
los países capitalistas desde Inglaterra hacia Estados Unidos, luego de la
intervención de éste que significó el desenlace de la guerra a favor de los aliados.
A diferencia del sistema de equilibrios inestables de los Estados europeos, con el
movimiento ascendente y descendente de las naciones de manera constante, en
Latinoamérica, concluía el Manifiesto, que las alianzas hegemónicas o
limitadamente defensivas habían fracasado. El ejemplo de ello era el Tratado
A.B.C., cuyo propósito fue intervenir como mediador durante el desarrollo de la
Revolución Mexicana, como contrapeso de la acción panamericana hegemonizada
por Estados Unidos. América era considerada como un continente “auroral”, del
cual era necesario apartar los “viscosos” reflejos de la política de Europa, para
poder dar lugar a una concepción prospectiva, que permitiera el crecimiento de
sus repúblicas. En los mismos términos establecidos por Saúl Taborda, en sus
“Reflexiones sobre el ideal político en América”, se concebía a la “plutocracia
yanqui” como la más temible de occidente. Esto se debía a que su política era de
tipo mundial, y poder comprenderla abría la posibilidad de considerar los propios
363 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.348.
283
problemas de los países latinoamericanos, e incluso sus inquietudes más
importantes.
El punto neurálgico que se remarcaba en el Manifiesto de la filial cordobesa de la
Unión Latinoamericana, estaba situado en la atribución tutelar que llevaba
adelante Estados Unidos con respecto al continente americano: Todo
apartamiento institucional, toda desviación o toda creación o toda experiencia
que se aparte del tipo de las instituciones políticas o económico-sociales que
constituyen la estructura de su sistema tendrán en esa tutoría un obstáculo
inmediato y cierto364 . Cualquier pretexto que podía dar lugar a la intervención
norteamericana, era denunciado, y se ponía como ejemplo, supuestas actividades
bolcheviques en México, disimulándose así ingerencias que iban en contra del
derecho internacional, y sometiendo tácitamente a los países latinoamericanos a
su magisterio imperial, basado en contenidos “vagos y místicos”. Los cuales, sin
embargo, arraigaban en el continente, a través de la doctrina que establecía la
“inmadurez” de las repúblicas para lograr su consolidación por sí mismas, y por lo
tanto la necesidad de recurrir al panamericanismo.
La búsqueda “febril” del petróleo por parte del imperialismo norteamericano, era
observada en el Manifiesto, como un nuevo impulso para dar lugar a la doctrina
que ponía en condiciones de inferioridad a los países latinoamericanos,
proyectándola de una manera cada vez más acentuada hacia la región sur del
continente, en donde era considerada únicamente como tema de disertaciones.
Chile, Perú, Bolivia y Argentina, serían los nuevos escenarios que constituirían un
nuevo foco de perturbación internacional. Se alertaba que mientras se llevaba a
cabo el diálogo en los congresos panamericanos, la “Standard Oil” ganaba
lugares en las realidades de aquellos países tendiendo “sutiles” redes. Se tomaba
como ejemplo la conferencia de Santiago Chile presidida por el presidente
Alessandri, en la cual se puso en práctica el arbitraje en el pleito de la guerra del
Pacífico, pero para obligar a hacer terciar a Bolivia en una situación que le era
ajena, mediante la revisión del tratado de la posguerra, obligándola a entregar sus
puertos al mediador, que era parte interesada. Estados Unidos, que cumplía ese
364 Ibidem; p.349.
284
rol, sólo estaba interesado en tener una salida al mar propia y protegida por su
fuerza, para poder trasladar el petróleo del altiplano.
Otro de los pleitos anacrónicos denunciados por la filial Córdoba de la Unión
Latinoamericana, tenía que ver con los límites entre Bolivia y Argentina.
Nuevamente la “Standard Oil Company”, en función de sus intereses emplazados
en la economía boliviana, “actualizaba” una vaga disputa entre ambos países. Esto
llevaba a reconocer, la soberanía de Bolivia sobre territorio que había sido
históricamente argentino, pero por donde pasaban los más ricos yacimientos
petrolíferos del norte del país. Luego de precisar los términos del accionar del
imperialismo norteamericano, se interpelaba a las autoridades nacionales a tomar
decisiones políticas para poder contrarrestarlo: El senado de la nación no debe
aprobar ese tratado “ad referéndum” sin una amplia y pública discusión, a la
cual sea previa una prolija y previsora legislación del petróleo, que salve también
el porvenir de las demás cuencas petrolíferas del país365.
Se auguraba, que Norte América necesitaría del mineral no renovable, debido a
que sus reservas propias se agotarían en un plazo no muy extenso. Esta situación,
impulsaba a los países que aspiraban a realizaciones mundiales, como los Estados
Unidos, a encaminar sus esfuerzos a la conquista del petróleo. Las formas que a
partir de ese “esfuerzo central” se producirían, iba a dar la fisonomía de los
futuros problemas internacionales que asumirían los países de Centro y Sur
América. Este era el principal peligro señalado por la Unión Latinoamericana, y
hacia el cual enfocaba sus preocupaciones dominantes. Ante este mapa de la
situación por la que atravesarían irreversiblemente la mayoría de los países
latinoamericanos, se proponía una defensa pacífica, pero decidida y previsora.
Para de esta manera, poder estar en condiciones de defender las instituciones
económicas y sociales, que se correspondieran con la perspectiva de un destino
común continental. Si así no lo hicieran, se ponía en duda la posibilidad de
realizar una vida plenamente soberana para las naciones latinoamericanas, sin
alcanzar a tener prácticamente el derecho de modificar sus propias leyes
constitucionales, que aseguren una mejor justicia a los oprimidos de la tierra366.
365 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.350.
285
En sintonía con esta postura política asumida, se levantaba la voz de protesta
contra las ingerencias bélicas del imperialismo norteamericano, en Nicaragua, y
los ataques “solapados” a la soberanía mexicana, y realizaba un llamamiento a los
trabajadores intelectuales y manuales de América, incitándolos a la acción
conjunta, como parte del programa de la nueva asociación, para poder estar en
condiciones de enfrentar los problemas que estos hechos les planteaba a sus
pueblos.
Como interpreta Beatriz Sarlo, la “Unión Latinoamericana”, proyectó en un plano
continental a la “Reforma Universitaria”367. Era parte de un clima de época, de
mediados de la década de 1920, que atravesaba toda la producción cultural e
intelectual, y llevó a la conformación de lo que se identificaría como el “Frente
Único de la Juventud”, con el propósito de abordar la problemática americana
desde un ángulo cultural. Éste, tenía como eje aglutinador la división entre lo
“viejo y lo nuevo”, persiguiendo el proyecto a futuro de una renovación estética,
moral o política de la sociedad, y estaba constituido por las Revistas, Inicial,
Proa, Sagitario, Valoraciones, Prisma y Martín Fierro.
Estas redes intelectuales conformadas en Argentina, tuvieron su correlato a nivel
latinoamericano, a lo largo de los años 20, confluyendo con la constitución en el
espacio público continental del movimiento aprista. Éste se erigió desde su
creación, en una instancia de coordinación de grupos de estudiantes, intelectuales
y jóvenes políticos, como señala Eduardo Devés Valdés368. Un elemento
fundamental para la existencia de esta red de pensadores latinoamericanos, estaba
dado por la aceptación de interlocutores válidos. A esto se llegaba, por relaciones
de conocimiento personal o de las obras, por la reciprocidad de referencias y por
la preocupación por similares problemas, como la Reforma Universitaria, la
cuestión del mestizaje con énfasis en lo popular-social, o el afán de unidad
latinoamericana y el antiimperialismo. En los tres intelectuales latinoamericanos
que se analizarán, Haya de la Torre, Mella y Mariátegui, se dio la existencia de
366Ibidem; p.351. 367SARLO, Beatriz; Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003, p. 110. 368 DEVES VALDES, Eduardo, ob. cit., p. 164.
286
todas esas características, aunque con divergencias ideológicas que se irán
agudizando, en función de las posturas políticas adoptadas ante cada tema, por
cada uno de ellos.
El cambio de las condiciones políticas y su influencia en la Reforma
Universitaria, a través de las posturas de la nueva generación intelectual.
A partir del año 1927, se comenzó a producir un viraje en el clima de las ideas
políticas a nivel argentino y latinoamericano, que modificará la percepción por
parte de los miembros del movimiento reformista, así como de los actores sociales
con los cuales establecía relaciones, y conformaba acuerdos ideológicos, que los
llevaba a actuar conjuntamente, mediante alianzas político-culturales, constituidas
por las Ligas Antiimperialistas existentes desde 1924, el APRA y la Unión
Latinoamericana. La relativa estabilización del capitalismo, desde 1923 en
concordancia con el reflujo de los movimientos revolucionarios del proletariado
en Europa, derivó en que la Internacional Comunista, en su Quinto Congreso
Mundial de 1924 dirigiera sus expectativas hacia la alianza establecida en China
con el kuomingtang, por medio de la táctica de un frente de masas, que
encabezaba el líder nacionalista Sun Yat Sen. Sin embargo, el fracaso de este
movimiento en 1927, que concluyó en una masacre de los militantes comunistas
llevada a cabo por sus mismos aliados, condujo a lo que se denominará
posteriormente como el tercer período, cuyo carácter principal estaba dado por la
adopción de la táctica de lucha de “clase contra clase”. Este cambio estratégico,
afectó directamente la interpretación y el contenido ideológico que le imprimían
los intelectuales relacionados con la Reforma Universitaria, en cuanto a su
proyección desde este momento. Aníbal Ponce y Julio González anticiparan estas
nuevas posturas, que se profundizaran en los siguientes años, a nivel de la
intelectualidad latinoamericana.
El prólogo que escribió Aníbal Ponce al texto “La Reforma Universitaria” de Julio
González, publicado por la Revista Sagitario en 1927, se tituló “Hacia la
democracia proletaria”. En él, Ponce, afirmaba que el año 1918 representaba para
América Latina el aniversario de dos revoluciones, una de las cuales estaba
vinculado con el movimiento transformador de las universidades en Argentina.
287
Aunque advertía, que desde 1923 la Universidad había quedado en manos de la
reacción conservadora, cuya explicación la encontraría, en lo que consideraba que
fue: un movimiento a ciegas, un gesto de rebeldía casi inconsciente, un cambio de
postura casi reflejo. Para destruir puede bastar el impulso; para edificar es
necesario el método. Las revoluciones no se imponen en la imprecisión o en la
incertidumbre, aunque puedan comenzar en el desasosiego o en la inquietud.
Pero para triunfar y convertirse en hechos, es necesario que cristalicen en las
formas definidas de la idea directriz369. Para Ponce, las “masas estudiantiles” que
“tomaron por asalto” la vieja Universidad, no carecían de un ideario propio, que
estaría dado por las nociones del “novecentismo”, la “nueva sensibilidad” y la
“ruptura de generaciones”, lo que era calificado conjuntamente como un tipo de
ideología laxa. Ya que interpretaba Ponce, que este tipo de ideología podría servir,
tanto a un “liberalismo discreto” como a una “derecha complaciente”.
La crítica también abarcaba a la fraternidad entre estudiantes y obreros, que se
veía como insuficiente, ya que a pesar de reconocer la participación de aquellos en
el mitin de la huelga, o su colaboración con los trabajadores por intermedio de
artículos o declaraciones públicas, no alcanzaría para “sentirse proletarios”. La
causa de esta imposibilidad era atribuida a que los estudiantes se encontrarían
apresados por los restos de la “vieja educación”, por lo que a pesar de expresarse
con un lenguaje de “izquierda”, reconocían que formaba parte de un mero
“aprendizaje teórico”. Así, llegaba a la conclusión, que por esta actitud, el obrero
observaba a los estudiantes con simpatía, pero “sin fe”, y la burguesía con
desconfianza, pero “sin temor”. De esta forma, el movimiento estudiantil
reformista, quedaría supeditado a ser conquistado mediante prebendas, por parte
de los grupos conservadores de la Universidad, que con una “clara conciencia” de
sus intereses, los sedujo con su política y corrompió con sus vicios. La Reforma
Universitaria pasaba a redefinirse como un fácil “trampolín” para oportunistas y
aduladores. Esta polémica establecida por Ponce con el movimiento reformista, se
ubica en un momento de su trayectoria intelectual, que Oscar Terán370, delimitó
369 PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 538. 370 TERAN, Oscar; “Aníbal Ponce o el marxismo sin nación”, en ob. Cit., pp. 148, 149.
288
como de variación de su pensamiento, para encaminarse hacia una postura
definida como la expresión manifiesta de adoptar el marxismo.
Éste diagnóstico crítico tenía como corolario la afirmación establecida por Ponce,
en sintonía con la nueva estrategia adoptada por la Internacional Comunista, que
la guerra europea había acelerado la decadencia de la sociedad capitalista, para
plantear los problemas sociales en “términos extremos” de su pertenencia a la
burguesía o al proletariado. La Reforma Universitaria, no podía ser más que un
aspecto de: esa otra transformación que está echando abajo las columnas de la
sociedad en que vivimos. Toda otra interpretación le haría malograr, una vez
más, el generoso impulso que la alienta371. En esta línea, Ponce expresaba que los
hombres jóvenes reformistas, estaban en condiciones de distinguir cuales eran sus
enemigos y sus aliados, así como estipulaba también que las conquistas de
reglamentos y estatutos, pasaban a convertirse tan sólo en instrumentos
subalternos, ante el desafío histórico propuesto, que sería el de preparar el
advenimiento de la “democracia proletaria”.
El 22 de septiembre de 1927, Julio González pronunció un discurso en el
Anfiteatro de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires,
en un acto organizado por la Federación Universitaria, en rechazo a la suspensión
de siete alumnos que eran miembros del Partido Reformista Centro Izquierda, que
se habían manifestado con un criterio antimilitarista, repudiando una charla dada
por miembros de las Fuerzas Armadas en la Facultad de Derecho. Del acto
participaron intelectuales y protagonistas de la Reforma Universitaria, como
Homero Guglielmini, Gabriel del Mazo, Emilio Biagosch y Alfredo Palacios, y
tenía como objetivo la creación de una nueva organización política, que sería el
“Partido Nacional Reformista”. González, hacía una reconstrucción histórica,
desde el momento de la publicación del Manifiesto liminar, en el cual se abrió una
perspectiva que impulsó al movimiento reformista a tomar posturas públicas,
sobre distintos episodios atravesados por la colectividad. Entre ellos se
destacaban, la semana de enero de 1919, la aparición de la Liga Patriótica, el día
de los trabajadores, el aniversario de la revolución de mayo, el 14 de julio, el
371PONCE, Aníbal; ob. Cit. Tomo IV, p. 538.
289
imperialismo norteamericano, la cuestión del petróleo hasta los episodios de los
militares en la Facultad de Derecho, todos los cuales fueron objeto de un
posicionamiento político, por parte de la nueva generación argentina
proyectándola en todo Latinoamérica, en términos ideológicos, bajo la bandera de
la Reforma Universitaria. La adopción de las posturas asumidas por el
movimiento reformista, fue delimitando una definición en cuanto a su ideario,
caracterizado por haber hecho una “profesión de fe democrático-proletaria”,
antichauvinista, anticlerical, pacifista, antimilitarista y antiimperialista. Se
afirmaba por lo tanto, que luego de una década, podía declararse la existencia de
una “conciencia nacional reformista”.
Con la asunción de esta nueva actitud política, González reafirmaba la vigencia de
los postulados establecidos por la Reforma Universitaria ante el nuevo contexto
político que se estaba abriendo. A diferencia de Ponce, rescataba en términos
propósitos, las distintas matrices ideológicas que habían forjado el movimiento
reformista, incluso induciendo la posibilidad de que se transformara en un Partido
Político, al igual que lo estaba por llevar a cabo el APRA en Perú. Para
Portantiero, este proyecto de un partido autónomo se tornaba imposible, por la
estructura compleja, de la que formaban parte las masas populares en
Argentina372. La existencia de una importante tradición de luchas sociales, un
sindicalismo relativamente poderoso que se mantenía en vigencia, la presencia de
diputados socialistas desde 1904, la presencia del anarquismo, del comunismo y el
yrigoyenismo como movimiento de masas, condujeron al fracaso de la intentona
de González, y otros reformistas, para transformarse en una nueva organización
política, que se proponía devolver al pueblo, y en especial al proletariado, el
decisivo apoyo recibido en vísperas de la Reforma Universitaria de 1918. A pesar
del rotundo fracaso de la iniciativa política, González establecía una diferencia
con las posturas críticas y de estigmatización de la Reforma Universitaria
asumidas por Ponce, y así comenzaban a quedar en evidencia las diferentes
trayectorias que empezaban a adoptar, los miembros de la nueva generación
intelectual ante el cambio de las condiciones políticas en ciernes.
372 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 87.
290
Haya de la Torre, el APRA, y el frente único de trabajadores manuales e
intelectuales.
El Congreso Antiimperialista mundial reunido en Bruselas en febrero de 1927, fue
escenario del comienzo de las discusiones ideológicas, que abrirán una fisura en la
nueva generación latinoamericana, entre los sectores apristas y los comunistas,
que a la vez se diferenciaran posteriormente entre sí por adherir o no a la nueva
estrategia establecida por la Tercera Internacional. Ella se fijará definitivamente a
partir de su Sexto Congreso en 1928, con la introducción de modificaciones a la
táctica del “frente único”, para ingresar al denominado tercer período, de “clase
contra clase”, en el cual las clases medias, consideradas como parte de la pequeña
burguesía reformista, al igual que el nacionalismo revolucionario, pasarían a jugar
un papel reaccionario, bajo una hipotética visión catastrófica del futuro inmediato
de la sociedad capitalista. Mientras tanto los sectores apristas comenzaban a
transformar al APRA de un movimiento o frente aglutinador de trabajadores
manuales e intelectuales en un partido político.
Participaron en ese congreso, figuras intelectuales de filiación de izquierda a nivel
mundial. Lo presidieron Henri Barbusse, Máximo Gorki, la viuda de Sun Yat Sen,
creador de un partido de masas, que será la referencia para la proclamación del
Kuomingtang como un bloque de clases, quien fuera asesinado en China en 1925,
los líderes laboristas James Maxton y Georges Lansbury y Alfonso Goldschmidt.
También formaron parte como invitados, Romain Rolland, José Vasconcelos,
Manuel Ugarte, León Blum y Mahatma Gandhi, quien finalmente no pudo asistir.
Estuvieron presentes Victorio Codovilla, que en aquel momento actuaba como
uno de los dirigentes del Partido Comunista Argentino, Carlos Quijano, Julio
Antonio Mella, Eudocio Ravines y Haya de la Torre.
El APRA no había sido invitado oficialmente, pero sí algunos apristas junto a
otros intelectuales latinoamericanos. Como promotor del Congreso internacional
contra la opresión colonial, los días 11, 12, 13 y 14 de febrero de 1927 en Bélgica,
aparecía la “Liga Antiimperialista Mundial”, sostenida por la Internacional
Comunista, a la cual Haya de la Torre se había negado a adherir, ya que la
consideraba como unilateral. El 22 de enero de 1927, Haya de la Torre expuso la
291
tesis de “los cuatro sectores” en Paris durante la fundación del primer centro de
estudios antiimperialistas del APRA, que luego expondrá en Bruselas, y terminará
siendo aprobada por la comisión latinoamericana y la asamblea del congreso.
El título de la tesis presentada por Haya de la Torre era: “Los cuatro grandes
sectores del imperialismo yanqui en América”373. En ella, se establecía la
necesidad de descubrir por intermedio del estudio, los mecanismos por los cuales
el imperialismo comienza su accionar, primeramente a través de los empréstitos, y
las concesiones, en línea con el análisis de Ingenieros, -que ya vimos-, para luego
culminar entrando en una etapa de colonización y violación de la soberanía
nacional. De esta forma, se distinguía el fundador del APRA, de la interpretación
clásica del imperialismo, que lo hacía desde un criterio estrictamente militar.
Siguiendo este nuevo criterio, se delimitaba que los estudios sobre el imperialismo
en América Latina debían distinguir los cuatro grandes sectores y zonas de su
accionar. El primer sector, del Caribe, lo componían: México, Centro América,
Panamá y las Antillas. En esta zona, se unían los intereses directos de expansión
económica y los indirectos de estrategia militar, la construcción de canales
interoceánicos y bases navales de defensa para los Estados Unidos y de control y
ataque para América del Sur. En este sector, el imperialismo habría superado el
período de la concesión, el tratado y la acción diplomática, para entrar en el de la
acción agresiva de la amenaza o de la violencia. El desembarco de las tropas
norteamericanas en Cuba, Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Honduras, Panamá y
México, constituían el ejemplo histórico de la forma que adquiría el imperialismo
en esta zona del continente.
Al segundo sector, Haya de la Torre, lo denominaba el de las “repúblicas
bolivarianas”. Estaba conformado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y
Bolivia, y era caracterizado como correspondiente a un período en donde el
accionar imperialista se basaba todavía en el empréstito, la concesión y el tratado.
Se intervenía de esta manera “velada” en la marcha de la política interior de los
países, alentando los despotismos, ejemplificados en la figura del dictador Gómez
373 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. Cit., p. 207.
292
en Venezuela, y convirtiendo a sus gobiernos, por medio del apoyo financiero, en
agentes del imperialismo.
El tercer sector estaba compuesto por los países en donde las condiciones
económicas habían producido mayor desarrollo nacional, por causa de la erección
del Estado de modo más definido y estable, como “instrumento de opresión de
una clase sobre otra”. A la vez, que contaban con un proletariado más organizado
y numeroso, y estos eran los países del Río de la Plata: Argentina, Uruguay,
Paraguay y un sector de Chile. Estas repúblicas, tenían la característica de haberse
tornado en el campo de mayor influencia del imperialismo británico, a la vez que
en los lugares donde el capitalismo industrial lograría su avance más importante
en América Latina. Ésta era la zona en la cual el imperialismo norteamericano
adquiría definidamente un aspecto financiero, bancario, de crédito industrial y
agrícola, y en donde se generaba la formación de grandes compañías, lo cual se
daba bajo el paraguas estatal que aseguraba y garantizaba el accionar de la clase
dominante, garantizándole las condiciones estables para su desenvolvimiento. El
cuarto y último sector, lo constituía Brasil, que con excepción de Chile, sería el
país latinoamericano donde Estados Unidos tendría mayor cantidad de
inversiones. Esto era posible debido a las peculiares condiciones económicas,
políticas y sociales, que convertían a la fisonomía característica para el
desenvolvimiento de este país, en un vasto campo para los imperialismos más
fuertes.
Esta tesis, sostenida en el congreso antiimperialista por Haya de la Torre, y que
será constitutiva en el programa ideológico del APRA devenido en un partido
político, a pesar del desacuerdo de los delegados comunistas, término siendo
aprobada. Para Luis Alberto Sánchez374, ello se debió a que los organizadores, en
línea con la Tercera Internacional, estaban más interesados en lo que concernía a
las colonias africanas y asiáticas, adonde se centraban las mayores expectativas
por la existencia de importantes movimientos revolucionarios. El otro
contrapunto, se relacionaba con la estrategia organizativa a seguir, en el caso del
aprismo y sus simpatizantes promoviendo la “unión de las clases” en un partido
374 SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 188.
293
de masas; y en el de los comunistas y sus adherentes bajo la consigna del “frente
único antiimperialista”, del que formarían parte los Partidos Comunistas.
Los apristas firmaron el acta del congreso, aunque con “reservas”. Las causas de
esta decisión se las explicaba Haya de la Torre a Del Mazo en una carta escrita en
marzo de 1927: la táctica del Partido Comunista, decía Ravines, ha cambiado
totalmente: se orienta hacia un Frente Único por mandato de Moscú; pero hacia
un Frente Único que tenga como deber primordial contemplar, no los asuntos o
intereses latinoamericanos, sino los intereses políticos de la URSS, cosa
inaceptable. Necesitan carneros para el holocausto, y toman a nuestros pueblos
como chanchitos de experimentación. Codovila nos declaró en Bruselas, “que a
un comunista no le interesa sino la campaña de la III Internacional, aunque para
sostenerla se sacrifiquen quince países”375. Ante esta orden, bajada por uno de los
miembros del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, que presidía el
suizo Jules Humbert Droz, seguidor de la línea ortodoxa basada en la perspectiva
“fatalista” fijada en los “manuales marxistas” elaborados por Nicolai Bujarin, y
Codovila fue nombrado como su secretario, Haya de la Torre le manifestaba a Del
Mazo su postura de combatir este tipo de iniciativas, que contaba con el
padrinazgo de la ortodoxia comunista, oponiéndoles el fortalecimiento del APRA
como organización política.
El Congreso de Bruselas resolvió que las Ligas antiimperialistas, aunque sin haber
logrado que el APRA quedara incluido en ellas, llevaran adelante una campaña de
oposición y resistencia al imperialismo, aunque sin contenido político positivo, ya
que se dejaba la acción política bajo la potestad del Partido Comunista. De este
modo, se constituyó en México, el 28 de abril de 1928 el “Comité Continental de
la Liga Anti-imperialista”376, con la dirección del muralista Diego Rivera, que era
miembro del “Comité Continental de la Liga Internacional Anti-imperialista”. La
Revista argentina Claridad, fundada por Antonio Zamora en 1926, como “tribuna
375 Idem., p. 205. 376 FERREIRA DE CASSONE, Florencia; Claridad y el internacionalismo americano, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1998, p. 174.
294
del pensamiento izquierdista”, será uno de los mayores difusores de las
actividades de las Ligas.
Haya de la Torre en un artículo escrito el 9 de febrero de 1927, titulado “La
realidad de América Latina no es la realidad de Europa. Hacia el gran frente único
revolucionario y popular de América”, precisaba el contenido ideológico de la
nueva organización política. Queremos un organismo revolucionario que
arraigue en la conciencia de las masas como el Kuomingtang chino377, decía. Los
intentos organizativos presenciados hasta el momento, entre los que se destacaba
el impulso de la nueva generación revolucionaria desde 1923, necesitaban para el
fundador del APRA, de una acción definida de encauzamiento y de “realismo
sincero”. Acusaba al “revolucionarismo”, que quería hacer en América
exactamente lo que se hacía en Europa, como “traidor” del más elemental
“principio socialista y marxista”, que imponía no inventar sino “descubrir” la
realidad, noción que era retomada del “Anti-During”, de Engels.
También Haya de la Torre afirmaba, que el primer paso hacia la formación del
partido político proyectado, habían sido las Ligas Antiimperialistas, pero ellas
eran consideradas por éste, como simples organismos de resistencia. Merece
destacarse, que El Libertador, que era el órgano del Comité Continental
Organizador de la Liga Antiimperialista de las Américas, con sede en México,
desde 1925, transcribió el programa del APRA, en el momento de su creación; y
hasta 1927 se encontraba integraba por todas las tendencias ideológicas, bajo la
política del frente único. Por lo tanto, concluía que se debía completar aquel
programa antiimperialista con un programa político, revolucionario y definido.
Ese programa y lugar corresponderían al APRA, para Haya de la Torre. En cuanto
al contenido en el que debía basarse la nueva organización, se priorizaba la
preeminencia de la lucha antiimperialista, concebida como una lucha política, de
clase y de partido. Respecto a las formas para llevar a cabo esa tarea, se apelaba a
una fuerza o alianza de pueblos para poder lograr la victoria de la causa de la
libertad de América, contra el imperialismo asociado a las clases dominantes
criollas.
377 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. Cit., p.198.
295
Se tomaba como ejemplo a seguir para el nuevo partido y los pueblos
latinoamericanos el movimiento del Kuomingtang en China, resaltando a las
figuras de la juventud revolucionaria que dirigían la acción, entre cuyos líderes se
encontraba Chiang Kai-shek, quién luego de encabezar un amplio movimiento
nacional, terminará desatando una masacre en Shangai, el 19 de febrero de 1927,
dirigida contra los militantes comunistas que habían formado parte del mismo
espacio378. Haya de la Torre por último señalaba la correspondencia etimológica
entre el APRA y el Kuo: nacional, ming: popular, tang: partido, y en cuanto a sus
objetivos, como movimiento de independencia de toda sujeción, utilizando para
este fin de “todos los medios y de todas las ayudas”.
La revista Claridad de Argentina, también abría su tribuna periodística al líder del
aprismo, quien fue un colaborador regular, en donde publicó sus artículos y en
cuya editorial aparecieron varios de sus libros más importantes. En septiembre de
1930 salió un artículo en el cual Haya de la Torre precisaba claramente las dos
tesis revolucionarias propugnadas, que determinaban diferentes posicionamientos
políticos. Llevaba como título “El aprismo es una doctrina completa y un método
de acción realista”379, y en él se aseveraba que sólo el APRA hasta ese momento
había ofrecido una teoría integral sobre la posición de dependencia económica de
América Latina respecto de los Estados Unidos y de Europa. Este diagnóstico lo
pondría en condiciones, para poder hallar la fórmula completa que permitiese la
solución que esa dependencia llevaba en sí.
Las dos tesis para la resolución del problema de la dependencia y el imperialismo
en América Latina eran: por un lado, la de una fórmula radical que implicaba la
abolición total del sistema capitalista, del cual la dependencia económica
latinoamericana era una consecuencia, y por otro lado, la de una fórmula de
transición que suponía el predominio del capitalismo y la restauración de la
independencia de los países dentro de él.
378 SCHLESINGER, Rudolf; La internacional comunista y el problema colonial, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974, p. 90. 379 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; Ideario y acción aprista. Artículos, discursos y cartas., Buenos Aires, Claridad, 1930.
296
La adopción de la primera tesis implicaba decidirse por la filosofía y la política
leninista, que ya había muerto, representadas en el terreno de la acción europea
por los partidos comunistas y socialistas, considerados por Haya de la Torre,
como sus ramas de izquierda y de derecha respectivamente. Pero como la
destrucción del sistema capitalista debía producirse donde existiera, en sus centros
de origen y dominio, y al no ser América Latina zona característicamente
capitalista, sino de dependencia económica, la acción del proletariado, que podría
ser revolucionaria o evolutiva, se hallaría circunscripta a los mismos centros o
zonas donde radicaba el capitalismo. Aún suponiendo que una revolución
latinoamericana llegara a derribar desde sus bases el capitalismo, que dentro de
su área geográfica es todavía incipiente y subalterno, la independencia
económica latinoamericana sólo sería parcial – como es la de Rusia actualmente
– mientras subsistiera el sistema capitalista en los países económicamente más
desarrollados380.
La aceptación de la segunda tesis, inducía a que no se aguardara hasta que los
proletarios industriales de los países centrales capitalistas destruyeran el sistema,
que originaba la subordinación, para lograr conseguir la independencia económica
de América Latina dentro del capitalismo. Este punto de vista, a su vez, tenía dos
variantes: que podían ser la pretensión de la independencia económica con miras
al sostenimiento del sistema capitalista, o tener en cuenta la posibilidad de su
destrucción. Si se aceptaba la primera variante, la tendencia económica debía
orientarse a una industrialización completa de América Latina, para hacer de ella
una gran potencia capitalista, como había llegado a serlo Estados Unidos. Aunque
Haya de la Torre, señalaba algunos problemas para alcanzar este objetivo, debido
a la imposibilidad de erigir simultáneamente y con el mismo poder a veinte
potencias industriales sin caer en el peligro de nuevas dependencias de las menos
ricas o lo más débiles.
La segunda de las variantes, era la asumida por el aprismo, en base a su teoría en
la cual el imperialismo que cumplía la “última etapa del capitalismo” en los
380Ibidem; p. 19.
297
pueblos industriales, de acuerdo con el análisis hecho por Lenin en 1916381, en
América Latina representaba la primera etapa. El capitalismo en los países
latinoamericanos, o al menos en Perú, afirmaba Haya de la Torre, nació con el
advenimiento del capitalismo moderno, como dependiente y resultado de la
culminación del capitalismo en Europa e impulsado por el desarrollo vertiginoso
de los Estados Unidos hasta alcanzar la etapa imperialista. Por lo tanto, el
continente se convertía en el campo de lucha entre el imperialismo europeo y el
norteamericano, haciéndose cada vez más grave la dependencia económica con la
imposición de este último, porque sus métodos cumplían más acabadamente con
el fenómeno de concentración capitalista. El incipiente capitalismo
latinoamericano quedaba así absorbido y subordinado fundamentalmente por el
imperialismo norteamericano, o el europeo, especialmente el inglés en donde
hubiera podido resistir.
Los mecanismos descriptos por Haya de la Torre, por medio de los cuales
efectuaba su dominación el imperialismo norteamericano, se diferenciaban en
cuanto a su aplicación, distinguiendo entre los países las zonas de inversión de
capital, de explotación de materias primas, y los mercados de venta para sus
productos industriales. Las inversiones de capitales en la explotación de materias
primas, daban al imperialismo el control de la producción, lo cual junto a las
inversiones en prestamos gubernamentales, terminaba por completar su
predominio económico en el plano de las finanzas, permitiendo la subordinación
total o parcial del Estado. Los mercados para los productos industriales tendían así
de modo progresivo hacia la monopolización, que era la característica de esta fase
del capitalismo.
Luego de realizar este diagnóstico, el aprismo planteaba como necesidad la
nacionalización de las fuentes de producción, realizadas a través del Estado,
demandándole que representara a las “clases productoras”. Bajo el presupuesto
teórico que planteaba Haya de la Torre, respecto a que los obreros y campesinos
no podían ejercer el dominio estatal completamente por “falta de preparación para
381 LENIN, Vladimir; El imperialismo, última etapa del capitalismo, Buenos Aires, Sociedad Editora Latinoamericana, 1946.
298
el gobierno”, de número y de “conciencia clasista”, se recurría para poder lograrlo
a las clases medias campesinas y urbanas.
La perspectiva política era la de conformar un “frente único de las clases
oprimidas por el imperialismo”, con el objetivo de transformar el Estado, dejando
de ser concebido como un instrumento del imperialismo, para convertirlo en un
“órgano de defensa de las masas nacionales”. Esto era interpretado como la tesis
del “Estado antiimperialista”. Su nueva función, sería la de controlar la
producción y la distribución de la riqueza, concretando la nacionalización
progresiva de las fuentes de producción, y pudiendo condicionar la inversión de
capitales y el comercio exterior. El Estado antiimperialista, compuesto por los
obreros y campesinos, con la participación de los pequeños propietarios,
artesanos, pequeños comerciantes e intelectuales, sería el órgano encargado de
establecer la relación entre la nación y el imperialismo, mientras éste perdurase, y
también una escuela de gobierno para las clases productoras.
Otro de los presupuestos teóricos básicos estipulados por el aprismo, se daba en
relación con la realización del socialismo, interpretando que no podía imponerse
mientras el industrialismo no hubiera cumplido su “etapa histórica”. Mientras
existiera el capitalismo, se tornaba indispensable tener capitales, afirmaba Haya
de la Torre, por lo tanto el Estado, tendiendo hacia una “nacionalización socialista
de la producción”, debía condicionarlos. La forma para llevar a cabo esta tarea, se
daba con la recepción del Estado de todos los productos manufacturados que
necesitaba por parte del imperialismo, y con la venta de las materias primas que la
gran industria demandaba en demasía. Esta ley económica, que imponía al
imperialismo aceptar cualquier condición que se le impusiera, a cambio de poder
realizar una inversión, pertenecía a la nueva etapa que atravesaba el capitalismo,
no fue jamás comprendida por las clases que gobernaban los Estados
latinoamericanos, para Haya de la Torre, porque eran de tipo feudal, y se
interesaban en la expansión imperialista que sólo “usufructuaban temporalmente”.
Solamente con un tipo de Estado que representase a las clases oprimidas por el
imperialismo, y estuviera orientado hacia la nacionalización de la producción, era
posible condicionar al capitalismo, sometiendo su imperativo expansionista.
299
La organización del “Estado aprista o antiimperialista”, presuponía a la vez la
unión política de América Latina. Ello implicaba, conjuntamente su unión
económica, en función de que la resistencia al imperialismo no podía garantizarse
sólo por medio de un país aislado. Como ejemplo de esta hipótesis, Haya de la
Torre describía las diferentes situaciones de México y Venezuela, en relación a
sus políticas petroleras. Mientras el primero condicionaba al capitalismo
extranjero controlando a las empresas petroleras, el otro país hacía una política de
“puerta abierta”, introduciéndose el imperialismo en el campo de inversión más
fácil. Por las condiciones naturales del territorio latinoamericano, los veinte
países, en relación a la producción, constituían una zona agrícola-minera, sin
mayores variantes exclusivas382.
Para poder llevar a cabo el cumplimiento de la doctrina aprista, Haya de la Torre,
proponía la constitución de un partido político latinoamericano. Su base estaba
conformada por los productores en alianza con las clases medias, confluyendo en
la lucha contra el imperialismo. El partido tenía entre sus objetivos “formar
conciencia” antiimperialista en las clases trabajadoras, de que eran ellas las que
producían el sistema, y por lo tanto estaban en condiciones de de imponerle
condiciones y constituir una fuerza de liberación, sin tener que esperar que los
proletarios de Europa y Estados Unidos, destruyeran el capitalismo que daba
origen al imperialismo. La alianza con las clases medias, reforzaría la acción de
las clases trabajadoras, en especial las específicamente obreras, que eran
consideradas por Haya de la Torre como todavía jóvenes para controlar el Estado,
al igual que sería joven el sistema que determinaba su existencia como clase en el
continente.
Para el aprismo era prioritaria la consecución de la independencia económica de
América Latina, que debía basarse en el equilibrio de condiciones para el
intercambio de materias primas, productos manufacturados e inversión de
capitales, bajo el principio de la nacionalización progresiva de las fuentes de
producción, controlado por el Estado. De esta forma, se permitiría el proceso de
industrialización en los países latinoamericanos, y en consecuencia la formación y
382 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. cit. p. 21.
300
definición de una clase obrera, que surgiría en condiciones favorables para poder
hacerse con el gobierno total de la economía, ante la posibilidad de producirse la
abolición del sistema capitalista.
Mientras ese proceso evolutivo se cumpliría, presuponiendo el derrumbe
inevitable del capitalismo, el aprismo se proponía utilizar todas las fuerzas
antiimperialistas, sin excluir a las clases medias, consideradas las más amenazadas
por el imperialismo, y las que buscarían su defensa en lo que, a partir de la
nacionalización socializada y progresiva de las fuentes de producción, terminara
por orientarse bajo la forma de un “capitalismo de Estado”. Haya de la Torre,
había puntualizado este análisis en un artículo publicado en la Revista de
Filosofía383, en el cual polemizaba con las críticas realizadas por Paulino
González Alberdi, que se encontraban en consonancia con el cambio de estrategia
de la Tercera Internacional, llevando a la definición del carácter “pequeño
burgués” de la Reforma Universitaria en 1929, por la ortodoxia comunista. En
cambio, el dirigente peruano, señalaba que en las clases medias, el fenómeno de
opresión imperialista era más brusco, por agredir clases ya anteriormente
constituidas con fines propios y con perspectivas definidas de interés por mejorar.
Esto explicaba, que surgiera de esa clase, “vaga y confusa”, pero airada y sincera,
la primera protesta contra el imperialismo en América, aunque desde una actitud
defensiva. Así, la ramificación del movimiento de la Reforma Universitaria, se
prolongará en el rol dirigente de la clase media en el frente político propuesto por
Haya de la Torre.
Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria y la Revolución Socialista.
Julio Antonio Mella, tuvo una destacada participación en la Reforma Universitaria
en Cuba, como creador y presidente de la Federación de Estudiantes
Universitarios en 1923, año en el que también llevó adelante la gestación de la
Universidad Popular José Martí, en la cual aparece entre su nómina de profesores,
383 “Revista de Filosofía”, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, Haya de la Torre, Víctor Raúl, En el XI aniversario de la reforma. P. 252.
301
para el dictado de la materia “Historia de la Humanidad y de Cuba”384. Ésta
última, fue concebida como la primera escuela proletaria de Cuba el 3 de
noviembre de 1923, y tenía como objetivo destruir lo que se identificaba como
una de las tiranías que regían la sociedad, como era el monopolio de la cultura,
que se adquiría como un privilegio, sin diseminarlo hacia las masas populares.
Los estudiantes renovadores cubanos, se planteaban como el más alto ideal la
emancipación de los trabajadores por la cultura y la acción revolucionaria.
En una carta enviada el 3 de enero de 1924 al ya mencionado Rodolfo Aráoz
Alfaro, dirigente estudiantil argentino vinculado a la Reforma Universitaria en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en la cual había sido
electo consejero estudiantil por la “Unión Reformista” que apoyó la candidatura a
Decano de Alfredo Palacios en 1923, Mella dejaba sentado su punto de vista sobre
los alcances de las transformaciones que estaban protagonizando. Interpretaba que
la Reforma Universitaria no podría consolidarse con el régimen social imperante,
ni los estudiantes por sí mismos estaban en condiciones de lograr todos los fines
previstos. Coincidía con Julio V. González385, a quien citaba, en entender que la
reforma era parte de la cuestión social, y hasta que ésta no estuviera resuelta
completamente, no aparecería la nueva Universidad.
El 27 de junio de 1925 Mella fundó en un aula de la Universidad de la Habana,
junto a Leonardo Fernández Sánchez y Juan Marinello la sección cubana de las
ligas antiimperialistas de las Américas. El 4 de agosto del mismo año, José
Ingenieros, quien difundiera los alcances de las reformas emprendidas por la
Revolución Mexicana, en el discurso por la “Unión Latinoamericana”, hizo escala
en Cuba de regreso a la Argentina de su única visita a México, invitado por éste
gobierno en reconocimiento a su trayectoria y sus posturas públicas de defensa de
la revolución386, siendo el mismo Mella junto a otros estudiantes quienes
auspiciaron como anfitriones del “maestro” de la juventud de América. El 16 de 384 MELLA, Julio Antonio; Mella 100 años, Volumen I, selección, prefacio y notas a cargo de Ana Cairo, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003, p. 51. 385 GONZALEZ, Julio V.; “Significación social de la reforma universitaria”, conferencia pronunciada en el Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, 20 de agosto de 1923. 386YANKELEVICH, Pablo; ob. Cit. p.306.
302
agosto fundó el primer Partido Comunista Cubano, realizándose una de las
sesiones en el Instituto “Ariel”, que era la residencia de Mella, quién fue elegido
como integrante del Comité Central387.
Desde 1926 el dirigente político y universitario cubano se hallaba exiliado en
México, y participó del Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión
Colonial realizado en Bruselas en 1927, y al que ya aludimos, como representante
de la Liga Antiimperialista de las Américas, compuesta por las secciones
mexicana, panameña y salvadoreña, y de la Liga Nacional de Campesinos de
México. Gregorio Bermann388, señalaba que la ruptura pública entre Haya de la
Torre y Mella, se consumó a raíz de la actuación de ambos en aquel congreso.
Como resultado de ella, da a conocer un panfleto público, por medio del cual
criticaba abiertamente los postulados del APRA.
En abril de 1928 en México, Mella publicó el texto titulado “Qué es el ARPA”, en
El Libertador, que comenzaba a modificar sus posturas amplias, que permitían
alojar las distintas tendencias ideológicas, para acoplarse al viraje hacía el tercer
periodo definido por la Internacional Comunista, que sería el de la “elevación” de
la economía capitalista, caracterizado por un gran desarrollo técnico, crecimiento
de los cártels y de los trusts389. Este supuesto cambio en la economía capitalista,
era la causa del cambio de la táctica revolucionaria, hacia una nueva política
“sectaria”, de clase contra clase, a la cual no sobrevivió el periódico El
Libertador. Por medio de este artículo, se sometía a un análisis crítico la postura
de la lucha revolucionaria contra el imperialismo, asumida por la “Alianza
Revolucionaria Popular Americana”, que otras veces aparecía bajo la
denominación de “Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales” o
también “Partido Revolucionario Antiimperialista Latinoamericano”. El dirigente
político cubano nombraba como “ARPA”, tal como lo había denominado en sus
primeros números de 1925, El Libertador, haciendo referencia a este juego de 387MELLA, Julio Antonio; ob. Cit., Volumen II, p. 386. 388BERMANN, Gregorio; “Dos orientaciones antagónicas en América Latina: Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre, Artículo publicado en Bohemia, La Habana, 9 de agosto de 1963. 389 El VI Congreso de la Internacional Comunista; México,. Pasado y Presente, 1972, Tomo II, p.43.
303
palabras a la retórica utilizada por aquella organización en sus declaraciones,
acusándolos de atacar de forma privada, porque sería considerado como una mala
estrategia hacerlo públicamente, a la “Revolución Rusa”, a los comunistas y a
todos los obreros revolucionarios.
Otra de las críticas realizadas por Mella al APRA era su falta de originalidad y de
reconocimiento a quienes fueron los precursores en el tratamiento del problema
del imperialismo en América. Señalaba que la “Unión Latinoamericana” ya
contemplaba un programa al respecto, desde 1923, y destacaba a la vez que tanto
los escritos de Ingenieros como los libros de Ugarte, a pesar de los ataques de
“intelectualistas” realizados por los apristas, para aparecer como los únicos
salvadores, habían sido más útiles que los discursos “retóricos” hechos por estos.
En este sentido interpelaba Mella al aprismo, al preguntar, si sólo serían
revolucionarios quienes se atribuían la redención del mundo, y veían al
proletariado desde una posición superior, pretendiendo ser sus maestros y guías,
en vez de hacerlo cómo luchadores.
También se interrogaba Mella sobre la aparición del libro de Lenin, “El
imperialismo, última etapa del capitalismo” en 1916, y sus tesis para el Segundo
Congreso de la Internacional Comunista, en las cuales se determinaron con
claridad el carácter y las tácticas de la lucha antiimperialista, lo cual pasaba
inadvertido en el programa del aprismo. Lenin había presentado la tesis con
anexos sobre “los problemas nacional y colonial”, que fue aprobado por segundo
congreso, en julio de 1920. Luego de definir la existencia de naciones
dependientes y de naciones opresoras y explotadoras, Lenin establecía que la
época del capital financiero y el imperialismo se caracterizaba por la dominación
ejercida de una parte minoritaria de países ricos y avanzados, sobre la enorme
mayoría de la población de la tierra. En función de esta realidad, la táctica
establecida por el revolucionario ruso para la Internacional Comunista era la de
sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y
atrasados, pero sin fusionarse a ella, y manteniendo: incondicionalmente la
independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más
304
embrionarias390 . La garantía para el triunfo sobre el capitalismo, estaba dada por
una misma aspiración voluntaria a la alianza y la unidad del proletariado y las
masas trabajadoras de todos los países y naciones del mundo.
Mella asumía la defensa de “La Liga Antiimperialista”, ante la afirmación hecha
por Haya de la Torre, de que no había enunciado un programa político.
Reivindicando los postulados plasmados en su periódico El Libertador, y su
accionar, como la única instancia concreta existente en América Latina, que
promovía en su accionar la lucha contra el imperialismo.
Otro de los contrapuntos establecidos por Mella, tenía que ver con que el APRA
se presentaba como un “frente único contra el imperialismo”. La crítica se
centraba en la ambigüedad de los términos utilizados para definir sus
componentes, como el de productores, el de clases medias, o el de trabajadores
intelectuales. Rescataba Mella, en contraposición con aquella definición, aunque
con cierta carga de influencia bujarinista, en sus acusaciones de traidores a los
apristas, como parte de la pequeña burguesía nacional, lo estipulado por Lenin en
el Segundo Congreso de la Internacional Comunista. El líder bolchevique,
entendía al frente único a partir del principio fundamental de la lucha social que
era el de la hegemonía del proletariado para la realización del socialismo. Este
principio no era contradictorio con el apoyo de los comunistas a los movimientos
nacionales de emancipación, destacándose por parte de Mella los apoyos
efectuados por los Partidos Comunistas en México, Nicaragua y Cuba, a las
luchas de los liberales, democráticos y revolucionarios contra el imperialismo y
sus aliados nacionales.
Mella haciendo profesión de fe de su filiación partidaria, afirmaba como
conclusión que los caminos a transitar se encontraban impulsados por las fuerzas
históricas actuantes empeñadas en realizar la revolución mundial, que eran la
Internacional Comunista y la Liga Antiimperialista fundada en Bruselas. Otra de
las críticas de Mella hacia Haya de la Torre, tenía que ver con la posición
adoptada por éste en el Congreso Antiimperialista, del que se había retirado
390 “Los cuatro primeros congresos de la internacional Comunista”, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 1973, p. 156.
305
firmando con reservas las resoluciones finales, sin hacerlas publicas. Las causas
de ello, para el dirigente cubano estaban relacionadas con el hecho de que el
Congreso de Bruselas no quiso reconocer al APRA como la “única” organización
antiimperialista de América Latina.
La posición política adoptada por el aprismo frente al caso de Nicaragua, actuaba
como una palmaria demostración para Mella, de que las bases y el programa de
aquellos se encontraban repleto de errores y falsedades. El APRA había aceptado
realizar una “supervisión” de las elecciones que se preparaban en consonancia con
el apoyo de la Casa Blanca, que había calificado al líder popular Augusto Sandino
como un “bandido”. Mella se plegaba a la impugnación hecha a la comisión
fiscalizadora, por parte de la Unión Centro Sud Americana y Antillana, junto a la
Unión Latinoamericana Argentina, que se declaraban solidarios con quienes
luchaban por la independencia y soberanía de Nicaragua, contra la invasión
extranjera, y estaban encabezados por Sandino. La Liga Antiimperialista de las
Américas, se plegaba a esta actitud a través del comité continental, “Manos fuera
de Nicaragua”, en donde Mella cumplió un papel destacado, en cuanto a las
acciones solidarias con Sandino.
José Carlos Mariátegui, del APRA al socialismo.
En 1926 Mariátegui emprendió una de sus máximas tareas intelectuales, con la
creación de la revista Amauta. Ésta se fundó como una “tribuna aprista”, en
momentos en el que estaba conformado como movimiento, o frente único de
trabajadores manuales e intelectuales. En ella colaboró Haya de la Torre hasta el
número 12, de febrero de 1928. El APRA mantenía su relación con Amauta de
manera directa, por medio de la publicación de artículos como en el caso de
“Nuestro Frente Intelectual” en el número 4, que a su vez Mariátegui tomará,
mencionándolo en el capítulo “Proceso de la literatura peruana”, de su libro
principal, publicado en 1928391. De manera indirecta, la revista promovía las notas
del APRA desde París hasta 1929.
391 MARIATEGUI, José Carlos; ob. cit.
306
La presentación de Amauta fue contemplada, en la compilación de los
documentos de la Reforma Universitaria, realizada por Del Mazo. En una carta
enviada por éste, el 3 de marzo de 1928392, le manifestaba al intelectual peruano
que la aparición de la nueva revista significaba un “hecho valioso” para el
desarrollo del movimiento reformista. En otra carta fechada el 9 de abril de
1928393, Del Mazo le manifestaba su agrado por los comentarios realizados por
Mariátegui sobre su compilación de los documentos de la Reforma Universitaria
en el artículo publicado en el Nº 12 de Amauta, titulado “La Reforma
Universitaria”. Los análisis de Mariátegui continuaron a lo largo de cuatro
números sucesivos de la revista, todos los cuales fueron compilados por la
Federación Universitaria de Buenos Aires en 1928. En uno de estos textos,
“Ideología y reivindicación de la Reforma”, expresaba que la lucha de los
estudiantes en Córdoba, por la reforma de la Universidad, señalaba el nacimiento
de la “nueva generación latinoamericana”. Y que la compilación realizada por Del
Mazo, ofrecía los testimonios que le otorgaban una “unidad espiritual al
movimiento”, cuyo proceso de agitación en Argentina, Uruguay, Chile y Perú,
acusaban el mismo origen e impulso, como estado de ánimo y corriente de ideas
fundadas en un “nuevo espíritu” similar. Su génesis, la ubicaba Mariátegui, en las
esperanzas mesiánicas y los sentimientos revolucionarios propias de la posguerra,
que repercutían particularmente en la juventud universitaria de América Latina.
La concepción difusa de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en
los jóvenes la ambición de cumplir una función heroica y de realizar una obra
histórica. Y frente a la constatación de las injusticias y fallas del régimen
económico social que imperaba, la voluntad y el anhelo de renovación
encontraban poderosos estímulos.
Al igual que Haya de la Torre, Mariátegui representaba para el movimiento
reformista una de sus figuras señeras, y ambos pertenecían al APRA. En sus
“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, citaba cuatro veces al
líder aprista Haya de la Torre, y respecto a los capítulos “el problema de la tierra”,
392 TARCUS, Horacio; Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 2002, pp. 236, 237. 393Idem, p. 237, 238.
307
y “el problema del indio”, Mariátegui confesaba que, al “revisar las pruebas” de
su libro, se encontró con el texto de aquel, publicado en Buenos Aires en 1927
con el título, “Por la emancipación de América Latina”. Manifestaba el ensayista
peruano la coincidencia entre ambos trabajos, en cuanto a los conceptos que
sostenían que la causa del problema del indio era social, y no racial, y que se
nutrían de los aportes hechos por Manuel González Prada desde 1904. Escrito este
trabajo encuentro en el libro de Haya de la Torre, ‘Por la emancipación de la
América Latina’, conceptos que coinciden con los míos sobre la cuestión agraria
en general y sobre la comunidad indígena en particular. Partimos de los mismos
puntos de vista, de manera que es forzoso que nuestras conclusiones sean también
la misma394 .También Mariátegui en el capítulo sobre “El proceso de literatura”
dedico algunos puntos a los escritores vinculados al APRA, Magda Portal y
Alcides Spelucín, y tributó elogios a González Prada, quien fuera el inspirador
intelectual de aquel movimiento.
Cabe señalar el significado político de destacar el primer texto publicado por
Haya de la Torre, por parte del autor de Mariátegui, que había motivado el
comienzo de la polémica de aquel con el Buró Sudamericano de la Internacional
Comunista, cuyo secretario era el dirigente argentino Victorio Codovilla. Una vez
publicado “Por la emancipación de América Latina”, el 15 de agosto de 1927, La
Correspondencia Sudamericana, que era la revista del Secretariado Sudamericano
de la Comintern, dio a conocer una editorial que llevó como sugestivo titulo:
“¿Contra el Partido Comunista?”. En esta se criticaban las posturas adoptadas por
Haya de la Torre, concluyendo con la denuncia del APRA como: forma orgánica
de una desviación de derecha, que comporta una concepción pequeño-burguesa y
que constituye una concesión que se hace a los elementos antiimperialistas no
revolucionarios395.
A pesar de los elementos que los unían entre sí, y diferenciaban a la vez de la
ortodoxia comunista, la decisión política tomada por los apristas en México el 22
de enero de 1928, de adoptar una nueva filiación con la creación del “Partido
394 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 94. 395 ARICO, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p. 43.
308
Nacionalista Libertador”396 , que debía llevar a la presidencia de Perú a Haya de
la Torre, marcó un punto de inflexión para la relación entre Mariátegui y éste, que
los había mantenido aunados en su ideología e interpretación de los hechos
durante casi una década.
Las consecuencias de adoptar una nueva afiliación partidaria causo un cisma, sin
retorno entre ambos intelectuales y dirigentes políticos. Los primeros indicios de
esta ruptura se manifestaron de distintas formas en el mismo año 1928. En
septiembre Mariátegui publicó el articulo “Aniversario y balance”, en Amauta, en
su Nº 17, que cumplía dos años desde su creación. En él afirmaba que la revista
no había nacido para quedar en episodio, sino para hacer “ser historia y para
hacerla”. La historia era vista por el escritor peruano como la creación de los
hombres y las ideas, que era la misma fuerza con la que decía contar en sus
proyectos políticos y culturales. A la vez, era vista como duración, valorando la
prédica “constante, continua y persistente”. Se descartaba la “idea perfecta”,
absoluta, abstracta e indiferente a los hechos de la realidad, que se presentaba
como cambiante y móvil.
La idea era valorada por Mariátegui, como germinal, concreta y dialéctica, lo que
le daría operatividad y potencialidad, haciéndola capaz de ponerse en movimiento.
Así era definida Amauta, no como un divertimento de “intelectuales puros”, sino
profesando una idea histórica, sobre la base de una fe activa que obedecía a un
movimiento social de su tiempo. Y los aspectos que lo hacían distintivo como
tiempo histórico, se los daba la lucha establecida entre dos sistemas, dos ideas,
frente a lo cual no había margen posible para convertirse en espectadores. Este
mismo término había utilizado Mariátegui en la polémica sostenida un año antes
con el aprista Luis Alberto Sánchez, en el Nº 7 de Amauta, en la cual le replicaba
que mientras en sus escritos quedaba clara su filiación socialista, éste se definía
terminantemente como un “espectador”.
396 CROCE, Marcela (comp.); Polémicas intelectuales en América Latina: del meridiano intelectual al caso padilla, Buenos Aires, Ediciones Simurg, 2006, p. 154.
309
Para el autor del texto que recuperaba la máxima de Vasconcelos: “pesimismo de
la realidad y optimismo del ideal”, el trabajo de propugnar ideas nuevas traía
aparejado el de confrontarlas y oponerlas a las viejas, esto era polemizar con ellas
para proclamar su caducidad. Ser “nacionalista” por el género de los estudios, no
exigía serlo también en cuanto a su filiación política, como lo acusaba Sánchez.
En todo caso, Mariátegui distinguía el nacionalismo de los países europeos, que
era conservador porque sus fines eran imperialistas, del que existía en los pueblos
coloniales económicamente, que adquiría un carácter revolucionario, confluyendo
con el socialismo.
En esta lucha entre el capitalismo y el socialismo, no había lugar tampoco para
inventar un tercer término, la pura originalidad era una cuestión literaria y
anárquica afirmaba Mariátegui adscribiendo al socialismo. Y descartaba de este
modo su adscripción, asumiendo una total independencia, ante la idea planteada
por el aprismo de forjar un Partido Nacionalista. A partir de ese momento, se daba
por terminado el primer período de Amauta, caracterizado como la voz de un
movimiento, de una nueva generación, que buscaba precisar su definición
ideológica. De allí en más, adquiría el formato de una revista socialista, para
poder ser fiel a la revolución.
La revolución latinoamericana, será considerada por el director de Amauta, como
una fase de la revolución mundial socialista. A ella se le podrían agregar los
calificativos de antiimperialista, agrarista, o nacionalista - revolucionaria,
antecediéndolos, conteniendo y abarcándolos a todos el socialismo.
Frente a la Norte América capitalista, plutocrática e imperialista, Mariátegui
oponía una América, latina e ibera, socialista, como la mejor posibilidad, debido a
que la época de la libre competencia del capitalismo había dado lugar a los
monopolios. Como estos eran controlados por los imperios, y los primeros puestos
ya estaban definitivamente asignados, los países latinoamericanos dentro de un
orden capitalista no tenían asignado otro lugar que el de ser simples colonias.
El socialismo según el intelectual peruano, no era una doctrina indo-americana,
como pretendía serlo el APRA, lo cual resultaba imposible. A pesar de haber
310
nacido en Europa, el socialismo no era exclusivamente europeo, porque adquiría
como movimiento dimensiones mundiales, a lo que ningún país perteneciente a la
órbita de la civilización occidental podía sustraerse. Ya que esta civilización
conducía como ninguna lo pudo hacer hasta ese momento, hacia la universalidad.
En este marco, para Mariátegui, Indo América debía poseer universalidad y estilo,
pero no una cultura y un sino particulares. No queremos, ciertamente, que el
socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos
que dar vida, con nuestra propia realidad, con nuestro propio lenguaje, al
socialismo indoamericano397. Esta era la misión histórica que le asignaba a la
nueva generación, y así le respondía Mariátegui a las acusaciones de europeísta
hechas por Haya de la Torre en una carta enviada durante el año 1928. Incluso
rescataba la presencia del socialismo en la propia tradición americana,
mencionando a la incaica, como la más avanzada organización comunista
primitiva, que registraba la historia.
Capitalismo o socialismo era el principal problema de la época, terminaba por
señalar Mariátegui, en su polémica irreversible con Haya de la Torre, basada en
las diferentes filiaciones partidarias adoptadas. Dejando en claro su postura
revolucionaria, y adscribiendo a quienes mencionaba como hacedores de la
historia, Gobetti, Marx, Sorel y Lenin398, Mariátegui postulaba que el
materialismo socialista encerraba todas las posibilidades de elevación espiritual,
ética y filosófica.
Continuando con la postura adoptada, y ahondando la brecha irreversible abierta
entre las posturas políticas adoptadas entre Mariátegui respecto del APRA, el 7 de
octubre de 1928, aquel funda el Partido Socialista Peruano, siendo su primer
secretario general. También redactó sus principios programáticos, entre los cuales
se destacaban la concepción del carácter internacional del movimiento
revolucionario del proletariado, pero que el Partido Socialista se encargaría de
adaptar su praxis a las circunstancias concretas del país. La revolución socialista
397 MARIATEGUI, José Carlos; Obras Completas, Tomo 2, La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1982, p. 240. 398 Idem. 254.
311
definida como un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por
el capitalismo.
Se adoptaba como método de lucha revolucionaria el marxismo-leninismo,
observado como el más acorde con la etapa del imperialismo y los monopolios. La
economía del Perú era interpretada como precapitalista, por falta de una clase
burguesa vigorosa, y debido a las condiciones nacionales e internacionales, que
determinaban un lento avance del país en la vía capitalista, lo que impedía su
liberación bajo el régimen burgués, por encontrarse enfeudados a los intereses
imperialistas, por intermedio de los sectores “gamonalistas” y clericales. Por lo
tanto, la emancipación del destino colonial del país, sólo se hacía posible por la
acción de las masas proletarias, que debían ser solidarias con la lucha
antiimperialista mundial. Por último, es dable destacarse que si bien el
proletariado aparecía en el programa partidario socialista como el sujeto activo y
sostenedor para el logro de las exigencias de la emancipación material e
intelectual de las masas, junto a él, Mariátegui establecía la participación de los
elementos conscientes de la clase media.
El año 1929, lo encontró al dirigente socialista peruano con un severo cuadro que
afectaba su salud, lo cual no impidió que siguiera impulsando sus iniciativas
políticas, que iban a encontrar con un nuevo obstáculo a enfrentar en el marco de
la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, reunida en Buenos Aires
entre el 1º y el 12 de junio. Participaron dirigentes internacionales, y 38 delegados
latinoamericanos que pertenecían a 14 Partidos Comunistas, entre los cuales se
encontraba incluido el Partido Socialista Peruano fundado por Mariátegui399.
La conferencia se llevaba a cabo, luego de la realización del Sexto Congreso de la
Internacional Comunista en 1928, en el cual se resolvió el cambio de estrategia de
frente único, para ingresar al tercer período. Este era caracterizado como el de
clase contra clase o de frente único por abajo, lo que significaba la caracterización
de los movimientos nacionalistas revolucionarios y reformistas de los países
dependientes o coloniales, y de las corrientes socialistas y socialdemócratas de la
399 TARCUS, Horacio; ob. Cit. p.65.
312
clase obrera en los países centrales, como enemigos principales del proletariado,
aunque se dejaba abierta la posibilidad de establecer un trabajo con los obreros
afiliados de aquellos partidos400. El cambio se producía luego del fracaso del
intento de alianza de los comunistas con la burguesía nacional en China. Las
consecuencias de este cambio de estrategia que adoptarán los Partidos Comunistas
a partir de ese momento, se manifestaban en el proceso de “bolchevización”
partidaria, y en un sectarismo obrerista junto a un anti intelectualismo.
Victorio Codovilla, como Secretario General del Buró Sudamericano, estuvo
encargado de realizar las invitaciones para la Conferencia de Buenos Aires. En la
carta enviada los miembros peruanos del Partido Socialista, adherido a la III
Internacional, manifestaba algunos contrapuntos que deseaba discutir con
Mariátegui, sobre el artículo “aniversario y balance”, publicado en Amauta. Las
diferencias que resaltaba Codovilla, se centraban en los conceptos referidos al rol
y la denominación del Partido, que se sustentarían sobre una base falsa401, con lo
que denotaba su posición rígida partidaria, que no dejaba pasar por alto los
aspectos disruptivos, en la concepción y la praxis propuestas por quién sostenía
que el socialismo en América no podía ser “calco ni copia”, sino creación heroica.
Se les ofreció por parte del secretariado sudamericano a la delegación peruana ser
informantes en dos temas: “la cuestión antiimperialista” y “las razas en América
Latina”. Codovilla propuso como delegados a la Conferencia a Ricardo Martínez
de la Torre, y a Mariátegui, quien no pudo concurrir por su estado de salud, sin
embargo el Partido Socialista Peruano, desconoció la orden, y nombró como sus
representantes al médico Hugo Pesce y al obrero textil, proveniente del
anarcosindicalismo, Julio Portocarrero. Ambos eran jóvenes, de 29 y 30 años, y
era comparable con la tradición de la Reforma Universitaria, por el hecho de
aunar obreros e intelectuales.
400“VI Congreso de la Internacional Comunista”, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p. 43. 401 TARCUS, Horacio; ob. Cit, p. 67.
313
A pesar de no haber podido concurrir personalmente, Mariátegui se encargó de
elaborar las dos “tesis ideológicas”, que presentaran los delegados peruanos a la
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, y serán fuentes de duras
controversias con la cúpula del Buró Sudamericano. La primera de ellas llevaba
como título “El problema de las razas en la América Latina”, y estaba divida en
dos partes, la primera, “planteamiento de la cuestión” fue escrita íntegramente por
Mariátegui, y la segunda parte, “importancia del problema racial”, fue redactado
junto a Hugo Pesce.
La tesis sobre “El problema de las razas en la América Latina” fue discutida en la
sesión del 8 de junio, y Hugo Pesce en nombre del grupo socialista peruano,
mencionó en ésta que por primera vez un Congreso Internacional de los Partidos
Comunistas dedicaba su atención en forma tan amplia y específica al problema
racial en América Latina.
En esta tesis se proponía develar el hecho de que el problema de las razas servía
en América Latina, mediante la especulación intelectual y burguesa, para encubrir
o ignorar los verdaderos problemas del continente. La crítica marxista tenía la
obligación impostergable de plantearlo en sus términos reales, desprendiéndolo de
toda tergiversación casuística. Económicamente, social y políticamente, el
problema de las razas, como el de la tierra, es, en su base, el de la liquidación de
la feudalidad402. Las razas indígenas se encontraban en América Latina, en un
estado de atraso y de ignorancia, por la servidumbre que pesaba sobre ellas, desde
la conquista española. Esto llevaba al interés de la explicación de la condición de
las razas indígenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo, por parte
de la clase explotadora, inicialmente española, y luego criolla. De esta forma, la
clase dominante no había hecho otra cosa que reproducir a nivel nacional interno,
las razones esgrimidas por la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela de
los pueblos coloniales.
Mariátegui sustentaba estos planteos, en el análisis realizado por Vilfredo Pareto,
que enjuiciaba la hipocresía de la idea de la raza en la política imperialista y
402 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p. 166.
314
esclavizadora de los pueblos autodenominados “civilizados” modernos, que
justificaban sus conquistas y dominios sobre pueblos llamados de “raza inferior” y
que eran objeto de explotación por ellos, sustentándose en la teoría de Aristóteles
sobre la “esclavitud natural”. Pareto en su “Tratado de sociología general”, era
terminante en sus conclusiones sobre el tema: De esto resulta que un inglés, un
alemán, un francés, un belga, un italiano, si lucha y muere por la patria es un
héroe; pero un africano si osa defender su patria contra esas naciones, es un vil
rebelde y un traidor. Es necesario agregar que, con hipocresía verdaderamente
admirable, los buenos pueblos civiles pretenden hacer el bien de los pueblos a
ellos sujetos, cuando los oprimen y aún los destruyen403 . La explotación de los
indígenas en América Latina, también trataba de justificarse bajo el pretexto que
serviría a la “redención” cultural y moral de las razas oprimidas.
Como parte de su exposición analítica, el intelectual peruano sostenía que la
colonización de América Latina había tenido efectos retardatarios y deprimentes
en la vida de las razas indígenas. En el agro feudalizado, no había creado focos de
vida urbana, industrialización o maquinismo, en el latifundio, con la única
excepción de ciertas estancias ganaderas, el dominio español no tuvo un
significado de progreso, respecto de la cultura aborigen. Esta situación se definía
con la denominación del “problema indígena”, lo que implicaba la explotación de
los nativos en la gran propiedad agraria. El indio, de esta manera, en su gran
mayoría, lejos de ser un proletario, se había convertido en un “siervo”.
El capitalismo, como sistema económico y político en América Latina, se
manifestaba incapaz de construir una economía emancipada de las “taras
feudales”. El prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, le consentía al
sistema una explotación superlativa de su trabajo, y no estaba dispuesto a
renunciar a ese aprovechamiento que multiplicaba la tasa de beneficios. En la
agricultura, el establecimiento del salario, o la adopción de la máquina, no
borraban el carácter feudal de la gran propiedad, ya que sólo perfeccionaban el
sistema de la explotación de la tierra y de las masas campesinas, por parte de los
burgueses y “gamonales”.
403 Ibidem, p. 167.
315
El imperialismo norteamericano e inglés, planteaba Mariátegui, se beneficiaba de
este esquema, porque el valor económico de estas tierras sería menor, si junto a
sus riquezas naturales no poseyeran una población indígena atrasada y miserable,
a la cual, asociados con las burguesías nacionales, podían explotar
extremadamente. El capitalismo extranjero se servía de la clase feudal para poder
aprovechar en su beneficio del trabajo de las masas campesinas. Incluso la
incapacidad de estos latifundistas, que eran herederos de los prejuicios, la
soberbia y arbitrariedad medioevales, para cumplir la función de jefes de
empresas capitalistas, determinaban que los imperialistas se vean obligados a
hacerse cargo de la administración de latifundios, y centrales.
Otra de las consecuencias fundamentales generadas a partir del “problema de la
raza” en relación con el imperialismo, tenía que ver con el espíritu de solidaridad
de clase que fomentaba la actitud la actitud de desprecio de los elementos
burgueses o feudales, que sentían hacia los indios, negros o mulatos. Este
sentimiento racial por parte de la clase dominante, actuaba como una actitud
decididamente favorable para la penetración imperialista. La solidaridad de clase,
se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesías
nacionales instrumentos dóciles del imperialismo yanqui o británico404. Este
sentimiento se extendía a un sector importante de las clases medias, que
mantenían una actitud imitativa de la aristocracia y la burguesía en cuanto al
desdén por las masas indígenas, a pesar de que ellas mismas estaban compuestas
por el mestizaje.
Las posibilidades para que el indio se elevara material e intelectualmente,
dependían más que de una cuestión racial, del cambio de las condiciones
económico-sociales, que portaban en sus entrañas el germen del socialismo, lo
cual se podía realizar a través de la actividad política y cultural. El feudalismo
español se había superpuesto al agrarismo indígena, en el análisis desarrollado por
Mariátegui, aunque respetando en parte sus formas comunitarias. Como resultado
de esta adaptación, se conformó un orden estático, un sistema económico cuyos
404 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p. 171.
316
factores de estancamiento garantizaban la servidumbre indígena. Con la irrupción
de la industria capitalista, se produce una fisura de ese equilibrio, interrumpiendo
aquel estancamiento con la creación de nuevas fuerzas productivas y relaciones
sociales de producción. Aparece así el proletariado, creciendo gradualmente a
expensas del artesanado y la servidumbre. Se abría una nueva etapa de este modo
en la evolución económica y social de la nación, una era de contradicciones
concomitantemente por causa de la aparición y desarrollo, en el plano ideológico,
del pensamiento socialista.
El dinamismo de la economía capitalista, tornaba inestables todas las relaciones, y
junto a las contradicciones de las clases sociales se daban los contrapuntos
ideológicos, lo que para Mariátegui permitía la resurrección indígena. Aparecían
condiciones de posibilidad históricas para diagramar un plan de un Estado
socialista, basado en las reivindicaciones de emancipación de las masas indígenas.
Entraban en juego en este proceso de disputa, las fuerzas económicas, políticas,
culturales, ideológicas, por encima de los factores raciales. El capitalismo, con sus
conflictos, y sus mismos instrumentos de explotación, empujaba a las masas a la
necesidad de afrontar una lucha, para la cual requerían de una capacitación
material e intelectual, y poder estar en condiciones de presidir un orden nuevo.
El problema de las razas indígenas, delimitaba la tesis elaborada por Mariátegui,
no era común a todos los países de América Latina, ni presentaba en todos lo que
lo sufrían las mismas proporciones y características. En algunos países
latinoamericanos tenía una localización regional, sin una gran influencia en el
proceso social y económico. Sin embargo, en países como Perú y Bolivia, y en
alguna medida en Ecuador, en los cuales la mayor parte de la población era
indígena, la reivindicación del indio como sujeto histórico, se transformaba en la
reivindicación popular y social prioritaria.
En estos países, el factor de la raza se hallaba mezclado con el de la clase social,
por lo tanto una política revolucionaria no podía pasarlo por alto. El indio
quechua o aymara ve su opresor en el “misti”, en el blanco. Y en el mestizo,
únicamente la conciencia de clase, es capaz de destruir el hábito del desprecio,
317
de la repugnancia por el indio405. No era raro encontrar en los propios grupos de
la ciudad que se proclamaban revolucionarios, afirmaba Mariátegui, el prejuicio
de la inferioridad del indio, y su resistencia a reconocer en él una simple herencia
y contagio del ambiente.
El indio alfabetizado, al cual la ciudad corrompía, convirtiéndolo en un auxiliar de
los explotadores de su raza, al ponerse en contacto con el ambiente obrero
revolucionario, asimilaba sus ideas transformadoras, comprendiendo el valor
como instrumento de emancipación de la raza oprimida, por la misma clase que
explotaba en la fábrica al obrero. De esta forma descubría en el trabajador a un
hermano de su clase. En base al análisis de esta realidad, que partía del escenario
principal en el que lo tuvo como protagonista, Mariátegui concluía en su tesis que
el realismo de una política socialista, segura y precisa en la apreciación y
utilización de los hechos de los países sobre los cuales le tocaba actuar, debía
necesariamente convertir al factor raza en un factor revolucionario.
A la vez, el problema indígena se encontraba plenamente relacionado con el
problema de la tierra. La tesis de la delegación socialista peruana denunciaba que
la ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas, no eran más que la
consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal era el causante de que se
mantuviera la explotación y la dominación absolutas de las masas indígenas por
la clase propietaria. La lucha de los indios contra los “gamonales” se basaba en la
defensa de sus tierras, contra su concentración y el despojo. Aquí se hallaba el
punto principal de la reivindicación indígena, esto era la lucha por la tierra. A este
anhelo histórico, sugerían los miembros del Partido Socialista Peruano, que había
que darle un carácter organizativo, sistemático y definido. Ello se hacía viable por
el hecho de que las comunidades indígenas demostraron bajo su dura opresión,
condiciones de resistencia y persistencia, que representaban para Perú un factor
natural de socialización de la tierra. Sólo había que recurrir para esta tarea a los
hábitos comunitarios que tenían arraigados los indios, lo cual podía transformarse
en cooperación con la adjudicación de las tierras de los latifundios a las
comunidades.
405 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.175.
318
La segunda tesis escrita por Mariátegui para la conferencia, fue leída por Julio
Portocarrero, y se titulaba “Punto de vista anti-imperialista”. En ella comenzaba
preguntándose si sería pertinente la asimilación de la situación de las republicas
latinoamericanas con la de los países semi-coloniales. Así los había caracterizado
el Sexto Congreso de la Tercera Internacional Comunista, a partir del informe
presentado por Jules Humbert-Droz, inspirado en los ejemplos de semicolonias
que estarían dados por China y Turquía. La intención era imponer una visión
determinada para la revolución latinoamericana, que se basaba en una copia de la
estrategia diseñada para las colonias europeas en Asia y Oriente. Esto implicaba la
realización de un frente con las burguesías nacionales, para poder llevar a cabo las
tareas de una revolución democrática burguesa.
Lenin, había establecido un análisis diferente del que se intentaba imponer desde
la Tercera Internacional, bajo la redefinición de la estrategia revolucionaria
durante el tercer período. El líder bolchevique mencionaba que Argentina, en
cuanto a su dependencia financiera con respecto a Inglaterra, era uno de los
ejemplos de un tercer tipo de países, influidos en la época del imperialismo
capitalista, por la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y
político del mundo, que crearon una serie de formas de “transición” de
dependencia estatal406. Allí se establecía un lazo articulador entre el capital
financiero apoyado por la diplomacia de Londres y la burguesía argentina,
constituyéndose en los sectores dirigentes de su vida económica y política. Los
aspectos básicos de estos países eran los de poseer políticamente independencia
desde un punto de vista formal, pero en realidad encontrarse envueltos en una red
de dependencia de financiera y diplomática.
Las burguesías nacionales de los países latinoamericanos, destacaba Mariátegui,
que veían en la cooperación con el imperialismo la fuente principal de sus
beneficios, se sentían como poseedoras del poder político, despreocupándose de la
soberanía nacional. Estas burguesías, fundamentalmente en América del Sur, que
no conocían todavía la ocupación militar norteamericana, con la excepción de
406 LENIN, Vladimir; ob. cit., p.105.
319
Panamá, no manifestaban ninguna predisposición para luchar por la “segunda
independencia”. Por medio de la presencia del espíritu de las revoluciones
independentistas, mantenido en la conciencia de la burguesía y la pequeña
burguesía, a través de sus mitos y símbolos, la “ilusión” de la soberanía nacional
conservaba sus efectos. En este sentido, criticaba al aprismo por suponer que en
esas capas sociales se iba a producir un sentimiento de nacionalismo
revolucionario, parecido al que en condiciones distintas, representaba un factor de
la lucha antiimperialista en los países semicoloniales de Asia, como en el caso de
China.
Mariátegui se oponía a la propuesta del APRA para América Latina, de formar un
Kuo-Ming-Tang, como forma de evitar la imitación “europeísta”, y acomodar la
acción revolucionaria a una correspondencia “exacta” con la propia realidad. Esta
definición política estaba fundada, en la explicación de que la colaboración de la
burguesía e incluso de algunos elementos feudales en China, se sustentaba en
razones de raza y de civilización nacional inexistentes en los países
latinoamericanos. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al
desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde con el
desprecio y orgullo de su tradición milenaria. El antiimperialismo en la China,
puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista407. En
“Indo-América” las circunstancias eran distintas, a causa de que la aristocracia y
la burguesía autóctonas, no se sentían solidarizadas con su pueblo, por el lazo de
una historia y de una cultura común. Esto era definido como un aspecto de la
psicología política, que no debía subestimarse a la hora de precisar las
posibilidades de la acción antiimperialista, lo cual se resaltaba que había sido
relegado en la teorización aprista.
El factor nacionalista, concluía Mariátegui, no era decisivo en la lucha
antiimperialista en América Latina. Aunque, diferenciaba algunos países como
Argentina, por la existencia de una burguesía numerosa y rica, en donde la
personalidad nacional adquiría contornos más claros, permitiendo que el
antiimperialismo sea influyente en los sectores burgueses. Pero ello estaba
407 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.188.
320
promovido por razones de expansión y crecimiento capitalistas, a diferencia de las
razones de justicia social, e ideológicamente socialistas, como era planteado por el
intelectual peruano. Estos criterios desde donde se asumía un punto de vista
antiimperialista, a la vez, permitía ponerse a salvo de la posibilidad de una
traición por parte de la burguesía, como ocurriera en China, con la ruptura del
Kuo-Ming-Tang, aún en un país en donde esta clase social podía adoptar un
sentimiento nacionalista revolucionario.
La tesis del creador del Partido Socialista Peruano, sostenía que la diferencia
principal se daba entre dos sectores, el que había aceptado los principios del
APRA, como un plan de frente único, lo que no implicaba su adhesión a un
partido político, ni su futura conversión en ello. Y el otro sector, que había
definido a aquella organización en los términos de un Kuo-Ming-Tang
latinoamericano. El punto neurálgico que separaba ambas posturas políticas, e
ideológicas, lo establecía el hecho de que mientras el grupo liderado por
Mariátegui permanecía fiel a la concepción “económico-social” revolucionaria del
antiimperialismo. El otro sector, que estaba encabezado por Haya de la Torre,
suponía que al asumir una posición antiimperialista los transformaría
automáticamente en socialistas o de izquierda; se elevaba así su posicionamiento
en ese terreno a la categoría de una actitud o un programa político, autosuficiente,
el cual llevaría “espontáneamente” al socialismo o a la revolución social.
La adopción de esta última posición ideológica, era criticada por Mariátegui,
porque llevaría a una sobreestimación del movimiento antiimperialista, que se
manifestaba con las expresiones de la lucha por la “segunda independencia”. Esta
postura era señalada como la causa de la tendencia a reemplazar las ligas
antiimperialistas por un organismo político. Del APRA, concebida inicialmente
como frente único, como alianza popular, como bloque de las clases oprimidas,
se pasa al APRA definida como el Kuo-Mingtang latinoamericano408.
El antiimperialismo que postulaba Mariátegui como referente del socialismo
peruano, no se proponía constituir un programa político, o un movimiento de
408 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.190.
321
masas con el objetivo de hacerse con la conquista del poder. Aunque se admitiera
como posibilidad la capacidad de antiimperialismo para movilizar al lado de las
masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas,
para el intelectual peruano esto no implicaba que se anularán los antagonismos
entre las clases sociales, ni se suprimían las diferencias de sus intereses. La
conclusión a la que llegaba, el autor de la tesis, era que sólo por intermedio de una
revolución socialista se lograría oponer al avance del imperialismo una verdadera
valla que lo detuviera definitivamente. Y en sintonía con ello, afirmaba de manera
terminante Mariátegui, que la adopción de la postura antiimperialista devenía de
ser marxistas, esto era revolucionarios, por el hecho de oponer al capitalismo, el
socialismo como sistema antagónico.
Robert París, señala que una de las principales causas del desacuerdo que opondrá
al Partido Socialista del Perú, y a los representantes de la Internacional Comunista
durante la Conferencia de Buenos Aires en 1929, residía en el rechazo por parte
de Mariátegui a aplicar al problema indígena la consigna leninista de la
autodeterminación, y no tratarlo en los términos de la “cuestión nacional”,
definiéndolo en cambio, por medio de su identificación circunscripta a: la
explotación feudal de los indios en la gran propiedad agraria409. Cuatro quintas
partes de la población peruana, destacaba Mariátegui, vivían en condiciones de
servidumbre, lo que hacía del Perú una nacionalidad en formación, cuyos
cimientos se los daría la asimilación del componente mayoritariamente indígena
como integrantes de la misma, por lo tanto el socialismo peruano debía
solidarizarse, en primer lugar, con las reivindicaciones del indio.
Tanto las dos tesis redactadas por Mariátegui, como la organización política y los
delegados que vehiculizaron sus postulados, produjeron un debate en la Primera
Conferencia Comunista Latinoamericana, que pronto se transformó en una franca
oposición y hostigamiento por parte de la ortodoxia partidaria contra lo que
denominara como una “desviación latinoamericanista”. Codovilla como miembro
409PARIS, Robert; “Para una lectura de los 7 ensayos”, en Arico, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p 317.
322
del Buró Sudamericano de la Internacional, fue informante principal y autor del
“Proyecto de Tesis sobre el Movimiento Revolucionario en América Latina”410. A
la vez, el dirigente del Partido Comunista Argentino, fue el que utilizó aquella
denominación que descalificaba los planteos elaborados por el intelectual
peruano, por no estar acordes con la uniformidad de las categorías universalistas
que pretendían imponerse desde los ámbitos oficiales tributarios de Moscú.
Algunos de las categorías que eran consideradas como verdades absolutas por
parte de la ortodoxia comunista, representada en la Conferencia por Codovilla y
Droz, tenían que ver con las fórmulas de: “las semicolonias”, “el retraso feudal”,
la “revolución agraria y antiimperialista” “la revolución democrático-burguesa” y
una táctica “obrerista”. Todos las cuales de alguna forma, fueron sometidas a una
crítica superadora, por el pensamiento esbozado por Mariátegui, y el Partido
Socialista Peruano, que propugnaban una estrategia socialista articulada a través
de una táctica amplia y frentista, con la constitución de un bloque nacional entre
el campesinado indígena que representaba cuatro quintas partes de la población
peruana a los que debía asimilarse como miembros de la nación, y el proletariado.
El horizonte del intelectual peruano, iba más allá de la coyuntura histórica, se
relacionaba con la búsqueda por medio del conocimiento y la praxis, de los
diferentes arietes que componían la realidad específica, rompiendo con la
tradición de tratar la identidad y la realización nacional a partir de un solo centro
que eliminaba y absorbía todas las influencias y componentes étnico-culturales y
sociales que no pertenecieran al mismo, ya que reconocía las diversas tradiciones
históricas como la indoamericana, la hispano-colonial y la criollo-liberal,
articulándolas en su complejidad de manera renovadora con el espíritu de su
tiempo contemporáneo, que era socialista y revolucionario, imprimiéndole así una
característica novedosa al análisis de la dinámica política constitutiva de América
Latina y sus naciones.
Quizás por esta misma búsqueda, otro intelectual comprometido con su tiempo,
surgido del movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba, como fue
Deodoro Roca, haría un rescate de la figura de Mariátegui, tempranamente, y en
medio de su silenciamiento, por no caber encasillarlo dentro de sus filas, tanto por
410 TARCUS, Horacio; ob. Cit, p.69.
323
parte de la ortodoxia comunista, como del aprismo. En un artículo escrito en 1936
en el periódico Flecha, que al igual que Amauta excedía los cánones literarios y
políticos impuestos, dirigido por el autor del Manifiesto liminar, recuperará el
perfil intelectual del escritor peruano para proyectarlo en la perspectiva histórica:
tiene más sentido, y está más enraizado en lo americano - en lo específicamente
americano– un José Carlos Mariátegui que un Drago o un Ruy Barbosa,
visionarios del Derecho Internacional, pero insensibles a las urgencias
dramáticas y embravecidas del Derecho Social411.
Deodoro Roca y la posición de un reformista ante el nuevo escenario político internacional. En 1928, la Unión Latinoamericana de Córdoba, presidida por Deodoro Roca
iniciaba sus actividades públicas, con la presencia del escritor antiimperialista
centroamericano, Máximo Soto Hall. Éste, había escrito un libro en aquel año
titulado: “Nicaragua y el Imperialismo Norteamericano”, en el cual además de
reivindicar la figura de Augusto Cesar Sandino como un verdadero patriota, se
consideraba que el “panamericanismo oficial” estaba llegando a su fin luego de la
VI Conferencia Panamericana. Como contraposición ante aquel, Soto Hall
destacaba la existencia de un “americanismo fraternal”, sustentado por: los
intelectuales, los periodistas, los estudiantes, los obreros, los hombres todos de
buena voluntad del continente412. Manuel Caballero señala que en el mismo año
1928 se produjo el “Descubrimiento de América”, por parte del Sexto Congreso
de la Internacional Comunista413, que abarcaba el reconocimiento de Estados
Unidos como una potencia mundial, junto a las posibilidades revolucionarias de
las sociedades latinoamericanas, aunque en este caso, al no tratarse de una
sociedad capitalista industrial, estaban ante un territorio desconocido, que ponía
en duda que tipo de revolución necesitaría realizar. A pesar de los intentos de
Humbert-Droz, en su informe sobre la región latinoamericana presentado al
Congreso de la Internacional, que buscaba dar cuenta de las diversas situaciones 411 ROCA, Deodoro; El difícil tiempo nuevo, Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1956, p.133. 412 SOTO HALL, Máximo; Nicaragua y el imperialismo norteamericano, Buenos Aires, Artes y Letras Editorial, 1928, p. 109. 413CABALLERO, Manuel; La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1987, pp. 107 a 120.
324
de los países latinoamericanos, desaconsejando incluirlos en una definición
común o única, se terminó imponiendo el criterio de su caracterización como
“semicoloniales”.
En este contexto, en donde se producía el descubrimiento de América, por parte
de la Internacional Comunista, impulsado entre otros acontecimientos por la lucha
protagonizada por Sandino en Nicaragua contra las fuerzas de ocupación
norteamericanas, Deodoro Roca, pronunció el discurso de recepción de Soto Hall,
que llevaba como título “El drama de América”, y en el cual aparece un análisis
que da cuenta de las características del problema del imperialismo norteamericano
en Latinoamérica, que el intelectual cordobés ya había comenzado a investigar
desde hacía más de una década, a partir de su tesis doctoral, en donde abordó la
Doctrina Monroe. Comenzaba su discurso, Deodoro Roca, aseverando que
América del Norte anhelaba desbordarse hacia las fronteras que lo dividían con el
continente latinoamericano, impulsado por un estímulo económico, que lo inducía
a la búsqueda de mayor riqueza. Pero además, se le sumaba un sentimiento
mesiánico, que lo induciría a tutelar a países como los centroamericanos, con la
misión de “salvarlos” ante: una supuesta barbarie, o de una corruptora lentitud, y
de librar también al mundo del peligro asiático-amarillo o ruso rojo414. Sin
embargo, destacaba Deodoro Roca, que este espíritu anexionista no era novedoso,
ya que se remontaba a 1903, con la Enmienda Platt -por la cual se le había
otorgado el “derecho” de intervenir en su territorio por parte del gobierno de Cuba
al de los Estados Unidos-, aunque el proceso de influencia en los países
latinoamericanos, y su correlativa doctrina intervencionista, recién a mediados de
la década de 1920 adquiría su máxima expresión. Esto se debía al rol
desempeñado por la oficina panamericana de Washington, disimulando la “misión
tutelar” que se atribuía Estados Unidos en relación con los demás países
americanos, sustentándose en la elasticidad de la Doctrina Monroe.
La Unión Panamericana se había constituido con el objeto de promover la
cooperación económica, social e intelectual y recurrir al arbitraje para resolver los
conflictos entre sus miembros, pero Deodoro Roca denunciaba que funcionaba
414 ROCA, Deodoro; ob. Cit., p. 186.
325
como una oficina del gobierno norteamericano, al servicio exclusivo de su interés,
y como salvaguarda de su política imperialista desplegada en la región. Cada una
de las seis conferencias celebradas por aquella organización, había estado
impulsada por el hecho de disimular algún acto de sojuzgamiento, agresión, o para
acallar protestas o desviar hacia otros focos la atención del continente. La sexta
conferenciaba realizada en la Habana, se llevaba adelante mientras eran
bombardeadas las selvas de Nicaragua por aviones norteamericanos.
En el texto escrito por Deodoro Roca en 1928, “Mr. Monroe viaja a sus colonias”,
incluso avanza en las posibles respuestas de las naciones latinoamericanas ante los
embates del imperialismo norteamericano, mientras que la Internacional
Comunista proponía a los habitantes del continente el inicio de un proceso
revolucionario, con desconocimiento del tipo de sociedades existentes. Los
peligros que rodeaban a los pueblos latinoamericanos, y de los cuales debían
tomar conciencia, tenían relación con el nuevo mecanismo de intromisión del
imperialismo, que había sido analizado por Ingenieros. Ello se daba por medio de
los Tratados estipulados por los países, que a cambio de empréstitos públicos,
autorizaban a una potencia extranjera, a intervenir en las aduanas, y en
determinados conflictos internos. Este procedimiento desplegado por el
imperialismo norteamericano fue definido por Deodoro Roca, como la técnica de
las “violaciones internacionales”. El desafío principal consistía en evitar, por parte
de los países latinoamericanos, que las fuentes vitales de riqueza, en referencia a
la tierra, el subsuelo y los transportes, sean monopolizados por corporaciones
extranjeras. En primer lugar, recomendaba Deodoro Roca, incitar a la juventud
latinoamericana a seguir los estudios de las carreras específicas relacionadas con
la economía política, para propender a redimir la economía del predominio
extranjero de tipo imperial, para poder organizarla con técnicos y capitales
propios. Todo lo cual, conducía a concluir que se tornaba necesaria para el
continente otra estructura internacional, que debía constituirse en base a la
existencia de nacionalidades libres e interdependientes. A diferencia del proyecto
de Bolivar, la propuesta de Deodoro Roca tomaría la forma de una “anfictionía
económica” de naciones latinoamericanas, alejada de cualquier tipo de tentación
imperialista.
326
En “paz y petróleo”, escrito en 1929, el intelectual argentino definía como la más
dramática de los tiempos modernos, a la lucha por el petróleo. Los dos
“leviatanes” en pugna por las fuentes energéticas mundiales, que representaban al
grupo norteamericano, con la Standard Oil Company, y el grupo europeo a través
de la Shell Company, se encontraban actuando en territorio latinoamericano,
imponiendo sus intereses a la voluntad de los Estados. Impulsadas por lo que
Deodoro Roca llamaba la “paz bélica” del período de la posguerra, los países
“rectores” se encontraban imbuidos por el sentimiento de la hegemonía mundial,
inducidos por la abierta disputa por el petróleo. El capitalismo de “posguerra”
acusaba en base a este análisis, una tendencia orgánica hacia la especulación, que
lo llevaba a “inflar” los valores en las bolsas, o a lanzarse “vorazmente” sobre las
riquezas de los pueblos débiles. Todos los caminos, señalaba quien presidía la
Unión Latinoamericana de Córdoba, conducían a convertir a América del Sur, en
el nuevo escenario de aquella disputa hegemónica. Las guerras comerciales que
tenían lugar, eran definidas como parte de la historia de los trusts. En términos
dramáticos se preguntaba Deodoro Roca cuanto iba a durar la paz que tenía lugar
hasta ese momento, a lo que respondía de manera incisiva y previsora, que en el
momento en el cual se impusiera alguno de los rivales que pugnaban por manejar
los oleoductos sudamericanos, reaparecería la guerra reforzando al leviatán.
327
A modo de conclusión.
La Reforma Universitaria de 1918, como vimos, se comenzó a gestar desde 1916,
con la conformación de uno sus actores protagónicos, como fue la “Asociación
Córdoba Libre”. En este grupo, se destacaron determinados intelectuales, cuyos
casos paradigmáticos los representaron Deodoro Roca y Saúl Taborda.
Impulsados, por un lado, por la renovación institucional en el país, que iniciaba la
Presidencia de Hipólito Yrigoyen, con el acceso del radicalismo al gobierno
nacional por primera vez, y además fortalecida por la presencia parlamentaria del
Partido Socialista, quién también tuvo un crecimiento cualitativo a partir de la ley
Saénz Peña. Señalamos que fueron esos dos movimientos de ideas e identidades
políticas, las que tuvieron como fuerzas políticas una incidencia mayor, en el
proceso de gestación de la Reforma Universitaria. Y por otro lado, encontró una
fuente de influencia importante, por medio del contexto internacional de
transformaciones políticas, con las secuelas de la “Gran Guerra Europea”, la
Revolución Rusa y la “Revolución Mexicana” en el Continente Latinoamericano,
los jóvenes universitarios emprendieron una disputa cultural y política, cuyo
punto máximo tuvo lugar a mediados de 1918, con la aprobación del gobierno
nacional de los nuevos estatutos, discutidos y elaborados por los estudiantes
reunidos en un congreso nacional en el marco del conflicto. La lucha se produjo
desde el comienzo en la esfera ideológica, otorgándole relevancia al papel de los
intelectuales, para luego concatenarse con la vida política, potenciándose así su
influencia en el plano del Estado y la sociedad, a través de la vinculación
incipiente, aunque todavía inorgánica, con el movimiento obrero.
El desafío emprendido por la “nueva generación intelectual” no fue menor, al
tener como contrincantes a un bloque histórico, que hundía sus raíces en la
tradición contrarrevolucionaria jesuítica, constituido en un tipo de “aristocracia
doctoral”, cuyo eje principal del poder se encontraba ligado con su pertenencia a
la Universidad de Córdoba. Por lo tanto, resultó apropiado, tomar de Portantiero y
Gramsci, el concepto de kulturkampf, para definir y caracterizar la dinámica que
adquirió esta disputa cultural y política, como voluntad de construcción de una
contrahegemonía por medio de una reforma intelectual y moral, en cuyo marco se
produjeron Manifiestos, declaraciones o actos públicos, que fueron dándole forma
328
a un ideario genuino reformista, que tuvo una inmediata proyección nacional y
continental.
El nuevo sujeto pedagógico y político, que se erigió desde ese momento como un
actor preponderante, en la mayoría de los países latinoamericanos, fue la juventud
universitaria, que abarcaba principalmente a los estudiantes, junto a los graduados
y profesores jóvenes. Con una fuerte carga de influencia del “Ariel” de Rodó y su
vindicación de la condición juvenil americana, acompañada de su contraposición
idealista con la “nordomanía”, las clases medias constitutivas de la nueva
generación intelectual, se encontraban en una situación estructural que las aislaba
de la producción, circunscribiendo su accionar emancipador al plano estricto del
espíritu o cultural. Haciendo la salvedad, a partir de los planteos de Bourdieu, que
las características de las distintas clases sociales no dependen solamente de su
posición diferencial en la estructura social, sino además de su peso funcional en
esa estructura.
Por ejemplo, en las sociedades en que es débil el desarrollo de la economía,
específicamente de la industria, sólo confiere a la burguesía industrial y al
proletariado, un débil peso funcional, por la preponderancia del sistema de
relaciones entre la pequeña burguesía que suministra los cuadros administrativos
del Estado y un inmenso subproletariado, formado por desocupados, trabajadores
intermitentes de las ciudades y campesinos “desarraigados”, que determina la
estructura social. De esta forma, para Bourdieu, la pequeña burguesía de
trabajadores permanentes y no manuales, podía presentar numerosos rasgos que la
acercaban a las clases medias de sociedades más desarrolladas desde el punto de
vista económico y político. Las conductas asumidas por esta pequeña burguesía,
podrían ir de la inclinación al “ascetismo y al moralismo”, y en el orden de la
acción política se caracterizaría por su posición respecto al proletariado, el cual
impugnaba el “aburguesamiento” y los privilegios de aquella, pero encontrándose
en una posición como clase, muy débil para poder imponerle sus exigencias.
Esta situación estructural es asimilable a la que atravesaba la juventud
universitaria en Córdoba, en cuanto a su pertenencia social, y su condición de
clase. Aunque otro aspecto que señala Bourdieu, que hay que valorar, además de
329
las relaciones que objetivamente mantiene con las demás clases sociales, para
poder definir las propiedades de determinada clase social, tiene que ver con el
hecho de que los individuos que la componen entran deliberada u objetivamente
en relaciones simbólicas. Ellas expresan las diferencias de situación y posición de
clase, que se convierten en “distinciones significantes”, adquiriendo una
independencia relativa el orden propiamente cultural, a través de la asimilación de
marcas de distinción, gracias a las cuales los sujetos sociales manifiestan y al
mismo tiempo constituyen para sí mismo y para los otros, su posición en la
estructura social, y la relación que mantienen con ésta.
Contemplando las definiciones establecidas por Bourdieu, podemos afirmar que el
sujeto político cultural impulsado por la Reforma Universitaria, se constituyó en
su momento fundacional, estrechando un lazo de mutua solidaridad con los
trabajadores, que aunque pudo pretender adquirir cierto carácter tutelar por parte
de la juventud universitaria hacia aquellos, y cuyas causas se podrían rastrear en
las condiciones de la estructura social de Córdoba, en la que cumplía un rol
preponderante la aristocracia doctoral, se establecieron desde allí, relaciones de
mutua reciprocidad entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero.
La existencia en Argentina, del Partido Socialista, la Unión Cívica Radical, el
Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista Internacional, antecesor del
Partido Comunista, constituyeron un límite concreto a la posibilidad de poder
conformarse como un partido político por parte de la juventud universitaria, tal
como ocurrió en otros países latinoamericanos. El proceso de constitución de las
clases sociales modernas en Argentina, ya había estipulado la representación
partidaria de cada una de ellas, con antelación a la consolidación del movimiento
reformista como nuevo sujeto político. Sin embargo, este pudo generar un ideario,
en donde se destacaba: el nuevo formato institucional para las Universidades,
como producto de la deliberación y creación de los propios estudiantes; al igual
que las nociones latinoamericanistas devenidas en antiimperialistas; junto a una
solidaridad obrero-estudiantil en gestación.
Desde el momento en que se conformó el Comité Pro Reforma Universitaria, en
marzo de 1918, la lucha emprendida por el movimiento estudiantil no fue lineal.
330
La derrota del candidato a Rector de la juventud reformista, en manos del
candidato de la Corda Frates, en las elecciones del 15 junio en la Universidad de
Córdoba, provocó un cambio cualitativo en su accionar. Como consecuencia
inmediata, y expresando una impugnación ante este suceso, se decretó una huelga
estudiantil, acompañado de actos públicos de protesta, y producto de las
deliberaciones del congreso nacional de estudiantes, se sentaron las bases para el
nuevo formato institucional de las Universidades Nacionales. Esta dinámica
adquirida por el movimiento estudiantil argentino, tuvo como punto de llegada la
toma de la Universidad el 9 de septiembre, llevándolo a los márgenes de la
legalidad institucional, para poder conseguir la segunda y definitiva intervención
del gobierno nacional, que suscribió mediante un decreto, el 12 de octubre, las
reformas impulsadas por la juventud universitaria.
Merece destacarse, que el momento de mayor ebullición a lo largo de 1918, año
que se inició y concluyó prácticamente con la Reforma Universitaria en Córdoba,
coincidió con la reorganización y el accionar desplegado por el movimiento
obrero cordobés, como lo señala Ofelia Pianetto. Esto se produjo entre julio y
agosto, y se dio por la correspondencia entre la huelga más importante llevada a
cabo por la Federación Obrera Local, y la situación de huelga estudiantil y
movilizaciones públicas en la cual se encontraba la Federación Universitaria de
Córdoba luego de la impugnada elección rectoral. Hubo complementariedad tanto
por la mutua participación en los actos públicos, que le daban un carácter
multitudinario a cada uno de ellos, como por encontrarse juntos en los
enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, y compartir sus sedes organizativas
ante situaciones de clausura o represión.
Esta relación establecida entre el movimiento estudiantil en Córdoba y el
movimiento obrero, tomó dimensiones nacionales desde los acontecimientos de la
“Semana Trágica”, que implicó una actitud de solidaridad y apoyo de la
Federación Universitaria Argentina frente a la represión sufrida por aquellos, y la
aparición en el escenario político de un nuevo contrincante en común, como fue la
“Liga Patriótica”. Esta actitud, por parte de los estudiantes se mantuvo a lo largo
de la década de 1920, como en el apoyo a la huelga de las maestras de Mendoza.
También, se expresó con el rechazo de la federación estudiantil, a concurrir a un
331
congreso universitario, al que la sociedad científica argentina los había invitado,
por causa de la omisión de incluir entre las “fuerzas vivas” asistentes al mismo, a
la clase obrera, cuyo ideal de justicia social, manifestaban compartir. Finalmente,
las distintas formas de extensión universitaria, fueron otro de los mecanismos que
propiciaron el asentamiento de la relación establecida, entre trabajadores y
estudiantes.
La actuación de los dos líderes políticos más importantes argentinos del período
fue decisiva, para que se pudiera concretar la Reforma Universitaria. Juan B.
Justo, dirigente del Partido Socialista, y promotor de los sucesos que
desencadenaron la primera reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos
Aires en 1906, cumplió un papel protagónico para el desenlace de la Reforma
Universitaria de 1918, por intermedio de su actuación parlamentaria. Justo, como
diputado nacional, realizó un minucioso diagnóstico de la crisis en la que se
encontraba inmersa la Universidad de Córdoba, que apuntaló e influyó en la
decisión tomada por el gobierno nacional de intervenir nuevamente ésta casa de
altos estudios, con la consecuente aprobación del nuevo formato institucional que
regirá sus destinos.
En el caso de Hipólito Yrigoyen, como Presidente de la República, tomó las
decisiones políticas que permitieron la realización de los postulados proyectados
por la juventud universitaria. Esto fue posible, incluso contra la voluntad de un
sector de su propio partido político en Córdoba, que tenía fuertes lazos vinculados
al clericalismo y a la Corda Frates. La firme definición adoptada por Yrigoyen,
no se detuvo ante los embates a los que estuvo sometida la primera intervención, y
frente a ello insistió con una segunda y definitiva intervención que garantizará la
Reforma Universitaria de 1918. Las influencias krausistas en el ideario
yrigoyenista, permiten explicar su voluntad política, basada en los principios
filosóficos y educativos de aquella escuela, que había realizado innovaciones
institucionales como la Institución Libre de Enseñanza. Claro, que también hay
que mencionar su conveniencia desde el punto de vista de la política interna, ya
que mediante la reforma se quitaba poder a los conservadores en uno de sus
bastiones de resistencia a los cambios, junto al Senado Nacional, como eran las
Universidades.
332
El ideario de la Reforma Universitaria se nutrió fundamentalmente de las nuevas
bases institucionales sentadas por los estudiantes, junto a los Manifiestos, textos y
discursos, elaborados tanto por parte de los miembros del movimiento, como
fueron Deodoro Roca, Saúl Taborda, Julio V. González y Héctor Ripa Alberdi.
También, por intelectuales que adhirieron a los postulados reformistas,
imprimiéndoles su sesgo, como José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ricardo Rojas
y Alejandro Korn. Ello, permitió su amplia difusión y reconocimiento en los
ámbitos culturales y políticos del país. A la vez, por pertenecer todos ellos, a lo
que Patricia Funes define refiriéndose a los pensadores latinoamericanos de la
década de 1920, como una “cofradía intelectual”, que se auto reconocía y
reproducía sus obras mutuamente.
Como balance global del proceso reformista en Argentina, entre 1916 y 1920,
podemos señalar, la importancia de la formación de las distintas organizaciones,
integradas por jóvenes intelectuales o estudiantes universitarios en Córdoba, que
permitieron viabilizar la renovación cultural y política iniciada luego de la sanción
de la ley Sáenz Peña. Tanto la Asociación Córdoba Libre, en un primer momento,
como luego el Comité Pro Reforma Universitaria, transformado en la Federación
Universitaria de Córdoba, y la propia Federación Universitaria Argentina,
aparecida durante el desarrollo del conflicto, lograron constituir, junto a
profesores universitarios liberales, y con el apoyo del yrigoyenismo, el socialismo
y el sindicalismo, un auténtico bloque histórico, que posibilitó la concreción de la
reforma en el plano institucional y cultural e ideológico. Así, se produjo una doble
proyección del movimiento de la “Reforma Universitaria” a nivel nacional. Por
una parte a través del contenido resultante de las distintas intervenciones públicas
protagonizadas por sus intelectuales, conformándose de este modo un ideario
propio; y por otra parte al convertirse en un actor instituyente de una nueva
organización para las Universidades del país, convirtiendo a los estudiantes en
sujetos pedagógicos y políticos insoslayables, desde ese momento.
La proyección latinoamericana le otorgó nuevas instituciones que potenciaron
algunos de los postulados de la Reforma Universitaria, como en los casos de las
Universidades Populares, en Perú y Cuba, que partiendo de las nociones de
333
extensión universitaria y solidaridad obrero-estudiantil, encontraron una nueva
fórmula para asentar esta relación propugnada. En estos dos países, al no existir
partidos políticos modernos, que estuvieran en condiciones de representar a las
clases sociales existentes, el movimiento de la Reforma Universitaria impulsó el
nacimiento de nuevas organizaciones políticas, como el caso del Partido
Comunista Cubano, y el Partido Nacionalista Libertador en Perú, propuesto desde
el APRA, todos ellos en la década de 1920. En el caso de Uruguay, al haberse
establecido la renovación institucional y política desde el Estado, con la figura
preponderante de Batlle y Ordoñez, como miembro de uno de los partidos
políticos tradicionales, el reformismo universitario, encabezado por Carlos
Quijano, llevó a cabo la tarea de asimilación de los nuevos postulados
proyectados desde Argentina, dentro de los límites establecidos por las
organizaciones existentes.
La realización del Primer Congreso Internacional de Estudiantes Universitarios
en México en 1921, significó el reconocimiento a nivel continental del modelo de
la Reforma Universitaria Argentina. Quienes lo canalizaron fueron sus delegados,
miembros de la juventud universitaria, que junto a la delegación mexicana
dirigieron las discusiones desarrolladas durante el congreso. El lugar elegido, no
fue producto de la casualidad, ya que tanto México necesitaba difundir y legitimar
su gobierno posrevolucionario, así como desde los países latinoamericanos se
observaba su desenvolvimiento como un ejemplo de transformación política
genuina y en base a su propia idiosincrasia, con el padrinazgo intelectual de uno
de los considerados por la juventud universitaria como su maestro, José
Vasconcelos. De este modo, se avalaba y dinamizaba la proyección de la Reforma
Universitaria a nivel continental, como una estructura institucional modelo, de la
que abrevarán inmediatamente los movimientos estudiantiles universitarios de
Perú, Chile, Cuba, Colombia y Uruguay, para llevar adelante la renovación de sus
instituciones de educación superior.
José Ingenieros, otro de los elegidos como maestro de América, por parte de la
nueva generación intelectual, tal como lo expresara Mariátegui en un artículo
sobre “la crisis universitaria, de maestros y de ideas” en 1923, sentó las bases
ideológicas programáticas de la Unión Latinoamericana, dándole fundamentos
334
teóricos a la concepción de solidaridad continental impulsada desde la Reforma
Universitaria. Tomaba, en su análisis el ejemplo de México por el máximo de
reformas llevadas adelante por el gobierno revolucionario, de acuerdo a su
ambiente y sus posibilidades de realización. Y a la vez incorporó a la matriz
arielista, de oposición binaria entre la cultura latina y el materialismo anglosajón,
la noción de un nuevo tipo de antiimperialismo, basado en los fenómenos de
empréstitos públicos junto a la “diplomacia del dólar”, como mecanismos
establecidos por los países imperiales para poder mantener la dominación y
extracción de recursos de las naciones, sin necesidad de intervención militar
previa.
La Unión Latinoamericana organizada por intelectuales provenientes del
movimiento reformista argentino a mediados de la década de 1920, tal como
pretendía su inspirador, Ingenieros, realizó una tarea de concientización de la
población y fomento de la resistencia, invocando a las “fuerzas morales” de las
naciones, como freno ante los embates del imperialismo, principalmente
norteamericano. Se puso el foco de análisis desde esta institución radicada en
Buenos Aires y Córdoba, en la denuncia de la extracción de los recursos naturales,
fundamentalmente del petróleo en las naciones latinoamericanas, por parte de lo
que Deodoro Roca definiera como la gran lucha de “Leviatanes” entre la
“Standard Oil Company” y la “Shell Company”.
Tanto Haya de la Torre, como Mariátegui y Mella, abrevaron en la experiencia de
la Unión Latinoamericana. Los tres intelectuales latinoamericanos consideraron a
su ideólogo, y quien sentara las bases para la nueva concepción del capitalismo
imperialista, Ingenieros, como verdadero maestro de América. También,
identificaban al movimiento de la Reforma Universitaria en Argentina, como
precursor a nivel continental. Aunque en cada caso, se planteó una instancia
superadora, en términos políticos, como forma de manifestar su pertenencia a la
nueva generación, cuya definición amplia, daba lugar a la existencia de una
diversidad ideológica e interpretativa.
Haya de la Torre con la creación del APRA, como frente único de las juventudes
de trabajadores manuales e intelectuales, se proponía el reemplazo de lo que
335
denominaba los caminos románticos en la lucha contra el imperialismo, para darle
paso la nueva generación revolucionaria de América Latina. Reconocía a
Ingenieros como el precursor, por haber conceptuado en términos económicos el
conflicto histórico por el cual atravesaba el nuevo mundo. Sin embargo, Haya de
la Torre atribuía a su propia organización, el aprismo, el haber encontrado los
caminos necesarios para la resolución política e histórica de los países
latinoamericanos frente al fenómeno del imperialismo. El APRA, bajo su
inspiración, pasaba de ser una organización aglutinadora de figuras intelectuales,
y de distintas procedencias ideológicas, para convertirse en un partido político,
que estuviera en condiciones de competir por el poder.
La figura de Mella en Cuba, con la creación del Partido Comunista Cubano en
1925, de manera inmediata, con posterioridad a su rol protagónico como dirigente
estudiantil para la gestación de la Reforma Universitaria y la Universidad Popular,
produjo una fusión entre los planteos reformistas y revolucionarios, que luego del
cambio de estrategia de la Tercera Internacional Comunista, anunciado en el
Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, en Bruselas en
1927, ingresarán en una etapa de tensiones. Esta situación, de algún modo, se
expresó anticipadamente, en la polémica entablada por Mella con la publicación
del manifiesto político, en 1928, ¿Qué es el Arpa?, de crítica y oposición hacia el
aprismo, en todos sus aspectos ideológicos y organizativos, quizás sin reparar en
la diferenciación establecida, que estaba vinculada estrictamente a la nueva
filiación partidaria asumida, y que significaba la transformación del APRA de
haber sido inicialmente un movimiento y frente único, a pasar a convertirse en un
partido político.
El perfil político e intelectual de Mariátegui, y su perspectiva de análisis crítico
tanto de las posturas dogmáticas en las que estaba recayendo la Internacional
Comunista, como de la respuesta sectaria del aprismo, permitió el mantenimiento
de la viabilidad de lo que José Luis Romero definiera como característico del
movimiento reformista, esto era, la militancia al servicio del cambio social sin
adopción de posiciones dogmáticas. A ello le agregaba, su cualidad como
polemista, respetando la libre discusión de las ideas, como lo había dejado sentado
en 1927, al intervenir en la discusión sobre el meridiano intelectual de
336
Hispanoamérica. Lo que el intelectual peruano definiera como la “Batalla de
Martín Fierro”, para describir la respuesta de esta revista vanguardista argentina
de la década de 1920 frente a la postulación de Madrid como centro cultural por
parte de la Gaceta Literaria de esa ciudad, sintetiza el clima de época dominante.
Para Mariátegui, Hispanoamérica era todavía en aquel momento una cosa
inorgánica, y el ideal de la nueva generación intelectual tenía como horizonte,
precisamente darle unidad. En este sentido, establecía como los campos de
gravitación del espíritu hispanoamericano se encontraban al norte en México y al
sur en Buenos Aires, y al encontrarse ésta capital más conectada con los demás
centros de Sudamérica, reunía las mejores condiciones materiales para ser
considerada como su genuina metrópoli intelectual. La Reforma Universitaria, por
medio de dos de sus creaciones, el “Frente Único de la Juventud” y la “Unión
Latinoamericana”, habían alcanzado en aquel momento en Argentina y en el
continente así su nivel de mayor esplendor y proyección.
Sin embargo, el bloque antiimperialista en ciernes, comenzó a sufrir fisuras, a
fines de la década de 1920. El paso, del segundo período hacia el tercer período de
la Internacional Comunista, redefiniendo la estrategia revolucionaria en términos
de “clase contra clase”, que descartaba el “frente único antiimperialista”, produjo
un fraccionamiento en el bloque latinoamericano, al pasar a considerar por parte
de la Internacional Comunista al movimiento de la Reforma Universitaria como
“pequeño burgués”, y en consecuencia, enemigo del proletariado. El viraje táctico,
fue definido durante el VI Congreso de la Tercera Internacional, en 1928, aunque
en la tesis que aparecen en los documentos de éste, nunca se aclara cuando
terminaba el segundo período, iniciado en 1923. Solamente, se mencionaba como
la causa del cambio de postura, a lo que se suponía como una modificación en la
economía capitalista, concibiéndola en un momento de elevación, caracterizado
por un rápido desarrollo técnico y un crecimiento exponencial de los cártels y los
trusts, que llevaba a una visión catastrófica del futuro inmediato de la sociedad
capitalista. Pero, una explicación de esta modificación de la táctica revolucionaria,
se puede hallar en las consecuencias de la masacre de Shangai en 1927, que
implicó la ruptura del apoyo de la Internacional al Kuomingtang, como frente de
masas, en China.
337
En referencia a las colonias, se caracterizaba en el nuevo período de la
Internacional Comunista, al gobierno surgido de la Revolución Mexicana, como
pequeño burgués, a diferencia de la percepción que tenía de ella la nueva
generación intelectual, planteando a los movimientos revolucionarios de América
Latina, la necesidad de aliarse con la Unión Soviética. La Internacional proponía
para los países coloniales y “semicoloniales”, la táctica del poder revolucionario
sobre la base de los “Soviets”. Aunque, para llegar a esa instancia, debido al
presupuesto del predominio de las relaciones feudales y precapitalistas, en
aquellos países, la Internacional determinaba la necesidad de que atravesaran una
etapa intermedia. Así, se establecía la consideración de una revolución
democrática-burguesa, como instancia preparatoria para la “dictadura del
proletariado” y la revolución socialista. Para lo cual, se debían dar los
prerrequisitos de: un cierto nivel de desarrollo industrial en el país, la
organización de sindicatos del proletariado, y de un Partido Comunista fuerte.
Remarcándose el rechazo a la formación de bloques o frentes con los
movimientos definidos como “nacional-reformistas”.
Por lo tanto, el cambio de estrategia establecida por la Internacional Comunista, al
ingresar en el tercer período, de “clase contra clase”, significó la aceptación de
una concepción “etapista”, basada en los planteos de Lenin sobre la
“autodeterminación nacional”, en los cuales, la alianza con el campesinado era
concebida como un momento para completar la revolución democrático burguesa,
para poder llegar a la revolución socialista mediante la dictadura del proletariado.
Como contraposición a ellos, se encontraban los postulados de Mariátegui sobre el
socialismo creativo en base a la propia realidad de las naciones latinoamericanas,
que en lugar de negar su heterogeneidad histórica, social, cultural y étnica, la
valorara como fundamento de la misma identidad, lo que lo indujo a la idea de la
conformación de un nuevo sujeto histórico integrado por el proletariado y el
campesinado indígena, como condición para la construcción del socialismo y
fundamento de una revolución democrática y nacional, descartándose como medio
para completar tareas democrático burguesas inconclusas. Por otra parte, el
sectarismo de la nueva táctica adoptada por la Internacional Comunista, llevaba a
la negación para la conformación de alianzas o bloques históricos, como los que
338
habían caracterizado a los promovidos por el movimiento reformista, a lo largo de
la década de 1920 en América Latina.
Algunas de las consecuencias inmediatas, de este viraje estratégico de la Tercera
Internacional, implicó la desintegración de los vasos comunicantes existentes
entre la “Unión Latinoamericana” y las “Ligas Antiimperialistas”. Ambas
organizaciones, fuertemente influidas por la experiencia de la “Revolución
Mexicana”, y abiertas a la participación en sus filas de todas las tendencias
políticas desde sus inicios, comenzaron a diferenciarse. Ello se debió a que las
Ligas Antiimperialistas, empezaron a funcionar bajo la órbita de los Partidos
Comunistas, supervisados en distintas instancias por la Unión Soviética, como el
Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, bajo el secretariado de
Victoria Codovilla, quien era un hombre del “aparato partidario”, y representaba
una contrafigura, respecto al núcleo de intelectuales, que conformaban la “Unión
Latinoamericana”, tomando como ejemplo organizativo a la internacional del
pensamiento. La “Revolución Rusa”, en este contexto, pasaba a considerarse por
parte de Deodoro Roca, parafraseando a León Trotsky, en términos de “La
Revolución desfigurada”, en un artículo publicado en octubre de 1929. La
revolución bolchevique, dejaba de ser interpretada, como la fuerza auroral de los
anhelos de transformación social, para concebirse como una maquinaria
burocrática gestora de una nueva burguesía, con una estructura de organización
capitalista.
Se desconocía así, por parte del nuevo actor político que pretendía iniciar el
“descubrimiento de América”, todo un acerbo cultural y político, construido por
los intelectuales del movimiento de la Reforma Universitaria, en relación al
estudio del capitalismo en América Latina, y que se transformará en una
importante corriente antiimperialista, a través de organizaciones como la Unión
Latinoamericana y el APRA. Tanto Ingenieros, Taborda, Deodoro Roca, Haya de
la Torre y Mariátegui, son sus figuras que realizaron los mayores aportes teóricos
y prácticos, durante este ciclo inaugural, cuyas raíces se remontan a Córdoba
durante los acontecimientos históricos de 1918. Esta base ideológica y política
sustentada en el movimiento reformista, permitió la continuidad de su legado y
accionar, ante el proceso de ruptura y reordenamiento que se había abierto en el
339
continente, con la aparición de una nueva organización revolucionaria, que
pretendía establecer una hegemonía sin sustento analítico ni político, justo en el
momento en el que se producía una de las crisis que hará temblar el sistema
capitalista mundial, y cuyas secuelas implicarían un nuevo período dominado por
el autoritarismo estatal y los monopolios internacionales extractivos de las fuentes
de riqueza de América Latina.
Otra de las conclusiones a la que hemos llegado se vincula a las sucesivas
transformaciones que va sufriendo el proceso de consolidación y expansión
nacional y latinoamericana de la Reforma Universitaria, sin que, sin embargo,
nunca se corte totalmente un hilo de continuidad, generado en Córdoba en 1918.
Desde su inicio el movimiento reformista presentaba un doble carácter: por un
lado, se expresaba como un movimiento corporativo universitario, centrado en la
defensa de los intereses de los estudiantes, graduados y docentes, y por otro, como
una corriente de ideas, con cierta autoidentificación generacional, que tendía a
desbordar lo corporativo, adquiriendo connotaciones sociales y políticas,
susceptible de interesar a sectores más vastos de la sociedad. Este carácter dual, se
mantiene en el pasaje del reformismo de un proceso local a nacional y luego a
nivel latinoamericano. En ésta última etapa, esto se verifica en las
transformaciones estructurales que el ejemplo argentino genera en varias
universidades latinoamericanas. Pero también, en su conversión en un
movimiento político-ideológico internacional, que suma a la matriz reformista
original, elementos generados por el impacto en la nueva generación
latinoamericana, de las revoluciones mexicana y rusa. Una de las consecuencias
de este último fenómeno, la creación e instalación de la Internacional Comunista y
de las Ligas Antiimperialistas, introdujeron nuevos elementos de debate e incluso
de discordia, en los movimientos reformistas latinoamericanos, ya transformados
algunos de ellos en antiimperialistas.
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