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"La Reforma Universitaria y el surgimiento de una nueva generación intelectual argentina con proyección latinoamericana" Lautaro Bruera 2010 Facultad de Ciencia Política y RR.II. Universidad Nacional de Rosario

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"La Reforma Universitaria y el surgimiento de una nueva generación intelectual argentina con

proyección latinoamericana"

Lautaro Bruera

2010

Facultad de Ciencia Política y RR.II.

Universidad Nacional de Rosario

1

Índice

Introducción…………………………………………………...Pag. 4

Capitulo I……………………………………………………...Pag. 30

Los antecedentes históricos, el desencadenamiento y las

transformaciones impulsadas por la Reforma Universitaria de

1918.

El origen de las universidades en territorio argentino……………………Pag 30

Las bases de las Universidades nacionales: La ley Avellaneda………….. Pag 33

Las primeras transformaciones hacia la Reforma Universitaria…………Pag 40

La Reforma del Estatuto en la Universidad de Buenos Aires…………....Pag 42

La creación de la Universidad Nacional de La Plata, y el diagnóstico de

Gregorio Araóz Alfaro sobre el gobierno de las Universidades…………. Pag 49

El surgimiento de la Asociación Córdoba Libre, y el inicio del proceso de la

Reforma Universitaria…………………………………………………….Pag 54

La aparición de la Corda Frates…………………………………………Pag 61

La conformación del Comité Pro-Reforma Universitaria………………Pag 65

La primera intervención del gobierno nacional y la conformación de la

Federación Universitaria durante el conflicto universitario…………….Pag 70

Las elecciones del 15 de junio de 1918 y sus consecuencias…………… Pag 78

2

El Manifiesto liminar como programa de acción para un nuevo sujeto político

argentino con proyección latinoamericana: el movimiento estudiantil…Pag 86

Las nuevas bases organizativas para las Universidades establecidas por el

Primer Congreso Nacional de Estudiantes……………………………….Pag 95

Discursos de apertura del Congreso…………………………………….Pag 97

El comienzo de las deliberaciones del congreso, y el nuevo proyecto de ley

universitaria……………………………………………………………….Pag 101

Análisis de los discursos del congreso de estudiantes………………….. Pag 115

Resoluciones aprobadas por el congreso………………………………..Pag 125

Discursos de clausura del congreso……………………………………...Pag 133

Capítulo II…………………………………………………... Pag 141

La Concreción de la Reforma Universitaria y su proyección

nacional.

Las Repercusiones parlamentarias……………………………………Pag 141

La segunda y definitiva intervención nacional, y el comienzo de la puesta en

práctica del nuevo formato institucional……………………………... Pag 153

Los avatares para la concreción de la segunda intervención de la Universidad

de Córdoba……………………………………………………………….Pag 162

La toma de la Universidad de Córdoba, causas y consecuencias……….Pag 168

La concreción de la Reforma Universitaria. La influencia del ideario

yrigoyenista……………………………………………………………….Pag 177

3

Hacia una confluencia generacional…………………………………..Pag 198

Ricardo Rojas y la interpretación del advenimiento de la nueva

generación……..….…………………………………………………….Pag 203

El problema de las generaciones y la Reforma Universitaria………... Pag 219

El ocaso de Ortega y Gasset, o los alcances y límites de la teoría generacional

para explicar los cambios políticos e históricos……………………….. Pag 229

La nueva generación ante la cuestión social……………………………Pag 233

Capítulo III…………………………………………………..Pag 239

La proyección latinoamericana de la Reforma Universitaria.

La repercusión del movimiento reformista a nivel continental………....Pag 239 El primer congreso internacional de estudiantes universitarios en México…………………………………………………………………… Pag 249 La difusión de la Reforma Universitaria en Sudamérica……………….Pag 258 La Unión Latinoamericana…...………………………………………….Pag 270

El cambio de las condiciones políticas y su influencia en la Reforma

Universitaria, a través de las posturas de la nueva generación intelectual

americana………………………………………………………………….Pag 286

Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA, y el frente único de trabajadores

manuales e intelectuales…………………………………………………..Pag 290

Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria y la Revolución

Socialista......................................................................................................Pag 300

José Carlos Mariátegui, del APRA al socialismo………………………...Pag 305 Deodoro Roca y la posición de un reformista ante el nuevo escenario político internacional……………………………………………………………...Pag 323

4

Introducción En esta tesis, nos proponemos analizar el acontecimiento histórico de la Reforma

Universitaria de 1918 como un proceso político-cultural, y su proyección nacional

y latinoamericana a través de la influencia que produjo, junto a otros fenómenos

políticos contemporáneos de transformación, en determinadas figuras

intelectuales, a partir de lo cual se fueron conformando diversos idearios que

serán objeto de estudio. También se abordará la dimensión estructural, a través del

estudio del nuevo formato institucional forjado por el movimiento estudiantil

argentino, que se convertirá rápidamente en un modelo para las universidades

nacionales y latinoamericanas.

Retomando lo planteado por José Luis Romero1, como criterio metodológico para

el análisis del movimiento reformista, debemos distinguir su naturaleza, mucho

más compleja, que la de los movimientos sociales y políticos. Nacido y

desencadenado en el seno de las elites, en algunas ocasiones fue expresión de un

grupo disidente y en otras, la consecuencia de los enfrentamientos generacionales.

El carácter de movimiento de elite, se mantiene aún cuando sus promotores apelen

al apoyo de sectores más vastos o aunque el movimiento lo suscite por su propia

dinámica, afirma Romero. Sus objetivos, que podrían aparentar derivar de una

reacción espontánea, frente a fenómenos sociales inmediatos, en rigor respondían,

más profundamente, a cierta interpretación intelectual de estos, desde una

perspectiva propia, que le imprime el análisis establecido por el grupo promotor

de la Reforma Universitaria. Por lo tanto, sería una equivocación buscar una

estrecha y mecánica relación entre el desencadenamiento y el curso posterior de

estos fenómenos. La propuesta de Romero es estudiar estos fenómenos sociales y

culturales; por una parte, a través de los grupos que los promueven, y luego por

intermedio de los que lo acompañan, le prestan eco, intentan utilizarlos o procuran

orientarlos. Por otra parte, también hay que interpretar al movimiento reformista,

teniendo en cuenta los problemas específicos que plantea en relación con la vida

universitaria, y con el carácter que en cada sociedad desempeña el saber superior

1 ROMERO, José Luis; Situaciones e ideologías en América Latina, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001.

5

y las minorías más cultas, y a través de los nuevos problemas que suscitan, y en

los cuales se podía advertir generalmente un diagnóstico prematuro del proceso

social y cultural.

También, Romero destaca como el centro del problema, el hecho de que las

agitaciones universitarias, se transforman en fenómenos cuya magnitud y

trascendencia sobrepasan su propio límite, llegando a alcanzar ámbitos externos y

profundos que comprometen a toda la sociedad. Esta característica, posibilitó que

el movimiento de la Reforma Universitaria, sacudiera el prestigio de las elites

tradicionales, lanzando a la consideración de la sociedad, un nuevo cuadro de

problemas y sistema de ideas. En este sentido, nos nutrimos de la definición de

José Carlos Mariátegui2 sobre las elites intelectuales, las cuales operan sobre la

historia revolucionando la conciencia de una época. El valor histórico de las ideas,

se mide por su poder de principios o impulsos de acción, la elite asume una

función esencialmente creadora. No sería de este modo una auténtica elite, aquella

que debe el poder a un privilegio, que ella misma no conquistó con sus propias

fuerzas. Y así como la burguesía contaba con una elite política e intelectual, a

medida que se abrieron grietas en sus principios y espíritu, principalmente con la

Gran Guerra, la Revolución Rusa y la Revolución Mexicana, aquella elite

comenzó a suministrar intelectuales y políticos al socialismo. Y en los países, en

donde el capitalismo no había alcanzado su plenitud material y moral la mayoría

de los hombres con más sensibilidad política de la pequeña y mediana burguesía,

se sintió impulsada a entrar en las filas socialistas, o pasar temporalmente por

ellas. El movimiento de la Reforma Universitaria se inscribe en esta crisis de las

elites tradicionales, y el tránsito de la nueva generación intelectual hacia

posiciones políticas vinculadas con la preeminencia de lo social y colectivo por

sobre lo individual. De este modo, se intentaba convertir la estructura de la

Universidad, para colocarla al servicio de las transformaciones sociales, que en

cada país, y a nivel continental, se produjeron durante el período histórico

analizado.

2 MARIATEGUI, José Carlos; El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy, Lima, Amauta, 1980.

6

Hasta el momento, existen importantes trabajos que recopilan testimonios y

documentos de la Reforma Universitaria y sus protagonistas, como el primero

publicado por Gabriel del Mazo3, que contiene tanto los referidos a Argentina

como a Latinoamérica; de cuyos aportes nos nutrimos para nuestra investigación.

El objetivo fundamental que se proponía Del Mazo, era la difusión pública del

ideario de la Reforma Universitaria, lo que logró en alguna medida. Se trata

estrictamente de fuentes documentales publicadas, con cierto orden y criterio, y

por lo tanto al recurrir a ellas, nos propusimos interpretar críticamente, su

contenido, para poder establecer las líneas principales que contienen, y los

distintos planos en los que repercutieron sus mensajes, centrándonos en el cultural

y político, del período histórico delimitado. Nos proponemos ubicar los distintos

textos, en la propia situación en la que fueron escritos y publicados,

contextualizándolos y situando a sus autores en el marco del proceso de la

Reforma Universitaria, como en su constreñimiento, a la vez que en su condición

de posibilidad para poder expresarse, de acuerdo con el marco histórico y político

del que forman parte. Ello, nos impulsó a establecer una especie de reconstrucción

cronológica, permitiendo abrir una instancia de profundización analítica,

estableciendo conexiones entre los distintos planteos, expresadas a veces por

figuras intelectuales incluidas en redes de pensadores a nivel nacional y

continental; pero en otros casos siendo fruto de los mismos procesos de lucha por

parte del movimiento estudiantil, de cuyas filas surgieron actores con un

protagonismo determinante, y también la creación de formatos institucionales

renovadores.

Con el mismo objetivo de difundir el ideario reformista propugnado por Del

Mazo, Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti publicaron una compilación4, esta vez

acompañada de una crónica que sintetizaba o fundamentaba la elección de los

distintos textos o documentos seleccionados. Sin embargo, pese a los análisis que

establecía, no podía escindirse de su carácter de ser una crónica estricta de los

hechos acaecidos durante la Reforma Universitaria, dando cuenta de algunas

3 DEL MAZO, Gabriel; La Reforma Universitaria, VI Tomos, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927. 4 CIRIA, Alberto, SANGUINETTI, Horacio; Los Reformistas, Buenos Aires, Editorial Jorge Alvarez, 1968.

7

hipótesis, y explicaciones, pero todavía no suficientes para una visión que

englobara y buscara las distintas causas de los acontecimientos que condujeron la

Reforma Universitaria.

Creemos que a partir del texto de Juan Carlos Portantiero, publicado en México en

19785, comienza una forma distinta de analizar el fenómeno de la Reforma

Universitaria, como un proceso, de disputa cultural y política, iniciado en

Argentina, y proyectado a través del continente latinoamericano. Se empezó, por

lo tanto a hacer hincapié en los grupos sociales que dirigieron tanto al movimiento

de la Reforma Universitaria, como a sus detractores, introduciendo la variable de

las clases sociales, que permitía distinguir los alcances y los límites que tuvo

históricamente, contrastando los discursos de los protagonistas con su efectiva

concreción. El mismo año, se publicó otro texto que se inscribe en la misma

perspectiva teórica, por parte nuevamente, de José Luis Romero6, en el cual se

planteaban algunos aspectos centrales de las demandas universitarias, y su

relación con la realidad extrauniversitaria, para la cual se fijaba el reformismo sus

objetivos, desde un tipo de militancia que había sido promovida al servicio del

cambio social, sin adopción de posiciones dogmáticas y con un absoluto respeto

por la libre discusión de ideas. Al igual que Portantiero, Romero destaca la

dimensión latinoamericana que adquirió rápidamente la Reforma Universitaria,

creando en algunos países, los primeros Partidos Políticos modernos. Valoramos

estos significativos aportes, e inscribimos este trabajo en una misma línea de

búsqueda de profundización analítica. En el trabajo de Portantiero, en relación a

los aspectos de la reconstrucción de los acontecimientos, en términos de disputa

cultural y política, que llevó adelante el movimiento de la reforma universitaria,

constituyéndose en algunos momentos en una cultura contra-hegemónica y

entrando en relación con movimientos políticos de masas, por ejemplo a través de

la solidaridad obrero-estudiantil. Respecto al planteo de Romero, los postulados

que destaca, son analizados en nuestro trabajo en profundidad, como parte de las

nuevas bases que se sentaron para la reestructuración de las universidades, en las

5 PORTANTIERO, Juan Carlos; Estudiantes y política en América Latina, México, Siglo veintiuno, 1978. 6 En “Perspectiva universitaria”, Nº 5, Buenos Aires, septiembre de 1978.

8

discusiones, los discursos y las resoluciones, que se llevaron a cabo durante el

primer congreso nacional de estudiantes universitarios en Córdoba, en julio de

1918.

El concepto de kulturkampf que incorpora Portantiero para explicar la fuerte

reacción de los sectores clericales cordobeses, frente al movimiento de la Reforma

Universitaria que ponía en cuestión su cerrada hegemonía cultural y política, nos

permite ahondar en las características particulares que adquirió este fenómeno de

“lucha cultural” en la Universidad Nacional de Córdoba. La articulación de un

bloque histórico, del cual formaron parte, los miembros de la juventud

universitaria cordobesa, junto al radicalismo yrigoyenista, el Partido Socialista y

el sindicalismo, dio lugar, tras varios meses de intensas luchas, a la resolución de

la disputa a favor suyo, en el mismo reducto más importante que tenía el

clericalismo en Argentina.

Con la misma rigurosidad teórica, que los últimos trabajos mencionados, se

encuentra el estudio realizado por Tulio Halperín Dongui7, en el que inscribe el

desarrollo y la posibilidad de perdurar por parte del reformismo, en su relación

con la República Posible y los márgenes de tolerancia para el desenvolvimiento de

sus ideas de renovación, que se irían reduciendo en el tránsito hacia la República

verdadera, con la reaparición protagónica en el espacio público de la Iglesia, en el

marco de la crisis social intensificada. Considerando las líneas de análisis

propuestas por Halperín Dongui, podemos definir a la Reforma Universitaria

como un proceso, en el cual asumen las distintas luchas culturales y políticas, los

intelectuales que se autorreferenciaban como parte de una nueva generación,

muchas veces de manera articulada con miembros generacionales precedentes,

como lo eran Palacios o Ingenieros, que adquirieron un rol preponderante durante

este período.

7 HALPERIN DONGUI, Tulio; Vida y Muerte de la República verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, 2000.

9

La bibliografía más reciente incorpora distintas perspectivas para el análisis de la

Reforma Universitaria, como la de Pablo Buchbinder8, que reconstruye los

antecedentes de la experiencia cordobesa y sobre todo la de Buenos Aires, para

lograr una explicación de las causas que condujeron a la realización de la Reforma

Universitaria, planteando a la vez su proyección latinoamericana, y la instauración

de una Universidad científica en reemplazo de la lógica profesionalista hasta el

momento imperante. Estos puntos son tratados con detenimiento en nuestro

trabajo, tratando de problematizarlos, rastreando los autores y protagonistas de los

postulados, que conformaron las líneas generales establecidas por la Reforma

Universitaria, y que se nutrieron de ellas para afrontar las distintas disputas

culturales y políticas en las que actuó la nueva generación intelectual,

constituyendo de esta manera un ideario que les otorgará identidad. Aunque en

nuestro análisis, distinguimos los antecedentes de la Reforma Universitaria, en la

Universidad de Buenos Aires, del movimiento de protesta que se expresó en los

conflictos del período 1903-1906. En el caso de la Universidad de Córdoba,

precisamos el surgimiento de la Asociación Córdoba Libre en 1916, como

iniciadora del movimiento reformista, y posteriormente junto al Comité Pro-

Reforma Universitaria que se transformara en la Federación Universitaria,

constituyéndose en las organizaciones fundamentales para el desencadenamiento

y la concreción de los hechos ocurridos a lo largo del año 1918 en Córdoba.

También se encuentran los aportes realizados por Osvaldo Graciano9, que hace

hincapié en el seguimiento de los intelectuales y las experiencias reformistas

aplicadas fundamentalmente en las Facultades de Derecho de la Universidad de

La Plata y Buenos Aires, bajo decanatos que adscribían a sus planteos en

coordinación con estudiantes y dirigentes políticos, vinculados a la militancia

política en el socialismo. Se consideran también como ensayos de intervención

8 BUCHBINDER, Pablo: ¿Revolución en los claustros? La reforma universitaria de 1918, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008 9 GRACIANO, Osvaldo; Entre la torre de marfil y el compromiso político. Intelectuales de izquierda en la Argentina, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008. 8ROITENBURD, Silvia; Nacionalismo Católico Córdoba, (1862-1943): educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Córdoba, Ferreyra editor, 2000.

10

política reformistas, por parte de Graciano, la revista Sagitario y la Unión

Latinoamericana. A estas iniciativas las consideramos enmarcadas en la

proyección latinoamericana que adquiría la Reforma Universitaria, y como parte

de la disputa cultural que comenzó a desarrollarse desde el momento de su reflujo,

a mediados de la década de 1920, con sectores que irían desarrollando una nueva

hegemonía, en donde el militarismo y el autoritarismo comenzaron a socavar gran

parte de la posibilidad de desarrollo del ideario reformista, a nivel nacional y

mundial.

La comprensión de los sucesos que se desencadenaron en Córdoba, en 1918,

supone poder distinguir la disputa cultural desarrollada entre quienes se definían

como portadores de valores que implicaban una renovación ideológica, y se

reconocían por su carácter de jóvenes, observándose a sí mismos como forjadores

una nueva generación intelectual, que estaban acompañados por docentes liberales

cordobeses; y quienes pertenecían a una aristocracia doctoral, tributaria de la

burguesía agraria constituida como clase dominante, cuyo raigambre se

encontraba sustentada por una estructura de poder, que tenía a la Universidad

como eje principal, y se sostenía mediante una tradición de tres siglos. En este

sentido, cabe agregar a la definición establecida por Silvia Rointenburd10, de un

nacionalismo católico cordobés, guiado por la estrategia de una fracción de la alta

jerarquía de la Iglesia local contra la laicización del resorte de la educación por

parte del Estado, que se intentaba preservar como mecanismo de control; la

concepción elaborada por Lewis Coser11, sobre la secta religiosa, caracterizada

por el rasgo exclusivo de sus miembros, cuyo organización ejemplar es la

Compañía de Jesús, fundadora de la Universidad de Córdoba, e inspiradora de la

constitución de la Corda Frates en 1917, contra la cual disputó culturalmente la

juventud universitaria.

Para poder dar cuenta del enfrentamiento cultural y político protagonizado por los

jóvenes reformistas, analizamos la teoría de la “nueva generación”, mediante la

cual se identificaban éstos, y buscaban diferenciarse de los sectores con los que

11 COSER, Lewis; Las instituciones voraces, México, Fondo de Cultura Económica, 1978.

11

confrontaban. La apelación recurrente de Julio V. González, a la noción de que la

Reforma Universitaria implicó un “divorcio generacional”, tomaba como fuente la

teoría de José Ortega y Gasset, que definía como preponderante la noción de

generación, más precisamente la existencia de épocas eliminatorias o polémicas,

para poder explicar el desarrollo de la historia, y los cambios en la “sensibilidad

vital” de las sociedades. En todas las generaciones históricas, existe una masa y

una minoría, y cada miembro de aquellas, vive en dos planos, por una parte

recibiendo ideas, valores e instituciones, y por otra, deja fluir su propia

espontaneidad, como en las épocas eliminatorias, definida como tiempos de

jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva. Como plantea

Portantiero, la “teoría de la joven generación”, significó un principio de

teorización de la experiencia política que comenzaron a experimentar los jóvenes

universitarios.

Otro concepto, que permite la comprensión del fenómeno de la “Reforma

Universitaria”, que tuvo como escenario principal a la Universidad de Córdoba, es

el de la existencia de una aristocracia doctoral12, cuyo eje de poder radicaba en la

relación que tenía con esta institución. Los doctores de la “Casa de Trejo”,

ejercían sus profesiones liberales, y ocupaban a la vez, los altos cargos del

gobierno, de la burocracia oficial, de la justicia y de la Universidad,

transformándose en la elite dirigente de la ciudad. El movimiento reformista, que

posibilitó la creación de nuevos mecanismos institucionales universitarios, fue

forjando elites alternativas, reconocidas como una “nueva generación”, que

socavaron la estabilidad de la aristocracia doctoral de Córdoba, y de esa manera

comenzó a perder el control de un ámbito que legitimaba su rol preponderante en

la estructura de poder.

El proceso de la Reforma Universitaria se enmarca en el contexto de

conformación de las clases sociales modernas en Argentina, lo que nos remite a la

12 AGULLA, Juan Carlos; Eclipse de una aristocracia, Buenos Aires, Ediciones Libera, 1968, p. 25.

12

cuestión de los hijos de los inmigrantes13, que fueron una parte importante del

estudiantado universitario, que protagonizó las distintas reivindicaciones por la

democratización y apertura, del ámbito que abría las puertas para el ascenso

social. Sin embargo, también percibimos una relación generacional conflictiva por

parte de determinados intelectuales, como veremos en los casos paradigmáticos

de Julio V. González y Deodoro Roca, que se planteaban una ruptura con su

linaje, que había conformado la elite de la generación del ochenta. En el caso de

Julio González adquirió un carácter dramático el divorcio generacional, al

establecer en un escrito, un “ficticio” diálogo de las generaciones, entre dos

personajes, que eran al igual que él con el fundador de la Universidad de La Plata,

Joaquín V. González, padre e hijo, y representaban las cosmovisiones

contrapuestas de la elite del ochenta, respecto al “hombre nuevo” promovido por

la Reforma Universitaria14.

Específicamente se considerara la periodización que abarca desde 1918, año

bisagra, por la confluencia del fin de la Gran Guerra, la Revolución Rusa y en el

continente latinoamericano con el fenómeno de la Revolución Mexicana, hasta la

crisis ideológica de 1930, con el trasfondo del crack financiero internacional de

1929; y en este marco el cambio de estrategia revolucionaria fijado en el VI

Congreso de la Internacional Comunista en 1928, desde la táctica del frente único

antiimperialista, hacia una postura de clase contra clase, bajo el denominado

“tercer período” que presuponía la elevación de la economía capitalista15, definida

por un rápido desarrollo técnico, junto al crecimiento de los cártels y de los trusts.

El surgimiento y desempeño de la nueva generación aparece en el espacio público

continental a partir de los acontecimientos sucedidos originariamente, el 15 de

Junio de 1918, en Córdoba, que fueron fruto de un proceso de disputa de ideas

13 CHIROLEU, Adriana; “La Reforma Universitaria”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, pp. 357 a 386. 14 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Madrid, Imp. De Pueyo, 1931. 15 “El VI Congreso de la Internacional Comunista”, Tomo 1, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p.96.

13

que implicaban “concepciones del mundo” contrapuestas, y desencadenaron la

Reforma Universitaria. Desde este momento histórico, y con mayor intensidad

durante su asentamiento durante la década de 1920, específicamente en Argentina,

aunque proyectándose en el continente, esta generación constituyó más que un

sistema de ideas, la práctica social y auténtica a lo largo de este período, que

abarcaba las dimensiones inconscientes y no articuladas de la experiencia social,

además del funcionamiento de las instituciones formales. Esto se correspondió

con la instauración del campo intelectual y el campo de poder16, definido por

Bourdieu como un como poder simbólico que confirma o transforma la visión del

mundo y moviliza para la acción a partir de su reconocimiento, y alrededor del

cual giraron las discusiones, conflictos y acuerdos de la época.

En el primer capítulo, se consideran los antecedentes institucionales y políticos

previos, que marcaron un camino en el proceso de la Reforma Universitaria, desde

la sanción de la ley Avellaneda en 1885, que sentara las bases institucionales, por

primera vez, para las dos universidades nacionales existentes, la de Córdoba y la

de Buenos Aires, y cuyos principios establecidos fueron eje de polémicas y

conflictos, desde su sanción, hasta las modificaciones estructurales que se le

imprimieron, en el primer congreso nacional de estudiantes universitarios en

1918. A su vez, se destacará otro antecedente, que no se encuentra desarrollado en

la bibliografía que reconstruye la historia de la Universidades argentinas17, como

fue la participación de dos intelectuales y futuros dirigentes del Partido Socialista,

que eran en ese momento el joven médico Juan B. Justo y el estudiante Nicolás

Repetto, en un conflicto desatado por el funcionamiento de la Biblioteca del

Círculo Médico de Buenos Aires que dirigía José Ramos Mejía en 1890, y a la

cual debían recurrir necesariamente los estudiantes de medicina de la Universidad

de Buenos Aires, lo que es definido como una verdadera revolución por parte de

16 BOURDIEU, Pierre, Intelectuales, política y poder, Buenos Aires, EUDEBA, 2007. 17HALPERIN DONGUI, Tulio; Historia de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, EUDEBA, 2002. BUCHBINDER, Pablo; Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005.

14

uno de sus protagonistas18. Episodios históricos, que hasta ahora han sido

escasamente tratados por la bibliografía dedicada al estudio de la Reforma

Universitaria.

El otro antecedente destacado del movimiento de la Reforma Universitaria, fue la

primera reforma del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906, que es

tratado en los libros de Halperín Dongui y Buchbinder, aunque en estos casos se

priorizó el análisis de los hechos que comenzaron en 1903 en la Facultad de

Derecho, y en nuestra interpretación le damos preferencia al tratamiento de lo que

ocurrió en aquel momento en la Facultad de Medicina, estableciendo un grado de

continuidad con lo sucedido en el Círculo Médico, previamente en 1890. Aquel

conflicto se inició por los reclamos para el mejoramiento de las condiciones en las

cuales se desenvolvía la vida universitaria, en el marco de lo establecido por la ley

Avellaneda, que había instituido su dirección por parte de Academias

autodesignadas y vitalicias. Ante este tipo de organización, que restringía la

posibilidad de la participación en las decisiones universitarias a la mayoría de sus

integrantes, se desató una serie de movimientos de protesta entre los años 1903 y

1906 en la Universidad de Buenos, protagonizados, entre otros, por los Profesores

de la Facultad de Medicina, y miembros del Partido Socialista, Justo, Repetto y

Enrique Dickmann19.

Como consecuencia de estas luchas, se concretó en 1906, la primera reforma del

Estatuto de la Universidad de Buenos Aires, que quitaba las funciones directivas a

las Academias, reemplazándolas por Consejos Directivos electos y renovados

periódicamente, aunque sus miembros pertenecían exclusivamente al cuerpo de

Profesores. Sin embargo, a partir de este momento, se comenzaba a abrir el

camino para la democratización de las universidades. Retomamos en este sentido,

el análisis de la Reforma del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906;

considerando al movimiento que impulsó estas primeras transformaciones de la

ley Avellaneda, como un primer indicio de los límites que tenía el modelo

universitario estipulado por la generación del ochenta, que pese a haberse

18 REPETTO, Nicolás; Juan B. Justo y el movimiento político social argentino, Buenos Aires, Ediciones Monserrat, 1964. 19 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1945.

15

adaptado a los cambios propuestos por quienes encabezaron las distintas protestas

realizadas desde 1903 a 1906, comenzaba a socavarse en cuanto a su concepción

de la formación de elites, siendo a la vez éstas las que dirigían los destinos de las

Universidades, lo cual estaba lejos de promover una democratización plena, que

contemplara la participación de todos sus miembros. En este sentido se considera

la importancia de la participación, en este primer movimiento que promueve

demandas de cambios en la institucionalidad de la Universidad de Buenos Aires,

de dirigentes y profesores universitarios, del Partido Socialista, creado unos años

antes de los sucesos, y cuyo protagonismo en estos acontecimientos, tuvo

importantes secuelas en los casos de Repetto y Justo, como fue la expulsión de las

cátedras universitarias, a las cuales no retornarán más.

El caso de la otra Universidad Nacional existente en ese momento, y regida

también por la ley Avellaneda, la de Córdoba, se distinguía por no haber llevado a

cabo ninguna renovación, y encontrarse regida por las Academias, que se

reforzaban con la lógica de funcionamiento de la Universidad imbuida por el

protagonismo decisivo que tenía en su seno el clericalismo, y el lugar

preponderante que poseía en la estructura de poder a través de la formación de su

elite dirigente. Tomando en consideración la definición de Lewis Coser, sobre la

Compañía de Jesús, como una orden creada para combatir la Reforma protestante,

y cuyo objetivo era adiestrar rigurosamente en la obediencia a sus superiores

jerárquicos, y formar soldados disciplinados para la cruzada misionera y

apostólica destinada a la salvación de las almas; podemos advertir las fuertes

reticencias que se hallaban en el seno de la Universidad de Córdoba para realizar

una renovación y democratización acorde con los tiempos nuevos que se abrían en

el país y en el mundo. Los nuevos ideales que atravesaban el contexto de la

Reforma Universitaria, fueron expresados por Saúl Taborda, a través de un texto

publicado en julio de 191820. En este libro realizó un análisis crítico de la

situación que atravesaba la civilización europea, llegando a la conclusión de que

se estaba abriendo una “hora americana”, en la cual se impondrían las nuevas

20 TABORDA, Saúl; Reflexiones sobre el ideal político de América, Córdoba, Editorial Elziviriana, 1918.

16

concepciones de la democracia, de la justicia, de la política docente, del arte, y de

la moral, dando lugar a un ideario específico para el movimiento en gestación.

Esta situación, que caracterizaba a la Universidad de Córdoba, nos ha permitido

interpretar la rápida proyección que tuvo la Reforma Universitaria en países

latinoamericanos que tenían ciudades universitarias provenientes de la colonia,

como eran los casos de Perú y Cuba, que fueron algunos de los lugares en donde

circularon copias del Manifiesto liminar, escrito por Deodoro Roca; quién dirigió

este texto programático, desde “la juventud Argentina de Córdoba, a los hombres

libres de Sudamérica”. A la vez, se refuerza la elección de estos países junto a

Argentina, a partir del rol que tuvieron los intelectuales que protagonizaron los

movimientos culturales y políticos, que propugnaban la transformación social y

una renovación ideológica. En este sentido, destacamos las consideraciones

realizadas por Antonio Gramsci21, para el estudio de los intelectuales en América

del Sur y Central. Los planteos de Gramsci advierten la necesidad de tener en

cuenta en la base del desarrollo de los países latinoamericanos la existencia de

cuadros de la civilización española caracterizados por la Contrarreforma y el

militarismo parasitario, los que se transformaron en cristalizaciones resistentes

como eran el clero y la casta militar, representando dos categorías de intelectuales

tradicionales fosilizadas. Algunas de las causas para que mantuvieran

preeminencia este tipo de intelectuales, están relacionadas con la estructura social

de los países latinoamericanos, con una base industrial muy limitada sin haber

desarrollado superestructuras complejas. Esta situación estructural generaba como

consecuencia que la mayoría de los intelectuales estuvieran ligados al clero y a los

grandes propietarios, por el predominio del latifundio, que incluía extensas

propiedades eclesiásticas.

También, para Gramsci, otra de las características específicas existentes en estas

regiones se la otorgaba la composición nacional étnica desequilibrada entre la

población blanca y las masas indígenas, cuya problemática fue tenida en cuenta

como fundamental tanto por parte del fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la

Torre, como por José Carlos Mariátegui. Este diagnóstico esbozado por Gramsci,

21 GRAMSCI, Antonio; Los intelectuales y la organización de la cultura, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984.

17

lo llevo a plantear que en las regiones latinoamericanas existía una situación de

kulturkampf, esto es de lucha cultural, debido a que los elementos laicos y

burgueses, todavía no habían alcanzado la etapa de subordinación de los intereses

y de la influencia clerical y militar a la política laica del Estado moderno. Este

concepto es retomado de manera sugerente para aplicarlo al análisis del conflicto

desatado por la Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba, por Juan Carlos

Portantiero22; con lo cual se pueden advertir las dimensiones de la disputa cultural

y política que abrió el movimiento de la juventud universitaria que protagonizó

estos acontecimientos, y comprender del mismo modo las causas de su rápida

diseminación a nivel nacional y continental.

En este sentido, podemos distinguir un punto de inflexión producido en el año

1916, con la aparición de la Asociación Córdoba-Libre, que nació en el medio de

una disputa con sectores vinculados a la Iglesia Católica, que se opusieron a la

posibilidad de expresarse libremente en el espacio público, a un grupo de

universitarios que tenía previsto realizar una serie de Conferencias en la

Biblioteca de la ciudad; y que confluyó en cuanto a su contemporaneidad, con la

elección del primer gobierno nacional, elegido por el voto secreto, que fue el de la

Unión Cívica Radical, encabezado por Hipólito Yrigoyen. La Asociación

Córdoba-Libre tuvo una dimensión nacional, desde su propia conformación,

debido a que dio a conocer un Manifiesto en repudio a la censura sufrida,

cosechando la adhesión de importantes y numerosos intelectuales del país.

Como parte de la disputa cultural establecida, analizamos también en el primer

capítulo la constitución de la Corda Frates, en 1917, complementariamente con la

aparición de la Federación de Estudiantes Católicos, como una organización que

contenía a los integrantes de los sectores clericales, vinculados a la defensa de los

valores e intereses de lo que se denomina como la aristocracia doctoral, que

definía a la elite dirigente de Córdoba, en base a su relación estrecha con la

Universidad. A principios de 1918, y a partir del conflicto suscitado por el cierre

del Hospital de Clínicas dependiente de la Facultad de Medicina por parte del

Consejo Superior, sumado a los reclamos por la inclusión de la docencia libre y la

22 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit.

18

necesidad de renovación del cuerpo de profesores, se creó otra organización que

desempeñara un papel protagónico para impulsar la realización de la Reforma

Universitaria, como fue el Comité Pro-Reforma. Su actuación se desarrolló de

manera articulada con la Asociación Córdoba-Libre, en la disputa cultural y

política que se llevo a cabo durante los acontecimientos que desencadenaron la

Reforma Universitaria.

Otro momento fundamental que se considera, se relaciona con la primera

intervención del gobierno radical de Yrigoyen en el conflicto, y la concomitante

creación de la Federación Universitaria Argentina en abril de 1918, junto con la

transformación del Comité Pro-Reforma, en la Federación Universitaria de

Córdoba. Este nivel de organicidad de los estudiantes universitarios, les permitió

afrontar los dos hechos definitorios para la consolidación del movimiento de la

Reforma Universitaria, que son analizados en el capítulo. El primero tiene que ver

con las elecciones del 15 de junio de 1918, como suceso de disputa política, de

medición de fuerzas entre los sectores claramente delimitados y organizados en

pugna. Las consecuencias de esta elección, impugnada inmediatamente por los

estudiantes, le otorgarán rápidamente una dimensión nacional al conflicto

universitario, y por primera vez continental, con la publicación y difusión pública,

a través de una edición extraordinaria de la Gaceta Universitaria23, del Manifiesto

liminar, redactado por una de las figuras intelectuales de la juventud universitaria

como era Deodoro Roca. El contenido del texto, es analizado a partir de su

concepción, como programático y fundacional, para la descripción de un nuevo

sujeto político y cultural, que será determinante en la historia Argentina y de los

países latinoamericanos, como es el movimiento estudiantil autodefinido como

una nueva generación americana.

El otro hecho analizado con detenimiento, que caracterizará la identidad de los

intelectuales de la Reforma Universitaria y la proyección de su ideario, fue la

realización del primer congreso nacional de estudiantes universitarios, mientras se

desenvolvía la disputa cultural. En este congreso se sentaron las bases de un

nuevo formato institucional para las universidades, en las cuales se incorporan los

23 LA GACETA UNIVERSITARIA 1918-1919, Buenos Aires, EUDEBA, 2008.

19

estudiantes como miembros plenos de la comunidad, y se incorpora la noción de

la instauración de una democracia funcional. La adopción del principio de un

nuevo “sistema representativo funcional”, con una fuerte influencia de la

experiencia soviética de los consejos, será señalada por Ingenieros como parte de

las reformas ensayadas en la Universidad por la Reforma, que incluían la

representación de todos sus componentes en los organismos deliberativos.

También, tuvo una fuerte presencia el ideario americanista expuesto por Saúl

Taborda, en conferencias pronunciadas a los congresales reunidos en Córdoba.

Además se plasmaron los principios de la docencia libre y la extensión

universitaria, entre otros principios, establecidos, difundidos y en algunos casos

superados por nuevas experiencias incorporadas por parte de los distintos

movimientos surgidos en los países latinoamericanos, que asimilaron los

contenidos programáticos de la Reforma Universitaria.

El segundo capítulo, comienza con el análisis del momento de concreción legal,

de las nuevas bases discutidas y propuestas por los estudiantes, reunidos en el

medio del conflicto desatado por la impugnación de la elección de las autoridades

en Córdoba, que tuvo como consecuencia la declaración de la huelga estudiantil,

que se mantuvo, con intermitencias hasta la segunda intervención decretada por el

gobierno de Yrigoyen. El recurso de la huelga, fue adoptado por los estudiantes,

identificándose con el método de lucha aplicado por el movimiento obrero

principalmente desde fines del siglo XIX, y en alguna medida por sectores

vinculados al trabajo agrario desde 1912. Se contemplaron las repercusiones

legislativas que alcanzaron los sucesos que acontecían en la Universidad de

Córdoba, y que llevaron a la interpelación del Ministro de Instrucción Pública

Salinas, por parte del Diputado Nacional por el Partido Socialista, Juan B. Justo,

con el objeto de provocar una intervención federal a aquella Universidad, para así

poder poner en práctica las reivindicaciones de los estudiantes. Y también las

repercusiones en el ámbito cultural de la nación, lo que es expresado por medio de

la carta de apoyo al movimiento de la juventud universitaria enviada a Deodoro

Roca por Leopoldo Lugones el 20 de agosto de 1918, en la cual manifestaba su

acuerdo con el método de la acción directa llevada a cabo por los estudiantes.

20

Antes de la segunda intervención que dispuso la aplicación de los nuevos estatutos

universitarios, y la elección de nuevas autoridades en base a ellos, se produjo uno

de los hechos que dieron cuenta del punto máximo de la disputa cultural

establecida, como fue la designación como decanos de las tres facultades de la

Universidad de Córdoba, del triunvirato que conducía la Federación Universitaria

local con la toma de la casa de altos estudios efectuada el 9 de septiembre de

1918. Este hecho, es interpretado como el punto de llegada, de la campaña

pública, de difusión y agitación llevada adelante por el movimiento de la Reforma

Universitaria, a lo largo de los tres meses que duró la huelga estudiantil, y en la

cual se establecieron importantes y decisivas vinculaciones con las organizaciones

de trabajadores, quienes se solidarizaron y apuntalaron el movimiento para evitar

que se produzca un reflujo. El protagonismo asumido en aquellos momentos por

las figuras intelectuales del recientemente conformado, en el marco de la

ebullición del movimiento reformista, con objetivos de agitación, Comité Pro

Córdoba-Libre, como Saúl Taborda, Deodoro Roca y Arturo Orgaz, apuntaló la

posibilidad de que se impusiera en la disputa que estaba afrontando la juventud

universitaria.

Del mismo modo, se contempla la situación existente en la Universidad de

Buenos Aires, que fue la primera en establecer la Reforma de los Estatutos en

base a lo estipulado en el congreso nacional de estudiantes, a partir de un Decreto

del Poder Ejecutivo Nacional, del 11 de septiembre de 1918. A la vez, se estudian

los casos de determinadas figuras intelectuales con un importante grado de

reconocimiento, que comenzaron a asumir cargos directivos por primera vez, a

pesar de contar con una importante trayectoria. Se toman en cuenta a Alejandro

Korn y José Ingenieros, que se constituyeron en el primer Decano y Consejero

Directivo electos por medio del voto de estudiantes en la Facultad de Filosofía y

Letras de la Universidad de Buenos Aires en octubre de 1918. En este tema se

tuvieron en cuenta tanto las fuentes documentales primarias, como el discurso de

Alejandro Korn, al asumir en su cargo, como los análisis del discurso Incipit vita

nova, de crítica e intento de superación del positivismo devenido en realismo

ingenuo. También consideramos la figura intelectual de Ricardo Rojas, tanto en el

análisis de su decanato en la Facultad de Filosofía y Letras, como en su rectorado

en la Universidad de Buenos Aires, a lo largo de la década de 1920. Para el

21

análisis del ideario de Rojas, en relación al impacto que produjeron en él, los

sucesos de la Reforma Universitaria, junto a los otros fenómenos contemporáneos

de transformación, se tiene en cuenta, específicamente, el escrito que tituló en

1918 Profesión de fe de la nueva generación24.

Por otro lado se analizará la noción de generación, elaborada por José Ortega y

Gasset, que tuvo una amplia influencia en los planteos del movimiento reformista.

Desde los primeros análisis, sobre todo por parte de Julio González, el concepto

referencial de la pertenencia a una nueva generación histórica, permitió

distinguirse de las elites precedentes, y asentar su accionar sobre determinadas

bases teóricas. También será utilizada la idea generacional, por los miembros de la

Revista Inicial, para destacar la figura intelectual de Ricardo Rojas. Sin embargo,

la teoría generacional tuvo sus críticos contemporáneos, como Alfredo Palacios,

quién le respondió a Julio González, en un artículo en La Nación, y desde el punto

de vista analítico, de manera retrospectiva, José María Monner Sans, y Portantiero

señalaron algunos límites teóricos del concepto de “nueva generación” esbozado

por la juventud universitaria.

Un hecho político que marcará a la mayoría de los intelectuales que surgieron de

la Reforma Universitaria, o se plegaron al movimiento, fue la “Semana Trágica”

de enero de 1919, cuyas consecuencias generaron secuelas que se precisarán al

final del capítulo, en relación con la cuestión social. La Federación Universitaria

de Córdoba se pronunció sobre este hecho, al igual que el periódico estudiantil La

Gaceta Universitaria. Este pronunciamiento público, se debía a que la repercusión

de este acontecimiento había trascendido los límites de la Capital Federal, por las

dimensiones de la represión a los obreros, y también porque gestó una nueva

organización con la cual comenzó a enfrentarse el movimiento reformista, y a

contraponer su ideario, como nuevo adversario cultural, que era La Liga Patriótica

Argentina, en el caso de Córdoba conformado mayoritariamente por sectores

clericales. Quienes de algún modo, reaccionaron ante la derrota reciente que

habían sufrido en la batalla cultural, atacando al diario la Voz del Interior, y a

través de la inducción a la detención, y posterior exoneración por parte de las

24 ROJAS, Ricardo; Obras Completas, Tomo VII, “La guerra de las naciones”, La Facultad, Buenos Aires, 1918.

22

autoridades provinciales del único cargo público que ejerció, a una de las figuras

representativas de la Reforma Universitaria, como fue Deodoro Roca.

En el tercer capítulo, se analizará la realización y las conclusiones surgidas del

Primer Congreso Internacional de Estudiantes Universitarios, realizado en México

en 1921, por impulso del gobierno nacido de la Revolución Mexicana a través de

la figura de José Vasconcelos, y con la proyección latinoamericana que

comenzaba a adquirir la Reforma Universitaria, que se hacía presente con la

delegación argentina compuesta por miembros de la nueva generación. Se

analizará el discurso de apertura pronunciado por Héctor Ripa Alberdi, además de

los planteos de Vasconcelos, y del presidente del Congreso, el delegado mexicano

Daniel Cosío Villegas, y las conclusiones que resultaron de las sesiones llevadas a

cabo. Este acontecimiento, dinamizó la repercusión que adquirió el nuevo formato

institucional forjado durante la Reforma Universitaria de 1918, en determinados

países sudamericanos, como en el caso paradigmático de Perú, y además en Chile,

Uruguay y Colombia. Se puede apreciar, de esta forma, que una de las finalidades

perseguidas por el movimiento reformista argentino, era la actualización del

contenido y los métodos de enseñanza de la Universidad, posibilitando que ésta

trascendiera su rol tradicional en la sociedad, para poder responder al desafío de

sus cambios y conflictos, lo que implicaba la necesidad de una renovación

institucional que era propugnado en todos los países latinoamericanos que lo

tomaban como ejemplo.

El tercer capítulo también contiene la perspectiva latinoamericana del movimiento

de la Reforma Universitaria, tomando en consideración su proyección ideológica

en tres figuras intelectuales de la nueva generación, que efectuaron las

investigaciones necesarias, polemizaron entre sí, y protagonizaron determinados

acontecimientos políticos, que permitieron sentar las bases para la construcción de

un nuevo ideario americanista y revolucionario. Estos intelectuales analizados

son: Julio Antonio Mella, Víctor Raúl Haya de la Torre, y José Carlos Mariátegui.

Cada uno de ellos asumió un protagonismo decisivo para la implantación de la

Reforma Universitaria en Perú y Cuba, y a la vez estos últimos formaron parte de

la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), como expresión política

latinoamericana de la nueva generación intelectual. En el caso de Haya de la

23

Torre como el fundador del APRA, durante su exilio en México en 1924, se

ponen de relieve los puntos programáticos de la nueva agrupación antiimperialista

conformada por jóvenes universitarios; considerándose a la vez la dinámica que

tuvo desde su nacimiento, hasta transformarse de movimiento cultural y político

que era, en un partido político. En este sentido, se rastrean las redes existentes

entre quien fuera Presidente de la Federación Peruana de estudiantes, desde fines

del año 1919, con miembros de la nueva generación intelectual argentina, como el

Presidente de la Federación Universitaria Argentina durante el mismo período,

Gabriel del Mazo, quien se encargó de compilar y publicar el primer libro de

Haya de la Torre, en 1927, Por la emancipación de América Latina.

El caso de Mariátegui, es paradigmático, y asimilable, aunque con un sesgo más

pronunciado en su praxis como militante político pero sin subsumirse

completamente en ella, para dar lugar a un grado de libertad que permitiera ejercer

la crítica evitando caer en dogmatismos. Al igual que José Ingenieros o Deodoro

Roca, se pliega al movimiento de la Reforma Universitaria en Perú, sin ser

estudiante, pero adquiriendo un papel protagónico en los momentos decisivos, en

su caso, como periodista del diario La Razón de Lima, en cuyas columnas

tuvieron difusión los acontecimientos que se desarrollaban en la Universidad de

San Marcos. Posteriormente a los acontecimientos iniciales de la Reforma,

Mariátegui emprendió un viaje a Europa, durante una beca “inducida” para

retirarse del país, otorgada por el Presidente Leguía, que le permitió observar

directamente los movimientos revolucionarios que se estaban produciendo en

algunos países como Italia, y la situación de retroceso de ellos frente al embate de

las nuevas fuerzas, reaccionarias, bajo un tipo de organización de masas como fue

el fascismo de Benito Mussolini. Estas influencias asimiladas por Mariátegui,

serán combinadas con las nociones incorporadas durante los acontecimientos de la

Reforma Universitaria, y diseminadas en las conferencias que dictó, como

Profesor de la Universidad Popular González Prada, que funcionaba en Vitarte,

que era una población principalmente compuesta por trabajadores textiles, que era

el sujeto principal a quien estaban dirigidas todas las actividades de la innovadora

institución educativa. La experiencia de la conformación de una Universidad

Popular, fue producto de las innovaciones que incorporó el movimiento

estudiantil peruano a los principios establecidos por la Reforma Universitaria en

24

Argentina en 1918. De Mariátegui, también se contempló su concepción del

imperialismo, del indigenismo, y los puntos de coincidencia y de ruptura con las

mismas concepciones elaboradas por Haya de la Torre.

En este sentido, se destacó la creación del Partido Socialista Peruano por parte de

Mariátegui, cuando el APRA se convirtió en partido político, fuertemente

influenciado por la experiencia contemporánea del Kuo Min-Tang en China, en

1928. Mediante la conformación de esta nueva organización política, el autor de

los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, logró distinguirse

tanto de las posturas elaboradas por Haya de la Torre, que planteaban que el

imperialismo era la etapa inicial del capitalismo en los países latinoamericanos,

por lo que la ideología se definía como antiimperialista más que como socialista;

o las posturas cada vez más dogmáticas establecidas por la III Internacional

Comunista, que ingresaba en el período que se proponía dejar de lado los frentes

únicos antiimperialistas para establecer la estrategia de clase contra clase. Sin

embargo, Mariátegui, sin desconocer el papel del imperialismo en las naciones

latinoamericanos, dejaba de lado la concepción etapista, que consideraba transitar

por ese camino inevitablemente, bajo el supuesto de un tránsito “necesario” por

una revolución democrática-burguesa, y priorizando la disputa contra éste; para

propugnar una perspectiva socialista que se fundaba en la aplicación de los

valores comunitarios de las culturas precolombinas, dejando de lado establecer el

capitalismo como camino intermedio necesario.

Dentro de la bibliografía actual, algunos de estos planteos son analizados por

Patricia Funes25, específicamente, en relación con el concepto de nación, que

acuñaban estos intelectuales, que en nuestro caso son analizados otros aspectos,

ligados con el clima de la época, las organizaciones universitarias y políticas a las

que adscribían, y como influyó en el ideario de cada uno el movimiento de la

Reforma Universitaria. También nos valemos para nuestro análisis de la

compilación realizada por José Arico26, en donde se compilan distintos artículos

25 FUNES, Patricia; Salvar la nación: intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2006. 26 ARICO, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, ediciones pasado y presente, 1978.

25

de interpretación sobre la figura intelectual de Mariátegui, destacándose el trabajo

de Robert Paris27, en el cual, luego de precisar las fuentes de ideas de las que se

nutre el escritor peruano, se puntualizan los puntos de conexión ideológicos entre

los postulados de Julio Antonio Mella y Mariátegui, en relación al rol que debían

cumplir los intelectuales latinoamericanos.

En el caso de Cuba, la figura intelectual de Julio Antonio Mella adquiere

preponderancia por el hecho de que fue por un lado el Presidente de la Federación

de Estudiantes Universitarios, durante el desencadenamiento de la Reforma

Universitaria en 1923, y a la vez el fundador del Partido Comunista Cubano en

1925. En relación a la Reforma Universitaria se considera la Declaración de los

derechos y deberes del estudiante, redactado por Mella en 1923, que contenía las

nociones básicas para el establecimiento de un nuevo formato institucional en la

Universidad de La Habana. Concomitantemente, durante el mismo año, se

estipulan los estatutos de la Universidad Popular José Martí, inspirada en la

reciente experiencia forjada en Perú, en el plan de estudios y profesores aparece

Mella, encargado del dictado de la materia “historia de la humanidad y de Cuba”.

Tomando en consideración el artículo escrito por Gregorio Bermann28; ubicamos

la polémica entre el dirigente universitario y político cubano, y su par peruano,

con la ruptura que se produjo en el marco del Congreso Mundial Antiimperialista,

celebrado en Bruselas en 1927 y presidido por intelectuales como Henri Barbusse

del grupo clarité, del cual ambos intelectuales fueron partícipes, como miembros

de las ligas antiimperialistas existentes en Latinoamérica. La polémica la

estableció Mella con la publicación del Manifiesto titulado ¿Qué es el ARPA?, en

1928, criticando los postulados de su programa y accionar, por contener

postulados que se consideraban como oportunistas e ideológicamente

contradictorias. Ese año Mella fue asesinado, y la respuesta de Haya de la Torre,

se pospuso, algunos años, mientras tanto se comenzaron a divisar las dos grandes

corrientes surgidas de la Reforma Universitaria, que van a demarcar los idearios

27 PARIS, Robert; El marxismo de Mariategui, México, ediciones pasado y presente, Nº 60, 1978. 28 BERMANN, Gregorio; “Dos orientaciones antagónicas en América Latina: Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre”, publicado en Bohemia (La Habana), 9 de Agosto de 1963, pp. 32-35.

26

reformistas y revolucionarios, que estarán presentes en la vida política y cultural

de los países latinoamericanos a lo largo del siglo XX.

Estos planteos ideológicos renovadores, elaborados por intelectuales vinculados

con el ideario reformista, y puestos a prueba con las realidades de países

estructuralmente distintos como Perú y Cuba, resonaron en el ambiente intelectual

argentino desde donde habían surgido inicialmente. Tal como señala Eduardo

Devés Valdés29, estas polémicas y debates ideológicos conformaron una red de

pensadores latinoamericanos durante la década de 1920, que mantuvieron durante

este lapso una relación basada en acuerdos básicos que implicaban el mutuo

reconocimiento como interlocutores, lo que no eximía de la posibilidad de

polemizar. Conformaban esta red, intelectuales como Ingenieros, Palacios,

Mariategui, Haya de la Torre y José Vasconcelos cuando cumplía labores

destacadas como funcionario del gobierno surgido de la Revolución Mexicana,

incluso el aprismo se desarrolla en paralelo con la red, estableciendo una fuerte

relación de reciprocidad. Las ideas principales que circulaban en la red eran, en

primer lugar el afán de unidad latinoamericana en oposición al avance de Estados

Unidos, desarrollándose una prédica hispanista y latinista que los asociaba a

intelectuales europeos importantes como el grupo clarité, conformado por Henri

Barbusse y Romain Rolland como “la internacional del pensamiento” que en

Francia se opusieron a la Gran Guerra y simpatizaban con la Revolución Rusa; y a

José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno en España.

Otra de las ideas propugnadas por la red de pensadores, y que repercutían en

algunas revistas argentinas como Inicial, Sagitario, Claridad, La Revista de

Filosofía, era la del antiimperialismo desde distintas interpretaciones. También

aparecía un énfasis en lo popular-social, en donde confluyeron posiciones

indigenistas con planteos socialistas como los de Mariátegui, comenzando a

aparecer la noción de un socialismo latinoamericano. Una última idea que se

destaca en esta red intelectual era el afán por dar a conocer la producción

intelectual hispanoamericana En este clima de ideas, se fomentó la conformación

de la Unión Latinoamericana, en Buenos Aires en la redacción de la revista

29DEVES VALDES, Eduardo;El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Entre la modernización y la identidad. Tomo I Del Ariel de Rodó a la CEPAL, Buenos Aires, Biblos, 2000.

27

Nosotros, en 1925, sustentada por un programa elaborado por Ingenieros, en

donde se destacan las denuncias a la diplomacia del dólar en referencia al

desarrollo imperialismo norteamericano, y se proclamaba la búsqueda de la

unidad de los países latinoamericanos, era presidida inicialmente por Palacios. La

ULA, estaba constituida por intelectuales, y contaba entre sus miembros con una

importante cantidad de protagonistas de la Reforma Universitaria, que

encontraban en esta nueva organización un canal apropiado para manifestar uno

de los aspectos centrales de su ideario, como eran los planteos de unidad

latinoamericana y el antiimperialismo.

La disciplina en la que inscribimos este trabajo es la historia de las ideas políticas.

Por un lado, se encuentra compuesta por la historia de las ideas, que en Argentina

tuvo uno de sus principales exponentes, a través de sus trabajos, en Francisco

Romero30. Para éste, la historia de las ideas, incumbe en cuanto a su análisis, no

sólo a sus significados conceptuales, sino a su alcance y trascendencia social en el

plano de la vida y la acción, actuando como ideas fuerzas y poderes efectivos en

la comunidad. La historia de las ideas, se ocupa para Romero, de los “complejos

ideológicos”, de un período histórico específico. Por otro lado, en cuanto a las

ideas políticas, o a las ideologías, existen varias corrientes de pensadores

relacionadas, con el campo de las tradiciones del pensamiento político, la

sociología del conocimiento y la crítica cultural. Algunos de los principales

exponentes son: Quentin Skinner31, quien plantea que las obras y las ideas hunden

sus raíces en una misma “matriz social e intelectual epocal”, la cual es expresión

de un determinado comportamiento político. De este modo, las ideas políticas o

ideologías, posibilitan establecer vínculos entre la teoría y la praxis política.

En la corriente de la sociología del conocimiento, se destaca Karl Mannheim32,

que se proponía investigar la forma en que funciona el pensamiento en la vida

30 ROMERO, Francisco; “Sobre la historia de las ideas”. En La estructura de la historia de la filosofía y otros ensayos. Buenos Aires, Losada, 1967. 31SKINNER, Quentin; Los fundamentos del pensamiento político moderno, México, Fondo de Cultura Económica, 1985. 32MANNHEIM, Karl; Ideología y Utopía. Introducción a la sociología del conocimiento, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.

28

pública y en la política, como instrumento de acción colectiva. La sociología del

conocimiento se esfuerza por captar el pensamiento dentro del marco de una

situación histórico-social, de la cual emerge poco a poco el pensamiento

individualmente diferenciado. Otra de las características del método estipulado

por Mannheim, es que no separa los modos de pensamiento que tienen una

existencia concreta, esto es de la “trama de la acción colectiva”, lo que permite

descubrir una concepción del mundo, en un sentido intelectual. Por lo tanto, los

intelectuales adquieren un rol protagónico, pero perdiendo los privilegios del

monopolio de la interpretación eclesiástica del mundo, que pertenecía a la casta

sacerdotal. Aquellos pasaban a entrar en una competencia entre sí, acentuándose

la diversidad de modos de pensamiento y de experiencia de cada grupo, para

conquistar el favor de un público, que, a diferencia del público del clero, sólo

sería accesible a los intelectuales, con algún esfuerzo de su parte, con lo cual estos

tendrían una expresión y una validez públicas cada vez mayores. Otra de las

corrientes relacionadas con el estudio de las ideas políticas, está relacionada con

la crítica cultural, y encuentra a uno de sus teóricos, en Terry Eagleton33. En

primer lugar, el autor despliega una serie de significados, por los cuales se define

el término ideología. De ellas podemos mencionar, su caracterización como un

conjunto de ideas de un grupo o clase social; el pensamiento de la identidad; el

medio por el que los agentes sociales dan sentido a su mundo, de manera

consciente; el conjunto de creencias orientadas a la acción; el medio indispensable

en el que las personas expresan en su vida sus relaciones en una estructura social;

y finalmente el proceso por el cual la vida social se convierte en una realidad

natural. Eagleton, en base a estas definiciones, afirma que lo que le otorga fuerza

al término ideología, reside en su capacidad para discriminar entre aquellas luchas

del poder que serían centrales a toda forma de vida social, respecto de aquellas

que no lo fueran. Es una función de la relación de una manifestación con su

contexto social. A la vez, nos proponemos, incursiones intradisciplinarias, con la

historia social y política. Ambas confluyen en la “nueva historia social”, que se

encuentra relacionada con la historia de las ideas, por la utilización de similares

conceptos, como los de elites, cultura popular, y el tratamiento de fuentes

documentales, que se dividen en fuentes bibliográficas, que contienen las

33 EAGLETON, Terry; Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidos, 2005.

29

biográficas, obras de autor, ensayos, documentos publicados, de archivos, y

fuentes orales. Incorporamos para nuestra tesis la utilización de fuentes primarias,

como periódicos y revistas del período histórico analizado, al igual que el

tratamiento de documentación oficial sobre la Reforma Universitaria en Córdoba

y Buenos Aires emitido por el Ministerio de Instrucción Pública de la Nación; así

como de fuentes secundarias, pero que tienen el valor de contener la reproducción

de documentos elaborados por los protagonistas principales estudiados, como las

realizadas por del Mazo, o la reciente edición del periódico de la Federación

Universitaria de Córdoba, que reproduce las ediciones de los años 1918 y 1919.

También consultamos archivos documentales, como el Museo de la Reforma

Universitaria, la Biblioteca José María Arico, y la Biblioteca Mayor de la

Universidad de Córdoba.

30

Capitulo I

Los antecedentes históricos, el desencadenamiento y las

transformaciones impulsadas por la Reforma Universitaria de

1918.

El origen de las universidades en territorio argentino

El fenómeno político, social y cultural de la Reforma Universitaria tuvo como

epicentro fundamental la ciudad de Córdoba en 1918, sede de una de las tres

Universidades Nacionales existentes en Argentina, cuyo origen se remonta al año

1613, a partir de la creación del Colegio de Córdoba del Tucumán, dirigido por la

Compañía de Jesús y compuesto originariamente por veinte novicios, que se

encontraban a cargo de cuatro sacerdotes. La principal tarea que se proponía la

universidad colonial de Córdoba radicaba en la instrucción religiosa de los indios,

y fundamentalmente tenía una misión teológica, expresada en el documento de su

fundación suscripto por Fray Fernando Trejo y Sanabria, que era obispo del

Tucumán, en 1592, en donde se manifestaba la intensión y fin principal de que se

críen ministros virtuosos y letrados34(sic). La universidad comenzó sustentándose

a través de dos haciendas que eran propiedad del sacerdote jesuita Diego de

Torres. Pero es en el año siguiente cuando comienza a tomar forma la

Universidad. En 1614 por el fallecimiento del obispo fundador se realizó una

donación de cuarenta mil pesos, que éste había dejado asentada en su testamento,

con el fin de que se enseñase filosofía –escolástica- y teología, en el Noviciado

existente desde 1607 y transformado en Colegio Máximo en 1610 por la

Compañía, para solventar el funcionamiento de las cátedras de Latín, Artes y

Teología con un total de cincuenta estudiantes y tres sacerdotes, dos de los cuales

dictaban teología y el otro filosofía aristotélica. Finalmente, se donaron sólo diez

mil pesos y esclavos, según lo consignaba Diego de Torres en un informe de

1623, por lo que la casa de estudios dependía para su subsistencia principalmente

34 PALACIOS, Alfredo; La Universidad nueva, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1957, p. 53.

31

del ganado ovino y vacuno de la hacienda de Colonia Caroya y de la viña y

sementeras de trigo y maíz de Jesús María35.

La casa de estudios propulsada por los jesuitas en Córdoba, fue autorizada para

ser fundada por la Corona española, como una Universidad menor o conventual,

que la diferenciaba de las mayores u oficiales organizadas en las colonias bajo el

modelo de la Universidad de Salamanca, como eran los casos de San Marcos en

Lima y la de México, las cuales se dividían en cuatro facultades: Derecho, Artes,

Teología y Medicina .Comenzó a desarrollar sus actividades a partir de 1623, bajo

la denominación de Universidad de Córdoba del Tucumán, pero sin facultad para

conferir títulos universitarios, hasta que en 1664 se crearon las Facultades de

Artes y de Teología, expidiéndose los títulos de bachiller, licenciado, maestro y

doctor, siendo requisito indispensable para ingresar a las facultades haber cursado

dos años de latín. En los siglos XVII y XVIII se erigió como el único

establecimiento de educación superior existente en el que devendrá el territorio

argentino, bajo la denominación de Universidad Mayor de San Carlos, en

Córdoba. Era la tercera Universidad más antigua creada en el continente

hispanoamericano; sus objetivos estaban supeditados a la formación del clero por

lo que predominaban los contenidos teológicos y sus profesores pertenecían en su

totalidad a la Compañía de Jesús; todo lo cual conformaba uno de los ejes del

poder en el período colonial: el representado por la figura de los letrados, que en

el caso de Córdoba se convertirán en el curso de la historia en una aristocracia

doctoral36.

La Universidad de Córdoba y el colegio de Monserrat fueron nacionalizados en

1856, lo que amplió el esbozo de renovación que había intentado el deán Gregorio

Funes en 1815, ya que se reestructuraron las Facultades de Teología y de Derecho

existentes en 1857, y además de incorporar las cátedras de geografía, filosofía,

física y francés; en el plano administrativo se dispuso la provisión de cátedras por

concurso de oposición y la constitución del claustro por los graduados de la

universidad. Sin embargo, se mantenía el claro sesgo clerical de la etapa colonial

35 MÖRNER, Magnus; Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el río de la plata, Buenos Aires, Hyspamérica,1985, p.34. 36 AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., p. 22.

32

ya que se consagraba la Universidad a la Virgen Santísima bajo el título de la

Inmaculada Concepción. Recién en 1870 se sustituyó la enseñanza del Derecho

Civil español por el Derecho Civil argentino, bajo la influencia de la presidencia

de Domingo Sarmiento y desde el ministerio de educación ejercido por Nicolás

Avellaneda. A partir de 1879 se dictó un nuevo Estatuto General de la

Universidad, con aprobación provisoria otorgada por decreto del Poder Ejecutivo

el 4 de octubre de este año, y quedaron divididas las Facultades en: Derecho y

Ciencias Sociales, Ciencias Físico Matemáticas, Medicina y Filosofía y

Humanidades.

Otra de las Universidades Nacionales existentes en territorio argentino era la

Universidad de Buenos Aires, creada con posterioridad a la independencia, y bajo

el halo renovador de Bernardino Rivadavia, en 1821, que sostenía la necesidad de

atravesar todos los grados de enseñanza en la Universidad, para lo cual se

estructuró una división en Departamentos que abarcaban los diferentes niveles y

las distintas disciplinas científicas. El edicto de erección de la Universidad,

fechado el 9 de agosto de aquel año, lleva la firma de Rivadavia como secretario

de gobierno junto a la del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín

Rodríguez. Tanto la estructuración del plan de estudios, elaborado por el doctor

Antonio Sáenz, quien fuera su primer Rector, como su propia dinámica de

funcionamiento, traían novedades para las Universidades en Argentina. Por un

lado, ello se daba mediante el hecho de que en el Departamento de Estudios

preparatorios aparecía el primer profesor de filosofía, Juan Crisóstomo Lafinur,

que introducía en las clases citas de Descartes y Newton, y a la vez se

incorporaron por primera vez materias como economía política y

fisicomatemática en el Departamento de ciencias exactas e idiomas como francés

e inglés, aunque coexistían con la enseñanza del latín, metafísica y retórica.

También se incorporaron los primeros laboratorios de química, y el primer

gabinete de física, mediante el asesoramiento de profesores y figuras del ámbito

científico extranjeros, fundamentalmente franceses. El acontecimiento de la

creación de la Universidad de Buenos Aires, a pesar de la efímera duración de su

diseño original, ya que a partir de 1830 ingresó en un período de crisis como

33

institución universitaria, es destacado por José Babini37, desde el punto de vista

del conocimiento científico como el comienzo del acceso a la carta de ciudadanía

de la ciencia en Argentina.

Las bases de las Universidades nacionales: La ley Avellaneda

El 18 de Enero de 1881, la Universidad de Buenos Aires fue nacionalizada,

impulsada por el traspaso de la ciudad a la jurisdicción de la nación, y junto a esta

decisión, el gobierno nacional conformó el 7 de febrero de 1881, por decreto, una

comisión integrada por Nicolás Avellaneda, Eduardo Wilde, Vicente Quesada,

entre otros, para redactar los nuevos estatutos, planes de estudios y otorgarle una

organización definitiva38. A la vez, se establecía por intermedio del mismo

decreto la eliminación de estudios preparatorios, mediante su reemplazo por el

Colegio Nacional que pasó a depender de la Facultad de Humanidades. Por último

se fijaban algunos criterios para el accionar de la comisión; por un lado, en

referencia al gobierno universitario, incorporando a los graduados a la Asamblea

universitaria como forma de contrapesar la posibilidad de que se formaran

poderosos círculos cerrados, tanto de profesores como de académicos. Por otro, la

comisión debía establecer la articulación entre la Universidad de Buenos Aires y

la Universidad de Córdoba, en lo referido a la organización del plan de instrucción

universitaria, admisión de exámenes y la emisión de diplomas, ya que ambos

establecimientos de educación superior dependían de la Nación, y al estar regidas

por una legislación común propenderían a idénticos propósitos.

En Junio de 1881 la comisión de la que formaba parte el entonces Rector de la

recientemente nacionalizada Universidad de Buenos Aires, Nicolás Avellaneda,

presentó su informe y un proyecto que fue elevado por parte del gobierno de Julio

Argentino Roca a través de un mensaje al Congreso Nacional, el 17 de Junio de

1881. En el proyecto aparecían planteadas novedades, como eran la provisión de

las cátedras por oposición o concursos públicos y la docencia libre, que

37 BABINI, José; Breve Historia de la Ciencia Argentina, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1993, p. 30. 38 RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto; Debate parlamentario sobre la ley avellaneda, Ediciones Solar, Buenos Aires, 1985, p. 33.

34

significaban la posibilidad de renovar periódicamente los cargos docentes. Pero

puntualmente, la aspiración a la autonomía universitaria formulada por la

comisión, no era compartida por el Poder Ejecutivo, que ponía reparos a la

posibilidad de que se constituyera un peligroso monopolio y exclusivismo por

parte de quienes estaban encargados de la función de la enseñanza en la

Universidad, debido a que reproduciría los mismos defectos que la existencia de

un monopolio “oficial”, todo ello en detrimento del “libre ejercicio del espíritu”,

como condición para su desarrollo en todas sus tendencias y manifestaciones. De

este modo, se comenzaba a evidenciar una de las tensiones por las que atravesará

el propio proyecto de ley presentado por Avellaneda posteriormente, puesta de

manifiesto antes de su aprobación, por las importantes modificaciones

establecidas en la discusión en el Congreso nacional.

Como señala Tulio Halperin Dongui, el no tratamiento del proyecto por parte del

Congreso, luego de permanecer varios años sin consideración parlamentaria,

evidenciaba en gran medida, la complejidad de los problemas frente a los cuales

debía pronunciarse, dado que se esperaba la sanción de un minucioso reglamento,

además de una ley que fijara los rasgos fundamentales de la organización

universitaria39. Esto fue advertido por Avellaneda, quien cumplía al mismo

tiempo, las funciones de Rector y Senador nacional, como un grave error, ya que

una ley universitaria muy detallista generaría disposiciones demasiado estables

para problemáticas que suelen ser cambiantes en relación a la influencia del medio

al que pertenecen, y que se encuentra sujeto a un grado importante de

variabilidad. Sin embargo, lo que más había impresionado a Avellaneda, para

Halperin Dongui40, se relacionaba con la imposibilidad práctica, por las

reticencias de los legisladores, de poder lograr la sanción de una ley que

estableciera las disposiciones para el funcionamiento de las universidades. Estos

impedimentos para poder sancionar una legislación universitaria, finalmente

terminaron motivando a Avellaneda a proponer como la forma más efectiva, una

disposición legal con principios generales, que les permitieran a las Universidades

establecer sus propios estatutos y reglamentaciones.

39 HALPERIN DONGHI, Tulio; ob. Cit. p. 72 40 Idem, p. 73.

35

Luego del transcurso de dos años de presentado el informe y el proyecto por parte

de la comisión, ante el no pronunciamiento del Congreso, Avellaneda, propulsó

un proyecto de ley universitaria propio, el 10 de mayo de 1883. Ese proyecto se

diferenciaba del anterior de la comisión, en que se descartaba la idea de remitir al

Congreso nacional un proyecto de Estatuto para las Universidades, ante la falta de

predisposición para legislar en este ámbito. Ante esta imposibilidad manifiesta, el

proyecto de Avellaneda propugnaba principios generales, a los cuales se tenían

que atener las Universidades, las que de ahora en más se encontraran encargadas

de dictar sus reglamentaciones orgánicas. Se sentaban de este modo, las bases

legales que normalizarán, homogeneizando, el funcionamiento de las

Universidades nacionales en Argentina, por primera vez desde su fundación.

El proyecto de ley presentado por Avellaneda constó en un primer momento, con

sólo dos artículos que contenían los principios fundamentales para la organización

interna de las Universidades; su financiamiento y su relación con el Estado,

acompañado, luego, de una comunicación al Poder Ejecutivo como tercer artículo.

En este primer esbozo se mantenían las novedades introducidas en el proyecto

anterior, el presentado por la comisión, en relación con la organización prescripta

para el funcionamiento interno de las universidades, como eran las cátedras

provistas por concursos de oposición, y la admisión de la docencia libre para

aquellos profesores que lo solicitaran. Se agregaba, que el órgano directivo, que se

establecía para dirigir las Universidades, era el de las Facultades o las

denominadas Academias, y debían contar al menos con una tercera parte de los

profesores que dirigieran sus aulas, por lo que se establecía un mínimo de

representación para el cuerpo de docentes de cada Facultad, que eran elegidos por

los miembros de las Academias y no a través de sus pares que se encontraban al

frente de los cursos.

Avellaneda, que había sido Presidente de la República, y en esos momentos

cumplía su mandato como Senador Nacional y se desempeñaba también como

Rector de la Universidad de Buenos Aires, era una de las figuras de la élite

dirigente de la generación del ochenta. Representaba, como pocos, lo que Noé

Jitrik define como modelo de escritor o intelectual consagrado, dada la

36

subsidiariedad de esta condición junto a la formación cultural, en relación a las

actividades concebidas como arquetípicas por los hombres del ochenta: la política

por un lado, y por el otro, muchas veces entrecruzadas, la búsqueda de la riqueza

con la ganadería o el comercio. Lo cual era garantizado, para los propietarios de

grandes extensiones de tierra, con el esquema agroexportador vigente. La cultura

y los intelectuales eran considerados como una añadidura de lo que se observaba

en Europa, no había más lugar que para una actitud consumidora41; mientras que

en el caso del político y el codificador, como lo fue Avellaneda, eran concebidos

productores de procesos originales y creativos, por parte de la élite dirigente.

La necesidad de la existencia de las Academias, Facultades o Consejos

Académicos, era fundamentada en el debate parlamentario, a partir de una función

de contralor “externo” del cuerpo de Profesores ante la posibilidad de que estos

desarrollaran un espíritu corporativo, lo cual fue resaltado principalmente por el

Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eduardo Wilde. Así, quedaban

distinguidas las actividades de gobierno con la conformación de un cuerpo

directivo, las Academias, de las funciones docentes, y bajo la argumentación de

priorizar los criterios científicos y educativos por sobre los corporativos, se

termino por reforzar las atribuciones del Estado en detrimento de la autonomía

universitaria. Las primeras Academias fueron conformadas a través de la

designación de sus miembros por parte del Poder Ejecutivo Nacional. Estos

cargos tenían un carácter vitalicio, y ante la situación de renuncia o fallecimiento

correspondía a la misma Academia realizar el nombramiento de los nuevos

integrantes, con lo que se facilitaban las condiciones para la conformación de un

espíritu de cuerpo cerrado al resto de la comunidad universitaria.

El tema de los concursos de oposición como único mecanismo para la provisión

de las cátedras fue otro de los puntos que generó las mayores polémicas entre los

parlamentarios, y se centró en lo que se refería al tercio de representación; en

ambos aspectos se introdujeron modificaciones cualitativas a los criterios

previstos por Avellaneda en el proyecto original.

41 JITRIK, Noé; El mundo del ochenta, Buenos Aires, Editores de América Latina, 1998, pp. 64 y 65.

37

Algunas de las críticas más consistentes, y que proponía importantes

modificaciones, provenían de quien había acompañado a Avellaneda en la

comisión encomendada para redactar los reglamentos cuando se nacionalizó la

Universidad de Buenos Aires, y otra de las figuras más representativas de la

generación del ’80, como era Eduardo Wilde. El ahora miembro del Poder

Ejecutivo Nacional, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del gobierno

de Roca, médico higienista y escritor, tenía reparos respecto al proyecto de ley

presentado por Avellaneda; centrándose fundamentalmente en no transferir la

atribución del Poder Ejecutivo para el nombramiento de los Profesores en torno a

la propuesta de los concursos de oposición. Sin oponerse a la idea de establecer

concursos para la conformación de las cátedras, pero criticándola en varios

aspectos en cuanto a su garantía para el mejoramiento del nivel académico, Wilde

buscó una fórmula intermedia para adaptarlos a la potestad del Estado Nacional en

la designación del cuerpo de profesores, tal como lo venía haciendo, previa

consulta con las Facultades. En este sentido, el Ministro propuso que las cátedras

debían ser provistas por el Poder Ejecutivo, a proposición en ternas de las

Facultades, y mediante la aprobación del Consejo Superior de la Universidad.

Aunque se compartía el criterio general, y la necesidad de efectuar la laicización

del Estado Nacional, aparecían diferencias entre las distintas formas propiciadas

por parte de la elite para implementarlo, en este caso en el plano de la educación

universitaria.

El proyecto de ley universitaria presentado por Avellaneda, finalmente fue

aprobado tras dos años de debates parlamentarios, el 26 de junio de 1885. De esta

manera, se sentaban los principios según los cuales las dos Universidades

nacionales existentes, la de Córdoba y Buenos Aires, debían adecuar sus

Estatutos. En ella, que constaba de sólo tres artículos, sumado a un cuarto de

forma, se plasmaban las bases proyectadas desde el Estado y el modelo de

educación superior universitaria ideado por la generación del ochenta. La ley

Avellaneda establecía algunas de las funciones específicas de las Academias

también denominadas como Facultades; luego de reconocer la vigencia de las

existentes, que estaban conformadas por quince miembros académicos que

constituían estos cuerpos directivos, abriéndose la posibilidad de que se crearan

nuevas sobre la misma base. Esto se establecía en su artículo 1º, al atribuirles la

38

potestad de aprobar o reformar los programas de estudios presentados por los

profesores; de ejercer la jurisdicción policial y disciplinaria interna; de proyectar

los planes de estudios para su aprobación por el Congreso y expedir los títulos

profesionales; de disponer de los fondos universitarios asignados por el Poder

Ejecutivo nacional; y de fijar las condiciones de admisibilidad para los

estudiantes42.

Con el explícito objetivo de impedir la constitución de un espíritu de cuerpo por

parte de los profesores, e impedir que pudieran ejercer el juzgamiento de sus

propias actividades, se estableció la representación de un tercio para los docentes

titulares, mediante lo cual se fijaba un límite para que éstos pudieran conformar

un quórum propio ante una mayoría de académicos. En relación a la composición

de los miembros de las diferentes Academias, se estipulaba el nombramiento por

parte de las mismas, de todos sus miembros titulares, con lo cual se dejaba fuera

de la decisión para integrar los órganos directivos a la mayoría de los profesores,

ya que quienes resultaban designados dependían de la voluntad de los académicos

que constituían el eje de las decisiones, debido la característica de elegir a sus

miembros mediante una auto designación, y quienes a su vez poseían el cargo de

modo vitalicio, lo que implicaba la utilización de un mecanismo de dirección

institucional excluyente para la mayoría de la comunidad universitaria. Las

Academias estaban encargadas de elegir a su máxima autoridad que era el

Decano, y el cual duraba cuatro años en el ejercicio de sus funciones. A su vez,

las distintas Academias constituían, a través de todos sus miembros, la Asamblea

Universitaria que era el órgano encargado de elegir a su máxima autoridad, el

Rector, por un período de cuatro años.

Considerando el análisis realizado por Pablo Buchbinder43, la sanción de la ley

Avellaneda estaba enmarcada por el contexto histórico en el que se produjo, en el

plano político con el proceso de concentración y monopolización por parte del

Estado nacional de distintas atribuciones que se hallaban diseminadas en diversas

organizaciones de la sociedad. El objetivo de la nueva norma, se centraba en la

42 RODRIGUEZ BUSTAMANTE, Norberto; Debate parlamentario sobre la ley avellaneda, Buenos Aires, Ediciones Solar, 1985, p. 51. 43 BUCHBINDER, Pablo; ob. Cit., pp.58 a 74.

39

conformación de las universidades nacionales como lugares fundamentales para el

ejercicio de determinadas profesiones, consideradas prioritarias por la elite

dirigente de la generación del ochenta, como la abogacía, la medicina y la

ingeniería. En el plano educativo, la ley se gestó, luego de importantes debates

entre funcionarios gubernamentales que fundamentaban sus posturas en las

nociones del liberalismo político, como fue en el caso de la intervención del

ministro Wilde, que debatió en aquella oportunidad con los sectores clericales que

se oponían al modelo de educación básica regido por los principios de gratuidad,

obligatoriedad y laicidad, que propugnara la ley de educación común sancionada

en 1884.

Quienes se encargaban de cumplir ese rol centralizador y direccionador por parte

del Estado en la educación común, eran principalmente el Consejo Nacional de

Educación, y los Consejos Escolares de las Provincias. En el caso de la ley

Avellaneda, el énfasis en cuanto a su papel centralizador y organizador, que

sentaron las bases para las Universidades nacionales por parte del Estado, no se

correspondía con las funciones que les eran atribuidas a las instituciones de

estudios superiores por parte de la sociedad de la que formaban parte. Ésta se

encontraba sujeta a importantes cambios que eran introducidos por nuevos actores

sociales, como los trabajadores, que en su gran mayoría eran producto del

fenómeno aluvial de la inmigración masiva, movilizada principalmente por la

demanda de mano de obra existente en el país, de cara a su lugar en la división

internacional del trabajo dentro del sistema capitalista44. De este modo, las

Universidades nacionales se hallaban inmersas en una lógica de funcionamiento

cuyo eje era el fomento del profesionalismo, bajo la concepción impulsada por el

Estado. Esta situación se establecía a través del monopolio que les garantizaba el

Estado nacional a las Universidades en la emisión de los títulos de grados para la

autorización en el ejercicio de las diferentes profesiones, lo cual se reforzaba a

partir de la influencia de las corporaciones profesionales en las facultades,

relegándose su papel como institución de educación superior en el plano del

desarrollo de la vida social y en la difusión cultural.

44 ROMERO, José Luis; Las ideas políticas en Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, pp. 211 a 232.

40

Las primeras transformaciones hacia la Reforma Universitaria

A mediados de 1890 se produjo un acontecimiento que tuvo una importante

repercusión en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, a

partir del protagonismo de un grupo de estudiantes de tercer año asociados al

Círculo Médico Argentino y un joven graduado llamado Juan Bautista Justo. El

Círculo era una institución que se había constituido a mediados de la década de

1870, en torno a la figura de José Ramos Mejía, que fue su fundador y primer

presidente, como parte de un grupo de estudiantes, quienes crearon esta nueva

organización en conjunto con los graduados y profesionales de la Facultad de

Medicina de la Universidad de Buenos Aires. El Círculo Médico comenzó a

desempeñar sus actividades en un espacio propio, con una importante biblioteca,

la publicación de una revista, junto a sesiones científicas y desarrollaba cursos

paralelos a los de la Facultad de Medicina. La dinámica de funcionamiento de

estos cursos no pasó inadvertida para los profesionales de la medicina, en función

de que las discusiones entre estudiantes y médicos disgustaron a los

profesionales, muchos de los cuales, quejándose de falta de respeto por parte de

los jóvenes, se retiraron del Círculo45.

El conflicto había surgido por la exigencia de los estudiantes del tercer año de la

carrera de Medicina, que estaban encabezados por Nicolás Repetto, en forma de

planteo de la necesidad de extensión del horario de funcionamiento de la

Biblioteca del Círculo, que dirigía el reconocido médico y escritor positivista,

José Ramos Mejía, y que sólo se mantenía abierta algunas horas semanales.

Debido a que el método de enseñanza vigente exigía acudir a la Biblioteca en

busca de una importante fuente bibliográfica para poder abordar el estudio de los

distintos temas previstos en la materia médica y terapéutica, los estudiantes se

encontraban condicionados y limitados al no tener ninguna otra alternativa que

ese reservorio. El profesor titular de la materia que correspondía al tercer año de

la carrera era el doctor Justiniano Ledesma, quien encomendaba a los alumnos

45 BIAGINI, Hugo (comp.); El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1985, p. 134.

41

que disertaran sobre temas del programa, para cuya exposición debían recurrir de

modo indispensable a esa Biblioteca, donde se preparaban con ayuda de los

grandes tratados sobre la materia, que eran los diccionarios de Jaccoud que

constaba de treinta volúmenes y el de Dechambre con sesenta tomos.

Luego de no prosperar los pedidos verbales reiterados; las notas a la comisión

directiva del Círculo Médico Argentino; y las manifestaciones protagonizadas por

los estudiantes, se realizó una asamblea extraordinaria que tuvo como

consecuencia la resolución por mayoría de votos, del reclamo para la destitución

de la comisión directiva. Una vez destituida la Comisión Directiva, y luego de

ocupar la casa donde funcionaba el Círculo Médico, asumió como director

provisorio de la asociación, en actitud solidaria ante el reclamo de los estudiantes,

Juan B. Justo, quien estuvo sólo por algunas semanas en el cargo. El conflicto se

resolvió a través de una asamblea extraordinaria que se convocó con el fin de

elegir una nueva comisión directiva, recayendo el cargo, ahora de manera

definitiva, en un joven médico que había regresado de realizar sus estudios de

especialización en Alemania, Julio Méndez46. Éste, le imprimió una nueva

dinámica al funcionamiento del Círculo Médico que hizo lugar a los reclamos de

los estudiantes respecto a la ampliación de los horarios de funcionamiento de la

biblioteca, en consonancia con el sesgo personal que desplegaba con intensidad y

dedicación entusiasta para con el trabajo realizado47.

Es dable destacar, este acontecimiento, como uno de los antecedentes para las

posteriores transformaciones, que se produjeron a principios del siglo XX en la

Universidad de Buenos Aires, y que desencadenaron la primera modificación de

su Estatuto. Algunos de sus protagonistas iban a volver a tener un papel

fundamental, como los casos de Méndez, Repetto y Justo, aunque ya todos como

profesores universitarios en la Facultad de Medicina. Estos dos últimos, que se

conocieron durante el episodio de la Biblioteca del Círculo Médico, serían

dirigentes del Partido Socialista unos años después. A la vez, esta institución, que

46 REPETTO, Nicolás; Juan B.Justo y el movimiento político social Argentino, Buenos Aires, Ediciones Monserrat, 1965, p. 34. 47 WEINSTEIN, Donald F; Juan B. Justo y su época, Ediciones “Fundación Juan B.Justo”, Buenos Aires, 1978, p. 23.

42

formaba parte de la Facultad de Medicina, tenía prevista la participación en su

seno de los estudiantes, junto a los docentes y graduados, en un ámbito de

discusión y producción de conocimiento científico. Por último, se había realizado

una impugnación, hacia una de las figuras más destacadas como José Ramos

Mejía, y que mejor representaría el ideario y accionar de la generación del ’80,

que se caracterizaba, entre otras cosas, por el carácter de pertenecer a un círculo

cerrado de los miembros de esta elite, que había forjado a su medida, la institución

de las Academias universitarias, la cual propendía inevitablemente a la formación

de camarillas en su seno.

Desde 1894-1895, una de las organizaciones que originará la creación del Partido

Socialista al año siguiente, como fue el “Centro Socialista Universitario”48,

apareció a la luz pública por iniciativa de Justo, quien ya se desempeñaba como

profesor de Clínica Quirúrgica. Fue en el Pabellón del Hospital Nacional de

Clínicas donde se realizaron los primeros encuentros. Se reunían desde ese

momento todos los primero de mayo, los estudiantes socialistas, entre los cuales

se encontraban: José Ingenieros, Ángel Jiménez, Enrique Dickmann y Augusto

Bunge49, invitando al resto de los compañeros a la conmemoración del día del

trabajador, en “comunión” con los obreros. Quizás, sea este el primer antecedente

de una articulación obrero- estudiantil, que posteriormente adquirirá una dinámica

preponderante, otorgándole proyección nacional y continental al movimiento de la

“Reforma Universitaria”.

La Reforma del Estatuto en la Universidad de Buenos Aires.

En 1903 estallaron los primeros conflictos cuyas consecuencias surtieron efectos

que ampliaron sus demandas iniciales, hasta unificarlas y motivar la primera

Reforma Universitaria. En primer término, en el seno de la Facultad de Abogacía

de la Universidad de Buenos Aires, se produjo un incidente que estuvo

protagonizado por los estudiantes de la carrera. Sus motivaciones iniciales se

basaban en una solicitud presentada para modificar una ordenanza de exámenes

48 ROJKIND, Inés; Estudiantes, Universidad y política en Buenos Aires del novecientos, Programa Buenos Aires de historia política del siglo XX, 2007. 49PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo I, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974.

43

finales y parciales que establecía un solo turno oficial, la que fue ratificada por la

Academia de Abogacía en varias oportunidades, y ponía en evidencia el carácter

cerrado de esta institución hacia la comunidad universitaria, como órgano de

decisión. Frente a esta medida las protestas de los estudiantes no se hicieron

esperar, y esta vez estuvieron apoyadas por el resto de los estudiantes de la

Universidad, e incluso por algunos diputados nacionales, junto a instituciones de

la sociedad civil. Como consecuencia de la no consideración del reclamo

estudiantil, se dio una situación de conflicto, en la que los estudiantes realizaron

una huelga que paralizó las actividades de la casa de altos estudios desde

diciembre de 1903, desencadenando el cierre de la Facultad por su Decano, y la

ratificación de la acción de los estudiantes mediante una asamblea que contó con

mil asistentes.

Desde el Consejo Superior de la Universidad se dieron lugar a los reclamos

estudiantiles, haciendo rever la decisión de la facultad, lo cual en un primer

momento generó la renuncia de los ocho académicos y el Decano que se hicieron

eco de la desautorización para con su función directiva exclusiva, pero que luego,

reverían a comienzos del siguiente año tras la gestión del Decano interino. La

Academia de Abogacía, terminó aceptando el reclamo de los estudiantes sobre la

necesidad de una prórroga de los exámenes a comienzos de marzo de 1904, pero

la huelga y los reclamos de los estudiantes lejos de desactivarse, siguieron su

curso y sumaron nuevas reivindicaciones, como la disminución de los aranceles

universitarios; así como también la reforma de los planes de estudio y la docencia

libre, que significaba la posibilidad de asistencia no obligatoria por parte de los

estudiantes, para de este modo avalar o desautorizar la capacidad de quien se

desempeñaba al frente de un curso50.

Estos reclamos de los estudiantes obtuvieron apoyos políticos y sociales en la

medida que denotaban impugnaciones a la estructura de gobierno de la Academia,

ya que la consideración de éstas como una oligarquía de un grupo cerrado hacia la

mayoría de la comunidad universitaria, trasvasaban los límites áulicos de la

institución y repercutían en las distintas esferas de la sociedad. Luego de casi un

50 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit; p.91.

44

año de conflicto, en septiembre de 1904, los estudiantes consiguieron instalar la

idea de la necesidad de llevar a cabo una reforma de los estatutos universitarios.

Lo cual generó algunas consecuencias en la organización directiva de la Facultad,

como la novedad de la convocatoria al cuerpo de profesores por primera vez, para

tratar las reformas que se proponían en relación a los métodos y programas de

estudios. Finalmente se logró la normalización de la Facultad en diciembre de

1904, cuando las autoridades quitaron las sanciones que pesaban sobre algunos de

los protagonistas de las huelgas estudiantiles51.

En el año 1903, los practicantes del Hospital de Clínicas habían iniciado un

movimiento para que se incluyese al ya mencionado Juan B. Justo, con

importantes títulos y méritos como cirujano, en la terna para designar Profesor

Titular de la cátedra de Medicina Operatoria de la Escuela de Medicina de la

Universidad de Buenos Aires. Este movimiento se encontraba encabezado por el

entonces estudiante Enrique Dickman, y cosechó importantes apoyos por parte de

profesores y médicos, lo que desencadenó que la Academia de Medicina se viera

obligada a realizar la reclamada incorporación a la terna, que significó la

designación de Justo como profesor titular de la cátedra de Medicina Operatoria.

En aquel momento Justo, Repetto y Dickman ya encabezaban las listas de

candidatos a diputados nacionales por la Capital Federal para las elecciones de

1902, lo que los constituía en dirigentes políticos, proclamándose como

representantes del “pueblo trabajador”52.

Es dable señalar la existencia del primer Centro de Estudiantes, que fue el de

Medicina desde 1900, como organismo de defensa de sus intereses gremiales y

específicos en la Facultad. Además de erigirse como protagonista en el conflicto

desatado a través de su centro de estudiantes, la carrera de Medicina era la más

concurrida de las Universidades de Buenos Aires y Córdoba, porque se priorizaba

como la vía principal para el logro del ascenso social por parte de los estudiantes

que provenían en un porcentaje cada vez mas grande de sectores de clase media, y

cuyo origen mayoritario era inmigratorio.

51 Idem; pp. 83 a 97. 52 ODDONE, Jacinto; Historia del socialismo argentino, tomo II,Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1983, p.205.

45

En este mismo año durante el mes de Junio, un grupo de Profesores de la Facultad

de Ciencias Médicas, presididos por el profesor de Anatomía, Juan J. Naón, invitó

a sus colegas a una asamblea en la que se propuso la necesidad de reformar la ley

universitaria vigente, para lograr que los académicos fueran designados por la

asamblea de profesores titulares y suplentes de las facultades. También se propuso

gestionar ante el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, la reforma

del Estatuto, para lograr limitar la duración de los cargos de profesor y académico

y fijar una edad máxima para los mismos53. Estos planteos, implicaban la

búsqueda de la introducción de la periodicidad en las cátedras para los profesores;

y principalmente estimulaba a los suplentes en su preparación para acceder a los

cargos; la limitación del carácter de vitalicios para los académicos; y la distinción

entre la gestión administrativa respecto de la científica. En función de conseguir

estos objetivos se conformó una asamblea de la que formó parte el ahora médico

Nicolás Repetto, para que se vinculara con las otras facultades, y se encargara de

las gestiones con las autoridades. Los profesores Repetto y Naón se entrevistaron

con el Ministro de Instrucción Pública, Juan Fernández, que a la vez era miembro

de la Academia de Medicina y decidido partidario de reemplazarlas por una

Asamblea de profesores, a lo que se incorporaba, como parte de un proyecto de

reforma universitaria en 1904, también la institución del profesorado libre, pero al

no estar todas las facultades conformes con estos criterios reformistas, y al

fallecer el Ministro Fernández al poco tiempo, el proyecto quedo inconcluso54.

El conflicto volvió a estallar en la Facultad de Medicina de la Universidad de

Buenos Aires en 1905, pero con una mayor intensidad y derivaciones que

inducirán a la realización a la primera Reforma de los Estatutos de esa

Universidad, desde la sanción de la ley Avellaneda. El disparador fue la vacante

de la cátedra de Clínica Médica que se produjo durante aquel año, que dio lugar a

que la Academia conformara una terna para elevarla al Poder Ejecutivo. En la

terna enviada por la Facultad de Medicina para el nombramiento del Profesor de

53 REPETTO, Nicolás; “ La Nueva y la Vieja Reforma Universitaria”, en La Nación, 19 de abril de 1927. 54 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, Buenos Aires, Casa del Pueblo, 1945.

46

Clínica Médica quedó excluido el ya mencionado Profesor Julio Méndez, lo que

provocó una airada protesta por parte de estudiantes, egresados y profesores que

vieron esta decisión como un injusto desplazamiento por parte de la Academia. A

raíz de esta situación, las voces de protesta se focalizaron contra ese órgano

directivo, denunciando que permanecía cerrado a todo estímulo externo. El 5 de

Octubre de 1905, un grupo de médicos y profesores, entre los que se encontraban

los doctores Nicolás Repetto y Samuel de Madrid como profesores suplentes, y

Juan B. Justo y Federico Texo como profesores titulares, dio a conocer una nota

que se publicó el 6 de Octubre en el diario La Nación, que se puede interpretar en

los términos de una proclama que propiciaba la necesidad de iniciar una reforma a

la ley universitaria. El contenido del texto estaba centrado en la impugnación de la

Academia, que era considerada como un mal orgánico, que efectuaba un grave

daño para la enseñanza, debido a que las aspiraciones, intereses y conveniencias

de la Escuela de Medicina no lograban llegar hasta los ámbitos de decisión. El

límite principal estaba dado por los obstáculos inherentes a la lógica de

funcionamiento de éste órgano directivo, y si traspasaban sus filtros, las

propuestas o inquietudes planteadas por los protagonistas de las actividades

educativas, eran acogidas con fría indiferencia por parte del círculo cerrado de los

académicos. El espíritu de la Escuela de Medicina, era definido en el artículo,

como honesto y progresista, contraponiéndose con la dinámica de funcionamiento

que atravesaba el ámbito de las Academias como órgano resolutivo y decisorio, de

manera unívoca, de los destinos de la enseñanza55. El texto se cerraba de un modo

terminante, planteando la urgencia de modificar el hecho de que la dirección

oficial de los estudios médicos no estuviera fundamentalmente confiada a los que

enseñaban.

De este modo, se observa la dimensión de la denuncia pública al sistema de las

academias encerradas sobre sí mismas y vitalicias, efectuada por parte de algunos

profesores de la Facultad de Medicina; que se magnificaba con la presencia de dos

miembros de la dirigencia del Partido Socialista, como eran Justo y Repetto56.

Estos dirigentes socialistas, que adherían a un programa que buscaba la

55 La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, loc. cit. p. 6. 56 ODDONE, Jacinto;ob. Cit., p.215.

47

incorporación de un nuevo sujeto a la vida de la nación, el pueblo trabajador,

necesariamente comenzaban a encontrarse con la lógica imperante en las

instituciones públicas, pergeñadas por una élite dirigente que se afirmaba política,

social y culturalmente en base a la exclusión de quienes no compartían sus pautas

ideológicas o creencias, sustentadas en la noción de ser un grupo predestinado

para la salvación de su país57, tal como lo afirma Noé Jitrik.

Las consecuencias y repercusiones del conflicto no se hicieron esperar: la

Academia de Medicina interpretó el contenido del texto publicado en La Nación

sólo como un agravio descalificatorio a la institución, sin percibir que se

planteaba a su vez un mayor protagonismo en la vida y las decisiones

universitarias para el cuerpo de profesores, que se encontraban relegados en un

segundo plano, a pesar de ser quienes afrontaban el protagonismo del proceso de

enseñanza-aprendizaje cotidianamente en las aulas. La Academia de Medicina

reaccionó de una manera contundente, separando a los doctores Nicolás Repetto y

Samuel de Madrid de sus cargos, y recurriendo al pedido de exoneración al Poder

Ejecutivo Nacional para destituir a los Profesores titulares Juan. B. Justo y

Federico Texo. También alejó de su cargo al médico, también socialista, Enrique

Dickman que se desempeñaba voluntariamente como ayudante de Justo.

El Poder Ejecutivo hizo lugar al pedido de la Academia que encontraba ofensivos

los planteos vertidos en la nota por los Profesores, bajo la fundamentación de la

legitimidad para tomar la medida de destitución al afectarse uno de los que

consideraba como el problema más grave que atravesaba la enseñanza pública en

el momento, que sería el de la disciplina, que faltaba o se encontraba desvirtuada.

También se mencionaba en la fundamentación para acceder al pedido de la

Academia de Medicina, que existía con bastante frecuencia la manifestación de un

espíritu de insubordinación que se traducía: en evidente perjuicio de la enseñanza

en general y en particular, en perjuicio personal de los estudiantes, quienes

siendo de fácil sugestión por su edad y espíritu colectivo, solo advierten más

tarde, cuando es irreparable acaso, el mal que se hicieron, razón por lo cual es

57 JITRIK, Noé; ob. Cit., p.37.

48

deber de las autoridades escolares doblar el celo y rigor disciplinarios58. La

disciplina se asociaba de este modo por parte del Poder Ejecutivo y la Academia,

al cumplimiento de su normativa, que supeditaba al cuerpo de Profesores a un

control estricto de todas sus actividades, desde el Estado, sin deslindar las

características propias de las actividades pedagógicas.

Las medidas de exoneración y destitución promovidas por la Academia de

Medicina y concretadas por el Poder Ejecutivo Nacional, de importantes figuras

de la vida universitaria y la política argentina, afectaban, entre otros a Juan B.

Justo, que fue expulsado por “mala conducta”, de acuerdo a lo que calificaron

quienes tomaron esa drástica decisión. Éste, había sido nombrado Profesor titular

de Clínica Quirúrgica en 1902, y fue uno de los miembros e impulsor del

congreso constituyente que conformó el Partido Socialista en 189659, además de

haber sido el traductor del alemán al castellano del primer tomo de la obra

principal de Karl Marx, El Capital, publicado en Madrid en 1898. La decisión

tomada por las autoridades universitarias, generó un fuerte rechazo, impulsando

un clima de protestas y violencia, al ser percibidas estas medidas como arbitrarias

no sólo en la Facultad de Medicina sino también en el resto de las Facultades de la

Universidad de Buenos Aires, los círculos intelectuales y en el Congreso Nacional

en donde se encontraba Alfredo Palacios, electo en 1904 como diputado por el

Partido Socialista.

A esta situación, se le sumó la inoportuna resolución de la Academia de Medicina,

que establecía el porcentaje de sobresalientes, distinguidos y aprobados por cada

mesa examinadora, que hizo que la huelga estudiantil continuara, ante lo cual se

suspendieron las mesas de examen de diciembre. La crisis generada se tornó

incontrolable para el Poder Ejecutivo, que desconcertado por una medida

inconsulta clausuró la Universidad de Buenos Aires, preventivamente por unas

semanas, pero sin lograr modificar la situación. A pesar de estos intentos para

desactivar el conflicto por parte de la Academia y el Estado, el movimiento que se

inició en 1903, y que entre otros protagonistas contó con el impulso inicial de los

58La Reforma Universitaria y el Partido Socialista, loc. Cit., p.7. 59 FALCON, Ricardo; ob. Cit., p. 20.

49

ya aludidos Repetto, Justo y Dickmann, terminó por desencadenar el comienzo de

la democratización y de la emancipación intelectual en la Universidad, al

reemplazar las Academias vitalicias y renovables por sí mismas, a partir de la

creación del Consejo Directivo integrado por profesores y elegido periódicamente

mediante el voto del cuerpo docente. Sin embargo, todavía no era una reforma

completa, faltaba la inclusión como miembros plenos de la comunidad

universitaria, de su cuerpo mayoritario, como era el de los estudiantes.

El Rector de la Universidad de Buenos Aires, Eufemio Uballes, electo en 1906,

fue el encargado de llevar adelante la Reforma de los Estatutos, por primera vez

desde la sanción de la Ley Avellaneda, trasladándose la dirección del gobierno

universitario de los académicos vitalicios y autorreclutados, a la Asamblea de

profesores titulares y suplentes que designaban a los miembros del Consejo

Directivo, cuyos cargos pasaron a ser electivos y de carácter renovables. Cabe

destacar que Eufemio Uballes fue el Decano de la Facultad de Medicina durante

el conflicto desatado desde 1903 a 1906, y que significó el reemplazo de las

Academias por los Consejos Directivos en el gobierno universitario; lo que

implicó un preludio de la democratización que comenzaría a abrirse paso con la

concreción de la ley Saénz Peña, unos años después.

La creación de la Universidad Nacional de La Plata, y el diagnóstico de

Gregorio Araóz Alfaro sobre el gobierno de las Universidades.

La tercera Universidad existente, en los albores de la Reforma Universitaria, era la

Universidad Nacional de la Plata, nacionalizada mediante un convenio de

transferencia de los Institutos científicos existentes de la Provincia de Buenos

Aires, que eran el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas, el Observatorio

Astronómico, las Facultades de Agronomía y Veterinaria, de Derecho, Ciencias

Médicas, de Química y de Farmacia; y de la Biblioteca pública de la provincia, al

Estado nacional en 1905 .En la fundación de la Universidad se destacó la figura

intelectual de Joaquín V. González, como Ministro de Educación de la Nación

primero y luego como el primer presidente de la institución, secundado por

Agustín Álvarez, quien era un apreciado ensayista sobre temas vinculados a la

democracia, como en el libro publicado contemporáneamente a la creación de la

50

Universidad, que lo tituló: ¿Adónde vamos?, en 1904; ambos intelectuales fueron

determinantes para su desenvolvimiento posterior60.

A través de la implementación de métodos innovadores, tanto para la enseñanza,

como en la elección de sus autoridades, la Universidad Nacional de La Plata llegó

a la situación de regirse institucionalmente por fuera de lo establecido por la Ley

Avellaneda, a partir de la Ley nacional convenio de transferencia Nº 4699, que

establecía la elección de las autoridades de la Universidad y las Facultades por el

voto en asamblea conformada por todos los profesores que se desempeñaban en la

institución. El modelo que tomaba para seguir era el de las universidades

norteamericanas por encima del de las latinas; junto a las nuevas escuelas técnicas

alemanas, a partir del esfuerzo que significaron para el desarrollo industrial y

económico en ambos países. A la vez, se tenía en cuenta el impulso de Inglaterra,

tanto en los institutos de educación superior de la metrópoli, como en los de sus

colonias, para adaptarse a las nuevas orientaciones que eran eminentemente

prácticas y daban respuestas a las necesidades regionales de todo su imperio61.

Se partía de una idea de Universidad concebida como un organismo coordinador

de las actividades científicas de las Facultades, que orientara, vinculara, y

efectuara una correlación y síntesis de los conocimientos existentes. Cada

Facultad se encargaba de estudiar un aspecto de la ciencia, y por lo tanto debían

converger en la Universidad. De acuerdo a lo que sostenía Joaquín V. González,

para superar su atraso, las universidades tenían que añadirle una nueva orientación

a los estudios, introduciendo la visión de sus fines, que se encontraban

relacionados a través de la instancia de unidad de todas las ciencias, con la

perspectiva de la unidad de los destinos nacionales en un marco común e

independiente de desarrollo de la cultura62.

60 BIAGINI, Hugo (comp.); La Universidad de La Plata y el movimiento estudiantil. Desde sus orígenes hasta 1930, La Plata, UNLP, 1999. 61 PALACIOS, Alfredo; La Universidad nueva, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1957, pp. 101 a 127. 62 GONZALEZ, Joaquín V.; “La Universidad Nacional de la Plata (1906-1918)”. Discurso de su ex presidente doctor J.V.González en el acto de transmisión del cargo al actual decano, Rodolfo Rivarola, 18 de marzo de 1918 en: Revista de Filosofía, año IV, Nº3, mayo de 1918.

51

En este sentido la Universidad de la Plata incorporaba como una de sus premisas

la extensión universitaria, que consistía en conferencias abiertas por parte del

cuerpo de profesores, que abarcaban temáticas e ideas novedosas, que implicaban

la intensión de hacerlas progresivas al darlas a conocer al conjunto de los docentes

y a la sociedad de la cual formaban parte. Del modelo inglés se tomaba también la

institución del internado, que desde 1909 funcionaba en el Colegio Nacional y

dependía de la Universidad Nacional de la Plata, para una parte de los estudiantes

que conformaban la comunidad universitaria, ya que tenía un cupo determinado

para su ingreso, junto a los profesores y las autoridades, y se convertiría en la

primera experiencia de este tipo en la educación pública argentina. El internado se

incorporaba a la vida académica también a través de la revista ULPI, que

significaba Universidad de la Plata Internado, y en la cual apareció el artículo “El

extranjerismo en la República Argentina”, firmado con las iniciales: J.V.G.,

iguales a la del Presidente de la Universidad a quien en un primer momento se lo

atribuyeran. Pero en realidad correspondía a uno de sus hijos que se encontraba en

el internado, Julio Víctor González, quien a partir de ese momento firmara sus

artículos con el seudónimo puesto por sus compañeros: “Palito”63.

Existía una diferencia entre lo que ocurría en las universidades de Buenos Aires y

de La Plata, y las academias “ad vitam” que regían el funcionamiento de la vida

universitaria cordobesa, que se conformaban en sus órganos de gobierno,

encargados del nombramiento de las autoridades en el Consejo Superior y el

Rector, de la confección de los planes de estudio y de la selección de los

Profesores. En la Universidad de Córdoba estos cargos siempre recaían entre los

propios miembros, familiares o allegados de un pequeño grupo compuesto, según

Gregorio Bermann64, por quince académicos vitalicios, quienes velaban por la

herencia del fundador de la Universidad, el Obispo Trejo.

Este ambiente existente en la Universidad de Córdoba había sido descrito y

criticado en relación al funcionamiento de las academias vitalicias y la no

63 HERRERA, Carlos; “El itinerario de Julio V. González”, en Todo es Historia, Nº 460, Buenos Aires, Noviembre de 2005. 64 BERMANN, Gregorio; Juventud de América, México, Ediciones Cuadernos Americanos, 1946, p.83.

52

renovación del cuerpo de profesores, en una conferencia dada por Gregorio Aráoz

Alfaro, protagonista como profesor suplente en la Facultad de Medicina de los

acontecimientos que decantaron en las reformas del Estatuto y consejero directivo

electo desde 1906 en la Universidad de Buenos Aires. La conferencia llevaba el

título de La reforma universitaria, el gobierno de las facultades y el

profesorado65, y había sido invitado por el Círculo Médico de Córdoba, el 3 de

Octubre de 1914. Pero sus propuestas y críticas no llegaron a trasvasar los muros

de los rígidos claustros de la Universidad mediterránea, ya que sus autoridades no

tomaron la iniciativa de llevar a cabo las reformas sugeridas por Aráoz Alfaro,

que pretendían igualar la organización organizativa de la Universidad de Córdoba

con la de Buenos Aires.

La conferencia de Aráoz Alfaro, giró alrededor del tema de la reforma del

régimen universitario, centrándose en el gobierno de las facultades. En primer

lugar, reivindicaba el proyecto de reformas que había presentado el Ministro de

Educación, Juan Fernández en 1904, al que el había adherido a partir del

descontento que generaba el estado de cosas impuesto por las Academias entre los

profesores jóvenes y los estudiantes que ya se encontraban agremiados. Uno de

los puntos más importante del proyecto, que remarcaba Aráoz Alfaro, se

relacionaba con la creación de la docencia libre, como forma de promover el

desarrollo de las aptitudes y la posibilidad de ejercer la docencia para quienes se

encontraban en condiciones y tuvieran el deseo de hacerlo, siendo los estudiantes

los que ratificaban o rectificaban, abandonando o acercándose a la cátedra del

docente. Las discrepancias respecto a la radicalidad de los cambios, entre los

mismos protagonistas de los sucesos que desembocaron en la primera reforma

estatutaria en la Universidad de Buenos Aires, y las diferentes posturas entre los

miembros del Congreso Nacional, fueron, según Aráoz Alfaro, las causas

principales para que finalmente en 1906, la ley Avellaneda no fuera modificada

por una ley superadora, quedando limitada la reforma exclusivamente a sus

Estatutos. La cual habilitó, de todas maneras, la aparición de los Consejos

Directivos elegidos por la asamblea de profesores, en reemplazo de las academias

vitalicias.

65 ARAOZ ALFARO, Gregorio; Crónicas y estampas del pasado, Buenos Aires, El ateneo, 1938.

53

La principal modificación atañía a las Academias directivas de las Facultades, que

salvo los académicos, el resto de la comunidad universitaria, según Aráoz Alfaro,

coincidía en impugnar el carácter vitalicio de sus miembros, que en la mayoría de

los casos no eran profesores y los elegía la misma academia. Esto, entroncaba con

el hecho de ser una institución que se constituía en un obstáculo para la

renovación de las ideas, no permitiendo el acceso a las tendencias ideológicas

nuevas que comenzaban a ejercer su influencia a nivel mundial.

Las Academias como instituciones establecidas por la ley Avellaneda, habían

cumplido su ciclo de vida, afirmaba Aráoz Alfaro, en vísperas de la elección en

1916, del primer gobierno democrático posibilitado por la sanción de la Ley

Saenz Peña. La situación había cambiado en un doble aspecto: por un lado con la

proliferación de jóvenes profesores con buena preparación, y por otro, con el

desenvolvimiento pleno de la democracia; y por lo tanto se hacia indispensable

incluir y estimular al cuerpo de profesores para la dirección y organización de las

Facultades. Sin embargo, para Aráoz Alfaro, sería un error entregar el gobierno de

la Facultad directamente a todo el cuerpo docente; éste tenía que intervenir en la

dirección de la enseñanza, en su orientación general, en los planes de estudio, en

la creación de cátedras, pero las funciones administrativas, las propuestas de

profesores titulares y nombramiento de las otras categorías, la disciplina, la

vigilancia activa y constante debían ser confiadas a un consejo limitado y

frecuentemente renovable en su totalidad o por mitades.

De este modo, se distinguía el Consejo Directivo, término que había acuñado por

primera vez el propio Aráoz Alfaro durante el conflicto en 1904 en la Facultad de

Medicina de la Universidad de Buenos Aires, como cuerpo administrativo,

renovable, elegido por todos los profesores para regir prácticamente la enseñanza,

de la Academia, que era una corporación científica, de estudio e investigación,

compuesta por miembros vitalicios, inamovibles, elegidos por el mismo cuerpo de

acuerdo a sus méritos como hombres de ciencia, cumpliendo en la Universidad un

rol de cuerpos consultivos y de control sobre los Consejos respectivos. De esta

manera, se delimitaban claramente las atribuciones de cada órgano que hasta el

momento se encontraban confundidas, sobre todo en el caso de la Universidad de

54

Córdoba que no había implementado ninguna reforma, y se regía por la dirección

de las Academias.

El surgimiento de la Asociación Córdoba Libre, y el inicio del proceso de la

Reforma Universitaria.

La Reforma Universitaria como acontecimiento político transformador en

Argentina y Latinoamérica, forjó un nuevo sujeto histórico que se incorporó a la

vida de las sociedades: el movimiento estudiantil. Fueron los estudiantes

organizados en sus federaciones gremiales quienes protagonizaron las jornadas de

lucha durante todo el año 1918 en Córdoba, las cuales adquirieron rápidamente un

impacto nacional y continental a partir del contenido de sus reformas y los

objetivos proyectados.

Julio V. González, fue un protagonista fundamental en los sucesos de Córdoba,

principalmente a partir de su papel en las discusiones que sentaron las bases del

nuevo Estatuto reformista durante el primer Congreso Nacional de Estudiantes

Universitarios del cual fue su Secretario, y miembro de la Comisión interna

encargada por el Congreso de redactar el nuevo proyecto de Ley Universitaria y

de las nuevas bases Estatutarias conformadas a la ley. Unos años mas tarde, Julio

González escribió el primer libro en el que se detallan estas jornadas y a las que

denominó con el título de La Revolución Universitaria, en 1922. En él distingue

un momento inicial en el proceso de la Reforma Universitaria, al cual caracterizó

como el período de la pre-revolución.

En el primer período de la “revolución universitaria”, Julio González destacó

algunos hechos precursores, fundamentalmente, las reacciones que generó un

ciclo de conferencias populares a mediados de 1916, organizada por la Biblioteca

“Córdoba”, que dirigía Agüero Vera, y que entre los disertantes se destacaba un

núcleo de jóvenes con ideología renovadora: Arturo Capdevila, Deodoro Roca,

Julio H. Brandan, Arturo Orgaz, Martin Gil, y Saúl Taborda. Sin embargo, sólo se

pudo realizar la conferencia de Arturo Capdevila: en ella hizo un estudio del

contraste entre principios y dogmas católicos y budistas. A partir de este hecho

estalló una multiplicidad de protestas, como parte de la reacción que en los

55

sectores católicos produjo, y estos comenzaron a atacar al director de la

Biblioteca, y a pedir al gobierno la clausura del programa cultural a través de los

periódicos Los Principios y Juventud Católica66.

Esta circunstancia, significó el germen de la aparición en el espacio público

cordobés a través de un Manifiesto, publicado el 18 de agosto de 1916, de una

contrarréplica frente a la reacción, de uno de los baluartes principales para la

realización de la Reforma Universitaria, como fue la Asociación “Córdoba Libre”,

que calificó a la conferencia de Capdevila como un hecho auspicioso. Para los

firmantes del Manifiesto, entre los cuales se destacaban, encabezándolo, Deodoro

Roca, Arturo Orgaz, Saúl Taborda, los sectores clericales que habían reaccionado

de manera agresiva ante la iniciativa de la Biblioteca, al no poder hacer triunfar

sus normas en el terreno de la libre exposición de las ideas, se ufanaban en

fustigar todo alumbramiento de mentalidad libre, interpretándolo como una

peligrosa amenaza. Desde el Manifiesto, hubo una acción de respuesta

contundente hacia la voz expresada por los sectores católicos antiliberales en sus

periódicos, caracterizándola como salida de las penumbras, que no respondía al

mensaje de los apóstoles ni de patriotas, ya que su objetivo era ahogar la libertad

de pensamiento y que se cerraran las bibliotecas. Frente a esa actitud de la

reacción que consideraban trataba de acallar toda discusión y todo razonamiento,

los suscriptores del Manifiesto, profesionales y estudiantes, expresaban su

adhesión inquebrantable a los principios rectores de la democracia argentina:

tolerancia y respeto por todas las ideas, lo cual se correspondía en mayor medida

que el retroceso de la vida social que implicaría un estado indigno de la época que

se atravesaba67.

Un fenómeno importante que se produjo a partir de la aparición publica del

Manifiesto, que prefiguro la Asociación “Córdoba Libre”, fue la adhesión activa

desde distintos puntos del país, a los planteos manifestados por los cordobeses,

66 GONZALEZ, Julio V.; La Universidad, teoría y acción de la reforma, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1945, p. 24. 67 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo II, Documentos relativos al movimiento estudiantil en las universidades de Buenos Aires y Córdoba, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, pp. 208.

56

sintetizada en una declaración a favor de la libre emisión de ideas y de la libertad

de la tribuna. Entre otros, manifestaban su solidaridad Alfredo Bianchi y Roberto

Giusti, directores de la revista de Nosotros publicada desde 1907 como parte de

una corriente de renovación de las corrientes estéticas; al igual que lo hicieron

Leopoldo Lugones, Alberto Ghiraldo, Enrique del Valle Iberlucea y Emilio

Ravignani.

Finalmente, y continuando la agitación producida desde la reacción que produjo el

ciclo de conferencias tempranamente truncado, el 10 de septiembre de 1916,

quedó constituida la Asociación “Córdoba Libre”, luego de varias reuniones

secretas concretadas en las habitaciones que ocupaba en el hotel del Plata, Arturo

Orgaz. Cabe destacar el nombre con el que denominaban los miembros del comité

a este lugar de reunión: “la Jabonería”, en alusión a la jabonería de Vieytes, centro

de reuniones de los revolucionarios de Mayo. Los miembros fundantes del comité

Córdoba Libre fueron: Deodoro Roca, Arturo Capdevila, Amado J. Roldan, Julio

H. Brandán, Rafael Bonet, Luis León, Octavio y José Pinto (hijo), Felix Alberto

Echegaray, Saul Taborda, José y Benjamín Palacio, entre otros. La primera

resolución del comité fue organizar un ciclo de conferencias en el marco de una

campaña de difusión pública, que comenzaba con la presencia de Alfredo

Palacios68.

El 24 de septiembre de 1916, y a partir de una importante propaganda preparatoria

previa, la Asociación “Córdoba Libre” realizó en el Teatro Rivera Indarte la

conferencia de Alfredo Palacios. Más de cinco mil personas colmaron el lugar, y

en la calle otras dos mil pugnaban por entrar, mientras que una banda popular

ejecutaba dianas y marsellesas. El discurso de recepción de Palacios lo hizo

Arturo Orgáz, y significó la presentación pública de la campaña de “Córdoba

Libre”. En él, se fustigaban los vicios, hipocresías y mistificaciones de Córdoba,

centrándose en el análisis de la Universidad, lo cual generó, una gran adhesión del

público a sus palabras, de acuerdo con lo que testimoniara Jorge Orgaz69. En ellas

68 Idem, pp. 208 a 213. 69 ORGAZ, Jorge; Reforma universitaria y rebelión estudiantil, Buenos Aires, Ediciones Líbera, 1970, p.28.

57

expresaba que la intolerancia y la falta de sinceridad ambientes habían penetrado

en la Universidad, y tomado por asalto la cátedra, todo lo cual se traducía en la

existencia de un anquilosamiento cultural. La cátedra representaba un refugio de

sabihondos ensordecidos y empoltronados70, una función mecánica, por la cual

desconocían su responsabilidad, y el valor de la labor propia, orgánica y compleja

que imponía el ejercicio del alto magisterio. La ciencia se encontraba paralizada

por inconmovibles rudimentos que se repetían como dogmas cada año; sofismas,

inútiles casuismos y arcaísmos, eran la materia de los programas ajenos a todo

plan didáctico y toda idea de sistematización, afirmaba Orgaz en su discurso. Las

aulas se convertían en un receptáculo del desconcepto y la simulación que tenían

como objetivo el mantenimiento del orden de cosas en la vida universitaria; las

nuevas ideas, denominadas utopías constituían verdaderas herejías. La respuesta

del status quo de la Universidad, ante las novedades, eran la tergiversación y los

gestos de desprecio, describía Orgaz, colocando como ejemplo las conferencias,

concursos y actos académicos a los que le toco asistir, y en los cuales se revelaba

un estado de indigencia intelectual.

El “quietismo” era el blasón de esta casa de altos estudios, así definía Orgaz, a la

orgullosa universidad trisecular, que hacía pocos días había negado la posibilidad

de dar una conferencia a Alfredo Palacios, y que se encontraba detenida en el

pasado. Frente a este cuadro de situación, la tarea que propugnaba, era abrirla al

futuro para evitar su decadencia, con el símbolo de la restitución de otorgarle la

distinción de ser su huésped a una figura intelectual comprometida con los nuevos

ideales. Palacios estaba en una gira de difusión de sus ideas socialistas por la

ciudad de Córdoba, que coincidió temporalmente con los sucesos que forjaron la

conformación de la Asociación Córdoba Libre, y había sido invitado por los

estudiantes para que diera una conferencia en la Universidad, lo cual fue

denegado por parte de las autoridades de la misma, como ya se vio, a pesar de que

el intelectual socialista ya revestía como profesor en la Universidad Nacional de la

Plata. El propio Palacios, unos días después, se redimía luego de sufrir la censura,

y afirmaba haber sido el primero en hacer notar el carácter social del movimiento

pujante y expansivo que se insinuaba, favorecido por las condiciones políticas del

70 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo II, ob. Cit., p. 212.

58

país, refiriéndose a la reciente elección de la fórmula radical Yrigoyen-Luna por

primera vez por elecciones libres, durante su discurso pronunciado en el teatro

Rivera Indarte71.

Cabe mencionar otros dos hechos sociales significativos en este primer momento

inicial, de gestación de la Reforma Universitaria, al cual podemos definir en

términos de una reforma intelectual y moral. El 1º de Agosto de 1917, Arturo

Orgaz como presidente de un Comité Popular, inauguró los cursos nocturnos de la

que se denominó “Universidad Popular”. Funcionaba en el local de la escuela

Alberdi; Orgaz habló sobre “Misión de las Universidades Populares", y se

dictaron cursos de elementales de higiene publica y privada por Oscar Rubino,

sobre moral cívica por Alfredo Brandan Caraffa, sobre derecho penal por Arturo

Orgaz, sobre economía política, Bernardo Ordoñez. Además de los cursos, que

eran nocturnos en función de la disponibilidad horaria de los trabajadores, se

efectuaron conferencias en locales obreros y bibliotecas sobre distintos temas, que

estuvieron a cargo de profesionales y estudiantes universitarios; su período de

vida se prolongo sólo a lo largo del año 1917. De este modo, la juventud

universitaria se ponía por primera vez en contacto directo con los trabajadores,

quienes en momentos decisivos de los sucesos de la Reforma Universitaria de

1918, iban a retribuir este accionar, al asumir un protagonismo clave apoyando al

movimiento que la llevo a cabo72.

El otro hecho significativo que se produjo durante este primer período, fue la

aparición en el espacio público cordobés en agosto de 1917 de dos revistas

dirigidas por grupos universitarios. La Asociación “Córdoba Libre” promovía la

divulgación de sus planteos y propuestas a través de una publicación propia: La

Montaña. Esta referenciaba a una de las tendencias surgidas de la Revolución

Francesa, los “montañeses”, e identificaba a los protagonistas del nuevo

movimiento en gestación, con la fracción radicalizada de los jacobinos; el mismo

nombre ya había sido acuñado por José Ingenieros y Leopoldo Lugones en 1897

71 PALACIOS, Alfredo; ob. Cit., p. 75. 72 ORGAZ, Jorge; ob. Cit., p. 28.

59

para una publicación enmarcada en sus concepciones del “socialismo

revolucionario”.

De acuerdo con el planteo realizado por Emilio Corbiére73, las tendencias que se

desarrollaron con el estallido de la Revolución Francesa, y cuyas denominaciones

de girondinos o jacobinos habían nacido de los nombres que tomaron de las

iglesias o conventos que ocuparon luego de la expropiación de los bienes al clero,

representaban embriones de partidos políticos. En el caso de la Asociación

Córdoba Libre, esta transformación hacia un partido político se dará de manera

“grotesca”, unos años después de producida la Reforma Universitaria, a principios

de 1922, año en el cual estaban convocadas las elecciones de renovación de la

Legislatura de la Provincia de Córdoba, con la situación particular que se daba

debido a que el partido gobernante a nivel provincial y nacional, la Unión Cívica

Radical no se presentó a las elecciones, por las diferencias internas que

anticipaban la división entre antipersonalistas e yrigoyenistas. Este hecho político

circunstancial, propició la posibilidad de ingresar un diputado por la minoría de

manera relativamente poco exigente en cuanto al número de votos necesarios, ya

que estaba descontado el triunfo conservador para las dos bancas de la mayoría.

Así fue como proliferaron movimientos y candidatos de todo tipo de ideología:

desde tendencias católicas tradicionales, hasta liberales, radicales principistas,

rojos, socialistas e independientes; ante la posibilidad de disputar el acceso a un

cargo representativo por primera vez. En este sentido, bajo el influjo de los

acontecimientos que recientemente habían engendrado la Reforma Universitaria,

los sujetos fundamentales que protagonizaron esta gesta conformaron su propio

espacio político independiente, erigiendo como la figura representativa de esta

tendencia revolucionaria y anticlerical a un personaje de la ciudad, cuya

característica básica era su bohemia y escritos provocadores que transgredían los

límites de las tradiciones existentes. Su nombre era Enrique Badessich, y fue

apodado “el loco”, a partir de su estilo extravagante; era poeta autodenominado

cubista, futurista y sus propuestas disruptivas entre las que se postulaba el amor

libre, la supresión del Ejército, la separación de la Iglesia y el Estado, el

73 CORBIERE, Emilio J.; La Masonería, política y sociedades secretas, Buenos Aires, Editorial sudamericana, 2006, p. 98.

60

acortamiento de las sotanas para confeccionar con la tela sobrante ropa para niños

pobres, electrocución de los bacilos del tifus entre otras, y se proclamaba sucesor

del Comité Córdoba Libre74. Aprovechando una coyuntura electoral particular,

gran parte de los protagonistas de la Reforma Universitaria de 1918, a través de la

conformación de un fugaz partido político con una denominación farmacopeica

“Partido Bromo-Sódico Independiente” que hacia mención al origen de sus

impulsores vinculados a la Facultad de Medicina y al barrio del Hospital de

Clínicas, efectuaba una impugnación a la forma en la que estaba organizado el

sistema político en su conjunto y hacia los partidos que disputaban el poder.

La segunda revista aparecida durante el año 1917, llevaba como nombre Cultura,

y estaba publicada por estudiantes de la Facultad de Derecho. El objetivo que se

fijaba esta publicación, era reflejar todas las preocupaciones que inquietaban a los

estudiantes; atribuyéndose la pertenencia a una época en la cual las nuevas ideas y

orientaciones estaban transformando paulatinamente el concepto de enseñanza. En

este sentido, se advertía, en un fragmento de Cultura, la manifestación de los

primeros síntomas de la gestación de un movimiento renovador del ambiente

universitario, ya que se pronunciaba una fe en el papel de la juventud. Expresando

lo que hacía poco tiempo se callaba, con la esperanza de que en masa se

comenzara a revelar contra la injusticia y la mentira, lo que de algún modo se

encontraba representado por la imagen del profesor que ejercía un “verbalismo”

en el aula75. En sus páginas también se reflejaban referencias a la figura de

Ameghino, y de la constitución de una comisión estudiantil con el objeto de

organizar un homenaje al sabio argentino, todo lo cual suponía un agravio al

medio social clerical y conservador. Colaboraron en la revista con artículos

firmados o bajo seudónimos: Deodoro Roca, Raúl Orgaz, Enrique Barros, Carlos

Astrada Ponce, Ceferino Garzón Maceda, Manuel T. Rodríguez, entre otros, los

cuales comenzaban a configurar un bloque cultural, por parte de la juventud

universitaria cordobesa, que se mostraba dispuesta a contrarrestar la ideología

dominante.

74 SANGUINETTI, Horacio; La trayectoria de una flecha, Buenos Aires, Librería histórica, 2003, pp. 46 y 47. 75 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p.99

61

Los acontecimientos políticos locales, nacionales y mundiales repercutían en

Córdoba, y empezaban a orientarse las afinidades ideológicas hacia alguno de los

dos sectores, conservadurismo o liberalismo, definía Julio González76. Un hecho

político, cultural y social de dimensión mundial que planteaba un dilema universal

era la gran guerra europea 1914-1918, que conmovía a la sociedad cordobesa, y

llevaba a alinearse a unos con Alemania o con la neutralidad, y a otros con los

aliados. El 14 de Octubre de 1917 se organizó una marcha, que resulto imponente,

para romper relaciones con Alemania; se destacaban como dirigentes y oradores:

Martin Gil, Arturo Capdevila, Deodoro Roca, Enrique Barros, Arturo Orgaz. A la

vez se realizó una contra-manifestación neutralista, organizada por los sectores

clericales, fundamentalmente, con lo cual comenzaban a divisarse también en

manifestaciones públicas, los dos bandos en pugna; que protagonizaran una

intensa disputa cultural, con las características de insertarse en una fase de

kulturkampf77, que irá adoptando el movimiento reformista mediante el

enfrentamiento contra la hegemonía cultural y política, durante el desarrollo de los

acontecimientos en el año 1918.

La aparición de la Corda Frates.

Desde las páginas del diario La Nación, comenzaba a tomar dimensión nacional la

existencia de un núcleo dominante oligárquico, que trasvasaba los límites de la

Universidad de Córdoba, diseminándose por todos los aspectos de la vida cultural,

social y política de la ciudad mediterránea. El 2 de Julio de 1917 con el título

“Impresiones de Córdoba” aparecía un artículo, en el cual se sostenía que la

juventud en buena medida era adversa al espíritu reinante en la Universidad, y el

“doctoralismo” comenzaba a perder terreno en manos de la aplicación del método

científico. En otro artículo publicado el 18 de Julio de 1917 se detallaba con mas

precisión el ambiente en la que encontraba inserta la Universidad de Córdoba, y se

titulaba “¿Qué es la Corda?”. La Corda Frates no era ni un partido, ni club, ni una

76 GONZALEZ, Julio V.; La Universidad, teoría y acción de la reforma, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1945, p. 29. 77 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p.46.

62

sociedad; sus miembros estaban unidos por un fuerte vínculo espiritual, “es una

tertulia de doce caballeros católicos”, y a su vez por lazos de amistad y

parentesco. Tenía la característica de funcionamiento de una logia, que reunía

políticos, funcionarios, ex funcionarios; quienes concurrían acompañados de sus

esposas a las reuniones, todo lo cual le otorgaba cierto aspecto ceremonial. El

aspecto de ser una sociedad casi secreta, la asimilaba según lo señala Halperín

Dongui a la misteriosa Congregation78, de la Restauración francesa; su existencia

no llegará a plasmarse institucionalmente, aunque algunos de sus miembros

manifestaban, “a medias” su pertenencia a la Corda Frates, motivada por lazos de

amistad y coincidencias ideológicas, definidas por la defensa de la ortodoxia

hegemónica que dominaba la vida en la Universidad.

Había miembros de las distintas facciones del radicalismo provincial,

independientes y demócratas, pero su líder y cabeza visible era Arturo Bas,

aunque figuraban también los nombres del gobernador de la provincia, dos de sus

ministros, el intendente municipal, Antonio Nores, director del diario pro clerical

Los Principios, y profesores de varias Facultades, según corroboraba La Nación,

divulgándose por este medio la existencia y el núcleo de poder fundamental de la

sociedad cordobesa en este momento, como lo era la “aristocracia doctoral”. Para

poder formar parte de la elite dirigente de Córdoba, era indispensable atravesar

por la Universidad, que se encontraba hegemonizada por los sectores clericales,

que procuraban que los cargos directivos en las facultades, y en el Consejo

Superior de la Universidad, estuvieran ocupados por profesores que comulgaran

con el catolicismo. En las filas del radicalismo había también algunos miembros,

de esta organización, la Corda Frates, establecida como una hermandad católica

nunca reconocida ni oficializada: Henoch Aguiar, Agustín Garzón Agulla, José

Ignacio y Arturo M. Bas, Blas Ordoñez, Luis Eduardo Molina, Tomás Argañaraz,

Eufrasio Losa, Julio C. Borda, entre otros. Del Partido Demócrata formaban parte:

Felix T. Garzón, Juan B. Cafferata, Baltaza Ferrer, y Antonio Nores, y otros79.

78 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit., p. 102. 79 FERRERO, Roberto; Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo I, Córdoba, Alción Editora, 1999, p. 12.

63

Cabe destacar, en cuanto a su inserción en la vida universitaria, que en julio de

1917 la Corda Frates hizo su primera aparición pública, celebrando un congreso

de estudiantes católicos, en el cual se conformó una Federación Nacional de

Estudiantes Católicos, y ya habían fundado una revista para que fuera su órgano

oficial llamada Tribuna Universitaria. La finalidad que se proponía esta

federación, era impulsar un movimiento a favor del restablecimiento de la

enseñanza moral y religiosa en las escuelas80. Pero el verdadero espíritu y

motivación para la realización de este congreso, había sido anticipado en un

artículo publicado en el periódico estudiantil El Universitario, dirigido por

Gustavo Paulsen, el 24 de mayo de 191781, por el estudiante José Díaz Salazar. Se

hacía referencia en el texto, a la federación de estudiantes católicos que iba a

quedar conformada por el congreso, con el objetivo de sumarse al movimiento

que proponía un retorno de la enseñanza moral y religiosa en las escuelas

primarias. También se estipulaba el fomento de las asociaciones religiosas de

enseñanza como instituciones de Estado, para poder combatir “eficazmente” el

normalismo, que había promovido la educación laica, libre y gratuita, bajo cuyo

amparo, sentenciaba el estudiante católico, prosperaban “ateos, anarquistas y

extranjeros”.

Respecto a la enseñanza universitaria, se planteaba el apoyo a las iniciativas de los

numerosos profesores católicos, entre los que se contaban consejeros y hasta

Decanos. La federación de estudiantes católicos lucharía, según el articulista, para

que los cargos directivos en las facultades y en el Consejo Superior de las

universidades fueran ocupados por profesores “adictos a la tendencia”, para poder

llegar a la libertad de enseñanza universitaria82, y hacía una referencia directa a

la restitución de la Universidad Católica. El periódico El Universitario, se hizo

eco, también de los enunciados planteados, a través de un comentario del

estudiante Luis Gardoquea, cuyo título definía su interpretación: “El plan clerical

en la educación argentina”. Se inició una breve polémica en sus páginas a través

80 ROMERO, José Luis; el desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblioteca Actual, 1987, p. 137. 81 “Revista de Filosofía”, Nº 4, Año IV, julio de 1918, pp. 135 a 158. 82 Idem, p. 136.

64

de la cual las posturas clericales profundizaban sus postulados, criticando la figura

de Joaquín V. González, y a la Universidad de La Plata, como “una obra sectaria

levantada exclusivamente contra el cristianismo argentino”. Se calificaba a

Agustín Alvarez, vicepresidente de la “Universidad platense”, como el “jefe de la

masonería”, y se criticaba al secretario de dicha Universidad, Enrique del Valle

Iberlucea y al Profesor Alfredo Palacios, por su condición de socialistas, los

cuales junto a otras figuras como Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones o José

Matienzo, eran definidos como enemigos declarados de la Iglesia.

En estos postulados programáticos, para la conformación tanto de la federación de

estudiantes católicos, como de la Corda Frates, se percibe una clara identificación

ideológica con la doctrina establecida por Pío IX, en el “Syllabus de los

principales errores de la época”, promulgado en 1867, y en el que se establecía un

compendio de ochenta proposiciones condenatorias. Una de las proposiciones

enunciadas, condenaba abiertamente las ideas del socialismo y el comunismo,

consideradas como execrables doctrinas contrarias al derecho natural, que

trastornaban los derechos, intereses y propiedades de todos83; además de

condenar también al liberalismo, las sociedades clérico-liberales, al panteísmo y

lo que se denominaba el racionalismo absoluto.

Las proposiciones del Syllabus de los errores, habían servido como base

ideológica, en el siglo XIX en Prusia, cuando se desencadenó, un enfrentamiento

político y cultural entre el Estado y la Iglesia Católica; en el medio de esta disputa

se utilizó por primera vez, en 1873, el término kulturkampf , durante una discusión

parlamentaria. El disparador del conflicto, fue la decisión tomada por el gobierno

de Bismarck, de abolir la Sección Católica del Ministerio Prusiano del Culto, y

dejar en manos de funcionarios mayoritariamente protestantes la conducción de

todos los asuntos gubernamentales que afectaban a la Iglesia y escuelas católicas,

y bajo el argumento de que los jesuitas eran emisarios de Roma en Alemania, se

realizó un control exhaustivo de sus actividades, por lo cual la Compañía terminó

yéndose de aquel país. Esta situación de enfrentamiento, obligó al propio Pío IX a

participar de la disputa, interpelando a los católicos alemanes para rechazar a

83 RECALDE, Héctor, La iglesia y la cuestión social (1874-1910), Buenos Aires, CEAL, 1985, p. 32.

65

Bismarck por considerarlo perseguidor de la Iglesia, acompañado del reflujo que

en las doctrinas católicas había producido el Syllabus, con una importante

influencia en las masas, lo que se daba en el contexto del proceso de

monopolización de las atribuciones del Estado Nación ante la sociedad civil. La

Corda Frates y la federación de estudiantes católicos, encontraban en el Syllabus

también su fuente ideológica principal, a pesar de existir ya una nueva carta

encíclica, como era la Rerum Novarum, escrita por León XIII, en 1891, la cual

versaba sobre la situación de los obreros. A diferencia de las encíclicas anteriores

que se centraban en la condena al Estado liberal y el socialismo, en este caso se

establecía una propuesta de acción social de manera programática, para resolver

los conflictos de la época, y así evitar llegar a la lucha de clases sociales, al buscar

estabilizar el orden social, diferenciándose de este modo de los postulados del

socialismo.

La conformación del Comité Pro-Reforma Universitaria

Durante, y a lo largo de este período de gestación de la Reforma Universitaria,

comenzó a tomar protagonismo en el espacio público, prefigurándose el otro actor

fundamental que protagonizará los acontecimientos de 1918, como fue el comité

“Pro-Reforma Universitaria” de Córdoba. La primera tentativa de transformación

se había realizado a partir de de un movimiento, que se proponía la sustitución del

sistema de provisión de las cátedras a través de las ternas de profesores que

conformaban las Academias y enviaban al Poder Ejecutivo nacional para su

nombramiento, por el de concursos, en Junio de 1917. Pero fue recién a fines del

mismo año que estalló el conflicto fundamental que desembocará en el inicio de

los acontecimientos de la Reforma Universitaria, debido a que los centros de

estudiantes de Medicina e Ingeniería, se presentaron ante el Consejo Superior de

la Universidad, y solicitaron la revocación de diversas medidas tomadas por las

respectivas Facultades. El reclamo fundamental lo hacían los estudiantes de

Medicina, y se relacionaba con su oposición a la supresión del Internado del

Hospital de Clínicas, que se había decretado, por parte del Consejo Superior, en la

sesión del 2 de diciembre de 1917.

66

Una vez concluido el interregno de las vacaciones, el conflicto entre las

autoridades máximas universitarias y las organizaciones gremiales estudiantiles

retornó a un primer plano. En marzo de 1918 comenzó el año académico con la

supresión del Internado, y el 10 de marzo se dio una importante protesta y

manifestación callejera, en donde aparecieron por primera vez unidos, todos los

estudiantes de la universidad, al adherirse y formar parte del conflicto los de la

Facultad de Derecho. Desde ese momento se dejaron de lado los problemas

particulares de cada Facultad, y se comenzó a plantear la idea de cambiar los

estatutos, de renovar todo el régimen universitario, sintetizado en la fórmula de la

“Reforma Universitaria”.

A partir de la manifestación callejera, y la incorporación del centro de estudiantes

de Derecho al movimiento, se constituyó con delegados de las tres Facultades el

“Comité Pro Reforma”. Al igual que la Asociación “Córdoba Libre”, apareció en

el espacio público a través de un Manifiesto dirigido a la juventud argentina84, el

15 de marzo de 1918. Previamente el Comité Pro-Reforma Universitaria de

Córdoba había declarado la huelga general, el 13 de marzo. Con este Manifiesto,

se sienta un precedente en la historia del movimiento estudiantil argentino y

latinoamericano, y una forma recurrente de expresión por parte del nuevo sujeto

político, que tendrá un papel destacado a partir de este momento a nivel nacional

y continental. En el texto se denunciaba la situación de ruina que amenazaba a la

universidad cordobesa, por causa de su propio desprestigio, sustentado en la labor

anticientífica de sus academias, la inmoralidad de sus procedimientos, lo

anticuado de sus planes de estudios, la ineptitud de sus dirigentes, y su horror al

progreso y a la cultura, todo lo cual resumía el Manifiesto como una falta de

autoridad moral.

A su vez, se remarcaba en el texto, que la juventud no quería ser cómplice de esa

catástrofe y expresaba su rebelión contra tantos agravios, en la búsqueda y

pretensión que se llevara a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje que se

encontraba resquebrajado, produciendo un estado de inanición en los estudiantes.

Ante este panorama se afirmaba el deseo de que el corazón y el cerebro marcharan

84 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit. Tomo II, , p.16

67

a la par de los nuevos ideales. Con ello los estudiantes universitarios cordobeses

daban a conocer el desfasaje existente entre las expectativas que generaban las

transformaciones políticas y culturales en el plano nacional e internacional que se

estaban operando, y la incapacidad de dar cuenta de ellas por parte de la mayoría

de los dirigentes de la alta casa de estudios mediterránea. Finalmente en el

Manifiesto, se dejaba en claro que se llegaba a una situación límite, que no daba

lugar a otra opción que la huelga general, y se reclamaba el derecho a vivir a la

altura de la propia época que se transitaba. Los miembros del comité Pro-

Reforma, ya habían erigido a sus líderes, que eran: por Medicina, Gumersindo

Sayago, por Derecho, Horacio Valdez, y por Ingeniería, Ernesto Garzón, quienes

manifestaban a sus compañeros de toda la República que estaban dispuestos a

sentir lo que hasta el momento solo se razonaba, tomando conciencia de la misión

que tenían como jóvenes de realizar una obra de renovación y progreso en

Córdoba, la cual estaba acompañada de un gran entusiasmo, como lo sintetizaba

Horacio Valdez, con una fórmula que complementaba la razón con la pasión que

los movilizaba, y que no era mas que el fruto de un exceso de voluntad puesto al

servicio de un exceso de pensamiento85.

La resolución que acompañaba al Manifiesto, por el cual se interpelaba a la

juventud argentina por parte de la Comité Pro-Reforma, estaba fechada el 13 de

Marzo de 1918, y en ella se afirmaba que la amplia y liberal reforma universitaria,

que se imponía por la fuerza de las circunstancias, debía ser propiciada por los

estudiantes, cuando no encontrara eco ni sanción en las corporaciones llamadas a

establecerla, valiéndose para esta obra de todos los medios a su alcance. Como

corolario de esta situación, se declaraba la huelga general de estudiantes

universitarios, y su mantenimiento por tiempo indeterminado hasta tanto se

procediera a la implantación de las reformas solicitadas. Los centros de

estudiantes y federaciones universitarias de todo el país, se solidarizaron

rápidamente con sus compañeros cordobeses en huelga.

En la sesión del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba del 20 de marzo

de1918 se resolvió no tomar en consideración ninguna solicitud de los estudiantes,

85 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit. Tomo II, p.17

68

si no se restablecía la disciplina. Se señalaba el 1º de Abril de 1918 como el día de

la apertura oficial de los cursos, y demostrando cierta receptividad a las demandas

planteadas por los estudiantes, se suprimía la ceremonia tradicional que siempre

se realizaba. Ante esta actitud de las autoridades universitarias, el comité Pro-

Reforma las desafió reiterando públicamente la declaración de huelga general, en

un “mitin” llevado a cabo el 31 de Marzo de 1918 en el Teatro Rivera Indarte, y

en el cual aparecieron estudiantes, entre los que se incluía el presidente de la

Federación Universitaria de Buenos Aires, Osvaldo Loudet, junto a las figuras de

la Asociación Córdoba-Libre. En este acto hablaron Arturo Orgaz, Horacio

Valdez, Arturo Capdevila, Gumersindo Sayago, Ismael Bordabehere y Gregorio

Bermann. Una vez terminados los discursos, el comité Pro-Reforma recorrió las

calles de la ciudad, acompañado de los acordes de La Marsellesa, coreados por

una multitud, que se inscribía en una línea de continuidad, con la denominación

de la revista La Montaña, por parte de la Asociación Córdoba-Libre, lo cual

introducía la impronta de una gesta revolucionaria al movimiento que se estaba

armando. Durante este acto se produjo el lanzamiento del segundo Manifiesto, en

el que se fundamentaba y daban a conocer públicamente las causas de la negativa

estudiantil a iniciar las clases.

El nuevo Manifiesto del 31 de Marzo de 1918, firmado por el Comité Pro

Reforma universitaria de Córdoba, declaraba que la juventud se hallaba en lucha

con su “vieja y ruinosa universidad”. A su vez, afirmaba que animada por un

impulso “irresistible” de progreso arremetía contra las autoridades regresivas, que

estaban empecinadas en el mantenimiento del dogmatismo docente y en la

defensa de intereses “insostenibles”, las cuales actuaban autoritariamente como un

freno ante el anhelo de renovación intelectual latente. Negaban definir su

accionar, y proclamar la huelga general como un acto irreflexivo de la juventud, o

como una asonada tumultuosa que derribaba las divinidades y símbolos de la

universidad caduca, a los cuales solo se les asignaba el lugar de un respetuoso

olvido por parte de las nuevas generaciones. No se declamaba una rebelión estéril,

contra lo que se consideraban como gratas disciplinas, en referencia al trabajo y el

estudio. Los jóvenes estudiantes proclamaban la aspiración de vivir en las aulas

del saber la vida plena del intelecto, exento de prejuicios dogmáticos y

desbrozado de arcaicos convencionalismos mentales, que no impidieran una libre

69

y sincera adquisición del conocimiento. Se levantaban contra la esclavitud

mental86, a la que denunciaban, estaban sometidos por la formación universitaria

que pretendía educarlos para el pasado, mientras que los estudiantes se sentían

espíritus del presente y del porvenir. A su vez, proclamaban estar formando parte

de una generación ascendente encargada de bregar por el progreso de la nación,

que se consideraba apta para concebir sus destinos en el consorcio de las

sociedades modernas.

La rebeldía no estaba planteada contra la universidad-laboratorio sino contra la

universidad-claustral, adscribiendo a la enseñanza acorde con la existencia de

claros y amplios métodos para investigar y aprender. Ante este sano anhelo,

proseguían manifestando los miembros del Comité Pro Reforma universitaria en

el texto, se oponía a una vasta organización de intereses “atrincherados en la vieja

casa de estudios”, bajo el rigor de autoridades hieráticas, que sólo concebían la

disciplina universitaria como un concepto de sumisión material. Finalmente, los

estudiantes aseveraban llevar confiadamente a los estrados del tribunal de su

pueblo, la cruzada por la libertad espiritual que estaban realizando, invocando en

ella las aspiraciones de la juventud de Córdoba y de todos los espíritus del país

que anhelaban la regeneración de la Universidad argentina.

Consecuentemente con lo expresado en el acto público y en los dos Manifiestos

publicados hasta el momento, por parte del Comité Pro Reforma, los cursos no se

pudieron iniciar el 1º de Abril de 1918, porque los profesores no contaron con un

solo alumno en sus clases, y de este modo quedaban de hecho como desconocidas

las autoridades universitarias. Esta última situación adquiría ribetes grotescos ya

que los profesores que habían concurrido a dictar sus clases fueron objeto de

burlas y demostraciones de hostilidad, por parte de los estudiantes en la puerta de

la Universidad, como expresión contundente de la ruptura insalvable que

establecían los educandos hacia sus docentes. Al día siguiente, el 2 de abril, el

Consejo Superior, en sesión extraordinaria, no tuvo otra opción que la de

“clausurar” el ingreso a las aulas de la Universidad de Córdoba por tiempo

indeterminado. Se prohibía la entrada a la casa de altos estudios a toda persona

86 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo II, p.19.

70

que no fuera académico, profesor o empleado universitario, por lo que esta

medida estaba dirigida, de manera exclusiva, hacia todos los estudiantes

matriculados.

La huelga de estudiantes, por tiempo indeterminado, decidida por el Comité

Estudiantil Pro Reforma, apoyada por la Asociación Córdoba Libre, tuvo como

consecuencia la clausura de la Universidad por parte de las autoridades. El

conflicto comenzó a adquirir resonancia y dimensión nacional, impulsado a la vez

por sendas comunicaciones al Poder ejecutivo nacional de las partes en pugna. En

primer término, el Rectorado dirigió una comunicación sobre los hechos

producidos en la universidad por los estudiantes, al Ministro de Educación José

Salinas, el 3 de Abril de 1918. En la misma se excusaban las autoridades de

cualquier responsabilidad ante los sucesos, justificando la suspensión del

internado del Hospital de clínicas, y acusaban de haber llegado al extremo de la

insubordinación a los jóvenes huelguistas, lo que definían como vejaciones de

palabra y de hecho hacia el Rector, los consejeros académicos y profesores. Y al

no poder utilizar la jurisdicción policial provincial frente a los huelguistas, por

pertenecer la Universidad al ámbito nacional, las autoridades decían sentirse sin

medios e indefensos para hacerse respetar. Por esta situación, fuera de su control,

el Consejo Superior de la Universidad de Córdoba envió otra nota al Ministro de

Educación, en el mismo tono, informándole la decisión de clausurar las aulas de la

Universidad hasta nueva resolución.

La otra parte en conflicto, que era el Comité estudiantil Pro Reforma Universitaria

de Córdoba, también se hacia escuchar ante el gobierno nacional, a través de una

carta al Ministro, en donde se le solicitaba la intervención del Poder Ejecutivo

Nacional en la Universidad, con fecha del 4 de Abril de 191887. En la misma se

proclamaba que mientras la intelectualidad argentina y la opinión popular

reflejada en la prensa, exigían la reforma impostergable de la Universidad de

Córdoba; el Consejo Superior y su Rector reunidos en un domicilio particular y a

puertas cerradas, no tuvieron otra alternativa que la de adoptar una actitud

87 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto: La Reforma Universitaria en la Universidad de Córdoba, en la Universidad de Buenos Aires. Año 1918, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría, 1919, p.59.

71

violenta, tal como fue clausurar las aulas, que sin embargo ya se encontraban

vacías por la previa decisión tomada por el comité estudiantil de la abstención de

concurrir a las clases. A través de esta medida, proseguía planteando el Comité

Pro Reforma, se intentaba mantener por parte de las autoridades el predominio de

un tipo de status quo imposible88, que a lo largo de tres lustros se había

convertido en una oligarquía educacional, y que era condenada por todo el país, a

causa de la ineptitud docente y administrativa de sus miembros, por su

inferioridad científica, por la voracidad de sus apetitos personales y por estar

alejados de la difusión de la educación.

Ante este estado de cosas, el Comité Pro-Reforma, pedía la intervención de la

Universidad de Córdoba como último recurso, luego de haber intentando

infructuosamente gestionar y conseguir la renovación y depuración mediante los

propios resortes de la casa de estudios, cuyo ambiente se mantenía imperturbable,

ante la impronta de democratización que se había abierto en el país con la elección

por primera vez del candidato de la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen, en

1916, a través del voto universal, secreto y obligatorio. A su vez, el Comité

ofrecía en nombre de la juventud de Córdoba toda su cooperación para poder

concretar una exitosa intervención, y en ese sentido enviaba una delegación para

entrevistarse con el Ministro de Educación, que llevaba un esbozo de reforma al

Estatuto universitario como expresión de los anhelos de la juventud. Esta primera

carta enviada al Ministro Salinas llevaba la rubrica de dos de los miembros del

Comité, Horacio Valdez e Ismael Bordabehere.

La primera intervención del gobierno nacional y la conformación de la

Federación Universitaria durante el conflicto universitario.

Consiguientemente, e insistiendo en sus gestiones, unos días después el Comité

estudiantil, adjuntó un Memorial al Ministro Salinas, el 10 de Abril de 1918. Este

texto debió haber sido presentado al Consejo Superior a quien estaba dirigido, y

llevaba la fecha de 1º de Abril de 191889, pero pese a las intenciones del Comité

de hacerlo llegar a las autoridades, como denunciaba la clausura de la

88 Ibidem, p. 59. 89 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo II, p.43.

72

Universidad, se le cerraban los caminos para esta gestión, quedando evidenciada

según manifestaban los estudiantes, la incapacidad de la corporación dirigente

para abordar una problemática de vital importancia. El Memorial contenía latente

el espíritu de la Reforma Universitaria, en un momento histórico que era definido,

en los términos de una hora que se caracterizaba por una apertura hacia la

renovación. Planteaba como indispensables una reforma y modernización de los

planes de estudio, y otro tipo de organización disciplinaria, “más sincera y útil”, lo

cual sólo se enmarcaría como una posibilidad en una nueva constitución

universitaria. La necesidad de otro formato institucional, se fundamentaba por la

existencia de las estrechas academias vitalicias, cuyo anacronismo contribuía a

forjar una aristocracia de privilegiados. El protagonismo adquirido por esta

aristocracia doctoral se contraponía, argumentaban los estudiantes, con las

exigencias del pueblo que contribuía materialmente a su funcionamiento. Por lo

tanto, surgió la propuesta para modificar la lógica de funcionamiento de las

academias vitalicias, de las cuales dependían todo el resorte administrativo y

científico del organismo universitario, distinguiendo las funciones académicas de

las administrativas y de gobierno. En la organización de los órganos directivos

debía traducirse, el espíritu de renovación y de periodicidad existentes en el orden

político, correspondiéndose con la reciente alternancia producida por la asunción

del radicalismo al gobierno nacional.

El comité mediante el Memorial, rescataba el proyecto presentado hacía dos años

al Consejo Superior, para reformar el Estatuto de la Universidad de Córdoba por

el profesor de sociología y académico, pero nutrido de claras ideas renovadoras a

diferencia de la mayoría de sus pares, en la Facultad de Derecho, y director de la

Revista de la Revista de la Universidad, Enrique Martínez Paz; a quien el

movimiento estudiantil apoyará como candidato a Rector en las elecciones de

junio de 1918, forjándose un acuerdo con el sector docente liberal existente. Las

críticas fundamentales de este proyecto se dirigían a la perpetuidad de los cargos

de las academias y al doble rol que les asignaba el estatuto vigente. En este punto

se afirmaba que habían perdido todo carácter científico y hasta didáctico, ya que

raras veces alguna cuestión científica llegaba a tratarse en su seno. Tampoco,

criticaba Martínez Paz, las cuestiones didácticas de planes, métodos, programas

no merecían por parte de los miembros de las academias más que una atención

73

incidental y pasajera, mientras que en cambio los intereses administrativos habían

absorbido toda su actividad. A estas críticas, se sumaban algunos puntos

propuestos por el Comité, que se presentaban como de particular importancia,

como la docencia libre, o libertad de enseñar que requería de la asistencia libre

para los estudiantes, porque al estar obligado el alumno a concurrir a las cátedras

de los profesores titulares, quedaba imposibilitado para asistir la cátedra libre,

porque la duplicidad de cursos sobrecargaba los tiempos de estudio. También se

exigía la provisión de cátedras mediante concursos por oposición de antecedentes.

El Comité estudiantil Pro-reforma universitaria no se proponía mediante este

Memorial la imposición de un pliego de condiciones para volver a retornar a las

aulas, sino que expresaba un pensamiento colectivo, un programa en donde se

delineaban los motivos que los habían conducido a la huelga.

Algunos de estos postulados, habían sido enunciados en el proyecto originario de

ley presentado por Avellaneda, como la docencia libre y los concursos, pero no

lograron plasmarse en la norma que regulaba las universidades. Se agregaban,

también, las reivindicaciones que propugnaban una modificación estructural del

régimen de enseñanza, el cual pese a sus apresuradas modificaciones de último

momento, permanecía como un bastión conservador, dominado por una

aristocracia doctoral, amparada por un poder económico fundado en el ejercicio

de las profesiones liberales y en los cargos en la administración pública90. Ésta

élite dirigente, que estaba compuesta por los doctores ubicados en el vértice de la

pirámide jerárquica, pero podía incluir a la vez, licenciados, maestros y

bachilleres, debido a que era reconocida por la posesión del título universitario,

además de una concepción de vida fundada en valores religiosos y morales. Sus

características específicas, mantenían a la aristocracia doctoral como un bastión

de poder hasta ese momento infranqueable, a pesar de las ideas de cambio y

renovación que nutrían el ámbito de la cultura y la política nacional, reforzadas

por las transformaciones sociales que se producían a escala mundial, y de las

cuales se hacían eco el Comité Pro-Reforma para la construcción de su ideario y

accionar.

90 AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., pp. 28 y 29.

74

Al día siguiente de enviado el Memorial por parte del Comité, es decir el 11 de

abril de 1918, con la rubrica del Presidente Hipólito Yrigoyen y el Ministro de

Justicia, Instrucción Pública y Culto, Julio Salinas, se dictó un decreto para la

intervención de la Universidad, con el objeto de remover las causas originarias y

determinantes de los sucesos, protagonizados por los estudiantes de distintas

facultades, que condujeron a la clausura de las aulas. Designando para esta tarea

un comisionado nacional para hacerse cargo de esta tarea, que recayó en el

Procurador de la Nación, José Matienzo. El decreto presidencial establecía que los

sucesos ocurridos, denunciaban la existencia de un gran malestar, y por

consecuencia se procedía en virtud de la alta razón de Estado, y de la

superintendencia otorgada por la ley 1597, para intervenir la Universidad de

Córdoba, a los fines de estudiar los motivos y hechos que han producido la actual

situación y adoptar las medidas conducentes a reparar esas causas y normalizar

su funcionamiento91.

En el mismo momento en que se decretó la intervención de la Universidad

Nacional de Córdoba, y bajo la influencia directa de los acontecimientos que en

ella se estaban produciendo, surgía la tarde del 11 de Abril en el local del centro

de estudiantes de medicina de Buenos Aires, y con la presencia de los delegados

cordobeses que se habían entrevistado con el Presidente, una nueva entidad

gremial de los estudiantes de todo el país. La organización naciente fue la

Federación Universitaria Argentina, y su primer presidente Osvaldo Loudet,

delegado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires; el

secretario general era Julio V. González, delegado por la Facultad de Derecho de

la Universidad de La Plata. Cabe destacar que por la Facultad de Medicina de la

Universidad de Córdoba el representante fue Gumersindo Sayago, todavía en

carácter de miembro directivo del Comité Pro Reforma Universitaria, ya que la

Federación Universitaria de Córdoba fue creada posteriormente a la conformación

de la Federación Universitaria Argentina.

De este modo, se involucraban de lleno en el conflicto universitario, los

estudiantes de todo el país, a través de los diferentes centros estudiantiles que

91 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 81.

75

conformaron la FUA, y que representaban a las Universidades existentes: las

nacionales de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, y las todavía provinciales de

Santa Fe y Tucumán. La incorporación de la Federación Universitaria de Córdoba

al conflicto fue inmediata, ya que participó de la lucha electoral universitaria, una

vez constituida el 16 de mayo de 1918, a través de la promoción de la candidatura

de Enrique Martínez Paz para el Rectorado de la Universidad, y aportó su órgano

periodístico oficial: La Gaceta Universitaria, cuyo primer director fue el delegado

por la Facultad de Derecho: Emilio Biagosh. A partir de la conformación de la

Federación Universitaria de Córdoba, como entidad gremial estudiantil articulada

nacionalmente con la Federación Universitaria Argentina, tomó la conducción que

hasta el momento había tenido el Comité Pro Reforma en la dirección del

movimiento estudiantil, y asumió un papel protagónico en los momentos más

álgidos de la disputa, a lo largo del proceso de la Reforma Universitaria. La

federación cordobesa estaba constituida por cuatro delegados de los tres centros

de estudiantes existentes, entre los cuales se encontraban, en la sesión

constituyente, los líderes del Comité Pro-Reforma, Barros, Valdez, Sayago,

Bordabehere y Garzón. La decisión de constituirse en una Federación por parte

del Comité, implicaba la búsqueda de un tipo de organización más estable y

orgánica, que le permitieran afrontar de mejor manera la disputa cultural y política

que estaban dando.

El comité Pro-Reforma había dado por terminada la huelga estudiantil ante la

aceptación de la primera medida tomada por el interventor, el 17 de abril de 1918,

por lo cual se comprometía a estudiar las causas que habían perturbado el

funcionamiento de la Universidad de Córdoba, y convocaba a reanudar la

asistencia a las aulas el día 19 de abril, a la vez que suspendía la medida

disciplinaria dictada durante el conflicto suscitado por la clausura del Internado en

el Hospital de Clínicas, que había sido el detonante para el comienzo de la huelga

estudiantil. Los días 19 y 20 de abril, el Consejo Superior se abocó en sesiones

especiales al tratamiento de la reforma universitaria; de estas discusiones se nutría

en gran medida el interventor, y le introducía algunas modificaciones, para

finalmente comunicar el proyecto de la reforma del Estatuto al Ministro José

Salinas el 22 de abril de 1918.

76

La intervención Matienzo cumplía con las expectativas del movimiento estudiantil

cordobés, en diferentes planos, de acuerdo a lo que denunciara el comité Pro-

Reforma como las causas fundamentales del anacronismo en que estaba inmersa

la Universidad de Córdoba, debido a la inamovilidad de los cuerpos directivos de

las Facultades, compuestos por miembros vitalicios de las academias, como ya

vimos, lo cual forjaba una aristocracia de privilegiados, en opinión de la juventud

universitaria, que impedía la renovación y actualización en los contenidos de

enseñanza. Los estudiantes cordobeses rechazaban que un tipo de régimen

aristocrático que se batía en retirada en la nación por el principio de la soberanía

popular, se mantuviera con todos sus defectos y peligros, en la Universidad,

donde la juventud arma su inteligencia92. Finalmente el Poder ejecutivo decretaba

el 7 de Mayo de 1918 la reforma de los estatutos, aprobando el proyecto del

interventor. Por un lado, la reforma planteada por Matienzo preveía el reemplazo

de las academias vitalicias por consejos directivos que fueran renovables

anualmente por tercios, electos por todos los profesores titulares o suplentes

constituidos como un cuerpo por primera vez, al igual que el consejo superior, y

se prohibía la reelección del decano y del rector. Por otro lado, se establecía que

inmediatamente instalados los Consejos Directivos de las facultades, debían

proceder a revisar los planes de estudios y los programas de enseñanza

presentados por los profesores.

Concomitantemente con las reformas establecidas en el Estatuto de la Universidad

de Córdoba, a través de la intervención decretada por el gobierno nacional, la

juventud universitaria representada desde el momento de su conformación, por la

Federación Universitaria, tuvo una participación activa en las elecciones para

elegir las autoridades de las distintas facultades que proyectaban llevarse a cabo.

El 11 de Mayo de 1918, y con el sustento y la necesidad de validación legal de los

estatutos recientemente reformados, el interventor Matienzo realizó la

convocatoria a elecciones de decanos, vicedecanos y consejeros en cada Facultad

para el día 28 de Mayo.

92 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.64

77

La Federación de estudiantes apoyó candidatos para cada uno de los cargos

electivos, mediante una intensa actividad, que tuvo su correlato en que aquellos

que contaron con el apoyo estudiantil, en su gran mayoría fueron elegidos por el

voto de los profesores para los cargos de los Consejos y sus decanos. Incluso, la

Federación Universitaria de Córdoba llegó a enviar un telegrama al Presidente, el

21 de Mayo de 1918, con la firma de sus presidentes recientemente elegidos:

Horacio Valdez, Ismael Bordabehere y Enrique Barros, que constituían un

triunvirato en la dirección, pretendiendo retomar la tradición de los

revolucionarios de Mayo, en lo que se denominará por parte del Manifiesto

Liminar como unos de los bastiones de la contrarrevolución en los inicios de la

formación de la nación argentina. Incluso este mismo triunvirato de estudiantes,

fue protagonista de un hecho inédito en la historia cultural argentina, al asumir las

funciones de decanos, siendo estudiantes, de las facultades de Derecho, Medicina

e Ingeniería; y ejercieron de manera conjunta la presidencia de la Universidad de

Córdoba por un día, en el cual propusieron la designación de un cuerpo profesoral

interino, y se constituyeron mesas examinadoras en las que incluso hubo varios

aplazados93, el 9 de septiembre de 1918, funcionando así hasta que el ejército

entró al establecimiento educativo, y detuvo a los 81 estudiantes que permanecían

en él94.

En un telegrama dirigido a Yrigoyen, la federación estudiantil cordobesa había

expresado su júbilo y gratitud por la solución del conflicto que había traído el

interventor, a través de la reforma del estatuto universitario, y el llamado a

elecciones para el recambio de las autoridades. Pero advertía la federación, que

los círculos desalojados de la Universidad por la Reforma, no se daban por

vencidos, y a pesar de su desprestigio, erigían candidatos que habiendo sido

repudiados por sus alumnos, se sustentaban en una “supuesta” vinculación con la

autoridad presidencial, cuyo sustento político se advertía como dudoso, teniendo

los fundamentos suficientes para asumir esta actitud.

93 CIRIA, Alberto, SANGUINETTI, Horacio; Los Reformistas; Buenos Aires, Editorial Jorge Alvarez, 1968, p. 40. 94 La Prensa, Capital Federal, 8 y 9 de septiembre de 1918.

78

Las autoridades de la Universidad de Córdoba, no resignaban sus lugares, y

comenzaron a realizar sus propias gestiones ante el gobierno nacional. El Rector

Julio Deheza, luego de iniciada la intervención, dictó una resolución por la cual

nombraba a los académicos Eufrasio Loza, miembro de la Corda Frates, y ex

Gobernador de la Provincia, y a Santiago Beltrán, para que llevaran

personalmente al Presidente de la República, un Memorial en el que se

reconstruían los hechos acontecidos, procurando justificar todas las medidas que

se estaban adoptando, desde el momento en que El Consejo Superior decidió el

cierre provisorio de la Universidad. Esta iniciativa, evidenciaba la voluntad, de no

ceder ante las demandas de la juventud universitaria de renovación; por parte de

los miembros del bastión fundamental de la estructura de poder de la ciudad de

Córdoba. La posibilidad de participar de los distintos ámbitos públicos e

importantes para la toma de decisiones en el dominio de la ciudad, implicaba

como requisito el acceso a la posesión del “pergamino doctoral”, para así poder

constituirse en integrantes de las élites dirigentes, reconocida como una

aristocracia doctoral.

Una vez concluida la elección, y consagradas las nuevas autoridades académicas,

bajo el mando del vicerrector electo Belisario Caraffa, el comisionado interventor

del gobierno nacional daba por terminada su tarea el 28 de Mayo, con la confianza

de haberle restituido la posibilidad de que volviera a ser considerada la

Universidad Nacional de Córdoba una institución ilustre, a partir de sus miembros

renovados en sus estrados. Esta primera participación activa en las disputas

electorales por parte del movimiento estudiantil, fue festejada ruidosamente, y

acrecentaba el entusiasmo, la esperada victoria preliminar para la próxima

elección, que se proyectaba conseguir en la asamblea de elección del Rector

convocada para el 15 de junio.

Las elecciones del 15 de junio de 1918 y sus consecuencias

El candidato que apoyaba para el rectorado el movimiento estudiantil cordobés a

través de la Federación Universitaria era Enrique Martínez Paz, ponderado por su

formación y ser considerado a pesar de su trayectoria, un hombre joven, por parte

de los estudiantes, que destacaban el hecho de que estuviera desvinculado de los

79

antiguos círculos universitarios. Sin embargo, Martínez Paz contaba con una vasta

experiencia académica y política, había nacido en Córdoba en 1882, se recibió de

doctor en derecho en 1905, y al año siguiente fue electo como miembro del

Concejo Deliberante Municipal, y en 1909 diputado provincial. Desde 1907 había

sido designado profesor por concurso en la cátedra de Sociología, y en 1913 fue

elegido académico titular de la Facultad de Derecho. Los estudiantes,

reivindicaban el espíritu liberal de Martínez Paz, puesto de manifiesto en sus

clases, y en sus análisis sobre la Constitución Mexicana, promovida por la

Revolución, en 191795.

Se destacaba de la figura propuesta, tanto sus proyectos presentados en el Consejo

Superior de la Universidad, en los cuales impulsaba la necesidad de una reforma

universitaria que permitiera su renovación y democratización, como su actitud de

apoyo a varias de las iniciativas propiciadas por la Asociación Córdoba Libre. La

Federación Universitaria de Córdoba estaba plenamente involucrada en la

campaña electoral para el 15 de Junio, y cerró su campaña de apoyo a la

candidatura de Martínez Paz, con un acto multitudinario en el teatro Rivera

Indarte. En los quince días previos a la elección, la Federación se había ocupado

de comprometer a los consejeros que debían concurrir a la elección, contando con

su apoyo hacia la causa de los estudiantes, con lo cual se preveía asegurado el

triunfo de su candidato.

Por el lado del sector conservador, que representaba los intereses de la aristocracia

doctoral, y estaba vinculado a la Corda Frates, el candidato fue Antonio Nores.

Contaba con el apoyo de un sector de estudiantes; que como reacción a la

organización del movimiento estudiantil a través de la Federación Universitaria de

Córdoba, y ante sus planteos de transformación del régimen existente, se

conformaron en un Comité Pro-Defensa de la Universidad. Su titular era Carlos

Artaza Rodríguez, y estaba integrado además por los centros católicos de

Estudiantes, que se regían bajo dos presidencias, las de Pedro Tilli y Atilio

Dell’Oro Maini. También se presento a la elección un tercer candidato, Alejandro

Centeno, que tenía reconocimiento por su profesión de médico cirujano y era

95 La Gaceta Universitaria; ob. Cit., p. 86.

80

profesor universitario, pero no contaba con una base de apoyo tan definida como

en los otros dos casos, aunque era considerado como “transaccional” de no llegar

Nores a reunir los votos suficientes para ser elegido.

La primera elección, se realizó el 15 de junio a las 15 horas, reuniéndose por

primera vez en la Universidad de Córdoba, la Asamblea Universitaria que debía

consagrar de entre sus miembros, el primer Rector de la reforma. La campaña

previa, había logrado que se generara una importante expectativa por esta

elección, en la ciudad de Córdoba, y en las universidades argentinas,

fundamentalmente en la de Buenos Aires, ante lo que se consideraba como la

última batalla en la lucha por la Reforma Universitaria96. Desde mucho antes que

comenzara la Asamblea, la Universidad y sus alrededores, se encontraban repletos

de público, que era en su gran mayoría de estudiantes universitarios. La sesión se

había abierto con 42 consejeros presentes, sobre un total de 45; luego de la

primera votación aumentó la expectativa, ya que Nores obtuvo 15 votos, Martínez

Paz 12, y Centeno 10. Como ninguno de los candidatos obtuvo la mayoría

absoluta, se realizó una segunda votación en la cual Nores mantuvo la misma

cantidad de votos, Martínez Paz llegó a 13, y Centeno quedó con 9 votos. Debido

a que ninguno de los tres candidatos obtenía la mayoría absoluta, se realizó una

tercera votación entre los dos candidatos más votados, y esta vez se terminó

imponiendo Nores, ya que la totalidad de los votos de Centeno se volcaron a él,

más 6 votos en blanco, que pertenecían a miembros de la Asamblea que

especularon hasta último momento para inclinarse hacia el sector que terminaría

asegurando el triunfo, a pesar de haber adherido públicamente, y comprometer su

apoyo a la Federación Universitaria de la candidatura que promovía, quedando en

segundo lugar, lo que desató su indignación. Sin embargo no hubo tiempo para

proclamarlo ganador porque los estudiantes en el momento que se dio a conocer el

resultado tomaron la sala y declararon estar dispuestos a desalojar, a quienes

consideraban electos como parte de una maniobra de cenáculo, pergeñada por las

camarillas de la Universidad, y de este modo poder salvar la conquista

institucional que había alcanzado la histórica casa, de acuerdo con lo que

96 GONZALEZ, Julio V.; loc. Cit., p.48.

81

expresaba el petitorio enviado el 16 de junio por la Federación Universitaria al

Ministro de Educación, Salinas.

Una vez ocupado el salón por los estudiantes, luego de arrollar a los gendarmes

que custodiaban el desarrollo de los comicios y de producirse destrozos97 e

impugnaciones dirigidas a los símbolos de la tradición del poder clerical, como la

estatua de Fray Trejo y Sanabria así como también se improvisaban oradores que

arengaban contra la Corda Frates, haciéndola responsable de la derrota

estudiantil. Después de varias horas, los estudiantes se retiraron del salón a

instancias del Vicerrector; pero continuaron proclamando sus denuncias,

encolumnados y recorriendo las calles de la ciudad, abriendo así el conflicto y el

enfrentamiento a toda la sociedad cordobesa, y a su vez proyectándose hacia el

país.

Algunos intelectuales se hicieron eco rápidamente de los acontecimientos que se

estaban desencadenando, como fue el caso de José Ingenieros, quien se manifestó

públicamente a través de un artículo firmado con su seudónimo. El 16 de junio

publicó en el periódico estudiantil El Universitario, un artículo titulado “La Corda

Frates en la Universidad de Córdoba”, firmado como José Barreda Lynch.

Ingenieros denunciaba en él, que en el momento en que se consideraba ya

asegurada la elección de Martínez Paz, con lo que se hubiera podido cumplir con

las aspiraciones que motivaron la reforma: cuando el núcleo de la Corda Frates

consiguió que los jesuitas y el clero de Córdoba, presionaron a los electores por

medio de sus madres, esposas e hijos. Fue así que llegado el día de la elección,

algunos votantes que se consideraban liberales, dieron su voto por el candidato

de la Corda Frates, con lo que vinieron a quedar neutralizados los efectos que se

esperaban de la reforma98. En este sentido, se refuerza el perfil intelectual, que

iba a caracterizar a Ingenieros durante esta época, comprometido pero

independiente99, por lo cual será considerado por los miembros de la nueva

97 La Prensa, Capital Federal, 16 de junio de 1918. 98 BARREDA LYNCH, José; “La Corda Frates en la Universidad de Córdoba”, publicado en el Universitario, Buenos Aires, 16 de junio de 1916. 99 FALCON, Ricardo; “Los intelectuales y la política en la visión de José Ingenieros”, en Anuario, Nº 11, Escuela de Historia, Rosario, 1985, p. 83.

82

generación intelectual, surgida de la Reforma Universitaria, como uno de los

maestros de América.

Acompañando los sucesos que protagonizaran durante la jornada del 15 de Junio,

el movimiento estudiantil, mediante la Federación Universitaria de Córdoba

elaboraba y enviaba una circular a todas las federaciones del país, en la cual se

denunciaba la “vulneración del honor de los estudiantes argentinos”, por parte de

las “camarillas ensoberbecidas”. También se planteaba un enfrentamiento abierto

desde el movimiento estudiantil, a partir de ese momento, contra los “fariseos de

la reforma”, tomando como propia la reivindicación de la Reforma Universitaria,

y desvinculándose de los profesores que decían adherir a sus postulados, pero que

terminaron votando por el candidato clerical. Los estudiantes expresaban estar

preparados para sacrificarse por su concreción, a la vez que solicitaba en esta

batalla la solidaridad de todos los estudiantes argentinos, y que se plegaran a la

huelga general, resuelta en el mismo momento que terminó la votación; junto a lo

cual se planteó como una salida, ante esa decisión que se asumía de un modo

terminante, la creación de una Universidad libre por parte de la Federación

Universitaria de Córdoba. De este modo, el movimiento estudiantil universitario

cordobés expresaba la necesidad de terminar con la Universidad dominada por el

clericalismo, y construir una nueva institución, si era necesario, alternativa a la

oficial. La solidaridad no se hizo esperar, La Federación tucumana se plegaba a la

huelga el 16 de junio, la de la Plata el 17, y la de Buenos Aires y Santa Fe junto a

la Federación Universitaria Argentina el 18 de Junio lanzaban una huelga general

por cuatro días. Los alumnos del Colegio Nacional de Paraná y los estudiantes de

los Colegios Nacionales y de Comercio de Rosario expresaron también su

solidaridad enviando telegramas de apoyo a la juventud estudiosa cordobesa100. A

partir de este instante, el movimiento estudiantil nacional organizado, a través de

la FUA, participó de manera definitiva y decisoria en el desarrollo y desenlace del

proceso de la Reforma Universitaria.

100 PELLETIERI, Osvaldo; Testimonios culturales argentinos: la década del 10, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1910, p. 343.

83

A pesar de la contundente impugnación realizada por el movimiento estudiantil al

acto eleccionario realizado el 15 de Junio, el Comité Pro-Defensa de la

Universidad, constituido por estudiantes católicos en el marco de la disputa

abierta desde ese momento, sostenía su apoyo a la figura de Nores, a través de una

comunicación enviada al Ministro de Educación el 16 de Junio, en la cual

expresaba su indignación ante los sucesos acontecidos el día anterior. En esta

misiva, firmada por su presidente, el Comité citado, calificaba como bochornosos

los hechos ocurridos durante la elección del Rector, y se atribuía hablar en nombre

de la juventud universitaria de Córdoba, describiendo como exaltados a los

miembros de la Federación Universitaria, a la vez que repudiaba la huelga

decretada por aquella, con lo cual le intentaba otorgar legitimidad a aquel acto.

Por último, le recomendaba al Ministro no emitir juicios sobre los

acontecimientos de la Universidad, hasta tanto oyera las razones que le haría

llegar una comisión especial enviada por el comité. El tercer actor involucrado en

los sucesos del 15 de junio, eran las autoridades constituidas el 28 de Mayo, por

un lado, el vicerrector a cargo del gobierno universitario, que también describía

los acontecimientos en una comunicación enviada al Ministro el 16 de Junio. En

ella, Belisario Caraffa, quien había sido recientemente electo con el apoyo

estudiantil, avalaba la elección de Nores como Rector, recostándose sobre la elite

que no estaba dispuesta a ceder su lugar preponderante en la estructura de poder,

describía que la juventud universitaria, descontenta con el resultado realizaba

manifestaciones tumultuosas de protesta contra la asamblea, y como consecuencia

de ello varios salones de la casa habían sufrido destrozos y perjuicios menores,

siendo desalojados finalmente los estudiantes.

Por otro lado, el Rector electo, Nores, informaba a las autoridades nacionales, su

preocupación por el carácter “peculiar de esa rebelión”, acusando a los

“revoltosos” por salir de los claustros a la calle, usando y abusando de sus

derechos, hasta constituirse, sumándose a elementos no universitarios y

heterogéneos, en fuerza desconocedora de todo respeto, que se desvió hacia su

verdadero rumbo: el más crudo socialismo, y que dirigida por encumbrados

personajes de esa filiación, se colocó en un tren de franca desobediencia,

84

desacatando y amenazando101. De esta manera, Nores, dejaba entrever en su

discurso, en plena disputa cultural, su clara filiación a los postulados de la Corda

Frates, sustentados en el Syllabus de los errores, de Pío IX, al establecer una

identificación de la juventud universitaria con una de las doctrinas que era

condenada y considerada como el principal peligro que la Iglesia Católica debía

combatir. En este punto, cabe considerar la definición de Silvia Roitenburd102, del

nacionalismo católico cordobés, compuesto de modo preponderante por la alta

jerarquía de la Iglesia local, como una fracción que luchaba contra las

concepciones normalistas estatales, para asegurarse conservar los resortes de la

educación, como mecanismo fundamental de control social sobre la población. En

el propio diario pro clerical dirigido por Nores103, se había publicado un artículo

en el cual se asimilaba al profesorado normal con el socialismo, por inculcar un

espíritu “revolucionario” en los alumnos, cuya consecuencia inevitable conducía

hacia la adopción esas ideas.

La repercusión social de los acontecimientos del 15 de junio fue inmediata, y

generaba la adhesión, hacia el movimiento estudiantil que pugnaba por la

Reforma Universitaria, de distintas figuras intelectuales del ámbito social, de la

cultura y la política, como José Ingenieros, Francisco Barroetaveña, Manuel

Ugarte, Juan B. Zubiaur, Leopoldo Lugones, Telémaco Susini, Juan B. Justo

senador socialista, Rodolfo Moreno (hijo), Mario Bravo diputado socialista, el

asesor de la Federación Agraria Argentina, Juan Luis Ferraroti, el presidente de la

Cámara de Diputados de Córdoba, José V. Lencinas junto a sus seguidores del

sector Rojo del radicalismo, y hasta del ex gobernador conservador pero liberal,

Ramón J. Cárcano, entre otros.

También adherían, al movimiento propulsado por los estudiantes, organizaciones

de trabajadores como la FORA del IX Congreso y político partidarias como el

Partido Socialista Internacional, antecesor del Partido Comunista Argentino.

101 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 49. 102 ROITENBURD, Silvia; Nacionalismo Católico Córdoba, (1862-1943): educación en los dogmas para un proyecto global restrictivo, Córdoba, Ferreyra editor, 2000, pp. 30 a 42. 103 Los Principios, Córdoba, 5 de enero de 1914.

85

Aquel fue creado el 6 de enero de 1918104, como reciente escisión del Partido

Socialista, impulsado por los sucesos de la Gran Guerra Europea, y reforzado por

la solidaridad manifestada hacia la Revolución Rusa, expresó su apoyo a los

universitarios de Córdoba mediante una misiva enviada a la FUA, a la FUC y al

comité Córdoba Libre, en la cual manifestaba sus saludos a los estudiantes por la

brillante labor realizada en plena luz, frente a la sombría y tenebrosa gestión

subterránea de la “Corda Frates”, y espera que ese esfuerzo amplio hasta el

heroísmo, depare a los jóvenes estudiosos el triunfo merecido105 , y se destacaba

de su tarea, el profundo esfuerzo de renovación intelectual y social que estaban

llevando adelante los impulsores de la Reforma Universitaria.

El 17 de Junio de 1918, asumía formalmente el cargo de Rector, Nores, no sin

inconvenientes, ya que los tres presidentes de la Federación cordobesa habían

logrado llegar hasta el despacho del rector, y solicitarle la renuncia obtenían una

clara respuesta por parte de aquel, planteándoles que se mostraba dispuesto a

seguir en el cargo sin medir las consecuencias que resultasen esta decisión,

llegando a afirmar temerariamente, desde su posición ideológica ortodoxa: estoy

dispuesto a jugar mi vida, y si debe quedar el tendal de cadáveres de los

estudiantes, que quede, pero yo no renuncio106, retractándose con posterioridad de

sus dichos y negándolos en una carta dirigida al director de La Nación el 20 de

junio, de acuerdo a lo consignado por Julio González. Sin embargo, el accionar de

la nueva autoridad daba muestras de su intransigencia absoluta, ya que decidía la

detención de los estudiantes que habían ingresado a la Universidad, mediante

soldados apostados con fusiles en el recinto, aunque sin éxito, porque aquellos

lograron escaparse a través de una ventana. Este hecho exasperó los ánimos de los

bandos en pugna, produciéndose enfrentamientos con un número importante de

heridos que, en gran medida, se produjeron ante el local del Comité Pro-Defensa

de la Universidad, entre quienes apoyaban al nuevo Rector y los estudiantes

representados por la Federación Universitaria.

104 CORBIERE, Emilio; Orígenes del comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pp.40 a 43. 105 FERRERO, Roberto A.; ob. Cit., pp. 17 y 18. 106 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p.53.

86

Este nuevo acontecimiento, motivo otra circular de la federación cordobesa a sus

pares del país, y que para Julio González denotaba un ejemplo de la prosa

revolucionaria estudiantil del momento, ya que expresaba que la libertad que

clamaba el himno patrio era lo que portaban y declamaban los estudiantes en las

calles de Córdoba, y en “plena Bastilla”, haciendo referencia metafórica al

símbolo de poder que se centraba en la “trisecular” Universidad de Córdoba. Y,

añadía, los estudiantes de la federación, se hacían participe de este grito e ideal de

redención, que transformaban a la Córdoba tradicional en desconocida, a la causa

de justicia por la que se movilizaban, que no pertenecía únicamente a estudiantes

y profesionales, sino al pueblo entero, entre el cual se destacaban los sectores del

movimiento obrero cordobés, quienes expresaron su solidaridad con el

movimiento estudiantil desde el primer momento107. Así se lo describía desde las

páginas de La Nación: A los hechos ocurridos el día de la elección se le han

agregado ayer otros, igualmente violentos, y que permiten apreciar la exaltación

que allí reina, la vehemencia con que los jóvenes universitarios cordobeses

luchan por obtener sus propósitos y la decisión de las autoridades de mantener el

imperio de sus disposiciones. Entre tanto, el movimiento estudiantil cordobés ha

adquirido una significación que no es preciso señalar, pero que excede desde

luego a la de un simple incidente de orden interno108.

El Manifiesto liminar como programa de acción para un nuevo sujeto político

argentino con proyección latinoamericana: el movimiento estudiantil.

Con la aparición y la difusión pública del Manifiesto liminar, el 21 de Junio de

1918, publicado en una edición extraordinaria de La Gaceta universitaria, la

juventud universitaria de Córdoba a través de su Federación comenzaba a

proyectarse desde ese momento en una escala nacional y continental con una gran

repercusión de su mensaje, consecuentemente con su accionar renovador; el

escrito tuvo una rápida difusión en toda América, y más específicamente en las

107 CORBIERE, Emilio; Orígenes del comunismo argentino, El Partido Socialista Internacional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, p. 49. 108 La Nación, Capital Federal, 17 de Junio de 1918.

87

ciudades universitarias de Argentina, Perú, Chile y Uruguay, lugares en donde

circuló desde el momento de su publicación. No era el primer Manifiesto

publicado por la juventud universitaria, que ya había publicado dos desde el

comienzo del conflicto en la Universidad de Córdoba dirigidos a sus pares

nacionales. Sin embargo éste además de estar dirigido por primera vez en una

escala continental; se lo calificaba como liminar o inicial, otorgándole un carácter

programático y fundacional.

Tomando en consideración el análisis realizado por Juan Carlos Portantiero, este

texto, junto a su impronta estilística, aportó dos dimensiones fundamentales, en el

plano de las ideas, que serán características de la weltanschaung reformista: la

concepción del demos universitario y la ubicación latinoamericana, continental,

del movimiento cordobés109. El Manifiesto estaba encabezado por una

denominación que hacía referencia a la condición de quienes protagonizaban los

acontecimientos, “la Juventud Argentina de Córdoba” y dirigido a los “Hombres

Libres de Sud América”, por lo tanto, a diferencia de las declaraciones anteriores

efectuadas por el movimiento estudiantil cordobés que estaban dirigidas a sus

pares, en este caso el horizonte propuesto se encontraba a nivel continental, y con

el único atributo requerido que hacía referencia a la condición de hombres libres,

que los distinguía de las elites que hasta el momento habían dirigido las

instituciones políticas y académicas. En este sentido, que la autoría de la

redacción de la primera parte del Manifiesto, haya estado en manos de Deodoro

Roca, a pesar de no figurar su firma junto a la de los dirigentes estudiantiles,

ayudaba a este salto cualitativo en la proyección de sus planteos, ya que él

formaba parte de la Asociación Córdoba-Libre, que se mantuvo comprometido

desde el inicio con el movimiento de renovación, y ahora confluía con la

Federación Universitaria en el conflicto desatado en pos de la Reforma

Universitaria. Deodoro Roca, era una figura intelectual en el ámbito cultural

cordobés y nacional, en donde ya había logrado un importante reconocimiento

desde hacía unos años. Su Tesis doctoral, realizada en 1915 en la Facultad de

Derecho de la Universidad de Córdoba, “Monroe, Drago, ABC (Reflexiones sobre

109 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. cit., p. 45.

88

política continental)”, recibió un comentario y una valoración positiva en la

Revista de Filosofía, por parte de su director, José Ingenieros.

En los primeros párrafos del Manifiesto se anunciaba la redención de Córdoba, a

partir de la ruptura de la última cadena que en el siglo XX todavía ataba a la

antigua dominación monárquica y monástica, borrando para siempre el recuerdo

de los “contrarrevolucionarios de Mayo” reencarnado con los miembros de la

Corda Frates. Y ello se producía a través de haber forjado una revolución, y

parafraseando a Saúl Taborda, se manifestaba estar viviendo una “hora

americana”. Cuando se afirmaba en el Manifiesto que las Universidades

reflejaban la decadencia de las sociedades, y ofrecían el triste espectáculo de una

inmovilidad senil, en cierto modo se estaba describiendo una realidad con la que

se podían identificar varias ciudades universitarias latinoamericanas, como lo eran

Lima, Santiago, La Habana o la ciudad de México. Y ante esa rigidez de este tipo

de regímenes universitarios anacrónicos, cuya lógica normal de funcionamiento

llevaba a mediocrizar la enseñanza, para poder lograr una renovación, se

afirmaba, que no quedaba otra alternativa que el aliento de la periodicidad

revolucionaria, lo que significaba un llamado a la necesidad de provocar

transformaciones estructurales.

Se denunciaba en el Manifiesto, que lo anacrónico del régimen universitario

radicaba en una especie de “derecho divino” del profesorado universitario, que se

creaba a sí mismo sin otra forma de validación de sus conocimientos, y dentro de

esa lógica desarrollaban su tarea desde el momento inicial, hasta el final de la

carrera. En la lucha contra este régimen, entendía la federación universitaria

cordobesa, que se le iba la vida; reclamaba un gobierno democrático, y sostenía

como principio fundamental que el demos universitario, la soberanía, el derecho

de darse su gobierno propio, radicaba en los estudiantes. A su vez, el concepto de

autoridad en este ámbito de estudios, continuaba definiendo el Manifiesto, no se

podía ejercitar mandando, sustentándose en la fuerza de disciplinas extrañas a la

naturaleza educativa. La fórmula, establecida como manera de ejercer la autoridad

de manera adecuada era planteada, como una vinculación espiritual entre el que

enseña y el que aprende; la educación de este modo se veía como una larga obra

de amor a los que aprendían. Se declaraba que la relación vigente de gobernantes

89

y gobernados en el régimen universitario, sería la causa de futuros problemas, ya

que el concepto de autoridad establecida, era el baluarte de una absurda tiranía

que regía la casa de estudios, y así se anticipaba la necesidad de establecer un

nuevo régimen de funcionamiento. Por ello la Reforma propuesta por Matienzo,

que se valoraba como un aporte sinceramente liberal, no alcanzaba a modificar el

régimen vigente, o a lograr una verdadera democracia universitaria, ya que las

modificaciones referidas a las autoridades se centraban en la ampliación del

claustro profesoral, únicamente. De esta manera se denunciaban a los intereses

creados en torno a los mediocres, que terminaron aprovechando la reforma

establecida por Matienzo, para hacer prevalecer el predominio de una casta de

profesores.

Ante este tipo de régimen, que se intentaba restablecer, y que estaba basado en un

orden mediante el cual los estudiantes se sentían burlados y embrutecidos

sistemáticamente, proclamaba el Manifiesto el “derecho sagrado a la

insurrección”, pretendiendo continuar con la línea de asimilación entre este

movimiento con la Revolución Francesa, precisamente con sus sectores más

revolucionarios, como en esta referencia a un principio establecido en la

Constitución de 1793, que dictaminó el deber de rebelarse ante la tiranía, por parte

del “cuarto estado”, en donde tuvieron un papel fundamental los sans-culotte. Y

ésta posibilidad histórica de una insurrección, solo era posible a partir de un

nuevo sujeto pedagógico y político, como la juventud cordobesa, que se

manifestaba dispuesta al sacrificio, con el estímulo de conseguir la redención

espiritual de las juventudes americanas, que sentían el mismo estremecimiento

ante las dolorosas verdades expresadas. Se planteaba una identificación en el

Manifiesto cuando se hacia referencia a la noción de juventud, como una forma de

vida en trance de heroísmo, desinteresada y que no había tenido tiempo de

contaminarse aún, era pura. Por estos motivos se afirmaba que la juventud no se

equivocaba nunca en la elección de sus propios maestros.

Esta primera parte del Manifiesto liminar, cuya autoría se atribuye únicamente a

Deodoro Roca, finalizaba con la afirmación y el convencimiento de que en

adelante sólo podrían ser maestros en la “futura república universitaria”

verdaderos constructores de almas, esto era creadores de verdad, belleza y bien.

90

Mediante lo cual pone en juego la idea hegeliana de la búsqueda del alma bella110,

junto al arielismo de Rodó, que reivindicaba los ideales oponiéndolos a la cultura

materialista anglosajona, en plena expansión por la temida nordomania, que

denunciara Rodó111, asociando la cultura norteamericana con los valores del

materialismo. Por lo tanto la inexistencia de verdaderos maestros, es sostenida,

por la juventud universitaria de Córdoba, como un grave problema nacional, que

pasaba a ser puesto a la consideración del país, y de sus hombres representativos.

La segunda parte del Manifiesto liminar cuya redacción se atribuye de manera

compartida a Deodoro Roca y al dirigente estudiantil Emilio Biagosch112,

realizaba una descripción de los sucesos producidos el 15 de junio con motivo de

la elección rectoral en la Universidad de Córdoba. La Federación Universitaria de

Córdoba de este modo, manifestaba la necesidad de dar a conocer al país y a

América las circunstancias de orden moral y jurídico que invalidaban aquel acto

eleccionario universitario. La descripción comenzaba planteando que en la

Universidad Nacional y en la ciudad de Córdoba no se habían producido

simplemente desordenes; se estaba registrando el nacimiento de una verdadera

revolución, que pronto iba a agrupar bajo su bandera a todos los hombres libres

del continente. La federación universitaria se responsabilizaba por los actos de

violencia acaecidos, que se cumplían en el ejercicio de puras ideas, mediante los

cuales se volteaba, la “resistencia y perfidia de los reaccionarios” que defendían

un régimen anacrónico, y sobre cuyas ruinas se proyectaba levantar algo nuevo.

Se impugnaba en la asamblea universitaria, el cambio de voto de varios

profesores, ante la paridad entre dos de los candidatos, cuando antes se habían

pronunciado públicamente por la candidatura de la figura que apoyaban los

estudiantes. Se denunciaba que a través de las presiones que bajo la advocación de

la Compañía de Jesús y el sentimiento religioso que “exhortaba a la traición”,

terminaron apoyando al candidato de la Corda Frates. La posibilidad de consentir

esta traición, implicaba asentir una amoralidad y el fracaso de la reforma liberal,

110 HEGEL, Jorge Guillermo Federico; Filosofía de la historia universal, Buenos Aires, Editorial Anaconda, 1946. p 47. 111 RODO, José Enrique; Ariel, Montevideo, Editorial Arca, 1969, p. 21. 112 FERRERO, Roberto; ob. Cit., p.19

91

obtenida mediante el sacrificio de la juventud. Por lo tanto se afirmaba en el

Manifiesto, que ante la burla se respondía con la revolución; esto significaba un

cambio del régimen universitario que introducía un formato innovador con la

participación de los estudiantes en el cogobierno tripartito de las universidades,

despejando para siempre la amenaza del dominio clerical.

La Federación Universitaria de Córdoba afirmaba no hacer cuestión de nombres

ni de empleos, sino que se levantaba contra un régimen administrativo, contra un

método docente y contra un concepto de autoridad, como era la lógica de poder en

la cual basaba su funcionamiento la “aristocracia doctoral”. Se denunciaba de este

modo, que las funciones públicas se ejercitaban en beneficio de determinadas

camarillas, llevando a que no se reformaran planes ni reglamentos para

“garantizarles” a todos sus empleos. También los métodos docentes estaban

viciados, según el Manifiesto, en este caso por un estrecho dogmatismo, que

contribuía a mantener a la universidad apartada de la ciencia y las disciplinas

modernas. Fiel reflejo de esta situación habrían sido las censuras ejercidas por

parte de las autoridades de la “Universidad trisecular”, a reconocidas figuras

intelectuales vinculadas al socialismo, hecho que se repudiaba y tomaban luz

pública, luego de algunos años, en el Manifiesto. Tal como había sido la clausura,

por la influencia de los sectores clericales, de una conferencia que debía

pronunciar el parlamentario socialista italiano y Profesor Enrique Ferri; o la

prohibición por parte del Consejo Superior de una conferencia de Alfredo

Palacios que organizaban estudiantes del Colegio de Monserrat, que se había

generado por una declaración en solidaridad con ellos, en donde se denunciaba

esa resolución prohibitiva como un acto arbitrario que limitaba la facultad de

pensar, con la firma de Deodoro Roca, y con fecha del 5 julio de 1912, en

representación del Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho de Córdoba.

Por último, el Manifiesto dejaba en claro el nuevo papel que comenzaba a

desempeñar el movimiento estudiantil universitario, como un nuevo sujeto

educativo y político a nivel nacional y latinoamericano, ya que sostenía que la

juventud dejaba de pedir, para pasar a exigir el reconocimiento del derecho a

pensar por su propia cuenta, y la exteriorización de ese pensamiento en los

cuerpos universitarios por medio de sus representantes.

92

Así como el contenido del Manifiesto liminar está ligado a la figura intelectual de

Deodoro Roca, y aparece como el primer documento de la Federación

Universitaria de Córdoba en el que se plantea una proyección latinoamericana,

otro escrito inmediatamente posterior que se inscribe en esta misma línea se tituló:

“En favor de la obra americana de la generación naciente”113, apareció el 23 de

Junio de 1918, y estaba inspirado en otro intelectual fundamental para el

movimiento de la Reforma Universitaria como fue Saúl Taborda. En efecto, en el

mismo año 1918 se publicó el texto clave de Taborda que tuvo una influencia

decisiva para la juventud universitaria, Reflexiones sobre el ideal político en

América114, cuya edición se realizó en Córdoba y estaba compuesto por varias

conferencias realizadas por el autor, que habían generado una gran repercusión en

el movimiento estudiantil cordobés. En el ensayo, luego de un minucioso análisis

crítico de distintas instituciones legadas por la cultura occidental como el Estado,

la política militante, la justicia, la propiedad, el régimen agrario, la ilustración, la

religión y la moral de clase, Taborda planteaba que ya habían cumplido su ciclo

como civilización en la historia, y por lo tanto proponía rectificar a Europa, esto

era revisar, corregir, desechar o transmutar los valores europeos, afirmando que

había llegado el momento de una hora americana, cuya misión histórica sería la de

innovar, corregir o depurar los valores sociales que respondían a formas sociales

precedentes. Ésta proposición de Taborda, que planteaba la noción de “rectificar a

Europa”, tenía que ver con un nuevo tipo de democracia surgida de los propios

ideales latinoamericanos, y definida como una concepción general de la vida que

se sustentaba en un nuevo proceso universal de la civilidad, en perspectiva de

constituir un “estado social cooperativo”. Esta era la definición establecida en el

ideario tabordeano para concebir la noción de democracia americana, y que

pudiera responder a la realidad, haciendo que la convivencia humana sea un

hecho, a partir de la igualdad de condiciones en la que debían encontrarse todos

los hombres, para desarrollar con libertad “el espíritu y el cuerpo”. La idea de

cooperación para la organización política americana, contrastaba abiertamente

con: una constitución social regida por el ideal demócrata en la que los unos

113 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit., Tomo II, p. 48. 114 TABORDA, Saúl; ob. Cit., 1918.

93

trabajen con el único fin de asegurar la existencia de los otros115. La democracia

pasaba a interpretarse como colaboración en el destino, para lo cual se requería un

esfuerzo solidario colectivo, en la elaboración de una perspectiva hacia la

búsqueda un máximo de bienestar que asegurara la vida de los pueblos,

facilitando el advenimiento del hombre.

Dos días después de haber alcanzado conocimiento público, apareció otro

documento fundamental complementando, y que reforzó el élan americanista del

Manifiesto Liminar, como fue el “orden del día” de la Federación Universitaria de

Córdoba, y que llevó como título: “En favor de la obra americana de la generación

naciente”. En éste texto la Federación Universitaria, fundamentándose en las

proposiciones elaboradas por Saúl Taborda, afirmaba que un nuevo ciclo de

civilización se iniciaba, cuya sede se radicaría en América. Esta hipótesis, que

planteaba la construcción de una nueva civilización en un momento de crisis

mundial en el marco de la gran guerra europea, era retomada de Taborda, y se

presentaba como parte de “factores históricos innegables”, que exigían una

transformación profunda de los valores humanos, y una reorientación de las

“fuerzas espirituales”, en sintonía con la conformación de una democracia “sin

dogmas ni prejuicios”.

En este sentido, el movimiento estudiantil iniciado en Córdoba, asumía su rol

como parte de las generaciones nacientes, que llevaban en su seno el germen

fecundo de esos nuevos ideales para poder realizar esas grandes aspiraciones

colectivas y marcar con claridad las rutas que deben seguir los países jóvenes

como el nuestro para el logro de aquellos anhelos116. Al mismo tiempo que el

documento establecía una autorreferencia del movimiento estudiantil universitario

como actor protagónico fundamental, en el proceso de renovación, de acuerdo con

el nuevo ciclo histórico que se atravesaba. Igualmente se mostraba en condiciones

de enfrentar y “abatir” las fuerzas que se oponían a su realización. En consonancia

con estas afirmaciones, la Federación Universitaria de Córdoba, proponía la

necesidad impostergable de transformar la cultura pública, dándole una finalidad

115 Idem; p. 180. 116 DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit., Tomo II, p. 48.

94

que se correspondiera con las tendencias de la época y las nuevas modalidades del

progreso social, a través de la renovación radical de los métodos y sistemas de

enseñanza imperantes en el país, en los cuales campeaba el principio de autoridad

y el culto extremo de la tradición, como normas directrices.

Para llevar adelante esta tarea la Federación Universitaria de Córdoba, junto a lo

que se definía como todos los “hombres libres” -en este caso distinguiéndose de la

“aristocracia doctoral”- que la secundaban y auspiciaban su movimiento a favor

de la Reforma Universitaria, resolvía, además de mantener la huelga indefinida

declarada y firmada por mil estudiantes sobre el mismo pupitre electoral el 15 de

junio de 1918, como era descripto en el Manifiesto Liminar. Se dirigía a todas las

federaciones estudiantiles y a las instituciones culturales del país, para que

“apoyen, secunden y prestigien” los propósitos de renovación de los sistemas,

regímenes y planes, en todos los ordenes de la enseñanza. También se anunciaba

la presentación, al congreso nacional de estudiantes convocado para el 14 de julio

de 1918, de un proyecto de reforma universitaria para ser enviado al Parlamento

Nacional. Y por último, se planteaba en el documento suscripto, el envío de una

delegación a la ciudad de Buenos Aires con el objetivo de prestigiar y difundir el

movimiento de la reforma, que estaría encabezada por Gregorio Bermann, quien

creó para esta tarea en el mes de julio en Buenos Aires, la Federación Nacional de

Asociaciones Culturales. Esta nueva institución, se constituyó sobre la base de

algunos de los centros culturales y bibliotecas populares de la ciudad de Buenos

Aires, y se proponía: coordinar la acción de los centros que trabajaban por la

elevación económica, intelectual, moral y artística de sus componentes; difundir el

principio de auto-gobierno, incitándolos a investigar los problemas sociales y

culturales, para poder formarse juicios independientes de todo tipo de

superstición; propiciar el estudio científico de los problemas de interés social, con

especial referencia a la vida americana y nacional, tendiendo a una educación

moral sin dogma, contrapuesta con la servidumbre moral y la rutina intelectual.

También la Asociación, se manifestaba dispuesta a cooperar con aquellas

organizaciones que tuvieran por objeto la transformación institucional en

perspectiva de lograr una mayor justicia social, así como con la democratización

de la enseñanza en todos sus ciclos, de acuerdo con los principios pedagógicos

considerados modernos. Respecto a la educación superior, se anhelaba, además de

95

la libertad de pensamiento y de acción, para posibilitar la concreción del lazo que

uniera a los maestros y los educandos, tanto la democratización del régimen de

gobierno de las Universidades, como la necesidad de su contribución a la cultura

popular.

Las nuevas bases organizativas para las Universidades establecidas por el

Primer Congreso Nacional de Estudiantes.

El reglamento del primer congreso nacional de estudiantes, establecía que las

sesiones se inauguraban en la ciudad de Córdoba el día 14 de julio de 1918,

clausurándose el 30 del mismo mes. Estaba conformado por diez delegados

nombrados por la junta representativa de la Federación Universitaria Argentina y

otros tantos elegidos por cada una de las federaciones universitarias: las de

Buenos Aires, Córdoba, La Plata, Tucumán y Santa Fe. La preparación de las

instalaciones y la organización del congreso estuvieron a cargo de la Federación

Universitaria Argentina. El tercer artículo del reglamento enunciaba que todo

estudiante universitario del país, aún cuando no formara parte del congreso, podía

presentar trabajos referentes a los temas que en él se desarrollasen. La mesa

directiva se conformó en la sesión inaugural mediante votación nominal, y quedó

constituida por el presidente de la entidad estudiantil, Osvaldo Loudet, de Buenos

Aires, quien presidió las deliberaciones, y con dos secretarios, Julio V. González

de La Plata, e Hiram Pozzo de Córdoba.

Respecto al funcionamiento del Congreso, cabe destacar la trascendencia y la

proyección que le asignaban sus organizadores; en vista de una perspectiva

instituyente sobre la base los postulados de la Reforma Universitaria, se establecía

para las deliberaciones el reglamento de la Cámara de Diputados de la Nación. El

lugar físico en el que se llevaron adelante las deliberaciones del congreso, fue el

Club Social de Córdoba, otorgándole cierto grado de solemnidad, ya que reunía a

los sectores más selectos de la sociedad, y las sesiones inaugurales y de clausura

tuvieron lugar en el Teatro Rivera Indarte. A su vez, se estipulaba que el

congreso: estudiará como tema fundamental: organización y orientación que

96

deben tener las universidades argentinas en la época actual. Proyecto de una ley

universitaria117.

Por primera vez en la historia de las universidades argentinas y latinoamericanas,

se comenzaron a discutir las bases legales para su organización, desde el cuerpo

de estudiantes, en este caso, impulsada por su federación nacional y las

federaciones provinciales. El desafío propuesto por los estudiantes organizados no

era menor. Sobre todo, si se lo compara con la experiencia de los proyectos

presentados por Avellaneda como legislador, incluso la subsecuente sanción de la

primera ley universitaria, que fue producto de un intenso debate parlamentario,

pero en el cual no participaron los protagonistas cotidianos de la vida

universitaria. En esta oportunidad se proponían hacer partícipe fundamental a uno

de sus actores protagónicos como eran los mismos estudiantes universitarios,

cuantitativamente los más numerosos, a través de la convocatoria a un congreso

nacional que les otorgara voz y entidad nacional.

El artículo 12 del reglamento del congreso preveía que el proyecto de la nueva ley

universitaria que surgiera de las deliberaciones, debía ser enviado inmediatamente

para ponerlo a consideración del poder legislativo nacional. Pedían también que

todas las resoluciones fueran publicadas oficialmente. Por otra parte, la

Federación Universitaria Argentina recomendó a los congresales el estudio de

determinados temas para el desarrollo de las deliberaciones: I. Nacionalización de

la Universidad de Tucumán y creación de la Universidad Nacional del Litoral. II.

Participación de los estudiantes en el gobierno de las facultades. III. La formación

del profesorado: la docencia libre. IV. La periodicidad de la cátedra. V. Función

social de la universidad: la extensión universitaria. VI. La universidad y la

democracia. VII. Necesidad de asegurar la autonomía universitaria. VIII.

Relaciones Inter-universitarias: intercambio de profesores y alumnos. IX. Casa de

estudiantes. X. Periodismo universitario: organización del canje de libros y

revistas.

117 DEL MAZO, Gabriel (comp.); La Reforma Universitaria, Tomo III, El Primer Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, p. 11.

97

El artículo 13 estipulaba en cuanto a la dinámica de funcionamiento del congreso,

que la Federación Universitaria de Córdoba, por resolución de la federación

universitaria argentina, nombrara miembros informantes para cada uno de los

temas a discutir. Una vez concluidos los informes, los delegados tenían la

posibilidad de hacer uso de la palabra por el término de quince minutos cada uno.

A su vez, luego de concluido el debate los miembros informantes podían ejercer

su derecho a hacer uso de la palabra también por quince minutos, para apoyar su

argumentación. Por último, en el artículo 15 se establecía que el congreso

mantenía la potestad de derogar por mayoría de votos las disposiciones previstas

en el reglamento.

El periódico La Gaceta Universitaria, editado por la federación universitaria

cordobesa, y dirigido por Emilio Biagosh, manifestaba sus buenos augurios,

expresándose como órgano representativo de la juventud, para que mediante las

deliberaciones se honrara la tradición intelectual de los estudiantes argentinos, y

específicamente la de la “doctoral ciudad” que era la sede del congreso. Pero, el

periódico resaltaba que aunque se iba a priorizar la consideración a lo largo del

congreso de un nuevo proyecto de ley, también se tratarían proyectos de

resolución que tendieran a dirimir el conflicto en el que se encontraba la

Universidad Nacional de Córdoba, luego de la elección de Nores como Rector,

que como vimos había sido impugnada por los estudiantes, quienes desde

entonces se encontraban en huelga. Agregaba también que casi la totalidad de los

temas propuestos se referían a la democracia universitaria, que se había

transformado en un hondo problema social, lo que ya fuera debatido en sus

columnas con asiduidad y profundidad analítica. Y esto, porque que su

consecución implicaba uno de los anhelos más importantes de la juventud

estudiosa de la República.

El movimiento estudiantil cordobés, como protagonista principal de los

acontecimientos que desencadenaron la Reforma Universitaria durante el año

1918, interpretaba, desde las páginas de La Gaceta Universitaria, la motivación

para la realización del congreso de estudiantes; y también su significado en

perspectiva de su impacto en la cultura y la política: El problema de la

Universidad argentina presentábase con todas sus dificultades y era el momento

98

de estudiarlo. Comprendimos entonces la necesidad de levantar nuestra acción.

Debíamos abandonar la calle, para discutir serenamente en el plano de las

ideas118. De esta manera se buscaba canalizar, en un nuevo formato institucional

las diferentes reivindicaciones de renovación que anhelaba conseguir la juventud

universitaria, manifestadas disgregadamente en actos públicos, declaraciones y

manifiestos.

Discursos de apertura del Congreso.

La sesión preparatoria de ese primer congreso se realizó en la ciudad de Córdoba

el 20 de julio de 1918. Mientras que la sesión inaugural tuvo lugar en el teatro

Rivera Indarte al día siguiente, y en ella hicieron uso de la palabra los delegados

de las federaciones universitarias. En primer término, leyó su discurso el

presidente de la Federación Universitaria Argentina y del congreso, Osvaldo

Loudet. Celebró el significado moral del evento, que se proponía tratar el

problema de la reforma universitaria, en todos sus aspectos, en todas sus

modalidades, en todas sus proyecciones119. La primera autorreferencia

generacional que se encuentra, se produjo al mencionar Loudet a la juventud

estudiosa y su función histórica de regir en el futuro los destinos del país. Si

tomamos en cuenta, el planteo de Fernando Devoto, que define el concepto de

generación, en base a la necesidad de la existencia de un doble consenso

identitario. Por una parte, el de una pertenencia, que llevaría a sentirse miembro

de una generación histórica, asimilado por los sujetos involucrados, y por la otra,

que ello fuera afirmado también por los observadores externos; todo lo que iría de

la mano con una contraposición respecto a algún otro grupo precedente en el

tiempo120. Y luego de referirse a la importancia de la existencia de una juventud

pujante, enérgica e innovadora para los pueblos como la que había protagonizado

los sucesos que desencadenaron la Reforma Universitaria en Córdoba, el dirigente

estudiantil aseveró que el congreso se debía circunscribir al estudio de los

118 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”, loc. Cit., pag. 155 119DEL MAZO, Gabriel (comp.); ob. Cit, Tomo III, p. 17 120 DEVOTO, Fernando J.; Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la Argentina moderna, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2006, p. 169.

99

problemas con espíritu universitario121. En este sentido, reforzaba la idea del

objetivo fundamental que se proponían, al afirmar que todo le era ajeno a los

temas del congreso, con excepción de las “cuestiones de educación superior”, las

cuales se tenían que tratar y resolver con “espíritu científico”. Se daba a entender

de esta manera, por un lado, que los estudiantes estaban en condiciones de asumir

el debate sobre la construcción de la futura Universidad, en el medio de la batalla

cultural que venían llevando a cabo; pero por otro lado, aparecían algunos de sus

límites al acotarse la temática estrictamente a los temas de educación superior, sin

plantear su necesaria articulación con la cuestión social, y la conformación de las

diferentes clases sociales.

Luego de la agitación y el entusiasmo inicial que guió al movimiento

protagonizado por los estudiantes cordobeses permitiendo su rápida proyección, el

presidente de la federación universitaria argentina diagnosticaba que había llegado

la hora de la meditación para comenzar a buscar nuevas verdades, nuevos

derroteros y una nueva vida espiritual. De este modo, se lograría transformar a

través de las deliberaciones del congreso, al movimiento reformista en un

saludable movimiento de renovación de valores intelectuales y morales; una

fuerza inteligente y creadora, que ha de vigorizar y engrandecer la

universidad122. La clave para entender la construcción de la nueva universidad que

se estaba gestando, se encontraba en poder modificar su estructura, sus métodos y

orientación, adecuándola a las necesidades de la época, lo que significaba la

creación de una universidad abierta, libre, científica y humana, para que irradiara

toda su cultura sobre la vida nacional.

Luego de diferenciarse de lo que definía como una universidad cerrada,

burocrática e inmóvil, Loudet señalaba que a partir del nuevo tiempo histórico que

se estaba transitando, la formación estricta para el desempeño profesional,

comenzaba a perder terreno ante las funciones múltiples que prepararan a los

hombres para la vida integral. La función principal que le atribuía a la

121 DEL MAZO, Gabriel, ob. Cit., Tomo III, p 18. 122Idem.

100

Universidad del futuro era la educativa, concebida en términos de la construcción

de un humanitarismo generoso basado en normas éticas. Loudet concluía su

discurso advirtiendo que la Universidad no podía ser una escuela de privilegiados,

por lo que proponía propender a la realización de una función social mediante la

extensión universitaria. La Universidad adquiría como misión preponderante

contribuir a la elevación intelectual y moral de lo que Loudet denominaba como

las clases sociales secundarias, en referencia al pueblo trabajador, estableciendo

una relación entre la existencia del sufragio universal en el país y su

correspondencia con la necesidad de establecer una universal cultura en la nación.

El discurso en el acto de apertura de uno de los delegados de la Federación

Universitaria de Córdoba, Alfredo Brandan Caraffa, hizo referencia a la

perspectiva de construcción de la Universidad del futuro, concomitantemente con

un nuevo país. Lo que a su vez, se complementaba con la posibilidad del

surgimiento de una nueva América, sana y pujante sobre las ruinas del viejo

continente atravesado por guerras fraticidas. La Universidad de Córdoba era una

de las expresiones de esta crisis en la que se encontraba inmerso el continente

americano. Brandan Caraffa hallaba la explicación histórica de la crisis de la

Universidad argentina, en el hecho que se había transformado en una híbrida

mezcla de una universidad medieval y una escuela primaria, lo cual generaba que

se encontrara estática y apartada de las corrientes renovadoras que se

desarrollaban en todos los planos de la sociedad, sin lograr establecer la necesaria

retroalimentación con el ambiente que la circundaba. Sin embargo, estas

tendencias renovadoras, impulsadas por la experiencia de la modernidad que

estaba atravesando la nación y el continente, se manifestaban a través de la

corriente “esporádica” de las inmigraciones y los intercambios continentales y

europeos y americanos, plasmándose en la vida industrial, agrícola y política de la

república, conformándose de esta manera para Brandan Caraffa una mentalidad

latinoamericana completamente original y moderna.

El origen de la crisis universitaria, entonces se explicaba por su carácter

anacrónico, ya que se encontraba fuera de su tiempo, en relación a la sociedad y

sus instituciones, lo cual la situaba afuera del plano vital de la época. La causa del

aislamiento de la universidad argentina respecto al medio que lo rodeaba, era su

101

régimen aristocrático; el carácter parcial de la formación de ciudadanos, que

descuidaba el análisis y estudio directo de los fenómenos sociales, ya que se

restringía a la misión de otorgar el título para el ejercicio profesional, en

determinadas disciplinas acotadas y motivadas por el lucro. Brandan Caraffa se

refería a las universidades de Córdoba y la de Buenos Aires, y distinguía a la

Universidad de la Plata, ya que había sido creada en los albores del siglo XX, y

que estaba orientada por las corrientes mas avanzadas de la pedagogía moderna.

La crítica fundamental efectuada por el dirigente estudiantil cordobés apuntaba a

la existencia de camarillas, que mediante el favoritismo se perpetuaban como

verdaderas dinastías, de rectores, decanos, consejeros, académicos y profesores,

bajo el amparo de la ley Avellaneda, a lo que se sumaba también, a un nulo

intercambio intelectual. Todo esto hacía que la Universidad no pudiera cumplir el

papel de ser un verdadero factor protagónico en la formación de la conciencia

social argentina.

Ante este diagnóstico, que describía la situación de la Universidad atravesada por

una descomposición moral reinante en los claustros, por parte de Brandan Caraffa,

era necesaria una reacción de aquella, para que se incorporara a la corriente de la

vida social, asumiendo la misión de la formación de ciudadanos plenos, y no de

simples profesionales motivados por el lucro y el favoritismo. Para cumplir con

este objetivo, Brandan Caraffa convocaba desde la juventud de Córdoba al resto

de las delegaciones presentes en el congreso nacional de estudiantes, a asumir este

compromiso que involucraba a las nociones de humanidad y de ciencia de un

modo complementario.

El comienzo de las deliberaciones del congreso, y el nuevo proyecto de ley

universitaria.

Varios días de intensas discusiones tuvieron lugar, desde la sesión inaugural del

congreso, y se llevaron a cabo, fundamentalmente, durante las sesiones ordinarias

que comenzaron el 22 de julio de 1918; concluyendo el 30 de julio del mismo año.

De acuerdo a lo previsto, se expusieron los informes de las diferentes comisiones

que canalizaron los debates sobre los temas que motivaron el encuentro. En

primer término, se dio conocer el informe de la comisión redactora de las “bases

102

para la nueva organización de las universidades nacionales”, sustentado en lo

expuesto por los relatores oficiales Raimundo Meabe e Hiram Pozzo. Desde esta

comisión se propuso un anteproyecto de ley para ser sometido a estudio del

congreso de estudiantes, al que se lo planteaba como la sustitución o el

complemento de las leyes 1579 y 4699, que regulaban las universidades

nacionales existentes, a la vez que se lo contemplaba para poder regir los

institutos de estudios superiores que se crearan o se nacionalizaran.

En primer lugar, el informe de la comisión, abordaba la cuestión de la unidad de

la legislación. Cada Universidad era considerada como una entidad dotada de vida

propia, que debía desarrollarse de acuerdo con las condiciones específicas de la

sociedad en la que actuaba. Para fundamentar esta postura se recurría a las teorías

de Herbert Spencer123 que planteaban la diferenciación como una ley del progreso,

y a la comparación con la existencia de un federalismo universitario como base

para la consolidación del federalismo político. Reforzando estos planteos se

consideraban razones de orden geográfico a partir de la necesidad de adaptar cada

universidad a las necesidades de la región a la que pertenecían, erigiéndose, en

consecuencia como una expresión fiel del ambiente. También las razones de orden

pedagógico se sumaban a la postura planteada, por el hecho que a las

innovaciones que generaban las diferencias existentes en los distintos institutos

superiores, cabía la posibilidad de copiarlas como mejoras, considerando las

experiencias que previamente se pusieron en práctica en otras universidades. Sin

embargo, se aclaraba que la aceptación de las diferencias no excluía el punto de

vista del conjunto, que se encarnaba en el sistema universitario argentino, y sin

negar la unidad fundamental, se sostenía que ésta no significaba uniformidad.

Se hacia referencia al “espíritu de Avellaneda”, cuyo pensamiento se rescataba en

el sentido de no pretender envolver la vida universitaria en una serie de reglas

inviolables, porque se necesitaba una ley flexible que permitiera regir las

universidades tradicionales y las universidades futuras. La nueva ley tenía que

responder a las necesidades actuales y a la vez apuntar a las futuras generaciones.

De acuerdo con estos preceptos, la comisión recomendaba que la ley proyectada

123 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo III, p. 85.

103

sólo debía contener aquello que fuera materia de de organización institucional y

de relaciones entre la universidad y el gobierno. Lo que se refería a la

reglamentación de estos principios y al régimen pedagógico y organizativo de las

universidades, debía ser de incumbencia exclusivas de los Estatutos que fijara

cada universidad. Solamente se consideraban temas de legislación universitaria: la

designación de las autoridades de la universidad; la composición de los consejos

directivos de las facultades; la composición del Consejo Superior; de la asamblea

universitaria; y el modo y tiempo de elección de los profesores junto a la docencia

libre.

El congreso, había nombrado, también en su seno otra comisión especial

conformada por cinco miembros, uno por cada Federación Universitaria, que

tenía, como ya dijimos, la tarea de dictaminar sobre el tema referido a la

organización y orientación que debían tener las universidades para poder

renovarse, además de un nuevo proyecto de ley universitaria. El despacho de la

comisión constaba de varios capítulos, y la redacción del que estaba dedicado al

nuevo “Régimen de gobierno” de las universidades estuvo a cargo del delegado de

la Federación Universitaria de Buenos Aires, Guillermo Watson. A partir de los

fundamentos del despacho de la comisión, el congreso sancionó los dos proyectos

presentados. Uno era el de una nueva ley universitaria, que aspiraba a reemplazar

a la ley nacional Nº 1579, vigente en las Universidades de Buenos Aires y

Córdoba, y a la ley-contrato Nº 4699, mediante la cual se había nacionalizado la

Universidad de la Plata. El otro, contenía las “bases generales de organización”,

que fue la fuente fundamental para la redacción o reforma de los Estatutos de

todas las universidades argentinas entre 1918 y 1922. A su vez, esas bases

organizativas tuvieron una rápida proyección latinoamericana mediante su

consagración en el primer congreso nacional de estudiantes peruanos en Cuzco, en

marzo de 1920, y luego, en el primer congreso internacional de estudiantes en

México, en 1921. Como se verá en el siguiente capítulo.

El trabajo presentado por Watson, que fuera publicado con posterioridad, en la

primera compilación que realizó Gabriel del Mazo sobre la Reforma

Universitaria, llevaba como título: “Teoría del Gobierno Republicano de la

104

Universidad”124. Se partía de un análisis crítico de la ley Avellaneda, haciendo

hincapié en la ambigüedad de sus términos, cuya imprecisión daba margen para

que hubiesen continuas discusiones sobre su interpretación y alcance, lo que

generaba la existencia de diferentes sistemas estatutarios, basados en idénticas

prescripciones legales. De este modo, la comisión analizaba la presencia

contradictoria en el plano organizativo y en el gobierno de los institutos de

estudios superiores de las dos universidades que se regulaban por intermedio de la

ley. Esta contradicción se daba por el hecho de que en la Universidad de Buenos

Aires existía desde 1906 un sistema de periodicidad y renovación en los cuerpos

directivos; mientras que la Universidad de Córdoba había mantenido la

permanencia e inmovilidad de los miembros del órgano directivo, hasta la reforma

del 7 de Mayo de 1918. Este aspecto, generaba una situación antitética en la

composición y funciones de gobierno de las universidades, que se ejerció en el

caso de la Universidad de Córdoba por cuerpos cerrados, e inmutables, lo que

generó la formación de una casta de académicos, quienes se sustentaban en una

deformación del concepto de autonomía universitaria, para evitar fiscalizaciones a

sus actividades.

Respecto a la normativa que regía en la Universidad de Buenos Aires, las críticas

de la comisión se centraron en que el sistema electoral se encontraba circunscripto

al círculo estrecho de los consejos directivos, lo cual generaba como consecuencia

la confusión entre las cuestiones electorales con las administrativas, ya que según

la ley Avellaneda, el profesor era propuesto por los propios consejos,

arbitrariamente. Estos defectos eran resaltados por la comisión, y provenían de la

misma ley Nº 1579, que a pesar de haber estado sujeta a diversas tentativas de

reformas, no habían podido logrado dar cabida a las modernas orientaciones, si no

a través de la sanción de estatutos y reglamentaciones que en muchos casos

terminaron entrando en contradicción con aquella normativa. Por eso, se

establecía como indispensable una reforma fundamental, radical y revolucionaria,

al decir de los estudiantes de Córdoba.

124 Ibidem; Tomo I, pp. 23 a 31.

105

El despacho de la comisión elaborado por Watson, aceptaba la tradición del

federalismo universitario, esto es de diferentes Universidades en la jurisdicción

nacional y el sistema de independencia de las casas de estudios en cuanto a la

generalidad y flexibilidad de sus prescripciones en relación al Estado, aunque no

se consideraba adecuado el criterio que regía respecto a los miembros de la

universidad que la componían. La ley 1579 declaraba como miembros de la

universidad a las autoridades superiores, y a no más de quince integrantes por

cada facultad, que los Estatutos habían transformado en Consejos Directivos, y en

esta definición la comisión encontraba el origen de los diversos males que

aquejaban a los institutos superiores. La causa del estancamiento en la producción

científica de las universidades, la comisión se lo atribuía a la falta de hombres, y

los defectos en la docencia a la carencia de una sana emulación. La mayoría de los

profesores y la totalidad de los alumnos, se señalaba en el despacho de la

comisión, estaban carentes de personería, y debían existir en condición de

asilados sometidos a régimen tutorial125. Se denunciaba en este sentido, que los

estudiantes se encontraban asilados con un plazo limitado, que finalizaba una vez

recibido el mínimo de instrucción a través de la salida de la universidad, sin que

ésta tuviera interés en ocuparse de aquellos. La lógica de atribuir a quince

hombres, tareas muy superiores a sus fuerzas, esto es poner el poder de decisión

de las universidades en un reducido círculo, por mas distinguido que fuese126, fue

también impugnada por la comisión debido a que era considerado una flagrante

contradicción con las ideas republicanas de gobierno vigentes en la nación.

El despacho se hacía eco del reclamo de los estudiantes reunidos en el congreso,

en el sentido de procurar la conformación de la “república universitaria”. De este

modo la comisión establecía, en el inciso 1º de su proyecto de ley, que eran

miembros de la universidad y la componían todos los que pertenecían a ella. Este

principio daba lugar a la inclusión como miembros plenos de la vida universitaria

tanto a los profesores, como a los diplomados y los estudiantes. Se aclaraba en

este inciso que a partir de la inscripción a las facultades, como un acto de

manifestación de su propia voluntad, y de acuerdo a las condiciones de

125 DEL MAZO, Gabriel; La Reforma Universitaria, Tomo I, Buenos Aires, Tall. Gráficos Ferrari hnos. 1927, p. 26. 126 Idem.

106

admisibilidad fijadas por las casas de altos estudios, los estudiantes y profesores

eran incorporados como miembros plenos de estas. En el caso de los graduados,

con el solo hecho de la posesión del título de grado, accedían a formar parte como

miembros de la comunidad universitaria, aunque el despacho reconocía que era

deseable, no todos los diplomados iban a mantener un vínculo permanente con la

universidad. Por lo tanto, en el caso de los diplomados, además de la posesión del

grado, tenían que hacer constar expresamente su propósito de continuar el lazo

con la vida universitaria, mediante la renovación anual de su inscripción en la

facultad, para poder ser considerados como miembros activos. La comisión

resaltaba que una vez integrada la Universidad por la totalidad de sus

componentes, y garantizada la participación de todos ellos en su gobierno, la ley

podía transferirle la orientación de la enseñanza y la dirección de la labor

científica nacional, de esta manera se confiaba en la capacidad de las

universidades para mejorarse continuamente.

En el despacho de la comisión, se partía de una caracterización del modelo de una

república democrática, tal como fuera mencionado, a través de un régimen de

gobierno que estuviera organizado de acuerdo al sistema representativo, y en el

que participaran todos sus ciudadanos en la elección de las autoridades. Siguiendo

este principio, la comisión consideraba que el pre-proyecto de ley debía establecer

que los cuerpos directivos debían estar formados por todos los representantes de

los miembros de la universidad, pero sin prescribir taxativamente los modos de

elección ni la proporcionalidad en las representaciones, por la cual quedaba sujeto

a los estatutos la fijación de los sistemas de aplicación de estos preceptos, para así

poder establecerse las modificaciones graduales que pudiera sugerir el desarrollo

de la vida universitaria.

La denominación que definía la comisión, era la de los “estados” universitarios,

en referencia a los estados generales de la Revolución Francesa, para denominar a

los diferentes cuerpos de estudiantes, profesionales y profesores, considerados

desde un punto de vista integral, que al excluir cualquier preponderancia en los

órganos directivos, evitaría la formación de círculos cerrados, como se había

generado incluso, con la Reforma de 1906 en la Universidad de Buenos Aires, o

también en el caso de la Universidad de la Plata, ya que se había trasladado el

107

poder desde los académicos al cuerpo de profesores. La soberanía universitaria,

por lo tanto, residiría en el conjunto de estos diversos miembros de la comunidad;

pero los derechos que le correspondían a los distintos “estados” no reproducían

linealmente la lógica de la proporcionalidad del número de sus componentes

como ocurriría en un sistema representativo puro. El despacho aseveraba, que el

sufragio, por medio del cual, intervenían periódicamente sus miembros en el

gobierno de la universidad, no tenía la característica de ser proporcional al

número total de sufragantes, concibiéndose la representación en términos fijos e

invariables.

De este modo se establecía el formato institucional de la democracia funcional,

con un tipo de mandato legítimo y proporcional de los distintos “estados”, en

reemplazo de la concepción de la representación abstracta basada solamente en el

criterio cuantitativo. Así se quedaba a salvo de transformar en una minoría al

cuerpo de profesores en el caso de que se hubiera reproducido el mecanismo de la

elección directa. El despacho de la comisión concluía afirmando que la formación

de los consejos directivos por igual número de representantes de los diplomados,

estudiantes y profesores, se constituía como la mejor garantía para el progreso de

las universidades. El corolario de este nuevo formato institucional, se erigía como

un mecanismo que impedía la formación de camarillas preponderantes, del mismo

modo que impulsaba a un accionar solidario y complementario de los distintos

miembros de la comunidad universitaria, que hasta el momento se los consideraba

como antagónicos.

La aplicación del concepto de democracia funcional trasuntaba la influencia del

ideario de José Ingenieros, a partir de su análisis del impacto de la Revolución

Rusa, y las novedades que incorporaba tanto en el plano de la filosofía política,

como en la creación de novedosas instituciones de gobierno, concebidas como el

nacimiento de nuevas formas de equilibrio político y social127. Ingenieros

destacaba que la llamada “República Federal de los Soviets”, era una primera

experiencia del sistema representativo funcional128. El principio básico de los

127 INGENIEROS, José; Los tiempos nuevos, Buenos Aires, Editorial Tor, 1956, p. 63.

108

consejos o “soviet” se sustentaba en el reemplazo de la representación

indiferenciada y cuantitativa, por un nuevo tipo de representación técnica y

cualitativa. A la vez todos los mandatos pasaban a ser revocables y sustituibles en

cualquier momento por los representados, impidiendo así la profesionalización de

la actividad política. En un artículo publicado en abril de 1920 en El

Universitario129, titulado “Significación social de la Reforma en la Universidad”,

Ingenieros detallaba que el desenvolvimiento de la enseñanza universitaria como

función social, serviría para comprender el sistema y la técnica del sistema

representativo funcional, en la constitución de los organismos deliberativos y

ejecutivos. Extendiéndose el derecho de representación en los organismos

deliberativos, a los profesores suplentes y a los estudiantes, se marcharía hacia

formas de representación cada vez más funcionales, y se prescindiría del criterio

cuantitativo como guía. Para Ingenieros, estas reformas, se hallaban en el primer

período de experimentación, aunque como principios ya se encontraban

afirmados, y señalaba como ejemplo los nuevos estatutos aprobados por la

Universidad de Buenos Aires.

El último punto tratado por la comisión, que estaba sentando las bases de una

profunda renovación y proyectando el nuevo formato para la Universidad, fue el

del sistema docente. Se partía de lo estipulado por la ley Avellaneda, respecto a la

prescripción que dejaba reservada la facultad del nombramiento definitivo de los

profesores titulares al poder ejecutivo, analizado de modo crítico, debido a que

para poder ejercer su desempeño, el docente quedaba subordinado a un acto

administrativo por parte del poder gubernamental. Sin embargo, era resaltado el

procedimiento de la elevación de ternas propuestas por los Consejos Directivos,

como un sistema mixto que restringía el arbitrio gubernativo, y garantizaba una

relativa autonomía de las universidades. Por lo tanto, la comisión planteaba que

no había peligro en mantener la designación gubernamental de los profesores,

restringida a partir de la atribución para proponer las ternas por parte de un cuerpo

independiente como eran los Consejos. Quedando reducida su función, a la

128PONCE, Aníbal; Para una historia de Ingenieros, en “Obras Completas”, Tomo II, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 202. 129INGENIEROS, José; “Significación social de la Reforma en la Universidad”, en El Universitario, Buenos Aires, 30 de abril de 1920.

109

posibilidad de rechazar la designación de los profesores, cuando algunos de los

propuestos no lo hubieran sido por méritos surgidos de su capacidad científica y

pedagógica, para evitar la posibilidad que se produjeran prebendas respecto a los

nombramientos.

En relación con el reclutamiento de los docentes, la comisión era menos

benevolente respecto al mecanismo que estaba vigente en las universidades. Se

manifestaba que hasta ese momento el profesor era llamado a la cátedra sin

ejercicio previo, sin la experiencia suficiente en la función. A su vez se establecía

que para acceder a la docencia se tenían que dar dos condiciones fundamentales

en los aspirantes, por un lado la preparación científica, de manera teórica y

práctica; y por el otro lado tener una aptitud docente, ya que no es lo mismo saber,

que saber enseñar.130 En este sentido, adquiría un rol preponderante la

implementación de la docencia libre, concebida como una importante escuela

pedagógica, lo que fomentaría una “saludable competencia” para poder

seleccionar las capacidades para desempeñarse en la función docente. La

comisión asimilaba la necesidad de transformar la práctica del ejercicio del cargo

docente, que hasta entonces era asimilado como una “prebenda canongil” debido a

su inmovilidad, lo cual debía ser reformulado, convirtiéndose en una instancia de

rivalidad, emulación, lucha y controversia para poder adaptarse a una época de

renovación y libre examen. Mediante la docencia libre el profesor ponía a prueba

sus aptitudes, y era evaluado en su desempeño en la cátedra por parte de los

alumnos que constituían su auditorio, quienes optaban por asistir o dejar vacía el

aula como forma de reprobación.

Se destacaba también, el Memorial enviado por los estudiantes de Córdoba, al

Presidente de la República, el 10 de Abril de 1918, en el cual quedaba plasmada la

demanda de la implantación de la docencia libre, para reemplazar la asistencia

obligatoria, que se calificaba como sistema infantil y colegial, que imposibilitaba

al alumno presenciar los cursos libres, porque implicaba la sobrecarga y

duplicidad de los cursos. En cambio, mediante el sistema de la asistencia libre, el

alumno que deseaba presenciar determinadas clases, no dudaba en aceptar

130 DEL MAZO, ob. Cit., tomo III, p. 55.

110

concurrir a ellas, produciéndose una “sana” selección131. Finalmente, el Poder

Ejecutivo Nacional estableció la libre docencia, teniendo en cuenta los planteos

del petitorio, lo que significó la libertad del alumno para optar, ya que se

estableció en ese sentido una indistinta computación de la asistencia. Sin

embargo, la comisión aclaraba que el problema había quedado resuelto a medias,

ya que existía la posibilidad de la presencia de dos profesores, titular y libre,

incompetentes, ante lo cual la opción para mejorar el aprendizaje de los alumnos

no terminaba siendo realmente satisfecha, con lo que salía a la luz, la necesidad de

una renovación profunda del profesorado, y el problema tanta veces expuesto de

la escasez de verdaderos maestros en el ámbito universitario.

El criterio principal que argumentaba la comisión, y debían considerar las

universidades en relación al sistema de reclutamiento, tenía que ver con la

tendencia a hacer menos burocrática la función docente, modificando la

“placidez” de la seguridad de la posición. Otra de las coordenadas estipuladas

respecto al sistema docente, era el de la apertura de las cátedras a las distintas

corrientes del pensamiento, facilitándose el acceso a ella a todo el que reuniera la

presunción de su capacidad, y dejándose a los alumnos el derecho de elegir a sus

maestros, ya que se suprimía la asistencia obligatoria. La asistencia libre o libertad

de aprender se concebía como la base y el antecedente de la docencia libre o

libertad de enseñar, a estas categorías se las consideraban relacionadas con el

espíritu de libertad originado en el “alma nacional”. De este modo, afirmaba la

comisión, se derrumbaban los prejuicios tradicionalistas de la antigua

organización docente, suprimiéndose las diferencias y extinguiéndose los

privilegios, y la Universidad se transformaba en un ámbito de amplitud, disputa,

tolerancia y controversia.

Así, se incorporaba la definición de la noción de “opinión pública”, formulada por

Taborda, como mecanismo de autogobierno universitario, la cual indicaría las

condiciones existentes para discernir los méritos y apuntalar los defectos, de

acuerdo a la capacidad de cada aspirante a la actividad docente, considerándose

para ello fundamentalmente sus obras, junto a su trayectoria. Mediante esta

131 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto, pp. 63 a 78.

111

innovación se propendía a una ampliación de los protagonistas que participaran,

en la designación de los profesores, incluyendo a la opinión de todos los

miembros de la Universidad, a diferencia de lo estipulado en la ley Avellaneda,

que circunscribía esa posibilidad estrictamente al Estado, a los académicos y en

menor medida a los profesores. La idea de la inserción de la opinión pública en el

ámbito del gobierno de las universidades, fue tomada del concepto de democracia

americana, elaborado por Saúl Taborda132, en el cual afirmaba que la opinión

pública, concebida como autogobierno cumplía un papel preponderante en el

proceso de la toma de decisiones. La democracia dejaba de concebirse así en

términos de una mera función electoral en el ideario de Taborda, para pasar a

considerarse como la expresión de la opinión pública e índice de la capacidad del

pueblo para el gobierno propio.

La comisión a cargo del tratamiento de la organización y orientación que debían

tener las universidades argentinas y el proyecto de una nueva ley universitaria,

sintetizaba los tres puntos fundamentales que abarcaba: el sistema electoral, que

había sido transformado radicalmente; el sistema directivo y administrativo que se

mantuvo parecido a como funcionaba; y el sistema docente que fue modificado

parcialmente. El objetivo perseguido para la nueva organización proyectada era

establecer como principio la separación absoluta entre las funciones directivas y

las electorales. La comisión estudió la cuestión de la unidad de la legislación, la

materia de la ley universitaria y los estatutos universitarios. También se ocupó del

régimen de gobierno de las universidades, y del sistema docente, y redactó y

presentó los proyectos de ley universitaria y de bases estatutarias. Estaba

compuesta por Guillermo Watson (Buenos Aires), Luis H. Sommariva (La Plata),

Horacio Valdés (Córdoba), Humberto Gambino (Santa Fe), Héctor López

(Tucumán). El despacho final de la comisión tenía como fecha de publicación,

julio de 1918.

El pre-proyecto de ley universitaria propuesto desde el primer congreso nacional

de estudiantes, al igual que ley Avellaneda, constaba de unos pocos artículos, en

este caso solo de dos, con el criterio de ser flexible y abierta a los cambios e

132 TABORDA, Saúl; ob. Cit., p.175.

112

influencias del ambiente hacia la universidad, quedando bajo su potestad a través

de la autonomía universitaria, regular su funcionamiento interno, y organizar gran

parte de su normativa. Se produjo una diferenciación cualitativa, en relación a la

normativa vigente en las universidades, con el nuevo articulado previsto en el

proyecto de ley universitaria, ya que el primer inciso del artículo uno, incorporaba

como miembros componentes de la Universidad a los estudiantes, junto a los

profesores de toda categoría, y los diplomados inscriptos. Al igual que en la ley

Avellaneda, se definía a la autoridad universitaria, con una figura principal que

modificaba su denominación de Rector a Presidente, como existía en la

Universidad Nacional de La Plata, y que tenía que ser elegido por una Asamblea

Universitaria. Se mantenían las denominaciones de Consejo Superior y la de los

consejos directivos de las facultades, pero quedando en estos últimos casos,

distinguidas ambas instituciones, tanto en su composición como en sus funciones.

Los consejos directivos se conformaban, a partir de lo previsto en el proyecto de

ley, por miembros elegidos por los cuerpos de profesores mediante asamblea; por

el de diplomados inscriptos también electos por la reunión de su cuerpo; y por los

estudiantes elegidos por los centros de cada una de las facultades, estos últimos

incorporados por primera vez en el ámbito directivo de las universidades, al igual

que los diplomados. Quedaba supeditado el número de cada uno de los tres

cuerpos a lo que establecieran los estatutos de cada una de las universidades.

Respecto al nombramiento de los profesores titulares se preveía el mismo

mecanismo que regía en la ley Avellaneda, con la salvedad de considerar para la

terna de candidatos a quienes hubieran ejercido la docencia como profesores

titulares y también a quienes lo hicieran como libres. Otro de los aspectos que

aparece como novedad en el proyecto, en referencia al sistema docente, se

relacionaba con la publicación de los fundamentos que motivaban la selección

para las ternas de profesores. A su vez, se diferenciaba este último procedimiento,

del prescripto para la designación de los profesores libres, quienes serían

nombrados por los consejos directivos y por los consejos superiores en caso de

apelación.

El otro proyecto instituyente presentado en el congreso, fue el de las bases

estatutarias, en el cual se desarrollaban con mayor amplitud las distintas nociones

113

formuladas en el pre-proyecto de ley. En el caso de los miembros de la

Universidad, el cuerpo de estudiantes estaba compuesto por aquellos inscriptos

con un año de antigüedad en la facultad respectiva, para poder acceder al derecho

electoral. Además, los alumnos universitarios debían estar asociados a un centro

de estudiantes, que tenía como requisito el pago de una cuota voluntaria. Esta era

una forma de reforzar el ámbito de representación y defensa de sus intereses, y

promover la participación democrática de los asociados a los centros de

estudiantes, tanto en su ámbito, como en el de la Universidad. De este mismo

modo, el cuerpo de estudiantes pasaba a desempeñar un papel protagónico, y a

partir de este momento, también el movimiento estudiantil reformista, como actor

de la política universitaria en Argentina.

Por otro lado, se estipulaba la no obligatoriedad de la asistencia de los alumnos a

las clases de los profesores titulares, libres o de cualquier otro tipo. Este era el

medio más eficaz con el que contaban los estudiantes, aunque indirectamente,

para la eliminación de los profesores, considerados ineptos para desempeñar la

tarea docente. De este modo se propendía hacia un tipo de “asistencia libre”, para

poder lograr una adecuada elección de maestros por parte de los educandos. El

cuerpo de diplomados estaba constituido por aquellos que deseaban ser miembros

de la Facultad, lo que se concretaba a través de una inscripción anual. Se proponía

como función principal del cuerpo de diplomados la organización y dirección de

los seminarios de investigaciones de cada Facultad. Otra de las funciones

previstas para este cuerpo se relacionaba con la proyección de modificaciones en

los planes de estudios, que los consejos directivos debían considerar y votar.

El cuerpo de profesores, se dividía entre los titulares y los libres, que eran

considerados todas aquellas personas cuya competencia se hubieran corroborado

mediante un título de grado universitario o de un título profesional. Igualmente se

consideraba la posibilidad de desempeñarse como profesores libres aquellos que

hubieran realizado obras, estudios o especializaciones en la materia de la cátedra,

y solicitaran su admisión al Consejo Directivo. Y en caso de no ser admitidos,

tendrían la posibilidad de apelar y pedir una nueva prueba al Consejo Superior.

Los profesores libres se encontraban en condiciones para dictar cursos completos

o parciales. En cambio, los profesores titulares, seguían siendo nombrados con el

114

mecanismo de las ternas, formadas exclusivamente con personas que hubieran

ejercido la docencia en alguna universidad, tanto como profesores libres, titulares

o suplentes. Los candidatos debían ser elegidos por concurso de examen, o de

títulos, o por dos tercios de votos del consejo directivo. Luego, era elevada la

terna al Consejo Superior junto a un informe, en donde constaban los

fundamentos que se habían tenido en cuenta para la elección. Éste informe, se

basaba, para cada candidato, en el cómputo de la asistencia de los estudiantes,

números de conferencias anuales, antigüedad en la docencia, concepto del consejo

directivo proponente sobre la aptitud docente y capacidad científica de cada uno,

y debía ser publicado antes de elevarse al Poder Ejecutivo Nacional. El profesor

elegido por el Poder Ejecutivo, debía ser nombrado por seis años, y al cabo de ese

período podía ser confirmado nuevamente por dos tercios de votos del consejo

directivo de manera sucesiva. La última categoría de profesores, era la de

suplentes, nombrados por concurso o por dos tercios de votos del consejo

directivo, y seleccionados entre los profesores libres, para un período de tres años,

con la posibilidad de ratificarlos sucesivamente en su cargo. Todas las categorías

de profesores de cada facultad se consideraban con derecho electoral, que se

ejercía a través de la designación de delegados tanto para los titulares como para

los libres y suplentes, quienes en forma conjunta conformaban el colegio

electoral.

Los Consejos directivos debían estar compuestos por quince miembros electos,

distribuidos por tercios iguales entre el cuerpo de profesores, el de diplomados y

el de estudiantes. Los consejeros duraban tres años pudiendo ser reelectos, sin

intervalo una sola vez, y se renovaban por terceras partes cada año. El único

requisito existente para poder ser elegido consejero era el de ser miembro de

alguna Facultad perteneciente a una Universidad nacional. La función principal

que debían realizar los consejos directivos era reglamentar y hacer efectiva la

extensión universitaria. Se le otorgaba una gran importancia a una actividad, que

hasta el momento no había sido tenida en cuenta por la casa de estudios

superiores, posibilitándose por medio de aquel mecanismo institucional un mayor

acercamiento con la sociedad en su conjunto. El Consejo Superior, se hallaba

constituido por el Presidente, los decanos, y tres delegados de cada Facultad,

elegidos por los tres cuerpos constituidos en gobierno tripartito en la Asamblea

115

Universitaria. Los delegados duraban dos años en sus mandatos, y podían ser

reelectos sin intervalo una sola vez, no pudiendo ser miembros de los consejos

directivos simultáneamente. Los miembros del consejo superior y de los consejos

directivos, a su vez, no podían desempeñarse en empleos dependientes de la

universidad de manera rentada, con la salvedad del profesorado; tampoco ser

nombrados en empleos que se hubieran creado durante sus mandatos.

La Asamblea Universitaria reuniría a treinta miembros, divididos por tercios entre

los diferentes cuerpos, y era encargada de elegir al Presidente de la Universidad.

Éste era electo por cuatro años, pudiendo ser reelecto por dos tercios de votos del

total de asambleístas, y por unanimidad se podría reelegir cuando había cumplido

tres períodos. Para poder acceder al cargo de Presidente, se requería la ciudadanía

argentina, treinta y cinco años de edad y poseer el grado más alto de alguna

Universidad Nacional. La elección se efectuaba por medio de boletas firmadas, en

las cuales constaba el nombre de la persona a la que se votaba. Se realizaba en una

sola sesión, proclamándose el resultado una vez leída la totalidad de las boletas y

aprobada el acta. Así, empezaba a diseñarse el nuevo formato institucional que

comenzará a regir el funcionamiento de las universidades, con algunos rasgos de

una democracia funcional, que se los otorgaba la representación de los diferentes

cuerpos que componen la Asamblea Universitaria; junto a otras características

como la figura que se tomaba de la democracia representativa, para ejercer la

dirección, como era la del Presidente, con un mandato libre durante un período

determinado.

Tanto el proyecto de ley universitaria, como las bases estatutarias promovidas por

la comisión que trató estos temas, fueron aprobados por la octava sesión ordinaria

y de clausura del primer congreso nacional de estudiantes, los días 29 y 30 de

Julio de 1918 en el teatro Rivera Indarte de la ciudad de Córdoba.

Análisis de los discursos del congreso de estudiantes.

Otro de los trabajos destacados en el congreso nacional de estudiantes, llevaba

como título “Universidad y Democracia”, y lo había presentado en la comisión

que trató ésta temática, Emilio Biagosch, firmante del Manifiesto liminar de la

116

Reforma Universitaria, y redactor de la declaración de huelga general de los

estudiantes redactada sobre el escritorio del reciente Rector electo el 15 de junio

de 1918, Nores. También, como dijimos, era presidente de la Federación

Universitaria de Córdoba en el momento de la realización del congreso. En primer

lugar, Biagosch expresó una autoidentificación generacional, al agradecer como

una distinción su nombramiento como relator oficial de la comisión encargada de

abordar el tema referido a la relación entre la universidad y la democracia,

teniendo como auditorio al que definía como fiel representante de la “juventud

estudiosa del país”. Se proponía como meta de su exposición exteriorizar las

aspiraciones de los estudiantes de Córdoba. Luego de dejar plasmada una clara

adscripción al credo democrático, lo que implicaba una actitud abierta a los

aciertos y errores que el alma multiforme del pueblo vaya aspirando y

realizando133, el escrito presentado por Biagosch se sustentaba en los análisis

efectuados por Saúl Taborda en “Reflexiones sobre el ideal político en América”,

al cual consideraba como uno de los espíritus de vanguardia de Córdoba.

Coincidía Biagosch con Taborda en considerar que el divorcio de la cultura con la

democracia no se debía exclusivamente al hecho de ser las universidades una

creación medieval, y por lo tanto resultar anacrónica. Las nuevas universidades

tampoco se habían nutrido de un pensamiento democrático, ya que a pesar de

haber renovado textos, rectificado planes y ampliado la libertad de pensamiento

de los educandos, no habían podido sustraerse a los intereses particulares que

terminaban prevaleciendo y reforzándose por medio de la enseñanza. Esta

situación era definida por Taborda como una función característica de las

universidades americanas, por medio de lo cual se fomentaba el “espíritu de

clase”, por parte de la burguesía, cuyas consecuencias impulsaban un ambiente

antidemocrático. El diagnóstico efectuado por Taborda quedaba enunciado por

Biagosch en lo referente a su visión crítica sobre el “espíritu de cuerpo” que

llevaba a la consideración de los universitarios argentinos bajo la denominación

de “clase gobernante”, lo cual se alentaba mediante la autoafirmación por parte de

los miembros de la comunidad universitaria de su pertenencia a una “elite social”.

133 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 104.

117

Las secuelas de la conformación de éste espíritu corporativo significaban para

Biagosch el alejamiento del pueblo respecto a la Universidad, y había quedado

plasmado mediante la participación de los estudiantes universitarios en Argentina

en lo que consideraba las “vergonzosas” manifestaciones del Centenario de la

Independencia, en actos xenófobos y antipopulares como los que se dieron en

Buenos Aires, impulsados por Estanislao Zeballos en 1910 instalando una

hipótesis de conflicto militar con Brasil. Por lo tanto, Biagosch volvía a plantearse

los mismos interrogantes que Taborda, cuando advertía que las universidades

medievales enseñaban el derecho del rey y la iglesia, mientras que las

contemporáneas transmitían los derechos de una clase, ¿Cuando vendrán las que

enseñen los derechos del pueblo?134 . En términos prospectivos, y partiendo de los

postulados de Taborda, se afirmaba que el plan de enseñanza de una universidad

americana tenía que ser un verdadero programa de democracia, que además de

incluir la función electoral, se rigiera por el gobierno de la opinión pública, o

autogobierno de sus miembros.

A pesar de las cifradas expectativas en la democracia americana, la historia

demostraba la dificultad existente para poder compatibilizar esa experiencia con la

trayectoria de la universidad. Biagosch describía que ésta institución, a pesar de

tener todas las condiciones para acompañar el proceso de formación de la

democracia americana, y de estar encomendada a la formación de la “conciencia

nacional”, no había podido cumplir ninguna de las dos misiones históricas. La

conclusión luego de este análisis retrospectivo, lo conducía a la afirmación de que

la Universidad Nacional de Córdoba se mantenía “pontificia y real”, sin haber

realizado la renovación de valores de la que se tendría que haberse hecho eco con

el triunfo y la proliferación de los ideales de Mayo. El sesgo colonial era

percibido por Biagosch tanto en la cotidianeidad de la vida universitaria, como en

la situación de privilegio que se observaba en quienes desempeñaban la actividad

docente, en detrimento de las obligaciones a las que se encontraban sujetos los

estudiantes. Un claro ejemplo de esta situación se daba con la obligatoriedad de la

concurrencia por parte de los alumnos, que muchas veces quedaban expuestos a la

asistencia de las clases dictadas por profesores, a través de contenidos

134 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p.83.

118

insustanciales o repetitivos. A ello se le agregaba la inexistencia de actividades

que promovieran trabajos o investigaciones conjuntas entre profesores y

estudiantes, limitando la posibilidad de transmitir valores o formar discípulos en

la Universidad. Estas prácticas ya se habían transformado en un sistema que era

definido por Biagosch como un “enseñadero”, en el cual todos los caminos

conducían al examen como único medio de promoción y evaluación del

desempeño académico.

Alguna de las referencias teóricas en el plano pedagógico a las que recurrió

Biagosch para su informe, se relacionaban con los escritos del krausista Francisco

Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid, de

los cuales se retomaba la importancia de la relación que establecían los profesores

con sus discípulos, en términos de poder inculcarles una moral, que se sustentara

en sus actitudes y sugerencias tanto en el ámbito de la Universidad como fuera de

ella, para que los estudiantes contaran con una guía que los impulsara a transitar

los caminos del aprendizaje, la investigación y el conocimiento, descartando los

atajos de las “carreras fáciles”135.

Biagosch, en su informe a la citada comisión, que llevaría el mismo título que el

libro que publicaría Alfredo Palacios sobre la temática de la Reforma

Universitaria en 1928, “Universidad y Democracia”, dejaba plasmada una visión

de la educación que se vinculaba a su difusión o democratización, para lo cual se

incluían los niveles primarios y secundarios de la enseñanza junto a la educación

superior, consideradas como un conjunto. Planteaba Biagosch, que al igual que la

crisis que había atravesado la Universidad a lo largo de la historia en Argentina, la

educación primaria, luego del impulso que le había dado Sarmiento, lo cual quedó

plasmado en la ley 1420, se encontraba estancada en sus aspectos teóricos y en su

desarrollo y difusión. A esta situación crítica, se le sumaba una infraestructura

inadecuada, que no se había incrementado en cuarenta años, y la baja

remuneración de los educadores; y todo eso inducía a que el congreso de

estudiantes se ocupara del problema, como una de las causas de la crisis de la

educación superior en Argentina, promoviendo que los poderes públicos

135 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p.86.

119

estudiaran y sancionaran una ley general que contemplara la enseñanza elemental

y secundaria. Al planteo de la sanción de una nueva ley de enseñanza básica,

como complemento de la proyectada ley universitaria surgida del estudio y debate

de los estudiantes reunidos en el congreso, se le agregaba por parte de Biagosch la

propuesta de la creación de “mil escuelas” a lo largo del país. De esta manera se

complementaba el sistema educativo, concebido por primera vez en su conjunto,

lo que acercaba la educación con las necesidades del medio social y los

desarrollos de la pedagógica moderna, afirmaba Biagosch.

Se establecía una relación entre la problemática del analfabetismo, aunque sin

haberse Biagosch propuesto abrir ningún debate sobre ella, y la noción de

democracia. A partir de la enunciación crítica, de la imposibilidad de que pudiera

desarrollarse una democracia plena, con la existencia de niños, mujeres o adultos

analfabetos. De este modo era resaltada la función fundamental que cumplía la

escuela primaria, para servir de preparación de los ciudadanos, y permitir su

desarrollo y movilidad social. Biagosch aseveraba, que los postulados que se

establecían desde la enseñanza básica, terminaban por conformar las fórmulas de

vida para la generación que estaba en gestación, anticipando de algún modo el

porvenir. Se refería, en su discurso el presidente de la Federación Universitaria de

Córdoba, a las dos fuerzas que ejercían su acción en la república en detrimento de

la escuela pública, laica y estatal. Estas fuerzas, igualmente poderosas, eran por un

lado, la existencia de una población rural con escasa densidad demográfica, lo que

imposibilitaba la consolidación de escuelas estables en una porción bastante

grande del territorio nacional. Por otro lado, era señalada la escuela confesional,

como una competencia y un freno para el impulso y la propagación de la

enseñanza laica y pública. Respecto a las posibles soluciones para poder enfrentar

y superar a estas fuerzas que obstaculizaban la difusión de la enseñanza pública en

Argentina, Biagosch coincidía por lo tanto, con la concepción planteada por Juan

B. Justo, sintetizada en un proyecto de ley de su autoría en 1913136.

136 JUSTO, Juan B.; Educación pública, Escritos y discursos parlamentarios, Buenos Aires, Editorial la vanguardia, 1930, pp.65 a 79.

120

En la sesión de la Cámara de Diputados de la Nación, del tres de septiembre de

1913, Juan B. Justo había presentado un proyecto de ley para la creación de

escuelas primarias en todos los puntos del territorio de la república donde

existieran niños en edad escolar a quienes les faltaran establecimientos

educativos, acompañado de un exhaustivo análisis sobre la problemática del

analfabetismo en Argentina. Este análisis realizado por Justo, sustentado en

innumerables cuadros estadísticos, consignaba que en el año 1912 quienes no

concurrían a las escuelas argentinas, conformaban una cifra cercana al cincuenta

por ciento de los niños en edad escolar137.

Otro punto que se mencionaba en el informe expuesto por Biagosch, con la

aclaración de que el congreso de estudiantes no se lo había propuesto abordar,

pero que sin embargo tenía una importante repercusión en la crisis de la

universidad, atañía a la enseñanza media. En ella, había que buscar una de las

claves para poder resolver los problemas que se originaban en la educación

primaria y que subsistían, asentándose en la universidad. La propuesta, en este

sentido, se basaba en la prescindencia de la concepción de la enseñanza

secundaria como una antesala del ingreso a la universidad, para pasar a

interpretarla como la preparación de hombres social e individualmente útiles. Para

la realización de esta obra, Biagosch consideraba que no alcanzaba con la revisión

de los planes de estudio, ni la renovación bibliográfica exclusivamente, ya que el

problema abarcaba la necesidad de una formación integral por parte de los

educadores para con los educandos. En este sentido, recurría como fuente para la

búsqueda de la solución de la problemática de la enseñanza secundaria, al libro de

Ernesto Nelson, Plan de Reformas a la enseñanza secundaria publicado en 1915,

que había sido director del internado de la Universidad de La Plata, ULPI, en

donde había propuesto un planteo original, que hacía hincapié en la necesidad de

contar con la actuación de los jóvenes estudiantes para poder hacer práctica la

reforma educativa138.

137 Idem. 138 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 118.

121

También denunciaba el delegado de la Federación Universitaria de Córdoba, en

primera persona del plural, la característica generacional de la falta de maestros,

ante lo que se debía tomar conciencia de su impacto negativo en el sistema de

enseñanza, y por lo tanto proponía modificar aquella situación adversa, mediante

la promoción de una nueva camada de educadores que se estaba forjando desde el

movimiento de la Reforma Universitaria. Biagosch agregaba como otra de las

deficiencias que impactaba en la enseñanza media, pero que estaba relacionada

con la Universidad, lo que era definido como un pésimo procedimiento para la

designación del profesorado. También, Biagosch criticó esta última cuestión,

debido a que las designaciones se sustentaban en una presunción, que era la de

suponer que la sola posesión del título universitario habilitaba para la función

docente. Las consecuencias de este sistema de nombramiento en la docencia,

había sido caracterizada por Leopoldo Lugones, quien fuera nombrado en 1904

Inspector General de la Enseñanza Secundaria, en Didáctica, uno de sus libros

publicados en el marco de la conmemoración del Centenario de la Revolución de

Mayo, en 1910139. Biagosch, tomaba del texto de Lugones su conclusión, en la

que señalaba la inexistencia de alguna situación más irregular en la política

argentina de los últimos tiempos, como lo era la designación en las cátedras. Sin

embargo, este problema estaba en condiciones de encontrar una solución

provisoria, hasta tanto se crearan escuelas normales superiores, a través de la

instalación de la carrera docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la

Universidad de Buenos Aires, y la inclusión en todas las facultades del país de

cursos vinculados a la temática de la ciencia de la educación y la práctica

pedagógica, para los aspirantes a las cátedras y quienes se desempeñaban como

profesores.

Otro aspecto en el que consideraba importante dejar sentada su postura la

comisión referida, era el de la necesidad de la difusión de la extensión

universitaria, entendida como la vinculación entre la Universidad y el pueblo.

Biagosch afirmaba que mediante el impulso a la extensión universitaria, se

crearían cualidades docentes en los estudiantes. Pero, la motivación principal para

la realización de la extensión universitaria, se basaba en su concepción, en el

139 CAPDEVILA, Arturo; Lugones, Buenos Aires, Editorial Aguilar, 1973, p. 228.

122

hecho de haber encontrado una fórmula mediante la cual los universitarios

compensarían en cierta medida el sostenimiento de la educación pública por parte

del pueblo. De este modo, la Universidad retribuía a aquel, por el sacrificio

realizado cotidianamente para su sostenimiento, a partir del esfuerzo

desinteresado de los jóvenes protagonistas de la difusión de la cultura intelectual y

científica.

Biagosch, retomaba la problemática específica de la universidad, relacionada con

la democracia, cuando desmenuzaba el planteo de quienes observaban como

peligroso el aumento de la población universitaria. El supuesto que se manejaba

por parte de quienes sostenían aquella postura, se basaba en la creencia de que

había demasiados profesionales. Esta suposición fue refutada por Biagosch,

criticando la idea que la sustentaba, que se relacionaba con la característica

exclusiva que tenían las universidades de limitarse a expedir diplomas o a otorgar

habilitaciones para el desempeño de las diferentes profesiones. Para poder rebatir

esta argumentación que estaba basada en la concepción imperante de los institutos

de altos estudios, Biagosch exponía la necesidad de reformularla a partir de

priorizar el interés por la cultura y por la formación de la conciencia colectiva del

país. Este nuevo papel que se le asignaba a la universidad tomaba una gran

relevancia, ya que se constituía como el principal centro de irradiación cultural, de

acuerdo a lo que consignaba el dirigente estudiantil cordobés, debido a que las

instituciones que en otros países apoyaban o substituían las actividades de la casa

de altos estudios, como los ateneos, sociedades científicas, literarias, filosóficas o

bibliotecas, en Argentina carecían del suficiente desarrollo, en el caso de existir.

Se desprendía así como conclusión que la universidad adquiría una singular

relevancia como mecanismo democratizador, haciéndose indispensable para

Biagosch que se extendiera su esfera de acción al mayor número posible de

ciudadanos, incluyendo en su seno a todo aquel que traiga el bagaje de una

ilustración media y que por el rigorismo vigente o se somete a un implacable

rosario de exámenes o es un proscripto de los medios que el estado proporciona

para su mejoramiento intelectual.140 Al igual que en el plano de la docencia libre

140 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 125.

123

se abría la posibilidad para que pudieran ocupar las cátedras quienes demostraban

su capacidad para desempeñarse en esta actividad. En el caso de los estudiantes,

se comenzaba a reclamar que se les abriera el lugar a todos aquellos que se

sintieran capaces; con la vocación necesaria para desarrollar sus inteligencias; y

propender a la búsqueda de la justicia, la verdad y la ciencia triple empeño que yo

creo ser el único que nos ha llevado a todos a la universidad141.

El presidente y delegado en el congreso de estudiantes por la Federación

Universitaria de Córdoba, también otorgaba una enorme importancia en el

proceso de democratización de la Universidad, a la “libertad de aprender”,

concepto extraído del modelo de las universidades alemanas, lo que implicaba

concebir a los estudiantes en su condición de ser libres para inscribirse, para

asistir y para aprender. De esta manera los estudiantes se encontrarían en libertad

para elegir el orden de sus estudios, de acuerdo a sus motivaciones, intereses o

predisposición. La libre elección de los estudios, no se podía escindir de otra

reivindicación fundamental que había sido conquistada por el movimiento de la

Reforma Universitaria, y que era el de la asistencia voluntaria a las clases.

Otro de los puntos en los que se hacía hincapié en el análisis realizado por

Biagosch, estaba relacionado con el tema de la autonomía universitaria, a la que

se consideraba como relativa por lo estipulado en la ley Avellaneda, en lo

referente a la concreción del funcionamiento de las universidades, pero que tenía

que ser ampliada. El impulso renovador que se estaba gestando desde el

movimiento de la Reforma Universitaria, decía el delegado cordobés, se erigía

como una garantía suficiente para que la autonomía no quedara supeditada a la

inercia de los cuerpos directivos, cuya mayor evidencia se encontraba en las

academias vitalicias, a partir del control ejercido por un nuevo protagonista como

era el cuerpo de estudiantes. La autonomía pasaba a interpretarse como una

garantía, para poder perseguir el objetivo que se proponía cada uno de los

institutos de estudios superiores reorganizados democrática y funcionalmente;

ahora constituidos con la perspectiva de conformar de manera conjunta, la

141 Ibidem; p. 126.

124

república universitaria argentina, que estuviera en condiciones de acompañar y

desarrollar el estado cultural del ambiente del cual formaba parte.

Desde esta perspectiva, para Biagosch, la futura ley universitaria debía ser amplia,

y a la vez dejar librado a las universidades las definiciones sobre su gobierno,

planes de estudio, métodos de enseñanza, sistemas de promoción. Sustentado en

esta concepción de la autonomía, el presidente de la federación universitaria de

Córdoba, manifestaba que la futura ley universitaria debería constar de sólo un

único artículo, por el cual quedara asegurada la independencia económica de la

institución, de un porcentaje que saldría de las rentas generales de la nación, cuyo

total propuesto para el sostenimiento de las universidades nacionales e institutos

de alta cultura, se fijaba en un seis por ciento. De este modo, se reforzaba el

criterio del carácter autónomo en cuanto al funcionamiento y la organización de la

Universidad respecto al Estado.

Uno de los aspectos más novedosos que introdujo el informe de esta comisión,

cuya redacción corrió por cuenta de Biagosch, tenía que ver con la provisión de

los empleos administrativos y técnicos de la universidad. Para su conformación

debían tenerse en cuenta al cuerpo de estudiantes, ya que si la universidad abre al

estudiante las puertas de su dirección docente, debe abrirle también las de su

dirección administrativa142 De este modo, la democratización se planteaba

integralmente, abarcando todos los resortes de la vida universitaria, además de

participar como miembros plenos de los órganos de gobierno por primera vez, los

estudiantes tenían que acceder también al empleo administrativo y técnico de los

institutos de estudios superiores.

Luego de haber abordado la problemática de la relación entre la universidad y la

democracia, la comisión, recomendó dos votos a la federación universitaria

argentina, los cuales finalmente fueron sancionados en la cuarta sesión ordinaria,

el 25 de julio de 1918 en la ciudad de Córdoba. En primer término se proponía

que los poderes públicos de la nación, dictaran una ley general de enseñanza

básica y secundaria, para que se pudiera articular y complementar con la ley de

142 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 128.

125

enseñanza universitaria. La otra propuesta surgida, sostenía ordenar, como ya se

dijo, la fundación de mil escuelas en todo el territorio nacional, y gestionar el

mejoramiento de las condiciones materiales de los maestros.

Las resoluciones aprobadas por el congreso

Otras conclusiones aprobadas por el primer congreso nacional de estudiantes

universitarios, y que fueron publicadas en la edición número 12, del doce de

agosto de 1918, en la Gaceta Universitaria, pusieron de manifiesto la diversidad

de temas que se abordaron, y que habían atravesado las deliberaciones y debates

desarrollados. Tempranamente, hubo un pronunciamiento favorable a la

institucionalización de las casas del Estudiante, las cuales además de locales para

los centros, deberían contener dormitorios, para facilitar la vida y fomentar el

espíritu de cuerpo y solidaridad entre los estudiantes, tomando en consideración

siempre los intereses de la universidad de la que formaba parte, sirviendo como

lugar de alojamiento para estudiantes provenientes de lugares diferentes de donde

se hallaba ubicada la Universidad. Esta institución se encontraba inspirada en la

“Residencia de Estudiantes”, creada en 1910 por la Institución Libre de Enseñnza

de Madrid, concebida como un colegio universitario donde los residentes pudieran

gozar de un ambiente familiar y de estudio. El relator oficial fue Julio V.

González, durante la primera sesión ordinaria del congreso el 22 de julio de 1918.

Además se declararon como prioritarios el mantenimiento y ampliación de los

internados en los hospitales, lo que tenía relación con el hecho de que fue un

conflicto desarrollado en el seno de la Universidad Nacional de Córdoba desde

fines del año 1917, el desencadenante del comienzo de los sucesos de la Reforma

Universitaria.

La propagación de las relaciones inter-universitarias, se declaraba como prioridad

en la segunda sesión ordinaria del 23 de julio, a través del llamado al intercambio

de profesores de las universidades argentinas, promoviéndose así una mayor

vinculación entre ellas. A la vez, se proponía la derogación de los aranceles

existentes sobre los certificados de materias aprobadas, facilitando las solicitudes

de ingresos y la circulación entre alumnos de distintas universidades; también se

recomendaba a la Federación Universitaria Argentina la creación de la semana

126

deportiva inter-universitaria nacional. El relator oficial de la comisión fue el

delegado por la Federación Universitaria de La Plata, Carlos Lloveras.

Por otro lado, en esta misma sesión del congreso, se planteó la gestión para que

cada una de las universidades contara con un curso oficial de filosofía, con

carácter obligatorio para todos los estudiantes. Además, era considerada como

indispensable la incorporación a los planes de estudio de las distintas facultades

en las que se dictaran carreras técnicas, de por lo menos una materia con carácter

social. También, se proponía la implantación de la extensión universitaria con

carácter oficial en todas las universidades del país, y asimismo se recomendaba a

todos los egresados y alumnos que actuaban en centros no universitarios, la

organización de cursos de ese carácter. Estas conclusiones fueron relatadas por el

delegado de la federación universitaria de Córdoba, Alfredo P. Degano. En

relación con este último punto, otra de las conclusiones que surgieron del

congreso, estaba relacionada con la cultura obrera y la higiene social, a partir del

reconocimiento de la urgencia por orientar la labor universitaria para poder prestar

una colaboración efectiva, junto a otras instituciones, en campañas a favor de la

cultura pública y el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores.

Se resolvió también encomendar a los centros estudiantiles, la iniciación de una

eficaz campaña contra el analfabetismo, organizando colegios nocturnos para

obreros, con la colaboración exclusiva de estudiantes, en los que se desarrollaran

las enseñanzas que correspondían a los primeros grados de la educación básica.

Como parte de las actividades promovidas estaba la creación de una oficina de

acción social, entre todas las federaciones universitarias, para agrupar a quienes

querían colaborar en las tareas de divulgación a favor de la higiene social, la

profilaxis de enfermedades contagiosas y los efectos de vicios públicos, mediante

conferencias, folletines o el periodismo. Estas conclusiones referidas a la cultura

obrera e higiene social, llevaban la firma del delegado platense, Arnaldo Orfila

Reynal, quién fuera posteriormente, uno de los cinco delegados al congreso

internacional de estudiantes en México en 1921, e incorporaba la problemática de

la cuestión social, y la situación del pueblo trabajador, en las discusiones del

congreso con el tema de la extensión universitaria. Orfila Reynal, se hacía eco de

las experiencias de extensión y vinculación con los trabajadores, que llevaron a

127

cabo la Universidad Nacional de La Plata, desde una perspectiva institucional

impulsada por las figuras intelectuales vinculadas al socialismo que tenía en su

seno, como eran el secretario general, Enrique del Valle Iberlucea, y el profesor

Alfredo Palacios. Del mismo modo, se habían desarrollado otras experiencias,

como fueron la Universidad Libre de la Capital Federal, en 1915, y la Universidad

Popular en Córdoba en 1917.

Como una continuación de la temática anterior, también se propugnó desde el

congreso nacional de estudiantes, la conformación de una Comité social

universitario, que debía estar conformado por estudiantes, profesores y egresados,

que pertenecieran a las facultades de medicina, ingeniería y derecho. El Comité

tenía como tarea principal fijar, como celebración anual, una serie de actos

prescriptos, bajo el formato de conferencias populares: semana de la tuberculosis;

semana de la electricidad; semana del arte; semana de la maternidad e infancia;

semana de la filosofía; semana de los primeros auxilios médicos; día del sufragio;

día del ahorro. Como complemento se proponía realizar paseos y salidas a lugares

relacionados con las problemáticas establecidas, así como también la organización

de funciones especiales como conciertos sinfónicos u obras de teatro. La

reglamentación específica correría por cuenta de los consejos superiores de cada

Universidad. Estas resoluciones fueron impulsadas por el estudiante de medicina

cordobés, Jorge Orgaz. Se establece así, la fijación de temas que permitieran

articular de manera efectiva, la búsqueda de una vinculación más estrecha entre

los estudiantes y los trabajadores, que iban desde las cuestiones técnicas y

relacionadas con los oficios básicos, pasando por los problemas cotidianos que

sufrían principalmente los trabajadores en cuanto a las condiciones de vida, hasta

la posibilidad de acceder al conocimiento del arte, la filosofía y los derechos de

ciudadanía.

La Gaceta Universitaria, resaltaba como un gran gesto de solidaridad de los

estudiantes, en la segunda sesión ordinaria, lo que se tituló en las actas del

congreso como la recepción extraordinaria de exámenes y universidad libre, y

tenía que ver con la situación que atravesaban quienes cursaban las materias,

frente al conflicto que se desarrollaba en universidad nacional de Córdoba, que

estaba clausurada por tiempo indeterminado. Ante este estado de cosas, los

128

alumnos se encontraban expuestos a la posibilidad de perder el año lectivo de

1918. Como posible solución, la Federación Universitaria Argentina resolvió

encomendar la gestión ante las autoridades de las universidades de Buenos Aires y

La Plata, con el objetivo de permitir la recepción de exámenes a los estudiantes de

la Universidad de Córdoba, en iguales condiciones que la de sus alumnos

regulares. Para poder concretar el traslado de los estudiantes de Córdoba hacia las

otras universidades nacionales, se establecía la realización de una suscripción

entre los quince mil estudiantes federados de todo el país, con cuyos fondos se

afrontarían los costos del traslado.

Ante la precariedad institucional en la que se encontraba sumida la Universidad,

cuya autoridad rectoral era desconocida, se propiciaba en Córdoba la creación de

la Universidad Libre, como nueva instancia de difusión de la cultura en reemplazo

de la institución de estudios superiores existente, que se replegaba sobre su

estructura como eje de la provisión de la aristocracia doctoral, cerrándose y

enfrentando a la posibilidad de una renovación impulsada por el movimiento de la

Reforma Universitaria. Merece señalarse en relación con este tema, el antecedente

de la Institución Libre de Enseñanza, en España en 1876, inspirada en el espíritu

de la defensa de la libertad de pensamiento, presentándose como el resultado de

una iniciativa surgida de la sociedad, que prescindía de la tutela del Estado. Estas

consideraciones, llevaban la firma del Presidente de la Federación Universitaria

Argentina, Osvaldo Loudet, y de los presidentes de las federaciones de Buenos

Aires, Amílcar Burgos, de Santa Fe, Alejandro Grunning Rosas, de Tucumán,

Hector López, y de la delegación de La Plata, Cesar Ferri.

Otra de las novedades institucionales surgidas de las deliberaciones en el seno del

congreso de estudiantes, fue impulsada en la tercera sesión ordinaria del 24 de

julio de 1918, y era la propuesta de creación de la Universidad Nacional del

Litoral. Se recomendó al Congreso Nacional, la rápida sanción del proyecto para

erigir la nueva casa de altos estudios, cuyo radio de influencia se extendía por tres

provincias del litoral argentino, y sus sedes se distribuían entre las ciudades de

Santa Fe, Rosario, Paraná y Corrientes. Quien estuvo como relator oficial de esta

comisión que formulo el surgimiento de una nueva universidad, nacionalizándose

la provincial existente de Santa Fe, e introduciéndole un formato regional, fue el

129

delegado santafesino Ángel Caballero. Desde el año 1912, existía un movimiento

para la nacionalización de los títulos emitidos por la Universidad Provincial de

Santa Fe, creada en 1889, que fue adquiriendo importantes dimensiones y

adhesiones de figuras públicas como el Gobernador radical electo en 1912,

Manuel Menchaca junto a legisladores e intelectuales; y transformando sus

demandas, al reclamar la conformación de una nueva Universidad Nacional en

reemplazo de la existente, cuya sede radicaba en uno de los colegios confesionales

de la capital provincial, como era el de la Inmaculada Concepción creado por la

Compañía de Jesús en 1610.

A su vez, se incorporó a las actividades universidades a partir de esta sesión, por

primera vez, la educación física como un complemento de la enseñanza. Por este

motivo, se declaraba la necesidad de contar con un director de educación física

para cada universidad; que se construyeran campos de deportes e instalaciones

para uso de los estudiantes, y que se habilitara también para uso del público. El

relator de la comisión de que estudio la temática de la educación física, Federico

Falco, hacía expreso el deseo de la juventud universitaria argentina, de crear la

Asociación nacional de educación física.

Durante la cuarta sesión ordinaria del congreso de estudiantes, el veinticinco de

julio, además de las resoluciones referidas al dictado de una nueva ley general de

enseñanza elemental y secundaria, la mencionada creación de mil escuelas y el

mejoramiento de la situación del maestro, que había contado con el relato de

Emilio Biagosch; también apareció una resolución, sin firma, que hacia referencia

al costeo de la enseñanza para estudiantes pobres, mediante un “impuesto al

ausentismo”. En la resolución, se manifestaba que el primer congreso nacional de

estudiantes debía advertir a los poderes públicos para que se abocaran al estudio

del costo que implicaba la enseñanza superior, con el objetivo de asistir a los

estudiantes que no podían afrontarlo, recomendando para contar con los recursos

suficientes el impuesto al ausentismo, que implicaría el cobro de un recargo

adicional para los propietarios no domiciliados en el territorio nacional, con lo

cual se afectaría a los sectores más concentrados de la renta agropecuaria. Esta

propuesta demostró alguno de los límites que tuvo el congreso en cuanto a las

transformaciones estructurales de funcionamiento de la Universidad, que estaba

130

propugnando realizar. Tras una reñida votación, luego de una larga discusión, el

congreso por 21 votos a 19 se denegó la propuesta presentada por los delegados

de la federación universitaria de Buenos Aires, Gabriel del Mazo y Dante Ardigó,

en la que se postulaba el concepto de la gratuidad de la enseñanza.

En el proyecto original presentado por los estudiantes porteños, se postulaba

propiciar ante los poderes públicos el establecimiento de la gratuidad de la

enseñanza superior, para cuyo objeto, el producido de un “impuesto al

ausentismo”, podría suministrar los fondos necesarios143. De este modo, la

propuesta inicial de del Mazo y Ardigó, para terminar con los aranceles o

derechos que se cobraban con carácter de obligatoriedad en todas las

universidades del país, se modificó cualitativamente hasta convertirse en una

propuesta de subsidio mediante becas hacia los estudiantes pobres. La

instauración de la enseñanza universitaria gratuita, por lo tanto, no contaba con la

unanimidad de los delegados, reunidos en el congreso, aunque los resultados de la

reñida votación indicaban, que la propuesta presentada tenía asidero, aunque

quizás todavía no había llegado el momento para su instauración. A la vez,

revelaba la procedencia social de la mayoría del estudiantado, perteneciente a las

clases medias y altas, que no tenían en ese momento como objetivo principal

resolver el problema de la gratuidad de la enseñanza.

El proyecto, que finalmente no prosperó, para garantizar la gratuidad de la

enseñanza superior, estaba inspirado en el modelo de Uruguay, en donde los

gastos universitarios se costeaban con un impuesto al ausentismo. En la

argumentación del proyecto presentado por Del Mazo y Ardigó, se consideraba

como indispensable el aumento de los recursos destinados al financiamiento de la

educación superior. Estos recursos adicionales, serían dirigidos a cubrir los

nuevos gastos que implicaban las transformaciones propiciadas desde el congreso

de estudiantes, como eran las creaciones de nuevas universidades nacionales, o la

incorporación de nuevos métodos y orientaciones, como la libre docencia, y la

creación de nuevos institutos de investigación y laboratorios científicos.

143 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 132.

131

Otra de las propuestas surgidas de la cuarta jornada tenía relación con la

promoción del periodismo universitario, que era visto como el mejor medio del

que se debía valer la nueva generación, para poder desarrollar lo que se definía

como el imperativo de la época: una profunda cultura colectiva y severa ética

individual144. Se sugería desde el congreso de estudiantes, que a partir de los

acontecimientos que se desenvolvían en el orden internacional, o sea la gran

guerra europea, la revolución rusa y la revolución mexicana, era el momento de

desvincularse de los problemas europeos, para dedicarse a afrontar y resolver los

de índole exclusivamente americana, que junto a los problemas nacionales debían

estar plasmados en las distintas revistas estudiantiles que abordaban diferentes

disciplinas científicas. Como una actividad concomitante se inclinaba el congreso

hacia la adopción de una técnica de labor intelectual, que tendiera a la

uniformidad, para de esta manera poder establecer un intercambio intelectual,

aminorando las diferencias culturales entre las diversas regiones de la nación y

entre las naciones latinoamericanas.

En la quinta sesión ordinaria, el 26 de julio, se plasmó la inquietud por orientar la

enseñanza artística del país, y encauzarla según un sentido nacional y de

contribución a la creación de un arte propio, a partir de la utilización de elementos

autóctonos. La enseñanza suministrada en los institutos superiores de cultura

artística, pasaban a denominarse como Facultades de Arquitectura, las cuales

tenían como objetivo, complementar conjuntamente el arte con los conocimientos

científicos y técnicos básicos. El relator oficial de esta comisión fue el estudiante

Fernando Rosas. La idea fundamental estaba relacionada con poder plasmar en el

arte, parte de la cultura nacional, mediante el estudio y la elaboración de nociones

que implicaran el conocimiento de las realidades geográficas del país, junto a sus

expresiones autóctonas, con la utilización de los avances científicos existentes de

la época, bajo la rigurosidad de una Facultad específica, distinguiéndose de las

carreras de ingeniería o matemática que hasta el momento contenían a la

arquitectura. Ésta, a partir de ese momento, adquiriría un desenvolvimiento

propio, y comenzaría a relacionarse más institucionalmente con las Bellas Artes.

144 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 199.

132

Durante la sexta sesión ordinaria del congreso, el 27 de julio, se resolvió una

declaración por la nacionalización de la Universidad de Tucumán, y se

encomendó a la Federación Universitaria Argentina que solicitara al poder

ejecutivo nacional la inmediata sanción de una ley-contrato con el gobierno

provincial que facilitaría su nacionalización. El relator de esta comisión fue el

delegado de la federación universitaria de Tucumán, Alejandro Terrera. Otra

resolución que es dable destacar de esta sesión, tenía relación con el juramento de

los egresados, que en el caso de la Universidad de Córdoba estaba regido por una

ceremonia ritual prevista en las “constituciones” dictadas por el obispo Andrés de

Rada, visitador de la provincia del Paraguay. La constitución que regulaba el

funcionamiento y la vida universitaria, se sustentaba en la ratio studiorum oficial

de 1599, en la cual se estableció la normativa vigente por parte de la Compañía

general de la orden de Jesús para todas sus instituciones educativas. El graduado

debía realizar un juramento de solemnidad en el que se comprometía a defender la

Concepción Inmaculada de María Santísima; también juraba impugnar y detestar

la doctrina del tiranicidio y del regicidio, así como mantener la obediencia al

Rector de la Universidad; luego recibía arrodillado las insignias que lo distinguían

como doctor145. La Comisión integrada por los delegados cordobeses Ismael

Bordabehere e Hiram Pozzo, terminó con esta tradición clerical, y resolvió

declarar la libre elección de la fórmula para el juramento de los egresados. Esta

posibilidad, de poder dejar de lado las prescripciones establecidas durante tres

siglos por parte de la Universidad de Córdoba, comenzaba a dar por tierra con uno

de los preceptos fundamentales inculcados por la Compañía de Jesús señalados

por Lewis Coser; esto era, la necesidad de estar adiestrado rigurosamente en la

obediencia ciega, el auténtico jesuita se convertía en un soldado modelo del

ejército espiritual de la Iglesia militante146. La ruptura con esta tradición, ya había

sido declarada públicamente por el Manifiesto liminar, cuando en él se

proclamaba el “derecho a la insurrección”, y caracterizaba a la religión propagada

por la Compañía de Jesús, como la que enseñaba a menospreciar el honor y

deprimir la personalidad, convirtiéndose en una religión para vencidos o para

esclavos.

145 PALACIOS, Alfredo, ob. Cit., pp. 50 a 66. 146COSER, Lewis; ob. Cit., p.120.

133

En las sesiones octava y de clausura, se destacó la declaración de solidaridad con

el movimiento de la juventud de Córdoba. Se consideraba que la situación de

crisis en la que se encontraba en ese momento la Universidad de Córdoba, tenía

como causa principal a la permanencia del doctor Antonio Nores, miembro de la

Corda Frates, en el rectorado, lo que implicaba una severa y terminante

impugnación por parte de un sector importante de la opinión pública del país. El

congreso sostenía que el estado de cosas en el que se encontraba la Universidad,

sólo podría hallar una solución con la renuncia al rectorado de Nores. Y

finalmente, se encomendaba a la Federación Universitaria Argentina la gestión

ante los poderes públicos para encontrar una rápida solución al conflicto. Con lo

cual se abría la posibilidad para que se decretara una nueva intervención por parte

del Poder Ejecutivo Nacional, pero desde una posición diferente, que daba lugar a

tener mayores posibilidades de hacer valer sus posturas, por parte del movimiento

que propugnaba la Reforma Universitaria, dentro de la correlación de fuerzas de

los sectores en pugna. La juventud universitaria ya contaba con un nuevo formato

institucional previsto para la organización de las universidades, y además había

salido al espacio público, mediante declaraciones y acciones que cosecharon

importantes adhesiones de intelectuales, de numerosos dirigentes y partidos

políticos, y de organizaciones de trabajadores de toda la República.

Discursos de clausura del congreso

Durante la sesión de clausura del congreso de estudiantes se pronunciaron dos

discursos públicos, que estuvieron a cargo del joven graduado que participó del

movimiento de la Reforma Universitaria desde el Comité Córdoba Libre, y fue

autor del Manifiesto liminar del 21 de junio de 1918, Deodoro Roca; junto con el

discurso de despedida a las delegaciones en nombre de la juventud de Córdoba

que estuvo a cargo del delegado de la federación universitaria, Manuel T.

Rodríguez. Éste último comenzó su discurso manifestando haber sentido vibrar

durante el desarrollo de las jornadas del congreso, el impulso de similares anhelos

y un mismo ideal, lo cual había sido definitorio para poder generar entre todos los

134

participantes la comprensión de la hermandad de corazón y de cerebro147que los

unía, e impulsaba su accionar colectivo. Manuel Rodríguez expresaba en la

despedida a las delegaciones estudiantiles, la inquietud que había motivado esta

congregación, y dio lugar a un nuevo formato institucional para las universidades

argentinas. Se trataba de dar a conocer al país, el modo en el que la nueva

generación intelectual, surgida de la reforma universitaria, aspiraba a realizar el

alto ideal de la cultura nacional. Esta obra, aseveraba el estudiante Rodríguez, se

hacía al margen de todo interés, sin prejuicios y con el entusiasmo y la esperanza

como atributos inherentes a la juventud de sus protagonistas. Luego de proclamar

la necesidad de ruptura con una tradición y el haber renegado de una fe, para de

este modo poder encauzar la búsqueda de un rumbo, Manuel Rodríguez ubicaba

la posibilidad de prosperar en el anhelo de la reforma a través de la reafirmación

por parte de la juventud universitaria, de su aspiración por una permanente

renovación espiritual.

El discurso del delegado de la federación universitaria de Córdoba, hundía sus

raíces en el idealismo de José Enrique Rodó, al afirmar que la obra que llevaba

adelante la juventud estudiosa se trataba de una cruzada espiritual, ya que

representaba un ideal de verdad, de amor y de belleza enfrentado al materialismo

utilitario. Se afirmaba por parte de Manuel Rodríguez, que a partir de las jornadas

vividas, a las que definía como llenas de idealismo, se había logrado “auscultar”

el porvenir argentino, por lo que asumía en nombre de la juventud estudiosa un

compromiso colectivo mediante el cual se emprendía el desafío de crear el “alma

argentina”.

En el discurso de clausura de ese mismo primer congreso nacional de estudiantes

universitarios que tituló Deodoro Roca: “La nueva generación americana”, se

planteaba la idea de una pertenencia generacional a la que denominaba como la

generación de 1914, y que estaba alumbrada por la responsabilidad ante el

incendio de Europa por la Gran Guerra. Esta identificación propugnada por

Deodoro Roca implicaba complementariamente una diferenciación, ante la

generación anterior, caracterizada por éste como adoctrinada en el ansia

147 DEL MAZO, ob. Cit., Tomo III, p. 220.

135

inescrupulosa de la riqueza, en el desdén por la obra desinteresada, y en las

direcciones del agropecuarismo cerrado o la burocracia apacible y mediocrizante.

Denunciaba, a su vez, que a partir de esa actitud adoptada por la generación

precedente, se fugaba la espiritualidad, incluido el viejo esprit de los criollos,

como resplandor de los campamentos lejanos en donde se afianzó nuestra

nacionalidad148, diluyéndose en la grisácea uniformidad de conducta y en las

oscuras prácticas de Calibán149. Como se sabe, tomaba la difundida figura de “La

Tempestad”, obra escrita por William Shakespeare, que adquirió vuelo propio en

el continente latinoamericano con la reinterpretación realizada por José Enrique

Rodó en el “Ariel”. Del discurso de Deodoro Roca, se desprendía una referencia

directa a un texto escrito por Rubén Darío para el diario El Tiempo de Buenos

Aires, el 20 de mayo de 1898, cuyo título era “El triunfo de Calibán”, y en el cual

se distinguían para ponerlos en crítica a los valores “animalescos” que portaba la

civilización norteamericana en procura de la caza del dólar, que circunscribía su

accionar a la fábrica y a la Bolsa, a diferencia de la cultura latina, cuya fuente se

encontraba en la idealidad y la comunidad de su espíritu. Estos planteos precedían

y se empalmaban junto a las claras influencias del “Ariel” de Rodó en las

juventudes intelectuales latinoamericanas. Deodoro Roca, además, criticaba la

actitud de buscar “la fórmula del universo”, y como única forma de ver la realidad

a través del libro recién llegado, “cualquiera fuera su procedencia y su calidad”150.

Deodoro Roca afirmaba que aquella actitud de la generación precedente, estaba

cargada de retórica, y se convertía en grandilocuencia en el campo literario, en

gesticulación pura en el campo político, en rito puro en el campo religioso, en

simulación cínica o pedantería en el campo docente, fraude o escamoteo en la vida

comercial, ostentación, vanidad, ausencia de simpatía real en el campo de la

sociabilidad, duplicidad de enseñanza en la vida familiar, y enajenación de

virtudes a favor de vicios ornamentales en el plano de la moral. Sin embargo,

Deodoro Roca rescataba en su discurso, algunas “voces” que se habían alzado

148 ROCA, Deodoro; El drama social de la Universidad, Córdoba , Editorial Universitaria de Córdoba , 1968, p.22. 149 Idem. 150 Idem. p. 23.

136

frente a aquella actitud, rescatando la fe en los destinos de la nacionalidad, como

era la de Ricardo Rojas.

Retomaba de Rojas la idea de darle contenido americano e infundirle carácter,

espíritu, “fuerza interior y propia al alma nacional”, y de este modo poder generar

una conciencia orgánica de pueblo. Para Deodoro Roca, el planteo de Rojas

quedaba confirmado con los festejos del centenario del año 1910, los cuales eran

disonantes con lo descripto por éste como: un tumulto babélico, triste, violento y

oscuro151, y organizados por el Estado “rastacuero”, que era producto no de la

expansión orgánica de las fuerzas, sino la consecuencia “de un simple agregado

molecular”, no desarrollo, y si yuxtaposición. Se hacía eco del lamento de Rojas,

y aseveraba que se había perdido la conciencia de la personalidad: Dos cosas -en

América y, por consiguiente, entre nosotros- faltaban: hombres y hombres

americanos152. Para sustentar esta afirmación, también rastreaba la génesis de este

problema, a partir del rol al cual había sido sometido el continente americano

durante el coloniaje, esto era, haber sido materia de explotación y objeto para el

mayor rendimiento en la generación de riqueza ajena. Desde aquel momento y en

nombre de estos objetivos, se había sacrificado la vida autóctona, con razas y

civilizaciones153, lamentaba Deodoro Roca; sobre todo porque lo que no se había

destruido en nombre del trono, se lo había hecho en nombre de la Cruz. Y al

mantenerse el hecho de la función de ser materia de explotación, a lo largo del

tiempo, concluía que se vivía sin otro ideal, se estaba siempre de paso, y quien se

quedaba lo hacía con resignación, y esa tensión se propagaba por contagio

imitativo a los propios hijos del país, por lo tanto se andaba por la tierra de

América, sin vivir en ella.

Frente a este crudo diagnóstico, se abría una esperanza a partir del accionar de las

nuevas generaciones, de las cuales formaba parte el auditorio de estudiantes

universitarios al que se dirigía en su discurso. La nueva generación, a diferencia

151 Ibidem; p. 24 152 Ibidem 153 Idem, p.25.

137

de la precedente, según el intelectual cordobés, comenzaba a vivir en América, a

preocuparse por sus problemas, por el conocimiento de todas las fuerzas que

actúan, se agitan y limitan la vida de la nación, renegando de literaturas exóticas y

midiendo su propio dolor, para poder remover los obstáculos que se oponían a la

expansión de la vida en esta tierra154. Esta nueva actitud asumida por la juventud,

no significaba cerrarse a la sugestión de la cultura proveniente de otros

continentes, sino abrirse a la comprensión de lo propio, crear hombres y hombres

americanos era la imposición de la hora.

Finalmente Deodoro Roca, advertía que el secreto de la futura transformación se

encontraba en la Universidad; pero para que se hiciera realidad se necesitaba ir a

las universidades a vivir, no a pasar por ellas; y desde allí formar el alma de la

nacionalidad. Esto implicaba operar una revolución desde arriba. Pero, se

aclaraban los términos de esa operación, planteándola como una acción reciproca

entre la Universidad y el pueblo para que pudiera surgir su real grandeza. Y a su

vez, expresaba su profesión de fe en la nueva sensibilidad, y la preparación para

realizar esta tarea por parte de la generación que asomaba a la vida del país,

manifestando una posición distinta e inequívoca ante los problemas universales de

la cultura, diferenciándose respecto a la concepción del mundo que tenían las

élites dirigentes nacionales de la generación del ’80, y la aristocracia doctoral

local. Esta actitud y sensibilidad asumida por la nueva generación, quedaba

reflejada para Deodoro Roca en el impulso para la realización del Congreso de

Estudiantes, y en el espíritu que animó su desarrollo durante la semana que

sesionó en la ciudad de Córdoba. También planteaba la idea de una revolución

que recién comenzaba, y sostenía que por los pensamientos de los jóvenes

estudiantes de todo el país reunidos en el Congreso, pasaba, casi silencioso, el

porvenir de la civilización del país. Por último sintetizaba el espíritu de las

resoluciones surgidas del Congreso como un fiel reflejo de la nueva generación,

en primer lugar a través del soplo democrático que significaban las nuevas bases

de reorganización, y luego del planteo de la necesidad de ponerse en contacto con

el Pueblo, ya sea abriéndole las puertas de la Universidad o desbordándola sobre

él155.

154 Ibídem. 155 ROCA, Deodoro; ob. Cit., p.27

138

De este modo Deodoro Roca, le otorgaba al espíritu de la Universidad la tarea de

conformar la construcción de la Nación, a través del espíritu del estudiante

educado en la solidaridad en la ciencia y en la vida; del ejercicio de ser

sistemáticamente heroicos en las pequeñas cosas “no necesarias” de todos los

días; y sobre todo en el afán sin emulación egoísta156 de sobrepasarse a sí

mismos, a partir del ansia del saber, la inquietud del ser, en medio de la

cordialidad entre los hombres. Cabe establecer para estas proposiciones,

difundidas por el autor del Manifiesto liminar, una analogía con el análisis

realizado por Walter Benjamin, en “La vida de los estudiantes”157, publicado en

1915, y que formara parte de una de sus conferencias con motivo de su

nombramiento como presidente de la “Comunidad estudiantil berlinesa”. En este

escrito, se enfatizaba la necesidad de propender a una máxima vinculación entre

profesión y vida, para lo cual los estudiantes tendrían que lograr transformar a la

Universidad, para hacer compatible el saber permanente que se acumula en su

ámbito, con la búsqueda de nuevo métodos, como una constante revolución

espiritual donde se suscitan cuestiones nuevas mas penetrantes, oscuras e

inexactas que las cuestiones científicas, pero no pocas veces producidas por una

intuición mas profunda que en estas158. De esta manera, Benjamin, al igual que

Deodoro Roca, les asignaba una tarea preponderante a los estudiantes en términos

prospectivos, en este caso una función creadora, encargada de utilizar un aparato

filosófico para traducir a un lenguaje científico, las ideas nuevas que previamente

surgieron en los terrenos del arte y de la vida social.

Otra de las categorías de análisis que se desprende del discurso de Deodoro Roca,

es asimilable a lo que Pedro Henríquez Ureña definiera como “nacionalismo

espiritual”159, en una conferencia pronunciada en la Universidad de La Plata en

156 Ibidem; p.28 157 BENJAMIN, Walter; La metafísica de la juventud, Barcelona, Editorial Altaya S.A., 1998, pp. 117 a 136. 158 Ibidem; p. 129. 159 HENRIQUEZ UREÑA, Pedro; Ensayos en busca de nuestra expresión, Buenos Aires, Editorial Raigal, 1952.

139

1922 con el título: “La utopía de América”. De ella se desprendía el ejemplo de la

obra que estaba llevando a cabo la revolución mexicana, dotada con instrumentos

vinculados a la cultura que le daba una forma específica al nacionalismo. Para

Henríquez Ureña a través de una cultura social fundada en el trabajo, ofrecida y

diseminada hacia toda la población, y que se encontraba basada no sólo en el

aprender a conocer sino igualmente aprender a hacer. No debía haber alta cultura,

porque sería falsa y efímera donde no existiera la cultura popular. Este nuevo tipo

de nacionalismo cultural, nacía de de las cualidades de cada pueblo, traducidas en

arte y pensamiento, lo cual tomó cuerpo posteriormente en el Congreso

Internacional de Estudiantes en México, bajo la fórmula de: nacionalismo de las

jícaras y los poemas160.

Gregorio Bermann, englobará estas nociones referidas a la búsqueda del

desarrollo de la vida espiritual relacionadas con una cultura de la juventud, en el

concepto de wandervögel, acuñado por las rebeliones juveniles alemanas de

comienzos del siglo XX. En Berlín, en 1900 se creó un grupo, constituido por

estudiantes secundarios, con cierta inspiración anárquica, que se manifestaba en

una actitud de rebeldía contra la escuela, el hogar y la atmósfera burguesa

existente: los wandervögel (aves migradoras), se iban en bandas a través de los

bosques en los días de fiesta, y durante las vacaciones hacían largos viajes, en los

que descubrieron la naturaleza y la alegría de ser libres. En los años siguientes,

el movimiento se extendió a toda Alemania y a todos los medios, pues junto al

wandervögel burgués, había uno proletario161. Bermann, señala que el sentido de

la aparición de este movimiento, se fundamentaba, en su insurgencia contra la

civilización materialista, racionalista, que era considerada por los jóvenes, como

opresora y llena de mentiras convencionales, ante lo cual se impulsaba un nuevo

movimiento espiritual, que aspiraba a la creación de una cultura juvenil, como un

nuevo estilo de vida, lo cual es asimilable con el ideario transmitido por los

protagonistas de la nueva generación intelectual en Argentina desde 1918.

160 Idem; p. 23. 161 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p 67.

140

En el caso de los planteos propuestos por Deodoro Roca, considerado por

Gregorio Bermann como uno de los intelectuales principales surgidos del

movimiento de la Reforma Universitaria, junto a la noción de la necesidad de

crear una nueva cultura juvenil con una clara impronta de rebeldía, se ensamblaba

con la tradición nacional que hundía sus raíces en la generación de Mayo,

liberadora de los pueblos americanos, para lo cual habían conformado un “club

juvenil”162; y también se puede identificar este ideario con otra tradición de

movimientos juveniles autóctonos, como fue el de la Joven Argentina como obra

de algunos miembros de la generación del ’37. Sin embargo, a pesar de la línea de

continuidad con estos movimientos de jóvenes, que gravitaron para la

incorporación de valores intelectuales y de gobierno para la República durante el

siglo XIX, la Reforma Universitaria, además de ser una obra impulsada por una

elite referenciada como grupo juvenil, se caracterizó también por transformase en

un movimiento concomitante con la aparición de las masas en Argentina. A la vez

los rasgos originarios que adquirió el movimiento reformista en el desarrollo de su

conformación, y su empalme con planteos vinculados a un tipo de nacionalismo

cultural, le permitieron propagarse como un fenómeno político y cultural

latinoamericano.

162Ibidem; p. 20.

141

Capítulo II

La Concreción de la Reforma Universitaria y su proyección

nacional.

Las Repercusiones parlamentarias

Los sucesos de la Reforma Universitaria comenzaron a tomar dimensión nacional,

y motivaron el pedido de interpelación del ministro de Instrucción Pública Julio

Salinas, por parte del diputado socialista, Juan B. Justo. En la sesión del 17 de

julio de 1918 en la Cámara de Diputados de la Nación, Justo planteó la necesidad

de interpelar a Salinas con el objeto de promover una nueva intervención de la

Universidad de Córdoba, por parte del gobierno nacional para poder zanjar la

disputa en la que se encontraba envuelta, y lograr poner en práctica las

reivindicaciones de la juventud universitaria. Fundamentaba su solicitud por la

situación: del conflicto que perdura desde el mes de marzo hasta la fecha, con

grave detrimento del trabajo de los jóvenes inscriptos en aquella universidad,

gran establecimiento nacional de instrucción superior en el cual se insumen

muchos centenares de miles de pesos de la nación. Es sabido que los estudios

están allí interrumpidos desde el comienzo del año y que el poder ejecutivo ha

intervenido ya una vez en aquella universidad, con un resultado dudoso a juzgar

por el estado actual del instituto, y es sabido también que su clausura acaba de

ser declarada con carácter permanente, o sin plazo determinado, por las

personas que actúan como autoridades en aquella universidad, y que estudiantes

de la capital amagan en estos momentos con una huelga general en apoyo de sus

compañeros de Córdoba163 . En primer término, el diputado socialista ponía de

manifiesto su preocupación por la inversión de dineros públicos nacionales, por

parte del Parlamento, en una Universidad que no estaba cumpliendo con su tarea.

Reforzándolo luego con la posibilidad de que se paralizara el resto de las

universidades, debido a solidaridad de los estudiantes del país con el conflicto

iniciado en Córdoba.

163 JUSTO, Juan B.; Educación Pública. Escritos y Discursos Parlamentarios. Obras Completas, Tomo III, Buenos Aires, Editorial La Vanguardia, 1930, p. 222.

142

Luego de aceptar las causas que motivaron el pedido de interpelación presentado

por Justo, la Cámara de Diputados de la Nación, resolvió realizar una invitación al

ministro Salinas a la sesión del 24 de julio de 1918, con el fin de que informara

sobre los resultados de la intervención del Poder Ejecutivo nacional en el conflicto

universitario de Córdoba, y sobre sus “propósitos” ante la prolongación y

agravamiento de esta situación.

El día que estaba previsto para su interpelación, el Ministro de Instrucción Pública

no se presentó, aunque envió una nota dirigida a la Cámara de Diputados de la

Nación el 24 de julio de 1918, en la cual expresaba que como parte del Poder

Ejecutivo evaluaba que no le correspondía dar cuenta de sus actos respecto de la

intervención en la Universidad de Córdoba en el Parlamento, debido a que

juzgaba que esta acción se encontraba dentro de sus atribuciones constitucionales.

Salinas señalaba que las incidencias ocurridas en la Universidad Nacional de

Córdoba, que habían determinado la intervención del Poder Ejecutivo, en virtud

de atribuciones que le eran propias, tenían como fin reparar y remover las causas

de la “anormalidad” existente en su seno, para poder conseguir que aquella

institución pudiera estar en condiciones de reasumir legalmente el ejercicio pleno

de sus funciones.

A pesar de la ausencia del ministro Salinas en el recinto, el diputado Justo

desarrolló una extensa intervención, fijando su postura ante los sucesos de la

Reforma Universitaria, y formulando un diagnóstico de las condiciones que la

impulsaban. Cabe destacar además, sus antecedentes de participación en los

movimientos de 1890 y un rol protagónico en los que desembocaron en la reforma

del Estatuto de la Universidad de Buenos Aires en 1906; que apenas había

asumido como diputado electo por el Partido Socialista en 1912, interpeló al

ministro de Instrucción Pública de Roque Saénz Peña, una figura vinculada al

clericalismo como era Tomás R. Cullen, denunciándolo como uno de los

causantes de impedir el libre desenvolvimiento intelectual de la juventud

argentina. En aquella interpelación parlamentaria, en la cual estuvo presente el

Ministro Cullen, la fundamentación se basaba en el rechazo a la exigencia del

Rector del Colegio Nacional de Córdoba, dependiente de la Universidad, de que

143

los alumnos asistieran de manera obligatoria a la misa del día de la Virgen de

Monserrat. Sin embargo, en esta ocasión, Justo no se proponía impugnar al

Ministro Salinas, sino propiciar un involucramiento del Estado en el conflicto

desatado en la Universidad de Córdoba, para apuntalar al movimiento de la

juventud universitaria cordobesa, en sus objetivos de renovación y transformación

que abarcaban principalmente el ámbito cultural, transvasándolo con la dinámica

que había adquirido la disputa establecida entre las distintas organizaciones y

concepciones ideológicas en pugna.

El discurso de Justo en la Cámara de Diputados, fue efectuado, de todos modos,

el 29 de julio de 1918, y en el se proponía dilucidar lo que consideraba uno de los

problemas prioritarios para el momento de la vida intelectual y moral que

atravesaba el país, como era el conflicto suscitado en la Universidad de Córdoba.

Sostenía que se perjudicaba a: no menos de mil estudiantes y con despilfarro

evidente de más de un millón de pesos que obtenemos en forma de impuesto y

votamos para sostener aquella mala universidad164. Cabe recordar, que Justo

había realizado una visita institucional a la Universidad de Córdoba una semana

antes, en la que se entrevistó con sus autoridades, y pudo percibir el ambiente en

el que se desarrollaba el conflicto. En este sentido, señalaba el diputado socialista

a sus pares, el compromiso asumido para aclarar y resolver el “problema urgente”

que apasionaba a la “juventud estudiosa argentina”, lo cual motivaba que

promoviera la interpelación. Aclaraba que por primera vez, recurría a este

mecanismo legislativo no como acto de oposición ante los propósitos del Poder

Ejecutivo, sino más bien para estimularlo en su acción y contribuir a que su obra

fuera fructífera165. Justo se manifestaba preocupado por la suerte de la

Universidad de Córdoba, la cual había sido sometida a importantes críticas, por su

fuerte impronta clerical; y además por el hecho de haber recibido un mensaje de

los estudiantes universitarios cordobeses al iniciarse el momento más agitado del

movimiento, pidiendo su intervención para que apoyara sus reivindicaciones.

164 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 225. 165 Ibidem; p. 226.

144

También resaltaba Justo, que una resolución del último congreso del Partido

Socialista había incluido el asunto universitario entre los puntos del programa

mínimo. El congreso socialista de 1918 fue la primera instancia política que trató,

por intermedio de su estudio, la problemática universitaria como una de las

cuestiones trascendentes de la vida nacional. De las distintas proposiciones

planteadas por los delegados durante el desarrollo del XIV congreso nacional, que

tuvo lugar concomitantemente con los sucesos de la Reforma Universitaria, el 11

de junio de 1918 y fue presidido por Justo, surgió la incorporación por primera

vez de un punto referido a la política universitaria al programa mínimo del Partido

Socialista: Democratización de las Universidades y extensión popular de su

enseñanza. (Art. 5, inciso E)166. En ese mismo congreso socialista, asumiendo una

postura política partidaria protagónica respecto a los sucesos que terminarán

desencadenando la Reforma Universitaria, se había acordado enviar un telegrama

de solidaridad a la Federación Universitaria de Córdoba.

El diputado socialista se proponía enfrentar el prejuicio que intentaba instalarse,

frente al espíritu del movimiento juvenil que se estaba conformando, por parte de

las autoridades de la Universidad Nacional de Córdoba, y los diferentes grupos

que apoyaban a los miembros que formaban parte de la elite dirigente local. Se

hacía eco Justo de las declaraciones públicas que había realizado el Rector electo

el 15 de junio de 1918, Antonio Nores, cuando denunciaba, en la comunicación

enviada al Ministro Salinas en la que daba a conocer la suspensión de las clases,

como un movimiento dirigido indefectiblemente hacia “el más crudo socialismo”,

por la presencia de varias personalidades representativas de esta filiación

partidaria, en referencia al protagonismo que tuvieron Palacios y Bravo en

Córdoba a lo largo del desarrollo del conflicto. Ante aquellas declaraciones

efectuadas recientemente por Nores, el 13 de julio de 1918, Justo consideraba que

aquella referencia se relacionaba con la participación de su colega diputado Mario

Bravo, quien –decía- se caracterizaba en la Cámara por su moderación y cordura.

Bravo había encabezado una multitudinaria manifestación en Córdoba el 30 de

junio de aquel año, que fue reprimida duramente por una carga de la policía

provincial, lo cual generó una protesta popular que obligó al fiscal de gobierno a

166 “La Reforma Universitaria y el Partido Socialista”, loc. Cit., p. 10.

145

levantar un sumario para investigar los hechos y encontrar a los culpables. Esta

represión también impulsó la protesta de la Federación Obrera local, que amenazó

declarar un paro general; y de la Federación Universitaria junto a legisladores de

todos los partidos políticos. También el sector azul de la Unión Cívica Radical

envió una nota de desagravio al movimiento estudiantil, rechazando el accionar de

la policía.

Justo refutaba las acusaciones de Nores, atribuyéndolas al “espíritu

tradicionalmente sectario” dominante en la Universidad de Córdoba; que se

manifestaba en todos los aspectos de la vida interna de la institución reflejada en

toda su ornamentación que resaltaba la herencia jesuítica. Y expresaba

públicamente su sorpresa ante los nuevos estatutos que se había dado la

Universidad, incluso bajo la primera intervención nacional, cuyo primer artículo

establecía que se conservaba el viejo escudo universitario, con claras referencias a

los libros sagrados católicos. Luego, realizaba una descripción caracterizando el

espacio físico de la “vetusta casa”, conformado bajo la obsesión de imágenes

eclesiásticas, como la gran estatua que se encontraba en el medio del patio de Fray

Trejo y Sanabria, estatua bastante pesada para que no pudiera ser volteada a lazo

en la última revuelta estudiantil167. La composición de lugar, concluía con

descripción de la tribuna del salón de grados en forma de púlpito, desde donde no

podían sino descender palabras “de unción católica y de retórica eclesiástica”.

De todos modos, para Justo, el sectarismo de la Universidad de Córdoba, se

expresaba en toda su magnitud en la actitud que asumía frente a “cuestiones

fundamentales para la vida intelectual y para la vida moral de la nación”. A

continuación, pasaba a definir y explicar como entendía al sectario,

distinguiéndolo de aquel que se ocupaba de una sola cuestión para lo cual

concentraba todo su esfuerzo personal y atención. Ello era saludable siempre y

cuando se reconociera la importancia del esfuerzo de los demás, de los que

hicieran otras cosas. Así, destacaba –con un ejemplo-, que se podía ser partidario

del single tax, esto es del impuesto único a la propiedad privada de la tierra, que

había sido propuesto por el escritor norteamericano Henry George, y generado

167 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 227.

146

importantes adhesiones por parte de diferentes intelectuales; pero aunque

dedicaran sus partidarios la vida entera a la propaganda de este principio, no se

convertían en sectarios si se comprendía la importancia del estudio de otros

aspectos de la política y si se respetaba el esfuerzo realizado por otros hombres en

ese campo. La referencia al georgismo por parte de Justo no es casual, ya que

algunos de los intelectuales cercanos al movimiento reformista, adherían a esos

planteos, como en los casos de Arturo Orgaz y Arturo Capdevila, y de este modo

se los incluía en el amplio bloque político que debía consumar la Reforma

Universitaria.

Lejos de la posibilidad de evitar el sectarismo, se encontraba la Universidad de

Córdoba de acuerdo a lo que señalaba Justo, “infiltrada” completamente por un

catolicismo ortodoxo e intransigente, que negaba la utilidad del esfuerzo de

aquellos universitarios que no fueran católicos. También este sectarismo, negaba

la verdad de las instituciones que no fueran católicas, lo cual se sustentaba en base

a los fundamentos ideológicos que se encontraban en la doctrina jesuítica, y que

estipulaba las reglas para las distintas funciones desempeñadas por los miembros

de la Compañía en el ámbito educativo, a través del ratio studiorum oficial de

1599. Justo denunciaba que se minaban los fundamentos mismos de la sociedad

civil en las cátedras de esta Universidad, y mencionaba como prueba de esto, la

existencia de una cátedra titulada de Derecho Público Eclesiástico, que era única

en todo el país. Agregaba que ésta cátedra negaba al Estado el derecho de la

instrucción primaria de los ciudadanos, al sostener que esa era una función propia

de la Iglesia. El catedrático de la materia, Nicolás Garzón Maceda, también fue

objeto de la crítica de Justo, por un lado por ser uno de los seis “Garzones” que

había encontrado como miembros de la Universidad, y por el otro, por la

bibliografía utilizada que incluía el libro del padre Mateo Liberatore, de la

Compañía de Jesús, titulado “La Iglesia y el Estado”, en el cual se denostaba la

libertad de conciencia, basándose en la autoridad papal. Este mismo autor, había

escrito numerosas obras que aparecían en las bibliotecas docentes de Córdoba,

entre las cuales se encontraba el texto obligatorio de la materia Economía Política,

titulado “Principios de economía política.- Tratado del padre Mateo Liberatore, de

la Compañía de Jesús”. Justo mostraba a sus colegas en la Cámara de Diputados

aquel libro, y destacaba que en su primera página, se daba licencia por parte de la

147

Orden jesuita para que pudiera imprimirse y publicarse la obra, luego de haber

sido examinada: y según la censura, nada contiene contradictorio al dogma

apostólico y sana moral168.

Otro detalle que sintetizaba el grado de anacronismo de ideales en el que estaba

inmersa la institución difusora de cultura, y que el dirigente socialista consideraba

que no podía dejar de darlo a conocer públicamente, estaba incluido en el

programa de la cátedra de Filosofía del Derecho, a cargo del profesor Ignacio M.

Garzón. En la bolilla 16 se hablaba de los “deberes para con los siervos”, en

flagrante contradicción con los principios republicanos y democráticos que regían

a la nación. Además de regirse por este clima ideológico retrogrado y cerrado a la

renovación que se estaba produciendo a nivel nacional, la dinámica de

funcionamiento de la Universidad de Córdoba, afirmaba Justo, había subvertido el

concepto de enseñanza y de la verdad científica, reemplazándoselos por “puro

verbalismo”, lo que había sido comprobado por el propio interventor Matienzo en

sus visitas a diferentes clases. Y también que los profesores recitaban de memoria

distintas oraciones declamatorias, como lo hiciera defensivamente el profesor de

Derecho Público, repitiendo un discurso previamente dictado, según lo

denunciaron los estudiantes, quienes transcribieron una versión taquigráfica de lo

expresado en la clase. En las páginas de la Gaceta Universitaria, se reclamaba la

creación de gabinetes, y la modernización de los existentes, junto a la

actualización bibliográfica y una mayor exigencia para contrarrestar la existencia

de copias de dibujos, los conocimientos escasos de los diferentes materiales de

construcción, y el desconocimiento de la complejidad de las herramientas para el

cálculo, que terminaban fomentando a los estudiantes, los profesores de la

Facultad de Ingeniería.

La lógica que daba lugar a la presencia cotidiana en la Universidad del más puro y

simple verbalismo, y hace pasar la palabrería hueca como ciencia, hacía que las

Bibliotecas y los laboratorios no tuvieran una función importante. La Biblioteca

principal no poseía un catálogo de fichas, pero lo más preocupante para el

diputado socialista, que, recordemos, había sido el traductor al idioma español de

168 JUSTO, Juan B.; ob. Cit, p. 231.

148

la primera edición del primer tomo de El Capital, se daba por el hecho de no

contar con las obras modernas más “indispensables”, entre las cuales nombraba

las realizadas por Darwin, Wallace, Huxley, Marx, Engels y Morgan.

El otro aspecto que señalaba Justo, que preocupaba a los diputados socialistas, en

su diagnóstico esbozado sobre la situación en la cual se encontraba la Universidad

de Córdoba, tenía que ver con su faz administrativa. En ocasión de la discusión

del presupuesto nacional, ya habían dejado sentada severas críticas desde la

bancada socialista en la Cámara, denunciando repetidas veces el malgasto de los

dineros públicos invertidos en aquella Universidad, que los destinaba a fines que

tenían poca relación con la enseñanza. El último subsidio nacional, votado por el

Congreso Nacional, constaba de una suma de 1.400.000 pesos, y de acuerdo a lo

que establecía la ley universitaria 1597, las universidades tenían la obligación de

de dar cuenta anualmente de sus entradas pecuniarias, constituidas además por los

derechos de examen y de matrícula. Sin embargo, el legislador nacional destacaba

que las autoridades de la Universidad de Córdoba, nunca habían dado cuenta de

sus ingresos en las memorias enviadas al Ministerio de Instrucción Pública. Justo

tampoco, pudo hallar esas cifras, luego de efectuar una investigación en su visita

efectuada los días previos a la sesión en la que se discutió la situación que

atravesaba la casa de estudios.

A la vez, en el plano administrativo, sostenía Justo que la autonomía votada por el

Congreso para la Universidad de Córdoba, sólo se había traducido en la elevación

fabulosa de los sueldos de los profesores y en la multiplicación de las cátedras

inútiles169, lo cual también era denunciado por los estudiantes en la Gaceta

Universitaria. Los sueldos de los profesores de esta Universidad eran el 25 % más

elevado que los que se cobraban en Buenos Aires. La explicación de este hecho, la

hallaba el diputado socialista, al analizar la proporción existente entre lo que se

destinaba del dinero recibido a los sueldos y lo invertido en elementos de trabajo,

que era el criterio moderno para poder fijar el valor de un establecimiento

docente, así como para cualquier tipo de administración pública. Y afirmaba a

modo de conclusión que la Universidad de Córdoba se encontraba al nivel de la

169 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 243.

149

Universidad de Berlín del siglo anterior, esto significaba una distribución del 10 al

15 % del presupuesto destinado a elementos de enseñanza, y la totalidad del resto

se insumía en sueldos de catedráticos excesivamente pagados, en sueldos de

catedráticos redundantes y superfluos, nombrados para darles prebendas y

dignidades, según me lo han dicho en la misma universidad de Córdoba, hombres

muy conservadores, en sueldos de puestos burocráticos, que es otro de los

aspectos de la corrupción administrativa de aquella universidad170

En esta distribución anacrónica de los recursos destinados para el sostenimiento

del funcionamiento de la Universidad de Córdoba, cumplían un papel

fundamental los Académicos, quienes se adjudicaban de acuerdo a su función

directriz, los puestos mas remunerados en el orden administrativo, aunque según

lo que apuntaba Justo, no respondía a ninguna necesidad en el plano de la

administración. En cuanto a la existencia de cátedras superfluas y redundantes, se

constituía como un caldo de cultivo para promover un reparto de cargos que

respondían a móviles de favoritismo para con parientes y amigos; en este sentido

el diputado nacional informaba que se repetían los mismos apellidos con

frecuencia en las listas de profesores y académicos. Contabilizaba haber

encontrado entre los profesores de derecho cuatro “Garzones”, y otro Garzón

dirigiendo la Biblioteca, y en las listas de la Universidad “tres Posse, dos Ferrer,

dos Pizarro, dos Deheza y dos Novillo”. Aunque Justo advertía que estos

profesores no se contentaban con la prebenda universitaria y con el ejercicio

privado de su profesión171, y de acuerdo a la caracterización realizada por Juan

Carlos Agulla de la “aristocracia doctoral”172, tenían a la vez otros cargos

rentados, preferentemente del presupuesto nacional, o del presupuesto provincial

o municipal. En efecto las apreciaciones de Justo, refrendan la definición posterior

establecida por Agulla, que se basaba en un minucioso análisis de la elite dirigente

de Córdoba, y consideraba que la distribución de los cargos en la burocracia

dependía en gran medida de relaciones personalísimas, con los líderes políticos,

fundadas en la amistad y el parentesco. Los grupos que constituían la aristocracia

170 Ibidem; p. 244. 171 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 247. 172AGULLA, Juan Carlos; ob. Cit., pp. 27 y 28.

150

doctoral cumplían una función “gobernante” con legitimidad para su ejercicio,

fundada en su notoria “superioridad sobre el común de las gentes” dada por la

aureola de la Colonia que “resistió a las niveladoras conmociones de la

Independencia”173. El poder económico de la aristocracia doctoral se basaba en el

ejercicio de las profesiones liberales y en los cargos de la administración pública,

y al existir una estructura económica poco diversificada, la capacidad económica

ostentosa se limitaba a muy pocas personas o familias.

Luego de haber realizado un minucioso diagnóstico de la situación en la que se

encontraba la Universidad de Córdoba, Justo se dirigía al presidente de la Cámara

de Diputados de la Nación, en la sesión del 29 de julio de 1918, concluyendo que

las fuerzas que allí se hallaban en lucha no podían llegar a una solución por sí

mismas. Por lo tanto se necesitaba un aporte externo al lugar, “fuerte e imparcial y

bien inspirada” para que el conflicto pudiera encontrar su cauce. Luego de

entrevistarse con el decano de la Facultad de Medicina, Eliseo Soaje, y varios

profesores, incluyendo a quien permanecía como Rector, Nores, que luego de la

segunda intervención nacional renunciaría, y sería posteriormente reemplazado

por aquel luego de haber sido electo de acuerdo con los nuevos estatutos, Justo

planteaba que había un acuerdo general en cuanto a que la organización del

establecimiento educativo no podía ser obra de las actuales autoridades.

El decano Soaje manifestaba que los consejos directivos de las facultades al igual

que las antiguas academias, estaban conformados por los mismos círculos e

influencias, a pesar de haber cambiado sus miembros, los factores reales de poder

se mantenían intactos y no dejaban de ejercer su influencia, lo que impedía la

posibilidad de reorganizar la Universidad. La Gaceta Universitaria en su Nº 7 del

3 de junio de 1918174, había destacado la figura de Soaje, realizándole una

entrevista luego de haber resultado electo como Decano de la Facultad de

Medicina. En su presentación los estudiantes lo definían como una “eminencia

médica”, que sólo por una “aberración” pudo haber estado excluido durante

mucho tiempo de los cargos directivos de la Facultad.

173Ibidem; p. 28. 174“La Gaceta Universitaria”; loc. Cit., p. 113.

151

El diputado socialista aseveraba que la raíz del conflicto se encontraba en el

“nuevo espíritu” que se había diseminado en Córdoba, a pesar de la rigidez de la

Universidad para asimilar la renovación, que era el resultado de la nueva vida

colectiva, en el campo de la producción y del comercio, en los ferrocarriles, en la

prensa, en la propaganda política de “algún partido”, y en el nuevo ejercicio del

derecho de sufragio. Y observaba que sus portadores y difusores principales

estaban en la “juventud estudiosa” de Córdoba, que inspirada en estas

transformaciones que se estaban produciendo, tomo la iniciativa para conmover

los cimientos de “aquella institución decrépita”.

Buchbinder plantea que las afirmaciones de Justo, pronunciadas en pleno fragor

de la lucha política, no reflejarían exactamente la realidad del medio universitario

cordobés, ya que la provincia mediterránea a pesar de su impronta católica, no

había quedado al margen de los procesos de modernización cultural impulsados

por la elite gobernante nacional desde 1880175. Sin embargo, cabe señalar que la

convocatoria efectuada por Justo, incluía al sector liberal existente en la

Universidad de Córdoba, lo que tuvo lugar por ejemplo en su entrevista con el

Decano de Medicina, y posterior Rector una vez reformados los estatutos, Eliseo

Soaje, a quien cita en su discurso parlamentario como uno de los impulsores de la

necesidad de producir una renovación universitaria176.

Justo no dejaba pasar la oportunidad para pronunciarse públicamente, en defensa

de las acciones protagonizadas por los estudiantes, manifestando que las

acusaciones de violencia por los sucesos recientes del 15 de junio de 1918 en

Córdoba, eran infundadas, y consideraba que los jóvenes no habían destruido nada

importante de la Universidad. Sólo se habían roto algunos vidrios, y tirado a la

calle por la ventana algunos retratos “apócrifos” de clérigos, con lo cual “no se

había perdido nada”. Faltó arrojar por la ventana para Justo, todo lo apócrifo que

había en la Universidad de Córdoba, toda la ciencia apócrifa, toda la ciencia

175BUCHBINDER, Pablo; ob. Cit., p. 96. 176 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. pp. 250, 251.

152

verbal, y charlatanesca, todos los profesores negligentes, ignorantes e ineptos177.

Así manifestaba abiertamente la necesidad de renovación, para poder adecuar a la

casa de estudios con el espíritu de la época. Los estudiantes se habían dirigido a

él, según consignaba a sus pares el diputado socialista, para solicitarle que se

enseñara, que deseaban trabajar, que se abrieran los laboratorios, y se crearan

nuevos junto a gabinetes, además de que no se les obligase a concurrir a clases

“absurdas y falsas”. Los estudiantes estaban comenzando a ejercer sus derechos,

mediante el reclamo del respeto por el empleo de su tiempo, y de la libertad de

conciencia, contradiciendo los preceptos estipulados por el padre Liberatore de la

Compañía de Jesús.

Finalmente, Justo aseveraba que de acuerdo con la experiencia reciente, había

quedado demostrado que los nuevos consejos directivos instaurados en la

Universidad de Córdoba fueron incapaces por sí mismos, de reorganizar el cuerpo

de profesores y revisar los planes de estudios y los programas de enseñanza, como

lo había establecido la primera intervención a través de los nuevos estatutos. Ante

la inacción de los consejos directivos, proponía como indispensable, por lo tanto,

que estos postulados fueran concretados por el Poder Ejecutivo “más o menos

directamente”. La propuesta de Justo se sintetizaba en la idea de la necesidad de

“desenclaustrar” a la Universidad de Córdoba, que todavía se encontraba adosada

a la impronta jesuítica. Era necesario dotarla de edificios adecuados para permitir

que se dictaran clases de manera apropiada, y con los elementos materiales de

enseñanza que carecían, todo lo cual se podía realizar con el dinero que se

ahorraría con la supresión de las cátedras superfluas y los malos profesores.

Concluía el diputado socialista presentando un proyecto de declaración, por el

cual la Cámara de Diputados de la Nación se manifestaba a favor de una nueva

intervención amplia, completa y radical, con el fin de desplazar las actuales

autoridades de la Universidad Nacional de Córdoba, para poder reorganizar todas

las Facultades seleccionando el cuerpo de profesores, suspendiendo el pago del

subsidio nacional hasta que no se pusiera en práctica su normal funcionamiento.

177 JUSTO, Juan B.; ob. Cit. p. 251.

153

La segunda y definitiva intervención nacional, y el comienzo de la puesta en

práctica del nuevo formato institucional

Unos días después del pedido de interpelación al Ministro de Instrucción Pública,

y del exhaustivo análisis crítico de la situación en la que se encontraba la

Universidad de Córdoba en el Congreso, por parte del Diputado socialista Justo, el

2 de agosto de 1918, el Poder Ejecutivo Nacional decretaba nuevamente la

intervención, poniendo en vigencia el decreto anterior del 11 de abril, ya que a

pesar de no haberse clausurado la primera, se había sancionado la reforma de los

estatutos y entregado la Universidad a las nuevas autoridades constituidas de

acuerdo con ellos, y en cuyas elecciones el 15 de junio terminó siendo electo un

miembro de la Corda Frates, Nores, como Rector, quien mantuvo cerrada la casa

de estudios desde el 17 de junio. Pero tal como lo había solicitado la Federación

Universitaria de Córdoba, en una nota enviada al Ministro Salinas el 23 de julio,

firmada por Enrique Barros y Cortés Plá, la “oportuna” intervención para

reorganizar y modernizar la Universidad cesó en su accionar antes de haber

llevado a cabo la tarea fundamental que exigía “la juventud estudiosa y la

intelectualidad argentina”, que era la renovación del cuerpo de profesores. Por lo

tanto se sumaba al pedido de Justo, el de la Federación de Córdoba, reclamando

una nueva intervención para poder garantizar la renovación universitaria y “salvar

la gran conquista de la reforma”, a través de la reorganización del cuerpo de

profesores y la elección de nuevas autoridades bajo la garantía del ejecutivo

nacional. A partir del 2 de Agosto la Universidad quedaba nuevamente bajo la

autoridad del gobierno nacional, y como consecuencia se suspendía al Rector en

sus funciones y a los cuerpos directivos.

Esta nueva y decisiva intervención política asumida por el gobierno de Hipólito

Yrigoyen, reconociendo por primera vez institucionalmente el protagonismo

estudiantil, fue anticipada en su mensaje pronunciado ante el Parlamento el 31 de

julio de 1918. En éste acompañaba un proyecto de ley de instrucción pública,

presentado por el Poder Ejecutivo, que fundamentaba que: los estudiantes son

esencia y vida de las instituciones de cultura superior 178. El mensaje y el proyecto

178 DEL MAZO, Gabriel; Estudiantes y gobierno universitario, Buenos Aires, Ediciones El Ateneo, 1946, p. 21.

154

de ley, que comprendía los tres niveles de la educación pública nacional, nunca

fue tratado por el Congreso Nacional, sin embargo manifestaba una clara voluntad

del gobierno nacional, para llevar adelante la obra de una reforma integral

educativa. En el proyecto se señalaba que la enseñanza primaria, secundaria y

universitaria, constituía ensayos y experiencias inconexas, organizadas sin

relación entre sí, para poder animar y alentar la totalidad del “hacer pedagógico”.

El mensaje del Presidente Yrigoyen afirmaba estar transitando a una hora de

“grandes reparaciones”, y de renovación de todos los valores. En este sentido,

calificaba el abordaje del problema de la educación como uno de los más

“palpitantes anhelos” nacionales.

La rápida repercusión nacional, de estos acontecimientos no se hizo esperar, y

tomaron nota de ello tanto los estudiantes como las autoridades de la Universidad

de Buenos Aires. La Federación Universitaria de Buenos Aires envió un petitorio

al Ministro Salinas, el 3 de agosto de 1918, ante la proximidad de la realización de

elecciones de Decanos y Consejeros en distintas Facultades, y considerando la

proyectada reforma de la ley Avellaneda por parte del Poder Ejecutivo Nacional

que había de adquirir una dimensión nacional, solicitaban la postergación de las

elecciones hasta que se sancionara esta reforma. El Ministro de Instrucción

Pública se hizo eco de las “fundadas” razones que contenía el pedido de los

estudiantes, y le transmitió mediante una comunicación el 6 de agosto al Rector

Eufemio Uballes, su coincidencia con la postura de posponer el acto electoral

previsto, en función de la decisión de estudiar la reforma de sus estatutos en la que

se encontraba la Universidad de Buenos Aires.

La primera reforma de los estatutos que contempló el formato institucional, que

debatió y propuso el primer congreso nacional de estudiantes reunido en Córdoba;

fue concretada por el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires, por

dictamen de mayoría de la comisión encargada para su estudio, el 14 de Agosto de

1918. La modificación de los Estatutos de la Universidad incluía la novedad

institucional de la introducción de los estudiantes de los dos últimos cursos de

estudios179, como miembros de los Consejos Directivos de las Facultades, en

179 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.328.

155

conjunto con los profesores titulares y los profesores suplentes. Mediante una

asamblea los profesores titulares se designarían de ahora en más, cuatro

candidatos, la de profesores suplentes dos, y la asamblea de estudiantes, uno. Las

tres asambleas serían presididas por el Decano, convocándolas con quince días de

anticipación, y reglamentando el Consejo Superior su funcionamiento.

Otro de los temas fundamentales, que fue fruto de la deliberación incluyéndose

entre las conclusiones aprobadas durante el congreso nacional de estudiantes,

como el de la docencia libre, también se incorporó a los nuevos estatutos. En este

sentido, se posibilitaba dictar cursos libres, conferencias o lecciones sobre

cualquiera de las materias que correspondieran al plan de estudios de cada

Facultad, a los egresados universitarios, nacionales o extranjeros, o personas con

competencias especiales reconocidas, previa autorización de la facultad

respectiva. Se fijaba a la vez, que el Consejo Superior tuviera previsto en el

presupuesto anual universitario una partida destinada a fomentar los cursos libres

de los profesores suplentes y los trabajos de investigación científica de las

Facultades.

De todas maneras, hubo un dictamen de la minoría de la comisión del Consejo

Superior encargada del estudio de la reforma universitaria, en el cual se estipulaba

una noción diferente respecto a la proporción diferenciada y fija en la

representación que proponía la mayoría en su dictamen. En esta otra propuesta se

designarían a todos los miembros que compusieran los Consejos Directivos, a

través de una asamblea y estaría compuesta por todos los profesores titulares,

igual número de suplentes e igual número de estudiantes, que debían cumplir

como requisito ser alumnos de los dos últimos años, y la lista se conformaría por

sorteo.

También, la reforma de los Estatutos establecida por la Universidad de Buenos

Aires incorporó otros de los temas prioritarios que surgieron de las conclusiones

aprobadas en el congreso de estudiantes, como eran la asistencia a las clases de

modo no obligatorio; contemplándose la condición de alumnos como regulares o

libres, por el cual se reconocía el derecho de estos al libre examen o decisión para

decidir el cursado deseado o posible. En relación con este punto, se estipulaba que

156

todas las cátedras universitarias dictaran la enseñanza de dos maneras, teórica y

práctica, que comprendería, por un lado la exposición doctrinaria de la asignatura

y por el otro su ejercicio experimental a través de monografías, práctica de

Seminario, trabajos de laboratorio, clínicas, etc. Los estudiantes libres podrían

acreditar el haber realizado trabajos prácticos de las asignaturas que desearan

aprobar, y demostrar tener la idoneidad que los ejercicios hechos les

proporcionaran.

Además de estas reformas introducidas en los Estatutos de la Universidad de

Buenos Aires, se estableció como disposición general que los miembros de las

comisiones directivas de los centros de estudiantes podrían concurrir a las

comisiones de los Consejos Directivos y del Consejo Superior, para proporcionar

la información que tuviera relación con los asuntos promovidos por los mismos

centros estudiantiles. Con lo cual se abría otra posibilidad de participación

estudiantil en los órganos directivos, y una mayor legitimación al rol de los

centros en la política universitaria. Y quedó sentada como disposición transitoria,

trasladar el llamado a elecciones que iba a realizarse de renovación de los

Consejos Directivos, para dentro de los sesenta días posteriores a la aprobación de

las reformas previstas, por parte del Poder Ejecutivo.

Con la firma del propio Rector, que introdujo la primera modificación de los

Estatutos de la Universidad de Buenos Aires con la incorporación de los Consejos

Directivos conformado por profesores electos en reemplazo de los académicos

vitalicios en 1906, Eufemio Uballes, se envió el 14 de agosto de 1918180 para

someter a la aprobación del Poder Ejecutivo Nacional, la reforma de los Estatutos

de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 2º de la Ley Avellaneda. Esta vez, se

trataba de una reforma universitaria integral, que de manera sintética abarcaba tres

puntos principales: el método de enseñanza; la docencia; y la formación de los

cuerpos directivos. A pesar de la importancia de cada uno de ellos, el Rector

Uballes afirmaba que la opinión pública definía a este último punto de la reforma,

que había sido promovido por la jóvenes de la nueva generación, como el

indicador vigente para determinar si la Universidad era “retrograda o progresista”.

180 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p.335

157

Por último, Uballes se gratificaba de la coincidencia entre el criterio adoptado por

la Universidad con el del Poder Ejecutivo, en cuanto a la necesidad de atenerse a

los dictados de la “opinión ilustrada”, que propugnaba la realización de la

proyectada reforma universitaria. Aunque cabía la aclaración del Rector, respecto

a la influencia que pudiera ocasionar a la institución universitaria las

disposiciones de una legislación, por el hecho de que una nueva realidad

educacional no se podía crear de un modo artificial, ya que el progreso,

estancamiento o retroceso en cuanto a los estudios superiores dependían

principalmente del ambiente cultural en el cual se desarrollaban.

La Universidad de Córdoba, estaba atravesada por la incertidumbre, debido a que

luego de haberse firmado el decreto de intervención por parte del gobierno

nacional, el 2 de agosto de 1918, no había asumido nadie el cargo de interventor,

el cual había trascendido públicamente que recaería en Telémaco Susini. Esta

figura intelectual, y su hipotético traslado a Córdoba para intervenir en el

conflicto en curso, generó un revuelo entre los sectores clericales, quienes

recordaban que aquél había sido uno de los que había encabezado durante su

juventud la tentativa de incendio al colegio jesuita del Salvador. Por otro lado,

Susini, que era un médico e intelectual reconocido, se había pronunciado

públicamente a favor del movimiento de la juventud universitaria, a través del

envío de telegramas en apoyo a la federación cordobesa, en los que saludaba a la

aurora de un nuevo día de libertad y de redención181 . También se había

manifestado en distintos actos públicos realizados en Buenos Aires, en solidaridad

con la juventud de Córdoba. Las repercusiones no tardaron en aparecer, el primero

en renunciar a su cargo como profesor y consejero de la Facultad de Derecho, a

quien se consideraba director y “alma” de la Corda Frates, por parte de la

juventud universitaria, fue Arturo Bas, quien se manifestó en “disconformidad”

con la decisión tomada por el gobierno nacional ante la persistencia del conflicto

de la Universidad de Córdoba.

Posteriormente, el 7 de agosto de 1918, lo siguió el propio Rector Nores, quién

argumentó que su renuncia se debía a la falta de reconocimiento y a la

181 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p.85.

158

“descortesía” hacia su figura de parte del gobierno nacional, en el marco del

“desenfreno y anarquía” imperantes durante “largos días” en las calles públicas. A

este estado de desolación, expresado por Nores, que implicaba la imposibilidad de

la utilización de la fuerza pública para poder reprimir las manifestaciones que se

producían en la Universidad, se le sumaba, en su argumentación para renunciar al

cargo, la posibilidad del nombramiento de Susini como interventor nacional.

Nores consideraba que la estimación del nombramiento de Susini, implicaba un

hondo agravio por parte del Presidente de la Nación hacia la Universidad, ya que

aquel era visto, además de cómo un conocido hombre de ciencia, como uno de los

máximos representantes de convicciones anticlericales e ideales y sentimientos

francamente hostiles y públicamente confesados contra esta casa182. Nores que,

recordamos, había sido elegido Rector, pero nunca consiguió el aval de la

comunidad universitaria suficiente para poder ejercer esa función, señalaba

finalmente que éste ultimo “agravio” que inferiría el Presidente de la Nación a la

Universidad y a “Córdoba entera”, se sumaba a su “complicidad”, mediante el

silencio o la aceptación, de los “memoriales injuriosos para corporaciones y

profesorado”, presentados por los estudiantes, a los cuales otorgaba “benévolas y

parciales” audiencias oficiales.

Acompañaron su renuncia, varios de los electores que habían designado a Nores

como Rector, y que también formaban parte de la Corda Frates, como Sofanor

Novillo Corvalán, Juan F. Cafferata, Nemesio González, Juan Morra, Clemente

Lazcano, Juan B. Ferrer, Moisés Escalante, y Henoch Aguiar. González, fue el

único que expresó sus razones, al plantear que estaba contemplando los efectos

que la “indisciplina y el desorden” producían, en referencia al caso del

nombramiento de Susini, cuyas ideas y tendencias predecía que llevarían a las

“ruinas” al instituto universitario.

Desde el lado de la juventud universitaria de Córdoba, se esperaba con ansiedad y

“jubilosamente” la llegada de Susini, confiando en sus condiciones intelectuales

para emprender la tarea de realizar una revisión total de los “valores espirituales”

del cuerpo de profesores. Desde las páginas de La Gaceta Universitaria en su N º

182 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p.160.

159

12 del doce de agosto de 1918, se saludaba la decisión tomada por el Presidente

Yrigoyen, al decretar una nueva intervención, como la única solución

impostergable, para el conflicto universitario. Además se contemplaban las altas

expectativas que tenían los estudiantes para esta nueva etapa que se abría, con el

nombre de Susini que aparecía como quien asumiría el cargo de nuevo

interventor.

Los estudiantes expresaban, que aunque no existieran informaciones oficiales

hasta el momento, sobre el criterio que orientaría a la intervención, sobre el

alcance y los términos que fijaba el nuevo decreto; estaban en condiciones de

inferir que su objetivo principal se dirigía a sanear el cuerpo de profesores, que

sería el aspecto “exclusivo” en donde radicaba el conflicto universitario. La

Federación Universitaria ratificaba su compromiso ante el pueblo de la república,

a cuyo servicio debe estar la universidad183, y ante los poderes públicos de la

Nación, en cuyas decisiones consideraba confiar la resolución del “pleito

entablado”. En esta misma línea, se proponía contribuir en el estudio de las causas

que de manera permanente afectaban el funcionamiento de la Universidad,

hallándolas en el interés de los estudiantes, por recibir una mejor enseñanza a

través de una “competente dirección” y seriedad en los estudios. Se afirmaba en

términos críticos, que por haber mantenido el mismo cuerpo de profesores que se

encontraban impugnados, en referencia a su labor pedagógica por los propios

educandos, terminaron consagrándose Consejos Directivos compuestos por

quienes eran rechazados por los estudiantes, y coincidieron en la elección del

“peor” Rector.

La juventud universitaria agradecía en las páginas de La Gaceta Universitaria la

renuncia de los profesores, severamente cuestionados, a los que definían como

enemigos del progreso, y parte de una “camarilla clerical”, con el Rector Nores a

la cabeza, que sectariamente pretendía formar parte de una Universidad católica, a

pesar de que la institución a la que pertenecían estaba regida por leyes nacionales

ya que era regulada por el Estado Nacional. Esta situación se manifestó por

ejemplo, en la reacción que expresó en una pastoral el 6 de julio de 1918,

183 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p. 159.

160

dedicada al conflicto universitario, por el Obispo de Córdoba, Fray Zenón Bustos

y Ferreyra, miembro de una de las familias terrateniente más poderosas, la cual

además debía ser leída en todos los templos de la provincia. En el contenido de

esta pastoral, se señalaba, la necesidad de alzar la voz de la Iglesia ante el “ruido

de la marea liberal”, que se señalaba como la causante de profanar la cultura y

humillar las creencias reverendas y tradicionales, vejando la religión y a su

clero184 . El Obispo advertía a su “grey” que la falta de una mayor instrucción y

disciplina religiosa, había conducido a la juventud a expresar por las calles la

consigna de “Frailes, no; dogmas, no”, negándose los blasones que tenía ganados

la ciudad de Córdoba de alta cultura, de católica y de “Roma argentina”. Por lo

tanto el Obispo sostenía en su pastoral la urgencia de que la Universidad de

Córdoba siguiera siendo católica.

También los estudiantes se referían a la reacción del diario Los Principios, al cual

consideraban como el “órgano de la sociedad de la Juventud Católica”. Desde sus

páginas se acusaba al movimiento estudiantil por su confeso anticlericalismo, que

según lo definiera Julio González era además básicamente irreligioso, por

descartar cualquier tipo de dogmas, lo que no implicaba necesariamente negar la

importancia de los valores religiosos para la vida privada de las personas. Lo que

los reformistas venían a poner en cuestión era el fracaso de la idea religiosa como

principio del bien en el hombre, y de paz, con las secuelas que provenían de la

lógica de exterminio que implicó la gran guerra europea. La idea religiosa, se

plasmaba en la religión católica, y actuaba en la comunidad como factor social,

mediante la Iglesia, que era la institución que concretaba este ideario en

decadencia, con el cual la nueva generación intelectual se planteaba una ruptura.

A la vez, la juventud universitaria enfrentaba al alto clero, o sea a la jerarquía de

la Iglesia Católica, en función de lo que representaba en las colectividades

americanas: hacía tiempo que aquélla había degenerado en un privilegio de la

clase aristocrática dirigente185. Esta definición hecha por González, se

corresponde con el rol otorgado por Gramsci186 a los intelectuales en los países

184 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 71. 185 Ibidem, p.125. 186 GRAMSCI, Antonio; ob. Cit., p.26.

161

latinoamericanos, a quienes definía por formar parte de una estructura social en

donde el latifundio predominaba incluyéndose extensas propiedades eclesiásticas,

y de este modo la mayoría se terminaba ligando al clero y a los grandes

propietarios.

Se sumaba a las voces de repudio por la posibilidad de la llegada de Susini como

interventor, el Comité Pro Defensa de la Universidad, que fue más allá del resto

de los grupos e intelectuales que se oponían, llegándole a enviar un telegrama al

Presidente de la República, en señal de protesta por la designación de un

“anticlerical” para intervenir la Universidad. El Comité Pro Defensa demostraba

así estar en sintonía con la defensa de los intereses de la aristocracia doctoral, y

los impulsores de la Reforma Universitaria no dejaron pasar la oportunidad, para

demostrar que la defensa de la Universidad por parte de aquellos se limitaba a la

de aquella universidad, la reaccionaria y la clerical, y a la defensa por ende de

los clericales que en ella tuvieron asilo y prebenda187 .

Ante el paso de los días, sin tener novedades sobre el nuevo interventor, la

Federación Universitaria de Córdoba envió al Presidente Yrigoyen, un telegrama,

el 14 de Agosto de 1918, pidiéndole que lo hiciese efectivo y envíase “cuanto

antes” a Susini. Uno de los miembros del triunvirato director de los estudiantes

cordobeses, Enrique Barros, se encontraba en Buenos Aires desde hacía un

tiempo, con la misión de conseguir que el Presidente de la República interviniera

nuevamente en el conflicto universitario. Fue el propio Barros, que era un

concurrente habitual al despacho presidencial, así como al del Ministerio de

Instrucción Pública, quien había sugerido el nombre de Susini como el más

indicado para hacerse cargo de la tarea de la intervención188. La federación

cordobesa le manifestaba a Yrigoyen en esta misiva, que la juventud aspiraba a un

mejoramiento general en el orden universitario y repudiaba la prebenda, por lo

que acataba las resoluciones del Poder Ejecutivo, bajo la creencia de que de esa

manera se garantizaban sus “legítimos anhelos”. Distinguiéndose de quienes eran

considerados, como un grupo de profesores, restos menguados de la vieja casta

187 “La Gaceta Universitaria 1918-1919”; loc. Cit., p. 161. 188 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 84.

162

gobernante189, seguidos de “escasos alumnos”, que en conjunto combatían la

reciente resolución concentrándose en la llegada del interventor. Aunque sin

llegar a negar la intervención en este último caso, lo que hacía inferir a la

Federación Universitaria, que todavía aquellos tenían expectativas en el envío de

un Comisionado que respetara sus “cómodas” posiciones adquiridas, revocándose

la designación de Susini. Frente a esta posibilidad, la Federación Universitaria de

Córdoba solicitaba al Presidente Yrigoyen el mantenimiento del decreto de

intervención y el envío de Susini para el ejercicio del cargo de comisionado

nacional.

Los avatares para la concreción de la segunda intervención de la Universidad

de Córdoba.

A pesar de todas las repercusiones que se generaron por la decisión tomada por

parte del gobierno nacional al decretar la segunda intervención de la Universidad

de Córdoba, y haber trascendido para ese cargo el nombre de Susini, su llegada se

retrasó hasta que finalmente fue el Ministro Salinas quien terminó asumiendo esa

función. El Estado de esta manera, podía volver a situarse como árbitro para

dirimir en el conflicto, sin quedar embanderado con quien había tomado partido

públicamente por una de las partes. En este sentido, Roberto Ferrero plantea como

hipótesis que las presiones para evitar la llegada de Susini, provinieron de un

importante dirigente radical de Córdoba, quien sería candidato a gobernador, y

actuaba como Ministro de Guerra del gobierno nacional de Yrigoyen, como era

Elpidio González190. El gobierno radical explicó su cambio de actitud por la

gravedad institucional de la cuestión191, que lo llevó a la decisión de intervenir

directamente en la Universidad a través del propio Ministro de Instrucción

Pública, Salinas.

Ante esta situación de incertidumbre respecto a la llegada del interventor, la

indignación y la impaciencia no se habían hecho esperar en la juventud

189 Ibidem; p. 86. 190 FERRERO, Roberto ;ob. Cit, p. 19. 191 La Nación, Capital Federal, 23 de agosto de 1918.

163

universitaria cordobesa, y comenzó a desarrollarse una serie de hechos que

demostraban una actitud decidida para la consecución de sus objetivos. En primer

lugar, el 15 de agosto de 1918, apareció derribada frente a la Iglesia de la

Compañía de Jesús a metros de la Facultad de Derecho, la estatua de Rafael

García Montaño, quien había sido Profesor de la Universidad y miembro de la

Orden. Sobre la estatua derrumbada, los estudiantes dejaron una consigna escrita

en un cartel que decía “En Córdoba sobran ídolos”. Según relata Juan Filloy,

quien participó de esta acción como estudiante de Derecho, utilizaron sogas para

poder voltear “al Fraile”, que fue atado y derribado por el impulso de un

automóvil192. En sintonía con lo expresado en el Manifiesto liminar, se

comenzaba a transitar el camino de la “periodicidad revolucionaria” como la

única garantía de realizar cambios bajo el régimen universitario imperante. Los

sectores conservadores tomaron este acontecimiento como una declaración de

guerra a la religión, crearon una comisión de desagravio, y lanzaron un manifiesto

dirigido al pueblo, en el cual se interpretaba aquel acto como no tan sólo un

insulto a la memoria del ilustre ciudadano, sino también y principalmente un

atentado audaz contra la fe y veneradas tradiciones de nuestro pueblo que él

encarnaba en su más alto concepto193. Se acusaba a los estudiantes de

“anarquistas, revolucionarios y ateos”, por atreverse a profanar el culto y atentar

contra la tradición.

En el medio de la renovada disputa, se alzó la voz de un liberal, Ramón Cárcano,

contestándole a la comisión de desagravio recientemente creada por los sectores

católicos, ante el pedido de adhesión que le realizara para un acto público

proyectado. Había sido gobernador de la provincia en dos oportunidades como

representante de la facción liberal del Partido Demócrata, rechazó la invitación y

envió una contestación a la comisión fundamentando las causas de su decisión. A

192 Filloy, Juan; El bochinche universitario del ’18, en revista Umbrales Nº8, Córdoba, 1998, p. 43. El escritor dejó el registro en algunos de sus poemas que retrataban el ambiente cultural de la época: “Madriguera de curas sin sotanas, donde pasean sus ínfulas de sabios, petulantes que ladran los resabios, de antiguas leyes y doctrinas vanas, sobre la ciencia y la verdad profana, vomitan impotentes sus agravios, porque nunca dirán sus labios, más que dogmas y prédicas malsanas. Más, cuando penetre luz de idea, y descubra esa turba farisea, en las rancias morales que respira. La jornada triunfal no estará lejos, pues rodará la creación de Trejo, con todo su armatoste de mentira. 193 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. P. 88.

164

diferencia de las acusaciones realizadas por la comisión, Cárcano no veía en el

conflicto universitario abierto, la “mano de los ácratas”, sino un “exceso” ante el

indefinido mantenimiento sin solución de altas cuestiones de gobierno que

afectan intereses fundamentales del país194. Cárcano, que era autor de una tesis de

doctorado sobre la “igualdad de los derechos civiles de los hijos naturales,

adulterinos, incestuosos y sacrílegos”, que había generado mucha repercusión en

el ambiente cultural cordobés de fines del siglo XIX, lamentaba que una “lucha

académica e impersonal”, que perseguía la elevación de los estudios superiores,

degenerara en una cuestión de sectarismo. Esto último se daba para Cárcano, por

mezclarse el sentimiento religioso, que consideraba que no corría peligro en

Córdoba ni en ninguna parte de la República por hallarse todas las creencias

garantizadas por la Constitución. Concluía su respuesta manifestando su

preocupación por llegar a una rápida solución del conflicto, lo cual evitaría la

repetición de nuevos hechos como el ocurrido.

El 18 de agosto de 1918 se realizó la manifestación de desagravio promovida por

los sectores católicos, reuniendo a 1500 personas, según el cálculo de la policía,

que recorrió en procesión las calles principales de la ciudad de Córdoba. El acto

terminó frente a la estatua, que fue objeto de homenajes de todo tipo, acompañado

de discursos pronunciados por oradores que fustigaban a los responsables del

hecho. Contemplaban el acto unos 800 estudiantes y simpatizantes que se habían

congregado en el local de la Federación195, cercano a la estatua derribada, los

cuales hicieron sentir sus burlas y gritos. Se escucharon airadas críticas también

contra el gobierno provincial al que se acusaba de haberse puesto de parte de los

estudiantes, por permitirles este tipo de actitudes ante la manifestación, sin

reprimirlos.

Mientras tanto, los estudiantes mantenían contactos públicos de manera asidua

con el movimiento obrero en sus propios locales, y les pronunciaban diariamente

194 MARTINEZ PAZ, Enrique; Ramón J. Cárcano: un historiador romántico, Buenos Aires, Macagno, Landa y Cía, 1951, p. 34. 195 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 90.

165

conferencias sobre la revolución universitaria196, y constituyeron con egresados

universitarios, junto a todas las instituciones culturales, profesionales e

intelectuales que apoyaban la Reforma Universitaria, un nuevo órgano para esta

instancia de la disputa, que fue el Comité de agitación “Pro Córdoba Libre”. Este

nuevo grupo que aparece en el espacio público cordobés, junto a la Federación

Universitaria comenzó a organizar un acto en respuesta a la manifestación de los

sectores católicos para el 26 de agosto. Se hizo un intenso trabajo de preparación

por parte de los organizadores, que consideraban que este acto público sería el

último de la campaña por la Reforma Universitaria que se venía llevando

adelante.

Unos días previos al acto, uno de sus impulsores, Deodoro Roca, recibió una carta

de Leopoldo Lugones, el 20 de agosto de 1918, en la cual consideraba al

movimiento: como una toma de posesión de la Universidad por sus dueños

legítimos y naturales; de tal suerte, que la eliminación del rector debía ser un

“resultado directo” del esfuerzo estudiantil y las reformas pertinentes una nueva

aceptación “por el Congreso” de las resoluciones tomadas por la reunión que

celebraron aquellas con dicho fin. A eso allegué mi atribución verbal y escrita en

dos cartas a nuestro amigo común Capdevila, que Ud. Debe conocer197. Lugones

daba a conocer su interpretación de los sucesos y la sugerencia de que el

movimiento mantuviera la “acción directa” como la forma más apropiada para

poder plasmar sus reivindicaciones. Aunque consideraba “excelente” la

designación de Susini como interventor, sostenía que ello significó un “pretexto a

la medida” para la renuncia de Nores, que en realidad coronaba

momentáneamente el “éxito estudiantil”, Lugones rechazaba cualquier tipo de

“mediación de los políticos”, que convertiría al movimiento en parte de una

“maquinaria” manejada por ellos. Para Lugones la intervención gubernamental

nada aportaría a la libertad para la ciencia y de la conciencia, y observaba con

escepticismo la renovación de expresiones de admiración hacia el presidente por

parte de la juventud universitaria. Frente a ese panorama en el que analizaba que

se encontraba el movimiento estudiantil que lo transformaría en un “movimiento

196 Ibidem; p.92. 197 ROCA, Deodoro; El difícil tiempo nuevo, Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1956, p. 324.

166

gubernista”, Lugones reivindicaba su irreductible posición de revolucionario198 ,

que lo hacía descreer de la totalidad de los políticos, y auguraba que los miembros

de la nueva generación no tuvieran que compartirlo por causa de “algún amargo

desengaño”. Con esta actitud, Lugones dejaba sentado su ateísmo pagano, y su

adhesión a los principios de una educación laica en todos los niveles del Estado,

aspectos ideológicos, que lo diferenciaban del resto del espectro nacionalista

argentino de la época.

El Comité de agitación Pro Córdoba Libre se hizo eco de los planteos

“revolucionarios” de Lugones, a través del envío de un telegrama de adhesión

personal a Susini el 24 de agosto de 1918, en el cual se enunciaba que las “nuevas

generaciones de Córdoba” reclamaban su presencia imperiosamente. Y que a

pesar de que el gobierno había eludido nombrarlo, la juventud aclamaba a éste

“viejo luchador”, en todas partes. Se proclamaba el derecho a darse su propio

gobierno, y al considerar a Susini como uno de los difusores de este principio por

parte de la nueva generación intelectual, se le extendía la invitación para hablar en

el acto que se concretaría dos días después. Los miembros del comité, en el que se

encontraba Deodoro Roca, quién había recibido la misiva de Lugones unos días

antes, quisieron mediante esta manifestación expresarle a Susini, por un lado, sus

diferencias con la decisión tomada por las autoridades, haciendo gala de su

carácter de “revolucionarios” como les señalara el poeta, y por el otro, también

dieron a conocer a la sociedad argentina: que sigue siendo usted interventor por

virtud de nuestra libre e incontaminada voluntad199.

Concomitantemente con las manifestaciones públicas, la Universidad continuaba

clausurada con sus aulas vacías, y con sus cuerpos directivos diezmados, como lo

graficaba la situación existente en la Facultad de Derecho, donde proseguían las

renuncias de los consejeros: Hoy presentaron las suyas los doctores Luis E

Rodríguez, Fernando García Montaño y Lisandro Novillo Saravia200. De los

198 Ibidem; p. 325. 199 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 94. 200 La Nación, Capital Federal, 23 de agosto de 1918.

167

quince miembros que debían conformar el Consejo Directivo de esta Facultad,

habían quedado sin renunciar sólo cuatro de ellos, incluyéndose la acefalía del

Decano y el Vicedecano.

Finalmente, el 26 de agosto de 1918, el Comité de agitación Pro Córdoba Libre

junto a la Federación Universitaria de Córdoba, realizaron el acto programado, y

no se vieron defraudados con sus expectativas, porque la convocatoria fue la más

numerosa que tuvo lugar, con 15000 manifestantes, según el cálculo de la policía.

Esto lo transformó en un “acto de masas”, que aglutinó a los sectores con los

cuales había empezado a establecerse un lazo estrecho por parte de la nueva

generación intelectual: los trabajadores de la Federación Obrera Local. En

representación de los estudiantes hizo uso de la palabra uno de los presidentes que

conformaban el triunvirato de la Federación, Horacio Valdés. Con un tono

marcadamente anticlerical, se pronunció el dirigente estudiantil, aunque también

influido por el trasfondo de la crisis ideológica generada por la gran guerra.

Valdés se dirigió a los manifestantes planteándoles que los dioses cristianos

habían envejecido y perecido para el hombre de la nueva generación; y que los

milagros ya no alcanzaban para redimir al pueblo de tanta injusticia201 . En

referencia a la actitud beligerante que estaban tomando los sectores clericales,

Valdés replicaba que los “dioses irascibles y vengativos” eran producto de los

pueblos oprimidos, y no se correspondía con el “espíritu libre” que formaba parte

de las democracias. La democracia que comenzaba a regir los destinos del país

esperaba su propia religión y buscaba sus sacerdotes, aunque al no improvisar una

nueva, quedaba supeditada al “cristianismo ya caduco y vacilante”, como una

tabla de salvación ante la bancarrota de los valores morales. Sin embargo Valdés,

veía con optimismo la propagación de una lucha intensa entre religión y ciencia,

que llevaría al triunfo de la inteligencia, que terminaría por conformar lo que

definía como “la irreligión del porvenir”.

Saúl Taborda, realizó durante el acto una arenga por la cual afirmaba el

compromiso colectivo de lucha contra todos los egoísmos que se apoderaban de

las fuentes de riqueza, que se traducían en monopolios y acaparamientos. Taborda

201CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p. 38.

168

reivindicaba el derecho de los que forjaban los valores convivales en el heroísmo

olvidado del taller202. Era una clara referencia a los trabajadores como portadores

de una moral solidaria, en la cual vislumbraba nuevas formas de relaciones

sociales a las cuales era necesario acoplarse por parte de la sociedad. También

exigía una educación sin “anteojeras”, que permitiera preparar a los hombres para

la vida, en lugar de acondicionarlos para cualquier tipo de despotismo. Por último,

calificaba como el instrumento de vasallaje que controlaba las conciencias, a la

“bajeza y la mentira cristiana”.

Luego de los discursos, las organizaciones impulsoras del acto público, el Comité

de agitación Pro Córdoba Libre y la Federación Universitaria Argentina,

descartando las sugerencias realizadas por Lugones, acordaron ratificar su

confianza en la palabra del Presidente de la República, y en su accionar reparador

propugnado, ante el desprestigio que había alcanzado la “Casa de Trejo”. Pero

también, se solicitaba el envío inmediato de la intervención, que había sido

confiada al Ministro de Instrucción Pública, Salinas, dos días antes mediante un

decreto definitivo de intervención que llevó a cabo el gobierno nacional, en el cual

se mencionaba como de “alta razón de Estado” esta decisión. La posibilidad de

concretarse definitivamente la intervención y hacer realidad la Reforma

Universitaria, comenzaba a tomar cuerpo.

La toma de la Universidad de Córdoba, causas y consecuencias.

Para poder comprender la radicalidad que significó el acto de asunción de la

dirección de la Universidad por la Federación Universitaria de Córdoba, es

necesario en primer lugar, ubicarlo como punto de arribo, luego de tres meses de

iniciada una amplia campaña pública de difusión y agitación. A la vez, la

implicancia que tuvo para acelerar la llegada del interventor, luego de haber

atravesado un período de incertidumbre sobre su nombramiento, y asunción en las

funciones. Pero existió una tercera causa que propulsó esta decisión de erigirse

como autoridades de la Universidad a los presidentes de la Federación, y estaba

relacionada con la coyuntura vinculada a la apertura del sistema político cordobés,

202 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p.92.

169

aumentando su margen de democratización, al incorporarse el movimiento

estudiantil de la Reforma Universitaria como nuevo actor protagónico de ese

proceso iniciado por los sectores liberales, y apoyado por los trabajadores.

Ofelia Pianetto delimita la coyuntura 1917-1921, caracterizándola como el ciclo

de auge de la conflictividad de la estructura agroexportadora, fenómeno que no

se produce en forma aislada, sino que se vincula al de la apertura del sistema

político para conformar un espacio histórico sumamente complejo203 . Estos

conflictos venían teniendo como protagonista fundamental a los trabajadores,

mediante el ejercicio de la práctica sindical. Se recurría a ella debido a que se

había recuperado cierto nivel ocupacional como producto de importantes saldos

migratorios negativos desde 1913; sin embargo la cuota de desocupación

persistente incidía de manera determinante para el deterioro del salario,

presionando para su baja en conjunto con el aumento de los precios de los

artículos de consumo que se daba por la reducción de las importaciones como

consecuencia de la gran guerra. De esta manera, nivel ocupacional favorable,

salarios rezagados y aumento en el costo de vida, crean las condiciones clásicas

para un incremento de los movimientos reivindicativos en el marco de una puja

distributiva que se rige estrictamente por las alternativas de mercado204.

En 1917, en el marco de una huelga ferroviaria nacional, aparece un nuevo

protagonista, que tendrá incidencia en la vida social y política de Córdoba a partir

de este momento, ya que se constituyó la Federación Obrera Local, primer

intento de construir una central única de trabajadores. La FOL agrupó a quince

sindicatos y pronto hizo sentir sus reclamos por la jornada de horas de trabajo,

aumentos salariales y reconocimiento legal de todos los sindicatos205. Las

distintas actividades que abarcaban los sindicatos iban desde los panaderos,

pintores, mozos, cocineros, carreros, sastres, albañiles, carpinteros, zapateros,

mosaístas, gráficos, hasta molineros, ferroviarios, tranviarios y oficios varios.

203 PIANETTO, Ofelia, “Coyuntura histórica y movimiento obrero. Córdoba, 1917-21”, en Estudios Sociales, Nº 1, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1991, p. 93. 204 Ibidem; p. 94. 205 TCACH, César; “De la monotonía de los claustros a la polifonía de las ideas: introducción a la GACETA UNIVERSITARIA ”, ob. Cit., p.50.

170

La recuperación de la actividad sindical coincidió con la primera experiencia de la

aplicación del voto universal, secreto y obligatorio, que ampliaba las bases de

legitimidad del régimen político, lo cual significó un aumento en las posibilidades

y expectativas de participación para la población. Esta apertura de la

democratización, afirma Pianetto, que estimulaba la búsqueda de mayor

protagonismo social entre los trabajadores, en el caso de Córdoba, se extendía al

ámbito político a raíz del mayoritario origen nativo de los asalariados que vivían

en la capital provincial. La posibilidad para que se lograra la apertura del sistema

político, había tenido a los trabajadores entre sus impulsores, los cuales

participaron en las diferentes luchas obreras desde la primera década del siglo

XX.

En este marco se incluye la realización de una de las huelgas más importantes que

se produjo en la coyuntura política, delimitada por Pianetto, como fue la llevada a

cabo por el Sindicato de Obreros del Calzado, que se desarrolló en los meses de

julio y agosto de 1918, en coincidencia con la etapa de mayor movilización y

protagonismo público de la juventud universitaria. El conflicto gremial que había

comenzado con reclamos efectuados por los trabajadores en una de las fábricas de

calzado de Córdoba, se extendió rápidamente a todas las de la ciudad, lo que

generó la movilización del sindicato, que se hizo cargo de la acción huelguística.

A mediados de agosto, se produjo la declaración de un lock out por parte de los

industriales del calzado, lo que fue calificado por la federación local como un

ataque a la clase obrera organizada de Córdoba. Como respuesta ante esta medida

patronal, los sindicatos decidieron un paro general para los días 2 y 3 de

septiembre, y organizaron un acto público para el 1º de ese mes. Esta

manifestación que reunió a 20000 personas en la plaza San Martín206, contó con la

adhesión de la Federación Universitaria de Córdoba. Hicieron uso de la palabra el

secretario general de la federación obrera cordobesa, Miguel Contreras quien

pertenecía al Partido Socialista Internacional, junto al obrero gráfico Pablo Lopéz

quien militaba en el Partido Socialista, y por la juventud universitaria participaron

como oradores Deodoro Roca, Saúl Taborda como miembros del Comité Pro

206 CORBIERE, Emilio; ob. Cit. p. 49.

171

Córdoba Libre, y Enrique Barros e Ismael Bordabehere que presidían la

federación estudiantil. Durante los días siguientes en los que tuvo lugar la huelga

sindical la policía clausuró el local de la Federación Obrera Local, ante lo cual los

estudiantes ofrecieron el suyo en la calle Rivera Indarte, adonde se trasladó en

pleno el Comité de Huelga, y allí sesionaban los obreros en lucha207. A partir de

este momento, en cada 1º de mayo la tribuna obrera tenía su orador estudiantil y

no había tribuna universitaria donde no se pidiera al orador de la Federación

Obrera208.

De esta forma, se produjo una primera experiencia de confluencia entre obreros y

estudiantes, que sería una de las características por las cuales se identificarán los

miembros de la nueva generación intelectual a sí mismos, como aspecto novedoso

que imprimió el movimiento a la sociedad. Lo que le otorgará a la vez, su

proyección nacional y continental, cuya expresión se plasmará en los principios de

extensión universitaria, o Universidades Populares, como mecanismos e

instituciones encargadas de lograr la consolidación de ese lazo establecido.

La intervención de la Universidad de Córdoba, a pesar de haber sido decretada por

el gobierno nacional, y haber sido encargada esa función desde el 24 de Agosto al

Ministro de Instrucción Pública, Salinas, no se había hecho efectiva todavía

durante la primera semana del mes de septiembre. Ante este estado de situación,

los estudiantes recurrieron a uno de los métodos que mayores resultados les

habían dado, tal como lo destacara Lugones, y era el de la “acción directa”,

aunque perseguían el objetivo de llamar la atención para que actuase el gobierno

radical, lo cual no sería algo conducente para que el movimiento pudiera

conquistar sus reclamos, según las sugerencias anteriormente mencionadas

vertidas por aquel.

El 8 de septiembre un centenar de estudiantes se reunió clandestinamente para

fijar un plan de lucha, y terminaron por resolver la toma de la Universidad para el

207 “Recuerdos de Miguel Contreras”, La clase obrera cordobesa, en “La Reforma Universitaria” por Mariano Rivas, Revista Nueva Era, Nº 5, junio de 1968. 208 Ibidem.

172

día siguiente. Uno de los presidentes de la Federación Universitaria de Córdoba,

Horacio Valdés, como estudiante avanzado de Derecho advertía los riesgos a los

que se exponían, debido a: que esa aventura podía dar lugar a la imputación de

algún delito, e inclusive leyó los artículos correspondientes del Código Penal,

invitando a quienes no se sintieran con ánimo de asumir tal responsabilidad, a

retirarse; lealmente, sin reproches ni infidencias209. Con estas expresiones,

aparecían algunos reparos dentro del movimiento estudiantil, respecto a las

decisiones que implicaban una confrontación abierta, afectando las instituciones

republicanas, y los límites demarcados por ellas.

En la mañana del 9 de septiembre de 1918, cuando el portero de la Universidad

abrió las puertas de la casa que se encontraba deshabitada, 83 estudiantes

decidieron ingresar a ella, quitándole las llaves y cerrando por dentro sus puertas,

y tomaron posesión de la Casa de Trejo, en nombre de la Federación Universitaria

de Córdoba. En el momento de la planificación de la acción, se había previsto una

serie de aspectos que se tuvieron en cuenta durante la estadía dentro de la

institución. En primer lugar, la constitución de un gobierno provisional de la casa,

designando una junta ejecutiva, que estaba formada por los tres presidentes de la

Federación, Barros, Valdés y Bordabehere. El nombramiento como secretario

general al estudiante Luis Ruiz Gómez, y estaba previsto que los acompañara un

escribano público, para sellar la caja de la tesorería, lo cual finalmente no ocurrió,

aunque de todos modos se sellaron todos los documentos o cosas de valor

existentes.

Una vez que tomaron posesión de la Universidad de Córdoba, los estudiantes

izaron en el asta la bandera de la Federación Universitaria, y lanzaron una

proclama dirigida “al pueblo”. En ella se consideraba el grave prejuicio que le

infringía al estudiantado la clausura de la casa de estudios por tiempo

indeterminado, además de facilitar la reunión de quienes “conjuraban” en contra

de los “legítimos intereses estudiantiles”. Y se manifestaba que mientras se

esperaba la llegada de la intervención nacional, se podían superar los perjuicios

que les acarreaban tal estado de situación, colocando la Universidad bajo la

209 CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p. 39.

173

superintendencia de la Federación. Ésta se encargaría de nombrar los profesores

interinos, que dictarían los cursos de acuerdo a los programas oficiales, y

prepararían a los estudiantes para los exámenes finales que se concretarán por

parte de la intervención. Por último se destacaban las cualidades de maestro del

Vicerrector de la Universidad, Belisario Caraffa, pero advirtiendo que “su

aislamiento” lo transformaba en impotente para la resolución de los males que

acarreaba la instrucción en ese momento.

La dinámica del movimiento adoptado por la juventud universitaria, llegaba así a

un punto insospechado, e inédito para la tradición de la institución universitaria,

con la erección de estudiantes como máximas autoridades de sus facultades. Se

retornaba llevándola a una expresión extrema, a la noción originaria de

Universitas Scholarium Et Magistrorum, que hacía referencia al conjunto

estudiantes y profesores. La cual fue reemplazada por la idea de Universitas

Litterarum, en alusión a al conjunto de las ciencias.

La Federación Universitaria de Córdoba resolvía decretando:

1- Asumir la dirección de la Universidad Nacional de Córdoba.

2- Encargar a los ciudadanos Horacio Valdés, Enrique Barros, e Ismael

Bordabehere, de la dirección de las facultades de Derecho, Medicina e

Ingeniería, respectivamente, y nombrar secretario general al señor L. Ruiz

Gómez.

3- Los ciudadanos nombrados ejercerán conjuntamente la presidencia de la

Universidad y procederán a proponer la designación del profesorado

interino

4- Suspender la huelga y convocar a los estudiantes para que asistan al acto

de la asunción del mando.

5- Clausurar los archivos, reabrir las bibliotecas, encomendar a los

estudiantes la mayor compostura y discreción durante el funcionamiento

de las clases y su permanencia en la Universidad.

6- Todos los actos de los decanos serán previamente comunicados a la

Federación-

174

7- Remitir comunicación telegráfica al señor interventor expresándole que

habiendo sido tomada la Universidad esperamos la reciba a la mayor

brevedad.

8- Invitar al pueblo a concurrir a la inauguración de las clases.

“Córdoba Libre, septiembre 9 de 1918210.

La definición de estos puntos programáticos por parte de los estudiantes se

inscribe y se explica por la coyuntura de movilización social que atravesaba

Córdoba, y que tenía desde hacía tres largos meses a la juventud universitaria

como uno de sus actores protagónicos, coincidiendo en su momento de mayor

efervescencia con la huelga más importante llevada adelante por la Federación

Obrera Local, lo que ponía de manifiesto el haber alcanzado uno de los puntos

máximos en el proceso de recomposición del movimiento sindical, como destaca

Ofelia Pianetto.

Los tres primeros puntos, la asunción de la dirección de la Universidad; la

designación para ejercer la máxima autoridad a los estudiantes que conformaban

el triunvirato directivo de la Federación Universitaria de Córdoba; y su potestad

para el nombramiento de los profesores interinos, encuentran su explicación por

una parte en la demora del envío de la intervención decretada, y por otra parte en

la actitud decidida del demos universitario de dejar sentado rotundamente el

ejercicio de su soberanía, que de aquí en adelante debería contemplarse en la

dirección de las universidades.

La suspensión de la huelga estudiantil que se mantenía desde el 15 de junio de

1918; la reapertura de las bibliotecas y el retorno del funcionamiento de las clases;

la convocatoria a los estudiantes para que asistieran al acto de la asunción del

mando de los “nuevos” decanos, cuyos actos deberían comunicar previamente a la

Federación, representan el grado de consolidación que había adquirido el

movimiento estudiantil, lo que se dio principalmente durante los meses intensos

de lucha que siguieron a la creación de la FUC. De esta manera la organización

representativa de los estudiantes, expresaba las necesidades de una proporción

210 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo II, p. 77.

175

importante de estos, de proseguir con sus carreras universitarias, como

habilitadoras para la posibilidad del ascenso social. En este sentido, cabe destacar

algunos de los apellidos de los 83 estudiantes que decidieron tomar la

Universidad, que dan cuenta de la composición social de una parte importante del

movimiento, proveniente de la naciente clase media, como hijos de inmigrantes.

Algunos de ellos fueron: Biagosch, Bordabehere, Saibene, Repetto, Valentini,

Casella, Barletta, Gómez, Piaggio, Dicowsjy, Cominitti, Tochinsky, Piaggio,

Duganevich, Halac, Schiavone, Piccio. A pesar de la relativa baja incidencia de la

población inmigrante en Córdoba en comparación con ciudades como Rosario y

Buenos Aires, ésta tuvo un importante crecimiento del 13,8 % en 1906 al 22,6 %

en 1914. El número de estudiantes universitarios ascendía a alrededor de dos mil,

representando el 3 % sobre una población total en la ciudad mediterránea de

aproximadamente 150000 habitantes211. Por lo tanto la presencia en la nueva

generación intelectual de ascendientes de familias tradicionales o con cierto linaje,

cumplió un papel importante para poder impulsar en conjunto con los hijos de

inmigrantes con fuerza al movimiento por la reforma Universitaria. Algunos de

ellos formaron parte de la ocupación de la Universidad, como en los casos de

Horacio Valdés, Ceferino Garzón Maceda, Héctor y Juan Roca, Ferreira, Pizarro,

Ferrer, Pinto.

Se designaron rápidamente los profesores por parte de la Federación y se

constituyeron “mesas examinadoras” donde muchos alumnos, contra lo

presumible, resultaron aplazados212. Dejando sentado el criterio de ecuanimidad y

responsabilidad que guiaba el accionar del movimiento estudiantil. Los dos

últimos puntos decretados por la Federación, manifestaban el clima del momento

que se atravesaba, ya que en uno de ellos se establecía expresarle al interventor las

razones de la toma de la Universidad, con la intensión de acelerar su llegada. En

el último punto se invitaba al pueblo a concurrir a la inauguración de las clases,

haciéndose eco de las recientes manifestaciones populares, en las cuales había

confluido la juventud universitaria con el movimiento obrero, y otros sectores

sociales, en distintos actos públicos multitudinarios. Los tres presidentes de la

211 TCACH, César; loc. Cit. p. 50. 212 CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio; ob. Cit. p.96.

176

federación enviaron una comunicación el mismo 9 de septiembre al Ministro

Salinas en la cual, ponían en su conocimiento que la toma de la Universidad era

una expresión rotunda del cuerpo de estudiantes ante el “grave problema” que

debía resolver su intervención. La clausura de la Universidad por tiempo

indeterminado, causaba complicaciones y pérdidas que para los estudiantes

justificaban las resoluciones adoptadas. Se planteaba que el acto de la toma

concluiría con la inmediata entrega de la Universidad, por parte de la federación

universitaria, a quien como el Ministro de Instrucción Pública, pudiera ofrecer

garantías para poner en práctica las “legítimas aspiraciones” propugnadas.

Al encontrarse la Universidad bajo la autoridad del Poder Ejecutivo Nacional,

luego del pedido de instrucciones del Vicerrector Caraffa, se produjo el desalojo

de los ocupantes, con soldados del ejército nacional, interrumpiendo en la

ceremonia prevista para la inauguración de los cursos, por parte de los estudiantes,

quienes fueron detenidos y procesados por “sedición”, a partir de la denuncia

realizada por el Ministro de Gobierno de la Provincia. Los 83 estudiantes, con los

presidentes de la federación a la cabeza, fueron transportados en carros y

ambulancias por las calles de Córdoba, recibiendo todo tipo de apoyos, para

terminar en el regimiento 4 de artillería, donde quedaron detenidos y a disposición

del Juez Federal, García Montaño. Éste será finalmente recusado por Saúl

Taborda y Deodoro Roca, que actuaron como defensores de los estudiantes

procesados, quienes fundaron esta solicitud en vista de que era hijo de Rafael

García Montaño, cuya estatua había sido recientemente derribada, y sus deudos

habían inculpado de este hecho a la federación universitaria. El juez se inhibió de

seguir interviniendo en el proceso contra los estudiantes y se liberó a la mayoría

de los ocupantes, quedando detenidos únicamente los tres presidentes de la

federación. Pero el objetivo se había conseguido, ya que la Federación

Universitaria de Córdoba recibió una comunicación oficial del gobierno nacional,

firmada por el Ministro del Interior, en la que se les informaba sobre el envío del

interventor de la Universidad para el día 11 de agosto. Quedaba inaugurada así

una nueva etapa en la cual el protagonismo de los estudiantes, comenzaba a

adquirir una relevancia insoslayable tanto en la organización de las Universidades,

como en el plano de la política nacional.

177

La concreción de la Reforma Universitaria. La influencia del ideario

yrigoyenista.

Los distintos periódicos de la época, le otorgaban dimensión nacional a los

acontecimientos que se estaban desarrollando. Tanto La Prensa, como La Época,

La Razón, La Nación y La Voz del Interior, destacaban en sus ediciones del 11 de

septiembre de 1918 la partida del interventor Salinas a Córdoba, acompañado por

una delegación entre la cual estaba el director de Instrucción Pública, Ramón

Gené; los secretarios Raymundo Salvat, Juan Capurro y Julio Gorbea, se iban a

poner al frente de las Facultades, de Derecho, Medicina e Ingeniería

respectivamente213.

La llegada de Salinas a la Universidad de Córdoba se produjo el 12 de

septiembre, y pronunció un discurso ante el cuerpo de profesores, en el Rectorado.

Se dirigió en él al Vicerrector, a los consejeros y a los profesores, anunciándoles

que su presencia en la “histórica casa” se producía en nombre del Presidente de la

República, para poder cumplir la misión de restituirla en sus “elevadas” funciones

para que recuperara su plenitud. Para esta tarea convocaba al auditorio a una

decidida cooperación, transmitiéndole el carácter genuinamente argentino que

implicaba salvar situaciones difíciles en que estuviera comprometido el interés

público, aún a costa de todos los sacrificios214.

Mientras Salinas recorría la Universidad, al penetrar al Salón de Actos de la

Facultad de Derecho, los estudiantes le pidieron permiso al Ministro para dirigirle

la palabra. Concedido éste, uno de los presidentes de la Federación, Enrique

Barros pronunció un discurso de bienvenida. En él, Barros expresó la

complacencia con la que el cuerpo de estudiantes veía su arribo e intervención en

los asuntos universitarios, lo cual motivó a que La Federación Universitaria

engalanara para recibiros la casa de los estudiantes con los colores patrios215.

Cabe destacar que la sede de la federación de los estudiantes se encontraba frente

213 La Prensa, Capital Federal, 11 de septiembre de 1918. 214 “Ministerio de Justicia e Instrucción Pública”, ob. Cit., p. 149. 215 La Voz del Interior, Córdoba, 13 de septiembre de 1918.

178

a la Facultad de Derecho adonde había arribado el Ministro. Alentados por las

palabras que había pronunciado Salinas en su llegada a la Universidad, Barros en

nombre de la juventud de Córdoba, le manifestaba que su idealismo se ponía al

servicio de la causa reparadora dispuesta a realizar “todos los sacrificios”, tal

como lo venía haciendo hasta ese momento. Su disposición llegaba al límite de

comprometer en la contienda la libertad corporal y la vida misma216, mediante lo

cual asumían la responsabilidad de una decidida cooperación, para poder lograr la

concreción de la misión prevista por el gobierno nacional. Luego del discurso de

recepción, el Ministro saludó a Barros, y en su nombre a la Federación

Universitaria, y como deferencia y testimonio de la visita, junto a sus

acompañantes les firmaron el libro a la Federación, refrendando con ese acto el

papel asumido por los estudiantes para la realización de la Reforma Universitaria,

y su protagonismo de allí en más.

Salinas les contestó expresando que ante la hora “excepcionalmente histórica” por

la que atravesaba el país, el Poder Ejecutivo de la Nación decidió dirigirse a

Córdoba para cumplimentar con una “misión reparadora”. Ella consistiría en

relacionar a la institución universitaria, con la idea de satisfacer los anhelos y las

aspiraciones que el nuevo ambiente cultural, los nuevos métodos y

procedimientos posibilitaban, para así lograr la restitución de los prestigios que

tuvo la Universidad a lo largo de su historia. Finalizaba su arenga Salinas,

reivindicando el sentir y el pensar de la “juventud estudiosa”, como el alma y vida

de la nación, con lo cual venían a armonizar las soluciones traídas por parte del

gobierno nacional, ya que se las consideraba en plena correspondencia con los

ideales superiores de la cultura argentina. Lo cual, terminó generando una

prolongada ovación del auditorio estudiantil. Este hecho tuvo como revés de

trama el retiro del salón de los profesores vinculados a la Corda Frates. Luego del

discurso del Ministro, los estudiantes terminaron acompañando al interventor con

una manifestación que lo aclamaba, hasta su lugar de alojamiento.

Las palabras de Salinas comenzaban a dar a conocer en el ámbito de la educación

superior el ideario yrigoyenista, con una carga de influencia fundamental del

216Idem.

179

krausismo, en la concepción de la nación o el “alma nacional”. Yrigoyen tomaba

la noción del filósofo idealista alemán, Karl Krause, al caracterizar la realización

de la idea de humanidad217, que es un concepto central krausista, por la

concepción del ideal primero, y por su materialización después; y sólo fracasaron

por el desvío o por la apostasía, puesto que aún en el error, la pureza y honradez

del concepto da siempre la solución, ya que el punto de partida ha sido justo. Así

el ideal argentino se esparcirá en todo su magnífico brillo, reflejado en el espíritu

de la Nación y en el progreso de sus instituciones democráticas, y de sus fuentes

de trabajo y de riqueza218.

La concepción del Estado de Yrigoyen, se sustentaba en la idea de la existencia de

un núcleo duro de fuerzas morales basadas en la ética y que se reflejaría en la

oposición que formulaba entre “nación y antinación”, esbozada también como

garante de la “cultura moral”219. Ricardo Falcón también agrega que la noción

yrigoyenista de Estado, no se daba sólo como instrumento de vigencia del

Derecho, sino también como garante de la cultura moral. En sintonía con este

ideario, se inscriben tanto la noción de Estado como una escuela de educación

política220, como la concepción de la “reparación” de las crisis morales, que

inducía a recurrir a sus fuentes originarias, para poder comprenderlas y superarlas.

Yrigoyen también aseveraba que la “salvación de la república” había estado

originariamente y todavía se encontraba librada a las “energías reparadoras”. La

reparación en el ideario yrigoyenista tenía que ser concordante con la magnitud de

los esfuerzos ejecutados, ya que implicaba remontarse al origen de las situaciones

que producían las “perturbaciones” en la existencia nacional. De esta manera,

llegaba a la conclusión el líder político del radicalismo, que frente a grandes males

217KRAUSE, Karl, SANZ DEL RIO, Julián; Ideal de la humanidad para la vida, Madrid, Hyspamérica, 1985, p.45. 218 YRIGOYEN, Hipólito; Mi vida y mi doctrina, Buenos Aires, Editorial Leviatán, 1981, p. 82. 219FALCON, Ricardo, “Militantes, intelectuales e ideas políticas”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, p. 329. 220 YRIGOYEN, Hipólito; ob. Cit., p.102.

180

debían aplicarse grandes remedios, esto significaba que ante las “transgresiones y

desvíos” había que oponerles “rigurosas” virtudes y “absolutas” integridades.

La misión reparadora encomendada por el Presidente Yrigoyen al Ministro de

Instrucción Pública Salinas para la Universidad de Córdoba, se inscribe en una

concepción ideológica en la que se plantea lo reparador y reformador como un

principio absoluto, antes que haber sido el resultado de improvisaciones

coyunturales. El ideal de la reparación nacional era concebido por Yrigoyen en

una línea de continuidad histórica con la gesta emancipadora de Mayo, en el cual

se había dejado sentada una decidida e irrevocable voluntad de ser libres221. La

juventud había cumplido un papel preponderante para el ideario yrigoyenista,

prestándole su idealismo y entusiasmo a la causa revolucionaria, y nuevamente

iba a ser tenida en cuenta para adquirir un papel protagónico para la realización de

la Reforma Universitaria. Se articulaba la invocación a la juventud en el ideario

yrigoyenista, con la noción krausista que buscaba la transformación de la sociedad

a través de la educación222.

Desde la primera entrevista que habían tenido los estudiantes con el Presidente

Yrigoyen, en el marco del envío de la intervención primigenia encabezada por

Matienzo, se estableció una reciprocidad entre ambos. Gabriel Del Mazo relata

que el líder radical les manifestó su identificación con los principios que los

estudiantes de Córdoba sentaron en su Memorial, planteándoles: que estaba con el

espíritu nuevo en todas sus manifestaciones y que se identificaba con las

aspiraciones de los estudiantes en todo lo que ellas tenían de justas, ya que las

instituciones universitarias debían nivelarse con el progreso alcanzado por la

República223. Al igual que los dirigentes estudiantiles, Yrigoyen había focalizado

que el nudo del problema de la Universidad se encontraba en la organización de

su gobierno, todo lo relativo a su organización docente y orientación y contenido,

221 Ibidem, p.118. 222 FALCON, Ricardo, ob. Cit., p.329. 223 DEL MAZO, Gabriel; Vida de un político argentino. Convocatoria de recuerdos. Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1976, p. 84.

181

provendría de su adecuado gobierno o nada habría224. Del Mazo menciona que

desde el inicio del conflicto universitario, el titular del Poder Ejecutivo, se sintió

con la directa responsabilidad de optar por reencaminar la situación hacia un

nuevo rumbo. En este sentido, estaba bajo su potestad decretar la sanción de los

nuevos Estatutos que regirían a la Universidad en Argentina de allí en adelante, en

función de lo cual actuó con gran “sagacidad”, manteniéndose en contacto

permanentemente con los conductores del movimiento estudiantil.

Inicialmente el gobierno nacional había decidido intervenir la Universidad de

Córdoba, enviando al Procurador de la Nación, y al no poder cumplir todos lo

objetivos planteados, envió al Ministro de Instrucción Pública como garantía de

una resolución favorable a la Reforma Universitaria. En la Universidad de Buenos

Aires, sin embargo, no se necesitó de la intervención para llevar adelante la

reorganización institucional, que tuvo lugar por iniciativa del Rector Uballes, que

era partidario de la Reforma225. El propio Yrigoyen se refirió a la particularidad

existente en Buenos Aires expresando que: aparte las condiciones de mi amigo el

doctor Uballes (había sido radical), el Rector es el único funcionario de la

Universidad, para el que la Ley fija término de mandato (4 años). No quisiera

verme obligado a la necesidad y violencia de una Intervención que lo separara

interrumpiendo ese término226. De este modo se ratificaba la confianza en la

iniciativa reformista del Rector de la Universidad de Buenos Aires, quién por

diferencia de un voto no había podido establecer su propuesta para la división

tripartita igualitaria por tercios en la elección, mediante una asamblea de los

distintos cuerpos universitarios, en el proyecto de Reforma de los Estatutos votado

por el Consejo Superior.

Nuevamente impulsado por la decantación de los sucesos que se desarrollaban en

la Universidad de Córdoba, esta vez el mismo día que se daba la partida del

interventor Salinas hacia esta institución, el 11 de septiembre de 1918, se

aprobaba el decreto de Reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos

224Ibidem, p.97. 225 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., p.97. 226Ibidem, pp.97 y 98.

182

Aires. En el texto aprobado se contempló finalmente lo planteado por Uballes,

quien había elevado al Presidente, conjuntamente con lo sancionado por la

mayoría del Consejo Superior, en donde se establecía comicios separados de

profesores y de estudiantes, su proyecto en minoría, que contenía la fórmula de

elecciones conjuntas mediante una asamblea tripartita. La Asamblea se terminó

conformando por todos los Profesores titulares, todos los Profesores suplentes e

igual número de estudiantes. Los graduados al no estar organizados como cuerpo

específico, no fueron contemplados en el articulado; en su reemplazo se ubicaron

a los Profesores suplentes, quienes asumieron uno de los tercios de la Asamblea

hasta que aquellos lograran conformarse como tales. Si el número de Profesores

suplentes era igual o menor al de titulares todos ellos formaban parte de la

Asamblea. En el caso de que el número de Profesores suplentes fuera superior al

de los titulares se integrarían por orden de antigüedad, y quienes resultarían

electores igualarían el número de ambos. Para la elección de la lista de los

estudiantes se estableció como requisito el haber cursado tres años de estudios de

las carreras, estableciéndose el número de representantes de cada curso por parte

del cuerpo o del centro de estudiantes en proporción al número de inscriptos en las

carreras que conformara cada Facultad. Otro de los puntos que se incorporaron a

los Estatutos reformados de la Universidad de Buenos Aires, provenientes del

formato institucional estipulado en el primer Congreso Nacional de estudiantes

universitarios en Córdoba, era la asistencia a las clases de manera no obligatoria. 227Los estudiantes tenían derecho a seguir los cursos libres en lugar de los

regulares, y correspondía a los Consejos Directivos reglamentar la forma de

controlar los trabajos prácticos efectuados228. En sintonía con este punto, se

establecía que el Consejo Superior fijaría en el Presupuesto de la Universidad una

partida destinada a fomentar los cursos libres de los profesores suplentes y los

trabajos de investigación científica de las facultades.

La situación de la intervención en la Universidad de Córdoba, mientras tanto, fue

adquiriendo un claro perfil a través de determinados hechos, como por ejemplo la

visita realizada por Salinas al local de la Federación Universitaria, respondiendo a

227 La Voz del Interior, Córdoba, 13 de septiembre de 1918. 228 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 354.

183

una invitación que ésta le efectuara. Nuevamente uno de los integrantes del

triunvirato, Barros, fue el encargado de brindarle el discurso de recepción, en el

cual planteó que con su llegada se estaba abriendo una nueva página en la historia

de la casa de estudios, que atravesaba por una hora crítica de su vida y para

salvarle con decoro y provecho en bien de la cultura nacional, la juventud de

Córdoba despliega su viril esfuerzo con abnegación, fe y patriotismo229. La

Federación Universitaria, que congregaba a la mayoría de los alumnos, saludaba y

ratificaba su ofrecimiento de colaboración al Ministro Salinas y sus

acompañantes.

Otro de los ámbitos que se hicieron eco, avalando los efectos positivos que traería

la intervención, fue el de la “Universidad Libre”, a través de una carta enviada por

su presidente, Samuel Levi, al Ministro Salinas. En ella se señalaba que se estaban

sentando los cimientos para conformar la base sólida del edificio educacional

argentino230. Levi observaba al proyecto de reforma universitaria como la matriz

que generará el ascensionalismo nacional, gracias a la modelación óptima de los

cerebros jóvenes231. Valoraba la obra encomendada por el Presidente Yrigoyen,

como la más sagrada de las misiones de los gobiernos, al ser la encargada de

orientar el “alma colectiva”.

El presidente de la “Universidad Libre” aclaraba que era la primera vez que le

merecía elogio la tarea realizada por un funcionario público. Frente a un proyecto

que observaba como constructivo y panorámico, para Levi no quedaba lugar para

la actitud indiferente y se disipaban los escepticismos. Tanto radicales, como

demócratas, socialistas, independientes y extranjeros sentirían la tonificación

cultural por los méritos de la Reforma Universitaria afirmaba Levi; además de

apreciarla porque sus hijos estarían favorecidos con los resultados de un tipo de

educación “coordinada, sistematizada, conexionada y superior”.

229 Ibidem; p. 355. 230 La República, Córdoba, 12 de septiembre de 1918. 231 Ibidem.

184

El 14 de septiembre de 1918, la Federación Universitaria de Córdoba, envió un

nuevo Memorial al Ministro Salinas. En el mismo se hacía mención a la primera

intervención, que había sido confiada a Matienzo originariamente y había dejado

sin resolver el principal problema: la reorganización del cuerpo de Profesores.

Pero, a pesar de haber sido la resolución de aquel problema lo que motivó la

solicitud para la llegada de la nueva intervención, los estudiantes también

planteaban sus expectativas en cuanto al cambio de la composición de los

Consejos Directivos. Se criticaba el número de integrantes por el cual se

componía el órgano deliberativo, que se había fijado en el Estatuto reformado en

quince miembros como número máximo permitido por la ley Avellaneda, lo cual

se consideraba como excesivo. Aunque, los estudiantes hacían hincapié

principalmente, en la posibilidad de que el nuevo formato institucional les

otorgara la representación y el derecho de “proponer” en los cuerpos directivos,

junto a los profesores.

Por otro lado, se reivindicaba en el petitorio la asistencia libre y el derecho: de

rendir examen sobre cualquier número de materias en las tres épocas

reglamentarias, deben ser garantizados, mediante su incorporación al Estatuto y

preservado por tal medio, del arbitrio de las corporaciones directivas232. En

cuanto a la reorganización del cuerpo de Profesores, para evitar la posibilidad de

que existiera arbitrariedad por cesantías parciales, se sugería una medida de

carácter general, dejando así a salvo al profesor que fuera competente.

Se señalaba a la vez, que durante la primera intervención que llevó a cabo

Matienzo, se había dictado un decreto reestableciendo el internado del Hospital de

Clínicas, que había sido suprimido por las autoridades “del viejo régimen”. Sin

embargo los estudiantes afirmaban que nada se había hecho para el cumplimiento

de esa disposición, y solicitaban al nuevo interventor el restablecimiento del

internado. Haciendo referencia al desarrollo del año lectivo, de acuerdo a la

consideración por parte de los estudiantes, de no contar con el tiempo suficiente

que permitiera desarrollar los programas oficiales, y debido a la “escasa”

enseñanza dispensada por los profesores que fueron repudiados por la juventud:

232 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 154.

185

La Federación Universitaria vería con agrado que se dé por clausurado el

presente año, a los efectos de proceder a la reorganización del profesorado233.

Luego de relevar la opinión generalizada de los estudiantes, sus dirigentes

expresaban a las autoridades de la intervención nacional la necesidad de que se

fijarán los exámenes para las segundas quincenas de diciembre de 1918, y marzo

de 1919. De este modo, los estudiantes terminaron de aportar sus ideas generales

para contribuir a encarar la reforma prevista, y quedaban a disposición para

establecer un diálogo con quienes debían concretar su puesta en práctica.

El mismo 14 de septiembre de 1918 en el que se presentó el Memorial se

produjeron masivas renuncias de profesores de la Universidad de Córdoba, que

fueron aceptadas por el Interventor Salinas. Entre los renunciantes se encontraban

el Rector Nores, el Vicerrector Caraffa, y el mencionado “jefe” de la Corda

Frates, Arturo Bas a su cargo de consejero de la Facultad de Derecho, aunque

también Martínez Paz como delegado de Derecho y Eliseo Soaje como Decano de

la Facultad de Medicina, entre otros, aunque con distintas motivaciones, ya que en

un caso se intentaba detener el proceso de reformas, mientras que en el otro se

pretendía facilitarlo. Ante la presentación generalizada de las renuncias por parte

del cuerpo de profesores y de los académicos, la Federación Universitaria

mediante un Manifiesto, expresaba su satisfacción, y planteaba que tal actitud

debía ser imitada por su totalidad, porque de ese modo se podía: dar una solución

definitiva al conflicto que desde hace meses mantiene en situación anormal a

nuestra Universidad234.

Por otro lado, el Comité Pro Defensa de la Universidad, que representaba a la

minoría de los estudiantes, principalmente vinculados al clericalismo, se

entrevistó con el Interventor Salinas. El 16 de septiembre, su presidente,

Alejandro Cabanillas, le manifestaba: que tienen plena confianza en su gestión

interventora y que aceptarán cualquier resolución que adopte, porque entienden

que con ella se ha de normalizar la marcha del instituto235. Uno de los actores que

233Ibidem, p. 156. 234 La Voz del Interior, Córdoba, 15 de septiembre de 1918. 235 La Voz del Interior, Córdoba, 17 de septiembre de 1918.

186

había aparecido en el espacio público cordobés, en medio de la lucha política y

cultural, como era el Comité Pro Defensa, claramente identificado con el grupo

encabezado por la Corda Frates, le otorgó su aval a las medidas de renovación

que iba a implementar la intervención nacional, reconociendo de esta manera su

aceptación ante los planteos estipulados por el movimiento reformista, que se

terminaron imponiendo en la disputa cultural establecida.

La primera medida tomada por Salinas, fue un decreto establecido el 20 de

septiembre de 1918, por medio del cual se devolvieron las renuncias a los

Profesores y se declaró en comisión a todo el personal docente y administrativo

de la Universidad de Córdoba236, para no tener condicionamientos particulares y

tomar una determinación hacia el conjunto de la docencia. Entre los considerando

de la decisión, se mencionaba la intención del Poder Ejecutivo de la Nación de

encaminar a la Universidad hacia la reconstrucción institucional y científica, para

que estuviera en condiciones de cumplir sus “altos fines culturales”. En este

sentido, era considerada la reorganización del cuerpo de Profesores como una de

las bases institucionales para devolverle la plenitud de sus funciones a la casa de

estudios. La realización de estos propósitos se encontraban entroncados para

Salinas, con las finalidades de la cultura nacional, que tenía en las Universidades

sus máximos exponentes de “adelanto intelectual” y centros irradiadores de

“grandeza moral”. Estos conceptos vertidos por el interventor Salinas, se articulan

con la definición de la Reforma Universitaria expuesta por Del Mazo, en la cual

se la interpreta: culturalmente como un empeño por rectificar todo cuanto ha sido

la despersonalización de nuestros pueblos, para que mentalmente y

sentimentalmente lleguen a ser como sí mismos237.

Esta primera decisión tomada por el interventor, tuvo repercusiones positivas en el

ámbito cultural de Córdoba, las cuales fueron reflejadas en distintos periódicos.

En el diario La República, vinculado al Partido Demócrata, se consignaba que

recién comenzaba la tarea, “ardua y difícil” de la selección del cuerpo de

236 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p.162. 237 DEL MAZO, Gabriel; la primera presidencia de Yrigoyen, Buenos Aires, CEAL, 1983, p. 134.

187

Profesores. Cabía a la intervención llevar una “escrupulosa” compulsa de los actos

realizados por las Academias y el Consejo Superior, en los últimos años, donde

podrán encontrarse datos curiosos sobre la forma de nombramientos de ternas, y

donde se hallará que en muchas cosas no se han guardado ni las apariencias,

siquiera de un hecho legal, y donde se han violado abiertamente reglamentos y

estatutos de la Universidad238. Se anhelaba desde las páginas de este diario que la

obra puesta en marcha por el gobierno de Yrigoyen, respondiera al espíritu

renovador de la época. Se criticaba el ambiente que regía el funcionamiento de la

Universidad de Córdoba, con lo cual quedaba puesto de manifiesto el espíritu

liberal que regía al partido político conservador cordobés. Este posicionamiento

ideológico y político, permitía la existencia de cierto grado de expectativa, puestas

por el sector demócrata, en las transformaciones institucionales suscriptas por el

gobierno nacional.

La Voz del Interior, cercano al radicalismo, describía que pese a los intereses que

ejercían influencia en detrimento de la acción “regeneradora y reconstructiva” de

la Universidad de Córdoba, la aparición del primer decreto dictado por el

interventor Salinas, comenzó a tomar un rumbo que se esperaba, quede

confirmado con las resoluciones posteriores239. El decreto que declaraba en

comisión a todo el personal docente y administrativo era considerado en el diario,

que se jactaba de reflejar “fielmente” la opinión pública, como un paso

importante. Sin embargo, se estipulaba seguir examinando el desenvolvimiento de

la intervención, para ser sinceros en el aplauso y justos en la censura, declarando

una vez más que desearíamos emplear lo primero en vez de lo segundo240 . El

diario describía que los buenos maestros, y buenos empleados esperaban

“confiados” la ejecución de las medidas por parte del gobierno nacional, mientras

que otros se encontraban preocupados por el solo hecho de pensar que un criterio

de selección les arrebate la prebenda reemplazándoles de los cargos que detentan

por la exclusiva razón del privilegio241. También se expresaba de algún modo

238 La República, Córdoba, 21 de septiembre de 1918. 239 La Voz del Interior, Córdoba, 22 de septiembre de 1918. 240Ibidem. 241Ibidem.

188

sobre la Intervención nacional el periódico pro clerical, Los Principios, a través

del relato de la visita realizada a Salinas, por el Obispo Fray Zenón Bustos242,

quién quería mantenerse informado de las decisiones que se estaban por tomar

sobre la Universidad.

El 27 de septiembre se produjeron dos nuevas medidas dictadas por la

intervención. En primer término, se resolvió, tal como lo había peticionado la

Federación Universitaria, la supresión de los exámenes generales en la Facultad

de Derecho y Ciencias Sociales. Lo que significaba terminar con una forma de

examen que perduraba sólo en aquella Facultad, para las materias “codificadas”,

debido a que resultaba meramente reiterativa en cuanto a que no incorporaba

nuevos conocimientos a los adquiridos por el estudiante en el cursado, y estaba

desprovista de finalidad práctica. También se estipuló el restablecimiento del

Hospital de Clínicas, determinando fecha de los concursos para el ingreso de los

nuevos practicantes243. Luego de tomar esas decisiones el Ministro Salinas viajo a

la Capital Federal en donde se reunió con el Presidente Yrigoyen, y conversaron

acerca del estado en que se encontraba el conflicto universitario y sobre el

desenvolvimiento de su gestión como interventor: expuso al presidente las

medidas de distinto orden tomadas en la universidad, y trató con él después de

otra que serán tomadas próximamente para resolver la cuestión, entre ellas las

referentes a la reapertura de las clases 244. Antes de retornar a Córdoba. Salinas

se entrevistó con Arturo Bas en el Ministerio de Instrucción Pública el 2 de

octubre, quien además de académico había sido diputado nacional. El ministro,

luego fue despedido por una “numerosa” delegación de la Federación

Universitaria de Buenos Aires que lo despidió, transmitiéndole su satisfacción por

el decreto de reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos Aires,

sancionado por el Poder Ejecutivo el 11 de septiembre, y el cual iba a servir como

modelo para la renovación que implementaría con la intervención en Córdoba.

242 Los Principios, Córdoba, 27 de septiembre de 1918. 243 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., pp. 176, 177. 244La Prensa, Capital Federal, 30 de septiembre de 1918.

189

Unos días después de su regreso a Córdoba, el 5 de octubre de 1918, el interventor

Salinas presentó el proyecto de reforma de los Estatutos de la Universidad de

Córdoba. Complementariamente se estableció la reorganización del Consejo

Superior y de los Consejos Directivos de las Facultades. Se nombraron las nuevas

autoridades en función de la acefalía en la que se encontraban los cuerpos

directivos de la Universidad. Entre las mismas, aparecían figuras renovadoras, que

se habían identificado con las reivindicaciones del movimiento reformista, como

el nuevo Rector, Eliseo Soaje, el Vicerrector, Enrique Martínez Paz. El autor del

Manifiesto liminar, Deodoro Roca, fue nombrado consejero directivo en la

Facultad de Derecho, junto a Arturo Capdevila. Tanto Martínez Paz como Arturo

Capdevila y Deodoro Roca se refirieron públicamente ante sus designaciones. En

el caso del primero, aceptaba el reconocimiento como un honor, mostrándose

dispuesto a concurrir con todo mi esfuerzo a la realización de la obra patriótica

de reconstrucción universitaria iniciada por V. E. bajo los mejores auspicios245.

En el caso de Capdevila, estimaba como de “alta significación” las resoluciones

tomadas por el interventor Salinas, para lo cual ofrecía toda su colaboración.

Deodoro Roca aceptaba la designación como una honra, y se disponía a responder

“en la medida de sus fuerzas”, al compromiso “de honor” contraído: ante el país

por los hombres de la reforma universitaria y por cuyos ideales luché siempre

como estudiante y como hombre libre246. Quienes habían conformado la

Asociación Córdoba Libre en 1916, iniciando las críticas al ambiente cultural y

político cordobés, y luego se sumaran al movimiento estudiantil para motorizar la

Reforma Universitaria, comenzaban a constatar la victoria conseguida en la lucha

que protagonizaron.

Al igual que en los nuevos Estatutos recientemente decretados en Buenos Aires, el

proyecto de reforma estipuló para la Universidad de Córdoba el nombramiento de

los miembros de los Consejos Directivos, a propuesta de una asamblea compuesta

de todos los profesores titulares, e igual número de profesores suplentes y de

estudiantes. Se institucionalizaba así la inclusión de la participación de los

alumnos en el gobierno universitario, como resultado de su protagonismo

245 La Voz del Interior, Córdoba, 12 de octubre de 1918. 246 Ibidem.

190

determinante para la concreción de la Reforma Universitaria. El número por el

cual se componía el órgano directivo, quedó fijado en siete miembros, incluyendo

al Decano, en reemplazo de los quince anteriores, tal como lo habían consignado

en el Memorial los estudiantes. También se autorizaba y promovía la realización

de cursos libres, conferencias o lecciones por parte de los profesores suplentes,

sobre cualquiera materia correspondiente al plan de estudios de cada Facultad.

Otro punto contemplado por el Memorial, que se incorporó al Estatuto, era la

posibilidad otorgada a los estudiantes para poder rendir examen de cualquier

número de materias o iniciar cursos en las épocas reglamentarias de marzo y

noviembre, garantizándose de este modo la posibilidad de incorporarse por parte

de los mismos a los cursos libres.

Las reivindicaciones de la nueva generación intelectual que propulsó la Reforma

Universitaria comenzaban a plasmarse. Y las repercusiones de este éxito logrado

por el movimiento estudiantil no se hicieron esperar: el presidente de la

Federación Universitaria Argentina, Osvaldo Loudet, le envió un telegrama a la

Federación Universitaria de Córdoba, en el cual daba a conocer su postura ante los

acontecimientos. Loudet manifestaba que tanto la promulgación de los nuevos

Estatutos para la Universidad de Buenos Aires, como los de la Universidad

mediterránea, consagraban: las aspiraciones votadas por el Congreso

Universitario de Córdoba y la Federación Universitaria Argentina, que organizó

dicho congreso, se hace un deber de saludar en esta hora de triunfo a los

hermanos cordobeses iniciadores del movimiento.-Loudet, presidente.247. La

Federación Universitaria Argentina remarcaba el reconocimiento nacional

adquirido desde aquel congreso instituyente, que la tuvo como base para su

organización. La federación cordobesa, con la firma de uno de sus presidentes,

Barros, respondió afirmando que una nueva Universidad democrática y

progresista estaba poniéndose en marcha. Impulsada fundamentalmente por la

fuerza de los jóvenes generaciones argentinas, y sostenida por mandatarios

“conscientes de sus deberes y responsabilidades” en la obra de elaboración de la

cultura nacional.

247 La Voz del Interior, Córdoba, 4 de octubre de 1918.

191

Mediante un decreto del Poder Ejecutivo Nacional, el 7 de octubre de 1918, se

resolvió la aprobación de las reformas proyectadas en los Estatutos de la

Universidad Nacional de Córdoba. También se nombró al nuevo cuerpo de

profesores. Entre ellos estaban los impulsores del Comité Córdoba Libre, que

fogoneó la renovación cultural y universitaria desde 1916; Arturo Orgaz quedaba

al frente de la cátedra de Introducción al Derecho; Arturo Capdevila en la cátedra

de Filosofía de las Ciencias Jurídicas y Sociales; Deodoro Roca en la cátedra de

Filosofía General que se incorporaba al nuevo plan de estudios que fue reformado;

y Raúl Orgaz en la cátedra de Sociología. En cambio, a los principales adversarios

a lo largo de la disputa cultural, Antonio Nores que era Profesor de la Facultad de

Medicina, y Arturo Bas quien tenía un cargo como docente en la Facultad de

Derecho, les fueron aceptadas sus renuncias, agradeciéndoles por los “servicios

prestados”, por medio de una resolución del interventor Salinas, el 8 de octubre de

1918.

Como parte de la puesta en funcionamiento del Hospital de Clínicas, cuyo

conflicto a fines de 1917 había desembocado en el comienzo de los sucesos que

iniciaron el movimiento de los estudiantes por la Reforma Universitaria, se

nombraron como practicantes mediante concurso el 9 de octubre de 1918, a

algunos de sus principales protagonistas: Enrique Barros, Gumersindo Sayazo y

Horacio Miravet. También apareció otra de las figuras estudiantiles claves para la

Reforma Universitaria, como había sido Gregorio Bermann, esta vez nombrado

por la propia institución de altos estudios, el 11 de octubre, como delegado en la

Capital Federal. La Federación Universitaria de Córdoba, resolvía levantar la

huelga estudiantil que mantenía, en total reconocimiento hacia las resoluciones

tomadas por la intervención nacional.

Se estableció como fecha para la reapertura de las clases de la Universidad de

Córdoba, mediante una resolución firmada por Salinas el 8 de octubre de 1918, de

acuerdo a la puesta en marcha de la reorganización del personal docente y

directivo, para terminar de regularizar su funcionamiento, el día 10 de octubre, e

iniciarse las actividades de las Facultades. Éstas se encargarían de determinar la

fecha de clausura de los cursos regulares y la recepción de los exámenes. Se fijó,

tal como lo había propuesto la Federación Universitaria de Córdoba, la segunda

192

quincena de diciembre de 1918 y la de marzo de 1919 para la recepción de

exámenes, tanto para los estudiantes regulares como para los libres.

El acto de entrega de la Universidad de Córdoba por parte del interventor en uso

de las facultades conferidas por el Poder Ejecutivo, a las nuevas autoridades y la

reanudación de las actividades de la institución, se llevaría a cabo el 12 de octubre

de 1918. Luego de realizar un recorrido sobre los distintos temas abordados por la

intervención y resueltos favorablemente como la reorganización del cuerpo de

Profesores, la reforma de los Estatutos, la implantación de los nuevos planes de

estudios, y la reanudación del funcionamiento regular de las clases; se consideraba

en el decreto de reapertura de la Universidad dictado por el Ministro Salinas que

se había restituido así el instituto a la plenitud de su vida cultural y docente248. De

este modo, se comenzaba a concretar la prometida “misión reparadora”,

proyectada por el gobierno nacional encabezado por Yrigoyen, y ejecutada por el

interventor Salinas.

La fecha elegida finalmente para el acto de la toma de posesión por las nuevas

autoridades, que se realizó en el salón de actos de la Facultad de Derecho, tenía un

carácter simbólico, ya que era la misma que había elegido Hipólito Yrigoyen para

asumir la primera magistratura en 1916, el 12 de octubre. En este caso, esa

decisión, no podría escindirse de la influencia del hispanismo en el ideario

yrigoyenista, que por un lado tenía una vinculación con el krausismo y uno de sus

principales difusores como era Julián Sanz del Río, con una clara connotación

liberal. Y por el otro, con la fecha en la cual asumieron los presidentes argentinos,

desde Julio Argentino Roca, manteniendo cierto hilo de continuidad con una

tradición más conservadora en relación a lo hispánico, que estaba vinculado a no

desprenderse de las raíces relacionadas con la etapa de la colonia.

Al igual que al momento de la asunción en el cargo de interventor en su llegada a

la Universidad de Córdoba, el Ministro Salinas pronunció un discurso público en

el acto de transferencia de la posesión al nuevo Rector, Eliseo Soaje. Esta vez se

dirigió de manera conjunta, al Rector, como a los Consejeros, a los Profesores y a

248 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 260.

193

los “Jóvenes alumnos”. Salinas expresaba que la “altísima y delicada” misión

encomendada por el Presidente de la República, en momentos en los que

atravesaba una de sus mas difíciles crisis la histórica Universidad, y de verdadera

y excepcional expectativa para la invicta Córdoba, queda ampliamente

cumplimentada; queda leal, noble y patrióticamente realizada249. Describía

Salinas que los cuerpos directivos de la casa de estudios habían quedado

compuestos por hombres de ciencia, las cátedras ocupadas por “distinguidos”

educadores, y sus jóvenes alumnos con “vehementes” anhelos de acceder a las

fuentes de la ciencia y los principios de la verdad.

El viejo y legendario instituto de estudios superiores, quedaba según lo definía

Salinas, “rehabilitado” en la plenitud de sus prestigios, autoridad y respeto;

figurando a partir de estas transformaciones como un verdadero monumento del

progreso institucional y científico, no sólo de la Nación Argentina, sino de todo el

continente Sud Americano250. Se anunciaba que la renovada Universidad de

Córdoba marcaría una nueva era en la historia cultural argentina y en sus

instituciones. Y entregaba al Rector y a los Consejeros la casa de altos estudios

reconstruida, en nombre del “gran ciudadano”, en referencia a la figura del líder

radical, quien estaría cumpliendo la misión histórica de auscultar las grandes

necesidades públicas, que con clarividencias de apóstol dirige los destinos de las

Provincias Unidas del Sud251. De esta manera Salinas terminaba su obra, y la

dejaba en manos de las nuevas autoridades, a quienes les confiaba su “inteligente

custodia”.

Luego del discurso del interventor, hizo uso de la palabra el nuevo Rector, Eliseo

Soaje. Expresó encontrarse movilizado por la conciencia del deber, para contribuir

sin egoísmos ni “mezquinos sentimientos”, para que se renovara la vida

universitaria. Esto se hacia posible por haberle dado término en primer lugar a la

clausura indefinida de la Universidad, que trajo “graves” perjuicios para los

estudiantes. Los cuales eran considerados por Soaje como el “alma de esta casa” y

249 Ibidem, p. 261. 250 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; ob. Cit., p. 261. 251 Ibidem, p. 262.

194

su principal objetivo para su existencia y mantenimiento. El espíritu nuevo que

iba a conducir la evolución de la Universidad, requería para el flamante Rector de

la “mayor” unidad de acción y de actividad entre profesores y estudiantes. Esta

complementariedad entre ambos cuerpos universitarios, se sostendría por ideales

democráticos y republicanos, empapados por un sano entusiasmo por la ciencia

racional y positiva. El Rector Soaje se planteaba como anhelo que prosperara la

mayor tolerancia y respeto por todas las ideas y por todos los talentos, vengan de

donde vinieren, sin exclusivismo, prejuicios ni apasionamientos252. Este

“renacimiento” debía ser vigorizado por un tipo de enseñanza “positiva, intensa y

firme” que fijara las nuevas bases de la disciplina, sustentada en la fuerza de los

talentos de los profesores, junto a sus prestigios morales y científicos.

Soaje invocaba los deseos de la población universitaria, y la necesidad de ser

conscientes de sus “grandes” destinos, y por lo tanto formulaba el planteo de una

nueva Universidad, donde tuvieran un amplio ambiente los trabajos

experimentales y de investigación. Se procuraba un engrandecimiento “moral y

material” de la “ilustre” Casa de Trejo, para lo que se convocaba a interesar al

Poder Ejecutivo Nacional, fijándose el propósito de lograr un verdadero centro de

producción científica, filosófica y cultural. Por último, el nuevo Rector brindaba

un homenaje y reconocimiento al Presidente de la República, por haber dado una

solución definitiva al conflicto, y de este modo haber salvado a la Universidad de

la descomposición. Valoraba Soaje, el espíritu ecuánime y de justicia que había

caracterizado a la intervención, remarcando que siempre se mantuvo ajena a los

intereses de orden político y religioso.

El 13 de octubre de 1918 el Ministro Salinas emprendió su retirada, luego de

haber cumplido con su misión. Fue acompañado por una delegación numerosa y

representativa de la juventud universitaria de Córdoba. El encargado de ofrecerle

las palabras de despedida fue Deodoro Roca. En ellas le transmitía que la obra

realizada no se iba a malograr, ya que, “despierta y vigilante” la juventud

“custodiará” la casa, para que nadie pudiera arrebatarles el “precioso tesoro de la

libertad”.

252Idem; p. 264

195

Portantiero sintetiza este momento, planteando los protagonistas que permitieron

la conformación de un bloque histórico: Nacía así la primera universidad nueva

de América; seguramente del mundo también. Tras una lucha de varios meses el

radicalismo yrigoyenista, apoyado en el liberalismo de las clases medias, en el

sindicalismo y en los partidos de izquierda, sancionaba en el reducto del

clericalismo, el triunfo de una kulturkampf teñida, además, por reclamos de

americanismo anticosmopolita y de solidarismo social253. Ante esta condición de

posibilidad histórica existente en Argentina, se produjo la articulación de los

distintos grupos y clases sociales, que a través de la disputa cultural emprendida

por intentar producir una reforma intelectual y moral, lograron articular y

direccionar esta voluntad contrahegemónica bajo la bandera de la Reforma

Universitaria.

Por un lado, se encontraba el yrigoyenismo, con la figura preponderante del líder

del movimiento radical, acompañado de intelectuales que impulsaban su apoyo y

solidaridad con la juventud universitaria, como Diego Luis Molinari y Telémaco

Susini. La existencia de dirigentes estudiantiles vinculados al radicalismo, como

Enrique Barros, Gabriel Del Mazo y Guillermo Watson, permitió que tuviera

viabilidad la disposición manifestada por el yrigoyenismo. A la vez, la rígida

estructura existente en la Universidad de Córdoba, nutrida de un ambiente con una

fuerte influencia de la tradición jesuítica, que le daba un sesgo distintivo a nivel

nacional, motivó la particular polarización entre clericales y anticlericales. Estos

últimos, se aglutinaron en distintas asociaciones o grupos que permitía la

inclusión en ellos de miembros con diversas procedencias ideológicas, que iban

desde el liberalismo, pasando por el decidido apoyo al movimiento reformista del

Partido Socialista y el protagonismo asumido por sus dirigentes principales, hasta

el socialismo internacionalista, hasta llegar al “georgismo” o el “normalismo”,

todos lo cuales pudieron enfrentar y torcer la hegemonía ejercida por la

“aristocracia doctoral”.

253 PORTANTIERO, Juan Carlos, ob. Cit, p. 54.

196

Por otro lado, el movimiento reformista contó con jóvenes intelectuales, que

ejercieron su conducción ideológica, por medio de sus escritos y discursos a lo

largo del desarrollo de los acontecimientos que decantaron en la Reforma

Universitaria. Tanto Saúl Taborda que tenía 33 años en 1918 como Deodoro Roca

con 26, se transformaron en los maestros que los estudiantes buscaban ante la

orfandad existente en los claustros. Ambos, manifestaron sus tesis, al calor de los

sucesos, sobre la “hora americana” que comenzaba a divisarse, otorgándole desde

un primer momento una perspectiva continental al movimiento que se estaba

gestando en Córdoba. Junto a estas nociones “americanistas”, expresaban las

nociones de solidaridad social, en pos de la correspondencia entre obreros y

estudiantes, tanto en sus obras como en sus discursos y actitudes asumidas

públicamente durante el conflicto universitario.

Julio González, consideró que a partir de esta segunda y última reforma de los

estatutos de la Universidad de Córdoba, el triunfo de la “revolución universitaria”

era un hecho consumado. El viejo e “irreductible” baluarte del tradicionalismo

había caído al fin al fin siquiera fuese transitoriamente, en poder de las nuevas

generaciones254, que incorporaban como parte de la renovación, los valores del

libre pensamiento, la liberta de conciencia, y la concepción de una “democracia

integral”.

Sin embargo quedaron secuelas luego de esta disputa política y cultural, que dejó

triunfadores y derrotados como se puede apreciar en las repercusiones registradas

en distintos periódicos. La Voz del Interior interpretó el desenlace de los

acontecimientos como la consecución del “ideal revolucionario”, lo cual sacaba a

la “centenaria” Universidad de su “oscuro letargo”, para colocarla a la cabeza de

las nuevas corrientes culturales. Una visión contrapuesta tenía sobre la Reforma

Universitaria el periódico, Los Principios, que expresaba su desacuerdo ante la

sanción del decreto de reorganización. Al cual calificaba como el atentado “más

grave” contra las instituciones y una “violación de la ley”. En las páginas del

diario clerical se preguntaban de modo perspicaz, en tono de crítica a la política

del gobierno radical: ¿Qué diferencia existe entre el hacer un rector por decreto o

254GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit. p. 106.

197

designar un gobernador de provincia por los mismos procedimientos255. Lo que

implicaba una forzada correspondencia con la utilización del recurso de la

intervención federal a las provincias, que era abiertamente criticado. Y añadía que

había primado un concepto “sectario” en los nombramientos de los cuerpos

directivos, ya que un “95 por ciento” representaba la “tendencia antirreligiosa más

acentuada”.

Parte de la indignación que se transmitía desde Los Principios reflejaba los ecos

de una derrota política y cultural, que no terminaban de ser asimiladas por los

grupos clericales. Algunas de sus secuelas las sufrió físicamente uno de los líderes

del movimiento estudiantil, e impulsor de la Reforma Universitaria, Enrique

Barros. Mientras se encontraba desarrollando sus actividades como concurrente en

el Hospital de Clínicas de la Universidad de Córdoba, Barros recibió un

cachiporrazo por parte de un fanático católico que irrumpió en la guardia

hospitalaria, y le hundió el cráneo, el 3 de noviembre de 1918, dejándolo al borde

de la muerte. Ante este hecho de violencia que transvasó los límites por los cuales

se había desarrollado el enfrentamiento ideológico, cultural y político, se volvió a

realizar una manifestación pública de masas, que reunió el mismo día del ataque

feroz, a veinte mil personas en repudio a la agresión cometida contra el dirigente

estudiantil.

También se pronunció, nuevamente, el Obispo de Córdoba, ante la decantación de

los acontecimientos que concluyeron en la concreción de los postulados de la

Reforma Universitaria. Fray Zenón Bustos dio una pastoral, posteriormente

publicada en Los Principios, en la cual se asimilaban las repercusiones de los

resultados de la disputa cultural, que lo tuvo como protagonista en uno de los

sectores en pugna. En tono apocalíptico, el Obispo aseveraba que había llegado la

hora de las democracias y del proletariado, creada y saludada por los apóstoles de

la demagogía256. Esto último era una clara referencia a la figura de Yrigoyen. Se

refería de manera despectiva a lo que definía como una nueva hora de la

“subversión y anarquía general”. Observaba con preocupación el desarrollo de las

255 Los Principios, Córdoba, 9 de octubre de 1918. 256 Los Principios, Córdoba, 24 de noviembre de 1918.

198

“masas”, de cuyo seno se nutría el ejército, cuya función sería la de garantir el

orden y defender el “trono”, pero estaría en condiciones de “contagiarse” de

rebelión, y en vez de rechazar los asaltos subversivos, presentará las armas a los

agresores257, de cuya afirmación se desprendía una preocupación vinculada al

fantasma de la Revolución Rusa. Las secuelas sufridas por el tradicionalismo

clerical, y la consecuente pérdida del “control” del ambiente cultural cordobés,

hacían mella en el contenido de la pastoral del Obispo. Pronosticaba que las

masas, sin freno que las contuviera, “serene y amanse”, sin ningún poder que las

“entre” en concordia con los capitales y capitalistas, y con la falta de la

conciencia cristiana del “temor de Dios” hacían prever una transformación social

“enconada y detestable”.

Hacia una confluencia generacional.

En la Universidad de Buenos Aires, se eligieron las autoridades por primera vez

de acuerdo a lo que prescribía el decreto del Poder Ejecutivo Nacional, que

reformó los Estatutos, el 11 de septiembre de 1918. En la Facultad de Filosofía y

Letras fueron electos por mayoría absoluta de sufragios como Decano y Consejero

Directivo, Alejandro Korn y José Ingenieros, por la Asamblea constituida de

manera novedosa por veintidós profesores y diez y nueve estudiantes -de los

cuales diez eran mujeres- , el 24 de octubre258. También fueron electos los quince

miembros del Consejo Directivo, entre los que se destacaban el escritor Ricardo

Rojas, el senador socialista Enrique del Valle Iberlucea, el director de la Revista

Argentina de Ciencias Políticas Rodolfo Rivarola, y el ensayista Ernesto Quesada.

Quien estuvo encargado de presidir la Asamblea constituyente, por delegación del

Rector Uballes, fue el ensayista Juan Agustín García, quién además junto al

Procurador de la Nación, José Matienzo, resultaran electos como delegados

titulares al Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. En otras

Facultades aparecían distintos protagonistas de los acontecimientos que

condujeron a la concreción de la Reforma Universitaria, como Juan B. Justo,

Telémaco Susini y el dirigente estudiantil Guillermo Watson, quienes fueron

257Ibidem. 258 Ministerio de Justicia, Instrucción Pública y Culto; loc. Cit., p. 441.

199

electos consejeros de la Facultad de Ciencias Económicas. En la Facultad de

Ciencias Médicas, su Decano era Julio Méndez, y como consejeros directivos

estaban Osvaldo Loudet y Gregorio Araoz Alfaro. Como consejero directivo de la

Facultad de Derecho había sido elegido Alfredo Palacios, aunque estaba rodeado

de figuras ligadas al conservadurismo de distinta índole; algunos se encontraban

vinculados al clericalismo, como era el caso de Tomás Cullen, y otros desde una

concepción político ideológica liberal-conservadora, aunque en diversas

vertientes, como eran las que representaban las presencias en el Consejo Directivo

de Derecho de Ramón S. Castillo y Leopoldo Melo o el Decano Estanislao

Zeballos. Este hecho llevará a definir a la Facultad como el bastión de la reacción

frente a los reformistas por parte de Halperín Dongui259.

La conjunción de una proporción importante de estos intelectuales reconocidos,

en el ámbito de la Facultad de Filosofía y Letras, representaba y garantizaba las

ansias de renovación en el plano de las ideas, que figuraba como una de las

reivindicaciones con las cuales se identificaba el movimiento estudiantil

universitario. Tanto la figura intelectual de Ingenieros como la de del Valle

Iberlucea, estuvieron entre las primeras que elaboraron una interpretación del

impacto de la Revolución Rusa como fenómeno transformador de estructuras

políticas e ideológicas; en el caso del primero a través de textos de análisis y

divulgación como “La significación histórica del movimiento maximalista”, y en

el del senador socialista, llevándolo a la adhesión de los principios de la Tercera

Internacional Comunista, desde una posición política que lo situaba a “la

izquierda” del Partido Socialista, aunque sin romper con el mismo, que se expresó

a través del movimiento denominado “tercerista”260. Del Valle Iberlucea,

encabezó esta organización política, que conformaron un grupo de jóvenes

socialistas, influidos por la experiencia soviética y las figuras de Lenin y Trostsky.

Esta definición política asumida implicó su desafuero en el cargo de legislador

nacional, por el Senado de la Nación dominado por los conservadores, en el cual

cabe destacar la defensa asumida por Joaquín V González, quien lo había

designado como Secretario General cuando se creó la Universidad de La Plata, y

259HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit., p.112. 260CORBIERE, Emilio; El marxismo de Enrique del Valle Iberlucea, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1987, p. 19.

200

el voto en contra del senador radical por Santa Fe, Ricardo Caballero. También

Ingenieros, había asimilado las secuelas que produciría, apenas se provocó la

conflagración mundial a la que calificó como el “suicidio de los bárbaros”; al

igual que Korn quién se pronunció en ese sentido pero una vez concluida la guerra

con el escrito “Incipit Vita Nova”; lo mismo que Rojas mediante su “Profesión de

fe de la nueva generación”.

El texto de Korn, que ya era un intelectual reconocido por sus trabajos filosóficos

y como miembro de la Academia de Filosofía y Letras desde 1917, se publicó en

la revista Atenea de La Plata Nº 1 en 1918. En él, se establecía un análisis

coincidente con el realizado por Ingenieros en “El suicidio de los bárbaros” en el

diagnóstico de la crisis producida por la guerra como un “puente hacia el

porvenir”, en el cual el trabajo y la cultura reemplazarían a la civilización forjada

en la violencia. Aunque en el texto de Korn, se destacaban algunas de las

concepciones teóricas, que actuaban como un impedimento, para que se pudiera

lograr la consumación de los nuevos ideales. La referencia se dirigía hacia el

positivismo, al cual se lo definía por contener distintas orientaciones en su seno, y

que fue caracterizado por Korn en función de una base común cuyos elementos

eran: una concepción mecanicista del mundo, y el “supuesto” rigor científico de

sus conclusiones. Históricamente lo ubicaba al positivismo como una

manifestación del movimiento liberal moderno en correspondencia con el “tercer

estado”. Pero la crítica fundamental que realizaba a la matriz positivista, y que

consideraba como el motivo principal de su decaimiento, se centraba en el

concepto “mecanicista”, que al suprimir la libertad no permitía la construcción de

una concepción ética. A pesar de querer reemplazar esta “deficiencia” por una

teoría de las costumbres o los “instintos” sociales, el positivismo, criticaba Korn,

terminaba justificando todos los egoísmos al asimilar lo moral y lo útil, y

transformaba al sujeto en testigo “ocioso” de sus propios actos. En este sentido se

terminaba proclamando la amoralidad, ante la imposibilidad de fundar una ética,

declarándola superflua. Es un espectáculo raro ver a estas generaciones resueltas

a conquistar en lucha sin tregua todas las libertades-política, económica,

intelectual- negar asimismo la libertad intrínseca del hombre261.

261 KORN, Alejandro; La libertad creadora, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1940, p.44.

201

Para Korn el positivista consecuente no podía tener ideales, ya que obedecía a la

ley de la evolución. Aunque atemperaba de algún modo sus críticas, al plantear

que no se debía renunciar a ninguna de las conquistas alcanzadas gracias a los

descubrimientos que facilitaba la utilización como instrumento del método

científico. Sin embargo, ello debía mantenerse subordinado a lo que Korn definía

como un principio superior, o un principio ético. La filosofía positivista había

cumplido su misión histórica, al generar la consciencia del poder transformador de

la ciencia; pero Korn advertía un cambio de rumbo hacía una nueva filosofía de

orientación ética. Ésta tendrá como objetivo devolver la “dignidad” de una

personalidad consciente, libre y dueña de su destino, opuesta al automatismo

mecánico, si queremos un mundo mejor lo crearemos262. Señalaba en su análisis

crítico Korn, que en las ciencias sociales concluía el dominio “exclusivo” del

factor económico, apreciándose el valor de los factores morales. Y además

criticaba del positivismo, la postura que se desprendía de esta corriente de

pensamiento, al pretender otorgarle basamento científico a la política263. Colocaba

como ejemplo, al socialismo, como concepción ideológica que invocaba la

solidaridad, lo cual era una referencia a un sentimiento ético, y se sustentaba en

los planteos realizados por Jean Jaurés. La misión que propugnaba Korn para la

nueva época que comenzaba a vislumbrarse, no era el adaptarse al medio físico y

social en términos de la fórmula spenceriana, sino adaptar el propio ambiente a los

anhelos de “justicia y belleza” propuestos.

Una vez elegido como Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la

Universidad de Buenos Aires, Alejandro Korn, pronunció su primer discurso

público al asumir en el cargo. Comenzó diciendo que sentía la responsabilidad de

iniciar el camino de la “avanzada” reforma que se estaba ensayando, en la cual

aparecían por primera vez los estudiantes interviniendo en el gobierno de las

Facultades. También destacaba Korn, la presencia en el Consejo Directivo de

fuerzas nuevas, como exponentes representativos de la vida intelectual. Cabe

recordar la elección como consejeros de Ricardo Rojas, Enrique del Valle

262 Ibidem, p.46. 263FALCON, Ricardo; loc. Cit., p.326.

202

Iberlucea, Ernesto Quesada, Rodolfo Rivarola, y José ingenieros, entre otras

figuras. Vienen ellos a su propio hogar, era su ausencia la que extrañábamos, no

nos sorprende su llegada264. Se señalaba también el hecho de que por primera vez

participaba una mujer, formando parte del órgano de decisión de la Facultad de

Filosofía y Letras, en referencia a la asunción como consejera de Ernestina López

de Nelson. El objetivo propuesto por el nuevo Decano para su gestión era hacer de

éste ámbito de estudios superiores el “foco” de un intenso movimiento intelectual,

que adquiriera relevancia, en primer lugar en la Universidad, para luego poder

extender su influencia, inspirando sus valores en la vida nacional.

Korn destacaba la importancia que adquiría en esta nueva etapa de la Universidad,

la autoridad moral de sus miembros, quedando proscripta de sus cátedras

únicamente, al igual que lo declamara el Manifiesto liminar, y lo analizaría

Ingenieros en una de sus obras, la “mediocridad”. Luego consideraba en su

discurso, al movimiento de la Reforma Universitaria como la expresión aún

inorgánica, desorientada, de una “honda inquietud” que estremecía el “alma”, de

las nuevas generaciones. Y destacaba las innovaciones traídas, que despertaban la

conciencia de su responsabilidad en docentes y alumnos, emancipándose por la

falta de coacción externa, al quitarse todo tipo de relación de tutelaje, lo cual sería

suplido con la “disciplina espontánea”.

El Decano electo, consideraba la existencia de un movimiento rítmico en la

“evolución de las ideas”, a partir de lo cual cada nueva época presentaba un

carácter opuesto a la precedente. Tras lo cual, asumía para el caso argentino, que

aquello estaba sucediendo, con el agotamiento de la doctrina de Alberdi, cuyo

aporte fundamental había sido revelar el carácter económico de los problemas

sociales y políticos. Pero el hecho de subordinar todas las actividades a un interés

económico, había terminado por exacerbar aquel postulado innovador. De este

principio llevado al extremo se desprendía su contrario, lo que significaba la

aparición de un nuevo ritmo histórico, caracterizado por la existencia de valores

superiores a los económicos. No los ignorábamos, ese era el secreto de esta casa,

264DEL MAZO, Gabriel; op. Cit. p. 132.

203

en la cual no hay una sola cátedra donde se enseñe el arte de hacer dinero265. Sin

negar la necesidad del desarrollo económico, el discurso de Korn, dejaba en claro

que éste debía servir para la posibilidad de construir una alta cultura, a la vez

“humana y nacional”, para que acompañara una nueva organización social que

estuviera basada en ideales éticos, estéticos y sociales. Se preveía de esta forma, la

preeminencia que debía tener la Facultad de Filosofía y Letras en esa época

histórica que se abría, por sobre las carreras profesionales, que hasta el momento

habían sido consideradas como prioridades por el Estado. A la vez, Korn dejaba

entrever en su discurso, lo que Oscar Terán266 definiera ideológicamente como la

recomposición de un “socialismo ético”, en el cual los valores humanos, como la

búsqueda de justicia, adquirían preponderancia por sobre las “incrustaciones”

positivistas de una concepción teórica que se regía de manera determinista desde

el plano económico.

Ricardo Rojas y la interpretación del advenimiento de la nueva generación.

El clima de época promovía una nueva inquietud generalizada entre los

intelectuales en relación con los fenómenos de cambio social que se producían en

el país y en el mundo entero267. Rojas, reconocido escritor vinculado al

modernismo literario y autor de una historia de la literatura argentina inaugural,

acompañando el nuevo contexto que se abría con la finalización de la guerra

europea, y que Eric Hobsbawm define como el momento en el que triunfa el

“principio de nacionalidad”268. La consolidación de la decimonónica idea de

Nación, se produjo por causa de dos fenómenos que confluyeron de manera no

intencional: el derrumbe de los grandes imperios “multinacionales” del centro y el

este de Europa y la Revolución Rusa, que impulsó a los aliados a inclinarse por

los planteos “wilsonianos” en contra de la alternativa bolchevique. Así se

265 DEL MAZO, Gabriel; op. Cit. p.133. 266 TERAN, Oscar, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Editorial Catálogos, 1986, p. 67. 267 ROMERO, José Luis; ob. Cit., p. 140. 268 HOBSBAWM, Eric; Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Editorial Crítica, 2004, p. 141.

204

comenzó a generar una modificación en la ideología capaz de movilizar a las

masas, que entre 1917 y 1918 se encontraba imbuida por las nociones de

“revolución social”, y progresivamente perdió su predominio, desplazada por el

planteo de “autodeterminación nacional”. Con excepción de la “Rusia soviética”,

Europa no se reconstruyó en base a la política bolchevique sobre la “cuestión

nacional”269.

Rojas dio a conocer el 2 de enero de 1919 un escrito por el cual se proponía

constituir una “liga de ciudadanos jóvenes”. El objetivo buscado con la

publicación de la Profesión de fe de la nueva generación era afrontar en la

“meditación y la obra”, las consecuencias generadas en el país con la instauración

del sufragio universal y la gran guerra europea. La denominación que adoptaba de

manera definitiva era “Alianza de la nueva generación”, y se encontraba integrada

por tres asociaciones diversas que se titulaban como: Instituto de estudios

argentinos, Juntas universitarias y el Comité Nacional de la juventud. El instituto

era concebido por Rojas como un centro de trabajos intelectuales, consagrado a

la solución de los problemas argentinos270, mientras que las juntas se dedicaban a

la reforma de la educación en pos de lograr la autonomía plena de la Universidad,

y el comité se encargaría del “saneamiento” y la renovación del ambiente

democrático. Cabe señalar, que funcionaba en Buenos Aires la rama juvenil del

Comité Pro-Aliados, que tenía cerca de 6000 adherentes y lo conformaron en

rechazo a la política neutralista de Yrigoyen, intelectuales como Gerchunoff,

Rojas, Palacios, y los futuros activistas contrarrevolucionarios Lugones, Alfonso

de Laferrére, Francisco Uriburu y Mariano Villar Sáenz Peña formaron en

octubre de 1918 la rama juvenil, el Comité Nacional de Juventud271. Se producía

por causa de este apoyo, aunque por distintas motivaciones, una confluencia

momentánea, de representantes de tendencias ideológicas y políticas opuestas, que

en los casos de Villar Sáenz Peña formando parte de la fuerza de choque

paramilitar, que era la Liga Patriótica.

269 Idem. 270 ROJAS, Ricardo; Obras Completas, Tomo III, “La guerra de las naciones”, Buenos Aires, La Facultad, 1924, p. 110 271MCGEE DEUTSCH, Sandra; Contrarrevolución en la Argentina, 1900-1932; La Liga Patriótica Argentina, Bernal, Universidad Nacional de Quilmas, 2003, p. 79.

205

En la perspectiva de evitar que la Alianza fuera corroída por un espíritu sectario,

proponía como misión la búsqueda de la concordia, lo que significaba entablar

relaciones de reciprocidad tanto con la Universidad, como con los ateneos, clubes,

el comercio y las asociaciones obreras. Rojas indicaba que quienes iniciaban esta

obra eran conscientes de que la “nueva generación” traían una sensibilidad y un

ideal nuevos a la historia del país. Y que por la manera de sentir la propia vida y

de practicar su acción civil se reconocía como diferente de la generación anterior;

estableciéndose así una contraposición con otro grupo precedente en el tiempo,

como mecanismo de afirmación de su propia identidad. Aunque para Rojas con

ello sólo no alcanzaba para señalar su “advenimiento”, en la historia nacional; era

la hora de definir la “entidad nueva” con nombres, ideas y actos concretos, ya que

se afirmaba que la República ansiaba una renovación de temas y de métodos en la

acción social. La causa de eso, Rojas la encontraba en la crisis interna y externa

que atravesaba la nación, ante lo cual realizaba un llamado a la constitución de

una nueva organización que permitiera reanudar el “hilo roto” de la Emancipación

y de la Asociación de Mayo, para de este modo deslindar responsabilidades en la

época contemporánea.

Mientras el Parlamento y la Universidad, lamentaba Rojas, parecían haberse

resignado a dejar de ejercer su “función moral”, se producía como consecuencia el

languidecimiento de los ideales del “arte, el bien y de la ciencia” por la influencia

de los “escepticismos individuales”.Es de este modo que: el nervio de la

argentinidad se ha relajado, que sus caminos se han perdido, que sus moldes se

han roto272 . El escritor señalaba en un tono crítico que sobraba adhesión

personalista en el partido gobernante, faltaban ideales fecundos en los partidos

opositores, y la vida de la República estaba al borde de volver al ciclo de las

“violencias personales”. Todo lo cual, infería, que induciría a la “juventud

argentina” a organizar la conciencia pública, a afianzar la preeminencia de las

instituciones democráticas, y proclamar una concordia entre los ciudadanos bajo

un “alto” ideal de cultura. Realizaba una advertencia, de esta forma, sobre los

272 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.111.

206

aspectos que identificarían luego quienes produjeron la escisión del radicalismo,

separándose del “yrigoyenismo”, y conformando el “antipersonalismo”.

En cuanto a la adopción de neutralidad adoptada por el Estado argentino ante la

“guerra de las naciones”, expresaba una posición crítica la Alianza, al interpretar

que el país estaba sin ningún plan ante la reorganización de la vida internacional

que proyectaban los aliados. A la vez, Rojas presagiaba que las “agitaciones

revolucionarias” de la economía europea, iban a generar secuelas: sobre nuestra

economía, puesto que padecemos una expansión semicolonial del capitalismo

extranjero273. Frente a este panorama diagnosticado por la Alianza, en el que se

previa la posibilidad del fracaso de la democracia y la pérdida de la soberanía,

enmarcados en lo que Rojas definía como el “eclipse” del ideal argentino,

realizaba un llamamiento a todos los hombres “jóvenes” de la República. Al igual

que en el Manifiesto liminar, y los diferentes documentos publicados durante la

Reforma Universitaria, se establecía un tipo de auto referencia e interpelación de

la juventud, como sujeto social transformador, y existía un contexto europeo en el

que la guerra había ampliado la ya precedente exaltación de los jóvenes274.

Como señala Devoto, esta reivindicación de la juventud generaba una voluntad de

convertirse en “maestros de la misma”, para cuyo rol se estaría postulando Rojas a

través de esta nueva organización social acompañada de una declaración de

principios.

El acercamiento que se proponía Rojas hacía la nueva generación, encauzada por

la crisis de valores que se desprendía de la gran guerra, no estaba exenta de

tensiones. Rojas pertenecía a la generación precedente, por lo cual arrastraba,

como señala Halperín Dongui275, una visión de la democracia como el “gobierno

de la razón pública”, que reservaba la potestad de la opinión a las “minorías

cultas”. Y el autor de la “Restauración nacionalista” y “La argentinidad”, fue el

que acuño el término, se proponía establecer una Alianza, enviándoles un mensaje

a los jóvenes que surgían a la actividad pública, durante la efímera aurora de la

273Ibidem, p. 114. 274DEVOTO, Fernando, ob. Cit., p. 170. 275 HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit.

207

posguerra, cuando el horizonte parecía abrirse a los más audaces avances hacia

la plena igualdad política y social276. Sin embargo, la “Profesión de fe” hacía

hincapié en rechazar las concepciones ideológicas ligadas al positivismo, aunque

las ubicaba como un conjunto coherente, sin distinguir sus distintas variantes,

como el eje fundamental para una nueva concepción reivindicativa del idealismo

que abarcaría todos los ámbitos. Se promovía así un encuentro intergeneracional

bajo la égida de una coincidencia ante una determinada visión del mundo, sin

centrarse en aspectos que pudieran interpretarse como un “programa político-

partidario”, lo cual aumentaba las posibilidades de ampliar el espectro de sus

adherentes.

La afinidad establecida por Rojas en la “Profesión de fe” con la nueva generación,

se sustentaba en lo juvenil del espíritu, más que en una cuestión etárea. Luego,

definía la forma en la que entendía el hecho de tener el “alma joven”; esto era un

sentimiento de descontento ante el estado de las cosas vigentes, con el propósito

de reformarlas en función de determinado ideal. Éste, era el que movilizaba la

declaración, que no se concebía por parte de Rojas como una doctrina, sino como

la descripción de un “estado del alma” por parte de la juventud, ante el problema

político que atravesaba el país. Pero se entendía que su resolución se daba al

considerar a la política como un problema de filosofía, que abarcaría tanto la

religión, la moral, la economía, como la historia y la educación. La filosofía sería

de este modo un tipo de mediación entre el saber proveniente del conocimiento,

respecto al poder detentado por los gobiernos. Aquí aparecería la figura del

intelectual de la nueva generación, actuando como intermediario entre la

producción del saber y la dirección del poder político, a través de una determinada

forma discursiva, acompañado de su intervención en el espacio público.

La causa de la crisis por la que atravesaba la nación, radicaba para Rojas, en la

sociedad, interpretándola como un problema de cultura, más que como causado

por determinado gobierno. La resolución tendría que buscarla, la “juventud

ilustrada” en su concepción como un problema social “vasto y profundo”, ya que

estaba diseminado en la política argentina desde la instauración del sufragio

276Ibidem; ob. Cit., p.117.

208

universal. El mecanismo sugerido, por el escritor, para poder afrontar este desafío

histórico, por parte de la nueva generación, implicaba la necesidad de

desvincularse de las influencias tanto de quienes creían estar en la era más feliz de

la democracia, como de aquellos que se oponían a perder sus privilegios. Se

asistía de este modo, al ocaso, no de un hombre, ni de un partido, sino al ocaso de

una generación, y al necesario advenimiento de otra nueva277. Por eso, la nueva

institución se declaraba sin relación orgánica con cada uno de los partidos

políticos: “los conservadores, el radical y el socialista”. Del mismo modo, la

Alianza de la nueva generación, se consideraba desvinculada en cuanto a la

política internacional en el marco de la guerra, de los intereses particulares de

Alemania, Inglaterra o Estados Unidos. El nuevo ideal que se proponía forjar,

surgiría del choque entre aquellos partidos, erigiéndose por encima de ellos. Lo

mismo se daba para el caso de las naciones que formaron parte de la guerra

mundial, ubicándose también por sobre éstas, ya que el ideal propugnado se

cifraba en “la cultura argentina y en la justicia humana”.

La “Profesión de fe” enunciaba que el ideario de los partidos que habían

gobernado la República hasta el 12 de octubre de 1916, había quedado afuera de

la realidad que se abría, y pertenecía al pasado. Tanto las ideas como su aplicación

práctica, afirmaba en tono crítico Rojas, se habían sustentado en una forma de

política patriarcal, que ejercía una especie de “tutela” de un pueblo en formación.

Relataba que la anterior dirigencia política que comenzaba a quedar anacrónica, le

había enseñado a leer y a trabajar a ese pueblo, y también había fundado

industrias y escuelas. De esta manera, la elite dirigente del ochenta estimulaba y

entendía el progreso, hasta que sus figuras políticas principales que terminaron

luchando por simples candidaturas, y doctrinas sustentadas, se agotaron con la

finalización de un ciclo histórico. Terminaban así, treinta años de una forma de

ejercer la actividad política, ofreciendo a la juventud el “espectáculo” de una

disputa sin “abnegación ni programa”. Sin embargo, reconocía Rojas su

admiración por algunos hombres de aquellos partidos, y no olvidaba mencionar

tampoco que los jóvenes habían aprendido a leer en las escuelas que la generación

precedente fundara. Cabe señalar en este sentido, el padrinazgo e influencia que

277 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.115.

209

significó para la trayectoria intelectual de Rojas, la figura de Carlos Pellegrini.

Pero concluía esta argumentación, en clave hegeliana, afirmando que cada época

requería obreros propios para la realización de las diversas tareas, en base a la ley

de la evolución de las sociedades, que requería una renovación de hombres, ideas

y métodos, con el paso del tiempo.

Puntualmente, la “Profesión de fe” se refería al Partido Radical, que gobernaba el

país desde 1916, y aseveraba que hasta ese momento se había mantenido en la

conspiración, aunque sin haber educado al pueblo por el “sufragio o por la

palabra”. Luego, sufriría una transfiguración, al sancionarse la Ley Sáenz Peña, y

hacerse con el gobierno nacional de manera “sorpresiva”, lo que para Rojas

encontraría al radicalismo sin los elementos suficientes para afrontar los

problemas económicos y morales aparecidos como consecuencia de la gran

guerra. Rojas demostraba cierto grado de desilusión y escepticismo con el Partido

Radical, al afirmar que la fe pública que lo había auspiciado originariamente se

estaba desvaneciendo, y la cohesión que lo llevara al triunfo se comenzaba a

romper por rivalidades personales. De acuerdo con su perspectiva de análisis, no

se estaría guiando por los principios de la “argentinidad”, para lo cual la

educación de los valores nacionales, tendría que encontrarse por encima de toda

disputa partidaria. .El gobierno que se constituyó como una promesa de una nueva

era, y que muchos de nosotros hemos contribuido a crear con nuestro sufragio278,

comenzaba a despertar algunas inquietudes en la nueva generación, según lo

manifestaba la “Profesión de fe”, en la cual incluiría en sus críticas a la propia

juventud radical. Sin embargo rescataba a quienes habían sido un factor

determinante para la realización de la Reforma Universitaria.

También, hacía un análisis del otro partido político moderno existente en el país,

que tenía características programáticas, este era el Partido Socialista, que para

Rojas, tampoco podía satisfacer los anhelos de la nueva generación. Señalaba la

seriedad de su disciplina, de su propaganda, y el mérito de haber impuesto en la

agenda de la política gubernamental los “problemas obreros”. Pero estos aportes

no lo eximían de la posibilidad de efectuarle una crítica por parte de Rojas, en el

278 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.116.

210

texto programático, que evitaba adoptar una posición partidaria, para poder

aglutinar en el seno de la Alianza a la mayoría de la “juventud”. Rojas planteaba

que dicho partido “sólo se preocupaba” por los intereses materiales, y era

“municipal”, en referencia a su importancia en Buenos Aires, en donde había

ganado las primeras elecciones legislativas con la implementación de la ley Sáenz

Peña. Pero el eje de la crítica al socialismo pasaba por que éste se fundaba en el

materialismo histórico, que preveía la lucha de clases, lo que Rojas observaba

como un desdén de los “sentimientos patrióticos”, que eran considerados desde

una posición nacionalista, que propugnaba una alianza entre la burguesía y el

proletariado.

Las organizaciones promovidas por la “Profesión de fe de la nueva generación”,

se proponían refundir y “revivir” en ellas, los diferentes aportes de los partidos

políticos que criticaba. Si se los desdeñaba por sus diferentes limitaciones, no se

desconocía el “arranque generoso” que a cada uno de ellos había lanzado a la vida

política. El hecho sólo, de haberse organizado para correr las amarguras de la

lucha, en torno de un hombre, de un sentimiento o de una idea, muestra ya una

virtud encomiable279. Se acotaban los términos de la distinción programática con

la política partidaria en el planteo de la “Alianza”, al afirmar que nada era más

pernicioso para las democracias que la “abstención, el desdén o la indiferencia”

por los asuntos que incumbieran a la República .Y se rescataba al que fuera el

peor de los políticos antes que cualquier “egoísta burgués” interesado

exclusivamente en sus negocios o “placeres”. De los partidos conservadores la

nueva generación debía rescatar su culto al talento y a la capacidad individual; del

radical su abnegación personal por la pureza cívica; y del socialista la búsqueda

de justicia para las clases “menesterosas”. Intentaba Rojas así recuperar en una

síntesis los aportes que hicieron cada uno de los partidos políticos argentinos,

evitando caer en la impugnación generalizada de ellos, al estilo de gran parte del

espectro nacionalista, en el cual se incluía Lugones.

Para poder constituir el anhelado ideal, la “Alianza” proponía a la nueva

generación la necesidad de crear una organización superadora de las existentes.

279 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.117.

211

Esta nueva organización no debía ser un partido político más, por su

denominación o fecha de fundación. La novedad que incorporaría a la vida

política argentina, se relacionaba con su filosofía y sus procedimientos, al igual

que por la sensibilidad “prístina” de sus miembros, con lo cual se sometían a una

mirada sumamente crítica las formas y los actores protagónicos de la actividad

política existentes hasta el momento. La formación de una nueva fuerza

democrática era el mecanismo propuesto para la resolución de la crisis nacional, y

también se posibilitaría la realización de la justicia social como característica de

los “nuevos tiempos”.

Luego de definir su posición respecto a la política interna, la “Alianza” de la

nueva generación estaba compelida a pronunciarse sobre la cuestión internacional,

ya que de acuerdo al análisis de Rojas las inquietudes provocadas por la Gran

Guerra habían suscitado la conformación del nuevo movimiento. Sin abrigar la

esperanza de poder influir en el desenvolvimiento de la conflagración, intentaba

marcar el límite para las ingerencias extranjeras sobre los propios intereses y

“pasiones”. La agresión del “imperialismo germánico”, con el hundimiento de un

barco de bandera argentina el 4 de abril de 1917, “el Monte Protegido”, había

concitado una fuerte respuesta de rechazo desde distintos ámbitos de la sociedad,

y en particular desde la “Comisión Nacional de la Juventud”, de la cual formaba

parte Rojas, y que estaba identificada con los “Aliados”. También, anunciaba que

al haber concluido la jornada “venturosamente”, en referencia a la victoria de los

aliados, la actitud de “beligerancia moral” por parte de los miembros de la nueva

generación, se daba por concluida. Se reconocía la obra civilizadora de Europa en

América, y sobre todo en la Argentina, aunque sin la actitud imitativa enceguecida

adoptada por la generación precedente ante aquella.

La “Alianza” de la nueva generación se tomaba la atribución de repudiar algunos

aspectos “perniciosos” de la influencia de la expansiva civilización europea,

enumerándolos como el militarismo agresivo, la aristocracia hereditaria, el

individualismo económico, el utilitarismo científico, el fetichismo religioso, el

pragmatismo ético, el progresismo mecánico, la autocracia, el imperialismo, entre

otros. En coincidencia con los planteos realizados por Taborda en sus

“Reflexiones sobre el ideal político en América”, Rojas afirmaba que la

212

generación nueva se proponía suscitar el propio “genio americano”, para poder

realizar el ideal que intentaban llevar a cabo los pueblos de Europa, o en el caso

de ser necesario, “rectificarlo”. Se destacaba en la “Profesión de fe”, la creencia

en la posibilidad de que América estuviera en condiciones de superar las

civilizaciones progenitoras.

Reivindicaba la “Alianza” la doctrina de política internacional establecida por

Juan Bautista Alberdi, en El crimen de la guerra, en la que definió la máxima que

“la victoria no daba derechos”, en el sentido de que la fuerza no podía revertir la

justicia, y las armas debían ser sólo guardianes y servidores del derecho. Al igual

que Deodoro Roca en su tesis doctoral, Rojas reivindicaba también la doctrina

Drago, mediante la afirmación de que: la guerra no puede servir para humillación

de naciones débiles, ni expoliación de pueblos constituidos280. La profunda

conmoción que produjo la guerra mundial, había puesto a prueba los valores de la

cultura y las instituciones de la sociedad. La “Profesión de fe” anunciaba que

concluida la beligerancia militar, un nuevo tipo de organización nacional

comenzaba a esbozarse al interior de cada pueblo, en el marco de un nuevo orden

internacional que buscaría una armonía entre todos estos. Algunos de los temas

que se incorporarían como novedades en la vida de las naciones tenían que ver

con la transformación de la noción de propiedad privada, la cual dejaría de ser el

derecho de “abusar” de las cosas, al igual que la idea de autoridad pública en

relación con la utilización de la fuerza. Se buscaba como modelo, el hacer de cada

nación una democracia interiormente fundada en la justicia de las clases sociales,

y exteriormente vinculada moralmente con las otras naciones.

Para Rojas, la nueva generación tenía una misión en Argentina, y también en

América. Como parte de ella, la “Alianza” adoptaba un sentido de “argentinidad”

como guía y visión del mundo para la resolución de todos los problemas. Ello

implicaba emplazar las problemáticas en la propia historia con sus ideales, para

poder afrontarlas mediante las reformas en las cuestiones referidas al suelo, la

población, las instituciones y la cultura argentina. Se proponía una teoría y una

técnica para la acción social, que pudiera diferenciarse tanto del “patrioterismo

280 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.119.

213

bullanguero y del extranjerismo claudicante”, como del “criollismo ingenuo, el

mercantilismo cosmopolita y el tradicionalismo regresivo”, que eran definidas en

la “Profesión de fe” como fuerzas disolventes de la personalidad nacional, y

causantes en su conjunto de la crisis que se atravesaba.

La “Alianza” de la nueva generación enunciaba que era el momento oportuno para

lanzar esta proclama, porque se advertía un renacimiento espiritualista, que

implicaba romper con: muchas tiranías del positivismo dogmático y de las

religiones oficiales281. Su reemplazo, estaría garantizado por lo que Rojas definía

en clave bergsoniana como los poderes de la intuición creadora, y con influencias

nietzcheanas por la reaparición de la fuerza de la “voluntad heroica”, los cuales

comenzaban a recobrar su predominio sobre los escombros de la civilización que

se percibía en vías de destrucción. Las instituciones y las doctrinas se hallaban en

plena transformación, de acuerdo con el diagnóstico establecido por la nueva

generación. El pensamiento de Rojas que era anteriormente especulativo, quería

entrar en la acción civil, pero para no caer en un puro empirismo, deseaba tener

como guía, un determinado ideal.

Entre las esferas de la realidad y la conciencia, para Rojas la intuición necesitaba

mantenerse “avizora” y la voluntad “vigilante”. La época que se estaba

atravesando históricamente, era concebida por tener como características

principales una especie de “religiosa emoción y de romántico arrebato”. Ambas

formaban parte de la identidad que comenzaba a otorgarle la fuerza suficiente a la

nueva generación; para poder distinguirse de los sabios sin ideales, los políticos

sin doctrina o los burgueses sin filantropía. El problema de la realidad colectiva

debía ser abordado, de acuerdo a la “Profesión de fe”, en correspondencia con la

existencia de una conciencia individual desarrollada. Primero, se debía renovar el

ambiente moral, como preparación del terreno para el momento de la acción

efectiva, para poder reemplazar los hombres e instituciones anacrónicas que

pervivían en la nación.

281 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.122.

214

Frente al “problema religioso” la alianza de la nueva generación distinguía la fe

individual, del dogma colectivo, es decir se aceptaba el sentimiento religioso en el

hombre por encima e independientemente de las Iglesias que lo dogmatizaban en

su catequesis. Estas eran consideradas como instituciones políticas y formaciones

históricas en continuo devenir. En sintonía con ello se afirmaba la libertad de

cultos, y a la vez, el libre examen de los mismos. También, se sostenía la

separación de las Iglesias y del Estado, al igual que la de las Universidades

respecto al gobierno. Se autodefinía la nueva generación, como “espiritualistas”

en cuanto a su percepción del mundo y del hombre, y “positivistas” en los

métodos del conocimiento científico y de la acción social, con lo cual se

distinguían de las concepciones religiosas de conocimiento, pero sin

contraponerles otras ideologías dogmáticas. Por eso la conciencia individual

aparecía como el eje de su disciplina, en oposición a la política del clero. Rojas

sentenciaba que no existía religión más elevada que la verdad, de lo que derivaba

una actitud de tolerancia hacia las creencias ajenas, y una actitud alerta ante la

política social de las Iglesias, en cuanto tuvieran de hostilidad para con los ideales

argentinos.

Al “problema filosófico” la nueva generación lo abordaba desde una simpatía con

el renacimiento idealista que se estaba produciendo en el plano de la filosofía. La

“Alianza” propugnaba que las ciencias continuaran su progreso experimental

racionalista, pero adjuntándole una “metafísica” y una moral de la ciencia. En este

sentido, para Rojas, la técnica “amoral” de la cultura germánica había fracasado

con la guerra. Y expresaba su deseo de que en la nueva cultura argentina,

prevaleciera, por sobre el “hombre material” concebido desde la moderna

antropología positiva, mediante una especie de resurrección, el “hombre moral”

del espiritualismo. Pretendía que el positivismo cumpliera la función de un

método de conocimiento experimental, que la sociología fuera un campo de

observación, y la psicología un “arte” de intuición. Era impugnado, así como se lo

había hecho con el dogma religioso, lo que se consideraba como los “dogmas

científicos”. En procura de fomentar en la sociedad la investigación científica y la

especulación filosófica, Rojas advertía la necesidad de terminar con un sistema

educativo que fomentaba un tipo de cultura en base al “verbalismo”, el “realismo

pueril”, y el “profesionalismo utilitario”.

215

Y ante el “problema político”, la “Alianza” de la nueva generación proclamaba su

profesión de fe en la democracia, pero tomándose la potestad de enunciar su

protesta contra los políticos profesionales. Se los acusaba de haber convertido a la

democracia en una empresa de “apetitos personales”, por su anhelo de figuración

electoral. No estamos ni con esos que se dicen republicanos y desprecian al

pueblo; ni con esos que sin confesarse demagogos, quieren nivelar la nación de la

bajeza de sus ínfimas plebes. Creemos en la democracia, tal como la definieron

sus filósofos, desde Moreno hasta Sarmiento282. La democracia era entendida por

Rojas como el gobierno de la “razón pública”, que requería cultura y discusión,

pero lo que estaba reservado para las minorías cultas en las cuales radicaría el

magisterio de la opinión. Este concepto lo asemejaba, en cuanto a su

contemporaneidad, con el período de la “República Posible”, a partir de una

concepción que invocaba la necesidad de la existencia de elites, que ejercieren un

tutelaje hacia el pueblo. Los modelos democráticos que se intentaban emular eran

los Estados Unidos de Wilson, la Francia de Clemenceau, y la Inglaterra de Lloyd

George, que representaban a las potencias victoriosas en la Gran Guerra.

Para poder alcanzar el objetivo de resolver los distintos planos de los problemas

en los que se consideraba que radicarían los aspectos principales de la crisis en la

cual se encontraba la República, Rojas recomendaba a la juventud que adoptara

una serie de actitudes. Entre las cuales estaba la de establecer una sanción por

parte de la conciencia como entidad autónoma ante el “determinismo”

materialista. Del mismo modo, se enunciaba en términos de una proyectada

aristarquía del conocimiento, el valor de las individualidades superiores frente a

las “democracias sin cultura”. También afirmaba la creencia en la “realidad y la

necesidad de la patria”, asimilándola como una entidad ideal, en cuyo servicio se

congregaba la nueva generación, con el objetivo de convertirla en: órgano de una

cultura americana283. Otra idea prevista para la constitución ideológica de la

“Alianza” se basaba en la búsqueda de la fraternidad entre el obrero intelectual y

el obrero manual, como base para la organización de las naciones modernas. No

282 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.125. 283Ibidem.

216

se recurría a lo que se mencionaba críticamente como el individualismo egoísta, el

nacionalismo guerrero, y el humanitarismo místico y anárquico. Estos tres

conceptos, se transformarían fundiéndose dentro de un “espiritualismo

trascendente”, en el marco del estado actual de la evolución política en la

tierra284. En esta idea, se advierten reminiscencias krausistas, a través de la figura

del educador español Francisco Giner de los Ríos, al comprender los conceptos

diferentes en una nueva unión armónica, distinguiéndose de la contradicción en la

dialéctica hegeliana, produciéndose así una síntesis entre las nociones de

humanidad, espíritu y naturaleza.

La “Profesión de fe”, aseveraba que la política era la más importante empresa de

la moral. Sin embargo no se creía como posible la realización de la democracia,

por la sola experiencia en el gobierno, o el ejercicio del sufragio. Al igual que lo

había estipulado Deodoro Roca en el Manifiesto liminar en referencia a las

cualidades de los “verdaderos maestros” en la república universitaria, Rojas, a

pesar de negar el método dialéctico, distinguía, pero en términos espiritualistas

hegelianos, las tres virtudes cardinales, para legitimar la existencia histórica del

Estado, como eran la realización del bien, de la verdad y de la belleza. Pero para

que este ideal se pudiera concretar, debía tenerse en cuenta el medio político en el

cual desenvuelve progresivamente sus actividades el hombre, que a la vez se

constituye en el lugar en donde se desarrolla su accionar, lo que estaba

conformado por una nación determinada. En este sentido, continuando la tradición

de la Asamblea de 1813 y la Constituyente de 1853, la “Alianza” declamaba la

necesidad de reformar en la sociedad argentina, su política, su arte, su economía y

sus costumbres, para de este modo poder armonizar los ideales “fundacionales”

con las transformaciones que en su época se estaban llevando a cabo. Su

contenido, se resumía en los siguientes derechos: a la vida, a la habitación, a la

salud, al trabajo, a la huelga, a la palabra, a la educación, a la libertad y a la paz,

en un marco internacional que propugne el desarme universal, la igualdad de las

naciones, el arbitraje obligatorio y la armonía panamericana.

284 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.125

217

El tono idealista del programa de la “Alianza”, no vedaba la perspectiva de

prestarle atención a las necesidades materiales de la sociedad, en cuyo ambiente

desenvolvían las actividades sus miembros. A pesar de que asumía iniciar un

movimiento público de ideas e ideales, Rojas pretendía que no se estigmatizara la

“proclamación” como una “página literaria o una divagación filosófica”. Se

trataba de evitar: el empirismo egoísta de lo que actualmente se llama “política”

en nuestro país, más no para desvanecernos en quiméricos sueños o en el nirvana

de la vida contemplativa, sino para realizar la verdadera política que es ciencia

aplicada y moral en acción285. En función de esta concepción, se asimilaban los

enunciados filosóficos que definían la actitud espiritual de la nueva generación,

junto a la formulación de un programa concreto de reformas. Para el cual se

tomarían en cuenta, principalmente, las condiciones de trabajo en el campo y en

las fábricas, considerados como los problemas de la “democracia social”. A ellos

se sumaban el latifundio y la habitación, la higiene y el seguro, la servidumbre del

indio, la condición del chacarero, la educación del gaucho, y la situación de

penuria que sufrían los niños desamparados, las mujeres sin derechos, el obrero

fabril y el pequeño empleado. Con la salvedad de buscar su resolución a través de

la filantropía y la justicia dentro de la democracia, evitando de este modo la

“guerra de clases”.

Rojas le otorgaba igual grado de importancia a la temática de la educación que al

problema del trabajo, descartando cualquier tipo de antagonismo entre la cuestión

económica y la cultura. En este terreno, el ideal de la nueva generación, abordaba

como puntos prioritarios para la acción, a la autonomía universitaria, la

“coordinación didáctica”, y el fomento de la ciencia y el arte nacionales. Se

pretendía que los “sabios”, escritores y artistas encontraran un lugar en el

“Instituto de estudios argentinos” para plasmar sus propios ideales. Y que las

juntas Universitarias y el Comité Nacional de la juventud, promovieran sus obras

y proyectos, difundiendo de este modo los nuevos ideales en la sociedad. En

referencia a la Universidad, Rojas interpretaba que así como la jesuítica de la

Córdoba colonial había creado a su imagen la sociedad argentina de su tiempo:

cuando apareció la Universidad de Buenos Aires con su burocracia legalista, la

285 ROJAS, Ricardo; ob. Cit., p.126.

218

sociedad se formó en esos moldes286 . El diagnóstico que hacía la “Alianza” era

crítico sobre la situación en la que se encontraban las instituciones de estudios

superiores, caratulándola como desorientada en las distintas ramas del arte y el

conocimiento. Esta crisis en la que se hallaba la Universidad obedecería a la falta

de “núcleos espirituales colectivos”, que la nueva generación aspiraba crear, a

través de la función del sabio, del maestro, del artista, del hombre de letras,

considerados como los “ignorados obreros de la cultura”.

En relación con los inmigrantes, y la política fijada por los distintos gobiernos al

respecto, la “Profesión de fe” adoptaba como principio la máxima establecida por

el dirigente socialista Jean Jaurés, que se había referido a la realidad Argentina en

su visita realizada en 1911, en las cuales disertó en diferentes ámbitos como el

Centro Socialista Obrero de Buenos Aires287. Jaurés había dicho que el

internacionalismo no era sinónimo de cosmopolitismo, y que para ser “vigorosa”

la acción internacional, presuponía la existencia de naciones “conscientes”. El

cosmopolitismo, aseveraba el tribuno francés, implicaba un desarraigo que no

tendría, sino “intereses flotantes”. También se había referido a las leyes de

represión que pesaban en aquel momento sobre los trabajadores, como uno de los

obstáculos a los que se enfrentaban, a lo que les sumaba la “multiplicidad” de los

elementos conformadores de la nacionalidad argentina y la clase obrera. En base a

estas consideraciones, Rojas denunciaba que hasta ese momento, los gobiernos

nacionales no habían tenido plan alguno en su política de inmigración, de lo que

adolecería incluso la presidencia de Yrigoyen. Las consecuencias de esta falta de

planificación, se encontraban en que la formación de la población argentina se

hubiera efectivizado al “azar”, evitándose así cualquier tipo de selección y

distribución geográfica. El problema principal lo asociaba la “Alianza”, con el

hecho de que los inmigrantes radicados en el país, se socializaban por intermedio

de las “colectividades extranjeras”. Esta diferenciación se encaminaba en

detrimento de la posibilidad de constituir una nación, que para Rojas era socavada

286 Ibidem; p. 128. 287 PEREIRA, Susana; Viajeros del siglo XX y la realidad nacional, Buenos Aires, CEAL, 1984, p. 27.

219

por este nuevo tipo de “colonias” que proliferaban, convirtiendo a aquella en un

mero ámbito para realizar transacciones comerciales.

En los últimos puntos del documento, aparecía más claramente una identificación

y autorreferencia de la “Alianza”, ya que se aludía a una pertenencia generacional

asumida por la perspectiva de la creación de una nueva época, y nutridos de un

ideal fijado hacia el porvenir, por encima del tiempo histórico compartido y de

cualquier tipo de conveniencia. Rojas definía la época que estaba transitando

como de “gestación”, caracterizada por encontrarse en el límite entre dos etapas

en la cultura del país y del mundo, lo cual estaría delimitado por la gran guerra.

Otros ideales y hombres se encargarían de constituir la época venidera, en la cual

se preveían transformaciones estructurales para la historia de la civilización

occidental, a partir de un nuevo régimen de trabajo, de gobierno y educativo,

como sus ejes prioritarios. La “Profesión de fe de la nueva generación” establecía

la necesidad de la conformación de un “hombre nuevo”, con influencias krausistas

asimilables a los planteos establecidos por Francisco Giner sobre el ideal de la

educación del “hombre interior”288, para la iniciación de la época “romántica” a

iniciarse, definiéndolo como una personalidad individual que desarrollara la

personalidad nacional, construyendo la ciudad futura, plenamente imbuido por el

sentimiento de estos mismos principios expresados.

El problema de las generaciones y la Reforma Universitaria.

Para referirnos al concepto de generación es inevitable considerar la figura de José

Ortega y Gasset, y el tratamiento y la recepción del mismo en los protagonistas

que se destacaron durante los acontecimientos en el proceso de la “Reforma

Universitaria” de 1918.

Antes de escribir el texto fundamental que repercutiera ostensiblemente en el

ámbito intelectual argentino y también latinoamericano, “El Tema de Nuestro

Tiempo”, Ortega y Gasset dio un discurso en el Instituto Popular de Conferencias

del Ateneo Hispanoamericano de Buenos Aires en 1916 que según Alfredo

288 JIMENEZ GARCIA, Antonio; El krausismo y la institución libre de enseñanza, Editorial Cincel, Madrid, 1992.

220

Palacios, expresó una “palabra sabia y vigorosa”, a partir de lo cual comenzó a

tener influencia en la vida cultural argentina. En este discurso, el filósofo español,

quién había sido educado en la Institución Libre de Enseñanza de Madrid,

afirmaba en primer lugar, el problema de la desproporción abismal existente entre

la preocupación económica de la sociedad argentina respecto al resto de sus

actividades. Y en este sentido, proponía a la Universidad la misión de irradiar, de

fomento reflexivo, en torno a la cultura superior, para lo cual, la Universidad

Argentina, al igual que la europea contemporánea, no se encontraba preparada

todavía, al estar hegemonizado su ambiente por “dómines solemnes y cejijuntos,

de palabras frígidas y pedantes”. Sin embargo, Ortega y Gasset terminaba

señalando en la conferencia, que las enseñanzas del “reciente” siglo XX indicaban

que las naciones han pesado en la historia de acuerdo al peso de sus

universidades.

José Ingenieros dictó una conferencia durante el mismo año 1916 en el Congreso

Científico Pan Americano en Washington: “La Filosofía Científica en la

organización de las Universidades”, la cual fue publicada en la Revista de

Filosofía, que dirigió desde 1915 hasta su muerte en 1925, continuándola hasta

1929 su discípulo, Aníbal Ponce, y donde esboza un diagnóstico sobre los

problemas y potencialidades de las Universidades Latinoamericanas, proponiendo

su reforma a partir de un nuevo sistema de ideas generales, antidogmático y de

aplicación social, que se relacionara con la filosofía científica moderna, y una

correspondencia, en cuanto su función social, con la sociedad de la cual forma

parte y a la que debe infundir una dirección moral y científica. Esta conferencia,

tuvo una gran recepción por parte de los jóvenes reformistas, ensamblándola con

los planteos del filósofo español, como fuentes originarias en la construcción del

ideario reformista.

Si la repercusión en el ámbito intelectual argentino de la conferencia dictada por

Ortega y Gasset fue importante, la recepción de los planteos más sistematizados y

la noción de generaciones esbozados en el “Tema de Nuestro Tiempo”, influyeron

en los intelectuales de manera instantánea y perdurable. La revista Inicial (1923-

1927), cuyos integrantes formaron parte del proceso de la Reforma Universitaria

en Argentina se subtitulaba “Revista de la nueva generación”; y se ponía bajo la

221

advocación de los “jóvenes muertos en la gran guerra”, a los cuales se les rendía

un homenaje. Integraban el comité editorial y de redacción Alfredo Brandan

Caraffa, quien había sido uno de los participantes de los acontecimientos de la

Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba; y Homero Guglielmini, que provenía

de la experiencia de “Insurrexit”, que fue una primigenia agrupación de

estudiantes definidos como marxistas, de la Universidad de Buenos Aires en

1920289. “Insurrexit” estaba articulado con organizaciones similares en Rosario,

como era el “Centro Evolución”, en Santa Fe y Córdoba, que conformaron la

“Federación de Estudiantes Revolucionarios” en 1921, y editaron la “Gaceta

Universal”, como su órgano doctrinario290. Guglielmini también fundo el “Partido

Unión Reformista Centro Izquierda” en 1924, junto a otros dos integrantes de

“Insurrexit”, Héctor Raurich y Mariano Calvento. Esta nueva agrupación

englobaba en su interior a distintas tendencias de izquierda, erigiéndolo a

Guglielmini como presidente del centro de estudiantes de la Facultad de Derecho

de la Universidad de Buenos Aires en 1926.

Inicial definía a Ortega como un filósofo de la nueva generación, y a su libro

como la justificación filosófica de las nuevas inquietudes. La concepción teórica

que rescata Inicial, se enmarca en la “reacción antipositivista” epocal (en el marco

de la crisis civilizatoria abierta por la gran guerra europea, con la consecuente

caída de la idea de una evolución lineal de la humanidad a la que adscribían

muchos positivistas), y la noción de razón vital que plantea el filósofo español en

contraposición a la razón pura y formal, es reinterpretada como una nueva

concepción, tomada y difundida por la generación del ’18. Si en lugar de decir la 289Declaración de principios: El Grupo Universitario Insurrexit cree: “Que el orden social establecido debe desaparecer y dejar lugar a un orden nuevo, fundado sobre los principios absolutos del Comunismo internacional; Que el establecimiento de este orden nuevo no puede venir por una serie sucesiva de reformas, sino por la destrucción radical del sistema capitalista; Que el pasaje del orden actual al orden nuevo no puede provisoriamente ser asegurado sino por la dictadura de la clase hasta hoy explotada y expoliada; Para preparar y realizar la Revolución Social es preciso dar a cada hombre, la conciencia de sus derechos y de sus responsabilidades de clase. El Grupo Universitario Insurrexit ejerce su acción por medio de la conferencia, del libro, del folleto, del diario. El “Grupo Universitario Insurrexit El Grupo Universitario Insurrexit no pertenece, como entidad, a ningún partido político”. 290 LAZARTE, Juan; Líneas y trayectorias de la Reforma Universitaria, Rosario, Editorial Ruiz, 1935, p. 132.

222

vida para la cultura, decimos la cultura para la vida291, de este modo se afirmaba

la posibilidad de superar la oposición entre relativismo y racionalismo,

conformándose la nueva concepción de una dialéctica vital por parte de los

jóvenes de la nueva generación.

El número 3 de la revista Inicial, publicada en diciembre de 1923292, contenía un

artículo titulado: “Ricardo Rojas y la nueva generación”, que transcribía los

discursos efectuados en un homenaje realizado al entonces Decano de la Facultad

de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, por el centro de

estudiantes, la revista Nosotros, y el Ateneo Universitario. De este modo, se

comenzaba a gestar un acuerdo, entre Rojas y el núcleo de estudiantes que

organizaría al año siguiente la agrupación política que ganó las elecciones del

centro de estudiantes de la estratégica Facultad de Derecho en 1926, todo lo cual

tuvo como corolario la elección de Rojas ese mismo año como Rector de la

Universidad.

Rojas definía su interpretación sobre lo que consideraba como la aparición de una

nueva generación en la historia argentina. En primer término, advertía que este

acontecimiento histórico no se daba como un mero hecho biológico. No era

interpretada por Rojas la temporalidad como la medida que permitiría: apreciar el

grado de novedad de una manera de pensar y de vivir. Se dice que una nueva

generación ha llegado cuando cambia el tono de la sensibilidad, la línea de la

actitud, el ritmo de la marcha 293. Estas transformaciones que indicaban la

aparición de las generaciones en las sociedades, afectaban su filosofía, su

literatura, y sus costumbres, de manera conjunta, reacomodándose en un proceso

de “hondas raíces espirituales”, lo que implicaba la posibilidad de avizorar nuevas

realidades futuras.

291 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Buenos Aires, Editorial, 1931, p. 67. 292 Inicial: Revista de la nueva generación, 1923-1927, Bernal, Editorial Universidad Nacional de Quilmes, 2004, p.189. 293Ibidem; p.190.

223

Luego puntualizaba Rojas, que ser miembro de una nueva generación, significaba

estar en condiciones de poder censurar los “males de su tiempo”, sin haber sido

cómplice de ellos. Y en este sentido, afirmaba advertir su advenimiento, al igual

que había ocurrido en el país con la generación de 1837, cuyos intelectuales se

habían propuesto la realización de nuevos ideales. En el caso de los jóvenes que

intentaban protagonizar nuevamente esta gesta, Rojas observaba la manifestación

de esta inquietud, en las universidades, los ateneos, los “cenáculos ignorados”, las

revistas juveniles, la redacción de los grandes diarios, y la “populosa

muchedumbre” de los partidos. Aunque remarcaba que esta agitación se

encontraba todavía en los espasmos de la negación y la crítica, sin haber sabido

aún definirse del todo, ni hallar sus guías, ni crear el vínculo de la asociación

necesaria294. Sin embargo, Rojas rescataba este acto de oposición como una señal

del balbuceo de un nuevo mensaje, por parte de la juventud intelectual, a la cual

recomendaba estudiar la historia del país, para poder conocer los valores del

pasado, y saber si se estaba en condiciones de reemplazar lo que se sometía a la

crítica. El escritor veía en esos hombres jóvenes que lo homenajeaban, futuros

políticos que ansiaban remodelar la sociedad de acuerdo con las normas que

permitiese una mayor justicia, y artistas animados por un ideal que las

generaciones anteriores no “sintieron”, ya que se encontraban imbuidos para crear

con los medios de la técnica universal una nueva “belleza americana”.

En el “Tema de Nuestro Tiempo”, Ortega y Gasset esbozó una teoría sobre la

preponderancia de la noción de generación en el desarrollo de la historia, y su

análisis a partir de las variaciones de la sensibilidad vital de las sociedades. En

ella señala que cada generación representa una cierta altitud vital de un pueblo.

Distinguiéndose las “épocas acumulativas”, en las cuales se daba una

homogeneidad entre lo recibido y lo propio, los nuevos jóvenes, solidarios con los

viejos se supeditaban a ellos, en la política, en las ciencias y en las artes siguen

dirigiendo los ancianos: "son tiempos de viejos”. Y las “épocas eliminatorias o

polémicas”, en las cuales no se trataba de acumular y conservar, sino de

294 Inicial: Revista de la nueva generación, 1923-1927, loc. Cit., p.191.

224

derrumbar y sustituir; los viejos son barridos por los jóvenes, son tiempos de

jóvenes, edades de iniciación y beligerancia constructiva295.

De esta manera, Julio González caracterizaba el surgimiento de la generación del

‘18, tomando las categorías de Ortega y Gasset, por el hecho de haber producido

un “divorcio generacional”, una ruptura histórica en el espacio público argentino.

González, fue el encargado de realizar este análisis, siendo protagonista

fundamental del proceso de la Reforma Universitaria desde sus orígenes en

Córdoba, y en su proyección nacional y latinoamericana a través del primer libro

publicado sobre este acontecimiento cultural y político en 1922, como ya

mencionamos, titulado “La Revolución Universitaria”. También interpretó el

surgimiento del movimiento reformista, por medio de los dos tomos que salieron

con la revista Sagitario en 1927, al igual que la compilación realizada por Gabriel

Del Mazo, ambos citados por José Carlos Mariátegui en su análisis sobre la

Reforma Universitaria como parte de los “Siete Ensayos de interpretación de la

realidad peruana”.

Julio González, al interpretar la aparición del hombre nuevo y a la generación del

‘18 argentina y latinoamericana, a partir del fenómeno de la Reforma

Universitaria, y su divorcio con la generación anterior, la del ‘80, le infunde una

filiación histórica en la tradición intelectual argentina. Ésta se encuentra en la

relación con la que denomina como la generación precursora del ‘37, quienes con

el programa de la “Asociación de Mayo”, se reconocían como generación nueva,

desvinculándose del presente y del pasado inmediato. La generación del ‘18

retomaba para González los planteos de nacionalidad que estaban en germen en la

del ’37, en donde existía una mera intuición vital en la masa, al interpretarlos por

segunda vez, pero desde un grado suficiente de perfeccionamiento de la masa, que

daba lugar a las primeras manifestaciones de voluntad, a partir de una conciencia

social y nacional en formación. En ambos momentos históricos, se parte del ideal

revolucionario de Mayo, que abarcaba desde la organización política del Estado

hasta la condición del hombre en la sociedad, caracterizando González a la época

de la Reforma como parte de un ciclo reconstructivo. Ésta nueva época

295 ORTEGA Y GASSET, José; El tema de nuestro tiempo, Madrid, Revista de Occidente, 1973, p. 18.

225

comenzaba a referirse a leyes económicas, principios sociológicos, a conclusiones

de filosofía jurídica, a normas éticas; ya no interesaban la división de poderes del

Estado o su independencia, funcionamiento o coordinación, sino el Estado mismo,

ni el mecanismo del Parlamento, sino la razón que justificaba su existencia o el

grado de verdad con que respondía a la realidad social, ni el sufragio en su

funcionamiento mas o menos perfecto, sino la institución como medio de expresar

la voluntad colectiva, ni la propiedad como capítulo del Código Civil, sino como

la piedra angular de todo un régimen social, ni la familia como institución aislada

del derecho privado, sino como fundamento de la transmisión de bienes.

Por otro lado, podemos dimensionar esta búsqueda de filiación histórica, a partir

del análisis de David Viñas sobre las generaciones literarias argentinas, desde una

perspectiva sincrónica, a través del escritor liberal romántico del 37, en el cual

considera la superposición del concepto de vanguardia con la idea de generación,

presentando a los conflictos como un enfrentamiento entre lo más moderno contra

la vejez, todo se torna en un reemplazo necesario, mecánico y por lo tanto

tranquilizador que asegura el futuro además de una moderada renovación en la

continuidad. En este aspecto, la teoría generacional se transforma en

amplificación del concepto de acervo familiar. Vendría a decirse: todos los

conflictos entre padres e hijos finalmente se absorben con la transmisión de la

herencia. Porque si una revolución se hace generacional se torna en algo

literario y sus cambios se incorporan a la sociedad oficial296. Sin embargo, desde

una perspectiva diacrónica, a pesar de las similitudes y la búsqueda de la filiación

histórica argentina por parte de los jóvenes del ‘18, con los jóvenes de la

“Asociación de Mayo” del ‘37 , sus planteos, transformaciones institucionales y

proyección latinoamericana, lejos de producir y significar una transmisión

hereditaria mecánica, produjo un cimbronazo en uno de los núcleos de poder que

el radicalismo no había podido desplazar desde su advenimiento al gobierno

nacional, como era la Universidad dominada por la oligarquía conservadora, cuya

tradición intelectual se retrotraía a las ciudades letradas coloniales.

296 VIÑAS, David; Literatura Argentina y Política, Buenos. Aires, Editorial Sudamericana, 1996,

p. 56.

226

En el trabajo publicado en 1923, “Significación social de la Reforma

Universitaria”, Julio V. González, afirmaba que se caería en un error si se

consideraba a la Reforma Universitaria como un problema de las aulas, o cuya

importancia radicaría exclusivamente en los círculos restringidos de cultura: La

Reforma Universitaria es parte de una cuestión social, que el desarrollo material

y moral de nuestra sociedad ha impuesto a raíz de la crisis producida por la

guerra297. Agregaba que la situación histórica que atravesaba el país en el

momento que se había desarrollado la Reforma, en el año 1918, repercutió de

modo determinante en la conformación del ideario de la generación del ’18.

González destacaba tres fenómenos que impactaron particularmente: la “guerra

europea” como la bancarrota de la civilización occidental; la “Revolución Rusa”

como símbolo de un idealismo rebelde y reconstructor, y al “advenimiento del

radicalismo al poder”. La nueva generación americana, como la describe

González, se encontraba huérfana de maestros que recogieran la nueva

sensibilidad y los ideales de renovación que imperaban en el mundo, y a través de

la rebeldía y la irreverencia se lanzó a conquistar su propio destino.

Según González, como revés de trama de esta crisis total que acusaba la

terminación de una era y el comienzo de otra, la generación del ’18 comenzaba a

diferenciarse de la precedente, asimilando una misión propia que le otorgaba

personalidad y perspectiva histórica. En el caso particular de la Argentina, se

sumaba a este impulso de la nueva generación, la fuerza popular nueva, que

llegaba con todo el ímpetu y la ceguera de las corrientes renovadoras,

despreciando las instituciones que encontraba, destruyendo normas y

escarneciendo a los hombres del régimen que abatía: Arrasaba, pero dejando el

limo fértil de la sensibilidad netamente popular llegada a las esferas del

gobierno298. El radicalismo, para González, como factor social, cumplió la misión

de cavar un abismo en el cual quedaba sepultada la generación que había

manejado el país desde el ochenta hasta 1916. De este modo, la ruptura, el

divorcio histórico que produjo la generación que apareció en el espacio público

297 GONZALEZ, Julio V.; Reflexiones de un argentino de la nueva generación, Pueyo, Bs. As,

1931, p. 34.

298Ibidem, p. 54.

227

argentino, con la Reforma Universitaria de 1918, se dio distinguiéndose de las

figuras intelectuales, a las que identificaban con la generación del ’80. Estas

últimas, como clase dirigente, afirma González, cumplían su misión desvinculada

del medio en que actuaba, ya que la “era de los valores individuales” en la cual se

había desarrollado estaba agotada, y la sociedad en que vivían pasaba a ser

concebida como una concepción teórica frente a la cual había que aplicar

principios abstractos. La Universidad era el trasunto claro de la conciencia social

que surgía de la matriz que engendraba una clase privilegiada que gozaba de los

beneficios de su enseñanza. Fue aislándose de este modo del medio en que

actuaba, hasta constituir un reducto aristocrático, que en contradicción con la

fuerza de renovación social que permeaba a la colectividad, concluiría por

convertirse en foco de reacción, contra lo cual actuaba la nueva generación

enarbolando la bandera de la Reforma Universitaria.

El divorcio generacional adquiere una tonalidad dramática a partir del diálogo de

las generaciones que propone Julio González como relato histórico, en donde los

dos personajes que lo protagonizan son: Sagitario y el anciano. No hay que hacer

demasiadas interpretaciones para deducir que se refiere a él mismo como

Sagitario (nombre de uno de los órganos de difusión de la nueva generación en La

Plata) y a su padre Joaquín V. González, uno de los últimos conspicuos

representantes de la generación del ’80 -¡Hijo mío!- se oyó exclamar con

estremecida voz al anciano, al mismo tiempo que, tornando hacia su huésped,

extendía sus brazos en ademán de paternal acogida. –Yo no soy tu hijo- protestó

agriamente Sagitario. Mi lenguaje será nuevo para para ti, pero es viejo como la

historia misma; yo no soy ni la discordia ni la anarquía; yo soy la insurrección, el

creador impulso del pueblo argentino; vengo a restablecer el imperio de los

manes que rigieron en su primera hora a la argentinidad, y para eso debo

llevarte a la guerra. -Pero ¿y la continuidad histórica? Exclamó el anciano. –

vengo precisamente a restablecerla, pero rompiendo vínculos contigo, respondió

Sagitario; la continuidad histórica está en el interrumpido desarrollo del Ideal de

Mayo, que tu abandonaste en su recóndito sentido filosófico, para dedicarte a

construir el armazón de la democracia y a montar la máquina del progreso; y

¿adónde pretendes conducirme ahora?: a una democracia sin ideal y a un

progreso de factoría; Mayo, es la emancipación del hombre, Democracia, la

228

justicia social, Progreso, el devenir constante de la sociedad299. De este modo,

Julio González recupera la trilogía del Dogma Socialista y la Asociación de Mayo

que nutrió a la generación del ’37: “Mayo, Democracia y Progreso”, pero en

términos críticos respecto a la transmisión de la herencia y al acervo familiar al

que se refiere Viñas.

A partir de la noción de épocas polémicas o eliminatorias elaborada por Ortega,

González en conjunción con el impacto de los fenómenos de transformación

social en el país y el mundo y la consecuente renovación en el plano de las ideas,

plantea una ruptura, una brecha y un distanciamiento con la generación

precedente. Pero a su vez, le otorga filiación histórica a la generación del ’18,

dentro de la tradición intelectual Argentina en lo que José Ramos Mejía describía

como la edad gestativa (fuerzas primordiales en libertad o dinamismo) en 1810 y

1837, distinguiéndola de la edad orgánica (fuerzas encausadas, en equilibrio o en

estado potencial) de 1853 y 1880. Al quiebre o divorcio de la generación del ‘18

respecto de la del ’80 lo va a definir Julio González como el inicio de una era

reconstructiva, que se asimila a la edad gestativa, ya que en ambas, a partir del

libre juego que recobran los elementos que llevan el sentido vital, se produce un

aflojamiento general de los resortes, una subversión de normas y un

desplazamiento de las bases de la estabilidad y la función armónica del conjunto.

De este modo fundamenta la necesidad y la voluntad de separase de la generación

anterior, la del ’80, a partir de la formación de una conciencia social y nacional,

que se manifiesta en una sensibilidad diversa y antagónica por parte de la masa

social respecto del pasado inmediato y al servicio de la cual se pone un sistema

nuevo de ideas, que termina creando la cultura de la época. El divorcio o ruptura

generacional para González no quiere decir repudio de todo lo existente, ni

negación de todo lo evolucionado y adquirido por el ser social, quiere decir

separación, desvinculación inherente a un cumplido fenómeno de diferenciación;

por lo tanto la obra realizada por parte de la generación del ’18 provino de la

transformación del medio que nutría e influía en la vida de la colectividad, en este

caso a través de una crisis provocada por la adquisición de una cierta “altitud

vital”.

299 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 86.

229

El “ocaso de Ortega y Gasset”, o los alcances y límites de la teoría generacional

para explicar los cambios políticos e históricos.

Consideramos como apropiada la caracterización que realiza Viñas de la

generación del ochenta en “Literatura Argentina y Política”, al analizar el

mantenimiento y el final de la genteel tradition que sobrevive en el novecientos a

partir del arquetipo del gentleman-escritor que consideraba a la literatura no como

un oficio sino como privilegio de la renta, y se vinculaba a la actividad intelectual

como una afición. En el momento de la Reforma del ’18, y a partir del proceso de

profesionalización de la literatura, se produce una retracción del intelectual del

’80, que se caracterizaba como escritor-gentlemen, y que mantenía como prioridad

sus valores individualistas en repliegue y nostálgicos de la “buena vida” pasada,

frente a los nuevos valores colectivos y de representación que se sentía portadora

la generación intelectual del ‘18. Las transformaciones que se habían producido

en la sociedad eran vistas positivamente por ésta última: el ascenso de las clases

medias y la formación de un proletariado urbano, fundamentalmente de origen

inmigrante, con condiciones precarias en cuanto a la propiedad de la tierra y

constreñidos al trabajo y al hacinamiento urbano. De esta realidad surgen nuevos

escritores profesionales con otro denominador común: su militancia o vinculación

con los partidos populares existentes: el radicalismo, el socialismo, o los grupos

anarquistas, en este sentido Viñas plantea que: un proceso generacional se

sobreimprime a un desplazamiento de clase300. Giusti y Bianchi (adherentes al

socialismo) fundan Nosotros en 1907, Molinari (funcionario de Yrigoyen) Levene

y Ravignani crean la nueva Escuela Histórica en 1905 y Ghiraldo (anarquista)

realiza una denuncia social desde el primer Martín Fierro en 1904, que era el

suplemento cultural del periódico La Protesta. Esta aparición de una camada de

escritores por fuera de la genteel tradition, generaba tensiones muchas veces

irresolutas y presiones que obligaban en determinados casos al exilio, durante el

proceso de profesionalización de los escritores, a partir de su relación de

dependencia con la elite liberal, que sin embargo comenzaba a agonizar.

300 VIÑAS, David; ob. Cit., p. 58.

230

En el marco de lo que Viñas denomina la “crisis de la ciudad liberal”, y Tulio

Halperin Dongui “Nacimiento de la República verdadera”, irrumpe en el campo

intelectual el “hombre nuevo” de la generación del ’18, un tipo de intelectual

“comprometido pero independiente” al decir de Ricardo Falcón analizando la

figura de José Ingenieros. Éste con su tríada teórica construye una ética funcional

basado en un “idealismo ético” a partir de la experiencia social (el “Hombre

Mediocre” como crítica de la moralidad, “Hacia una moral sin dogmas” como una

teoría de la moralidad, y “Las Fuerzas Morales” configurando una deontología de

la moralidad) que genera una influencia decisiva en el ideario de los jóvenes

reformistas.

Una de las bases programáticas que impulsó el ideario americanista de la nueva

generación como respuesta a la decadencia de occidente, cuya primera página

estaba dedicada a José Ingenieros, y como se mencionó, fue escrito en Córdoba en

julio de 1918 por Saúl Taborda, y llevaba como título “Reflexiones sobre el ideal

político en América”. El texto era presentado como un intento de respuesta a la

crisis producida por la gran guerra europea, de la que surgieran, más claramente

los objetivos de reparto y expansión colonialista para sus monopolios económicos,

una vez concluida. Continuando la línea que marcó un punto de inflexión y abrió

una nueva etapa en el pensamiento de Ingenieros, como señala Falcón301, con el

estallido de la Gran Guerra y su denuncia y análisis en “El suicidio de los

bárbaros” que se incluye en la compilación denominada “Los Tiempos Nuevos”,

donde interpretaba también la Revolución Rusa y los Ideales del Grupo Claridad,

Taborda retomaba la dicotomía “arielista” que afirmaba el ideal latinoamericano,

iniciado en el proceso de independencia, pero contraponiéndolo además de a la

“nordomanía”, a la posibilidad de ser simples factorías al servicio de Europa,

incorporando en el análisis el desarrollo del capitalismo y la división de la

sociedad en clases sociales.

Desde el punto de vista de la teoría, José María Monner Sans, en “El problema de

las generaciones”, luego de analizar las consecuencias de las ideas expuestas por

Ortega y Gasset sobre la elaboración de un método generacional para el análisis

301 FALCON, Ricardo, loc. Cit., p.79.

231

de la historia, plantea sus alcances y sus límites. Desde su puntualización inicial,

en “El tema de Nuestro tiempo”, el filósofo español había lanzado su teoría de las

generaciones, sustentada en un biologismo, en el cual distinguía a partir de un

lapso de quince años las dos edades maduras: quince años de “gestación” o

creación, de los treinta a los cuarenta y cinco, y quince de “gestión” o mando, de

los cuarenta y cinco a los sesenta, aunque cabía la aclaración que el concepto de

edad no era de sustancia matemática, sino vital, no una fecha sino una zona de

fechas. Ortega y Gasset llegaba a afirmar que sobre esa “unidad concreta de la

auténtica cronología histórica” cimentaba su método, y que era insustituible, ya

“que la historia camina y procede por generaciones”, constituyen estas “la base de

la futura historiografía”. De igual modo, Ortega y Gasset explicaba

posteriormente en su obra “En torno a Galileo” que la generación más joven no

suplantaba a la antecesora, sino que las dos “se solapan o empalman”, retocando

el concepto de “polémica” anteriormente utilizado, y afirmando que en la

dramaticidad de la historia, y al igualarse existencialmente la vida y tiempo en el

hombre, y consiguientemente, en su generación, se produce el hecho de la

contemporaneidad de lo no coetáneo, o la no coetaneidad de todo lo

contemporáneo. De este modo, Ortega reafirma la noción de coetaneidad a partir

de la utilización de la periodización, en donde lo cultural-histórico adquiere un

interés preponderante, lo cual da lugar para Francisco Romero302 a un activo

trabajo de indagación y de especulación, y se desarrolla un sincronismo en la

filosofía y ciencias, de artes y letras. Como un primer límite a los alcances del

método generacional, Karl Mannheim habla del pensamiento de una época, el cual

se desenvuelve dentro de un marco histórico-social, haciendo emerger

progresivamente el pensamiento individualmente diferenciado, estableciéndose

una relación dinámica entre lo social y el individuo, por lo tanto no se puede aislar

al intelectual de su realidad inmediata, en sus ámbitos espacial y temporal, ni

desconocer la propia idiosincrasia del creador.

Pero a pesar de las aclaraciones, para Monner Sans, la teoría de las generaciones

de Ortega y Gasset, tiene su límite cuando incorpora un mecanicismo, al

diseccionar la historia en porciones de igual duración quindenial. El límite de

302 ROMERO, Francisco, Estudio de historia de las ideas, Buenos Aires, Editorial Losada, 1953.

232

planificar todo la historia por generaciones, se encuentra por ejemplo en la

imposibilidad de remarcar y considerar determinadas fechas o cifras, que puedan

destacarse como sucesos de verdadera gravitación en la historia general o en la

historia de la cultura. Para Mannheim, 1789 como mera fecha cronológica carece

en absoluto de significado, pero en cuanto a su consideración histórica, esta fecha

se refiere a una serie de acontecimientos sociales significativos, que determinan

por sí solos el alcance de cierto tipo de expresiones, conflictos, actitudes y

pensamientos303. Ya situado en la historia Argentina, Monner Sans plantea como

punto de inflexión en el análisis del proceso histórico, contemporáneo a la

generación del ’80, en la década subsiguiente, la organización de los trabajadores

para la lucha de clases, que sacudirá la atmósfera de la sociedad argentina. En este

nuevo marco que comienza a adquirir la sociedad civil y política argentinas, es

dable incluir el surgimiento y la acción de la generación del ’18, propulsada a su

vez por los fenómenos externos que remarcaba Julio González: la crisis

civilizatoria provocada por la gran guerra europea y su contracara: la revolución

rusa, y en el plano nacional el advenimiento del radicalismo al poder.

Alfredo Palacios, interpretaba de manera sintética los procesos que dieron lugar al

nacimiento y la filiación de la nueva generación en la historia argentina, en un

artículo publicado en la Nación en 1924 en donde complejizaba el planteo de

González sobre el divorcio entre las dos generaciones, y sostenía una digresión

sobre el comienzo del ciclo reconstructivo, situándolo junto al nacimiento del

movimiento obrero en la Argentina, a partir de los que lo defendieron en la

cátedra y el parlamento. Palacios de esta manera se ubicaba, como parte de la

vanguardia, como generación intermedia, entre la del ’80 y la del ’18, incluyendo

a otras figuras intelectuales, como Enrique Del Valle Ibarlucea, Juan B. Justo,

José Ingenieros, entre otros. A su vez, afirmaba que el error en el planteo de

González, radicaba en que apoyaba su planteo teórico en la conceptualización

realizada por Ramos Mejía en “Las Multitudes Argentinas”, pero haciéndolo

llegar al período orgánico del ochenta desde la ley de inmigración de 1876 hasta

la ley de accidentes de trabajo en 1915, mientras que para Palacios la nueva

303 MANNHEIM, Karl, Ideología y utopía, Fondo de Cultura Económica, México, 2004., pag. 137.

233

generación histórica no aparecía después de esta última fecha, sino mucho antes, y

los jóvenes que en las universidades bregan hoy contra los representantes de la

generación anterior no son sino, -a veces ellos lo ignoran-, el producto de una

nueva ideología que responde a las transformaciones económicas, el

desenvolvimiento de las fuerzas del país, y a la conciencia adquirida por la masa

social304. Finalmente, en el artículo Palacios reafirmaba que los trabajadores

habían puesto su sello en todos los grandes acontecimientos producidos en el país

desde comienzos de siglo y la misma Reforma Universitaria había tenido en ellos

una fuerza propulsora.

Portantiero plantea que la utilización de la teoría de la “joven generación” por

parte de la juventud reformista, se dio en el marco de un intento de interpretación,

de manera “mesiánica”, de la solidaridad obrero-estudiantil, que aparecía como

una novedad histórica. El clima ideológico en el cual se contextualizaba este

nuevo accionar solidario, se encontraba bajo la influencia del descubrimiento de:

la “cuestión social” como problema clave iluminado por la revolución rusa305,

que hacían los estudiantes La asimilación de esta teoría, significó el comienzo

para poder teorizar la experiencia política, que estaba desarrollando la juventud

como protagonista de la Reforma Universitaria. De este modo la concepción del

surgimiento de una nueva generación, se había iniciado como un esbozo por

algunos de los intelectuales surgidos en las filas del movimiento estudiantil, a

través de los distintos manifiestos publicados, y en varios actos masivos

realizados.

La nueva generación ante la cuestión social

Luego de un mes de huelga de los obreros de los talleres metalúrgicos Pedro

Vasena, que era una de las empresas más grandes del país, empleaba a dos mil

quinientas personas306, se desató una represión el 7 de enero de 1919. La respuesta

frente a al ataque que efectuó la policía disparando sus fusiles y matando a varios

304 PALACIOS, Alfredo; ob. cit., p. 79. 305PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 77. 306GODIO, Julio; La semana trágica, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p.11.

234

obreros, dando lugar a la huelga general más importante hasta ese momento.

Godio señala que ésta había superado los marcos tradicionales de la acción

reivindicativa, por lo que se produjeron enfrentamientos violentos entre los

obreros y las fuerzas represivas que dejaron importantes secuelas políticas. La

“Semana Trágica” significó la aparición en la escena pública, mediante la

intervención en la represión como bandas civiles armadas junto a la policía y al

ejército, de la “Liga Patriótica Argentina”. Este nuevo grupo paraestatal estaba

encabezado de manera personalista por Manuel Carlés, poniendo al servicio del

“orden” social la utilización de la violencia y su capacidad operativa. Se plegaba,

aunque no supeditándose estrictamente a la defensa de intereses corporativos

como lo hacía la Asociación del Trabajo, dirigida por el intelectual clerical Atilio

Dell’ Oro Maini, y la cual ofrecía custodia armada y trabajadores temporarios a

empresas cuyo personal se encontraba en huelga307.

Los trágicos sucesos ocurridos en Buenos Aires adquirieron una rápida dimensión

nacional, provocando que la Federación Obrera de Córdoba decretara un paro en

solidaridad por causa de: la masacre llevada a cabo por la policía de la Capital

Federal y se solidariza con la actitud decidida y valiente de los trabajadores y en

su oportunidad hará efectiva esa solidaridad308. El gobierno encabezado por Julio

Borda, del sector azul del radicalismo provincial, vinculado al clericalismo, actuó

“preventivamente” deteniendo a un número importante de dirigentes gremiales,

con el temor que se produzcan hechos similares a los de la Capital Federal y

habla de la posibilidad de evitar un complot maximalista309. El gobernador Borda,

también auspició el 11 de enero de 1919 una manifestación pública, organizada

por la “Liga Patriótica” a favor de la política “gubernativa y patronal” y en

repudio de las acciones obreras. Una vez concluido ese acto, se produjo un ataque

inédito por parte de la policía, que contó con la colaboración de grupos civiles

armados compuestos por militantes católicos, e identificados ahora con la “Liga

Patriótica”, a la sede del diario La voz del Interior, desencadenándose un

enfrentamiento entre miembros de la Liga y simpatizantes y empleados del

307HALPERIN DONGUI, Tulio; ob. Cit. p. 159. 308 La voz del interior, Córdoba, 11 de enero de 1919. 309Ibidem.

235

periódico. Su local terminó siendo allanado por la policía, y fueron detenidos

Deodoro Roca, el diputado radical “rojo” José Lencinas, Carlos Astrada Ponce,

junto a varios empleados del diario. Antes de recuperar la libertad el 27 de enero,

Deodoro Roca sufrió un nuevo embate por parte de los sectores a los que había

enfrentado como miembro del movimiento reformista, resultando exonerado por

el gobernador, del único cargo público que ocupó en su vida, como director del

Museo Histórico Colonial.

La Federación Universitaria de Córdoba también se sumaba a la huelga por

intermedio de un comunicado, y adhería al paro general previsto para el 13 de

enero en retribución al apoyo recibido por el “proletariado organizado” al

movimiento de la Reforma Universitaria. El decreto de la federación estudiantil

estaba fechado el 12 de enero, y planteaba como oportuna la situación para

fortalecer el vínculo de compañerismo que se había creado en las luchas entre

ambas organizaciones. No dejaban de mencionar los estudiantes su identificación

con las luchas obreras, considerándolas como una reivindicación por la “mejora

social”, y la elevación del nivel material y moral del “pueblo trabajador”, como

causa principal que motivaba las distintas movilizaciones en el país. Firmaban

esta declaración pública los estudiantes de ingeniería Ismael Bordabehere, que era

el presidente del centro de estudiantes y Cortés Pla, el secretario.

Esta declaración pública de la Federación Universitaria de Córdoba, expresando

su solidaridad con la huelga general de los trabajadores, no paso desapercibida en

el convulsionado ambiente en el que se encontraba la cuna de la “Reforma”, y

motivó la reacción de las autoridades de la Universidad. El Decano de la Facultad

de Ingeniería, y ex vicerrector durante el breve lapso que Nores ocupó el

rectorado, Belisario Caraffa, presentó una resolución del Consejo Directivo el 15

de enero de 1919, en la cual se respondía a la declaración dada a conocer por los

estudiantes sobre los sucesos de la “Semana Trágica”. Las autoridades rechazaban

los términos de la declaración estudiantil, argumentando que su contenido daba el

aval al “desorden social” e iba en contra de la acción reparadora del poder

público. Se calificaban los sucesos iniciados en los talleres Vasena como una

situación de ejercicio de la violencia, con “supuestas” finalidades atentatorias

hacia el orden y al régimen constituido. Consideraba la resolución del Consejo

236

Directivo, como extemporánea la adhesión de los estudiantes al movimiento

obrero, además de implicar: un extravío el adherirse por reciprocidad a un

movimiento que no puede concordar con las aspiraciones de la juventud

universitaria310. A la vez agregaba la resolución, que por la nueva organización

institucional de la Universidad, en referencia a la reciente aprobación de la

Reforma Universitaria, se haría indispensable “orientar” a los estudiantes y evitar

sus “desvíos”. Estas aseveraciones demostraban algunos de los límites con los que

se encontró el movimiento de la “Reforma Universitaria”, en cuanto a su

heterogénea composición, que aglutinó en su disputa contra los sectores clericales,

a intelectuales liberales, que demostrando cierta actitud tutelar como docentes

hacia los estudiantes, denotaban no estar dispuestos a dejarse llevar por sus

planteos más radicales.

El centro de estudiantes de la Facultad de Ingeniería contestó a la resolución que

condenaba la actitud asumida por la federación, el 22 de enero de 1919, aclarando

que esa entidad estudiantil gozaba de personería propia e independencia dentro y

fuera de la Universidad, todo lo cual se había establecido en sus Estatutos. Por lo

tanto, el Consejo Directivo carecía de autoridad para inmiscuirse en sus asuntos, y

mucho menos de tutelar y orientar sus actos311. Aquel pronunciamiento hecho por

el órgano directivo de la Facultad, era interpretado en abierta oposición con las

aspiraciones e ideales de la juventud, debido a que se reprobaba el reconocimiento

de la justicia en las que estaban fundadas las luchas para lograr sus

reivindicaciones, por parte del proletariado. El centro de estudiantes manifestaba

estar contribuyendo con su adhesión, a la solución del problema económico del

obrero, que se alcanzaría evitando la violencia, ya que ésta terminaba

perjudicando a quienes asistía la “razón” en una lucha establecida en un plano

desigual. Este propósito, remarcaban los estudiantes, había sido ratificado con la

actitud pacífica asumida por la Federación Obrera Local, durante su desarrollo, en

el cual no se produjeron hechos violentos ni de sangre. Por último se destacaba

que la actitud de solidaridad con los trabajadores, era consecuente con una de las

conclusiones aprobadas por el primer congreso nacional de estudiantes

310 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo V. p. 56. 311Ibidem; p. 59.

237

universitarios, en el cual se sentaron las nuevas bases estatutarias de la

Universidad, y que fomentara la unión entre obreros y estudiantes, como dos

factores decisivos para poder lograr el engrandecimiento del país.

Unos días después, haciéndose eco de los sucesos, y comenzando a plasmar de

modo más sistemático los postulados que le otorgarían una proyección social al

movimiento de la Reforma, se publicó una declaración pública el 24 de enero de

1919. Llevaba como título “La Federación Universitaria de Córdoba y el

proletariado nacional”; y en la misma, luego de analizar que el movimiento

estudiantil argentino se había iniciado logrando instaurar los nuevo Estatutos para

la Universidad de Córdoba, se consideraba que ello debía ser asimilado como una

primera manifestación de un “proceso evolutivo” en el orden nacional. El cual

estaría dirigido a modificar el “estado de cristalización” que regía la organización

social, económica, política e intelectual, en la búsqueda del afianzamiento de la

libertad, la verdad, y la justicia en “todos los órdenes”. Por lo tanto, los

estudiantes llegaban a la conclusión, de la existencia de una estrecha relación

entre los propósitos que tenían aquella misma finalidad, ampliamente

manifestados por la juventud y las recientes huelgas obreras312.

La Federación Universitaria reconocía las causas de los diferentes conflictos

gremiales, en el malestar económico que provocaban en los trabajadores, la

desigual distribución de la tierra, la presión impositiva, el aumento del costo de

vida, la falta de una “eficaz” legislación obrera, y la “deficiente” cultura moral e

intelectual del pueblo. Y en referencia a los sucesos de la semana trágica, volvían

a ratificar los estudiantes su repudio a la violencia como medio para solucionar los

problemas obreros, reprobando los abusos cometidos en nombre, de lo que

consideraban como una mal entendida defensa del orden y de la paz. Finalmente

era ratificada la adhesión a la causa de los trabajadores, a quienes concebía la

juventud universitaria como el factor “decisivo” del progreso nacional,

exhortando a los que por ella luchan a que vieran en la biblioteca y el libro el

“arma preciosa” con que triunfa siempre la justicia. Sin embargo tomaban en

cuenta también las acuciantes necesidades de los trabajadores, por lo que la

312 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo V. p.61.

238

Federación Universitaria de Córdoba se dirigió al Congreso de la Nación,

solicitándole que se abocara al estudio y sanción de leyes obreras, como lo

demandaba el “estado cultural” del país.

239

Capitulo III

La proyección latinoamericana de la Reforma Universitaria.

La repercusión del movimiento reformista a nivel continental.

La dimensión latinoamericana que adquirió la Reforma Universitaria, abarcó dos

terrenos que le otorgaron dinamismo como movimiento histórico. Uno de los

aspectos que posibilitó su proyección, se debió a los postulados ideológicos

manifestados por el grupo promotor, desde el inicio, y que tenían relación con los

planteos renovadores establecidos, con ciertos atributos que le imprimían un

carácter revolucionario a su ideario, por el hecho de que en gran medida se

encontraba fundado en reclamos de libertad y justicia social. El otro aspecto que

le dio características continentales, fue el ejemplo que significó el nuevo formato

institucional para las Universidades, diseñado como fruto de la deliberación y

resolución de los estudiantes argentinos en 1918, y puesto en vigencia

inmediatamente.

Aníbal Bascuñán Valdés313, plantea que el carácter latinoamericano adquirido por

el movimiento reformista, tuvo un “período preparatorio o académico” (1870-

1917) que le dio una propulsión propia, al cual define por distintas iniciativas

renovadoras en las Universidades de Chile, Uruguay y Argentina, junto a los

Congresos de Estudiantes Americanos que se realizaron en 1908 en Montevideo,

en 1910 en Buenos Aires, y en 1912 en Lima, en los cuales se comenzó a esbozar

el planteo de la participación de los alumnos en la política universitaria. Aunque

al principio, se circunscribía al “campo académico”, a través de discursos,

conferencias, libros, polémicas y congresos, para Bascuñán Valdés: el año 1918

es aquel en que se vuelca a la calle, en que se transforma en acción y, si es

necesario, en sacrificios. Obreros y estudiantes marcharon codo a codo en sus

reivindicaciones como dos expresiones de una sola dinámica: la lucha social de

la Primera Posguerra314. De este modo, se consideraba a la generación

313 BASCUÑAN VALDES, Aníbal; Universidad: cinco ensayos para una teoría de la universidad latinoamericana, Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, 1963.

240

latinoamericana que actuara entre 1918 y 1920, como madura para la lucha social,

la que se articularía con la renovación de las universidades.

Siguiendo los planteos realizados por Portantiero, podemos advertir que la nueva

concepción elaborada por la juventud universitaria, esto era, la solidaridad entre

obreros y estudiantes, se expresó en la organización de un tipo particular de

institución como fueron la “Universidades Populares”. Su primer antecedente se

concretó en Perú, por parte del primer congreso de estudiantes universitarios

reunido en Cuzco en marzo de 1920, que reflejaba una determinante influencia del

ideario de la Reforma Universitaria que se había iniciado en Argentina, cuando se

encomendó al dirigente estudiantil, Víctor Raúl Haya de la Torre la iniciativa de

crear una Universidad Popular. Durante el transcurso de aquel congreso se votó la

creación de una institución de libre cultura popular, destinada a vincular a los

estudiantes con el proletariado, otorgándole sustento y proyección a la agitación

estudiantil. La fundación de la Universidad Popular, denominada posteriormente,

“González Prada” tuvo lugar, luego de una activa campaña entre los trabajadores,

en Lima, el 22 de enero de 1921.

Haya de la Torre, se había trasladado desde Trujillo a Lima, para comenzar sus

estudios en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en 1917, a los

22 años. En 1918, al igual que en Argentina, se fundó la Federación de

Estudiantes de Perú, que quedó en manos de sectores conservadores vinculados

con la elite dirigente, que se caracterizaba por un cerrado nepotismo:

Administración pública, Universidad, diplomacia, todo quedaba en manos de una

sola familia315. No obstante la dirección de los conservadores, la federación de los

estudiantes, de la que formaba parte Haya de la Torre, como delegado, a

comienzos de 1919, había decidido ponerse en contacto con los sectores obreros.

Como resultado de esta relación, se conformó un “Frente Único de Trabajadores

Manuales e Intelectuales”. La primera oportunidad que se presentó para esta

articulación, se dio con la declaración de una huelga general por parte del comité

314 Ibidem, p. 57. 315 SANCHEZ, Luis Alberto; Haya de la Torre y el APRA, Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1955, p. 36.

241

obrero de Lima, al reclamar la jornada de ocho horas, el 1º de Mayo de 1919. Su

local se hallaba en la “Biblioteca Ricardo Palma”, en la cual estaban reunidos

obreros y estudiantes organizando el acto que se iba a llevar a cabo, cuando fue

rodeado por las fuerzas policiales, que obligaron a sus ocupantes a abandonarlo316.

En ese momento, Haya de la Torre se hizo responsable de la situación, para evitar

cualquier tipo de represión, entrevistándose con el jefe del operativo, lo que

finalmente permitió que los trabajadores pudieran escapar del local. Este hecho,

junto a otras demostraciones de solidaridad por parte de los estudiantes respecto a

los trabajadores, reforzaron la mutua confianza, y la colaboración entre ambos,

adquirió entidad a partir de ese momento.

Otro de los protagonistas fundamentales para la concreción de la Reforma

Universitaria en Perú, fue José Carlos Mariátegui, quién desde los 14 años

trabajaba en el periodismo limeño, primero en La Prensa, y luego en El Tiempo;

hasta que en mayo de 1919 fundó, junto a César Falcón y Humberto del Aguila,

su propio periódico: La Razón317. Mariátegui, tenía una columna llamada

“Voces”, y en el primer número escribió un artículo titulado “Yo soy aquel”, en

el que expresaba, como parte del grupo que forjó este emprendimiento, su

convencimiento de que el nuevo medio de información había nacido para la lucha,

sin que ello se contrapusiera con la posibilidad de escribir en él con total libertad,

todo lo cual había hallado sus límites en las anteriores experiencias periodísticas.

“Somos los mismos siempre”, afirmaba el ensayista peruano, y se reconocían

“risueñamente bolshevikis”. El diario aparecía con un perfil disruptivo, al irrumpir

en la política peruana planteando cuestiones novedosas, tales como no servir

ningún tipo de “interés electoral”, y fomentar una “personalidad propia”, teniendo

en cuenta la inminencia de las elecciones presidenciales que depositarían a uno de

los representantes de la elite dominante en el poder político, al miembro del

conservador Partido Civil, aunque disidente, como era Leguía. Sus páginas,

contemplaban la realidad política nacional e internacional, con cierto énfasis en

las cuestiones sindicales, sociales y estudiantiles.

316Ibidem; p.56. 317GARGUREVICH REGAL, Juan; La Razón del joven Mariátegui, La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1980.

242

A principios de mayo de 1919, los alumnos de la Facultad de Letras,

constituyeron el primer comité reformista, en el que se encontraban Haya de la

Torre, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre y Manuel Seoane, entre otros, todos

los cuales serían parte integrante de la conformación, unos años después del

APRA, (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Por esos días, los

estudiantes leguistas, miembros de la federación, intentaron dar un golpe de efecto

para apoyar a su candidato, y propusieron designarlo “Maestro de la juventud”.

Esta propuesta produjo el rechazo de varios delegados de la federación estudiantil,

que encabezados por Haya de la Torre, renunciaron a ella, en protesta contra su

presidente, Felipe Chueca, el 18 de mayo de 1919, por haberla desviado de sus

fines, mezclándola en “ajetreos políticos”. Además se señalaba la complicidad de

Leguía en represiones sufridas por los estudiantes. También La Razón rechazaba

aquella condecoración, mediante un artículo publicado en su primer número, por

el especialista en cuestiones universitarias, Humberto del Aguila, en el cual

consideraba a la designación de Leguía como maestro de la juventud, como parte

de la disputa interna entre las clases dirigentes.

La presencia de Alfredo Palacios desde el 2 de mayo en Lima, quien se

encontraba manifestando su apoyo a la posición peruana en el diferendo de Tacna

y Arica por los límites geográficos con Chile, estimuló ideológicamente a los

estudiantes, a través de sus discursos públicos pronunciados sobre la “Reforma

Universitaria”, alentándolos, a la vez, para que siguieran las huellas de la juventud

argentina, y les sugirió: la revolución universitaria debe hacerse con los decanos

o contra los decanos318, lo que terminó siendo una especie de premonición. Luis

Alberto Sánchez plantea que los primeros “vagidos” de la Reforma Universitaria

en Perú tuvieron lugar a fines de mayo de 1919, en correspondencia con las

primeras protestas orgánicas de los trabajadores manuales, como las

protagonizadas por el comité obrero de Lima a través de la sección pro

abaratamiento de las subsistencias, cuyo objeto era buscar una solución a la crisis

económica, traducida en la inflación, que sufrían los sectores obreros, como

consecuencia de la finalización de la guerra europea y la caída de las

exportaciones de materias primas. Se produjo así una importante huelga general,

318 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit. Tomo VI, p. 90.

243

que derivó en la detención de trabajadores, y que finalmente consiguió la sanción

de medidas para lograr el abaratamiento de alimentos de consumo popular.

En este contexto de movilizaciones públicas, en el transcurso de junio de 1919,

luego de un incidente trivial, que afectaba el régimen interno de la Facultad de

Letras de la Universidad de San Marcos, por un conflicto entre los alumnos de un

curso de historia y el profesor, intervino el Decano y la situación se agravó,

provocando una huelga estudiantil en la Facultad. Se conformó un comité de

reforma que tomó la dirección del movimiento; que estuvo encargado de buscar la

adhesión de los estudiantes de las otras facultades, que paulatinamente se plegaron

a la agitación, hasta lograr que la huelga general se extendiera a toda la

Universidad. En función de esta situación, que estaba acompañada de refriegas

con la policía, el gobierno decidió a fines de junio de 1919 clausurar la casa de

altos estudios.

La Universidad estuvo en estado de huelga durante un mes, período en el cual la

Federación de Estudiantes Peruanos que mantenía en su dirección a sectores

conservadores, no adoptó medidas decididas a favor de la “Reforma”. Por lo cual,

los delegados de las distintas Facultades, constituyeron un Comité de Reforma

Universitaria, con la presencia de Haya de la Torre y Sánchez, que resolvió

redactar un pliego de peticiones al Rector y un manifiesto a la Nación. Los puntos

centrales del programa, en plena correspondencia con las nuevas bases sentadas

en Córdoba en 1918, eran: movilidad de las cátedras con revisión cada cinco

años; cátedra libre y paralela; abolición de las listas de asistencia a cambio de la

exigencia de trabajo efectivo y controlado; intervención de los estudiantes en los

consejos directivos de la Universidad, las Facultades y Escuelas especiales, así

como en la elección de Rector y Decano o Directores; aumento de la cuota de

matrículas gratuitas; implantación de seminarios; incremento de laboratorios;

enseñanza activa; rumbo actual y nacional en los estudios; cursos electivos;

acercamiento al pueblo319. Sólo se agregó un punto, que iba a ser fundamental

durante el proceso de la reforma peruana, como fue el “derecho de tacha”, que

debía estar fundamentado en cada ocasión que fuera utilizado por los estudiantes,

319SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 66.

244

ante cualquier profesor que no estuviera desempeñando debidamente su tarea

docente. Estos planteos fueron aceptados por el Rector, Javier Prado, quién le dio

entidad remitiendo el pliego al Consejo Universitario, acompañándolo de puntos

de vista personales en tono conciliador. Este acto dejaba deslegitimada a la

Federación Universitaria, quedando reemplazada de hecho por el “Comité de

Reforma”.

Mariátegui expresó en las páginas de La Razón, que la Universidad debía cambiar,

reformarse y modernizarse: Nuestra San Marcos parece todavía una universidad

medieval, con una serie de vejetes que se resisten a cambiar de métodos y a beber

de los modernos320 . Y desde este momento el periódico apuntaló el movimiento

reformista desde su tribuna, a través de la estrategia de publicar los distintos

nombres de los docentes “tachados” por los estudiantes, y sus fundamentos. El 26

de junio de 1919, La Razón publicó el primer ataque a los catedráticos

denunciados como anacrónicos, recayendo sobre Constantino Salazar, encargado

de Historia de la Literatura. En el mismo, se denunciaba que el “doctor Salazar”

había heredado la cátedra de su padre, sin haber renovado sus conocimientos, ni

mejorado el método de enseñanza desde que se hiciera cargo del curso. En

referencia a otro profesor, de literatura antigua y moderna de apellido Flores, se

describía en tono crítico, que realizaba un amontonamiento de nombres, sin

detenerse en ninguno de los “grandes poetas ni escritores”: para él tienen la

misma importancia Dante que el imitador de los cuentos del Decamerón…321.

La agitación en la Universidad de San Marcos proseguía potenciándose, y cada

aula se transformaba en una tribuna de aprobación o reprobación de los

catedráticos. Si el profesor era estimado, se lo recibía con aplausos, en caso

contrario, encontraban las aulas desiertas y debían retirarse, algunos incluso

dejaron de asistir por propia voluntad. Y La Razón, continuaba su campaña de

denuncias, criticando uno por uno, sin perdonar ni a los jefes de prácticas ni a los

empleados administrativos. El resto de los diarios se vio obligado a seguir el perfil

de noticias instalado por el periódico dirigido por Mariátegui, ya que no querían

320 GARGUREVICH REGAL, Juan, ob. Cit, p. 139. 321Ibidem; p. 140.

245

quedar rezagados ante el aumento de las tiradas que le había significado esta

intervención a La Razón, que fue por ello objeto de un voto de aplauso por parte

de la Facultad de Letras.

La Asamblea Nacional, dictó dos leyes que contemplaban las reivindicaciones

estudiantiles, y que fueron promulgadas por el gobierno provisional a cargo de

Leguía, que había accedido al Ejecutivo por un golpe militar el 4 de julio de 1919.

Según Sánchez, llevado por las circunstancias, Leguía se ponía momentáneamente

del lado de los estudiantes, aprobando la declaración de vacancia de las cátedras

cuyos profesores fueran “tachados” por los alumnos, que debían reunir el número

de 24 de ellos. También, aseguraba la nueva legislación universitaria el

funcionamiento de cátedras libres y la incorporación en el Consejo Universitario

de delegados elegidos por los alumnos de las Facultades que comprendían la

“Universidad Mayor de San Marcos”, aunque el gobierno se mantenía estudiando

un proyecto de “ley orgánica” de enseñanza. Una vez dictadas estas leyes, el 20 de

septiembre de 1919, Haya de la Torre fue elegido Presidente de la Federación de

Estudiantes de Perú, en octubre de este año, en función de su rol decisivo en el

inicio del proceso de la reforma universitaria peruana.

Al igual que en Argentina, se realizó un congreso nacional de estudiantes

universitarios, el primero en la historia peruana, en la ciudad del Cuzco, del 11 al

20 de marzo de 1920, presidido por Haya de la Torre, y en el cual se fijaron las

bases de la Universidad, que incluía como novedad la creación de una institución

de “libre cultura popular”. En este caso, con un claro sentido social, el congreso

aprobó la propuesta presentada por Abraham Gómez, Luis Bustamante y el propio

Haya de la Torre, para la constitución de las Universidades Populares, a lo que se

adjuntaba que debían inspirarse “en la justicia social”. Esta entidad forjada por los

estudiantes peruanos, superaba en su alcance los postulados de “extensión

universitaria” aprobados durante el congreso estudiantil en Córdoba. Este

congreso, como se recordará, había establecido el nuevo formato institucional

para las Universidades argentinas, que le otorgó concomitantemente una

proyección latinoamericana.

246

Como parte de las conclusiones aprobadas por el congreso de estudiantes

peruanos, que destacó a dos intelectuales como maestros de la nueva generación,

Alfredo Palacios y Manuel González Prada, se encontraba la creación de las

Universidad Popular, bajo la dirección de la federación universitaria, como ya

anticipamos. Entre las cuales se destacaban, en primer lugar, en sintonía con el

principio de solidaridad obrero-estudiantil, el inicio de una campaña de

propaganda desde los centros federados, proponiendo que éstos debían tener:

intervención oficial en todos los conflictos obreros, inspirándose en los

postulados de justicia social322. Otro de los principios propuestos para la

institución creada para poder expresar de manera libre, la cultura popular, se

relacionaba con el hecho de que estuviese exento de todo sentido “dogmático y

partidista”. La “Universidad Popular” estaba compuesta por campesinos y

obreros, a los que se consideraban como asociados.

La enseñanza se separaba en dos ciclos, uno de los cuales estaba enfocado hacia la

cultura general, con una orientación “nacionalista” y eminentemente educativa; y

el otro se vinculaba con un tipo de especialización técnica dirigida a las

necesidades regionales. El método pedagógico estipulado, se dirigía hacia lo que

era definida como una forma de enseñanza, sencilla, metódica y eminentemente

objetiva, haciéndose ella por lecciones y conversaciones, sirviendo la

conferencia, sólo como síntesis y complemento de éstas. También se procuraba

que la nueva entidad, facilitase el acceso a sus miembros a los gabinetes, centros

de instrucción superior e instituciones de carácter cultural. De este modo, se

procuraba establecer un vínculo en el plano educativo, que consolidara la efectiva

solidaridad desarrollada entre los universitarios y los trabajadores. Mariátegui,

destacó en este sentido, el significado transformador, en términos culturales y

políticos que tuvo la aparición de esta nueva instancia de estudios surgida de la

iniciativa de los estudiantes, y dirigida a las clases sociales subalternas,

expresando como síntesis que: El voto de mayor trascendencia de ese Congreso

es el que dio vida a las Universidades Populares323.

322 SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 77. 323 MARIATEGUI, José Carlos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Editorial Minerva, 1980, p. 103.

247

El creador del periódico La Razón, que cumpliera un rol fundamental en los

momentos de gestación de la Reforma Universitaria en Perú, interpretaba el

surgimiento de las Universidades Populares en el marco del conflicto de las

ideologías en contraste, en un período histórico de cambio de época. Existía una

situación estructural, que propiciaba una diferenciación con la creciente

afirmación de relaciones de producción capitalistas, dando lugar a un tipo de

orientación práctica en la enseñanza, frente a la educación “pseudo idealista” de la

importante reacción feudal y aristocrática. Pero con el surgimiento de una

corriente socialista, y la creciente conciencia de clase adquirida por el proletariado

urbano, apareció un factor nuevo modificando sustancialmente los términos del

conflicto ideológico. En este sentido, la fundación de las Universidades Populares,

a partir de la adhesión de la juventud universitaria al principio de socialización de

la cultura, significaban para Mariátegui, una ruptura con el “erudito diálogo”

establecido entre el espíritu liberal-burgués y el espíritu latifundista y

aristocrático.

El congreso de estudiantes reunidos en Cuzco, terminó aprobando una especie de

Estatuto para la coordinación de los acuerdos aprobados, en cuyo articulado

aparecía la intervención de los alumnos en la elección del Rector, por intermedio

de los delegados, en una proporción de un tercio de los votos de la Asamblea, al

igual que en la elección de Decano. Una vez concluidas las sesiones y aprobadas

las conclusiones, el 31 de marzo de 1920, quien había presidido su organización,

Haya de la Torre, escribió oficialmente a Gabriel del Mazo, que ejercía la

presidencia de la Federación Universitaria Argentina, dándole cuenta del congreso

y remitiéndole sus Anales. A partir de este momento comenzó una relación por

correspondencia entre ambos dirigentes estudiantiles, que se mantuvo durante

años: a la altura de 1954, conté 2 mil carillas que recibí de cartas suyas. Me

dedicó su primer libro: “Por la Emancipación de la América Latina”, que ayudé

a publicar en 1927324. Del Mazo asesoró al grupo de apristas desterrado en

Buenos Aires desde 1923; instando a Haya de la Torre a reunir los discursos,

artículos y declaraciones públicas en un libro. El mismo Del Mazo organizó el

324 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit. p. 219.

248

material, corrigió las pruebas y estableció los vínculos con el editor Mario

Gleizer.

Unos meses después de aquel primer contacto, el 23 de junio y el 9 de agosto de

1920, en Lima y Buenos Aires, se firmó un acuerdo por el cual los presidentes de

las respectivas federaciones estudiantiles se comprometían en nombre de sus

organizaciones en determinados temas. Estos eran: fomentar un intercambio

intelectual por medio de libros, estudios monográficos de carácter científico,

histórico, literario, sociológico y artístico; continuar la obra de la reforma de

enseñanza, para lo cual se planteaba como prioritario el propósito de renovación,

como el anhelo de las nuevas generaciones estudiantiles; llevar adelante una

cultura intensiva para el pueblo; estudiar los problemas sociales y sostener las

Universidades Populares; favorecer el creciente acercamiento entre los pueblos

del Continente Latinoamericano, y estudiar sus problemas primordiales, como

modo de hacer efectivo el ideal de americanismo; y por último celebrar congresos

internacionales de estudiantes e intercambiar alumnos.

La innovación mayor surgida del movimiento estudiantil peruano, trascendió los

límites estrictamente académicos, con la creación de la Universidad Popular, lo

cual le imprimió un fuerte contenido político y social desde el inicio, y que se

mantuvo posteriormente. La federación de estudiantes, a fines del año 1920, bajo

la presidencia de Juan Valega, encargó a Haya de la Torre, la organización de esta

nueva institución de libre cultura popular. Hubo una importante campaña entre los

trabajadores de Lima, con carteles que distribuyeron en la ciudad desde

diciembre, invitándolos a la inauguración para el 22 de enero de 1921. La primera

etapa, atrajo a una cantidad numerosa de estudiantes, y algunos intelectuales

también se acercaron, como Jorge Basadre. Su sede era la sala de conferencias de

la federación, que todas las noches veía colmada sus instalaciones, y el núcleo

principal de la Universidad Popular estaba compuesto por trabajadores de Vitarte,

cuya población era eminentemente obrera, porque en esa localidad funcionaba una

gran fábrica de tejidos de propiedad norteamericana. Su rector era Haya de la

Torre, quien definía las características específicas del sujeto social al cual se

dirigía la nueva institución: un estudiante obrero no es un niño de escuela, ni un

muchacho de colegio, ni un mozo de Universidad: tiene algo de los tres y mucho

249

de sí mismo325 . El propio Haya de la Torre, procurando darle un carácter

revolucionario, e impulsado por el receso de la Universidad de San Marcos y la

disolución de la federación, procuró que la distribución de las clases se llevara a

cabo tres noches en Lima y otras tres en el pueblo textil de Vitarte. Las clases,

materias y conferencias que se desarrollaban, iban desde temas como el arte, la

historia, la economía y la ciencia, hasta las cuestiones obreras y revolucionarias.

Haya de la Torre dictaba clases de geografía e historia social, y comenzaba a

adquirir de esta manera algunos rasgos que lo asimilarían a la función de un joven

trabajador intelectual.

Cabe destacar que la situación estructural del movimiento obrero en Perú, era de

una organización que estaba comenzando a tomar forma, a diferencia de las clases

trabajadoras en Argentina, que tenían un mayor grado de consolidación. Como

ejemplo de ello, podemos mencionar el festejo del 1º de mayo por primera vez en

1905, impulsado por los obreros panaderos, y la constitución de la Federación

Obrera Local de Lima en 1918. Así se podría encontrar alguna explicación a la

mayor presencia e iniciativa de los estudiantes entre los trabajadores en el caso

peruano.

El primer congreso internacional de estudiantes universitarios en México.

En septiembre de 1921, en el marco de la conmemoración del Primer Centenario

de la Independencia de México, la Federación de Estudiantes de México se hacía

eco de la influencia del impulso renovador de varios países sudamericanos,

cumpliendo con uno de los postulados principales de la reforma, como era la

“coordinación universal de los estudiantes”, y decidió convocar a un Congreso

Internacional de Estudiantes. El mismo contaba con el auspicio del Rector de la

Universidad de México, el intelectual y partícipe de la Revolución Mexicana, José

Vasconcelos, y del Presidente de la República, Álvaro Obregón. Respondieron

aceptando la invitación 23 países, y concurrieron 47 delegados y 32 adherentes.

Quienes habían participado como embajadores a las fiestas del centenario,

asistieron a la inauguración del Congreso, que tuvo lugar el 21 de septiembre en el

325 SANCHEZ, Luis Alberto, ob. Cit., p. 80.

250

Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, bajo la presidencia honoraria de

Vasconcelos.

Uno de los discursos, en la apertura del primer Congreso Internacional de

Estudiantes, estuvo a cargo de quien presidió la delegación argentina, Héctor Ripa

Alberdi, que era estudiante de Letras de la Universidad Nacional de la Plata; había

publicado libros de poesías, y presidía el Colegio Novecentista, que era una

organización forjada en 1917, por un grupo de jóvenes universitarios de la

Facultad de Filosofía, desde la cual polemizaban con el positivismo, al que

juzgaban como dogmático, reivindicando el idealismo, que priorizaba la pureza

del pensamiento y la moral. La delegación también estaba compuesta también por

Pablo Vrillaud, que había sido miembro del Congreso de Estudiantes de Córdoba,

y uno de los impulsores de la creación de la Universidad Nacional del Litoral. Los

otros delegados eran Miguel Bonchil, estudiante de Derecho de Buenos Aires y

profesor en locales obreros mediante la extensión universitaria; Enrique Dreyzin

estudiaba agronomía en La Plata, y quien fuera Secretario de la Federación

Universitaria Argentina; el quinto delegado, Arnaldo Orfila Reynal, participó

como presidente del comité de la “huelga grande” de la Universidad de La Plata

en 1919, la que posibilitó la reforma de los estatutos en esta casa de estudios, al

año siguiente. Cabe destacar, que por intermedio de las gestiones del presidente de

la Federación Universitaria Argentina, Gabriel del Mazo, ante el gobierno de

Yrigoyen, se logró que la cancillería argentina financiara los gastos del traslado y

estadía de los delegados universitarios en México. Quién estaba encargado de

realizar estas gestiones era el primer ministro plenipotenciario que Argentina

había acreditado en México, desde 1916, Manuel Malbrán.

Ripa Alberdi leyó un discurso que llevaba como titulo “La Argentina naciente.

Por el comienzo de una nueva vida americana”. Comenzaba definiendo el

“renacimiento” argentino como consecuencia de la “revolución universitaria”,

forjada y protagonizada por la juventud estudiosa. Y planteaba sus proyecciones

en la búsqueda de la emancipación de los hombres y de los pueblos, calificando a

la Revolución Mexicana como un ámbito cordial, para la concreción de estos

objetivos. Definía la gesta de la reforma, como el resultado de un combate por el

cual se habían derribado los muros de la “vieja universidad”; de vencer a las

251

fuerzas reaccionarias, para dar lugar al ingreso de todas las corrientes de

pensamiento. De este modo, se hacía eco de la rebelión antipositivista,

identificándose con el humanismo renacentista que confrontó con la ideología

escolástica del medioevo. Al decir de Falcón326, se incluiría como una de las dos

direcciones primordiales de la reacción antipositivista, en este caso asimilable a la

idea de la superación del positivismo, como una contribución para la ampliación

de los ámbitos públicos de libertad y democracia, siendo Korn uno de sus

representantes principales, a través de la búsqueda constante del principio de la

tolerancia. Pero también aparecen las nociones de compromiso social, y la

necesidad de aprehender los “tiempos nuevos”, mediante la afirmación por parte

de Ripa Alberdi, de la intrascendente existencia de una “austera frialdad” en la

lógica imperante de los claustros universitarios, que se hallaban impermeables a

que llegaran hasta ellos las “palpitaciones” del mundo.

Las jóvenes generaciones argentinas, reclamaron el derecho de darse sus propios

maestros, afirmaba el estudiante platense, en consonancia con lo proclamado en el

Manifiesto liminar sobre la inexistencia de verdaderos maestros, para poder

establecer, una vez hallados aquellos, un vínculo pedagógico. Pero la condición

para lograrlo, era liberarse del peso de una generación positivista, a la que se

acusaba de haber desdeñado de los valores éticos y estéticos, imprimiendo un

sesgo de escepticismo al pensamiento argentino. Deodoro Roca expresaba en ese

sentido, retrospectivamente en una encuesta sobre la reforma universitaria en

1936, que ella fue un camino provinciano, que buscando un “maestro ilusorio” se

dio con un mundo. Ripa Alberdi, concluía en su discurso en México, que la

juventud universitaria argentina comenzaba a abrir una nueva etapa, al haber

construido, sintiéndose libre y por eso responsablemente, una nueva ética para la

voluntad y una estética para los anhelos. La falta de lo primero había hecho

perder a los hombres del ochocientos el carácter y la nobleza: el carácter para

imponer la propia voluntad; la nobleza, para llevar a la acción la integridad del

pensamiento. O bien olvidaban la convicción porque la convicción era un

obstáculo para la vida, o bien olvidaban la vida para poder sustentar una

326FALCON, Ricardo, “Militantes, intelectuales e ideas políticas”, en Falcón, Ricardo, Nueva historia argentina. Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2000, p. 326.

252

convicción327. Lo propio de un hombre completo, para el delegado argentino, era

infundir “convicción a la vida”, entrelazándose los ideales con el sustento de la

realidad. Así interpretaba el renacimiento, como consecuencia de dos fuerzas que

actuaban conjuntamente, y eran la filosofía idealista junto a la “sana” rebeldía de

la juventud, en contraposición con la “Universidad profesionalista”.

Otro de los delegados argentinos, el estudiante Enrique Dreyzin, ubicaba la

aparición de la juventud universitaria como nuevo sujeto social continental, en el

contexto político del cual formaba parte. Ponía el acento en la masacre producida

por la gran guerra europea, llegando a la conclusión de que fue la consecuencia

directa y genuina de la organización social existente. Dreyzin calificaba al orden

mundial basado en el industrialismo, como “monstruoso”, y “torturantes e

inhumanas” sus disciplinas, contra las cuales llamaba a la “militancia

universitaria” a enfrentarse. Para su reemplazo, proponía que: debemos ver hacia

el proletariado “porque la simpatía entre estudiantes y obreros es una resultante

lógica y normal del momento en que vivimos”328

El presidente de la Federación de Estudiantes de México, Daniel Cosío Villegas,

quien asumió la presidencia del congreso internacional, fue otro de los que hizo

uso de la palabra en su inauguración. Describía que para que un movimiento

social triunfase, se hacía indispensable el nacimiento de una nueva ideología

como sinónimo de una nueva generación, en la cual se reconocían los

participantes del encuentro. A ello le sumaba un carácter revolucionario, aunque

asumiendo que ninguno de ellos, todavía, no había llevado a cabo una revolución.

Entre los revolucionarios hay tres clases: los que constituyen la Revolución, los

que la han hecho con las armas y los que la explotan329. Cosío Villegas situaba al

movimiento proveniente de la “Reforma Universitaria” en la primera categoría,

cumpliendo la tarea de constituir la ideología de la Revolución, mediante la

renovación de “todos los valores”.

327 DEL MAZO, Gabriel, ob. Cit., Tomo VI, p. 388. 328 YANKELEVICH, Pablo; Miradas australes. Propaganda, cabildeo y proyección de la Revolución Mexicana en el Río de la Plata, 1910-1930, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Secretaria de Relaciones Exteriores, 1997, p.263 329 Ibidem; p. 265.

253

Quién estuvo a cargo de efectuar el discurso de bienvenida del congreso, fue su

presidente honorario, Vasconcelos, que consideraba a la juventud universitaria

como “natural heredera y continuadora” de la lucha en la que su propia

generación estaba embarcada, como era la de asumir la responsabilidad de hacer

del mundo, “una morada de paz y bienandanza”. En este sentido, exigía a la nueva

generación que respaldara la obra más avanzada de la precedente, con el

convencimiento que de este modo se la profundizaría. Mi generación no os

envidia, a vosotros va a tocar seguir poniendo a prueba y corrigiendo los

principios de organización colectiva que la edad nuestra ha descubierto330. Para

él, México revolucionario era el lugar apropiado para llevar a cabo este evento,

debido a que era el escenario en donde se sucedían guerras constantes que tenían

como móvil la lucha por la libertad, contra la opresión y la injusticia. Pensad en el

más alto ideal político teniendo que desarrollarse en un medio de desigualdades

económicas tremendas, de clericalismo siempre en acecho y tendréis la clave de

la historia de México331 . En último término, Vasconcelos les sugería a los

delegados de países hispanoamericanos, que al volver a sus respectivas naciones,

llevarán el mensaje de que un “jirón del alma hispánica”, inspirándose en su

ideal, había librado duros combates y lo seguía haciendo, contra la injusticia. Al

año siguiente, investido con el cargo de Secretario de Educación del gobierno de

Obregón, emprenderá Vasconcelos una gira propagandística, a favor de la

revolución mexicana.

El Congreso Internacional de Estudiantes sesionó entre el 20 de septiembre y el 8

de octubre de 1921, basándose en un temario que incluía la discusión sobre la

función social del estudiante y el método más adecuado para ejercerla; el objeto y

valor de las asociaciones estudiantiles; la conveniencia de organizar una

federación internacional de estudiantes; las bases sobre las que deberían descansar

las relaciones internacionales y la ejecución de las resoluciones del Congreso.

Pedro Henríquez Ureña, que participó como delegado representando tanto a los

estudiantes dominicanos como a la Universidad de Minnesota, donde

330 YANKELEVICH, Pablo; ob. Cit., p. 264. 331Ibidem.

254

desempeñaba la docencia en literatura, expresó en sus relatos que los delegados de

Argentina y México, habían dominado el congreso, con su devoción ardiente a las

nuevas ideas de regeneración social e impusieron las generosas Resoluciones

adoptadas332.

La primera conclusión del congreso internacional de México, proclamaba como

objetivo principal, que la juventud universitaria iba a luchar por el advenimiento

de una “nueva humanidad”, que estaría fundada sobre la base de los principios

modernos de justicia en el orden económico y político. En función de cumplir con

este propósito, se declaraba la abolición del concepto vigente de poder público,

que concebía al Estado como una entidad moral soberana diferenciada de los

hombres que lo constituían, cuya consecuencia se traducía en el “derecho” de

dominación de las minorías sobre las mayorías. A la vez, se declamaba la

destrucción tanto de la “explotación del hombre por el hombre”, como de la

organización de la propiedad privada existente. El fin buscado, advertía esta

última conclusión, era el de evitar que el trabajo humano fuera considerado como

una mercancía, para poder establecer un nuevo equilibrio económico y social. En

relación con el objetivo planteado, se estipulaba la necesidad de cooperar, en

oposición con el principio “patriótico” de nacionalismo, a la integración de los

pueblos en una comunidad universal. En último término, la juventud expresaba su

optimismo, ante los problemas que agitaban al mundo, y su plena confianza en la

perspectiva de llegar, mediante la renovación de las categorías económicas y

morales, a una nueva forma de organización social, que posibilitara la realización

de los “fines espirituales del hombre”. Esto último, podría relacionarse con lo que

fuera definido por Karl Marx y Frederich Engels como la realización del “reino de

las libertades” en contraste dialéctico con el “reino de las necesidades”333.

El congreso de estudiantes universitarios señalaba, que la escuela debía ser la base

y la garantía para la concreción de los principios que se propugnaban. Pero

paradójicamente se había convertido en el mayor obstáculo para la vida colectiva,

332 HENRIQUEZ UREÑA, Pedro; “El amigo argentino”, en Obra Crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 301. 333 MARX, Karl, y ENGELS, Frederich; La sagrada familia, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1973, p. 157.

255

en detrimento de su función como laboratorio. Por esa causa, las asociaciones

estudiantiles de cada país, debían constituirse en transformadoras de esta marcha

en la que se encontraban las escuelas, para convertirlas en institutos que

prepararen el advenimiento de la “nueva humanidad”. A este efecto, se propendía

a que la enseñanza general, y especialmente la de las ciencias morales y políticas,

quedaran fundadas sobre la base de una coordinación armónica entre el “pensar, el

sentir y el querer” como medios de explicación, en reemplazo del método

pedagógico que priorizaba al primero en detrimento de los otros dos. Se dejaba

sentado en otra conclusión, que la extensión universitaria era una obligación de

las asociaciones estudiantiles, debido a que la acción fundamental que les

correspondía desarrollar en la sociedad, se vinculaba con la difusión de la cultura

que de ella había recibido, dirigida a quienes más la necesitaban. Otra cuestión era

el robustecimiento de la solidaridad estudiantil, como mecanismo para poder

constituir una fuerza “efectiva y permanente”, que sostuviera con el pensamiento

y la acción, todo movimiento “constructivo o destructivo”. Esto significaba la

interpretación de las protestas como parte inherente al proceso de organización y

construcción del movimiento estudiantil, cuando luchaba a favor de los ideales

proclamados, y conforme con el método establecido por las federaciones o centros

estudiantiles.

La tercera de las conclusiones, declaraba como un deber para los estudiantes el

establecimiento de las recientemente creadas Universidades Populares,

caracterizadas por estar libres de todo espíritu dogmático o partidista, y con

capacidad de intervenir en los conflictos obreros, inspirándose para su accionar en

los “modernos” postulados de justicia social.

Otra de las resoluciones, promovía la sanción en aquellas universidades donde no

se hubieran implantado, la adopción de los principios de la reforma, que

implicaban por un lado la participación de los estudiantes en el gobierno

universitario, y por el otro la implantación de la docencia libre y la asistencia no

obligatoria a las clases. Para realizar estos principios se inducía a la acción

“inmediata” de los estudiantes en sus respectivos países.

256

También se abordaba el tema de las relaciones internacionales, las cuales se

concluía, debían descansar sobre la integración de los pueblos en una comunidad

universal. En función de lograr este propósito, los centros y federaciones

estudiantiles pugnarían por: establecer una mejor comprensión del espíritu,

cultura e ideales de los diferentes pueblos y por apoyar toda empresa que tienda

a un acercamiento efectivo entre ellos334. Se enunciaba la necesidad de

ratificación de los pactos internacionales por un plebiscito de los pueblos

interesados; y el arbitraje obligatorio como medio de resolución de los conflictos

existentes. El principio de “autodeterminación de los pueblos” era aceptado en

todo lo referente a la organización interna de las naciones, con la salvedad de que

no se encontrara en contradicción con la búsqueda de integración continental. En

consonancia con estos postulados, el congreso condenaba las tendencias de

imperialismo, de hegemonía y todos los hechos de conquista territorial y

atropellos de fuerza, e invitaba a la juventud universitaria a luchar en sus

respectivos países por la abolición de las tendencias militaristas.

Concretamente, el congreso internacional de estudiantes tomaba postura ante los

distintos conflictos que atravesaban los países latinoamericanos. En el caso del

pleito entre Perú y Chile por Tacna, Arica y Tarapacá, adhería a la postura

adoptada por los estudiantes chilenos, que se opusieron a la política invasora y

militarista de su gobierno y burguesía. También repudiaba el avance imperialista

que sobre Santo Domingo y Nicaragua ejercía el gobierno de Estados Unidos,

denunciando la supresión de sus universidades y escuelas. Se condenaba a la vez,

la tiranía impuesta en Venezuela por la dictadura encabezada por Gómez.

En perspectiva de conseguir llevar a cabo los postulados de armonía y solidaridad

internacionales, el congreso invitaba a los centros de estudiantes de Nicaragua y

Costa Rica, para que orientasen sus esfuerzos con el fin de lograr que sus países se

incorporaran a la república federal que se había constituido con las otras tres

naciones centroamericanas, realizándose así el ideal proclamado de una

comunidad regional, en perspectiva de una comunidad universal. Estableciéndose

una vinculación entre un tipo de nacionalismo, basado en la defensa de la

334 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI., p. 78.

257

identidad cultural latinoamericana, y el internacionalismo en términos de

confraternidad entre los pueblos, y opuesto al imperialismo.

Para poder poner en práctica las resoluciones aprobadas por el congreso, se

declaraba constituida la “Federación Internacional de Estudiantes”, conformada

por las diferentes asociaciones nacionales. El comité ejecutivo tendría su sede en

México, con secretarías en las ciudades de Buenos Aires, Lima, Santiago de

Chile, Río de Janeiro, La Habana, Managua, Nueva York, Madrid, París, Berlín y

Roma. El comité quedó compuesto por Daniel Cosío Villegas como su secretario,

y Pedro Henríquez Ureña y Manuel Gómez Morín de México, como vocales.

Aquel, designó a los delegados argentinos, Pablo Vrillaud, Enrique Dreyzin y

Arnaldo Orfila Reynal, para que en su representación gestionaran de los

estudiantes de algunos de los países de Europa no adheridos al congreso, su

incorporación a la internacional estudiantil.

Esta comisión inició su tarea en Estados Unidos, tratando de establecer la

secretaria prevista en Nueva York, aunque se encontraría con la inexistencia de

organismos representativos que pudieran hacerse cargo de esa tarea. La liga

panamericana había prestado su colaboración, pero estaba alejada de los

postulados propuestos en México. Luego se dirigieron a Francia, en donde

existían fuertes asociaciones, pero se hallaban contrapuestas entre sí. Los

delegados argentinos publicaron en París una proclama, en la que se convocaba a

los estudiantes del mundo a unirse en un organismo abierto a los pueblos de todos

los continentes, sin exclusión alguna. Fueron recibidos en la Sorbona por el

Rector, y el embajador argentino Marcelo T. de Alvear. En España, a través de la

Unión Nacional de Estudiantes, fue donde mayor entusiasmo despertó la

delegación, con la idea de adherirse a la internacional. El Rector de la Universidad

de Madrid, junto a la joven intelectualidad y al “Ateneo”, ofreció su tribuna, para

dar a conocer la noticia del movimiento universitario de la Argentina. Entre otros

intelectuales que saludaron al comité, se encontraba Miguel de Unamuno, quien

ratificó su intención de acompañar a los estudiantes, en el caso de que fuera

necesario, a su propio país para luchar con ellos335.

335 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI., pp. 82 a 84.

258

Las conclusiones expresaban el clima de transformación de la época, haciéndose

eco de los coletazos de las recientes experiencias europeas, como lo expresara

previamente el Manifiesto al pueblo dado a conocer el 1º de mayo de 1920 por la

Federación Universitaria de Santa Fe, en la fecha de los trabajadores, bajo la

presidencia de Pablo Vrillaud, quien había participado como delegado en el

congreso de México. En éste, se advertía que el mundo estaba viviendo horas de

emancipación, y a la guerra “sangrienta” de las nacionalidades con móviles

“egoístas”, lo sucedía la lucha “altiva” de los ideales. Entre los cuales se

puntualizaban como su expresión: a la cultura máxima que se imponía en Rusia

con los soviets, la experiencia de las comunas democráticas en Hungría, los

sistemas más avanzados de gobierno en Alemania, con referencia a la República

de Weimar, y el avance del laborismo en Inglaterra. El conjunto de estos

acontecimientos políticos se interpretaban como indicadores de la aparición de

nuevas formas de organización social, a nivel mundial.

En este sentido, Mariátegui haría hincapié en las distintas fuerzas que

mantuvieron viva hasta 1923 la esperanza revolucionaria, por medio del accionar

del proletariado en las barricadas, en las huelgas, en los comicios y en las

tricheras, mencionando a la acción operada por Lenin y su fracción bolchevique

en Rusia; la revolución espartaquista de fines de 1918, protagonizada por Karl

Liebneckt, Rosa Luxemburgo y Eugenio Leviné en Alemania; la creación de la

república soviética de Hungría entre marzo y julio de 1919, bajo la dirección de

Bela Kun; y la ocupación de fábricas y autogestión obreras en la Fiat, junto a la

escisión de las masas socialistas entre las tendencias reformistas y comunistas en

Livorno, durante un congreso del Partido Socialista336, al cual asistió el intelectual

peruano durante su estadía, por unos años, en Italia.

La difusión de la Reforma Universitaria en Sudamérica.

El proceso reformista argentino también tuvo repercusión en Chile. A mediados

de junio de 1920, se realizó la Primera Convención Estudiantil, organizada por la

336 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., Tomo 2, p. 328.

259

Federación de Estudiantes de Chile, en cuyas conclusiones y declaración de

principios plasmaron los principios de la Reforma Universitaria. Entre estos, se

mencionaba: auspiciar el respeto de la personalidad humana, la tolerancia y la

libre manifestación de las ideas. Por otro lado, se señalaba que el patriotismo era

un sentimiento que entrañaba el sacrificio del interés individual al colectivo. No

obstante, el principio patriótico aparecía limitado, por otros, que eran

considerados como ideales supremos: la justicia y la fraternidad. De hecho, la

inclusión de estos dos últimos conceptos tendían a conformar una barrera al

chauvinismo del nacionalismo beligerante que manejaba la hipótesis de un

conflicto con Perú, por el reclamo de los límites geográficos en Tacna y Arica.

Desde el ángulo del reformismo universitario argentino, existía el antecedente de

una nota redactada por Julio González como miembro de la Federación

Universitaria Argentina, el 25 de noviembre de 1918, en la cual confraternizaba

con los anhelos pacifistas de la federación peruana, y auspiciaba una política de

acercamiento entre los países americanos. Se daba así una coincidencia entre el

accionar de González con los planteos de Saúl Taborda, ratificado con la

afirmación por parte de aquel, de que luego de la Gran Guerra que había puesto a

Europa a prueba la fortaleza de sus dogmas morales y jurídicos, llegaba la “hora

de América”, cuyas normas se basaban en la paz, la justicia y la solidaridad, para

poder lograr por ellas la armonía entre los pueblos.

Ante el problema social, la federación estudiantil chilena consideraba que las

necesidades de la época, conducían a su resolución a través de la sustitución del

principio de competencia imperante en el régimen económico capitalista por el de

cooperación, junto a la perspectiva de la socialización de las fuerzas productivas,

y el consecuente reparto equitativo del producto del trabajo común. Se agregaba

también el reconocimiento del derecho de cada persona a vivir plenamente su vida

intelectual y moral337. Por lo tanto, se aceptaba la acción organizada del

proletariado, y su acción política, en función de que concurría a la realización de

las nuevas concepciones de la vida social.

337 “Organización y declaración de principios acordados en la primera convención estudiantil chilena de junio de 1920”, en Del Mazo, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p. 38.

260

La Federación de Estudiantes de Chile hacía un llamado a la nación, para que el

gobierno impulsara la idea de suprimir o reducir simultáneamente todos los

ejércitos; extendiendo el llamado a las juventudes estudiosas del mundo, para que

hicieran suyos estos mismos ideales.

Los estudiantes chilenos definían al sistema educativo, concibiéndolo bajo los

supuestos de un tipo ideal de hombre y de la vida. La federación expresaba sus

deseos de que la educación pública, en todas sus formas y grados, tuviera como

más alta aspiración, la de formar hombres libres: hombres idealistas, que tengan

fe en los destinos de la Patria y la Humanidad; hombres sanos y fuertes, que sean

aptos para colaborar en el advenimiento de una vida más pura, más bella, más

justa y fraternal que la vida presente338. Estos anhelos se estipulaban sobre la base

del principio de la garantía por parte del Estado de una educación nacional

gratuita y laica, además del sostenimiento de la obligatoriedad de la enseñanza

primaria.

La Universidad, para la federación estudiantil, no debía estar conformada sólo por

escuelas profesionales, sino también por institutos de altos estudios científicos,

literarios y filosóficos. Se retomaba de la Reforma Universitaria, los planteos de la

búsqueda de una autonomía económica de la Universidad, y la necesidad de una

formación actualizada, en cuanto a los profesores encargados de dispensar los

conocimientos para desarrollar un tipo de instrucción superior. Para lograr estos

objetivos, los estudiantes se proponían obtener, al igual que en Argentina, la

representación en los organismos directivos de enseñanza. También se promovían,

la difusión e instauración de clubes y casa de estudiantes, las conferencias de

cultura general, la creación de periódicos y revistas estudiantiles, y el desarrollo

de actividades deportivas, de asistencia social y cooperativas estudiantiles.

La convención estudiantil se desenvolvió en coincidencia con la campaña

electoral que terminará llevando al gobierno nacional al candidato presidencial

liberal Arturo Alessandri. Para tratar de impedir la victoria electoral de éste, quien

338Idem; p.40.

261

ejercía el poder político desde 1915, el conservador Juan Sanfuentes, agitó el

sentimiento chauvinista, con el pretexto de movimientos militares de Perú y

Bolivia. Mientras se encendía la alarma bélica por parte del gobierno nacional,

para estimular el patriotismo, la Federación de Estudiantes de Chile, realizaba

manifestaciones en oposición a la posibilidad del inicio de una guerra. Por asumir

esta actitud, el movimiento estudiantil sufrió por parte de las autoridades

policiales la destrucción de su imprenta, desde donde se editaba el órgano de

difusión de la Federación llamado Juventud, y la persecución de sus dirigentes. El

Club de Estudiantes fue saqueado por oficiales del ejército, junto a jóvenes de la

aristocracia y estudiantes reaccionarios, llevándole al Presidente los “trofeos”

arrancados, quien los felicitó y canceló la personería jurídica de la Federación339.

Muchos obreros y estudiantes fueron perseguidos y encarcelados, acusados de

haberse vendido al “oro peruano”. La Federación Universitaria Argentina hizo

pública la solidaridad con su par chilena, repudiando el ataque de que fueran

objeto, por medio de una resolución aprobada por unanimidad el 26 de julio de

1920.

En este marco de enfrentamiento entre la Federación de Estudiantes de Chile y el

gobierno nacional, se produjo un acontecimiento que marcará al movimiento

universitario chileno y latinoamericano. El 29 de septiembre de 1920, falleció a

los 24 años de edad en Santiago de Chile el estudiante universitario Domingo

Gómez Rojas, luego de padecer severos sufrimientos durante el encarcelamiento

al que fue sometido acusado de “subversivo” durante los ataques efectuados

contra la federación estudiantil. Gómez Rojas340, poeta y estudiante, fue

considerado el primer mártir del movimiento universitario latinoamericano: su

martirio estremecido a toda América, y en Chile su nombre se convirtió en

bandera de oprimidos y perseguidos341, dijo Gregorio Bermann. La movilización

popular que se produjo como consecuencia de este suceso, ya que el funeral se

339BERMANN, Gregorio; Juventud de América, México, Ediciones Cuadernos Americanos, 1946, p. 165. 340 Y pienso que algún día sobre la faz del mundo una justicia nueva romperá viejas normas y un futuro inefable, justiciero y profundo imprimirá a la vida nuevas rutas y formas. Domingo Gómez Rojas, de las “Elegías de la Cárcel”, en Del Mazo, Gabriel, ob. Cit. Tomo VI. 341 BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p. 165.

262

realizó en la sala de la federación estudiantil y sus balcones fueron ocupados por

estandartes de todas las sociedades obreras de resistencia que declararon un paro,

contribuyó al triunfo electoral de quien fuera electo como Presidente de la

República al día siguiente, Arturo Alessandri. Pero los estudiantes universitarios,

daban a conocer su posición crítica en la revista Juventud, manifestando que

Alessandri “cosechaba” los frutos de un “martirio” que pertenecía a toda la nación

y de un ideal que no era el que propugnaba. Así fue como, un tiempo después de

ser ungido como presidente, comenzó a perseguir a los estudiantes, a pesar de las

promesas hechas de respeto hacia todas las ideas.

Cabe mencionarse como antecedente para la concreción de esta actitud solidaria

producida durante los funerales de Gómez, entre obreros y estudiantes, la

existencia desde 1918 de la “Universidad Popular Lastarria”. Ésta había sido

creada por la Federación de Estudiantes de Chile, y se proponía como objetivo la

instrucción de los obreros y trabajadores manuales, con el propósito de promover

y permitir el avance de las clases proletarias.

En 1922 se inició una campaña por parte de la federación estudiantil chilena para

poder llevar a cabo la reforma de los principios básicos, de los métodos y de los

programas de la Universidad, y de esta forma impulsar la renovación de la

institución de educación superior, para adecuarla a la cultura de la época342. Los

estudiantes, publicaron un manifiesto inicial para la campaña pro reforma

universitaria, en el cual diagnosticaban el estado de deficiencia en la que se

encontraba la Universidad de Chile, puntualizando que no respondía a las

finalidades individuales y colectivas que constituían la realidad social, y de la cual

debía nutrirse. Se resaltaba, por lo tanto, que los estudiantes eran los más

indicados para llevar a adelante la transformación institucional declamada como

indispensable, por no encontrarse motivados para su accionar por prejuicios ni

intereses creados.

Este es el momento en el cual se produjo la Reforma Universitaria en Chile, que al

igual que en Argentina, se partía de una crítica centrada en la institución

342 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.197.

263

educativa, en el hecho de encontrarse supeditada al único rol de forjar meros

profesionales. Por lo cual, la Universidad, no estaba en condiciones de cumplir su

misión individual y social, promoviendo el desarrollo de los ideales de verdad y

belleza, por sobre el desarrollo de las distintas aptitudes particulares, que eran

fomentadas por el “profesionalismo”. Se hacía un llamado para derrumbar los

conceptos denominados como “viejos”, para así permitir la apertura de la

Universidad a todas las corrientes científicas, éticas y estéticas.

El primer postulado planteado por los estudiantes para el nuevo formato

institucional, implicaba plasmar la aspiración de la representación del alumnado

en los organismos directivos de la Universidad. Ello garantizaría, para la

federación, la posibilidad de hacer efectivas las demandas y planteos estudiantiles

en los consejos por medio de sus representantes, permitiéndose el establecimiento

de verdaderas relaciones de simpatía y mutua comprensión entre los que enseñan

y los que aprenden. La necesidad de establecer este lazo pedagógico, para dar

lugar al acto educativo, había sido enunciada, como ya dijimos, en el Manifiesto

liminar escrito por Deodoro Roca, que tuvo difusión en Chile.

Luego, se planteaba la necesidad de transformar el sistema docente, mediante la

implantación de la “docencia libre”, que posibilitaba la creación de cátedras

alternativas a las dictadas por profesores titulares, siempre y cuando se reunieran

los requisitos necesarios de preparación especial y pedagógica para poder

desarrollar cursos libremente. De este modo, se consultaba el interés real de los

estudiantes, ya que por medio de la docencia libre, se establecía un proceso de

selección de los profesores por parte de aquellos; a la vez que se inducía a la

capacitación de todos los que aspiraran a dedicarse al servicio universitario para el

desempeño adecuado de sus funciones como titulares. Para que este proceso de

selección de profesores se desenvolviera de manera integral, se sostenía como

principio complementario de la docencia libre, el de la “asistencia libre” de los

alumnos a las cátedras. Este manifiesto llevaba al final las firmas del presidente de

la Federación Universitaria de Chile, Eugenio González, y el secretario, Raúl

Silva Castro.

264

En Uruguay existía el antecedente en cuanto a la participación de los estudiantes

en los órganos directivos desde 1908, como resultado del primer congreso

internacional de estudiantes americanos realizado en Montevideo en aquel año.

Sin embargo, la representación estudiantil en los consejos directivos, era indirecta,

ya que se encontraba supeditada a la elección de un egresado que no fuera

profesor, en cada Facultad.

Recién en 1921, después de producida la Reforma Universitaria en Argentina, se

institucionalizó la representación directa de los estudiantes en los Consejos

Directivos, con la posibilidad de elegir: un alumno de la Escuela, un profesor o un

graduado343. Por primera vez, se admitía que un estudiante se sentase en el órgano

directivo, a partir del impulso alcanzado a nivel continental por el movimiento

reformista, llegando a su máximo alcance con la realización del congreso

internacional de estudiantes universitarios llevado a cabo en México.

En Uruguay, la obra de renovación política que contemplaban las reivindicaciones

sociales y democratización institucional había sido realizada, en alguna medida,

por el gobierno de José Batlle y Ordoñez. Mientras en Argentina y en México, los

movimientos renovadores habían nacido de la misma sociedad, para luego

insertase en el ámbito político, en el caso uruguayo se llevó a cabo este accionar

de manera impersonal y “oficializada”, sin darse las condiciones para conformarse

una camada de intelectuales, como las que acompañaron aquellos procesos, y que

aparecieron luego en el espacio público nacional y continental promovidos por la

Reforma Universitaria. La juventud uruguaya no quería quedar aislada de la nueva

generación intelectual latinoamericana, y mediante la acción, y la difusión de

ideas de renovación, manifestaba sus intensiones de sumarse a su misma lucha. Lo

cual, encontraría su lugar ingresando a los partidos políticos, para transformarlos,

en consonancia con los tiempos nuevos en ciernes. Graficó esta postura, el ingreso

del dirigente estudiantil Carlos Quijano en 1921, al sector renovador, denominado

Radicalismo Blanco del Partido Nacional. Cabe mencionarse, la existencia de un

sistema de partidos políticos, de manera temprana en comparación con el resto de

343 ARDAO, Arturo; La Universidad de Montevideo. Su evolución histórica., Montevideo, Centro de Estudiantes de Derecho, 1950, p. 93.

265

los países sudamericanos, y que estaba constituido en base a la presencia del

Partido Colorado, que estaba liderado por Battle y Ordoñez, y el Partido Nacional.

Durante 1919, un grupo de estudiantes uruguayos conformó el “Centro de

Estudiantes Ariel”, su presidente y director del periódico que editaran, fue Carlos

Quijano. El programa, formulado por éste definía cuatro pilares básicos: idealista,

cultural, solidarista y a consecuencia de todo ello, ampliamente renovador344.

Marcaba de alguna manera, una línea de continuidad con la prédica de Rodó,

cuyas ideas fundamentales nutrían su doctrina. Por ejemplo, al establecer una

reafirmación del ideal ético, estético y de “verdad”, frente al “desborde utilitario”.

El problema principal era definido por su ubicación en el ámbito cultural, y su

resolución se encontraría por intermedio de una educación democrática. A la

cuestión social, la interpretaba Quijano como una cuestión moral, señalando que

no bastaba con el mejoramiento e incluso la renovación total de los fundamentos

económicos, si no estaban acompañados del mejoramiento de “los espíritus”.

Un aspecto importante que contemplaba el programa del centro “Ariel”, tenía

relación con expresar un rechazo a la influencia de la escuela liberal, y de lo que

se consideraba como el individualismo “mezquino y estéril”. Aparecía como

necesario completar “efectivamente” la trinidad percibida como inconclusa de la

Revolución Francesa: junto a la libertad, la igualdad civil, política y económica,

porque solo así puede concebirse “la igual posibilidad” de la que hablaba

Rodó345. Pero este programa, una vez dado a conocer públicamente, fue objeto de

acusaciones de encontrarse ajeno a los problemas reales del país, tanto desde

sectores gremiales como políticos.

Esta crítica, motivó a que se produjera un cambio en las autopercepciones de los

“arielistas”, desde mediados de la década del veinte, lo que se plasmó en la

editorial de la revista Ariel. Luego de intervenir en las luchas universitarias se

presentaba, no como una revista de apuntes, de recortes o de “vaga” literatura,

sino como una revista orientada y “combativa”, transformándose en una tribuna

344 ODDONE, Juan; El joven Quijano (1900-1933), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1986, p. 21. 345 Idem; p. 24.

266

para la renovación universitaria. Y se radicalizaban las definiciones propuestas,

con los planteos de una reforma total de la Universidad, asimilando la puesta en

práctica de esta obra de cultura y enseñanza, con el mismo espíritu que encarnaba

el régimen cultural de la República del Soviet. Se entendía y proyectaba la

concreción de la revolución, focalizada en el plano cultural, que era su espacio de

actuación. El centro “Ariel” y su revista, se hacían eco de la propaganda

argentina, coordinándola con la difusión de artículos publicados por reformistas

como los de Gregorio Bermann, “La revolución estudiantil argentina” y

Florentino Sanguinetti “Reforma y Contrarreforma en la Facultad de Derecho de

Buenos Aires”. Éste último texto formó parte del primer tomo de la compilación

realizada por Gabriel del Mazo en 1927.

La revista Ariel en la década de 1920, estableció un nexo entre la problemática

universitaria y su relación con la vida social y política. La encuesta personal,

aparecía como la vía más idónea, generándose de esa forma un espacio específico

para el debate de determinados temas, con la participación de figuras políticas e

intelectuales, como la del dirigente socialista Emilio Frugoni. En junio de 1920,

con el impacto que había causado la experiencia de la Universidad Popular de

Lima, a la cual se le dedicó un artículo en la revista346, los jóvenes reformistas

uruguayos del centro “Ariel” se decidieron a iniciar actividades de extensión

universitaria. Quijano, se dirigió a fines de 1920 al secretario de la Federación

Obrera Regional Uruguaya, Emilio González, para que formara parte de los

planes de extensión previstos, que incluían una serie de “conversaciones

familiares” en los diversos locales obreros de Montevideo, que trataban sobre

asuntos de ciencia, letras, artes y cuestiones de actualidad, y estarían a cargo de

estudiantes de distintas facultades. El trabajo de la inteligencia creadora, debía

aliarse cordialmente con el trabajo manual, afirmaba Quijano, quien dictó cuatro

conferencias literarias sobre sus temas preferidos: Rodó, Tolstoi, Rafael Barret y

Anatole France.

346 “La Universidad Popular de Lima” en Revista Ariel, Montevideo, agosto de 1920, Año I, Nº 12, p.15.

267

En 1923, se constituyó la organización que llevara a cabo la Reforma

Universitaria en Uruguay. Ésta era, la “Asociación Cultural Universitaria”, y

cumplió la función de la federación universitaria que se encontraba disuelta desde

hacía más de diez años347. La “Asociación” estaba presidida por Oscar Cosco

Montaldo, y era integrada y dirigida por estudiantes de todas las facultades de la

Universidad de Montevideo. El programa de Reforma Universitaria integral

propuesto, contenía los principios que propugnaban. En primer término, establecía

la modificación del estatuto universitario, para poder dar intervención en los

órganos directivos a los estudiantes, junto a los docentes, por medio de asambleas

comunes de profesores y alumnos, y eventualmente, de egresados, reunidas para

colaborar, como titulares de la soberanía del claustro, con los Consejos Directivos.

También se bregaba por obtener una autonomía pedagógica, económica y

administrativa de la Universidad. Ambos principios formaron parte nodal de los

postulados establecidos por la Reforma Universitaria de 1918. Luego aparecía,

otro de los puntos del formato institucional reformista argentino, que se definía

como la búsqueda de la democratización de la cultura y la aproximación de la

Universidad y el pueblo, a través de la extensión universitaria.

Se estipulaba, a la vez, como lo hiciera el congreso de estudiantes universitarios

reunido en Córdoba en 1918, el fomento de la investigación para poder desarrollar

una cultura integral, por medio de la creación de institutos de estudios, seminarios

y laboratorios. Otro de los principios que procuraban institucionalizar los

estudiantes uruguayos al igual que en Argentina, era el de la “libertad de

enseñanza”, que en el caso de la Universidad de Montevideo, permitía terminar

con la existencia de “cátedras vitalicias”, y daba lugar a las cátedras libres; junto a

la implantación de la “libertad de aprender”, que se complementaba con aquella,

suprimiendo la asistencia obligatoria. Un postulado que tuvo lugar en los planteos

elaborados por los estudiantes uruguayos, y que no alcanzó a tener aceptación por

sus pares argentinos, fue el de la gratuidad de la enseñanza.

El programa de Reforma Universitaria promovido por los estudiantes uruguayos,

afirmaba propender en materia política al mantenimiento del régimen republicano,

347DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p. 303.

268

combatiendo las dictaduras, y reivindicaba los postulados democráticos y el

principio de soberanía del pueblo, sustentado en las conclusiones establecidas por

la ciencia política en aquel momento. En materia espiritual se planteaba la lucha

contra la influencia de la Iglesia en la vida pública y educacional, en procura de

una defensa del pensamiento libre. En materia financiera, se concebía la necesidad

de nacionalización de las fuentes de riqueza, lo que garantizaría la independencia

económica, junto a lo cual se expresaba un rechazo al imperialismo de los Estados

capitalistas.

Todos estos principios previstos en el programa de reformas impulsado por la

“Asociación Cultural Universitaria”, se sustentaban desde el comienzo, según lo

expresara su máximo dirigente en: la palabra de aliento, ésta nos vino, como una

sola gran esperanza, de nuestros amigos y compañeros argentinos. Hacia ellos

nos dirigimos para buscar aliento y para adquirir experiencia348. A partir de este

momento, se inició una experiencia de intercambio intelectual entre Argentina y

Uruguay. Ello era comprendido como el medio más eficaz para operar la

“transfusión” de las ideologías renovadoras. Alfredo Palacios, Carlos Sánchez

Viamonte, Arturo Orzábal Quintana y Florentino Sanguinetti, fueron los

intelectuales que difundieron los postulados de la Reforma Universitaria en

Montevideo. Por su lado los estudiantes uruguayos se jactaban de enviar sus

mejores maestros a Buenos Aires, como Emilio Frugoni, Dardo Regulez y Carlos

Vaz Ferreira. Concluía la asociación universitaria rescatando estos actos, por

constituirse en un lazo de amistad con la juventud argentina, posibilitando una

coincidencia ideológica y un estado de “espíritu” semejante, con el prestigio que

se reconocía que rodeaba a ésta, por haber consolidado la más “audaz” tentativa

renovadora: la Reforma Universitaria que estalló en Córdoba en 1918.

En la República de Colombia, la Reforma Universitaria comenzó a mencionarse

en 1922, con la participación destacada figura del estudiante universitario Germán

Arciniegas, y estuvo estimulado por el mensaje de Ripa Alberdi en el Congreso

Internacional de Estudiantes realizado en México un año antes, según lo destaca

348COSCO MONTALDO, Oscar; La juventud universitaria del Uruguay, frente a la Reforma Universitaria y a los problemas de América, en Del Mazo, Gabriel, ob. Cit., p. 305.

269

Gregorio Bermann349. Aquel, fue el autor de un ensayo referido en tono crítico al

tipo de conocimientos producidos por la estructura universitaria, que la

experiencia reformista a nivel continental había puesto en cuestión, publicado en

1932 con el título: “El estudiante de la mesa redonda”. Constataba Arciniegas que

la obra de los profesores colombianos aparecía distanciada de los ideales jóvenes,

por lo tanto descartaba la posibilidad que proviniera de aquellos la iniciativa para

una organización institucional diferente, que satisfaga los anhelos estudiantiles.

En el análisis que hicieran los estudiantes colombianos sobre la Universidad

Nacional, en octubre de 1924, y que se publicó como un mensaje de la juventud a

los miembros de la misión pedagógica convocada por el gobierno con el objeto de

estudiar una reforma en la educación pública, se expresaba el deseo de contar con

los beneficios de los métodos nuevos, incorporados en las que se observaban

como las “naciones más adelantadas”. Comenzaban haciendo una crítica, y

manifestaban su desencanto con los estrictos criterios profesionales, que negaba

toda amplitud a la Universidad colombiana, en la que no tenían lugar ni las

ciencias sociales ni la preocupación filosófica. Junto a lo cual también se

rechazaban los métodos de evaluación docente, basados en la apreciación del

trabajo por el número de faltas que aparecían en una lista, y la apreciación del

saber por lo que se revelaba exclusivamente en un examen, en el cual no se

incentivaba a la realización de una apreciación personal por parte de los

estudiantes.

Pero para la juventud universitaria de Colombia, el problema principal radicaba en

la provisión de docentes en las cátedras. Esta se daba, según era denunciado, por

intermedio de la política partidaria, debido a que las Facultades no gozaban de

autonomía para nombrar a los profesores. No existía un mecanismo establecido

para consagrarse a la docencia, otorgándole absoluta discrecionalidad al gobierno

nacional para efectuar las designaciones. Y este criterio se exacerbaba en el caso

de las autoridades que ejercían la dirección, en cuya elección no intervenía la

Universidad, quedando supeditado al arbitrio total del poder político.

349BERMANN, Gregorio; ob. Cit., p. 166.

270

Ante este panorama en el que se hallaba la Universidad de Colombia, los

estudiantes proyectaron un tipo de organización independiente, dueña de sus

propios recursos, y libre de toda tutela, para poder orientarse de acuerdo con: las

sugestiones de la ciencia y de la vida350. Se buscaba generar un reflejo del “alma

nacional”, que era caracterizada como contradictoria e inquieta, y que jamás

podría ser potestad exclusiva de algún poder político. Por otro lado, se aseveraba

que había concluido el sistema nemotécnico, desde el momento en que se habían

dejado de comprender los textos al “pie de la letra”. Mientras se mantuviera el

rigor de los textos oficiales, por encima del programa; y el laboratorio, el gabinete

y el seminario, no estuvieran generalizados, no estarían dadas las condiciones para

que la juventud universitaria pudiera involucrarse decididamente en la obra

educativa que lo situase en el lugar de protagonismo que se correspondiera con la

tendencia de las Universidades latinoamericanas. También era estipulado como

necesario otorgar importancia al tratamiento de los problemas sociales,

incluyéndolos su estudio por medio de las cátedras y de la extensión universitaria.

Se concebía como la mejor manera de organizar y dirigir la Universidad, con el

establecimiento de la cordialidad entre maestros y discípulos, que daba lugar a la

existencia de consejos de profesores y consejos de estudiantes, que obraran de

acuerdo para dictar leyes comunes. Como síntesis de la Reforma Universitaria, los

estudiantes colombianos proclamaban el funcionamiento del seminario al lado de

la cátedra, con la realización de cursos especiales, la creación de revistas, y que al

lado del programa se erigieran las bibliotecas. La adopción de la “docencia libre”,

como contribución al desarrollo pleno de las cátedras, y su complemento

necesario, que era la asistencia libre.

La Unión Latinoamericana.

Los propuestas esbozadas por Vasconcelos durante el Congreso Internacional de

Estudiantes en México, que estaban inscriptas en el contexto de una ambiciosa

reforma cultural, y que contemplaban la realidad del propio ambiente del que

formaba parte, tuvieron su correlato en la Argentina, en el movimiento de la

Reforma Universitaria y en la nueva generación intelectual, más claramente en el

350 “La Reforma Universitaria, mensaje de la juventud a los miembros de la misión pedagógica”, Bogotá, 1924, en “Del Mazo, Gabriel”, ob. Cit., p. 270.

271

“maestro” de la juventud argentina y americana: José Ingenieros. En el marco de

la visita del intelectual mexicano a la Argentina en 1922 para la sucesión

presidencial, la Revista Nosotros organizó una reunión en donde un grupo de

intelectuales a través de la palabra de Ingenieros le rindió homenaje a toda una

generación latinoamericana, y a la Revolución Mexicana, todo lo que representaba

la figura de Vasconcelos. El título del discurso era “Por la Unión

Latinoamericana”, y fue publicado en la Revista de Filosofía, con objetivos

manifiestos de articular la experiencia política en curso en el país azteca, cuya

constitución desde 1917 propendía a implementar un tipo de educación socialista

y a terminar con el analfabetismo, y se había instaurado un “avanzado”

colectivismo agrario con la expropiación de grandes feudos. Todo esto era

destacado por Ingenieros, en conjunto con los ideales nuevos promovidos por el

núcleo de intelectuales protagonistas y dinamizadores del movimiento de la

Reforma Universitaria proyectados desde Argentina hacia todo el continente.

El texto escrito por Ingenieros, tuvo un carácter fundacional respecto al análisis de

las características que adquiría el capitalismo en el continente, y por el planteo de

las alternativas propuestas ante ello, reivindicando a la Revolución Mexicana

porque comenzaba a plasmar los nuevos ideales, lo que la hiciera merecedora de

una rápida adhesión por parte de varios intelectuales, al igual que significó un

análisis y difusión de ésta experiencia. Saludaba, en primer término, la

regeneración de las costumbres políticas, que permitían efectivizar

progresivamente la soberanía popular, y la reforma educacional, que combatía el

analfabetismo, difundiendo el libro y renovaba la vida universitaria y artística,

diseminando ideales que dignificaban a sus ciudadanos. Todo lo cual inducía a la

consecuente renovación ideológica y social que se desarrollaban en México a

partir de la revolución, enarbolándola como un ejemplo para los países de

América Latina, a pesar de la “tendenciosa” información que las agencias

telegráficas norteamericanas difundían, lo cual generaba una ignorancia grande e

“imposible de ocultar”, por un lado .

Y por otro lado, destacaba lo que representaba la figura intelectual de

Vasconcelos, al cual calificaba como un revolucionario, por haber comprendido el

sentido histórico de la hora que le tocó vivir. Inicialmente, había formado parte de

272

las luchas que desde 1908 desembocarían en la Revolución Mexicana, y luego de

haber enfrentado al despotismo y el privilegio aglutinados alrededor del

presidente Porfirio Díaz, terminará sumándose al gobierno revolucionario que lo

derrocara, con “orientaciones firmes e ideales constructivos”351. Ingenieros

resaltaba la doble condición del intelectual mexicano, porque fue revolucionario,

Vasconcelos sabe hoy ser patriota, en esa noble significación del patriotismo que

consiste en honrar a la patria con obras buenas y no explotarla con

determinaciones malas. Porque fue revolucionario tiene el vehemente deseo de

acrecentar la justicia en la sociedad, sin encadenar voluntades a ningún

dogmatismo de secta o de partido352. En sintonía con esta definición, reivindicaba

su gestión pública, desde el rectorado de la Universidad, pasando por la

organización de las bibliotecas populares, hasta llegar al Ministerio de Instrucción

Pública, en donde pudo demostrar ser uno de los pocos espíritus nuevos, que supo

contemplar la situación del mundo, luego de la posguerra, sin sesgarse por

ninguno de los bandos enfrentados. Pero también era señalada la importancia de la

obra intelectual realizada por Vasconcelos, cuyos ensayos principales, como

“Pitágoras”, “El monismo estético”, “Divagaciones literarias”, “Prometeo

vencedor” y “Estudios helénicos”, fueron editados y comentados en la Revista de

Filosofía, dirigida por Ingenieros.

Ingenieros realizaba un llamado a los intelectuales del continente, e intentaba

avivar sus inquietudes por el porvenir, razón por la cual manifestaba la necesidad

de la unidad a través de las “fuerzas morales” de los pueblos latinoamericanos,

que sirviera de premisa a una futura confederación política y económica. De esta

manera, se posibilitaba resistir conjuntamente las coacciones de cualquier

imperialismo extranjero, fundamentalmente del peligro efectivo que imponía la

doctrina de Monroe al principio de las nacionalidades, a partir del derecho de

intervención que la sustentaba, o las nuevas formas de intromisión en los asuntos

internos de las naciones, que se daba mediante lo que denominaba “diplomacia

del dólar”. Este concepto, se inspiraba en la lectura del texto que había sido

351 INGENIEROS, José, “Por la Unión Latinoamericana” en PALACIOS, Alfredo; Nuestra América y el imperialismo, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1961. 352 PALACIOS, Alfredo; Nuestra América y el imperialismo, Buenos Aires, Editorial Palestra, 1961, p. 24.

273

editado contemporáneamente a este discurso, “The dollar diplomacy”, escrito por

Joseph Freeman y Scott Nearing, cuya hipótesis central se basaba en el auge que

convertiría en hegemónico a nivel mundial al capitalismo norteamericano.

Frente al supuesto que Panamá representaba el límite “natural” de la expansión

imperialista norteamericana, Ingenieros advertía el error que implicaba mantener

la postura de que Sudamérica se encontraría a salvo del intervencionismo

colonialista, ya que ello había sido reemplazado por los nuevos mecanismos de

control financiero, directo o indirecto, que recaían sobre varias naciones del Sur.

Uno de esos mecanismos de control a los que se refería Ingenieros, era la toma de

un empréstito externo por parte de los gobiernos latinoamericanos, como el primer

eslabón en la cadena de sujeciones, que continuaba hipotecando su porvenir al

quedar en estado de insolvencia el tesoro público, necesitando recurrir a nuevos

prestamos pero con la exigencia de mayores garantías, y a los que terminaba por

someter el capitalismo estadounidense. Ingenieros mencionaba a José Martí como

un precursor, y luego citaba a José Enrique Varona, cuya conferencia “El

imperialismo a la luz de la Sociología” en 1905 fue precursora, avizorando el

trágico peligro de la absorción imperialista, en la cual se hacía mención, de

manera preliminar, a los mecanismos financieros de la nueva etapa del

capitalismo.

Por último hacía un llamado a la ruptura con el panamericanismo, ya que

confederar directamente a los gobiernos parecía irrealizable momentáneamente a

través de su iniciativa propia por la subordinación a la voluntad de los

prestamistas norteamericanos. Proponía en su reemplazo a la juventud

latinoamericana y a los intelectuales la misión de liderar un grupo de resistencia

sustentado en las “fuerzas morales” que enfrentaran a la expansión y a la

inmoralidad de los capitalismos imperialistas, a través de un movimiento que

promueva la solidaridad y cooperación entre las naciones en perspectiva de

constituir una unión latinoamericana, a la vez que cada nación realizara de

acuerdo a sus características propias una importante obra de renovación política,

ética y social, en función de acercar a las instituciones a los modernos ideales de

justicia social, tomando como ejemplo la obra realizada por la “nueva generación

mexicana”.

274

Una vez formada la opinión pública, realizada la “revolución en los espíritus”,

noción que se relacionaba con el de la “revolución en las conciencias”, acuñado

por Deodoro Roca, y que proclamara y protagonizara en plano cultural el

movimiento de la Reforma Universitaria, para Ingenieros, se posibilitaba por la

presión de los pueblos a sus gobiernos, a forzarlos a la creación de entidades

jurídicas, económicas e intelectuales de carácter continental, que sirvieran cómo

base para poder erigir la confederación proyectada. Finalmente recomendaba

como necesario, que el organismo nuevo no fuera una institución oficial ni

dependiente de los gobiernos, porque ello le quitaría toda libertad de acción y le

restaría eficacia, a causa de que esta labor no podían iniciarla los gobiernos

deudores sin que les cortara el crédito el gobierno acreedor. También sugería

Ingenieros, que la iniciativa debería surgir de los países más interesados, entre los

que se mencionaba a México, Cuba, y los de Centro América, así como el resto

que se hallaba en la zona de mayor influencia norteamericana.

José Ingenieros y Aníbal Ponce, formaron el Grupo Renovación, en enero de

1923, y editaron el periódico del mismo nombre, como “boletín mensual de ideas

y libros de la América Latina”, que dirigían ambos, pero firmaban sus artículos el

primero como Julio Barreda Lynch, y el segundo con el seudónimo de Luis

Campos Aguirre. En ese mismo momento, redactaron las bases de la “Unión

Latinoamericana”, sometiéndolas a la consideración de los escritores de América

Latina. Como primer objetivo se proponían coordinar las acciones de los

intelectuales y maestros latinoamericanos, para lograr desenvolver en los pueblos

una nueva conciencia de los intereses nacionales y continentales, como fase

preliminar para: una progresiva compenetración política, económica y moral, que

los encamine hacia una Confederación que garantice su independencia y

soberanía contra el imperialismo de los Estados capitalistas extranjeros353.

También planteaba el Grupo Renovación que simpatizaba con toda renovación

ideológica, que tendiera a capacitar a los pueblos de América para el ejercicio de

la soberanía popular. Desde este punto de vista, se impulsaba la difusión de la

353 PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 521.

275

instrucción pública, pero impregnándola de “ideales éticos superiores”. Esto se

traducía por un lado, en el perfeccionamiento de las formas representativas de las

instituciones políticas republicanas, haciendo referencia a la noción de democracia

funcional, y por el otro experimentando reformas económicas inspiradas por

anhelos de justicia social. Cabe recordar en este sentido, la definición plasmada

por Ingenieros en “la significación del movimiento maximalista”, sobre el

“sovietismo”354 como primer ensayo histórico de reemplazo de la representación

política indiferenciada y cuantitativa, por un tipo de representación técnica y

cualitativa. Luego, se auspiciaba la creación de entidades jurídicas, económicas e

intelectuales, de carácter latinoamericano, que sirvieran de base para poder

conseguir un acercamiento espiritual y la solidaridad política.

Se repudiaba, toda política financiera que limitara o comprometiera, en el futuro,

la independencia de los pueblos. Se hacia hincapié, particularmente, en la

“contratación de empréstitos”, que consintieran o justificaran la intervención

coercitiva de Estados capitalistas extranjeros en la política nacional e

internacional de América Latina. Y declaraba expresamente el Grupo Renovación

no tener ninguna vinculación oficial con los gobiernos latinoamericanos, lo que le

daba una total libertad de opinión sobre la política imperialista, considerado como

el principal peligro para la libertad de los pueblos latinoamericanos.

Por último, se emitió una declaración de principios, en abril de 1923, por parte del

Grupo Renovación, autodefinido como de jóvenes universitarios, para que sirviera

de base teórica, en la perspectiva de la formalización de la constitución de la

“Unión Latinoamericana”. Se comenzaba aclarando que se diferenciaba del

panamericanismo, porque ello era una invención norteamericana, para socavar la

independencia y la soberanía nacional de todos los pueblos de América Latina.

Tampoco, se identificaría como hispanoamericanos, porque ello excluiría de la

“Unión” a naciones como Brasil, sin cuya cooperación se concluía que sería

estéril todo esfuerzo contra el capitalismo imperialista extranjero. Del mismo

modo, se distinguía del “iberoamericanismo”, debido a que en algunas naciones el

elemento europeo incorporado a la población nacional era italiano o francés,

354 INGENIEROS, José; ob. Cit., p. 50.

276

latino, pero no ibérico. El Grupo Renovación afirmaba ser amigo de todas las

naciones latinas de Europa, pero declarando explícitamente sus propios ideales

latinoamericanos continentales, que tenían como objetivo la emancipación de las

tutelas europeas, más que su fomento, aún si coincidieran en rivalizar con la

“peligrosa” amenaza norteamericana. Queremos mejorarnos y unirnos para ser

dignos de vivir con características propias; no estamos dispuestos a ser

“colonias” comerciales ni espirituales de ninguna metrópoli norteamericana o

europea355.

Tres años después del discurso pronunciado por Ingenieros, se constituyó como

una nueva organización en Buenos Aires, la “Unión Latinoamericana”, (Sección

Argentina) cuya acta de fundación redactó el intelectual argentino el 21 de Marzo

de 1925, con alguna intervención de Arturo Orzábal Quintana y Carlos Sánchez

Viamonte. En ella se propugnaba: coordinar la acción de los escritores,

intelectuales y maestros de América Latina, para desenvolver en los pueblos una

nueva conciencia de los intereses nacionales y continentales, auspiciando toda

renovación ideológica, como fase preparatoria de una progresiva compenetración

política, económica y moral, que los encaminara hacia una Confederación que

garantizara su independencia y soberanía.

En términos prospectivos la propuesta de la Unión Latinoamericana se basaba en:

orientar las naciones de la América Latina hacia una Confederación que

garantice su independencia y libertad contra el imperialismo de los Estados

capitalistas y extranjeros, uniformando los principios fundamentales del Derecho,

público y privado, y promoviendo la creación sucesiva de entidades jurídicas,

económicas, e intelectuales de carácter continental356. El programa político que

encaminaba la acción sostenía: la solidaridad política entre los pueblos

latinoamericanos, condena del panamericanismo, supresión de la diplomacia

secreta, solución arbitral de diferencias jurisdiccionales y reducción de los

armamentos, oposición a toda política financiera que atentara soberanías

nacionales, nacionalización de las fuentes de riqueza, lucha contra la influencia de

355 PONCE, Aníbal; ob. Cit., Tomo IV, p. 523. 356 SANCHEZ VIAMONTE, Carlos; Crónica de ayer y hoy, Sesenta años del vivir argentino, México, Editorial José Cajica, 1971, pp. 197, 198.

277

la Iglesia en la vida pública, extensión de la educación gratuita, laica, obligatoria,

reforma universitaria integral; y reafirmación de los postulados democráticos, en

consonancia con las conclusiones “más recientes de la ciencia política”. A su vez,

formó parte fundamental en su apoyo, el Grupo Renovación, que redactaría un

periódico como órgano oficial de la Unión Latinoamericana, bajo la dirección del

estudiante universitario Gabriel Moreau, destacándose en el mismo la figura de

Aníbal Ponce bajo su seudónimo, “Luis Campos Aguirre”.

De este modo coinciden los planteos de la unidad latinoamericana con el análisis

retrospectivo realizado por Julio V. González, cuando desarrollaba la definición

ideológica de la nueva generación latinoamericana que surgiera de la Reforma

Universitaria en distintos momentos históricos. En 1918, para González, un

reformista era el estudiante sublevado contra sus maestros; en 1921, el americano

de la nueva generación que declaraba su divorcio con el pasado y su

disconformidad con el estado de cosas y sistema de ideas por que se regía la

comunidad de América, conformando en 1925 un hombre entregado a un ideal

reconstructivo tocado de un “fuerte sentido socialista”357.

Es destacable la presencia de varios miembros de la nueva generación en el acta

de fundación de la Unión Latinoamericana: Carlos Amaya, Alfredo Brandán

Caraffa, Julio V. González, Adolfo Korn Villafañe, Gabriel Moreau, Arturo

Orzábal Quintana, Carlos Sánchez Viamonte, Aníbal Ponce, Florentino

Sanguinetti. A su vez presidían y formaban parte de la organización dos de las

principales figuras de la generación inmediatamente precedente que eran guías

para la acción política de los reformistas; Alfredo Palacios y José Ingenieros. Este

último moriría poco tiempo después, y traspasaba el relevo generacional. No

obstante, en vida, advertía que se sumaba a las filas juveniles declarándose

guiado, y no guía de la nueva juventud americana, que ya había precisado la

ideología en la lucha contra el imperialismo. Manuel Ugarte era el presidente

honorario. Así se le reconocía el hecho de haber fundado la primera Asociación

Latinoamericana en Argentina en 1914, nacida del comité pro México, que

rechazaba la política imperialista de Estados Unidos, solidarizándose con la

357 GONZALEZ, Julio V.; ob. Cit., p. 36.

278

revolución mexicana. También Ugarte estuvo relacionado con la Reforma

Universitaria, ya que fue uno de los oradores en el acto de fundación de la

Federación Universitaria Argentina el 11 de abril de 1918.

En cuanto a los contenidos constitutivos de la Unión Latinoamericana, se

manifestaba que el repudio del panamericanismo oficial, implicaba oponer una

nueva organización popular basada en la defensa de la libertad de las naciones,

ante un tipo de organización diplomática que ejercía un vasallaje. Esta era la

Unión Panamericana, a la cual se calificaba como el órgano embrionario de un

“supergobierno”, que el imperialismo norteamericano, pretendía establecer en el

Nuevo Mundo, para beneficiar a los intereses petroleros. El dólar, como motor del

accionar del panamericanismo, era considerado por la Unión Latinoamericana

como su principal enemigo, al igual que a los políticos de los países que recurrían

al empréstito externo, que permitían de este modo la “invasión” del capitalismo

imperialista. Por último, se aclaraba el significado del concepto de latino en

reemplazo de hispano, en los términos del nuevo movimiento ideológico en

gestación, lo que no significaría una ruptura con todas las tradiciones españolas

comunes, sino exclusivamente con la casta clerical y monárquica que todavía

pervivía. La denominación adoptada no implicaba preferencias hacia Francia o

Italia en detrimento de España. La Unión Latinoamericana se encontraba tan

divorciada de la Francia de Poincaré, o de la Italia de Mussolini y la España del

marqués de Estella, como cercana y solidaria con la España de Unamuno.

Una de las primeras intervenciones públicas que realizó la “Unión

Latinoamericana”, tuvo lugar en Buenos Aires, en junio de 1925, ante una

ofensiva del gobierno estadounidense, contra la administración mexicana. Ésta, se

encontraba motivada principalmente, a raíz de que el presidente Plutarco Elías

Calles, había desconocido tratados a favor de propiedades petroleras

norteamericanas. Mientras el congreso mexicano debatía un proyecto de ley del

petróleo, el Secretario de Estado norteamericano envió una nota al gobierno

azteca en un tono amenazante. Su órgano periodístico, Renovación, planteaba que

aquel conflicto merecía una especial atención pública, ya que calificaba al

gobierno mexicano, como el más genuinamente representativo de los intereses y

aspiraciones populares, identificándolo como un mandato distintivo en América,

279

porque se ejercía inspirado en anhelos de justicia social. Al gobierno resultante de

la “Revolución Mexicana”, se lo consideraba un modelo a seguir para las

naciones, debido a que era concebido como impulsado por los ideales nuevos que

pugnaban por imponerse, en medio de la “desorientación y el caos capitalista”,

para poder conquistar la conciencia de los pueblos, y así llevar a cabo un nuevo

régimen de justicia y libertad358.

Paris, también fue escenario de una asamblea antiimperialista, en junio de 1925,

en solidaridad con el presidente Calles, organizada por José Ingenieros como

miembro fundador de la “Unión Latinoamericana” y la Asociación General de

Estudiantes Latinoamericanos creada por el dirigente universitario uruguayo

Carlos Quijano. Este había gestado, como ya se dijo, el centro de Estudios Ariel

en Montevideo, bajo la fórmula de la confluencia de las ideas políticas de

nacionalismo anti- armamentista, democracia y socialismo exento de todo

dogmatismo sectario. Aprovechando su estadía en Francia, invitado a participar de

los actos conmemorativos del centenario del nacimiento de Jean M. Charcot,

Ingenieros convocó a un acto público del que formaron parte numerosos

intelectuales, entre los cuales se destacaban Miguel de Unamuno, Víctor Raúl

Haya de la Torre, José Vasconcelos, Manuel Ugarte, José Ortega y Gasset, Miguel

Angel Asturias, entre otros.

El mismo Ingenieros pronunció el discurso que inauguró el acto, y se refirió al

general de la Revolución, Calles, que había sido maestro de escuela, como alguien

formado en las ideas socialistas modernas, consciente de las finalidades de su

tierra, y conductor de México hacia la conquista de las reformas sociales,

mediante un gobierno de “reparación y justicia”. Calles se había declarado como

continuador de la obra revolucionaria de Zapata, sosteniendo el principio de “la

tierra para el campesino”. El programa político que estaba realizando, era

resaltado como un ejemplo a seguir para todas las naciones americanas. Haya de

la Torre, en nombre del Frente Único de las Juventudes de Trabajadores Manuales

358 Renovación, Órgano de la Unión Latinoamericana, Buenos Aires, Junio de 1925.

280

e Intelectuales de América359, que era el APRA, se proponía exponer el

pensamiento de la nueva generación antiimperialista latinoamericana. En este

sentido, afirmaba que la característica revolucionaria de la nueva generación

estaba dada por haber abandonado los caminos románticos, para enfrentar el

“peligro yanqui”, dejando a un lado su visión en términos de un conflicto de razas,

y hasta como un conflicto de culturas, para concebirlo desde sus raíces

económicas, como una cuestión de clases sociales. Desde allí, se podía avanzar

hasta plantear de modo integral el problema político y social que el imperialismo

había creado en los pueblos latinoamericanos, para así poder señalar el camino

indicado para su solución. La misión propuesta por la nueva generación

latinoamericana, tenía que ver con la realización de la obra de unir a los pueblos,

bajo la égida de los trabajadores, en contraposición con los gobiernos que

siguiendo los dictados del imperialismo norteamericano, mantenían a los países

divididos. Este discurso, como el pronunciado por Ingenieros, fueron transmitidos

telegráficamente, en sus párrafos centrales, a todos los países de Europa y

América, adquiriendo importantes repercusiones, esta asamblea antiimperialista,

en los círculos oficiales norteamericanos.

En Córdoba también se creó una filial de la “Unión Latinoamericana”, en 1927,

con la presencia de varios de los protagonistas de la Reforma Universitaria de

1918. Su presidente era Deodoro Roca, y la integraban Saúl Taborda, Gregorio

Bermann, Jorge Orgaz, Gumersindo Sayago, Enrique Barros y Carlos Astrada

Ponce como vocales. Dando a conocer un Manifiesto, en el cual se dirigían a los

trabajadores manuales e intelectuales de América, para conformar el “frente único

de la justicia”. Sus lemas se tomaban de los que Haya de la Torre formulara como

presidente de la Federación Universitaria del Perú al entregar a la juventud

universitaria de México el 7 de mayo de 1924 la bandera de Hispano-América de

la nueva generación latinoamericana, hecha con el dibujo del Continente de oro

sobre un fondo rojo, como “enseña de juventud, de justicia y de unión”, lo que

implicará el comienzo de la conformación del APRA. Su órgano oficial será desde

ese momento el periódico Indoamérica, término con el que se designaba a

359 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; Por la emancipación de América Latina, Buenos Aires, M. Gleyzer editor, 1927.

281

América Latina, distinguiéndose doctrinariamente de los demás. Sus objetivos

propugnados se definieron en diciembre de aquel año, y fueron dados a conocer

en noviembre de 1926, con la publicación del artículo de Haya de la Torre en

inglés y en Inglaterra: “What is the APRA”360. Acción conjunta de los pueblos de

América: 1º contra el imperialismo yanqui; 2º Por su unidad política, para la

supresión de la explotación del hombre por el hombre, por la socialización de las

industrias y el reparto de la tierra; 3º Por la internacionalización del canal de

Panamá; 4º en favor de todos los pueblos oprimidos del mundo361. Estos

contenidos temáticos coincidían casi plenamente con los cincos puntos del

programa máximo propulsado por el APRA, con el sutil agregado realizado por la

filial cordobesa de la Unión Latinoamericana, mediante la mención explícita que

propugnaba suprimir la “explotación del hombre por el hombre”. Esta aclaración,

se anticipaba a la escisión producida en 1928, como consecuencia de la polémica

política e ideológica entre Mariátegui y Haya de la Torre, en relación a los

aspectos constitutivos del imperialismo, el socialismo, y la cuestión nacional, y

sus diferencias, lo que hasta ese momento confluía en un mismo movimiento

cultural y social.

El Manifiesto por medio del cual hacía su presentación la filial Córdoba de la

Unión Latinoamericana362, expresaba que la intervención militar de Estados

Unidos en Nicaragua agitaba nuevamente la conciencia de América, y actualizaba

los postulados de la asociación de la que formaba parte. Frente a la existencia de

lo que era percibido como un peligro común, se enunciaba la activación de la

solidaridad entre los amenazados, señalando en que consistía aquel para poder

apercibirse de la defensa apropiada. Primariamente, era considerada la doctrina

Monroe, como la “más fina ganzúa internacional” en manos de la “codicia y la

360 The Labour Monthly. A Magazine of Intenational labour. What is the A.P.R.A.?, Haya de la Torre, Vol. 8, December, 1926, Nº 12, p. 756. Programa Máximo: 1º Acción contra el imperialismo yanqui 2º Por la unidad política de America Latina 3º Por la nacionalización de tierras e industrias 4º Por la internalización del Canal de Panamá 5º Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo 361 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.347. 362 Manifiesto de la Filial Córdoba de la Unión Latinoamericana, en “Del Mazo, Gabriel”, ob. Cit., p. 348.

282

violencia” del imperialismo norteamericano, en función de sus necesidades

circunstanciales, lo que terminaba por convertir al supuesto de la seguridad de los

estados latinoamericanos en manos de los Estados Unidos, en un mito. El

Manifiesto denunciaba que el factor objetivo que movilizaba a la ingerencia

estadounidense en los países de América Central y del Sur, era la necesidad de

asegurar su predominio comercial, fundamentalmente, el monopolio de la

explotación de la “inmensa” riqueza petrolífera continental.

La conquista del petróleo era considera como el quid de las relaciones

internacionales a lo largo del continente americano, y con el recurso de la doctrina

Monroe al que recurría asiduamente el gobierno de Estados Unidos, se apartaban

los intereses europeos que podrían interferir en el área de influencia

norteamericana. Del mismo modo se había nutrido de esta doctrina en la

“liquidación” de la gran guerra, para reconquistar el “esplendido aislamiento” de

Norte América y descargar sobre Europa las consecuencias de la victoria

mundial363 . Así, se percibía el traspaso del eje del poder económico y político de

los países capitalistas desde Inglaterra hacia Estados Unidos, luego de la

intervención de éste que significó el desenlace de la guerra a favor de los aliados.

A diferencia del sistema de equilibrios inestables de los Estados europeos, con el

movimiento ascendente y descendente de las naciones de manera constante, en

Latinoamérica, concluía el Manifiesto, que las alianzas hegemónicas o

limitadamente defensivas habían fracasado. El ejemplo de ello era el Tratado

A.B.C., cuyo propósito fue intervenir como mediador durante el desarrollo de la

Revolución Mexicana, como contrapeso de la acción panamericana hegemonizada

por Estados Unidos. América era considerada como un continente “auroral”, del

cual era necesario apartar los “viscosos” reflejos de la política de Europa, para

poder dar lugar a una concepción prospectiva, que permitiera el crecimiento de

sus repúblicas. En los mismos términos establecidos por Saúl Taborda, en sus

“Reflexiones sobre el ideal político en América”, se concebía a la “plutocracia

yanqui” como la más temible de occidente. Esto se debía a que su política era de

tipo mundial, y poder comprenderla abría la posibilidad de considerar los propios

363 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.348.

283

problemas de los países latinoamericanos, e incluso sus inquietudes más

importantes.

El punto neurálgico que se remarcaba en el Manifiesto de la filial cordobesa de la

Unión Latinoamericana, estaba situado en la atribución tutelar que llevaba

adelante Estados Unidos con respecto al continente americano: Todo

apartamiento institucional, toda desviación o toda creación o toda experiencia

que se aparte del tipo de las instituciones políticas o económico-sociales que

constituyen la estructura de su sistema tendrán en esa tutoría un obstáculo

inmediato y cierto364 . Cualquier pretexto que podía dar lugar a la intervención

norteamericana, era denunciado, y se ponía como ejemplo, supuestas actividades

bolcheviques en México, disimulándose así ingerencias que iban en contra del

derecho internacional, y sometiendo tácitamente a los países latinoamericanos a

su magisterio imperial, basado en contenidos “vagos y místicos”. Los cuales, sin

embargo, arraigaban en el continente, a través de la doctrina que establecía la

“inmadurez” de las repúblicas para lograr su consolidación por sí mismas, y por lo

tanto la necesidad de recurrir al panamericanismo.

La búsqueda “febril” del petróleo por parte del imperialismo norteamericano, era

observada en el Manifiesto, como un nuevo impulso para dar lugar a la doctrina

que ponía en condiciones de inferioridad a los países latinoamericanos,

proyectándola de una manera cada vez más acentuada hacia la región sur del

continente, en donde era considerada únicamente como tema de disertaciones.

Chile, Perú, Bolivia y Argentina, serían los nuevos escenarios que constituirían un

nuevo foco de perturbación internacional. Se alertaba que mientras se llevaba a

cabo el diálogo en los congresos panamericanos, la “Standard Oil” ganaba

lugares en las realidades de aquellos países tendiendo “sutiles” redes. Se tomaba

como ejemplo la conferencia de Santiago Chile presidida por el presidente

Alessandri, en la cual se puso en práctica el arbitraje en el pleito de la guerra del

Pacífico, pero para obligar a hacer terciar a Bolivia en una situación que le era

ajena, mediante la revisión del tratado de la posguerra, obligándola a entregar sus

puertos al mediador, que era parte interesada. Estados Unidos, que cumplía ese

364 Ibidem; p.349.

284

rol, sólo estaba interesado en tener una salida al mar propia y protegida por su

fuerza, para poder trasladar el petróleo del altiplano.

Otro de los pleitos anacrónicos denunciados por la filial Córdoba de la Unión

Latinoamericana, tenía que ver con los límites entre Bolivia y Argentina.

Nuevamente la “Standard Oil Company”, en función de sus intereses emplazados

en la economía boliviana, “actualizaba” una vaga disputa entre ambos países. Esto

llevaba a reconocer, la soberanía de Bolivia sobre territorio que había sido

históricamente argentino, pero por donde pasaban los más ricos yacimientos

petrolíferos del norte del país. Luego de precisar los términos del accionar del

imperialismo norteamericano, se interpelaba a las autoridades nacionales a tomar

decisiones políticas para poder contrarrestarlo: El senado de la nación no debe

aprobar ese tratado “ad referéndum” sin una amplia y pública discusión, a la

cual sea previa una prolija y previsora legislación del petróleo, que salve también

el porvenir de las demás cuencas petrolíferas del país365.

Se auguraba, que Norte América necesitaría del mineral no renovable, debido a

que sus reservas propias se agotarían en un plazo no muy extenso. Esta situación,

impulsaba a los países que aspiraban a realizaciones mundiales, como los Estados

Unidos, a encaminar sus esfuerzos a la conquista del petróleo. Las formas que a

partir de ese “esfuerzo central” se producirían, iba a dar la fisonomía de los

futuros problemas internacionales que asumirían los países de Centro y Sur

América. Este era el principal peligro señalado por la Unión Latinoamericana, y

hacia el cual enfocaba sus preocupaciones dominantes. Ante este mapa de la

situación por la que atravesarían irreversiblemente la mayoría de los países

latinoamericanos, se proponía una defensa pacífica, pero decidida y previsora.

Para de esta manera, poder estar en condiciones de defender las instituciones

económicas y sociales, que se correspondieran con la perspectiva de un destino

común continental. Si así no lo hicieran, se ponía en duda la posibilidad de

realizar una vida plenamente soberana para las naciones latinoamericanas, sin

alcanzar a tener prácticamente el derecho de modificar sus propias leyes

constitucionales, que aseguren una mejor justicia a los oprimidos de la tierra366.

365 DEL MAZO, Gabriel; ob. Cit., Tomo VI, p.350.

285

En sintonía con esta postura política asumida, se levantaba la voz de protesta

contra las ingerencias bélicas del imperialismo norteamericano, en Nicaragua, y

los ataques “solapados” a la soberanía mexicana, y realizaba un llamamiento a los

trabajadores intelectuales y manuales de América, incitándolos a la acción

conjunta, como parte del programa de la nueva asociación, para poder estar en

condiciones de enfrentar los problemas que estos hechos les planteaba a sus

pueblos.

Como interpreta Beatriz Sarlo, la “Unión Latinoamericana”, proyectó en un plano

continental a la “Reforma Universitaria”367. Era parte de un clima de época, de

mediados de la década de 1920, que atravesaba toda la producción cultural e

intelectual, y llevó a la conformación de lo que se identificaría como el “Frente

Único de la Juventud”, con el propósito de abordar la problemática americana

desde un ángulo cultural. Éste, tenía como eje aglutinador la división entre lo

“viejo y lo nuevo”, persiguiendo el proyecto a futuro de una renovación estética,

moral o política de la sociedad, y estaba constituido por las Revistas, Inicial,

Proa, Sagitario, Valoraciones, Prisma y Martín Fierro.

Estas redes intelectuales conformadas en Argentina, tuvieron su correlato a nivel

latinoamericano, a lo largo de los años 20, confluyendo con la constitución en el

espacio público continental del movimiento aprista. Éste se erigió desde su

creación, en una instancia de coordinación de grupos de estudiantes, intelectuales

y jóvenes políticos, como señala Eduardo Devés Valdés368. Un elemento

fundamental para la existencia de esta red de pensadores latinoamericanos, estaba

dado por la aceptación de interlocutores válidos. A esto se llegaba, por relaciones

de conocimiento personal o de las obras, por la reciprocidad de referencias y por

la preocupación por similares problemas, como la Reforma Universitaria, la

cuestión del mestizaje con énfasis en lo popular-social, o el afán de unidad

latinoamericana y el antiimperialismo. En los tres intelectuales latinoamericanos

que se analizarán, Haya de la Torre, Mella y Mariátegui, se dio la existencia de

366Ibidem; p.351. 367SARLO, Beatriz; Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003, p. 110. 368 DEVES VALDES, Eduardo, ob. cit., p. 164.

286

todas esas características, aunque con divergencias ideológicas que se irán

agudizando, en función de las posturas políticas adoptadas ante cada tema, por

cada uno de ellos.

El cambio de las condiciones políticas y su influencia en la Reforma

Universitaria, a través de las posturas de la nueva generación intelectual.

A partir del año 1927, se comenzó a producir un viraje en el clima de las ideas

políticas a nivel argentino y latinoamericano, que modificará la percepción por

parte de los miembros del movimiento reformista, así como de los actores sociales

con los cuales establecía relaciones, y conformaba acuerdos ideológicos, que los

llevaba a actuar conjuntamente, mediante alianzas político-culturales, constituidas

por las Ligas Antiimperialistas existentes desde 1924, el APRA y la Unión

Latinoamericana. La relativa estabilización del capitalismo, desde 1923 en

concordancia con el reflujo de los movimientos revolucionarios del proletariado

en Europa, derivó en que la Internacional Comunista, en su Quinto Congreso

Mundial de 1924 dirigiera sus expectativas hacia la alianza establecida en China

con el kuomingtang, por medio de la táctica de un frente de masas, que

encabezaba el líder nacionalista Sun Yat Sen. Sin embargo, el fracaso de este

movimiento en 1927, que concluyó en una masacre de los militantes comunistas

llevada a cabo por sus mismos aliados, condujo a lo que se denominará

posteriormente como el tercer período, cuyo carácter principal estaba dado por la

adopción de la táctica de lucha de “clase contra clase”. Este cambio estratégico,

afectó directamente la interpretación y el contenido ideológico que le imprimían

los intelectuales relacionados con la Reforma Universitaria, en cuanto a su

proyección desde este momento. Aníbal Ponce y Julio González anticiparan estas

nuevas posturas, que se profundizaran en los siguientes años, a nivel de la

intelectualidad latinoamericana.

El prólogo que escribió Aníbal Ponce al texto “La Reforma Universitaria” de Julio

González, publicado por la Revista Sagitario en 1927, se tituló “Hacia la

democracia proletaria”. En él, Ponce, afirmaba que el año 1918 representaba para

América Latina el aniversario de dos revoluciones, una de las cuales estaba

vinculado con el movimiento transformador de las universidades en Argentina.

287

Aunque advertía, que desde 1923 la Universidad había quedado en manos de la

reacción conservadora, cuya explicación la encontraría, en lo que consideraba que

fue: un movimiento a ciegas, un gesto de rebeldía casi inconsciente, un cambio de

postura casi reflejo. Para destruir puede bastar el impulso; para edificar es

necesario el método. Las revoluciones no se imponen en la imprecisión o en la

incertidumbre, aunque puedan comenzar en el desasosiego o en la inquietud.

Pero para triunfar y convertirse en hechos, es necesario que cristalicen en las

formas definidas de la idea directriz369. Para Ponce, las “masas estudiantiles” que

“tomaron por asalto” la vieja Universidad, no carecían de un ideario propio, que

estaría dado por las nociones del “novecentismo”, la “nueva sensibilidad” y la

“ruptura de generaciones”, lo que era calificado conjuntamente como un tipo de

ideología laxa. Ya que interpretaba Ponce, que este tipo de ideología podría servir,

tanto a un “liberalismo discreto” como a una “derecha complaciente”.

La crítica también abarcaba a la fraternidad entre estudiantes y obreros, que se

veía como insuficiente, ya que a pesar de reconocer la participación de aquellos en

el mitin de la huelga, o su colaboración con los trabajadores por intermedio de

artículos o declaraciones públicas, no alcanzaría para “sentirse proletarios”. La

causa de esta imposibilidad era atribuida a que los estudiantes se encontrarían

apresados por los restos de la “vieja educación”, por lo que a pesar de expresarse

con un lenguaje de “izquierda”, reconocían que formaba parte de un mero

“aprendizaje teórico”. Así, llegaba a la conclusión, que por esta actitud, el obrero

observaba a los estudiantes con simpatía, pero “sin fe”, y la burguesía con

desconfianza, pero “sin temor”. De esta forma, el movimiento estudiantil

reformista, quedaría supeditado a ser conquistado mediante prebendas, por parte

de los grupos conservadores de la Universidad, que con una “clara conciencia” de

sus intereses, los sedujo con su política y corrompió con sus vicios. La Reforma

Universitaria pasaba a redefinirse como un fácil “trampolín” para oportunistas y

aduladores. Esta polémica establecida por Ponce con el movimiento reformista, se

ubica en un momento de su trayectoria intelectual, que Oscar Terán370, delimitó

369 PONCE, Aníbal; Obras Completas, Tomo IV, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974, p. 538. 370 TERAN, Oscar; “Aníbal Ponce o el marxismo sin nación”, en ob. Cit., pp. 148, 149.

288

como de variación de su pensamiento, para encaminarse hacia una postura

definida como la expresión manifiesta de adoptar el marxismo.

Éste diagnóstico crítico tenía como corolario la afirmación establecida por Ponce,

en sintonía con la nueva estrategia adoptada por la Internacional Comunista, que

la guerra europea había acelerado la decadencia de la sociedad capitalista, para

plantear los problemas sociales en “términos extremos” de su pertenencia a la

burguesía o al proletariado. La Reforma Universitaria, no podía ser más que un

aspecto de: esa otra transformación que está echando abajo las columnas de la

sociedad en que vivimos. Toda otra interpretación le haría malograr, una vez

más, el generoso impulso que la alienta371. En esta línea, Ponce expresaba que los

hombres jóvenes reformistas, estaban en condiciones de distinguir cuales eran sus

enemigos y sus aliados, así como estipulaba también que las conquistas de

reglamentos y estatutos, pasaban a convertirse tan sólo en instrumentos

subalternos, ante el desafío histórico propuesto, que sería el de preparar el

advenimiento de la “democracia proletaria”.

El 22 de septiembre de 1927, Julio González pronunció un discurso en el

Anfiteatro de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires,

en un acto organizado por la Federación Universitaria, en rechazo a la suspensión

de siete alumnos que eran miembros del Partido Reformista Centro Izquierda, que

se habían manifestado con un criterio antimilitarista, repudiando una charla dada

por miembros de las Fuerzas Armadas en la Facultad de Derecho. Del acto

participaron intelectuales y protagonistas de la Reforma Universitaria, como

Homero Guglielmini, Gabriel del Mazo, Emilio Biagosch y Alfredo Palacios, y

tenía como objetivo la creación de una nueva organización política, que sería el

“Partido Nacional Reformista”. González, hacía una reconstrucción histórica,

desde el momento de la publicación del Manifiesto liminar, en el cual se abrió una

perspectiva que impulsó al movimiento reformista a tomar posturas públicas,

sobre distintos episodios atravesados por la colectividad. Entre ellos se

destacaban, la semana de enero de 1919, la aparición de la Liga Patriótica, el día

de los trabajadores, el aniversario de la revolución de mayo, el 14 de julio, el

371PONCE, Aníbal; ob. Cit. Tomo IV, p. 538.

289

imperialismo norteamericano, la cuestión del petróleo hasta los episodios de los

militares en la Facultad de Derecho, todos los cuales fueron objeto de un

posicionamiento político, por parte de la nueva generación argentina

proyectándola en todo Latinoamérica, en términos ideológicos, bajo la bandera de

la Reforma Universitaria. La adopción de las posturas asumidas por el

movimiento reformista, fue delimitando una definición en cuanto a su ideario,

caracterizado por haber hecho una “profesión de fe democrático-proletaria”,

antichauvinista, anticlerical, pacifista, antimilitarista y antiimperialista. Se

afirmaba por lo tanto, que luego de una década, podía declararse la existencia de

una “conciencia nacional reformista”.

Con la asunción de esta nueva actitud política, González reafirmaba la vigencia de

los postulados establecidos por la Reforma Universitaria ante el nuevo contexto

político que se estaba abriendo. A diferencia de Ponce, rescataba en términos

propósitos, las distintas matrices ideológicas que habían forjado el movimiento

reformista, incluso induciendo la posibilidad de que se transformara en un Partido

Político, al igual que lo estaba por llevar a cabo el APRA en Perú. Para

Portantiero, este proyecto de un partido autónomo se tornaba imposible, por la

estructura compleja, de la que formaban parte las masas populares en

Argentina372. La existencia de una importante tradición de luchas sociales, un

sindicalismo relativamente poderoso que se mantenía en vigencia, la presencia de

diputados socialistas desde 1904, la presencia del anarquismo, del comunismo y el

yrigoyenismo como movimiento de masas, condujeron al fracaso de la intentona

de González, y otros reformistas, para transformarse en una nueva organización

política, que se proponía devolver al pueblo, y en especial al proletariado, el

decisivo apoyo recibido en vísperas de la Reforma Universitaria de 1918. A pesar

del rotundo fracaso de la iniciativa política, González establecía una diferencia

con las posturas críticas y de estigmatización de la Reforma Universitaria

asumidas por Ponce, y así comenzaban a quedar en evidencia las diferentes

trayectorias que empezaban a adoptar, los miembros de la nueva generación

intelectual ante el cambio de las condiciones políticas en ciernes.

372 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 87.

290

Haya de la Torre, el APRA, y el frente único de trabajadores manuales e

intelectuales.

El Congreso Antiimperialista mundial reunido en Bruselas en febrero de 1927, fue

escenario del comienzo de las discusiones ideológicas, que abrirán una fisura en la

nueva generación latinoamericana, entre los sectores apristas y los comunistas,

que a la vez se diferenciaran posteriormente entre sí por adherir o no a la nueva

estrategia establecida por la Tercera Internacional. Ella se fijará definitivamente a

partir de su Sexto Congreso en 1928, con la introducción de modificaciones a la

táctica del “frente único”, para ingresar al denominado tercer período, de “clase

contra clase”, en el cual las clases medias, consideradas como parte de la pequeña

burguesía reformista, al igual que el nacionalismo revolucionario, pasarían a jugar

un papel reaccionario, bajo una hipotética visión catastrófica del futuro inmediato

de la sociedad capitalista. Mientras tanto los sectores apristas comenzaban a

transformar al APRA de un movimiento o frente aglutinador de trabajadores

manuales e intelectuales en un partido político.

Participaron en ese congreso, figuras intelectuales de filiación de izquierda a nivel

mundial. Lo presidieron Henri Barbusse, Máximo Gorki, la viuda de Sun Yat Sen,

creador de un partido de masas, que será la referencia para la proclamación del

Kuomingtang como un bloque de clases, quien fuera asesinado en China en 1925,

los líderes laboristas James Maxton y Georges Lansbury y Alfonso Goldschmidt.

También formaron parte como invitados, Romain Rolland, José Vasconcelos,

Manuel Ugarte, León Blum y Mahatma Gandhi, quien finalmente no pudo asistir.

Estuvieron presentes Victorio Codovilla, que en aquel momento actuaba como

uno de los dirigentes del Partido Comunista Argentino, Carlos Quijano, Julio

Antonio Mella, Eudocio Ravines y Haya de la Torre.

El APRA no había sido invitado oficialmente, pero sí algunos apristas junto a

otros intelectuales latinoamericanos. Como promotor del Congreso internacional

contra la opresión colonial, los días 11, 12, 13 y 14 de febrero de 1927 en Bélgica,

aparecía la “Liga Antiimperialista Mundial”, sostenida por la Internacional

Comunista, a la cual Haya de la Torre se había negado a adherir, ya que la

consideraba como unilateral. El 22 de enero de 1927, Haya de la Torre expuso la

291

tesis de “los cuatro sectores” en Paris durante la fundación del primer centro de

estudios antiimperialistas del APRA, que luego expondrá en Bruselas, y terminará

siendo aprobada por la comisión latinoamericana y la asamblea del congreso.

El título de la tesis presentada por Haya de la Torre era: “Los cuatro grandes

sectores del imperialismo yanqui en América”373. En ella, se establecía la

necesidad de descubrir por intermedio del estudio, los mecanismos por los cuales

el imperialismo comienza su accionar, primeramente a través de los empréstitos, y

las concesiones, en línea con el análisis de Ingenieros, -que ya vimos-, para luego

culminar entrando en una etapa de colonización y violación de la soberanía

nacional. De esta forma, se distinguía el fundador del APRA, de la interpretación

clásica del imperialismo, que lo hacía desde un criterio estrictamente militar.

Siguiendo este nuevo criterio, se delimitaba que los estudios sobre el imperialismo

en América Latina debían distinguir los cuatro grandes sectores y zonas de su

accionar. El primer sector, del Caribe, lo componían: México, Centro América,

Panamá y las Antillas. En esta zona, se unían los intereses directos de expansión

económica y los indirectos de estrategia militar, la construcción de canales

interoceánicos y bases navales de defensa para los Estados Unidos y de control y

ataque para América del Sur. En este sector, el imperialismo habría superado el

período de la concesión, el tratado y la acción diplomática, para entrar en el de la

acción agresiva de la amenaza o de la violencia. El desembarco de las tropas

norteamericanas en Cuba, Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Honduras, Panamá y

México, constituían el ejemplo histórico de la forma que adquiría el imperialismo

en esta zona del continente.

Al segundo sector, Haya de la Torre, lo denominaba el de las “repúblicas

bolivarianas”. Estaba conformado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y

Bolivia, y era caracterizado como correspondiente a un período en donde el

accionar imperialista se basaba todavía en el empréstito, la concesión y el tratado.

Se intervenía de esta manera “velada” en la marcha de la política interior de los

países, alentando los despotismos, ejemplificados en la figura del dictador Gómez

373 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. Cit., p. 207.

292

en Venezuela, y convirtiendo a sus gobiernos, por medio del apoyo financiero, en

agentes del imperialismo.

El tercer sector estaba compuesto por los países en donde las condiciones

económicas habían producido mayor desarrollo nacional, por causa de la erección

del Estado de modo más definido y estable, como “instrumento de opresión de

una clase sobre otra”. A la vez, que contaban con un proletariado más organizado

y numeroso, y estos eran los países del Río de la Plata: Argentina, Uruguay,

Paraguay y un sector de Chile. Estas repúblicas, tenían la característica de haberse

tornado en el campo de mayor influencia del imperialismo británico, a la vez que

en los lugares donde el capitalismo industrial lograría su avance más importante

en América Latina. Ésta era la zona en la cual el imperialismo norteamericano

adquiría definidamente un aspecto financiero, bancario, de crédito industrial y

agrícola, y en donde se generaba la formación de grandes compañías, lo cual se

daba bajo el paraguas estatal que aseguraba y garantizaba el accionar de la clase

dominante, garantizándole las condiciones estables para su desenvolvimiento. El

cuarto y último sector, lo constituía Brasil, que con excepción de Chile, sería el

país latinoamericano donde Estados Unidos tendría mayor cantidad de

inversiones. Esto era posible debido a las peculiares condiciones económicas,

políticas y sociales, que convertían a la fisonomía característica para el

desenvolvimiento de este país, en un vasto campo para los imperialismos más

fuertes.

Esta tesis, sostenida en el congreso antiimperialista por Haya de la Torre, y que

será constitutiva en el programa ideológico del APRA devenido en un partido

político, a pesar del desacuerdo de los delegados comunistas, término siendo

aprobada. Para Luis Alberto Sánchez374, ello se debió a que los organizadores, en

línea con la Tercera Internacional, estaban más interesados en lo que concernía a

las colonias africanas y asiáticas, adonde se centraban las mayores expectativas

por la existencia de importantes movimientos revolucionarios. El otro

contrapunto, se relacionaba con la estrategia organizativa a seguir, en el caso del

aprismo y sus simpatizantes promoviendo la “unión de las clases” en un partido

374 SANCHEZ, Luis Alberto; ob. Cit., p. 188.

293

de masas; y en el de los comunistas y sus adherentes bajo la consigna del “frente

único antiimperialista”, del que formarían parte los Partidos Comunistas.

Los apristas firmaron el acta del congreso, aunque con “reservas”. Las causas de

esta decisión se las explicaba Haya de la Torre a Del Mazo en una carta escrita en

marzo de 1927: la táctica del Partido Comunista, decía Ravines, ha cambiado

totalmente: se orienta hacia un Frente Único por mandato de Moscú; pero hacia

un Frente Único que tenga como deber primordial contemplar, no los asuntos o

intereses latinoamericanos, sino los intereses políticos de la URSS, cosa

inaceptable. Necesitan carneros para el holocausto, y toman a nuestros pueblos

como chanchitos de experimentación. Codovila nos declaró en Bruselas, “que a

un comunista no le interesa sino la campaña de la III Internacional, aunque para

sostenerla se sacrifiquen quince países”375. Ante esta orden, bajada por uno de los

miembros del Buró Sudamericano de la Tercera Internacional, que presidía el

suizo Jules Humbert Droz, seguidor de la línea ortodoxa basada en la perspectiva

“fatalista” fijada en los “manuales marxistas” elaborados por Nicolai Bujarin, y

Codovila fue nombrado como su secretario, Haya de la Torre le manifestaba a Del

Mazo su postura de combatir este tipo de iniciativas, que contaba con el

padrinazgo de la ortodoxia comunista, oponiéndoles el fortalecimiento del APRA

como organización política.

El Congreso de Bruselas resolvió que las Ligas antiimperialistas, aunque sin haber

logrado que el APRA quedara incluido en ellas, llevaran adelante una campaña de

oposición y resistencia al imperialismo, aunque sin contenido político positivo, ya

que se dejaba la acción política bajo la potestad del Partido Comunista. De este

modo, se constituyó en México, el 28 de abril de 1928 el “Comité Continental de

la Liga Anti-imperialista”376, con la dirección del muralista Diego Rivera, que era

miembro del “Comité Continental de la Liga Internacional Anti-imperialista”. La

Revista argentina Claridad, fundada por Antonio Zamora en 1926, como “tribuna

375 Idem., p. 205. 376 FERREIRA DE CASSONE, Florencia; Claridad y el internacionalismo americano, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1998, p. 174.

294

del pensamiento izquierdista”, será uno de los mayores difusores de las

actividades de las Ligas.

Haya de la Torre en un artículo escrito el 9 de febrero de 1927, titulado “La

realidad de América Latina no es la realidad de Europa. Hacia el gran frente único

revolucionario y popular de América”, precisaba el contenido ideológico de la

nueva organización política. Queremos un organismo revolucionario que

arraigue en la conciencia de las masas como el Kuomingtang chino377, decía. Los

intentos organizativos presenciados hasta el momento, entre los que se destacaba

el impulso de la nueva generación revolucionaria desde 1923, necesitaban para el

fundador del APRA, de una acción definida de encauzamiento y de “realismo

sincero”. Acusaba al “revolucionarismo”, que quería hacer en América

exactamente lo que se hacía en Europa, como “traidor” del más elemental

“principio socialista y marxista”, que imponía no inventar sino “descubrir” la

realidad, noción que era retomada del “Anti-During”, de Engels.

También Haya de la Torre afirmaba, que el primer paso hacia la formación del

partido político proyectado, habían sido las Ligas Antiimperialistas, pero ellas

eran consideradas por éste, como simples organismos de resistencia. Merece

destacarse, que El Libertador, que era el órgano del Comité Continental

Organizador de la Liga Antiimperialista de las Américas, con sede en México,

desde 1925, transcribió el programa del APRA, en el momento de su creación; y

hasta 1927 se encontraba integraba por todas las tendencias ideológicas, bajo la

política del frente único. Por lo tanto, concluía que se debía completar aquel

programa antiimperialista con un programa político, revolucionario y definido.

Ese programa y lugar corresponderían al APRA, para Haya de la Torre. En cuanto

al contenido en el que debía basarse la nueva organización, se priorizaba la

preeminencia de la lucha antiimperialista, concebida como una lucha política, de

clase y de partido. Respecto a las formas para llevar a cabo esa tarea, se apelaba a

una fuerza o alianza de pueblos para poder lograr la victoria de la causa de la

libertad de América, contra el imperialismo asociado a las clases dominantes

criollas.

377 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. Cit., p.198.

295

Se tomaba como ejemplo a seguir para el nuevo partido y los pueblos

latinoamericanos el movimiento del Kuomingtang en China, resaltando a las

figuras de la juventud revolucionaria que dirigían la acción, entre cuyos líderes se

encontraba Chiang Kai-shek, quién luego de encabezar un amplio movimiento

nacional, terminará desatando una masacre en Shangai, el 19 de febrero de 1927,

dirigida contra los militantes comunistas que habían formado parte del mismo

espacio378. Haya de la Torre por último señalaba la correspondencia etimológica

entre el APRA y el Kuo: nacional, ming: popular, tang: partido, y en cuanto a sus

objetivos, como movimiento de independencia de toda sujeción, utilizando para

este fin de “todos los medios y de todas las ayudas”.

La revista Claridad de Argentina, también abría su tribuna periodística al líder del

aprismo, quien fue un colaborador regular, en donde publicó sus artículos y en

cuya editorial aparecieron varios de sus libros más importantes. En septiembre de

1930 salió un artículo en el cual Haya de la Torre precisaba claramente las dos

tesis revolucionarias propugnadas, que determinaban diferentes posicionamientos

políticos. Llevaba como título “El aprismo es una doctrina completa y un método

de acción realista”379, y en él se aseveraba que sólo el APRA hasta ese momento

había ofrecido una teoría integral sobre la posición de dependencia económica de

América Latina respecto de los Estados Unidos y de Europa. Este diagnóstico lo

pondría en condiciones, para poder hallar la fórmula completa que permitiese la

solución que esa dependencia llevaba en sí.

Las dos tesis para la resolución del problema de la dependencia y el imperialismo

en América Latina eran: por un lado, la de una fórmula radical que implicaba la

abolición total del sistema capitalista, del cual la dependencia económica

latinoamericana era una consecuencia, y por otro lado, la de una fórmula de

transición que suponía el predominio del capitalismo y la restauración de la

independencia de los países dentro de él.

378 SCHLESINGER, Rudolf; La internacional comunista y el problema colonial, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974, p. 90. 379 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; Ideario y acción aprista. Artículos, discursos y cartas., Buenos Aires, Claridad, 1930.

296

La adopción de la primera tesis implicaba decidirse por la filosofía y la política

leninista, que ya había muerto, representadas en el terreno de la acción europea

por los partidos comunistas y socialistas, considerados por Haya de la Torre,

como sus ramas de izquierda y de derecha respectivamente. Pero como la

destrucción del sistema capitalista debía producirse donde existiera, en sus centros

de origen y dominio, y al no ser América Latina zona característicamente

capitalista, sino de dependencia económica, la acción del proletariado, que podría

ser revolucionaria o evolutiva, se hallaría circunscripta a los mismos centros o

zonas donde radicaba el capitalismo. Aún suponiendo que una revolución

latinoamericana llegara a derribar desde sus bases el capitalismo, que dentro de

su área geográfica es todavía incipiente y subalterno, la independencia

económica latinoamericana sólo sería parcial – como es la de Rusia actualmente

– mientras subsistiera el sistema capitalista en los países económicamente más

desarrollados380.

La aceptación de la segunda tesis, inducía a que no se aguardara hasta que los

proletarios industriales de los países centrales capitalistas destruyeran el sistema,

que originaba la subordinación, para lograr conseguir la independencia económica

de América Latina dentro del capitalismo. Este punto de vista, a su vez, tenía dos

variantes: que podían ser la pretensión de la independencia económica con miras

al sostenimiento del sistema capitalista, o tener en cuenta la posibilidad de su

destrucción. Si se aceptaba la primera variante, la tendencia económica debía

orientarse a una industrialización completa de América Latina, para hacer de ella

una gran potencia capitalista, como había llegado a serlo Estados Unidos. Aunque

Haya de la Torre, señalaba algunos problemas para alcanzar este objetivo, debido

a la imposibilidad de erigir simultáneamente y con el mismo poder a veinte

potencias industriales sin caer en el peligro de nuevas dependencias de las menos

ricas o lo más débiles.

La segunda de las variantes, era la asumida por el aprismo, en base a su teoría en

la cual el imperialismo que cumplía la “última etapa del capitalismo” en los

380Ibidem; p. 19.

297

pueblos industriales, de acuerdo con el análisis hecho por Lenin en 1916381, en

América Latina representaba la primera etapa. El capitalismo en los países

latinoamericanos, o al menos en Perú, afirmaba Haya de la Torre, nació con el

advenimiento del capitalismo moderno, como dependiente y resultado de la

culminación del capitalismo en Europa e impulsado por el desarrollo vertiginoso

de los Estados Unidos hasta alcanzar la etapa imperialista. Por lo tanto, el

continente se convertía en el campo de lucha entre el imperialismo europeo y el

norteamericano, haciéndose cada vez más grave la dependencia económica con la

imposición de este último, porque sus métodos cumplían más acabadamente con

el fenómeno de concentración capitalista. El incipiente capitalismo

latinoamericano quedaba así absorbido y subordinado fundamentalmente por el

imperialismo norteamericano, o el europeo, especialmente el inglés en donde

hubiera podido resistir.

Los mecanismos descriptos por Haya de la Torre, por medio de los cuales

efectuaba su dominación el imperialismo norteamericano, se diferenciaban en

cuanto a su aplicación, distinguiendo entre los países las zonas de inversión de

capital, de explotación de materias primas, y los mercados de venta para sus

productos industriales. Las inversiones de capitales en la explotación de materias

primas, daban al imperialismo el control de la producción, lo cual junto a las

inversiones en prestamos gubernamentales, terminaba por completar su

predominio económico en el plano de las finanzas, permitiendo la subordinación

total o parcial del Estado. Los mercados para los productos industriales tendían así

de modo progresivo hacia la monopolización, que era la característica de esta fase

del capitalismo.

Luego de realizar este diagnóstico, el aprismo planteaba como necesidad la

nacionalización de las fuentes de producción, realizadas a través del Estado,

demandándole que representara a las “clases productoras”. Bajo el presupuesto

teórico que planteaba Haya de la Torre, respecto a que los obreros y campesinos

no podían ejercer el dominio estatal completamente por “falta de preparación para

381 LENIN, Vladimir; El imperialismo, última etapa del capitalismo, Buenos Aires, Sociedad Editora Latinoamericana, 1946.

298

el gobierno”, de número y de “conciencia clasista”, se recurría para poder lograrlo

a las clases medias campesinas y urbanas.

La perspectiva política era la de conformar un “frente único de las clases

oprimidas por el imperialismo”, con el objetivo de transformar el Estado, dejando

de ser concebido como un instrumento del imperialismo, para convertirlo en un

“órgano de defensa de las masas nacionales”. Esto era interpretado como la tesis

del “Estado antiimperialista”. Su nueva función, sería la de controlar la

producción y la distribución de la riqueza, concretando la nacionalización

progresiva de las fuentes de producción, y pudiendo condicionar la inversión de

capitales y el comercio exterior. El Estado antiimperialista, compuesto por los

obreros y campesinos, con la participación de los pequeños propietarios,

artesanos, pequeños comerciantes e intelectuales, sería el órgano encargado de

establecer la relación entre la nación y el imperialismo, mientras éste perdurase, y

también una escuela de gobierno para las clases productoras.

Otro de los presupuestos teóricos básicos estipulados por el aprismo, se daba en

relación con la realización del socialismo, interpretando que no podía imponerse

mientras el industrialismo no hubiera cumplido su “etapa histórica”. Mientras

existiera el capitalismo, se tornaba indispensable tener capitales, afirmaba Haya

de la Torre, por lo tanto el Estado, tendiendo hacia una “nacionalización socialista

de la producción”, debía condicionarlos. La forma para llevar a cabo esta tarea, se

daba con la recepción del Estado de todos los productos manufacturados que

necesitaba por parte del imperialismo, y con la venta de las materias primas que la

gran industria demandaba en demasía. Esta ley económica, que imponía al

imperialismo aceptar cualquier condición que se le impusiera, a cambio de poder

realizar una inversión, pertenecía a la nueva etapa que atravesaba el capitalismo,

no fue jamás comprendida por las clases que gobernaban los Estados

latinoamericanos, para Haya de la Torre, porque eran de tipo feudal, y se

interesaban en la expansión imperialista que sólo “usufructuaban temporalmente”.

Solamente con un tipo de Estado que representase a las clases oprimidas por el

imperialismo, y estuviera orientado hacia la nacionalización de la producción, era

posible condicionar al capitalismo, sometiendo su imperativo expansionista.

299

La organización del “Estado aprista o antiimperialista”, presuponía a la vez la

unión política de América Latina. Ello implicaba, conjuntamente su unión

económica, en función de que la resistencia al imperialismo no podía garantizarse

sólo por medio de un país aislado. Como ejemplo de esta hipótesis, Haya de la

Torre describía las diferentes situaciones de México y Venezuela, en relación a

sus políticas petroleras. Mientras el primero condicionaba al capitalismo

extranjero controlando a las empresas petroleras, el otro país hacía una política de

“puerta abierta”, introduciéndose el imperialismo en el campo de inversión más

fácil. Por las condiciones naturales del territorio latinoamericano, los veinte

países, en relación a la producción, constituían una zona agrícola-minera, sin

mayores variantes exclusivas382.

Para poder llevar a cabo el cumplimiento de la doctrina aprista, Haya de la Torre,

proponía la constitución de un partido político latinoamericano. Su base estaba

conformada por los productores en alianza con las clases medias, confluyendo en

la lucha contra el imperialismo. El partido tenía entre sus objetivos “formar

conciencia” antiimperialista en las clases trabajadoras, de que eran ellas las que

producían el sistema, y por lo tanto estaban en condiciones de de imponerle

condiciones y constituir una fuerza de liberación, sin tener que esperar que los

proletarios de Europa y Estados Unidos, destruyeran el capitalismo que daba

origen al imperialismo. La alianza con las clases medias, reforzaría la acción de

las clases trabajadoras, en especial las específicamente obreras, que eran

consideradas por Haya de la Torre como todavía jóvenes para controlar el Estado,

al igual que sería joven el sistema que determinaba su existencia como clase en el

continente.

Para el aprismo era prioritaria la consecución de la independencia económica de

América Latina, que debía basarse en el equilibrio de condiciones para el

intercambio de materias primas, productos manufacturados e inversión de

capitales, bajo el principio de la nacionalización progresiva de las fuentes de

producción, controlado por el Estado. De esta forma, se permitiría el proceso de

industrialización en los países latinoamericanos, y en consecuencia la formación y

382 HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl; ob. cit. p. 21.

300

definición de una clase obrera, que surgiría en condiciones favorables para poder

hacerse con el gobierno total de la economía, ante la posibilidad de producirse la

abolición del sistema capitalista.

Mientras ese proceso evolutivo se cumpliría, presuponiendo el derrumbe

inevitable del capitalismo, el aprismo se proponía utilizar todas las fuerzas

antiimperialistas, sin excluir a las clases medias, consideradas las más amenazadas

por el imperialismo, y las que buscarían su defensa en lo que, a partir de la

nacionalización socializada y progresiva de las fuentes de producción, terminara

por orientarse bajo la forma de un “capitalismo de Estado”. Haya de la Torre,

había puntualizado este análisis en un artículo publicado en la Revista de

Filosofía383, en el cual polemizaba con las críticas realizadas por Paulino

González Alberdi, que se encontraban en consonancia con el cambio de estrategia

de la Tercera Internacional, llevando a la definición del carácter “pequeño

burgués” de la Reforma Universitaria en 1929, por la ortodoxia comunista. En

cambio, el dirigente peruano, señalaba que en las clases medias, el fenómeno de

opresión imperialista era más brusco, por agredir clases ya anteriormente

constituidas con fines propios y con perspectivas definidas de interés por mejorar.

Esto explicaba, que surgiera de esa clase, “vaga y confusa”, pero airada y sincera,

la primera protesta contra el imperialismo en América, aunque desde una actitud

defensiva. Así, la ramificación del movimiento de la Reforma Universitaria, se

prolongará en el rol dirigente de la clase media en el frente político propuesto por

Haya de la Torre.

Julio Antonio Mella, la Reforma Universitaria y la Revolución Socialista.

Julio Antonio Mella, tuvo una destacada participación en la Reforma Universitaria

en Cuba, como creador y presidente de la Federación de Estudiantes

Universitarios en 1923, año en el que también llevó adelante la gestación de la

Universidad Popular José Martí, en la cual aparece entre su nómina de profesores,

383 “Revista de Filosofía”, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, Haya de la Torre, Víctor Raúl, En el XI aniversario de la reforma. P. 252.

301

para el dictado de la materia “Historia de la Humanidad y de Cuba”384. Ésta

última, fue concebida como la primera escuela proletaria de Cuba el 3 de

noviembre de 1923, y tenía como objetivo destruir lo que se identificaba como

una de las tiranías que regían la sociedad, como era el monopolio de la cultura,

que se adquiría como un privilegio, sin diseminarlo hacia las masas populares.

Los estudiantes renovadores cubanos, se planteaban como el más alto ideal la

emancipación de los trabajadores por la cultura y la acción revolucionaria.

En una carta enviada el 3 de enero de 1924 al ya mencionado Rodolfo Aráoz

Alfaro, dirigente estudiantil argentino vinculado a la Reforma Universitaria en la

Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en la cual había sido

electo consejero estudiantil por la “Unión Reformista” que apoyó la candidatura a

Decano de Alfredo Palacios en 1923, Mella dejaba sentado su punto de vista sobre

los alcances de las transformaciones que estaban protagonizando. Interpretaba que

la Reforma Universitaria no podría consolidarse con el régimen social imperante,

ni los estudiantes por sí mismos estaban en condiciones de lograr todos los fines

previstos. Coincidía con Julio V. González385, a quien citaba, en entender que la

reforma era parte de la cuestión social, y hasta que ésta no estuviera resuelta

completamente, no aparecería la nueva Universidad.

El 27 de junio de 1925 Mella fundó en un aula de la Universidad de la Habana,

junto a Leonardo Fernández Sánchez y Juan Marinello la sección cubana de las

ligas antiimperialistas de las Américas. El 4 de agosto del mismo año, José

Ingenieros, quien difundiera los alcances de las reformas emprendidas por la

Revolución Mexicana, en el discurso por la “Unión Latinoamericana”, hizo escala

en Cuba de regreso a la Argentina de su única visita a México, invitado por éste

gobierno en reconocimiento a su trayectoria y sus posturas públicas de defensa de

la revolución386, siendo el mismo Mella junto a otros estudiantes quienes

auspiciaron como anfitriones del “maestro” de la juventud de América. El 16 de 384 MELLA, Julio Antonio; Mella 100 años, Volumen I, selección, prefacio y notas a cargo de Ana Cairo, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003, p. 51. 385 GONZALEZ, Julio V.; “Significación social de la reforma universitaria”, conferencia pronunciada en el Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, 20 de agosto de 1923. 386YANKELEVICH, Pablo; ob. Cit. p.306.

302

agosto fundó el primer Partido Comunista Cubano, realizándose una de las

sesiones en el Instituto “Ariel”, que era la residencia de Mella, quién fue elegido

como integrante del Comité Central387.

Desde 1926 el dirigente político y universitario cubano se hallaba exiliado en

México, y participó del Congreso Mundial contra el Imperialismo y la Opresión

Colonial realizado en Bruselas en 1927, y al que ya aludimos, como representante

de la Liga Antiimperialista de las Américas, compuesta por las secciones

mexicana, panameña y salvadoreña, y de la Liga Nacional de Campesinos de

México. Gregorio Bermann388, señalaba que la ruptura pública entre Haya de la

Torre y Mella, se consumó a raíz de la actuación de ambos en aquel congreso.

Como resultado de ella, da a conocer un panfleto público, por medio del cual

criticaba abiertamente los postulados del APRA.

En abril de 1928 en México, Mella publicó el texto titulado “Qué es el ARPA”, en

El Libertador, que comenzaba a modificar sus posturas amplias, que permitían

alojar las distintas tendencias ideológicas, para acoplarse al viraje hacía el tercer

periodo definido por la Internacional Comunista, que sería el de la “elevación” de

la economía capitalista, caracterizado por un gran desarrollo técnico, crecimiento

de los cártels y de los trusts389. Este supuesto cambio en la economía capitalista,

era la causa del cambio de la táctica revolucionaria, hacia una nueva política

“sectaria”, de clase contra clase, a la cual no sobrevivió el periódico El

Libertador. Por medio de este artículo, se sometía a un análisis crítico la postura

de la lucha revolucionaria contra el imperialismo, asumida por la “Alianza

Revolucionaria Popular Americana”, que otras veces aparecía bajo la

denominación de “Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales” o

también “Partido Revolucionario Antiimperialista Latinoamericano”. El dirigente

político cubano nombraba como “ARPA”, tal como lo había denominado en sus

primeros números de 1925, El Libertador, haciendo referencia a este juego de 387MELLA, Julio Antonio; ob. Cit., Volumen II, p. 386. 388BERMANN, Gregorio; “Dos orientaciones antagónicas en América Latina: Julio Antonio Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre, Artículo publicado en Bohemia, La Habana, 9 de agosto de 1963. 389 El VI Congreso de la Internacional Comunista; México,. Pasado y Presente, 1972, Tomo II, p.43.

303

palabras a la retórica utilizada por aquella organización en sus declaraciones,

acusándolos de atacar de forma privada, porque sería considerado como una mala

estrategia hacerlo públicamente, a la “Revolución Rusa”, a los comunistas y a

todos los obreros revolucionarios.

Otra de las críticas realizadas por Mella al APRA era su falta de originalidad y de

reconocimiento a quienes fueron los precursores en el tratamiento del problema

del imperialismo en América. Señalaba que la “Unión Latinoamericana” ya

contemplaba un programa al respecto, desde 1923, y destacaba a la vez que tanto

los escritos de Ingenieros como los libros de Ugarte, a pesar de los ataques de

“intelectualistas” realizados por los apristas, para aparecer como los únicos

salvadores, habían sido más útiles que los discursos “retóricos” hechos por estos.

En este sentido interpelaba Mella al aprismo, al preguntar, si sólo serían

revolucionarios quienes se atribuían la redención del mundo, y veían al

proletariado desde una posición superior, pretendiendo ser sus maestros y guías,

en vez de hacerlo cómo luchadores.

También se interrogaba Mella sobre la aparición del libro de Lenin, “El

imperialismo, última etapa del capitalismo” en 1916, y sus tesis para el Segundo

Congreso de la Internacional Comunista, en las cuales se determinaron con

claridad el carácter y las tácticas de la lucha antiimperialista, lo cual pasaba

inadvertido en el programa del aprismo. Lenin había presentado la tesis con

anexos sobre “los problemas nacional y colonial”, que fue aprobado por segundo

congreso, en julio de 1920. Luego de definir la existencia de naciones

dependientes y de naciones opresoras y explotadoras, Lenin establecía que la

época del capital financiero y el imperialismo se caracterizaba por la dominación

ejercida de una parte minoritaria de países ricos y avanzados, sobre la enorme

mayoría de la población de la tierra. En función de esta realidad, la táctica

establecida por el revolucionario ruso para la Internacional Comunista era la de

sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y

atrasados, pero sin fusionarse a ella, y manteniendo: incondicionalmente la

independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más

304

embrionarias390 . La garantía para el triunfo sobre el capitalismo, estaba dada por

una misma aspiración voluntaria a la alianza y la unidad del proletariado y las

masas trabajadoras de todos los países y naciones del mundo.

Mella asumía la defensa de “La Liga Antiimperialista”, ante la afirmación hecha

por Haya de la Torre, de que no había enunciado un programa político.

Reivindicando los postulados plasmados en su periódico El Libertador, y su

accionar, como la única instancia concreta existente en América Latina, que

promovía en su accionar la lucha contra el imperialismo.

Otro de los contrapuntos establecidos por Mella, tenía que ver con que el APRA

se presentaba como un “frente único contra el imperialismo”. La crítica se

centraba en la ambigüedad de los términos utilizados para definir sus

componentes, como el de productores, el de clases medias, o el de trabajadores

intelectuales. Rescataba Mella, en contraposición con aquella definición, aunque

con cierta carga de influencia bujarinista, en sus acusaciones de traidores a los

apristas, como parte de la pequeña burguesía nacional, lo estipulado por Lenin en

el Segundo Congreso de la Internacional Comunista. El líder bolchevique,

entendía al frente único a partir del principio fundamental de la lucha social que

era el de la hegemonía del proletariado para la realización del socialismo. Este

principio no era contradictorio con el apoyo de los comunistas a los movimientos

nacionales de emancipación, destacándose por parte de Mella los apoyos

efectuados por los Partidos Comunistas en México, Nicaragua y Cuba, a las

luchas de los liberales, democráticos y revolucionarios contra el imperialismo y

sus aliados nacionales.

Mella haciendo profesión de fe de su filiación partidaria, afirmaba como

conclusión que los caminos a transitar se encontraban impulsados por las fuerzas

históricas actuantes empeñadas en realizar la revolución mundial, que eran la

Internacional Comunista y la Liga Antiimperialista fundada en Bruselas. Otra de

las críticas de Mella hacia Haya de la Torre, tenía que ver con la posición

adoptada por éste en el Congreso Antiimperialista, del que se había retirado

390 “Los cuatro primeros congresos de la internacional Comunista”, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 1973, p. 156.

305

firmando con reservas las resoluciones finales, sin hacerlas publicas. Las causas

de ello, para el dirigente cubano estaban relacionadas con el hecho de que el

Congreso de Bruselas no quiso reconocer al APRA como la “única” organización

antiimperialista de América Latina.

La posición política adoptada por el aprismo frente al caso de Nicaragua, actuaba

como una palmaria demostración para Mella, de que las bases y el programa de

aquellos se encontraban repleto de errores y falsedades. El APRA había aceptado

realizar una “supervisión” de las elecciones que se preparaban en consonancia con

el apoyo de la Casa Blanca, que había calificado al líder popular Augusto Sandino

como un “bandido”. Mella se plegaba a la impugnación hecha a la comisión

fiscalizadora, por parte de la Unión Centro Sud Americana y Antillana, junto a la

Unión Latinoamericana Argentina, que se declaraban solidarios con quienes

luchaban por la independencia y soberanía de Nicaragua, contra la invasión

extranjera, y estaban encabezados por Sandino. La Liga Antiimperialista de las

Américas, se plegaba a esta actitud a través del comité continental, “Manos fuera

de Nicaragua”, en donde Mella cumplió un papel destacado, en cuanto a las

acciones solidarias con Sandino.

José Carlos Mariátegui, del APRA al socialismo.

En 1926 Mariátegui emprendió una de sus máximas tareas intelectuales, con la

creación de la revista Amauta. Ésta se fundó como una “tribuna aprista”, en

momentos en el que estaba conformado como movimiento, o frente único de

trabajadores manuales e intelectuales. En ella colaboró Haya de la Torre hasta el

número 12, de febrero de 1928. El APRA mantenía su relación con Amauta de

manera directa, por medio de la publicación de artículos como en el caso de

“Nuestro Frente Intelectual” en el número 4, que a su vez Mariátegui tomará,

mencionándolo en el capítulo “Proceso de la literatura peruana”, de su libro

principal, publicado en 1928391. De manera indirecta, la revista promovía las notas

del APRA desde París hasta 1929.

391 MARIATEGUI, José Carlos; ob. cit.

306

La presentación de Amauta fue contemplada, en la compilación de los

documentos de la Reforma Universitaria, realizada por Del Mazo. En una carta

enviada por éste, el 3 de marzo de 1928392, le manifestaba al intelectual peruano

que la aparición de la nueva revista significaba un “hecho valioso” para el

desarrollo del movimiento reformista. En otra carta fechada el 9 de abril de

1928393, Del Mazo le manifestaba su agrado por los comentarios realizados por

Mariátegui sobre su compilación de los documentos de la Reforma Universitaria

en el artículo publicado en el Nº 12 de Amauta, titulado “La Reforma

Universitaria”. Los análisis de Mariátegui continuaron a lo largo de cuatro

números sucesivos de la revista, todos los cuales fueron compilados por la

Federación Universitaria de Buenos Aires en 1928. En uno de estos textos,

“Ideología y reivindicación de la Reforma”, expresaba que la lucha de los

estudiantes en Córdoba, por la reforma de la Universidad, señalaba el nacimiento

de la “nueva generación latinoamericana”. Y que la compilación realizada por Del

Mazo, ofrecía los testimonios que le otorgaban una “unidad espiritual al

movimiento”, cuyo proceso de agitación en Argentina, Uruguay, Chile y Perú,

acusaban el mismo origen e impulso, como estado de ánimo y corriente de ideas

fundadas en un “nuevo espíritu” similar. Su génesis, la ubicaba Mariátegui, en las

esperanzas mesiánicas y los sentimientos revolucionarios propias de la posguerra,

que repercutían particularmente en la juventud universitaria de América Latina.

La concepción difusa de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en

los jóvenes la ambición de cumplir una función heroica y de realizar una obra

histórica. Y frente a la constatación de las injusticias y fallas del régimen

económico social que imperaba, la voluntad y el anhelo de renovación

encontraban poderosos estímulos.

Al igual que Haya de la Torre, Mariátegui representaba para el movimiento

reformista una de sus figuras señeras, y ambos pertenecían al APRA. En sus

“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, citaba cuatro veces al

líder aprista Haya de la Torre, y respecto a los capítulos “el problema de la tierra”,

392 TARCUS, Horacio; Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 2002, pp. 236, 237. 393Idem, p. 237, 238.

307

y “el problema del indio”, Mariátegui confesaba que, al “revisar las pruebas” de

su libro, se encontró con el texto de aquel, publicado en Buenos Aires en 1927

con el título, “Por la emancipación de América Latina”. Manifestaba el ensayista

peruano la coincidencia entre ambos trabajos, en cuanto a los conceptos que

sostenían que la causa del problema del indio era social, y no racial, y que se

nutrían de los aportes hechos por Manuel González Prada desde 1904. Escrito este

trabajo encuentro en el libro de Haya de la Torre, ‘Por la emancipación de la

América Latina’, conceptos que coinciden con los míos sobre la cuestión agraria

en general y sobre la comunidad indígena en particular. Partimos de los mismos

puntos de vista, de manera que es forzoso que nuestras conclusiones sean también

la misma394 .También Mariátegui en el capítulo sobre “El proceso de literatura”

dedico algunos puntos a los escritores vinculados al APRA, Magda Portal y

Alcides Spelucín, y tributó elogios a González Prada, quien fuera el inspirador

intelectual de aquel movimiento.

Cabe señalar el significado político de destacar el primer texto publicado por

Haya de la Torre, por parte del autor de Mariátegui, que había motivado el

comienzo de la polémica de aquel con el Buró Sudamericano de la Internacional

Comunista, cuyo secretario era el dirigente argentino Victorio Codovilla. Una vez

publicado “Por la emancipación de América Latina”, el 15 de agosto de 1927, La

Correspondencia Sudamericana, que era la revista del Secretariado Sudamericano

de la Comintern, dio a conocer una editorial que llevó como sugestivo titulo:

“¿Contra el Partido Comunista?”. En esta se criticaban las posturas adoptadas por

Haya de la Torre, concluyendo con la denuncia del APRA como: forma orgánica

de una desviación de derecha, que comporta una concepción pequeño-burguesa y

que constituye una concesión que se hace a los elementos antiimperialistas no

revolucionarios395.

A pesar de los elementos que los unían entre sí, y diferenciaban a la vez de la

ortodoxia comunista, la decisión política tomada por los apristas en México el 22

de enero de 1928, de adoptar una nueva filiación con la creación del “Partido

394 PORTANTIERO, Juan Carlos; ob. Cit., p. 94. 395 ARICO, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p. 43.

308

Nacionalista Libertador”396 , que debía llevar a la presidencia de Perú a Haya de

la Torre, marcó un punto de inflexión para la relación entre Mariátegui y éste, que

los había mantenido aunados en su ideología e interpretación de los hechos

durante casi una década.

Las consecuencias de adoptar una nueva afiliación partidaria causo un cisma, sin

retorno entre ambos intelectuales y dirigentes políticos. Los primeros indicios de

esta ruptura se manifestaron de distintas formas en el mismo año 1928. En

septiembre Mariátegui publicó el articulo “Aniversario y balance”, en Amauta, en

su Nº 17, que cumplía dos años desde su creación. En él afirmaba que la revista

no había nacido para quedar en episodio, sino para hacer “ser historia y para

hacerla”. La historia era vista por el escritor peruano como la creación de los

hombres y las ideas, que era la misma fuerza con la que decía contar en sus

proyectos políticos y culturales. A la vez, era vista como duración, valorando la

prédica “constante, continua y persistente”. Se descartaba la “idea perfecta”,

absoluta, abstracta e indiferente a los hechos de la realidad, que se presentaba

como cambiante y móvil.

La idea era valorada por Mariátegui, como germinal, concreta y dialéctica, lo que

le daría operatividad y potencialidad, haciéndola capaz de ponerse en movimiento.

Así era definida Amauta, no como un divertimento de “intelectuales puros”, sino

profesando una idea histórica, sobre la base de una fe activa que obedecía a un

movimiento social de su tiempo. Y los aspectos que lo hacían distintivo como

tiempo histórico, se los daba la lucha establecida entre dos sistemas, dos ideas,

frente a lo cual no había margen posible para convertirse en espectadores. Este

mismo término había utilizado Mariátegui en la polémica sostenida un año antes

con el aprista Luis Alberto Sánchez, en el Nº 7 de Amauta, en la cual le replicaba

que mientras en sus escritos quedaba clara su filiación socialista, éste se definía

terminantemente como un “espectador”.

396 CROCE, Marcela (comp.); Polémicas intelectuales en América Latina: del meridiano intelectual al caso padilla, Buenos Aires, Ediciones Simurg, 2006, p. 154.

309

Para el autor del texto que recuperaba la máxima de Vasconcelos: “pesimismo de

la realidad y optimismo del ideal”, el trabajo de propugnar ideas nuevas traía

aparejado el de confrontarlas y oponerlas a las viejas, esto era polemizar con ellas

para proclamar su caducidad. Ser “nacionalista” por el género de los estudios, no

exigía serlo también en cuanto a su filiación política, como lo acusaba Sánchez.

En todo caso, Mariátegui distinguía el nacionalismo de los países europeos, que

era conservador porque sus fines eran imperialistas, del que existía en los pueblos

coloniales económicamente, que adquiría un carácter revolucionario, confluyendo

con el socialismo.

En esta lucha entre el capitalismo y el socialismo, no había lugar tampoco para

inventar un tercer término, la pura originalidad era una cuestión literaria y

anárquica afirmaba Mariátegui adscribiendo al socialismo. Y descartaba de este

modo su adscripción, asumiendo una total independencia, ante la idea planteada

por el aprismo de forjar un Partido Nacionalista. A partir de ese momento, se daba

por terminado el primer período de Amauta, caracterizado como la voz de un

movimiento, de una nueva generación, que buscaba precisar su definición

ideológica. De allí en más, adquiría el formato de una revista socialista, para

poder ser fiel a la revolución.

La revolución latinoamericana, será considerada por el director de Amauta, como

una fase de la revolución mundial socialista. A ella se le podrían agregar los

calificativos de antiimperialista, agrarista, o nacionalista - revolucionaria,

antecediéndolos, conteniendo y abarcándolos a todos el socialismo.

Frente a la Norte América capitalista, plutocrática e imperialista, Mariátegui

oponía una América, latina e ibera, socialista, como la mejor posibilidad, debido a

que la época de la libre competencia del capitalismo había dado lugar a los

monopolios. Como estos eran controlados por los imperios, y los primeros puestos

ya estaban definitivamente asignados, los países latinoamericanos dentro de un

orden capitalista no tenían asignado otro lugar que el de ser simples colonias.

El socialismo según el intelectual peruano, no era una doctrina indo-americana,

como pretendía serlo el APRA, lo cual resultaba imposible. A pesar de haber

310

nacido en Europa, el socialismo no era exclusivamente europeo, porque adquiría

como movimiento dimensiones mundiales, a lo que ningún país perteneciente a la

órbita de la civilización occidental podía sustraerse. Ya que esta civilización

conducía como ninguna lo pudo hacer hasta ese momento, hacia la universalidad.

En este marco, para Mariátegui, Indo América debía poseer universalidad y estilo,

pero no una cultura y un sino particulares. No queremos, ciertamente, que el

socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos

que dar vida, con nuestra propia realidad, con nuestro propio lenguaje, al

socialismo indoamericano397. Esta era la misión histórica que le asignaba a la

nueva generación, y así le respondía Mariátegui a las acusaciones de europeísta

hechas por Haya de la Torre en una carta enviada durante el año 1928. Incluso

rescataba la presencia del socialismo en la propia tradición americana,

mencionando a la incaica, como la más avanzada organización comunista

primitiva, que registraba la historia.

Capitalismo o socialismo era el principal problema de la época, terminaba por

señalar Mariátegui, en su polémica irreversible con Haya de la Torre, basada en

las diferentes filiaciones partidarias adoptadas. Dejando en claro su postura

revolucionaria, y adscribiendo a quienes mencionaba como hacedores de la

historia, Gobetti, Marx, Sorel y Lenin398, Mariátegui postulaba que el

materialismo socialista encerraba todas las posibilidades de elevación espiritual,

ética y filosófica.

Continuando con la postura adoptada, y ahondando la brecha irreversible abierta

entre las posturas políticas adoptadas entre Mariátegui respecto del APRA, el 7 de

octubre de 1928, aquel funda el Partido Socialista Peruano, siendo su primer

secretario general. También redactó sus principios programáticos, entre los cuales

se destacaban la concepción del carácter internacional del movimiento

revolucionario del proletariado, pero que el Partido Socialista se encargaría de

adaptar su praxis a las circunstancias concretas del país. La revolución socialista

397 MARIATEGUI, José Carlos; Obras Completas, Tomo 2, La Habana, Ediciones Casa de las Américas, 1982, p. 240. 398 Idem. 254.

311

definida como un movimiento mancomunado de todos los pueblos oprimidos por

el capitalismo.

Se adoptaba como método de lucha revolucionaria el marxismo-leninismo,

observado como el más acorde con la etapa del imperialismo y los monopolios. La

economía del Perú era interpretada como precapitalista, por falta de una clase

burguesa vigorosa, y debido a las condiciones nacionales e internacionales, que

determinaban un lento avance del país en la vía capitalista, lo que impedía su

liberación bajo el régimen burgués, por encontrarse enfeudados a los intereses

imperialistas, por intermedio de los sectores “gamonalistas” y clericales. Por lo

tanto, la emancipación del destino colonial del país, sólo se hacía posible por la

acción de las masas proletarias, que debían ser solidarias con la lucha

antiimperialista mundial. Por último, es dable destacarse que si bien el

proletariado aparecía en el programa partidario socialista como el sujeto activo y

sostenedor para el logro de las exigencias de la emancipación material e

intelectual de las masas, junto a él, Mariátegui establecía la participación de los

elementos conscientes de la clase media.

El año 1929, lo encontró al dirigente socialista peruano con un severo cuadro que

afectaba su salud, lo cual no impidió que siguiera impulsando sus iniciativas

políticas, que iban a encontrar con un nuevo obstáculo a enfrentar en el marco de

la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, reunida en Buenos Aires

entre el 1º y el 12 de junio. Participaron dirigentes internacionales, y 38 delegados

latinoamericanos que pertenecían a 14 Partidos Comunistas, entre los cuales se

encontraba incluido el Partido Socialista Peruano fundado por Mariátegui399.

La conferencia se llevaba a cabo, luego de la realización del Sexto Congreso de la

Internacional Comunista en 1928, en el cual se resolvió el cambio de estrategia de

frente único, para ingresar al tercer período. Este era caracterizado como el de

clase contra clase o de frente único por abajo, lo que significaba la caracterización

de los movimientos nacionalistas revolucionarios y reformistas de los países

dependientes o coloniales, y de las corrientes socialistas y socialdemócratas de la

399 TARCUS, Horacio; ob. Cit. p.65.

312

clase obrera en los países centrales, como enemigos principales del proletariado,

aunque se dejaba abierta la posibilidad de establecer un trabajo con los obreros

afiliados de aquellos partidos400. El cambio se producía luego del fracaso del

intento de alianza de los comunistas con la burguesía nacional en China. Las

consecuencias de este cambio de estrategia que adoptarán los Partidos Comunistas

a partir de ese momento, se manifestaban en el proceso de “bolchevización”

partidaria, y en un sectarismo obrerista junto a un anti intelectualismo.

Victorio Codovilla, como Secretario General del Buró Sudamericano, estuvo

encargado de realizar las invitaciones para la Conferencia de Buenos Aires. En la

carta enviada los miembros peruanos del Partido Socialista, adherido a la III

Internacional, manifestaba algunos contrapuntos que deseaba discutir con

Mariátegui, sobre el artículo “aniversario y balance”, publicado en Amauta. Las

diferencias que resaltaba Codovilla, se centraban en los conceptos referidos al rol

y la denominación del Partido, que se sustentarían sobre una base falsa401, con lo

que denotaba su posición rígida partidaria, que no dejaba pasar por alto los

aspectos disruptivos, en la concepción y la praxis propuestas por quién sostenía

que el socialismo en América no podía ser “calco ni copia”, sino creación heroica.

Se les ofreció por parte del secretariado sudamericano a la delegación peruana ser

informantes en dos temas: “la cuestión antiimperialista” y “las razas en América

Latina”. Codovilla propuso como delegados a la Conferencia a Ricardo Martínez

de la Torre, y a Mariátegui, quien no pudo concurrir por su estado de salud, sin

embargo el Partido Socialista Peruano, desconoció la orden, y nombró como sus

representantes al médico Hugo Pesce y al obrero textil, proveniente del

anarcosindicalismo, Julio Portocarrero. Ambos eran jóvenes, de 29 y 30 años, y

era comparable con la tradición de la Reforma Universitaria, por el hecho de

aunar obreros e intelectuales.

400“VI Congreso de la Internacional Comunista”, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p. 43. 401 TARCUS, Horacio; ob. Cit, p. 67.

313

A pesar de no haber podido concurrir personalmente, Mariátegui se encargó de

elaborar las dos “tesis ideológicas”, que presentaran los delegados peruanos a la

Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, y serán fuentes de duras

controversias con la cúpula del Buró Sudamericano. La primera de ellas llevaba

como título “El problema de las razas en la América Latina”, y estaba divida en

dos partes, la primera, “planteamiento de la cuestión” fue escrita íntegramente por

Mariátegui, y la segunda parte, “importancia del problema racial”, fue redactado

junto a Hugo Pesce.

La tesis sobre “El problema de las razas en la América Latina” fue discutida en la

sesión del 8 de junio, y Hugo Pesce en nombre del grupo socialista peruano,

mencionó en ésta que por primera vez un Congreso Internacional de los Partidos

Comunistas dedicaba su atención en forma tan amplia y específica al problema

racial en América Latina.

En esta tesis se proponía develar el hecho de que el problema de las razas servía

en América Latina, mediante la especulación intelectual y burguesa, para encubrir

o ignorar los verdaderos problemas del continente. La crítica marxista tenía la

obligación impostergable de plantearlo en sus términos reales, desprendiéndolo de

toda tergiversación casuística. Económicamente, social y políticamente, el

problema de las razas, como el de la tierra, es, en su base, el de la liquidación de

la feudalidad402. Las razas indígenas se encontraban en América Latina, en un

estado de atraso y de ignorancia, por la servidumbre que pesaba sobre ellas, desde

la conquista española. Esto llevaba al interés de la explicación de la condición de

las razas indígenas con el argumento de su inferioridad o primitivismo, por parte

de la clase explotadora, inicialmente española, y luego criolla. De esta forma, la

clase dominante no había hecho otra cosa que reproducir a nivel nacional interno,

las razones esgrimidas por la raza blanca en la cuestión del tratamiento y tutela de

los pueblos coloniales.

Mariátegui sustentaba estos planteos, en el análisis realizado por Vilfredo Pareto,

que enjuiciaba la hipocresía de la idea de la raza en la política imperialista y

402 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p. 166.

314

esclavizadora de los pueblos autodenominados “civilizados” modernos, que

justificaban sus conquistas y dominios sobre pueblos llamados de “raza inferior” y

que eran objeto de explotación por ellos, sustentándose en la teoría de Aristóteles

sobre la “esclavitud natural”. Pareto en su “Tratado de sociología general”, era

terminante en sus conclusiones sobre el tema: De esto resulta que un inglés, un

alemán, un francés, un belga, un italiano, si lucha y muere por la patria es un

héroe; pero un africano si osa defender su patria contra esas naciones, es un vil

rebelde y un traidor. Es necesario agregar que, con hipocresía verdaderamente

admirable, los buenos pueblos civiles pretenden hacer el bien de los pueblos a

ellos sujetos, cuando los oprimen y aún los destruyen403 . La explotación de los

indígenas en América Latina, también trataba de justificarse bajo el pretexto que

serviría a la “redención” cultural y moral de las razas oprimidas.

Como parte de su exposición analítica, el intelectual peruano sostenía que la

colonización de América Latina había tenido efectos retardatarios y deprimentes

en la vida de las razas indígenas. En el agro feudalizado, no había creado focos de

vida urbana, industrialización o maquinismo, en el latifundio, con la única

excepción de ciertas estancias ganaderas, el dominio español no tuvo un

significado de progreso, respecto de la cultura aborigen. Esta situación se definía

con la denominación del “problema indígena”, lo que implicaba la explotación de

los nativos en la gran propiedad agraria. El indio, de esta manera, en su gran

mayoría, lejos de ser un proletario, se había convertido en un “siervo”.

El capitalismo, como sistema económico y político en América Latina, se

manifestaba incapaz de construir una economía emancipada de las “taras

feudales”. El prejuicio de la inferioridad de la raza indígena, le consentía al

sistema una explotación superlativa de su trabajo, y no estaba dispuesto a

renunciar a ese aprovechamiento que multiplicaba la tasa de beneficios. En la

agricultura, el establecimiento del salario, o la adopción de la máquina, no

borraban el carácter feudal de la gran propiedad, ya que sólo perfeccionaban el

sistema de la explotación de la tierra y de las masas campesinas, por parte de los

burgueses y “gamonales”.

403 Ibidem, p. 167.

315

El imperialismo norteamericano e inglés, planteaba Mariátegui, se beneficiaba de

este esquema, porque el valor económico de estas tierras sería menor, si junto a

sus riquezas naturales no poseyeran una población indígena atrasada y miserable,

a la cual, asociados con las burguesías nacionales, podían explotar

extremadamente. El capitalismo extranjero se servía de la clase feudal para poder

aprovechar en su beneficio del trabajo de las masas campesinas. Incluso la

incapacidad de estos latifundistas, que eran herederos de los prejuicios, la

soberbia y arbitrariedad medioevales, para cumplir la función de jefes de

empresas capitalistas, determinaban que los imperialistas se vean obligados a

hacerse cargo de la administración de latifundios, y centrales.

Otra de las consecuencias fundamentales generadas a partir del “problema de la

raza” en relación con el imperialismo, tenía que ver con el espíritu de solidaridad

de clase que fomentaba la actitud la actitud de desprecio de los elementos

burgueses o feudales, que sentían hacia los indios, negros o mulatos. Este

sentimiento racial por parte de la clase dominante, actuaba como una actitud

decididamente favorable para la penetración imperialista. La solidaridad de clase,

se suma a la solidaridad de raza o de prejuicio, para hacer de las burguesías

nacionales instrumentos dóciles del imperialismo yanqui o británico404. Este

sentimiento se extendía a un sector importante de las clases medias, que

mantenían una actitud imitativa de la aristocracia y la burguesía en cuanto al

desdén por las masas indígenas, a pesar de que ellas mismas estaban compuestas

por el mestizaje.

Las posibilidades para que el indio se elevara material e intelectualmente,

dependían más que de una cuestión racial, del cambio de las condiciones

económico-sociales, que portaban en sus entrañas el germen del socialismo, lo

cual se podía realizar a través de la actividad política y cultural. El feudalismo

español se había superpuesto al agrarismo indígena, en el análisis desarrollado por

Mariátegui, aunque respetando en parte sus formas comunitarias. Como resultado

de esta adaptación, se conformó un orden estático, un sistema económico cuyos

404 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p. 171.

316

factores de estancamiento garantizaban la servidumbre indígena. Con la irrupción

de la industria capitalista, se produce una fisura de ese equilibrio, interrumpiendo

aquel estancamiento con la creación de nuevas fuerzas productivas y relaciones

sociales de producción. Aparece así el proletariado, creciendo gradualmente a

expensas del artesanado y la servidumbre. Se abría una nueva etapa de este modo

en la evolución económica y social de la nación, una era de contradicciones

concomitantemente por causa de la aparición y desarrollo, en el plano ideológico,

del pensamiento socialista.

El dinamismo de la economía capitalista, tornaba inestables todas las relaciones, y

junto a las contradicciones de las clases sociales se daban los contrapuntos

ideológicos, lo que para Mariátegui permitía la resurrección indígena. Aparecían

condiciones de posibilidad históricas para diagramar un plan de un Estado

socialista, basado en las reivindicaciones de emancipación de las masas indígenas.

Entraban en juego en este proceso de disputa, las fuerzas económicas, políticas,

culturales, ideológicas, por encima de los factores raciales. El capitalismo, con sus

conflictos, y sus mismos instrumentos de explotación, empujaba a las masas a la

necesidad de afrontar una lucha, para la cual requerían de una capacitación

material e intelectual, y poder estar en condiciones de presidir un orden nuevo.

El problema de las razas indígenas, delimitaba la tesis elaborada por Mariátegui,

no era común a todos los países de América Latina, ni presentaba en todos lo que

lo sufrían las mismas proporciones y características. En algunos países

latinoamericanos tenía una localización regional, sin una gran influencia en el

proceso social y económico. Sin embargo, en países como Perú y Bolivia, y en

alguna medida en Ecuador, en los cuales la mayor parte de la población era

indígena, la reivindicación del indio como sujeto histórico, se transformaba en la

reivindicación popular y social prioritaria.

En estos países, el factor de la raza se hallaba mezclado con el de la clase social,

por lo tanto una política revolucionaria no podía pasarlo por alto. El indio

quechua o aymara ve su opresor en el “misti”, en el blanco. Y en el mestizo,

únicamente la conciencia de clase, es capaz de destruir el hábito del desprecio,

317

de la repugnancia por el indio405. No era raro encontrar en los propios grupos de

la ciudad que se proclamaban revolucionarios, afirmaba Mariátegui, el prejuicio

de la inferioridad del indio, y su resistencia a reconocer en él una simple herencia

y contagio del ambiente.

El indio alfabetizado, al cual la ciudad corrompía, convirtiéndolo en un auxiliar de

los explotadores de su raza, al ponerse en contacto con el ambiente obrero

revolucionario, asimilaba sus ideas transformadoras, comprendiendo el valor

como instrumento de emancipación de la raza oprimida, por la misma clase que

explotaba en la fábrica al obrero. De esta forma descubría en el trabajador a un

hermano de su clase. En base al análisis de esta realidad, que partía del escenario

principal en el que lo tuvo como protagonista, Mariátegui concluía en su tesis que

el realismo de una política socialista, segura y precisa en la apreciación y

utilización de los hechos de los países sobre los cuales le tocaba actuar, debía

necesariamente convertir al factor raza en un factor revolucionario.

A la vez, el problema indígena se encontraba plenamente relacionado con el

problema de la tierra. La tesis de la delegación socialista peruana denunciaba que

la ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas, no eran más que la

consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal era el causante de que se

mantuviera la explotación y la dominación absolutas de las masas indígenas por

la clase propietaria. La lucha de los indios contra los “gamonales” se basaba en la

defensa de sus tierras, contra su concentración y el despojo. Aquí se hallaba el

punto principal de la reivindicación indígena, esto era la lucha por la tierra. A este

anhelo histórico, sugerían los miembros del Partido Socialista Peruano, que había

que darle un carácter organizativo, sistemático y definido. Ello se hacía viable por

el hecho de que las comunidades indígenas demostraron bajo su dura opresión,

condiciones de resistencia y persistencia, que representaban para Perú un factor

natural de socialización de la tierra. Sólo había que recurrir para esta tarea a los

hábitos comunitarios que tenían arraigados los indios, lo cual podía transformarse

en cooperación con la adjudicación de las tierras de los latifundios a las

comunidades.

405 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.175.

318

La segunda tesis escrita por Mariátegui para la conferencia, fue leída por Julio

Portocarrero, y se titulaba “Punto de vista anti-imperialista”. En ella comenzaba

preguntándose si sería pertinente la asimilación de la situación de las republicas

latinoamericanas con la de los países semi-coloniales. Así los había caracterizado

el Sexto Congreso de la Tercera Internacional Comunista, a partir del informe

presentado por Jules Humbert-Droz, inspirado en los ejemplos de semicolonias

que estarían dados por China y Turquía. La intención era imponer una visión

determinada para la revolución latinoamericana, que se basaba en una copia de la

estrategia diseñada para las colonias europeas en Asia y Oriente. Esto implicaba la

realización de un frente con las burguesías nacionales, para poder llevar a cabo las

tareas de una revolución democrática burguesa.

Lenin, había establecido un análisis diferente del que se intentaba imponer desde

la Tercera Internacional, bajo la redefinición de la estrategia revolucionaria

durante el tercer período. El líder bolchevique mencionaba que Argentina, en

cuanto a su dependencia financiera con respecto a Inglaterra, era uno de los

ejemplos de un tercer tipo de países, influidos en la época del imperialismo

capitalista, por la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y

político del mundo, que crearon una serie de formas de “transición” de

dependencia estatal406. Allí se establecía un lazo articulador entre el capital

financiero apoyado por la diplomacia de Londres y la burguesía argentina,

constituyéndose en los sectores dirigentes de su vida económica y política. Los

aspectos básicos de estos países eran los de poseer políticamente independencia

desde un punto de vista formal, pero en realidad encontrarse envueltos en una red

de dependencia de financiera y diplomática.

Las burguesías nacionales de los países latinoamericanos, destacaba Mariátegui,

que veían en la cooperación con el imperialismo la fuente principal de sus

beneficios, se sentían como poseedoras del poder político, despreocupándose de la

soberanía nacional. Estas burguesías, fundamentalmente en América del Sur, que

no conocían todavía la ocupación militar norteamericana, con la excepción de

406 LENIN, Vladimir; ob. cit., p.105.

319

Panamá, no manifestaban ninguna predisposición para luchar por la “segunda

independencia”. Por medio de la presencia del espíritu de las revoluciones

independentistas, mantenido en la conciencia de la burguesía y la pequeña

burguesía, a través de sus mitos y símbolos, la “ilusión” de la soberanía nacional

conservaba sus efectos. En este sentido, criticaba al aprismo por suponer que en

esas capas sociales se iba a producir un sentimiento de nacionalismo

revolucionario, parecido al que en condiciones distintas, representaba un factor de

la lucha antiimperialista en los países semicoloniales de Asia, como en el caso de

China.

Mariátegui se oponía a la propuesta del APRA para América Latina, de formar un

Kuo-Ming-Tang, como forma de evitar la imitación “europeísta”, y acomodar la

acción revolucionaria a una correspondencia “exacta” con la propia realidad. Esta

definición política estaba fundada, en la explicación de que la colaboración de la

burguesía e incluso de algunos elementos feudales en China, se sustentaba en

razones de raza y de civilización nacional inexistentes en los países

latinoamericanos. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al

desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde con el

desprecio y orgullo de su tradición milenaria. El antiimperialismo en la China,

puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista407. En

“Indo-América” las circunstancias eran distintas, a causa de que la aristocracia y

la burguesía autóctonas, no se sentían solidarizadas con su pueblo, por el lazo de

una historia y de una cultura común. Esto era definido como un aspecto de la

psicología política, que no debía subestimarse a la hora de precisar las

posibilidades de la acción antiimperialista, lo cual se resaltaba que había sido

relegado en la teorización aprista.

El factor nacionalista, concluía Mariátegui, no era decisivo en la lucha

antiimperialista en América Latina. Aunque, diferenciaba algunos países como

Argentina, por la existencia de una burguesía numerosa y rica, en donde la

personalidad nacional adquiría contornos más claros, permitiendo que el

antiimperialismo sea influyente en los sectores burgueses. Pero ello estaba

407 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.188.

320

promovido por razones de expansión y crecimiento capitalistas, a diferencia de las

razones de justicia social, e ideológicamente socialistas, como era planteado por el

intelectual peruano. Estos criterios desde donde se asumía un punto de vista

antiimperialista, a la vez, permitía ponerse a salvo de la posibilidad de una

traición por parte de la burguesía, como ocurriera en China, con la ruptura del

Kuo-Ming-Tang, aún en un país en donde esta clase social podía adoptar un

sentimiento nacionalista revolucionario.

La tesis del creador del Partido Socialista Peruano, sostenía que la diferencia

principal se daba entre dos sectores, el que había aceptado los principios del

APRA, como un plan de frente único, lo que no implicaba su adhesión a un

partido político, ni su futura conversión en ello. Y el otro sector, que había

definido a aquella organización en los términos de un Kuo-Ming-Tang

latinoamericano. El punto neurálgico que separaba ambas posturas políticas, e

ideológicas, lo establecía el hecho de que mientras el grupo liderado por

Mariátegui permanecía fiel a la concepción “económico-social” revolucionaria del

antiimperialismo. El otro sector, que estaba encabezado por Haya de la Torre,

suponía que al asumir una posición antiimperialista los transformaría

automáticamente en socialistas o de izquierda; se elevaba así su posicionamiento

en ese terreno a la categoría de una actitud o un programa político, autosuficiente,

el cual llevaría “espontáneamente” al socialismo o a la revolución social.

La adopción de esta última posición ideológica, era criticada por Mariátegui,

porque llevaría a una sobreestimación del movimiento antiimperialista, que se

manifestaba con las expresiones de la lucha por la “segunda independencia”. Esta

postura era señalada como la causa de la tendencia a reemplazar las ligas

antiimperialistas por un organismo político. Del APRA, concebida inicialmente

como frente único, como alianza popular, como bloque de las clases oprimidas,

se pasa al APRA definida como el Kuo-Mingtang latinoamericano408.

El antiimperialismo que postulaba Mariátegui como referente del socialismo

peruano, no se proponía constituir un programa político, o un movimiento de

408 MARIATEGUI, José Carlos; ob. Cit., p.190.

321

masas con el objetivo de hacerse con la conquista del poder. Aunque se admitiera

como posibilidad la capacidad de antiimperialismo para movilizar al lado de las

masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas,

para el intelectual peruano esto no implicaba que se anularán los antagonismos

entre las clases sociales, ni se suprimían las diferencias de sus intereses. La

conclusión a la que llegaba, el autor de la tesis, era que sólo por intermedio de una

revolución socialista se lograría oponer al avance del imperialismo una verdadera

valla que lo detuviera definitivamente. Y en sintonía con ello, afirmaba de manera

terminante Mariátegui, que la adopción de la postura antiimperialista devenía de

ser marxistas, esto era revolucionarios, por el hecho de oponer al capitalismo, el

socialismo como sistema antagónico.

Robert París, señala que una de las principales causas del desacuerdo que opondrá

al Partido Socialista del Perú, y a los representantes de la Internacional Comunista

durante la Conferencia de Buenos Aires en 1929, residía en el rechazo por parte

de Mariátegui a aplicar al problema indígena la consigna leninista de la

autodeterminación, y no tratarlo en los términos de la “cuestión nacional”,

definiéndolo en cambio, por medio de su identificación circunscripta a: la

explotación feudal de los indios en la gran propiedad agraria409. Cuatro quintas

partes de la población peruana, destacaba Mariátegui, vivían en condiciones de

servidumbre, lo que hacía del Perú una nacionalidad en formación, cuyos

cimientos se los daría la asimilación del componente mayoritariamente indígena

como integrantes de la misma, por lo tanto el socialismo peruano debía

solidarizarse, en primer lugar, con las reivindicaciones del indio.

Tanto las dos tesis redactadas por Mariátegui, como la organización política y los

delegados que vehiculizaron sus postulados, produjeron un debate en la Primera

Conferencia Comunista Latinoamericana, que pronto se transformó en una franca

oposición y hostigamiento por parte de la ortodoxia partidaria contra lo que

denominara como una “desviación latinoamericanista”. Codovilla como miembro

409PARIS, Robert; “Para una lectura de los 7 ensayos”, en Arico, José; Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1978, p 317.

322

del Buró Sudamericano de la Internacional, fue informante principal y autor del

“Proyecto de Tesis sobre el Movimiento Revolucionario en América Latina”410. A

la vez, el dirigente del Partido Comunista Argentino, fue el que utilizó aquella

denominación que descalificaba los planteos elaborados por el intelectual

peruano, por no estar acordes con la uniformidad de las categorías universalistas

que pretendían imponerse desde los ámbitos oficiales tributarios de Moscú.

Algunos de las categorías que eran consideradas como verdades absolutas por

parte de la ortodoxia comunista, representada en la Conferencia por Codovilla y

Droz, tenían que ver con las fórmulas de: “las semicolonias”, “el retraso feudal”,

la “revolución agraria y antiimperialista” “la revolución democrático-burguesa” y

una táctica “obrerista”. Todos las cuales de alguna forma, fueron sometidas a una

crítica superadora, por el pensamiento esbozado por Mariátegui, y el Partido

Socialista Peruano, que propugnaban una estrategia socialista articulada a través

de una táctica amplia y frentista, con la constitución de un bloque nacional entre

el campesinado indígena que representaba cuatro quintas partes de la población

peruana a los que debía asimilarse como miembros de la nación, y el proletariado.

El horizonte del intelectual peruano, iba más allá de la coyuntura histórica, se

relacionaba con la búsqueda por medio del conocimiento y la praxis, de los

diferentes arietes que componían la realidad específica, rompiendo con la

tradición de tratar la identidad y la realización nacional a partir de un solo centro

que eliminaba y absorbía todas las influencias y componentes étnico-culturales y

sociales que no pertenecieran al mismo, ya que reconocía las diversas tradiciones

históricas como la indoamericana, la hispano-colonial y la criollo-liberal,

articulándolas en su complejidad de manera renovadora con el espíritu de su

tiempo contemporáneo, que era socialista y revolucionario, imprimiéndole así una

característica novedosa al análisis de la dinámica política constitutiva de América

Latina y sus naciones.

Quizás por esta misma búsqueda, otro intelectual comprometido con su tiempo,

surgido del movimiento de la Reforma Universitaria de Córdoba, como fue

Deodoro Roca, haría un rescate de la figura de Mariátegui, tempranamente, y en

medio de su silenciamiento, por no caber encasillarlo dentro de sus filas, tanto por

410 TARCUS, Horacio; ob. Cit, p.69.

323

parte de la ortodoxia comunista, como del aprismo. En un artículo escrito en 1936

en el periódico Flecha, que al igual que Amauta excedía los cánones literarios y

políticos impuestos, dirigido por el autor del Manifiesto liminar, recuperará el

perfil intelectual del escritor peruano para proyectarlo en la perspectiva histórica:

tiene más sentido, y está más enraizado en lo americano - en lo específicamente

americano– un José Carlos Mariátegui que un Drago o un Ruy Barbosa,

visionarios del Derecho Internacional, pero insensibles a las urgencias

dramáticas y embravecidas del Derecho Social411.

Deodoro Roca y la posición de un reformista ante el nuevo escenario político internacional. En 1928, la Unión Latinoamericana de Córdoba, presidida por Deodoro Roca

iniciaba sus actividades públicas, con la presencia del escritor antiimperialista

centroamericano, Máximo Soto Hall. Éste, había escrito un libro en aquel año

titulado: “Nicaragua y el Imperialismo Norteamericano”, en el cual además de

reivindicar la figura de Augusto Cesar Sandino como un verdadero patriota, se

consideraba que el “panamericanismo oficial” estaba llegando a su fin luego de la

VI Conferencia Panamericana. Como contraposición ante aquel, Soto Hall

destacaba la existencia de un “americanismo fraternal”, sustentado por: los

intelectuales, los periodistas, los estudiantes, los obreros, los hombres todos de

buena voluntad del continente412. Manuel Caballero señala que en el mismo año

1928 se produjo el “Descubrimiento de América”, por parte del Sexto Congreso

de la Internacional Comunista413, que abarcaba el reconocimiento de Estados

Unidos como una potencia mundial, junto a las posibilidades revolucionarias de

las sociedades latinoamericanas, aunque en este caso, al no tratarse de una

sociedad capitalista industrial, estaban ante un territorio desconocido, que ponía

en duda que tipo de revolución necesitaría realizar. A pesar de los intentos de

Humbert-Droz, en su informe sobre la región latinoamericana presentado al

Congreso de la Internacional, que buscaba dar cuenta de las diversas situaciones 411 ROCA, Deodoro; El difícil tiempo nuevo, Buenos Aires, Editorial Lautaro, 1956, p.133. 412 SOTO HALL, Máximo; Nicaragua y el imperialismo norteamericano, Buenos Aires, Artes y Letras Editorial, 1928, p. 109. 413CABALLERO, Manuel; La Internacional Comunista y la Revolución Latinoamericana, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1987, pp. 107 a 120.

324

de los países latinoamericanos, desaconsejando incluirlos en una definición

común o única, se terminó imponiendo el criterio de su caracterización como

“semicoloniales”.

En este contexto, en donde se producía el descubrimiento de América, por parte

de la Internacional Comunista, impulsado entre otros acontecimientos por la lucha

protagonizada por Sandino en Nicaragua contra las fuerzas de ocupación

norteamericanas, Deodoro Roca, pronunció el discurso de recepción de Soto Hall,

que llevaba como título “El drama de América”, y en el cual aparece un análisis

que da cuenta de las características del problema del imperialismo norteamericano

en Latinoamérica, que el intelectual cordobés ya había comenzado a investigar

desde hacía más de una década, a partir de su tesis doctoral, en donde abordó la

Doctrina Monroe. Comenzaba su discurso, Deodoro Roca, aseverando que

América del Norte anhelaba desbordarse hacia las fronteras que lo dividían con el

continente latinoamericano, impulsado por un estímulo económico, que lo inducía

a la búsqueda de mayor riqueza. Pero además, se le sumaba un sentimiento

mesiánico, que lo induciría a tutelar a países como los centroamericanos, con la

misión de “salvarlos” ante: una supuesta barbarie, o de una corruptora lentitud, y

de librar también al mundo del peligro asiático-amarillo o ruso rojo414. Sin

embargo, destacaba Deodoro Roca, que este espíritu anexionista no era novedoso,

ya que se remontaba a 1903, con la Enmienda Platt -por la cual se le había

otorgado el “derecho” de intervenir en su territorio por parte del gobierno de Cuba

al de los Estados Unidos-, aunque el proceso de influencia en los países

latinoamericanos, y su correlativa doctrina intervencionista, recién a mediados de

la década de 1920 adquiría su máxima expresión. Esto se debía al rol

desempeñado por la oficina panamericana de Washington, disimulando la “misión

tutelar” que se atribuía Estados Unidos en relación con los demás países

americanos, sustentándose en la elasticidad de la Doctrina Monroe.

La Unión Panamericana se había constituido con el objeto de promover la

cooperación económica, social e intelectual y recurrir al arbitraje para resolver los

conflictos entre sus miembros, pero Deodoro Roca denunciaba que funcionaba

414 ROCA, Deodoro; ob. Cit., p. 186.

325

como una oficina del gobierno norteamericano, al servicio exclusivo de su interés,

y como salvaguarda de su política imperialista desplegada en la región. Cada una

de las seis conferencias celebradas por aquella organización, había estado

impulsada por el hecho de disimular algún acto de sojuzgamiento, agresión, o para

acallar protestas o desviar hacia otros focos la atención del continente. La sexta

conferenciaba realizada en la Habana, se llevaba adelante mientras eran

bombardeadas las selvas de Nicaragua por aviones norteamericanos.

En el texto escrito por Deodoro Roca en 1928, “Mr. Monroe viaja a sus colonias”,

incluso avanza en las posibles respuestas de las naciones latinoamericanas ante los

embates del imperialismo norteamericano, mientras que la Internacional

Comunista proponía a los habitantes del continente el inicio de un proceso

revolucionario, con desconocimiento del tipo de sociedades existentes. Los

peligros que rodeaban a los pueblos latinoamericanos, y de los cuales debían

tomar conciencia, tenían relación con el nuevo mecanismo de intromisión del

imperialismo, que había sido analizado por Ingenieros. Ello se daba por medio de

los Tratados estipulados por los países, que a cambio de empréstitos públicos,

autorizaban a una potencia extranjera, a intervenir en las aduanas, y en

determinados conflictos internos. Este procedimiento desplegado por el

imperialismo norteamericano fue definido por Deodoro Roca, como la técnica de

las “violaciones internacionales”. El desafío principal consistía en evitar, por parte

de los países latinoamericanos, que las fuentes vitales de riqueza, en referencia a

la tierra, el subsuelo y los transportes, sean monopolizados por corporaciones

extranjeras. En primer lugar, recomendaba Deodoro Roca, incitar a la juventud

latinoamericana a seguir los estudios de las carreras específicas relacionadas con

la economía política, para propender a redimir la economía del predominio

extranjero de tipo imperial, para poder organizarla con técnicos y capitales

propios. Todo lo cual, conducía a concluir que se tornaba necesaria para el

continente otra estructura internacional, que debía constituirse en base a la

existencia de nacionalidades libres e interdependientes. A diferencia del proyecto

de Bolivar, la propuesta de Deodoro Roca tomaría la forma de una “anfictionía

económica” de naciones latinoamericanas, alejada de cualquier tipo de tentación

imperialista.

326

En “paz y petróleo”, escrito en 1929, el intelectual argentino definía como la más

dramática de los tiempos modernos, a la lucha por el petróleo. Los dos

“leviatanes” en pugna por las fuentes energéticas mundiales, que representaban al

grupo norteamericano, con la Standard Oil Company, y el grupo europeo a través

de la Shell Company, se encontraban actuando en territorio latinoamericano,

imponiendo sus intereses a la voluntad de los Estados. Impulsadas por lo que

Deodoro Roca llamaba la “paz bélica” del período de la posguerra, los países

“rectores” se encontraban imbuidos por el sentimiento de la hegemonía mundial,

inducidos por la abierta disputa por el petróleo. El capitalismo de “posguerra”

acusaba en base a este análisis, una tendencia orgánica hacia la especulación, que

lo llevaba a “inflar” los valores en las bolsas, o a lanzarse “vorazmente” sobre las

riquezas de los pueblos débiles. Todos los caminos, señalaba quien presidía la

Unión Latinoamericana de Córdoba, conducían a convertir a América del Sur, en

el nuevo escenario de aquella disputa hegemónica. Las guerras comerciales que

tenían lugar, eran definidas como parte de la historia de los trusts. En términos

dramáticos se preguntaba Deodoro Roca cuanto iba a durar la paz que tenía lugar

hasta ese momento, a lo que respondía de manera incisiva y previsora, que en el

momento en el cual se impusiera alguno de los rivales que pugnaban por manejar

los oleoductos sudamericanos, reaparecería la guerra reforzando al leviatán.

327

A modo de conclusión.

La Reforma Universitaria de 1918, como vimos, se comenzó a gestar desde 1916,

con la conformación de uno sus actores protagónicos, como fue la “Asociación

Córdoba Libre”. En este grupo, se destacaron determinados intelectuales, cuyos

casos paradigmáticos los representaron Deodoro Roca y Saúl Taborda.

Impulsados, por un lado, por la renovación institucional en el país, que iniciaba la

Presidencia de Hipólito Yrigoyen, con el acceso del radicalismo al gobierno

nacional por primera vez, y además fortalecida por la presencia parlamentaria del

Partido Socialista, quién también tuvo un crecimiento cualitativo a partir de la ley

Saénz Peña. Señalamos que fueron esos dos movimientos de ideas e identidades

políticas, las que tuvieron como fuerzas políticas una incidencia mayor, en el

proceso de gestación de la Reforma Universitaria. Y por otro lado, encontró una

fuente de influencia importante, por medio del contexto internacional de

transformaciones políticas, con las secuelas de la “Gran Guerra Europea”, la

Revolución Rusa y la “Revolución Mexicana” en el Continente Latinoamericano,

los jóvenes universitarios emprendieron una disputa cultural y política, cuyo

punto máximo tuvo lugar a mediados de 1918, con la aprobación del gobierno

nacional de los nuevos estatutos, discutidos y elaborados por los estudiantes

reunidos en un congreso nacional en el marco del conflicto. La lucha se produjo

desde el comienzo en la esfera ideológica, otorgándole relevancia al papel de los

intelectuales, para luego concatenarse con la vida política, potenciándose así su

influencia en el plano del Estado y la sociedad, a través de la vinculación

incipiente, aunque todavía inorgánica, con el movimiento obrero.

El desafío emprendido por la “nueva generación intelectual” no fue menor, al

tener como contrincantes a un bloque histórico, que hundía sus raíces en la

tradición contrarrevolucionaria jesuítica, constituido en un tipo de “aristocracia

doctoral”, cuyo eje principal del poder se encontraba ligado con su pertenencia a

la Universidad de Córdoba. Por lo tanto, resultó apropiado, tomar de Portantiero y

Gramsci, el concepto de kulturkampf, para definir y caracterizar la dinámica que

adquirió esta disputa cultural y política, como voluntad de construcción de una

contrahegemonía por medio de una reforma intelectual y moral, en cuyo marco se

produjeron Manifiestos, declaraciones o actos públicos, que fueron dándole forma

328

a un ideario genuino reformista, que tuvo una inmediata proyección nacional y

continental.

El nuevo sujeto pedagógico y político, que se erigió desde ese momento como un

actor preponderante, en la mayoría de los países latinoamericanos, fue la juventud

universitaria, que abarcaba principalmente a los estudiantes, junto a los graduados

y profesores jóvenes. Con una fuerte carga de influencia del “Ariel” de Rodó y su

vindicación de la condición juvenil americana, acompañada de su contraposición

idealista con la “nordomanía”, las clases medias constitutivas de la nueva

generación intelectual, se encontraban en una situación estructural que las aislaba

de la producción, circunscribiendo su accionar emancipador al plano estricto del

espíritu o cultural. Haciendo la salvedad, a partir de los planteos de Bourdieu, que

las características de las distintas clases sociales no dependen solamente de su

posición diferencial en la estructura social, sino además de su peso funcional en

esa estructura.

Por ejemplo, en las sociedades en que es débil el desarrollo de la economía,

específicamente de la industria, sólo confiere a la burguesía industrial y al

proletariado, un débil peso funcional, por la preponderancia del sistema de

relaciones entre la pequeña burguesía que suministra los cuadros administrativos

del Estado y un inmenso subproletariado, formado por desocupados, trabajadores

intermitentes de las ciudades y campesinos “desarraigados”, que determina la

estructura social. De esta forma, para Bourdieu, la pequeña burguesía de

trabajadores permanentes y no manuales, podía presentar numerosos rasgos que la

acercaban a las clases medias de sociedades más desarrolladas desde el punto de

vista económico y político. Las conductas asumidas por esta pequeña burguesía,

podrían ir de la inclinación al “ascetismo y al moralismo”, y en el orden de la

acción política se caracterizaría por su posición respecto al proletariado, el cual

impugnaba el “aburguesamiento” y los privilegios de aquella, pero encontrándose

en una posición como clase, muy débil para poder imponerle sus exigencias.

Esta situación estructural es asimilable a la que atravesaba la juventud

universitaria en Córdoba, en cuanto a su pertenencia social, y su condición de

clase. Aunque otro aspecto que señala Bourdieu, que hay que valorar, además de

329

las relaciones que objetivamente mantiene con las demás clases sociales, para

poder definir las propiedades de determinada clase social, tiene que ver con el

hecho de que los individuos que la componen entran deliberada u objetivamente

en relaciones simbólicas. Ellas expresan las diferencias de situación y posición de

clase, que se convierten en “distinciones significantes”, adquiriendo una

independencia relativa el orden propiamente cultural, a través de la asimilación de

marcas de distinción, gracias a las cuales los sujetos sociales manifiestan y al

mismo tiempo constituyen para sí mismo y para los otros, su posición en la

estructura social, y la relación que mantienen con ésta.

Contemplando las definiciones establecidas por Bourdieu, podemos afirmar que el

sujeto político cultural impulsado por la Reforma Universitaria, se constituyó en

su momento fundacional, estrechando un lazo de mutua solidaridad con los

trabajadores, que aunque pudo pretender adquirir cierto carácter tutelar por parte

de la juventud universitaria hacia aquellos, y cuyas causas se podrían rastrear en

las condiciones de la estructura social de Córdoba, en la que cumplía un rol

preponderante la aristocracia doctoral, se establecieron desde allí, relaciones de

mutua reciprocidad entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero.

La existencia en Argentina, del Partido Socialista, la Unión Cívica Radical, el

Partido Demócrata Progresista y el Partido Socialista Internacional, antecesor del

Partido Comunista, constituyeron un límite concreto a la posibilidad de poder

conformarse como un partido político por parte de la juventud universitaria, tal

como ocurrió en otros países latinoamericanos. El proceso de constitución de las

clases sociales modernas en Argentina, ya había estipulado la representación

partidaria de cada una de ellas, con antelación a la consolidación del movimiento

reformista como nuevo sujeto político. Sin embargo, este pudo generar un ideario,

en donde se destacaba: el nuevo formato institucional para las Universidades,

como producto de la deliberación y creación de los propios estudiantes; al igual

que las nociones latinoamericanistas devenidas en antiimperialistas; junto a una

solidaridad obrero-estudiantil en gestación.

Desde el momento en que se conformó el Comité Pro Reforma Universitaria, en

marzo de 1918, la lucha emprendida por el movimiento estudiantil no fue lineal.

330

La derrota del candidato a Rector de la juventud reformista, en manos del

candidato de la Corda Frates, en las elecciones del 15 junio en la Universidad de

Córdoba, provocó un cambio cualitativo en su accionar. Como consecuencia

inmediata, y expresando una impugnación ante este suceso, se decretó una huelga

estudiantil, acompañado de actos públicos de protesta, y producto de las

deliberaciones del congreso nacional de estudiantes, se sentaron las bases para el

nuevo formato institucional de las Universidades Nacionales. Esta dinámica

adquirida por el movimiento estudiantil argentino, tuvo como punto de llegada la

toma de la Universidad el 9 de septiembre, llevándolo a los márgenes de la

legalidad institucional, para poder conseguir la segunda y definitiva intervención

del gobierno nacional, que suscribió mediante un decreto, el 12 de octubre, las

reformas impulsadas por la juventud universitaria.

Merece destacarse, que el momento de mayor ebullición a lo largo de 1918, año

que se inició y concluyó prácticamente con la Reforma Universitaria en Córdoba,

coincidió con la reorganización y el accionar desplegado por el movimiento

obrero cordobés, como lo señala Ofelia Pianetto. Esto se produjo entre julio y

agosto, y se dio por la correspondencia entre la huelga más importante llevada a

cabo por la Federación Obrera Local, y la situación de huelga estudiantil y

movilizaciones públicas en la cual se encontraba la Federación Universitaria de

Córdoba luego de la impugnada elección rectoral. Hubo complementariedad tanto

por la mutua participación en los actos públicos, que le daban un carácter

multitudinario a cada uno de ellos, como por encontrarse juntos en los

enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, y compartir sus sedes organizativas

ante situaciones de clausura o represión.

Esta relación establecida entre el movimiento estudiantil en Córdoba y el

movimiento obrero, tomó dimensiones nacionales desde los acontecimientos de la

“Semana Trágica”, que implicó una actitud de solidaridad y apoyo de la

Federación Universitaria Argentina frente a la represión sufrida por aquellos, y la

aparición en el escenario político de un nuevo contrincante en común, como fue la

“Liga Patriótica”. Esta actitud, por parte de los estudiantes se mantuvo a lo largo

de la década de 1920, como en el apoyo a la huelga de las maestras de Mendoza.

También, se expresó con el rechazo de la federación estudiantil, a concurrir a un

331

congreso universitario, al que la sociedad científica argentina los había invitado,

por causa de la omisión de incluir entre las “fuerzas vivas” asistentes al mismo, a

la clase obrera, cuyo ideal de justicia social, manifestaban compartir. Finalmente,

las distintas formas de extensión universitaria, fueron otro de los mecanismos que

propiciaron el asentamiento de la relación establecida, entre trabajadores y

estudiantes.

La actuación de los dos líderes políticos más importantes argentinos del período

fue decisiva, para que se pudiera concretar la Reforma Universitaria. Juan B.

Justo, dirigente del Partido Socialista, y promotor de los sucesos que

desencadenaron la primera reforma de los Estatutos de la Universidad de Buenos

Aires en 1906, cumplió un papel protagónico para el desenlace de la Reforma

Universitaria de 1918, por intermedio de su actuación parlamentaria. Justo, como

diputado nacional, realizó un minucioso diagnóstico de la crisis en la que se

encontraba inmersa la Universidad de Córdoba, que apuntaló e influyó en la

decisión tomada por el gobierno nacional de intervenir nuevamente ésta casa de

altos estudios, con la consecuente aprobación del nuevo formato institucional que

regirá sus destinos.

En el caso de Hipólito Yrigoyen, como Presidente de la República, tomó las

decisiones políticas que permitieron la realización de los postulados proyectados

por la juventud universitaria. Esto fue posible, incluso contra la voluntad de un

sector de su propio partido político en Córdoba, que tenía fuertes lazos vinculados

al clericalismo y a la Corda Frates. La firme definición adoptada por Yrigoyen,

no se detuvo ante los embates a los que estuvo sometida la primera intervención, y

frente a ello insistió con una segunda y definitiva intervención que garantizará la

Reforma Universitaria de 1918. Las influencias krausistas en el ideario

yrigoyenista, permiten explicar su voluntad política, basada en los principios

filosóficos y educativos de aquella escuela, que había realizado innovaciones

institucionales como la Institución Libre de Enseñanza. Claro, que también hay

que mencionar su conveniencia desde el punto de vista de la política interna, ya

que mediante la reforma se quitaba poder a los conservadores en uno de sus

bastiones de resistencia a los cambios, junto al Senado Nacional, como eran las

Universidades.

332

El ideario de la Reforma Universitaria se nutrió fundamentalmente de las nuevas

bases institucionales sentadas por los estudiantes, junto a los Manifiestos, textos y

discursos, elaborados tanto por parte de los miembros del movimiento, como

fueron Deodoro Roca, Saúl Taborda, Julio V. González y Héctor Ripa Alberdi.

También, por intelectuales que adhirieron a los postulados reformistas,

imprimiéndoles su sesgo, como José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ricardo Rojas

y Alejandro Korn. Ello, permitió su amplia difusión y reconocimiento en los

ámbitos culturales y políticos del país. A la vez, por pertenecer todos ellos, a lo

que Patricia Funes define refiriéndose a los pensadores latinoamericanos de la

década de 1920, como una “cofradía intelectual”, que se auto reconocía y

reproducía sus obras mutuamente.

Como balance global del proceso reformista en Argentina, entre 1916 y 1920,

podemos señalar, la importancia de la formación de las distintas organizaciones,

integradas por jóvenes intelectuales o estudiantes universitarios en Córdoba, que

permitieron viabilizar la renovación cultural y política iniciada luego de la sanción

de la ley Sáenz Peña. Tanto la Asociación Córdoba Libre, en un primer momento,

como luego el Comité Pro Reforma Universitaria, transformado en la Federación

Universitaria de Córdoba, y la propia Federación Universitaria Argentina,

aparecida durante el desarrollo del conflicto, lograron constituir, junto a

profesores universitarios liberales, y con el apoyo del yrigoyenismo, el socialismo

y el sindicalismo, un auténtico bloque histórico, que posibilitó la concreción de la

reforma en el plano institucional y cultural e ideológico. Así, se produjo una doble

proyección del movimiento de la “Reforma Universitaria” a nivel nacional. Por

una parte a través del contenido resultante de las distintas intervenciones públicas

protagonizadas por sus intelectuales, conformándose de este modo un ideario

propio; y por otra parte al convertirse en un actor instituyente de una nueva

organización para las Universidades del país, convirtiendo a los estudiantes en

sujetos pedagógicos y políticos insoslayables, desde ese momento.

La proyección latinoamericana le otorgó nuevas instituciones que potenciaron

algunos de los postulados de la Reforma Universitaria, como en los casos de las

Universidades Populares, en Perú y Cuba, que partiendo de las nociones de

333

extensión universitaria y solidaridad obrero-estudiantil, encontraron una nueva

fórmula para asentar esta relación propugnada. En estos dos países, al no existir

partidos políticos modernos, que estuvieran en condiciones de representar a las

clases sociales existentes, el movimiento de la Reforma Universitaria impulsó el

nacimiento de nuevas organizaciones políticas, como el caso del Partido

Comunista Cubano, y el Partido Nacionalista Libertador en Perú, propuesto desde

el APRA, todos ellos en la década de 1920. En el caso de Uruguay, al haberse

establecido la renovación institucional y política desde el Estado, con la figura

preponderante de Batlle y Ordoñez, como miembro de uno de los partidos

políticos tradicionales, el reformismo universitario, encabezado por Carlos

Quijano, llevó a cabo la tarea de asimilación de los nuevos postulados

proyectados desde Argentina, dentro de los límites establecidos por las

organizaciones existentes.

La realización del Primer Congreso Internacional de Estudiantes Universitarios

en México en 1921, significó el reconocimiento a nivel continental del modelo de

la Reforma Universitaria Argentina. Quienes lo canalizaron fueron sus delegados,

miembros de la juventud universitaria, que junto a la delegación mexicana

dirigieron las discusiones desarrolladas durante el congreso. El lugar elegido, no

fue producto de la casualidad, ya que tanto México necesitaba difundir y legitimar

su gobierno posrevolucionario, así como desde los países latinoamericanos se

observaba su desenvolvimiento como un ejemplo de transformación política

genuina y en base a su propia idiosincrasia, con el padrinazgo intelectual de uno

de los considerados por la juventud universitaria como su maestro, José

Vasconcelos. De este modo, se avalaba y dinamizaba la proyección de la Reforma

Universitaria a nivel continental, como una estructura institucional modelo, de la

que abrevarán inmediatamente los movimientos estudiantiles universitarios de

Perú, Chile, Cuba, Colombia y Uruguay, para llevar adelante la renovación de sus

instituciones de educación superior.

José Ingenieros, otro de los elegidos como maestro de América, por parte de la

nueva generación intelectual, tal como lo expresara Mariátegui en un artículo

sobre “la crisis universitaria, de maestros y de ideas” en 1923, sentó las bases

ideológicas programáticas de la Unión Latinoamericana, dándole fundamentos

334

teóricos a la concepción de solidaridad continental impulsada desde la Reforma

Universitaria. Tomaba, en su análisis el ejemplo de México por el máximo de

reformas llevadas adelante por el gobierno revolucionario, de acuerdo a su

ambiente y sus posibilidades de realización. Y a la vez incorporó a la matriz

arielista, de oposición binaria entre la cultura latina y el materialismo anglosajón,

la noción de un nuevo tipo de antiimperialismo, basado en los fenómenos de

empréstitos públicos junto a la “diplomacia del dólar”, como mecanismos

establecidos por los países imperiales para poder mantener la dominación y

extracción de recursos de las naciones, sin necesidad de intervención militar

previa.

La Unión Latinoamericana organizada por intelectuales provenientes del

movimiento reformista argentino a mediados de la década de 1920, tal como

pretendía su inspirador, Ingenieros, realizó una tarea de concientización de la

población y fomento de la resistencia, invocando a las “fuerzas morales” de las

naciones, como freno ante los embates del imperialismo, principalmente

norteamericano. Se puso el foco de análisis desde esta institución radicada en

Buenos Aires y Córdoba, en la denuncia de la extracción de los recursos naturales,

fundamentalmente del petróleo en las naciones latinoamericanas, por parte de lo

que Deodoro Roca definiera como la gran lucha de “Leviatanes” entre la

“Standard Oil Company” y la “Shell Company”.

Tanto Haya de la Torre, como Mariátegui y Mella, abrevaron en la experiencia de

la Unión Latinoamericana. Los tres intelectuales latinoamericanos consideraron a

su ideólogo, y quien sentara las bases para la nueva concepción del capitalismo

imperialista, Ingenieros, como verdadero maestro de América. También,

identificaban al movimiento de la Reforma Universitaria en Argentina, como

precursor a nivel continental. Aunque en cada caso, se planteó una instancia

superadora, en términos políticos, como forma de manifestar su pertenencia a la

nueva generación, cuya definición amplia, daba lugar a la existencia de una

diversidad ideológica e interpretativa.

Haya de la Torre con la creación del APRA, como frente único de las juventudes

de trabajadores manuales e intelectuales, se proponía el reemplazo de lo que

335

denominaba los caminos románticos en la lucha contra el imperialismo, para darle

paso la nueva generación revolucionaria de América Latina. Reconocía a

Ingenieros como el precursor, por haber conceptuado en términos económicos el

conflicto histórico por el cual atravesaba el nuevo mundo. Sin embargo, Haya de

la Torre atribuía a su propia organización, el aprismo, el haber encontrado los

caminos necesarios para la resolución política e histórica de los países

latinoamericanos frente al fenómeno del imperialismo. El APRA, bajo su

inspiración, pasaba de ser una organización aglutinadora de figuras intelectuales,

y de distintas procedencias ideológicas, para convertirse en un partido político,

que estuviera en condiciones de competir por el poder.

La figura de Mella en Cuba, con la creación del Partido Comunista Cubano en

1925, de manera inmediata, con posterioridad a su rol protagónico como dirigente

estudiantil para la gestación de la Reforma Universitaria y la Universidad Popular,

produjo una fusión entre los planteos reformistas y revolucionarios, que luego del

cambio de estrategia de la Tercera Internacional Comunista, anunciado en el

Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, en Bruselas en

1927, ingresarán en una etapa de tensiones. Esta situación, de algún modo, se

expresó anticipadamente, en la polémica entablada por Mella con la publicación

del manifiesto político, en 1928, ¿Qué es el Arpa?, de crítica y oposición hacia el

aprismo, en todos sus aspectos ideológicos y organizativos, quizás sin reparar en

la diferenciación establecida, que estaba vinculada estrictamente a la nueva

filiación partidaria asumida, y que significaba la transformación del APRA de

haber sido inicialmente un movimiento y frente único, a pasar a convertirse en un

partido político.

El perfil político e intelectual de Mariátegui, y su perspectiva de análisis crítico

tanto de las posturas dogmáticas en las que estaba recayendo la Internacional

Comunista, como de la respuesta sectaria del aprismo, permitió el mantenimiento

de la viabilidad de lo que José Luis Romero definiera como característico del

movimiento reformista, esto era, la militancia al servicio del cambio social sin

adopción de posiciones dogmáticas. A ello le agregaba, su cualidad como

polemista, respetando la libre discusión de las ideas, como lo había dejado sentado

en 1927, al intervenir en la discusión sobre el meridiano intelectual de

336

Hispanoamérica. Lo que el intelectual peruano definiera como la “Batalla de

Martín Fierro”, para describir la respuesta de esta revista vanguardista argentina

de la década de 1920 frente a la postulación de Madrid como centro cultural por

parte de la Gaceta Literaria de esa ciudad, sintetiza el clima de época dominante.

Para Mariátegui, Hispanoamérica era todavía en aquel momento una cosa

inorgánica, y el ideal de la nueva generación intelectual tenía como horizonte,

precisamente darle unidad. En este sentido, establecía como los campos de

gravitación del espíritu hispanoamericano se encontraban al norte en México y al

sur en Buenos Aires, y al encontrarse ésta capital más conectada con los demás

centros de Sudamérica, reunía las mejores condiciones materiales para ser

considerada como su genuina metrópoli intelectual. La Reforma Universitaria, por

medio de dos de sus creaciones, el “Frente Único de la Juventud” y la “Unión

Latinoamericana”, habían alcanzado en aquel momento en Argentina y en el

continente así su nivel de mayor esplendor y proyección.

Sin embargo, el bloque antiimperialista en ciernes, comenzó a sufrir fisuras, a

fines de la década de 1920. El paso, del segundo período hacia el tercer período de

la Internacional Comunista, redefiniendo la estrategia revolucionaria en términos

de “clase contra clase”, que descartaba el “frente único antiimperialista”, produjo

un fraccionamiento en el bloque latinoamericano, al pasar a considerar por parte

de la Internacional Comunista al movimiento de la Reforma Universitaria como

“pequeño burgués”, y en consecuencia, enemigo del proletariado. El viraje táctico,

fue definido durante el VI Congreso de la Tercera Internacional, en 1928, aunque

en la tesis que aparecen en los documentos de éste, nunca se aclara cuando

terminaba el segundo período, iniciado en 1923. Solamente, se mencionaba como

la causa del cambio de postura, a lo que se suponía como una modificación en la

economía capitalista, concibiéndola en un momento de elevación, caracterizado

por un rápido desarrollo técnico y un crecimiento exponencial de los cártels y los

trusts, que llevaba a una visión catastrófica del futuro inmediato de la sociedad

capitalista. Pero, una explicación de esta modificación de la táctica revolucionaria,

se puede hallar en las consecuencias de la masacre de Shangai en 1927, que

implicó la ruptura del apoyo de la Internacional al Kuomingtang, como frente de

masas, en China.

337

En referencia a las colonias, se caracterizaba en el nuevo período de la

Internacional Comunista, al gobierno surgido de la Revolución Mexicana, como

pequeño burgués, a diferencia de la percepción que tenía de ella la nueva

generación intelectual, planteando a los movimientos revolucionarios de América

Latina, la necesidad de aliarse con la Unión Soviética. La Internacional proponía

para los países coloniales y “semicoloniales”, la táctica del poder revolucionario

sobre la base de los “Soviets”. Aunque, para llegar a esa instancia, debido al

presupuesto del predominio de las relaciones feudales y precapitalistas, en

aquellos países, la Internacional determinaba la necesidad de que atravesaran una

etapa intermedia. Así, se establecía la consideración de una revolución

democrática-burguesa, como instancia preparatoria para la “dictadura del

proletariado” y la revolución socialista. Para lo cual, se debían dar los

prerrequisitos de: un cierto nivel de desarrollo industrial en el país, la

organización de sindicatos del proletariado, y de un Partido Comunista fuerte.

Remarcándose el rechazo a la formación de bloques o frentes con los

movimientos definidos como “nacional-reformistas”.

Por lo tanto, el cambio de estrategia establecida por la Internacional Comunista, al

ingresar en el tercer período, de “clase contra clase”, significó la aceptación de

una concepción “etapista”, basada en los planteos de Lenin sobre la

“autodeterminación nacional”, en los cuales, la alianza con el campesinado era

concebida como un momento para completar la revolución democrático burguesa,

para poder llegar a la revolución socialista mediante la dictadura del proletariado.

Como contraposición a ellos, se encontraban los postulados de Mariátegui sobre el

socialismo creativo en base a la propia realidad de las naciones latinoamericanas,

que en lugar de negar su heterogeneidad histórica, social, cultural y étnica, la

valorara como fundamento de la misma identidad, lo que lo indujo a la idea de la

conformación de un nuevo sujeto histórico integrado por el proletariado y el

campesinado indígena, como condición para la construcción del socialismo y

fundamento de una revolución democrática y nacional, descartándose como medio

para completar tareas democrático burguesas inconclusas. Por otra parte, el

sectarismo de la nueva táctica adoptada por la Internacional Comunista, llevaba a

la negación para la conformación de alianzas o bloques históricos, como los que

338

habían caracterizado a los promovidos por el movimiento reformista, a lo largo de

la década de 1920 en América Latina.

Algunas de las consecuencias inmediatas, de este viraje estratégico de la Tercera

Internacional, implicó la desintegración de los vasos comunicantes existentes

entre la “Unión Latinoamericana” y las “Ligas Antiimperialistas”. Ambas

organizaciones, fuertemente influidas por la experiencia de la “Revolución

Mexicana”, y abiertas a la participación en sus filas de todas las tendencias

políticas desde sus inicios, comenzaron a diferenciarse. Ello se debió a que las

Ligas Antiimperialistas, empezaron a funcionar bajo la órbita de los Partidos

Comunistas, supervisados en distintas instancias por la Unión Soviética, como el

Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, bajo el secretariado de

Victoria Codovilla, quien era un hombre del “aparato partidario”, y representaba

una contrafigura, respecto al núcleo de intelectuales, que conformaban la “Unión

Latinoamericana”, tomando como ejemplo organizativo a la internacional del

pensamiento. La “Revolución Rusa”, en este contexto, pasaba a considerarse por

parte de Deodoro Roca, parafraseando a León Trotsky, en términos de “La

Revolución desfigurada”, en un artículo publicado en octubre de 1929. La

revolución bolchevique, dejaba de ser interpretada, como la fuerza auroral de los

anhelos de transformación social, para concebirse como una maquinaria

burocrática gestora de una nueva burguesía, con una estructura de organización

capitalista.

Se desconocía así, por parte del nuevo actor político que pretendía iniciar el

“descubrimiento de América”, todo un acerbo cultural y político, construido por

los intelectuales del movimiento de la Reforma Universitaria, en relación al

estudio del capitalismo en América Latina, y que se transformará en una

importante corriente antiimperialista, a través de organizaciones como la Unión

Latinoamericana y el APRA. Tanto Ingenieros, Taborda, Deodoro Roca, Haya de

la Torre y Mariátegui, son sus figuras que realizaron los mayores aportes teóricos

y prácticos, durante este ciclo inaugural, cuyas raíces se remontan a Córdoba

durante los acontecimientos históricos de 1918. Esta base ideológica y política

sustentada en el movimiento reformista, permitió la continuidad de su legado y

accionar, ante el proceso de ruptura y reordenamiento que se había abierto en el

339

continente, con la aparición de una nueva organización revolucionaria, que

pretendía establecer una hegemonía sin sustento analítico ni político, justo en el

momento en el que se producía una de las crisis que hará temblar el sistema

capitalista mundial, y cuyas secuelas implicarían un nuevo período dominado por

el autoritarismo estatal y los monopolios internacionales extractivos de las fuentes

de riqueza de América Latina.

Otra de las conclusiones a la que hemos llegado se vincula a las sucesivas

transformaciones que va sufriendo el proceso de consolidación y expansión

nacional y latinoamericana de la Reforma Universitaria, sin que, sin embargo,

nunca se corte totalmente un hilo de continuidad, generado en Córdoba en 1918.

Desde su inicio el movimiento reformista presentaba un doble carácter: por un

lado, se expresaba como un movimiento corporativo universitario, centrado en la

defensa de los intereses de los estudiantes, graduados y docentes, y por otro, como

una corriente de ideas, con cierta autoidentificación generacional, que tendía a

desbordar lo corporativo, adquiriendo connotaciones sociales y políticas,

susceptible de interesar a sectores más vastos de la sociedad. Este carácter dual, se

mantiene en el pasaje del reformismo de un proceso local a nacional y luego a

nivel latinoamericano. En ésta última etapa, esto se verifica en las

transformaciones estructurales que el ejemplo argentino genera en varias

universidades latinoamericanas. Pero también, en su conversión en un

movimiento político-ideológico internacional, que suma a la matriz reformista

original, elementos generados por el impacto en la nueva generación

latinoamericana, de las revoluciones mexicana y rusa. Una de las consecuencias

de este último fenómeno, la creación e instalación de la Internacional Comunista y

de las Ligas Antiimperialistas, introdujeron nuevos elementos de debate e incluso

de discordia, en los movimientos reformistas latinoamericanos, ya transformados

algunos de ellos en antiimperialistas.

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Fuentes de Archivos:

Museo de la Reforma Universitaria, Córdoba

Biblioteca José María Arico, Córdoba.

Biblioteca Mayor de la Universidad de Córdoba.