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11 La teoría del intercambio (2): Homans y el dilema individualista Terminamos la última charla con un problema. Una vez admitido que la teoría del intercambio genera fuertes percepciones de aspectos particula- res de la conducta social y la construcción del orden social, ¿constituye de hecho una teoría general de la acción y el orden en cuanto tales? ¿Cómo po- dríamos responder a esta pregunta? Bien, una cosa que podríamos hacer es volver a las afirmaciones empíricas de la teoría. Si encontramos allí descrip- ciones o proposiciones que no parezcan empíricamente válidas, la universa- lidad de la teoría es dudosa. Esta crítica tendría la misma categoría que mis observaciones acerca de la afirmación de Rex según la cual la sociedad ca- pitalista de posguerra seguía siendo un sistema biclasista. Aceptemos pues, por razones de argumentación, las presuposiciones y modelos de Homans y observemos algunas de sus predicciones específicas. Evaluando el costo de una acción típica. Homans sugiere que pedir ayuda es "costoso" porque es humillante. (Alguien] puede desempeñarse solo u obtener ayuda de (y dar aproba- ción a) Otro. Si se desempeña solo prescinde del valor de obtener ayu- da. Pero si escoge recibir ayuda, ¿de qué valor prescinde? Creemos que en estas circunstancias él, como muchos hombres, prescinde del valor que comúnmente llamamos respeto por sí mismo, la sensación de que puede desempeñarse sin ayuda. 1 ¿Pero pedir ayuda es Inherentemente un costo? ¿El respeto a sí mismo se basa siempre en mantener la independencia absoluta que implica esta proposición? Ante todo, ¿cómo puede entrar un concepto subjetivo como "respeto a sí mismo" en una teoría del intercambio? Otra proposición de Homans plantea preguntas empíricas similares. Esta vez se trata del inter- cambio de castigos. Declara: "Cuanto más golpea uno. más golpea el otro, pues resulta satisfactorio lastimar a quien nos lastima" (pág. 57). Tal vez, pero no ciertamente en las órdenes religiosas ni en las sociedades utopistas. Como su proposición acerca de la ayuda, este enunciado tiene ciertamente 1 Homans, Social Behavior: Its Elementary Forms (Nueva York: Harcourt, Brace. and World, 1961), pág. 61. A partir de aquí, el número de página de las referencias a Social Behavior figurarán entre paréntesis en el texto. 1 A A

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La teoría del intercambio (2): Homans y el dilema individualista

Te rm inamos l a última char la con u n problema. Una vez admi t i do que la teoría del in tercambio genera fuertes percepciones de aspectos pa r t i cu la -res de l a conducta social y la construcción del orden social, ¿constituye de hecho u n a teoría general de l a acción y el o rden en cuanto tales? ¿Cómo po­dríamos responder a esta pregunta? Bien, u n a cosa que podríamos hacer es volver a las af i rmaciones empíricas de la teoría. Si encontramos allí descr ip­ciones o proposiciones que no parezcan empíricamente válidas, la universa­l idad de la teoría es dudosa. Esta crítica tendría la m i s m a categoría que m i s observaciones acerca de la afirmación de Rex según la cua l la sociedad ca­p i ta l i s ta de posguerra seguía siendo u n sistema bic lasista.

Aceptemos pues, por razones de argumentación, las presuposiciones y modelos de Homans y observemos algunas de sus predicciones específicas. Eva luando el costo de u n a acción típica. Homans sugiere que pedir ayuda es "costoso" porque es humi l l an t e .

(Alguien] puede desempeñarse solo u obtener ayuda de (y dar aproba­ción a) Otro . S i se desempeña solo prescinde del va lor de obtener ayu ­da. Pero s i escoge rec ib i r ayuda, ¿de qué valor prescinde? Creemos que en estas c i rcunstanc ias él, como muchos hombres , prescinde del va lor que comúnmente l lamamos respeto por sí mismo, la sensación de que puede desempeñarse s in ayuda . 1

¿Pero pedir ayuda es Inherentemente u n costo? ¿El respeto a sí m i smo se basa s iempre en mantener la independencia abso luta que impl ica esta proposición? Ante todo, ¿cómo puede en t ra r u n concepto subjet ivo como "respeto a sí m i s m o " en u n a teoría de l in tercambio? O t r a proposición de Homans plantea preguntas empíricas s imi lares. Esta vez se t r a t a del inter ­cambio de castigos. Declara: "Cuanto más golpea uno . más golpea el otro , pues resu l ta satisfactorio l a s t imar a qu ien nos l as t ima" (pág. 57). T a l vez, pero no c ier tamente en las órdenes religiosas n i en las sociedades utop is tas . Como s u proposición acerca de la ayuda, este enunc iado tiene c ier tamente

1 Homans, Social Behavior: Its Elementary Forms (Nueva York: Harcourt, Brace. and World, 1961), pág. 6 1 . A partir de aquí, el número de página de las referencias a Social Behavior figurarán entre paréntesis en el texto.

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sus límites cu l tura les . E n términos estr ic tamente empíricos, tenemos que preguntarnos si Homans no ha basado sus generalizaciones en datos dema­siado estrechoss. Esta sospecha parece jus t i f i cada por el s incero aparte, a l pr inc ip io de s u l ibro , donde confiesa que se h a basado casi exclusivamente en fuentes norteamericanas: "Aunque creo que los rasgos generales de la conducta social e lemental son compart idos por toda la h u m a n i d a d , lo creo sólo como artículo de fe, y las pruebas que presentaré son casi to ta lmente nor teamer icanas" (pág. 7).

S i n embargo , a u n q u e tales cuest iones empíricas p l an t een i n t e r r o ­gantes acerca de la genera l idad de la obra de H o m a n s . no bas t an en sí m i s m a s pa ra m i n a r s u teoría. Se pueden encon t ra r o t ros da tos y . dado el poder teórico de H o m a n s . s i n d u d a él podría in t e rp re ta r l os de t a l mane ra que le d i e r a n respa ldo . Este t ipo de operación de " l impieza" es prec isa­mente l a que ocupa a los seguidores de u n maestro teórico. Lo que debe­mos hacer, pues , es e xam ina r el marco genera l de H o m a n s . Este marco general es el que presupone l a percepción de Homans de los da tos empíri­cos y res t r inge todo in t en to de reconstrucción empírica. Si c r i t i co sólo los enunc i ados empíricos de H o m a n s . es m i pa labra c on t ra la suya . Pero s i e n c u e n t r o cont rad icc iones y tens iones en s u teorización, puedo ganar el respa ldo de Homans , como q u i e n dice, c on t ra sí m i smo . Si Homans debe i n t r o d u c i r categorías r e s idua l e s s i gn i f i ca t i vas en s u p e n s a m i e n t o , el lo equivale a u n reconoc imien to implícito de que ex is ten f laquezas s igni f ica­t i vas y señala el c am ino hac ia o t ras pos ib i l idades teóricas. 2 S i los e n u n ­c iados ad hoc de l p rop io H o m a n s con t rad i c en el i m p u l s o sistemático de s u teor ía , t e n d r e m o s f u n d a m e n t o s más sól idos p a r a c u e s t i o n a r l a . Examinemos , pues , las presupos ic iones de H o m a n s acerca de la acción y el o rd en , y veamos s i puede m a n t e n e r los p r inc ip i os de la teoría de l in t e r ­camb io de m a n e r a coherente .

Homans insiste en la to ta l rac iona l idad de la acción. Su actor sólo se interesa en la eficiencia y el provecho. Los sent imientos y los valores subje­t ivos n u n c a inter f ieren con estos cálculos objetivos, o, por expresarlo en tér­minos del in t e rcambio , los sent imientos y las inc l inac iones subjet ivas s i ­guen a los cálculos sobre el provecho y están formados por ellos. La a p t i t u d de l ac tor para calcular, s u capacidad para la rac ional idad, n u n c a es proble­mática; no es algo que haya que aprender. Como es u n a capacidad innata , la atención del teórico (y la del actor) s iempre está d i r ig ida fuera de la perso­na l idad , hacia cosas visibles y concretas. La ganancia, como ustedes recor darán, es la recompensa menos el costo, y la recompensa se basa en el estí m u l o externo que se recibe. La p r imera p regunta que debemos hace rn acerca de la recompensa es cuant i ta t i va : ¿cuánto se recibe? La segunda es cual i ta t iva : ¿qué clase de estímulo es, cuánto se lo vaIo?a? E l va lor también es ca lculab le ob je t ivamente , pues es u n a cuestión de provisión externa: ¿cuánto de este estímulo se h a recibido en el pasado? E l costo, por su parte,

2 Comenté esta estrategia Interpretativa de buscar categorías residuales en la primera conferencia.

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se refiere a los recursos perdidos, sea mediante gastos directos o mediante opor tun idades objetivas desperdiciadas.

Si conocemos la situación externa del actor, tenemos que saber cómo actuará. Como la rac iona l idad de s u acción se da por sentada, el ámbito de s u acción determinará el curso de ésta. Como la ganancia está de te rminada por u n cálculo rac i ona l de factores mater ia les v is ibles —básicamente, de cant idad y provisión— , el científico-observador tiene t an ta faci l idad como el actor para de t e rm ina r el curso de la accióru, D icha conducta es previsible para el científico social, y, según Homans, en teoría sociológica buscamos prev is ib i l idad y u n a explicación precisa. Esta prev ls ib i l idad sería Imposible s i incluyéramos en el juego teórico estados mentales in te rnos y subjet ivos, pues en este caso los cálculos del actor (y los del científico) acerca de las condiciones externas estarían mediat izados por datos no racionales, menos visibles.

Por todas estas razones, t an to presuposicionales como metodológicas, Homans tiene que h a c e r i a rad ica l afirmación de que los estados in te rnos en rea l idad no existen, al menos no independientemente de datos externa­mente observables.

Los sent imientos no son estados in te rnos de u n ind iv iduo , así como no lo son las pa labras . Se in f i e ren a p a r t i r de l a conducta mani f ies ta : ellos son conducta mani f iesta y por ello son directamente observables. E n consecuencia, son actividades y no necesitamos proposiciones es­peciales para descr ib i r sus efectos (pág. 34).

E n teoría, pues, los actores de Homans no t i enen conciencia i n t e r n a di ferenciada de s u act iv idad externa. Llevado a s u conclusión lógica, esto signi f ica que no t ienen memor ia , pues la memor ia permitiría que los sent i ­mientos asociados con actos pasados se a c u m u l a r a n independientemente e in te r f i r i e ran con los actuales. Como Homans asocia los sent imientos con las act iv idades presentes, se siente obligado a e l im inar los recuerdos sobre "op­ciones desechadas" de sus formulac iones acerca del costo. Las opo r tun ida ­des sólo se pueden refer ir a opciones presentes, opciones objet ivamente ob­servables: "Para que u n a act iv idad tenga costo, es preciso desechar u n a ac­t iv idad compensator ia a l ternat iva . "

Cons ideraremos como costos sólo las recompensas desechadas que permanecen disponibles du ran t e el período en que se realiza u n a act i ­v i d a d pa r t i cu l a r , como l a recompensa de escapar de l a fat iga está ab ie r ta a la pa loma du ran t e el t i empo en que picotea. Si me ofrecen dos empleos, de los cuales sólo puedo aceptar u n o . s in d u d a me costa­rá t omar u n a decisión; pero en cuanto haya aceptado u n o y rechazado el otro , que entonces ya no estará disponible para mí porque a lguien más lo h a tomado, las recompensas del empleo que acepté ya no son u n costo al hacer el trabajo que acepté (pág. 59).

Si la capacidad de la memor ia para afectar los costos ha desaparecido.

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Homans puede tener razón cuando compara a los hombres con palomas. S in embargo, s i existe la memor ia esta analogía carece de validez, pues a u n ­que las palomas respondan sólo a las oportunidades presentes, los hombres con sens ib i l idad por cierto no lo hacen.

Homans h a presentado u n a perspectiva sistemática y coherentemente rac ional is ta , aunque al costo de empobrecer s u perspectiva de los seres h u ­manos. S in embargo, el s igno de los teóricos realmente d is t inguidos es que in tuyen a u n las l imi tac iones de s u trabajo más sistemático. Saben dónde es vulnerab le , y consciente o inconscientemente p r o c u r a n compensar sus de­fectos. Pero esta compensación sólo se puede hacer de manera ad hoc, ha­cer o t ra cosa equivaldría a m i n a r la integr idad sistemática de la teoría. Y es m u y obvio que Homans capta m u y b ien el carácter l imi ta t i vo del in t e r cam­bio. A b u n d a n las contradicciones y las categorías residuales.

E n s u p r imera proposición general acerca del intercambio , por ejem- p pío. Homans sugiere que la capacidad subjet iva para la discriminación es_^ ¡ v i t a l para ca lcular las ganancias^ "Cuánto más s imi lar sea la presente sitúa- i ción de estímulo a la pasada", escribe acerca de s u actor prototípico. "más probabi l idades hay de que emi ta la act iv idad, o u n a act iv idad s imi lar , aho­r a " (pág. 53). Homans está dic iendo que los actores deben comparar los estí- I mulos externos que reciben actua lmente con sus experiencias de estímulos en el pasado. Pero si esto es verdad, se pierde la analogía entre hombres y palomas. E n efecto, Homans sugiere que "lo que establece las s imi l i tudes y diferencias en cuestión — lo que hace a los hombres d i s c r im ina r entre estí­mulos— puede ser compl icado en exceso. Es m u c h o más compl icado para los hombres que para las pa lomas" (pág. 53). Es t an compl icado precisa­men t e po rque l a capac idad pa ra d i s c r i m i n a r depende de la capac idad subjet iva para evocar el pasado, de la "memor ia " que Homans insiste en ex­c luir . " E n u n hombre la discriminación puede ser no sólo el resul tado de s u experiencia cot id iana s ino también de su educación formal , sus lecturas y los argumentos verbales que haya escuchado. Puede ser inconsciente o pro­duc to de u n razonamiento consciente" (pág. 53). Como los sent imientos son portadores del pasado, el estrecho lazo entre los sent imientos de u n a perso­n a y sus act iv idades contemporáneas se ha perdido. Más a u n . es m u c h o N más difícil predecir objetivamente— la conducta de una persona s i debe- / mos comparar el estímulo que está recibiendo ahora con el que lo precedió hace t iempo. Tendríamos que saber s i el actor mismo siente que existe esa s i m i l i t u d . Los recuerdos y sent imientos di f ieren de u n a persona a la otra . Pasamos de u n a teoría de las real idades observables a u n a teoría interpre­tat iva acerca de los estados mentales. f

La discriminación también impl i ca pautas . Comparamos las cosas en­tre sí comparando ambas con u n a pauta más general de cómo deberían ser tales cosas. U n a vez más, esto nos conduce al pasado, u n hecho que Homans parece a d m i t i r cuando escribe que los patrones de estímulos con­temporáneos su r t en los efectos que sur t en a través de "procesos de aprendi ­zaje del pasado" (pág. 74). ¿Pero tales pautas de discriminación se diferen­c ian en algo de las normas de Parsons? ¿La referencia a la discriminación no h a llevado a Parsons a reconocer implícitamente — a señalar de manera

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ad hoc— la real idad de la acción no rac ional y de las restr icciones ex t ra ind i -v lduales sobre la experiencia?

Estas reservas acerca de u n a perspectiva puramente i n s t r u m e n t a l so­bre l a acción también a f l o r a n en las de f in i c i ones c o n t r a d i c t o r i a s que Homans da para "VaJflC- E l va lor es v i t a l para cualquier teoría del in te rcam­bio : es el elemento cual i ta t ivo que, Junto con lo cuant i ta t i vo , de t e rmina la recompensa. La segunda proposición general de Homans acerca del inter ­cambio t iene dos partes. La pr imera es cuant i ta t i va , y se refiere s implemen­te a l número: "Cuan ta mayor sea l a frecuencia, dentro de u n período, en que la act iv idad de u n hombre recompense la act iv idad de otro, con mayor frecuencia e l o t ro emitirá la acJESaád^Tpág. 54). La segunda es cua l i ta t i va y s e c e n t r a en el valor: "Cuanto más val iosa sea para u n hombre la u n i d a d de act i v idad que otro le da, con mayor frecuencia emitirá act iv idad recompen­sada por la ac t i v idad del o t ro " (pág. 55). Pero en l a obra de Homans también ha l l amos u n enfoque di ferente del valor. " E l va lor de la u n i d a d [que u n actor] recibe es el grado d e ^ ^ t ^ r z o ^ q caspgo que obtiene de esa u n i d a d " (pág. 40). ¿Por qué esto es diferente? Mientras que en l a p r imera proposi-ión se describe el valoij como u n m e d ^ f l o r in^ep«i41en^ae v é5u f mulos. en

el segundo es visto c o m o q e t e r m i n a d o por los estímulos. E n el segundo caso es m c o n d u c t a de l actor la qué ind i ca el va lor aeioTest ímulos; en el príme-o, la evaluación independiente del valor predice cuál será la conducta del ctor. es decir, s i el estímulo lo reforzará o castigará.

¿Por qué Homans es t an ambiguo con este concepto central? Hemos v is to que es to ta lmente capaz de desarro l lar u n a definición objet iv ista del valor, a saber, que el valor es de terminado por la previa provisión que el re­ceptor tuvo del objeto. Como esta definición logra t rans fo rmar la ca l idad en cant idad , ¿por qué Homans desea evitar poner el valor en u n a posición i n ­dependiente? Porque, creo, Homans tiene reservas acerca de la capacidad del actor para ca lcu lar objet ivamente el signif icado de "provisión previa". Hemos v isto que se siente obligado a reconocer el papel de la d i s c r im ina ­ción, y que asocia la discriminación con el papel de los recuerdos de recom­pensas del pasado. E l problema, pues, es que s i el valor está de terminado por provisiones pasadas, s i n d u d a depende de la discriminación. Permi t i r que el va lor sea u n mediador independiente de estímulos es pues l igar el i n ­tercambio con cosas in te rnas , i rracionales. E l va lor se transformaría en algo imputado a los estímulos por reservas acumuladas de sent imiento y sensi­b i l idad . Es mejor reduc i r el valor a epifenómeno del estímulo, obl igando al observador a examinar el curso específico de la acción observable s i h a de precisarse el valor. A m i entender, se t ra ta de u n planteo tota lmente erró­neo.

M i comentar io acerca de los problemas de Homans conja^acción se basa en m i convicción de que las presuposiciones-«*tablecen una lógica teórica" que l im i t a agudamente las posibi l idades de descripción empírica del "munUo real" . Homans desea hab lar acerca de la discriminación y la memo-riá^artmiulada, pero s u compromiso con las presuposiciones ins t rumenta les acerca de la acción se lo d i f i cu l ta . Puede in t r oduc i r ciertas referencias de contrabando, pero para que s u teoría continúe siendo una reconocible "teo-

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ría del in te rcambio " , todo análisis que v incu le la discriminación con estados mentales, y el va lor con ambos, t iene que ser ocasional y ad hoc. Homans debe contradec i r tales análisis en s u trabajo sistemático.

E n este sent ido, podemos decir que la lógica teórica choca contra la real idad empírica. Ent i endo que la " rea l idad" es mu l t i d imens i ona l : hay nor­mas e intereses, negociaciones ind iv idua les y fuerza colectiva. U n teórico puede ignorar partes signif icativas de esta compleja rea l idad, pero no puede hacerlas desaparecer, y u n a característica del teórico cabal es que capta que todavía están allí. Pensando tanto "dent ro " como " fuera" de s u marco con­ceptual , se esfuerza para ha l l a r u n lugar en el con junto teórico para estos elementos omi t idos . S i u n teórico percibe otras variables es porque ha cap­tado — y t a l vez adoptado— otras presuposic iones.

Describí esta clase de prob lema en m i s comentar ios anter iores. La ten­dencia ideal ista de Parsons lo indu jo a i n t r o d u c i r reducciones normat i vas un i la tera les que amenazaban con negar el modelo m u l t i d i m e n s i o n a l que tan to luchó por produc i r . Rex, por s u parte, enfrentó lo que denominé el d i ­lema del confl icto. S u compromiso con el rac ional ismo y el orden colectivo lo obligó a escoger entre la coerción y la categoría res idua l . Para ev i tar ambas tendría que haber sal ido de s u marco rac ional is ta y adm i t i r que la fuerza colectiva, y el confl icto y el orden, se podían cons t ru i r sobre c imientos nor ­mat ivos . Así, a u n q u e Rex escogió l a coerción, insinúa ideas n o r m a t i v a s acerca del consenso suprac las is ta en su teoría de la tregua de posguerra en­tre cap i ta l y trabajo. S in embargo, c on t i nua r teorizando acerca de valores suprac las is tas habría signif icado abordar el orden desde supuestos sobre la acción m u y d is t in tos de sus supuestos ins t rumenta l i s tas . Esta pos ib i l idad es precisamente l a que crea el d i l ema para las teorías del confl icto. Aho ra regresaré a m i crítica de l a teoría del in tercambio , pasando de m i análisis de la acción a u n comentar io acerca de s u t ra tamiento del o rden .

La rac iona l idad i n s t r u m e n t a l es centra l para la teoría del intercamblóT*\ ta l como para l a teoría del confl icto. La teoría del in tercambio se d is t ingue de la teoría del confl icto (en el n ive l presuposicional ) por s u posición forzo­samente ind i v idua l i s t a acerca de l prob lema del orden. Homans declara que la " conduc ta e lemental " es conducta recompensada por o t ra persona v iv ien­te y concreta. Aunque reconoce la existencia de "terceros silenciosos", no es­cribe d i rectamente sobre ellos. Teoriza sólo acerca de relaciones diádicas. No sólo t r a t a de i l u m i n a r u n nive l del análisis empírico sino que Insiste en u n a posición teórica — más precisamente presuposic ional— f u n d a m e n t a l . 3

Homans insiste en que el o rden colectivo (el nive l de las inst i tuc iones , en términos empíricos) der iva de l a conducta " sub lns t i tuc i ona l " . Las pautas co­lectivas der i van de la Interacción entre ind iv iduos . La Interacción i nd i v i dua l es el in te rcambio .

Pero Homans enfrenta u n problema. Es el prob lema del orden. Como rechaza la posición colectivista, ¿no está atado a la in f in i ta comple j idad de

Para el distingo entre nivel empírico del análisis y posición presuposicional, véase el capítulo anterior.

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la negociación ind iv idua l? La complej idad in f in i ta es s implemente otro modo de n o m b r a r lo aleatorio. Desde luego. Homans parece aceptar lo aleatorio. ¿De qué otro modo se expl ica que para él la acción ind i v i dua l sólo esté gu ia­da por cálculos acerca de las posibles ganancias del intercambio? Pero t a m ­bién quiere re lac ionar estas acciones con el o rden s u p r a i n d i v i d u a l , cuya existencia él jamás niega. E n consecuencia. Homans enfrenta lo que llamaré el "d i l ema ind iv idua l i s ta " . Para mantener u n enfoque del orden que sea i n d i ­v idua l i s ta de modo claro, coherente y honesto, u n teórico debe i n t r o d u c i r en^

j s u construcción u n nive l de ape r tu ra ante la contingencia, que haga que s u explicación del orden se aprox ime al azar y l a imprev is ib i l idad. Pero sea cua l fuere el compromiso f o rma l del teórico, y lleve o no ta l cont ingencia a l o rden colectivo, pocos teóricos ind iv idua l i s tas quedan plenamente satisfe­chos con t a l azar. S u insatisfacción puede der ivar de " la presión de la real i ­dad " o de la presión de las teorías sociales más colectivistas. A fin de cuen­tas, a u n el teórico más ind i v idua l i s ta es u n sociólogo, no u n psicólogo n i u n filósofo existencial ista. Pero, sea como fuere, esta insatisfacción impu l sa a. los teóricos ind iv idua l i s tas hac ia ideas más colectivas, pues a pesar de sus compromisos formales in t en tan abrazar algún aspecto del orden sup ra ind i -

v v i dua l . E l d i l ema ind i v idua l i s ta es u n a opción entre el azar y la categoría resi­

d u a l . Nace porque este "teórico vac i lante" no quiere^—en verdad, no puede— abandonar s u compromiso f o r m a f c o n u n ind i v idua l i smo pleno. Por esta ra ­zón, el "momento colect iv ista" que int roduce tiene que estar ocul to dentro de categorías residuales. Como no puede formar parte del a rgumento s is te^

^ mático de la teoría m isma , esta referencia colectivista será vaga e indef in ida. Para resolver este prob lema habría que trascender el d i l ema mismo. Esto sólo ocurriría s i se abandonara la adhesión f o rma l al ind iv idua l i smo, pues sólo entonces la autonomía sui generís del o rden social se podría f o rmu la r c laramente en vez de camuf lar la con la ambigüedad. E l elemento cont ingen­te e ind i v idua l i s ta del orden social se podría luego insertar en u n a teoría co­lect iv ista como u n nivel signif icativo del análisis empírico, y no como u n a presuposición teórica.

E n pr inc ip io Homans tenía dos caminos para i n t r oduc i r categorías re­siduales que a f i rmaran el o rden colectivo. Podía descr ib i r esta fuerza s u ­p ra ind i v i dua l de f o rma rac ional is ta , señalando esos controles materiales so­bre la conducta ind i v i dua l que preocupan a teóricos del confl icto como Rex. Como Homans comparte la perspectiva de Rex acerca de la acción, esta es­trategia tendría sentido. Es signif icativo, pues, que Homans no aproveche ta l opo r tun idad . Aunque está atrapado en el d i lema ind iv idua l i s ta , no recu­rre a categorías residuales de manera racional ista. ¿Por qué no? A m i enten­der, porque Homans está compromet ido con el ind i v idua l i smo no sólo en u n sent ido presupos ic iona l s ino ideológico. Ustedes recordarán que este bosto-n iano conservador insistía en el "gusto por los f rutos de la conciencia t a n entrañablemente formado como el gusto por las olivas". E n algunos niveles Homans debe haber advert ido que todo mov imiento hac ia el colect iv ismo mater ia l imp l i ca coerción, y está demasiado compromet ido con l a l ibe r tad

• i nd i v i dua l para p e rm i t i r que esto ocurra . Pero esta resistencia ideológica tie-

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ne o t ro aspecto. E l l i be ra l i smo de Homans es conservador, laissez-faire. Desplazarse hac ia el colectivismo dent ro de u n a moda l idad i n s t r u m e n t a l re­conocería apremios materiales para el actor protoeconómico. Con ello, t a l vez no exist iera u n a " ident idad n a t u r a l de intereses" y . ante u n colapso del o rden social, la solución podría estar en la re forma de ins t i tuc iones político-económicas. E l laissez-faire conservador cedería el paso a l re formismo pro­gresista, inc luso al social ismo y el marx i smo que insp i ran a Rex.

S i n embargo, l a negativa ideológica y presupos ic iona l que induce a Homans a no reconocer restr icciones materiales, tiene consecuencias empí­r icas debi l i tadoras, aunque le p e rm i t a evitar los problemas que presenta el t rabajo de Rex. Homans sostiene, por ejemplo, que uno debe "suponer, por cua lquier proceso de ensayo y error que nos plazca, [que] los dos [partícipes de u n intercambio ] h a n llegado a u n t ra t o acerca de la clase de servicio que I cada cua l proveerá, y que por el momento n inguno de ambos proveerá o t ra clase" (pág. 54). ¿Pero la clase de servicio que prestan diversos actores se decide mediante ensayo y error ind iv idua l? ¿Es el resul tado de negociacio­nes decididas por las cont ingencias de la situación inmediata? Por cierto que no . La clase de servicio se refiere a la asignación de d isponibi l idades, y t an to Rex como Parsons h a n mostrado que t a l asignación está e s t ruc tu rada por demandas colectivas. Para Parsons" es u n a cuestión de def iniciones de^ ro l y las exigencias creadas por d isponibi l idades escasas. Para Rex está de­t e r m i n a d a por l a di ferencia de poder de los grupos dominantes , que a la vez está re lacionada con factores supra ind iv idua les como las condiciones tecno­lógicas y la organización par t idar ia . Homans . en cambio, insiste en que el poder de regateo de las partes es básicamente equivalente. Reconoce la po­s ib i l idad de que el monopol io pueda afectar la oferta y la demanda, pero i n ­siste en que "cua lqu ie ra de ambas partes puede i n t e r r u m p i r el in te rcambio " en cua lqu ie r momento (pág. 67). Cree que el castigo, el in te rcambio desven­tajoso, continuará "sólo s i por a l guna razón n inguno de los dos hombres puede ev i tar las host i l idades, o s i los demás aspectos del in te rcambio cons­t i t u y e n u n a recompensa en sí m ismos y las posibi l idades de que u n a parte u o t r a tenga sucesivas v ic tor ias son más o menos s imi lares" (pág. 57). Esto me parece u n a excéntrica distorsión de l a rea l idad empírica. Si el poder de regateo es desigual , s i u n a parte t iene el monopol io de bienes que la otra par te necesi ta, la par te más débil no puede i n t e r r u m p i r el i n t e r camb io cuando éste se t rans fo rma en castigo o no ofrece recompensas. Suger ir que la i gua ldad garant iza el castigo con t inuo es extravagante. También debemos tener en cuenta l a des igualdad y la incapac idad para t ra ta r ventajosamente con los demás.

No nos sorprende, pues, que a l final Homans ins is ta en que_el Ínter-' cambio acontece en lo que los e conomis tas j l amah u n mercado perfecto. "La clase de mercado de que hablamos en este l i b ro no tiene monopqfios abso­lutos , pues nues t ro .pueblo s iempre es l ibre de no en t rar en el in tercambio . " Este mercado, añade, tampoco "ofrece muchas otras fuentes de recompen­sa". Por esta razón, "los in tercambios entre dos personas t ienden a cont i ­n u a r " (pág. 78). Estamos de vue l ta en la ideología premarx is ta de Locke y A d a m S m l t h . en l a ins is tenc ia de que existe u n a ident idad n a t u r a l e inhe-

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rente de intereses entre los ind iv iduos que vuelve innecesario el cont ro l co­lectivo. La teoría del in tercambio de.Homans es utópica a l estilo conservador del Taissez-Jaire. Las d isponibi l idades desiguales, la opresión y explotación de otros, no existen. Los supuestos empíricos de Homans refuerzan s u posi­ción ideológica. E n conjunto , le permi ten ignorar todo u n complejo de pro­blemas engendrados por la posición ind iv idua l - rac iona l i s ta .

Pero aunque Homans elude, por buenas y malas razones, los proble­mas de la teoría rac ional is ta del confl icto, evita enfrentar el prob lema del or­den colectivo sólo en u n a de sus formas, no el orden colectivo en cuanto ta l . E l prob lema del o rden aún cuelga sobre su cabeza como la proverbia l espa­da de Damocles. Para Locke^e l inventor de l a teoría económica clásica, la ident idad n a t u r a l de intereses se podía mantener mediante ciertos supues­tos empíricos acerca del estado de la naturaleza, a saber, que los hombres son na tura lmente amigables y potencia lmente cooperativos y que t ienen en cuenta los derechos de los demás. Pero aunque Homans acepta el énfasis ideológico de Locke sobre la ident idad n a t u r a l y la l iber tad de conciencia, como sociólogo del siglo veinte no puede aceptar las ideas de Locjce acerca de la soc iab i l idad inherente y el respeto i nd i v i dua l . C o n t r a s u v o l u n t a d , pues. Homans tiene que sal ir del marco puramente ind i v idua l i s ta que ha establecido sistemáticamente. Como desecha la posib i l idad de hacerlo den­t ro de u n marco ins t rumenta l i s t a . le queda u n a sola pos ib i l idad. Para des­plazarse hacia el colectivismo manten iendo el v o lun ta r i smo debe al terar s u comprensión de la acción. De este modo puede i n t r oduc i r categorías resi­duales acerca del orden colectivo de manera no rac ional . Antes observamos que Homans a veces d u d a de la i n s t rumen ta l i dad to ta l de la acción, como en sus referencias a la discriminación y sus vínculos con el pasado subje t i ­vo. A l f ina l de ese comentar io , s in embargo. Homans se impac ientaba ante esta indeseada complej idad, así como Rex se impac ientaba ante la perspec­t iva de expl icar la conducta r i t u a l . 4 "Obviamente el prob lema entre estímu­los, actividades pasadas y actividades presentes es de suma impor tanc ia " , escribe Homans . "pero no fo rmularemos más proposiciones generales acer­ca de ello, y en consecuencia este l ibro no logra ser u n a psicología comple­t a " (pág. 53 ) . Pero a f i n de c u e n t a s H o m a n s t i ene pocas opc i ones . Ine luctablemente, en v i r t u d de la Inestabi l idad de s u l im i tada pos tura pre­supos ic ional . está obligado a buscar las raíces de los valores y la d i s c r im i ­nación en fuentes colectivas, no contingentes y normat ivas de recompensa.

Comencemos con su t ra tamiento del espinoso problema de los valores. Antes hablé acerca del equívoco centra l en la definición de valor dada por Homans . Por u n a parte, ve el valor como u n mediador independiente del es­tímulo, el elemento que decide la clase cua l i ta t i va de estímulo que. Junto con la cant idad de estímulo, de t e rmina l a "recompensa". Por o t ra parte. Homans se abst iene de dar demasiada relevancia a l valor, sugir iendo que podemos def in i r el valor de u n estímulo sólo después de saber que se h a

4 Para la expresión de impotencia teórica de Rex ante el problema del ritual, véa­se el capitulo 9.

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produc ido u n refuerzo. Sugerí que este equívoco centra l se re lac iona con la admisión de Homans . potencia lmente embarazosa, de que la percepción de recompensas invo lucra discriminación, y que la discriminación, lejos de es­t a r re lac ionada sólo con actos externos, objet ivamente observables, está arraigada en recuerdos de asociaciones y sent imientos pasados. Este pro­b lema se magni f ica cuando Homans pasa de la acción al orden, de la d iscr i ­minación a los valores en cuanto tales. "Valores como el orgul lo , e l alíruis-mo. la agresión, ¿on los que nos causan más problemas para predecir y ex­p l i car la conducta de los hombres . " Causan problemas porque el va lor que b r i n d a n a l actor no se puede asociar d irectamente con actos observables: son "valores que const i tuyen, como a veces decimos, su propia recompensa" (pág. 45).

¿Qué quiere decir Homans con esto? Quiere decir que los valore^gene-rales como el orgul lo , el a l t r u i s m o y la agresión s iguen const i tuyendo fuen­tes de compromiso aunque no estén reforzados por las reacciones ¿Te otros. Las gentes orgul losas o agresivas se s ienten recompensabas s implemente porque h a n actuado de acuerdo con estos valores, no impor ta cómo reaccio­nen los demás. ¿De dónde viene entonces la recompensa? Obviamente sólo puede ven i r desde el in ter io r de ellas mismas . Si hemos in terna l i zado c a "re­compensadores" anter iores. las acciones que ellos va loraban se convierte en nuest ros valores. A c t u a r de acuerdo con estos valores se convierte pue en u n a recompensa en sí m isma. Ta l acción es independíente de sanciones presentes, observables y externas, las sanciones que def inen la acción conv in tercambio .

S u g e r i r l a p o s i b i l i d a d de d i c h a internalización se conv i e r t e p a r a Homans en u n serio problema. Si el valor invo lucra internalización pasada, el observador científico no se puede centrar sólo en el intercambio . Como Homans admite que en este sent ido "debemos m i r a r el pasado de u n h o m ­bre en busca de esclarecimiento", sugiere que "en pr inc ip io el pasado ofrece la información que necesitamos para eva luar valores independientemente de la cant idad de act iv idad que u n hombre desarrolle para obtener valores en el presente" (pág. 45). Para expl icar la respuesta, que invo lucra el cálculo de ganancia del actor, el análisis de la interacción presente se debe comple­menta r con el es tudio del pasado, pues no son las meras recompensas sino "los m ismos gustos especiales" para las recompensas los que deciden s i los actores reaccionarán análogamente ante la m i s m a can t idad de estímulo (pág. 45). Pero el pasado induce a Homans a buscar ayuda en las mismas tradiciones teóricas que deplora. Pr imero acude a Freud, la roca sobre la cua l Parsons edificó s u última teoría del o rden c u l t u r a l . "S i algo hemos aprendido de Freud , es que la h is to r ia pasada de u n hombre , a veces t a n pasada que le cuesta hab la r de ella, es u n poderoso determinante de s u conducta a c tua l " (pág. 45). Freud escribía acerca de l a acción no rac ional ; Parsons re lac iona esta conceptualización de la acción con las fuentes no ra ­cionales del orden. Homans parece seguir en esto a Parsons. "Los miembros de u n a sociedad pueden haber adqui r ido para las recompensas los mismos gustos especiales que recibieron de sus madres, padres y otros miembros de la c o m u n i d a d " (pág. 45). Comenta los diversos efectos de las comunidades

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nacionales y las s u b c u l t u r a s regionales. Por último, debe reconocer que el corazón del va lor es la conformidad con las normas .

Cuando examinamos grupos par t icu lares de personas, u n a clase espe­c ia l de recompensa, la recompensa obtenida por la con formidad a u n a n o r m a , cobra impor tanc ia . Una n o r m a es u n a formulación hecha por var ios miembros de u n grupo [según la cual ] los miembros deben com­portarse de t a l mane ra en tales c i rcunstanc ias . Los miembros ha l l an u n a recompensa en que s u conducta y la de otros se conforme en cier­ta med ida con la conducta ideal descr i ta por la n o r m a (pág. 46).

Pero era Homans qu i en se oponía a este razonamiento normat i vo de la sociología func iona l i s ta . S u teoría sistemática se basa en la proposición de que la con formidad con las no rmas es u n a ilusión, de que los actores res­ponden sólo a las cont ingencias inmediatas de las recompensas y los cast i ­gos.

A nadie le gusta a d m i t i r que se contradice, y menos a u n teórico de la sociología. Ustedes recordarán con qué rapidez Rex desandaba el camino después de i n t r o d u c i r categorías res iduales en s u análisis de la t r e g u a . 5

Homans hace lo m ismo . Después de i n t r o d u c i r u n a categoría res idua l t ras o t ra , retrocede in t roduc iendo u n a segunda línea de razonamientos ad hoc. E l valor, sugiere ahora, está d iv id ido en dos partes, constante y variable. Escribe: " [Una] persona va lora m u c h o la ayuda (1) si es la clase de hombre que necesita ayuda y (2) si h a recibido poca ayuda en el pasado reciente" (pág. 48). La "clase de hombre " que es u n a persona nos remite a l elemento constante de l valor, y esto, sugiere Homans , cambia m u y despacio. E n otras palabras, el in te rcambio lo afecta poco. E l hecho de que u n a persona haya recibido o no m u c h a ayuda "en el pasado reciente" nos remite a l segundo elemento del valor, la parte variable. E l va lor var iable es cuant i ta t i vo y está relacionado con el a q u i y ahora visibles. Sólo él puede estar d irectamente re lacionado con el in tercambio .

¿Cómo in t e rp re ta r este nuevo razonamiento? Por u n a parte. Homans parece haber admi t i do que u n de terminante signif icat ivo de la ganancia está fuera del in tercambio , que está l igado mediante el proceso de discriminación a las normas , las comunidades y la socialización. S in embargo, al m i smo t i empo in t roduce un*d i s t ingo conceptual que permi te que s u teoría no en­frente esta admisión. "Este l i b ro aborda la conducta presente, cara a cara, y sus cambios dentro de períodos breves" (pág. 48). E n otro pasaje Homans declara que s u tópico es la " conducta e lemental" , que en sus términos es s iempre "cara a cara" . S in embargo, aquí h a in t r oduc ido u n a característica cruc ia l , "períodos breves". Pero s i acaba de adm i t i r que los factores constan­tes, de largo plazo, cons t i tuyen u n componente relevante de la valoración, ¿no deberían también fo rmar parte de la conducta elemental? Lógicamente la respuesta es sí, estratégicamente la respuesta es no. Homans h a i n t r o d u -

Véase el capítulo 9.

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cido el d is t ingo constante/var iable para evitar el análisis c u l t u r a l , no para abordar lo . Con el lo puede dec larar que sólo le interesa la c onduc ta que cambia en períodos breves. "Como nos proponemos expl icar la variación, no la constancia, t ra tamos el p r imer componente [constante] como dado ... y no nos sent imos en la obligación de expl icarlo siempre. Den t ro de los l imi tes que nos f i jamos, expl icamos lo que var ia y consideramos como dado aquello que permanece constante " (pág. 48). jTa l vez Homans debió modi f i car el subtítulo de s u l i b ro y ponerle "Conducta e lemental en periodos breves"!

He in tentado convencerlos de que los comentar ios de Homans acerca del va lor revisten u n a ex t raord inar ia impor tanc ia , pues creo queTevelan las l imitac iones de u n a teoría que conceptual lza l a sociedad como in tercambio . . Sin embargo, aunque yo haya tenido éxito, ustedes podrían responder que m i comentar io sólo abarca algunos pasajes del l ibro de Homans . Tendrían razón. S in embargo, creo que puedo encontrar en el trabajo de Homans u n a sección m u c h o más sustanc ia l ̂ u e es igualmente reveladora y ad hoc. Me refiero a l capítulo doce. t i t u l a d o / J u s t i c i a " . i j

Para comprender qué se propone Homans en este capítulo cruc ia l , deA bemos recordar que a él le gustaría presentar el in te rcambio como s i e s t u - l J |

e q u i v a l e n t e a lo que me h a n d a d o , m i r e s p u e s t a se puede p r e d e c i r examinando el estímulo del o t ro (y, desde luego, m i provisión relat iva de él). Pero esta equivalencia objetiva resu l ta difícil de establecer. Como los b ienes ) (los estímurosTgue yo_ doy t i enen que di fer i r de los bienes (la respuesta) que • recibo, no se los puede comparar con exac t i tud . Más a u n , m ien t ras que ¡ nuestras provis iones relat ivas parecen bastante fáciles de establecer, n u e s ^ tros costos relat ivos — lo que cada u n o de nosotros cede en el i n t e r c a m b i o -invo luc ran , análogamente, comparaciones entre diversas especies de bienes. ¿Cómo decidir, pues, si el estímulo y la respuesta son iguales? Debemos realizar u n a comparación entre los bienes del o t ro y los míos, las expectat i­vas del o t ro y las mías, las posibi l idades del otro y las mías. Pero s i n d u d a también hemos de comparar nues t ra situación con la de otros en la socie­dad para ver cómo mane jan si tuaciones s imi lares.

Homans sabe todo_esto. E n real idad, él trae a colación el tema de l a comparación y ve de inmed ia to sus impl icaciones. A l establecer comparacio­nes, escr ibe , nos invo lucramos en la cuestión de l a Just ic ia, y la Justiclá*del in tercambio p lantea el prob lema de la Just ic ia d is t r ibut i va- Pero s i el Inter- í cambio imp l i ca j u s t i c i a d i s t r i bu t i va , y la Just ic ia d i s t r i bu t i va depende de la comparación, ¿no volvemos ine luctablemente a l prob lema de la in terpre ta­ción y a la existencia de pautas de interacción que están fuera de todo acto par t i cu la r? Homans queda nuevamente apresado en el d i l ema de l ind i v idua­l is ta . A l enfrentar el problema de lo aleatorio (pura cont ingencia ind iv idua l ) , se desplaza hac ia la categoría res idua l .

La p r imera frase del capítulo doce indica que Homans advierte que es­tá en t rando en el b rumoso m u n d o del ad hoc "Debemos ahora resolver a l ­gunos cabos sueltos que quedaron colgando en capítulos anter iores" (pág. 232) . E l cabo sue l to que in t en ta resolver es la Just ic ia d i s t r i bu t i va . Para

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abordar lo — recordemos s u estrategia ante el valor— in t roduce u n d is t ingo entre dos pr inc ip ios diferentes. E l p r imero es que el valor que u n a persona recibe de u n grupo en u n campo de actividades debe ser coherente con_jsus recompensas en otros campos. Este pr inc ip io de coherencia suena sensato, pues parece ser cuant i ta t i vo e i n s t rumen ta l . Pero el prob lema es que para expl icarlo Homans debe volver a u n a comprensión normat i va del o rden co­lectivo, l o cua l evoca las propuestas de D u r k h e i m y Parsons.

Para e jempl i f icar este p r i n c i p i o él escoge el caso de Alex. A lex era m i embro de u n grupo Juveni l de adolescentes que andaban j u n t o s y hacían muchas cosas. U n a de ellas era j u g a r a los bolos. Alex jugaba b ien y así sa­tisfacía las expectativas del grupo. Este b u e n desempeño constituía u n estí­m u l o y , según la teoría del in tercambio . Alex tendría que haber recibido por ello u n a recompensa equivalente. Pero el grupo no le daba t a l recompensa. La razón, según Homans, era que en otros campos de la act iv idad g rupa l "violaba impor tantes normas grupales" (pág. 234) . A l ofrecer esta expl ica­ción. Homans insinúa que la so l idar idad g rupa l es decisiva para la asigna­ción de recompensas. Pero Parsons insiste en lo m i smo cuando dice que la integración socia l t iene la m i s m a i m p o r t a n c i a que la asignación soc ia l . Como los miembros del g rupo de Alex adherían a valores grupales, otorga­b a n cierto va lor a la conformidad. Como Homans lo expresa anter iormente , los valores grupales constituían fines en sí mismos . Pero si las recompensas se d i s t r i buyen no sólo en respuesta a u n a act iv idad específica sino también en relación con el desempeño general de u n a persona en cuanto miembro del grupo, parece que los intereses de la Just ic ia d i s t r i bu t i va subo rd inan el in te rcambio a la so l idar idad mora l .

E n s u segundo pr inc ip i o de Just ic ia d i s t r ibu t i va , Homans int roduce la categoría res idua l de mora l idad de o t ra manera. La recompensa que u n a persona obtiene por su act iv idad, sugiere, t iene que ser equivalente a sus " inversiones" (pág. 237) . U n a vez más. esta referencia parece ser de orden cuant i ta t i vo y económico, lo cua l sería coherente con u n a perspectiva ins-t r u m e n t a l i s t a del in te rcambio . Pero Homans no define la inversión en térmi­nos económicos. La usa para a l u d i r a elementos sociológicamente relevantes en el carácter de u n a persona. Las inversiones remi ten a cosas como l a ap t i ­t u d , la edad, la raza, el sexo y l a fami l ia de origen. E n otras palabras, las i n ­versiones no se re lac ionan directamente con el estímulo al que estamos ex­puestos n i con el costo inmediato . Son residuos de actividades anteriores que nos h a n dado nuestro " s ta tus " . Este s ta tus define cu l tu ra lmen te en qué medida se nos considera u n a persona "buena " o "merecedora". La recom­pensa que rec ib imos por el estímulo que b r indamos está mediat izada por nuest ro s ta tus fuera de esta transacción par t i cu lar .

Todo cálculo que u n observador externo haga sobre la ganancia, pues, tiene que estar decis ivamente mediat izado por consideraciones acerca de las inversiones que u n a sociedad dada considera impor tantes . Pues la sensa­ción de haber obtenido u n a ganancia no depende de la equivalencia objetiva de recompensas y costos sino del cálculo de estas cual idades objetivas en relación con lo que u n actor cree merecer. La satisfacción m u t u a depende, pues, de u n consenso c u l t u r a l acerca de las Inversiones. ¿La al ta c u n a debe

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contar como u n a inversión válida? E n t a l caso, recortar cupones se conside­rará u n estímulo suficiente para ser recompensado con la riqueza. ¿La raza o el sexo cuen tan como inversiones? E n ta l caso, el trabajo s imi la r realizado por personas de sexo o raza diferentes puede resu l tar legítimamente en u n a paga desigual . Este es el s istema de recompensas de u n a sociedad conser­vadora o aristocrática. Si, en cambio, se considera que la p r inc ipa l inversión es el mero carácter de "persona" o "c iudadano" , las recompensas se pueden igua lar a u n en el caso de trabajos desiguales. Esta es la definición de la i n ­versión, la n o r m a de la j u s t i c i a d i s t r i bu t i va , en el social ismo utópico.

Se t r a t a , por cierto, de los problemas normat ivos que la teoría del con­flicto p rocuraba r educ i r a u n a cuestión de mera lucha de poder, pues la teo­ría del confl icto depende del In tercambio u t i l i t a r i s t a . E n la teoría del inter­cambio de Homans . en cambio, estas expectativas normat i vas de t e rm inan percepciones acerca de la distribución de recompensas. Cuando Homans observa que la cooperación entre actores sociales siempre parece estar dete­riorándose, señala desacuerdos objetivos, no desigualdades objetivas. " E l prob lema es que [las gentes] di f ieren en sus ideas acerca de lo que legítima­mente const i tuye inversión, recompensa y costo, y cómo se deben Jerarqui­zar estas cosas. Di f ieren de u n a sociedad a otra , de u n grupo al otro, y de u n a época a o t ra en cua lquier sociedad o g rupo" (pág. 246).

A m i en tender , en estos c o m e n t a r i o s sobre el s egundo p r i n c i p i o Homans h a i l um inado procesos en el nivel de la interacción ind i v i dua l que se corresponden con problemas decisivos que Parsons abordó en el nive l del s istema social. Para ambos teóricos el prob lema es cómo se pueden med ia t i zar las recompensas entre valores inst i tuc ional i zados y la asignaciónjde dis­ponibi l idades y personal . Homans jsxp l i ca que el deseo Ind i v idua l de j u s t i c i a d i s t r i bu t i v a re lac iona las ganancias objetivas del in tercambio con expectat i­vas grupales acerca de la valía de las cual idades indiv iduales . La respuesta de Parsons. en cambio, aludía a las presiones del equi l ibr io sobre los_siste-mas de asignación e integración. Las explicaciones son complementar ias . A l c o n t r i b u i r a este "progreso" teórico. Homans se h a alejado de s u teoría siste­mática del in tercambio .

E n el comienzo de Conducta social Homans admite que puede haber signif icativos elementos de conducta social que son determinados por re­que r im i en tos de r o l y no por exigencias interacc ionales del in te rcambio . "Pero m i estudioso de la conducta social e lemental dejaría a otros científicos sociales la tarea de exp l i car por qué el ro l llegó a ser lo que es, y sólo emprendería la tarea de expl icar las variaciones en la conducta real u n a vez que el r o l está dado" (pág. 5). La idea de dejar la explicación de ciertas d i ­mensiones clave de la acción y el orden a otros es u n a indudable señal de peligro. Es u n a a l a rma que suena cuando alguien desea deshacerse de su ­puestos teóricos objet ivamente restr ict ivos. V imos que Parsons anunc iaba u n a división del trabajo analítico dentro de las ciencias sociales — donde la sociología asumía el papel de expl icar las normas— Justo después de in t ro ­d u c i r u n estrechamiento drásticamente idealista de su enfoque m u l t i d i m e n ­s ional . De la m i s m a manera , ciertos teóricos del confl icto, como Dahrendor f , proponían que los elementos normat i vos y armoniosos (en cuanto opuestos

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a los conílictivos) de la sociedad fueran manejados por otros teóricos espe­cializados en la "integración". Pero t a l d ip lomac ia entre teóricos generales es u n t ruco de presdigitación. Las propuestas de una división analítica del t r a ­bajo son señales obl icuas de que u n a teoría no puede manejar aspectos f u n ­damentales de l a v ida social. Desués de esas señales aparecen confusas ca­tegorías residuales, no u n reconocimiento diplomático.

Ent i endo que la ambición parson iana de crear u n a teoría m u l t i d i m e n ­s ional y sintética era encomiable. Pr imero Intenté demostrar que Parsons no alcanzó esa meta, pues in t rodu jo u n a reducción ideal ista, mezcló cuestiones presuposicionales y empíricas, y no separó las aplicaciones ideológicas de intereses más generales. También intenté demostrar que la teoría del con­fl icto abordó estas fallas de modo signif icativo, y nos permitió trascender la estrecha aplicación de Parsons para abordar u n a exploración más plena de la mu l t i d imens i ona l i dad de la v ida social. A l m i smo t iempo, sugerí que l a teoría de l confl icto tenía sus propias fallas conceptuales; sus reducciones ins t rumenta l es conducían a razonamientos ad hoc que a menudo ref lejaban los de Parsons. Espero que ustedes hayan comprend ido que he t ra tado la teoría de l in tercambio de la m i s m a manera. Homans in ic ia lmente concep-tua l i za u n ámbito teórico que Parsons apenas toca, el n ive l de la interacción concreta que cobra u n a fo rma racionalista. S in embargo, a l t omar estos én­fasis analíticos para la teoría general, Homans restr inge su teoría de u n mo­do que le impos ib i l i t a abrazar sistemáticamente toda la gama de la v ida so­cial . E n vez de demostrar que su teoría es super ior a la de Parsons, las cate­gorías residuales que in t roduce revelan una convergencia entre s u teoriza­ción y la vena mu l t i d imens i ona l del trabajo funcional is ta .

He comentado la teoría de Homans no sólo como la obra de u n ind i v i ­d u o talentoso — aunque su sabor i nd i v i dua l es manif iesto— s ino como pro­tot ipo de la "teoría del in tercambio" . A m i ju i c i o , la lógica teórica que ejem­pli f ica, y las restr icciones que esta lógica impl ica , afectan a todo in t en to de desarro l lar u n a perspectiva estr ic tamente ind iv idua l i s ta y rac ional is ta de la v ida social. Todo teórico que aborde el in tercambio como fo rma p r imo rd i a l de la social idad se topará coh los problemas que afectan la obra de Homans . La perspectiva del in tercambio plantea a los teóricos u n di lema: deben esco­ger entre lo aleatorio y la categoría res idual . Si no están satisfechos con n i n ­g u n a de ambas cosas, deben sal ir de las" fronteras de s u trabajo. Este di le­m a tiene u n a categoría " e s t ruc tura l " : existe a l margen de las intenciones personales, las ambic iones ideológicas y los compromisos empíricos de cada teórico.

E n u n impor tan t e t raba jo t emprano en teoría de l in t e rcambio , por ejemplo. James Coleman mani festaba u n a gran sens ib i l idad hacia los pro­blemas conservadores e ind iv idua l is tas de las formulac iones originales de H o m a n s . 6 Declaraba que todos los intercambios acontecen dentro de mar­cos colectivos que establecen d is t r ibuc iones de poder, y que estos marcos~se

6 Coleman. "Foundations for a Theory of Collective Declsions". American Journal qfSociology (1966). 71:615-627.

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se p r o - . mane-

l y re- i i í i i t f n

sostienen mediante s istemas const i tucionales que l i m i t a n normat ivamente el abuso de poder desigual. Pero Coleman n u n c a ofreció u n modo dé teori-*" zar acerca de las reglas const i tuc ionales , normat ivas . Aunque su teoría pre­tendía representar u n a "enmienda" del in tercambio ind iv idua l i s ta , t a l en­mienda lo indu jo a i n t r o d u c i r las mismas categorías residuales que se pro­ponía superar. Peter B lau intentó enmendar a Homans de la m i s m a r a . 7 Insistía sobre la distribución despareja de poder supra ind i v tdua l conocía la mediación independiente de las normas para u n reparto Justo. S in embargo, al abordar los orígenes de d ichas normas . B l au tuvo que des­cr ib i r las como "emergentes del intercambio" , u n a descripción que no ofrecía muchas más explicaciones que la teoría ind iv idua l i s ta que B l au se proponía superar. T a l vez fue a causa de esta incongruencia que más adelante B l a u abandonó el análisis de intercambio , aduciendo que era i rremis ib lemente ind iv idua l i s ta . Abordó u n a teoría " e s t ruc tu ra l " que enfocaba las restr iccio­nes extra indiv iduales de manera tota lmente ma te r i a l i s t a . 8 A l v i n Gouldner. en u n célebre artículo que se publicó en la m i sma época que los trabajos tempranos de B l a u y Coleman. realizó u n a crítica de la teoría func ional is ta ' desde la óptica de l in tercambio , recurr iendo al concepto de " n o r m a de reci­p roc idad " . 9 Pero esta nueva revisión de la teoría del in tercambio también adolecía de defectos residuales en ta l concepto de "norma" . ¿De dóndej>ro-cedía dicha norma? ¿Era generada por el intercambio, en cuyo caso era re­dundante , o provenía del in tercambio externo, en cuyo caso esta revisión , converge con el func iona l i smo que in tentaba reemplazar?

E n m i opinión, los trabajos más recientes de la tradición del in te rcam­bio sólo vuelven más manif iestas tales contradicciones implícitas. E n 1974 Peter E k e h emprendió u n ataque f ronta l y sistemático contra el trabajo de H o m a n s . 1 0 Según Ekeh. era preciso complementar la idea de u n intercam^ bio directo, cara a cara, con ideas de intercambio indirecto, según las cuales todo in te rcambio es afectado por las necesidades o costos de u n tercero " s i ­lencioso". Este tercero indirecto , s in embargo, no parece diferente del g rupo sol idar io que Homans señalaba en s u pr imer pr inc ip io de Just ic ia d i s t r i b u t i ­va. T r a n s f o r m a r el i n t e r c a m b i o en n o r m a t i v o volviéndolo " i n d i r e c t o " es igualmente ad hoc. Se viola el pr inc ip io de f rugal idad — por no menc ionar u n fundamenta l cr i ter io de coherencia— a l t r a ta r de inser tar cuestiones co­mo la so l idar idad y la integración de sistemas en el lenguaje restr ic t ivo y teóricamente d iscordante del in t e r camb io social . Los t rabajos de Charles K a d u s h i n sobre el in tercambio indirecto adolecen de esta m i sma complej i ­dad excesiva, y lo m i smo sucede con el in tento de W i l l i am Goode de t rans ­fo rmar la teoría del in tercambio en fundamento de s u explicación sistemáti-

7 Blau, Exchange and Power in Social Life (Nueva York: Free Press. 1964). ® Blau, Inequality and Heterogeneity (Nueva York: Frce Press, 1977). 9 Alv in W. Gouldner, "The Norm of Reciprocíty: A Preliminary Statement",

American Sociological Review (1960), 25:161-178. 1 0 Ekeh. Social Exchange Theory: The Two Tradüions (Cambridge, Massachusetts:

Harvard University Press, 1974).

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ca de la distribución de prestigio en la v ida soc i a l . 1 1 Goode "corrige" la teo­ría del in tercambio recordando a sus lectores que el Intercambio de d ispon i ­bi l idades simbólicas — u n subcon junto de las "recompensas" mencionadas en la obra de Homans y Parsons— debe ser regulado por lo que D u r k h e i m l lamaba los elementos no contractuales del contrato, y que por esta razón todo análisis del prestigio debe abordar bases cu l tura les que están fuera de l

;Intercambio mismo. ¿Pero por qué pa r t i r de u n a teoría de la p r imord ia l l dad del intercambio? ¿Por qué no declarar desde el pr inc ip io que el in tercambio es u n a dimensión analítica de la acción pero que no puede expl icar la ac­ción misma? Quizá porque hacerlo equivaldría a abandonar la tradición de la teoría de l Intercambio .

Los supuestos rac ional is tas e ind i v idua l i s tas abundan_en el estudio / empírico de la v ida social; no se l i m i t a n a análisis que se anunc i an f o rma l -/ mente como parte de la "teoría de l in tercambio" . Los estudios de la conduc-I t a colectiva como movilización de recursos a menudo enfat izan l a opción ra -I c ional , t a l como las discusiones acerca de la revolución. La sociología políti-I ca ut i l i za tales supuestos ru t inar i amente . Muchas teorías de las relaciones I raciales y étnicas dependen de ellos. Las explicaciones de las relaciones i n ;

ternacionales ut i l i zar i teorías de proto intercambio para descr ib i r la conduc­ta de las naciones, los sociólogos famil iares las usan para expl icar el desa­rro l lo de las patologías emocionales. Las teorías del conf l ic io se valen del i n -

, tercambio para expl icar los actos de partes indiv iduales de sistemas com­plejos. Los marx is tas_usan el in tercambio para expl icar la lógica de los i nd i ­v iduos y grupos al ienados de la sociedad cap i t a l i s t a . 1 2

Aunque pocos de estos esfuerzos abusan sistemáticamente de sus su ­puestos teóricos, los límites de sus explicaciones empíricas adolecen de los defectos que hemos descubierto en la lógica más explícita y generalizada de la obra de Homans . A f in de cuentas, ta l es la justificación de la teoría gene­ra l . Es u n microcosmos de la sociología. A l abordar problemas teóricos ge­nerales, emprendemos u n examen abstracto y concentrado de la sociología m i sma .

1 1 Charles Kadushln. "Cast Thy Bread Upon the Waters for Thou Shalt Flnd It After Many Days: Notes on Motivaüon ln Network Behavior" (trabajo inédito, 1978), Wil l iam Goode, The Celebration qf Héroes: Prestige as a Social Control System (Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1979).

1 2 John Elster formaliza esta tendencia en el "marxismo de opción racional" que ha presentado recientemente en nombre de Marx: "Marxism, Functionalism, and Game Theory". Theory and Society (1982), 11:453-482.

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LAS TEORIAS SOCIOLOGICAS DESDE LA SEGUNDA

GUERRA MUNDIAL

Análisis multidimensional

por

Jeffrey C. Alexander

gedisa editorial

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Título del original en inglés: Twenty Lectures

© Columbia University Press, Nueva York, 1987

Traducción: Carlos Gardini

Ilustración de cubierta: Juan Santana

Cuarta reimpresión: septiembre del 2000. Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

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