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LA TELARAñA, SÍMBOLO DE LOS JUECES CORRUPTOS EN LOS EMBLEMATA (1618) DE F. SCHOONHOVIO BEATRIZ ANTÓN MARTÍNEZ Universidad de Valladolid 1. Cuando Florencio Schoonhovio (Guda, 1594-1648) compuso sus Emblemata, entre 1611 y 1614, rondaba los veinte años y estudiaba Derecho en la Universidad de Leiden (Enenkel, 1999; 2003; 2008). Sin embargo, el libro no vio la luz inmediata- mente, sino que –según informa en la epístola nuncupatoria (fol. 3r)– quedó guarda- do en su escritorio durante tres años, hasta que el bibliopola Andrea Burier decidió pu- blicarlo (Guda, 1618) [fig. 1]. Entonces Schoonhovio contaba 24 años, edad que se lee en la orla que enmarca el retrato juvenil del autor incluido en las páginas introducto- rias del libro [fig. 2]. Bajo el retrato hay un epigrama laudatorio firmado por Gerardus Traudenius, rector de la escuela latina de Guda de 1615 a 1623, quien pone de relieve las dos actividades a las que se había consagrado el joven emblematista: la jurispru- dencia (sancta Themis) y la poesía (Musa). Tras los emblemas, ilustrados con comenta- rios personales del autor, va un apéndice con algunos poemas que no habían sido incluidos en otros libros de poesía suyos, según reza el título: Emblemata […] partim Moralia, partim etiam Civilia. Cum latiori eorundem eiusdem Auctoris interpretatione. Accedunt et alia quaedam Poëmata in aliis Poëmatum suorum non contenta. A esta edi- tio prima siguieron la de 1626 (Leiden, A. Elzevir - B. Elzevir) y las de 1635 y 1648 (Ámsterdam, J. Janson). Se trata de una colección de 74 em- blemas, o ensayos de tema ético-políti- co (Enenkel, 2008: 144), que se ajustan al modelo del emblema triplex: inscriptio (en latin), pictura (del grabador Crispyn de Passe Junior, 1564-1637) y subscriptio (en metros variados). Cada emblema lleva un Commentarius (diferenciado con ese epígrafe del emblema) cuyo propósito es desentrañar el significado que la pictura y Fig. 1. Florencio Schoonhovio, Emblemata. Portada.

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Page 1: LA TELARAñA, SÍMBOLO DE LOS JUECES CORRUPTOS EN LOS

LA TELARAñA, SÍMBOLO DE LOS JUECES CORRUPTOS EN LOS EMBLEMATA (1618) DE F. SCHOONHOVIO

beAtriz Antón MArtínez

Universidad de Valladolid

1. Cuando Florencio Schoonhovio (Guda, 1594-1648) compuso sus Emblemata, entre 1611 y 1614, rondaba los veinte años y estudiaba Derecho en la Universidad de Leiden (Enenkel, 1999; 2003; 2008). Sin embargo, el libro no vio la luz inmediata-mente, sino que –según informa en la epístola nuncupatoria (fol. 3r)– quedó guarda-do en su escritorio durante tres años, hasta que el bibliopola Andrea Burier decidió pu-blicarlo (Guda, 1618) [fig. 1]. Entonces Schoonhovio contaba 24 años, edad que se lee en la orla que enmarca el retrato juvenil del autor incluido en las páginas introducto-rias del libro [fig. 2]. Bajo el retrato hay un epigrama laudatorio firmado por Gerardus Traudenius, rector de la escuela latina de Guda de 1615 a 1623, quien pone de relieve las dos actividades a las que se había consagrado el joven emblematista: la jurispru-dencia (sancta Themis) y la poesía (Musa). Tras los emblemas, ilustrados con comenta-rios personales del autor, va un apéndice con algunos poemas que no habían sido incluidos en otros libros de poesía suyos, según reza el título: Emblemata […] partim Moralia, partim etiam Civilia. Cum latiori eorundem eiusdem Auctoris interpretatione. Accedunt et alia quaedam Poëmata in aliis Poëmatum suorum non contenta. A esta edi-tio prima siguieron la de 1626 (Leiden, A. Elzevir - B. Elzevir) y las de 1635 y 1648 (Ámsterdam, J. Janson).

Se trata de una colección de 74 em-blemas, o ensayos de tema ético-políti-co (Enenkel, 2008: 144), que se ajustan al modelo del emblema triplex: inscriptio (en latin), pictura (del grabador Crispyn de Passe Junior, 1564-1637) y subscriptio (en metros variados). Cada emblema lleva un Commentarius (diferenciado con ese epígrafe del emblema) cuyo propósito es desentrañar el significado que la pictura y Fig. 1. Florencio Schoonhovio, Emblemata. Portada.

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el epigrama ofrecen de forma más o menos críptica. Se trata de un nuevo tipo de comentario en el que, a manera de un libro de loci communes, el autor va entretejien-do excerpta de diferentes autores. Más aún, advierte (fols. 3v-4r) que un libro de este tipo puede resultar engañoso, ya que en el fondo contiene más filosofía (plus Philosophiae) de lo que a simple vista parece (quam quidem prima fronte promittit), y esa filosofía es esencialmente filosofía moral, el mejor de todos los saberes a los que se aplica el esfuerzo humano (omnium studiorum, in quibus se hu-manus labor exercet).

El contenido del libro, según el título, se divide en dos grupos: los emblemas relativos a la moral privada (emblemata moralia) y los de tema político (emblemata civi-lia). Se percibe en el título la in-fluencia de Domenicus Baudius/

Dominique Baudier (1561-1613) (VV.AA., 1784: 88-90; Grootens, 1942), profesor de historia en la Universidad de Leiden y autor de la obra Moralis et civilis sapientiae mo-nita libris IV comprehensa (Leiden, 1611). A juzgar por la fecha en que se publicaron los Monita de Baudier, es fácil presuponer que la obra de quien fuera su profesor en Lei-den pudo servir de inspiración a Schoonhovio para componer sus emblemas. Asimis-mo, la influencia de Justo Lipsio, maestro de Baudier en Leiden, es perceptible en los Emblemata, tanto a nivel formal –en los paratextos o notulae marginales Schoonhovio imita la estructura de la Politica lipsiana (Waszink, 1997a) informando sucintamente sobre las auctoritates– como desde el punto de vista del contenido, ya que la Politica es en muchos casos fuente directa de ideas políticas y filosóficas esenciales (Enenkel, 1999: 182-184) y de no pocas citas textuales, según mostraré en este estudio.

2. Para un joven poeta como Schoonhovio, que estudiaba jurisprudencia, el géne-ro emblemático aparecía como el mejor vehículo para dar salida a sus dotes poéticas (no puede obviarse que el autor de un libro de emblemas es siempre el autor de la res significans y, salvo raras excepciones, no participa en la res picta), a su ideario filosófi-co-político de cuño eminentemente lipsiano, e incluso le permitía formular en clave poética y simbólica aquellos temas que, como jurista in fieri, centraban su interés y

Fig. 2. Florencio Schoonhovio, Emblemata. Retrato del autor.

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posiblemente le preocupaban. No es, pues, extraño que dedique un emblema a los malos abogados (nº XXXIV)1 y otro a los jueces corruptos (nº LXVIII), objeto del presente trabajo.

2.1. La res picta del emblema LXVIII, In corruptos iudices («Contra los jueces cor-ruptos») (Henkel y Schöne, 1996: 941) [fig. 3] muestra a un personaje con la vara de juez dirigiéndose a otro que se identifica fácilmente con Mercurio, dios de las tran-sacciones comerciales, del dinero y, por ende, del soborno. El epigrama, formado por la repetición de un senario yámbico y de un cuaternario yámbico (estrofa yámbica), es de este tenor:

Aranearum tela magnis rumpitur Muscis, minores strangulat; Rei potentes judicum sententiam Odore ducunt munerum; Qui nil habet quo torqueat Leges, miser In pelle pauper plectitur.

[«La tela de las arañas se rompe con las moscas grandes y mata a las pequeñas; los hombres adinerados con el olor de sus dádivas dictan la sentencia de los jueces; el pobre desdichado que no tiene con qué tergiversar las leyes acaba pagando con su cuerpo.»]

1 Lo estudiaré en otra publicación.

Fig. 3. Florencio Schoonhovio, Emblemata. Emblema 68.

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2.2. En el explicit (pp. 201-204) señala como fuente un apotegma de Anacarsis, con el que se burlaba de la aplicación que ponía Solón al redactar las leyes. Aquél comparaba las leyes a las telas de araña, porque retienen a los más frágiles y débiles que caen ellas; y en cambio, los grandes las rompen y escapan:

Apophtegma Anacharsidis, quo elusit studium Solonis in conscribendis legibus2. Dicebat enim Leges aranearum telis adsimiles esset, propterea quod in illas si quid levius, aut imbecillum incur-reret, haereat, sin majus aliquid, dissecet, ac fugiat.

En efecto, ése era un dicho muy famoso (Tosi, 1997: 1110) del filósofo Anacar-sis el escita (s. VII a.C.), uno de los Siete Sabios (García Gual, 1989: 137-158), que transmiten diferentes fuentes clásicas como Valerio Máximo (7, 2, ext. 4) y Diógenes Laercio (1, 101), y luego colecciones paremiográficas como el Libro de los proverbios glosados (1570) de S. de Horozco (Weiner, 1994: nº 162: La tela de araña al ratón dexa y a la moxca apaña). Pero el relato más completo de esa historia está en Plutarco (Sol. 5, 1-4) (Pérez Jiménez, 2003: 387-388), de quien extracto las últimas líneas:

Pues bien, Anacarsis, al enterarse de ello [sc. la redacción de las leyes], se reía del empeño de Solón, porque intentaba frenar las injusticias y abusos de los ciudadanos con letras que en nada se diferenciaban de las telas de araña, sino que, como aquéllas, de los que caen aprisionan a los débiles y pequeños; pero son rotas por los poderosos y ricos. (Traducción de A. Pérez Jiménez).

Con esta respuesta –escribe Schoonhovio– coincide un pasaje del Formión (330-332) de Terencio: «Pues no se tiende la red al gavilán ni al milano, que son aves dañinas» (Quia non rete Accipitri tenditur, neque Milvio / Qui male faciunt nobis), y en cambio «a las que no nos hacen daño alguno, sí se tiende» (illis qui nihil faciunt tendi-tur), «porque de unos se obtiene provecho, y con los otros se pierde el tiempo» (Quia enim in illis fructus est, in illis opera luditur). E igualmente aquel verso de Juvenal (2, 63): «La censura perdona a los cuervos y maltrata a las palomas» (Dat veniam corvis, vexat censura columbas) (Tosi, 1997: 1091). Si bien en la notula marginal cita la Vida de Solón de Plutarco, es seguro que la fuente directa del emblematista no es el autor griego sino el adagio erasmiano III.V.73 (Saladin, 2011: nº 2473), Dat veniam corvis, vexat censura columbas, pues allí se encuentran ambos loci, y el de Juvenal es el que da título al adagio.

Un celebérrimo ejemplo de la diferencia entre ricos y pobres, que no deja en ol vido Schoonhovio, es el del pirata Diomedes capturado por Alejandro Magno, quien en su defensa decía: «Yo, por practicar la piratería con una sola nave, soy tildado de pirata; en cambio tú, por practicarla con tantas escuadras, recibes el nombre de em-perador» (Ego quia una navi pyraticam exerceo, pyrata dicor, tu, quia totis classibus, imperator nuncuparis). La escena también ha sido plasmada en imágenes: Schachzabelbuch (WLB Cod. poet. 2, fol. 45), 1467; Confessio amantis (PML M.126, fol. 65r), ca. 1470; The City of God (MMW 10 A 11, fol. 183r), ca. 1475-1480. Este episodio, recogido en las fuentes clásicas (Cic. rep. 3, 14, 24; Aug. civ. 4, 4; Ps.-Cecilio Balbo, De nugis philosophorum

2 In marg.: «Plutarch. in vita Solonis».

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[Woelfflin, 1855: 5-6]) pasó a los florilegios medievales y a las polianteas: J. de Salisbury, Policraticus, sive de nugis curialium et vestigiis philosophorum 3, 14; Erasmo, adag. III. VII.1 (Saladin, 2011: nº 2601).

En Schoonhovio, tras esta anécdota vienen a modo de epimitio los conocidos ver-sos de Varrón (Men. Marcopolis peri arches 293, 81, 9) conservados en Nonio (Marcus Varro apud Nonium): «En la naturaleza humana todo es igual» (Natura humanis omnia sunt paria), «el más poderoso ataca» (Qui pote plus, urget); «el pez grande a menudo se come a los pequeños» (piscis ut saepe minutos magnus comest) (Tosi, 1997: 1180). Aquí reside, según Schoonhovio, «la destrucción de las sentencias judiciales» (sententiarum eversio), por eso la connivencia (conniventia) tiene su origen en el soborno (pecunia).

Añade seguidamente una serie de sentencias clásicas, tomadas por Schoonhovio, sin duda, de la Politica de Lipsio (Lib. IV, c. X) (Waszink, 2004: 434), que abundan en la idea de que todo es venal: Aristóteles (Rh. 2, 16)3, Cicerón (Att. 1, 16, 12), Horacio (serm 2, 3, 95-96; carm. 3, 16, 9-11)4 y Tibulo (3, 13, 48-49). Tal idea es corroborada por dos máximas que cita Erasmo: «Cuando habla el oro cualquier razonamiento carece de valor» (Auro loquente ratio quaevis irrita est)5 y «Sabe persuadir también el que no dice nada» (Suadere siquidem novit & loquens nihil). Ambas sentencias, en la versión griega de Gregorio Nacianceno, Carmina moralia (PG Migne 3404) y en su traduc-ción latina, están en el adagio erasmiano III.III.16 (Saladin, 2011: nº 2216): Auro loquente nihil pollet quaevis oratio.

Schoonhovio, sin indicar la procedencia, acumula nuevos loci paralleli que se locali-zan en la Politica lipsiana o en los Adagia erasmianos: «Naturalmente hombres con seis manos cada uno, del linaje de Gerión (cum senis manibus, e genere Gerionaceo6), tienen muy profundamente grabado en su ánimo» (hoc alte impressum animis habent) que «con el dinero no hay desgracia alguna» (nihil esse cum lucro malum) (Politica, Lib. IV, c. XI (Waszink, 2004: 476); Erasmo, adag. III.VII.13 [Saladin, 2011: nº 2613]). Recuerda con Juvenal (14, 204-205)7, que «con este emperador [sc. Vespasiano]» se establece que «el dinero huele bien venga de donde venga» (Lucri bonus est odor ex re / Qualibet), sentencia que da título precisamente al adagio erasmiano III.VII.13 (Saladin, 2011: nº 2613), Lucri bonus est odor ex re qualibet, y se repite en el adagio III.VII.1 (Saladin, 2011: nº 2601; Tosi, 1997: 1780).

El emblematista sostiene que tales jueces «mezclan la tierra con el mar, desbaratan las sentencias y tergiversan las leyes a su antojo» (terram mari miscent, judicia confundunt, legesque torquent pro arbitrio). De suerte que, sabiendo esto Pericles (Plu. Per. 23), «pre-visoriamente todos los años enviaba diez talentos a Esparta y corrompía a los notables para conseguir demorar la guerra cuando era necesario» (praecipuos corrumpebat, ut moram Belli, quando opus erat, redimeret). Por tal motivo, «aquella sagrada hambre de

3 In marg.: «Arist. in Rhet.». 4 In marg.: «Horat.». 5 Otras variantes: Auro loquente nihil pollet quaevis ratio, y Auro loquente omnis oratio inanis est.6 Plaut. Aul. 554.7 In marg.: «Iuvenal».

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oro» (auri illam sacram famem) –como dice el Poeta (ut Poëta inquit)8– «puede defi-nirse como una cierta fuerza corruptora de todas las virtudes» (omnium virtutum vim quandam corruptricem).

Llegados a este punto, Schoonhovio considera que ya ha hablado bastante de las todopoderosas riquezas y pasa a desarrollar el viejo tópico del desprecio que sufren los pobres (de pauperibus ubique jacentibus) (Tosi, 1997: 1822) inspirado en Ovidio, fast. 1, 218: census amicitias; pauper ubique iacet; de ahí los adagios: Pauper ubique iacet, dives ubique placet; y Si quid habes, viges; sin nihil, iaces. El tema es recurrente en la comedia antigua, donde se denuncia el desprecio e incluso el castigo de los pobres cuando, pese a estar en posesión de la verdad, no tienen nada con qué comprar el favor de los jue-ces; pues los que carecen de dinero, carecen de amigos que les presten apoyo (Nullus eis amicus, nullus qui suppetias ferat). Píndaro (N. 10, 77)9 lo expresa con acierto al decir: «El aprecio de los amigos desaparece para el hombre afligido» (Perit honor amicorum afflicto viro), imitado por Ovidio, trist.1, 9, 5: donec eris felix multos numerabis amicos, que a su vez da título al adagio erasmiano III.V.4 (Saladin, 2011: nº 2404), Felicitas multos habet amicos.

Acto seguido transcribe un largo parlamento plautino (Men. 571-585), en que Menecmo se queja de esto mismo (de hoc conquerentem), a saber, que lo importante para los abogados es el dinero de los clientes, y no el que ésos sean hombres honrados o unos sinvergüenzas. Insiste en que la justicia no trata por igual a ricos y a pobres: «Éstos [sc. los ricos] con dinero o con favores cambian en beneficio suyo las delibera-ciones y los dictámenes (Hi aut lucro, aut favore, ad gratiam deliberationes, & consilia flec-tunt); en cambio, el pobre es despreciado y, como no tiene dinero para pagar, paga con su cuerpo (jacet pauper, & dum non habet in aere, plectitur in pelle), palabras qu evocan un célebre adagio jurídico (Binder, 1992: 2790). De ahí su exclamación: «¡Cuán deseable sería que los que presiden el Estado fueran semejantes a las leyes (legum similes essent), las cuales para castigar no se dejan llevar por el dinero, los favores o el odio, sino por la equidad!» (non lucro, favore, aut odio, sed aequitate). Pues, cuando éstos se interponen, «el ánimo difícilmente distingue la verdad» (haud facile animus verum pervidet); y eso sucede principalmente cuando domina la codicia (avaritia dominatur).

Los historiadores Livio (2, 30) y Tácito (hist. 1, 15) le prestan su voz a Schoonho-vio por mediación de Lipsio (Politica, Lib. III, c. VI) (Waszink, 2004: 362) para decir que «los intereses privados siempre han ido e irán en detrimento de las decisiones públicas» (semper offecere, officientque publicis consilijs)10 y que «el peor veneno del sincero afecto y del discernimiento es el interés personal» (pessimum veri affectus, & judicij ve-nenum, sua cuique utilitas11). Ambas citas coinciden ad pedem litterae con el texto lipsiano –que trata de la Avaritia– y no con el latino original (& judicij no está en Tácito)12.

8 Verg. Aen. 3, 56. La expresión se convirtió en proverbial.9 In marg.: «In Nemaes. Oda 10». 10 In marg.: «Livius lib. 22».11 In marg.: «Tacit. I».12 En la notula marginal, Schoonhovio sitúa el pasaje de Livio erróneamente en el libro 22, como Lipsio.

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Tras señalar que «en otro tiempo los areopagitas juzgaban prudentemente durante la noche para examinar bien los asuntos y no dejarse influir por el favor o la amistad de nadie» (nullius favore, aut gratia flecterentur), introduce el exemplum del político Cleón (Plu. Moral. 806F); éste, una vez que decidió asumir la dirección del Estado, declaró su intención de romper al instante con todas sus amistades» (omnium amicitiarum vincula velle dissolvere13).

Apelando al penúltimo libro del Código (cOd.Theod. 16, 4, 4), recuerda que «otrora también quien, por recibir sobornos, juzgaba indebidamente (corruptus pecunia, male judicabat), perdía su dignidad, o más bien el cíngulo, y se convertía en infame» (amissa dignitate, vel cingulo, efficiebatur infamis). Es más, Justianiano (cOd. Iust. 4, 17) es-tablece que el oficio de juez (Iudicis officium) consiste en no juzgar de modo diferente a lo que proclaman las leyes, las constituciones y marcan las costumbres (non aliter judicare, quam legibus, constitutionibus, aut moribus proditum est).

Nuestro emblematista pone punto final a su comentario recurriendo, sin nom-brarlo, al humanista francés Marco Antonio Mureto (1526-1585) –él y Lipsio fueron los grandes artífices del Tacitismo europeo (Antón, 1992: 46-48; 120-122) y era un autor muy familiar para Schoonhovio (Antón, 2011: 230). En efecto, toma casi literalmente de la Oratio XVIII (De aucto-ritate & officio Judicum) (1741: 172) un lar-go párrafo, que desgrano a continuación: «Los antiguos resumían el oficio de juez en muy pocas palabras (paucissimis verbis judicis officium concludebant), diciendo que «la ley es un juez mudo y, a su vez, el juez es la ley que habla» (Legem esse mutum judicem, judicem autem Legem loquentem14). En suma, «conviene que todo sea recta-mente juzgado por un buen juez como si juzgase la ley misma, si pudiera hablar (lex ipsa, si loqui posset, judicaret), y que de esta manera la ley y el juez se pusieran de acuerdo entre sí para que la ley fuera como el alma del juez, y el juez la voz de la ley» (lex quasi anima judicis, & judex quasi vox legis)15. Del mismo modo Aristóteles declara que «la ley es la mente desprovista de avaricia» (Legem esse mentem cupiditatis

13 In marg.: «Plutarch». 14 Dicho ciceroniano (leg. 3, 1, 2) transformado en adagio jurídico. Mureto tampoco cita a Cicerón.15 Según Aristóteles (EN 5, 4, 1132a), el juez es la personificación de la justicia.

Fig. 4. Guillaume de la Perrière, Theatre des bons engins. Emblema 49.

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expertem)16, así conviene que los jueces estén despojados de toda ambición y que se sirvan sólo de la inteligencia y de la razón en sus juicios (mente tantum ac ratio-ne, in disceptandis controversijs uti)17. Pese a todo lo dicho, Schoonhovio –repitiendo las escépticas palabras de Mureto– cree que se pueden tener tales deseos, pero a duras penas cabe esperar verlos cumpli-dos (Sed haec optare licet, sperare vix licet).

3. Este emblema cuenta con claros precedentes, primero en la emblemá-tica en lengua vulgar: G. de la Perrière, Theatre des bons engins (París, 1544, embl. 49) [fig. 4]; y C. Paradin, Divises heroiques (Lyon, 1551, divisa 7218; ed. ampliada, 1557, divisa 121) [fig. 5]. Y, después, en la emblemática neolatina con P. Costalio, J. Camerario y D. Lebeo Batilio, cuyas obras de seguro conocía y pudo utilizar Schoonhovio.

Se impone hacer una referencia, aunque mínima, a estos tres autores.

3.1 El jurista francés Pedro Costalio / Pierre Coustau en el Pegma (Lyon, M. Bon-homme, 1555) dedica varios emblemas a los jueces y abogados, siendo el argumento del pegma de la pág. 43 [fig. 6] el que coincide plenamente con el de Schoonhovio. El primer título se refiere al dibujo: Ad araneam, vulgatum ex Diogene («Sobre la araña, según Diógenes19»; y el segundo título desvela el significado simbólico: In corruptos iudices («Sobre los jueces corruptos»). El grabado, muy sencillo, muestra una estancia con una gran tela de araña. El contenido del epigrama (en dísticos) se divide en dos partes (versos 1-4 = título 1; versos 5-6 = título 2):

Dum volat, elatae telas disrumpit Arachnes Oestron20, & impavidè mollia pensa terit. Sed capitur tenuis macilento corpore musca, Nec fugit arguta retia ducta manu. Sic pauper positae sortes vix effugit urnae,

16 Aristóteles (Pol. 3,11, 1287a) dice que la ley es razón sin deseo.17 Arist. Pol. 3, 11, 1287a.18 La divisa sólo lleva el título Lex exlex («Ley fuera de la ley»).19 Es Diógenes Laercio, no Diógenes el Cínico, quien cita ese dicho en la biografía de Anacarsis el Escita (1, 101). 20 Personificado en nominativo singular (Oestron). La palabra clásica es oestros (en latín asilus: ‘tábano’).

Fig. 5. Claude Paradin, Divises heroiques. Divisa 121.

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Sed dives rupto vimine tutus abit.

[«Mientras el tábano atraviesa volando la tela que ha tejido la araña e intrépido rasga el delicado trabajo, la frágil mosca queda atrapada por tener un cuerpo diminuto, y con sus diestras patas no consigue escapar de las tupidas redes. Así, el que carece de dinero apenas logra evitar la sentencia depositada en la urna; en cambio, el rico huye seguro tras romper el entramado.»]

En la Narratio philosophica (pp. 44-45), amén de mencionar el episodio de Dióge-nes (el Cínico, según Costalio), asegura que los jueces, para garantizar su imparcialidad (mediocritas), no pueden actuar movidos por la ira (iracundia) o el favor (gratia). Incluso cree que, si algunos son capaces de actuar contra los más poderosos (contra potentissi-mos) y no temen aplicar las leyes, los príncipes no sólo los alabarán sino también les brindarán su ayuda (non tantum laudatores, sed etiam adiutores). En la edición francesa (Le Pegme, Lyon, 1555), Costalio modificó el título de este emblema para reflejar su procedencia de Anacarsis: «Sur l’Araignée selon Anacharsis. Contre les iuges fauorables» (pp. 66-70), y en el comentario corrigió Diógenes el Cínico por Diógenes Laercio.

3.2. El médico y botánico alemán Joaquín Camerario repite el motivo de la

Fig. 6. Pedro Costalio, Pegma. Peg. 43.

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telaraña aplicada a la justicia en la tercera Centuria de sus Symbola et Emblemata (Núremberg, 1596 [1597]), elaborada a partir de las aves y de los insectos (ex volatilibus et insectis). En el emblema XCIX, Violentior exit («El más fuerte escapa»), [fig. 7] bajo el dibujo de una telaraña va este monodístico:

Innodat culicem, sed vespae pervia tela est. Sic rumpit leges vis, quibus haeret inops.

[«La telaraña enreda al mosquito, pero le permite el paso a la avispa. Así, la fuerza rompe las leyes en las que queda retenido el pobre»]

Lo más reseñable del comentario es la interpretación que da el autor de la com-paración que hacía Anacarsis entre las leyes y las telarañas:

Nam ut in his animacula & insecta infirmiora, quale sunt muscae, papiliones & similia, retinentur, validiora autem, ut vespae, & crabrones perrumpunt: ita legibus humiles & pauperes constringuntur, divites vero & potentes illis non alligantur. Quod quidem de legum inaequalitate potius, quam recta ipsarum observatione intelligendum.

[«Pues, al igual que los animalillos y los insectos más débiles, como las moscas, las mariposas y otros similares, caen apresados en estas telarañas, y en cambio los más fuertes, como las avispas y abejorros, las rompen, así las leyes castigan a los pobres y humildes, mientras que dejan libres a los ricos y poderosos. Eso, sin duda, se explica por la desigual-dad de las leyes antes que por la recta observancia de las mismas.»]

En efecto, Camerario no cuestiona la imparcialidad de los jueces, sino que atribuye a la legislación el que no sean tratados de igual modo los ricos y los pobres.

3.3. El jurista francés Dionisio Lebeo Batilio / Denis Lebey de Batilly (1551-1607), amigo del anticuario y emblema-tista Juan Jacobo Boissardo y calvinista como él, utiliza el argumento de la tela de araña en el emblema CXCVII, In ple-bem vim habent leges, in potentes obmutes-cunt («Frente a la plebe las leyes tienen fuerza, pero frente a los poderosos en-mudencen») de la editio voegeliniana (sin grabados) de sus Emblemata (Heidelberg, 1600, pp. 74-75), cuyo epigrama en dísti-cos es de este tenor:

Fig. 7. Joaquín Camerario, Symbola et Emblemata. Centuria III. Emblema 99.

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La telaraña, símbolo de los jueces corruptos... 161

Perrumpunt corvi quas texit araneae telas, Queis se, innexa pedes, solvere musca nequit: Ferrea non aliter Leges sunt vincula plebei. Stuppea sed magnis quae retinac[u]la viris.

[«Los cuervos rompen las telas de araña, de las que la mosca no consigue librarse por tener sus patas atrapadas. No de otro modo las leyes, férreas cadenas para la plebe, son en cambio cuerdecillas de estopa para los hombres poderosos.»]

La referencia a los cuervos (corvi) remite al paso de Juvenal y al adagio de Erasmo arriba apuntados. Estos versos, que Batilio escribiría al dictado de su propia expe-riencia como juez, están ausentes de la primera edición de sus Emblemata (Fránkfurt, 1596, con grabados).

4. Recapitulando, los Emblemata de Schoonhovio, compuestos en edad juvenil, le han otorgado un lugar relevante en el Parnaso emblemático. Posiblemente tal éxito se debe tanto a la bella factura del libro –obra del impresor A. Burier y del grabador C. de Passe Iunior–, como a la inventio y a la dispositio de sus materiales, que el autor pudo recabar de otros emblematistas (P. Cosalio, J. Camerario o D. Lebeo Batilio para este emblema en concreto), así como de polianteas y colecciones paremiográficas, no siempre fácilmente identificables.

No obstante, la utilización que hace el autor en este emblema de los Adagia eras-mianos y de la Politica lipsiana, o bien de las Orationes de Mureto, obras reconocibles para todos los scholastici de su época, es extensible para el conjunto de sus Emblemata, de los que bien podría decirse que «todo es de Schoonhovio y nada es de Schoon-hovio», imitando la expresión lipsiana Omnia nostra esse, et nihil, con la que resume su método de trabajo al inicio mismo (De consilio et forma nostri operis) de su Politica (Waszink, 2004: 232; 1997b).

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