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240 HJSTORIA DE LA TEOR.fA POL!TICA, 4 proletario asi definitivamente en Ia socialdemocracia -y-no solo en ella- el protagonismo a que parecia llamado en los primeros textos marxistas. Socialismo y liberalismo Los distintos aspectos anteriores de Ia doctrina del Estado socialdemocrata y sus relaciones con el reformismo de raiz revisionista pueden ser sintetizados en un punto clave desde un punto de vista filosofico-politico: Ia vision de Ia relacion entre sodalismo y liberalismo. La Ultima frase del escrito de Engels sobre Feuerbach declara al movimiento obrero ale- man «heredero de Ia filosofia clasica alemana», pero hacien- do residir Ia herencia no en el posible contenido liberal del pensarniento de Kant, Hegel o Fichte, sino en el «espiritu in - domable» y ajeno a intereses egoistas de su fuerza teo rica (1886, pp. 89-90). En esa linea, en Ia polernica sobre Kant y Marx entre fines del siglo pasado y principios del nuestro, mejor que Ia contraposicion sefialada por Kautsky entre un organismo socialista dudosamente marxista y un individua• lismo liberalllamado a ser vencido y no meramente perfe c- cionado por aquel (1899a, p. 258, y 1907b, p. 255), Fran z Mehring pudo replicar la tesis de la radicacion del sociali • mo en el imperativo categorico kantiano afrrmando qur Kant no aporto «ni el peso de un solo grano de arena» a I 1 fundamentacion del socialismo y que Ia «alta estima» d I marxismo hacia los ideales burgueses en la epoca de Ia R • volucion Francesa no suponia retroceder a Kant y a eso ideales, pues· eso constituiria una estrangulaci6n de todo el socialismo, un -por fortu.na, _so li! mente imaginario- salto mortal hacia atras en todas las ilusiO II ' funestas del siglo XVIII que el siglo XIX, y esta fue SU principal tar ' I, ha barrido por completo (1900, pp. 123-126). 5. LA SOCIALDEMOCRACIA 241 Sin embargo, tambien el siglo xx ha barrido las ilusiones del XIX sobre un socialismo no liberal-democratico hasta ha- ber Ia insistencia de los revisionistas r:forrnistas Y en que «no una idea liberal que no pertenez- ca tambien al conteiudo Ideal del socialismo» (Bernstein 1899, PP· 223-224) ni «oposicion entre un socialismo tamente entendido y un Iegitimo individualismo» (Vorliinder 195). Claro que lo que en estos textos se entendia po; liberalismo era Ia garantia, dentro de un sistema democrati- c? participacion en el poder politico, de las libertades in- condensables en lo que el mas solido so- Cialista espafiol, Fernando de los Rios, llamo el «reconoclffilent? de Ia santidad de Ia herejia» (1935, p. 123), pero _no Ia doctrma economica que, ligada allaissez-faire, ha- cia los derechos individuates alrededor del derecho de P.ropiedad: como lo sintetizo el rnismo Fernando de los Rios, CJtando a y a Hermarm Heller, «alii donde haya una hbre los hombres son esclavos, y [... ]no hay mas pos!bilidad de hacer al hombre libre que haciendo a Ia , onomia esclava» (1929, p. 154). Entre las varias formas po- Jbles de entender esta propuesta, Ia mas importante e influ- yente es Ia defensa de Heller del Estado como imprescindible ante de Ia socialista y de Ia supremacia de los in_ reses comunitarws sobre el egoismo individual (1925a 9 184 185 b 'pp. Y - 'Y 1925 ' 228; por lo demas, se encuentran udos apuntes sobre Ia diferencia entre el individualismo yel de autorrealizacion, en Adler, 1922, pp. 305-312). De Ia socialdemocracia dasica al socialismo actual Prim era Guerra Mundial, cuyo estallido hizo saltar por los Ia II Internacional, dio paso a un periodo en el que fue regia general en Europa Ia participacion en un momento

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240 HJSTORIA DE LA TEOR.fA POL!TICA, 4

proletario p~rdia asi definitivamente en Ia socialdemocracia -y-no solo en ella- el protagonismo a que parecia llamado en los primeros textos marxistas.

Socialismo y liberalismo

Los distintos aspectos anteriores de Ia doctrina del Estado socialdemocrata y sus relaciones con el reformismo de raiz revisionista pueden ser sintetizados en un punto clave desde un punto de vista filosofico-politico: Ia vision de Ia relacion entre sodalismo y liberalismo. La Ultima frase del escrito de Engels sobre Feuerbach declara al movimiento obrero ale­man «heredero de Ia filosofia clasica alemana», pero hacien­do residir Ia herencia no en el posible contenido liberal del pensarniento de Kant, Hegel o Fichte, sino en el «espiritu in­domable» y ajeno a intereses egoistas de su fuerza teo rica (1886, pp. 89-90). En esa linea, en Ia polernica sobre Kant y Marx entre fines del siglo pasado y principios del nuestro, mejor que Ia contraposicion sefialada por Kautsky entre un organismo socialista dudosamente marxista y un individua • lismo liberalllamado a ser vencido y no meramente perfec­cionado por aquel (1899a, p. 258, y 1907b, p. 255), Franz Mehring pudo replicar la tesis de la radicacion del sociali • mo en el imperativo categorico kantiano afrrmando qur Kant no aporto «ni el peso de un solo grano de arena» a I 1

fundamentacion del socialismo y que Ia «alta estima» d I marxismo hacia los ideales burgueses en la epoca de Ia R • volucion Francesa no suponia retroceder a Kant y a eso ideales, pues· eso constituiria

una estrangulaci6n de todo el socialismo, un -por fortu.na, _so li! mente imaginario- salto mortal hacia atras en todas las ilusiOII ' funestas del siglo XVIII que el siglo XIX, y esta fue SU principal tar ' I, ha barrido por completo (1900, pp. 123-126).

5. LA SOCIALDEMOCRACIA 241

Sin embargo, tambien el siglo xx ha barrido las ilusiones del XIX sobre un socialismo no liberal-democratico hasta ha­ber r~conocido Ia insistencia de los revisionistas r:forrnistas Y fabian~~ en que «no ~xist~ una idea liberal que no pertenez­ca tambien al conteiudo Ideal del socialismo» (Bernstein 1899, PP· 223-224) ni «oposicion entre un socialismo correc~ tamente entendido y un Iegitimo individualismo» (Vorliinder ~926, ~· 195). Claro que lo que en estos textos se entendia po; liberalismo era Ia garantia, dentro de un sistema democrati­c? ~e participacion en el poder politico, de las libertades in­d_iv~duales basi~as, condensables en lo que el mas solido so­Cialista r:fo~mista espafiol, Fernando de los Rios, llamo el «reconoclffilent? de Ia santidad de Ia herejia» (1935, p. 123), pero _no Ia doctrma economica que, ligada allaissez-faire, ha­cia g~ar los derechos individuates alrededor del derecho de P.ropiedad: como lo sintetizo el rnismo Fernando de los Rios, CJtando a los_£a~ianos y a Hermarm Heller, «alii donde haya una eco~o~Ia hbre los hombres son esclavos, y [ ... ]no hay mas pos!bilidad de hacer al hombre libre que haciendo a Ia , onomia esclava» (1929, p. 154). Entre las varias formas po­Jbles de entender esta propuesta, Ia mas importante e influ­

yente es Ia defensa de Heller del Estado como imprescindible ante de Ia e~on?mia socialista y de Ia supremacia de los in_

reses comunitarws sobre el egoismo individual (1925a 9 184 185 b 'pp.

Y - 'Y 1925 ' P· 228; por lo demas, se encuentran udos apuntes sobre Ia diferencia entre el individualismo

yel de autorrealizacion, en Adler, 1922, pp. 305-312).

De Ia socialdemocracia dasica al socialismo actual

Prim era Guerra Mundial, cuyo estallido hizo sal tar por los Ia II Internacional, dio paso a un periodo en el que fue

regia general en Europa Ia participacion en un momento

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242 lflSTORIA DE LA TEORfA POLfTICA, 4

u otro, y con mas o menos peso, de notables socialistas en el gobierno de sus paises: ademas de Ia presidencia de Ia Repu­blica alemana de Friedrich Ebert hasta 1925, asi ocurri6 en Ia propia Alemania y en Austria, Belgica, Suecia, Dinamarca, Gran Breta.iia, Francia y Espa.iia. Sin embargo, salvo en el caso del Partido Socialdem6crata Sueco, que pudo mantenerse he­gem6nicamente en el gobierno desde 1932 hasta 1976, estas experiencias de Ia primera postguerra apenas permitieron realizar reformas socialistas de mayor alcance, ni material ni temporal (Lefranc, 1972, caps. 2-3). Desde el punto de vista doctrinal, el periodo de entreguerras -profundamente mar­carlo por la escisi6n entre socialistas y comunistas- contiene dos aspectos nuevos y relevantes respecto del anterior. En pri­mer Iugar, la busqueda que emprenden algunos austromar­xistas de una posicion intermedia entre el reforrnismo practi­co de Ia socialdemocracia y el revolucionarismo voluntarista y dictatorial del comunismo sovietico, que dio Iugar al intento de Ia «lnternacional Segunda y Media» y que, en sustancia, busc6 sin exito llevar a cabo reformas radicales que, a Ia vez, comportaran una revoluci6n compatible con Ia democracia (Marramao, 1977, y Bottomore, 1978, pp. 37-44). En segun­do Iugar, el desarrollo hasta sus tiltimas consecuencias de las tesis del revisionismo reformista, por ejemplo, aun dentro de sus diferencias, por parte del helga Henri de Man o del italia­no Carlo Rosselli, que, bajo la premisa te6rica de abandonar Ia inspiraci6n marxista del socialismo, infectada de determi­nismo his to rico, proponian Ia renuncia politica al instrumen­to revolucionario, la alianza con las clases medias o el recono­cimiento del marco nacional para Ia construcci6n del socialismo (cfr. Roselli, 1930; asi como De Man, 1926, esp. caps. IV, VIII, X,XI,XIVyXV; 1931, pp.174-178y 196-198, y 1933,pp.14-21 ycaps.XIIIyXVII) 18

18. Ademas de los dos rasgos anteriores, y como certeramente ba d tacado Perry Anderson, en el periodo de entreguerras se produce

5. LA SOC!ALDEMOCRACIA 243

La experiencia del fascismo, a cuyo ascenso asistieron im­potentes los distintos partidos socialdem6cratas europeos, abri6 paso, tras Ia Segunda Guerra Mundial, a un nuevo pe­riodo en el que se generaliza rapidamente el proceso de des­colonizaci6n, mientras en Europa, donde las propuestas so­cialistas son reconducibles a Ia tradici6n anterior, se produce una reconstrucci6n econ6mica bajo el doble y con junto pre­supuesto de democracia liberal en un sistema capitalista ha­d~ el interior y guerra fria entre los paises occidentales y los del Este europeo hacia el exterior. En ese marco, ademas de Ia ya asentada hegemonia en Suecia, los partidos socialistas iran adquiriendo un peso dominante y significativo en la al­ternancia de gobierno (en Gran Bretaiia, desde 1945, en la Republica Federal Alemana desde 1969, en Austria desde 1970). Este socialismo norte y centroeuropeo se caracteriz6, con la excepci6n de la politica de nacionalizaciones de los la­boristas britanicos, por una mucho mayor intervenci6n esta­tal en los procesos de redistribuci6n que en los de produc­ci6n, de forma que una politica fiscal progresiva permiti6 consolidar eficazmente Ia red asistencial que configura el Es­tado de bienestar, en un proceso que result6 ser funcional al tipo de crisis econ6mica que Keynes analiz6 y propuso com­batir mediante Ia incentivaci6n de la demanda (para mas ojustadas precisiones sobre la relaci6n entre socialdemocra-ia y Welfare State, vease Paramio, 1988, pp. 127-130).

La dis tan cia entre previsiones y realizaciones como las an­I riores y las propuestas y aspiraciones de la socialdemocra-

bien una inversion de Ia relaci6n general entre Ia doctrina marxista y el movimiento obrero, tanto socialista como comunista: mientras el mar­x lsmo clasico, de Marx y Engels a Kautsky, 0 . Bauer, Lenin o Gramsci, lor mula teorias muyvinculadas a Ia practica de los partidos obreros, en 1 nmbio, el marxismo posterior, de Lukacs o Ia Escuela de Frankfurt a I lla Volpe o Althusser, estuvo mucho mas desprendido de Ia realidad polftica, basta el punto de que en este otro marxismo hay una abruma­,lora inclinaci6n bacia Ia reflexi6n estetica, mucbo mas que bacia Ia filo-nf!a politica (1976, pp. 41 y94 ss.).

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244 HISTORIADE LA TEORfAPOL(TICA,4

cia chisica se colm6 en el plano doctrinal con una recupera­cion, y aun un desenvolvimiento liberal, de las principales te­sis del revisionismo reformista. Tanto para partidarios como para adversarios, la Biblia de esta transformacion se plasma en el Programa del SPD aleman aprobado en 1959 en el Con­greso de Bad Godesberg, que comenzaba enraizando el so­cialismo democnitico con la etica cristiana, el humanismo y la filosofia clasica para renunciar expresamente a «pro damar Ultimas verdades», es decir, para renunciar implicitamente a la inspiracion marxista que hasta entonces habia sido norma programatica. Desde el punto de vista etico-politico, el pro­grama de Bad Godesberg establecia una decidida identifica­cion entre socialismo y democracia, entendida como some­timiento de todo poder al control politico, cuya realizacion exigiria «un nuevo orden economico y social» conforme con «los valores fundamentales del pensamiento socialista»: «la libertad, la justicia, la solidaridad y la mutua obligacion de­rivada de la comtin solidaridad». Este nuevo orden, sin em­bargo, no se condensaba en la formula tradicional de la so­cializacion de los medios de produccion, sino que se consideraba compatible con la economia de mercado y con la propiedad privada controladas, hasta el punto de que el ideal social que se proponia era mas bien la sociedad liberal iguali­taria en la que «todos los hombres, por pro pia decision, pue­dan construir con crecientes ingresos un capital propio» (Programas, 1987,pp. 70-71 y75-78).

En contraste con una formulacion como la anterior, espe­cialmente a partir de la decada de 1960 (Sotelo, 1980, pp. 15 y ss. y 158 y ss.), se produce una difusa pero insistente teori­zacion de una mas bien tajante distincion entre socialdemo· cracia y socialismo democratico, identificada aquella con mero reformismo que acepta la organizacion capitalista y este como una doctrina que pretende superarla radicalmen te, siempre mediante el respeto a las reglas del juego

t LASOCIALDEMOCRACIA 245

ratico. Esta posicion, parcial y confusamente tributaria de fenomenos tan distintos como la primavera de Praga de 1968 o el Chile de Allende entre 1970 y 1973, puede detectar­se teoricamente en autores tan dispares como R. Bahro ( L977, tercera parte), G. Lichtheim {1979, pp. 417-434), C. B. Macpherson (1977, cap. V), A. Schaft {1988, tercera parte),

. Sik {1972, pp. 10-14), I. Sotelo {1980, pp. 47-50, 141-146 y 149-171),A. Touraine {1980, pp. 33, 39y 181) yotros. Enel plano de la practica politica, esta propuesta tendio a presen­lorse sobre todo como doctrina propia de los partidos del sur de Europa, que nunca se habian incorporado al go bier­no, como el espafiol o el griego, o nolo habian hecho hege­m6nicamente, como el frances o el italiano, y hasta elmo­mento en que lo hicieron (Paramio, 1988, p. 158). Por su 1 rte, aun con matices distintivos, ala misma idea de socia-11 mo democratico diferenciado de la socialdemocracia lle­H Iron tambien los partidos comunistas de iguallocalizacion •uropea, que propiciaron el movimiento del eurocomunis-

1\l como alternativa al modo dictatorial seguido en los pai­' S de «socialismo real». Y, en fin, dentro de estos Ultimos

p 1fses, la btisqueda de un «socialismo con rostro humano» I unbien propuso el ideal del socialismo democratico como vlo intermedia entre el comunismo y la socialdemocracia. 1\u suma, corrientes muy distintas en origen convergen en la pr·opuesta de un socialismo democratico que se propone 1 omo tercera via entre el comunismo y la socialdemocracia.

Norberto Bobbio, uno de los mas relevantes socialistas li-1 •rales contemporaneos, sentenci6 hace no muchos aftos ljll <<la tercera via no existe», pretendiendo poner de mani­t • to que entre el metodo democratico y el dictatorial no pu de haber ningtin hibrido para ir acercandose al socialis­lllll (1981, pp. 119-145). Sin embargo, no ya en relacion con lu medios pero si con los fines, la distincion entre soCialde­lllll racia y socialismo democratico -o, si se quiere, entre so­' 11ldemocracia moderada y radical- puede aludir ala dife-

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246 HlSTORIADELA TEO RIA POUTICA,4

rencia entre propuestas predominantemente institucionales e insistentes en la democracia politica representativa y pro­puestas mas permeables ala intervencion social no organiza­da mediante partidos y ala extension de los mecanismos de­mocraticos, a ser posible directos, a todos los ambitos, como el economico, el escolar, el sanitario, etc. (Sotelo, 1980, pp. 47-50, 141-146y 149-171) 19• Tal ideal de <<Una democra­cia mas avanzada en todas las esferas de la vida: la politka, la social y la economica», es el marco y ala vez elfin del socialis­mo proclamado en la Declaraci6n de Principios de la Interna­cional Socialista (Declaraci6n, 1989, n. 2; tambien ns. 9, 17 y 25). Y a pesar de las limitaciones reales de la socialdemo­cracia como formula politica propia solo de algunos paises occidentales especialmente desarrollados, el viejo ideal in­ternacionalista no deja de aparecer ahora como referente utopico en la propuesta de una «sociedad democratica mun­dial», cuya estructura politica no «Se configure como un sub­producto de los egoismos de los bloques, las naciones o las empresas» (Declaraci6n, 1989, n. 97; tambien nn. 98-100).

Sin embargo, con independencia de la lejania entre las rea­lidades y los deseos y de la reconocida dificultad de ir avan­zando hacia la consecucion de ideales como los anteriores en el marco de una severa estructura economica del capitalismo multinacional, la socialdemocracia es hoy objeto de un deba­te mas radical. En el se trata de dilucidar si el modelo social­democrata es susceptible de una profunda renovacion que le permita encabezar o, al menos, acompaii.ar ulteriores trans­formaciones sociales o si mas bien se encuentra ya enclaus­trado en una posicion esencialmente conservadora y qui.U condenado a ser superado por un nuevo paradigma que re-

19. Ha de observarse que esta. distinci6n puede esencializarse hasta el extremo de caracterizar al socialdem6crata por «su aversion a distin­guir entre socialdemocracia y socialismo» (Sotelo, 1980, p. 50) o, por el contrario, usarse de un modo mas flexible y gradualista, como propon Elias Diaz ( 1990, pp. 82-101).

~. LA SOCLALDEMOCRACIA 247

oja su agotado impulso critico y progresista ( Gorz, 1980, p. 17; asi como Touraine, 1980, pp. 118 y ss. y 209-218). Tres factores basicos e interrelacionados se han aducido como re­levantes para describir este nuevo gozne historico: Ia exten­•i6n en influencia de movimientos sociales alternativos a los lradicionales como los ecologistas, pacifistas, feministas, ·tc., Ia consciencia de las graves contradicciones e insuficien­ias de un modelo economico-social basado en el megain-

d ustrialismo yen el atizamiento de una espiral inagotable de productivismo y consurnismo y, en fin, Ia creciente insoste­nibilidad de unas relaciones entre paises pobres y ricos que tpenas contemplan los menores progresos en Ia busqueda de Ia eliminacion del hambre y Ia miseria que asolan ala mayor parte del mundo. Sin duda que el futuro papel del pensa­miento y los movimientos socialdemocratas dependera de sus respuestas a estos problemas fundamentales.

Oibliografia

Adler, Max, Kausalitiit und Teleologie im Streite um die Wissens­chaft, Viena, Wiener Volksbuchhandlung Ignaz Brand, 1904.

- , «Marxismus und Ethik>>, Archiv fUr Sozialwissenschaft, n.o 4, 1912; se cita por la trad. cast., «Marxismo y etica>>, en Zapatero, 1980, pp. 199-209 (recension ala ed. de 1911 de Kant undMarx, de Vorliinder). •

- , Die Staatsauffassung des Marxismus. Bin Beitrag zur Unterschei­dung von soziologischer und juristischer Methode, Vi en a, Wiener Volksbuchhandlung, 1922; se cita por la trad. cast. de Alfonso Garcia Rui~,£a -concepcion del Est ado en el marxismo. Sobre Ia di­fe renciaciofi"entre el metodo sociologico y el jurfdico, con una in­troducci6n de Roberto Racinaro, Mexico, Siglo XXI, 1982, 371 pp.

- , 1925: «Ethik und Sozialismus», en Kant und der Marxismus. Ge­sammelte Aufsiitze zur Erkenntniskritik und Theorie des Sozialen, Neuwied y Berlin, Hermann Luchterhand; se cita por la trad. cast., «Etica ysocialismo>>, en Zapatero, 1980, pp. 275-281.

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