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LA MALDICIÓN DE RA Pedro Centeno Belver Por primera vez en esta sección visitamos uno de los destinos preferidos de la novela histórica: Egipto. He de reconocer que siempre he sentido el hechizo de esta gran civilización (cierto que desde puntos de vista más científicos e históricos) y, quizá, ya hemos iniciado demasiados viajes en el tiempo como para no haber detenido sus manecillas en el tercer milenio antes de nuestra era. Viajamos, pues, en este número veraniego, de la mano de Naguib Mahfuz, que consiguió el premio Nobel de literatura en 1988, principalmente por su última narrativa, de temática mucho más contemporánea. Sirva de adelanto que la novela que reseñamos en esta ocasión bien poco debió contribuir a dicho premio y que, con certeza, no es de las mejores que han pasado por estas páginas. Sin embargo, estos meses son muy dados a lecturas ligeras y amenas y esta, es cierto, cumple con todos los méritos requeridos a un buen folletín o, incluso, a una buena telenovela. La maldición de Ra no destaca por su técnica narrativa (muy normal, por no decir ordinaria), por un lenguaje elaborado ni lo novedoso de su temática, pero logra desarrollar con soltura un argumento atractivo ambientado en un periodo histórico complejo y, pese a que es un tanto predecible, recoge suficientes elementos de la tradición literaria culta y popular como para perderse unas horas en sus páginas (que, dicho sea de paso, no son muchas). El pueblo egipcio trabaja en la construcción de la gran pirámide de Keops, el mayor proyecto de la civilización hasta el momento. Cuando ya todo está muy avanzado, los grandes bloques de piedra llegan a Egipto y la paciencia del faraón se va acabando, uno de los hijos de Keops recomienda a este que se entretenga con un auténtico brujo que domina a las fieras y es capaz de hablar con el más allá. El brujo (que, como no puede ser de otra manera, es un anciano centenario con plenas facultades) predice que la vida del faraón será larga pero su estirpe no reinará más

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LA MALDICIÓN DE RA

Pedro Centeno Belver

Por primera vez en esta sección visitamos uno de los destinos preferidos de la novela histórica: Egipto. He de reconocer que siempre he sentido el hechizo de esta gran civilización (cierto que desde puntos de vista más científicos e históricos) y, quizá, ya hemos iniciado demasiados viajes en el tiempo como para no haber detenido sus manecillas en el tercer milenio antes de nuestra era. Viajamos, pues, en este número veraniego, de la mano de Naguib Mahfuz, que consiguió el premio Nobel de literatura en 1988, principalmente por su última narrativa, de temática mucho más contemporánea. Sirva de adelanto que la novela que reseñamos en esta ocasión bien poco debió contribuir a dicho premio y que, con certeza, no es de las mejores que han pasado por estas páginas. Sin embargo, estos meses son muy dados a lecturas ligeras y amenas y esta, es cierto, cumple con todos los méritos requeridos a un buen folletín o, incluso, a una buena telenovela.

La maldición de Ra no destaca por su técnica narrativa (muy normal, por no decir ordinaria), por un lenguaje elaborado ni lo novedoso de su temática, pero logra desarrollar con soltura un argumento atractivo ambientado en un periodo histórico complejo y, pese a que es un tanto predecible, recoge suficientes elementos de la tradición literaria culta y popular como para perderse unas horas en sus páginas (que, dicho sea de paso, no son muchas).

El pueblo egipcio trabaja en la construcción de la gran pirámide de Keops, el mayor proyecto de la civilización hasta el momento. Cuando ya todo está muy avanzado, los grandes bloques de piedra llegan a Egipto y la paciencia del faraón se va acabando, uno de los hijos de Keops recomienda a este que se entretenga con un auténtico brujo que domina a las fieras y es capaz de hablar con el más allá. El brujo (que, como no puede ser de otra manera, es un anciano centenario con plenas facultades) predice que la vida del faraón será larga pero su estirpe no reinará más sobre el país del Nilo: he ahí la “maldición” (que realmente no es tal, sino una profecía).

Entre tanto, el niño que presumiblemente ocupará el trono acaba de nacer de un sacerdote de Ra y su esposa, por lo que Keops emprenderá una cruzada contra el destino con el propósito de eliminar al niño y, con él, la amenaza. El sacerdote, avisado del futuro que le depara a su hijo y de la intención del faraón, pone a la fuga a su esposa, al recién nacido y a Zaya, su fiel sirvienta mientras otro bebé, nacido pocas horas después (¡qué casualidad!) es sacrificado en lugar de Djedef, nuestro protagonista.

El resto de la aventura puede más o menos preverse sin dificultad: todo será un progreso constante en la carrera militar del infante hasta que consigue ir ascendiendo puestos en la guardia real del faraón y… bueno, que el final quede a merced de los lectores. En todo caso, la mezcla de novela bizantina, irritablemente frecuente en la novela moderna, esta vez consigue entreverar algunos motivos interesantes que se heredan, como hemos dicho, de la tradición literaria. Así sucede, por ejemplo, con el enamoramiento de Djedef, que se prenda de la joven retratada en un cuadro por uno de sus hermanastros (uno de ellos escogerá la carrera artística mientras el otro escoge el sacerdocio). Que la hermosa joven exista en realidad es casi una exigencia del guion, pero que, aunque la

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conozca como campesina, realmente sea la hija del gran Keops es digno de las mejores teleseries de sobremesa.

La historia, pues, es interesante pero excesivamente predecible, por lo que apenas tiene mayor interés que el de pasar un buen rato con una novela histórica no excesivamente cuidada ni argumentos enrevesados. La narración es lineal y la técnica no domina ni en cuanto a recursos estilísticos ni retóricos ni compositivos. En resumen, es una novela-tipo de lo que hoy en día denominamos best-seller.

No obstante, entre sus virtudes está precisamente el conocimiento que nuestro autor tiene del antiguo Egipto, con lo que esta novela se erige como una magnífica oportunidad de conocer algunas pinceladas de la cultura egipcia, así como algunos detalles importantes de la vida de uno de los reyes más importantes de la civilización. Una lectura, por tanto, recomendable solo para estos calurosos meses.