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La epopeya*Estudios sobre la epopeya: definicin del gnero.- Historia y mito. Duracin y finalidad. El discurso pico: el estilo formulario.La epopeya en el mundo. El gnero potico oral mejor estudiado hasta ahora como tal, ms all de las observaciones etnogrficas o de aventuradas comparaciones histricas, es la epopeya. De este modo, nuestras poticas dan testimonio entre nosotros de la permanencia del modelo homrico en una mitologa cultural impregnada de clasicismo. En efecto, referencia ltima de toda Poesa, imagen arquetpica del Poeta, Homero se convierte, hacia 1780, en Alemania, en el objeto de aplicacin de una nueva idea, dialctica, del tiempo, de la historia y de la filologa. Wolf fue el primero que plante el tema de la oralidad inicial de la Ilada y la Odisea. Pero lo hizo de una manera estrecha, en la nica perspectiva de la unidad de su composicin y de la autenticidad de sus partes. Durante el siglo XIX, las discusiones que provoc el tema homrico nunca rompieron esos lmites; s i n embargo, en el seno del movimiento general que empujaba al Romanticismo europeo al descubrimiento de las poesas populares, esas discusiones orientaron a algunos investigadores haca el estudio de poemas heroicos; en el ao 1820, Karadzic recopil un nmero impresionante de ellos en Serbia; en 1860, Rybnikov comprob, en las alejadas regiones del noroeste de Rusia, la vitalidad de las baladas picas, los bylines, que por aquel entonces ya todos admitan su desaparicin desde haca mucho tiempo. Hacia 1900, pocas regiones de Euroasia haban escapado a esta prospeccin. El material se acumulaba; vasta poesa oral narrativa, polimorfa y desigualmente comparable a las diversas formas de folclore. Sin embargo, esta poesa no haba suscitado an ninguna interrogacin de orden propiamente potico. A lo largo de los aos treinta, el horizonte se aclar por el lado de los investigadores anglosajones: en 1930 apareci el libro de Entwistle sobre las baladas europeas; en 1932, el primer volumen de la sntesis intentada por H. y N. Chadwick, The Growth of Literature, reuna las informaciones entonces disponibles sobre las poesas primitivas. Fue entonces cuando M. Parry tuvo el mrito de plantear, en*

En: Zumthor, Paul (1991). Introduccin a la poesa oral. Madrid: Taurus. Pp. 108-130.

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trminos tcnicos, el tema del funcionamiento de esos textos. En los aos 1934 y 1935, y despus de una campaa en Yugoslavia, llev a Harvard tres mil quinientas grabaciones de cantares picos y miles de fichas, pero muri prematuramente, cuando apenas haba comenzado a consignar esa experiencia en un libro titulado desde ese momento The Singer of Tales. Su discpulo, A. B. Lord, recuper el ttulo en una obra de sntesis aparecida en 1960 y que tuvo un gran eco. La influencia se extendi, no sin provocar violentas polmicas, a los estudios sobre la Edad Media; en este campo particular, los trabajos de Parry y de Lord coincidan y confirmaban los de R. Menndez Pidal sobre el Romancero y la Cancin de Rolandoi. Sin embargo, por otra parte, Parry haba inspirado a C. M. Bowra, quien, siguiendo las huellas de Chadwick, public en 1952 su Heroic Poetry, que es hoy da an la nica obra de conjunto que poseemos sobre la epopeya. Bowra abarc el hecho pico en toda su envergadura histrica, desde Gilgamesh hasta nuestros das. Por desgracia, dominado por presupuestos heredados del Romanticismo, se enred en teoras genticas que limitaron su perspectiva, condicionado por una concepcin rgida de lo heroico; al eliminar los poemas no expresamente guerreros o demasiado breves, los panegricos, las lamentaciones, su libro, aunque se ha hecho indispensable como fuente de informacin, est sembrado de contradicciones que limitan su alcance. Desde entonces, en parte por incitacin de Lord y alrededor de las colecciones constituidas en Harvard, se han dedicado a la epopeya viva tal cantidad de monografas y estudios sectoriales que E. R. Haymes public en 1973 una bibliografa (hoy ya rebasada) completada en 1975 por una introduccin a las doctrinas de Lordii. Ms adelante volver a hablar de estas ltimas, ya que ninguna potica de la oralidad, aun teniendo que pasarlas por el tamiz crtico, podra desperdiciar su aportacin. En efecto, Lord, poco preocupado de teorizar, nos ha proporcionado al menos, y por primera vez, un marco adecuado de descripcin del hecho pico. Pionero de dichas investigaciones, ha impedido definitivamente el retorno a las confusiones de la historia literaria tradicional, al insistir en la especificacin de lo oral y de sus mecanismos productoresiii. La concepcin

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clsica del poema pico, tal como la impusieron entre nosotros los comentadores de Aristteles, inspirada por una ideologa de la escritura, debe ser, de ahora en adelante, si no recusada, al menos disociada de la nocin de epopeya. La definicin de la epopeya no ofrece menor dificultad. El trmino se refiere a una esttica, a un modo de percepcin o a unas estructuras de relato? Algunos hacen que abarque toda especie de poesa oral narrativa, especialmente de argumento histrico, sin prejuicio de solemnidad ni de longitud. Para D. Tedlock, un gnero pico propiamente dicho, caracterizado por unas reglas de versificacin, slo existe en el seno de las culturas semiletradas; en las sociedades primariamente orales, el equivalente funcional sera el cuento: tesis que parecen confirmar los hechos sealados en Amrica del Norte, entre los indios y los inuit (por ejemplo, el ciclo de Kivioq, en Canad), pero que otras investigaciones invalidan. En ltimo caso se podra decir que epopeya y pico no son ms que designaciones metafricas de la poesa oral basadas en la palabra griega epos..., que en Homero remite simplemente a la palabra llevada por la voziv. Sin duda, convendra distinguir, despus de Staiger, la epopeya como forma potica culturalmente condicionada, por tanto, variable, y lo pico, clase de discurso narrativo, relativamente estable, definible por su estructura temporal, la posicin del sujeto y una aptitud general para asumir una carga mtica que le independiza con relacin al acontecimiento. Desde este punto de vista, sera del lado de la novela, ms que del cuento, donde encontraramos pasarelas que nos invitaran a las acrobacias comparatistas v . Sin embargo, es en esos trminos o parecidos en los que se puede captar lo que forma la frgil pero real unidad inter y supercultural de la epopeya, por medio de sus numerosas manifestaciones. Relato de accin que concentra en sta sus efectos de sentido, parca en adornos anejos, la epopeya pone en escena la agresividad viril al servicio de alguna gran empresa. Fundamentalmente, narra un combate y separa, entre sus protagonistas, una figura fuera de lo comn que, aunque no salga siempre vencedor de la prueba, no por ello suscita menos admiracin. Esta prudente definicin provoca, sin embargo, numerosas preguntas. A qu

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arquetipos se remontan nuestras formas ms antiguas de epopeya, aquellas que engendraron las tradiciones an vivas ayer? En el campo indoeuropeo, acaso no han proyectado en discurso el mito de las tres rdenes, distinguidas por Dumzil, reguladoras del movimiento csmico? El combate pico implica una dimensin ertica? Es necesariamente guerrero? Integra un componente filosfico o religioso? Cada rea cultural aporta a estas interrogaciones sus propias respuestas. La larga lista de temas picos elaborada por Bowra se parece a una leonera. Los investigadores del Instituto del Folclore de Bucarest establecieron, para las siete mil baladas rumanas recopiladas, unos catlogos temticos que tienen hasta doscientos nmerosvi. Sucede, adems, que lo pico rebasa a la epopeya que los casos inciertos no son escasos. De este modo, se han sealado en Ruanda, regin donde ni la trata de esclavos, ni las misiones, ni la colonizacin han hecho demasiados estragos, cerca de ciento ochenta poemas dinsticos que relatan la historia del pas desde una poca bastante lejana; Son epopeyas? Lo es el izibongo bant, un poema mixto, con panegricos y evocaciones guerreras? Ese canto de batalla baluche de veinte versos es pico del mismo modo que lo son las largas canciones de gesta ozbzeks? O las breves baladas heroicas de los pueblos de raza iran y las largas composiciones de los pueblos de raza turca? La qasida rabe o las antiguas hamasa de Turqua? Inversamente, los kazajstanos no disponen acaso de un trmino propio para designar lo que nosotros consideramos como sus poemas picos...?vii Recurriendo a la terminologa sugerida en el captulo anterior, se puede, por lo menos, intentar separar el lugar y el momento de donde surgi la fuerza constitutiva de la epopeya y los trminos con los que se programa su ordenacin. Me parece que no se podra poner en duda seriamente la existencia subyacente de un modelo comn a todas las formas de canto pico. Pero si se juzga por sus manifestaciones en el espacio y en el tiempo, uno de los rasgos de su ordenacin determina los otros, as como ciertos aspectos de su fuerza: el volumen del discurso. En efecto, segn el canto sea breve o largo, est marcado diferentemente a varios niveles.

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Brevedad y longitud, para ser unas nociones relativas, son, de hecho, muy claramente reconocibles en el seno de las culturas y las regiones donde coexisten estos dos tipos: como en Asia Central, los cantos heroicos de los pueblos del Altai y de los montes Sayan, por una parle, y los del alto valle del Ienissei, por la otra; o en nuestra Edad Meda, la cancin de gesta francesa y el romance espaol. Por un lado, miles de versos y, por otro, algunas decenas o centenas; epopeya de tipo homrico, por una parte, y, por la otra, lo que aqu llamo balada, en un sentido ms restringido que la ballad anglosajona, que designa toda especie de cancin narrativa. Se trata, pues, de dos realizaciones diferentes de la macroforma pica, sin relacin probada de subordinacin mutua; los nicos ejemplos seguros de epopeyas largas originidas por una combinacin de baladas son compilaciones literarias, como el Kalevala finlands y el Kalevipoeg estoniano de Kreutzwald en 1857; en nuestro siglo, en Yugoslavia y la Armenia sovitica se intentaron empresas semejantes, pero fracasaron. La hiptesis inversa de Bowra, que hace de la balada una forma cronolgicamente posterior al tipo homrico, no parece mejor fundamentadaviii. Las baladas recopiladas por Lnnrot en el Kalevala tenan de cincuenta a cuatrocientos versos. Los bylines rusos, de cien a mil, aunque en nuestros das Marga Kryukova haya compuesto ms de dos mil. Las baladas anglosajonas y las de Rumania, que son los tipos de epopeyas breves mejor estudiados, rara vez sobrepasan los quinientos versos. stos son los nmeros comparables, comunes a unas culturas bastante diferentes, y corresponden, puede suponerse, a una estructura profunda idntica. Edson Richmond esboz una definicin, a la vez temtica, y narratolgica, fundada en un conjunto de poemas europeos. Los estudios de Buchan y las observaciones de Bowra y de otros la confirman: construccin de un relato de un nico episodio, con graduacin dramtica o cmulo hiperblico de breves episodios yuxtapuestos; personaje nico, a veces colectivo (tres hermanos que representan a una familia o a un clan), que lucha contra alguien ms fuerte que l, con frecuencia contra un grupo social, como bandido fuera de la ley, o como profeta desconocido, o vengador solitario; este hroe puede ser femenino, pero adornado con todas las virtudes viriles; el ambiente en el que se mueve acusa estos contrastesix.

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En oposicin a la epopeya de tipo homrico ms diversa, menos lineal, menos exclusivamente centrada en el tema guerrero, los rasgos propios de la balada aparecen tanto ms claros cuanto ms recurrencias regulares contengan su estructura rtmica y meldica: estrofas o coplas de los modelos anglosajones, germnicos y escandinavos. Cuando los versos se enlazan sin rupturas peridicas, como en el Romancero espaol o los cantos picos de los Balcanes, las diferencias de tono con la epopeya larga tienden a atenuarse. Ahora bien, las culturas donde se comprueba esta ambigedad parecen, con frecuencia, haber neutralizado las oposiciones de longitud: los poemas serbios y bosnios se extienden en una gama que va desde trescientos a tres mil y, excepcionalmente, trece mil versos; las baladas griegas y albanesas, desde algunos cientos hasta varios miles de versosx. Nuestras ms antiguas epopeyas medievales tenan, por lo que se ha podido averiguar, una media de dos a cuatro mil versos. Esta magnitud parece bastante comn en la epopeya larga. Los cantos picos de Asia central, recopilados en el siglo XIX, tenan poco ms o menos esta duracin entre los ouzbecks, los kazajstanos y los kahunks. Por el contrario, entre los karakirguises, Radlov descubri versiones de un mismo poema que variaban desde seis a cuarenta mil versos. En efecto, el lmite superior de las dimensiones del gnero es muy elevado; nicamente las condiciones sociales de la performance (lugar, poca, periodicidad) lo determinan ms o menos. J. Dournes me contaba que, en las planicies indochinas, la declaracin de ciertas epopeyas dura cinco o seis horas, y las epopeyas betis, en Camern, hasta doce horasxi.

El Ulahingan estudiado en Filipinas por E. Maquiso contiene un nmero elevado de episodios y cada uno de ellos puede ser objeto de una nica performance; hasta ahora el ms breve de los registrados dura tres horas y media; el ms largo, dieciocho horas en tres sesiones. La seora Maquiso calcula en un centenar el nmero de episodios existentes; pero desde hace siglos se estn creando sin cesar otros nuevos, por variacin, adicin o reduccin; en 1965, un cantante pretenda saber mil trescientos cincuenta y cinco..., cifra sin duda simblica pero, sin embargo, significativaxii. Seguramente fue as como durante un periodo de tradicin oral se constituy la inmensa Mahabharata hind, cuyo ncleo fue una

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gesta real del siglo X antes de nuestra era y que en el momento de su fijacin por escrito contena ciento veinte mil versculos. De los tres elementos de lo que he llamado fuerza genrica, el primero, el medio humano, parece regulado por una costumbre curiosamente unnime: el hombre declama la epopeya larga. Esta regla no tiene ninguna excepcin, que yo sepa. En ciertas culturas y ocasionalmente, la mujer puede declamar la epopeya breve. La aptitud para cantar o recitar las formas breves procede de la memoria individual y de la calidad vocal y no exige una formacin especial. Las formas largas requieren el dominio de tcnicas precisas: el ejecutante es un especialista y con frecuencia un profesional. En algunas culturas es de la incumbencia de una casta determinada o, como en Camern, de una asociacin inicitica a la que se le atribuye un gran prestigio. En la tradicin de un pueblo, la epopeya constituye, con frecuencia, un vasto conjunto narrativo bastante rigurosamente formalizado, pero del que cada recitador, en cada ocasin, no comunica frecuencia ms de un episodio. En ciertas etnias africanas ningn individuo ha recitado ni odo en toda su vida la totalidad de la epopeya nacional, de la que, sin embargo, conoce de odas la existencia y en lneas generales el contenido. Ningn recitador de la Ulahingan la conoce entera; ninguno de los cantores tibetanos consultados hasta ahora ha podido recitar todas las partes del Ge-Sar; sus alusiones parecen indicar que alguno de sus compaeros en el Este, sera capaz de ello... La finalidad expresa de la epopeya, con relacin a la funcin vital que desempea para el grupo humano, podra expresarse en trminos de espacio: menos de espacio geogrfico que define un rea de expansin, una patria, que de extensin moral, cultivada y fomentada por las generaciones, vivida como una relacin dinmica entre el medio natural y los modos de vida. De esta relacin, la epopeya declara que es una conquista. Como toda poesa oral, se ejerce con el seno de ese espacio, pero finge que se extiende en un espacio ms amplio an. Para el auditorio a quien est destinada, es autobiografa, su propia vida colectiva que l mismo se relata, en los confines del sueo y de la neurosis. Es en ese sentido en el que, aunque fuera provocada por el recuerdo del acontecimiento ms cercano

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y menos incierto, la epopeya instaura una ficcin y sta constituye inmediatamente, como tal, un bien colectivo, un plano de referencia y la justificacin de un comportamiento. No existe edad heroica y el tiempo de los mitos no es el de la epopeya: slo existe la incesante fluidez de lo vivido, una integracin natural del pasado al presente. La informacin que el poema transmite puede, de este modo, a lo largo de la tradicin, modificarse con las circunstancias. En la memoria slo queda lo que es til socialmente. La epopeya de los gonjas ghaneses cant durante mucho tiempo a siete antepasados mticos relacionados con las siete jefaturas polticas que existan. Sesenta aos despus de las primeras investigaciones, el nmero de los hroes se haba reducido a cinco, ya que la evolucin poltica haba abolido dos antiguas jefaturasxiii... La epopeya no tiene nada de museo. No existe en ella una historia propiamente dicha, sino una verdad perpetuamente recreada por el canto. De este modo, ntimamente implicada con lo que afecta a la estabilidad y continuidad del grupo, la epopeya no deja de ser alegra de contar y de sin contar. Si instruye y conforta es por esa alegra. La epopeya niega lo trgico. Las catstrofes slo son una ocasin para el honor. Aunque el hroe sea aplastado y el pueblos destruido por su desgracia, el discurso pico trasciende a la muerte individual y colectiva. Establece un modelo de accin, designa el origen y el fin de una tica, da a una orden la forma de los ritmos. Durante las dos campaas en las que E. Maquiso y su equipo grabaron la Ulahingan de los pobres manobos, la audicin de este poema por el magnetfono produjo un efecto de choque en los jvenes de la regin, hasta el punto de que varios de entre ellos expresaron el deseo de aprender a cantarlo. Toda una cultura moribunda pareca querer volver a la vida, revelada a s misma de este modo. Por eso, sin duda, el canto pico narra el combate contra el Otro, el extranjero hostil, el enemigo exterior al grupo ya sea este ltimo una nacin, una clase social o una familia xiv . nicamente quiz el Heik japons, en vez de utilizar este procedimiento brutal, sugiere la unanimidad de un pueblo por el relato de desgarramientos civiles: de donde resulta una desconfianza haca el herosmo, ese rasgo, esa impresin de fugacidad amenazadora, la ausencia de gloria sin remordimientos.

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La epopeya tiende a lo heroico, si se entiende por esta palabra la exaltacin de una especie de superego comunitario. Se ha comprobado que encuentra su terreno ms favorable en las regiones fronterizas, donde reina una hostilidad prolongada entre dos razas, dos culturas, de las cuales ninguna domina, evidentemente, a la otra. El canto pico cristaliza la hostilidad y compensa la incertidumbre de la competicin; anuncia que todo acabar bien, por lo menos proclama que la razn est de nuestra parte. De este modo incita poderosamente a la accin. Durante la conquista de Argelia, hacia 1840, los oficiales franceses excitaban al combate a los auxiliares reclutados en la tribu de los Beni Amer haciendo cantar baladas picas a su poeta Si Mest'fa. O decir hace dos o tres aos que la radio de Somalia invitaba a los cantores de gesta con el fin de animar a los guerreros que luchaban en la campaa del Ogaden.

Si sta es la finalidad global del gnero pico, su pre-texto, factor de la ordenacin y generador del relato, parece que puede reducirse a uno u otro de estos dos tipos: aquellos que Bowra denominaba chamanstico; y heroico, considerando el primero como histricamente anterior al segundo. Nada hay menos seguro y la distincin exige muchos matices. Yo prefiero oponer histrico a mtico como trminos de una doble polarizacin que actan en el mismo campo discursivo. La oposicin entre profano y sagrado, pertinente en la mayora de los otros gneros orales, se encuentra, de este modo, ms o menos neutralizada por la epopeya. Entran en juego unas fuerzas reputadas como humanas, por una parte; representacin hiperblicamente mimtica de acciones que pertenecen al campo (muy variable segn las culturas) de la experiencia. Y, por otra parte, fuerzas reputadas como sobrehumanas, formas figurativas y fantasmagricas que engendran la representacin de un universo sentido y querido distinto para siempre. Pero entre uno y otro de estos tipos ideales, la frontera est mal controlada. El estado ontolgico de los personajes (humanos-divinos) slo se distingue en un nmero limitado de culturas; e incluso para stas que no confunden al conquistador con su dios tutelar, el tiempo y la tradicin se encargan de desdibujar la distribucin.

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Entre las epopeyas de predominancia histrica podramos citar tanto la Sundiata mandinga, el Heik japons, como la Cancin de Roldn, en las que en menor o mayor nmero de secuencias narrativas se reflejan, directa o indirectamente, acontecimientos militares o polticos del pasado nacional. La dosis de historia escapa a toda medida global. La poesa de la Sundiata parece que transmite las suficientes informaciones confirmadas sobre el Mali medieval como para constituir, a los ojos de los historiadores, una fuente vlidaxv. Por el contrario, es necesario el esclarecimiento arqueolgico para leer entre lneas en la Odisea la historia de las migraciones helnicas del primer milenio. Desde luego, el alejamiento en el tiempo enturbia la imagen; pero no es ste el problema. La historia proporciona al poeta pico un marco narrativo maleable, menos importante por las informaciones que contiene que por la emocin que va a provocar. Una misma accin, de un poema a otro, de una versin a otra puede referirse a un hroe diferente, o a la inversa: personajes de pocas diferentes reunidos bajo un mismo techo. De este modo, ciclos enteros transmiten durante siglos, bajo la mscara de transposiciones sucesivas y aleatorias, las seales imborrables de un acontecimiento principal... cuya permanencia precisamente constituye el ciclo. Las invasiones trtaras del siglo XIII se perfilan an, en segundo plano, en muchos de los bylines rusos, cuyo contexto histrico real, segn los datos de la erudicin, tuvo que ser ms bien una serie de disputas de vecinos entre rusos y petchngues; todo esto ha sido reinterpretado con arreglo a un recuerdo principal oculto pero activo en el inconsciente colectivo. Las figuras de Ivn el Terrible, Pedro el Grande y Catalina II engendraron, por turno, otros ciclos o se integraron a los anteriores. La epopeya serbia, de temas muy diversos tomados de las guerrillas contra los turcos desde el siglo XVI, lleva la marca original de la batalla de Kossovo: las baladas albanesas de las victorias de Scanderbergxvi. A merced de estas incesantes refecciones tiende a establecerse una circulacin que lleva de lo histrico a lo mtico y a veces de ste a aqul. El contexto cultural se muestra en ello ms o menos favorable. En las sociedades sin escritura estos intercambios son intensos. El mvet de Camern pone en escena unas tribus imaginarias, situadas en un espacio utpico sentido como tales por el poeta y sus oyentes, pero que se ha comprobado que fueron hasta

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el siglo XVIII la patria muy real y la etnia ancestral del pueblo que luego emigr a la selva. En cuanto al tema narrativo principal del mvett exalta la lucha del hombre contra los Poderes naturales, visibles e invisibles, y su ascensin a la inmortalidad. La tradicin del Ge-Sar tibetano, que M. Helffer recopil en Nepal y del que en 1979 public un fragmento de seis horas de duracin, est comprobado desde el siglo X; antes de la invasin china circulaban por los conventos de los lamas diversas versiones escritas como libro edificante. Centrado en la figura, sin duda histrica, de un conquistador que aspiraba a la realeza universal, el Ge-Sar constitua una suma cultural y religiosa tan densa y compleja que algunos bardos no podan cantar sus partes ms que leyndolas en un manuscritoxvii. La larga Ulahingan proporciona un ejemplo tpico de una epopeya de fuerte predominancia mtica. A lo largo de las nueve versiones, con muchos puntos divergentes, investigadas entre 1963 y 1975 subsiste en el fondo el mismo esquema narrativo: patriarcado inicial, tirana impuesta, huida hacia la libertad, mensajero de salvacin, visiones, signos milagrosos anunciadores de una restauracin definitiva, descubrimiento del sarimbar, vehculo divino que se eleva hacia el cielo conducido por Agyu, hroe padre divino, y, por fin, el establecimiento general en la felicidad del Parasoxviii Esquema de origen bblico mezclado con tradiciones locales? No es imposible; pero se sabe que los pueblos autctonos de Mindanao fueron expulsados, antao, por los musulmanes llegados de Indonesia; este recuerdo histrico pervive an en el mito? A lo largo de los aos veinte y treinta de nuestro siglo, tres Mesas se presentaron sucesivamente en Manobo, hablando, segn ellos, el discurso de los dioses y prometiendo que conduciran a sus fieles al paraso de Agyu, su antepasado. Una de estas locuras engendr sangrientas revueltas con los musulmanes de la regin, y en la secta, hoy da an superviviente, unos pobres diablos siguen esperando al sarimbar. Ninguna epopeya est totalmente desprovista de un ingrediente histrico, cualquiera que sea la opacidad mtica de su discurso. A nuestros ojos de occidentales, el Romancero antiguo, incluso (a pesar del personaje) las baladas inglesas de Robin Hood, son ms histricas que los relatos en el grupo de lenguas de los africanos del Alto Volta sobre la princesa Yennenga, raptada por un caballo, perdida en la selva, fecundada misteriosamente

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y origen de la dinasta mosi... En virtud de qu criterios? El rasgo universal de la epopeya, ms an que su argumento guerrero, es esa interpretacin de elementos, contrarios a nuestra mentalidad moderna, pero indisociables para las civilizaciones tradicionales. El nacimiento del hroe pico africano es siempre extraordinario: Akoma Mba, entre los fangs, permaneci ciento cincuenta aos en el seno de su madre xix . El personaje quiz sea histrico, pero la epopeya procede de una mezcla de indicios afectivos y de metforas alusivas, sobre un fondo oculto por stos. Por lo dems, esta maravilla es slo el adorno anecdtico del mito y competencia de la programacin general del discurso. Pero quiz tambin el mito proceda, a su vez, de la historia, en virtud de implicaciones muy remotas. J. D. Penel, en un ensayo indito relativo a los hechos centroafricanos, seala que la mayora de las sociedades sin Estado ignoran los mitos de creacin del mundo (vinculados a la existencia de un poder fuerte), sino que su mitologa se refiere ms bien a la reparticin de la tierra entre los hombres. Quiz una distincin de esta especie explicara la diversidad de los modelos picos donde se ha visto integrada la historia.Del mismo modo, podran oponerse los mitos que confirman un orden y aquellos que muestran un vaivn entre orden y desorden, entre afirmacin polmica: resolviendo en el plano de lo imaginario algunos conflictos olvidados entre dominadores y dominados? Paradjicamente y no sin irona, podra sostenerse que la funcin social, tradicionalmente desempeada por esa interpretacin pica del mito y de la historia, ha sido asumida por nosotros en la misma poca en que se instauraba nuestro universo tecnolgico por las filosofas sistemticas. Hegel, Marx, Auguste Comte, nuestros ltimos poetas picos. El tipo de discurso pico contiene unos rasgos virtualmente universales; otros rasgos, al diferir segn los medios culturales, permanecen estables en cada uno de ellos. En todas partes sus estructuras y su funcionamiento han sido muy elaborados a lo largo del tiempo: discurso tradicional eh el sentido autntico de este trmino, relativamente cerrado, que presenta a veces aspectos arcaicos, pero sobre todo rico en referencias internas, en alusiones a si mismo, que incrementan en gran medida su significacin. Una tonalidad general lo presidaxx. Aunque se hayan observado aqu y all parodias picas, aunque el

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humor, si no lo grotesco, puede contribuir a la figuracin heroica, la epopeya es fundamentalmente seria. Aristteles defina la poesa de Homero como pattica. En varias regiones del mundo se ha interrogado a los recitadores picos, que califican su canto de triste, desgraciado y a veces vinculan su ejecucin a largas noches oscuras, llenas de ocultos peligrosxxi. Aunque con frecuencia contiene monlogos y dilogos, el discurso pico es impersonal. Los poemas aynos constituyen, que yo sepa, las nicas excepciones a esta regla, ya que sus hroes se cuentan a s mismos. EI enunciado emplea estructuras convencionales, sentidas por los usuarios como definitorias de un gnero y con frecuencia especializadas en el ejercicio de una funcin; introduccin (del conjunto o del episodio), conclusin, descripciones emblemticas, modalizadas segn el contexto prximo, adornando la trama del relato con pequeos detalles verdaderos tpicos, impresin de realidad que hacen de la epopeya un gnero mimtico, los que dan su carcter a las baladas de outlaws anglosajones, ya se trate del Scottish Border o del Far West; a las historias de matamoros del Romancero fronterizo hispnico; los que pueblan las epopeyas mongoles de prncipes invencibles en la carrera, de princesas raptadas, de caballos parlantes, o muestran al rey al telfono en una epopeya serbia cantada hacia 1930xxii. Las formas breves parecen seguir con ms rigor unos patrones predeterminados y sacan su fuerza expresiva de una utilizacin ms rgida de los procedimientos heredados. Desde este punto de vista, D. Buchan ha proporcionado un notable anlisis de las baladas inglesas, donde demuestra la persistencia y la eficacia de modos de composicin simples pero fciles de diversificar, binarios o ternarios, as como giros narrativos, reproducidos indefinidamente a pesar de la renovacin de los temasxxiii. Por lo dems y desde el siglo XVI, se ha perfilado claramente cierta evolucin del sistema, pero con una coherencia perfecta. Por el contrario, las formas largas se constituyen con relacin a la base tradicional, por contraccin y por expansin, sin que se marque una necesaria progresin; el arte del poeta consiste no solamente en tirar del hilo del relato sin romperlo, sino adems en adaptar la

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materia y los matices a los deseos huidizos, inestables y en todo momento distrados del auditorio; en mantener el inters mientras alivia el esfuerzo fsico que exige de los participantes la duracin de la performance. De todo esto resultan las acumulaciones, las disgresiones, los deslizamientos asociativos, las transiciones a lo gnmico, a lo lrico, una tcnica tan pronto refinada, tan pronto relajada, de fuga. El recitador, en cada momento de la performance, se concentra en el episodio en curso y pierde ms o menos de vista el conjunto; de ah viene su indiferencia por la cronologa y en general su dificultad para terminar. Por eso, la idea aristotlica de unidad, aplicable a la epopeya corta, no lo es, de ningn modo, a la epopeya larga, cuyo valor ltimo seria ms bien la plenitudxxiv. La epopeya est compuesta en verso: evidencia en las tradiciones occidentales, ha sido objeto de controversia en otras partes. La prosa alternara con el verso en la prctica de los pueblos de Asia Central y de algunas etnias africanas. Esto es una cuestin tcnica que discutir en el captulo IX. En cuanto al verso utilizado, cualquiera que sea su estructura, rara vez se encuentra reagrupado en estrofas o coplas en la epopeya largaxxv. La epopeya se canta. Conviene tomar este trmino en un sentido amplio, tal como lo definir en el captulo X. Algunas epopeyas, incluso muy largas, como la Ulahingan, son enteramente salmodiadas en recitativo. Los poemas breves son meldicos generalmente, En algunas culturas, el cantor alterna dos registros: uno ms montono y el otro ms tenso. Con frecuencia, como en Asia Central, el cantor se acompaa durante su declamacin pica con un instrumento musical, hasta el punto de que se le designa con el nombre de ste ms que con el del poema, a la manera de los guslar yugoslavos. En otras partes, como en el mvet africano, la intervencin cantada de un coro puede entrecortar el relato.

Hoy da, ningn especialista duda ya de que el discurso pico no sea el fruto de un arte refinado. Sin embargo, a lo largo de los ltimos treinta aos sus aspectos globales han sido mucho menos estudiados que sus microformas. Es en este plano en el que, con razn o sin ella, se ha intentado responder (en otros trminos que nuestros clsicos obsesionados por Homero y Virgilio) a la pregunta: existe un estilo pico identificable como tal? Destinada a ser transmitida por la voz, la epopeya comparte, puede suponerse, las

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caractersticas lingsticas generales de toda poesa oral; las examinar en el capitulo VII. Pero, adems, parece presentar algunos rasgos especficos que, despus de su descubrimiento por Parry y Lord, los comentaristas han subrayado de manera exclusiva recientementexxvi

. Pero, a pesar de los abusos que puedan reprocharse a estas

especulaciones, no es menos cierto que han desembocado en la definicin de un modo de expresin bastante complejo denominado estilo formulario. Ms que como un tipo de organizacin, este ltimo puede describirse como una estrategia discursiva e intertextual: el estilo formulario se encaja en el discurso, conforme ste va desarrollndose, e integra al funcionalizarlos fragmentos rtmicos y lingsticos tomados de otros enunciados existentes que en principio pertenecen al mismo gnero y al remitir al oyente a un universo semntico que le resulta familiar. Estos fragmentos, las frmulas, aparecen en el canto pico en nmero muy desigual segn las pocas, los poetas y las circunstancias. El tejido textual de las epopeyas eslavas y asiticas presenta, segn parece, un alto grado de densidad formularia. Se ha tratado de medirlo en las epopeyas de la Edad Media europea: la norma habra sido, para las canciones de gesta francesas ms antiguas, unos treinta o cuarenta versos formularios por cada cien. Por lo dems, las investigaciones de Fochi sobre las baladas rumanas sugieren que el estilo formulario, en vez de ser, en el seno de una tradicin pica, una seal de arcasmo, sera el producto relativamente tardo de una evolucinxxvii. La estructura del verso y las coacciones que engendra tienen, sin duda, un papel, en este caso no menos que el talento de los cantores y la costumbre adquirida. Cada poema constituye una unidad de palabra original regida por unas leyes que le son propias; las frmulas se insertan en l, como trminos no marcados, y encuentran en y por esta insercin su funcin y su sentido. Se ha observado en diversos pueblos, y en particular en Asia, que existen frmulas que viajan de un gnero a otro, del proverbio a la epopeya o al cuento, conjunto de maniobras polivalente al servicio de los discursos, los cuales estn fuertemente marcados; esto es lo que J. Dournes llama el formulismo, estado de nimo y a la vez modo de expresinxxviii.

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Varias de las definiciones de la frmula se completan a la vez que en parte se contradicen. Todos estn de acuerdo en el hecho trivial de que se trata de un esquema textual que se puede usar una y otra vez de manera indefinida: la interpretacin de este dato difiere segn la amplitud del objetivo terico. Para H. Bausinger, toda prctica cultural puede formularizarse; la frmula constituye una Kulturgestalt, dinamismo formalizador, propiedad colectiva del grupo humano. Se distinguen dos tipos de variedades: las frmulas funcionales, que ejercen una coaccin sobre el discurso, y las frmulas ldicas, en las que, con respecto a esta coaccin, la tensin del juego se manifiesta dialcticamente. Por el contrario, en una perspectiva lingstica, V. Zavarin y M. Coote toman en consideracin todo estereotipo, costumbre del habla bastante estable que determina las elecciones lxicas y sintcticas en tal o cual situacinxxix. Para Parry, cuya teora se elabora a partir de los eptetos homricos, la frmula era un grupo de palabras de estructura mtrica fija, que expresaban cierta idea o imagen nuclear. El poema pico emplea un sistema de frmulas unidas unas a otras por relaciones bastante complejas, de equivalencia, de complementariedad, de oposicin, ya sean semnticas o funcionales. La manera por la que el poeta pico domina y explota este sistema constituye (a sus propios ojos y a los de sus oyentes) uno de los criterios que juzgan su arte. Con Lord, sus discpulos y sus detractores, la definicin se ha flexibilizado y en algunos puntos precisado. Ya no se insiste tanto hoy en la secuencia lxica como en los factores estructurantes, tales como la prosodia, la sintaxis o la distribucin de trminos clavexxx. Al lado de las frmulas en el sentido estricto pueden identificarse las expresiones formularias: unas y otras manifiestan, en la superficie del discurso pico, unas estructuras latentes que, ms que cualquier apariencia verbal, forman lo propio de la epopeya. Ciertamente que el primer coplero llegado es capaz de imitar o de adaptar en una obra escrita un conjunto de frmulas picas orales; si su carcter ficticio nos sorprende entonces, es que la escritura ha cortado las races de esas frmulas y reducido al estado de truco estilstico lo que slo tena sentido con relacin a una concepcin profunda, implcita, del mundo.

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M. Nagler ha sistematizado esta concepcin del estilo pico oral, proponiendo una definicin generativa de la frmula. Este trmino nos remite, para l, a un conjunto de correspondencias fonticas, sintcticas, lxicas, rtmicas y semnticas que constituyen, en el espritu del poeta oral, el modelo subyacente en todos los casos formularios. Cada frmula funciona como un alomorfo, no de otra frmula, sino del modelo, y en el conjunto de las frmulas, en una serie jams cerrada, teje en el texto una red resistente y flexible entre cuyas partes circula un sentido. En efecto, el modelo entra en juego en cada nivel (de los sonidos, de las palabras, de las configuraciones sintagmticas y prosdicas) por medio de un doble mecanismo: interno, con respecto a la frase formularia; externo, con respecto al texto entero. De ello resulta que, en principio, toda frmula se sita en la encrucijada de ocho perspectivas relacionales. De hecho y con frecuencia una u otra de stas se desdibuja o incluso se borra por completo. Por eso Zavarin y Coote distinguen unas frmulas analticas provistas de significacin concreta, de las que ningn contexto permite una interpretacin ms amplia, y sintticas, propias para designar todo objeto o situacin anloga a su referente primero. Otros subrayan tal o cual nivel de realizacin del sistema: especialmente el nivel semntico o el del ritmo. Algunos dan mayor importancia a dos o tres niveles indisociables: ritmo y lxico, como J. Dournes; ritmo y gramtica, como L. Renzi a propsito de las baladas rumanas; ritmo, sintaxis y lxico, como yo mismo lo propuse para la epopeya medieval francesa. Diversos trabajos sobre la epopeya breve, como los de R. Knorringa al precisar a Renzi, o de W, Anders sobre las baladas anglosajonas, han demostrado que el funcionamiento del estilo formulario es, en este tipo de epopeyas, totalmente comparable con el de la epopeya largaxxxi. Las frmulas existen en una tradicin y no pueden disociarse de ella. La tradicin colectiva tal cultura como permanencia histrica retiene una cantidad ms o menos considerable de frmulas, disponibles en todo momento para todo poeta que conoce su arte. Puede suceder que algunas de ellas, a la manera de los rasgos dialcticos, slo tengan un rea de difusin limitado, en el seno del territorio de que se trate; esto no altera en nada el rendimiento del sistema. Otras frmulas, propias de un poeta particular, que a veces las ha

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recibido de un maestro, dependen de una competencia personal, a la vez durable, estable y repetitiva. Por otra parte, el estudio de los textos medievales ha sugerido una distincin entre frmulas internas, que slo aparecen en un nico poema, y externas, que son comunes a varios poemas.

Se han propuesto diversas clasificaciones: frmulas de introduccin, de dilogo, de accin, de calificacin adjetival o adverbial, segn R. H. Webber, a propsito del Romancero; y segn J. Okpewho, con relacin a frica, frmulas vacas, llenas, matrices, gnmicas, adjetivales, de dilogo y de llamamiento al pblico.

Aunque hasta ahora se han dedicado pocos estudios serios a esta cuestin (comparables a los de J. Duggan sobre la Cancin de Rolando y de L. Helffer sobre el GeSar) parece probable que exista cierto nmero de universales picos, relativos a los valores y a la explotacin de la expresin formulariaxxxii. Un tema armnico-meldico, escribe J. Dournes, se compone de balanceo en balanceo. La red de asociaciones y correspondencias es cada vez ms ampliamente utilizada a medida que se desarrolla el discurso, mientras que, por esa misma razn, la polisemia se reduce y la marca personal del cantor se hace ms evidente: repeticiones, variaciones sobre el tema obligado, puesto que en principio es conocido con anterioridad por el oyente; diversidad en el seno del mismo, fundamento de una tcnica cuyos medios, bastante diversificados, son los nicos que difieren ms o menosxxxiii; la frmula fija y mantiene; al tender a la hiprbole, demuestra la aceptacin, por parte del poeta, de la sociedad para la que canta; pero aqul acepta esa sociedad menos por eleccin personal que en virtud del papel de conservador y de heraldo que la colectividad le confa.

Es en la frmula y por la frmula que al hilo del poema se opera el reconocimiento pico: anlogo quiz al efecto que producen, en las culturas ms arcaicas, las listas de nombres o los catlogos que elaboran y conservan cuidadosamente, de los que podra

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proceder inicialmente la expresin formularia. Signo y smbolo a la vez, paradigma y sintagma, la frmula neutraliza la oposicin entre la continuidad de la lengua y la discontinuidad de los discursos.

Con el impulso de Lord y sus discpulos, el estudio del estilo formulario ha terminado por desarrollarse hasta convertirse en una disciplina casi autnoma, en detrimento de los otros elementos poticos de la epopeya. En efecto, con frecuencia ese estudio se reduce, entre los epgonos, a una caza de frmulas bastante irrisoria. Sin embargo, Lord siempre se esforz en distinguir entre frmula y lo que l llama tema (en un sentido en el que otros emplean ms bien motivo). Esta distincin parece referirse en l a los dos planos constitutivos del poema, el del relato (las estructuras narrativas profundas) y el de la historia (las unidades semnticas manifestadas), pero nunca se ha hecho explcita verdaderamente, ni ha sido elaborada tanto como habra sido necesario; de ella resultan las equivocaciones, las omisiones, las generalizaciones apresuradas, por culpa de las cuales se ha deteriorado tanto, y en parte con razn, la reputacin de la teora.

Se sabe que fue el Oriente Medio, desde Irak hasta el mar Egeo, el que nos leg, gracias a tardas transcripciones, los ms antiguos monumentos picos: Gilgamesh akadiano, Su-nir sumerio, HomeroEstos ejemplos permanecen, a nuestros ojos, aislados en el tiempo; es poco verosmil que lo hayan sido realmente. A lo largo de los veinte siglos de la era cristiana sera difcil encontrar un largo periodo en el que algunos documentos no nos dieran a conocer, aqu y all en el mundo, la existencia de una epopeya viva. Se puede dar por seguro que, durante los pocos milenios que constituyen para nosotros la historia, la prctica pica fue continua, aunque no general, en el espacio. En efecto, podra ser que ciertas regiones o ciertas culturas hubieran ignorado la epopeya: se cita al antiguo Egipto, China o el conjunto de las civilizaciones de la Amrica india, aunque habra que entenderse sobre las definiciones. R. Finnegan considera como fragmento de una epopeya china oral del siglo XI la Balada del dragn escondidoxxxiv . Varios autores, hasta estos ltimos aos, han puesto en duda que hubiera epopeyas africanas. Quiz las sociedades negras tradicionales haban separado mal la nocin: entre

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los fangs bulus y betis de Camern, la misma palabra mvet designa a la vez un instrumento de msica, al que lo toca, el relato heroico que canta acompandose de dicho instrumento y los conocimientos que el cantor demuestra de ese modo; es decir, ms o menos todo lo que nosotros ponemos bajo el trmino de cultura.

Sin embargo, la mayora de los investigadores admite, hoy da que numerosas etnias, sobre todo en frica Occidental y Central, han posedo una gran poesa pica, que se est muriendo bajo nuestros ojosxxxv: epopeya fulb de Silmaka, recopilada por C. Seydou; ulof de Madior; tukulor de Kambili, cuyo hroe es el rey Samory, el adversario de los franceses a finales del siglo XIX; o el conjunto pico, comparable en ciertos aspectos con nuestro modelo clsico, de las versiones y partes diversas del Sundiata, que exalta la memoria del conquistador fundador del imperio de Mali. El Bagr de Ghana, estudiado por J. Goody en 1972 en una versin de unos doce mil versos, presenta un aspecto diferente, ritualmente dramatizado: la declamacin est entrecortada por recitaciones mticas que la interrumpen y que el auditorio repite como en eco. En Camern hizo el recuento de unos cincuenta cantos picos de una duracin de audicin de cuatro a diez horas; J. Clark recopil en 1971 el Ozidi nigeriano, cuyo canto dur siete noches consecutivas; en Zaire, la existencia de un gnero pico an vivo se ha descubierto progresivamente, en particular entre los lubas, a lo largo de los aos setenta. Ms hacia el Sur, hay que llegar a los territorios del pueblo zul para encontrar esa forma de poesa en el ciclo de cantos narrativos y panegricos relativos a Shaka.

Por tanto, la pregunta que podemos formular es: existe o no una relacin entre el tipo de sociedad y la epopeya? Y sta: surge solamente en unas condiciones sociolgicas determinadas? La primera emergencia de una epopeya se produce en los grupos dominados por una casta de guerreros o de sacerdotes? L. Kesteloot me deca en 1980 que l vea en la epopeya y en la poesa ertica cortesana unos hechos inseparables, caractersticos de las sociedades feudales o de clan. Mi colega M. Voltz, de la Universidad de Uagadugu, gran conocedor de las etnias de la regin, me aseguraba que los pueblos paleo-sudaneses del Alto Volta que vivan en sociedades divididas (por estirpes o por

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poblados), sin organizacin de Estado, ignoran toda forma de poema pico, pero que las funciones sociales y mticas que ste desempea en otras partes las hacen en ellas las figuraciones de las mscaras: dibujos abstractos con valor de escritura que rememoran indefinidamente un mito de origen. Los conquistadores mosis, amos del pas desde el siglo XVI, importaron el Estado y la epopeya, pero hoy da an permanecen excluidos de las ceremonias de las mscarasxxxvi.

No dudo de la exactitud de esta teora, apoyada en slidas consideraciones semiolgicas. Pero se puede generalizar? Parece que podra aplicarse para Asia Central, no tanto para el Este de dicho continente. La epopeya de Mongolia se constituy siguiendo las huellas de Gengis Khan; una especie de extrao y remoto parentesco la une, en los siglos XIII y XIV, a travs de la inmensidad de Euroasia, a las ltimas canciones picas de la Europa feudal, lo mismo que al ciclo armenio de David de Sassoun o al Digenis Akritas bizantino de Anatolia... Estas tradiciones, fruto de las revoluciones polticas que sobrevinieron en el interior de Asia en la poca de nuestra alta Edad Media, permanecieron vivas hasta principios, si no mediados, de nuestro siglo. Proliferacin en el seno de los pueblos polticamente mejor enmarcados, turcomanos, kirguises, kazajstanos y emparentados, entre los cuales diversas formas de epopeya oral mantenan, con un sorprendente rigor, los recuerdos de un pasado heroico: por ejemplo, los cantos dedicados a la lucha contra Ermak Timofeevitch, conquistador ruso de Siberia, concordaban en la mayora de los pueblos de raza turca. En la epopeya yakute se ha identificado sin dificultad el relato de acontecimientos del siglo XVII. La circulacin de leyendas y de poemas debi de ser intensa, a pesar de la barrera de las lenguas; el hroe bandido turcomano Krgh era cantado por los kazakhs, lo mismo que el Visraminiani georgiano recompona el Vis-erRamin persa; igual que el Gesserkhan mongol es semejante al Ge-Sar tibetano, en cuyo nombre parece traslucirse el Kaisar griego o el Caesar romano.

A pesar de la rpida disgregacin de las antiguas culturas siberianas desde los aos treinta de nuestro siglo, el territorio extremo-oriental de la URSS ofrece un nmero considerable de supervivencias picas cuya recopilacin no ha terminado an. En la Repblica Popular de Mongolia, C. R. Bawden consigui, en 1967, que un pastor de una 21

granja colectiva le cantara varios poemas picos. Hombre de edad madura, fue capaz de proporcionar informacin explcita sobre su arte y sobre los cambios que lo haban afectado desde hacia treinta aosxxxvii. En todos esos pueblos (no menos que entre los tamiles de Ceiln, en Indonesia o aqu y all en Polinesia) existe, indudablemente, un lazo entre la epopeya y alguna forma de Estado. Podra no ser as en otras partes. Los aynos del Japn septentrional, hoy da casi integrados, pero que fueron considerados antao como uno de los pueblos ms atrasados del mundo, poseen varias epopeyas mticas: la Kitune Shirka, consignada en los aos veinte, no contena menos de seis mil versos; de la Ainu yukar se han descubierto versiones desde tres a diez mil versos; la Oina yukar se canta todava. La pequea tribu de los manobos ha mantenido su inmensa Ulahingan, subsistiendo con dificultad durante siglos, al margen de las sociedades que dominaron sucesivamente las Filipinasxxxviii...

A medida que abandonaba los criterios lgicos del aristotelismo, la crtica romntica se inclin a ver en la epopeya la manifestacin por excelencia de las sociedades primitivas. Sabemos que esto no es as, incluso aunque se entienda por primitivo lo primero cronolgicamente. Los relatos picos turcos atribuidos al cantor Dede Korkut, contemporneo de las migraciones medievales, podran tener su origen en una poesa cortesana anteriorxxxix. En Japn, donde las influencias poticas llegadas del continente se limitaron durante siglos al lirismo oculto, la epopeya aparece sbitamente doscientos aos despus de la novela de Genji como una Cancin de Rolando que, de lejos, sucedera a la Recherche du temps perdu. La triloga formada con Hgen, el Heiji y el Heik, suscitada por los acontecimientos militares y polticos que sacudieron el imperio entre 1150 y 1180, permaneci como tradicin oral hasta una poca reciente; hoy an se cuenta en el pas con una decena de recitadores profesionales del Heik. Simultneamente, pulularon, a lo largo de los siglos, las versiones escritas: ms de ciento cincuenta! Nadie pone en duda el papel que desempe el Heik, una de las ms fascinantes epopeyas de la humanidad, en la toma de conciencia nacional no menos que en la fijacin de la lenguaxl.

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Nuestra civilizacin tecnolgica repele a la epopeya. Quiz las comunicaciones de masa han hecho intil la mediacin de formas poticas especializadas y han recuperado la funcin pica fundamental: la exaltacin del hroe y de la excepcin ejemplar. Esto puede afirmarse, ya se trate de realizaciones cinematogrficas como el western o, ms generalmente, del sistema del estrellato que rige el mercado de la cancin, de la literatura y de las artesxli. Elvis Presley, hroe vencedor en su derrota

Estas sustituciones slo son claramente perceptibles en los sectores de vanguardia de la cultura contempornea donde se manifiesta con mayor agresividad. En las mentalidades y prcticas habituales, la exclusin de la epopeya es menos evidente. Al ser rechazada bajo sus formas tradicionales autnomas, vive como parsito en otras. Muchas canciones revolucionarias francesas, desde la toma de la Bastilla a la Comuna y ms adelante, contienen una vena pica, por lo dems bastante difcil de definir: una mitificacin de la historia vivida, por redundancia narrativa y universalizacin del sentido. Entre las canciones pirenaicas que recopil X. Ravier, varias pueden considerarse como baladas heroicas: a la manera del Tom Joad de Woody Guthrie o del Nol d'Ajoie de Jean Cuttat.

En las sociedades donde las tradiciones orales han conservado algo de su antiguo vigor existen mltiples pruebas de la extremada plasticidad de las formas picas heredadas, de su resistencia ante la hostilidad del medio erudito, de su capacidad para absorber motivos nuevos, de reflejar lo vivido sin alterarse y como los hroes que ellas mismas cantan! de no morir sin una larga lucha. El poeta malayo Dokarim cantaba an, a finales del siglo XIX, las guerras que por aquel entonces sostenan los holandeses en Sumatra; un cantor del Kambili, Seydu Camara, en 1973, introdujo en sus versos al Hombre de Pars, es decir, De Gaulle; una versin de la Sundiata sustituye las flechas por balas de fusil y muestra al hroe confeccionando su plvora con oro, plata y centaurea, mixtura mgica utilizada por los arqueros... Una epopeya de Camern lleva a la escena al mayor alemn Dominik; otras, episodios de la Segunda Guerra Mundial, como, por ejemplo, Zorro! Lo mismo sucede en las islas Fidji. En Yugoslavia circularon durante las guerrillas relatos picos sobre Tito. En la Rusia sovitica, la revolucin dio vida intensa, durante varios aos, a los bylines, declarados oficialmente arte proletario. Marfa Kryukova, nacida en 1876 en una familia de

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cantores conocida desde hacia cuatro generaciones por los folcoristas, tuvo su hora de celebridad en los aos treinta: cant al heroico Chapaev y la expedicin al rtico; compuso y divulg un largo poema que describa la vida de Lenin, desde la adolescencia hasta los funerales; alrededor del gran hombre con figura de bogatyr, guerrero pico tradicional, se perfilaban, contra un fondo de historia muy reciente, Krupskaya, Vorochilov, Stalin y Trotsky el traidor... El gnero mejicano del corrido, confirmado desde mediados del siglo XIX, pero salido formalmente del Romancero, resista an, hace veinte aos, a la presin del mundo de la televisin, como lo demuestra el hermoso poema sobre Gregorio Cortez, odo por A. Paredes entre los chicanos de Ro Grandexlii.

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i

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