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FUTURO PASADO

Para una semntica de los tiempos histricos

( reinhart

koselleck)

8 Primera Edicin

EL FUTURO PASADO

Barcelona : Paids, 1993

SUMARIO

P r l o g o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 Introduccin .................................................................... 13PRIMERA PARTE S O B R E L A R E L A C I N E N T R E E L P A S A D O Y E L FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

1. 2. 3. 4.

Futuro pasado del comienzo de la modernidad ................. 21 H i s t o r i a m a g i s t r a v i t a e . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 1 Criterios histricos del concepto moderno de revolucin 67 La prognosis histrica en el escrito de Lorenz von Stein sobre la constitucin prusiana .................................................... 87SEGUNDA PARTE S O B R E L A T E O R A Y E L M T O D O D E L A DETERMINACIN DEL TIEMPO HISTRICO

5. 6. 7. 8. 9.

Historia conceptual e historia social ............................ 105 Historia, historias y estructuras formales del tiempo . . 127 Representacin, acontecimiento y estructura ................. 141 El azar como residuo de motivacin en la historiografa 155 Compromiso con la situacin y temporalidad ................ 173

TERCERA PARTE S O B R E L A S E M A N T I C A D E L C A M B I O H I S T R I C O DE LA EXPERIENCIA

10. Sobre la semntica histrico-poltica de los conceptos cont r a r i o s a s i m t r i c o s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 0 5 11. Sobre la disponibilidad de la historia .......................... 251 1 2 . T e r r o r y s u e o . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 6 7

2 4 7 8 8?

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EL FUTURO PASADO

13. Modernidad .......................................................... 287 14. Espacio de experiencia y Horizonte de expectativa, dos c a t e g o r a s h i s t r i c a s . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3 3 ndice de nombres ......................................................... 359 ndice analtico ............................................................. 365 Para Felicitas Koselleck PRLOGO

Decir que la historia y la ciencia de la historia tienen que ver con el tiempo es una trivialidad. La cronologa pertenece a los presupuestos de la ciencia histrica y sin ella no se podra lograr ningn conocimiento. Pero la pregunta por el tiempo histrico se puede formular de otra manera: Tiene la historia su tiempo propio, que no es el tiempo del calendario o el del reloj? Tienen distintos tiempos las historias distintas? Se realiza la historia con distintos ritmos temporales? Es obvio que existen aceleraciones y retardamientos, pero tambin repeticiones de transcursos de similar tipo. Por otra parte, tambin hay pronsticos, profecas, clculos, deseos o esperanzas que constituyen parte de formas distintas del diagnstico histrico y de la accin poltica. Por eso, se distingue de buen grado entre dicho toscamente un tiempo objetivo y otro subjetivo. As, Koselleck investiga experiencias histricas del tiempo y conceptos del tiempo en diferentes pasajes. Para ello se dirige, ante todo, a nuestra modernidad, realizando continuamente comparaciones con perodos anteriores. Recurre metdicamente a datos sociohistricos, pero analiza, en primer lugar, testimonios lingsticos para descubrir las experiencias y conceptos del tiempo que estn contenidos en ellos y compararlos entre s. La semntica proporciona indicios concretos para seguir las huellas de la transformacin de la historia y, con ella, de las modificaciones de los tiempos histricos. En el presente volumen, Koselleck proporciona elementos para una teora de los tiempos histricos. Karl-Georg Faber: Las reflexiones de Koselleck son la contribucin alemana ms importante de las dos ltimas dcadas a una teora de la ciencia de la historia. En la Suhrkamp Taschenbuch Wissenschaft (stw) se encuentra, t a m b i n d e R e i n h a r t K o s e l l e c k , Kritik und Krise. Eine Studie zur Ge- nese der brgerlichen Welt ( s t w 3 6 ) .

INTRODUCCIN Qu es el tiempo histrico es una de las preguntas ms difciles de responder de la ciencia de la historia. La pregunta nos obliga a entrar en el mbito de la teora de la historia y, desde luego, en mayor medida de lo que sera exigible, en la ciencia histrica. Pues las fuentes del pasado nos informan acerca de hechos y pensamientos, planes y resultados, pero no lo hacen de modo inmediato acerca del tiempo histrico. As pues, es precisa una aclaracin previa de carcter terico para responder a una pregunta que, ciertamente, puede formularse siempre y en todas partes en el seno de la historia, pero para la que los testimonios de la tradicin resultarn ampliamente insuficientes. En el curso de la investigacin, comprometida con circunstancias histricas, no es preciso formularse explcitamente la pregunta por un tiempo histrico. Slo es imprescindible una exacta datacin para poder ordenar y narrar los acontecimientos. Pero, una datacin correcta es slo una presuposicin y no una determinacin del contenido de aquello que podra denominarse tiempo histrico. La cronologa en tanto que ciencia auxiliar responde a preguntas por la datacin en la medida en que remite los numerosos calendarios y medidas del tiempo que se han dado en el curso de la historia a un tiempo comn: el de nuestro sistema planetario calculado fsicoastronmicamente. Este tiempo nico y natural es vlido para todos los hombres de nuestro globo, teniendo en cuenta las estaciones del hemisferio opuesto y la diferencia variable del perodo del da. Del mismo modo, se puede partir de que el tiempo biolgico de la vida humana es de una variabilidad limitada y de una homogeneidad universal, a pesar de las ayudas de la medicina. Pero no est pensando en aquellos presupuestos naturales de nuestra divisin del tiempo quien pregunta por la relacin entre historia y tiempo, si es que existe algo as como el tiempo histrico. Quien pretende hacerse una idea corriente del tiempo histrico ha de prestar atencin a las arrugas de un anciano o a las cicatrices en las que est presente un destino de la vida pasada. O traer a la memoria la coexistencia de ruinas y nuevas construcciones y contemplar que el manifiesto cambio de estilo de una sucesin espacial de casas le confiere su dimensin temporal de profundidad, o considerar la coexistencia, la subordinacin y superposicin de medios de transporte diferenciables por su modernidad, en los que se encuentran pocas completas, desde el trineo hasta el avin.

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EL FUTURO PASADO

Finalmente y ante todo, pensar en todos los conflictos que se renen en la sucesin de generaciones de su propia familia o profesin, donde se solapan diferentes mbitos de experiencia y se entrecruzan distintas perspectivas de futuro. Esta panormica sugiere ya que no se transfiere inmediatamente la universalidad de un tiempo mensurable de la naturaleza aunque sta tenga su propia historia a un concepto histrico de tiempo. Ya hay que poner en duda la singularidad de un nico tiempo histrico, que se ha de diferenciar del tiempo natural mensurable. Pues el tiempo histrico, si es que el concepto tiene un sentido propio, est vinculado a unidades polticas y sociales de accin, a hombres concretos que actan y sufren, a sus instituciones y organizaciones. Todas tienen determinados modos de realizacin que les son inherentes, con un ritmo temporal propio. Pinsese slo, por quedarnos en el mundo de la vida cotidiana, en los diferentes calendarios de fiestas que articulan la vida social, en el cambio de jornada de trabajo y en su duracin, que han determinado y determinan diariamente el transcurso de la vida. Por eso, el siguiente ensayo no comienza hablando de un tiempo histrico, sino de muchos tiempos superpuestos unos a otros. Dicho con palabras e n f t i c a s d e H e r d e r d i r i g i d a s c o n t r a K a n t : Propiamente, cada objeto cambiante tiene la medida de su tiempo en s mismo; subsiste incluso cuando no existiera ningn otro; dos objetos del mundo no tienen la misma medida de tiempo... As pues, en el universo existen (se puede decir con propiedad y atrevimiento) en un momento, muchos e innumerables tiempos.' Si se intenta tematizar los tiempos histricos, no habr ms remedio que aplicar medidas y unidades de tiempo procedentes de la naturaleza concebida fsico-matemticamente: los datos o la duracin de una vida o de una institucin, los puntos nodales o de inflexin de acontecimientos polticos o militares, la velocidad de los medios de comunicacin y su ampliacin, la aceleracin o retraso de una produccin, la rapidez de las armas, todo esto, por mencionar slo algunos ejemplos, nicamente puede ser sopesado histricamente si ha sido medido y fechado con ayuda de la divisin natural del tiempo. Pero una interpretacin de los contextos que se derivan de los factores mencionados conduce ms alia de la determinacin natural del tiempo elaborada fsica o astronmicamente. La coaccin poltica en la toma de decisiones bajo la presin de los plazos, la repercusin de la velocidad de los medios de comunicacin e informacin en la economa o en las acciones militares, la

INTRODUCCION

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perdurabilidad o variabilidad de las formas de comportamiento social en el conjunto de las exigencias polticas o econmicas con un plazo temporal, y finalmente, la interaccin de todo esto y de otros elementos o su dependencia mutua, obliga a determinaciones temporales si bien estn condicionadas desde la naturaleza, que tienen que definirse como especficamente histricas. Cualquier visin de conjunto de tales cadenas de acontecimientos conduce a la determinacin de pocas y al estudio de eras que, segn el campo al que se apunta, resultan totalmente diferentes y pueden tambin solaparse. El siguiente estudio slo entra ocasionalmente en cuestiones de este tipo impregnadas sociohistricamente, aun cuando tenerlas en cuenta debe representar una ayuda estimable. Los siguientes ensayos, procedentes de los ltimos veinte aos, tienen un propsito ms modesto. Se concentran en textos en los que se discuten abierta o implcitamente experiencias respecto al tiempo. Dicho con ms precisin, se buscaron y consultaron textos en los que la relacin entre el pasado y el futuro estuviera tematizada explcita o implcitamente. En ellos toman la palabra numerosos testigos, desde la antigedad hasta hoy: polticos, filsofos, telogos, poetas, pero tambin se consultaron escritos desconocidos, refranes y enciclopedias, as como cuadros y sueos y, no precisamente en ltimo lugar, se consult a los historiadores mismos. Todos los testimonios se responsabilizan de cmo se elaboran experiencias del pasado en una situacin concreta y cmo expectativas, esperanzas o pronsticos se discuten en el futuro. En todos los casos se pregunta cmo en cada momento presente las dimensiones temporales del pasado y del futuro se remiten las unas a las otras. La hiptesis es que en la determinacin de la diferencia entre el pasado y el futuro o, dicho antropolgicamente, entre experiencia y expectativa se puede concebir algo as como el tiempo histrico. Ahora bien, ciertamente pertenece al hecho de que el hombre est biolgicamente condicionado, el que, con la edad, se modifique tambin la relacin entre experiencia y expectativa, ya sea porque aqulla crezca y sta disminuya, ya sea porque la una compense a la otra, ya sea porque los horizontes extrabiogrficos se abran de forma intra o extra-mundana, ayudando a relativizar el tiempo final de una vida personal. Pero tambin en el transcurso de generaciones histricas se ha modificado, obviamente, la relacin entre pasado y futuro.

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EL FUTURO PASADO

Un resultado general de los siguientes estudios es que, en la medida en que se haya experimentado el propio tiempo como un tiempo siempre nuevo, como modernidad, el reto del futuro se ha hecho cada vez mayor. Por eso se pregunta especialmente por el presente correspondiente, y lo que entonces era su futuro entretanto ya pasado. Si con ello se acrecienta el peso del futuro en la economa subjetiva de la experiencia de los contemporneos afectados, no es a causa del mundo sobredimensionado tcnica e industrialmente, que impone a los hombres lapsos cada vez ms breves para acumular nuevas experiencias y para poder adaptarse a las modificaciones provocadas cada vez con mayor rapidez. An no se ha fijado nada acerca de la importancia de las condiciones a largo plazo, mantenidas desde el pasado y que podran haber cado aparentemente en el olvido. Clarificarlas es tarea de la historia estructural y a ella pretenden contribuir los siguientes estudios. Los estudios se concentran metdicamente en la semntica de los conceptos centrales que han aglutinado las experiencias histricas del tiempo. Aqu tiene una significacin preferente el concepto colectivo de historia acuado en el siglo XVIII. Se demostrar, especialmente respecto a l, que determinadas posiciones y modos de asimilar la experiencia aparecen sobre todo con la historia experimentada como un tiempo nuevo. Nuestro moderno concepto de historia es un resultado de la reflexin ilustrada sobre la creciente complejidad de la historia en general, reflexin en la que las condiciones de la experiencia se sustraen progresivamente a esa misma experiencia. Esto es vlido tanto para la historia del mundo entendida espacialmente y que ya est contenida en el concepto moderno de historia en general como para la perspectiva temporal en la que el pasado y el futuro tienen que coordinarse siempre mutuamente desde ella. La categora de la temporalizacin apunta a esta ltima tesis, dominante a lo largo de todo el libro. En los anlisis se incluyen numerosos conceptos complementarios del concepto de historia, como revolucin, azar, destino, progreso o desarrollo. Igualmente, se tematizan conceptos estructurales en sus enunciados temporales propios, as como en su transformacin. Finalmente, se consultan categoras cientficas del tiempo y determinaciones de pocas de los propios historiadores, que han registrado y ocasionalmente impulsado una modificacin de la experiencia.

INTRODUCCION

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Los anlisis semnticos mencionados no persiguen primariamente ninguna finalidad histrico-lingstica. Ms bien deben buscar la constitucin lingstica de experiencias del tiempo all donde aparecieron en la realidad pasada. Por eso los anlisis se remontan cada vez ms atrs, ya sea para explicar el contexto sociohistrico, para remarcar el eje de empuje pragmtico-lingstico o poltico-lingstico de los autores u oradores o, tambin, para juzgar desde la semntica de los conceptos la dimensin histrico-antropolgica que es inherente a toda conceptualizacin y acto lingstico. Por eso he incorporado a este volumen el estudio sobre sueo y terror (en comparacin, metdicamente sin defensa) en el que el lenguaje enmudece y las dimensiones del tiempo parecen confundirse. Los tres ttulos de los captulos no tienen el cometido de indicar una estricta secuencia de pensamiento. Se trata, ms bien, de puntos esenciales que remiten unos a otros y que caracterizan, con diferente importancia, todos los estudios. En primer lugar se contrastan perfiles semnticos en su paso diacrnico. A continuacin, pasan a primer plano las exposiciones terico-histricas e historiogrficas. Finalmente, se consideran ms intensamente los aspectos pragmtico- lingsticos y tambin antropolgicos de la semntica del tiempo histrico. Pero su ordenamiento no est desprovisto de cierta arbitrariedad, pues cada artculo se concibi como una unidad cerrada, de modo que las series de ejemplos, las explicaciones metdicas y los ensayos tericos acerca de la relacin entre el lenguaje y la realidad histrica estn contenidos, en todos los casos, en los estudios. Para evitar repeticiones innecesarias y hacer que los textos concuerden unos con otros, todos han sido abreviados o complementados con algunas frases o citas. Se han aadido algunas referencias bibliogrficas aparecidas posteriormente. La mayora de los estudios aparecieron en conexin con el proy e c t o y e j e c u c i n d e l d i c c i o n a r i o Geschichtliche Grundbegriffe, e d i t a d o por Otto Brunner, Werner Conze y yo mismo. Por eso, para muchos ejemplos quisiera remitirme a este diccionario y a las aportaciones de sus colaboradores, a los que quiero expresar aqu mi agradecimiento por sus numerosas sugerencias. Adems quiero dar las gracias a Siegfried Unseld, que a pesar de los anuncios de muchos aos ha esperado pacientemente la conclusin del libro. Permanece inolvidable en el recuerdo doa Margarita Dank, que muri repentinamente tras la finalizacin del original y que ha dejado un doloroso vaco en nuestro trabajo de facultad y del

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EL FUTURO PASADO

diccionario. Finalmente, agradezco a Rainer Schlick y Georg Stanitzek la correccin de pruebas y la confeccin del registro. Bielefeld, enero de 1979. R.K .

PRIMERA PARTE

SOBRE LA RELACIN ENTRE EL PASADO Y EL FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

II FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD1 En el ao 1528, el duque Guillermo IV de Baviera mand hacer una serie de cuadros histricos pensados para su casa de recreo recientemente construida junto al Marstallhof. La eleccin de los temas estuvo determinada por el humanismo y el cristianismo, conteniendo una serie de sucesos bblicos y de la antigedad clsica. El ms famoso de estos cuadros es, con toda razn, la batalla de Alejandro, de Albrecht Altdorfer.

1 En este trabajo se han incluido conversaciones que he sostenido con el Dr. Ger- hard Hergt. Sobre la expresin futuro pasado vase tambin su uso en R. Aron: Introduction la philosophie de l'histoire, Pars, 1948, pg. 182 y R. Wittra m: Zukunft in der Geschichte, Gotinga, 1966, pg. 5. Sobre la li m itacin de las tres dimensiones del tie mpo y sus ordena mientos histricos variables vase Niklas Luh mann, Welt- zeit und Syste mgeschichte, en Soziologie und Sozialgeschichte (Klner Zeitschrift fr Soziologie und Sozialpsychologie), Sonderheft 16, edit. por P. Chr. Ludz, Opladen, 1972, pgs. 81-115.

Sobre una superficie de un metro y medio cuadrado, nos descubre Altdorfer el panorama csmico de una batalla decisiva para la historia del mundo, la batalla de Isso, que en el ao 333, como decimos hoy, abri la era del helenismo. Con una maestra desconocida hasta entonces, Altdorfer concibi la representacin de miles y miles de combatientes aislados como un ejrcito, mostrando el entrechocar de columnas de jinetes acorazados con tropas de a pie armadas con lanzas, el eje de empuje victorioso de los macedonios con Alejandro al frente, el desconcierto y el desorden que se apoderaba de los persas, la actitud expectante de las reservas griegas que deban consumar la victoria. Una consideracin exacta del cuadro nos posibilita la reconstruccin del transcurso total de la batalla. Altdorfer ha retenido la historia en un cuadro, como si en aquel t i e m p o Historie p u d i e r a s i g n i f i c a r a l m i s m o t i e m p o u n c u a d r o y u n a h i s t o r i a [Geschichte]2 Para

2 En alemn existen dos palabras, Historie y Geschichte, cuya traduccin al espaol slo tiene un nico equi valente, historia, aunque su signi ficado no es el mis mo. Para resolver este problema de traduccin de for ma que se dif i culte al m ni mo la flu idez de la lectura se ha adoptado el criterio de dejar en el alemn original

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l< I I. ACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

ser lo ms exacto posible, el pintor o el historigrafo de la corte que le aconsejaba consult a Curtius Rufus, de quien proceden los nmeros supuestamente exactos de los participantes en la lucha, de los cados y de los prisioneros. Las cifras se encuentran consignadas en las banderas del ejrcito en las que se cuentan, pues, los cados que an permanecen entre los vivos y que incluso llevan la bandera bajo la que morirn aplastados en breve. Se trata de un anacronismo consciente que Altdorfer utiliz para hacer fielmente expresivo el curso de la batalla pasada. Sin duda, hoy nos resulta ms llamativo otro anacronismo. Nosotros, que contemplamos el cuadro en una pinacoteca, creemos ver ante nosotros al ltimo caballero Maximiliano o a los lansquenetes de la batalla de Pava. La mayora de los persas se parecen, desde los pies al turbante, a los turcos que asediaron Viena infructuosamente el mismo ao, 1529, en el que se realiz el cuadro. Con otras palabras, el suceso histrico que Altdorfer captur era en cierto modo contemporneo suyo. Alejandro y Maximiliano, plasmados en imgenes por Altdorfer, se aproximan mutua y ejemplarmente; el espacio histrico de la experiencia subsiste desde la profundidad de una unidad generacional. Y la situacin de la tcnica militar no supona obstculos insuperables para la representacin contempornea de la batalla de Alejandro. Maquiavelo acababa de d e m o s t r a r , e n t o d o u n c a p t u l o d e l o s Discorsi, q u p o c o s e h a b a n modificado las tcnicas de guerra por las armas de fuego modernas, y que era completamente errneo pensar que la invencin de la artillera oscureca la fuerza modlica de la antigedad. Quien siguiera a los antiguos, slo poda rerse de esa opinin. El presente y el pasado quedaron englobados en un horizonte histrico comn. Una diferencia temporal no quedaba eliminada arbitrariamente: no se manifestaba en absoluto como tal. La prueba de ello se puede reconocer en la misma figura de Alejandro. Altdorfer, queriendo corroborar estadsticamente la historia que representa, dispone a los contendientes en diez columnas numeradas ha renunciado a un n-

ao. Su batalla no era solamente contempornea suya; tambin parece ser intemporal.

el tr mi no Historie y traducir por historia la palabra Geschichte. En los casos en que pareca necesario, para una mayor diferenciacin, se han aadido los trm inos ale manes entre [ ]. Los adjetivos historisch y geschichtli ch se han traducido sie mpre por histrico. Sobre el orige n de las dos palabras alemanas, sus sign ificados respectivos y las relaciones que se pueden establecer entre ellos, trata el captulo siguiente: Historia magistra vitae. [T.] i n e r o , l a f e c h a d e l

FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD

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Apenas trescientos aos despus, cuando Friedrich Schlegel vio e l c u a d r o p o r p r i m e r a v e z l e e m b a r g , s e g n e s c r i b e , u n asombro s i n l m i t e s al contemplar esta obra maravillosa. S c h l e g e l e l o g i a l a p i n t u r a c o n c a s c a d a s d e i d e a s c h i s p e a n t e s , r e c o n o c i e n d o e n e l l a la ms elevada aventura de la antigua nobleza. D e e s t a m a n e r a c o n f i r i a l a o b r a m a e s t r a de Altdorfer una distancia crtico-histrica. Schle- gel sabe distinguir el cuadro tanto de su propio tiempo como de la antigedad que pretende reresentar. As, la historia ha alcanzado para l una dimensin temporal especfica de la que careca claramente en Altdorfer. Formulado de forma tosca, para Schlegel, en los 300 aos que lo separaban de Altdorfer, transcurri ms tiempo, o en todo caso un tiempo de otro tipo, que para Altdorfer en los cerca de mil ochocientos aos que se extienden entre la batalla de Isso y su representacin. Qu ha sucedido en estos trescientos aos que separan a nuestros testigos Altdorfer y Schlegel? Qu nueva cualidad ha adquirido el tiempo histrico que ocupaba aproximadamente el espacio de tiempo entre 1500 y 1800? Vamos a tratar de responder a esta pregunta. Si averiguamos la respuesta, tenemos que mostrar algo que no slo ha ocupado el espacio de tiempo mencionado, sino que, sobre todo, lo ha caracterizado como un espacio de tiempo especfico. Formulando mi tesis crticamente: en estos siglos se produce una temporalizacin de la historia en cuyo final se encuentra aquel tipo peculiar de aceleracin que caracteriza a nuestros modernos. Estamos preguntando, pues, por la peculiaridad de lo que se ha denominado el principio de la modernidad. Nos limitaremos a aquel aspecto que se nos ofrece desde el futuro correspondiente a las generaciones pasadas; con ms concisin, al futuro pasado. ... - i i . Inii i ijiic en el cuadro de Altdorfer estn acompaiMitil'i >i In iln u w-, como fuerzas de la luz y de las tinieblas, estanl i "i mlii, mi li.mo cuyo mstil representa una cruz. La batalla i m l-i i|iu . I iinpi i io persa se ira a pique no fue una batalla cual- i i i in.. uno de- los pocos sucesos entre el principio y el fin del nli i i | i ir i.imhk'n prefiguraba la cada del sacro imperio romano. I M . I lindel inundo, an por llegar, caba esperar sucesos anlogos. r. palabras, el mosaico de madera de Altdorfer tena rango . . iinl(i|Mio. La batalla de Alejandro era atemporal, como preludio, * . .mu l isura o tipo de la lucha final entre Cristo y el Anticristo; los |in les acompaan en la lucha eran todos ellos contemporneos de lo-, que vivan a la expectativa del juicio final. I Insta el siglo XVI, la historia de la cristiandad es una historia tic esperanzas, o mejor una espera continua de los ltimos tiempos

I

I I I M M . l ' r . U H i l I II l'UKO IN LA HISTORIA RECIENTE

por una parte y, por otra, de la demora constante del fin del mundo. I ,a inmediatez de la espera cambiaba segn la situacin, pero las figuras fundamentales del tiempo final permanecan constantes. Los revestimientos mticos del apocalipsis de Juan podan adecuarse a la situacin correspondiente y los vaticinios no cannicos variaban slo un nmero relativamente pequeo de las figuras que deban aparecer en el tiempo final, como los papas anglicos, el prncipe de la paz o los precursores del Anticristo, como Gog y Magog, que, segn una tradicin oriental transmitida tambin en Occidente, permaneceran en el Cucaso, encerrados por Alejandro hasta su irrupcin. Por mucho que se modificaran las imgenes del tiempo final, el papel del Imperio Romano permaneci constante: mientras e x i s t i , r e t a r d l a c a d a d e f i n i t i v a . E l e m p e r a d o r e r a e l katechon d e l Anticristo. Todas estas figuras se manifestaron en la realidad histrica en la poca de la Reforma. Lutero vea el Anticristo en la Santa Sede, Roma era para l la prostituta Babilonia, los catlicos vean el Anticristo en Lutero, la revuelta de los campesinos y los destacados frentes militantes de la Iglesia que se desmoronaba parecan preparar la ltima guerra civil que deba preceder al fin del mundo. Finalmente, los turcos que asediaban Viena el ao del cuadro de Alejandro parecan ser el pueblo de Gog desencadenado. Altdorfer particip en la expulsin de los judos de Regensburg y, por su relacin con el astrlogo Grnpeck, conoca seguramente los signos. Como arquitecto municipal cuid, mientras elaboraba el cuadro, del refuerzo de la fortificacin para protegerse contra los t u r c o s . Cuando echemos a los turcos, d ij o e n t o n c e s L u t e r o , la profeca de Daniel se habr consumado, entonces el ltimo da estar ciertamente ante la puerta. ' E n t a n t o q u e m o v i m i e n t o d e r e n o v a c i n r e l i g i o s o , l a R e f o r m a trajo consigo todos los signos del fin del mundo. Lutero dijo con frecuencia que el fin del mundo haba que esperarlo prximamente, si no en ese ao. Pero, segn se nos ha t r a n s m i t i d o e n u n a c o n v e r s a c i n d e m e s a [Tischgesprach], e n u n a ocasin aadi que Dios acortara los ltimos das por amor a los e s c o g i d o s , pues el mundo se aleja apresuradamente quia per hoc decennium fere novum saeculum fuit. 3 L u t e r o c r e a q u e l o s s u c e s o s d e l n u e v o s i g l o estaban compendiados en un decenio que transcurra a partir de la Dieta de Worms y cuyo final surgira, como sabemos, con la batalla

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Lutero: op.cit., 2756 b (apndice).

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l< I I. ACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

de Alejandro. El acortamiento del tiempo indicaba que el fin del mundo se aproximaba con gran velocidad, aunque la fecha permaneciese oculta. Detengmonos un momento y adelantmonos a estos casi trescientos aos cuya modificacin de estructura temporal es nuestro tema. El 10 de mayo de 1793, en su famoso discurso sobre la c o n s t i t u c i n r e v o l u c i o n a r i a , R o b e s p i e r r e p r o c l a m a : Ha llegado el tiempo de llamar a cada uno a su verdadero destino. El progreso de la razn humana ha preparado esta gran revolucin y es precisamente a vosotros a quienes se os impone el deber especfico de activarla.4 L a f r a s e o l o g a p r o v i d e n c i a lis ta de Robespierre no puede hacer olvidar que, de acuerdo con nuestra situacin de partida, se ha perdido el horizonte de la esperanza. Para Lutero, el acortamiento del tiempo es un signo visible de la voluntad de Dios de hacer irrumpir el juicio final, el fin de este mundo. La aceleracin del tiempo es, para Robes- pierre, una tarea de los hombres para llegar hasta el futuro dorado, la era de la libertad y la felicidad. Ambas posiciones, aunque la revolucin provenga de la reforma, marcan el principio y el fin de nues-

4 Robespierre: Oeuvres compl, comp. por M. Bouloiseau, Pars, 1958, IX, pg. 495. Vase ms adelante pg. 77.

FUTURO PASADO DEL COMIENZO DE LA MODERNIDAD

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tro espacio temporal. Intentemos articularlo desde el hilo conductor de la perspectiva de futuro. Uno de los principios de dominacin de la Iglesia romana era tener bajo su control a todos los visionarios. Las visiones del futuro necesitaban una autorizacin eclesial para ser publicadas, segn conclua el Concilio Lateranense V (1512-1517). La prohibicin de la doctrina joa- quinista del tercer imperio, el destino de Juana de Arco, que tuvo que subir a la hoguera por la firme afirmacin de sus visiones no autorizadas, o la muerte en la hoguera de Savonarola, pueden servir como ejemplo de cmo fueron extirpadas las profecas posbblicas. La existencia de la Iglesia no poda verse amenazada; su unidad era como la existencia del Imperio garanta del orden hasta el fin del mundo. A esta situacin responde el hecho de que el futuro del mundo y su final estn incluidos en la historia de la Iglesia, por lo que las profecas que volvan a resurgir caan bajo el veredicto de hereja. El fin del mundo, que tardaba en llegar, constituy a la Iglesia de tal modo que se pudo estabilizar bajo la amenaza de un fin del mundo que poda llegar en cualquier momento y en la esperanza de la P a r u s a . 5 H a y q u e e n t e n d e r e l eschaton d e s c o n o c i d o c o m o u n f a c t o r integrador de la Iglesia que, de ese modo, pudo asentarse como mundo y estructurarse como institucin. La Iglesia es ya, en s misma, escatolgica. Pero, en el momento en que las figuras del apocalipsis de Juan se aplican a sucesos o instancias concretos, la escatologa acta de forma desintegradora. El fin del mundo es un factor de integracin slo en la medida que queda indeterminado en un sentido poltico-histrico. De este modo, el futuro, como posible fin del mundo, ha sido incluido en el tiempo como constitutivo para la Iglesia y no se encuentra, en un sentido lineal, al final del tiempo: ms bien, se puede concebir el final del tiempo slo porque est conservado desde siempre en la Iglesia. Y as la historia de la Iglesia es la historia de la salvacin. Esta tradicin fue destruida en sus presupuestos internos por la Reforma. Ni la Iglesia ni los poderes mundanos eran capaces de sujetar las energas que irrumpieron en el mundo de Europa con Lutero, Zuinglio y Calvino. Lutero desesperaba, en su ancianidad, de que fuera posible la paz: la poca del Imperio no puede ofrecer ya nada m s , p e d a q u e l l e g a r a e l l t i m o d a , slo pido que no lo hagan peor todava

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S. Agustn: De civ. Dei XVIII, c. 53 y XX c. 7.

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para que an haya un poco de demora. 6 L a m i s i n d e l i m - p e r i o , d e m o r a r e l fin del mundo, vibra todava en el grito de socorro de un hombre que ya no ve salida para este mundo. El Imperio ha Iracasado. Poco despus, en 1555, se firm la paz religiosa de Augsburgo - c o m o s e d i c e e n e l p r r a f o 2 5 , p a r a proteger a esta ilustre nacin del prximo ocaso final. L o s e s t a m e n t o s s e p o n e n d e a c u e r d o e n q u e s e erija una paz estable, firme, incondicional, por y para toda la eter- nidad.7 I n c l u s o , y esto era tan decisivo como discutido, cuando los partidos religiosos no encontraran ni conciliacin ni acuerdo. Desde entonces, la paz y la unidad de religin ya no eran idnticas: paz significa ahora paralizar los frentes de guerra civil religiosa, enfriarlos. Slo difcilmente se puede medir hoy la enormidad con la que se experiment entonces esta exigencia. El compromiso nacido de la necesidad entraaba un nuevo principio, el de la poltica, que habra de prevalecer en el siglo siguiente. Los polticos ya no se interesaban por lo eterno sino slo por lo temporal, como les echaron en cara los ortodoxos de todos los partid o s . L'heresie n'est plus auiourd'huy en la Religin; elle est en l'Es- tat,1 responda un jurista y poltico francs durante la guerra civil de las confesiones. Ya no hay hereja en la religin, existe en el Estado. Son palabras peligrosas si las repetimos hoy. Pero su sentido en 1590 consista en formalizar la ortodoxia como una cuestin de derecho p b l i c o . Cuius regio, eius religio e s u n a d e l a s p r i m e r a s f r m u l a s p a r a que los prncipes, cualquiera que fuera su confesin, se elevaran por encima de los partidos religiosos. Pero slo despus de los treinta aos que dur la guerra estuvieron los alemanes lo bastante agotados como para poder hacer del principio de indiferencia religiosa la base de su paz. Lo que, supuestamente, haba comenzado como guerra civil religiosa de los estamentos del Imperio Romano finaliz con la firma de la paz por prncipes soberanos, antiguos seores de t e r r i t o r i o s a h o r a e m a n c i p a d o s . M i e n t r a s q u e a l O e s t e , d e l a guerre civile y d e l a civil war s e d e r i v u n a n a c i o n a l i d a d m o d e r n a , e n Alemania, en el curso de los treinta aos, se transform la guerra civil religiosa en virtud de las intervenciones en una guerra interestatal cuyo resultado mantuvo paradjicamente con vida al Im-

6 Lutero: Tischreden WA 6893. 7 Zeumer: Quellensammlung zur Gesch. d. dt. Reichsverf., Tubinga, 1913, pg. 346 sig.

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II I'IIKO HN LA HISTORIA RECIENTE

, .. > . . i................ l>.i|ii unos presupuestos completamente nuevos: i nli H .1. l i i i Ir Miinsler y Osnabrck sirvi, hasta la Revolu- i Iiim I i i ... .i, i uno I nudamente de derecho pblico para la toleranii i !i ............ i uoncias tuvo la nueva coordinacin entre religin i".lnii i p.ii.i la formacin de la experiencia moderna del tiempo?, i , i|in i .iinhio de situacin del futuro acu este proceso? I .i ex pe iencia conseguida en un siglo de sangrientas luchas fue, i n primer lugar, que las guerras civiles de religin no iniciaban evi- di lilemente el juicio final, al menos no en el sentido fuerte en el que se haba esperado antes. Ms bien fue posible una paz en la medida en que las potencias religiosas se destruyeron o se consumieron en la lucha abierta, o, cuando se consigui, se debilitaron o neutralizaron polticamente. De este modo se alumbr un futuro nuevo y de concepcin completamente diferente. El proceso se realiz lentamente y estaba preparado desde haca mucho. En primer lugar, llama la atencin que ya en el siglo XV y en parte incluso antes, se aplazara cada vez ms el esperado fin del mundo. Nicols de Cusa lo fij, en una ocasin, hacia comienzos del siglo XVIII; Melanchton calculaba un plazo de 2.000 aos a partir del nacimiento de Cristo, hasta que se agotara la ltima era. La ltima gran profeca papal de 1595, atribuida a san Malaquas, ampliaba la lista usual de papas a ms del triple, de modo que, segn la duracin media del reinado de los papas, habra que colocar el fin de todos los tiempos en torno a 1992. En segundo lugar, no hay que despreciar el papel que desempe la astrologa, que floreci en el Renacimiento y cuyo influjo se mantuvo sin merma hasta que las ciencias de la naturaleza, que en cierto modo la haban llevado a cuestas, la llevaron al descrdito. Incluso Newton profetiz en 1700 el final del reinado papal para el ao 2000. El cmputo astrolgico del futuro desplaz, calculndolas, las esperanzas escatolgicas hacia un futuro cada vez ms lejano. Finalmente, en las expectativas respecto al fin se infiltraron determinantes aparentemente naturales. Es de una coincidencia simblica que en el ao de la paz r e l i g i o s a d e A u g s b u r g o , 1 5 5 5 , N o s t r a d a m u s p u b l i c a r a s u s Centurias. Como era tradicional, Nostradamus concluy sus visiones con una profeca acerca del final, pero para el tiempo intermedio formul una profusin interminable de orculos variables y sin fecha, de modo que le descubra al lector moderno un futuro enormemente interesante. En tercer lugar, con el desvanecimiento de las expectativas respecto al tiempo final, el Sacro Imperio Romano fue perdiendo, de un modo

distinto del de antes, su funcin escatolgica. A ms tardar, desde la

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paz de Westfalia se hizo evidente que la salvaguardia de la paz se haba convertido en tarea de los sistemas estatales europeos. Como historiador, Bodin abri aqu nuevos caminos, al igual que con la fundamentacin del concepto de soberana. Separando la historia sagrada, la humana y la historia natural, Bodin transform la cuestin de los ltimos tiempos en un problema de clculo astronmico y matemtico. El ocaso del mundo se convierte en un dato del cosmos, la escatologa fue desplazada hacia una historia natural confeccionada expresamente para eso. Bodin sostuvo como absolutamente posible con la tradicin cabalstica que este mundo slo terminara tras un ciclo de 50.000 aos. De este modo, tambin el Imperio Romano de la nacin alemana qued privado de cualquier tarea histrico-salvfica. La historia humana, considerada como tal, no tiene ninguna meta, sino que es el campo de la probabilidad y de la inteligencia humana. Salvaguardar la paz es tarea de los Estados, no misin de un imperio. Si es que un pas pudiera reclamar la sucesin del imperio, ste sera a lo sumo el turco, pues se extendi sobre tres continentes. El descubrimiento de una historia humana que prescinde de la historia sagrada y la legitimacin del Estado moderno que sabe moderar a los partidos religiosos ciertos de la salvacin son, para Bodin, uno y el mismo fenmeno. Esto nos conduce hasta un cuarto punto. La gnesis del Estado absoluto va acompaada por una lucha sostenida contra las profecas polticas y religiosas de cualquier tipo. El Estado consigue, a la fuerza, convertirse en monopolio del dominio del futuro reprimiendo las interpretaciones apocalpticas y astrolgicas. De este modo, asume una tarea de la Iglesia antigua, aunque ciertamente fijndose un fin antieclesial. Enrique VIII, Eduardo VI e Isabel de Inglaterra promulgaron prohibiciones estrictas contra cualquier tipo de estos vaticinios. A los profetas reincidentes les esperaba cadena perpetua. Enrique III de Francia y Richelieu se adhirieron al ejemplo ingls para taponar de un vez por todas el flujo constante de expectativas religiosas. Grocio, que en calidad de emigrante de una p e r s e c u c i n r e l i g i o s a p u b l i c e n 1 6 2 5 s u Derecho de gentes, c o n t a b a entre los motivos injustos de una guerra la voluntad de cumplir los v a t i c i n i o s , voluntatem implendi vaticinia. Y a a d a e l a v i s o : guardaos vosotros, telogos arrogantes; guardaos vosotros, polticos, de los telogos demasiado arrogantes, 8 E n c o n j u n t o , s e p u e d e d e c i r q u e u n a p o l t i c a

8 Grocio: De jure belli ac pacis, Amsterdam, 1670, 389 (II, 22, prrafo 15).

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lu i h il.i i i or,cnido eliminar lentamente del mbito poltico de i ' .I. i i mi mi ~ y de la formacin de la voluntad las firmes esperan n li|'io\.i', en el futuro, que proliferaron tras la decadencia de la ll-li -iln. I '.lo muestra tambin en Inglaterra, donde en la revolucin pui il.in.i In ola ron otra vez las antiguas expectativas envueltas profti- . menle. Pero la ltima gran lucha contra los vaticinios en el campo publico, en 1650, sobre si la monarqua retornara o no, ya se llev .i cabo con plumas crtico-filolgicas. El astrlogo republicano Lilly demostr al caballero enemigo que haba extractado mal sus fuentes. Y si Cromwell divulg sus intenciones para el ao siguiente en forma de prcticas astrolgicas de calendario, hay que atriburselo a su fro realismo ms que a la certidumbre en la revelacin. En Alemania surge la ltima profeca del fin ampliamente efectiva a partir de la guerra de los Treinta Aos: el comentario al Apocalipsis de Bartolom Holzhauser, que fijaba un plazo de unas pocas decenas de aos. L o s topoi d e l o s v a t i c i n i o s e r a n s i e m p r e l i m i t a d o s , p e r o h a s t a e l siglo XVII se compilaron creativamente. Desde entonces se amontonan puras reediciones como el Adivinos estatales europeos, que quera aplicar textos antiguos a la guerra de Silesia. Una tradicin que, como es conocido, llega hasta nosotros. Y el ltimo intento de salvar la doctrina de las cuatro monarquas fue impreso en 1728. Era un eplogo. Es caracterstico del transcurso del siglo XVII que se destruyeran las interpretaciones del futuro, cualquiera que fuera su motivacin. El Estado las persegua donde tuviera poder para ello, como ltimamente en la rebelin de los Cevennes, y las haca retroceder a mbitos privados, locales, folclricos o a crculos secretos. Paralelamente, se desarroll tambin la hostilidad literaria de espritus humanistas y escpticos en contra de los orculos y supersticiones similares. Los primeros nombres conocidos son Montaigne y Bacon, quienes, adelantndose mucho a sus contemporneos, desenmascararon psicolgicamente los vaticinios en sus agudos ensayos. Tambin en Alemania se present en 1632 una Meditacin escrita acerca de las visiones. La crtica ms consecuente de la profeca la ofreci Spinoza en 1670. No slo combati las visiones religiosas de su tiempo como pretexto usual de partidos ambiciosos y peligrosos para el Estado, sino que incluso dio un paso ms e intent desenmascarar a los profetas cannicos, como v c t i m a s d e u n a f u e r z a i m a g i n a t i v a p r i m i t i v a . C o n l a Histoire des

oracles d e F o n t e n e l l e , e n 1 6 8 6 , a l c a n z l a h o s t i l i d a d l i t e r a r i a , c o n s u s frmulas racional y conscientemente fras, su punto lgido de elegancia estilstica, respecto al cual toda la burla que vierte Voltaire sobre los profetas ya no es ms que la burla de un vencedor. En 1650 ya no exista la naturalidad con la que se trasladaban a las acciones polticas las expectativas de los cristianos creyentes o los vaticinios de cualquier otro tipo. El clculo poltico y la reserva humanstica trazaron un nuevo horizonte de futuro. Ni el gran fin del mundo, ni los muchos pequeos pudieron afectar aparentemente en nada el curso de los asuntos humanos. En vez del esperado fin del mundo se haba abierto, de hecho, un tiempo nuevo y distinto. As tocamos un quinto punto. En adelante sera posible evocar el pasado como medieval. Los mismos conceptos, la trada de Antigedad, Edad Media y Edad Moderna, estaban ya disponibles desde el humanismo. Pero estos conceptos slo se han implantado lentamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII, y ciertamente para toda la historia. Desde entonces se vivi en un tiempo nuevo y se supo que se viva en un tiempo nuevo. 9 Esto es vlido, obviamente, slo referido a naciones y clases sociales, pero era un saber que se puede concebir, con Hazard, como crisis del espritu e u r o p e o . 10

2Si hasta ahora perseguamos la restriccin o socavamiento, la consumicin o canalizacin de las expectativas respecto a los ltimos tiempos, ahora surge la pregunta contraria por los proyectos de futuro (pues de eso se trata), de ponerse en el lugar del futuro que pasaba. Se pueden preparar dos tipos, aunque estn conectados entre s y remitan a las expectativas de salvacin: por un lado el pronstico racional, y por otro la filosofa de la historia. Como concepto contrario a las antiguas profecas apareci la previsin racional, el pronstico. El difcil arte del clculo poltico se

9 Vase ms adelante, pg. 300 sigs. 10 Para la parte anterior vase Herbert Grundmann: Die Papstprophetien des Mittelalters, en Archiv fr Kulturgeschichte, XIX, 1, pgs. 77-138; A. Hbscher: Die grosse Weissagung, Munich 1952; A. Klempt: Die Sakularisierung der universalhisto- rischen Auffassung, Gottinga, 1960; W. E. Peuckert: Die grosse Wende, 2 vol., Dar m- stadt, 1966; R. Taylor: The political prophecy in England, Nueva York, 1911; y, fundamental para Inglaterra, Keith Tho mas: Religin and the Decline of Magie, Nueva York 1971.

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III" I'" r\ MO Y I 1ITIIR0 1-NLA HISTORIA RECIENTE los siglos XV y XVI, y luego en los gabine- it i 1 I ' mili '. e. ....peas en los siglos XVII y XVIII hasta su ms i i na m u ' . l i l a ( ODIO l e m a d e e s t e a r t e p u e d e r e p e t i r s e u n a c i t a . I . . . I . \i i hleles q u e G u i c c a r d i n i h a i n t r o d u c i d o e n l a l i t e r a t u - i i i ' t i l i i i i i / V I I I I I I I s contingentibus non est determinata veritas. ( N o . i i . 1 . i . i minada la verdad de los acontecimientos futuros.) Hay gen- n . .In i < a m i a r d i n i , q u e e l a b o r a t r a t a d o s s o b r e e l c u r s o d e l f u t u r o . I'., ili leinenle t a l e s o b r a s s e p u e d a n l e e r b a s t a n t e b i e n , p e r o como . ihln conclusin de estas reflexiones se deriva de otra, se derrumba I cili/icio completo con que slo una sea falsau I".le conocimiento, que Guiccardini haba conseguido en Italia, el pas de origen de la poltica moderna, lo llev a un procedimiento determinado. El futuro se convirti en un campo de posibilidades I mitas escalonadas segn su mayor o menor grado de probabilidad. Se I rala del mismo horizonte que Bodin ha descubierto como tema para la historia humana. La ponderacin de la probabilidad de sucesos que iban a suceder o que no se presentaran eliminaba, por lo pronto, una concepcin del futuro, que era natural en los partidos religiosos: la de forzar como nica mxima de accin la alternativa entre bueno y malo, desde la certeza del juicio final. En cambio, el nico juicio moral que le restaba a un poltico se rega por la medida del mal mayor o menor. En este sentido, Richelieu deca que no hay nada que sea ms necesario para un gobierno que la previsin, pues slo as se pueden prevenir muchos males que, una vez que haban sucedido, slo se podan curar con una dificultad cada vez mayor. La segunda consecuencia de tal procedimiento fue la actitud ante posibles sorpresas, pues en la mayora de los casos no se realizaba una u otra posibilidad, sino una tercera, cuarta o ensima. Del trato diario con tales incertidumbres se origin la obligacin de u n a m a y o r p r e v i s i n y s l o a s a l c a n z a e l topos s u t o n o e s p e c f i c o e n R i c h e - l i e u , c u a n d o d i c e 11 q u e e s m s i m p o r t a n t e r e f l e x i o n a r s o b r e el futuro que sobre el presente. Es, por as decirlo, la forma poltica previa a los seguros de vida que se propagaron a principios del siglo XVIII con la posibilidad de calcular la esperanza de vida.I M .. .11.., II !,I II.III.I D(

Mientras que la profeca traspasaba el horizonte de la experiencia calculable, el pronstico se sabe vinculado a la

11 Richelieu: Testamentpolitique, co mps., L. Andr y Lon Noel, Pars, 1947, pg.334.

situacin polti- i a. Tan vinculado est que formular un pronstico significa ya mo- dilicar la situacin. El pronstico es un momento conocido de ac- i ion poltica. Est referido a acontecimientos cuya novedad alumbra. Por ello, el tiempo se excluye continuamente del pronstico, de una manera que es imprevisible de prever. El pronstico produce el tiempo desde el que se proyecta y den1ro del cual se proyecta, mientras que la profeca apocalptica desI mye el tiempo, de cuyo fin precisamente vive. Los acontecimientos, vistos desde el horizonte de la profeca, slo son smbolos para lo que ya se sabe. Un profeta desilusionado no puede desconcertarse ante sus vaticinios. Como se mantienen variables pueden prolongarse a lo largo del tiempo, y lo que es ms, con cada expectativa frus- l rada aumenta la certeza de una consumacin futura. Por el contrario, un pronstico desacertado no puede repetirse como equivocacin, pues permanece ligado a sus nicos presupuestos. El pronstico racional se limita a posibilidades intramundanas, pero precisamente por eso produce un excedente de dominio estilizado del mundo. El tiempo se refleja siempre en el pronstico de una lorma inesperada; lo que era siempre igual en la esperanza escatol- gica queda disuelto por la novedad continua de un tiempo que se escapa en s mismo y que es atrapado por el pronstico. As, considerado desde la estructura temporal, se puede comprender el pronstico como el factor de integracin del Estado, que traspasa el mundo que se le ha entregado a un futuro limitado. Tomemos un ejemplo cualquiera de la diplomacia clsica. La primera divisin de Polonia. En el fondo, se puede remitir a Federico el Grande, no el motivo, pero s la forma como se llev a cabo. Federico vivi bajo un doble temor tras las encarnizadas luchas de la guerra de los siete aos: en primer lugar, bajo el temor de una revancha austraca. Para aminorar esta posibilidad futura, firm una alianza con Rusia. Pero, de este modo, se uni a una potencia cuya creciente presin, debida no en ltimo lugar al aumento de su poblacin, perciba l desde la lejana como la mayor posible, incluso como un peligro. Ambas predicciones, el pronstico austraco a corto plazo y el ruso a largo plazo, entraron de tal modo en la accin poltica que modificaron los presupuestos del pronstico, es decir, de la situacin. La poblacin griego-ortodoxa de Polonia proporcion a los rusos el pretexto permanente para intervenir en Polonia como fuerza de proteccin religiosa. El embajador ruso, Repnin, domin Varsovia casi como gobernador general, celebrndose las sesiones del parlamento polaco bajo su vigilancia inmediata. Los diputados cados en des-

Mi >1 mu l'V.AIHM I H UIRO EN LA HISTORIA RECIENTE

1,1.1. . i... i I. | i .idos sin demora a Siberia. Polonia se convirti, . /.. ......i | >1 < iviiu-ia rusa, cuya sangrienta guerra civil, a la que i .. mli ni,, i i.., 11 ,i jo como consecuencia una continua intensificai ii .1. I.i i ii il.un i.i rusa. La creciente presin desde el Este hizo q u e U I. II JI i i i n d c l p r o n s t i c o a l a r g o p l a z o a v a n z a r a h a s t a u n a proxiI _L ininnH IIIC. E n l a m i s m a m e d i d a s e d e s v a n e c i e n u n a l e j a n a i n . , i l . i i l . i U r l a m e t a p r o p i a d e F e d e r i c o : l a a n e x i n d e P r u s i a o c c i - .1. n i a l . i .II l i s t a d o . E n 1 7 7 0 l a s i t u a c i n e m p e o r . R u s i a e s t a b a d i s - p i n i i no slo a tragarse a Polonia, sino igualmente a Rumania y, pul i crio, en una guerra contra la Sublime Puerta. Esto no lo iba .i p e r m i t i r A u s t r i a e n n i n g n c a s o . E n l a a n e x i n d e R u m a n i a v e a e l cu sus belli, y a s , F e d e r i c o , a l i a d o d e R u s i a p o r a a d i d u r a , s e h a b r a visto obligado al segundo de los males temidos, es decir, a la lucha contra Austria, lo que quera evitar a toda costa. La solucin que encontr Federico para este dilema en 1772 es asombrosa. Inmediatamente despus de que Federico tuviera conocimiento de que los austracos se arredraban ante la guerra y antes de que pudieran saberlo los rusos, llev a Rusia, bajo la presin de sus obligaciones de proteccin, a renunciar a una anexin de Rumania. Como compensacin, Rusia obtuvo la parte oriental de Polonia que, de todos modos ya dominaba, pero Prusia y Austria recibieron como equiparacin Prusia occidental y Galicia: pases importantes que de esta manera se sustraan, adems, al influjo ruso. En vez de allanar a su temido aliado el camino de. una guerra en el Oeste, Federico haba salvado, en primer lugar, su paz, y adems le haba echado un cerrojo a la penetracin rusa. Lo que en apariencia se exclua mutuamente lo haba reunido Federico para su doble ventaja. Est claro que tal juego elstico con un nmero de mltiples posibilidades limitado, pero casi infinito dentro de los lmites, slo era posible en una determinada situacin histrica. Cul es el horizonte histrico- temporal dentro del cual se pudo desarrollar el refinamiento de la poltica absolutista? El futuro era abarcable y tanto ms cuanto que el nmero de fuerzas polticas a tener en cuenta permaneca limitado al nmero de los prncipes. Detrs de cada soberano haba un potencial cameralista calculable por el nmero de tropas y de habitantes, por el poder econmico y por la liquidez. En este horizonte, la historia todava era comparativamente esttica y s e p u d o a p l i c a r a l a p o l t i c a l a a f i r m a c i n d e L e i b n i z d e q u e todo el mundo futuro cabe y est perfectamente preformado en el presente1 E n e l

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horizonte de l i poltica de los prncipes soberanos, y slo en esa, no poda produ- i use nada fundamentalmente nuevo. ( a racterstico de ello es el lmite extremo dentro del cual se mo\ la el clculo poltico. Hume, que formul pronsticos de posibili I m l a l a r g o p l a z o , p r e d i j o e n u n a o c a s i n 12 q u e e n u n m d i c o n o s e oiil a ms de catorce das, y en un poltico algunos aos como m\ iiiiu Una ojeada a aquellas acciones diplomticas confirma esta afirmacin. Claro que haba constantes que con frecuencia llegaban a un luluro cada vez ms hipottico. Por ejemplo, se tena en cuenta I i constancia del carcter que poda acreditarse permanentemente poi la posibilidad de corromper al ministro. Pero, un momento consi uile del clculo poltico de las probabilidades fue, ante todo, la suposicin de la duracin de la vida del soberano gobernante. El futu10 ms avanzado que predijo en el ao 1648 el embajador veneciano en Pars para los prximos cincuenta aos fue el caso, para l apairnlcmente claro, de una Guerra de Sucesin en Espaa: caso que .m edi justamente cincuenta aos despus. El hecho de que la mayora de las guerras en las repblicas soberanas europeas de los sirios XVII y XVIII fueran guerras de sucesin nos muestra inmediatamente hasta qu punto era an humanamente natural el horizonte del tiempo histrico. Pero, como refera nuestro embajador venecian o , a q u q u e d a b a an espacio de juego para el tiempo y el futuro, pues IIO todo lo que puede suceder suele ocurrir, 13 R e c u r d e s e s l o e l p a p e l m o d i f i c a d o r del curso de la guerra que se atribuy a la muerte de la zarina en 1762. Acostumbrada a la vida y al carcter de los personajes, la repblica soberana europea an poda, de hecho, entender su historia de un modo natural. No hay que asombrarse de que pudiera adquirir evidencia universal el modelo circular de la antigedad, que Maquia- velo haba puesto de nuevo en circulacin. El propio carcter repeti- ble de esta nocin de la historia remite al pasado el futuro previsible. Est claro que as no se demuestra de ninguna manera que el distanciamiento entre la conciencia poltica del tiempo del principio de la modernidad y la escatologa cristiana fuera tan grande como pud i e r a p a r e c e r e n u n p r i n c i p i o . Y a n o p u e d e s u c e d e r n a d a n u e v o sub

12 Hu me: Theory of Politics, comp. por F. Watkins; Essays I, 7, Edi mburgo, 1951, pg. 162. 13 Barozzi e Berchet: Relazioni degli ambasciatori Veneti nel secolo decimoset- timo. Ser. II, Francia, Venecia, 1859, II; vese Battista Nani: Ein Venezianischer Ge- sandtschaftsbericht, comp. por A. v. Schlein itz, Leipzig, 1920, pgs. 61, 72.

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, s -pede aeternitatis, t a n t o s i s e c o n s i d e r a e l f u t u r o c o m o c r e y e n t e , c o m o m se apunta hacia l calculando framente. Un poltico podra hacerse ms inteligente o ms hbil; si quisiera refinar sus tcnicas podra volverse ms prudente o cuidadoso: pero la historia no lo lleva- i i;i nunca a regiones nuevas y desconocidas del futuro. La sustitucin del futuro profetizable por el futuro pronosticable no haba roto an bsicamente el horizonte de la expectativa cristiana. Esto es lo que une a la repblica soberana con la Edad Media, tambin en aquellos aspectos en los que ya no se reconoca como cristiana. Quien liber el comienzo de la modernidad de su propio pasado y tambin abri con un nuevo futuro nuestra modernidad fue, sobre todo, la filosofa de la historia. Desde las sombras de la poltica absolutista se form, primero ocultamente y luego de forma abierta, una conciencia del tiempo y del futuro que surgi de una arriesgada combinacin entre poltica y profeca. Se trata de una mezcla, propia del siglo XVIII, entre pronstico racional de futuro y esperanza cierta de la salvacin, que forma parte de la filosofa del progreso. El progreso se desarrolla en la medida en que el Estado y su pronstico no puedan satisfacer nunca la pretensin soteriolgica, y su fuerza de motivacin llega hasta un Estado que, en su existencia, sigue siendo dependiente de la eliminacin de las expectativas acerca del final. Cul fue la novedad de la expectativa de futuro propia del progreso? El fin del mundo, que no llegaba, haba constituido a la Iglesia y junto con ella un tiempo esttico que se puede conocer como tradicin. Tambin el pronstico poltico tena una estructura temporal esttica, dado que funcionaba con magnitudes naturales cuyo carcter potencialmente repetitivo constitua el carcter circular de su historia. El pronstico implica un diagnstico que introduce el pasado en el futuro. Mediante la futuridad del pasado, garantizada siempre de ese modo, el mbito de accin del Estado fue tanto ampliado como limitado. As pues, hasta aqu slo se poda experimentar el pasado porque l mismo contena un elemento del maana y viceversa, por lo que la existencia poltica del Estado sigue estando vinculada con una estructura del tiempo que puede entenderse como movilidad esttica. De aqu en adelante, el progreso despliega un futuro que va ms all del espacio de tiempo y experiencia natural, pronosticable y tradicional y que, por eso, provoca en el curso de su dinmica nuevos pronsticos transnaturales y a largo plazo.

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El futuro de este progreso se caracteriza por dos momentos: primero, por la aceleracin con la que viene a nuestro encuentro y, por 11 a parte, por su carcter desconocido, pues el tiempo acelerado en i, es decir nuestra historia, acorta los espacios de experiencia, los I>i iva de su constancia y pone en juego continuamente nuevas incg- 11 i las, de modo que incluso el presente rehye lo no experimentable, debido a la complejidad de estas incgnitas. Esto comienza a perfilarse ya antes de la Revolucin Francesa. El sujeto de la moderna filosofa de la historia fue el ciudadano e m a n c i p a d o d e l a s u m i s i n a b s o l u t i s t a y d e l a t u t e l a e c l e s i a l , e l prol>hte philosophe, c o m o f u e a c e r t a d a m e n t e c a r a c t e r i z a d o e n u n a o c a ion en el siglo XVIII. Las especulaciones sobre el futuro, disueltas por la religin cristiana y ahora liberadas, as como el clculo poltico, fueron los padrinos cuando el filsofo proftico recibi las rden e s s a g r a d a s . L e s s i n g n o s h a d e s c r i t o e s t e m o d e l o . Con frecuencia ve acertadamente el futuro, p e r o s e p a r e c e t a m b i n a l v i s i o n a r i o , p u e s no puede ms que esperar el futuro. Desea acelerar este futuro y que sea acelerado por l... Pues, para qu le sirve si lo que reconoce como lo mejor, no va a llegar a ser lo mejor en toda su vida.14 E l t i e m p o q u e s e a c e l e r a d e e s a f o r m a p r i v a a l presente de la posibilidad de ser experimentado como presente y se escapa hacia un futuro en el que el presente, convertido en inexperimentable, ha de ser alcanzado mediante la filosofa de la historia. Con otras palabras, la aceleracin del tiempo, en el pasado una categora escatolgica, se convierte en el siglo XVIII en una obligacin de planificacin temporal, aun antes de que la tcnica abra completamente el espacio de experiencia adecuado a la aceleracin. Sobre todo en la resaca de la aceleracin surge una dilacin que ayuda a estimular el tiempo histrico en el cambio entre revolucin y r e a c c i n . L o q u e s e p o d r a c o n c e b i r c o m o katechon a n t e s d e l a r e volucin se convierte en estimulante de la revolucin. La reaccin, usada en el siglo XVIII an como categora mecnica, se convierte funcionalmente en un movimiento que pretende detenerla. La revolucin, deducida, en un principio, del curso natural de las estrellas e introducida como cclica en el curso natural de la historia, adquiere desde entonces una direccin sin retorno. Parece

14 Lessing: Die Erziehung des Menschengeschlechts, prrafo 90 (G. W. Leipzig, 1858, 9. 423).

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desencadenarse en un futuro anhelado pero sustrado por completo a la experiencia correspondiente al presente, apartando de s continuamente la reaccin y buscndola para destruirla en la medida en que la reproduce. Pues la revolucin moderna queda siempre afectada por su contraria, la reaccin. Este cambio entre revolucin y reaccin, que debe dar lugar a un estado final paradisaco, ha de entenderse como un futuro sin futuro, pues la reproduccin y la superacin continuamente necesaria de lo opuesto fijan una mala infinitud. A la caza de esta infinitud mala, como Hegel deca, la conciencia de los actores se adhiere a un todava no finito, que posee la estructura formal de un deber perenne. Desde aqu ha de ser posible transferir a la realidad histrica ficciones como el imperio milenario o la sociedad sin clases. La fijacin en un estado final por parte de los que actan se muestra como pretexto para un proceso histrico que excluye la consideracin de los participantes. Por eso es necesario un pronstico histrico que vaya ms all de los pronsticos histricos de los polticos y que re- lativice, como si se tratara de un hijo legtimo de la filosofa de la historia, el proyecto histrico-filosfico. Tambin hay signos de esto previos a la Revolucin Francesa. Los vaticinios de la revolucin de 1789 son numerosos, pero pocos apuntan ms all. Rousseau se cuenta entre los mayores pronosticadores, sea porque previo el estado permanente de la crisis, sea porque avis del sometimiento de Europa por los rusos y de los r u s o s p o r l o s a s i t i c o s . V o l t a i r e , q u e n o s e c a n s d e j u z g a r l a belle rvolution i n s u l s a m e n t e y , p o r e s o , c o n b e n i g n i d a d , d e n u n c i a b a a s u s opositores como falsos profetas, reincidentes en la conducta de tiempos superados. Aqu se ha pasado por alto un anlisis de mltiples pronsticos de deseo o de coaccin con los que la Ilustracin se apropi de su propia certeza. Pero entre ellos se encuentra uno de los mayores vaticinios que ha permanecido hasta ahora desconocido en la oscuridad del anonimato y del disfraz geogrfico. Se trata de un pronstico del ao 1774, acuado aparentemente para Suecia, pero que apuntaba realmente a Francia. Se nutre de la clsica literatura de la guerra civil, de las doctrinas desptica y cclica de la antigedad y de la crtica al absolutismo ilustrado, pero su origen es moderno. Su autor es Diderot.

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D i d e r o t e s c r i b i : Bajo el despotismo el pueblo, resentido por el largo tiempo de sufrimiento, no perder ninguna oportunidad de recuperar sus derechos. Pero, como no tiene ni un fin ni un plan, va a parar, de un momento a otro desde la esclavitud a la anarqua. En medio de esta confusin resuena un nico grito: libertad. Pero, cmo asegurarse del precioso bien? No se sabe. Y el pueblo est ya dividido cu los diferentes partidos, instigado por intereses contradictorios... Iras breve tiempo vuelve a haber slo dos partidos en el Estado; se diferencian por dos nombres que, sea quien sea el que se oculte detrs, slo pueden ser realistas y antirrealistas. ste es el momento de las grandes conmociones. El momento de las conspiraciones y conjuras... Para eso, el realismo sirve como pretexto del mismo modo es sin duda de la mayor importancia, y as se dej convencer para mantener la apariencia de erudicin.16 En el acalorado debate sobre la amortizacin de la deuda prusiana Raumer se busc una mentira, pues l saba que en la antigedad no se conocan los billetes. Pero arriesg su mentira porque apelando a la formacin acadmica de su oponente haba calculado su efecto. Ese efecto no se basaba en otra cosa que en la f u e r z a d e l a a u t o r i d a d d e l a n t i g u o topos d e q u e l a Historie e s l a m a e s t r a de la

16 Friedrich von Rau mer: Erinnerungen, Leipzig, 1861, I, pg. 118.

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de la vida. Esta frmula, no un argumento objetivo, dobleg al cons e j e r o . Historia magistra vitae. En lo que no podemos llegar a saber por nosotros mismos, tenemos que seguir la experiencia de otros, s e d i c e e n e l g r a n d i c c i o n a r i o u n i v e r s a l d e Z e d l e r e n 1 7 3 5 ; 17 l a Historie s e r a u n a e s p e c i e d e r e c e p t c u l o d e m l t i p l e s experiencias ajenas de las que podemos apropiarnos estudindolas; o , p o r d e c i r l o c o m o u n a n t i g u o , l a Historie n o s l i b e r a d e r e p e t i r l a s consecuencias del pasado en vez de incurrir actualmente en faltas a n t e r i o r e s . 18 A s , l a Historie h i z o l a s v e c e s d e e s c u e l a d u r a n t e c e r c a d e dos milenios, para aprender sin perjuicio. A p l i c a n d o e l topos a n u e s t r o e j e m p l o , q u e n s e a e l e p i s o d i o d e Charlottenburg? En virtud de su arte para argumentar, remiti Raumer a su colega a un espacio de experiencia supuestamente continuo, que l mismo haba ignorado irnicamente. La escena pone de m a n i f i e s t o e l c o n t i n u o p a p e l d e l a Historie c o m o m a e s t r a d e l a v i d a pero, tambin, lo cuestionable que haba llegado a ser ese papel. Antes de aclarar la cuestin de en qu medida se ha disuelto el a n t i g u o topos e n l a a g i t a d a h i s t o r i a m o d e r n a , e s p r e c i s a u n a o j e a d a retrospectiva a su durabilidad. Perdur casi ininterrumpidamente hasta el siglo XVIII. Hasta ahora falta una exposicin de todas las l o c u c i o n e s q u e h a n c o n f e r i d o a l a e x p r e s i n d e l a Historie s u c o m p r e n s i b i l i d a d . A s , f a l t a u n a h i s t o r i a d e l a f r m u l a historia magistra vitae, d a d o q u e l o q u e s e q u i e r e d e c i r c o n e l l a a l m e n o s h a g u i a d o durante los siglos la autocomprensin de los historiadores, cuando no su produccin. A pesar de la identidad verbal, el valor de nuestra frmula fluctu considerablemente en el curso del tiempo. En ms de u n a o c a s i n , p r e c i s a m e n t e l a h i s t o r i o g r a f a d e s a u t o r i z e l topos c o m o una frmula ciega que slo segua dominando en los prlogos. De este modo es an ms difcil aclarar la diferencia que ha dominado siempre entre la mera utilizacin del lugar comn y su efectividad prctica. Pero, pasando por alto este problema, la longevidad de n u e s t r o topos e s e n s m i s m a s u f i c i e n t e m e n t e i n t e r e s a n t e . E n p r i m e r lugar, se basa en su elasticidad, que permite los ms variados argumentos. Indicaremos cmo dos contemporneos empleaban las Historien c o m o ejemplos: Montaigne pretenda de ellas aproximadamente lo contrario de lo que se propona Bodin. Para aqul las Historien m o s t r a b a n cmo derrocar cualquier

17 Johann Heinrich Zedler: Grosses Vollstandiges Universal-Lexikon aller Wissens- chaften und Knste, Halle y Leipzig, vol. 13, pg. 281 sigs. 18 Diodoros Siculus: Bibliotheca Histrica (edit. por F. Vogel), Leipzig, 1883,1, c. 1.

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g e n e r a l i z a c i n ; p a r a s t e s e r v a n p a r a e n c o n t r a r r e g l a s g e n e r a l e s . 19 P e r o a m b o s o f r e c i e r o n Historien c o m o e j e m p l o s p a r a l a v i d a . L a a p l i c a c i n e s , p u e s , f o r m a l ; c o m o d i c e u n a c i t a : De la historia puede deducirse todo.20 Sea cual sea la doctrina que guarde relacin con nuestra frmula, hay algo que indica su uso en cualquier caso. Remite a una precomprensin general de las posibilidades humanas en un continuo u n i v e r s a l d e l a h i s t o r i a . L a Historie p u e d e e n s e a r a l o s c o n t e m p o rneos o a las generaciones posteriores a ser ms inteligentes o relalivamente mejores, pero slo si los presupuestos para ello son bsicamente iguales, y mientras lo sean. Hasta el siglo XVIII el uso de nuestra expresin sigue siendo un indicio infalible para la admitida constancia de la naturaleza humana, cuyas historias son tiles como medios demostrativos repetibles en doctrinas morales, teolgicas, jurdicas o polticas. Pero, igualmente, la t r a n s m i s i b i l i d a d d e n u e s t r o topos s e a p o y a s o b r e u n a c o n s t a n c i a factual de aquellos datos previos que permitiran una similitud potencial entre acontecimientos terrenos. Y cuando se efectuaba una transformacin social era tan lento y a tan largo plazo que segua vigente la utilidad de los ejemplos pasados. La estructura temporal de la historia pasada limitaba un espacio continuo de lo que es posible experimentar.

1 L a e x p r e s i n historia magistra vitae f u e a c u a d a p o r C i c e r n , a p o y n d o s e e n e j e m p l o s h e l e n s t i c o s . 21 S e e n c u e n t r a e n e l c o n t e x t o d e l a retrica: slo el orador sera capaz de conferir inmortalidad a la vida d e l a s Historien i n s t r u c t i v a s , d e h a c e r p e r e n n e s u t e s o r o d e experiencia. Adems, esta expresin est vinculada a diversas m e t f o r a s q u e c o p i a n l a s t a r e a s d e l a Historie. Historia vero testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis, qua voce alia nisi oratoris immortalitati commendatur?1 L a t a r e a r e c t o r a q u e

19 Vase Hugo Friedrich: Montaigne, Berna 1949, p. 246 sigs.; Jean Bodin: Met- hodus ad facilem cognitionem historiarum, Pars 1572, cap. 3. 20 Locucin to mada por K. F. Wander en su Diccionario alemn de proverbios, Leipzig, 1867, I, 1593 de Jassoy: Welt und Zeit (1816-19), V, 338, 166; ta mbin III, 80: La historia es la inagota b le fuente de pueblo de la que cada cual saca el agua del ejemplo para lavar su suciedad. 21 Polibio: Historiai XII, c. 25 b; I, c. 35 passi m. Sobre esto, Matthias Gelzer: Kleine Schriften, Wiesbaden, 1963, III, 115, 175 sigs. y Arnold Toynbee: Greek Historical Thought, Nueva York, 1952.

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Cicern adjudica al arte de la historia est presuntamente orientada a la praxis en la que est inmerso el orador. Se vale de la historia c o m o c o l e c c i n d e e j e m p l o s plena exemplorum est historia22 p a r a i n s t r u i r mediante ellos y, por cierto, de la manera ms vigorosa, igual que Tucdides remarcaba la utilidad de su obra poniendo su historia en manos del futuro como xxrina bte, como posesin para siempre para el conocimiento de casos similares. El influjo de Cicern se extendi tambin en la experiencia cristiana de la historia. El corpus de su obra filosfica fue catalogado con frecuencia como coleccin de ejemplos en las bibliotecas de los c o n v e n t o s y s e d i f u n d i a m p l i a m e n t e . 23 L a p o s i b i l i d a d d e r e c u r r i r l i teralmente a la locucin estaba presente en todo momento, tambin cuando la autoridad de la Biblia en los padres de la Iglesia originab a a l p r i n c i p i o c i e r t a r e s i s t e n c i a f r e n t e a l a p a g a n a historia magis- tra. En su compendio etimolgico, ampliamente difundido, Isidoro de S e v i l l a h a a p r e c i a d o r e p e t i d a m e n t e e l e s c r i t o De oratore d e C i c e r n , p e r o h a s u p r i m i d o e s p e c f i c a m e n t e l a e x p r e s i n historia magis- tra vitae en sus definiciones de la historia. No puso en un apuro pequeo a los apologetas del cristianismo al transmitir como modlicos acontecimientos computados en la historia profana e incluso pagan o s . 24 U n a Historie d e e s t e t i p o , p s i m o e j e m p l o p a r a r e i v i n d i c a r l a como maestra de la vida, trata de la capacidad de transformacin de la historiografa eclesial. Sin embargo, Isidoro tambin conceda a l g o f u r t i v a m e n t e u n e f e c t o e d u c a t i v o a l a s Historien p a g a n a s . 25Y as, Beda justific conscientemente las historias profanas porque tambin ellas proporcionaban escarmientos o ejemplos dignos de ser i m i t a d o s . 26 A m b o s c l r i g o s h a n c o n t r i b u i d o , p o r s u g r a n i n f l u e n c i a , i que haya conservado su lugar de forma continua, aunque

22 Cicern: De div. I, 50. Sobre esto, Karl Keuck: Historia, Geschichte des Wortes und seiner Bedeutungen in der Antike und in den romanischen Sprachen, tesis doctoral, Mnster, 1934. 23 Manitius: Gesch. d. Lit. des lat. Mittelalters, Munich 1911, 478 sigs.; Zielinski: Cicero im Wandel der Jahrhunderte, Leipzig-Berln, 1908; Philippson: Cicero (Pauly- Wissowa, RE VII A 1). 24 Jacques Fontaine: Isidore de Seville et la culture classique dans VEspagne wi- sigothique, Pars, 1959, I, pg. 174 sigs. 25 Isidoro de Sevilla: Etymologiarium sive originum, libri XX (comp. W. M. Lind- say, O x f o rd, 1957, 2 vols.) I, 43: Historiae genti u m non inpediunt legentibus in his qu ae utilia dixerunt. Multi eni m sapientes praeterita ho min u m gesta ad institutio- ne m praesentium historiis indiderunt. Vese Hugo Friedrich: Die Rechtsmetaphysik der Gttlichen Komdie, Frankfurt, 1942, donde se indica que Gregorio el Grande haba vuelto a perm itir expresa mente exempla paganos, pg. 36. 26 Beda: Historia ecclesiastica gentis anglorum, comp. por A. Holder, Friburgo- Tubinga, 1882, proe mio: sive eni m historia de boni s bona referat, ad im itandu m bo-

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subordinada, el motivo de la utilidad de la historia profana junto a l a Historie f u n d a d a r e l i g i o s a m e n t e y c o n s i d e r a d a s u p e r i o r . T a m b i n M e l a n c h t o n u t i l i z a l a d u p l i c a c i n d e q u e t a n t o l a s Historien b b l i c a s c o m o l a s p a g a n a s p r o p o r c i o n a n e j e m p l o s p a r a l a t r a n s formacin en la tierra, as como que ambas remiten a la providencia de Dios, aunque de forma diferente.13 La concepcin que data de-la anligedad acerca de lo que debe proporcionar el arte de escribir historia permaneci vinculada a la experiencia religiosa de la histoi ia, situada en el horizonte de la esperanza de salvacin. Pero tambin el esquema lineal de las prefiguraciones bblicas y de sus realizaciones hasta Bossuet no sobrepasaba el marco dentro del cual 1 aba que instruirse para el futuro desde el pasado. Con la sublimacin de las esperanzas sobre los ltimos tiempos volvi a abrirse paso la historia antigua como maestra. Con la exigencia de Maquiavelo, no slo de admirar a los mayores, sino tambin de tomarlos como modelo,14 confiri su actualidad a la i n t e n c i n d e c o n s e g u i r c o n t i n u a s u t i l i d a d e s p a r a l a Historie, p o r q u e haba unido el pensamiento ejemplar y el emprico en una nueva unidad. Bodin puso en el frente de su Methodus ad facilem h i s t o r i a r u m c o g - n i t i o n e m e l topos d e C i c e r n : l e c o r r e s p o n d e e l rango ms elevado porque remite a las leyes sagradas de la historia, en virtud de las cuales los hombres podran conocer su presente e iluminar el futuro, y no pensando teolgicamente sino de forma prctico-poltica.15 Seria fatigoso enumerar individualmente la repeticin constante16 o la

nu m auditor sollicitus instigatur; seu mala com me moret de pravis, nih ilo mi nus reli- giosus ac pius auditor sive lector devitando, quod noxiu m est et perversu m, ipse so- llertius ad exsequanda ea, quae bona ac digna esse cognoverit, accenditur. Vase, H. Beumann : Widukind von Korvey ais Geschichtsschreiber, y Herbert Grundmann: Eigenart mittelalterlicher Geschichtsanschauun g , en Geschichtsdenken und Ges- chichtsbild im Mittelalter, Darmstadt 1961, 143 sigs. y 430 sigs. 13. Vanse los ejemplos en Adalbert Klempt: Die Sakularisierung der universal- historischen Auffassung, Gottinga, 1960, pg. 21 sigs., pg 142. Para Lutero vase H. Zahnrt: Luther deutet Geschichte, Munich, 1952, pg. 16 sig s., con muchos eje mplos. 14. Niccol Machiavelli: Discorsi, comp. por Giuliano Procacci, Miln, 1960, Libro pri mo, Proem io, pg. 123 sigs. 15. Jean Bodin: La methode de l'Histoire, trad. franc. de Pierre Mesnard, Pars, 1941, XXXV I II, 14, 30, 139 passim. 16. Vase el Lexicn Juridicum de J.Kahl publicado en m ltiples ediciones: Hi storia propria earu m reru m, quibus gerendis interfu it is, qui enarrat... Historias autem rerum gestaru m ab initio m undi, Deus opti mus Maxi mus ob eam re m describ vo- luit, ut exempl is tnde m o mn iu m seculoru m ob oculos novis for mam exponeret, se-

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ornamentacin barroca17 de este principio hasta los ilustrados tard o s , c o m o h a c e M a b l y . 1 8 D e s d e l a s f r m u l a s p a t t i c a s c o m o futurorum magistra temporum1 9 h a s t a l a s s e r e n a s p r e s c r i p c i o n e s d e i m i t a c i n , n u e s t r o topos s e e n c u e n t r a d e d i v e r s a s f o r m a s e n l a s Historien y e n l o s historiadores. As, escribe Lengnich, un historigrafo de Danzig, que la h i s t o r i a n o s h a c e s a b e r t o d o a q u e l l o que podra ser usado de nuevo en una ocasin similar.20 O , c i t a n d o a u n h o m b r e m e n o s c o n o c i d o , e l t e n i e n t e general barn von Hardenberg: indic al preceptor de su conocido h i j o q u e n o s e d e d i c a r a a h e c h o s d e s n u d o s . P u e s en general, se perciben como iguales todos los hechos pasados y actuales; y su conocimiento es en su mayor parte superfluo, siendo en cambio de gran utilidad si se reviste ese esqueleto con su carne correspondiente y se le muestra a un joven lo que motiva las principales transformaciones y a travs de qu clase de consejos o medios se consiguieron estos o aquellos fines o por qu se fracas y de qu tipo fue el fracaso; de este modo se predica al entendimiento ms que a la memoria; la historia se hace ms agradable e interesante para el alumno, instruyndole, sin que se d cuenta, tanto en la inteligencia privada como en la pblica y ensendole de esta manera las artes belli ac pacis.21 E s t e l t i m o t e s t i m o n i o , c i t a d o d e u n p a d r e p r e o c u p a d o p o r la correcta educacin de su hijo, es tan significativo porque en l coinciden de nuevo las expectativas pedaggicas de un tiempo i l u s t r a d o c o n l a t a r e a u s u a l d e l a Historie.

cundu m quam delabascente Reipubli cae statu feliciter reparando deliberarem us (comp. por Jac. Stoer, 1615, pg. 525). O G. A. Viperano: De scribenda Historia, Antwer- pen, 1569: Es tarea del historiador res gestas narrare, quae sint agendaru m exempla. 17. J. H. Alsted: Scientiarum omnium Encyclopaediae, vol. IV, libro 32, exhibens Historicam (Lugduni 1649). Histrica est disciplina co mposita de bono practico ob- tinendo ex historia... Historia est Theatru m universitatis reru m, speculu m temporis, thesaurus demonstrationis, oculus sapientiae, speculu m vanitatis, i mbecill itatis et stultitiae, principiu m prudentiae, custus et praeco virtutu m, testis malitiae ac im- probitatis, vates veritatis, sapientiae metrpolis, et thesaurus ad omne m posteriori- tate m, seu ktema eis aei... (pg. 25 sigs.) 18. De Mably: De l'etude de l'histoire, Par s 1778, cap. 1, donde se reco mienda la lectura de Plutarco para que el soberano pueda elegir su eje mplo. 19. Franz Wagner, cit. por Peter Moraw: Kaiser und Geschichtsschreiber u m 1700, en: Welt ais Geschichte, 1963, 2, 130. 20. Cit. por Theodor Schieder en Deutscher Geist und stndische Freiheit, K- ni gsberg, 1940, pg. 149. 21. Cit. por Hans Haussherr: Hardenberg, eine polit. Biographie, parte I, (comp. por K. E. Born), Colonia y Graz 1963, pg. 30 sig.

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Sin perjuicio de la autocrtica historiogrfica, no es poco el valor que debe atribuirse a la capacidad instructiva de la literatura l i i s t r i c o - p o l t i c a e n e l p r i n c i p i o d e l a m o d e r n i d a d . 27 C o n t o d o , d e deducciones histricas dependen pleitos; la eternidad relativa que en a q u e l t i e m p o e r a p r o p i a d e l d e r e c h o , s e c o r r e s p o n d a c o n u n a Historie que se saba vinculada a una naturaleza siempre invariable, y a su repetibilidad. El continuo refinamiento de la poltica del momento se reflejaba en la reflexin propia de la literatura de memorias y en los informes comerciales de las legaciones. Pero permaneca c a p t u r a d a e n c a m e r a l i s m o s y e s t a d s t i c a s , e n l a Historie d e l e s p a c i o . E s a l g o m s q u e u n s i m p l e topos t r a d i c i o n a l l o q u e c i t a c o n - I i n u a m e n t e F e d e r i c o e l G r a n d e e n s u s M e m o r i a s : l a Historie e s l a e s cuela del soberano, comenzando por Tucdides hasta Commynes, el c ardenal Retz o Colbert. Mediante una comparacin continua entre casos anteriores fortaleci su capacidad de combinacin. Finalmente se refiere a su poltica inmoral, explicndola, no disculpndola, con innumerables ejemplos desde los que las reglas de la razn de l i s t a d o l o h a b a n d i r i g i d o e n s u a c c i n p o l t i c a . 28 Ciertamente, la autoirona y la resignacin estaban mezcladas cuando el viejo Federico afirmaba que las escenas de la historia mund i a l s e r e p e t a n y s l o s e r a n e c e s a r i o i n t e r c a m b i a r l o s n o m b r e s . 29K n esta sentencia puede verse, incluso, una secularizacin del pensamiento figurativo con seguridad, la tesis de la repetibilidad y tambin de la capacidad de ser aprendida que tiene la experiencia histrica segua siendo un momento de la propia experiencia. El pro-

27 Abraham de Wicquefort, cuya obra L'Ambassadeur et ses fonctions fue pu blicada muchas veces, exiga la principale estude de ceux, qui pretendent se faire e mployer aux A mbassades, doit estre l'Histoire (A msterda m, 1746,1, pg. 80) y an no mbra a Tcito y a Com m y nes como maestros de igual talla para los diplomticos. Vase tambin Victor Pschls: Einleitug zu Tacitus' Historien, Stuttgart, 1959, trad. alemana VII s. J. Ch. de Folard tradujo (Pars, 1727 sigs.) la Histoire de Polybe y le aadi un co mentario de carcter cientfico- mi litar para su propio tie mpo cuya signi ficacin valor tanto Federico II que hizo publicar un compendio traducido al ale mn. 28 Frdric le Grand: Oeuvres, Berln, 1846, vol. 2, prlogo de 1746 para Hist. de mon temps, XIII sigs. 29 Ibd. II, 34 de la Histoire de mon temps en la edicin de 1775: Quiconque ven t lire l'histoire avec application, s'apercevra que les m mes scnes se reprodui- sent souvent, et qu'il n'y a qu' y changer le no m des acteurs. Para esto vase Gott- fried Arnold: Wahres Christentum Altes Testaments, 1707, pg. 165: En el m undo se representa siempre una m is ma co media o tragedia, slo que sie mpre son personas distintas las que estn en ella. Federico sac pronto la conclusin de que, por eso, era mejor perseguir la historia de los descubri mientos de las verdades y el progreso en la ilustracin de los espritus (op. cit.).

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nstico de Federico sobre la Revolucin francesa da testimonio de e l l o . 30 E n e l e s p a c i o a b a r c a b l e p o r l a s r e p b l i c a s s o b e r a n a s e u r o peas, con los cuerpos polticos que residen en ellas y su o r d e n a m i e n t o c o n s t i t u c i o n a l , e l p a p e l m a g i s t r a l d e l a Historie e r a a l mismo tiempo garanta y sntoma para la continuidad que fusionaba el pasado con el futuro. Naturalmente, haba objeciones contra la mxima de que se pued e a p r e n d e r d e l a Historie. S e a c o m o G u i c c a r d i n i , q u e s o s t e n a como Aristteles que el futuro era siempre incierto, con lo que s e l e n e g a b a a l a Historie s u c o n t e n i d o p r e v i s i b l e . 31 S e a c o m o G r a cin, que afirmaba ciertamente la previsibilidad desde el pensamiento circular, pero vacindola y hacindola, finalmente, superflua por el carcter inevitable que es inherente a este c o n c e p t o . 32 S e a c o m o e l v i e j o F e d e r i c o m i s m o , q u e c o n c l u y s u s Memorias de la guerra de los siete aos discutiendo el carcter i n s t r u c t i v o d e t o d o s l o s e j e m p l o s : Pues es una propiedad del espritu humano el que los ejemplos no mejoren a nadie. Las necedades de los padres se han perdido para los hijos; cada generacin debe cometer las suyas propias.33 Ciertamente, la actitud escptica fundamental de la que se alimentaban tales posturas no ha destruido, por ello, el peculiar contenido de verdad de nuestra frmula, porque estaba enraizada en el mismo espacio de experiencia. Porque, que no se pueda aprender n a d a d e l a s Historien s i g u e s i e n d o , f i n a l m e n t e , u n a c e r t e z a d e experiencia, una enseanza histrica que puede hacer a los iniciados ms agudos, ms inteligentes o ms sabios, por decirlo con B u r c k h a r d t . 34P u e s l o q u e e s p o s i b l e m e n t e o t r o e l i m i n a t a n p o c o a l o que es siempre igual que eso otro no puede ser conceptuado como o t r o . Lo que desaparece es lo determinado o la diferencia que, sea del modo que

30 Ibd. Oeuvr. IX, pg 166. El pronstico se realiz en 1770 co mo consecuencia del Systme de la Nature de Holbach. 31 Francesco Guiccardini: Ricordi, comp. por R. Pal marocchi, Bari, 1935, II, pgs. 58, 110, 114, frente a esto I, pg. 114; citado aqu segn la edicin de E. Grassi, Berna, 1946, pg. 34 sigs. Vase tambin Polibio: Hist. V, 75, 2 y XV, 27,5. 32 Baltasar Gracin: Criticn, trad. ale m. de H. Studniczka, Ha mburgo 1957, pg 179 sigs. 33 Frdric le Grand: Oeuvr. V, pg. 233, Histoire de la Guerre de sept ans, cap. 17: Car c'est l le propre de l'esprit hu main, que les exe mples ne corrigent per- sonne; les sottises des peres sont perdus pour les enfants; il faut que chaqu gnra- tion fasse les siennes (escrito e l 17-XII-1763). 34 Jacob Burckhardt: Weltgeschichtliche Betrachtungen, comp. por R. Stadel- mann, Pful lin gen, 1949, pg. 31. Para esto: Karl Lowith: Jakob Burckhardt, Stuttgart, 1966, pgs. 19, 53, 94.

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l< I I. ACION PASADO Y FUTURO EN LA HISTORIA RECIENTE

sea v de donde sea, se establece como fijo e inmodificable.35 L a c o n t r a - i > i ricnte escptica que an se pudo articular en la Ilustracin, bajo l.i presuposicin de lo siempre igual, no poda poner fundamentalm e n t e e n t e l a d e j u i c i o e l s e n t i d o d e n u e s t r o topos. A p e s a r d e e l l o , por ese mismo tiempo fue socavado el contenido significativo de n u e s - I r a e x p r e s i n . C u a n d o l a Historie a n t i g u a f u e d e r r i b a d a d e s u ctedra y, por cierto, no en ltimo lugar por los ilustrados que usaron i'iistosamente sus enseanzas, sucedi en el curso de un movimien- lo que coordin de forma nueva el pasado y el futuro. Finalmente, era la historia misma la que comenzaba a abrir un nuevo espacio de experiencia. La nueva historia consigui una cualidad temporal propia, cuyos diferentes tiempos e intervalos de experiencia cambian- Ies le quitaron la evidencia a un pasado ejemplar. Ahora hay que investigar estos antecedentes de la t r a n s f o r m a c i n d i ' n u e s t r o topos e n s u s l u g a r e s s i n t o m t i c o s .

2Para caracterizar el suceso de un tiempo nuevo que despunta ani ic i pernos una frase de Tocqueville. Tocqueville, a quien no deja descansar en toda su obra la experiencia de cmo lo moderno se sale d e l a c o n t i n u i d a d d e u n a t e m p o r a l i d a d a n t e r i o r , d i j o : Desde que el pasado ha dejado de arrojar su luz sobre el futuro, el espritu humano anda errante en las tinieblas. 36 L a f r a s e d e T o c q u e v i l l e i n d i c a u n a r e p r o b a c i n d e l a experiencia cotidiana y se oculta tras un proceso de muchas capas que, en parte, se realiz invisible y furtivo, pero a veces repentino y abrupto, y por fin conscientemente impulsado. La historia del concepto, como se intenta aqu, nos sirve como en- Irada para fijar estos antecedentes. As se aclara cmo se destruy y enajen nuestro lugar comn en toda transmisin a causa de las relaciones de sentido cambiantes. Sobre todo a partir de

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G. W. F. Hegel: Phanomenologi