josé luis martín descalzo

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  • 8/8/2019 Jos Luis Martn Descalzo

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    Razones para el amorAutor: Martn Descalzo

    Captulo 1: Los mircoles milagro

    Aquella tarde a Gabriela -uno de los pequeos personajes de una novela de Gerard Bessiere-

    le pregunt su amigo Jacinto:- Qu has hecho hoy en la escuela?- He hecho un milagro, respondi la nia.- Un milagro? Cmo?- Fue en el catecismo.- Y cmo hiciste el milagro?- Tenemos como profesora a una seorita que est muy enferma. No puede hacer nada ellasola, slo hablar y rer.- Y qu pas?- La seorita hablaba de los milagros de Jess. Y los nios dijeron: No es verdad que hayamilagros. Porque si los hubiera, Dios te hubiera curado a ti.- Y ella, qu dijo?- Dijo: S, Dios hace tambin milagros para mi. Y los nios dijeron: Qu milagro ha hecho?- Y entonces?- Entonces ella dijo: Mi milagro sois vosotros.- Por qu?, le preguntamos.- Y ella dijo: Porque me llevis los mircoles a pasear, empujando mi carrito de ruedas.Lo ves? Hacemos milagros todos los mircoles por la tarde. La seorita dijo tambin quehabra muchos ms milagros si la gente quisiera hacerlos.- Te gusta a ti hacer milagros?Si. Tengo ganas de hacer un montn. Primero pequeos. Cuando sea mayor voy a hacermilagros grandes.- Todos los mircoles?- Quiero hacerlos todos los das, toda la vida.- No te parece que la vida es tambin un milagro?

    - No -dijo Graciela-. La vida es para hacer milagros.Gabriela tiene razn, la vida es para hacer milagros, los mircoles, y los jueves, y losdomingos. La vida no es para sentarse esperando que Dios haga milagros espectaculares, no espara limitarse a confiar en que l resuelva nuestros problemas, sino para empezar a hacer esemilagro pequeito que l puso ya en, nuestras manos, el milagro de querernos y ayudarnos.

    Es que ser ms milagroso devolverle la vista a un ciego que la felicidad a un amargado? Msprodigioso multiplicar los panes que repartirlos bien? Ms asombroso cambiar el agua en vinoque el egosmo en fraternidad?

    Si los hombres dedicsemos a construir milagros pequeitos la mitad del tiempo queinvertimos en soarlos espectaculares, seguramente el mundo marchara ya mucho mejor.

    Y el milagro de amar pueden hacerlo todos, nios y grandes, pobres y ricos, sanos y enfermos.Fijaos bien, a un hombre pueden privarle de todo menos de una cosa: de su capacidad deamar. Un hombre puede sufrir un accidente y no poder volver ya nunca a andar.

    Pero no hay accidente alguno que nos impida amar. Un enfermo mantiene entera sucapacidad de amar: puede amar el paraltico, el moribundo, el condenado a muerte. Amar esuna capacidad inseparable del alma humana, algo que conserva siempre incluso el msmiserable de los hombres.

    Slo en el infierno no se podr amar. Porque el infierno es literalmente eso: no amar, notener nada que compartir, no tener la posibilidad de sentarse junto a nadie para decirlenimo!

    Pero mientras vivimos no hay cadena que maniate al corazn, salvo claro est la del propio

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    egosmo, que es como un anticipo del infierno. Los verdaderos criminales -deca Follerau-son los que se pasan la vida diciendo yo y siempre yo.

    En cambio, all donde se ama se ha empezado a construir ya el cielo a golpe de milagros. Endefinitiva, los milagros, para Jess, eran ante todo los signos del reino, y qu mejor signode un reino de amor total que empezar querindose aqu con amores pequeitos como el de

    Gabriela y sus compaeras de escuela?

    Razones para la AlegraAutor: Martn Descalzo

    Captulo 3: Aprender a ser felices

    Me parece que la primera cosa que tendramos que ensear a Me parecetodo hombre que llega a la adolescencia es que los humanos no nacemos felices ni infelices,sino que aprendemos a ser una cosa u otra y que, en una gran parte, depende de nuestraeleccin el que nos llegue la felicidad o la desgracia. Que no es cierto, como muchos piensan,que la dicha pueda encontrarse como se encuentra por la calle una moneda o que puedatocar como una lotera, sino que es algo que se construye, ladrillo a ladrillo, como una casa.

    Habra tambin que ensearles que la felicidad nunca es completa en este mundo, pero que,aun as, hay raciones ms que suficientes de alegra para llenar una vida de jugo y deentusiasmo y que una de las claves est precisamente en no renunciar o ignorar los trozos defelicidad que poseemos por pasarse la vida soando o esperando la felicidad entera.

    Sera tambin necesario decirles que no hay recetas para la felicidad, porque, en primerlugar, no hay una sola, sino muchas felicidades y que cada hombre debe construir la suya, quepuede ser muy diferente de la de sus vecinos.,Y porque, en segundo lugar, una de las clavespara ser felices est en descubrir qu clase de felicidad es la ma propia.

    Aadir despus que, aunque no haya recetas infalibles, s hay una serie de caminos por losque, con certeza, se puede caminar hacia ella. A m se me ocurren, as de repente, unoscuantos, - Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Descubrir y disfrutar detodo lo bueno que tenemos. No tener que esperar a encontramos con un ciego paraenterarnos de lo hermosos e importantes que son nuestros ojos. No necesitar conocer a unsordo para descubrir la maravilla de or.

    Sacar jugo al gozo de que nuestras manos se muevan sin que sea preciso para este

    descubrimiento ver las manos muertas de un paraltico.

    - Asumir despus serenamente las partes negativas o deficitarias de nuestra existencia. Noencerrarnos masoquistamente en nuestros dolores. No magnificar las pequeas cosas que nosfaltan. No sufrir por temores o sueos de posibles desgracias que probablemente nunca nosllegarn.

    - Vivir abiertos hacia el prjimo. Pensar que es preferible que nos engaen cuatro o cincoveces en la vida que pasarnos la vida desconfiando de los dems. Tratar de comprenderles yde aceptarles tal y como son, distintos a nosotros. Pero buscar tambin en todos ms lo quenos une que lo que nos separa, ms aquello en lo que coincidimos que en lo que discrepamos.Ceder siempre que no se trate de valores esenciales. No confundir los valores esenciales connuestro egosmo.

    - Tener un gran ideal, algo que centre nuestra existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de

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    nuestras energas. Caminar hacia l incesantemente, aunque sea con algunos retrocesos.Aceptar la lenta maduracin de todas las cosas, comenzando por nuestra propia alma. Aspirarsiempre a ms, pero no a demasiado ms. Dar cada da un paso. No confiar en los golpes de lafortuna.

    - Creer descaradamente en el bien. Tener confianza en que a la larga -y a veces muy a la

    larga- terminar siempre por imponerse.

    No angustiarse si otros avanzan aparentemente ms deprisa por caminos torcidos. Creer en latambin lenta eficacia del amor. Saber esperar.- En el amor, preocuparse ms por amar que por ser amados. Tener el alma siempre joven y,por tanto, siempre abierta a nuevas experiencias. Estar siempre dispuestos a revisar nuestraspropias ideas, pero no cambiar fcilmente de ellas. Decidir no morirse mientras estemosvivos.

    - Elegir, si se puede, un trabajo que nos guste. Y si esto es imposible, tratar de amar eltrabajo que tenemos, encontrando en l sus aspectos positivos.

    - Revisar constantemente nuestras escalas de valores. Cuidar de que el dinero no se apodera

    de nuestro corazn, pues es un dolo difcil de arrancar de 61 cuando nos ha hecho susesclavos. Descubrir que la amistad, la belleza de la naturaleza, los placeres artsticos ymuchos otros valores son infinitamente ms rentables que lo crematstico.

    - Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad que atenaza o estrecha el alma no puedeser la verdadera, porque Dios o es el Dios de la vida o es un dolo.

    - Procurar sonrer con ganas 0 sin ellas. Estar seguros de que el hombre es capaz de superarmuchos dolores, mucho ms de lo que el mismo hombre sospecha.

    La lista podra ser ms larga. Pero creo que, tal vez, esas pocas lecciones podran servir parainiciar el estudio de la asignatura ms importante de nuestra carrera de hombres: laconstruccin de la felicidad.

    Razones para el amorAutor: Martn Descalzo

    Captulo 57: El grito

    Son muchos los cristianos a quienes, a lo largo de los siglos, ha intrigado y angustiado el gritoen que Jess prorrumpid segundos antes de morir. Un grito que debi de ser impresionanteporque lo recuerdan y subrayan tres de los cuatro evangelistas y hasta San Pablo habla de len una de sus epstolas. Marcos dice que Jess, dando un gran grito, expir. Mateo cuentaque habiendo gritado de nuevo con gran voz, entreg su espritu. Para Lucas es la sptimapalabra de Cristo -Padre, en tus manos en- comiendo mi espritu- la que dice a gritos elagonizante. Pablo pone ese momento como uno de los ejes de la vida de Cristo: Habiendoofrecido, en los das de su vida mortal, oraciones y splicas con un gran grito y lgrimas alque era poderoso para salvarle de la muerte ...

    Y por qu ese grita cuando era ya la hora de acabar, cuando no le quedaba por cumplir msque la formalidad de la muerte, cuando regresaba, con su tarea cumplida y las manos llenas,a la casa de su Padre? Es realmente desconcertante. Jess no habla gritado en la flagelacinni en la coronacin de espinas. No sabemos que gritase en la crucifixin. Por qu grita ahora,

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    que ya slo le falta inclinar la cabeza y morir? Al otro lado -ha recor- dado Peguy- le esperabasu Padre para abrazarle al fin-, le aguar- daban los ngeles para lavar sus llagas vivas, sepreparaba la cor- te celestial para cantar su gloria eterna. Y grita? Grita precisa- menteahora?

    Durante siglos las generaciones le echarn en cara ese grito. En los catecismos hitlerianos

    se explicaba a los nios la vergonzosa muerte de un Cristo aterrado en comparacin con elherosmo sonriente con que moran por la patria los jvenes nazis. Y nunca ha faltado alguienque recuerde que los genios o los mrtires murieron mejor. Scrates bebi ms tranquilo sucicuta. San Policarpo daba la bienvenida a los soldados que llegaban a arrestarlo. San Ignaciode Antioqua slo tena un miedo: que sus bienintencionados amigos lograsen salvarle de lamuerte. Santo Toms Moro bromeaba en el mismo patbulo pidiendo a su verdugo que leayudase a subir porque, para bajar, ya se las arreglara solo, y explicaba al soldado que nogolpeara con el hacha hasta que l no se hubiera colocado bien la barba, ya que sta nohaba ofendido a su majestad y no mereca ser cortada. Es que Cristo tuvo menos enterezaque sus sucesores?Una de las religiosas de los Dilogos ese carmelitas, de Berna- nos, explica que los mrtiresestaban sostenidos por Cristo, pero l no tena nadie que le ayudase, ya que todo socorro ytoda misericordia provienen de l. Ningn ser vivo entr jams en la muerte tan solo y tan

    desarmado. Y la respuesta es hermosa y pro- funda. Pero temo que no llegue a sersatisfactoria. Ser, pues, preferible tomar ese grito por las solapas y preguntarnos de dndeproviene.

    No de la desesperacin, desde luego. Qu desesperacin extraa sera esa de alguien quegrita al mismo tiempo que deposita confiado su espritu y su cabeza en las manos del Padre?Entonces, del dolor fsico? Tampoco es verosmil. Hubo en la pasin de Cristo al menos diezocasiones en las que el dolor fue ms intenso que en ese ltimo instante en el que elCrucificado no tena ya fuerzas ni para sufrir. Tal vez de la duda de lo que pudiera haber --ono haber- al otro lado? Nadie jams supo como l lo que hay al otro lado porque nadie estuvoantes all.

    Del miedo a la muerte, entonces? Qu ingenuos y poco humanos son los que creen que la fe

    es una morfina para el miedo a morir! Quin, por mucho que sepa de otra vida ms grande,no temblar ante el desgarrn del alma y el querido cuerpo? Ser hombre es aceptar el riesgode la eternidad y el centro de ese riesgo es la muerte. Cmo cruzarla sin que todo en elinterior se ponga en pie y se subleve ante la gran jugada? No tiembla y goza, al mismotiempo, el atleta en el momento de batir un rcord? Cmo -por hermosos que sean lospaisajes celestes- no sentir que algo se quiebra al perder este querido sol, las nubes y losmontes en que anid nuestra alma? Jess era hombre total. Le gustaba ser hombre. Estaba agusto sindolo. Este miedo de ahora lo certifica. No era un titn insensible. La eternidad no leimpeda amar este pequeo y adorable tiempo. Durante treinta y tres aos su divinidad habaconvivido con la fugitividad de lo transitorio.

    Y haba convivido bien. Ahora senta ~-como en la llama de amor vivo, de San Juan de laCruz- que se rompa la tela de este dulce encuentros. Al regresar tres das despus,reencontrarla a este querido cuerpo-compaero, pero alma y cuerpo estaran ya entoncessubidos para siempre en el escabel de la resurreccin. S, lo sabia muy bien: mora por suvoluntad, pero no por su gusto.

    Pero su muerte, adems, era ms que una muerte. Eran mu- chas reunidas. Quien tiene quecompartir la muerte de todos, muero ms que el que slo muere la propia.

    Ya la propia de Jess era ms honda que las nuestras. Porque -la frase es de Guardini- elaniquilamiento es tanto mayor cuanto ms es lo que aniquila. Nadie ha muerto comoJesucristo, porque era la misma vida. Nadie ha expiado el pecado como l, porque era lamisma pureza. Nadie ha caldo tan hondo en la nada, porque era el Hijo de Dios. Nosotrosapenas morimos: pasarnos de dormidos a muertos, de semimuertos a difuntos. La vida ha ido

    arrebatndonos trozos de alma. Cuando la muerte llega, apenas tiene ya nada que llevarse. ]Pero l estaba entero. Qu derrumbamiento! Cmo no gritar ante l? A nosotros el mismomal nos endurece, nos va cubriendo de sucesivas costras, corno un caparazn. Pero y su

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    corazn inerme y desprotegido por su propia pureza?

    Pero an no hemos dicho lo fundamental: lo grave no es morir, sino morir intilmente. Vio ldesde su cruz los frutos de su pasin? Extendi Satans ante su vista como un gran mapa larealidad del mundo despus de su redencin? El Evangelio de Lucas, tras las tentaciones en eldesierto, aade una feroz apostilla: El demonio se retir hasta otra ocasin. Fue tal vez

    ahora cuando vino el prncipe de este mundo? Lleg al mismo tiempo que la muerte paramostrarle para cuntos morira en vano, l, que soaba ser el redentor de todos? Vio desdela cruz la mediocridad de su elegidos, las falsificaciones de su Evangelio, las mixtificaciones ycomponendas de los hombres de Iglesia, la violencia de los violentos, el imperio de la mentiralas divisiones entre cristianos, las risas de los listos de este ;rindo, la carne vendida en losmercados de la noche, el llanto de los inocentes oprimidos, las falsas palabras de losredentores del pueblo, vio el odio circulando por los corazones como un sapo negro y elhambre de dinero resbalando por debajo de las puertas de todas las almas? Vio acaso elinfierno de los que cerraban a cal y canto sus vidas a la llamada de su amor?,Comprendi quel, con su muerte, darla un sentido al dolor de los hombres, pero no con- seguira impedir quelos hombres sufriesen? Atron sus odos el llanto de los hospitales? Sinti congelarse su almaante el fro latigazo de la indiferencia?

    Cmo no iba a gritar! Grit, grit. Y su grito sigue ah, taladrando las paredes de laeternidad. Y los hombres inventan un mar de ruidos y de estruendos para no or su grito.Nadie lo escucha, apagado por los televisores, amortiguado por las guitarras elctricas,cloroformizado por las risas de un mundo que no quiere or los llantos de los hombres y muchomenos el llanto de un Dios.

    Hay que guardar silencio para or ese grito. Hay que amar para orlo. Como esa madre que, aesta misma hora, se inclina sobre la cama de hospital donde ha dejado de latir hace unosmomentos el corazn de su hijo, y aun aterrada tambin ella por el ala negra de la muerte,ofrece a Dios lo nico que le queda: su llanto, y oye, entonces, a la gran voz que cre loscielos y la tierra, a la voz que en la cruz desgarr el velo del templo e hizo temblar al mundo,que le repite ahora: Perdname, perdname, tal vez he muerto poco. Pero un da tambint comprenders que, si no pude libraros de la muerte, hice lo que poda: partirla como un

    pan con vosotros. Lo entenders un da. Ahora slo pido tu perdn. Perdname.