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ENCUENTROS CONTEMPORÁNEOS Heidegger y los nazis

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ENCUENTROS CONTEMPORÁNEOS

Heideggery los nazis

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HEIDEGGERY LOS NAZIS

Jeff Collins

La f o t o co p ia m a t aal l i b ro • • •Pe ro el l i b ro caroy costoso m a t a albolsillo h o n est o yt r a b a j a d o r ; )

gedisaeditorial

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- -)t ut o del original en inglés:

-leidegger and the Nazist , otublished in the UK i n 2000 by Icon Books Ltd., Grange Road,landord, Cambr idge CB2 4QF

Text copyr ight © 2000 by Jeff CollinsCover Il lustration 0 2000 by Steve Rawlings

Adaptación del diseño: Sylvia Sans

Traducción: Carme Font

Primera edición: abr i l de 2004, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castel lano

0 Edi tor ial Gedisa, S.A.Paseo Bonanova, 908022 Barcelona, EspañaTel. 93 253 09 04Fax 93 253 09 05Correo electrónico: [email protected]://www.gedisa.com

ISBN: 84-9784-038-0Deposito legal: B. 19702- 2004

Impreso por: Romanyi i /Val lsVerdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)

Impreso en EspañaPr inted in Spain

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Índice

Un encuentro político 9Preguntas y temas 1 1Politica posmoderna 1 4Silencios y separaciones 1 8Friburgo, 1933 2 1Carrera y conformismo 2 3Tradiciones influyentes 2 5Ser y tiempo: sustituir a la subjetividad 2 6Conocimiento ontológico 2 8Un vocabulario existencial 3 0Adorno y las criticas marxistas 3 2Nuevas excavaciones 3 5Compromiso con la revolución 3 6Al paso con el partido 3 9Educación del nacionalsocialismo 4 1Antisemitismo 4 6Heidegger, autor; los textos, nazis 4 9El discurso nazi: el Volk y los trabajadores 5 1Alemania 5 3El Dasein de la nación 5 5Una filosotla para el nacionalsocialismo . . 5 7

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Nazismo radical 5 9¿El fin de la relación? 6 1Leer a Heidegger en la actualidad 6 4Heidegger y los postestructuralismos 6 6La violencia de una condena 6 8Estrategias deconstructivas 7 0IfEsta cosa vil, pero sobredeterminada...» 7 2Más allá de las fronteras 7 4Nazismo y metafisica 7 6¿Una ética heideggeriana? 7 9La historia del ser 8 2Heidegger y Levinas 8 4R es pons ab il idad 86

Ética y política en la deconstrucción 8 8Algunas conclusiones abiertas 9 0Notas 9 4Bibliografia 1 0 0

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Un encuentro político

«Nazismo» y «Heidegger» han sido emblemas proble-máticos de la historia y la cultura del siglo xx. Elnazismo supuso el nacimiento de una nueva ma-quinaria de gobierno totalitario, apuntalado por elcapitalismo industrial y la tecnología moderna, queen el transcurso de doce años asesinó a unos seismillones de personas mediante sus programas deexterminio, y sometió a otros muchos millonesde personas más a crueles trabajos forzados o lasobligo a emigrar a otras partes de Europa y fueradel continente. Además, en una p e r r a que esamisma ideología fomentó, envió a la muerte a casicuatro millones de soldados solamente del bandoalemán, al tiempo que destruyó la economía alema-na y redujo a escombros sus principales ciudades einfraestructuras. La lis ta de acusaciones, muchomás larga, puede al menos empezar por aquí.

El filósofo alemán Martín Heidegger es un per-sonaje conflictivo por dis tintas razones. En susprimeras obras, escritas en la década de 1920,propuso un replanteamiento radical de la subjeti-

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v idad humana, y cuestionó el significado de viv iruna existencia como «ser humano». En esto com-pite con otros discursos modernos e innovadoressobre la subjetividad como, por ejemplo, el psicoa-nális is de Freud y la psicología c ien t ífic a .

Heidegger también propuso un «pensar», distin-to del «filosofar», que cuestionaba los fundamentosde la filosofia occidental. Aquí habla mucho enjuego, y a que la tradic ión filosófica en cuestiónabarca dos mil quinientos años. Las nociones acep-tadas durante tanto tiempo sobre la razón, la lógi-ca y la verdad, por ejemplo, dejaron de ser des-pués de Heidegger conceptos unívocos.

Pero Heidegger tenla un proyecto aún más am-bicioso: abordar la cuestión del ser. Heidegger cues-tionó no sólo al ser humano, sino al ser «en general»,el hecho de que las entidades tengan existencia.Ofreció a la ontología (la gran tradición de especu-lación filosófica sobre el ser) un comienzo radical-mente nuevo.

El encuentro entre el pensamiento de Heideggery el nazismo se ha descrito como nefasto, mons-truoso. Al tratar este asunto se suele recurrir a lasmetáforas de la colisión: como si en un choque detrenes, tal vez productivo o no, el filósofo más in-novador del siglo xx prestara su pensamiento auno de los regímenes políticos más conocidos de laépoca. Desde entonces, el encuentro entre ambos,por su torpe acercamiento o su enorme impacto,ha tenido importantes repercusiones.

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Preguntas y temas

Pocos debates de la filosofia contemporánea hantenido una resonancia tan fuerte. En cierto senti-do, la política de Heidegger» se ha convertido enun banco de pruebas para distintos estilos de pen-samiento, un campo con una larga historia de leal-tades, replanteamientos ideológicos y fracturas.

Aquí se plantean al menos dos tipos de interro-gantes. Por un lado, había cuestiones empíricasrelacionadas con hechos e interpretaciones con-tradictorios. A menudo éstas se han formulado demodo biográfico: los hechos de la vida. ¿Qué hizoHeidegger? ¿Cuán profundo era su compromiso?¿Por cuánto tiempo apoyó al nazismo? ¿Fue unerror de un par de arios, quizá desde 1933 hasta1934, o hasta el día de su muerte en 1976, tal vezsin arrepentirse de nada?

Los simples hechos, como es habitual, puedenllegarnos arropados por complejidades. Si pregun-tamos g¿Fue Heidegger un nazi?», también debe-ríamos preguntarnos cómo saberlo a ciencia cierta.Inmediatamente nos vemos obligados a replantear-

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nos estas preguntas desde una perspectiva másamplia, por ejemplo planteándonos qué significa,hoy en día, «ser nazi» en contextos diferentes.

Por otro lado, se han planteado cuestiones difi-elles para la filosofía, y para cualquiera que estu-die el pensamiento de Heidegger. ¿Pueden leersesus obras filosóficas sin tener en cuenta sus cono-cidas afiliaciones políticas? ¿Son estas esferas com-pletamente distintas y absolatamente autónomas?¿O e/dsten entre ellas conductos y movimientos,puntos de contacto, o incluso vínculos estructura-les, que las unen de algún modo? Y si es así, ¿de-berían merecer los textos de Heidegger la admira-ción que todavía despiertan como s i se tratara derecursos vitales del pensamiento?

Estas preguntas también son relevantes en unsentido más amplio. El encuentro de los años trein-ta acercó no sólo a un pensador concreto y al par-tido nazi, s ino también de modo más general a lafilosofía y la politica. ¿Cómo podríamos concebiractualmente «la política de la filosofía»?

Estas preguntas, que proliferan y se van acu-mulando, al menos indican algunos de los aspec-tos que están en juego en el «caso Heidegger», ypor qué ha seguido generando publicaciones du-rante más de sesenta años. Colette Audry, en 1934,tal vez la pr imera en hablar de estas cuestionespúblicamente en Francia, escribió posteriormentede modo sucinto:

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Tengo en mi poder un archivo entero sobre el tema;me ha impresionado, creo, porque toda nuestra epo-ca, así como el contenido que le otorgamos a la pa-labra geulturw, están implicados en ello.'

Tal como sugiere Auclry, existen implicaciones his-tóricas, pero éstas no se limitan estrictamente asu tiempo.

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Política posmoderna

Algunas de las «guerras heideggerianaso más in-tensas se han librado desde finales de la décadade 1980, y forman parte del debate sobre lo que seda en llamar la politica postnoderna. Tomando eltérmino en sentido amplio, describe cómo las crí-ticas recientes de la modernidad cultural y socio-económica se ban utilizado en el terreno político.

Muy concretamente, los críticos posmodemoshan fijado su atención en los discursos totalizado-res que pretenden erradicar las diferencias socialesy culturales. Los esencialismos de clase, etnicidado género, así como muchas otras clases de pensa-miento excluyente, también han sido objeto de in-terés por parte de los críticos posmodernos. Desdedistintas perspectivas, como los neo- y post- femi-nismos y marxismos, la política poscolonial y losmovimientos contraculturales, se ha propuesto unareestructuración radical de la política tradicional.

En estos campos ha circulado una lista de nom-bres que ahora nos resultan conocidos: Jean-Fran-cois Lyotard, Jacques Derrida, Gines Deleuze, Mi-

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chel Foucault, Jacques Lacan y otros, pensado-res a menudo clasificados como postestructura-listas. Han propuesto cambios radicales en elmodo en que concebimos el conocimiento, el po-der, la subjetiv idad y el lenguaje, y de muchas ydis tintas maneras han defendido las contrafilo-sofias, los antiesencialismos, los antifundac io-nalismos y las estrategias de deconstrucción. Esaquí donde aparece la figura de Heidegger. Sucrítica a la subjetiv idad, su «pensar de otra ma-nera» la tradic ión occidental, inc luso su análisisde la cuestión del ser, han demostrado ser im-portantes y útiles para muchos postestructUra-listas.

Sin embargo, desde algunos ámbitos se hanformulado acusaciones de irracionalismo e irres-ponsabilidad politica. Se ha acusado a los postes-tructurEdistas de rechazar el discurso razonado yfundado, así como todas las categorías estables•de juicios normativos y acciones guiadas por pro-

pósitos.2 E s ta s o b je c io n es t ienen un cariz politico.

¿Cómo pueden los postestructuralistas oponerseeficazmente a las fuerzas de dominación y opresión,sea cual sea la forma bajo la que se esconden: uncapitalismo global creciente e imparable, el auto-ritarismo, los militarismos y los nacionalismos, elfundamentalismo patriarcal o religioso, etcetera?Además, para hacer valer sus criticas, estos pen-sadores admiten la influencia de un filósofo, Hei-degger, entusiasta del nazismo.

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La perspectiva por la que se guía este libro esbastante dis t inta. Sugiere que tanto los datosbiográficos como las criticas filosóficas de la po-lítica de Heidegger deben tomarse en serio. Haypolíticas de tipo práctico que lo exigen: algunasformas de «revolución conservadora» y un ciertopopulismo de la Nueva Derecha han ejercido re-cientemente una notable influencia en las socie-dades occidentales, sociedades que no cuentancon infranqueables barreras contra los neona-zismos resurgentes o los totalitar ismos emer-gentes.

Pero también podría ocurrir que cualquier posi-bilidad de acercarse a la democracia y a la justiciasocial dependa de una disposición a pensar sobreel pensamiento, y alterar así las categorías de lapráctica política que normalmente se dan por sen-tadas. Los textos de Heidegger podrían tener algoque ver con ello, o así lo creen algunos de susdefensores. Nos enfrentamos, pues, a un enigmabastante complicado: cómo los textos de un filóso-fo que defendió el nazismo podrían prestarse, in-cluso con un giro aparentemente paradójico, a lu-chas políticas que se oponen a los nazismos detodo tipo. Éste es el tema principal del libro. Pres-ta especial atención a la contr ibuc ión realizadapor Jacques D e n-i d a , c u y o t r a t a mi e n t o d el d i sc u r-

so condenatorio, de los limites del nazismo y de laética política son quizá el uso más sorprendentede Heidegger contra su propia posición política.

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Coincidiendo con otros teóricos, Derr ida ha pro-puesto un replanteamiento radical de los posiblessignificados del totalitarismo y la democracia. Pe-ro, primero, ¿qué sabemos del pensamiento politi-co de Heidegger?

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Según el camino que Se tome, 'una primera rondade ifiveStigaCiÓnpodria dar POCOS reSültados o titn-

.:15; Tomemos como ejemplo la recopila-

clon endaSs de He idegge( 0 .0046• al inglésWi(s tér té'atid Being, 1 : 1 1 . 4 1 1 1 1 : e0 W . t i i :-: J 9 4 9 ) , ' d o nd e

prácticamente la unic i fi le t t iópó li t ic a que apa-rete es el anuncio de' Werner'Bróck de 'que Hei-degier era rector de la Universidad ' de Friburgoentre 1933 y .1 9 3 4 , .0 b a j c e l r é g im e n n a c io n a ls o -

c ialis ta;,..s L a p a rq u ed a d de dicho comen ta ri o, y su

breve Ins inuación de coacción, desatiende cual-quier cuestión politica. Esto no constituirá un ca-mino de investigación adecuado para cualquieraque reflexione sobre el pensamiento de Heidegger.

A causa de las críticas que empezaron a expre-sarse en la Alemania de posguerra, Walter Biemelse vio obligado a analizar el asunto en un estudiosemiblográfico de 1973. Presenta la v ida de Hei-degger como carente de «sucesos caprichosos», com-parable incluso con la vida «de monotonía y uni-formidad externas» de Kant. Pero aquí se aprecia

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Silencios y separaciones

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una referencia velada a un «error político» no es-pecificado:

El e rro r politico de 1933 duró pocol...} resulta:•••: s u-perficiat c o n t r a el para desacreditarHeidegger SI el error h.ibiera sido resultado depensamientoftlosófico;:este pensamiento,. se ,h a l c i r i aacabado'i pon: la corrección del error.,: L o q u e )o c u r r i ó

-éh realidad flue precisamente lo toritratitid. Puesto

: que fu e d es pu cs cte 9 34 i: :: 9-4 ap dp !s ti pe ns am ie nt o

entpeO, realmente a deSarr011arSe:';Sns'ilargoS 4ioSde docencia en la uniVeraidadeatal?an dediegdos• • • , : •

: AlttliVarnerite a *labor de,eginiltk it t.40. e x p e r i e n c i a

, • ; • • ,do,;ier4sainiento-,4Asi•que cualquiera que identificara el i(error»,po-

dia , estar tranquilo por tres razones: duró poco, secorrigió y no estaba vinculado al pensamiento deHeidegger. Estos tres puntos han conformado elargumento más habitual de los defensores de Hei-degger. Si el silencio parece poco satisfactorio, co-mo sucede en un relato biográfico, en ese caso lascuestiones se presentan como insignificantes omarginales. En el fondo, la filosofia está bien pro-tegida: los biógrafos o los historiadores puedenabordar la política de Heidegger, pero eso es algoque no incumbe a ningún filósofo de verdad. JürgenHabermas, un marxista de la Escuela de Frank-furt, ha descrito el efecto que esto puede tener. Ensu época de estudiante entre 1949 y 1954 estuvo

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muy influido por la filosofia de Heidegger, y susdos tutores de tesis habían sido acérrimos defen-sores de la revolución de Hitler:

Nadie nos contó nada acerca de su pasado. Tuvimosque descubrirlo paso a paso nosotros mismos. Mecostó cuatro años de estudio, principalmente leyen-do libros al azar en las bibliotecas, descubrir lo queesas personas habían pensado hacia sólo una déca-da o una década y media atrás. IImagfrien lo que es-to significaba! 5

Y, s in embargo, ¿deberíamos esperar una reflexiónpolítica cada vez que se publica o se debate untexto de Heidegger? ¿Deberíamos incluso exigir al-gún tipo de estrella negra, o protocolos o prólogosde rechazo, como lo que ocurrió con algunas edi-ciones de Mein Kampf después de la guerra: «Porfavor, no lean esto»? La dificultad estriba en que lafilosofía de Heidegger ha tenido una enorme in-fluencia en el pensamiento del s iglo xx, y que elimpacto tal vez incalculable del nazismo eugenési-co y racista todavía perdura. Así las cosas, resul-ta imprescindible encontrar una explicación, tan-to ética como política, de la cuestión, explicaciónque no obtendremos de los silencios diplomáticos.

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Friburgo, 1933

¿Cuál fue el error»? Un caso basado en una pri-mera impresión: Heidegger prestó su apoyo públi-co al partido de Hitler en la década de 1930. Loshechos del caso giran en torno a su mandato co-mo rector de la Universidad de Friburgo, el máximopuesto administrativo en dicha instituc ión. Hei-degger, que nació en 1889 y estudió en la univer-sidad desde 1909 a 1915, era por entonces un fi-lósofo c on una creciente reputac ión por haberrealizado una síntesis innovadora de la filosofiaantigua, medieval y moderna.

Después de su elección como rector en abr il de1933, Heidegger se afilió al Partido Nacionalsocialls-ta. Su discurso inaugural en la universidad en mayode 1933 ensalzó inequívocamente al partido y a su lí-der, como ocurrió en otras de sus intervenciones pú-blicas y en diversas publicaciones en periódicos, re-vistas de partido y opasculos de estudiantes entre1933 y 1934. En octubre de 1933, fue confirmadode nuevo en el cargo como uno de los nuevos (Tec-tores-lideres» designados directamente por Hit ler.

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Los sucesos pertenecen a los primeros dos añosde régimen nacionalsocialista en Alemania, a par-t ir de enero de 1933. Heidegger no fue el único enmostrar ese entusiasmo, como indica el incremen-to del apoyo popular al partido: 2,6 por ciento en1928, y un 43,9 por ciento en marzo de 1933.

Heidegger por fuerza tuvo que darse cuenta delos rápidos movimientos estratégicos para esta-blecer un partido único que instaurase un Estadoanticomunista con políticas racistas. En febrerode 1933, el incendio del Reichstag sancionó la ile-galización del partido comunista alemán; en mar-zo, la Ley de Habilitac ión instauró unos «poderesde emergencia» permanentes; en abr il, se prohi-bió a los judíos acceder a las administracionespúblicas, a los clubes deportivos y a otras insti-tuciones, y además se lanzó una campaña contralos negocios judíos; en mayo, igual suerte corrie-ron los sindicatos alemanes; en julio, se ilegali-zaron otros partidos políticos, y se estableció laesterilización forzosa basándose en principios eu-genénicos.

SM embargo, Heidegger dimitió de su cargo derector en abril de 1934, momento a partir del cualcesó el flujo de discursos pro nazis.

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Carrera y conformismo

En líneas generales, los hechos no parecen muyalejados de lo que Walter Biemel calificó como unerror breve y filosóficamente insignificante. Er auna época llena de connotaciones políticas. Mu-chas personas interpretaron mal las intencionesdel partido, algunas de sus trayectorias no eranclaras, e inc luso los líderes del partido no sabíancuán lejos llegarían. Fue un compromiso temporalcon s u carrera —en 1944, Jean-Paul Sartre loatribuyó al miedo, a su afán por seguir una c a n-e r ay al conformismo—, y aunque no muy loable, qui-zá fuera comprensible en el contexto de la época.En cualquier caso, hay que formularse la pregun-ta: Regómo habríamos respondido nosotros?».

Heidegger ofreció su propia versión de los he-chos a las autoridades universitarias en 1945, ynuevamente al semanario Der Spiegel en 1 9 6 6 .6L opresionaron para que aceptara ese cargo; y s i élcreia en un nuevo amanecer alemán, éste no erael mismo que el defendido por el partido. Heideg-ger reconoció rápidamente su e n-o r . A m e n u d o , s e

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mostró en desacuerdo con el partido y actuó opo-niéndose a sus exigencias.

Ésa, más o menos, es la historia oficial. Pero si-gue siendo asombroso cómo Heidegger, con unaextraordinaria capacidad asimiladora y sus nutr i-das lecturás del pensamiento occidental —inclui-das sus lecturas de Marx, Freud, Dikhey, Nietzs-che y de científicos como Einstein—, pudo ser taningenuo en el campo de las ideas politicas. Y, encualquier caso, ¿cuál era ese nuevo amanecer ale-mán en el que creía? ¿Estaba esa creencia de al-gún modo arraigada en su obra filosófica? ¿Conte-nta elementos que llevar ian a alguien a apoyaractivamente a un partido fascista?

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Tradiciones influyentes

Las primeras fuentes de Heidegger no apuntan con-tundentemente hacia el nazismo. Sus primeras in-quietudes tuvieron relación con la teología —prime-ro católiCa, después protestante— y con la filospfiagriega antigua. Lo mismo puede decirse de otragran influencia: la filosofia moderna de EdmundHusserl, quien, desde finales del siglo xpr., promovióla fenomenología como alternativa radical a los neo-kantismos y positivismos imperantes. Las fuentesde Heidegger estaban de moda en ambientes mino-ritarios —la reactivación a finales del siglo xix deAristóteles y la escolástica medieval; y la fenomeno-logía de Husserl triunfaban en aquellos años—, pe-ro se trata de textos que no fueron fundamentalesni necesarios para el nazismo.

Sin embargo, algunos aspectos de los primerostrabajos de Heidegger Se han incorporado a los de-bates sobre su política. Los argumentos se cen-tran en su obra principal, Ser y tiempo (1927), cu-ya aparición supuso un gran acontecimiento en el-ámbito de la filosofia.7

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Ser y tiempo:sustituir a la subjetividad

El concepto de Heidegger de Dasein, que literal-mente significa «ser ah6, ofreció una forma total-mente nueva de reflexionar sobré el ser humano.Normalmente, esta cuestión se habla formulado entérminos de subjetividado, recurriendo por ejem-plo a palabras como ser humano, si-mismo, agen-te social, voluntad intencional o conciencia.

Husserl, por ejemplo, había considerado a laconciencia como la categoría fundamental de la sub-jetiv idad: ya que todo lo que los seres humanospueden conocer o experimentar surge de la con-ciencia, esta debía ser el objeto último y perfectode la filosofia, así como la clave de lo que signifi-ca ser humano.

Sin embargo, el problema es que los seres hu-manos no son conciencias desencarnadas. Cierta-mente pueden pensar, calcular y razonar, perotambién viven y experimentan el mundo de formapráctica y mundana, respecto a los demás y con

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HEIDEGGER Y LOS NAZI S

una dimensión histórica. De ahí la radical adop-ción de Heidegger en 1925 de un proyecto que:

aprehendería la totalidad del sujeto que experimen-t a el mundo y no algún lív ido pensamiento que sólopretenda y conciba teóricamente al mundo.6

De modo que el Dasein se convirtió en la palabrade Heidegger para designar esa «totalidad del su-jeto». En 1927 analizó las formas de ser del Da-sein, en su «mundo» de entidades prácticas (redesde herramientas, etcétera), sus correspondientesestados de ánimo o naturaleza, su ocasional adop-ción de posturas observadoras, calculadoras o re-flexivas. También analizó el Dasein como «ser conlos demás y « en e l t i em po ».

Esto era filosóficamente combativo. Se resistíafirmemente a los empir ismos y racionalismos.Dasein no era un cuerpo biológico observable ymesurable o una especie zoológica, n i podia ra-cionalizarse como una mente desencarnada o unaconciencia. En la terminología de Heidegger, car-gada de significado, Dasein venia antes de todoeso; era más fundamental, más «primordial» u ori-ginal. Era lo que tenia que «ser ahi», antes de apli-car cualquier observación o racionalización.

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Conocimiento ontológico

El interés de Heidegger fue más allá del ser huma-no. Pidió a sus lectores que cuestionaran el ser aengeneral», ya que en 1927 todo el mundo se habíaOlvidado de hacerlo.

Heidegger se vio obligado a establecer una dis-tinción. En primer lugar, sabernos que hay entida-des o seres de muy distintas clases con quienesnos encontramos en ámbitos y conjunciones muydistintos —una piedra, tal vez, dos casas, tres rui-nas, cuatro zanjas, un Jardín, algunas flores, unmapache y, desde luego, ensueños y revolucionesy mucho más—. Cualquier lista de ejemplos pare-cerá absurda. Las entidades existentes y sus ca-racterísticas se estudian y conocen en los conoci-mientos «ánticos».

El ser tenia que abordarse de otra forma. Parahablar del ser de esas entidades, el hecho casi in-descriptible de que tengan su propia existencia, re-quiere conocimiento aontológico». Aunque la cienciaoccidental y la mayor parte de la filosofía se ocupa-ban de lo óntico, Heidegger favorecía lo ontológico.28

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Esto conlleva algunas consecuencias para lapolitica, o al menos para el discurso filosófico so-bre lo político. Para Heidegger, los simples conoci-mientos onticos merecían menos atención. No leimportaban la biología, la psicología, la economía,la antropología y todas sus disciplinas relaciona-das. El mundo de la política tal como se conocenormalmente, que implica información empírica,cálculos, hechos, y mucho más, parecería perte-necer al reino estudiado óriticamente. Por tanto,parece normal tener ciertas reservas hacia la polí-tica, al menos desde las perspectivas de Heideggeren 1927.

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Un vocabulario existencial

Para describir las formas de ser del Dasein. H e i -degger adoptó la terminología existencialista delfilósofo danés Soren Kierkegaard. Asi pues, ¿pudoesta influencia haber encaminado mi pensamien-to hacia el nazismo?

Las palabras más reveladoras describen comocada Dasein es Único, y cómo éste puede adoptarsu ser de dos maneras: auténticamente o no au-ténticamente. Por su calidad única, el Dasein es«siempre mio» y «solamente mío». Es la entidadque cada uno de nosotros somos, que cada uno denosotros encuentra en la afirmación: «Yo sop.9 Sin embargo, el Dasein puede olvidar esta cali-dad Única, perderla o disolverla en su contactocon el mundo cotidiano y dedicarse a preocupa-ciones actuales («ser un corredor de bolsa») y a lasmaneras en que las demás personas viven («comohacen los demás»). Se vuelve algo que carece deautenticidad, diseminado y disperso. El auténticopoder-ser llega con una angustia o Angst, en laque el Dasein se ve obligado a responder a una Ila-

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mada interna para reconocer a la totalidad Únicade su ser. Eso incluye especialmente a su ser den-tro del horizonte temporal de su propia muerte.Probablemente esto no suena del todo nazi, pero enalgunos sectores han surgido recelos al respecto.

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Adorno y las críticas marxistas

Entre las décadas de 1950 y 1970, los marxistaseuropeos realizaron una critica filosófica y políticamuy dura de la obra de Heidegger, aunque no fue-ron los únicos. Entre ellos figuraban (entre otros)Jürgen Habennas en 1953, George Lukács en 1953,Theodor W. Adorno en 1964 y Pierre Bourdieu en1975.m

Fue la obra The Jargon ofAuthentict4j de Ador-no la que atacó más duramente. Ofreció una crí-tica del discurso existencialista alemán en gene-ral, anterior y posterior a la guerra, en la filosofia,la literatura y la c ultura popular. De hecho, lajergab del ser humano único, indiv idualizado yesencializado, con sus llamadas a la experienciaauténtica, correspondía en realidad a una menta-lidad cercana al nazismo que no había desapare-cido en la Alemania reaccionaria y anticomunistade la Guerra Fría. La jerga unía a ambas eras ycontribuyó al dominio social autoritar io. Un fas-cismo oculto en la democracia de la década de1960.

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Sin embargo, en realidad fue bastante difíc ilculpar a Heidegger de todo esto. Él fue principal-mente un ontólogo, no un existencialista. El ar-gumento más elocuente de Adorno es que la «pro-piedad de m i mismo» únic a del Dasein impidecualquier v is ión de lo soc ial salvo en términosnegativos: al ser-con-los-demás, el Dasein se con-vierte en algo no auténtico. Pero hay otras críticas:Heidegger se aleja de los conocimientos tinticos.como los de la economía y la política, aunque éstosson necesarios para resistirse al fascismo. Y el dis-curso ontológico de Heidegger funciona por afir-mación hipnótica, inalcanzable por pruebas empí-ricas o por una argumentación razonada."

Éstas son críticas contundentes que, con dis-tintas variantes, se repiten con frecuencia en losdebates. Pero ¿sugieren acaso que Ser y tiempocontenía algún tipo de compromiso implíc ito conel nazismo? Al menos algunos no lo han interpre-tado así. Ejerc ió una enorme influenc ia en losexistencialismos del s iglo >ex, que inc luyeron apensadores no nazis y antinazis como Jean-PaulSartre y Maurice Merleau-Ponty, ambos pertene-cientes a la izquierda y ambos marxistas compro-metidos. Más recientemente, por ejemplo, JulianYoung lo ha exculpado completamente de cual-quier complicidad: el Dasein, en su autentic idadúnica, es totalmente contrario al régimen naz i."

Si eso es de algún modo plausible, algo debióde ocurrir, en el pensamiento de Heidegger o en la

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esfera de relaciones de la filosofia y la política, en-tre 1927 y 1933. Por ahora, una especulación: si,en 1927, la política pareció meramente óritica oabocada al mundo cotidiano no auténtico, ¿podríahallarse alguna dimensión propiamente ontológi-ca, algo más fundamental que la mayoría de per-sonas no podia ver o de lo que ya se había olvidado?¿Podría alguien hacer con la política lo que Hei-degger había hecho con el Dasein, es decir, sonsa-car sus verdades subyacentes olvidadas que sóloestuvieran al alcance del pensamiento ontológico?

No queda claro que eso fuera exactamente loque ocurrió. Pero para s ituar el encuentro, debe-mos remontarnos a la etapa de Heidegger comorector. La obstinada indelebilidad de sus eviden-cias no ha permitido a los defensores de Heideggerdescansar tranquilos.

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Nuevas excavaciones

La his tor ia oficial ha sido severamente puesta aprueba, cuando no demolida, por el trabajo de in-vestigación que apareció a finales de la década de1980. Se hablan ido acumulando pruebas docu-mentales en algunos círculos durante varias dé-cadas, especialmente en Francia y Alemania; unejemplo de ello es la publicación en 1962, por par-te de Guido Schneeberger, de los discursos recto-rales de Heidegger. Sin embargo, los debates másrecientes se desarrollaron a partir de 1987 con laaparición de los trabajos de Vic tor Farlas, O ttoP6ggeler y de la investigación sustancial del his-toriador de Friburgo Hugo Ott en 1988.'3 D e s d eentonces, otros escritores han incrementado labibliografía documental y han contr ibuido a di-vulgarla; es el caso de Rüdiger Safranski, que en1994 publicó la única biografia completa apareci-da hasta la fecha.14 P a r a m u c h os d e e s to s a u to -

res, la historia oficial era una fascinante y enormetapadera.

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Compromiso con la revolución

Según los datos de que disponemos actualmente,el compromiso politico de Heidegger no fue undesafortunado accidente. Bien al contrario, utilizósu puesto de rector como plataforma para una in-cursión ,e x p l í ci t a y e n ér g ic a en el e sc en ar io politi-

co. Acerca de ello no hay lugar a dudas. El ordendel día que aprobó para su solemne recibimientocomo rector el 27 de mayo de 1933 —acto al queasistieron el recién nombrado minis tro naz i deEducación y Cultura, representantes del partido ymilitares— incluyó una obertura de Brahms, ban-deras nazis y la entonación del himno del partido,Horst Wessel, con sus preceptivos saludos nazis yexclamaciones de fSieg Heil!».15 L a s e l e c c i ó n d e l o s

símbolos culturales identificaban al rectorado deHeidegger con la revolución nacionalsocialista des-de el principio.

Sus discursos entre 1933 y 1934 fueron radi-calmente exhortativos. Dirigiéndose a seiscientostrabajadores desempleados de Friburgo que fue-ron reclutados para el servicio» nacionalsocialista

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en enero de 1934. Heidegger pidió «voluntad» paratender un puente entre el trabajo menta l y el ma-nual, u n a voluntad exaltada al máximo nivel:

Esta voluntad [...] debe ser nuestra certeza más in-terna y nuestra fe inquebrantable. Puesto que en loque esta voluntad desea, sólo estamos siguiendo ladestacada voluntad de nuestro Führer. Ser sus fielesseguidores significa: querer que el pueblo alemánencuentre de nuevo, como pueblo trabajador que es,su unidad orgánica, su simple dignidad y su ver-dadera fuerza; y eso, como estado de trabajadores,asegurará para si su permanencia y grandeza. Parael hombre de esta voluntad sin precedentes, para nues-tro Führer Adolf Hitler un triple «Sieg Heill»' .1«En la in te rvención ante los «estudiantes a lema-

nes», en noviembre de 1933, Heidegger d ijo lo s i-guiente:

La revolución riacionalsocialista está produciendo latransformación total de nuestra existencia alemana[Dasein] E n estos sucesos, depende de vosotros serquienes siempre inspiran a los demás y quienessiempre están preparados, quienes nunca se rindeny quienes siempre crecen E...] Estáis obligados a sa-ber y a actuar juntos en la creación de la futura uni-versidad del espíritu alemán E...] Que vuestra lealtady voluntad para seguir adelante se fortalezcan a dia-rio y hora tras hora. Que vuestro valor crezca sin ce-sar para que seáis capaces de hacer los sacrificios

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Hay muchas expresiones más que siguen en estatónica: lealtad, sacrificio, obligación, determina-ción y decisión a favor del nacionalsocialismo, afavor del Fahrer.

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necesarios con el fin de salvar la esencia de nuestroVolk y para elevar su fuerza interna en el Estado.Heil Hit le rF

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Al paso con el partido

La mayor parte de los discursos de Heidegger te-nían en cuenta los contextos y las ocasiones. Asíconmemoré la muerte en 1923 del «mártir nazi»Albert Schlageter, un miembro del grupo derechis-ta Cuerpo Libre Heinz de saboteadores paramilita-res en la región de Ruhr, ocupada por los france-ses. Heidegger alabó su capacidad para «concebirlo más grande y más remoto», así como las cuali-dades de «dureza de voluntad y claridad de cora-zón», atribuyendo esta última al «campo germáni-co» y al «sol otoñal de la Selva Negra».

También prestó apoyo a políticas concretas, co-mo el intento de Hitler de sacar a Alemania de laLiga de las Naciones, así como el programa de tra-bajo social. En realidad, para Heidegger, empapa-do de presunciones medievales por sus primerosaños de estudio, el «trabajo» era una categoría queadquiría sentido si se unía al servicio militar y a laeducación, formando un «triple vínculo». Esto ar-ticulé un discurso belicoso y militar is ta sobre elterna de la educación:

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El estudio universitario debe una vez más convertir-se en un riesgo, no en un refugio para los cobardes.Quien no sobrevive a la batalla, muere donde cae. Elnuevo valor debe acostumbrarse a la constancia,puesto que la batalla 1-1 continuará durante muchotiempo. Se librará en virtud de la fortaleza del nuevoReich que el canciller Hitler traerá a la realidad. Unaraza curtida sin ningún pensamiento sobre su indi-vidualidad debe librar esta batalla, una raza que vi-ve de la prueba constante.'»

Como cabía esperar, algunos expertos en Heideg-ger se han quedado asombrados ante este discur-so, especialmente cuando se compara pon otrosdatos. John Caputo observó en 1993 que «Dos tex-tos] que he estado leyendo durante un cuarto desiglo de repente, y de forma dolorosa, adoptaronun significado nuevo :y s i n l e s t r o » .2 0 T a m b ié n s o r-

prendió a muchos colaboradores cercanos. de laépoca, tanto por la energía de su compromiso co-mo por su elección de trayectoria política. En ju-nio de 1933, el aliado intelectual más cercano aHeidegger, el filósofo Karl Jaspers, lo describió co-mo gin hombre ebrio, con cierto aire amenazadorque emanaba de él».21

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Educación del nacionalsocialismo

Al parecer, Heidegger dio pocas muestras, o ningu-na, de compromiso con el nacionalsocialismo, o concualquier partido político, antes de finales de 1931.Se sabe que en esa fecha *siguió» a su esposa Elfridey que se convirtió en un prosélito del partido S i nembargo, había albergado nociones de una 'libera-ción nacional políticamente partidista no especifica,que compartían otros radicales filosóficos del Mo-mento. En 1918, Heidégger conjeturó en una cartaprivada a su amiga intima Elisabeth Elochtnann:

Qué forma adoptará la vida en general I...1 es incier-to. Seguro e inquebrantable es el desafio a todas laspersonas verdaderamente espirituales de no desfa-llecer en este momento especial, sino de entender elliderazgo absoluto y educar a la nación para la vera-cidad y una valoración genuina de los activos genui-nos de la o1stenc1a2aEn 1933, el momento para «educar a la nación»

parecía haber llegado. Las ambiciones de Heideg-

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ger rebasaban el ámbito local. Adoptó una imagende si mismo de —o mejor dicho d e l- ( ( l í d e r e s p i r i -tual» de la educación nacionalsocialista.

Al intentar que Friburgo fuera una avanzadillade esa educación, colaboró en la redacción de lalegislación local de Baden que puso fin a las elec-ciones democráticas de los rectores.24 E n 1 9 3 3 , s eposicionó en contra de lo que él consideró una vie-ja guardia conservadora de profesores universita-rios, y se unió a la coalición nazi forzando la dimi-sión de la junta de la Asociación de Académicosalemana, que era el organismo oficial de represen-tación de los docentes universitarios, y pidiendoposteriormente su abolición.

A mayor escala, Heidegger formó alianzas conlos reformadores educativos radicales del partido,tales como Alfred Baeumler (relacionado con laoficina nacional de Alfred Rosenberg de educaciónintelectual e ideológica) y Ernst Krieck (un popu-lista de origenes rurales), con quienes debatió lareforma de las universidades alemanas basadasen principios nazis.

Para Heidegger, esto tuvo profundas implicacio-nes en los planes de estudio: desintegración de lasviejas disciplinas humanísticas y reestructuraciónde todas las ciencias humanas y naturales dondela filosofia era un campo preeminente. Tambiénsupuso llevar a cabo experimentos en una educa-ción völkisch (véase el capitulo gEl discurso nazi:el Volk y los trabajadores») que aunaba los mode-

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los de los campamentos de verano y las excursio-nes vacacionales —con sus correspondientes vir-tudes de militarismo, heroísmo, masculinidad y li-derazgo— en contra de la contemplación filosófica.En realidad. Heidegger dirigió uno de esos campa-mentos: un Wissenschaftslager cerca de Todtnau-berg en octubre de 1933, en el que sus miembrosdebían luc ir los uniformes de la SA (Sturmabtet-tung) o de las SS (Schutzstaffel). «El objetivo de larevolución universitaria», escribió a uno de losparticipantes, «es el estudiante SA».25Aunque algunas de estas primeras alianzas conel partido se quebrantaron en 1934. Heidegger man-tuvo su relación con algunos miembros de la je-rarquía nazi hasta el final de la guerra, y hasta 1935al menos participo en otras iniciativas a escala na-cional.

En 1934, Heidegger se incorporó al comité dela Academia de Derecho Alemán, cuyo presidenteprometió hacerlo func ionar como «un comité delucha del nacionalsocialismo», encargado de repa-sar el derecho alemán teniendo en cuenta la «revo-lución» de la «raza, el Estado, el Führer, la autori-dad, la fe, la patria y el idealismo».26 N i e s t e p e r fi l ,ni la partic ipación en esta academia del famosoantisemita Julius Streicher, pareció detener a Hei-degger.

Más adelante, al acabar su mandato como rec-tor, en otoño de 1934, Heidegger presentó volun-tariamente un plan de trabajo para la Dozenten-

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alcademie propuesto por el partido, un centro na-cional de elite para la educación de posgrado dir i-gida a profesores universitarios, un ámbito que yano-- quedaba en-- manos:de 'las universidades Sino

que se -centralizó para gar' antizar V e el partido lacontrolara. Esto formaba parte de las estrategiashabituales del partido: Hitler ya había previsto es-tas estrategias en su Mein Kampf

El movimiento dispone de I..,1 los medios financierospara la formación 1...1 de mentes capaces de un fu-turo liderazgo. Después distribuye el material adqui-rido de este modo 1...1 atendiendo a criterios tácticosy de converdencia.v

Como candidato a dir igir esta academia, Heideg-ger, con su impasible seriedad, inc luyo en el plande estudios «el trabajo científico, la relajación, lacontemplación, los juegos de guerra, el trabajo fisi-co, los desfiles, los deportes y las fiestas». ¿Pudohaber surgido este ideario, en el mejor de los ca-sos, como una forma de fascismo disfrazado de da-daísmo organizado, condenado a no reconocersenunca? ¿El paraíso de un tonto con im infierno re-al bajo sus pies?

Hay distintos tipos de carcajadas, incluidas lassuscitadas por las exposiciones nazis de música yarte «degenerados» —patológicos, putrefactos, no-alemanes— que empezaron a sucederse a partirde 1933. Desconocemos las reacciones de Heideg-

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ger, s i es que hubo alguna. Pero sí conocemos sufamosa valoración, en 1935, de un cuadro de VanGogh en el que aparecían unos zapatos; inc lusoen este caso había c la u d ic a d o-a n t e e l g u s t o n a z t

el cuadro resultaba conformarse al gusto margi-nal de modernistas elegidos «nórdicos honoríficos»o «primitivos» apoyados, al menos hasta 1936, porGoebbels.2B

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Antisemitismo

Heidegger creía abiertamente en el régimen y suFührer c a m i n o correcto para Alemania», in-sistió ante Kar l Lówith en Roma en 1936.29 S i nembargo, sus escritos y discursos no contienenvestigios manifiestos de racismo biológico. En lasconferencias que impartió a mediados de la déca-da de 1930. Heidegger se opuso al pensamientoeugenésico de base biológica. Estaba totalmenteen contra de su trabajo en la década de 1920: elDasein era más fundamental, más original, quecualquiera de esas categorías.

Los datos biográficos arrojan una imagen con-fusa. Heidegger se relacionó con antisemitas comoKrieck y Baeurnler, y su esposa Elfride era conoci-da por su antisemitismo declarado. Ocasionalmen-te. Heidegger estaba conforme con establecer unahostil distinción entre los alemanes y los judío-ale-manes. Un intento de ayudar al personal judío pusode manifiesto además su creencia en «la necesi-dad de imponer a estos últimos la Ley de Reesta-blecimiento de un Servicio Civil Permanente», la ley

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que prohibía a los judíos ocupar un cargo público.En su borrador de un «código de honor» al estilomilitar aplicable a su personal académico. Heideg-ger escribió, aunque sin especificar, sobre la nece-sidad de «eliminar de nuestras filas a los elementosinferiores y frustrar las fuerzas de la degeneraciónen el futuro»?)

Sin embargo, hay judios entre sus estudiantes,compañeros y amigos. Husserl (véase el capitulosTradielones influyentes») era de descendencia ju-día, como lo era la esposa de Karl Jaspers, y a al-gunos de ellos les ayudó activamente (incluido suayudante de investigación y posterior editor, Wer-ner Brock). Por lo visto, el racismo biológico no en-sombreció del todo su relac ión amorosa de tresaños con la estudiante judía Hannah Arendt, en1924, n i a la amistad que retomaron después dela guerra, en 1950. Por su propia cuenta y riesgo,Heidegger se resistió a colgar un panfleto antise-mita en la universidad, prohibió una quema de li-bros a la salida de su edificio y protegió obras dela biblioteca escritas por autores judíos.

Se pueden aducir mas datos al respecto. Sobretodo, no parece que Heidegger defendiera ningúnantisemitismo Tor principios». Y, por los datos deque disponemos, opor principios» tampoco se en-fureció, encolerizó, inquietó ni se formuló pregun-tas cuando, en 1933, amistades intimas y compa-ñeros de trabajo como Elisabeth Blochmann, KarlLA5with, Husserl y Arendt fueron despedidos y obli-

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gados a exiliarse. Parece como s i estos sucesosfueran poco más que desafortunados, como cogerun resfriado. Mientras estos hechos provocabanmás o menos incredulidad, indignación u horror,Heidegger seguia haciendo proselitismo de la re-volución.

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Heidegger, autor; los textos nazis

Según todos los datos, apenas cabe espacio para laduda del compromiso nazi de Heidegger. Sin embar-go, siendo estas acusaciones básicamente biográfi-cas, ello no .demuestra que sus obras filosóficassean nazis, que conduzcan directa o indirectamentehada el nazismo, ni que provoquen efectenunazis.

Esa ha sido una dificultad constante: que • nodebe descartarse con ligereza, pues -e s t á e n j u e g ola manera en que interpretamos los textos. ¿Debe-mos defender que estos factores 4e x t e r n o s . C O M Ola vida o los contextos de un autor, ejercen una in-fluencia en las características de un texto? LO de-bemos realizar tan sólo lecturas ((internas», e in-sistir en que los textos son independientes de suscondiciones de producción? En ambos extremos,las dos opiniones son reduccionistas. Los debatessobre Heidegger se ban desarrollado en los extre-mos, al igual que entre ellos se ha establecido undiálogo continuo.

En el extremo de la (autonomía», varias versio-nes asumen que el 4-leidegger» que surge en la lec-

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turn de un texto firmado por el es una complejaproducción que no puede equipararse simplemen-te con la persona real. Si esta últ ima hubiera de-mostrado afiliaciones nazis, la primera, y esto qui-zá sorprenda, no tendría por qué hacerlo. 'Este esun argumento opuesto a l de los comentaristas,como el filósofo existencial Karl Jaspers, que su-ponen que vida y obra están entrelazados en unanecesaria continuidad. En esta misma línea, no esnecesario suponer que los textos poseen algúncarácter o tendencia política inalienable. WalterBenjamin, por ejemplo, explicó en 1935 que lostextos pueden adquir ir una cierta tendencia polí-tica, pero que esto depende de las circunstanciasde su divulgación y lec tura.3' S e g ú n e s t e p u n t o d e

vista, un texto puede adquir ir contenido políticoen un contexto que igual no se da en otro dis tin-to. Inc luso se pueden dar cambios completos deopinión.

Ninguna de estas consideraciones nos obliga aexcluir los factores «externos». Los aspectos de lasvidas reales y las prácticas políticas pueden dejarhuella, incluso en un texto filosófico. El problemaradica en tratar de identificar uno de estos pasa-jes, junto con las circunstancias que favorecen suexistencia. De modo que algunos críticos, que amenudo evitan los argumentos biográficos, hanbuscado conexiones estructurales entre el discur-so de Heidegger y el del nazismo.

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El discurso nazi:el Volk y los trabajadores

De acuerdo con muchos argumentos, algunos deellos prolijos, la concepción de Heidegger de la his-toria influyó considerablemente en su elección po-lítica, asi como su concepción del tiempo compar-tía con el nazismo la estructura paradójica de la«revolución conservadora» (el futuro radicalmentenuevo se forjará volviendo a un pasado perdido).32En general, se ha podido establecer que el dis-curso de Heidegger comparte motivos con la retó-rica nazi. Estos temas abundan en los discursosde su etapa como rector, pero algunos también apa-recen en su filosofia inc luso mucho después de1945.

En cuanto a los discursos, por ejemplo, Hei-degger adopto el «principio-de-lider» antidemocrá-tico como modelo y práctica de poder. Tambiénadoptó la figura del Volk, que para el nazismo erauna noción del pueblo como unidad orgánica indi-visible, a menudo unida a una imagen de ruralismo

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Inalterable. Su valoración del «arraigo», del «apren-dizaje völkisch» y su «fuerza de la tierra y la sangre»hacía pensar en los discursos populistas conser-vadores que el nazismo adopto tanto de la culturapopular como de la elitista.s4 Las opiniones de, Heidegger sobre e l trabajocoincidían con el discurso nazi.. Oponiéndose ex-plicitamente al MaDdS11.10. H e i d e g g e r e n t e n d ía q u e

las clases económicas trascendían en la singulari-dad del Volk. Habría un Único Estado alemán, oLebensstand, unificado en la medida en que todossus habitantes trabajaran y «se sometieran libre-mente» a ej. Si a los desempleados les faltaba tra-bajo, no eran ;capaces de eitsiiiiciaseirisfahigh enel Estado 'y en beneficio del .1 7 6 / k3 5 E l V o l k a d o p t a

una dimensión ontológica, y las autenticas div i-siones y diferencias sociales se perciben como me-nos relevantes.•36

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Alemania

tri conformidad con otros muchos filósofos ale-manes, Heidegger calificó a Alemania de ursprüng-lich, primordial, situada en el corazón de las na-ciones, geopolíticamente eeiltral para Europa y elmundo. Para Heidegger, Alemania tarnbMn erael origen de un renacimiento europeo, una nacióncofl un destino único o papel mundial. Compartió

la retórica, por no decir el razonamiento, de la fa-mosa llamada a Alemania, en 1919, por parte delhistoriador organicista-nacionalista Oswald Spen-gler, como Última esperanza. Si Alemania fracasa,toda la humanidad fracasaría con ella y ya noquedaría esperanza para una futura restauración.

Los gestos nacionalistas estaban vinculados allenguaje,' Heidegger aceptó la concepción de la len-gua alemana como un legado único y directo de laantigua Grecia, incorruptible por el paso del tiem-po y la influencia deformadora del latín. El griegoera la lengua primordial, la más original de Euro-pa, y el alemán descendía directamente de ella. Es-ta concepción tenía sus ventajas, porque para Hei-

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degger los griegos de la antigüedad no habían olvi-dado al ser. La relación lingüística directa otorgabaa Alemania un activo nacional Único: el acceso pri-vilegiado a la experiencia griega de ser.37 Los vínculos estructurales entre la filosofia deHeidegger y el nazismo no terminan en estos te-mas. Se han dado otras explicaciones sobre lo quedebió ocurrir.

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El Dasein de la nación

El primer texto más importante de Heidegger, Sery tiempo. vuelve a ser aquí un punto de referencia.Entre muchos otros, Jürgen Habermas ha comen-tado que el compromiso político de ,171pidegger sitenia una base filosófica.3 8D e s c p M p u S o e q i n

en el Dasein alemán. Ya no era único ni !sólo lulo»,sino que se convirtió, en el Dasein nacional, el ,serdel pueblo alemán.

Parece como s i Heidegger hubiera' tratado delocalizar a un ser «auténtico» para la nación ale-mana. Si el Dasein se presenta sólo como autén-tico o no-auténtico, en ese caso, ¿por qué no' lasnaciones? El Dasein, luchando por su autentic i-dad, buscando la verdad de si mismo, se convierteen la nación alemana en su lucha por su propiaexistencia verdadera, su misión y destino. Encon-trará su autenticidad en el Volk, una entidad Úni-ca e indivisible. El escenario también evoca a lasnaciones no auténticas, las que se pierden en los ne-gocios cotidianos, Rparloteando» lenguas no autén-ticas.

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Hay muchos argumentos que apoyan esta in-terpretación, aunque en parte es una fic c i ó n : b á -sicamente, Heidegger dejo de utilizar el vocabula-rio existencialista en su obra después de 1927, yen los discursos de 1933-1934 utiliza otras pala-bras (por ejemplo, el espiritu»: la existencia de lanación mas que auténtica es espiritual). Sin em-bargo, parece seguro que la filosofia de Heideggery el destino de las naciones iban a seguir la mis-ma trayectoria.

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Una filosofía parael nacionalsocialismo

Heidegger vinculó la cuestión del ser con el peligrodel momento histórico y la nación. «Las naciones»,según afirmó en 1935, 41en sus mejores movimien-tos y tradiciones, están vinculadas al ser».89Según los diagnósticos conservadores, las na-ciones se enfrentaban a un momento tenebroso,un punto crítico de la historia. Para Heidegger, re-descubrir la cuestión del ser ofrecería a la naciónsu poder salvador. La cuestión del ser es dndis-pensable si se desea prevenir el peligro del oscu-recimiento mundial y si nuestra nación en el cen-tro del mundo occidental va a asumir su mis iónhistorica».40Así, Alemania coronará su grandeza como lanación que redescubre el ser. Unida a las antiguasfuentes griegas gracias al idioma, ninguna nación,salvo la nación alemana, estaba mejor situada pa-ra la labor. De este modo, la filosofía encuentra supapel a desempeñar en la revolución nacional:

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Podemos hablar de destino histórico sólo donde unauténtico conocimiento de las cosas domina la exis-tencia del hombre. Y es la filosofia la que abre loscaminos y las perspectivas de este conocimiento.4'La revolución nazi trabajaría estrechamente con

la filosofia para erradicar las viejas formas de pen-samiento:

Toda la realidad alemana ha cambiado gracias a lEstado nacionalsocialista, con el resultado de quetoda nuestra forma pasada de comprensión y pen-samiento también debe ser d ist in ta .42

Por lo visto, en la imaginac ión de Heidegger, elcamino estaría libre para su propia filosofía alta-mente idiosincrásica e ins tituc ionalmente mar-ginal.

¿Se adheriría el pueblo alemán? Heidegger se lopidió. ¿Se adheriría el gobierno nacionalsocialista?Trató con ellos, negocio. ¿Se adherirían sus colegasacadémicos, sus asociados institudonales? Kar lJaspers recuerda que le oyó decir en 1933 que nopodía entender por qué tenia que haber tantos pro-fesores de filosofia en Alemania: bastaría con doso tres .43

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Nazismo radical

En muchos aspectos era una concepción extraña:un sueño de cohesión anunciado en un lenguajeontológico, una nación unida en la Única cuestiónpr imordial de su propio ser: unida, regida por elfascismo, en su ser, un ser —hay que hacer hin-capié en ello— que también es una pregunta. Es-to no era nazismo «estándar», si es que alguna vezexistió algo parecido. Es probablemente por estemotivo que Heidegger se refirió en 1933 a la revo-luc ión nazi como «no meramente la toma de podertal y como existe actualmente en el Estado porotro partido, un partido lo suficientemente nume-roso como para asumir ese poder». Lo que impor-ta no son las encuestas electorales. En sentido es-tricto, la revolución fue la «transformación total denuestra existencia Waseird a1emana».44 Esa apuesta fracasó. Heidegger dimit ió de sucargo de rector y se retiró del activismo politicoabierto. ¿D e b e i n t e rp r e ta r s e es to como un recha-

zo del nazismo? Tal vez no del todo. Varios lecto-res, incluidos Hugo Ott, Rüdiger Safranski y Jac-

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ques Derrida, han i d e n t ific a d o e n l a p o l í t i c a d e

Heidegger u n intento de cons truir u n nazismoideal, tal vez más puro, más riguroso y más radi-cal que la versión que se desarrolló. Así pues, ladimis ión puede interpretarse como la respuestade Heidegger a la incapacidad del partido de reco-nocer ese nazismo: ellos eran, en cierto sentido,nazis no suficientemente radicales. La interpreta-ción es discutible, pero no cabe duda de que Hei-degger tuvo una opinión propia y dis tinta de loque debía ser el nazismo. Fue él quien defendió suverdad fundamental, y ésta residía en la determi-nación de dirigirse a la esencia del ser.

¿Cómo habría sido, o pudo haber sido, un «na-zismo heideggeriano»? Es un término espantoso,que surge tal vez de una pérdida completa de rea-lidad histórica o política, tal vez de una imposi-bilidad.

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LE! fin de la relación?

Hacia 1935, Heidegger había abandonado cual-quier esperanza de una revolución inmediata decarácter filosófico y político. Adopto una posturade «espera». En su entrevista de 1968 con DerSpiegel, declaró que si su pensamiento «tiene unefecto» en el mundo, no sabe cuál. Y, añade, cual-quier efecto puede tardar trescientos años. Ade-más, tampoco es su problema:

No conozco ningún camino hacia la inmediata trans-formación de la situación actual del mundo 1...)Seria contrario al significado de la labor del pensa-miento salir a la palestra, por así decirlo, para pre-dicar e imponer un juicio mora1•45

La imagen filosófica de si mismo del Heidegger tar-dío quedó unida a la imagen del poeta Hólderlin, ala zaga de la figura romántica y mística del viden-te so lita rio , (qu ien viene p rime ro y solo». E ra u nregreso atenuado a la figura del lider, que Heideg-ger estudió a fondo antes de acabar la guerra por

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sus asociaciones con el cálculo técnico y planifica-dor.

Heidegger asumió una tarea doble: perseveraren la cuestión del ser, donde la «tecnologia plane-taria» moderna figuraba como un gran obstáculo,y deshacerse de los cimientos metafísicos hereda-dos de la filosofía. Su manera de pensar el serrecurrió a términos como acontecer, presencia,unión, o co-presencia mutua, y con respecto al serdotado de lenguaje lo definió como capaz de «con-servar» o ocontrolar».46 L a m e t a fi s i c a o c c i d en t a l s e

encontró con la poesia, el misticismo medieval, lasfilosofias no occidentales, los griegos presocráticosy otras fuentes no convencionales.47 ¿Qué ocurr ió con el nazismo? Los textos deHeidegger eludieron cualquier relación explic itacon la política. Criticó al régimen nazi por sus pre-ferencias «tecnológicas», y en otros textos explicóextensamente en qué medida la tecnología ha oM-dado las raíces de la techne y de la experienciagriega del ser.48 E s t o h a s i do p a ra la p o lí t ic a e co ló gi -

ca «profunda», y para algún otro pensamiento, unImportante recurso. Pero desde algunas perspecti-vas, Heidegger había adoptado una postura tipi-camente conservadora. Si es fiel a si misma, la fi-losofía sólo se ocupará de las grandes preguntasesenciales, más allá de las inquietudes históricasinmediatas, más allá de la simple política. De locontrario se rebaja, se malinterpreta, O se abusade ella.

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Así pues, puede decirse que Heidegger mantu-vo una estricta reserva sobre el periodo nazi. En1945, con Friburgo ocupada por las tropas fran-cesas. Heidegger fue suspendido de su cargo, so-metido a un proceso de desnazificación, y final-mente, en 1949, juzgado como qsimpatizante», porlo que se le prohibió ejercer la docencia hasta 1951.

En muchos aspectos, el estado de cuentas seha vuelto irremediablemente en su contra por esareserva, o silencio, de la posguerra. En cuanto alrégimen nazi, sus programas viriles y militares,sus operaciones de sometimiento al poder, sus po-líticas racistas de trabajos forzados y exterminios,ningún reflejo de ira, ningún remordimiento, ni unapalabra de preocupación.

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Leer a Heidegger en la actualidad

¿Deberían prohibirse los textos de Heidegger? Pro-bablemente los críticos tendrán que esperar paracelebrar que eso suceda. No es sólo porque la viday la obra presentan puntos de separación. Lo quees todavía más importante es que el pensamientode Heidegger podría oponer resistencia al nazismo,y en realidad a todos los discursos y prácticas to-talitarias.

Este dilema no es nuevo. Sartre, por ejemplo,había abordado el asunto. Pensó que una «políti-ca» existencial podría ser, según él, diametralmen-te opuesta a l nazismo. Escr ibió defendiendo elpensamiento de Heidegger, aunque no a Heideggeren sí, en un periódico procomunista en 1944:

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Si descubrimos nuestro propio pensamiento en rela-ción al de otro filósofo, si le pedimos técnicas y mé-todos con los que acceder a nuevos problemas, ¿sig-nifica esto que apoyamos todas sus teorías? Marxpidió prestada su dialéctica de Hegel. ¿Diríamos queEt capital es una obra prusiana?49

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HEIDEGGER Y LOS NAZIS

La defensa de Sartre de la lectura de Heideggerpuede apreciarse inmediatamente. No tenemos porqué estar de acuerdo con todos los aspectos delpensamiento de alguien; además, la politica decla-rada de un autor (lo cual incluye un afán excesivopor la monarquia prusiana) no tiene por qué do-minar necesariamente todas sus obras.

No obstante, ahora parece más discutible si escierto que logra oponerse al nazismo tan fácilmen-te, o s i cabe incluso hablar en términos de «oposi-ción». Estas preguntas se han discutido a fondoen recientes debates.

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Heidegger y lospostestructuralismos

La influencia de Heidegger en el pensamiento post-estructuralista es desigual y dificil de trazar, perono hayseñalesde contagio nazi.

P o r:e j em p lo , la temprana 'contra-filoso& de Gil-

les Deleuze, aunque fue claramente nietzsc,hearia,debe mucho a Heidegger en su tratamiento de-constructivo de la formación de conceptos, la dife-rencia y el cuestionamiento. Además, la política de

, Deleuze debe mucho a las corrientes .del socialis-mo , de izquierdas. Michel Foucault escribió mor-dazmente contra el fascismo en su prólogo al Anti-,Edipo de Dekuze y Guattari, y en .la década de1960 su rechazo crítico de las categorías huma-nistas del conocimiento siguió senderos inaugura-dos previamente por Heidegger. En la década de4940 y 1950, Jacques Lacan bebió del pensamien-to de Heidegger y se opuso a un concepto ontoló-gico del lenguaje apoyándose en el estructuralis-mo de Saussure. La terminología de Heidegger,

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HEIDEGGER Y LOS NAZI S

por ejemplo del tiempo, entra en sus descripcio-nes del sujeto psicoanalítico: es temporal, en pro-ceso y nunca está ya enteramente allí. Y la nociónclave de Lacan de lo real (recalcitrante al lenguaje,que no puede conocerse directamente, y que es an-terior a cualquier «subjetividad») debe mucho alpensamiento heideggeriano sobre el ser.

Esta obra presenta implicaciones políticas com-plejas, pero no han impedido su uso en contextospolíticos declaradamente de izquierdas, como enlos movimientos antipsiquiatría, los discursos fe-ministas, la teoría 'queer, etcétera. •

Probablemente; quien haabordado 'mas atevtati;demente el enigma de un, pensamiento 1101e4glili4t,no opuesto a los, n a z i s m os f u e J a c qu e s t h il y dkSe

le puede considerar corno ei -defensor nitlit'en'érgidode una relectura de Heidegger, e Incluso loPartic ipe de, una política ,c le d e m o c i a c i a TA U s t i C i a

por entonces impensable: Nospide; a i r l- ,e t n b a r g o ,que repensemos la *política», la :«demoeraciaw y-la«justicigui: estás palabras bien podrían perder susolidez. De rnódo que rrierece' la pena' explorar esadefenla.•,' • , ,f10

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La violencia de una condena

Derrida ha realizado una reflexión sobre la conde-na y sobre lo que fue el nazismo. En primer lugar,¿es condenable el nazismo de Heidegger? Derridainsiste en que la condena del nazismo no equivalea la reflexión sobre el nazismo. Heidegger, pues,parecería encaminarse a una absolución, aunqueno exenta de algún coste. En Del espíritu: Heideg-ger y la pregunta (1989). Derrida resalta —en vezde rebajar— la nnonstruosidad», el «desastre», delnazismo de Heidegger.50 E n o t r a s p a r t e s d e fi e nd e

gla necesidad de exponer, a ser posible sin restric-ciones, la profunda adhesión del texto heidegge-riano (escritos y actos) a la posibilidad y la reali-dad de todos los nazismos».5' Y , s e g ú n D e r r i d a , é l

siempre ha condenado los nazismos, e n el horrorde lo que, precisamente en Heidegger y en tantosotros, en Alemania u otros países, siempre ha si-do capaz de ceder ante él»•52 E n e s t e s e n t i d o , D e -

rrida es inequívoco y pone un énfasis claro.Sin embargo, el pensamiento de Heidegger no

puede rechazarse. Al contrario, puede aplicarse, por

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ejemplo, al nazismo de Heidegger. Aquí tratamosde otra cuestión, otra inquietud.

La odeconstrucción» de Derrida adopta la ideade Heidegger de gsuperaro la metafísica occidental,buscando alterar, inter rumpir o desestabilizar losconceptos fundacionales, métodos, procedimien-tos y proyectos de la filosofía. Inevitablemente, pa-ra Derrida, es ese pensamiento desestabilizador loque tiene que ejercer presión sobre la política deHeidegger. ¿Cómo se consigue eso?

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Estrategias deconstructivas

El pensamiento metafísico trata de establecer unadistinción segura de territorios, de campos, esfe-ras, áreas y terrenos rigurosamente demarcados.La política no interferirá con la filosofia; lo que escon toda seguridad la Izquierda estará separadade la Derecha, es decir, sabremos con toda seguri-dad qué es cada cosa y dónde está ubicada. La de-construcción insiste en las contaminaciones, quecolisionan y alteran los limites.

El pensamiento metafisico también es pensa-miento opositor establecer algo contra algo dis-tinto, x contra y, la verdad contra el error, el to-talitarismo contra la democracia, etcétera. Estotambién permite una certeza conceptual; pode-mos tomar una decisión, de una u otra forma. Lacleconstrucción encuentra y pone de relieve tér-minos o fórmulas que no encajan exactamente enesos opuestos y que son subversivamente impre-decibles.

Así pues, estos recursos inspirados por Heideg-ger —contaminaciones, recelo contra las oposicio-

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nes y suspensiones de la decisión— suelen in flu iren e l pensamiento que indaga en e l nazismo deHeidegger.

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«Esta cosa vil,pero sobredeterminadaw»

Estamos jugando un juego peligroso. E l pensa-miento de D e n-i d a a d o p t a c o n ce p t o s e s t ab l e ci d o s

en el movimiento deconstructivo, y los convierte enalgo desconocido privándoles de su autoridad con-ceptual.

El problema podría formularse de la siguientemanera, Si nuestra noción de «nazismo» fuera unode esos conceptos establecidos, ¿cómo podríamospercatamos de algo conocido y condenable? Si sepriva a una noción de su autoridad conceptual, susentido normal establecido, Len ese caso cómo po-dríamos saber a ciencia c ierta con qué estamostratando?

D e n-i d a f av or ec e act ivamente esa desestabiliza-

ción. La noción establecida del nazismo debe seralterada. No debería clasificarse «según esquemasbien conocidos y en última instancia reconfortan-tes»,5' No es algo que está ahí fuera, cuidadosamen-

te separado de cualquier cosa que supuestamente

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le rodea. Derrida lo considera más bien como unanudo complejo e inestable», con discursos nazis yantinazis que llegan entrelazados, compartiendotal vez sus rasgos, o tal vez operando en una redde complicidad, aunque en ocasiones lo haga demanera involuntaria. Asi pues, el nazismo se con-cibe en términos de contaminación: contamina,está contaminado, y ninguna estrategia de demar-cación metafisicamente establecida la sustenta,evidentemente. De este modo surge una afirma-ción bastante drástica: no sabemos lo que fue eln a zis mo . "

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Más allá de las fronteras

La nfirmación de Derrida podría parecer extraña,dado el peso de los análisis históricos, sociales, psi-coanaliticos, políticos, económicos y de otro tipo queactualmente se ofrecen. Sin embargo, incluso los es-tudios orientados empíricamente se han topado condificultades a la hora de definir el nazismo comouna categoría. Por ejemplo, algunos trabajos de his-toria cultural y social recientes han señalado las«normalidades» y «lo ordinario» de la vida (para algu-nos) en el periodo nacionalsocialista, buscando lascontinuidades, así como las rupturas, en las rela-ciones sociales, culturales y familiares antes, du-rante y después del nazismo. Otros estudios han ex-plorado cómo el género y la clase social modulabansignificados y experiencias.55 « L a v i d a e n l a A l e m a n ia

nazi» no fue igual durante todo el periodo, y los sig-nificados y las experiencias no pertenecen sólo a untiempo y espacio cuidadosamente delimitados. Lasinvestigaciones siguen produciendo excesos, no deltodo restringidos a las fronteras categóricas habi-tuales.5E'74

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Una vez más, el juego puede ser peligroso. ¿Pro-voca, de alguna forma determinada, que nos d'a-miliaricemos» con el nazismo, haciendo que se pa-rezca a otros regímenes, con el resultado inclusode condonar sus crímenes? Podría ser una líneaargumental apologista: el nazismo no fue el únicocaso, y de cualquier modo la economía mejoró, lostrenes circulaban puntuales. Por otro lado, el pe-ligro es despachar el nazismo de forma segura, co-mo s i pudiera ser inmovilizado bajo un nombredemonizado, detrás del letrero «mal» que todos no-sotros sabemos leer.

El problema es cómo alterar las determinacio-nes cómodas, pero dejando un espacio para unpensamiento que pueda resistir mejor a los nazis-mos. Si adoptamos los caminos de Derrida, esepensamiento podría sernos desconocido. Si recor-damos sus dos temas de investigación —condenary pensar—, nos parecen paradójicos. ¿Cómo con-denamos el nazismo, ahora y de forma inequívoca,a la vez que insistimos en detenernos mientraspensamos en lo que fue el nazismo? Segan lo en-tiende Derrida, para los partidarios de Heideggerno hay norma para decidir. Sufren. Su dolencia esdoble, al tener que condenar y pensar, juzgar aho-ra y esperar mientras se formulan preguntas, enuna oscilación radicalmente inquietante.

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Nazismo y metafísica

Esto es una muestra, más o menos, de cómo De-rrida, utilizando a Heidegger, lee a Heidegger y elnazismo: hay una condena y un pensamiento. Es-te últ imo trata de encontrar los residuos metafi-sicos que perduran en los textos de Heidegger ydesestabilizarlos. Ésa es la trayectoria, o la diná-mica, de las lecturas en Del espíritu. •

Derrida•observa que • el discurso inaugural de laetapa de Heidegger como rector en 1933 tiene unprograma, y s i • éste parece Rdiabólico» es. porqueexisten dos demonios a la vez: una sanción del na-zismo.y un gesta que todavía es. A m b o sse •a co pl an ,de : algún •modo.57 •

•En 1933;•• Heidegger adoptó el término «espíritu»

con:, f ue rza .retórica (Alemania iba a vivir. su • .gre-

novación espiritual», etcétera)... E n .. s u t r a t a m i e n t o

pragmático y. voluntarista, el término adoptó ungiro metafisicoi d e l • q u e d e s pu é s d e s co n fi ar i a • He i -

degger. Esto limitó sus propias tendencias. decons-tructivas iniciales y la .p a l a b r a f u e a s i m i l a da p o r l a

retórica nazi.

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La manera en que Heidegger empleaba la pala-bra en la década de 1950, sin embargo, le otorgabaun potencial más deconstructivo; y es este poten-cial el que Derrida explota, en un juego vertigino-so y desbordante por e l que es muy conocido.Adoptando el vocabulario del espíritu, entrelazaGeist, un vocablo conocido para los hablantes delengua alemana, spirttus, propio de las lenguaslatinas, y la palabra hebrea mah —y tambiénruah raa, «espíritu malvado»—, s in permitir quela contraposición del alemán con el latín (privile-giando la primera lengua como pasaba con Hei-degger), permanezca invariable.

Las objeciones a estas lecturas no se han he-cho esperar: esto es jugar con las palabras, desviarla atención de las cuestiones «políticas importan-tes». Derrida parece quererlo de las dos maneras,condenando a Heidegger mientras trata de exone-rado; y la condena lucha Incómodamente con elpensamiento. Probablemente, todas estas objecio-nes son correctas. Sólo ocurre que en el caso de ladeconstrucción, la ruptura con el pensamiento me-tafisico es necesaria para una ruptura con el dis-curso nazi: no sólo oponiéndose a él de pies a ca-beza, sino tratando de «desbaratar» sus cimientosconceptuales.

Podría ser una opción interesante, pero sigueplanteando algunos problemas. ¿La deconstruc-clon altera también todos los fundamentos éticospara condenar el nazismo? Si es así, ¿cómo puede

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Derrida o cualquier otro seguir condenándolo? És-te ha sido un aspecto crucial para los intentos deevaluar la contribución de la deconstrucción en lapolitica contemporánea.

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Una ética heideggeriana?

La ética no era desconocida en Friburgo. En 1946,Heidegger marcó sus diferencias con el existencia-lismo de Sar tre.58 L a c u e s t ió n e r a e l h u ma n i sm o :

considerar al «hombre» como elemento central. Pa-ra Heidegger, lo que venia primero, era primordialy por eso digno de ser pensado era el ser. Los se-res humanos tienen que concebirse en su relacióncon el ser. De hecho, el ser viene primero, los se-res humanos después.

A muchos lectores esto les ha parecido unadeserción de cualquier pos ibilidad de juic io éti-co. Desplazaba la ubicación de la ética: el hom-bre, el sujeto y el objeto de lo humano. Heideggerse expone a las cr iticas de que, según escribeJürgen Habermas, hace más merecedor de pen-samiento al hombre vecino del ser que al hom-bre vecino del hombre. En una historia marcadapor el genocidio, eso tiene una enorme repercu-s ión.59Sin embargo, en el mismo texto, Heidegger su-giere quei no defendia lo inhumano: -n i g l o r i fi c a b a

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la «brutalidad bárbara», ni decía que todo era inú-til. Surgirá necesariamente un deseo de «normasque establezcan cómo deben vivir los hombres demanera adecuada»:

¿Acaso no deberíamos salvaguardar y asegurar loslazos existentes aunque mantengan unidos a los se-res humanos tan delicadamente y Únicamente parael presente? Claro que si.61)Un problema: el pensamiento de Heidegger ape-

nas trata el asunto de las normas, y menos aúnse atreve a proponerlas. El objeto de pensamien-to es el ser. De modo que s i hay normas, ¿de dón-de proceden? ¿De autoridades establecidas in -cuestionables, de la Iglesia y el Estado, quizá delEstado naz i? ¿Cómo podemos tratar con estasnormas?

Con respecto a temas como estos, tanto losamigos de Heidegger como sus enemigos han teni-do la tentación de pensar sobre su vida. Su ejem-plo político es deplorable. Y en las escasas ocasio-nes en las que rompió su silencio en la posguerra,pronunció sus comentarios más célebres sobre labarbarie y la brutalidad: la agricultura mecaniza-da es en esencia lo mismo que la producción decadáveres en cámaras de gas; el Holocausto pue-de equipararse a la expulsión de los alemanes delos Estados bálticos; las muertes en masa por ina-nición (en China) es una muerte «no auténtica»; y

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si la escasez de viviendas después de la guerra es-taba causando la miseria humana generalizada,primero la gente tenia que entender que su mise-ria real es olvidarse de pensar en el ser.

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La historia del ser

La qhistoria del ser» de Heidegger podría estar re-lacionada con esas afirmaciones. Se defendía quelos aconteceres, las aperturas, los encuentros mu-tuos, los otorgamientos y cesiones del ser (segúndescribió Heidegger) tenían una historia, una rea-lización de sí mismos a lo largo del tiempo, en elque el ser se iba retrayendo poco a poco. Como in-dica Richard Rorty, parece que el ser tuvo un mo-mento dorado entre los presocráticos griegos másantiguos, o tal vez un poco anteriores, que luegoexperimenta un pronunciado descenso durantetodo el camino."

Esto fue especialmente determinante en la eramoderna y tecnológica, en la que el ser no puedeacontecer en las formas «más primordiales» cono-cidas por los antiguos griegos.

Ante semejante situación, Heidegger podia co-locar sus propias acciones en la puerta del ser: noera tanto lo que él hacia, sino cómo el ser aconte-cía en él. También podia permitir su aparente in-diferencia a los constantes horrores en masa y mi-

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serias del siglo xx. En una escala cósmica como lade Heidegger, estas miserias no eran más que di-minutos acontecimientos dentro del proceso ma-gistral de la historia del ser. t i podia ser bastanteexplicito al respecto. En 1955 afirmó:

Es necesario preservar la verdad del ser, sea lo quesea lo que les ocurra a los seres humanos y a todoslos seres.62

Y refiriéndose a la «lucha» esencial de Herdclito so-bre el ser, la que «permite a los dioses y humanos,a los libres y a los esclavos, aparecerse en sus res-pectivas esencias», comenta:

Comparado con este encuentro, las guerras mun-diales siguen siendo superficiales. Son cada vez me-nos capaces de decidir cualquier cosa cuanto mastecnológicos son sus armarnentos.63

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Heidegger y Levinas

¿Cabe alguna esperanza de encontrar una éticaheideggeriana? Derrida descubre en su antihuma-nismo un gesto útil. Desplaza la subjetividad, se-gún se concibe normalmente, del punto central. Enese gesto, algunos absolutos metafisicos tambiénse desplazan (el hombre, el yo, la conciencia, el su-jeto, el objeto, lo correcto, la verdad, una cierta de-terminación de libertad o del espíritu, o de la con-ciencia: ésta es la lista de Derr ida).64Esto estaría bien para «lesestabilizar la metafí-sica», pero también podría sonar incómodamentecomo el redux de Heidegger, y además resulta po-co prometedor para la ética.

Sin embargo, el pensamiento de Derr ida so-bre la ética debe menos a Heidegger que a Em-manuel Levinas, de or igen judío lituano, esta-blecido en Paris desde la década de 1920 y unlector temprano pero curioso de Heidegger. Paraentender el sentido que D e n-i d a l e o t o r g a a l a

responsabilidad ética y política, y cómo podríacontr ibuir a una resistencia contra los nazismos,

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debemos seguir por un momento esta linea depensamiento.

En 1929, Levinas quedó profundamente impre-sionado por Ser y tiempo, y en muchos sentidos leiluminó aspectos cruciales de su propio pensa-miento. Sin embargo, para Levinas lo que vieneprimero, antes que el hombre, la subjetividad y to-do lo demás, es una relación ética de un ser hu-mano hacia otro. Ser uno mismo es ser para losdemás. Comparase el Dasein de Heidegger, que tie-ne su ser en un dsólo rulo» único, aunque angus-tiado.

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Responsabilidad

La relación de Levinas es 'ética porque implicaobligaciones: responsabilidad hacia el otro. Estono es simplemente simétrico. El otro llega con unapetición, con una solicitud o una llamada para no-sotros, y por tanto es subordinado, como un ex-traño o un indigente:

Ser uno mismo E..1 es cargar con la desdicha y labancarrota del otro E...1 Ser uno mismo les] el estadode ser un rehén.65

La petic ión es exorbitante; llega s in limites esta-blecidos por las normas o decisiones sociales.

Asi que la relación ética no es algo elegido. No-sotros estarnos en ella y con ella. Y no es algo equi-parable a la moralidad o incluso a la ética-en-su-sentido-habitual: aplicar preceptos morales, elegircompromisos, establecer normas, calcular dere-chos. Viene antes de todo esto:

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Es la construcción de un ser que no es para si mis-mo, sino para todos.66

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Levinas dice «para todos», e incorpora el 'ámbitosocial. Es allí donde se deciden los preceptos mo-rales, la igualdad de derechos y todo lo demás. Y,curiosamente, esto limita lo exorbitante de la rela-ción ética. Introduce justicia, en el sentido de Le-vinas: la demarcación de limites en la responsabi-lidad hacia los demás,

Se trata de un enredo contradictorio e inquie-tante. La justic ia debe tener su relación con laexorbitante responsabilidad hac ia el otro. De locontrario, es simplemente una técnica para suavi-zar nuestros problemas sociales, una técnica di-rectiva para clasificar y regular el mundo. Ni si-quiera se acercará a la justicia, en sentido estricto;más bien se dir ige en la dirección contraria, sealeja de la responsabilidad. Y lo mismo ocurre conlos nazismos: tratarán de igualar las irregularida-des y lo exorbitante de la relación ética en unauniformidad social prescrita e idealizada, o de locontrario la eliminan, y con ella la llamada delotro y la diferencia del otro.

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Ética y políticaen la deconstrucción

Aquí podría señalarse un cierto tipo de opolitica»,pero de una clase poco conocida. Destaca la res-ponsabilidad hacia la petición singular del otro, yaun así siempre se encuentra en una relación ti-rante con las fuerzas necesarias pero 'imitadorasdel cálculo y la distribución racional, como las deTos derechos establecidos, por ejemplo, en el dere-cho internacional. Derrida ha trazado las lineasgenerales de las dificultades de esta obligación«doble, contradictoria o conflietiva»:

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¿Cómo se puede, por un lado, reafirmar la singula-ridad del lenguaje (tanto si es nacional como si no),los, derechos de las minorías, la diferencia lingtiisti-ca y cultural, etcétera? ¿Cómo podemos resistirnosa la uniformidad, a la homogeneidad, a la nivelaciónculturalo lingilistico-mediática, su orden de repre-sentación y beneficios espectaculares?

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HEIDEGGER Y LOS NAZIS

Esto se ve constantemente interrumpido por lasexigencias de la organización, del cálculo, de laadministración y de la decisión:

Por otro lado, ¿cómo podemos luchar por todo esosin sacrificar la comunicación más univoca posible,la traducción, la información, el debate democráticoy la ley de la mayoria?67

¿Cómo decidimos qué baza jugar? No hay ningu-na norma. Sufrimos. Sólo hay apuestas momentá-neas, como si Jugáramos al póquer. Pero para De-rrida, ambas partes deben seguir jugando: esnecesario para Rtraicionarse lo menos pos ibleunos y otros». De modo que las luchas organiza-das, la oposición formulada, se harán necesarias,y a veces incluso urgentes. Y deben permanecerabiertas a los movimientos de responsabilidad ex-cesivos,y faltos de normas.

En el ámbito de la teoría política esto puede so-nar sorprendentemente inespecifico. Derrida nopresenta ningCm programa, métodos, objetivos,técnicas, n i nada parecido. En cambio, lo queofrece la decoristrucción es una conciencia de lospoderes limitados y lastrayectorias de los discur-sos :politicos habituales, su alejamiento de la res-ponsabilidad. Y ofrece estrategias que podrian in-terrumpir esa trayectoria.

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Algunas conclusiones abiertas

La defensa de Derrida es tal vez la más contun-dente y extraña resistencia al nazismo inspiradapor Heidegger. Evidentemente, ha habido muchascriticas, y entre las más contundentes está la acu-sación de que la deconstrucción es 4rracional», yaque se propone desbaratar los recursos de la ra-zón occidental. Como estos recursos parecen in-c luir los discursos emancipatorios de la Ilustra-ción, es una critica de cariz politico.

Sin embargo, ésta no es una acusación nuevaY, de hecho, Heidegger la compartió. En 1954, enEl asalto a la, razón, Georg Luktics entendió quelas filosoflas qirracionalistas», especialmente la deHeidegger; estaban »allanando el camino al nazis-mo», y Adorno y otros autores han repetido la acu-sación. En 1988, Jürgen Habermas expresó la in-quietud de que. tal como lo formulo Manfred Frank,los estudiantes alemanes.que leían postestructura-liamos franceses estaban ;«reabsorbiendo su propiatradición irracionalista de la época anter ior a laguerra».6890

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Sin embargo, mucho depende del prestigio quese otorgue a las credenciales políticas de la razón.En 1962, Adorno estuvo entre los primeros en ca-lificar de racionalistas a los programas de extermi-nio nazis por su planificación y funcionamiento, ydesde entonces el argumento ha sido desarrolladoen profundidad por autores como Zygmunt Bau-man.69 A de má s y aunque resulte incómodo, debe-

mos advertir de que el mismo Heidegger ya habiaseñalado los problemas del pensamiento tecnocra.-tico dentro de la jerarquía de partido.

Se han planteado otros problemas en relacióncon la noción de una política deconstructiva, in-c luida su poca especificidad sobre los programaspolíticos prácticos, las estrategias y los contextos.Por lo que parece, si queremos o necesitamos estascosas debemos fijarnos en otros discursos, otrasprácticas, que tendrán base metafisica y, por tan-to, estarán abiertas a la deconstrucción, Donde sise necesiten decisiones calculadas, la deconstruc-ción ha demostrado hacer poco más que ins is tiren el imperativo de retrasar o desbaratar una de-cisión.

Estos debates se han •m a n t e n i d o d u r a n t e l a ' A l -,

tima cl6cada, pero ya habían recibido la influenciade la teoría ,p o l í t i c a p r á c ti c a de l os m a rx i st a s re-

formadores radicales Ernesto Laclau y, ChantalMouffe.7° E n l a d éc ad a de 1980, estos autores ar-

guyeron que era posible repensar la «democracia»y la «hegemonía» de forma más o menos decons-

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tructiva. La democracia, según su opinión, es unamultiplic idad radical, una pluralidad inconmen-surable de voces y prácticas que compiten, conuna lógica subversiva e igualitaria: acabar con lasrelaciones de dominio y subordinación. Sin embar-go, esto debe mantener una tensión con la hegemo-nía: los proyectos y las prácticas de toma de poder.La hegemonía no se considera sólo en su sentidopeyorativo, puesto que la ausencia de cualquier«punto común de referencia», o de «significados quecomparten distintos sujetos sociales», conducirla aun desplome,•un desenredo o una Implosión del te-jido sociaLn Y. eso seria igualmente peligroso tantopara la democracia, como paralta,apuesta totalita-r ia por la unidad, 7 : f:,; • • • - •

• D e,m od o ' que •Laclau y Mouffe evocan una osci-

lación deconstructival un juego de multiplicidadesdemocráticas, pero al mismo tiempo reconociendoque 'l a s '

as 'multiplic idades, d e b e n s e r . g a r t i cu l a d a s

'midas en acciones hegemónicas. No es necesaria-Menteunavis ión reconfortante de la democraciay,además; es una'visión de un «nunca todavía». Con-denada a actuar a modo de interrupción constantee inestable hacia una dirección y construcción he-gemónica, a su Vez la democracia es hegemónica-mente interrumpida, junto con todas sus exigenciasdiversas y sus correspondientes fuerzas marginales,antisisterna, negativas y alborotadoras. Así pues, lademocracia en si nunca se logra. No es un estadofijo ni una condición establecida. Nunca ocurre co-

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mo tal. O, mejor dicho, su modo de actuación siem-pre está, según Derrida, en el modo temporal de lofuturo, es siempre adventicio.

La deuda de Laclau y Moutre hacia Heideggeres indirecta, pero los debates en los que se hanvisto implicados, sin jactarse de un apolitidsmo nide una pasividad filosófica hacia la política, han si-do señalados por muchas corrientes heideggeria-nas de pensamiento.72Así pues, la expresión «la politica de Heidegger»probablemente va a seguir debatiéndose duranteun tiempo. En cuanto a los hechos de su compro.MIS() politico, to0avia son ittcárnpletosr. Queda Mar'cho Mater ial por r;gblicar,.eSpeCialmentecr itoaerSonalés. 17~6 los hechos c omo e l c a zde Su compromiso seguirán r e q u i r ie nd opretactopes; ,C o n • p r ob l em a

cornpliCado es etiírlo Valorar su trabajo coindIánilcontr ibución —por muy Ortrakiti •q u e • s t i e n 6.' s j

pensamiento politico acttial.El problema esta. dejando 'una pelábefi' a estela• . . • ,

de destrucción en el pensamiento contemporáneo,y se ve amplificada por haberse plegado a la polí-tica del nazismo. Este consentimiento es al menosuno de los motivos por el cual el Caso todaVia nose ha cerrado.

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Notas

1. I an H. Birchall, "Prequel t o t he Heidegger debate:Audry and Sartre», Radical Philosophy, 88 (marzo-abril 1998),p. 22.

2, Ejemplos paradigmáticos son: Terry Eagleton, 'Mar-xism without mandsm», en Michael Sprinker (ed.). Ghostly De-marcations, Nueva York y Londres: Verso, 1999; Gregor McLen-nan, "The Enlightenment Project Revisited' en Stuart Hall eta l (eds). Modernity and Its Futures, Cambridge: Polity Press,1992; y Jürgen Habermas El discurso filosófico de la moderni-dad (1985); trad. inglesa: Cambridge: Polity Press, 1987, es-peciahnente los capitulas 1, 5 y: 1 2 .3. Mart in Heidegger, Existence and Being, , ed. WernerBrock, Chicago: Henry Regriery, 1949.

4. Walter Biétnel, Mart in Heidegger. nat ibl irg, Rowohlt1986; t rad. inglesa:: Martin Heidegger an Illustrated Study( n r a )et o n dr e i :R a u tl e d ge y Ke ga ti Paul, 1977, p. xii.'

5. 4iirgenHabermasi " A P h i l o s o p h ic a l -P o l i t i c a l P r o fil e » , en

Peter Dewk, (ed.), Habermas: Autonomy and Solidarity, NuevaYork y Londres: Verso, 1988, p. 150., !

8. Heidegger, 'Letter to the Rector of Freiburg University,Novembre 1 9 4 5 » , y 'Only a God Can Save Us', en RichardWolin (ed.), The Heidegger Controversy: A Crit ical Reader,Cambridge, Massachusetts: MIT Press, 1993.

7: Heidegger, Sei-y tiempo, Madrid: Tema: Editorial, 2003.

'94.

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HEIDEGGER Y LOS NAZIS

8. Del comentario de Heidegger sobre Dilthey en 1925, ci-tado en John van Buren, The Young Heidegger, Bloomington:Indiana University Press, 1994, p. 213.

9. Heidegger, The Concept of Time, Oxford, Blackwell,1992, p. 6; trad. castellana: El concepto del tiempo, Madrid:Trotta Editorial, 2003.

10. Habermas, »Mart in Heidegger: On the Publication ofthe Lectures of 1935y (1953), en Wohn, The Heidegger Contro-versy; Georg Lulacs, El asalto a la rozón, Barcelona, Grip.lbo,1972; Theodor Adorno, The Jargon of Authenticity (1964). Lon-dres: Routledge K e g a n Paul, 1973: Pierre Bourdieu, La ort-tologia politica de Martin Heidegger, Ediciones Paidós Ibérica,Barcelona, 1991.

11. Adorno, The Jargon of Authenticity, p. 93 y SS.12. J ul ian Young, Heidegger, Philosophy, Naz ism Cam-

bridge: Cambridge University Press, 1997.13. Vic tor Farlas, Heidegger y el nazismo, Barcelona: El

Aleph Editores, 1989; Otto Póggeler, El camino del pensar deMart in Heidegger, Alianza Editorial, Madrid, 1993; Hugo Ott,Martin Heidegger, Madrid: Alianza Editorial, 1993.

14, Rüdiger Safranski, Un maestro de Alemania: Mart inHeidegger y su tiempo, Barcelona, Tusquets, 1997.

15. Aparece en Hans Sluga, Heidegger's Crisis: Philosophyand Politics in Nazi Germany, Cambridge, Massachusetts yLondres: Harvard University Press, 1993, p. 2.

18, Heidegger,: ANatiónal Scitialist, Education», en Der Ale-manta: ICzuripjbiag-c ier N a t i ó n a t so i t a l t s t e n P b e r bd d e n s, l 'd e fe-

brero de 1934;. :enWalhi (ed.), The Heidegger Cordrabersij; p. 60.17, Heidegger, 4Gerinan St udents ', 3 d e n o v i e m b r e d e

1933, ibid., • 00, 46;47:IS, ,H e id eg ge * IS Ch l ag e te r i' , :26 de :Mayo 'de 1933; ibid.;

19, . ' : HO i d e g g e i , :•o s t i t i m i V e r i s k l a d e h e l N u e v o R e i c h» , : Heid e l -

berger NeastONachrichten; 1 de julio de 1933, ibid., p. 45.26, J olhi D. . CaputO1 D L, ,r t u d t h o l ó g i z i n g H e i d e g g er , B l o o-

mington: Indiana :UniVtrsity Press, 1993, p. 2.

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JEPT COLLINS

21, Jaspers, citado en Rüdiger Safranski, Mart in ffeideg-ger (p. 250, version inglesa).

22. Ibid. lp„ 226, version inglesa).23. Ibid. , pp. 86-87.24. Ibid. . p. 259.25. Ibid. , p. 263.26. Ibid. , p. 281.27. Adolf Hitler, Mi lucha, Barcelona: Ediciones Huguin,

2004.28. Heidegger, «El origen de la obra de arte» (1935), en Ca-

minos de bosque, Madrid, Alianza, 1998.29. Kar l Lówith. <IMy last Meeting with Heidegger in Rome.

1936», en Wohn led.), The Heidegger Controversy, p. 142.30. Safranski, Mart in Heidegger, p. 253.31. Walter Benjamin, «The author as Producer» (1934), en

Reflections, Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1978.32. Véase, por ejemplo, Peter Osborne, The Politics of Ti-

me: Modernity and Avant-Garde, Nueva York y Londres: Verso,1995.

33. Investigado por ejemplo por Adorno (1964), Bourdieu(1975), Habermas (1985), Sluga (1993) y Caputo (1993).

34. Vease Sluga, Heidegger Crisis, p. 141, y Bourdieu, l aontologia política de Martin Heidegger, capitulo 1.

35. Heidegger, »National Socialist Education», en Wohn(ed.), The Heidegger Controversy, p.56.

36. Heidegger, <Declaration of Support for Adolf Hitler andthe National Socialist State", 11 de noviembre de 1933, ibid..p. 50.

37. Heidegger, ( I l e Self-Assertion of the German Univer-sity», mayo de 1933, ibid., p. 31; trad. castellana: La autoqfir-moción de la universidad alemana; 1 9 3 3-1 9 3 4 , M a d r i d , T e c -

nos, 1989.38. Habermas, The Philosophical Discourse of Modernity,

capitulo 6.

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HEIDEGGER Y LOS NAZI S

39. Heidegger, An Introduction to Metaphysics (1953), NewHaven: Yale University Press, 1959, p. 37; trad. castellana: In-troducción a la metafisica. Barcelona, Gedisa, 1992.

40. Ibid. , p. 50.41. Ibid. , p. 10.42. Heidegger, «N a t i o n al S o c i a li s t E d u ca t i o n» , en W ol in

(ed.), The Heidegger Controversy, p. 55.43. Safransld, Mart in Heidegger, p. 231.44. Heidegger, «Declaration. of Support for Adolf Hitler and

the Nat ional Socialist State», en Wolin (ed.), The HeideggerControversy, p. 52.

45. Heidegger, «O nly a G o d C a n S a ve U s' , i b id . , p. 110 .

46. Véase, por ejemplo, Poetry, Language, Thought, NuevaYork: Harper and Row. 1971, y Pathmarks (1967), Cambridge:Cambridge University Press, 1998: trad. castellana: Hitos,Madrid, Alianza, 2001.

47. E l mejor ejemplo es The Principle of Reason (1957),Bloomington: Indiana University Press, 1996.

48. Heidegger, »The Quest ion Concerning Technology.(1953), en Basic Writings, ed. David Farrell Krell.

49. Sartre. citado en Birchall, «Prequel to the HeideggerDebate». p, 24.

50. Jacques Derrida, Del espirilw Heidegger y la pregunta.Valencia. Editorial Pre-Textos, 1989.

51. Derrida, «Heidegger, The Philosophers' Hell» (1987), enPoints... Interviews, 1974-1994, ed. Elisabeth Weber, Stan-ford: Stanford University Press, 1995, p, 186.

52. Derrida. «Comment donner raison?» (1987), ibid., p. 194.53. Derrida, «Heidegger, the Philosophers' Hell», ibid., p. 186.54. Ibid. , p. 184,55. Muchos de estos estudios se han visto influidos por la

controversia ¡Historikerstreite de la década de 1980 acerca dela historia alemana: véase, por ejemplo, los ensayos de DavidF. Crew fed.) Nazism and German Society, Nueva York y Lon-dres: Routledge, 1994, y Michael Burleigh (ed.), Confronting

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the Nazi past: New Debates on Modern German History, Lon-dres: Collins and Brown, 1998.

58. Por ejemplo, Linda Schulte-Sasse encuentra que el ci-ne alemán de los afros treinta contiene menos «propaganda» oes menos «kitsch» que el ocio de consumo que comparte fór-mulas y placeres con el cine clásico de Hollywood: Entertai-ning the Third Reich: Illusions of Wholeness in Nazi Cinema,Durham y Londres: Duke University Press, 1996.

57_ Derrida, De/ espíritu., capitulo 5.58. Heidegger, «Letter on Humanism+ (1947), en Basic Wri-

tings, ed. David Farrell Krell.59. Habermas, »Work and Weltanschauung: the Heideg-

ger Controversy from a German Perspective» (1988), en Hu-bert Dreyfus y Harrison Hall (eds.), Heidegger: A Critical. Rea-der, Cambridge, Massachusetts y Oxford: Blackwell, 1992, p.199.

60. Heidegger, «Letter on Humanism», en Basic Writings,ed. David Farrell Krell, pp. 225, 249-250.

61. Richard Rorty, «Heidegger, Contingency and Pragmatism»,en Dreyfus y Hall, Heidegger: A Crifical Reader, pp. 209-217.

62. Heidegger., « O n t h e Q u e st i o n of B ei ng » ( 19 55 ), en Path-

marks, p. 236: trad. castellana: Hitos, op. cit.63. Ibid., p. 321.64. Derrida, 'Comment dormer raison?», en Points..., p.

194.65. Emmanuel Levinas, «Substitution» (1968), en Sean

Hand fed.), The Levinas Reader. Cambridge, Massachusetts yOxford: Blackwell, 1989, p. 107.

66. Ibid. , p. 108.87. Derrida, «A Madness Mus t Watch Over T hin kin g

(1991), en Points... p. 360.68. Habermas, «Work and Weltanschauung» en Heidegger:

a Critical Reader, op. cit., p. 189.69. Zygmunt Bauman, Modernidad y Holocausto, Edicio-

nes Sequitur, Madrid, 1997.

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JEFF COLLINS

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HEIDEGGER Y LOS NAZI S

70. Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and So-cialist Strategy: Towards a Radical Democratic Politics, Lon-dres, Verso, 1985: trad. castellana: Hegemonía y estrategia so-cialista: hacia una radicalización de la democracia, Siglo ,ao deEspaña editores, Madrid, 1987.

71. Ibid. , pp.187, 188.72. Para debates sobre estas cuestiones, véase Simon

Critehley, The Ethics of Deconstruction: Denicia and Levinos,Cambridge, Massachussets y Oxford: Blackwell, 1992, capitu-lo 5, y Richard Beardsworth, Derrida and the Political. NuevaYork y Londres: Routledge, 1996.

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Page 97: Jeff collins   heidegger y los nazis

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ENCUENTROS CONTEMPORÁNEOS

Heideggery los nazisLa defensa entusiasta que Heidegger hizo del nazismodejó huellas discordantes en la cultura política de la pos-modernidad. Como filósofo, elaboró un pensamientoextraordinario con el que trató de «superar» la tradiciónfilosófica occidental. Su obra se convirtió en una fuente deinspiración primordial para las antifilosofias, los antiesen-cialismos y los movimientos de la era posmoderna, atra-yendo a pensadores tan emblemáticos como Foucault,Lacan, Derrida, Deleuze y Baudrillard. Sin embargo, los crí-ticos vieron en la admiración de estos autores por Heideggeruna falta peligrosa de juicio político y de responsabilidad.

Heidegger y los nazis reconstruye los hechos y argumen-tos en torno a la actitud política de Heidegger y los sitúa enel marco de la crítica política que caracteriza el paso al sigloxxl. La razón, la modernidad, el humanismo, la subjetividady la identidad son algunas de las cuestiones más importan-tes que se debaten en la actualidad. Pero lo que está enjuego no es sólo la reputación de los filósofos, sino tambiénla posibilidad de una oposición eficaz al resurgimiento de losnazismos en nuestro tiempo.

Jeff Collins es profesor de Historia del Arte en la Universidadde Plymouth. Es también el autor de los libros IntroducingHeidegger e Introducing Derrida.

gedisaedit or ial

ISBN 8 4 - 9 7 8 4 - 0 3 8 - 0

111 H9 788497 840385

870007