historia de pizarro

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1 (…)El hombre destinado a poner de rodillas al imperio inca distaba mucho de ser noble. Había nacido el año 1478, en la ciudad de Trujillo, y era hijo natural de don Gonzalo Pizarro y de una humilde sirvienta dedicada a labores menores en un convento de monjas. Tal bastardía lo marcó desde el vientre materno. Su padre jamás lo reconoció, y su madre, después de haber sido expulsada del convento en razón de su embarazo, olvidó aquel primer amor, se casó, y tuvo otros hijos a Francisco Pizarro

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francisco pizarro

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  • 1()El hombre destinado a poner de rodillas al imperio inca distaba mucho de ser noble. Haba nacido el ao 1478, en la ciudad de Trujillo, y era hijo natural de don Gonzalo Pizarro y de una humilde sirvienta dedicada a labores menores en un convento de monjas. Tal bastarda lo marc desde el vientre materno. Su padre jams lo reconoci, y su madre, despus de haber sido expulsada del convento en razn de su embarazo, olvid aquel primer amor, se cas, y tuvo otros hijos a

    Francisco Pizarro

  • 2los cuales entregar su cario.El pequeo Francisco gast los aos de su infancia cuidando puercos y alimentando gallinas, sin recibir ninguna instruccin digna de tal nombre. Jams aprendera a leer o a escribir, y hasta el fin de sus das firmara los ms importantes documentos limitndose a trazar una cruz temblorosa sobre el papel.Su origen no haca presagiar un destino notable. En la Extremadura de aquella poca abundaban los caballeros antiguos, orgullosos de sus escudos y pagados de su sangre. En esa sociedad, donde nada se ostentaba ms que el linaje, la genealoga constitua un requisito indispensable para hacer carrera. Seguramente por eso, desde muy joven, Francisco se impuso la exigencia de buscar con sus propios mritos la aceptacin social que su nacimiento le negaba.Desde que era un chiquillo, cada vez que vea a lo lejos el palacio de los Pizarro, soaba con realizar hazaas grandiosas como las que se lean en los libros de caballera. Su valor y su nobleza le haran ganar nsulas e imperios, y entonces, avalado por sus proezas, entrara en la mansin solariega de su padre por la puerta principal, la misma que ahora le cerraban en las narices. Hoy podan tal vez despreciarlo, pero algn da

  • 3se enorgulleceran de tenerlo por hermano.Esos, al menos, eran sus sueos de nio. Hubiera podido alguien prever que un da no muy lejano los vera realizados? ()Por aquella poca Amrica era todava un terreno incierto y nebuloso. Slo se conocan las Antillas y apenas se haba tocado tierra firme. No se haba explorado Yucatn, ni dominado el imperio azteca y ni siquiera se haba colonizado Cuba. Slo se saba que exista una naturaleza exuberante y algunas aldeas diseminadas por las islas. Con todo, se trataba de una gran oportunidad. En Amrica no existan los prejuicios de nobleza; un hombre vala por sus mritos de combate, no por la pureza de su sangre.El joven Pizarro se enrol bajo la autoridad de Nicols de Ovando, enviado a Amrica a hacerse cargo de la isla La Espaola, desastrosamente administrada por Coln. ()Durante sus primeros aos en Amrica, el recin llegado particip en todas las aventuras del Nuevo Mundo. Milit bajo las rdenes de Alonso de Ojeda, el valeroso conquistador de Venezuela; cabalg al lado de Martn Fernndez de Enciso, fundador de Santa Mara la Antigua; combati junto a Vasco Nez de Balboa, descubridor del Mar del Sur (ms tarde ocano Pacfico) de quien

  • 4recibi el rango de capitn. En 1519, particip en la fundacin de la ciudad de Panam, que pas a ser base obligada de nuevas exploraciones, y de la cual l mismo lleg a ser Alcalde. Su carrera fue intensa y exigente: veinte aos despus de haber llegado a Amrica, poda sentirse satisfecho.Pizarro, sin embargo, aspiraba a ms. A sus ojos de aventurero, no haba alcanzado aquella posicin confortable para estar tranquilo en la vida. Acaso aquel continente haba agotado ya sus posibilidades? Las correras de Corts en Mxico demostraban lo contrario. Cuntos tronos como el de Moctezuma estaran esperando su conquista detrs de la selva tropical de Panam? ()No se trataba de una idea descabellada. Precisamente, mientras se encontraba en Panam, llegaron noticias de un poderoso imperio situado al sur del continente. Segn los naturales, se trataba de un reino extenso y riqusimo, que posea oro, plata y piedras preciosas a raudales. Era slo un rumor y bien podra haber resultado falso, pero para Pizarro fue ms que suficiente. Tal vez fuera la oportunidad que el destino le tena reservada!En 1524, particip en una primera expedicin que fracas por el hambre y las inclemencias del tiempo.

  • 5Pero no se dio por vencido. Dos aos ms tarde parti a la cabeza de una segunda expedicin, ms armada y mejor pertrechada que la anterior.Pizarro se preocup de enrolar en ella a su gran amigo, Diego de Almagro, con quien comparta la ambicin y la carencia absoluta de ttulos de nobleza. Entre los dos, pensaba en aquel tiempo Francisco, se bastaran para conquistar cualquier imperio. El rico sacerdote Hernando de Luque provey los medios y, dirigida por aquel tro, la empresa de conquista no tard en embarcarse hacia el sur.Lamentablemente, el entusiasmo dur poco. Apenas perdieron de vista la costa, los espaoles comenzaron a experimentar el peso de la travesa. El hambre, el escorbuto y las hostilidades de los nativos diezmaron a la tropa. Slo en medio de tremendas penalidades lograron arribar, en condiciones extremas, a la isla del Gallo.Aquella empresa de conquista haba demostrado estar lejos de ser un paseo. A pesar de estar curtidos en toda clase de trabajos y peligros, los hombres comenzaron a quebrarse ante los sufrimientos. Y, como suele suceder en gestas heroicas, muchos de ellos exigieron el regreso.Almagro y Pizarro, presionados por las quejas de sus sbditos, idearon un plan desesperado para salvar la misin. El primero regresara a Panam con el grupo

  • 6ms intransigente de rebelados y, una vez en la ciudad, convocara a nuevos voluntarios para sustituir a los desertores. Mientras tanto, Pizarro permanecera con el resto de la tropa, obligada a esperar los refuerzos para continuar la expedicin. Se trataba de una jugada peligrosa pero, en la mente testaruda de los dos conquistadores, tambin la mejor.Poda funcionar aquel plan? Tal vez. Pero un imprevisto les sali al paso y destruy sus planes: alguien hizo llegar a manos de la esposa del gobernador una misiva en la que se expona la verdadera situacin de los expedicionarios, motejando a Pizarro de carnicero. De inmediato el gobernador de Panam prohibi la continuacin de la aventura y mand un barco a recoger a los sobrevivientes anclados en la isla del Gallo.Cuando lleg el barco a la isla, el espectculo era deplorable. Los 85 soldados que se haban quedado con Pizarro tenan la barba enmaraada, los ojos febriles, las mejillas hundidas y los huesos a la vista. Eran los guerreros de la primera lnea. No se les poda pedir ms. As lo hizo saber el enviado, comunicando a Pizarro el mandato perentorio del gobernador: deban embarcar de inmediato de regreso a Panam.Para el conquistador aquella orden fue terrible. Pizarro no era joven; rondaba los cincuenta aos y haba

  • 7invertido todos sus bienes y su prestigio en aquella expedicin. Tena la conciencia de que, si regresaba, la suerte no volvera a sonrerle. A un hombre como l no se le ofrecan muchas oportunidades en la vida. Aquel fracaso terminara de sumirlo en la miseria y el descrdito.Lo cierto es que, en un esfuerzo heroico (o completamente absurdo), se neg a regresar a Panam. Y en uno de esos momentos a los que no se sabe si calificar de magnficos o simplemente patticos, desenvain la espada y traz en la arena una lnea. Y con la misma voz tonante que sus soldados conocan, grit:Por ac -dijo, sealando el mar-, se va a Panam, a vivir con la humillacin de la derrota! Por ac sealando el interior de la isla, se va al hambre y a la miseria de hoy, pero tambin a la hartura, a la riqueza y a la gloria de maana! Los que sean valientes, que me sigan!Y sin volver la vista atrs, cruz la lnea. Seguramente la mayora de sus hombres pensaron que Pizarro deliraba (de hecho, tal vez lo haca). Pero hubo al menos unos pocos que se sintieron electrizados por sus palabras. La historia los denomin los trece de la fama ()Despus de aquella escena, el barco no tuvo ms opcin que regresar a Panam, maldiciendo la retrica

  • 8de Pizarro y abandonando aquellos locos a su suerte.Las penalidades del conquistador y de su gente en aquella isla fueron indecibles. Hostigados por el clima, el hambre y los nativos, permanecieron solos en aquel rincn del mundo esperando los refuerzos que Almagro pudiera conseguirles... Desde luego, esperaban en vano.Con toda certeza hubieran muerto en aquellos parajes si no hubiera sido por un evento absolutamente imprevisto. Una maana lleg a la isla un nuevo barco procedente de Panam; traa vveres y el solemne encargo del Gobernador de poner fin a la aventura. Alguien se haba compadecido de esa pattica avanzada de conquista, encargndose de enviarles una ltima escapatoria.Contra todo sentido comn, Pizarro consider que aquel salvataje de ltimo minuto estaba destinado a ofrecerle la oportunidad que buscaba. Ahora tena un barco con el cual ir a conquistar ese imperio que ya dos veces se le haba escapado entre los dedos. Ech mano a su elocuencia spera y radical, e inexplicablemente logr convencer a la tripulacin de sus planes. Aquel conquistador estaba lejos de ser un diplomtico, pero su terquedad era capaz de suplir cualquier carencia.Lo cierto es que esta vez el destino se acomod

  • 9a sus planes. Sobre su nuevo barco explor la costa ecuatoriana y lleg a Tumbes. Por el viaje fue encontrando manifestaciones evidentes de un imperio ordenado, rico y bien constituido. Los indios se mostraban curiosos y pacficos. La plata y el oro empezaban a brillar. Sera esta la gran presa que desde haca aos pareca llamarlo desde el sur?Pizarro volvi de inmediato a Panam, donde las buenas nuevas le ganaron el favor popular. Las autoridades continuaban oponindose a la expedicin, pero esta vez Pizarro contaba con argumentos suficientes para trasladarse l mismo a Espaa y defender all su causa. As lo hizo. Corra el ao 1529.Despus de tantas penalidades, Pizarro poda gloriarse de estarle doblando la mano al destino. Por primera vez, el humilde extremeo contaba suficientes pergaminos para que el emperador en persona lo recibiera en audiencia, lo colmara de atenciones y autorizara todas sus empresas. Incluso la casa solariega de los Pizarro se le abri entre aclamaciones, y dos hermanastros se enrolaron en la empresa en calidad de sbditos. Qu ms poda pedir?Poco despus volva a Amrica con el ttulo de Capitn General y Gobernador de Nueva Castilla. Este ltimo sera el nombre de las tierras que debera descubrir y conquistar. Ante la firma imperial, las autoridades panameas no tuvieron ms remedio que agachar la

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    cabeza.En enero de 1531 Pizarro parta a la aventura. Llevaba consigo 180 hombres, 37 caballos y una buena cantidad de personal indgena de apoyo o yanaconas. Aunque su tropa era muy inferior a la que haba comandado Corts, podra mostrar resultados an ms rpido que el conquistador de Mxico.Cul era la historia y la identidad del imperio que Pizarro se aprestaba a conquistar?La tradicin de los incas se remontaba a un pasado remoto. Segn la leyenda, el imperio hunda sus races en los Hijos del Sol, Manco Cpac y su esposa, Mama Ocllo. Viracocha (el Sol) los haba hecho emerger del lago Titicaca. Ambos haban predicado en tiempos legendarios el culto de su padre, instruyendo a los hombres en todas las artes de la civilizacin. De sus manos haba surgido la ciudad del Cuzco, capital del imperio. En ella haban edificado un suntuoso palacio y un maravilloso templo consagrado al dios Sol (Koricanch).En tiempos de Pizarro, el soberano que gobernaba los destinos del imperio llevaba por nombre Huayna Cpac. Bajo su dominio, la monarqua haba llegado a la cumbre de su esplendor. Los territorios y la administracin, las costumbres y la cultura: todo pareca haber alcanzado su mejor momento.En realidad, aquel imperio guardaba sorpresas milenarias.

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    Es verdad que careca de la escritura y la rueda, dos ausencias que, tal como a los mayas y a los aztecas, haban impuesto un lmite a su desarrollo. Pero, a cambio, contaba con avances sorprendentes. La magnitud de sus trabajos colectivos recordaba los de la antigua Roma: palacios, templos, caminos, fortalezas... La agricultura y la astronoma eran asombrosamente avanzadas, y la ingeniera de sus ciudades, especialmente la de la ignota ciudad sagrada, Machu Pichu, resultaba suficiente para sorprender al ms refinado de los europeos. En ella se sucedan planos y terrazas, comunicadas por innumerables escalinatas, donde se asentaban espacios abiertos, barrios residenciales y conjuntos ceremoniales.Polticamente, el imperio tena la forma de una teocracia. El soberano era considerado el hijo del Sol y, en tal calidad, representaba a la nacin entera. Doce millones de sbditos giraban en torno a l; y todos los cargos polticos y religiosos estaban distribuidos entre sus parientes.Para el resto de los incas la vida estaba severamente reglamentada. No exista la propiedad privada y, aunque en el papel la esclavitud no exista, la realidad era que, en cierto modo, todos eran esclavos del imperio. Habituados a obedecer a la autoridad sin cuestionarla, los nativos carecan de iniciativa e individualismo. Sin tener en cuenta esta caracterstica, sera muy difcil comprender

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    las causas de su abrupto desplome.Lo cierto es que Pizarro no pudo llegar en momento ms apropiado para su conquista. Durante los ltimos aos de Huayna Cpac se haban extendido misteriosas enfermedades por el Per, sembrando la muerte y la desolacin entre sus sbditos. Hoy sabemos que se trataba de epidemias introducidas inconscientemente por los espaoles, pero, a ojos de los indios, auguraban terribles males para el futuro.Como si eso no fuera suficiente, a la muerte de Huayna Cpac sobrevino una terrible convulsin poltica entre los incas. El soberano decidi repartir el imperio entre dos de sus hijos: Huscar, su legtimo descendiente, y Atahualpa, uno de sus hijos naturales. Aquella reparticin, imposible en una teocracia, haba abonado el campo para la guerra civil. Al caldo de la divisin se aadieron luego discriminaciones sociales y discrepancias religiosas, y el conflicto se volvi inminente.Las manifestaciones de guerra que se hicieron llegar los dos hermanos fueron todo menos fraternales. Huscar cort las narices a los embajadores de su hermanastro y los hizo desvestirse de la cintura para abajo, obligndolos a volver a Quito por el mismo camino por el que haban venido. Atahualpa no se qued atrs. Apres a dos espas de Huscar, los

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    someti a torturas, y una vez que hubo conseguido la informacin que buscaba, los hizo desollar vivos.La guerra incendi las tierras del imperio. Atahualpa llev la mejor parte: logr apresar y ajusticiar a su hermano, pero, precisamente cuando se encontraba saboreando su triunfo, le lleg la vaga noticia del arribo de hombres blancos y barbados a sus tierras. Para los espaoles se trataba de la mejor de las coyunturas.Corra el ao 1532. Pizarro marchaba con su ejrcito en direccin a la antigua ciudad de Cajamarca. La tierra por la que cruzaba haba pertenecido al monarca destronado y, sin conocer ms razones que las propias, los nativos le salan al paso recibindolo como a su libertador. A sus ojos, los dioses del cielo lo enviaban para vengar la derrota de Huscar, el legtimo soberano.Pizarro no tard en darse cuenta de las inmensas posibilidades que aquella guerra, an no cicatrizada, pona en sus manos. Celebr pactos de amistad con todos los caciques partidarios del monarca derrocado y se aprest cautelosamente a plantar cara ante Atahualpa. Esa imprevista guerra civil legitimaba su presencia en el Per. Ni en sus sueos ms audaces haba imaginado un escenario tan promisorio.Atahualpa, en cambio, apenas se inmut. Peor an, cometi el nico error imperdonable en la guerra:

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    despreci a su enemigo. Al saber el nmero de los espaoles, algo menos de doscientos, pens que con un ejrcito de treinta o cuarenta mil soldados era intil dedicarle mucho tiempo y preocupacin a un asunto como ese. Acaso no acababa de arrasar los ejrcitos de Huscar? Por qu, entonces, iba a temer a aquel grupito de intrusos que haban traspasado sus fronteras? Confiado en estos pensamientos, decidi esperarlos en la misma ciudad de Cajamarca, mandando por el camino engaosas seales de buena voluntad.Ms an, avalado por su aplastante podero militar, se permiti idear una extraa estratagema. Les cedera la ciudad sin lucha. Los espaoles penetraran confiados en una localidad desierta y, al da siguiente, amaneceran rodeados por su ejrcito.As fue. Das ms tarde los conquistadores entraban en la ciudad de Cajamarca tal como Atahualpa haba previsto. Inicialmente Pizarro y los suyos se mostraron sorprendidos. Por qu se les entregaba una plaza tan importante y enteramente desguarnecida? Acaso los incas ya pensaban en rendirse?No eran ms que ilusiones. Pronto comprendieron la verdadera situacin en que haban quedado. Nadie les haba cedido nada. A menos que fueran capaces de

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    enfrentar al ejrcito de Atahualpa, Cajamarca sera su tumba.Pizarro no perdi la calma. Por el contrario, jug a ganador sin apenas inmutarse. Mand una legacin de los suyos a parlamentar con los indios que rodeaban Cajamarca. Incluso se permiti invitar a Atahualpa a la ciudad, como si sta ya fuera posesin suya. El soberano inca, seguramente sorprendido ante aquel desplante, asinti; no quera ofrecer ninguna manifestacin de temor o inseguridad que lo disminuyera ante sus enemigos. La guerra de nervios estaba por comenzar.De estos momentos previos nos queda una ancdota que bien grfica el nimo de sus protagonistas. En medio de aquella embajada, uno de los espaoles quiso lucir sus habilidades como jinete. Saba que para los indgenas un caballo constitua un espectculo fascinante. Realiz algunos juegos que deslumbraron a la muchedumbre y, cuando vio que haba capturado la atencin de su auditorio, lanz su caballo al galope hasta el sitio donde se hallaba Atahualpa. La multitud contuvo la respiracin. Y justo cuando se hallaba a punto de arrollarlo, fren de golpe su cabalgadura a los pies del monarca.El soberano inca ni siquiera pestae ante aquel gesto inaudito. Pero algunos de sus nobles, al ver aquel caballo desbocado, retrocedieron instintivamente unos

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    pasos. Aquel gesto de aprensin pas desapercibido a las muchedumbres, pero no al soberano. Decidido a no dejarse amedrentar por los espaoles, esper que mensajeros se retiraran y mand ajusticiar a esos jerarcas pusilnimes. Ninguno de sus sbditos poda manifestar temor alguno frente a los recin llegados. Los incas no caeran en los ardides que haban hundido a los aztecas de Moctezuma.Otro evento anlogo marc el fin de aquellas conversaciones. Los espaoles ofrecieron ceremoniosamente a Atahualpa un ejemplar de la Biblia. Por las palabras del traductor, el soberano imagin que aquel libro mgico poda hablarle, e ingenuamente se lo llev al odo. Segundos ms tarde, molesto por el desaire de no escuchar nada, lo arroj al suelo con rabia. Los espaoles contemplaron atnitos la escena. En su mentalidad, aquel desprecio era casus belli (causa de guerra). Aquel desencuentro acab de tensar los nimos de ambos ejrcitos, que se retiraron en silencioso repliegue.En Cajamarca la noche transcurri lenta y pausadamente, mientras los espaoles repasaban una y otra vez sus planes. La invitacin extendida a Atahualpa para la maana siguiente formaba parte de una estrategia bien precisa. Pizarro haba comprendido que la nica

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    posibilidad de salir con vida de aquella trampa mortal era apoderndose de Atahualpa. Pero cmo hacerlo con solo doscientos hombres?Al siguiente da, mientras miles de indios rodeaban Cajamarca, el soberano haca su entrada triunfal en la ciudad. Vena sentado en un altivo trono, rodeado por cinco mil hombres, con todo el boato de un monarca poderoso. Pretenda apabullar a los espaoles con su presencia. Acaso no haban intentado lo mismo sus enemigos el da anterior?Para su sorpresa se encontr con una ciudad vaca. Tal vez pens que los espaoles, aterrados ante aquel despliegue de poder, se escondan temerosos a su paso. Con esa ingenua certeza en la mente ingres a sus calles, sin sospechar que a cada paso se jugaba la vida y el imperio.Lo que sigui apenas es posible creerlo. En un instante son un disparo de arcabuz: era la seal convenida. Los conquistadores se abalanzaron a caballo sobre la multitud y la confusin se apoder de los indgenas. En medio del tumulto cayeron dos mil incas. A Pizarro le bastaron veinte de los suyos para abrirse paso hasta Atahualpa.Pocos minutos ms tarde, los espaoles tenan en sus manos al soberano. En un instante el destino haba dado un giro decisivo. El imperio incaico haba comenzado a tambalearse.

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    La prisin de Atahualpa fue, al menos al inicio, digna. Se le permitieron las comodidades propias de su rango: riquezas, visitas y sirvientes. Pero la cada haba sido propia de una tragedia griega. En un segundo haba perdido su calidad de soberano para reducirse a la pattica condicin de prisionero. El imperio, abruptamente privado de su cabeza, haba quedado en suspenso.Aterrados ante aquella captura, los burcratas iniciaron negociaciones de liberacin. Sin Atahualpa, el reino poda desfondarse en el caos. Los espaoles, sin embargo, estaban muy conscientes de que ninguna garanta resultaba suficiente para devolver al soberano. Si lo entregaban, podan darse por muertos.Fue el mismo Atahualpa quien destrab aquellas conversaciones inconducentes. Incmodo ante la lentitud de sus diplomticos, pidi hablar personalmente con Pizarro y le prometi llenar de oro la habitacin donde se encontraba a cambio de su libertad.Para un hombre como Pizarro la tentacin fue demasiado grande: aquel aposento tena veinticinco pies de longitud por quince de altura. Poda darse el lujo de despreciar aquel tesoro? Ni siquiera a Corts se le haba hecho una oferta de ese gnero!

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    Viendo que el conquistador titubeaba, Atahualpa acab con sus cavilaciones prometindole colmar de plata otros dos grandes galpones. Despus de eso, Pizarro no tuvo ms alternativa que prometer la libertad al prisionero.De ah en adelante comenzaron a llegar a Cajamarca largas caravanas cargadas de metales preciosos. Se trataba de un espectculo dramtico y fascinante al mismo tiempo: aquella riqueza ingente, acumulada durante siglos en las arcas imperiales, cambiaba de manos en apenas un par de das.Viendo Atahualpa que los espaoles perdan el juicio ante aquel desfile, no temi en ir ms lejos y prometer ms: un templo cerca de la costa, abarrotado de metales preciosos, y la mismsima ciudad de Cuzco, si la queran. Su libertad bien lo vala.Una vez pagado el rescate, comenz la reparticin; la corona y los jefes se llevaron la mejor parte, pero ninguna mano vida se retir insatisfecha. Aquel tesoro superaba todos sus sueos. Terminada la rapia, algunos partieron de regreso a Espaa a gastar sus riquezas. Otros, la mayora, consideraron posible engrosar todava ms sus ganancias o, tal vez, se negaron a abandonar la aventura.De acuerdo a lo convenido, lleg el momento de

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    liberar a Atahualpa. Pero por ms que ese hubiera sido el pacto, todos saban que se trataba de un juramento imposible. Dejarlo en libertad hubiera constituido una tcita invitacin a la revuelta. Ningn cobertizo lleno de oro era suficiente para pagar ese precio.Pizarro y los suyos tomaron la decisin de evitar cumplir la promesa sometiendo a juicio al monarca inca. Si lograban barnizar de legalidad su ajusticiamiento, tal vez podran salvar las apariencias. El veredicto slo deba encontrar una justificacin razonable. Y lo logr: se lo conden a muerte por el asesinato de su hermano Huscar, por el engao a los espaoles con promesas de paz, y por sus prcticas incestuosas. Corra el mes de julio de 1533.Para el imperio inca fue como si el sol se hubiera apagado repentinamente. Aquel pueblo colectivista y teocrtico, simplemente no saba vivir sin su rey. El regicidio caus infinitas manifestaciones de dolor. Muchos indgenas nobles, atenazados por la desesperacin, se suicidaron. Hermanas y criadas del soberano se dieron muerte con la pretensin de servirle en la otra vida. Para muchos, con la muerte de Atahualpa, la resistencia dejaba de tener sentido.De ah en adelante, Pizarro y los suyos fueron progresivamente ocupando el pas. La noticia de sus xitos lleg hasta Panam, de donde comenz a afluir una

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    multitud de espaoles para enrolarse en sus filas. Un ao despus, los conquistadores entraban en la ciudad del Cuzco. Era la ltima presa y la ms apetecida: el corazn del imperio.Lamentablemente, aquel ingreso no escap a la regla general para este tipo de ocupaciones. Hubo saqueos, violaciones, muerte y destruccin. La tropa no pareca saciarse con nada y sus oficiales resultaban incapaces de controlarla. La sed de rapia haba carcomido toda autoridad moral entre los conquistadores.Aquella intil carnicera granje a los espaoles un odio comprensible y duradero en la poblacin indgena, que slo encontr refugio a su impotencia en el ms absoluto y amargo mutismo.Muy conscientes de la nueva situacin, los conquistadores se apresuraron a nombrar un nuevo monarca. La entronizacin de Manco II barniz de continuismo la ocupacin hispana, que pronto se extendi a todo el territorio del antiguo imperio. Despus de eso el futuro pareca hallarse completamente en manos de los espaoles.La historia, sin embargo, todava guardaba un ltimo giro irnico para los conquistadores. Una venganza imprevista acechaba su camino: la misma ambicin que los haba hecho ganar un imperio acabara finalmente por engullirlos.

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    A lo largo de los aos haba surgido una sentida rivalidad entre los dos principales protagonistas de aquella empresa, Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Es difcil comprenderlo, pero ni siquiera aquella avalancha de oro haba sido suficiente para que se la repartieran en paz.Ambos se haban hecho desmesuradamente ricos y poderosos en aquella aventura, ms de lo que nunca hubieran imaginado. Aun as, se sentan mutuamente defraudados, como si el destino se hubiera mostrado mezquino con ellos. Pizarro se senta incmodo ante aquel compaero insumiso que constantemente le echaba en cara su deslealtad.Almagro consideraba haber sido pospuesto en la presentacin que Pizarro haba hecho de la empresa al Emperador, poco antes de lanzar el asalto definitivo al imperio inca. Inicialmente no haba habido diferencia de jerarqua entre ellos, pero despus de haber terminado la conquista, Almagro slo pareca un sbdito bien posicionado al alero de Pizarro.Precisamente por eso, apenas pudo inici gestiones diplomticas en la corte destinadas a escapar de la tutela de Pizarro y poco tiempo despus lo logr. Fue nombrado Capitn General y Gobernador de Nueva Toledo; las tierras que descubriera al sur del imperio

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    incaico seran suyas.Con tal nombramiento un nuevo litigio vino a agregarse a la sorda rivalidad que ambos protagonizaban. A quin perteneca la rica ciudad del Cuzco? Deba considerarse la ltima parte de los dominios de Pizarro o el inicio de los de Almagro?En aquel momento, Pizarro se hallaba poniendo los fundamentos de la futura Lima, Ciudad de los Reyes. Recibi la noticia con el ceo fruncido y, presionado por sus hermanos, se neg a ceder un solo palmo de tierra a su antiguo compaero. Almagro, por su parte, amargado por lo que consideraba una traicin abierta, decidi probar suerte en Chile. Invirti casi toda su fortuna en una nueva empresa y se lanz a la aventura en la esperanza de encontrar ms al sur un tesoro digno de sus esfuerzos. Corra el ao 1536. Apenas tres aos antes ambos haban hundido sus manos hasta los codos en el oro de Atahualpa.La aspereza del camino y las inclemencias del tiempo lo obligaron a volver. Hubiera debido ser su ltima derrota, pero a su regreso, se encontr con que los indios de Manco II, hartos de tantas humillaciones, sitiaban el Cuzco y la naciente ciudad de Lima. El astuto Almagro vio en la rebelin indgena su propia oportunidad de venganza.

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    Dispona de un ejrcito formado por 550 espaoles y 12.000 indios bien adiestrados. No logr pactar con los rebeldes, pero aprovech la insurreccin para apoderarse de la ciudad de Cuzco, donde gobernaba un medio hermano de Pizarro. Se trataba de una evidente declaracin de guerra. El espectro de la guerra civil se cerna sobre el naciente virreinato y ningn llamado a la cordura pareca capaz de contener a los antiguos camaradas.Finalmente, a una legua escasa del Cuzco, los dos ejrcitos se acometieron. Los de Pizarro, superiores en armamento, se hicieron con la victoria. Y esta vez no hubo piedad alguna. Fue un verdadero delirio de sangre. El mismo Almagro cay prisionero y fue sumariamente ejecutado. Francisco Pizarro no hizo nada por salvar a su antiguo compaero, pensando tal vez que de este modo podra gobernar en paz su imperio.Se equivocaba. El mismo torbellino de sangre que haba engullido a Almagro estaba destinado a llevrselo a l. Cuatro aos ms tarde, en 1541, le lleg su hora. Fuera en venganza, fuera en defensa, los almagristas le tendieron una trampa en su palacio y lo mataron. Dicen las crnicas que Pizarro alcanz a presentir su muerte. Y que, poco antes de ser

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    apualado en la garganta, extrajo la espada de la vaina y exclam: Mi espada, fiel compaera de mis trabajos.... Tena entonces 63 aos.

    Francisco Pizarro: en el corazn del Per incaico (fragmento)

    ()

    GLOSARIO

    Bastarda: Calidad de bastardo. Es decir hijo que nace fuera del matrimonio.Linaje: Ascendencia o descendencia de cualquier familia.nsulas: Lugares pequeos o gobierno de poca importancia.Mansin solariega: Casa ms antigua y noble de una familia.Escorbuto: Enfermedad caracterizada por hemorragias cutneas y musculares, por una alteracin especial de las encas y por fenmenos de debilidad general.Misiva: Carta que se enva a alguien.Motejando: Criticando las acciones de alguien con apodos.Retrica: Discurso que busca convencer y que se caracteriza por lo elevado del lenguaje.Ignota: No conocida ni descubierta.Estratagema: Astucia, fingimiento y engao.Titubeaba: Dudaba en la toma de decisiones.Cavilaciones: Accin de pensar profundamente sobre un asunto.Colectivista: Sistema en la organizacin de un Estado en la cual no hay propiedad privada, sino que todo pertenece al Estado.Regicidio: Muerte violenta dada a un rey o al prncipe heredero o al regente.Atenazados: Afligido.

    Elaborado por: Gerardo Vidal en El tiempo de las reformas y de los descubrimientos.

    Editorial Universitaria, 2009.