henry ey - el inconsciente coloquio de bonneval

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Bajo la dirección de Henry Ey siglo veintiuno editores sa « * El inconsciente (coloquio de Bonneval)

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  • Bajo la direccin de Henry Ey siglo veintiuno editores sa

    *

    El inconsciente (coloquio de Bonneval)

  • el mundo del

    hombre PSICOLOGA Y EDUCACIN

  • DIRECCIN: HENRY EY

    COLABORADORES:

    CLAUDE BLANC, RENE DIATKINE, SVEN F O L L I N , ANDR GREEN, CATHERINE LAIRY, GEORGES LANTRI-LAURA, J E A N L A P L A N C H E , SERGE LBOVICI, SERGE LECLAIRE, H E N R I LEFEBVRE,

    F R A N F OIS PERRIER, PAUL RICOEUR, CONRAD STEIN Y A L P H O N S E DE W A E L H E N S

    OTROS PARTICIPANTES: P A U L GIRAUD, J E A N H Y P P O L I T E , JACQUES LACAN, MAURICE M E R L E A U - P O N T Y , E. M I N K O W S K I

  • EL INCONSCIENTE (Coloquio de Bonnevai)

    bajo la direccin de H E N R I EY

    traduccin de JULIETA CAMPOS Y ARMANDO SUREZ

    MXICO ARGENTINA

    ESPAA

    m siglo veintiuno editores sa

  • Primera edicin en espaol, 1970 SIGLO XXI EDITORES, S . A. Gabriel Mancera 65 Mxico 12, D . F. Primera edicin en francs, 1966 Descle de Brouwer, Pars T tu lo original: L'inconscient D E R E C H O S RESERVADOS C O N F O R M E A LA LEV Impreso y hecho en Mxico Printed and made in Mxico

  • LISTA DE COLABORADORES

    DR. CLAUDE BLANC Neuropsiquiatra de Air Frailee. Mdico-asistente de los Hopitaux de Pars.

    DR. R E N E DIATKINE Antiguo jefe de clnica de la Facultad de Medicina de Pars. Vicepresidente de la Socit Psychanalytique de Pars. Mdico de los Centros de Salud Mental del xni distrito de Pars.

    DR. SVEN FOLLIN Antiguo jefe de clnica de enfermedades mentales y del encfalo en la Facultad de Pars. Mdico en jefe del Centre Psychiatrique Sante-Ann.

    DR. ANDR GREEN Antiguo jefe de clnica de enfermedades mentales y del encfalo en la Facultad de Pars. Mdico en jefe del Centre Psychiatrique Sante-Anne.

    DR. C A T H R I N E LAIRY Jefe de laboratorio en el hospital Henri-Rousselle (Pars). Investigador en el Institut National de la Sant et de la Recherche Mdicale ( I N S E R M ) .

    DR. GEORGES LANTERI-LAURA Mdico de los Hopitaux Psychiatriques. Maestro de conferencias en la facultad de Letras y Ciencias Humanas de Estrasburgo.

    DR. J E A N L A P L A N C H E Antiguo alumno de la cole Nrmale Suprieure. Agregado de Filosofa. Antiguo interno de los Hopitaux Psychiatriques del Sena. Maestro-asistente en La Sorbona.

    DR. SERGE LBOVICI Antiguo interno de los Hopitaux de Pars. Antiguo mdico asistente de los Hopitaux de Pars. Director del Institut de Psychanalyse de Pars. Mdico de los Centros de Salud Mental del xm distrito de Pars.

  • viii LISTA DE COLABORADORES DR.. SERGE LECLAIRE Antiguo jefe de clnica de enfermedades mentales y del encfalo de la Facultad de Pars.

    H E N R I LEFEBVRE Profesor de la Universidad de Pars, Facultad de Letras y Ciencias Humanas.

    DR. F R A N ^ O I S PERRIER Antiguo jefe de clnica de enfermedades mentales y del encfalo de la Facultad de Pars.

    PAUL RICOEUR Profesor de la Universidad de Pars. Profesor de filosofa en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de Nanterre.

    DR. GONRAD S T E I N Antiguo jefe de clnica de la Facultad de Medicina de Pars. Miembro de la Socit Psychanalytique de Pars.

    A L P H O N S E DE W A E L H E N S Profesor de filosofa en la Universidad de Lovaina.

  • INDICE

    LISTA DE COLABORADORES V i l

    ADVERTENCIA PRELIMINAR, POR ARMANDO SUAREZ x i

    PREFACIO, POR H E N R Y EY

    PROLEGMENOS

    CONOCIMIENTO DEL INCONSCIENTE, POR H E N R I EY 5 Las modalidades del ser latente, 7

    LAS PUERTAS DEL INCONSCIENTE, POR ANDRE GREEN 9 i. Fuentes y precursores, 10; n. Revelacin del inconsciente freudiano, 12; III. La neurobiologa y el pensamiento naturalista ante el inconsciente, 14; iv. La socio-loga y la antropologa social: estructuras intersubjetivas, 18; v. La filosofa y el desacuerdo con la fenomenologa, 21; vi. La renovacin de la psicopatologa. Sus lmites, 24; vil. El rostro de Jano del psicoanlisis francs, 28; vm. Enseanza de Edipo, 38

    PRIMERA PARTE: LAS PULSIONES Y EL INCONSCIENTE

    ALGUNAS NOTAS SOBRE EL INCONSCIENTE, POR SERGE LEBOVICI Y RENE DIATKINE 4 3 i. Evolucin del concepto del inconsciente en la obra de Freud, 45 ; II. La gnesis del inconsciente, 52 ; ra. El inconsciente en la prctica psicoanaltica, 61 ; Con-clusin, 71; Referencias, 72

    LAS PULSIONES Y EL INCONSCIENTE, POR FRANgOIS PERRIER 7 4

    DISCUSIN 8 5 Jean Laplanche, 85 ; Kamouh, 87 ; Lbovici y Diatkine, 87

    SEGUNDA PARTE: EL LENGUAJE Y EL INCONSCIENTE

    EL I N C O N S C I E N T E : U N ESTUDIO PSICOANALTICO, POR JEAN LAPLANCHE Y SERGE LECLAIRE 9 5 i. Tres vas de aproximacin al realismo del inconsciente, 97; ii. El inconsciente como sistema en Freud. Orientacin y callejn sin salida de las hiptesis freudianas,

  • X NDICE

    104; m. El "texto inconsciente" de un sueo; iv. El inconsciente es la condicin del lenguaje. Interdependencia de los sistemas preconsciente e inconsciente, 118; v. Estudio clnico de ciertos mecanismos fundamentales del inconsciente, 126

    L E N G U A J E E I N C O N S C I E N T E , POR CONRAD S T E I N 1 3 5

    D I S C U S I N 1 4 8 Merleau-Ponty, 148; Andr Green, 149; Tosquelles, 161; E. Minkowski, 163; Henri Lefebvre, 164; Jacques Lacan, 168; Serge Leclaire, 182

    TERCERA PARTE: NEUROBIOLOGA E INCONSCIENTE

    C O N S C I E N T E E I N C O N S C I E N T E E N E L P E N S A M I E N T O NEUROBIOLOGICO ACTUAL. ALGUNAS R E F L E X I O N E S SOBRE L O S H E C H O S Y L O S M E T O D O S , POR CLAUDE BLANC 1 9 5 i. Los datos experimentales, 201; ii. Los mtodos en neurobiologa, 221; ni. Los obstculos epistemolgicos, 238

    R E F L E X I O N E S A P R O P O S I T O DE LA C O M U N I C A C I O N DEL DR. BLANC SOBRE " C O N -CIENCIA E I N C O N S C I E N C I A E N E L P E N S A M I E N T O NEUROBIOLOGICO A C T U A L " , POR G. C. LAIRY 2 4 8

    D I S C U S I N 2 5 4 G. Lantri-Laura, 254; Serge Leclaire, 256; Jean Laplanche, 257; Paul Guiraud, 257; Ren Anguelergues, 259; Maurice Dongier, 263; Eugne Minkowski, 264; Jean Hyppolite, 265; Andr Green, 265; Henri Ey, 267; Claude Blanc, 271

    CUARTA PARTE: EL INCONSCIENTE Y LOS PROBLEMAS PSIQUITRICOS

    E L PROBLEMA DEL I N C O N S C I E N T E Y LA PSICOPATOLOGA, POR H E N R I EY 2 7 7 i. El inconsciente agitado por la reflexin, 278; II. El inconsciente revelado por la psicopatologa, 290; iii. La estructura del ser psquico y el problema del in-consciente, 305

    E L I N C O N S C I E N T E O E L N O - Y O DE LA P E R S O N A , POR S. F O L L I N 3 1 3

    E L I N C O N S C I E N T E Y LA PSICOPATOLOGA, POR ANDRE G R E E N 3 3 7

    D I S C U S I N 3 6 2 J . Hyppolite, 362; Henri Ey, 362; J. Hyppolite, 362; Henri Lefebvre, 362; Hyp-polite, 364; Minkowski, 364, G. Lantri-Laura, 365; Laplanche, 369; Minkowski, 369; Henri Ey, 370

  • N D I C E XI

    Q U I N T A PARTE: EL INCONSCIENTE Y LA SOCIOLOGA

    M O D E L O S SOCIOLGICOS DEL I N C O N S C I E N T E , P O R H E N R I LEFEBVRE 3 7 5 i. Generalidades metodolgicas, 375; n. Modelo A, 377; ni. Modelo B, 379; iv. Modelo C, 381; v. Modelo D, 383; vi. Conclusin, 384

    E L I N C O N S C I E N T E Y LA SOCIEDAD, POR CONRAD S T E I N 3 8 7

    SEXTA PARTE: EL INCONSCIENTE Y EL PENSAMIENTO FILOSFICO

    SOBRE E L I N C O N S C I E N T E Y EL P E N S A M I E N T O FILOSOFICO, POR A. DE W A E L H E N S 4 0 1

    L O S P R O B L E M A S DEL I N C O N S C I E N T E Y EL P E N S A M I E N T O F E N O M E N O L O G I C O , P O R G. LANTRI-LAURA 4 1 7 i. Las posiciones originales de la problemtica, 417; n. Las vas de la fenomeno-loga, 421; ni. U n a formulacin de respuestas concretas, 426

    E L C O N S C I E N T E Y E L I N C O N S C I E N T E , POR P A U L RICOEUR 4 4 0 i. La crisis de la nocin de conciencia, 441; n. La crtica de los conceptos freu-dianos, 442; m . La conciencia como tarea, 446

    i

  • xiv ADVERTENCIA PRELIMINAR

    La obra que presentamos al lector es sin duda la contribucin colectiva ms lcida, comprensiva y profunda de cuantas se han hecho hasta ahora para esclarecer el misterio del inconsciente, ese continente oscuro y negado de la psique humana que muchos presin-tieron, pero que slo el genio de Freud se atrevi a explorar y roturar. El valor de este encuentro multidisciplinar no reside tanto en la calidad excepcional de los interlocutores y en la multiplicidad casi exhaustiva de los enfoques propuestos, como en el rigor y la lucidez con que son encarados los problemas y sus implicaciones epistemolgicas, sociol-gicas y psiquitricas. El punto de vista psicoanaltico est mayoritariamente representado por la llamada escuela estructuralista que, inspirada por la obra en gran parte convergente de Jacques Lacan y Claude Lvi-Strauss, propone no una revisin, sino una "lectura" de Freud fiel a los textos clave.

    La lectura de Freud en espaol tropieza con dificultades de crtica textual considera-bles. De las Obras completas de Sigmund Freud existen en castellano tres ediciones: la de Biblioteca Nueva (3 volmenes, Madrid), la de Santiago Rueda (22 volmenes, Buenos Aires) y la de Ixtacchuatl (Mxico). Los dos primeros volmenes de la edicin de Biblio-teca Nueva (1923, reimpresiones en 1948 y 1968) contienen la casi totalidad de la obra publicada por el maestro viens y traducida por don Luis Lpez Ballesteros y de Torres hasta 1923. El elogioso prlogo de Freud le ha dado una especie de prestigio sagrado e intocable, que ha inhibido la necesaria labor de correccin y puesta al da realizada, por ejemplo, por los ingleses en su Standard Edition. La verdad es que esta primera versin, muy meritoria en su momento, est plagada en sus reimpresiones sucesivas de erratas, imprecisiones y locuciones obsoletas, omisiones y extrapolaciones que hacen de ella un texto crticamente poco confiable. Las ediciones argentina y mexicana, por otra parte, se han limitado a reproducir el texto de Lpez Ballesteros. La edicin de Santiago Rueda, sin embargo, contiene, a partir del tomo XVIII, la versin castellana de todas las obras no traducidas por Lpez Ballesteros e incluso algunas que no aparecen ni siquiera en las ediciones alemana e inglesa, supuestamente definitivas y completas. Esta versin, realizada por Ludovico Rosenthal, es de una fidelidad impecable y contiene valiossimas notas, que hacen de ella una traduccin ejemplar y un texto absolutamente confiable. Trece aos despus de circular la traduccin de Rosenthal la Editorial Biblioteca Nueva public como tercer tomo de las Obras completas de Sigmund Freud la versin de esas mismas obras a cargo de Ramn Rey Ardid, versin igualmente pulcra y cuidada que en muchas pginas parece una transcripcin de la de Rosenthal, al que por lo dems no se cita jams.

    En la presente obra como en otras de esta misma editorial hemos resuelto citar los textos de Freud de la manera siguiente: los traducidos por Lpez Ballesteros aparecern con los ttulos propuestos por ste seguidos de las letras BN (Biblioteca Nueva) y de la indicacin en nmeros romanos del tomo en que se encuentran y la pgina de la ltima

  • xiv ADVERTENCIA PRELIMINAR reimpresin de 1968. Los otros textos aparecern citados por las dos traducciones, la de Rosenthal (SR = Santiago Rueda) y la de Rey Ardid (BN) seguidas de las indicaciones de tomo y pgina correspondientes.

    La traduccin de una obra colectiva plantea siempre dificultades al traductor, dificul-tades acrecentadas cuando los diferentes autores hablan lenguajes especializados diferen-tes. En la obra que ahora presentamos al lector se agrega a stas una complicacin suplementaria por lo que respecta a los enfoques psicoanalticos: la del estilo y terminolo-ga peculiares de Lacan y sus discpulos. Entre los trminos nuevos introducidos por ellos en la jerga psicoanaltica, ya de por s un tanto esotrica y provocativa para el lector medio, se encuentran los de bance y capitonnage. Bance, que hemos traducido sistemticamente por "apertura", connota dos significaciones: la de algo hueco, vaco, abierto y la de aptitud y aspiracin a ser llenado, cubierto o colmado. Una boca abierta por el deseo la del beb dispuesto a mamar sera la imagen primordial de la bance. En cuanto a capitonnage, lo hemos traducido por "nodulacin" (y, correlativamente, point de capitn por "punto nodal"): la imagen de que se sirve Lacan al emplear estos trminos es la de la masa amorfa de lana o guata, sujeta y modelada por los botones sobre la seda o tela que la fijan al soporte o respaldo. En el contexto, se refieren a nudos en los que se entrecruzan y fijan los hilos de la red significante: de ah nuestra versin de "puntos nodales".

    Los psicoanalistas franceses (y no slo los lacanianos) han traducido el trmino freudiano Phantasie - n o como facultad de imaginar (la Einbildungskraft), sino como el mundo imaginario, sus contenidos y la actividad creadora que lo anima (Das Phanta-siereri)- por fantasme. Tambin lo han hecho as los italianos frecuentemente. En espaol se ha traducido habitualmente por "fantasa", desde Lpez Ballesteros, traduccin correc-ta, aunque no responda totalmente a la semntica de la palabra alemana y tenga otras connotaciones que diluyen un tanto su especfica significacin psicoanaltica. De ah que en la presente versin hayamos conservado el matiz acentuadamente psicoanaltico que han pretendido marcar los autores franceses, traduciendo su fantasme por "fantasma". Pero la realidad denotada por la palabra "fantasma", insistimos, es la misma que la habitualmente designada por la de "fantasa" en la literatura psicoanaltica de lengua espaola.

    Otra nocin -s ta del vocabulario freudiano clsico que aparece frecuentemente en estas pginas, y por cierto con una significacin central, es la correspondiente a la palabra alemana Besetzung, vertida por Lpez Ballesteros diversamente segn los diversos contextos (carga, ocupacin, revestimiento, etc.). Los autores franceses la han traducido por investissement, trmino cmodo y fiel al enfoque econmico (energtico) al que apunta Freud y que permite asimismo verter sus derivados y compuestos mediante trmi-nos morfolgicamente homlogos (Besetzen = investir; Gegenbesetzung = contrainves-tissement; beberbesetzung = surinvestissement; Besetzungsentzug = dsinvestissement, etc.; trminos franceses que pueden sin violencia verterse en espaol, respectivamente, por "investir", "contrainvestir", "sobreinvestir", "desinvestir", etc. En la literatura psicoana-ltica especializada de lengua inglesa se ha traducido por cathexis, en la italiana por carica o investimento y en portugus por carga o investimento. En la espaola se ha recurrido

  • xiv ADVERTENCIA PRELIMINAR tambin ltimamente al neologismo "catexis", varindolo tambin en sus derivados "con-tracatexis", "catectizar", etc. En la presente traduccin hemos utilizado indiferentemente "catexis" e "investicin" como sinnimos, renunciando al original "carga", demasiado comprometido con presupuestos mecanicistas. "Catexis" y sus derivados, como tecnicis-mos, constituyen un esfuerzo por evitar el equvoco; pero resulta un trmino excesiva-mente ajeno y abstracto y fonticamente lamentable; "investir", en castellano, es un verbo de raigambre jurdico-moral cuyo significado genuino (investir de poder a un suje-to) apunta al sentido medular del concepto freudiano: atribuir una energa (un poder de accin o capacidad de trabajo) a un objeto (fantasa, imago, instancia psquica). Y se presta mejor a variaciones morfolgicas ms idiomticas y menos malsonantes.

    Al justificar as nuestras opciones terminolgicas, damos con ello testimonio de la ambigedad de todo lenguaje y especialmente del psicoanaltico: si el inconsciente, como pretenden Laplanche y Leclaire, funda todo lenguaje, lo funda en la ambigedad y en el simbolismo y todo traductor es, en parte e irremediablemente, un traidor.

    A R M A N D O S U A R E Z

  • PREFACIO

    Las cuatro Jornadas que fueron dedicadas al problema del inconsciente constituyeron el sexto de los Coloquios que organic durante mi servicio en Bonneval.

    Quisiera recordar primero cules fueron los anteriores: En agosto de 1942 expuse en grandes lneas, a mis amigos y discpulos, mi proyecto

    de escribir una historia natural de la locura. Por la dureza de los tiempos y el carcter conjetural de mi propio proyecto, slo un pequeo opsculo publicado en la Imprimerie Vendenne (La Roche-sur-Yon, 1943) lleva la huella de ese primer Coloquio.

    En 1943, las Jornadas de Bonneval fueron dedicadas a una gran discusin sobre las relaciones de la neurologa y la psiquiatra, en la que confront mis concepciones con las de J. de Ajuriaguerra y H. Hcaen. Los resultados de este segundo Coloquio aparecieron en 1947 en la editorial Hermann et Ci., Pars.

    En 1946 tuvo lugar la famosa discusin sobre "la psicognesis de las psicosis y las neurosis", cuyo brillo, aunque ya un poco apagado, reluce an en el fondo de todos los que participaron. All nos dimos cuenta Jacques Lacan y yo tanto de la divergencia de nuestra bsqueda de la verdad como de la comunidad de nuestro esfuerzo por llegar a ella. Este Coloquio fue publicado en esta misma coleccin (Descle de Brouwer) en 1950.

    En 1950 se discuti sobre el problema de "La herencia" y sobre las comunicaciones redactadas por H. Duchne y por m al respecto, en el mismo ambiente amistoso y apasionado. Desgraciadamente nunca pudimos reunir, para publicarla, esa amplia discusin.

    En 1957, antes del II Congreso Mundial de Psiquiatra, volvimos a reunimos en Bonneval para examinar a fondo y puedo emplear la expresin para calificar la profundi-dad de estos debates ejemplares el problema de la esquizofrenia. Este Coloquio fue publicado en la revista L 'Evolution Psychiatrique, en 1958.

    Y finalmente en 1960 se llev a cabo el Coloquio sobre el inconsciente, preparado durante varios aos, y cuya publicacin exigi tambin varios aos. Debemos una disculpa por publicar tan tarde las ponencias y las discusiones a las que dieron lugar, mas sucede que el tema, eterno, no ha perdido indudablemente nada de su actualidad.

    Debo agradecer por su participacin a los maestros de filosofa, psiquiatra y psico-anlisis que tuvieron la gentileza de participar.

    Ninguno de nosotros olvidar la atmsfera electrizante de esos debates, que alcanza-ron por momentos un paroxismo apasionado que el lector presentir al conocer las ponencias, las cuales han sido reducidas, con el tiempo, a una objetividad ms serena.

    HENRI EY

  • PROLEGOMENOS

  • CONOCIMIENTO DEL INCONSCIENTE

    H E N R I E Y

    Lo que define al inconsciente es que sea desconocido para la conciencia. Y es un hecho que fuera de la conciencia no hay conocimiento. Fuera del conocimiento el ser se desva-nece para caer en el no-ser, es algo que nos inclinamos a pensar. De tal manera que podemos medir el abismo que se abre ante nosotros cuando pretendemos conocer lo que no es conocido y captar lo que no es. Es as como muchos hablan del inconsciente, como si fuera lo contrario de un ser, para no ser ni una cosa ni un pensamiento. Quiz entonces el ser del inconsciente no sera sino una palabra "congelada" que slo a los ojos del sofista aparecera con el brillo de la ms deslumbrante realidad. El ser o el no-ser del inconsciente nos conducen a una difcil meditacin que separa el cogito del cogitatum.

    Cmo es un ser desconocido? Sin duda, conocer es dar y darse el ser en su esencia y sus atributos. Y es as como conocemos las cosas, cuando podemos declinar y conjugar todas sus modalidades de ser descubrindolas en su condicin de objetividad. Pero esta-mos lejos de esta adecuacin entre el sujeto del conocimiento y su objeto, en esta regin del ser donde la ontologa del ser humano, de su conciencia pura y de su Dasein, revelan que es un "ser para s" desgarrado por la contradiccin y cuyo ser pone en cuestin su propio ser. Vale decir que el conocimiento de ese ser no podr ser jams entero para s mismo. Slo refirindonos a la constitucin del conocimiento objetivo, no considerando el ser para s, lo desconocido de s puede negarse en su pertenencia al ser; y no es una de las menores paradojas de la filosofa de esta poca el que nieguen el inconsciente aquellos mismos que designan el ser para s como un ser (en) "hueco", segn la famosa expresin de Hegel, quien al plantearse la cuestin de su ser no puede constituirse sino como su enigma.

    Habra que decir ms bien que el "no-ser" de lo desconocido es un j.7jov ms que un ovkv Volvemos al tiempo de Parmnides, de Gorgias y de Platn. Me parece que todo lo que leemos en El sofista sobre el ser del no-ser puede aplicarse al inconsciente. Se dice all del no-ser que se revela como un tercero rprov aTioiiaudoaeraL y que es el otro. Es que, nos dice Scrates, en ese dilogo que es uno de los puntos culminantes del pensa-miento humano, el no-ser no es menos ser que el Ser. (El inconsciente no existe menos que el consciente, as como el ser es tambin un no-ser.) Es en efecto en lo mltiple, en el movimiento y en el devenir y no, como queran los Eleatas, en la categora de lo "uno" y de lo inmutable, donde aparece el ser con la sombra de su no-ser.

    Pero esta teora de los "mixtos" y del dinamismo del ser se encuentra en muchas filosofas y en las ms opuestas. Pienso que no es difcil, n i siquiera para este "filsofo no filsofo" que soy sin serlo, encontrar la genealoga o la misma idea y la superacin de esta contradiccin en casi todos los maestros del pensamiento antiguo y moderno. En Arist-teles por supuesto. Tambin en Kant (en la medida misma en que pasa de la esttica a la dialctica trascendental planteando la multiplicidad de los actos intuitivos y sintticos).

  • 6 P R O L E G M E N O S Tambin en Hegel, donde este pensamiento es explcito, cuando sigue el itinerario que va de la inconsciencia de la conciencia a la conciencia de s y de los otros. Y aun en Husserl, de quien se piensa sin embargo con frecuencia - y l mismo lo hace pensar- que sigue el camino cartesiano de una fenomenologa puramente trascendental, pero en la que la "constitucin" del ser por sus ambigedades mismas lo sustrae a un saber puro y simple. Las reflexiones son numerosas y pertinentes al tema (cf. A. de Waelhens). Equivalen a decir que la multiplicidad compuesta del ser que implica el no-ser o se opone (como se oponen los datos del sentido, los momentos noticos o hilticos y la estructura noemtica de las presentaciones reflexivas del "logos") no puede conformarse a la transparencia de un saber que abarca - s in dejar nada la totalidad del ser. Maurice Merleau-Ponty en su prefacio al libro de Hesnard admite justamente que hay en Husserl un "pre-ser". Pero no nos detengamos en esos abismos ni en esas cimas de la metafsica. Digamos que el ser del inconsciente en tanto que escapa al conocimiento es un no-ser, pero slo relativo, porque como vamos a ver, como lo he indicado en mi ponencia y como se dice en El sofista no es posible separar radicalmente el ser y el no-ser y la definicin del inconsciente (no-cons-ciente) no destruye su ser, porque la definicin de la conciencia lo implica. Esta es al menos la tesis que no dejo de defender. El ser puede ser naturalmente desconocido. Esto es evidente en cuanto a los objetos del mundo exterior al menos si se recusa el solipsismo idealista. Pero pensemos en lo que sucede con lo que es desconocido del Sujeto, y tomemos como ilustracin el ejemplo aqu primordial y perfectamente ejemplar de la historia de Edipo. Edipo teme su destino, pero lo considera hipottico. Lo que ignora y lo que le es revelado en la tragedia y la sangre es que ese destino se ha cumplido. Ha matado a Layo y se ha casado con Yocasta creyendo ser hijo de Polibio; es el descubrimiento de esa verdad objetiva lo que le es horrible, lo que forma el tema de la tragedia, exterior a Edipo mismo, vctima de una terrible varfKr\. Pero si esta tragedia, para ser reconocida como inherente al deseo de los hombres, desciende del personaje mtico donde era exterior a l mismo (en el orculo y en la realidad de los acontecimientos que forman la tragedia), al hombre real que contiene la tragedia de Edipo como el prototipo mismo del "no-ser consciente" (o desconocido de s mismo), esta tragedia es a la vez real en las fuerzas de su deseo e imaginaria en su historia. Tal es el inconsciente que nos revel Freud. El inconsciente es, pues, esa profundidad del ser, lo que no est en su superficie, no slo por no estar sino por no deber estar. Est y slo puede estar all en la profundidad abismal. Es en el fondo de s lo que es, y no puede aparecer ms que en transparencia. Es lo contrario de la nada, para no ser sino ausencia del "campo de la conciencia" o de la "conciencia de s", es decir, de las dos modalidades del Ser consciente que al reprimirlo lo consagra. Y esa ausencia (que es un "como si no estuviera") es la que resulta de su exclusin por inactualidad o de su prohibicin por ilegalidad. Este inconsciente es negado con frecuencia porque, como deca Bergson cuando examinaba la razn de este descono-cimiento, no se sabe dnde meterlo. Uno se obstina, en efecto, en colocarlo en algn lugar del espacio, cuando es la profundidad del ser en tanto que ste implica, al mismo tiempo, una ipseidad opaca y una apertura problemtica a su mundo. Esta opacidad y este peso constituyen el ser de latericia del inconsciente.

  • C O N O C I M I E N T O DEL I N C O N S C I E N T E 7 LAS MODALIDADES DEL SER LATENTE

    Si la validez de este ser psquico implcito, virtual y latente que es el inconsciente resulta de la ontologa del ser psquico en tanto que es una unitas multiplex, un ser problemti-co, un ser para el que su ser est en discusin, es necesario pues y ste ser, pienso, el tema esencial de las Jornadas que pasaremos juntos, en la fiebre de discusiones apasiona-das que nos preguntemos cules son las modalidades de ese ser inconsciente.

    El inconsciente no puede ser una pura negacin, una simple falta de "conciencia". Es esencialmente una negacin en la medida misma en que la conciencia y l se constituyen en una forma conflictiva. El inconsciente no se conforma a la legalidad del ser consciente. Tal es la intuicin fundamental, la revolucin copernicana del descubrimiento de Freud. De tal manera que el inconsciente "por naturaleza" revela a la estructura razonable que su ser inconsciente es ilegal. De ah la represin de que es objeto. Esto equivale a decir que las relaciones del consciente y del inconsciente slo pueden inscribirse en el contexto de la Ley. Es en efecto contra la dura ley de la realidad, contra el aparato lgico de la percepcin y del conocimiento que el inconsciente, como imaginario, es reprimido en el campo de actualidad de la conciencia en tanto que ste est slidamente organizado. Y es contra los imperativos de la razn terica y prctica, contra su jurisdiccin, por lo que es rechazado por el Yo como contrario a sus fines. Esto quiere decir que el inconsciente se ve obligado a esconderse, que es encarcelado y por as decirlo condenado a no aparecer, a manifestarse slo en las tolerancias o las debilidades del texto de la ley. Es justamente en la densidad del discurso, como un jeroglfico que hubiera que descifrar, donde le est permitido hacerse transparente, introducirse entre sus mallas.

    En ltima instancia, el "psicoanlisis" es lo nico que permite hacerlo aparecer. Ya sea que, disimulado, slo se revele gracias a las negligencias de un control que se debilita en la vida cotidiana (olvidos, lapsus) o en los brotes espontneos del chiste o del acting-out de manifestaciones fulgurantes; o que, como en el sueo, cuando la concieda pierde su estructura, se ofrezca en imgenes, Pero aun en ese caso no se revela sino al otro y slo a condicin de un trabajo hermenutico que lo descubre, que penetra en su simbolismo para extraerle el sentido.

    No es sino a travs de las palabras expresadas por el otro como el otro implicado en su propio discurso puede aparecer, puede abrirse (mediante la indispensable llave de sus sueos que l mismo no posee) a la conciencia, acceder a su propio saber. Y aun entonces (todos los desciframientos laboriosos de las neurosis, las pacientes revelaciones del incons-ciente que hay en todos los hombres), ese trabajo de descubrimiento de s o de armoniza-cin del Yo con lo que no saba ser, aun entonces nunca es completa la transparencia del ser para su conciencia.

    Mas si esta opacidad es como consustancial a la estructura del ser psquico, verdad es que en la enfermedad mental es ms oscura. El inconsciente es entonces a la vez ms fuerte, ms aparente para el otro y ms refractario a entrar en la conciencia del neurtico. No es nada sorprendente que sea precisamente all, en ese campo, donde Freud descubri lo que era el inconsciente: el efecto de la represin. El neurtico parece ser aquel en quien, por excelencia, el inconsciente no aparece a la conciencia, precisamente porque sta conserva y exagera sus capacidades de represin y porque las fuerzas del inconsciente

  • 8 P R O L E G M E N O S frustran sus prohibiciones mediante la produccin de las manifestaciones neurticas simblicas.

    La estructura misma de la neurosis supone la agudeza de este conflicto, de este drama. Si nos remite a la historia de Edipo es, por supuesto, porque el mito edpico refleja una de las problemticas ms radicales de la existencia humana. Pero es tambin porque Edipo, para ser no slo lo que fue, un hombre trgicamente desgraciado, sino para ser el neurtico que no fue, hubiera no slo tenido que soportar las peripecias exteriores de su incesto, sino llevar en s mismo como un enigma, como su inconsciente, su tragedia que habra tenido que ser a la vez Edipo y la Esfinge.

    Tal es, en efecto, la ltima palabra del conocimiento del inconsciente cuya esencia es ser enigmtico y estar paradjicamente entrelazado al ser consciente. Porque, no siendo la nada fsica de un mineral o de una mquina (sin conciencia), su ser no es sino en relacin con lo que no es, es decir, en y por su relacin con la Conciencia que lo trasciende (o lo reprime). Es esta trascendencia de la Conciencia la que engendra a la vez el inconsciente en su realidad propiamente virtual y hace posible su aparicin en su desaparicin.1

    1. Posnota. Despus de la redaccin de este texto y tras el estudio crtico que he presentado de las debilidades de la teora freudiana del inconsciente, quiero precisar que, desde un punto de vista metodolgico conforme a esta ontologa 'del ser consciente-inconsciente, si el inconsciente es el objeto de un anlisis que lo hace aparecer, este anlisis hace desaparecer, al penetrar la trascendencia del ser consciente por su transparencia misma. La totalidad del ser psquico exige que, sin dejarnos arrastrar por los anlisis en profundidad del inconsciente, no perdamos nunca de vista que ste slo tiene realidad y sentido en y por el ser consciente.

  • LAS PUERTAS DEL INCONSCIENTE 25

    A N D R E G R E E N

    Este texto quiere ser un discurso de presentacin. Al planear las Jornadas de Bonneval sobre el inconsciente, ha parecido oportuno, ante la heterogeneidad de las relaciones y la sucesin de su exposicin, unificar en unas palabras introductorias los principales puntos de vista adoptados, ya que la discusin no puede dejar de reflejarlos todos desde un principio, sin esperar a que sea conocido el total de las tesis para emprender el debate.

    Aunque la mayor objetividad debe ser de rigor para semejante trabajo, me ha pareci-do ilusorio registrar de manera completamente neutra las tesis defendidas. He preferido exponerme, dando a conocer mi opinin, esforzndome por conservarle a la crtica un carcter abierto y sometindome yo mismo a su prueba. La versin aqu presentada no puede dejar de estar influida por el conocimiento de las ponencias o los textos de mis colegas contraponentes que se habr reflejado sin duda en la redaccin definitiva, aun cuando no sean citados concretamente.

    Las circunstancias de las Jornadas de Bonneval me han permitido, en un momento privilegiado de mi formacin, representar el papel de interlocutor mltiple, exponiendo puntos de vista aparentemente muy alejados unos de otros. No creo que en este momento pudiera ya volver a hacerlo. Quiz el texto se resiente ya de ello. Ruego al lector que me excuse por este desequilibrio entre las condiciones iniciales de mi participacin en esas Jornadas y las del momento en que este trabajo ve la luz.

    Puede ser acaso la seal de un anacronismo el que el inconsciente sea todava tema de torneos y debates en las asambleas psiquitricas? El que lo hizo evidente a la mirada de los hombres fue siempre mejor entendido, es cierto, por los medios literarios y artsti-cos que por los cientficos. Los que, en el campo en que fue ms iluminador su descubri-miento, hubieran debido reconocerle antes que nadie su calidad revolucionaria, se resigna-ron a hacerlo obligados por el desarrollo y la extensin de esa obra que hubieran preferido seguir ignorando. En el alba del surrealismo todava haba quien elogiaba o atacaba a Freud en las sociedades psiquitricas. Pero qu sucede hoy? Por un giro imprevisto de las cosas, el psicoanlisis es parte integrante del saber comn y casi corresponde al domi-nio pblico. La tendencia mayoritaria de la psiquiatra la de Estados Unidos lo ha adoptado generosamente, lo ha ajustado y lo ha lanzado y todo el mundo acepta, de buen o mal grado, el hecho del inconsciente. Inglaterra, donde el psicoanlisis tiene su cdigo, especie de habeas corpus de los psicoanalistas, es el nico pas europeo que facilit, en el momento del exilio, la colocacin de los primeros compaeros de Freud expulsados por el nazismo. Pero como-la mayora emigr hacia Estados Unidos, el crecimiento del movi-miento analtico europeo en Europa fue laborioso y difcil. Por el contrario, la psicopato-loga heredera de la fenomenologa y de las tendencias existenciales encontr libre el

  • 10 P R O L E G M E N O S campo para desarrollarse sin restricciones Las obras de Jaspers, Binswanger, vo Gebsattel y Minkowski, que reinaban sobre el pensamiento psiquitrico de Europa atr< vesaron el ocano muy tardamente 1 Pero habiendo florecido en esa tierra avara y reticei te, el freudismo crece con mas vigor, a pesar de la mutilacin que haya podido sufrir pe su propia maduracin interna 2 Si ha habido que esperar hasta noviembre de 1960 pai discutir el fundamento mismo de la doctrina psicoanahtica es porque al fin habra llegad el momento en que deba proclamarse el asedio a esa plaza fuerte que era paradojicamei te la psiquiatra europea cuando deba haber sido su santuario 3 Con tal motivo se \ celebrado este simposio

    I I UENTES Y PRECURSORES

    Como presentar, pues, ahora a la discusin los distintos rostros del inconsciente a trav de las exposiciones que le son dedicadas' Quiza sea necesario volver a transcribir previ mente el mito, tal como lo descubri Freud

    En nuestros das es bastante frecuente, con motivo de la busqueda de las fuent donde Freud pudo encontrar mas o menos a sabiendas la materia de su mspiracio amputar la originalidad del descubrimiento mediante un movimiento de rodeo de gr< envergadura Sabemos lo que valen esas tentativas y los fantasmas, que suelen ser exhum dos, de Hartmann, de Carus o de Herbart, vuelven al polvo de donde fueron sacados Si trata de decirnos que el tema del inconsciente era, en el movimiento de las ideas, ui preocupacin y hasta una obsesion anterior a Freud, que la intuicin de su existencia f percibida por mas de un pensador de su tiempo, que el presentimiento de la importanc del conflicto y de sus fuerzas actuantes haya podido agitar a algunos espritus, en to eso estamos muy lejos de una articulacin comparable a la que Freud alcanzo desde s primeros ensayos Por el contrario, este analisis espectral de su pensamiento en sus dist tas armnicas permite encontrar resonancias entre Freud y sus precursores, como si analisis del texto nos permitiera escuchar un dialogo que se hubiera sostenido sotto vo entre el y ellos, proponiendo estos un estilo y un tono de meditacin onginales q hicieran mas inteligibles ciertas opciones No es posible no encontrar en estas explorac nes a Schelling y la filosofa de la naturaleza Asi, como se ha subrayado muchas vec pero sin que Freud mismo lo supiera, esta la influencia de Schopenhauer Y por ultimo de Goethe, 4 en su interrogacin de las fuerzas naturales del mundo, pues fue un cu

    1 Ct Existence editado por R May y H LUenberger 2 El xito del psicoanlisis en Estados Unidos sufre sin embargo el peso de la importancia de

    movimientos freudianos supuestamente psicoanaliticos 3 Bonneval es el centro de ese santuario virtual Es significativo el que no se haya defend

    ninguna tesis que pusiera er' duda la existencia del inconsciente siendo que la gama de ponente extenda de la neurobiologia a la filosofa Ninguna refutacin seria pareca querer arriesgars discutir su sitio primordial ei> la discusin Por otra parte como cada cual quera encontrar la hoi de su zapato todos se esforzaban por adaptarse a su manera a ese mal necesario El tono de discursos acalorado en ciertos momentos tue en definitiva ui elogio del inconsciente y Bonneval el teatro de un nuevo Banquete

    4 Mare Klein ha demostrado su repercusin en Goldstein y aun en el cientfico incorruptible era Claude Bernard

  • LAS P U E R T A S D E L I N C O N S C I E N T E 11 sobre el himno a la naturaleza lo que decidi la vocacin medica de Freud. Pero y ms claramente an de lo que se ha podido sealar hasta ahora hay que establecer la filiacin con la escuela romntica alemana llamada "psiquista", que se desarroll bajo la influencia de Stahl, y de la que Heinroth (1773-1843) fue el principal representante 5 junto con Ideler (1795-1860). Estas divagaciones y hay que purgar aqu el trmino de todo senti-do peyorativo giran en torno a un tema que dice "die Nachtseiten der menschlichen Sede" [Schubart], atormentado por un maleficio demoniaco, apresado en una cosmologa cuyos elementos son visibles en una mitologa "psicocerebral"6 [Kieser, Bergman, Blumbroder, etctera].

    Freud escap a estas fascinaciones fuliginosas por las cuales, a decir verdad, no tena gran estimacin. Por el contrario, su carrera estuvo jalonada en sus orgenes, por su participacin en el equipo del fisilogo Brucke que formaba con Helmholtz y C. Ludwig la punta de lanza de las posiciones antivitalistas en fisiologa y que fue propagandista apasionado de un fsicalismo militante. No haremos sino mencionar, pues, esta herencia ancestral cuyo eco es imposible que le haya llegado. Quiz como una vibracin oculta que se produjo en l cuando, despus de abandonar los instrumentos exactos del laboratorio, cobr conciencia, frente al sujeto al que se confrontaba en el dilogo, de la esterilidad de todo enfoque que pretendiera utilizar en esa prueba las mismas referencias conceptuales que rigen los mundos cerrados. Las vea desplomarse frente al empuje de los hechos, ms propias para formar parte del museo de las mistificaciones-confortables. Quiz entonces por la inspiracin entrevio sbitamente por qu los foijadores del mito -que el dominio del sueo perpeta merecen ms crdito en su itinerario de la noche a la faz del da, con su deseo de perderse antes de llegar como nica ayuda, que aqullos, ms azarosos en su empresa armada por la artificiosa lucidez que en el recorrido inverso de lo conocido a lo desconocido deja que todo se oscurezca, a medida que se desciende en uno mismo, hasta el punto en que no se discierne ya ms que la mano que sostiene la frgil fuente de luz, impotente para aclarar algo que no sea su soporte, seguridad ilusoria en la que busca apoyo la mirada en el momento en que nada permite encontrarse en esos lugares recorri-dos, ajenos al tema de esa exploracin.

    A la muerte de su padre, Freud tuvo un sueo donde se deca, como el dictado de un deber: "Se ruega cerrar los ojos".'7

    5. Nos atenemos aqu a las influencias histricas cercanas, haciendo a un lado la impresin profunda que la cultura helnica hi/o en Freud, donde ha sido posible sealar la huella platnica e incluso la de los presocrticos.

    6. Cf. Henri t y , Fragment d'unc histoire de la psychiatrie, 1958, indito. 7. Cf. Cartas a Fliess, en Los orgenes del psicoanlisis, carta 50, S.R., XXI, p.205; B.N., III, p.

    738.

  • 12 II. REVELACION DEL INCONSCIENTE FREUDIANO

    P R O L E G M E N O S

    As, pues, cuando Freud publica en 1900 La interpretacin de los sueos, est en esa doble disposicin. Decidido a hacer obra de cientfico, mas lleno en su fuero interno de los sueos que despert el viaje a Francia y la estancia al lado de Charcot y de Bernheim. El descubrimiento del inconsciente surgir por fin de las tinieblas msticas a las que estaba destinado hasta entonces. Toda informacin sobre la vida psquica no puede prescindir de una expresin en la que se constituye, bajo la interrogacin de quien la plantea, la organizacin de sta. Pero, a la inversa, toda referencia a un "aparato" corre el riesgo de conducir a expresarse en el lenguaje de la sustancializacin. La crtica de Politzer del inconsciente freudiano, al desconocer las razones de dicha formulacin, se dej llevar por esta ilusin', como record Laplanche, cargando el concepto de realismo. De hecho, cuando Freud distingue sistemas conscientes, preconscientes, inconscientes, para los que postula fronteras, regmenes y una economa claramente autnomos, como provincias distintas, obedece a una doble exigencia. Es imposible, so pena de incongruencia o de ligereza, intentar una conceptualizacin de la actividad psquica que prescinda de una tpica. Esta constituye, en cierto sentido, una necesidad previa a una concepcin estruc-tural. Si se quiere, en efecto, articular los juegos y los efectos del sentido, es indispensable primero "localizar" por as decirlo esos planos cuyo ensamblaje es necesario para el restablecimiento del discurso en tanto que es el apoyo y la relacin de una verdad truncada. Pero, adems, toda empresa de composicin con este fin debe renunciar a utilizar una cartografa cerebral. El recorrido que separa lo que sabemos sobre la organiza-cin del cerebro de la toma de conciencia de nuestra actividad psquica debe expresarse en un lenguaje distinto del de la anatoma o de la anatomofisiologa.8 La comparacin que hace del aparato psquico como de un microscopio no es obsoleta ms que en apariencia. Los "lugares psquicos", esos focos del espritu, a los que habremos de referir-nos, sern como l mismo lo dice "puntos ideales" a los que no corresponde ninguna parte del aparato.

    En su Metapsicologa, el estudio sobre el inconsciente revela en Freud la preocupa-cin profundamente sostenida de llegar a formular en forma coherente su concepcin de los procesos psquicos. Conciencia e inconsciente figuran como sistemas calificados -por caractersticas contradictorias. No son ya slo dos mundos o dos tipos diferentes de aparicin en la conciencia, como podra creerse en una interpretacin rpida, que seran el sueo, el acto fallido, el fantasma o incluso el sntoma, sino dos modos de organizacin radicalmente diferentes.9 Se ver que es sobre esa irreductibilidad, sobre la afirmacin de una exterioridad respecto a la conciencia, inaceptable para la filosofa clsica, donde se

    8. Esto se seala claramente en la ponencia de J. Laplanche y S. Leclaire. La necesidad en que nos encontramos de recordar esta trivialidad se debe al hecho de que muchos sistemas psicopatolgicos aparentemente muy alejados de los datos anatomofisiolgicos se esfuerzan no por permanecer cercanos a los datos de la observacin cientfica, lo que siempre resulta til, sino por concebir los fenmenos psquicos segn los modelos de la anatomofisiologa, plantendose siempre las dos preguntas: "Dn-de ocurre y qu se est operando? retrocediendo siempre como el nio avergonzado ante el tema innominable que constituye el enigma: "Qu es? "

    9. El preconsciente constituira un lazo entre los dos tipos de actividad psquica, pero Fteud redujo progresivamente su participacin y situ su actividad de hecho como anexa a la de la conciencia.

  • LAS P U E R T A S DEL I N C O N S C I E N T E 25

    fundarn las oposiciones al psicoanlisis aun en las formas disfrazadas de concierto en lneas generales con la teora psicoanaltica. . . simplemente con un detalle que la mutila de lo esencial.

    La especificacin de los procesos inconscientes - y a enunciados en La interpretacin de los sueos se erige aqu en sistema. Las leyes de esa otra faz de la vida del espritu se aprecian mal o demasiado en abstracto cuando uno se mantiene fuera de la experiencia psicoanaltica. Es un pobre argumento el de tener que recurrir a esto, lo reconocemos de buena gana, pero cmo evitarlo?

    El inconsciente no conoce ni duda ni grado en la certidumbre; las fuerzas que lo rigen reinan en forma de una energa libre, con urgencia por expresarse, empleando toda suerte de disfraces para mostrarse, susceptible, en su seno mismo, de parcelacin, de cristaliza-ciones o de deslizamientos de contenido y animada en fin porua indestructibilidad, una inalterabilidad a los desgastes de! tiempo que eternizan sus efectos a lo largo de toda la vida.

    Indudablemente que esta representacin es ambigua; y a partir de esta ambigedad (que es menos, a nuestro entender, un punto dbil de la teora que una fuente de fecundidad) es como van a chocar las interpretaciones. Para los adversarios de la teora psicoanaltica, particularmente para los que hacen partir sus crticas de cierta tradicin filosfica (que se prolonga hasta nuestros das, en que apenas se comienza a dejar de recha-zar el psicoanlisis y en que se intenta interrogarlo, ponindolo en duda), una apariencia de naturalismo conduce a desconfiar de esa especie de demonomana representada aqu en todos sus artificios, negndose a reconocer en ella las formas ms originales de la intencionalidad. Ninguna arqueologa (Merleau-Ponty) del espritu estara autorizada para despojarla del sentido que es el patrimonio humano, sustituido en sus orgenes por una referencia de orden natural. Para otros, en el seno del propio psicoanlisis, es una mstica que habra que exorcizar (no es acaso la Iglesia la primera en desconfiar de lo sobrenatu-ral? ) y la tentacin de purgar, por fin hoy, al inconsciente de su vocacin, para reducirlo a fuerzas dcilmente discernibles, ser grande. El espritu mismo se inquieta por los conceptos que engendra cuando stos, rompiendo con los marcos que mantienen sus formas, surgen en una materia demasiado nueva. Vacilando entre la monstruosidad o el genio, uno se siente ms inclinado a horrorizarse por la primera que a saludar la germina-cin del segundo, sobre todo cuando el descubrimiento ha tocado las races mismas de la facultad de interrogacin del hombre, le parece amenazar la integridad de su empresa, o seala el hiato que lo mantiene dividido en la tensin que pesa sobre el movimiento oscilante de sus interrogantes.

    A pesar de esta sistematizacin, Freud renunciar a ella en parte en su segunda concepcin del aparato psquico, en la que abandona la separacin primera en sistemas: Cs. (consciente), Pe. (preconsciente), Inc. (inconsciente), en beneficio de aquella, ms netamente tpica, del Ello, el Yo y el Supery. El inconsciente deja de convertirse en una provincia autnoma; no es ya sino una cualidad, desposeda del status que le confera una autoridad casi institucional. No obstante, cuando Freud "inventa" el Ello, vuelve sobre ios mismos trminos de que se haba servido para designar el inconsciente. Qu quiere esto decir'.' Veinte aos de reflexiones en contacto con la experiencia concreta lo habrn convencido de la necesidad de extirpar toda sombra de inspiracin mecanicista que hubie-

  • 14 P R O L E G M E N O S ra podido deslizarse en su primera concepcin. Si esta complejidad evoca alguna maquina-ria, ahora sabe que se trata de una mquina infernal. El inconsciente se levanta entonces como una dimensin profundamente heterognea a las formas vividas de la conciencia como si en sus fuentes hubiera que deshacerse de todo aspecto representativo. Lo incon-cebible lo que no es lo inefable, el otro de mi discurso no es de mi naturaleza. La enajenacin no es slo una divisin, es una envoltura. Los riesgos que veamos hace un instante se encuentran multiplicados aqu en el sentido de dejar escapar el hecho de que el Ello, trmino escogido por su calidad de pronombre impersonal, est siempre habitado por un sentido o de domesticar esa fuerza en la red de los lazos del cuerpo natural.

    El peligro de hipostasiar su existencia en efectos preformados cuya entrada en juego se hara de por s es descartada por Freud: la herencia de la especie encuentra su fuerza operatoria a travs de una experiencia individual que la reconquista, como lo seala claramente con Goethe: "Lo que tus abuelos te haa dejado como herencia, si t quieres poseerlo, gnalo" (Fausto, primera parte).

    Este recordatorio no tena otro fn que el de permitir poner las cosas en su lugar y aclarar las diversas interpretaciones surgidas en torno al psicoanlisis y en su seno mismo para ayudar a disipar los malentendidos o las contradicciones contemporneas en relacin con l.

    Cmo se sitan, pues, las posiciones actuales en torno al inconsciente? Por una visin convergente es por lo que puede formarse una opinin acerca de dnde deben examinarse sucesivamente las relaciones del inconsciente con la vida pulsional, el lenguaje, la conciencia (en el sentido neurofisiolgico) y la sociedad.

    Determinemos, pues, con las tesis no psicoanalticas la cuestin de ese inconsciente problemtico, antes de interrogarnos acerca de lo que divide a aquellos que hacen profe-sin de estar familiarizados con su ejercicio.

    III. LA NEUROBIOLOGIA Y EL PENSAMIENTO NATURALISTA ANTE EL INCONSCIENTE

    La neurobiologia tena algo que decir por lo menos eso se pensaba acerca del proble-ma del inconsciente. Algunos hechos le daban el derecho a hacerlo; trabajos de estos ltimos aos han colocado al frente del escenario los problemas conjuntos de la concien-cia, de la vida instintivo-afectiva y emocional, de la memoria, del automatismo, que se reagrupan en el examen del "paleocerebro", 1 0 cuyo estudio fue abandonado despus de la intuicin de los autores antiguos, en provecho de las funciones "nobles" de las capas ms recientes, ms diferenciadas, de la organizacin cerebral, aunque quiz menos instruc-tivas sobre la actividad psquica. Es sabida la importancia que tuvo el haber puesto en evidencia, hace ya muchos aos (pero ya esos descubrimientos, en el momento en que entran en el campo del saber de las disciplinas conexas, aparecen como una preocupacin superada entre los especialistas), los sistemas cerebrales que lo constituyen. Lo que carac-teriza esas formaciones es una accin que, a falta de mejor trmino, hay que llamar integrativa, de unificacin, de convergencia, de reunin de las aferencias de los sistemas

    10. Cuya importancia haba sido captada por la obra clnica de Paul Guiraud antes de la experi-mentacin.

  • LAS P U E R T A S D E L I N C O N S C I E N T E 25

    llamados especficos. 1 1 Este segundo sistema mucho ms flexible, ms aleatorio, por la afluencia de sus tareas o por la ms variada de sus funciones, asegurara adems el aspecto correlativo de vigilancia y aun operara hasta un control inicial de las informaciones

    Serifricas, desempeando incluso un papel de orientacin, de canalizacin de los influjos ue vienen a dar una direccin determinada a la tensin dinamognica. Recurrimos aqu a jrmulaciones psicologizantes para aprehender una realidad que la electro fisiologa misma se declara insuficiente para representar, teniendo que recurrir para definirla a la neuroqu-mica y a la ciberntica. Adems, el estudio de esas formaciones aporta una rica cosecha de hechos experimentales sobre los estados de hipersexualidad, las actividades oroemociona-les, el desencadenamiento de automatismos compulsivos, la memoria, si es posible aplicar ese trmino al animal, etctera.

    Los neurofisilogos, como se sabe, se abstienen de hacer especulaciones. Parecen desconfiar menos de sus postulados implcitos y rara vez se someten, con algunas excep-ciones, a discutirlos. Hay que registrar cierta dimisin por su parte en este sentido con el pretexto de un rechazo a comprometerse en el terreno demasiado vasto de una discusin en exceso conjetural. 1 2 Sin duda habra cierta demagogia en hacerles el juego, aceptando una separacin mistificadora de las tareas. "A ustedes les tocan los hechos, a nosotros la reflexin." En verdad lo que se teme aqu es un desplome de la objetividad de la ciencia y del fundamento de sus postulados implcitos, en esas aventuras del examen crtico.

    Una de las lecciones ms instructivas de estos nuevos descubrimientos es la ineluctabi-lidad de los fenmenos de sentido. La preseleccin de las seales requiere la diferencia-cin de lo significante y lo no significante en los procesos de activacin de la vigilancia. 1 3

    ' Es significativo el que estos trabajos vengan a confirmar una intuicin filosfica ya netamente marcada desde Hegel: la consustancialidad de los campos de la conciencia 1 4 y del deseo. Es evidente que ninguna tentacin nos incita a hacer uso, de nuevo, de un paralelismo psicofsico que Freud mismo recus, precisamente a propsito del problema del inconsciente. Por otra parte, las mallas de la conciencia a travs de las cuales da seales de su presencia nos dejan sm otra respuesta, en la perspectiva neurofisiolgica o neuropsi-quitrica, que la de una falla en el funcionamiento, lo que excluye que pueda extraerse algn sentido de ella.

    Para los psicoanalistas semejante empresa es instructiva en tanto que nos revela el punto hasta donde puede avanzar el pensamiento neurobiolgico. Ese punto extremo sera el de una convergencia entre los puntos de vista de una tendencia particular del

    11. Porque sirven de vehculo a informaciones dotadas de cualidades definidas. 12. No tue a un neurofisilogo sino a un clnico electroencetalograto [C. Blanc| pertectamente

    informado al que correspondi, en defensa propia segn l mismo precis, la materia de reflexin de ese saber.

    13. "Una accin nerviosa difusa, no especfica, estereotipada, puede contribuir sin duda a la aprehensin de una significacin, por ejemplo manteniendo el organismo en vigilancia o en estado de alerta, pero si no puede servir de sustrato a la diferenciacin de lo significante y de lo no significante que supone la distincin de la figura y del fondo, en resumen, un proceso selectivo de oposicin" |C BlancJ. Nosotros diramos sin embargo, segn l, que la diferenciacin de lo significante y de lo no significante prerrequiere la de la distincin de la figura y del fondo.

    14. Pasamos aqu del sentido neurofisiolgico al sentido filosfico del trmino, no obstante, nuestra observacin merece por lo menos atencin

  • 16 P R O L E G M E N O S psicoanlisis (que podramos llamar psicobiolgica) y los mtodos genticos y antropolgicos [C. Blanc],

    Desde que una nueva corriente quebrant la slida tranquilidad de la neurologa clsica, demasiado segura de sus fundamentos y resultados, el intento de leer de una manera inteligible los problemas concretos que plantea la organizacin nerviosa en sus desestructuraciones prosigui con Monakow, Goldstein, Weizscker y, ms cerca de noso-tros, Ajuriaguerra y Hcaen. La reintegracin del sujeto se produce con ayuda de los mtodos genticos que Husserl, al final de las Meditaciones cartesianas, reconoce por un momento que son susceptibles de guiarnos en lo que podra ser la constitucin del sujeto. La idea comn que sostiene estas orientaciones variadas - y esto nos parece verdadero tanto para los mtodos genticos como para las corrientes antropolgicas- es la de la integracin que deriva no slo de Sherrington, sino ya de Spencer y Jackson. Aun en el mtodo holi'stico de Goldstein no es posible dejar de pensar que eso se presupone para la interpretacin globalista. Si no se trata aqu de los elementos fundidos en una totalidad y si lo esencial sigue siendo buscar las desdiferenciaciones de la actuacin a travs de la alteracin de una forma dotada de un sentido en su dilogo con el medio, lo que se requiere implcitamente es entonces la existencia previa de un fundamento organizador de esa totalidad, aunque se nieguen a decirnos nada al respecto. El paso de un comporta-miento ordenado a un comportamiento desordenado, si no es producido por el efecto de un azar no significativo, slo puede conducir a poner en tela de juicio, a travs de la desorganizacin, el proceso mismo de la organizacin. Queda por saber si esta organiza-cin implcita tiene bajo su dependencia, de manera necesaria y suficiente, la actividad psquica. C. Blanc concluye la necesidad de abandonar toda pretensin de alcanzar rela-ciones de causalidad. "Todo estudio psicobiolgico del papel de las estructuras anatmicas en el proceso psquico consciente e inconsciente se sita en una zona de interferencia de series causales a la vez interdependientes e irreductibles una a la otra." El recurso a la epistemologa gentica se justifica entonces en la medida en que propone un modelo histrico explicativo del tiempo y de las fases de esa organizacin desmantelada por el proceso de la enfermedad, e introduce una perspectiva donde la estructura operato-ria que define el crculo de las relaciones del sujeto con el objeto se determina por referencia a un pensamiento no causal sino implicativo.

    A pesar de todo, cuando en el momento de concluir se definen los "parmetros axiolgicos", esta definicin permanece en el plano de un ambientalismo amplio en el que no se encuentra por ninguna parte la exigencia de la heterogeneidad del sentido en relacin con sus determinaciones, aunque stas sean convergentes. A fortiori aqu no nos importa sino aquello que definira la actividad consciente ms sistemtica pero menos fenomenolgicamente verdadera, que Piaget valora excesivamente en los procesos opera-torios. La reflexin a la que nos vemos conducidos sobre la teora del conocimient.o nos lleva a reencontrar con Husserl la prevalencia que vale en principio y antes que cualquiera otra del Ego trascendental.

    La objecin evidente que surge de esta crtica es que conduce a un nihilismo cientfi-co. Deberemos diran los fisilogos esperar a que se haya dicho a ltima palabra sobre el Ser o la Esencia antes de autorizarnos a la dilucidacin parcial del mundo? Semejante posicin sera evidentemente tan estril como errnea. Pero en realidad un

  • LAS P U E R T A S DEL I N C O N S C I E N T E 25

    hombre de laboratorio, por ms que afirme no abrigar otras intenciones, no renuncia jams a una explicacin ms completa, si no total, de su objeto de estudio, que sigue siendo siempre in fine el hombre. Este deseo es reconocido a veces ms o menos tardamente. Los hombres de ciencia se descubren casi siempre al final de su carrera talentos de filsofos, pero de filsofos que creen haber tenido la fortuna, por don o por mtodo, de escapar al brumoso hermetismo de la filosofa. A veces sus objetivos son ms discretos pero siguen siendo actuantes en sus cogitaciones interiores. Es en ese momento cuando, al despertar en ellos el demonio, consideran los imperativos esquematizantes de la investiga-cin aislada del laboratorio como el nico procedimiento sano para el descubrimiento de la verdad. La necesidad se ha convertido en virtud cuando no toma la forma imperativa de la ley. Pero el legislador no es aqu el que establece un puente practicable en los intercam-bios humanos, sino que est investido de una legitimidad que rechaza todo debate sobre el fondo. Por eso nuestra crtica se refiere a los postulados y a las implicaciones de los descubrimientos cientficos. Con frecuencia stos abandonan el plano de un develamiento parcial del saber, fingiendo desconocer la intencin profunda que los anima en la concien-cia de s del investigador y que pretende erigirse en saber absoluto.

    Rechazar sin discusin los datos de la neurobiologa como impropios en sus princi-pios para revelarnos algo de lo esencial sobre el inconsciente nos habra dispensado de esta entrada en el mundo deshabitado del laboratorio o en el universo impersonal de una physis a la que se querra hacer desempear un papel hegemnico en un perodo domi-nante de la neurofisiologa. Dos razones nos han disuadido de ello: primera, porque era necesario someter a examen aquello sobre lo que se apoya la psiquiatra de inspiracin organicista, y segunda, para disipar el equvoco que podra reinar sobre cierta interpreta-cin naturalista del psicoanlisis, a partir de determinadas metforas freudianas 1 5 acerca de la naturaleza del Ello, el que, segn los trminos mismos de Freud, desemboca "en lo somtico, y . . . acoge all en s las necesidades instintivas que encuentran en l su expre-sin psquica, pero no podemos decir en qu sustrato". 1 6 Si, p o r tanto, q u e r e m o s tratar de la corporeidad y tenemos indudablemente la misin de pensar algo de ella, la manera que tengamos de abordar ese enigma ser la que podr justificar nuestro procedimiento.

    Es forzoso, pues, para hablar del cuerpo, adoptar las referencias mismas de la lengua de que nos servimos para decir cualquier cosa.

    La psiquiatra, y la de Henri Ey en especial, debe concebir, pues, de una manera diferente el apoyo que espera encontrar en la neurobiologa. Pero, podra decirse, no se haba conquistado ya todo esto definitivamente desde la estructura del comportamiento de MerleauPonty? La afirmacin radical que contiene: "Hay que comprenderen reali-dad la materia, la vida y el espritu como tres rdenes de significaciones" est casi siempre sostenida, en ese momento del pensamiento del filsofo, porua concepcin integradora implcita. Esta reconoce la existencia de saltos mutativos, de apariciones de "rdenes" especficos, mas queda en una inspiracin que podra llamarse piramidal. Sin embargo, es el mismo MerleauPonty el que nos prometa una fructuosa solucin filosfica del in-

    ]5. Ll trmino metfora, debe ser tomado en el sentido estricto y no en su acepcin diminutiva de analoga.

    16. Nuevas aportaciones al psicoanlisis, B.N., II, 913.

  • 18 P R O L E G M E N O S consciente al introducir en la discusin, cuya exposicin seguir, el concepto de magnitud negativa de Kant y, sobre todo, al subrayar la necesidad de pensar con Husserl los problemas del espritu sobre todo en el campo de las relaciones con el cuerpo en la dimensin de discontinuidad. 1 7- Habramos esperado con impaciencia los estudios sobre la carne que nos prometa, que de acuerdo con ciertos signos 1 8 hacan abrigar grandes esperanzas. 1 9

    IV. LA SOCIOLOGIA Y LA ANTROPOLOGIA SOCIAL: ESTRUCTURAS INTERSUBJETIVAS

    Abramos ahora otra puerta del inconsciente. Podr la organizacin institucional darnos acceso a all donde la organizacin natural nos deja apenas en el umbral? En la sociologa contempornea, pocos cuerpos doctrinales se presentan a examen en una forma tan coherente como el marxismo. No volveremos a oponer aqu a Marx y a Freud, como tampoco trataremos de reconciliarlos en la armona universal. Pero nos vemos obligados a comprobar que los pases donde las conquistas del marxismo han sido llevadas ms lejos no nos han dicho nada nuevo acerca de la conciencia mrbida. Nos atendremos a ese terreno sin poner directamente en tela de juicio la ontologa marxista. La nica teora que ha sido expuesta oficialmente para explicar los desrdenes del espritu, la de Pavlov, parece en definitiva descartada de la escena. Lo menos que podemos decir es que no nos ha revelado nada esencial acerca del funcionamiento del espritu humano y de sus desr-denes y apenas nos ha ofrecido el instrumento de una praxis de la enajenacin. Si, por tanto, una teora de la enajenacin, de la locura, est implcita en el marxismo, an est por nacer. De ah la preocupacin de los intelectuales marxistas que tratan de pensar el problema por vas nuevas y que se han decidido por fin a mirar ms all de la organizacin natural del hombre, fuera del laboratorio. 2 0

    17. Forzamos un poco las posiciones por las necesidades de la discusin, Merleau-Ponty escriba ya en la Structure du Comportement y precisamente a propsito del psicoanlisis: "Habra que considerar el desarrollo no como fijacin de una fuerza dada sobre objetos dados, aqu fuera de ella, sino como una estructuracin (Gestaltung, Neugestaltung) progresiva y discontinua [el subrayado es nuestro). Pero la idea que sigue siendo fundamental es la de la homogeneidad, de la unidad de esta estructura-cin nueva que no es sin duda una adicin en relacin con los rdenes anteriores, pero cuya califi-cacin no deja de relacionarse con la nocin, en el sentido general del trmino, de la integracin. Ms adelante el autor aade el hombre normal', es decir, integrado. . ."

    18. Cf. en Signes el hermoso estudio sobre Husserl, "Le philosophe et son ombre" ["El filsofo y su sombra", en Signos, Seix Barral. Barcelona, 1964],

    19. La muerte del filsofo nos ha privado de l y nos ha revelado despus sus preocupaciones profundas por la publicacin de Du visible et de l'invisible.

    20. Todava no se ha tratado de justificar el postulado que coloca la distorsin significante en las seales procedentes del mundo exterior como en las experiencias de condicionamiento - d e donde se desprendera que no estamos todos perpetuamente engaados ni enloquecidos- y no en el sujeto mismo. Si se quiere intentar desplazar en la realidad estas distorsiones significantes para hacerlas simplemente reconocibles, manejables y por lo mismo aprehendibles, la nocin de conciencia-reflejo se desploma porque de hecho esas seales no son ambiguas cuando son utilizadas por la mayora normal de los seres humanos, y nos vemos obligados a reconocer que en la experiencia concreta del sujeto el enigma o la angustia se encuentran desplazados fuera de s por un mecanismo de negacin y de proyeccin. No hay otra solucin para el problema; o bien entonces nos vemos obligados a referirnos a variantes constitucionales innatas en las que fracasa toda profundizacin de la cuestin.

  • LAS P U E R T A S DEL I N C O N S C I E N T E 25

    As las cosas H. Lefebvre no puede sino proponer, en el estado actual de la situacin, modelos sociolgicos que slo llegan a una representacin indirecta del incosciente, que opone la estructura y la coyuntura, los procesos acumulativos y los no acumulativos, la expresin y la significacin y, por ltimo, las contradicciones solubles o no solubles por la representacin.21 Encontramos en ciertas interpretaciones sociolgicas como sta la voluntad de reduccin de lo individual a lo social y la desvaloracin de lo subjetivo, en la concepcin de un "orden" jerrquico que englobara los niveles de realidad y de concien-cia, donde se alcanzara, al trmino del ascenso, el consciente "por encima" del inconscien-te, como por encima del consciente encontraramos lo real y, todava ms arriba de ste, lo social. Es de temerse que tras un examen objetivo se sustituya un voluntarismo tico; aun si la armona arquitectnica no es aqu preestablecida sino posestablecida, es curioso comprobar que, mientras que Marx aport una revolucin autntica en la concepcin de la historia, en su interpretacin de sta desde la perspectiva de la lucha de clases, contra-diccin abierta y actuante en permanencia, los marxistas no se han esforzado nunca realmente por pensar la dialctica intersubjetiva e intrasubjetiva en trminos de conflictos. 2 2

    Sera injusto proferir estas crticas contra aquellos que intentan actualmente liberarse del yugo intelectual que ha obstaculizado el desarrollo de sus posibles contribuciones a las ciencias humanas, y con ello a lo que toca a la psicopatologa 2 3 . La articulacin de las relaciones de lo psicolgico y lo social no es sin duda una tarea tan fcil de concebir. La desviacin de la lnea firme que Freud haba trazado tanto en sus obras sociolgicas como en las propiamente psicoanalticas se manifest en el desarrollo de ciertas tendencias de la antropologa cultural, o ms bien a partir de una orientacin de sta. Poseer una forma-cin psicoanaltica no es garanta suficiente para justificar en algunos socilogos el despla-zamiento de conflicto que operan del plano intra e intersubjetivo al plano individuo/so-ciedad. Sartre mismo parece haberse dejado apresar en esa trampa. "En realidad es un mtodo [el psicoanlisis] que se preocupa antes que nada por establecer la manera en que el nio vive sus relaciones familiares dentro de una sociedad dada. Y esto no quiere decir

    21. El primer modelo se adhiere al estudio de las relaciones entre la estructura y la coyuntura tal como pueden aparecer en el lenguaje, sus posiciones pronominales y el discurso; la estructura represen-ta su aspecto acabado, determinado, lgico: la coyuntura el aspecto fluctuante, variable, libre. El carcter histrico funda el segundo modelo (B), lugar de oposicin entre procesos acumulativos que seran los de la inteligencia 5' procesos no acumulativos, que especificaran la afectividad. La expresin y la significacin se oponen en el modelo siguiente (C), siendo la primera el soporte de la existencia individual mientras que la segunda considera los signos procedentes de lo social (pero no es sta la oposicin que hubiese sido necesario justificar? ). Por ltimo, el modelo final (D) confronta en el antagonismo las contradicciones solubles o que parecen tales en y por la representacin y las contradic-ciones insolubles en y por la representacin. Los malentendidos del inconsciente no se resuelven por una "visin" ms justa de las cosas.

    22. Salvo en el escaln celular o regional del cerebro. 23. Nuestros crticos se dirigen ms bien a los psiquiatras y a los psicopatlogos marxistas que no

    han hecho jams el esfuerzo sincero de pensar el problema en trminos originales y fecundos, sino que se han refugiado tras una sociognesis tan superficial como estril. Por lo dems, el pensamiento psiquitrico marxista se ha encogido como una piel de zapa despus del XX Congreso del Partido Comunista. Los que han abandonado sus filas con gran esfuerzo tratan ahora de llegar a tales formula-ciones, pero cunto tiempo perdido! Una teora de las relaciones de la enajenacin y el trabajo est an totalmente por hacerse.

  • 2 0 P R O L E G M E N O S que ponga en duda la prioridad de las instituciones. Al contrario, su objeto mismo depende de la estructuracin de tal familia en particular y sta no es ms que una cierta singularizacin de la estructura familiar propia de determinada clase en determinadas condiciones; de este modo las monografas psicoanalticas - s i todava fueran posibles-pondran de relieve la evolucin de la familia francesa entre los siglos xvin y xx, lo que a su vez traduce a su manera la evolucin general de las relaciones de produccin." 2 4 Aunque su pensamiento est ms matizado en otros casos, se tiene en ocasiones la sensa-cin de que si Sartre se muestra vigilante al denunciar el contenido vaco e inadmisible de la teora de la conciencia-reflejo para defender legtimamente la primaca del sujeto y rechazar la ilusin mistificadora de una posibilidad de aprehensin de lo real como tal (mistificacin de la que lo preserva su oficio de filsofo) cuando aborda el problema de lo social, tendera a olvidar su visin de filsofo y casi llegara a hacernos creer que lo real puede aprehenderse en la forma de las relaciones de produccin, realidad que se refracta-ra en la tica a travs de sus expresiones sociolgicas. No se trata aqu de volatilizar el sujeto y de aceptar lo que se niega en el caso de la teora de la conciencia reflejo. 2 5 La nocin de papel desempeado, por ejemplo, no se elucida en ltima instancia sino a travs de la problemtica de la indentificacin. 2 6 La trayectoria del paso de uno a otro se sita en el plano de una epignesis que P. Ricoeur ha definido en trminos afortunados, en una perspectiva hegeliana.

    La intervencin de las instituciones en la estructura del inconsciente es un problema cuya solucin queda pendiente. Nos parece que ha sido abordado en su perspectiva ms precisa por C. Lvi-Strauss en sus estudios de antropologa social, especialmente de las relaciones del lenguaje y el parentesco, y por el examen de los mitos que no expresan el inconsciente colectivo pero hacen funcionar los resortes de esta organizacin insignifican-te. "Si, como creemos, la actividad inconsciente del espritu consiste en imponer formas a un contenido, y si esas formas son fundamentalmente las mismas para todos los espritus antiguos y modernos, primitivos y civilizados como el estudio de la funcin simblica tal como se expresa en el lenguaje lo muestra de manera notable, es necesario y suficien-te alcanzar la estructura inconsciente subyacente en cada institucin o en cada costumbre para obtener un principio de interpretacin vlida para otras instituciones y otras cos-tumbres, a condicin naturalmente de llevar el anlisis suficientemente lejos" [C. Lvi-Strauss]. La confrontacin de las concepciones de Lvi-Strauss y de F. de Saussure 2 7 para dilucidar las relaciones de la estructura lingstica con la actividad inconsciente permite encontrar en los orgenes del lenguaje, desde los tiempos de las oposiciones fonolgicas, las correspondencias de la ambivalencia de la dinmica pulsional original2 8 en la relacin

    24. "Question de mthode", en Critique de la raison dialctique, 47. 25. Esta crtica no debe disminuir la importancia que atribuimos a la obra de Sartre para el

    psicoanlisis, aun a travs de lo que consideramos como un desconocimiento de ste. El movimiento que nos conduce hacia l es el del dilogo que l mismo sostiene con el psicoanlisis desde los orgenes de su obra. Es lamentable que este dilogo no se encarnara casi nunca, pero es significativo el que en la sucesin de escritos de Sartre la participacin del psicoanlisis se hace ms importante y menos mal comprendida.

    26. Cf. A. Grecn, "Le role", Evolution Psvchiatrique, vol. I, 1961, 1-26. 27. Cuyo inters y fecundidad fueron comprendidos muy pronto por Lacan. 28. Subrayado por Laplanche y Stein.

  • LAS P U E R T A S DEL I N C O N S C I E N T E 25 binaria con la madre primero (estructura edpica previa a la fase del complejo de Edipo, que supone la sombra de la presencia paterna a travs del deseo del falo de la madre), la relacin triangular despus (en el momento del complejo de Edipo), en la que el personaje paterno presente no est ya mediatizado por la madre sino que se convierte por su presencia en el mediador mismo de un cuarto trmino, la muerte, encarnacin simblica del intercambio y por eso mismo, subrayamos nosotros, de ias convenciones y las leyes del intercambios.2 9

    V. LA FILOSOFIA Y EL DESACUERDO CON LA F E N O M E N O L O G I A

    La psicopatologa es considerada con frecuencia la ms ligera de las hijas de la ciencia. Se le reprochan sobre todo sus acercamientos sospechosos con la filosofa. Por otra parte, son conocidas las reticencias de la filosofa por lo que toca al inconsciente freudiano. De hecho, el problema se plantea sobre todo de nuevo con la fenomenologa, en la que se han sumergido los filsofos que participan de cerca o de lejos en este debate: J. Hyppo-lite, M. Merleau-Ponty, P. Ricoeur, A. de Waelhens y Sartre por ltimo, con el que habra sido deseable que los psicoanalistas establecieran una confrontacin ms seria.

    Es ya avanzar el problema reconocer que el inconsciente no podra entenderse como dimensin negativa de la conciencia. "El inconsciente debe ser considerado una instancia autnoma o que pretende serlo" (A. de Waelhens). No obstante, aun cuando esta autono-ma es reconocida no sin restriccin ("que pretende serlo"), siempre habr la tentacin de discutir sus modalidades de separacin con el consciente, recordando que toda la tarea de la fenomenologa, sobre todo desde Husserl, fue la de mostrar que en realidad se ignora qu es la conciencia. De all que nos creamos autorizados a situar el problema del incons-ciente en relacin con os "horizontes" de la conciencia en la esfera de lo implcito, en esas fronteras de la ambigedad entre realidad e irrealidad, presencia y ausencia, s y no. Semejante concepcin, aunque abra el problema ms de lo que. lo ha hecho hasta ahora, restringe el alcance del inconsciente. Por eso el lenguaje, segn Waelhens (que manifiesta en esto su acuerdo con las tesis sostenidas por Lacan), parece la sede privilegiada del discurso entre el consciente y el inconsciente. La designacin de lo que es formulado, desde que es as descubierto, deja de cubrir por completo lo que aparentemente tiene como funcin transcribir, para ofrecerse como captura de lo significante, aglomerado y entrelazado con otros significantes, develando, a travs de su ordenamiento inicial, una estructura segunda, a la vez presente y ausente en la primera y que instituye una escisin en el sujeto. Es en el desligamiento, en el vuelo, donde el lenguaje permite elevndose ms all de la conciencia, que es su apoyo, para tender hacia lo implcito que tenga lugar ese encuentro con el inconsciente. El sentido est bien captado, estar en, pero es tambin trascendencia a la que remite el lenguaje por el juego de presencia y de ausencia que establece. El lenguaje se convierte en la finalidad del ser desligado. En nuestra opinin, esta conclusin corre el riesgo de alejarse de la concepcin freudiana, atenta a denunciar el lazo humano ms que la unin contemplativa a partir de una visin a vuelo de pjaro.

    29. Ista formulacin es menos la del psicoanlisis clsico que la de J. Lacan.

  • 22 P R O L E G M E N O S El verdadero beneficio de esta confrontacin es la ruina definitiva de una idea de

    conciencia que se posee a s misma, que es transparente a s misma. Sin duda, ya desde hace tiempo, la concepcin de la conciencia como relacin intrnseca con el otro deja adivinar que la enajenacin podra ser ese fundamento constitutivo a la vez de las empre-sas humanas ms "autnticas" y de los devaneos de la locura. Pero quedaba por especifi-car esa relacin con el Otro. Sartre la ha convertido en lo primordial de su filosofa, pero a pesar de todo hay que volver a Hegel. Lo que tal vez no ha sido suficientemente considerado por la reflexin filosfica es el carcter esencialmente Otro de esta enajena-cin, de una alteridad que no consiste en encontrar al otro-igual, sino al otro radicalmente diferente, que hace aparecer lo extrao en el nudo de su discurso, no slo ya fuera de mi alcance sino en mi propio terreno, en el deseo que me saca fuera de m.

    Si Freud se interesa, pues, en este campo ms que en cualquier otro, es precisamente por esa divisin del sujeto por su deseo, cuyas instancias contradictorias (figuradas en los antagonismos de las pulsiones de vida y muerte) sitan el conflicto desde los primeros balbuceos del ser, y ste en s y para s, en su relacin con el otro y conmigo. La intuicin de Freud, presente desde los orgenes, y que va a lanzar su pensamiento por las vas del inconsciente mediante la represin, hace surgir en su espritu la evidencia no formulada sin embargo hasta entonces: mientras que el sujeto puede ponerse .al abrigo de las excita-ciones desagradables que perturban su quietud o su placer mediante toda suerte de manio-bras, a travs de las que tratar de sustraerse a ellas, permanece impotente frente a lo que emerge de l. 3 0 Es en ese impacto donde se forman las categoras fundamentales que van a hacerse constitutivas de la represin, pero que habr que descifrar hasta la muerte. Hegel mej.or que nadie supo traducir en la Fenomenologa del espritu, en la Aufhebung de la conciencia a la conciencia de s, lo que Freud descubri por su parte en otros trminos. 3 1

    Mientras que en Husserl es en la bsqueda de lo prerreflexivo donde se podra 30. Descartes, Les passions de l'me, 102: "Ahora bien, es posible distinguir dos clases de movi-

    miento, excitados por los espritus en la glndula: unos representan el alma, los objetos que mueven los sentidos, o las impresiones que se encuentran en el cerebro, y no hacen ningn esfuerzo, a saber, los que causan las pasiones o los movimientos del cuerpo que las acompaan. Y para las primeras, aunque impiden con frecuencia las acciones del alma, o son impedidas por ellas: de cualquier manera, a causa de que no son directamente contrarias, no se advierte ninguna lucha. Ella slo se advierte entre las ltimas y las voluntades que les repugnan: por ejemplo, entre el esfuerzo con que los espritus impulsan la glndula para provocar en el alma el deseo de algo y aquel con que el alma la rechaza por la voluntad que tiene de huir de lo mismo. Y lo que hace aparecer principalmente ese combate es que la voluntad, sin la facultad de excitar directamente las pasiones, as como se ha dicho, est obligada a emplear su industria y a dedicarse a considerar sucesivamente diversas cosas de las que, si sucede que una tiene la fuerza de cambiar por un momento el curso de los espritus, puede suceder que la que sigue no la tenga y que aqullos vuelvan a predominar en seguida, porque la disposicin que ha precedido en los nervios, en el corazn y en la sangre no ha cambiado, lo que hace que el alma se sienta impulsada casi al mismo tiempo a desear y a no desear una misma cosa. Y de all que se haya podido llegar a imaginar en ella dos potencias que se combaten. De cualquier manera, puede concebirse an cierto combate, porque con frecuencia la misma causa, que excita en el alma alguna pasin, excita tambin ciertos movimientos en el cuerpo, a los que el alma apenas contribuye y los que detiene o trata de detener en cuanto los percibe: como se siente entonces que aquello que excita el miedo hace tambin que los espritus entren en los msculos que sirven para mover las piernas para huir, y que la voluntad que se tiene de ser audaz los detiene."

    31. J. Hyppolite lo vio en una conferencia y un comentario notables [La psychanalyse, nm. 1, 1953, y nm. 3, 19571. A conclusiones parecidas llega G. Lantri en su bsqueda de las "correspon-dencias" del inconsciente en la obra de Descartes, Husserl, Heidegger y Sartre.

  • LAS P U E R T A S D E L I N C O N S C I E N T E 25

    encontrar un sitio para el inconsciente, 3 2 en Heidegger es en la problemtica de la inautenti-cidad donde se esbozara una estructura convergente a la del inconsciente, problemtica que no se expresa plenamente sino en la obra de Sartre. El lugar reservado al "para el otro" en el Ser y la Nada ayudara a un encuentro con Freud, ms all de las crticas que Sartre hace al freudismo. Sin embargo, lo que al autor de Lo imaginario le ha faltado, en nuestra opinin, es la situacin de ese Otro y su naturaleza en el Yo mismo. Si el Ser es el Ser por el que se hace referencia a su ser en tanto que ese ser supone un ser "otro distinto a l", es de ese ser "otro distinto a l" de quien se trata, quiero decir de su constitucin heterognea en relacin con el ser que se designa como tal en el deseo. Sartre reconoce difcilmente la coexistencia para el ser de formas diversas, divergentes, del saber.

    Es en definitiva del lado de Hegel donde puede haber algn encuentro. El anlisis del amo y del esclavo - p o r desacreditado que est conserva su virtud de ejemplaridad para revelar la fuerza de esa negatividad que es el inconsciente. Pero para los psicoanalistas encierra una verdad que quiz slo ellos sean capaces de aprehender a travs de la expe-riencia transferencia! que remite a las relaciones de dependencia del nio con sus padres, en que se muestra una dialctica parecida a la del amo y el esclavo.

    Adems, ninguna filosofa podra pretender, en nuestra opinin, que posee coheren-cia si no se muestra capaz de decirnos algo sobre la locura. El ejercicio de la razn no puede detenerse en el umbral de la enajenacin, porque dnde podra fijarse ese um-bral? 3 3 La fenomenologa hegeliana nos muestra cmo en las transformaciones del movi-miento de la enajenacin es pensable una enajenacin original. El error de la psicopatolo-ga fenomenolgica es no haberlo comprendido. Busc sus fuentes en Max Scheller, Bergson, Husserl y Heidegger, pero nunca en Hegel. Es una seal. Habrn sentido que ya Freud haba ocupado el lugar, sin saberlo? Con todo, gracias a la filosofa fenomenolgi-ca fue como la psiquiatra tuvo que tomar un camino que la hizo salir de un saber congelado, agotados los recursos de una mecnica-de los movimientos del alma y detenida la progresin de su bsqueda. Poda la fenomenologa sacar realmente a la psicopatolo-ga del atolladero en que se encontraba? 3 4

    32. "El inconsciente, podramos decir, es toda la parte de la conciencia no ttica que el hombre no puede captar nicamente por la sola reflexin y que slo aprehende a travs de ciertas cualidades noemticas singulares de los objetos. Si el hombre es esencialmente un movimiento de trascendencia hacia lo que no es, se aprehende en totalidad en los caracteres noemticos de los objetos y de los dems, sin saberlo singularmente, pero no se capta a s mismo ms que en parte mediante la reflexin, y es ese hiato el que hace posible en la fenom encjloga la nocin de inconsciente" 1G. Lantri].

    33. La posicin de Sartre es reveladora sobre este punto en Los secuestrados de Aliona. La pieza muestra aqu cmo en la ltima orientacin de este autor los datos sociolgicos (eleccin de la poca, marco geogrfico, situacin econmica del personaje) se combinan con la historia familiar. Pero Sartre no cree, en el fondo, en la locura. Despus de todo, Frantz es slo mala fe, Sanar.. . para morir. Afortunadamente, Sartre nos dice mucho ms sobre la locura que lo que sugiere en las condiciones exteriores del drama.

    34. Cf. nuestra crtica de la obra "Existence", publicada bajo la direccin de R. May y H. Ellenberger, en L'volution psychiatrique, 1959.

  • 24 P R O L E G M E N O S VI. LA RENOVACION DE LA PSICOPATOLOGIA. SUS LIMITES

    Psiquiatra y psicoanlisis quedan al fin frente a frente con las mismas debilidades y las mismas responsabilidades.

    En un principio, tanto el psiquiatra como el psicoanalista entran en el oficio que han elegido con un deseo de accin. Sera mucho decir atribuirles, sin embargo, el calificativo de hombres de accin. El genio de Freud fue darse cuenta bastante pronto de que haba que abandonar todo celo intervencionista para tratar primero de aclarar el discurso del paciente. Al mismo tiempo, descubra su propia opacidad a s mismo y la idea de una mediacin universal a travs de una ceguera y un desconocimiento inherente de la condi-cin humana. Se ha llamado a la locura "patologa de la libertad" [H.Ey], Nada en el enfermo mental, sin embargo, se deja empaar por una libertad que se preserva en la neurosis o en el delirio. Hacer desaparecer una angustia por cualquier medio coactivo es un resultado efmero que no altera en nada el sentido de esta angustia; la alimenta por el contrario tan insistentemente que la hace resurgir y recurrir a otras intervenciones an ms avanzadas donde encontrarn su cauce satisfacciones no aparentes. En cuanto a modificar la conviccin de un delirante por la violencia o por el amor, nadie lo ha logrado an. Freud tuvo la suerte de haber sabido escoger su campo de estudios en ese escaln de la locura que es la neurosis, donde el sujeto est lo suficientemente alejado de su centro para dejar escapar los signos de su deseo que le permitirn reconocerse sin comprometer sus relaciones con los dems, de manera muchas veces irreparable. As naca un modelo del dilogo humano y una nueva era para la psiquiatra, en la que el terapeuta comprenda por fin que su papel no era ya constreir ni actuar, sino dejar que el sujeto experimentara su vaco antes de reconocerse en su verdad.

    Pero esta fraccin de la poblacin psiquitrica es desgraciadamente escasa en propor-cin con su masa. Si el psicoanlisis ense a los psiquiatras a negarse a "hacer el juego" en el ciclo perpetuo de las relaciones sadomasoquistas, es forzoso intervenir en muchos casos. La amenaza de suicidio o de agresin, el comportamiento peligrosamente incohe-rente son las situaciones extremas que nos obligan a comprometernos, sin sentirnos orgu-llosos de lo que podamos hacer o hagamos en ese instante. El masoquismo del enfermo nos invade cuando nuestros servicios se colman y cuando el tratamiento de la locura por los medios fisicoqumicos disuelve el lazo intersubjetivo. Esta urgencia de ciertas situacio-nes explica, y no la justifica, una negligencia, cuando no una desconfianza, de la forma-cin conceptual, de la reflexin metodolgica, en el psiquiatra.

    Sin embargo, no puede menos de comprobarse pronto, si se reflexiona un poco, que no hay accin eficaz sin un pensamiento coherente que la sostenga. Pero la decepcin ante la resistencia de la enfermedad, la frecuencia del fracaso, la fugacidad del cambio favorable, no pueden dejar de influir sobre la eleccin de las referencias axiolgicas. No es fcil sostener sobre sus pies este edificio terico; tiene que agrupar los hechos procedentes de lo biolgico a lo social, no separar totalmente la enfermedad de la normalidad, no confundirlas tampoco, explicar las transformaciones y remitir constantemente una a otra la prctica y la conceptualizacin. Pocas disciplinas se ven confrontadas con semejantes exigencias. Hasta ahora la psiquiatra ha vacilado entre un naturalismo, tras el cual se esconde la debilidad de su fuerza (una lesin cerebral no se repara jams; slo es posible

  • LAS P U E R T A S DEL I N C O N S C I E N T E 25

    salvar los restos), y un esplritualismo ingenuo, incapaz de expresar la riqueza de la vida psquica, elevndose de las trivialidades biogrficas al rango de factores decisivo