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 ENSAYOS Y NOTAS ESTADO, CAPITALISMO Y ETNICIDAD: EL CASO PERUANO* H enri  Favre   Escuela de Alt os Estu dios de la América Latina  (París) I San Martín y los libertadores no se equivocaron**. Al considerar al indio como una secuela del colonialismo español, plantearon sobre la naturaleza de la indianidad un diagnóstico cuya pertinencia aún tardan en admitir las ciencias sociales. Du ra n te tres sig lo s, y a pes ar de las ve leidades de la Corona española cuya política osciló entre la segregación absoluta y la integración total, pero no pu do imponer una disyuntiva tan radical a los intereses crea dos localmente, la sociedad colonial había mantenido a la población autóctona tendencialmente al margen de la cul tura occidental. Esta marginalización ten dencial se tra ducía en la exclusión del acceso a los bienes culturales es tratégicos, tanto materiales como simbólicos: la lengua es pañola, el alfabeto, el caballo, el molino y, en general, la tecnología avanzada de la época, cuyo monopolio se arro gaban los colonizadores. Si pe rp et ua ba e l des tin o de los colonizados en la alteridad, contribuía asimismo a repro ducirlos en una situación de inferioridad y de dependen- * Versión castellana de Pastora Rodríguez Aviñoá. (**) El presente trabajo re ume unas conferencias que leimo s en la Universidad de Cambridge y en la de Liverpool en noviembre de 1978. así como unas ponencias presentadas en el Coloquio  de la Aiociación Francesa para el Estudio y la Investigación  

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  • ENSAYOS Y NOTAS

    ESTADO, CAPITALISMO Y ETNICIDAD:EL CASO PERUANO*

    H enri Favre Escuela de Altos Estudios de la Amrica Latina (Pars)

    I

    San Martn y los libertadores no se equivocaron**. Al considerar al indio como una secuela del colonialismo espaol, plantearon sobre la naturaleza de la indianidad un diagnstico cuya pertinencia an tardan en admitir las ciencias sociales. Durante tres siglos, y a pesar de las veleidades de la Corona espaola cuya poltica oscil entre la segregacin absoluta y la integracin total, pero no pudo imponer una disyuntiva tan radical a los intereses creados localmente, la sociedad colonial haba mantenido a la poblacin autctona tendencialmente al margen de la cultura occidental. Esta marginalizacin tendencial se traduca en la exclusin del acceso a los bienes culturales estratgicos, tanto materiales como simblicos: la lengua espaola, el alfabeto, el caballo, el molino y, en general, la tecnologa avanzada de la poca, cuyo monopolio se arrogaban los colonizadores. Si perpetuaba el destino de los colonizados en la alteridad, contribua asimismo a reproducirlos en una situacin de inferioridad y de dependen-

    * Versin castellana de Pastora Rodrguez Avio.(**) El presente trabajo re ume unas conferencias que leimos en la

    Universidad de Cambridge y en la de Liverpool en noviembre de 1978. as como unas ponencias presentadas en el Coloquio de la Aiociacin Francesa para el Estudio y la Investigacin sobre los pases andinos, en Grenoble, en diciembre de 1979, y en la Semana Latinoamericana de la Universidad de Tou- louse-Le Mirail en marzo de 1979.

  • eia sociales que determinaba directamente esta diferencia cultural. En definitiva, terminaba por abandonarlos totalmente al dominio de los que, mejor armados culturalmente, se colocaban en los niveles superiores de la sociedad. Conviene, pues, estudiar al indio ese campesino excluido, cuya exclusin lo somete a modalidades especficas de opresin y de explotacin en tanto que categora social sui gneris que los espaoles establecieron en las tierras andinas y mesoamericanas desde la conquista.

    Sin embargo, para resolver esta secuela del rgimen cado, habra sido preciso ir ms all de las medidas que tomaron los gobiernos de las jvenes repblicas de Per, Bolivia y Ecuador a partir de 1821, cuyos dirigentes otorgaron al indio los derechos de ciudadana, suprimieron el estatuto legal de que se hallaba investido, y desmantelaron la organizacin comunitaria en la que estaba: confinado. En la coyuntura continental de principios del siglo XIX, esas medidas que no tocaban sino la condicin jurdica de los indios se volvieron contraproducentes. La crisis econmica acentu an ms el carcter seorial de una formacin social que no se haba modificado en sus estructuras. La consolidacin de la gran propiedad patrimonial a exuensas de las antiguas tierras realengas y de los municipios de las viejas comunidades provoc la extensin de la servidumbre. Los mecanismos generadoresode la indianidad continuaron operando sobre el campesinado, incluso reduciendo a la condicin social y cultural de indio a individuos pauperizados que podan legtimamente enorgullecerse de ascendencia europea. El Estado embrionario, bajo la presin de duras necesidades financieras, termin por restablecer ms o menos en todas partes esa categora colonial que haba sido abolida unos aos antes. En 1826, en Per, los indios, rebautizados indgenas o peruanos en oposicin a los no indios o castas, se hallaban sometidos al pago de la contribucin, nueva denominacin del tributo. El vnculo: colonial con Espaa se

    a*

  • haba roto, pero el colonialismo perduraba: se haba vuelto interno.

    Es preciso esperar al ltimo tercio del siglo para ver plantearse de nuevo a nivel oficial el problema indio y esbozarse, a nivel del Estado a cuya reconstruccin se avocan ahora los grupos capitalistas emergentes, una poltica dirigida a solucionar ese problema. Esta poltica, que ambiciona la asimilacin de los indios y su integracin en una sociedad de clases en vas de formacin, pretende lograr la unidad de la nacin. Se propone reducir las disparidades tnicas y borrar las diferencias culturales a fin de nacionalizar, homogeneizando el cuerpo social. El ideal nacionalizado* que se proclama distingue de golpe al indigenismo estatal de las otras corrientes indigenistas que comienzan a cristalizar en la opinin, algunas de las cuales recubrirn luego las tendencias federalistas, clasistas, regionalistas, racistas, tradicionalistas y otras que quedan por aclarar.

    El objeto de las pginas siguientes no consiste en hacer el inventario de las leyes y decretos que el indigenismo de Estado ha producido en el curso de los cien ltimos aos en los pases andinos,1 ni evaluar el alcance que haya podido tener cada uno. Pretendemos simplemente, limitndonos esencialmente al caso de Per, investigar, ms all de las justificaciones de la ideologa nacional, los determinantes reales ele la poltica indigenista, a partir de la hiptesis segn la cual las disposiciones gubernamentales sobre los indios tienden a favorecer el progreso de las fuerzas productivas y a definir las secuencias que corresponden lgica y cronolgicamente a las diferentes fases de la edificacin local del capitalismo. Se trata de mostrar que, a despecho de ciertas apariencias, esas disposiciones no son tan circunstanciales como se ha pretendido a menudo, que se articulan las unas con las otras, y que, en su articulacin, constituyen un postigo importante de la poltica general del desarrollo de la sociedad.

  • Querramos asimismo interrogamos sobre las probabilidades de inflexin o de cambio que la poltica indigenista es susceptible de conocer a corto o mediano plazo en Per y en los otros pases andinos, debido al agotamiento del modelo de desarrollo y a la entrada del capitalismo en una nueva fase caracterizada por la transnacionalizacin del capital. El ejemplo de Mxico, donde el Estado parece haber renunciado desde hace unos aos a sus principios asimilacionistas e integracionistas para orientarse a una especie de gestin de la etnicidad, servir de apoyo a una breve reflexin prospectiva sobre el curso futuro del indigenismo en los Andes.

    Espero se me perdone lo esquemtico del texto; soy consciente de que no matizo suficientemente; ms que el resultado de una encuesta, representa la exposicin problemtica de una investigacin que no est sino en sus comienzos.2

    II

    El comienzo de la explotacin de los yacimientos costeros de guano, en los aos 1840, prepara el repliegue de la coyuntura que haba mantenido a la economa peruana en el marasmo desde principios de siglo. La extraccin y comercializacin de este abono natural, cuya demanda proviene de los pases europeos, desencadena un proceso de acumulacin interna.3 Favorece la constitucin de un ahorro privado que se invierte en primer lugar en las propiedades del litoral. Los nuevos terratenientes emprenden la modernizacin de las viejas haciendas en los oasis de la costa, y las transforman en plantaciones que produzcan nara el mercado mundial. Se lanzan primero al cultivo de caa de azcar; luego, un poco ms tarde, al del algodn. Este primer cultivo, aprovechando la crisis cubana que hace subir los precios, progresa considerablemente en la costa norte. En 1873, Per, que habaexportado 4 500 toneladas de azcar dos aos antes, ex- i. 7

  • porta cerca de 16000, cifra que se eleva a 55 370 en 1876. Por estas fechas, se cuentan 235 haciendas azucareras en el litoral: 62 en las cercanas de Chiclayo, 38 en torno a Trujillo, 32 en el valle de Pacasmayo, y 29 en el de Lam- bayeque. As nace, al principio del ltimo tercio del siglo XIX, el capitalismo en Per. Econmicamente, se limita al sector primario, correspondiente a las actividades agrcolas, a las que se aadirn luego las actividades mineras, unas y otras orientadas a la exportacin. Geogrficamente, se concentra en la estrecha franja costera y no se afecta a la sierra ms que mediante los enclaves que constituirn a fines de siglo los centros de extraccin del mineral del cobre, plomo y zinc.4

    El principal obstculo al desarrollo del capitalismo es la penuria local de mano de obra. La costa se hallaba poco poblada. Su poblacin autctona haba sido destruida tras la conquista. En 1685, el virrey espaol de la poca estimaba que de unos dos millones de indios que deben haber ocupado el litoral en vsperas de la conquista, no quedaban en total ms de unas 4 000 familias. Durante la colonia, haba sido indispensable introducir esclavos negros arrancados de Africa, cuyo nmero se elevaba a 17000 en el momento de la independencia. Pero ese contingente de esclavos era muy dbil para satisfacer las nuevas necesidades. Desde antes de la abolicin de la esclavitud en 1854, ciertos hacendados arman navios o financian expediciones martimas a Hawai, Polinesia y la isla de Pascua para capturar trabajadores. La poblacin de la isla de Pascua no se repondr de las prdidas demogrficas que le infligen esos piratas al mando de los grandes intereses peruanos. Sin embargo, hawaianos-, polinesios y pascuanos constituyen una fuerza de trabajo demasiado frgil. As, en 1849, por iniciativa de un hacendado de lea, el gobierno decide promover la inmigracin china. Las autoridades portuguesas de Macao favorecen ese movimiento migratorio que se efecta en con-'

  • diciones dramticas. Los migrantes son a menudo reclutados a la fuerza antes de ser vendidos a las sociedades que garantizan su transporte y distribucin entre las haciendas peruanas. Durante la ejecucin del contrato que eran obligados a firmar y cuya duracin inicial de cuatro aos pronto se elev a ocho, se les asignaba una residencia en el lugar de trabajo. Entre esta poblacin trans- plantada contra su voluntad y esclavizada en un pas del que ignora hasta la lengua, los suicidios abundan y las revueltas son frecuentes. La ms importante tuvo lugar en Pativilca en 1870.5

    Entre 85 000 y 95 000 chinos entran as a Per de 1848 a 1874. Aunque buen trabajador, el chino cuesta caro. El peridico limeo La Patria calcula que le sale en 204 piastras anuales al hacendado, quien sin duda tendra inters, estima el rgano de prensa, en recurrir al trabajo libre. Cuando en 1874, Portugal ante las presiones internacionales pone fin a la emigracin china, los hacendados se resignan a aceptarlo. Sin embargo, para poder recurrir al trabajo libre, es preciso crear de antemano un mercado de trabajo que an no existe. Las grandes masas susceptibles de alimentarlo se encuentran enganchadas en la zona andina y controladas por las viejas aristocracias terratenientes que las dominan desde la colonia. La creacin de un mercado de trabajo vuelve inevitable el conflicto entre el grupo de capitalistas costeros y los hacendados de la sierra que monopolizan la mano de obra, conflicto que la importacin de trabajadores del Pacfico y de China haba permitido aplazar.

    El problema se plantea en los mismos trminos, ms o menos en el mismo momento, en Ecuador, donde los hacendados de la llanura litoral de Guayas tratan desesperadamente de abrirse un acceso a la fuerza de trabajo india del interior. El choque de sus intereses y los de !os terratenientes tradicionales de la sierra se manifiesta abiertamente cuando se subleva la poblacin indgena de la

  • regin de Chimborazo en 1893. Para la prensa de Quito, que refleja fielmente la opinin de los hacendados, ese levantamiento es una nueva guerra de castas declarada a la civilizacin por la barbarie. Los peridicos de Guayaquil son mucho ms circunspectos. El Diario de Avisos no ve en la insurreccin sino la consecuencia lgica e inevitable del sistema de ooresin en el que mantiene la lite del interior a los indios, sistema al que el rgano de los importantes grupos econmicos costeros denuncia no tanto por su injusticia como por su arcasmo y falta de productividad. En su nmero del 27 de marzo de 1893, el Diario ampliaba el debate: El interior que no produce casi nada, posee brazos de sobra. . . mientras que la costa. . . esa gran colmena de nuestra patria, sin cuyo trabajo la Repblica no sera nada. . . los necesita. Todo sucede como si se conservara a los indios en el interior para que se subleven por millares, en lugar de traerlos al litoral para que se civilicen y adquieran hbitos de trabajo y ahorro. Si contina viviendo en la sierra, sin posibilidad de trabajar y enriquecerse, la raza india no saldr jams de su etapa actual de postracin. El asunto se ampla: es preciso arrancar al indio de sus tutores tradicionales que le mantienen en el ocio y la miseria. La solucin preconizada consiste en generalizar la conscripcin militar de los indios y enviarlos a la costa donde, una vez desmoralizados, venderan su fuerza de trabajo a las haciendas, tomando as poco a poco conciencia de las ventajas que procura la vida moderna. 6 Pero los hacendados que no piensan dejarse despojar de sus indios, vigilan para que esta sugerencia quede sin efectos.

    Se trataba asimismo de una revuelta que dio a los capitalistas peruanos la ocasin de tomar distancia de los hacendados con quienes an deban integrar las instancias superiores del Estado. En 1902, los indios de la provincia de Chucuito se levantan. El movimiento es reprimido por la fuerza pblica; pero el Congreso, donde el

  • partido civilista defiende los grandes intereses costeros, nombra una comisin investigadora de las causas de esta insurreccin. El informe de la comisin ante la Cmara es abrumador. Ms all de la denuncia de los abusos de todo tipo de que son vctima los campesinos indios, por primera vez se instruye oficial y pblicamente el proceso a los terratenientes tradicionales. En 1909, una mayora parlamentaria civilista vota una ley que prohbe los servicios personales exigidos a los indios. En 1916, el civilismo que se ha consolidado en el poder hace adoptar un texto legislativo que pretende introducir relaciones de produccin capitalista en la formacin social todava precapi- talista de la sierra. Ese texto obliga a los hacendados a remunerar a sus trabajadores en metlico. Fija una tasa mnima remunerativa de 0.20 centavos diarios, lo que representa el salario promedio de los trabajadores agrcolas de las haciendas costeras. Por otra parte, prohbe retener a la mano de obra en contra de su voluntad en las haciendas, y secuestrar bienes, animales o personas por deuda. Muestra una intencin de destruir el sistema de dominacin prevaleciente en el interior, a fin de promover la movilidad de mano de obra en favor de las plantaciones costeras. No es seguro que el legislador haya credo posible que los hacendados pudiesen asalariar a sus antiguos siervos sin provocar su propia ruina. Para l, lo esencial era sin duda que estos ltimos fuesen liberados de la servidumbre y engrosasen las filas ralas del proletariado. En su opinin, los indios emancipados no podan sino abandonar a sus antiguos amos para esparcirse en los polos de desarrollo capitalista del litoral y asir los empleos asalariados que les ofrecan en esta regin.

    En 1919, el ascenso de Legua a la presidencia marca el triunfo de la oligarqua costera sobre las aristocracias del interior, que pasan a ser secundarias y marginales. Los once aos que Legua conservar el poder presencian la racionalizacin de una poltica indigenista cuyos primeros ja-

  • Iones haban sido planteados por los civilistas desde principios de siglo. La finalidad de esta poltica no cambia. Ms que nunca se trata de desligar al campesino indio de la gleba para hacerlo entrar en el mercado de trabajo. Aparentemente, la primera medida indigenista de la nueva administracin parece buscar ese objetivo. La constitucin promulgada en 1920 reconoce la existencia legal de las comunidades indias (art. 58) cuyas tierras se vuelven inalienables (art. 41). Pero esta medida constitucional se toma menos en favor de los indios que contra los hacendados quienes, en el sur, en el interior de las provincias de Puno, Cuzco y Arequipa sobre todo, intentan compensar en extensin, mediante las tierras indias que invaden, lo que no pueden ganar en productividad, para tratar de competir con los hacendados costeros. Por otra parte, el mismo gobierno que protege a las comunidades desde el exterior, contra la usurpacin por parte de las fincas que conocen su ltima fase de expansin, organiza su destruccin desde el interior. En 1922, decide la supresin del cuerpo jerarquizado de los varayoq, que constituye el elemento fundamental de la integracin comunitaria. El reconocimiento legal de las comunidades y la supresin de los varayoq, que aparecen como decisiones contradictorias, si se analizan, resultan muy complementarias. La comunidad, una vez sustrada a la codicia de las haciendas, est condenada a descomponerse, a perder su carcter corporativista, a transformarse en comunidad rural abierta. En estas condiciones podr verterse sobre el mercado de trabajo la mano de obra que encierra. Mano de obra que contina siendo escasa, puesto que el Estado no encuentra suficientes campesinos separados de sus medios de produccin para llevar a cabo su proyecto de construccin caminera, y le es necesario restaurar el servicio en el marco de la conscripcin vial.

    No entraremos en detalle en las otras medidas de carcter indigenista que se tomaron durante el perodo de

  • Legua. Nos limitaremos a destacar que, en los aos 1920, el Estado trata de ampliar sus competencias y centralizar sus decisiones. El aparato estatal se desarrolla en el interior, donde sus agentes se vuelven cada vez menos sensibles a los intereses de los poderosos regionales y locales tradicionales. Prefectos, subprefectos, jueces, ms firmemente controlados desde la capital, garantizan a los campesinos indgenas una mejor proteccin contra los abusos ms injustos de los hacendados, acorralados y a la defensiva. Por otra parte, se establecen paulatinamente estructuras alternativas para la ubicacin del campesinado indgena. En 1921, dentro de la Secretara de Desarrollo se crea la Direccin de Asuntos Indgenas. Al ao siguiente se funda el Patronato de la Raza Indgena que abre una oficina en la capital de cada provincia. Una burocracia indigenista destinada a proliferar se encarga directamente de los indios.

    III

    La gran depresin y sobre todo la segunda guerra mundial marcan la entrada del capitalismo peruano en una nueva fase de su desarrollo. Hasta entonces, Per haba producido artculos agrcolas (azcar, algodn) y minerales metlicos (cobre, plomo, zinc). Gracias a los ingresos por la exportacin de esos productos, adquira los bienes industriales que necesitaba en el mercado mundial. Ahora bien, los precios de sus productos de exportacin se hunden. Por esta razn, la importacin de bienes industriales debe ser drsticamente disminuida por falta de medios de financiamiento. Es preciso esperar a 1940 para que la fuerte demanda de los pases metidos en el conflicto internacional provoque un nuevo vuelo de los precios que alcanzan pronto cifras sin precedentes. Sin embargo, el sistema de cambio que prevaleca en vsperas de la crisis no se restablece. Las divisas que afluyen no permiten comprar productos manufacturados como antes.

  • Estos no son llevados al mercado por las grandes potencias industriales que reorientan su potencial productivo en funcin del esfuerzo blico. Tal situacin favorece la creacin de una industria nacional que produzca los bienes manufacturados que no pueden ser importados. Ese proceso de industrializacin mediante la sustitucin de importaciones sera formalizado uor los economistas de la CE- PAL en el transcurso de los aos 1950, pero se vena gestando desde unos 15 aos antes. Se pueden remontar sus orgenes a las medidas tomadas por el gobierno de Benavides para animar al capital nacional a invertir en la industria y para proteger la produccin industrial peruana de la competencia extranjera mediante una manipulacin de la tarifa aduanal.7

    El capitalismo peruano, acantonado bsicamente en el sector agro-extractivo, se extiende al sector secundario, el que corresponde a las actividades manufactureras. Para proseguir su expansin en ese sector, necesita antes de nada mano de obra, pero una mano de obra cuyas caractersticas son sensiblemente diferentes de las que emplean hacendados y mineros. La industria requiere trabajadores estables y calificados, provistos de un mnimo de instruccin que no necesita un cortador de caa o un minero. Pero le es indispensable un mercado interno, es decir, una poblacin con un ingreso suficiente para absorber los bienes producidos. La industrializacin no se sostiene sino a condicin de encontrar una fuerza de trabajo adecuada y una masa de consumidores suficientemente amplia para justificar la produccin.

    A partir de esta poca, la poltica indigenista ayuda a la creacin de esas condiciones, la segunda de las cuales, con el tiempo, adquiere ms y ms importancia en un pas donde el ingreso se encuentra extremadamente concentrado y donde la mayora de la poblacin vive todava al margen de la economa monetaria. Si bien trata de integrar a los indios en la estructura nacional de clases

  • de hecho, de proletarizarlos destaca su asimilacin cultural mediante la educacin. Con esta finalidad asimi- lacionista se funda en 1929 dentro del Ministerio de Instruccin Pblica, la Direccin de Educacin Indgena que, dos aos ms tarde, coordina un ambicioso plan educativo que elabor con vistas a escolarizar la infancia india. En 1939, se crean las brigadas de culturizacin inspiradas en las misiones culturales que Vasconcelos haba instituido en Mxico en los aos veinte. Cada brigada, compuesta de dos maestros, una enfermera, un tcnico agrcola y un mecnico, recibe un permetro de accin desde el cual se irradia, pasando de un pueblo a otro para ensear los rudimentos del espaol, de la higiene, de la agricultura moderna y de las artes mecnicas a las cuales el desarrollo rpido de los transportes por carretera promete un gran futuro. El presidente Manuel Prado, que otorga un lugar importante a los temas indigenistas en su campaa electoral de 1939, adopta por lema gobernar es educar. En virtud de esto, destina ms de mil millones de soles a la educacin en el presupuesto de 1940. La ley orgnica de instruccin pblica que promulga al ao siguiente tiene como objetivo culturizar al indio (art. 39). En las escuelas, donde la mayora de los nios no entiende espaol, la enseanza podr impartirse en una lengua indgena, pero el objetivo final contina siendo la castellanizacin (art. 124). De todos modos, se prohbe la creacin de escuelas especiales para los indios. Prado durante su segundo mandato presidencial, y luego de l Belande, proseguirn el esfuerzo educativo.

    La escuela no se limita a dotar a los indios de un bien cultural el espaol que les era inaccesible. No les proporciona simplemente las calificaciones que el sector industrial exige a la mano de obra. Despierta asimismo nuevas aspiraciones y nuevas necesidades. Contribuye a la formacin de una demanda que la poltica indigenista trata de solucionar a fin de ampliar el mercado in~

  • terno de bienes y servicios. Inscribir al indio en el circuito de los intercambios monetarios, transformarlo no slo en productor sino tambin, cada vez ms, en consumidor, tal es el sentido en que se orienta la accin indigenista. En 1940, una delegacin peruana participa en los trabajos del primer congreso Indigenista Interamericano reunido en Ptzcuaro a iniciativa de Mxico, para hacer un balance de las experiencias realizadas en el dominio de la promocin cultural, social y econmica de las comunidades indias. Ese congreso termina en la fundacin del Instituto Indigenista Peruano, en 1946. Se establece en 1959 un Plan Nacional de Integracin de la Poblacin Aborigen. Un poco ms tarde, en 1963, se crea Cooperacin Popular, ms directamente ligada al partido en el poder. Esos organismos, a los que se aadir SI- NAMOS a partir de 1968, actan a nivel local, en el marco de la comunidad campesina india, a la que ofrecen los medios de emprender su propio desarrollo. La metodologa del desarrollo comunitario que ponen en marcha deja tericamente en manos de los indios la tarea de definir el orden de prioridad de sus necesidades en cuya satisfaccin participa el poder pblico aportando el capital y la tcnica. Pero, de hecho, bajo la apariencia de una ideologa que se dice democrtica y a menudo cooperativista, hace recaer en los indios, quienes deben colectivamente proveer trabajo en contrapartida a esa aportacin, una parte sustancial de su modernizacin. La reforma agraria de 1964, y luego la de 1969, que echa abajo definitivamente los vestigios del sistema de dominacin tradicional en el pas, abrieron a los agentes del desarrollo comunitario vastas posibilidades de accin, y al Estado desarrollista unas no menores posibilidades de intervencin sobre las masas rurales que no pueden sino entrar en las nuevas estructuras democrticas que le estn destinadas. El rgimen militar del general Velasco es un buen ejemplo de que esas posibilidades han sido aprovechadas.

  • Consideradas independientemente las unas de las otras, es obvio que las medidas adoptadas por el Estado en favor de los indios desde hace ms de un siglo no siempre han surtido efectos inmediatos y que su alcance a corto plazo contina siendo a menudo reducido. No es menos excesivo afirmar que las leyes, decretos y programas indigenistas han desembocado en el fracaso o que no han servido de nada.8 Y sera totalmente errneo creer que slo han sido dictados por un sentimiento humanitario y que no son prueba ms que de una buena voluntad o una mala conciencia, o bien una preocupacin por disimular bajo una fachada de honorabilidad las taras de la sociedad. En realidad, constituyen las etapas de una poltica de la transicin al capitalismo y de la expansin a la vez sectorial (de las actividades primarias de exportacin a las actividades secundarias) y territorial (de los oasis costeros a la sierra andina) de ese modo de produccin. En lugar de confrontar los resultados de cada uno con los objetivos que proclaman, parece ms fructuoso situarlos en el interior del movimiento general de la sociedad que les confiere su verdadero significado.

    Queda por saber si, en el futuro, la poltica indigenista tiene posibilidades de continuar en base a los mismos principios que no ha cesado de aplicar hasta ahora. El agotamiento del modelo nacional de desarrollo, el cues- tionamiento de la divisin internacional del trabajo y el surgimiento de un nuevo orden mundial o, lo que es lo mismo, la entrada del capitalismo en una nueva fase- justifican esta cuestin.

    El agotamiento del modelo nacional de desarrollo no se manifiesta solamente en Per. No tiene que ver con la experiencia que las fuerzas armadas han realizado a partir de 1968, aunque el fracaso de esta experiencia haya contribuido a ponerle trmino ms rpidamente. El fenmeno se observa en grados diversos en los otros pa-

  • ses andinos y de Amrica Latina que han tomado, en diferentes grados, conciencia de ello. El estado crtico que instaura resulta de una combinacin de varios factores. El primero lo constituye la demografa, una demografa galopante que hace crecer a la poblacin a un ritmo del 3% anual. La tasa anual de crecimiento que se situaba en 1.4% en 1940, pasa a 2.4% en 1964, para alcanzar un 3.1% en 1970, nivel en el que tiende a mantenerse a lo largo del decenio. En un pas que contaba con menos de 7 millones de habitantes en 1940, el censo de 1961 le concede 10.5 y el de 1972, 13.5 millones. Segn las primeras estimaciones, Per tendra actualmente unos 19 millones de habitantes. Su poblacin se habra casi triplicado en poco menos de cuarenta aos.

    Durante el mismo perodo, la distribucin geogrfica de esta poblacin en fuerte expansin se ve modificada por las migraciones internas. Desde principios de los aos 1940, los serranos bajan la vertiente occidental de la cordillera en nmeros crecientes, para establecerse en la costa. El interior montaoso, donde todava en 1940 vivan el 62% de los peruanos, no retena ms que el 51.5% once aos ms tarde, mientras que los efectivos de la estrecha franja costera que representaban el 25% del conjunto de la poblacin, se inflan hasta representar el 40%. Es probable que hoy el peso demogrfico del litoral est en equilibrio y a punto de sobrepasar al interior. Las ciudades costeras son el destino principal al que se dirige ese flujo que hace cambiar el centro de gravedad de la poblacin. Entre 1940 y 1965, Trujillo, Chiclayo y Piu- ra ven triplicar su poblacin, mientras que Chimbte, pequeo centro pesquero de 4000 habitantes, acoge a una buena centena de millares de recin llegados. En cuanto a la aglomeracin metropolitana Lima-Callao estalla literalmente bajo la corriente de provincianos que es incapaz de refrenar y canalizar. De los 600 000 habitantes en 1940, su poblacin pasa a 1.8 millones en 1961, luego

  • a 3.3 millones en 1972. Se rodea de urbanizaciones salvajes, las barriadas, donde se hacinan actualmente entre un tercio y la mitad de sus cinco millones de habitantes.9 Dado que las tendencias demogrficas tienen una gran amplitud, lo que dispara la curva de la poblacin peruana, deben tomarse en consideracin al iniciarse cualquier anlisis a largo plazo. Aun si la fecundidad cayese de la noche a la maana, esta tendencia continuara prevaleciendo durante los 30 40 aos prximos.

    Hacia 1950, el problema que tanto haba preocupado a los promotores del capitalismo peruano pareca resuelto. Alimentado por las migraciones interregionales, se haba constituido un mercado de trabajo relativamente homogneo y fluido. Las necesidades de mano de obra de la economa moderna de la costa se hallaban cubiertas, al menos cuantitativamente. Pero estaba a punto de aparecer otro problema que no surgir a la luz hasta mucho despus. Por extrao que parezca, el vuelo de la economa sostenida por la industrializacin es cada vez ms incapaz de dar trabajo a una corriente humana ms y ms numerosa que lo exige. Treinta aos antes, la oferta de empleo exceda a la demanda; ahora, es la demanda la que excede a la oferta, v esto en proporciones crecientes. La capacidad de la industria para crear puestos de trabajo sigue limitada; es en cualquier caso inferior a las expectativas y muy inferior a las necesidades. Una encuesta realizada por el Departamento de Sociologa de la Universidad de San Marcos de Lima a principios de los aos 1960, constata que el nmero de obreros industriales aumenta muy moderadamente.10 De hecho, este aumento no guarda relacin con las inversiones en el sector. De 1963 a 1970, segn las estadsticas de las Naciones Unidas recogidas por la PREALC, su tasa media anual se estableci en 1.78%, es decir, una tasa aproximadamente cuatro veces menor que la del capital invertido entre, las mismas fechas en el conjunto de las ramas manufactureras.11 Los recursos de

  • las empresas con tcnicas ms modernas, que tienden a sustituir al hombre por la mquina a fin de disminuir los costos unitarios de produccin, explican este estancamiento relativo del proletariado industrial cuyo porcentaje en el total de la fuerza de trabajo es de un 20%. La intervencin de las firmas transnacionales que comienzan a operar en Per acentuar la degradacin tendencial de la relacin de los empleos creados por unidad de capital invertido. Por una parte, las transnacionales detentan la tecnologa de punta cuya operacin, que supone grandes medios financieros, crea pocos empleos. Por otra, al insertar en la economa mundial, que ellas reestructuran, una industria que se haba desarrollado al interior de las fronteras nacionales, someten la produccin con mayor rigor a los imperativos de productividad y competividad cuya incidencia sobre el nivel de ocupacin es negativa.12

    Las fuerzas armadas que se hicieron del poder en 1968 en base a un programa de ruptura con el capitalismo, no cuestionaron ese modelo de desarrollo que ahorra mano de obra e intensifica el capital. Al contrario, lo empujaron a sus lmites extremos y ampliaron su campo de aplicacin de la industria a la agricultura mediante la reforma agraria. A partir de 1969, el sector agrcola reformado se moderniza y racionaliza. Las haciendas azucareras de la costa que ya constituan verdaderos complejos agro-industriales altamente ecnificados se tecnifican an ms para evitar la contratacin de los migrantes que descienden cada ao de la sierra a efectuar la zafra. Se estima en unos 20 000 el nmero de empleos temporales que han suprimido as despus de su nacionalizacin y de su organizacin en Cooperativas Agrcolas de Produccin. En la sierra, las Sociedades Agrarias de Inters Social, que reagrupan a las haciendas expropiadas y a las colectividades agrarias circundantes, limitan la contratacin a la mano de obra establecida sobre la antigua propiedad y confinan 3 sus otros miembros a la condicin de accio

  • nistas ociosos de la empresa. En cuanto a las Comunidades Campesinas, el estatuto del que se hayan dotadas retira todo derecho a su poblacin de ese mnimo de seguridad que representa la posesin de una parcelita submar- ginal para la masa flotante de campesinos que se desplazan casi permanentemente de ciudad en ciudad y de la ciudad a su lugar de origen en bsqueda de medios de subsistencia. La reforma agraria, que no es de hecho ms que una tentativa de redefinicin en un sentido ms amplio del Per til, ciertamente ha contribuido a reducir la ocupacin agrcola, mucho ms que a elevar su nivel.

    Por aadidura la reforma agraria se traduce en una poltica de precios agrcolas ruinosa para el productor. La importancia demogrfica y poltica de los centros urbanos lleva al gobierno a dar prioridad absoluta al aprovisionamiento de las ciudades al menor costo. A fin de mantener los artculos alimenticios de primera necesidad accesibles al mayor nmero de citadinos, de evitar los problemas debidos al encarecimiento constante de la vida, y de frenar la inflacin, h central de comercializacin a la cual el sector reformado de la agricultura debe vender, ofrece precios a la produccin que remuneran muy mal el esfuerzo campesino. La consecuencia es que la produccin alimenticia decae y es preciso consagrar 12 mil millones de soles a subvencionar las importaciones de alimentos bsicos en 1972-1973, y 13 mil millones al ao siguiente. Esas medidas seguramente son dictadas por la coyuntura particularmente difcil que atraviesa el Per; sin embargo, se inscriben en una tendencia que se inicia a principios del decenio anterior y que implica sacrificar cada vez ms a los pequeos agricultores en beneficio de los consumidores urbanos. A partir de 1960, la agricultura alimenticia relativamente bien protegida se ve paulatinamente expuesta a la competencia internacional por los poderes pblicos que no dudan en recurrir a la importacin masiva

    n

  • para suplir sus carencias, sin consideracin alguna para con el ingreso del campesino que no cesa de ser esquilmado. 13

    Este encuentra ah una razn ms para probar su suerte en la ciudad donde se suma al nmero creciente de individuos reducidos al paro o al subempleo, que viven de apaos en lo que las instancias internacionales denominan con infinito pudor el sector informal (servicios ocasionales, comercio ambulante y otras actividades no especificadas).14 En 1969, el gobierno militar evaluaba en un 24% la proporcin de la poblacin econmicamente activa que se hallaba en paro ms o menos disfrazado o en subempleo. El plan nacional, lanzado en 1971, se propona bajar ese porcentaje a 18 en cinco aos, aumentando en 40% el nmero de puestos de trabajo. Dos aos despus de la terminacin del plan, las autoridades gubernamentales reconocan que ese objetivo no se haba alcanzado. No slo el subempleo haba aumentado en cifras absolutas sino que el nmero de individuos subempleados representaba el 47% de la poblacin econmicamente activa en 1977 segn las fuentes oficiales, y entre un 55 y un 60% segn estimaciones menos conservadoras pero tal vez mejor fundadas. Al menos la mitad de los peruanos en edad de trabajar se hallan condenados por el sistema social a la improductividad total o parcial, as como a la marginalidad en relacin a un mercado de bienes y servicios que deja de ampliarse y sobre el que no pueden intervenir en calidad de consumidores a falta de ingresos. La masa que forman sobrepasa de lejos la dimensin de un ejrcito de reserva destinado a ser un lastre para los salarios, al punto de representar una amenaza directa al orden establecido. Ya ni se plantea la cuestin de saber a qu precio esta fuerza de trabajo desocupada es susceptible de venderse; ms bien se tratara de saber si podra encontrar una ocupacin aunque se ofreciera gratis. Desde ahora la respuesta parece ser negativa.

  • La incapacidad del sistema social para absorber una poblacin en expansin creciente, para proporcionarle un empleo y, por ende, un ingreso, prueba la caducidad de las finalidades de la poltica indigenista. La integracin de los indios que la euforia econmica de los aos 1940 y 1950 llev a estimar necesaria y prxima, se ha vuelto un objetivo perfectamente irrealista que se sita cada vez ms en el dominio de la utopa. Mxico, que tom conciencia mucho antes del atolladero en que desembocaba el modelo de desarrollo y de la grave situacin resultante, ya ha sacado todas sus consecuencias. En 1971, el indigenismo integracionista y asimilador empez a cuestionarse oficialmente, incluso se denunciaba en nombre de la defensa de la etnicidad y de las culturas indgenas en las que de repente el gobierno descubra virtudes inditas. El Instituto Nacional Indigenista (IN I) con el cual se identificaba, que haba elaborado una tecnologa social original para promoverlo, vea reducidas sus atribuciones en favor de nuevas instituciones, entre otras la CNC. En unos aos, las comunidades indgenas fueron reagrupadas en etnias o pueblos en base a criterios lingsticos. Cada etnia fue provista por la autoridad poltica o administrativa de un consejo supremo compuesto muy a menudo de maestros indgenas bilinges, es decir, funcionarios, considerados como representantes de su pueblo ante el gobierno mexicano, pero cuyo margen de maniobra vis-a-vis este gobierno que es su patrono se encuentra muy reducido. En 1974, se inaugur solemnemente un Congreso Nacional de Pueblos Indgenas. Como medida de seguridad, la delegacin de cada pueblo se hallaba flanqueada por un cierto nmero de asesores fraternos, necesariamente no indgenas. Los debates, llevados sin rodeos, versaron esencialmente sobre reivindicaciones de orden cultural (proteccin de lenguas indgenas, defensa de las tradiciones, realce de los valores

  • artesanales) cuya discusin prevaleci sobre la de los problemas sociales y econmicos a los que se enfrentan los indgenas. Esta nueva poltica indigenista, que va acompaada de un reforzamiento neto del control poltico, administrativo y a veces policaco, y que se apoya en los elementos ms conservadores y ms tradicionalistas de las comunidades cuya posicin a su vez refuerza, se inserta por otra parte en un plan ms general de contencin y de organizacin del conjunto del campesinado en su irremediable marginalidad. En 1977, en una serie de trece emisiones difundidas por todas las cadenas de la televisin rural y elocuentemente tituladas No tendrs ningn lugar a donde ir, el gobierno haca saber a los campesinos que la sociedad no poda procurarles mejores condiciones que en las que se hallaban confinados y a las que deban resignarse.15

    Dada la similitud de las situaciones a que deben hacer frente Per y Mxico, y habida cuenta de la influencia que siempre ha ejercido el indigenismo mexicano en los pases andinos, es posible que el gobierno peruano reoriente de la misma manera y en la misma direccin su poltica indigenista en un plazo ms o menos breve. El rgimen militar ha liquidado, mediante la reforma agraria, lo que quedaba de la formacin social colonial que engendraba la indianidad. Ha hecho as posible la integracin de las masas indgenas en la estructura nacional de clases. Ahora bien, esta integracin, en el momento mismo en que por fin se vuelve posible, cesa de ser realizable. Ha contribuido a provocar entre los indios una explosin de demandas culturales, sociales, econmicas e incluso polticas, que aumentan y que se expresan cada vez con mayor impaciencia. Ahora bien, esas demandas no pueden ser satisfechas por la sociedad tal como existe. La movilizacin de una poblacin en vas de sobre-modernizacin relativa constituye un desafo al que ningn gobierno puede escapar.

  • Cierto que siempre se puede emplear la mano dura para mantener al margen esta poblacin que es inutiliza- ble por el sistema social, y recurrir a la violencia policaca o militar a fin de reprimir las necesidades que manifiesta. Pero tal solucin, adems de que inquieta a los seres sensibles y que aliena a la opinin internacional, presenta el inconveniente de ser poco eficaz a largo plazo. Desde 1975, el ejrcito peruano se encuentra ante la trgica experiencia de sus insuficiencias, con el fracaso de SINAMOS y la generalizacin de una agitacin agraria que, apenas apagada aqu, prende con mayor vigor all, sin que ninguna formacin poltica est en condiciones de canalizarla. La solucin alternativa consistira en almacenar los efectivos supernumerarios en las zonas de poco inters econmico y estratgico, encerrarlos en sus lenguas, trajes, tradiciones, en suma, congelarlos en el arcasmo y la miseria mediante una gestin de su etnicidad, como parece estarse haciendo ya en Mxico.16 Una tecnologa dulce que las ciencias sociales se hallan en posicin de elaborar, fundada sobre todo en la utilizacin intensiva de los medios masivos de comunicacin, permitira acantonar a los excluidos en reservas de la sierra, mantenindolos en sus supersticiones y su pasividad para evitar cualquier veleidad de revuelta de su parte. El cientfico social tomara el relevo del polica y del militar para despertar en ellos una conciencia tnica que los colocara como diferentes y que legitimizara a sus propios ojos, dada esta supuesta diferencia, la exclusin de que son objeto. No se tratara de alterizar para explotar mejor, como en tiempos del colonialismo espaol y, luego, del colonialismo interno, sino de convertir en otros a los que ya no son explotables. Esta poltica de encierro no dejara de encontrar etnlogos aficionados al exotismo para cortarles un traje ideolgico decente en lino blanco de relativismo cultural. Podra as volver a encontrar sus pri

  • meros instrumentos en ciertos movimientos recientes que parecen un tanto folklricos, como el Movimiento Indio Peruano, pero que se hallan cercanos al poder. En esta perspectiva, el proyecto de las fuerzas armadas que tal vez ya era anacrnico en el momento de su formulacin, aparecera no slo como la tentativa ms coherente y la de mayor empuje que se haya hecho jams para nacionalizar a la sociedad peruana, sino tambin como la ltima que la historia del Per puede conocer.

    Unos 150 aos despus de San Martn, Velasco ha decretado la abolicin del indio. Pero uno de sus sucesores bien podra resucitarlo, o, mejor todava, hacer nacer de sus cenizas a los pueblos quechua y aymara, las tnicas wanka, kolla, lukana y otras, a quienes se les enseara a ser dignos de sus antepasados precolombinos que vivan felices en sus montaas con 1 000 caloras diarias, y que iban a reunirse en su felicidad eterna con el dios Sol a una edad promedio de 25 aos, rodeados de los socorros de los brujos implorantes de Wamani. Con ban- tustantes semejantes, donde se estacionaran bocas intiles y brazos inexplotables, el Per ahora plural se situara ms all del Estado-Nacin que jams ha logrado realizar. Territorio multitnico, abierto a la feudalidad de las transnacionales, prefigurara entonces un porvenir probable que nos concierne a todos. Sera su manera propia de adelantarse a su tiempo.

    N O T A S

    1 Para el Per, ese inventario ha sido hecho por Thomas D avies, Indian integration in Per: a half century of experience (1900- 1948), Lincoln, 1974.

    2 Investigacin emprendida por el equipo de investigacin sobre las sociedades campesinas indgenas de Amrica Latina que dirige el autor en CREDAL (CNRS).

    3 Vase Heraclio Bonilla, Guano y burguesa en el Per, Lima, 1974.4 Sobre el capitalismo peruano, adems de la obra ya citada de Bo

    nilla, consltese Jean Piel; Capitalisme wgraire au Prou, Parla,

  • 1976; Henri Favre, El desarrollo y las formas del poder oligrquico en el Per, en Francois Bourricaud, Jorge Bravo, Henri Favre La oligarqua en el Per, Lima, 1969; y del mismo MPou- Yoir oligarchique et reforme agraire au Prou en Henri Medras y Yves Tavervier (eds.) Terre, paysans et politique, vol. I, Pars, 1969.

    5 Cf. Watt Stewart, Chnese bondage in Per, Durham, 1951.6 El Diario de Avisos de Guayaquil, sobre todo su nmero 1485 del

    27 de marzo de 1893, cuyos artculos consagrados a la revuelta de los indios de Ghimborazo se compararn con los que publica sobre el mismo asunto El Republicano de Quito.

    7 Baltazar Caravedo, Burguesa e industrializacin en el per (1933- 1945), Urna, 1976.

    8 Es la opinin de Davies (o p . cit-) que concluye su obra constatando el fracaso de toda la poltica indigenista.

    9 Sobre los movimientos migratorios interregionales y los fenmenos de urbanizacin salvaje, vanse los trabajos de Jos Matos Mar, Las barriadas de Lima, Lima, 1966; y Urbanizacin y barriadas en Amrica del Sur, Lima, 1968.

    10 Guillermo Briones y Jos Meja Valera, El obrero industrial; aspectos sociales del desarrollo econmico del Per, Lima, 1964.

    11 Patricio Miller, Enfoque sobre demanda de trabajo, Investigaciones sobre empleo, No. 12. PREALC, Organizacin Internacional del Trabajo, Santiago 1978.

    12 Se observar a este propsito que las disposiciones del acuerdo de Cartagena sobre las inversiones extranjeras en los pases del Pacto Andino no afectan en definitiva ms que a las empresas media*- nas. Las firmas transnacionales han logrado darles la vuelta sin dificultad aparente.

    13 Adolfo Figueroa Poltica de precios agropecuarios e ingresos rurales en el Per, Allpanchis, No. 14, 1979.

    14 Sector informal; funcionamiento y polticas, PREALC, Organizacin Internacional del Trabajo, Santiago, 1978.

    15 Un anlisis del viraje de la poltica indigenista de Mxico a partir de 1971 se halla en Henri Favre, Lindignisme mexicain: crise et reformulation en Le Mexique en 1976 (Actas del Congreso Internacional de Mexicanistas), Perpignan,. s . f . /1977/. Ese texto se public en Mxico con el ttulo El indigenismo mexicano: crisis y replanteamiento, El Trimestre Poltico, No. 2, 1977.

    16 Gestin de la etnicidad a la que las ciencias sociales, anuentes con los poderes locales, le prestan las tcnicas. Los grupos de investigacin prospectiva de ciertas agencias internacionales parecen otorgarle una gran importancia en el equilibrio del nuevo orden mundial.