halperin la guerra colonial

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Capítulo 2: La crisis de la Independencia Ese edificio colonial entró en rápida disolución a principios del SXIX; en 1825 Portugal había perdido todas sus tierras americanas, y España sólo conservaba Cuba y Puerto Rico. En el marco de la nueva Europa industrial, la Lucha por la independencia, sería en este aspecto, la lucha por un nuevo pacto colonial que conceda a los productores accesos menos limitados al mercado ultramarino y una parte menos reducida del precio allí pagado por sus frutos. Al lado de la reforma económica estaba la reforma política administrativa: el reclutamiento de funcionarios (preferentemente metropolitanos para la corona) dispuestos a defenderlos intereses de la corona frente a las demasiado poderosas ligas de intereses locales. Pero no hay duda de que esa reforma aseguro a las colonias una administración más eficaz que la antes existente. La enemiga contra los peninsulares favorecidos en la carrera administrativas como la oposición frente al creciente centralismo, eran solo un aspecto de las reacciones despertadas en las colonias por la creciente gravitación de una metrópoli renaciente. La misma resistencia se presenta frente a los cambios en la estructura comercial: ese enjambre de mercaderes metropolitanos que en la segunda mitad del SXVIII avanzaba sobre los puertos y los nudos comerciales de las Indias, cosechando una actividadimportante de los frutos de la activación económica, era aborrecida. Esa renovación no tenía necesariamente contenido políticamente revolucionario. Por el contrario, avanzo durante una muy larga primera etapa en el marco de una escrupulosa fidelidad a la corona. Ello se fundaba en que era la corona la más poderosa de las fuerzas renovadoras que actuaban en Hispanoamérica. La crítica de la economía o de la sociedad colonial, la de ciertos aspectos de su marco institucional o jurídico no implicaba una discusión del orden monárquico o de la unidad imperial. Desde fines del SXVIII esta fe antigua y nueva tenia sus descreídos. En este sentido indudable se ha hallado más de una vez la explicación para los movimientos sediciosos que abundan en la segunda mitad del SXVIII, y en lo que se ven los antecedentes

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Historia argentina epoca colonial UCES

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Captulo 2: La crisis de la Independencia

Ese edificio colonial entr en rpida disolucin a principios del SXIX; en 1825 Portugal haba perdido todas sus tierras americanas, y Espaa slo conservaba Cuba y Puerto Rico.En el marco de la nueva Europa industrial, la Lucha por la independencia, sera en este aspecto, la lucha por un nuevo pacto colonial que conceda a los productores accesos menos limitados al mercado ultramarino y una parte menos reducida del precio all pagado por sus frutos.Al lado de la reforma econmica estaba la reforma poltica administrativa: el reclutamiento de funcionarios (preferentemente metropolitanos para la corona) dispuestos a defenderlos intereses de la corona frente a las demasiado poderosas ligas de intereses locales. Pero no hay duda de que esa reforma aseguro a las colonias una administracin ms eficaz que la antes existente.La enemiga contra los peninsulares favorecidos en la carrera administrativas como la oposicin frente al creciente centralismo, eran solo un aspecto de las reacciones despertadas en las colonias por la creciente gravitacin de una metrpoli renaciente. La misma resistencia se presenta frente a los cambios en la estructura comercial: ese enjambre de mercaderes metropolitanos que en la segunda mitad del SXVIII avanzaba sobre los puertos y los nudos comerciales de las Indias, cosechando una actividadimportante de los frutos de la activacin econmica, era aborrecida.Esa renovacin no tena necesariamente contenido polticamente revolucionario. Por el contrario, avanzo durante una muy larga primera etapa en el marco de una escrupulosa fidelidad a la corona. Ello se fundaba en que era la corona la ms poderosa de las fuerzas renovadoras que actuaban en Hispanoamrica. La crtica de la economa o de la sociedad colonial, la de ciertos aspectos de su marco institucional o jurdico no implicaba una discusin del orden monrquico o de la unidad imperial.Desde fines del SXVIII esta fe antigua y nueva tenia sus descredos. En este sentido indudable se ha hallado ms de una vez la explicacin para los movimientos sediciosos que abundan en la segunda mitad del SXVIII, y en lo que se ven los antecedentes inmediatos de la revolucin independiente. Vistos de cerca, ellos presentan una fisonoma escasamente homognea t a la vez no notablemente nueva. Sin duda, podemos encontrar un elemente desencadenante creada por las reformas administrativas, pero las respuestas son localmente muy variables.Menos discutible es la relacin entre la revolucin de independencia y los signos de descontento manifestados en muy estrechos crculos dentro de algunas ciudades de Latinoamrica desde aproximadamente 1790. Esos signos fueron magnificados primero por sus represores y luego por los historiadores: el resultado de esos episodios eran los mrtires y los desterrados.Frente a un Portugal encerrado en una difcil neutralidad y a una Espaa a partir de1795 aliada a Francia revolucionaria y napolenica, se desarrolla en Amrica espaola en particular la crisis de la independencia a partir de la degradacin del poder espaol que desde 1795 se hace cada vez mas rpida.El primer aspecto de esa crisis: ese poder se hace cada vez ms lejano. La guerra con Gran Bretaa que domina el Atlntico separa progresivamente a Espaa de sus Indias. Hace ms difcil mandar all soldados y gobernantes, hace imposible el monopolio comercial. Un conjunto de medidas de emergencia autorizan la progresiva apertura del comercio colonial con otras regiones; a la vez conceden a los colonos libertad para participar en la navegacin cada vez ms riesgosa en las rutas internas del imperio.Esta nueva poltica es recibida con entusiasm en las colonias. Las Indias comienzan a sentirse capaces de valerse solas por un sistema comercial profundamente perturbado por las guerras europeas.Los comerciantes especuladores y los productores a los que las vicisitudes de la poltica metropolitana privan de sus mercados tienden a ver cada vez ms el lazo colonial como una pura desventaja; la libertad que derivara de una poltica comercial elaborada por las colonias mismas pasa a ser una inspiracin cada vez mas viva.En lo administrativo, el agotamiento de los vnculos entre la metrpoli y colonias comenzara a darse ms tardamente que en lo comercial, pero en cambio tendr un ritmo ms rpido. En este campo y en el de aislamiento de Espaa por la ineficiente comunicacin marina los quince aos que van desde 1795 a1810 borran los resultados de esa lenta reconquista del imperio colonial que haba sido una de las hazaas de la Espaa borbnica. Por otra parte, la Europa de las guerras napolenicas no esta tampoco dispuesta a asistir a una marginalizacin de las Indias, que solo le deje abierta, como en el SXVII, la puerta del contrabando.En 1806, en el marco de esta guerra, el dominio espaol en Indias recibe su primer golpe realmente grave; en 1810, ante lo que parece ser una ruina inevitable de la metrpoli, la revolucin estalla desde Mxico hasta Bs. As.

En 1806 la capital del virreinato del Ro de la Plata es conquistada por sorpresa por una fuerza britnica; la guarnicin local fracasa en una breve tentativa de defensa. Las conspiraciones se suceden y finalmente, un oficial naval francs al servicio del rey de Espaa conquista Bs. As con tropas que se han organizado en Montevideo. El virrey, que en 1806 y 1807 ha huido frente a las invasiones es declarado incapaz por la Audiencia, interinamente lo reemplaza Liniers, el jefe francs de la reconquista (ese que tiene una casa en Alta gracia). Son las milicias la que hacen la Ley y la Audiencia si inclina ante u voluntad.

La guerra de la independencia significa nuevamente que la metrpoli (ahora aliada de Inglaterra) puede entrar en contacto con sus Indias. Significa tambin que es poderosa aliada se abre el acceso al mercado indiano.En Mxico reaccionan frente a la inclinacin del virrey Iturrigaray a apoyarse en el cabildo de la capital, predominantemente criollo, para organizar con sucolaboracin una junta de gobierno que gobernase en nombre del rey cautivo. En 1808 un golpe de los peninsulares captura al virrey y lo reemplaza.En el Ro de la Plata el cabildo de Bs. As. Intenta reemplazar a Liniers, pero fracasa debido a la supremaca local de las milicias criollas.En Montevideo los oficiales peninsulares dominan y establecen una junta que desconoce al virrey y pretende gobernar todo el virreinato.Estos episodios siguen un esquema que luego se repiten: son ahora fuerzas de raz local las que contraponen; los grandes cuerpos administrativos ingresan en el conflicto poltico para conferir una legitimad por otra parte bastante dudosa a las soluciones que esas fuerzas han impuesto. Los movimientos criollos reiterarn sustancialmente el mismo esquema de los dirigidos por peninsulares.Estos movimientos criollos se haban mantenido en los lmites (cada vez ms imprecisos) de la legalidad. En 1809 otros iban a avanzar hasta la rebelin abierta, por Ej.: Alto Per.Esos episodios preparaban la revolucin. Mostraban en primer trmino, el agotamiento de la organizacin colonial: en ms de una regin esta haba entrado en crisis abierta; en otras las autoridades anteriores a la crisis revelaban, a travs de sus vacilaciones, hasta que punto haba sido debilitadas por ellas. Por Ej.: as en Nueva Granada en 1809, el virrey acepto ser flanqueado por una junta consultiva.En el naufragio del orden colonial, los puntos reales de disidencia eran las relaciones futuras entre la metrpoli y las Indias y el lugar de lospeninsulares en estas. En estas condiciones, las fuerzas cohesivas, que en la Pennsula eran tan fuertes, an en medio de la crisis, contaban en Hispanoamrica bastante poco; ni la veneracin por un rey cautivo; ni la fe en un nuevo orden espaol surgido de cortes constituyentes, poda aglutinar a este subcontinente entregado a tensiones cada vez mas insoportables.Pero de los dos puntos de disidencia, relaciones con la metrpoli y lugar de los peninsulares en las colonias; el ms grave era el segundo. El problema del lugar de los peninsulares en Hispanoamrica se hacia cada vez ms agudo: las revoluciones comenzaron por ser tentativas de los sectores criollos de las oligarquas urbanas por reemplazarlos en el poder poltico. La administracin colonial, puso, todo su peso a favor de los peninsulares. En los virreyes, los intendentes, las audiencias, se vea ahora sobre todo a los agentes e la supremaca de los espaoles sobre las altas clases locales.

En 1810 se dio otra etapa en el que pareca irrefrenable el derrumbe de la Espaa antinapoleonina: la perdida de Andaluca reducida el territorio real a Cdiz y alguna isla de su Baha; en medio de la derrota, La Junta Suprema Sevillana, depositaria de la soberana, era disuelta sangrientamente por la violencia popular, en busca de responsables del desastre: el cuerpo que surga en Cdiz para reemplazarla se haba designado a s mismo; era titular extremadamente discutible de una soberana ella misma algo problemtica.Este episodio proporcionaba a la Amrica Espaola la oportunidadde definirse nuevamente frente a la crisis del poder metropolitano: en 1808, una sola oleada de lealtad dinstica y patriotismo espaol haba atravesado las Indias. Dos aos de experiencia con un trono vacante, y que lo seguira estando por un futuro indefinido, los ensayos por definir de un modo nuevo las relaciones con la revolucionaria metrpoli, parecan anticipar una respuesta mas matizada.La cada de Sevilla es seguida en casi todas partes por la revolucin colonial; una revolucin que ha perdido ya a presentarse como pacifica y apoyada en la legitimidad. Sin duda haba razones para que un ideario independentista maduro prefiriese ocultarse a exhibirse: junto al vigor de la tradicin de lealismo monrquico entre las masas populares pesaba la coyuntura internacional que obligaba a contar con la benevolencia inglesa. Pero en medio de la crisis del sistema poltico espaol, el pensamiento de los revolucionarios poda ser sinceramente ms fluctuante de lo que la tesis del fingimiento quiere suponer.En casi todas partes las autoridades pueden exhibir signos de esa legitimidad que tanto les interesa. Las revoluciones que se dan sin violencia, tienen por centro al Cabildo; esta institucin municipal tiene por lo menos la ventaja de no ser delegada de la autoridad central en derrumbe; por otra parte, el Cabildo Abierto asegura en todos los casos la supremaca de las elites criollas. Son los cabildos abiertos los que establecen las juntas de gobierno que reemplazan a los gobernantes designados desde la metrpoli. Esos gobernantes seinclinan en casi todas partes ante los acontecimientos: la Junta de Bs. As. no se cansara de exhibir la renuncia del ultimo virrey, que previamente a aprobado las reuniones de las que el cambio de rgimen ha surgido.Por ahora la revolucin es un drama que se presenta en un escenario muy limitado: las elites criollas de las capitales toman su venganza por las demasiadas postergaciones que han sufrido, heredadas de sus adversarios, los funcionarios metropolitanos; si bien saben que una de las razones de su triunfo es que su condicin de americanas les confiere una representatividad que todava no les ha sido discutidas y estn dispuestas a abrir a otros sectores una limitada participacin en el poder, sin embargo, no apoyan cambios demasiados profundos en las bases reales el poder poltico.Por mucha que sea su habilidad para envolverse con el manto de la legalidad, saben de ante mano que esta podr ponerlos en mejor situacin que sus adversarios internos, pero no doblegara la resistencia de los mismo. En todas partes, funcionarios, clrigos, militares peninsulares utilizan su poder en contra de un movimiento que saben tramado en su dao; la defensa de su lugar en las Indias la identifican con la del dominio espaol. Hay as una guerra civil que surge en los sectores dirigentes; cada uno e los bandos procurar extenderla como pueda, buscar, fuera del circulo estrecho en que la lucha se ha desencadenado, adhesiones que le otorguen la supremaca.Las primeras formas de expansin de la lucha siguen tambin cauces nada innovadores: las nuevasautoridades requieren la adhesin de sus subordinados.En el Ro de la Plata la Junta revolucionaria enva dos expediciones militares a reclutar adhesiones; una de ellas dirigida por Belgrano al Paraguay (fracasa), otra a Crdoba. La revolucin de 1810 iba a ser punto de partida para una nueva disidencia de Montevideo, en la que ms e las reticencias del puerto rival de Bs. As. contaba la presin de la estacin naval espaola y sus oficiales peninsulares. Frente a ella se decidio una accion militar: en 1811 la interrumpi mediante un armisticio que daba a las fuerzas portuguesas papel de garantes; junto con Portugal, era Gran Bretaa la que aprecia como arbitro de la situacin en esa frontera entre Amrica espaola y portuguesa.Al mismo tiempo iba a darse en la Banda Oriental un alzamiento rural encabezado por Jos Artigas: el movimiento rompa ms radicalmente con las divisiones sociales heredadas, debilitadas por la emigracin temporaria de uruguayos a Entre Ros por la ocupacin portuguesa a la Banda Oriental aceptada por Bs. As.La Junta constituida para reemplazar al virrey estuvo bien pronto divida entre los influjos opuestos de su presidente, el coronel Saavedra y de su secretario Mariano Moreno. El triunfo de los moderados en 1811 fue efmero y se estableci el Triunvirato para enfrentar la difcil situacin revolucionaria y aplicar tambin ellos la poltica dura. Los oficiales del ejrcito regular y algunos sobrevivientes d las etapas polticas anteriores formaron en la Logia Lautaro, que iba a dirigir de modo apenas secretola poltica de Bs. As. hasta 1819

En 1815 solo quedaba en revolucin la mitad meridional del virreinato del Ro de la Plata. Su situacin pareca aun ms comprometida porque ya la lucha haba dejado de ser una guerra civil americana: la metrpoli de vuelta a su legtimo soberano comenzaba a enviar hombres y recursos a quienes durante ms de cuatro aos haban sabido defender con tanto xito y con solo recursos locales su casa.Los ms prudentes jefes realistas y patriotas se vean obligados a entrar por un camino cuyos futuros tramos los llenaban de una alarma no inmotivada. Tenan que formar ejrcitos cada vez ms numerosos. Ahora pasan a primer plano los jefes criollos y alguno de los futuros generales mestizos de la Hispanoamrica Independiente han alcanzado su grado en las altas filas realistas. Tenan que tambin dotarlos recursos y aqu la poltica toca con la economa.En Bs. As, en Venezuela, en Santiago de Chile, menos marcadamente de Nueva Granada, el libre comercio significa una vertiginosa conquista de las estructuras mercantil por emprendedores comerciantes ingleses, que vuelcan sobre Sudamrica el exceso de una produccin privada de un mercado continental. Todo es ahora mucho ms barato, comienza una lenta ruina de las artesanas regionales.,La lucha contra el peninsular va a significar la proscripcin sin inmediato reemplazo de una parte importante de las clases coloniales: el peligro que para las clases altas tena la humillacin y el empobrecimiento de los peninsulares era muy lucidamente advertido por algunosjefes revolucionarios. Vencida la revolucin, la represin utiliza mecanismos parecidos.La transformacin de la revolucin en un proceso que interesa a otros grupos al margen de la elite criolla y espaola ha avanzado de modo variable segn las regiones, desde un mximo en Venezuela hasta un mnimo en Nueva Granada, donde las disensiones revolucionarias son las de las oligarquas municipales.La transformacin de la guerra civil en guerra colonial no deja de causar tensin entre los realistas: oficiales y soldados metropolitanos y criollos estaran pronto divididos por muy fuertes rivalidades. Pero, por otra parte, la posibilidad de nuevos apoyos metropolitanos pareca asegurar sostn indefinidamente prolongado para la causa del rey. Ahora las soluciones polticas se subordinaban a las militares, a los episodios armados de una compleja revolucin los reemplaza una guerra en regla.

Entre la primera y segunda etapa de revolucin hispanoamericana se dio restauracin de Espaa y Europa: de ella derivaban para la revolucin peligros, pero tambin posibilidades nuevas.En 1823 la restauracin del absolutismo espaol por Francia de Lus XVIII marco un momento importante en la quiebra de la inquieta concordia que haba caracterizo los primero aos de la restauracin en Europa. Esto significaba una victoria diplomtica de Francia frente a Inglaterra. Un nuevo avance de Francia no iba a ser tolerado por Gran Bretaa, gracias a la restauracin del absolutismo en Espaa, la neutralidad britnica se inclinaba ms decididamente a favorecer ala revolucin hispanoamericana. A la vez, EE UU aliaba su poltica a la britnica: la doctrina Monroe, formulada en diciembre de 1823, declaraba, entre otras cosas, la hostilidad norteamericana a una empresa de reconquista de Hispanoamrica por Europa de la restauracin.

En ese momento, la guerra de la independencia haba ya avanzado hasta muy cerca de su final exitoso. El avance de la revolucin haba sido la obra de San Martn y Bolvar, el primero con la base que proporcionaban las provincias del Ro de la Plata; el segundo, al comienzo sin base ninguna en el continente.

En las diferencias entre la independencia de Brasil y la Hispanoamrica remata un proceso de diferenciacin que viene de antiguo; desde la restauracin de su independencia, Portugal haba renunciado a cumplir plenamente su funcin de metrpoli econmica respecto de sus tierras americanas, pronto integradas junto con la madre patria en la orbita britnica. La revolucin emancipadora era en Brasil menos significativa.Diferente en el marco local, la situacin de Brasil era tambin profundamente distinta en la perspectiva proporcionada por la poltica internacional, que adquiri importancia creciente a partir de las guerras revolucionarias y napolenicas.La perdida de la metrpoli significo un cambio profundo en la vida brasilea; ahora Ro de Janeiro, capital aun reciente de una colonia de unidad mal consolidada, se transformaba en corte regia. Por otra parte y aun ms radicalmente que en Hispanoamrica, el alineamiento al lado de Inglaterra llevaba a uncambio en el ordenamiento mercantil; por los tratados de 1810, Gran Bretaa pasaba a ser en la vasta colonia la nacin ms favorecida.Todo esto no se daba sin tensiones, pero la relacin de fuerzas hacia imposible que estas encontrasen manera de expresarse en cualquier resistencia, por moderada que fuese, a la inclusin directa del brasil en la orbita britnica. Todo ello haba debilitado los ya frgiles lazos entre Brasil y su metrpolis poltica. En 1820 la revolucin liberal estallo en Portugal: el rey de decidi entonces a retornar a su reino, dejando a su hijo Pedro como regente del Brasil, una tradicin no probada, pero verosmil, quiere que al partir, le haya aconsejado ponerse al frente del movimiento de independencia de todos modos inevitable.La ruptura fue acelerada por la difusin de tendencias republicanas en Brasil, y por la tendencia dominante en las cortes liberales portuguesas a devolver a la colonia a una situacin de veras colonial, mal disfrazada de unin estrecha entre las provincias europeas y americanas, estas ultimas insuficientemente representadas en el Gobierno Central. Don Pero declaro la independencia en septiembre de 1822Amrica espaola: la corona imperial iba a ser vista como el fundamento de la salvada unidad poltica de la Amrica Portuguesa, frente a la disgregacin creciente de aquella. Aunque la ausencia de una honda crisis de independencia aseguraba que el poder poltico seguira en manos colonial haba entre estas bastantes tensiones para asegurar al imperio brasileo una existencia rica entormentas. En ellas encontramos un eco mas apacible de las que conmovan a la Amrica Espaola, unas y otras nacan de la dificultad de encontrar un equilibrio interno, que absorbiese las consecuencias del cambio en las relaciones entre Latinoamrica y el mundo que la independencia haba trado consigo.