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GITANOS VIEJOS Y GITANOS NUEVOS: LOS GRUPOS SOCIALES EN LA GITANILLA Ana Eva Guasch Melis "Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladro- nes: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, a la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte [ ... ],,1. Así de tajante y sentencioso es el tono con que da comienzo Cervantes a la que fue su novela de apertura del conjunto de las Novelas Ejemplares de las que, recor- demos, "no hay ninguna de la que no se pueda sacar algún ejemplo provechoso,,2. La actitud que muestra ya desde el prólogo es la de un moralista y, si bien de en- trada condena la raza gitana por robo, una de las razones por la que es odiada y re- chazada por la sociedad de entonces, también deja un pequeño resquicio para la duda, expresada a través de la ambigua primera palabra, Parece, que tanto puede re- l M. DE CERV ANTES, La Gitanilla en Novelas Ejemplares. Castilla, Madrid, 1982, p. 73.T 2 Ibíd., p. 63. 327

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GITANOS VIEJOS Y GITANOS NUEVOS: LOS GRUPOS SOCIALES

EN LA GITANILLA

Ana Eva Guasch Melis

"Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladro­nes: nacen de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, a la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte [ ... ],,1.

Así de tajante y sentencioso es el tono con que da comienzo Cervantes a la que fue su novela de apertura del conjunto de las Novelas Ejemplares de las que, recor­demos, "no hay ninguna de la que no se pueda sacar algún ejemplo provechoso,,2.

La actitud que muestra ya desde el prólogo es la de un moralista y, si bien de en­trada condena la raza gitana por robo, una de las razones por la que es odiada y re­chazada por la sociedad de entonces, también deja un pequeño resquicio para la duda, expresada a través de la ambigua primera palabra, Parece, que tanto puede re-

l M. DE CERV ANTES, La Gitanilla en Novelas Ejemplares. Castilla, Madrid, 1982, p. 73.T 2 Ibíd., p. 63.

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ferirse a "opino, creo" o a "tener una detenninada apariencia o aspecto" con un de­cidido matiz de duda o indetenninación. Podemos ya intuir, en este sentido, los de­rroteros por los que pueda desarrollarse esta historia y la disposición crítica del autor -que bien sabe lo que atrae al lector de su época- respecto a los grupos socia­les, manteniéndose fiel a su manera de comunicar el mundo.

Al leer La Gitanilla, me planteé una serie de cuestiones de las que surgió la po­sibilidad de esta exposición y que, leal a mi propuesta, pretendo responder. Eran las siguientes: ¿Por qué Cervantes establece el paralelismo entre los conceptos de cris­tiano/a viejo/a - nuevo/a y gitano/a viejo/a -nuevo/a? ¿Quién representa en realidad el grupo superior y cuál el inferior? ¿Quién respeta realmente sus leyes, costumbres y normas, y quién no? Es cierto que tenemos un final feliz en esta novela, pero ¿de qué nos ha servido la gran perífrasis que es esta historia? ¿Qué nos ha querido decir realmente Cervantes, situándose en el ambiguo plano entre la etnia gitana y la cris­tiana?

Sé que tales planteamientos podrían originar una exposición muchísimo más lar­ga que no ésta, pero intentaré ser, según el ideal, clara, breve y concisa.

Antes de todo, creo fundamental recordar una serie de aspectos: En 1612, Cer­vantes ha logrado ya su propósito de ser una persona importante a la que se respeta y escucha -y, sobre todo, convirtiéndose en el portavoz de un grupo selecto. Su actitud respecto al mundo y su modo de expresión ha variado.

Su posible condición de cristiano nuevo, como expone América Castro o Gui­llermo Díaz Plaja, explicaría algunos comportamientos, como el gusto por combi­nar la actitud antimayoritaria y crítica, de ahí el tratamiento de la situación marginal, con un ostensible conformismo, que viene a ser lo que aquí ocurre. Cer­vantes, entre líneas, mantendrá su tono crítico, quizás no tan agresivamente como antes, pero sí planteando todo aquello que él considera realmente problemático y censurable de la sociedad que le rodea. Su único fin es el de "contagiar" y conven­cer al lector de un determinado modo de valorar la vida y de conducirse en ella. De­fiende sus propias ideas y la valía de algunos de sus personajes marginales que, según mi parecer, no son más que la expresión Iiteraturizada de su propio existir. A través de ellos, decide moralizar seriamente, proponiendo diversos arquetipos de perfección en busca de una soñada e ideal sociedad, basada en el individuo.

Contestando ya a la primera cuestión -básica y elemental para responder a las restantes-, cabe apuntar que Cervantes conocía la situación real de la etnia gitana en la España de 1600 igual que cualquier otro ciudadano de entonces. Pero había una diferencia. A la tendencia idealista cervantina, debía sumársele la comprensión y to­lerancia aprehendidas de la experiencia personal de su contacto con otras razas. De los gitanos, sus orígenes y costumbres no se sabía mucho, pero el rechazo era total

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y absoluto, a diferencia de lo que había ocurrido en el siglo XV, a su llegada. Nor­malmente se les distinguía por su apariencia exterior y constituían lo que se deno­minó el "gitanismo", o sea, la representación internacional del vicio, siendo vinculados a todo tipo de vilezas y vidas en orgía y lujuria permanente. Eran trata­dos como vagabundos, considerados como una secta particular, perversa y especial­mente peligrosa. Las Cortes de Castilla intentaron devastar sus costumbres y acabar con su identidad. Consideraban que no se atenían a las "leyes naturales" -según eran concebidas por los 'representantes del cristianismo', claro-o Tras la expulsión de los moriscos en 1492, se habían convertido en la nueva cabeza de turco, haciéndoles responsables de todos los males de la sociedad. Surgirá lo que se denominó arbitris­mo social para remediar aquel maL Fray Melchor de Huélamo y los memoriales de Ulloa primero, en 1609, relacionados a la preocupación agrarista, seguido de los de Moncada, Salazar y Quiñones son algunos de los principales representantes de esa medicina política que intentará extirpar este problemático cáncer social, como lo llamó Menéndez PidaL

Además de este panorama existe el que originó la ignorancia. En el Siglo de Oro predominó el desinterés sobre las costumbres gitanas, prefiriendo, muchos, imagi­narlas.

Cervantes, igual que la mayoría de sus contemporáneos europeos, sentía admira­ción y curiosidad por este grupo, no sólo por su exotismo, sino por su terquedad en conservar un modo de vida. Su pintoresquismo llamaba su atención y supo recono­cer en él un tema con "garra literaria" -y nuevamente cito aquí palabras de don Ra­món Menéndez PidaP-.

Irónicamente, don Miguel estableció un paralelismo entre ese odiado grupo gita­no -no tan divergente como parecía- y los cristianos. Mediante este sistema, el inge­nioso autor rebaja sutilmente la clase social de los cristianos al nivel de un grupo marginal y conflictivo. El resultado es magistral desde el punto de vista de la críti­ca. Cristianos que se comportan según la idea que tienen del gitano y gitanos que bien podrían pasar por el más castizo de los cristianos. ¿Qué está ocurriendo? Cer­vantes desestabiliza la sociedad de su momento para lograr así una auténtica imagen de ella. Aplica una técnica similar a la que utilizaría posteriormente Valle-Inclán con el esperpento.

No pretende intercambiar los papeles al estilo maniqueísta de buenos y malos,

3 RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. El siglo del Quijote. J 580-1680. Espasa Calpe. Madrid. 1996.

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simplemente ofrecer una visión particular, metamorfoseada por la literatura, pero con el trasfondo de realidad que toda novela doctrinal pretende evidenciar.

Al introducimos en el universo gitano nos damos cuenta de algunas de las simili­tudes entre ambos grupos: se trata de sociedades machistas y vengativas -pensemos que Preciosa destaca por sus virtudes, no por su inteligencia, según el gusto de la época- que se mueven gracias a un potente motor, el interés. Recordemos como la gitana vieja en ningún momento da muestras de afecto hacia Preciosa, sino que la considera una excelente inversión para aumentar su caudal.

su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal [ ... ] Nunca se apartaba de ella la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen4

.

( [ ... ] vivía en continuo temor no le salteasen a su Preciosa{

Ella es su joya más preciada, y nunca mejor dicho, en el sentido tanto etimológi­co como capitalista de la palabra y esta sabia gitana decidirá desempeñar el papel de "honrada dueña", tal y como lo hiciera una madre o ama cristiana.

En el caso de los que representan el sistema ortodoxo, es suficiente pensar en el matrimonio, concebido como un mero contrato entre familias con el fin de salva­guardar la sangre y conservar el prestigio de los linajes, que iba directamente vincu­lado al caudal que se poseía:

supo don F' de Cárcamo ser su hijo el gitano y ser la Preciosa la gitanilla que él había visto, cuya hermosura disculpó con él la liviandad de su hijo, [ ... ] y más porque vio cuán bien le estaba el ca~arse con hija de tan gran caballero y tan rico como era don Fernando de Azevedo .

Como puede deducirse, el dinero es la principal preocupación de todos, inde­pendientemente de la clase social o raza. Es el rasero por el que todo se mide: los gi­tanos no sólo lo necesitan para subsistir -yen este punto no puedo dejar de recordar la similitud con la figura del pícaro, que agudiza su ingenio para poder sobrevivir, pues: "De todo hay en el mundo, y esto del hambre tal vez hace arrojar los ingenios

4 CERVANTES, ed. cit., pp. 75 Y 78.

5 Ibíd.,p.96.

6 lbíd .. p. 156.

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a cosas que no están en el mapa" 7 -; sino también para poder defenderse. Pues según

dice la gitana vieja, no falta de mordaz ironía:

no hay defensas que más presto nos amparen y socorran como las armas invenci­bles del gran Filip08.

y hasta para pagar su propia existencia por la desconfianza que inspiran:

llegaron a una aldea dos leguas de Toledo, donde asentaron su aduar, dando pri­mero algunas prendas de plata al alcalde del pueblo, en fianzas de que en él ni en todo su término no hurtarían ninguna cosa9

.

Con otro fin lo ansían desmedidamente los cristianos. La riqueza se ha convert­ido en un instrumento seguro para trastocar jerarquías y superar barreras sociales. Se vive la fiebre nobiliaria que incluso la famillia de Cervantes padeció fuertemente. Dinero equivale a poder y, consecuentemente, a abuso de poder. Todo se soluciona de la misma manera:

el alcalde, tío del muerto, vio tomados los caminos de su venganza. pues no había de teller lugar el rigor de la justicia lJara ejecutarla en el yerno del corregidor [ ... ] Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron por­que bajase de la querella y perdonase a don Juan lO.

Reflejando el manejo que se hace del dinero por parte de ambos grupos, Cervan­tes nos presenta una sociedad que se hace llamar cristiana, pero que dispone de la justicia a su antojo, corruptamente, e intentando arrimarse allá donde está el que "parte", pues es el que "reparte", y ya se sabe: "júntate a los buenos y serás uno de ellos". Tal comportamiento parece ser al final el que guíe también a Preciosa, cuan­do reconoce que "mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito tan principal como don Juan de Cárcamo" 1 I

. Critica el materialismo al que todo queda reducido en una Corte "donde todo se compra y todo se vende" 12.

Otro rasgo a destacar, y que gitanos y cristianos ejercitan diariamente, es el enga­ño: la gitana vieja engaña a Preciosa, a la que había hurtado de noble y cristiana

7 lbíd .. p. 75.

8 lbíd., p. 103.

9 lbíd .. p. 125.

!O lbíd., p. 156.

11 lbíd .. p. 154.

12 lbíd., p. 75.

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cuna; don Juan, por verdadero amor, a los gitanos; Carducha a la justicia, por el de­sengaño de su pasión amorosa; el Corregidor, por macabra diversión, a don Juan, como si en un foro romano estuviera en el que el César y su séquito disfrutan de ver sufrir hasta morir a los cristianos -¿iróníco, no?-; finalmente, los gitanos por oficio. Todos en busca del propio beneficio.

La generosidad era considerada como una de las muestras de poseer una ilustre sangre. Por esta regla, y teniendo en cuenta que el hospicium, la hospitalidad, era uno de los rasgos predominantes de los gitanos, este grupo marginal también debe­ría beneficiarse de la posesión de tal virtud, algo que nunca llegó a ocurrir.

El bandolerismo del que se les acusaba era algo que había derivado no de los gi­tanos, sino del hambre, la superpoblación, el descontento general y la escasez rei­nantes, uniendo en bandas a todos aquellos que carecían de oficio, ya fueran cristianos pobres o gitanos, todos ellos sometidos al abuso de los nobles acaudala­dos.

Podemos observar, además, el paralelismo entre los conceptos de honor y honra y el equivalente "nombre" gitano. También este honor o "nombre" podían verse agraviados por culpa de la mujer. La sangre estaba justificada, en este caso, para los gitanos. Recordemos el brutal alegato del gitano viejo:

nosotros somos los jueces y los verdugos de nuestras esposas o amigas; con la misma facilidad las matamos y las enterramos por las montañas y desiertos como si fueran animales nocivos: no hay pariente que las vengue, ni padres que nos pi­dan su muerte. Con este temor y miedo ellas procuran ser castas, y nosotros,

h d· h .. 13 como ya e IC o, VIVimos seguros .

Para los cristianos, la venganza, incluso con la muerte, estaba más que disculpa­da, cuando el honor había sido ultrajado. Prueba de ello es el episodio entre el biza­rro soldado, sobrino del alcalde, y Andrés Caballero, en realidad, don Juan de Cárcamo, que con orgullo afirma: "yo maté al que me quiso quitar la honra,,14,

Para la gitana vieja es imprescindible comportarse según lo han hecho siempre los de su raza, pues no puede perder su reputación de gitana, y mucho menos la de gitana vieja. De tal manera, afirmará con aplomo lo siguiente:

y más, que no quiero yo que por mí pierdan las gitanas el nombre que por luen­gos siglos tienen adquirido de codiciosas y aprovechadas l5.

13 lbíd .. p. 118.

14 Ibíd., p. 153.

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En ambos casos se protege una imagen pública. Se trata de una responsabilidad social.

Américo Castro precisaba que no tendría que haber hablado de concepto de ho­nor en 1916, sino de la vivencia de la hOllra y de su expresión dramática: "El honor es, pero la honra pertenece a alguien, actúa y se está moviendo en una vida" 16. Eso es lo que ocurre en los dos casos anteriormente citados.

Por otro lado, José Antonio Maravall, siguiendo a Max Weber, definía sociedad estamental como "una organización social de acuerdo con el honor y un modo de vi­vir según las normas correlativas a esa organización" 17

En la novela, estamos observando a dos sociedades relativas a dos etnias diferen­tes, pero ambas son estamentales y rige en ellas una jerarquía: el poder está en ma­nos de los nobles, teóricamente de ilustre linaje y sangre y, por lo tanto, entre cristianos viejos; en el caso de los gitanos, reside entre el hombre de mayor edad, y por extensión, de mayor experiencia y sabiduría. Es el gitano viejo O jefe, que anti­guamente también podía recibir el nombre de duque o conde -casualidad que Cer­vantes quizás no desconociera. El r:aralelismo es indudable. Nuestro autor, por boca de este "elocuente y viejo gitano" 8, nos presenta un idealizado mundo, situado en las antípodas del mundo urbano del cristiano:

y vivimos alegres; somos señores de los campos, de los sembrados, de las selvas, de los montes, de las fuentes y de los ríos. Los montes nos ofrecen leña de balde; los árboles frutas; las viñas, uvas; las huertas, hortalizas; las fuentes, agua; los ríos peces y los vedados caza; sombra las peñas, aire fresco las quiebras, y casas las cuevas. Para nosolros, las inclemencias del cielo, son oreas, refrigerio las nie­ves, baños la lluvia. música los truenos y hachas los relámpagos 19.

Afirman además lo si.guiente:

No nos fatiga el temor de perder la honra, ni nos desvela la ambición de acrecen­tarla, ni sustentamos bandos, ni madrugamos a dar memoriales, ni a acompañar magnates, ni a solicitar favores [ ... ] somos gentes que vivimos por nuestra indus-

15 lbíd .. p. 102-103.

16 Cit. en SALAZAR RINCÓN. 1.. El mundo social del "Quijote". Gredos, Madrid, 1986, p. 228.

17 lbíd" 229.

18 CERVANTES, ed. cil., p. 120.

19 lbíd., p. 118.

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tria y pico, y sin entremeternos con el antiguo refrán: "Iglesia, o mari

o casa real", tenemos lo que queremos, pues nos contentamos con lo que tenemos 0.

Es una excelente filosofía de vida y, evidentemente, quien se contenta con lo que tiene y disfruta de su situación, sea cual fuere, siempre será feliz. Conocen su opción de vida y aceptan las consecuencias sin temor alguno. Carecen de preocupaciones superfluas y triviales respecto a su imagen. No tienen nada que esconder ni nada que demostrar. Afrontan la vida con optimismo, sacando provecho de la circunstancia adversa a la cual saben hacer su aliada -como hemos podido observar en una cita an­terior-.

Mientras, los cristianos en la ciudad viven encorsetados por sus normas e hipó­critas máscaras que les impiden actuar según sus deseos y modos de ser. Se trata de una sociedad vanidosa donde destaca la/rivalidad, siendo esclavos de su propia cIa­se social por la que llegan incluso a arruinarse, al no saber aceptar su propia realidad y limitaciones. Lo más importante para ellos es la imagell pública, inde­pendientemente de la realidad personal que tras cada uno exista. Aparentar a pesar de la crisis era fundamental, pues las diferencias sociales y el indicio de rango esta­ban directamente relacionadas a las diferencias apreciables en la imagen, el lujo y la ostentación de la que uno hiciera alarde.

Idealismo y realismo; naturaleza y ciudad: caos y orden establecido; autenticidad y falsedad. De tal esquema antinómico se evidencia una fuerte crítica a la realidad cotidiana y estable, contrapuesta a la asunción de unos valores ortodoxos que han dejado de respetarse.

Habiendo tantas similitudes en todos los niveles ¿qué le impide a Cervantes no aprovecharse de una terminología conocida por todos y que, según se ha demostrado está más que justificada? Nada. La literatura, si de algo le servía, era también para saltarse las normas e imponer su propia visión de las cosas, siempre desde el prisma de la sagaz crítica.

El paralelismo continúa con tres personajes más: Preciosa, don Juan y don San­cho. En los dos últimos casos, nos encontramos ante la "conversión" al gitanismo, ambos por conveniencia -como muchos conversos del judaísmo al cristianismo po­lémicamente hicieron. El cambio se produce a todos los niveles respecto a la imagen externa, hasta en el nombre -en lo que Cervantes siempre puso especial atención e intención. Fijémonos brevemente en la etimología: Juan es nombre hebreo, Yehoha­nan o Yoharwn, y significaba "Yahvé es benéfico o misericordioso". Fue uno de los

20 lbíd .. p. 119-120.

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nombres más populares de la cristiandad y Sancho proviene del latín, sanctius -que también acabaría derivando en nuestro actual "santo"sanctus-, término perteneciente por excelencia al lenguaje religioso y político. Significaría aproximadamente "el que pertenece a sanctus", o sea "el que hace sagrado o inviolable algo". Dejando atrás sus anteriores identidades, son "bautizados" como Andrés y Clemente respectiva­mente. El primero, ahora, es de origen griego y significa "varonil, masculino, hom­bre" y el segundo de origen latino, clemens, se traducía por "benigno, dulce, bueno". Como vemos los nombres, a diferencia del atuendo, sí pertenecen a la esencialidad misma de la persona y lo que ellos son en sí mismos.

Un caso aparte es el de Preciosa, en realidad COllstanza de Meneses. Mujer so­bresaliente en todos los sentidos desde su más tierna infancia, especialmente por su belleza física -de ahí el nombre- que es un fiel y directo reflejo de su belleza interior, según la entendía Cervantes. Inspiradora del bien entre aquellos que la rodearan, in­dependientemente de la etnia o clase social, era un dechado de virtudes, reuniendo en sí tan buenas cualidades que hacían de ella una mujer, casi, perfecta. Y digo "casi" porque según se dice en la novela, sólo le faltaba ser cristiana. Nuevamente irónico ¿ verdad?

A pesar de que ella nunca se ha sentido gitana, y desconociendo su verdadera procedencia, afirma:

Tengo un cierto espiritillo fantástico acá adentro, que a grandes cosas me lleva. A mí ni me mueven promesas. ni me desmoronan dádivas, ni me inclinan sumisio­nes, ni me espantan finezas enamoradas; y aunque de quince años [ ... ] soy ya vie­ja en los pensamientos y alcanzo más de aquello que mi edad promete, más por mi buen natural que por la experiencia21

.

Tal sentimiento nace de esa noble sangre que ella ignora poseer. Alonso Enríquez de Guzmán afirma que: "la buena sangre obliga a ser virtuoso,,22, determinándolo todo en una persona: comportamiento (que no vendría determinado por la educa­ción, sino por la naturaleza de la persona, su sangre y cuna), actitud, afabilidad, dis­creción e incluso el aspecto físico. El tipo de rostro, palabras y actos delatan automáticamente la sangre y origen de uno sin que éste pueda ocultarlo, ya se trate de un noble, un pícaro o un villano. Evidentemente, es el caso de Preciosa, que re-

21 ¡b{d .. p. 99.

22 Op. cil. p. 265 en J. SALAZAR RINCÓN, El mundo sod{¡/ del "Quijote", Gredos, Madrid, 1986., p.23 \.

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suIta derrochar cristiandad con su sola presencia, además de ostentar uno de los bie­nes más preciados en la escuela de valores del cristianismo: la castidad:

Una sola joya tengo -afirma Preciosa-, que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo que vender a precio de promesas ni dádivas, porque, en fin, será vendida, y si puede ser comprada, será de muy poca estima23.

Ante ese proceder "no tuvo atrevimiento Andrés [ ... ] de abrazar a Preciosa,,24.

Representa el buen espíritu cristiano en bruto, libre de la degradación urbana en la que ha caído y de la que Cervantes se ha ido sutilmente lamentando mediante la contraposición de ambos mundos. A su vez, Preciosa ha crecido en la escuela de la libertad, en "una vida ancha, libre y muy gustosa,,25, en la de los idealismos y con­formidades, del ingenio y es su voluntad la que ella cree que rige sobre el resto, no ya de las cosas, sino del mundo:

[ ... ] por la lev de mi voluntad. que es la /l/lÍs fuerte de todas [ ... J. estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre26.

¡Qué equivocada estaba respecto a esto último! Su alma no nació libre y por eso en la anagnórisis final y ante sus verdaderos nobles padres "no tenía otra voluntad que aquella que ellos quisiesen,,27, algo que nos podía resultar completamente con­fuso en un principio al no tener en cuenta la determinación de la sangre.

Todo esto está íntimamente vinculado a los nombres que recibe este singular per­sonaje femenino, que es una de esas figuras de doble fondo de las que tanto gustaba este ingenioso autor, precisamente por su irónica doblez.. Igual que creó el baci-yel­mo de don Quijote, creó a una mujer gitana-cristiana. Preciosa no era ni una cosa ni la otra, sino la c ristialla '¡Jaulilla" que sólo ha podido llegar a serlo gracias a tal compendio y a su constancia natural, procedente de su sangre. De esa constancia procede su auténtico nombre, que proviene del latín constantius constans y que sig­nifica "el que permanece firme". En este caso sería, también significativamente en género femenino: "la que permanece firme".

23 CERVANTES, ed. cit.,p. 99.

24 ¡bid .. p. 105.

25 lbíd .. p. 115.

26 ¡bid .. p. 120-121.

27 [bid .. p. 154.

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Merece la pena hacer un breve inciso respecto al particular tratamiento que de la mujer hace Cervantes. Su protagonismo a lo largo de toda esta novela es decisivo -pensemos ya no en Preciosa, sino en la gitana vieja, Carducha o la mujer del Corregidor-o De ellas depende por completo no sólo el desenlace de la obra, sino todo su transcurso. Tal hecho tiene una fácil explicación cuyo origen debe remontarse a las obras de Boccaccio mismo: desde la mitad del siglo XV, existe una relación directa entre el público femenino y la producción literaria que se afianzará notablemente en el Siglo de Oro. Cervantes lo sabe y como lo que pretende con este tipo de novelas es llegar al máximo de público posible, hará uso, ingeniosamente, de lo que sabe que será de su agrado y aprobación. No olvidemos que inteligentemente don Miguel era sensible a una constante de los españoles hacia el gitano, basada en una atracción-rechazo y amor-odio, nuevamente relaciones antitéticas, especialidad de nuestro autor.

Retomando nuevamente el concepto de cristianismo paulino, debo destacar que se trata del auténtico motor generador de toda la novela y que procede de su maes­tro, el erasmista Juan López de Hoyos. Según esta idea, para Cristo no habría acep­ciones de personas; todos serían miembros de un mismo cuerpo espiritual cuya cabeza sería Cristo. He aquí la clave de la novela.

Siguiendo la oración de San Pablo, Cervantes está convencido de que el valor del individuo es independiente de la etnia o rango a la que se pertenezca, por lo que cualquier persona podía tenerse por "hombre de bien y buen cristiano", como ya apunta en su sin par Quijote (II, 45). Así, la verdad o la mentira, el vicio o la virtud -como intenta demostrar con esta breve historia- podían hallarse en cualquier sujeto, independientemente de su condición y linaje. Nobles y villanos valdrían por su calidad moral y no por su ascendencia castiza, siendo la virtud -como aquÍ ocurre- la que haría al noble y no a la inversa.

La crítica de la honra y el linaje está inspirada en Séneca y Erasmo y sería tema frecuente en Luis Vives o los hermanos Valdés.

Méndez Silva dice: "Más honrado es el que merece la honra, y no la tiene, que el que la tiene. J: no la merece [ ... ] estribe más la honra en la virtud propia que en la

,,28 E'd I d P . sangre agena . s, eVI entemente, e caso e rCClOsa.

Covarrubias, por su parte, apunta que "La honra es el premio a la virtud". Gra­cián, Zavaleta, Quevedo o Antonio López de Vega, pronunciarán frases similares.

28 EI/gaños y de:se:lIgaiios del mUlldo. Fol.. 18. Cit. en JAVIER SALAZAR RINCÓN. p. 285.

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Por tal razón, Preciosa, finalmente, y gracias a don Juan -que es benéfico, recorde­mos-, la consigue.

Cervantes ha logrado "cazar" a sus lectores, sorprenderles en el engaño en favor de la propuesta de lo que para él debería ser el cristianismo. Claramente estaba en la línea del impulso cultural que se vivía tanto en la urbanización como en la Corte y que desde el siglo XVI se iba produciendo, también gracias a la publicación de auto­res como Erasmo, Vives, Maquiavelo o Thomas More.

Mediante esta postura, don Miguel ha demostrado poseer una mente abierta y eu­ropea, pues, a diferencia de España. en Europa Jo importante era el "hacer" I "ser", mientras que en España se vivía el conflicto entre el "quién" I "qué" y entre el "ha­cer" Ila condición auténtica de la persona.

Para nuestro autor vivir es un "estar siendo" y un "estar queriendo ser"; estar existiendo en un lugar y momento dados en este mundo. Por esta razón logró la pe­rennidad de su obra literaria, al plantear en ella el problema del vivir, del hacerse del humano. Creó seres no como entes, sino como existentes. Él mismo y sus heteróni­mos, sus personajes, son el mejor ejemplo de todo ello.

Como al principio comenté, del análisis de la primera cuestión se deducen las respuestas de las restantes, de las que aporto yo ahora la conclusión: no existe un grupo social superior, sino personas superiores por su manera de ser, sentir y actuar. No existe un grupo que respete siempre sus leyes, normas y costumbres, sino perso­nas, sin distinción, que las acaten.

En cuanto a lo que ha significado esta historia, situándose en ese ambiguo plano en el que sin comprometerse a nada lo insinúa todo, no es más que la exposición de una propuesta de comportamiento social, cristiano y, sobre todo, de respeto a la persona por sí misma.

Posiblemente en esta novela esté reclamando el reconocimiento de su propio ser y lo que durante toda su vida fue su lucha personal, pues el hecho de ser converso no le impedía ser igualo mejor cristiano que cualquier otro. Esta revisión y apertu­ra del cristiano como grupo social es lo mínimo que exigía y supo aprovechar su privilegiada posición -alcanzada a los cincuenta y ocho años- para seguir reivindi­cándolo.

Para Cervantes todo el mundo merece tener una oportunidad, ser libre para cam­biar y ser respetado y valorado en el cambio, si su comportamiento lo demuestra y si su valía personal lo merece, sin excusa ni rencor alguno.

En La Gitanílla no hay ni buenas ni malas clases sociales, mejores o peores san­gres o etnias; sólo buenas y malas personas según el ideal paulino que profesa. Criti­ca y condena aquello que atenta contra el ideal cristiano, provenga de quien

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provenga, y exalta, defiende y propone como modelo de vida ese idealizado bien co­mún, personificado especialmente en Constanza.

Con esa misma constancia es con la que don Miguel ha logrado alcanzar todo lo que se ha ido proponiendo en la vida, no exenta de desdichas, sufrimientos, injusti­cias e innumerables obstáculos.

Para finalizar esta exposición, me gustaría acabar con unas palabras que creo que resumen bastante bien lo que yo he ido intentando destacar respecto a Cervantes y su Gitanilla.

"Dice Platón que ningún rey hay que no sea venido y haya tenido su principio de muy bajos, y ningún bajo tampoco que no haya descendido de hombres muy altos. Pero la variedad del tiempo lo ha todo mezclado, y la fortuna lo ha abajado y levan­tado, ¿quién, pues, es el noble? Aquel a quien naturaleza ha hecho para la virtud,,29.

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