gallego, julián

44
Univerdidad de Buenos Aires www.minoydavila.com.ar Julián Gallego La democracia en tiempos de tragedia. Asamblea ateniense y subjetividad política

Upload: ana-ines

Post on 16-Dec-2015

48 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Jullián Gallego es historiador de la antigüedad. Trabajó con I. Lewkowicz. Su pensamiento histórico es relevante como enfoque teórico y como perspectiva para la comprensión de la política.

TRANSCRIPT

  • Univerdidadde Buenos Aires

    www.minoydavila.com.ar

    Julin Gallego

    La democraciaen tiempos de tragedia.

    Asamblea ateniensey subjetividad poltica

  • Mio y Dvila srl

    www.minoydavila.com.ar

    En Madrid:Mio y Dvila editoresArroyo Fontarrn 113, 2 A (28030)tel-fax: (34) 91 751-1466Madrid Espaa

    En BuenosAires:Mio y Dvila srlPje. Jos M. Giuffra 339 (C1064ADC)tel-fax: (54 11) 4361-6743e-mail: [email protected] Argentina

    Prohibida su reproduccin total o parcial,incluyendo fotocopia,sin la autorizacin expresa de los editores.

    Primera edicin: junio de 2003

    ISBN:

    Impreso en: Buenos Aires, Argentina.

    Cuidado de edicin y diseo de portada:

    Gerardo Mio, uno de

    grupo de diseo creativo ([email protected])

    Ilustraciones de portada:

  • Prlogo, por Domingo Plcido ......................................

    Agradecimientos ............................................................

    Reconocimientos ............................................................

    Introduccin ...................................................................

    Captulo IDemocracia ateniense y pensamiento poltico ..............

    a) Por un pensamiento poltico de la poltica ...............b) Contexto historiogrfico: ideologa, teora,

    pensamiento .............................................................c) Cuestiones de mtodo: la poltica pensada en

    interioridad ................................................................d) La singularidad histrica del recorrido propuesto ...

    PARTE ILA ASAMBLEA ATENIENSE Y LA INVENCINDE LA DEMOCRACIA ..........................................................

    CaptuloIIEl acontecimiento de la democracia ..............................

    a) La emergencia del pueblo como sujeto poltico .......b) La leccin aristotlica de las reformas de Efialtes ....

    CaptuloIIILa asamblea ateniense: debate y decisin .....................

    a) En torno a las condiciones institucionales ..............b) El marco del debate: igualdad y libertad de palabra ...c) La toma de la palabra: individuo y comunidad .........d) Liderazgo y responsabilidad de la decisin .............

    ndice

    13

    17

    19

    21

    25

    25

    29

    3953

    59

    65

    6578

    95

    95100107118

  • Captulo IVLaproduccin poltica: enunciacin y divisin ............

    a) Enunciacin y persuasin: la palabra verosmil .......b) La diseminacin de los enunciados .........................c) La actividad poltica del demagogo ..........................d) El carcter productivo de la divisin poltica ...........

    CaptuloVIndefinicin terica del dispositivo asambleario ..........

    a) Derecho de ciudadana e inclusin en el estado ......b) La asamblea democrtica como poder indeterminado .c) Imprevisibilidad de la poltica, indefinicin de la

    igualdad ....................................................................d) La anarqua del acto poltico democrtico ................

    CaptuloVILa capacidaddesligante de la poltica popular ..............

    a) Soberana del pueblo y voluntad general ................b) Decisin popular, produccin y escritura de la ley ..c) El conflicto como actividad del sujeto poltico ........d) El exceso de la poltica democrtica .........................

    PARTE IIHISTORIA Y SOFSTICA:DOS MODOS DE CONSTRUCCIN DE LA VERDAD POLTICA .....

    CaptuloVIINacimientode la democracia, invencinde la historia ..a) Situacin historiogrfica: historia, memoria, verdad ..b) Discurso histrico y construccin etnogrfica ........c) El artificio verosmil: el autor y la narracin .............d) El momento de Herdoto: la historia como balance

    poltico ......................................................................

    CaptuloVIIIHerdoto y la identidadpoltica de la democracia .........

    a) Alteridad brbara: la representacin imaginaria delotro ............................................................................

    129

    129137149152

    163

    163174

    179188

    195

    195207222230

    235

    241241243247

    262

    273

    273

  • b) Identidad griega: la construccin del espacioisonmico .................................................................

    c) De la comunidad fundada en la ley a la ciudadigualitaria ..................................................................

    d) Singularidad ateniense: autodefinicin poltica de laplis democrtica ......................................................

    Captulo IXLa construccin retrica delmundo de la plis ............

    a) El discurso sofstico: la palabra y la ley ...................b) Hacer cosas con palabras: el ser como efecto de

    discurso ....................................................................c) Ambigedad y contradiccin: los argumentos

    contrapuestos ...........................................................d) Los dichos y los hechos: la construccin de lo

    verosmil ....................................................................

    CaptuloXLa sofstica y el acontecimiento de la poltica ..............

    a) El primer inventor: la organizacin poltica de lahumanidad ................................................................

    b) El lgos y el pacto social: la convencin en torno alo verosmil ................................................................

    c) El nmos como ficcin: naturaleza, poltica y verdad ..d) Entre la palabra y la ley: el acto como verdad de la

    poltica ......................................................................

    PARTE IIIHROE TRGICO Y SUJETO POLTICO:LA DEMOCRACIA A TRAVS DEL TEATRO DE ESQUILO ..........

    CaptuloXILamirada trgica de la poltica democrtica................

    a) La democracia en las tragedias de Esquilo ...............b) Dos escenas de la ciudad democrtica en el teatro

    de Esquilo .................................................................c) Ver y or, participar y mirarse: el teatro de la ciudad ...d) Divisin, unidad: la anti-poltica trgica ..............

    277

    287

    300

    309

    309

    312

    326

    336

    347

    347

    356372

    387

    391

    395

    395

    400408413

  • CaptuloXIIPreludio arcaico: figuras de la tirana en la Oresta ...

    a) El orgullo de Agamenn: tirana en masculino .........b) Clitemnestra y Egisto: tirana en femenino ...............c) La mcula de Orestes: ltimo acto de una ley ..........d) Imgenes trgicas de un herosmo imposible ..........

    CaptuloXIIIEl acontecimiento de unanueva justicia en laOresta ...

    a) Del okos a la plis: el recorrido de la justicia ..........b) Sobre hroes y dioses: el advenimiento trgico de

    la poltica ...................................................................c) Singularidad del acontecimiento: decreto divino,

    justicia humana .........................................................d) Justicia poltica, espacio pblico y democracia: la

    palabra persuasiva ....................................................

    CaptuloXIVLa decisin popular en la escena de las Suplicantes ....

    a) Azar, angustia y destino: el carcter trgico delsujeto poltico ...........................................................

    b) Controlar las pasiones: garantas divinas para laapuesta poltica .........................................................

    c) La decisin poltica: persuasin, asamblea ysoberana popular .....................................................

    d) El compromiso poltico: la responsabilidad delciudadano .................................................................

    e) La incertidumbre trgica: lo inevitable y loimprevisible ...............................................................

    f) Hroe trgico y ciudadano: advenimiento subjetivoen situacin ..............................................................

    Conclusiones ..................................................................

    Abreviaturas ...................................................................

    Bibliografa .....................................................................

    ndice de Materias y de Nombres ..................................

    ndice de Pasajes Citados ..............................................

    421

    421427437445

    451

    451

    455

    462

    480

    489

    489

    498

    506

    513

    518

    523

    531

    539

    541

    593

    605

  • Introduccin

    Este libro se propone realizar un anlisis histrico de la poltica atravs del vital recorrido de la democracia ateniense durante lasegunda mitad del siglo V a.C., considerando a la asamblea comoel poder que toma en sus manos la produccin de poltica y pos-tulando que la conformacin de un sujeto poltico se opera entorno al eje de la decisin colectiva a partir del vnculo entre lasprcticas de la soberana popular y las formas de pensamientopoltico. Se trata pues de establecer la relacin de una poltica consu pensamiento, esto es, el modo bajo el cual una experienciapoltica se piensa a s misma a travs de diferentes reflexiones yformaciones discursivas. Entre ambos rdenes hay ligaduras queson evidentes y otras no tanto. Una de estas conexiones corres-ponde a los vnculos entre poltica y literatura. Pero, de qupoltica y de qu literatura se trata?

    La produccin poltica que vamos a considerar consiste enaquella que depende de la conformacin de un sujeto poltico. Lasituacin ateniense presenta elementos singulares al respecto.Hacia mediados del siglo V, los ciudadanos haban asumido delleno que la comunidad deba tener un protagonismo sin restric-ciones de ningn tipo. La asamblea como reunin efectiva de lacomunidad se convirti entonces en el poder principal. La confi-guracin del sujeto poltico se tramar bajo estas condiciones,pues la asuncin de la soberana efectiva de la asamblea implica-r la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos para participarde las decisiones de la comunidad. Es justamente en relacin conel problema de la decisin que un sujeto poltico puede advenir, yes tambin a partir de ella que esta ocurrencia puede ser pensada.

  • JULIN GALLEGO22

    La produccin discursiva que analizaremos se organiza en unaserie de gneros literarios que poseen sus propios momentos deproduccin y circulacin, es decir, se encuentran histricamentesituados. La principal conexin entre la literatura y el medio so-cial ateniense es de tipo poltico. Los discursos son en este sen-tido diferentes modos de pensamiento de la experiencia demo-crtica. Claro est, el balance que las obras literarias elaboran sedesarrolla a mltiples niveles, pues la prctica poltica no es un-voca y unicausal. Nuestro recorte gira en torno a la asamblea, ladecisin y el sujeto poltico, concibiendo a los discursos comoformas de pensamiento de la disposicin que adquieren estos trescomponentes en su articulacin recproca.

    En el campo as delimitado abordamos el nacimiento de lademocracia ateniense y el despliegue de sus efectos. La disposi-cin de un sujeto colectivo en la asamblea se liga justamente aeste acontecimiento, dado que acta como el operador prcticode su ocurrencia. En funcin de esto, el libro se organiza deacuerdo con dos ejes centrales. El primero consiste en articular laproduccin poltica de la asamblea con los gneros discursivoscontemporneos. As, los diferentes elementos analizados enrelacin con la asamblea son luego retomados a partir de la mane-ra en que son tratados por cada discurso, segn los aspectossobre los que versan sus respectivos balances de la poltica deldmos. En cuanto al segundo eje, se trata del advenimiento de lademocracia abordado en su singularidad histrica y segn el tra-tamiento que recibe en las producciones literarias. De acuerdocon esto, la secuencia de la exposicin se organiza entonces apartir del acontecimiento de la democracia, tras lo cual se anali-zan el procedimiento y el papel poltico de la asamblea en tantoefecto de dicho acontecimiento, secuencia que se reitera en lastres partes en que se divide este estudio.

    Por cierto, la prctica poltica de la asamblea no surge conEfialtes, pero es a partir de sus reformas que la poltica democr-tica cobra una dimensin sin precedentes: el pueblo por mediode su actuacin en la asamblea emerge como cuerpo poltico quetoma en sus manos la produccin de decisiones. A lo largo de lasegunda mitad del siglo V, ste ser un elemento insoslayable.Pero esta presencia poltica del pueblo no significa consenso ounidad. En rigor, el modo de ser de de hacer la poltica demo-crtica en la asamblea es el de la divisin, eso que los griegoshaban identificado con la idea de stsis. La decisin polticacomo proceso de subjetivacin de la comunidad de ciudadanos

  • 23

    tiene como punto de partida no la unidad sino la escisin de lavoluntad cvica, no la sntesis sino la lucha de contrarios. De allel debate, pues ante la irremediable presencia de la divisin, loque la asamblea permite es la articulacin de un procedimientoprctico que torna posible un movimiento productivo de la esci-sin y no un desgarramiento fatal del cuerpo poltico. La identi-dad del pueblo, la comunidad como conjunto unitario, es slo unefecto segundo de la divisin, una consecuencia ulterior queproviene de la fijacin de una decisin. Tal resultado es produc-to de una lucha que queda momentneamente zanjada con la vo-tacin por mayora, que concluye con el proceso de toma de de-cisin. Es slo a posteriori que sobre la divisin se instala la uni-dad. La configuracin de la comunidad como sujeto poltico a partirdel accionar de la asamblea implica entonces tres momentos: eluso del lenguaje bajo la forma del debate de enunciados, que esel modo bajo el cual se presenta la comunidad escindida; la deci-sin mediante la votacin por mayora a favor de una de las dis-yuntivas propuestas en la confrontacin dialctica, que es unsegundo modo de la escisin; la reconfiguracin de la comuni-dad como entidad unitaria bajo la idea genrica de pueblo, que esla forma en que se efecta la decisin como proceso de subje-tivacin colectiva.

    En torno a estos ejes se disponen las tramas de los gnerosdiscursivos y su capacidad para pensar la poltica democrtica.Los discursos histrico, sofstico y trgico, tomados en funcindel problema de la emergencia de la democracia y sus efectosdurante la segunda mitad del siglo V, son considerados como tresformas que trazan un balance de la experiencia poltica ateniense.Desde nuestra perspectiva, lo que recorre a dichos discursos ypermite articularlos con la actuacin de la asamblea es una seriede problemas tales como la identidad, el compromiso y la accinconcreta (historia), el lenguaje, la ley y la verdad (sofstica), ladecisin, la justicia y la responsabilidad (tragedia). La eleccinde los discursos histrico, sofstico y trgico est, pues, en co-rrespondencia con los tres momentos constitutivos de la subje-tividad poltica de la comunidad de ciudadanos atenienses.

    A partir del recorrido propuesto pensamos la conformacindel sujeto poltico como un encuentro entre las prcticas y lasdiscursividades polticas de la Atenas de la segunda mitad delsiglo V. Esto entraa un anlisis concreto de una situacin con-creta. Pero no siempre ello es posible, es decir, no toda situacines poltica. De esto se sigue que el sujeto poltico es raro, en el

    INTRODUCCIN

  • JULIN GALLEGO24

    sentido de que no siempre hay un advenimiento revolucionario yno siempre se configura un procedimiento de decisin con capa-cidad para seguir produciendo efectos innovadores ligados a laradicalidad del acontecimiento. Desde nuestra perspectiva, haypoltica cuando un cuerpo colectivo, sea el que fuere y adoptelas formas que adoptare, establece un procedimiento para traba-jar sobre la divisin que lo constituye. Por ende, el sujeto polticodepende de un procedimiento genrico, que en la situacin de laasamblea ateniense implica el debate, la votacin y la responsa-bilidad de la decisin poltica. El acontecimiento de las reformasasociadas al nombre de Efialtes se articula as con el procedi-miento de la asamblea, operador prctico eficaz que hasta elmomento de su agotamiento en la ltima dcada del siglo V semantendr fiel a los principios radicales habilitados por el acon-tecimiento. A lo largo de este libro buscaremos, justamente, es-tablecer de qu modo, ms all de su impronta institucional, laasamblea ateniense se constituy en sujeto poltico, vinculndose con ciertos discursos a partir de una relacin inmanente esdecir, no expresiva, ni representativa de pensamiento1.

    1 La investigacin sobre la que se basa este libro fue concluida a fines de1998. Tras la disertacin, me he ocupado sobre todo de reescribir untexto que haba sido concebido como tesis de doctorado, cuyo presenteformato ha quedado prcticamente establecido durante el ao 2001(salvo cuestiones de detalle), agregando en algunos casos nuevas refe-rencias bibliogrficas pero de modo no sistemtico. Por ello, si bien sehallarn citados trabajos publicados en 1999 y 2000, el grueso de losestudios contemporneos usados data de antes de estas fechas. Por otraparte, si bien en los inicios mismos de esta obra en tanto tesis doctoralse contemplaba la integracin coherente de sus diversos captulos en unnico volumen, igualmente, ciertas porciones fueron objeto de publica-ciones previas en revistas y volmenes especializados con el objeto dedifundir y poner a prueba los avances realizados. Para los lectores de-seosos de seguir las reelaboraciones sufridas por los artculos damos enel lugar correspondiente los datos de los mismos y los captulos o apar-tados en los que han quedado finalmente integrados.

  • 25

    Captulo IDemocracia ateniensey pensamiento poltico

    a) Por un pensamiento polticode la poltica

    La poca actual es, entre otras cosas, un momento de crisis de lapoltica. Hoy que la ley del nmero es la que parece generar losconsensos, una encuesta nos dira que a los polticos actualescasi no se les cree. Ciertamente, el ejemplo elegido para justificarla primera afirmacin es capcioso: la encuesta mostrara un con-senso general en descreer de los polticos, y esto por s mismo yasera una forma permitida de expresar el descontento dentro delas reglas del sistema, es decir, mediante la ley del nmero, dondeel voto para la eleccin de representantes se confunde con lasencuestas del marketing. Pero la crisis de la poltica de la que sehabla no se soluciona con polticos crebles, ya que, en rigor, nose soluciona: la crisis se interrumpe si se inventa una poltica, sise revoluciona el campo de lo poltico tal como hoy existe, es decir,si se sealan los lmites de la ficcin de lo poltico comomedia-cin articulada sobre el lazo social imaginario y la representacinsoberana estatal1.

    La crisis de la poltica se articula con el agotamiento del mar-xismo, una apuesta que produjo efectos a lo largo de prctica-mente todo el siglo XX. Hoy podemos decirnos marxistas, y nose trata, por cierto, de rehuir de las identidades ni de sonrojarnospor ello. Nada de eso. Pero el solo hecho de decirnos marxistasno tiene actualmente ningn efecto poltico, porque invocar este

    1 Cf. Badiou (1985), 12-6.

  • JULIN GALLEGO26

    nombre, o sus principios, o sus proyectos, no genera ningunaadherencia activa, es decir, no produce poltica.

    Si acordamos en que el marxismo es el discurso en que sesostiene el proletariado como sujeto poltico, hoy da esto no tie-ne efectos prcticos. La lectura activa que el leninismo articul apartir del marxismo, abri el ciclo de las revoluciones contempo-rneas antiburguesas2. Sabemos que esta experiencia se encuen-tra agotada, y que los pases otrora socialistas han renegado desu pasado aceptando de lleno la democracia y el mercado, estoes, la ficcin de lo poltico bajo la forma del parlamentarismo delos polticos poco crebles y el capitalismo de las corporacionesinternacionales y la globalizacin. No se trata aqu ni de aorar loque la poltica marxista no pudo ser, hacer o dar, ni de festejar suagotamiento, ni de sumarnos a las reacciones antimarxistas con-temporneas, sino de realizar la valoracin apropiada de estos su-cesos, hecho que ya se ha emprendido de un modo eficaz3.

    Toda experiencia poltica activa requiere su balance. Todapoltica subjetiva genera sus propias formas de pensamiento.Cuando una poltica se agota es necesario trazar un balance his-trico. Pensar de manera histrica la experiencia revolucionariacontempornea conlleva pensar la poltica como prctica y comopensamiento. El marxismo ha sido un significante que se ha ins-crito en ambos rdenes: en tanto prctica, la poltica marxista seha orientado hacia la emancipacin mediante la accin revolucio-naria, una poltica de la no-dominacin; en tanto pensamiento, lapropia categora de revolucin montada sobre la lucha de clasesha sido elmodo bajo el cual el marxismo se pens a s mismo comopraxis poltica. Hoy que esta experiencia est agotada, la historiapuede operar el relevo sintomtico de la poltica relevo sin ga-rantas a condicin de que sea capaz de inventar un recorridoeficaz para pensar esa tentativa.

    Pero pensar histricamente la polticamarxista no significa queslo pueda hacerse mediante el balance de esa poltica. Pensarotros experimentos puede ser un modo, tambin sin garantas, deinventar un recorrido eficaz para la situacin contempornea. Esclaro que el discurso histrico pregunta al pasado aquello queimporta en el presente; se trata pues de una dialctica entre lomuerto y lo vivo4. En todo caso, la apuesta permanece abierta, y

    2 Cf. Romero (1980), 140-8.3 Lazarus (1996).4 Cf. Romero (1988), 27-74; de Certeau (1985), 71-128.

  • 27

    es necesario saber discernir qu es lo que corresponde a nuestraexperiencia presente y qu es lo que pertenece al pasado histri-co, de modo que la pregunta histrica por la poltica sea ella mis-ma un problema poltico.

    En este sentido, el problema que expondremos aqu es el de lainvencin de la poltica bajo su modo democrtico, pero tambin,partiendo de nuestro trayecto por el marxismo, el de la revoluciny el agotamiento de un proceso revolucionario. La pregunta porla invencin se relaciona con la actual situacin de crisis, puestoque si hoy es posible plantear tal pregunta es por la crisis mismade la poltica de emancipacin, de no-dominacin, ligada a laemergencia de un sujeto poltico. El problema de la invencinconsiste justamente en imaginarse, a travs de un recorrido his-trico que sirva como campo de experimentacin, de qu modopensar la poltica en una poca sin poltica, en una poca dondems bien asistimos a su retirada. La invencin de la poltica esentonces un nombre sintomtico que opera el relevo de la cate-gora de revolucin que haba sido puesta all por el marxismo. Yes el nombre sintomtico que recorre buena parte de las produc-ciones recientes sobre la poltica en la Grecia antigua para hacerreferencia a lo que el marxismo haba delimitado bajo la categorade revolucin5. Es un nombre sintomtico porque pone de relie-ve la produccin de un acontecimiento dentro de una interpreta-cin que no remite a poltica alguna sino a la ausencia de poltica.Para nosotros, pues, pensar la ocurrencia de la poltica democr-tica ateniense tiene relacin con esta situacin.

    Tal vez no resulte inapropiado hacernos eco aqu de ciertasafirmaciones vertidas por el historiador argentinoHalpernDonghique sostiene que el problema bsico de la etapa de revolucinera lo que en el lenguaje que ahora se ha hecho trivial podramosdecir la invencin de la poltica, es decir la creacin de un nuevotipo de actividad que crea nuevos tipos de conexiones; cmo esosnuevos tipos de conexiones que se establecen sobre la base deconexiones previas, cmo relaciones de lo social, basadas en unprestigio entre social y cultural, van a concretarse en relacionespolticas6. Llama la atencin su constatacin que por cierto no

    5 Sobre las categoras de invencin y revolucin, vase Gallego (1996b).6 Halpern Donghi (1994a), 42. El autor se refera as a su propio anlisis

    (1972) de los procesos y consecuencias que tuvieron lugar a partir de laRevolucin de Mayo. Halpern no parece haber utilizado tal lenguajetrivial slo para la ocasin; cf. (1994b), 9.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO28

    carece de fundamento de que hablar de invencin de la polticaresulta hoy da algo trivial. Qu ha sucedido para que puedaafirmarse esto? Por qu la invencin de la poltica resulta ahoraun lugar comn, sin importancia? El propio autor parece brindaruna respuesta cuando afirma que hoy no hay alternativas defondo, y en la medida que no hay alternativas de fondo el debateideolgico se hace no slo muy poco interesante sino tambinmuy poco estimulante. En definitiva, dicindolo otra vez con suspalabras, esto refleja la falta de disenso sobre el presente, lacreacin de un consenso, en muchos casos resignado, que elimi-na la tendencia a proyectar el disenso que ya no existe hacia elpasado7.

    No es aventurado diagnosticar que, en la actualidad, estoobedece a que la razn democrtica impera todopoderosa en eluniverso cultural8. Esta ideologa alimenta hoy en da un sinn-mero de reflexiones politolgicas, sociolgicas e histricas conlas que se busca discernir cmo funcionaban las democracias pre-tritas analizando tambin las teoras producidas para pensartales sistemas, cules son las variantes contemporneas de lademocracia, e incluso qu cambios podran introducirse paramejorar su organizacin y eficiencia9. Pero ms all de sus bue-nos fines conscientes, creemos que estos esfuerzos no condu-cen ms que a un nico objetivo: constituir el reinado de la demo-cracia en el tlosmismo de la historia, un deseo largamente anhe-lado por fin satisfecho.

    Para nosotros, esto se debe a un escenario muy preciso: loque hoy se festeja como el triunfo universal de la democracia es,desde nuestra perspectiva de la situacin actual, la crisis de lapoltica. Y en este terreno, nos topamos precisamente con el pro-blema de la invencin de la poltica, asunto que si hoy podemosplantear es justamente porque asistimos a la crisis misma de lapoltica, a su ausencia. Tal es la peculiaridad, en definitiva, de estacrisis, que aparece incluso bajo la idea de que hablar de inven-cin de la poltica resulta ahora una trivialidad. En efecto, la crisisde la poltica, la revolucionaria principalmente, es lo que ha per-mitido que en el contexto actual pudiera comenzar a hablarse deinvencin de la poltica: ante su ausencia, ante su falta, ante suinexistencia actual, entonces la posibilidad de inventarla. Ahora

    7 Halpern Donghi (1994a), 47-8.8 Vase Badiou (1991); cf. Deleuze y Guattari (1993), 148.9 Cf. Held (1992).

  • 29

    bien, entre la categora de revolucin y la de invencin hay unasignificativa diferencia: mientras que la primera, a partir de la Re-volucin francesa y la utilizacin que de ella empez a hacer elmarxismo, haba quedado ligada a una prctica poltica de eman-cipacin efectiva10, en cambio, la segunda no remite a ningn pro-yecto de transformacin de la sociedad sino que slo destaca lainvencin de una nueva poltica. Es por eso que al no haber po-ltica, al estar en crisis, la idea misma de invencin se torna trivial.Pero esta crisis es tambin la crisis delmarxismo. No se trata, comodijimos, de sumarnos a la reaccin antimarxista contemporneasino de pensar en la posibilidad de refundar la hiptesis de unapoltica de no-dominacin, de la cual Marx ha sido el fundador11.La invencin de la poltica trasluce este deseo, aunque no siem-pre de manera consciente. Sin embargo, la invencin de la polti-ca es tambin, de un tiempo a esta parte, un tpico historiogrficoque puede estar muy distanciado de la idea de refundar una po-ltica de emancipacin.

    En este sentido, la articulacin del interrogante que plantea-mos ha sido posible no slo por la crisis de la poltica marxistasino tambin por el pensamiento que de la misma han trazado,desde posiciones de lectura diferentes pero enlazadas, en primerlugar, Althusser, sin cuyas inauguraciones sera imposible paranosotros pensar, y, en segundo lugar, Badiou, mediante una re-flexin cada vez ms filosfica, y Lazarus, que ha planteado algu-nas trazas de un pensamiento poltico de la poltica. Para estosltimos, las huellas y grietas del primero se han constituido en elcampo de experimentacin sobre el que disponer sus interven-ciones. Para nosotros, sus trayectos nos han permitido intentardesde la historia pensar un itinerario bifronte: la poltica del dmosy la poltica marxista.

    b) Contexto historiogrfico:ideologa, teora, pensamiento

    La reflexin sobre la democracia tiene sus comienzos en lapropia Atenas, puesto que la poltica popular ha sido desde su

    10 Cf. Lazarus (1988).11 Sobre el problema de la crisis del marxismo y la posibilidad de otra pol-

    tica de emancipacin, Badiou (1985); cf. Benasayag y Charlton (1993),151-200.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO30

    mismo nacimiento el centro de inters de diversas formas cultu-rales, artsticas e intelectuales directamente ligadas a ella. Losgneros discursivos tales como la tragedia y la historia son prue-bas de ello, as como tambin la sofstica, la comedia, los panfle-tos polticos, la filosofa. Incluso el arte escultrico, en especial atravs de la obra de Fidias, conlleva asimismo un modo de repre-sentacin de la democracia de la poca de Pericles que sirve parajustificar el podero ateniense12. E incluso los textos que asumenuna posicin decididamente antidemocrtica pueden ser consi-derados modos de pensamiento de la democracia ateniense, co-mo ocurre con el panfleto atribuido a Jenofonte, que desde el inicioseala: Sobre la constitucin (politea) de los atenienses, quehayan preferido esa forma de constitucin no lo apruebo... Sinembargo, una vez que as lo decidieron, cun bien conservan laconstitucin y ejecutan otras cosas que a los dems griegos lesparecen errneas, lo voy a demostrar (apodexo) ([Jenofonte],Repblica de los atenienses, 1, 1; cf. 3, 1)13. Su intento consiste,pues, en realizar una reflexinmediante una demostracin de cmofunciona la democracia ateniense en tanto forma poltica basadaen el poder de los inferiores. Sabido es, por otra parte, que duran-te el siglo IV tanto Platn como Aristteles hicieron de la ciudaddemocrtica el centro principal de sus razonamientos14. De unmodo u otro, el examen de estos asuntos sigui ocupando el in-ters de estudiosos posteriores, en especial desde el Renacimientoy, sobre todo, a partir de la etapa de la Ilustracin en adelante15.

    Con el desarrollo de la historia como ciencia positiva, obvia-mente, el problema ocup de entrada un lugar relevante entre laspreocupaciones historiogrficas. En la actualidad, la produccinsobre el asunto se ha visto renovada a partir del planteamientode nuevos problemas surgidos como resultado de la confluenciade nuevos conceptos, modelos y mtodos de anlisis. Dentro deeste contexto, vamos a destacar aqu las lneas que a nuestro jui-

    12 Cf. Plcido (1985a).13 Para un estudio crtico de la Athenaon Politea del Viejo Oligarca,

    Leduc (1976); cf. (1981); (1984); Canfora (1980). Ver Fuks (1984)198-212; Rocchi (1971); Will (1978); Marr (1983); Gabba (1988);Mattingly (1997).

    14 Respecto de Platn, vase Pugliese Carratelli (1946); Chtelet (1968).Recientemente, Rossetti (1985); Klosko (1986); Lisi (1989). SobreAristteles, Boudouris (ed. 1995); cf. infra, cap. 5.

    15 Cf. Vidal-Naquet (1992), 129-209; Loraux (1996), 190-216. Asimis-mo Held (1992), 52-131.

  • 31

    cio constituyen los enfoques principales que han signado losestudios contemporneos: por un lado, los que han centrado susmiras en el funcionamiento de las instituciones y las prcticaspolticas, abordando la cuestin desde puntos de vista distintos;por otro lado, los que han privilegiado la produccin intelectualde la democracia ateniense, aspecto tambin desarrollado desdeperspectivas diversas.

    Pero un mapa diferente se configura si nos situamos entreambos ejes. Segn esta otra mirada, ya no se tratara de examinarlas instituciones de gobierno o las formaciones culturales en for-ma aislada unas de otras, sino que la bsqueda debera orientar-se hacia el plano de las conjunciones necesarias o circunstancialesentre las prcticas polticas y las producciones culturales. En estesentido, la relacin entre la poltica ateniense y los gneros litera-rios de su poca se ha constituido en una de las preocupacionesms importantes. De alguna manera, el marco ms general de es-tos debates ha sido el problema de la invencin de la poltica enla Grecia antigua16, asunto que tiene en la emergencia de la demo-cracia ateniense a uno de sus referentes fundamentales ya quees en ella donde se elabora ms acabadamente toda una serie dediscursos que confieren a la poltica su singularidad no slo ensu existencia prctica sino como conciencia de s de un grupoque toma en sus manos las decisiones17.

    Esta capacidad de pensamiento atribuible a la poltica demo-crtica como parte de su propio proceso de invencin y afirma-cin ha dado lugar al desarrollo de anlisis variados que condu-jeron a un saludable debate cuyo interrogante medular puedeformularse de la siguiente forma: existi una teora sistemtica,un pensamiento poltico o un discurso especficamente democr-tico sobre la democracia ateniense? Las posturas historiogrficasparecen oscilar entre: a) presencia de una teora sistemtica; b)ausencia de teora que da paso a indicaciones aisladas enmar-cadas en una ideologa democrtica que se desarrolla de maneraprctica pero sin adquirir una formulacin metdica; c) carcteraristocrtico de la reflexin; d) resignificacin de los valores aris-tocrticos en funcin de los democrticos; e) posible articulacin

    16 Sobre esto, Finley (1983b); (1986a); (1990); Rahe (1994), 14-40. Params referencias, Gallego (1996b).

    17 Utilizo aqu ideas extradas de Vernant, Linvention du politique, textoindito que el autor ha tenido la amabilidad de facilitarme y a quienmucho agradezco. Cf. Vernant (1965); Farrar (1988), 15-43.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO32

    entre las opciones compatibles de los puntos anteriores segnlas diversas variantes habilitadas. Veamos las posiciones impli-cadas en este debate.

    En un artculo reciente, Hansen daba cuenta de la investiga-cin de Bleicken destacando con fuerza los dos ejes implicadosen este estudio de la democracia ateniense: instituciones e ideo-loga. Lo interesante de esta resea es que no se queda al meronivel del comentario sino que propone lneas de anlisis que in-tentan precisar la articulacin entre ambos aspectos. En efecto,si desde la perspectiva institucional es necesario subrayar los cor-tes tales como las reformas deEfialtes del ao 462, la ley de Periclesde 451, la fase conflictiva de 411 a 403 o la restauracin de la de-mocracia desde esta fecha hasta 322, desde el punto de vista ideo-lgico, en cambio, es preciso ponderar el tema sincrnicamente,puesto que ciertas nociones clave no parecen haber cambiadopor ms de un siglo18.

    En virtud de estos supuestos desacoples entre historia ins-titucional e ideolgica cabe preguntarse qu tipo de articulacinespecfica existira entre prcticas y representaciones polticas ycul sera el carcter de estas ltimas. Pero la cuestin no es sim-ple, y no ha resultado fcil para los historiadores discernir losalcances de la documentacin disponible ni resolver el problemaen forma ms o menos coincidente. Momigliano se mostraba es-cptico a este respecto, y si bien sealaba que para desentraarel pensamiento democrtico del siglo V era preciso dejar de ladolas barreras platnicas, termin reconociendo que no haba se-guridad plena de que hubiera habido en el siglo V un pensamien-to democrtico bien articulado19. Como tampoco es seguro quedurante los siglos V y IV el pensamiento democrtico haya sidotan estable como lo supone Hansen, de forma tal que se justifi-que un tratamiento sincrnico del mismo. Raaflaub ha hecho unaadvertencia importante al respecto, sealando la necesidad de noutilizar indiscriminadamente las fuentes de los siglos V y IV nicentrarse excesivamente en los materiales ofrecidos por los ora-dores y filsofos del IV. Apuntando especficamente a las visio-nes contemporneas de la democracia ateniense del ltimo terciodel siglo V, el autor vislumbra que es posible rastrear las postu-ras a favor y en contra del sistema ateniense. Para ello, tras unanlisis del contexto histrico y poltico, echa mano a la docu-

    18 Hansen (1989c).19 Momigliano (1960).

  • 33

    mentacin disponible (historia, tragedia, comedia, etc.), sealan-do en cada caso cmo es posible reconstruir las confrontacionesentre demcratas y oligarcas y organizando un debate hipotticosobre la democracia que busca sintetizar los argumentos encon-trados que podemos hallar en la literatura tica de la poca20.

    El reciente estudio de Musti sobre el devenir de la idea de de-mocracia, a pesar de indicar que tal vez se haya discutido el pro-blema mucho ms de lo necesario, ha vuelto a dar debate sobre lacuestin de la existencia o no de una teora democrtica de la de-mocracia, tomando una neta posicin afirmativa. Las obras dehistoriadores o filsofos, en general en contra de la tradicin de-mocrtica, o las piezas teatrales, cuya inscripcin es ms difcilde verificar debido a su propia estructura, as como tratados yescritos varios, muestran el malestar que la prctica democrticahaba suscitado. Dentro de este conjunto de representacionesliterarias provenientes del interior de la tradicin democrtica ascomo de enfoques hostiles o fuertemente crticos, los discursosde Pericles en Tucdides y otras imgenes concurren para deli-near un cuadro coherente de concepciones, teoras, valores e ideascapaces de componer una teora democrtica o una ideologa deamplia difusin, usando este ltimo trmino en un sentido total-mente neutral segn el autor. El texto base es el clebre Epitafiode Pericles en Tucdides. Musti analiza entonces las categoraskoinn e dion, que a su criterio organizan toda la experienciapoltica y cultural ateniense, de modo que esta teora o ideologademocrtica conlleva analizar la relacin entre lo pblico y lo pri-vado21.

    Pero el discurso fnebre de Pericles no tuvo una recepcinsimilar en todos los casos. En efecto, a la visin de Musti se con-traponen en parte o en todo al menos dos posturas que han se-alado, por un lado, el carcter fragmentario aunque democrticode los indicios y, por el otro, la naturaleza aristocrtica del gneroaludido. La primera es la posicin de Jones, que destacaba que, apesar de la abundante literatura producida en la Atenas clsica,los filsofos y publicistas polticos simpatizaban con la oligar-qua y que no hay ningn resabio ms o menos completo de unateora democrtica de la democracia ateniense. Sin embargo, crea

    20 Raaflaub (1989). Sobre la oposicin entre democracia y oligarqua en laAtenas clsica, Lintott (1982), 125-84, y en especial los recientes tra-bajos de Fouchard (1997), 179-288, y Ostwald (2000), 21-30.

    21 Musti (2000), 9-154.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO34

    posible reconstruirla a partir de los vestigios presentes enepitphioi como el de Pericles, donde puede encontrarse la ex-presin de un espritu democrtico en contradiccin incluso conlas concepciones polticas de Tucdides, o el de Lisias, donde losideales de la democracia estn mejor asumidos. El discurso fne-bre resultara as el sitio privilegiado a travs del cual recobrar lateora democrtica vigente durante los siglos V y IV22. La segun-da postura es la de Loraux que se contrapone a la visin de Jonesy que propone la falta no slo de una teora sistemtica sino in-cluso de toda otra manifestacin indiscutiblemente democrtica,planteando que la nica elaboracin sobre la democracia la halla-mos en el discurso fnebre. Si bien como prctica el epitphioslgos es especficamente democrtico, en lo discursivo resultauna representacin netamente aristocrtica. As, la oracin fne-bre revela una ambigedad porque expresa un elogio de las ins-tituciones democrticas a la vez que pone en circulacin imge-nes no democrticas. Por ende, para Loraux no existe teora de-mocrtica alguna en consonancia con el desarrollo concreto dela poltica del dmos sino un desacople entre prcticas y discur-sos, dado que la lengua aristocrtica asume en la situacin ate-niense la tarea de brindar una representacin imaginaria del sis-tema y los valores de la democracia23.

    Finley ha abordado el tema en ms de una ocasin. A comien-zos de los 60, tomando en cuenta las ideas de Momigliano yacitadas, formulaba que no haba existido en Atenas una teorademocrtica, y que ello no debera sorprendernos porque no re-sulta para nada necesario se trata incluso de una falacia quetodo sistema gubernamental o social deba ser acompaado porun sistema terico elaborado. Veinte aos despus de esta oca-sin, criticando a Loraux y su afirmacin de que la falta de teoraes una cuestin misteriosa, y a Jones, que crea posible su re-construccin a partir de indicios, el autor seguir pensando lomismo, llevando la discusin a otro plano y habilitando la posibi-lidad de considerar demodoms amplio las formas de pensamien-to ligadas a la poltica democrtica. La reflexin poltica, dice elautor, no tiene por qu ser un anlisis sistemtico, pero no debe

    22 Jones (1957) 41-72; cf. Stockton (1990), 165-87.23 Loraux (1993), 179-229. En esta segunda edicin, abreviada, la autora

    incorpora un prefacio (9-20) en el que intenta ponderar las repercusio-nes de sus planteos y reafirmar la pertinencia de sus posturas, a pesarde la crtica de autores como Finley y Ober, de quienes hablaremos luego.

  • 35

    desecharse que los historiadores, panfletistas o autores teatra-les puedan estudiarse como pensadores polticos de la democra-cia capaces de representar en un medio pblico y compartido, lasluchas, opiniones y elecciones polticas que se les presentaban alos ciudadanos en su bsqueda concreta de la vida buena dentrode la plis24.

    El problema que suscita la postura de Finley ya no gira en tornoa la existencia o no de una teora democrtica sino en derredor dela relacin entre la democracia ateniense y los gneros literariosde su poca. Se trata pues de percibir las formas propias adopta-das por el pensamiento poltico25. Meier ha propuesto varios ejespara abordar esta cuestin, sealando las mutaciones de los con-ceptos polticos durante el siglo V que conducen de las nocio-nes ligadas al nmos a las asociadas al krtos y generan una opo-sicin entre krtos y arkh y ponderado la trascendencia delos gneros literarios para procesar la inesperada irrupcin de lopoltico y la democracia. Las tragedias de Esquilo muestran dequ modo se difunde la primaca de la democracia en la culturadel siglo V, siendo as las portadoras del primer pensamiento po-ltico. El nacimiento de la historia, vinculado con la forma en quela historiografa plantea el problema del proceso y el acontecimien-to, pone de manifiesto que historia y democracia surgen juntas amediados del siglo V. Y finalmente, la idea de khris, que cumplaun papel importante al funcionar como formulacin ideolgica queretomaba viejos ideales nobiliarios pero en un marco nuevo queasuma el poder ateniense de la segunda mitad del siglo V26.

    Rodrguez Adrados, por su parte, ha buscado establecer larelacin entre ilustracin y poltica articulada alrededor de lalucha de la idea democrtica, hecho que queda representado porla presencia transversal de la forma debate en el conjunto de losgneros literarios. Dicha ilustracin tiene como principales refe-rentes intelectuales a los sofistas, pero tambin a Esquilo y suteora religiosa de la democracia, a Herdoto y Sfocles y susconcepciones tradicionalistas y al conjunto del pensamiento de

    24 Para la primera cita, Finley (1981), 19; sobre el ltimo anlisis,(1986a), 162-6; cf. (1983b). Acerca de la idea de vida buena, fuera de lasprescripciones tericas de Platn y Aristteles, Sancho Rocher (1997b).

    25 Cf. Fouchard (1997), 181-234.26 Meier (1988), 149-253, 283-444; cf. (1985), 33-53, que sintetiza la

    evolucin de los conceptos polticos durante el siglo V; (1987), 67-81,sobre la idea de khris.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO36

    la poca de la guerra del Peloponeso, as como la serie de ideales,principios y valoresmorales y premorales quemostraran la articu-lacin efectiva entre ideas y realidades. Por consiguiente, lasobras literarias del siglo V se abordan como teoras polticas surgi-das en un contexto histrico concreto, que desarrollan concep-tos adecuados para pensar la democracia. Para Adrados hayperodos de acoples y desacoples entre teora y prctica. Se-gn su argumento, los ideales aristocrticos se traspasaron alas instituciones atenienses. Por ende, las elaboraciones teri-cas se encontraban afectadas por dichos ideales. Evidentemen-te, el autor plantea un punto asociado a la cuestin abordada porLoraux: la articulacin entre prcticas democrticas y representa-ciones aristocrticas. Pero el itinerario de Adrados es diferente,pues concluye que toda la poca encierra un equilibrio entre losideales aristocrticos y los valores populares27.

    Recientemente, Ober ha sostenido que existieron reflexionesdemocrticas sobre la democracia ateniense. El autor, discutien-do con Loraux, destaca algo que coincide en parte con las ideasde Adrados: los valores aristocrticos fueron incorporados a laideologa democrtica. El thos aristocrtico y su terminologa nosuprimieron ni socavaron los ideales igualitarios, sino que por elcontrario fueron los ideales aristocrticos los que se conforma-ron segn las necesidades del estado democrtico. Hubo puesuna subversin del thos aristocrtico. As, el balance entre di-versas oposiciones (libertad / consenso; soberana del pueblo /imperio de la ley, etc.) entraaba el problema general de la rela-cin entre masas y lite, y, tras esto, la cuestin de cules eranlos lmites que trazaba la colectividad sobre cualquier parte cons-titutiva de la misma. Los ciudadanos terminaron aceptando lospares contradictorios en unidades complementarias de modo quelas tensiones derivadas de la existencia simultnea de las des-igualdades sociales y la igualdad poltica terminaron resolvin-dose en el plano ideolgico. Este control ideolgico de las masasatenienses sobre la lite, si bien no era un sistema perfecto, posi-bilitaba sin embargo que las tensiones encontraran canales deresolucin por medio de figuras simblicas. Todo ello coadyuven favor de un alto grado de armona social y, por ende, una faltade conflictos de clases abiertos. Al igual que Meier, Ober tam-

    27 Rodrguez Adrados (1975), 99-381; cf. (1997), 15-110, que vuelve so-bre los problemas mencionados pero desde un punto de vista ms lite-rario que poltico.

  • 37

    bin destaca la importancia de la nocin de khris en la configu-racin de las representaciones democrticas, lo cual colaboraren conciliar los intereses de las masas con los de la lite. La demo-cracia cre as un lenguaje independiente de las ideas aristocr-ticas, inventando palabras nuevas (demokrata, isonoma), o biencambiando el valor de otras ya existentes (isegora, plthos), obien subvirtiendo y apropindose de trminos aristocrticos (kalo-kagatha, aret). Mientras el dmos fue rbitro de la opinin p-blica, el poder de asignar smbolos permaneci en sus manos28.

    Para Brock la posicin a adoptar parece ser una intermediaentre la de Ober y la de Loraux. Si bien acuerda con la autora fran-cesa en cuanto a que no hubo teora democrtica ni tratado siste-mtico alguno, se acerca a la postura de Ober al sostener que hubouna ideologa democrtica en un nivel menos articulado. En la po-larizada atmsfera poltica de finales del siglo V, los demcratasbuscaron difundir y promover sus ideas y las prcticas e institu-ciones en que ellas se encarnaban. Mediante un estudio de lostipos de propaganda y las principales alternativas que se les pre-sentaban a los demcratas, Brock muestra cmo se articulaba laideologa democrtica. A partir de principios como la igualdad, laley, la libertad, la comunidad y sus posibles conjunciones, losdemcratas articularon un pensamiento positivo de la polticaateniense. Tomando ideas de Loraux sobre la escritura como algotpico de los aprgmones oligrquicos, el autor concluye que laoralidad era lo central de la democracia. Y yendo ms lejos anplantea que el funcionamiento prctico del sistema real que nospresentan el teatro y las dems evidencias dejan ver la falta denecesidad de justificaciones tericas29.

    28 Ober (1989), 289-92, 304-6, 332-9. Sobre la importancia de estos nue-vos conceptos y cmo se conjugaron en una teora articulada de la de-mocracia a partir de una nueva concepcin de la nocin de nmos,Sancho Rocher (1991); (1997), 21-95. La autora seala que la idea deisonoma utilizada con el sentido de reparto igualitario de poder se iden-tifica con demokrata e implica la desaparicin de una autoridad im-puesta que posibilita la capacidad de autogobierno y autonormativizacindel conjunto de los ciudadanos libres de la plis. Basada en la isegora,la democracia asamblearia asignaba as un sentido convencional, con-sensual y perfectamente mutable a la idea de nmos.

    29 Brock (1991); cf. Loraux (1993), 185-7, sobre escritura terica oligr-quica y oralidad democrtica ligada al funcionamiento de la asambleadonde opera la escritura instrumental de la leyes. Para esta cuestin,Brock remite a Thomas (1989), 15-94; vase Harvey (1966).

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO38

    En esta lnea puede afirmarse, siguiendo a Gil, la existencia deuna ideologa o mentalidad democrtica ateniense fundada en trespreceptos: eleuthera, isonoma e isogona30. La proyeccin quealcanza esta ideologa, dice Plcido, no debe ocultarnos que estaelaboracin es expresin de los problemas de la plis, donde lourbano resulta la clave fundamental para comprender cmo se de-sarrolla esta evolucin. Tal proyeccin, cada vez ms atravesadapor la stsis a medida que avanza el siglo V, cuyos ribetes dram-ticos adquieren especial intensidad durante la poca de la guerradel Peloponeso, se manifiesta con fuerza tanto en el pensamientocomo en la religiosidad31. Este imaginario democrtico involucra,pues, un conjunto de representaciones contradictorias que pue-de dar lugar o bien a una formulacin consensual bajo la hege-mona del dmos, como propone Ober, o bien al enfrentamientode la teora sistemtica oligrquica con una ideologa democrti-ca menos ensamblada pero muy arraigada en las prcticas con-cretas, como sugiere Brock. Esta ideologa no estaba al margende las contradicciones inherentes a la sociedad ateniense. Contodo, bsqueda del consenso y lucha ideolgica seran dos for-mas discordantes entre s pero posibles en el terreno de una iden-tidad ateniense capaz de englobar a la comuna ciudadana bajouna idea de concordia cvica32.

    En sntesis, dado que la postura adoptada trasluce una tomade posicin en el dominio del anlisis histrico sobre la relacinque traza una poltica con su pensamiento, el campo conformadopor las diferentes intervenciones historiogrficas se presenta co-mo sumamente heterogneo y conflictivo. Cualquiera sea la po-sicin adoptada, lo que se extrae es el reconocimiento de que todapoltica activa desarrolla una serie de recursos reflexivos. Paranosotros el problema no consiste en reconocer su carcter parti-dario aristocrtico o democrtico, ni en cotejar si su formulacines o no sistemtica bajo la forma de una teora, ni en reconstruiruna ausente reflexin democrtica mediante los ecos fragmenta-rios presentes en los textos de los crticos de la democracia. Setrata ms bien de comprender si los discursos se colocan en unaposicin interior a la prctica democrtica misma, esto es, si cons-tituyen sus propios recursos de pensamiento para examinar acti-vamente su trayectoria, o si se sitan en una dimensin exterior,

    30 Gil (1989); (1995).31 Plcido (1984a); (1997a), 192-209. Cf. Jameson (1997a).32 Vase Scafuro (1994). Cf. Ampolo (1979); Pissavino (1985); (1986).

  • 39

    organizando as una mirada pasiva y sin incidencia real en la ex-periencia poltica indita del dmos ateniense. Nuestra opcin alo largo de este texto ser por la primera de las alternativas: losdiscursos como recursos reflexivos interiores a la poltica demo-crtica.

    c) Cuestiones de mtodo:la poltica pensada en interioridad

    Reconocidas las lneas historiogrficas en cuanto a la rela-cin de la democracia ateniense con los discursos, creemos quees necesario pensar el asunto de otro modo. Lo que nos interesaes plantear un nuevo problema: el proceso de subjetivacin delcuerpo de ciudadanos atenienses a partir del borde delineado porla interseccin de las prcticas polticas con las produccionesdiscursivas, buscando la conexin al nivel de las prcticas con-cretas. Ciertas reflexiones recientes han replanteado la preguntaacerca de cmo pensar la poltica, hallando una respuesta a partirde una resignificacin de la categora de sujeto33. En este senti-do, nuestro proyecto se formula en torno a las prcticas de deci-sin. Se procura entonces analizar la actividad poltica de un su-jeto y la manera efectiva en que determinados discursos piensandicha actividad en una posicin de lectura en interioridad respectode las prcticas mismas. Los diferentes gneros discursivos pue-den as ser abordados como diversos modos de reflexin polti-ca, no tanto por lo explcito o lo implcito en el plano de las propo-siciones, sino por la configuracin de los enunciados y las con-diciones de enunciacin que tornan posible su ocurrencia.

    En funcin de esto, resulta ineludible identificar la especifici-dad de la poltica democrtica ateniense segn la forma concretaen que los atenienses desarrollaron sus prcticas y lenguaje po-lticos. En cuanto a las prcticas polticas, hemos de considerar-las a partir de su nivel ms significativo, esto es, la participacindirecta de los ciudadanos segn el modo en que se tomaban lasdecisiones en la asamblea. En este sentido, es menester sealarel carcter institucional de la asamblea ateniense en tanto sitiodonde se articulaba la subjetividad poltica del cuerpo cvico y

    33 Vase en especial los trabajos de Badiou (1982); (1985), y Lazarus(1985); (1996).

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO40

    su singularidad como prctica democrtica basada en el debatepblico y la decisin colectiva de los ciudadanos. Por otra parte,tambin resulta necesario evaluar los diversos mecanismos deorden prctico estrechamente relacionados entre s que incidanen el funcionamiento concreto de la asamblea, tales como las prc-ticas de la oralidad, los modos de argumentacin retrica del dis-curso oratorio, la traza de la verdad implicada en la produccin delos enunciados proferidos en la asamblea, el debate y la divisinde las opiniones, el compromiso y la responsabilidad de los ciu-dadanos respecto de la decisin votada mayoritariamente.

    Pero cmo procesaron estos hechos los propios ateniensesdurante el siglo V? Y qu efectos produjo ms all de las fronte-ras del orden poltico? En ajustada relacin con lo anterior se debesituar la constitucin del lenguaje poltico de los discursos liga-dos al desarrollo de la ciudad democrtica, que nos conducen ala dimensin adquirida por la cultura poltica de la Atenas clsi-ca, en tanto que tales discursos actuaban como formas de pensa-miento de la poltica del dmos. Las diversas formaciones dis-cursivas, puestas en relacin con el desarrollo de la poltica de-mocrtica producida por el pueblo en la asamblea, permiten asque nos adentremos en las formas de pensamiento habilitadaspor el proceso de subjetivacin poltica del cuerpo de ciudada-nos conformado, en forma prctica, en el marco de esa instanciainstitucional.

    La subjetividad poltica democrtica queda pues configuradapor el encuentro de dos producciones que podemos categorizar,respectivamente, como las prcticas de decisin en acto y lasprcticas de balance activo de los efectos de las decisiones. En elprimer caso, se trata de la capacidad poltica de la asamblea pararealizar dentro de unos modos institucionales que se hallanestatalmente codificados y controlados una produccin legis-lativa que, en ciertas circunstancias, se convierte en una verda-dera invencin poltica. En el segundo, aludimos a la conforma-cin de un pensamiento poltico en el marco de ciertos discursoscon facultad para procesar la prctica democrtica, cuya eficaciaradica en hacer circular socialmente un balance de esta experien-cia confirindole una consistencia situacional precaria. En el cru-ce de ambos rdenes de prcticas estriba la eventualidad de laapuesta poltica asamblearia, cuya inteleccin viene dada por lasdiscursividades de la segunda mitad del siglo V a.C.

    Para situar en su medio ms apropiado la relacin entre losdiscursos y las prcticas democrticas atenienses y precisar me-

  • 41

    jor el carcter de nuestro enfoque metodolgico y conceptual,presentaremos brevemente las condiciones de produccin depoltica en la Atenas clsica. En las sesiones de la asamblea, queeran absolutamente soberanas, los ciudadanos discutan la pol-tica participando como integrantes con plenos derechos. No existaall ningn poder por encima de la persuasin entre iguales quepudiera imponer de antemano un partido a la voluntad poltica delos ciudadanos. Una vez tomadas las resoluciones, la plis en suconjunto quedaba comprendida en ellas, siendo los ciudadanoslos nicos responsables de lo decidido y de lo actuado, pues losostenan con su cuerpo. Y esto no es un simple eufemismo, puescomo uno de los temas principales de la asamblea era la guerra34,el hoplita, el soldado en tanto ciudadano, se vea implicado encada decisin tomada por la ekklesa, puesto que sta involucrabaal cuerpo de ciudadanos, y, por lo tanto, al propio cuerpo de cadaciudadano.

    Los ciudadanos, pues, discutan entre s como iguales y en eldebate tomaban las decisiones sopesando slo los argumentos.Tales decisiones inauguraban un devenir irrevocablemente hu-mano cuyos efectos resultaban incalculables puesto que slo severan posteriormente, aunque nunca seran definitivos. Cmose operaba este proceso? Si en la asamblea podan contraponer-se tantas voces era en virtud de que ninguna voz poda reclamarpara s una verdad anterior esencial ni proclamarse duea de laverdad. Era necesario pues convencer a los ciudadanos confron-tando a travs de la palabra. La produccin de la asamblea sefundaba as en dos hechos incontrastables: la divisin como for-ma misma del sujeto poltico en el proceso de toma de decisin yla verdad en el enunciado que slo emerga como tal una vez quese llegaba a la resolucin. En efecto, en la situacin de la asam-blea democrtica la produccin y la confrontacin de los enun-ciados polticos implicaban la posibilidad de nuevas decisionessubjetivas a partir de la divisin de la verdad poltica. Esta ani-quilacin de la verdad de los enunciados era inducida por la ora-toria, pues, para poder hacer propuestas, deban forzarse nuevoslugares de enunciacin. El punto de detencin de la proliferacinde discursos slo se daba cuando se llegaba a la votacin, meca-nismo instrumentado para la toma de la decisin, dado que en lasituacin concreta de cada reunin de la asamblea, el modo de

    34 Cf. Finley (1986b), 105: durante los siglos V y IV a.C., Atenas estuvoen guerra, como media, ms de dos aos de cada tres.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO42

    establecer la verdad poltica de un enunciado consista en la re-solucin del dmos. La decisin, asumida como produccin de lacomunidad de ciudadanos, conduce al problema del compromisocolectivo para sostener lo votado en la asamblea una vez con-cluida la reunin; hecho que lleva, a su vez, al carcter irreversi-ble de las consecuencias inauguradas por las resoluciones adop-tadas en una asamblea singular. De esta manera, en el debate de-mocrtico, el encadenamiento prctico conformado a partir delenfrentamiento de los discursos, la aniquilacin de la verdad delos enunciados, la toma de la decisin y la irreversibilidad de susefectos, configuraba el modo de advenimiento en acto del dmosen tanto sujeto poltico soberano. Ser en torno a estos ejes quese constituirn las tramas polticas de los gneros discursivosas como su capacidad para pensar la poltica democrtica en in-terioridad.

    En efecto, en el contexto cultural de la Atenas clsica35, eldespliegue de los discursos trgico, histrico y sofstico resultavital, pues operan como formas simblicas nuevas que permitenprocesar la inesperada irrupcin de la poltica democrtica den-tro de un orden ligado al poder de la aristocracia. Podramos for-mular esta cuestin indicando que el universo arcaico, en posi-cin de imaginario, se vio perturbado por la emergencia de la prc-tica poltica democrtica, en posicin de real respecto de aquelimaginario. Los discursos, como prcticas que realizan un balan-ce de esa irrupcin, resultaron una forma eficaz de toma simbli-ca de ese real36. sta sera nuestra perspectiva para comprenderpor qu el siglo V ateniense se considera un momento inauditode actividad artstica e intelectual37. Lo que procuramos es pen-sar los efectos del acontecimiento de la democracia mediante lasproducciones discursivas aludidas38, tratando de establecer elmodo en que los propios atenienses los procesaron.

    35 Sobre sto, vase Boedeker y Raaflaub (eds. 1998), esp. introduccin yconclusiones, 1-13, 319-44.

    36 Cf. Milner (1999), 9-18.37 Respecto de la produccin cultural ateniense del siglo V, ver ahora

    Boedeker y Raaflaub (eds. 1998).38 La cuestin del surgimiento de tipos discursivos nuevos es un problema

    que concierne a la obra de Foucault (1967). Lo fundamental de su plan-teo radica en que la emergencia de un discurso constituye en s mismoel advenimiento de algo radicalmente nuevo, un acontecimiento, por-que se trata de un encuentro indeterminado entre prcticas discursivas

    contina

  • 43

    El punto de partida consiste en concebir una situacin abier-ta, cuya apertura obedece a acontecimientos polticos que tor-nan posible un derrumbe del poder aristocrtico. Paralelamente,el desarrollo cultural indicado puede plantearse como una cade-na de producciones en diferentes campos anudados siempre dealgn modo a la poltica, que operan aperturas que imposibilitanla ocurrencia de un cierre definitivo de la situacin. Desde nues-tro punto de vista, sto resulta fundamental puesto que usualmen-te se ha venido pensando a la plis bajo la idea de una estructuracerrada en la que la poltica, determinada por la base econmica,era la instancia dominante39. Es con respecto a esto que elabora-mos nuestra diferencia, pues si bien concebimos a la poltica co-mo la prctica a partir de cuyas efectuaciones se conforma lademocracia ateniense de la segunda mitad del siglo V en tantoirrupcin del dmos como sujeto colectivo, ello no significa quese la deba pensar como esfera estructuralmente dominante. Lapoltica no es la instancia que sutura una totalidad sino una prc-tica que opera aperturas en la estructura. La democracia ateniensees entonces una situacin con una consistencia precaria, cuyasindeterminaciones obedecen a la productividad poltica y discur-siva mencionada. Esta actividad se debe a que la poltica, enten-dida como irrupcin de sucesos radicalmente nuevos, produce asu turno efectos innovadores. El as llamado siglo de Pericles re-sulta pues del hecho de que la poltica pone a circular formas depensamiento nuevas que trazan un balance de la experiencia de-mocrtica mediante un complejo de prcticas discursivas.

    Nuestra crtica a las posturas que han planteado que la ins-tancia poltica era dominante en el mundo grecorromano puedesintetizarse del siguiente modo: si la poltica es una instancia do-minante implica que se trata de un sistema cerrado con un funcio-

    y prcticas no discursivas (institucionales, polticas, sociales, econmi-cas, etc.), lo cual, por su propio carcter, se torna indeducible a partirde las condiciones previas vigentes en ese momento.

    39 El trabajo pionero al respecto, de 1963, es el de Parain (1978). A esteartculo le sigui uno publicado en 1965 por Vernant (1982), 5-21, enel que intentaba precisar los lmites de las categoras marxistas para elanlisis de la plis. Una dcada ms tarde, en 1975, Padgug (1981) yKonstan (1981) buscaron articular, a travs de sus respectivas lecturasde las Formaciones precapitalistas de Marx, distintos conceptos parael anlisis de la Grecia y la Roma antiguas. Tambin en 1975 apareciel libro de Hindess y Hirst (1979), esp. 83-111. Y en 1977 se publicabael artculo de Godelier (1989), 240-59. Vase Plcido (1989b).

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO44

    namiento estructural en el que tiene lugar una articulacin estric-ta entre dominacin y determinacin. Para nosotros, en cambio,se trata de pensar la poltica como una capacidad que slo insti-tuye en tanto que en algn punto asigna fines a otras prcticas.Por lo tanto, aunque nicamente en este sentido, es la propiaprctica poltica la que en ltima instancia condiciona y no algoexterior a ella misma, como lo sera por ejemplo la economa. Enefecto, la poltica instituye porque su fuerza condiciona algo enlas dems prcticas, es decir que su trayectoria interviene sobreun punto aleatorio del campo de stas promoviendo en esa medi-da su constitucin. Pero tal caso ya no es el de la poltica comoinstancia dominante, sino el encuentro de la prctica poltica conotras prcticas que debemos entender no como complementa-ciones entre instancias dentro de una estructura con dominante,sino en tanto encuentros mutuos entre la poltica democrtica ylas prcticas discursivas segn la singularidad de cada encuen-tro, y de forma diversa segn la ndole de las prcticas que searticulan.

    De la lnea planteada se deduce que la poltica democrtica esproducto de la emergencia de una potencia, la fuerza soberanadel pueblo que se autoinstituye como cuerpo poltico y se sus-trae al control del poder aristocrtico vigente en la cultura de lapoca. Dicho sto, es necesario entonces discernir cmo plan-tear la relacin entre la poltica democrtica y las produccionesculturales ligadas a ella, tratando de comprender conceptualmentecmo el complejo de prcticas y discursos polticos desarrolla-dos en la asamblea se articulaba con otros conjuntos de prcti-cas discursivas tales como la tragedia, la historia y la sofstica.

    El intento consiste, pues, en dejar de lado la cmoda base ana-ltica de la determinacin analizando la productividad discursivacomo una serie de sucesos conectados a la emergencia del dmoscomo sujeto poltico. Reflexionando sobre Foucault, Deleuze haplanteado claramente el problema de manera conceptual40:

    Entre las formaciones no discursivas de instituciones y lasformaciones discursivas de enunciados, sera grande la ten-tacin de establecer, o bien una especie de paralelismo ver-tical, como entre dos expresiones que se simbolizaran una aotra (relaciones primarias de expresin), o bien una causalidadhorizontal, segn la cual los acontecimientos y las institu-

    40 Deleuze (1987), 36; cf. 27-48, 75-98 (resaltado en el original).

  • 45

    ciones determinaran a los hombres como supuestos auto-res de enunciados (relaciones secundarias de reflexin). Sinembargo, la diagonal impone una tercera va: relaciones dis-cursivas con los medios no discursivos, que no son ni inte-riores ni exteriores al grupo de enunciados, sino que consti-tuyen el lmite..., el horizonte determinado sin el cual talesobjetos de enunciados no podran aparecer, ni tal emplaza-miento ser asignado en el propio enunciado.

    De este modo, el encuentro entre la prctica poltica y los dis-cursos precipita un sentido, pero no como un signo donde unoes el anverso y los otros el reverso, un significante y sus signifi-cados, sino como un acontecimiento, un entrechoque precario ycontingente, la emergencia de un real para el cual es menester in-ventar un recorrido simblico capaz de procesarlo41.

    Por consiguiente, no se trata de que durante el siglo V la po-ltica imponga a los diversos discursos que se van constituyen-do nuevos objetos, pues cada uno de ellos configura sus pro-pios objetos de acuerdo con su particular forma de trabajar losenunciados. Pero, ciertamente, la prctica poltica ha abierto laposibilidad de nuevos campos de localizacin de los objetos pro-pios de los distintos discursos. Esa relacin de la prctica polti-ca con cada uno de los discursos surge igualmente en el estatutoadquirido por el poeta trgico, el historiador y el sofista42. Ahorabien, segn la idea que hemos planteado, que implica pensar laAtenas democrtica como efectuacin de una serie de aconteci-mientos, sostendremos que los encuentros entre prcticas sondel orden de lo evanescente, de lo sustractivo, y, consiguiente-mente, de difcil aprehensin. De modo que cuando hablamos dela produccin poltico-discursiva ateniense del siglo V como unacadena de acontecimientos debemos pensarla como una serie deprocesos de subjetivacin que se efectan en la situacin dada.Lo propio del encuentro entre prcticas contingentes es del or-den de lo aleatorio43. Agotada su capacidad activa interviene en-

    41 Cf. Milner (1989).42 Vase Foucault (1970), 212-4; cf. 62-3; (1973). Sobre el aporte de

    Foucault para el anlisis de las formaciones discursivas y su relacincon las formaciones no discursivas, de Certeau (1986), 171-98.

    43 Cf. Althusser (1988), 32: En lugar de pensar la contingencia comomodalidad o excepcin de la necesidad, hay que pensar la necesidad

    contina

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO46

    tonces la capacidad reactiva estatal, el juego de lo posible entreprcticas codificadas y reglamentadas, dicho de otra manera, lacombinatoria de instancias en una estructura con dominante. Enuna situacin estructurada ya dada lo que se percibe es la exis-tencia de relaciones entre prcticas (discursivas como no dis-cursivas) institucionalizadas, es decir, en tanto que instancias,con una de ellas que, entonces s, resulta instancia dominante yse liga al dominio de la prctica estatal. Esto requiere un desarro-llomayor.

    De manera general, podemos decir que los discursos operanun relevamiento de las prcticas sociales a travs de un recorridoque permite articular el imaginario social como lazo discursivo.Tal sera el efecto de la prctica estatal. Pero si nos quedramosa este nivel, entonces nuestro trabajo sobre los discursos liga-dos a la poltica democrtica transcurrira en el plano de la situa-cin estructurada y no en el de aquello que produce aperturas enla situacin. Si bien es necesario tener en cuenta que hay prcti-cas y discursos con capacidad para dominar e imponer sus re-glas a otras prcticas en forma permanente, generando as empla-zamientos estructurales, de todos modos, tambin hay que tenerpresente que existen prcticas y discursos con capacidad paraproducir acontecimientos, ligndose as a una circunstancia pro-ducida por un advenimiento aleatorio y no a la estabilidad de unsistema. Tal es la distincin que establecemos entre las prcticasque cumplen funciones estatales y las que se acoplan a un sujetopoltico.

    Son stas ltimas las que a nuestro entender resultan funda-mentales para pensar la productividad discursiva de la segundamitad del siglo V, pues la actividad de un sujeto poltico resultaincompatible con el intento reactivo estatal de controlar la pro-duccin de significaciones. En este sentido, cabe sealar que lacomunidad ciudadana puede definirse segn su versin estatal(leyes, prcticas y discursos codificados con capacidad para

    como el devenir-necesario del encuentro de los contingentes; 32-3:Se trata del materialismo del encuentro, de la contingencia, en sumade lo aleatorio; 36: Una tendencia no posee la forma o la figura deuna ley lineal sino que puede bifurcarse bajo el efecto de un encuentrocon otra tendencia y as hasta el infinito. En cada cruce de caminos, latendencia puede tomar una va imprevisible, por aleatoria; 37: Elmaterialismo aleatorio, requerido para pensar la apertura del mundohacia el acontecimiento, la imaginacin inaudita y tambin hacia todaprctica viva, incluyendo la poltica.

  • 47

    subordinar y dar lugar en una estructura), o como cuerpo real dela poltica democrtica (operador activo que traza una fidelidadprctica con el acontecimiento de la democracia). Esta divisinde la comunidad se produce debido a que, por un lado, el cuerpocvico se constituye bajo prcticas estatales histricamente de-terminadas, dando lugar a la definicin del ciudadano como ele-mento bsico y de las clases como subconjuntos posibles den-tro de un orden institucionalizado, pero, por otro lado, la prcticade la asamblea de la segunda mitad del siglo V conforma y da vi-gencia a un operador poltico que no se obtiene ni por sumatoriade los ciudadanos ni por recuento de las clases sino por lo indis-cernible de sus partes ligado a su carcter genrico.

    Todo ciudadano en tanto miembro de la comuna cvica que-da, a la vez, constituido y dividido por esta escisin entre la leyestatal y la prctica poltica colectiva, en la que los ciudadanosexperimentan su capacidad y responsabilidad para decidir. Laigualdad de los atenienses, ciertamente, no es un mero principiolegal o institucional, ni se funda en el ser individual de los ciuda-danos ni en su inclusin estatal; se delimita como ser colectivo apartir de las prcticas y los actos polticos del dmos. En Atenasel lugar por excelencia de esta igualdad es la asamblea, puestoque all cada voz, cada discurso y cada propuesta tienen el mis-mo valor. El ciudadano ateniense del siglo V se halla escindido,pues, por un lado, acta como integrante de un cuerpo polticocon capacidad activa para participar y decidir, y, por el otro, esun miembro subsumido a las leyes y controles del estado. Tantoen un caso como en el otro nos encontramos no con el ciudada-no aislado sino ante un conjunto, ya sea el determinado a prioripor la ley, ya sea el efecto a posteriori de la decisin en acto. Elproblema radica en que ambos conjuntos pueden ser comprendi-dos bajo la idea de plis. Pero, en rigor, es menester percibir conclaridad que se trata de la idea de comunidad significada por di-ferentes prcticas, o bien las de carcter institucional ligadas alestado, o bien las de la asamblea como cuerpo productor de lapoltica real. Las prcticas estatales (institucionales, legales, reli-giosas, etc.) implican un intento de sutura, es decir, de fijacinpor parte del estado del significado preciso de la idea de comuni-dad mediante las redes de poder conformadas por el entramadodel lazo social imaginario. Las prcticas polticas democrticas dela asamblea, en cambio, implican un plus de sentido respecto delintento estatal de suturar y fijar un significado para la idea de

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO48

    comunidad44, porque las prcticas polticas colectivas no cance-lan el significado sino que producen una apertura del sentidomediante las decisiones que la asamblea elabora despus deldebate, la confrontacin y la adhesin a alguno de los enuncia-dos puestos en juego en la situacin. Lo cual implica una perma-nente tensin que durante la secuencia en que se desarrolla lapoltica democrtica radical ligada a la soberana del dmos noaparece nunca resuelta. Dicha tensin es la que hace posible esaproductividad poltico-cultural indita ya mencionada.

    En efecto, esta situacin del cuerpo ciudadano presentadoen su accionar en la asamblea va a ser tema de una serie de dis-cursos que emergen a lo largo del siglo V, es decir, un complejode prcticas mediante las cuales un sujeto se da a s mismo unpensamiento como condicin de su propia ocurrencia en tantomodo histrico singular de la poltica45. Tales discursos son losque operan, cada uno segn sus reglas, balances polticos de laexperiencia democrtica y, por lo tanto, del cuerpo real de esapoltica que es la asamblea. Ciertamente, en el plano de las forma-ciones discursivas, los diferentes elementos de la serie plantea-da dan lugar a distintas maneras de constitucin de los enuncia-dos de acuerdo con el modo discursivo de que se trate, segn susingular relacin con la prctica poltica y conforme con la ndoledel asunto que se desarrolle. La tragedia, por caso, traza un ba-lance de la situacin del agente ante disyuntivas angustiantes:decidir sin garantas, dado que no existe verdad garantizada porautoridad superior alguna. El discurso trgico se hace cargo asdel problema del sujeto conformado en funcin de la toma de unadecisin. La sofstica, por su parte, desarrolla principalmente eltema de la divisin de la verdad poltica producida bajo las con-diciones imperantes en la asamblea y con arreglo al juego mlti-ple de los enunciados, tratando de significar en relacin con el

    44 Hemos elaborado esta diferencia entre ambos regmenes de prcticas,uno que clausura el sentido operando segn el rgimen del significado yotro que se sita en exceso en relacin con el anterior, a partir de Cas-toriadis (1989), 122-33; (1993), 69-90, que plantea dos dimensionesdel habla, la de cdigo y la de lengua, esta ltima en exceso respecto dela primera; es por este desdoblamiento que las significaciones imagina-rias sociales se conectan con la emergencia de la alteridad, un imagina-rio radical.

    45 Cf. Lazarus (1985); (1996), 61-83, que define lo que denomina losmodos histricos de la poltica, es decir, la relacin de una polticacon su pensamiento concreto.

  • 49

    lgos y el nmos el hecho de que se puedan producir enuncia-dos nuevos capacitados para dividir la verdad en una situacinde enunciacin colectiva y contradictoria como la asamblea. Asu vez, la historia procesa la irreversibilidad de los acontecimien-tos polticos y la falta de previsibilidad acerca de sus consecuen-cias en el momento en que un acto es decidido y debe llevrseloa cabo, puesto que sus resultados slo pueden ser evaluadosposteriormente. Se trata, pues, de un modo de pensar los efectosirrepetibles de las decisiones humanas en tanto resoluciones po-lticas.

    Es cierto que los diversos discursos considerados se desa-rrollan en el contexto de prcticas sociales, institucionales, ritua-les, religiosas, econmicas, vinculadas de algn modo a la prc-tica estatal, que es la que intenta fijar una significacin unvoca ala idea comunitaria46. Se trata de la accin previsible, prudente yordenada que debe cumplir todo cdigo de signos en tanto de-termina las cadenas de significantes que operan como significa-dos correspondientes a los significantes dados47; aun cuandoesta operacin pudiera resultar infinita se estara igualmente enposesin de la regla a seguir para llevar a cabo tal cometido. Perosi los discursos quedan ligados a las decisiones del sujeto pol-tico, trazando un balance activo de la experiencia subjetiva deldmos, entonces tales discursos actan como parte de la inven-cin de la poltica democrtica, el acontecimiento de la democra-cia como emergencia de una novedad ligada a las inconsistenciasde la situacin. En tal circunstancia, los procedimientos discur-sivos ya no son los propios de un cdigo de signos sino queestn en exceso con respecto a dicho cdigo: existe una lgicadel sentido cuyo modo de organizacin no da lugar a un conjun-to nico y unvoco48. La prctica estatal, en cambio, implica unintento de dar consistencia a estos discursos, porque, en tantoexista una indeterminacin en el campo de produccin de las prc-ticas discursivas, lo que el estado buscar es que los discursosse vean limitados por las reglas que sus prcticas imponen: setrata de establecer un dominio efectivo que coloque al estado enuna posicin hegemnica sobre estos discursos. Por ende, los

    46 Cf. Goldhill (1987); (2000), respecto de las Grandes Dionisias comomarco ideolgico y estatal de las representaciones trgicas.

    47 Esto es lo que se desprende de las conceptualizaciones de Eco (1978),41-179, 341-414; (1986), 336-54.

    48 Cf. Deleuze (1989).

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO50

    discursos quedan tomados en una tensin definida por el crucede las prcticas estatales con las prcticas polticas democrti-cas (no estatales) del sujeto.

    Si el estado es capaz de producir su dominio, producir a lavez la supresin del carcter no reglado de los encuentros entrela poltica democrtica asamblearia y las producciones discursi-vas, estableciendo as una correspondencia institucional simtricay complementaria: hacer que cada elemento aparezca como unainstancia de reunin y fijacin del lazo comunitario garantizadoestatalmente. Se instituyen as condiciones predeterminadas parala proliferacin reglada de los discursos. Cuando esta operatoriaestatal prospera, entonces los discursos aparecen como prcti-cas consistentes, cuya delimitacin viene dada por el dominio delos aparatos estatales y las reglas institucionales. Ante la apertu-ra poltica, el estado intenta una atadura imaginaria, una fijacinen lugares preestablecidos. Tal es la articulacin entre lo activodel cuerpo poltico genrico y lo representativo del estado.

    De todos modos, es menester advertir que la consistenciaestatal no tiene necesariamente que realizarse al margen de lasprcticas que traman el advenimiento subjetivo sino que puedendesarrollarse a travs de las mismas prcticas y discursos queproducen y procesan la experiencia democrtica, consumando assu extenuacin en tanto que tales. Porque todo acto de inven-cin poltica y todo pensamiento ligado a ella implican la posibi-lidad de una circulacin social que agote su carcter sustractivoy produzca por ende su emplazamiento por parte de los mecanis-mos estatales. En un mismo discurso puede aparecer entonces elbalance activo, como pensamiento en interioridad de la polticademocrtica, y la funcin de duplicacin representativa de lasprcticas del estado49. En este sentido, las apelaciones a la ley, ala concordia, a la justicia, al equilibrio, a la moderacin, y en con-tra de todo lo opuesto a estas nociones, resultan elementos im-portantes para acceder a este aspecto del discurso, de modo queen un mismo discurso podemos leer qu situacin se presenta,cul es su balance activo y cul es su vinculacin con el estado.

    Para nosotros, pues, hay una diferencia fuerte entre la prcti-ca poltica activa y la maquinaria del estado. Badiou seala esta

    49 Ver las nociones de cdigo, descodificacin y sobrecodificacin, y deterritorio, desterritorializacin y reterritorializacin en Deleuze yGuattari (1988), 213-37; cf. Deleuze y Parnet (1980), 139-66; De-leuze (1995), 263-86.

  • 51

    distancia planteando, por un lado, el carcter de ficcin de lopoltico, es decir, el lazo social comunitario (sociedad civil) y surepresentacin soberana (estado), y, por el otro, la poltica comoproduccin de un sujeto que es efecto de un acontecimiento50.En un sentido similar, Rancire delimita las nociones de polticao conjunto de prcticas enlazadas con la emancipacin, policao distribucin de las partes y jerarqua de lugares y funcionestanto en las relaciones sociales como en el aparato de estado, ylo poltico, campo de encuentro entre poltica y polica, y por endeuna distorsin producto de la manipulacin del malentendido que,en general, impera entre estos dos rdenes de prcticas que esta-mos tratando de discernir51.

    El otro aspecto importante de la observacin de Rancire re-side en que la funcin policial el estado en sentido amplio esen s misma una maquinaria polticamente neutra aunque social-mente de clase: el estado es la cuenta de las partes a partir de laasimetra entre las clases dominante y dominada. Entonces, si noexiste poltica activa, el estado acta potenciando la asimetra ylas jerarquas sociales. Pero si hay poltica activa producida porla emergencia de un sujeto, la poltica se apropia de las condicio-nes estatales, que, por lo tanto, funcionan como condiciones deesa poltica. Para la posicin subjetiva, la forma de gobierno esuna de las condiciones sobre la cual tramar una eficacia simbli-ca. Una forma de gobierno sin sujeto instaura, en cambio, unafuncin sugestiva, funciona como lazo social imaginario. Es lapresencia o ausencia de poltica activa la que establece en cadacaso el carcter del estado. Las instituciones se politizan por lairrupcin de un sujeto que las captura como condiciones de supropia produccin. La posicin subjetiva determina, de esta ma-nera, qu instancias institucionales se politizan y cules no. Lasno politizadas, que aqu identificamos con los aparatos ideolgi-cos y represivos del estado, son las que buscan controlar, anteun acontecimiento radical, la productividad poltica subjetiva quelo sostiene como invencin.

    Si no hay poltica, los procedimientos estatales funcionanregladamente como cuenta de las clases en la situacin. Si haypoltica, el trabajo de la divisin anteriormente sealado tomaasimismo al estado. Mas sto no implica que el objetivo estrictosea la toma del estado. El estado consiste en series diversas y

    50 Badiou (1985), 11-6, passim.51 Rancire (1992); (1996), 43-51.

    CAPTULO I: DEMOCRACIA ATENIENSE Y PENSAMIENTO POLTICO

  • JULIN GALLEGO52

    heterogneas de procedimientos e instituciones. El problema,entonces, es distinguir cundo estos procedimientos e institu-ciones operan a pleno como estado de una situacin de clasessociales asimtricas y cundo alguno o algunos de ellos funcio-nan como elementos apropiados por un sujeto poltico. Ante laemergencia de una posicin subjetiva, los procedimientos e ins-tituciones tienen eficacia simblica; si no existe posicin subjeti-va, cumplen una funcin imaginaria. Podemos decir que si haysujeto, ms all de los aspectos imaginarios que puedan encon-trarse en los discursos activos del sujeto, stos realizan un pen-samiento eficaz en y por los procedimientos e instituciones. Portanto, no se trata de la poltica activa contra el estado, sino quelos dispositivos estatales caen en este ltimo caso bajo la ope-ratoria de un sujeto poltico, cuya forma es la divisin y el con-flicto, de lo cual da buena prueba la idea griega de stsis. La pre-sencia de la lucha muestra que es en el estado donde se inscribeel trabajo de la escisin del sujeto poltico52, establecindoseentonces un borde en las prcticas estatales mismas que se escin-den por la actividad poltica de un sujeto que toma algo del esta-do para producir en la inmanencia de la situacin. Pero esta pro-duccin se conecta al mismo tiempo con un afuera, que es supropia invencin. El borde implica un adentro de la situacin li-gado a los procedimientos, instituciones, reglas, prcticas y ri-tuales del estado, que marcan un intento de inclusin, y un afue-ra, organizado en torno de lo impredecible, indiscernible e inde-cidible del sujeto. En esto consiste la escisin que la poltica activaproduce sobre el estado, y tal es el carcter poltico bifronte queconcebimos para la asamblea y los discursos que piensan la po-ltica durante la segunda mitad del siglo V: tienen diversas for-mas de inscripcin en el estado, pero funcionan como mbitos deinvencin poltica que producen ms all de los lmites de las re-glas y controles ideolgicos y represivos del estado. Hay puesun exceso del sujeto poltico respecto del estado. Esta irreduc-tibilidad del primero al segundo implica, justamente, que la polti-ca activa no se agote en el mero enfrentamiento asimtrico de unaclase social contra otra al nivel del mbito estatal, de lo cual cons-tituyen indicios claros las crticas al poder popular, tales como

    52 Testimonio de la divisin y el conflicto que mencionamos se halla enla multiplicidad de sentidos asignados al trmino dmos (identificablecon la asamblea, el estado, la forma de gobierno y el pueblo llano). Cf.infra, cap. 3-4.

  • 53

    las del Viejo Oligarca, Aristfanes, Andcides, Jenofonte, Platn,Iscrates, e incluso Tucdides y Aristteles53, pues son indicati-vas no tan slo de una actitud de clase sino especialmente deuna posicin de sujeto tramada en los procedimientos e institu-ciones del estado que rompe con la asimetra entre las clases y eldominio de unas sobre otras.

    d) La singularidad histricadel recorrido propuesto

    El cuerpo central de este libro se organiza en tres partes, unadedicada fundamentalmente a la asamblea, las dos restantes, alanlisis de la construccin de la verdad en las obras de Herdotoy los sofistas y al estatuto del hroe trgico en la produccin deEsquilo, respectivamente. La justificacin de nuestra eleccinradica en que las tres producciones se ligan al nacimiento y des-pliegue de la democracia: Herdoto, que escribe sus Historias enla poca de Pericles, momento de auge de la democracia ateniense;Protgoras, Gorgias y Antifonte, sofistas que entre mediados yfines del siglo V asumen la poltica como el elemento nodal deluniverso humano; Esquilo, cuya obra conservada se sita en lasetapas inmediatamente anterior y posterior a las reformas deEfialtes. En todos los casos, las obras son vistas como modosinmanentes de pensamiento de la poltica, como reflexiones desple-gadas en la propia situacin. Tambin en todos los casos se tratade indagar los efectos que produce el surgimiento de la polticademocrtica, no el agotamiento. Ello explica que, de entre los trgi-cos, hayamos decidido tomar a Esquilo y no a Sfocles o a Eurpi-des, y, en el campo de la historia, a Herdoto y no a Tucdides. Enefecto, Esquilo y Herdoto son autores que, aun cuando