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Page 1: Envejecimiento y protección social de la dependencia … · racionales, el desarrollo de la solidaridad pública como única vía posible para mantener la ... ría de las personas

Intervención Psicosocial, 2001, Vol. 10, N.° 3 - Págs. 259-275

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Envejecimiento y protección social de la dependenciaen España. Veinte años de Historia y una miradahacia el futuro

Ageing and social protection of dependency in Spain:20 years of history and a towards into the future

Mayte SANCHO CASTIELLOVocal de ciencias sociales y del comportamiento. Sociedad Española de Gerontología y Geriatría

Pilar RODRIGUEZ RODRIGUEZDirectora General de atención a mayores, discapacitados y personas dependientes. Principado de Asturias

RESUMEN

La celebración de la II Asamblea Mundial del Envejecimiento es una buena oportunidadpara revisar el camino andado en las dos últimas décadas en nuestro país. Se ofrece acontinuación un breve análisis de los aspectos mas sobresalientes sobre la evolución de laatención a las personas mayores dependientes en este período. Pero sobre todo, se formu -lan algunas propuestas de futuro que puedan convertir en realidad el lema de esta Asam -blea: “Una sociedad para todas las edades”. La promoción de políticas sociales intergene -racionales, el desarrollo de la solidaridad pública como única vía posible para mantener lasolidaridad familiar, la prevención de la dependencia y la participación de las personasmayores en los procesos que les afectan son algunos de los aspectos que se proponen eneste trabajo. Estas y otras iniciativas se deberán desarrollar en el marco de un sistema deprotección social a la dependencia, cuya implantación constituye una de las decisionespolíticas de mayor importancia para los próximos años. Una de las conquistas socialesmas importantes del siglo XX ha sido el envejecimiento de la población, junto con la evolu -ción del rol social de las mujeres. El cruce de ambos fenómenos está generando cambiosprofundos en nuestra estructura social y nuevas necesidades de protección a las que lospoderes públicos han de responder con agilidad, para que desde los comienzos de estesiglo XXI se pueda garantizar un envejecimiento de calidad.

PALABRAS CLAVE

Protección social, Dependencia, Solidaridad, Personas mayores, Residencias, Serviciosdomiciliarios, Cuidadores.

DOSSIER

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La I Asamblea Mundial del Envejeci-miento (AME) se celebró en Viena en elaño 1982. Era un momento clave para lahistoria de la protección social en Espa-ña: trabajábamos en la consolidación deuna añorada democracia, tras casi 40años de dictadura; disfrutábamos de unarecién estrenada Constitución en la quese recogían por primera vez los derechosespecíficos de las personas mayores; y,sobre todo, la mayoría participábamos deuna gran ilusión y expectativas por cons-truir una sociedad del bienestar en laque el desarrollo de los servicios públicosestaba en el centro de nuestras aspira-ciones.

El propósito de esta colaboración esaportar una somera revisión de lo reali-zado en nuestro país a lo largo de estasdos décadas en materia de política deservicios sociales dirigidas a las personasmayores. De entrada, hemos renunciadoa tratar en toda su amplitud este análisisy, por ello, no entramos en cuestionestan sugerentes y atractivas como la radi-cal transformación del perfil de la mayo-ría de las personas mayores de 65 años,plenamente incorporadas a la vida socialy cultural, su utilización del tiempo, susactitudes, sus actividades de participa-ción cada vez mas organizadas, y los

múltiples programas que hoy se dirigen aeste colectivo que llega a la vejez conbuena salud y con proyectos de futuro.

Hemos optado pues, por abordar elámbito de la dependencia, mas restringi-do y complejo desde cualquier perspecti-va que se analice. En esta línea y con elánimo de contribuir al debate sobre untema de candente actualidad como este,realizamos primero un repaso a la evolu-ción conceptual y al desarrollo de losrecursos que se ha experimentado a lolargo de las dos últimas décadas parafinalizar con algunas propuestas deactuación para el futuro inmediato.

La década de lo 80. La consolidaciónde los sistemas públicos.

Veníamos de una situación muy difí-cil. Eso era especialmente cierto para laspersonas mayores, cuya vida había esta-do presidida por el sufrimiento de unasangrienta guerra civil, por la tristeza yescasez de la posguerra y por muchosaños de represión.

En cuanto a las condiciones de vida deesta generación de mayores, siete añosantes de esta primera AME, se publicabael primer estudio sociológico español

Envejecimiento y protección social de la dependencia en España. Veinte años de historia y una mirada hacia el futuro

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ABSTRACT

The II World Assembly on Ageing is a good opportunity to review the distance covered in ourcountry during the last two decades. A summary of most relevant aspects of the assistance todependent elders during this period is given. In addition, a number of suggestions for the future aremade, in an attempt to let the motto of the Assembly come true-«A sociey for all ages». Among thetopics addressed in this paper is the promotion of between-generation social political, the develop -ment of family solidarity, dependence prevention, and elders’ involvement in processes concern i n gthem. These initiatives, among other, should be developed within a social protection system fordependant people, which implementation would be one of the most relevant political decisions forthe near future. The increase in longevity isone of the major achivvements in the 20t h century toget -her with the improvement of women social role. The crossing of both events is leading to deep chan -ges in the social network, giving rise to new needs for protection. Political leaders must readily re s -pond to these demands so that we can enjoy a quality ageing from the very onsent of 21s t c e n t u r y .

KEY WORDS

Social protection, Dependency, Solidarity, Older persons, Nursing homes, Home-helpservices, Caregivers.

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sobre la vejez, el informe GAUR (1975) enel que se realiza un detallado análisissobre las condiciones de vida de los jubi-lados españoles: “La pobreza está presen-te en los ancianos en proporcionesescandalosas...., un 12% no tienen nin-gún ingreso estable, uno de cada trespercibe menos de 1000 pts. mensuales ylos ingresos del 50% no llegan a las 2000pts.. En conjunto, cada anciano cuentacon unas 85 pts diarias para atender susnecesidades”. El 75% de sus viviendascarecían de uno o varios equipamientosbásicos, el 45% del total de los ancianosno podía realizar su deseo de utilizar laradio, tv, periódico o cine por falta dedinero...”

La década de los ochenta supuso cam-bios importantes para este grupo depoblación: generalización en el sistema depensiones y en el acceso al sistema sani-tario y un proceso relativamente rápidode implantación de un sistema público deservicios sociales, al menos en lo que sere f i e re a su conceptualización (Sancho,Rodriguez,1999). Sin embargo, todavíahoy arrastramos esa distancia de 20 añosque nos separa de nuestros vecinos euro-peos situados mas al norte en cuanto ad e s a r rollo de un sistema sólido de servi-cios sociales. Mientras en los países másavanzados de Europa llevaban añoslibrando con dureza la batalla de ladesinstitucionalización (Townsend, 1962,Tibbitts,1963..) y se aireaban evaluacio-nes demoledoras sobre las institucionespsiquiátricas y las de ancianos, en Espa-ña vivíamos la época dorada de construc-ción de residencias de gran capacidad,destinadas a personas que se valían porsí mismas y que sufrían múltiples care n-cias socioeconómicas. Se trataba de ins-talaciones hoteleras de calidad depen-dientes del sistema publico y estaban pre-sididas por el objetivo de “dar a n u e s t ro sm a y o re s lo que nunca tuvieron en suépoca de duro trabajo”. El principio con-ceptual de partida podría resumirse así: “ellos ya trabajaron suficientemente,

ahora les toca descansar: nosotros se lod a remos todo hecho”.

La historia demuestra en ocasiones lateoría de los ciclos. Entre estos plantea-mientos y la efervescencia de los actualesbasados en el envejecimiento activo-productivo (OMS, 2001, FernandezBallesteros, 2001) han pasado sólo veinteaños. En este momento parece imposiblepensar que los postulados que presidíanel desarrollo de la política social de losprimeros años 80 en España se vayan arepetir en el futuro. La transformación delas características sociológicas de lasactuales generaciones de mayores y, aúnmás, las que vendrán en el futuro hacenimpensable una vuelta a aquellos viejosprincipios basados en la teoría de la des -vinculación.

Desde finales de los ochenta, empie-zan a tomar fuerza, también en España,los planteamientos que defienden lasventajas de ofrecer atención a las perso-nas en su medio habitual. Se iban asu-miendo los enfoques comunitaristas queya estaban ampliamente teorizados yconceptualizados en otros países deEuropa. Asistíamos a un cambio radicaldel discurso de la política dirigida a laspersonas mayores en el que se desplaza-ba el centro de la atención desde las resi-dencias a los servicios comunitarios,muy incipientes todavía. Un efecto para-lelo a este enfoque se percibió en la cre-ciente visibilidad y devolución a las fami-lias del protagonismo y el lugar quenunca habían abandonado: el de la res-ponsabilidad principal en los cuidados yatenciones que precisan los mayores ocualquier otra persona que en algúnmomento de su vida necesita ayuda.

A partir de este cambio conceptual, laintervención social se organiza en torno ala noción de “ayuda”, con el objeto demantener y respetar todas las potenciali-dades de los individuos, es decir, su auto-nomía, apoyando así sus esfuerzos porp e rmanecer en su medio habitual de vida

Mayte Sancho Castiello y Pilar Rodríguez Rodríguez

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(Lesseman y Martin 1993). La pro m o c i ó nde las políticas comunitarias fue consa-grada por un organismo internacional dela importancia de la OMS, que asegurabaasí su generalización. El primer Plan deAcción Internacional sobre el envejeci-miento (1982) dedicaba sus primerasrecomendaciones a concretar estos plan-teamientos en el ámbito de la salud. Pero ,a pesar del acuerdo unánime y comparti-do desde los ámbitos gerontológicos y delos responsables políticos, la observacióndel desarrollo y la aplicación de los postu-lados comunitaristas sigue siendo todavíahoy francamente escasa y deficiente, comose analizará mas adelante.

La década de los noventa. El auge de laplanificación gerontológica

El periodo de “crecimiento sin política”(Jamieson 1991) correspondiente a ladécada de los ochenta (años 60 y 70 enEuropa) conduce a la constatación deque es necesario abordar un diagnósticomás preciso de las necesidades que eneste sector se producirán en años venide-ros y planificar las políticas de atenciónpara un amplio período. De estas inquie-tudes y proyectos surge el Plan Geronto-lógico (Inserso, 1993), que había venidoelaborándose desde el año 1988 y queinmediatamente se configuró como refe-rente y marco de actuación de los añosnoventa. Su diseño, sus planteamientossobre la integralidad de la atención, susistematización en cinco áreas de actua-ción (pensiones, salud y asistencia sani-taria, servicios sociales, cultura y ocio yparticipación) sentaron las bases de pos-teriores programaciones. Hoy, práctica-mente todas las CCAA y algunas admi-nistraciones locales disponen de sus pro-pias planificaciones gerontológicas.

Con la perspectiva del paso de unadécada, se puede afirmar que la trascen-dencia histórica del Plan Gerontológico noha residido tanto en su contribución alc recimiento y desarrollo de los servicios

(que también lo ha hecho), como en su cla-rificación conceptual sobre la org a n i z a c i ó ny formulación de respuestas a las cam-biantes necesidades de las personas mayo-res y de sus familias. Paradójicamente,este último aspecto, el del denominadoapoyo informal, se aborda casi por primeravez en el Plan Gerontologico, en un paíscomo el nuestro, considerado fuera denuestras fronteras como “el paraíso delcuidado familiar”. Hasta ese momentop a rece que la naturalidad o quizás la obli-gatoriedad de que las necesidades de cui-dado de estas personas se resolvieran en elámbito de lo íntimo, de la familia, es decir,de las mujeres, hijas o esposas, no re q u e-ría análisis de ningún tipo ni demanda deatención. Es a partir de la publicación deeste Plan cuando empiezan a proliferar lasinvestigaciones sobre un asunto que, hoydía, es candente. El carácter innovador yde visión de futuro de este plan se re f l e j aen otros muchos aspectos. Por primeravez: se establecen índices de cobertura deservicios a lograr en una década; haymedidas que plantean el desarrollo de ser-vicios alternativos; se explicitan actuacio-nes sobre la coordinación sociosanitaria, ala que se le reconoce una importanciacapital; aparece la perspectiva de género ;se dedica un área completa a la participa-ción de las personas mayores.....En defini-tiva, en un corto espacio de tiempo, seconsiguió homogeneizar nuestro discursos o b re la vejez y sus necesidades con el delos países más avanzados en políticassociales. Parecería que, a la hora de plani-f i c a r, de elaborar programas, de concep-t u a l i z a r, 20 años de distancia no son casinada. Sin embargo el asunto cambia radi-calmente cuando analizamos el grado derealizaciones prácticas que hemos conse-guido y todos los retos que tenemos aúnpor alcanzar. Veamos algunos de ellos.

El desarrollo de recursos para laspersonas mayores dependientes.

Durante todo el período que se estáconsiderando se ha experimentado un

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importante crecimiento en el desarrollode servicios sociales destinados a atendera personas mayores en situacionescarenciales y de dependencia. Pero ellono obsta al forzoso reconocimiento de suinsuficiencia, si ese crecimiento lo pone-mos en relación con el que ha experimen-tado el número de personas mayores quetienen problemas de dependencia y, tam-bién, con la evolución ocurrida en losmodelos familiares, en el rol de las muje-res y en las preferencias de las propiaspersonas mayores en cuanto se refiere alos modelos de atención que desean.

Los resultados de la investigación y laspropuestas de los organismos internacio-nales y del conjunto de la comunidadcientífica abogan y coinciden en la nece-sidad de impulsar de manera mucho másdecidida la política social dirigida a estesector de la población.

Como ejemplos significativos de la evo-lución de los recursos experimentada enel período considerado, se hace un some-ro repaso a los tres más importantes,conscientes de que al hacer esta selec-ción quedan fuera cuestiones de tantatrascendencia como la atención sociosa-nitaria o la formación de los profesiona-

les, que son de necesario abordaje a lahora de avanzar en la mejora de la aten-ción dirigida a las personas mayores conproblemas de dependencia.

1. Las residencias.

El capítulo que el informe GAUR(1975) dedica a la situación de los asilosy residencias resulta suficientemente cla-rificador de la situación que las personasmayores vivían en la década de los seten-ta: “En los próximos años la poblaciónanciana que podrá residir en centrosespecíficos para ellos, es una reducidaminoría del orden de unos 55.000 sobreun total de mas 3,5 millones, es decir,1,46 camas por cada 100 personasmayores de 65 años...”.

“ El hambre, el frío, la falta de higiene,el ambiente cuartelero, la promiscuidad yla incultura, están aún presentes en losalojamientos colectivos para ancianoscomo subproductos de una situación demiseria que no sólo proporciona la mayorparte de la clientela, sino que además, seinstala en el propio centro.... Sólo lasnuevas residencias construidas estosúltimos años se separan de esta tétricaimagen”.

Mayte Sancho Castiello y Pilar Rodríguez Rodríguez

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TABLA 1Evolución de las plazas residenciales en España Años 1975-2000

Año Población > 65 años Plazas Ratio

1975 3.757.754 55.000 1.46

1988 4.961.456 106.488 2,15

1994 5.761767 163.338 2,83

1998 6.196.300* 198.352 3.20

2000 6.739.559* 212.781 3.16

Fuente: Datos de población INE varios años. IMSERSO . Elaboración propia.

*A pesar de que existen pequeñas diferencias de población en función de la fecha de publicaciónde los datos INE, se conservan los utilizados en la fuente de referencia.

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Desde aquéllas fechas, hasta hoy, seha producido un auténtico vuelco en elsector institucional. El número de plazasse ha incrementado sensiblemente, comose puede observar en la tabla nº1.

Sin embargo, sólo en los últimos añosse está trabajando de forma generalizadaen la creación de plazas residencialespara personas dependientes. Sin entrar aanalizar aspectos como la conceptualiza-ción, tipología y programas de interven-ción de nuestras residencias (Rodriguez,1995) ni otras características de las que,aún tenemos poca información (Informe2000. Las personas mayores en España)sabemos que la disponibilidad de plazasasistidas es inferior al 40% de las exis-tentes. Tambien es importante destacarque sólo un tercio de las plazas disponi-bles pertenece al sector público, indica-dor significativo del esfuerzo que han derealizar las personas mayores necesita-das de una residencia y sus familias. Noobstante, y a pesar de que nuestra ofertaresidencial es desigual en cantidad y cali-dad, en desarrollo de programas, enequipamientos, en dotación y formaciónde personal, en participación de sususuarios, en el perfil de éstos....y a pesartambién de que nuestro índice de cober-tura está muy por debajo del de la mayo-ría de los países europeos (Pacolet etal.,1999),que disponen entre un 5% y un7% de plazas residenciales en diferentesmodalidades, desde todos de los ámbitosse está realizando un gran esfuerzo eco-nómico y normativo para que las perso-nas que, por diferentes motivos recurrena una institución, tengan garantizadauna vida cotidiana digna.

Pero queda mucho por hacer, sobretodo en el desarrollo de alternativas parapersonas que padecen deterioro cogniti-vo, quizás las mas necesitadas de aten-ción institucional especializada, para lasque hasta ahora no hemos sido capacesde avanzar demasiado en ofrecerles unaatención y una calidad de vida aceptabley digna. Las escasas experiencias que

tenemos sobre las unidades de conviven-cia para estos enfermos abren una luz deesperanza que habrá que explorar conmás profundidad.

2. Los servicios de ayuda y atencióndomiciliarios.

Una vez mas, los comienzos de losaños 80, recién constituidos los primerosayuntamientos democráticos, marcan elinicio del Servicio de Ayuda a Domicilio(SAD), concebido como recurso públicocon vocación generalista y de extensión atodo el territorio nacional (durante ladécada de los 70 sólo se había elaboradoalguna normativa y experiencias puntua-les). La primera investigación que se llevóa cabo sobre las características del SAD(INSERSO-FEMP,1990) arrojaba un índi-ce de cobertura del 0,48%. Este indica-dor ha ascendido a lo largo de la décadahasta un 2.05% (Tabla 2).

Aunque es innegable el incremento deeste servicio a lo largo de estos años, hayque insistir en su insuficiencia para lasnecesidades que están suficientementedetectadas. De hecho, continuamos a lacola del resto de los países europeos que, ensu conjunto, han dado un impulso muyfuerte en este mismo período para afro n t a rlos problemas derivados de la dependencia,mediante un gran desarrollo de los serviciosde atención domiciliaria (tabla 3). Es claro (yparadójico) que existe una clara incohere n-cia entre el discurso conceptual basado enel lema “envejecer en casa” ampliamentedifundido como la formula mágica del bie-nestar de los mayores y el esfuerzo real quese está realizando por las diferentes admi-nistraciones públicas para ofrecer una re s-puesta acorde a los múltiples estados denecesidad que estas personas y sus familiasestán viviendo. Sin entrar a analizar condetenimiento las características del servicioy las cuestiones relacionadas con la calidaddel mismo (Rodriguez y Valdivieso, 1997) ,conocemos que la mayor parte de su tiempose dedica a tareas domesticas, excepto enalgunas CCAA como País Vasco y Navarra

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en las que los cuidados personales es suactividad fundamental. La intensidad hora-ria, otro indicador esencial, es muy baja, yaque se sitúa entre 10 y 15 horas mensualespor usuario.

Algo parecido sucede con el servicio deteleasistencia, programa complementarioa la prestación personal en el domicilio,que actualmente tiene en torno a 73.500usuarios (IMSERSO,2000), lo que signifi-ca una ratio de 1,20 aún muy por debajode la necesaria. La teleasistencia y sus

desarrollos, ha sido poco aprovechadapara hacer una atención integral en eldomicilio de las personas mayores conproblemas de dependencia o soledad.

3. Los centros de día

Comienzan a implantarse tímidamentea principios de los 90, como servicios deapoyo familiar sobre todo. Actualmenteocupan un lugar prioritario en las plani-ficaciones gerontológicas de la mayoríade las CCAA. El desarrollo de éstos se

TABLA 2Evolución de los usuarios del SAD 1990-2000

Año Población >65 años Usuarios Ratio

1990 5.359.908 34.181 0,48

1995 6.086.365 63.712 1.04

1998 6.196.300* 112.797 1.82

2000 6.739.559* 138.101 2,05

Fuente: Imserso 1998. Evolución y extensión del SAD. Informe 2000. Las personas mayores enEspaña. Ageing in Spain. (En prensa).

*A pesar de que existen pequeñas diferencias de población en función de la fecha de publicaciónde los datos INE, se conservan los utilizados en la fuente de referencia.

TABLA 3Comparación de las ratios de cobertura en residencias y SAD en algunos países de Eur o p a

PAISES PLAZAS INSTITUCIONALES SERVICIOS DOMICILIARIOS

FRANCIA 7,9 11

HOLANDA 12,2 21

GRAN BRETAÑA 11 9

DINAMARCA 13 31

ESPAÑA 3,2 2,05

Fuente:Elaboración propia sobre varios texto procedentes de U.E. y OCDE. Datos 1995.2000según paises.

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está haciendo, paralelamente al de suextensión, con una reformulación con-ceptual muy importante en cuanto a sudefinición como recurso muy apropiadopara la intervención con personas mayo-res dependientes.

Se constituyen así los centros de díacomo una red de recursos intermedios(entre la ayuda a domicilio y la residen-cia) que favorecen poder continuarviviendo en casa en condiciones adecua-das. Sus planes funcionales integrantanto programas de apoyo y formación alos cuidadores y cuidadoras familiares,como un conjunto integral de programasde intervención que se adecuan, segúnlas circunstancias individuales, a ladiversidad de situaciones complejas quepresentan las personas mayores ensituación de dependencia (Martinez,T,2001).

Con todo, y a pesar de que en sólo endos años ha aumentado considerable-mente el número de plazas de atencióndiurna, contabilizándose en torno a9.000 en el año 2000, todavía su disponi-bilidad es escasa en cualquiera de susmodalidades (centros de día generales,psicogeriatricos, de dependencia fisica...).

La situación de cuidadores ycuidadoras familiares y las políticasdirigidas a su apoyo.

A pesar de que en la mayoría de lospaíses europeos, incluido el nuestro, sereconoce como prioridad la necesidad dereforzar las ayudas a los cuidadores ycuidadoras informales, se constatanescasas realizaciones prácticas de estavoluntad.

A lo largo de los veinte años que seestán analizando ha sido una constante,que sólo ahora está comenzando a rom-perse, la limitación en el acceso a losinsuficientes recursos disponibles, res-tringiéndolos a aquellas personas caren-tes de apoyo familiar. Así, la aplicación

de políticas extremas de subsidiariedaden la atención a las personas dependien-tes ha venido discriminando a las fami-lias más solidarias, castigando su esfuer-zo con la denegación de servicios profe-sionales que colaboren con ellas en laprovisión de cuidados (Rodriguez, San-cho, 1995). Por otra parte, el desarrollonormativo que permita a los cuidadores ycuidadoras beneficiarse de una protec-ción social específica es todavía incipien-te. La iniciativa que supuso la promulga-ción de nuestra ley de conciliación de lavida familiar y laboral ha resultado fran-camente escasa y frustró las expectativasque se tenían de que con esta regulaciónse diera un paso verdaderamente impor-tante para avanzar en la tan deseada ynecesaria compatibilización de funcionesy, de consumo, en el ámbito de la igual-dad entre hombres y mujeres.

En definitiva, la responsabilidad delcuidado a las personas dependientessigue siendo un asunto que se resuelveen el plano de lo individual, de la intimi-dad familiar y a costa, casi siempre, delsacrificio y renuncia de las mujeres. Perono olvidemos que en España, como en elresto del mundo, el perfil del cuidado,abrumadoramente femenino, se asociatambién con carencias de todo tipo: bajopoder adquisitivo, escaso nivel de ins-trucción, empleo a tiempo parcial o dedi-cación total a las tareas domésticas, fre-cuentes problemas de salud....( ColectivoIOE- Imserso. Cis, 1995)

Por si esto fuera poco, las mujeres cui-d a d o res, pertenecientes en su mayoría a lallamada generación p i v o t (la que tiene entre45 y 60 años de edad), priorizan la re s p o n-sabilidad como cuidadoras que les ha sidosocialmente atribuida por encima de susopciones laborales y personales, con losconsiguientes problemas de culpabilizaciónante el menor incumplimiento de la expec-tativa que se ha depositado en ellas.

P e ro es que, además, y aunque dejáse-mos aparte, que no puede hacerse, las

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consideraciones basadas en un enfoquede género, la propia evolución demográfica(tabla 4) advierte desde hace tiempo la dis-minución que ha venido experimentandoel indicador de potenciales cuidadoras,establecido siempre, y significativamente,en función de la relación entre el númerode personas mayores y, en exclusiva, el dem u j e res entre 45 y 69 años.

Por la simple observación de la evolu-ción de este discriminatorio indicador,tiene forzosamente que concluirse que elcuidado de las personas mayores depen-dientes definitivamente tiene que dejarde ser casi exclusivamente femenino. Lashipótesis que desde diversos ámbitos sevienen propugnando (OCDE, 1996, Ro-driguez,1999) de cuidado compartidoofrecen expectativas mucho más espe-ranzadoras para al futuro inmediato.

En la tabla 5 ofrecemos el indicadordel potencial cuidador, ajustándolo deuna manera que consideramos más acor-de, no sólo en lo que se refiere a la inclu-sión tanto de mujeres como de hombresen la edad que pueden tener familiarescon necesidades de cuidados, sino tam-bién en lo que atañe al segmento de edadde las personas mayores que tienen másriesgo de entrar en situación de depen-dencia. Lo hacemos fijando dos escena-rios, según se considere el grupo demayores de 70 años o lo restrinjamos al

de los mayores de 80.

Para finalizar este apartado, cabe con-cluir que en la sociedad española tieneque avanzarse tanto en un desarrolloamplio de los servicios de apoyo a lasfamilias que tienen en su seno personasmayores con dependencias, como en uncambio de expectativas hacia el cuidadofamiliar que pasa por la incorporación delos varones en esta responsabilidad.

Cuestiones pendientes para afrontaren el futuro.

La evolución de las sociedades modern a s ,con las formidables transformaciones queen ellas han operado en los últimos veinteaños, exige una revisión en pro f u n d i d a dtanto del papel que debe ocupar ese númeroe x t r a o rdinariamente creciente de personasm a y o res, como de las políticas que debend e s a r rollarse relacionadas con el envejeci-miento. Desde nuestro punto de vista,siguiendo las recomendaciones del Consejode Europa (2000) y en relación con los siste-mas de atención a la dependencia, debentomarse decisiones que tengan en cuentaalgunas cuestiones como las siguientes:

1. Promover politicas socialesintergeneracionales.

En una sociedad en la que un terciode su población ha pasado la edad de

Mayte Sancho Castiello y Pilar Rodríguez Rodríguez

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TABLA 4Evolución del potencial cuidador femenino en España

OCDE: Potencial cuidador (Mujeres entre 45-69 años)> 70 años

1960 1990 998

2,8 1,53 1,27

Fuente: Elaboración a partir delos correspondientes datos de población INE . Observatorio de per -sonas mayores.

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jubilación, es necesario repensar las polí-ticas públicas segmentadas por categorí-as de edad, sexo, etc., ya que no facilitanla toma de decisiones en torno a las per-sonas mayores y, muy especialmente,respecto al aislamiento y necesidad deayuda que muchas de ellas padecen.

Debido a la aparición de nuevospobres y a la mejora de las condicionesde vida de los mayores, se detecta unatendencia a desplazar a otros grupos deedad las políticas sociales. Consideramosindispensable frenar esa tendencia yreflexionar profundamente sobre el futu-ro (el de todos nosotros) con el fin de evi-tar guerras generacionales. El lema de laII AME, “una sociedad para todas lasedades”, se ajusta fielmente a estas posi-ciones. Vivimos en una sociedad multige-neracional en la que, por primera vez enla historia, pueden convivir tres o cuatrogeneraciones con sus diferentes proyec-tos, experiencias e intereses. Por tanto,lograr un “pacto de solidaridad interge -neracional” (Council of Europe,2000) eshoy mas necesario que nunca.

Desde este punto de vista, es urgentereplantearse las fronteras de lo estricta-mente geróntologico para descubrir nue-vas posibilidades que superen los com-partimentos rígidos de grupos de edades.Tambien desde este enfoque, se hacenecesario reformular esa especialización

en la atención que se agudiza cada día yconsiderar que el criterio edad debe dejarpaso al de necesidades especificas yespecializadas. El propio ámbito de laatención a las situaciones de dependen-cia impone otra forma de abordar laintervención.

2. Desarrollar la solidaridad pública paramejorar la solidaridad familiar conrecursos de apoyo eficaces.

Se ha constatado que en los países enlos que las ayudas y los servicios públi-cos para las personas mayores están másdesarrollados, no se produce, en contrade lo que suele creerse, una disminuciónde los lazos familiares ni del intercambiode cuidados entre las generaciones apor-tadas por las familias, especialmente alas personas con dependencias. El espíri-tu “floodgates” (Walker, 1998), es decir“todo el monte es orégano cuando hayservicios públicos y las familias se desen-tienden del cuidado”, se revela comofruto de la ignorancia o, más bien, deintereses politico- fianancieros muy con-cretos.

Más bien lo que ocurre es lo contrario,pues la evidencia empírica demuestraque cuando la ayuda a las personas quese encuentran en situación de dependen-cia reposa exclusivamente en la familia,es cuando se observa un claro retroceso

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POBLACION10.889.449 (hombres y mujeres 45 –69 años )

= 2,54.435.831 (>70 años)

POBLACION10.884.449 (hombres y mujeres entre 45-69 años)

= 7,451.460.273 (>80 años)

TABLA 5O t ros escenarios de cuidado

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de población INE 1998.

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de ésta, unas veces porque son incapacesde asumir esta tarea en exclusividad,otras porque se agotan ante la situaciónde sobrecarga que comporta(Attias-Don-fut,1999).

Si queremos dar, pues, una solucióneficaz a este problema, es necesario noenfrentar la solidaridad publica y la soli-daridad privada, sino intentar que secumpla su papel complementario. Unavez más(Attias- Donfut, 1996, Brody,1990) hemos de insistir en que el mundode la dependencia debe trasladarse de laesfera estrictamente individual (dramáti-ca) a la de la responsabilidad social ycolectiva para dar respuesta a las nuevasdemandas.

Pero lo cierto es que hasta el momentono hemos sido capaces de poner en mar-cha políticas de atención a las personasmayores que realmente posibiliten eldesempeño de la multiplicidad de rolesque intervienen en el mundo de la depen-dencia con carácter complementario.Vuelve a aparecer aquí la necesidadindispensable de desarrollar un modelode atención comunitaria en el que seintegre el cuidado familiar, se identifi-quen las necesidades de manera indivi-dualizada y se provean apoyos siempr eque haya una situación de dependencia,abandonando la tendencia de proveer losservicios sólo en los casos en que los cui-dadores ya están agotados o cuando laspersonas con dependencias no recibenayuda.

Para hacerlo así, es necesario contarcon un amplio abanico de servicios quese ajusten a las necesidades previamenteevaluadas, que no se puede traducir enunas pocas horas de ayuda a domicilioque en muchas ocasiones para nadaresuelven los problemas de la personadependiente ni de su cuidador o cuidado-ra. Sólo la diversidad de la oferta (San-cho, Rodriguez,1999) puede hacer frentea las necesidades de un colectivo cadavez más heterogéneo, como es el de las

personas con dependencias y sus fami-liares. Hay que conjugar en las evalua-ciones y en los planes de cuidados aspec-tos como: el carácter de los vínculos afec-tivos, las destrezas y actitudes para elcuidado, la necesidad de compatibilizarla vida profesional con la vida familiar ylas dificultades que muchas veces exis-ten al querer compartir el cuidado con elconjunto de los miembros de la unidadfamiliar. Pero una previa valoración inte-gral del caso y un acuerdo con la familiasobre la forma y la intensidad de laayuda que ha de proveerse es la únicavía para que la ayuda cumpla su objetivode eficacia.

Una combinación de todos los servi-cios disponibles (atención domiciliariasociosanitaria, teleasistencia, centros dedía, residencias para estancias tempora-les, cuidados paliativos, formación enhabilidades de cuidados pero tambiénformación para afrontar los problemas decomunicación y afectivos, compañía,intervención psicológica con las personasdependientes y sus cuidadores, rehabili-tación, etc,) debe ser tenida en cuenta ala hora de formular planes de cuidadosconsensuados con la persona que va arecibirlos y con sus cuidadores. Otra ten-dencia que debe romperse es que en elesquema de los cuidados en la casa no seincluyen los más profesionalizados (aten-ción psicológica, de terapia ocupacional ofisioterapia…)

En cuanto a las medidas económicas,vía desgravaciones fiscales, pago a cuida-dores, permisos especiales, etc., queparece que son las que más se estánbarajando, es evidente que son importan-tes, y pueden paliar y hasta solucionarmuchos de los problemas que hoy sufrenlos cuidadores. Pero, al plantearse políti-cas de cara al futuro, hay que considerarque las generaciones que en los próximosaños van a afrontar este reto vital de unaprobable situación de dependencia noquieren sólo este tipo de medidas. Por-

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que, sencillamente, su expectativa decuidado en el seno de la familia esmucho menor (CIS, 2001).

En definitiva, lograr que las personascon dependencias cuenten con un apoyoque realmente se adecue a su necesidad,que la atención se realice en condicionesde dignidad y, por tanto, con calidad,pasa por un amplio desarrollo de los ser-vicios profesionales y por la implantaciónde programas en el domicilio que ya noson discutibles en el ámbito institucionalni mucho menos en otros sectores.

Finalmente, hay que hacer una llama-da de atención para frenar la discrimina-ción por la edad, o por otras situacionescomo la discapacidad o diferentes proce-sos calificados con la etiqueta de “cróni-cos”, que sigue produciéndose en todoslos ámbitos, incluidos los de los profesio-nales que planifican la intervención.Todavía existe una aceptación, exenta decrítica, de lo que ya está desechado enotros sectores, como la educación o lasanidad curativa o diagnóstica (institu-ciones de bajísima calidad, programascomunitarios casi desprofesionalizados,inexistencia de prestaciones de rehabili-tación, etc.). Además, éste es el sector enel que el mercado se ha introducido conmás ventajas y menos exigencias, lo quegenera, lógicamente, un fuerte rechazoentre las personas que sufren situacio-nes de dependencia y sus familias cuan-do tienen que optar por una residencia uotro servicio de apoyo.

3. Prevenir la dependencia y evitar laenfermedad en los cuidadores.

Llegar a una situación de dependen-cia tiene su origen, muchas veces, en unconjunto de efectos multifactoriales ori-ginados por un largo proceso que tieneque ver con inadecuados hábitos desalud y con falta de preparación paraadaptarse a los cambios que conlleva elenvejecimiento. Por ello, no debe olvi-

darse nunca en la planificación incluirp rogramas preventivos, basados en lateoría del envejecimiento activo y salu-dable (OMS, 2001), que tengan que vercon aspectos bio-psico-sociales en losestilos de vida.

Estamos instalados en una distribu-ción de los programas y servicios deatención tan escasa, tan de mínimos,que el gasto en prevenir el aumento dela dependencia o, mejor aún, en mante-ner el máximo nivel de autonomía, dis-poniendo programas de intervencióncuando se entra en un proceso de enve-jecimiento e, incluso, cuando el nivel dedependencia es leve, se considera unlujo impensable. Este enfoque, basadoen la intervención sólo cuando ya estáinstalada la situación de dependencia,constituye, a nuestro juicio, uno de lose r ro res históricos cuya factura pagare-mos antes de lo previsto. Porque la evi-dencia científica ha demostrado ya quees posible retrasar la aparición de ladependencia (Cord e r, Corder y Manton,2001), y también que es posible desarro-llar un modelo de atención en el que sehaga realidad el respeto a la dignidadpersonal de quienes sufren pro b l e m a sde dependencia.

La prevención de la dependencia, porotra parte, debe ser considerada tam-bién como una importante medida deapoyo a los cuidadores y cuidadorasf a m i l i a res. Desde este enfoque, adquieretodo su sentido la provisión de re c u r s o sde apoyo a las familias que tienen a suc a rgo personas dependientes segúnhemos intentado justificar en esta cola-boración. Asegurándoles un amplio des-pliegue de medidas de soporte podre-mos, al mismo tiempo, conservar estafuente insustituible de apoyo a las per-sonas con dependencias, y garantizar almismo tiempo la preservación y la pre-vención de las patologías que afectan alas personas cuidadoras, evitando losefectos, adversos para todos, de las o b re c a rg a .

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4. Garantizar la participación de laspersonas mayores y de los cuidadoresinformales en la toma de decisiones.

Si bien en nuestro país se han produ-cido avances importantes en el ámbito dela participación de las personas mayoresen determinados temas que les concier-nen (todavía sólo con carácter consulti-vo), el mundo de las personas con depen-dencias está todavía lejos de incorporarsea este proceso. Es hora ya de plantear lanecesidad de esta participación activa enlas decisiones que les incumben, tantoen el ámbito político más macro, como enel plano estrictamente individual. Estaparticipación puede hacerse, bien a tra-vés de las propias personas concernidascuando es posible, o bien a través de lasasociaciones de afectados y familiares.

La participación de las organizacionesde personas mayores en las decisionessobre las políticas sociales ha estadohasta ahora asociada sobre todo a lasreivindicaciones de carácter económico ysanitario, así como a garantizar al menossu presencia y que su voz sea oída sufi-cientemente. Por otra parte las genera-ciones de más edad, en las que se con-centra en mayor medida el grupo dequienes sufren procesos de dependencia,conservan una expectativa de cuidadocentrada casi en exclusiva en sus fami-liares, y sólo recurren a los servicios pro-fesionales en caso de extrema necesidad.Pero, de cara al futuro, es absolutamentenecesario promover un debate profundocon las asociaciones de mayores sobre laatención a la dependencia, las necesida-des que genera y el papel y responsabili-dad de los implicados en este asunto:poderes públicos, familias, iniciativasocial sin fin de lucro y las propias perso-nas mayores.

Algo parecido sucede con la participa-ción y el asociacionismo que representa alos cuidadores y cuidadoras informales.En el conjunto de Europa es éste ungrupo que empieza imponer su presencia

progresivamente y a organizar susdemandas, sobre todo a través de asocia-ciones de afectados por enfermedadesconcretas. Las asociaciones de familiaresde quienes sufren la enfermedad de Alz-heimer, quizás han sido las que mayorproyección han tenido en este ámbito,por diversas razones que no vamos aanalizar aquí. Sin embargo, se observauna tendencia preocupante hacia plante-amientos reivindicativos económicos, loscuales, como hemos resaltado anterior-mente, tienen muchas limitaciones parauna gran mayoría de afectados.

Implantar un sistema de protecciónsocial a la dependencia.

Para finalizar esta colaboración, reali-zamos una propuesta en pro de avanzaren la inclusión de las situaciones dedependencia dentro de los mecanismosde protección social pública. Desde elconvencimiento de que esta seguirá sien-do incompleta mientras no se asuma,como responsabilidad colectiva, la aten-ción a las situaciones de dependencia.

La escolarización obligatoria, el siste-ma de pensiones y la universalización dela sanidad han ido estableciendo hitoshistóricos en la evolución de las socieda-des modernas y han conseguido avancesmuy notables en términos de calidad devida, mediante la consolidación de dere-chos de ciudadanía. La Unión Europea seconstituye, así, como un modelo de desa-rrollo que, al tiempo de conseguir avan-ces en la economía y en el incremento dela riqueza, considera que tan importantecomo el crecimiento económico son lacohesión y armonía sociales logradas através de fuertes sistemas de protecciónpública frente a las situaciones de nece-sidad experimentadas por sus ciudada-nos.

Nadie a estas alturas de la Historiaestá dispuesto a admitir que tener unaplaza educativa para sus hijos e hijas,contar con una pensión en la vejez o

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acceder a las prestaciones sanitarias encaso de enfermedad sean asuntos parti-culares que debamos resolver por nues-tros propios medios. Esta firme y genera-lizada convicción ciudadana a favor delgasto público en protección social sepone de relieve cada vez que se investi-gan las actitudes y opiniones de la pobla-ción europea y constituye el factor expli-cativo de que la tan anunciada crisis delEstado de Bienestar, felizmente, no hayallegado a producirse: no obstante, laralentización en la evolución del gasto deprotección social y su crecimiento medio,en relación con el PIB de la UE, ha sidode casi 3 puntos en el último decenio.

Por otra parte, si tuviésemos que elegirdos entre las grandes transformacionessociales más importantes ocurridas en lasegunda mitad del siglo XX, seguramenteexistiría acuerdo en señalar que la mayorha sido la que atañe al rol social de lasmujeres y su presencia progresiva en elámbito de lo público. La otra es, sinduda, el envejecimiento de la población,con un alargamiento continuo e insospe-chado de la esperanza de vida y, conse-cuentemente, con un aumento sin prece-dentes del número de personas mayores.Los dos fenómenos, qué duda cabe, sonfruto del desarrollo social y constituyenavances sociales muy positivos de lassociedades modernas. Pero, paradójica-mente, el cruce de ambos ha originado laaparición de una nueva necesidad social:la de dar una respuesta colectiva a lasdemandas de atención y cuidados queprecisan las personas mayores depen-dientes, que es preciso enmarcar en elámbito de la escasa protección social quetodavía tienen quienes sufren trastornos,discapacidades o enfermedades cataloga-dos como “crónicos”. Según los estudiosrealizados, se conoce que en estosmomentos hay en España más de unmillón de personas que necesitan ungran caudal de atención y cuidados delarga duración (Rodríguez Cabrero,1999).

Los países europeos más avanzadoshan puesto ya en marcha, dentro de sussistemas de protección social públicos,dispositivos mediante los que se garanti-za una amplia red de servicios socialesuniversales que colaboran con las fami-lias en la prestación de los cuidados queprecisan estas personas dependientes.Desde hace muchos años, los países nór-dicos y Holanda; más recientemente, Ale-mania, Austria, Luxemburgo y Francia,entre otros, han respondido ya a estereto. Aquéllos mediante la instauraciónde derechos de ciudadanía, sufragandolos costes a través de impuestos; Alema-nia y Austria, vía cotizaciones sociales,como nueva contingencia cubierta por laSeguridad Social. Ya se ha señaladoanteriormente la situación española enrelación con los servicios sociales.

Desde las diferentes CC. AA. se estánd e s a r rollando un conjunto de re c u r s o spara intentar dar una respuesta a la cre-ciente demanda de servicios sociosanita-rios. Pero se hace con diferente intensidady desde concepciones y criterios hetero g é-neos, lo que origina que se esté pro d u c i e n-do una discriminación según los territoriosen que viven los ciudadanos. Si a ello seune la entrada de la iniciativa privada en els e c t o r, masiva en los últimos años, y queésta se está realizando de manera desord e-nada, sin obedecer a criterios objetivos deplanificación y sin que se le exijan sufi-cientes criterios de calidad, tenemos elbosquejo de la incoherente, insuficiente yd i s g regada maraña que constituyen hoy enEspaña los dispositivos de atención a laspersonas con dependencias puestos enm a rcha por la sociedad.

Pero la cuestión central del debate dela dependencia es decidir cuál va a ser elmodelo de cobertura de este riesgo y laprovisión consiguiente de prestacionesque se van a poner en marcha en Espa-ña, asumiéndose por fin la necesidad deaceptar que los cuidados de larga dura-ción han dejado de ser responsabilidadúnica de las familias.

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Desde aquí se comparten y apoyanlas propuestas del grueso de la comuni-dad científica que reclaman una iniciati-va del Gobierno, pactada con las CC.AA.,que garantice, como derecho de ciudada-nía, la cobertura pública de los cuidadosque precisan las personas con dependen-cias. Así se ha manifestado reiterada-mente también el Consejo Estatal de Per-sonas Mayores o instituciones como elDefensor del Pueblo (2000) o la SociedadEspañola de Geriatría y Gerontología(2000).

España no puede continuar yendo a lazaga de los países de la UE en un área detanta importancia para mejorar nuestravida y resolver los problemas de las fami-lias como es la universalización de losrecursos destinados a atender a las per-sonas que precisan cuidados de largaduración. Para ello, es preciso impulsaruna amplia red de servicios como laayuda a domicilio, la teleasistencia, loscentros de día y diferentes alternativasde alojamiento, que esté coordinada conel sistema sanitario. Para responder a lapregunta sobre si podemos permitírnos-lo, baste considerar que el índice españolde gasto social no sólo está todavía 7 (!)puntos por debajo de la media europea(cada punto de PIB supone más de unbillón de pesetas), sino que en los últi-mos años ha retrocedido clamorosamentepese a la tan proclamada mejora denuestra economía. Los beneficios deestas mejoras debieran haber alcanzadoa los niveles de bienestar de la ciudada-nía y no sólo destinarse a engrosar losbeneficios del capital, sobre todo porquetenemos en nuestro país ya investigaciónsuficiente que ha calculado el coste, per-fectamente asumible (menos de mediopunto del PIB), que significaría la protec-ción social pública de la dependencia(Informe.Defensor del Pueblo, 2000)

A estas alturas no sirven, por tanto,propuestas dilatorias. En el Pacto deToledo suscrito en el año 95 ya se reco-nocía la necesidad de incrementar los

recursos de los servicios sociales parahacer frente al reto asistencial derivadodel envejecimiento. En el diálogo socialprevio a su renovación se acordó crearuna comisión que estudiara este proble-ma. No parece que hasta el momento sehaya avanzado en esta tarea. Reciente-mente se han anunciado planes (de pro-tección de la dependencia, de Alzheimer,de atención sociosanitaria) que no hansido finalmente presentados.

Sin embargo, empiezan a proliferarotras propuestas que se están lanzandodesde algunos sectores interesados.Mediante ellas se sugiere un desplaza-miento de la responsabilidad de la cober-tura de la dependencia hacia sistemasprivados de aseguramiento. Inútil comen-tar, por obvias, las consecuencias a queconduciría este cada vez más explícitointento privatizador. ¿Cuántas y qué tipode familias van a poder detraer de suspresupuestos las primas para pagar unseguro privado? ¿Va a ser de nuevo laclase media la que quede excluida de unacobertura (privada) que no podrá pagar,sin que tampoco pueda acceder a unosservicios públicos de carácter asistencial,reservados, como hasta ahora, y demanera incompleta, a los sectores socia-les económicamente más débiles?

Al defender decididamente, como lohacemos, la cobertura de una red públi-ca de servicios de cuidados destinados apersonas con dependencias no sólohablamos de costes sino también debeneficios. Beneficios sociales, pues secomenzaría a resolver una necesidadcandente en España que es hoy soporta-da con enormes dificultades por las fami-lias y, de manera especial, por las muje-res. Y beneficios económicos, pues losestudios realizados han estimado tam-bién el importante incremento en númerode puestos de trabajo (doscientos mil)que se crearían con el desarrollo de losservicios sociales, con lo que también severían reducidos nuestros altos nivelesde desempleo.

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Tener la seguridad de que las perso-nas mayores de hoy y las que mañana loseremos vamos a recibir atención y cui-dados de calidad cuando los precisemosen la vejez es cada vez más una exigenciaciudadana y debe constituirse en unaprioridad política de primer orden. Lomismo que garantizar, como derecho deciudadanía, la atención a las personasque sufren graves discapacidades. ¿Ovamos a seguir pensando durante muchotiempo aún que estos cuidados sonmenos importantes que recibir una pen-sión, que tener la garantía de una plazaescolar durante los primeros años, o queacudir a nuestro médico cuando lo

requerimos?. Los datos que han quedadoexpuestos avalan la posibilidad de llevaradelante, de manera inmediata y conconvicción, la puesta en marcha demecanismos de protección social median-te los que converger, también en avancessociales, con el resto de los países másdesarrollados de Europa.

P o rque enfre n t a rnos a la vejez con laseguridad de que seremos atendidos concalidad y calidez cuando necesitemos quenos cuiden es una cuestión que afecta a ladignidad de la vida humana y constituyehoy la asignatura pendiente de nuestrosistema público de protección social.

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