el exilio del retorno

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El objetivo al armar esta antología es tan simple como inalcanzable: mirar el exilio en perspectiva, tratar de entender algo de su funcionamiento, de sus consecuencias, de sus características tan disímiles.

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El exilio del retorno / Nicolás Hochman ... [et.al.] ; compilado por Nicolás Hochman. - 1a ed. San Fernando : Heterónimos, 2012. E-Book. ISBN 978-987-28115-0-1 1. Exiliados. 2. Migración Forzada. I. Hochman, Nicolás II. Hochman, Nicolás , comp. CDD 305.906 94

Fecha de catalogación: 16/05/2012

Ilustración de tapa: Fernando Halcón [email protected]

Copyleft Esta edición se realiza bajo licencia de uso creativo

compartido o Creative Commons. Está permitida la copia, distribución, exhibición y utilización de la obra bajo las siguientes condiciones: Atribución: se debe mencionar la fuente (título de la obra, autores, editorial, ciudad, año). No comercial: no se permite la utilización de esta obra con fines comerciales. Mantener estas condiciones para obras derivadas: sólo está autorizado el uso parcial de esta obra para la creación de obras derivadas siempre que estas condiciones de licencia se mantengan para la obra resultante.

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Índice

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Prólogo 6 Irse 10 “dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí” Pablo Gasparini 11 “La experiencia del exilio en la literatura argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas textuales del desplazamiento” Adriana Badagnani 31

“Exilios, revolución e identidad: la autobiografía de Richard Krebs” Carlos Fernando Hudson 61 “Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis” Lucía Soledad Gandolfi 82 “Controversia para el examen del exilio argentino” Pablo Ponza 96 “El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino durante la última dictadura militar” Natalia Laura Casola 124 “Descolocamiento” Luis Ángel Gonzo 151 Volver 160 “OOtpakov” Álvaro Couso 161

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“El regreso: ¿utopía o realidad? Una problemática acuciante de las víctimas de la espera” Marcela Crespo Buiturón 167 “La grotesca escritura del exilio. Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno” Nicolás Hochman 187 “No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en Gris de ausencia, de Roberto Cossa” Gabriela Urrutibehety 209 “Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia trotskista. La construcción política del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982” Martín Mangiantini 221 “Tensiones en la migración política de retorno. Las organizaciones civiles de solidaridad con los retornados del exilio argentino (1983-1988)” María Soledad Lastra 250 Sobre los autores 283

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Prólogo

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Está claro: exiliarse nunca fue fácil para nadie. La

experiencia suele ser traumática, desgarradora, dramática, una

situación límite. Por supuesto, lo complejo de la condición humana

hace que ese exilio no sea, en la mayoría de las ocasiones, un

mecanismo binario en el que el sujeto sólo puede estar bien o mal,

feliz o deprimido, adaptado al nuevo espacio o permanentemente

insatisfecho. Por el contrario, lo subjetivo, el inconsciente, marca

permanentes contradicciones no excluyentes, que fuerzan al

exiliado a enfrentarse cada día a una sumatoria de vivencias que,

aunque contingentes, terminan condicionando su presente, su

futuro y, también, la percepción de su propio pasado. El exilio es,

probablemente, una de las experiencias más profundas y difíciles

de encasillar por las que pueda pasar una persona. Tal vez sólo

comparable a otra instancia tanto o más difícil: el retorno.

De los que se van, muchos vuelven. ¿Pero funciona de ese

modo realmente? ¿Puede un sujeto retornar, verdaderamente? En

algún punto, Heráclito expuso la condena que implica el

movimiento (inevitable, por otra parte): el exiliado no se baña dos

veces en el mismo río, porque ese río fluye; porque el exiliado

mismo cambia permanentemente; porque la tierra, las personas,

las ideas que abandona son también otras, como otro es él

también. El retorno del exilio se convierte, así, en el exilio del

retorno, en un nuevo exilio, donde las percepciones del sujeto

deben adaptarse otra vez a un panorama que tiene tanto de

paradisíaco como de desolador, con todas las emociones,

sensaciones y percepciones que median esa circunstancia.

Nuevamente, la experiencia se vuelve no-binaria, compleja,

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intrincada. El sujeto sabe que vuelve, cuando vuelve, pero no

puede saber qué es lo que lo espera, cuáles serán sus reacciones y

las de su entorno, qué sentirá, qué deseará, qué temerá, qué

bromas le gastará su inconsciente.

El objetivo al armar esta antología es tan simple como

inalcanzable: mirar el exilio en perspectiva, tratar de entender

algo de su funcionamiento, de sus consecuencias, de sus

características tan disímiles. Sabemos que queremos estudiarlo y

comprenderlo, pero el exilio se nos escurre entre las manos (entre

los recursos metodológicos, las teorías, las hipótesis, las ideas),

porque nunca es uno, porque nunca es igual, porque los

investigadores lo miramos en paralaje, sin llegar jamás a

descubrirlo por completo. Y, claro, porque los sujetos no son

materiales de laboratorio que reaccionen impasibles a la palabra,

porque mutan y no dicen lo que dicen, o dicen más, o menos, pero,

en todo caso, jamás se dejan encasillar de una manera en que a

nosotros nos resulte cómoda y pragmática.

El exilio del retorno está dividido en dos partes, que en

definitiva son las dos instancias estructurales del asunto, el factor

común a todo lo que ocurre dentro suyo: irse y volver. Como

corresponde a esta mirada del estudio del exilio, optamos por no

pretender una línea teórica que cohesionara los textos. Por el

contrario, nuestra convocatoria fue clara desde el comienzo:

buscamos autores que miraran desde diferentes áreas de estudio:

historia, sociología, psicoanálisis, letras, filosofía, cine. Y es a

partir de eso que fuimos articulando el libro, con la creencia de

que esa heteronomía es fundamental y necesaria para poder

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continuar haciendo aportes a este tipo de investigaciones. Un no-

todo epistemológico desde el cual nos paramos frente a la

investigación, con hipótesis y sospechas indiciarias, meras

suposiciones de lo que el exilio significa en sus tan variadas y

asimétricas formas.

Nicolás Hochman

Director de Grupo Heterónimos

Marzo de 2012

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Irse

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dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí

Pablo Gasparini

Resumen

Este artículo propone una lectura de dibaxu, un libro de Juan

Gelman que reúne poemas en sefardí junto a su correspondiente

traducción al castellano, a partir de otros proyectos estéticos del

autor y de la pregunta por el posible lugar o valor de la palabra

poética–entrevista fundamentalmente en su aspecto lingüístico– en

un contexto de exilio y pérdida.

Palabras llave: Sefardí – Exilio – Gelman.

Abstract

This article poses a reading of dibaxu, a book by Juan

Gelman that collects poems in Sephardi and its translation into

Spanish, stressing aspects related to others esthetical projects of

this author and the question for the value of the poetic word –

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specially through the examination of its linguistic dimension– in a

context characterized by the exile.

Key words: Exile – Sephardi – Gelman.

1

Difícil de encasillar plenamente en alguna corriente, la

poesía de Juan Gelman se ha venido afianzando desde finales de la

década de ‘60 hasta constituirse en una de las experiencias

poéticas argentinas más reconocidas internacionalmente. Gelman,

de hecho, no sólo ha sido traducido a varios idiomas, sino que

quizás sea el poeta argentino vivo más premiado.

Remisa a la procacidad de las vanguardias pero refractaria

también a todo tipo de reacción romántica, la poesía de Gelman ha

sabido jugar con cierto lirismo barrial, habitar, con sus gestos de

humor y su concupiscencia con el habla popular, la huella abierta

por González Tuñón. Y, en un ámbito más amplio, por sus marcas

de localismo, su osadía gramatical y su visceral cotidianeidad, no

sería desacertado atisbar en las diversas inflexiones de esta poesía,

la impronta, proteica y secreta, del peruano César Vallejo.

No trataremos aquí, sin embargo, de trazar un recorrido de

la vasta poesía de Gelman, sino marcar más bien el viraje de tono

que significa la nota incluida en su libro Carta Abierta (1980). Se

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trata de una nota documental, violenta y crudamente referencial,

como si pudiera escribirse sin operar ningún tipo de desplazamiento

o ambigüedad. Estamos frente a lo crudeza de lo real:

el 26 de agosto de 1976 mi hijo marcelo ariel y su mujer claudia, encinta, fueron secuestrados en buenos aires por un comando militar. el hijo de ambos nació y murió en el campo de concentración. como en decenas de miles de otros casos, la dictadura militar nunca reconoció oficialmente a estos “desaparecidos”. habló de “los ausentes para siempre”. hasta que no vea sus cadáveres o a sus asesinos, nunca los daré por muertos. (Gelman, 1988: 23)

Quien haya seguido la biografía de Gelman sabe que esta

nota, o más bien el mandato que allí se establece para aquel que la

escribió, fue y es rigurosamente cumplido. En 1998 Gelman

descubre que aquel “hijo de ambos”, una niña, había nacido con

vida y tras embates con las fuerzas militares y políticas del Uruguay

en 2000 consigue encontrar a su nieta y reunirse con ella. Gelman

hoy vive en México. Su demorado regreso a Buenos Aires, en 1988,

quizás encontró a esta ciudad muy lejos de aquella que había

dejado trece años antes, en 1975, debido a su militancia en la

organización guerrillera Montoneros.

Mucho se ha escrito sobre el exilio, y sobre las imbricaciones

del exilio con la vocación literaria en América Latina. En esa rica

reflexión, quizás sea paradigmática de cierta posición ética y

política “América Latina: exilio y literatura”, el célebre ensayo de

Julio Cortázar quien, por otro lado, prologará en 1981

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Interrupciones I (1988), una antología de los primeros poemarios de

Gelman. Para los fines de este breve trabajo que intentará

proponer una lectura de dibaxu (escrito de 1983 a 1985), se

rescatará menos la solidez de esa discursividad que un gesto:

Gelman siguió y sigue escribiendo poesía. ¿Qué tipo de coraje o

convicción debe tenerse para, frente a lo terrible, seguir apostando

a la palabra poética?

Creo que en el espacio que abre esa pregunta puede

inscribirse, entre otros, el proyecto de dibaxu. No, la palabra

poética no será (plenamente) refugio frente al desastre. Tampoco

denuncia, pues para eso, para lo político, vale la referencialidad

(su ilusión o simulacro) con la que la palabra juega dentro del ejido

de la polis y de sus férreas instituciones (pensemos aquí en el

militante Gelman de las crónicas periodísticas). En todo caso, tal

vez, que la palabra poética es lo único que queda cuando todo

(“todo” lo simbólico) ha sido calcinado, resto de algo que se ha

quemado y quizás acrisolado, es lo que dibaxu (substrato esencial)

parece mostrarnos.

2

Porque hay ese gesto de seguir poetizando, de hacer –en la

propia Carta abierta– poesía para ese hijo desaparecido y porque,

como prueba de la necesidad de la palabra poética (se escribe por

necesidad o vanidad, resumía Parra en una entrevista reciente;

Pellegrino, 2011), la escritura de Gelman posterior a su tragedia

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familiar recupera y ahonda búsquedas anteriores. Así, el juego de

heterónimos de Hacia el Sur (1982) puede leerse como un proyecto

de desmarque del nombre propio a través del cual decirse como si

se hubiera quedado allí, en el violento sur, y no en el exilio, pero

también como una incidencia, en lo que respecta a la posición del

poeta como mediador, de las experiencias de sus libros

Traducciones I, II y III, todos de la segunda mitad de la década del

´60.

Por cierto, los poemas de Hacia el sur pertenecerían a Julio

Grecco (un poeta caído en la lucha armada en 1976) y a José

Galván, desaparecido en 1978, quien a su vez es el responsable de

la recuperación de los textos de Grecco. Heterónimos de Gelman,

Grecco y Galván erigen un homenaje al portugués Fernando Pessoa

a quien se le dedica un gracioso y cariñoso poema1. De la misma

manera, en las ficticias “traducciones” de la década del 60,

Gelman se encubre bajo los nombres del inglés John Wendell, del

japonés Yamanokuchi Ando y del norteamericano Sydney West para

erigirse como traductor de originales inexistentes. Dar o decir su

voz bajo la impronta de una explícita alteridad (sea la del

heterónimo, sea la de la traducción) se constituye así en un juego

que se reabre en la poesía que escribe durante su exilio territorial

y no sólo trasluce la permanencia y resignificación de cierta

inquietudes y búsquedas estéticas sino también, como insistimos, el

1 Citamos un trecho de este poema, titulado “Yo también escribo cuentos”: “había una vez un poeta portugués / tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado / trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas” (Gelman, 1994: 184).

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gesto de no hacer claudicar precisamente eso, el juego estético,

frente a las demandas de la tragedia histórica y familiar.

Hacer de la voz del poeta la voz de un traductor, llegando en

ocasiones a sacar provecho del poder relacional y de la extrañeza

lingüística generadas por las fintas y operatorias de la traducción2,

será, a su vez, un camino recurrente durante su exilio. En

Com/posiciones (1983-1984) Gelman presenta traducciones de

diversos poetas judíos de la antigüedad, muchos de ellos de origen

sefardí. Su intervención no busca ocultarse y se delata en la

decisión de no presentar los textos originales y de titularlos de

manera alusivamente contemporánea, por ejemplo cuando titula

“Canción de protesta” al anafórico poema de Abba Yose Ben Hanin:

guárdame/ guárdame de la casa de Boeto/ guárdame de sus palos/ guárdame de la casa de Katro/ guárdame de sus puños/ guárdame de la casa de Hanin/

2 Un ejemplo de este juego con la emergencia de la alteridad lingüística inherente a la práctica de la traducción, podría ser el poema I de Traducciones II. Los poemas de Yamanokuchi Ando (1968) donde los versos en español obedecen a una hiperbólica lógica paratáctica advenida, aparentemente, del esfuerzo por pasar cierta lógica de la lengua japonesa a la española: “pelear con la palabra se puede pero / no con mujer de sueño feo donde / ella dobla cabeza / como el cisne para dormir. / ratas cureñas trofeos tornillos / muertos y perfectos abundan / en su cama cuando ella despierta / incómoda por tantos objetos caídos de / un infierno que procuró desalojar / volviendo a entrar una y otra vez / sacando cambiando monstruos muebles matrimonios / diversos terribles tibios” (Gelman, 1994: 92-93).

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guárdame de sus calumnias/ guárdame de la casa de Ismael/ guárdame de su infamia/ porque ellos son los Sumos Sacerdotes/ sus hijos son los tesoreros/ sus yernos son los síndicos/ y sus esclavos vienen y nos pegan con una estaca/ (Gelman, 1994: 199)

Considerando que Com/posiciones es contemporáneo a la

escritura de dibaxu, una serie de poemas escritos en sefardí con su

correspondiente traducción al español, se vislumbra aquí un

proyecto en el que cristalizan la traducción como poética y la

indagación en cierta zona histórico-cultural y lingüística.

Sobre este último aspecto (el lingüístico), en el “escolio” que

precede los poemas de dibaxu, Gelman traza algunos posibles

senderos para su poesía y declara: “estos poemas sobre todo son la

culminación o más bien el desemboque de Citas y Comentarios, dos

libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos

dialogan con el castellano del siglo XVI” (Gelman, 2010: 9). De

hecho, en los dos libros citados son frecuentes las referencias a San

Juan de la Cruz y Santa Teresa tanto en la retórica amatoria que

los ciñe como en eventuales trazos arcaizantes de la lengua

(sorprendentemente combinados con un voseo de matices porteños

y tangueros):

CITA VI (santa teresa) alma que resollás en la mitad

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del pensamiento/ de la vida/ como caballo que corrés/ ¿dónde está el pienso para parar tus patas locas?/ ¿ansia de derramar grandísimo el amor para que duerma envuelta la esposica que tiembla al alba contra la solombra de tu meditación?/ ¿flores que olés en el manzano del amor crecido donde mis almas varias se perdieron para que almés mi desasido rostro con ella abierta en la mitad de sí/ hermosura de vos como oraciones donde madruga en pena mi callar? (Gelman, 1988: 278)

Foffani (1995), coincidiendo con las afirmaciones de Gelman,

encuentra en este trabajo con los místicos españoles y con el

sefardí, una común indagación en la lengua española del siglo XVI,

ya que el sefardí “pone de manifiesto cierto recorrido ‘histórico’ de

la lengua (…) hace más legible el español de las Crónicas de Indias,

el español de Santa teresa, el español de San Juan de la Cruz”

(Foffani, 1995: 186). Y en el ya citado “escolio” de dibaxu agrega

Gelman: “Como si buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a

su vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad

extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las

más profundas y exiliadas de la lengua. Yo tampoco me lo explico”

(Gelman, 2010: 9).

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Término tradicionalmente utilizado por la lingüística para

referirse a la permanencia de ciertos rasgos fonéticos o

gramaticales de una lengua en otra que se ha sobreimpuesto a su

territorio, el sustrato es también la sustancia última o ser de las

cosas y, en geología, el terreno o capa que ha quedado abajo,

dibaxu diríamos, de otra. Encontrar el sustrato, es entonces buscar

hacer pie, intentar afirmarse durante esa experiencia, el exilio,

que Vilém Flusser, judío de Praga exiliado en Brasil durante la

segunda guerra, define curiosamente como una vivencia de falta de

suelo o fundamento; una vivencia de bodenlos (como titula a su

singular autobiografía) que supone para este políglota el

angostamiento de las apariencias, la desacralización de los hábitos

de la patria y la ganancia de una posición extralingüística que si

bien puede ser rica intelectualmente condena en lo existencial a un

“juego del suicidio constante”, a un flotar (“pairar” dice Flusser en

su osado portugués) entre diversas lenguas y culturas (Flusser,

2007: 221-236).

El flashback diacrónico que la poesía de Gelman escrita

durante su exilio propone en diversos libros puede entonces

entenderse como la búsqueda de un fundamento que lo depara, no

obstante, como si se tratara de un gran y continuo movimiento

tectónico, con otros desplazamientos, con la condición diaspórica

de la zona histórico-cultural que, de forma central en dibaxu, es

aquí convocada. Sobre el peso de las referencias lingüístico-

culturales a Sefarad (término hebreo para referirse a España),

Gelman, en su “escolio”, prefiere ser algo lateral: “Escribí los

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poemas de dibaxu en sefardí, de 1983 a 1985. Soy de origen judío,

pero no sefardí” (Gelman, 2010: 9).

Descendiente de inmigrantes ucranianos, Gelman no reclama

para sí su ascendencia judía, aunque sea precisamente en Carta a

mi madre (libro que escribe con motivo del fallecimiento de ésta

en Argentina mientras él continuaba en el exterior) donde esa

ascendencia se dice mediante la evocación del relato familiar de un

pogrom en Odessa:

¿por qué de todos tus rostros vivos recuerdo con tanta precisión únicamente una fotografía?/ Odessa, 1915, tenés 18 años, estudiás medicina, no hay de comer/ pero a tus mejillas habían subido dos manzanas (así me lo dijiste) (árbol del hambre que da frutas)/ esas manzanas ¿tenían rojos del fuego del pogrom que te tocaba?/ ¿a los 5 años?/ ¿tu madre sacando de la casa en llamas a varios hermanitos?/ ¿y muerta tu hermanita?/ ¿con todo eso/ por todo eso/contra/ me querés?/ ¿me pedías que fuera tu hermanita? (Gelman, 1994: 33)

Si bien como señala el propio Gelman sería forzado una

lectura de dibaxu en el sentido de recuperar una raíz identitaria

personal relacionada a lo judío, podríamos arriesgar que esta

referencia al fuego destructor retorna, de alguna manera, en

algunos poemas de este libro (ver VII y VIII) y, principalmente, en la

idea de encontrar aquel sustrato esencial por calcinación. “Quizás

este libro apenas sea una reflexión sobre el lenguaje desde su lugar

más calcinado, la poesía”, remata Gelman en su “escolio” como si

calcinar, lexicográficamente “reducir a cal viva los minerales

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calcáreos”, pudiera entenderse como un proceso de angostamiento

o reducción, de incineración y volatilización por el cual pudiera

asomar el fundamento (lingüístico y existencial) que es la propia

poesía.

3

Búsqueda de un suelo o fundamento lingüístico por

calcinación, dibaxu parece decir que ese fundamento, cierto

fundamento de la lengua española, está dado por el otro. Y no sólo

lo otro que podría representar el judío sefardí, expulsado de la

península el mismo año de la aparición imperial de la Gramática de

Nebrija, sino también el otro que es (como leemos en la

dedicatoria del libro) “la poesía de Clarisse Nikoïdski”, novelista en

francés y poeta en sefardí del que se dirá también, valga la

recurrencia, que su poesía es “diáfana como un fuego” (Gelman,

2010: 7).

Pero lo que dejará ver este fuego no es sólo la constatación

que, al igual que en la base de toda identidad, el sustrato o

fundamento es siempre extranjero (como Moisés, según Freud, un

egipcio que mal hablaba la lengua hebrea3) sino también que este

3 En Moisés y la religión monoteísta, Freud (1988: 3246), apoyándose, entre otras fuentes, en Eduard Meyer (Die Mosessagen und die Leviten) sostiene esta hipótesis que explicaría, por otro lado, el lugar de Aarón como traductor de las palabras de Moisés (recordemos que, según el entendimiento tradicional, Moisés tiene dificultades de habla debido a su tartamudez y no, como lo sugiere Freud, al hecho de estar hablando una

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fundamento sólo puede decirse en traducción. Gelman retoma y

retrabaja así sus proyectos anteriores y ahora, en dibaxu, desde la

propia dinámica del sefardí, lengua del exilio masivo y de la

dispersión (toda una analogía autobiográfica e histórica) y lengua

también, según Romero (1992), especialmente nacida de las

operación de la traducción, de aquella que siguiendo, según Walter

Benjamin, el ideal de esta práctica (“la versión interlineal de los

textos sagrados es la imagen primigenia o ideal de toda

traducción”; Benjamin, 1923: 144), se habría consagrado a la

traducción ritual del texto hebreo.

¿Surge el sefardí de Gelman de ese ladino “lengua calco” en

el decir de Romero? ¿Lo reinventa a partir de sus propias

traducciones de poetas sefardíes reunidas en Com/posiciones? ¿En

qué sefardí, al final, nos habla Gelman? ¿En el del norte de África

(judeo-español; jaketía)? ¿En el del Oriente mediterráneo (ladino,

judezmo, judió, jidió, espanyoliko)? ¿En el de un ilustrado rabino?

¿En el de un acaudalado comerciante que estudió en escuelas

francesas? ¿En el del entreverado turco-balcánico sefardí del

pueblo? ¿En el de las aisladas y remurmurantes mujeres?4

lengua extranjera). Edward Said retomará la cuestión en Freud y los no

europeos, priorizando los aspectos culturales y políticos de esa lectura (ver Said, 2006: 69-80). 4 Sigo aquí las observaciones de Castro Míguez (2003): “É importante ressaltar, entretanto, que nem todos os judeus de uma mesma época e de um mesmo lugar falavam da mesma maneira, o que dificulta uma sistematização mais objetiva dessa língua. Idade, sexo, profissão, grau de instrução e nível social determinavam diversos níveis de língua. Dias-Mas (1997) relaciona cinco grandes grupos sócios, com relação às comunidades do oriente: 1) A classe rabínica e letrada, que constituía a camada culta

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En algo esta pregunta (¿en qué sefardí nos habla Gelman?)

evoca la que se hace cualquier estudiante de una lengua sentida

como “extranjera”: ¿cómo (quién o qué) debo hablar? Y, para

dialogar con las ya clásicas categorías de Orlandi, podríamos decir:

hablarás como hablas, en la fluidez de tu lengua, esa fluidez que

no está fuera del control al que quieras (o quieran) someterte5.

tradicional da população, cuja fala apresentava uma maior presença de elementos hebraicos; 2) A classe alta ou médio-alta, constituída de prósperos comerciantes ou grandes banqueiros, cujo grau de instrução era alto, e que frequentavam –ou enviavam seus filhos- as escolas francesas e italianas. Geralmente, apresentavam um maior número de turquismos, sem chegar ao uso abundante que deles faziam as classes médias e baixas; 3) As classes média e baixa, cujo trabalho as obrigava a estar em contato com seus vizinhos não judeus, enrugavam um grande número de elementos turco-balcânicos em sua fala; 4) Os sefaradim ocidentalizados ou franqueados do Oriente, cuja cultura já não era tão tradicional. Frequentavam as escolas ‘francas’, nas quais se ensinava uma língua europeia (francês, italiano, alemão ou inglês), viajavam à Europa e se dedicavam às profissões liberais. Em sua fala, os elementos hebraicos e turco-balcânicos quase desapareciam por completo, dando lugar a todo tipo de empréstimos e calços do francês e do italiano, principalmente; 5) As mulheres, que, embora não constituíssem uma classe social, recebiam escassa instrução, viviam numa sociedade que as obrigava a um maior grau de reclusão e isolamento, e eram depositarias da cultura tradicional oral. Sua fala também estava povoada de elementos turco-balcânicos, mas também conservavam as características mais arcaicas do judeu-espanhol, principalmente devido a seu apego aos romances, canções e refrãos, de caráter mais tradicional” (Castro Míguez, 2003: 37-38). 5 Aludo aquí a los conceptos de “lengua imaginaria” y “lengua fluida” propuestos por la lingüista brasileña Eni Puccinelli Orlandi. Por lengua imaginaria entendemos determinada sistematización gramatical/política del fenómeno lingüístico (generalmente dado al establecimiento de una referencialidad escolar y nacional), y por lengua fluida la forma inmanente, material y discursiva de la lengua. De esta manera: “Se a língua imaginária é a que os analistas fixam na sua sistematização, a língua

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Hablarás, en fin, la lengua de tu imaginario (que es, en el mejor de

los casos, tu deseo) y en la de tus posibilidades (que son tu cuerpo,

sus memorias, potencias e inhibiciones).Y, en el caso de estos

poemas, como lo recuerda Foffani (1995: 189), no olvidemos la

“ladinez” con la que Gelman nos los presenta. Pues no vienen

solos. Vienen pulcramente paralelos a su “versión” en un algo

híbrido español contemporáneo. Ladino, ladino (“astuto, sagaz,

taimado” dice el diccionario y también “quien habla más de una

lengua”): si Gelman considera que la traducción no es necesaria

(“Acompaño los textos en castellano actual no por desconfianza en

la inteligencia del lector”, declara en el “escolio”), ¿a qué

entonces la traducción?

Si Steiner considera que el traductor no necesita traducir,

pues él ya sabe la otra lengua, siempre se traduce para otro

(Steiner, 1978: 35) o, como lo intuye Jorge Monteleone en una

reseña de dibaxu, para determinado proyecto estético:

los poemas no están estrictamente en uno y otro lado de la página (en sefardí o en castellano) sino en esa zona suspendida, intermedia en el fluir de los tiempos que puede reunirse en la conciencia del poeta y la del lector” (Monteleone, apud Foffani, 1995: 189, nota 7).

El fuego calcinó hasta dejar visible el sustrato, pero el

sustrato era extranjero y siquiera allí había permanecido,

arqueología imposible que deja la huella de una ausencia; y sobre

fluida é a que não pode ser contada no arcabouço dos sistemas e formulas.” (Orlandi, 1988: 28).

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esa huella finalmente “pairamos” diría Flusser, nos suspendemos,

estamos en el entre de las lenguas, instante algo místico (para

Benjamin) que Derrida en Torres de Babel prefiere llamar “la pura

lengua”, posibilidad pura (todo lo contrario de la “lengua pura”)6.

Sobre esa ausencia creo que se construye el discurso amoroso tan

bien leído en el artículo de Foffani que ya citamos, pues en el Yo-

Tú que configuran estos poemas (a veces dados a un más bien

anhelado “nosotros” y rodeados siempre de un “mundo” entre

apaciguado y amenazante), prima la “distancia que el sujeto que

ama no puede salvar” (Foffani, 1995: 198), esa ausencia inherente

al amor por la que el “otro” como objeto de la pasión es objeto de

resistencia y de imposible o fugaz acaparamiento.

Así, este discurso amoroso no es tan sólo y además un

discurso sobre el exilio donde el “Tú” parece ocupar el lugar de la

tierra (“Il trigu di tu ventre” se dice en el poema XVII y en el XI:

“partindu di tu ladu/discuvro/il nuevu mundu/ di tu ladu) y dibaxu

es también allá abajo, el amado sur, sino que este discurso

amoroso traza, a la par de todas estas evocaciones, el contorno de

la ausencia de lengua o más bien el contorno de la ausencia de la

mítica relación edénica o transparente con la lengua pues no hay

lengua: al sefardí hay que inventarlo y al castellano, ese castellano

6 “Através de cada língua algo é visado que é o mesmo e que, no entanto, nenhuma das línguas pode atingir, separadamente. Elas podem pretender atingi-lo, e se lhe prometer, apenas co-empregando ou co-desdobrando suas visadas intencionais, ‘o todo de suas visadas intencionais complementares’. Esse co-desdobramento em direção ao todo é um desdobramento, pois o que ele visa atingir é ‘a linguagem pura’ (die reine

Sprache) ou a pura língua” (Derrida, 2006: 66).

Page 26: El exilio del retorno

26

porteño roído por el exilio, también. Y la clave de la invención

(podríamos decir también la clave de la “creación”) es, creo,

precisamente ese “entre”, el espacio (no escrito) que “paira”,

como el espíritu de dios, entre ambos textos.

Que cada cual lo invente como quiera.

4

Eso es lo que nos deja el fuego: nada. Y, tal vez, la

necesidad de pensar cómo era lo que fue quemado o calcinado (allí

está el coraje –diríamos para volver a la pregunta que dio inicio a

este trabajo– de Gelman). Cómo era aquello que dio combustión (a

la lengua, a la patria y a los seres amados que ya no están).

Podemos inventar, crear estos poemas. Y, a no ser que

seamos expertos estudiosos del sefardí (no es el caso de quien aquí

escribe), debemos reconocer que leemos desde el castellano

actual, que es nuestra contemporaneidad lingüística la que

habitará en la lectura de estos poemas en sefardí. Acaso el sefardí

“sulvidar” del poema XXIX no evoca el castellano “olvidar” (y en mi

caso, habitado también por el portugués, también “sul”: “sur” y

“olvidar”). Y su sustantivo, “sulvido”, presente en el poema XXVI,

¿no nos trae acaso la palabra en castellano “silbido”? Qué cosa, no

parecen meras imaginaciones del lector. El segundo párrafo del

poema XXIV, aquel que evoca “olvidar” y “sur”, dice precisamente

“pondri mi spantu londji/ dibaxu dil pasadu/” y el poema XXVI, en

Page 27: El exilio del retorno

27

el que nuestra contemporaneidad lingüística deja entreoír un

“silbido” , continua con los siguientes versos:

agora pinsu qui un paxaricu in tu boz arrastra la caza dil otonio/

Hay aquí algo vallejiano, otra vez, al menos en aquel hallar

en ciertos vocablos extranjeros –en Vallejo geográficamente

lejanos: el lituano, el ruso, el alemán, el polaco, el rumano, entre

otros)– cierto aura poético7. Y si Vallejo afirma que la poesía es

intraducible8, valga aquí notar que la traducción al castellano mata

muchas de las evocaciones que el sefardí leído o dicho desde otras

lenguas (esta ilusión de sefardí diaspórico) podría suscitar e,

incluso, haber rendido en la propia creación textual del poema.

Así, mediante la traducción, sabemos que “sulvidar” es tan sólo

“olvidar”, sin aires de “sur” ni de “silbido”. Y no sólo eso. La

traducción “corrige” los “malentendidos” que podría provocar

nuestra lectura del sefardí desde el castellano actual. Pongamos

por caso dos versos del poema XXII que parecen hacer del vientre

(amado) un elemento que conforma cierto orden o cosmogonía

7 En esta búsqueda podemos adivinar también, en el caso de Gelman, un gesto autobiográfico, ya que este poeta en repetidas ocasiones ha recordado como su hermano mayor le leía “incomprensibles” pero bellos textos en ruso. 8 Sobre Vallejo y su experiencia con vocablos extranjeros ver Vallejo (1973: 42). Sobre la intraducibilidad de la poesía, ver en el mismo libro su ensayo “Electrones de la obra de arte”.

Page 28: El exilio del retorno

28

(“nila noche /tu ventre queda astros”) y que son

traducidos/corregidos al castellano contemporáneo como “en la

noche/ tu vientre detiene astros”. O el sugerente verso del poema

XXV en el que un “tú” parece ser el que está lloviendo (“ista yuvia

di vos”) que queda, en nuestro castellano contemporáneo, reducido

a una mutilada y prosaica relación de pertenencia (“tu lluvia”). Y

todo esto aún sin hablar de las relaciones temporales “subvertidas”

por nuestra lectura anacrónica del sefardí: “uno qui liyera istus

versus / prieguntara” dice el poema XVI convocando lo hipotético

de lo que nos suena a un imperfecto del subjuntivo que pasa al

castellano con la rotundidad del indefinido: “alguien que leyó estos

versos / preguntó”.

¿Podría Gelman haber traducido de otra manera? De tenerse

en cuenta la experiencia y habilidad traductora de Gelman no

queda dudas que la respuesta es afirmativa y que la forma en que

tradujo estos poemas del sefardí al castellano, cierta apuesta por

un castellano híbrido y mayoritariamente contemporáneo, es una

opción menos estética que ideológica pues hacer de la traducción

la “corrección” de una ineludible lectura anacrónica evidencia la

relación imperial que determinada lengua establece con su

pasado. La mera inversión de la cuestión, preguntarnos que

sucedería si consideramos los poemas en castellano como los

originales y su versión en sefardí como su traducción (no hay nada

que impida esta lectura a no ser las declaraciones del autor)

afianzaría esa evidencia. Por cierto, resulta fácil, ineludible y

natural hacer habitar el castellano actual en los textos originales

en sefardí, pero resulta imposible hacer habitar el sefardí en los

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29

supuestos originales en castellano: aunque el castellano actual esté

constituido, entre otros, por esa base histórica, la “enciclopedia”

de ese sustrato, el sefardí, ya no está a nuestro alcance. A lo más,

pudiéndonos reportar sólo a lo visible, quedaría aquí el sabor y la

apariencia de ciertos falsos “errores” ortográficos. Nos

sorprendería como la “lluvia” y “voz” devienen “yuvia” y “boz” por

ejemplo, o nos extrañaríamos morfológica y ortográficamente con

esa “u” que lleva, como en un beso, nuestros labios hacia delante,

pero siempre estaríamos operando sobre la materialidad y no sobre

el ya ausente, ido, expulsado, quemado, sentido.

Escribir contra el imperio del tiempo a sabiendas que el

pasado no volverá, escribir a sabiendas que ese encuentro (del

presente con el calcinado pasado) es, en todo caso, un trabajo y un

hallazgo intelectual, una creación, es lo que esta poesía tiene de

exilio y de inhabitual coraje.

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Page 31: El exilio del retorno

31

La experiencia del exilio en la literatura

argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas

textuales del desplazamiento

Adriana Badagnani

Resumen

La crítica literaria ha abordado frecuentemente la relación

entre la literatura y el exilio concluyendo que esta particular y

dolorosa situación determina ciertas características en la forma

escrituraria. Pero una cuestión que no ha sido abordada

sistemáticamente es cómo incide el exilio en una segunda

generación, esto es: cómo viven los hijos de los exiliados políticos

el desterramiento y la trabajosa construcción de la identidad que

supone. Las novelas de Laura Alcoba –La casa de los conejos (2008),

Jardín blanco (2010)– permiten acercarnos a esta cuestión: ¿Cómo

vive el exilio una segunda generación para la cual el retorno no es

un regreso a una identidad definida? ¿Qué marcas deja en la

escritura esta particular situación de desplazamiento geográfico?

¿Cómo se posiciona un autor exiliado hasta de su propia lengua en

el marco de la escritura de una nueva generación que está

abordando estas temáticas?

Page 32: El exilio del retorno

32

La hipótesis de este trabajo es que pese al aislamiento en la

formación y en las experiencias, Laura Alcoba comparte muchos de

los rasgos y preocupaciones de su generación; y por otra parte, que

su particular situación de exilio determina marcas escriturarias en

función de las cuales sus trabajos comparten características propias

de las escrituras de exilio.

Palabra claves: Exilio - Laura Alcoba - Literatura argentina

reciente.

Abstract

Literary criticism has frequently dealt with the connection

between literature and exile, concluding that this particular and

painful situation determines certain characteristics of the writing

style. Nevertheless, a question that has not been systematically

approached is how exile affects a second generation, that is: how

political exiles’ children live proscription and the arduous

construction of identity which that implies. Laura Alcoba’s novels -

La casa de los conejos (2008), Jardín blanco (2010)- allow us to get

closer to this question: How do a second generation for whom the

return does not mean to go back to a defined identity live exile?

What marks do this particular situation of geographical movement

leave on writing? How does a writer in exile, dispossessed even of

his own language, position himself in the framework of the writing

of a new generation that is approaching this matter?

Page 33: El exilio del retorno

33

The hypothesis of this article is that in spite of her isolation

as regards education, upbringing and experience, Laura Alcoba

shares much of the characteristics and concern of her generation;

and besides, that her particular situation of exile determines

writing traits which make her pieces of work share features typical

of works done in exile.

Key words: Exile - Laura Alcoba - Recent Argentine literature

1. Representaciones de la dictadura

Las imágenes literarias sobre la dictadura y la lucha armada

en Argentina han sido objeto de variaciones desde la llegada de la

democracia hasta la actualidad. Esquemáticamente podemos

apreciar que en la década del ‘80 (en paralelo al Juicio a las

Juntas) la estrategia dominante implementada por los organismos

de Derechos Humanos fue la focalización en el tema del Terrorismo

de Estado y sus atrocidades. En este marco la problemática de la

militancia armada se transformó en un tema tabú (Dalmaroni,

2004; Longoni, 2007).

Las primeras representaciones sobre la bestialidad de la

dictadura argentina fueron las literaturas del exilio. Esto es,

escrituras producidas bajo la dictadura que habían aparecido en el

exterior o que pudieron publicarse en el país después de 1983;

Page 34: El exilio del retorno

34

textos claves para comprender la lógica de un mundo literario en

proceso de recomposición (Bocchino, 2008). En este sentido resulta

productivo analizar la relación entre escrituras y exilios:

Tanto quienes son compelidos al desplazamiento geográfico como los que escriben desde un exilio interior suelen construir una posición de resistencia vinculada, muchas veces, a la recuperación de la memoria. Y en relación con la constitución lingüística de escrituras que rodean situaciones de esta naturaleza, se afronta el problema de la referencia que abre la reflexión sobre los vínculos entre los textos y lo real. Son escrituras que reproducen la irreductibilidad entre órdenes (del lenguaje y de lo real) y traducen ese ámbito borroso y diverso, exasperando el problema de la referencia y así el de la representación. Las pérdidas, los cruces de memoria y olvido, ciertos reconocimientos o encuentros, el miedo, la esperanza, la impostergable necesidad de seguir escribiendo tensan la relación entre las palabras y las cosas. En las tramas, en las figuras retóricas, en los ritmos, en los saberes inscriptos, en los silencios de las distintas escrituras se despliega el discurso de lo social; la historia se desliza en trazas que son, en definitiva, estimulantes operaciones ideológicas de nuevas interpretaciones. (Bocchino, 2008: 6)

En opinión de Adriana Bocchino las literaturas de exilio se

caracterizan por un particular montaje de lo real, rompiendo con

la idea de referencia. Lo real, concreto o deseado, aparece como

la imposibilidad de rearmarse; la situación determina un presente

que se congela y una inversión de los términos pasado y futuro. La

Page 35: El exilio del retorno

35

experiencia del desplazamiento marca las escrituras, y por tanto,

las lecturas de aquellos textos. El sujeto escribe escribiéndose en

situación de exilio con una insistencia en el gesto autobiográfico.

La quita, la pérdida, es señalada obsesivamente como forma

paradójica de darse un suelo propio. Exiliarse se torna una forma

de no dejar de deslizarse, una incertidumbre como estructura

fundamental que descuartiza a un sujeto que construye su retórica

del desplazamiento. Es por ello que en esta literatura aparece un

cruce inevitable de lo literario con lo extraliterario determinado

por las estructuras de producción. En este punto las escrituras de

exilio se contraponen a la idea de Foucault (1985) de la muerte del

autor, ya que quien escribe resulta central; si Foucault asocia el

rol del Estado a la individuación burguesa, en las escrituras de

exilio ocurre lo inverso: el sujeto se reafirma frente al Estado, se

escribe para no morir en un reverso obstinado del asesinato; el

gesto de la escritura es un reafirmarse para no desaparecer, el

hacerse reconocer está asociado fuertemente al nombre y al

apellido.

Los acontecimientos traumáticos en lo político y el cruce con

las temáticas sociales aparecen como alusiones no siempre directas

en una escritura que suele trabajar con lo omitido, los silencios, lo

no dicho. De allí que la figura predominante sea la alegoría. Walter

Benjamín (1987; 2005) analizó la alegoría en función de las

vanguardias del siglo XX, en las que se cuenta su propia escritura.

La alegoría aparece signada por las múltiples combinaciones y las

interpretaciones variables. Para definirla resulta central la idea de

montaje, ya que la figura alegórica requiere una instalación

Page 36: El exilio del retorno

36

simultánea de una dialéctica de la memoria. La alegoría está

asociada al hermetismo y al jeroglífico, a la cifra de un saber

secreto en el que el sentido está condicionado. En el exilio existe

un montaje de fragmentos de la materia real a la par que un

lenguaje cifrado. En la escritura alegórica de las literaturas de

exilio está inscripto el desnudamiento de la barbarie, por lo que es

a la par ficción y crítica de la cultura. Lo oblicuo, los bordes, las

minucias y lo no advertido aparecen como elementos mínimos

desde los que se arma la alegoría moderna.

Una cuestión importante es que las escrituras de exilio

requieren una idea de red: el que se afirma no es un sujeto único,

aislado, sino escritores escribiéndose, citándose, dedicándose; una

constelación de figuras asociadas a desapariciones y exilios

(Onetti, Gelman, Walsh, Urondo, Conti, Tizón, Saer y Castillo) que

se ha impuesto cuidar las palabras, evitar también el naufragio de

la lengua y sus significaciones enunciando voces y saberes

proscriptos, trabajando temáticas marginales, minoritarias.

Un ejemplo de la relación entre literatura y política a partir

de las marcas textuales del exilio puede encontrarse en el trabajo

de Sandra Lorenzano Escrituras de sobrevivencia (2001) en el que

trabaja sobre las novelas de Silvia Molloy, En breve cárcel, y de

Héctor Tizón, La casa y el viento. Para su trabajo utiliza el

concepto de poética de ruinas, contraponiéndola a la estética

fascista de los monumentos, concluyendo: “El cuerpo y el deseo

(de escritura), en tanto territorios de cruce entre el yo y los otros,

entre la historia íntima y la colectiva, le disputan a los

Page 37: El exilio del retorno

37

autoritarismos el espacio simbólico de la memoria” (Lorenzano,

2001: 252).

Las escrituras de la democracia incipiente también se

construyen en torno a figuras alegóricas. Con posterioridad a los

gobiernos militares, la literatura se distancia de la experiencia

para tornarse reflexiva sobre la propia imposibilidad de contar,

como una escritura que trabaja con los restos de lo real define

Garramuño (2009) a las ficciones publicadas en los primeros años

de la democracia. Las experiencias de la guerrilla, la tortura y la

persecución política aparecen como lo inenarrable, por tanto los

textos no explican ni intentan explicar, sino que simplemente son

una pura exploración emocional. El hecho de que como resultado

de una época convulsionada emerjan trabajos alejados de las

vivencias concretas es sólo aparentemente paradójico. Ya Walter

Benjamin (1982) en Experiencia y pobreza analizó cómo, con

posterioridad a la Primera Guerra Mundial, existió un vacío de

textos sobre esa experiencia, en gran medida como resultado del

shock, produciendo un empobrecimiento de lo narrado. El análisis

de Benjamin, permeado por la lectura freudiana, se relaciona

también con el concepto de trauma, bajo cuyos efectos es

imposible la narración de la experiencia, pero comienza a

accederse a ella a partir de reflejos. De esta manera pueden ser

analizados los textos de Gusmán, Lamborghini o Saer. La alegoría

en lugar de la narración no tuvo que ver con los impedimentos de

la censura, sino con la misma imposibilidad de contar. Los textos

se centran en la mera subjetividad, en la tactilidad, en la

discapacidad de narrar como tema en sí mismo.

Page 38: El exilio del retorno

38

La literatura de los ‘90 muestra importantes cambios. A

mediados de los ‘90 se asiste a una serie de declaraciones de los

autores materiales del genocidio, que en una época marcada por la

impunidad, rompen el pacto de silencio de las Fuerzas Armadas. El

más significativo de estos escritos es el de Horacio Verbitsky (1995)

El vuelo, libro en el cual Scilingo confiesa el destino de miles de

desaparecidos que fueron arrojados desde aviones al Río de la

Plata. Este libro ofrece la particularidad de que el protagonista no

escribe el testimonio de su propia experiencia, sino que su vivencia

se encuentra mediatizada por la escritura de Verbitsky, un

periodista en las antípodas ideológicas del militar.

En simultáneo, comienzan a publicarse testimonios de

militantes de las organizaciones armadas ya que en los ‘80 la

militancia era un tema incómodo. Estos escritos adquieren formas

variadas: desde el oral trascripto hasta formas de novela

tradicional. Lo silenciado en los inicios de la democracia empieza a

ser contado, a ser narrado desde diferentes ópticas: el ensayo, la

biografía, la autobiografía y la novela (Dalmaroni, 2004). Estos

trabajos muestran el entramado de múltiples voces: las mujeres

militantes, las batallas de los familiares de desaparecidos, la

experiencia de los campos o el dolor del exilio. Al testimoniar,

paralelamente, recobran sus identidades y plantean sus reclamos

específicos. Este coro polifónico, elaborado desde la culpa, el

arrepentimiento o la reconciliación posibilita una escritura

reflexiva sobre la memoria en la posdictadura. Estos relatos sobre

los ‘70, que forman una parte importante de la literatura del

período, entran en juego de forma particular con la narrativa que

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39

los nuevos escritores comienzan a publicar en los ‘90. La literatura

testimonial sobre el genocidio forma parte de un clima de época

signado por la preocupación por este tema, aunque también

produce una cierta saturación al hacer narrable aquello que es

único e inenarrable, creando una hermenéutica de la derrota.

Siguiendo a Raymond Williams (2009) consideramos que los

autores de los ‘90 pueden ser visualizados como una formación con

una peculiar estructura de sentir que presenta signos de

estructuras emergentes. Por otra parte, resulta indispensable la

noción de campo intelectual de Pierre Bourdieu (1995) para

comprender cómo los autores responden a las reglas de su propio

escenario. Teniendo en cuenta estas dos concepciones teóricas,

Laura Ruiz (2005) señala dos rasgos salientes: el haberse educado

bajo la dictadura —por lo que la temática de Malvinas y el “clima

de cementerio” asociado al “Proceso” son centrales en su

producción— y el haber comenzado a publicar en los ‘90.

2. Laura Alcoba y la narrativa de los hijos

Dentro de este cuadro la figura de Laura Alcoba se presenta

con rasgos diferenciados. Por haberse criado y educado en Francia

la autora presenta algunas características especiales. La

experiencia del menemismo y el clima cultural a él asociado, que

resultan determinantes para la generación de los ‘90, es un

contexto que a Alcoba le resulta lejano por haberse exiliado con su

madre en la niñez y haber crecido y educado en Francia donde

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40

cursó la carrera de Letras . No obstante, es llamativo analizar cómo

la mirada de la escritora sobre la dictadura y la lucha armada se

asemeja bastante a la de otros autores con vivencias similares en

relación a la militancia de sus progenitores.

Dentro de los relatos de los escritores de los ‘90, los escritos

de los hijos de militantes y de desaparecidos se recortan en un

espacio diferenciado, aunque es preciso aclarar que la perspectiva

que construyen no es unívoca. Cristian Gundermann (2007) analiza

cómo la aparición de la agrupación H.I.J.O.S. se caracteriza tanto

por nuevos tipos de acción política, como el escrache, como por

unas representaciones del horror diferenciadas. Gundermann

define estas representaciones, presentes tanto en la literatura

como en el cine, como actos melancólicos, en la medida que la

melancolía se presenta como una forma de negar la elaboración del

duelo. Esta negación, que en la psicología presenta connotaciones

frecuentemente negativas, es rescatada como un acto de

resistencia. Miguel Dalmaroni (2004), analizando testimonios de

hijos de desaparecidos presentes en antologías9 y en revistas

editadas por H.I.J.O.S., concluye que estos textos se presentan

como una curiosa amalgama entre los discursos heredados y la

construcción de una identidad propia. Se trata de relatos

fuertemente intimistas y subjetivos, pero que sin embargo poseen

profundas implicancias colectivas. Estos escritos se presentan como

narrativas de mezcla, ya que no siguen los cánones del género

testimonial y permiten sentidos abiertos o en construcción sobre

9 Dalmaroni trabaja, centralmente, con los textos de Andrea Suárez Córica (1996) y Gelman y La Madrid (1997).

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41

los años ‘70. Los hijos de los militantes suelen recuperar una

tradición cultural de izquierdas como forma de restablecer el

vínculo con los ausentes, a la par que buscar una voz propia. Estos

relatos fragmentados le permiten a Dalmaroni pensar que este

pasado en conflicto puede ser narrado antes que pensado.

En una perspectiva similar, pero rebasando ciertos límites de

aquellos discursos presentes en la retórica de H.I.J.O.S., se ubican

ficciones como la de Félix Bruzzone en Los topos (2008), Ernesto

Semán en Soy un bravo piloto de la nueva China (2011), la película

de Albertina Carri “Los rubios” (2003), o la propia novela de Alcoba

La casa de los conejos (2008). Se trata de trabajos que al partir de

la mirada de un niño sobre la dictadura proponen un extrañamiento

hacia aquello que es objeto de su mirada: la militancia, la violencia

y el terror. En una perspectiva similar a los trabajos analizados por

Dalmaroni, estos escritos también se encuentran en un género de

mezcla amalgamando el testimonio con la ficción. Pero estos textos

tienen en común el rebasar ciertos presupuestos presentes en los

discursos de los organismos de Derechos Humanos: al criticar a sus

padres también hacen la crítica a la generación de los ’70, a la idea

de revolución y a la opción por la violencia.

Según la conceptualización de Humberto Eco (1996) existe

un “pacto ficcional” que es un convenio implícito entre el autor y

el lector de un texto de ficción en el que se acuerda que aquello

que se narra es imaginario, lo que supone una suspensión del juicio

sobre si lo que se cuenta es verdadero o falso. Cada género implica

cláusulas específicas en relación al pacto con el lector, pero el

rasgo saliente es si aquello que se cuenta es verosímil, vale decir,

Page 42: El exilio del retorno

42

si se adapta a las convenciones del género en el que se ubica. En

esta misma línea, Gérard Genette (1989) denomina “contratos de

ficción” a las marcas textuales y paratextuales que el autor dispone

para dar instrucciones sobre la lectura de su texto.

El género testimonial, según el concepto utilizado por Nora

Strejilevich (2006) posee una peculiar vinculación con la verdad. El

lector entiende que aquello que narra es verdadero, pero en

contextos en que el propio lenguaje se ha transformado en una

prisión, el relato frecuentemente suena distante, irreal y hasta

desprovisto de emoción. Es por ello que los testimonios más

logrados son aquellos que señalan su propia imposibilidad, los que

muestran la impotencia del silencio frente al horror. Siempre

existen tensiones entre el ver, decir y escribir en un juego entre lo

ético y lo estético; las formas del testimonio sobre hechos

traumáticos suelen construirse como una labor arqueológica de

recolección de fragmentos a veces superpuestos. El trauma masivo

impide su registro ya que los mecanismos de observación y registro

colapsan. La verdadera experiencia se lleva a cabo a posteriori al

contárselo a otro; por tanto, el testimonio del trauma incluye al

oyente que es la página en blanco sobre la que el evento se escribe

por vez primera.

Por otra parte, resulta dificultoso distinguir la mentira de la

perspectiva personal, dado que el habla supone siempre una

interpretación. Lo verdadero, por tanto, no es el dato objetivo sino

el abuso, la persecución, el aniquilamiento y el sufrimiento. En

opinión de Forster (2000) el testimonio que no transmita una

dimensión íntima, subjetiva y real del horror no debe llamarse

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43

testimonio sino deposición. El sentido del testimonio constituye una

forma de recuperación de la dignidad humana; quien da testimonio

confronta el horror de ese universo incomprensible dándole sentido

al presente antes que al pasado. Frente a la degradación, el deseo

de aniquilación, el intento de lograr que el otro nunca haya

existido, el testimonio expone las marcas, desafía la destrucción,

aunque admite sus efectos señalando la derrota, el trauma, la

pérdida que debe ser señalada para elaborar el duelo.

Los textos cuya materia es testimonial, pero donde se hace

uso de los recursos de la novelística, presentan pactos de lectura

ambiguos. La mirada sobre los ‘70 de los hijos de militantes o

desaparecidos está recorrida por esta ambigüedad. En el caso de

Los topos, de Félix Bruzzonne, se trata de un narrador en primera

persona, pero en ningún lugar del texto o del paratexto se indica

que se trata de una experiencia autobiográfica, aunque en las

entrevistas que el autor concedió este dato resultaba clave. La

novela de Semán, Soy un bravo piloto de la nueva China, se erige

en un espacio similar a Los topos, dado que se trata de un narrador

en primera persona que construye un relato con todas las marcas

de la ficción y en ningún espacio textual o paratextual se indica el

carácter testimonial de aquello que se narra, pero este dato

aparece en las entrevistas o reseñas críticas del libro. En la película

Los rubios el carácter verídico de aquello que se cuenta es central

para la historia en la medida en que el film se construye a partir de

la distancia entre la experiencia de militancia de los padres y la

mirada de la propia Carri. En el trabajo de Laura Alcoba La casa de

los conejos aparece un señalamiento explícito sobre que aquello

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44

que se cuenta se encuentra vinculado con una experiencia

personal, e incluso aparecen los nombres verdaderos de las

personas retratadas; sin embargo, es un texto testimonial que

aparece construido con las características de la novela.

3. Entre la novela y el testimonio: La casa de los conejos

En La casa de los conejos existe, en primer término, un exilio

de la lengua. La novela fue publicada originariamente en francés y

editada por Gallimard en el 2007. Posteriormente fue traducida por

Leopoldo Brizuela y apareció en Argentina en el 2008, publicada

por Edhasa. Esta distancia del idioma marca al texto desde su

propio título. En francés fue titulada Manège, término que puede

traducirse como carrusel, siendo una alusión a la circulación de

imágenes traumáticas. El vocablo tiene una segunda acepción ya

que significa maniobra o manipulación. En este sentido el título

hace referencia a la traición de uno de los integrantes de la casa

operativa y al modo que utiliza para descubrir la ubicación de la

imprenta montonera.

En castellano el libro se tituló La casa de los conejos en

referencia explícita a la artimaña utilizada por Montoneros para

encubrir la edición del periódico Evita montonera bajo la supuesta

actividad de la cría de conejos. Pero el argumento queda más

adelante invertido: son los integrantes de la casa operativa los que

están cercados, los que van a ser cazados como conejos:

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Después los momentos de calma se volvieron más raros. El miedo estaba en todas partes. Sobre todo en esta casa. Yo ya no conseguía creer que los conejos blancos pudieran protegernos. ¡Qué pésimo chiste! Tan malo como envolver los periódicos para regalo. Cada semana, César nos traía noticias que no siempre aparecían en los diarios. Centenares de militantes Montoneros eran asesinados día a día; grupos enteros desaparecían. Porque si a veces los asesinaban en la calle, lo más frecuente era que desaparecieran. Así, de golpe. (Alcoba, 2008: 110)

El título La casa de los conejos incluye una tercera alusión: el

relato se abre con una reflexión a partir de la idea de hogar. La

madre de la protagonista le cuenta a su hija que se mudan a una

casa, justo como ella quería. Obviamente la idea de casa de la

infancia tenía que ver con un deseo de normalización que era

imposible por la militancia de los padres. A partir del malentendido

sobre el deseo de hogar Alcoba muestra el extrañamiento, el

rechazo o la condena hacia la militancia de los padres como forma

de impedimento de vivir una niñez normal.

…a menudo, yo soñaba en voz alta con la casa en la que hubiera querido vivir, una casa con tejas rojas, sí, y un jardín, una hamaca y un perro. Una casa como ésas que se ven en los libros para niños. […] Tengo la impresión de que ella no ha comprendido bien. Referirme a una casa con tejas rojas era, apenas, una manera de hablar. Las tejas podrían haber sido rojas o verdes; lo que yo quería era la vida que se llevaba ahí adentro. Padres que vuelven de la casa a

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cenar, al caer la tarde. Padres que preparan tortas los domingos siguiendo esas recetas que uno encuentra en gruesos libros de cocina, con láminas relucientes, llenas de fotos. Una madre elegante con uñas largas y esmaltadas y zapatos de tacón alto. O botas de cuero marrón, y, colgando del brazo, una cartera haciendo juego. O en todo caso sin botas, pero con un gran tapado azul de cuello redondo. O gris. En el fondo, no era una cuestión de color, no, ni en el caso de las tejas, las botas o el tapado. Me pregunto cómo hemos podido entendernos tan mal; o si en cambio ella se obliga a creer que mi único sueño, el mío, está hecho de jardín y color rojo. (Alcoba, 2008: 13-14)

Otro título que Alcoba evaluó entre los posibles fue Embute.

Esta palabra de origen lunfardo, cuyo significado es hoy elusivo, era

de utilización frecuente entre los militantes en los ‘70 para hacer

referencia a un lugar en el que se escondían objetos que era

peligroso tener: libros, panfletos o armas. Ante esta palabra de

significado olvidado Alcoba reflexiona sobre la distancia política e

ideológica con respecto a un tiempo violento que hoy nos resulta

incomprensible:

Cuando pienso en esos meses que compartimos con Cacho y Diana, lo primero que viene a mi memoria es la palabra embute. Este término del idioma español, del habla argentina, tan familiar para todos nosotros durante aquel período, carece sin embargo de existencia lingüística reconocida. Desde el mismo instante en que empecé a hurgar en el pasado –sólo en mi mente al principio, tratando de encontrar una cronología todavía confusa, poniendo en

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palabras las imágenes, los momentos y los retazos de conversación que habían quedado en mí– fue esa palabra el primer elemento que me sentí compelida a investigar. Este término tantas veces dicho y escuchado, tan indisolublemente ligado a esos fragmentos de infancia argentina que me esforzaba por reencontrar y restituir, y que nunca había encontrado en ningún otro contexto. […] “Embute” parece pertenecer a una suerte de jerga propia de los movimientos revolucionarios argentinos de aquellos años, más bien anticuada ya, y visiblemente desaparecida. (Alcoba, 2008: 47-50)

Se simboliza así la dificultad de comprender otra época

histórica, el riesgo que supone juzgarla con parámetros anacrónicos

o exaltar la violencia. Alcoba reflexiona (Aguirre, 2008) que

escribió intentando no caer en la doble trampa: la de juzgar a sus

padres y su generación con los parámetros de esta época; o la de

enaltecer sus figuras transformándolos en héroes. Con esta

perspectiva se coloca en una línea similar a la de varios trabajos de

la ensayística reciente (Calveiro, 2005; Longoni, 2007) que

consideran indispensable una crítica a las experiencias de aquellos

años que no sea una justificación de la violencia estatal.

La versión castellana de La casa de los conejos, de Leopoldo

Brizuela, presenta las mismas dificultades propias de la traducción,

con el agravante de que la realidad a la que se hace alusión es

argentina: “No quise hacerlo yo –dijo Alcoba–. Hubiera sido escribir

otro libro. Leopoldo hizo un trabajo excepcional y extraño, más

que una traducción, porque fue trabajar con una lengua de origen

ausente” (Aguirre, 2008).

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La lengua materna es definida por la propia Alcoba como una

lengua ausente. Es por ello que asistimos a un complejo proceso:

Alcoba traduce esa experiencia al francés, y Brizuela la traslada o

restituye al castellano. La identidad argentina de Alcoba resulta

negada desde la propia lengua en un relato que juega

constantemente con las palabras: las perdidas en el tiempo, que

tienen que ver con el lenguaje de la militancia, las perdidas en el

espacio que ella olvida con el exilio de la madre que se transforma

en el propio exilio de la cultura que torna significativas las

experiencias narradas. De esta manera, Argentina no es para

Alcoba un espacio de retorno, sino una identidad a construir

enteramente. La casa de los conejos parece ser una operación

clave en el proceso de construcción o invención de la propia

identidad desterrada.

Esta identidad desterrada se construye a partir de

fragmentos, de retazos. Estas formas fragmentarias se vinculan con

los recuerdos de infancia, pero Alcoba no se limita a un recuento

de la experiencia traumática de la niñez, sino que su novela es un

verdadero trabajo con la memoria apuntado a la construcción de la

propia subjetividad. Esta operación puede leerse a partir de marcas

textuales que se constituyen como las formas escriturarias que

adquiere la experiencia del exilio.

El exilio de Alcoba adquiere una forma particular ya que no

es una elección consciente, sino que se trata del exilio de la

madre; y por otro lado, las razones que perpetúan la permanencia

fuera del país de origen son voluntarias en el sentido que no

continúan operando las razones políticas que llevaron a su familia a

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huir de la Argentina, pero paralelamente la escritora construye una

identidad desdoblada en la lengua, en el espacio y en las

referencias culturales que marcan de forma significativa la

figuración de autor.

4. Eva Perón: un cuerpo en el exilio: Jardín blanco

Jardín blanco (Alcoba, 2010), a primera vista, aparece como

una novela radicalmente distinta de La casa de los conejos. Todo

indica que lo testimonial y los ‘70 han quedado atrás como un acto

catártico que inaugura la escritura de Alcoba que en adelante se

dedicaría a la pura ficción. Sin embargo, una lectura más minuciosa

revela que las marcas del exilio siguen presentes.

Jardín blanco describe la vida de tres vecinos en un edificio

de Madrid en los años ‘60 valiéndose de la polifonía. No obstante,

estos personajes no son anónimos. Uno de los pisos es habitado por

Ava Gardner que recuerda, durante las visitas de una joven vecina,

los momentos de acceso a la fama. Por otra parte, las vivencias de

la española que visita a Ava son puestas en escena a partir de una

especie de diario que lleva Carmina. Se trata de una chica

embarazada y abandonada por su novio que ha huido de la casa

materna instalándose con su hermana. En el marco de una cultura

fuertemente represiva de lo sexual y normatizadora de la

intimidad, Carmina padece su estado en silencio. El tercer

departamento está habitado por Perón y su tercera esposa, Isabel.

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La cotidianidad del presidente derrotado en el exilio es registrada

por Eva Perón.

Este último personaje es, sin lugar a dudas, el punto nodal de

la novela: el cadáver en el exilio contemplando el día a día de su

viudo. En opinión de Alejandro Susti González (2007) la figura de

Eva Perón adquiere mayor fuerza mítica a partir de los relatos

elaborados en la historia, la biografía, la literatura y el cine. Una

de las características centrales de la figura de Eva Perón es el

haber dado lugar a la producción de textos de todo tipo cuyo

entramado ha urdido un diálogo intertextual en el que se han

diluido las fronteras entre lo verdadero y lo falso, por lo que estas

textualidades pueden ser abordadas a partir del concepto de

simulacro (Baudrillard, 1993) marcado por la esquematización y el

exceso de filiación melodramática donde aparece cuestionada la

diferencia entre lo real y lo imaginario. Cada texto sobre el

personaje se nutre de sus antecesores cronológicos generando

subtextos que se sedimentan al interior de los relatos configurando

un efecto de contagio textual. Paralelamente, cada texto además

de repetir y reinterpretar el acervo de datos que se conoce del

personaje, aporta un nuevo elemento, una faceta desconocida.

Claudia Soria (2005) denomina a esta red “sistema Evita” en la

medida en que son textos enlazados construyendo una realidad de

Eva Perón paralela al del personaje histórico. La novela de Laura

Alcoba Jardín blanco aparece como un nuevo eslabón en el

“sistema Evita” al imaginar los pensamientos de Eva después de

muerta. Alcoba elige la narración del cuerpo errante. Evita, que ha

sido descripta en todas sus facetas: la santa y la puta, la íntima y la

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pública, la actriz principiante y la mujer poderosa, la mujer

hiperactiva y la mártir agonizante, adquiere aquí una nueva voz: la

de ultratumba. El periplo del cadáver ya había sido narrado, pero

en relatos en los cuales el sentido de esa errancia se tornaba

significativo a partir de la voz de otros. La novedad que introduce

Alcoba es ficcionalizar lo que Eva Perón piensa, imagina y juzga al

ver a Perón en el exilio, al observar a la mujer que la reemplaza, al

oír lo que dicen de ella en su ausencia. De esa manera se emociona

al escuchar a Perón decir:

–La quise como se quiere a una mujer. Pero la he querido todavía más como un jefe ama a su pueblo. Porque mi querida Evita era el pueblo. Es un gran misterio, Cincotta, pero es así. […] –Hoy, es como si el pueblo hubiera perdido un brazo o una pierna. La desaparición de ese cuerpo que yo había querido preservar es una amputación inicua, Cincotta, una mutilación perfectamente odiosa. Vino por eso, ¿no? Vino a decírmelo. Pero yo ya lo sabía, Cincotta, lo sabía. (Alcoba, 2010: 16-17)

El retrato de Perón en el exilio es el de un hombre que supo

estar en la cima y se encuentra en el llano. El otrora poderoso es

un hombre caído en desgracia, ignorado por Franco, con una mujer

inútil a su lado. Un personaje empequeñecido que ensaya

intervenciones públicas en el balcón de su departamento; un

hombre que supo dirigirse a las masas y que se ve compelido a dar

sus discursos hacia un jardín cubierto de flores blancas.

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Las flores blancas del jardín han sido mandadas a poner por

Ava Gardner, una diva del cine retratada como alcohólica y

melancólica. La estrella suele embarcarse en largos monólogos en

los que recuerda sus inicios y el contrato leonino con los estudios.

Su triunfo está totalmente conectado con su cuerpo. En la

promoción de una película la calificaron como “el animal más

hermoso”, frase que a la actriz le pareció desagradable por la

reducción de su persona a su cuerpo. Sus reflexiones de la madurez

parecen enfocadas a la crítica de la visualización de la mujer como

mera corporalidad; este encasillamiento produce en Ava rebeldía.

La actriz es sólo cuerpo porque su habla no posee la elegancia de

su figura; ella es consciente de sus limitaciones y considera que su

cuerpo es su mayor tesoro a la par que su prisión.

De esta manera la figura de Ava se construye en un juego de

espejos con la de Eva. El cuerpo de Eva es también clave en el

encumbramiento de su figura primero como actriz, después como

líder política. Sin embargo, este cuerpo se caracterizaba por lo

delgado, por la insignificancia para ser ofrecido como una

mercancía atractiva. Entonces ese cuerpo va a ser completado por

su voz poderosa. Donde Eva fracasa como figurita en ascenso en la

pantalla, triunfa en el radioteatro; de igual manera, la figura

decorativa al lado de Perón cobrará fuerza a partir de la presencia

de la voz y su radicalidad política que mediante la radio se filtraba

en todos los hogares. La radio marca el punto de conexión entre

las dos etapas de la vida de Eva que se presentan frecuentemente

escindidas: la etapa artística y la fase política se relacionan por las

apariciones radiales y el aprendizaje del uso de la voz, que si bien

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tiene que ver con su trabajo será un arte en la que aprenderá de

Perón que le aconsejaba: “–No hay que decir demasiado, sino

sugerir, Eva, siempre: en los silencios y en el misterio viven los

sueños de la gente” (Alcoba, 2010: 17).

Esta relación entre el cuerpo y la voz resulta central en la

construcción de Evita como mito. En opinión de Claudia Soria

(2005) el cuerpo femenino es un texto altamente significante sobre

el que se escribe una historia no controlada por la consciencia. Las

marcas que el goce deja en el cuerpo han sido de interés en el

psicoanálisis freudiano y lacaniano que concluyeron que hay un

goce femenino solo accesible a través del cuerpo que es enigmático

ya que, aunque las mujeres lo experimentan, es inabordable por el

lenguaje. Un tema de gran importancia en el personaje que nos

ocupa es que el cuerpo de Eva parece ser un cuerpo histérico en la

medida de que, al no tener un deseo propio, se apodera de los

deseos del Otro. Por tanto, trabajar sobre el cuerpo de Eva supone

trabajar sobre su inconsciente y sobre los deseos de los otros:

Perón, las masas, el peronismo o las mujeres. El texto de Alcoba,

operando sobre el sistema Evita, sigue trabajando con el cuerpo de

Eva retomando algunas preocupaciones clásicas en los textos que

abordan su figura.

Uno de estos temas es la blancura de su piel; una

transparencia que en muchos casos se asocia a la enfermedad. En

opinión de Soria (2005) y de Susti González (2007) esta

característica tiene gran resonancia en la hagiografía, es decir,

dentro de los eventos propios de la vida de los santos. La relación

de Eva con el trabajo y con los alimentos parece ser

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profundamente masoquista. El goce parece encontrarse en una

conducta ascética, deslibinizadora. Estos actos, sumados a la

transparencia de la piel, suelen aparecer como rasgos definitorios

de un estadio espiritualizado, en camino a la santidad: “Lo único

que me quedaba era la piel sobre los huesos. Ya no se podía hablar

de blancura: me había vuelto diáfana, transparente, mi piel era

apenas un abrigo fino puesto sobre mis órganos enfermos. Un

abrigo muy fino” (Alcoba, 2010: 19-20).

Y, más adelante, cuando los que la rodean intentan

ocultarle que baja de peso trabando la balanza, Evita reflexiona

sobre su cuerpo mermado utilizándola sintomática noción de

desaparición, significado que preanuncia el destino de su cuerpo y

el de miles de cuerpos en Argentina: “Pero, ¿cómo habría podido yo

no sentir este cuerpo que se desmoronaba? Partes enteras de mí ya

habían desaparecido y continuaban desapareciendo” (Alcoba, 2010:

39).

La figura de la bella muerta, que Alcoba utiliza para hablar

de la muerte en vida que supone la desfiguración para Ava, aparece

con fuerza arrolladora en el caso de Eva. Eva Perón, que había

logrado significar su cuerpo mediante el uso de su voz, queda al ser

momificada atada a su corporalidad. Su cadáver embalsamado la

torna eternamente bella, y por tanto, susceptible de ser utilizada

de forma independiente del habla. El cuerpo, desvinculado del

habla y de sus intencionalidades, aparece entonces como

disponible para que le sean añadidos diferentes discursos. De esta

manera, se ve cuestionado el propósito de tornar a Eva un

monumento del peronismo evitando la natural descomposición del

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cuerpo, así como el acto de Perón de abandonar el cadáver a su

suerte en Buenos Aires mientras partía al exilio. El doctor Ara,

desolado, contempla como los militares sustraen el cuerpo y coloca

sobre el féretro un ramillete de flores blancas. Así retorna el

motivo de las flores y el jardín, de la perpetuación del cuerpo o su

natural descomposición bajo tierra:

Tal vez habrías podido tenerme con vos cuando te derrocaron. Soy tan liviana. Al Español le bastaba con una mano y era mucho menos robusto que vos, corazón. En tu periplo, habrías podido encontrarme un lugar digno de los cuidados del doctor Ara. Me habías prometido el monumento más hermoso, pero me habría contentado con un rinconcito en una capilla. Con un pedacito de parque. Qué sé yo, con un jardín. (Alcoba, 2010: 159)

Jardín blanco es una novela que aparece construida a partir

de la idea de desplazamiento y exilio de los cuerpos. Carmina deja

la casa materna –y en el final de la novela la casa de su hermana,

su ciudad y España– porque el embarazo de una madre soltera

resulta imposible en el lugar y la cultura en la que está inmersa.

Perón debe exiliarse cuando el golpe de Estado lo derroca,

iniciando un periplo por Paraguay, Panamá, República Dominicana y

España. El cadáver de Eva es sustraído por los militares de la CGT y

deambula por los más extraños sitios hasta acabar en una tumba

anónima en Italia. Por último, Ava deja la farándula americana

acosada por sus propios escándalos para trasladarse a España en

busca de una paz que no encuentra. Al respecto reflexiona:

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Cambiar de lugar para cambiar de vida sólo es una ilusión, sé desde hace tiempo que eso nunca funciona, una tiene la impresión de haber dejado todas las penas en el lugar del que se ha ido, pero cuando se está en otra parte es lo mismo, en otra parte es de golpe aquí y créeme, poco importa que para escapar una haya elegido la acera de enfrente o una isla lejana. (Alcoba, 2010: 10)

En este pasaje parece haber una fuerte asociación entre Ava

Gardner y la propia Alcoba: de todos los personajes es el único que

puede decidir dónde estar. No obstante, esa libertad aparece como

un peso o un escollo. De la misma manera, la propia Alcoba parece

estar presente en las reflexiones de Ava sobre la traducción:

¿por qué no habría de leer Shakespeare en español? Shakespeare me da mucho menos miedo en español, en inglés no me habría animado a aventurarme, una muchacha del Sur, como yo no lee a Shakespeare en el original, pero en una lengua extranjera es distinto, de inmediato resulta mucho menos intimidante. (Alcoba, 2010: 79)

De la misma forma, para Alcoba parece ser menos

intimidante escribir sobre la traumática realidad argentina en

francés, y que otro –Jorge Fondebrider (2006) en este caso–

restituya esa experiencia al castellano. De la misma manera que

Andrea le narra a Perón la trayectoria del I Ching, traducido del

chino al alemán, del alemán al chino, y nuevamente al alemán

como forma de recuperar sentidos perdidos, las novelas de Alcoba –

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basadas en personajes propios de la realidad argentina– son escritas

en francés y traducidas al castellano en un proceso de restitución

de la lengua.

5. A modo de conclusión

A pesar de las diferencias de tema, género y estilo, La casa

de los conejos y Jardín blanco se encuentran atravesadas por la

experiencia del desplazamiento, la trabajosa construcción de la

identidad y el problema que supone la libertad de radicarse donde

uno desee si se está sometido a unas raíces duales.

La experiencia del exilio supone para Alcoba una vivencia

definitoria que marca su escritura desde la propia lengua,

generando un estilo fragmentario y determinando la elección de

temas que resultan constitutivos de la propia identidad. Así como

para muchos autores en el exilio la escritura resulta una forma de

darse un suelo propio, de regresar a un pasado hecho presente,

para una segunda generación de exiliados la escritura aparece

como la forma de dibujar la propia identidad, un territorio que es

más un sitio de la imaginación, de los recuerdos borrosos, que un

espacio real de retorno.

En La casa de los conejos Alcoba realiza un trabajo con la

memoria para recuperar sus propios recuerdos y construir su

identidad fragmentada; en Jardín blanco continúa trabajando la

temática del exilio reconstruyendo el itinerario de aquellos

personajes –el cuerpo errante de Eva, Perón proscrito– que

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resultaron definitorios en los avatares de su propia vida por la

militancia de sus padres. Estos eventos resultan constitutivos para

la autora por la prisión de su padre, la permanencia en una casa

operativa, el terror y el exilio; pero se tornan significativos

también de las vivencias de toda una generación que al haberse

educado bajo la dictadura lleva en sí las huellas del silencio y el

terror.

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61

Exilios, revolución e identidad:

la autobiografía de Richard Krebs10

Carlos Fernando Hudson

La noche quedó atrás... pero me envuelve,

Negra como un abismo entre ambos polos;

Doy gracias a los dioses, cualesquiera sean,

Por mi espíritu indómito.

William Henley

Entramos en nuestra patria como refugiados

del extranjero.

A los mayores de nosotros,

Alemania nos pareció, realmente, un país

extraño.

Jan Valtin

10 Este trabajo es una nueva versión corregida y ampliada del texto “Notas sobre la autobiografía de Jan Valtin”, escrito en el marco del seminario de posgrado “Memorias autobiográficas en tiempos de utopías revolucionarias", dictado por la Dra. Bettina Favero y la Mgter. Elisa Pastoriza, durante 2011, a quienes agradezco sus comentarios y observaciones.

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Resumen

El propósito de este trabajo es indagar en la construcción de

la identidad en la novela autobiográfica de Jan Valtin (Richard

Krebs). El exilio en sentido geográfico, político e identitario es el

fundamento de esta construcción.

Palabras clave: Jan Valtin – Partido Comunista – Autobiografía –

Identidad – Exilio.

Abstract

The present study analyses the autobiographical text “Out of

the night”, by Jan Valtin (Richard Krebs), in order to articulate

some concepts related to the issue of identity, exile and ideological

manifestation (Communism).

Keywords: Jan Valtin – Communist Party – Autobiography – Identity

– Exile.

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1. La identidad como un no lugar: entre el vagabundeo y el

lumpenaje

La noche quedó atrás (Out of the night, de 1941), publicada

bajo el seudónimo de Jan Valtin por Richard Julius Hermann Krebs

(Maguncia, 1904 – Betterton, 1951), es un texto autobiográfico

escrito durante el obligado exilio de su autor en los Estados Unidos,

sucesivamente militante comunista, espía soviético, doble agente

durante la segunda guerra y, finalmente, renegado de todo ello,

perseguido, acosado. Con semejante peripecia, el libro se

transforma en un relato de aventuras y su protagonista en un nuevo

personaje picaresco: así como Lázaro llega a la “cumbre de su

buena fortuna” cerrando los ojos a las evidencias que podrían

enseñarle la infelicidad, Jan Valtin escribe un texto de sus acciones

pasadas autojustificando cada paso dado y otorgándole, desde

luego, un sentido político y personal.

La comparación puede, todavía, ir un poco más allá. Valtin

iniciará su relato contando el nacimiento, la soledad de la madre,

como una micro aventura en torno al Rin:

Soy alemán de nacimiento. Sin embargo, mis años de juventud han transcurridos en puntos tan distantes entre sí como el Rin y en Yang- tse-Kiang. (…) Cierto día, en 1904, hallándose mi madre en el camino de Génova a Rotterdam, para reunirse con su esposo, que regresaba de un viaje por alta mar, sitió que había llegado su hora grave. Interrumpió, pues, su viaje, para dirigirse a la casa de unos conocidos en una pequeña ciudad, cerca de Maguncia. Allí dio a luz a su

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primer hijo. Y antes de que yo contara un mes, me llevó a bordo de un vapor que bajaba el Rin hacia Rotterdam. (Valtin, 1988: 9)

Al igual que el pícaro renacentista, Valtin experimenta la

trashumancia como su forma de vida y su experiencia identitaria.

Así, no será “alemán”, como dice, más que por su nacimiento, e

ignorará la apropiación de un ideario nacional, lo que será,

doblemente, su valor y su invalidez. El padre tenía devoción por su

tierra natal, más allá de los viajes, “una devoción de la que no he

podido participar” (Valtin, 1988: 9). Una infancia trashumante,

nómade, cuyas consecuencias son, primero el dominio de los

idiomas extraños y diversos (chino, malayo, sueco, inglés, italiano,

y “algo de esa jerga indomable del pidgin-English, es decir, del

inglés que suelen halar los coolies, chinos radicados en los puertos”

(Valtin, 1988: 10). El otro resultado fue el sentirse débil frente a

los arraigados y dice: “Mi desquite fue observar con desprecio de

muchacho las sanas manifestaciones de los nacionalistas”. De

alguna manera, dos son los términos dentro de los cuales se

consolidad esta subjetividad. El primero, dado por sí mismo,

definirá su calidad: ansias de wunderlust, la inclinación (cumplida)

de vagabundear por el mundo cuya correspondencia con la

literatura se manifiesta tanto en la presentación del autor como

fervoroso lector (lee libros de exploradores y aventuras) como en la

tensión estilística de todo este libro, que lo convierte en autor. El

segundo, una marca, una cicatriz, otorgado por los otros:

lumpenhund. Perro sarnoso para la burguesía colonial inglesa que

domina los colegios en los que recala. Un lumpen, sin nación, sin

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clase, cuyo lugar en el mundo será, sin duda el exilio político,

geográfico e identitario.11 Esta huella permanecerá en el hecho

mismo de que por decisión propia, Krebs se transformara en Valtin

(y en tantos otros alias que permanecen innominados): un

seudónimo que esconderá el nombre, que pondrá en situación de

exilio interno a la propia identidad y que, en cierta medida,

constituirá la impostación como su estrategia egótica central.

La distancia que impone el tiempo y el espacio pone en

perspectiva los hechos transcurridos y esto le permite recomponer

la historia y completar un itinerario que se presenta claro,

ordenado y pensado. La racionalidad de este ordenamiento se

debe, precisamente, a la composición en la distancia tempo-

espacial que hace, por otra parte, se pongan de manifiesto ciertas

fisuras. Para utilizar la fructífera imagen de Marc Augé (2003), el

relato hace emerger a la subjetividad autobiográfica en calidad de

ruina preservada de un pasado que, como lo dice el título, quedó

atrás. Precisamente, el presente y la situación concreta del exilio

definitivo no son narrados. Valtin publica en 1941, ya en Estados

Unidos, un texto que se detiene a las puertas de la “nueva vida”,

de la que no pretende dejar huellas. No obstante, la narración está

construida en el desplazamiento continuo, de modo que puede

11 Antes de sus primeros diez años Valtin ha recorrido buena parte de los puertos por los que su padre trabajó. Así, van cambiando los lugares de nacimiento de sus hermanos: Hong Kong, Suez, Colombo, a bordo de un vapor, Singapur. También, los colegios por los que pasa, que incluyen unos meses en un colegio alemán en Buenos Aires.

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advertirse la configuración de una subjetividad en constante

movimiento.12

El propósito de este trabajo es presentar el texto de Valtin

en tanto relato autobiográfico y dar cuenta del carácter de

revolucionario que el yo de esta novela autobiográfica intenta

construir. En este sentido, cabe señalar que el acontecer del exilio

es la marca fundacional para establecer dicha construcción.

2. El texto y su peripecia

El texto consta de tres partes subdivididas a su vez en un

total de 43 capítulos, a lo que se suma un breve apéndice con

información sobre algunos de los personajes que aparecen en el

relato.13 Se presenta como un relato autobiográfico centrado en la

experiencia política del autor como militante y agitador del Partido

Comunista Alemán para el Komintern, hasta su alejamiento de la

causa comunista y la estructura del partido. Aun con el uso de un

seudónimo, se cumplen en el texto las premisas que ha

determinado Philippe Lejeune para definir el pacto autobiográfico:

12 La nómina de ciudades, países y barrios es amplísima, y tiene una consecuencia interesante: pareciera que, para Valtin, los lugares se incorporan a un mapa personal en el que no hay un centro y, por extensión, tampoco el margen o el exotismo. Los países de América del Sur, los de Asia, la cambiante Europa, los Estados Unidos “van y vienen” en la medida del personaje y cobran relevancia al paso de éste, y no al revés, como solemos sentir quienes estamos más o menos quietos. 13 Nos referimos a la décima edición en castellano de Editorial Claridad (1988). El apéndice fue elaborado por el hijo del autor.

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una narración retrospectiva donde hay identidad entre autor

(nombre de portada), narrador y personaje principal, y cuyo énfasis

está puesto en su vida individual y la historia de su personalidad

(Lejeune, 1991). Por otro lado, siguiendo las clasificaciones que

presenta Laguna González (2005), nos encontramos frente a un

relato que, aunque resulte indudable su contenido polémico, no es

otra modalidad sino la autobiográfica, para cuya explicación esta

autora toma los elementos provistos por el mismo Lejeune (2005).

El período que abarca el relato cubre desde 1904, año del

nacimiento del autor, hasta 1938, cuando se produce su

alejamiento de la actividad comunista. La narración se plantea en

un sentido cronológico lineal con algunos saltos temporales que no

inciden en esa estructura; de esta manera, la experiencia vital del

narrador se amalgama con los marcos sociales en los que se

desarrolla y podemos diferenciar claramente el hilo del relato

personal de las digresiones aclaratorias o ilustrativas que aparecen.

La unidad de sentido está dada, entonces, por el relato de la

participación del autor como militante y cobra relevancia por

cuanto es una forma de justificar un presente determinado a la luz

de un pasado, tal como indica Gusdorf: “El privilegio de la

autobiografía consiste, por lo tanto, a fin de cuentas, en que nos

muestra no las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del

historiador, sino el esfuerzo de un creador para dotar de sentido su

propia leyenda” (Gusdorf, 1991). Vemos, por cierto, ese trabajo

constructivo en Valtin. Es, a veces, un militante que acepta, como

subalterno, órdenes con las que no comulga y otras, un estratega

arriesgado y superviviente:

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-Esperen nuevas instrucciones en sus camarotes –nos dijeron. Un minuto después un compañero me contaba que había oído decir al guardia en el pasillo que los funcionarios habían llegado a bordo para “arrestar a una pareja de extranjeros indeseables”. Entonces, volé al camarote del camarada B. donde entré maldiciendo: -Tenemos que desaparecer. Combinamos el punto donde nos reuniríamos en tierra y nos separamos. Oímos una voz a través de la escalera de cámara gritando nuestros nombres. Corrí a través del entrepuente hacia una puerta ubicada en el centro del barco, usada en el mar para arrojar por ella los desperdicios de la cocina. (…) Me deslicé a través de la puerta (…) me dejé caer en una de estas correderas. La superficie estaba pegajosa y llena de patos marinos. Me arrastré a lo largo de las correderas, escabulléndome tras una columna de agua (…), hasta que alcancé la popa del barco. Allí había una escalera de hierro (…). Subí corriendo y desaparecí (…). Me uní con el camarada B. en el puerto de un adivino, en el distrito de diversiones de Long Beach, distante un par de millas de los muelles del Pacífico. (Valtin, 1988: 126-127)

De escenas como ésta se halla plagado el libro, escenas en

las que los motes son una constante (alemán, el ruso, extranjero,

etcétera) y en las que el ritmo de una acción global expresada en

sus múltiples acciones componenciales (Volé. Corrí. Me deslicé, me

dejé caer, me arrastré, etcétera) es del dominio de la identidad

(ágil, atrevida, rápida, valerosa) y, a la vez, de la potencia

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ficcional del relato –increíblemente, Valtin, no es sólo el

aventurero: es, desde luego un escritor nada ingenuo.

Por otra parte, el militante adulto será labrado en las

primeras etapas de la vida. La “ilusión biográfica”, como quería

Pierre Bourdieu (1997), es forjada ya desde los primeros dos

capítulos en los que Valtin narra la infancia. Esta construcción

retrospectiva señala que la personalidad no irá disociada de su

contexto epocal y político: su narrador da cuenta de las

circunstancias en las que su identidad emerge y, en este sentido,

sujeto y política se vinculan estrechamente desde el inicio. Como

en un viaje por el tiempo, el relato exhibe los rasgos de la

Alemania imperial, las penurias de Bremen durante la Alemania en

la Primera Guerra Mundial y la efervescencia de la Revolución, para

la que, entonces adolescente de catorce años, ya se ha enrolado

entre los Jóvenes Espartaquistas. La relación entre los alemanes

establecidos en ultramar –donde se reproducen con mayor nivel de

intolerancia las diferencias de clase de la metrópoli-, la que

establecían con los nativos de los lugares donde estaban, la

identidad política de su padre y sus propias percepciones sobre la

política y sociedad durante su infancia, sus vivencias de niño entre

la guerra, la pobreza y el hambre, son factores determinantes, en

el relato, de la exposición de esa identidad marcada a fuego por las

distintas expulsiones vividas:

Yo llevaba trajes de papel, mis zapatos estaban hechos de madera, en el verano iba descalzo, y nuestra comida principal consistía en nabos y pan inferior; raras veces teníamos algunas papas, y la carne de

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caballo era un verdadero lujo. (…) En esos años aprendimos lo que significa tener hambre, y en invierno pasar un frío atroz, sin un pedazo de carbón. Los muchachos, como una manada de lobos, merodeábamos por todos los rincones de las chacras y de los depósitos del ejército, robando leña, papas y conservas; en las cercanías de las fábricas y de las líneas férreas, limpiábamos las calles de los preciosos pedazos de carbón. Repetidamente fui atrapado por algún guardabosque o gendarme ya entrado en años. Puesto que no vi nada de malo en cometer esos “robos”, llegué a considerar a todo el que tuviese un signo de autoridad como a un enemigo declarado. (Valtin, 1988: 12)14

Estas primeras experiencias serán el correlato de su posterior

inserción en el mundo de la militancia en un país convulsionado por

la revolución. Es en pleno marco revolucionario cuando el padre del

narrador muere y la socialdemocracia en el gobierno pone freno a

los sectores revolucionarios más radicalizados, reprimiendo a los

espartaquistas. En el cruce de esos dramas, el personal y el

colectivo, Valtin se aleja del hogar materno y emprende la

14 Veinte años después la situación no es mejor para los alemanes pobres. El “pan inferior” de Valtin bien puede parecérsele a lo que Klaus Kinski, en otro texto autobiográfico apasionante, llama warshauer: “están hechos de pedazos, a menudo quemados, de bizcocho, de las migas que se desprenden del pan y las pastas, y de lo que los panaderos recogen al barrer el suelo y limpiar el mostrador. Hacen una masa con todo ello y la meten de nuevo en el horno para que tome consistencia. Un warshauer como es debido, que tiene el tamaño de un pan de molde y que debe comerse con cuidado para no tragarse pelos de escoba, astillas de madera o metal, jirones de papel o incluso cristales, cuesta unos 20 pfennigs.” (Kinski, 2006: 31).

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búsqueda de una vida de marinero. Con quince años de edad, y en

un país en permanente zozobra, el narrador se familiariza con la

soledad, el hambre y la violencia.15

Entre un ritmo propio de una novela de aventuras, el

trayecto individual nos permite percibir con intensidad los climas

por los que va transitando el héroe del relato. Cuando se hace a la

mar, la tripulación del barco resulta reflejar el ambiente de

Bremen o Hamburgo revolucionarias: el motín y la deserción son

tan comunes como los polizones; la ebriedad se pavonea entre la

tripulación y la vida carece de algún valor superior al capricho. El

mismo narrador valora al suyo como un país enfermo, y eso le

resulta más evidente cuando hace el contraste entre esa sociedad

en descomposición y la sudamericana, inmerso en la cual puede

sentir la libertad que no había podido conocer en Alemania. Ese

contraste está en la base de la encrucijada que se le presenta a

Valtin a su vuelta: puede tener una vida más liviana en un país

joven y lejano, o decidirse a hacer la revolución socialista en su

patria. Esta última es la opción que toma:

Estaba en camino de hacerme un revolucionario profesional (…) el corazón del Comintern y de los partidos afiliados debía consistir en una organización interna manejada por hombres y mujeres cuyo solo y único fin en su vida era trabajar para la revolución… Tenía conciencia de mi clase, pues eso era ya una tradición familiar. Estaba orgulloso de ser un obrero y

15 Para ver las características de algunas formas de la vida social y política de Alemania durante el período es interesante el texto de Peter Fritzche, De alemanes a nazis 1914-1933 (2009).

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despreciaba a la burguesía. Mi actitud frente a la respetabilidad convencional era más bien burlona. Tenía un sentido de la justicia, agudo pero unilateral, lo que me impulsaba a un odio loco contra los que yo creía responsables de los sufrimientos y la opresión de las masas. (Valtin, 1988: 45)

3. Un revolucionario profesional

Al momento de enrolarse en el Partido Comunista Alemán,

Valtin cuenta con 19 años de edad y es designado a cargo de la

propaganda y el activismo en la sección marítima, a bordo de todos

los barcos de la línea Hamburgo-América. A partir de allí, la

jerarquía del personaje dentro del Komintern será creciente hasta

llegar a estar a cargo de toda la Sección Marítima y convertirse en

un cuadro idóneo para diversas tareas en todo el mundo, por su

obediencia, facilidad para los idiomas y versatilidad. Mientras su

situación en el partido se va consolidando, Valtin va conociendo y

dominando con más detalle los mecanismos de funcionamiento de

esa estructura, elementos que pasan a ser introducidos en el

relato:

Trabajando silenciosa y eficazmente en la sombra del poderoso edificio comunista estaba la subterránea G.P.U. del partido alemán. Sus divisiones incluían en “Apparat S” para el espionaje; el “Apparat M” para la penetración comunista en el ejército y la armada; el “Apparat P” para la destrucción de la moral de la policía; el “Apparat BB” para el espionaje industrial a

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73

favor de la Unión Soviética; existían también los “Parteischutzgruppen”, es decir, los cuerpos armados del partido; el “Appart N” para pasaportes, censura partidaria, servicio de correos y comunicaciones; y los distintos “Apparat” para el contraespionaje y destrucción del partido social-demócrata, del centro católico, del partido monárquico, y para los trabajos dentro de las formaciones militares del movimiento nazi. Cada departamento del partido y cada organización auxiliar eran dirigidos por un emisario especial de Moscú, investido de poderes dictatoriales extraordinarios. (Valtin, 1988: 191)

De alguna manera, la explicitación de los mecanismos de esa

estructura es una acción preparatoria en los tiempos de lectura del

relato. A partir de allí, todo lo autobiográfico conduce a la

construcción de la justificación final y se convierte, en el proceso,

en un discurso político, muchas veces enmascarado. Podríamos

preguntarnos en este punto, quién es el lector ideal de este relato.

Eliseo Verón, al referirse a los posibles destinatarios del discurso

político, incluye a aquellos que no tienen opinión, a los que, de

alguna manera, es posible persuadir. Aquí, Valtin se esfuerza por

convencer a más de un posible lector, entre otros, al lector de

partido (comunista o contrario) y a ese lector sin opinión formada.

El caso es que la historia que nos ocupa tiene un sentido político y

polémico claramente definido y que se revela en la última página

del libro: rechazar las acusaciones de espía nazi y enemigo del

comunismo que se difunden en la prensa partidaria después de su

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fuga.16 Si las descripciones presentan un tono aséptico y neutro, el

objetivo es de doble denuncia: en la intencionalidad del autor, el

lector comunista valorará los aportes de Valtin a la causa y asumirá

como desviación de los burócratas del partido su acusación y

consecuente alejamiento; el lector no comunista agradecerá la

explicación del funcionamiento de una serie de mecanismos

subterráneos y valorará como un gesto de maduración la fuga del

narrador de la telaraña de delaciones, traiciones y amenazas en la

que estaba atrapado; el lector ingenuo admirará el ritmo de

aventura y los discretos gestos heroicos que aparecen en la

16 El campo discursivo de lo político implica enfrentamiento, es eminentemente polémico dado que supone la construcción de un adversario. Esto significa que todo acto de enunciación política indica necesariamente que existen otros actos de enunciación opuestos al propio y es réplica mientras anticipa una réplica. Todo discurso político está habitado por un otro negativo, pero también construye un otro positivo, con los que se relaciona. La relación con el otro negativo, el contradestinatario (en este caso los anteriores camaradas de Valtin, jerarcas del Komintern, que lo denuncian como doble agente y enemigo del comunismo), se da a través de la inversión de la creencia, o sea, lo que es verdad para el enunciador, es falso para el contradestinatario y a la inversa. Esta presencia del otro negativo no es otra cosa que la lectura destructiva, que caracteriza la posición del adversario. Por el contrario, el lazo que une al enunciador político con el otro positivo, es la creencia presupuesta, corresponde a la posición del que participa de las mismas ideas y adhiere a los mismos valores (en nuestro caso los militantes de base del comunismo); a este receptor se lo llama prodestinatario. Hay también un tercer tipo de destinatario: el paradestinatario, figura asociada a la suspensión de la creencia, al papel de los indecisos y sobre el cual recae la mayor fuerza persuasiva (para nuestro libro, los que no pertenecen al mundo comunista en general). En síntesis, el discurso político funciona como refuerzo para el prodestinatario, como polémica para el contradestinatario, y como persuasión para el paradestinatario (Verón, 1987).

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75

narración; en cualquier caso, es parte de los propósitos del libro

lograr la empatía del lector con el héroe del relato.

3.1. La construcción del héroe

Se ven largamente las cavilaciones de Valtin al captar las

distintas instancias de prueba a las que es sometido, y sin embargo

cuando es él mismo el que somete a los demás a las mismas

instancias de las que fue víctima, el discurso, sin llegar a ser

autocomplaciente, es sucinto, desplazando la responsabilidad a la

cadena de mando de la que es tan sólo un eslabón más. Ejemplo de

estas cuestiones puede ser la falsa invitación a vender información

al enemigo que recibe cuando pasa a tener responsabilidades que

exceden el marco de Hamburgo: al denunciar a quien le hizo esa

propuesta sus tribulaciones son recibidas con carcajadas. Pero no

todos los escenarios de denuncia son un juego, y lo muestra el

autor cuando se ve compelido a denunciar a alguien que admiraba

por lealtad al partido:

El que sepa quebrar el carácter y la independencia de un hombre, tendrá un soldado obediente. Esta era la nueva arma del Comintern. Mi deber como comunista era traicionar a mi profesor, a quien respetaba. ¿Sería, de aquí en adelante, la traición entre camaradas, el precio de la lealtad? (Valtin, 1988: 185)

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También la traición entre camaradas puede ser aquí tomada

como un costo más en el ascenso dentro de los niveles de la

organización del Komintern, en pos de realiza un aporte mayor a la

causa de la revolución. Los otros costos que paga Valtin van a

representar muestras de lealtad cada vez más comprometidas. La

contradicción entre las misiones que se le destinan y los gustos del

héroe se resuelven, por lo general, con el cumplimiento del deber.

Son dos las excepciones graves que hace Valtin a la regla de

obediencia dentro del partido; la primera lo posiciona

favorablemente, la segunda sella su salida de la esfera del

bolchevismo. En ambos casos se presenta una disyuntiva moral

entre la lógica partidaria y la propia del autor. Mientras que el

partido sostiene que no hay nada que no pueda hacer un

bolchevique, nuestro personaje considera que no es bueno para

cometer un asesinato a sangre fría; lo considera un acto de

terrorismo y, deliberadamente, falla. Tres años en la prisión

norteamericana de San Quintín le dan tiempo para estudiar y le

brindan el aura heroica de quien cayó en manos del enemigo pero

resistió sin delatar a nadie y manteniendo intacta su lealtad, de

modo que al volver a Europa ha consolidado su buena imagen y ha

concluido su etapa formativa.

Ahora se ha vuelto un cuadro intermedio del partido; es tan

claro este corte que es determinante en la estructura del relato.

Decíamos que el libro consta de tres partes: la primera de ellas

abarca la infancia del autor y aquello que considera su etapa

iniciática como activista, la segunda parte narra su crecimiento

como cuadro dentro y fuera de las fronteras de la Alemania de

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77

Weimar hasta que otra vez la combinación de drama personal y

social se combinan: recibe la noticia de la muerte de su madre

junto con la del ascenso de Hitler a Canciller del Reich. Para ese

momento es un funcionario de jerarquía en el Partido Comunista

Alemán que había crecido por ser el único capitán de barco

formado en academia y al servicio del partido, por su eficiencia y

pulcritud en misiones entre distintos países de mundo y sobre todo

en la lucha doméstica contra los enemigos del partido: coincidiendo

con los nazis contra los socialistas y, sin socialdemócratas en el

horizonte, desbaratando mítines nacionalsocialistas. La tercera

parte del libro narra la última etapa de la participación de Valtin

como dirigente comunista en el fangoso terreno de una Europa

convulsionada y una Alemania gobernada por los nazis, hasta que es

capturado y torturado; describe la red comunista de espionaje

dentro de la cárcel y hasta cumple con órdenes del partido de

convencer a sus enemigos de su conversión hasta volverse un

agente doble.

Están presentes en la narración, entonces, las tensiones

disciplinarias del personaje, esto es, algunos reparos que pone

Valtin y que permanentemente lo somete a acusaciones de

desviación pequeñoburguesa.17 El tema donde más se palpa ese

17 Dentro y fuera del partido, la marca de las miradas totalitarias es de esta condición: la identidad perfecta es la de la lealtad absoluta y la identificación del ser y sus opiniones con las reglas propuestas en esa visión. Esta experiencia relatada por Valtin va más allá, entonces, de su situación propia. El texto publicado en 1948 por George Orwell así lo pone de manifiesto; 1984 es la novela en la que cualquier ciudadano de un estado totalitario podría sentir expresada su experiencia.

Page 78: El exilio del retorno

78

conflicto es en la relación entre el protagonista, su mujer y el

partido, que será lo que finalmente lo lleve al conflicto final con la

organización comunista. Firelei es el nombre con que el

protagonista bautiza a la joven alemana estudiante de bellas artes

que conoce en Amberes y de la cual se enamora. El relato no llega

a ser amoroso en términos canónicos. Con un tono tan aséptico

como el que emplea para otras descripciones o historias, el

narrador, con muy pocos tintes de sentimentalismo, describe su

romance con Firelei y las alternativas de su convivencia. Pese a que

ella no es una comunista convencida, por las presiones de la

organización, su ahora esposo la afilia y la convierte en una

militante del partido. En las mejores situaciones ella dibujará

afiches propagandísticos antinazis; pero la mayoría del tiempo

pasará de un lugar a otro huyendo o cumpliendo con directivas del

partido, debiendo permanecer lejos de su compañero y hasta del

hijo que juntos han tenido. Sólo cuando Valtin logra, siguiendo

directivas del partido, convertirse en un espía nazi (doble agente)

ella podrá pasar una temporada con su hijo, pero esta vez vigilada

por los nazis como garantía de la conducta del nuevo agente de los

nazis en la estructura comunista. Este último será el conflicto final

de nuestro personaje con el Partido Comunista: la exigencia de

buscar la liberación de Firelei lleva las tensiones al límite. Valtin es

apresado por sus camaradas y su fuga lo volverá blanco de la

persecución de comunistas y nazis por igual.

La aparición de su nombre y foto en la prensa comunista de

todos los países denunciado como agente doble del nazismo y

traidor a la causa comunista resulta, en definitiva, el móvil

Page 79: El exilio del retorno

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principal de la publicación del libro. La forma que Richard Krebs

encuentra de proteger su vida frente al riesgo de que cualquier

comunista lo asesine en cualquier lugar del mundo es contar su

historia con abundancia de detalles.

4. Traidor y héroe

El cautivante ritmo de la historia y la narración ha convertido

La noche quedó atrás en un libro sumamente exitoso, en

primerísimo lugar por su forma de construir el relato, las historias y

los personajes, todos ellos posesos de la excepcionalidad, y

también, por las posibilidades únicas que da al lector de bucear en

un universo poco frecuente para la mayoría. Un ejemplo de la

pasión que La noche quedó atrás ha generado es el testimonio de

Mario Vargas Llosa, presente en su autobiografía El pez en el agua,

de 1993, texto también curiosamente “utilitario”, en el que el

autor peruano intenta justificar y racionalizar su candidatura a la

presidencia del Perú, en los noventa:

Entre los libros del tío Lucho encontré una autobiografía, publicada por la editorial Diana, de México, que me tuvo desvelado muchas noches y que me produjo un sacudón político: La noche quedó atrás,

de Jan Valtin. Su autor había sido un comunista alemán, en tiempos del nazismo, y su autobiografía, llena de episodios de militancia clandestina, de sacrificadas peripecias revolucionarias y de atroces abusos fue, para mí, un detonante, algo que me hizo

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pensar por primera vez, con cierto detenimiento, en la justicia, en la acción política, en la revolución. Aunque, al final del libro, Valtin criticaba mucho al partido comunista, que sacrificó a su mujer y actuó con él de manera cínica, recuerdo haber terminado la lectura sintiendo gran admiración por esos santos laicos que, a pesar del riesgo de ser torturados, decapitados o de pasarse la vida en las mazmorras nazis, dedicaban su vida a luchar por el socialismo. (Vargas Llosa, 1993: 100)

Estamos ante un héroe que es a la vez traidor: alguien que

ha hecho todo por consolidar una identidad precisa –la de militante

del partido– termina desenmascarando múltiples zonas en las que

su yo fue otro. En este sentido, vemos a una subjetividad marcada

por distintos exilios y no es el menor éste, el de la consolidación de

una identidad en perpetuo peligro de evanescencia. En este

contexto, accedemos a captar la lógica del personaje y entender

sus explicaciones. Cuando nos ubicamos en ese rol podemos, de una

forma particular, percibir la entrega a una causa sin tomarla como

una alienación, sino como una operación racional y emocional

perfectamente equilibrada; seguramente, algunos sacrificios que

hace Valtin puedan parecernos excesivos o aberrantes –al fin y al

cabo la causa lo alejó de madre, mujer e hijo–, pero despojados de

una lectura moral podemos meternos en el mundo del Komintern y

la GPU y sentir cómo la revolución mundial y la solidaridad

proletaria, empujadas por las intrigas y los burócratas, se nos

escapan como agua entre los dedos.

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Bibliografía

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Lenguajes y acontecimientos. Buenos Aires: Hachette.

Page 82: El exilio del retorno

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Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis

Lucía Soledad Gandolfi

Resumen

Este artículo trabaja las figuraciones del exilio y la sintaxis

espacial que se articulan en La venganza del cordero atado, el libro

que publica Camilo Blajaquis meses después de salir de prisión.

Camilo Blajaquis es un seudónimo, es un joven de Villa Carlos

Gardel, del distrito de Morón. De los dieciséis a los veinte años

estuvo preso en distintos institutos penitenciarios, hasta que salió

en el 2010. Durante ese tiempo creó la revista ¿Todo piola?, que

empezó como una fotocopia de circulación clandestina y que en la

actualidad se edita regularmente y en entregas temáticas. Escribió,

además, los poemas que conformarían su primer libro, sobre el que

se referirá el presente artículo. El segundo, titulado Crónica de una

libertad condicional, fue presentado en la Biblioteca Nacional el

veintidós de noviembre del 2011.

Palabras clave: Exilio – sintaxis espacial.

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Abstract

This article deals with the exile’ images and space syntaxes

that appear in La venganza del cordero atado, the book published

by Camilo Blajaquis months after he got out of jail. Camilo

Blajaquis is a pseudonym, he is a young man from Villa Carlos

Gardel, located in Morón’s district. From sixteen to twenty years

old he was imprisoned in different penitentiaries, until he was

released at 2010. During that time he created a magazine called

¿Todo piola?, which started as a photocopy in the underground

circuit and today is edited on a regular bases in thematic editions.

Besides, he wrote the series of poems that would integrate his first

book, which this article refers to. His second book, entitled Crónica

de una libertad condicional, has been launched at the National

Library on November 22nd, 2011.

Keywords: Exile – Space syntaxes.

Para un hombre que ha dejado de tener una

patria, el escribir se convierte en un lugar

para vivir.

Theodor Adorno (1951: 87)

Page 84: El exilio del retorno

84

Nuestra historia posee una íntima relación con el exilio y, así

también, nuestra literatura. Sarmiento funda su representación con

la tragicómica escena que inaugura el Facundo. A pesar de su

demostrada inexactitud histórica (Peña, 1907), hay que admitir que

la estrategia literaria es impecable: exhibe la distancia que impone

el exilio con una arrogancia que define futuras imágenes y se

condensa en un gesto por demás significativo, de quien al

abandonar la patria abandona también la lengua materna. La

postura se repite, incluso, con un sentido inverso, como en los

descamisados de Eva o, actualmente, en los autodenominados

N.D.M.:

Somos la barbarie, en detrimento de la civilización. Somos los cabecitas, los grasitas, los de las patas en la fuente, los que quemamos el parqué. Somos los Negros de Mierda, porque el insulto y el desprecio del

enemigo es para nosotros un motivo de orgullo. (Las cursivas son mías)

Después de todo, “no hay peor cárcel que la mirada del otro”

(Blajaquis, 2011: 15), sonríe Camilo Blajaquis. Blajaquis vive en la

Villa Carlos Gardel, de Morón, en el conurbano bonaerense. Tiene

poco más de veinte años, cuatro de los cuales los pasó en distintos

institutos penitenciarios. Es allí donde un docente, que más tarde

fue amigo, lo puso en contacto con los libros, con un universo que

hasta entonces le había sido vedado. A partir de ese encuentro

Camilo Blajaquis vive un cambio que se manifiesta en la elección

de un nombre nuevo, de una identidad que se amplía: Camilo en

Page 85: El exilio del retorno

85

alusión a Camilo Cienfuegos, el compañero revolucionario del Che,

y Blajaquis en honor a uno de los militantes sindicales que retrata

Walsh en ¿Quién mató a Rosendo? Me parece pertinente este gesto

no tanto por las coordenadas ideológicas que expresa que, al fin y

al cabo, podrían tratarse de una impostura, sino porque prefigura

una relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. Durante el

tiempo que Blajaquis se encontró en el Instituto de menores creó la

revista ¿Todo piola?, que empezó como una fotocopia de

circulación clandestina y que en la actualidad se edita

bimestralmente y en entregas temáticas, que reúnen los aportes de

otros jóvenes de distintos barrios e inclusive de aquellos privados

de libertad. Escribió, además, los poemas que al salir conformarían

su primer libro titulado La venganza del cordero atado. El segundo,

Crónica de una libertad condicional, fue presentado el veintidós de

noviembre del 2011 en la Biblioteca Nacional.

A algunos les gusta leer este trayecto como un relato de

redención moral, “de pibe chorro a poeta” parece ser el titular

preferido, tal como lo expresa el prólogo de Luis Mattini (en

Blajaquis, 2011: 5). Sin embargo, lo que sorprende del caso no es

tan sólo el vuelco que ha dado esta vida singular sino el hecho de

que, habiendo pasado por casi todo el sistema escolar, nadie hasta

ese momento se hubiera percatado de su potencia, siquiera de su

sensibilidad. Estremece que haya tenido que llegar a la cárcel para

salir a la luz, pero no se trata en absoluto de su regeneración, sino

que fue allí recién donde alguien lo vio realmente, más allá de los

parámetros con que ciertos sectores juzgan el valor de una vida:

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86

ciertos habitus de clase, una cierta manera de mover las manos al

hablar, de pronunciar las consonantes.

Para Camilo Blajaquis, entonces, lo carcelario simboliza más,

mucho más, que un lugar común, que un “modelo analógico” para

hablar del encierro en términos de Deleuze (1991: 11). Para él es la

experiencia de lo vivido, que se ha hecho cuerpo; de donde

proviene, acaso, la potencia de su escritura. Si la retórica es –como

esboza Barthes– un código de prescripciones morales destinadas a

encauzar las desviaciones del lenguaje pasional, la frase

pronunciada las trasciende, porque se trata ya no de una hipérbole

sino de una imagen que nos golpea con toda la fuerza de una

evidencia empírica y conmueve a la figura convencional,

petrificada, investida ahora de poderosos sentidos: colores, música,

hedor, tacto. Basta con entregarse a la lectura de su “Plegaria para

la libertad”, donde la tópica del amor como prisión “donde

deleitarse” (Blajaquis, 2011: 69) se repliega sobre sí misma, se

extrema, se deshace y vuelve a crecer, más vívida ante nuestros

ojos, para comprender a qué me refiero. Es por esta cualidad de su

escritura, precisamente, que me parece valiosa la lectura de las

figuraciones del exilio que en ella aparecen.

La “vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo”

En su poética del espacio, Bachelard define una “dialéctica

de lo de dentro y de lo de fuera” (Bachelard, 2000: 251) donde las

imágenes de la intimidad, delineadas por unos límites que nos

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protegen, se oponen a las de un exterior hostil. Esta contraposición

es la que traza las representaciones clásicas del exilio, a las que

pertenecen, en apariencia, las notas de Blajaquis agrupadas bajo el

título elocuente de “Villas: la vida en un mundo aparte o así se vive

apartado del mundo” (49)18. Luego de una descripción minuciosa,

atomizada, de este paisaje mental, Blajaquis vuelve sobre la idea

que expresaba al principio y que lo resume todo: “Es la villa, es

otro mundo, es vivir apartado” (50). Sin embargo, la significación

tradicional del exilio implica una experiencia de desarraigo,

mientras que estas líneas se explayan sobre lo que parece ser el

espacio habitado desde la infancia, hasta de “posesión” –“mi

barrio” (49)– en términos de Bachelard. La escritura trama una

paradoja a partir de la cual es el espacio exterior –apartado– y

conocido donde los límites actúan ya no como protección sino como

“barreras” (Bachelard, 2000: 254) –“La avenida y su frontera que

divide a la villa del mundo” (50)– que mantienen al sujeto

“Encerrado en el exterior” al decir de Bachelard (Bachelard, 2000:

254).

Frente al discurso del poder carcelario que impone el

encierro como pago de una presunta deuda a la sociedad o como

tecnología diseñada para reformar al individuo desviado de la

normalidad –entendida esta como un cierto estado “natural”

definido en base a una cientificidad vinculada a la medicina o a la

psiquiatría o como sometimiento a un determinado cuerpo de

normas garantizado por el aparato judicial–, el texto de Blajaquis

18 Los números de página que aparecen sin cita, entre paréntesis, responden em todos los casos a Blajaquis (2011).

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denuncia, por un lado, la connivencia sutil del resto, o más bien del

centro, del interior de esa sociedad: la “policía y sus cacerías”

(49), los “extranjeros” (las cursivas son mías) “de la clase media

que vienen a comprar droga y se van descalzos, sin plata, pero con

la droga” (50). Pero, sobre todo, revela19 como, bajo el aspecto de

desviación o exclusión, se opera, en el corazón mismo del sistema

carcelario, un desplazamiento a través de inserciones cada vez más

compactas de las cuales la prisión no es sino la continuación

natural, un grado superior de esa trayectoria recorrida paso a

paso20. Recorta un “Panorama de vida que siempre tiene olor a

celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris... o a traje de

encargado de limpieza. / Es la villa, es otro mundo, es vivir

apartado” (50).

19 El término revelación opera aquí en el sentido sartreano: el escritor obra de tal modo que nadie pueda ignorar lo narrado ni ante ello decirse inocente. El lector ya no puede contemplar lo relatado sin involucrarse, debe tomar partido, aprobar o censurar. El autor revela una situación para así poder cambiarla. 20 Prueba de ello es el hecho, sagazmente señalado por Foucault, de que “en una proporción considerable, la biografía de los condenados pase por todos esos mecanismos y establecimientos de los que fingimos creer que estaban destinados a evitar la prisión” (Foucault, 2002: 309). Vale destacar al respecto la presencia de un “Apéndice del autor”, donde Blajaquis nos conduce por un “Recorrido cronológico” a través de los varios institutos penitenciarios que transita hasta su retorno a la libertad.

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“La realidad es que estoy preso, en una cárcel.

Lo real es que soy libre demasiado libre”

Esta dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera que formula

Bachelard podría traducirse fácilmente en voluntad de pertenecer

o, mejor dicho, encajar, “ingresar en esa secta amurallada: de la

sangre del oro” (87) donde habitan aquellos que Blajaquis llama

con ironía “los decentes” y “los honestos” (78). Sin embargo, el

anverso de la villa que asoma en los márgenes, vale decir, Buenos

Aires, capital de la República, centro privilegiado por las élites y

por la lírica nacional, figura en el poemario de Blajaquis apenas

como una forma devaluada de la naturaleza: “un jardín sin aroma”,

“un cielo sin sentido y con estrellas apagadas”, “Una flor sin luz,

sin color, sin amante...” (78). El gesto, desmitificador de una

ciudad idealizada, recuerda al de Lorca en Poeta en Nueva York,

salvo por un detalle: el español parte de un origen que contrasta

con la experiencia de la metrópoli –figuración clásica del exilio.

Blajaquis, por el contrario, señala como el propio “hábitat”, la

“Ciudad panóptica” (15) que impone sus límites sobre el resto del

territorio, su “frontera” mal disimulada por una “avenida” (50),

establece, a su vez, unas relaciones periféricas con el “primer

mundo”21: “Ciudad de Buenos Aires, rincón de asfalto que te hace

olvidar que es parte de un país llamado Argentina, ciudad sin

21 En otro poema, Blajaquis demuestra, con una lógica impecable, el “error” que “es creer en los rangos. /Que sólo pisando al resto uno puede elevarse”, ya que, finalmente, “¿Quién no se siente pisado?” (60).

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90

identidad, ciudad esclava, un estado más de los Estados Unidos”

(18; las cursivas son mías).

“Ciudadanos que hablan en lenguaje de cajero automático”

(18) o, lo que es lo mismo, en tránsito perpetuo por los no lugares

enunciados por Augé, espacios sin identidad, destinados a lo

provisional, a lo efímero, al pasaje: “un colectivo” (15), el

“Ferrocarril” (19) y, en el caso de Blajaquis, el “Camión de

traslados” (97), los “Buzones”22 (113), “el Juzgado” (115). Es decir,

atrapados en un eterno presente, circunstancia propia de la

globalización –o, en términos de Augé, de la sobremodernidad– que

Blajaquis sintetiza bellamente: “Aunque el mundo es mas grande

de lo que dicen/ percibo que nos achicaron el tiempo...” (19). En

una “institución total” (Pérez Guadalupe, 2000) como es la cárcel

esta cualidad se acentúa: “el tiempo se murió hace rato” declara

Blajaquis (105). El tiempo, la propia vida se percibe como

malograda, como un “hábito innecesario” (54), puede irse

indistintamente en “miles de tardes robadas” (97) o en “mirar el

techo todo un día entero” (66).

22 A pesar de la “benignidad” que impone la “reforma” (Foucault, 2002: 80) del XVIII al aparato punitivo, hasta el día de hoy nuestro sistema penitenciario continúa utilizando como forma de castigo una “celda (…) hermética”, donde “no penetran lo sonidos” y donde hace “Frío… mucho frío”, que se conoce como “Buzones” (113). Lo mismo ocurre, por citar otro ejemplo, con el “camión de los comparendos. Hay que ser ingenioso, capaz y decidido para crear un móvil donde se te torture tan fácilmente, sin golpes físicos ni gritos. Tan solo haciéndole los arreglos necesarios que tiene para que en invierno agonices de frío durante el viaje y para que en verano te ahogues de calor” (98).

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91

La cosmología que configuran los no lugares impone una serie

de imágenes –cuyo paradigma es la “publicidad” (40; 99)– por

medio de las cuales interpela a los individuos y, a su vez, los

asimila, produce una experiencia de soledad tanto más

desconcertante en la medida en que evoca a millones de otros:

…en el micro de traslados, se cruzaban distintos personajes. De diferentes barrios, pero con dolores en su alma similares en todos. Uno era de Dock Sud, otro de Lugano, otro de Fuerte apache, otro de La Boca, y así sucesivamente, pero en todos ellos, inclusive en mí, se reflejaba el hechizo del consumo, esa ley invisible que nos obliga siempre a querer ser más que el otro (97)

Aquí la voluntad de distinción manifiesta una lógica

aparentemente contradictoria: hacer como los demás para, así,

poder superarlos. Los no lugares convierten a los ciudadanos en

meros elementos que obedecen los mismos códigos y responden a

las mismas apelaciones. Esta categoría –en la que insiste Blajaquis

(18; 24)– se degrada en términos cada vez más vacuos, como el de

usuario o uno que se ha puesto de moda en la jerga política: el

vecino, la unidad de medida de una forma de gobierno que

circunscribe su territorio a lo más cercano y parecido a sí mismo, es

decir, una forma de gobierno que exilia.

El no lugar, tal vez como una forma sobremoderna del exilio,

aleja provisionalmente a quien lo transita de sus determinaciones

habituales. En este sentido, la cárcel representa un caso extremo.

“El encierro simplifica el mundo” (87) y parece abarcarlo por

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92

completo: “Puede parecer una exageración” –confiesa Blajaquis–

“pero hoy cuando me subí a la camioneta que me llevó hasta el

Juzgado, sentí un gran alivio al ver que todavía hay vida allá

afuera” (111). El sujeto se reduce al rol que se le imprime:

El preso mira el espejo y ve la espalda que le dieron los humanos. Lo mismo pasa con los locos. El preso imagina el destino y encuentra un tiroteo. La razón es la costumbre de sentirse encadenado a la muerte, de haber nacido ya con un prontuario y con las esposas puestas. ¿Que linda imagen no? La de bebés esposados adentro de una incubadora. (111; las cursivas son mías)

Blajaquis nos pone a prueba. Ironiza, juega, proyecta una

relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. En ella

encuentra una forma de deshacer, de “desnudar con letras” (115),

los discursos que se le imponen. La escritura se vuelve “Vacío”

(21), deseo vital; sin ella vuelve a ser “tan sólo un expediente”

(27).

“Salimos a la conquista de lo desconocido.

No se puede volver”

Si, como afirma de Certeau, “Todo relato es un relato de

viaje” (de Certeau, 2000: 128), la obra de Blajaquis es el relato de

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múltiples exilios, de exclusiones y de “fuga” (17)23, pero, sobre

todo, de transformación. Blajaquis, desafiante, asume el mismo

gesto que fija Sarmiento para las futuras representaciones del

exilio: “¿Y si mi presencia inquieta todos tus planes? (…) ¿Y si lo

más inspirador fuera tu desconfianza?/ ¿Y (…) si mis preguntas

sorprenden también a mi pasado?” (14). Pero reformula sus

términos, escapa de la “trampa” de los “problemas binarios” (64),

inventa una “línea de fuga” (17) y da un salto a lo desconocido.

Frente a una teleología de lo alto, de la luz, de lo que ocupa un

centro, Blajaquis emprende un viaje de vuelta, en busca de algo

perdido más acá del cuerpo que de las palabras, algo que –intuye–

no se encuentra en ninguna elevación sino que permanece oculto…

…debajo de nuestras suelas. Algo que unas normas impiden que dejemos salir a la luz, algo bien escondido, sujetado a indestructibles cadenas, inquebrantables candados, más atrás que cualquier atrás, más lejos que todos los lejos... (99)

Algo que se vislumbra en la escritura, que “no tiene destino”

(21), que se basta a sí misma. Es la propia vida desangrándose

sobre el papel, es la incesante concreción de un “proyecto de

instantes” (48).

23 En este sentido, vale destacar la serie de ilustraciones del artista desaparecido Franco Venturi titulada Fantasías de sopre.

Page 94: El exilio del retorno

94

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Page 96: El exilio del retorno

96

Controversia para el examen del exilio argentino

Pablo Ponza

Resumen

El tema del trabajo es el exilio y su principal propósito es

analizar algunas de las ideas que desarrollaron un grupo de

intelectuales argentinos exiliados en México a través de la revista

Controversia (1979-1981). Para ello, por una parte, el texto

caracteriza cuantitativa y cualitativamente el colectivo de

exiliados argentinos durante la última dictadura militar (1976-

1983). Y, por otra, propone comparar a Controversia con otras

publicaciones semejantes en términos editoriales y de contenidos.

Las dos ideas centrales del artículo son, primero: explorar el

proceso de debate y revisión de su actuación política previa. Y,

segundo: la resignificación de la idea de Democracia.

Palabras Claves: Intelectuales – Exilio – Transición a la Democracia.

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Abstract

The issue of this article is the exile and its main purpose is to

analyze some ideas of a group of Argentinean intellectuals exiled in

México taking the magazine Controversia (1979-1981). On one

hand, the text describes qualitative and quantitative Argentinean

exiled collective during the last military dictatorship (1976-1983).

And, on another hand, it’s comparing Controversia with others

similar content magazines. The article has two central ideas,

firstly: to explore Intellectual’s debates and critical review about

their past politic trajectory. And, secondly: to examine the reasons

that drove them to change their minds and to re-evaluate positively

the Democracy.

Key words: Intellectuals – Exiled – Transition to Democracy.

Introducción: recorte y precisiones sobre el colectivo argentino

exiliado

Es difícil establecer con total exactitud cuántos fueron los

exiliados por razones políticas que provocó la última dictadura

argentina (1976-1983) ya que, entre 1977 y 1981, los militares

suspendieron el registro público en las fronteras del país. No

obstante, a través de fuentes alternativas es posible hacer algunas

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aproximaciones que nos permitan dimensionar tanto el tamaño

como algunas características socio-culturales de ese colectivo. Por

ejemplo, Susana Schkolnik (1987: 71) ha calculado mediante datos

disponibles en algunos países receptores que hacia 1980 habrían

salido de Argentina –por razones políticas– alrededor de 307.700

personas. Los principales países de acogida fueron primero México y

luego España, tal vez por ser los de mayor cercanía lingüística y

cultural. Pero también Venezuela, Brasil, Suecia, Francia, Italia,

Israel, Bélgica, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Australia

recibieron buena cantidad de exiliados latinoamericanos.

México, principal destino de los desterrados, mantuvo una

activa política solidaria con los latinoamericanos que sufrían

persecución dictatorial. Según datos del Anuario Estadístico de los

Estados Unidos Mexicanos (INEGI-México) entre 1975 y 1980 fueron

alrededor de 600.000 los argentinos que llegaron a México. No

obstante, ese dato no distingue entre exiliados políticos y

residentes por otros motivos. De modo tal que esta fuente no nos

permite hacer una calificación exacta del colectivo en cuestión. Sin

embargo, podemos inferir que los exiliados por razones políticas

eran miles, en especial si tenemos en cuenta que el período de

mayor crecimiento de la comunidad argentina en México coincide

con el de mayor acción represiva en Argentina: 1975-1980.

Recordemos, como lo ha hecho Marina Franco (2008: 31) que el

exilio puede sumarse a la detención ilegal, la tortura, la

desaparición de personas, o a cualquier otra forma de violencia

política ejercida por aquel poder estatal y paraestatal establecido

por la última dictadura argentina.

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99

Por otra parte, según fuentes de la embajada mexicana en

Buenos Aires (1976-1977), el colectivo asilado por gestión

diplomática muestra un perfil sociodemográfico claramente

definido: se trata de gente joven, el 52% tenía entre 20 y 39 años, y

un colectivo con formación universitaria: el 77% tenía un titulo

universitario y el 90% reconocía su persecución a propósito de su

adscripción política, en buena parte ligada al peronismo de

izquierda. En coherencia con estos datos, y en un detallado trabajo

de análisis sobre el tema, Pablo Yankelevich (2009: 73) advierte

que un elevado porcentaje del total de los argentinos exiliados en

México entre 1974 y 1983 estuvo constituido por profesionales,

académicos y estudiantes. Entre 1974 y 1983 el sector de

profesionales y académicos representó cerca del 30% de los

hombres y 20% de las mujeres que residieron en México. Según

Yankelevich las dos terceras partes de los académicos argentinos

encontraron empleo en instituciones de educación superior

públicas: 33% fueron contratados por la UNAM, el 11% por la

Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el 6% por la

Universidad Autónoma de Puebla (UAP), seguidos en menores

porcentajes por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Instituto

Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Universidad

Pedagógica Nacional (UPN) y el Colegio de México, entre otras

universidades.

Por su parte, casi el 60% de los profesionales que no se

colocaron en el sector universitario fueron contratados por

Secretarías de Estado, por administraciones estatales y por el

Gobierno del Distrito Federal. Entre ellas se destacaron la de

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100

Educación Pública, Agricultura y Recursos Hidráulicos,

Asentamientos Humanos y Obras Públicas, el Consejo de Ciencias y

Tecnologías, el Instituto Nacional de Estadísticas, entre los que más

se destaca la contratación de argentinos. Por esta razón, es decir,

por la política de absorción solidaria con las víctimas de las

diferentes Dictaduras latinoamericanas es que México se convirtió –

comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para

el encuentro entre quienes se vieron forzados a buscar nuevos

rumbos geográficos.

La estadía media en los países de acogida fue de siete años y

las trayectorias individuales fueron verdaderamente diversas. Si

bien no es tarea de este artículo, podemos decir que el abanico de

recorridos personales fue amplio y con frecuencia estuvo

determinado por diferentes razones: por el nivel de implicación o

militancia política que las personas habían tenido en Argentina, por

la capacidad de incorporarse a las redes que algunas organizaciones

lograron establecer en el exterior, o simplemente dependió de los

recursos que individualmente cada uno pudo procurarse. En

cualquier caso, hubo exiliados que llegaron a México, a España o a

cualquier otro país que les ofreciera asilo después de haber

desarrollado una larga y reconocida militancia. Pero también hubo

otros que sin haber ocupado lugares destacados o visibles en sus

organizaciones formaban parte del grueso de personas que por

diversas causas corrían graves riesgos en un contexto de dictadura.

Vale la pena destacar que en Argentina la opción del exilio

no fue generalizada sino que adquirió una dimensión de clase muy

pronunciada. Quienes pudieron salir del país en su inmensa mayoría

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procedían de una clase social media con buen nivel educativo, de

consumo e incluso de acceso a pasaportes europeos. Emigrar no

sólo implicaba gastos sino también cierta red social, formación,

destreza, conocimiento y origen familiar (en el caso de quienes

tenían doble ciudadanía). Por ello esta situación con frecuencia

privó a los militantes de extracción popular u obrera de aprovechar

esta alternativa.

La vida cotidiana y la denuncia desde el exilio

Motivados por la escasa información que recibían y por el

deseo de recibir noticias de Argentina muchos exiliados

comenzaron a reunirse e intentar organizarse alrededor de

pequeños núcleos que les hicieran más amena la llegada y el

transcurrir de la vida cotidiana en un ambiente por completo

desconocido. En algunas ocasiones dichos grupos desarrollaron

publicaciones; como fue el caso de la revista Controversia para el

examen de la realidad argentina (México), Cambio (México),

Testimonio Latinoamericano (España), Resumen de la Prensa

Argentina (España), Confluencia (Suecia), El diente libre (Suecia),

Debate (Italia), entre otras.

Estas revistas eran la expresión sin mediaciones de los

exiliados, allí se observan sus preocupaciones, sus intereses, sus

deseos, su perspectiva del exilio y de la situación que se estaba

viviendo en Argentina. Estas publicaciones compartieron tres

características comunes. En primer lugar, el público a la que

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estaban destinadas, ceñido casi exclusivamente a la comunidad

argentina y latinoamericana residente en el exterior. Todas

comenzaron su andadura con un formato artesanal y se financiaron

con la suscripción o venta de ejemplares. En segundo lugar, todas

se definieron en oposición a la dictadura argentina en particular y

en contra de todas las dictaduras latinoamericanas en general.

Desde ese ángulo se propusieron denunciar y sensibilizar a la

opinión pública internacional frente a las violaciones de derechos

humanos que se cometían no sólo en Argentina. Y en tercer lugar,

los redactores de las revistas revisaron su actuación en tanto

miembros del campo de la izquierda revolucionaria y reflexionaron

acerca de las razones político-ideológicas que llevaron a la derrota

de los proyectos impulsados por sus organizaciones entre 1959 y

1976.

Quienes hicieron un ejercicio crítico de su actuación política

lo hicieron, principalmente cuestionando el método de la Lucha

Armada, la lógica binaria aplicada a los conflictos y revalorizando

la democracia en tanto sistema o instancia eficaz para licuar las

controversias políticas de una sociedad. En resumen: la autocrítica

plasmada en las publicaciones destacó tácitamente la renuncia a

las transformaciones radicales de la sociedad. Esto se observa no

sólo en los cuestionamientos a la concepción y la estrategia

político-militar que llevó a las organizaciones al fracaso, sino

también en la crítica al voluntarismo que condujo a sus militantes a

la desaparición, la muerte o el exilio.

Por ejemplo, en Madrid algunos miembros del Club para la

recuperación Democrática Argentina –entre los que estaban Carlos

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103

Aznárez (periodista, ex militante de Montoneros), Aldo Comotto

(abogado laboralista, ex militante del PRT) y otros colaboradores

como Lucila Pagliai o Carlos Slepoy–, comenzaron a recoger la poca

información disponible y la hicieron circular de mano en mano

entre sus conocidos. El entusiasmo que provocó esta iniciativa en el

resto de los exiliados animó al grupo a ampliar esa primera

gacetilla. Una gacetilla que comenzó luego a aparecer con

regularidad bajo el titulo de Resumen de la prensa argentina, un

modesto boletín elaborado artesanalmente que no contaba con

financiación externa y cuya subsistencia dependía exclusivamente

de los suscriptores:

Veníamos de distintas experiencias, abrazábamos las más variadas posiciones políticas pero nos unificaba la inclaudicable oposición a la dictadura militar y la definición por la democracia y los derechos humanos (…) Con eso bastaba y con eso pudimos llegar hasta 1983 cuando la perspectiva del retorno era casi una realidad. Así fundamos el Club para la recuperación

Democrática Argentina. Una vez semi consolidado el Club, la revista surgió como una verdadera necesidad (…) Comenzamos con 20 ejemplares que se distribuían en mano, pero no nos amilanamos ante los circunstanciales bajones. (Aznares, 2005: 29)

Resumen de la prensa argentina lanzó su primer ejemplar en

Madrid el 1 de enero de 1979 y, durante sus 100 números de vida,

se distribuyó puntualmente y sin interrupciones cada quince días.

Clausuró su edición cuando Raúl Alfonsín asumió el cargo de primer

presidente electo democráticamente tras la última dictadura.

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104

Resumen de la prensa argentina se definió como una

publicación antidictatorial, impugnó la política represiva militar y

se posicionó a favor de los derechos humanos y la defensa de la

democracia. Era un boletín tipo periódico donde se seleccionaban y

consignaban las noticias más destacadas de la prensa argentina. La

publicación estaba compuesta por recortes de diarios argentinos

fotocopiados y ordenados por tema: economía, política, sociedad,

etcétera, aunque de vez en cuando también se agregaron algunas

noticias de Argentina en periódicos españoles. Desde el primer

número contó en su primera página con un resumen de los artículos

seleccionados. Ese diseño se mantuvo en las siguientes ediciones,

aunque la precaria calidad de imprenta de sus primeras entregas se

fue superando paulatinamente hasta el número 32 (noviembre de

1980) donde redujo su formato a tipo revista e incorporó tapas de

cartón.

Por su parte, el resto de la comunidad argentina y

latinoamericana exiliada en Barcelona, México, Roma, Estocolmo, o

en todas aquellas ciudades donde circulaban esta clase de

publicaciones, pronto comenzó a percatarse no sólo de la aparición

de esta nueva vía de encuentro entre compatriotas sino que las

propias revistas se apoyaron entre sí y se dieron mutuamente

importancia mencionando la experiencia de sus pares en los

diferentes países donde aparecían. A modo de ejemplo podemos

recordar cómo desde Barcelona la revista Testimonio

Latinoamericano, en la contratapa de su primer número, daba

cuenta de que:

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105

Varios órganos de expresión han comenzado a testimoniar actitudes, reflexiones y aportes de la diáspora latinoamericana desde todos los países en que ésta ha sido acogida. Nos referimos aquí a algunos de los que han llegado últimamente a nuestras manos, en un momento en que se renueva el interés por seguir el proceso político continental. (Testimonio Latinoamericano, 1980: contratapa)

Y a continuación dedica una referencia bibliográfica a cuatro

revistas que estaban siendo editadas por exiliados: Cuadernos de

Marcha (junio de 1979: México), Controversia (octubre de 1979:

México), Presencia Argentina (noviembre de 1979: Madrid) y Sin

Censura (noviembre de 1979: Washington y París); demostrando

que la iniciativa y el deseo de comunicarse, de establecer vínculos

e intercambiar ideas entre exiliados era una necesidad compartida

simultáneamente.

Los articulistas de las diferentes revistas hacían permanente

mención de la necesidad de publicar sus opiniones en tanto fórmula

para romper el aislamiento y generar así un espacio de reflexión,

de reunión y de identificación cultural e ideológica con los

compatriotas. La idea de que el exilio debía servir para algo se

reitera en casi todos los números de las revistas. Por ejemplo El

diente libre, editada en Estocolmo por un grupo de argentinos y

uruguayos decía al respecto:

el Diente Libre fue hecho porque al no existir posibilidades de comunicación más directa con las personas que integran la colonia latinoamericana en Suecia, había que encontrar alguna forma de

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106

acercamiento en una lucha desesperada contra la soledad y el aislamiento. (El Diente Libre, 1982: 4)

Lo mismo ocurría con Debate, una propuesta de un grupo de

ex militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores con

sede en Roma:

El aislamiento en el que operamos a menudo y al que nosotros mismos nos obligamos, con frecuencia hace que muchos de nosotros se encierre en el sectarismo dogmático, en la barrera de las fórmulas rituales de reconocimiento como última defensa de la propia identidad ideológica. Ese es un camino sin salida destinado a agravar nuestra separación (…) es un camino que lleva a la fragmentación exasperada, a la división perpetua. (Debate, 1977: 3)

Controversia para el examen de la realidad argentina

Pero si hubo una revista y un grupo de intelectuales

argentinos que se destacó en el exilio por su capacidad reflexiva y

autocrítica con su pasado militante, ese fue el encabezado por José

Aricó, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler, Oscar Terán,

Nicolás Casullo, Oscar del Barco, Sergio Bufano, Jorge Tula, Rubén

Caletti, Ricardo Nudelman y Hugo Vargas, entre otros. Este grupo

de hombres, que estaba unido por afinidades ideológicas,

orientación profesional y antiguos vínculos de amistad, fundó en el

Distrito Federal de México la revista Controversia para el examen

de la realidad Argentina, una revista que editó trece números

Page 107: El exilio del retorno

107

entre octubre de 1979 y agosto de 1981, y contó con la

colaboración de más de setenta y dos destacados articulistas.

A juicio de Emiliano Álvarez (2005: 2) esta fue la revista más

importante de todo el exilio argentino, no sólo por constituirse en

la única publicación que trató en el destierro de reflexionar teórica

y políticamente sobre la derrota y/o fracaso de la lucha

revolucionaria en Argentina, sino porque, al mismo tiempo, intentó

elaborar un nuevo proyecto político de signo democrático. No hay

otra publicación de estas características donde podamos observar

con más crudeza las expresiones de aquellos exiliados que

intentaban saldar cuentas de conciencia con su pasado reciente.

Asimismo, en Controversia podemos ver reflejado el curso

evolutivo de los intereses y preocupaciones políticas del amplio

grupo que participaba directa o indirectamente del proyecto.

Cabe recordar nuevamente que gracias a la política solidaria

con las víctimas de diferentes dictaduras, México se convirtió –

comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para

el encuentro entre quienes se vieron forzados a al exilio. Quizás

por ello, a poco de llegar, intelectuales latinoamericanos de

diferentes nacionalidades tuvieron la oportunidad de comenzar a

reflexionar con amplia libertad acerca de la naturaleza de los

regímenes militares que en aquellos años ensombrecían buena

parte del continente, y hacer una crítica de las concepciones

políticas de las organizaciones revolucionarias a las que habían

pertenecido. Dicho intercambio condujo luego a un debate y ese

debate a un análisis en torno a cuáles eran las alternativas políticas

más viables para el futuro. Jorge Tula, ex director de Controversia,

Page 108: El exilio del retorno

108

recientemente fallecido, ha expresado al respecto que: “los

argentinos sabemos muy bien lo que nos dejó México: un

sentimiento de gratitud por haber sentido en carne propia la

solidaridad y la libertad que nos dio para desplegar nuestras ideas y

actividades, nuestros hijos mexicanos (…) ya no somos los mismos

desde que conocimos y vivimos en aquella tierra” (Tula, 2009: 1).

Como ha recordado José Aricó (1999) Controversia se creó

con el objetivo explícito y específico de hacer público un debate

que se reiteraba durante las reuniones de los exiliados, un debate

en el cual se repetían principalmente dos cuestiones: por un lado,

la autocrítica a las concepciones políticas y los desvíos militaristas

de la izquierda radicalizada y, por otro, las alternativas viables

para terminar con la dictadura. Por todo ello, sin duda

Controversia es una fuente fundamental a la hora de analizar la

ruptura ideológica de un buen número de intelectuales exiliados

que, entre 1976 y 1983 cambiaron de piel, abandonando las

concepciones revolucionarias de juventud para comenzar a confiar

en la democracia como un sistema eficaz para la resolución de

conflictos político-sociales, y como salida potencial al régimen de

facto.

Tal como lo he comprobado en trabajos anteriores (Ponza,

2010), en Argentina antes del establecimiento del régimen militar,

es decir, antes que los militantes de izquierda sufrieran los

poderosos efectos del Terrorismo de Estado y el posterior exilio,

buena parte de estos intelectuales menospreciaban la democracia

al punto de considerarla un sistema engañoso e ineficaz, útil

solamente a los intereses de la sociedad burguesa y la clase

Page 109: El exilio del retorno

109

dominante. De allí la importancia de Controversia, que no sólo nos

permite reconstituir la línea evolutiva de estos intelectuales (una

línea que pierde visibilidad durante el exilio) sino también nos da

las claves para comprender una metamorfosis cultural y política

difícilmente inteligible por haberse producido fuera del país.

Hay que tener en cuenta que buena parte del grupo que

editó Controversia había compartido una experiencia editorial

previa en Argentina: la revista Pasado y Presente (Córdoba, 1963-

1965, y Buenos Aires, 1973) y el sello editorial Cuadernos de Pasado

y Presente, que se convirtió en un icono de los sesenta. Pasado y

Presente tal vez fue la publicación de la época que expresó con

mayor sofisticación teórica las posturas de la llamada Nueva

Izquierda, sector que surgió poderosamente influenciado por el

ethos revolucionario de aquellos años. En especial por la

experiencia cubana, la proscripción peronista, la llamada traición

frondizista y las lecturas marxistas en clave humanista ligadas al

cuestionamiento de la izquierda clásica (PC); hechos estos que

marcaron a fuego el horizonte político-ideológico de toda una

generación militante.

Asimismo, en la trayectoria de Pasado y Presente podemos

identificar una tendencia, digamos, “generacional” que arranca

desde la teoría del compromiso pero que paulatinamente se dirige

y consolida como instrumento de una intelectualidad orgánica,

marxista-gramsciana y revolucionaria. Del proyecto inaugural, que

tuvo lugar en Córdoba, participaron Oscar del Barco, Aníbal

Arcondo, José Aricó, Héctor Schmucler, Samuel Kieczkovsky y Juan

Carlos Portantiero; grupo al que se integraron luego Juan Carlos

Page 110: El exilio del retorno

110

Torre, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luís

Prieto y Carlos Giordano. Es decir, varios de los mismos que luego

fundarían Controversia y el sello Siglo XXI México Editores.

Crítica a la lucha armada y a la visión belicista de la política

Ya en la editorial de su primer número Controversia planteó

lo que consideraba la cuestión central a analizar en el exilio: la

derrota y la errónea manera de concebir la política que tuvo –entre

1959 y 1976– la llamada izquierda revolucionaria argentina:

sufrimos una derrota, una derrota atroz. Derrota que no sólo es consecuencia de la superioridad del enemigo sino de nuestra propia incapacidad para valorarlo, de la sobre valoración de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción de la política. (Controversia, 1979: 2)

Las críticas al foquismo y a la teoría de la vanguardia fueron

los tópicos más complejos de escrutar para la revista, en especial

por las hondas implicaciones morales que implicaba el tema y por

la gran cantidad de muertos y sufrimiento que habían ocasionado.

El primer articulista que abordó el tema fue Sergio Caletti, quien

plateo una serie de hipótesis para reflexionar sobre la lógica

binaria que la izquierda radicalizada había aplicado a la práctica

política. Según Caletti, la práctica política había sido

conceptualizada por la izquierda revolucionaria bajo el paradigma

Page 111: El exilio del retorno

111

de la guerra, bajo una lógica de enfrentamiento, bajo una visión

que concebía al adversario político como un enemigo, y a la escena

pública como el campo de batalla. Además, Caletti plateo que:

El parentesco del foquismo con el resto de la izquierda radical tiene un solo y gigantesco punto de ruptura: el controvertido método de la lucha armada. Por lo demás, este parentesco es tan amplio que permite, en más de un caso, conceptualizar las organizaciones radicales no guerrilleras como focos desarmados. (Caletti, 1979: 18)

También Héctor Schmucler desplegó tempranamente una

profunda impugnación a los métodos terroristas que aplicó la

guerrilla en su búsqueda de eficacia:

ha cultivado la muerte con la misma mentalidad que el fascismo privilegia la fuerza. (…) ha edificado estructuras de terror y de culto a la violencia ciega. Ha reemplazado la voluntad de las masas por la verdad de un grupo iluminado (Schmucler, 1979: 3).

En este sentido, Hugo Vezzetti (2009: 98) ha señalado que el

análisis y la discusión que llevaron adelante muchos exiliados

abordó un núcleo sensible de la política y la memoria. Un núcleo

constituido por la relación con la muerte, o mejor dicho, la

relación con la muerte que había establecido un importante sector

de la izquierda radicalizada argentina. A juicio de Vezzetti ésta no

sería una discusión general sobre la violencia y la política, sino una

discusión sobre el problema ético y político planteado por una

Page 112: El exilio del retorno

112

arraigada visión instrumental de la muerte, aún la justificación del

asesinato como una práctica común, casi rutinaria para la época; la

decisión de matar o morir por una causa política.

Cabe señalar que quienes no se exiliaron, es decir, quienes

se quedaron en Argentina, no gozaron de la posibilidad de abrir un

debate pleno sobre este asunto. Y no tuvieron esa opción por dos

sencillas razones: en primer lugar, porque las condiciones

represivas imperantes hasta 1983 no lo permitieron. Y, en segundo

lugar, porque luego de recuperada la democracia el eje de las

preocupaciones tanto de la militancia como de los organismos de

Derechos Humanos estuvo enfocado en el juzgamiento a las Juntas

Militares. No era entonces ni política ni jurídicamente conveniente

desarrollar críticas sobre el accionar de la guerrilla, situación que

sin duda habría favorecido la posición de los cabecillas del

Terrorismo de Estado.

Según lo observado en la revista, a esa altura de lo

acontecido la derrota política y militar de las vanguardias

revolucionarias ya era una completa certeza para los redactores de

Controversia. Tal vez por ese motivo, es decir, por razones

eminentemente pragmáticas –por haber constatado en carne propia

que seguir con una postura radicalizada no tenía viabilidad alguna–,

es que se revalorizó la idea de la democracia y su discusión cobró

actualidad. Una discusión que, en opinión de Jorge Bernetti y

Mempo Giardinelli (2003: 81) a veces se convirtió en una disputa de

intensa tonalidad emocional; pero otras, estuvo confinada a

círculos de especialistas que la trataron con asepsia científica.

Page 113: El exilio del retorno

113

La resignificación de la democracia

Había pues intelectuales especializados en el tema y sin duda

fueron esos especialistas quienes aportaron mayor riqueza y

sofisticación teórica al debate. Pero en cualquier caso, debe

quedar claro que la democracia como salida a la dictadura

argentina era un asunto que estaba sobre el tapete, se debatía y

estaba en los primeros lugares de la agenda de los exiliados. De

hecho, José “Pancho” Aricó reconoció durante una entrevista la

resignificación que se había hecho de la democracia en tanto

sistema civilizado de resolución de las grandes cuestiones políticas,

sociales y económicas; y cómo esa resignificación era más el

resultado directo de la derrota sufrida por el movimiento social

argentino que producto de la maduración de una profunda reflexión

cultural y política sobre los males de la nación:

Fruto de esta derrota pudo imponerse un gobierno terrorista y genocida que llevó la situación a un plano de gravedad tal, que la única salida deseable y posible aparecía como la instauración de un orden a partir del cual fuera posible reconstruir el campo de los político y lo social, y se pudiera volver a pensar cómo organizar una vida civilizada en nuestro país. (Aricó, 1984: 14)

La democracia era la alternativa al socialismo, esa era la

conclusión a la que llegaron los intelectuales exiliados y

especializados en el asunto. Y desde esa perspectiva expresaron sus

opiniones, desde la perspectiva de quien ha comprobado

empíricamente que la opción armada como vía para conseguir

Page 114: El exilio del retorno

114

transformaciones no era factible. Y esto podemos comprobarlo con

claridad a través de artículos publicados en la época. A

continuación cito, a modo de ejemplo, un extracto donde Juan

Carlos Portantiero, uno de los más destacados ideólogos de la

Nueva Izquierda, abordó el intrincado nudo conceptual de la idea

de democracia y planteó sin tapujos las primeras definiciones de

cómo, a su juicio, debía comprenderse:

La lucha política de clases no es otra cosa que una lucha entre proyectos hegemónicos de grupos capaces de definir el sentido de la acumulación (la dirección del progreso histórico) y que buscan apropiarse, como núcleo de dominación, del consenso de la mayoría. Ese consenso de la mayoría es, si se prefiere llamarlo así, la democracia. (…) En este punto emerge una discusión que no puede ser eludida: la democracia, ¿es un conjunto de reglas para la constitución del gobierno y para la formación de decisiones políticas? ¿O es una ideología, una meta hacia el autogobierno de las masas? Por fin: ¿no será la democracia ambas cosas, un contenido indisociable de una forma? (Portantiero, 1979: 7)

Si bien observamos que Portantiero aplicó en sus análisis

esquemas marxistas eminentemente gramscianos y desde allí

formuló algunas definiciones respecto a la cuestión democrática,

también vemos que el asunto no quedó zanjado ni mucho menos,

y que los interrogantes en relación al modelo democrático que

debía aplicarse en Argentina permanecían pendientes de ser

resueltos:

Page 115: El exilio del retorno

115

Ni la democracia formal es coextensa con el capitalismo, ni la estatización de los medios de producción generan automáticamente la “verdadera democracia”; la democracia es, por el contrario, una construcción popular. Estas son las primeras conceptualizaciones y definiciones de la democracia en esta revista. (…) cabe entonces retomar una idea: la

de considerar a la democracia como una producción de

las masas, como una etapa en el proceso de su

constitución política, como un continuum nacional-popular que no se “realiza” en el socialismo como mera derivación de cambios estructurales y los hace históricamente reales. (Portantiero, 1979: 6)

Un nuevo vínculo entre Socialismo y Democracia

Para Cecilia Lesgart (2003) fue precisamente a través de

estas discusiones que se alcanzó, en el seno de los grupos

intelectuales argentinos en México, un consenso respecto a la

conveniencia de promover en Argentina un sistema democrático

como un orden “mínimo institucional”. Es decir, la autocrítica y las

conclusiones de dichos encuentros condujeron a pensar en la

democracia como un centro de rutinas y procedimientos

institucionales ampliamente aceptados por los principales actores

políticos y sociales. Unas rutinas y procedimientos que

supuestamente permitirían garantizar la permanencia de un Estado

de Derecho y la primacía de los Derechos Humanos.

Page 116: El exilio del retorno

116

Por su parte, y específicamente para el caso de

Controversia, Roxana Patiño (2004) asegura que pensar la

democracia en estos términos funcionaba para el grupo editor como

una especie de prismático que permitía concebir un nuevo orden

cultural ligado al cambio ideológico y político del grupo. Un cambio

ideológico que tenía su razón de ser, como dijimos antes, no sólo

en la derrota política de los proyectos revolucionarios, sino

fundamentalmente en el terrible impacto psico-emocional que

supuso la implantación del Estado Terrorista, la persecución, la

detención ilegal, la tortura y la desaparición de muchos de sus

compañeros, amigos y familiares. Por eso el viraje hacia la

democracia por parte de muchos de estos intelectuales marxistas y

peronista de izquierda habría sido una alternativa de refundación

de su propio proyecto político y cultural. Un proyecto que pareció

incluso convertirse en una opción viable y realista para resignificar

la transformación socialista; pero esta vez destacando la

centralidad táctica y estratégica del concepto y la práctica de la

democracia.

Hay que aclarar que los debates teóricos no estaban al

alcance de todos sino sólo para aquellos mejor dotados, es decir,

estaban al alcance de los especialistas en el tema, como era el

caso de Portantiero, Aricó, De Ípola, Terán, Del Barco, Schmucler,

Bufano, entre otros. En rigor, el interrogante que se planteaban

desde el exilio era ¿cómo incorporar la Democracia dentro del

horizonte socialista argentino como valor cultural capaz de generar

un nuevo orden político? El debate de estos intelectuales buscaba

darle un valor universal a la idea de Democracia y poder

Page 117: El exilio del retorno

117

establecer, entre ella y la idea de Socialismo, un nuevo vínculo o

un nuevo modo de conceptualizarlas como categorías afines.

Dicho de otro modo, pretendían deslindar y deshacerse del

leninismo vanguardista que había atravesado los organigramas y el

ideal socialista de la izquierda más radicalizada de las últimas

décadas. El leninismo imperante en la mayor parte de las

organizaciones de la izquierda revolucionaria latinoamericana había

logrado separar abstractamente la idea de democracia formal de la

de democracia real. La primera de ellas había quedado destinada al

orden capitalista y la segunda, la idea de democracia real, al

socialismo. Pero esta concepción aludía primordialmente al orden

político y olvidaba o marginaba otros aspectos de la vida y las

relaciones sociales, quedando así en contradicción con el ideal de

las libertades modernas y condenando al socialismo a un orden

despótico.

En resumen: el vanguardismo leninista latente en la

izquierda no permitía pensar la Democracia como una producción

autónoma, como un sistema independiente de las cargas

sustantivas. El deseo de estos intelectuales era precisamente

desprenderse de esa aplicación despótica. Concretamente, para

Portantiero (1988: 11) por ejemplo, las sociedades no tenían

porque implicar consensos sustantivos sino más bien “acuerdos

procesuales e institucionales” que podían ser, o no, democráticos.

Acuerdos que permitieran, en definitiva, incrementar y ampliar los

márgenes de decisión de las distintas fuerzas políticas que disputan

el control del Estado, pero no a través de la fuerza sino a través del

juego electoral.

Page 118: El exilio del retorno

118

En otras palabras, a partir de este nuevo paradigma la

máxima expresada por von Clausewitz y heredada por las

organizaciones de la izquierda guerrillera: “la guerra es la

continuación de la política por otros medios” ya no sería viable. La

política ya no debía ser considerada como un conflicto destinado al

enfrentamiento pleno entre partes sino erigirse sobre la voluntad

firme de concebir el juego y la práctica política como un espacio

de negociación público, y la sociedad como un esquema mixto de

cooperación y conflicto. Esta fue, a grandes rasgos, la conclusión a

la que arribó este grupo de hombres. Tanto es así que llegó a

convencerse de que la acción política democrática debía

comprenderse desde una doble dimensión:

por un lado, como la lucha por cuestiones que los sujetos definen como sustanciales; y, por otro, como la forma institucional convenida para solucionar esas luchas. A la vez, entonces, conflicto y orden; disenso y acuerdo- (Portantiero, 1988: 185)

En este plano, el desafío durante los años de exilio estuvo

dado por pensar el Socialismo desde la opción democrática.

Breve comentario final

Por último, cabe agregar que luego de los debates realizados

en el exilio la democracia comenzó a ser vista no sólo como una

salida viable a la dictadura, sino como la única salida. Es decir,

Page 119: El exilio del retorno

119

como la única salida que aceptarían los sectores dominantes que

habían apoyado el régimen militar. Del mismo modo, el efectivo

establecimiento de un orden democrático en Argentina suponía

para los exiliados la manera más plausible de hacer realidad el

añorado regreso al país. Obviamente, un regreso a un contexto

seguro, de respeto por el estado de derecho y los Derechos

Humanos.

Si bien hemos destacado la gran sofisticación teórica

alcanzada por los intelectuales que editaron Controversia en

México, es justo señalar que no todas las publicaciones contaban

en sus comités editoriales o entre sus colaboradores con

especialistas destacados en esa materia. No obstante, con mayor o

menor grado de complejidad, es notorio cómo el tema de la

recuperación de la democracia en Argentina estuvo presente.

Por último, creo que uno de los aspectos más interesante

que revelan estas revistas es el recorrido que llevó adelante el

colectivo intelectual de izquierda exiliado, que pasó de promover

nociones revolucionarias a revalorizar los postulados democráticos

que antes habían despreciado –o habían considerado ineficaces–

para la consecución de sus objetivos políticos. En efecto, las

revistas nos permiten reconstituir el tránsito ideológico realizado

por este colectivo, un tránsito que perdió visibilidad en Argentina,

precisamente, por haberse producido fuera del país. Actualmente

las revistas editadas en aquella época son un medio privilegiado de

acceso a las ideas que circulaban por esos núcleos, puesto que las

fuentes orales son escasas y el relevamiento documental de las

organizaciones solidarias de exiliados (fundamentalmente en

Page 120: El exilio del retorno

120

México) es limitado y aún debe ser analizado. Por ello la

bibliografía hasta ahora disponible y especialmente las revistas nos

ofrecen las claves para, poco a poco, mejorar la comprensión

integral de una metamorfosis cultural y política que, de otro

modo, sería difícilmente inteligible.

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Page 124: El exilio del retorno

124

El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino

durante la última dictadura militar

Natalia Laura Casola

Resumen

El presente trabajo reconstruye la política del Partido

Comunista de Argentina (PCA) hacia el exilio argentino durante la

última dictadura militar. En primer lugar da a conocer la política

hacia adentro del partido y los fundamentos de la decisión de

quedarse en el país. Luego resume sus posicionamientos públicos,

analiza las disputas y alianzas en el exterior, considerando tanto los

vínculos sostenidos con otras organizaciones como también con el

Movimiento Comunista Internacional. Finalmente presenta las

tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la

posibilidad de “irse” y luego frente al dilema de “retornar” al país.

Palabras clave: Exilio – Partido Comunista – Militancia.

Page 125: El exilio del retorno

125

Abstract

The present work reconstructed the policy of the Communist

Party of Argentina (PCA) to the exile during the last military

dictatorship. In the first place it occupies about the policy towards

the party and the reasons why they decided to stay in the country.

Then it summaries the public positions of the PCA, and analyzes

disputes and alliances abroad, considering both sustained links with

other organizations as well as with the International Communist

Movement. Finally presents the tensions generated by exile

between militants against the possibility of "leave" and then face

the dilemma of "return" to the country.

Keywords: Communist Party – Exile – Militant,

Presentación

El presente trabajo aborda la problemática de los exilios de

argentinos durante la última dictadura militar a partir de un

recorte poco explorado: la política del Partido Comunista de

Argentina (PCA).

En primer lugar, se da a conocer la política hacia adentro del

partido y los fundamentos de la decisión de quedarse en el país.

Luego el trabajo resume sus posiciones públicas y analiza las

Page 126: El exilio del retorno

126

disputas y alianzas gestadas en el exterior. Finalmente presenta las

tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la

posibilidad de retorno.

Un elemento a subrayar es que este trabajo interviene sobre

uno de los numerosos aspectos a estudiar en torno del exilio

argentino: sus sentidos, efectos y prácticas políticas. Se trata de

reconocer la capacidad de acción de los sujetos frente al terror,

contextualizar y periodizar los debates entre “los que se iban” y

“los que se quedaban” revisando la óptica de una de las

organizaciones que, oficialmente, mandató a sus militantes a

quedarse.

En los últimos años la revalorización política de la militancia

de los setenta en las narrativas públicas sobre el pasado reciente

permitió recuperar la experiencia del exilio argentino en términos

de su agencia histórica, contrarrestando la difundida imagen del

exiliado como víctima que, sin opción, fue expulsado del país y

derrotado política y subjetivamente. Este cambio supuso la

recuperación de las experiencias vinculadas a la organización de un

entramado internacional de denuncias contra la dictadura militar

que acompañó la resistencia de los organismos de derechos

humanos dentro del país. Pero, aunque en menor medida, también

permitió recuperar los sentidos más específicos que la salida del

país tenía en cada organización. El caso más conocido es el de

Montoneros y la organización de la “contraofensiva”. Pero estos

sentidos diferentes tenían un alcance mayor y explican la

resistencia de muchos militantes a pensarse como “exiliados” y su

Page 127: El exilio del retorno

127

preferencia por denominarse como militantes que luchaban en el

exterior.

De manera que, reconstruir el lugar del Partido Comunista en

ese complejo entramado que constituyó el exilio argentino, ayuda a

pensar en una experiencia que dialoga entre el adentro y el afuera,

pero que oficialmente defendía la perspectiva de que la lucha

debía darse en el país.

El PCA participó en el debate político del exilio argentino con

una línea específica. Consideraba que al mando de la Junta Militar

había quedado el sector “moderado” de las Fuerzas Armadas y que,

por el momento, el peligro “pinochetista” quedaba neutralizado.24

En tanto no consideraba que el golpe militar hubiese

infringido una derrota decisiva sobre los sectores democráticos,

sostenía que no existían razones de peso para promover y organizar

la salida del país de los militantes propios y ajenos. Al contrario, en

su visión, la retirada de la militancia hacia el exterior debilitaba las

posibilidades del “campo progresista” de promover la

redemocratización del país y abría la puerta a una eventual toma

del poder por parte de los sectores “fascistas” que anidaban en la

Junta Militar. Esa caracterización era reforzada por el trato

relativamente “privilegiado” que recibieron de la dictadura militar,

comparada con la política de proscripción y aniquilación que

sufrieron otras organizaciones de la izquierda argentina

consideradas “subversivas”. El PCA mantuvo su legalidad y salvo en

24 El término pinochetista hacía alusión al dictador chileno Augusto Pinochet que, en la lectura del PCA, había instalado un régimen fascista.

Page 128: El exilio del retorno

128

operativos y regiones específicas como en la Zona III25, no fue

blanco predilecto de la represión. Por esa razón, los comunistas

evaluaban que contaban con instrumentos para desarrollar su

actividad política dentro del país.

De acuerdo con la caracterización de “gobierno en disputa”,

el PCA evitaba calificarlo como “dictadura” y se oponía a las

organizaciones que dentro y fuera del país responsabilizaban al

régimen militar como un todo por los secuestros seguidos de

desaparición y los asesinatos políticos.

Por otro lado, que Argentina no rompiera relaciones

diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética era un elemento

que, desde el punto de vista de la dirección del PCA, confirmaba

que la Junta Militar no había tomado la senda del fascismo. En

consecuencia, optaban por no denunciar la política de connivencia

de los países socialistas con la Junta Militar y al contrario,

defendían ese acercamiento como la prueba de la progresividad del

ala moderada de los militares contra el peligro de la imposición del

pinochetismo.26

25 La Zona III se encontraba al mando de Luciano Benjamín Menéndez y con sede en Córdoba, tenía jurisdicción sobre Jujuy, Salta, Tucumán, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero. 26 Durante 1977 la URSS votó tres veces en contra de la inclusión de la Argentina en la lista de países para ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En 1980, vota nuevamente contra la inclusión de Argentina en el procedimiento de la resolución 1503 y contra la creación un grupo especial cuya función era observar la cuestión de las desapariciones. Por su parte, la Junta Militar procuraba evitar el aislamiento internacional y compartía con los soviéticos, la necesidad de aliados para oponerse a las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos.

Page 129: El exilio del retorno

129

La caracterización sobre la situación internacional partía de

una premisa básica: en el conflicto este-oeste, se imponía la

defensa de la Unión Soviética como reservorio del socialismo

mundial y la denuncia de los Estados Unidos como principal

potencia imperialista. Aquello de que “los enemigos de mis

enemigos, son mis amigos” podría, en cierto modo, aplicarse a la

posición sobre la dictadura argentina, ya que se exageraban tanto

las diferencias que coyunturalmente se sostenían con Estados

Unidos como los acercamientos con la Unión Soviética. El revés de

la fórmula, “los amigos de mis enemigos, son mis enemigos”,

explica, al menos en parte, por qué aquellos sectores que se

apoyaban en la política exterior de Estados Unidos eran eventuales

adversarios con los que el PCA polemizaba.

La asunción de James Carter a la presidencia de los Estados

Unidos en enero de 1977 implicó la profundización de la política

exterior de los Estados Unidos centrada en los derechos humanos.

Esta política estaba fundamentalmente dirigida a denunciar las

graves denuncias que recaían sobre la Unión Soviética. Sin embargo

para que fuese creíble el gobierno de Estados Unidos debió incluir y

mostrar preocupación por la situación de los derechos humanos en

los países de su área de influencia. El Partido Comunista no dudó

en oponerse a Estados Unidos, denunciar la hipocresía de su

política externa y denunciar la supuesta preocupación por los

derechos humanos en Argentina como un intento de injerencia

imperialista sobre el país.

En los planes del PCA la campaña por la “no injerencia”

debía cooperar en el proceso de acumulación de fuerzas a favor de

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130

un bloque político antiimperialista. La expectativa en la evolución

progresista de las Fuerzas Armadas seguía operando como el

espejismo que justificaba el andar por un camino pedregoso y

desierto.

Era en virtud de esa caracterización que el Partido

Comunista pensaba que la campaña impulsada por las

organizaciones y personalidades en el exilio otorgaba credibilidad a

las denuncias formuladas por Estados Unidos. Juntos debilitaban al

gobierno “moderado” del general Videla y alimentaban las

posibilidades golpistas del pinochetismo.

Esta posición política, inevitablemente entraba en conflicto

con el trabajo de denuncia realizado por los militantes y activistas

que, dentro y fuera del país, intentaban capitalizar la presión que

la principal potencia mundial podía ejercer sobre la dictadura.

El lugar del exilio

Para el PCA, el exilio era sinónimo de derrota. En

consecuencia, si la clase obrera y los sectores de la “democracia

avanzada” no habían sido derrotados, el exilio carecía de

justificación. La salida del país sólo era pensable como un último

recurso de supervivencia ya que un éxodo masivo reducía la

capacidad resistente de las organizaciones políticas democráticas

en su lucha contra el autoritarismo. Por lo tanto, era necesario que

el Partido se opusiera y polemizara abiertamente con las

Page 131: El exilio del retorno

131

organizaciones que promovían la salida de sus militantes para

constituir una retaguardia en el espacio exterior.

La postura asumida por el PCA derivaba de la experiencia

histórica acumulada por el partido bajo diversas dictaduras

militares, y por su pertenencia a un movimiento internacional que

en diversas ocasiones fue derrotado y debió partir al exilio. La

memoria histórica, fundamentalmente de la Guerra Civil Española

pesaba en la evaluación política sobre las posibilidades que las

internas militares brindaban para evitar la derrota a manos del

“fascismo”.

Por ejemplo, para José Schulman, militante del partido en

Rosario, a pesar de que había sufrido varios atentados en su

domicilio de Rosario desde fines de 1975 hasta su detención, irse

del país,

…sencillamente no era una opción. No la considerábamos como opción (…) Pero bueno, nosotros, debería decir para hacerte sincero, que nosotros, en aquellos años, nos guiábamos en las cuestiones que tenían que ver con la seguridad por lo que decidía nuestra organización, por lo tanto, no la discutíamos como opción, no estaba… sí éramos conscientes, éramos conscientes de que corríamos peligro, no es que no imaginábamos que había peligro pero sencillamente considerábamos la idea de estar acá sin mucho pensarlo. (Schulman, 2010)

Por los mismos motivos, los militantes comunistas presos,

generalmente, rechazaban la posibilidad de salir del país haciendo

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132

uso del derecho a la “opción”27. Se alentaba a los presos a que

abandonaran la cárcel sólo si conquistaban la libertad mediante la

movilización.

Teniendo en cuenta esta lógica política es comprensible que

la relevancia que comenzaban a adquirir las denuncias a la

dictadura en la arena internacional no resultara indiferente a la

estrategia del comunismo. Desde comienzos de 1977, esta

preocupación comenzó a traducirse en reuniones con el Movimiento

Comunista Internacional (MCI) y los países socialistas con el

propósito de hacer circular su propia versión sobre lo que ocurría

en Argentina y preparar las condiciones para la organización de un

equipo del partido en Europa.

Los efectos de esa actividad no tardaron en hacerse sentir.

La diferenciación respecto de las lecturas de los Montoneros y el

PRT sobre la situación argentina, no dejó de alarmar a un sector

del comunismo internacional pro-soviético. Un ejemplo de esa

reacción lo ofrece la actitud resuelta por el gobierno de Berlín

Oriental, que emite un memorando el 8 de abril de 1977 en el que

decía:

27 La “opción” es un derecho constitucional (Art. 23) que garantiza que en caso de conmoción interna, el presidente de la Nación puede otorgar la posibilidad de salir del país a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. La dictadura militar, al menos durante los primeros dos años anuló ese derecho mediante el decreto 21.338 del 29 de marzo de 1976. Recién hacia 1978 comienza a rehabilitarse aunque quienes podían y/o decidían hacer uso de la opción no podían regresar al país ya que la ciudadanía les era revocada.

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133

No podemos excluir que van a venir solicitudes de asilo individuales a nuestra Embajada. Algunos compañeros dirigentes del PC Argentino pueden ser aceptados cuando se los conozca personalmente. En otros casos, otras personas tienen que ser tratados con la máxima cautela. (Naumann, 1976)

Resulta notable que se distinguiera entre el asilo a militantes

comunistas de los de otra procedencia política, dejando en claro

que la República Democrática Alemana (RDA) también se hacía eco

del supuesto “ultraizquierdismo” de las organizaciones políticas

perseguidas por el régimen militar. Efectivamente en ningún caso

se abrió la embajada de Alemania del Este a los refugiados. Al

contrario, frente a la exigencia de solidaridad de los exiliados

argentinos, el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA)28, el

partido del gobierno de la RDA, sólo aceptaba colaborar de manera

exclusiva con el PCA.

El Partido Comunista de la Argentina pide que los bienes de la solidaridad sean mandados directamente al PC, de modo que los beneficios se destinarán específicamente al Partido Comunista. (Krause, 1978)

Este último aspecto revela hasta qué punto las relaciones

entre los partidos hermanos podía transformarse en un filtro para

la organización del exilio en el exterior.

Sin embargo, en Europa occidental el cuadro presentaba

matices. Aunque la situación de Argentina fuese difícil de asir para

28 Acrónimo del alemán, Sozialistische Einheitspartei Deutschlands (SED).

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134

el progresismo europeo, incluyendo al comunismo, no todos los PC

se mantuvieron indiferentes frente a los reclamos de la militancia

argentina, aun cuando aquello implicaba desplazarse de las

posiciones pro-soviéticas. Indudablemente, el debate en relación al

eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la

solidaridad con los argentinos que podían aprovechar en su favor

las diferencias suscitadas. Así habría ocurrido con el Partido

Comunista Italiano y el Español, países que se habían transformado

en importantes centros de denuncia y sede de residencia desde

fines de 1976 de las direcciones de las principales organizaciones

político militares: ERP y Montoneros (Bernardotti y Bongiovanni,

2004). Un informe elaborado por la STASI (Ministerio para la

Seguridad del Estado)29 de ex República Democrática de Alemania

(RDA) y fechado el 16 de febrero de 1977, da cuenta de este

comportamiento disímil de los partidos europeos y la repercusión

generada en la jefatura del PCA. En él informan que dos dirigentes

veteranos comunistas (presumiblemente Oreste Ghioldi y Oscar

Arévalo a cargo de la sección de asuntos exteriores), habrían

expuesto sus planes para establecerse en Europa al tiempo que

elevaban una queja sobre el trato preferencial que el PCI otorgaba

a militantes Montoneros. Al parecer, el PCA esperaba que la RDA

llamara la atención a los italianos sobre la conveniencia de atender

al reclamo argentino.

…A este grupo de la ultra izquierda operante en Italia, pertenecen también representantes Montoneros. Su

29 Acrónimo del alemán Ministerium für Staatssicherheit.

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135

líder sería un supuesto Hellman [Juan Gelman], el cual fue expulsado del PCA. Hellman mantiene estrechos contactos con el PCI [Partido Comunista Italiano], y es apoyado por ellos así como por la embajada cubana en Roma. La aguda protesta pronunciada por el PCA, ha quedado por el PCI largamente sin responder. Repetidas interpelaciones del PCA le fueron ya comunicadas, se va a respetar la opinión del PCA. En este asunto planea el PCA también charlas con el compañero cubano en la Habana. Esto es para asegurar que Cuba deje de apoyar a los Montoneros en la Argentina y en el extranjero. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977)

La mención especial a la expulsión de Juan Gelman del

Partido, al parecer, daba argumentos adicionales acerca de lo

inconveniente que resultaba el buen trato que los italianos daban a

los Montoneros. Si el PCA había expulsado a Gelman, sus buenas y

serias razones tendría; ese solo hecho debía suscitar desconfianza y

precaución.

Sin embargo, el PCI desconfiaba de los exiliados argentinos y

de su actividad guerrillera tanto como el resto del espectro político

de Europa cuya lectura sobre la situación en Argentina se

asemejaba más a la del PCA que al de cualquier otra organización

de la izquierda argentina (Franco, 2008; Jensen, 2004).

Específicamente en relación a Montoneros, la dirigencia del

comunismo italiano no alcanzaba a comprender la ubicación

ideológica de la organización y temía por los contactos que la

guerrilla pudiera establecer con el Movimento Sociale Italiano (MSI)

de raíz neo-fascista. Pese a esto, desde 1977 la relación con

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136

Montoneros como con el PRT parece haber sido similar: cierta

distancia oficial y una fuerte solidaridad de base.

En este contexto, la preocupación que suscitaba en el PCA

las relaciones entre los comunistas europeos y las organizaciones

argentinas los llevó a planificar el envío de una misión de trabajo a

Europa. El mismo informe elaborado por la STASI revela que en esa

reunión,

… se hizo conocer, quiere formar el PCA un pequeño y efectivo grupo de trabajo en Italia, que tenga la tarea de establecer un punto de apoyo con la ultra izquierda Argentina en Italia. (…) [ y la preparación de una] conferencia [para] la coordinación de medidas contra los efectos de las fuerzas argentinas de ultra izquierda en Europa occidental, así como el ensanchamiento y conducción de una campaña de solidaridad y la edición de un periódico boletín sobre los acontecimientos y desarrollos en Argentina. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977)

Efectivamente, a partir de marzo de 1977 el Comité Central

del PCA decide enviar a Italia a Enrique Gigena, veterano dirigente

del gremio ferroviario de Rosario, cesanteado desde 1976, como

representante del Partido y de la Liga Argentina por los Derechos

del Hombre (LADH).30 Durante todo ese año, Gigena se dedica a

prepararse y familiarizarse con el trabajo de sus compañeros en la

30 La LADH fue el primer organismo de derechos humanos de Argentina. Fundado en 1937 en el contexto de las luchas antifascistas, fue orientado desde siempre por dirigentes del Partido Comunista a pesar de la pluralidad política de sus comisiones directivas.

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137

LADH. En diciembre de 1977, parte a Italia con el propósito de

organizar allí y en España un equipo de trabajo que respondiese a

la línea partidaria. La elección de Gigena como cuadro principal del

comunismo argentino en Europa estaba ligada tanto a su

experiencia como organizador del partido como por su pertenencia

al Comité Central (C.C.), rol que le permitía debatir en paridad con

las direcciones del resto de las organizaciones argentinas y con los

partidos comunistas europeos.

El debate con el exilio europeo derivaba de las profundas

diferencias políticas sobre la situación en Argentina. Para el PCA,

las chances de una salida democrática dependían de la acumulación

de fuerzas de las que fuesen capaces los sectores progresistas

dentro del país. Por lo tanto, el exilio en masa provocaba

desprotección entre quienes quedaban, y en consecuencia, el

debilitamiento de cualquier reclamo democrático. Pero no era el

único motivo de polémica con las organizaciones en el exilio. Los

comunistas evaluaban que la denuncia que Montoneros y el PRT

ejecutaban contra el gobierno de Videla, calificando al régimen

militar de “dictadura”, “fascista” y “terrorista”, provocaba el

debilitamiento del sector moderado al tiempo que fortalecía las

ambiciones de la derecha fascista.

Para el PCA, la solidaridad debía consistir en conseguir

pronunciamientos políticos, visitas de delegaciones sindicales a

Argentina y aportes económicos para quienes luchaban dentro del

país. Sobre este punto, el comunismo no admitía la posibilidad de

que los exiliados transformasen su residencia en el exterior en

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138

permanente, y mucho menos que el eje de su actividad fuese la

construcción de organismos políticos en el país de acogida.

Gigena llega a Italia a fines de 1977 y al poco tiempo se

traslada a Madrid. Al principio molecularmente, comienza a

reagrupar a los militantes que habían salido al exterior a pesar de

la posición partidaria, y a estructurar una corriente de solidaridad

en varios países de Europa. Aunque hubo excepciones, la mayoría

de los afiliados y/o militantes que salen al exilio eran

personalidades reconocidas del mundo de la cultura. Encuadran

dentro de la primera oleada del exilio previa al golpe de estado e

integrada mayormente por intelectuales, periodistas, artistas y

algunos deportistas que salen del país a partir de 1974 (Jensen,

2004: 262).

Aunque nunca fueron demasiados numerosos, la existencia de

militantes en distintos países permitió que la posición del partido

circulara por todo el continente e influyera en varias

organizaciones políticas.

… Estamos hablando… primero dos, mi primer contacto fue la Negra Sara y Raúl, los dos artistas, uno había sido inclusive de la comisión directiva del gremio de actores, acá en Argentina, esos fueron los primeros y comienzo con ellos a tender las redes, después se incorpora uno más y su señora, este compañero era economista, y otro y otro. Luego] una cantidad de amigos del sector de artistas, Lautaro Murúa31, la

31 Lautaro Murúa fue un importante actor y director de cine y teatro. Llegó exiliado a España en 1976 y permaneció allí hasta 1983. Falleció en 1995.

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139

hermana de Norma Aleandro…32 y se fue armando un grupo. Y armamos un grupo bastante numeroso y activo dentro de Madrid. De Madrid me trasladé a Barcelona; tenía la vinculación con un par de amigos; trabajaban allá y con ellos organizamos un grupo en Barcelona. Ya había estado en Italia, había ubicado a uno que me ayudó, un argentino que vivía allá, y con él, nos vinculamos con un matrimonio y sus dos hijos en Florencia y armamos un grupo, un grupo también en Roma. Teníamos un compañero abogado en Francia, en París, un cordobés, David Neistaf (…) y con él organizamos un grupo en París y una relación con una compañera de la Liga por los Derechos del Hombre francesa que además era internacional y que además tenía estatus de organismo consultivo en Naciones Unidas. Por lo tanto con ellos, todos los años íbamos a Ginebra a plantear las cosas. Y, teníamos muy buenas relaciones con Comisiones Obreras, Partido Comunista, con el Partido Socialista de España, con la UGT, la central de trabajadores socialistas y con el Unión de Centro Democrática, estaba Suárez en el gobierno, teníamos llegada con dirigentes de primer nivel (…) Después organizamos un grupo de apoyo en Bruselas y uno en Amsterdan, muy poquito, pero con la ayuda del partido pudimos organizarlo; un grupo de trabajo en Inglaterra, cerca de Londres, y un grupo de trabajo bastante importante en Estocolmo que a su vez tenía relación con Noruega y con Finlandia. Nosotros hacíamos, Comisiones Obreras nos editaba el periódico y nos hacía más o menos, 1200, 1400 ejemplares e iba a organizaciones de dieciséis países, y bueno, algunas

32 Se refiere a la actriz Maria Vaner. En 1974, habiendo sido amenazada por la Triple A, decide volverse a España, país del que era oriunda. En 1983 retornó a la Argentina. Falleció el 21 de julio de 2008

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140

con idioma inglés pero de alguna manera se enteraban. (Gigena, 2011)

Como puede apreciarse, sin llegar a ser masiva, la presencia

comunista logró una influencia territorial considerable ayudándola

a cobrar una fisonomía definida.

Por otro lado, esa extendida influencia permitió que la

colecta de aportes financieros para enviar a Argentina fuese

sumamente provechosa. José Schulman narra que en una entrevista

que Gigena sostuvo con el Primer Ministro de Suecia le pidió un

aporte de medio millón de dólares y a los tres días se encontró con

un cheque en un sobre. Al año siguiente, al parecer, pidió un millón

de dólares que volvieron a concederle (Schulman, 2008: 219).

Una vez establecidos los grupos de trabajo en varios países

de Europa, comienzan a editar un periódico mensual que resumía

las principales novedades políticas de acuerdo con la línea editorial

del partido. Pero, aunque los contactos proporcionados por el MCI

fueron de gran ayuda, la discusión con el eurocomunismo era un

motivo de tensión. Al ser preguntado por la relación con los

partidos comunistas europeos, Enrique Gigena cuenta:

En el Comité Central debatimos todo esto… vos vas a organizar la solidaridad hacia Argentina (…) Si hay debates, debatís, aunque no públicamente. Si tenés respuesta para todo las das, sino no, decís que tenés que consultar con el Comité Central; pero relaciones fraternales y amistosas con todos. Eurocomunismo no existe para vos. Por supuesto, yo me siento con los compañeros del Comité Central español y te dicen

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141

“porque nosotros….” Cuando toman aire para respirar vos le decís “compañero, conozco las posiciones que tenemos cada uno, no vengo a discutir eso, vine a esto, esto y esto y vengo a pedir la solidaridad, lo demás, por la vía que corresponde, cada uno sabe dónde debatir. De modo que nosotros soslayábamos eso (…) ¿Entonces la reacción del PCE y el PCI fue buena? En general ellos tenían algunas críticas, pero una visión coincidente en cuanto a que había que estar adentro. Eso era básico para ellos. “Nosotros vivimos la experiencia de la guerra civil con todos afuera, y los demás, italianos, franceses vivimos la experiencia de la ocupación y necesitamos organizar una batalla adentro, para hoy y para mañana. (Gigena, 2011)

Evidentemente las tensiones entre los partidos no podían

dejar de incidir en el plano de la relación que los comunistas

europeos establecían con el activismo argentino.

Sin embargo, con el Partido Comunista de España (PCE) las

relaciones fueron menos complicadas que con el PCI. El comunismo

español se caracterizó por la amplitud de la solidaridad con los

argentinos en el exilio poniendo en segundo lugar la procedencia

política (Jensen, 2004: 476). No obstante, podría pensarse la

amplitud política de los españoles como la contracara de la

incomprensión política acerca de lo que ocurría en Argentina. En

ese sentido la posición del PCA no debe haber facilitado el proceso

de clarificación.

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142

Por su parte, la indiferencia hacia los argentinos por parte

del Partido Comunista Francés podría indicar un alineamiento con

las posiciones del PCA. Marina Franco, en su tesis sobre el exilio

argentino en Francia, registra que en ocasión del Mundial de Fútbol

el PCF señaló, muy tempranamente, que boicotearlo era condenar

a la Argentina al aislamiento y que, en cambio, “una solidaridad

responsable” consistía en ir, ver y denunciar la situación política y

social, según lo pedían las propias fuerzas políticas locales (Franco,

2006: 443). En esa ocasión el PCE esgrimió argumentos similares, lo

que indicaría que, al menos durante el Mundial, el PCA había

conseguido influir en el comunismo europeo.

La apelación a la tradición antifascista también parece haber

tendido un puente efectivo para acercar posiciones entre el Partido

y la diversa reacción de los PC europeos. La clave del antifascismo

también fue explotada por otras organizaciones de la izquierda

argentina en la medida que conformaba un discurso convocante

para la izquierda europea que les permitía poner blanco sobre

negro una situación compleja políticamente como era la argentina.

De este modo, los partidos europeos evocando los años del

antifascismo, argumentaban a favor de la unidad de todas las

fuerzas contra las dictaduras latinoamericanas, entre las que

incluían a la Argentina. De manera que, cuando el PCA se montaba

en el ideario antifascista y radicalizaba sus posiciones podía

encontrar mayor recepción. En la misma dirección Gigena recuerda

en términos de “muy efectiva” una actividad realizada junto a

Montoneros para la televisión española en la que aparecían

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143

ofreciendo testimonio sobrevivientes montoneras de los campos de

concentración. Una vez más, cuando el comunismo, en ocasiones,

se apartaba de su posición moderada y aparecía en franca oposición

a la dictadura, conseguía mejores resultados.

Mismas reacciones aparecían entre los propios militantes del

PCA en el exterior. Habiendo salido del país a pesar que el partido

instaba a sus militantes a quedarse, elegían sumarse a la militancia

siempre que pudieran ubicar espacios de franca oposición al

régimen que los había expulsado. La decisión de marchar al exilio

era necesariamente difícil en los militantes del PCA. Aunque el

tema resulte difícil de abordar, el propio Enrique Gigena desliza las

dificultades que tuvo en el reclutamiento de los militantes en

Europa, a quienes debía citar “más de una vez a tomar un café”

para intentar “convencerlos” (Gigena, 2011), que lo que importaba

era defender a los compañeros que habían quedado dentro del país

trabajando por la solidaridad desde dónde estuviesen.

Sin embargo, aun en los casos de militantes que salieron al

exilio de manera organizada y con el consentimiento del Partido la

relación no parece haber sido sencilla. Jorge Alberto Canelles era

un militante importante del PC de Córdoba. Dirigente del sindicato

de la construcción, había sido compañero de Agustín Tosco de

quien se consideraba además, amigo. Cuando se produce el golpe

de 1976 Córdoba queda bajo el III Cuerpo del Ejército al mando de

Luciano Benjamín Menéndez. El Partido Comunista es duramente

reprimido. En septiembre de ese año el PC decide que Canelles

salga del país para proteger su vida. La partida y el alejamiento de

su familia es recordada con angustia:

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144

…pasamos a la total clandestinidad, ni salíamos, hasta que el PC resuelve que, como estaba prohibida la actividad, porque como partido no se podía actuar, después se resolvió que en setiembre que me fuera a Bulgaria, solo. Mi familia quedó acá con una situación muy difícil porque esa casa [la casa de resguardo] hubo que entregarla, hasta que un gran compañero. (…) le dijo [a la mujer] “venite a mi casa, a un departamento de dos piezas”. Pero llegó un momento en el que el PC ni aparato le dio a mi compañera para cubrirla. (Canelles, 2001)

Canelles proporciona un ejemplo de la suerte que corrieron

los pocos militantes que el PCA decidió sacar del país y de los

vínculos que proporcionaron para estos casos, los países socialistas.

…en Bulgaria estuve en una Academia del Comité Central, vendría a ser una universidad marxista leninista del PC búlgaro. En ese momento había como 6000 estudiantes, particularmente de África del Norte, y Asia menor, o sea se repartían con la Academia de la Unión Soviética la atención y formación de los cuadros. Había muchos congoleños, muchos cubanos, 400 cubanos. Yo tenía una asignación ahí, que me permitía vivir, estaba con el nombre cambiado, por supuesto. ¿Sabían lo que pasaba en Argentina? Sí, teníamos información a través de la embajada búlgara. ¿Sabía de los campos de concentración? Sí, ¿Cómo vivía el exilio?

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145

…y yo lo vivía muy duro porque a veces no sabía qué pasaba con mi familia, pero uno cumplía las determinaciones del PC como se las daban, ¿no? Y uno sabía que en esos momentos de acuerdo al centralismo democrático había que actuar disciplinadamente. (Canelles, 2001)

Sin embargo, aun en estos casos la permanencia afuera del

país no era indefinida: “En el ‘78, entro de nuevo a la Argentina y

me quedo en buenos Aires, porque así lo consideraron en la

dirección del partido” (Canelles, 2001). De manera que, podría

pensarse que el exilio en el PCA siguió un patrón parecido al de

otras organizaciones de la izquierda argentina (armada y no

armada) y al mismo tiempo adquirió características específicas. Al

igual que para el resto de la izquierda el exilio no apareció como

una opción prima facie. Pero, mientras que en algunas

organizaciones la salida de militantes, aunque a cuentagotas, fue

muy numerosa, en el Partido Comunista el exilio sólo fue

consentido a pocos dirigentes sobre los que existían serias razones

para temer por su vida. Además, no supuso una ruptura con la

militancia sino una oportunidad para profundizar la formación

política. En ese sentido, la concepción con la que los comunistas

salían del país no difiere de lo narrado por militantes de otras

organizaciones. Sin embargo, podría especularse que, a diferencia

de otros casos de organizaciones en el exilio, que el PCA no se

encontrara atravesando un periodo de crisis y fraccionamiento (al

menos no de manera explícita) evitó que la salida del país fuera

acompañada por un proceso de revisión ideológica. En el caso de

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146

Canelles, la disciplina establecida por el régimen de estudios en la

universidad dejaba un menor margen a la posibilidad de que

afloraran diferencias políticas como resultado de una experiencia

no deseada. Canelles no había decidido los términos de su partida

pero tampoco los de su retorno.

Sin embargo, aun dentro del PCA no parece posible unificar

la experiencia del exilio asignándole un único sentido político. En

este sentido, la diferencia entre el relato de Canelles y la

experiencia de los militantes radicados en otros países de Europa

salta a la vista. Por ejemplo, en una nota sobre los exiliados

argentinos frente a la apertura democrática realizada por el diario

La Vanguardia, Andrés Cornely declara que no pensaba “en una

vuelta inmediata” ya que sus hijos de 12 y 13 años “se sienten más

catalanes en muchos aspectos” (La Vanguardia, 1983). Aunque

preguntado por la situación de Argentina responde siguiendo a pié

juntillas la línea del PCA, su margen de decisión respecto de dónde

quería establecer su residencia evidentemente era mayor que el

que tenía Canelles.

Quizás futuras investigaciones puedan determinar si el flujo

de viajes hacia las escuelas soviéticas se intensificó por aquellos

años y si las designaciones comenzaron a decidirse, como sugiere el

testimonio, de acuerdo con criterios de exposición a la represión.

Finalmente el testimonio confirma que, en cualquier caso, la salida

del país era considerada preventiva y por lo tanto, transitoria. De

manera que el tema del “retorno” no parece haber sido objeto de

discusión. Canelles retorna de la misma manera como se fue: por

decisión del Partido.

Page 147: El exilio del retorno

147

En relación a la acogida brindada por los países socialistas el

testimonio de Canelles confirma el comportamiento mostrado por

estos países en otros ámbitos. La admisión de estudiantes

comunistas argentinos, como de otros PC exiliados, ejemplo el

chileno, era una práctica habitual, de manera que difícilmente

pueda interpretarse como una ayuda solidaria. Como quedó

demostrado en Naciones Unidas, la dirigencia de la URSS trabajó

insistentemente en el debilitamiento del movimiento de denuncia

argentino entrando en contradicción, inclusive, con las necesidades

del propio Partido Comunista Argentino. En este sentido, Enrique

Gigena deja entrever la existencia de tensiones al relatar las

dificultades que encontró al solicitar a los países socialistas que

pusieran a disposición de la campaña del partido argentino la

solidaridad de los movimientos internacionales de orientación

comunista o que realizaran aportes económicos.

Algunas conclusiones y perspectivas

El presente trabajo intentó intervenir en la reconstrucción de

las disputas por el sentido político del exilio en la izquierda

argentina. La imposición de una u otra lectura sobre la situación

política determinaba cuan “legítimo” era para un militante salir al

exilio en las diferentes organizaciones políticas, más allá que en

términos apriorísticos el exilio en los años 70 no fue contemplado

como una opción legítima por ninguna fuerza política.

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148

En el caso del PCA la lógica era la siguiente: si el golpe no

había implicado una derrota sobre los sectores democráticos,

entonces, no existían razones de peso para promover la salida del

país. Al contrario, el éxodo facilitaría las chances de que derecha

tome el poder dentro de la Junta Militar. Sin embargo algunos

afiliados y/o militantes, fundamentalmente artistas y

personalidades públicas que habían sido amenazadas por la Triple

A, decidieron partir antes de 1976 o en los primeros meses del

golpe. Otros fueron sacados del país posteriormente de manera

organizada. No obstante, las salidas fueron escasas. En todos los

casos el exilio se mantuvo como una alternativa sólo en peculiares

circunstancias.

Ese efectivo militante en el exterior sirvió para la

conformación de una corriente comunista en Europa, que aunque

minoritaria, intentó influir en el terreno de las redes

internacionales de denuncia a la dictadura trabajando para

fortalecer política y financieramente a la militancia dentro de

Argentina. Los disímiles derroteros que muestran estos itinerarios

ayudan a poner de relieve que el sentido político del exilio, aun

dentro de un mismo partido, era complejo y no admitía una única

lectura. Los ejemplos de Cornelly y Canelles son ilustrativos al

respecto. Mientras el primero se transformó en un referente del

activismo comunista en el exilio, frente a la posibilidad del

retorno, elige quedarse en España. Canelles, en cambio, aislado en

las escuelas soviéticas transcurre el exilio de manera pasiva, y

retorna al país de la misma manera en la que se fue: por decisión

partidaria.

Page 149: El exilio del retorno

149

Bibliografía

Bernardotti, María Adriana y Bongiovanni, Bárbara (2004).

“Aproximaciones al estudio del exilio argentino en Italia”, en

Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios

del exilio argentino, La Plata: Al Margen.

Franco, Marina, (2006). Los emigrados políticos argentinos en

Francia (1973-1983). Algunas experiencias y trayectorias. Tesis

doctoral, Universidad de Buenos Aires-Université de París 7.

----- (2007). “Solidaridad internacional, exilio y dictadura en torno

al mundial de 1978”, en Exilios. Destinos y experiencias bajo la

dictadura miliar, Silvina Jensen y Pablo Yankelevich (comps.).

Buenos Aires: Libros del Zorzal.

Jensen, Silvina (2004). Suspendidos de la Historia, exiliados de la

memoria. El caso de los argentinos desterrados en Cataluña,

1976-…, Tesis doctoral, Departamento de Historia Moderna y

Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad

Autónoma de Barcelona.

Schulman, José (2008). Los Laberintos de la Memoria. Buenos

Aires: El Folleto.

Entrevistas citadas

José Ernesto Schulman, dirigente del Partido Comunista y preso

político durante la dictadura militar. Ciudad de Buenos Aires, 28

de octubre de 2010. La entrevista fue realizada por la autora.

Page 150: El exilio del retorno

150

Enrique Gigena, dirigente del Partido Comunista. Rosario, 7 de

febrero de 2011. La entrevista fue realizada por la autora.

Jorge Alberto Canelles. Memoria Abierta, Buenos Aires, 2001

Documentos citados

Telegrama N° 79/6 con fecha 25 de marzo de 1976 enviado desde

Buenos Aires al Departamento Latinoamericano, firmado por el

Dr. Naumann, DY 30/13820/51. Archivo Nacional Berlín.

Memorándum con fecha 6 septiembre de 1978, firmado por Krause.

DZ 8/94/40/17/107. Archivo Nacional Berlín.

“Los argentinos residentes en Cataluña regresarían si hay libertad

real”, La Vanguardia, lunes 31 de octubre de 1983, pág. 11.

http://hemeroteca.lavanguardia.com (última visita en marzo de

2012).

Page 151: El exilio del retorno

151

Descolocamiento

Luis Ángel Gonzo

Resumen

El presente trabajo realiza un acercamiento a la

problemática del exilio a partir del análisis de algunos aspectos de

las películas “The terminal” (“La terminal”, Spielberg, 2004) y “Les

trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”, Santiago, 1986).

Palabras clave: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.

Abstract

This paper makes an approach to the problem of exile from

the analysis of some aspects of two movies: “The terminal”

(Spielberg, 2004) and “Les trottoirs du Saturne” (Santiago, 1986).

Keywords: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.

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152

¿Cuándo se sale de un país? Uno de quienes confunden

ciencia y verdad con información y estadística diría sin duda que se

sale de un país en el momento en que se atraviesa su frontera. Lo

diría así de liviano: atravesar la frontera; como si el reparo en las

arbitrariedades que hacen a la institución de los límites fuera sólo

la conjura trasnochada de algunos paranoicos y los infinitos

matices, poros y localizaciones de esas líneas pretendidamente

unívocas fueran algo apenas remotamente alucinable para alguien

como él. Mientras uno, que persiste en juntar partes y distanciar

todos, recuerda un capítulo de ”Los Simpsons” en el que Homero

salta una y otra vez la línea que divide el territorio de una nación

con el de otra. ¿Será así nomás? No deja de ser cierto, sin embargo,

que quien pretende salir de su país en avión lo hace aún antes de

que el aparato levante altura y atraviese las fronteras: entre la

blancura desodorizada y el gris impersonal de los aeropuertos,

donde lo que predominan son el tránsito de identidades bajo

controles y el flujo de mercancías según diversos valores

cambiarios (no hay ya una moneda oficial) en los que se destaca,

una vez pasada cierta puerta, la ausencia de impuestos, y por ende

de recaudación y quién sabe si de presencia estatal, uno puede

sentirse mas o menos fuera de su territorio: le han sellado el

pasaporte, no van a volver a pedírselo y de ahora en más sólo le

queda la espera o el trote en ese lugar indeterminado rumbo al

extranjero (al territorio extranjero, y también al ser extranjero uno

mismo, que se vuelve un poco otro: diferenciado por pasaporte

frente al guarda del puerto siguiente, o por acento frente al

Page 153: El exilio del retorno

153

primero que por cualquier razón deba escucharlo, o por la mera

pinta del arrastre, como lastre de pasado, en principio y al menos,

de una valija: alguien que es o que estuvo en el extranjero, que, de

ser argentino, en vez de documento se identifica, allí, con su

pasaporte: pase y porte: otra forma de identificación). Uno está en

el país pero no; uno se va, pero tampoco (algo similar se da en

otros de esos espacios-límite dentro del territorio nacional, como

las embajadas o las iglesias, cuya autonomía es vulnerada en

contextos dictatoriales). Entre luego y todavía, aún mañana: espera

y suspensión. La exasperación de esa espera, su devenir

permanencia por eventuales conflictos bélicos del territorio de

pertenencia, lejano y en crisis, es puesta en juego por la película

“La terminal” (Spielberg, 2004): el protagonista, aunque

extranjero, no deja de estar determinado por su lugar de origen: el

país en cuestión lo pone en duda a él como sujeto. No como sujeto

físico, porque es obvio que esta allí, sino como sujeto jurídico: no

tiene identidad de pertenencia ni, por ende, derechos a los que

apelar para poder salir de su estado puramente físico e

indeterminado en la terminal y desarrollar cualquier forma de vida

fuera de ella: no tiene donde volver, donde referirse, y con eso no

tiene donde ir: no puede salir. Estrictamente, no es ni ciudadano

(su país se vuelve indefinible) ni exiliado (porque no tiene punto de

referencia): existe y sobrevive, margen y abismo: toca el límite de

su propia exterioridad como sujeto reconocible por otros; y queda

al borde de sí mismo a causa de la indeterminación de la que

alguna vez supo llamar, como tantos otros en un alarde de soberbia

y candidez adorables, “mi tierra”, "su tierra". De manera que así

Page 154: El exilio del retorno

154

como el país —en el que uno está registrado en unos cuantos

numeros y fichas y trámites de horas perdidas y polvo que hacen lo

que da en llamarse identidad, archivo al que se recurre a la

primera de cambio ante la ley— puede alcanzar al sujeto fuera de

su territorio y hacerle recaer encima su peso (extradiciones,

permisos, conflictos, beneficios que van desde la deportación hasta

la disminución de colas burocráticas), también puede suceder que

el sujeto configure su devenir extranjero no como efectivo

advenimiento de lo otro sino como declinación particular de lo

mismo, sea por homologación (el allá medido e identificado con la

vara del acá, con las permutaciones o miopías correspondientes) o

por carencia (el sentimiento de estar en el guión que separa acá-

allá, nos-otros: estar fuera y pensar, sin embargo, en un

determinado universo limitado por la geografía, que vuelve y

revuelve); incluso puede pasar que se vea completamente

identificado por el lugar de origen, como Rodrigo: "el acento lo

llevo como marca registrada". Del mismo modo, así como la partida

de un territorio puede dilatarse y descomponerse en diversos

núcleos o puntos de inflexión que la realizan y tensan los límites de

sus comienzos, tambien un exilio puede encarnarse de forma

deliberada ante determinados hechos o, en otro orden de cosas,

advenir a la estadía en "el exterior", previa a los acontecimientos

que definen al sujeto exiliado; o puede ser, por ultimo, un exilio

interior, como el de Miró durante el franquismo, una forma de

resistencia en el país (distinción entre Estado y gobierno, territorio

y poder político, que por supuesto no siempre puede sostenerse en

contextos dictatoriales): el pintor hace su obra alli, pero sin

Page 155: El exilio del retorno

155

complicidad, retraído y en silencio, sin exponer o exponiendo solo

en otros países (una de las formas de exponerse).

Algunas variables de estos problemas son puestas en juego

por la película “Las veredas de Saturno” (Santiago: 1986), cuyo

protagonista, Fabian Cortés, músico que se encuentra en París, de

la mañana a la noche se vuelve un exiliado: una dictadura toma el

poder en su país de origen mientras él trabaja en Europa; es decir,

el trabajador cosmopolita se vuelve exiliado. El director de la

película, Hugo Santiago, modulaba otras variables de la cuestión

cuando a propósito de sí mismo decía: “Lejos o cerca, siempre vivo

en Aquilea” (Santiago: 2009). Aquilea, como se sabe, es la ciudad

sitiada en “Invasión” (1969) y añorada en “Las veredas de Saturno”

(1986); su existencia (y la poética de Santiago) opera por metáfora

y desplazamiento: de aires porteños y referencias oblicuas e

innegables, la ciudad es a la vez signo autónomo, imagen

cinematográfica, localización de la ficción. (Algo similar sucede en

la nominación del país natal del protagonista de “The terminal”:

llamado, en la película, “Krakozhia”, la inestabilidad del lugar es a

la vez la evocación de un referente general –por sonoridad y

carácter, una república apócrifa de la Unión Soviética– y

escenografía ficticia: forma de codificación de lo real.) En

“Invasión” es defendida por algunos hombres tan vagos como los

motivos del sitio, cuyo significante hace eco —mas no referencia—

de contextos dictatoriales (cronológicamente, estamos en la

antesala de la década del 70; históricamente, en el inicio de una

serie de escaladas armadas y militarización del Estado que tajeará

la década siguiente y ulteriores). En Las veredas de Saturno,

Page 156: El exilio del retorno

156

Aquilea es el objeto de deseo y lugar de origen evocado y añorado

por Fabian Cortés, el bandoneonista radicado en París que extraña

(porque quiere volver a; porque vuelve irreconocible a), en un

contexto diegético y de realización que espejea efectivamente

sobre la Buenos Aires contemporánea al director

(cronológicamente, pasan entre ambas películas diecisiete años

cruciales, que de alguna manera funcionan como un aleph de la

historia argentina reciente). Aquilea es así el lugar de la proyección

(de la ficción, del cine, de la historia), que es también el de la

fuga; o sea, forma de forjar la realidad entre incidencias y efectos

mutuos de estética y política. Alrededor de ella, los personajes de

Santiago se mueven como fantasmas. Lugar del descolocamiento,

es el punto de origen y fuga de apariciones, espectros, signos. La

frase de Santiago, al situarlo a él, como sujeto, en un espacio

diegético más que geográfico y jurídico, tal vez aluda a cierta

concepción de lugar o posición de artista; y sin duda de exiliado. Si

hubiera dicho, en vez de Aquilea, Buenos Aires, hubiera engrosado

el catálogo de frases que desde un sentimiento de pertenencia

desafían las leyes mas elementales de la física a partir de la vieja

escisión cuerpo y alma, y hubiera experimentado, seguramente, la

paradoja del regreso, su imposibilidad, el reencuentro con lugares

vagamente familiares cuyos rasgos mas notables son la evidente

falta de concordancia con las proyecciones deseadas y/o la

evocación de lo que ya no está; para decirlo ambiguamente: el

encuentro con lo extrañado. Algo de esto último es lo que le

sucede al protagonista de “Las veredas de Saturno”, que intenta

volver a Aquilea y encuentra de modo literal la imposibilidad de

Page 157: El exilio del retorno

157

ese destino, o acaso su consumación más certera: la muerte. En la

película, volver a lo sido aparece como modulación del no ser;

regresar al pasado como forma de morir el presente. No hay

actualización y revisión del pasado en la historia personal de

Cortés, sino ceguera y espejismos que imposibilitan lo actual. Sus

amigos se lo advierten: la Aquilea que conocieron es hoy una farsa,

sólo les queda la memoria. Pero él se obstina en su deseo y en la

negación de la misma manera en que cuestiona sucesos para otros

indudables. Así, Cortés es un personaje que, como todo exiliado,

aparece sobre la figura de cierto descolocamiento: escindido de los

lugares y de los sujetos que cohabitan (sería excesivo decir que

viven) con él en el espacio. La película configura esta situación

desde el inicio: los primeros planos son sucesivos lugares

deshabitados. El sonido es una melodía que evoca al tango pero en

cierta forma lo trasciende, como lo hará a lo largo del film (si bien

de aires tangueros, lo que compone y toca Cortés desarrolla y pone

en juego discontinuidades, atonalidades entre cuerdas y vientos:

juegos de silencios que no dejan de subrayar, por llamarla de algún

modo, cierta elocuencia del silencio). De ese modo, desde el

comienzo el lugar deshabitado presenta la ausencia que supone el

exilio: muchos espacios, pocos sujetos —espacios sujetos a nada,

podría decirse: puentes, habitaciones, escaleras que, mediante

planos de cierta objetividad, más que conectar sujetos, los evocan:

alguien debe percibir, pero no sabemos quién ni cómo. Mientras

tanto, la música que acompaña el recorrido presenta, de alguna

manera, al protagonista en su género: bandoneonista y tanguero,

toca y compone la música del desarraigo que a esa altura de la

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158

historia se ha vuelto, también, de exportación; pero en ese

esquema aparece lo atonal, los silencios, la musique punctuelle

que hace sonar los silencios: el desarraigo de la música del

desarraigo: ya no se trata de decir una añoranza (descolocamiento

uno, situación del inmigrante) sino sobre todo de aludir a un

indecible (descolocamiento radical, situación del exiliado): un ser

fuera de sí, del uno que vivía en una tierra. No tanto un dolor o una

nostalgia de tal o cual naturaleza (el sufrimiento entra en el

universo simbólico de pertenencia y se codifica de determinada

manera) sino la experiencia de la exterioridad de uno (algo que

escapa a las concepciones del sujeto y lo lleva al límite de su

lenguaje: como la música, especialmente la atonal). El árbol sin

raíces dibujado con palabras es harto elocuente al respecto:

“Somos un signo sin ningún sentido más allá de todo dolor y hemos

casi perdido la lengua en el extranjero”. De ese modo se trata,

para Santiago a través de Cortés, no de la mención del exilio sino

del roce de la fisura, de la grieta, del abismo irreversible que el

exilio entraña. A lo largo de la película se concatenan apariciones y

desapariciones, diálogos e interrogantes que vuelven sobre

ausencias y posibilidades derivadas del exilio: el regreso, su

discusión, la transmisión generacional coartada por la violencia

estatal, la consecuente posibilidad de repetición de la historia –son

variables que recorren el film. Así, no se narra una historia sobre el

exilio, sino el exilio.

Page 159: El exilio del retorno

159

Bibliografía

“Lejos o cerca, yo vivo en Aquilea” (entrevista a Hugo Santiago). En

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos

/5-15291-2009-09-15.html (última visita en marzo de 2012).

Filmografía

“Invasión” (1969). Dirección: Hugo Santiago. Guión: Jorge Luis

Borges y Hugo Santiago, sobre un argumento de Jorge Luis

Borges y Adolfo Bioy Casares.

“Les trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”) (1986).

Dirección : Hugo Santiago. Guión: Hugo Santiago, Juan José

Saer, Jorge Semprún.

“The Terminal” (“La Teminal”) (2004). Dirección: Steven Spielberg.

Guión: Sacha Gervasi y Jeff Nathanson.

Page 160: El exilio del retorno

160

Volver

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161

OOtpakov33

Álvaro Couso

…tengo dieciocho años y la felicidad ya tiene el sabor de la memoria… Alessandro Baricco …y no halle cosa en que poner los ojos que no fuera el recuerdo de la muerte… Francisco de Quevedo

Como los ríos van a la mar… así fuimos. Éramos agua

también, pero no teníamos la salinidad, ni el color, ni la

temperatura del mar, fuimos como ríos, arroyos, esteros, pequeños

afluentes; hacia la mar que era el morir. Para otros, en cambio,

aquellos como nosotros, VIVIR. Escribieron nuestros nombres con

tinta indeleble. Publicaron nuestras fotos. Pusieron precio a

nuestras cabezas, indujeron a la delación entre hermanos, a los

vecinos; luego de nuestro ancestro Hiparco34, envilecieron a todos…

33 En el Ágora ateniense: cáscara de hueco, caparazón de tortuga o pedazo de terracota sobre el que se escribía el nombre de aquel que sería sentenciado al ostracismo. 34 L. Almados (2003). “Hiparco de Carmo: Bajo las leyes de Clístenes, 488 a. C. Primer condenado al ostracismo”, en Igualdad y diferencia en la

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162

Nos hicieron distintos, otros. Esos signos no se borraron.

Persistieron en el tiempo. Así fuimos hacia la mar de uno en uno…

Nos evadimos, desordenada u organizadamente. Así nos fuimos para

salvar la vida, la dignidad, el pudor, los secretos... Huimos de la

muerte real y de la que imaginábamos, del dolor físico, para salvar

lo que quedaba. Nos llevamos el sufrimiento moral; y la dignidad,

debo decir, fue difícil salvarla. Nos fuimos, no porque quisiéramos

sino porque querer otra cosa era impensable. Quisimos irnos y eso

nos pesó por el resto de nuestras vidas. Nos agravió y nos afrenta.

No fuimos consecuentes con el legado atávico35, con la consigna

que guiaba a los Orientales en la Agraciada36. No pudimos sostener

nuestro juramento37. Ni siquiera ratificamos el compromiso con

nuestra militancia38. De uno en uno y a la mar, a ese territorio que

es uno y muchos, que es tantos, y que ni siquiera es un territorio…

Donde las olas, tormentas, e impiedades del elemento nos llevaron

a sobrevivir o naufragar… Dejando de ser agua, océano, mar.

Convirtiéndonos en simulacros de los personajes que éramos, en

Democracia ateniense. Encuentros Facultad de Ciencias Humanas. Colombia. Pág. 136. 35 “Libertad o muerte”, Leit motiv del estado griego. Emblema independentista del juramento de los kléftis el 25/3/1821, en Kalavryta, Peloponeso. 36 “Libertad o Muerte”, leyenda en la bandera de los Treinta y Tres Orientales que desembarcan en la playa de la Agraciada el 18 de abril de 1825. 37 Vicente López y Planes. “O juremos con gloria morir”. Estrofas de la Marcha patriótica, 11/5/1813. A partir de 1847 Himno Nacional Argentino. 38 Fidel Castro. “Patria o muerte. Venceremos”. Proclama del líder cubano en el acto por los mártires del atentado yanqui al barco La Coubre. 5/3/1960. Luego lema de los grupos revolucionarios setentistas en América Latina.

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163

sombras de nosotros mismos… En marineros errantes. Con el alma

entre paréntesis, con la juventud que pasaba y la madurez que nos

alcanzaba y siempre con la muerte presente. Esperando. Con el

temor a una muerte anunciada, anticipada… Muchos murieron,

incluso algunos, sin perder la vida. El hálito vital se extravió, se

perdían los ideales que configuraron los deseos y toda postura era

presa de configuraciones erróneas… No obstante, cierta fatalidad

circunscribía el sentido de la muerte. Desterrados, exiliados,

extraviados, así íbamos en un vagabundeo en el que habíamos sido

privados de nuestros atributos intrínsecos. Sufríamos todos, la

pérdida de nuestra identidad. Soñábamos, con la tierra prometida y

malograda… Digo soñábamos, en realidad soportábamos las

pesadillas de una realidad que se nos aparecía de una hostilidad

intolerable. Partíamos hacia una escena originaria que nos

emancipaba del tiempo presente. Hacia la configuración de una

pintura que deslucida, desdibujada, buscaba su contorno y su color

definitivo en la memoria que nos habitaba. Reconstruíamos en

nuestros imaginarios un tiempo que disolvía los fantasmas de

monstruos uniformados… Repetimos enajenados escenas que nos

antecedían, la de nuestros progenitores, la de desconocidos

emigrantes, en busaca de su futuro, con todas las ilusiones y

desilusiones consecuentes… Hacíamos un camino inverso, en la

búsqueda fantasmática de su perdido origen. Vimos con nuestros

ojos anegados de tristeza, los amaneceres boreales en el Báltico.

Caminábamos por la calle Coronel Díaz hasta la librería Letra Viva a

encontrarnos con nuestros primeros libros de psicoanálisis, en la

Place des Vosges buscamos la casa de Víctor Hugo, guiados por el

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164

inefable “yo acuso”; por el Trastevere escuchábamos los epigramas

de Marcial, reivindicando su derecho a escribirlos;

reencontrábamos el español rioplatense sobre un banquito en

Marble Arch, en el Speaker corner de Hyde Park… Y digo

reencontrábamos, pues más allá del origen de nuestra lengua

madre, o de los complementos idiomáticos que habíamos recibido

en el secundario o en la universidad, –quienes tuvimos esa

oportunidad – la inmersión en el habla que nos amparaba, más allá

de borrar nuestra singularidad nos confundía con los dialectos y los

acentos de los lugareños… Reencontrábamos con alegría nuestra

lengua que se nos iba perdiendo, exilada ella también de nuestra

consciencia, de nuestros cuerpos, desterrada como un amante

despechado, como una seña a pie de página de nuestro texto… La

historia, nuestra historia repetía las máximas de Empédocles en el

exilio: nos uníamos por el amor y el odio nos separaba… para ver

fue necesario, como Edipo, perder los ojos… Éramos, aún así, Jean

Valjean –perseguidos “ad eternum” por Javert– intentando salvar

por nuestro honor y el de todos a Cosette… Desterrados de nuestra

tierra, de nuestra historia, de nuestra lengua y de nuestros

cuerpos... Así errábamos, habiendo dejado de ser quiénes éramos,

no siendo lo que queríamos ser, siendo otros, muchas veces

inaceptable para nosotros mismos. Aprendimos a ser otros, sin

embargo, convirtiéndonos en nosotros mismos. De eso se trataba,

de aceptarse, no de adaptarse ni de tolerarse, de aceptarse. De

reconocer y admitir, de no eludir ni negar nuestro viejo –nuevo

rostro. De rescatar nuestra diferencia, de borrarla para no ser

reconocidos, para ser igual a todos, de reivindicarla en la soledad

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165

de nuestras expectativas y de nuestros deseos. En ese perderse en

la multitud otra, nos desaparecíamos, generando nuestros propios

guetos, nuestras propias identidades, islas vulnerables que

recibieron el embate persecutorio de la larga mano del poder…

No queríamos, sobre todo, olvidar. Las sociedades, todos los

grupos humanos son como una manta, que cobija y no solo protege

del frío… Desnudos, nuestros cuerpos, a la intemperie, tiritaban.

Fuimos nómades, en un desierto cuyo sentido fue la

despersonalización. Un desierto que era “la metáfora del vacío”,

entre todas las voces: el “silencio”39… El recuerdo de una esquina,

el nombre de una calle, el olor de las mañanas temprano al

despertar, la brisa en el atardecer del “río como mar”… Los

recuerdos nos unían, nos reunían con un pasado y una tierra en

común, nos daban una historia. En cambio la libertad que

gozábamos al desplazarnos por esas nuevas latitudes, todo lo que

venía como novedad a nuestra percepción era la expresión sucinta

y concreta de la soledad, una voz nueva en el desarraigo. Así se

conjugaban esos dos verbos para cada uno de nosotros. –Libertad-

soledad–. Sin una idea o una acción que nos aglutinara, la

degradación que presuponía la derrota, pues no nos olvidemos que

de esa experiencia éramos efecto, la pérdida que presuponía, no

podía no interrogar toda certeza. Habíamos sido profundamente

creyentes, habíamos practicado escrupulosamente los ritos de

nuestra fe, sin embargo para ese entonces el ateísmo corroía

nuestra vida… aún si éramos libres… Vagábamos, vagabundeábamos

39 Edmond Jabés (2001). Del desierto al libro. Buenos Aires: Alción Editora. Pág. 25 –26.

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por una iglesia, que ya no lo era. En Utrecht, un grupo punk hacía

rock en una catedral abandonada… La ferocidad de la música

envalentonaba nuestro dolor y nuestra rabia. Deshabitada de Dios,

la soledad entre aquellos jóvenes nos parecía el último reducto a

nuestras cavilaciones. A nuestras pasiones. Que sin embargo, en

muchos, no cedía… Entre los compañeros, pasado el tiempo,

quedaron los hermanos…

Volví al país donde había nacido y del que me hacía debido

ir, en 1984, trece años después, nada parecía allí, haberme

esperado, que razón habría para que así fuera…. La vida había

transcurrido. Casi todo había cambiado. Y los sueños de un

reconocimiento, de una reivindicación tardía debieron esperar

todavía… aquí y allá algunas sombras, marcas que deje no

expresamente, constituyeron los restos permanentes a los que mi

memoria se aferró. La casa en la que había vivido se había

convertido en una Clínica psicológica para niños… desde el fondo de

mi angustia me sorprendía una sonrisa irónica… Algunos volvimos,

algunos se quedaron, otros volvimos a partir, ¿que nos animaba,

amaba, bramaba para que así fuera? De lo que se perdió sólo puede

hacerse el duelo. Entre Nietzsche y Lacan, “Muerto Dios”, todo es

posible y ya nada está permitido…

Entre el deseo y la culpa, entre la responsabilidad que insiste

y la desesperanza, la utopía pervive en la ética…

Se respondió, nadie supo jamás, ciertamente todos los

porqué...

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167

El regreso: ¿utopía o realidad?

Una problemática acuciante de las víctimas de la espera

Marcela Crespo Buiturón

No pongas ningún clavo en la pared,

Arroja sobre una silla tu chaqueta.

¿Vale la pena preocuparse por cuatro días?

Mañana volverás.

Bertolt Brecht, Meditaciones sobre la duración

del exilio.

Resumen

Puede sostenerse, en líneas generales, que la experiencia del

exilio, así como su ficcionalización, gira en torno a tres ejes

fundamentales: el desarraigo, producto de la expulsión del lugar de

origen; la fractura identitaria, debido a la dislocación y la

necesidad de inserción en el país de acogida, lo cual supone la

convivencia de dos mundos paralelos: el propio, llevado cual

mochila en el recuerdo, y el ajeno, en la cotidianeidad; y el

retorno, obsesión siempre presente en la vida del exiliado. Pero es

este último el que ha derivado de una de las grandes utopías tanto

de la experiencia antropológica como de su elaboración estética.

La forma en que diferentes escritores, que han atravesado las tres

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168

instancias mencionadas al comienzo, han reflexionado sobre las

posibilidades de concreción de la utopía del regreso es el punto de

partida del presente ensayo, en el que se intenta elaborar una

aproximación a esa poética del retorno de la literatura argentina

escrita durante y después de la última dictadura militar argentina.

Palabras claves: Exilio – Retorno – Desarraigo.

Abstract

It can be argued, in general, the experience of exile and its

fictionalization, revolves around three axes: the uprooting, the

result of the expulsion from the source; the identity fracture due

to dislocation and the necessity of insertion in the host country,

which implies the coexistence of two parallel worlds: his own,

taken which rucksack in the memory, and the foreign one, in the

ordinariness; and return, ever-present obsession in the life of exile.

But it is the latter which has been derived from one of the great

utopias both anthropological experience as it is drawn up

aesthetics. The way in which different

writers, who have gone through the three instances

mentioned at the beginning, have pondered the possibilities of

realization of the utopia of return is the starting point of this essay,

which seeks to develop an approach to the poetics of Argentina

return in literature written during and after the last military

dictatorship in Argentina.

Page 169: El exilio del retorno

169

Keywords: Exile – Return – Uprooted.

Introducción

La historia argentina ha sido signada, en gran medida, por

movimientos migratorios, tanto de recepción como de expulsión de

habitantes foráneos o nacionales respectivamente, pero la

experiencia del exilio vivida por numerosos argentinos durante la

década del ’70 ha sido especialmente significativa, por lo que tuvo

de violenta y contradictoria, al ser precisamente promovida por un

gobierno que, en aras de la seguridad nacional, puso en marcha un

programa de persecuciones, torturas, expulsiones y ejecuciones

que poco parecen tener que ver con la consigna que lo ha

motivado, es decir, la protección de la población. Esto ha

determinado la recurrencia de la figura de Estado Criminal que ha

aparecido en gran parte de la bibliografía que indaga en los

fenómenos de violencia colectiva recientes.

Aun habiendo numerosos estudios acerca de la magnitud del

exilio provocado por la última dictadura militar (estadísticas

oficiales argentinas, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para

los Refugiados, de las embajadas extranjeras en Buenos Aires, de

los programas de acogida de los países receptores de exiliados,

etcétera, así como de investigadores universitarios del país y de

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170

otros centros de estudios foráneos: Margulis, Jensen, Orsatti,

Lattes, Franco, Canelo, Bernardotti, Bongiovanni, entre otros),

resulta del todo imposible precisar la cantidad exacta de

desterrados, así como su origen y cualidad, ya que muchos de ellos

salieron del país como turistas, o bien, clandestinamente.

Asimismo, debido a los grandes movimientos migratorios

mencionados al comienzo, numerosos argentinos se han hecho

acreedores a dobles nacionalidades, lo cual ha imposibilitado aún

más su registro en el extranjero. A todos estos factores, también

hay que sumarle la dificultad para diferenciar exiliados de

emigrantes. Aunque muy discutida, la cifra aproximada que

parecen aceptar estas diversas indagaciones es la de medio millón

de personas, distribuidas por Brasil, México, Venezuela, Cuba,

España, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Israel, etc.

(Yankelevich, 2010: 23-26).

Estos son sólo datos de un somero panorama de todo aquello

que habita en las zonas del espanto, algunas vedadas, otras

reveladas (Boccanera, 1999: 12), y que han ido convirtiéndose en

materia literaria.

El exiliado se torna así una figura emblemática en la

literatura de las últimas décadas en Argentina: errante en un país

que le es ajeno, luchando entre la realidad y el deseo;

empobrecido o enriquecido, según se entienda esta experiencia

como un castigo o como un espacio de reflexión y conocimiento;

mutilado o fragmentado por la dislocación temporal, espacial e

identitaria; extrañado del presente colectivo, de las relaciones que

lo definen; desdoblado y suspendido entre dos tiempos (el pasado

Page 171: El exilio del retorno

171

añorado y el presente perturbador, amenazante y difuso) y dos

espacios (o tal vez, tres: el país de origen, el idealizado en el

recuerdo y el que lo recibe), con las raíces al aire de la tierra natal

que lleva a cuestas y con otra bajo sus plantas, donde no prospera

ninguna de aquellas; con la única casa posible en el exilio: la

escritura, como diría Adorno, o con la tierra, más que en la

memoria, en la imaginación (Cardoza y Aragón, 1986); cargando

una valija que no termina de desarmar, como sugieren los versos

brechtianos del epígrafe que precede a este ensayo.

Por este camino han transitado numerosos escritores. Valgan

sólo como ejemplo de los tantos posibles: Nicolás Casullo, Antonio

Di Benedetto, David Viñas, Cristina Siscar, Pedro Orgambide,

Humberto Constantini, Tununa Mercado, Osvaldo Bayer, Daniel

Moyano, etcétera Ese sendero largo y sinuoso ha ido produciendo

profundas reflexiones en torno a tres instancias que suponen el

descubrimiento de la realidad facetada del fenómeno del exilio: el

destierro, la inserción en el país de acogida y lo que constituye el

punto central de este ensayo: el regreso.

Pero no es el propósito de este breve ejercicio el realizar un

análisis de la complejidad de la problemática del exilio,

largamente estudiada y discutida, ni mucho menos un relevamiento

exhaustivo de sus múltiples y diversas aristas, sino un abordaje

tentativo de dos cuestiones que subyacen a estas tres instancias

mencionadas anteriormente y que resultan esenciales para la

calidad dolorosa y perturbadora del exilio: el sentimiento de

extrañamiento y el consecuente temor a lo diferente, las cuales se

Page 172: El exilio del retorno

172

entienden determinantes para la constitución y preservación de la

utopía del regreso.

Con tal propósito, se tratará primero la índole y ocurrencias

de esas dos cuestiones citadas, para luego pensar cómo resultan

imbricadas en el pensamiento de algunos escritores que han sufrido

la experiencia del exilio y que han configurado, de alguna manera,

una poética del retorno. Finalmente, se dará cuenta de algunas

reflexiones surgidas a partir del tratamiento de estas cuestiones.

El temor frente a lo extraño: una piedra en el camino del

retorno

Hannah Arendt plantea en el capítulo titulado “Nosotros, los

refugiados”, incluido en la segunda parte de Escritos judíos, que

compendia trabajos redactados durante la década del cuarenta:

Yo no sé qué recuerdos y qué pensamientos moran de noche en nuestros sueños. No me atrevo a pedir información, ya que también yo preferiría ser una optimista. Pero a veces imagino que al menos por la noche pensamos en nuestros muertos o recordamos los poemas que una vez nos entusiasmaron. Podría incluso entender que nuestros amigos de la Costa Oeste, durante el toque de queda, hayan tenido ideas tan curiosas como la de creer que no somos sólo “futuros ciudadano” sino actuales “extranjeros enemigos”. (Arendt, 2009: 355)

Page 173: El exilio del retorno

173

A partir de esta afirmación, Fernández Bravo, Garramuño y

Sosnoswski40, llegan a la conclusión de que la vivencia del exilio no

sólo el argentino, sino el latinoamericano en general, está también

signada, en muchos casos, por una suerte de ambivalencia en el

estar del refugiado en suelo extranjero, ya que es percibido por

parte de la sociedad que lo acoge en su carácter de futuro

ciudadano, con posibilidades de integración al nuevo colectivo, a la

vez que lo considera como potencial enemigo, como eventual

conspirador, como otro ajeno y exterior, misterioso y amenazante.

Esta ambivalencia se convierte así en un complemento de la

que el exiliado ha sufrido en su país de origen frente a un Estado

que, lejos de combatir y eliminar la vulnerabilidad de sus

ciudadanos y protegerlos de la incertidumbre y del peligro –

cimientos sobre los que el poder estatal moderno se sostenía

(Bauman, 2011: 77)–, instala el terror y la inseguridad en el seno

mismo de la sociedad, convirtiéndose en propulsor del crimen

institucionalizado.

Es decir que el desterrado parte de una imagen ambigua de

su lugar de origen (tierra materna-vida / tierra expulsora-muerte)

para recalar en otra figura ambivalente, la del país de acogida

(refugio / hostilidad). No parece haber descanso para el temor que

genera el extrañamiento, primero de la patria que lo considera

otro, que lo expulsa del sentimiento colectivo, y luego, del país

40 Organizadores del simposio (In)migración, exilio y diáspora en la cultura

latinoamericana (Universidad de San Andrés y Museo de Arte Latinaomericano de Buenos Aires, 21 y 22 de marzo de 2002), cuyas ponencias han sido compiladas en el volumen Sujetos en tránsito.

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174

que lo recibe, que duda en considerarlo semejante, desplazándolo

tanto uno como otro, por lo que el exiliado tiene de diferente,

hacia el espacio de la amenaza latente.

Pero esta dualidad siniestra, arduamente analizada desde

diferentes enfoques disciplinares en cada uno de estos ámbitos (la

expulsión y la acogida), en cada posible dicotomía complementaria

(lo propio y lo ajeno; el uno y el otro; etcétera) no se acaba con el

regreso al país de origen. Es más, en esta última instancia, es tal

vez donde más lacerante se vuelve.

Recuperar el espacio propio; reencontrarse con el pasado y

reinsertarse en el decurso natural de una sociedad, saltando desde

un hiato –el tiempo del exilio– muchas veces insalvable;

recomponer la identidad fragmentada en una suerte de sincretismo

bastante peculiar entre la cultura propia –que ya se ha vuelto, en

cierta medida, algo difusamente ajena– y la adoptada durante la

estadía extranjera; son algunos de los desafíos que vuelven a

catapultar al exiliado hacia esa misma ambigüedad de la que viene

escapando.

La pregunta sobre la posibilidad del regreso o de un nuevo

exilio en el retorno, por proyectar otros múltiples y complejos

cuestionamientos, resulta difícil de responder. Por ello, se han

escogido dos posturas ante la misma, difíciles de reducir cada una,

por su complejidad, a un discurso unívoco, y en cierta medida,

enfrentadas: la que sostiene la imposibilidad de una verdadera

concreción de la utopía, por no poder superar las controversias y

adversidades del regreso, presentada en un diálogo –elaborado

ficticiamente en este ensayo– entre Cristina Siscar (con su

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175

testimonio) y Sergio Bufano (a través de los ojos de su personaje

Simón41) y glosado por David Viñas; y la segunda postura, la que ha

buscado una alternativa posible, en otro intercambio imaginario: el

de María Rosa Lojo (en las palabras de Rosalind Kildare42) con

Héctor Tizón y Pedro Orgambide (en sus comentarios sobre el

retorno), y también con Juan Gelman (en sus reflexiones sobre el

olvido).

Para los primeros, el verdadero regreso es imposible. Buenos

Aires, su ciudad, el seno que abrigara su infancia y juventud,

colmado de imágenes, rincones y afectos que la convertían en un

espacio luminoso y acogedor, se ha convertido en un resabio oscuro

y siniestro del pasado, una trampa que los conduce hacia el

recuerdo de violencia y muerte del que han luchado por escapar,

que les niega el encuentro con sus seres queridos y que sólo les

deja ver lo que han perdido:

Sergio Bufano: “Trataría de ver la ciudad como si éste fuera un sábado cualquiera, sin lapsos de ausencias, sin nostalgias ni temores…” (Bufano, 1983: 120) Cristina Siscar: “La pienso mía, pero la siento ajena y hostil. Además, la ciudad también se ha transformado. No encuentro a los amigos; y los lugares que subsisten me parecen decorados vacíos o llenos de extraños…” (Boccanera, 1999: 59) Sergio Bufano: “[esa ciudad que estoy viendo no es más] que la fachada de algo que no retornaría

41 Protagonista de su cuento “Simón en la ciudad”. 42 Personaje principal de su novela Finisterre.

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176

simplemente porque los protagonistas eran otros…” (Bufano, 1983: 122) Cristina Siscar: “Ahora los pedacitos de mi historia personal están dispersos en una ciudad desarticulada” (Boccanera, 1999: 59)

Y cerrando esta imagen, entretejida por ambos en este

diálogo imaginario, de ciudad despojada de todo aquello que les

era familiar y acogedor y que se presenta ahora como ajena, hostil

y hasta siniestra, Simón, el personaje de Bufano, termina con su

llanto desgarrado:

Ya no sería un extranjero, proscrito, intruso, ya no sería el desterrado ni el apátrida ni el forastero. Era Simón, el de Buenos Aires, un gesto más en la muchedumbre, un rostro cualquiera entre sus congéneres… No es posible, pensó Simón. No, habló en voz alta. No, repitió casi en un grito, cuando en algún lugar de su interior sintió el nudo que precede al llanto […] Algunos lo empujaron y le pidieron disculpas y volvieron a empujarlo mientras él estaba solo, inmerso en el hervidero de gente que pasaba a su lado sin mirarlo… Sobre el pavimento, caída de su bolsillo, perdida entre la gente, quedaba una fotografía ya bastante maltrecha. En ella aparece Simón, de pie, sonriente. Junto a él hay una pareja cuyo paradero nunca se pudo establecer. (Bufano, 1983: 124-125)

Tanto el testimonio de Cristina Siscar como la elaboración

estética del retorno del exiliado que perfila Bufano en su cuento

Page 177: El exilio del retorno

177

confluyen no sólo en la noción de dislocadura renovada, sino en la

enfática visión de ser recibidos con indiferencia y hasta con temor,

como lo sostiene claramente la primera en su testimonio: “Estaban

los zombies de siempre, que habían vivido en una burbuja; aquéllos

a los que les resultaba sospechosa…” (Boccanera, 1999: 60). Por su

parte, el segundo escritor, a través de su personaje, perfila la

figura del retornado como un ser fantasmal, que no recorre la

ciudad, sino que deambula cual fantasma sin ser “visto” –en el

evidente sentido de no ser “reconocido”– por sus compatriotas,

para terminar siendo arrastrado hasta “el salón del Hotel del

Prado, junto a una imagen de muerte de Diego Rivera” (Bufano,

1983: 125), donde la foto desleída a la que se ha hecho alusión

anteriormente le recordará lo perdido, en clara composición con la

pintura del artista mexicano.

Y como corolario de este panorama, una sombra oscura se

cierne para volver más oscura y desalentadora esta visión del

retorno: la percepción del mismo como una suerte de traición, de

derrota, de claudicación de los ideales que tan caro costaron

sostener, como lo sugieren las palabras de David Viñas:

Y… al volver tenés que dar examen de ingreso, ganarte espacios, toda esa putada. Desde ya. Tenés un capital simbólico, que es más simbólico que capital. […] Y optás. Digo, en función del campo de posibilidades que tenés a partir de una determinada práctica, muy concreta, la práctica crítica. Ese lugar, ¿no? No sé si todos los días, pero con mucha frecuencia existe la tentación o la propuesta de reconvención, de instalarte en el sistema. Y… si se trata de acomodarse,

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por ahí alguna cosita podés ligar. Te jugás a esa mano. Ya. Perfecto. Un mes, dos meses. Al tercer mes, te decís: ¿qué carajo estoy haciendo yo acá? (Ángel, 1992: 42)

Lo cual supone que volver no es reencontrarse consigo mismo

ni con su original perdido, sino despertar el lado más oscuro de

ambos.

Para el segundo grupo de escritores, el panorama del regreso

parece menos desolador. María Rosa Lojo, si bien no ha sido una de

las escritoras del exilio, ha reflexionado largamente sobre el

mismo, debido a su condición de hija de exiliados republicanos

españoles en Buenos Aires, y lo ha incorporado como eje

vertebrador de muchos de sus textos ficcionales y metaficcionales.

Parece lícito insertarla en este segundo eje por lo que su novela

Finisterre tiene de representación ficcional de las posturas de

Héctor Tizón, Pedro Orgambide y Juan Gelman. Todos, de una u

otra manera, piensan el retorno asociado a la dicotomía olvido-

memoria (elementos engañosamente contradictorios por su

carácter complementario) y es en ella –y en la ilusión de recuperar

la unidad robada- en la que cifran la esperanza de la consecución

de la utopía.

En la citada novela de Lojo, Rosalind Kildare remite cartas

escritas desde un espacio cargado de intensos simbolismos:

Finisterre, el fin de la tierra, a Elizabeth Armstrong, su hija de

crianza durante su exilio en la Pampa Argentina. Se constituye así

como la responsable de restituir la memoria negada por su padre,

al llevarla a Inglaterra a una edad muy temprana, alejándola así no

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179

solamente de Rosalind, sino de sus orígenes, ya que había sido

concebida por la hija de un cacique ranquel, con quien Oliver

Armstrong había establecido lazos comerciales a través de esa

unión. Elizabeth sólo guardaría recuerdos fragmentarios y, hasta

entonces, sin sentido.

En la literatura del exilio, el olvido ha sido mayoritariamente

considerado un elemento negativo, una amenaza permanente que

acecha, intentando desbaratar el único medio de supervivencia en

el destierro, la única esperanza de preservación de la identidad

personal y nacional y de retorno: la memoria. En la obra de Lojo,

es evidente el rol primordial que le atribuye a esta última, pero

con la peculiaridad de considerarla como forma complementaria de

aquél:

Aquí llegó Decio Junio Bruto después de haber obligado a sus hombres a cruzar el río Limia, al que creyeron el Río del Olvido. Si lo cruzaban, le dijeron, perderían la memoria de su nombre, de su patria, de quiénes eran y quiénes habían sido, de lo que deseaban y lo que temían. Serían como parias vagabundos o niños viejos, sin oportunidad de renacer. (Lojo, 2005: 180)

Es decir, se convertirían en exiliados. Rosalind también cruzó

el Río del Olvido, dos veces, una de España a Argentina y otra a

viceversa, cuando regresa a su tierra natal. Pero no ha perdido la

memoria, pues, como bien dice ella misma, un cruce neutraliza los

efectos del otro:

He cruzado dos veces el Océano y el Río del Olvido.

Page 180: El exilio del retorno

180

Por dos veces he tenido que olvidar quién era y quién había sido, y lo que deseaba y lo que temía y ahora soy solamente una niña vieja. Quien olvida dos veces nada olvida. (Lojo, 2005: 181)

El regreso, entonces, es percibido como un movimiento

compensatorio que restituye no sólo la unidad perdida, sino que

permite al exiliado reconciliarse con su pasado, con sus pérdidas, a

la vez que lo enriquece con la conciencia de ese segundo legado

que ha adquirido en el destierro, como lo sostiene la autora en una

entrevista sobre la problemática del exilio:

Si hay una forma de “desexiliarse”, creo que es compensar esa vivencia de pérdida con todo lo que uno puede incorporando o absorbiendo de la cultura adoptiva. Se puede pasar entonces de la indigencia y el desgarramiento del exilio, a la riqueza de la identidad plural, que es hondamente creativa, que integra y entreteje complejos vínculos entre los mundos. (Crespo Buiturón, 2008: 228)

En consonancia con la opinión y posición de Lojo frente al

regreso, aunque no con la terminología, Héctor Tizón comenta:

Ni entiendo ni me gusta la palabra “desexilio”; prefiero decir regreso; aunque uno no se haya ido de verdad nunca, porque siempre es posible regresar. Es como volver a vivir; de alguna manera, una vuelta a la semilla, en el mejor de los casos. (Boccanera, 1999: 85)

Page 181: El exilio del retorno

181

Idea que será completada por Pedro Orgambide, al valorar el

aporte43 que ha significado en su experiencia de exiliado el

contacto con otras culturas:

El exilio enseña. Uno aprende a vivir con sus compatriotas y con la gente del país que lo recibe. Con más humildad, creo. Como habrán vivido nuestros abuelos inmigrantes al llegar al Río de la Plata. (Bardini, 1983: 104)

En definitiva, el movimiento que significa el regreso abre una

puerta insospechada y reparadora: permite al exiliado entender los

lazos que lo unen a otras culturas y, en muchos casos, comprender

mejor la historia de sus antepasados a través del rescate de otra

memoria, la ancestral.

Juan Gelman, por su parte, aunque adoptando una postura

mucho más desgarrada, parece entender el regreso, no sólo

rescatando un cierto aspecto positivo del mismo, sino también

estableciendo –como Lojo– esa misma correspondencia que

desbarajusta la idea antinómica del par memoria-olvido:

El olvido es una función de la memoria. Es una función muy difícil, por lo menos para ciertas memorias. Hay

43 No se desarrollará en este ensayo la cuestión del aporte o aprendizaje que significó el exilio, por no ser el punto central de abordaje de la problemática del regreso. Sólo se alude a dicha cuestión por haber hallado la idea, en los escritores de este grupo, de que una de las razones para proyectar una figura positiva del retorno es la de que éste posibilita una concientización más profunda de los lazos y conocimientos que han enriquecido al exiliado.

Page 182: El exilio del retorno

182

un regreso de la memoria al olvido y un regreso del olvido a la memoria. Esto es absolutamente inevitable; el regreso y el olvido se juntan ahí. El regreso fue, en mi caso, el reencuentro con muchos vacíos, y es así como la memoria regresa a sus vacíos, y también el encuentro con presencias inesperadas: la presencia del temor, pero a la vez memoria de lo que pasó y olvido de lo que pasó. (Cruz, 1991)

Lo que subyace en sus palabras es la idea de que el retorno

posibilita al exiliado que la memoria recuerde lo que es debido, es

decir, que el olvido como función vital y necesaria de aquella,

también emprenda su camino de regreso. No sólo vuelve el

exiliado, sino también el olvido, porque este es una suerte de

compañero inevitable en el destierro que paradójicamente convive

con el recuerdo omnipresente del país que se ha dejado atrás,

creando un extraño efecto de anulación del tiempo y del espacio

que sólo puede convocar la escritura:

En todo caso sé que nada de lo escrito en el exilio está apartado del país, siempre estuvo lleno del país. Lo sigue estando. En realidad, es imposible sacar los pies fuera del alma del país. (Borgna, 1983: 26)

Reflexiones finales

¿Se puede hablar de un verdadero regreso, más allá del

movimiento físico, en escritores que plantean situaciones como las

que sintetizan las palabras de Viñas: “es imposible sacar los pies

Page 183: El exilio del retorno

183

fuera del alma del país”? Porque pareciera que estas sugieren que

no se ha logrado desterrar definitivamente a los exiliados, que

podrán haber expulsado sus cuerpos, pero su espíritu y su escritura

permanecieron en su lugar de origen, o bien, que lo han llevado a

cuestas. ¿O esta postura ha surgido como una suerte de andamiaje

que soporta la caída irreparable?

Lo cierto es que el exilio se percibió por la mayoría como un

desgajamiento de lo colectivo, como una dislocadura difícilmente

superable, como una fragmentación identitaria con repercusiones

múltiples y disímiles. Y estas vivencias han desembocado y han

constituido no sólo la instauración, sino la eternización de la utopía

del regreso, porque esta es tal vez la instancia más perturbadora

de la experiencia del exilio.

Asimismo, el regreso es la utopía que necesita mantenerse

como tal para no ser frustrante, porque cuando el exiliado

comprueba que la consecución de la utopía no basta para curar su

mal, como diría Abdelmalek Sayad, sobreviene la decepción.

Porque el regreso puede significar recuperar espacios –

relativamente, porque estos también cambian: no son exactamente

los mismos que en el momento de la partida–, pero sin duda no

supone recuperar el tiempo que debiera haber sido compartido con

los demás miembros de la comunidad de origen y que se ha perdido

en ese hiato insalvable en el que devino el exilio.

Augusto Roa Bastos sintetiza estas vivencias claramente al

preguntársele si considera que el destierro termina alguna vez:

Page 184: El exilio del retorno

184

Yo creo que el exiliado continúa a perpetuidad siendo exiliado, porque el retorno no es la restitución, la recuperación de un destino, sino simplemente el comienzo de otro destino que sigue siendo el de un exiliado. (Boccanera, 1999: 33)

La utopía del regreso comienza así en la partida misma, con

la sentencia de expulsión del sentimiento colectivo, porque el solo

hecho de ser obligado desata la fuerza de los imposibles, es decir,

de las utopías, como bien lo entendiera Cortázar:

A lo largo de veintiocho años yo he vivido en Europa y nunca me sentí exiliado porque era una decisión personal, yo podía volver a mi patria cuando quería. Desde hace cinco años no puedo volver. Desde hace cinco años soy un exiliado como todos los demás. (Boccanera, 1999: 18)

Y la utopía continúa al enfrentarse a los cambios que se han

operado en los espacios familiares, en las ausencias que se

imponen, en el sentimiento de extrañamiento que vuelve a

instalarse en el espíritu, en el temor a ser considerado extraño: no

sólo el país de origen es, de alguna manera, “otro”, sino que el

exiliado también lo es. Ha cambiado su forma de relacionarse con

los espacios y con la gente y, por si fuera poco, vuelve soportando

el peso de “otra” pérdida: la del lugar de acogida, donde

paulatinamente había dejado de ser un “otro”, ajeno y

amenazante, para ser aceptado como un fronterizo –ni de un lado,

ni del otro, en el medio– familiar.

Page 185: El exilio del retorno

185

De esta forma, la partida y el retorno se convocan

permanentemente. O, como propone Sayad: “Para que la nostalgia

no se convierta en decepción hay que mantener el retorno en

suspenso” (Sayad, 1996: 12). ¿Quién resolverá, entonces, la utopía

del regreso?

Bibliografía

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Page 186: El exilio del retorno

186

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Yankelevich, Pablo (2010). Ráfagas del un exilio. Buenos Aires:

Fondo de Cultura Económica.

Page 187: El exilio del retorno

187

La grotesca escritura del exilio.

Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno

Nicolás Hochman

Resumen

Osvaldo Soriano (1943-1977), escritor y periodista argentino,

se exilió a mediados de la década del ’70. Su experiencia en

Bélgica y Francia, entre 1976 y 1984, fue fundamental para la

escritura de sus novelas, en las que el tema del exilio aparece

siempre de un modo sutil, un poco velado y aparentemente

secundario, pero que muchas veces funciona como un eje que

atraviesa las historias que narra en sus ficciones. En este artículo

proponemos un análisis que se enfoca en cómo Soriano transmite al

lector una sumatoria de vivencias, tanto en el extranjero como en

el retorno a la patria. Un mundo en el que los personajes, que se

mueven entre la risa y el grotesco, entre la aventura y heroísmos

más bien patéticos, se hallan en una tensión permanente con

respecto a su vínculo con el Estado, lo que los lleva a estar

desarraigados aun dentro de su propia tierra.

Palabras clave: Osvaldo Soriano – Exilio – Desarraigo.

Page 188: El exilio del retorno

188

Abstract

Osvaldo Soriano (1943-1977), writer and journalist, was

exiled in the mid 70's. His experience in Belgium and France

between 1976 and 1984, was instrumental in the writing of his

novels, in which the theme of exile is always in a subtle, slightly

veiled and seemingly minor, but often serves as an axis running

through the stories told in his fiction. We propose an analysis that

focuses on how the reader transmits Soriano a sum of experiences,

both abroad and in the return to the motherland. A world in which

the characters that move between laughter and the grotesque,

between adventure and heroism rather pathetic, are in constant

tension with respect to its link with the state, which leads them to

be uprooted even within their own land.

Keywords: Osvaldo Soriano – Exile – Uprooting.

Introducción

Estudiar el exilio de Osvaldo Soriano y la forma en que esto

se ve representado en sus novelas es una tarea difícil, por lo menos

en tres aspectos bien diferenciados, pero que quedan

inextricablemente unidos como parte de un mismo corpus.

Page 189: El exilio del retorno

189

En primer lugar, por la serie de problemáticas inherentes que

se presentan a la hora de investigar la obra de un autor reciente y

su vínculo con un pasado, también reciente, que está lejos de

haber sido resuelto. Si en cualquier estudio historiográfico

tradicional es complicado sostener hipótesis sólidas, los trabajos

que incluyen un estudio de la historia inmediata añaden a ello el

plus de confrontar subjetividades sensibles. Es decir, entrar en un

debate (tantas veces productivo como ocioso en otras) con

individuos que fueron actores del período abordado, o, más

complejo todavía, que compartieron alguna instancia de la

experiencia del sujeto (u objeto) al que apunta la investigación,

haciendo del vínculo directo un factor potencialmente útil y hasta

necesario, que muchas veces suele transformarse en un escollo

para la elaboración de conclusiones demasiado concluyentes.

Segundo, porque el exilio es un concepto particularmente

difícil, escurridizo, que no posee una definición homogénea y

estandarizada, y que permanentemente se ve interpelado por los

que se fueron, los que volvieron, los que nunca necesitaron irse, los

que se quedaron pero sufrieron las consecuencias de hacerlo,

etcétera. Si bien existe un relativo consenso en determinar que el

exilio es un tipo de experiencia migratoria signada por condiciones

políticas y/o ideológicas (generalmente por parte de un Estado

opresor que expulsa, de manera directa o indirecta, a una persona

o grupo de ellas) (Blanck-Sereijido y Yankelevich, 2003; Casullo,

2006; Jensen, 2010), en los últimos años comenzaron a darse a

conocer una serie de artículos, ensayos y libros en los que esa

posición es complejizada, y donde se propone una des-

Page 190: El exilio del retorno

190

esencialización del concepto de exilio, entendido en su sentido más

divulgado (Steiner, 1973; Hochman, 2010a). Por otra parte, aún

dentro de las concepciones más tradicionales del término, el exilio

es discutido acaloradamente tanto por autores como por sujetos

que vivieron (o se adjudican haber vivido) una experiencia de esa

índole. Este debate, que no tiene nada de novedoso, cobró un

particular vigor en Argentina a partir de la última dictadura militar)

y la amplitud (cuantitativa) y variedad (cualitativa) de exilios que

ella desencadenó (De Diego, 2000; Dornheim, 2000; Schwarzstein,

2001; Franco, 2008).

Por último, el abordaje aquí propuesto también resulta

sumamente complejo y delicado, en tanto existen muy pocos

trabajos bibliográficos que analizan la vida y obra de Osvaldo

Soriano (Llarena, 1998; Montes Bradley, 2000; Román, y

Santamarina, 2000; Prieto Polo, 2006). Algo paradójico, si

pensamos que durante muchos años fue el autor de ficción más

vendido en la Argentina, pero que debe ser entendido a la luz de

las disputas académicas de las que, directa o indirectamente, llegó

a ser centro de atención. Los debates en torno suyo comenzaron en

la década del ’80 y se extienden hasta hoy, siendo en muchas

ocasiones un parte aguas que divide las opiniones de universitarios,

literatos, críticos e intelectuales en general (Devesa, 1994; Croce,

1998; Bayer, 2007; Sarlo, 2007; Saccomano, 2009).

Teniendo en cuenta estas problemáticas, la propuesta que se

esgrime desde este trabajo es la de intentar realizar ciertos

pequeños aportes que continúen la senda de algunas propuestas

similares elaboradas en los últimos años (Gasparini, 2007;

Page 191: El exilio del retorno

191

Hochman, 2011), y que a su vez permita repensar algunos

conceptos, dentro del contexto en el que se basa la investigación.

En este sentido, veo los problemas enumerados más arriba no como

una serie de obstáculos insalvables, sino como la posibilidad de

enfrentar ciertos desafíos que, potencialmente, pueden llegar a

generar valiosos aportes para otras investigaciones similares.

Lo que intentaré esbozar brevemente desde estas páginas es

la relación existente entre Osvaldo Soriano y su exilio, a partir del

análisis de sus novelas de ficción. Una vez trazadas las primeras

explicaciones, me propongo trabajar con lo complejo de la

experiencia exiliar a través del quiebre que se da en Soriano

cuando parte de Argentina y que, por lo menos de manera

aparente, no puede ser entendido como un punto concreto de su

vida (un hecho, un acontecimiento, un día, etcétera), sino más

bien como una larga transición, que se extiende hasta su retorno al

país con la democracia. Y particularmente, lo que me gustaría

poder discutir aquí, es de qué manera su relato del exilio (su

experiencia de vida, atravesada por ese fenómeno) aparece

contemplado en sus novelas.

Una vida de mudanzas

Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en 1943. Hijo de un

padre fervientemente anti peronista, se vio influido por la política

argentina desde muy pequeño. Siendo adolescente, tras abandonar

la escuela en tercer año, comenzó a trabajar como periodista en El

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192

Eco de Tandil, ciudad a la que se había mudado con su familia

(después de haber vivido en San Luis, Río Cuarto y Cipolletti). En

1969 se instaló en Buenos Aires, donde continuó ejerciendo el

periodismo en medios gráficos (Primera Plana, Panorama, La

Opinión y El Cronista Comercial) junto a personas como Tomás Eloy

Martínez, Juan Gelman, Roberto Cossa, Rodolfo Walsh o Francisco

Urondo. En 1973 se editó Triste Solitario y final (Soriano, 1973), su

primera novela, traducida a doce idiomas y ganadora del Premio

Casa de las Américas de Cuba. En ella se narra una historia

desopilante en la que el mismo Soriano realiza una investigación en

California, junto al detective privado Philip Marlowe, rodeado de

personajes como Chaplin, John Wayne, Laurel y Hardy.

En 1976, amenazado por la Triple A, abandonó el país y se

exilió en Bélgica, hasta trasladarse a París, en 1978, donde junto a

Julio Cortázar, Carlos Gabetta e Hipólito Solari Yrigoyen, fundó el

periódico Sin Censura. Desde París se convirtió en un colaborador

permanente de medios como Il Manifesto, Le Monde o El País. En

1979 publicó su segunda novela, No habrá más penas ni olvido

(Soriano, 1983a), y en 1980 Cuarteles de invierno (Soriano, 1983b),

considerada la mejor novela extranjera del año en Italia, y llevada

dos veces al cine. En 1983, en Buenos Aires, se estrenó la película

"No habrá más penas ni olvido", llevada al cine por Héctor Olivera,

basada en su novela homónima, que ganó el Oso de Plata en el

festival de cine de Berlín.

Soriano permaneció en Europa hasta 1984, cuando retornó a

la Argentina, acompañado de su mujer, la francesa Catherine

Brucher. Ya en Buenos Aires volvió a trabajar como periodista en

Page 193: El exilio del retorno

193

diversos medios gráficos, resaltando sus participaciones como

fundador en el semanario El Periodista y, posteriormente, el diario

Página/12. Tras su exilio publicó las novelas A sus plantas rendido

un león (Soriano, 1986), Una sombra ya pronto serás (Soriano,

1990) (también llevada al cine por Héctor Olivera), El ojo de la

patria (Soriano, 1992) y La hora sin sombra (soriano, 1995). A estas

publicaciones se agregan un libro de crónicas Artistas, locos y

criminales (1984), una colección de textos e historias de vida

titulada Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988), un libro infantil (El

negro de París, de 1989) y Cuentos de los años felices (1993),

historias cortas, la mayoría de las cuales aparecieron en Página/12.

Un año más tarde recibió el Diploma al Mérito en Letras otorgado

por la Fundación Kónex. Tras su fallecimiento en 1997, se

reeditaron todas sus obras, incluyéndose algunas inéditas, como

Piratas, fantasmas y dinosaurios o Arqueros, Ilusionistas y

Goleadores, y otras que no habían tenido repercusión, como

Fútbol. Memorias de Mister Peregrino Fernández y otros relatos.

El motivo por el cual Soriano abandonó Argentina no fue

investigado por la bibliografía que cita al escritor, aunque en este

sentido no parece haber dificultad en establecer las causas. Según

explica Juan Carlos Martini (Martini, 2009), ya en diciembre de

1975 Soriano le confesaba con temor que no le extrañaría que

tuviese que irse del país. Para esa época recibía amenazas

anónimas, con el sello de la Triple A, en la que se lo advertía

seriamente sobre la precariedad de su integridad física. Acusado de

peronista de izquierda, cómplice de la guerrilla y comunista,

abandonó el país tras el golpe de Estado de marzo de 1976. Su

Page 194: El exilio del retorno

194

primer destino fue Bruselas, donde se reunió con amigos y

compañeros de La Opinión que se hallaban en circunstancias muy

similares a la suya. Como él mismo detallaba,

… fui a vivir en un enorme caserón con un grupo de gente (...) Ninguno de nosotros tenía documentación para quedarse en Bélgica, de modo que los trabajos que conseguíamos eran esporádicos y semiclandestinos. Yo, por ejemplo, trabajaba limpiando oficinas y barriendo iglesias. (Soriano, 1997)

Esas condiciones de precariedad se mantuvieron durante dos

años, en los que el escritor comenzó a gestar vínculos laborales con

otras ciudades europeas. Cuando se trasladó a París en 1978 su

situación mejoró notoriamente, sin por eso vivir en el lujo que

muchos de sus detractores recalcaban durante aquellos años.

Con el clima político argentino enardecido, le había

resultado imposible publicar No habrá más penas ni olvido, escrita

en 1974 y que recién pudo editar en 1978. La novela, situada en el

imaginario pueblo bonaerense de Colonia Vela, narra el

enfrentamiento entre dos bandos locales, divididos en peronistas

de izquierda y de derecha, a través de la sátira, el humor negro y

una estética tan divertida como crítica de la realidad social. En los

ocho años que Soriano permaneció en el exilio solamente escribió

una novela, Cuarteles de invierno, que publicó en italiano, francés

y polaco antes que en español. Esta novela, ambientada en el

mismo ámbito de provincia, continúa con la crítica ácida e

incómoda de su antecesora, centrando el relato en la llegada de un

Page 195: El exilio del retorno

195

cantante de tangos y un boxeador al pueblo, que vive el apogeo del

régimen militar de los ’70. Proscripto en Argentina, sus libros

aparecieron siempre antes en Europa que en América. Y es recién

con el proceso de transición a la democracia, en 1983, que las

editoriales locales comienzan a disputarse sus textos para

imprimirlos en el país.

Otras vidas posibles

Cuando se analiza la relación de un autor con sus obras y el

contexto en el que las produce es fundamental prestar atención a

lo que ellas explicitan. Pero también lo es estar atento a los

silencios, las omisiones, los vacíos que el sujeto decide no llenar.

En la experiencia de Osvaldo Soriano esto aparece claramente

definido por el hecho de que, a diferencia de muchos otros

escritores argentinos que vivieron en el exilio, no le dio forma a un

corpus bibliográfico en el que el exilio se convirtiera en un eje

principal. Dato no menos que curioso, si tenemos en cuenta que

vivir ocho años alejado de amigos, familiares y paisajes queridos,

obligado por las condiciones políticas e ideológicas del país, es algo

que suele afectar de manera directa a las personas. Sin entrar en

una discusión en torno al posible trauma (que excedería

ampliamente los objetivos y pretensiones de este artículo),

podemos afirmar sin demasiado margen de error que, una

experiencia de esas características, deja por lo menos algunos

rastros visibles en la vida de un sujeto.

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196

La obra de Soriano nunca aborda el tema del exilio de una

manera directa, sino que lo hace más bien tangencialmente. El

relato de su experiencia y las múltiples posibilidades que imagina

en tanto escritor están condensadas en pocos párrafos de sus

novelas, pero que resultan más que representativos. Es

sintomático, por ejemplo, que estas ideas no estén presentes en

Triste, solitario y final, anterior a los miedos y la fantasía del

exilio, pero que ya en su segunda novela aparezcan desde el título

mismo: No habrá más penas ni olvido no es más que un extracto de

la canción compuesta por Gardel y Lepera, donde se pude leer o

escuchar: “Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver /

no habrá más penas ni olvidos”, que Soriano cita a modo de

epígrafe (Soriano, 1983a: 16). Alusión para nada casual ni azarosa,

si pensamos que Soriano publica el libro estando a un océano de

distancia de ese Buenos Aires querido, al que, kitsch mediante,

añora desde un tango tan representativo.

Cuarteles de invierno podría ser entendida como un “qué

hubiera pasado si”, especie de historia contrafactual lúdica,

catártica, imaginativa. Los personajes que allí aparecen bien son

distintas variaciones de lo que Soriano podría haber sido si se

quedaba en Argentina. Como un síntoma preciso, en la última

página, justo después de la última línea, aparece esto: “Bruselas-

Estrasburgo, 1977. París, 1978-1979”. (Soriano, 1983b: 191) La

aclaración, tan simple como sutil, habla por sí sola. Es la única vez

que Soriano agrega una fecha y un espacio al final de una novela.

No lo hace con ninguna de las seis restantes, sino con ésta, que es

precisamente la que escribe en el exilio. Y no sólo eso, sino que

Page 197: El exilio del retorno

197

tanto el tiempo como el espacio aparecen pluralizados, como si a

través de esa fragmentación de los lugares y los momentos en los

que la escribió, Soriano quisiera transmitir una serie de significados

que pasarían totalmente inadvertidos si no conociéramos

mínimamente su historia, las condiciones que hacen posible que

ese texto sea escrito allí, entonces, en esas circunstancias. En

Cuarteles de invierno el argumento el exilio no aparece nunca, ni

mencionado ni demostrado. Lo que sí surge, en un paneo rápido y

muy lúcido del contexto militar del Proceso en Colonia Vela. Típico

en Osvaldo Soriano, narra una acción que está situada en un

momento imposible. Sus personajes tienen la sonrisa del payaso,

que pese a todo el maquillaje deja traslucir la tristeza estructural

que define al sujeto en un momento así.

En A sus plantas rendido un león, la primera novela escrita

tras su regreso a Argentina, el tema del exilio aparece

probablemente de manera más clara. La historia está situada en la

capital imaginaria de un imaginario Estado africano, Bongwutsi,

donde interaccionan personajes desopilantes que cruzan sus

historias a partir del estallido de la Guerra de Malvinas. Uno de los

protagonistas, Bertoldi, es una especie de cónsul argentino en

Bongwutsi que, imposibilitado de regresar a su país por razones

económicas, decide representar patrióticamente al gobierno

nacional en África, enfrentándose al embajador británico y al

imperialismo en general. A través e situaciones bizarras, paródicas

e hilarantes, Soriano teje historias que dejan entrever melancolía,

desazón y añoranza. Por ejemplo, a través de párrafos como este:

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198

Empujó con una rodilla la puerta de la cerca y recogió la edición internacional de Clarín que asomaba por la ranura del buzón. El diario era la única correspondencia que recibía de Buenos Aires y llegaba a nombre de Santiago Acosta, el anterior cónsul. En esas pocas páginas, Bertoldi trataba de adivinar cómo habría sido su vida en esos años si se hubiera quedado en una oficina de la cancillería. (Soriano, 1986: 12)

Nuevamente aparece la fantasía de ese “qué hubiera pasado

si”, imposible de probar a todas luces. Y la mención, otra vez, de

un elemento “nacional” (el diario Clarín) que funciona como

sinécdoque de la realidad de un país y su sociedad. Lo mismo puede

verse en diálogos en los que el humor político muestra las hilachas

de un análisis ideológico que va más allá de lo gracioso:

- ¿Por qué salió de su país? - Nos confundimos con Perón, leímos mal a Marx y pasamos por alto a Lenin. (Soriano, 1986: 89)

En esta novela aparece también una proyección en torno a la

sensación de extranjería que acompaña generalmente (aunque no

siempre) a los exiliados que se refugiaron en Europa: “Nunca había

estado en la selva, pero no se sentía más extranjero allí que en las

ciudades de Europa por las que había deambulado en busca de

refugio”. (Soriano, 1986: 218)

La selva a la que se refiere, la impenetrable y misteriosa

selva africana, como una extranjería más. Como otra forma de la

ajenidad, probablemente más cercana a su pasada (reciente,

nativa) experiencia sudaca, que en cierto sentido lo emparenta de

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199

manera amistosa y optimista a los monos que aparecen como

personajes determinantes en el desenlace de la historia, ya que

finalmente son esos simios (y no las clases oprimidas de Bongwutsi)

los que llevan adelante la revolución socialista en aquel país.

Si No habrá más penas ni olvidos y Cuarteles de invierno

hablan de personajes que no se exiliaron (aunque bien podrían

haberlo hecho, siendo el contexto el mismo que Soriano decidió

abandonar), y A sus plantas rendido un león es la historia de un

pobre tipo que no puede regresar, Una sombra ya pronto serás

continúa con la línea lógica de las posibilidades, al presentar a un

hombre que sí volvió del extranjero:

- Oiga, quería preguntarle, ¿se extraña mucho afuera? - Terriblemente. - Yo voy a Madrid. ¿Qué es lo que más extrañaba usted? - Esto, por ejemplo. Este recuerdo no podrá apostárselo a nadie. Las historias de sus amantes no le evocarán nada y lo que usted cuente no le importará un pito ni a la más cordial de las manicuras. - Pavadas. - A veces maldecirá este recuerdo, tratará de borrarlo pero yo estaré ahí. La vidente andará a los tiros y Coluccini seguirá en el sueño echando baba hasta el fin de sus días, padre. Aparte de esto, seguro que le irá mejor allá. La gente tiene montones de tarjetas de crédito y llega a horario a las citas. - ¿Y qué quiere? ¿Le parece que me puedo pasar la vida en este agujero? ¿En un pozo con la mierda hasta acá? (Soriano, 1990: 166-167)

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200

El libro es una especie de road movie pampeana, en el que

los personajes parecen estar atrapados en un presente cíclico

continuo, como Sísifos que, o son inconscientes de sus permanentes

repeticiones, o bien están resignados a que no existen otras

alternativas. Ese es el panorama que encuentra el protagonista de

la historia, que por supuesto tampoco puede despegarse de ello.

Recién llegado de Europa, no sabe qué hacer de su vida en el

retorno elegido: “Yo estuve en Italia trabajando en la Olivetti. Me

iba bien pero cuando se fueron los milicos pegué la vuelta. Me

pareció que valía la pena” (Soriano, 1990: 173).

Los personajes que estuvieron afuera, estuvieron trabajando.

Nunca se menciona que hayan tenido que irse por tramas políticas-

ideológicas, sino que eran cuestiones monetarias las que los

impulsaban a partir y permanecer afuera. Sin embargo, es evidente

que en algún punto lo político-ideológico afecta sus realidades, lo

que se desliza de la cita anterior, en la que los militares no

aparecen como factores determinantes excluyentes de su regreso,

sino más bien como una posibilidad afectiva. El personaje vuelve

porque le parece que vale la pena; es decir, porque cree que hay

espacio para un cambio (no define cuál) que, deductivamente,

podríamos suponer radical para él, su deseo y expectativas. Pero

probablemente sea en el diálogo que sigue donde pueda

encontrarse una de las claves más importantes para entender la

valoración que Soriano hace del retorno:

- Qué, ¿no viene conmigo? –me preguntó (Nadia). - No me interesa el Brasil. Ya estuve mucho tiempo afuera.

Page 201: El exilio del retorno

201

- Cansado de llevarse puesto, ¿eh? (Soriano, 1990: 170-171)

La idea es simple, coloquial y aparece como un diálogo más

dentro de todos los que dan forma al texto. Sin embargo, la

observación de Nadia de que el personaje está cansado de llevarse

puesto resulta la mejor descripción que se hace en todo el libro

para definir cómo se siente. Luego el protagonista hace suya esta

idea, y la utiliza reflexivamente para tratar de entender el

accionar de uno de sus compañeros de ruta:

Abrí la guantera para ver si encontraba otra señal de Lem: no había más que el título del coche y unas aspirinas desparramadas. Quizá había venido a buscar al chico de la foto pero tampoco él sabía cómo llevarse puesto. (Soriano, 1990: 232)

Es necesario leer Una sombra ya pronto serás a la sombra del

contexto en que Soriano la publica: es 1990, empieza el

menemismo, ya pasó la primavera democrática, la dictadura quedó

atrás pero no tanto. Los personajes siguen con esos dilemas en la

cabeza, y o bien no se adaptan al nuevo medio, o bien temen que

el pasado resurja con más fuerza de antes. Para el que acaba de

regresar, esa amalgama de elementos es no menos que

problemática, puesto que no sabe cómo ubicarse en relación a las

nuevas realidades y su interrelación con los demás.

Tomemos, por último, La hora sin sombra, de 1995. El texto,

de un aire mucho más autobiográfico, tiene el formato de una

novela. Soriano era muy proclive a mezclar realidad y ficción,

Page 202: El exilio del retorno

202

narrando como propias vivencias ajenas, inventándose un pasado

anti heroico, etcétera. En este caso todos esos elementos están

presentes, lo cual puede contribuir a despistar al investigador que

lea en sus escritos un reflejo biográfico de su yo en forma lineal,

creyendo encontrar allí una verdad poco solapada. La escritura

siempre trae consigo la ficción, pues la palabra misma es

solamente una metáfora de lo que queremos narrar. Sin embargo,

inventadas o no, esas anécdotas encierran una imagen que el

escritor tiene de sí mismo. Nuevamente, una imagen de lo que fue

o podría haber llegado a ser:

Mientras viví en Europa no podía terminar nada de lo que emprendía. No daba con el tono adecuado y ahora que lo pienso me doy cuenta de que algo dentro de mí me impedía transformar en escritura los fantasmas de mi lugar ausente. (Soriano, 1995: 75) Yo estaba firmando ejemplares de mi libro y como recién habría regresado al país veía cómplices de la dictadura por todas partes. (Soriano, 1995: 89) Ya me habían echado del Archivo y no me quedaba más remedio que salir del país porque la mujer de mi primo me había denunciado como instigador de la muerte del marido. (Soriano, 1995: 90)

Finalmente, una pregunta aparentemente simple, que desata

una explicación de corte existencial: “¿Usted sabe a dónde va? -No.

Ya estuve en todas partes y no tengo la menor idea” (Soriano,

1995: 151).

Page 203: El exilio del retorno

203

El largo insomnio

Los personajes de Osvaldo Soriano andan siempre perdidos o

merodeando en la ruta, muchas veces sin otro objetivo que la ruta

misma. Hablan de irse de ahí, de escaparse a otro lugar, pero al

final siempre vuelven al ruedo, del que Colonia Vela suele ser el

epicentro. En este sentido, se puede confrontar la noción de los no-

lugares de Marc Augé (2002), suponiendo que para estos personajes

ese no-lugar es el único escenario posible e imaginable. Algo que

debe ir inexorablemente unido a la experiencia del autor que les da

vida y los sitúa en ese tiempo-espacio, mediado por el exilio que él

mismo vivió, y que lo enfrenta a narrar condicionado por su propia

posición, sus experiencias, lo que vivió, lo que temió vivir, lo que

imagina que podría haber ocurrido en cualquier otro caso.

No deja de ser curioso que su exilio comience a manifestarse

en su literatura cuando regresa a la Argentina, y no en los ocho

años que vivió en Europa. Sin poder llegar a establecer tesis

precisas al respecto, podemos suponer que esto se debe al proceso

de elaboración de la experiencia, que no tuvo un quiebre preciso

en su vida, sino que se fue dando de manera progresiva y gradual.

Es muy probable que esa elaboración haya comenzado inclusive

antes de partir al exilio, en 1976, que se extendiera durante sus

etapas en Bélgica y Francia, y finalizara (si es que finalizó) tras

varios años de haber regresado a Argentina.

Tal como se puede apreciar en Una sombra ya pronto serás,

el protagonista retorna al país tras una prolongada ausencia, pero

no encuentra su lugar. Tiene muy claro que ese lugar no estaba

Page 204: El exilio del retorno

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afuera, eso es seguro, pero tampoco lo halla al regresar. Es decir:

el desarraigo ocasionado por la partida rompió algo, que se ve

representado en la pérdida de la identidad del sujeto. No porque el

sujeto no se reconozca a sí mismo, sino porque no puede hacerlo

en esas circunstancias, en las que queda claro que él no pertenece

a las tierras extranjeras, pero tampoco a esas pampas que una vez

dejó. Tal vez por eso permanentemente los personajes de Soriano

buscan irse, escaparse para encontrarse. No saben lo que buscan,

pero en cualquier caso eso es mejor que quedarse quietos y a la

expectativa de un pasado que, evidentemente, no va a retornar.

Marcela Croce juega a comparar el exilio de Soriano como un

largo insomnio (Croce, 1998: 62). La metáfora es interesante y

sugestiva, ya que serviría para explicar por qué, durante todo ese

tiempo, la producción del escritor se redujo a trabajos

periodísticos que no fueron los más trascendentes de su carrera, y

solamente una novela, en la que el exilio no aparece mencionado

sino al final, con la indicación de las fechas y los lugares en los que

fue escrita. A la vez, la idea del insomnio también contribuye a

pensar en su experiencia como un no poder descansar, que en

definitiva es la consecuencia inevitable de aquel que está en

continuo movimiento, buscando o escapando, en rutas nacionales o

extranjeras, sin poder detenerse ni evitar eso que lo mantiene

atado a su vivencia. Un insomnio que no lo deja dormir ni

descansar, que lo incomoda, que tiene como consecuencia

inmediata el hecho de que no sepa cómo llevarse puesto.

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205

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Page 209: El exilio del retorno

209

No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en

Gris de ausencia, de Roberto Cossa

Gabriela Urrutibehety

Resumen

En Gris de ausencia, el dramaturgo argentino Roberto Cossa

escenifica la problemática de las migraciones a partir de la idea de

dispersión que se produce por la desnaturalización del lenguaje

convertido en un territorio ajeno, factor de incomunicación y

desconexión. Retomando la hipótesis Sapir-Whorf (en Fasold, 1988)

consideramos que los seres humanos “viven a merced de su

lengua”, por lo que, a la vista de la noción de Augé (2000),

proponemos pensar al lenguaje de los personajes de Cossa como un

no-lugar avant la lettre.

Palabras clave: Teatro argentino – Exilio – Llenguaje.

Page 210: El exilio del retorno

210

Abstract

In his play Gris de ausencia, argentine dramatist Roberto

Cossa stages the question of migrating people, from notion of

produced by unnaturalization of language, converted in an alien

territory and cause of incommunication and desconection.

Reintroducing Sapir-Whorf’s hypothesis, we consider that human

beings “live at the mercy of their language”. So, as Augé (2000)

said, we propose to consider Cossa’s characters language as an

avant la lettre no-place.

Key words: Argentine teathre – Exile – Language.

La existencia de no lugares, esto es, lugares de anonimato,

es un tópico que emerge con potencia a partir de las década de

1990, especialmente con el libro de Marc Augé titulado

precisamente Los no lugares. Espacios de anonimato. Una

antropología de la sobremodernidad. Para el antropólogo francés

“si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e

histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de

identidad, ni relacional ni histórico, definirá un no lugar” (Augé,

2000: 83).

Augé se ocupa de los no lugares postmodernos, como las

autopistas, los aeropuertos o los supermercados, pero es posible

Page 211: El exilio del retorno

211

rastrear, una década antes de su aparición, la construcción de un

no lugar en la breve obra teatral de Roberto Cossa, Gris de

ausencia, estrenada en 1981, en el marco del ciclo Teatro Abierto.

El no lugar que la pieza escenifica es provocado por el exilio y se

verifica en el lenguaje.

El ciclo Teatro Abierto representó un punto clave en la lucha

contra la dictadura militar. Como señala Pelletieri (1992) “es uno

de los pocos momentos de la vida del país en el que se instaura el

teatro como una práctica social”, cuya ideología estética responde

a las característica de

cuestionamiento oblicuo al poder, utilización de artificios teatralistas con el fin de probar una tesis realista, que generalmente parodia al poder y sus múltiples proyecciones dentro de la sociedad. Los procedimientos teatralistas tienen su origen en el sainete y el grotesco criollos, el expresionismo, en el absurdo, y son refuncionalizados para servir a los mencionados fines contextuales. Semánticamente, connotan el empequeñecimiento del protagonista que no actúa. Concretan una metáfora de la realidad que termina siendo transparente para un público que tiene su mismo referente. (Pelletieri, 1992)

En Gris de ausencia el tema del exilio actúa como causa de la

situación dramática que se genera en la escena: una familia de

origen argentino –aunque esta afirmación deba matizarse por la

excepción del abuelo–sobrevive a los avatares que les impone la

disgregación territorial. En el curso de la acción no se aclara en

ningún momento que su exilio sea político sino más bien

Page 212: El exilio del retorno

212

económico, aunque la lectura que se hizo en el marco de su

estreno difiere de la hecha en las otras muchas puestas que tuvo la

pieza, tal como señala Pelletieri al hablar de metáforas

transparente para un público contemporáneo a la instancia de

producción del texto.

En Gris de ausencia el exilio es doble, puesto que, de hecho,

la obra actúa como contracara del sainete criollo de principios de

siglo XX: el abuelo emigró de joven a la Argentina y a la vejez ha

retornado a Italia. En su primer viaje, es un posible personaje de

Vaccarezza y ahora, ha retornado a Italia aunque su marca es la de

la desterritorialización. En este sentido, acordamos con lo señalado

por Trastoy cuando indica:

Gris de ausencia invierte los términos de la primitiva utopía: son argentinos los que vuelven a Italia, la patria de sus mayores, no ya tras la quimera del oro sino para cumplir un mandato implícito, para cerrar el círculo que se había abierto con la gran inmigración de principio de siglo. La búsqueda de la identidad perdida en este doble proceso de desarraigo, será entonces el núcleo grotesco, no sólo entendido como interiorización del sainete sino como su inversión. Cossa revierte el tradicional problema de los inmigrantes trasplantados a un medio extraño y los muestra de regreso al país de origen que tampoco pueden sentir como propio. (…) En este doble proceso de desarraigo, se reiteran las expectativas de regreso y se anula, en forma definitiva, la posibilidad de alcanzar una identidad propia que haga cobrar sentido a la existencia. Perdido todo sentido de pertenencia cultural, ya no queda ni siquiera la esperanza de una

Page 213: El exilio del retorno

213

lejana y quimérica tierra prometida. (Tratoy, 1999: 141)

El abuelo es el sujeto de un tránsito doble que en el

espacio/tiempo de la escena se transforma en permanente. En sus

parlamentos, va y viene constantemente de Buenos Aires a Roma y

viceversa, sin estar en ninguno de los dos lugares: por tal motivo,

como el viajero frecuente de una postmoderna línea de aviación,

persiste en un no lugar, un lugar sin identidad, ni historia ni

relación, tal como indica Augé. Italia no es Italia ni Buenos Aires es

Buenos Aires, aunque a la vez lo son en el monólogo desquiciado

con que el abuelo cierra la pieza. Las migraciones –políticas,

económicas– deconstruyen el mapa y terminan convirtiendo al

mundo en un limbo, al decir de Giella (1992), en el que nadie

puede sostener el entramado de una identidad porque toda

relación con el pasado, con el linaje, con el paisaje, con la historia

ha quedado definitivamente trunca. En la falta total de vínculos

promovida por el viaje doble de Italia a la Argentina, de la

Argentina a Italia, es donde germina este espacio que es un estado

mental caracterizado básicamente por la desubicación.

Desubicación que en el personaje del abuelo incluye también el

sentido que coloquialmente tiene el término al aludir a una

persona “que no se comporta de acuerdo con las circunstancias y

hace o dice cosas inoportunas o inconvenientes” (RAE), 2001: p

806).

La definición del diccionario de la RAE que copiamos más

arriba remite a un punto que caracteriza plenamente el planteo de

Cossa: la desubicación producida por el exilio está materializada en

Page 214: El exilio del retorno

214

el decir. En el sainete de principios del siglo XX el lenguaje

también ocupaba un lugar fundamental. El conventillo como

espacio escénico unificador actuaba sobre las variantes idiomáticas

de los personajes y tendía a reducir las diferencias porque, más

allá de las disonancias, todos podían entenderse. El sainete criollo

se planteaba como el lugar donde las variables confluían y desde

donde se podía pensar la unidad. Unidad que, como proyecto,

jugaba necesariamente a la homogeneización, tal como plantearon

los idearios de la generación del ‘80 y la del centenario.

Sin embargo, en Gris de ausencia, el lenguaje traspasa su

propio límite y termina siendo un no-lenguaje, por cuanto pone al

descubierto la esencial incomunicación que incumbe al ser humano

en el mundo fragmentado y desterritorializado de la distopía del

exilio y la inmigración. En el escueto espacio del escenario, es el

lenguaje el que pone de relieve la existencia irreparable de la

distancia. La distancia está en la voz que habla pero que al hablar

no puede configurar un territorio común.

La pieza pone en escena la trastienda de un restaurante de

Roma, atendido por una familia argentina compuesta por Dante, su

mujer Lucía, su cuñado Chilo, el abuelo y la hija Frida, que está de

visita ya que vive en Madrid. La historia se inicia en el instante en

que Frida comienza a despedirse para tomar el avión que la

devolverá a España. Un llamado del hijo, Martín, que vive en

Londres, completará el cuadro.

Page 215: El exilio del retorno

215

Todos los personajes hablan una variante dialectal que va

desde el cocoliche44 al lunfardo porteño, pasando por el español

madrileño. La voz de Martín retrasmitida por Frida y Lucía es un

spanglish indigerible.

De esta manera, el lugar queda anclado en el habla. Hablar

es marcar un territorio, un espacio propio. Como señala la llamada

hipótesis Sapir-Whorf,

Los seres humanos no viven solamente en el mundo objetivo, ni solamente en el mundo de la actividad social tal como se lo entiende ordinariamente, sino muy a merced de la lengua particular que se ha tornado el medio de expresión de su sociedad. (…) En realidad, el “mundo real” se construye, en buena medida, inconscientemente sobre los hábitos lingüísticos del grupo. (Sapir-Whorf, citado por Fasold, 1998: 79)

Entonces, si hablar implica configurar la realidad, los

personajes de la pieza configuran su mundo en ámbitos que cada

vez se manifiestan más aislados unos de otros. Cada uno aparece

entonces exiliado del lenguaje, porque antes ha sido exiliado de su

lugar. El que compartan un espacio físico –la trastienda de la

Trattoria La Argentina en Roma– ya no implica que compartan

nada, como se devela en el transcurrir de la pieza: se ha cumplido

la maldición de Babel.

44 “Cocoliche es el nombre que dan, en la Argentina y el Uruguay, los hablantes nativos monolingües de español a la variedad de español usada por los inmigrantes italianos en su interacción con los miembros de la población local.” (Lavandera, 1984; 61)

Page 216: El exilio del retorno

216

El espacio que propone Cossa, marcado como “antecocina”,

a diferencia del patio del conventillo es un espacio de dispersión.

No es propiamente la vivienda ni tampoco el restaurant, aunque

tiene parte de ambos. Se realizan en él algunas acciones propias de

la vida privada de la familia –hacer la valija, hojear el diario– o de

la vida comercial –llenar las adiciones, tomar pedidos. Derecha e

izquierda indican salidas a la casa y al restaurante, por lo que

constituye un espacio de pasaje, de estadía breve, con fines

específicos. La única salida al exterior es verbal y está

representada por el teléfono, que en su metáfora umbilical dará

cuenta de la desconexión en la que el exilio ha sumido a la familia.

Ante la vista del público, la antecocina es el lugar de la toma

de conciencia, del darse cuenta, pero la acción que sigue a esa

toma de conciencia se da fuera de la vista del espectador: en la

casa donde huye Lucía para llorar su angustia, en el restaurant en

el que Chilo rumiará su fracaso. Angustia y fracaso que provienen

precisamente de una acción lingüística: Lucía ha comprendido que

no tiene relación posible con sus hijos porque los códigos

lingüísticos comunes se han esfumado; Chilo, que pese a sus

intentos, ha sido expulsado también de la patria porteña del

lunfardo. El único personaje que tiene en la antecocina un espacio

propio es el abuelo, quien en los vaivenes de su cocoliche pone en

escena la ausencia de lugar donde asentarse. El cocoliche mismo,

como variante del español utilizada por los inmigrantes italianos en

Argentina, es una lengua en tránsito: ni italiano ni español,

utilizada por una generación que no la trasmite a los hijos, el

cocoliche está destinado a desaparecer con sus usuarios, previo

Page 217: El exilio del retorno

217

paso como elemento de comicidad por los sainetes de principios del

siglo XX (ver Lavandera, 1984).

En su apuesta a la inversión del sainete, la antecocina actúa

también como espejo deformado del patio, su escenario típico. El

patio es el lugar de encuentro de los habitantes del conventillo, en

donde se ventilan todas las vicisitudes de la vida de quienes

habitan allí. Es también el punto en que se accede desde el afuera,

desde el mundo exterior, lo que configura una posibilidad de

apertura que el ambiente de Gris de ausencia no permite. El

espacio que muestra el sainete es un espacio de llegada, desde

donde, pese a todo, se puede empezar a construir, aún en el marco

de miseria económica y social que muestra en el teatro el mundo

de los inmigrantes de principios del siglo XX. La antecocina de Gris

de ausencia, por el contrario, en lugar de actuar como conexión al

mundo reenvía a la total desconexión: tanto la de Dante cuando

equivoca “camatarqueña” –disolución del vínculo con el país– como

el de Lucía y Frida con Martín, en la escena más angustiosa que

revela la disolución total del vínculo de la familia por pérdida de un

lenguaje común. En el espacio de la antecocina, Chilo reconoce su

destino de emigrado cuando toma el poncho para ir a servir a “los

tanos de mierda”, reconocimiento que llega de la mano del olvido

del nombre del Riachuelo.

Equívoco, olvido, sustitución son los mecanismos con los que

el lenguaje marca los efectos de la migración. Chilo construye para

Frida una calle Florida que sólo existe en sus deseos; para el

abuelo, es lo mismo Perón que el Duce, el parque Lezama que la

Piazza Venecchia o el Coliseo que la cancha de Boca. Se ha perdido

Page 218: El exilio del retorno

218

la referencialidad, no hay anclaje cierto para los términos. Pero es

precisamente esta la clave: no hay anclaje porque no hay lenguaje

donde anclarse, el del exilio es un lugar inexistente, un u-topos no

deseado, un limbo perpetuo del que no es posible escapar.

El lenguaje del exilio, entonces, aparece como un no-

lenguaje. Para estos personajes, se ha roto el axioma saussureano

de que la lengua es una institución social: cada uno de ellos es

llevado lejos por una corriente lingüística que lo aleja del centro

constituido por la familia. Esa fuerza centrífuga genera diferentes

reacciones en cada uno de los personajes. Chilo se aferra a un

lunfardo porteño extemporáneo, fosilizado en una época y un lugar

de los que ha sido expulsado sin remedio. Lucía y Dante se

encuentran a sí mismos absorbidos por el agujero negro del

cocoliche invertido, el del hispanohablante que ha adoptado la

lengua del país de llegada y, parafraseando la definición de

Lavandera (1984), lo transforma en una variedad reducida del

italiano.45 Sin embargo, ambos personajes difieren en la reacción

ante esta situación y eso marca su distancia: angustia en Lucía,

aceptación a-problemática por parte de Dante. Frida, con su

español madrileño, se hace consciente de las diferencias (“qué

gracioso hablas tú” le dice a Chilo) y explica claramente la cuestión

cuando indica que “mi lugar está en Madrid”. Es la respuesta de

Lucía la que marca la característica de estos personajes que no

actúan, como dice Pelletieri en la cita consignada más arriba, sino 45 “Podemos sostener que el cocoliche es una variedad reducida del español en cuanto carece de muchas de las formas que se aprovechan especialmente para expresar significaciones sociales y estilísticas.” (Lavandera, 1984; 70)

Page 219: El exilio del retorno

219

que son arrastrados por una corriente que no les deja otra

alternativa que la dispersión:

LUCIA– Tu lucar... tu lucar... ¿Quié lo a deto? ¿Dío a deto que tu lucar está a Madri? ¿Dio a deto que mi lucar está a Roma?¿Que el lucar de Martín está a Londra? ¿Eh? ¿Dío lo a deto? ¿Qué é Dío? ¿Una ayencia de turismo'? (Cossa, 1990: 45)

Pero lo que intentamos demostrar es que el lugar que los

personajes añoran no es otra cosa que el lenguaje, la lengua

unificadora perdida, la añoranza de Babel. Dios se ha convertido en

una fuerza que dispersa a los miembros de la familia por Roma,

Madrid, Londres. Frente al vengador bíblico, para las criaturas en

dispersión solo queda un magro consuelo, también del orden de lo

verbal: devaluarlo a la categoría grotesca de “agencia de turismo”.

El viaje, entonces, es una experiencia centrífuga, que aleja

inexorablemente y oblitera el retorno porque es, antes que nada

una experiencia lingüística puesto que, como señalaba Sapir,

(citado por Fasold, 1998: 79) los seres humanos viven “a merced de

la lengua”.

Bibliografía

Augé, Marc (2000). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una

antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa.

Page 220: El exilio del retorno

220

Cossa, Roberto (1990). “Gris de ausencia”, en: Teatro Breve

Contemporáneo Argentino. Buenos Aires: Colihue. Págs. 39-54.

Fasold, Ralph (1998). Sociolingüística del lenguaje. Buenos Aires:

Docencia.

Giella, Miguel Ángel (1992). “Inmigración y exilio: el limbo del

lenguaje”, en Osvaldo Pelletieri (ed.), Teatro y teatristas.

Estudios sobre teatro iberoamericano y argentino. Buenos Aires:

Galerna. Págs. 119-128.

Lavandera, Beatriz (1984). Variación y significado. Buenos Aires:

Hachette.

Pelletieri, Osvaldo (1992). “El sonido y la furia: panorama de los

’80 en la Argentina”, en Latin american theatre revew.

Disponible en

https://journals.ku.edu/index.php/latr/article/viewFile/917/8

92 (última consulta en marzo de 2012).

RAE (2001). Diccionario de la lengua española. 22ª ed. Madri:

Espasa Calpe.

Tratoy, Beatriz (1999). “La inmigración italiana en el teatro de

Roberto Cossa: el revés de la trama”, en Osvaldo Pelletieri

(ed.), Inmigración italiana y teatro argentino. Buenos Aires:

Galerna. Págs. 136-145.

Page 221: El exilio del retorno

221

Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia

trotskista. La construcción política del Partido Socialista

de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982.

Martín Mangiantini

Resumen

El golpe de Estado de 1976 obligó a las organizaciones

revolucionarias argentinas a una redefinición táctica y

metodológica sobre cuál era la forma apropiada de continuar su

militancia política en una coyuntura extremadamente represiva. El

presente trabajo se propone estudiar la construcción que el Partido

Socialista de los Trabajadores (PST) desarrolló en diversos países

latinoamericanos, especialmente en Colombia, como forma de

profundizar un trabajo político internacional ya desplegado

anteriormente por esta organización y, paralelamente, preservar

de la represión estatal a diversos referentes políticos. La práctica

internacionalista y el tipo de exilio desarrollado por esta

organización serán fundamentales al momento de producirse el

retorno de su dirigencia una vez recuperado el contexto

democrático.

Page 222: El exilio del retorno

222

Palabras claves: Exilio – Internacionalismo – Dictadura militar.

Abstract: The coup d'état of 1976 forced the revolutionary

Argentine organizations to a tactical and methodological

redefinition on which it was the appropriate way of continuing

acting politically in an extremely repressive conjuncture. The

present work proposes to study the political construction that the

Socialist party of the Workers (PST) developed in diverse Latin-

American countries, specially in Colombia, as way of deepening a

political international work already opened previously by this

organization and, parallel, to preserve from the state repression to

diverse political modals. The practical internationalist and the type

of exile developed by this organization will be fundamental to the

moment to take place the return of his leadership once recovered

the democratic context.

Keywords: Exile – Internationalism - Military dictatorship.

Introducción

Para aquellas organizaciones políticas revolucionarias que

intervinieron en la convulsionada realidad argentina de la década

de 1970, la llegada al poder de la última dictadura militar, obligó a

Page 223: El exilio del retorno

223

una redefinición sobre la forma de continuar con la labor militante

en un contexto que se vislumbraba extremadamente represivo. Por

ello, diversas organizaciones políticas experimentaron, tras la

concreción del golpe de Estado, una reelaboración táctica y

metodológica y un viraje en su militancia cotidiana. El presente

trabajo tiene como objetivo analizar el accionar de aquellos

militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante,

PST) que, durante el último gobierno de facto, debieron exiliarse

en diversos países, en particular latinoamericanos, como forma de

supervivencia ante la sistemática represión estatal implantada

pero, a su vez, como continuidad de una labor política

internacionalista llevada a cabo con anterioridad a esta

circunstancia.

El PST se inserta dentro de una tradición política de la

izquierda revolucionaria en Argentina que podría encuadrarse

dentro del denominado trotskismo-morenista. El primero de los

motes ideológicos responde al legado de la figura de León Trotsky,

particularmente en cuanto a su concepción crítica del Estado

soviético a partir del stalinismo como una “deformación

burocrática” de la revolución. El segundo aporte de peso fue su

concepción internacionalista de la revolución socialista conocida

como la teoría de la revolución permanente. Ésta se inserta en un

debate teórico contra la teoría de la revolución en un solo país

impulsada por el stalinismo (que planteaba la posibilidad de una

coexistencia pacífica de un país socialista con los países capitalistas

del mundo). Trotsky argumentaba que no era concebible el triunfo

de la revolución socialista en un sólo país dada la internacionalidad

Page 224: El exilio del retorno

224

del capitalismo. Dentro de la historia del trotskismo argentino, la

corriente política más destacada fue aquella encabezada desde los

años cuarenta por la figura de Nahuel Moreno (seudónimo de Hugo

Miguel Bressano). Se denomina entonces como corriente morenista

a las diversas organizaciones políticas lideradas por este dirigente a

lo largo de la historia desde sus inicios a mediados de la década de

194046.

El interés en rescatar el accionar del PST radica en el análisis

de una organización que, en toda su historia, otorgó prácticamente

la misma jerarquía a la militancia dentro del país como al trabajo

46 El derrotero de esa corriente se originó en los años cuarenta con la formación del GOM (Grupo Obrero Marxista), luego rebautizado POR (Partido Obrero Revolucionario). En los cincuenta, el morenismo formó parte del (PSRN) Partido Socialista de la Revolución Nacional y, tras la caída de Perón, practicó la táctica del entrismo en el movimiento obrero peronista a través de la publicación Palabra Obrera. Como reflejo del impacto de la Revolución Cubana, la corriente morenista se fusionó, en 1965, con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular) dirigido por Roberto Santucho. De esa unión, nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Tras un proceso de debate interno, en 1968, esta organización se dividió en dos grupos diferenciados: la corriente morenista dio forma al denominado Partido Revolucionario de los Trabajadores – La Verdad (PRT-LV) que actuó hasta 1972, año en que se fusionó con un desprendimiento del Partido Socialista Argentino (dirigido por Juan Carlos Coral) y dio origen al denominado Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Con esta denominación el morenismo actuó (legal y clandestinamente, respectivamente) hasta la finalización de la dictadura militar en 1983. La reapertura democrática transformó al PST en el Movimiento al Socialismo (MAS), una de las organizaciones de izquierda de mayor peso en la historia argentina. Este partido, entre finales de los ochenta y principios de los noventa, entró en una crisis política que le significó constantes rupturas y desprendimientos. Un número nada despreciable de organizaciones de izquierda actuales provienen de esta tradición política que aquí estudiamos.

Page 225: El exilio del retorno

225

político a escala internacional, al tener siempre presente como

objetivo el forjar y sostener relaciones con distintos agrupamientos

políticos y activistas de diferentes latitudes en la búsqueda de una

corriente internacional que interviniera en las diversas coyunturas

políticas de cada país. Ello implicó, para el PST, no sólo la

posibilidad de lograr una construcción política coordinada a nivel

internacional sino también la posibilidad de acudir, una vez

iniciada la dictadura en Argentina, a estos contactos y

organizaciones en el extranjero como método de preservación dada

la persecución política local. Por lo tanto, el presente trabajo se

ocupará de la construcción política en el exterior que esta

corriente elaboró a lo largo del terrorismo de Estado en Argentina

haciendo hincapié en Colombia por ser el lugar de inserción más

paradigmático.

En relación con lo antes dicho, la presente propuesta

consiste en reflexionar sobre cómo el PST, al finalizar el golpe de

Estado y al producirse el retorno a la Argentina de la militancia

exiliada, no salió mayormente dañado como estructura política más

allá del exilio y de la represión sufrida, e incluso, reapareció como

alternativa política de cierta relevancia ante la apertura

democrática, aspecto que conlleva una diferencia con otras

organizaciones revolucionarias para las cuales la conjunción de

represión y exilio significaron (de hecho) su extinción.

Por último, el presente trabajo permite una reflexión sobre

el exilio como objeto de estudio historiográfico. Existe una

abundancia de producciones históricas que presentan experiencias

de exilio desde dos perspectivas diversas: por un lado, desde las

Page 226: El exilio del retorno

226

vivencias personales de los exiliados en los diversos países que

sirvieron como refugio (las dificultades de inserción, el desarraigo,

la construcción de la vida cotidiana en otras latitudes, etcétera) y,

por otro lado, la actividad de los grupos de exiliados como

denunciantes de la violación de los derechos humanos que se

experimentaba en la Argentina de entonces. En este sentido, nos

proponemos el abordaje de una experiencia de exilio no como un

mero acto de supervivencia o refugio, o bien, como vía de denuncia

al terrorismo de Estado en Argentina, sino también como la

alternativa para una construcción política amoldada a diversas

regiones y con distintas características de militancia, esto es, el

exilio como la práctica política diaria que experimentaron aquellos

militantes del PST argentino que debieron emigrar y continuar con

su tarea militante en diversos espacios.

Para el PST, la llegada castrense al poder implicó, por un

lado, una redefinición sobre la manera más adecuada de sostener a

la organización en un contexto de clandestinidad y, por otro lado,

la salida del país de aquellos referentes partidarios mayormente

expuestos y en situación de probable detención con un fin no sólo

de supervivencia sino también político. Esto implicaba, por una

parte, que la entonces dirección del PST continuaría el desarrollo

de la política partidaria argentina desde el exterior y a resguardo

de la represión y, por otro lado, que una vez instalados en otros

países estos dirigentes profundizarían su trabajo militante a nivel

internacional mediante la construcción o integración de diversas

organizaciones políticas en distintas latitudes que pudieran

articularse entre sí y fortalecer una corriente internacional. Este

Page 227: El exilio del retorno

227

trabajo, relacionado a la concepción internacionalista antes

mencionada, era preexistente al golpe de Estado y fue un

denominador común en aquellos partidos insertos dentro de la

historia de la corriente morenista, pero la salida forzosa de muchos

dirigentes en esta coyuntura permitió una dedicación más tenaz y

cotidiana a este tipo de tarea militante.

El principal lugar de destino de los dirigentes del PST fue

Colombia, dadas las relaciones previamente establecidas. Si bien

los principales dirigentes que debieron exiliarse allí funcionaron

como la dirección del PST argentino en el exilio, su labor central

recayó en la coordinación internacional de toda la corriente

política. El PST argentino logró mantenerse y seguir funcionando a

través de una dirección argentina que debía actuar en la

clandestinidad en forma paralela a la dirección partidaria existente

en Colombia. Este factor debe ser tenido en cuenta porque puede

afirmarse que el trabajo político de estos militantes que

sostuvieron clandestinamente a esta organización significó, en

buena parte, que ésta no se disgregara y pudiera sostenerse a lo

largo de la dictadura militar. Sin esta tarea en la clandestinidad

(reuniones secretas, publicaciones clandestinas, normas de

seguridad a cumplir), el trabajo internacional realizado en ese

período por sus dirigentes, hubiera resultado insuficiente.

En concordancia con ello, uno de los aspectos a tener en

cuenta a los efectos de analizar cómo el PST pudo preservarse

como organización en la Argentina recayó en la ligazón que

sostuvieron aquellos militantes que quedaron a cargo del partido en

la clandestinidad con la anterior dirección partidaria exiliada en

Page 228: El exilio del retorno

228

Colombia. Esta relación permitió que aquellos militantes instalados

en Colombia realizaran una campaña internacional por aquellos

miembros de su organización que se encontraban detenidos en la

Argentina, planificaran diversos operativos para sacar del país a

algún miembro del partido en situación de riesgo, o bien,

motorizaran diversos encuentros entre algunos militantes

argentinos a cargo de la organización en la clandestinidad y los

dirigentes del partido que se encontraban en el exterior (como

forma de no producir una ruptura entre los cuadros exiliados y los

dirigentes residentes en Argentina).

Por lo anteriormente explicado, vale una conclusión paralela:

dos tareas imbricadas entre sí como lo fueron el fortalecimiento

internacional y el sostenimiento de una organización política en la

Argentina, permitieron al PST contar con una estructura partidaria

no debilitada en demasía por los efectos de la represión y, una vez

producido el retorno de su militancia exiliada, ubicarse como

alternativa dentro de la política argentina post-dictatorial.

Colombia como centro de la construcción política internacional

El análisis de Colombia reviste importancia doble. En primer

lugar, como construcción política particular con la creación y el

desarrollo de una estructura partidaria local denominada Partido

Socialista de los Trabajadores de Colombia. Por otro lado, porque

este país se convirtió en el centro de funcionamiento de la

corriente morenista. Desde allí, algunos de sus miembros (incluido

Page 229: El exilio del retorno

229

el propio Nahuel Moreno) establecieron relaciones y discutieron la

política partidaria con los militantes de los diversos países en los

que la corriente se insertó. A su vez, desde este país se

mantuvieron contactos con los militantes de la organización en la

clandestinidad argentina con quienes buscaron la coordinación de

acciones mientras, paralelamente, se editaron diversas

publicaciones para ser trabajadas en los distintos países en los que

esta corriente tenía llegada.

La llegada de militantes morenistas argentinos a Colombia

coincidió con una coyuntura política de matizados cambios. La

asunción al poder del liberal Alfonso López Michelsen en 1974 se

insertó en un delicado contexto económico dado el vertiginoso

proceso inflacionario que golpeó con dureza a las clases subalternas

y generó un alza en la conflictividad social y en la radicalización de

actores sociales tales como el estudiantado, el movimiento obrero

y las organizaciones guerrilleras. En esta agitada coyuntura se

produjo la llegada de un conjunto de militantes del PST de

Argentina como forma de preservación de sus referentes más

expuestos ante el inicio de una sistemática represión estatal.

El inicio de este contexto represivo implicó la discusión en el

PST Argentino sobre los pasos a seguir y, en particular, sobre cómo

proteger a aquellos dirigentes y militantes mayormente expuestos

públicamente preservando paralelamente a la organización. El

primer debate recayó en cuál debía ser el centro geográfico en el

que la dirección argentina debía insertarse y coordinar la

construcción internacional. De acuerdo a los análisis realizados, la

dirección del PST Argentino barajó tres posibilidades. Por un lado,

Page 230: El exilio del retorno

230

Portugal en donde la corriente morenista tenía inserción y aún se

vivía un proceso político de convulsión social (las secuelas de la

Revolución de los Claveles de 1974). No obstante, asentarse en

Europa era dificultoso desde un punto de vista organizativo y

costoso desde lo económico. Dentro de las variantes

latinoamericanas, la prioridad recaía en Venezuela en donde existía

un grupo de la corriente morenista ya instalado y con perspectivas

de crecimiento, pero el gobierno venezolano de entonces vetó la

posibilidad de ingreso a exiliados de otras latitudes con lo cual, la

entrada en ese país debería haberse organizado de forma

exclusivamente clandestina y ello dificultaba una adecuada

inserción. La posibilidad de Colombia estaba dada a raíz de los

contactos que el PST de Argentina estableció previamente con una

flamante organización colombiana, el Bloque Socialista. Con esta

organización, el PST argentino forjó un diálogo político y proyectos

de construcción en común. No obstante, el contacto con el Bloque

Socialista no dejaba de ser simplemente una relación política laxa

por lo que dirigirse a Colombia tenía sus riesgos pero, ante la

imposibilidad de los otros países mencionados, ése terminó siendo

el destino de importantes dirigentes y militantes de la organización

argentina.

El Bloque Socialista surgió en Colombia al calor de diversos

procesos de lucha que se sucedían en ese país, básicamente en el

movimiento estudiantil. Por eso mismo, sus principales

componentes pertenecían al sector universitario (tanto estudiantil

como docente). Se trató en sus inicios de una organización que se

diferenciaba del resto de la izquierda colombiana en sus

Page 231: El exilio del retorno

231

concepciones ideológicas. En Colombia se encontraban, por un

lado, aquellos partidos que respondían a la Unión Soviética (el

Partido Comunista colombiano con importante arraigo en algunos

sectores obreros), o bien, aquellos ligados al proceso revolucionario

chino (el MOIR, de orientación maoísta). Ambos partidos eran

criticados por el Bloque Socialista como proclives a establecer

alianzas con diferentes sectores de la burguesía y por un accionar

burocrático en los ámbitos sindicales. Por otro lado, en la izquierda

colombiana proliferaban las organizaciones revolucionarias armadas

las cuales tenían, para el Bloque, una táctica errónea lo que se

ejemplificaba, según ellos, en el aislamiento político y geográfico

que estas estructuras poseían. Por esto, el Bloque Socialista nació

sosteniendo una concepción trotskista, ideología hasta entonces no

existente en la vanguardia colombiana.

El 5 de febrero de 1976, transcurridos algunos meses de

discusión entre las distintas tendencias de la organización, el

Bloque Socialista realizó su primera Conferencia Nacional a través

de la cual es posible analizar sus principales aspectos

programáticos y las discusiones relevantes entre sus integrantes.

Esta Conferencia discutió básicamente en torno a tres ejes: las

cuestiones ideológicas y programáticas, la transformación de la

estructura preexistente en un partido político y la participación en

las elecciones legislativas a realizarse pocos meses después de ese

encuentro. En cuanto a la cuestión programática, la Conferencia

decidió, a nivel ideológico, adoptar la Teoría de la Revolución

Permanente de Trotsky. A escala nacional, el Bloque Socialista

brindó especial importancia a aquellas consignas adecuadas para

Page 232: El exilio del retorno

232

insertarse en la clase obrera colombiana. Se aprobaron

reivindicaciones tales como el aumento de salarios acorde al

incremento del costo de vida, el seguro de desempleo y la

conformación de una central sindical única que superara la

dispersión existente. En relación a la construcción de un partido

político, la Conferencia aprobó su conformación y puesta en

marcha, partiendo de la necesidad de que éste se insertara

activamente en el movimiento obrero de donde deberían salir sus

principales cuadros. Por último, la Conferencia dictaminó la

participación en elecciones legislativas lo que implicó una discusión

interna importante dada la tradición abstencionista que

históricamente sostenía la izquierda colombiana (Erico, 1976: 4-5).

En esa situación interna se encontraba el Bloque Socialista al

producirse el arribo de los argentinos. Esto repercutió en buena

medida en la inserción de los dirigentes del PST argentino dado que

no todos los componentes del Bloque Socialista estaban dispuestos

a construir un partido con las características propias de la corriente

morenista; esto es, una estructura política marxista-leninista con la

consecuente práctica del centralismo democrático como forma de

funcionamiento interno. A partir de ese momento, los argentinos,

junto a aquellos colombianos que impulsaban la formación de un

partido con inserción en el movimiento de masas, comenzaron una

etapa de discusión y debate con las distintas tendencias del Bloque

desperdigadas en toda Colombia. Este proceso terminaría en 1977

con la transformación del Bloque Socialista en el Partido Socialista

de los Trabajadores de Colombia a imagen y semejanza de su

homónimo argentino (Restrepo, 1977:14).

Page 233: El exilio del retorno

233

La principal actividad desarrollada por aquellos dirigentes

del PST argentino que tuvieron que emigrar a Colombia recayó en

la centralización desde este país de las actividades políticas de

toda la corriente a nivel internacional y la coordinación entre las

distintas organizaciones que sus militantes exiliados integraban en

los diversos países receptores. En este sentido, aquellos dirigentes

argentinos (Nahuel Moreno principalmente) que se desempeñaron

en Colombia durante la dictadura militar argentina iniciada en

1976, tomaron tres tareas como ejes políticos cotidianos. En primer

lugar, la construcción internacional de la corriente morenista:

desde Colombia se organizó la conformación de la llamada Fracción

Bolchevique que agrupó a distintas organizaciones trotskistas y se

desenvolvió como corriente dentro de la IV Internacional. Esto

implicó que los militantes argentinos viajaran a distintos países en

diversas oportunidades y que organizaran desde Colombia las

reuniones con los representantes de las distintas organizaciones con

las cuales tenían relación. En segunda instancia, los argentinos

otorgaban una importancia considerable al desarrollo de la

editorial de la corriente, denominada Pluma. De esa forma, desde

Colombia se impulsaban distintas publicaciones de carácter

internacional que eran trabajadas no sólo allí sino también en los

distintos países en los cuales el morenismo se encontraba inserto

(es el caso de la publicación Revista de América, por ejemplo). A

su vez, la editorial publicó las obras de León Trotsky lo cual fue una

novedad en países en los que, como Colombia, su teoría no era

mayormente difundida. Por último, una de las principales tareas de

los dirigentes argentinos consistió en la realización a nivel

Page 234: El exilio del retorno

234

internacional de una importante campaña denunciando el accionar

represivo de la dictadura militar en Argentina y difundiendo los

nombres de aquellos militantes del PST argentino que se

encontraban detenidos y desaparecidos en ese entonces. La

realización de una campaña internacional por los detenidos del

partido tuvo el objetivo de ejercer presión sobre el gobierno

argentino en la búsqueda de la libertad de estos militantes. Esto

iba de la mano de una ligazón estrecha con aquellos militantes

argentinos que sostenían al PST de aquel país en la clandestinidad,

lo cual no era tarea sencilla (por ejemplo, en 1980, la corriente

desarrolló desde Colombia un operativo para que aproximadamente

cien delegados del PST argentino viajaran a ese país para realizar

un congreso partidario) (Estatuto del Estatuto del Partido Socialista

de los Trabajadores. Aprobado en el congreso de 1980”, CEDINCI ).

La inserción en la política colombiana

Una vez conformado el PST Colombia, la organización

comenzó a desarrollar un trabajo sindical que se convertiría en el

eje más destacable de este partido a la hora de realizar un balance

sobre su accionar. A través de testimonios orales contrastados

puede concluirse que la mayor inserción del PST colombiano recayó

en los sectores docentes primarios, secundarios y universitarios.

Uno de los sindicatos más destacados de Colombia era la FECODE

(Federación Colombiana de Educadores) que englobaba a más de

cien mil afiliados. Quien estuvo a la cabeza de este sindicato fue

Page 235: El exilio del retorno

235

una joven dirigente del PST colombiano, Socorro Ramírez, quien

luego fuera candidata a la presidencia del país. A su vez, este

partido logró inserción en otras ramas laborales, como los obreros

industriales y los empleados públicos (por ejemplo, en trabajadores

telefónicos). En cuanto a las zonas de inserción, el PST forjó un

trabajo sindical principalmente en Bogotá, Cali y Medellín (Petit,

2006; Ramírez, 2006). En ese momento, el movimiento obrero

colombiano se encontraba fragmentado por dos razones. En primer

lugar, por la propia dinámica sindical existente en ese país y en

segundo término, por la inexistencia de una central unitaria que

agrupara al conjunto de la clase obrera. En Colombia existía el

sindicato de fábrica, es decir, cada fábrica negociaba sus

condiciones independientemente del resto. Esto permitía un

funcionamiento más democrático por lo que no era dificultoso para

una corriente de izquierda, como el PST, presentar una lista de

trabajadores para disputar la dirección de un sindicato

determinado y a su vez impedía que se formaran fuertes

burocracias sindicales. Pero, como factor negativo, esta estructura

generaba que las luchas obreras se desenvolvieran fragmentadas

entre sí y sin coordinación. Por otro lado, el PST marcaba la

carencia de una central única. En Colombia coexistían inicialmente

dos centrales dirigidas por los partidos tradicionales, la CTC (del

Partido Liberal) y la UTC (de los conservadores). Luego, surgió la

CSTC bajo el ala del Partido Comunista y posteriormente la

Confederación General del Trabajo (CGT), central en la que el PST

colombiano tuvo participación. Los testimonios dan cuenta de que

la militancia y el diálogo con la clase obrera no eran complicados

Page 236: El exilio del retorno

236

en demasía dada la existencia de trabajadores dispuestos y abiertos

a escuchar ideas como las que podrían acercarles las corrientes de

izquierda. El principal inconveniente dentro del movimiento obrero

para la militancia de esta organización era la constante influencia

tanto del Partido Comunista como de las organizaciones guerrilleras

con las cuales confrontaban. La crítica principal por parte del PST

al Partido Comunista colombiano a lo largo de toda esta etapa

recayó en una labor sindical desligada de un bagaje político, lo cual

significaba que este partido movilizaba a los sindicatos que

manejaba por ciertas reivindicaciones mínimas para los

trabajadores pero luego no ligaba estas luchas a un accionar

político por objetivos estructurales. Por lo general, la política del

PC colombiano recaía finalmente en la búsqueda de alguna figura

de segunda línea del Partido Liberal para que éste encabezara sus

listas de candidatos electorales. La otra disputa en el seno del

movimiento obrero colombiano se relacionaba con el arraigo que

las organizaciones guerrilleras tenían en los sindicatos y de las

cuales el morenismo pretendía delimitarse tácticamente.

El movimiento obrero fue un importante protagonista de

distintas acciones que desembocaron en el Paro Cívico de 1977, una

forma de lucha similar a la metodología de la huelga general

desarrollada en otros países. Era la primera vez en la historia

colombiana que lograba desarrollarse una experiencia de tal

magnitud. Lo inédito de este hecho fue que, por primera vez, las

cuatro centrales de trabajadores coordinaron para impulsar la

huelga en unidad. La jornada que en sus inicios parecía tener los

mecanismos clásicos de la huelga general (ausencia laboral,

Page 237: El exilio del retorno

237

piquetes en las fábricas) se transformó con el curso de las horas en

una pueblada de distintos sectores populares. El PST, siendo una

organización pequeña, aportó a la concreción de este paro a través

de sus militantes insertos en los lugares laborales garantizando el

paro, los piquetes y demás acciones pertinentes. Las crónicas

partidarias que narran ese día dan cuenta de la muerte de un

simpatizante del PST colombiano en los enfrentamientos callejeros

suscitados. El partido caracterizó este acontecimiento como un

primer ensayo de huelga general:

El Paro Cívico Nacional y las cuatro grandes huelgas que lo acompañaron (de cementeros, docentes, petroleros y trabajadores agrícolas de Indupalma) indican que este ascenso obrero ha entrado en una nueva fase, donde aparecen elementos que anuncian la perspectiva de un cambio de etapa, es decir, el paso a una etapa prerrevolucionaria (Ramírez, 1977: 28-33. Negrita en el original).

El pronóstico del PST recayó en lo que este partido entendía

como la posibilidad concreta de que el movimiento obrero dejara

de lado las luchas aisladas y fragmentadas y se encaminara hacia la

construcción de una central unitaria. De acuerdo al análisis del

PST, si esto ocurría, continuarían sucediéndose movilizaciones

generales unitarias del conjunto de la clase trabajadora lo cual

implicaba paralelamente un enfrentamiento político con el

gobierno dejando de lado el plano exclusivamente sindical. Las

movilizaciones de los distintos sectores de la clase trabajadora

continuaron aunque no en un marco de unidad real como lo fue el

Page 238: El exilio del retorno

238

Paro Cívico de 1977, sino a través de distintas e importantes

acciones pero, al fin de cuentas, nuevamente aisladas. Pero sobre

todo, lo que no se previó en esa perspectiva política del PST era

que, en los años siguientes, el accionar de las organizaciones

guerrilleras fuera cada vez más frecuente. Esto generó, por un

lado, complicaciones en el seno del movimiento obrero dado que se

colocó en un primer lugar a las acciones de las guerrillas por sobre

la movilización de la clase trabajadora y, por otro lado, trajo como

resultado una mayor represión gubernamental que sufrieron no sólo

las guerrillas sino el conjunto de las clases subalternas en lucha.

En este contexto, Colombia se encontró, en 1978, con nuevas

elecciones presidenciales. El Partido Socialista de los Trabajadores

tomó la decisión de participar en estas elecciones utilizando la

campaña para difundir las propuestas programáticas y poner a la

organización en un escalón más alto dentro de su política de

inserción en la población. La propuesta del PST fue colocar como

candidata a la presidencia a la dirigente docente Socorro Ramírez.

Dada la idiosincrasia colombiana, la candidatura era llamativa

tanto por tratarse de una mujer como por su juventud. La

característica central de este proceso, recayó en el intento de

apertura de las listas de candidatos al activismo y a la dirigencia

obrera existente (más allá de no pertenecer ésta a las filas del

PST). En relación con ello, este partido afirmaba:

El PST ejerce la presión unitaria con nuevo ímpetu, apoyándola ahora en un precedente contundente: si se logró la unidad de la clase obrera para el Paro Cívico, es posible materializarla también en la construcción de

Page 239: El exilio del retorno

239

una central única, y en un acuerdo electoral que proclame un solo candidato de todos los explotados. (Ramírez, 1977: 30-32)

Se desprende de esta cita que el movimiento obrero y la

unidad sindical seguían posicionándose a la cabeza de las

reivindicaciones de esta organización colombiana y por ello, estas

elecciones fueron utilizadas como forma de entablar un diálogo con

el activismo de la clase obrera. El diálogo con la vanguardia obrera

podía verse facilitado por un proceso de ascenso de las

movilizaciones que finalizaron con el Paro Cívico y por otras

acciones de relevancia pero, no obstante ello, la militancia

electoral dentro del común de la población no era una tarea

sencilla. Como describen aquellos argentinos que se insertaron en

la política colombiana de entonces:

(...) en los barrios íbamos a plantear la candidatura de Socorro Ramírez, casa por casa, y decíamos: ‘Acá venimos, con la candidatura de Socorro Ramírez, por el socialismo, etcétera’. Y nos decían: ‘Ah, ¿y cuánto dan?’ Entonces la pregunta era cuánto poníamos de plata para ir a votar. Era así en todas las casas. (Ramírez, 2006)

No obstante estas dificultades a la hora de realizar la

campaña y la cantidad de votos obtenidos por el partido

(aproximadamente tres mil), los militantes del PST presentes en

ese momento en Colombia destacan el uso de la coyuntura

electoral como forma de difundir las ideas partidarias e instalarse

Page 240: El exilio del retorno

240

como organización política en sectores de la población más

amplios. A su vez, la campaña le sirvió a esta organización para

diferenciarse de las corrientes de izquierda mayoritarias tanto del

Partido Comunista (que colocaba en sus listas a un candidato liberal

de segunda línea) como de las corrientes abstencionistas, con

quienes el morenismo entabló un debate polémico sobre la utilidad

de esta tipo de sufragio:

Había el siguiente espejismo de que ser abstencionista era ser revolucionario. Sobre todo el abstencionismo era masivo en los sectores universitarios. O sea, todo lo que era izquierda no dominada por el Partido Comunista era abstencionista. (...) la izquierda creía que la abstención era revolucionaria: no lo era, en verdad la inmensa mayoría de la gente era tan atrasada que ni siquiera votaba. No era que había superado el electoralismo, no había llegado siquiera. (...) Y la izquierda creía que eso era revolucionario (...). (Ramírez, 2006)

La última acción importante, que merece ser destacada,

del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia en el

período coincidente con la dictadura militar argentina, recayó en la

conformación de una brigada internacional, la Brigada Simón

Bolívar, que participaría de forma independiente en el proceso

revolucionario que estaba viviendo Nicaragua en la lucha contra la

dictadura de Somoza. La repercusión fue rápida, no sólo en Bogotá

sino también en distintas regiones del país. Fue fundamental, a los

efectos de la difusión, el arraigo que la convocatoria tuvo en

distintos sectores de la opinión pública. En cuanto a las finanzas,

Page 241: El exilio del retorno

241

cada uno de los brigadistas tomó como parte de la tarea el buscar

los recursos posibles para solventar su viaje. Buena parte del dinero

restante fue conseguido a través de los brigadistas gracias a un

trabajo de militancia que recaía en recorrer sindicatos, grupos

estudiantiles y demás sectores a los efectos de pedir una

colaboración. La convocatoria, a su vez, tuvo arraigo en la

comunidad artística e intelectual de la cual surgieron distintos

eventos con el fin de recaudar dinero para las finanzas del viaje. En

definitiva, la formación de la Brigada Simón Bolívar fue una tarea

importante y un impulso para el Partido Socialista de los

Trabajadores de Colombia, dada la difusión que tuvo su

conformación. Es así como aproximadamente un centenar de

brigadistas partieron desde Colombia a integrarse al proceso

nicaragüense (Mangiantini, 2011: 123-144).

El accionar del PST colombiano continuó más allá de la

partida de los militantes argentinos una vez finalizada la dictadura.

No obstante, la historia colombiana desde mediados de la década

de 1980 estuvo marcada por el incremento cada vez álgido de la

violencia política que dejó escaso margen para una participación

política obrerista y socialista.

La militancia en el exilio

Si bien se tomó a Colombia como estudio de caso particular y

como paradigma de construcción internacionalista por convertirse

en el centro de la militancia en el exilio de la corriente morenista,

Page 242: El exilio del retorno

242

paralelamente, diversos militantes de esta corriente política

tuvieron inserción en distintos países en los que formaron nuevos

agrupamientos políticos, o bien, se insertaron en otros

preexistentes a su llegada. Por ejemplo, el exilio argentino en Perú

coincidió con el traspaso de poder de Velasco Alvarado por otro

gobierno integrado por hombres de las fuerzas armadas,

encabezado por Francisco Morales Bermúdez, quien asumió en un

contexto de profunda conflictividad social y represión. Los

militantes del PST argentino se integraron al proceso peruano a

través del Partido Socialista de los Trabajadores de ese país (ya

fundado en 1975). Este partido pugnó prioritariamente por la

inserción política en el seno del movimiento obrero y, en menor

medida, en el movimiento estudiantil y en el campesinado. Con

relación a la política para con la clase obrera, los testimonios dan

cuenta que la inserción y el diálogo con los trabajadores no era

dificultoso para las ideologías del campo de la izquierda. Quienes

se insertaron en Perú destacan que en este país no había una

burocracia sindical de peso con lo que relacionarse con el común

del trabajador implicaba menores obstáculos. Por detrás del

movimiento obrero, el PST peruano buscó inserción tanto con el

movimiento estudiantil como con el campesinado aunque, en

ambos casos, con menor éxito. Como parte de ese ascenso social,

se produjo la huelga general de 1977, quiebre en la historia

peruana. La contundente irrupción de las clases subalternas en

escena significó el principio del fin del régimen militar el cual

debió garantizar una salida democrática con la convocatoria a una

Asamblea Constituyente. Ante esto, la posición de la corriente

Page 243: El exilio del retorno

243

morenista recayó en apostar a la continuidad de las luchas sociales

hasta la concreción de un gobierno de los mismos trabajadores y,

paralelamente, construir una alternativa que se expresara en el

terreno electoral. La consecuencia de este proceso político de

ascenso de las masas peruanas fue el inédito resultado que la

izquierda obtuvo en las elecciones para la Asamblea Constituyente.

Detrás de los dos primeros lugares, reservados para los históricos

partidos APRA y Acción Popular, se ubicó el Frente Obrero

Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP) sobrepasando el número

de los 400 mil votos y obteniendo doce representantes para la

Asamblea Constituyente. El PST peruano fue parte de esta

conjunción de organizaciones y personalidades de la izquierda,

dirigentes campesinos, referentes obreros e intelectuales. El PST, y

el resto de las organizaciones de la izquierda en general, supieron

utilizar a la Asamblea Constituyente como un ámbito desde el que

desarrollar sus ideas y propagar sus reivindicaciones haciéndose eco

en ese espacio de los distintos conflictos que se sucedían

diariamente. Posteriormente, primó la fragmentación y las

discusiones entre las distintas organizaciones de izquierda lo que,

sumado a un retroceso general de la conflictividad social, perjudicó

la posibilidad de una alternativa política de peso por parte de la

izquierda peruana. En las elecciones presidenciales de 1980, el PST

logró una alianza con el resto de los partidos trotskistas pero, ante

este cambio coyuntural, este frente obtuvo alrededor de 150 mil

votos.

Dentro de las diferentes experiencias que aquellos militantes

argentinos del PST vivieron en distintos países, una de las más

Page 244: El exilio del retorno

244

notorias fue la intervención en la Revolución Nicaragüense de 1979

a través de la Brigada Simón Bolívar. Lo que hace esta experiencia

trascendental es, por un lado, la intensidad de la misma: en pocos

meses, formaron esta brigada con militantes de distintos países,

combatieron junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional

(FSLN) contra la dictadura de Somoza, participaron en la

organización de un centenar de sindicatos autónomos del Estado y

fueron expulsados del país al no comulgar con diversas

caracterizaciones y medidas del nuevo gobierno nicaragüense y,

por otro lado, por el hecho de formar parte de un proceso

revolucionario real, con un levantamiento popular generalizado en

todo el territorio nicaragüense.

Paralelamente, diversos militantes del PST argentino

participaron de la conformación de una organización en Brasil

llamada Convergencia Socialista que tiempo después integraría el

popular Partido de los Trabajadores (PT). A su vez, algunos

militantes desarrollaron una labor política en Venezuela donde

construyeron un partido político (PST) que intervenía en la realidad

local y que, paralelamente, desarrollaba junto a otros exiliados de

diversas tendencias campañas por los presos políticos argentinos.

Por su parte, Bolivia no estuvo exenta de esta militancia política

internacional a través de la participación en el grupo Convergencia

Socialista. Por otro lado, en Centroamérica, diversos militantes

participaron del proceso revolucionario salvadoreño, tuvieron

inserción en países como Costa Rica y Panamá y en México dentro

del Partido Obrero Socialista (POS). Por último, un menor número

de militantes se desempeñaron en Europa estableciendo relaciones

Page 245: El exilio del retorno

245

políticas: anteriormente a la dictadura, desarrollaron una inserción

en Portugal y, a partir de la llegada del golpe de Estado argentino,

la organización desarrolló un trabajo político en España (en donde

se conformó el PST español en 1979).

Este breve repaso de ejemplos que merecerían un desarrollo

particular de cada uno da cuenta de un trabajo a nivel

internacional relevante que excede el caso colombiano aquí

mencionado. El corolario de estas construcciones fue la

conformación, en 1982, de una corriente internacional que agrupó

a estas diferentes estructuras políticas construidas o consolidadas.

La creación de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT)

conformada como tendencia dentro de la Cuarta Internacional tuvo

el objetivo de relacionar a estas distintas organizaciones políticas

entre sí y convertirse en un proyecto de dirección internacional,

propósito fundamental de quienes se reivindicaban dentro del

campo ideológico del trotskismo.

A modo de conclusión

Al analizar parte de la historia de una organización política

como el Partido Socialista de los Trabajadores argentino, aparece

en un primer plano su trabajo político realizado a nivel

internacional. Consecuentemente con las concepciones teóricas de

la ideología trotskista, una de las tareas fundamentales impulsadas

por el PST fue la búsqueda de fortalecer una IV Internacional que

agrupara a los partidos de esta ideología de las distintas latitudes y

Page 246: El exilio del retorno

246

dirigiera los diferentes procesos a nivel mundial. Era ésta una

concepción opuesta a aquellas teorías nacionalistas también

características de esta etapa (fuertemente marcada en Argentina

en las organizaciones peronistas) o bien, a la idea del socialismo en

un solo país sostenida básicamente por el comunismo. Es en este

sentido que, en paralelo a la búsqueda de inserción en el

movimiento de masas propia de toda organización revolucionaria,

el PST pugnó además por fortalecer los lazos y las relaciones con

organizaciones de distintos países con el objetivo de crear una

corriente política a nivel internacional que protagonizara una

disputa dentro de la IV Internacional. Esta concepción

internacionalista no empezó con el PST sino que, anteriormente a

su creación, ésta fue una tarea de relevancia en los distintos

agrupamientos políticos impulsados por la figura Nahuel Moreno.

Por ello, el PST tuvo relaciones y embriones de construcción

política desarrollados anteriormente al golpe de Estado de 1976,

como por ejemplo, en Portugal, Venezuela o Colombia. Estas

relaciones previamente establecidas implicaron dos aspectos

importantes. En primer lugar, que al momento de producirse el

último golpe de Estado, sus dirigentes aprovecharon estos vínculos

y lograron instalarse en diferentes países como forma de

preservarse de la persecución política iniciada en Argentina. En

segundo lugar, a partir del exilio de un número elevado de

militantes del PST al exterior a lo largo de esos años, se produjo

una acción política central consistente en conformar y consolidar

distintos partidos políticos en los diferentes países en los que los

militantes debieron residir. Esta conformación de estructuras

Page 247: El exilio del retorno

247

políticas que, más allá de los matices, se construían a imagen y

semejanza del PST argentino, permitieron un fortalecimiento a

nivel internacional de esta corriente.

Quienes protagonizaron este período de la historia del PST

reivindican la enseñanza de participar de diferentes procesos

internacionales e insertarse políticamente en diversos países. Esto

tiene como consecuencia, con el final de la dictadura militar

argentina, el retorno al país de un importante número de

militantes con la experiencia de haber actuado en diversas

coyunturas y con una formación política a nivel internacional. El

retorno de esta generación de nuevos cuadros que realizaron gran

parte de su formación política en el exilio se conjugó luego con

aquellos militantes que permanecieron en la Argentina y lograron la

supervivencia del partido más allá de la clandestinidad obligada por

el contexto represivo del país. En síntesis, gracias a la confluencia

de aquellos dirigentes reconocidos que permanecieron en el exilio,

los militantes que vivieron diferentes experiencias políticas en

distintos países y aquellos miembros del PST que sostuvieron a la

organización en el país, este partido político tendría su continuidad

transformándose en una alternativa en el proceso iniciado en la

Argentina desde 1983. Consideramos que esta práctica

internacionalista supuso una diferencia con diversas estructuras

revolucionarias para que las que la combinación de la represión

estatal y el exilio de sus referentes significaron su disolución como

agrupamientos políticos más allá del posterior retorno de algunos

de sus referentes.

Page 248: El exilio del retorno

248

Bibliografía

Libros

Arrubla, Mario y otros (1985). Colombia hoy. Colombia: Siglo XXI.

Bushnell, David (1996). Colombia Una nación a pesar de sí misma.

De los tiempos precolombinos a nuestros días. Colombia:

Planeta.

Halperín Donghi, Tulio (1975). Historia contemporánea de América

Latina. Madrid: Alianza.

Artículos

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Mangiantini, Martín (2011). “La Brigada Simón Bolívar. Participación

argentina en la revolución sandinista”, en Revista Testimonios,

Revista científica digital de la Asociación de Historia Oral de la

República Argentina, año 2, N° 2.

http://www.historiaoralargentina.org/ (última visita en marzo

de 2012).

Ramírez, Roberto (1977). “Consecuencia del Paro Cívico”, en

Revista de América. Ciencia, arte, economía, política. Número

extraordinario con la reproducción de los principales materiales

editados durante 1977, Cali (Colombia).

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Revista de América, Síntesis anual.

Documentos

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congreso de 1980, CEDINCI.

Entrevistas

Mercedes Petit, entrevista personal, 25 de enero de 2006, Capital

Federal.

Roberto Ramírez, entrevista personal, 24 de enero de 2006, Capital

Federal.

Page 250: El exilio del retorno

250

Tensiones en la migración política de retorno.

Las organizaciones civiles de solidaridad con los

retornados del exilio argentino (1983-1988)

María Soledad Lastra

Resumen

El retorno de los exiliados argentinos en la década de los

ochenta no ha sido aún investigado en profundidad desde el campo

de la historia reciente. Hasta el momento, se carece de estudios

que integren al retorno en la comprensión de los procesos exiliares

y que, a su vez, lo contemple dentro de una historia política y

social de la transición democrática argentina.

Dentro de esta agenda, el presente artículo recorre algunas

características que asumió el proceso de retorno de los migrantes

políticos argentinos. En particular, se concentra en dos

organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron

activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de

Refugiados y la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino.

Ambas organizaciones respondieron con un trabajo coordinado al

problema del exilio y del retorno desde 1983 hasta 1988

aproximadamente. El artículo invita a conocer algunas pinceladas

Page 251: El exilio del retorno

251

significativas del proceso de retorno visto desde esta dimensión

organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las

tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan

algunas tensiones vinculadas a la imagen negativa que recaía sobre

los retornados y que atravesó determinadas actividades y

decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se aproxima al

limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente a la

problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de los

organismos de solidaridad.

Palabras claves: Exilio – Retorno político – Organizaciones de

solidaridad.

Abstract

Return of Argentine exiles in the 1980s, has not been yet

investigated deeply in the field of recent History. So far, studies

that integrate the return within the understanding of the processes

of exile, as well as within a political and social history of the

Argentine democratic transition are lacking.

Within this agenda, this article covers some characteristics of

the Argentine political migrants return process. In particular,

focuses on two civilian Argentine solidarity organizations that

played an active role in caring for the return: the Argentina

Commission for Refugees and the Office of Solidarity with the

Argentine Exile. Both organizations respond in coordination to the

Page 252: El exilio del retorno

252

problem of the exile and the return from 1983 until 1988

approximately. The article invites you to know some features of

the process of return seen from this organizational dimension. To

do this, the text explores the start and development of reception

and assistance programs and tasks. Finally, the article looks at the

limited actions of the Argentine Government to the problem of the

return, a situation which made it difficult for the tasks of the

agencies of solidarity.

Keywords: Exile – Political return – Solidarity organizations.

Introducción

Al compás de la transición democrática en Argentina se

desplegó casi silenciosamente un fenómeno masivo de retorno de

aquellos emigrantes políticos que debieron abandonar este país en

los años ´70 como consecuencia del orden represivo impuesto

desde antes de la dictadura militar de 1976. Con este retorno se

reeditaron en la prensa argentina las imágenes negativas sobre el

exilio que se habían difundido desde el régimen militar. Durante

1982 y 1987 fueron ganando exposición pública los estigmas sobre

el carácter “dorado” que había tenido el exilio y sobre la

identificación de los exiliados como subversivos y apátridas

(Jensen, 2008: 142). Desde la arena política, los partidos políticos

Page 253: El exilio del retorno

253

homologaron el tema del exilio con el de la “fuga de cerebros” y la

urgencia por atender el retorno se concentró, principalmente, en la

recuperación de recursos humanos calificados que se habían

marchado del país (Infesta, 1987: 102-140; Jensen, 2004: 811-813).

Algunos trabajos que han explorado el tema del retorno de

los emigrantes políticos argentinos lo han hecho desde el

significativo impacto que este proceso tuvo en la experiencia

psicosocial y cultural de los exiliados y también de sus hijos

(Maletta, Szwarcberg, Y Schneider, 1986; Del Olmo, 2003; Jensen,

2008; Aruj, 2008; Franco, 2008; Yankelevich, 2009). Desde el

campo de la historia reciente, la problemática del retorno no ha

sido aún investigada en profundidad. Hasta el momento se carece

no sólo de estudios que integren la problemática de este tipo de

retornos migratorios a la comprensión de los procesos exiliares,

sino que los contemplen, en principio, dentro de una historia de la

transición democrática argentina en sus aspectos políticos y

sociales.

En el marco de este tema de agenda, el presente artículo se

propone recorrer algunas de las características que asumió el

proceso de retorno de los migrantes políticos argentinos en la

década de 1980. En particular, se concentrará en dos

organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron

activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de

Refugiados (en adelante, CAREF)47 y la Oficina de Solidaridad con el

Exilio Argentino (en adelante, O.S.E.A.). Ambas organizaciones

47 Actualmente CAREF se denomina Servicio Ecuménico de Apoyo y Orientación a Migrantes y Refugiados.

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254

respondieron con un trabajo coordinado al problema del exilio y del

retorno desde 1983 hasta 1988 aproximadamente.

Este artículo invita a conocer algunas pinceladas

significativas del proceso de retorno visto desde la dimensión

organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las

tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan

algunas tensiones vinculadas a la mencionada imagen negativa que

recaía sobre los retornados y que atravesó determinadas

actividades y decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se

aproxima al limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente

a la problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de

las organizaciones de solidaridad.

Los inicios

La Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino (O.S.E.A.) se

constituye formalmente desde junio de 1983 aunque desde el final

de la guerra de Malvinas en 1982, las personas que constituirían la

Oficina ya se dedicaban a la resolución de los problemas legales de

los exiliados argentinos en el exterior. En este sentido, fueron

Emilio Mignone y Octavio Carsen quienes, primero desde el Centro

de Estudios Legales y Sociales (CELS) y luego desde O.S.E.A., se

dieron a la ardua tarea de responder las cartas de consultas con

cuestiones legales y jurídicas –como órdenes de captura pendientes

y procesos abiertos, entre otros– que impedían los regresos

(O.S.E.A., correspondencia institucional, 14 de octubre, 1983).

Page 255: El exilio del retorno

255

O.S.E.A. se creó a partir de la propuesta que Emilio Mignone

hizo en una reunión en la casa de Belela Herrera –funcionaria en

ese momento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los

Refugiados (ACNUR)– y comenzó sus tareas el 1 de julio de 1983.48

O.S.E.A. fue el resultado de una acción coordinada por diferentes

organismos civiles y de defensa de los derechos humanos49 para

ayudar en asuntos puntuales del orden jurídico y económico a los

argentinos que retornaban. Vinculados a O.S.E.A., se encontraban

también el equipo de salud mental del CELS y la Cooperativa de

Trabajo, Agencia PROCOP. Esta cooperativa fue impulsada por

Mignone en octubre de 1982 con el propósito de incorporar a

liberados y familiares de detenidos desaparecidos en una actividad

productiva independiente y autogestionada a la que,

posteriormente, se integrarían también los primeros retornados

políticos argentinos (O.S.E.A., circular, diciembre, 1983).

Desde noviembre de 1983 y hasta el 6 de marzo de 1984,

O.S.E.A. aprobó la atención de 132 casos que incluyó a 352

48 En dicha reunión estaban Adolfo Pérez Esquivel, Augusto Conte, Horacio Ravenna, Enrique Pochat, Nelson Soucy de Conserjeria de Proyectos (Costa Rica), el profesor Sadovsky y el Obispo Pagura. (O.S.E.A., 1988: 3). 49 El Consejo directivo de O.S.E.A. estaba formado por Emilio Mignone (presidente del CELS y del Comité Permanente de Defensa de la Educación - COPEDE), Adolfo Pérez Esquivel (Servicio de Paz y Justicia - SERPAJ), Augusto Conte (Diputado Nacional y Vicepresidente del CELS), Enrique Pochat (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos - MEDH), Jorge Feldman (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO) José Federico Westerkamp (Movimiento por la Vida y la Paz - MOVIP) y Octavio Carsen (Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay - SIJAU). Posteriormente ingresaron Jorge Taiana (Servicio Universitario Mundial - SUM), Violeta Correa (CAREF) y Marcelo Palermo (SERPAJ) (O.S.E.A., 1988: 1).

Page 256: El exilio del retorno

256

personas de las cuales, más del 55 por ciento eran adultos y el

resto, niños. Uno de los aspectos más interesantes de esta

asistencia inicial fue la forma en que, desde diciembre de 1983,

crecieron sustancialmente la cantidad de solicitudes, pasando de

14 casos entre noviembre y diciembre de 1983 a 118 en el primer

trimestre de 1984. Este aumento de los pedidos de asistencia de

retornados llevó a O.S.E.A. a estimar que, desde marzo de 1984, la

Oficina recibiría aproximadamente 100 grupos familiares por mes

previendo para el mes de junio del mismo año, un nuevo

incremento importante de los casos pues se cerraban los ciclos

escolares del norte del hemisferio y se vencían los plazos fijados

por Naciones Unidas para el pago de pasajes a retornados

(O.S.E.A., correspondencia institucional, 1 de abril, 1984). En los

inicios de las tareas, O.S.E.A. estimaba que el número de “dos

millones de emigrados era una apreciación justa” (O.S.E.A.,

correspondencia institucional, 15 de junio, 1984) para planificar no

sólo la cantidad de retornados políticos que llegarían sino la

magnitud de trabajo que tendrían en el futuro. Cuatro años

después, la Oficina modificó esa cifra para considerar que el

número de 40 mil migrantes políticos en un universo de 500 mil

emigrados se ajustaba mejor a la realidad (O.S.E.A., 1988: 2-3).

A diferencia de los inicios de O.S.E.A. y de su propósito

específico de atender a esta población nacional de retornados

políticos, CAREF tuvo su origen en el mundo ecuménico y contó

desde 1973 con una experiencia significativa en la atención a los

refugiados extranjeros en el país, sobre todo refugiados chilenos,

uruguayos, paraguayos, bolivianos e indochinos. Atender este

Page 257: El exilio del retorno

257

proceso de retorno político de argentinos fue un desafío para

CAREF pues significó ampliar la población asistida a los nacionales e

integrar al trabajo diario algunas tensiones específicas que

moldearon esa experiencia de retorno.

El hecho de que CAREF aceptara ocuparse de la recepción y

asistencia de los retornados políticos argentinos fue el resultado de

un interesante intercambio de ideas y condiciones entre sus

autoridades y las iglesias miembros, intercambio que se impulsó

con la llegada de una carta, enviada desde Ginebra por el Consejo

Mundial de Iglesias (CMI) en septiembre de 1983. Esta carta

consultaba: “como los pedidos financieros para su repatriación

procedentes de los argentinos se hacen cada vez más numerosos,

sería interesante para nosotros saber si CAREF podría tomar a cargo

(teniendo capacidad y medios administrativos) esta ayuda

necesitada para la reintegración de los argentinos que vuelven a su

país, siguiendo así el ejemplo de FASIC50 en Santiago de Chile”

(CAREF, correspondencia institucional, 21 de septiembre, 1983). Al

igual que en O.S.E.A., el CMI manifestaba que las solicitudes de

ayuda para regresar al país se volvían cada vez más numerosas

conforme se aproximaba el momento de las elecciones

presidenciales en octubre.

50 La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC) fue una institución chilena de carácter ecuménico que apoyó el retorno de los exiliados chilenos brindando orientación, información y ayuda económica para facilitar la reinserción de estos migrantes políticos al país (Coordinación Argentina de Apoyo al retorno a Chile, s/f: 4).

Page 258: El exilio del retorno

258

Este llamado del CMI fue respondido positivamente por

CAREF luego de acordar con las iglesias miembros51 algunas

cuestiones fundamentales a las que debía ajustarse la atención que

se brindaría. En primer lugar, desde CAREF se consideraba que era

imposible pensar en un programa de retorno masivo y espontáneo.

Esto tenía que ver, por un lado, con el hecho de que, desde la

organización, no se contaba con certezas acerca de un número

aproximado de personas y familias que estarían dispuestas a volver

al país, ni desde qué lugares. Algunos de los datos que se tenían se

referían a la situación contrastante de los países escandinavos “que

están ayudando a los que vuelven de forma integral y generosa”

frente a los que volvían de lugares como Francia, Italia, España y

México que “serían los más necesitados y desprotegidos” (CAREF

(a), correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Además

de esa imprecisión para preparar la asistencia futura, desde CAREF

se consideraba necesario saber algo de la situación jurídica y

socioeconómica de quienes regresaban y solicitaba que esto fuera

informado por algún organismo responsable en el país de asilo. A

estas incertidumbres, se le sumó el hecho de que el personal de

asistencia social de la organización así como el presupuesto para el

año 1983, ya se encontraban asignados y comprometidos en los

tradicionales programas de ayuda a los refugiados extranjeros en

Argentina.

51 Las iglesias que en ese momento respondieron a la consulta acerca de la atención a los retornados políticos argentinos fueron la Iglesia Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la Iglesia Metodista Argentina.

Page 259: El exilio del retorno

259

En segundo lugar y más significativo aún, desde CAREF se

consideraba que “participar en la ayuda a los exiliados que

retornan puede llegar a ser tan comprometedor y cuestionado

como ha sido el trabajo de CAREF y el Movimiento Ecuménico por

los Derechos Humanos (MEDH) hasta el presente (CAREF (b),

correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). En este

sentido, una de las ideas incómodas que se barajaba con respecto a

esta nueva tarea de asistencia, tenía que ver con la naturaleza

política de esa migración argentina de retorno, pues se estimaba

que atender a esta población generaría no pocas rispideces entre

CAREF y aquellos que expresaban esa mirada negativa sobre los

exiliados (como por ejemplo la prensa nacional). Por otra parte,

antes de que las Iglesias le otorgaran el nuevo mandato de

asistencia, en Buenos Aires hubo una reunión de CAREF con el

Obispo Angel Peiró, en la cual se mencionó la importancia de

atender a un espectro más amplio de retornados, pues “los pedidos

de ayuda hasta el momento han sido iniciativa de una misma

tendencia política (…), habrían muchas personas que no estarían

embanderadas con ningún partido particular” (CAREF (a),

correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Aunque no se

especificaba cuál era esa tendencia política que solicitaba ayuda

para repatriarse, se incluía como sugerencia para CAREF el brindar

esa asistencia con más apertura. Finalmente, en la correspondencia

institucional emerge el problema del privilegio como una de las

principales dificultades para asistir a los retornados argentinos del

exilio. Al respecto, desde el CMI en Ginebra se consideraba que

“toda asistencia a personas que desean regresar a su patria debe

Page 260: El exilio del retorno

260

ser tratada con mucha prudencia, requiere de consultas periódicas

y no debería nunca poner (o parecer poner) el retornado en una

situación privilegiada en relación a los que ‘lo aguantaron todo’

adentro del país” (CAREF, correspondencia institucional, 2 de

noviembre, 1983). De manera coincidente, la Iglesia Evangélica

Metodista Argentina comunicó a CAREF su aprobación para atender

a los retornados argentinos en una asistencia pastoral, jurídica,

social y económica pero solicitó “enmarcar el trabajo de exiliados

en proyectos más generales, de tal manera que no se cree una

situación privilegiada de los exiliados frente a otros afectados por

la represión” (CAREF, correspondencia institucional, 23 de

noviembre, 1983).

Esta alerta con respecto a privilegiar a los exiliados fue

también una de las tensiones con las que lidió O.S.E.A. a lo largo

de su vida institucional, alertas que se vinculaban con los discursos

sobre el exilio dorado. Uno de los embates fue con respecto a la

migración económica que salió del país sobre todo desde 1980 por

la crítica situación laboral. Aquí, O.S.E.A. defendió la diferencia

entre el exiliado y el emigrante económico por la forma compulsiva

de la salida que adoptó el primero (Reencuentro, 1984: 2). Para

Octavio Carsen, secretario ejecutivo de O.S.E.A., este contraste

era fundamental pues el exiliado “no tuvo siquiera la opción de

elegir entre afrontar la miseria del país o irse, porque en ello se le

iba la vida o la libertad” (La Voz, 1984). Por su parte, con respecto

sobre todo a los ex presos políticos, a los detenidos-desaparecidos y

a sus familiares, O.S.E.A. aseveraba que los exiliados debían ser

incluidos en el conjunto de las víctimas de la represión porque el

Page 261: El exilio del retorno

261

exilio había sido una forma de eliminar a bajo costo la oposición

política y por lo tanto, debía entenderse como una violación a los

derechos humanos (Reencuentro, 1985: 13). Esto será retomado

más adelante.

Al trabajo inicial de O.S.E.A. de atención a los retornados, se

sumó en diciembre de 1983 el área de asistencia social de CAREF

que se encargó de evaluar cada situación para que la Junta

Directiva de O.S.E.A. se informara y considerara el otorgamiento de

la ayuda económica. En general, la asistencia otorgada consistía en

“ayudas de emergencia” que se definían como un apoyo económico

equivalente a un sueldo mínimo por adulto más las asignaciones por

hijos. Estos estipendios se otorgaban a cada retornado o grupo

familiar por un período de tres a seis meses (O.S.E.A., 1988: 14).

Por otro lado, el MEDH, la Comisión Católica Argentina de

Migraciones (CCAM), el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) así como

algunos Obispados, funcionaron como delegaciones de O.S.E.A. que

asistían a los retornados políticos del interior del país. De esta

manera, el trabajo fuerte comenzó desde Buenos Aires, en

conjunto entre CAREF y O.S.E.A. y se mantuvo desde 1983 hasta

fines de 1985 y principios de 1986 aproximadamente. Luego de ese

tiempo, CAREF ya no se ocupó de las tareas de asistencia a

retornados argentinos y O.S.E.A. continuó con la atención

integrando el área de asistencia social al equipo interno de la

Oficina y realizando una serie de modificaciones operativas.

Hasta aquí, es posible observar que la atención concentrada

en el problema de los retornados fue el resultado de una serie de

demandas que provenían del exterior, de los mismos argentinos

Page 262: El exilio del retorno

262

exiliados que comenzaron a movilizarse a partir de la derrota de la

guerra de Malvinas para concretar el regreso. Demandas que

hallaron en el CMI y en Mignone dos puentes para llegar a lo que

luego serían los programas específicos de asistencia de O.S.E.A. y

CAREF. Para estas organizaciones, el retorno político comenzó

entonces con la urgencia por resolver problemas puntuales de

asistencia –sobre todo en el orden legal y económico– y con

importantes dificultades vinculadas al estigma del exilio dorado.

Asistir y Reintegrar

El trabajo realizado por O.S.E.A. durante el tiempo que

funcionó la Oficina puede ser distinguido en dos grandes etapas. La

primera, de 1983 a 1985 aproximadamente, que concentró los

esfuerzos del equipo de O.S.E.A. junto al de CAREF en la recepción

de los retornados políticos, en resolver los serios problemas legales

que impedían los ingresos al país y en aminorar las dificultades

económicas y habitacionales por medio de ayudas de emergencia.

La segunda, desde 1986 hasta 1988, en la que disminuyen

significativamente las solicitudes de ayuda y el trabajo de O.S.E.A.

se concentra en dos áreas principales: el área laboral, orientada a

la creación y mantenimiento de una fuente de trabajo para los

retornados políticos y el área de comunicaciones, a través del

Boletín Reencuentro, preocupada por ampliar la difusión de los

problemas del exilio tanto en el país como en el exterior.

Page 263: El exilio del retorno

263

El grueso de la atención brindada por O.S.E.A. y CAREF se

concentró en la primera etapa, sobre todo en 1984 y 1985, años en

los que otorgaron asistencia económica a 3676 personas de un total

de 5052 que atendieron desde 1984 hasta 1988 (O.S.E.A., 1988:

17). Además de este número, CAREF atendió con fondos especiales

del CMI a 300 grupos familiares en esos dos años. Esta asistencia

dependió no sólo de la coordinación entre ambas organizaciones,

sino de los recursos que pudieron conseguir en el exterior ante la

evidente falta de fondos por parte del gobierno nacional. Si bien el

retorno de los exiliados argentinos fue una problemática que halló

financiamiento en diferentes organismos europeos y americanos, la

coordinación, decisión, administración y entrega de esos fondos, así

como otro tipo de atención brindada a los migrantes políticos de

retorno estuvo exclusivamente en manos de O.S.E.A. y CAREF.

Sobre este tema no se detendrá el artículo, pero es importante

resaltarlo para comprender el lugar que ambas organizaciones

tuvieron en este proceso.

Regresando a la primera etapa, fue también en 1984 y 1985,

cuando ACNUR tuvo más presencia en el proceso de retorno a

través de los programas de repatriación para facilitar el viaje de

regreso y luego con un programa especial de “Rehabilitación de

Retornados” que fue implementado –a través del gobierno nacional–

por O.S.E.A., CAREF y la CCAM. La repatriación de argentinos

exiliados significó para ACNUR la oportunidad de modificar y

flexibilizar algunos instrumentos jurídicos internacionales, de

manera tal que pudieran reconocer post facto el carácter de

refugiado de muchos argentinos en el exterior que no tuvieron esa

Page 264: El exilio del retorno

264

condición en su exilio y que les fue otorgado para poder solventar

los costos de los pasajes (AAVV, 2007: 108). Algunos de los exiliados

que no pudieron acceder al estatus de refugiado, fueron ayudados

por el Comité Intergubernamental para las Migraciones (CIM) para

el pago del pasaje o para reinsertarse laboralmente en el país a

través de otro programa especial.

Para el “Programa de Rehabilitación de Retornados”, la

categoría de refugiado facilitó la tarea del equipo administrativo

de ACNUR a la hora de aprobar las ayudas de emergencia

seleccionadas por CAREF y O.S.E.A. De acuerdo con la coordinadora

de CAREF, el argentino que contaba con estatus de refugiado

llegaba “limpito de dudas” mientras que, con el resto de los

retornados, CAREF no podía seleccionar y “teníamos que

arreglárnosla para armar criterios de encuadre operativos (para)

creerle a la persona su historia” (Entrevista a María Amelia Silva de

Sosa, 2011). Esta operación de encuadre no fue exclusiva de la

tarea con retornados argentinos sino que fue utilizada por CAREF

desde que comenzaron a recibir exiliados chilenos en 1973 y servía

para determinar si las personas que se acercaban a pedir ayuda

tenían motivos fundados en el miedo o la amenaza por motivos

políticos, aunque no contasen con el estatus de refugiados del

ACNUR.

En términos de metodología de trabajo ambas organizaciones

tuvieron posicionamientos similares frente a la información que les

brindaban los retornados políticos sobre sus historias. Desde CAREF,

las entrevistas a los retornados argentinos que llegaban buscando

ayuda se realizaban respetando ciertos límites de registro de la

Page 265: El exilio del retorno

265

información que eran autoimpuestos por la organización. De

acuerdo con Violeta Correa, responsable del programa de atención

a los retornados de CAREF, aunque había una escucha atenta de

todos los problemas y dimensiones que pesaban sobre las personas

retornadas, la organización se abstenía de preguntar por las

experiencias militantes y políticas previas a la salida del país y, en

caso de saberlas, no realizaban ningún tipo de registro sobre ellas.

Se priorizaba la reserva, el cuidado, la distancia, el no involucrarse

con los entrevistados, “porque a nadie se le preguntaba: ¿Y Ud.

dónde estaba? ¿Ud. militaba, no militaba? ¿Era un perejil, no era un

perejil? ¿Se fue porque tenía un amigo? La gente contaba (…) pero

no le preguntabas” (Entrevista a Violeta Correa, 2012).

Para la coordinadora de CAREF en ese período, que no se

mencionara la experiencia política en los documentos de la

organización es el resultado de un acuerdo tácito entre estas

organizaciones de solidaridad pero también refleja el poco tiempo

que los retornados políticos pasaban en la organización. A

diferencia de los refugiados latinoamericanos que llegaron a

establecer un vínculo más duradero con CAREF, los retornados

argentinos tuvieron una presencia más fugaz que fue promovida

indirectamente por el mismo diseño de los programas de asistencia

que entregaban el dinero sin tener un seguimiento de los resultados

(Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011).

Sobre el modo de entrevistar a los retornados políticos,

desde O.S.E.A. también se priorizaban los aspectos más urgentes

vinculados a la necesidad económica, laboral y habitacional, “sin

preguntar si eran del ERP, de Montoneros, aunque todos sabíamos”

Page 266: El exilio del retorno

266

(Entrevista a Octavio Carsen, 2012). Desde O.S.E.A. se decidió

preservar las historias dejando de lado procedimientos que

pudiesen ser inquisitorios o que pudieran herir a los retornados con

preguntas angustiantes (O.S.E.A., 1988: 14). A pesar de esta

similitud en las tareas de registro de la información, una de las

diferencias más sustantivas fue que, en O.S.E.A., el exilio como

problemática de derechos humanos tuvo un mayor grado de

presencia que en CAREF. Esto se manifiesta tanto en los informes

internos de la organización como en las declaraciones públicas en

la prensa nacional y a través de su boletín Reencuentro que

realizaron Octavio Carsen y otros miembros de la Junta Directiva.

De esta forma es importante destacar cómo estas

organizaciones priorizaron el silencio y el extremo cuidado sobre el

registro de la información. Estas prácticas pueden ser

comprendidas como una de las herencias del miedo por la represión

estatal que no sólo impactó en las personas que permanecían en el

exilio y en los retornados políticos, sino que se introdujo en la

dinámica de estas organizaciones como reflejo de la desconfianza

en el futuro del nuevo gobierno democrático. La prueba de ellos es

que “cuando se dio Pascua, con los carapintadas, el pánico que se

dio, que después se volvió a dar con el episodio de La Tablada

(1989), motivó que los archivos de las fichas individuales de la

gente que habían pasado (por O.S.E.A.) fueron destruidos porque

tenían miedo de un allanamiento y que estuvieran al alcance de la

mano de los represores del nuevo golpe” (Entrevista a Octavio

Carsen, 2012). Para CAREF esto se puede observar en el uso que se

hizo del vínculo con ACNUR para legitimar y proteger la tarea diaria

Page 267: El exilio del retorno

267

de atención a los retornados: “cada vez que en CAREF pasaba algo,

sacábamos la chapita del ACNUR: 'trabajamos con las Naciones

Unidas', eso decíamos en todos lados. Aunque el trabajo con las

Naciones Unidas fuera una reunión” (entrevista a Violeta Correa,

2012).

Dentro de las características de este proceso desde su

dimensión organizativa, cabe destacar que, para O.S.E.A., una de

las dificultades más importantes para la asistencia tenía que ver

con el inadecuado o casi nulo planeamiento y preparación que

había tenido el regreso para muchos exiliados argentinos (O.S.E.A.,

1988: 13). Desde el inicio, esto ya había sido motivo de

preocupación para CAREF y las Iglesias que la constituían cuando se

sugería no estimular un retorno masivo y espontáneo. Según la

coordinadora de CAREF en ese momento, durante los dos años

dedicados a la asistencia social, fueron muy pocos los retornados

políticos que llegaron al país “con el proyecto bajo el brazo” es

decir, con un plan de trabajo diseñado o pensado desde su país de

exilio para implementar en Argentina y reinsertarse (Entrevista a

María Amelia Silva de Sosa, 2011). De todas formas, quienes

contaron con eso, tuvieron poco éxito en lo que emprendieron pues

se encontraron con un país que estaba destruido económicamente

(Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). A esta situación de

desorden en el regreso, se sumó –como se verá– la ausencia de

políticas estatales efectivas que aliviaran mínimamente la

instalación, así como la débil difusión de la información necesaria

para que los retornados conocieran las condiciones reales del país

al que regresaban (O.S.E.A., 1986: 10).

Page 268: El exilio del retorno

268

La segunda etapa de trabajo, desde 1986 a 1988, comenzó

sin CAREF y con la preocupación de O.S.E.A. por resolver los altos

índices de desocupación en la población de retornados políticos. A

partir de febrero de 1986, O.S.E.A. decidió cerrar la recepción de

nuevos retornados políticos porque en esa fecha ya había caducado

la validez de la figura de refugiado para los argentinos que aún no

habían regresado. La organización pasó a concentrarse en la

población estable de retornados políticos que no había logrado

reintegrarse a la sociedad por la persistencia de problemas de salud

mental, vivienda y sobre todo, por las dificultades laborales

(O.S.E.A., 1986: 23). En particular, fue decisión de O.S.E.A.

destinar los esfuerzos económicos y de coordinación a la atención

de la población de retornados que se encontraba en el interior del

país, debido a que la situación económica repercutía con mayores

conflictos allí que en la Capital Federal (O.S.E.A., 1986: 28). En

consecuencia, la reorganización interna de la Oficina y la

modificación de los programas de ayuda parecen indicar un tránsito

de los objetivos de asistencia al de reintegración de los retornados

políticos argentinos.

Lograr la reinserción laboral de los retornados políticos

conllevó algunas tensiones significativas para O.S.E.A. a la hora de

conseguir financiamiento internacional. En particular, la

organización decidió no plantear el pedido de ayuda en términos de

“donación” (O.S.E.A., correspondencia institucional, 9 de

septiembre, 1986) pues trataba así de resaltar la capacidad de

agencia de los retornados políticos, de sus recursos y capacidades

propias (O.S.E.A., 1985b: 2). Esto también tenía que ver con

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269

“tratar de no generar una relación de dependencia de los ex

exiliados con la institución, sino de brindarles un acompañamiento”

(O.S.E.A., 1986: 17). Una de las tensiones que se repetía en este

tema, tenía que ver con “prevenir cualquier tendencia hacia la

sobreprotección o el paternalismo (…) cuidando siempre de no

generar privilegios entre los retornados, y entre estos y la situación

media de la población local” (O.S.E.A., 1987/1988). Una de las

estrategias para evitar este tipo de “privilegios” consistió para

PROCOP y O.S.E.A. en proponer que las cooperativas de trabajo

reunieran a los liberados, exiliados y familiares de desaparecidos

bajo la misma categoría de “desocupados” (PROCOP, 1984). Y si

esto llegaba a provocar desacuerdos con quienes habían pasado la

dictadura “adentro”, O.S.E.A. destacaba que “la población del

exilio está conformada por militantes populares, ex presos

políticos, familiares de detenidos desaparecidos, etcétera, por lo

que sus problemas tienen mucho en común con los afectados que

nunca dejaron el país” (Reencuentro, mayo 1986:13). Como se

puede observar, no fueron pocos los recovecos discursivos que halló

O.S.E.A. para darle más presencia a los problemas del exilio y

defender el retorno como un derecho que el Estado argentino debía

garantizar.

Al cierre de sus actividades, O.S.E.A. explicitaba que la

reintegración se alcanzaría no sólo con la reinserción laboral, sino

cuando se produjera el reencuentro positivo del retornado con la

familia, amigos y otros grupos sociales, cuando tuviera

participación sociopolítica y en actividades de estudio y

finalmente, con el acceso a una vivienda. Se consideraba que la

Page 270: El exilio del retorno

270

reintegración de los retornados sería exitosa “en cuanto dejaran de

ser exiliados y fueran, dentro de lo posible, argentinos como todos.

Esta razón fue la que nos impuso el deber de no continuar

recordando la etapa del exilio. Y si alguien volvía a O.S.E.A., que lo

hiciera por decisión propia, pero no porque se lo iba a buscar”

(O.S.E.A., 1988:16). Visto de esa manera, reintegrarse podía

significar para los retornados el silenciamiento de sus experiencias

específicas de exilios.

La Comisión Nacional

En noviembre de 1983, la prensa argentina difundió las

declaraciones del futuro Ministro del Interior, Antonio Tróccoli con

respecto al exilio argentino en el que se anunció que “todos

pueden volver” (La Voz, 1983). Esta fue una noticia esperanzadora

para los argentinos exiliados en el mundo, excepto para aquellos

cuya situación legal estaba comprometida por “causas pendientes”

con la justicia. Estas dificultades legales que tuvieron algunos

exiliados argentinos antes de regresar, se incrementaron mucho

más desde 1985 pues, si bien se podía regularizar su situación legal

antes de ingresar al país, desde el gobierno no se ofrecían garantías

de que no se abrirían nuevos pedidos de captura por hechos del

pasado (Reencuentro, 1985: 4). La incertidumbre legal sufrida por

los exiliados argentinos fue uno de los puntos más conflictivos para

O.S.E.A. en su relación con el gobierno.

Page 271: El exilio del retorno

271

En junio de 1984, O.S.E.A. y CAREF, junto al ACNUR y el

MEDH, asistieron a una reunión en el Departamento de Derechos

Humanos de la Cancillería con el Dr. Horacio Ravenna con el fin de

informarle al gobierno acerca del trabajo que se estaba realizando

en la recepción de retornados. Tres meses después de esa reunión,

un informe de CAREF enfatizaba que “el gobierno nacional,

principal actor en la tarea de facilitar y colaborar en la integración

de los exiliados a la vida del país respondió con la conformación de

la Comisión Nacional para el Retorno (pero) hasta el mes de

septiembre no se había logrado de parte del gobierno una

respuesta operativa, es decir, cómo pensaba instrumentar la ayuda

ofrecida” (CAREF, 1984: 11). Esta Comisión Nacional para el

Retorno de los Argentinos en el Exterior (CNRAE), fue creada en

junio por decreto presidencial número 1798/84 y su objetivo era

“realizar las acciones tendientes a facilitar el regreso de los

argentinos en el exterior y de sus familias así como arbitrar

procedimientos para consolidar los vínculos con quienes, aún sin

cambiar su lugar de residencia puedan contribuir al desarrollo

cultural, económico y científico del país” (Presidencia de la

Nación, 1984: 2-3).

La CNRAE parecía convertirse en la instrumentación que

CAREF le había solicitado al gobierno nacional en aquella reunión

del mes de junio de 1984. Sin embargo, su injerencia en la

problemática del retorno político resultó muy estrecha,

principalmente porque la Comisión no contaba con facultades de

resolución y se limitaba a asesorar al Poder Ejecutivo (Noticias

Argentinas, 1984). Por ejemplo, en junio de 1984, Octavio Carsen

Page 272: El exilio del retorno

272

envió una carta al Presidente de la CNRAE indicándole al gobierno

nacional una serie de puntos preocupantes que impedían el retorno

y la instalación de los exiliados y que merecían la atención de esa

Comisión con suma urgencia. La mayoría de esos puntos respondían

a cuestiones de irregularidad legal que afectaban seriamente la

concreción del regreso. Sin embargo, estos pedidos que realizaba

O.S.E.A. para que se derogaran las normas y leyes represivas que

afectaban el retorno de los exiliados, sobre todo los pedidos de

captura, no tuvieron en la Comisión un interlocutor que pudiera

darle cauce.

En la relación entre O.S.E.A. y la CNRAE el “privilegio”

también fue un tema de disputa. Desde la presidencia de la CNRAE

se explicaba que el objetivo de esta Comisión consistía en “crear

las condiciones de retorno tanto para los exiliados como para los

argentinos residentes en el exterior sin brindar privilegios a nadie”

(Noticias Argentinas, 1984). Mientras la CNRAE trataba de actuar

“igualitariamente” en la asistencia a los argentinos que

retornaban, O.S.E.A. intentaba transmitirle en la misma carta para

la Comisión el carácter urgente que tenía reconocer al exilio como

un problema social que afectaba a todo el país, señalándolo como

un destierro obligado y a los exiliados como víctimas de la

represión. O.S.E.A. intentó dar algunos pasos en el camino de

desnaturalización del exilio como “experiencia privilegiada” y lo

hizo a través de la diferenciación de dos grupos de exiliados:

para una parte de éstos [exiliados], en especial técnicos, profesionales, artistas e intelectuales de renombre, el exilio no les significó un perjuicio

Page 273: El exilio del retorno

273

económico ni siquiera una disminución del nivel social; vuelven por sus propios medios y no necesitan ni del apoyo, ni del gobierno, ni de ninguna organización gubernamental. En cambio, hay una parte considerable del exilio que sufrieron a través de estos años, un deterioro no sólo económico sino personal muy grande. Por sus propios medios no pueden regresar, es nuestra obligación como sociedad ayudarlos (…). No se trata de impulsar el retorno de nadie, ni tampoco de crear privilegios para nadie, ni los exiliados lo piden, ni los organismos que tienden a facilitar el regreso lo proponen. Se trata simplemente de disminuir en algo las diferencias en contra ocasionadas a los exiliados por una permanencia fuera del país que no quisieron (…). Existe en el país un desconocimiento total de la población de lo que fue y es realmente el exilio. La imagen que se tiene es de un exilio de oro en países exóticos a los cuales normalmente se llega a través de excursiones turísticas por los sectores privilegiados de la población. El retorno exige una gran dosis de generosidad y de apego al terruño que debe ser divulgado y reconocido. (OSEA, correspondencia institucional, 29 de junio, 1984)

Desde O.S.E.A. se identificaban entonces dos grandes grupos

dentro de la población exiliada, un grupo carenciado y necesitado

de ayuda y otro mejor posicionado socialmente, mucho más

reconocido y vinculado al ámbito público. Se aclaraba entonces que

la ayuda se destinaría al sector de exiliados sin recursos que

seguiría llegando y al que no le correspondería el carácter

privilegiado pues, en ese caso, se trató de un amplio grupo

Page 274: El exilio del retorno

274

carenciado, generoso y que regresaba por ser “apegado al

terruño”. Así, se intentó deslegitimar el discurso del gobierno para

establecer que no pudiera hablarse de privilegio si se estaba

atendiendo a una población carenciada que sobre todo, llegó a esa

situación por haberse ido del país sin elegirlo. Este argumento se

reforzaba cuando se subrayaba la naturaleza democrática de este

retorno, en cuanto este grupo era capaz de regresar a un país en

crisis económica, habitacional e inflacionaria sólo porque lo movía

“el deseo de aportar con su esfuerzo a la etapa de reconstitución

económica, democrática y social del país” (La Voz, 1984). Como

explicaba Carsen en 1984, “la decisión de los exiliados argentinos

es volver al país haya o no preparación del retorno, haya o no

estructuras que tiendan a resolver estos problemas porque quieren

a su patria y tienen mucho que aportar a su reconstrucción” (La

Voz, 1984).

Al carácter administrativo que tuvo la CNRAE se sumó como

uno de sus límites, la ausencia de fondos propios pues dependía de

los programas de ayuda especial gestionados tanto por Naciones

Unidas como por convenios que el gobierno nacional había firmado

con los países donde se estimaba que había más exiliados

argentinos (El Periodista, 1984). Este fue el caso del “Programa de

Rehabilitación de Retornados” que se mencionó antes y donde la

CNRAE sólo apareció nominalmente” (CAREF, 1984/1985). No es de

sorprender que, el informe final de CAREF al respecto subrayara

que “tanto ACNUR como el Gobierno, dejaron en manos y a

iniciativa de las agencias el seguimiento de situaciones más

problemáticas y el acompañamiento para una efectiva

Page 275: El exilio del retorno

275

reinstalación. Este aspecto no es sentido como responsabilidad por

ninguna de las dos instancias primeramente mencionadas” (CAREF,

1984: 11). Tal como se indicó en ese informe, el objetivo de ese

programa podía considerarse cumplido de forma parcial, pues no

incluía un seguimiento de los casos que permitiera contemplar la

efectividad y los resultados de la misma.

Finalmente es importante mencionar que una de las

principales distancias entre la Comisión Nacional y O.S.E.A., tuvo

que ver con la población de retorno a la que se trataba de ayudar.

De acuerdo con O.S.E.A., uno de los errores más importantes que

había cometido la CNRAE se hallaba en el mismo decreto de origen,

pues en él se igualaba al exiliado con el emigrante económico así

como difundía “un discurso de carácter economicista, en cuanto

plantea el recupero de recursos humanos que considera más

necesarios” (O.S.E.A., 1988: 41). Como se mencionó, evitar esta

equivalencia entre exiliado y emigrante económico fue uno de los

combates más importantes para O.S.E.A. pues en la diferencia

vinculada al carácter compulsivo se jugaba una oportunidad de

deconstruir la idea del exilio como privilegio.

Finalmente, el 31 de julio de 1985 la CNRAE terminó sus

tareas dejando una huella casi invisible en los recuerdos de las

personas que coordinaron CAREF y O.S.E.A. Tal es así que, cuando

actualmente se le consulta a María Amelia Silva sobre el papel del

gobierno nacional en el proceso de retorno, la respuesta no se hace

esperar: “No. No creó nada. No creó nada. No. No hubo una oficina

de asistencia” (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011).

Page 276: El exilio del retorno

276

Palabras finales

A partir de este breve recorrido sobre un aspecto de la

dimensión organizativa del proceso de retorno político de los

argentinos es importante destacar el rol significativo que

desempeñaron las organizaciones de solidaridad como CAREF y

O.S.E.A. frente a la evidente ausencia gubernamental. Como se

mencionó, una de las tensiones que emergió en este camino de

asistencia fue el problema del “privilegio a los retornados”, tema

que atravesó y moldeó muchas de las preocupaciones en la gestión.

Pero también, el pasado político de los migrantes de retorno

constituyó otra de las tensiones importantes pues ambas

organizaciones de solidaridad parecen haber ocluido en distintas

gradaciones la experiencia política de los exiliados. Quizás para

CAREF esto tuvo que ver con un mandato original de no

intervención sobre ese aspecto mientras que, en el caso de

O.S.E.A., pudo haber operado un trabajo de comprensión del exilio

en un registro cuya clave los integró en el universo de las víctimas

de la represión.

Resulta más visible en el trabajo realizado por O.S.E.A. el

esfuerzo por otorgarle legitimidad al problema del exilio y del

retorno, sobre todo a través de esa identificación de los exiliados

como víctimas y desde un discurso de los derechos humanos.

Permitir y facilitar el regreso tenían que ver no sólo con un derecho

sino con una forma de reparación a las víctimas (Reencuentro,

1986: 13). Sin embargo, este registro discursivo no fue privativo de

O.S.E.A. sino que se vinculó directamente con el predominio que la

Page 277: El exilio del retorno

277

narrativa humanitaria adquirió a nivel internacional. En Argentina,

este registro humanitario se cristalizó en el informe Nunca Más en

el cual la figura de las víctimas de la represión se acompañó de un

borramiento de la experiencia política previa. Ese silenciamiento

del pasado político que fue utilizado también por O.S.E.A. para

poder instalar en la esfera pública a los exiliados como víctimas

tuvo un alcance limitado pues fue sobre todo la figura de los

desaparecidos la que concentró las atenciones públicas y operó

como la lupa desde la cual mirar (y comparar) al resto de las

experiencias represivas.

Bibliografía

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Publicación de las ponencias del seminario realizado como

cierre del ciclo anual de reflexión “a 30 años del golpe”. Buenos

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Documentos

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realizado y perspectivas de acción de CAREF, 30 de septiembre,

Buenos Aires. Archivo CAREF.

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----- (1984/ 1985). Informes de Proyectos ACNUR de Rehabilitación

de Retornados Argentinos, 84/TF/ARG/MA/1/RET, diciembre de

1984 y 85/TF/ARG/MA/1/RET (c), diciembre de 1985. Archivo

CAREF.

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Archivo CAREF.

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----- (1987/1988), Solicitud de Fondos a HEKS y Diakonía, junio 1987

y julio 1988, Archivo CELS.

----- (1988), Informe sobre la actividad desarrollada por la Oficina

de Solidaridad para Exiliados Argentinos y Evaluación sobre su

reinserción en su patria entre el 1ero de julio de 1983 y el 30 de

junio de 1988. Buenos Aires, Argentina. Archivo CELS.

Page 280: El exilio del retorno

280

Correspondencias

O.S.E.A., 14 de octubre, 1983. Correspondencia enviada por Emilio

Mignone a Conserjería de Proyectos para Refugiados

Latinoamericanos, Costa Rica. Archivo CELS.

----- 1 de abril, 1984. Correspondencia enviada por Emilio Mignone

y Octavio Carsen a Organismos internacionales de

Financiamiento. Archivo CELS.

----- 15 de junio, 1984. Correspondencia enviada a CEBEMO –

Holanda. Archivo CELS.

----- 21 de septiembre, 1983. Correspondencia recibida desde el

Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.

CAREF (a), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada a Iglesia

Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la

Iglesia Metodista Argentina. Archivo CAREF.

----- (b), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada al Consejo

Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.

----- 2 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida desde el

Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF.

----- 23 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida de la Iglesia

Evangélica Metodista Argentina. Archivo CAREF.

O.S.E.A., 9 de septiembre, 1986. Correspondencia enviada por

Marcelo Palermo a Organization canadiense pour la solidarité et

le Developpment. Archivo CELS.

----- 29 de junio, 1984. Correspondencia enviada por Octavio

Carsen al Sr. Presidente de la Comisión Nacional, Dr. Jorge

Page 281: El exilio del retorno

281

Pedro Graciarena y al embajador Dr Horacio Ravenna. Archivo

CELS.

Otros documentos

O.S.E.A., diciembre, 1983. Circular firmada por Emilio Mignone.

Convocatoria a participar en las Cooperativas de Trabajo.

Archivo CELS.

Periódicos y revistas

Noticias Argentinas, (1984). “Precisiones para el regreso de las

personas exiliadas”, 19 de julio, Buenos Aires.

El Periodista de Buenos Aires (1984). “Los duros pasos del regreso”,

N° 13, 14 de diciembre, Buenos Aires.

La Voz (1983). “Pueden regresar los exiliados”, 18 de noviembre,

Buenos Aires.

----- (1984). “Exiliados, aún falta mucho por hacer”, 24 de junio,

Buenos Aires.

Reencuentro (1986). “A diez años del golpe (1976-1986)”, mayo,

año 2, N° 9, O.S.E.A., Buenos Aires.

----- (1985). “Recurso de Hábeas Corpus”, noviembre, año 1, N° 7,

O.S.E.A., Buenos Aires.

----- (1984). “Exilio: nunca más”, diciembre, año 1, N° 2, O.S.E.A.,

Buenos Aires.

Page 282: El exilio del retorno

282

Entrevistas

Violeta Correa (2012), responsable del programa para retornados

argentinos de CAREF. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 26

de enero, Buenos Aires.

María Amelia Silva de Sosa (2011), coordinadora de CAREF desde

1983 hasta 1986. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 22 de

diciembre, Buenos Aires.

Octavio Carsen (2012), Secretario Ejecutivo de O.S.E.A.

Entrevistadora: María Soledad Lastra. 25 de enero, Buenos Aires.

Page 283: El exilio del retorno

283

Sobre los autores

Page 284: El exilio del retorno

284

Adriana Badaganani (Balcarce, 1977). Es Licenciada en Historia y

se encuentra cursando la Maestría en Letras hispánicas en la

Universidad Nacional de Mar del Plata. Es becaria en la categoría

Iniciación en la misma casa de estudios; cumple funciones docentes

en el Seminario de Licenciatura y en Teoría y Crítica II de la carrera

de Letras. El tema de investigación propuesto para la investigación

es el de representaciones literarias recientes de la última dictadura

militar en Argentina, analizando la obra de Ernesto Semán, Laura

Alcoba y Carlos Gamerro, teniendo en cuenta especialmente la

mirada que una nueva generación de escritores tiene sobre un

fenómeno como la lucha armada. Sobre esta misma temática

versará su tesis de Maestría.

Natalia Casola (Argentina, 1982). Profesora de Historia graduada en

la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires,

en la que además trabaja como docente de la cátedra Historia

Argentina II "B". Es investigadora del Programa de Historia de Oral

de la FFyL-UBA y becaria de CONICET. Publicó diversos artículos en

revistas especializadas y participa habitualmente en reuniones

científicas de su especialidad. La presente investigación es parte de

su tesis doctoral en curso, titulada "Estrategia, militancia y

represión: el Partido Comunista de Argentina durante la última

dictadura militar (1976-1983)".

Page 285: El exilio del retorno

285

Álvaro Couso (Montevideo, 1949). Licenciado en Psicología en la

Universidad de la República Oriental del Uruguay. Revalida del

título en la Facultad de Psicología en la Universidad Nacional de la

Plata. Ha publicado Un sexo sin Imagen (Letra Viva) y Memorias

impersonales (Imago Mundi), y se encuentra en imprenta Desgarros

de la constitución subjetiva. Publicó artículos sobre la práctica y la

teoría psicoanalítica en Imago, Psicoanálisis y el Hospital, Anudar,

Actualidad Psicológica, Agenda, El Otro, Prometheus, elsigma.com,

itinerario.psco.edu.uy, imgomundi.com.ar, notaazul.com,

periodicolanota.com, entre otros. Fue supervisor en los hospitales

Aráoz Alfaro, Rivadavia y Ramos Mejía. Dictó cursos en diferentes

instituciones psicoanalíticas (Escuela Freudiana de Buenos Aires,

Escuela Freudiana de Montevideo, Escuela Freudiana de La Plata,

Fundación Centro Psicoanalítico Argentino) y en las facultades de

Psicología de la UBA, ROU y Flores.

Marcela Crespo Buiturón (Buenos Aires, 1970). Doctora en Filología

Hispánica por la Universidad de Lleida, España; Coordinadora del

Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la

Universidad del Salvador, e investigadora del CONICET y de la

Universidad de Buenos Aires, con un proyecto titulado: “Poéticas

del exilio en la narrativa argentina de las últimas décadas: Un

resquicio ontológico en la dimensión política”.

Ha participado en varios equipos de investigación en universidades

argentinas (UBA y USAL) y españolas (Universidad Autónoma de

Barcelona y Universidad de Lleida), es miembro de la Asociación

Page 286: El exilio del retorno

286

Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos y colaboradora

del Proyecto e-exiliad@s de la Secretaría de Estado de Inmigración

y Emigración del Gobierno de España. Actualmente, dirige el

proyecto “Representaciones y conceptualizaciones de la relación

sujeto-poder en la constitución de la figura del marginal en la

narrativa argentina de las últimas décadas” en la USAL.

Es editora de la revista Gramma, de la FFyL de la USAL. Ha

publicado diversos artículos en revistas especializadas y volúmenes

temáticos y recientemente, los libros: Andar por los bordes. Entre

la historia y la ficción: El exilio sin protagonistas de María Rosa

Lojo / Buenos Aires: La orilla frente al abismo. Sujeto, ciudad y

palabra en el exilio argentino / La memoria de la llanura: Los

marginales usurpan el protagonismo de la Historia (en prensa).

Lucía Soledad Gandolfi (Mar del Plata, 1989) Actualmente se

encuentra cursando la carrera de Licenciatura en Letras en la

UNMdP. Pertenece al grupo de investigación Estudios de Teoría

literaria, dirigido por la Dra. María Coira y codirigido por la Dra.

Rosalía Baltar. Ha publicado en las actas de las XIV Jornadas

Marplatenses y Argentinas de Teatro e Identidad y en la Revista

digital Estudios de Teoría Literaria. Se ha desempañado como

adscripta en la cátedra de Teoría y Crítica literarias II y como

profesora suplente en la Escuela Media Nº 14 que funciona en la

Unidad 50 del Instituto Penal de Batán. A partir de esta experiencia

y de esta práctica docente se pone en contacto con la obra de

Camilo Blajaquis, que es la que inspira su presente artículo.

Page 287: El exilio del retorno

287

Pablo Gasparini (Rosario, 1971). Profesor en Letras por la

Universidad Nacional de Rosario, posee maestría y doctorado en

Letras (Literatura hispanoamericana) por la Universidad de São

Paulo, Brasil. Realizó pos-doctorado en el Instituto de Estudos da

Linguagem de la Universidad de Campinas, Brasil). Sus temas de

investigación se orientan a la cuestión del exilio (publicó El exilio

procaz: Gombrowicz por la Argentina, Beatriz Viterbo, 2007) y a la

problemática del desplazamiento lingüístico/literario. Posee

artículos sobre el tema en varias revistas especializadas. Desde

2009 es profesor de la Universidad de São Paulo.

Luis Ángel Gonzo (Necochea, 1987). Estudió Letras en la

Universidad de Buenos Aires. Es adscripto a la cátedra de Literatura

Europea Medieval de dicha institución. Actualmente trabaja en un

proyecto sobre los modos de lectura de la filología decimonónica

francesa, en relación a algunos cantares de gesta medievales.

Participa en publicaciones periódicas sobre cine, literatura y

afines, y es profesor en escuelas secundarias.

Nicolás Hochman (Buenos Aires, 1982). Profesor y Licenciado en

Historia por la Universidad de Mar del Plata, Doctorando en

Ciencias Sociales por la UBA, becario de CONICET. Presidente de

Grupo Heterónimos, director de revista Casquivana, consejero

editorial de Lamujerdemivida, miembro del comité académico de

Prometeica. Revista de Filosofía y Ciencia y editor de Prometheus.

Publicó, entre otros, los libros Pensar el afuera (Kazak, 2010) y El

Page 288: El exilio del retorno

288

mundo entre 1945 y el siglo XXI. De la polarización a la

globalización (Longseller, 2011), y artículos en revistas

especializadas de Argentina, Chile, Colombia, México y España. Su

tesis doctoral es acerca de las diferentes formas del exilio,

abordando las experiencias de Witold Gombrowicz, Osvaldo Soriano

y Fabio Morábito.

Carlos Fernando Hudson (Mar del Plata, 1978). Profesor en

Historia (UNMdP) y doctorando de la misma disciplina en la UNICEN,

con el apoyo de una beca tipo II del CONICET y la dirección de la

Dra. María Estela Spinelli. Su investigación se centra en el gobierno

de José María Guido desde una perspectiva de historia política.

Resultados parciales de esta investigación se han visto expresados

en artículos y reseñas académicos y ha editado Figuraciones del

siglo XIX. Libros, escenarios y miradas (Finisterre editores/unmdp,

2007).

María Soledad Lastra (La Plata, 1982). Licenciada en Sociología

(UNLP); Magister en Ciencias Sociales (FLACSO-México) y becaria

doctoral de CONICET. Cursa el Doctorado en Historia (Fahce-UNLP)

con el proyecto de tesis: “Procesos de retorno del exilio: el regreso

de la migración política argentina y uruguaya desde México”. Es

integrante del Centro de Investigaciones Sociohistóricas (Fahce-

UNLP).

Page 289: El exilio del retorno

289

Martín Mangiantini (Buenos Aires, 1979). Profesor en Historia,

graduado del ISP Joaquín V. González y maestrando en Historia en

la Universidad Torcuato Di Tella. Se desempeña como docente en la

Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, dependiente de la

Universidad de Buenos Aires, y en diferentes establecimientos de

enseñanza media y terciaria de la Capital Federal. Publicó diversos

artículos en torno a la militancia revolucionaria de las décadas del

sesenta y setenta en Argentina y participó como ponente en

distintos congresos académicos. Actualmente se encuentra

elaborando una historia del trotskismo argentino entre 1968 y 1976

bajo la dirección del historiador Hernán Camarero.

Pablo Ponza (Córdoba, 1976). Es Doctor en Historia por la

Universidad de Barcelona, España, e Investigador del CONICET con

sede de trabajo en el Instituto de Estudios de América Latina y el

Caribe (IEALC), Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de

Buenos Aires. Sus investigaciones se han centrado especialmente en

el vínculo entre el mundo de la cultura y la política, haciendo

especial hincapié en los discursos políticos, las corrientes de ideas

y los intelectuales durante la segunda mitad del Siglo XX. En la

actualidad investiga cuál fue el rol de los intelectuales en el

proceso de Transición a la Democracia argentina. Recientemente

ha publicado Intelectuales y violencia política (1955-1973) (Babel,

Córdoba, 2010), además de una veintena de artículos en revistas

científicas internacionales. Dicta regularmente cursos de postgrado

en universidades argentinas y extrajeras.

Page 290: El exilio del retorno

290

Gabriela Urrutibehety (Tandil, 1961). Licenciada en Letras (UBA) y

Magister en Enseñanza de la Lengua y la Literatura en la

Universidad de Rosario. Ha obtenido la diplomatura en Educación y

Nuevas Tecnologías (Flacso) y la especialización en Lectura,

escritura y educación (Flacso). Ejerce la docencia en el Profesorado

de Lengua y Literatura del ISFD 168 de Dolores, donde dirige un

proyecto de investigación sobre lectura y escritura para el Instituto

Nacional de Formación Docente (INFD). Ha publicado últimamente,

entre otros, artículos en Novedades Educativas, La trama de la

Comunicación y Lectura y Vida, y el libro Tras las huellas de

Girondo. De muertos y revivos yoes (en colaboración), resultado de

una investigación financiada con una beca del Fondo Nacional de

las Artes.