el amor, las mujeres y la muerte - arthur schopenhauer

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EL AMOR, LAS MUJERES Y LA MUERTE ARTURO SCHOPENHAUER

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Page 1: El Amor, Las Mujeres y La Muerte - Arthur Schopenhauer

E L A M O R , L A SM U J E R E S

Y L A M U E R T E

A R T U R OS C H O P E N H A U E R

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Traducción de A. López White

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EL AMOR

¡Oh, vosotros los sabios de alta y profun-da ciencia, que habéis meditado y sabéis dón-de, cuándo y cómo se une todo en laNaturaleza, el por qué de todos esos amores ybesos; vosotros, sabios sublimes, decídmelo!¡Poned en el potro vuestro sutil ingenio y de-cidme dónde, cuando y cómo me ocurrió amar,por qué me ocurrió amar!

Burger.

Se está generalmente habituado a ver a los poe-tas ocuparse en pintar el amor.

La pintura del amor es el principal asunto de to-das las obras dramáticas, trágicas o cómicas, román-ticas o clásicas, en las Indias lo mismo que en

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Europa. Es también el más fecundo de los asuntospara la poesía lírica, como para la poesía épica.

Esto sin hablar del incontable número de nove-las que desde hace siglos se producen cada año entodos los países civilizados de Europa con tanta re-gularidad como los frutos de las estaciones.

Todas esas obras no son en el fondo sino des-cripciones variadas y más o menos desarrolladas deesta pasión. Las pinturas más perfectas, Romeo y Ju-lieta, La Nueva Eloísa, Werther, han adquirido una glo-ria inmortal.

Es un gran error decir con La Rochefoucauldque sucede con el amor apasionado como con losespectros; que todo el mundo habla de él y nadie loha visto; o bien, negar con Lichtenberg, en su Ensayosobre el poder del amor, la realidad de esta pasión y elque esté conforme con la Naturaleza. Porque es im-posible concebir que siendo un sentimiento extrañoo contrario a la naturaleza humana o un puro capri-cho, no se cansen de pintarlo los poetas, ni la huma-nidad de acogerlo con una simpatía inquebrantable,puesto que sin verdad no hay arte cabal.

Rien n’est beau que le vrai; le vrai seult est aimable.

BOILEAU.

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Por otra parte, la experiencia general, aunque nose renueva todos los días, prueba que bajo el imperiode ciertas circunstancias, una inclinación viva y aungobernable puede crecer y superar por su violencia atodas las demás pasiones, echar a un lado todas lasconsideraciones, vencer todos los obstáculos conuna fuerza y una perseverancia increíbles, hasta elpunto de arriesgar sin vacilación la vida por satisfa-cer su deseo, y hasta perderla si ese deseo es sin es-peranza. No sólo en las novelas hay Werthers yJacobo Ortís; todos los años pudieran señalarse enEuropa lo menos media docena. Mueren desconoci-dos, y sus sufrimientos no tienen otro cronista queel empleado que registra las defunciones ni otrosanales que la sección de noticias de periódicos.

Las personas que leen los diarios franceses e in-gleses certificarán la exactitud de esto que afirmo.

Pero aun es más grande el número de los indivi-duos a quienes esta pasión conduce al manicomio.

Por último, se comprueban cada año diversoscasos de doble suicidio, cuando dos amantes deses-perados caen víctimas de las circunstancias exterio-res que los separan.

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En cuanto a mí, nunca he comprendido comodos seres que se aman y creen hallar en ese amor lafelicidad suprema, no prefieren romper violenta-mente con todas las convenciones sociales y sufrirtodo género de vergüenzas, antes que abandonar lavida, renunciando a una ventura más allá de la cualno imaginan que existan otras. En cuanto a los gra-dos inferiores, los ligeros ataques de esa pasión, todoel mundo los tiene a diario ante su vista, y a pocojoven que sea uno, la mayor parte del tiempo lostiene también en el corazón.

Por tanto, no es licito dudar de la realidad delamor ni de su importancia.

En vez de asombrarse de que un filósofo tratetambién de apoderarse de esta cuestión, tema eternopara todos los poetas, más bien debiera sorprenderque un asunto que representa en la vida humana unpapel tan importante haya sido hasta ahora abando-nado por los filósofos y se nos presente como mate-ria nueva.

De todos los filósofos es Platón quien se ocupómás del amor, sobre todo en el Banquete y en Fedro.Lo que dijo acerca de este asunto entra en el domi-nio de los mitos, fábulas y juegos de ingenio, y sobretodo concierne al amor griego. Lo poco que de él

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dice Rousseau en el Discurso sobre la desigualdad es fal-so e insuficiente. Kant, en la tercera parte del Tratadosobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime, toca el amorde una manera harto superficial y a veces inexacta,como quien no es muy ducho en él. Platner; en suantropología, no res ofrece sino ideas medianas ycorrientes. La definición de Spinoza merece citarse acausa de su extremada sencillez: Amor est titillatio,concomitante idea causœ externœ (Eth. IV, prop. 44 ídem).

No tengo, pues, que servirme de mis predeceso-res ni refutarlos. No por los libros, sino por la ob-servación de la vida exterior, es como este asunto seha impuesto a mí y ha ocupado un puesto por símismo en el conjunto de mis consideraciones acercadel mundo.

No espero aprobación ni elogio por parte de losenamorados, que naturalmente propenden a expre-sar con las imágenes más sublimes y más etéreas laintensidad de sus sentimientos. A los tales mi puntode vista les parecerá demasiado físico, harto material,por metafísico y trascendente que sea en el fondo.

Antes de juzgarme, que se den cuenta de que elobjeto de su amor, o sea la mujer a la cual exaltanhoy en madrigales y sonetos, apenas hubiera obteni-

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do de ellos una mirada si hubiese nacido diez y ochoaños antes.

Toda inclinación tierna, por etérea que afecteser, sumerge todas sus raíces en el instinto natural delos sexos, y hasta no es otra cosa más que este ins-tinto especializado, determinado, individualizado porcompleto.

Sentado esto, si se observa el papel importanteque representa el amor en todos sus grados y en to-dos sus matices, no sólo en las comedias y novelas,sino también en el mundo real, donde, junto con elamor a la vida, es el más poderoso y el más activo detodos los resortes; si se piensa en que de continuoocupa las fuerzas de la parte más joven de la huma-nidad; que es el fin último de casi todo esfuerzohumano; que tiene una influencia perturbadora so-bre los más importantes negocios; que interrumpe atodas horas las ocupaciones más serias; que a veceshace cometer tonterías a los más grandes ingenios;que no tiene escrúpulos en lanzar sus frivolidades através de las negociaciones diplomáticas y de los tra-bajos de los sabios; que tiene maña para deslizar susdulces esquelas y sus mechoncitos de cabellos hastaen las carteras de los ministros y los manuscritos delos filósofos, lo cual no le impide ser a diario el

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promovedor de los asuntos más malos y embrolla-dos; que rompe las relaciones más preciosas, quiebralos vínculos más sólidos y elige por víctimas ya lavida o la salud, ya la riqueza, la alcurnia o la felicidad;que hace del hombre honrado un hombre sin honor,del fiel un traidor, y que parece ser así como un de-monio que se esfuerza en trastornarlo todo, en em-brollarlo todo, en destruirlo todo, entonces estamosprontos a exclamar: ¿Por qué tanto ruido? ¿Por quéesos esfuerzos, esos arrebatos, esas ansiedades y esamiseria?

Pues no se trata más que de una cosa muy senci-lla; sólo se trata, de que cada macho se ayunte con suhembra. ¿Por qué tal futileza ha de representar unpapel tan importante e introducir de continuo eltrastorno y el desarreglo en la bien ordenada vida delos hombres?

Pero ante el pensador serio, el espíritu de la ver-dad descorre poco a poco el velo de esta respuesta.No se trata de una fruslería; lejos de eso, la impor-tancia del negocio es igual a la formalidad y al ím-petu de la persecución. El fin definitivo de todaempresa amorosa, lo mismo si se inclina a lo trágicoque a lo cómico, es, en realidad, entre los diversosfines de la vida humana, el más grave e importante, y

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merece la profunda seriedad con que cada uno lopersigue.

En efecto, se trata nada menos que de la combina-ción de la generación próxima. Los actores que entraránen escena cuando salgamos nosotros, se encontraránasí determinados en su existencia y en su naturalezapor esta pasión tan frívola. Lo mismo que el ser, deesas personas futuras la naturaleza propia de su ca-rácter, su essentia, depende en absoluto de la elecciónindividual por el amor de los sexos, y se encuentraasí irrevocablemente fijada desde todos los puntosde vista. He aquí la clave del problema: la conoce-remos mejor cuando hayamos recorrido todos losgrados del amor, desde la inclinación más fugitivahasta la pasión más vehemente; entonces reconoce-remos que su diversidad nace del grado de la indivi-dualización en la elección.

Todas las pasiones amorosas de la generaciónpresente no son, pues, para la humanidad entera másque una meditatio compositionis generationis futurœ, e quaiterum pendent ennumerœ generationes. Ya no se trata, enefecto, como en las otras pasiones humanas, de unadesventaja o una ventaja individual, sino de la exis-tencia y especial constitución de la humanidad futu-ra. En ese caso alcanza su más alto poderío la

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