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VOLCAN SOLLIPULLI, un gigante dormido ARTESANO DE CUCHILLOS, el filo de la creatividad ACEITUNAS DE HUASCO, herencia ancestral EL PULSO DE LA NATURALEZA MARZO 2015

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VOLCAN SOLLIPULLI, un gigante dormido ARTESANO DE CUCHILLOS, el filo de la creatividad

ACEITUNAS DE HUASCO, herencia ancestralEL PULSO DE LA NATURALEZA

MARZO 2015

BIOMA

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Sollipulli, un gigante dormidoEn la región de la Araucanía se respira un aire tenso y peligroso, es una constante realidad que vibra en los suelos sagrados de estás tierras ancestrales, pero no habla-mos del conflicto étnico que tanto lamentamos que exista, sino que nos referimos a la volcanología...

Cuchillos artesanales, el filo de la creatividadPor los caminos que se internan al poblado de Melipeuco, que están majestuosa-mente decorados por largas alamedas que se empinan casi hasta el cielo, en el sector de Santa María de Llaima, encontramos una expresión artesanal muy poco común en Chile...

Aceitunas de HuascoEs difícil oír hablar de Huasco y no mencionarsus aceitunas, es un lugar con una mística muy particular, los desiertos que lo flanquean le dan un carácter de inhóspito...

EL PULSO DE LA NATURALEZA: Esquivo y respetable El envolvente amanecer en la reserva de las chinchillas, llegó acompañado de una grata sorpresa; una pequeña huella pocas veces vista...66

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

Chile, como hemos descubierto, es una caja de sorpresas que no tiene un fondo definido y, a decir verdad, así es como nos gusta que sea… quiero compartir con ustedes esa sensación que nos trae el explorar nuestro país, cuando vamos por una historia nos encontramos con mil más.En la edición anterior vimos la maravillo-sa presencia de las magníficas arauca-rias, que, entre paréntesis, podrían ser el árbol más bonito de Chile, espero que los otros árboles no se molesten…, pero volviendo al tema cuando explorábamos los bosques de Pehuenes caminábamos con nuestro amigo Leo de turismo de la municipalidad de Melipeuco y entre la charla del andar me comentó conocer a un artesano digno de hablar de él, un hombre que estudió para educar a los niños, pero que vio en el transcurso de su vida que tenía el don de la creación a través de la artesanía, y descubrió su habilidad para fabricar cuchillos con materiales muy nobles recuperados de la tierra que lo vio nacer.La moraleja de esta historia tal vez no sea la belleza de los utensilios que fabrica sino la pasión con que los hace y como, a pesar de tener una profesión que no necesariamente es afín a sus obras, supo seguir la búsqueda eterna de la felicidad y dar un sentido más a su vida.Tal vez es algo que todos debemos aprender y si ya lo sabemos, simplemen-te atreverse a hacerlo, muchas veces estamos en frente de nuestros sueños y no les hacemos caso por estar sumidos

en la vorágine del mundo agitado y frío, que nos tiende a sumergir en un estado de sonambulismo, como Matrix.Pero navegando siempre por el mar del descubrimiento de nuestras historias tan propias, nos dejamos embrujar por el sabor ancestral de un producto que se conoce hace más de seis mil años en lugares tan alejados de nuestro actual continente, que después de un largo viaje en el tiempo y por distintas cultu-ras llegaron a manos de nuestros ante-pasados y que hoy son conocidas como las aceitunas de Huasco, un fruto multi-funcional que ha traído sustentabilidad a una comuna que se equilibra peligro-samente entre la dañina minería de alta producción y el cultivo del olivo, símbolo de dioses y legado de miles de años de sabor y salud natural. En fin, una mágica receta de historia, sa-bor y patrimonio que buscamos afano-samente en los rincones de nuestro país, que como decíamos al comienzo es una gran caja de sorpresas que no tiene fin y siempre va a generar nuevos conoci-mientos y nuevas experiencias para que lleguen a ustedes, como siempre cada mes…

EDITORIAL

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n la Región de la Araucanía se respira un aire tenso y peligroso, es una constante realidad que vibra en los suelos sagrados de estas tierras ancestrales, pero no hablamos del conflicto étnico que tanto lamenta-mos que exista, sino que nos referi-mos a la volcanología.La frase “Chile país de volcanes” no es exagerada ni cliché, es una pos-tal clásica de nuestra geografía, que hasta de alguna manera nos enor-gullece, son más de dos mil conos volcánicos a lo largo del territorio na-cional de los que sabemos bien unos quinientos tienen registros de activi-dad, pero más alarmante es que más de cuarenta podrían hacer erupción hoy mismo o en un futuro cercano.Pero definamos qué es un volcán, es un fisura en la corteza terrestre producida por la presión del magma subterráneo o también es una vía de escape de esa presión y éstos de alguna manera son los respiraderos

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de presión de las placas tectónicas, que en nuestro caso estamos flan-queados por las placas de Nazca y la placa Sudamericana que generan el temido Cordón de Fuego, estas dos placas son las que tan generosamen-te nos han regalado los sismos más devastadores de la historia global desde que se tiene registro.Pero volviendo a nuestro territorio, de todos los volcanes hay dos que son los más activos de Sudamérica, el Llaima y el Villarrica (este último en actual estado de alerta). Y ¿quién está en medio? El Sollipulli.El Sollipulli, es una gran caldera de cuatro kilómetros de diámetro que tiene como tapón un glaciar de dos kilómetros cúbicos de permafrost que finalmente cubre una superficie de 12,5 km2.Este monstruo dormido tuvo una gran erupción hace 2.900 años, que, según informes de Sernageomin, fue de tipo Pliniana y fue capaz de

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Las desconcertantes huellas de abrasión en una morrena, que se descolgó de las paredes del cráter del volcán hacia el valle.

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eyectar nada más y nada menos que casi 8 km3 de pómez generando una cantidad de 0,4 km3 del temido flujo piroclástico pumício. Aquella erup-ción dio como resultado un cráter de un kilómetro de diámetro (al margen suroeste de la caldera principal). Una erupción de tipo Pliniana está considerada como la más violenta en el rango de las de origen magmá-tico. Éstas se caracterizan por arrojar gigantescas columnas eruptivas que pueden llegar hasta los 30 kilóme-tros de altura, su carácter destructi-vo es sólo comparable a la catástrofe del 24 de agosto del año 79 en Pom-peya con el Vesubio. Esta histórica actividad surgió por el ascenso de una gran cantidad de magma de tipo andesítico-basáltica que subió desde la parte más alta de la cámara, lo que significa que ni si-quiera fue el total de la masa magmá-tica contenida. Entendemos enton-ces que de haber sido así el paisaje actual sería totalmente distinto. Salimos hacia su cima alrededor de las 6 am, y desde el inicio es un sen-dero de ascenso constante, por ello subir al Sollipulli no es una tarea fácil, sus grandes lahares de material vol-cánico hacen que el andar demande un gran esfuerzo y desgaste físico, los pies se hunden en un mar inclina-do de pómez, “es como caminar so-bre un plato de cereal”. Son ocho ki-lómetros de ascenso hasta los 2.240 m.s.n.m. a una de las crestas del crá-ter que permiten tener una panorá-mica de su centro y el entono que deja a cualquiera sin palabras.Ya en esa posición, luego de una me-recida rehidratación, podemos ob-

Como si estuvieramos en un planeta desconocido, las formas y las fuerzas de la naturaleza nos desconciertan y quedamos sin palabras para expresar lo que vemos.

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servar que el Sollipulli está rodeado de otros cráteres y conos de piroclas-tos con lavas asociadas que tienen hasta nombre propio y uno es El Re-dondo y el otro Chufquén, es una vis-ta imponente con un área basal de 250 km2 donde se puede apreciar claramente a su vecino hacia el nor-te el Llaima y hacia el sur, pero más distante el Villarrica, sin embargo no son los únicos en la zona al menos hay tres más que se pueden divisar tanto en territorio nacional como en Argentina.Los geositios como el Sollipulli nos dan claras señales de un planeta vivo y aún cambiante, aspecto que generalmente no tomamos en cuen-ta en el transcurso de nuestras vidas, incluso en el transcurso de vida de la especie humana, estamos asentados sobre una casi esfera que se adapta, palpita, y se acomoda arrastrando con eso grandes cambios paulatinos en su forma y nuestra presencia co-rresponde tan sólo a unos cuantos segundos en la línea de tiempo de este planeta.Hay mucho aún que comprender o al menos intentar comprender sobre la naturaleza de nuestro planeta y su carácter, somos afortunados de vivir en un tiempo en que las tecnologías exploratorias desarrolladas para la in-vestigación nos permiten tener una visión más clara de nuestro entorno y su comportamiento, sin embargo la madre Tierra siempre se guarda lo mejor para sí, dándonos sólo pistas de su real poder.

Texto y fotografías: César JopiaRevista BIOMA

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El vecino volcán Llaima bajo el rojo atardecer como insinuando su furia y poder, uno de los dos volcanes más activos de Sudamérica.

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"Exploramos Chile, en busca de su alma, su esencia, de sus componentes... los mismos que le dan vida y fluidez...”

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El filo de la creatvidad

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Mientras unos queltehues nos sobre-vuelan, nos acercamos al taller de don Roberto para conocer su trabajo de cerca, nos comenta que lleva más de dos años descubriendo y perfec-cionando su ya perfecta técnica de fabricación de cuchillos.El arte de la manufactura de cuchi-llos, considerados más como unas herramientas en la Patagonia que un utensilio para la cocina, está inspira-do más en las tendencias artesanales usadas por los gauchos argentinos que por un estilo definidamente chi-leno. Ya que no es una tradición que

P or los caminos que se inter-nan al poblado de Melipeuco, que están majestuosamente decorados por largas alamedas que se empinan casi hasta el cielo, en el sector de Santa María de Llaima, encontramos una expresión artesanal muy poco común en Chile.Escondido entre unos vetustos y tu-pidos árboles vive Roberto Alarcón un profesor y artesano de vasta ex-periencia y con una imaginación tan prolífera como su constante búsque-da de nuevas formas de expresar su arte.

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esté arraigada en nuestra cultura.Para nuestra cámara nuestro amigo Roberto saca todo su arsenal de va-liosas piezas únicas en su especie y diseño, todas fabricadas con aceros antiguos, una manera de volver a la vida añosas y olvidadas herramientas ocupadas por los primeros colonos ingleses o americanos que llegaron a Chile, como sierras de aserraderos, serruchones para la tala manual u oxidadas tijeras de esquila de ovejas, todos utensilios hechos con el mejor acero del siglo pasado, de ahí su va-lor no sólo como material sino como

portador de historia.A pesar de que todo su trabajo, al menos los que vende, es por encar-go él continúa siempre explorando nuevos diseños que terminan más bien convertidos en obras de arte del oficio del artesano de cuchillos. La historia de la manufactura de este tipo de herramientas es tan antigua como el hombre mismo, 2.3 millones de años atrás para ser exactos, la ma-teria prima fue en aquellas distantes épocas la obsidiana o los cristales vol-cánicos que eran decantados hasta lograr el filo necesario, útil para tro-

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El proceso se inicia dibujando la pieza en el material madre, que en esta imágen corresponde a una sección de un Cerruchón, utilizado antiguamente para la tala de árboles.

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Posteriormente el viejo metal se limpia y pule, luego el trabajo comienza con el resto de los componentes, como la empuñadura de Asta de Ciervo.

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zar y procesar carne lo que permitió al Homo habilis, uno de nuestros le-janos parientes de la Era del Paleo-lítico Superior, sobrevivir y aportar a nuestra evolución con sus habilida-des y primitiva inteligencia.Las técnicas ya se han alejado tanto unas de otras, que ya prácticamente son secreto de cada artesano. En el 1600 antes de Cristo el acero hizo su entrada, bastante posterior al cobre y al bronce, generando toda una cas-ta de eximios artistas del metal como los afamados fabricantes de sables o catanas japoneses.Por ello, don Roberto nos transporta con su imagen, y por cierto con su trabajo, a los tiempos de aquellos ar-caicos artesanos, claro está que sus herramientas también han evolucio-nado y son específicas de acuerdo a las materias primas que él utiliza ac-tualmente.Aparte del ya mencionado acero re-ciclado para las hojas, para los enca-bados (cacha o empuñadura) utiliza astas de ciervo, alpaca, bronce y pla-ta.Pero uno de sus materiales más no-bles es el ámbar de araucaria conoci-da como picoyo, éste es el nudo que se encuentra en la unión que hay en-tre el tronco principal de la araucaria y la rama que nace de éste, se trata de una madera muy sólida y de alta concentración de resina.Esta pieza es endémica de la IX Re-gión, pero no se daña a la araucaria para obtenerlo puesto se produce durante la descomposición natural del árbol luego de estar expuesto a los elementos y el tiempo, durante mil o dos mil años.

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El picoyo debe pasar por un proceso largo y muy inusual para trabajarlo, éste se debe enterrar en la nieve por lo menos unos tres meses, luego de eso recién se puede trabajar con cin-celes y lijas finas para pulirlo.En el caso de las astas de ciervo, éstas son recogidas de animales muertos para evitar, nos cuenta don Rober-to, el sacrificio de animales por sus astas, a pesar que el Cervus elaphus, por ejemplo, es una plaga en la Pa-tagonia.Pero el trabajo de nuestro amigo no termina sólo en el cuchillo, él, junto a su esposa, se ha encargado tam-bién de la marroquinería que hace del cuchillo terminado un producto completo con su funda de cuero de vacuno y cocida con hilo de tiento hecho de cuero de chivo.Finalmente, después de horas con-versando sobre las anécdotas y las experiencias cosechadas con los años de vida de don Roberto, nos vamos con la sensación de haber co-nocido un hito en la región, con un oficio que verdaderamente es un pa-trimonio humano digno de conser-var y difundir.

Texto y fotografías: César Jopia

Revista BIOMA

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FOTOGRAFÍA PROVÍDEO PRO

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ACEITUNAS DE HUASCO

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ACEITUNAS DE HUASCOHERENCIA ANCESTRAL

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s difícil oír hablar de Huasco y no mencionar sus aceitunas, es un lugar con una mística muy particular, los desiertos que lo flanquean le dan un carácter de inhóspito, pero basta con acercarse sólo un poco más para divisar verdes vergeles sembrados con olivos hasta donde alcanza la vista.De Huasco Bajo salió uno de los cin-co mejores aceites de oliva del mun-do, nos lanzamos a recorrer sus cam-pos y conocer de cerca este noble fruto traído por españoles a la zona hace tanto tiempo ya que se puede decir que prácticamente son endé-micos del valle del Huasco.Existe una iniciativa a nivel local que consiste en generar una denomina-ción de origen de la aceituna, pero no cualquiera, sólo la aceituna sa-jada, una particularidad que forma parte del proceso del fruto del olivo, sería entonces “las aceitunas sajadas de Huasco” como un producto típico y único del valle. Considerando que las aceitunas de Azapa ya tienen el sello de origen.El proceso en sí es muy sencillo, luego de la cosecha de la aceituna, que es entre los meses de septiembre y oc-tubre, es preferible hacerlo a mano. A nivel industrial y artesanal hay más de un proceso, porque depende de

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qué aceituna es la que se cultiva, la negra o la verde.Aun así ambas son tratadas con soda cáustica para quitar el amargo y lue-go se curan en salmuera para com-pletar su fermentación.Cabe señalar que los procesos indus-triales de curado son criticados espe-cialmente en la cadena de elabora-ción donde se le quita el amargo con sustancias alcalinas como la soda, sin embargo el uso más tradicional donde se rescatan métodos que pri-vilegian calidad y características más naturales han ganado adeptos, que prefieren las aceitunas curadas con lejía de ceniza que otorga propieda-des organolépticas* muy particula-

res al producto final. Recorrimos la zona y quedamos sor-prendidos cómo Huasco respira el aroma de los olivos (Olea europea de la familia de las Oláceas), hay una tradición ancestral en el arte del culti-vo de la aceituna y sus subproductos como el afamado aceite.La aceituna tiene una data que va más allá de la memoria tradicional, los olivos se cultivan desde tiempos inmemoriales, proviene de Asia Me-nor de ahí se sabe que se extendió a Siria, Palestina e Irán hasta el resto del Mediterráneo hace unos seis mil años, incluso se cree que el mercado de las aceitunas era el eje económico de los minoicos y las aceitunas tam-

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bién fueron parte de los cargamen-tos en los viajes de los fenicios.La lista es larga, en ella entran tam-bién griegos y romanos, la diosa Ate-nea sembró en la que sería la Acró-polis un olivo que actualmente aún vive. En estos viajes de conquista de las culturas los árabes al invadir Espa-ña introdujeron la aceituna generan-do en ese país los mejores aceites de oliva del mundo, la palabra “aceite” proviene de la lengua árabe “al-zait” que se puede traducir como “jugo de aceituna”. Así el recorrido de con-quista de la aceituna termina even-tualmente en Sudamérica cuando los españoles la trajeron a nuestro continente (siglo XVI).

Sin duda, la aceituna española lide-ra los mercados actuales, ésta se co-menzó a industrializar a fines del si-glo XIX con las primeras aceitunas de mesa, las famosas “Sevillanas” nom-bre dado por la provincia donde se producían, Sevilla, pero son varias la localidades las que la cultivan Alcalá de Guadaíra, Morón, Dos Hermanas y Arahal por nombrar las más repre-sentativas de la zona.La aventura de este fruto con oríge-nes nobles y muy antiguos hoy se ha convertido en un componente muy importante en la cocina de nuestro país, sin ir muy lejos, nuestras tan amadas empanadas no son lo que son sin una aceituna en su interior o

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el pastel de choclo en olla de greda, con la infaltable aceituna… esto por nombrar sólo un par de ejemplos de nuestra lista de platos o preparacio-nes culinarias más apetecidas.Así saboreamos una vez más nuestra rica y variada red de productos de la tierra que han posicionado al ámbito frutícola chileno, en los más impor-tantes mercados del mundo.Sólo esperamos la puesta en valor de los métodos tradicionales de curado de aceitunas realizado por los anti-guos campesinos, y que estos triun-fen sobre los procesos industriales que tanto daño hacen a la salud y al medio ambiente.

*Hace referencia a las características físicas de un producto, en el caso artesanal, que permite que se pueden percibir generosa-mente aspectos como el sabor, la textura, el aroma y el color.

Texto y fotografía: César JopiaRevista BIOMA

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Algunos procesos para obtener aceite de oliva han quedado atrás gracias a siste-mas prácticos, sin embargo las antiguas técnicas son las que daban el valor agre-gado al producto final.

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El envolvente amanecer en la reserva de las chinchillas, llegó acompañado de una grata sorpresa; una pequeña huella pocas veces vista plasmada en la tierra suelta, atravesaba el camino en dirección al abrevadero. La identificación del posible autor de este interesante sello grabado en el suelo, parecía inequívoca, un sigiloso quique nos había visitado. Sin embargo las incursiones habitua-les al abrevadero de un gigantesco sapo de rulo, que curiosamente deja una huella muy parecida, sembraba la duda y ponía una nota de incerti-dumbre al descubrimiento. Pero con el transcurso de los días, una cámara con sensor de movi-miento instalada en el abrevadero, disipó toda duda; por fin un corto video de solo cinco segundos de du-ración, nos entregó la fugaz imagen de un cauteloso quique, apagando su sed en la pequeña posa ubicada a ras de suelo. Poco tiempo después y en forma in-esperada tuvimos nuevas noticias sobre el esquivo mustélido; uno de los zorros residentes del sector, arre-metía con insistencia sobre un com-pacto arbusto ubicado en un faldeo, emitiendo gruñidos y chasquidos como si estuviera atacando algo. Rápidamente en compañía de otro guardaparque, me acerque al lugar

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con máquina fotográfica en mano, para verificar lo que sucedía y tratar de captar imágenes del aconteci-miento. El zorro estaba tan concen-trado en sus embestidas al matorral, que parecía no notar nuestra pre-sencia. En un abrir y cerrar de ojos dio un vigoroso salto y cayó en me-dio del arbusto, en donde había una abertura que le permitía llegar hasta un lugar casi inaccesible debajo del follaje. El perseverante cánido introdujo su cabeza y sus patas delanteras en el espacio abierto entre las ramas, de-jando todo su cuerpo sobre el arbus-to, batiendo de lado a lado su cola mientras emitía enérgicos gruñidos, que ponían los pelos de punta. En ese tenso momento me pareció cap-tar los gemidos de una criatura que se defendía con insuperable valentía. Cuando parecía que en cualquier momento el furioso culpeo emerge-ría del matorral con su presa en el hocico, saltó bruscamente como si lo hubieran eyectado en el aire y cayó de pie a un costado de la frondosa mata de palo negro… el motivo de su acrobático salto había sido una penetrante y dolorosa mordedura en su nariz, por parte de su supuesta víctima. Me separé de mi acompañante y me acerqué subiendo por la pendiente hasta llegar al borde del arbusto. Por su parte, el zorro permaneció en el lado opuesto del matorral, acechan-do a su esquiva presa respirando agitado, mientras se lamía repetidas veces la sangrante herida, hasta que desistió del ataque alejándose apa-rentemente resignado.

Al cesar los gruñidos del atacan-te, pude escuchar el impresionante mensaje de advertencia del quique, que continuaba parapetado debajo del ramaje. En ese momento llegó a mis oídos un sonido difícil de defi-nir; más que un gruñido parecía una penetrante vibración que transmitía mucha energía, un poderoso mensa-je capaz de disuadir a cualquiera.Pero mis deseos de verlo directamen-te y la posibilidad de fotografiarlo, me llevaron a desafiar su intimidan-te lenguaje, trasgrediendo quizás el umbral de su distancia de fuga o de ataque, hasta el extremo de abrir con mis manos el ramaje.Escudriñé visualmente lo que pa-recían secretos pasajes dentro del matorral. En ese momento el vibran-te gruñido aumentó su intensidad, hasta el punto que parecía venir de todos lados y de ninguna parte a la vez.Repentinamente una oscura forma que parecía temblar al compás del sonido, se deslizó debajo de las ra-mas acercándose a mí en actitud amenazante. Sin pensarlo dos veces me incliné enfocando con mi cámara el hostil y esquivo objetivo. En milési-mas de segundos pude ver a través del lente al temperamental quique que se me venía encima.Un ruidoso crujir de ramas muy cerca de mi cara y la intimidante cercanía de su inenarrable gruñido, me hicie-ron retroceder en forma tan brusca, que estuve a punto de caer sobre la pedregosa pendiente. Con dificultad logré mantenerme en pie, sin poder evitar las dolorosas espinas de un cactus, que aparentemente estaba a

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favor del quique.En medio de las amenazas de este extraordinario mustélido, retrocedí lentamente, con una rodilla resenti-da por el impacto con la pétrea dure-za del suelo y un agudo dolor en un brazo, provocado por las implacables púas del copao.El inquebrantable temperamento del quique, me había convencido so-bre la conveniencia de dejarlo tran-quilo. En ese momento y asumien-do el costo de mi osadía, me alejé silenciosamente del lugar, para no seguir perturbando a este pequeño y sorprendente depredador, que se constituye en uno de los carnívoros de la fauna chilena más esquivos y respetables.

Texto: Mario Ortiz LafferteIlustración: César Jopia

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